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Resumen
Abstract
In his paper Ignacio Gómez de Liaño shows his particular reading of The
Last Puritan, considered as a philosophic novel. He traces back the path
of Puritanism from Calvinism to Christian Gnostics. By the way he rela-
tes this text to his previous one «El cristianismo poético de Santayana»,
and his book El círculo de la sabiduría.
. . .
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62 Ignacio Gómez de Liaño
al mismo tiempo que Persons and Places y que esta última obra nos
descubra las claves de los principales personajes de la novela. San-
tayana dedicó a la novela y a la autobiografía el mismo período de
tiempo, entre mediados de los años 20 y el 1936, año en que da ci-
ma a su obra de ficción. Pero mientras en Persons and Places el autor
trata de ajustarse lo más posible a lo realmente sucedido y, por tan-
to, a lo particular, El último puritano le permite elevarse a lo gene-
ral gracias al carácter ficcional de los personajes y de la historia. Po-
dría, pues, decirse que por hallarse más en el plano de lo general que
la autobiografía, la ficción novelesca se acerca más a la filosofía que
aquélla, pero, dicho esto, conviene añadir en seguida que la condi-
ción de ficción de la novela hace que ésta se aleje más de la filoso-
fía que la autobiografía debido a que en este último género literario
imperan con más fuerza las exigencias del conocimiento que en el
relato novelesco. Esta última observación ha de entenderse, sin em-
bargo, con matices, pues Santayana, mediante la ficción, abre el ca-
mino a una forma de conocimiento, de índole narrativa, que com-
plementa al conocimiento filosófico, sin por ello olvidar el placer
—cognoscitivo ciertamente— que es inherente a la creación litera-
ria y a toda creación artística.
Antes de entrar a exponer la clave filosófica fundamental de El
último puritano destaquemos la clave biográfica particular del pro-
tagonista, Oliver Alden. Santayana reconoce en Persons and Places
que «el joven Bayley fue su primer modelo, y tal vez el principal»
[Santayana 1987, p. 178]. Pero puntualiza que este muchacho bos-
toniano amigo suyo en los tiempos estudiantiles no estaba en pose-
sión de la crianza y educación de Oliver, aunque sí de una inteligen-
cia de las cosas espirituales igual o superior a la de éste. Para otros
aspectos de Oliver, como el de su gran fortuna, el novelista se inspi-
ra más bien en Cameron Forbes quien, además de pertenecer a una
familia acaudalada, era nieto del filósofo Emerson y él mismo algo
filósofo y poeta: «Varios rasgos, mayores y menores, pertenecien-
tes a Cam Forbes me los apropié para el héroe de El último purita-
no. En primer lugar, la relación con su padre, el atavismo de la san-
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joven y guapo Jim Darnley, al que el padre de Oliver llama Lord Jim
y tiene empleado como capitán en sus sucesivos yates, y por Rose, la
hermana de Jim y frustrada novia de Oliver. A estos dos hermanos,
que serán tan importantes, sobre todo el primero, en la vida de Oli-
ver, se ha de agregar la figura del padre de ambos, el teológico y as-
cético vicario de Iffley, localidad cercana a Oxford.
Los ambientes en que los hace vivir Santayana a estos y otros
personajes son Boston, concretamente Beacon Street, la calle don-
de viviera en sus años infantiles Santayana junto con su madre y la
parte americana de su familia, otras localidades de Estados Unidos,
Oxford, París y los mares que el decadente y neurasténico Peter Al-
den surca en sus barcos. Frente a las figuras juveniles de Jim y Ma-
rio, que encarnan la cara opuesta al puritanismo, Nathaniel y Peter
Alden, así como la esposa de éste y, por supuesto, el crepuscular hijo
de ambos, representan otras tantas facetas del puritanismo.
