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Alberto Tena
Una buena introducción para una entrevista con Fusaro habría sido presentarlo como un
intelectual de vanguardia de las nuevas élites políticas italianas o un ideólogo del gran pacto
soberanista que está gobernando el país. El blog semanal donde podemos seguir el
pensamiento de Fusaro se encuentra en la Revista “Il Primato Nazionale”. Esta revista es el
proyecto llevado a cabo por Casa Pound en 2013 como herramienta de difusión y discusión
ideológica del fascismo “del tercer milenio” -como ellos se denominan-. Editado por
AltaForte, firma que ha publicado recientemente un libro de entrevistas a Salvini “Yo soy
Matteo Salvini”, es una de las puntas de lanza del asalto a la centralidad cultural que está
realizando esta parte de la extrema derecha en Italia. En la revista también tenemos grandes
firmas del Pop nacional como la modelo Nina Moric o el presentador y periodista deportivo
Paolo Bargiggia. El blog de Fusaro se llama “La razón Populista”. En él se ha ido desarrollando
en forma de artículos de opinión el pensamiento que el autor había sintetizado en su reciente
libro Historia y conciencia del precariado. Siervos y señores en la globalización (2018). Una
re-proposición de los grandes argumentos del que considera su maestro Costanzo Preve
desarrollados en Elogio del comunitarismo (2006). Ahí Preve ya criticaba el pensamiento
“políticamente correcto” y pronosticaba, contra Bobbio, la superación del eje
izquierda/derecha en favor del comunitarismo/globalismo. Fusaro además de opinador es un
investigador universitario con varios libros y publicaciones dedicadas, al igual que su maestro,
a la relectura de Gramsci, Marx y Hegel. Destacaba hace una década en el panorama del
marxismo académico por su trabajo sobre las raíces atomistas del materialismo marxista en
Epicuro, pero sobre todo por su firme defensa de un Marx esencialmente “idealista”
continuador de Fichte y Hegel.
Similar es el razonamiento con el feminismo. Los nuevos feminismos estarían rompiendo los
lazos comunitarios del amor y la familia -propios de la clase obrera como formas de
comunidad primaria-, para ofrecernos un mundo de identidades individuales con capacidad
de integrarse en el mercado poliamoroso y queer. No se trata, para Fusaro, de la familia
tradicional ya que mantiene como coletilla que siempre hay que respetar (sic) a los
homosexuales. Lo que si tiene claro es el valor central de la división sexual del trabajo y los
roles de género tradicionales. La virilidad y la masculinidad son para Fusaro, apoyándose en
los grandes héroes clásicos, centrales en nuestra tradición cultural. El capitalismo post-
fordista estaría feminizando a los hombres para flexibilizar y precarizar el trabajo. Eliminar
la masculinidad tradicional propia del fordismo sería la estrategia de las élites para adaptar
la fuerza de trabajo a sus necesidades y diluir la conciencia de clase y por lo tanto tenemos
ahí otro lugar de resistencia.
Obviamente no hay nada de racismo ni de machismo en este discurso para Fusaro: los
inmigrantes son víctimas del capitalismo y la lucha por la igualdad de las mujeres es justa, el
problema estaría más bien en una desviación debida al giro posmoderno capitaneado por
Judith Butler y la filosofía de la diferencia. El feminismo y el anti racismo son entonces la
respuesta de la élite mundializadora para dividir a la clase obrera. El feminismo
contemporáneo es para el joven filósofo italiano un movimiento dentro del mercado para
convertir a la mujer en una mercancía específica y las luchas por los derechos de las
prostitutas, por lo tanto, un baluarte coherente de su activismo pro mercado. Fusaro
encuentra en el famoso artículo de Marx Sobre la cuestión judía y su crítica a los
planteamientos de Bruno Bauer la justificación de su posición y de la máxima estalinista “los
derechos civiles son derechos burgueses”. El capitalismo buscaría fomentar los derechos
civiles de las minorías como una lógica de diferenciación necesaria para contrarrestar la
verdadera emancipación universal de la humanidad de quienes se identifican como clase
obrera. No es de extrañar que Fusaro también recupere la causa ecologista pero en su
vertiente más naturalista. Para Fusaro la lección de Marx es que el capitalismo estaría
destruyendo la naturaleza humana rompiendo los lazos esenciales que existen entre estos y
la naturaleza. Una vuelta a la naturaleza que nada tiene que ver con la lucha de Greta
Thunberg y con el ecologismo dominante, fruto este también de la ideología mundialista y
cuya función fundamental es esconder la lucha de clases como conflicto primario ya que no
toca el verdadero poder económico.
