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Fernando E.

Alvarado

Pensamiento
Pentecostal
Arminiano

Fe ANTIGUA Para el Último TIEMPO


Pensamiento
Pentecostal
Arminiano
En defensa de la sana doctrina: Creados para honrar a Cristo
como Señor en nuestros corazones. Estando siempre
preparados para responder a todo el que nos pida razón de
la esperanza que hay en nosotros. (1 Pedro 3:15)
¡Bienvenido!
Las Escrituras preparan a los hombres y a las mujeres para toda buena obra (2 Timoteo 3:17).
Del mismo modo, una enseñanza sana de las doctrinas de las Escrituras cataliza tanto el
servicio como el testimonio, al instalar una convicción profunda y un gozo real en la vida de
los cristianos. Escuchar la verdad de las Escrituras enseñada claramente exaltará la
misericordia y la gracia de Dios, lo cual hará que estemos agradecidos y obedezcamos Sus
mandamientos para ser luz en el mundo y proclamar el evangelio, “adornando la doctrina de
Dios nuestro Salvador” (Tito 2:7-10).
Gracias por abrir este libro y estudiar con nosotros las enseñanzas de las Sagradas Escrituras.

Quiénes Somos

¿QUÉ ES EL PENTECOSTALISMO?

El pentecostalismo es, ante todo, una experiencia, un movimiento religioso, una vivencia
espiritual y no una denominación u organización religiosa. Y si bien existen comunidades
religiosas autodenominadas “pentecostales”, el pentecostalismo es algo mucho más amplio
que el conjunto de iglesias pentecostales.

Se suele ubicar bajo el término de “pentecostal” a todos aquellos movimientos e iglesias que
sostienen la vuelta –vivencial- al cristianismo primitivo apostólico (Hechos 2), buscando “ser
llenos” del Espíritu Santo, lo que les lleva a dar testimonio de Cristo “con poder”, entusiasmo
y celo misionero arrollador, al igual que los primeros cristianos, “conquistando las naciones
para Cristo”, y confiados en la inminente y victoriosa segunda venida de Jesús. El énfasis en
los carismas (fe, lenguas, profecía, sanidad, liberación de demonios) y el celo misionero
entusiasta, son algunas de sus notas sobresalientes.

En tan solo 100 años de existencia, el pentecostalismo se ha transformado en el movimiento


cristiano de mayor y más rápido crecimiento de toda la historia. Habiendo surgido en la
primera década del siglo XX con unas pocas comunidades, ya en 1970 totalizaban 73 millones,
para llegar en 1989 a 352 millones en todo el mundo, y hoy se habla de más de 500 millones.
En varios países tiene una tasa de crecimiento del 10% anual, mientras que las iglesias
protestantes históricas corren el riesgo de desaparecer o quedar reducidas a ínfimas minorías.
Sin lugar a dudas la mayoría cristiana evangélica en América es pentecostal.
¿QUÉ ES EL ARMINIANISMO?

El arminianismo es una doctrina teológica cristiana que sustenta la salvación en la


cooperación del hombre con la gracia divina a través de la fe. Frente al concepto calvinista de
predestinación (o “elección”) incondicional, el arminianismo enseña que la predestinación se
ha basado en la presciencia de Dios, quien tiene el conocimiento previo de quién creerá y
quién no creerá en Cristo; la voluntad del hombre, por asistencia divina, es hecha libre para
creer o rechazar a Cristo. El arminianismo puede resumirse en 5 puntos:

1.- Libre albedrío o habilidad humana. Aunque la naturaleza humana fue totalmente afectada
por la caída, sin embargo, Dios en su gracia capacita la voluntad del pecador para que
libremente se arrepienta y crea, o rehúse hacerlo. Cada pecador, capacitado por la gracia de
Dios, tiene libertad para creer o rehusar creer, y su destino eterno depende de cómo use dicha
libertad. La libertad con la que Dios capacita al hombre caído consiste en poder escoger
libremente entre el bien y el mal en la esfera de lo espiritual. El pecador puede cooperar con
el Espíritu de Dios y ser regenerado o resistir la gracia de Dios y perderse para siempre. El
pecador necesita la asistencia del Espíritu Santo, pero no tiene que ser regenerado por el
Espíritu antes de que pueda creer, ya que la fe es un don de Dios que el hombre puede recibir
o rechazar libremente, y precede al nuevo nacimiento. La fe es un don de Dios; y el hombre
lo puede recibir y ejercer para vida eterna, o rechazarlo para condenación.

2.- Elección condicional. Dios escogió para salvación, antes de la fundación del mundo, a todas
aquellas personas que, asistidas por su gracia habilitadora, creen en Cristo. Esto se debe al
hecho de que Dios vio de antemano que dichos individuos habrían de responder
positivamente a su llamado, arrepintiéndose y creyendo en Cristo. Dios escogió sólo a
aquellos que él vio de antemano que voluntariamente creerían en el evangelio, asistidos por
su gracia resistible.

3.- Redención universal o expiación general. La obra redentora de Cristo brinda a todos los
hombres la oportunidad de ser salvos, y garantizó la salvación de todos los que habían creído
y preservado hasta la muerte de Cristo, y también garantizó la salvación de todos los que
habrían de creer y perseverar después de la muerte de Cristo. A pesar de que Cristo murió
por todos los hombres, sólo los que creen en él son salvados. Su muerte es suficiente para la
salvación de todos los hombres, pero sólo eficaz en los que creen.

4.- El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente. Él Espíritu Santo convence de pecado al
mundo, y hace todo lo que se ha determinado para traer a cada pecador a la salvación. El
llamado del Espíritu, sin embargo, puede ser resistido, ya que el hombre es hecho libre por la
gracia de Dios. El Espíritu no regenera al pecador hasta que éste cree; la fe (que es un don de
Dios que el hombre puede recibir o rechazar libremente) precede al nuevo nacimiento. Dios
ha determinado que su llamado, a través del Espíritu Santo, pueda ser libre y voluntariamente
aceptado o resistido. El Espíritu Santo obra eficazmente trayendo a Cristo sólo a aquellos que
no le resisten. El Espíritu no imparte vida hasta que el pecador responde, arrepintiéndose y
creyendo voluntariamente en Cristo. Dios, por tanto, ha determinado que Su gracia no actúe
de forma irresistible; sino que la misma puede ser resistida por el hombre.

5.- El caer de la gracia o el perder la salvación. Los arminianos creemos que el ser humano,
una vez salvo, puede perder la salvación y perderse eternamente por no perseverar en la fe.
¡Te invitamos a conocer un poco más de cerca las doctrinas y prácticas del pentecostalismo
arminano!
Tabla de contenido

0. ¿Arminianos O Reformados? por Fernando E. Alvarado ..................................................... 8


Introducción...........................................................................................................................................8
Necesitamos Ir Más Allá De Nuestra Tribu Soteriológica. .....................................................................9
Arminianismo Reformado, Arminianismo Wesleyano Y Semipelagianismo. .......................................10
Similitudes Entre La Teología Arminiana Reformada, O Clásica, Y El Calvinismo. ...............................11
Arminianismo Reformado En Las Iglesias Pentecostales. ....................................................................12
Diferencias Entre La Teología De Arminio Y El Calvinismo. .................................................................14
Conclusión. ..........................................................................................................................................21
Referencias: .........................................................................................................................................21
1. Depravación Total: ¿Intensiva O Extensiva? ...............................................................................23
Introducción.........................................................................................................................................23
Depravación Intensiva. ........................................................................................................................24
Depravación Extensiva. ........................................................................................................................25
Condición Espiritual Del Hombre En Su Estado Caído. ........................................................................25
Conclusión. ..........................................................................................................................................25
Referencias: .........................................................................................................................................25
2. Salvación, Predestinación Y Amor De Dios..................................................................................26
Por: Fernando E. Alvarado ................................................................................................. 26
Introducción: ...................................................................................................................................26
Lo Que Significa Ser Predestinados. ................................................................................................26
Los Cánones Humanos Jamás Estarán Por Encima De La Biblia. .....................................................26
Conclusión. ......................................................................................................................................27
Referencias: .....................................................................................................................................27
3. Y Tú, ¿Eres Arminiano? ...............................................................................................................28
Posted By: Society Of Evangelical Arminians[1] ................................................................... 28
Introducción: ...................................................................................................................................28
1.- ¿Crees Que Jesús Murió Por Toda La Humanidad? ....................................................................28
3.- ¿Crees Que Una Persona Puede Resistir (Rechazar Para Condenación) El Poder De Convicción
De La Gracia De Dios? .....................................................................................................................28
4.- ¿Crees Que Naciste De Nuevo Cuando Pusiste Tu Fe En Jesús? .................................................29
5.- ¿Crees En La Elección? ................................................................................................................29
6.- ¿Crees En La Predestinación? .....................................................................................................29
7.- ¿Crees En La Seguridad Eterna? .................................................................................................29
8.- ¿Crees En La Doctrina De La Satisfacción Penal De La Expiación? .............................................30
9.- ¿Crees Que Dios Conoce Exhaustivamente El Futuro? ...............................................................30
10.- ¿Crees En La Soberanía De Dios?..............................................................................................30
Conclusión… ....................................................................................................................................31
Referencias: .....................................................................................................................................31
4. Si Dios Sabía Que Adán Caería ¿Por Qué Lo Permitió? ...............................................................32
Por: Fernando Ernesto Alvarado......................................................................................................32
Introducción. ...................................................................................................................................32
El Hombre: ¿Juguete De Dios? ¿Robot Biológico? ¿Entretenimiento Divino? ................................32
¿Sabía Dios Que Adán Y Eva Pecarían? ...........................................................................................33
¿Acaso No Se Hace Siempre La Voluntad De Dios En Cada Suceso De La Vida Humana?...............35
Si Dios Sabía Que Adán Y Eva Iban A Pecar ¿Por Qué Lo Permitió? ¿Por Qué Siguió Adelante En Su
Deseo De Crear A Adán Y Eva A Sabiendas Que Ellos Caerían Y Esto Traería Desgracia A La
Humanidad Entera? .........................................................................................................................36
Conclusión .......................................................................................................................................41
Referencias: .....................................................................................................................................41
5. ¿Llevamos Nosotros La Culpa Del Pecado De Adán? ..................................................................42
¿Por Qué Debemos Sufrir Por Ello? .....................................................................................................42
Introducción. ...................................................................................................................................42
No Somos Responsables Del Pecado De Adán, Pero Sí Sus Herederos. ..........................................42
¿Cómo Surge El Pecado En Una Criatura Perfecta Como Adán? .....................................................43
Herederos De La Ruina. ...................................................................................................................44
Cristo Revoca La Maldición Adámica, Convirtiéndose Él Mismo En El Segundo Y Nuevo Adán......44
Para Finalizar… ................................................................................................................................46
6. Raíces Gnóstico-Maniqueas Del Calvinismo ...............................................................................48
Por: Fernando E. Alvarado. ................................................................................................ 48
Introducción. ...................................................................................................................................48
Doctrinas Extrañas Atacan La Iglesia. ..............................................................................................48
Agustín, El Maniqueo. .....................................................................................................................49
Influencia Gnóstico-Maniquea En Agustín. .....................................................................................50
Depravación Total, Gnosticismo Y Calvinismo. ...............................................................................51
Gnosticismo, Calvinismo Y Elección.................................................................................................53
Conclusión. ......................................................................................................................................54
Referencias: .....................................................................................................................................55
7. Verdades Distorsionadas: Extremos Peligrosos En La Guerra Espiritual .....................................57
8. Sufrimiento Que Obra Para Bien .................................................................................................68
9. Recuerda: ¡No Podemos Mandar A Dios! ...................................................................................70
10. ¡Necesitamos Más Predicación Teológica! .............................................................................71
11. ¡Cuida Tus Ojos! ......................................................................................................................74
12. Herejías Destructoras: Atar Y Desatar ....................................................................................76
13. Herejías Destructoras: Arrebatarle Cosas Al Diablo. ..............................................................88
14. Herejías Destructoras: Declarar Y Decretar ............................................................................97
15. Distorsionando La Fe Pentecostal: La Confesión Positiva.....................................................105
16. Distorsionando La Fe Pentecostal: Las Maldiciones Generacionales. ..................................117
17. Los 5 Puntos Del Arminianismo. ...........................................................................................127
Arminio, Los Remonstrantes Y Wesley. .........................................................................................127
Arminianismo En Expansión. .........................................................................................................128
Arminio, El Reformado. .................................................................................................................128
La Remonstrancia O Protesta Arminiana De 1610. .......................................................................128
Artículo 1: Acerca De La Elección ..................................................................................... 129
Artículo 2: Acerca De La Expiación ................................................................................... 129
Artículo 3: La Depravación Total De La Humanidad............................................................ 129
Artículo 4: Acerca De La Gracia ........................................................................................ 129
Artículo 5: Seguridad En Cristo Y El Espíritu ....................................................................... 130
La Intolerancia Calvinista Se Manifiesta. .......................................................................................130
Facts: Los 5 Puntos Del Arminianismo. ..........................................................................................131
Referencias: ...................................................................................................................................133
18. El Pastorado Femenino En El Pentecostalismo Histórico Y Su Fundamento En La Doctrina Y
Prácticas De La Iglesia Neotestamentaria. .........................................................................................134
19. El Bautismo En El Espíritu Santo Como Una Experiencia Posterior Y Distinta Al
Nuevo Nacimiento. ............................................................................................................................147
20. La Glosolalia (Hablar En Lenguas) Como Evidencia Física Inicial Del Bautismo En El
Espíritu Santo. ....................................................................................................................................151
21. El Bautismo En El Espíritu Santo. ..........................................................................................155
22. Evangelismo Y Misiones, La Tarea Pendiente. ......................................................................159
23. Teología Arminiana Y Poder Pentecostal, Claves Del Éxito Misionero. ................................161
Introducción. .................................................................................................................................161
¿Cómo Cambia La Teología Arminiana Nuestra Visión Del Mundo? .............................................161
El Problema De La Cosmovisión Calvinista ....................................................................................162
Whitefield Y Spurgeon: ¿Modelos De Calvinismo Evangelístico? .................................................163
Poder De Lo Alto, Clave Del Éxito Misionero Pentecostal. ............................................................164
Conclusión. ....................................................................................................................................165
Referencias. ...................................................................................................................................165
24. La Clase De Personas Que Dios Usa. .....................................................................................167
25. Pentecostal Sin Fruto, No Es Pentecostal. ............................................................................171
26. La Santidad, Meta De Un Verdadero Pentecostal. ...............................................................175
27. Viviendo Una Vida Llena Del Espíritu. ...................................................................................180
28. Los Dones Espirituales: Definición Y Razón De Ser. ..............................................................188
29. Doctrinas Cardinales Del Pentecostalismo Clásico: El Arrebatamiento O Segunda Venida
De Cristo. ...........................................................................................................................................197
30. Doctrinas Cardinales Del Pentecostalismo Clásico: La Salvación..........................................202
31. ¿Decadencia Pentecostal O Avivamiento Calvinista? ...........................................................209
Introducción. .................................................................................................................................209
¿Porqué El Calvinismo Se Ha Vuelto Popular En Algunos Círculos? ..............................................211
Es Tiempo De Examinarnos A Nosotros Mismos. ..........................................................................212
¿Cómo El Mal Ejemplo De Algunos Pentecostales Ha Impulsado El Calvinismo? .........................214
Conclusión. ....................................................................................................................................215
Referencias. ...................................................................................................................................215
32. El Pentecostalismo Unicitario: Un Desafío A La Ortodoxia Pentecostal. ..............................216
33. Respuestas Al Pentecostalismo Unicitario: ¿Es Dios Una Trinidad? .....................................224
34. Respuestas Al Pentecostalismo Unicitario: El Bautismo En El Nombre De Jesús. ................238
35. Pneumatología Pentecostal: ¿Quién Es El Espíritu Santo? ...................................................246
36. El Espíritu Santo En La Biblia. ................................................................................................251
37. Aspecto Animístico Y Dinámico De La Obra Del Espíritu. .....................................................257
38. Los Dones Espirituales: Clasificación Y Tipos De Dones. .......................................................262
39. Dones Carismáticos: Los Dones De Palabra. .........................................................................266
40. Dones Carismáticos: Los Dones De Poder. ...........................................................................276
41. Los Dones Ministeriales O Funciones Carismáticas. .............................................................281
42. Los Dones De Servicio. ..........................................................................................................294
43. Continuidad De Los Dones Espirituales A Través De La Historia De La Iglesia. .....................305
44. Nosotros Somos Sus Manos. ................................................................................................311
45. El Filosemitismo Evangélico Y Sus Peligros ...........................................................................313
Por: Fernando E. Alvarado. ............................................................................................................313
Introducción. .................................................................................................................................313
¿Es Incorrecto Amar A Israel? .......................................................................................................313
Cuando La Admiración Se Convierte En Enfermedad Y El Amor En Obsesión. .............................314
¿Ha Perdido La Iglesia Su Identidad En Cristo? .............................................................................314
Imitanto Lo Que Dios Ya Declaró Inaceptable Como Adoración. ..................................................316
Conclusión. ....................................................................................................................................319
Referencias. ...................................................................................................................................320
46. ¿Es Bíblico El Sionismo Cristiano? .........................................................................................321
Por: Fernando E. Alvarado. ............................................................................................................321
¿Qué Es El Sionismo Cristiano? .....................................................................................................321
Orígenes Del Sionismo Cristiano.[12] ............................................................................................324
¿Es El Sionismo Judío Y Cristiano Apoyado Por La Biblia? .............................................................326
Conclusión. ....................................................................................................................................328
Refencias: ......................................................................................................................................329
47. Judaizantes En El Pentecostalismo De Hoy...........................................................................331
48. ¿Danza Profética? ¿Tabernáculo Caído De David? ...............................................................335
Introducción. .................................................................................................................................335
¿Qué Moda Extraña Es Esta? .........................................................................................................335
¿La Restauración Del Tabernáculo Caído De David? .....................................................................336
Deficiencias En La Hermenéutica Neopentecostal. .......................................................................338
Lo Que La Biblia Realmente Enseña Sobre La Danza. ....................................................................341
¿Qué Hay Con La “Danza En El Espíritu”? ¿Es Bíblica? ........................................................343
Conclusión. ....................................................................................................................................345
Referencias: ...................................................................................................................................345
49. Crisis En La Adoración Y Liturgia Pentecostal .......................................................................346
Introducción. .................................................................................................................................346
La Belleza De La Liturgia Pentecostal Clásica. ...............................................................................346
Perdiendo El Rumbo En La Adoración. ..........................................................................................347
Hemos Perdido El Rumbo De Nuestra Adoración. ........................................................................349
Referencias: ...................................................................................................................................349
50. ¿Es Bíblico El Sionismo Cristiano? .........................................................................................351
Por: Fernando E. Alvarado. ............................................................................................................351
¿Qué Es El Sionismo Cristiano? .....................................................................................................351
Orígenes Del Sionismo Cristiano.[12] ............................................................................................354
¿Es El Sionismo Judío Y Cristiano Apoyado Por La Biblia? .............................................................356
Conclusión. ....................................................................................................................................358
Refencias: ......................................................................................................................................359
51. Las 4 Verdades Cardinales Del Pentecostalismo Clásico. .....................................................360
52. La Expiación General En El Antiguo Testamento ..................................................................366
Por: Fernando E. Alvarado. ............................................................................................................366
Introducción ..................................................................................................................................366
El Antiguo Pacto Señala Hacia Una Expiación General, No Limitada.............................................366
El Cordero De La Pascua: ................................................................................................. 366
La Serpiente De Bronce: .................................................................................................. 367
El Sumo Sacerdote .......................................................................................................... 368
Conclusión. ....................................................................................................................................370
Referencias: ...................................................................................................................................370
53. Pentecostales Y Adventistas: ¿Puede Haber Comunión? .....................................................371
54. Dialogando Con Los Adventistas: La Observancia Del Sábado. ............................................376
55. Dialogando Con Los Adventistas: Miguel, Azazel Y El Santuario. .........................................391
56. Dialogando Con Los Adventistas: Muerte, Estado Intermedio Y Aniquilacionismo. ............404
57. ¿Qué “La Letra Mata”? ¿En Serio?........................................................................................420
Introducción. .................................................................................................................................420
Un Asunto Serio. ............................................................................................................................421
¿Qué Quiere Decirnos Pablo En 2 Corintios 3:6? ..........................................................................421
La Biblia Nos Manda Estudiarla. ....................................................................................................423
Conclusión. ....................................................................................................................................425
58. Atrapados Entre La Santidad Y El Legalismo .........................................................................426
Introducción. .................................................................................................................................426
Poniendo Sal En La Herida. ............................................................................................................427
¿Qué Es El Legalismo? ...................................................................................................................427
El Legalismo Jamás Nos Hará Santos, En Vez De Eso Nos Separa De Cristo. .................................428
Identificando A Un Legalista. .........................................................................................................430
(1) El Cristiano Legalista Enfatiza Los Cambios Externos, No Los Internos. ........................... 430
(2) El Legalista Lucha Contra El Pecado Por Medio De Prohibiciones Del Tipo: “No Toquen
Esto”, “No Coman Eso”, “No Prueben Aquello”, “No Utilicen Esto Otro”. ............................ 431
(3) El Legalista Lucha Contra El Pecado Con Motivaciones Equivocadas. .............................. 432
(4) El Legalista Tiene Una Visión Equivocada De La Ley. ..................................................... 432
(5) Los Esfuerzos Del Legalista Se Centran En Luchar Contra El Pecado Externo. .................. 432
(6) El Legalista Usa El Texto Bíblico Para Apoyar Sus Ideas Personales. ................................ 433
(7) El Legalista Convierte La Vida Cristiana En Toda Una Serie De Reglas Y Principios Morales.
..................................................................................................................................... 433
(8) El Legalista Siempre Verá A Los Que No Estén De Acuerdo Con Sus Reglamentos Como
Liberales O Rebeldes. ...................................................................................................... 433
(9) El Legalista Pronto Será Dominado Por El Orgullo Y La Hipocresía. ................................. 434
Conclusión. ....................................................................................................................................434
Referencias: ...................................................................................................................................435
59. Nimrod, Semíramis, Tamuz Y La Navidad. ............................................................................436
60. El Árbol De Navidad, Los Postes De Asera Y Los Árboles Sagrados. .....................................446
61. ¿Eres Un Pagano Si Celebras La Navidad? ............................................................................453
62. ¿Importa La Fecha Exacta Del Nacimiento De Cristo? ..........................................................457
63. El Árbol De Navidad: ¿Es Pecado? ........................................................................................461
64. Los Pentecostales Y La Navidad. ...........................................................................................467
¿Arminianos o Reformados?

Por Fernando E. Alvarado

INTRODUCCIÓN.
El Arminianismo Reformado (también conocido como Arminianismo Clásico) es la visión
sistemática de las Escrituras enseñada por el teólogo holandés Jacobo Arminio. Arminio
expuso sus ideas mucho antes que sus seguidores hicieran públicos los 5 Artículos de la
Remonstrancia. Lo que muchos ignoran es que Arminio se consideraba a sí mismo como
Reformado, y muchos dentro del movimiento reformado holandés sostuvieron su enfoque de
la teología. Hoy, sin embargo, el término calvinista es virtualmente sinónimo de reformado, y
cualquier cosa con el término “Arminiano” se considera un punto de vista opuesto a lo
reformado o calvinista.

Tristemente, lo que muchos calvinistas conocen e identifican como arminianismo es la


corriente o tradición wesleyana únicamente. Sin embargo, un número cada vez mayor de
arminianos está adoptando una variedad no wesleyana de arminianismo que ahora se conoce
como “Arminianismo Reformado” o, más comúnmente, como “Arminianismo Clásico”. En
países como Estados Unidos la corriente principal de este movimiento se encuentra en la
denominación Bautista de libre albedrío, cuyos orígenes se remontan al movimiento bautista
general inglés del siglo XVII. Los primeros defensores de este enfoque incluyen figuras
inglesas del siglo XVII como Thomas Helwys y Thomas Grantham. Los defensores del siglo XX
incluyen a los eruditos Bautistas de Libre Albedrío Leroy Forlines y Robert Picirilli, quienes se
consideran a sí mismos como representantes de un tipo de arminianismo más parecido a la
teología de Arminio que a la mayoría del arminianismo moderno.

Un número cada vez más creciente de evangélicos se ajusta a un perfil único en la


conversación calvinista-arminiana: consideran que las Escrituras no apoyan una visión
tradicional calvinista de la predestinación, la gracia y la libertad humana. Sin embargo, no
están de acuerdo con el rechazo de la mayoría de los arminianos a las doctrinas reformadas
de la depravación total, la expiación penal sustitutiva, la imputación de la justicia de Cristo de
Cristo en la justificación y la santificación progresiva (en oposición a la doctrina de la
santificación total en esta vida enseñada por la corriente wesleyana). Para estas personas, y
para toda la conversación calvinista-arminiana, esta corriente de pensamiento arminiana
reformada ofrece posibilidades fructíferas de entendimiento entre ambos sistemas teológicos.
Por ejemplo, las Asambleas de Dios, la mayor y más influyente de las denominaciones
pentecostales, ha abrazado de forma significativa la teología arminiana clásica (o reformada),
rechazando algunos elementos del arminianismo wesleyano y calificando como herejía el
pelagianismo. Esto se debe en parte a la influencia bautista en los orígenes, liderazgo primitivo
y fundamento teológico de esta denominación pentecostal. Debe recordarse que el
Reverendo E.N. Bell, primer Superintendente General de las Asambleas de Dios era bautista.
Bell recibió educación superior en la Universidad de Stetson en la década de 1890, y se formó
teológicamente en el Seminario Teológico Bautista del Sur (1900-1902) y la Universidad de
Chicago (B.A., 1903).

NECESITAMOS IR MÁS ALLÁ DE NUESTRA TRIBU SOTERIOLÓGICA.


Aunque en la mente de muchos cristianos no podrían existir dos términos más opuestos entre
sí que “arminiano” y “calvinista”, esto no necesariamente es cierto. No obstante, al oír la
expresión “Arminiano Reformado” muchos pensarán que se trata de una broma, pues
consideran que tal expresión constituye un verdadero oxímoron; como si habláramos de la
existencia de hielo caliente o de un conservador de izquierda. Tal forma de pensar ilustra de
forma clara el antagonismo y la incomprensión que ha predominado por siglos en ambos
bandos.

Los calvinistas frecuentemente caricaturizan a los arminianos y los acusan de creer cosas que
realmente no creen. Lo mismo puede decirse de los arminianos hacia los calvinistas. Lo cierto
es que la mayoría de los evangélicos calvinistas no están familiarizados con los escritos de
Arminio, al igual que la mayoría de los evangélicos arminianos no conocen los escritos de
Calvino. Esto es una pena, y no siempre fue así. Parece que hay mucha más insularidad en
estos días en la comunidad evangélica, y mucho menos ir más allá de nuestra tribu
soteriológica para entender realmente a los demás y su manera de pensar. Personalmente, he
descubierto que puedo tener mucho más en común de lo que pensé con algunos calvinistas
con respecto a la persona, obra y evangelio de Cristo, justificación, santificación, cosmovisión
cristiana, apologética y epistemología, compromiso cultural, escatología, etc. (e incluso
puntos de vista sobre el bautismo y los dones carismáticos). Pero todos esos puntos en común
a menudo se pasan por alto en la comunidad arminiana por un simple hecho: ¡No somos
calvinistas y no queremos ser relacionados como tales! ¡No creemos en la elección
incondicional, la expiación limitada, ni en la gracia irresistible! ¡Y tampoco estamos totalmente
de acuerdo en lo que a la perseverancia final de los santos se refiere!

Pero no solo los arminianos podemos ser así. Los calvinistas pueden ser igual o peor de
insulares que nosotros. Es gracioso que los arminianos (o calvinistas) puedan trabajar junto
con otros arminianos (o calvinistas) que difieren con ellos en cuanto a si los niños deben ser
bautizados, el momento del regreso de Cristo y los dones carismáticos, y, sin embargo, el
calvinismo y el arminianismo se han convertido en una prueba de fuego para la comunión
evangélica en esos mismos círculos. Esta situación es precisamente lo que impide que las
personas comprendan y lean a los autores del otro lado, lo que no es saludable.

Creo que si los calvinistas leyesen a Arminio en persona (y no solo a sus críticos y adversarios
teológicos), verían a alguien cuyo latido del corazón por el evangelio se parece mucho a los
calvinistas más antiguos que leen y citan. Se encontrarían con alguien cuya espiritualidad y
creencias doctrinales en lo que significa ser un pecador totalmente depravado fuera de la
gracia divina, lo que significa ser justificado por la justicia imputada de Cristo solo por la fe,
lo que la doctrina de la expiación por medio de la sustitución penal se trata, de cómo un
creyente crece en gracia y se santifica, del legalismo contra el antinomismo, etc., se parecen
más a lo que ellos creen de lo que habían imaginado.

ARMINIANISMO REFORMADO, ARMINIANISMO WESLEYANO Y SEMIPELAGIANISMO.


La soteriología arminiana reformada se aparta de los modelos wesleyanos y del movimiento
de santidad derivado de este al abrazar las categorías más reformadas de Arminio. Asimismo,
marca una clara distancia con otros sistemas falsamente identificados como arminianos, pero
que rayan en el semipelagianismo y el Teísmo Abierto.

A diferencia de la teología wesleyana-arminiana, tal como se desarrolló en el movimiento de


santidad, el arminianismo reformado sostiene la noción tradicional reformada de la
depravación total del hombre, que solo la gracia de Dios a través del poder de convicción y
atracción del Espíritu Santo puede contrarrestar. Presenta una visión reformada de
satisfacción penal de la expiación. Esto implica que la obediencia activa y pasiva de Cristo se
imputa al creyente en la justificación.

Los arminianos reformados difieren fuertemente del perfeccionismo y la doctrina de la entera


santificación propuesta por el arminianismo wesleyano. También creen que los cristianos
perseveran en la salvación solo por medio de la fe. Si bien los creyentes pueden apostatar de
la salvación forjada de una vez por todas en Cristo y perderse irremediablemente, esta
apostasía se produce solo a través de la deserción de la fe. Esto tiene ramificaciones prácticas
para asegurar la salvación: la comprensión del arminianismo reformado de la apostasía difiere
un poco de la noción wesleyana de que los individuos pueden caer repetidamente de la gracia
al cometer pecados individuales y pueden ser restaurados repetidamente a un estado de
gracia a través del arrepentimiento.

Es precisamente este alejamiento de la teología wesleyana lo que le permitiría al arminianismo


reformado revitalizar el actual diálogo arminiano-calvinista (o la falta de diálogo). ¿Por qué?
Porque el arminianismo reformado constituye una apropiación más orientada a la gracia y
cercana a la doctrina reformada en su entendimiento de la naturaleza de la expiación, la
justificación, la santificación y la espiritualidad, combinada con su postura arminiana sobre la
predestinación y la libertad (antes y después de la conversión) para resistir la gracia salvífica
divina. De este modo, el arminianismo reformado proporciona un arminianismo único a través
de medios arraigados en la teología del propio Arminio.

Desafortunadamente, el “arminianismo” más popular en el evangelicalismo moderno no es ni


siquiera el wesleyano, sino más bien un modelo semipelagiano, más cercano a Charles
Finney[1] que a John Wesley. Aunque Wesley está más alejado de la teología reformada de lo
que lo estaríamos nosotros, los arminianos clásicos, no estuvo tan lejos como Finney y gran
parte del movimiento de Santidad como se desarrolló en los siglos XIX y principios del XX.
Wesley rechazó una expiación sustitutiva penal completa y la imputación de la justicia de
Cristo al creyente. Él enseñó a los creyentes que podían perder su salvación una y otra vez a
través de la impenitencia. Su visión de la santificación y la espiritualidad fue mucho más sobre
las experiencias de crisis y la perfección; en mi opinión, se desvió hacia el legalismo en su
reacción al antinomianismo. Sin embargo, aún se parecía más a los reformadores que a Finney
y reaccionó contra el pelagianismo de maneras importantes, especialmente en su opinión del
pecado adámico.

SIMILITUDES ENTRE LA TEOLOGÍA ARMINIANA REFORMADA, O CLÁSICA, Y EL


CALVINISMO.
Ahora bien, la pregunta más importante en este punto es: ¿Existen similitudes reales entre el
arminianismo clásico, o reformado, y el calvinismo? La respuesta es sí. Contrario a lo que
muchos piensan, el arminianismo clásico o reformado guarda ciertas similitudes doctrinales
con el calvinismo. Entre ellas podemos mencionar las siguientes:

(1.- Depravación Humana: la voluntad humana en su estado de caída no puede lograr


ningún bien espiritual a menos que sea asistido y habilitado por la gracia divina. Arminio
afirmó: “El libre albedrío del hombre hacia el verdadero bien no solo está herido,
mutilado, enfermo, inclinado y debilitado; sino también está encarcelado, destruido y
perdido … Cristo dijo: ‘Separados de mí, nada podéis hacer’ “.[2] Jacobo Arminio siempre
quiso mantener la mayor distancia posible del pelagianismo, al cual calificaba como herejía.
(2.- Justificación: La expiación de Cristo no fue simplemente una obra de teatro o exhibición
para mostrar el amor de Dios o su disgusto hacia el pecado. No estaba destinada simplemente
a ejercer una influencia moral sobre los hombres o defender la justicia pública afirmando el
orden moral. Más bien, como Anselmo, Arminio sostuvo la doctrina de la satisfacción penal
de la expiación (es decir, una vista forense). Dios, como juez, solo justificará al hombre al
cumplir plenamente con la ley (justicia inherente), o a través de una completa rendición de
cuentas con ese hombre o la plena satisfacción de la ley según lo cumplido por otro en su
lugar (justicia imputada). La paga del pecado debe ser hecha de una manera u otra, ya sea
por sí mismo o por otro en su lugar.
Arminio rechazó absolutamente cualquier doctrina basada en la salvación por obras. Para
Arminio, estar en estado de gracia significaba ser encontrado en Cristo. En la teología
arminiana, al igual que en el calvinismo, Jesús llevó una vida sin pecado, murió de muerte
sustitutiva, resucitó de entre los muertos al tercer día y ascendió al Padre donde él mora por
siempre para interceder por sus santos. La frase “en Cristo” tiene que ver con la unión del
creyente con Cristo. Nuestros pecados le fueron imputados a Él para que su justicia (tanto su
obediencia activa en la vida, como su obediencia pasiva en su muerte sustitutiva) nos fuese
imputada a nosotros.
ARMINIANISMO REFORMADO EN LAS IGLESIAS PENTECOSTALES.
Como se dijo anteriormente, las Asambleas de Dios, la mayor y más influyente de las
denominaciones pentecostales, ha abrazado de forma significativa la teología arminiana
clásica (o reformada), rechazando algunos elementos del arminianismo wesleyano y
calificando como herejía el pelagianismo. Esto no es casual o fortuito, sino que se debe en
gran medida a la influencia bautista en los orígenes, liderazgo primitivo y fundamento
teológico de esta denominación pentecostal.

Aunque muchos no vacilarían en identificar el origen de las Asambleas de Dios dentro de la


corriente del Movimiento de Santidad wesleyano, esto no es del todo cierto. Debe recordarse
que el Reverendo E.N. Bell, primer Superintendente General de las Asambleas de Dios era
bautista. Bell recibió educación superior en la Universidad de Stetson en la década de 1890, y
se formó teológicamente en el Seminario Teológico Bautista del Sur (1900-1902) y la
Universidad de Chicago (B.A., 1903). Bell pastoreó diversas iglesias bautistas durante diecisiete
años.[3] El primer pastorado pentecostal de Bell fue en Malvern, Arkansas, donde publicó un
periódico mensual, The Word and Witness. Cuando los padres fundadores de las Asambleas
de Dios se reunieron en Hot Springs, Arkansas, del 2 al 12 de abril de 1914 para promover la
unidad y la estabilidad doctrinal, establecer una personería legal, coordinar la empresa
misionera y establecer una escuela de entrenamiento para el ministerio Eudorus N. Bell fue
elegido presidente (título que más adelante se cambió a superintendente general) del primer
Concilio General de las Asambleas de Dios. Las iglesias provenientes del movimiento de
santidad no fueron dominantes en el desarrollo teológico del nuevo movimiento, ya que los
aproximadamente 300 delegados del primer Concilio General representaron una diversidad
de iglesias independientes y redes, entre ellas la «Asociación de Asambleas Cristianas» en
Indiana, la «Iglesia de Dios en Cristo», y el «Movimiento de la Fe Apostólica» de Alabama,
Arkansas, Mississippi y Texas.
En una de sus declaraciones oficiales, las Asambleas de Dios sientan postura y se distancian
tanto del pelagianismo y las variantes extremas de arminianismo, como del calvinismo
extremo (llamado hipercalvinismo). En cambio, las Asambleas de Dios afirman:

“Debe notarse que hay peligros en las expresiones extremas de ambos grupos
[calvinistas y arminianos]. Una forma extrema de arminianismo puede rotularse como
pelagianismo, postura en la cual los creyentes básicamente se salvan a sí mismos por la
calidad de su vida y de su fe. Una forma extrema de la teología reformada se ha
denominado a veces híper- calvinismo, en la cual el individuo, como se señaló antes, no
tiene participación alguna en la salvación o condenación. Ninguno de estos extremos
tiene base bíblica, o una explicación satisfactoria para las realidades de la vida.”[4]

Pero esta denominación representativa del pentecostalismo clásico va más allá. A pesar de
que el pentecostalismo podría considerarse como una continuación del Movimiento de
Santidad Wesleyano, las Asambleas de Dios se distancian del arminianismo wesleyano (el cual
enseña que los creyentes pueden perder su salvación una y otra vez, y cuya visión de la
santificación y la espiritualidad se desvía hacia el legalismo en su reacción al antinomianismo);
en cambio, las Asambleas de Dios afirman:

“Cualquiera que ha nacido de Dios no practica pecado, no sigue pecando habitualmente.


No puede seguir pecando de la misma manera que el hijo del diablo. Más bien, el
cristiano debe crecer espiritualmente y dejar el pecado, reconociendo que el pecado
continuo afectará adversamente su fe. ¿Implica esto que un cristiano puede pecar y
todavía ser salvo? La primera reacción de muchos es decir que no puede. Sin embargo,
es necesario en este contexto considerar el hecho de que la preocupación, el orgullo, la
envidia, y la amargura se aceptan como fallos comunes. Pocos sugerirían que los
creyentes que cometen tales pecados están perdidos. Además, si se insiste en que Dios
requiere una perfección actual sin pecado de los creyentes, entonces la pregunta es:
“¿Está la posición del hombre en Cristo basada en su propia justicia o en la justicia de
Cristo que le fue atribuida por fe?” Si el hombre es salvo solamente cuando tiene una
vida sin mancha, ¡entonces la salvación no es por gracia, sino por obras! También si Dios
acepta al hombre solamente cuando éste no tiene ninguna falta, la vida cristiana
entonces no está libre de condenación como Pablo insistió en Romanos 8:1. Más bien,
sería una existencia de preocupación y penitencia constante, llena de temor y
condenación y desprovista del gozo y la confianza que el conocimiento de la salvación
puede dar. (Vea Romanos 5:9–11 donde está claro que el Dios que nos amó lo suficiente
como para proveer para nuestra salvación también nos ama lo suficiente como para
proveer para nosotros hasta llegar a la gloria. Esta garantía nos da gozo en Él.) Una
pregunta similar es: “¿Qué pasaría a un creyente que peca en el momento en que Jesús
regrese?” Los que sostienen la idea de que los cristianos no pueden pecar y todavía ser
salvos enseñarían que tal creyente está perdido y condenado por la eternidad. ¡Qué
desesperación! ¡El creyente no entra y sale de la gracia de Dios! ¡Está seguro en la mano
de Dios, y ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada lo podrá separar
del amor del Padre![5]

Dicha declaración oficial choca en cierta medida con el perfeccionismo wesleyano y su idea
de la caída constante del creyente de la Gracia. Así, mientras se distancia tanto del
arminianismo wesleyano como del pelagianismo y del hipercalvinismo, la mayor de las
denominaciones pentecostales del mundo se inclina por un arminianismo clásico o
reformado:

“Los creyentes tienen que mirar bien, “no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de
Dios” (Hebreos 12:15). La exhortación de la Biblia es: “Examinaos a vosotros mismos si
estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Corintios 13:5). ¿Por qué tanta
preocupación y cuidado? Estas repetidas advertencias tienen importancia solamente
cuando se reconoce que la pérdida de la fe significa la pérdida eterna del alma. Porque
mientras que es cierto que la salvación del creyente no se gana por obras ni conserva su
fe por ellas, es igual de cierto que el creyente obtiene su salvación por fe, ¡y también
puede perderla por falta de fe! El pecado está muy relacionado con la incredulidad. El
pecado pone en peligro la fe, y la pérdida de fe significa pérdida de posición. Hebreos
3:12-14 trata al respecto. El escritor exhorta a los hermanos a evitar la incredulidad que
lleva a las personas a apartarse del Dios vivo. Él menciona el engaño del pecado como
la causa de la incredulidad y les recuerda que son hechos participantes de Cristo
solamente si retienen firme hasta el fin su confianza del principio. Ser participantes en
Cristo es por fe. Si quitamos la fe, ya no hay posición en Cristo. Es por esta razón que las
Escrituras exhortan al creyente: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros
corazón malo de incredulidad” (Hebreos 3:12)… La salvación se pierde al rechazar a
Cristo… Dios no permite que nos apartemos de Él fácilmente. (Vea Romanos 10:21
donde Pablo habla de Israel, pero el principio se aplica aquí también.) Pero un creyente
se puede perder si descarta las continuas convicciones del Espíritu Santo y llega al punto
donde rechaza a Jesús como su Salvador. Es posible creer por un tiempo y durante un
período de tentación alejarse (Lucas 8:13). Es posible que se pierda el hermano débil por
quien Cristo murió (1 Corintios 8:11). Es posible que un nombre esté escrito en el Libro
de Vida y después sea quitado del Libro (Apocalipsis 22:19). No siempre es posible
determinar si una persona ha rechazado a Jesús como su Salvador. Entonces es mejor
dejar que el Dios omnisciente juzgue estos asuntos. Estamos seguros, sin embargo, que,
si Dios no da al pródigo por perdido, tampoco debe hacerlo la Iglesia de Jesucristo.
Demasiadas veces la gente se da por vencida con un individuo cuando Dios todavía no
se ha dado por vencido. La Biblia reconoce la posibilidad de perder la salvación, pero
nunca cesa de ofrecer esperanza para cualquier persona que quiera responder a la
súplica del Espíritu Santo.”[6]

Así pues, el arminianismo clásico, o reformado, se ha convertido en el punto de encuentro


entre la teología calvinista moderada y los nuevos grupos evangélicos, incluidos los
pentecostales. Llegar a acuerdos es posible. Ambas corrientes teológicas pueden coexistir y
enriquecerse mutuamente y, en los puntos de desacuerdo, respetarse. Esto nos lleva al
siguiente punto: Los diferencias.

DIFERENCIAS ENTRE LA TEOLOGÍA DE ARMINIO Y EL CALVINISMO.


Si bien el arminianismo reformado permite un mayor entendimiento con el calvinismo, y
constituye una aproximación mayor a la teología reformada de lo que muchos pensaban, o
de lo que otros tipos de arminianismo lo permiten, tampoco puede negarse que existen
diferencias claras entre ambos sistemas. Entre dichas diferencias podemos mencionar:

1.- LA TEOLOGÍA DEL PACTO:


Las diferencias fundamentales entre el arminianismo reformado y el calvinismo pueden
encontrarse en la comprensión particularista del calvinismo del “decreto inalterable de
Dios”. La visión calvinista de la elección incondicional, la gracia irresistible y la necesaria
perseverancia de los santos, se deriva de la denominada Teología del Pacto. La Teología del
Pacto le proporciona al calvinismo un marco explicativo para interpretar los pasajes del Nuevo
Testamento relativos a la salvación. Pero ¿en qué consiste dicho sistema teológico? De
acuerdo con el calvinismo, para entender el plan de salvación como es explicado en el Nuevo
Testamento, hemos de presuponer el paradigma bíblico del Pacto de Redención, el Pacto de
Obras y el Pacto de Gracia. Así pues, la teología del pacto pretende resumir la enseñanza de
toda la Biblia con el concepto de pacto. Un pacto es un acuerdo formal entre dos o más
personas que establece y define los límites de la relación. La teología del pacto sostiene que
Dios toma la iniciativa de relacionarse con el ser humano siempre por medio de pactos.
También sostiene que existe cierta continuidad entre varios de estos pactos, y que reconocer
esta continuidad nos ayuda a entender el mensaje principal de la Biblia.

Los teólogos del pacto suelen ver un pacto en Edén antes de la caída de Adán. Sin embargo,
enfrentan un problema: Los primeros capítulos de Génesis no usan la palabra pacto para
hablar de la relación entre Dios y Adán, por lo que los teólogos calvinistas deben buscar
indicios de dicho pacto en otro lado. Generalmente, suelen refugiarse en Oseas 6:7 para
sostener dicha idea: “mas ellos, como Adán, han transgredido el pacto”. En los supuestos
teológicos del calvinismo, Dios siempre se relaciona con el ser humano por medio de pactos.
Por medio de los pactos, Dios comunica lo que espera de su pueblo, les ofrece y promete
bendición, estipula consecuencias por la desobediencia, y especifica la manera de recibir la
bendición (si por la fe o por la obediencia). De acuerdo con dicha teología, otro aspecto clave
de los pactos bíblicos es que suele haber representación; es decir, Dios trata con una sola
persona en representación de los demás. Existe una solidaridad entre el pueblo y el
representante. Citan como ejemplo el trato de Dios con el pueblo de Israel y sus reyes. Si el
rey obedecía, el pueblo disfrutaba de bendición. Por el contrario, si el rey desobedecía, el
pueblo sufría las consecuencias.

Una forma en la que la teología del pacto resume los tratos de Dios con su pueblo es según
tres pactos: el de las obras, el de gracia, y el de la redención.

1.- Pacto de las Obras: Dios entró en un pacto condicional con Adán en el cual este tenía
que obedecerle en el jardín para evitar la muerte y ser confirmado para siempre en justicia.
Adán era el representante de la raza humana, de modo que, cuando desobedeció, Dios
consideró a todo ser humano culpable. Romanos 5 dice que el pecado entró en el mundo y
se extendió no debido a la desobediencia de cada ser humano, sino a la culpa a un individuo:
Adán. Todos sufrimos las consecuencias de su pecado porque fue nuestro representante en
el pacto de las obras.
2.- Pacto de la Gracia: Se suele explicar que este pacto entra en vigor a partir de Génesis
3:15 (la maldición de la serpiente). Este pacto establece la manera en que Dios salva a su
pueblo: por gracia por medio de la fe en el mediador, que es el Cristo. Se argumenta (aunque
con matices y diferencias, según el teólogo) que los pactos sucesivos en la Biblia incluyen y
revelan este principio de salvación por gracia por medio de la fe. Esta continuidad se resume
en el pacto de la gracia.
3.- Pacto de la Redención: El pacto de gracia se ejecuta en la historia humana, pero antes,
en la eternidad, el Padre, el Hijo, y el Espíritu ya habían establecido un acuerdo según el cual
el Padre le prometió un pueblo como herencia, del cual el Hijo sería cabeza y redentor. El Hijo,
por su parte, voluntariamente decidió tomar el lugar de este pueblo en su vida encarnada y
en su muerte. Y el Espíritu se comprometió a aplicar las bendiciones ganadas por Cristo a
todo el pueblo. Este pacto busca encontrar apoyo bíblico, por ejemplo, en los salmos
mesiánicos, en el lenguaje de Jesús cuando habla de la necesidad que tiene de cumplir la
voluntad de su Padre, y en Efesios 1, donde se habla de los roles de cada persona de la
Trinidad en la redención. Sin embargo, el pacto propuesto por los calvinistas no incluye a toda
la humanidad ni pone a disposición de todos los hombres el regalo de la salvación. Para el
calvinista, a través del pacto Dios busca redimir solo a los elegidos. De acuerdo con los
términos de este pacto el Padre elige un número definido de individuos para sí mismo, el Hijo
hace lo que es necesario para salvar a aquellos que el Padre le ha dado y a nadie más, y el
Espíritu Santo, de igual manera, aplica la salvación solo a los elegidos.[7]

Sin embargo, la Teología del Pacto posee ciertos puntos de crítica que debilitan la posición
calvinista. La primera y principal es la falta de base bíblica. Aunque la palabra pacto aparece
muchas veces en la Biblia, lo cierto es que la Biblia no menciona ni el pacto de la gracia, ni el
de la redención, y muchos creen que tampoco el de obras. Son deducciones sin base bíblica
concreta. No hay una indicación directa en las Escrituras de que tal pacto fuera jamás hecho,
y lo que es más importante, los términos de dicho pacto no se revelan. Solo cuando
asumimos a priori que la elección no es condicional, es que concluimos el Ordo Salutis y
todos los demás elementos del calvinismo. Sin embargo, se ve exactamente lo contrario en
las Escrituras: la expiación de Cristo fue para todos, de hecho, para el mundo entero, y la
salvación de Dios es condicional, y esa condición es la fe en Cristo.

Otro punto de crítica con esta teología es que propone demasiada continuidad entre los
pactos. Sobran quienes argumentan que la teología del pacto propone demasiada
continuidad entre los tratos de Dios con su pueblo en una época y en otra. Por ejemplo, el
debate entre bautistas y presbiterianos acerca del bautismo de infantes tiene que ver
precisamente con el tema de la continuidad entre los pactos: los presbiterianos dicen que los
hijos de creyentes se incluyen en la comunidad del pacto porque así fue con Abraham y con
el pueblo de Israel, ambos partícipes del mismo pacto de gracia del cual participa la iglesia
del nuevo pacto. Los bautistas que se consideran teólogos del pacto (y los hay) responden
que el pacto de la gracia no incluye necesariamente los hijos de creyentes, a no ser que estos
también respondan en fe.

Como puede verse, la teología del pacto crea más problemas de los que resuelve. Aquí,
entonces, está el entendimiento arminiano reformado de cómo uno puede llegar a “estar en
Cristo”: Por medio de la fe, y dicha oferta está abierta a todos. La expiación es general, no
limitada ni particular.

2.- EL DETERMINISMO O FATALISMO CRISTIANO: El determinismo es la creencia que Dios


ordena u organiza todas las cuestiones del universo de manera que todo y cada cosa que ha
sucedido y sucederá está eficazmente orquestado por Dios de tal forma que debieron suceder
exactamente cómo sucedieron. Dicha doctrina niega de forma contundente la existencia del
albedrío humano. Augustus Toplady, clérigo anglicano y opositor calvinista de John Wesley,
llegó incluso a afirmar que “No hay partícula de polvo que se mueva sin que Dios la haya
levantado, conduzca su movimiento incierto, y por su cuidado particular, la haga
reposar en cierto lugar que El dispuso con anticipación.”[8]

Sin embargo, el determinismo causal universal y divino propuesto por el calvinismo no puede
ofrecer una interpretación coherente de la Biblia. Incluso los teólogos reformados clásicos
reconocieron eso. D. A. Carson identifica nueve corrientes de pasajes que afirman la libertad
humana: (1) Las personas enfrentan una multitud de exhortaciones y ordenes divinas, (2) a las
personas se le dice que obedezcan, crean y que escojan a Dios, (3) las personas pecan y se
rebelan contra Dios, (4) los pecados de las personas son juzgados por Dios, (5) las personas
son probadas por Dios, (6) las personas reciben recompensas divinas, (7) los elegidos son
responsables de responder a la iniciativa de Dios, (8) las oraciones no son meras obras
maestras programadas por Dios, (9) Dios literalmente le suplica a los pecadores para que se
arrepientan y sean salvos. Esto, ciertamente, no concuerda con la doctrina determinista, o
fatalismo cristiano, propuesto por el calvinismo.[9]

Pero no solo la Biblia se opone al determinismo, sino que, el determinismo causal universal
no puede ser afirmado de manera racional. Además, el determinismo universal divino hace a
Dios el autor del pecado y remueve la responsabilidad humana. Contrario a la visión
arminiana, en la visión determinista aún el movimiento del albedrío humano es causado por
Dios. Dios mueve a las personas a escoger el mal y no pueden hacer lo contrario. Dios
determina sus elecciones y hace que ellos hagan el mal. Si es malo hacer que otra persona
haga lo malo, entonces en esta visión Dios no sólo es la causa del pecado y del mal, sino que
Dios mismo se hace malo, lo cual es absurdo. De la misma manera, todas las responsabilidades
humanas para el pecado han sido removidas. Así que nuestras elecciones no dependen de
nosotros: Dios es el causante de que las hagamos. No podemos ser responsables por nuestras
acciones, ya que nada de lo que pensamos o hacemos depende de nosotros. De este modo,
el determinismo universal divino anula la agencia humana.

Pero hay algo peor en esto. El determinismo hace que la realidad se convierta en una farsa.
Según la visión determinista, el mundo entero se convierte en un espectáculo vano y vacío.
No hay agentes libres en rebelión contra Dios, a quienes Dios busca para ganárselos por
medio de Su amor, ni nadie que libremente responda a ese amor y que libremente da a
cambio su amor y alabanza a Dios. Todo el espectáculo es una payasada en la que el mismo
Dios es el único actor real.

Lejos de glorificar a Dios, la visión determinista menosprecia a Dios por involucrarse en esa
payasada absurda. Es profundamente ofensivo para Dios el pensar que Él crearía seres que
son, en todo sentido, causalmente determinados por Él y luego les trata como si ellos fueran
agentes libres cuando les castiga por las malas acciones que hizo que ellos cometieran, o
cuando los ama como si ellos fueran agentes que responden de manera libre.

3.- LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA: El término “Doctrinas de la Gracia” suele ser empleado
para referirse al TULIP, acrónimo que resume los cinco puntos del calvinismo (Depravación
total, elección incondicional, expiación limitada, gracia irresistible y perseverancia final de los
santos). Todos los arminianos aceptamos la doctrina de la depravación total del hombre. Sin
embargo, negamos de forma contundente las doctrinas calvinistas de la elección
incondicional, la expiación limitada o particular y la naturaleza irresistible de la gracia.
Asimismo, poseemos una comprensión diferente de la doctrina de la perseverancia final de
los santos. La postura arminiana reformada en relación con las doctrinas de la gracia queda
establecida en “Los 5 Artículos de la Remonstrancia de 1610” los cuales afirman:

ARTÍCULO I.
“Dios, por un objetivo eterno e inmutable en Jesucristo su Hijo, antes de la fundación del
mundo, tiene determinado, de la raza caída, pecaminosa de los hombres, salvar en Cristo,
para Cristo, y por Cristo, a los que, por la gracia del Espíritu Santo, creerán en este su Hijo
Jesús, y perseverarán en fe y obediencia de fe, por esta gracia, hasta el fin; y, de otra parte,
dejar a los incorregibles e incrédulos en el pecado y bajo la ira, y condenarlos como
enajenados de Cristo, según la palabra del evangelio en Juan 3:36: “El que cree en el Hijo tiene
vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él” y de acuerdo también con otros pasajes de la Escritura.”

ARTÍCULO II.
“De acuerdo con esto, Jesucristo, el Salvador del mundo, ha muerto por todos los hombres y
por cada hombre, de modo que haya obtenido para todos ellos, por su muerte en la cruz, el
rescate y el perdón de pecados; aunque nadie en realidad disfrute de este perdón de pecados
excepto el creyente, según la palabra del Evangelio de Juan 3.16: “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se
pierda, más tenga vida eterna”. Y en la Primera Epístola de Juan 2:2: “Él es la propiciación por
nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.

ARTÍCULO III.
“Que el hombre no posee gracia salvífica ensimismo, ni tampoco de la energía de su libre
voluntad (albedrío), en la medida que él, en estado de apostasía y pecado, puede ni pensar,
desear, ni hacer nada realmente bueno, (como la fe salvífica eminentemente es); sino que es
necesario que este sea nacido de nuevo de Dios en Cristo, a través de su Santo Espíritu y
renovado en la compresión, inclinación, o voluntad y en todos sus poderes, de manera que
este pueda correctamente entender, pensar, desear y efectuar lo que es realmente bueno,
conforme a la Palabra de Cristo, Juan 15:5: “Separados de mí nada podéis hacer”.

ARTÍCULO IV.
“Que esta gracia de Dios es el comienzo, la continuación, y el cumplimiento de todo lo bueno,
incluso en la medida que por sí mismo el hombre regenerado, sin la precedencia o la
asistencia, el despertamiento, seguimiento, y la gracia cooperativa, no puede pensar, desear,
ni hacer el bien, ni resistir cualquier tentación al mal; de modo que todas las buenas acciones
o movimientos, que pueden ser concebidos, deben ser atribuidos a la gracia de Dios en Cristo.
Sin embargo, en respecto al modo de operación de esta gracia, esta no es irresistible, puesto
que ha sido escrito concerniente a muchos, que estos han resistido al Espíritu Santo. Hechos
7 y en otros muchos lugares.”

ARTÍCULO V.
“Que aquellos que están incorporados en Cristo por una fe verdadera, y de esta manera se
han hecho partícipes de su Espíritu vivificante, tienen por lo tanto pleno poder para luchar
contra Satanás, el pecado, el mundo y su propia carne, y para ganar la victoria, siendo bien
entendido que esto es siempre a través de la gracia asistente del Espíritu Santo; y que
Jesucristo les asiste por medio de su Espíritu en todas las tentaciones, extendiendo a estos su
mano, y si sólo están listos para el conflicto y desean su ayuda, y no están inactivos, les impide
caer, de modo que ellos por ninguna artimaña o poder de Satanás, pueden ser engañados, ni
arrancados de las manos de Cristo, según la palabra de Cristo, Juan x. 28: “Nadie los arrebatará
de mi mano”. Pero si son capaces, por negligencia, de abandonar de nuevo los primeros
comienzos de su vida en Cristo, regresando nuevamente a este mundo malvado presente, de
apartarse de la santa doctrina que les fue dada, de perder una buena conciencia, siendo
desprovistos de gracia, eso debe ser determinado más particularmente de las Sagradas
Escrituras antes de que puedan enseñar esto con la plena persuasión de sus mentes. Por
consiguiente, los remonstrantes consideramos estos artículos conformes a la Palabra de Dios,
tendentes a la edificación y en cuanto a este argumento, suficiente para la salvación, de modo
que no sea necesario o edificante elevarse más alto o descender más profundo.”[10]

4.- CESASIONISMO: El cesasionismo es la creencia de que los “dones milagrosos” de las


lenguas y la sanidad ya han cesado – que el fin de la era apostólica marcó el fin de los milagros
asociados con esa era. Aunque los movimientos reformados en general han sido cesasionistas
en cuanto a la pneumatología, rechazando las manifestaciones actuales del Espíritu Santo,
hay algunos entre los neo-reformados que están abiertos a los dones o que hablan en
lenguas. Los arminianos, y particularmente los pentecostales y carismáticos, creemos
firmemente en la continuidad y validez de los dones del Espíritu para nuestra época.
Afirmamos que no hay evidencia bíblica, o cualquier otro tipo de evidencia, que siquiera se
acerque a sugerir que los dones carismáticos han cesado. El estudioso honesto de la Biblia
debe reconocer la presencia constante, de hecho, dominante, y en todo el Nuevo Testamento
de los dones espirituales. A partir de Pentecostés, y continuando a lo largo del libro de los
Hechos, siempre que el Espíritu se derrama sobre los nuevos creyentes, ellos experimentan su
charismata. No hay nada que indique que estos fenómenos se limitan a ese grupo y a ese
momento. Esto parece ser algo extendido y común en la iglesia del Nuevo Testamento.
Cristianos de Roma (Romanos 12), Corinto (1 Corintios 12-14), Samaria (Hechos 8), Cesarea
(Hechos 10), Antioquía (Hechos 13), Éfeso (Hechos 19), Tesalónica (1 Tesalonicenses 5), y
Galacia (Gálatas 3) experimentaron los dones milagrosos y de revelación. Es difícil imaginar
cómo los autores del Nuevo Testamento podrían haber hablado más claramente acerca de
cómo debe lucir el cristianismo bíblico. En otras palabras, la evidencia apunta en contra del
cesacionismo.

5.- COMPLEMENTARIANISMO: Una problemática bastante frecuente que promueven los


neo-reformados es el complementarianismo, en algunos casos con el rechazo de cualquier
participación ministerial para las mujeres y, en otros casos, con la limitación del ministerio de
las mujeres a un ámbito muy limitado. En el contexto eclesiástico, el complementarianismo
afirma que solo los hombres deben dirigir la iglesia en calidad de pastores. Éste es un asunto
con el que los arminianos, sobre todo los pentecostales, estamos en desacuerdo. Creemos,
en cambio, en el egalitarianismo, el cual le permite a las mujeres el acceso al ministerio, incluso
la ordenación al pastorado.[11]

La historia del Antiguo Testamento incluye relatos de sólidos liderazgo femenino en muchos
roles, tal como los siguientes ejemplos dignos de destacar: Miriam fue profetisa en Israel
durante el éxodo, junto a sus hermanos, Moisés y Aarón (Éxodo 15:20). Débora, que era no
sólo profetisa sino jueza, dirigió a Barac para que guiara al ejército de Israel hacia un combate
exitoso contra sus opresores (Jueces 4 y 5). Hulda, también profetisa, autenticó el rollo de la
ley encontrado en el templo y ayudó a iniciar la reforma religiosa en los días de Josías (2 Reyes
22:14–20; 2 Crónicas 34:22–28).

El Nuevo Testamento también muestra que las mujeres desempeñaban roles ministeriales
importantes en la Iglesia Primitiva. Tabita (Dorcas) puso en marcha un efectivo ministerio de
benevolencia (Hechos 9:36). Las cuatro hijas solteras de Felipe eran profetisas reconocidas
(Hechos 21:8,9). Pablo señaló a dos mujeres, Evodia y Síntique, como mujeres que
“combatieron juntamente conmigo en el evangelio” (Filipenses 4:2,3). Priscila fue otra de las
mujeres que 3 Pablo consideró ejemplar entre sus “compañeros de trabajo en Cristo Jesús”
(Romanos 16:3,4). En Romanos 16, Pablo saluda a muchos colegas ministeriales, entre los
cuales muchas eran mujeres. En estos saludos, la palabra que Pablo usa para hablar del
“trabajo” (kopiaō) o la “labor” de María, Trifena, Trifosa, y Pérsida (Romanos 16:6,12) es una
que utiliza con frecuencia para su propia labor ministerial (1 Corintios 16:16; 1 Tesalonicenses
5:12; 1 Timoteo 5:17). Febe, una líder de la iglesia de Cencrea, fue muy elogiada por Pablo
ante la iglesia de Roma (Romanos 16:1,2). Lamentablemente, las parcialidades de las
traducciones han oscurecido la posición de Febe en el liderazgo; por ejemplo, algunas
versiones en inglés traducen el término como “sierva”, pero Febe era diakonos de la iglesia
en Cencrea. Por lo general, Pablo utilizaba este término para identificar a un ministro o líder
de una congregación, y lo aplica específicamente a Jesucristo, Tíquico, Epafras, Timoteo, y su
propio ministerio. Según el contexto, diakonos por lo general se traduce como “diácono” o
“ministro”. Aunque algunas traducciones han escogido la palabra “diaconisa” (por ejemplo, la
NVI, pues Febe es mujer), el griego diakonos es un sustantivo masculino. Por tanto, es
probable que diakonos fuera una designación para una posición de liderazgo oficial en la
Iglesia Primitiva. Por tanto, la traducción correcta para el rol de Febe sería “diácono” o
“ministro” (como lo reflejan algunas versiones en inglés, por ejemplo, la New Living
Translation, NLT). Además, muchas traducciones reflejan inclinaciones similares, al referirse a
Febe como alguien que “ha ayudado” (NVI), “ha sido de ayuda” (NTV) para muchos, incluido
el mismo Pablo (Romanos 16:2). El término griego aquí es prostatis, que NRSV [versión en
inglés] se traduce como “benefactor”, con sus matices de igualdad y liderazgo. Pablo identificó
a Junia como apóstol (Romanos 16:7). A comienzos del siglo trece, algunos eruditos y
traductores masculinizaron su nombre como Junias, al parecer estaban renuentes a reconocer
que había un apóstol mujer. Sin embargo, el nombre Junia se encuentra más de 250 veces
solamente en Roma, mientras que la forma masculina Junias es conocida en cualquier fuente
greco-romana. Pablo claramente fue un defensor de la mujer en el ministerio. Estas instancias
de mujeres cumpliendo funciones de liderazgo en la Biblia deben considerarse como un
patrón aprobado por Dios, no como excepciones a sus normas divinas. Incluso un número
limitado de mujeres que cumplían funciones de liderazgo con el respaldo de las Escrituras
afirman que Dios en verdad llama a mujeres al liderazgo espiritual.

CONCLUSIÓN.
Mientras que en asuntos teológicos hay claras diferencias entre nosotros los arminianos
(incluso reformados o clásicos) y los calvinistas, ciertamente es más lo que nos une que lo que
nos separa. Los extremos de ambas posiciones deberían rechazarse: Ni los extremos cuasi
pelagianos de algunos que se autodenominan arminianos, ni los extremos hipercalvinistas de
algunos grupos que se denominan reformados, son bíblicos. Si bien la enseñanza y la
predicación de algunos teólogos de ambos grupos pudieran ser ocasionalmente
controversiales, concordamos en el imperativo de presentar el evangelio a los perdidos. Los
arminianos reconocemos a los calvinistas como nuestros hermanos en Cristo. Reconocemos
su pasión por la causa del Evangelio y los aportes de sus eruditos a la teología cristiana en
general. Sin embargo, cuando el pensamiento reformado se profundiza y se lleva al extremo
de eliminar toda responsabilidad humana, debemos rechazarlo y permanecer fieles al llamado
y ejemplo de Cristo y sus discípulos, de guiar a todos al Señor y ofrecerles salvación.

REFERENCIAS:
[1] Charles Grandison Finney (29 de agosto de 1792 – 16 de agosto de 1875), llamado “El más
importante restauracionista estadounidense”, fue un líder del segundo gran despertar
cristiano de Estados Unidos, que tuvo un profundo impacto en la historia social de los Estados
Unidos. Finney tuvo una influencia primaria en el estilo de “renacimiento” de la teología que
surgió en el siglo XIX. A pesar de provenir del calvinismo, Finney rechazó varios puntos del
“viejo calvinismo divinista” que consideraba que no estaban de acuerdo con la Biblia además
de que parecían oponerse al evangelismo y a la misión de los cristianos. En su teología Finney
se oponía a la doctrina calvinista como lo expresa en su obra “resurgimientos religiosos”. En
esta obra, él sostiene que la salvación se basa en la voluntad humana de arrepentirse y no es
impuesta por Dios sobre las personas en contra de la voluntad de ellas. Su rechazo al
calvinismo no fue total. En su obra Teología sistemática, Finney abraza la doctrina calvinista
de la “Perseverancia de los Santos”. Quedan preguntas sobre cómo es que Finney veía el
significado de la muerte de Jesús en la cruz. Su opinión es compleja. Además de hacer de la
muerte de Cristo la pieza central de la justificación, más bien que de la obediencia de Cristo,
la interpretación de Finney de la expiación era que satisfizo la “justicia pública” y que abrió las
puertas para que Dios perdonase a la gente sus pecados. Ésta era la opinión de los seguidores
de Jonatán Edwards, el así llamado Nueva Divinidad que era popular en aquella época. En
esta interpretación, la muerte de Cristo satisfizo la justicia pública más bien que una justicia
de retribución. Finney decía que no era una “transacción comercial”. Esta interpretación,
conocida típicamente como el punto de vista gubernamental u opinión moral del gobierno,
se diferencia del punto de vista calvinista en donde los sufrimientos de Jesús igualan la
cantidad de sufrimiento que los cristianos experimentarían en el infierno.

[2] Disputation 11, “On the Free Will of Man and its Powers”, en The Works of James Arminius, 2:192.
[3] Véase: https://www.apostolicarchives.com/articles/article/8795590/172502.htm
[4] Véase: “UNA RESPUESTA DE LAS ASAMBLEAS DE DIOS A LA TEOLOGÍA REFORMADA” (adoptada por el presbiterio
general en sesión el 1 y 3 de agosto de 2015). Disponible en línea en: https://ag.org/es-ES/Beliefs/Position-
Papers/Reformed-Theology-Response-of-the-AG-Position-Paper
[5] Véase: “LA SEGURIDAD DEL CREYENTE”. Declaración oficial sobre la seguridad del creyente fue adoptada el 21 de
agosto del 1978 por el Presbiterio General del Concilio General de las Asambleas de Dios.
[6] Íbid.
[7] Para saber más sobre la teología del pacto, se puede leer los resúmenes de la doctrina del pacto en manuales de
teología sistemática como los siguientes:
 En castellano: Berkhof, Teología sistemática. W. Grudem, Teología sistemática: Una introducción a la doctrina
bíblica.
 En inglés: M. Horton, The Christian Faith: A Systematic Theology for Pilgrims on the Way. J. Frame, Systematic
Theology: An Introduction to Christian Belief.
[8] Augustus Toplady, prefacio, Jerom Zanchius, The Doctrine of Absolute Predestination (London: Sovereign Grace
Union, 1930), pp. 14.
[9] D. A. Carson, Divine Sovereignty and Human Responsibility: Biblical Perspective in Tension”(Soberanía Divina y la
Responsabilidad Humana: Perspectiva Bíblica en Tensión, página 18-22).
[10] Creeds of Christendom, Volume III. The Creeds of the Evangelical Protestant Churches. ARTICULI ARMINIANI sive
REMONSTRANTIA. The Five Arminian Articles. A.D. 1610.
[11] EL ROL DE LA MUJER EN EL MINISTERIO, tal como se describe en las Sagradas Escrituras (ADOPTADA POR EL
PRESBITERIO GENERAL EN SESIÓN EL 9 AL 11 DE AGOSTO DE 2010). Disponible en PDF
1. Depravación Total: ¿Intensiva
o Extensiva?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
La doctrina de la Depravación Total, a veces conocida como “Depravación Radical”, constituye
el primero de los 5 puntos del calvinismo (TULIP). El Canon de Dort nos dice:

“Por consiguiente, todos los hombres son concebidos en pecado, y al nacer como hijos
de ira, incapaces de algún bien saludable o salvífico, e inclinados al mal, muertos en
pecados y esclavos del pecado; y no quieren ni pueden volver a Dios, ni corregir su
naturaleza corrompida, ni por ellos mismos mejorar la misma, sin la gracia del Espíritu
Santo, que es quien regenera.”[1]
Que los calvinistas se aferran a esta doctrina es conocido por todos, pero ¿Cuál es la
perspectiva arminiana acerca de dicho punto? A diferencia del pensamiento común entre los
calvinistas, Arminio y los primeros remonstrantes no negaron la Depravación Total. Arminio
escribió:

“En este estado [tras la Caída] el libre albedrío del hombre hacia el verdadero bien no
solo está herido, tullido, enfermo, deformado y debilitado, sino también encarcelado,
destruido y perdido. Y, hasta que llega la asistencia de la Gracia, sus poderes no sólo
están debilitados e inútiles, sino que no existen excepto cuando los estimula la Gracia
Divina: Puesto que Cristo ha dicho: ‘Separados de mí, nada podéis hacer’… Cristo no
dice, ‘separados de mí no podéis hacer más que unas pocas cosas’, ni tampoco,
‘separados de mí no podéis hacer ninguna cosa difícil’, o ‘separados de mí vais a tener
muchas dificultades para hacer las cosas’. Lo que dice es ‘separados de mí nada podéis
hacer’…”[2]

El Tercer Artículo de la Remonstrancia afirma:

“El hombre no posee fe salvadora por sí mismo, ni a partir del poder de su libre albedrío,
visto que, en su estado de apostasía y de pecado, no puede, de sí y por sí mismo, pensar,
querer o hacer, algo de bueno (que sea verdaderamente bueno tal como es,
primeramente, la fe salvadora); pero, es necesario que Dios, en Cristo, por su Espíritu
Santo, lo regenere y lo renueve en el intelecto, en las emociones o en la voluntad, y en
todos sus poderes, con el fin de que él pueda correctamente entender, meditar, querer
y proseguir en lo que es verdaderamente bueno, como está escrito en Juan 15.5 “porque
separados de mí nada podéis hacer.” (RVR1960)”[3]
Pero el arminianismo va más allá en sus afirmaciones. El Cuarto Artículo de la Remonstrancia
afirma:
“Esta gracia de Dios es el principio, el progreso y la consumación de todo lo bueno,
tanto que ni siquiera un hombre regenerado puede, por sí mismo, sin esta precedente
o preveniente, excitante, progresiva y cooperante gracia, querer o terminar cualquier
bien, mucho menos resistir a cualquier tentación al mal. Por ello, todas las buenas obras
y buenas acciones que puedan ser pensadas, deben ser atribuidas a la gracia de Dios en
Cristo…”[4]

En la teología arminiana el hombre está caído, desamparado espiritualmente y en estado de


esclavitud de la voluntad. No hay ninguna habilidad humana natural dando al hombre
condiciones para iniciar su salvación. A causa de la Caída, los hombres nacen, espiritual y
moralmente, en estado de total depravación, y por lo tanto son incapaces de realizar cualquier
bien delante de Dios sin el amparo de su gracia preveniente. Tal incapacidad es física,
intelectual y volitiva. Todo aspecto de la naturaleza y la personalidad humana se ven
afectados. No hay ningún bien espiritual que el ser humano pueda hacer aparte de la gracia
divina. Solamente por la gracia los efectos del pecado original pueden ser superados y el ser
humano, finalmente, podrá cumplir los mandamientos espirituales de Dios. La depravación
total es extensiva, alcanzando, incluso, el libre albedrío. Por causa de la Caída la voluntad
humana se tornó esclava del pecado. ¿Qué significa esto? Qué la voluntad del hombre se
tornó perversa, su intelecto se oscureció, y sus afectos quedaron alienados; cada área de su
vida quedó sujeta a servidumbre. Por tal razón, todo Arminiano Reformado (o Arminiano
Clásico) defiende la doctrina de la depravación total. No somos culpables de negar dicha
verdad como nos acusa el calvinismo. Los arminianos creemos que los humanos son
totalmente incapaces de hacer cualquier bien espiritual aparte de la gracia divina.

DEPRAVACIÓN INTENSIVA.
Ahora bien, los arminianos no creemos que la Depravación Total sea intensiva, sino más bien
extensiva. ¿Cuál es la diferencia? Por Depravación Total Intensiva se entiende la destrucción
integral de la naturaleza humana y de sus potencialidades esenciales. Es decir, en estado de
Depravación Total Intensiva el pecador es tan pecador cuanto es posible y se involucra en
todas las formas posibles de pecado. Los arminianos rechazamos tal postura.

Al afirma que el hombre es totalmente depravado no queremos decir que la persona no


regenerada sea totalmente insensible en cuestiones de conciencia, de lo correcto e incorrecto.
La Depravación Total no significa que todos los seres humanos sean potencial y
extremadamente malos. Significa que no son tan buenos como necesitarían ser para ganar su
propia salvación por mérito propio. La gracia, y sólo la gracia, es el único medio que puede
superar los efectos graves y devastadores del pecado. Así pues, en el arminianismo, la
depravación total implica que incluso el altruismo de la persona no regenerada siempre
contiene un elemento de motivación inapropiada.
DEPRAVACIÓN EXTENSIVA.
Lo que sí creemos los arminianos es que la depravación total es extensiva, es decir, se extiende
a todas las dimensiones de nuestro ser. Ella afecta la plenitud del ser del hombre. La Biblia,
Arminio y los arminianos en general, reconocemos que la mente de un hombre carnal y
natural es obscura y sombría, que sus afectos son corruptos y excesivos, que su voluntad es
obstinada y desobediente, y que el hombre sin Cristo está muerto en delitos y pecados. De
ello encontramos amplias referencias bíblicas: Nuestro cuerpo (Romanos 6:6,12 Romanos
7:24), la razón humana (Romanos 1:21; 2 Corintios 3:14-15), las emociones humanas (Gálatas
5:24, 2 Timoteo 3:2-4), y la voluntad misma del hombre (Romanos 6:17) han sido afectadas
por el pecado.

CONDICIÓN ESPIRITUAL DEL HOMBRE EN SU ESTADO CAÍDO.


La Biblia describe el estado de la humanidad bajo los efectos devastadores del pecado
llamándoles ‘impíos’ (Romanos 5.6), ‘hijos de desobediencia’ (Colosenses 3.6), ‘hijos de la ira’
(Efesios 2.3), ‘esclavos del pecado’ (Romanos 6.20), ‘abominable y corrupto’ (Job 15.16),
‘insensatos, desobedientes, extraviados’ (Tito 3.3).

La Depravación Total del hombre tiene graves consecuencias en relación a Dios: Por su
rebeldía, el hombre está alejado de Dios (Romanos 3:12); por eso recibe el salario del pecado,
a saber, la muerte (Romanos 6:23); además, en su estado de carnalidad el hombre no puede
agradar a Dios (Romanos 8:8), sino que vive en un estado continuo y permanente de
enemistad con su Creador (Romanos 8:7).

CONCLUSIÓN.
En esto consiste la Depravación Total del hombre. Y eso es lo que creemos y defendemos los
arminianos. Cesen pues, los calvinistas, de difamar y caricaturizar al arminianismo, enseñando
que nosotros ignoramos o nos oponemos a dichas verdades bíblicas.

REFERENCIAS:
[1] Canon de Dort, Capítulo 3-4, IIL
[2] (Jacobo Arminio, Disputation 11, On The Free Will of Man and its Powers, en The Works of
James Arminius, 2:192).
[3] Olson, Roger (1999) Don’t Hate Me Because I’m Arminian; Christianity Today.
[4] Íbid.
2. Salvación, predestinación y amor de Dios

Por: Fernando E. Alvarado

INTRODUCCIÓN:
Los arminianos entendemos, con base en la Biblia, que la salvación no se basa en la
predestinación. Más bien, la predestinación se basa en la salvación. A pesar de ello,
muchas personas se confunden en este punto. Algunos cristianos ven la predestinación como
la clave de la salvación, pero eso no es cierto. Para quienes sustentan dicho punto de vista,
somos salvos (si es que acaso pudieran estar seguros de ello) debido a una decisión
irrevocable o “decreto” que el Dios Soberano hizo antes de que el mundo comenzara.
Pero, ¿Es eso lo que dice la Biblia? No. La Biblia no enseña en ninguna parte que seamos
salvos por un decreto eterno de Dios. Esa es una forma distorsionada de entender la
predestinación. Más bien, somos salvos por la provisión de la gracia de Dios para la salvación
de todos. Estamos plenamente convencidos de que Jesucristo “murió por todos, para que los
que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado.” (2 Corintios
5:15, NVI).

LO QUE SIGNIFICA SER PREDESTINADOS.


Bíblicamente, la predestinación significa que aquellos que confían plenamente en Jesucristo
para la salvación están “predestinados” para ser conformados a su imagen mientras caminan
en la luz. “Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos.” (Romanos 8:29, NVI). En otras palabras, la predestinación es la predeterminación
del “destino” al que conduce la salvación. La salvación significa la restauración de la imagen
de Dios en nosotros, y en última instancia, significa la “la restauración de todas las cosas,
como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas.” (Hechos
3:21, NVI).

Bíblicamente, la predestinación no se refiere a la voluntad específica de Dios para una persona


en particular, sino a la certeza y soberanía del plan de salvación de Dios en la historia,
mediante el cual la salvación se ofrece a todos y finalmente se cumplirá plenamente en la
justicia, el juicio y la misericordia.

LOS CÁNONES HUMANOS JAMÁS ESTARÁN POR ENCIMA DE LA BIBLIA.


Muchos cristianos entienden las Escrituras principalmente a través de los cánones del Concilio
de Dordt, celebrado en Holanda en 1618-1619. Incluso muchos teólogos de la línea reformada
consideran que el Concilio de Dort es la declaración definitiva del significado de la salvación.
Esto es absurdo, ya que colocan este consejo por encima de las Escrituras. Esta visión de la
salvación fue declarada sucintamente por el autor reformado holandés Arnold A. van Ruler en
su libro de 1989, Calvinist Trinitarianism and Theocentric Politics: Essays Toward a Public
Theology. Van Ruler escribió: “En el tema de la elección eterna, todo depende del libre
poder soberano de Dios… El libre poder soberano de Dios busca ser reflejado en la
voluntad por la cual aprobamos a Dios en su soberanía. Después de todo, de eso se trata
la redención: sumergirse en el abismo de la soberanía de Dios, eventualmente en la
forma de resignarse a la reprobación (resignatio ad infernum).”[1]

Sin embargo, esto no es de hecho de lo que se trata la “redención”.Esta es una vista estrecha
que invierte el orden de las cosas, haciendo que lo que es segundo vaya primero, y que lo
que es primero, vaya en segundo lugar. Bíblicamente, en el tema de la elección eterna, todo
depende, no del antojadizo capricho de un tirano universal, sino del libre amor y la gracia de
Dios. La gracia soberana y gratuita de Dios busca ser reflejada en la disposición por la cual
aceptamos y respondemos responsablemente a Dios. Contrario al pensamiento calvinista la
redención se trata de sumergirse, no el abismo de una soberanía cruel y fría, sino en el abismo
del amor de Dios, confiar plenamente en el carácter amoroso de Dios y en el poder soberano
con total fidelidad a las promesas de su pacto.

CONCLUSIÓN.
Esta, entonces, es la entrada al cumplimiento de todas las maravillosas promesas de Dios de
llevar su reino a plenitud. El amor y la gracia de Dios son lo primero, la voluntad de Dios de
que todos sean salvos. La predestinación garantiza el destino final de todos los que aceptan
y continúan caminando fielmente en la gracia de Dios. Gracias a Dios, a través de Jesucristo
por el Espíritu Santo, conocemos el destino al que nos guía el fiel seguimiento del Salvador.
Y gracias a Dios, nos estamos transformando cada vez más en la imagen de Jesucristo
mientras caminamos de esta manera, de modo que podemos exclamar como Pablo: “¡Qué
profundas son las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Qué indescifrables sus
juicios e impenetrables sus caminos! «¿Quién ha conocido la mente del Señor, o quién ha sido
su consejero?» «¿Quién le ha dado primero a Dios, para que luego Dios le pague?» Porque
todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre!
Amén.” (Romanos 11: 33-36, NVI).

REFERENCIAS:
[1] Arnold A. van Ruler, Calvinist Trinitarianism and Theocentric Politics: Essays Toward a Public
Theology (1989) Lewiston, N.Y.: Edwin Mellen Press. Pp. 83.
3. Y tú, ¿Eres Arminiano?

Posted by: Society of Evangelical Arminians[1]


(Traducido y editado por Fernando E. Alvarado)

INTRODUCCIÓN:
A lo largo de los siglos, los calvinistas han vilipendiado con tanto éxito el arminianismo que
las personas que son arminianos tienen miedo de decirlo. Esto es cierto, aunque el
arminianismo es la posición teológica por defecto del protestantismo cristiano; de hecho,
muchas personas son arminianas y ni siquiera lo saben, e incluso lo niegan. El arminianismo
está tan extendido que incluso las iglesias calvinistas más fuertes están llenas de arminianos.
Es irónico, entonces, que la gente tenga miedo de decir que es arminiana; por ejemplo,
muchos bautistas independientes y sureños son típicamente arminianos, pero a pesar de eso,
a menudo se llaman a sí mismos calvinistas.

A continuación, presento una serie de preguntas las cuales pueden ayudar a las personas que
tienen una teología arminiana a darse cuenta de que son arminianos y ayudarles a
comprender que está bien ser arminiano. Las preguntas tratan los temas más pertinentes que
definen el arminianismo y distinguen el arminianismo del calvinismo.

1.- ¿Crees que Jesús murió por toda la humanidad?


Si respondiste afirmativamente a la pregunta, entonces al menos estás de acuerdo con uno
de los principios centrales del arminianismo y, en general, no serás bienvenido en los círculos
calvinistas. Este es quizás el tema más evidente que divide al calvinismo y al arminianismo. La
mayoría de los calvinistas creen que Jesús murió solo por ciertas personas, aunque existe
cierto debate sobre si Calvino mismo sostuvo esta opinión. Si crees que Jesús murió sólo por
aquellos que eventualmente creerían (unos cuantos elegidos), entonces realmente eres un
calvinista y no un arminiano.

2. ¿Crees que los humanos son tan depravados que no pueden hacer nada para ganar la
salvación y que no pueden elegir creer en Jesús sin la intervención de la gracia de Dios?
Si respondiste que sí, entonces estás de acuerdo con Arminio y el Arminianismo. Los
calvinistas afirman la misma doctrina, y los arminianos concordamos con ellos en casi todos
los aspectos relacionados a ella.[2]

3.- ¿Crees que una persona puede resistir (rechazar para condenación) el poder de
convicción de la gracia de Dios?
Si respondiste que sí, entonces otra vez afirmas otro de los principios centrales del
Arminianismo, como se refleja en las palabras de Jesús: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como
la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). Los calvinistas
argumentan que Dios ha determinado qué individuos creerán; para hacer que su fe sea
posible, los llama a la salvación de tal manera que sus propias voluntades sean superadas
para que no puedan resistir el llamado a la salvación (en otras palabras, los obliga a creer).
Los arminianos creen que Dios realmente quiere que todos crean; pero cuando Dios capacita
a una persona para creer, lo hace de tal manera que el individuo aún puede resistir el poder
de convicción del Espíritu (es decir, el hombre es libre de rechazar la gracia de Dios y así
perderse por su libre elección); de modo que la fe no es un resultado necesario de la gracia
habilitadora de Dios (Dios no obliga a nadie a creer).

4.- ¿Crees que naciste de nuevo cuando pusiste tu fe en Jesús?


Si respondiste que sí, entonces mantienes un principio importante del arminianismo y
probablemente no eres un calvinista. Los calvinistas creen que Dios debe primero darle a una
persona una vida nueva para permitir la fe. Los calvinistas creen que, sin haber sido creados
para compartir la nueva vida, una persona no puede creer. Esto significa que los calvinistas
creen que somos regenerados (nacidos de nuevo) antes de poner nuestra fe en Jesús. Los
arminianos, en cambio, argumentamos que las personas no reciben el don de la nueva vida
hasta que creen. Los arminianos sostenemos que cuando una persona cree, está unida con
Cristo y solo entonces participa de la nueva vida y nace de nuevo; una persona no comparte
la nueva vida sin estar primero unida a Cristo por la fe, porque “todo aquel que en él cree” no
perece, sino que tiene vida eterna (Juan 3:16).

5.- ¿Crees en la elección?


Si respondiste que sí, entonces podrías ser un Arminiano. Los calvinistas creen en una elección
independiente de la fe. Los arminianos creemos que la elección es “en Cristo”; es decir, los
arminianos creemos que cualquier persona que está “en Cristo” es elegida, pero que la fe es
esencial para unirse a Cristo. Por lo tanto, la elección está condicionada a la fe.

6.- ¿Crees en la predestinación?


Si respondiste que sí, entonces podrías ser un Arminiano. Los arminianos afirmamos que los
creyentes están predestinados a la salvación final (si perseveran hasta el fin), no que las
personas están predestinadas a creer (es decir, obligados a creer por el decreto de un Dios
que los predestinó para ello, como afirma el calvinismo).

7.- ¿Crees en la seguridad eterna?


El problema es si las personas que verdaderamente creen en Jesús para la salvación pueden
naufragar su fe y perder su salvación, o por el contrario, una vez que la gente ha puesto
genuinamente su fe en Cristo, si su salvación final está garantizada incondicionalmente. Si
respondiste que sí y crees en la seguridad eterna, podrías ser un Arminiano.
Existe la duda de si Arminio mismo enseñó alguna vez que los creyentes pueden hacer
naufragar de su fe y así perder su salvación. Aparentemente, Arminio no sentó postura al
respecto, dejando el tema abierto a discusión. Los Remonstrantes, los primeros arminianos,
personas que se pusieron del lado de Arminio en los debates teológicos de la Holanda del
siglo XVII, originalmente no tomaron posición sobre este tema, aunque finalmente llegaron a
la conclusión de que los creyentes pueden naufragar de su fe y perecer eternamente. Para
nosotros los arminianos, la perseverancia en la fe es necesaria para la salvación final.

Todos los calvinistas creen en la seguridad eterna incondicional (algunos sin calificación y
otros porque piensan que la fe y su continuidad se deben a una elección incondicional). La
mayoría de los bautistas basan su afirmación de ser calvinistas en este único punto y en la
inclusión tradicional de la posibilidad de apostasía para los creyentes genuinos como parte
esencial de la teología arminiana. Sin embargo, a la luz de la incertidumbre entre los primeros
arminianos sobre este tema y el hecho de que tales bautistas están de acuerdo con la posición
arminiana contra el calvinista en todos los otros puntos de desacuerdo, la seguridad eterna
no debe ser un factor determinante en la cuestión de si uno es un arminiano o un calvinista.

8.- ¿Crees en la doctrina de la satisfacción penal de la expiación?


Si respondiste que sí, o si respondiste que no, todavía podrías ser un Arminiano. La doctrina
de la satisfacción penal de la expiación afirma que la muerte de Jesús implicó un pago por el
pecado. Asume que la justicia de Dios requiere que el pecado sea castigado y que la justa ira
de Dios se desvió de los pecadores merecedores y se derramó sobre Jesús como su sustituto.
Este punto de vista es mantenido por la mayoría de los calvinistas y por la mayoría de los
arminianos (especialmente aquellos que reclaman la nomenclatura “Arminianismo
Reformado” o “Clásico”), aunque algunos arminianos rechazan la idea de que Dios castigó a
su Hijo Jesús. Arminio enseñó la doctrina de la satisfacción penal de la expiación.

9.- ¿Crees que Dios conoce exhaustivamente el futuro?


Si respondiste que sí, podrías ser un arminiano. Los calvinistas y la mayoría de los arminianos
creen que Dios conoce exhaustivamente el futuro. Algunos arminianos piensan que negar
esta doctrina es un rechazo del teísmo cristiano básico, y que aquellos que niegan la doctrina
no pueden ser arminianos.

10.- ¿Crees en la soberanía de Dios?


Si respondiste que sí, entonces podrías ser un Arminiano. Todos los calvinistas y todos los
arminianos afirman la soberanía de Dios, pero difieren en el otorgamiento de la libertad de
Dios a los seres humanos. Algunos calvinistas definen la soberanía como Dios ordenando y
predeterminando todas las cosas y eventos, de modo que la elección humana es simplemente
una ilusión. Algunos calvinistas no niegan explícitamente la libertad humana, sino que
intentan redefinirla para que se ajuste a su visión de soberanía. Los arminianos, en cambio,
afirmamos el libre albedrío básico y que los humanos realmente toman decisiones genuinas,
afirmando sin lugar a duda la culpabilidad humana en el pecado. La opinión arminiana de la
soberanía es que Dios tiene el poder y la autoridad para hacer lo que quiera, y nada puede
suceder a menos que lo haga o lo permita. Los arminianos creemos además que Dios es lo
suficientemente soberano como para dotar a sus criaturas con libre albedrío. La visión
arminiana de la soberanía y la libertad humana está motivada por su comprensión del carácter
de Dios como santo, de modo que 1) Dios no es el autor del mal; y 2) los humanos son
culpables por sus pecados.

CONCLUSIÓN…
En resumen, puedes ser un arminiano y creer:

 La doctrina de la expiación ilimitada (Jesús murió por todos).


 La doctrina de la depravación total (las personas son incapaces de creer en Jesús sin la
intervención de la gracia de Dios).
 La doctrina de la gracia resistible (Dios dispensa la gracia de tal manera que las personas
puedan resistir su gracia convincente).
 La doctrina de la elección (todos los que están “en Cristo” son elegidos).
 La doctrina de la predestinación (los creyentes están predestinados).
 La doctrina de la seguridad eterna o la visión alternativa de que los verdaderos creyentes
pueden abandonar su fe y perecer, así como los incrédulos.
 La doctrina de la expiación de la satisfacción penal (Dios castigó a Jesús por los pecados
del mundo).
 La doctrina de la omnisciencia (incluyendo que Dios conoce el futuro perfectamente).
 La soberanía de Dios (Dios puede hacer lo que quiera, incluso dotar a los humanos con
un libre albedrío).

Como dije antes, la posición por defecto del evangelicalismo cristiano es el arminianismo. Y
como puede verse en este breve resumen, está bien ser arminiano (a pesar de lo que los
calvinistas quisieran hacerte creer). Para una mayor reflexión sobre estos temas, te invito a
leer la Teología Arminiana: Mitos y Realidades, de Roger Olson, que expone la teología
arminiana clásica y desacredita los 10 mitos más comunes sobre el arminianismo.

REFERENCIAS:
[1] Encuesta original publicada en inglés el 28/02/2013 por SEA. Disponible
en: http://evangelicalarminians.org/survey-are-you-an-arminian-and-dont-even-know-it-2/
[2] El término “depravación total” no significa que todos los hombres sean todo lo malo que
pueden llegar a ser, o que todos los seres humanos sean completamente incapaces de hacer
alguna cosa relativamente buena. El hombre está totalmente depravado en el sentido de que
todas sus facultades han sido profundamente afectadas por el pecado: su intelecto, su
voluntad, sus emociones, etc.
4. Si Dios sabía que Adán caería ¿Por qué
lo permitió?

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Dios creó al hombre y le dio la habilidad de tener comunión con su Creador a través de la
fuerza vivificante del Espíritu Santo. En este ambiente el hombre fue capaz de cultivar la
comunión, desarrollando amor libre y desinteresado por Dios. Por lo tanto, el mismo hombre
gozaba de perfección y gracia plenas mientras permaneciese en el ambiente de Dios; sin
embargo, existía la posibilidad de abandonar dicho estado y caer de la gracia y la perfección.
Por desgracia, el hombre, con el engaño del diablo, negó la relación amorosa con Dios y se
alejó de la gracia del Espíritu Santo, quedando espiritualmente muerto al separarse de la
energía vivificante de Dios.

La muerte física que siguió a la muerte espiritual fue un resultado natural del pecado. Así la
muerte entró en la vida humana como un parásito, como resultado del acto libre del hombre:
de su separación de Dios. Dios no impidió la muerte, la permitió para que el mal no llegara a
ser inmortal, para dar al hombre la oportunidad de arrepentimiento, para reconstruir el
hombre y para hacerle nueva creación en Cristo. (2 Corintios 5:17, Gálatas 6:15). Ciertamente,
Dios podría haber creado al hombre incapaz de caer, a fin de que éste no se apartarse de Su
amor, pero esto le quitaría la libertad, es decir, la capacidad de elegir libremente y ser así
moralmente responsable.

El hombre, con su caída, se alejó de la vida divina. Perdió la energía del Espíritu Santo que
hace todo indestructible y su naturaleza quedó enferma. La muerte había entrado en este
mundo a causa del pecado (Romanos 5:12). Pero ¿Acaso Dios no sabía de antemano que esto
pasaría? Si así es, ¿Por qué decidió crear al hombre de todas maneras? ¿Por qué no impidió
la caída?

EL HOMBRE: ¿JUGUETE DE DIOS? ¿ROBOT BIOLÓGICO? ¿ENTRETENIMIENTO DIVINO?


Dios no puso Adán en un estado de prueba en el Edén por mera curiosidad para ver si era
capaz de caer (como parece sugerir el teísmo abierto), o por malevolencia para hacerlo caer
(como parece enseñar el calvinismo), sino con el deseo genuino de que Adán—haciendo uso
del amplio poder que le fue confiado—obtuviese la recompensa final de su fidelidad en la
forma de una libertad de toda posibilidad de pecar. En este sentido, la situación de Adán era
privilegiada. Prácticamente Dios le da libertad total y prohíbe una sola cosa—no comer del
árbol de la ciencia del bien y del mal—con claras consecuencias si desobedecía: muerte.
Por otro lado, Adán y Eva no fueron robots biológicos. Fueron seres con libre albedrío. Aquí
hay que dejar muy claro que Dios no es la causa del pecado de Adán (Santiago 1:13), sino que
Dios les deja la capacidad de escoger. El hecho que había un árbol de la ciencia del bien y del
mal acentúa claramente esta libertad y capacidad de elección. Ahora bien, esto nos lleva a
preguntarnos:

 ¿Sabía Dios que Adán y Eva pecarían?


 ¿Acaso no se hace siempre la voluntad de Dios en cada suceso de la vida humana?
 Si Dios Sabía que Adán y Eva iban a pecar ¿Por qué los dejó? ¿Por qué siguió adelante en
su deseo de crear a Adán y Eva a sabiendas que ellos caerían y esto traería desgracia a la
humanidad entera?

¿SABÍA DIOS QUE ADÁN Y EVA PECARÍAN?


La respuesta a esta pregunta es un sí rotundo. Sabemos por la Escritura que Dios es
omnisciente, lo que literalmente significa “todo-conocimiento”. Job 37:16, Salmo 139:2-4,
147:5; Proverbios 5:21, Isaías 46:9-10, y 1 Juan 3:19-20, no dejan duda de que el conocimiento
de Dios es infinito y que Él sabe todo lo que ha sucedido en el pasado, lo que está sucediendo
ahora, y lo que sucederá en el futuro. Ahora bien, que Dios sepa de antemano lo que ocurrirá
no significa que Él haya predeterminado[1] que así pase. Debemos distinguir entre la
presciencia (o pre-conocimiento de Dios) y su poder para determinar que ciertos sucesos
ocurran.
Para entender la presciencia y la predeterminación de Dios, es preciso tener presente ciertos
factores.

 Primero: en la Biblia se dice claramente que Dios puede preconocer y predeterminar. Dios
mismo presenta como prueba de su Divinidad esta capacidad de preconocer y
predeterminar acontecimientos de salvación y liberación, así como actos de juicio y
castigo, y luego hacer que se realicen. Su pueblo escogido es testigo de ello. (Isaías 44:6-
9; 48:3-8.) La presciencia y la predeterminación divinas constituyen la base de toda
profecía verdadera. (Isaías 42:9; Jeremías 50:45; Am 3:7, 8.) En el Antiguo Testamento
vemos a Dios desafiando a todas las naciones que se oponen a su pueblo a que
demuestren la pretendida divinidad de aquellos a quienes consideran dioses y de sus
ídolos, pidiendo que sus deidades profeticen actos de salvación y juicio similares y que
luego hagan que se cumplan. Su impotencia ante este desafío demuestra que sus ídolos
solo son “viento y vanidad” (Isaías 41:1-10, 21-29; 43:9-15; 45:20, 21.)
 Un segundo factor que debe tenerse en cuenta es el libre albedrío de las criaturas
inteligentes de Dios. Las Escrituras muestran que Dios extiende a tales criaturas el
privilegio y la responsabilidad de elegir lo que quieren hacer, de ejercer libre albedrío
(Deuteronomio 30:19, 20; Josué 24:15), haciéndolas así responsables de sus actos.
(Génesis 2:16, 17; 3:11-19; Ro 14:10-12; Hebreos 4:13.) Por lo tanto, no son meros
autómatas o robots. No se podría afirmar que el hombre fue creado a la “imagen de Dios”
si no tuviera libre albedrío. (Génesis 1:26, 27) Lógicamente, no debería haber ningún
conflicto entre la presciencia de Dios, así como su predeterminación, y el libre albedrío
de sus criaturas inteligentes.
 Un tercer factor que debe tomarse en cuenta, pero que a veces se pasa por alto, es el de
las normas y cualidades morales de Dios reveladas en la Biblia, como su justicia, honradez,
imparcialidad, amor, misericordia y bondad. Por lo tanto, la manera de entender cómo
Dios usa sus facultades de presciencia y predeterminación tiene que armonizar, no solo
con algunos de estos factores, sino con todos ellos.

En todo el registro bíblico, cuando Dios ejerce su presciencia y predeterminación siempre es


en consonancia con sus propósitos y su voluntad. “Proponerse” algo, o trazarse un propósito,
significa aspirar a conseguir cierta meta u objetivo poniendo los medios que lo propician. De
hecho, la palabra griega pró·the·sis, que se traduce “propósito”, significa literalmente
“colocación o preparación antes de algo”. Puesto que los propósitos de Dios se cumplirán
inevitablemente, Él puede preconocer los resultados, la realización final de sus propósitos, y
puede predeterminar tanto esos resultados como los pasos que crea conveniente dar para
lograrlos. (Isaías 14:24-27.) Por eso se dice que Dios ‘forma’ o ‘moldea’ (del hebreo ya·tsár,
término relacionado con “alfarero”; Jeremías 18:4) su propósito en lo que respecta a
acontecimientos o acciones futuras. (2 Reyes 19:25; Isaías 46:11; 45:9-13, 18.) En su calidad de
Gran Alfarero, Dios “obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad”, en armonía
con su propósito (Efesios 1:11), y hace que todas sus obras cooperen juntas para el bien de
los que lo aman. (Romanos 8:28.) Por tanto, Dios puede decir de sí mismo: “yo soy Dios, y no
hay ningún otro, yo soy Dios, y no hay nadie igual a mí. Yo anuncio el fin desde el principio;
desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré
todo lo que deseo”, específicamente en relación con sus propósitos determinados (Isaías 46:9-
13).