Empecemos por Nathaniel. ¿Cómo es este tío de Oliver, que tan-
to se destaca en los primeros capítulos de la novela? No es casual que
el acto principal en el que el autor nos lo presenta sea un funeral, da-
do que «los funerales, a su juicio, constituían la función social más
satisfactoria, puesto que en ellos se daba expresión a nuestros sen-
timientos de comunidad humana sin palabras ociosas» [Santayana
1940, i, p. 33]. No obstante, estando en ese acto le desagrada la con-
versación que le rodea, pues descubre que «era en su mayor parte
simple chismografía, y ésta incitaba a un morboso interés en cosas
que nada tenían que ver con uno». Pero Nathaniel nada ha de te-
mer, pues para él «la investigación de la maldad era todavía más ab-
sorbente que la presencia de la muerte, y más satisfactoria desde lue-
go» [Santayana 1940, i, p. 50].
El rigorismo de Nathaniel se manifiesta en rasgos de la vida coti-
diana de apariencia tan anodina y, sin embargo, significativa como
éste referido al desayuno: «El desayuno en familia, con su solemni-
dad, sus malos humores matinales y la profusión de manjares poco
apetitosos, diríase que proyectaba una influencia moralizadora y re-
gulativa sobre el curso de toda la jornada» [Santayana 1940, i, p. 52].
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O en este otro, referido a los asuntos poco dignos que pueden ocu-
rrir en el seno de las familias más dignas. Ante ellos pensaba que «lo
único correcto en estos casos es aparentar que no ha ocurrido nada
o, por lo menos, que no se ha enterado uno de nada» [Santayana
1940, i, p. 351. O sea, lo único correcto era la hipocresía.
Su relación con los aspectos económicos de la existencia es quizá
lo que mejor caracteriza el puritanismo del tío Nathaniel, según se
pone sobre todo de manifiesto en las actuaciones que emprende a fin
de liberarse de su medio hermano Peter (futuro progenitor de Oli-
ver) debido a la conducta de éste, que se ha rebajado a tomarse algu-
nas cervezas y alternar con gente de las clases bajas y alegres de Bos-
ton. En el trance de arrojarlo fuera de casa, actúa como si se tratara
de un delicado asunto financiero que se somete al consejo de admi-
nistración de un banco: «A juicio de Nathaniel, la propiedad cons-
tituía la parte principal y fundamental de la personalidad moral, de
ahí que hubiese considerado imperativo el consultar a sus coadmi-
nistradores sobre la educación y el gobierno del mozo [Peter Alden]
cuya propiedad particular estaba llamada, en su día, a ejercer una in-
fluencia pública, tanto en bien como en mal» [Santayana 1940, i,
p. 64]. En esto de la administración financiera Nathaniel es suma-
mente puntilloso. Es para él tan importante que, en buena medida,
la administración de los afectos se rige de acuerdo con aquella otra
clase de administración.
¿Cómo definir el puritanismo de Nathaniel Alden? Como una
fórmula en la que se combinan el rechazo de la vida social no codi-
ficada estrictamente, el rechazo de todo lo que no tiene que ver con
una organización económica de la vida, una misantropía rayana en
la paranoia, y el cultivo también de ciertos valores, como el de la acu-
mulación indiscriminada de obras de arte, que, al tiempo que repre-
senta una forma despersonalizada de contribuir al sostenimiento de
los valores espirituales, constituye la posibilidad de un negocio muy
digno de consideración.
En este aspecto, su medio hermano Peter va a destacar también
debido a las afortunadas compras que hace de antigüedades orien-
que éste padece, o, para decirlo con las propias palabras del Narra-
dor, dado que «Oliver era víctima de una enfermedad congénita;
padecía un calambre moral, un impedimento en el mecanismo de
todas las pasiones naturales» [Santayana 1940, ii, p. 535], nadie me-
jor que el desenvuelto Jim para propinarle el impulso vital que tanto
necesitaba, ya que, como observa Santayana, «sólo los amigos po-
dían darle una dirección e impulso que él no habría podido darse»
[Santayana 1940, ii, p. 536].
Ni que decir tiene que la esposa de Peter Alden, al conocer la
existencia de Jim y el papel que juega en la vida de su errático espo-
so, se siente especialmente inquieta, sobre todo cuando esa niña de
sus ojos que es Oliver para su madre va a pasar, por primera vez, una
temporada en el malhadado yate con su padre y con el tal Lord Jim.