La cuestión fundamental en todo este argumentario es que que el capitalismo global esté
destruyendo los vínculos entre las personas, con el planeta, con cualquier forma de
comunidad y en definitiva dificultándonos cada vez más la reproducción de la vida, no es algo
que se haya inventado Fusaro. Esto es algo que dicen la mayoría de movimientos que él critica
como prosistema desde hace décadas. Que el capitalismo histórico se haya construido a partir
de la pauperización y proletarización de millones de personas durante siglos y que
fundamente su crecimiento en la explotación de la fuerza de trabajo no se deriva que haya
que apoyar a Salvini y a Trump para construir muros ni luchar contra la ideología de género.
Como nos recuerda Silvia Federici la construcción de un modelo de familia funcional a la
división sexual del trabajo ha sido un proceso al menos igual de determinante para el
capitalismo que la construcción histórica de los “trabajadores” como grupo social. ¿Tendría
sentido plantearnos como acción anticapitalista dejar morir a los campesinos sin tierra que
migraban a las ciudades en busca de trabajo para poder sobrevivir tras haber sido expulsados
de ellas? ¿No hay una extraña coincidencia entre las ideas de Fusaro y la práctica política real
de la Unión Europea y una buen aparte de la élite económica italiana? Este marxismo de
derechas se sostiene en la ilusión de que son más importantes sus ideas sobre un obrero
abstracto que las contradicciones concretas que la realidad social está expresando. Unas ideas
lanzadas desde la nostalgia del siglo XX sobre qué es la lucha contra el capitalismo sostenidas
a costa de la vida de las personas que lo están sufriendo. Esto puede ser definido -si queremos-
como marxista pero me parece que sería muy difícil atribuirle estas ideas al mismo a Marx.
Para Marx deberían ser mucho más importante las luchas que están dando los migrantes en
sus travesías, la lucha global de las mujeres contra la violencia y la de los jóvenes a favor de
una transición ecológica justa, que las ideas que tienes en el sofá de tu casa sobre lo que es
el mundialismo y la clase obrera. Si con Jane Austin asumimos que “se hacen cosas con
palabras”, Fusaro básicamente cumple la función de contribuir sustancialmente a la
construcción de en una gramática marxista que legitima la confrontación entre trabajadores
locales y extranjeros. Una ideología que, dicho sea de paso, luego Casa Pound se dedica a
llevar a cabo en la práctica de forma sistemática y violenta.
La izquierda italiana ha quedado desarmada ante todo esto durante los últimos años y no ha
sido en absoluto por falta de fuertes convicciones morales. Pero entender el pensamiento de
Fusaro podría servir para encontrar también sus anticuerpos. A fuerza de ir contra esta
ideología latente en el país durante mucho tiempo -y ya totalmente explícita en los más altos
lugares del poder- la izquierda italiana ha abandonado esa necesaria lucha por los vínculos y
la comunidad. Dejando entonces todo el espacio para que los Fusaros de turno se ocuparan
de ello, asentados en su propia relectura de la tradición marxista y el apoyo logístico del
fascismo del nuovo millenio. Por fortuna en España tenemos un debate más profundo y eficaz
sobre estos aspectos que, por ejemplo, intelectuales como Clara Ramas han desarrollado
sobre la patria y la comunidad, Clara Serra sobre la familia o Alba Rico sobre el
conservadurismo y la tradición. Si para algo debe servir esta polémica es para recordarnos
que son temas que no debemos abandonar, anclándolos siempre en las luchas de nuestra
realidad cotidiana.