¿Cómo se aplica esto en el caso de Adán, Eva y la caída? Dios creó perfecta a la primera pareja
humana, y pudo contemplar los resultados de toda su obra creativa y ver que todo era
“bueno”. (Génesis 1:26, 31; Deuteronomio 32:4). Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
lo hizo libre, pues no necesitaba predeterminar las decisiones de Adán ni obligarlo a ser fiel o
a caer. En lugar de preocuparse con un sentido de desconfianza por lo que la pareja humana
pudiera hacer en el futuro, Dios “reposó”, dice el registro (Génesis 2:2); lo cual evidencia que
Dios no le teme al albedrío humano ni lo considera una amenaza ¡Dios simplemente reposó!
Pudo hacerlo porque, en virtud de su omnipotencia y sabiduría supremas, ninguna acción,
circunstancia o contingencia que surgiera podría convertirse en un obstáculo insalvable o en
un problema irremediable que impidiera la realización de su propósito soberano (2 Crónicas
20:6; Isaías 14:27; Daniel 4:35). ¡Así de grande es nuestro Dios que no necesita obligar o
manipular a nadie a hacer nada! Por lo tanto, no existe ninguna base bíblica para apoyar los
argumentos de los que creen en la predestinación y alegan que Dios predeterminó la Caída.
De haberlo hecho, Dios sería el responsable del pecado y del mal existente en la Tierra. Ni
Satanás ni el hombre podrían ser justamente condenados por hacer aquello que Dios ya había
predestinado que ocurriera. Simplemente estarían haciendo la voluntad de Dios. Pero ese no
fue el caso. A Satanás y al hombre se les hizo libres para elegir, por lo tanto, se les hará
responsables de sus decisiones.

No podemos olvidar la siguiente verdad: Que Dios supiera que el hombre caería no lo hace
responsable de ello. La presciencia es uno de sus atributos, Dios no puede evitar saber lo que
pasará pues, en tal caso, dejaría de ser omnisciente. ¿Cómo funciona entonces la presciencia?
El término “presciencia” se traduce la palabra griega pró·gnō·sis (de pro, “antes” y gnō·sis,
“conocimiento”). Es empleado en textos como Hechos 2:23 y 1 Pedro 1:2. La forma verbal
correspondiente, pro·gui·nṓ·skō, se emplea en dos ocasiones con referencia a los seres
humanos: en el comentario de Pablo respecto a ciertos judíos que lo habían conocido de
antes y en la referencia que hace Pedro al conocimiento de antemano que tenían aquellos a
quienes dirigió su segunda carta (Hechos 26:4, 5; 2 Pedro 3:17) En este último caso es obvio
que tal presciencia no implicaba predeterminación, es decir, no significaba que aquellos
cristianos habían predeterminado el lugar y las circunstancias relacionados con las
condiciones y los sucesos futuros que Pedro había considerado. Pero sí tenían una idea
general de lo que podían esperar. Esto es precisamente lo ocurrido en la Caída: Dios sabía
que ocurriría, mas no determinó que ocurriera.

¿ACASO NO SE HACE SIEMPRE LA VOLUNTAD DE DIOS EN CADA SUCESO DE LA VIDA


HUMANA?
No necesariamente. Dios nos ha dado libertad. Hemos oído hasta la saciedad que Dios es
soberano. Esto es verdad. Sin embargo, hemos olvidado que la soberanía de Dios se entrelaza
de forma magistral con el albedrío humano. En su soberanía, Dios le concedió al hombre la
libertad para elegir, lo cual implica la capacidad de obedecer o desobedecer la voluntad de
Dios. ¿Implica esto que Dios es menos soberano que si nos obligara a hacer su voluntad, o
predeterminara cada suceso de nuestra vida? Absolutamente no. Solo nos muestra lo
confiado y seguro que está Dios en su soberanía y en su capacidad para realizar sus
propósitos.

Ante la pregunta de si se hace siempre la voluntad de Dios, la respuesta es sí, pero también
no. ¿Cómo así? Una cosa es que Dios tenga el poder de obligarnos a hacer su voluntad. Él
indiscutiblemente puede hacerlo ¡Pero no lo hace! ¿Por qué? Porque él ha elegido no hacerlo
con el propósito de hacer posible y real el albedrío del hombre. En este punto es necesario
entender la diferencia entre la voluntad perfecta y la voluntad permisiva de Dios:

1. La voluntad perfecta y soberana de Dios es la que se desarrolla de acuerdo con su Palabra


y basada en su perfecta sabiduría. Es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2). La
voluntad perfecta es lo que Dios quiere que acontezca y, en su máxima expresión, se
relaciona con su plan redentor y su designio final para la creación. Para garantizar su
cumplimiento, Dios ha predeterminado ciertos sucesos. El ser humano no puede
oponerse a ella ni hacer nada para cambiarla. Esta faceta de la soberanía de Dios
representa la capacidad de poner en práctica Su santa voluntad o supremacía. El Altísimo,
Señor del Cielo y de la tierra, tiene poder ilimitado para hacer lo que haya resuelto. Al ser
absolutamente independiente, Dios hace lo que le place. Nadie puede disuadirlo, nadie
puede obstaculizarlo. En Su Palabra, Dios declara: “Yo soy Dios, y no hay otro Dios; y nada
hay semejante a mí… mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” Isaías 46:9-10).
Nabucodonosor, el Rey de Babilonia, edificó obras arquitectónicas que fueron clasificadas
entre las Siete Maravillas del Mundo. Aun así, alabó la soberanía del Altísimo. “Cuyo
dominio [el de Dios] es sempiterno, y su reino por todas las edades… Y él hace según su
voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra. Y no hay quien detenga
su mano.”(Daniel 4:34-35).

2. La voluntad permisiva de Dios es esa voluntad en la cual Dios no decreta lo que ocurre ni
tampoco es Su deseo que suceda, ya que la misma no está de acuerdo con Su Ley. Sin
embargo, Dios permite que el hombre se revele contra Él permitiendo a las personas que
hagan cosas tales como mentir, robar, etc. Jeremías 19:5 nos dice: “…Y edificaron lugares
altos a Baal, para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal; cosa que
no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento…”. Es obvio que Dios no quería que
eso pasara, pero, en su respeto de la libertad humana, Dios lo permitió. Lucas 8:32 nos
habla de ese mismo principio: “Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el
monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso”. Dios siempre es
respetuoso, aún de las decisiones de los malos y perversos. Sólo así puede juzgarlos
responsables de sus actos. De lo contrario, Dios mismo sería el responsable de las
consecuencias de las malas decisiones de otros. Romanos 1:22-23 nos muestra la triste
realidad del ser humano: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria
del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de
cuadrúpedos y de reptiles”. Por eso mismo, Dios los entrega a una mente reprobada, para
que hagan cosas que no convienen y lleven las consecuencias, positivas o negativas, de
sus propios actos. La caída de Adán y Eva encaja dentro de la voluntad permisiva de Dios,
mas no en su voluntad perfecta, pues a Dios no lo tienta la maldad ni tampoco él tienta
a nadie (Santiago 1:12-14).

SI DIOS SABÍA QUE ADÁN Y EVA IBAN A PECAR ¿POR QUÉ LO PERMITIÓ? ¿POR QUÉ
SIGUIÓ ADELANTE EN SU DESEO DE CREAR A ADÁN Y EVA A SABIENDAS QUE ELLOS
CAERÍAN Y ESTO TRAERÍA DESGRACIA A LA HUMANIDAD ENTERA?
La Biblia no nos dice detalladamente por qué los deja pecar, ni por qué siguió adelante con
su plan creador aun conociendo de antemano los resultados, pero si hay algunos puntos que
podemos inferir:

EL DERECHO DE DIOS A DAR VIDA Y FORMAR UNA FAMILIA DE SERES CREADOS A SU


IMAGEN Y SEMEJANZA:
Si Dios sabía que Adán y Eva iban a pecar, primero, es claro que esto no tomó a Dios por
“sorpresa.” Si la objeción es que Dios no debió haberlos creado a sabiendas de que
pecaríamos, entonces estaríamos pidiendo nuestra propia inexistencia. Eso sería absurdo
(Isaías 45:10, Romanos 9:20). La vida es un regalo y debe tomarse como tal. Decir que Dios no
debió haber creado a Adán y Eva, o permitir que todos nosotros naciéramos es simplemente
tonto. Sería como negarle a un padre o madre humanos el derecho a tener hijos sólo porque
estos no serán como sus padres o porque nacer, inevitablemente, implica algún grado de
dolor y sufrimiento. Esto adquiere mayor sentido si se considera que lo mismo que Dios
experimentó con Adán y Eva es lo mismo que les sucede a los padres humanos también. Hay
ocasiones en la que los padres deben dejar que los hijos hagan su voluntad y aprendan las
consecuencias de su desobediencia. Pero negarles la existencia porque no serán perfectos es
absurdo. Además, tampoco sería justo negarle a alguien el privilegio de ser padre si está
plenamente capacitado para serlo.
El propósito de Dios era que la Tierra fuera un paraíso y se llenara con los descendientes de
Adán y Eva para, finalmente, si demostraban ser fieles a Dios, gozar de vida eterna en su
presencia (2 Pedro 1:4). Dios estaba buscando formar una familia (Juan 1:12, 1 Juan 3:2,
Gálatas 4:1-7), hacer a la humanidad sus herederos (Romanos 8:17). Y Dios cumplirá su
propósito, aunque Satanás intente impedírselo (Génesis 1:28; Isaías 55:10, 11). Pensemos por
un momento ¿Tiene el hombre derecho a negarle a Dios formar una familia si así lo desea?
¡Claro que no! Por eso, Dios no destruyó a Adán y Eva de inmediato, sino que les permitió
tener hijos. Así, los hijos de Adán y Eva podrían decidir a quién querían como Padre y
gobernante. Adán y Eva tomaron su decisión conscientemente, pero ¿Qué pasaría con los
millones de seres humanos a quienes Dios preconoció en su omnisciencia y vio que le
elegirían si se les daba la oportunidad? ¿Por qué negarles a ellos el privilegio de nacer sólo
porque sus primeros padres no fueron fieles? (Romanos 8:29-30, Hebreos 2:14-17, 1 Pedro
1:2)

EL DERECHO DE DIOS A GOBERNAR SOBRE SUS CRIATURAS:


Si Dios crea a Adán y Eva con libre albedrío, es factible especular que Dios también sabía que
ellos caerían tarde o temprano, sin importar las amantes advertencias de Dios. En su sabiduría
Dios consideró oportuno dejar que los seres humanos hicieran su voluntad y aprendieran las
consecuencias de su desobediencia. Esto es parte de un proceso de educación y aprendizaje
para la humanidad. En este mundo estamos aprendiendo que el pecado y la rebelión son
graves (Jeremías 2:19), al entenderlo, debe nacer en nosotros (por nuestra libre voluntad)
cambiar dicha situación a través del aborrecimiento del pecado. No podemos culpar a Dios
por el pecado y la maldad a pesar de ser el Creador y conocer de antemano lo que pasaría
¿Por qué? No podemos olvidar que el mal surgió en la Tierra cuando Satanás dijo la primera
mentira. Él era un ángel bueno y perfecto, pero cayó de su posición exaltada por
desobediencia y orgullo (Juan 8:44). Fue cultivando el deseo de ser adorado, derecho que
pertenece solo al Creador. Con una mentira, persuadió a Eva, la primera mujer, para que le
obedeciera a él y no a Dios. Adán se unió a su esposa en su desobediencia. Dicha decisión, y
no Dios, ha producido sufrimiento y muerte. (Génesis 3:1-6, 19). Al sugerirle a Eva que
desobedeciera a Dios, Satanás comenzó una rebelión. Se negó a reconocer la soberanía
divina, o el derecho a gobernar que tiene el Altísimo. Como la mayoría de la humanidad se
ha unido al Diablo al rechazar la autoridad de Dios, Satanás se ha convertido en el príncipe y
dios de este mundo (Juan 14:30 y 1 Juan 5:19).

Dios nunca obligó ni preordinó la caída de Adán como a menudo sugieren los calvinistas. Las
obras de Dios son perfectas. Los primeros seres humanos y los ángeles eran capaces de
obedecer a Dios en todo (Deuteronomio 32:4, 5). Él nos dotó de libertad para elegir entre el
bien y el mal. Esa libertad nos permite obedecerlo por amor. (Santiago 1:13-15 y 1 Juan 5:3).
Fue culpa del hombre, no de Dios, caer de dicho estado de gracia. Acusar a Dios de preordinar
la caída no solo difama el carácter santo, justo y amoroso de Dios, sino que constituye una
herejía grosera y blasfema.

Entonces ¿Por qué toleró Dios la caída y sigue tolerando aún hoy el pecado del hombre?
¿Acaso no podría erradicarlo de inmediato? Sí, claro que podría. Sin embargo, Dios ha optado
por tolerar la rebelión contra su soberanía solo por un tiempo. ¿Con qué propósito? Para
demostrar que nada, fuera de Él y su Reino, puede beneficiar a la humanidad (Eclesiastés 7:29;
8:9). Tras seis mil años de historia, ya no queda ninguna duda: los líderes humanos no han
sido capaces de eliminar las injusticias, los delitos, las guerras ni las enfermedades. (Jeremías
10:23 y Romanos 9:17). Pero si dejamos que Dios nos gobierne, obtendremos beneficios
(Isaías 48:17, 18). No debemos olvidar que el derecho de Dios a gobernar sobre sus criaturas
y el carácter del hombre y sus motivaciones para adorar a Dios fueron cuestionadas por
Satanás. Satanás acusó a Dios delante de millones de ángeles (Job 38:7; Daniel 7:10). Así que
Dios le dio a Satanás tiempo suficiente para que demostrara si tenía razón. También les dio
tiempo a los seres humanos para que se gobernaran ellos mismos en un mundo controlado
por Satanás. De ese modo, los humanos podrían demostrar si pueden gobernarse sin la ayuda
de Dios. Satanás aseguró que los seres humanos (y aun los mismos ángeles) le sirven a Dios
solo por conveniencia. Gracias a la paciencia divina, todos podemos probar por nuestro modo
de vivir que el Diablo es un mentiroso y que apoyamos y reconocemos el gobierno de Dios
más bien que el del hombre o el del mismo Satanás (Job 1:8-12, Proverbios 27:11). Al permitir
el pecado y la caída, Dios desea mostrarnos a nosotros, los descendientes de Adán (y de
hecho a toda la creación) las consecuencias de vivir por nuestra propia cuenta o bajo el
gobierno satánico. Tras dos guerras mundiales y siglos de hambrunas, desastres naturales,
violaciones, criminalidad, etc. ¿Quién en su buen juicio desearía continuar de la misma forma
por la eternidad? A través de este proceso de aprendizaje, Dios no solo busca prevenir
rebeliones posteriores que pondrían en peligro al resto de criaturas inocentes por Él traídas a
la existencia, sino mostrarnos de forma experimental su derecho a gobernar sobre el hombre
y los beneficios de obedecer sus mandamientos los cuales, a la larga, no buscan imponer un
reinado despótico de origen divino, sino beneficiar a sus criaturas con leyes justas, sabias y
benéficas. Al fin de cuentas, nadie mejor que el fabricante para elaborar manual sobre el uso
correcto de su creación. Lamentablemente, hoy en día el hombre piensa que los
mandamientos son gravosos, restrictivos y autoritarios. Dios, por el contrario, desea que
descubramos que son para nuestro bien, no para limitarnos.
EL QUE DIOS SUPIERA DE ANTEMANO LO QUE OCURRIRÍA, Y AUN ASÍ CONTINUARA
CON SU PLAN CREATIVO, NO LO CONVIERTE EN EL AUTOR DEL PECADO Y DEL MAL EN
EL MUNDO, PUES ESTO NO REFLEJA SU VOLUNTAD FINAL Y PERFECTA PARA EL
HOMBRE, SINO UN DESVÍO TEMPORAL DE LA MISMA:

Dios no es el autor del mal y del pecado, ni tampoco tentó, obligó o preordinó a Adán y Eva
para que pecaran (Santiago 1:13). Esto lo hicieron solos por su libre voluntad. No podemos
responsabilizar a Dios por ello. Pero la maldad y el sufrimiento en el mundo no solo es
responsabilidad del hombre. La Biblia dice que “el mundo entero está bajo el control del
maligno” (1 Juan 5:19, NVI). El gobernante de este mundo es Satanás, un ser malvado y cruel.
Él está engañando “al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Mucha gente lo imita. Esta es la
primera razón por la que el mundo está lleno de mentiras, odio y crueldad. Pero hay una
segunda razón por la que hay tanto sufrimiento. Después de rebelarse contra Dios, Adán y
Eva pasaron el pecado a sus hijos, heredándoles su naturaleza pecaminosa. Como los seres
humanos son pecadores, hacen sufrir a otros. Muchas veces quieren ser más importantes que
los demás. Así que luchan, van a la guerra y maltratan a otras personas para conseguirlo
(Eclesiastés 4:1; 8:9). En otras palabras, somos nosotros quienes nos provocamos el mal los
unos a los otros. La tercera razón por la que a veces sufrimos es que, en un mundo caído y
alejado de Dios como este, “a todos les llegan buenos y malos tiempos” (Eclesiastés 9:11).
Esto quiere decir que puede que tengamos un accidente o que nos pase algo malo porque
estemos en el lugar y en el momento equivocados, no porque Dios así lo planeó o se deleite
en nuestro sufrimiento. Así pues, podemos estar seguros que Dios no causa el sufrimiento.
No es responsable de las guerras, el delito, la violencia o las injusticias. Tampoco es
responsable de los terremotos, los huracanes, las inundaciones y otros desastres.

EL DON DEL LIBRE ALBEDRÍO: Muchos, en su intento por reprocharle a Dios la caída de
Adán y culpar al Señor por el mal en este mundo, argumentan que Dios bien pudo haber
puesto a alguien en la tierra que nunca pecase en lugar de Adán y Eva. Es decir, Dios pudo
haber creado robots biológicos que solo fuesen capaces de hacer su voluntad y jamás pecar.
Quienes opinan que Dios pudo haber limitado el libre albedrío de Adán y Eva, parecen ignorar
que es precisamente el libre albedrío lo que nos hace humanos, porque sin libre albedrío
tampoco existiría amor verdadero.
Aunque Dios no deseaba la caída del hombre ni preordinó que esta pasara, este evento
funciona para llevar a cabo los planes de redención humana. De forma similar, Jesús no
deseaba su propia muerte y sufrimiento (Mateo 26:42) pero lo hizo por amor. Génesis es el
paraíso perdido, el resto de la Biblia es el plan de redención en ejecución y el Apocalipsis es
el paraíso nuevamente recuperado. Todo esto con el beneficio adicional de saber que la
rebelión es una mala idea. En vez de enojarnos con Dios por permitir la caída y haber creado
al hombre aun sabiendo que éste pecaría, deberíamos estar agradecidos porque el Ser
humano es, posiblemente, el único ser con libre albedrío que ha experimentado el pecado en
toda su potencia y aún tiene la oportunidad de heredar el Reino de Dios. A los ángeles caídos
no les será otorgado tal privilegio. La caída de Satanás fue un suceso irreparable, la del
hombre tiene solución.

Cierto es que Dios pudo haber creado un universo en donde todo el mundo le “amara” y Adán
y Eva nunca pecasen, pero tal mundo puede ser una imposibilidad práctica si Dios quiere
preservar el libre albedrío de los humanos. Dios en verdad quiere que escojamos amarlo y
obedecerlo (2 Pedro 2:4). Igual que un padre quiere que sus hijos lo amen de corazón y corran
a sus brazos abiertos. Pero los hijos tienen libre albedrío y existe el peligro real que nuestros
propios hijos rechacen libremente nuestro amor. Este es un riesgo que todos los padres están
dispuestos a correr, porque el amor verdadero vale la pena. El amor no puede ser forzado
porque el único amor que vale la pena recibir es el amor libremente otorgado. Dios sabía
desde un principio que la humanidad caería, y aun así les otorga libre albedrío en un mundo
donde las acciones tienen consecuencias reales. De otra forma, viviríamos en un mundo de
caricatura donde no existiría la posibilidad de pecar, pero sería también un mundo donde la
bondad verdadera, la virtud, el sacrificio, la belleza y el amor serían falsos o simplemente no
existirían.

Un mundo sin libertad es un mundo sin amor. Dios es Amor, por eso nos da libertad. Por esto
manda a su Hijo como rescate, “para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga
vida eterna” (Juan 3:16). Ese ha sido el plan de Dios desde el principio y será el plan que se
ejecute: La vida eterna a todo el que crea en Él. Aprendamos del error de Adán y Eva y usemos
nuestra libertad sabiamente mientras estemos en esta Tierra, como Dios quiso desde el
principio, y démosle la Gloria a Él (Romanos 11:36).

Pero ¿Acaso la existencia del libre albedrío no contradice la soberanía de Dios? No, sino todo
lo contrario, la reafirma y la hace más gloriosa, pues Dios no necesita haber preordenado cada
evento de la vida de sus criaturas (como quien tuviera miedo de no poder controlarlas), sino
más bien es tan soberano que sabe que, en cualquier momento y si así lo deseare (y más
importante aún, sin obligar a sus criaturas), puede intervenir en la historia humana y llevarla
al fin que Él se propuso. Como bien lo dijera A. W. Tozer: “Dios soberanamente decretó que
el hombre debería ser libre para ejercer su albedrío moral, y el hombre desde el principio ha
cumplido ese decreto al elegir entre el bien y el mal. Cuando elige hacer el mal, no contrarresta
la voluntad soberana de Dios, sino que lo cumple, en la medida en que el decreto eterno
decidió no elegir qué opción debería tomar el hombre, sino que debería tener la libertad de
hacerlo. Si en su libertad absoluta Dios ha querido darle al hombre una libertad limitada,
¿quién está allí para detener su mano o decir, ‘¿Qué haces?’ La voluntad del hombre es libre
porque Dios es soberano. Un Dios menos soberano no podría otorgar libertad moral a sus
criaturas. Tendría miedo de hacerlo “.[2]
CONCLUSIÓN
El carácter de Dios ha sido difamado por aquellos que enseñan que Dios predeterminó la
caída. En su intento por reafirmar la soberanía de Dios, sólo lograron difamar su carácter y
convertirlo en una especie de titiritero cósmico. El fatalismo y predestinacianismo propio del
calvinismo y otros grupos heréticos es, por tal razón, antibíblico. Peor aún, es de origen
pagano. En el calvinismo, dados sus orígenes maniqueos, esto no es de extrañar.

Lo cierto es que fueron los pueblos paganos de la antigüedad (no los judíos, ni mucho menos
los cristianos), quienes creían que los dioses predeterminaban el destino de una persona, en
particular la duración de su vida. La mitología griega atribuía el control de los destinos del
hombre a tres deidades: Cloto (la hilandera), que hilaba la trama de la vida; Láquesis (la que
da a cada uno su parte), que determinaba la duración de la vida, y Átropo (la inflexible), que
ponía fin a la vida de una persona cuando se cumplía su tiempo. Los romanos también
tuvieron una tríada similar.

Según el historiador judío Josefo (siglo I E.C.), fueron los fariseos quienes procuraron conciliar
el concepto pagano del destino con su creencia judía en Dios. Este es el mismo error de los
calvinistas modernos.[3] Lo cierto es que, antes de Agustín [siglos IV y V E.C.], no hubo en el
cristianismo un desarrollo serio de la teoría de la predestinación. De hecho, los “padres de la
Iglesia” anteriores a Agustín —entre ellos Justino, Orígenes e Ireneo— “no tuvieron
conocimiento alguno del concepto de la predestinación incondicional; enseñaron el principio
del libre albedrío”.[4] Al refutar las doctrinas propias del gnosticismo, estos “padres de la
Iglesia” por lo general se apoyaron en la creencia de que la facultad del libre albedrío era “la
característica distintiva de la personalidad humana, la base de su responsabilidad moral, un
don divino que le permitía al hombre optar por hacer las cosas que agradan a Dios”, y
hablaron de “la autonomía del hombre ante Dios, cuyo consejo no le constreñía”.[5]

REFERENCIAS:
[1] “Predeterminar” traduce la palabra griega pro·o·rí·zō (de pro, “antes” y ho·rí·zō, “delimitar, demarcar”). (La palabra
española “horizonte” se deriva de la griega ho·rí·zōn, que significa “delimitador, demarcador”.) Como ilustración del
sentido que tiene el verbo griego ho·rí·zō, véase la declaración que hizo Jesús con respecto a sí mismo: “El Hijo del
hombre va según lo que está determinado [ho·ri·smé·non]”; o las palabras de Pablo cuando dijo que Dios “les ha
prefijado [delimitado, ho·rí·sas] el orden de los tiempos, y los límites de su habitación”. (Lucas 22:22; Hechos 17:26).
Este mismo verbo también se usa para hacer referencia a la determinación de los hombres, como, por ejemplo,
cuando los discípulos “determinaron [hó·ri·san]” enviar una ayuda para socorrer a sus hermanos necesitados (Hechos
11:29) No obstante, las referencias específicas a la acción de predeterminar que aparecen en el Nuevo Testamento
solo se aplican a Dios.
[2] A.W. Tozer, The Knowledge of the Holy: The Attributes of God.
[3] La Guerra de los Judíos, libro II, cap. VIII, sec. 14; Antigüedades Judías, libro XVIII, cap. I, sec. 3
[4] Encyclopædia of Religion and Ethics, de Hastings, 1919, vol. 10, pág. 231
[5] The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, edición de S. Jackson, 1957, vol. 9, págs. 192, 193
5. ¿Llevamos nosotros la culpa del pecado de
Adán?
¿Por qué debemos sufrir por ello?
Por: Fernando E. Alvarado.

Dedicado a mis alumnos (11th A), cuya hambre de Dios y sincero deseo de aprender me
desafían a diario a investigar, aprender y desear ser cada día un mejor maestro cristiano.

INTRODUCCIÓN.
Nací en una familia disfuncional. Una familia cargada con sus propios problemas, con ciertos
patrones de abuso, tendencia a ciertos pecados, vicios, costumbres y patrones de conducta
heredados que repetíamos como obligados a hacerlo. Eso es lo que vivimos, eso es lo que
aprendimos. Mis hermanas y yo hemos sufrido de forma personal, y a veces injustamente, por
los errores de mis padres. Al fin de cuentas somos sus hijos y sus decisiones nos afectan de
una manera u otra. Lo mismo ocurrió con Adán y Eva. Y es que la razón por la que sufrimos
por el pecado de Adán y Eva es exactamente la misma razón por la que sufrimos por los
errores de nuestros padres y es la misma razón por la que nuestros hijos sufren por nuestros
errores. Adán y Eva no fueron cualquier pareja aislada de nosotros. Ellos fueron nuestros
ancestros. Venimos de ellos. Debemos recordar que el hombre fue creado por Dios en un
estado perfecto de libertad (la libertad necesaria para poder amar, ya que sin libertad no se
puede amar) y bendición, pero cuando Adán pecó, toda la raza humana cayó con él
haciéndose acreedora de la muerte.

NO SOMOS RESPONSABLES DEL PECADO DE ADÁN, PERO SÍ SUS HEREDEROS.


Dios creó a nuestros primeros padres en estado de gracia, felicidad absoluta y perfección.
Además, Dios creó al hombre como criatura libre y, en su soberanía, le ordenó que “comiera
de todo árbol del jardín; pero no deberás comer del árbol de la ciencia del bien y del mal,
porque cuando comas de él, ciertamente morirás”. (Génesis 2:17). En otras palabras, el hombre
era libre de comer, divertirse, correr desnudo con el único miembro del sexo opuesto y
absolutamente perfecto de la raza humana (sí, Dios no se opone a la diversión y al disfrute,
de hecho, Él inventó el placer). Dios les dio libertad de hacer lo que quisieran siempre que
respetaran los límites establecidos por el Señor. Ellos, cediendo a la tentación del demonio,
desobedecieron.
Con este pecado de desobediencia nuestros primeros padres perdieron la gracia para ellos y
para nosotros, sus hijos. Lo mismo sucedería con los hijos de un adicto al juego que queda
en la ruina al perderlo todo en una apuesta o juego de azar. Esto podría parecernos injusto,
pero de hecho pasa una y otra vez en la vida real. Consideremos el siguiente ejemplo: Si un
monarca concede a una familia un título nobiliario con la condición de que el cabeza de
familia no se haga indigno de semejante gracia, ¿Quién puede protestar si después de una
ingratitud de este cabeza de familia, el monarca retira el título a toda la familia? Así pues, las
consecuencias del pecado adámico se transmiten de generación en generación, por herencia.
Nosotros no somos responsables del pecado original porque no es pecado personal nuestro;
pero heredamos las consecuencias de este al nacer. Por eso el pecado original es llamado
“pecado” de manera análoga: es un pecado “contraído”, no “cometido”; es un estado, no un
acto.

En virtud de la ley de solidaridad de Adán con toda la humanidad, por ser su cabeza físico-
jurídica, nos priva de los dones extraordinarios que Dios había concedido en un principio a
Adán para que los comunicara a sus descendientes. Del mismo modo que entre Adán y sus
descendientes hubiera existido solidaridad si hubiera sido fiel, del mismo modo existe
también solidaridad en su rebeldía. El gran desastre del pecado de Adán fue que arrastró
consigo a toda la naturaleza humana. De igual manera que si Adán se hubiese suicidado antes
de tener hijos, hubiera privado de la vida a todo el género humano, así con su pecado nos
priva de la gracia. Fue un suicidio espiritual por parte de Adán que nos impidió, a todos sus
descendientes, nacer a la clase de vida originalmente diseñada por Dios para nosotros.

¿CÓMO SURGE EL PECADO EN UNA CRIATURA PERFECTA COMO ADÁN?


Adán estaba muy consciente de su estado de sumisión a Dios. Precisamente porque una
voluntad creada le pertenece a la criatura, esa criatura, si reflexiona lo suficiente, puede
reflexionar acerca de su propio estado subordinado y darse cuenta de que no es Dios. Ser
criatura implica limitaciones a las que Dios no está sometido. Entonces la pregunta que surge
naturalmente es, ¿No será que el Creador ha negado a la criatura alguna libertad que le pueda
beneficiar? Adán y Eva evidentemente pensaron que la respuesta era un sí. En resumen, el
problema del mal comienza cuando criaturas libres piensan que Dios es malo por estarles
restringiendo (Génesis 3:1-6). En cuanto a esto, obviamente Adán y Eva pensaron que Dios en
verdad estaba siendo demasiado restrictivo y cuando decidieron tomar y comer el fruto, su
rebelión se consumó. Fue en este momento en que el mal se hace realidad, mientras que
antes era sólo una posibilidad.

La naturaleza de Adán y Eva cambió, así como la naturaleza del mundo ya que Dios maldijo
la tierra (Génesis 3:17). De este evento la naturaleza fue puesta bajo esclavitud (Romanos
8:21). Es difícil imaginar algún tipo de maldad natural que no haya podido surgir de la caída
(cáncer, enfermedades, pestilencias, tsunamis, etc.). Entonces el hombre fue expulsado del
paraíso y separado del poder rejuvenecedor del árbol de la vida y comenzó a morir. Quizá
podríamos pensar que no es justo sufrir por los pecados de nuestros antepasados. Sin
embargo, cuando Adán y Eva se reprodujeron, ellos también reprodujeron su corrupción, ya
que nosotros somos sus copias genéticas. La reproducción sexual es algo que debe tomarse
en serio. Es interesante notar que cuando Adán y Eva pecaron y sus ojos fueron abiertos
(Génesis 3:7) ellos hicieron cubiertas para sus órganos reproductivos: Ellos sabían que a partir
de ese momento iban a reproducir su propia corrupción.

HEREDEROS DE LA RUINA.
A diferencia de los ángeles, los descendientes de Adán no son creados individualmente sino
por generación seminal: de una manera muy real todos estamos “presentes” en nuestros
padres y cuando un óvulo y un espermatozoide se unen, se crea un nuevo ser con la misma
naturaleza física y espiritual (esto en teología se llama Traducianismo) que sus padres,
heredando su propensión al mal. Esta naturaleza es siempre propensa a una perversidad
inimaginable.

La semilla de Adán merece la muerte incluso cuando es joven porque su fruto es siempre
venenoso y maligno, a menos que sea redimida por el Espíritu Santo. Así como la naturaleza
del escorpión está propensa a picar e inyectar su veneno, la naturaleza del humano es pecar.
Incluso si el niño no tuviera “ninguna oportunidad” de cometer el mal, su naturaleza dicta que
eventualmente ese será el resultado. Si dejas que un pequeño escorpión crezca lo suficiente,
crecerá su aguijón. Eso es lo que dicta su naturaleza. Y así “el pecado vino al mundo por un
hombre y la muerte por el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque
todos pecaron”. (Romanos 5:12)

No somos buenos por naturaleza pues la caída y sus efectos, los cuales heredamos de Adán,
han deformado (más no destruido) la imagen de Dios en nosotros. Fuimos concebidos en
pecado (Salmo 51:5); es decir, nacimos en un mundo caído, en condiciones imperfectas e
infectados con el virus del pecado. El hombre no puede evitar pecar ya que venimos de la
misma vid: Llevamos el mismo ADN y la misma naturaleza de Adán por herencia genética
irrevocable. A pesar de ello, la Biblia es clara al afirmar que seremos juzgados por nuestros
propios pecados y no por el de Adán. Ni los hijos son castigados por los pecados cometidos
por sus padres; ni los padres son castigados por los pecados de sus hijos. Cada uno es
responsable por sus propios pecados. Ezequiel 18:20 nos dice, “El alma que pecare, esa morirá;
el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo.” Este verso muestra
claramente que el castigo por los pecados de una persona, es asumido por ella misma. Como
dijera Pablo, “por medio de un solo hombre [es decir, Adán] el pecado entró en el
mundo”, pero ese pecado no es el causante de que yo, nacido miles de años después, sea
condenado y vaya al infierno. Yo soy responsable sólo por mis propios pecados, pues “la
muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (Romanos 5:12, NVI). Dejemos
de culpar a Adán, y sobre todo a Dios, de nuestra propia maldad y condenación.

CRISTO REVOCA LA MALDICIÓN ADÁMICA, CONVIRTIÉNDOSE ÉL MISMO EN EL


SEGUNDO Y NUEVO ADÁN.
Como ya se dijo, la caída no fue nuestra culpa. Heredar esa mala naturaleza no fue decisión
nuestra. Sin embargo, al ser hijos de Adán, llevar tal herencia en nuestro ADN es una
característica irrenunciable de nuestra especie. Dios, no obstante, consciente de que tal
herencia de pecado no es nuestra culpa y, en su deseo de corregir el error cometido por Adán
y Eva y redimir a una descendencia que jamás pidió estar en tales condiciones, decidió sustituir
a Adán como cabeza de la humanidad y “re-crear” una nueva humanidad libre de la maldición
del pecado y las consecuencias de la caída. Dios sabía que la única forma de salir de nuestra
naturaleza corrupta es heredar una naturaleza nueva. Por eso, Dios ha provisto una manera
para que esto suceda: Dios envió a Jesús, el segundo y último Adán:

“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró
la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron. Antes de
promulgarse la ley, ya existía el pecado en el mundo. Es cierto que el pecado no se toma en
cuenta cuando no hay ley; sin embargo, desde Adán hasta Moisés la muerte reinó, incluso
sobre los que no pecaron quebrantando un mandato, como lo hizo Adán, quien es figura de
aquel que había de venir. Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia
de Dios. Pues, si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don
que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos! Tampoco se puede
comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la
condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene
que ver con una multitud de transgresiones. Pues, si por la transgresión de un solo hombre
reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia
reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo. Por tanto, así como una sola
transgresión causó la condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la
justificación que da vida a todos. Porque, así como por la desobediencia de uno solo muchos
fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán
constituidos justos. En lo que atañe a la ley, esta intervino para que aumentara la transgresión.
Pero, allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, a fin de que, así como reinó el
pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio
de Jesucristo nuestro Señor.” (Romanos 5:12-21).

Él venció la tentación y el pecado y por la fe en él podemos nacer de nuevo y obtener la


naturaleza de Dios: “Pero a todos los que le recibieron, a los que creyeron en su nombre, les
dio el derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales nacieron, no de sangre, ni de la voluntad
de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios” (Juan 1:12-13). Este nuevo nacimiento,
o regeneración, es un cambio radical. Tal como nuestro nacimiento físico resultó en un nuevo
individuo entrando en un mundo terrenal y heredando la naturaleza pecaminosa de Adán,
nuestro nacimiento espiritual resulta en una nueva persona que entra en el reino celestial
(Efesios 2:6) y hereda la naturaleza de Cristo. Ahora Cristo está formado en los corazones; su
“ADN espiritual” está en nosotros; ahora somos partícipes de la naturaleza divina, habiendo
sido hechos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Dios y no el hombre, es el origen de esta
transformación (Efesios 2:1,8). Ante Dios, los perdidos hijos de Adán pasan ahora a ser su
progenie espiritual. Cristo sustituye a Adán como nuestro representante y la caída pierde sus
efectos condenatorios sobre nosotros. Si la muerte física y espiritual eran la herencia de Adán,
ahora hemos sido hechos herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17). En
Cristo, Dios nos está devolviendo el reino que Adán perdió. Probablemente seremos las únicas
criaturas que hemos probado la corrupción y aun así ¡Dios nos da la oportunidad inmerecida
de disfrutarlo para siempre! Podemos elegir a Dios.
PARA FINALIZAR…
Si lo dicho anteriormente no resultó lo suficientemente claro, quiero aclarar un poco más
dichas ideas y añadir ciertas ideas adicionales al respecto:

 Por dominante que el término pecado original se haya vuelto, puede ser una sorpresa
para muchos, saber que era desconocido tanto en la Iglesia Oriental como la Occidental
hasta la época de Agustín (354-430). El término aparece por primera vez en la obra de
Agustín. Anterior a esto los teólogos de la Iglesia primitiva usaron una terminología
distinta que indicaba un modo distinto de pensar sobre el tema de la caída, sus secuelas
y la respuesta de Dios. El término utilizado por los primeros cristianos para describir la
tragedia en el Jardín del Edén fue: pecado ancestral.
 Pecado ancestral tiene un significativo específico. La palabra griega para el pecado, en
este caso (amartema) se refiere a un acto individual. Con ella los primeros cristianos
asignaron responsabilidad por el pecado del Jardín sólo a Adán y a Eva. La palabra
amartía, el término más común para el pecado significa literalmente “no dar en el blanco”
y se usa en referencia a la condición común de la humanidad.
 La iglesia primitiva nunca habla del paso de la culpabilidad de Adán y Eva a sus
descendientes, como hizo Agustín. Al contrario, se considera a cada individuo
responsable sólo por la culpa de sus propios pecados. La pregunta que surge entonces
es: ¿En qué consiste la herencia de Adán y Eva a la humanidad, si no es la culpa? En primer
lugar, la muerte (1 Corintios 15:21). El hombre nace con el poder parasitario de la muerte
dentro de sí. En segundo lugar, heredamos una naturaleza tendiente al pecado. Nuestra
naturaleza, se hizo “enferma” por el pecado de Adán, nuestro padre. Entonces, no es la
culpa lo que pasa a la humanidad sino la condición, la enfermedad llamada pecado.
 Adán y Eva fueron creados con una vocación: unirse progresivamente a Dios en su
capacidad para compartir su vida divina. En el siglo II, Teófilo de Antioquía postuló que
Adán y Eva no fueron creados inmortales. Fueron creados con la capacidad de llegar a
serlo por su obediencia. Mientras ellos permanecieran en obediencia tendrían acceso al
árbol de la vida y podrían vivir para siempre. La libertad para obedecer o desobedecer les
correspondía a nuestros antepasados más antiguos, porque Dios los hizo libres. Aferrarse
a la vocación divina les traería vida, rechazarla les traería la muerte, pero no por la mano
de Dios. Si ellos hubiesen guardado el mandamiento de Dios, hubiesen sido premiados
con la inmortalidad. Pero al desobedecer a Dios se volvieron a las cosas de la muerte, y
así vino la causa de su propia muerte.
 Adán y Eva desobedecieron el mandamiento de no comer del árbol prohibido,
rechazando a Dios y a su vocación de manifestar la plenitud de la existencia humana. Así,
la muerte y la corrupción comenzaron su reino sobre la creación (Romanos 5:21). En esta
imagen la muerte y la corrupción no provienen de Dios; ni las creó ni las pretendió. Dios
no es autor del mal. La muerte es la consecuencia natural de darle la espalda a Dios. Adán
y Eva fracasaron por la tentación que aflige a toda la humanidad: ser autónomos,
determinar su propio camino, realizar la plenitud de la existencia humana sin Dios.
 El pecado no es una violación de una ley impersonal o código de comportamiento, sino
un rechazo a la vida ofrecida por Dios. Este es el blanco al cual se refiere la palabra
amartía. La vida humana caída es, más que nada, la falta de realizar el potencial dado por
Dios a la existencia humana, que es, como escribe Pedro para que “lleguen a tener parte
en la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4).
 Con la caída de Adán y Eva, Dios fue movido a compasión. La expulsión del Jardín y
separación del árbol de la vida fue un acto de amor y no de venganza para que la
humanidad no se hiciera inmortal en el pecado. Así comenzó la preparación para la
Encarnación del Hijo de Dios y la solución que sólo podía rectificar la situación; es decir,
la destrucción de los enemigos de la humanidad y de Dios: la muerte, el pecado, la
corrupción y el diablo. Es el Segundo Adán, Jesucristo, quien realiza la vocación original
y se invierte así la tragedia del primer Adán, abriendo paso a la salvación de todos.
 La caída no destruyó la imagen de Dios. El gran obsequio regalado a la humanidad quedó
intacto, aunque dañado. La imagen de Dios quedo enterrada como en un pozo atascado
con escombros. Mientras que la obra salvífica es conseguida por Dios por medio de
Jesucristo, la extracción de los escombros que esconden la imagen en nosotros requiere
de nuestra libre y voluntaria cooperación. Pablo utiliza el termino sinergia, o colaboración,
(1 Corintios 3:9) para describir la cooperación entre la gracia divina y la libertad humana.
La salvación es un proceso involucrando a la fe, la libertad y esfuerzo personal para
cumplir el mandamiento de Cristo (Mateo 22:37-39).
 La salvación es un proceso infinito de transformación de la autonomía a la comunión, un
ascenso paulatino de gloria en gloria por el cual retomamos nuestra vocación original
ahora realizada en Cristo. El camino hacía el árbol de la vida –revelado en la cruz– se
reabre, y sus frutos se ofrecen a todos. El objetivo original se retoma: fuimos creados para
ser como Cristo, a su Santa y Perfecta imagen.
6. Raíces gnóstico-maniqueas del calvinismo

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Juan Calvino (1509-1564) admitió en diversas ocasiones que su teología ya había sido
desarrollada por Agustín, por lo que la pregunta es entonces: ¿Cómo llegó Agustín a su visión
de doctrinas como la predestinación, que es todo lo contrario de lo que se enseñaba
públicamente dentro de la iglesia de los primeros 300 años de historia de la iglesia temprana?
Esta pregunta es importante porque el calvinismo afirma ser un movimiento cristiano de gran
antigüedad. Pero lo cierto es que las ideas que dieron vida a dicho sistema teológico pueden
trazar su origen no en la iglesia primitiva, o en una correcta interpretación de la Biblia, sino
en el gnosticismo[1], un movimiento herético enemigo del cristianismo bíblico desde sus
orígenes.

Como cualquier historiador serio del cristianismo podrá constatar, Agustín de Hipona, el
verdadero padre de calvinismo, fue él mismo un gnóstico maniqueo durante casi una década
antes de convertirse al catolicismo. En general, se piensa que Agustín desarrolló su teología
sobre la predestinación después de debatir con Pelagio (354-420/440), Sin embargo, estudios
recientes sugieren que la doctrina de la Predestinación de Agustín fue desarrollada a partir de
los debates de Agustín con los maniqueos, en términos de la inevitabilidad de ordenamiento
cósmico divino y del mal personal (soberanía divina, si se quiere).

Pero ¿Quiénes eran los maniqueos? Los maniqueos representaban la rama persa del
gnosticismo, y enseñaron tanto el determinismo y la depravación total. Sin embargo, su
determinismo se basa en la mitología dualista[2] y también mantuvieron una actitud carnal
de placer corporal. Aunque muchos calvinistas preferirían ignorarlo, los escritos de Agustín
fueron influenciados por el maniqueísmo[3], que, a la vez, fue influenciado por el gnosticismo.

DOCTRINAS EXTRAÑAS ATACAN LA IGLESIA.


En el segundo siglo de la era cristiana, el verdadero enemigo de la iglesia, era el interno; la
herejía. El gnosticismo era una falsa enseñanza que prevalecía. Alrededor del año 180, Ireneo
de Lyon, Francia, escribió cinco libros, para salvaguardar a sus creyentes de la herejía gnóstica.
Los gnósticos enseñaban que la salvación se basaba en un conocimiento secreto que solo
ellos sabían. Se decían cristianos y asechaban a los creyentes de poco conocimiento; usaban
un lenguaje “cristiano” adornado de versículos bíblicos, sembrando desconfianza hacia los
pastores, diciendo que los mismos les ocultaban la verdad para controlar a sus feligreses y
evitar que los creyentes obtuviesen la “gnosis”, una especie de conocimiento secreto
reservado para unos pocos elegidos. Hablaban con gran convicción y sinceridad. Pero, aunque
sonaba parecido al cristianismo bíblico, sus palabras no tenían el mismo significado[4].
Cuando ya habían atrapado la atención de los incautos, los gnósticos les explicaban una de
las versiones del mito gnóstico: El “Padre” de quien hablaban los gnósticos era la deidad
eterna, incognoscible, espiritual y suprema. Dicho ser ha emanado de sí mismo seres
conocidos como eones. Los eones han asumido diversos nombres como “Cristo”, “Logos”,
“Salvador” y “Sofía”. En cierto punto, “Sofía” decidió impropiamente, con orgullo y arrogancia,
que ella podría y debería arribar a un conocimiento de lo incognoscible, el Padre excelso. Su
orgullo y arrogancia dio como resultado que ella engendrara otro ser llamado
“Yaldabaoth”[5], quien fue conocido como “Demiurgo”, o creador. Él heredó las fallas y
pecados de su madre: orgullo arrogancia y maldad. Fue este ser, no el Padre supremo, quien
creó el mundo físico. Para ellos, el creador, el dios del Antiguo Testamento, el Yahveh de Israel,
no era el padre supremo. Él era un ser inferior malvado y arrogante.[6] Cuando explicaban un
pasaje profético como el de Isaías 46:9, en el cual Dios anunció su exclusividad diciendo: “Yo
soy Dios y no hay otro”, decían que este era el Demiurgo, el cual afirmaba con orgullo su
unicidad, ignorando al verdadero Padre.[7] Como consecuencia, el mundo material creado
por el Demiurgo tiene características del Creador. Todo lo físico, la tierra y particularmente el
cuerpo humano, es visto como malvado, maligno y hasta pútrido.[8]
El gnosticismo crecería con el paso del tiempo y amenazaría la pureza doctrinal del
cristianismo. A su vez, el gnosticismo se dividiría en numerosas sectas. Una de ellas, el
maniqueísmo (gnosticismo de origen persa), lograría permear los cimientos mismos de la fe
cristiana a través de uno de sus viejos adherentes: Agustín de Hipona.

AGUSTÍN, EL MANIQUEO.
Agustín de Hipona (en latín, Aurelius Augustinus Hipponensis; Tagaste, 13 de noviembre de
354-Hipona, 28 de agosto de 430), el verdadero padre del calvinismo, fue un santo, padre y
doctor de la Iglesia católica. Antes de su conversión al catolicismo, en su búsqueda incansable
de respuestas al problema de la verdad, Agustín pasó de una escuela filosófica a otra sin que
encontrara en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abrazó el
maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría
orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y finalmente, decepcionado, la abandonó al
considerar que era una doctrina simplista que apoyaba la pasividad del bien ante el mal.

Los años posteriores a su conversión como cristiano estuvieron marcados por su oposición al
determinismo Maniqueo. Él mismo, habiendo sido un Maniqueo, y ahora católico, deseó
distanciarse de la atribución maniquea del pecado humano al poder de la oscuridad, que
supuestamente se apodera de la persona humana, eliminando el albedrío moral y la
responsabilidad individual.
Los primeros escritos de Agustín como católico, por contraste, subrayaron el poder del libre
albedrío y de la responsabilidad individual por la acción de la propia persona: su tratado más
nuevo que proclamó este mensaje –Sobre el Libre Albedrío– sería arrojado a su cara en
décadas posteriores por los opositores pelagianos de Agustín, quienes citaron los mismísimos
escritos de Agustín para oponerse a su ya madura teoría sobre la predestinación.[9] Así pues,
las ideas agustinianas sobre la predestinación, la elección y muchas otras, recicladas más tarde
por el calvinismo (y que hoy se nos quieren presentar como “doctrinas de la gracia”) marcaron
simplemente un retorno de Agustín a su pasado maniqueo, ya que los maniqueos enseñaron
un determinismo basado en un Orden Cósmico, doctrina que formó parte de las enseñanzas
fundamentales que recibió Agustín bajo esa orden.

Si bien es cierto luego de su conversión al catolicismo, Agustín se opuso a esas doctrinas e


incluso escribió un tratado para defender el libre albedrío y la responsabilidad personal de
cada ser; luego, en las controversias con Pelagio (quien exageró el papel del libre albedrío),
Agustín retornó a una estancia determinista y desarrolló su propia teoría de la predestinación
a partir de la influencia gnóstica recibida por más una década como miembro de los
maniqueos.

Al final de su vida, Agustín confirmó la predestinación con tal severidad que sus oponentes lo
acusaron de regresar al fatalismo pagano, lo cual no estaba lejos de ser cierto. Más tarde, sus
ideas sobre la predestinación influyeron en teólogos posteriores como Tomas de Aquino,
Martín Lutero y Juan Calvino.[10] Sin embargo, es innegable que la predestinación absoluta
no fue la posición original de Agustín. Su posición inicial fue sinergista como la de sus
predecesores.[11]

INFLUENCIA GNÓSTICO-MANIQUEA EN AGUSTÍN.


Entre otras cosas Agustín tomó prestado de los maniqueos su noción dual del mal como
“maldad” y como “mortalidad”. Estos fueron considerados el mal, porque ellos son la antítesis
del placer tranquilo en el espiritual y en el nivel físico de la existencia. Agustín compartió con
los Maniqueos la opinión de que estos aspectos del mal son inevitables, siempre y cuando la
vida sea vivida en este mundo. En conjunto, estos enfoques tomados acerca del mal ayudaron
a Agustín para formular una explicación alternativa del principio del mal personal.[12]

El marco del orden cósmico en el que Agustín desarrolló su doctrina es un resultado de su


respuesta a la opinión maniquea del universo como una mezcla del bien y del mal. En esta
respuesta, de nuevo emplea la idea maniquea del bien al firmar que el universo entero es
bello a pesar de la presencia del mal. Siempre y cuando el mal sea colocado en su lugar
correcto, se preserva la armonía cósmica.[13]Pero ¿Estuvo este tipo de “orden cósmico” en
apoyo de, o en contradicción con la teología de los primeros 300 años de historia de la iglesia?
El clima teológico en el tiempo de Agustín fomentó el libre albedrío y la responsabilidad. El
Determinismo habría ido contra la corriente aceptada por la iglesia primitiva como ortodoxa.
Pero la dependencia agustiniana del maniqueísmo no termina ahí. Los maniqueos negaban el
libre albedrío y la responsabilidad humana por los males cometidos, pues no creían que los
actos humanos fuesen producto de la libre voluntad. La comunidad maniquea se dividía en
dos grupos: (1) Los elegidos, en latín electi, pasaban su tiempo en oración, practicaban el
celibato y eran vegetarianos. Tras su muerte, según la teología maniquea, los elegidos
alcanzaban el Reino de la Luz; (2) Los oyentes, en latín auditores, debían servir a los elegidos,
podían contraer matrimonio (aunque les estaba desaconsejado tener hijos) y practicaban
ayuno todas las semanas.[14] A su muerte, esperaban reencarnarse en elegidos. Lo que
buscaban los maniqueos, era un retorno al estado original, la separación del Bien y del Mal.
Como creían que el mal es indestructible, la única forma de alcanzar el Reino de la Luz es huir
de las Tinieblas. El concepto de “elegidos” y “réprobos” fue modificado, pero finalmente
incorporado en el agustinianismo y, de ahí a su heredero teológico, el calvinismo.

La explicación maniquea de la causa del mal personal es relativamente sencilla. Uno no puede
escapar del mal moral, porque hay un principio del mal metafísico que trabaja detrás del alma.
En otras palabras, uno peca involuntariamente. Considerado cosmológicamente, el alma
humana es puesta en la difícil situación de constante lucha con el mal, no por su propia
voluntad, sino por la determinación de un factor externo. Según el mito maniqueo, este factor
es el principio del bien o el Dios que envía el alma buena para ser mezclada con el mal, a fin
de bloquear la invasión de un enemigo que avanzaba.[15] Una vez que Agustín empezó a
responder a la visión maniquea en relación con el macrocosmos, no pudo evitar el tema del
determinismo.
En su propuesta alternativa, un ordenamiento cósmico divino, Agustín tuvo que hacer frente
a la cuestión de lo que en última instancia determina el lugar del individuo en el orden
universal.

Para Agustín la determinación es hecha por el Dios que ordena el cosmos. Expresado en el
lenguaje de la predestinación, esta visión significa que Dios tiene el poder de elegir de
la massa damnata[16] los que reciben la salvación y dejar el resto en condenación.[17] Así
que la pregunta es: ¿Acaso Agustín tomó la mitología del Determinismo Gnóstico, y lo puso
bajo el cercado de la ortodoxia cristiana, simplemente para juguetear con esto, mediante la
eliminación del componente dualista mitológico, y hacer que la causa del mal, sea
enteramente el producto de un ordenamiento cósmico divino monista? o dicho de otro modo
¿Estableció la soberanía divina de la forma en que la entiende aún hoy el calvinismo? Ese
parece ser el caso. ¿Quién de los teólogos de la Iglesia primitiva, antes de Agustín, enseñó la
predestinación agustiniana? ¡Ninguno!

DEPRAVACIÓN TOTAL, GNOSTICISMO Y CALVINISMO.


La doctrina de la Depravación Total, también llamada Inhabilidad Total, o corrupción Radical,
dice, en su versión calvinista, que “el hombre natural [el que no ha sido regenerado por el
Espíritu Santo] nunca puede hacer ningún bien que sea fundamentalmente agradable a Dios,
y, de hecho, hace siempre el mal“.[18] La Confesión de Fe de Westminster nos habla de esta
doctrina, dice “El hombre, mediante su caída en el estado de pecado, ha perdido totalmente
toda capacidad para querer algún bien espiritual que acompañe a la salvación; de tal manera
que, un hombre natural, siendo completamente opuesto a aquel bien, y estando muerto en
pecado, es incapaz de convertirse, o prepararse para ello, por su propia fuerza“.[19] En la
teología calvinista, además de la imputación del pecado original en nosotros, la caída hizo
que el hombre, en todas sus partes, sufriera sus efectos. Su físico, voluntad e inteligencia están
corrompidos por causa de la caída de Adán. Por tal razón, el calvinismo considera que el
hombre perdió el libre albedrío en Adán.[20] Ahora él ya no puede elegir seguir el camino de
Dios, no puede amar a Dios ni hacer nada agradable a Él debido a su naturaleza pecaminosa.
A causa de la caída el hombre perdió su capacidad de hacer lo bueno, por ello el calvinismo
le niega totalmente al hombre una salvación que pueda llegar por medio de las capacidades
o decisiones del hombre por sí mismo.

¿Qué piensa el arminianismo al respecto? Los arminianos clásicos reconocemos la naturaleza


pecaminosa del hombre caído. El Tercer Artículo de la Remonstrancia, el cual trata sobre la
Depravación Total de la Humanidad, afirma “Que el hombre no posee gracia salvífica
ensimismo, ni tampoco de la energía de su libre voluntad (albedrío), en la medida que él, en
estado de apostasía y pecado, puede ni pensar, desear, ni hacer nada realmente bueno, (como
la fe salvífica eminentemente es); sino que es necesario que este sea nacido de nuevo de Dios
en Cristo, a través de su Santo Espíritu y renovado en la compresión, inclinación, o voluntad y
en todos sus poderes, de manera que este pueda correctamente entender, pensar, desear y
efectuar lo que es realmente bueno, conforme a la Palabra de Cristo en Juan 15:5: Separados
de mí nada podéis hacer.”

Ahora bien, es importante aclarar a qué nos estamos refiriendo aquí́, porque algunos pueden
llegar a la conclusión equivocada de que el pecador es una especie de víctima en las manos
de un Dios cruel que le está pidiendo hacer algo que Él sabe de antemano que no puede
hacer, tal como ocurre en el hipercalvinismo. Ese no es el caso en el arminianismo. Para el
arminiano, la depravación total no significa que todos los hombres sean todo lo malo que
pueden llegar a ser, o que todos los seres humanos sean completamente incapaces de hacer
alguna cosa relativamente buena. El hombre está totalmente depravado en el sentido de que
todas sus facultades han sido profundamente afectadas por el pecado: su intelecto, su
voluntad, sus emociones. En la teología arminiana, por su pecado, Adán, en cuanto primer
hombre, perdió la santidad y la justicia originales que había recibido de Dios no solamente
para él, sino para todos los humanos. Adán y Eva transmitieron a su descendencia la
naturaleza humana herida por su primer pecado, privada por tanto de la santidad y la justicia
originales. Como consecuencia de la caída, la naturaleza humana quedó debilitada en sus
fuerzas, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al
pecado.

Hasta aquí la enseñanza arminiana podría parecer idéntica a la doctrina calvinista; sin
embargo, el arminianismo difiere del calvinismo, y de su padre el gnosticismo, en un aspecto
fundamental. Por siglos, los teólogos reformados han declarado que la “imagen de Dios” en
Génesis 1:26-27 hace referencia a una perfección espiritual que se perdió en la Caída. Por
ende, han concluido que el hombre moderno ya no porta la imagen de Dios. El reformador
Martín Lutero creía que la “imagen de Dios” era una justicia original que se perdió
completamente. Pero él no estaba solo en sus afirmaciones. Frecuentemente Juan Calvino
mencionó que el pecado destruyó la imagen de Dios, que la Caída la eliminó, y que la injusticia
finalmente la desfiguró. Pero ¿Concuerda la Biblia con tales afirmaciones? No. La Biblia revela
que el hombre todavía porta la imagen de Dios después de la Caída. Génesis 9:6 declara: “El
que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen
de Dios es hecho el hombre”. Según este pasaje, el hombre caído todavía porta la imagen de
Dios. Se había registrado la caída de Adán y Eva anteriormente en el libro de Génesis; se señala
claramente el hecho que el hombre había llegado a ser un pecador total en el contexto
inmediato del pasaje (“…el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud”—
8:21). Aunque la evaluación de Dios en cuanto a la humanidad es correcta, se prohíbe el
homicidio porque el hombre es creado a la imagen de Dios, es decir, él todavía porta esa
imagen. Si alguien argumenta que este pasaje habla solamente en cuanto al pasado y no dice
nada en cuanto al futuro, malinterpreta el significado del pasaje. Al escribir alrededor de 2,500
años después de la Caída, Moisés dijo que el homicidio es incorrecto porque la víctima es
alguien creado a la imagen de Dios. Si el hombre no portara la imagen de Dios después de la
Caída, estas palabras no hubieran tenido sentido para los israelitas (y no tuvieran sentido para
el hombre moderno).

En el Nuevo Testamento se puede leer que Santiago escribió: “Pero ningún hombre puede
domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella
bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la
semejanza de Dios” (Santiago 3:8-9). La expresión “están hechos” se deriva del
griego gegonotas, que es el participio perfecto del verbo ginomai. Se usa el tiempo perfecto
en griego para describir una acción que se completó en el pasado, pero cuyos efectos se
expresan en el presente. Por ejemplo, cuando la Biblia dice, “Escrito está”, usualmente esta
expresión está en el tiempo perfecto. Se escribió la Escritura en el pasado, pero se aplica en
el presente. La idea central de la expresión griega traducida “que están hechos a la semejanza
de Dios”, es que los seres humanos en el pasado han sido creados según la semejanza de
Dios y que todavía son portadores de esa semejanza. Por esta razón es inconsistente bendecir
a Dios y maldecir a los hombres con la misma lengua. Esto nos lleva a concluir que, aunque
el pecado es destructivo para el hombre y repulsivo para Dios, la Biblia no enseña que la
entrada del pecado al mundo destruyó la “imagen de Dios” en el hombre. En cambio, el
hombre moderno todavía está hecho a la imagen de Dios. Debería causarnos
sobrecogimiento y humildad el hecho que todos los hombres posean características
inherentes que le asemejen a Dios y le diferencien de la creación inferior. Pero al parecer, esto
le ofende al calvinista, heredero moderno del viejo gnosticismo, que ve solo el mal, y
únicamente el mal, en la naturaleza humana.

GNOSTICISMO, CALVINISMO Y ELECCIÓN.


Pero el calvinismo no solo parece haber heredado del gnosticismo su creencia extrema en la
depravación del hombre. Siguiendo con el mito gnóstico, dicha secta afirma que hubo un
intento de los seres espirituales buenos de corregir la perversión de la creación del mundo
físico. Pero Yaldabaoth capturó algunos elementos espirituales, celestiales y los mantuvo
cautivos dentro de algunos cuerpos físicos malos. Estos elementos espirituales fueron
llamados de “semillas de luz”, “la persona interior”, o más comúnmente, los “espíritus”. En
resumen, según ellos, algunos tienen cuerpos corruptos que hospedan el único elemento de
valor eterno, el espíritu. En el gnosticismo hay dos clases de humanos: los que tienen la semilla
o espíritu (los elegidos) y los que no. Los humanos elegidos son buenos, pero los otros
humanos son innecesarios o réprobos.[21]¿Suena esto parecido a la doctrina de la elección
incondicional?

CONCLUSIÓN.
En muchos aspectos, los gnósticos eran muy similares a los calvinistas modernos, los cuales
se infiltran en nuestras iglesias y seminarios para sembrar su cizaña y robar feligreses para sus
iglesias “reformadas”. Esto no solo es sectario, sino carente de toda ética y moral cristiana. A
muchos calvinistas se les ha animado incluso a “plantar tulipanes (símbolo de la doctrina
calvinista) en iglesias arminianas” Sin embargo, tal proceder no debería extrañarnos, pues su
desprecio por los arminianos es bien conocido en el mundo evangélico. John Piper[22],
reconocido pastor y teólogo calvinista, afirmó en cierta ocasión:

“¿Puede un arminiano predicar el evangelio en su plenitud?… ¿Puede un arminiano predicar


el evangelio sin defectos teológicos implícitos o explícitos?… ¿Puede un arminiano predicar el
evangelio sin tendencias que lleven a la Iglesia en direcciones dañinas?… ¿Puede un arminiano
predicar el evangelio de la forma que exalta más a Cristo? Y mi respuesta a todas esas
preguntas sería: No, no puede.”[23]

Sin duda, el concepto agustiniano (y calvinista) acerca de la depravación humana, la doctrina


de la elección incondicional y la doble predestinación fueron originadas en el mito gnóstico
y fueron combatidas por Ireneo y otros obispos y pastores de la iglesia en los primeros siglos.
Ireneo también enseñó que los gnósticos, antes que explicasen su sistema, sonaban muy
“ortodoxos y bíblicos”. Él siempre se refería a la advertencia de Jesús sobre los falsos
apóstoles. Enseñó que ellos eran “lobos con piel de oveja”. Él escribió: “Tales hombres
exteriormente parecen ovejas; porque ellos parecen ser como nosotros por lo que dicen en
público, repitiendo las mismas palabras como lo hacemos nosotros; pero interiormente son
lobos”.[24]

Al igual que los gnósticos, los calvinistas se autoproclaman “creyentes bíblicos” y sus iglesias,
“iglesias bíblicas”. Para aquel que no conoce la verdadera doctrina bíblica tales afirmaciones
suenan auténticas. Sin embargo, como podemos constatar, la semejanza doctrinal entre el
calvinismo y el gnosticismo es patente. El ADN espiritual del calvinismo, lo delata como lo que
es: Un hijo legítimo del gnosticismo. ¡Que Dios guarde a los creyentes de hoy de tal levadura!
REFERENCIAS:
[1] El gnosticismo es una doctrina religiosa esotérica y herética que se desarrolló durante los
primeros siglos del cristianismo y que prometía a sus seguidores conseguir un conocimiento
intuitivo, misterioso y secreto de las cosas divinas que les conduciría a la salvación.
[2] Kam-Lun-Edwin Lee, Augustine, Manichaeism and the Good (1997), pp. 128, 209.
[3] Maniqueísmo es el nombre que recibe la religión universalista fundada por el sabio persa
Mani (o Manes) (c. 215-276), quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la
humanidad. El fenómeno maniqueo es esencialmente gnóstico y dualista. Los maniqueos, a
semejanza de los gnósticos, mandeos y mazdeístas, eran dualistas: creían que había una
eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el Bien y el Mal, que eran asociados
a la Luz (Zurván) y las Tinieblas (Ahrimán) y, por tanto, consideraban que el espíritu del hombre
es de Dios, pero el cuerpo del hombre es del demonio. Los maniqueos aspiraban a
reencarnarse como «elegidos», los cuales ya no necesitarían reencarnarse más. En la práctica,
el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que
no son producto de la libre voluntad, sino del dominio del mal sobre nuestra vida. Se divulgó
desde la Antigüedad tardía por el Imperio romano e Imperio sasánida, y en la Edad Media,
por el mundo islámico, Asia Central y China, donde perduraría, al menos, hasta el siglo XVII.
[4] Jeffrey Bingham (2006), Herencia Histórica, Editorial Patmos, Miami, FL. Pp. 34-35.
[5] Yaldabaoth, el Demiurgo es una deidad asociada al platonismo y al gnosticismo. Según
algunos credos de raigambre platónica, al principio la materia no existía y todo era el espíritu.
Sin embargo, Yaldabaoth, un dios soberbio y celoso, intentó estructurarlo todo recreando al
espíritu en un mundo material y confinándolo todo en dicho plano. Pero sólo logró fabricar
un mundo imperfecto, una burda imitación del espíritu original. Su forma de ser presuntuosa
le impidió admitir su error. Yaldabaoth, presuntuoso y estúpido, odia a los hombres porque,
a diferencia de él, tienen alma, cosa de la que él carece y que desearía obtener por cualquier
medio, aunque le resulta imposible. Por ello, maltrata, castiga y reprime a los mortales para
vengarse de ellos.
[6] Runciman, Steven (1982 [1947, primera edición]). The Medieval Manichee: a study of the
Christian dualist heresy.
[7] Puech, Henri-Charles (2006). Sobre el maniqueísmo y otros ensayos. Traductor: Marís
Cucurella Miquel. Madrid: Editorial Siruela.
[8] Jeffrey Bingham (2006), Herencia Histórica, Editorial Patmos, Miami, FL. Pp. 35-36.
[9] Valeria Finucci and Kevin Brownlee, Generation and Degeneration: Tropes of Reproduction
in Literature and History from Antiquity Through Early Modern Europe Medieval and early
modern studies”. Duke University Press, 2001. Páginas 19-20.
[10] Jeffrey Burton Russell, The Prince of Darkness: Radical Evil and the Power of Good in
History. Página 99.
[11] Harry Buis, Historic Protestantism and Predestination. Página 9.
[12] Kam-Lun-Edwin Lee, Augustine, Manichaeism and the Good (1997), pp. 205.
[13] Kam-Lun-Edwin Lee, Augustine, Manichaeism and the Good (1997), pp. 206.
[14] Bermejo Rubio, Fernando (2008). El maniqueísmo: Estudio introductorio. Madrid: Editorial
Trotta. Pp. 316.
[15] Kam-Lun-Edwin Lee, Augustine, Manichaeism and the Good (1997), pp. 208-209.
[16] Frase medieval que resume la idea de que, porque nosotros frecuentemente caemos al
ejercitar nuestras responsabilidades morales, entonces por eso la mayoría de nosotros iremos
al Infierno.
[17] Kam-Lun-Edwin Lee, Augustine, Manichaeism and the Good (1997), pp. 210.
[18] Palmer, Edwin H. Doctrinas Claves. El Estandarte de la verdad.Edinburgh, 1976. Pág. 18.
[19] Ramírez, Alonzo (traductor). Confesión de Fe de Westminster. Ed. CLIE. Lima, 1999. Cap.
IX, Sec. III. Pág. 91.
[20] García, Ricardo M. (2003). El concepto de libre albedrío en San Agustín. Bahía Blanca
(Argentina): EdiUNS. Capítulo 3: Maniqueísmo. Pp. 161.
[21] Jeffrey Bingham (2006), Herencia Histórica, Editorial Patmos, Miami, FL. Pp. 35-36.
[22] John Piper es un reconocido teólogo calvinista, fundador y maestro de desiringGod.org
y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia
Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros y se opone
abiertamente a la teología arminiana.
[23] Artículo de internet publicado el 16 de diciembre de 2015 en Coalición por el
Evangelio: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/predican-los-arminianos-un-
evangelio-suficiente/ Consultado el 21-06-2019.
[24] Ireneo, citado en Jeffrey Bingham (2006), Herencia Histórica, Editorial Patmos, Miami, FL.
Pp. 36.
7. Verdades Distorsionadas: Extremos
Peligrosos en la Guerra Espiritual
Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:

Los cristianos estamos en guerra. No cabe duda: hay una batalla, pero no es contra sangre ni
carne (Efesios 6:2). Nuestro enemigo no es visible a nosotros, por lo que no podemos
simplemente observar su accionar. Pero Dios sí conoce los planes y las acciones de Satanás y
sus demonios, por lo que la única forma de batallar es dependiendo totalmente en Él.
Desafortunadamente, Satanás ha creado fortalezas en la mente de los cristianos sobre cómo
batallar, lo que ha llevado a estrategias inefectivas y enfoques erróneos. Las Escrituras
autentifican la realidad del mundo espiritual, incluyendo a los ángeles (amigos) y a los
demonios (enemigos). Sin embargo, a los cristianos occidentales, incluyendo a los evangélicos
y pentecostales, no les resulta fácil explicar y referirse a esta dimensión transempírica de la
realidad.

Algunos grupos cristianos cuestionan teológicamente que la lucha espiritual sea real y
relevante para sus vidas y ministerios. Y es que hay dos extremos de creencia que son graves
en términos de combatir. Primero cuando al rechazar creer que hay una batalla, es fácil sufrir
heridas espirituales puesto que nos encontramos sin las armas equipadas ni listas para los
dardos que vienen. El otro extremo es el de atribuir todo lo que pasa a Satanás, lo que termina
dándole más poder de lo que realmente tiene. Muchas personas creen que la forma de luchar
contra estas potestades es una lucha de poder. Se comportan como detectives espirituales,
siempre buscando al diablo para reprenderlo y arrebatarle lo que se ha llevado. Esta tampoco
es la enseñanza de la Palabra.

Los pentecostales que amamos la sana doctrina reconocemos la realidad de la guerra


espiritual. No obstante, entendemos que la batalla ya ha sido ganada por Cristo en la cruz,
donde Él despojó a los principados y potestades demoníacas triunfando sobre ellas
(Colosenses 2:15). Esta sola realización cambia totalmente el tono de nuestro luchar:
batallamos con un enemigo que, en última instancia, ha sido derrotado. Entender la derrota
de Satanás nos libra de sobre enfatizar el poder del maligno y conocer la Palabra de Dios nos
llevará a estar alertas ante las asechanzas del diablo, para resistirlo (1 Pedro 5:8-9). Apoyados
en la victoria conquistada por nuestro Señor Jesucristo en la cruz, nos centramos en fortalecer
nuestra fe combinando la espiritualidad con acciones prácticas y directas. Oramos con
intensidad, vivimos nuestra fe con entrega y pasión, pero recelamos de no caer en las prácticas
mágicas y animistas a las que han sido arrastrados algunos creyentes en su obsesiva fiebre
por la guerra espiritual.
Manteniendo dicho equilibrio teológico podemos asumir sin problemas la realidad de un
conflicto implacable entre el reino de Dios y el gobierno temporal de Satanás, el príncipe de
este mundo, quien es asistido por fuerzas demoníacas bajo su comando. Como creyentes
pentecostales, aceptamos la realidad de un mundo espiritual tal como se revela la Escritura.
La Biblia enseña claramente la existencia de un enemigo invisible dedicado a la destrucción
de la humanidad y nos presenta claramente la vida humana como si se viviera en un contexto
de continua contienda entre el reino de Dios y el reino de Satanás. La vida y ministerio de
Jesucristo ponen en evidencia esta realidad. Inmediatamente después que el Espíritu Santo
ungió a Jesús para que comenzara su ministerio público, Jesús experimentó una confrontación
personal con Satanás (Mateo 4:1-11; Marcos 1:12,13; Lucas 4:1-13). Más tarde Él declaró: “Si
yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino
de Dios” (Mateo 12:28). Pedro hizo un resumen del ministerio de Jesús al declarar “cómo éste
anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hechos 10:38). El
apóstol Pablo advirtió a la iglesia de Éfeso: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,
sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este
siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).

EL RESURGIMIENTO DE UNA DOCTRINA OLVIDADA.

La guerra espiritual permaneció como un concepto olvidado por años en el cristianismo, pero
resurgió hace ya un poco más de 25 años dentro del movimiento evangélico, como parte de
una estrategia evangelística y misionera. Esta estrategia comenzó a configurarse y a tomar
impulso a partir del 1989, bajo el liderazgo de Peter Wagner, profesor del Seminario Teológico
de Fuller, quien, además, tiene una larga experiencia como misionero en América Latina. Cabe
destacar que el moderno resurgir del concepto de guerra espiritual ocurrió, precisamente el
año en que cae el emblemático muro de Berlín y el mundo se abre a nuevos paradigmas que
se expanden al ritmo de un galopante proceso de globalización, en medio del acentuado
subjetivismo que caracteriza esta era posmoderna, marcada por un desplazamiento del
ateísmo racional y materialista por doctrinas esotéricas y la búsqueda espiritual de mundos
ocultos y otras percepciones del más allá.

Este movimiento que, además de a Wagner, tiene entre sus ideólogos a Charles Kraft, Ed
Murphy, John Dawson, Neil Anderson, Héctor Torres y a Cindy Jacobs entre otros, además de
activistas de alcance internacional y multitudinario como Omar Cabrera, Carlos Anaconndia,
Claudio Freidzon, Rony Chavez y muchos otros, es promovido a través de redes con
abundante literatura, seminarios, talleres, cruzadas, concentraciones multitudinarias, marchas
y movilizaciones de grupos, lo que le ha ganado notable aceptación, no solo entre los
neopentecostales, sino también entre los pentecostales clásicos y otras denominaciones
evangélicas. Por ello, los pensadores evangélicos han definido la guerra espiritual como una
corriente dentro del ciclo de los grandes movimientos renovadores que han matizado con
nuevos impulsos la gran diversidad que a lo largo del tiempo ha caracterizado la práctica del
evangelio. Esta corriente hace su aparición en el marco de lo que se ha llamado la tercera ola,
periodo de avivamiento que pone énfasis en las señales y prodigios, y que ha tenido notable
impacto en lo que tiene que ver con la forma como tradicionalmente estaban organizadas las
denominaciones y con muchos otros aspectos de orden eclesiástico y espiritual. Como parte
de esta llamada tercera ola, la guerra espiritual ha alcanzado en estos veinticinco años notorio
impacto en todos los ámbitos protestantes y más allá.

DOS EXTREMOS PELIGROSOS EN RELACIÓN CON LA GUERRA ESPIRITUAL.

Es innegable que el resurgimiento del concepto bíblico de “Guerra Espiritual” ha sido de


bendición para la iglesia. La guerra espiritual surge como un recurso renovador de la iglesia
que acentúa con nuevo énfasis y vitalidad la oración. Esto en sí mismo es sumamente positivo.
Sin embargo, como ya lo mencionaba antes, los cristianos pueden incurrir en dos extremos
de creencia errados frente a la guerra espiritual: Ignorarla por completo o sobre enfatizarla.
Analicemos los peligros de ambos extremos.

I.- NEGAR LA REALIDAD DE LA GUERRA ESPIRITUAL.

Nuestra cosmovisión occidental, las suposiciones teológicas tradicionales y un vocabulario


bíblico teológico predeterminado, se unen para hacer que sea difícil discernir y enfrentar un
vasto despliegue de realidades espirituales que operan más allá de la percepción sensorial de
las personas. Desde el Iluminismo, el mundo occidental ha adoptado una orientación racional,
humanista, científica, que tiende a evitar el discernimiento espiritual. La confianza en lo
racional y en la lógica mental, la capacidad humana de resolver problemas y la habilidad de
la ciencia para penetrar a lo profundo y las estructuras de lo que es real, hacen que sea difícil
detectar, confrontar y tratar con un reino espiritual hostil. Incluso muchos cristianos
evangélicos han llegado a la conclusión de que su experiencia de salvación los inmuniza del
diablo y de los demonios. Para los pentecostales, su encuentro inicial del bautismo en el
Espíritu Santo hace lo mismo. De este modo, creen que una vez hayan recibido el bautismo
en el Espíritu Santo son inmunes a cualquier ataque de los demonios. Muchos teólogos
proponen incluso que Jesús ha atado a Satanás en cuanto a la posibilidad de que sus poderes
demoníacos puedan afectar de manera alguna a un creyente. Para muchos cristianos,
incluyendo a muchos pentecostales, la realidad consiste de Dios, los humanos, la naturaleza
y el espacio exterior, las leyes de la naturaleza que gobiernan la vida y el mundo, y ocasionales
intervenciones del Espíritu Santo para salvar, bautizar en el Espíritu, realizar milagros de
sanidad y librar a los pecadores del control demoníaco. Tal perspectiva falla ignorando la
importancia y vitalidad del ámbito espiritual que existe entre el Dios trascendente y el mundo
de los humanos y la naturaleza. Trágicamente, el cristianismo que da énfasis a la salvación
individual del alma está mal preparado para enfrentar los poderes espirituales hostiles que
operan bajo la soberanía suprema de Dios. Este tipo de cristianismo tiene un ministerio de
eficacia limitada para las personas, especialmente en la mayor parte del mundo en donde las
multitudes creen en la influencia de seres espirituales en todos los aspectos de la vida.

La mayoría de los pueblos del mundo opera desde una orientación de poder en donde los
seres espirituales, incluyendo a Dios, Satanás, ángeles, demonios y espíritus ancestrales,
controlan todas las dimensiones de la vida. La minoría del mundo occidental, del mismo
modo, orientada hacia el poder, enfatiza el poder en la educación, en la política, las finanzas,
las posiciones de autoridad, los sistemas sociales y la tecnología, e inserta a los humanos en
el centro de su visión mundial. Además, en Occidente, bien sea que la motivación es el deseo
de evitar las acusaciones de sensacionalismo o de irracionalidad, o debido a una sospecha de
espiritualizar en forma exagerada las conductas y los eventos anormales humanos, por lo
general limitan sus diagnósticos a impedimentos médicos o psicológicos, o a dramáticos
“actos de Dios”. Temiendo caer en el fanatismo, muchos creyentes hallan seguridad, sanidad
y respeto académico en las ciencias seculares. Pero la indiferencia o ignorancia voluntaria de
la realidad del mundo espiritual es también un extremo peligroso.

II.- SOBREENFATIZAR O DISTORSIONAR EL CONCEPTO DE GUERRA ESPIRITUAL.

El concepto de guerra espiritual fue olvidado por mucho tiempo en la iglesia evangélica, la
cual pagó un alto precio por ello. No podemos negar que hay sitios donde incluso nuestros
mejores esfuerzos pastorales, misioneros y evangelísticos fracasaron debido a que no
consideramos de forma apropiada dicho elemento. Lamentablemente algunos han sobre
enfatizado este tema, llevándolo a niveles descabellados. Muchos cristianos gastan sus
energías identificando demonios, trazando rutas, diseñando cartografías espirituales o
desarrollando estrategias para ataques espirituales espectaculares y resonantes. Resulta triste
ver como muchos creyentes gastan su tiempo y esfuerzo innecesariamente, consagrando
vidas enteras al estudio insano de la demonología, todo ello con el propósito de ubicar las
estrategias de Satanás y sus huestes. En algunos círculos evangélicos se enseña la existencia
de tres los niveles de operación de los demonios:

 En el nivel primer nivel operan las huestes de menor rango que motivan los pecados
individuales de las personas.
 En el segundo nivel están demonios de mayor calado, “principados”, cuyo control
territorial está relacionado con dominar ciudades, regiones y países y su principal
propósito es impedir que la iglesia sea bendecida y someter territorios para que la gente
rechace el evangelio.
 El tercer nivel se da a través de las falsas religiones, especialmente las esotéricas y de
hechicería, sin soslayar el hinduismo, el budismo, el islam y el catolicismo romano e
incluyen a los principados y potestades de mayor rango.
Para los adherentes a esta doctrina, no se trata sólo de orar a ciegas, sino de una guerra
espiritual entre fuerzas del bien y el mal invisibles que requiere combate “estratégico”, para
lo cual se formulan cartografías espirituales basadas en las actuales divisiones políticas, pues
los “principados, potestades y gobernadores de las tinieblas” se distribuyen las tareas de
acuerdo con barrios, municipios, provincias y naciones, utilizando las divisiones de cada país.
Por eso deben conocer bien la geografía, la cultura, la sociedad, la política y toda información
posible, para orar estratégicamente y vencer a los demonios territoriales, a los cuales les
suelen asignar los nombres de dioses indígenas actuales o prehispánicos, o de poblaciones
negras.

La guerra espiritual es vista como una proclamación e invitación a avanzar hacia espacios
espiritualmente no explorados, atacando al enemigo hasta ponerlo en retirada. Partiendo de
esto, en muchos círculos evangélicos se habla de oración de guerra, identificación y
confrontación de espíritus territoriales, cancelación de maldiciones ancestrales y uso de la
cartografía espiritual como una estrategia que permite identificar los espíritus que gobiernan
determinados territorios para emprender acciones orientadas a destruir sus fortalezas,
sumando así frases y términos al lenguaje que pasan a ser parte del hablar común de los
grupos evangélicos que la promocionan y la implementan. Para fundamentar esta lucha de
oración se basan en Daniel 10, donde el Príncipe de Persia, una potestad demoníaca, impide
que las oraciones de Daniel lleguen a Dios. Estos demonios evitan que la gente escuche la
palabra de Dios y la acepte, además la mantiene en ignorancia e idolatría, lo cual impide que
la prosperidad económica, el desarrollo y la luz espiritual llegue a las naciones.

En sus concepciones más refinadas, esta estrategia de guerra espiritual se configura con el
estudio de la historia, la antropología, además del análisis de prácticas ocultistas y esotéricas,
como el espiritismo y el fetichismo, las cuales aborda desde las ciencias sociales y la
psicología, para procurarle, en definitiva, una explicación bíblica y teológica consistente y
aceptable. Esta creación de realidad sobrepasa a las iglesias neopentecostales o seguidoras
de la Nueva Reforma Apostólica (todos aquellos grupos dirigidos por los pseudo-apóstoles
modernos) pues su producción cultural permea a iglesias evangélicas que no se adhieren a
ellos, pero que se encuentran muy influidos por estas posturas.

Como pentecostales de sana doctrina no negamos la realidad de la guerra espiritual pues es


enseñada en la Biblia; sin embargo, nos oponemos a una vida de temor y constante ansiedad
espiritual basada en lo que el diablo pueda o no hacer. Somos llamados a estar alertas (1
Corintios 16:13, Filipenses 1:27), pero no a vivir en constante temor o perder la paz a causa
del diablo y su mover en este mundo (Isaías 41:10, 44:8; Lucas 12:32). Son los excesos, no la
doctrina en sí, los que deben ser rechazados.

LA GUERRA ESPIRITUAL A NIVEL INDIVIDUAL: ¿PUEDEN LOS CREYENTES SER


INFLUENCIADOS POR SATANÁS, EXPERIMENTAR OPRESIÓN DEMONÍACA O SUFRIR
ATAQUES ESPIRITUALES DE FORMA DIRECTA?
Pero la guerra espiritual va más allá de un conflicto por las naciones de la tierra y la salvación
de los perdidos. Tiene también su dimensión personal. Cada área de la vida del creyente está
expuesta a ser objeto de ataque por el enemigo de nuestras almas.

Muchos creen que los creyentes en Cristo son inmunes a cualquier forma de ataque satánico;
otros en cambio se van al extremo opuesto y viven presos del miedo y el temor al diablo.
Muchos incluso temen ser poseídos por espíritus demoníacos o ven la influencia demoniaca
en cada faceta de la vida, por trivial que esta sea. Nuevamente, ambos extremos son
peligrosos.

Los cristianos genuinos no debemos temer ser poseídos por demonios. Bíblicamente, los seres
humanos son creaciones tripartitas, que consisten de cuerpo, alma y espíritu. Un todo
integrado compuesto por el cuerpo externo visible, y una naturaleza interna, espiritual y
compleja. Los cristianos creemos que Cristo mora dentro del creyente y ocupa el espíritu, el
alma y el cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23; 1 Corintios 6:18-20). Por lo tanto, la posesión
demoníaca no puede ocurrir en donde Jesús es el Señor.

Por otro lado, es ingenuo creer que porque el diablo no puede poseernos, tampoco puede
afectarnos de forma alguna. La experiencia de Job es un testimonio irrefutable de que el fiel
creyente puede ser, y es a menudo, atacado por el enemigo. Si el diablo no pudiera afectar
o influir de forma alguna en los creyentes verdaderos, sería difícil explicar cómo es que la
serpiente entró al huerto de Edén, donde no había pecado (Génesis 3); cómo pudo Satanás
usar a Pedro para que llegara a ser una piedra de tropiezo, estando presente Cristo (Mateo
16:23), cómo pudo Satanás introducirse en Judas, quien acababa de participar de la cena
pascual juntamente con Cristo (Juan 13:2,27), y por qué habría Pablo de prohibir a los corintios
carismáticos de participar en las festividades en los templos paganos, que eran morada de
demonios (1 Corintios 10:14-22). La Biblia pone en evidencia que lo demoníaco no es algo
tan remoto como a algunos les gustaría creer.

Aunque podemos afirmar con total seguridad que un creyente genuino, nacido de nuevo y
cuya profesión de fe y estilo de vida concuerdan con la Palabra de Dios, no puede ser poseído
(indicando control total) por los demonios, el Nuevo Testamento nos indica también que el
creyente sí puede experimentar alguna aflicción demoniaca. Las Escrituras de ninguna manera
limitan el trabajo de los poderes demoníacos a solo la posesión o demonización plena. En
cambio, la Biblia, en varios lugares, habla de personas que tienen un “espíritu inmundo” que
influyó negativamente o afectó su vida de alguna manera, ya sea en mayor o menor grado.

Por ejemplo, la conocida historia del hombre con la legión de demonios en Marcos 5 y Lucas
8 es un caso de demonización que había progresado hasta el punto en que el individuo
parecía ser completamente propiedad del enemigo. Por otro lado, en Hechos 5, el caso de
Ananías y Safira cuando “llenó Satanás [su] corazón” es una ilustración más sutil y suave de la
opresión demoníaca (a pesar de que la opresión “leve” les costó la vida).

La Escritura también habla de que los demonios pueden causar enfermedades u otras
dolencias físicas (por ejemplo, Lucas 13:11, Mateo 9:32), suministrar aparentes poderes de
clarividencia o adivinación (Hechos 16:16), ejercer una gran fuerza y volverse violentos con los
demás (Hechos 19:16), y causar daño físico a un supuesto huésped (Marcos 9: 14-29). En
Mateo 4:24 y 8:16 se nos dice que le trajeron gente atormentada por demonios a Jesús, y los
sanó. Mateo no da detalles de su condición, salvo dejar constancia de que otros los llevaron
a Jesús y que la manifestación visible de la influencia demoniaca era su enfermedad
únicamente. En Mateo 9:32, ciertas personas trajeron a Jesús un “mudo endemoniado” y
después que el demonio fue expulsado, el mudo habló. El demonio parece haber hecho al
hombre mudo. Después de que Jesús echó fuera al demonio, el comportamiento de este
hombre se normalizó, y él tomó la iniciativa de hablar. En este caso, la influencia demoniaca
se manifestaba a través de una enfermedad y no por alguna manifestación sobrenatural. El
mudo no estaba poseído, pero sí sufría un ataque o enfermedad de carácter u origen
espiritual.

Por la evidencia bíblica podemos concluir que los seres humanos, incluso los creyentes
podemos, en cierta medida, ser atacados por demonios. Esto podría implicar ser afectado
mentalmente como en el caso de Saúl, a causa de su descuido y pecado personal (1 Samuel
16:14-16). Otras veces, Dios le permite a Satanás atacarnos físicamente en grado significativo,
como ocurrió en el caso de Job (Job 1) y Pablo (2 corintios 12:7-9). Indiscutiblemente, no todo
lo que nos ocurre necesariamente es culpa de Satanás, pero a veces, y por propósitos
especiales, Dios puede permitirle al diablo que nos tiente, nos cause cierto grado de daño o
incluso nos enferme.

Muchos se empeñan en negar esta realidad, pero eso no cambia lo que la Biblia enseña. Para
los cristianos que se han entregado el control de sus vidas a Cristo, no puede tomar lugar la
posesión demoníaca. Debemos ver la posesión demoníaca como un caso extremo de control
demoníaco observado sólo entre aquellos que son resistentes al señorío de Cristo.

ABRIENDO PUERTAS A LA INFLUENCIA DEMONÍACA EN NUESTRAS VIDAS.

Un creyente que anda en el Espíritu jamás será poseído por un demonio; sin embargo, en la
zona intermedia entre los fieles cristianos y los inconversos están aquellos cristianos que se
han estancado en su crecimiento; ellos pueden vivir de manera descuidada e inconsistente en
cuanto a buscar la voluntad de Dios y evitar las tentaciones carnales. Cuando ellos vinieron a
Cristo, puede que hayan mantenido algunos sectores de su vida interior sin experimentar
limpieza, o que después de llegar a Cristo se hayan descuidado y rendido un “lugar” dentro
de sus afectos para que el diablo controle cosas tales como avaricia, ira, mentira, lujuria y
ansias de poder. Los cristianos pueden pecar voluntariamente y bajar su escudo defensivo
contra las tentaciones y los dardos de fuego del maligno (Efesios 6:16). Aun cuando el Espíritu
de Dios promete una vía de escape de toda tentación, hay quienes ignoran la oportunidad de
huir (1 Corintios 10:13). Santiago recomienda a los creyentes “resistir al diablo” y que de
nosotros huirá (Santiago 4:7). Sin embargo, algunos creyentes ofrecen poca resistencia y
pueden llegar a ser presa de influencia y opresión demoniaca en diversos grados.

Los creyentes, y particularmente los ministros pentecostales, no pueden permitirse el ser


descuidados o arrogantes, suponiendo ser inmunes a los poderes demoniacos. Si Satanás
confrontó repetidamente a Jesús (Lucas 4:13), los representantes de Cristo no pueden esperar
menos. El Nuevo Testamento llama a los cristianos a la vigilancia y la lucha espiritual constante
contra Satanás y sus dominios. El Nuevo Testamento no indica que hay una tregua, zona
desmilitarizada o inmunidad. Pablo habla en tiempo presente de “nuestra lucha”, incluido él
mismo, que no es contra seres humanos, sino contra poderes espirituales malignos planeado
por un demonio intrigante (Efesios 6:11-12).

A los creyentes de Corinto, Pablo les advierte a no ser engañados por Satanás (2 Corintios
2:11). Se advierte a los cristianos de Éfeso a “no dar lugar al diablo” (Efesios 4:27). La orden
implica que es posible dar lugar o espacio para el diablo, ya sea en los propios pensamientos,
actitudes, comportamientos o relaciones interpersonales. Escribiendo a los conversos en
Roma, Pablo les ordenó: “No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, ni obedezcan a sus
malos deseos” (Romanos 6:12). Y añadió: “No ofrezcas alguna parte de ti mismo al pecado
como instrumento de maldad … ofrezcan cada parte de uno mismo a él [Dios] como
instrumento de justicia. … Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois
esclavos de aquel a quien obedecen “(Romanos 6:13-16). Una lectura inversa sugiere que los
cristianos pueden permitir que el pecado reine en su cuerpo, ya que pueden ofrecer partes
de sus cuerpos para ser utilizados con fines pecaminosos, convirtiéndose en esclavos en
ciertos aspectos de su vida. La amonestación del apóstol a entregar todo a Dios y que él reine
supremamente sobre todas las dimensiones de la vida, incluyendo el corazón (pensamientos,
motivaciones, emociones y valores), el alma (el cuerpo y la conducta externa), y la fuerza
(todas esfuerzos y logros de una vida).

Pedro describió predicadores que viven entre los santos que “han escapado de la corrupción
del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ella
y son vencidos” (2 Pedro 2:20). Afirmó: “Las personas son esclavas de lo que les ha dominado”
(2 Pedro 2:19). La referencia de Pedro a ser “enredado”, “vencido” y “esclavizado” implica que,
como creyentes, podemos sufrir bajas en la guerra espiritual contra Satanás. Dar lugar a
tentaciones puede conducir al pensamiento carnal y a una conducta que finalmente se
convertirá en hábitos. Los hábitos conducen a adicciones, y las adicciones pueden resultar en
grados crecientes de esclavitud.
LLAMADOS A LA GUERRA ESPIRITUAL.

Los cristianos deben tomar la ofensiva y proclamar a Jesús como Señor entre aquellos que
nunca lo han oído. Asimismo, deben invadir y ocupar los dominios de oscuridad. En su avance,
ellos deben revestirse de la armadura provista por Dios (Efesios 6:10-18) e involucrarse en tres
tipos de batalla:

 Los seguidores de Jesús deben renovar constantemente su lealtad a Cristo y estar seguros
de que Él es Señor de todas las dimensiones de la vida. Esto parece haber sido el asunto
en la ciudad de Éfeso, cuando la gente que ya había creído reconocía una lealtad dividida
y la necesidad de limpiar sus hogares de parafernalia usada en la brujería (Hechos 19:18-
20).
 Los cristianos deben buscar la verdad y la sinceridad que se encuentra en Jesús, en su
carácter, en sus hechos y en sus palabras. En la batalla contra las mentiras y las falsas
doctrinas, deben someter las dudas que socavan su confianza en la bondad de la verdad
de Dios (2 Corintios 10:5).
 Cuando sea necesario, los cristianos debieran tener la confianza de involucrarse en
confrontaciones de poder. Debieran imitar a Jesús. Él venció la tentación declarando las
verdades de la Palabra de Dios, salvaguardando su relación con el Padre por medio de la
obediencia, y por permanecer humillado y dependiente de las provisiones, momentos
oportunos y direcciones de Dios. Jesús ha dado poder y autoridad a sus discípulos para
echar fuera demonios, sanar a los enfermos y predicar el reino de Dios (Marcos 16:15-18;
Lucas 9:1,2). El estudio de la palabra de Dios, la oración, la alabanza a Dios, y el ayuno
pueden reforzar la dependencia de uno y la confianza en el Señor para liberar a las
personas. Habrá ocasiones en que uno discierne que la resistencia proviene de “las
fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Podemos observar
los controles demoniacos sobre la gente por medio del difundido tribalismo, racismo,
idolatría, fanatismo religioso y ciertos pecados predominantes. La confrontación de tales
espíritus requiere oraciones individuales y corporativas, y que nosotros, como
embajadores de Cristo, hagamos compromisos duraderos de vivir y de testificar para
Cristo entre la gente de dichas regiones.

La abundancia de advertencias bíblicas a los cristianos respecto de estar alertas, de


preparación y de activa resistencia contra Satanás (descrito como un león rugiente que busca
devorar al pueblo de Dios) contra los demonios, principados y potestades, debiera sensibilizar
a los creyentes ante la realidad de la batalla y de la posibilidad de experimentar bajas y sufrir
daño en la guerra espiritual. La fuerza y la frecuencia de estas advertencias parecen advertir a
los creyentes para que estén alertas y preparados para combatir contra el reino satánico.
TOMANDO SOBRE NOSOTROS LA ARMADURA DE DIOS.

La armadura metafórica descrita por Pablo (Efesios 6:13-18) incluye el “cinto de la verdad”.
Debemos estar ceñidos en el centro de nuestro ser con la sinceridad, honestidad e integridad.
Debemos proteger nuestros afectos con la “coraza de justicia”, permaneciendo firmes y
haciendo lo que es justo ante los ojos de Dios. El calzado apropiado asegura que uno está
listo para ir en cualquier momento donde Dios lo dirija y declarar verbalmente las condiciones
de paz con Dios, con los demás y consigo mismo. Tomar el “escudo de la fe”, manteniéndolo
firme para asegurar las promesas bíblicas de Dios, permite que los cristianos rechacen e
impidan los intentos del diablo para traer destrucción y muerte. Necesitamos proteger
nuestros pensamientos con el “yelmo de la salvación”, salvación que es integral, que
transforma la mente, las emociones, el cuerpo y las relaciones. El arma es una espada pequeña
y manejable, descrita como la “palabra de Dios”, que hace retroceder los poderes de oposición
del enemigo. Debemos dedicar tiempo al estudio, meditación, memorización y comprensión
contextual de la palabra de Dios, para usarla eficazmente en los momentos de crisis. Vestidos
con la armadura y protegidos con el escudo y la espada, los representantes de Dios entran a
la lucha “orando en el Espíritu”. No limitados a orar en lenguas, sino incluyendo el ser llenos
de percepción a la dirección del Espíritu Santo, y dependientes de Él para recibir fortaleza,
resistencia y habilidad de permanecer firmes.

CONCLUSIÓN:

Sin lugar a dudas, el concepto renovado de guerra espiritual ha traído impulsos renovadores
que son notorios en la adoración, la oración intercesora, el evangelismo, las misiones y el
despliegue de dones espirituales diversos que adormecían por falta de animación y práctica
aunque, en algunos casos, ha evidenciado tendencia a la superficialidad y el simplismo bíblico,
y todo lo pretende reducir e interpretar desde la óptica espiritualista, ignorando la reflexión,
el estudio y la compresión de la Palabra de Dios en su sentido más amplio y sistemático.
Haciendo un balance general, la guerra espiritual puede ser considerada como un movimiento
que ha traído despertar y ha sido de bendición para el pueblo de Dios, aunque hay que
reconocer también sus puntos débiles, como la tendencia a absolutizar modelos y prácticas,
descalificando a quienes no se envuelven en ellas. Muchos de sus seguidores están más
empeñados en descifrar las estrategias de las tinieblas que en disfrutar de los destellos de
gloria que irradia la luz del Cristo resucitado y triunfante que todos debemos proclamar. Sin
embargo, los excesos de algunos en nada disminuyen la realidad de la guerra espiritual.

En nuestra calidad de ministros llenos del Espíritu y de poder del Espíritu, es necesario que
estemos en guardia, por causa de nosotros mismos y del rebaño. Necesitamos un apropiado
discernimiento para diagnosticar, defender y librar (cuando sea necesario) a los miembros de
nuestra congregación que están siendo víctimas de ataques espirituales. Los cristianos están
involucrados en la guerra, quiéranlo o no, pero ellos saben que el que está en ellos es mayor
que el que está en el mundo (1 Juan 4:4). Las armas de la contienda no son del mundo, pero
tienen poder divino para derribar fortalezas (2 Corintios 10:4). Tenemos la seguridad de la
victoria final por medio de Jesucristo, quien ha conquistado el mundo, la carne y el diablo.
8. Sufrimiento que obra para bien

Por: Fernando E. Alvarado.

