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18. Olvídate de mí (Eternal sunshine of the spotless mind) – trastorno de la personalidad, terapia
36. Alguien voló sobre el nido del cuco (One flew over the cuckoo´s nest) – terapia, suicidio
37. Retratos de una obsesión (One hour photo) – trastorno de la personalidad, obsesión
39. Las dos caras de la verdad (Primal fear) – trastorno disociativo, psicología forense
41. La clase dirigente (The ruling class) – terapia, psicosis, disfunción familiar
44. Mujer blanca soltera busca (Single white female) – trastorno de la personalidad
45. Una historia de Brooklyn (The squid and the whale) – disfunción familiar, trauma infantil
48. Las tres caras de Eva (The three faces of Eve) – trastorno disociativo, conflicto marital
52. El hombre del tiempo (The weather man) – distimia, disfunción familiar
54. ¿Quién teme a Virginia Wolf? (Who´s afraid of Virginia Woolf) – trastorno del estado de ánimo,
disfunción familiar
Los definimos como la mutilación deliberada del cuerpo o de una parte del cuerpo, no con la
intención de cometer suicidio, sino como la forma de manejar emociones que parecen demasiado
dolosas para que las palabras las expresen. Puede incluir cortar la piel o quemarla, hacernos
moretones a uno mismo a través de un accidente premeditado. También puede ser rascar la piel
hasta que sangra o interferir la curación de heridas.
Por lo general el paciente se siente triste, vacío, tiene dificultades para identificar sentimientos y
expresarlos, suele mezclar y confundir emociones, no sabe si es normal sentirse así o no. Las dudas
le invaden y esto hace que empiece a buscar formas de manejarlo, métodos que le permitan hacer
frente a este caos.
Para muchos pacientes con este problema, la autolesión puede ser vista como una “amiga” a la
que se puede recurrir en cualquier momento del día, una salida inmediata a una carga emocional
demasiada pesada e intensa para ser tolerada.
En muchas de estas personas, la forma de percibirse es muy variable y, por lo tanto, también lo es
su visión de las acciones lesivas. Muchos saben que es dañina; otros creen que es solo asunto suyo
y que no están haciendo daño a nadie. Otros, aun sabiendo que es algo “extraño” y queriendo
dejar de hacerlo, se sienten incapaces de parar, atraídos irrefrenablemente por la necesidad de
cortarse, quemarse o golpearse. Otros fantasean o aspiran a hacer evidente la necesidad de ayuda
que se ven incapaces de verbalizar. Por ejemplo: “Si me ven esta quemadura seguro que me
preguntan, se dan cuenta de lo mal que estoy y me ayudan y entienden mejor”.
Se puede decir que, al no haber adquirido habilidades adaptativas para calmarse y controlar el
estrés y frustración, el autolesivo recurre a la acción pues es más fácil que intentar comprender y
expresar lo que siente (difícilmente podrá expresarlo cuando el mismo no sabe que ocurre en su
interior ni por qué siente con semejante intensidad).
Es importante tener presente que la acción conlleva alivio, mientras que verbalizar y compartir
requiere un esfuerzo tremendo y un repertorio de habilidades de las que carece la persona, que
recurre a la acción como forma de comunicación. El objetivo es poner fin al dolor y al sufrimiento
que siente en su interior, el caos y la confusión que retumban en su cabeza; frenar los
pensamientos dolorosos, la incertidumbre, la confusión. Cualquier otra forma de expresión
emocional se convierte en una tarea impensable para la persona, que al no haber desarrollado los
recursos necesarios, tendera a repetir este nuevo comportamiento. De tal forma, este nuevo
comportamiento se convierte en el recurso que mejor funciona, por lo que la probabilidad de que
piense o recurra a conductas adaptativas será pequeña sin la intervención de un profesional que le
ayude a comprender sus comportamientos y a pensar en nuevas alternativas más funcionales y
positivas.
LA AUTOLESIÓN Y EL SUICIDIO
Algunas personas confunden los términos “autolesion” y “suicidio” o los diferencian, pero
confunden la intención de ambos. Muchas de las personas que se autolesionan no quieren morir;
de hecho, su conducta las ayuda a tolerar mejor el sufrimiento y a disminuir sus deseos de morir.
Si las emociones no son manejadas de esa forma, al no disponer de otros recursos más
adaptativos, las posibilidades de que la persona quiera o intente morir aumentaran notablemente.
Es importante prestar atención al paciente y a sus conductas des adaptativas, pues el sufrimiento
psicológico puede llegar a extremos en los que la persona sienta, que ya no puede más y en lugar
de autolesionarse opte por el suicidio sin que la situación se le haya “ido de las manos”. Esto
generalmente está presente en algunos casos en los que la persona presenta no solo una
dificultad para gestionar sus recursos y capacidades sino también algún tipo de patología más
compleja (depresión mayor, trastornos de la personalidad, etc.), en donde autolesión e intentos
de suicidio pueden coincidir en cuanto a la forma (por ejemplo, tomarse tres pastillas para
desconectar o tomarse un bote de pastillas para matarse) y son difíciles de discriminar si no
profundizamos en las intenciones de la persona, aunque siguen teniendo matices diferentes y
responden a motivos diferentes.