La hija del médico especialista en enfermedades nerviosas teme la
nociva influencia que este dudoso personaje puede ejercer sobre su
moribundo marido y, aún más, sobre su inexperto hijo. Así es que,
ni corta ni perezosa, acude «a una agencia privada de informacio-
nes, para que investigasen el pasado y presente de aquel hombre»,
con la consecuencia de que la susodicha agencia de detectives des-
cubre «los hechos más pasmosos» [Santayana 1940, ii, p. 136], si
bien ella ya los había sospechado. Así es como la señora Alden ve
las relaciones humanas en lo que al conocimiento profundo de la
gente se refiere: como si se tratase de una técnica social manteni-
da por especialistas. Concretamente, como si se tratase de la técni-
ca del espionaje.
¿Cuáles son los rasgos puritanos más destacados de la persona-
lidad moral del joven Oliver? En lo que se puede considerar una
primera aproximación, Santayana enumera los siguientes: su inte-
gridad, su valor, su desdén por los placeres y «su destreza material
junto con su sentido secreto y casi maléfico de alianza con lo in-
visible» [Santayana 1940, i, p. 378]. Estos rasgos explican tal vez,
además de su apariencia atlética y su rubia cabellera, el hecho de
que el vicario Iffley, al verlo entrar en compañía de su hijo Jim, en
la iglesia donde se dispone a pronunciar el sermón, se sienta inspi-
tayana 1940, ii, p. 503] (ii 503). «En cuanto a Francia, la infeliz fue
tragada por la bestia cuando la Revolución» [Santayana 1940, ii,
p. 462]. Pero Oliver —conviene subrayarlo— no es en absoluto un
puritano vergonzante. Muy al contrario, se siente tan a gusto den-
tro de esa condición, que una vez que le hacen saber que su madre le
consideraba un «puritano auténtico», «estas palabras complacie-
ron enormemente a Oliver» [Santayana 1940, ii, p. 140].
Su relación con Edith y Rose, las mujeres que, en dos importan-
tes momentos de su vida, pensó, o soñó, que podrían llegar a con-
traer matrimonio con él, proporcionan las claves tal vez más profun-
das de la condición puritana de Oliver. Edith, que pertenece a una
clase social elevada, ve a Oliver como una especie de Adonis puri-
tano que «no sabía hacer el amor. Pensaba sólo en sí mismo, y pla-
neaba el porvenir y proponía que se casara con él sin dar muestras
siquiera de amarla como toda prometida desea y merece ser amada»
[Santayana 1940, ii, p. 384]. Dado que es el pneuma, y no la carne,
quien dicta a Oliver el designio de contraer matrimonio con Edith,
ésta, que no se siente a disgusto con su condición carnal ni con su
vida mundana, le da las previsibles calabazas, que el ascético Oliver
acepta con el estoicismo que le caracteriza.
Cuando, más adelante, Rose, movida por la emoción del mo-
mento, aunque no enamorada, pone sus labios en los de Oliver, dán-
dole así «un beso destinado a transformarlo e incendiarlo. Con gran
asombro suyo, el efecto fue instantáneo y decisivo en la dirección
contraria. […] Un estremecimiento de repugnancia había recorrido
todo su cuerpo» [Santayana 1940, ii, p. 510]. Rose, que a diferen-
cia de Edith vive en un hogar más bien ascético, es, sin embargo, pa-
ra su pretendiente un ser demasiado carnal, pasional, irracional, in-
comprensible. Pero la hija del vicario y hermana de Lord Jim penetra
tan a fondo en el alma de su pretendiente que acierta al decirle: «A
usted le tiene sin cuidado la riqueza, no le gusta la guerra, ni las mu-
jeres, ni la sociedad en general» [Santayana 1940, ii, p. 531]. Rose
piensa que Oliver estaba hecho para evadirse del mundo y entrar en
algún cenobio, pero el joven Alden, al igual que sus padres, tampo-
Notas
1
Ver mi artículo «El cristianismo poético de Santayana» en la revista Ar-
chipiélago, n.º 70, mayo de 2006, págs. 41-70.
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Esta temática la estudié extensamente en el primer volumen de El círculo
de la sabiduría — Diagramas del conocimiento en el gnosticismo, el cristianismo
y el maniqueísmo (Madrid, Siruela, 1998).
Refererencias bibliográficas