A nadie le gusta el sufrimiento ¿O sí? Vivimos en un mundo que ama las fiestas, la comodidad,
el placer, la felicidad, el lujo y la prosperidad ¡Pero que jamás quisiera probar ni una sola gota
de sufrimiento! Muchos “cristianos” incluso han creado su propio Evangelio para que les
prediquen prosperidad, salud, bienestar y riqueza; pero ese es un falso Evangelio acorde con
los intereses y cosmovisión del mundo. Detrás de él se esconde una falta de comprensión
total sobre los propósitos y el modo de proceder de nuestro Dios. La verdad es está: Dios usa
el sufrimiento para nuestro bien. Quizá nos cueste verlo así, pero es una convicción que calma
nuestras mentes y anima nuestros corazones: de alguna manera Dios tiene su mano en
nuestro sufrimiento. Cualquier circunstancia que experimentamos no viene sin la mano de
Dios, así como una sierra no puede cortar sin la mano del carpintero. Job en su sufrimiento
no dijo: “El Señor dio y el diablo quitó”, sino, “El Señor dio, y el Señor quitó”. El sufrimiento
nunca viene a nuestro camino sin el propósito y providencia de Dios, y por eso, el sufrimiento
es siempre significativo, nunca sin sentido.

Pero ¿De qué manera saca Dios algo bueno de nuestro sufrimiento? Quizá no lo hayas
considerado antes, pero el sufrimiento es un excelente predicador y maestro. Un lecho de
enfermo a menudo enseña más que un sermón, y el sufrimiento primero nos enseña acerca
de nuestro pecado y pecaminosidad, pues tiene el talento de sacar a luz lo que
verdaderamente hay en nuestros corazones. Moisés nos habla de esto mismo al afirmar: “el
Señor tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para
conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos”
(Deuteronomio 8:2, NVI). Si lo piensas bien, descubrirás que el sufrimiento nos enseña acerca
de nosotros mismos, porque en tiempos de salud y prosperidad, cuando todo parece estar
bien, es fácil alabar a Dios. Pero en el sufrimiento llegamos a ver la ingratitud y la rebelión real
de nuestros corazones. En medio de la desgracia, muchos al igual que la mujer de Job,
sacamos a relucir nuestra falta de conversión e ingratitud hacia Dios: “Su esposa le reprochó:
—¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!” (Job 2:9, NVI)

La prosperidad y el bienestar son engañosos. Raras veces revelan lo que verdaderamente


somos o el estado de nuestra relación con Dios. ¿Has visto la luna llena? ¡Hermosa en verdad!
El plenilunio o luna llena es una fase lunar que sucede cuando nuestro planeta se encuentra
situado exactamente entre el Sol y la Luna. Y aunque se ve hermosa y radiante, en ese
momento la luna está más alejada del sol que en otras ocasiones (¡Nada menos que a
150,004,588 km de distancia!). Pero más allá de la distancia que los separa en ese momento,
también hay algo que se interpone entre ella y su fuente de luz: el mundo. La Tierra se
interpone entre ambos en ese momento. Del mismo modo, muchas personas en la luna llena
de la prosperidad están más alejadas de Dios. Pero cuando Dios comienza a quitar nuestras
comodidades mundanas, es entonces que nos encontramos con Él y hacemos la paz con Él.
Hasta que el hijo pródigo padeció necesidad, volvió a la casa de su padre (Lucas 15:13), y
hasta que la paloma no encontró ningún lugar para descansar, voló al arca (Génesis 8:9). Del
mismo modo, cuando Dios trae una avalancha de sufrimiento sobre nosotros, es entonces
que volamos al arca, a Cristo.

El sufrimiento nunca será algo agradable, pero el fruto que produce en aquellos que aman a
Dios siempre será dulce, pues “sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los
que lo aman, los que han sido llamados por Dios de acuerdo a su propósito” (Romanos 8:28,
PDT). Para otros, el sufrimiento será el único sermón que estarán dispuestos a escuchar, pero
marcará el camino de vuelta a casa:

“Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura. Allí le
devolveré sus viñedos, y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza. Allí me
corresponderá, como en los días de su juventud, como en el día en que salió de Egipto. »En
aquel día —afirma el Señor—, ya no me llamarás: “mi señor”, sino que me dirás: “esposo mío”.
Te quitaré de los labios el nombre de tus falsos dioses, y nunca más volverás a invocarlos.
Aquel día haré en tu favor un pacto con los animales del campo,
con las aves de los cielos y con los reptiles de la tierra. Eliminaré del país arcos, espadas y
guerra, para que todos duerman seguros. Yo te haré mi esposa para siempre, y te daré como
dote el derecho y la justicia, el amor y la compasión.” (Oseas 2:14-19, NVI).
9. Recuerda: ¡No podemos mandar a Dios!

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

¿Estás pidiendo algo y Dios parece darte un “no” por respuesta? ¿Le pides a Dios ciertas cosas
y estas nunca llegan? No es que Dios sea sordo, sino que quizá no estás pidiendo
correctamente, o lo que pides no está de acuerdo con la voluntad de Dios. Hemos oído tantas
veces que “la fe mueve la mano de Dios”, al punto que quizá hemos llegado a pensar que
nuestras oraciones, reclamos y decretos pueden torcerle el brazo y obligarlo a darnos lo que
Él no desea para nosotros. Pero eso es falso: “Nuestro Dios está en los cielos; El hace lo que
le place.” (Salmos 115:3), no lo que nosotros intentamos ordenarle.

¿Cómo? ¿Acaso no es la voluntad de Dios sanarnos todo el tiempo, darnos ese trabajo,
adquirir esa posesión o salvarnos de la misma muerte? ¡No siempre! Quizá esto no suene al
Evangelio que conozcas o te prediquen en la televisión. Y es que a Dios le tiene sin cuidado
lo que pueda decir el falso Evangelio de la Prosperidad, la confesión positiva o cualquier otra
moda teológica. Él no obedece decretos, no le interesa que “arrebates” lo que creas que es
tuyo ni escuchará confesiones positivas contrarias a su voluntad, pues “todos los habitantes
de la tierra son considerados como nada, mas Él actúa conforme a su voluntad en el ejército
del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle ‘¿Qué has
hecho?’.” (Daniel 4:35).

El fin supremo de todo es la gloria de Dios, no la nuestra. Nuestras oraciones solo tienen valor
cuánto humildemente nos rendimos y decimos “hágase tu voluntad” (Mateo 6:10) en vez de
querer obligar a Dios a hacer la nuestra. En 2 Samuel 7:18-26, la oración de David para que
Dios ratificara Su promesa y bendijera la casa de David fue motivada por el deseo de ver el
nombre de Dios magnificado. Nuestras oraciones para que Dios nos bendiga deben estar
motivadas por lo mismo. Al pedir la bendición del Señor, busquemos hacerlo no solo para
nuestro beneficio, sino para que el Señor sea glorificado por nosotros y por los demás.

¿Es esa sanidad que deseas tanto para glorificar a Dios, o simplemente quieres más tiempo
para seguir deleitándose en el pecado? ¿Anhelas honrar a Dios con tus bienes, o simplemente
quieres adquirir más para gastar en los deleites temporales del pecado? Examínate a tí mismo.
Dios ya sondeó tu corazón y sabe lo que realmente harás con la “bendición” que le estás
pidiendo. Él no te dará lo que no conviene, pues a Dios le interesa más tu salvación eterna
que tú comodidad terrenal. Santiago lo explica claramente: “Pedís, y no recibís, porque pedís
mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3).
10. ¡Necesitamos más
predicación teológica!

Por: Fernando E. Alvarado.

Uno de los mayores problemas de la predicación evangélica contemporánea es que las


predicaciones cristianas muchas veces no son verdaderamente cristianas. Son morales en el
mejor de los casos, herejías en la mayoría. El evangelio de la prosperidad es solo la punta del
iceberg. Pocos predicadores estarán dispuestos a admitirlo, pero muchas de las predicaciones
no apuntan a Cristo, no revelan a Cristo, no hablan de Cristo o de su obra, de sus promesas o
de cómo ser como Él. Cuando solo predicamos que no debemos mentir, que no debemos
robar, o que debemos amar a nuestra esposa, aun cuando son principios útiles y hasta
tradicionalmente cristianos, no son exclusivamente bíblicos. Los mormones, testigos de
Jehová, y budistas enseñan y se adhieren a esos principios también. Las predicaciones
moralistas son, en última instancia, una falta de respeto a la Biblia y a su autor, pues no
estamos extrayendo de ella los grandes tesoros de conocimiento que contiene. Muchos
predicadores “evangélicos” incluso han reducido el mensaje del Evangelio a una prédica
legalista en la cual lo único que importa es que las mujeres no usen pantalones, se cubran el
cuerpo lo más posible, no usen maquillaje, ni se corten el cabello. Pero ¿Es esto el Evangelio?
¿Por tan poca cosa vino a morir el Señor?

La predicación moralista (¿O debería decir legalista?) es un veneno que provoca una muerte
lenta y silenciosa. Dicha predicación tiene como base un mal fundamento; pues busca que
seres caídos se comporten cómo santos sin haber sido transformados por la gracia. ¿Ves por
qué este tipo de predicación está destinada a fracasar? Muchos creyentes solo han oído hablar
de normas toda su vida, pero no conocen las grandes verdades del Evangelio de la Gracia;
ignoran (casi en su totalidad) la naturaleza de la obra expiatoria de Cristo; ignoran la
naturaleza misma de la vida cristiana y jamás pueden experimentar en sí mismos la vida
abundante que el Señor nos ofrece. ¿Por qué está pasando eso? Porque la predicación que
se enfoca en ser mejores personas, en amar más, en odiar menos, en dar más, en vivir mejor,
es una predicación que, aunque bien intencionada, está terminando de matar a personas
desahuciadas. Es como dar veneno a una persona que se está muriendo. Ahora bien, no estoy
diciendo que esté mal ser un mejor padre o ahorrar más dinero, o dar consejos sobre cómo
llevar una vida sana y exitosa. Pero eso no es lo que Cristo vino a predicar, porque eso no es
lo que necesitamos para vivir. Lo que hace la predicación moralista , legalista, e incluso aquella
puramente motivacional, es poner una jarra de agua helada y deliciosa frente a alguien que
está atado a una bicicleta estacionaria, sediento y cansado: Le muestra algo que necesita, pero
que ¡Simplemente jamás alcanzará! Pues la naturaleza pecaminosa del hombre no se cambia
dándole reglas ¡Solo la obra transformadora del Espíritu Santo puede hacerlo!
En contraste, la predicación bíblica y teológica le muestra al pecador la obra completa y
suficiente de Cristo. Y esa obra de Jesús impulsa por gracia la vida del creyente hacia la
santidad. ¿Teología? Sí. Eso que muchos que muchos “predicadores” rechazan estudiar, ¡Eso
es lo que necesitan! Quizá te preguntes: ¿Por qué la necesitamos? ¿Acaso no nos ha ido bien
sin ella? ¿Acaso los pentecostales no sumamos hoy millones alrededor del mundo? ¿Acaso no
hemos impactado las naciones sin necesidad de tanta teología? ¡Absolutamente no! Y hoy
estamos pagando el precio de nuestro error y desinterés por el estudio sistemático de la
Biblia. Las herejías nos invaden, las modas teológicas arrasan nuestras iglesias. Los miembros
de nuestras iglesias aceptan todo lo que viene, venga de donde venga, sin juzgarlo a la luz de
la Palabra. ¿Por qué? ¡Porque lo que menos conocen es la Palabra! Necesitamos recordar que
uno de los mayores peligros para todo creyente es no saber qué cree o por qué cree lo que
cree. Por ignorancia de la Palabra muchos creyentes son presa de las sectas y de los falsos
evangelios y modas teológicas. Y nosotros los predicadores, pastores y maestros somos los
responsables de ello, pues no estamos alimentando sanamente al rebaño.

Como pastor y líder pentecostal me duele ver como el trabajo de tantos años se pierde a
manos de los mormones, los testigos de Jehová, los pentecostales unicitarios, las sectas
neopentecostales, etc. Como teólogo arminiano, me duele ver como nuestro legado, nuestra
doctrina, nuestra fe histórica es menospreciada, pisoteada y humillada por las modas
calvinistas, hipercalvinistas y neocalvinistas, las cuales, con su vieja y desgastada teología,
deslumbran a nuestros jóvenes sedientos de la Palabra pero a la vez desconocedores de ella.
Éstos, impresionados por la presumida erudición, sofistería y aparente lógica calvinista,
terminan creyendo que nunca aprendieron nada significativo en nuestras iglesias y
abandonan la fe, convirtiéndose en nuevos y fanáticos adoradores de ideas y doctrinas de
hombres; idólatras a cual más de Calvino, Spurgeon, R.C. Sproul, Piper, Washer, MacArthur o
cualquier otro simple mortal que ha ganado algún prestigio.

¿Quién tiene la culpa de esto? Pues nosotros, los pastores y maestros. Aquellos que, siendo
responsables de la enseñanza del pueblo de Dios, han preferido mantenerlo en la ignorancia,
viviendo de una fe ciega como si de algo bueno se tratase. Pero una fe ciega no es una virtud.
En cambio, la predicación teológica crea creyentes centrados y arraigados en la fe (Colosenses
2:7). No estoy hablando de personas llenas de soberbia y arrogancia. Si ese es el caso, no es
culpa de la predicación teológica, sino de otros factores, incluyendo una mala ejecución de
ella. Santiago dice que “Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes” (Santiago
4:6). Sin embargo, reconocemos que la predicación que es rica en teología pondrá la base
sobre la cual se construirá la vida del creyente. Predicar no es tarea fácil y no debe tomarse a
la ligera. Cristo le ordenó a Pedro “pastorear a sus ovejas” (Juan 21:16), y esa orden persiste
hasta nuestros días. Por lo tanto debemos actuar con responsabilidad cuando las ovejas de
Dios vienen a escuchar la Palabra. ¿O será acaso que nosotros mismos tenemos una
preparación teológica deficiente? ¿Estamos tan ciegos como aquellos a quienes pretendemos
guiar? Si este es el caso (y me temo que a veces lo sea), ya sabemos lo que pasará: “son guías
ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo.” (Mateo 15:14, NVI).
Amado pastor y maestro:

Tu predicación tiene que ser rica en teología para que la gente vea, entienda, comprenda, y
se maraville de las verdades de Dios. Tiene que ser rica en teología para que los jóvenes sepan
qué creen, los adultos adoren a su Creador, y los ancianos enseñen a otros. Tiene que ser rica
en teología porque el libro del cual predicas es rico en teología. Es rico en Dios, en su persona,
su esencia, su plan, su mente. La predicación debe fomentar lealtad a Dios, no al pastor. La
predicación no es “mi tiempo”, es el de Dios. Así que sé sabio y con temor y temblor acércate
al púlpito a hablar solo lo que Dios ya habló. Que la predicación rica en teología construya
por medio del Espíritu Santo a creyentes nutridos en teología bíblica.
11. ¡Cuida tus ojos!

Por: Fernando E. Alvarado.

Es cierto que la mujer debe, en honor a la virtud cristiana y en consideración a los débiles,
vestir con pudor y modestia para no ser motivo de tropiezo a nadie. Sin embargo, “tapar” a
la mujer no elimina la raíz del pecado. Honestamente, he empezado a desconfiar de los que
se presentan tan estrictos en sus exigencias del vestuario femenino porque a veces, en
realidad, esconden intenciones inadecuadas y deseos ocultos.

La enfermedad no está en el aspecto atractivo de la mujer, sino en la vista corrupta de los


hombres que quieren apropiarse de ella. Jesús lo expresó con claridad: “… Cualquiera que
mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón…” (Mateo 5:28) y “…La
lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;
pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas…” (Mateo 6:22). Por eso, “…Si tu
ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti…” (Mateo 5:29).

Es hipocresía apuntar al atractivo de las mujeres como causa del problema. Ese atractivo lo
creó Dios, no el diablo. Lo que crea el hombre es la mirada corrompida que pasa del mero
reconocimiento de la belleza al deseo de apropiación. Es normal ver algo que otro posee y
admirarlo, e incluso decir ‘¡Qué bonito es!’, pero es miserable y pecaminoso querer apropiarte
de él.

No hay que tapar a las mujeres; hay que arrancarse el ojo, el ojo de lascivia y apropiación, el
que antepone el deseo propio a la dignidad de la mujer. El único cuerpo que te pertenece y
puedes y debes desear tener es el de tu mujer, y es hipócrita olvidar que, recíprocamente, tu
cuerpo es propiedad exclusiva de tu mujer; y esto incluye tu ojo; no es malo recordarlo en
estos días de tanto vouyeurista de playa. En cierta ocasión, un amigo no creyente, le dijo a su
amigo cristiano:

-¿Y a ti no te gustan las mujeres?


Sin pensarlo, él hombre cristiano le dijo:
– ¡No! No me gustan las mujeres.
Asustado por tal respuesta, el hombre no creyente le dijo a su amigo:
-¡Cómo! ¿Qué te pasa? ¿Por qué no te gustan las mujeres?
Con firmeza, el hombre cristiano dijo:
-No, a mí sólo me gusta una: La mía.
¿Sería esa también tu respuesta? ¿O dejas que tu mirada y tu corazón se deslice hacia otras
mujeres? Como dicen en mi tierra: ¡No seas boca abierta! ¡Respeta la dignidad de la mujer! Y
sobre todo, ¡Sé fiel a la tuya hasta en el pensamiento!
12. Herejías Destructoras: Atar y Desatar

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

En cierta ocasión, el pastor estadounidense John Bryan Chapell, fundador y presidente de


Unlimited Grace, un ministerio de radio y enseñanza de la Biblia en línea, dijo: “Los errores
más grandes de la iglesia ocurren cuando la gente honra lo que sus pastores dicen sin
examinar esas enseñanzas a la luz de las Escrituras.” ¡Y vaya que tenía la razón! En nuestros
días nos encontramos una y otra vez con un cristianismo que insiste en resaltar las
capacidades del hombre al punto de convertirlo en casi una deidad. Para cumplir con su
objetivo, diversos sectores de la iglesia han malinterpretado el hecho de que el hombre fue
creado “a semejanza de Dios”, y a partir de ahí ha enseñado que el hombre, en cierta medida,
puede hacer lo que Dios hace. En ese sentido, una de las enseñanzas que está muy arraigada
en los círculos cristianos es que los creyentes también podemos declarar y mandar con
autoridad, así como Dios lo hace. Mejor dicho, que nuestras palabras tienen tanto poder,
como las palabras de Dios. Dicha autoridad, dicen, incluye un poder que los creyentes
tenemos para “atar al diablo y a los demonios”.

La doctrina de que podemos “atar y desatar al demonio”, muy común en algunas iglesias de
nuestra época, es una de esas enseñanzas que suele distorsionarse a menudo desde el púlpito.
A menudo se le asocia con el tema de la guerra espiritual. Antes de seguir quiero aclarar algo:
La guerra espiritual es real. Puede no salir en las noticias; pero debería. Pablo lo admite en
Efesios 6:12, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes.” Sin embargo, las armas de esta guerra son a menudo
malentendidas de alguna forma. En algunos círculos evangélicos, por ejemplo, es común
escuchar a pastores y su gente hablar de “atar a Satanás” o “renunciar a la presencia del
diablo” o muestras similares de confianza. Una de las prácticas más comunes dentro de ciertas
congregaciones es la de “atar y desatar”, atan al diablo, demonios, enfermedades,
maldiciones, ¡Hasta huracanes! y por otro lado desatan huestes celestiales, bendiciones,
finanzas, riquezas, salud, autos, casas, etc.

La mayoría de los cristianos se sorprende al saber que los verbos atar y desatar aparecen
juntos solamente dos veces (Mateo 16:19; 18:18). Por el hecho de que la misma palabra griega
que se usa para atar en estos versículos (deo) también aparece en Mateo 12:29 y Marcos 3:27,
muchos pentecostales y carismáticos han llegado a la conclusión de que tales pasajes se
refieren a la autoridad del creyente para atar espíritus rebeldes y demoníacos. No obstante,
lo que parece una conclusión simple y sencilla, está sin embargo erizada de dificultades
contextuales, teológicas, y prácticas. Pero esto no ha detenido la herejía. Atar al diablo y su
obra en la tierra se ha convertido en el pan diario de muchas congregaciones.

Necesitamos considerar el asunto de atar y desatar por varias razones:

1. Primero, esta difundida práctica refleja la necesidad de una sólida interpretación bíblica.
Con frecuencia la gente supone que esta práctica tiene apoyo bíblico, en vez de hacer un
cuidadoso estudio bíblico. El movimiento Pentecostal siempre ha defendido la creencia
de que solo las Escrituras son el fundamento en todos los asuntos de “fe y práctica”. Por
consiguiente, aquellos que toman la Biblia absolutamente en serio deben disciplinarse
para someter todas sus creencias y prácticas al escrutinio de ella.
2. Segundo, necesitamos ver que los asuntos teológicos populares sean como vías para
conectarse con las Escrituras y desarrollar nuestras habilidades en la interpretación y
aplicación bíblicas. No podemos ser negligentes en la disciplina espiritual del estudio
bíblico regular.
3. Tercero, Dios nos llama a desear conocer y complacernos en hacer su voluntad (Romanos
12:1; Efesios 5:10,17; Colosenses 1:9,10). La Palabra de Dios debe estar presente en cada
pensamiento, palabra, y acción de aquellos que desean agradar a Dios, y que conocen y
hacen su voluntad.
Una razón final para una seria consideración de este asunto es la preocupación por la salud
espiritual de los cristianos individualmente y del cuerpo de Cristo. Las enseñanzas que no
tienen un sólido apoyo bíblico con frecuencia ejercen una influencia errónea en los creyentes
y llevan a falsas doctrinas y a prácticas que dañan la salud espiritual de los creyentes y de la
iglesia. Con estos pensamientos en mente, demos un repaso a esta popular enseñanza

UNA PRÁCTICA INÚTIL Y ANTIBÍBLICA.

Pretender que tenemos el poder de “atar al diablo” ha llevado a muchos creyentes a incurrir
en prácticas no solamente inútiles, sino antibíblicas y promotoras de herejías aún más
peligrosas. Vivir atando al diablo es un sinsentido en el contexto de las Escrituras, de hecho,
jamás podremos hallar un tan solo ejemplo de ello ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento.
Es más, en el contexto de una verdadera lucha espiritual, ocurre totalmente lo opuesto: “Ni
siquiera el arcángel Miguel, cuando argumentaba con el diablo disputándole el cuerpo de
Moisés, se atrevió a pronunciar contra él un juicio de maldición, sino que dijo: «¡Que el Señor
te reprenda!»” (Judas 9, NVI).

Judas 9 es el supremo ejemplo de cómo los cristianos deben tratar a Satanás y los demonios.
El ejemplo de Miguel, al negarse pronunciar una maldición sobre Satanás, debe ser una
lección para los cristianos de cómo relacionarnos con las fuerzas demoníacas. Los creyentes
no deben hablarles, sino buscar al Señor, y Su poder de intervención contra ellos. Si un ser
tan potente como Miguel dejó al Señor tratar con Satanás, ¿Quiénes nos creemos para pensar
que tenemos el poder de atar a los demonios, incluyendo al mismísimo Satanás?

Tal práctica es más bien asociada con los falsos maestros y sus doctrinas: “Pero hubo también
falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras… Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los
cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros
con palabras fingidas… siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y
desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades
superiores, mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian
juicio de maldición contra ellas delante del Señor. Pero éstos, hablando mal de cosas que no
entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su
propia perdición.” (1 Pedro 2:1-12).

VIVIENDO EN LA ESCLAVITUD DE TEMORES INFUNDADOS.

Hay una paranoia perniciosa que se respira en las iglesias hoy en día: la gente piensa que
Satanás en persona los vigila a cada segundo. Algunas personas inconscientemente incluyen
en el currículo de Satanás los atributos únicos de Dios: su omnisciencia y omnipresencia. Sí,
Satanás ciertamente está deambulando (1 Pedro 5:8), pero está limitado a un lugar a la vez.
Él no puede leer tu mente, y tampoco “para las orejas” cada vez que su nombre es mencionado
en nuestras oraciones. Es triste darnos cuenta como, en muchas ocasiones, mientras estamos
orando a Dios, en un desliz ¡Comenzamos a dirigirnos a Satanás! Incluso por las cosas más
triviales: Por ejemplo, en cierta ocasión, un pastor oraba: “Señor oramos contra las fuerzas del
mal en este lugar hoy, y Satanás te atamos en el nombre de Jesús, denunciamos tus esfuerzos
de distraernos jugando con el proyector de PowerPoint otra vez, y reprendemos tu presencia
aquí hoy. ¡No eres bienvenido aquí!”.

Tal suceso fuera cómico sino representara la poca comprensión que tenemos del mundo
espiritual: En primer lugar, los cristianos debemos orar a Dios, no a Satanás (aun cuando lo
que estemos diciendo sea para irritarlo). Segundo, es poco probable que Satanás en persona
esté merodeando todo el tiempo por tu iglesia de todos modos. Así que, a menos que tenga
demonios grabando nuestras oraciones y luego enviándole el transcrito por correo, tales
oraciones son totalmente inútiles, por no decir ridículas. Estoy seguro de que jugar con el
equipo de sonido de mi iglesia, o hacerme resbalar en una cáscara de plátano, tiene que ser
una prioridad menor para el diablo que, digamos, lo que sucede a niveles mayores en los
gobiernos y naciones de la tierra.
ATAR A SATANÁS ESTÁ FUERA DE NUESTRA JURISDICCIÓN.

Satanás puede ser atado, sólo que no por ti o por mí. La tarea de atar a Satanás se le ha dado
a un ángel (Apocalipsis 20:1-3). Es una tarea bastante importante y una gran parte de la
escatología depende en que se realice correctamente. Al igual que Pedro, Judas advierte con
severidad a aquellos fanfarrones espirituales que presumen aventurarse por encima de su
jurisdicción y encima de los seres angelicales malignos: “No obstante, de la misma manera
también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las
potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando
con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que
dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que
por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.” Judas 1:8-10.

El propio arcángel Miguel no trató de atar a Satanás de la forma en que muchos tele-
evangelistas, pastores, pseudo profetas y falsos apóstoles fanfarrones de hoy en día lo hacen.
Incluso el privilegio que tenemos de invocar el nombre de Jesús no nos concede una licencia
para realizar cosas más allá de la autoridad que Dios nos ha delegado, o traspasar los límites
establecidos por la Palabra. Los hijos de Esceva prueban esta hipótesis (Hechos 19:13-16).

LAS LLAVES Y EL PODER DE ATAR Y DESATAR.

La justificación bíblica para esta práctica es tomada de dos textos del libro de Mateo, y en
ambos casos Jesús les está enseñando a sus discípulos algunos aspectos de la autoridad que
la iglesia tendría en su misión en la tierra. El primer texto lo encontramos en Mateo 16, cuando
Jesús está preguntando a sus discípulos “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mateo 16:15).
Pedro fue el único que respondió, diciendo “tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”. El Señor
anuncia que su iglesia será fundada sobre esta declaración (“tú eres el Cristo, el hijo del Dios
viviente”), y es en este contexto que le dice a Pedro: “Y a ti te daré las llaves del reino de los
cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la
tierra será desatado en los cielos.” (Mateo 16:19). Las palabras de Jesús significan que Pedro
tendría el derecho de entrar en el reino mismo, tendría ahí autoridad general, simbolizada por
la posesión de las llaves, y la predicación del Evangelio sería el medio por el cual abriría el
reino de los cielos a todos los creyentes y lo cerraría contra los incrédulos. El libro de Hechos
nos muestra este proceso en acción. Por medio de su sermón en el día de Pentecostés (Hechos
2:14-40), Pedro abrió la puerta del reino por primera vez. La expresión “atar” y “desatar” era
común en la fraseología legal judía, significando declarar algo como prohibido o declararlo
permitido.

El apóstol Pedro, y luego a los otros discípulos, fueron los pioneros que “abrieron” el acceso
al reino, a través de la proclamación del evangelio. Su predicación hizo posible que tanto
judíos como gentiles tuvieran la oportunidad de ser parte y de recibir las bendiciones del
reino de los cielos. Sin embargo, en su aplicación más amplia, esta autoridad “de atar y
desatar” quedaba extendida a toda la iglesia en su misión evangelizadora. En el cumplimiento
de la Gran Comisión, la iglesia de Jesucristo puede asegurar las bendiciones de acceso al reino
o puede advertir de juicio y condenación a los hombres, según ellos respondan. Por eso,
debemos recordar que cuando el creyente predica las buenas nuevas, puede darle seguridad
de perdón de pecados a quienes se arrepienten, y aun advertir de juicio a quienes rechazan
el mensaje del evangelio. Esa es la autoridad para atar y desatar que vemos en Mateo 16.

Ahora, el otro texto que nos enseña sobre esto de atar y desatar está en Mateo 18, y Jesús
nuevamente les está enseñando a sus discípulos diciendo: “De cierto os digo que todo lo que
atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el
cielo.” (Mateo 18:18). En esta oportunidad, el tema que el Señor está discutiendo es la
disciplina eclesiástica. Jesús les está recordando a los discípulos la responsabilidad que la
iglesia tiene de ejercer disciplina a quien rehúsa ser corregido y no busca arrepentirse por un
acto pecaminoso. Eso lo podemos ver por los versículos que anteceden: “Por tanto, si tu
hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu
hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres
testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia,
tenle por gentil y publicano.” (Mateo 18:15-17). Cuando alguien ha cometido pecado, el deber
de la iglesia es restaurarlo, y los creyentes que ejerzan la disciplina deben procurar ganar al
hermano. La meta es hacerle ver su pecado y llevarlo a buscar el perdón. Pero si en una
instancia íntima, la persona que ha pecado se resiste, debemos llamar un par de testigos para
concederle una nueva oportunidad. Si todavía no hay arrepentimiento, el otro peldaño en la
escalera de la restauración es decirlo públicamente a la iglesia. Si el hermano no recibe la
disciplina, la cuarta y última medida será tenerlo “por gentil y publicano”, o más bien,
expulsarlo de la iglesia, tal como lo había demandado el apóstol Pablo a los corintios cuando
uno de sus miembros estaba en abierta desobediencia a las Escrituras practicando un pecado
sexual. (1 Corintios 5:13). En este contexto, “todo lo que atéis en la tierra, será atado en el
cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” se refiere al respaldo que
el cielo otorga cuando la iglesia cumple su labor y procura la santidad entre sus miembros.
Cuando ejercemos bien esa autoridad en la tierra, el cielo aprueba la disciplina.

Por lo tanto, pensar que tenemos la necesidad de “atar y desatar” al diablo es un argumento
que no se ajusta al testimonio de las Escrituras, y lo que es más, desvía la atención de la iglesia.
Los creyentes no tenemos que enfrascarnos en una “batalla campal” con el diablo y sus
demonios, ni tampoco “atarlos” en el nombre de Jesús. Por un lado, Satanás, ya fue derrotado
hace 2,000 años por un hombre más fuerte que él: Jesús de Nazaret (Mateo 12:29). Además,
la influencia que en cierta medida el diablo pueda tener hoy día siempre estará sujeta a los
límites que Dios ha establecido en su soberanía. En medio de la guerra espiritual, que es real
y no ignoramos, el llamado que tenemos en la Escritura es a resistir y estar firmes (Efesios
6:11,13; Santiago 4:7). No tenemos que atar al diablo porque toda su obra está bajo el permiso
y control soberano de Dios. Su soberanía y amor hacia nosotros debe constituirse en la base
de nuestra confianza.

Como ya se mencionó, el contexto de Mateo 16:19 y 18:18 no tiene nada que ver con el
exorcismo. En el capítulo 16, Jesús estaba hablando acerca de edificar la iglesia (versículo 18).
Las llaves que Él dio eran para la apertura del reino de los cielos (versículo 19), no para cerrar
(o atar) el dominio de las tinieblas. En Mateo 18, el atar y desatar no tiene lugar en un contexto
de exorcismo, sino en la administración de disciplina en la iglesia. Los líderes de la iglesia
tienen la responsabilidad de determinar a quién se le permite permanecer dentro de la
comunidad del nuevo pacto, y bajo qué condiciones. Si este es el caso en Mateo 18 y el
lenguaje (“atar y desatar”) es idéntico al lenguaje de Mateo 16, los contextos de estos dos
pasajes están muy probablemente relacionados. Al considerar la relación entre estos dos
pasajes, es importante tener en cuenta el principio hermenéutico de que “las Escrituras
interpretan las Escrituras”. Este principio requiere que el pasaje que no parece claro, o que
está en disputa, sea interpretado sobre la base del pasaje que nos resulta claro. En este caso,
Mateo 18:18 resulta ser el pasaje claro y sobre el cual no hay duda en cuanto a su significado.

INTERPRETANDO CORRECTAMENTE MATEO 16:19 Y 18:18.

Vayamos un poco más lejos. Ahora que hemos comentado lo que Mateo 16:19 y 18:18 no
significan, es necesario que veamos cuál es el sentido de tales pasajes.

Primero, para entender la terminología de atar y desatar de Mateo 16:19, debemos comenzar
con Mateo 18:18. Cuando se emplea el principio de contexto literario inmediato, el significado
de este pasaje resulta claro, porque contiene muchos indicadores contextuales. Los elementos
de un “hermano [que] peca” (versículo 15), “repréndele” (versículo 15), “testigos” (versículo
16), “iglesia” (versículo 17), y excomunión, “tenle por gentil y publicano” (versículo 17), no
dejan duda de que el pasaje no trata de exorcismo, sino de excomunión. En este contexto es
que se lee el versículo 18: “Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que
desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. Cuando se toma Mateo 18:15-20 como un
todo, Jesús estaba autorizando a los líderes de la iglesia a seguir un proceso específico con el
fin de preservar la pureza y el testimonio de la iglesia. Se les designa a ellos para que protejan
la reputación de Dios y de su iglesia, y si es necesario, para que despidan a los miembros que
en forma abierta persisten en su estilo de vida pecaminoso. Sus decisiones son autoritativas
(atar) y finales. A menos que tomemos en forma extrema la traducción tradicional de estas
palabras, necesitamos tomar en cuenta que este texto no concede la influencia humana
desenfrenada sobre los decretos de Dios. Las referencias gramaticales del griego autorizado
nos hacen ver que necesitamos traducir el versículo 18: “Cualquier cosa que ustedes aten en
la tierra habrá (ya) sido atada en el cielo; y cualquier cosa que desaten en la tierra habrá (ya)
sido desatada en el cielo”. Los líderes cristianos tienen que reflejar la voluntad de Dios en sus
decisiones, y no ser ellos quienes las generen. Del mismo modo que con muchos otros pasajes
de las Escrituras, éste enseña a quienes somos siervos de Él, a hacer su voluntad antes que
exigir que Él haga la nuestra (Mateo 6:10; 7:21; 26:39; Romanos 12:1; Efesios 5:10, 17;
Colosenses 1:9,10). Los dos versículos finales de este pasaje proveen mayor evidencia de la
naturaleza judicial (contrariamente al exorcismo) del pasaje. “Otra vez os digo, que si dos de
vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será
hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:19,20). Usualmente estos versículos se han
usado para garantizar las respuestas a las peticiones en oración ofrecidas por dos o tres
creyentes “que están de acuerdo” unos con otros. Pero las palabras “otra vez os digo”,
fusionan claramente esta enseñanza con la instrucción previa. En otras palabras, Jesús estaba
reiterando la misma verdad que comunicó en el versículo 18. El “acuerdo… respecto de
cualquier cosa que pidieren” (versículo 19) tiene límites definidos por el contexto en el cual
aparace la frase. Por cuanto el contexto más amplio tiene que ver con la disciplina de la iglesia,
lo más probable es que Jesús dijera que Dios está dispuesto a contestar a oraciones por
fortaleza, sabiduría, revelación, valentía e imparcialidad para los participantes en una disputa
o los disciplinadores, y para convicción, contrición, reacción, arrepentimiento, y perdón para
el pecador. La garantía de la presencia de Dios entre los “dos o tres… reunidos en [su] nombre
(versículo 20) calza perfectamente en el contexto judicial y disciplinario. Los “dos o tres” que
se mencionan no son números arbitrarios. Se refieren a los “testigos” a los cuales el juez podía
llamar para establecer las palabras o hechos pecaminosos del acusado mediante su
testimonio ocular (véase Deuteronomio 17:6,7; 19:15-21; 1 Timoteo 5:19). Los dos o tres
mencionados por Jesús en Mateo 18:20 se refieren sin duda a los testigos del versículo 16.
Estas palabras llevan una promesa y una advertencia. La promesa es la garantía de Dios de
que ningún líder o testigo tendrá que pasar por esta difícil experiencia confiando sólo en su
propia fuerza. Ellos experimentarán la presencia, autorización, y capacitación de poder a pesar
de lo difícil de la situación. Sin embargo, la advertencia se ve en el hecho de que nada menos
que Dios es quien supervisa el proceso. Sus representantes en la tierra deben recordar la
santidad personal, rectitud, justicia e imparcialidad de Dios cuando lleven a cabo un juicio.
Sus decisiones deben reflejar el decreto celestial. Estímulo y desafío semejantes a éste eran
comunes en los primeros siglos. Podemos ver esto en un pasaje de la literatura rabínica que
provee un mayor fundamento bíblico: “Los jueces debieran conocer a quien juzgan, y en la
presencia de Quién juzgan, y Quién es el que juzga con ellos. Los testigos debieran saber
respecto de quién dan testimonio, en la presencia de Quién dan testimonio, con Quién dan
testimonio, y Quién es el que da testimonio con ellos, puesto que se dice: “Entonces los dos
litigantes se presentarán delante de Jehová” (Deuteronomio 19:17), y se dice: “Dios está en la
reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga” (Tosefta Sanhedrin 1:9).

Segundo, después que establecemos que el atar y desatar ordenado por Jesús en Mateo 18:18
tiene que ver con la disciplina en la iglesia, podemos movernos a Mateo 16:19. El contexto es
menos obvio, pero es similar al de 18:18. Cuando nos fijamos en el contexto literario
inmediato, los indicadores (aun cuando posiblemente sean menos obvios) sugieren una
similitud de contexto con Mateo 18. Por ejemplo, en 16:18 Jesús habla de “edificar [su] iglesia”.
El versículo 19 introduce la metáfora de las “llaves del reino de los cielos”. Las llaves deben
referirse a autoridad para determinar la admisión y la no admisión en la fraternidad de la
iglesia. Es en este punto del versículo que aparece la frase en cuestión: “Y todo lo que atares
en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los
cielos” (16:19). La construcción gramatical aquí es la misma que en 18:18. Por tanto, como en
18:18, podemos traducir: “Cualquier cosa que ustedes aten en la tierra habrá (ya) sido atada
en el cielo; y cualquier cosa que desaten en la tierra habrá (ya) sido desatada en el cielo”. En
este texto Jesús ordena al liderazgo de la iglesia que reflejen la voluntad de Dios y no la de
ellos mismos respecto de a quien debieran recibir como miembro “en plena comunión” en la
nueva comunidad de pacto.

Tercero, además del hecho de que 16:19 y 18:18 comparten la misma terminología y contexto,
la literatura concerniente a esta discusión que hallamos fuera de la Biblia apoya la
interpretación de estos textos en la manera que estamos sugiriendo. La asociación verbal de
atar y desatar aparece con tanta frecuencia en la literatura rabínica que nos parece que Jesús
estaba empleando terminología que su cultura entendería con facilidad. Aquí tenemos tres
ejemplos:

“Durante la guerra de Vespasiano, (los rabinos primitivos) ataron las guirnaldas de los novios
y [tocaron] las campanas. Durante la guerra de Quietus, ellos ataron las guirnaldas de las
novias y que un hombre enseñara griego a su hijo. En la última guerra [La revolución de Bar
Koziba], ellos ataron a la novia a cabalgar en una litera dentro de su villa, pero nuestros rabinos
desataron a la novia para que cabalgara en una litera dentro de su villa” (Mishnah Sotah 9:14).

“Si un hombre hacía un voto de abstenerse de leche, él era desatado [respecto al] suero. El
rabino Yosi lo ata… Si un hombre hizo un voto de abstenerse de carne, el es desatado
[respecto al] caldo [en el cual se cocinaba] … [pero] el rabino Judá lo ata… si un hombre hizo
un voto de abstenerse de vino, él es desatado [respecto a] la comida preparada que tenga
sabor a vino” (Mishnah Nedarim 6:5-7).

“Si un hombre prometía abstenerse de verduras, es desatado [respecto a] calabazas, pero el


rabino Akiva lo ata” (Ibid., 7:1).

Estos pasajes de la literatura rabínica confirman que los términos atar y desatar, cuando
aparecen juntos, se refieren a la autoridad de los que están en el liderazgo para atar (prohibir)
y desatar (permitir) ciertas prácticas o conductas. Aún más, estos pasajes no tienen relación
con atar o desatar espíritus de demonios, ángeles, o actitudes de la gente.

¿Cuál es, entonces, la diferencia entre 16:19 y 18:18? Sobre la base de la información
contextual ya comentada, es obvio que el capítulo 16 se refiere a la autoridad del liderazgo
de la iglesia para prohibir o permitir la entrada a la comunidad del pacto. Por otra parte, el
capítulo 18 se refiere a la autoridad del liderazgo para prohibir o permitir la continuación de
la condición de miembro en la iglesia local.

ERRORES QUE ENGENDRAN ERRORES.

Cuando la gente interpreta y aplica incorrectamente Mateo 16 y 18, inevitablemente surgen


problemas teológicos y prácticos. Por ejemplo, en ninguna parte de las Escrituras (tanto en la
literatura judaica como en la cristiana fuera de la Biblia) aparece Dios dando a los creyentes
la tarea de atar a Satanás o a los demonios. En cambio, solo Dios y sus intermediarios
angelicales realizan esta actividad (Apocalipsis 20:1,2). En tiempos recientes, la interpretación
de desatar se ha referido en algunas ocasiones a la prerrogativa del creyente de permitir que
las fuerzas demoníacas ejerzan una cierta libertad. Sin embargo, con más frecuencia, desatar
se aplica para liberar un espíritu de avivamiento o de intercesión. En casos extremos, el espíritu
de Elías o algún otro personaje bíblico es “soltado”. Respecto a las primeras tres
interpretaciones, es más apropiado atribuir tales iniciativas a la obra del Espíritu Santo que a
los dictados del hombre. En cuanto a la última interpretación, el idioma y el concepto que
representan se encuentran en el límite de la nigromancia (interacción que involucra a los
muertos) y son espiritualmente insalubres y bíblicamente inapropiados (Levítico 19:26,
Deuteronomio 18:10,11). La interacción que implica a los santos que han partido está dentro
del ámbito de Dios solo.

En muchos círculos ha estado en boga también la práctica de atar ciertas actitudes o atributos
personales a los que se les designa como “espíritus”. De este modo, con frecuencia se induce
a los padres a atar el espíritu de rebeldía en sus hijos desobedientes. En manera similar, oímos
con frecuencia que gente bien intencionada ata el espíritu de incredulidad sobre personas o
grupos. Por muy espiritual que parezca esta expresión, lleva consigo un marco no bíblico de
referencia. Dios ha creado a las personas como agentes morales libres. Él nos da la capacidad
y la responsabilidad de elegir. Dios no responderá a una oración que requiera que Él viole
este aspecto de la naturaleza humana que Él creó intencionalmente. Cuando oramos de esta
manera, nos colocamos al margen de las Escrituras, que son las que operan como nuestra
única regla de fe y práctica. Una vez que uno se aleja de los parámetros de las Escrituras, es
muy probable que haya otras desviaciones, como la creencia y práctica que algunos han
adoptado de dar órdenes a los ángeles.

ATANDO AL HOMBRE FUERTE (MATEO 12:29).

Mateo 12:29 es otro versículo usado por los que dicen que atar demonios es bíblico. De
acuerdo con el contexto, Jesús es acusado por los fariseos de echar fuera demonios por el
poder de Belcebú. Jesús les respondió: “Todo reino dividido por una guerra civil está
condenado al fracaso. Una ciudad o una familia dividida por peleas se desintegrará. Si Satanás
expulsa a Satanás, está dividido y pelea contra sí mismo; su propio reino no sobrevivirá.
Entonces, si mi poder proviene de Satanás, ¿qué me dicen de sus propios exorcistas, quienes
también expulsan demonios? Así que ellos los condenarán a ustedes por lo que acaban de
decir. Sin embargo, si yo expulso a los demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de
Dios ha llegado y está entre ustedes. Pues, ¿quién tiene suficiente poder para entrar en la casa
de un hombre fuerte como Satanás y saquear sus bienes? Solo alguien aún más fuerte, alguien
que pudiera atarlo y después saquear su casa.” (Mateo 12:25-29; NTV)

Nótese que Jesús no dice que podemos atar demonios o que debemos hacerlo. De hecho,
ese pasaje nunca ha sido interpretado de esa manera en toda la historia de la iglesia hasta
que surgió hace poco la moda de “atar y desatar”. El problema es que mucha gente ni siquiera
se toma la molestia de leer bien lo que dice Jesús. Jesús explica que Él saca demonios por el
poder del Espíritu Santo, y ese poder es más poderoso que el poder de los demonios, pues
¿Quién tiene suficiente poder para entrar en la casa de un hombre fuerte como Satanás?”. Y
aquí Jesús hace una analogía entre Él contra Satanás, y un hombre muy fuerte que ata a
alguien menos fuerte y le quita dominio. ¡Aquí no se dice que nosotros debemos o podemos
“atar” demonios!

A pesar de la interpretación popular de que las palabras de Jesús: “¿Cómo puede alguno
entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata?” (Mateo 12:29,
Marcos 3:272) prescribe una secuencia para el exorcismo, la evidencia en el resto del Nuevo
Testamento no apoya esta idea. Por ejemplo, aun cuando los escritores de los Evangelios
registraron múltiples enfrentamientos entre Jesús y los espíritus demoníacos, no hay una
ocasión en el registro escrito en el cual Él haya atado a un demonio antes de echarlo fuera.
Aún más, una acción tal relacionada con atar a los demonios no se encuentra en el libro de
los Hechos, en las epístolas, o en el libro de Apocalipsis. En comparación con las fórmulas
elaboradas de exorcismo de los judíos contemporáneos y de los paganos, las palabras y
acciones de Jesús y de sus primitivos seguidores son cortantes y directas: “¡Sal de él!”

Si hubo algo que caracterizó a Jesús, es que era consecuente. Si hubo algo que caracterizara
a sus seguidores del primer siglo, es que eran obedientes a sus enseñanzas. Si en Mateo 12:29
Jesús hubiera tratado de proveer una descripción respecto de la adecuada secuencia de actos
para un exorcismo exitoso, habría seguido su propia fórmula cuando exorcizaba a los
demonios, y sus discípulos del Nuevo Testamento también la hubiesen seguido.

Si seguimos los principios interpretativos de que las Escrituras interpretan las Escrituras, y si
examinamos las Escrituras como un todo, tenemos que entender que Mateo 12:29 y Marcos
3:27 no son un mandato, sino mas bien una analogía (una técnica ilustrativa que Jesús usó
regularmente en los cuatro Evangelios). Satanás no es un hombre, sino semejante a un
hombre rico que debe ser sometido antes que un ladrón pueda robar en su hogar. Satanás
debe ser desarmado antes que el reino de Dios pueda avanzar (compare Mateo 12:28).
CAYENDO EN LO ABSURDO Y LA CONTRADICCIÓN.

Si en realidad, como muchos super creyentes afirman, ellos poseen la autoridad para ‘atar’ al
diablo cada vez que se presente, tenemos solamente dos opciones para explicar el continuo
actuar del diablo en el mundo a pesar de que muchos creyentes vivan atándolo. Hay dos
opciones: O lo ataron con una cadena muy larga que de todas maneras le permite actuar a su
antojo, o el diablo se escapa sutilmente a cada rato y se va a otra iglesia donde lo vuelven a
atar. Tales suposiciones suenan ridículas ¿Verdad? ¡Por supuesto que sí! ¡Igual que la doctrina
de atar y desatar demonios! La moda de “atar y desatar” es un fraude porque contradice la
Biblia, el sentido común y la lógica. En ninguna parte en toda la Biblia verás a los miembros
de la iglesia atando demonios, deudas económicas, hábitos, enfermedades, etc.

Atar y desatar es una moda herética que ha invadido la iglesia. Tal enseñanza nació en círculos
de creyentes en donde la Palabra de Dios no es estudiada con seriedad y detenimiento.
¿Dónde está la confianza de tales “creyentes” en la soberanía y la Palabra de Dios en todos
nuestros momentos, ya sean difíciles o felices? Para empeorar las cosas, atar y desatar es una
moda que refleja la fascinación insana del pueblo evangélico por el diablo y sus demonios
(muchos evangélicos en Latinoamérica ven al diablo hasta en la sopa, pero son ciegos para
ver la mano de Dios en sus vidas). La fe de ellos está en “atar” lo malo para que les vaya bien,
en vez de confiar en la voluntad de Dios para sus vidas. Muchos charlatanes se aprovechan
de esta moda para vender entradas para sus congresos en donde prometen atar los demonios
y las enfermedades que atormentan a la gente.

Piénsalo bien: Atar demonios simplemente no tiene sentido. Si alguien realmente tiene el
poder de “atar” a Satanás o a los demonios, entonces ¿Quién los vuelve a soltar? ¿Por qué los
cristianos de todo el mundo están afirmando que atan a Satanás y siguen pasando cosas
malas? ¿Cuánto tiempo dura la “atadura”? Si sólo dura una hora, entonces la gente pudiera
literalmente “turnarse” para atar a Satanás y de esta manera nunca dejarlo suelto de nuevo.
¿Puedes ver lo absurdo que es esta doctrina de “atar demonios y a Satanás”? Además, ¿quién
dice que Satanás esté escuchando? No olvidemos que Satanás no es omnipresente, por lo
que sólo puede estar en un lugar al mismo tiempo, así que el concepto de que la gente de
todo el mundo esté atando a Satanás en, o alrededor del mismo tiempo, no tiene sentido. Lo
repito: La única “atadura” de Satanás en la Biblia está en Apocalipsis 20:2, cuando un ángel
“ate” a Satanás por 1.000 años en el abismo.

CONCLUSIÓN.

Es necesario que pensemos y analicemos a la luz de la Biblia todo lo que se nos predica. Las
personas a veces podrán equivocarse y transmitir de forma torcida un mensaje, incluso
cuando tal vez esas personas tengan una buena intención, pero la Palabra de Dios nunca se
equivoca. Reconozcamos que la Biblia es más que suficiente y que no necesitamos sacar
versículos fuera de sus contextos. Amémosla y conozcamos a Dios y Su voluntad en sus
páginas. Eso es lo que la iglesia más necesita en el día de hoy. Cuando realmente sabemos
que Dios cuida de nosotros y que nada de lo que nos sucede se escapa de la voluntad de
Dios, no perdemos tiempo “atando” demonios y vivimos con más gozo en Dios (Romanos
8:28).
13. Herejías Destructoras: Arrebatarle cosas
al diablo.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:

Vivimos en una época de modas religiosas y herejías al por mayor. Algunas se materializan en
la formación de nuevas sectas y movimientos heréticos, otras se infiltran dentro de iglesias
consideradas sanas, pero con cimientos poco profundos en la Palabra de Dios. Dentro de
muchas iglesias evangélicas, principalmente en muchas de nuestras iglesias pentecostales y
en aquellas de tipo carismático, existe la enseñanza de decretar y declarar cosas en el nombre
de Dios, y de “arrebatar cosas que el diablo nos quitó.” Esta enseñanza o práctica, como
muchas otras que abundan en la actualidad, no se encuentra en las Sagradas Escrituras. Dicha
práctica nunca ha sido parte del cristianismo sano y bíblico. Los primeros cristianos jamás lo
practicaron. Tal enseñanza, abunda en muchas iglesias debido al poco interés por estudiar la
Palabra y muchos cristianos profesantes están siendo arrastrados y engañados por tal herejía.

Los cristianos no debemos “arrebatarle” cosas al diablo, ya que en ninguna parte de la Biblia
se nos ordena hablar o discutir con él. La Biblia nos enseña: “Someteos, pues, a Dios; resistid
al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7). Sin embargo, muchos cristianos le han asignado
a Satanás un papel y un poder mucho mayor del que la Biblia le asigna. Esto les lleva a vivir
decretando y declarando cosas, culpando a Satanás de todos sus males, accidentes,
necesidades, enfermedades y pecados, como si el diablo fuera omnipotente u omnipresente,
o como si pudiera sobrepasar el permiso y la soberanía divina. Muchos equivocadamente
piensan que el diablo les ha robado cosas que Dios les ha dado, y que tienen que luchar
espiritualmente para recuperarlo. Pero, en la Biblia, vemos a Job que lo perdió todo, pero él
no desperdició su tiempo pidiéndole al diablo que le devolviera lo que le quitó. Es más, Job
nunca supo de la discusión entre Dios y Satanás, y al final del libro de Job, en el capítulo 42,
vemos que Job fue restaurado con el doble de lo que tenía antes. Y el que restauro a Job fue
Dios y no el diablo: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos;
y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.” (Job 42:10). Job buscó a el rostro
de Dios, y fue su Dios quien le restauró. No Satanás.
ENSEÑANDO HEREJÍAS A TRAVÉS DE CANCIONES.

La cantante Nancy Amancio ha hecho muy popular su canción “Arrebato”. En esta canción
antibíblica ella dice que le ha de arrebatar una serie de cosas de las garras al diablo, cosas
que supuestamente el diablo le robó. Debería ser obvio para un cristiano bien instruido en la
Palabra de que esta canción está teológicamente errada. A parte de eso, es necesario notar
que el objeto de la canción no es Dios sino el diablo. Nancy Amancio, ya sea por ignorancia
o a propósito, le está cantando al diablo. Ella no lo menciona por nombre, pero es indudable
que la canción está dirigida a él. Es muy triste pero cierto que esta canción es un testimonio
vivo de lo que muchos cristianos creen y practican hoy día.

Muchos cristianos tienen la idea de ellos tienen que estar constantemente quitándole o
arrebatándole cosas de las manos del diablo que le pertenecen a ellos; cosas que
supuestamente deberían estar en las manos de ellos, pero por alguna razón inexplicable están
en las manos de Satanás. Eso no es así. Para poder entender la razón por la cual este concepto
de “arrebatarle cosas al diablo” está errado, tenemos que comenzar primeramente
entendiendo cual es la posición de uno que es nueva criatura en Cristo Jesús; ya que es
precisamente una falta de comprensión de quienes somos en Cristo lo que lleva a muchos
cristianos a caer en errores tales como este. Consideremos unos textos escritos por Pablo en
su carta a los Colosenses.

Colosenses 1:12-14 dice: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar
de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados.” Esta porción bíblica es muy clave e importante a la hora de entender quiénes
somos en Cristo Jesús. Aquí el apóstol Pablo habla de cuatro cosas que Dios hizo por nosotros;
y las mismas revelan cual es nuestra posición y nos enseñan por qué es que no tenemos que
estar arrebatándole nada al diablo de las manos:

4. Primeramente, Pablo habla de que hemos sido hechos aptos. La palabra “aptos” también
podría traducirse como “hacer suficiente”, “hacer capaz” o “cualificar”. Debido a nuestra
condición de pecado, nosotros no llenábamos las cualificaciones y no éramos capaces de
participar de la herencia que Dios tiene guardada para los santos en gloria. Mas Dios en
su absoluta y soberana Gracia nos hizo aptos, o sea nos dio (a través de Jesús) las
cualificaciones necesarias para ahora poder tener la esperanza de una herencia eterna y
perfecta. Referente a esta herencia el apóstol Pedro nos dice (1 Pedro 1:4) que la misma
es “herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” y que la misma esta “reservada
en los cielos” para nosotros. Cuando Nancy Amancio le dice al diablo que le “arrebata los
tesoros de los cielos” está diciendo una falsedad, ya que los tesoros de los cielos no le
pertenecen al diablo. Esos le pertenecen a Dios, quien reina en los cielos, y a Él le ha
placido hacernos sus herederos. Además, los tesoros de los cielos poco tienen que ver
con lujos, prosperidad material, riqueza terrenal o incluso una salud perfecta en la tierra
(Mateo 6:19-21). Esas son meras añadiduras.
5. Segundo, Pablo en Colosenses 1:13 dice que Dios “nos ha librado de la potestad de las
tinieblas”. Cuando estábamos en nuestros delitos y pecados, muertos, y ciegos sin poder
ver la luz de Cristo, estábamos bajo el poder del maligno; habitábamos en completa
tiniebla en donde Satanás hacía con nosotros como él quería y estábamos “cautivos a la
voluntad de él.” (2 Timoteo 2:2). No solamente estábamos bajo la potestad de las
tinieblas, sino que nosotros mismos éramos tinieblas tal como dice Pablo en Efesios 5:8.
Mas ahora en Cristo hemos sido librados de tal potestad. Dios rompió todas las cadenas
que ataban nuestra alma y nos sacó del dominio del diablo. Podemos decir como dijo
David: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies
sobre peña, y enderezó mis pasos.” (Salmo 40:2)
6. Tercero, el Apóstol nos dice que también fuimos trasladados al reino de Jesús. Debido a
que nosotros vivimos en una sociedad democrática, no tenemos el conocimiento o el
entendimiento de lo que es vivir bajo el dominio de un rey. En los tiempos antiguos, los
reyes tenían un poder absoluto sobre la vida de todos sus súbditos. Lo que el rey decía
era ley y tenía que ser obedecido. A la misma vez, el rey tenía la responsabilidad y la
obligación de proteger a su gente en contra de los ataques de los enemigos. Ahora,
nosotros hemos sido trasladados al reino hermoso y glorioso de Jesús, el Rey Supremo.
Jesús es nuestro Rey por lo que demanda obediencia y completa sumisión de nuestra
parte, pero como Rey él es también nuestro protector y guardador. Jesús no es un Rey
déspota como lo eran muchos de los reyes de la antigüedad. Él es un rey amoroso,
misericordioso, y bondadoso; Él nos ama con un amor infinito.
7. Por último, Pablo dice que hemos sido redimidos (Colosenses 1:14) por la sangre de Jesús.
Así como en conformidad a la antigua ley de Israel, la vida que estaba condenada y
destinada a la muerte podía ser liberada por un precio (Éxodo 21:30), de la misma forma
también nuestra vida, perdida a causa del pecado, fue rescatada por el derramamiento
de la sangre de Cristo (Efesios 1:7). El ser redimido conlleva el que se haya pagado un
precio por nosotros. En la cruz y con Su sangre Cristo nos redimió, o sea nos compró, y
ahora somos propiedad suya (1 Corintios 6:20).
Cuando consideramos todo esto podemos llegar a la conclusión de que nosotros no tenemos
razón ninguna para estar arrebatándole cosas al diablo, ya que Dios nos hizo aptos para
participar de una herencia reservada por el poder de Dios en el Cielo, nos libró de la potestad
del maligno, nos trajo a morar en el reino de su Hijo Amado, y nos compró con la sangre de
Su Hijo, haciéndonos propiedad suya no solo por virtud de creación sino también por virtud
de redención. Es inconcebible entonces que uno que ha recibido todas estas bendiciones de
parte de Dios, se la pase diciéndole al diablo que le arrebata esto o aquello. Todo lo que
somos y todo lo que tenemos esta en Cristo Jesús, Él es nuestro todo.
HEREJÍAS QUE BUSCAN ROBARLE LA GLORIA A CRISTO.

Muchas personas dicen que ellos le arrebatan al diablo su familia, su empleo, su casa, sus
finanzas y un sinnúmero de cosas acerca de arrebatar. Ahora bien, ¿Que significa la palabra
arrebatar? Arrebatar es quitar o tomar algo con violencia. Entonces estaríamos diciendo que
cuando hablamos de arrebatar estamos diciendo que quitaremos o tomaremos algo por
violencia a una persona, en este caso el diablo. Pero ¿Qué es aquello que tenemos que quitarle
por la fuerza a Satanás? ¿Qué nos dice la Biblia acerca de esto? La Biblia nos enseña: “Y a
vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que
había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15).

Al morir en la cruz, Jesús anuló el acta de los decretos, el venció en la cruz a todo principado.
En la cruz él nos dio salvación, vida, y todo aquello que necesitamos, de manera tal que no
tenemos nada que arrebatarle a Satanás. Cristo, con su preciosa sangre, anuló todo aquello
que no estaba a nuestro favor, Él anuló todo aquello que nos descalificaba para ser hijos de
Dios. La Biblia nos enseña que Jesús es Dios sobre todo y que Él está sobre todo principado
y potestad: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él
fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por
medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él
es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los
muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él
habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están
en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y
a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo
malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para
presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él.” (Colosenses 1:15-22).

En Jesús habita toda la plenitud de la deidad. Él es soberano y ejerce su voluntad sobre todo
principado y potestad. Él ha ganado la batalla por nosotros triunfando sobre el mismo diablo
en la cruz del Calvario. Por tal razón, no es bíblico arrebatar, pues no tenemos nada que
arrebatar, todo fue comprado a precio de sangre en la cruz por nuestro amado Salvador
Jesucristo. Al pretender ser nosotros los héroes de la guerra espiritual estamos, de hecho,
robándole la gloria a Cristo. Es él. Y no nosotros, quien venció al diablo de una vez y para
siempre.
HEREJÍAS QUE PERVIERTEN LA PALABRA DE DIOS.

En toda la Escritura nunca hallaremos a un creyente “arrebatando” cosas al diablo. De hecho,


en toda la historia de la iglesia, nadie ha creído en eso hasta el día de hoy. Peor aún, no hay
ningún versículo en toda la Biblia que justifique esta moda. Tal vez el único versículo que a
algunas personas les parece que justifica esta herejía de andar arrebatando cosas al diablo es
Mateo 11:12. Allí Jesús dice: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los
cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Versión Reina Valera). No obstante, allí no
se habla realmente de arrebatarle nada al diablo.

Las dificultades se centran principalmente en torno al verbo βιάζεται (bee-ad’-zo), que puede
traducirse como sufrir violencia o avanzar con fuerza, el sustantivo cognado βιασταί (bee-as-
tace), que se puede traducir como violentos o valientes, y el verbo ἁρπάζουσιν (har-pad’-zo)
que puede traducirse como tomar (en sentido favorable) o arrebatar para mal (en sentido
desfavorable). Algunos expertos, como William Hendriksen, afirman que una mejor traducción
de ese pasaje diría: “… el reino de los cielos está avanzando vigorosamente y hombres ávidos
se están apoderando de él”, traduciendo los verbos en un sentido favorable (Comentario de
Hendriksen a Mateo, página 367, nota al pie de página).

La Traducción en Lenguaje Actual vierte Mateo 11:12 de la siguiente manera: “El reino de Dios
avanza a pesar de sus enemigos. Sólo la gente valiente y decidida logra formar parte de él.”
Ahora, explicando el contexto y el versículo notamos que Jesús se encuentra hablando de
Juan el Bautista y dice que desde sus días (los de Juan) hasta ahora, el reino de los cielos
avanza a pesar de la oposición que tiene y mucha gente está tomando las bendiciones del
reino. Por eso, Jesús no se refiere a cosas materiales, de salud, finanzas, prestigio entre la
gente o familiares, sino a lo que en verdad es el reino, porque “el reino de Dios no consiste
en lo que se come o en lo que se bebe; consiste en una vida recta, alegre y pacífica que
procede del Espíritu Santo” (Romanos 14:17, BLPH).

Incluso si entendiéramos dicho versículo en sentido negativo, como lo vierte la Reina Valera
y otras traducciones, Jesús estaría hablando de la oposición que ha tenido la predicación de
Juan y el ataque al reino de los cielos por parte de violentos que pretenden “arrebatarlo” (en
un sentido de tomar o destruir, o de tratar robarle a la gente la oportunidad de disfrutarlo).
Es posible que Jesús se esté refiriendo a ambas cosas, ya que ambas cosas son ciertas: Desde
los días de Juan el Bautista, hay gente que está tomando posesión de la salvación que Dios
en su gracia y misericordia concede, y hay también personas que están en contra de esa
verdad. Pero algo sí es cierto, ¡Aquí no se habla nada de arrebatarle cosas al diablo!

La falsa enseñanza de “arrebatarle” cosas al diablo es una herejía sumamente nociva para la
Iglesia.
Es negar la autoridad de Dios, Su Palabra y la verdad de que, en Él (en Dios), no en el diablo,
tenemos todo lo que necesitamos. Es además un síntoma que indica una fijación extraña y
peligrosa entre muchos círculos “cristianos” con respecto al diablo y lo “sobrenatural”. Ha
dado pie a un montón de mentiras y herejías que enseñan que Dios quiere para nosotros una
vida “exitosa y prospera” aquí en la tierra, y que el diablo quiere que seamos pobres (y esto
es muy distinto a lo que enseña la Palabra de Dios). La falsa doctrina de “arrebatarle cosas al
diablo” fomenta más distorsiones de las enseñanzas de la Biblia. Por ejemplo, muchos falsos
maestros cobran por arrebatar cosas, o hasta hacen talleres y cursos para enseñas a arrebatar.
Esta falsa moda también sirve de base para que muchos “cristianos” digan que la gente que
está atravesando momentos difíciles, se encuentran en tal situación porque no tienen fe
cuando “arrebatan” o por vivir en pecado. Según esa lógica dañina y errada que hiere a
muchas personas, entonces todos los apóstoles y aún Jesús mismo eran hombres sin fe (o
vivían en pecado), pues ellos experimentaron grandes pruebas, pobreza y sufrimiento, incluso
persecución y muerte. Cristo mismo padeció tales cosas. ¿Podemos ver lo grave de este error
y el gran daño que hace al servir de base para juzgar a mucha gente injustamente y
desanimarlas en la fe?

Como cristiano, entiendo que no tengo nada que arrebatarle al diablo porque mi vida, mi
salud y mis circunstancias no están en sus manos sino en las de Dios. Nada de lo que acontece
en la vida de un cristiano se escapa de la voluntad de Dios (Romanos 8:26-28). Si tenemos a
Cristo, tenemos todo lo que necesitamos porque en Él está toda la plenitud de Dios
(Colosenses 2:9). Dios nos ha hecho suyos y Él cuida de nosotros (Mateo 6). Es necesario que
tengamos una visión clara de la soberanía de Dios por encima de todas las cosas, y la única
forma de tener esa visión es conociendo la revelación especial de Dios en Su Palabra. No la
menospreciemos. Sabemos que no necesitamos arrebatarle nada al diablo cuando sabemos
que todo lo que nos pasa, lo que nos quitan, o lo que recibimos en la vida, es orquestado por
Dios para hacernos más cómo Jesús y hacer de nosotros testimonio de que Cristo vale más
que todo lo demás (Romanos 8:28-29, Filipenses 3:18).

CONCLUSIÓN:

La doctrina de “arrebatar” tiene mil caras. Los predicadores de tal herejía no siempre usan
literalmente el término “arrebatar”. En su lugar usan otras frases y terminologías similares tales
como: “quitar”, “poseer lo que te pertenece”, “conquistar lo que es tuyo”, etc. Aquellos que
tienen un pensamiento bíblico sobre el reino de Dios, no tratan de manejar a Dios para sus
propias bendiciones materiales. Más bien, en todas circunstancias, en abundancia y escasez,
en pobreza y en riqueza, en enfermedad y salud, un siervo de Dios siempre ora: “Venga tu
reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Dios domina, Dios Reina, Dios
gobierna, Él es soberano, Él da y Él que quita. Dios tiene en pleno control las cosas que
necesitamos. Lo mejor que podemos hacer es enfocarnos en el reino de Dios. Todo lo demás
que necesitemos para vivir en esta tierra, es considerado “añadidura”. Como cristianos
pentecostales que aman la sana doctrina, debemos denunciar la doctrina falsa de “arrebatar”.
Debemos entender que en Cristo estamos completos y hemos sido bendecidos con toda
bendición (Efesios 1:3).

Si la idea aún no está clara en tu mente, y considerando que la repetición es clave en el


proceso de aprendizaje, quiero resumir lo anterior y darte 5 razones finales para no seguir
creyendo en la falsa doctrina de “arrebatar”:

 El contexto de Mateo 11:12, no enseña nada sobre arrebatarle cosas al diablo. Si hacemos
el ejercicio de tomar la Biblia en serio, entonces, no deberíamos hacer que este pasaje
diga cosas que realmente no dice en su lectura más simple: ¿En qué parte de este texto
dice que debemos “arrebatarle” al diablo lo que es nuestro y exigirle que nos devuelva lo
que nos ha robado? ¿Dónde dice este texto que el reino de Dios tiene que ver solo con
bendiciones materiales? Este texto ha sido sacado de contexto por muchos cristianos para
justificar todo un sistema o doctrina errada. Un buen ejercicio hermenéutico para tener
una mejor comprensión de este texto, es leer lo que dice Lucas 16:16: “La ley y los profetas
eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por
entrar en él”.
 Tanto en Mateo 11, como Lucas 16, el reino de los cielos está vinculado a la obra
redentora de Dios en el hombre. En primer lugar, en estos pasajes “el reino de Dios”,
significa que Dios mismo ha descendido en la persona de Cristo, se ha acercado a los
hombres para darles salvación, para que vivan bajo el dominio y autoridad de Dios y sean
trasladados de las tinieblas a la luz del Hijo de Dios”. De hecho, la primera vez que Jesús
se refirió al “reino de Dios” en Mateo, fue llamando los hombres al arrepentimiento: “A
partir de entonces, Jesús comenzó a predicar: «Arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a
Dios, porque el reino del cielo está cerca» (Mateo 4:17). La principal tarea de Jesús fue
proclamar el evangelio: “Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de
ellos, y predicando el evangelio del reino” (Mateo 4:23). La urgencia de Jesús era decirles
a las personas que la salvación ha llegado y deberían correr a él, para obtenerla. El reino
de Dios es más que prosperidad y salud. En segundo lugar, en estos pasajes “el reino de
Dios”, no se refiere a bendiciones materiales, milagros, sanidades, prosperidad material,
ni carro nuevo ni una vida feliz aquí en la tierra. Si leemos Mateo 6, el mismo Jesús, nos
ordena que “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos?” (Mateo 6:31). La razón es porque son lo que no conocen a Dios, que se
preocupan por tener las cosas materiales (Mateo 6:32). En lugar de afanarnos por nuestras
necesidades, Jesús nos ordena: “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Mientras muchos cristianos gastan
energías “arrebatando” su salud, dinero y cosas materiales que necesitan, Jesús dice que
estas son cosas que “serán añadidas” (Mateo 6:33), no vendrán por “arrebatárselas al
diablo”, tampoco las tiene el diablo en su poder. Dios tiene cuidado de nuestros cuerpos
(salud y alimentación y vestidos) y de cualesquiera cosas que necesitemos (Mateo 6:25;
7:11; Juan 15:7). ¿Si la mano de Dios es quien provee a las aves, por qué razón los hijos
de Dios, que valen mucho más que las aves, en lugar de tener fe que recibirán la provisión
de las manos de Su Padre celestial, se dirigen a las “manos” de Satanás a arrebatarles
cosas? Esto no es coherente con la Biblia. Es lamentable ver que muchos cristianos en sus
tiempos de oración y aun en algunas canciones, pasan más tiempo hablando con el diablo
que orando a Dios. Y esto hermanos, no pueden seguir así.
 El llamado de Jesús a ser “violentos” no significa que entremos al “campo” del diablo a
“arrebatarle cosas.” Increíblemente, toda esta teología sin profundidad sobre arrebatar,
muchos la han sustentado principalmente en la última parte del versículo de Mateo 11:12,
que dice: “El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” Pero, una vez
más, cuando leemos Lucas 16:16, Jesús claramente está diciendo que aquellos que
responden o responderán al llamado del evangelio “se esfuerzan por entrar en él”. Es
cierto que el reino de los cielos es gozo, paz, justicia, salvación, vida eterna, luz, ser
heredero de las riquezas de Dios, entre muchas cosas más. Lo mejor de todo es que ha
sido ofrecido de forma gratuita para nosotros por el incalculable valor del sacrificio de
Cristo. Sin embargo, el pueblo de Israel rechazó “el reino de los cielos”, porque querían
un rey con poder político y militar, no un carpintero muriendo vilmente en una cruz. La
imagen de Jesús, no le garantizaba la estabilidad que estaban buscando. Esto mismo pasa
con la generación de hoy, muchos quieren la gloria de Cristo, pero no quieren su cruz.
No están dispuestos a padecer la “violencia” que viene cuando aceptamos el reino de los
cielos. Jesús dijo que “si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues
mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno” (Mateo 5:29). Seguir a Jesús y la forma de pensar del reino de Dios, significa que
podrías perder amistades y hasta familiares que no quieren saber de Cristo. “No penséis
que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada” (Mateo 10:34).
El reino de los cielos es una “puerta estrecha”. No todos caben, no todos quieren entrar,
muchos eligen el camino ancho de sus propios deseos. Pero aquellos que responden al
evangelio del reino, tendrán que ser “violentos” o esforzados. Servir a Cristo con todo, sin
importar que esto le cueste la vida misma. Mateo 11:12, trata sobre el evangelio de Cristo.
No tiene nada que ver con perder el tiempo, “arrebatándole” cosas al diablo que
realmente nunca nos ha robado.
 Satanás no puede quitarte nada si Dios no se lo permite. Pese a que vemos muchos
cristianos “peleando” con el diablo para quitarle lo que es de ellos, la Biblia nos enseña
que satanás no puede tocar lo que somos y lo que Dios nos ha dado, a menos que Dios
se lo permita dentro de su santo propósito: Lo vemos en la vida de Job. Dios mismo
entregó en manos de satanás todas las posesiones de Job (Job 1:11). No vemos a Job,
entrando al “campo” del diablo arrebatando ni tampoco vemos a satanás actuando sin el
permiso de Dios. El mismo Cristo le dijo a Pedro “he aquí Satanás os ha pedido para
zarandearos como a trigo (Lucas 22:31)”; Una vez más nos recuerda el cuadro la historia
de Job, donde satanás pide permiso a Dios. ¿Si Dios, que es soberano, le permite a
Satanás tocar tu bienestar o posesiones, acaso tú o yo, podremos “arrebatarle” al diablo,
lo que Dios mismo le ha entregado en sus manos? La respuesta es no. Por lo tanto,
“arrebatar” es una pérdida de tiempo. Mejor invierte el tiempo alabando a Dios y
bendiciéndole como hizo Job, y en su momento, si así lo considera, Dios te dará o
multiplicará lo que necesitas.
 Nadie puede separarte de las manos de Cristo. En Mateo 6, podemos ver a Cristo,
destacando que el cuerpo es mayor que el vestido. Con esto, estaba diciendo que, si el
poder de Dios hizo nuestros cuerpos, cuánto más puede proveernos el alimento que es
menor que el cuerpo. Jesús, también dijo que a sus ovejas “nadie las arrebatará de mi
mano (Juan 10:28)”. Ahora te pregunto: ¿Si Cristo tiene asegurada la salvación de tu alma
en sus propias manos y no ha diablo que pueda “arrebatarte” de sus manos, ¿Cuánto más
tiene el poder de conservar tu salud, familia, trabajo o cosas materiales si así lo desea?
Otra vez, vemos que Satanás no puede quitarnos por su propia fuerza, lo que realmente
Dios nos ha dado. Pero hay mucho más: En el mismo pasaje de Mateo 11, Jesús dice que
todas las cosas están en su poder. Esto quiere decir, que el diablo no es dueño de nada
de lo que Dios nos ha dado en Cristo: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi
Padre” (Mateo 11:27)”. Si Jesús posee todas las cosas, significa que el diablo no posee
nada.
14. Herejías Destructoras: Declarar
y Decretar

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:

Al leer 2 Pedro 2:1-3 pareciera como si el apóstol contemplara la triste realidad de la iglesia
evangélica del siglo XXI: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá
entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun
negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos
seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y
por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo
tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.”

Es muy probable que hayas escuchado a varias personas que profesan ser cristianas decir “Yo
declaro”, una expresión muy común en algunos círculos pentecostales y carismáticos,
principalmente en el denominado Movimiento Palabra de Fe. Joel Osteen, un telepredicador
y escritor estadounidense, reconocido por ser el pastor general de la Iglesia Lakewood y uno
de los principales promotores modernos de esta herejía, afirma en la introducción de su libro
“Yo Declaro”, que nuestras palabras tienen poder creativo, y que cuando declaramos algo, ya
sea bueno o malo, damos vida a lo que estamos diciendo. Él dice que las personas no se dan
cuenta de que cuando hablan de ellas mismas están profetizando su futuro. Pero Osteen no
es el único que enseña esta herejía. En Estados Unidos y América Latina es común escuchar a
líderes religiosos, regularmente asociados al llamado “evangelio de la prosperidad”, afirmar
que nuestra mente y nuestras palabras tienen el poder de crear cosas materiales y hacer que
los sucesos ocurran.

Si observamos con detenimiento canales y cadenas “cristianas” de TV como Enlace, si leemos


libros de los escritores de moda en el ambiente cristiano, o incluso quizá hasta dentro de
nuestros templos, o en nuestras mismas denominaciones, descubriremos que el declarar o
decretar es la moda del momento en el mundo evangélico. “Yo te ordeno”, “Declaro que”, “Yo
anulo”, “Someto debajo de mis pies”, “Oye bien diablo, a ti te digo”, son algunas de las frases
a la que muchos cristianos recurren a la hora de “pelear” una batalla espiritual, pues la moda
del declarar y decretar ha sido llevada incluso al área de la guerra espiritual, por lo que no es
raro oír a muchos creyentes dirigiéndose con autoridad propia a Satanás y sus secuaces; en
ocasiones, hasta decorando el lenguaje ”bélico” con palabras y tono despectivos. Todo ello
en oposición a las instrucciones mismas de la Palabra de Dios (Judas 1:8-16).

Es cierto que las Escrituras advierten al creyente de cuidar lo que dice. Que en nuestra lengua
está el poder de la muerte y de la vida; que daremos cuentas por las palabras que decimos;
que nuestras palabras deben ser con gracia y que todo lo que digamos debe, en última
instancia, glorificar a Dios. Pero nada de esto sugiere que los hombres tenemos poder para
crear cosas por solo decirlas, ni muchos menos se nos manda a decretar. Decretar es algo que
pertenece al Creador. En el relato bíblico no vemos a los creyentes decretando y las Escrituras
nunca nos manda hacerlo. Además, la práctica de decretar y declarar no produce ningún
beneficio concreto. Las palabras de los hombres no han producido ni producirán nada en el
sentido de cambiar o crear las cosas. Y tampoco será el medio por el que nuestras oraciones
serán contestadas. Dios responde al clamor de los suyos cuando estos se humillan, y piden
apelando a su misericordia.

EL NACIMIENTO DE UNA HEREJÍA.

El Movimiento Palabra de Fe es, en su origen mismo, más pagano que cristiano. Las ideas y
enseñanzas d dicho movimiento tienen su origen en una corriente filosófica denominada
“Nuevo Pensamiento” (“New Thought”). El Nuevo Pensamiento comenzó en el siglo XIX, y
ganó mucha popularidad en los Estados Unidos en las primeras décadas de 1900. También se
le conocía como “Mente Sanadora” o “Armonialismo”. Aunque el movimiento nace en el siglo
XIX, sus orígenes se encuentran en las ideas del inventor sueco Emanuel Swedenborg, que en
su búsqueda del alma humana dijo que Dios se le reveló y lo declaró “Revelador de Dios”.
Swedenborg decía hablar con el apóstol Pablo, Martín Lutero, y en ocasiones con Moisés.
Negó las verdades del cristianismo y enseñaba que el mundo físico era una extensión de la
mente, y que por lo tanto la mente podía formar y dictar cosas materiales. Estas ideas fueron
desarrolladas en Estados Unidos por Phineas Quimby, quien se conoce como el padre del
Nuevo Pensamiento. Quimby decía que lo que alguien cree es realidad, incluyendo las
enfermedades. Los proponentes de este movimiento tomaron ideas de diferentes religiones,
principalmente de la Nueva Era, y las combinaron con el cristianismo.

Estas ideas fueron popularizadas por el gurú Ralph Waldo Trine, quien publicó un libro en
1897 que vendió millones de copias. Trine decía que lo que uno afirmaba con la mente y con
palabras ocurría; que las razones de las enfermedades en las personas eran porque hablaban
o pensaban en ellas. Pero las enseñanzas no llegaron a las iglesias de mano de Trine, quien
negaba la Biblia y la deidad de Cristo, sino a través del pastor E. W. Kenyon. Kenyon fue
compañero de estudio de Trine en la escuela de oratoria Emerson College en Massachusetts.
El predicador Kenyon es conocido por su idea del “pensamiento positivo”. Él enseñó que las
confesiones positivas eran la clave para una vida próspera. También se le conoce como el
padre del evangelio de la prosperidad. Kenyon influenció a personas como Oral Roberts,
fundador de la universidad que lleva su nombre.

En resumen, la idea del “yo declaro” no es más que la representación de las ideas paganas
originalmente conocidas como “Nuevo Pensamiento”, que luego popularizaron algunos
pastores con el término “pensamiento positivo y próspero”.

TEXTOS FUERA DE CONTEXTO.

El Movimiento Palabra de Fe, que incluye la enseñanza herética de decretar o declarar, es


falsa. Toda la Biblia nos grita que solo Dios es soberano. Nosotros no somos todopoderosos.
Él escucha las oraciones que son conforme a su voluntad. Él no está sujeto a lo que nosotros
digamos o declaremos. No importa cuánto declares o confieses positivamente cosas, Dios
hará Su voluntad, no la tuya. ¡Y eso es bueno porque Él es bueno! Declarar cosas para que se
cumplan no tiene fundamento en la Biblia; sin embargo, los promotores de dicha enseñanza
se basan en los siguientes versículos sacados de contexto para defender su postura:

 “Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual
hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos” (2 Corintios 4:13). Una
mirada al verso en su contexto nos muestra que Pablo no habla de declarar cosas para
que pasen, sino de predicar el evangelio, aunque tengamos dificultades (2 Corintios 4:11-
15).
 “Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; Se saciará del producto de sus
labios. La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus
frutos.” (Proverbios 18:20-21). Sin embargo, en dichos versículos se habla de tener
cuidado con lo que uno habla a fin de ahorrarnos problemas innecesarios e incluso la
muerte. La Nueva Traducción Viviente dice así: “Las palabras sabias satisfacen igual que
una buena comida; las palabras acertadas traen satisfacción. La lengua puede traer vida
o muerte; los que hablan mucho cosecharán las consecuencias”. Ciertamente, acá no se
habla de declarar nada, sino más bien de controlar la lengua.
 “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se
pasará; y nada os será imposible.” (Mateo 17:20). En el contexto los discípulos de Jesús
trataron de expulsar a un demonio de una persona y fracasaron por su poca fe y confianza
en que Dios estaba con ellos. Aquí Jesús habla de una fe que confía en Dios en medio de
una tarea que Él nos ha encomendado y que está de acuerdo con Su voluntad. Lo que
Jesús les dice no significa que todo lo que digamos se realizará. Él nos enseña que Dios
responde a nuestras oraciones cuando permanecemos en Cristo y Sus Palabras
permanecen en nosotros, esto es, cuando oramos conforme a Su voluntad revelada (Juan
15:7).
 “Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda
su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la
fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (como está escrito: Te he puesto por
padre de muchas gentes delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y
llama las cosas que no son, como si fuesen.” (Romanos 4:16-17). Aquí Pablo habla sobre
la promesa que Dios le dio a Abraham. Lo que Dios dice, se hace. Cuando Él llama a las
cosas que no son como si fuesen, Él hace que sean. Muchas personas toman este verso y
lo tuercen para decir que debemos declarar cosas, llamando las cosas que no son como
si fuesen, pero como podemos ver en el mismo versículo, está interpretación es errada.
Solo Dios es Dios. Nosotros no lo somos.
La alternativa bíblica a la práctica de decretar y declarar es la oración de fe, sumisa,
perseverante y ferviente. La oración que levanta con humildad su petición al Señor, que confía
en Su soberanía, que descansa en su buena voluntad y que concluye con acción de gracias.
Por ejemplo, cuando los creyentes de la iglesia primitiva fueron intimidados por las
autoridades del templo para no predicar, ellos oraron unánimes a Dios y le pidieron por valor:
“Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu
palabra.” (Hechos 4:29). El apóstol Pablo exhortaba a los creyentes de Filipos a no afanarse
por nada: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6).

Asimismo, nuestro Señor nos dejó una gran modelo a este respecto y una enseñanza clara
acerca de la oración. Cuando agonizaba en Getsemaní antes de su arresto, oró diciendo:
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas
22:42). Y cuando enseñó a orar, les dejó la oración del Padre Nuestro, que se enfoca en la
gloria de Dios y luego contiene las peticiones por la provisión diaria, el perdón de los pecados
y el ser guardados de la tentación. Por lo tanto, el modelo y el mandato bíblico es una oración
que se apoya en los méritos de Cristo, que pide a Dios, que depende de la gracia divina, confía
en la buena voluntad de Dios y le da gracias. Porque entendemos que Su voluntad es buena
agradable y perfecta. No tenemos que estar decretando ni declarando, ni mucho menos
sentirnos mal si luego de orar las cosas no salen como pedimos. Debemos descansar que
nuestras vidas están en las manos de un Dios poderoso, sabio, bueno y soberano. Que está
obrando sus propósitos eternos en nuestras vidas. La biblia contradice expresamente la idea
de declarar o decretar cosas. Declarar cosas simplemente no sirve para nada. Y esto por varias
razones:

6. Declarar es pretender darle órdenes a Dios. Es despreciarlo. Es un acto de orgullo. Eso es


herejía.
7. No necesito ‘declarar’ cosas porque los planes de Dios son mejores que los míos. Tener
fe en el único y verdadero Dios no se evidencia en declarar cosas para que se cumplan,
sino en vivir conforme a Su verdad cada día más, confiando en Él.
8. En la Biblia yo no veo a personas declarar cosas para que pasen o las adquieran. Y es que
los hombres de Dios saben que no importa lo que declaren, Dios tiene todo bajo control.
9. El cristianismo no nos promete una vida fácil o de riqueza material aquí en la tierra
(Romanos 8:16-17). Lo que sí nos promete el cristianismo es vida eterna. Nos promete
socorro, nos promete conocer a Dios. Así que tenemos que entender que, aunque
estemos en una situación difícil, Dios no se ha olvidado de nosotros y no hay motivos
para pretender darle órdenes a Él en vez de pedirle con humildad lo que queramos pedirle
y confiar en que Él es más sabio que nosotros (Santiago 4:6).
10. Es necesario que nos adentremos en Su Palabra y comprendamos que Él es más soberano
de lo que podemos imaginar. Dios quiere que descansemos en la verdad de que Él es
bueno y usa todo para el bien de Sus Hijos a fin de que ellos sean hechos conformes a la
imagen de Jesús (Romanos 8:28-29).
11. No necesitamos declarar cosas de forma antibíblica porque Dios en Su gran misericordia
declaró en una cruz que nos ama, y si hemos creído en Jesús y somos hijos de Dios, Él
cuida de nosotros y realizará Su asombrosa voluntad en nuestras vidas por amor a Su
nombre.

HEREJÍAS QUE ENGENDRAN HEREJÍAS.

La enseñanza del “yo declaro” o “yo decreto” implica la aceptación tácita de varias herejías,
todas ellas propugnadas por el Movimiento Palabra de Fe. Entre ellas un antropocentrismo
disfrazado de Evangelio y un sincretismo peligroso de panteísmo y enseñanzas de la Nueva
Era combinadas con el cristianismo.

1. UN FALSO EVANGELIO ANTROPOCÉNTRICO: El cristianismo bíblico es cristocéntrico. La


Biblia enseña que Cristo es el centro de la Biblia, y que el Antiguo Testamento atestigua
de Él (Lucas 24:44). La Palabra de Dios nos enseña que Jesucristo es Dios encarnado, el
Hijo obediente, el postrer Adán, el verdadero Israel, y el heredero del trono de David
(Juan 1:14; Mateo 1:1; 2:15; Romanos 5:12-21; 1 Corintios 15:20-28; Filipenses 2:6-11); y
que al mismo tiempo es Dios, el Señor (Juan 8:58; Hechos 2:36). Cristo vino a vivir la vida
que nosotros no pudimos vivir, a recibir la muerte que nosotros merecemos, y resucitó al
tercer día declarando victoria sobre la muerte, para que todo aquel que se arrepienta de
sus pecados y ponga su fe en Él como Señor y Salvador sea salvo y tenga vida eterna. El
Cordero de Dios murió como sustituto de todos los que en Él crean. Por su parte, el falso
evangelio predicado por los maestros del “Yo declaro, yo decreto” es estrictamente
antropocéntrico, centrado en el hombre y sus necesidades. Todo es acerca del hombre, y
nada acerca de Cristo y lo que Él hizo en la cruz. El “Yoísmo” es propio de este falso
evangelio.

Las palabras del pastor (y autodenominado apóstol) Raúl Vargas, otro promotor de este falso
evangelio y quien es el fundador de la iglesia más grande de Costa Rica y colaborador del
canal de TV Enlace, nos muestran el espíritu de soberbia y antropocentrismo que inunda la
teología detrás del declarar y decretar:
“Todos tenemos nuestra fe, pero lo importante es aprender a usarla. La sanidad no es algo
que yo le pido al Señor. La sanidad fue algo que Dios me dio a mí como un derecho legal
porque el precio fue pagado. Entonces, yo no le estoy pidiendo a Dios que me sane, yo tengo
que declarar mi sanidad porque Él ya lo hizo. Por ejemplo, se encuentra el centurión romano.
Un centurión romano viene porque su criado está postrado en cama, paralítico, gravemente
atormentado. Dice el Señor, elogiando la fe de este hombre, le dijo que, en todo Israel, no
había hallado tanta fe. (Lucas 7:9) Vea la comparación que está haciendo. Un pagano que no
conocía la escritura, comparado a un pueblo lleno de Palabra, lleno de conocimiento. En todo
Israel no había hallado la fe que pudo hallar en este hombre. Y si usted va a buscar dónde
era que estaba expresada la fe de este hombre, qué aspecto específico maravilló a Jesús, él lo
explica: “Porque también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis
órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene” (Lucas 7:8). El Señor nos dice “He aquí
os doy potestad, ollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará.” (Lucas 10:19). Es un ejercicio de autoridad basado en lo legal que el Señor nos ha
atribuido. Yo proclamo, yo decreto, yo hablo, yo confieso, llámele como sea, pero yo me tomo
del derecho legal que tengo. Me encuentro a muchas personas pidiendo a Dios y pidiendo lo
que ya Dios nos dio. El Señor dice “Vayan y sanen los enfermos”. No dice que cuando
encuentren un enfermo lo llaman para que él los sane. No, sánenlo ustedes. Pongan sus
manos sobre los enfermos y van a sanar. Está basado en autoridad. Cuando usted tiene la
autoridad usted habla, usted lo ordena. No es un asunto de pedir, porque toda la gente ha
pedido y viene a ver qué fue lo que pidió mal o por qué no ha visto la mano de Dios. Hay que
hablar, hay que expresarlo, hay que atar, desatar. Usted tiene la autoridad para atar y desatar.
(Mateo 16:19) También está la ley del acuerdo. Si dos se ponen de acuerdo y dice “todo aquí
en la tierra”. (Mateo 18:19) Se ata en la tierra, desata en la tierra. Se pone de acuerdo en la
tierra. Y se ejecuta en el cielo.” (Tomado de: https://www.enlace.org/es-biblico-decretar/).
El lenguaje usado puede parecernos bíblico y aparentemente sano doctrinalmente, pero si
leemos con detenimiento, todo se enfoca en el “Yo”. Lo crucial aquí no es dar gloria a Dios,
sino hacerle creer al creyente que quien tiene el poder es Él. Que no debe suplicar, sino exigir.
Preguntémonos: ¿En qué momento le da la gloria a Dios? ¿Acaso este falso evangelio no
convierte a Dios en un simple “proveedor de beneficios”? ¿En qué momento la soberanía de
Dios es reconocida y la gloria atribuida a su Nombre? ¿No es más bien un ejercicio de
empoderamiento humano? Necesitamos recordar las palabras del Salmo 115:1, “No a
nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria.”

2. PANTEÍSMO Y NUEVA ERA CON ROPAJE Y TERMINOLOGÍA CRISTIANA: El evangelio


corrupto del “yo declaro” ha logrado que ciertas ideas de la Nueva Era, como el
panenteísmo y el panteísmo, se infiltren en carismatismo y el neo-pentecostalimo. El
panenteísmo enseña que la creación es una extensión de lo divino. El término significa
“todo en dios”. Esto está ligado a la idea de que todo está cambiando, incluyendo “dios”
y los seres humanos, lo cual es totalmente opuesto a lo que la Biblia enseña.
Lamentablemente, entre los maestros del evangelio de la prosperidad es común
encontrar ideas panenteístas y panteístas (todo es dios). El panteísmo de la Nueva Era
busca generar un cambio de conciencia, en el que todos redescubramos nuestra supuesta
divinidad: Todos los seres humanos somos emanaciones de Dios. Si somos dios, tenemos
que saber que somos dios. Debemos volvernos cósmicamente conscientes, iluminados o
sensibles a la conciencia cósmica. Algunos incluso han llegado a equiparar la doctrina
bíblica del nuevo nacimiento con la falsa idea de que llegamos a ser dioses en miniatura
al convertirnos en creyentes y ser constituidos hijos de Dios. Por ejemplo, Paul Crouch,
un periodista religioso estadounidense quien junto a su esposa Jan, fue cofundador de la
cadena de televisión Trinity Broadcasting Network (dueña de Enlace) ha dicho
públicamente: “yo soy un pequeño dios. Críticos, ¡aléjense!”. Kenneth Copeland, un
conocido profesor, predicador, cantante, tele-evangelista, actor y autor y fundador de
una organización cristiana llamada Kenneth Copeland Ministries, quien también es un
difusor de la conocida “Teología de la prosperidad” ha dicho: “Usted no tiene a Dios en
usted, usted es uno”. Joel Osteen, el ya citado pastor principal de la Iglesia Lakewood,
emplea un lenguaje un poco más sofisticado y sutil. Él usa el lenguaje de ADN y afirma
que los cristianos tenemos el ADN de Dios, que nuestra sangre es real porque somos
hijos del Rey (Yo Declaro, Joel Osteen pp. 118-120). Y ¡claro!, sí tenemos la sangre de
realeza divina, debemos andar, vestir y hablar como reyes, concluye Osteen (Ibid. pp120).
El supuesto hecho de que los humanos tengan el ADN de Dios es lo que le permite a los
falsos maestros igualar la Palabra de Dios a la palabra humana.

El movimiento del “yo declaro, yo decreto” es un evangelio falso que apela a los sentimientos
de los individuos, llevándolos a pensar que ellos son Dios y que pueden mejorar sus vidas a
través de su propia persona, o cuando menos usando a Dios y obligándolo a hacer lo que
nosotros deseamos. La realidad es que nacemos, crecemos, vivimos por un tiempo en la tierra
y morimos. Los seres humanos somos finitos. Nunca podemos ser dios.

CONCLUSIÓN:

Ni Pablo, ni Pedro, ni ningún otro apóstol, ni ningún otro creyente en el Nuevo Testamento,
jamás utilizó las palabras: yo declaro, yo decreto, yo arrebato, yo reclamo. Ellos estuvieron
con Jesús. Otros discípulos estuvieron cerca de los apóstoles. Si ellos conocían las palabras
de Cristo, ¿Por qué no utilizan este lenguaje de moda en nuestros días? ¿Por qué en la
conducta y en las oraciones de los creyentes del Nuevo Testamento no vemos la utilización
de este vocabulario, enseñanza, pensamiento? ¿Sabemos nosotros algo que ellos
desconocían? ¿Tenemos acaso más credenciales y autoridad que los apóstoles? Los apóstoles
siendo apóstoles, habiendo sido elegidos y revestidos de gran poder y autoridad, de quien
parte de sus oraciones y vida están contenidas en el resto del Nuevo Testamento no se
atrevieron a usar este lenguaje de declarar, decretar, arrebatar, establecer y reclamar ¿Por qué
nosotros si nos atrevemos?
Muchos otros seguidores de Jesús, quienes presenciaron a Jesús resucitado, y fueron
enseñados por Él y los apóstoles, cuyas oraciones y vida está registrada en el NT, no se
atrevieron a usar este lenguaje, ¿Por qué muchos predicadores famosos hoy sí lo hacen? ¿Por
qué en el resto del Nuevo Testamento nunca se toca el tema? ¿Por qué cuando la gente sufre,
las cartas apostólicas no enseñan nada sobre arrebatar el reino, o sobre declarar sanidad, o
sobre declarar éxito o prosperidad? ¿Por qué Pablo no declaró libertad del aguijón en su
carne? ¿Por qué la iglesia no declaró la libertad de Jacobo quien fue asesinado por Herodes?
¿Por qué Pablo no decretó su libertad del arresto domiciliario? ¿Será porque nosotros
sabemos algo que ellos no sabían? ¿Tenemos algo que ellos no tenían? ¿Podemos presumir
de tener más autoridad que los mismos apóstoles? O la respuesta más sencilla: El Movimiento
Palabra de Fe, quiere que practiquemos algo que Jesús, sus discípulos y demás creyentes en
el Nuevo Testamento, jamás practicaron.
15. Distorsionando la Fe Pentecostal: La
Confesión Positiva

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:

Desde siempre, el pentecostalismo ha reconocido la importancia de una vida de fe. Dicho


énfasis se fundamenta en que las Escrituras mismas le han dado tal importancia. El escritor a
los Hebreos señala que sin fe es imposible agradar a Dios. Luego describe la fe como creer
dos cosas acerca de Dios: que Dios existe, y que Él recompensa a los que lo buscan (Hebreos
11:6). Los pentecostales entendemos que todas las bendiciones que Dios tiene para su pueblo
se reciben por fe. La salvación (Hechos 16:31), el bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 11:15-
17), la preservación divina (1 Pedro 1:5), la herencia de las promesas que incluyen sanidades
y provisión de las necesidades materiales (Hebreos 6:12), y la motivación para testificar (2
Corintios 4:13) son algunas de las muchas provisiones de la gracia de Dios. Las Escrituras nos
instan a ser fuertes en la fe (Romanos 4:20-24) y a protegernos contra cualquier cosa que
pueda debilitarla o destruirla. La Palabra de Dios nos manda orar para que la fe se aumente
(Lucas 17:5) y constantemente se nos invita a cultivarla por medio de la lectura de la Palabra
de Dios (Romanos 10:17). Los pentecostales sabemos por experiencia que una vida de fe es
una vida de victoria (1 Juan 5:4). Lamentablemente, a través de la historia de la Iglesia, muchas
personas han adoptado posiciones extremas en cuanto a las grandes verdades bíblicas, yendo
más allá de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Tales desviaciones solo han perjudicado la
causa de Cristo. La confesión positiva es un ejemplo claro de este tipo de desviaciones
teológicas.

La confesión positiva es la práctica de decir en voz alta lo que uno desea que pase con la
esperanza de que Dios lo haga realidad. Esta enseñanza es popular en muchos círculos
pentecostales y carismáticos, los cuales afirman que las palabras tienen poder espiritual y que,
si decimos en voz alta las palabras correctas con la fe correcta, podemos obtener riquezas y
salud, atar a Satanás, y lograr cualquier cosa que queramos. Confesar positivamente es decir
palabras que creemos o queremos creer, haciéndolas realidad. Esto se opone a la confesión
negativa, que consiste en reconocer dificultades, pobreza y enfermedad y, por lo tanto,
(supuestamente) aceptarlas y rechazar la comodidad, riqueza y salud que Dios ha planeado
para nosotros. Esto se debe a que los seguidores de esta doctrina dividen la confesión en
aspectos negativos y positivos. Los negativos son el reconocimiento de pecado, enfermedad,
pobreza, u otras situaciones no deseadas. La confesión positiva es reconocer o poseer las
situaciones deseadas. La conclusión es que lo desagradable se puede evitar al abstenerse de
las confesiones negativas. Lo agradable se puede disfrutar al hacer confesiones positivas.
Según esta perspectiva, el creyente que evite el reconocimiento de lo negativo y siga
afirmando lo positivo estará asegurándose circunstancias agradables. Podrá dominar la
pobreza y la enfermedad. Se enfermará solamente si confiesa que está enfermo. Esta
perspectiva arguye que Dios quiere que los creyentes se pongan la mejor ropa, manejen los
mejores coches, y tengan lo mejor de todo. Los creyentes no tienen que sufrir problemas
financieros. Lo único que necesitan hacer es decirle a Satanás que quite las manos de su
dinero. Con sólo decirlo, el creyente puede tener resuelta cualquier cosa que desee, ya sea
una necesidad espiritual, física, o financiera. Se enseña que la fe obliga la acción de Dios.

Según esta perspectiva, lo que una persona diga determinará lo que recibirá y lo que llegará
a ser. Por tanto, las personas son instruidas a empezar a confesar, aunque lo que quieren
quizá no haya sido realizado. Si una persona quiere dinero, debe confesar que ya lo tiene aun
cuando no sea cierto. Si una persona quiere ser sanada, debe confesarlo, aunque sea obvio
que no es el caso. Las personas aprenden que pueden tener cualquier cosa que digan, y de
ahí la gran importancia que se atribuye a la palabra hablada. Proclaman que la palabra
hablada, si se repite suficientemente, con el tiempo resultará en fe que obtendrá la bendición
deseada.