También hay que mencionar la autolesion aprendida o “copiada” ya que en algunas ocasiones los
jóvenes se lesionan porque lo han visto en una película o se lo han escuchado a un amigo. En estos
casos, aunque si se puede considerar una autolesion, los motivos difieren enormemente de los
casos mencionados anteriormente. Cuando es algo aprendido, el sujeto puede estar buscando un
referente que le permita pertenecer a algo, identificarse con alguien. De esta forma puede ser,
además de una señal de identidad para el que la busca y no la tiene bien definida, una manera de
pedir ayuda y de mostrar la necesidad de ser atendido, pero no es una estrategia de
afrontamiento ni una forma de regular emociones intolerables. De hecho, es probable que el
sujeto que “aprende” a cortarse, en lugar de alivio, experimente dolor y que por esto sea un
episodio puntual sin grandes posibilidades de repetirse. Sin embargo, la persona que recurre a la
autolesión como estrategia tendera a repetirlo, ya que este comportamiento le ayuda a “sentirse
mejor”.
Los niños pequeños tienen un concepto de la propiedad muy desarrollado, al mismo tiempo que
poco delimitado, generalizado y difuso; “todo es suyo” y lo que no lo es lo hacen suyo. Dentro de
estas “propiedades” entraría su cuerpo, aunque no por ello tengan que lesionarlo ni mucho
menos. Sin embargo cuando un niño sufre abusos se le priva de esto, el cuerpo deja de ser suyo en
exclusiva y se convierte en algo que puede ser percibido como ajeno e incluso un objeto de odio,
pues es “el culpable” de su propio sufrimiento. En otros casos, aunque el niño no sufra abusos, si
se cría en un entorno muy controlador en el que su intimidad no se respeta, sus sentimientos no
son validados y sus necesidades no son atendidas, puede sentir que lo único que es capaz de
controlar es su propio cuerpo. No es la norma general, pero en algunas ocasiones las personas se
lesionan porque es algo o lo único que depende exclusivamente de ellos y no de los demás.
Cuando una persona se siente mal por alguna actividad que realizo, necesita castigarse. En algunos
casos lo puede hacer humillándose, disculpándose una y otra vez por cosas que no ha hecho y/o
estando a merced de las necesidades de los que la rodean. En otros, cuando esto ya no funciona
porque “no es suficiente”, la persona necesita ir más allá: recurrir al castigo. En estos casos si
siente dolor con las lesiones, pero es mejor tolerado que los pensamientos y sentimientos
horribles de “ser malo” que general la culpa.
LA AUTOLESIÓN Y LA IRA
Por lo general el primer incidente comienza con sentimientos muy fuertes de enfado, ansiedad y
miedo. Si el sentimiento no es demasiado intenso la persona puede arrojar un objeto, romper algo
y quedarse tranquila, pero si se hace demasiado intenso (y en el caso de la ira reprimida suele
haber un efecto acumulativo) la persona puede golpearse y hacerse daño. A partir de aquí, si se
siente más tranquila y menos tensa, la probabilidad de que repita el comportamiento se
incrementara y con esto el método que le ayude a liberar mejor esta tensión que siente como
consecuencia de la ira. Así una persona puede haber empezado rompiendo cosas para
posteriormente darse cabezazos o golpes y finalmente encontrar que con un objeto punzante y
afilado o un mechero consigue su propósito: tolerar mejor esta emoción y poder manejarla. De
esta forma, cuando la persona sienta ira recurrirá a esta conducta y se sentirá mejor, sin ser
consciente de que es una medida temporal que soluciona lo que siente a corto plazo pero que no
le ayuda a largo plazo, pues no solo no aprende nuevas alternativas que le ayuden a manejar y
tolerar sus emociones para situaciones posteriores, sino que tampoco está resolviendo los
conflictos que estas le generan y está reforzando la agresión como estrategia de afrontamiento. Es
decir, el alivio inmediato refuerza esta reacción desadaptativa y no permite que la persona
adquiera recursos que funcionen a corto y largo plazo.
LA AUTOLESIÓN Y RESPONSABILIDAD
Cuando pienso en las personas que se autolesionan porque se sienten culpables o porque no
saben canalizar su enfado, me llama la atención que tiendan a asumir responsabilidad por todo,
como si todo girase en torno a ellos: “Ha pasado esto porque yo no hice lo otro”, “Soy patético”,
“Si no hubiese protestado no se habrían disgustado”, “Tengo que hacer que se sienta mejor” . ..