¡CUIDADO! ¡HEREJÍA A LA VISTA!

Lo más peligroso con la confesión positiva es la creencia de que las palabras tienen una
especie de poder mágico espiritual, que podemos utilizar para conseguir lo que queremos.
La práctica no se obtiene de verdades bíblicas, sino de un concepto de la Nueva Era llamado
la “ley de la atracción”, según la cual una declaración o pensamiento positivo atraerá una
reacción positiva. Todo está impregnado de cierta presencia o poder espiritual, pero no de
Dios como el creador omnipresente, sino de un “dios” en una forma hinduista/panteísta. El
resultado claro es la idea de que nuestras palabras tienen el poder para obligar a Dios que
nos dé lo que queremos (una creencia herética). Adicionalmente, los resultados que se
atribuyen a la confesión positiva son empoderados por la fe de la persona. Esto conduce a la
antigua creencia de que la enfermedad y la pobreza son un tipo de castigo por el pecado (en
este caso, la falta de fe). Juan 9:1-3 y todo el libro de Job refutan esto.

La confesión positiva (casada de forma indisoluble con el “evangelio de la prosperidad”)


malinterpreta las promesas de Dios. En un sentido bíblico, “confesión” es estar de acuerdo
con lo que Dios ha dicho; “la confesión positiva”, en cambio, le exige a Dios el cumplimiento
de deseos humanos. En otras palabras, la confesión positiva le roba a Dios su soberanía y lo
convierte en el “genio de la lámpara”, siempre dispuesto a concederle sus deseos y caprichos
a sus amos humanos. Ese dios, no es el Dios de la Biblia. Las personas que impulsan la
confesión positiva dicen que la práctica es simplemente reafirmar las promesas de Dios como
fueron dadas en la Biblia. Sin embargo, ellos no diferencian entre las promesas universales
que Dios hizo a todos Sus seguidores (por ejemplo, Filipenses 4:19) y las promesas personales
hechas a los individuos en un momento determinado para un propósito en particular (por
ejemplo, Jeremías 29:11). Ellos también tergiversan las promesas que Dios nos da, negándose
a aceptar que el plan que Dios tiene para nuestras vidas no necesariamente debe coincidir
con el nuestro (Isaías 55:9). Una vida libre de preocupaciones y perfecta, es la antítesis de lo
que Jesús dijo que la vida cristiana sería y las vidas que Sus seguidores vivieron. Jesús no
prometió prosperidad; Él prometió dificultades (Mateo 8:20). Él no prometió que todos
nuestros anhelos serían cumplidos; Él prometió que tendríamos lo que necesitáramos
(Filipenses 4:19). Él no promete paz en una familia; prometió que las familias tendrían
problemas sabiendo que algunos decidirían seguirlo y otros no (Mateo 10:34-36). Y Él no
prometió salud; prometió llevar a cabo Su plan para nosotros y la gracia en las dificultades (2
Corintios 12:7-10).

La confesión positiva comete otro error teológico monumental al afirmar que, si hacemos una
“confesión negativa” (es decir, si reconocemos que estamos en problemas, que si confesamos
estar en necesidad, o que si admitimos tener una enfermedad o crisis), tal cosa nos
sobrevendrá. Eso no es cierto. No somos dioses y nuestras palabras no poseen el poder de
crear realidades más allá de la voluntad soberana de Dios. Es más, la Biblia es muy clara en
que “la confesión negativa” carece de poder para negarnos o alejar de nosotros las
bendiciones de Dios. Los Salmos están llenos de clamores a Dios para obtener liberación, y
en el Salmo 55:22 y 1 Pedro 5:7 se nos exhorta a seguir ese ejemplo. Incluso Jesús fue ante el
Padre celestial con claridad sobre la situación y solicitando una ayuda (Mateo 26:39). Ni el
Señor ni los escritores sagrados atribuyeron significado mágico alguno a las palabras. La
confesión positiva pretende convertir al Dios de la Biblia no en un ser soberano, sino más bien
en un Santa Claus cósmico (Santiago 4:1-3) esclavo de los caprichos de sus criaturas. Sin
embargo, la Palabra de Dios nos enseña que Dios es un Padre amoroso que quiere estar
involucrado en las vidas de Sus hijos, en lo bueno y en lo malo. Solo cuando nos humillamos
a nosotros mismos y le pedimos ayuda, es que Él nos liberará de las circunstancias o nos da
la fortaleza para atravesarlas.

¿ENSEÑANZA BÍBLICA O MERA PSICOLOGÍA?

En cierto modo, la confesión positiva tiene más que ver con la psicología que con el evangelio.
Es bien sabido que aquellos que confían en que pueden resolver un problema, generalmente
están más relajados y son más creativos. Se ha demostrado que un estado de ánimo optimista
mejora la salud. Y las personas felices suelen tener suficiente distancia emocional entre ellos
mismos y los demás para darse cuenta de pistas sutiles que podrían conducir al éxito de las
operaciones comerciales y personales. Además, cuando alguien expresa constantemente los
objetivos, estos se mantienen a la vanguardia; aquellos que constantemente piensan en
conseguir más dinero, actuarán como corresponde. Los beneficios emocionales de la
confesión positiva son evidentes, pero atribuirles a nuestras palabras un poder mágico cuasi
divino es pervertir el evangelio. En otras palabras, es una herejía. En este sentido, los peligros
de la confesión positiva superan ampliamente los beneficios. Todas las ventajas que hemos
enumerado son psicológicas y de alguna manera fisiológicas, no espirituales. El único
beneficio espiritual que se tiene es el hecho de que las personas que esperan que Dios se
mueva, son más propensas a ver la mano de Dios en las situaciones. Pero las palabras no son
magia. Nuestra función con nuestro Padre Celestial no es exigirle, sino pedirle ayuda, confiar
y darnos cuenta de que nuestras bendiciones no dependen de la fortaleza de nuestra fe, sino
de Su plan y Su poder.

LO QUE LA BIBLIA EN SU TOTALIDAD TIENE QUE DECIRNOS ACERCA DE LA CONFESIÓN


POSITIVA.

Se entiende por qué a algunas personas les gustaría aceptar la enseñanza de la confesión
positiva: Promete una vida libre de problemas, y sus defensores parecen apoyarla con pasajes
de las Escrituras. Los problemas se desarrollan, sin embargo, cuando los pasajes bíblicos son
aislados del contexto y de lo que el resto de las Escrituras dicen acerca de este asunto.
Resultan los extremos que tergiversan la verdad y al final perjudican a los creyentes como
individuos y la causa de Cristo en general.

El apóstol Pablo dio un principio importante para interpretar las Escrituras que llama a
“acomodar lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:13). El énfasis básico de este principio
es la importancia de considerar todo lo que dice la Palabra de Dios acerca de un asunto para
poder establecer una doctrina. Solamente la doctrina basada en una perspectiva completa
de las Escrituras se conforma a esta regla bíblica de interpretación. Cuando la enseñanza de
la confesión positiva indica que confesar la debilidad es aceptar la derrota, confesar la
necesidad financiera es aceptar la pobreza, y confesar la enfermedad es impedir la sanidad,
entonces está yendo más allá y contradice la armonía de las Escrituras. Por ejemplo, el rey
Josafat confesó que no tenía poder para enfrentar la alianza del enemigo, pero Dios le dio
una victoria maravillosa (2 Crónicas 20). Pablo confesó debilidad y entonces dijo que cuando
él era débil, era fuerte porque la fuerza de Dios se perfeccionaba en su debilidad (2 Corintios
12:9,10).

Fue después de que los discípulos reconocieron que no tenían lo suficiente para dar de comer
a la multitud y estuvieron dispuestos a admitirlo, que Cristo proveyó milagrosamente una
abundancia de comida (Lucas 9:12,13). Fue después que los discípulos admitieron que no
habían pescado nada que Jesús los dirigió a una situación muy exitosa (Juan 21:3-6). Estas
personas no recibieron instrucciones de reemplazar sus confesiones negativas con
confesiones positivas contrarias a la realidad. Declararon las condiciones exactamente como
eran en vez de fingir que eran otra cosa. Sin embargo, Dios intervino maravillosamente,
aunque declaraban lo que algunos llamarían “confesiones negativas”. Comparar las Escrituras
con las Escrituras hace claro que las expresiones positivas verbales no siempre tienen
resultados felices, ni los comentarios negativos siempre tienen resultados infelices. Enseñar
que los líderes en los primeros años de la Iglesia, como Pablo, Esteban, y Trófimo, no vivían
en un estado constante de riqueza y salud porque esta enseñanza no había salido a la luz es
ir más allá y contradecir la Palabra de Dios. La doctrina solamente será completa y fiable
cuando se desarrolla dentro de la estructura de todas las enseñanzas de la Biblia entera.

La palabra griega traducida como “confesar” significa “hablar la misma cosa”. Cuando las
personas confiesan a Cristo, están diciendo la misma cosa que las Escrituras dicen acerca de
Cristo. Cuando las personas confiesan su pecado, están diciendo la misma cosa que las
Escrituras dicen en relación con el pecado. Y cuando las personas confiesan alguna promesa
de las Escrituras, tienen que asegurarse de que están diciendo la misma cosa que la promesa
dice en todas las enseñanzas de las Escrituras al respecto. Las palabras de Agustín son
apropiadas respecto a esto: “Si crees lo que a ti te gusta en el evangelio, y rechazas lo que no
te gusta, no es el evangelio que crees, sino a ti mismo.”

Cuando la doctrina de la confesión positiva indica que una persona puede tener lo que diga,
no está enfatizando adecuadamente la necesidad de considerar la voluntad de Dios. David
tenía las mejores intenciones cuando expresó su deseo de construir un templo para el Señor,
pero no era la voluntad de Dios (1 Crónicas 17:4). A David se le permitió reunir los materiales,
pero fue Salomón el que construyó el templo.

Pablo oraba para que el aguijón en su carne pudiera ser quitado, pero no era la voluntad de
Dios. En vez de quitar el aguijón, Dios dio la gracia suficiente a Pablo (2 Corintios 12:9). La
voluntad de Dios se puede saber y reclamar por fe, pero el deseo del corazón no siempre es
el criterio por el cual la voluntad de Dios se determina. Hay tiempos cuando lo agradable y
deleitoso quizás no sea la voluntad de Dios. Santiago aludía a esto cuando escribió: “Pedís, y
no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3). La palabra
traducida “deleites” no se refiere a un deseo pervertido sino a un placer o diversión; lo que el
corazón desea. Otras versiones bíblicas usan la palabra pasiones o placeres en vez de deleites.

En Getsemaní Jesús pidió que pasara de Él la copa. Esto fue su deseo, pero en su oración Él
reconoció la voluntad de Dios. Él dijo, “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas
22:42). La Biblia reconoce que habrá tiempos cuando el creyente no sabrá por lo que debe
orar. No sabrá lo que es la voluntad de Dios. Es posible que hasta se sienta perplejo como
Pablo a veces se sentía (2 Corintios 4:8). En esta situación, en vez de simplemente hacer una
confesión positiva basada en los deseos del corazón, el creyente necesita reconocer que el
Espíritu Santo intercede por él según la voluntad de Dios (Romanos 8:26,27). La voluntad de
Dios siempre tiene prioridad sobre los planes y deseos del creyente. Se deben recordar
constantemente las palabras de Santiago: “En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor
quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Santiago 4:15). Recibir siempre lo que el creyente
quiere precisa de más que de una sencilla confesión positiva. Las cosas agradables pueden
estar fuera de la voluntad de Dios; y, por el contrario, las cosas desagradables pueden ser la
voluntad de Dios. Es importante que el creyente diga como los amigos de Pablo, “hágase la
voluntad del Señor” (Hechos 21:14), aún más importante que exigir una vida libre del
sufrimiento.

Cuando la perspectiva de la confesión positiva enseña que los creyentes deben confesar en
vez de orar por las cosas que Dios ha prometido, está pasando por alto la enseñanza de la
Palabra de Dios en cuanto a la oración importuna. Según algunos que creen esta idea de la
confesión positiva, las promesas de Dios se clasifican en las áreas de bendiciones materiales,
físicas, y espirituales; los creyentes deben reclamar o confesar estas bendiciones y no orar por
ellas. Sin embargo, las instrucciones a no orar por las bendiciones prometidas contradicen las
enseñanzas de la Palabra de Dios. Los alimentos son una de las bendiciones prometidas por
Dios; sin embargo, Jesús enseñó a sus discípulos a que oraran: “El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy” (Mateo 6:11). La sabiduría es una bendición prometida por Dios; sin embargo,
las Escrituras declaran: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da
a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Jesús dijo que el
Espíritu Santo era la promesa del Padre (Lucas 24:49), y también enseñaba que Dios daría el
Espíritu Santo a quienes se lo pidieran (Lucas 11:13). Aunque hubo veces cuando Dios dijo a
las personas que actuaran en vez de simplemente clamar, como en el caso de Moisés en el
Mar Rojo (Éxodo 14:15), hay muchos pasajes de las Escrituras que recuerdan a los creyentes
orar, y orar sin cesar (Romanos 12:12; Filipenses 4:6, 1 Tesalonicenses 5:17). Jesús mismo
enfatizaba la importancia de la oración importuna. La ilustración del amigo persistente que
llegó a medianoche pidiendo pan para ofrecer a sus invitados se convirtió la base de la
declaración de Cristo: “Pedid, y se os dará” (Lucas 11:5-10). La parábola de la viuda y el juez
injusto llegó a ser una oportunidad para que nuestro Señor enfatizara la importunidad en la
oración (Lucas 18:1-8). Estas personas fueron estimadas por la importunidad y no por la
confesión positiva sin oración.

Aunque los caminos del Señor son más altos que los del hombre, y no podemos comprender
el motivo de cada mandato en las Escrituras, sabemos que en su sabiduría Dios ha ordenado
la oración como parte del proceso de satisfacer una necesidad. En vez de ser un signo de
duda, la oración importuna puede ser una muestra de obediencia y fe. Los creyentes deben
reconocer que pueden esperar el sufrimiento en esta vida. Por esa misma razón, la confesión
positiva es una distorsión de la fe bíblica. La enseñanza de la confesión positiva implica que
reinamos como monarcas en esta vida. Enseña que los creyentes deben dominar en vez de
ser dominados por las circunstancias. La pobreza y enfermedad normalmente son
mencionadas como algunas de las circunstancias sobre las cuales los creyentes deben tener
dominio. Si los creyentes escogen seguir a los reyes de este mundo como ejemplos, es cierto
que buscarán una vida sin problemas (aunque aún los reyes de este mundo tienen también
problemas). Se preocuparán más por la prosperidad física y material que por el crecimiento
espiritual. Pero cuando los creyentes escogen al Rey de reyes como su modelo, sus deseos
serán completamente distintos. Serán transformados por sus enseñanzas y
ejemplo. Reconocerán la verdad de Romanos 8:17 tocante a los coherederos con Cristo: “Si
es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados”. Pablo aun dijo que se gloriaría en sus enfermedades; no dijo que las negaría (2
Corintios 12:5-10).

JESÚS, NUESTRO EJEMPLO SUPREMO, CONTRADIJO CON SU VIDA LA DOCTRINA DE LA


CONFESIÓN POSITIVA.

Aunque Cristo era rico, por nosotros se hizo pobre (2 Corintios 8:9). Él pudo decir: “Las zorras
tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su
cabeza” (Mateo 8:20). Jesús nunca dejó de ser Dios, y por el poder del Espíritu Santo hacía
muchos milagros; pero aun así no estaba libre del sufrimiento. Él sabía que tenía que padecer
mucho de los ancianos (Mateo 16:21; 17:12). Deseaba comer la pascua con sus discípulos
antes de padecer (Lucas 22:15). Después de su muerte, los discípulos reconocieron que el
padecimiento de Cristo era el cumplimiento de la profecía (Lucas 24:25,26,32). Cuando los
creyentes reconocen que reinar en esta vida es tomar a Jesús como modelo de un rey,
reconocerán también que esto puede implicar el sufrimiento; que a veces es mejor quedarse
en las circunstancias desagradables que tratar de hacer todas las circunstancias placenteras.

A Pablo le fue mostrado que sufriría (Hechos 9:16). Después él se regocijó en sus sufrimientos
por los colosenses. Él vio su sufrimiento como una plenitud “que está más allá de las
aflicciones de Cristo en mi carne por el cuerpo suyo que es la iglesia” (Colosenses 1:24). Es
cierto que Dios promete suplir las necesidades de los creyentes, y sabe cómo ayudar a los
santos a vencer la tentación; pero pretender una vida sin sufrimiento simplemente es un
engaño. El creyente comprometido aceptará esto. No se desilusionará si la vida no es una
continua serie de experiencias placenteras. No será cínico si no obtiene todos los deseos de
su corazón. Él reconocerá que el siervo no es más grande que su Maestro. Reconocerá que
seguir a Cristo requiere negarse a sí mismo (Lucas 9:23). Esto incluye negar nuestros deseos
egoístas y aun admitir que tenemos problemas. Los problemas no son siempre una indicación
de falta de fe. Por lo contrario, pueden ser un tributo a la fe. Este es el gran énfasis en Hebreos
11:32-40. Sostener que todo sufrimiento resulta de confesiones negativas e indica una falta
de fe contradice las Escrituras. Algunos héroes de la fe sufrieron grandemente, algunos hasta
murieron por su fe, y fueron encomiados por ello.
ENFATIZANDO LA AUTORIDAD DEL CREYENTE MUCHOS HAN OLVIDADO QUE DIOS ES
SOBERANO.

El énfasis en la confesión positiva tiende a incluir palabras que hacen parecer que el hombre
es soberano y que Dios es el siervo. Dichas palabras se dicen para hacer que Dios obre,
sugiriendo que Él tiene que rendir su soberanía; que Él ya no está en posición de obrar de
acuerdo a su sabiduría y propósito. Se arguye que la verdadera prosperidad es la habilidad
de dejar que el poder de Dios supla nuestras necesidades sin importar cuáles sean éstas. Esto
pone al hombre en una posición de usar a Dios en vez de rendirse a sí mismo para ser usado
por Dios. En este punto de vista se da muy poca consideración a la comunión con Dios en vez
de descubrir su voluntad. Es verdad que Jesús dijo, “y todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14:13). Pero las Escrituras
también enseñan que se debe pedir en armonía con la voluntad de Dios. “Y esta es la
confianza que tenemos en él que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las
peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14,15).

“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10) es todavía un mandato importante.
Dios es Dios. Él no rendirá su gloria ni soberanía a nadie. Nadie puede convencer a Dios de
que debe obrar. La autoridad del creyente existe sólo en la voluntad de Dios, y es la
responsabilidad del creyente descubrirla y conformarla a la voluntad de la soberanía de Dios
aun en las cosas que él desea. Las palabras de Pablo aún son aplicables: “Por tanto, no seáis
insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5:17). Cuando los
creyentes reconocen la soberanía divina y se preocupan debidamente con la voluntad divina,
no hablarán en términos de obligar a Dios ni de usar el poder de Dios. Hablarán de convertirse
en siervos obedientes. Desearán ser instrumentos en las manos de Dios.

RHEMA Y LOGOS.

Los defensores de la doctrina de la confesión positiva no sólo traicionan el sentido del texto
bíblico, sino que van un paso más allá distorsionando el significa de ciertas palabras en los
idiomas originales. Tal es el caso de los vocablos logos y rhema. Desde los años 1970 ha
circulado una enseñanza que afirma que los dos vocablos griegos que expresan la idea de
“palabra” en el Nuevo Testamento, Rhema y Logos, son marcadamente diferentes uno del
otro. Esto supuestamente nos revelaría que en verdad hay dos clases de “palabra de Dios”
(una escrita, la otra hablada) y que todo creyente necesita conocer esta distinción y como
aplicarla. La enseñanza “Palabras RHEMA” consiste fundamentalmente de las siguientes
proposiciones:

 Existe en las Escrituras una marcada distinción de uso y significado entre las dos palabras
“LOGOS” y “RHEMA”.
 La palabra “LOGOS” se refiere a la revelación objetiva, es la Palabra eterna de Dios, es la
Palabra escrita, absoluta para todo creyente en todo lugar.
 La palabra “RHEMA” se refiere a la revelación subjetiva, contemporánea, particular para
una persona. Es la palabra hablada. Una profecía, palabra de ciencia o sabiduría se ha de
considerar una “palabra RHEMA”. Una lectura de las Escrituras a viva voz, con fe y
convicción también puede ser “palabra RHEMA”.
 Si el creyente toma una palabra LOGOS, y la confiesa en fe como una palabra RHEMA,
esa palabra adquiere poderes creativos, para hacer cumplirse una visión, sanar enfermos,
traer prosperidad y cosas por el estilo.

Un ejemplo de esta enseñanza se encuentra en el libro “Apóstoles, Profetas y los Movimientos


Venideros de Dios” (Bill Hamon, 1997, pags. 284-285). De acuerdo con dicho libro:

1. “LOGOS” es la Palabra de Dios inefable, inerrante, creativa e inspirada. (2 Timoteo 3:16; 1


Corintios 2:13). Logos es la Palabra de Dios escrita entera, la Santa Biblia. Es la revelación
completa de Dios como aparece en las Escrituras.
2. Una palabra RHEMA es una palabra o ilustración que Dios nos habla directamente, y que
concierne nuestra situación personal o particular. Es una palabra oportuna e inspirada
por el Espíritu Santo del LOGOS que trae vida, poder y fe para realizarla y cumplirla.
(Efesios 6:17, “la espada del Espíritu que es el RHEMA de Dios”). Puede ser recibida
mediante otros como una palabra profética, o como una iluminación dada directamente
a uno en su tiempo de meditación personal en la Biblia o en la oración.
3. El LOGOS es la Palabra fija de Dios, las Escrituras, y el RHEMA es una porción particular
del LOGOS sacada a luz por el Espíritu Santo para ser aplicada directamente a algo de
nuestra experiencia personal.

Los defensores de la confesión positiva, así sea que lo admitan o no, tienen un concepto
degradado de la Biblia. Según su interpretación, la Biblia es, objetivamente, la Palabra de Dios.
Pero es la Palabra subjetiva de Dios (el ‘RHEMA’) lo que determina y desencadena una acción
divina, y que tiene un poder creativo y regenerador. No basta conocer el ‘LOGOS’ de Dios.
Tenemos que recibir el ‘RHEMA’ para poder decir: “Esto es lo que Dios dice”. En esta
declaración se aprecia la idea que una palabra “RHEMA” en la boca del creyente tiene un
“poder creativo y regenerador.” Dice que “no basta conocer el LOGOS de Dios.” O sea, no
basta con estudiar la Biblia. Es necesario recibir una interpretación o sentido de la Palabra
escrita que la haga más convincente a nuestras mentes. De ahí nacen los problemas con esta
doctrina, pues inculca y motiva al abandono del estudio exegético de la Palabra de Dios y
motiva a la interpretación subjetiva y alegórica del texto sagrado. Algunos llevan la doctrina
a niveles peores aun al llamar “LOGOS” a las palabras de Dios directamente recibidas por los
creyentes de la actualidad, y “RHEMA” a la repetición a viva voz de las mismas como acto
creador. En este proceso la Biblia ni tiene lugar, salvo para “confirmar” sus aseveraciones.
De acuerdo con la confesión positiva, el “LOGOS” es la palabra revelacional, la palabra mística,
directa que Dios habla al creyente. El “RHEMA” es la palabra que los creyentes deben decretar
o confesar para traer prosperidad y sanidad a esta dimensión. El maestro de la enseñanza
“Palabras Rhema”, Kenneth Copeland escribe:

“En tu condición de ser un creyente nacido de nuevo, estás equipado con la Palabra. Tienes
el poder de Dios a tu disposición. Al dejar penetrar la Palabra en tu espíritu y al declararlo con
tu boca liberas poder espiritual para cambiar cosas en las circunstancias naturales.” (Kenneth
Copeland, El poder de la lengua, pp. 15).

LA VERDAD ACERCA DE “RHEMA” Y “LOGOS”

Aunque es cierto que en el griego existen ambas palabras LOGOS y RHEMA, y que ambas se
usan en el Nuevo Testamento, no existe la distinción alegada entre las mismas. Los defensores
de la confesión positiva hacen una distinción inexistente entre ambas palabras, afirmando que
la primera se refiere a la palabra escrita. La segunda, a lo que se dice en fe. Según este punto
de vista, lo que se dice en fe es inspirado y toma el poder de Dios, pero hay dos problemas
grandes con esta distinción:

1. Primero, la distinción no es justificada por su uso en el griego del Nuevo Testamento ni


en la Septuaginta (La versión griega del Antiguo Testamento). Las dos palabras se usan
sinónimamente. En el caso de la Septuaginta, las dos, rhema y logos, se usan para traducir
la palabra hebrea “dabar” que se emplea en varias maneras relativas a la comunicación.
Por ejemplo, la palabra “dabar” (traducida, palabra de Dios) se usa en Jeremías 1:1 y 2.
Aun en la Septuaginta se traduce como rhema en el versículo 1 y logos en el versículo 2.
En el Nuevo Testamento las palabras rhema y logos se usan intercambiablemente. Esto
se puede ver en pasajes como 1 Pedro 1:23,25. En el versículo 23, es la palabra logos de
Dios que… permanece para siempre. En el versículo 25, “la rhema del Señor permanece
para siempre”. Otra vez en Efesios 5:26 los creyentes son limpios “en el lavamiento del
agua por la rhema”. En Juan 15:3 los creyentes son “limpios por medio del logos”. Las
distinciones entre logos y rhema no pueden ser sostenidas por la evidencia bíblica. La
palabra de Dios, ya sea en logos o rhema, es inspirada, eterna, dinámica, y milagrosa. Sea
que la palabra sea dicha o escrita no altera su carácter esencial. “Toda la Escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra” (2 Timoteo 3:16,17).
2. Hay también un segundo problema entre aquellos que hacen una distinción entre las
palabras logos y rhema. Pasajes de las Escrituras a veces son seleccionados sin pensar en
el contexto o analogía de fe, y dicen estar hablando en fe. Con este tipo de aplicación del
llamado “principio rhema”, los partidarios se preocupan más en hacer que la Palabra
signifique lo que ellos quieren en vez de dejar que la Palabra signifique lo que ella quiere
que ellos entiendan. A veces es muy obvio que aman a Dios más por lo que Él hace por
ellos que por quién Él es. Es muy importante para los creyentes eludir cualquier forma de
existencialismo cristiano, que separa del contexto pasajes de las Escrituras o hace algunos
pasajes eternos y otros contemporáneos.

SEMBRANDO ORGULLO, ARROGANCIA Y PEDANTERÍA ESPIRITUAL.

Al revisar los esfuerzos de aquellos que defienden la enseñanza de la confesión positiva, es


evidente que la básica apelación es para aquellos que ya son cristianos y que viven en una
sociedad de abundancia. Ellos animan a cierto elitismo espiritual entre sus seguidores. El
orgullo, la arrogancia, el amor al dinero, la pedantería espiritual y la vanidad tienden a ser
fruto de esta teología. Pero ¿Es este el fruto que debe producir la teología cristiana?
Definitivamente no. La prueba del fruto todavía es una manera de determinar si un maestro
o enseñanza es de Dios o del hombre. “Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20).

La confesión positiva mide la condición espiritual del creyente prioritariamente en términos


de dinero, éxito y bienes materiales. Se fomenta el materialismo individualista más que el
ánimo de bendecir a otros. Los maestros de la “confesión positiva Rhema” afirman que los
apóstoles y hasta Jesús fueron todos hombres muy adinerados y que todo creyente con fe
debe serlo también. Toman al saludo personal de 3 Juan 2 como una promesa divina de
absoluta salud y riquezas como “derecho divino” de todo creyente. Ignoran el consejo de
Cristo de Lucas 12:22-31 de no afanarnos por las mismas cosas que se afanan los del mundo.
Además, da una respuesta simplista y antibíblica frente a las instancias de sufrimiento en la
vida del creyente. Si un creyente admite estar pasando por una dificultad o enfermedad, los
maestros del RHEMA en seguida le dirán cosas como: “¡No digas que estás enfermo! ¡Confiesa
que ya estás sano!” Si no hay un milagro de sanidad o prosperidad la explicación siempre es:
“Te faltó fe”, “Dejaste de confesar positivamente y usaste palabras negativas” o “Tienes un
pecado encubierto que no quieres confesar.” Ridiculizan a quien ora “que se haga la voluntad
de Dios”. Esta corriente ignora las cuantiosas y sabias expresiones neotestamentarias sobre
las maneras y propósitos que se dan en el sufrimiento en la vida del creyente. (2 Timoteo 2:1-
13; Hebreos 10:32-39; 11:35-38; Santiago 1:2-4; 1 Pedro 3:8-17; 4:12-19; Apocalipsis 2:8-11).

La confesión positiva distorsiona la doctrina de la revelación divina y la inspiración de las


Sagradas Escrituras. Se cree poseer una revelación mayor que los escritores bíblicos, cosa que
resulta en doctrinas nuevas y extrañas. Eso es característico de las sectas, no de una verdadera
iglesia cristiana. La confesión positiva fomenta también conductas irresponsables bajo el
pretexto de confiar en el poder de la confesión de palabras “RHEMA”. Por ejemplo: El
matrimonio de Larry y Lucky Parker, norteamericanos fieles seguidores de la enseñanza
“Palabra RHEMA”, dejaron morir a su hijo diabético Wesley, al rehusar que se le diera insulina,
convencidos por las palabras RHEMA que habían confesado en fe, que ya estaba sano. El niño
cayó en estado de coma diabético, cosa que sus padres tomaron como un engaño satánico
para quebrar su fe en la palabra RHEMA. Después de la muerte del niño, los padres no
celebraron un funeral, sino un “culto de resurrección” esperando que así viniese el
cumplimiento del RHEMA. El niño no resucitó. Los padres fueron condenados por maltrato de
menores, pero en vez de una posible condena de 25 años de prisión recibieron una sentencia
de cinco años que luego fue conmutada por misericordia de parte del juez. Lamentablemente
han sucedido varios casos como este en los Estados Unidos durante los últimos años. (D.R.
McDonnell, Un Evangelio diferente. (Massachussets: Hendrikson, 1988, p.81).

APLICACIÓN UNIVERSAL.

Otro punto en contra de la confesión positiva es su aplicación limitada. Un examen práctico


de la validez bíblica de una creencia es si tiene una aplicación universal. ¿Tiene la enseñanza
significado sólo para aquellos que viven acaudaladamente en una sociedad? ¿O también da
resultado entre los refugiados del mundo? ¿Qué aplicación tienen las enseñanzas a los
creyentes encarcelados por su fe por gobiernos ateos? ¿Son esos creyentes menos porque
sufren un martirio o tienen heridas físicas y están en las manos de crueles e implacables
dictadores? La verdad de la Palabra de Dios tiene una aplicación universal. Es tan efectiva en
los barrios como en los suburbios. Es tan efectiva en la selva como en la ciudad. Es tan efectiva
en otros países como en nuestra propia nación. Es tan efectiva en naciones con privaciones
materiales como en las ricas.

CONCLUSIÓN.

Cuando se considera cualquier doctrina siempre es necesario preguntarnos si está en armonía


con las enseñanzas totales de las Escrituras. La doctrina basada en menos de un punto de
vista holístico de verdades bíblicas sólo puede dañar la causa del Señor. Muchas veces puede
ser más perjudicial que los puntos de vista que rechazan enteramente las Escrituras. Alguna
gente aceptará más fácil algo como verdad si está escrito en la Palabra de Dios, aunque la
enseñanza sea extrema o contradiga otros principios bíblicos.

La Palabra de Dios sí enseña grandes verdades como sanidad, provisión a los necesitados, fe
y autoridad de los creyentes. La Biblia enseña que una mente disciplinada es un factor
importante para una vida victoriosa. Pero estas verdades deben siempre considerarse como
la estructura de todas las enseñanzas de las Escrituras. Cuando hay abuso, hay también a
veces la tentación de retractarse de estas grandes verdades de la Palabra de Dios. En algunos
casos la gente pierde a Dios en su totalidad cuando descubre que su énfasis exagerado no
siempre corresponde a sus expectaciones ni resulta en la liberación de los problemas. El hecho
de que se desarrollen aberraciones doctrinales, sin embargo, no es razón de que se las rechace
o de permanecer en silencio al respecto. Los siervos de Dios deben con fe declarar todo el
consejo de Dios.
16. Distorsionando la Fe Pentecostal: Las
Maldiciones Generacionales.

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:

Las modas teológicas parecen inundar el evangelicalismo moderno, principalmente el


pentecostalismo. En años recientes la enseñanza acerca de las “maldiciones generacionales”
ha llegado a ser muy popular en nuestros círculos pentecostales y carismáticos. Muchos de
los líderes más prominentes dentro del movimiento pentecostal y carismático promueven tal
doctrina. No obstante, la naturaleza de la verdad absoluta y la propia interpretación de las
Escrituras no se pueden determinar por la cantidad de gente que incursiona en cierta
enseñanza o por la popularidad de quienes la promueven. Los asuntos de la fe (lo que
creemos) y la práctica (cómo vivimos la vida cristiana) sólo se pueden determinar por la debida
comprensión de las Escrituras.

La frase “maldición generacional” o cualquier otra frase similar nunca aparece en las Escrituras,
no se encuentra en ninguno de los Testamentos. Esto en sí no es suficiente para desechar la
enseñanza como no bíblica. No obstante, el hecho que la frase maldición generacional no se
encuentre en las Escrituras debería alertar a los creyentes con criterio sobre la necesidad de
ser cuidadosos en este asunto. Debe haber pruebas convincentes cuando se estudia todo el
consejo de Dios. Ciertamente, la Biblia parece hacer mención de las llamadas “maldiciones
generacionales” en ciertos pasajes (Éxodo 20:5; 34:7; Números 14:18; Deuteronomio 5:9). Y
muchos han sabido usar tales versículos para sostener la enseñanza errónea de que Dios
castiga a los hijos por los pecados de sus padres. Tal afirmación no es verdadera. Aunque es
cierto que los efectos del pecado pueden transmitirse de una generación a la siguiente (la
Caída de Adán es un ejemplo de ello, pues sus efectos y consecuencias arrastraron a todos
sus descendientes con él), esto no implica una sentencia irrevocable. La lógica nos enseña que
cuando un padre tiene un estilo de vida pecaminoso, sus hijos son propensos a tener el mismo
estilo de vida pecaminoso también; es decir, copian los mismos patrones de conducta
pecaminosa. Es por ello que muchos hijos terminan cometiendo los mismos pecados que sus
antepasados y pagando las mismas consecuencias.

Tristemente, hay una tendencia en la iglesia de hoy para tratar de culpar por todo a las
maldiciones generacionales. Un sector de la iglesia que sobre enfatiza este tema suele motivar
a los creyentes a hacer una evaluación retrospectiva e investigar los pecados de sus
progenitores. Enseñan que puede que esa sea la razón de que un pecado o un patrón
pecaminoso persista en sus vidas. También enseñan que los constantes problemas, las
frecuentes enfermedades, y las permanentes crisis financieras pueden ser expresiones de una
maldición generacional. Si ese es el caso, el creyente entonces no podrá librarse de esa
condición a menos que se le practique liberación. Es decir, una sesión de oración, imposición
de manos, y hasta una confesión por parte del afectado, para romper la atadura. En algunos
casos, estas liberaciones, que pueden durar varias horas, se llevan a cabo en los templos al
final de los servicios dominicales, en retiros espirituales, o en casas como parte de una
consejería. Esto no es bíblico. El remedio para las maldiciones generacionales es la salvación
por medio de Jesucristo. Cuando nos convertimos en cristianos, somos nuevas creaciones (2
Corintios 5:17). ¿Cómo puede un hijo de Dios seguir bajo la maldición de Dios (Romanos 8:1)?
La cura, entonces, para una “maldición generacional” es la fe en Jesucristo y una vida
consagrada a él (Romanos 12:1-2).

CONVIRTIENDO EL EVANGELIO EN BRUJERÍA BLANCA.

La doctrina de “maldiciones generacionales”, es una de esas muchas novedades teológicas


cuestionables de nuestra época. Tal enseñanza afirma que una persona puede nacer bajo una
sentencia de castigo (“maldición”) por pecados que cometieron sus antepasados. A menudo,
esas maldiciones suelen entenderse en términos mágicos, como una especie de maleficio, o
de “hechicería santa.” Así resulta que uno puede nacer cargando la maldición de sus padres,
abuelos o hasta bisabuelos. Y como la humanidad es bastante pecadora, sería de suponer que
muy pocas personas hayan nacido sin alguna maldición a cuestas.

Los adeptos a esta enseñanza afirman que toda maldición generacional queda en el esperma
y el óvulo que forman el feto, por lo que hay que reemplazar el ADN del pecado con el ADN
de Dios. Otro aspecto de esta enseñanza es el concepto de la iniquidad como la corrupción
interna que trae maldición generacional. En palabras de ellos, la iniquidad es transmitida al
ser humano desde su concepción y se hace más fuerte en cada generación. Afirman también
que los padres tienen la potestad de establecer herencia de bendición para los hijos cortando
estas raíces de iniquidad. De esta forma, los hijos tendrán un futuro libre, un camino allanado,
para cumplir con el “destino profético” que Dios les ha heredado, dándoles las llaves para que
triunfen en todo siempre y cuando ellos no “reactiven estas raíces de maldición generacional”.

Los fanáticos de esta enseñanza creen que la gente no sólo hereda la naturaleza pecaminosa
de sus antecesores (la tendencia que todos tenemos de rebelarnos contra Dios), sino que
también adquieren la maldad acumulada de sus antecesores. Como resultado, Dios los culpa,
no sólo por sus propios pecados, sino también por los pecados de sus antecesores. Además,
Satanás tiene derecho a seguir manteniendo un reclamo legal contra los creyentes que no
han tratado de una forma eficaz con sus maldiciones generacionales, resultando en fracaso,
violencia, impotencia, profanidad, obesidad, pobreza, vergüenza, enfermedad, aflicción,
temor, y aun muerte física.

Los proponentes de la maldición generacional luego dirigen su enseñanza a su próximo paso


lógico. Ellos concluyen que la sangre de Cristo fue derramada por los pecados de cada
persona, pero que cada uno debe dar un paso adicional para quitar la trasgresión que haya
heredo de sus antecesores. Se requiere este paso adicional para que una persona sea liberada
de las ataduras que la mantienen cautiva al pecado de sus antepasados. Este procedimiento
involucra una elaborada ceremonia que consiste en listar los pecados de sus antecesores
hasta la cuarta generación, confesando los pecados por ellos, recitando oraciones y
declaraciones recomendadas, rompiendo personalmente esas supuestas maldiciones.

Según esta doctrina el reino de Dios y las tinieblas operan con plenos ‘derechos legales’. Toda
la familia paga por los pecados que cometieron sus ancestros. Satanás se presenta ante el
trono de Dios y muestra derechos legales de atacar cualquier área de nuestra vida. Luego se
decide si los reclamos son válidos y, de serlo, si se le permite hacer lo que solicita contra
nosotros y nuestra familia. Basándose en Éxodo 20:4,5, enseñan que los demonios pasan de
generación en generación y que éstos se afianzan en la vida de los creyentes por los pecados
generacionales. Para despojarse de estas fuerzas demoníacas, los creyentes necesitan saber
cuáles son esas ataduras, y tener un ritual de liberación para romperlas. Se necesitan
consejeros con conocimiento especial de ataduras diabólicas si el caso es grave. Se da un
examen especial de diagnóstico y se proveen incluso las palabras que deben ser repetidas,
como, por ejemplo: “Rechazo toda obra demoníaca que me ha sido heredada de mis
ancestros”, por citar ejemplo.

Debemos ser muy cuidadosos con esto. Las pruebas de diagnóstico, los rituales, y las
oraciones recomendadas por aquellos que enseñan la maldición generacional no se
encuentran en las Escrituras. No hay tales pasos en la Biblia, la cual es nuestra única regla para
asuntos de fe y práctica. Si las maldiciones generacionales fueran una realidad, Dios habría
dado las debidas instrucciones en las Escrituras respecto a cómo tratar con este problema.

Aunque resulte vergonzoso admitirlo, un buen porcentaje de la iglesia pentecostal y


carismática ha caído en el paganismo. Porque no hemos prestado atención a Jesús ni
consultado toda las Escrituras, somos nuevamente afligidos con un mágico punto de vista del
mundo de Dios. En este mundo el supremo sacrificio de Dios tiene limitado poder y efecto, y
debe ser complementado por nuestras propias fórmulas exorcistas y nuestros esfuerzos
humanos. En realidad, la creencia en “maldiciones generacionales” tiene más que ver con el
ocultismo que con el cristianismo. ¿Acaso no resulta preocupante que un amplio sector del
cristianismo esté tan estrechamente relacionado con tales creencias?
EL SUPUESTO FUNDAMENTO BÍBLICO DE LAS MALDICIONES GENERACIONALES.

La enseñanza de las supuestas maldiciones generacionales se fundamente en Éxodo 20:4-5.


Es claro que las consecuencias del pecado de la idolatría eran terribles, y el Señor quiso crear
esta consciencia en el pueblo. No obstante, lo que debemos entender de este texto es que se
trata de un principio, y no de una condición irreversible. Es decir, esto no debe ser
comprendido como una sentencia definitiva que condenaba sin esperanza a hijos de padres
pecadores. El principio es que habría consecuencias por la maldad, y esas consecuencias
afectarán también a los hijos. Pero esto no era un absoluto, en el sentido de que los pecados
de los padres serán condiciones irreversibles para los hijos.

Por ejemplo, si un hombre roba, ese pecado no solo afecta al ladrón, sino también en un
sentido muy real a los hijos, porque si ese hombre es encontrado y juzgado, ya no podrá estar
por su familia. Además, si robar es el estilo de vida de esa persona, hay una gran probabilidad
que los hijos también sean inclinados y movidos a lo mismo. Digamos también que un padre
de familia es un alcohólico. Tarde o temprano, su adicción al alcohol le puede acarrear
consecuencias para él y los suyos. Por ejemplo, si el borracho hace cosas indecentes, o pierde
su trabajo, o entra en pleito con otros, o se enferma, eso tendrá consecuencias terribles para
los miembros de su familia. Es en ese sentido que la maldad de los padres afecta a los hijos.
Y eso sin considerar que un hijo puede crecer predispuesto al alcohol y hasta volverse él
mismo un alcohólico pues eso es lo que vio como un patrón normal de conducta.

El hecho de que Dios visite la maldad de los padres sobre los hijos es más bien un principio
de consecuencias y no necesariamente una sentencia absoluta que deja a los hijos sin
posibilidad de redimirse. Tampoco debe entenderse cómo una maldición generacional o una
atadura espiritual de la que debamos librarnos. Ésta es la necesaria conclusión que también
está descrita en el mismo Pentateuco. Porque en el libro de Deuteronomio, se nos dice que
“Los padres no morirán por sus hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por
su propio pecado” (Deuteronomio 24:16). La Biblia es enfática: “cada uno morirá por su
pecado”. Es decir, en el Antiguo Testamento ya estaba establecido el principio de la
responsabilidad individual, descartando toda noción mística de maldición o atadura
generacional. En otras palabras, ningún hijo pagará por los pecados de los padres, sino que
cada uno pagará las consecuencias de sus propios pecados. Y aunque nuestros hijos pueden
ser afectados por nuestras decisiones, o se pueda padecer la misma enfermedad de un
antepasado, como la ciencia lo ha probado, no debemos interpretarlo como que una fuerza
espiritual está detrás. Una vez más, las consecuencias que sufrimos no deben ser entendidas
como maldiciones generacionales.

En una medida menor, otro texto que es usado para enseñar las maldiciones generacionales
se encuentra en Proverbios: Como el gorrión en su vagar y la golondrina en su vuelo. Así la
maldición no viene sin causa (Proverbios 26:2). Pero basar la enseñanza de ataduras
generacionales por este verso es un mal ejercicio exegético. Primero, porque en este pasaje
no se está hablando de las consecuencias que los hijos reciben por los pecados de los padres.
Más bien la línea de pensamiento del autor está orientada a la insensatez del necio. Segundo,
porque el texto original de Proverbios 26:2 dice:

“El gorrión en su vagar, la golondrina en su vuelo y una maldición que no tiene causa, no se
posan.” (Proverbios 26:2).

Lo que este proverbio quiere decir es más o menos esto: no te preocupes si alguien te maldice
sin que seas culpable, tal maldición no tendrá efecto. La maldición que con su boca alguien
profiera contra un inocente no tiene poder de hacerle daño, de la misma manera que un ave
no daña a nadie cuando vuela. Este texto no está enseñando absolutamente nada de ataduras
ni maldiciones generacionales.

ELIMINANDO LA RESPONSABILIDAD PERSONAL.

El hecho de culpar a otros por nuestras desgracias es algo tan antiguo como el relato de la
creación. No asumir la responsabilidad individual es precisamente lo que hizo Adán al culpar
a Eva cuando fue confrontado por Dios. Y eso es también lo que hizo Eva al culpar a la
serpiente, cuando ella fue confrontada por su creador (Génesis 3). Pero en el tiempo cuándo
los judíos fueron deportados a Babilonia, esta misma actitud floreció en la forma de un
conocido refrán: “Los padres comen las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la
dentera.” (Ezequiel 18:2).

El pueblo de Israel está cautivo en Babilonia. Hay tristeza, y amargura entre los israelitas.
Ezequiel es el profeta escogido por Dios para hablarle al pueblo. Entre los judíos existe una
esperanza de que esto terminará pronto y luego volverán a casa. Pero la esperanza es vana.
Dios está castigando a su pueblo por sus pecados. Dios los ha entregado a los caldeos en esta
segunda deportación y todavía una deportación más está en camino. Esta actitud fue
confrontada por el profeta. El mensaje que subyace bajo este refrán es claro: estamos
padeciendo por el pecado de nuestros padres. Por eso el Señor les dice lo mismo:

“Vivo Yo,” declara el Señor Dios, “que no volverán a usar más este proverbio en Israel. Todas
las almas son Mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo Mías son. El alma que peque,
ésa morirá (Ez. 18:3-4).

Aquí una vez más Dios corrige la fatalista noción de que los hijos serán víctimas de una
sentencia irreversible por culpa de los padres.
El profeta Daniel también tiene mucho que enseñarnos al respecto. En vez de culpar por su
destino a sus antecesores, como hacía el público oyente de Jeremías y Ezequiel, él aceptó su
propia responsabilidad personal y la de sus contemporáneos por el juicio que había caído
sobre ellos. Él escribió: “Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios
grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y
guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho
impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus
ordenanzas . . . Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de
hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los
de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se
rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de
nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios
es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado” (Daniel 9:4, 5,7–
9). En la oración de Daniel, no se menciona que la razón del exilio sea por los pecados de los
padres. Esto es aún más asombroso si recordamos que Daniel era consciente de que por
generaciones Dios había enviado profetas para advertir a Israel de ese juicio si no se
arrepentían.

En el tiempo de Jesús, los judíos habían otra vez olvidado las correcciones del paganismo
expresadas por Moisés y los profetas. Jesús encaró los mismos asuntos. En Juan 9:1–3 leemos:
“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos,
diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús:
No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.”
Aunque los discípulos tenían el antiguo punto de vista pagano de que la culpa y el pecado
podrían ser heredados, Jesús enfatizó la gloria y la gracia de Dios. Jesús también afirmó: “Vete,
y no peques más” (Juan 8:11). Las palabras de Jesús sugieren que el perdón de Dios basta
para alcanzar un grado tal de transformación espiritual que produzca un cambio de vida. Jesús
creía que la mujer a quien acababa de perdonar era libre de escoger si iba a permanecer en
el pecado o se apartaría de él. No se hace ninguna referencia a la necesidad de una oración
adicional, una ceremonia, o una fórmula de renunciación para complementar la oferta de la
gracia y el perdón de Dios. Una vez más, esta excesiva (y hasta enfermiza) inclinación de
interpretar las desgracias de las personas como una consecuencia de los pecados de un
antepasado es confrontada por Jesús. El énfasis de maldiciones generacionales casi siempre
despoja al creyente de asumir su responsabilidad personal. Y lo que es más delicado: no lo
motiva a procurar el arrepentimiento por sus propios pecados. Las palabras de Pablo: “Dios. .
. pagará a cada uno conforme a sus obras” (Romanos 2:5,6) y “porque todos compareceremos
ante el tribunal de Cristo . . . de manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”
(Romanos 14:10,12), claramente enfocan la responsabilidad individual a la que se da prioridad
en el Nuevo Testamento. Estos pasajes deben ser vistos como la unificada enseñanza de las
Escrituras, empezando con Moisés (Deuteronomio 24:16), continuando en los profetas (Jeremías
31:29,30; Ezequiel 18:1–4,14–16,18–20; Daniel 9:4, 5,7–9), y culminando con las enseñanzas de Jesús (Juan 8:11; 9:1–
3).
EFECTOS NOCIVOS DE TAL ENSEÑANZA.

Muchas y lamentables son las consecuencias que la enseñanza de las ataduras o maldiciones
generacionales han traído a la iglesia. Algunos en el pueblo de Dios están ávidos por buscar
que alguien les practique una sesión de liberación, pues creen que esa atadura solo pierde su
poder con esta práctica. En otros casos, el creyente que se siente inocente esquivará su
responsabilidad personal y no procurará el arrepentimiento. Pero también están los que han
sido decepcionados por las implicaciones de esta enseñanza. Aquellos que han sido objeto
de una liberación y que con el tiempo el pecado o las consecuencias de un pecado reflotaron
experimentan desilusión con el evangelio o las Escrituras. Otros quizá lo resuelven
sometiéndose periódicamente a estas liberaciones.

Por lo tanto, en concordancia con la enseñanza bíblica debemos concluir que la doctrina de
las maldiciones generacionales es teológicamente deficiente y en la práctica es muy nociva
para el creyente y la iglesia en general.

LA ALTERNATIVA BÍBLICA.

Pero entonces, ¿qué hacer si en la vida diaria parece que somos inclinados a practicar los
mismos pecados de nuestros antepasados? ¿Cómo librarnos de esa influencia? Para empezar
respondiendo a esta legítima pregunta, debo establecer que los hombres nacemos muertos
en nuestros delitos y pecados (Efesios 2:1), y que nuestro corazón está inclinado siempre y
únicamente hacia el mal (Génesis 6:5). Solo por la intervención divina, los hombres somos
regenerados y recibimos un nuevo corazón. En otras palabras, Dios nos hace nacer de nuevo
(Juan 3:3). Cuando el hombre se arrepiente de sus pecados, abandona sus malos caminos y
se vuelve a Cristo en obediencia, está dando la gloriosa evidencia de su nuevo nacimiento. Es
por eso que el apóstol Juan decía: “Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él. No puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9).
Esto quiere decir que cuando una persona nace de nuevo, se arrepiente y abandona sus
pecados, no mostrará un patrón pecaminoso de conducta. El creyente peca, pero no practica
el pecado como un estilo de vida. Tomando como referencia las palabras de Juan, concluimos
que la práctica abierta y permanente de un pecado, en la mayoría de los casos es una
evidencia de que esa persona no nació de nuevo, y que nunca se arrepintió de sus pecados.
Si ese es tu caso, entonces debes reconocer tu necesidad de salvación, arrepentirte de tu
maldad, y depositar tu confianza solo en Jesucristo para el perdón de tus pecados. La biblia
enseña que todo aquel que viene a Cristo, Él no le echa fuera. Corre al Señor y Él te recibirá y
te dará descanso (Juan 6:37, Mateo 11:28-29).

Sin embargo, ¿Qué sucede con alguien que da evidencia de su regeneración y ha mostrado
los frutos de su arrepentimiento, pero todavía lucha con alguna forma de pecado, adicción o
inclinaciones de sus antepasados? La inquietud también es legítima, y la biblia también nos
responde al respecto. Aquí es importante destacar que, desde el momento de nuestra
conversión, empieza en el creyente el proceso conocido como santificación. Se le llama así al
proceso por medio del cual, desde la conversión, Dios hace al creyente más libre de la
influencia del pecado y lo transforma a la semejanza de Cristo. Pero este proceso es gradual
y dura toda la vida. Y aunque es una obra de Dios, el creyente también participa del mismo.
Esta es la enseñanza que Pablo expone en Romanos 6. Por eso dice, “Por tanto, no reine el
pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias” (Romanos 6:12). Es
decir, no se dejen gobernar por el pecado.

La vida de un genuino creyente se caracteriza por una constante lucha contra el pecado. El
hombre regenerado batalla por no pecar, y cuando lo hace siente una profunda convicción.
Siente tristeza y amargura por haberle fallado a su Salvador. Pero no debemos olvidar que el
llamado del creyente es a negarse a sí mismo, a tomar su cruz cada día, y seguir a Jesús (Lucas
9:23). Pablo nos llama a hacer morir lo terrenal en nosotros (Colosenses 3:5) y por medio del
Espíritu a hacer morir las obras de la carne (Romanos 8:13). Pedro exhortaba a los creyentes
a que se abstengan “de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11). Parte
de esta batalla es la actitud permanente de procurar el arrepentimiento. Un creyente es un
pecador que reconoce cuando falla y se arrepiente genuinamente de su pecado. En este
sentido, el arrepentimiento es el estilo de vida de un creyente.

Pero en la santificación, es importante recordar que, aunque se nos manda ocuparnos de


nuestra salvación con temor y temblor, también se nos dice que Dios es quién produce en
nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad (Filipenses 2:12-13). Es decir que Dios
nos pide algo, pero él también nos da la capacidad para obedecerlo. La gracia de Dios no solo
perdona nuestros pecados, sino también nos capacita para vivir la vida cristiana. Además,
debemos decir que nuestra santificación será proporcional al entendimiento que tengamos
de la persona y la obra de Jesucristo. Es decir, nuestra santidad se corresponde en gran
medida a nuestro entendimiento del evangelio. Mientras más comprendamos lo que Cristo
hizo en la cruz, mayor será nuestro anhelo por crecer en su semejanza. Para tal efecto, la
constante exposición de la Palabra será determinante. La Palabra de Dios tiene un poder
santificador en la vida del creyente. Por eso Jesús les dijo a sus discípulos: “Ustedes ya están
limpios por la palabra que les he hablado” (Juan 15:3).

Debemos recordar que Cristo Jesús obtuvo eterna, segura, y completa salvación. En Él estamos
completos, decía Pablo (Col. 2:10). Es decir, Cristo es la provisión de Dios para el gran
problema del pecador. En Cristo tenemos todo lo que necesitamos para nuestra redención,
para nuestro crecimiento espiritual, y solo en Él tenemos lo necesario para una vida plena y
llena del poder de Dios. Más que mirar al pasado a ver qué tipo de maldición pudiéramos
estar sufriendo, miramos a la cruz y vemos como ahora somos benditos en Él.
CONCLUSIÓN:

La falsa enseñanza de las “maldiciones generacionales” es una herejía peligrosa que debe ser
rechazada, por 6 razones principales:

1. Niega la suficiencia de las Escrituras y requiere que se añadan a la Palabra de Dios


pruebas, rituales, y fórmulas generadas por el hombre (2 Timoteo 3:15–17; 2 Pedro 1:3–
8).
2. Niega la perfecta obra de Cristo en la Cruz.
3. Tergiversa el evangelio de Cristo (Gálatas 1:6–9).
4. Niega la enseñanza bíblica de la responsabilidad personal.
5. Nos acerca un paso más al paganismo del que fuimos llamados.
6. Pone exagerado énfasis en la obra del hombre,
7. Da vueltas a la idea de una relación con Dios basada en las obras.
Los pentecostales auténticos, bíblicos y de sana doctrina, debemos afirmar la suficiencia del
sacrificio de Cristo inequívocamente. Pablo declaró, sin temor a contradicción: “A vosotros,
estando muertos en pecado y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente
con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando
a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente [la referencia es a los
espectáculos romanos en que los emperadores y generales que ganaban una guerra
marchaban por las calles de Roma con el botín y los prisioneros conquistados para mostrar
tanto al ciudadano como al enemigo el poder del Imperio], triunfando sobre ellos en la cruz”
(Colosenses 2:13–15).

Las Escrituras son la única lámpara a nuestros pies y luz a nuestro sendero en que podemos
confiar.

Las palabras del hombre sólo pueden llevarnos de vuelta a la esclavitud: por ejemplo, el temor.
Tenemos que obtener todo el consejo de Dios en las Escrituras en vez de seguir la última
decadencia teológica.

El hombre caído siempre busca soluciones rápidas. Casi todos los problemas encarados por
las ceremonias de maldición generacional no pueden ser echados fuera o atados. Los
problemas de conducta tienen que ser tratados en nuestro andar de discipulado. Necesitamos
diariamente tomar nuestra cruz, considerarnos muertos al pecado y vivos a Dios en Cristo,
traer a sujeción nuestro cuerpo, llevar cautivo cada pensamiento a la obediencia de Cristo, y
renovar nuestra mente por la Palabra de Dios. Un exorcismo “a la volada” de nuestras
imperfecciones de carácter nos dejará decepcionados porque despertaremos el próximo día
para descubrir que todavía tenemos esas imperfecciones. Jesús no nos ha llamado a una
versión de método fácil del cristianismo. Él nos ha llamado al discipulado, a diariamente seguir
al Maestro, sometiéndonos a su señorío, aprendiendo de Él, para llegar a ser más como Él.

Cualquier deuda de pecado que hayamos acumulado fue efectivamente cancelada gracias a
la muerte vicaria o sustitutiva de Jesús. Además, Pablo afirma que los poderes y principados
que nos tenían esclavizados en el pecado no sólo fueron vencidos y desarmados, sino también
totalmente humillados. La muerte de Cristo ofrece tanto el perdón de pecados como la
liberación de la opresión y la posesión demoníaca a quienes se apropian de este sacrificio.

Por todo lo anterior, la Biblia nos lleva a concluir que, lejos de fundamentarse fielmente en la
Palabra de Dios, la enseñanza de “maldiciones generacionales” es un abuso del texto bíblico.
Es otra especulación fantasiosa de algunos predicadores que no se cansan de inventar nuevas
doctrinas para deslumbrar a su público y mantenerlos cautivos de sus aberraciones. Lejos de
ser un mensaje fiel a la Palabra, es otro intento de manipularla, y manipular al público
creyente. Todas estas especulaciones contemporáneas plantean una pregunta muy seria: ¿En
qué punto una simple enseñanza equivocada llega a ser una herejía? ¿No será que tenemos
que redescubrir el concepto y la realidad de la herejía? Es hora de levantar la voz de protesta
contra estas novedades antibíblicas. Principalmente cuando somos nosotros, los
pentecostales que amamos la sana doctrina, a quienes se nos acusa de promoverla.
17. Los 5 Puntos del Arminianismo.

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:
El arminianismo es una doctrina teológica concerniente a la gracia divina y a la salvación del
hombre, que nació en el seno de la comunidad reformada de los Países Bajos, y de allí se
extendió a otros países protestantes a fines del s. XVI y principios del XVII. El nombre proviene
de Jacobo Arminio (Jacobo Armenszoon o Harmenszoon) también conocido por su nombre
latinizado Jacobus Arminius).
Jacobo Arminio (Leiden, 19 de octubre de 1609) fue un pastor, catedrático y teólogo holandés,
nacido en Oudewater el 10 de octubre de 1560, es decir, 4 años antes de la muerte de Calvino.
Su padre, Herman, murió cuando Jacobo era un niño, dejando sola a su madre y a varios hijos.
Un sacerdote, Teodoro Aemelius, lo adoptó y envió al pequeño a una escuela en Ultrech. En
1575, su madre fue asesinada durante la masacre de Oudewater, a manos de los soldados
españoles. Luego de la tragedia, Arminio fue enviado a estudiar teología en la Universidad de
Leiden por la compasión de los amigos, entre los que se encontraba Rudolph Snellius. Arminio
permaneció en Leiden desde 1576 hasta 1582 logrando destacarse entre sus pares. Sus
maestros más influyentes fueron Lambertus Danaeus, Johannes Drusius, Guillaume
Feuguereius y Johann Kolman. Kolman creía y proclamaba que la ortodoxia calvinista
convertía a Dios en un tirano caprichoso y un verdugo asesino. Bajo la influencia de este
hombre, Arminio desarrolló una doctrina teológica que se enfrentaría a la rigidez calvinista.

Después de haber completado sus estudios bajo la tutoría de Theodore Beza, en Génova
(Suiza) en 1582, fue llamado a tomar el pastorado en Ámsterdan para lo cual fue ordenado
en 1588. Prontamente se ganó una buena reputación como pastor y fiel defensor de la
doctrina. En 1590 se casó con Lijsbet Reael. Arminio, que vivió gran parte de su vida en medio
de disputas teológicas, no solo con los calvinistas, sino también con otros movimientos
teológicos de la época, finalmente enfermó y falleció en Leiden el 19 de octubre de 1609. Su
conducta de vida nunca pudo ser reprobada, y sus seguidores lo tenían en gran estima, siendo
respetado aún por sus detractores, a causa de su buen testimonio.

ARMINIO, LOS REMONSTRANTES Y WESLEY.


Arminio es el más conocido fundador de la escuela “anticalvinista” en la teología protestante
reformada, de tal modo que su nombre dio origen al arminianismo, como denominación que
representaba su ideología, aunque al principio sus seguidores eran llamados “remonstrants”,
debido al célebre documento de cinco puntos en el que disentía con Calvino, llamado
Remonstratioe (1560). Su teología no fue completamente desarrollada mientras vivió, sino
que sus seguidores, se basaron en sus ideas para dar fuerza al movimiento.[1]Uno de los
grandes admiradores de la doctrina arminiana fue Juan Wesley, el fundador del movimiento
metodista, muchos años más tarde.

ARMINIANISMO EN EXPANSIÓN.
Las obras de Arminio (en latín) fueron publicadas en Leiden en 1629, y en Frankfort en 1631
y 1635. El arminianismo ha sido fuente inspiradora para muchos de los fundadores y
predicadores en la época de los grandes avivamientos. Actualmente las tesis arminianas han
llegado a tener aceptación entre cristianos de diferentes denominaciones de varios países.
Denominaciones arminianas son las diferentes Iglesias metodistas (Iglesia Metodista
Episcopal, Iglesia Metodista Unida, Iglesia Metodista Libre), las Asambleas de Dios, la Iglesia
del Nazareno, el Ejército de Salvación (The Salvation Army), la Iglesia Adventista del Séptimo
Día, la Iglesia Wesleyana, la Iglesia de Dios, la mayoría de las Iglesias pentecostales, la Iglesia
Internacional del Evangelio Cuadrangular, las Iglesias de Cristo y otras del movimiento
restauracionista, y los menonitas en su mayoría.[2] Muchos anglicanos (como C.S. Lewis), así
como la Iglesia copta, la Iglesia ortodoxa y muchas otras del cristianismo histórico, creen en
la libertad de la voluntad humana y que toda persona tiene la posibilidad de recibir salvación
y que, una vez que recibe la salvación, también la puede perder.

ARMINIO, EL REFORMADO.
Aunque Jacobo Arminio es considerado el teólogo más famoso que aportó la Iglesia
Reformada Holandesa, su fama es una gran ironía puesto que dicha iglesia era históricamente
un bastión del calvinismo más ortodoxo y Arminio (en contradicción a ello) dio su nombre a
un movimiento que se basó en la oposición a calvinismo histórico (el arminianismo) y esto a
pesar de haber obtenido su preparación teológica a los pies de Teodoro de Beza, el sucesor
de Calvino en Ginebra; de modo que su formación teológica fue profundamente calvinista.
No obstante, en contraposición a Calvino, Arminio se opuso a la doctrina calvinista de la doble
predestinación. Además, Arminio no quería que nadie pensara que Dios podía ser la causa del
pecado y del mal tal como, indirectamente, enseña el calvinismo. Para él, tal pensamiento era
la mayor blasfemia imaginable.

LA REMONSTRANCIA O PROTESTA ARMINIANA DE 1610.


La muerte de Arminio no provocó el fin del conflicto. En enero de 1610, un grupo de 46
ministros y dos catedráticos de la Universidad Estatal de Leyden para la educación de los
predicadores, dirigidos por Johannes Wtenbogaert (1557-1644), resumieron sus puntos de
vista sobre estos temas y presentaron su documento a los Estados. Las cinco proposiciones
teológicas en los que revelaron sus puntos de vista llegaron a conocerse como “Los Cinco
Artículos de Remonstrancia”. Dichas proposiciones teológicas expresaban un desacuerdo con
la doctrina prevalente en Holanda de la doble predestinación supralapsariana (la creencia que
Dios había decidido, incluso antes de la creación o la caída de Adán, que seres humanos en
particular serían creados para salvación, mientras otros serían creados para condenación).
Aquellos que los defendieron eligieron ser conocidos como “Remonstrantes”. La oposición se
llamaba a sí misma “Contra-Remonstrantes”. Los cinco artículos de Remonstrancia o Protesta
Arminiana de 1610 fueron:

ARTÍCULO 1: ACERCA DE LA ELECCIÓN


“Que Dios, por un propósito eterno e inmutable en Jesucristo, su Hijo, antes de la fundación
del mundo, ha determinado, de la raza caída, pecaminosa de los hombres, salvar en Cristo,
por causa de Cristo, y a través de Cristo, aquellos que por la gracia del Santo Espíritu creerán
en este su Hijo Jesús, y perseverarán en esta fe y obediencia de fe, por esta gracia hasta el fin;
y, por otra parte, dejar a los incorregibles e incrédulos en el pecado y bajo la ira, y condenarlos
como alienados de Cristo, según la palabra del Evangelio en Juan 3:36: “El que cree en el Hijo
tiene vida eterna, y el que no cree al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece
en él”, y según otros pasajes de la Escritura.

ARTÍCULO 2: ACERCA DE LA EXPIACIÓN


“Que, de acuerdo con esto, Jesucristo, el Salvador del mundo, murió por todos los hombres y
por cada hombre, de modo que ha obtenido para todos ellos, por su muerte en la cruz, la
redención y el perdón de los pecados; aun así, nadie realmente disfruta de este perdón de
pecados, excepto el creyente, según la palabra del Evangelio de Juan 3:16: “De tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, más tenga vida eterna”; y en la Primera Epístola de Juan 2: 2: “Y él es la propiciación
por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los pecados del mundo
entero”.

ARTÍCULO 3: LA DEPRAVACIÓN TOTAL DE LA HUMANIDAD


“Que el hombre no posee gracia salvífica ensimismo, ni tampoco de la energía de su libre
voluntad (albedrío), en la medida que el, en estado de apostasía y pecado, puede ni pensar,
desear, ni hacer nada realmente bueno, (como la fe salvífica eminentemente es); sino que es
necesario que este sea nacido de nuevo de Dios en Cristo, a través de su Santo Espíritu y
renovado en la compresión, inclinación, o voluntad y en todos sus poderes, de manera que
este pueda correctamente entender, pensar, desear y efectuar lo que es realmente bueno,
conforme a la Palabra de Cristo, Juan 15:5: “Separados de mí nada podéis hacer”.

ARTÍCULO 4: ACERCA DE LA GRACIA


“Que esta gracia de Dios es el comienzo, la continuación, y el cumplimiento de todo lo bueno,
incluso en la medida que por sí mismo el hombre regenerado, sin la precedencia o la
asistencia, el despertamiento, seguimiento, y la gracia cooperativa, no puede pensar, desear,
ni hacer el bien, ni resistir cualquier tentación al mal; de modo que todas las buenas acciones
o movimientos, que pueden ser concebidos, deben ser atribuidos a la gracia de Dios en Cristo.
Sin embargo, en respecto al modo de operación de esta gracia, esta no es irresistible, puesto
que ha sido escrito concerniente a muchos, que estos han resistido al Espíritu Santo. Hechos
7 y en otros muchos lugares.”
ARTÍCULO 5: SEGURIDAD EN CRISTO Y EL ESPÍRITU
“Que aquellos que están incorporados en Cristo por una fe verdadera, y de esta manera se
han hecho partícipes de su Espíritu vivificante, tienen por lo tanto pleno poder para luchar
contra Satanás, el pecado, el mundo y su propia carne, y para ganar la victoria, siendo bien
entendido que esto es siempre a través de la gracia asistente del Espíritu Santo; y que
Jesucristo les asiste por medio de su Espíritu en todas las tentaciones, extendiendo a estos su
mano, y si sólo están listos para el conflicto y desean su ayuda, y no están inactivos, les impide
caer, de modo que ellos por ninguna artimaña o poder de Satanás, pueden ser engañados, ni
arrancados de las manos de Cristo, según la palabra de Cristo, Juan 10:28: “Nadie los
arrebatará de mi mano”. Pero si son capaces, por negligencia, de abandonar de nuevo los
primeros comienzos de su vida en Cristo, regresando nuevamente a este mundo malvado
presente, de apartarse de la santa doctrina que les fue dada, de perder una buena conciencia,
siendo desprovistos de gracia, eso debe ser determinado más particularmente de las Sagradas
Escrituras antes de que puedan enseñar esto con la plena persuasión de sus mentes.

LA INTOLERANCIA CALVINISTA SE MANIFIESTA.


Finalmente, un sínodo fue convocado en noviembre de 1618 por la Iglesia Reformada
Holandesa en la ciudad de Dordrecht, o Dort, para tratar el asunto. También asistieron
teólogos reformados de ocho iglesias extranjeras (incluyendo la Iglesia de Inglaterra). El
sínodo se reunió hasta mayo de 1619 y, después de un debate, condenó la posición de los
Remonstrantes en términos que se convertirían en los famosos “Cinco Puntos del Calvinismo”
(TULIP):

 Depravación total de la humanidad, que a causa del pecado ha quedado en un estado de


esclavitud.
• Elección incondicional de los que han de ser salvos (y lógicamente también de aquellos
que han de ser condenados), basada solamente en la libre gracia de Dios.
• Expiación limitada, por la que la muerte de Cristo es eficaz solamente para los escogidos.
• Gracia irresistible, que asegura la respuesta al evangelio de los que Dios ha escogido
para salvación.
• Perseverancia final otorgada a los que han sido escogidos, de manera que, aun pasando
por periodos de tentaciones y caídas, no caen totalmente de la gracia salvadora.
A los Remonstrantes que habían asistido al sínodo se les dijo que cesaran de servir como
ministros (estos estuvieron de acuerdo) y dejar de difundir sus doctrinas (estos se resistieron).
Su protector político, Johan van Oldenbarnevelt (1547-1619), fue invitado con engaños a una
reunión donde fue arrestado. Falsamente acusado de traición, fue decapitado poco después
de que terminó el sínodo. Otro partidario, Hugo Grocio (que se convirtió en el padre del
derecho internacional), fue condenado a cadena perpetua, pero logró escapar. A través de
Holanda más de 200 pastores Remonstrantes fueron privados de sus posiciones y en algunos
casos encarcelados o desterrados. La causa Remonstrante fue condenada y anatemizada por
el odio calvinista.
La posición Remonstrante no sería legal en Holanda hasta 1795. Mientras tanto, el
arminianismo (como se llamaba) vivió fuera de Holanda. Aunque el calvinismo trató de
exterminarlo por la fuerza y el uso violento del poder estatal, la doctrina Remonstrante creció
en influencia en la Iglesia de Inglaterra; y los primeros bautistas generales ingleses,
especialmente Thomas Helwys (c.1575 al 1616), expresaron una versión más cercana a la de
Arminio. Y un poco más de un siglo después, otro teólogo (Juan Wesley), que tampoco tuvo
la intención de lanzar un movimiento, usaría el término para describir sus pensamientos sobre
la predestinación.

FACTS: LOS 5 PUNTOS DEL ARMINIANISMO.


En contraposición al TULIP calvinista, los teólogos arminianos crearon el acrónimo FACTS (en
inglés) para representar los 5 puntos del arminianismo clásico:

F – LIBERADO POR GRACIA PARA CREER: Es la Gracia Preveniente de Dios la que nos guía al
arrepentimiento y a la fe, y nos concede la oportunidad de recibirle o rechazarle, la Gracia de
Dios, esta gracia preveniente es para todo el mundo. Las Escrituras indican muy claramente
que las personas tienen opciones y toman decisiones sobre muchas cosas (por ejemplo,
Deuteronomio 23:16; 30:19; Josué 24:15; 2 Samuel 24:12; 1 Reyes 18:23, 25; 1 Crónicas 21; 10;
Hechos 15:22, 25; Filipenses 1:22). Además, explícitamente habla del libre albedrío humano
(Éxodo 35:29, 36: 3, Levítico 7:16, 22:18, 21, 23, 23:38, Números 15: 3, 29:39, Deuteronomio
12: 6, 17; 16:10; 2 Crónicas 31:14; 35: 8; Esdras 1: 4, 6; 3: 5; 7:16; 8:28; Salmo 119: 108; Ezequiel
46:12; Amós 4: 5; 2 Corintios 8: 3; Filemón 1:14; ver 1 Corintios 7:37) y atestigua que los seres
humanos violan la voluntad de Dios, mostrando que él no predetermina su voluntad o
acciones en el pecado. La biblia habla de una atracción divina resistible que busca llevar a las
personas al Señor en arrepentimiento (Hechos 7: 51-53, Lucas 7:30, Juan 5:34, Hechos 3:26,
Lucas 13:34; Ezequiel 24:13; Mateo 23:37; Romanos 2: 4-5; Zacarías 7: 11-14; Hebreos 10:29;
12:15; Judas 4; 2 Corintios 6: 1-2; Salmo 78: 40-42). El arminianismo sostiene el sinergismo
evangélico, el cual defiende la cooperación del hombre con la gracia divina a través de la fe
como necesaria para salvación (Marcos 16:16-18, Juan 3:36); la voluntad del hombre, por
asistencia divina, es hecha libre para creer o rechazar a Cristo. Arminio afirmaba firmemente
la necesidad de la gracia de Dios para la redención de todo ser humano, pero consideraba
que la gracia puede ser rechazada por el hombre en su libre albedrío (Hechos 7:51).

A – EXPIACIÓN ILIMITADA: Cristo murió por toda la humanidad, pero su sacrificio es solo
efectivo en los que creen. Referencias como Juan 1:29, 3:16, 6:33; Romanos 11:12, 15 y 1 Juan
2: 2 enseñan que la muerte de Jesús fue en favor de todo el mundo. El uso de este vocablo
en estas referencias (entre otras) apunta a todas las personas constituyentes de la raza
humana. Arminio consideraba que la expiación de Cristo es para todos y no sólo para algunos
elegidos, aunque no todos la aceptan y por lo tanto no reciben sus beneficios (Juan 3:16,
3:36).
C – ELECCIÓN CONDICIONAL: El Señor nos escogió, eligió, en Cristo en base a su presciencia
es decir bajo su conocimiento anticipado de todas las cosas. Dios es todo-amoroso y por eso
ama a todos (Juan 3:16, Romanos 5: 8, Romanos 8: 35,38-39, 2 Corintios 5:14, Tito 3: 4-5, 1
Juan. 4:7-8, 10). Elegir arbitrariamente unos para la salvación y otros para la condenación
niega aquel atributo moral divino. La oferta del Evangelio es universal; Dios desea que los
oyentes (todos) del Evangelio sean salvos; la elección es condicional y la expiación es ilimitada;
la predicación del Evangelio es gracia para todos perdidos. Por estas razones, es claro que
sólo el arminianismo clásico puede anunciar el contenido de Ezequiel 33:11, 1 Timoteo 2: 4,
4:10, Tito 2:11 y 2 Pedro 3: 9; sin incurrir en una actuación fingida, pues predicarle a alguien
el Evangelio, sin estar seguro de que Cristo murió por él, no es una predicación sincera, es
una mera actuación. Frente al concepto calvinista de predestinación (o “elección”)
incondicional, el arminianismo enseña que la predestinación se ha basado en la presciencia
de Dios, quien tiene el conocimiento previo de quién creerá y quién no creerá en Cristo
(Romanos 8:29, 1 Pedro 1:2). El arminianismo se opone a la postura calvinista, donde esta
última enseña que algunos están predestinados para salvación y otros para perdición. Ante la
pregunta de si existen personas que nacen condenadas al tormento eterno, incluso si se
arrepienten y aceptan lo que hizo Jesús en la cruz, el arminianismo responde con claro y
contundente no. Eso no armonizaría con el carácter de Dios; pues Él dice: “A los cielos y a la
tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la
bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”
(Deuteronomio 30:19).

T – TOTAL DEPRAVACIÓN: Incapacidad de ser salvos por medio de nuestras obras, ya que
estamos muertos en nuestros delitos y pecados. El hombre fue creado “a imagen de Dios”
(Génesis 1:17) y “Dios hizo al hombre recto” (Eclesiastés 7:29), dicen las Escrituras. Pero el
hombre cayó (Génesis 3). El pecado de Adán afectó a toda la humanidad (Romanos 5:12-21,
1 Corintios 15:21-22). Desde la caída adámica, la humanidad pasó al estado de depravación
total. El pecado, con su sombra, cubrió toda la existencia humana, cada área de ella. En Adán
cada ser humano estaba presente de forma potencial, por eso, cuando él escogió el mal, sus
descendientes heredaron el estigma del pecado.

S – SEGURIDAD EN CRISTO: La seguridad de nuestra salvación está en Cristo, solo apartados


de él corremos el grave peligro de caer de la Gracia y por ende perder la salvación. El
arminianismo enseña que la destitución de Dios por causa de la rebelión es posible a pesar
de haber sido parte de Su pueblo elegido. La posición arminiana empieza desde la perdición
y separación de Dios, del mismísimo Satanás. Habiendo sido él un querubín, ocupando el más
alto rango angelical, puesto sobre los ángeles creados, conociendo a Dios íntimamente,
habiendo sido parte de Su reino por milenios, no obstante, decide por su libre albedrío
rebelarse contra el Creador (Isaías 14:12-15). Él junto con los ángeles que le siguieron, fueron
destituidos de la gloria de Dios (Judas 1:6). Adán, habiendo sido creado y criado por Dios
mismo hasta cierta edad, cuando él ya pudo valerse por sí solo, junto con Eva su mujer,
deciden por esa libertad otorgada comer del fruto prohibido, trayendo sobre sí y sobre la
humanidad el pecado y la destitución (Génesis 3:1-24, Romanos 5:12-21). El pueblo judío fue
liberado de la esclavitud de Egipto, lo cual tipifica ser liberado del pecado. Sin embargo, por
sus tendencias pecaminosas no heredaron la tierra prometida. Solo Caleb y Josué con los
suyos y la segunda y tercera generación de judíos entró en ella (Números 13:1-14:38, Hebreos
3:7-4:11, Judas 1:5). Indiscutiblemente, si un número predeterminado de seres humanos ya
estaba predeterminado para salvación como el calvinismo enseña, la venida de Jesús, el Hijo
de Dios, no hubiese sido requerida. El pasado, presente y futuro son simultáneos para Dios.
Él en su presciencia ya sabe quiénes lograron entrar en Su presencia, pero esto no se debe a
un mero capricho suyo o a un destino prefijado e ineludible. Todos fuimos “predestinados”
para salvación, es decir, con el objetivo de ser salvos. Pero eso no quiere decir que
necesariamente todos seremos salvos, porque, aunque Dios nos predestinó para salvación,
también nos dio libertad para salvarnos o perdernos: el libre albedrío. Por lo tanto, de acuerdo
con la doctrina arminiana, es posible “caer de la gracia” y no es correcto pensar que los que
ya recibieron la gracia nunca se perderán. Cabe destacar, sin embargo, que cuando se habla
de perder la salvación, no es porque Dios la arrebata nuevamente después de haberla
otorgado en Jesús, sino que es el mismo hombre quien la desecha una vez que rompe su
comunión con Dios a través del pecado o la apostasía (Hebreos 6:4-9).

REFERENCIAS:
[1] McNeill, John T., Los Forjadores del Cristianismo, Volumen 2. Terrassa, España, CLIE, 1987.
[2] Wynkoop, M. B., Bases Teológicas de Arminio y Wesley, Casa Nazarena, Kansas City 1973.
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18. El Pastorado Femenino en el
Pentecostalismo Histórico y su
fundamento en la Doctrina y
Prácticas de la Iglesia
Neotestamentaria.

Por: Pastor Fernando E. Alvarado.

RESEÑA HISTÓRICA:

El igualitarismo ministerial entre el hombre y la mujer, característico del Movimiento


Pentecostal, tiene sus raíces en el Movimiento de Santidad a partir del cual se originó el
pentecostalismo moderno. Dicho movimiento era muy activo en trabajos de justicia social,
pero no se limitaba sólo a esto, también incluía varios ministerios de compasión, trabajo inter-
racial, templanza, y el voto femenino. A partir de 1850, en especial, el movimiento de Santidad
produjo un número de mujeres que ministraron como evangelistas, líderes de estudio bíblico
e incluso como obispos. Con este tipo de trasfondo, era de esperarse que las mujeres jugaron
un papel significativo en el movimiento pentecostal en Estados Unidos. Y así fue. Charles Fox
Parham entrenó mujeres para el ministerio en el Movimiento de la Fe Apostólica desde 1900
en adelante. Su cuñada, Lilian Thistlewaite, mantuvo reuniones por su propia cuenta a lo largo
del Medio Este y apareció junto a Parham en reuniones ampliadas en otros lugares. Parham
comisionó a un número de mujeres para establecer iglesias y servir como pastoras.

El predicador afroamericano William Joseph Seymour llevó consigo el Movimiento de Fe


Apostólica a Los Ángeles en 1906. Su Misión de la Calle Azusa rápidamente se hizo conocida
como una congregación interracial liderada por un pastor afroamericano, con mujeres
capaces y hombres proveyendo liderazgo y alcance. La misión fue incluso ridiculizada por el
periódico Los Angeles Evening, por considerar que el emergente movimiento pentecostal
violaba la enseñanza de Pablo en 1 de Corintios 14:34 respecto al silencio de la mujer.

Los primeros pentecostales entendieron este versículo dentro de un contexto histórico y


cultural, pero no como una directriz global. Estaban mucho más cautivados por la promesa
hecha en Joel 2:28-29 que en los “últimos días” Dios derramaría de su Espíritu sobre toda
carne, incluyendo hombres, mujeres, ancianos, jóvenes, libres y esclavos por igual. Según
Hechos 2:17-18, Pedro apeló a estos versículos en el día de Pentecostés y los pentecostales
encontraron en esto la justificación para que tanto mujeres como hombres proclamaran el
evangelio. Esta posición fue alentada por la apelación de 1 Corintios 12:11, que indica que el
Espíritu Santo entrega dones de forma individual, y por Gálatas 3:28 que apunta sobre la
igualdad de género en la iglesia.

El Pastor Seymour le dio la bienvenida a mujeres en el púlpito de la Calle Azusa, proveyó de


credenciales a mujeres y hombres, y los envió fuera como misioneros y plantadores de
iglesias. Publicó su compromiso en las siguientes palabras: “Es contrario a las escrituras que
las mujeres no tengan su parte en el plan de salvación al que han sido llamadas por Dios. No
tenemos derecho a obstaculizar su camino, sino que a ser hombres de santidad, pureza y
virtud, levantando el estandarte y alentando a las mujeres en su trabajo, y Dios nos honrará y
bendecirá como nunca antes. Es el mismo Espíritu Santo el que está en las mujeres y en los
hombres”.

Con el apoyo de Seymour, la señora Florence Crawford se hizo responsable de la extensión


de la Misión a lo largo de la costa este llegando tan lejos como a Minneapolis. La hermana
Crawford se convirtió así en la fundadora de la Iglesia de Fe Apostólica (Portland, Oregón)
con congregaciones en Estados Unidos, Escandinavia y el este de África. La señora Emma
Cotton, una mujer afroamericana, fundó al menos ocho congregaciones pentecostales en Los
Ángeles, el Valle de San Joaquin, y Oakland, antes de entregársela a la Iglesia de Dios en
Cristo.

ROL MINISTERIAL DE LA MUJER EN ALGUNAS DENOMINACIONES PENTECOSTALES.

Las mujeres han jugado un papel muy importante en el crecimiento y desarrollo de las
denominaciones pentecostales, especialmente en el ámbito de la misión mundial. Por ello,
actualmente muchos grupos pentecostales reconocen el derecho de las mujeres a ejercer el
ministerio, incluso el pastorado. En la Iglesia de Dios en Cristo, las mujeres son ordenadas
para el trabajo misional y evangelismo. Las Asambleas de Dios dieron licencia y ordenaron a
mujeres para el trabajo en misiones y evangelismo desde su origen en 1914 y ordenaron
mujeres para predicar desde 1922. La mayoría de los centros de misión mundiales de las
Asambleas de Dios fueron iniciados por mujeres. En 1935 las mujeres fueron hechas
compañeras de ministerio en pleno e igualitariamente sin restricciones dentro de las
Asambleas de Dios, la mayor denominación pentecostal del mundo. A menudo, muchas
mujeres sirven como co-pastores, e incluso algunas congregaciones son de hecho lideradas
por mujeres. Muchos distritos han abierto posiciones de liderazgo a nivel de presbiterio y las
Asambleas de Dios de Estados Unidos han elegido una mujer para servir en el Presbiterio
Ejecutivo a nivel nacional. Una mujer también sirve como presidenta en la Universidad
Evangel, la única universidad nacional de las Asambleas de Dios en Estados Unidos. En 2010,
el presbiterio general (un grupo nacional de aproximadamente 1000 pastores y líderes)
adoptó una posición formal respecto al tema, intentaron una vez más afirmar el lugar de las
mujeres en el “ministerio y liderazgo espiritual”.

En la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee), por mucho tiempo mujeres han tenido la libertad
de predicar y ejercitar sus dones espirituales. En 1992, se les permitió por primera vez votar
en la asamblea general internacional, y desde el 2000 se les permite servir en todos los oficios
excepto el obispado.

Por supuesto, el reciente crecimiento en los cargos de liderazgo de las mujeres pentecostales
no ha estado exento de obstáculos. Algunas denominaciones pentecostales han encontrado
una creciente resistencia respecto al papel que la mujer debería desempeñar en el clero. A
menudo, esas presiones han provenido de hombres más jóvenes, influenciados no por sus
raíces pentecostales, sino que, irónicamente, por celebridades neo-reformadas como Mark
Driscoll y John Piper. Esta resistencia por si misma ilustra la continua y confusa absorción de
la identidad pentecostal dentro de una identidad evangélica conservadora que ha estado
funcionando desde los inicios de los años ‘40.

LA BIBLIA: FUNDAMENTO DEL MINISTERIO FEMENINO.

Si bien la historia y la práctica de las iglesias pentecostales parecen demostrar que Dios
bendijo el ministerio público de las mujeres, continúa el debate acerca de cuál es rol de la
mujer en el liderazgo espiritual. Puesto que la Biblia es nuestra autoridad final en torno a
todos los asuntos de fe y de praxis, es importante examinar de nuevo sus enseñanzas para
asegurarnos de que nuestra aproximación no sea simplemente subjetiva y pragmática.

La historia del Antiguo Testamento incluye relatos de sólidos liderazgo femenino en muchos
roles, tal como los siguientes ejemplos dignos de destacar: Miriam fue profetisa en Israel
durante el éxodo, junto a sus hermanos, Moisés y Aarón (Éxodo 15:20). Débora, que era no
sólo profetisa sino jueza, dirigió a Barac para que guiara al ejército de Israel hacia un combate
exitoso contra sus opresores (Jueces 4 y 5). Hulda, también profetisa, autenticó el rollo de la
ley encontrado en el templo y ayudó a iniciar la reforma religiosa en los días de Josías (2 Reyes
22:14–20; 2 Crónicas 34:22–28).

El Nuevo Testamento también muestra que las mujeres desempeñaban roles ministeriales
importantes en la Iglesia Primitiva. Tabita (Dorcas) puso en marcha un efectivo ministerio de
benevolencia (Hechos 9:36). Las cuatro hijas solteras de Felipe eran profetisas reconocidas
(Hechos 21:8,9). Pablo señaló a dos mujeres, Evodia y Síntique, como mujeres que
“combatieron juntamente conmigo en el evangelio” (Filipenses 4:2,3). Priscila fue otra de las
mujeres que Pablo consideró ejemplar entre sus “compañeros de trabajo en Cristo Jesús”
(Romanos 16:3,4). En Romanos 16, Pablo saluda a muchos colegas ministeriales, entre los
cuales muchas eran mujeres. En estos saludos, la palabra que Pablo usa para hablar del
“trabajo” (kopiaō) o la “labor” de María, Trifena, Trifosa, y Pérsida (Romanos 16:6,12) es una
que utiliza con frecuencia para su propia labor ministerial (1 Corintios 16:16; 1 Tesalonicenses
5:12; 1 Timoteo 5:17).

Febe, una líder de la iglesia de Cencrea, fue muy elogiada por Pablo ante la iglesia de Roma
(Romanos 16:1,2). Lamentablemente, las parcialidades de las traducciones han oscurecido la
posición de Febe en el liderazgo; por ejemplo, algunas versiones traducen el término como
“sierva”, pero Febe era diakonos de la iglesia en Cencrea. Por lo general, Pablo utilizaba este
término para identificar a un ministro o líder de una congregación, y lo aplica específicamente
a Jesucristo, Tíquico, Epafras, Timoteo, y su propio ministerio. Según el contexto, diakonos por
lo general se traduce como “diácono” o “ministro”. Aunque algunas traducciones han
escogido la palabra “diaconisa” (por ejemplo, la NVI, pues Febe es mujer), el griego diakonos
es un sustantivo masculino. Por tanto, es probable que diakonos fuera una designación para
una posición de liderazgo oficial en la Iglesia Primitiva. Por tanto, la traducción correcta para
el rol de Febe sería “diácono” o “ministro”.

Además, muchas traducciones reflejan inclinaciones similares, al referirse a Febe como alguien
que “ha ayudado” (NVI), “ha sido de ayuda” (NTV) para muchos, incluido el mismo Pablo
(Romanos 16:2). El término griego aquí es prostatis, que se traduce como “benefactor”, con
sus matices de igualdad y liderazgo.

Pablo identificó a Junia como apóstol (Romanos 16:7). A comienzos del siglo trece, algunos
eruditos y traductores masculinizaron su nombre como Junias, al parecer estaban renuentes
a reconocer que había una apóstol mujer. Sin embargo, el nombre Junia se encuentra más de
250 veces solamente en Roma, mientras que la forma masculina Junias es conocida en
cualquier fuente greco-romana. Pablo claramente fue un defensor de la mujer en el ministerio.

Estas instancias de mujeres cumpliendo funciones de liderazgo en la Biblia deben considerarse


como un patrón aprobado por Dios, no como excepciones a sus normas divinas. Incluso un
número limitado de mujeres que cumplían funciones de liderazgo con el respaldo de las
Escrituras afirman que Dios en verdad llama a mujeres al liderazgo espiritual.

OTROS CASOS A CONSIDERAR.

La Biblia y el Señor mismo autorizan el ministerio pastoral de la mujer. El Nuevo Testamento


no nos dice específicamente qué pastores existieron, pero si sabemos que existieron hombres
y mujeres que proporcionaron la dirección espiritual para las iglesias que se formaban en sus
hogares. En la iglesia primitiva, casi todas las reuniones cristianas fueron celebradas en
hogares privados. Entre estas casas-iglesia una de las posibles líderes pastorales eran María,
la madre de Juan Marcos, el que acompañaría a Pablo y Bernabé en sus viajes apostólicos.
Estaba en su casa la Iglesia a la cual Pedro iría luego de la visitación angelical señalado en
Hechos 12:12.

Otra líder de una casa-iglesia era Cloé según 1 Corintios 1:11. Pablo se había enterado “por
los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”, en relación a la iglesia de Corinto. Creyentes
que estaban vinculados con ella en razón de la iglesia en su casa. Pudieron haber sido
parientes o criados de la casa, o pudieron haber sido cristianos que viven en el área y que se
juntaban en su hogar para la adoración. Estos creyentes vivían bajo la dirección espiritual, el
cuidado y protección de Cloé. Pero la influencia de Cloé se extendió más allá de su propia
casa. Evidentemente, ella había enviado una delegación de su iglesia a la casa de Pablo, que
la conocía o sabía de ella, para informarle la necesidad de corrección para la iglesia de Corinto.
Ella era una líder y una fuente confiable de información para el apóstol Pablo.

Hechos 16:14–15, 40 nos habla sobre Lidia, la primera europea convertida al evangelio por
medio de Pablo, que ofreció la hospitalidad a Pablo en su hogar. La Biblia cuenta su
experiencia de conversión y la de su familia, su casa entera fue bautizada, con ello su hogar
se convirtió en el lugar de la primera reunión para los cristianos europeos. Lidia era una mujer
de negocios, vendedora de púrpura. El hecho de que la Escritura no mencione a ningún
marido o padre indica la prominencia de esta mujer. Las mujeres griegas y romanas del
primero siglo estaban casi siempre bajo tutela legal de un marido o de un padre, Lidia pudo
haber sido una viuda o solamente una hija rica que heredó el estado de sus padres. Así, ella
se transformó en la cabeza de su propia casa. Ella manejó el negocio familiar o desarrolló el
negocio que eran o de su padre o de su marido, sea heredado del padre o por su viudez. El
libro de Hechos dice que la casa entera de Lidia fue bautizada por su conversión a Cristo. Esto
sigue la costumbre de familias romanas antiguas. Siendo paganos creían que los dioses
protegían el hogar y los negocios de la familia. Así, era el deber de los miembros de estos
hogares que, determinado por la cabeza de la casa, la fe fuera adoptada por los parientes y
esclavos. Las casas romanas eran a menudo grandes puestos de trabajo en donde se
desarrollaban todas las actividades económicas de la familia. Los que trabajaron para Lidia en
su negocio y que se convirtieron, posiblemente otros que se vinculaban al comercio,
integraban el gremio de los fabricantes de tintura o teñido. En virtud de su posición como
cabeza de familia, Lidia tenía la oportunidad y la responsabilidad de conducir a todos sus
miembros a Cristo y entonces de establecerlos y de conducirlos en la fe. Esto la puso en una
posición similar al pastor de hoy en día. Para satisfacer parte de esta responsabilidad, Pablo
es invitado por Lidia a venir y predicar en su hogar. Éste hogar pudo haber sido la primera
iglesia plantada en suelo europeo, y su pastor era una mujer.

Otra mujer del Nuevo Testamento que dirigió una iglesia en casa era Ninfas (Colosenses 4:15).
Pablo envió saludos ella y a la iglesia en su casa. Algunos eruditos modernos intentan justificar
este saludo en que ella no era el Pastor de esa iglesia, sino que solamente la anfitriona. Si
fuera así, me pregunto: ¿Quién sería el pastor de iglesia en su casa, y porqué Pablo fue tan
descortés de no saludar al pastor como lo hizo con la anfitriona?

Otra pastora de una iglesia en casa fue Prisca, o Priscila, como Pablo la llama a menudo
cariñosamente. Romanos 16:3–5 expresa su gratitud a ella y a su marido, Aquila. Ambos
desarrollaron el ministerio pastoral en equipo y trabajaron con Pablo en sembrar el evangelio
en Roma, Corinto y Éfeso. En su carta a los de Roma, Pablo envía saludos a la iglesia que
pastorean juntos. A menudo los eruditos griegos han precisado que la práctica de Pablo de
mencionar el nombre de Priscila antes que de su marido acentúa que ella era el líder más
prominente. Puesto que se acostumbraba antiguamente a señalar el el nombre del marido
antes que el de la esposa, Priscila debe haber sido una ministra excepcional para que Pablo
tenga la costumbre de mencionar el orden invertido, honrándola de esta manera.

El Libro de 2 Juan es una carta dirigida a una iglesia y a su pastor, una mujer con quien el
apóstol Juan tenía evidentemente lazos de afecto. Juan inicia la carta: “El anciano a la señora
elegida y a sus hijos a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que
han conocido la verdad”. La expresión “hijos” era un término que frecuentemente Juan
utilizaba para los creyentes. (1 Juan 2:1, 12, 18, 28). La “verdad” era un término de uso
frecuente que empleaba Juan para referirse a la revelación de Jesús (véase, por ejemplo, Juan
1:14, 17; 8:32; 16:13; 1 Juan 1:6 – 8; 2:4, 21; 3:19; 2 Juan 4; 3 Juan 3-4.). La palabra “elegida”
dice relación con los elegidos para salvación, pero puede también ser utilizado para referirse
al liderazgo. Muchos eruditos, reconociendo que es una carta dirigida a una iglesia, señalan
que” a la señora elegida” es una mera metáfora para referirse a la iglesia. Así visto se estaría
entonces infringiendo la práctica griega universal de nombrar a los destinatarios de una carta
al principio. Sin un destinatario o una localización, no se puede explicar a quién o cómo la
carta fue entregada, incluso haría perder el sentido llano del texto. Además, su lógica es
contraria porque si la expresion: “señora” y los “Hijos” están destinadas para referirse a la
iglesia entonces Juan cometió una redundancia: “a la iglesia y a la iglesia”. Si es así ¿A cuál
iglesia él escribe? Nadie escribe una carta a un símbolo, sí a una persona o a un grupo real.
En el segundo siglo, Clemente de Alejandría identificó “a la señora elegida” como un individuo
específico. Él señaló que 2 Juan “… Fue escrito a las vírgenes. Fue escrito a una mujer
babilónica que tenía por nombre Electa.” (Clemente de Alexandría, fragmentos de Cassiodorus
IV, 1-2 tr. por Guillermo Wilson, padres del segundo siglo, A. Cleveland Coxe, ed., Nueva York:
El Christian Literature Publishing Company, 1885, vol. 2, P. 576.) Aunque él no desarrolla esto,
se desprende de esta declaración que Clemente había oído hablar de esta mujer y sabía que
ella era el líder espiritual de estas vírgenes. El misterio surge al preguntarse porqué es “una
mujer babilónica” si Babilonia como nación había desaparecido. Quizás ella era descendiente
de Babilonios o era de la Roma pagana, que los cristianos a menudo y despectivamente
llamaron “Babilonia.” Electa pudo haber sido el líder de una especie de comunidad de vírgenes
cristianas. Clemente puede haber asumido que sus seguidoras eran vírgenes debido al énfasis
cada vez mayor al Ascetismo que había en su época,medio siglo después de que la carta fuera
escrita.
Durante los períodos primitivos y medievales de la historia de la iglesia, era muy común para
que las mujeres devotas dediquen sus hogares para la adoración cristiana y motiven a otras
personas diferentes de su familia a compartir y vivir la fe en Cristo. Generalmente, los
convertidos que vinieron bajo cuidado pastoral de tales mujeres eran miembros de la casa o
colegas de las mujeres. En el caso de Electa, si fuera correcto lo dicho por Clemente, eran las
vírgenes cristianas dedicadas, así como lo eran los Eunucos de antaño, o los que vivían el
celibato. Posteriormente el catolicismo romano desarrollaría esto con la fundación de órdenes
religiosas, excluyéndolas del liderazgo regular. La epístola termina con otra mujer: “Los hijos
de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén”, y con ello se denota un rol pastoral en ella en
atención a las expresiones “hijos” y la “elegida” como al principio se señaló. Por el historiador
Eusebio tenemos datos para señalar el ministerio pastoral de al menos 2 mujeres más. El
apóstol Felipe y dos de sus cuatro hijas que eran profetisas vivieron en Hierápolis en Asia. Una
tercera hija vivió en Efeso, la ciudad donde Juan predicó. A diferencia de los otros apóstoles
que fueron mártires en décadas anteriores, el apóstol Juan vivió posiblemente hasta casi los
100 años. Existieron lazos muy estrechos entre Juan, la iglesia en Éfeso, y Felipe y sus hijas. Es
posible que después de la muerte de Felipe, Juan escribió su segunda epístola a una de las
hijas que aún sobrevivía en Hierápolis (“señora elegida” o a la “señora Electa”) y estos saludos
fueran transmitidos a la iglesia de Éfeso por medio de su otra hermana. De ser así, tenemos
la evidencia de Juan que estas hijas de Felipe establecieron y condujeron comunidades
cristianas. El historiador de la iglesia, Eusebio, del cuarto siglo, menciona una carta escrita por
Polícrates, obispo de Éfeso, a Víctor, obispo de Roma entre el año 189-198. “… Porque en Asia,
también, las lumbreras poderosas se han dormido, pero se levantarán otra vez como en el
pasado, a la semejanza de nuestro Señor, cuando él venga con gloria del cielo, y recogerá
otra vez a todos los santos. Felipe, uno de los doce apóstoles duerme en Hierápolis, envejeció
junto a sus 2 hijas vírgenes. Una de sus hijas, quien vivió en el Espíritu Santo, descansa en
Éfeso. Por otra parte, Juan, que descansó sobre el pecho de Nuestro Señor, pastor, mártir y
maestro, también yace en Éfeso.” Absolutamente es posiblemente que “la señora elegida” y
“tu hermana, la elegida” señalada en el v. 13 de 2 Juan sean estas “lumbreras poderosas”
quienes “vivieron en el Espíritu Santo” conmemoradas por Polícrates y Eusebio. De modo que,
Dios, la historia y la Biblia, autorizan y enseñan el ministerio pastoral de la mujer.

EL MINISTERIO EN SU SENTIDO BÍBLICO.

El significado bíblico del término “ministerio” es fundamental para definir el rol escritural de
las mujeres en el ministerio. De Cristo, nuestro gran modelo, se dijo lo siguiente: “Porque el
Hijo del Hombre no vino para ser servido [diakoneō], sino para servir [diakoneō], y para dar
su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45; cf. Mateo 20:28). El liderazgo del Nuevo
Testamento, que ejemplificó Jesús, encarna al líder espiritual como servidor, sea hombre o
mujer. El asunto de la autoridad humana no tiene una significancia primordial, aunque surja
naturalmente con el desarrollo organizativo y estructural.
EL DILEMA DE GÉNESIS 2:18–25

Algunos expositores han enseñado que todas las mujeres deben subordinarse a los hombres
adultos porque Eva fue creada después de Adán para ser su “ayuda adecuada” (NVI; “ayuda
idónea”, RV60). Sin embargo, la palabra ēzer (“ayuda”) nunca se usa en la Biblia hebrea con
un sentido de subordinación; diecisiete de veinte veces se utiliza con referencia a Dios como
ayudador. Eva fue creada para ser una ayuda “adecuada” o “correspondiente a” (kenegdo)
Adán, no subordinada.

Algunos argumentan que Dios creó a los hombres y a las mujeres con diferentes
características y deseos, y que estas diferencias explican por qué las mujeres no deben acceder
a los roles de liderazgo. Otros atribuyen estas diferencias percibidas a expectativas culturales
y sociales impuestas sobre los hijos desde la niñez hasta la adultez. Las diferencias físicas y
funciones biológicas distintivas son obvias; pero sólo por deducción se afirma que las
diferencias de género sugieren limitaciones en el liderazgo.

PABLO Y EL MINISTERIO DE LA MUJER.

En el Nuevo Testamento, el ministerio es carismático por naturaleza. Mientras el Espíritu Santo


distribuye soberanamente los dones espirituales (charismata) a cada miembro del cuerpo de
Cristo, el ministerio se lleva a cabo y adquiere vigor (Romanos 12:6–8; 1 Corintios 12:7–
11,27,28; Efesios 4:7–12; 1 Pedro 4:10–11). Aunque algunos dones son una labor espontánea
del Espíritu y otros son dones ministeriales reconocidos por el cuerpo, todos son dados para
el servicio, más allá de las diferencias de género. Por ejemplo, el don de profecía es
explícitamente tanto para mujeres como para varones: “Vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán” (Hechos 2:17). El Nuevo Testamento confirma que las mujeres reciben y ejercen
este don del Espíritu (Hechos 21:9; 1 Corintios 11:5).

Si a Pedro ciertas declaraciones de Pablo le resultaban difíciles de entender (2 Pedro 3:16), no


es de sorprender que nosotros, separados por cerca de dos mil años más de historia,
tengamos la misma dificultad al interpretar algunos pasajes paulinos. Los destinatarios
originales estaban familiarizados con los problemas que Pablo abordaba, pero a nosotros nos
toca reconstruirlos y aplicar sus prescripciones lo mejor posible a la luz del contexto de sus
cartas y de la revelación bíblica. Y, así como Pedro (2 Pedro 3:15), nosotros debemos respetar
y amar a nuestros hermanos y hermanas que adoptan interpretaciones alternativas sobre
asuntos que no son críticos para nuestra salvación o posición ante Dios.
PRIMERA DE CORINTIOS 11:3–12

La declaración “el varón es la cabeza de la mujer” por siglos se ha usado para justificar la
práctica de superioridad masculina y para excluir a las mujeres del liderazgo espiritual. Hay
dos traducciones alternativas para kephalē (“cabeza”), ampliamente debatidas entre los
eruditos evangélicos contemporáneos, las cuales son: (1) “autoridad sobre” y (2) “fuente” u
“origen”. Ambos significados se encuentran en la literatura del tiempo de Pablo.

Si se toma el pasaje como un todo, el segundo significado se ajusta bien o mejor que el
primero, y conduce a la declaración sumaria en el versículo 12: “así como la mujer procede
del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios”. Aun la relación
entre el Hijo eterno y el Padre —“Dios (es) la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3)— encaja
mejor con la noción de “fuente” que con la “autoridad sobre” (cf. Juan 8:42). Sin intentar
resolver este debate definitivamente, no encontramos suficiente evidencia en kephalē para
negar los roles de liderazgo a las mujeres (a la luz de los ejemplos bíblicos de mujeres en
posiciones de autoridad espiritual, y a la luz de todo el consejo de la Escritura).

PRIMERA DE CORINTIOS 14:34–36

Hay sólo dos pasajes en todo el Nuevo Testamento que parecerían contener alguna
prohibición contra el ministerio de la mujer (1 Corintios 14:31 y 1 Timoteo 2:12). Puesto que
éstos deben situarse junto a las otras declaraciones y prácticas de Pablo, apenas pueden
considerarse absolutas, es decir, como prohibiciones indiscutibles respecto del ministerio de
la mujer. Más bien, parecen lidiar con problemas locales específicos que necesitaban
corregirse. Por tanto, el reconocimiento constante de Pablo de mujeres que ministraban entre
las iglesias debe verse como su perspectiva auténtica, en vez de las aparentes prohibiciones
de estos dos pasajes, que están sujetos a interpretaciones contradictorias.

Hay varias interpretaciones respecto a lo que Pablo estaba restringiendo cuando dijo:
“vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar” (1
Corintios 14:34). Pablo usa la palabra griega (sigatō) para limitar el discurso de las mujeres,
antes la había usado para limitar el discurso de aquellos que hablan en lenguas cuando no
hay interpretación (1 Corintios 14:28), y que se aplicó a los profetas cuando una profecía era
dada a otra persona (v. 30). Sólo en esas circunstancias específicas se debe silenciar en la
iglesia a las personas que hablan en lenguas, los profetas, y las mujeres. ¿Bajo qué
circunstancias, entonces, ha de limitarse el discurso de las mujeres?

Las opciones incluyen: (1) el parloteo durante los servicios públicos, (2) las interrupciones a
raíz de experiencia extáticas, (3) ciertos ministerios autorizados (como el de juzgar profecías),
y (4) las preguntas durante la reunión. Es evidente que Pablo permitía que las mujeres oraran
y profetizaran durante el servicio público de Corinto (1 Corintios 11:5). Es más, Pablo aconsejó
que aquellos que profetizan (entre los cuales claramente había mujeres) estén entre los que
juzgan las profecías (1 Corintios 14:29). Por ende, así como en el caso de las restricciones de
Pablo sobre los varones y las mujeres que hablaban en lenguas y eran profetas, es posible
que las restricciones adicionales que Pablo da a las mujeres tengan que ver con otro tipo de
discurso perturbador.

Si bien la naturaleza exacta de la prohibición de Pablo en este texto es un asunto de estudio


continuo, nosotros concluimos que aquí no se prohíbe el liderazgo femenino, sino que, así
como en el resto del capítulo, se amonesta a que se haga “todo decentemente y con orden”
(1 Corintios 14:40).

PRIMERA DE TIMOTEO 2:11–15

El significado y la aplicación de la declaración de Pablo, “Porque no permito a la mujer


enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Timoteo 2:12), ha
desconcertado a

los intérpretes y ha tenido como resultado una diversidad de posiciones respecto al rol de la
mujer en el ministerio de liderazgo espiritual.

En base a los pasajes estudiados antes sobre mujeres ejemplares en el ministerio, es evidente
que Pablo reconoce el ministerio de ellas. Claro, había problemas obvios en Éfeso, algunos de
los cuales estaban vinculados con las mujeres. Algunas mujeres se vestían sin pudor y con
extravagancia (1 Timoteo 2:9). Las jóvenes viudas aprendían a “ser ociosas, andando de casa
en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no
debieran” (1 Timoteo 5:13). En la segunda carta a Timoteo, Pablo advierte contra las personas
depravadas (lo cual es posible que incluya a mujeres) que manipulaban a mujeres “débiles”,
“que se (dejaban) llevar” (2 Timoteo 3:6, NVI).

Una lectura de todo el pasaje de 1 Timoteo 2:9–15 sugiere decididamente que Pablo estaba
aconsejando a Timoteo acerca de enseñanzas y prácticas heréticas que involucraban a
mujeres de la iglesia en Éfeso en particular. Tan seria habrá sido la herejía que Pablo tuvo que
decir de las mujeres de Éfeso: “No permito que la mujer enseñe al hombre y ejerza autoridad
sobre él”. Otros pasajes muestran que tal exclusión no era normativa dentro del ministerio de
Pablo.
PRIMERA DE TIMOTEO 3:1–13

Algunos han utilizado este pasaje entero para afirmar que todos los líderes y las autoridades
en la iglesia primitiva supuestamente eran varones. El pasaje primero aborda el liderazgo
masculino, sin duda porque era la práctica mayoritaria, y lo esperado. Pero también hay
respaldo significativo para el liderazgo femenino.

Como es típico de las versiones modernas, la Nueva Versión Internacional traduce el versículo
11 de la siguiente manera: “así mismo, las esposas de los diáconos deben ser honorables”.
Los traductores de la NVI decidieron arbitrariamente que el verso hace referencia a las esposas
de los diáconos (a pesar de que no haya una referencia a las esposas en los requisitos previos
de los ancianos).

Sin embargo, la palabra traducida como “esposas” corresponde al plural del término griego
gynē, que puede traducirse como “mujer” o “esposa”, según el contexto. Al reconocer esto,
los traductores de la NVI introdujeron la palabra “diaconisas” como lectura alternativa en las
notas al pie de página. Pero otras traducciones (por ejemplo, la RV60 y LBA) traducen la forma
plural de gynē como “mujeres”. Entonces, el versículo habla literalmente de los requisitos de
las mujeres en el liderazgo espiritual, las cuales en este contexto podrían llamarse “diáconos”.

Aunque el entorno cultural del primer siglo produjo un liderazgo eclesiástico compuesto en
su mayoría por varones, este pasaje demuestra —junto con otra evidencia bíblica del
liderazgo espiritual femenino (por ejemplo, Hechos 21:9; Romanos 16:1–15; Filipenses 4:2,3)—
que el liderazgo femenino no estaba prohibido, ni en los días de Pablo ni en la actualidad. Los
pasajes que sugieren que los varones constituían la mayoría del liderazgo no deben tomarse
como señal de que todo liderazgo era masculino, pues los registros bíblicos hablan
favorablemente de numerosas líderes mujeres.

GÁLATAS 3:28

Aquellos que se oponen a que las mujeres desempeñen roles de liderazgo espiritual en la
iglesia establecen limitaciones contextuales sobre Gálatas 3:28: “Ya no hay judío ni griego,
esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús”.

Algunos intérpretes restringen el significado de esta tríada a la salvación por la fe o a la unidad


en Cristo. Esa verdad sin duda se articula a través de la Escritura. Sin embargo, el versículo
resuena con un timbre de aplicación universal para todas nuestras relaciones; no sólo se aplica
al concepto de que todos pueden venir a Cristo. “No hay judío ni griego, esclavo ni libre,
hombre ni mujer”… éstos son principios relacionales básicos a los cuales los fieles seguidores
de Cristo deben dar la más alta prioridad.
Con el Dios de la Biblia “no hay favoritismos” (Romanos 2:11; 2 Samuel 14:14; 2 Crónicas 19:7;
Hechos 10:34; Efesios 6:9). Él llama a quién quiere, y da dones y ministerios como Él decide;
los seres humanos no deben poner limitaciones sobre prerrogativas divinas. La relación tensa
entre Adán y Eva, incluyendo la declaración que “él te dominará” (Génesis 3:16), surge como
resultado de la maldición, lo cual manifiesta que no era parte del plan original y duradero de
Dios para la humanidad. En Cristo somos verdaderamente libres del pecado y de su maldición,
que nos separa de Dios y de otros, y hace que enaltezcamos o rebajemos a cada persona en
base a su raza, posición social, o género.

EN CONCLUSIÓN:

Luego de examinar las diversas traducciones e interpretaciones de los pasajes bíblicos


relacionados con el rol de la mujer en la iglesia del primer siglo, y con el deseo de aplicar los
principios bíblicos a la práctica eclesial contemporánea, puede concluirse que no hay pruebas
convincentes de que el ministerio de la mujer esté restringido por un principio sagrado o
inmutable. Las Escrituras nos impulsan a afirmar que: “… para Dios no hay
favoritismos…” (Hechos 10:34, Nueva Versión Internacional), seamos hombres o mujeres. Por
lo tanto, quienes afirman, con base en el Antiguo Testamento, que Dios considera inferior a
la mujer, la excluye del liderazgo, o que la biblia es machista y misógina, yerran por ignorancia
o por malicia descarada. En las Escrituras no encontramos la desaprobación de Dios, ni su
condena hacia la mujer, o incluso a la actuación de mujeres que ejercieron posiciones de
liderazgo, ya fuera en la familia, en la vida civil o en la esfera religiosa. Además, en el nuevo
convenio: “… Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos
ustedes son uno solo en Cristo Jesús…” (Gálatas 3:28, Nueva Versión Internacional). La
voluntad del Señor siempre fue, ha sido y será que sus hijos, hombres o mujeres, se
consideraran y trataran como iguales. Las leyes (en apariencia discriminativas hacia la mujer)
dadas por conducto de Moisés en el Antiguo Testamento, deben ser entendidas dentro de su
contexto histórico y cultural. El Señor toleró hasta cierto punto los tiempos de ignorancia de
su pueblo pero también, en medio de dicha ignorancia, dejó leyes sabias que prefiguraban la
intención final de Dios para su pueblo escogido: la igualdad. Jesucristo dijo: “… Esa ley la
escribió Moisés para ustedes por lo obstinados que son — aclaró Jesús—. Pero al principio
de la creación Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre,
y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Así que ya no son dos, sino uno
solo…“ (Marcos 10:5-8, Nueva Versión Internacional).

Soy consciente de que el ministerio y el liderazgo de la mujer no es aceptado por algunos


individuos, tanto dentro como fuera de la comunidad cristiana. Personalmente, condeno todo
prejuicio y autopromoción por parte de hombres y de mujeres. La existencia de la intolerancia
contra las mujeres en nuestro mundo, y con demasiada frecuencia en la iglesia, no puede
negarse. Pero no hay lugar para semejante actitud en el cuerpo de Cristo. Aunque las actitudes
de la sociedad secular, basadas en prácticas y tradiciones de largo tiempo, han influido en la
aplicación de principios bíblicos a circunstancias locales, los pentecostales creemos que es
nuestro deber ayudar a redimir a las culturas que están en desacuerdo con los principios del
Reino. La Gran Comisión tiene prioridad sobre toda otra consideración. Debemos alcanzar a
hombres y mujeres para Cristo, más allá de sus costumbres culturales o étnicas. El mensaje de
redención ha sido llevado a las partes más remotas del mundo mediante el ministerio de
mujeres y hombres dedicados y llenos del Espíritu. Los dones de los creyentes y la unción hoy
deben seguir abriendo el camino para su ministerio. El ministerio pentecostal no es una
profesión a la cual simplemente aspiran tanto hombres como mujeres; siempre debe ser un
llamamiento divino, confirmado por el Espíritu con un don especial.

Las iglesias pentecostales han sido bendecidas, y deben continuar siendo bendecidas, por el
ministerio de las hijas de Dios, que tienen dones y recibieron una comisión por parte de Él. La
Biblia afirma, una y otra vez, que Dios derrama su Espíritu sobre hombres y mujeres y, de este
modo, concede dones a ambos sexos para el ministerio de su Iglesia. Por tanto, debemos
seguir honrando los dones de las mujeres en el ministerio y en el liderazgo espiritual.

Por supuesto, el monumental desafío de la Gran Comisión de ir y hacer “discípulos de todas


las naciones” (Mateo 28:19) requiere la participación de todos los ministerios con dones del
Espíritu Santo, tanto de hombres como de mujeres.
19. El Bautismo en el Espíritu Santo
como una experiencia posterior y
distinta al Nuevo Nacimiento.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado

INTRODUCCIÓN:
Los grupos no pentecostales sugieren a menudo que el bautismo en el Espíritu Santo equivale
a ser sellado con el mismo al momento de la regeneración y que, por ende, no existe
manifestación visible del mismo. Con ello pretenden negar la experiencia pentecostal y la
validez del movimiento; pero ¿Fue el Pentecostés una experiencia de los discípulos que vino
a “continuación” de la conversión? No según la Biblia. Si el bautismo en el Espíritu Santo y ser
sellado con el Espíritu durante la regeneración fueran lo mismo, entonces sólo quienes han
recibido el bautismo en el Espíritu Santo serían salvos. Pero eso no es lo que la Biblia enseña,
de hecho, vemos en el Nuevo Testamento casos de personas que eran salvas y regeneradas
sin haber recibido el bautismo o la plenitud del Espíritu Santo, mostrando que son dos cosas
distintas.

Como pentecostales concordamos en que el Espíritu Santo nos sella como propiedad divina
al momento de la conversión. El Espíritu Santo nos es dado en calidad de “depósito”, “sello,”
o “garantía” de nuestra redención. El Espíritu Santo es dado como “arras” en los corazones de
los cristianos (2 Corintios 1:22; 5:5; Efesios 1:13-14; 4:30). El Espíritu Santo es el sello de Dios
sobre Su pueblo, Su derecho sobre nosotros como Su propiedad. De hecho, la palabra griega
traducida como “arras” en estos pasajes es arrhabōn que significa “prenda,” esto es, parte del
dinero de la compra o propiedad dada como enganche o anticipo para garantizar la seguridad
de lo que resta. El don del Espíritu a los creyentes, es el pago inicial de nuestra herencia
celestial, que Cristo prometió y aseguró para nosotros en la cruz. Pero una cosa es ser sellado
por el Espíritu Santo como garantía de la redención y otra muy diferente es recibir el bautismo
o la llenura del mismo.

EL. BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO ES UNA EXPERIENCIA POSTERIOR AL NUEVO


NACIMIENTO.
En una ocasión Jesús dijo a setenta y dos de sus discípulos: “regocijaos de que vuestros
nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20). Tal afirmación fue hecha antes de que
ellos recibieran el bautismo en el Espíritu Santo el día de Pentecostés. No es necesario localizar
con exactitud el momento preciso de su regeneración en el sentido que el Nuevo Testamento
le da a la palabra. Si hubieran muerto antes del descenso del Espíritu en Pentecostés, ellos
seguramente habrían ido a la presencia del Señor. Sin embargo, muchos eruditos ven la
experiencia del nuevo nacimiento de los discípulos como algo que sucedió en el momento
en que el Cristo resucitado “sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22).

Es significativo que en ningún caso el Nuevo Testamento iguala la expresión “llenos del
Espíritu Santo” (Hechos 2:4) con la regeneración. Siempre se usa en conexión con personas
que ya son creyentes. El caso de los samaritanos es ilustrativo (Hechos 8:14–20). El pentecostés
samaritano muestra que uno puede ser un creyente y aun así no haber tenido una experiencia
del tipo pentecostal. Las siguientes observaciones muestran que los samaritanos eran
genuinos seguidores de Jesús antes de la visita de Pedro y Juan:

(1) Felipe claramente les proclamó las buenas nuevas del evangelio (versículo 5).

(2) Ellos creyeron y fueron bautizados (versículos 12,16)

(3) Ellos habían “recibido [dekomai] la palabra de Dios” (versículo 14), una expresión sinónima
de conversión (Hechos 11:1; 17:11; véase también 2:41)

(4) Pablo y Juan les impusieron las manos para “recibieran el Espíritu Santo” (versículo 17),
una práctica que el Nuevo Testamento nunca asocia a la salvación.

(5) Los samaritanos, después de su conversión, tuvieron una dramática y observable


experiencia del Espíritu (versículo 18).

Saulo de Tarso nos muestra a través de su experiencia este mismo punto (Hechos 9:17). La
experiencia de Saulo de Tarso también demuestra que ser lleno del Espíritu Santo es una
experiencia identificable que va más allá de la obra del Espíritu en la regeneración. Tres días
después de su encuentro con Jesús en el camino a Damasco (Hechos 9:1–19), recibió la visita
de Ananías.

Las siguientes observaciones son importantes:

(1) Ananías se dirigió a él como “Hermano Saulo”, que probablemente indica una relación
mutualmente fraterna con el Señor Jesucristo.

(2) Ananías no instó a Pablo al arrepentimiento ni a creer, aunque sí lo animó a ser bautizado
(Hechos 22:16).
(3) Ananías puso las manos sobre Saulo para que recibiera sanidad y para que fuera lleno del
Espíritu.

(4) Hubo un lapso de tres días entre la conversión y el momento en que fue lleno del Espíritu.

La casa de Cornelio en Cesarea nos aclara un poco más este punto (Hechos 10:44–48). La
narración acerca de Cornelio alcanza su punto cúspide en el derramamiento del Espíritu Santo
sobre él y los de su casa. Él no era cristiano antes de la visita de Pedro; él era un hombre
temeroso de Dios, un gentil que había dejado el paganismo y había adoptado importantes
aspectos del judaísmo sin convertirse en prosélito, es decir, plenamente judío.
Aparentemente, quienes era de la casa de Cornelio creyeron y fueron regenerados en el
momento en que Pedro habló de Jesús como aquel a través del cual “todos los que en él
creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (versículo 43). Al parecer,
simultáneamente experimentaron un derramamiento del Espíritu como el que hubo el Día de
Pentecostés, como Pedro después informó a la iglesia de Jerusalén (Hechos 11:17; 15:8,9). Las
expresiones con que se describe esta experiencia no se usan en ninguna parte de los Hechos
para describir la conversión: “el Espíritu Santo cayó sobre” (Hechos 10:44; 8:16); “el don del
Espíritu Santo” (Hechos 10:45; 11:17; 8:20); “sobre los gentiles se derramase” (Hechos 10:45);
“bautizados con [en] en el Espíritu Santo” (Hechos 11:16).

El bautismo en el Espíritu de los creyentes en Cesarea es paralelo al de los creyentes en


Jerusalén (Hechos 2), Samaria (Hechos 8), y Damasco (Hechos 9). Pero a diferencia de la
experiencia de sus antecesores, ellos vivieron una experiencia unificada en que la conversión
y el bautismo en el Espíritu sucedió en una rápida sucesión, pero manteniéndose siempre
como dos hechos separados.

En Éfeso, Pablo encontró un grupo de Discípulos que no habían experimentado el bautismo


en el Espíritu (Hechos 19:1–7). De este suceso derivan tres importantes preguntas:

(1) ¿Eran estos hombres seguidores de Jesús o seguidores de Juan el bautista? En el libro de
los Hechos, en casi cada ocurrencia de la palabra “discípulo” (mathe-te-s), con sólo una
excepción, se refiere a los seguidores de Jesús. La razón de Lucas para referirse a estos hombre
como “ciertos discípulos” es que no estaba seguro del número exacto: “Eran por todos unos
doce hombres” (versículo 7). Ellos eran creyentes cristianos que necesitaban enseñanza; como
Apolos (Hechos 18:24–27), ellos necesitaban que se les expusiera “más exactamente el camino
de Dios” (18:26).

(2) Qué quiso decir Pablo con la pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?”
(una traducción estricta del versículo 2). Él percibió en ellos una carencia espiritual, pero no
cuestionó la validez de su fe en Jesús. Considerando que en el libro de los Hechos la cláusula
“recibir el Espíritu Santo” se refiere al bautismo (Hechos 8:15,17,19; 10:47; 2:38), Pablo está
preguntando si han tenido la experiencia de la venida del Espíritu Santo sobre ellos en una
manera carismática, cómo sí sucedió después (versículo 6).

(3) ¿Está de acuerdo Pablo con la enseñanza de Lucas de que hay una obra del Espíritu en los
creyentes que se distingue de su obra en la salvación? Este suceso en Éfeso, como también la
propia experiencia de Pablo, requiere de una respuesta afirmativa.

CONCLUSIÓN:
(1.- En tres de las cinco instancias (Samaria, Damasco, Éfeso) las personas que tuvieron una
experiencia del Espíritu identificable ya eran creyentes. En Cesarea, esa experiencia fue casi
simultánea con la fe salvadora de Cornelio y los de su casa. En Jerusalén, los receptores (los
apóstoles y demás discípulos) ya eran creyentes en Cristo.

(2.- En los tres relatos hubo un lapso entre la conversión y el bautismo en el Espíritu (Samaria,
Damasco, Éfeso). El intervalo de espera en el derramamiento de Jerusalén fue necesario con
el fin de que se cumpliera la importancia tipológica del Día de Pentecostés. En el caso de
Cesarea, no se distingue un lapso.

(3.- La posición ideal y bíblica recta es que el bautismo en el Espíritu Santo y la conversión, o
la regeneración, no son lo mismo ni ocurren, necesariamente, al mismo tiempo.
20. La Glosolalia (Hablar en Lenguas) como
Evidencia Física Inicial del Bautismo en el
Espíritu Santo.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado

INTRODUCCIÓN:
Todos los creyentes tienen el derecho de recibir y deben buscar fervientemente la promesa
del Padre, el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo.
Esta era la experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo
viene una investidura de poder para la vida y el servicio y la concesión de los dones
espirituales y su uso en el ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4, 8; 1 Corintios 12:1–31). Esta
experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella (Hechos 8:12–17; 10:44–
46; 11:14–16; 15:7–9). Con el bautismo en el Espíritu Santo el creyente recibe experiencias
como la de ser lleno del Espíritu (Juan 7:37–39; Hechos 4:8), una reverencia más profunda para
Dios (Hechos 2:43; Hebreos 12:28), una consagración más intensa a Dios y dedicación a su
obra (Hechos 2:42) y un amor más activo para Cristo, para su Palabra y para los perdidos
(Marcos 16:20). El bautismo de los creyentes en el Espíritu Santo se evidencia con la señal
física inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu los dirija (Hechos 2:4). El hablar en
lenguas en este caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas (1 Corintios 12:4–10,
28), pero es diferente en propósito y uso.

I.- LA PALABRA HABLADA COMO INSTRUMENTO DEL ESPÍRITU SANTO:


¿Qué es lo primero, o lo inicial, que le sucede a quien es bautizado en el Espíritu? ¿Cuál es la
primera señal física, visible y notoria? ¿Cuál es la primera evidencia física, o la prueba, de que
uno puede decir con confianza: “He recibido la promesa del Padre”? Para cada una de las
preguntas anteriores, la respuesta es: “hablar en lenguas”. Sin embargo, debemos recordar
que el bautismo en el Espíritu Santo es más que la evidencia física inicial; es una experiencia
continua. Su propósito es también enriquecer y edificar a la persona en su relación con Cristo
en devoción y adoración personal de nuestro Señor Jesucristo. El bautismo en el Espíritu Santo
no es un fin en sí; no es una meta, sino una puerta de entrada a una vida llena del Espíritu y
de poder. En Efesios 5:18 Pablo nos exhorta a ser “llenos del Espíritu”. La evidencia continua
es el fruto del Espíritu que se manifiesta en la vida del cristiano de una manera más completa.
¿Cuál fue la evidencia común cuando el Espíritu vino sobre una persona en el Antiguo
Testamento? En Números 11:25-26, setenta varones fueron escogidos por Moisés, “y cuando
posó sobre ellos el espíritu, profetizaron”. Sobre Eldad y Medad también reposó el espíritu, “y
profetizaron en el campamento”. En 1 Samuel l0:6, se le dijo a Saúl que el Espíritu vendría
sobre él y que profetizaría, y sería mudado en otro hombre. En 2 Samuel 23:2, David escribió:
“El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua.” En cada uno
de estos casos, fue evidente que hubo expresión de palabras cuando el Espíritu vino sobre
ellos.

II.- LA GLOSOLALIA, O HABLAR EN LENGUAS, COMO EVIDENCIA FÍSICA INICIAL DEL


BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO:
La palabra glosolalia se compone de dos palabras griegas: gloso, que significa “lenguas”, y
lalia que significa “habla”. Por lo tanto, usamos el término “hablar en lenguas”. En el día de
Pentecostés, lo que los discípulos dijeron fue entendido por personas de unos 15 diferentes
pueblos, en su propio dialecto o idioma. No fue una experiencia extática, “fuera del cuerpo”.
Ellos eran conscientes de su entorno. Aunque sea un idioma desconocido para el hablante,
la glosolalia puede ser una lengua reconocida o no reconocida por parte de los oyentes. En
1 Corintios 13:1, Pablo escribe: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas…” Él también
dice del hablar en lenguas, que “el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios
“(1 Corintios 14:2). Por lo tanto, en el día de Pentecostés, los que visitaban a Jerusalén
oyeron los discípulos recién bautizados en el Espíritu hablaron “las maravillas de Dios”
(Hechos 2:11). Jesús dijo, en Juan 16:13-14, “Pero cuando venga el Espíritu de verdad… Él me
glorificará”. La glosolalia no se usa para la evangelización, ya que más tarde ese mismo día,
Pedro predicó su famoso sermón, tal vez un discurso inspirado que tomó la forma de una
palabra profética, en un idioma que todos ellos entendieron (Hechos 2:14).

El libro de Hechos registra varias ocasiones en que el Espíritu Santo vino sobre los creyentes
y los bautizó. El hablar en lenguas se menciona como evidencia física inicial de haber sido
bautizado en el Espíritu Santo (Hechos 2:4; 10:44-46; 19:6). En el día de Pentecostés, la
multitud se reunió y oyó a los creyentes hablar en lenguas. La conclusión de algunos que los
oyeron fue que estaban borrachos. Pedro refutó esa acusación diciendo que ése era el
cumplimiento de la profecía registrada en Joel 2.

En la casa del gentil Cornelio, en Cesarea, ocho años después del día de Pentecostés, los judíos
creyentes se sorprendieron de que los gentiles fueran bautizados en el Espíritu Santo (Hechos
10:44-46). Dios “dio testimonio” dándoles el Espíritu Santo. El hablar en lenguas fue la
evidencia observable.

En la ciudad de Samaria, según Hechos 8, Felipe el evangelista predicó de Jesús a los


samaritanos. Ellos creyeron y fueron bautizados en agua. La noticia llegó a los apóstoles en
Jerusalén acerca del avivamiento, por lo cual Pedro y Juan fueron allá para orar por ellos de
modo que recibieran el Espíritu, porque el Espíritu Santo aún no había descendido sobre
ninguno de ellos” (Hechos 8:16), aunque habían sido salvos y recibido el bautismo en agua.
Simón, el mago, observó que, a través de los apóstoles, algo muy obvio sucedía, así que les
ofreció dinero para que le concedieran el poder para que produjera resultados similares. ¿Qué
vio Simón? Podemos suponer que observó que hablaban en lenguas.
En Hechos 9, después de la experiencia de salvación de Saulo de Tarso en el camino a
Damasco, él estuvo orando por tres días cuando Ananías recibió el encargo de ir a orar por
él. Ananías protestó, pero fue persuadido para ir cuando el Señor le informó que Saulo oraba.
Entró en la casa, se dirigió a Saulo como ‘hermano’, y le dijo: “El Señor Jesús, que se te apareció
en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu
Santo.” Las evidencias no se dan en Hechos 9, sino en 1 Corintios 14:18, donde Pablo dice:
“Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros.” ¿Cuándo comenzó a
hablar? Probablemente cuando Ananías oró por él para que recibiera el Espíritu.
Razonablemente, si se ha establecido un patrón, la ausencia ocasional de repetir cada
elemento del patrón realmente refuerza el patrón, ya que se supone que los lectores harán
las apropiadas inferencias del patrón establecido.

Más adelante, en Hechos 19:1-6, se nos presenta a Pablo imponiendo sus manos sobre los
creyentes en Éfeso y estos recibiendo el bautismo en el Espíritu Santo. Nuevamente, el hablar
en lenguas fue la evidencia inicial y visible de haberlo recibido.

CONCLUSIÓN:
Nuestro punto de vista sobre cualquier doctrina debe basarse no en la experiencia, sino en la
Escritura. La experiencia debe ser juzgada por la Escritura y conformarse a ellas. La verdad de
las lenguas como la evidencia físico inicial del bautismo en el Espíritu Santo está basada en la
Sagrada Escritura. Todo lo que decimos y hacemos como pentecostales debe ser juzgado por
la Escritura. Creemos que Hechos, que es historia sagrada, tiene la intención de enseñar la
doctrina de las lenguas como la evidencia física inicial. Algunos dicen que es incorrecto
hermenéuticamente utilizar la historia narrativa como una base doctrinal. Afirman que la
doctrina puede basarse sólo en material más abiertamente didáctico, como de las epístolas.
Sin embargo, el nacimiento virginal, una doctrina cardinal de todos los evangélicos, se refiere
sólo en la narrativa histórica de los evangelios (Mateo 1 y Lucas 1). En Isaías 7:14 está la
profecía de que “la virgen concebirá, y dará a luz un hijo”. Esto se cita en Mateo 1:23. Lucas
llama a María una “parthenon”, que se traduce como “una virgen”. En las epístolas, sin
embargo, este acontecimiento se hace valer como ley (Gálatas 4:4). El emplear esta narrativa
histórica como doctrina, se justifica bíblicamente “Porque las cosas que se escribieron antes,
para nuestra enseñanza se escribieron” (Romanos 15:4). Así, para citar sólo un ejemplo de la
metodología de Pablo, las experiencias de Israel en el desierto “les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de
los siglos” (1 Corinthians10: 11). Si para Pablo los relatos históricos del Antiguo Testamento
tuvieron lecciones didácticas para los cristianos del Nuevo Testamento, entonces sería muy
sorprendente si Lucas, que modeló su historiografía conforme a la historiografía del Antiguo
Testamento, no aportara su propia historia del origen y la expansión del cristianismo con una
significancia didáctica.
Tipológicamente, el rechazo de Jesús en Nazaret es el mismo que de los profetas antiguos.
Como Moisés transfirió el Espíritu en los setenta, incluso en Eldad y Medad, Dios ungió a Jesús
con el Espíritu; Jesús a su vez bautizó a sus seguidores con el Espíritu Santo. Una vez más,
debemos basar nuestras conclusiones en la Escritura y no en la experiencia. La experiencia
debe ser juzgada por la Escritura, y no la Escritura por la experiencia. Conforme a Lucas 24:49,
a los discípulos se les dijo que se quedaran a esperar hasta que fueran investidos de poder
desde lo alto. ¿Cómo iban a saber que había recibido poder? ¿Por la fe o por medio de una
señal? Los discípulos salieron del Aposento Alto con la certeza de que habían esperado
recibirlo. Pedro, audazmente, declaró a la multitud reunida de que lo que habían presenciado
era el cumplimiento de la profecía de Joel, algo que ellos también podrían experimentar.
Pedro no puso las manos en los que estaban reunidos en la casa de Cornelio, pero sabía que
habían recibido el “don” tal como en el Pentecostés. Pablo sabía que los cristianos en Efeso
habían recibido el poder cuando él puso las manos sobre ellos porque “hablaron en lenguas”.
La Biblia es clara.
21. El Bautismo en el Espíritu Santo.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:

Desde los primeros días del siglo veinte, muchos creyentes cristianos han enseñado y han
recibido una experiencia espiritual que llaman el bautismo en el Espíritu Santo. En la
actualidad, centenares de millones de creyentes se identifican con el movimiento que enseña
y promueve la recepción de esta experiencia. La expansión global de este movimiento muestra
el cumplimiento de las palabras de Jesucristo a sus discípulos cuando les prometió que el
Espíritu Santo vendría sobre ellos, y recibirían poder para ser sus testigos a todo el mundo
(Hechos 1:5,8).

El Nuevo Testamento enfatiza la centralidad de la función del Espíritu Santo en el ministerio


de Jesús y la continuación de esa función en la iglesia primitiva. El ministerio público de
Jesús fue iniciado por el Espíritu Santo que vino sobre Él (Mateo 3:16; Marcos 1:10; Lucas
3:22; Juan 1:32). El libro de los Hechos presenta una extensión de ese ministerio a través de
los discípulos, mediante el empoderamiento del Espíritu Santo.
Los rasgos más característicos del bautismo en el Espíritu Santo son los que siguen:

(1) Teológicamente y como experiencia se distingue del nuevo nacimiento y los sucede.

(2) Está acompañado por las lenguas que habla quien lo recibe.

(3) Tiene un propósito que lo distingue de la obra del Espíritu en la regeneración del corazón
y la vida de un pecador arrepentido.

En resumen: El bautismo del Espíritu es una “inmersión del Espíritu Santo”. Cuando uno es
bautizado con el Espíritu, recibe fuerza, poder y audacia por parte de Dios, para llevar a cabo
su obra y vencer el pecado en su propia vida.

I.- EL TÉRMINO “BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO”.

El término “bautismo en el Espíritu Santo” no aparece en las Escrituras. Es una conveniente


designación para la experiencia que anuncia Juan el bautista, que Jesús bautizaría “en Espíritu
Santo” (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33), que Jesús mismo repetiría (Hechos 1:5),
y también Pedro (Hechos 11:16). Cabe notar que la expresión aparece en los Evangelios y
también el Libro de los Hechos. La ilustración del bautismo presenta la inmersión, como se ve
en la analogía del Juan el bautista del bautismo en agua que él administraba y el bautismo en
el Espíritu Santo que administraría Jesús.

II.- ¿ACASO NO SOMOS TODOS BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU SANTO AL MOMENTO DE


LA CONVERSIÓN COMO SUGIEREN LOS GRUPOS NO PENTECOSTALES?

Algunos sectores del cristianismo que rechazan el movimiento pentecostal y la continuidad


de la obra del Espíritu Santo en nuestros días, definen el bautismo del Espíritu Santo como la
obra mediante la cual el Espíritu de Dios coloca al creyente, al momento de la salvación, en
unión con Cristo y en unión con otros creyentes en el Cuerpo de Cristo. Para nuestros
hermanos no pentecostales, el bautismo del Espíritu Santo sólo hace dos cosas: Nos une al
Cuerpo de Cristo, y hace realidad nuestra co-crucifixión con Cristo. Por ende, según dicha
interpretación, experimentar el bautismo de un mismo Espíritu sirve como base para mantener
la unidad en la iglesia, y ocurre única y exclusivamente al momento de la conversión sin
ninguna evidencia física inicial más que la regeneración del creyente. Estar asociados con
Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección a través del bautismo del Espíritu establece la
base para nuestra separación del poder persistente del pecado que está en nosotros y nuestro
caminar en una vida nueva (Romanos 6:1-10, Colosenses 2:12). Fundamentan dicha afirmación
en 1 Corintios 12:13.

Aunque respetamos su postura, nosotros, como pentecostales, afirmamos que ser bautizado
en el Espíritu Santo se debe diferenciar de lo que Pablo declara en 1 Corintios 12:13 que,
según la sintaxis griega, lee: “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”. El
contexto de este pasaje muestra que “por” es la mejor traducción, indicando que el Espíritu
Santo es el instrumento o medio por el cual se lleva a cabo el bautismo. En los versículos 3 y
9 del capítulo, Pablo usa la misma preposición dos veces en el mismo versículo para indicar
una actividad del Espíritu Santo. En 1 Corintios 12:13, “bautizados en un cuerpo” habla de la
obra del Espíritu Santo de incorporar a un pecador arrepentido al cuerpo de Cristo (Romanos
6:3; Gálatas 3:27 para una expresión equivalente a “bautizados en Cristo”). Este es el “un
bautismo” de Efesios 4:5; es el bautismo indispensable e importante que resulta en el “un
cuerpo” del versículo 4.

Para resumir: en la conversión, el Espíritu Santo bautiza en Cristo/el cuerpo de Cristo; en una
experiencia subsiguiente y diferente, Cristo bautizará en el Espíritu Santo.
III.- OTROS TÉRMINOS BÍBLICOS PARA EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO.

Se usan diversos términos bíblicos para referirse a esta experiencia, especialmente en el libro
de los Hechos, que registra el primer descenso del Espíritu sobre los discípulos de Jesús y da
ejemplos similares de encuentros del Espíritu con el pueblo de Dios. Las siguientes
expresiones en Hechos se usan de manera intercambiable para describir la experiencia:

(1.- Bautizado en el Espíritu—Hechos 1:5; 11:16; véase también Mateo 3:11; Marcos 1:8;
Lucas 3:16; Juan 1:33. El término “bautismo en el Espíritu” generalmente sirve como un
conveniente sustituto y también se usa en este documento
(2.- El Espíritu viene, o desciende, sobre— Hechos 1:8; 8:16; 10:44; 11:15:19:6; véase también
Lucas 1:35; 3:22
(3.- El Espíritu derramado— Hechos 2:17,18; 10:45
(4.- El don que mi Padre prometió— Hechos 1:4
(5.- El don del Espíritu— Hechos 2:38; 10:45; 11:17
(6.- El don de Dios— Hechos 8:20; 11:17; 15:8
(7.- Recibir el Espíritu— Hechos 8:15,17,19; 19:2
(8.- Lleno con el Espíritu— Hechos 2:4; 9:17; además Lucas 1:15,41,67. Esta expresión, junto
con “lleno del Espíritu”, tiene una aplicación más amplia en los escritos de Lucas. El mandato
de Pablo de “ser llenos con el Espíritu” (Efesios 5:18) no se refiere a la plenitud inicial del
Espíritu; es un mandamiento para continuar llenándose del Espíritu.

Ninguno de estos términos expresa todo lo que envuelve la experiencia. Son metáforas que
expresan la idea de que el receptor es completamente dominado o saturado por el Espíritu,
que ya mora en él (Romanos 8:9,14-16; 1 Corintios 6:19; Gálatas 4:6).

CONCLUSIÓN:

El bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia distinta y posterior a la regeneración. Cada


vez que en el Nuevo Testamento encontramos el bautismo en el Espíritu, veremos que se
manifiesta el orar en el Espíritu u orar en lenguas, como la señal del derramamiento del
Espíritu. También encontramos en algunos casos la manifestación de profecía y alabanza
además del hablar en lenguas. Pero siempre es algo que se ve y oye. “Y [Jesús] exaltado por
la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que
vosotros VÉIS Y OÍS” (Hechos 2:33). En Pentecostés el Espíritu se derrama sobre cada uno, y
se ponen a hablar en lenguas según el Espíritu les concedía expresarse. Ellos eran los que
hablaban, pero el Espíritu les daba el lenguaje a expresar (Hechos 2:1-4).
En Hechos 10:44-46 “…Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre
todos los que escuchaban la Palabra. Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro
quedaron atónitos AL VER que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre
los gentiles, PUES LES OÍAN hablar en lenguas y glorificar a Dios…” Pedro está predicando de
Cristo a Cornelio y su gente, cuando repentinamente cayó el Espíritu sobre todos ellos,
incluidos los gentiles. ¿Cómo sabían que había caído el Espíritu sobre todos ellos? Porque los
oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Ellos también habían recibido su bautismo en el
Espíritu tal como los Apóstoles en Pentecostés, porque hablaban en lenguas.

En Hechos 19:1-6. “…Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y
habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a
HABLAR en lenguas y a profetizar…” ¿Qué sucedió cuando vino sobre ellos el Espíritu Santo?
Se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.

A todo lo anterior, la conclusión es obvia: El bautismo en el Espíritu Santo es siempre una


experiencia visible (o cuando menos audible) y no siempre ocurre al momento de la
conversión. Tampoco es lo mismo que la regeneración. Ser sellado con el Espíritu Santo al
momento de nuestra conversión y recibir el bautismo en el Espíritu Santo son dos experiencias
distintas.
22. Evangelismo y Misiones, la
tarea pendiente.

Por Fernando E. Alvarado.

¿Evangélicos que no evangelizan? Irónico, ¿O no? Sin embargo ¡Esa es la realidad de muchas
congregaciones hoy! Quizá concuerdes conmigo en que es necesario que Dios siga
inquietando y trayendo cambios a la iglesia y su liderazgo en el área del evangelismo y las
misiones. Urge liberar a la Iglesia de ese espíritu cómodo, de negligencia y de apatía que viven
los propios creyentes para con la misión real de la iglesia. Muchos argumentan la falta de
recursos económicos como el mayor obstáculo a superar, pero ¿Es esa la razón real? ¿No será
más bien la causa nuestro espíritu mezquino y poco dadivoso? ¿No será más bien que, en el
fondo, no amamos tanto al Señor ni nos interesa la salvación de los perdidos? En general, las
iglesias optan por darle prioridad a aquellas áreas que suelen ser las que acaparan más del
80% de las entradas por diezmos y ofrendas: los gastos de mantenimiento y servicios del
templo, los arreglos y mejoras en el local y la compra de equipos de sonido, eventos sociales
internos e intercongregacionales, etc. Quedando, frecuentemente el capítulo de
evangelización, misiones y de apertura de nuevas obras, con muy escasa dotación económica
y hasta en ocasiones no pocas iglesias no tienen en su presupuesto ni siquiera contemplado
presupuesto alguno para el área de evangelismo y misiones.

¿Duda alguien que la iglesia necesita un avivamiento? Todos amamos asistir a eventos,
convenciones, retiros y conciertos; amamos participar en desayunos, almuerzos y cenas de
fraternidad cristiana; invertimos gran cantidad de recursos en retiros espirituales,
campamentos y charlas motivacional es, pero ¿Cuánto de eso va enfocado a cumplir con la
Gran Comisión? Con demasiada frecuencia, se escucha de parte de pastores y líderes en
general, que no se puede avanzar más porque están solos, o casi nadie quiere dar de su
tiempo y recursos, no solo financieros, sino también de dones y talentos. La participación de
los miembros en labores evangelísticas, promovidas en su iglesia local, no supera el 12% de
la membresía para unírsele y hacer más obra de evangelización y en algún caso, de plantación.
El resultado es aún peor si de interés por las misiones se trata. Así el resultado es que el pastor,
el liderazgo local y la membresía en general, limitan su vida eclesiástica a un par de reuniones
de adoración semanales, dar un pequeño estudio bíblico, congregarse los domingos y atender
asuntos de administración y relaciones con la denominación a la cual se pertenece ¡La
situación es insostenible, misionológicamente hablando!

¿Cómo negar que nos falta amor por los que se pierden sin Cristo? El nivel de involucramiento
en iniciativas domésticas de parte de los creyentes de las iglesias, tiene un resultado muy
escaso de participación en los trabajos de iniciación de nuevas congregaciones. En infinidad
de casos, la parálisis de la obra de predicación a los perdidos es muy elevada y la de plantación
de nuevas congregaciones. Abundan las congregaciones, con más de 30 años de existencia,
que nunca han plantado una nueva congregación. Su experiencia de envío de
obreros/misioneros a otros lugares de su comunidad, país u otros países, es escasa realmente,
o inexistente. Hay que trabajar más en unidad con Dios si queremos que se levanten varios
cientos de nuevos líderes, para cubrir las bajas de los que se retiran y para proveer a las
congregaciones nuevas.
23. Teología arminiana y poder pentecostal,
claves del éxito misionero.

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Sin lugar a duda, la soteriología dominante de una iglesia moldea de manera indeleble su
cultura (la forma en que la gente piensa y piensa) para la misión. Una de las suposiciones más
básicas del misionero encarnado es asumir que Dios ya está involucrado en la vida de cada
persona y los está llamando a sí mismo a través de su Hijo. Esto significa que el Dios misionero
ha estado activo durante mucho tiempo en la vida de una persona. Nuestro trabajo principal
es tratar de ver dónde y cómo Dios ha estado trabajando y asociarnos con él para llevar a la
gente a la redención en Jesús. Esta es básicamente la comprensión arminiana de la gracia
preveniente. En ella reside la motivación o razón de ser de las misiones pentecostales.

Entendiendo lo anterior, no resulta extraño ver el estancamiento de las misiones en iglesias


reformadas o calvinistas. Si bien la mayoría de los calvinistas sostienen la creencia en la “gracia
común”, no se entiende que tenga un propósito salvífico. La comprensión arminiana de la
gracia preveniente difiere de la concepción calvinista de la gracia común en un área
importante. En el esquema calvinista, la gracia común no conduce ni puede conducir a la
salvación. Funciona para contener el mal en el mundo, pero no lleva a los incrédulos a la fe.
Para los arminianos, la gracia preventiva puede llevarnos a la salvación.
Además, la forma en que entendamos la doctrina de la elección y la predestinación determina,
de forma ineludible, nuestra misionología. Si elegidos lo son de forma incondicional, si la
gracia es irresistible y cada suceso de nuestra vida depende del decreto divino ¿Por qué
esforzarnos? De todos modos, los que deban ser salvos lo serán de cualquier manera ya que
no pueden hacer otra cosa ¿O no? ¿Qué importancia tiene nuestra pasión o indiferencia para
cumplir con la Gran Comisión si, al final, todo está predestinado?

¿CÓMO CAMBIA LA TEOLOGÍA ARMINIANA NUESTRA VISIÓN DEL MUNDO?


En comparación con el calvinismo, el arminianismo tiende hacia una visión del mundo más
misional y centrada en el evangelismo y el discipulado. Mientras que el calvinismo tiende a
una cosmovisión determinista, que lleva a lo que se ha llamado una “Teología de la
Resignación”, la teología arminiana nos alienta a usar un lente evangélico y misional en todas
nuestras interacciones, y por lo tanto se convierte en una “Teología de la Práctica”.
El arminianismo es de naturaleza misional pues da sentido real a los esfuerzos misioneros.
Como Dios ama a cada persona, y desea, según las Escrituras, la salvación de cada persona,
el deber del creyente arminiano es compartir con otros las buenas nuevas pues cada ser
humano es candidato a la salvación, no solo un grupo reducido de “electos”. Esta verdad
bíblica motiva al creyente a dar testimonio de su fe en Cristo para la salvación de los demás.
El evangelismo es el corazón de Dios y de la teología arminiana. ¿Por qué? Porque a diferencia
del calvinismo, el arminianismo, y de hecho el evangelio, no descarta a nadie de la gracia y la
salvación. Saber que Dios está activo en cada encuentro del evangelio nos da una visión más
misional que en las iglesias calvinistas e hipercalvinistas.

El hecho de que la gracia preveniente de Dios, que permite y hace creer en Cristo, se ofrezca
a cada ser humano a través de la comunicación de la Iglesia del evangelio es de una inmensa
importancia misiológica. A medida que la Iglesia lleva a cabo su tarea misionera, puede confiar
no solo en que Cristo ha muerto por todos, sino también en que existe un poder inherente
en la proclamación y demostración del evangelio, ya que es a través de la misión de la Iglesia
que Dios hace que Su gracia esté disponible y la gente sea capacitada para arrepentirse y
creer, y así experimentar la conversión.

El arminianismo, entonces, nos impulsa, todos los días y con cada parte de nuestras vidas, a
involucrar a quienes nos rodean con el Evangelio, sabiendo que Dios ya los está buscando y
que estamos cooperando en su búsqueda.

EL PROBLEMA DE LA COSMOVISIÓN CALVINISTA


El teólogo calvinista Wayne Grudem, en su popular Teología Sistemática, sugiere que el
calvinismo debería fomentar el evangelismo ya que “garantiza que habrá algún éxito.”[1] Para
los calvinistas, lLa elección es la garantía de que su evangelización tendrá cierto éxito, porque
sabe que algunas de las personas con las que habla serán las elegidas, y creerán el Evangelio
y serán salvas. Esto es como si alguien nos invitara a venir a pescar y dijera: “Te garantizo que
pescarás un poco, están hambrientos y esperando”. Pero, ¿Esto realmente funciona en la
práctica? Por un lado, Grudem no puede garantizar que habrá algún éxito. Si, como enseña el
calvinismo, la persona con la que estamos compartiendo el evangelio no ha sido elegida
desde la fundación del mundo, no hay nada que nuestra predicación pueda hacer para
cambiar eso. Lo que realmente parece tener en mente es un evangelismo amplio pero poco
profundo. Esta es la misma actitud que le permitió a Whitefield creer que la esclavitud podría
usarse para el evangelismo. Whitefield creía que la esclavitud, a pesar de su brutalidad y
crueldad, facilitaba el evangelismo al exponer a los africanos al cristianismo.
Quiérase o no, el determinismo teológico calvinista convierte el evangelismo en un juego: En
este punto de vista, el evangelismo deja de ser el proceso mediante el cual rescatamos a los
perdidos “arrebatándolos de las llamas del juicio” (Judas 1:23), pasando a ser apenas una
frívola y burlesca pantomima[2], ya que solo los elegidos desde la eternidad responderán, y
esos mismos responderán eventualmente a la gracia irresistible de Dios independientemente
de su llamado. En el mejor de los casos, los calvinistas pueden consolarse pensando que son
el medio que Dios usó para salvar a los elegidos. Es comprensible, entonces, por qué hay poca
motivación real para el evangelismo entre los calvinistas, especialmente frente a la
persecución. Si es solo un juego, si los elegidos se salvarán y los perdidos se perderán
independientemente de lo que hagamos o dejemos de hacer, ¿Por qué debería arriesgarme
a ser rechazado, o perseguido por hacer algo irrelevante? ¿Acaso no obtendríamos el mismo
resultado si de guardamos silencio?
Por supuesto, no todos los creyentes en el calvinismo son indiferentes al evangelismo. Hay
muchos calvinistas que sienten pasión por compartir el evangelio. Sin embargo, esto es a
pesar de su calvinismo y no a causa de él.

WHITEFIELD Y SPURGEON: ¿MODELOS DE CALVINISMO EVANGELÍSTICO?


En su artículo “How to Teach and Preach Calvinism”, John Piper escribe: “Haz que Spurgeon
y Whitefield sean tus modelos en lugar de Owen o Calvino, porque los primeros eran
evangelistas y ganaron a muchas personas para Cristo de una manera que está más cerca de
nuestros días.”[3]
Si Whitefield y Spurgeon son los modelos de éxito de los evangelistas calvinistas exitosos,
¿Qué podemos aprender de sus ministerios? Si observamos más de cerca sus ministerios,
encontramos que ambos hombres fueron acusados por los otros calvinistas en su día de
ser “arminianos”. El calvinismo de Whitefield llegó a ser tan sospechoso, por decir lo menos,
debido al tipo de predicación evangelística que realizaba, que los mismos bautistas
particulares se burlaron abiertamente del “dialecto arminiano” de Whitefield”.[4]
Según investigaciones realizadas en 1876 por Luke Tyerman, en los primeros años de su
ministerio George Whitefield era un arminiano declarado.[5] Whitefield cambió su posición
por razones puramente pragmáticas, es decir, para obtener el patrocinio de la Condesa de
Huntingdon y obtener más fácilmente el apoyo de los ministros disidentes. De hecho, el
pensamiento de Whitefield sobre la soteriología reformada no se resolvió hasta después de
1739. Doctrinas calvinistas como la elección, perseverancia de los santos y expiación particular
o “limitada” no constituyeron jamás el núcleo de la enseñanza de Whitefield. El mismo
Whitefield “no estaba completamente claro en su propia comprensión de
ello”.[6]Ciertamente, la pasión evangelística de Whitefield no se derivó del calvinismo, sino
de sus raíces arminianas. En una carta a John Wesley fechada el 25 de agosto de 1740,
Whitefield declaró que “nunca había leído a Calvino”, lo que lo llevó a concluir que “ni era un
seguidor de Calvino o John Knox como tal”.[7]

De Spurgeon, el historiador bautista A. C. Underwood escribió:


“Su sermón sobre “Fuércenlos a entrar” fue criticado como arminiano… A sus críticos, él
respondió: “Mi Maestro puso Su sello en ese mensaje. Nunca prediqué un sermón por el cual
tantas almas fueron ganadas para Dios… Si se piensa que es algo malo pedirle al pecador que
se apodere de la vida eterna, seré aún más malvado a este respecto e imitaré aquí a mi Señor
y a Sus apóstoles.“[8]
Dadas estas acusaciones de sus contemporáneos, debería ser obvio que Spurgeon y
Whitefield eran las excepciones a la práctica evangelística del calvinismo en lugar de cualquier
tipo de regla. Fueron más bien sus acuerdos teológicos con el arminianismo lo que avivó la
llama de su pasión evangelística.
PODER DE LO ALTO, CLAVE DEL ÉXITO MISIONERO PENTECOSTAL.
Pero la teología arminiana no es la única clave del éxito misionero de nuestras
denominaciones pentecostales. Si bien nuestra teología arminiana nos da una razón legítima
para hacer misiones, nuestra praxis pentecostal, con la experiencia sobrenatural del bautismo
en el Espíritu Santo, nos proporciona el poder para cumplir con la Gran Comisión de forma
exitosa.

Muy a pesar de sus oponentes el pentecostalismo, en tan solo 100 años de existencia, se ha
transformado en el movimiento cristiano de mayor y más rápido crecimiento de toda la
historia. Esto le ha merecido la atención de estudiosos de la religión, teólogos, y
especialmente de las Iglesias históricas para las cuales se ha transformado en un verdadero
desafío. Habiendo surgido en la primera década del siglo XX con unas pocas comunidades,
ya en 1970 los pentecostales totalizaban 73 millones, para llegar en 1989 a 352 millones en
todo el mundo, y hoy se habla de más de 500 millones de pentecostales en todo el planeta.
En varios países tiene una tasa de crecimiento del 10% anual, mientras que las iglesias
protestantes históricas (y esto incluye las iglesias reformadas o calvinistas) corren el riesgo de
desaparecer o quedar reducidas a ínfimas minorías.

De acuerdo con el Consejo Mundial de Iglesias y muchos otros expertos, el cristianismo


mayoritario en el s. XXI será de color, liturgia y teología pentecostal. Sin lugar a dudas la
mayoría cristiana evangélica en América Latina es ya pentecostal. Pero ¿A qué se debe el éxito
misionero y evangelístico del movimiento pentecostal? Los pentecostales respondemos sin
dudarlo: ¡Al poder de lo alto impartido a través del bautismo en el Espíritu Santo!

El bautismo en el Espíritu Santo ha sido la clave del éxito misionero y evangelístico


pentecostal. Sin embargo, ciertos peligros se ven venir sobre el movimiento pentecostal
moderno. El bautismo en el Espíritu Santo es una provisión poderosa que añade poder
sobrenatural a la vida y ministerio de cualquier creyente. Hoy, ministerios que tratan de
evangelizar a un mundo perdido y muriendo en pecado y miseria, enfrentan desafíos
enormes. Es beneficioso que cada creyente entienda adecuadamente lo que Dios ha provisto
y aproveche de ello, recordando las palabras de Jesús cuando comisionó a sus discípulos: “Yo
enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de
Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49).
Entender el papel que el bautismo en el Espíritu Santo ha desempeñado en nuestra historia y
éxito ministerial resulta instructivo. El 20 de noviembre de 1998, el erudito pentecostal Vinson
Synan presentó un artículo a la Evangelical Theological Society [Sociedad evangélica
teológica] titulado, “Policy Decisions on Tongues As an Indicator of Future Church
Growth [La política de decisiones sobre lenguas como una indicación del crecimiento
futuro de la iglesia].” Synan demuestra en su artículo que pentecostales han sido
dramáticamente más exitosos en plantar y crecer iglesias que los que han rechazado el
entendimiento pentecostal del bautismo en el Espíritu Santo y la necesidad de hablar en
lenguas. Sus estadísticas vienen del desarrollo de las misiones pentecostales en el siglo xx.
En Chile, los metodistas crecieron aproximadamente 5,000 miembros, mientras los
pentecostales crecieron 2.371.000. En Brasil, los bautistas crecieron a 1.050.000, mientras los
pentecostales crecieron a más de 21 millones. Internacionalmente, la Alianza Cristiana
Misionera creció a 1.9 millones, mientras las Asambleas de Dios han sobrepasado los 70
millones. No es posible ignorar estas estadísticas.

Estos logros son la razón de que el Fuller Seminary decidiera estudiar las misiones
pentecostales debido al éxito espectacular del ministerio pentecostal. Otros eruditos están
sacando las mismas conclusiones. Philip Jenkins, profesor distinguido de historia y estudios
religiosos en Pennsylvania State University, escribió recientemente un nuevo libro, The Next
Christendom [El siguiente cristianismo], en donde él demuestra que los patrones de
crecimiento de los pentecostales harán que el siglo XXI sea un siglo pentecostal. El ministerio
pentecostal no es un poco más eficaz. Hace una diferencia dramática. El bautismo en el
Espíritu Santo provee una cantidad significante de poder para el ministerio sobrenatural
resultando en logros asombrosos para el reino.

CONCLUSIÓN.
Muchos pentecostales modernos, en su búsqueda por la aprobación de la comunidad
evangélica en general, y frente al ataque continuo del calvinismo que busca infiltrarse en las
iglesias pentecostales de forma abusiva, suelen avergonzarse de la misma cosa que los ha
hecho eficaces: su soteriología arminiana, su enfoque emocional y apasionado de la vida
y ministerio, y su énfasis en la experiencia sobrenatural del bautismo en el Espíritu
Santo. Pero ¿Por qué deberíamos desear imitar la teología y ausencia de poder espiritual de
aquellos que, por envidia o por cualquier otra razón, nos critican por ser como somos? ¿Es la
decadencia moral y espiritual de las iglesias protestantes históricas algo digno de imitar? ¿Por
qué deberíamos coquetear con una teología que ha probado ser fría, anti misionera y que
limita a Dios? ¡No deberíamos!

Los pentecostales jamás debemos avergonzarnos la misma cosa que nos ha hecho tan
efectivos en la obra del ministerio. Nuestra soteriología arminiana nos permite predicar con
pasión sabiendo que Dios desea que todos sean salvos; nuestra firme creencia en el bautismo
en el Espíritu Santo nos ha revestido del poder necesario para cumplir con la Gran Comisión
y, de esta manera, crecer tanto en tan poco tiempo. Jamás renunciemos a ambos distintivos
de nuestra fe. Seamos humildes, pero a la vez valoremos y honremos nuestro legado.

REFERENCIAS.
[1] Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica (2007),
Editorial Vida, Miami, FL. Pp. 674.
[2] Representación teatral. Engaño o fingimiento para ocultar una cosa.
[3] John Piper, How to teach and preach “Calvinism”. Artículo publicado
en: https://www.desiringgod.org/articles/how-to-teach-and-preach-calvinism (Consultado el
28/03/2019).
[4] James E. Tull, Shapers of Baptist Thought (2000), Mercer University Press, pp. 80.
[5] Luke Tyerman, The Life of the Revd. George Whitefield, B.A., of Pembroke College, Oxford.
Volume I (London: Hodder and Stoughton, 1876), pp. 275.
[6] Arnold A. Dallimore, George Whitefield: The Life and Times of the Great Evangelist of the
18th Century Revival. Volume 2 (Banner of Truth Trust, 1980), pp. 25-26.
[7] George E. Clarkson, George Whitefield and Welsh Calvinist Methodism (Lampeter: Edwin
Mellen Press, 1996), pp. 21.
[8] A. C. Underwood, A History of English Baptist , pp. 203-206.
24. La clase de personas que Dios usa.

Por: Pastor Fernando E. Alvarado.

¡Dios desea usarte para su gloria! ¿Lo dejarías? En un tiempo en el cual Israel se había apartado
tanto de Dios que la nación se hallaba al borde mismo de su juicio, Dios dijo: “Y busqué entre
ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la
tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ezequiel 22:30).

Dios habría podido enviar ángeles para que llevaran a cabo el ministerio que se necesitaba,
pero su método, tanto entonces como ahora, es obrar a través de los seres humanos, y no a
través de los seres angélicos. Aunque los ángeles han ayudado para reunir a las personas
necesitadas con las que les podían ministrar, como en el caso de Cornelio y Pedro, el
ministerio en sí se ha producido a través del ser humano redimido.

Cuando se trata de los dones sobrenaturales del Espíritu, él también está buscando personas
a través de las cuales poderse manifestar. En ese caso, una pregunta muy natural es esta:
“¿Qué clase de persona está buscando? En los pasajes de las Escrituras que se refieren a los
dones del Espíritu, podemos encontrar el perfil de la clase de personas que él quiere usar.

ALGUIEN QUE ANHELE LOS DONES ESPIRITUALES


Pablo escribe: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales” (1 Corintios 14:1). Y dice de
nuevo: “Así que, hermanos, procurad profetizar” (1 Corintios 14:39).

La forma verbal “procurad”, que traduce la palabra griega zeloute, es un término cargado de
fuerza que indica con cuánta intensidad deberíamos anhelar el que el Espíritu nos use.
Tenemos una ilustración de esto en la conversación que sostuvieron Elías y Eliseo. Cuando
Elías le dijo: “Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti”, la respuesta
de Eliseo fue: “Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí” (vea 2 Reyes 2:9–
15). El Espíritu Santo está buscando personas que anhelen que él las use de la manera que
quiera.

A veces, las personas expresan el temor de que, si entran en un cierto tipo de atmósfera
espiritual, se podrían convertir sin desearlo en instrumentos de manifestaciones espirituales.
No tienen por qué temer. El Espíritu Santo no se le impone por la fuerza a nadie. Lo que está
buscando es personas que anhelen fervientemente sus manifestaciones en su vida y a través
de ella.

Los creyentes están en armonía con las Escrituras cuando anhelan ser agentes que el Espíritu
Santo pueda usar. Pablo escribe que incluso hay momentos en los cuales debemos orar para
convertirnos en instrumentos del Espíritu: “Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida
en oración poder interpretarla” (1 Corintios 14:13).

ALGUIEN QUE RECONOZCA LA SOBERANÍA DEL ESPÍRITU


Pablo escribe: “Pero todas estas cosas [los dones mencionados en los vv. 8–10] las hace uno
y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11).

El Espíritu Santo es el que determina cómo, y por medio de quién él se va a manifestar.


Nosotros no somos los que escogemos cuál es la manifestación que se va a producir. Esto lo
decide él, según quiere. Esta verdad corrige la idea que enseñan algunos, según la cual
necesitamos aprender a usar al Espíritu Santo. No somos nosotros los que lo usamos a él. Es
él en su soberanía el que nos usa a nosotros, si nos entregamos a él.

También es importante que nos sintamos agradecidos, cualquiera que sea la forma en que el
Espíritu decida usarnos, en lugar de envidiar o criticar la forma en que él usa a otros. Una gran
lección que se nos enseña en 1 Corintios 12:14–26 es que no debemos minimizar la
importancia de la forma en que Dios nos quiere usar (14–20). Tampoco le debemos restar
importancia a la forma en que usa a otros (1 Corintios 12:21–26). El Espíritu Santo es el
Soberano. Nosotros somos sus súbditos.

ALGUIEN QUE TENGA LA FE SUFICIENTE PARA ENTREGARSE A ÉL


A los creyentes de Roma, Pablo les escribe para decirles: “De manera que, teniendo diferentes
dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la
fe” (Romanos 12:6).
El mundo que nos rodea cree muy poco en lo sobrenatural genuinamente divino, y este
escepticismo se puede infiltrar incluso en la misma iglesia. La tendencia hacia la falta de fe se
complica con el hecho de que en las manifestaciones del Espíritu hay una colaboración entre
lo humano y lo divino. Es posible que los creyentes no pongamos en tela de juicio lo que le
corresponde a Dios, pero que sí lo hagamos con el factor humano. Cuando esto sucede, el
temor y la duda reemplazan a la fe.

Pueden surgir diversas preguntas. “¿Y si confundo una impresión con una manifestación
profética, e incluso aunque tenga la mejor de las intenciones, digo algo que sea inadecuado
o contrario a las Escrituras?” O bien: “¿Y si doy la interpretación de unas lenguas y alguno de
los presentes conoce la lengua extranjera en que se ha hablado y reconoce que mi
interpretación no es la correcta?” O: “¿Y si digo las cuatro o cinco primeras palabras que me
vienen a la mente, y después no me viene nada más?”

La fe es una cualidad necesaria en la vida de la persona a la que usa el Espíritu. Esa persona
no solo debe creer que el Espíritu se manifiesta, sino también que puede usarla a ella, y que
la puede usar. Al igual que Moisés, hay creyentes que no dudan que Dios pueda hacer
milagros, pero sí dudan que los pueda hacer por medio de ellos (vea Éxodo 4:1, 10).

ALGUIEN QUE POSEA EL FRUTO DEL ESPÍRITU


El capítulo 13 de 1 Corintios es un hermoso capítulo acerca del amor, intercalado entre los
dos capítulos de enseñanzas relacionadas con los dones espirituales, y forma parte integral
de esas enseñanzas. Los versículos 1 y 2 indican que, sin amor, la persona que habla en
lenguas de hombres o de ángeles, es “como metal que resuena, o címbalo que retiñe”. Y la
manifestación de los demás dones sin amor hace ver primordialmente lo estéril que es la vida
del que los manifiesta. El Espíritu Santo se interesa tanto por nuestra vida, como por nuestro
ministerio, y está buscando personas cuya vida manifieste su fruto, el fruto del Espíritu.

En 1 Corintios 13:4–7 se nos ayuda a los creyentes a saber cómo es la persona en la cual se
manifiesta el fruto del Espíritu. He aquí este pasaje: “El amor es sufrido, es benigno; el amor
no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca
lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
El hecho de que el Espíritu use a una persona no significa que esa persona sea perfecta. Nadie
se puede proclamar perfecto y sin pecado (1 Juan 1:8). Pero el Espíritu Santo se complace en
usar personas que anhelen tanto su fruto como sus dones. Mientras más santa sea la vida,
más llena de significado será la manifestación. Y al contrario, aquellos cuya vida no es lo que
debería ser, hacen caer el reproche sobre la causa de Cristo, como era el caso con los creyentes
de Corinto.

ALGUIEN QUE SEA HUMILDE


Uno de los peligros contra los cuales se debe guardar la persona que ha sido usada por el
Espíritu, es el orgullo. Es importante recordar que las manifestaciones no son indicación de
que pertenezca a una élite especial, sino que son don de la gracia.

Moisés fue muy usado por Dios, y era un hombre humilde (Números 12:3). Sin embargo,
perdió los estribos e insinuó que él podía realizar un milagro y sacar agua de una roca. Esto
es lo que dijo: “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?” (Números
20:10).
Debido al factor humano, el creyente puede perder de vista la intención del Espíritu Santo y
dedicarse a algún tipo de manifestación en la carne. Esta es la razón por la cual Pablo escribió
lo siguiente: “Y los demás juzguen” (1 Corintios 14:29). La persona que el Espíritu quiere usar
es lo suficientemente humilde como para reconocer que su ministerio va a ser evaluado. No
se llena de resentimiento si los demás no aceptan lo que él ha sentido que es una
manifestación del Espíritu. Lo que hace es reconocer que, por ser humano, por muy bien
intencionado que sea, se puede mover en la sabiduría y la capacidad humanas y equivocarse.

ALGUIEN QUE RESPETE EL ORDEN


Es evidente que en la iglesia de Corinto había un cierto grado de desorden. Por eso Pablo
escribe para decirles: “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40; vea el v.
33). El Espíritu Santo nunca es el autor de la confusión, y tampoco quiere que los creyentes
creemos confusión.

Ordinariamente, al Espíritu Santo no le agrada que alguien interrumpa la predicación de otro,


un llamado al altar, o incluso un momento en el cual un ministro o un miembro de la
congregación dirige una oración colectiva.

En su interés por el orden, el Espíritu está buscando personas que sepan esperar al momento
adecuado para someterse a lo que él les indica. Cuando el Espíritu se mueve en un creyente,
espera de él que no sea impulsivo, sino que se mantenga en un orden perfecto con respecto
a lo que se está haciendo. Cuando el creyente guarda el debido decoro, se puede convertir
en el instrumento que usará el Espíritu para lograr sus propósitos en una manifestación
extraordinaria de sí mismo.

Cuando reflexionamos sobre el perfil de la clase de persona que el Espíritu está buscando,
nuestro primer impulso consiste en decir: “No hay nadie que sea tan perfecto”. Y esto es cierto.
Sin embargo, hay dos actitudes con respecto a este perfil, que los creyentes debemos tener
el cuidado de evitar. Unos podrían decir: “Yo no estoy a la altura de ese ideal, así que no voy
a esperar el impulso del Espíritu, ni le voy a responder”. Otros podrían decir: “Dios usa gente
imperfecta, así que no importa la clase de vida que yo lleve”.

El Espíritu Santo no viene a nosotros porque seamos perfectos, sino para ayudarnos a crecer
en su gracia. Lo importante aquí es que le permitamos que se manifieste por medio de
nosotros en el fruto del Espíritu, y que después nos mantengamos sensibles ante él, de manera
que se pueda manifestar también por medio de nosotros en sus dones, según él lo disponga.

¿Qué tal si dispones tu corazón este día y te preparas para ser usado por Dios? ¡Te aseguro
que no te arrepentirás!
25. Pentecostal sin fruto, no es pentecostal.

Por: Pastor Fernando E. Alvarado.

Nuestro Señor Jesucristo expresó su voluntad para nosotros al afirmar: “En esto es glorificado
mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” (Juan 15:8). Muy comúnmente,
los Pentecostales y los Carismáticos somos acusados de descuidar el Fruto del Espíritu en
preferencia de los Dones, los cuales son más vistosos. Sin embargo, las Escrituras nos llaman
a un balance de los dos, tal como una fruta perfectamente formada en un paquete apropiado
y atractivo. Juntos los dos, el paquete y la fruta, hacen un equipo perfecto. De igual manera,
los creyentes del Nuevo Testamento vienen a ser como esa fruta bien envuelta y presentable.

Los Dones Espirituales comúnmente son visibles. Al igual que la envoltura de un paquete, es
lo primero que se ve y muchas veces son ruidosos (1 Corintios 13:1). La Palabra de Dios nos
enseña la necesidad de ambos, los dones y el fruto. El uso de los Dones debe ser juzgado y
evaluado cuidadosamente en cuanto a lo que se dice (1 Corintios 13:29,32) por la asamblea,
para el uso apropiado de los dones. Las Escrituras no nos mandan evaluar la madurez cristiana
de un creyente por la cantidad de dones que posee, pero Jesús sí nos dijo que debemos
evaluar a otros que se dicen creyentes por la manifestación de los frutos que ellos den. Las
instrucciones de Dios son que seamos inspectores de frutos: “Por sus frutos los conoceréis”
(Mateo 7:16). En ningún lugar en las Escrituras dice “Por sus dones los conoceréis.” Sería como
formar una opinión de un campesino por las herramientas que tiene. Debemos de basar
nuestra opinión por la cosecha que él produce.

“Por sus Frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen
árbol dar malos frutos ni el árbol malo dar buenos frutos. Todo árbol que no da buen fruto es
cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:16-20).
Está claro que las herramientas son una parte importante para la siembra, pero no lo son todo.
Una manera de ver las cosas en relación con los dones y el fruto del Espíritu sería: Los dones
son como las herramientas que Dios nos ha dado para poder producir frutos en su jardín. Si
no hay fruto, las herramientas están de más o pierden su razón de ser.

LO QUE NO SON LOS DONES.


Muchos creyentes pentecostales suelen menospreciar el fruto del Espíritu y sobrevalorar los
dones debido a que no entienden la naturaleza de estos. Necesitamos entender qué son y
qué no son los dones para colocarlos en la dimensión correcta de nuestra vida cristiana.
1. LOS DONES NO SON SEÑAL DE SANTIDAD: De alguna manera por todo el mundo
pentecostal se ha creído y entendido que los dones son señal de santidad. En el
Movimiento Pentecostal se ha creído erróneamente, debido a las malas enseñanzas, que
aquellos que tienen dones nunca cometen errores. ¡Desafortunadamente no es así!
Debemos entender que los dones del Espíritu no son señal de santidad. Este es un
malentendido de muchas iglesias. De hecho, los dones del Espíritu muchas veces son
dados como instrumentos a personas imperfectas dentro de las iglesias para que lleven
fruto. Son dados a personas imperfectas en el cuerpo de Cristo para que les ayuden a
perfeccionarse, a fin de que den frutos y no solo estén cubiertos de hojas (Mateo 21:18-
19). Cuando las Escrituras hablan de las actitudes y comportamiento humanos, no están
hablando de los dones, están hablando de los frutos. La pregunta es: ¿Por qué muchas
iglesias prefieren hablar de los dones en vez de los frutos? La gran diferencia es que los
dones son dados y los frutos tienen que crecer en uno. El amor, el gozo, la paz y el resto
de las virtudes o características que se mencionan en la lista de Gálatas 5:22-23 son frutos
que usted y yo tenemos que hacer crecer. Para poder producir frutos hay que trabajar
duramente.
2. FRUTO ES LO QUE SOY, NO LO QUE HAGO: Hemos olvidado algo muy importante en
nuestra vida cristiana: El fruto no es lo que nosotros hacemos. Fruto es lo que nosotros
somos. Los dones, por sí mismos, no son pruebas de una fortaleza espiritual. En el sistema
de valores de Dios el “ser” tiene más alto valor que el “hacer”. ¿Por qué? Simplemente
porque ¡Es más fácil liderar un grupo que ser un modelo del fruto del Espíritu! ¡Es más
fácil que su nombre sea inscrito en una placa por dar su ayuda financiera a la iglesia, a
que le conozcan a usted en la congregación cómo un modelo de amor o de
mansedumbre!
3. EL FRUTO NO NECESARIAMENTE SIGNIFICA GANAR ALMAS: Siempre se ha pensado
que cuando se menciona en las Escrituras acerca del fruto se refiere a ganar almas. No
estoy diciendo que es una mala interpretación. Creo que legítimamente esto se puede
ver en las Escrituras (Proverbios 11:30). Pero también debemos recordar que alguien
puedo ser eficaz en hacer prosélitos y no estar dando el fruto que Dios espera de una
vida transformada (Mateo 23:15). Es más bíblico decir que el fruto de un creyente se
refiere a las características de nuestra naturaleza interna, causada por una actitud de
obediencia, regeneración y entrega sincera al Señor.

DEBEMOS PERMANECER EN EL SEÑOR PARA LLEVAR FRUTO.


Para llevar fruto que permanezca debemos permanecer en el Señor. Jesús dijo: “Permaneced
en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros
los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados
de mí nada podéis hacer. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así
como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” (Juan 15:
4-5,10)
Pero no todo en este proceso de llevar fruto resulta agradable y placentero, ya que es un
proceso formativo de nuestro carácter cristiano con miras a alcanzar la madurez del creyente.
No debemos olvidar que llevar fruto lleva implícito un proceso de poda. Nuestras “hojas”
frecuentemente serán cortadas a fin de que podamos llevar fruto: “Yo soy la vid verdadera, y
mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que
lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:1-2).

EL FRUTO DEL ESPÍRITU ES MÁS PODEROSO QUE LOS DONES DEL ESPÍRITU.
Pero ¿Por qué Dios le da tanta importancia al fruto del Espíritu? Porque el fruto del Espíritu
es más poderoso que los dones del Espíritu. Tampoco quiero ser malinterpretado. No hay
manera que pueda desvalorar la importancia de los dones. Pero recordemos esto: Los dones
del Espíritu son solamente las herramientas que se le han dado a la iglesia para trabajar en el
campo y producir frutos.

Preguntémonos ¿Para quién son los frutos? La respuesta más común es, para el Señor. Lo cual
es verdad, pero solo indirectamente. El fruto en nuestra vida produce, amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, (Gálatas 5:22), y esto es para
los cansados viajeros. Es aquí cuando el fruto del Espíritu viene a ser uno de los instrumentos
más dinámicos creados por Dios para alcanzar a los perdidos a través de nuestro ejemplo. El
mundo está cansado del pecado. Las personas están profundamente metidas en sus
seducciones, en no querer saber de Dios, en sus filosofías, en sus derrotas, están separados
de Dios. Ellos saben muy bien cuáles son los canales de televisión cristianos, ellos conocen las
estaciones de radio cristianas. Ellos son expertos en sobrepasarlas cuando buscan otras
estaciones o canales. Ellos son los que piensan que las iglesias están llenas de hipócritas, y
que no hay nadie que los pueda convencer de hacerse cristianos.

Mas sin embargo ellos están sedientos y con hambre. Ciertamente, ellos quizá hayan oído
tanto acerca del evangelio que hasta lo pueden oler de lejos para evitarlo. Pues lo que andan
buscando no es una religión más. Pero un carácter personal transformado puede ser definido
como fruto y puede desarmar las dudas. El fruto cuando está presente puede atraer y
alimentar al cansado viajero. El pecado enferma las almas del mundo, debilitándolas por
medio del pecado, pero pueden ser bendecidas por el fruto: “En esto conocerán todos que
sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13: 35).

Esta es la manera como trabaja el fruto del Espíritu: Cuando usted se encuentre uno de esos
cansados viajeros y él le diga “Las iglesias me enferman, no quiero saber nada de religión”,
usted le mostrará sus frutos y ellos desearán probar de él. Cuando ellos vean su humildad, su
bondad, su amor, su fe, su gozo, le van a preguntar, “¿Dónde puedo obtener lo mismo?”. Es
muy posible que muchos de ellos nunca hayan conocido lo suficiente del evangelio para llegar
a saber de sus pecados y la necesidad de un Salvador. El Cristo y el evangelio que usted y yo
reflejemos quizá sea el único que lleguen a conocer. Sin el fruto adecuado, jamás podremos
presentar a Cristo de forma eficaz, incluso poseyendo los dones.
La belleza del fruto, valorada grandemente por el Señor, atraerá las almas a un lugar de
arrepentimiento y asociación con Jesús. Debería preocuparnos que en nuestras iglesias
pentecostales no se valore tanto el fruto como los dones del Espíritu. Es algo que no se enseña
en muchas de nuestras iglesias, pero en el Nuevo Testamento el llevar frutos fue la
herramienta más grande que tuvieron para evangelizar.

CONCLUSIÓN.
La prueba de la transformación de un alma es el fruto (1 Juan 3:14). Mostrar frutos cambia
nuestras vidas y las de los demás (Juan 13:15; 1 Tesalonicenses 1:7,8). Claramente los frutos
de los tesalonicenses (gozo, la fe) fueron ejemplos no solo en Macedonia sino también en
todo lugar que se mencionó su testimonio.

El fruto que damos dice todo de nosotros: ” No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol
malo el que da buen fruto” (Lucas 6:43). Las cualidades que le agradan a Dios en una vida
madura son las mismas cualidades que los ojos de un pecador ven en nosotros: ” En esto es
glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8). Solo
recuerda: La madurez en Cristo no es descuidar los dones para alcanzar los frutos o viceversa,
sino balancear los dos de tal manera que podamos complacer al Padre y sanar las naciones.
26. La santidad, meta de un
verdadero pentecostal.

Por: Pastor Fernando E. Alvarado.

El pentecostalismo primitivo tiene sus orígenes en el Movimiento de Santidad. Charles Fox


Parham, uno de los pioneros del pentecostalismo, era un metodista formado con la doctrina
del movimiento de santidad y con estudiantes que profesaban la misma enseñanza. Dicho
Movimiento surgió a mediados del siglo XIX entre las iglesias protestantes de los Estados
Unidos de Norteamérica. También se le llamó la doctrina de la completa santificación y, de
igual forma, estuvo íntimamente ligada a la doctrina de la perfección cristiana, la cual tenía
relación con una experiencia posterior a la conversión. Esta doctrina enseña que un pecador
que pone su fe en Jesús y cree, se convierte y justifica, y recibe perdón de pecados; sin
embargo, es todavía dominado por su naturaleza pecaminosa y debe buscar la entera
santificación. La obra de Dios purifica sus motivos, deseos y pensamientos, conservando su
capacidad de pecar, pero su naturaleza heredada por Adán deja de ser una fuente de
tentación. Es decir, que se hace énfasis en un proceso constante de santificación hasta alcanzar
la perfección cristiana. Se debía buscar dos experiencias con Dios llamadas las obras de la
gracia: La Conversión y la Santificación. La naturaleza carnal puede ser limpiada por la fe y el
poder del Espíritu Santo. Tal doctrina se fundamenta en las enseñanzas de Juan Wesley,
predicador del siglo XVII en Inglaterra y padre del metodismo, quien promulgó esta doctrina
casi un siglo antes del surgimiento del Movimiento de Santidad.

Aunque no todos los pentecostales concordamos con las ideas de Wesley, todos
concordamos con que el fruto de una vida en el Espíritu es la santificación. Esa es la meta de
Dios y debería ser la nuestra: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro
Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5:23,24). El
mundo también desea verlo en nuestra vida, pues está cansado de una iglesia que solo habla,
pero no vive lo que predica. A la gente no le interesa tanto nuestra teología como le interesa
nuestra vida.

BÍBLICAMENTE ¿QUÉ ES LA SANTIDAD?

Lingüísticamente, la palabra para santificación en el hebreo es qadash, traducida como “santo”


o “apartado”. En el Antiguo Testamento, el templo, los sacrificios, las fiestas, etc. se denominan
santos. Se habla también del sacerdote como sagrado, en el sentido de que él estaba apartado
para Dios y su servicio. En este sentido, un vaso utilizado en el tabernáculo o en el templo
también era denominado santo o sagrado. La palabra griega, que en realidad es la contraparte
de la palabra hebrea qadash, es hagios, traducida “santo o apartado”. El verbo hagiazo
significa “hacer santo o santificar”, como, por ejemplo, en el Padrenuestro: “Santificado sea tu
nombre.” El sustantivo hagiasmon se traduce como “santificación o santidad”. Esto nos da una
idea del trasfondo lingüístico o el derivado de las palabras clave en hebreo y en griego.

En resumen, entonces, diríamos que la santidad primero se atribuyó a la naturaleza pura de


Dios, quien está apartado de toda maldad. Más tarde, las Escrituras aclaran que la santidad
debe caracterizar a los que están en una relación de pacto con Dios. Así que la Palabra nos
ordena: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.” Esas palabras están en
Levítico 19:2, pero se repiten a través de las Escrituras, incluso en el Nuevo Testamento, y en
1 Pedro 1:15,16 en particular.

LA SANTIDAD EN LA TEOLOGÍA PENTECOSTAL

En sentido teológico la santidad puede ser descrita y entendida a través de sus dos aspectos:

1. ASPECTO POSICIONAL DE LA SANTIFICACIÓN: En primer lugar, el aspecto posicional de


la santificación. En el momento en que una persona cree en Cristo, ésta es santificada.
Esto se resalta en 1 Corintios 1:2, donde Pablo escribe: “A la iglesia de Dios que está en
Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…” Como suele ser el caso,
en el griego no está el verbo “ser”, y por ello es suministrado por los traductores para la
facilidad de lectura. Pero, en realidad, podría traducirse literalmente “llamados santos”.
Cuando aceptamos a Cristo somos santificados, y considerados como hagioi, “los santos”.
No se trata de una santidad basada en el mérito humano. Nos es impartida la santidad
de Cristo, así que es su santidad. Cualquier santidad que haya no es obra nuestra, sino
que es lo que Cristo nos imputa y nos imparte. Así que la Palabra nos dice: “Mas por él
[Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1: 30). Cristo es hecho por nosotros
santidad, y sólo en esa santidad podemos ser lo que Dios quiere que seamos. Así que los
creyentes, en la conversión, son apartados para Dios y purificados de la maldad moral. En
su primera carta, Pedro se dirige a los cristianos como los “elegidos según la presciencia
de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de
Jesucristo” (1 Pedro 1:2). El Espíritu Santo hace una obra de santificación, que nos permite
andar en verdadera santidad. En 1 Corintios 6:9-11, Pablo describe a algunas personas
que habían llevado vidas corruptas e inmorales, y luego nos dice que ellos han sido
cambiados: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con
varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los
estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados,
ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y
por el Espíritu de nuestro Dios.”

2. ASPECTO PROGRESIVO DE LA SANTIFICACIÓN: Existe otro aspecto a veces descuidado


de la santificación, el aspecto progresivo. No crecemos hacia la santificación, sino que
crecemos en santidad. Como proceso, la santificación continúa durante toda nuestra vida.
Hay quienes han tratado de enseñar acerca de la perfección sin pecado. En iglesias
evangélicas de corte wesleyano se suele hacer hincapié en la santificación como una
segunda obra de la gracia. Sin lugar a duda, muchos de nuestros hermanos de tradición
wesleyana viven hermosas vidas cristianas, y merecen nuestra admiración y nuestro
respeto. Pero no podemos estar de acuerdo con su teología. La Palabra no presenta la
santificación como una obra posterior a la salvación. Comienza inicialmente en la
conversión; pero, gracias a Dios, podemos crecer en gracia en el conocimiento del Señor.
Podemos llegar a ser más como Jesús en nuestro andar cristiano. Así que hay garantía
bíblica para esto. Mientras que Hebreos 10:10 se refiere al aspecto posicional de la
santificación como algo consumado (“… somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”), Hebreos 10:14 se refiere al aspecto
progresivo al hablar de esos mismos cristianos como literalmente “los santificados”.
Además, Hebreos 12:14 nos dice que sigamos “la santidad”. Gracias a Dios, podemos
llegar a ser más como el Señor. La cualidad está presente; pero necesitamos una
abundancia de la misma. Necesitamos aplicarla en cada etapa de nuestra vida.

En Efesios 4:22-24, se nos exhorta a despojarnos “del viejo hombre”, que representa la antigua
vida carnal, no regenerada, y que nos vistamos “del nuevo hombre” creado en Cristo Jesús. Y
debemos añadir a nuestra vida las virtudes que vienen del Señor. Nos ayudan a ser más
completos como cristianos, para que podamos ser mejores testigos del Señor Jesucristo y de
su obra de santificación en nuestras vidas. Asimismo, en Colosenses 3:8-14, se nos exhorta a
que nos despojemos de toda maldad y que nos vistamos de las virtudes cristianas. Cuando
nos convertimos y somos santificados, es algo así como quitarnos un viejo vestido manchado
y ponernos uno nuevo, impecable y hermoso.

EL MOTIVO DE LA SANTIFICACIÓN

El mayor motivo de santificación sin duda debe ser para agradar a Dios. No queremos ser
santos sólo para impresionar a la gente con lo justos o santificados que somos. Los hipócritas
hicieron eso con sus limosnas, con el ayuno, y con la oración para ser vistos por los hombres.
Cristo dijo: “Ya tienen su recompensa” (Mateo 6:2,5,16). Pero dijo que no seamos así: “Mas tú,
cuando ores, entra en tu aposento” (Mateo 6:6). No debemos ofrendar, orar o ayunar para ser
vistos por la gente, para que digan: “¡Oh, cuán santos son! ¡Vaya, deben ser muy espirituales!”
Absolutamente, no. Debemos hacer estas cosas de tal manera que las personas no se den
cuenta de lo que está pasando. Más bien, nuestra preocupación debe ser agradar a Dios.
“Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera
de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15,16). Pablo escribió
en 1 Tesalonicenses 2:12 acerca de su estancia entre los tesalonicenses. Él pudo decir que
habían observado su vida y habían visto su justicia. Luego se les instó a que llevaran una vida
“[digna] de Dios, que [los] llamó a su reino y gloria”. Debemos tratar de llevar una vida que
sea un reflejo de quién es Dios, una vida que sea digna de la confianza que Dios ha puesto en
nosotros.

Otro motivo para la santificación es que seamos dignos de nuestro llamado. En Efesios 4:1,
Pablo dice: “Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.”
Dios nos ha dado un alto llamado, y no me refiero sólo a los ministros sino también a todos
los cristianos. Así que debemos tratar de adornar el evangelio, viviendo justamente. Mucho
daño le ha sido hecho a la causa de Cristo debido a los pecados morales de pastores y
creyentes. Pero no es suficiente que nuestra perfección, nuestra santificación, sea sólo una
apariencia, algo que nos ponemos, una fachada detrás de la cual nos escondemos. Esa
“santificación” se va a agrietar. Dios quiere que seamos verdaderamente santos en nuestros
pensamientos, en nuestro corazón, en nuestros deseos, y en nuestras motivaciones. En todo
lo que hacemos, Dios quiere que seamos sus hijos santos.

En 1 Corintios 9:24-27, sale a la luz otro motivo, y es la de ser apto para el servicio. Aquí Pablo
habla de los eventos deportivos patrocinados cada dos años por la ciudad de Corinto y
conocidos como los juegos ístmicos. Hace hincapié en que los que se dedican a los juegos se
disciplinan para que puedan correr y ganar la carrera. Luego se nos dice que debemos correr
de tal manera que obtengamos el premio. En cuanto a sí mismo, dijo: “Así que, yo de esta
manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino
que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para
otros, yo mismo venga a ser eliminado”. Debemos desear sobre todo vivir de tal manera que
adornemos el evangelio de Cristo. El poder para santidad y carácter es lo primero, aún por
encima de los dones. El primer requisito, el segundo y el tercero para nuestra obra es la piedad
personal; sin ella, aunque hablamos lenguas humanas y angélicas, somos como metal que
resuena, un monstruoso y poco musical címbalo que retiñe. En las iglesias pentecostales
hemos puesto mucho énfasis en el poder para el servicio, y ciertamente eso es importante.
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos” (Hechos 1:8). Necesitamos ese poder; pero no sólo en el testimonio y la predicación.
Lo necesitamos también para llevar una vida santa. ¡Que Dios nos ayude a ser aptos para el
servicio!
LOS MEDIOS DE SANTIFICACIÓN

Noventa y una veces en el Nuevo Testamento se denomina “santo” al Espíritu. Él es el Espíritu


Santo. Las religiones paganas no hacen hincapié en la santidad o la moralidad. Sus dioses no
son santos. El Dios nuestro es santo. Esto lo distingue de todos los así llamados dioses. Y la
norma de Dios para su pueblo es sagrada, por lo cual el Espíritu Santo desempaña un papel
importante en nuestra santificación, inicialmente y de forma progresiva.

En primer lugar, el Espíritu Santo efectúa la santificación en nosotros. En Romanos 15:16, Pablo
escribe que los gentiles eran santificados por el Espíritu al recibir el evangelio que él
predicaba. Y, a menudo, la Palabra de Dios se asocia con el Espíritu de Dios. Necesitamos esa
asociación de la Palabra y el Espíritu. La Palabra dice que los corintios habían sido santificados
en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de Dios (1 Corintios 6:11).

Luego, el Espíritu Santo nos ayuda a controlar nuestra mente y a hacer morir los malos hábitos
del cuerpo, que es otro medio de santificación por el Espíritu. ¡Qué importante es que
controlemos nuestros pensamientos! Las obras de pecado comienzan en la mente, van al
corazón, e influyen en la voluntad. Así que el Espíritu nos ayuda a controlar nuestra mente y
a hacer morir los malos hábitos del cuerpo. Romanos 8:5-14 es un pasaje clásico en este
sentido. Pablo dice: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los
que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero
el ocuparse del Espíritu es vida y paz. … Porque todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios.”

Como tercer medio de nuestra santificación, el Espíritu Santo produce en nosotros el fruto del
Espíritu. Esto es evidente en Gálatas 5:22,23: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz…” Vivir
para el Señor es un gozo, y no algo que tenemos que soportar. Con la ayuda del Espíritu Santo
podemos llevar una vida cristiana victoriosa.
27. Viviendo una vida llena del Espíritu.

Por: Pastor Fernando E. Alvarado.

La cultura occidental tiene una cosmovisión limitada, y percibe la realidad en dos ámbitos: (1)
el mundo natural que opera conforme a leyes científicas comprobables, y (2) Dios que se
limita a lo sobrenatural; es decir, lo interior y espiritual. Esta perspectiva es el fundamento de
las filosofías humanísticas seculares. Este doble concepto no representa la manera en que
gran parte del mundo ve la realidad, y por cierto no es el punto de vista bíblico del mundo de
Dios. Dios nos ha dado su Espíritu Santo con el propósito de derribar las falsas barreras entre
lo natural y lo sobrenatural.

La vida de Esteban nos permite ilustrar este punto a la perfección. Esteban es descrito en el
libro de los Hechos como un varón llamado y ungido a servir a las mesas a favor de las viudas
necesitadas, lleno del poder y la gracia de Dios, que hacía señales y milagros entre el pueblo
(Hechos 6:8). ¡Un momento! ¿Servir a las mesas? ¿Qué tiene esto de espiritual o sobrenatural?
¿Por qué necesita ser lleno del Espíritu Santo para servir a las mesas y atender viudas? ¿En
qué momento Esteban cambió de lo “natural” a lo “sobrenatural”? Simplemente no había una
barrera en la vida de Esteban entre lo natural y lo sobrenatural. Cuando la iglesia escogió
diáconos para que distribuyeran el alimento diario a las viudas, los creyentes buscaron
hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría:

“Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del
Espíritu Santo y de sabiduría” (Hechos 6:13).

“Escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo” (Hechos 6:5).

Cuando el Sanedrín estaba por apedrearlo, él, nuevamente lleno del Espíritu Santo, tuvo una
visión de Jesús y perdonó a sus verdugos. “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los
ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hechos 7:55).

La vida y ministerio de Esteban nos enseñan una gran verdad: Para servir a Dios, aún en el
área más simple (aquella que nos parece demasiado terrenal), se necesita una vida rendida al
Espíritu Santo, un corazón transformado. Desde el pastor, misionero o evangelista más grande
hasta el hermano que hace la limpieza en el templo, todos necesitamos ser llenos del Espíritu
Santo para la realización eficaz de nuestra tarea. Si algo ha de ser ofrecido a Dios, debe serlo
en sus términos, a su manera, y bajo su unción, aun cuando nos parezca algo “terrenal”, pues
la barrera entre lo natural y lo sobrenatural es solo aparente. ¡Simplemente no existe! No
podemos desconectar nuestra vida en la tierra de la vida en el Espíritu que Dios desea que
vivamos. Esa ha sido la causa de que el humanismo tenga tanto éxito en nuestra sociedad,
pues la iglesia misma vive desconectada del mundo espiritual, relegando la espiritualidad
únicamente a los templos y a los domingos.

Vivir en el Espíritu tampoco es hablar en lenguas ocasionalmente o manifestar algún don


sobrenatural sin presencia de fruto espiritual en el creyente. Es por sus frutos, no por sus
dones, que se conoce al verdadero creyente (Mateo 7:22-23). De vez en cuando, algunos se
centran en el derramamiento del Espíritu Santo para enfatizar la bendición y la experiencia
emocional que tienen su origen en ese derramamiento. Aunque esta realidad puede ser un
resultado muy legítimo, tenemos que investigar lo que la Biblia explícita e implícitamente
señala como el propósito de que seamos llenos con el Espíritu Santo. A fin de hacer una
duradera y poderosa contribución por la causa del evangelio, nuestro corazón y nuestra vida
tienen que ser formados por los propósitos de Dios, y no por metas humanas.

Si queremos experimentar el poder que sabemos que es parte de la obra del Espíritu Santo
de Dios en nuestra vida, debemos primero entender su propósito. Al final de cuentas,
manifestar dones espirituales extraordinarios como sanidades, milagros, profecía y lenguas
no es el fin en sí de la llenura del Espíritu Santo. Dios desea que vivamos una vida en el Espíritu.
Por ello, debemos recordar que toda investidura espiritual o don sobrenatural ha sido dado
para:

1. SEÑALAR A JESÚS: Jesús dio a sus seguidores la comisión de hacer discípulos a todas
las naciones (yendo por todo el mundo, bautizándolos y enseñándoles; Mateo 28:19,20).
En el primer Pentecostés después de la resurrección de Jesús, Dios inició en su iglesia el
proceso de equipamiento. Varias semanas después de haber sido llenos con el Espíritu
Santo, Pedro y Juan fueron encarcelados por su persistente y poderoso testimonio.
Después de que los soltaran, regresaron a sus hermanos creyentes y tuvieron un
poderoso culto de oración. “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban
congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo
la palabra de Dios” (Hechos 4:31). Lo que explícitamente se afirmó como el resultado
previsto de recibir el poder del Espíritu Santo (Hechos 1:8) se enseña implícitamente en
el relato descrito arriba (3:11-4:31). Sacamos la conclusión de que uno de los principales
propósitos de la llenura del Espíritu Santo es para señalar a Jesús. Recibimos poder y
fortaleza para hacer una osada, clara, y fiel proclamación de la persona y la misión de
nuestro Señor Jesucristo. El apóstol Juan escribe: “Pero cuando venga el Espíritu de
verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13). El
Espíritu glorificará a Jesús. El Espíritu Santo no vino para atraer la atención en sí mismo,
ni para atraer la atención en nosotros, sino para atraer la atención en Jesús. El Espíritu
Santo nos hace conscientes de “Jesús”, y no conscientes del “Espíritu Santo”.
2. PODER PARA SERVIR A DIOS: Otro gran propósito de ser lleno con el Espíritu Santo es
de recibir poder para servir a Dios. Hay tres esferas en las que se manifiesta el poder: (1)
poder para vivir en santidad; (2) poder para servir a Dios y su obra; y (3) poder para
cumplir una misión o enfrentar un problema o crisis.