Resulta curioso cómo las buenas intenciones y la preocupación por los demás se convierte en el
motivo por el que necesitan hacerse daño. Quizás el sentimiento de culpa es el de mayor peso
para muchas de estas personas aunque, la ira reprimida también tiene un peso importante. Por
supuesto, hay otros aspectos que resultan perjudiciales y que van unidos a la culpa: la sensación
de incomprensión y “desastre”, “de no hacer nada bien” y la tendencia a depender de la opinión
de los demás para valorarse o para valorar lo que hacen.
Muchas de estas personas quieren agradar a los que les rodean y cuando no lo consiguen se
sienten mal, se dispara la culpa y la sensación de responsabilidad. En muchos casos no dicen lo
que les hace daño o les hace sentir mal por miedo a que se enfaden con ellos o por temor a la
reacción de la otra persona. Este es uno de los motivos que hace que acumulen y lo expresen de
repente pero de una manera inapropiada, incluso ofensiva, que hará que posteriormente se
sientan fatal, corroborando que es mejor no decir lo que sienten. En ambos casos (callar y
acumular o explotar verbalmente) la persona suele acabar recurriendo a la lesión como reguladora
de la situación.
OBJETIVOS TERAPÉUTICOS
Además, será necesario que la persona desaprenda una serie de conductas (recurrir a la acción
impulsiva) y aprenda nuevas reacciones y formas de actuar que le permitan tolerar sus emociones
y expresarlas de una manera adaptativa.
Una manera de hacerlo es ayudarla a expresarse verbalmente o por escrito. Otra opción a la que
se puede recurrir cuando tiene dificultades muy grandes es la expresión artística, la expresión de
las emociones mediante dibujos, pues, en los casos de mucha intensidad emocional, el trabajo
visual puede ser mucho más llevadero para el paciente. Evidentemente, para que esto sea viable,
será necesario realizar un trabajo previo o, como mínimo, paralelo de identificación de emociones.
RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS
3. Si utiliza objetos para lesionarse, averiguar el/los que utiliza, cómo lo/s consigue, si lo/s
limpia y/o desinfecta, dónde lo/s suele guardar, qué significado tiene/n si es que lo
tiene/n, motivos por el/los que lo/s ha seleccionado inicialmente y en la actualidad.
6. Explorar el alcance de la lesión así como los lugares del cuerpo que el paciente suele
lesionar, para que pida ayuda médica cuando la situación lo requiera (algunos cortes
necesitan puntos y difícilmente se curaran sin una intervención; si el paciente no acude al
médico pueden surgir otros problemas, por ejemplo, infecciones que en casos extremos
pueden tener un desenlace muy negativo, como la amputación de un pie o una mano).
7. Qué siente antes, durante y después de la autolesión. Ayudar al paciente a identificar los
diferentes estados emocionales que preceden y siguen a cada episodio.
8. Diferenciar entre autolesiones e intentos de suicidio; son aspectos muy diferentes, con
motivaciones diferentes y han de ser tratados de manera específica cada uno.
9. Averiguar posibles desencadenantes para la autolesión con la intención de facilitar y
proponer alternativas más adaptativas a corto y largo plazo.
10. Averiguar cómo “conviven” con sus lesiones: ¿las ocultan?, ¿se avergüenzan?, ¿las
enseñan?, ¿alardean?; esto aportará información significativa sobre la motivación y el
“para qué” de la conducta.
12. Ayudar al paciente a identificar las respuestas emocionales que presenta y cómo su
manera de percibir y de interpretar diferentes situaciones puede influir en estas
respuestas.
13. Ayudarle a verbalizar diferentes estados emocionales con el fin de que pueda expresar lo
que siente con palabras y, sobre todo, identificar las sensaciones que solían acabar con
una autolesión.
14. Hacer sugerencias que el paciente pueda llevar a la práctica para manejar el sufrimiento
emocional.
15. Establecer planes alternativos de actuación para situaciones críticas que suelen “activar” al
paciente y hacer que piense en la autolesión (independientemente de los motivos por los
que el paciente piense en lesionarse pues conviene recordar que algunos lo hacen para
sentir alivio, otros para “volver a la realidad”, otros para sentirse vivos y otros para “recibir
su merecido”).
17. Profundizar en los motivos que preceden a cada episodio autolesivo sin entrar en
preguntas que puedan parecer morbosas para el paciente. Es importante profundizar y
mostrar interés sin resultar invasivo o falto de tacto.
Para finalizar, hemos de comentar que, aunque algunas lesiones son muy impactantes y la
posibilidad de visualizarlas generará reacciones muy diversas en cada persona, es importante
recordar que el paciente se puede sentir muy mal si percibe gestos de desaprobación, disgusto o
asco (aunque son algunas reacciones frecuentes por parte del personal sanitario cuando se
encuentra con un primer caso).
BIBLIOGRAFÍA
Mosquera, D., (2008). La Autolesión: El Lenguaje del Dolor, Madrid, España: Ediciones Pleyades