 PODER PARA VIVIR EN SANTIDAD: Jesús dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en
los cielos” (Mateo 5:16). El apóstol Pablo escribió: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). Se nos exhorta a vivir de
manera digna del llamado que hemos recibido (Efesios 4:1). Pero en nuestra propia fuerza
no podemos vivir en santidad, alumbrar la luz, y dar toda la gloria a Él. Si tratamos de
hacerlo en nuestra propia fuerza, fracasamos. Nuevamente, el apóstol Pablo presenta este
problema en su Epístola a los Romanos: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no
hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago,
apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el
pecado que mora en mí. Y yo sé que, en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque
el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino
el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:15-19). Pero Pablo también presenta la
solución: por el poder de Dios, que nos ha sido dado por su Espíritu, podemos vivir en
santidad, a lo cual hemos sido llamados: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según
el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu
de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a
causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que
levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras
de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son
hijos de Dios” (Romanos 8_9-14).

 PODER PARA SERVIR A DIOS Y HACER SU OBRA: El siguiente aspecto en que


necesitamos poder es en el ámbito de servicio. La predicación de Pedro el día de
Pentecostés (Hechos 2:14-40) fue un acto de servicio al Señor y de edificar a la iglesia
(2:41), para lo cual fue necesaria la llenura del Espíritu Santo. Además, los diáconos de la
iglesia primitiva fueron llenos del Espíritu a fin de cumplir el llamado de Dios para ellos
de servir en la distribución de alimento. La palabra “diácono” literalmente significa
“siervo”. El Espíritu nos llena para que podamos servir en satisfacer las necesidades físicas
y espirituales de las personas. Lo distintivo es el propósito: vivir por Dios.
 PODER PARA CUMPLIR UN DEBER INMEDIATO: El tercer aspecto de vivir por Dios es
lo que se podría llamar poder para cumplir un deber inmediato (lo cual puede incluir un
problema o crisis). El diácono Esteban nuevamente fue lleno con el Espíritu Santo
justamente antes de ser apedreado debido a su proclamación. Esteban recibió poder para
ver en una visión a Jesús y perdonar a sus verdugos. Cuando Pedro se enfrentó a la difícil
situación del juicio ante el Sanedrín, nuevamente recibió poder, que lo equipó para esa
necesidad inmediata (Hechos 4:8). Cuando Pablo tuvo que enfrentarse al poder de
Satanás, presente en el mago llamado Elimas, Pablo recibió su llenura y afrontó la crisis
con la presencia del Señor (Hechos 13:9). Pablo cumplió con poder su deber inmediato,
y Elimas quedó ciego.

Cada una de estas situaciones de crisis fue seguida de un milagro. Generalmente, en esta clase
de circunstancia (deber inmediato, problema, o crisis), suceden señales y maravillas. Dios se
dedica a la “intervención en las crisis”. ¡Los dones no son para satisfacer nuestros deseos
egoístas, sino para satisfacer nuestras necesidades! Dios quiere que su iglesia sea “edificada”,
no en sentido de ser favorecida, por supuesto, sino en sentido de ser fortificada.

Fíjese lo que Pablo dice en Efesios: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios
sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:15,16).
En esos días malos necesitamos que Dios nos llene con el poder del Espíritu Santo para que
(a) llevemos una vida santa contra la maldad que nos rodea; (b) sirvamos en lo práctico y lo
espiritual; y (c) atendamos las crisis que se presentan.

Dios quiere que seamos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Romanos
8:37). “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”
(Efesios 5:17). Necesitamos comprender la voluntad de Dios y obrar conforme a lo que
comprendemos: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos
del Espíritu” (5:18).

Pablo presenta un fuerte contraste. Algunos interpretan este pasaje como si los carismáticos
y pentecostales fuéramos borrachos espirituales. Pablo no dice que ser lleno es como
embriagarse. Él no compara sino contrasta esas dos acciones. La embriaguez conduce a la
pérdida de dominio propio. Aquí la disolución es excesiva sensualidad, una condición en que
las personas no pueden controlarse o “salvarse” a sí mismas. Es una condición en que uno va
de mal en peor. La condición contrastante es la plenitud del Espíritu, que no implica pérdida
de dominio propio. En realidad, parte del fruto del Espíritu es dominio propio (Gálatas 5:23).
El exceso de alcohol produce un comportamiento desenfrenado. La plenitud del Espíritu
conduce a una conducta restringida y de dominio propio.
El resultado de estar bajo la influencia del alcohol es que nos hace como bestias; pero el
Espíritu nos hace más como Cristo. Por tanto, ¡Seamos llenos! El verbo griego en este pasaje
es plerousthe. Es un verbo en tiempo presente, voz pasiva, modo imperativo, segunda persona
plural. Significa llenar, completar o llevar a cumplimiento. En este contexto se usa como
metáfora de derramar. Sin embargo, más que la metáfora está el propósito. El tiempo presente
enfatiza el ahora y continuamente implica una y otra vez. Nótese: somos salvos una vez. Lo
que llamamos bautismo del Espíritu Santo es la experiencia inicial de ser lleno con el
Espíritu (Roger Stronstad, “Filled with the Spirit: Terminology in Luke-Actss” en The Holy
Spirit in the Scriptures and the Church, editado por Roger Stronstad y Lawrence M. Van
Kleek, Clayburn, British Columbia: Western Pentecostal Bible College, 1987, 11,12). Pero
podemos ser llenos con el Espíritu Santo una y otra vez. Algunos se refieren al bautismo como
la puerta de entrada, y las subsecuentes llenuras como la senda a seguir una vez que se pase
por la puerta. Pedro fue lleno del Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hechos 2:4) y
nuevamente cuando habló ante el Sanedrín (4:8). Y “todos”, incluido Pedro, fueron “llenos del
Espíritu Santo” después de orar (4:31). Ananías puso las manos en Pablo para que recobrara
la vista y sea lleno del Espíritu Santo (Hechos 9:17). Entonces Pablo, “lleno del Espíritu Santo”,
dijo a Elimas: “Hijo del diablo…” (Hechos 13:9-10). Los discípulos (incluido Pablo) sacudieron
el polvo de sus pies y fueron “llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hechos 13:52). Esteban fue
lleno antes de servir a las mesas, luego nuevamente antes de su visión y su muerte. El
significado de la voz pasiva es que Dios es quien origina la acción de llenar. Él es quien obra
en nosotros, y por eso espera que seamos receptores dispuestos y rendidos. El modo
imperativo implica un mandato de Dios. En nuestro lenguaje hablado expresamos la orden
imperativa por el vigor y el volumen de nuestra voz. Cuando escribimos un mandato en
español, generalmente usamos un signo de exclamación. En el griego del Nuevo Testamento,
sin embargo, una orden se escribe con las inflexiones del modo verbal que la distingue
claramente de una orden declarativa o una posible sugerencia. No es una sugerencia que ha
de discutirse. Como es una voz pasiva en imperativo, se debe traducir “permitir a ser lleno”.
Para cumplir este mandato, tenemos que quitar cualquier barrera que impida la debida
relación con Dios. La segunda persona en plural significa “todos ustedes”. Por tanto, una
preferida traducción del pasaje es: “¡Todos ustedes, sigan permitiéndose ser llenos del
Espíritu!”.

RESULTADOS DE UNA VIDA ESPIRITUAL PLENA:


En Efesios 5:15-21, Pablo vincula esta plenitud con cuatro resultados: (1) hablar, (2) cantar, (3)
alabar, y (4) someter. El primer énfasis está en hablar. Debemos hablarnos unos a otros; dar
testimonio. En el primer siglo, cuando a personas que no estaban acostumbradas a hablar en
público se les pedía que testificaran, a menudo recitaban una canción o un salmo, una
composición ya familiar y conocida a la comunidad (Bernhard Anderson, Out of the Depths:
The Psalms Speak for Us Today, Philadelphia: Westminster Press, revisado 1983, p.16).
Por eso, los testimonios podían expresar toda clase de sentimientos por medio de oraciones,
cánticos, y recitaciones. En comunión de los hermanos se expresaban gritos de angustia,
regocijo, y oraciones. Este hablar lleno del Espíritu no era sólo “conversación”, sino comunión
dirigida por el Espíritu. Esta comunión se conducía por medio de tres clases de expresiones
verbales: salmos, himnos, y cánticos espirituales.

Los salmos podían incluir alabanza, aliento, consuelo, agradecimiento, o historias de los
patriarcas y profetas (Bernhard Anderson, Out of the Depths: The Psalms Speak for Us
Today, Philadelphia: Westminster Press, revisado 1983, p.239). El uso de los Salmos por
la antigua Israel y la iglesia primitiva ha revelado por lo menos tres importante y amplias
categorías que debemos usar hoy. Sirven como una guía en la adoración; nos ayudan a
relacionarnos sinceramente con Dios; y ofrecen patrones de reflexión y meditación en las
cosas que Dios ha hecho por nosotros (Douglas Stuart y Gordon Fee, How to Read the
Bible for All Its Worth, Grand Rapids: Zondervan, 184).

Los himnos son exposiciones o exégesis con melodías. Los himnos podían servir para
instrucción, confesión, enseñanza, o exhortación. Varios pasajes del Nuevo Testamento se
pueden considerar como himnos. Por ejemplo, Efesios 2:19-22 y 5:14, y Tito 3:4-7. Fíjese
especialmente en los himnos que nos instruyen acerca de la persona de Cristo, como Juan
1:1-18; Filipenses 2:6-11; Colosenses 1:15-20; 1 Timoteo. 3:16; y Hebreos 1:1.6 (Ralph P.
Martin, “Hymns in the New Testament,” 788-790, en Geoffrey Bromiley, ed.,
International Standard Bible Encyclopedia, Vol. 2, Grand Rapids: Eerdmans, edición
revisada, 1982). Los cantos espirituales incluyen todo lo arriba mencionado. Colosenses 3:16
confirma que nosotros debemos usar los mismos tres (salmos, himnos, y cantos espirituales)
como medios de enseñanza y exhortación unos a otros.

El segundo resultado de la plenitud del Espíritu es cantar en nuestro corazón al Señor (Efesios
5:19). Esto no se trata de adoración interior, privada. Algunos lo ven como un texto que prueba
que Dios sólo acepta silenciosa y meditativa adoración. Este versículo no dice que el corazón
es el lugar de adoración. Lo que enfatiza es la manera de adorar; es decir, “en el corazón” (por
medio del corazón), y elevada (hacia el trono de la gracia). Hay tiempo de postración quieta
y también tiempo de declaración exuberante. El Espíritu nos guiará a ambos, conforme a su
plan y en su tiempo.

El tercer resultado de la plenitud del Espíritu es “dando siempre gracias por todo al Dios y
Padre” (Efesios 5:20). No se trata de agradecimiento selectivo. Hay que evitar el pecado de las
quejas típicas de los israelitas. “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo” lleva el impacto de
sumisión a la voluntad, la autoridad, el poder, y la naturaleza de Jesucristo. Es un
agradecimiento que resulta en sumisión a la voluntad del Señor, dirigida por el Espíritu.

El cuarto resultado es “[someternos] unos a otros en el temor de Dios” (5:21). Esto significa
que nos colocamos bajo (o después) de otro en reverencia porque deseamos conformarnos
a la voluntad soberana. A este pasaje a veces se lo trata como una unidad de enseñanza
aparte. Sin embargo, la sumisión es una de las características de la plenitud. Las siguientes
instrucciones a las esposas, a los maridos, a los hijos, a los esclavos, y a los amos son ejemplos
de la reverente sumisión que se nos ordena. Esta es una frase dependiente que ilustra el
pensamiento previo: “someteos unos a otros en el temor de Dios”, que a su vez es una frase
de participio, subordinada al principal imperativo: “sean continuamente llenos con el Espíritu”.
El punto de enfoque de Pablo no está en que la esposa se someta al marido. En otras palabras,
la sumisión por parte de la esposa es sólo una expresión de la mutua sumisión, que es un
resultado de ser lleno con el Espíritu Santo.

Por medio de estos admirables efectos el Espíritu Santo se nos pone en la debida relación con
Dios mediante la adoración y la alabanza (“cantando” y “alabando”); y en la debida relación
unos con otros mediante la comunión y la mutua sumisión (“hablar” y “someter”).

¿CÓMO PODEMOS SER LLENOS?


No hay trucos. Para ser lleno con el Espíritu debemos comprender lo que Dios quiere,
someternos a su señorío, y andar por fe. Es necesario comprender que esto es la voluntad de
Dios (Efesios 5:17). Es un mandato de Dios (5:18). Trate sincera y completamente con el
pecado en su vida. No contriste al Espíritu Santo, sino permita que las Escrituras lo redarguyan
(Efesios 4:30, 2 Timoteo 3:16).

En segundo lugar, tenga presente quién es Señor. Dele a Él el señorío en su vida. Ya no viva
para sí mismo (Lucas 9:23; 2 Corintios 5:15). Sométase a Dios y a su voluntad mediante
confesión y arrepentimiento (1 Juan 1:9). Sométase a Dios como sacrificio vivo (Romanos 6:13;
12:1,2). Ríndase, y sea celoso de buenas obras (Tito 2:14).

En tercer término, ande por fe. Apóyese en los hechos, no en sus sentimientos. Sólo obedezca
la Palabra de Dios. Viva por el Espíritu y ande por el Espíritu (Gálatas 5:25). Acepte las promesas
por la fe. No sea como un niño que constantemente rebusca en la tierra para ver si ha
germinado la semilla que sembró. Déjale crecer y siga en su andar con Dios. La iglesia en
Corinto es una solemne advertencia a nosotros. Ellos fueron bautizados con el Espíritu Santo
(1 Corintios 12:13) y fueron enriquecidos con dones carismáticos (1 Corintios 1:4-7). Sin
embargo, Pablo los reprochó como poco espirituales, no llenos del Espíritu. La evidencia
continua no son los dones (ellos tenían muchos), sino el fruto que va madurando (tenían
poco).

Los dones carismáticos de la gracia de Dios no son joyas para portar alrededor del cuello, ni
perfume para adornar el cuerpo con aire de espiritualidad. En cambio, son herramientas para
la edificación de la Iglesia. Una que otra vez he trabajado como carpintero. Tengo
herramientas que he escogido cuidadosamente a través de los años para cumplir diferentes
tareas. Muchas veces uno tiene que ir al lugar de “construcción” para averiguar qué
herramientas se requerirán para cierto trabajo. Quizás usted no descubra sus dones
espirituales hasta que esté en medio de una labor de construcción y tenga que clamar a Dios
para que le alcance el martillo espiritual, el papel de lija, o la goma de carpintero. De la misma
manera, como la llenura del Espíritu también es con determinación, dejemos que Dios nos
guíe primero en esos propósitos para que experimentemos el poder.

Al viajar a Centroamérica para enseñar a los mayas, tuve una guerra espiritual de una manera
no acostumbrada. Comprendí, me sometí, luego anduve. Señales y maravillas acompañaron
a la proclamación de la Palabra con el poder del Espíritu. La plenitud del Espíritu nos da poder
para vencer la tentación (como Jesús), poder para proclamar osadamente a Jesucristo (como
Pedro), poder para servir (como un buen diácono), poder para perdonar a los enemigos (como
Esteban), poder para confrontar a las fuerzas de las tinieblas (como Pablo), y poder para
alentar y enseñar (como Bernabé). “¡Todos ustedes, sigan permitiéndose ser llenos del
Espíritu!” La vida llena del Espíritu se caracteriza por la debida relación con Dios en adoración
y alabanza, y por la debida relación con otros por medio de comunión y servicio dirigido por
el Espíritu.

BIBLIOGRAFÍA:
 Roger Stronstad, “Filled with the Spirit: Terminology in Luke-Actss” en The Holy Spirit in
the Scriptures and the Church, editado por Roger Stronstad y Lawrence M. Van Kleek
(Clayburn, British Columbia: Western Pentecostal Bible College, 1987) 11,12.
 Bernhard Anderson, Out of the Depths: The Psalms Speak for Us Today, (Philadelphia:
Westminster Press, revisado 1983), p.16.
 Douglas Stuart y Gordon Fee, How to Read the Bible for All Its Worth (Grand Rapids:
Zondervan), 184.
 Ralph P. Martin, “Hymns in the New Testament,” 788-790, en Geoffrey Bromiley, ed.,
International Standard Bible Encyclopedia, Vol. 2, (Grand Rapids: Eerdmans, edición
revisada, 1982).
28. Los Dones Espirituales: Definición y
razón de ser.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

Un distintivo del movimiento pentecostal es su continuismo; es decir, su creencia en la


vigencia actual de los dones sobrenaturales procedentes del Espíritu Santo. Desde su
nacimiento, El Pentecostalismo ha dependido de Dios para hacer obras sobrenaturales. Parte
esencial del movimiento pentecostal en nuestro tiempo ha sido un nuevo énfasis en los dones
espirituales. Esto no debería extrañarnos, ya que la manifestación de los dones espirituales es
parte esencial de la obra de Dios en su pueblo y a través de este. Jesús dijo: “edificaré mi
iglesia” (Mateo 16:18). Nuestro Señor no sólo puso el fundamento de la Iglesia, sino que Él
aún la sigue edificando. Él cumplió su promesa de enviar al Espíritu Santo para darnos poder.
Jesucristo es el Bautizador. El Espíritu y los dones son nuestros por medio de Él.

Los sucesos del día de Pentecostés (Hechos 2) fueron el clímax de una promesa que Dios
había hecho siglos antes. Esa inauguración del nuevo pacto fue también el comienzo de la
era del Espíritu. La promesa dada a través del profeta Joel en relación con el derramamiento
del Espíritu Santo es de una naturaleza dramática, en donde los recipientes profetizan, sueñan,
y ven visiones. La profecía de Joel es similar al deseo expresado por Moisés de que “ojalá todo
el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su Espíritu sobre ellos” (Números
11:29). Este aspecto de la venida del Espíritu está conectado con el concepto del Nuevo
Testamento de los dones del Espíritu, los cuales son habilidades especiales proporcionadas
por el Espíritu Santo a los cristianos con el propósito de edificar el cuerpo de Cristo.

La lista de dones espirituales en 1 Corintios 12: 8-10, incluye sabiduría, ciencia, fe, sanidad,
milagros, profecía, discernimiento de espíritus, hablar en lenguas, e interpretación de lenguas.
Listas similares aparecen en Efesios 4:7-13 y Romanos 12:3-8. Los dones del Espíritu son
simplemente facultades dadas por Dios a los creyentes para hacer lo que Él nos ha llamado a
hacer. 2 Pedro 1:3 dice: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han
sido dadas por Su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su
gloria y excelencia.” Los dones del Espíritu Santo son parte de “todas las cosas” que
necesitamos para cumplir Sus propósitos para nuestras vidas.
¿QUÉ SON LOS DONES ESPIRITUALES?

En un sentido amplio, es un don espiritual cualquier capacidad que nos da el Espíritu para
ministrar en la iglesia y por medio de ella. Esta definición incluye los dones que operan a
través de nuestra capacidad natural (enseñanza, gobierno, misericordia) y también a los dones
que trascienden los medios ordinarios: sanidades, profecía y milagros. Las listas de dones que
aparecen en el Nuevo Testamento incluyen ambos tipos (Romanos 12:6–8; 1 Corintios 7:7;
12:8–10, 28; Efesios 4:11; 1 Pedro 4:11). Es necesario señalar algunos puntos respecto a estas
listas de dones:

(1.- Las listas no son exhaustivas; no comprenden todos los dones que nos da Dios. Por
ejemplo, Dios dota y llena de poder a numerosas personas para la oración de intercesión. Este
don no aparece en las listas del Nuevo Testamento y, sin embargo, es un poderoso y eficaz
don para destruir fortalezas. Es importante que no limitemos a Dios en un punto en el cual Él
mismo no se ha limitado. En ningún lugar de las Escrituras limita Dios la obra con la cual nos
llena de poder, a solamente aquellos dones que se mencionan las listas.

(2.- Todos los dones actúan en el poder que nos da Dios. No hay un tipo de don que sea
superior a otro (por ejemplo, los dones naturales o los sobrenaturales). Aunque un don opere
exteriormente por medios ordinarios o naturales, está tan lleno del poder del Espíritu como
un don milagroso o sobrenatural. En este sentido, todos los aspectos de la vida cristiana están
llenos de poder sobrenatural (1 Corintios 12:13–31).

(3.- La presencia de dones no es señal de madurez espiritual. Los dones son poder para
ministrar, y Dios los distribuye conforme a su voluntad. Por ejemplo, los corintios era una
iglesia que tenía muchos dones (1 Corintios 1:7), pero eran inmaduros de carácter, lo que fue
evidente en sus actitudes de división y de celos respecto a los líderes y los dones (1 Corintios
3:1–23; 12–14).

Los varios términos empleados en el Nuevo Testamento para los dones espirituales nos
ayudan a entender esta obra del Espíritu. En 1 Corintios 12:7 Pablo designa todos los dones
como la manifestación (phanerosis) del Espíritu. Propiamente dicho, el Nuevo Testamento no
trata de manifestaciones espirituales en plural. La palabra está en el singular y aparece sólo
una vez más en el Nuevo Testamento en un contexto sin relación con los dones espirituales
(2 Corintios 4:2). Muy probablemente, Pablo deseaba transmitir la idea de que el Espíritu único
tiene muchas maneras de manifestarse, pero que estas “manifestaciones” deben ser
consideradas como una entidad.

Un segundo término es “carismata” (1 Corintios 12:4, 9, 31; 14:1; Romanos 1:11). La forma
singular de la palabra (carisma) está compuesta de dos elementos. “Caris” es la palabra griega
que usualmente se traduce gracia, o favor inmerecido. El sufijo “ma” con frecuencia significa
“resultado de”. Un carisma es, por consiguiente, algo concedido a una persona aun cuando
puede que no lo merezca. Se traduce propiamente don o dádiva, pero con esta connotación
especial. Sin embargo, la palabra misma no significa don espiritual; sólo en ciertos contextos
tiene ese sentido. En otros contextos significa don, regalo o dádiva en un sentido general, tal
como en Romanos 6:23, “la dádiva de Dios es vida eterna”. Según se aplica a nuestro sujeto,
esta raíz o etimología de la palabra debiera ayudarnos a entender por qué es que a veces le
es dispensado un don a una persona que aparentemente no lo merece.

La palabra “pneumatika” también se usa con referencia a dones espirituales. Es la forma plural
neutra de “pneumatikos”, que es un adjetivo que significa espiritual. La palabra misma no
significa dones espirituales, pero se usa en este sentido en 1Corintios 12:1 y 14:1. En Romanos
1:11 encontramos la combinación “carisma pneumatikon” (don espiritual). Esta expresión
sugiere que los dones operan en el reino espiritual. Ellos vienen mediante la capacitación del
Espíritu Santo y no deben identificarse con talentos meramente humanos o naturales.

Los términos “doreai” y “domata” se usan también en relación con los dones (Efesios 4:7,8).
Como con las dos palabras anteriores, el significado no es don espiritual, sino simplemente
don. Son formas nominativas del verbo griego muy común dar (didomi). Sin embargo, Pablo
usa los nombres cuando trata de los dones de liderazgo en la iglesia. El último término es
“merismois” y se encuentra en Hebreos 2:4, que trata de los “dones del Espíritu Santo”. Pero
esta palabra significa más bien porciones, partes o divisiones. Viene del verbo “merizo” que
significa dividir, distribuir, asignar, repartir. Ni el nombre ni el verbo tienen referencia directa
a la idea de dones, aun cuando el contexto de Hebreos 2:4 lo sugiere. El énfasis es
mayormente en la obra del Espíritu de distribuir dones, y es comparable a lo que dice Pablo
en 1 Corintios 12:11: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a
cada uno en particular como Él quiere”. Tenemos entonces esta variedad de términos cuando
las Escrituras hablan de dones espirituales. Cada uno de ellos contribuye a una comprensión
del todo. Así pues, los dones espirituales son capacitaciones especiales dadas por Dios a su
pueblo para la edificación del cuerpo de Cristo y para la extensión de su Reino. El Espíritu
Santo es el principal agente divino para la distribución de estos dones.

El pasaje más extenso del Nuevo Testamento acerca de los dones espirituales es 1 Corintios
12 al 14. El apóstol Pablo estaba respondiendo al énfasis que la iglesia en Corinto ponía en
ciertos dones (particularmente las lenguas), mientras que se olvidaban de los dones más
esenciales. Aunque estaba tratando con un problema específico, en un determinado tiempo
y lugar, las verdades que enseñó para ayudar a la iglesia en Corinto se aplican en todos los
tiempos y lugares, y dan enseñanza sobre otros aspectos relacionados con los dones
espirituales. Pablo menciona que los tres miembros de la Trinidad obran a través de los dones
espirituales: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay
diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero
Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Corintios 12:4–6). Dios nos llama no
sólo para que trabajemos por Él sino también para que trabajemos con Él (Marcos 16:20). Él
está obrando en nosotros y a través de nosotros. Dios nos da poder a través de los dones. En
el capítulo 12 vemos dos formas poderosas en que se manifiestan los dones:

2. En primer lugar, el poder de los dones se ve en su unidad. Pablo usa el cuerpo humano
como un ejemplo de la iglesia. El cuerpo no es meramente un ejemplo de la iglesia, sino
que es una representación inspirada de lo que Dios quiere que sea la Iglesia. Dios diseñó
el cuerpo humano físico y también el cuerpo espiritual (la Iglesia). Un cuerpo no puede
funcionar si sus partes no trabajan en unidad. La iglesia primitiva era un ejemplo vivo del
poder de la unidad espiritual. Después que los primeros cristianos fueron llenos del
Espíritu Santo, eran “de un corazón y un alma” (Hechos 4:32). Pablo dice que Dios ha
ordenado de tal manera el cuerpo, “dando más abundante honor al que le faltaba, para
que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los
unos por los otros. De manera que, si un miembro padece, todos los miembros se duelen
con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios
12:24–26).
3. En segundo lugar, el poder de los dones se ve en su variedad. Dios tiene un propósito
para cada don. La iglesia de Corinto se centraba en unos cuantos dones (especialmente
las lenguas), y, en consecuencia, la edificación de la iglesia sufría porque no apreciaban
todos los dones. La naturaleza misma de la iglesia es que “no es un solo miembro, sino
muchos” (1 Corintios 12:14). Dios sabe lo que la iglesia necesita. Cada parte del cuerpo y
cada don espiritual tienen un propósito importante. Si no reconocemos la belleza y el
poder en la variedad que Dios ha provisto, podemos devaluar nuestro propio lugar en el
cuerpo (vv. 15,16). O podemos devaluar el lugar de otra persona en el cuerpo (v. 21).

LA RAZÓN DE SER DE LOS DONES ESPIRITUALES.

El propósito de los dones es para edificación, lo que simplemente significa esto: edificar. Se
relaciona con la misma palabra que Pablo usa en el capítulo 3, cuando les dice a los cristianos
que somos edificio de Dios. Jesús está edificando su iglesia. Y tiene la deferencia de usarnos
en su obra. Pablo muestra que los dones edifican en dos maneras. Somos espiritualmente
edificados como individuos, y la iglesia se edifica como grupo (1 Corintios 14:4). Ambos son
necesarios. La iglesia se compone de gente. Cada persona en la iglesia necesita ser edificada
para que la iglesia en conjunto sea edificada.

Debido a que las lenguas eran un problema en la iglesia de Corinto, Pablo usa las lenguas
como ejemplo. Él hace una distinción entre las lenguas que se interpretan en reuniones de la
iglesia y las lenguas que son sólo para edificación personal. En reuniones de la iglesia, las
lenguas sólo llegaban a ser para edificación de la iglesia si se interpretaban. Pablo usa un
argumento de peso para mostrar eso, diciendo que cuando los creyentes se reúnen, la
prioridad debe ser que toda la iglesia sea edificada. Para estar seguro de que los corintios no
creyeran que él estaba depreciando el valor de las lenguas para la edificación personal, dice:
“Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros” (1 Corintios 14:18); pero
luego dice que en la iglesia prefiere hablar cinco palabras que se entiendan y que instruyan a
otros que diez mil palabras en un idioma que no se entienda (v. 19). No está devaluando las
lenguas; está estableciendo una prioridad. Al cierre del pasaje acerca de los dones espirituales,
para estar seguro nuevamente de que no sea mal interpretado, Pablo dice: “no impidáis el
hablar en lenguas” (v. 39). La prioridad se encuentra en el versículo 12: “procurad abundar en
ellos para edificación de la iglesia”.

Dentro del escenario de la adoración colectiva, los dones tienen como fin edificar a todo el
Cuerpo (1 Corintios 12:7). Por ejemplo, los dones de expresión deben ser inteligibles para la
congregación, de manera que todos los presentes sean edificados por la manifestación (1
Corintios 14:5–19). De lo contrario, daría lo mismo que el que habla lanzara sus palabras al
viento (1 Corintios 14:9). Los dones también glorifican a Dios (1 Corintios 14:16,17,25). En 1
Pedro 4:10,11 se expresa de manera más explícita aún este principio respecto a los dones de
expresión, y también a los de servicio. Según este pasaje, los dones nos son distribuidos “para
que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo” (v. 11). En la esfera personal, los dones
también edifican al creyente de manera individual (1 Corintios 14:4,18,19). No hay duda
alguna de la aplicación de este principio a esos momentos en los que buscamos la soledad
para orar y adorar. Tampoco hay duda alguna de que Dios se comunica personalmente con
nosotros fuera del contexto de la adoración colectiva (Hechos 9:1–19; 13:1–3). Sin embargo,
los que observan la adoración pentecostal de manera superficial, muchas veces malentienden
esta enseñanza del Nuevo Testamento. En las reuniones pentecostales de adoración es una
práctica común dedicar un momento a la oración personal; lo que muchos de nuestros padres
en la fe solían llamar “el concierto de oración”. Cuando los creyentes levantan su voz de común
acuerdo, ofreciendo al Señor sus alabanzas y sus peticiones, podrían presentarse diversas
manifestaciones del Espíritu. Aunque el concierto de oración se produce durante la adoración
colectiva, en realidad, es un momento apartado para la comunión personal de cada uno con
Dios. El principio de inteligibilidad no tiene aplicación en la comunión individual con Dios, ni
en el culto de altar.

Los dones espirituales operan en dos tipos distintos de ambiente: el colectivo y el privado.
Los ambientes ayudan a determinar cuál es la mayor razón de ser de los dones. Pero tanto en
el ambiente colectivo como en el privado, las manifestaciones del Espíritu siempre son
edificantes. Ya sea por medio de la convicción o de la reafirmación, por medio de acciones
sutiles, o de maravillosas demostraciones del poder de Dios, las manifestaciones de los dones
espirituales nos conducen a la gloriosa imagen de Dios, que es Jesucristo, nuestro Señor, y lo
exaltan solamente a Él.
LA DISTRIBUCIÓN DE LOS DONES ESPIRITUALES.

Dos veces en el capítulo 12 Pablo hace hincapié en que los dones espirituales y los ministerios
en la iglesia son dados por la voluntad y la obra de Dios mismo. Los dones espirituales no son
impartidos por voluntad y obra del hombre. Dios obra por medio de personas, pero por su
propia voluntad. Pablo menciona que Timoteo recibió un don por la imposición de las manos
de Pablo (2 Timoteo 1:6), y también mediante profecía con la imposición de las manos del
presbiterio (1 Timoteo 4:14). Sin embargo, muestra claramente que Dios ha colocado cada
miembro (don) en el cuerpo “como él quiso” (1 Corintios 12:18). También muestra que Dios
ha puesto los diferentes ministerios en la iglesia (1 Corintios 12:28). Debemos “procurar” los
dones espirituales (1 Corintios 12:31; 14:1); pero no son para consecución. Los dones
espirituales no son premios o logros. Son dones o muestras de gracia, inmerecido e
impartidos por la voluntad de Dios para el bien de toda la iglesia. Hemos de seguir el amor y
procurar los dones espirituales (1 Corintios 14:1). Los dones espirituales no son trofeos de
espiritualidad, sino dones que Dios ha puesto en la iglesia para obrar sus propósitos.

LA PERSPECTIVA CORRECTA ACERCA DE LOS DONES.

No fue la intención de Pablo de que el capítulo 13 fuera un texto aparte, como una bella prosa
sobre el amor. Él no lo escribió para que se le pusiera un marco de flores y se colgara en una
pared. Más bien, es el centro de la enseñanza de Pablo acerca de los dones espirituales, para
darnos perspectiva. Para entender este pasaje, hay que recordar cómo era la iglesia en
Corinto. Su problema no eran los dones espirituales, sino el problema era su actitud errónea
hacia los dones. Pablo comienza este pasaje con dos poderosos argumentos:

1. Primeramente, muestra que por más grandes que sean los dones espirituales, el amor es
aún mayor.
2. En segundo término, muestra que por más maravillosos que sean los dones, sin el amor
éstos se vuelven ineficaces.
Él en ninguna manera está depreciando los dones espirituales. Antes de que comience su
enseñanza sobre el amor, dice: “os muestro un camino aún más excelente” (1 Corintios 12:31).
Los dones son excelentes; pero el amor es “aún más excelente”. El amor no está en
competencia con los dones; el amor es lo que hace eficaces a los dones.

LOS DONES ESPIRITUALES Y SU USO EN LA CONGREGACIÓN.

Dios ha escogido manifestar sus dones a través de personas. Pero es posible que una persona
haga mal uso de los dones. El orden divinamente dirigido es necesario para su debido uso. El
propósito de los dones (la edificación) es fundamental para determinar el decoro de los dones.
Pablo dice: “Hágase todo para edificación” (1 Corintios 14:26). Luego da enseñanza práctica
sobre el debido ejercicio de los dones en la iglesia. La última instrucción de Pablo acerca de
los dones espirituales es: “pero hágase todo decentemente y con orden” (v.40). Dios no nos
controla como si fuéramos marionetas. Tenemos una voluntad. El Espíritu de Dios está
obrando en nosotros, pero nuestro propio espíritu humano sigue activo y está sujeto a
nosotros (1 Corintios 14:32). Podemos optar por controlar nuestro espíritu. La perspectiva del
amor abnegado en el capítulo 13 requiere que cada persona se someta al bien común del
resto de la iglesia.

Hay un tiempo y lugar para cada manifestación. Dios no nos ha dado una lista completa de
exactamente lo que es apropiado en cada situación. Lo que es adecuado y de buen orden en
un culto de oración no podría serlo en un servicio de domingo por la mañana. Y lo que es
apropiado una vez en un servicio específico puede no serlo en otra oportunidad en un servicio
similar. Hay un tiempo apropiado para la edificación personal y un tiempo para apropiado la
edificación de toda la iglesia. Dios nos ha dado líderes que son responsables ante Dios de
decidir sobre ello. Dios ha designado “administradores” en la iglesia (1 Co 12:28). Esta palabra
se usaba originalmente para referirse a la dirección de un barco. Significaba gobernar por
orientación y dirección activa. El liderazgo consiste en emitir juicio. Cuando el líder de un
servicio decide sobre la propiedad de una manifestación, esa decisión está bajo la guía del
Espíritu Santo y es tan necesaria como un mensaje de profecía u otros dones. Debido a que
la naturaleza de la administración es “gobernar”, el juicio del líder tiene autoridad sobre el
ejercicio de otros dones. El líder es responsable ante Dios de ser sensible a lo que el Espíritu
quiere llevar a cabo en un servicio y es responsable de que todo se haga decentemente y con
orden.

La honorabilidad en el uso de los dones es esencial para su eficacia permanente porque, por
desgracia, un mal uso de los dones espirituales finalmente resulta en desuso de los dones. Y
los dones son esenciales para la edificación de la iglesia de Cristo. No son sólo para uso
intermitente, sino como un medio permanente de una fuente de poder para la iglesia, con el
fin de que cumpla los propósitos de Dios.

LA NECESIDAD DE PERMANECER LLENOS DEL ESPÍRITU.

Cuando Pablo les dice a los cristianos de Éfeso que sean “llenos del Espíritu”, el verbo griego
que usa significa que sigan eligiendo ser llenos (Efesios 5:18). La llenura del Espíritu no debería
ser algo de una sola vez, sino que debía ser una forma de vida. Debemos recordar que no es
“con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías
4:6). Cuando el ángel de Jehová habló estas palabras a Zacarías, él tuvo una visión de siete
lámparas sobre un candelabro. El combustible para las lámparas no estaba en un depósito,
sino en dos árboles de olivo a ambos lados del candelabro, que proporcionaban un suministro
continuo de aceite.
Los árboles son una ilustración de los recursos ilimitados de Dios para la edificación de la
iglesia. Entre esos medios están los dones espirituales. Tenemos que hacer lo que Pablo
exhortó a la iglesia en Corinto dos veces en este pasaje: “Procurad, pues, los dones
espirituales.”

RELACIÓN ENTRE LOS DONES Y EL FRUTO DEL ESPÍRITU.

El fruto del Espíritu es un conjunto de virtudes o cualidades como las de Cristo, producidas
por la morada interna del Espíritu Santo, en la medida en que el cristiano mora en Cristo.
Como con los dones espirituales, el Nuevo Testamento emplea varios términos para transmitir
el pensamiento del fruto del Espíritu. El pasaje central cuando hablamos del fruto espiritual
es Gálatas 5:22,23, que trata del fruto (karpos) del Espíritu y luego enumera una lista de nueve
especímenes. La expresión “fruto del Espíritu” se entiende mejor como dando a entender
productos de los cuales el Espíritu Santo es la fuente.

Los dones y el fruto del Espíritu tienen varios puntos en común. La fuente de ellos es el Espíritu
Santo. Ellos no se originan con el creyente separado de la capacitación del Espíritu. El
elemento de lo sobrenatural se halla en ambos. Además, el propósito de ambos es edificar. El
amplio propósito de los dones es la edificación del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:7; 14:26).
Del mismo modo, el propósito del fruto espiritual, resumido por el fruto del amor, es edificar
(1 Corintios 8:1). Ambas obras del Espíritu son perfectibles. En otras palabras, el creyente no
las recibe en su forma acabada. La acometida de 1 Corintios 14 es instructiva. Pablo no
cuestiona la validez de los dones que los corintios decían tener; sin embargo, él insiste en que
los dones necesitan desarrollarse para edificar a la congregación. En manera similar, el fruto
espiritual debe desarrollarse. Deben ser llevados a un estado de madurez. Este es el
pensamiento tras los conceptos de madurez cristiana, de crecimiento, y de la continua
transformación del cristiano a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18).

En cuanto a su naturaleza, el fruto es inanimado, en tanto que los dones son dinámicos. Los
primeros son el resultado de la morada interna del Espíritu, los últimos son el resultado de la
dotación de poder del Espíritu. El fruto es de naturaleza ética, en tanto que los dones son de
naturaleza carismática. Además, hay una diferencia respecto a la obligación del cristiano en
apropiarse los dos. A todos los cristianos se les requiere mostrar todo el fruto del Espíritu.
Pero Dios no exige que todos los cristianos tengan todos los dones. Lo que se nos pide aquí
es que haya receptividad y un intenso deseo (1 Corintios 12:31; 14:1), pero la distribución de
los dones es la obra soberana del Espíritu (1 Corintios 12:11). De manera similar, a los
creyentes se les requiere que muestren siempre el fruto espiritual, pero la manifestación de
los dones espirituales es bajo la dirección del Espíritu. La obra del Espíritu Santo se manifiesta
tanto en los dones que concede a los creyentes como en el fruto espiritual mostrado por ellos.
Ambas categorías son centrales en el concepto del Nuevo Testamento de la actividad del
Espíritu entre el pueblo de Dios.
CONCLUSIÓN.

Algunos se preguntan: ¿Qué es mejor o más importante, los dones o el fruto? Los evangélicos
no pentecostales enfatizan el fruto, en tanto que algunos pentecostales sobreenfatizan la
importancia de los dones, ¿Quién tiene la razón? Ya que tanto los dones como el fruto se
originan en el Espíritu, es injustificado colocarlos en situación de antagonismo el uno contra
el otro. A los cristianos corintios se les dijo: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales”
(1 Corintios 14:1). Las dos ideas son correlativas, pero ciertamente deben entenderse a la luz
de lo que Pablo señala como “un camino aún más excelente” (1 Corintios 12:31). Esto llegó a
ser necesario a causa de un abuso de los dones y no porque hubiera alguna inferioridad
inherente de los dones respecto del fruto del Espíritu.

En Corinto, los dones estaban siendo usados para competir en vez de hacerlo en ánimo de
cooperar; para los intereses de la auto gratificación, más bien que para la edificación de la
congregación. Sin embargo, es significativo que en ningún momento Pablo sugiere que los
dones mismos no son genuinos cuando se manifiestan de esta manera (1 Corintios 13:1,2). El
don es genuino; el que lo ejerce sin amor puede que no lo sea. El “camino aún más excelente”
es la mediación de los dones a través del fruto del Espíritu, y principalmente por medio del
amor. El amor, como vemos en 1 Corintios 13, es el principio regulador tras los dones
espirituales. Es paciente y bondadoso; de buena gana da oportunidad para que otros
miembros dotados puedan hablar también (1 Corintios 14:30,31). No es celoso ni jactancioso;
reconoce que el Espíritu distribuye soberanamente sus dones a quien le place (1 Corintios
12:11). Ni se enorgullece por poseer algún don, o algunos de los dones (1 Corintios 12:21).
No es arrogante ni grosero; siempre considera el bienestar de todo el cuerpo cuando se
expresa en la congregación, y está dispuesto a recibir corrección (1 Corintios 14:29,30). No
insiste en su propia manera; se somete a la autoridad debidamente constituida en la iglesia
(1 Corintios 14:37).

La complementación, no la exclusividad mutua, es el modo de acción mostrado por el Nuevo


Testamento para los dones y el fruto del Espíritu. Juntos sirven para edificar la iglesia. El ideal
divino es que tanto los dones como el fruto se manifiesten entre los creyentes. No somos
llamados para preferir uno en perjuicio del otro.
29. Doctrinas Cardinales del
Pentecostalismo Clásico: El
Arrebatamiento o Segunda Venida
de Cristo.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

Los desastres naturales en todas partes del mundo, la recesión económica y la incertidumbre
cada vez mayor en muchos lugares, nos confirma que la doctrina de la Segunda Venida de
Cristo es más relevante ahora que nunca. Los creyentes debemos descansar en la certeza del
retorno inminente de nuestro Señor y compartir esta esperanza con quienes no la tienen.
Como seguidores del Señor Jesús resucitado, tenemos la seguridad de una esperanza
maravillosa, una reunión con nuestros seres queridos que son salvos, y más importante aún,
con nuestro Salvador. ¡Esto es lo que llamamos “nuestra bendita esperanza!”» El grito de
guerra de la teología pentecostal clásica fue y continúa siendo: Cristo Salva, sana, bautiza con
el Espíritu Santo y viene por segunda vez. La declaración anterior es la declaración de fe o
credo del pentecostalismo clásico en su forma más pragmática y sintética. Desde sus inicios,
el Movimiento Pentecostal enfatizó las 4 facetas del evangelio y ministerio de nuestro Señor
Jesucristo: Jesucristo como único salvador (Juan 3.16); Jesucristo como gran sanador (1.ª de
Pedro 2.24 y Santiago 5.14); Jesucristo como bautizador con el Espíritu Santo (Lucas 3.16 y
Hebreos 2.4) y Jesucristo como rey que viene (1 Tesalonicenses 4.16-17). Estas cuatro verdades
se consideran nuestras creencias cardinales porque son verdades claves en nuestra misión de
alcanzar a los perdidos y edificar a los creyentes y la iglesia tanto hoy como en el futuro.

La cuarta verdad cardinal del pentecostalismo clásico, la resurrección de los que han muerto
en Cristo y su arrebatamiento junto con los que estén vivos a la venida del Señor, es la
esperanza inminente y bienaventurada de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16,17; Romanos 8:23;
Tito 2:13; 1 Corintios 15:51,52). Jesús enseñó que Él regresaría a la tierra. Él cuidadosamente
advirtió a sus discípulos que necesitaban estar constantemente preparados para esto (Mateo
24:42-51; 25:1-13; Marcos 13:37; Lucas 12:37). Ellos entendieron que la era actual terminará
con su venida (Mateo 24:3). La garantía de su venida era una de las verdades con las que Él
consoló a sus seguidores antes de su muerte (Juan 14:2,3). En el momento de la ascensión de
Cristo, dos ángeles vinieron al grupo de los discípulos que estaban reunidos para repetir la
promesa de que Él regresaría. Ellos declararon que Él vendría de la misma manera que se
había ido (Hechos 1:11). Esto claramente significa que su segunda venida será literal, física, y
visible.

Las epístolas del Nuevo Testamento se refieren frecuentemente a la segunda venida, y a través
de los pasajes de las Escrituras que tratan de este tema recurre la idea de la
inminencia. Aunque habrá un período de tiempo entre la primera y la segunda venida (Lucas
19:11), todas las enseñanzas acerca del regreso del Señor enfatizan que acontecerá
repentinamente y sin previo aviso; que los creyentes deben estar siempre en un estado de
preparación continua (Filipenses 4:5; Hebreos 10:37; Santiago 5:8,9; Apocalipsis 22:10). Los
creyentes en los primeros días de la Iglesia vivían en un estado de expectación (1 Corintios
1:7; 1 Tesalonicenses 1:9,10). Cuando Pablo usa la forma “nosotros” en 1 Corintios 15:51 y 1
Tesalonicenses 4:17 muestra que él tenía la esperanza de que todavía estaría vivo cuando
Jesús regresara.

EL RAPTO O ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA.

Una comparación de los pasajes de las Escrituras relacionados con la segunda venida muestra
que algunos hablan de un acontecimiento visible a toda la humanidad que implica el juicio
de los pecadores. Otros describen una venida conocida solo por los creyentes y que resulta
en su redención de la tierra. La segunda es conocida por los evangélicos como “el rapto” (o
arrebatamiento). Esta palabra no se encuentra en la Biblia, pero ha sido usada tanto que una
de las definiciones para la palabra en inglés en el Webster’s Third New International Dictionary
Unabridged, es: “Cuando Cristo levanta a su verdadera iglesia y a sus miembros a un reino
más allá de la tierra donde todos disfrutarán de felicidad celestial con su Señor”. La palabra
raptar se podría usar para traducir la palabra “arrebatados” de 1 Tesalonicenses 4:17. Jesús
dijo que su venida resultaría en situaciones donde un individuo sería llevado de un lugar
mientras el otro individuo sería dejado. Esto indica un traslado repentino de los creyentes de
la tierra, mientras los no creyentes quedan aquí para enfrentar la tribulación (Mateo 24:36-
42).

Jesús describió su venida como algo que ocurriría en un tiempo en que las naciones de la
tierra se lamentarían cuando lo vieran llegar (Mateo 24:30). El apóstol Pablo describe el
regreso del Señor como un tiempo de juicio e ira para los impíos (2 Tesalonicenses 1:7-10).
En 1 Tesalonicenses 4:13-18, él considera un aspecto diferente de la segunda venida. Este
breve pasaje es la enseñanza más directa y clara sobre el rapto en el Nuevo Testamento. Sólo
habla de los creyentes, tantos vivos como muertos. No dice que los injustos verán a Cristo en
ese momento. Pablo describe la venida de Jesús en el aire, pero no dice nada de que sus pies
tocarán la tierra, como dice otro pasaje que acontecerá en su venida (Zacarías 14:4). Es el
momento cuando se cumplirá 1 Juan 3:2, y seremos como Él. La misma palabra griega usada
en 1 Tesalonicenses 4:17 para decir “arrebatado” se usa en Hechos 8:39 para describir cuando
Felipe fue “arrebatado” después de bautizar al etíope. El segundo versículo dice que el
Espíritu del Señor arrebató a Felipe, identificando el origen del poder que llevará a los
creyentes de la tierra en el rapto.

En 2 Tesalonicenses 2:1 Pablo llama al rapto “nuestra reunión con él.” La palabra griega aquí
traducida “reunión” es la misma palabra traducida como “congregarnos” en Hebreos 10:25,
refiriéndose a la congregación de los cristianos para alabar. Es la imagen de los santos
congregándose alrededor de Cristo cuando venga por ellos. El arrebatamiento sobrenatural
de individuos piadosos de la tierra no es algo desconocido en las Escrituras. El suceso
destacado en la vida de Enoc fue su desaparición milagrosa de la tierra después de caminar
con Dios (Génesis 5:21-24). El autor de Hebreos llamó esa experiencia un traspaso, evitando
la muerte (Hebreos 11:5).

Aunque algunos aspectos del traspaso de Elías fueron distintos del de Enoc, también implicó
un arrebatamiento repentino de un creyente del mundo sin experimentar la muerte (2 Reyes
2:1-13). Primera de Corintios 15:51-54 trata del mismo acontecimiento que 1 Tesalonicenses
4:13-18. Aquí también Pablo trata de los cambios que se producirán tanto en los creyentes
vivos como en los creyentes muertos durante el rapto. Lo llama un misterio (1 Corintios
15:51), una verdad que antes no era conocida pero que ahora le fue revelada por el Espíritu
Santo. En Filipenses 3:21 Pablo relaciona la venida del Señor con el tiempo cuando “el cuerpo
de la humillación nuestra” será cambiado, otra referencia al rapto.

Los pasajes que corresponden al rapto describen la venida del Señor por su pueblo. Los
pasajes que se refieren a la revelación de Cristo describen la venida del Señor con sus
santos. Colosenses 3:4 trata de los creyentes que aparecerán con Cristo en su venida. Judas
14 también prevé la venida del Señor con su pueblo para ejecutar el juicio que muchos otros
pasajes mencionan en relación con su venida pública. Porque las Escrituras no se contradicen,
parece razonable concluir que los pasajes que describen la venida de Cristo por los santos y
con los santos indican dos fases de su venida. Los pentecostales clásicos creemos que es
bíblico suponer que el intervalo entre los dos es el tiempo cuando el mundo experimentará
la gran tribulación, implicando el reino del Anticristo y el derramamiento de la ira de Dios
sobre los injustos (Daniel 12:1,2, 10-13; Mateo 24:15-31; 2 Tesalonicenses 2:1-12).

SALVOS DE LA GRAN TRIBULACIÓN

Aunque el pueblo de Dios quizá sufra muchas aflicciones antes de la venida del Señor, la
iglesia será raptada antes del período llamado la Gran Tribulación. En 2 Tesalonicenses 2 Pablo
indica que ciertas cosas tienen que acontecer antes de que el día del Señor (que es parte de
la gran tribulación) pudiera empezar. Un individuo llamado “el hombre de pecado” (anticristo)
aparecerá. El misterio de injusticia ha estado operando desde el tiempo de Pablo, pero está
siendo restringido por el poder del Espíritu que obra por medio de la iglesia verdadera. Sólo
cuando la iglesia sea llevada de la tierra por el rapto, este hombre podrá aparecer
públicamente.

En 1 Tesalonicenses 5, siguiendo el pasaje del rapto en el capítulo 4, Pablo enseña acerca del
Día del Señor. Él advierte de la destrucción que éste traerá sobre los injustos (vv. 2, 3). Pero
en seguida aseguró a los cristianos que los que son de Cristo no serán vencidos (v. 4). Todavía
hablando del día del Señor, Pablo escribe: “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para
alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (v. 9). Parece claro que él está
indicando aquí la liberación de los creyentes de los juicios del día del Señor, incluida la gran
tribulación.

En el Nuevo Testamento los cristianos son repetidamente exhortados a velar en vista de la


venida del Señor. Nunca se les enseña velar por la gran tribulación ni por la llegada del
Anticristo. Esperar que tales cosas tengan que suceder antes del rapto destruye el sentido de
inminencia que respecto a la segunda venida de Cristo aparece en todo el Nuevo Testamento.
Los creyentes reciben las instrucciones de que tienen que “esperar de los cielos a su Hijo,” no
la gran tribulación (1 Tesalonicenses 1:10). Cuando las señales del fin de la era son evidentes,
deben erguirse y levantar su cabeza en expectación de su redención, no de la gran tribulación
(Lucas 21:28).

Las señales de la venida del Señor se manifestarán antes de su llegada pública, pero no tienen
que ser cumplidas antes del rapto. Cualquier enseñanza que ciertos hechos tienen que
acontecer antes del rapto no está en armonía con la doctrina de inminencia. Es consecuente
con los tratos de Dios con su pueblo en el Antiguo Testamento creer que la iglesia será llevada
del mundo antes de la gran tribulación. Dios no mandó el diluvio hasta que Noé y su familia
estuvieron seguros dentro del arca. No destruyó a Sodoma hasta que Lot salió. La Biblia
refiere de un rapto que es pre-tribulación. En todas las enseñanzas de la segunda venida en
el Nuevo Testamento la inminencia se enfatiza. Interponer otros sucesos antes del rapto viola
tales enseñanzas.

CONCLUSIÓN.

El concepto del Arrebatamiento es claramente enseñado en la Escritura. El Arrebatamiento de


la iglesia es el evento en el cual Dios saca a los creyentes de la tierra para dar paso a Su justo
juicio que será derramado sobre la tierra durante el período de la Tribulación. El
Arrebatamiento es descrito primeramente en 1 Tesalonicenses 4:13-18 y 1 Corintios 15:50-54.
1 Tesalonicenses 4:13-18 describe el Arrebatamiento como el acto en el cual Dios resucita a
todos los creyentes que han muerto, dándoles cuerpos glorificados, y después partiendo de
la tierra con aquellos creyentes que estén aún vivos, a quienes también les serán dados
cuerpos glorificados: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con
ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1
Tesalonicenses 4:16-17).

1 Corintios 15:50-54 se enfoca en la naturaleza instantánea del Arrebatamiento y en los


cuerpos glorificados que recibiremos: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos;
pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final
trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y
nosotros seremos transformados.” (1 Corintios 15:51-52). Mientras los cristianos esperan con
alegría la venida del Señor, es bueno recordarles las palabras de Pablo a Tito: “Porque la gracia
de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que,
renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos
de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14).

El Arrebatamiento es el glorioso evento que todos debemos esperar con anhelo. Entonces
finalmente estaremos libres de pecado, y estaremos para siempre en la presencia de Dios.
Existe mucho debate sobre el significado y alcance del Arrebatamiento. Esta no es la intención
de Dios. Más bien, Dios quiere que al considerar el Arrebatamiento “nos animemos unos a
otros con estas palabras.” Como pentecostales clásicos, nuestro grito de guerra seguirá
siendo: ¡Cristo viene pronto!
30. Doctrinas Cardinales del
Pentecostalismo Clásico: La Salvación.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

La salvación es crucial para una buena relación personal con Dios. Es el corazón de las buenas
nuevas, el evangelismo y la salud de la iglesia. No nos debe sorprender, entonces, que la
salvación de los perdidos fuese el enfoque de toda la proclamación apostólica en las
Escrituras. Tampoco nos debe sorprender que los apóstoles reservaron las más enérgicas
denuncias para quienes alteraban, añadían, o complicaban la doctrina de la salvación. El libro
de los Hechos y en las epístolas, los líderes de la iglesia primitiva predicaron constantemente
el mismo evangelio. El pentecostalismo clásico, al igual que la iglesia primitiva, hizo de la
doctrina de la salvación el corazón de su mensaje y el eje central de su evangelismo y visión
misionera.

Como pentecostales, creemos que las personas entran en una relación personal salvadora con
Cristo por medio del poder regenerador del Espíritu Santo, quien las lleva al arrepentimiento
y a la fe en Cristo. Con base en la Palabra de Dios, los pentecostales afirmamos que:

 La salvación se halla al alcance de todas las personas (Lucas 19:10; Juan 3:16; Romanos
10:11–13; Hebreos 2:9; 2 Pedro 3:9; Apocalipsis 22:17).
 La salvación es recibida y asegurada por medio de la fe (Romanos 3:28; Gálatas 2:20–21;
Efesios 2:8; Filipenses 3:9; Hebreos 10:38; 1 Pedro 1:5).
 La salvación es un conflicto constante con la tentación y el pecado (Romanos 1:32; 1
Corintios 3:1–3, 5–8; 5:9–13; Hebreos 3:12–14; 12:1; 1 Juan 1:8; 3:8).
 La salvación del creyente se puede perder o abandonar por su alejamiento voluntario de
Cristo (Juan 17:12; 1 Timoteo 4:1; 5:12, 15; Hebreos 6:4–6, 10:26–27, 38; 2 Pedro 2:20; 1
Juan 5:16)

La doctrina de la salvación forma el núcleo de nuestra fe cristiana y pentecostal, proclamando


la victoria de Dios sobre el pecado en nuestra vida. Esta verdad resulta en liberación, sanidad
y vidas restauradas. Ya sea un nuevo miembro o un cristiano maduro, cada creyente debe
tener una comprensión clara de la salvación y la gran diferencia que esta verdad marca en
nuestra vida e iglesia. La única esperanza de redención para el hombre es a través de la sangre
derramada de Jesucristo, el Hijo de Dios. La salvación se recibe a través del arrepentimiento
para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. El hombre se convierte en hijo y heredero de Dios
según la esperanza de vida eterna por el lavamiento de la regeneración, la renovación del
Espíritu Santo y la justificación por la gracia a través de la fe (Lucas 24:47, Juan 3:3, Romanos
10:13-15, Efesios 2:8, Tito 2:11, Tito 3:5-7). La evidencia interna de la salvación es el testimonio
directo del Espíritu (Romanos 8:16). La evidencia externa ante todos los hombres es una vida
de justicia y verdadera santidad (Efesios 4:24, Tito 2:12).

EL ORDO SALUTIS.

Prácticamente en toda declaración de fe protestante, la doctrina de la salvación se clasifica


como una de las doctrinas cardinales del cristianismo. También es así en el pentecostalismo
clásico. La salvación, el bautismo en el Espíritu Santo, la sanidad divina, y la segunda venida
de Cristo son consideradas doctrinas cardinales que son esenciales para la misión esencial de
la iglesia de alcanzar al mundo para Cristo.

La clasificación como herejía de las modificaciones a la doctrina de la salvación tiene claros


paralelos con la manera en que la iglesia ha tratado tales aberraciones en el pasado. Pisamos
sobre terreno bíblico firme cuando guardamos celosamente la pureza de la doctrina de la
salvación, porque es la única doctrina en la Biblia por la que se pronuncia un anatema
(maldición) a quienes se atreven a pervertirla (Gr. metastrepsai) de acuerdo con Gálatas 1:6-
9. En este pasaje, Pablo declaró “bajo maldición” (NVI) a la persona o el ángel que distorsiona
el Ordo Salutis (el camino de la salvación) como se revela en las Escrituras. Dicho anatema se
establece dos veces para mayor énfasis, (versículos 8,9). El Apóstol consideró el Ordo Salutis
de tal fundamental importancia que aún un leve cambio comprometería la totalidad del
evangelio. El resultado sería la concepción de un “evangelio diferente” (versículo 6). A pesar
de esta terrible advertencia acerca de la desviación doctrinal, la doctrina de la salvación ha
sufrido más ataques herejes que ninguna otra doctrina bíblica.

Desde el primer siglo de la Era Cristiana, el evangelio ha sufrido por los intentos de hombres
pecadores de añadir pasos al Ordo Salutis. La iglesia primitiva fue testigo de los primeros
esfuerzos. El libro de los Hechos registra un movimiento dentro de la iglesia primitiva de
añadir a la salvación la circuncisión y la observancia de toda la ley de Moisés (Hechos 15:1,5).
Los judaizantes sostenían que los gentiles tenían que convertirse al judaísmo antes de que
Dios les concediera la salvación. Los creyentes convocaron al primer concilio en Jerusalén para
tratar este asunto que causaba división. Después de que todos tuvieron oportunidad de
hablar, prevalecieron el testimonio apostólico (versículo 14), la Palabra de Dios (versículos 15-
18), y la guía del Espíritu Santo (versículo 28), y los creyentes no añadieron estos dos requisitos
al Ordo Salutis.

Sin embargo, la victoria fue breve. Comenzando con el libro de Gálatas, que fue escrito
después del Concilio de Jerusalén, Pablo inició en su ministerio una implacable batalla contra
los judaizantes que persistían en su intento de cambiar el camino de la salvación. (compare
con Romanos 2 al 4; 1 Corintios 7:18-20; 2 Corintios 11:4-22; Gálatas 2:11-14; 5:6-11; Efesios
2:11; Filipenses 3:2,3; Colosenses 2:11; y Tito 1:10). Este conflictivo asunto sobrevivió la muerte
de Pablo y los apóstoles. Líderes cristianos como Ignacio de Antioquía también trató este
asunto en el segundo siglo (Epístola a los Magnesios 8:1; 10:3).

A través de los siglos, el Ordo Salutis ha estado bajo continuo ataque. En la Edad Media los
requisitos para la salvación incluían la aspersión, la afiliación satisfactoria a la iglesia adecuada,
la observancia periódica de la Comunión, y la asistencia periódica a la confesión. Después de
la Reforma Protestante, muchos grupos comenzaron a enseñar el bautismo en agua como un
paso necesario para la salvación. Recientemente se expresó un énfasis similar en los círculos
pentecostales. En 1916, muchos pastores e iglesias dejaron la recién organizada Asambleas
de Dios por un movimiento llamado Nueva Luz [New Light]. Basado en la revelación personal
en vez de las claras enseñanzas de las Escrituras, los seguidores de las enseñanzas de la Nueva
Luz sostienen que la verdadera salvación requiere los pasos adicionales del bautismo en agua
“solo en el nombre de Jesús” (en vez de la fórmula trinitaria que encontramos en Mateo 28:19)
y el bautismo en el Espíritu Santo con hablar en lenguas. La Iglesia Pentecostal Unida, la Iglesia
Apostólica, y los grupos pentecostales Solo Jesús todavía mantienen esta forma de Ordo
Salutis.

¿Cuál es entonces el sencillo y claro Ordo Salutis que aparece en las Escrituras? Es nada más
ni menos que: el arrepentimiento de los pecados y la confianza en Jesús como perdonar y
Señor. Solo el sacrificio de la sangre de Jesús en la Cruz puede hacer posible el perdón y la
reconciliación con Dios (Mateo 26:28; Juan 3:16; Hechos 20:28; Romanos 3:24,25; 5:9; Efesios
1:7; 2:13-26; Colosenses 1:14,20,22; Tito 2:14; Hebreos 9:14,26,28; 13:12,20; 1 Pedro 1:2,18-21;
1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5; 5:9; 7:14). Arrepentimiento, confianza, y sometimiento a su señorío
destina a los creyentes los efectos de su sacrificio (Juan 3:16; Hechos 3:19; 5:31; 10:43; 13:38,39;
16:31; 17:30; 20:21; Romanos 10:9,10; 1 Juan 1:9). Según las Escrituras, el sacrificio de Jesús es
suficiente para proveer para nuestra salvación. Solo se requiere la fe (confianza y obediencia
a Él) para aplicarla a la vida de los creyentes (Juan 3:16; Hechos 11:17; 15:9,11; Romanos
1:16,17; 3:27,28; 4:5,16; 5:1; 10:3-13; Gálatas 3:1,2; Efesios 2:8,9).

HERENCIA ARMINIANA Y WESLEYANA EN LA SOTERIOLOGÍA DEL PENTECOSTALISMO


CLÁSICO.

La posición soteriológica que mantienen típicamente las iglesias pentecostales se denomina


arminianismo, por Jacobo Arminio (1560–1609). El arminianismo fue luego desarrollado por
John Wesley; por lo que algunos pentecostales tal vez estén más familiarizados con el rótulo
de wesleyanos en vez de arminianos. Arminio fue un elogiado estudiante de Beza. En el
proceso de defender conceptos reformados, terminó discrepando con Calvino y Beza en los
temas de la gracia irresistible, la predestinación, y el libre albedrío. Luego de su muerte, los
seguidores de Arminio desarrollaron su pensamiento en más profundidad en Los cinco
artículos de la oposición (también llamados Los cinco artículos de reproche o de la
Remonstrancia) en 1610. El arminianismo se define brevemente a través de los denominados
5 puntos del arminianismo, los cuales también sosn sostenidos por el pentecostalismo clásico:

 Depravación Total: El hombre es naturalmente malo, e incapaz de salvarse a sí mismo.


 Elección Condicional- Dios elige para la salvación a todo aquel que responde por medio
de la fe, pues la salvación es por la fe (Efesios 2:8)
 Expiación Ilimitada o Universal: Cristo murió para salvar a todos los pecadores (Juan 3:16)
y su expiación es válida para todo aquel que cree en Jesucristo y lo reciba. De manera
que todos tienen la oportunidad de ser salvos. Dios no discrimina, no quiere que nadie
perezca, sino que espera que todos se arrepientan y sean salvos (2 Pedro 3:9)
 Gracia Resistible (Libre albedrío): Dios ha hecho al ser humano con la capacidad de elegir
su propio destino. Dios no decide en su lugar. Dios ofrece a toda su gracia, pero cada
uno es libre de aceptarla o rechazarla.
 Seguridad del Creyente en la Fe: Todo creyente está seguro de ser salvo, porque Dios lo
mantiene en la fe. Su seguridad depende de que se mantenga en la fe de Jesucristo y la
nueva vida de santidad que Él da al creyente.

EL ORDO SALUTIS ARMINIANO Y PENTECOSTAL CLÁSICO.

El Ordo Salutis es el “orden de la salvación”. Este se centra en el proceso de salvación y el


orden lógico de ese proceso. Cuando se dice que una persona particular fue o es “salva”, el
término es frecuentemente usado sin la profundidad de la Escritura o sin la apreciación de la
gracia de Dios. La Escritura define varios aspectos diferentes o pasos en la salvación de la
persona, desde el primer oír del evangelio hasta el camino para la eternidad en el cielo. Cada
uno de esos aspectos coincide, puesto que todos ellos son parte de la salvación de la persona,
mas ellos también mantienen sus características distintivas en las Escrituras en el plano
redentor.

1.- EL LLAMADO DEL EVANGELIO, EL EJERCICIO DE LA FE Y LA ELECCIÓN: El Padre


determinó que el camino normativo de la salvación debería ser a través de Su Palabra. La
Biblia coloca un énfasis muy grande sobre la lectura y predicación de Su Palabra, así como la
transmisión de ese evangelio a todas las personas. Este llamado general del Evangelio
contiene la supremacía de Dios, su ira contra el pecado, y la promesa de salvación a través de
su Hijo, exhorta a el hombre caído a arrepentirse en sus pecados y creer en la redención de
Cristo Jesús. (Isaías 55:7, Mateo 28:9-20, Romanos 10:14,17, 2 Timoteo 1:9-10, 3:15). Aquel
que oye el evangelio es confrontado con la culpa de su condición pecaminosa y la certeza de
un juicio justo contra él. Desesperándose por causa de su estado, él ve su única esperanza de
escape a través de Cristo y, capacitado por la gracia preveniente de Dios, ejerce fe en Cristo,
confía en la promesa de salvación y también se arrepiente de sus pecados. Por la fe él se
reconoce como un pecador necesitado de gracia, e implora a Dios por su poder y amor para
salvarlo a través de la sangre y la justicia de Cristo. A través del arrepentimiento él odia su
pecaminosidad y se vuelve a Dios como la única fuente de justicia y bondad, esforzándose
para vivir en obediencia a Él. Aquellos que se arrepienten y creen son convertidos de
seguidores de Satanás a seguidores de Dios (Isaías 55:11, Oseas 14:2,4, Hechos 17:30-31,
20:21, Romanos 1:17, Efesios. 1:17-18, 2:8). En ese momento, un pecador destinado
previamente al infierno, pasa ser parte de los elegidos.

2.- JUSTIFICACIÓN: La promesa del Evangelio es que aquellos que confían en el Señor serán
salvos. El perdón de los pecados del pueblo del Dios, y la justicia que permite al pecador estar
en la presencia de un Dios Santo, viene de la perfecta obediencia y del sacrificio expiatorio de
Cristo. Como un sustituto para el pecador arrepentido, dos cosas acontecen: Cristo obtiene
su salvación (del pecador arrepentido) y el derecho de estar delante de Dios, por cumplir la
ley de Dios y el pacto en lugar de él, y él carga el castigo por sus pecados. Como Cristo
cumplió esta tarea, Dios promete que aquellos que confían en Él tendrán la justicia de Cristo
imputada (o dada) a ellos, así como sus pecados serán imputados a Cristo. Así, como un santo
juez, Dios legalmente declara que su pueblo es “justo” o “sin culpa”. El pecador es justificado
delante del Señor cuando, en fe, Él descansa no sobre su propia bondad y/o buenas obras (de
las cuales el pecador no tiene ninguna), sino sobre la magnífica obra del Hijo de Dios (Jeremías
23:6, Romanos 3:24-26, 4.5-8, 5:17-19, Gálatas 2:16)

3.- REGENERACIÓN: El llamado general del Evangelio es hecho eficaz cuando el Espíritu
Santo hace que la Palabra de Dios sea entendida, apreciada y creída en el corazón del
individuo. Por causa de la naturaleza caída y pecaminosa del hombre, él está en enemistad
contra Dios y rehúsa reconocer la veracidad del Evangelio. Dios, por medio de su Espíritu,
cambia esa rebelión espiritual, regenerando, renovando y transformando la condición interna
de una depravada hacia una de amor por el Señor. Aquellos que responden al mensaje de
salvación y ejercen fe en Jesucristo son entonces renacidos, nacidos de nuevo, y sus ojos y
oídos son abiertos para ver las gloriosas verdades de la salvación de Dios. (Ezequiel 36:26-27,
Mateo 16:17, 1 Corintios 2:12-14, 2 Corintios 3:3,6, 2 Tesalonicenses 2:13-14, Tito 3.5)

4.- ADOPCIÓN: La gracia de Dios convierte a los pecadores de siervos de Satanás en siervos
de Cristo, más aún, Dios promete más que eso. El manifiesta su amor paternal para con los
pecadores perdidos adoptándolos como sus propios hijos. A través de la adopción, Él les da
todos los derechos, privilegios y protección, como perteneciendo a su familia y teniendo su
nombre. Ellos se vuelven hijos e hijos adoptivos del Padre, y hermanos, hermanas, y
coherederos con Cristo (Salmos 103:13, Juan 1:12, Romanos 8:15-17, Gálatas 4:5-7, Efesios
1:5).
5.- SANTIFICACIÓN: El próximo paso en este proceso de salvación es la obra purificadora
del Espíritu Santo en el andar diario del creyente. Los creyentes no solamente son presentados
como inocentes a través de la imputación de la justicia de Cristo, sino que ellos también se
desarrollan espiritualmente en la justicia por la palabra y por el Espíritu. Como el Espíritu
habita en el creyente, Él opera en ellos el crecer en la gracia y en el conocimiento, y produce
en ellos frutos y buenas obras espirituales. Sin embargo, nadie se puede tornar perfecto en
esta vida, y aunque esta santificación puede ser una obra muy larga y demorosa, los elegidos
son fortalecidos por la gracia de Dios para que ellos perseveren en la santidad (2 Corintios
7:1, Efesios 2:10, 5:26, 2 Tesalonicenses 2:13, Hebreos 13:20-21)

6.- GLORIFICACIÓN: Cuando un creyente muere, su alma va a la presencia de Dios mientras


él espera por la resurrección y redención de su cuerpo físico, allí es confortado y contempla
la gloria de Dios. La realización final de la salvación acontecerá cuando Cristo vuelva, reúna a
su pueblo, y lo glorifique junto a Él. Finalmente, la Biblia promete que la maldición del pecado
no existirá más, y que habitaremos con el Señor en perfecta paz, amor y alegría (Eclesiastés
12:7, Juan 5:28-29, Hechos 24:15, Romanos 8:30, 1 Corintios 15, 2 Corintios 5:1,6,8, Filipenses
1:23).

Estrictamente hablando, la fe no es parte de la salvación en el ordo arminiano, ya que dicho


aspecto es la condición que se cumple antes del acto de salvación de Dios. Todo lo que sigue
a la fe en el “ordo” arminiano es la salvación. La gracia preveniente hace posible la respuesta
de fe y la fe es la condición ordenada por Dios que debe ser cumplida antes de que Dios salve
al individuo. La fe es sinérgica en el sentido de que es una respuesta genuina que es posible
gracias a la gracia capacitadora de Dios. Todo lo que sigue (los diversos aspectos de la
salvación) es una obra monergista de Dios. Mientras que la salvación es resultado de la fe, la
fe no causa la salvación. Dios causa la salvación en respuesta a la fe de acuerdo con su
promesa de salvar a los creyentes.

La adopción se incluye tanto en la regeneración como en la glorificación. La regeneración es


el comienzo de la adopción mientras que la glorificación es la culminación de esta. La elección
está ligada a la unión con Cristo. Pasamos a ser los elegidos de Dios en nuestra unión con
Cristo (el elegido), ya que llegamos a participar en su elección a través de la unión y la
identificación con Él. La fe nos une a Cristo (Efesios 1:13) y todas las bendiciones espirituales
que residen en Cristo se convierten en las del creyente cuando se unen con Él (Efesios 1: 3-
12).

En términos temporales, estas bendiciones serían simultáneamente nuestras, pero


lógicamente es importante colocar la justificación antes de la regeneración y todo lo que
sigue, ya que primero se debe recibir el perdón y tener el pecado removido antes de la
recepción de la nueva vida y el alcance de la santidad (santificación). Uno no puede tener vida
mientras todavía está bajo la condenación del pecado y la ira de Dios porque “la paga del
pecado es muerte”. Y uno no puede ser santificado aparte de la justificación. Así que, en el
momento en que estamos unidos a Cristo, somos purificados por su sangre y nueva vida y
santidad inmediatamente resultan de esa purificación. Bajo este ángulo soteriológico, la
predestinación se refiere al destino predeterminado de los creyentes a través de la unión con
Cristo. Los creyentes han sido predestinados a la adopción final y a la conformidad con la
imagen de Cristo (glorificación). La predestinación no hace referencia a la predeterminación
de Dios de ciertos pecadores a convertirse en creyentes y ser finalmente salvados.

CONCLUSIÓN.

Como embajadores de Cristo, hemos de predicar el mensaje del Rey como heraldos fieles: la
buena noticia del Hijo de Dios que fue crucificado y resucitado para rebeldes ingratos como
nosotros. Por tanto, el llamado es para cada uno de nosotros a predicar este glorioso mensaje
el cual es capaz de transformar el corazón de los seres humanos y frenar la maldad de este
mundo que se manifiesta en violencia, fraudes, muertes, extorsiones, hogares destruidos por
la infidelidad conyugal, abortos, delincuencias, etc. Para Dios esta labor es sumamente
importante que aun desde el Antiguo Testamento les encomendara tal tarea: “Harás
congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus
ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir
todas las palabras de esta ley” (Deuteronomio 31:12). De igual manera la iglesia del Señor
tiene esta misma encomienda: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20). Los pentecostales hemos hecho nuestra la
responsabilidad de compartir el mensaje salvador del evangelio. Como Pablo nosotros somos
responsables de trastornar el mundo de las tinieblas anunciando este glorioso mensaje a
aquellos que viven en las tinieblas: ¡Sólo Cristo salva! No hay otro camino. La salvación está
disponible para todo aquel que quiera venir a Él.
31. ¿Decadencia pentecostal o
avivamiento calvinista?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Algunos calvinistas están tratando de tomar las iglesias arminianas de forma engañosa y
sigilosamente ¡Y los arminianos lo estamos permitiendo! La influencia calvinista es a menudo
más palpable en aquellas iglesias que no tienen confesión o declaración de fe, pero no se
limita a ellas. Tomemos, por ejemplo, la denominación pentecostal más grande del mundo,
las Asambleas de Dios. Aunque son una consecuencia del metodismo wesleyano y, por lo
tanto, tradicionalmente arminianos en su doctrina de la salvación, su “Declaración de
Verdades Fundamentales” no excluye el calvinismo de forma directa. Esto ha permitido que
muchos pastores y líderes estén influenciados por el calvinismo y lleguen incluso a
considerarlo una posibilidad teológica. Tal descuido llevó a una crisis teológica dentro de
algunas iglesias locales en los Estados Unidos, en donde muchas congregaciones, durante un
período de transición pastoral, descubrieron que su nuevo pastor resultó ser un calvinista de
cinco puntos sin haberlo revelado durante las entrevistas del comité de búsqueda pastoral de
la iglesia. Las verdaderas intenciones del nuevo pastor sólo salieron a luz cuando éste intentó
imponer el calvinismo a la congregación.

Ante al avance del calvinismo en sus filas, y su infiltración incluso en seminarios teológicos,
las Asambleas de Dios se vieron obligadas a responder:

“La creciente popularidad de la teología reformada entre los ministros más jóvenes y los
estudiantes que se preparan para el ministerio ha llamado la atención del movimiento
contemporáneo evangélico en América y otras partes. Por un lado, el amor por la Escritura y
la teología, junto con el fervor por Cristo y su obra, son una fuente de gran aliento. Por otro
lado, hay cierta preocupación que, al adoptar la teología reformada apresuradamente,
algunos individuos provenientes de trasfondos más wesleyanos y arminianos tal vez no hayan
considerado con detenimiento las diferencias esenciales entre las respectivas tradiciones… De
hecho, hay un continuo debate filosófico en torno al equilibrio entre la soberanía divina y la
responsabilidad humana, que deriva de esta discusión. En un extremo, se afirma que Dios, el
destino, o alguna otra fuerza es el único agente activo en el universo que ejerce su influencia
sobre seres humanos impotentes. En el otro extremo, se argumenta que la humanidad puede
hacer lo que quiere y no necesita justificarse ante ningún poder superior, pues ciertamente es
posible que ni siquiera exista. El cristianismo rechaza con toda razón ambos extremos como
contrarios a la Biblia. Al mismo tiempo, hay cristianos sinceros que reivindican diferentes
perspectivas en cuanto al equilibro entre el control divino de Dios y la responsabilidad
humana. En la actualidad, las dos posiciones fundamentales en el cristianismo protestante son
generalmente etiquetadas como teología reformada y teología arminiana… Debe notarse
también la diversidad entre los grupos reformados y arminianos. Ambos grupos abarcan tanto
carismáticos como secesionistas, y muchas otras expresiones teológicas diferentes. Para
muchos, la expresión más notable e influyente de la teología reformada se da a través de
aquellos que se denominan «neo-reformados»… Si bien la diferencia fundamental entre los
pensadores reformados y arminianos (incluso las Asambleas de Dios, entre los últimos)
concierne a la soteriología, hay otros puntos de divergencia que a menudo siguen la teología
reformada y, en particular, el movimiento neo-reformado. Muchos de los pensadores
denominados «jóvenes, preocupados y reformados», no se aferran con demasía a los cinco
aspectos de TULIP, siendo la expiación limitada el principio que se cuestiona con más
frecuencia. De este modo, algunos se identifican como calvinistas de 4, 3 o 5 puntos. Otros
entre los neo-reformados son más estrictos en su soteriología que muchos calvinistas
moderados, una vez más, teniendo en cuenta el peligro de considerar como un grupo
homogéneo a todos los que se identifican como reformados… Aunque los movimientos
reformados en general han sido secesionistas en cuanto a la pneumatología, rechazando las
manifestaciones actuales del Espíritu Santo, hay algunos entre los neo-reformados que están
abiertos a los dones o que hablan en lenguas… Una problemática bastante frecuente que
promueven los neo-reformados es el complementarianismo, en algunos casos con el rechazo
de cualquier participación ministerial para las mujeres y, en otros casos, con la limitación del
ministerio de las mujeres a un ámbito muy limitado. Éste es un asunto con el que las
Asambleas de Dios están en desacuerdo, como se expresa en nuestra declaración oficial sobre
las mujeres en el ministerio… Cuando el pensamiento reformado se profundiza y se lleva al
extremo de eliminar toda responsabilidad humana, debemos rechazarlo y permanecer fieles
al llamado y ejemplo de Cristo y sus discípulos, de guiar a todos al Señor y ofrecerles
salvación.” [1]

En muchos sentidos, la respuesta de las Asambleas de Dios buscaba preservar la unidad


dentro de la denominación. Su fin era, según los mismos redactores de la
Declaración, “identificar en un espíritu de respeto y conciliación las áreas de acuerdos y
desacuerdos, ofreciendo una base para fomentar la conversación, la comprensión, y también
los motivos de discrepancia.” Afirmando en tono conciliador que “Muchos de nosotros hemos
aprendido mucho al estudiar y dialogar con maestros y amigos de la tradición reformada que
estimamos, apreciamos y admiramos, aunque hemos llegado a conclusiones diferentes sobre
ciertos aspectos de la salvación personal.” [2]
Tal actitud es loable, pues mientras que en asuntos teológicos hay claras diferencias entre los
que se autodenominan arminianos y reformados, ciertamente es más lo que nos une que lo
que nos separa. Sin embargo, tal comunión no siempre será posible. Y la tolerancia tampoco
implica que bajemos la guardia y veamos como nuestros jóvenes son instruidos de forma
incorrecta en los extremos peligrosos del calvinismo. ¡Los arminianos debemos despertar y
defender lo que sabemos que es correcto!
¿PORQUÉ EL CALVINISMO SE HA VUELTO POPULAR EN ALGUNOS CÍRCULOS?
¿Por qué es atractivo el calvinismo para las personas que hasta ahora han estado en iglesias
no reformadas? ¿Qué ve la gente, especialmente aquellos que ya son cristianos, en el
calvinismo? En particular, ¿Por qué es atractivo para las personas en iglesias arminianas?

1.- PROFUNDIDAD INTELECTUAL: Tradicionalmente, el evangelicalismo popular, y


particularmente el pentecostalismo, se puede caracterizar como un movimiento religioso
heterogéneo, variopinto y lleno de diversidad, pero con poca profundidad teológica. ¿Cuántos
jóvenes en nuestras iglesias han sido desanimados y hasta expulsados (indirectamente) por
atreverse a hacer preguntas teológicas y filosóficas difíciles? El calvinismo, por el contrario,
alienta un cierto nivel de profundidad teológica, en parte quizás porque las paradojas pueden
ser difíciles de mantener de forma simplista. A su favor, el calvinismo no evita las preguntas
duras y perennes de la teología.

2.- TRADICIÓN RELIGIOSA: El pensamiento reformado tiene una historia significativa que,
en comparación con otras iglesias, particularmente pentecostales, parece antigua. Los credos
y las confesiones de fe dan forma a esta tradición, al igual que la impresionante variedad de
pensadores talentosos y profundos, desde Juan Calvino hasta Jonathan Edwards, Abraham
Kuyper y Karl Barth, por nombrar algunos. El calvinismo aprovecha inadvertidamente la
ignorancia de las personas sobre las alternativas, histórica y teológicamente. Debido a que a
muchos evangélicos no se les ha animado a pensar profundamente en sus propios contextos
eclesiales, o tal vez se les ha desanimado a hacerlo, entonces se aferran a la primera opción
cristiana que fomenta la reflexión teológica. Y como no tienen conocimiento de la historia de
la iglesia, entonces una tradición de 500 años, o incluso una tradición de 1500 años, suena
muy antigua y confiable en comparación con una tradición de 100 años o ninguna tradición
en absoluto. Se aferran a lo primero que les da ese sentido beneficioso de la tradición. Estas
dos primeras razones también son paralelas a las razones del éxodo de muchos a las iglesias
católica romana y ortodoxa oriental. Pero muchos cristianos que desean mantenerse fieles a
la Reforma, la teología reformada es un destino popular.

3.- APARIENCIA DE FIDELIDAD BÍBLICA: Los teólogos y predicadores reformados tienen un


gran respeto por las Escrituras. Su apelación a las Escrituras para todos los asuntos doctrinales
es atractiva para cualquiera que tenga un respeto similar por las Escrituras. También tienen
algunos pasajes que, leídos a través de una lente reformada, parecen apoyar la teología
reformada. De hecho, si los calvinistas no tuvieran textos que parecieran apoyar sus puntos
de vista, probablemente no habría calvinistas. Eso no quiere decir que sus opiniones sean
correctas, como 2 Pedro 3:15-16 nos recuerda: “Tengan presente que la paciencia de nuestro
Señor significa salvación, tal como les escribió también nuestro querido hermano Pablo, con
la sabiduría que Dios le dio. En todas sus cartas se refiere a estos mismos temas. Hay en ellas
algunos puntos difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes tergiversan, como lo
hacen también con las demás Escrituras, para su propia perdición.” (2 Pedro 3:15-16, NVI).
4.- APARENTE TEOCENTRISMO: Los calvinistas insisten en que su teología es
verdaderamente teocéntrica y no centrada en el hombre o antropocéntrica. Desde la
concepción calvinista, su teología es la única que proclama a un Dios que salva y que, por lo
tanto, es la única que da gloria a Dios y defiende su soberanía (y tratarán ardientemente de
hacerte creer que es así); por otro lado, ven al arminianismo como una teología
antropocéntrica semi-herética que habla de un Dios que permite al hombre salvarse a sí
mismo o contribuir con Dios en el proceso y que, por consiguiente, le roba a Dios la gloria y
exalta el albedrío humano. Obviamente, tales afirmaciones hacen parecer al sistema calvinista
como el mejor, mientras que el arminianismo es presentado como una herejía horrible. Esa es
una falsa y ofensiva caricaturización del arminianismo, pero es lo que el calvinismo pretende
hacerle creer a aquellos que busca convertir. Degradando con mentiras al arminianismo
pretende brillar en el mundo evangélico, presentándose como la única opción válida de
cristianismo.

5.- CONFORT Y SEGURIDAD AL SABER QUE DIOS ESTÁ EN CONTROL: Cuando el mundo
y nuestras propias vidas parecen caóticos y están fuera de control, es reconfortante creer que
nada puede resistir la voluntad y el plan de Dios. Si Dios ha predestinado cada evento de la
existencia ¿Qué podría salir mal? Cada detalle es parte del gran plan.

ES TIEMPO DE EXAMINARNOS A NOSOTROS MISMOS.


El avance del calvinismo y el neo-calvinismo solo ha sido posible gracias a nuestro descuido
como arminianos y a los grandes errores cometidos por las iglesias emblemáticas de dicha
teología. Nosotros, los pentecostales, tenemos mucha culpa en ello. Aprender de nuestros
errores es indispensable; identificar lo que los calvinistas están haciendo bien y nosotros no,
lo es aún más. Las iglesias pentecostales y otras comunidades típicamente no reformadas
pueden aprender muchas cosas positivas de la tradición Reformada.

 UNA VISIÓN MÁS GRANDE DE DIOS Y SU GLORIA: Lo que los pentecostales


necesitamos aprender es que Dios no es nuestro “amigote celestial” “ni el genio que
concede deseos y se somete a nuestros caprichos” en el cielo. Dios no existe para
responder de forma sumisa a nuestras oraciones por salud y riqueza, Él no se somete a
nuestras confesiones positivas, decretos o declaraciones, sino que es un Dios
absolutamente trascendente, santo y completamente diferente. Quien es la belleza y la
verdad. La teología reformada ofrece al pentecostalismo, y al evangelicalismo en general,
una visión de la majestad de Dios que pareciera hemos olvidado. Sin embargo, en nuestro
intento por corregir lo erróneo, debemos tener cuidado de no caer en el extremo
peligroso del calvinismo: A diferencia del Dios de la teología reformada, la Biblia nos
enseña también que el Dios del cristianismo es un Dios que nos ama y nos creó a todos
para la comunión eterna con él.

 SOBERANÍA DIVINA VS. DEÍSMO PRÁCTICO: Muchos de los que se autodenominan


arminianos suelen ver a Dios como un observador pasivo, un relojero que terminó su
creación y la dejó funcionando sola. Este tipo de teología nos hace creer que estamos
prácticamente por nuestra cuenta, lo cual no es cierto. Más bien, tal cual lo sostiene el
calvinismo (y de hecho, el arminianismo clásico) Dios sabe el fin desde el principio y
resuelve todas las cosas para el bien de quienes lo aman; Él es aquel en quien
continuamos viviendo, moviéndonos y teniendo nuestro propio ser. Los arminianos, al
igual que los calvinistas, necesitamos entender que Dios es soberano. Pero, a diferencia
de lo que ocurre en la teología reformada, la soberanía no debe significar la
determinación de nuestra salvación sin nuestra voluntad, y ciertamente no debe significar,
como lo insinúan algunos neo-calvinistas, que Dios es la causa directa y eficiente del mal.

 LA GRACIA DIVINA Y LA DEPENDENCIA HUMANA FRENTE A LA HABILIDAD


HUMANA Y LA AUTONOMÍA INDIVIDUAL: Lo que muchos arminianos podemos
aprender de la teología reformada es que la salvación no se trata de que Dios nos deje
solos y ahora ponga la pelota en nuestra cancha. La salvación de nuestras almas no
descansa en nosotros mismos, sino en Dios. Pareciera que muchas iglesias que se
autodenominan arminianas han olvidado que Dios es el que inicia y completa la salvación
y quien debe recibir toda la gloria por nuestra salvación. Es Dios quien produce así el
querer como el hacer (Filipenses 2:13), es Dios, por su gracia, quien nos permite
perseverar hasta el fin para salvación (Judas 1:24). Por otro lado, debemos tener cuidado
con el extremo peligroso del calvinismo: A diferencia de la teología reformada, tenemos
algo que decir en el proceso de conversión. La gracia no anula la libertad
humana (Deuteronomio 30:15-19).

 PROFUNDIDAD TEOLÓGICA VS. SUPERFICIALIDAD DEMASIADO SIMPLISTA: Lo que


podemos aprender de los calvinistas es que las respuestas fáciles a las preguntas
reflexivas no son útiles, y la ignorancia per sé no es una virtud cristiana. Más bien, se nos
manda amar a Dios con toda nuestra mente y agregar a nuestra fe, conocimiento. ¡Pero
cuidado! La teología debe basarse en toda la Escritura y en la Escritura sola, no en
tradiciones humanas, filosofías de hombres y conocimiento vacío. La voluntad de Dios
para la creación no es un misterio reservado solo a los sabios. Este ha sido el error
arrogante del calvinismo: Considerarse a sí mismos la élite intelectual y elegida del
cristianismo. La erudición es buena, pero enterrar nuestra relación con Dios en medio de
catecismos, disertaciones filosóficas y teoría sin espiritualidad, es inútil. El intelectualismo
jamás debe superar nuestra relación con Dios (1 Corintios 2:1-16).

 APRECIACIÓN POR LA HISTORIA DE LA IGLESIA Y LA TRADICIÓN CRISTIANA: Los


pentecostales principalmente, pero no exclusivamente, podemos aprender que en el
cristianismo no solo somos mi Biblia y yo. Dios nos colocó en una comunidad guiada por
el Espíritu, y esa comunidad incluye no solo a aquellos que todavía están caminando, sino
a millones de cristianos en el pasado que, desde el siglo primero de nuestra era,
defendieron con valentía la fe cristiana histórica y nos han dejado un vasto legado de
conocimiento en sus escritos. No podemos rechazar el legado de nuestros antepasados
en la fe. Por el contrario, aceptarlo nos enriquece. ¡Pero cuidado! La historia de la iglesia,
esa nube de testigos, incluye más que a Agustín, Lutero y Calvino. Ese es el error de los
reformados.

¿CÓMO EL MAL EJEMPLO DE ALGUNOS PENTECOSTALES HA IMPULSADO EL


CALVINISMO?
Para nadie es un secreto que el pentecostalismo (que aspira a una fresca y renovada
espiritualidad cristiana) se ha transformado, paradójicamente, en una religión materialista,
preocupada de los templos y de que sus creyentes tengan carreras exitosas, mejores trabajos,
quizás influenciado por el neopentecostalismo. La nueva oferta religiosa del pentecostalismo
está dirigida en torno a la salud, trabajo, prosperidad, etc. Las prédicas y los mensajes
religiosos manifestados en la música son mensajes terapéuticos, individualistas,
economicistas y exitistas. Lo que parecía ser nuestra fortaleza se convirtió en nuestra ruina: La
gran capacidad del pentecostalismo para adaptar su discurso al contexto social, cultural e
histórico. Dicha habilidad nos permitió a los pentecostales convertirnos en uno de los pocos
movimientos religiosos que aún siguen creciendo, aunque muchos piensan que hemos
llegado ya al techo de nuestro crecimiento. ¡Sólo el tiempo lo dirá!

Los efectos que ha tenido la secularización en el pentecostalismo, como la pluralidad religiosa,


la subjetivación de la religión y la existencia de una creciente mundanalidad, ha derivado en
que la gente que antes no se interesaba por el pentecostalismo, hoy lo haga, porque la oferta
ya no está basada en la vida eterna, el cielo o el infierno, sino en cómo ser feliz aquí en la
tierra. Este proceso de secularización del pentecostalismo se evidencia en cuatro aspectos
concretos:

1. El exilio de la muerte por la sanidad y los milagros económicos.


2. El desinterés por la creencia pre milenarista y la predicación escatológica debido a la
movilidad social, el reconocimiento social y la legitimación política de los pastores; como,
asimismo, la movilidad social de los creyentes a través del interés por el estudio y el
acceso a mejores condiciones laborales. El pentecostalismo ha pasado de esperar un
futuro reino milenario de Cristo a aspirar un reinado terrenal de la iglesia, aquí y ahora.
3. Abandono de la predicación sobre el infierno y el cielo. Las predicaciones y el miedo por
el infierno han disminuido o han sido totalmente eliminadas en algunas iglesias. Las
promesas celestes, como salud, vivienda, alimentación, trabajo, paz y justicia, se viven en
la tierra, aunque el cielo sigue siendo una promesa plausible, pero puede esperar un poco.
Con el aumento de la expectativa de vida y el acceso a los estudios universitarios, se
puede traer algo del cielo a la tierra; el futuro al presente; y la promesa, a realidad.
4. Declive del fervor pentecostal; esto tiene que ver con la apatía, la pérdida de la pasión
pentecostal por predicar, asistir al templo o cumplir ritos sacrificiales como el ayuno y la
oración comunitaria; además, hay un tendencia a la movilidad intrapentecostal; es decir,
un creyente que va de una iglesia a otra.
En la conciencia pentecostal ahora está la bendición material: la prosperidad económica, la
salud, el cuidado del cuerpo, los estudios universitarios, la casa propia y el automóvil propio.
La meta suprema de muchos pastores no es ya que su congregación crezca en conocimiento
de la sana doctrina y fervor pentecostal, sino entregar la congregación en manos de su hijo,
con un templo de material sólido, con el vehículo pastoral y con un reconocimiento
sociopolítico. La meta suprema de un padre o de una madre cristiana es ver que sus hijos sean
profesionales, tengan trabajo seguro, casa propia y asistan a la iglesia. Nuestra teología del
sufrimiento ha sido cambiada por la teología de la prosperidad. La buena muerte ya no es
morir predicando, sino “morir lleno de días bendecido”. El pentecostalismo global se ha
estancado, sobre todo en las grandes denominaciones, por su lucha y fascinación por el
poder, y por el desencanto ético que esto produce. El pentecostalismo nació y se desarrolló
como un movimiento religioso comprometido con la verdad, la justicia y la equidad de los
pobres, oprimidos y desheredados. Los pastores y pastoras adquirieron ese compromiso con
empatía porque pertenecían a ese grupo social, Sin embargo, ¿Hoy quién quiere identificarse
con los pobres? O, más bien, ¿Hoy quién se identifica como pobre? ¿Acaso no es vista como
señal de desaprobación divina en muchas iglesias pentecostales de nuestra época? El
calvinismo ha visto nuestros puntos débiles y los ha sabido capitalizar a su favor.

CONCLUSIÓN.

Mis amados hermanos pentecostales:


¡Necesitamos volver a nuestras raíces! De no hacerlo, no debería extrañarnos que, en el futuro,
muchos dejen de ver nuestras iglesias como opciones legítimas para un auténtico
cristianismo. Tampoco debería extrañarnos que el calvinismo, hasta hace unas décadas casi
desconocido en Latinoamérica, esté cobrando impulso y atacando nuestras bases, nuestra fe
y nuestras denominaciones. O corregimos lo que está mal en nosotros, o perderemos el
sentido de nuestra existencia como movimiento. El calvinismo no está creciendo porque tenga
la razón en sus postulados, o porque sea una mejor opción de cristianismo que el
arminianismo o el pentecostalismo. Está creciendo por causa nuestra, por nuestros descuidos.
El calvinismo crece gracias al mal ejemplo del pentecostalismo y su miope visión de su estado
actual.

Amados hermanos arminianos no pentecostales:


Si bien es cierto nosotros los pentecostales tenemos mucha de la culpa, el avance del
calvinismo no es solo culpa nuestra. Crece también porque muchos arminianos no
pentecostales ni siquiera entienden las bases de su propia fe arminiana, diluyendo a veces el
arminianismo junto a creencias heréticas como el pelagianismo y el semipelagianismo. ¡Ambos
grupos necesitamos poner nuestras barbas en remojo! ¡Hay mucho que corregir, mucho que aprender!

REFERENCIAS.
[1] UNA RESPUESTA DE LAS ASAMBLEAS DE DIOS A LA TEOLOGÍA REFORMADA (ADOPTADA POR EL PRESBITERIO
GENERAL EN SESIÓN EL 1 Y 3 DE AGOSTO DE 2015).
[2] Íbid.
32. El Pentecostalismo Unicitario: Un
desafío a la ortodoxia pentecostal.

Por: Pastor Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

El concepto de la trinidad de Dios está presente a través de toda la Escritura. No es un


concepto que sea fácilmente comprendido por la mente finita. Y debido a que el hombre
quiere que todo tenga sentido en su teología, regularmente se levantan movimientos
heréticos para tratar de explicar la naturaleza de Dios. Desde luego, esto sencillamente no
puede lograrse sin violentar el texto bíblico. Los cristianos han llegado a aceptar que la
naturaleza de Dios no está sujeta a limitaciones que nos gustaría imponerle. Simplemente le
creemos cuando nos dice, “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así
son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos.” (Isaías 55:8-9). Si no podemos entender Sus pensamientos y caminos,
aceptamos que tampoco podemos comprender Su naturaleza. El pentecostalismo no ha
estado exento de la aparición de grupos heréticos antitrinitarios dentro de sus filas. Prueba
de ello es la existencia del movimiento conocido como “Solo Jesús”.

El movimiento “Solo Jesús,” también conocido como Pentecostalismo Unicitario, o teología


de la unicidad, enseña que solo hay un Dios, pero niega la trinidad de Dios. En otras palabras,
la unicidad teológica no reconoce a las diferentes personas de la Trinidad; Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Tiene varias formas – algunos ven a Jesucristo con el único Dios, quien a veces
se manifiesta a Sí Mismo como el Padre o el Espíritu Santo. La doctrina central del
pentecostalismo unicitario /solo Jesús, es que Jesús es el Padre y Jesús es el Espíritu. Hay un
Dios que se revela a Sí Mismo en diferentes “maneras.”

Esta enseñanza de Solo Jesús/Pentecostalismo Unicitario ha estado vigente por siglos, de una
u otra forma, como modalismo o sabelianismo. El modalismo enseña que Dios se ha revelado
a Sí Mismo en tres modalidades o formas en diferentes momentos – a veces como el Padre,
otras como el Hijo, y otras como el Espíritu Santo. Pero pasajes como Mateo 3:16-17, donde
dos o las tres Personas de la Trinidad están presentes, contradice la visión modalista. El
modalismo fue condenado como herético ya en el siglo II d.C. La iglesia primitiva condenó
fuertemente la opinión de que Dios es estrictamente una Persona singular que actuó en
formas diferentes en diferentes momentos. Ellos afirmaban que, en base a la Escritura, la tri-
unidad de Dios es evidente en que más de un Persona de la Divinidad es vista a menudo
simultáneamente, y con frecuencia interactúan una con la otra (Génesis 1:26; 3:22; 11:7;
Salmos 2:7; 104:30; 110:1; Mateo 28:19, Juan 14:16). Por tal razón, la doctrina del
Pentecostalismo Unicitario/Solo Jesús, es considerada antibíblica de acuerdo con la ortodoxia
cristiana. A algunos practicantes aislados del pentecostalismo unicitario se les ha criticado
incluso por sostener ciertas posturas arrianas. No obstante, las acusaciones de herejía han
sido insuficientes para frenar el crecimiento de dicho grupo religioso. Actualmente, el número
de creyentes pentecostales unicitarios supera ya los 40 millones de adherentes alrededor del
mundo.

¿CÓMO SURGIÓ EL PENTECOSTALISMO UNICITARIO?


El pentecostalismo unicitario surgió del movimiento pentecostal, que tiene sus orígenes en
las enseñanzas de Charles Parham en Topeka, Kansas y del Avivamiento de la Calle Azusa
liderado por William J. Seymour en 1906. Rechazados por las iglesias históricas, los
pentecostales comenzaron a formar sus propias organizaciones. Uno de estos nuevos grupos
fue las Asambleas de Dios que se formó en 1914.

Algunos predicadores evangelistas pentecostales y comenzaron a aceptar y predicar la


doctrina de la Unicidad y el bautismo el nombre de Jesús durante ese tiempo, lo que condujo
a fricciones dentro del nuevo movimiento. Cuando las Asambleas de Dios oficialmente
afirmaron la doctrina tradicional de la Trinidad en su Cuarto Concilio General en octubre de
1916, los pentecostales unicitarios se vieron obligados a retirarse. Dos meses más tarde, varios
ministros unicitarios se reunieron en Eureka Springs, Arkansas, y el 2 de enero de 1917,
formaron una organización Pentecostal Unicitaria llamada Asamblea General de las
Asambleas Apostólicas.

La Asamblea General de las Asambleas de la Sede Apostólica se fusionó con otra iglesia, las
Asambleas Pentecostales del Mundo (Pentecostal Assemblies of the World – PAW) y aceptó
el liderazgo de G. T. Haywood, un afroamericano. Este grupo celebró la primera reunión en
Eureka Springs en 1918. Esta organización interracial adoptó el nombre de la PAW y
permaneció como el único organismo Pentecostal Unicitario hasta finales de 1924. Las leyes
Jim Crow del sur, junto con otras normas raciales y culturales, condujo a que muchos
dirigentes blancos salieran de la PAW en vez de permanecer bajo el liderazgo afroamericano.
Muchas congregaciones locales en el Sur, no obstante, quedaron integradas mientras que
intentaran cumplir con las leyes de segregación local.

En 1925, se formaron tres nuevas iglesias unicitarias: las Iglesias Apostólicas de Jesucristo, la
Alianza Ministerial Pentecostal, y la Iglesia de Emmanuel en Jesucristo. En 1927, se dieron
pasos hacia la reunificación de estas organizaciones. Reunidos en un convenio conjunto en
Guthrie, Oklahoma, la Iglesia de Emmanuel en Jesucristo y las Iglesias Apostólicas de
Jesucristo se fusionaron, tomando el nombre de la Iglesia Apostólica de Jesucristo. Esta fusión
unió alrededor de 400 ministros pentecostales de la Unicidad. En 1931, una conferencia de
unidad con representantes de cuatro organizaciones unicitarias se realizó en Columbus, Ohio,
tratando de unificar a todos los pentecostales Unicitarios de Estados Unidos. La Alianza
Ministerial Pentecostal votó a favor de fusionarse con la Iglesia Apostólica de Jesucristo, pero
los términos de la fusión propuesta fueron rechazados por ese organismo. Sin embargo, una
unión entre la Iglesia Apostólica de Jesucristo y la PAW se consumó en noviembre de 1931.
El nuevo organismo mantuvo el nombre de las Asambleas Pentecostales del Mundo.

En 1932, la Alianza Ministerial Pentecostal cambió su nombre a la Iglesia Pentecostal


Incorporada para reflejar su estructura organizativa. En 1936, ministros de la Iglesia
Pentecostal Incorporada, votaron para trabajar hacia una fusión con las Asambleas
Pentecostales de Jesucristo. La unión final, sin embargo, resultó difícil de conseguir hasta 1945
cuando estas dos organizaciones Pentecostales unicitarias se integraron para formar la Iglesia
Pentecostal Unida Internacional. La fusión de estos dos organismos pentecostales de la
Unicidad unió a 1.838 ministros y aproximadamente 900 iglesias. En los últimos años, la IPUI
se ha vuelto étnicamente más diversa. Numerosos pastores, presbíteros y superintendentes
de distrito afroamericanos ocupan posiciones de liderazgo en la IPUI hoy día. La comunidad
hispana/latina tiene su propio organismo de la IPU llamada Iglesia Pentecostal Unida Hispana
Inc., con congregaciones localizadas por todos los Estados Unidos. La IPUI es, hoy por hoy, la
mayor de las iglesias del pentecostalismo unicitario, pero no es la única. Otras
denominaciones pentecostales unicitarias de importancia numérica son la Iglesia Apostólica
Internacional, la Iglesia de Jesús en Filipinas, la Asamblea del Señor Jesucristo, la Iglesia de
Nuestro Señor Jesucristo de la Fe Apostólica, los Cristianos Evangélicos en el Espíritu de los
Apóstoles, la Verdadera Iglesia de Jesús, las Asambleas Pentecostales del Mundo, Inc., la
Iglesia del Espíritu Santo de Jesús, la Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, la Iglesia
Apostólica de Pentecostés de Canadá, las Asambleas Pentecostales de Jesucristo y la Iglesia
Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, entre muchas otras.

(Para un mayor estudio referente a la historia del pentecostalismo unicitario,


recomiendo la lectura del libro en inglés: Bernard, David. 1999, A History of Christian
Doctrine, Volume Three: The Twentieth Century A.D. 1900–2000. Hazelwood, MO: Word
Aflame Press).

CREENCIAS DISTINTIVAS DEL PENTECOSTALISMO UNICITARIO.

I.- UNICIDAD DE DIOS:


El pentecostalismo unicitario se adhiere al concepto de Unicidad de la Deidad, en contraste a
católicos, ortodoxos y protestantes de entendimiento tradicional, que incorporan el dogma
trinitario. Por lo tanto, un entendimiento de la Unicidad es fundamental para comprender la
posición del pentecostalismo unicitario. Mientras que los Trinitarios creemos que Dios es un
ser que existe eternamente como tres personas que son uno en esencia, la enseñanza de la
Unicidad afirma que Dios es un espíritu singular. “Padre”, “Hijo” y “Espíritu Santo” no son más
que los títulos que reflejan las diferentes manifestaciones del Único Dios Verdadero en el
universo. El Padre y el Espíritu Santo son uno y el mismo, dice esta doctrina; “Padre” se refiere
a Dios en relación paternal, mientras que “Espíritu Santo” se refiere a Dios en su actividad.
Según este entendimiento de la Deidad, estos dos títulos no reflejan personas distintas en la
Deidad, más bien dos diferentes maneras en que el único Dios se revela a sus criaturas.

Según el entendimiento de la Unicidad, el “Hijo” no existe en alguna forma antes de la


encarnación de Jesús de Nazaret, excepto en la presciencia de Dios. En Jesús, Dios tomó carne
humana en un momento preciso en el tiempo, sin dejar de ser plena y eternamente Dios:
“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Juan 1:1-14; 1 Timoteo
3:16, Colosenses 2:9). Así, el Padre no es el Hijo (esta distinción es fundamental), pero está en
el Hijo como la plenitud de su naturaleza divina (Colosenses 2:9). Para el pentecostalismo
unicitario, Jesús es el único Dios verdadero, manifestado en la carne. Por esta razón, prefiere
usar el título “Hijo de Dios” en lugar de “Dios el Hijo” para referirse a Cristo.

El pentecostalismo unicitario cree que su concepción de la Deidad es fidedigna al monoteísmo


estricto del cristianismo primitivo, lo cual es cuestionable tanto bíblica como históricamente.
Ellos contraponen sus puntos de vista no sólo con el Trinitarismo, sino también con el
arrianismo adoptado por la Santos de los Últimos Días (mormones), que creen que Cristo era
“dios” totalmente separado del Padre y del Espíritu Santo, y los Testigos de Jehová, que lo ven
como una deidad menor que su padre. El entendimiento de Dios dentro del pentecostalismo
unicitario es similar al Modalismo, aunque no puede ser exactamente caracterizado como tal.
Así pues, esta diferencia entre el pentecostalismo unicitario y otros pentecostales y
evangélicos (tal como las Asambleas de Dios), ha provocado que las iglesias nacidas del
pentecostalismo unicitario sean caracterizadas como sectas.

II.- SOTEROLOGÍA:
El pentecostalismo unicitario deriva su soteriología de Hechos 2:38 y Juan 3:3-5. Creen que, a
fin de recibir la salvación bíblica, una persona debe ser espiritualmente nacida de nuevo. Para
ellos, esto se logra por morir al pecado mediante el arrepentimiento, siendo sepultado con
Jesucristo en el bautismo en agua, y ser resucitado mediante la recepción del bautismo del
Espíritu Santo, evidenciado por el hablar en lenguas. Por tal motivo, el bautismo en agua y el
hablar en lenguas son considerados esenciales para la salvación.

El pentecostalismo unicitario no reconoce la soteriología aceptada por la mayoría de


protestantes y evangélicos (incluidos otros pentecostales), particularmente la creencia en la
salvación por fe solamente. Para los pentecostales unicitarios, uno recibe a Cristo cuando
sigue su mandamiento de arrepentirse, es bautizado en agua en su Nombre (usando la
fórmula del Nombre de Jesús) y recibe el bautismo en el Espíritu Santo evidenciado por el
hablar en otras lenguas. Sin estos 3 requisitos no hay salvación. Sólo aquellos que “perseveren
hasta el fin” (Mateo 24:13) en esta relación con Cristo serán salvos. Mientras tanto, no hay
verdadera seguridad ni certeza de la salvación.

Este sistema soteriológico es considerado herético por los evangélicos ortodoxos, quienes
ven en el mismo un sistema de salvación por obras, muy cercano al semipelagianismo. Los
pentecostales unicitarios, sin embargo, insisten en negar tal acusación, afirmando que ellos
creen que uno es salvado, no por obras, sino por la gracia de Dios. No obstante, insisten en
afirmar que la gracia se recibe no sólo por la fe en Jesucristo sino por la obediencia a su
mandamiento de nacer de nuevo (ser bautizado en agua en el nombre de Jesús y hablar en
lenguas, según su interpretación) y seguir la paz con todos y la santidad sin la cual nadie será
salvo. Estas obras, insisten, son hechas por fe en lo que ya está establecido en la Palabra de
Dios.

III.- EL ARREPENTIMIENTO:
Los pentecostales unicitarios creen que el arrepentimiento es esencial para la salvación, como
se indica en Lucas 13:5 y Hechos 2:38. El arrepentimiento es definido por ellos como un total
alejamiento del pecado y con dirección a Dios. Según el pentecostalismo unicitario el
arrepentimiento exige al pecador arrepentido tomar los próximos pasos bíblicos hacia el
perdón y la reconciliación con Dios: el bautismo en agua en el Nombre de Jesucristo y el
bautismo del Espíritu Santo. Por otra parte, el arrepentimiento debe ir acompañado de
“quebranto divino”. Esto no es solo pesar, sino un gusto genuino interno del desagrado de
Dios sobre el estilo de vida pecaminoso de uno, que a su vez rompe su corazón y lleva a la
determinación de abandonar absolutamente el pecado sin remordimientos ni dudas.

El arrepentimiento es considerado un prerrequisito para recibir el Espíritu Santo. Los


pentecostales unicitarios enfatizan que nadie puede arrepentirse por su propio poder, sino
que requiere un don sobrenatural de la gracia de Dios. Consideran, sin embargo, que el
arrepentimiento no conlleva por sí mismo el poder de la salvación, pues a menos que se siga
con el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo y del bautismo del Espíritu Santo, el
creyente sigue perdido y condenado.

IV.- BAUTISMO EN EL NOMBRE DE JESÚS:


El bautismo en agua en el Nombre de Jesús es un componente esencial de la doctrina del
pentecostalismo unicitario. Ellos afirman la necesidad indispensable del bautismo en agua,
citando Juan 3:5, Hechos 2:38 y Mateo 28:19. Apuntan a Mateo 3:13-16 como evidencia de
que incluso el mismo Jesús fue bautizado. El modo de bautismo es por inmersión completa
en agua, efectuado en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.

Esta doctrina de Nombre de Jesús es un punto de discordia entre los pentecostales unicitarios
y los cristianos trinitarios. Los pentecostales unicitarios bautizan “en el nombre de Jesucristo”,
mientras que los trinitarios utilizamos la fórmula enseñada por el mismo Jesús: “en el Nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Curiosamente, los pentecostales unicitarios utilizan
Mateo 28:19 para apoyar sus afirmaciones, sosteniendo que el nombre singular del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo es Jesús. Insisten en que el nombre en la Escritura es singular, e
implica que los tres títulos se refieren a Jesús. Otros creyentes de la Unicidad afirman que
Mateo 28:19 fue cambiado a la fórmula tradicional triuna por la Iglesia Católica, pero tal
afirmación es falsa e infundada desde la perspectiva bíblica e histórica.

La creencia del Nombre de Jesús se origina en Hechos 2:38, y los miembros también ponen
énfasis en Hechos 8:16, Hechos 10:48, y Hechos 19:5, afirmando que estas son las únicas
escrituras que muestran cómo la Iglesia primitiva hizo bautismos, y que la Biblia no autoriza
el desvío de esa fórmula.

V.- HABLAR EN LENGUAS:


Los pentecostales unicitarios abrazan la creencia de que el hablar en lenguas es la inmediata,
externa, observable, y audible evidencia de la llenura inicial del Espíritu Santo, y es el
cumplimiento del mandamiento de Jesús de ser “nacido del Espíritu” en Juan 3:5. En
concordancia con el pentecostalismo clásico, consideran que la experiencia de hablar en
lenguas implica hablar en una lengua que nunca se ha aprendido antes, y puede darse a todos,
independientemente de raza, cultura o idioma. Sus creencias al respecto se derivan de Hechos
2:4, 17, 38-39; 10:46; 19:6, y 1 Corintios 12:13.

Al igual que los grupos pentecostales ortodoxos, los unicitarios consideran que la lengua se
convierte en el vehículo de expresión para el Espíritu Santo (Santiago 3), y simboliza el control
completo de Dios sobre el creyente. Su doctrina distingue entre el acto inicial de hablar en
lenguas que acompaña al bautismo en el Espíritu, y el don de “diversos géneros de lenguas”
mencionado por Pablo en 1 Corintios 12:10, 28-30. Mientras que el primero se considera
evidencia indispensable del Bautismo en el Espíritu Santo, el regalo último no es
necesariamente mantenido para todos los creyentes una vez que han hablado en lenguas
inicialmente. Consideran que los incidentes de hablar en lenguas descritos en Hechos, aunque
son lo mismo en esencia, son diferentes en operación y propósito de las lenguas dichas en 1
Corintios 12 -14. Estos últimos son dados a los creyentes seleccionados como el Espíritu
decide.

Sin embargo, se separan de la ortodoxia pentecostal al afirmar que el hablar en otras lenguas
sirve como signo y es además considerado una parte indispensable del proceso de salvación
de una persona: Nadie es considerado salvo si nunca ha hablado en otras lenguas.

(Para una mayor explicación sobre las doctrinas del pentecostalismo unicitario,
recomiendo la lectura del libro en inglés: Bernard, David K., 2011. The Apostolic Life.
Hazelwood, Missouri: Word Aflame Press)
VI.- VIDA CRISTIANA:
Los pentecostales unicitarios enfatizan teóricamente que la salvación se logra por la gracia
mediante la fe en Cristo, pero añaden que esta no es posible sin la obediencia a su orden de
“nacer de agua y del Espíritu” (Juan 3:5); es decir, bautizarse en el Nombre de Jesús solo y
hablar en lenguas. Afirman creer, al menos de palabra, que ninguna cantidad de buenas obras
u obediencia a las leyes o las normas pueden salvar a nadie (Tito 3:5). Sin embargo, en
contradicción con lo que dicen creer, enseñan un código de conducta que debe ser observado
si se desea ser salvo. Ellos creen que dicho código fue ordenado en la Escritura por los
Apóstoles.

Según su interpretación, la santidad interior, como demostración de los frutos del Espíritu en
la vida del cristiano, se acompaña de signos externos de santidad. Estos incluyen la creencia
de que las mujeres no deben cortarse el cabello, además, que deben usar vestidos o faldas en
lugar de pantalones. Según su interpretación, tal prohibición está en conformidad con el
mandato bíblico dado en Deuteronomio 22:5, el cual manda que “la mujer no vestirá ropa de
hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer “. En cuanto al largo de las faldas se espera
generalmente que lleguen por debajo de la rodilla. Mujeres y hombres por igual son alentados
a “adornarse [ellos mismos] de ropa decorosa, con pudor y modestia”, y son disuadidos de
usar cosméticos o joyas, bíblicamente definido como “oro, o perlas, o adornos ostentosos” (1
Timoteo 2:9-10). La severidad precisa para que estas normas sean acatadas.

Algunas denominaciones como la IPUI incluso llegaron en un tiempo a considerar pecado la


posesión de un televisor. Esto podría parecer trivial para nosotros, pero no lo es dentro de
dicho movimiento. Por ejemplo, en un intento de agilizar la causa de la evangelización, la
Conferencia General de 2007 de la IPUI vio una mayoría de ministros votar a favor de una
resolución que permita el uso de la televisión en la publicidad. Esta propuesta fue aprobada
por sólo 84 votos, y actualmente permite la publicidad a través de este medio. La resolución
fue examinada por un año por un comité especial antes de la votación final y no se adoptó
sino hasta después de una cuidadosa consideración. Esta resolución causó que muchos
ministros amenazaran con abandonar la IPUI. Por lo menos una nueva organización, la
Comunidad Pentecostal Mundial, se formó en Tulsa, Oklahoma por este motivo. Otros temas
controvertidos incluyen: hombres vestidos con pantalones cortos, la asistencia a cines y baños
mixtos.

(Para una mayor explicación sobre las prácticas y normas del pentecostalismo
unicitario, recomiendo la lectura del libro en inglés:An Overview of Basic Doctrines,
Section IV “Holiness and Christian Living,” Word Aflame Press, 1979).
LITURGIA EN EL PENTECOSTALISMO UNICITARIO.
Los servicios de adoración en las iglesias pentecostales unicitarias son a menudo descritos
como de naturaleza festiva y emocional, con miembros saltando, danzando, cantando,
gritando y aplaudiendo, como en todas las iglesias pentecostales. Algunas personas corren
por los pasillos de la iglesia, lo que se conoce como “marcha de victoria”. Los servicios a
menudo son interrumpidos por actos de hablar en lenguas (glosolalia), interpretación de
lenguas, mensajes proféticos, e imposición de manos para propósitos de sanidad. Estos
acontecimientos pueden ocurrir espontáneamente. A menudo se realizan masivas “llamados
al altar” donde la congregación entera es animada a venir y orar juntos en el frente de la
iglesia.

CONCLUSIÓN.
El pentecostalismo unicitario, también llamado pentecostalismo del nombre de Jesucristo o
Solo Jesús, es una de las cinco ramas del pentecostalismo moderno. Se caracteriza por
practicar la doctrina de la Unicidad de Dios, es decir, por no creer en la Santísima Trinidad y
considerar al «Padre», «Hijo» y «Espíritu Santo» como manifestaciones de YHWH, EL Dios del
Antiguo Testamento, siendo su principal manifestación la figura de Jesucristo. En
consecuencia, sus creyentes practican el bautismo en el nombre de Jesús, en lugar de seguir
la forma trinitaria del bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los
pentecostales unicitarios fundamentan su unitarismo en pasajes del Antiguo Testamento
como Deuteronomio 6:4; sin embargo, el modalismo de los pentecostales unicitarios ha sido
duramente criticado por los movimientos pentecostales trinitarios.

Al afirmar que el bautismo en agua y el hablar en lenguas equivalen a nacer de nuevo y, por
lo tanto, son indispensables para la salvación, los pentecostales unicitarios se alejan
enormemente de la ortodoxia pentecostal. Su legalismo y contradictorio sistema soteriológico
también han sido cuestionados duramente, ya que muestran un alejamiento de la teología
protestante ortodoxa. Por tal motivo, muchos evangélicos no vacilan en catalogar como sectas
a las diversas iglesias pentecostales unicitarias. En artículos posteriores analizaremos con
mayor amplitud las doctrinas del pentecostalismo unicitario a la luz de la Biblia.

BIBLIOGRAFÍA:
 Bernard, David (1999). A History of Christian Doctrine, Volume Three: The Twentieth
Century A.D. 1900–2000. Hazelwood, MO: Word Aflame Press.
 Bernard, David K. (2011). The Apostolic Life. Hazelwood, Missouri: Word Aflame Press.
 Thomas A. Fudge: Christianity Without the Cross: A History of Salvation in Oneness
Pentecotalism. Universal Publishers, 2003.
 An Overview of Basic Doctrines, Section IV “Holiness and Christian Living,” Word Aflame
Press, 1979.
33. Respuestas al Pentecostalismo
Unicitario: ¿Es Dios una Trinidad?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
La herejía amenazó con infectar el pentecostalismo desde sus inicios. La doctrina trinitaria,
pilar del cristianismo ortodoxo y bíblico, fue cuestionada en el pentecostalismo primitivo a
través de la doctrina heterodoxa conocida como “Modalismo”. El modalismo es una herejía
cristológica que enseña que Dios no es una esencia compartida por tres personas, sino que
existe un solo ser en tres modos, en diferentes tiempos. Los Pentecostales Unicitarios creen
que en el Antiguo Testamento Dios se manifestó como Padre, en el Nuevo Testamento
durante su encarnación se manifestó como Hijo y desde pentecostés como Espíritu Santo. El
modalismo también es conocido como Monarquianismo Modalista. Dicha herejía identifica a
Jesucristo como Dios mismo (el Padre) manifestado en carne.

El modalismo, se opone férreamente al dogma de la Trinidad. De acuerdo con la concepción


trinitaria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son cada una de las tres personas de la Trinidad. En
cambio, los modalistas afirman que estos términos nunca pretendían hacer distinciones de
tres personas eternas dentro de la naturaleza de Dios, sino que simplemente se referían a
modos o manifestaciones de Dios. En otras palabras, Dios es un ser individual y único y los
diversos términos usados para describirle (tales como Padre, Hijo y Espíritu Santo) son
designaciones aplicadas a sus diferentes formas de actuar o a las diferentes relaciones que Él
tiene para con el hombre.

La principal corriente del modalismo en los primeros siglos del cristianismo fue el
patripasianismo o sabelianismo. El patripasianismo (del latín pater, patris, padre, y passus,
padecer) fue una doctrina cristiana monarquianista de los siglos II y III que negaba el dogma
de la Trinidad al considerar la misma como tres manifestaciones de un ser divino único,
sosteniendo que fue el mismísimo Dios Padre quien había venido a la Tierra y había sufrido
en la cruz bajo la apariencia del Hijo. Esta doctrina, considerada herética tras ser condenada
en el 261 d.C. por el Concilio de Alejandría, es también conocida como sabelianismo al ser su
principal defensor el obispo Sabelio, sacerdote y teólogo del siglo III. Hoy en día, esta doctrina
sobrevive a través del pentecostalismo unicitario.

¿ES LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD UN INVENTO DE LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA?


En su intento por negar la doctrina de la Trinidad de Dios, los pentecostales unicitarios suelen
recurrir a falsas teorías, sofismas y mentiras descaradas. La más popular de esas teorías dice
que la Trinidad fue maquinada por la iglesia católica. En líneas generales, el argumento
expresa que la doctrina de la Trinidad fue formulada en el siglo IV, en el Concilio de Nicea
(325 d.C.), bajo el patrocinio del emperador Constantino. Los pentecostales unicitarios afirman
que fue a partir de ese entonces que la doctrina de la Trinidad fue impuesta a las masas por
la iglesia católica romana que, según ellos, para ese entonces era ya una iglesia apóstata.

Este argumento, popular pero falso, tiene varios errores e inexactitudes. Para empezar, la
Iglesia Católica Romana como tal, con una estructura jerárquica, es decir, un obispo en Roma
con jurisdicción sobre muchas iglesias en una amplia área geográfica no llegó a existir sino
hasta finales del siglo VI. Peor aún, el obispo de Roma (pues en ese tiempo era sólo eso, un
obispo, ya que el papado aún no había surgido como tal) ni siquiera estuvo presente en el
Concilio de Nicea, cuya concurrencia estuvo exclusivamente formada por obispos de las
iglesias orientales. No fue sino hasta cientos de años después de Nicea que la historia reporta
los primeros vestigios de una organización con alguien en Roma funcionando como cabeza
de la Iglesia Católica. La iglesia católica no podría jamás haber creado la doctrina de la Trinidad
pues dicha doctrina es anterior al mismo catolicismo. Ni siquiera puede decirse que fue
Constantino, en complicidad con los obispos congregados en Nicea, quienes la crearon. Ellos
simplemente dieron reconocimiento oficial a una doctrina considerada vital por la iglesia
cristiana desde los tiempos de los apóstoles.

Si examinamos la Biblia y la terminología esencial que conocemos hoy para referirnos a la


doctrina trinitaria, la encontramos mucho antes de Nicea. Los términos “tres personas, una
sustancia, trinidad” fueron usados por Tertuliano, quien escribió entre el 200 y el 240 d.C.
Esbozos bastantes definidos de la Trinidad pueden ser encontrados también en los escritos
de Teófilo de Antioquía (115-181 d.C.), Hipólito (170-235 d.C.) e Irineo (120-202 d.C.). Si bien
el término Trinitas fue popularizado por Tertuliano en el contexto de su debate con el hereje
modalista Praxeas, él no fue el primero en usar el vocablo. La primera mención de la palabra
que tenemos en forma escrita data del 160 d.C., por mano de Teófilo en su epístola a
Autólico.[1]
Les guste o no a los pentecostales unicitarios, hoy por hoy, la doctrina de la Trinidad sigue
siendo salvaguarda contra las diferentes herejías, las antiguas y las modernas, y por ello
persistimos diligentemente en enseñarla. Es a partir de ella que demarcamos el límite entre
un grupo doctrinalmente sano y un grupo herético.

Puesto que la historia de la iglesia ha probado la falsedad de los argumentos unicitarios, es la


biblia y sus enseñanzas la que tiene la última palabra en relación con la Trinidad. La pregunta
sería: ¿Apoya la Biblia la teología pentecostal unicitaria? o ¿Puede probarse con la Biblia que
la doctrina de la Trinidad es auténtica y de origen divino?

LA TRINIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.[2]


En la doctrina de la Trinidad se encuentra incluido el monoteísmo, lo cual es la enseñanza de
que en todo el universo existe un ser único conocido como Dios el cual tiene una existencia
propia e inmutable (Isaías 43:10; 44:6, 8). Es importante notar que la doctrina de la Trinidad
no es politeísta como algunos de los críticos proclaman. Por definición el trinitarismo (o, mejor
dicho, triunitarismo) es monoteísta y aquellos que claman que es politeísta, demuestran una
falta de entendimiento de lo que es ésta realmente. Dios es una Trinidad de personas la cual
consiste de una sustancia y una esencia. Dios, numéricamente es uno; aun así, dentro de la
esencia divina individual hay tres individuos subsistiendo a los cuales llamamos personas.
Cada una de las tres personas es completamente divina en naturaleza, aunque cada uno no
es la totalidad de la Divinidad. Cada una de las tres personas no es las otras dos personas.
Cada una de las tres personas está relacionada a las otras dos, pero son diferentes entre ellas.

El Credo Atanasiano explica la doctrina trinitaria de la siguiente manera:

“… Veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las


personas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra
(también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola
divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, tal (también) el Espíritu
Santo; increado el Padre, increado el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; inmenso el
Padre, inmenso el Hijo, inmenso (también) el Espíritu Santo; eterno el Padre, eterno el Hijo,
eterno (también) el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno,
como no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso.
Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente (también) el Espíritu
Santo; y, sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente. Así Dios es el
Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres señores,
sino un solo Señor; porque, así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar
como Dios y Señor a cada persona en particular; así la religión católica nos prohíbe decir tres
dioses y señores. El Padre, por nadie fue hecho no creado ni engendrado. El Hijo fue solo por
el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue
hecho ni creado ni engendrado, sino que procede.

Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres; un solo Hijo, no tres Hijos; un solo
Espíritu Santo, no tres espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada
mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte que,
como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad en la Trinidad que la
Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de la Trinidad.

Pero es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de


nuestro Señor Jesucristo. Es, pues, la fe recta que creemos y confesamos que nuestro Señor
Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes
de los siglos, y es hombre nacido de la madre en el siglo 1, perfecto Dios, perfecto hombre,
subsistente de alma racional y de carne humana, igual al Padre según la divinidad, menor que
el Padre según la humanidad. Más aun cuando sea Dios y hombre, no son dos, sino un solo
Cristo, y uno solo no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la
humanidad en Dios; uno absolutamente, no por confusión de la sustancia, sino por la unidad
de la persona. Porque a la manera que el alma racional y la carne es un solo hombre; así Dios
y el hombre son un solo Cristo. El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios
Padre omnipotente, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, y a su venida
todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos, y los
que obraron bien, irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno…”[3]

Pero más allá de los credos de la iglesia, la Biblia en su totalidad nos enseña la doctrina de la
Trinidad. En la Biblia si podemos encontrar evidencias que demuestran el concepto trinitario,
y realmente no necesitamos investigar muy a fondo las Santas Escrituras para encontrar tales
pruebas. Ya desde el mismo comienzo de la Biblia, en Génesis 1: 1, encontramos que Moisés
utiliza el nombre plural de Dios: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Aquí, en este
versículo, la palabra hebrea equivalente a Dios es Elohim (‫ אלהים‬o ‘ĕlohı̂̂̂̂ ym), en la forma plural
‫ אל‬El o ‫ אלה‬Eloah, la cual ha sido tradicionalmente interpretada como la pluralidad de la
condición divina del mismo Dios.

Pero Génesis 1: 1 no es la única cita en las Santas Escrituras hebreas que describe a nuestro
Dios en una forma plural. Esta palabra en plural se encuentra en la Biblia unas tres mil veces,
mientras que su equivalente en singular solo cincuenta y siete veces. ¿Es todo esto una
contradicción? ¿Quiere decir esto que en realidad hay varios Dioses y no solo Uno? De
ninguna manera.

Es provechoso el conocimiento del idioma hebreo, para el mejor entendimiento de los pasajes
del Antiguo Testamento. En Génesis 1:1, se utiliza el nombre plural “Elohim”. En Génesis 1:26;
3:22; 11:7 y en Isaías 6:8, se usa el pronombre plural para “nosotros”. Sin duda, “Elohim” y
“Nosotros” se refieren a más de dos. En el idioma español tenemos dos formas, singular y
plural. En el idioma hebreo existen tres formas: singular, doble y plural. Doble es solamente
para dos. En hebreo, la forma doble es utilizada para cosas que vienen en pares como los
ojos, orejas y manos. La palabra “Elohim” y el pronombre “nosotros” son formas plurales
(definitivamente más que dos) y deben estarse refiriendo a tres o más (Padre, Hijo, y Espíritu
Santo).

En Génesis 1:26 podemos ver también como aparece la forma plural imperativa de la primera
persona del verbo hacer (“hagamos”) y también la forma plural nominativa de la primera
persona (“nuestra”): “…Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en
toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra…”. Nuevamente, vale la pena
recordar que hay aproximadamente unos tres mil casos en que la palabra hebrea equivalente
a Dios (Elohim) aparece en su forma plural en el Antiguo Testamento.
Algunos argumentan que en Génesis 1:26 Dios les hablaba a los ángeles, seres espirituales
inteligentes y semejantes a él, pero inferiores, con los cuales consultó acerca de la creación.
Esto, sin embargo, no podría ser posible por dos razones: En primer lugar, los ángeles no son
creadores; en segundo lugar, no estamos hechos a la imagen de los ángeles.

Otros pasajes trinitarios del Antiguo Testamento son:

“…Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal;
ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para
siempre…” (Génesis 3:22)

Génesis 11:7 dice: “…Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que
ninguno entienda el habla de su compañero…”.

También se destaca Salmos 45:6-7: “…Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de
justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te
ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros…”. Esto es citado en
Hebreos 1:8: “…Mas del Hijo dice; Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad
es el cetro de tu reino…”.

Otro pasaje trinitario es Isaías 6:8: “…Después oí la voz del Señor, que decía: ‘¿A quién enviaré,
y quién irá por nosotros?’ Entonces respondí yo: ‘Heme aquí, envíame a mí…’”. También en
Isaías 48:16 leemos: “…Acercaos a mí, oíd esto: ‘desde el principio no hablé en secreto; desde
que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu…’”.

El texto hebreo y arameo del Antiguo Testamento nos revela aún más conocimiento sobre la
Trinidad del que podríamos deducir del texto en español.[4] Por ejemplo:

Texto en español Fonética Hebrea Traducción Literal


JOSUÉ 24:19
ESPAÑOL:
FONÉTICA: TRADUCCIÓN LITERAL:
KI ELOHIM KEDOSHIM HU PORQUE DIOSES SANTOS (ES) ÉL
“Porque Él es Dios Santo.”

FONÉTICA:
PROVERBIOS 9:10 TRADUCCIÓN LITERAL:
VEDAAT KEDOSHIM BINAH
ESPAÑOL: Y CONOCIMIENTO DE LOS SANTOS
“y el conocimiento del Santo es (ES) INTELIGENCIA
inteligencia.”

PROVERBIOS 30:3
TRADUCCIÓN LITERAL:
ESPAÑOL:
Y CONOCIMIENTO DE LOS SANTOS
FONÉTICA:
VEDAAT KEDOSHIM EDA
“. . . ni tengo conocimiento del
(NO) CONOCÍ
Santo.”

SALMO 58:11
ESPAÑOL:
FONÉTICA: TRADUCCIÓN LITERAL:
YESH-ELOHIM SHOFTIM HAY DIOSES QUE JUZGAN EN LA
BA’ARETS TIERRA
“. . . hay un Dios que juzga en la
tierra.”

ECLESIASTÉS 12:1
ESPAÑOL:
FONÉTICA: TRADUCCIÓN LITERAL:
UZEJOR ET-BOREJA Y ACUÉRDATE DE TUS CREADORES
“Acuérdate, pues, de tu Creador . .
.”

SALMO 149:2
ESPAÑOL:
FONÉTICA: TRADUCCIÓN LITERAL:
YISMAJ YISRAEL BEOSAV ALÉGRESE ISRAEL EN SUS HACEDORES
“Alégrese Israel en su Creador . . .”

JOB 35:10
ESPAÑOL:
FONÉTICA: TRADUCCIÓN LITERAL:
AYEH ELOAH OSAY DONDE (ESTÁ) DIOS MIS HACEDORES
“. . . Dónde está Dios mi Hacedor . .
.”

ISAÍAS 54:5
FONÉTICA:
ESPAÑOL:
KI BOALAYIJ OSAYIJ YAHVEH TRADUCCIÓN LITERAL:
TSEVAOT SHEMO PORQUE TUS MARIDOS (SON) TUS
“Porque tu esposo es tu Hacedor,
el SEÑOR de los ejércitos es su HACEDORES YAHVEH DE LOS
nombre. . .” EJERCITOS

(ES) SU NOMBRE

GÉNESIS 20:13 TRADUCCIÓN LITERAL:


ESPAÑOL: Y SUCEDIÓ QUE CUANDO LOS DIOSES
FONÉTICA
VAYEHI KA’ASHER HITU OTI
ELOHIM MIBET AVI
“Y sucedió que cuando Dios me ME HICIERON SALIR DE CASA DE MI
hizo salir . . .” PADRE

MALAQUÍAS 1:6
ESPAÑOL:
FONÉTICA: TRADUCCIÓN LITERAL:
VEIM-ADONIM ANI . . . Y SI SEÑORES (SOY) YO
“. . . y si yo soy señor . . .”

2 SAMUEL 7:23
ESPAÑOL: TRADUCCIÓN LITERAL:
FONÉTICA:
AL CUAL FUERON / VINIERON DIOSES .
ASHER HALJU-ELOHIM
..
“al cual viniste . . .”

TRADUCCIÓN LITERAL:
MIS ROSTROS / PRESENCIAS TE
ÉXODO 33:14 Y 15
ESPAÑOL:
FÓNETICA:
ACOMPAÑARÁN Y TE DARÉ
PANAY YELEJU VAHANIJOTI
DESCANSO . . .
LAJ
Mi presencia irá contigo, y yo te
daré descanso . . .
SI TUS ROSTROS / PRESENCIAS NO
IM-EN PANEJA HOLJIM AL-
NOS
TAALENU MIZEH
Si tu presencia no va con nosotros
no nos hagas partir de aquí
ACOMPAÑAN NO NOS SAQUES DE
AQUÍ

DEUTERONOMIO 4:7 FONÉTICA:


ESPAÑOL: MI-GOY GADOL ASHER-LO TRADUCCIÓN LITERAL:
ELOHIM KEROVIM ELAV ¿QUÉ NACIÓN GRANDE QUE TENGA
KAYAHVEH ELOHEYNU
“¿Qué nación grande hay que
tenga un dios tan cerca de ella
como está el Señor nuestro Dios . . DIOSES CERCANOS A ÉL COMO
.?” YAHVEH

NUESTROS DIOSES?

GÉNESIS 35:7
ESPAÑOL:
TRADUCCIÓN LITERAL:
FONÉTICA:
ALLÍ SE MANIFESTARON A ÉL LOS
SHAM NIGLU ELAV HAELOHIM
DIOSES
“. . . allí Dios se le había manifestado
. . .”

GÉNESIS 33:20
ESPAÑOL: FONÉTICA:
TRADUCCIÓN LITERAL:
VAYIKRA-LO EL ELOHEI
Y LO LLAMÓ DIOS DIOSES DE ISRAEL
YISRAEL
“y lo llamó: El-Elohe-Israel.”

JOSUÉ 22:22
ESPAÑOL: TRADUCCIÓN LITERAL:
FONÉTICA: DIOS DIOSES YAHVEH DIOS DIOSES
EL ELOHIM YAHVEH EL ELOHIM
“El Dios de los dioses, Yahveh, el YAHVEH HU YODEA
Dios de los dioses, Yahveh, lo sabe YAHVEH ÉL SABE
. . .”

JEREMÍAS 10:10
ESPAÑOL: FONÉTICA:
TRADUCCIÓN LITERAL:
HU-ELOHIM JAYIM UMELEJ
EL ES DIOSES VIVOS Y REY ETERNO
OLAM
“Él es el Dios vivo y el Rey eterno.”

OSEAS 11:2 TRADUCCIÓN LITERAL:


ESPAÑOL: ELLOS LES LLAMABAN Y DE LA MISMA
FONÉTICA:
KAREU LAHEM KEN HALEJU
MIPENEHEM
“Cuanto más yo los llamaba, tanto MANERA SE IBAN DE SUS ROSTROS /
más se alejaban de mí” PRESENCIAS

OSEAS 11:12b TRADUCCIÓN LITERAL:


ESPAÑOL: Y JUDÁ AÚN GOBIERNA CON DIOS Y
FONÉTICA:
“Judá aún gobierna con Dios, y es VIHUDA OD RAD IM-EL VEIM- CON LOS SANTOS ES FIEL
fiel con los santos.” KEDOSHIM NEEMAN

DANIEL 7:18
TRADUCCIÓN LITERAL:
ESPAÑOL:
FONÉTICA: Y RECIBIRÁN EL REINO LOS
VIKABELUN MALJUTA
KADISHEI ELYONIN
“Pero los santos del Altísimo
SANTOS DE LOS ALTÍSIMOS
recibirán el reino . . .”

Es justo preguntarnos: ¿Cuál sería el propósito de usar verbos y pronombres en plural para
referirse al único Dios verdadero? El creyente trinitario sabe muy bien la respuesta: ¡Dios es
tres en uno, y uno en tres! Estudiar el texto en el idioma original nos da una gran lección
acerca de la Trinidad. Deuteronomio 6:4, conocido como el Shemá, nos dice: “…Oye, Israel:
Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. El original hebreo dice “Shemá Israel, Adonai Eloheinu,
Adonai Ejad”.Palabra por palabra tenemos:

1.- Shemá: Es la palabra que se usa para “escuchar una noticia”, como si dijera “oye la
novedad”.
2.- Israel: El pueblo de Israel.
3.- Adonai: Esta palabra se traduce como “Señor” aunque también se puede traducir como
“amo”. Algunos han sugerido que se traduce como el plural “Mis” y el singular “Señor”: “Mis
Señor”.
4.- Eloheinu: Es un plural que se traduce en singular. Es como si leyéramos “árboles” pero
traduciendo “árbol”. Esta palabra se traduce como “Dios”, pero es un plural que realmente
quiere decir “Dioses”. Aunque, como sabemos que Dios es Uno debemos llamarlo en singular.
En ninguna parte de la Biblia se traduce de Dios en plural.
5.- Ejad: Esta palabra se traduce como “uno”. Lo relevante de esto es que no quiere decir
“uno” en singular, sino como unidad. ¿Un ejemplo? Vayamos a Génesis, donde se nos dice:
“dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una (ejad) sola carne?
(Génesis 2:24)”.

Los pentecostales unicitarios se apresurarían, sin duda, a reconocer que Ejad significa uno,
pero ignorando que se refiero a una unidad compuesta. El hombre y la mujer forman uno
(ejad). Matemáticamente eso se expresa así: 1+1=1. Otro ejemplo lo vemos en el mismo
libro: “Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un
(ejad) día”. Aquí la tarde es un elemento y la mañana es otro elemento, pero ambos forman
un día. Fíjese que no dice “y fueron un…” sino que dice: “y fue un día”. Se repite la fórmula
matemática 1+1=1. La palabra “ejad” quiere decir Uno formado por varios. Y es la misma
palabra que se usa aquí en Deuteronomio 6:4 para afirmar “nuestro Dios, Uno es”. Si
pudiéramos traducir palabra por palabra tendríamos algo así: “Presta atención Israel, el Señor
nuestros Dioses, es Un solo Señor formado por Varios.”.Dios es Uno. No podemos negarlo.
Pero esa misma Biblia que nos dice que Dios es Uno, también nos dice que el Padre es Dios,
el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios. Y esto sólo tomando en cuenta el Antiguo
Testamento.

LA TRINIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO.[5]


Si el Antiguo Testamento insinúa la Trinidad, el Nuevo la enseña de manera clara y sin rodeos.
El Nuevo Testamento registra sucesos y formulaciones que ponen en claro la Trinidad Divina
en su accionar dentro de la historia de la salvación. Un ejemplo de la presencia del trino Dios
se puede ver inmediatamente al comenzar la actividad pública de Jesús, cuando en su
Bautismo el Padre y el Espíritu Santo atestiguan el envío del Hijo de Dios hecho hombre: “…Y
luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía
sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo
complacencia…” (Marcos 1:10-11, véase también Mateo 3:16-17). Este pasaje demuestra que
el Hijo de Dios obra en unidad con el Padre y el Espíritu Santo.

I.- EL BAUTISMO DE JESÚS:


Mateo 3:16-17 es otro pasaje bastante ilustrativo. Aunque a primera vista pareciera que nada
tiene que ver con la Trinidad sino con la unidad de Dios, pues la única divinidad claramente
manifestada sería la del Padre, sin embargo, cuando examinamos más detenidamente el texto
descubrimos la del Hijo y la del Espíritu Santo también. En efecto, porque el Padre está
haciendo una confesión o declaración solemne acerca de la persona que acaba de ser
bautizada y esa declaración es la más extraordinaria y conspicua que se pueda hacer. Algo
que, como dice el autor de la carta a los Hebreos, ni siquiera ha hecho acerca de las criaturas
más excelsas, los ángeles (Hebreos 1:5). Y si de esas criaturas no ha hecho esa confesión,
cuanto menos de ninguno de los hombres, incluso de los mayores hombres de Dios. Ni de
Abraham, ni de Moisés, ni de David ha dicho Dios nunca nada parecido. Y es que la palabra
Hijo alude a una comunión de naturaleza, no sólo de voluntad o de propósito. Puede haber
coincidencia de voluntad o propósito entre amo y siervo, pero de naturaleza sólo entre padre
e hijo y eso es precisamente lo que el Padre está declarando aquí sobre Jesucristo. Ahora bien,
la comunión de naturaleza supone comunión de divinidad, lo que implica igualdad de
atributos; luego la divinidad del Padre es la misma del Hijo también, porque se trata de una
filiación no adoptiva, sino de esencia. La otra referencia en este pasaje es al Espíritu Santo. Si
el espíritu del hombre es el hombre mismo, es evidente que el Espíritu de Dios tiene que ser
Dios mismo. Y si Dios no está constituido de partes, síguese que hay una identidad de
naturaleza entre Dios y su Espíritu, no siendo una cosa uno y otra cosa el otro sino ambos lo
mismo, aunque distinguiéndose el uno del otro por la preposición de en la expresión Espíritu
de Dios, que indica relación. Por tanto, hay igualdad y distinción a la vez. Igualdad por la única
esencia, distinción por la relación mutua. Algo que sobresale en este texto del bautismo de
Jesús es que la presencia de Padre, Hijo y Espíritu Santo es simultánea, es decir, se produce al
mismo tiempo, lo cual echa por tierra la teoría de que Padre, Hijo y Espíritu Santo no son sino
manifestaciones de un ser unipersonal, que ejerce esos papeles de forma sucesiva, según
convenga. La vieja enseñanza unitaria sabeliana queda así puesta en evidencia, así como la
nueva enseñanza unitaria que niega las distinciones personales permanentes en Dios.

II.- LA FÓRMULA BAUTISMAL Y LA GRAN COMISIÓN:


Padre, Hijo y Espíritu Santo también son mencionados en el mandato del Bautismo dado por
Jesucristo a los Apóstoles antes de su ascensión (Mateo 28:18-19). La fuerza que tiene este
pasaje no puede ser negada. En primer lugar, se trata del acto por el que una persona queda
consagrada a Dios, como es el bautismo. Por tanto, perfectamente Jesús podía haber dicho
que el bautismo se hiciera en el nombre de Dios, lo cual habría sido correcto. También podría
haber empleado otras fórmulas, como en el nombre del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
o en el nombre del Dios de Israel, lo que igualmente habría sido pertinente. Sin embargo, en
lugar de usar esas u otras fórmulas va a usar la de en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Nótese que emplea el término nombre en singular, para denotar la unidad de
Dios, pero al mismo tiempo introduce las distinciones personales que hay en esa unidad. Otras
referencias a la correlación existente entre las personas divinas se hallan en el Evangelio de
Juan cuando se menciona la unidad del Hijo con el Padre, donde Jesucristo dice: “…Yo y el
Padre uno somos…” (Juan 10:30, comparar también con Juan 1:1 y 14). Asimismo, la promesa
del Espíritu Santo hace referencia a la Trinidad de Dios (Juan 16:13-15).

III.- LAS CARTAS DE PABLO:


En las epístolas del Nuevo Testamento hay más alusiones a la Trinidad de Dios. Las
encontramos en las alabanzas a Dios o también en las fórmulas de bendición. Así dice en 1
Corintios 12:4-6: “…Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay
diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero
Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo…”. Aquí se menciona tanto la unicidad
de Dios, como las diferentes auto manifestaciones personales. También Efesios 4:4-6 testifica
que el obrar de Dios contiene señales de su naturaleza trinitaria: “…Un cuerpo, y un Espíritu,
como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una
fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos…”.

IV.- LAS CARTAS DE PEDRO:


Asimismo, en 1 Pedro 1:2 se habla acerca del obrar de salvación del trino Dios: “…Elegidos
según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados
con la sangre de Jesucristo…”. 1 Pedro 1:2 resume el plan de salvación en tres actos: Elección,
santificación y expiación. Es decir, diseño, aplicación y ejecución. El primer acto es del Padre,
el segundo del Espíritu y el tercero de Jesucristo. Si se reduce la divinidad al Padre, entonces
la tarea de Dios en la salvación se reduce a que la ha pensado, nada más, siendo su aplicación
y ejecución tarea de dos criaturas. Del mismo modo, si se reduce la divinidad a Jesucristo,
como hacen algunos unitarios modernos, llegamos a la misma conclusión, que dos partes de
la salvación han sido efectuadas por entes fantasmales que no tienen realidad personal
propia.
V.- LA BENDICIÓN APOSTÓLICA:
Una alusión clara a la Trinidad de Dios la constituye la fórmula de bendición que se encuentra
al final de la segunda epístola a los Corintios: “…La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros…” (2 Corintios 13:14).
Ciertamente, 2 Corintios 13:14 es una fórmula en la que se contienen tres grandes bendiciones
que sólo Dios puede otorgar: La gracia, el amor y la comunión. La gracia es el medio de la
salvación, el amor es la causa de esa salvación y la comunión el resultado de dicha salvación.
Pues bien, el medio de la salvación es la gracia impartida por Jesucristo, su causa es el amor
de Dios y su resultado es la comunión del Espíritu Santo. Esta bendición que es la salvación,
algo que por definición solamente Dios puede impartir, el apóstol Pablo la atribuye aquí a
Dios, también a Jesucristo, al que le añade el nombre Señor, y asimismo al Espíritu Santo. Si
sólo el Padre o sólo Jesucristo fuera Dios, sería blasfemo que de alguien que no es Dios se
dijera que es autor de la salvación, ya que ésta es una obra exclusivamente divina.

¿Y ENTONCES QUÉ? ¿DEBEMOS CREER EN LA TRINIDAD?


En este punto, la respuesta a la pregunta anterior debería ser obvia. Tanto el Antiguo como
el Nuevo Testamento no vacilan en enseñar con claridad la doctrina trinitaria. Judas 20-21 nos
dice: “…Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu
Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo
para vida eterna…”. En resumen, la doctrina de la Trinidad no es un invento de la Iglesia de
los primeros siglos ni una copia de sistemas paganos, sino la enseñanza clara y evidente del
Nuevo Testamento, respaldado por el Antiguo, sobre Dios. Toda la Biblia se une en defensa
de la doctrina trinitaria. La Biblia en su conjunto nos enseña que:
(1) Hay un Dios: Deuteronomio 6:4; 1 Corintios 8:4; Gálatas 3:20; 1ª Timoteo 2:5.

(2) La Deidad está compuesta de tres Personas: Génesis 1:1; 1:26; 3:22; 11:7; Isaías 6:8; 48:16;
61:1; Mateo 3:16-17; 28:19; 2 Corintios 13:14. En Isaías 48:16 y 61:1, el Hijo está hablando
mientras hace referencia al Padre y al Espíritu Santo. Compare Isaías 61:1 con Lucas 4:14-19 y
se dará cuenta de que es el Hijo hablando. Mateo 3:16-17 describe el evento del bautismo de
Jesús. En este se ve a Dios el Espíritu Santo descendiendo sobre Dios el Hijo mientras Dios el
Padre proclama Su complacencia en el Hijo. Mateo 28:19 y 2ª Corintios 13:14 son ejemplos
de 3 personas distintas en la Trinidad.

(3) Los miembros de la Trinidad se distinguen el uno del otro en varios pasajes: En el Antiguo
Testamento, Jehová afirma tener un “Hijo” (Salmos 2:7, 12; Proverbios 30:2-4). El Espíritu se
distingue de Jehová (Números 27:18) y de Dios (Salmos 51:10-12). Dios el Hijo se distingue
de Dios el Padre (Salmos 45:6-7; Hebreos 1:8-9). En el Nuevo Testamento, Juan 14:16-17 es
donde Jesús ruega al Padre que envíe un Consolador, el Espíritu Santo. Esto muestra que Jesús
no se consideró el Padre o el Espíritu Santo. Tome en cuenta también todos los otros tiempos
en los Evangelios, en donde Jesús habla al Padre. ¿Estaba hablándose a Sí mismo? No. El habló
a otra persona de la Trinidad – al Padre.
(4) Cada miembro de la Trinidad es Dios: El Padre es Dios: Juan 6:27; Romanos 1:7; 1ª Pedro
1:2. El Hijo es Dios: Juan 1:1, 14; Romanos 9:5; Colosenses 2:9; Hebreos 1:8; 1 Juan 5:20. El
Espíritu Santo es Dios: Hechos 5:3-4; 1 Corintios 3:16; Romanos 8:9; Juan 14:16-17; Hechos
2:1-4).

(5) La subordinación dentro de la Trinidad: La Escritura muestra que el Espíritu Santo es


subordinado al Padre y al Hijo, y el Hijo es subordinado al Padre. Esta es una relación interna,
y no niega la deidad de ninguna persona de la Trinidad. Esta es simplemente un área en el
cual nuestras mentes finitas no pueden entender lo concerniente al Dios infinito. Concerniente
al Hijo veamos: Lucas 22:42; Juan 5:36; Juan 20:21; 1 Juan 4:14. Concerniente al Espíritu Santo
veamos: Juan 14:16; 14:26; 15:26; 16:7 y especialmente Juan 16:13-14.

(6) Las labores de los miembros individuales de la Trinidad:

 El Padre es el recurso o causa esencial de: el universo (1 Corintios 8:6; Apocalipsis 4:11);
la revelación divina (Apocalipsis 1:1); la salvación (Juan 3:16-17); y las obras humanas de
Jesús (Juan 5:17; 14:10). El Padre pone en marcha todas estas cosas.
 El Hijo es el agente a través de quien el Padre hace las siguientes obras: la creación y
mantenimiento del universo (1 Corintios 8:6; Juan 1:3; Colosenses 1:16-17); la revelación
divina (Juan 1:1; Mateo 11:27; Juan 16:12-15; Apocalipsis 1:1); y la salvación (2 Corintios
5:19; Mateo 1:21; Juan 4:42). El Padre hace todas estas cosas a través del Hijo, quien hace
las veces de Su agente.
 El Espíritu Santo es el medio por el cual el Padre hace las siguientes obras: la creación y
mantenimiento del universo (Génesis 1:2; Job 26:13; Salmos 104:30); la revelación divina
(Juan 16:12-15; Efesios 3:5; 2 Pedro 1:21); la salvación (Juan 3:16; Tito 3:5; 1 Pedro 1:2); y
las obras de Jesús (Isaías 61:1; Hechos 10:38). De este modo el Padre hace todas estas
cosas por el poder del Espíritu Santo.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son formas de Dios, cada uno de ellos es Dios. De
manera que, ninguna ilustración puede darnos una representación de la Trinidad, pues por
muy buena que sea, ninguna representación es completamente certera. Un Dios infinito no
puede ser descrito completamente, por una ilustración finita. En lugar de enfocarse en lo que
no comprendemos de la Trinidad, debemos enfocarnos en el hecho de la grandeza de Dios y
en la naturaleza infinitamente superior a nosotros mismos: “… ¡Oh profundidad de las riquezas
de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus
caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?”.
REFERENCIAS:

[1] J.P. Moreland y William Lane Craig, Philosophical Foundations for a Christian Worldview,
IVP, 2003.
[2] Granados, Juan José Fernandez, Pluralidad de Personas en la Deidad: Padre, Hijo y Espíritu
Santo.
[3] The Book of Concord: The Confessions of the Evangelical Lutheran Church. Theodore G.
Tappert (traductor y editor). Philadelphia: Fortress Press, 1959. ISBN 0-8006-0825-9. Primera
traducción al inglés de los textos publicados en Die Bekenntnisschriften (en inglés)
[4] Los 21 testigos de la Trinidad: http://www.ministerioluzalasnaciones.com/index.php/la-
trinidad-la-hashilush-hakadosh/50-los-21-testigos-de-la-trinidad
[5] Jeter de Walker, Luisa. ¿Cuál camino?, Editorial Vida.
34. Respuestas al Pentecostalismo
Unicitario: El Bautismo en el Nombre
de Jesús.

Por: Pastor Fernando E. Alvarado.

Hay un mundo que se pierde en el pecado y los cristianos somos llamados a alcanzarlo. Sin
embargo, algunos grupos de la línea ‘Sólo Jesús’ (pentecostales unicitarios), prefieren trabajar
y hacer proselitismo entre los miembros de otras iglesias cristianas, difundiendo así su herejía
destructiva y causando división en las iglesias. Tal actitud no sólo es sectaria, sino también
digna de reprensión. Ellos afirman ser poseedores exclusivos de la verdad y consideran que
los demás cristianos estamos en error. El bautismo en el Nombre de Jesús suele ser la punta
de lanza en sus argumentos sectarios.

Pero bautizar en el nombre de Jesús es sólo uno de los muchos errores de los pentecostales
unicitarios. Ellos tampoco creen en la Trinidad y, como es de esperarse, no bautizan en el triple
nombre ordenado por Jesús en Mateo 28:19 sino “en el nombre de Jesús solo”, extrayendo
algunos textos fuera de su contexto.

SUPUESTAS BASES BÍBLICAS PARA LA HEREJÍA SABELIANA O MODALISMO.[1]


Analicemos brevemente las bases de los pentecostales unicitarios:

(1.- Hechos 2:38 “…Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre
de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo…”. Basta leer
el contexto para darse cuenta de que el mensaje central no es enseñar que solo existe Jesús
o que el bautismo correcto deba realizarse únicamente en su nombre. En el discurso del
apóstol se destaca que Dios había prometido derramar el Espíritu Santo y ahora lo había
derramado y por eso ellos hablaban en lenguas y presenta a Jesús como el salvador enviado
por Dios. Por ningún lado dice o da a entender que solo existe Jesús. Eso lo asumen solo los
pentecostales unicitarios porque en el discurso aparece la mención de las tres personas
(Padre, Espíritu Santo y Jesús). Además, basta leer el discurso para darse cuenta de que el
apóstol en su sermón destaca como los israelitas mismos le habían quitado la vida a Jesús,
por lo que ellos se sintieron compungidos de corazón y le preguntan acerca de qué debían
hacer ante su gran pecado, y es cuando el apóstol les hace el llamado a arrepentirse y
bautizarse en el nombre de Jesús para ser perdonados y recibir el Espíritu Santo. El contexto
indica que el llamado a bautizarse en el nombre de Jesús es una invitación a reconocerlo
como su mesías; porque para ser aceptados por Dios debían primero aceptar a Jesús como
Salvador, ya que él es el Cristo enviado por Dios. Esto servía para identificar que ahora eran
seguidores de Jesús. Es de esperarse que Pedro, al efectuar la ordenanza del bautismo, lo
haría siguiendo la fórmula y el mandato dado por Cristo antes de su ascensión. Esto resulta
lógico porque: En primer lugar, Pedro predicaba a personas que creían en Dios. Pedro
predicaba a personas que, aunque vagamente, tenían idea de la existencia de un Espíritu
Santo. De los muchos pasajes en que podemos considerar al Espíritu Santo en el Antiguo
Testamento como distinto e independiente de Dios el Padre, hallamos los siguientes: “Y la
tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu
de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2). “Su espíritu adornó los cielos; su
mano creó la serpiente tortuosa” (Job 26:13). “Por la palabra de Jehová fueron hechos los
cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Salmos 33:6). “No me eches de
delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmos 51:11). “Mas ellos fueron rebeldes,
e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra
ellos. Pero se acordó de los días antiguos, de Moisés y de su pueblo, diciendo: ¿Dónde está
el que les hizo subir del mar con el pastor de su rebaño? ¿dónde el que puso en medio de él
su santo espíritu” (Isaías 63:10, 11). Esta doctrina iba a tener su floración perfecta en el Nuevo
Testamento. Además, Pedro predicaba a personas que no creían en Jesús y que antes, al
contrario, lo habían escarnecido, despreciado y crucificado. Pero ahora, Pedro les dice que ese
Jesús era nada menos que su Mesías y que toda relación con Dios tenía como fundamento el
nombre de Jesucristo y que por lo tanto, en el nombre de Él debían recibir el bautismo. Era
pues, para aquella multitud, la oportunidad que tenían de resarcirse de su mal contra su
Mesías, y de recibir, como prueba de su arrepentimiento y fe, el bautismo teniendo como
base la Persona que 50 días antes habían crucificado. Era la exaltación y elevación de la
Persona que aborrecieron y que desde ahora sería la más amada. Cipriano (200 D.C.) dice:
«Pedro menciona aquí el nombre de Jesucristo, no para omitir al Padre, sino para que el Hijo
no falte de ser unido con el del Padre». En los discursos sucesivos que encontramos
especialmente en los primeros capítulos de Hechos, los discípulos están tratando de hacer
resaltar a la persona de Jesucristo, porque ella era la que había tomado cuerpo humano para
poder ofrecer por los hombres el sacrificio perfecto. En cuanto a los tres mil se debe pensar
que no fueron bautizados en el acto, lo que no había sido posible. La expresión “y se
añadieron aquel día”, no implica necesariamente que su bautismo haya sido celebrado el
mismo día. Una instrucción completa les fue dada más tarde según Hechos 2:42: “Y
perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el
partimiento del pan y en la oración”.

(2.- Hechos 8:16 “…Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que
solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús…”. Este pasaje bíblico tampoco
menciona que solo exista Jesús como suponen los pentecostales unicitarios, o que sólo en su
nombre es el bautismo correcto. Por el contrario, si leemos todo el relato podemos darnos
cuenta de que se mencionan a Dios el Padre, al Espíritu Santo y a Jesús. Felipe había llegado
a Samaria donde hizo muchas señales y presentó a Jesús como el Salvador; pero luego Pedro
y Juan fueron enviados y hallaron que sólo habían sido bautizados en señal de reconocimiento
de que Jesús era el mesías, pero no habían recibido el Espíritu Santo. Al leer el relato podemos
darnos cuenta de que se refiere a que ellos habían aceptado el nombre de Jesús como el
Salvador personal y que habían sido bautizados con la autoridad dada por Jesús. Esto servía
para identificar que ahora eran seguidores de Jesús. No pretende establecer fórmula
bautismal alguna.

(3.- Hechos 10:48 “…Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron
que se quedase por algunos días…”. En este texto la Biblia tampoco está negando la existencia
del Padre y del Espíritu Santo, ni presentado la sola existencia de Jesús solamente. Pedro por
indicación divina había ido a casa de Cornelio, un gentil temeroso del Señor, y al llegar se da
cuenta que no debía hacer excepción de personas y comienza a predicarle a él y a muchos
otros más gentiles, y aún a algunos judíos presentes en la casa de Cornelio. Su mensaje
principal es mostrar como Dios ungió a Jesús con el Espíritu Santo y le envió como Salvador
de la humanidad al resucitarle el tercer día. Los pentecostales unicitarios parece que no leen
el contexto completo en el que se destaca que Jesús fue el mesías de Dios y por ningún lado
dice que solo existe Jesús. Cuando dice que el apóstol les manda a ser bautizados en el
nombre de Jesús se está destacando que al haber recibido el Espíritu Santo y hablado en
lenguas sin duda debían dar el paso del bautismo, aceptando a Jesús como salvador y enviado
de Dios. Esto servía para identificar que ahora eran seguidores de Jesús. Sin embargo, a la
hora de efectuar el bautismo, los apóstoles no desobedecerían jamás el mandato de Su Señor
ni cambiarían la fórmula bautismal trinitaria dada por el mismo Jesús.

(4.- Hechos 19:5 “…Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús…”.
El apóstol Pablo llegó a Éfeso y halló a algunos discípulos o seguidores, pero encontró que
no habían recibido el Espíritu Santo y que sólo conocían el bautismo de Juan y ahora procede
a hablarles de Jesús y luego fueron bautizados. En ningún versículo del texto se menciona que
solo existe Jesús como suponen los pentecostales unicitarios. Claramente se revela la
existencia de otro Ser: el Espíritu Santo; del que los seguidores no sabían nada porque no
habían sido instruidos. Los creyentes no habían escuchado ni del Espíritu Santo ni de Jesús y
solo sabían acerca del bautismo de arrepentimiento de Juan el Bautista; razón por la que
ahora el apóstol les habla de Jesús y les presenta a Jesús como el Cristo y luego que ellos
aceptan a Jesús como su Salvador personal les bautiza. Pero, obviamente, no en el nombre
de Jesús sólo. Es evidente que lo que se destaca es la necesidad de reconocer a Jesús como
Salvador como requisito previo e indispensable para recibir el bautismo cristiano. El apóstol
les pregunto ‘¿En qué fuisteis bautizados?’ Ellos no le dijeron en el nombre de Juan, sino en
el bautismo de Juan. En respuesta, ahora el apóstol les presenta la nueva forma ordenada por
Dios, la cual era aceptando a Jesús como Salvador.

REFUTANDO LA DOCTRINA SABELIANA.[2]


La postura pentecostal unicitaria, y de algunos otros que pretenden enseñar que sólo se debe
bautizar en el nombre de Jesús, deja algunas dudas:
I.- Según Mateo 28:19, Jesús mandó bautizar a sus discípulos en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo; pero según ellos los discípulos lo hicieron solo en el nombre de Jesús.
Como quien dice fueron desobedientes. No creo que ellos hayan sido ejemplo de
desobediencia y mucho menos en un tema tan importante. Por ejemplo, Dios mandó a Noé
a construir “un arca de madera de gofer”: “Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos
en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera” (Génesis 6:14). Virtualmente se le
prohibía el uso de cualquier otra madera. Si Noé hubiera usado distinta clase de madera a la
ordenada era una desobediencia abierta a Dios. La institución de la Pascua proporciona varias
ilustraciones de esta máxima (Éxodo 12). Había de sacrificarse un cordero, no una ternera;
había de ser de un año, no de dos o tres; macho, no hembra; perfecto, no defectuoso; había
de sacrificarse el 14 del mes, no ningún otro día; la sangre debía ponerse en los postes y en
los dinteles de la puerta, no en ninguna otra parte. Cuando el Señor ordena: “Id, y haced
discípulos… bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” y se cambia
la fórmula por otras palabras, así sean santas, se está desconociendo la autoridad de
Jesucristo. Si él mandó bautizar en el nombre de las Tres Personas se debe hacer así y no de
ninguna otra manera, pues hacerlo es suplantar la Palabra de Dios y desobedecerle
flagrantemente.

II.- De acuerdo a lo anterior, si la postura de los unicitarios fuese correcta, esto querría decir
que la Biblia, Jesús y los discípulos se contradicen entre sí. No creo que la Biblia se contradiga.
Mucho menos tan garrafalmente. Eso es poner en dudas la palabra de Dios.

III.- En la Biblia no hay un solo ejemplo de una persona en la que se expresen las palabras
pronunciadas en el momento del bautismo ¿Por qué asumir que Jesús enseño una cosa y los
apóstoles hicieron y enseñaron otra? No hay un solo texto en el que Pedro, Pablo o alguno
de los otros apóstoles diga “Yo te bautizo en el nombre de Jesús”

IV.- Los pentecostales unicitarios argumentan que en Mateo 28:19 cuando dice “en el
nombre” es indicando que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo son un título de una misma
persona; pero, para su desacierto, lo que se resalta es la unidad de los tres: “nombre” (singular)
del Padre, del Hijo y Espíritu Santo (plural)

V.- La regla idiomática griega dice que cuando hay dos sustantivos conectados por el
copulativo kai (y) el primer nombre tiene el artículo “el” delante y el segundo no lo tiene
ambos nombres describen a la misma persona (ejemplo: “nuestro Gran Dios y Salvador
Jesucristo” Tito 2:13) pero en Mateo 28:19 tanto Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen el artículo
“del” que es una contracción de “de” y “el” delante lo que significa que son tres personas
distintas.
VI. – Algunos antitrinitarios niegan la fórmula bautismal de Mateo 28:19 basados en que
Eusebio, un padre de la iglesia no la registró en ninguno de sus escritos antes del concilio de
Nicea (325 d.C.) y luego si la usó en sus escritos; pero eso no constituye ninguna evidencia
porque los manuscritos bíblicos griegos más antiguos, los cuales son más confiables, si la
registran.

VII.- Existen aproximadamente cinco mil manuscritos griegos y todos dicen “en nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” y no hay uno solo que diga “bautizándolos en mi nombre”.

VIII.- Incluso manuscritos extrabíblicos antiguos mencionan el Triple Nombre, entre ellos:
Epístola de Ignacio a los Filipenses, capítulo 2 (siglo II), Tertuliano, De bautismo, capítulo 13
(200 d.C.), Tertuliano, Contra Praxeas, capítulo 2 (200 d.C.), Cipriano, Los siete concilios de
Cartago (siglo II), Gregorio taumaturgo, Confesión de fe (siglo II), Didajé, 7, (70 d.C.) e Ireneo
siglo II, entre muchos otros.[3]
IX.- En el nacimiento de Jesús vemos la acción de los tres miembros de la Trinidad. Lucas 1:35
nos dice: “…Respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra por lo cual el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de
Dios…”

X.- En el bautismo de Jesús vemos la acción de los tres. Mateo 3:16,17 nos dice: “…Y Jesús,
después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al
Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos,
que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia…”

XI.- En la resurrección de Jesús vemos la acción de los tres: El Padre, según Efesios 1:20
“…operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares
celestiales…”. Jesús dijo en Juan 2:19-21: “…Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo,
y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este
templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo…”. Luego,
del Espíritu Santo se nos dice en Romanos 8:11, “…Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará
también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros…”

XII.- La expresión “el nombre” es presentada en las Escrituras como el medio por el cual se
hacen milagros y se obtiene la salvación. Pero la palabra “nombre” tenía un significado
diferente en el contexto judío al que le dan los pentecostales unicitarios hoy, por ejemplo:

a.- Se creía que la mención de un nombre era especialmente poderosa para que se efectuaran
milagros. Josefo relata haber visto a un tal Eleazar que pretendía echar fuera demonios usando
el nombre de Salomón (Antigüedades VIII, 2.5). Los siete hijos de Esceva intentaron en Éfeso
usar el nombre de Jesús con el mismo propósito (Hechos 19:13-14).

b.- En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea “Shem”, (“nombre”), algunas veces se emplea
con el sentido de “carácter” (Jeremías 14:7, 21), y puede ser casi un sinónimo de la persona
misma (Salmos 18:49). Esta estrecha relación entre el nombre y el carácter se ilustra con la
abundancia de nombres del Antiguo Testamento que indican el carácter de quienes los tenían.

c.- Otro aspecto de esto puede verse en tiempos del Nuevo Testamento, cuando la palabra
griega “Ónoma” (“nombre”), puede significar “persona”.

Todo esto indica que al pronunciar el nombre de Jesús para realizar milagros y para proclamar
salvación, o incluso mencionarlo en relación con el bautismo, los apóstoles declaraban que el
poder de sanar y de salvar o bautizar se empleaba en una relación vital con la persona y el
carácter de Jesucristo.

EL BAUTISMO EN AGUA COMO NECESARIO PARA LA SALVACIÓN.[4]


Un error engendra a otro. Puesto que los pentecostales unicitarios enseñan que el bautismo
debe efectuarse en el nombre de Jesús, creen que sus hermanos que no han sido bautizados
de dicha forma están en error y ponen en peligro su salvación eterna. Pero al enseñar que el
bautismo salva, limpia o perdona pecados, el bello significado de esta ordenanza se pierde.
Para los verdaderos cristianos, el bautismo expresa, por figura, la muerte al pecado del
creyente y su resurrección a novedad de vida: “… ¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados
juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva…” (Romanos
6:3, 4). El bautismo es también un testimonio de que pertenecemos a Cristo: “…Porque habéis
sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos…” (Gálatas 3:27). Porque somos de él,
hemos sido “revestidos” de Cristo, del carácter de Él. También es el bautismo un paso de
obediencia: “…Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo…” (Hechos 2:38).
“…Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide
que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo,
dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios…” (Hechos 8:36-37).

El bautismo en sí no tiene poder salvador. La gente se bautiza porque es salva, no para ser
salva. No hay en la Biblia siquiera una idea que dé base para decir que el bautismo salva,
limpia o perdona pecados. Veamos algunos hechos que nos enseñan la imposibilidad del
bautismo para otorgar limpieza o salvación: Jesucristo fue bautizado: “…Entonces Jesús vino
de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo
necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque
así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue
bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de
Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía:
Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia…” (Mateo 3:13-17). Si el bautismo lava,
limpia y quita los pecados, ¿De qué pecados Jesucristo fue limpio o perdonado? Hablando de
Cristo la Biblia dice: “…El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca…” (1 Pedro 2:22).
“…Santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los
cielos…” (Hebreos 7:26). Siguiendo la lógica de los “unicitarios” de que el bautismo es
necesario para la salvación, Jesucristo fue un pecador. ¿No raya esto en blasfemia? Si el
bautismo salva, ¿Por qué el ladrón en la cruz fue invitado por Cristo al cielo sin someterse a
ese acto? Dicen que es una excepción por las circunstancias.

Esto todavía es más error porque para la salvación las circunstancias no hacen concesión a
nadie. Arrepentimiento y fe tuvo el ladrón y eso le bastó. Lo mismo que la Biblia exige para
cada pecador en todo tiempo y lugar. En Hechos 8:9-24, tenemos el caso de Simón el mago.
Él fue bautizado, pero vemos que el agua no le hizo nada, no cambió su corazón, no lo sacó
del lugar tenebroso en que se encontraba. Pedro hablando a Simón después de ser bautizado
le dice: “…Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con
dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de
Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el
pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás…” (Hechos 8:20-23). Algo muy distinto pensaba Pedro del bautismo de lo que piensan
los señores “unicitarios”.

Pablo dice en 1 Corintios 1:14-17 “…que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y
a Gayo… También bauticé a la familia de Estéfanas…” Y agrega: “…Pues no me envió Cristo a
bautizar, sino a predicar el evangelio…” ¿No tendría Pablo interés en que las personas se
salvaran? Así hay que creer si seguimos las enseñanzas de los señores de ‘Solo Jesús’ o la
Nueva Luz. Es que para Pablo el bautismo tenía su lugar, nunca debía ocupar el lugar que le
corresponde al arrepentimiento y la fe. En las epístolas no se hace énfasis en el bautismo. El
silencio habla en esta ocasión. Es raro, si el bautismo salva, que las cartas que rigen a la
cristiandad, que regulan su conducta, se queden mudas en cuanto al bautismo. Tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamentos se enseña que la fe es el medio que trae la salvación
al creyente: “…Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios…”. (Juan 1:12). “…Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
más tenga vida eterna…” (Juan 3:16).

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha


creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios… El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero
el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:15,
16, 18, 36). “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). “Y
ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones” (Hechos
15:9). “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31).
“Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en
nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque
es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío, primeramente, y también al
griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:16-17). “Siendo justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús… Concluimos, pues, que el hombre es
justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:24, 28). “Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). “Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios
2:8). “Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes
de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5).
La Biblia tiene que ser su propio intérprete. Eso de aislar versículos para hacerles decir lo que
no fue la intención del Espíritu Santo que dijera, es sumamente peligroso. Así se conocen las
corrientes falsas y ese método también lo usan los “modernos sabelianos”.

CONCLUSIÓN.

Los pentecostales unicitarios y otros antitrinitarios, argumentan que la formula correcta de


bautizar era solo en el nombre de Jesús, pero los textos dentro de su contexto y las evidencias
bíblicas e históricas, nos revelan que se hacía en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo y que, cuando en el libro de los Hechos se menciona solamente el nombre de Jesús en
relación con el bautismo, no se está dando una nueva fórmula bautismal, sino afirmando que
era con la autoridad dada por Jesús que dicha ordenanza se efectuaba y, a la vez, era una
invitación a aceptarle como Salvador. Los pentecostales unicitarios, por lo tanto, están
sumamente equivocados en su interpretación doctrinal y no debemos prestarles atención a
sus herejías.

REFERENCIAS:

[1] David K. Bernard, J.D., The Oneness of God, Pentecostal Publishing House, 1983,
Hazelwood, MO.
[2] Por la defensa del Evangelio: Apologética Contemporánea, Editorial Cristiana Continental
de las Asambleas de Dios (ECCAD), 1994.
[3] Luisa Jeter de Walker, ¿Cuál camino?, Editorial Vida, Miami, FL., 1968.
[4] G.R. Beasley-Murray, Baptism in the New Testament Paperback, Wm. B. Eerdmans
Publishing Company; First Edition (March 15, 1973)
35. Pneumatología Pentecostal: ¿Quién es
el Espíritu Santo?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
La pneumatología, o neumatología, es la parte de la teología sistemática que estudia lo
referente a la tercera persona de la trinidad, es decir, al Espíritu Santo. Al igual que la teología
propia estudia algunos rasgos de la primera persona de la trinidad y la cristología estudia de
Jesús, también la neumatología estudia la personalidad, la deidad y la obra del Espíritu Santo.
Etimológicamente la palabra neumatología proviene de dos vocablos griegos
donde pneuma significa viento, aire o espíritu y logos, estudio o tratado. En palabras
sencillas se entiende entonces que es el estudio del Espíritu Santo.[1] Las razones de estudio
son diversas, sin embargo, es necesario su estudio ya que también es Dios y no conocerlo
sería negligente. Por otro lado, la Biblia menciona que el Espíritu Santo tiene mucha relación
con el hombre hoy día. Además, se le pide al creyente vivir en sujeción al Espíritu Santo, pero
¿Cómo entender esta relación con el Espíritu sin antes conocerle? Por tal razón, el estudio de
la persona y de la obra del Espíritu Santo es, para el cristiano devoto, una cuestión de vital
interés. Particularmente para el creyente pentecostal.

El conocimiento de Dios por parte del creyente no puede nunca ser completo si no conoce a
la tercera persona de la Deidad. En opinión de muchos teólogos, el ministerio activo del
Espíritu Santo marca la edad de la Iglesia como la “Edad del Espíritu”, en contraste con la era
de los Evangelios que es descripta como la “Era del Hijo”, y el Antiguo Testamento que es
llamado “La era del Padre”. Todos aquellos que están genuinamente en la Iglesia del Señor
Jesucristo, son producto de la obra creativa del Espíritu Santo por medio de Sus múltiples
ministerios.[2]

¿Te has preguntado alguna vez en qué se diferencia el cristianismo de cualquier otra fe o
sistema de creencias? La respuesta es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo morando en el
creyente le asegura la verdad de que el cristianismo no es una mera religión filosófica o
moralista. La doctrina cristiana llega a ser una fe vivificada con ímpetu dinámico y validez
convincente gracias al Espíritu Santo. En la medida que el creyente ha apropiado el Espíritu
Santo, en esa medida ha participado del poder del Evangelio de Cristo Jesús. Para el creyente,
el Espíritu Santo es la llave a toda dádiva y aproximación espiritual. A través de su ministerio
le son transmitidos al creyente los frutos de la victoria de la obra consumada por Cristo en el
Calvario. El estudio del Espíritu Santo permite al creyente: (1) Apreciar más adecuadamente la
naturaleza y la persona de Dios; (2) comprender mejor la naturaleza de la Iglesia como cuerpo
orgánico vivificado por el poder del Espíritu Santo y (3) comprender el plan de Dios para el
creyente y Su provisión divina para una vida Cristiana victoriosa.

Al estudiar acerca del Espíritu Santo el creyente no está estudiando acerca de un ser extraño;
él está estudiando a Dios. La naturaleza y el ministerio del Espíritu Santo son exactamente los
de Dios el Padre y Dios el Hijo. El Nuevo Testamento hace mención del Espíritu Santo
constantemente: 56 veces en los evangelios; 57 veces en el libro de los Hechos; 112 veces en
las cartas de Pablo; 36 veces en el resto del Nuevo Testamento. A pesar de ello, aún subsisten
muchos conceptos erróneos sobre la identidad del Espíritu Santo. Algunos ven al Espíritu
Santo como una fuerza mística. Otros entienden al Espíritu Santo, como el poder impersonal
que Dios pone a disposición para los seguidores de Cristo.[3] Tal confusión se debe
principalmente a la proliferación de sectas niegan la personalidad del Espíritu Santo. Sin
embargo, lo que realmente importa no es lo que diga alguna secta o grupo herético. Nuestra
autoridad en materia de doctrina y práctica es la Biblia. Por ende, cabe preguntarnos: ¿Qué
dice la Biblia acerca de la identidad del Espíritu Santo? Ciertamente, la Biblia tiene mucho que
decirnos acerca del Espíritu Santo, su naturaleza, personalidad, funciones y atributos. Dejemos
pues que la Biblia hable por sí sola.

EL ESPÍRITU SANTO A TRAVÉS DE LA HISTORIA HUMANA.


Podemos ver al Espíritu Santo desde el Antiguo Testamento haciendo diversas actividades,
como: Obrando en la creación (Génesis 1:2); da aliento a los hombres y los animales (Génesis
2:7; 6:3); capacitando a hombres para la batalla (Jueces 3:10); capacitando a los profetas para
anunciar el mensaje del Señor (Miqueas 3:8), etc. En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo
estaba en medio del pueblo de Dios (Isaías 63:11) y capacitaba a ciertos hombres para tareas
especiales (Éxodo 31:3; Jueces 6:34; 11:29). Sin embargo, no era dado a todos y podía ser
retirado (Jueces 13:25; 16:20; Salmos 51:11). El Espíritu Santo es llamado de distintas maneras
a lo largo del Nuevo Testamento: El Espíritu de Dios (1 Corintios 3:16); el Espíritu de Cristo
(Romanos 8:9); el Espíritu Eterno (Hebreos 9:14); el Espíritu de Verdad (Juan 16:13) y el Espíritu
de Gracia (Hechos 10:29). La primera obra del Espíritu Santo en el hombre es convencer de
pecado (Juan 16:8,11) y de la realidad del perdón a través de Jesucristo. Esto lo hace a través
de la predicación (Hechos 2:37; 1 Tesalonicenses 1:5) y del ejercicio de los dones espirituales
(1 Corintios 14:24-25). El Espíritu Santo es prometido a todos los creyentes (Hechos 2:38) y es
un don que se recibe por la fe en Jesucristo (Efesios 1:13; 3:16-17; Gálatas 3:2,5). El Espíritu
Santo es el que produce la obra de regeneración en nosotros. Él es el sello de nuestra
salvación: ”…En Él también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio
de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa,
que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión
adquirida de Dios, para alabanza de Su gloria…” (Efesios 1:13-14). Pero el Espíritu Santo es
mucho más que el sello de Dios en nosotros.
DEIDAD DEL ESPÍRITU SANTO.[4]
Dicho de una manera sencilla, la Biblia dice que el Espíritu Santo es Dios. No es una mera
suposición teológica, pues en la Palabra de Dios encontramos la afirmación de Su divinidad.
La Biblia enseña claramente que el Espíritu Santo posee los atributos divinos: omnisciencia,
omnipresencia, omnipotencia, eternidad. Incluso le llama “Dios” en Hechos 5:3-4. En este
versículo, Pedro confronta a Ananías por haber mentido al Espíritu Santo, y le dice que él
“…No había mentido a los hombres sino a Dios…”. Es una clara declaración de que mentir al
Espíritu Santo es mentir a Dios. También podemos saber que el Espíritu Santo es Dios, porque
El posee los atributos o características de Dios. Por ejemplo, el hecho de que el Espíritu Santo
es omnipresente, lo vemos en Salmos 139:7-8 “… ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde
huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he
aquí, allí tú estás…”. Luego, en 1 Corintios 2:10-11 vemos la característica de la omnisciencia
del Espíritu Santo: “…Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del
hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de
Dios, sino el Espíritu de Dios…”. La eternidad del Espíritu Santo también es enseñada en
Hebreos 9:14 y Zacarías 4:6.

PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO.[5]


La Biblia también nos dice que el Espíritu Santo es una Persona, un Ser con una mente,
emociones, y una voluntad. De acuerdo con la Biblia, y es lo único que importa acá, el Espíritu
Santo es la tercera persona de la Trinidad. No es un poder ni una fuerza. La Escritura le atribuye
una personalidad distintiva, al igual que al Padre y el Hijo (Mateo 3:16-17; Juan 14:16-17). El
Espíritu Santo piensa, conoce el lenguaje, tiene voluntad, se le puede tratar como una persona,
se le puede mentir, se le puede probar, se le puede resistir y se le puede contristar (Hechos
5:3; 7:51). Podemos conocer que el Espíritu Santo es en verdad una Persona, porque Él posee
una mente, emociones y una voluntad. El Espíritu Santo piensa y sabe (1 Corintios 2:10). El
Espíritu Santo puede ser afligido (Efesios 4:30) El Espíritu intercede por nosotros (Romanos
8:26-27), lo cual no sería posible si no fuera una persona. El Espíritu Santo hace decisiones de
acuerdo con Su voluntad (1 Corintios 12:7-11). El Espíritu Santo es Dios, la tercera “Persona”
de la Trinidad. Como Dios, el Espíritu Santo puede funcionar verdaderamente como Consejero
y Consolador, tal como lo prometió Jesús (Juan 14:16, 26; 15:26) Jesucristo habló de Él
llamándolo el “otro Consolador” y utiliza el pronombre personal “Él” para referirse al Espíritu
Santo, lo cual sería absurdo si no fuera una persona real igual que Jesús (Juan 16:7-8; 16:13-
15; Romanos 8:16-26). El Espíritu Santo es mencionado en conexión con el Padre (Mateo
28:19; 2 Corintios 13:13), lo cual sería ilógico si no fuera una persona igual que Él. El libro de
los Hechos nos muestra al Espíritu Santo obrando en la plenitud de su poder, mostrando
cualidades y hechos personales como hablar y guiar a los creyentes, manifestándose
claramente como la tercera persona de la Trinidad (Hechos 8:29; 10:19-20; 10:38; 13:2; 15:28;
16:6-7; 20:28). Pero el Nuevo Testamento no es el único testigo de la personalidad del Espíritu
Santo. Aún el Antiguo Testamento da fe de la personalidad del Espíritu Santo. Así, en el
Antiguo Testamento leemos que:
1.- EL ESPÍRITU SANTO HABLA: La presuposición fundamental de la inspiración de las
Escrituras es que el Espíritu de Dios habló a través de los profetas escogidos. Antes de morir,
el rey David declaró que “el Espíritu del Señor habló por mí, y su palabra estuvo en mi lengua”
(2 Samuel 23:2). El Espíritu hablando es una clara señal de su personalidad, ya que las fuerzas
impersonales son incapaces de comunicarse. El dinámico libro de Ezequiel dice algo parecido:
“…Entonces el Espíritu entró en mí, me hizo ponerme en pie y habló conmigo, y me dijo: ‘Ve,
enciérrate en tu casa’…” (Ezequiel 3:24). Al entender que el Espíritu habló personalmente con
el profeta, es fácil reconocer que se trata de un agente consciente y personal.

2.- EL ESPÍRITU SANTO NOS GUÍA Y PASTOREA: Otro atributo personal del Espíritu Santo
es que nos guía: “…Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu
me guíe a tierra firme…” (Salmo 143:10). El Espíritu es como el buen pastor que procura llevar
a las ovejas del Señor a delicados pastos. La misma verdad se repite en Isaías 63:14, donde el
profeta escribe que “…como a ganado que desciende al valle, el Espíritu del Señor les dio
descanso. Así guiaste a Tu pueblo, para hacerte un nombre glorioso…”. El Espíritu guio al
pueblo en los días de Moisés para que heredaran la tierra prometida.

3.- EL ESPÍRITU SANTO SE ENOJA: Isaías resalta que el Espíritu Santo se enojó con el pueblo
de Dios en los días de Moisés por su dureza de corazón: “…Pero ellos se rebelaron y afligieron
Su Santo Espíritu; por lo cual Él se convirtió en su enemigo y peleó contra ellos…” (Isaías 63:10).
El texto es otra muestra más de que el Espíritu es una persona, ya que las fuerzas abstractas
e inanimadas no pueden enojarse. El enojo santo es propio de personas.

4.- EL ESPÍRITU SANTO ENSEÑA: Hay un par de hermosos textos en Nehemías que
defienden la personalidad del Espíritu Santo. El primero se encuentra en Nehemías 9:20: “…Y
enviaste tu buen Espíritu para instruirles…”. La idea aquí es que el Espíritu de Dios es el que
enseña al pueblo del Señor. Se trata de otro atributo personal. Diez versículos después, sucede
lo mismo: “…Sin embargo, Tú fuiste paciente con ellos por muchos años, y los amonestaste
con Tu Espíritu por medio de Tus profetas, pero no prestaron oído. Entonces los entregaste
en mano de los pueblos de estas tierras…” (Nehemías 9:30). Es la misma realidad vista en el
versículo 20. El Señor quiso enseñar a los hebreos y advertirles por medio del ministerio del
Espíritu.

La personalidad del Espíritu Santo es una doctrina clara. Y para vergüenza de los falsamente
llamados Testigos de Jehová, no hace falta consultar el Nuevo Testamento para creer en la
doctrina de la personalidad del Espíritu Santo. El testimonio del Antiguo Testamento es más
que claro. El Espíritu habla, guía, pastorea, se enoja, y enseña. Es imposible, pues, que sea una
simple fuerza impersonal como ellos erróneamente enseñan. Dado que el Espíritu es una
persona, podemos tener una relación con Él también.
CONCLUSIÓN.
El Espíritu Santo no es un viento, no es un poder natural, no es una mera influencia inspiradora
como asumen los falsos Testigos de Jehová. El Espíritu Santo es una Persona, la Tercera
Persona de la Trinidad. Vive aquí, presente entre nosotros, para iluminarnos en el
conocimiento de la Biblia, único lugar donde Dios se revela al hombre. El Espíritu Santo es
otro Cristo, es otro Consolador. El Hijo terminó la misión que le había traído a la tierra. La
continuación de su obra, es decir, el establecimiento y fortalecimiento de la Iglesia, fueron
trabajos encomendados al Espíritu Santo. Este comenzó a obrar cuando el Hijo fue recibido
nuevamente al cielo. El Espíritu Santo es una persona con atributos propios. Está dotado de
voluntad, ya que reparte los dones como él quiere. Está dotado de pensamiento. Está dotado
de conocimiento. Está dotado, también, de los atributos de bondad y amor. Más aún, la Biblia
afirma que el Espíritu Santo puede ser tratado igual que una persona. Se le puede mentir, se
le puede tentar, se le puede resistir, se le puede entristecer, se le puede invocar y se le puede
blasfemar. Un ser dotado de atributos semejantes es necesariamente una persona, en este
caso una persona divina, la tercera persona de la Trinidad.

REFERENCIAS:

[1] Antonio Aranda Lomeña, Estudios de pneumatología, Editorial Universidad de Navarra,


año 1985, España.
[2] J. José Alvarez, El Tiempo del Espíritu: Hacia una teología Pneumatológica, Editorial Eunsa,
2006.
[3] Lucas Mateo Seco, Teología trinitaria. Dios Espíritu Santo. Ediciones RIALP. Madrid 2005.
[4] Myer Pearlman, Teología Bíblica y Sistemática, Editorial Vida, 1990.
[5] Stanley M. Horton, Teología Sistemática: Una perspectiva pentecostal, Editorial Vida, 2012.
36. El Espíritu Santo en la Biblia.

Por: Fernando E. Alvarado

INTRODUCCIÓN.
¿Por qué los pentecostales enfatizamos tanto la necesidad de una experiencia personal con
el Espíritu Santo? Porque el Espíritu Santo es la vida y motor de la Iglesia. La biblia está llena
de referencias al Espíritu Santo, de modo que la doctrina acerca de su personalidad, divinidad
y obra son de vital importancia para nosotros hoy en día, como lo fue para los primeros
cristianos el día del Pentecostés.

Las dos palabras usadas en la Biblia para designar al Espíritu son la palabra hebrea ruach, y la
palabra griega pneuma. La palabra ruach ocurre aproximadamente 380 veces y traducida en
términos generales significa “viento” o “aliento”. Proviene de la raíz que significa “exhalar por
la nariz con violencia”. En otras palabras, aire o aliento que se mueve. Según sea el contexto,
ruach tiene muchas connotaciones, incluyendo el viento natural, el aliento de vida, el
temperamento, la disposición, la valentía, la fortaleza, la energía que da vida, el poder creativo,
las imponentes tempestades, la fortaleza que va más allá de lo humano, el poder especial de
inspiración o de capacitación. Con frecuencia manifiesta la idea de violencia y de poder,
indicando cualquier cosa desde una fuerza impersonal hasta una persona en particular. Sin
embargo, puesto que estamos tratando principalmente con el Espíritu Santo, el énfasis divino
de ruach cuando aparece combinado con Jehová o Elohim, o cuando el contexto conecta
claramente la palabra con el Espíritu de Dios, indica una acción poderosa de Dios sobre el
cosmos, un individuo, o un grupo de personas (tal como la nación de Israel o la Iglesia como
cuerpo de Cristo).

En el Nuevo Testamento, pneuma ocurre aproximadamente 380 veces. Del mismo modo,
conlleva la idea general de viento, aliento, emociones y pensamientos humanos, la fuerza de
vida de la persona, o un gran poder. Proviene de la raíz griega pneu, que significa un
movimiento dinámico de aire: expirar, inhalar, respirar sobre, soplar aire, soplar un
instrumento musical, inspirar, vapor, evaporar, radiar, enojo, tener valor, benevolencia, emitir
fragancia, etc. En todo caso, pneuma implica que el aire se pone en movimiento, hay acción;
por tanto, el énfasis está en su poder inherente, particularmente en el reino espiritual. Cuando
se refiere específicamente al Espíritu de Dios (aproximadamente 250 veces), indica una
actividad o acción de Dios, o las manifestaciones resultantes del movimiento del Espíritu de
Dios.[1]

EL ESPÍRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO


Desde el comienzo del Génesis, vemos al Espíritu en movimiento.[2]La actividad del Espíritu
es inseparable de la obra de Dios. Es una extensión de Dios mismo. El Espíritu participa en la
Creación, estableciendo orden y evitando el caos. El Espíritu da vida a la humanidad. El Espíritu
comunica la voluntad y la palabra de Dios por medio de los profetas. El Espíritu equipa a los
obreros y artesanos (tal como Bezaleel en Éxodo 31:3; 35:30-35 y las mujeres diestras que
hicieron las vestiduras sacerdotales en 28:3). El Espíritu concede sabiduría para el liderazgo
(Números 11), equipa para el servicio (1 Samuel 16:13,14; Números 11:24-30), y concede buen
entendimiento (Isaías 11:1-5; 42:1-4). Y el Espíritu protege al pueblo de Dios a través de
acciones de fortaleza y de riesgo que cuesta imaginar.
Es imposible controlar o predecir al Espíritu, pues viene con fuerza y poder. En el libro de
Jueces (6:34) el Espíritu literalmente “se revistió de Gedeón” o “tomó posesión” de él. El
Espíritu concedió a Sansón fuerza extraordinaria (Jueces 14:6) y toma el control de Saúl (1
Samuel 10:5-11; 19:18-24). El Espíritu es soberano. Esto se ilustra en el caso de Balaam, el
profeta porfiado, que bendice al pueblo de Dios porque el Espíritu le prohíbe maldecirlo.
Nótese también como el Espíritu controla las últimas palabras de David en 2 Samuel 23:1-2.

El Espíritu es misterioso y viene en maneras extrañas, como sueños (Génesis 41:38,39) y


visiones (Génesis 15:1; 46:2; Ezequiel 1:1; Daniel 1:17), en guerra de guerrillas de Gedeón, y en
danzas. En 1 Samuel 10:7-13, Dios “cambió el corazón” de Saúl. Efectivamente, tan extraño es
el Espíritu que Amós (7:14-16) dice a la gente: “¡Yo no soy un profeta!” Pero Dios invade al
mundo, no para asustarnos (aun cuando a veces tal cosa pudiera suceder), sino
principalmente para comunicarse. Por ejemplo, los profetas están allí para comunicar la
voluntad de Dios, no para manipular a la gente o para hacer la obra por remuneración
económica.

Frecuentemente, hay un vínculo definido entre el “Espíritu del Señor” y la “palabra del Señor”
[hebreo dabar (palabra) y ruach: ver Salmo 33:6; 1 Samuel 15:26; 2 Samuel 23:2]. El Espíritu no
consiste en palabras o conocimiento sin propósito, inútiles, vacías [literalmente “vana
sabiduría”, “palabras vacías”: Job 15:2; 16:3]. Los falsos profetas son como viento, no porque
no tengan palabras, sino porque están desprovistos de la Palabra del Espíritu de Dios
(Jeremías 5:13).

En los libros históricos, el Espíritu da poder para el servicio y sabiduría para el liderazgo. Josué
(Números 27:18) es ascendido para ser el dirigente del pueblo. Los Jueces (Jueces 3:10)
dirimen contiendas, proporcionan respuestas, resuelven problemas, consuelan a la gente, y
conducen a la victoria (todo en el poder del Espíritu). La Escritura describe la actividad del
Espíritu como “venir con ímpetu” (Jueces 14:6,19; 15:14) o “vestirse de” (Jueces 6:34 y 1
Crónicas 12:18). Hay una señal externa de que la presencia de Dios está allí. Dios está en
acción. Pero por muy espectacular que sea esto, el Espíritu está sobre la persona sólo en forma
temporal y ocasional.

En los libros poéticos, vemos de nuevo al Espíritu como “Dios en acción” dentro del mundo
para impartir vida (Job 27:3; 33:4; 34:14,15), conceder sabiduría (Job 28:12-18; Proverbios 1:7;
9:10), preparar para la acción (Job 32:18), ejecutar juicio (Job 4:9; 34:14), acudir con poder (Job
26:12,13), y santificar (ver Salmo 51:11 e Isaías 63, donde la santidad de Dios se encuentra en
agudo contraste con la carencia de santidad de su pueblo).

En los libros proféticos, la actividad del Espíritu cambia de las señales y del testimonio externos
al gran contenido del mensaje de Dios: la redención de su pueblo. La obra del Espíritu se
manifiesta especialmente en conexión con las profecías acerca del Mesías (el Ungido). En
Isaías, el Espíritu unge al Siervo de Dios (11:1-5; 61:1-4). Las siete expresiones del Espíritu
hablan de una entrega completa e ilimitada del Espíritu. Esta unción conduce al cumplimiento
del nuevo pacto, la restauración del pueblo de Dios, y el juicio de los incrédulos (Isaías 42:1-
9; 61:1-11; Jeremías 31:31-34; Ezequiel 36:25-28; 39:25-29).

Pero todo esto únicamente señala en dirección al momento en que Dios dará un nuevo
corazón y un nuevo espíritu al pueblo renovado de Dios (Ezequiel 36:26,27; 37:14), tiempo en
el cual “vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” y el Espíritu será
derramado sobre “toda carne” (Joel 2:28). La esperanza profética es que será dado un nuevo
Espíritu (Jeremías 31:31 y sig.; Ezequiel 36:25 y sig.).

EL ESPÍRITU SANTO EN EL NUEVO TESTAMENTO[3]


En el Antiguo Testamento se manifiesta la actividad sobrenatural de Dios en obras creativas
del Espíritu: al crear la tierra (Génesis 1:2), y al grabar las tablas de piedra en el monte Sinaí
(Éxodo 24:18; 40:34,35), pero ahora la mayor obra creativa ha de verse cuando Dios es
encarnado y “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gálatas 4:4),
nacido de una virgen. Los profetas llenos del Espíritu están allí, esperando “la consolación de
Israel”, el consuelo del pueblo de Dios, la restauración de la época mesiánica, la salvación por
medio del Mesías, el Ungido (Lucas 2:25,38). Zacarías, Elisabet, Simeón, Ana, María, ninguno
de ellos se sorprende de que alguien nacido no de la carne sino “mediante el Espíritu Santo
haga su aparición en la escena ” (Mateo1:18,20; Lucas 1:35,41,46-55,67-79; 2:25-36).

Juan el Bautista, el profeta que une lo antiguo con lo nuevo, declara: “Él os bautizará en
Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11,12; Marcos 1:7,8; Lucas 3:15-18). La salvación ha llegado;
el juicio ha llegado. El Espíritu, en forma de paloma, desciende. El sacrificio por los pobres está
ahora pagado. Lo que se predijo en el tiempo antiguo, se cumple en este nuevo tiempo.

En el Evangelio según Juan aparece el Paracleto (Intercesor, Intérprete, Consolador, Mediador,


“llamado a estar con nosotros”). Viene el “Espíritu de verdad”, el que da a conocer las cosas
de Cristo y que glorifica a Jesús, el que nos enseña acerca de Dios, y quien convence al mundo
de pecado (14:16). Aquí, el aliento de Dios regenera las almas humanas (3:5,6), conduce a la
verdadera adoración (4:24), da vida (6:63), y promete que mayores cosas han de venir
(7:38,39), porque del interior de los que creen “correrán ríos de agua viva”. El Espíritu Santo
“os enseñará todas las cosas” y Él “mora con vosotros, y estará en vosotros” (14:17).
EL ESPÍRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Y EN EL NUEVO TESTAMENTO[4]
En Hechos 1:5-8 presenciamos una venida sin precedentes del Espíritu, cuando se cumple la
promesa de Jesús y la predicción del profeta (Joel 2:28). Los seguidores de Cristo ven
“prodigios” en el cielo y “señales” en la tierra. “Reciben” el Espíritu, son “llenos del Espíritu”,
son “bautizados” en el Espíritu. Ellos profetizan, hablan en lenguas, llevan fruto, reciben
“dones” para edificación de la Iglesia.

En Pentecostés se inicia la época mesiánica del Espíritu; la proclamación profética llega a ser
ahora el poder para testimonio y servicio. Después de cada manifestación del bautismo en el
Espíritu, se declaran las “poderosas obras de Dios” y muchos se convierten. Se desarrolla una
comunidad santa que reverencia la palabra de Dios (Hechos 2:44,45; 5:11; 6:3,4; etc.) pero trae
juicio sobre los que “resisten” o “mienten” al Espíritu Santo (Hechos 5:5; 7:51-53).

El Espíritu da impulso a una obra misionera mundial desde Jerusalén, a Judea, a Samaria, y
hasta lo último de la tierra. El Espíritu capacita a los creyentes como testigos de Cristo. El
Espíritu les da poder para que hablen palabras que de otro modo no serían capaces de hablar,
y para que realicen milagros y hechos portentosos que estarían totalmente fuera de sus
posibilidades, si no fuera por el poder del Espíritu.

Las cartas de Pablo continuamente dan énfasis a la actividad del Espíritu y a la necesidad de
vivir una vida cristiana llena del Espíritu (tanto en forma individual como corporativa). La
suposición subyacente en la iglesia primitiva parece ser que el Espíritu se manifestaría con
poder por medio de vidas transformadas, poderoso servicio y testimonio, predicación
acompañada de “señales y prodigios”, y el poder de manifestar la vida cristiana en amor y
unidad. El Espíritu es un espíritu de poder, tanto así que en ocasiones el apóstol Pablo usa
indistintamente las dos palabras (Romanos 15:13,19; 1 Corintios 2:4; Gálatas 3:5; 1
Tesalonicenses 1:5; etc.).

El Espíritu es una señal de que la era mesiánica ha llegado y una evidencia que garantiza una
consumación final pero futura (1 Corintios 2:6-16; Gálatas 3:14; Efesios 1:13,14). El Espíritu
Santo manifiesta en el creyente la gloria que está por venir. El Espíritu marca el comienzo del
fin de la vida “según la carne” (Romanos 8:9-11; Gálatas 5:16-25). Las tres metáforas que usa
Pablo: (1) el sello (2 Corintios 1:21,22; Efesios 1:13; 4:30), (2) las arras (2 Corintios 1:21,22; 5:5;
Efesios 1:14), y (3) las primicias (Romanos 8:12-27), son marcas de que Dios sólo ha
comenzado a actuar. El Espíritu Santo es solamente un reflejo parcial (“señales”) del
cumplimiento escatológico que está por venir (1 Corintios 13:8-13; 14:20-22).

Pero el Espíritu no es únicamente para el cambio de conducta de los individuos (Gálatas 5:16;
6:10), sino también para cambio corporativo y para beneficio de todo el Cuerpo. Los “dones
del Espíritu” (Romanos 12, 1 Corintios 12-14; Efesios 4) son carismata (“dones de gracia”) no
para glorificar a individuos, sino para ser reconocidos como dados gratuitamente por Dios
para el bien de su pueblo: la Familia (Efesios 2:19; 1 Timoteo 3:15); el Templo (1 Corintios
3:16,17; 2 Corintios 6:16; Efesios 2:19-22); el Cuerpo (Romanos 12:4,5; 1 Corintios 10:16,17;
Efesios 4:1-16; 1 Timoteo 3:15,16).

El resto del Nuevo Testamento también habla de la manera en que Dios se mueve en los
creyentes y en la Iglesia para expiación, limpieza, obediencia a la palabra de Dios, amor unos
por otros, manifestaciones milagrosas, y en confesión del señorío de Cristo. El Espíritu Santo
guía a través de persecuciones y de sufrimientos; sana enfermedades; perdona pecados;
favorece la adoración; intercede en oración; hace posible la unidad del Cuerpo; y testifica de
la presencia y actividad continua de Dios.

IMPLICACIONES PARA LA ACTUALIDAD[5]


¿Qué significa para la actualizad lo que hemos visto en este breve panorama del Espíritu en
el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento?

(1.- Primeramente, necesitamos reconocer que Dios está activo. Aun en la actualidad, el
Espíritu sigue activo, a pesar de que en ocasiones sea en forma misteriosa. Esperamos que el
Espíritu hable en un susurro suave, en voz queda, pero viene como viento huracanado. A veces
Dios se manifiesta en forma violenta e inesperada, extraña y desacostumbrada. Recuerde que
el Espíritu condujo a Jesús al desierto (Marcos 4); el Espíritu tomó a Ezequiel por el cabello y
lo alzó (Ezequiel 8:3); Felipe fue sacado de una concurrida campaña de evangelismo para que
predicara a un solo hombre y fue trasladado en forma sobrenatural de un lugar a otro (Hechos
8:9-40).

(2.- Segundo, necesitamos entender que el Espíritu está más allá de la descripción o
comprensión. Es tan solamente un anticipo de la gloria futura. ¿Qué significado tienen los
símbolos del Espíritu: fuego, viento, agua, aceite, vino, paloma, ¿sello, primicias, adopción?
Significan que el Espíritu es tan grande que no se puede usar solo una metáfora o una figura
para describirlo. Pero cuando el Espíritu viene, Él purifica, ilumina, limpia, refresca, llena, nos
adopta como hijos de Dios, sana, consuela, fortalece, unge, y da paz, amor y gozo que nada
en la tierra puede igualar.

(3.- La iglesia de hoy necesita comprender que no podemos manipular al Espíritu, o


acomodarlo a nuestros parámetros. El Espíritu de Dios es soberano. La habilidad de manejar
víboras sin ser mordido, o de beber veneno sin ser afectados no es prueba del poder o de la
plenitud del Espíritu Santo. Con mucha frecuencia consideramos que el hablar en lenguas es
una especie de premio, o tenemos a algún profeta como una especie de ídolo infalible. Dios
se ha movido, y siempre se moverá, por medio de personas, ¡y a pesar de ellas! El Espíritu se
mueve porque Dios es soberano, y los dones vienen por medio de su gracia, no porque
alguien los merezca. La Palabra nos advierte: “Así que… procurad profetizar, y no impidáis el
hablar lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios
14:39,40). Siempre habrá desvergonzados y extremistas que procuran manipular al Espíritu
para beneficio propio, desde Balaam en el Antiguo Testamento hasta Simón el Mago en el
Nuevo Testamento, o desde los montanistas hasta los seguidores de Irving. Siempre habrá
alguien que ora más tiempo, que grita más fuerte, que salta más alto, que rueda más
velozmente. Pero Dios, por medio de su Espíritu, sigue moviéndose, porque Él es soberano.
No es el éxtasis lo que convierte a alguien en un profeta. El Antiguo Testamento es bastante
claro: “Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere,
es palabra que Jehová no ha hablado” (Deuteronomio 18:22). A pesar de los extremistas,
Pablo recomienda: “No apaguéis al Espíritu… Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos
de toda especie de mal” (1 Tesalonicenses 5:19,20).[6]
(4.- Y cuarto: el Espíritu de Dios es real. El Espíritu no es “algo” impersonal. El derramamiento
del Espíritu no es como la falsa representación de Pentecostés que se hacía durante la época
de la Reforma, haciendo una perforación en el cielo raso de la iglesia en la celebración de
Pentecostés y lanzando flores hacia abajo. La obra del Espíritu no puede ser simulada o
diseñada en un computador. No puede ser reproducida por medio de la robótica o de
imágenes tridimensionales, por sonido circundante o luces láser. El Espíritu no se comunica
por medio de un satélite o un teléfono celular, sino a individuos que escuchan su Palabra.
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha
preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1
Corintios 2:9,10).

CONCLUSIÓN.
El Espíritu es omnisciente, omnipotente, omnipresente, eterno, y santo. El Espíritu enseña,
testifica, juzga, intercede, revela, habla, y glorifica a Jesús. El Espíritu tiene voluntad y
sentimientos. En el terreno de lo negativo, al Espíritu se le puede blasfemar, mentir, resistir, y
contristar.[7] Pero el Espíritu Santo es la manera en la cual Dios (la Trinidad) nos toca y
transforma. Dios se hace inmanente. ¡El Espíritu está activo y moviéndose en la actualidad!

REFERENCIAS:
[1] Donald Guthrie, “The Holy Spirit”, 510-572, en New Testament Theology (Downers Grove, IL: Inter-Varsity Press,
1981).
[2] Stanley M. Horton, Lo que dice la Biblia acerca del Espíritu Santo (Springfield, Mo.: Gospel Publishing House, 1976).
[3] Edgar Krentz, “The Spirit in Pauline and Johannine Theology”, 47-65, y Gerhard Krodel, “The Functions of the Spirit
in the Life of the Church: From Biblical Times to the Present (Minneapolis: Augsburg, 1978).
[4] Henry Barclay Swete, The Holy Spirit in the New Testament (Grand Rapids: Baker, reprint, 1976).
[5] Harold Lindsell, The Holy Spirit in the Latter Days (Nashville: Thomas Nelson, 1983).
[6] Michael Green, “What Are We to Make of the Charismatic Movement”, 197-218 en I Believe in the Holy Spirit
(Grand Rapids: Eerdmans, 1975).
[7] Juan 14—16; Hechos 5:3,4; 7:51; 16:6,7; Romanos 8:26; 1 Corintios 12:11; Gálatas 4:6; Efesios4:30; 2 Pedro 1:21;
Apocalipsis 2:7.
37. Aspecto animístico y dinámico de la
obra del Espíritu.
Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
El derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés constituyó el clímax de una
promesa que Dios había hecho siglos antes. El libro de Hechos nos cuenta que:

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino
del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban
reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se
posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a
hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Estaban de visita en
Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel bullicio,
se agolparon y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio
idioma. Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están
hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna? Partos,
medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia,
de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes
llegados de Roma; judíos y prosélitos; cretenses y árabes: ¡todos por igual los oímos proclamar
en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!»” (Hechos 2:1-11, NVI)

Los pentecostales entendemos que la institución del nuevo pacto fue también el comienzo
de la era del Espíritu. Dios prometió por medio del profeta Ezequiel:

“Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de
piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes,
y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.” (Ezequiel 36:26-27, NVI).
A través del profeta Joel, el Señor también prometió:

“Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de
ustedes profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes. En esos días
derramaré mi Espíritu aun sobre los siervos y las siervas.” (Joel 2:28,29, NVI).

De acuerdo con estas profecías, la venida del Espíritu Santo de un modo inusual anunció el
amanecer de la nueva era prometida por Dios, la era del Espíritu. Si bien es cierto que, entre
el nacimiento de Jesús y el descenso del Espíritu sobre los discípulos, el Espíritu Santo estuvo
activo en el ministerio de Jesús, la inauguración no estuvo completa sino hasta el
derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés. El descenso del Espíritu Santo sobre
Jesús al momento de su bautismo por Juan en el río Jordán (Mateo 3:16), junto con la
actividad del Espíritu a través de Él por medio de su ministerio terrenal (Lucas 4:18,19;
Hechos 2:38,39), sirve como un paradigma para todos los creyentes a los cuales Dios en el
Antiguo Testamento prometió la morada interior y la capacitación de poder del Espíritu Santo.

ASPECTOS DE LA OBRA DEL ESPÍRITU.


Las profecías de Ezequiel y Joel destacan dos aspectos distintos del ministerio del Espíritu
Santo bajo el Nuevo Pacto de la gracia. La promesa dada por medio de Ezequiel es que todo
el pueblo de Dios del nuevo pacto experimentará la morada interna del Espíritu Santo.
Recibirán un nuevo corazón y un nuevo espíritu; por causa de la morada interna del Espíritu
Santo podrán andar en rectitud.

La promesa dada por medio de Joel es de distinta naturaleza. En la profecía de Joel, el


derramamiento del Espíritu Santo es de naturaleza dramática, por la cual los receptores
profetizarán, tendrán sueños, y verán visiones. La profecía de Joel es similar al deseo
expresado por Moisés: “¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el
Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!” (Números 11:29, NVI).
Las profecías distinguían claramente dos obras del Espíritu Santo:

2. Morada Interna: Se le denomina también Aspecto Animístico de la obra del Espíritu. Se


relaciona con la regeneración y la consiguiente morada interna del Espíritu Santo.
3. Dotación de Poder. Se le conoce también como Aspecto Dinámicode la obra del Espíritu.
Se refiere a la dotación de poder, que con frecuencia se manifiesta por medio de algún
fenómeno desacostumbrado.

Una diferencia significativa entre las experiencias del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento
y en el Nuevo Testamento es que las personas en el Antiguo Testamento no parecen haber
recibido una morada permanente del Espíritu Santo. Aún más, comparativamente el Espíritu
Santo fue dado a unos pocos, y por lo general para profetizar. En el Nuevo Testamento, por
el contrario, el Espíritu Santo es dado a todos los creyentes. Bajo el Nuevo pacto, es imposible
ser un creyente del Nuevo Testamento sin contar con la morada interna del Espíritu
Santo (Romanos 8:9,14-16). Además, todos los creyentes del Nuevo Testamento pueden ser
dotados de poder por el Espíritu Santo (Hechos 1:8).

La voluntad de Dios fue que todos los creyentes experimentaran tanto la morada interna
como la dotación de poder del Espíritu Santo. Y aunque la Biblia nos muestra que fue la
intención de Dios que estas dos operaciones del Espíritu fueran distintos aspectos de la obra
única del Espíritu en conexión con el nuevo pacto, el Nuevo Testamento parece indicar que
una persona puede experimentar ambas obras del Espíritu casi simultáneamente, como
sucedió con la casa de Cornelio (Hechos 10:44-46). Es difícil determinar el punto preciso en
el cual estas personas fueron regeneradas. Parece que en medio de la predicación de Pedro
ellos creyeron y fueron llenos del Espíritu Santo. Estas dos experiencias, aun cuando pueden
distinguirse teológicamente, no están necesariamente separadas en forma cronológica. No
hay garantía bíblica para enseñar que debe existir un intervalo entre la regeneración y el ser
lleno del Espíritu Santo. Pero también es cierto que muchos cristianos han experimentado
sólo la obra básica del Espíritu Santo (la de regeneración) por medio de la cual el Espíritu de
Dios habita en ellos (Juan 14:17).

Esta terminología para la segunda obra del Espíritu Santo es variada. Los pentecostales por lo
general designamos esto como el bautismo en el Espíritu Santo. Al hacer esto estamos sobre
terreno firme, bíblicamente. Además de la declaración de Juan el Bautista (Mateo 3:11), Jesús
dijo a los discípulos: “ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.” (Hechos 1:5, NVI). Sin
embargo, cuando Lucas registra el cumplimiento de esa promesa en Hechos 2:4,
dice: “Fueron todos llenos del Espíritu Santo”. Esta experiencia inicial de ser “llenos” del
Espíritu Santo es, por tanto, sinónima de ser “bautizados” en el Espíritu Santo. En otros lugares
cuando Él habla de esta experiencia, Lucas dice que el Espíritu viene o cae sobre la
gente (Hechos 1:8; 8:16; 10:44; 11:15; 19:6). A veces él habla del derramamiento del Espíritu
o del Espíritu que es derramado (Hechos 2:17,18; 10:45). Como quiera que uno designe esta
segunda experiencia del Espíritu, nunca debiera interpretarse como que significa que el
receptor con anterioridad a ese momento no tenía la morada del Espíritu. ¡Un creyente sin el
Espíritu Santo es una contradicción de términos! Pero es posible que un creyente no
experimente la obra adicional del Espíritu Santo denominada el bautismo en el Espíritu.
Los diversos términos usados para la experiencia del bautismo en el Espíritu no deben atrapar
nuestra atención desmedidamente, son simples intentos por parte de los escritores bíblicos
para ayudarnos a entender mejor el significado de la experiencia. Expresiones
como “bautizado”, “lleno”, y “revestido” ponen énfasis en que el creyente está enteramente
dominado o gobernado por el Espíritu Santo. Entre otras cosas, la obra del Espíritu Santo que
ya mora en el creyente se intensifica y llega a una culminación por la experiencia de ser lleno
con el Espíritu Santo.

LA PROFECÍA DE JOEL.
El derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés está asociado con la profecía de Joel.
El apóstol Pedro señaló esto claramente:

“Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo a voz en cuello: «Compatriotas judíos y
todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a
lo que les voy a decir. Estos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve
de la mañana! 16 En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel: “Sucederá que en
los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos
y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos
días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán. Arriba en el
cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se
convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y
esplendoroso. Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”. (Hechos 2:16-21).
Tal como en el Antiguo Testamento, la venida del Espíritu sobre los hombres y mujeres resultó
en que profetizaban, tal como Joel había declarado que el derramamiento del Espíritu sobre
toda carne resultaría en profecía. Joel mencionó también otras indicaciones de la venida del
Espíritu, las que parecen no haberse cumplido en el día de Pentecostés. Sin embargo, Pedro
recalcó el elemento de profecía, porque añadiendo a la cita del pasaje de Joel, él también
insertó palabras, “y profetizarán”, en medio de la cita de Joel (Hechos 2:18). En otras palabras,
Pedro estaba dando énfasis a que la profecía acompañaría al derramamiento del Espíritu
Santo.

¿HABLARON EN LENGUAS O PROFETIZARON?


Luego de leer Hechos 2 muchos quizá se pregunten ¿profetizaron los discípulos el día de
Pentecostés? Lucas nos dice que hablaron en lenguas (Hechos 2:4). Con anterioridad al día
de Pentecostés, no hay registro de que alguien haya hablado en lenguas bajo el impulso del
Espíritu Santo. Entonces ¿Cómo relacionamos el hablar en lenguas con la profecía? Esto no es
difícil si recordamos que la profecía es hablar bajo el impulso directo del Espíritu Santo. Esto
es precisamente la naturaleza del hablar en lenguas: Es hablar bajo el impulso del Espíritu
Santo, o como lo expresa Lucas, “como el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:4). La
diferencia obvia entre profecía y hablar en lenguas es que la profecía es en un lenguaje bajo
el control de quien habla, mientras que el hablar en lenguas es en una lengua desconocida
para el que habla. Hablar en lenguas es, en consecuencia, una forma especializada de profecía.

¿DEBE HABLAR EN LENGUAS TODO AQUEL QUE RECIBE EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU


SANTO?
La experiencia de ser bautizado en el Espíritu está acompañada por hablar en lenguas, o
glosolalia. En Hechos 2:4 Se nos muestra que todos aquellos que fueron bautizados en el
Espíritu Santo hablaron en lenguas. El sujeto es “todos” (griego pantes). Un sencillo análisis
gramatical muestra que ese único sujeto se aplica a ambas cláusulas principales, de modo que
la clara intención es que todos fueron llenos del Espíritu Santo y que todos comenzaron a
hablar en otras lenguas. Lucas tenía a disposición los medios lingüísticos por medio de los
cuales pudo haber dicho que todos fueron llenos del Espíritu Santo y que algunos hablaron
en lenguas, si ése hubiera sido el caso. Pero es claro que todos fueron llenos y que todos
hablaron en lenguas.

En Hechos 10, se nos dice que el Espíritu Santo “cayó sobre todos los que oían el
discurso” (Hechos 10:44). Los creyentes compañeros de Pedro, que estaban atónitos de que
los gentiles recibieran el bautismo del Espíritu Santo, supieron que el derramamiento había
tenido lugar sólo porque “los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a
Dios” (Hechos 10:46). El versículo 46 es introducido por la palabra griega gar, que es una
conjunción causativa que a menudo se traduce “porque” o “por”. El hablar en lenguas
convenció a estos hombres de que Cornelio y los de su casa verdaderamente habían sido
llenos del Espíritu Santo. La evidencia en Hechos indica ciertamente que la glosolalia es un
acompañamiento necesario del bautismo en el Espíritu Santo.
¿POR QUÉ HABLAR EN LENGUAS?
Con frecuencia surge la pregunta: “¿Por qué Dios eligió el hablar en lenguas como señal?” La
Biblia nos presenta una triple respuesta:

3. Primero, es definitivamente una señal de la nueva era inaugurada por Dios. Esto resulta
claro cuando leemos la profecía de Joel a la luz de Hechos 2. En un sentido personal, el
hablar en lenguas significa también la entrada del creyente a la nueva era, si recordamos
que la morada interna y la dotación de poder del Espíritu Santo son realmente dos
aspectos de la obra única del Espíritu en la nueva era.
4. Segundo, el hablar en lenguas sugiere firmemente la responsabilidad misionera de la
Iglesia. La comunicación del evangelio debe ser verbal. En consecuencia, la multiplicidad
de lenguas en el día de Pentecostés sugiere la responsabilidad evangelística mundial de
la Iglesia (Hechos 1:8). Esto, ciertamente, no significa que el creyente tiene el dominio
de un idioma extraño con el cual predicar el evangelio. Significa simplemente que la
variedad de lenguas que los creyentes hablan cuando están llenos del Espíritu es un
recordatorio implícito de la tarea misionera de la Iglesia.
5. Tercero, hablar en lenguas es un medio por el cual el creyente se identifica
espiritualmente (1 Corintios 14:4). De todas las manifestaciones o dones del Espíritu
mencionados en el Nuevo Testamento, sólo en conexión con la glosolalia se dice que la
persona se edifica a sí misma. Todas las otras manifestaciones o dones son para la
edificación de la Iglesia. Parece que Dios no retendría de alguno de sus hijos algún medio
por el cual pudiera ser edificado espiritualmente.

La afirmación del pentecostalismo clásico de que la glosolalia es la evidencia inicial del


bautismo en el Espíritu Santo no contradice la necesaria respuesta negativa a la pregunta de
Pablo, “¿hablan todos lenguas?” (1 Corintios 12:30). Todo aquel que ha sido bautizado en el
Espíritu Santo suele emplear la glosolalia a menudo como forma de adoración privada. Pablo
nunca prohibió esto ni afirmó que no fuera posible. En 1 Corintios 12-14, Pablo está dando
énfasis a los aspectos público y corporativo de los dones. No todos hablan lenguas en el
sentido en que no todos son llamados por Dios a dar expresiones públicas en lenguas, lo cual
debe ser seguido de interpretación. Pero el ejercicio privado de la glosolalia es un asunto
distinto.

CONCLUSIÓN.
Hay dos experiencias identificables del Espíritu: regeneración y plenitud. Ambas están
incluidas en la promesa del Espíritu en el Antiguo Testamento. Cada una complementa a la
otra. En la regeneración, el énfasis está sobre el cambio de corazón y de vida. En el bautismo
en el Espíritu, el énfasis está en la dotación de poder para servicio. Todos los creyentes
experimentan la obra regeneradora del Espíritu; de igual forma, todos debieran experimentar
su dotación de poder.
38. Los Dones Espirituales: Clasificación y
tipos de dones.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

Los pentecostales creemos que el bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia espiritual
diferente a la salvación y posterior al nuevo nacimiento en Cristo. La manifestación de que se
ha recibido es hablar en otras lenguas, no por propio impulso del hombre, sino bajo la
dirección del Espíritu Santo. Es dado para capacitar al creyente en el cumplimiento de la gran
comisión (Joel 2:28, Mateo 3:11, Lucas 24:49, Hechos 1:5, 2:39). En el Antiguo Testamento
había muchas personas que ejercían ciertos dones espirituales sin ser bautizados con el
Espíritu Santo. En la actualidad, vemos muchos ministerios que operan en dones sin estar
bautizados con el Espíritu Santo. No obstante, el ideal del nuevo pacto es la conversión, el
bautismo en el Espíritu Santo y la operación o manifestación de los dones. Aunque los dones
espirituales se pueden manifestar sin haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo, ¿Se
imagina la tremenda bendición que representa el bautismo en el Espíritu Santo para la
manifestación de los dones?

I.- DIFERENCIA ENTRE DONES NATURALES Y DONES ESPIRITUALES.

Cada individuo tiene lo que llamamos los dones naturales, que son habilidades que Dios le
da al hombre para destacar en su vida, tales como la música, el canto, las artes, los números,
etc. todos esos dones naturales deben ser puestos al servicio de Dios también en la iglesia,
pero no sería correcto llamarlos Dones Sobrenaturales, sino habilidades o dones naturales,
los cuales son otorgados por la gracia de Dios a todos los seres humanos.

Los dones sobrenaturales son aquellos que Dios nos otorga al creer en él y nos capacita para
hacer su obra en la tierra. En un sentido amplio, es un don espiritual cualquier capacidad que
nos da el Espíritu para ministrar en la iglesia y por medio de ella. Esta definición incluye los
dones que operan a través de nuestra capacidad natural (enseñanza, gobierno, misericordia)
y también a los dones que trascienden los medios ordinarios (sanidades, profecía y milagros).
Las listas de dones que aparecen en el Nuevo Testamento incluyen ambos tipos (Romanos
12:6–8; 1 Corintios 7:7; 12:8–10, 28; Efesios 4:11; 1 Pedro 4:11). Desde su nacimiento, la iglesia
de Cristo ha dependido de Dios para hacer obras sobrenaturales. Parte esencial del
movimiento pentecostal en nuestro tiempo ha sido un nuevo énfasis en los dones espirituales.
La manifestación de los dones espirituales es parte esencial de la obra de Dios en su pueblo
y a través de este. Los dones son dados para la edificación del cuerpo de Cristo. En Efesios
4.12, Pablo indica que los dones tienen el propósito de preparar a los santos para la tarea de
ministrar con el fin de edificar el cuerpo de Cristo. Los dones preparan a los siervos a fin de
que ellos puedan hacer la obra del Señor, lo que dará como resultado la madurez de la iglesia.
Nos necesitamos unos a otros para que el cuerpo crezca de manera saludable. De modo que,
los dones no son cualidades personales o propias.

Los dones son encarnacionales. Esto quiere decir que Dios obra a través de los seres humanos.
Los creyentes le someten su mente, corazón, alma y fortaleza a Dios. Consciente y
voluntariamente le entregan todo cuanto son. El Espíritu los capacita sobrenaturalmente para
ministrar más allá de sus posibilidades, al mismo tiempo que expresa cada don a través de su
experiencia en la vida, su carácter, su personalidad y su vocabulario. Lo que Dios ministra a
través de nuestra vida, ministerio y personalidad, puede ser distinto a lo que ministra a través
de otros. Por tal razón, los dones manifestados necesitan de una evaluación. Esto no
disminuye de manera alguna su eficacia, sino más bien le permite a la congregación poner a
prueba su veracidad bíblica y su valor de edificación.

II.- TIPOS DE DONES ESPIRITUALES.

Hay muchos dones. Ninguna de las listas presentadas en la biblia tiene el propósito de ser
exhaustiva. En los diversos pasajes que hablan acerca de los dones se mencionan veintiuno.
Todos ellos son complementarios; ninguno es completo en sí mismo y por sí mismo. Por
ejemplo, todos los dones de Romanos 12:6–8 se pueden aplicar con utilidad a una situación
de consejería. Algunos de los dones de una lista se relacionan fácilmente con dones de otras
listas. El don de repartir se puede manifestar a sí mismo en el mostrar misericordia, ayudar,
exhortar o, incluso, sufrir el martirio. Con esta superposición, encontramos que hay algunos
dones que todos identifican con facilidad, como las lenguas y la interpretación, las sanidades
y los milagros. En cambio, hay otros dones, como la palabra de sabiduría, la palabra de
conocimiento, el discernimiento de espíritus y la profecía, que quizá necesiten evaluación para
identificarlos.

1.- DONES CARISMÁTICOS.

La mayoría de los escritores han dividido los dones de 1 Corintios 12:8–10 en las tres
categorías de dones para la mente, dones de poder y dones para hablar, con tres dones en
cada categoría. Es una división cómoda y lógica. No obstante, apoyado en 1 Corintios 12:6–8
y en 1 Corintios 14:1–33, se deduce que Pablo está haciendo aquí una división funcional. A
partir del uso que hace Pablo dos veces de la palabra griega “héteros” (“otro de una clase
distinta”) en 1 Corintios 12:6–8, podemos ver los dones divididos en tres categorías de dos,
cinco y dos dones respectivamente:

 Dones de enseñanza y predicación (palabra de sabiduría y palabra de ciencia o


conocimiento).
 Dones de ministerio a la iglesia y al mundo (fe, dones de sanidades, poderes milagrosos,
profecía, discernimiento de espíritus).
 Dones de adoración (diferentes clases de lenguas e interpretación de lenguas).

Otra forma muy común de clasificar los dones carismáticos es:

 Dones de Palabra: Profecía, discernimiento de espíritus, don de lenguas, interpretación


de lenguas, palabra de sabiduría y palabra de ciencia.
 Dones de Poder: Fe, dones de sanidades, obras de poder (milagros).

2.- DONES MINISTERIALES.

Aunque el Nuevo Testamento insiste en la universalidad del ministerio dentro del cuerpo de
Cristo, también indica que algunos creyentes son apartados de manera exclusiva para
funciones concretas dentro del ministerio. Con frecuencia se menciona al respecto Efesios
4:11: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros,
pastores y maestros”. De esta manera se obtiene una lista de las que se han llamado en
ocasiones “funciones carismáticas” o “dones ministeriales” de la Iglesia Primitiva, diferentes a
los “puestos administrativos” (obispo, anciano, diácono), de los que se hace mención especial
en las últimas epístolas del Nuevo Testamento. El importante papel que desempeñaron los
apóstoles, profetas, evangelistas y demás ministerios en el ministerio de la Iglesia Primitiva
está bien atestiguado en el Nuevo Testamento.

3.- DONES DE SERVICIO.

Los dones espirituales de servicio se encuentran en una de las listas de los dones espirituales
en la Biblia (Romanos 12:6). En Romanos 12:6 la palabra traducida “dones” es el vocablo
griego “charisma” que significa un don de gracia inmerecida, regalo, favor, oficio, misión,
poder. Es un regalo divino, especialmente una dotación o facultad espiritual milagrosa. Los
dones de ayuda al igual que los dones carismáticos de 1 Corintios 12, son parte del grupo de
los dones del Espíritu Santo para edificación de la Iglesia de Cristo. Los dones de ayuda son
complementarios (Hechos 6:2-4) pero no por ello menos espirituales, o especiales, y menos
necesarios para el desarrollo adecuado de la Iglesia del Señor. En esta lista se mencionan los
dones de servir, enseñar, exhortar, el don de dar, el don de dirigir, el don de mostrar
misericordia (Romanos 12:6-8). Implica también los dones de ayudar (1 Corintios 12:28). La
palabra griega traducida para “ayudar” en 1 Corintios 12:28, se encuentra solamente en el
Nuevo Testamento y significa literalmente “aliviar, socorrer, participar en algo o apoyar”.

Aquellos a quienes se les ha dado alguno de los dones de servicio, pueden ayudar o prestar
asistencia a otros en la iglesia con compasión y gracia. Este don tiene una amplia variedad de
aplicaciones, que van desde ayudar a individuos con tareas diarias, hasta ayudar en la
administración de los asuntos de la iglesia. Ayudar y servir en el cuerpo de Cristo puede
adoptar una variedad de formas. Algunos ven el don de ayudar como el que se da a aquellos
que están dispuestos a “echar una mano” y hacer incluso las tareas más mundanas y
desagradables con un espíritu de humildad y de gracia. Los que ayudan son con frecuencia
quienes se ofrecen como voluntarios para trabajar regularmente alrededor de los edificios y
los terrenos de la iglesia, a menudo trabajando en la oscuridad. Otros ven la ayuda como
asistir a las viudas y a los ancianos, o las familias para realizar las tareas diarias, viniendo a
prestar asistencia en aquellas áreas donde se necesita ayuda. Estos ayudantes prestan un don
de servicio en el sentido más amplio, ayudando y apoyando al cuerpo de Cristo.

Dado que los dones espirituales son dados por el Espíritu Santo para la edificación del cuerpo
de Cristo, el aspecto espiritual de los dones de servir y ayudar es quizás aún más importante
que el aspecto práctico. Aquellos con el don espiritual de ayudar, han recibido la capacidad
única para identificar a aquellos que están luchando con dudas, temores y otras batallas
espirituales. Se dirigen hacia aquellos en necesidad espiritual con una palabra amable, una
actitud comprensiva y compasiva, y la singular habilidad para hablar la verdad bíblica de una
manera amorosa y que produzca convicción. Sus palabras son como “manzana de oro con
figuras de plata” (Proverbios 25:11) para los espiritualmente débiles y cansados. Estos
cristianos serviciales pueden calmar la ansiedad en los corazones oprimidos, con alegría y con
confianza, hablando palabras de verdad y de gozo.

CONCLUSIÓN.

Dios quiere que su pueblo ande en poder, que predique el evangelio valientemente y con
señales que lo sigan. No hay en el Nuevo Testamento un concepto de la presencia del Espíritu
sin la manifestación del Espíritu en obras de poder. Los cristianos del primer siglo no pudieran
haber concebido al Espíritu aparte de milagros, señales y prodigios; era parte integral de su
común experiencia en Cristo (Gálatas 3:5; Hebreos 2:4). Dios quiere que su pueblo hoy tenga
la misma experiencia. Vivimos en los últimos días, y necesitamos el poder de esos últimos
días. A estos dones carismáticos se les une la maravillosa expresión de los dones ministeriales
o funciones carismáticas, repartidos en el cuerpo de Cristo para la edificación de la iglesia. Los
dones de servicio, a su vez, completan el cuadro de dones espirituales otorgados por la gracia
divina a través del Espíritu Santo.
39. Dones Carismáticos: Los Dones
de Palabra.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

Los avivamientos pentecostales han sido acompañados de manifestaciones sobrenaturales


del Espíritu Santo. Los dones de “palabra” como son la palabra de sabiduría, la palabra de
ciencia, el discernimiento de espíritus, la profecía, el don de hablar en lenguas, e interpretación
de lenguas han estado entre esas manifestaciones.

I.- PALABRA DE SABIDURÍA Y PALABRA DE CIENCIA.

1 Corintios 12:8, nos habla de los dones de «palabra» conocidos como «palabra de sabiduría»
(Sophia) y «palabra de ciencia» (gnosis). La palabra de sabiduría y la palabra de ciencia
usualmente se definen en uno de dos sentidos básicos:

1. En un sentido se definen como dones de instrucción y no son milagrosos por naturaleza.


Estos son dones de habilidad natural, usados para hablar con perspicacia (sophia) en una
situación particular, o con información (gnosis) obtenida por medio del estudio y de la
experiencia. Por ejemplo, aquí se considera el ministerio de un maestro de Biblia a quien
el Espíritu dotó y cuyas habilidades son consagradas al servicio de la iglesia.
2. En otro sentido, estos dones son de naturaleza milagrosa y se basan en la revelación
especial del Espíritu, aparte de los medios ordinarios. Son manifestaciones espontáneas
del Espíritu Santo en un contexto de adoración. Las palabras de sabiduría (logos sophias)
capacitan sobrenaturalmente a una persona para hablar con la clarividencia que Dios le
da o con una perspectiva divina para resolver alguna situación en la iglesia. La palabra de
ciencia (logos gnoseos) provee información factible, que no se ha adquirido por medios
ordinarios, respecto a una situación o individuo en la iglesia. Este aspecto revelador de
alguna manera se sobrepone al don de profecía. Incluso más, es posible que la palabra
de sabiduría y la palabra de ciencia tengan la intención de operar en forma conjunta. El
conocimiento solo envanece (1 Corintios 8:1), pero aplicado con sabiduría, edifica.

El único lugar en el que se mencionan estos dones es en 1 Corintios 12:8. El contexto escritural
parece indicar que el Espíritu da estos dones de forma espontánea cuando la congregación
se reúne para una adoración corporativa. Esto no descarta una función instructiva, ni tampoco
descarta la clarividencia milagrosa impartida o la información que se usa para tratar asuntos
previamente irresolubles u ocultos. La instrucción de 1 Corintios 12 indica que los dones de
palabra son, con mayor probabilidad, dones sobrenaturales de clarividencia y de información
para el bien común del pueblo de Dios en adoración. La naturaleza de estos dones es a veces
instructiva, a veces reveladora, o ambas, la manifestación del Espíritu en estos dones tiene
que ver con la enseñanza de las Escrituras. Estos dones de palabra tienen beneficios
específicos en el contexto del ministerio:

 La palabra de sabiduría con frecuencia provee una guía para la aplicación de los otros
dones, tales como profecía y ciencia.
 Las palabras de sabiduría y de ciencia guían al ministro para saber cómo orar por una
persona.
 Cuando una persona o un grupo confronta situaciones difíciles, estos dones ayudan al
ministro a estimular y a fortalecer la fe a medida que él (o ella) usa la perspicacia de
origen divino para hablar acerca de las necesidades específicas.4
 En el ministerio de oración con frecuencia Dios usa una palabra de ciencia o de sabiduría
para provocar arrepentimiento. Estos asuntos se tratan mejor de una forma quieta en el
altar o en recintos privados, el llamamiento público por un supuesto pecado individual
no sigue la enseñanza bíblica de primero aproximarse en privado a un hermano o
hermana. No obstante, cuando las personas reciben una palabra de parte del ministro
que no tenían manera de saber por medios ordinarios, muchos, súbitamente, se sienten
quebrantados y humillados delante de Dios, sus espíritus se abren para recibir perdón,
sanidad y renovación de parte del Señor.

Estos 2 maravillosos dones espirituales operan en dos distintos ambientes: en lo corporativo


y en privado. El ambiente sirve para determinar el mayor propósito de los dones. Pero en
ambos ambientes, corporativo y privado, las manifestaciones del Espíritu siempre tienen como
fin la edificación. Cuando el Espíritu nos usa en el ejercicio de estos dones de palabra, la
información puede venir en diferentes maneras:

 A través de una visión o sueño (a veces visible solamente en nuestro espíritu).


 Al oír la voz de Dios (repito, a veces solo en nuestro espíritu).
 Al sentir lo que el otro está sintiendo (sea algo físico o espiritual).
 Al sentir que el poder del Espíritu viene sobre nosotros como una señal de que Dios desea
que ministremos a alguien que está presente.

Las palabras de sabiduría y de ciencia se deben estimular en un ambiente de adoración del


grupo, especialmente si se puede consultar a una persona experimentada como una
salvaguarda en contra del uso indiscreto de los dones espirituales. Cuando una palabra se da
en público, edificará la fe y concordará con aquello que el Espíritu ya está haciendo en el
servicio de adoración. Una palabra proveniente de Dios nunca destruirá, derribará ni dejará a
la congregación preguntándose cómo eso concuerda con el ambiente establecido. Aunque
una palabra se enfoque en el arrepentimiento, Dios no condena, Él llama. Además, debe
tenerse en cuenta que, en la recepción de estos dones de palabra, se aplican los mismos
principios que se aplican para recibir cualquiera de los dones del Espíritu.

1. Dios distribuye soberanamente, de acuerdo a su voluntad, los dones del Espíritu (1


Corintios 12:11).
2. Se nos exhorta a buscar y desear los dones espirituales (1 Corintios 12:31; 14:1) con una
apropiada motivación, de modo que Dios se glorifique por medio nuestro y su iglesia se
estimule.
 Dios es el único que da dones. Pero Él puede cumplir esto mediante la imposición de
manos de personas ungidas (1 Timoteo 4:14; 2 Timoteo 1:6).

Cuando nosotros sencillamente confiamos en Dios y nos dedicamos al ministerio, podemos


recibir los dones que necesitamos para la tarea que hemos de realizar, aunque el don
particular que recibamos sea temporal. Hay un misterio divino en lo que concierne a la
persona que Dios elija para su ungimiento en un ministerio dado. El principio sencillo y más
importante que debemos recordar al recibir los dones es, primeramente, una renuncia a todas
las cosas que pertenecen al yo, así como una rendición en obediencia al Señor Jesucristo. Solo
entonces Dios podrá hacer todo lo que desea a través de nosotros y palabras de sabiduría y
de ciencia edificarán al rebaño con creciente fe y testimonio.

II.- PROFECÍA, DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS, DIVERSOS GÉNEROS DE LENGUAS E


INTERPRETACIÓN DE LENGUAS.

1 Corintios 12:10 menciona 4 dones de palabra adicionales, los cuales son: profecía
(propheteia), discernimiento de espíritus (diakriseis pneumaton), diversos géneros de lenguas
(gene glosson), e interpretación de lenguas (hermeneia glosson). La mayoría de los eruditos
pentecostales o carismáticos consideran que la revelación dada por medio de estos dones de
palabra en la iglesia de hoy no se puede igualar en calidad con las Escrituras, por las siguientes
razones:

(1) En el contexto inmediato, Pablo exhorta a la iglesia de los corintios a que juzguen las
profecías, aparentemente para ver su exactitud y autoridad (14:29), algo que él nunca hubiera
dicho acerca de las Escrituras.

(2) El hablar en lenguas se describe como que el espíritu humano ora por impulso del Espíritu
Santo, sin ninguna mención de “calidad autoritativa” como de las Escrituras (14:14).

(3) El propósito definido de los dones es de edificación, no para producir Escrituras (12:7; 14:3–
5,12,19,31).
Analicemos brevemente cada uno de estos dones:

PROFECÍA.

El uso en el Nuevo Testamento de propheteia indica que la profecía era un acto espontáneo
de palabra inspirada, a diferencia de un estudio preparado de las Escrituras, pero no inspirada
en el mismo sentido que el canon. El contenido de las expresiones parece haber sido
predictivo (Hechos 11:28; 21:10), en una forma que al mismo tiempo era de naturaleza
exhortativa (1 Corintios 14:20–26; 1 Pedro 1:10–12). El ministerio profético era tan significativo
en el Nuevo Testamento, que los que fueron asignados por el Señor como profetas (Efesios
4:11) se mencionan después de los apóstoles. La profecía predice acontecimientos en el futuro
(Hechos 11:28; 21:10,11) y manifiesta los secretos del corazón (1 Corintios 14:20–26), con el
fin de dar exhortación colectiva o personal.

DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS.

El discernimiento de espíritus (diakriseis pneumaton) está estrechamente relacionado con los


dones proféticos y se refiere a la habilidad divinamente impartida de determinar las
expresiones proféticas que son de Dios y las que no lo son (1 Tesalonicenses 5:19–22). Esto
no necesariamente refleja los motivos del profeta, aunque los falsos profetas asaltan con
dudas a los hermanos en la iglesia y deben ser identificados. Más bien, la necesidad de
discernimiento muchas veces simplemente refleja la percepción falible del profeta. A veces, a
pesar de los mejores esfuerzos del profeta, el mensaje puede ser mal percibido. Muy
claramente implicado en este don está el elemento subjetivo en el don profético. Las profecías
no necesitan ser recibidas sin sentido crítico, como absolutas o vinculantes para el creyente.
Se las debe “escudriñar” (Hechos 17:11).

DIVERSOS GÉNEROS DE LENGUAS.

La más clara declaración definitiva acerca de las lenguas (gene glosson) está en 1 Corintios
14:14: “Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda
sin fruto.” Según este versículo, “lenguas” constituye una clase de oración en que el espíritu
humano ora en una forma que transciende la capacidad de razón humana. Es una
comunicación de espíritu a Espíritu. El contexto amplifica el contenido de las lenguas para que
incluya: oración, cantos, alabanza, y acción de gracias (vv. 15–17). La evidencia del libro de
Hechos confirma la naturaleza básica de las lenguas como alabanza y declaración de las
maravillas de Dios (véase, Hechos 2:11; 10:46; 19:6). Muchas veces se usa 1 Corintios 14:2 en
esta discusión para argumentar que las lenguas son exclusivamente una expresión del hombre
a Dios: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le
entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.” Este versículo refuerza el contenido del
hablar en lenguas como expresión del espíritu humano a Dios; sin embargo, no
necesariamente excluye la verdad de que los mensajes en lenguas pueden ser comunicación
de Dios al hombre. La declaración “de persona a Dios” de 14:2 puede ser debido a que no hay
interpretación de lo que se trata en el contexto (14:1–17). Si alguien habla en lenguas en un
culto de adoración y no hay interpretación, entonces la persona habrá hablado solamente a
Dios, debido a que en ese punto la congregación no puede comprender lo que se ha dicho.

INTERPRETACIÓN DE LENGUAS.

La interpretación de lenguas se refiere a la traducción (hermeneuo) de lo que se ha hablado


en lengua desconocida. Esta traducción expone el contenido del mensaje en un idioma que
la congregación entiende, de modo que todos puedan ser edificados. Si el mensaje no tiene
sentido para los oyentes, entonces no puede haber edificación (1 Corintios 14:1–19). Con
respecto a las lenguas en la adoración, casi siempre consideramos que el contenido de las
interpretaciones es profético; las interpretaciones son virtualmente siempre de Dios al
hombre. La enseñanza de 1 Corintios 14:1–5 indica que la profecía es equivalente a la
interpretación de lenguas en términos de edificación. Hay amplia evidencia en 1 Corintios y
los Hechos para sugerir que el contenido de las lenguas puede también ser expresión del
espíritu humano a Dios. Por consiguiente, por lo menos algunas veces, el contenido de la
interpretación será una expresión a Dios en la forma de una oración, una alabanza, una acción
de gracias, o una canción.

El propósito de estos, y de los demás dones de palabra es la edificación de la iglesia. Ellos


edifican, específicamente mediante el contenido de lo que se habla. Las profecías pueden ser
expresadas a grupos o individuos en la forma de exhortaciones o predicciones. El grupo o el
individuo debe orar por el don profético compañero de discernimiento, con el fin de evaluar
lo que se ha dicho. Los supuestos profetas a veces han abusado del don, especialmente en el
ministerio a individuos. La constante aplicación del criterio bíblico para la profecía será una
ayuda en mantener equilibrio en la iglesia cuando se manifiesta este don. Cuando una persona
es legítimamente dotada con este ministerio, es una fuente poderosa de estímulo y nunca se
debe menospreciar (1 Tesalonicenses 5:19–22); pero la profecía tiene que ser examinada y
pastoreada. Además, debe tenerse en cuenta que la profecía dada por el Espíritu Santo edifica,
nunca derriba. Bendice al pueblo de Dios. Confirma y renueva, pero nunca produce ansiedad
o temor. Nunca usurpa la autoridad del pastor concedida por Dios. Además, este don revela
los secretos del corazón de los inconversos y los lleva al arrepentimiento y a la adoración (1
Corintios 14:20–25). Finalmente, la profecía que está de acuerdo con la Palabra reflejará los
principios del amor expresados en 1 Corintios 13:1–7.

Las lenguas y la interpretación que se manifiestan en conjunto edifican a la iglesia, así como
las profecías. Las lenguas solas no pueden producir esto en un culto de adoración, debido al
factor de comprensión, aunque las lenguas sin interpretación sí edifican al que las habla (1
Corintios 14:1–5,18,19). Las lenguas que son interpretadas edifican a la iglesia por medio de
oración, alabanza, acción de gracias, canto, y declaración de las maravillas de Dios, por tanto,
fungen en relación complementaria con el don profético. Ninguno de los dones expresados
aisladamente puede cumplir tanto como todos ellos en conjunto. El Espíritu otorga los dones
según su voluntad con el fin de edificarnos, renovarnos, y guiarnos a toda verdad mientras
Jesucristo va edificando su reino por medio de nosotros.

LA RESPONSABILIDAD DEL CREYENTE ANTE LOS DONES DE PALABRA.

A diferencia de las manifestaciones satánicas en que el instrumento humano está


completamente sujeto al poder de Satanás (Marcos 5:1-20; 9:17-27), el creyente del Espíritu
no es un desvalido autómata. Pablo escribió que “los espíritus de los profetas están sujetos a
los profetas” (1 Corintios 14:32). Aunque el Espíritu Santo nunca se equivoca, el creyente, a
través de quien el Espíritu quiere obrar, es humano y por consiguiente susceptible de
malinterpretar la intención del Espíritu. Por lo tanto, en la iglesia de Corinto había abusos de
los dones de palabra, que, en vez de enriquecer a un grupo de creyentes, realmente resultó
en burla (1 Corintios 14:23). Para ayudar a los creyentes a colaborar con el Espíritu Santo en
los dones de la palabra, la Biblia da pautas que subrayan la responsabilidad de quien habla y
de quien oye estas manifestaciones.

RESPONSABILIDADES DEL HABLANTE.

 Como en toda experiencia espiritual la fe es un ingrediente indispensable en los dones


de la palabra. Pablo escribió: “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia
que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe” (Romanos 12:6).
Las dudas y los temores pueden ser un impedimento para que el creyente se rinda al
Espíritu Santo. Cuando se sabe que el Espíritu quiere manifestar su presencia, el creyente
en fe debe prestar atención a la instrucción de Pablo: “No apaguéis al Espíritu” (1
Tesalonicenses 5:19). Los creyentes deben tener fe en que el Espíritu Santo tal vez quiere
manifestarse a través de ellos y deben en todo momento ser sensibles a su dirección.

 Una segunda pauta para quien habla es: “Pero hágase todo decentemente y con orden”
(1 Corintios 14:40). Cuando un creyente recibe una impresión de que el Espíritu Santo
quiere manifestarse a través de él, no es necesariamente el momento de articular la
palabra. El Espíritu Santo espera que el creyente use su discreción a fin de esperar el
momento adecuado para comunicar el mensaje. Una actitud cordial y buenos modales,
es decir, el fruto del Espíritu, son importantes para saber cuándo hablar. Si más de una
persona siente que el Espíritu la impele a hablar, uno debe esperar cortésmente al otro.
Pablo escribió: “Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por
turno; y uno [alguien] interprete” (1 Corintios 14:27). Es difícil imaginar que el apacible
Espíritu Santo interrumpiría la predicación de la Palabra o el llamado al altar. Es el Espíritu
Santo quien unge al siervo del Señor para que predique y pida una respuesta de los
oyentes. El creyente lleno del Espíritu honrará esta unción y esperará el momento propicio
para comunicar la palabra.

 Una tercera pauta en los dones de la palabra es la edificación de la iglesia. Pablo escribió
en el contexto de los dones espirituales: “Hágase todo para edificación” (1 Corintios
14:26). Más adelante señala que la persona que profetiza es mayor que la persona que
habla en lenguas, a no ser que interprete. La razón es “que la iglesia reciba edificación”
(1 Corintios 14:5). Edificar es construir espiritualmente, promover el crecimiento espiritual.
Los dones de la palabra nunca deben interrumpir un servicio ni destruir lo que el Espíritu
quiere obrar. Las descripciones bíblicas de los dones de la palabra pueden ayudar el
potencial mensajero a reconocer si él armoniza con el Espíritu o si está obrando con
presuntuosidad. La profecía, conforme escribió Pablo, es “para edificación, exhortación y
consolación” (1 Corintios 14:3). Las lenguas con interpretación es hablar “con revelación,
o con ciencia, o con profecía, o con doctrina” (1 Corintios 14:6). Así es como los dones de
la palabra añaden significado al propósito de la reunión de los creyentes. Deben
enriquecerse y mejorar en vez de restar valor a la ocasión de la reunión.

 Una cuarta responsabilidad del comunicador es interpretar o callar. Pablo escribió: “Pero
el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1
Corintios 14:13). Hablar en lenguas en la congregación debe ser acompañado de
interpretación. Aunque el Espíritu Santo puede dar la interpretación a través de otra
persona, no el que habla en lenguas (1 Corintios 14:27), es claro que quien habla tiene
una especial responsabilidad de ser receptivo a la dirección del Espíritu. Así como se
requiere de fe para rendirse al Espíritu y hablar en lenguas, también se requiere de fe para
la interpretación. En 1 Corintios 14:5, Pablo dice que la persona que profetiza es mayor
(es decir, presta mayor servicio) que quien habla en lenguas, a no ser que interprete.
Nuevamente es obvio que la persona que habla en lenguas tiene la responsabilidad de
rendirse al Espíritu Santo para la interpretación, si esta fuera la intención del Espíritu.

LA RESPONSABILIDAD DEL OYENTE.

La responsabilidad en relación con los dones de la palabra no sólo descansa en quien habla,
sino también en quien oye. Y una principal responsabilidad tiene que ver con la actitud del
oyente. Pablo escribió: “No menospreciéis la profecía” (1 Tesalonicenses 5:20). El oyente no
debe menospreciar los dones de la palabra o tomarlos a la ligera. Sin embargo, dos factores
pueden llevar a que se considere con desdén los dones de la palabra. Hay algunos que no
están conscientes de la clara enseñanza en las Escrituras respecto a las manifestaciones del
Espíritu, arbitrariamente podrían rechazarlo por ignorancia. Por otra parte, los abusos en las
enseñanzas de las Escrituras pueden resultar en escepticismo. Pablo se refirió a una situación
en que la gente podría haber considerado locura el don de la palabra (1 Corintios 14:23). La
falta de enseñanza es la razón de la existencia de ambos factores. Los creyentes no deben
rechazar lo auténtico por causa de lo falso. Deben entender que, por causa del factor humano,
puede haber fanatismo. Dios reconoció la posibilidad de abuso y por eso en 1 Corintios 12—
14 proveyó la enseñanza concentrada acerca de los dones espirituales. Los creyentes sinceros
entenderán que esta enseñanza no tiene como fin prevenir o desanimar a los creyentes de
responder al Espíritu, sino que la manifestación de Dios sea todo lo que Él quiere. Ellos
reconocerán que debido a que la iglesia tiene tal necesidad de lo sobrenatural, Dios ha
provisto abundante instrucción para hacerlo posible en un ambiente con las actitudes
adecuadas. Ahora bien, aunque los creyentes no deben apagar el Espíritu (1 Tesalonicenses
5:19 ni menospreciar la profecía (versículo 20), tampoco deben ser crédulos. En el mismo
contexto donde encarece la aceptación de lo sobrenatural, Pablo escribe: “Examinadlo todo;
retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Se pueden desarrollar dos extremos. Uno es
rechazar todo como falsedad; el otro, aceptar todo como la voz de Dios. El creyente tiene la
responsabilidad de determinar lo que es realmente inspirado por el Espíritu. Es posible que el
mensajero en alguna oportunidad use una expresión como: “Yo, el Señor, digo…” Aun así, se
debe aplicar la enseñanza de las Escrituras.

El oyente debe probar lo que se dice. Pablo explica claramente que los oyentes deben juzgar
o evaluar lo que se dice (1 Corintios 14:29,30). No obstante, esta evaluación debe hacerse
sobre un buen fundamento. Algunos comparan la extensión de una interpretación con la
extensión del mensaje en lenguas, y esto puede ser un fundamento defectuoso. Se debe notar
que esta manifestación del Espíritu es interpretación, no traducción. La palabra griega que se
traduce como interpretar significa explicar y también se traduce como exponer. Es la palabra
que se usa respecto al ministerio de Jesús en el camino a Emaús, donde Él expuso las Escrituras
a los dos discípulos (Lucas 24:27). En Daniel 5:25-28 encontramos un ejemplo de
interpretación. Las palabras que Belsasar vio sobrenaturalmente escritas en la pared eran
“Mene, mene, tekel, uparsin.” La traducción exacta habría sido “numeración, numeración,
pesado, división”. Pero Daniel comunicó la interpretación, no la traducción. Las 35 palabras
que usó para interpretar las cuatro palabras escritas fueron: “MENE: Contó Dios tu reino, y le
ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha
sido roto, y dado a los medos y a los persas.” Por lo tanto, comparar la extensión de una
interpretación con la extensión de las lenguas no es un fundamento válido para evaluar una
interpretación. Sin embargo, hay pruebas bíblicas que se pueden aplicar para evaluar los
dones de la palabra:

 Primero, “nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús” (1 Corintios
12:3). Cuando el Espíritu Santo se manifiesta en los dones de la palabra, nunca habrá
declaraciones que presenten a Jesús de una manera adversa. Respecto al ministerio del
Espíritu, Jesús dijo: “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan
16:14). El Espíritu Santo siempre exalta a Jesús. En los primeros años de la iglesia, como
hoy, había falsos profetas. El apóstol Juan advirtió a los creyentes y les dijo como podían
distinguir la verdad de la falsedad: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto
conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne,
es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de
Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora
ya está en el mundo” (1 Juan 4:1-3).

 Otra prueba para evaluar los dones de la palabra es la Palabra de Dios. Toda la Escritura
es inspiración del Espíritu Santo (2 Timoteo 3:16) y el Espíritu no contradice con los dones
de la palabra lo que inspiró de manera escrita. Desde el principio Dios advirtió que
vendrían algunos diciendo que son enviados de Él (Jeremías 23:21). Profetizarían falsedad
en nombre de Dios (14:14). Profetizarían de lo que hay en el corazón de ellos y no lo que
el Espíritu les inspirara (23:16; Ezequiel 13:2,3). Irían al extremo de decir: “Él [Dios] dice”,
para expresar sus propios pensamientos (Jeremías 23:31). Además de estos, puede haber
sinceros creyentes que, con buena intención, hablen erróneamente porque no han
aprendido a distinguir entre la dirección del Espíritu y la opinión personal. Los dones de
la palabra divinamente inspirados pueden soportar el escrutinio de las Escrituras, y las
palabras que no son manifestaciones del Espíritu Santo necesitan la prueba de la Palabra
de Dios. Quienes menosprecian los dones de la palabra necesitan recordar que hay
falsificaciones de casi todo lo auténtico. Los oyentes tienen la responsabilidad de aplicar
en amor la prueba de las Escrituras.

 Una tercera prueba de los dones del Espíritu tiene relación con la Palabra que se
proclama. Después del ascenso de Jesús, los discípulos, “saliendo, predicaron en todas
partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”
(Marcos 16:20). Cuando se proclama la Palabra de Dios se espera que haya confirmación
de la Palabra. Los dones de la palabra normalmente armonizarán con la unción que Dios
ha dado a sus siervos para proclamarla.

Donde hay vida, puede haber problemas, y esto también se aplica a la vida espiritual. La
solución no es desechar los dones de la palabra, ni apagar el Espíritu. La solución es eliminar
la falta de comprensión (1 Corintios 12:1) mediante un cuidadoso y completo estudio de la
Palabra de Dios. El resultado debe ser la ferviente oración que los creyentes se rindan de tal
manera al Espíritu Santo que éste se manifieste a través de ellos. La iglesia enfrenta un
perverso enemigo, pero la provisión sobrenatural de Dios para la victoria, incluidos los dones
de la palabra, es más que suficiente. Las poderosas palabras de Zacarías son tan poderosas
hoy como lo fueron en su tiempo: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha
dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6).
CONCLUSIÓN.

Los dones de palabra no son talentos naturales, sino carismas de naturaleza sobrenatural
otorgados por el Señor. No obstante, ejercer alguno de los dones de palabra tampoco
significa convertirse en autómata. La persona que ejerce un don de palabra no es sólo una
secretaria, o un vaso vacío, que da el mensaje palabra por palabra, como si éste hubiera sido
dictado. Dios se vale completamente del vaso: su mente, sus pensamientos, sus antecedentes,
y la situación actual. El vaso en sí es parte de ese mensaje, por lo tanto, su vida y forma de
expresar el don son partes vitales de cómo edificar a los demás. La clave es la sensibilidad al
Espíritu y unos a los otros, y saber ejercer el don en el momento apropiado. Los dones son
herramientas del ministerio. Mediante el fruto del Espíritu manifestamos eficazmente esas
herramientas. Lo que necesitamos los creyentes pentecostales no es principalmente orar por
dones. Los dones están aquí. Nuestra necesidad es buscar a Dios y acercarnos a Él con fe
viviente para que los dones que están inactivos, suficientes para revolucionar al mundo,
puedan ser ejercidos.

Los dones de palabra pueden y deben ser ejercidos en ambientes tanto privados como
públicos, siempre tomando en cuenta la decencia y el orden, así como la sujeción a la Palabra
y a las autoridades delegadas. Animemos a las personas en el uso de esos dones, y
pastoreemos a las personas que los tienen con el tacto de un buen pastor. Las palabras de
sabiduría y de ciencia, el don de lenguas e interpretación, la profecía y el discernimiento de
espíritus edificarán a la congregación con una fe y un testimonio cada vez mayores.
40. Dones Carismáticos: Los Dones
de Poder.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

Es imposible leer el Nuevo Testamento sin observar ciertas características sobrenaturales en


la adoración y la experiencia de los cristianos primitivos. El elemento milagroso era
especialmente prominente en el ministerio de los apóstoles y evangelistas. Pero este poder
no es exclusivo de la iglesia primitiva o de los apóstoles, profetas y evangelistas de antaño.
Los avivamientos pentecostales han sido acompañados de manifestaciones sobrenaturales
del Espíritu Santo. Los dones de poder que se hallan en 1 Corintios 12:9-10 han estado entre
esas manifestaciones.

Los dones de poder son aquellos por los cuales Dios realiza obras portentosas entre sus hijos.
Por consistir estos dones en la realización de hechos insólitos su manifestación es mucho
menos frecuente que los dones pertenecientes a los dones de palabra, por ejemplo, pues, si
su manifestación se produjera cotidianamente sus efectos dejarían de ser extraordinarios para
convertirse en rutinarios. En las Escrituras la manifestación de los dones de poder va precedida
por la operación de algún don de revelación. A través de un don de revelación, Dios manifiesta
lo que va a realizar, con ello, inspira la fe necesaria para la operación del don de poder. Los
dones de “fe”, sanidades, y “obras de poder” (milagros), generalmente se asocian con las
“señales y prodigios” del lenguaje usado en el Nuevo Testamento.

I.- DON DE FE.

El “don de fe” (pistis) en esta lista no se refiera a la fe salvadora sino más bien a la fe milagrosa
que puede obrar milagros (fe que puede “mover montañas”, Mateo 21:21, Marcos 11:23). La
fe en este sentido es fundamental para la obra de cualquier tipo de milagro, pero se diferencia
de las sanidades y las obras de poder. Aquí la fe es impartida divinamente y es una confianza
inconmovible en que Dios en efecto obrará en una circunstancia en particular y demostrará
el poder de su gloria por medio de un acto sobrenatural, totalmente separado de las
posibilidades meramente humanas. La fe se diferencia de otros milagros en el sentido de su
definición, pero con respecto a su función, es parte integral de las sanidades y las obras de
poder.
II.- DONES DE SANIDADES.

Los “dones de sanidades” (charismata), en este contexto, se refieren a los milagros de sanidad
físicos. Es cierto que la transformación de la mente y el espíritu, que comienza con el
lavamiento de regeneración (Tito 3:5–7) y continúa por medio de la renovación (Colosenses
3:10,11), a veces se asocia con la idea de sanidad (1 Pedro 2:24,25). Pero en este contexto
Pablo tenía en mente la clase de señal milagrosa que manifiesta el poder de Dios (Hechos
10:38). En el griego, tanto “dones” como “sanidades” están en plural, lo cual puede indicar
que cada sanidad es un don específico. La expresión jarísmata iamaton sólo aparece en la
Biblia en tres ocasiones, y las tres se encuentran en 1 Corintios 12. Es extraño que una misma
expresión original invariable reciba tres traducciones diferentes en la versión Reina-Valera en
estas tres veces que aparece: “A otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu” (1 Corintios
12:9), y otra casi idéntica: “¿Tienen todos dones de sanidad?” (1 Corintios 12:30); en cambio,
vemos: “Y a unos puso Dios en la iglesia… después los que sanan” (1 Corintios 12:28). La
expresión correcta, que es “dones de sanidades”, es la que se habría debido usar las tres veces,
en lugar de usarla sólo una, puesto que este plural doble tiene una importancia que no se
debe pasar por alto. el doble plural que aparece al hablar de los “dones de sanidades” nos
sugiere que:

1. Es razonable creer que Dios puede ungir a una persona con fe en cuanto a ciertas
enfermedades, y a otra persona con fe en cuanto a otras.
2. Donde estén operando todos los dones de sanidad, se podrían sanar toda clase de
enfermedades.
3. El creyente que posea uno o más de ellos, será utilizado por Dios en ciertos casos de
enfermedades, pero no forzosamente en otros.
Sin embargo, es probable que la explicación más sencilla sea que pueden existir diferentes
dones para diferentes clases de enfermedades. Otra explicación sería que el Espíritu dirige en
diversas maneras de expresar su poder sanador (la oración mental, la imposición de manos,
la unción con aceite y cosas semejantes).

El propósito de Dios es que este don se utilice para su gloria y el avance de su Reino en la
tierra. Constituye a la vez un respaldo divino al ministerio de una persona individual, o de una
iglesia. De acuerdo con lo que decida la voluntad de Dios, el don se puede ejercitar sobre
creyentes o no creyentes. La responsabilidad de este ministerio queda retenida dentro de la
soberanía de Dios, porque es un don-señal que confirma el ministerio de un siervo humano
suyo en una situación determinada.

El ejercicio de este don es un regalo de la gracia divina. La manifestación del Espíritu al canal
humano es un don, y aquello que Él le da a realizar a ese canal suyo es a su vez la entrega de
un don. El canal humano recibe un paquete de remedios sanadores para compartirlos con los
demás en forma de dones. En las tres apariciones de la palabra “don”, el original es una forma
de la palabra járisma, que indica una gracia, un favor, un obsequio, una muestra de bondad o
una ayuda. No es un “don” en el sentido de algo que es posesión de alguien dotado para
actuar, cuyas habilidades realizan la tarea de una manera impresionante; es un “don” en el
sentido de que es una posesión que es puesta gratuitamente a su alcance en un momento
adecuado, como recurso o instrumento para satisfacer una necesidad. Así, el señalamiento
bíblico exacto afirma en las tres ocasiones que este don del Espíritu es una cuestión de
caritativa concesión de una aplicación concreta. Ésta es la naturaleza de lo que el Espíritu le
da al obrero humano, y esto es lo que él recibe para dárselo a otros. En ambos niveles es, por
así decirlo, caridad divina, y no mérito humano, ni fe humana tampoco. La liberación de la
enfermedad es la infinita gracia de Dios y su poder que entra en una creación maldita para
mostrar que sólo Él trae una nueva creación a la raza de Adán. Además, aunque las sanidades
físicas son temporales en este siglo, en el siglo venidero la nueva creación será eterna (1
Corintios 15:44–57).

Ahora bien, los dones de sanidades comparten con las lenguas y con los milagros la categoría
especial de que son concedidos sobre una base doble: se le dan individualmente a la persona
(1 Corintios 12:7), y se le dan a la Iglesia (1 Corintios 12:28). Su identificación con estos otros
dos dones se convierte en otro dato más para comprender su naturaleza y la razón de ser que
tiene dentro de las intenciones de Dios. Son dones-señales, dados como cumplimiento de la
promesa que hizo el Señor en su despedida: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi
nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes,
y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y
sanarán” (Marcos 16:17, 18). Es como si se tratara de las credenciales que Dios les concede a
sus siervos, de manera individual y también de manera colectiva como iglesia, para
capacitarlos de esa manera a fin de que cumplan con la misión que Él les ha encomendado:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Leemos con
respecto al ministerio de Felipe: “Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que
decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía” (Hechos 8:6).

III.- DON DE MILAGROS O SEÑALES DE PODER.

“Obras de poder” (energemata dunombreon; llamados también “poderes milagrosos”, “obras


milagrosas”, “señales de poder”) probablemente incluye todas las obras milagrosas que no
son sanidades. Por medio de este don se produce una alteración del curso ordinario de la
naturaleza; una intervención temporal en el orden acostumbrado de las cosas a fin de
favorecer los designios divinos. En el Nuevo Testamento, lo más común entre éstos es el echar
fuera demonios. Como con las sanidades, las obras de poder son actos del poder infinito de
Dios en su creación para manifestar a la humanidad, en forma tangible y sobrenatural, su
gloria y su reino. En el griego ambos estos términos también están en plural (“obras de
poderes”), lo que nuevamente pudiera indicar la posibilidad de que cada milagro es visto
como un don específico.
IV.- LOS DONES DE PODER Y SU UTILIDAD EN EL MINISTERIO.

En nuestros cultos de adoración los dones de poder ahora se manifiestan con más frecuencia,
por lo cual es muy importante la pregunta de cómo éstos contribuyen al ministerio. Los
milagros glorifican al Creador (como con todas las obras creativas de Dios, Salmo 19:1–6). Con
respecto al ministerio, las señales de poder captan la atención del observador con su fuerza
asombrosa y abrumadora, atrayendo la atención del observador a la gloria de Dios y
exigiendo una respuesta inmediata. Muchas veces la respuesta del observador o receptor es
de glorificar a Dios (Marcos 2:1–12; Juan 2:1–11; 9:1–41; 1 Corintios 14:24,25), en marcado
contraste de la respuesta general de la humanidad hacia el Padre (Romanos 1:18–32).

La respuesta de los que presencian la gloria de Dios no es siempre de reconocer que es Dios
que está obrando. Muchas veces, en su rebelión, los religiosos del tiempo de Jesús lo
denunciaban como herético y lleno de poder demoniaco (Juan 8:1–9:41), aunque Él hacía
grandes señales y maravillas en medio de ellos, así manifestando estos religiosos su propio
orgullo y ceguera espiritual (Juan 9:39–41). Las obras milagrosas confirman el evangelio. Los
milagros evocan un mayor interés en el mensaje del evangelio, dando así mayor oportunidad
de guiar a las personas al reino de Dios por medio de la fe en Cristo. Los milagros centran
más atención en el Señor Jesús, en cuyo nombre y para cuya gloria fue hecho el milagro. Por
medio del poder del milagro, los corazones de los inconversos que están presentes se abren
para recibir al Espíritu de Cristo. Los milagros animan al pueblo de Dios y edifican la fe de
ellos. Los milagros nos aseguran que Dios obra a favor de nosotros en su capacidad de
todopoderoso y soberano Señor del universo. Somos mucho más conscientes de su presencia
entre nosotros en la luz de su poderosa obra a favor nuestro. Las obras milagrosas nos llenan
de gozo, elevan la adoración y la alabanza, e intensifican nuestro compromiso con Cristo y su
evangelio.

V.- RECEPCIÓN DE LOS DONES DE PODER.

Todas las suposiciones previas y todos los calificativos normales que se aplican a los demás
dones del Espíritu (1 Corintios 12:8-10), también se aplican a este tipo de dones:

(1) Son otorgados de acuerdo con la voluntad del Espíritu (1 Corintios 12:11).

(2) Permanecen dentro del Espíritu, y no en el obrero humano (observe que, en el lenguaje
bíblico más estricto, los dones no son ni impartidos ni otorgados, sino “manifestados” según
1 Corintios 12:7).

(3) Son exclusivos y totalmente sobrenaturales, y le pertenecen al Espíritu, sin que le


pertenezcan de manera alguna al ser humano natural (1 Corintios 12:11).
(4) Son dados para el bien del Cuerpo como un todo; es decir, “para provecho” (1 Corintios
12:7).

Hay también algunas consideraciones que son especialmente importantes para estos dones
en particular. Mientras estuvo en Éfeso, el lugar de los mayores milagros de Pablo, él aprendió
lo que era necesario para que el poder de Cristo se manifieste por medio de Él. Las lecciones
vitales que Pablo aprendió en Asia están resumidas en 2 Corintios 12:7–10. Es necesario para
los que sean usados por Dios en poderes milagrosos que estén rendidos totalmente a Dios (2
Corintios 10–13), que sobre todo busquen conocerlo, y que en todo cumplan su voluntad.
Además, deben permitir que Dios obre en ellos de tal manera que Cristo sea todo en todo y
que confíen únicamente en el poder de Dios (2 Corintios 1:8–10). Es sólo en debilidad que se
manifiesta el poder de Dios. Cuando nosotros llegamos a ser nada, entonces Él puede obrar
poderosamente por medio de nosotros, porque confiamos solamente en la suficiencia de su
gracia y poder. Hay un precio que pagar para andar en el poder de Dios. El precio es absoluta
rendición del yo personal y del mundo temporal. El poder de Cristo se manifiesta únicamente
por medio de vasos rendidos.

CONCLUSIÓN.

Dios quiere que su pueblo ande en poder, que predique el evangelio valientemente y con
señales que lo sigan. No hay en el Nuevo Testamento un concepto de la presencia del Espíritu
sin la manifestación del Espíritu en obras de poder. Los cristianos del primer siglo no pudieran
haber concebido al Espíritu aparte de milagros, señales y prodigios; era parte integral de su
común experiencia en Cristo (Gálatas 3:5; Hebreos 2:4). Dios quiere que su pueblo hoy tenga
la misma experiencia. Vivimos en los últimos días, y necesitamos el poder de esos últimos
días.
41. Los Dones Ministeriales o
Funciones Carismáticas.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

En un sentido amplio, un don espiritual es cualquier capacidad que nos da el Espíritu para
ministrar en la iglesia y por medio de ella. Esta definición incluye tanto los dones que operan
a través de nuestra capacidad natural (enseñanza, gobierno, misericordia), así como aquellos
que trascienden los medios ordinarios (sanidades, profecía y milagros). Las listas de dones
que aparecen en el Nuevo Testamento incluyen ambos tipos (Romanos 12:6–8; 1 Corintios
7:7; 12:8–10, 28; Efesios 4:11; 1 Pedro 4:11). Los dones ministeriales o funciones carismáticas
son parte de este regalo maravilloso que constituyen los dones espirituales, los cuales han
sido dados para la edificación de la iglesia del Cristo. Todos los dones actúan en el poder que
nos da Dios. No hay un tipo de don que sea superior a otro (por ejemplo, los dones naturales
o los sobrenaturales). Aunque un don opere exteriormente por medios ordinarios o naturales,
está tan lleno del poder del Espíritu como un don milagroso o sobrenatural. En este sentido,
todos los aspectos de la vida cristiana están llenos de poder sobrenatural (1 Corintios 12:13–
31).

Aunque el Nuevo Testamento insiste en la universalidad del ministerio dentro del cuerpo de
Cristo, también indica que algunos creyentes son apartados de manera exclusiva para
funciones concretas dentro del ministerio. Con frecuencia se menciona al respecto Efesios
4:11: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros,
pastores y maestros”. De esta manera se obtiene una lista de las que se han llamado en
ocasiones “funciones carismáticas” o “dones ministeriales” de la Iglesia Primitiva, diferentes a
los “puestos administrativos” (obispo, anciano, diácono), de los que se hace mención especial
en las últimas epístolas del Nuevo Testamento. El importante papel que desempeñaron los
apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros en el ministerio de la Iglesia Primitiva
está bien atestiguado en el Nuevo Testamento.

Referente a los dones ministeriales, el apóstol Pablo escribió: “Hay un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, en todos y vive por
medio de todos. No obstante, él nos ha dado a cada uno de nosotros un don especial
mediante la generosidad de Cristo. Por eso las Escrituras dicen: «Cuando ascendió a las
alturas, se llevó a una multitud de cautivos y dio dones a su pueblo». Fíjense que dice
«ascendió». Sin duda, eso significa que Cristo también descendió a este mundo inferior. Y el
que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, a fin de llenar la
totalidad del universo con su presencia. Ahora bien, Cristo dio los siguientes dones a la iglesia:
los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. Ellos tienen la
responsabilidad de preparar al pueblo de Dios para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique
la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo. Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos
tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es
decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo.” (Efesios 4:5-11, Nueva
Traducción Viviente).

La validez y vigencia de las funciones carismáticas para nuestra época es incuestionable. Pablo
mismo afirma que este proceso (la edificación de la iglesia a través de todos y cada uno de
los dones ministeriales) continuará “hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y
conocimiento del Hijo de Dios” (v. 11). En su misericordia, Dios ha dotado a su cuerpo, que es
la iglesia, de dones en forma de hombres y mujeres. En este pasaje vemos que se registran
cinco dones:

1)- El apóstol, aquel que establece, planta y fortalece las iglesias (el actual oficio o función del
misionero).

2)- El profeta, aquel que pronuncia el mensaje de Dios.

3)- El evangelista, aquel que es llamado a predicar el evangelio.

4)- El pastor, aquel que alimenta y pastorea a los cristianos.

5)- El maestro, aquel que instruye a los cristianos en la Palabra de Dios.

Es importante hacer hincapié en el hecho de que estos no son títulos, sino funciones
carismáticas o dones. Una persona no llega a ser profeta porque alguien le dé el nombre de
profeta; más bien, llega a ser profeta cuando desarrolla la habilidad que Dios le ha dado de
obrar como profeta y responde al llamado específico de Dios con un corazón dispuesto. El
propósito de estos dones ministeriales es muy claro. The New American Standard Bible lo dice
de esta forma: “Y Él puso a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como
evangelistas, y a otros como pastores y, maestros, para equipar a los santos para la obra del
servicio, para el fortalecimiento del Cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad
de la fe, y al conocimiento del Hijo de Dios.” (Efesios 4:11-13)
Estos cinco dones ministeriales o funciones carismáticas también pueden llamarse dones de
“equipamiento”, los cuales permiten a los santos (los creyentes) hacer la obra del ministerio,
para que el Cuerpo de Cristo en la tierra (la iglesia) pueda funcionar como representante de
Dios. Por lo tanto, estos dones tampoco nos pertenecen ni se dan por voluntad humana
(Hechos 13:2; 1 Corintios 12:11; 1 Pedro 4:10). Más bien, estos hombres y mujeres han sido
dotados para equipar al resto del Cuerpo de Cristo. Son dones en forma de hombres y
mujeres, dados a la iglesia para su edificación. Analicemos brevemente cada uno de los dones
ministeriales.

LOS APÓSTOLES.

La palabra apóstol (en griego: Απόστολος) significa enviado o comisionado. Por lo tanto, la
función carismática que llamamos “apóstol” describe a alguien que ha sido enviado o
comisionado en representación de nuestro Señor Jesucristo. En el Nuevo Testamento la
palabra “apóstol” se utiliza para describir a los discípulos comisionados por Cristo Jesús para
la tarea de proclamar su evangelio y sus enseñanzas. El término “apóstol” describe a dos
categorías de personas:

(1. Los Apóstoles comisionados por Jesús mismo. Describen exclusivamente a los doce que
anduvieron con Jesús (a quienes Jesús mismo “les llamo apóstoles” Lucas 6:12-16). A esta
categoría pertenecen exclusivamente quienes estuvieron con Jesús en su ministerio terrenal
desde su bautismo hasta su resurrección, a los cuales Jesús personalmente comisionó, y los
cuales llegaron a ser el fundamento doctrinal sobre el cual la iglesia primitiva determinó sus
enseñanzas (Efesios 2:20), por el hecho de haber sido testigos de las enseñanzas de Jesús
mismo (Hechos 1:21-22). El Nuevo Testamento deja en claro que el grupo conocido como
“los Doce” se limitó a “hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el
Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el
día en que entre nosotros fue recibido arriba”. De lo contrario, no podría haber sido, en
palabras de Pedro “hecho testigo con nosotros, de su resurrección” (Hechos 1:21). Además, la
selección fue hecha por Cristo mismo (Hechos 1:24; 1:2). Estas mismas condiciones se aplican
al caso de Pablo, mostrando que, para ser apóstol en el mismo sentido que los doce y Pablo,
era requisito indispensable haber sido testigo ocular y presencial del ministerio de Jesús
(Hechos 1:21-22; 1 Juan 1:1-4) y de su resurrección (Hechos 10:40-42; 1 Corintios 15). Por
supuesto, tal cosa sería imposible después de morir los contemporáneos de Jesús. Es
importante reconocer que esta sustitución de Judas por Matías es el único reemplazo de un
apóstol, precisamente para completar el número de doce. Matías no era sucesor de Judas sino
su reemplazo. Después, al morir los doce y Pablo, ni el Nuevo Testamento ni la historia de la
iglesia narra la elección de algún sucesor de alguno de ellos. Al morir el apóstol Jacobo, nadie
le sucedió o reemplazó (Hechos 12:2). El grupo exclusivo de los Doce quedó cerrado, como
es evidente en Apocalipsis 21:14. Sin embargo, esto no significa que la función carismática
del apóstol haya desaparecido de la iglesia del siglo XXI; de hecho, aún tenemos entre
nosotros otro tipo de apóstoles que continuará hasta que Cristo venga.

(2. Otros discípulos de Jesús que no fueron parte de los doce, y siervos de Dios comisionados
a servir por las iglesias locales. Es necesario recordar que el término “apóstol” se deriva del
verbo apostellô, que significa simplemente “enviar”. Por eso, el sentido más general de
apostolos, como en Juan 13:16, es cualquier persona enviada en cualquier misión. Un aspecto
más específico de este sentido ocurre en 2 Corintios 8:23 y Filipenses 2:25 cuando mencionan
“los mensajeros de las iglesias” (apostoloi ekkêsiôn), como delegados comisionados por las
congregaciones para alguna tarea de carácter misionero. En este sentido, la palabra “apóstol”
significa “misionero”, que es el equivalente en latín (del verbo mitto, misi, “enviar”). Dicho de
otra manera, y lejos de representar un título de autoridad universal sobre la iglesia como en
el caso de los Doce, el término apóstol llegó a utilizarse dentro de la iglesia para describir
también a creyentes que hacen la tarea que los apóstoles hacían, es decir, que son
comisionados o enviados por las iglesias para evangelizar, plantar nuevas iglesias, y/o apoyar
con la enseñanza (el discipulado) en iglesias ya existentes.

En escritos cristianos antiguos como la Didajé, o La Enseñanza de los Apóstoles (escrito


alrededor del año 150 d.C. aproximadamente) se llama “apóstoles” a aquellos predicadores
itinerantes enviados por las iglesias a ministrar a otros lugares: “Pero con respecto a los
apóstoles y profetas, obrad con ellos en conformidad con el evangelio. Que todo apóstol,
cuando venga a vosotros sea recibido como el Señor; pero no se quedará más de un solo día,
o, si es necesario, un segundo día; pero si se queda tres días, es un falso profeta. Y cuando se
marche, que el apóstol no reciba otra cosa que pan, hasta que halle cobijo; pero si pide dinero,
es un falso profeta.” (Didajé, 11)

Estos siervos enviados o comisionados por las iglesias (apóstoles) no son columnas o
fundamentos de la iglesia como los doce Apóstoles, simplemente hacen la función de lo que
hoy llamamos misioneros. Describe el ministerio de personas comisionadas por la iglesia local
para proclamar el evangelio, servir, instruir, o plantar nuevas iglesias en otros lugares. Es en
este sentido que el ministerio apostólico continúa en la actualidad. Que los misioneros fueron
llamados apóstoles es ampliamente testificado en el Nuevo Testamento:

 En Hechos 14 14 dice: “Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus
ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces”
 En Romanos 16.7 dice: “Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros
de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron
antes de mí en Cristo”. Nótese que Andrónico y Junias (una mujer) también son llamados
apóstoles.
 2 Corintios 8.23 dice: “En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros;
y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo”. El
texto griego dice que …” y en cuanto a nuestros hermanos, son “apostoloi” de las iglesias.”
Así que la traducción exacta es que Tito y otros cuyos nombres allí no se mencionan son
apóstoles de las iglesias puesto que desempeñaban labores misioneras y de apoyo a los
Apóstoles originales.
 En 1 Tesalonicenses 1.1 dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses
en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro
Padre y del Señor Jesucristo”. Y luego, en 1 Tesalonicenses 2.6 dice: “ni buscamos gloria
de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles
de Cristo.” ¿A qué apóstoles se refiere aquí Pablo? A él mismo (Pablo), a Silvano y a
Timoteo. Los 3 eran misioneros y se desempeñaban como tales.
 Santiago 1.1 nos dice: “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus
que están en la dispersión: Salud.” Éste era el hermano del Señor Jesús constituido como
apóstol a los judíos en la dispersión. En 1 Corintios 15.7 dice: “Después apareció a Jacobo;
después a todos los apóstoles”
 En Filipenses 2.25 dice: “Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y
colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis
necesidades” Aquí como en el caso de Tito, los traductores, prefieren traducirlo “vuestro
mensajero”, aunque el original griego dice claramente “apostolôn” (por la forma del
genitivo), o literalmente “vuestro apóstol”, ya que realizaba labores misioneras.
 1 Corintios 4:6,9 dice: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en
Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que
está escrito, no sea que, por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros… Porque
según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a
sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y
a los hombres.” Nótese que Apolos, otro misionero, es llamado apóstol.

LOS PROFETAS.

La función carismática del profeta continúa vigente en nuestra época. El Nuevo Testamento
deja clara evidencia de ello. Sin embargo, pocas palabras están tan malentendidas como las
palabras “profecía, profetizar” y pocos ministerios son tan mal entendido como el de profeta.
Se da por sentado que profetizar es vaticinar eventos futuros u otras veces que es la
manifestación abierta de información secreta. De hecho, eso es el concepto pagano del
término (los oráculos griegos, la Sibila, Nostradamus, el horóscopo). Entonces surgen falsos
profetas que se creen dueños de la palabra divina y no invitan el cuestionamiento ni lo toleran.
Es claro que Dios conoce el futuro, y lo ha revelado, pero no sólo para que conozcamos cosas
del mañana, sino para que cumplamos su voluntad hoy, en el presente, a la luz del porvenir.
Los profetas, en el sentido bíblico, no eran ni son futurólogos, mucho menos adivinos ni
pitonisas. No eran profetas porque vaticinaban el futuro sino porque entendían el presente a
la luz de la voluntad de Dios. Si no predecían nada futuro, no eran menos profetas. El profeta
es profeta porque trae un mensaje de Dios para el pueblo y para los pueblos.
Estudiosos de las escrituras, analizando bien las acciones y los escritos de los profetas hebreos,
han encontrado lo esencial y definitivo del profetismo en su doble función de denuncia y de
anuncio. Denuncian los pecados e injusticias, tanto fuera de Israel (Amós 1:3 – 2:3) como
dentro del pueblo de Dios (Amós 2:4-12). Su lenguaje es fuerte, no siempre amable (igual que
el de Jesús). Anuncian juicio y salvación para Israel y las demás naciones y hasta una nueva
creación (Isaías 65:17). Para hacer todo eso, los profetas deben ser como los hijos de Isacar,
“entendidos en los tiempos, que sabían lo que Israel debía hacer” (1 Crónicas 12:32). Los
profetas son profetas porque ven su mundo con los ojos de Dios y sus corazones arden con
celo por la voluntad de Dios.

Entre las congregaciones que fundó Pablo, hubo dos extremos en cuanto a la profecía y el
ministerio profético. En Tesalónica apagaban al Espíritu, despreciando las profecías (1
Tesalonicenses 5:19-20). Eran lo que hoy llamaríamos “anti-pentecostales”. A ellos, Pablo les
manda dejar de actuar así, pero a “someterlo todo a prueba”, es decir, ni rechazar las profecías
de antemano ni tampoco creerlos ciegamente, sino examinarlas y retener lo bueno. Tenía que
tomar las profecías más en serio, pero con discernimiento maduro, para no ser engañados
por falsos profetas.

De 1 Corintios queda claro que en Corinto existía el otro extremo. Su tendencia de


sobrevalorar los dones carismáticos los llevaba a exageraciones, abusos y en general mucho
desorden. Hoy los llamaríamos “ultra-pentecostales”. 1 Corintios 14:29-33 nos dice: “En
cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y que los demás examinen con cuidado lo dicho.
Si alguien que está sentado recibe una revelación, el que esté hablando ceda la palabra. Así
todos pueden profetizar por turno, para que todos reciban instrucción y aliento. El don de
profecía está bajo el control de los profetas, porque Dios no es un Dios de desorden sino de
paz.” Este pasaje nos habla de mensajes proféticos que surgían espontáneamente en medio
del culto. Eran profetas congregacionales en Corinto, más de veinte años después del
Pentecostés. Parece que eran muchos, tanto que Pablo tuvo que ordenar la situación.

Tal como el texto lo deje entrever, con una libertad a veces excesiva, casi todos en la
congregación de Corinto querían hablar lenguas y profetizar, aparentemente creyendo que
las lenguas y las profecías fueran Palabra de Dios sin mediación humana falible y hasta
pecaminosa. A ellos Pablo les manda poner en orden su conducta, a profetizar uno a la vez y
no más de dos o tres en cada culto, Además. al mandar que “los demás juzguen” cada profecía
(hoi alloi diakrinô), Pablo repite, en otras palabras, la exhortación de 1 Tesalonicenses 5, de
examinar (dokimazô) las profecías antes de recibirlas como revelación. Por las palabras de
Pablo resulta más que obvio que la profecía no funciona aquí como revelación infalible al
mismo nivel que la Biblia, sino como don carismático de la congregación. Nótese que los
verbos “examinar” y “juzgar” en estos textos están en el modo imperativo. Todos los fieles,
como portadores/as del Espíritu de Dios, tienen el deber de aportar a la valoración crítica de
las profecías y demás mensajes. La palabra profética va para la comunidad de fe, y por eso
todos ellos (hoi alloi) están llamados a juzgarla (diakrinô, evaluar, discernir), ya que todos son
portadores/as del Espíritu de Dios. La iglesia debe escuchar la profecía y recibirla con respeto,
pero con discernimiento crítico (1 Tesalonicenses 5:19-21). Lo más significativo en este texto
es que describe esta profecía congregacional como revelación (apokaluptô). Según la Biblia,
Dios se revela de distintas maneras. Su máxima revelación es Jesucristo, el Dios encarnado
(Juan 1:14,18; Hebreos 1;1-2). Segundo, la Palabra escrita, inspirada por el Espíritu, da
testimonio de él (1 Corintios 2:9-13; Juan 5:39). Además. la creación revela a su Creador
(Salmos 19:1-6; Romanos 1:18-21). Y según 1 Corintios 14:29-33, las profecías, debidamente
escrutadas y convalidadas, son también revelación de Dios y su voluntad 1 Corintios 14:30;
Juan 16:8-13).

El Nuevo Testamento evidencia la continuidad del ministerio profética en la Iglesia de Cristo.


Existe referencia en el Nuevo Testamento a profetas como oficios en la iglesia en tres lugares,
Hechos capítulos 13, 15 y 21. Se mencionan a Bernabé, Simón el que se llamaba Níger, Lucio
de Cirene, Manaén, y Saulo. Judas y Silas, cuatro hijas de Felipe que profetizaban y a un profeta
llamado Agabo. Veamos estas referencias:

 “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé,


Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con
Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo
ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.” (Hechos 13:1-3).
 Hechos 15:32 “Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y
confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras.”
 Se menciona de Felipe el evangelista tenía cuatro hijas que profetizaban: “Al otro día,
saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe
el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas
que profetizaban.” (Hechos 21:8-9).
 Hechos 21:10-11 nos habla de un profeta llamado Agabo: “descendió de Judea un profeta
llamado Agabo, quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y
las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de
quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.”

La literatura proveniente de los primeros cristianos también constata la existencia de esta


función carismática dentro de la iglesia aún después de la muerte del último de los Doce: “No
todo el que habla en el Espíritu es un profeta, sino sólo el que tiene los caminos del Señor.
Por sus caminos pues, será reconocido el profeta falso y el profeta. Y ningún profeta, cuando
ordenare una mesa en el Espíritu, comerá de ella; pues de otro modo es un falso profeta. Y
todo aquel que diga en el Espíritu: Dadme plata u otra cosa, no le escuchéis; pero si os dice
que deis a favor de otros que están en necesidad, que nadie le juzgue. Pero que todo el que
venga en el nombre del Señor sea recibido; y luego, cuando le hayáis probado, le conoceréis,
porque discerniréis la mano derecha de la izquierda. Pero si no tiene oficio proveed de que
viva como un cristiano entre vosotros, pero no en la ociosidad. Si no hace esto, es que está
traficando con respecto a Cristo. Guardaos de estos hombres.” (Didajé, 11-12).

Con base en el Nuevo Testamento y los escritos de los primeros cristianos, podemos afirmar
que la función de los profetas en el Nuevo Testamento (y en la iglesia actual) no es
exactamente la misma como en el Antiguo Testamento. En el orden del Antiguo Testamento,
Dios llamó profetas con el mandato de anunciar y escribir Su revelación autoritativa para el
pueblo; es decir, escribir los libros de la Biblia bajo la inspiración del Espíritu Santo. Debe
destacarse que ninguno de los profetas mencionados explícitamente en el Nuevo Testamento
escribió un libro de la Biblia. Ellos tenían simplemente la función de animar, exhortar y advertir
a los hermanos con lo que Dios les revelaba. (Hechos 15:32). Además, es una función
importante de la profecía, traer a la luz “las cosas escondidas del corazón” (1 Corintios 14:24-
25). La profecía puede obrar convicción en un incrédulo que accidentalmente entra a una
reunión de los cristianos.

Aunque los profetas del orden del Nuevo Testamento no tienen el mismo peso como en el
Antiguo Testamento, su función sigue siendo importante. Aunque no están puestos para
revelar verdades eternas y autoritativas de la fe, sí tienen la función de anunciar en situaciones
específicas lo que el Señor quiere decir a una persona o iglesia en particular. Así, la profecía
es una de las pocas funciones en la iglesia que concretiza lo que es el gran privilegio del
Nuevo Pacto: tener acceso directo a Dios, estar en comunión con Él y conocer Su corazón.

LOS EVANGELISTAS.

Nuestra palabra “evangelista” proviene del vocablo griego euagelistés, que significa “el que
proclama buenas noticias.” Un evangelista es entonces uno que se dedica enteramente a
“proclamar (predicar) el evangelio”, especialmente el mensaje de salvación. El término
evangelista se usa sólo tres veces en el Nuevo Testamento (Hechos 21:8; Efesios 4:11; 2
Timoteo 4:5). No obstante, Pablo enumera al evangelista como uno de los dones ministeriales
de la iglesia (Efesios 4:11). Solamente Felipe es llamado específicamente un “evangelista”
(Hechos 21:8); pero trabajadores tales como Timoteo (2 Timoteo 4:5), Lucas (2 Corintios 8:18),
Clemente (Filipenses 4:3) y Epafras (Colosenses 1:7; 4:12) pueden haber funcionado como
evangelistas.

Un evangelista es alguien que anuncia las buenas nuevas; en otras palabras, un predicador
itinerante del evangelio. Una persona con el don de evangelismo o la función carismática de
evangelista a menudo es alguien que viaja de un lugar a otro para predicar el evangelio y
hacer un llamado al arrepentimiento. Puesto que Felipe es la persona a la que específicamente
se le llamó evangelista en la Escritura, estudiar su vida y ministerio nos ayuda a esclarecer las
funciones de este don ministerial.
El Nuevo Testamento nos dice que Felipe había sido uno de los siete escogidos para ministrar
a las viudas y necesitados (Hechos 6:2-4). Evidentemente, Felipe se había establecido en
Cesarea, y había vivido allí durante unos 20 años antes de que Pablo llegara en Hechos 21. La
labor evangelística previa de Felipe fue en Samaria (Hechos 8:4-8). Él “proclamó el Mesías” a
los samaritanos (versículo 5) e hizo milagros, entre los cuales estaban el expulsar demonios y
sanar paralíticos. La presencia de Pedro y Juan en Samaria y la permanencia del Espíritu en los
creyentes samaritanos (Hechos 8:17), confirmaron el ministerio de Felipe allí. Como
evangelista, Felipe había predicado el evangelio y, cuando los samaritanos creyeron y
recibieron el Espíritu, fueron acogidos en la iglesia. El trabajo de Felipe en llevar la salvación a
los perdidos es lo que los llamados evangelistas han hecho desde entonces.

El ministerio de Felipe como evangelista continúa en Hechos 8 cuando él es guiado por un


ángel para ir al camino desértico hacia Gaza. En el camino se encontró con un eunuco etíope,
un funcionario de la reina de Etiopía. Felipe abre el entendimiento del hombre respecto a la
palabra de Dios, y el eunuco es salvo. Felipe bautiza al hombre, y el Espíritu Santo arrebata a
Felipe (Hechos 8:39). Luego, Felipe “se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio
en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea” (versículo 40). Dondequiera que iba, Felipe
compartía el evangelio. Así pues, el ministerio de Felipe establece un modelo de lo que es, y
debe hacer, un evangelista según el Nuevo Testamento:

 Felipe predicaba la palabra de Dios, declarando específicamente el centro del evangelio,


que es Cristo el Salvador. “Les predicaba a Cristo” (Hechos 8:4, 5, 35).
 Hubo muchos que creyeron y fueron bautizados (Hechos 8:6, 12).
 Milagros de sanidad siguieron a su predicación y muchos fueron librados de espíritus
demoníacos (Hechos 8:6, 7). Los milagros de sanidad dieron mayor efectividad al
ministerio de Felipe (Hechos 8:6, 8).
 Felipe estaba listo para testificar de Cristo como Salvador, tanto en ciudades enteras,
como a un solo individuo. Dejando Samaria, fue dirigido al carruaje del tesorero de Etiopía
(Hechos 8:26), a quien llevó a Cristo (Hechos 8:35–38). El verdadero ganador de almas
tiene una pasión por las almas que lo hace adaptable al evangelismo en masa y al
evangelismo personal.
 El ministerio evangelístico de Felipe lo llevó de ciudad en ciudad (Hechos 8:40).

El cuadro del evangelista del Nuevo Testamento y de la época post-apostólica, era el de uno
predicando el mensaje evangélico de salvación de iglesia en iglesia y de ciudad en ciudad.
Eusebio de Cesarea, el gran historiador de la iglesia del siglo cuarto describió a los
evangelistas como aquellos que esparcían las semillas salvadoras del reino de los cielos, tanto
lejos como cerca, y a través del mundo entero, llenos del deseo de predicar a Cristo, a los que
todavía no habían oído la palabra de fe (Historia Eclesiástica, Libro II). Ciertamente, el oficio
del evangelista será necesario hasta que la iglesia llegue a la madurez de Cristo mismo (Efesios
4:13). Las buenas nuevas deben ser compartidas.
LOS PASTORES.

Los “pastores” son tal vez la función carismática o don ministerial más conocido dentro de la
iglesia de Cristo y se suelen identificar como “los que dirigen” a una iglesia local. El moderno
oficio de “pastor” parece coincidir con la posición bíblica de obispo (gr. epískopos), la de
anciano (gr. presbuteros) o ambas (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-7). Sin embargo, el término
“obispo” se convirtió en el usado de manera más prominente para este ministerio, porque
subrayaba la responsabilidad espiritual y la supervisión de la iglesia local.

El término griego poimén (“pastor”) sólo se utiliza una vez en toda la Biblia como una
referencia directa al ministerio de pastor (Efesios 4:11). Sin embargo, el concepto o función
de pastor aparece por todas partes en las Escrituras. Como lo sugiere el nombre, pastor es
aquél que cuida de las ovejas. La relación entre estos tres términos de “obispo”, “presbítero”
y “pastor” queda clara en Hechos 20. En el versículo 17, Pablo manda llamar a los ancianos
(gr. presbuteroi) de la iglesia de Éfeso. Más adelante, dentro del mismo contexto, exhorta a
los ancianos: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos [gr. epískopoi]” (v. 28). En la oración inmediatamente siguiente, exhorta a los
mismos que acaba de llamar obispos o supervisores a “apacentar” [gr. poimáino] la iglesia del
Señor” (v. 28).

El modelo de Dios para edificar Su iglesia incluye usar hombres con la función carismática de
pastor. De acuerdo con la Biblia, las responsabilidades y funciones de los pastores en los
tiempos actuales, como las de los pastores de la época neotestamentaria, son muchas y
variadas:

 Supervisar la iglesia (1 Timoteo 3:1). El principal significado de la palabra obispo es


“supervisor”. La responsabilidad del pastor es la supervisión general del ministerio y el
funcionamiento de la iglesia. Esto incluiría el manejo de finanzas dentro de la iglesia
(Hechos 11:30).
 Gobernar la iglesia (1 Pedro 5:1–4; 1 Timoteo 5:17). La palabra que se traduce como
“gobernar”, significa literalmente “comparecer ante”. La idea es guiar o asistir, con un
énfasis en ser una persona que cuida de manera diligente. Esto incluiría la responsabilidad
de ejercer la disciplina en la iglesia y reprobar a aquellos que se han apartado de la fe
(Mateo 18:15-17; 1 Corintios 5:11-13). Una responsabilidad oficial del pastor es gobernar
la iglesia, y su enfoque principalmente debe ser espiritual, atendiendo asuntos tales como
edificar a los creyentes y equipar a los santos para la obra del ministerio (Efesios 4:12).
Sin embargo, dicha autoridad debe ejercerse sin abusos, pues un pastor no es un dictador
(3 Juan 9-10). 1 Pedro 5:3 contiene una descripción maravillosa de un ministerio pastoral
equilibrado: “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino
siendo ejemplos de la grey”. La autoridad del pastor no es para que él se “enseñoree” de
la iglesia; más bien, un pastor debe ser un ejemplo de verdad, de amor y de piedad, para
que el rebaño de Dios lo pueda seguir. (1 Timoteo 4:12). Un pastor es un “administrador
de Dios” (Tito 1:7), y él es responsable ante Dios por su liderazgo en la iglesia.
 Cuidado pastoral (1 Pedro 5:3). Literalmente, la palabra pastor significa “pastor de ovejas”.
El pastor tiene una tarea de “alimentar el rebaño” con la Palabra de Dios y de cuidarlos
guiarlos en la forma adecuada (1 Timoteo 3:5; Hebreos 13:17).
 Mantener la doctrina de la iglesia a través de la instrucción adecuada (1 Timoteo 3:2; 5:17;
Tito 1:9). La enseñanza de los apóstoles fue encomendada a “hombres fieles” que
enseñarían también a otros” (2 Timoteo 2:2). Preservar la integridad del evangelio, es uno
de los llamados más grandes del pastor quien debe, a su vez, saber enseñar.

Con respecto a este último aspecto de su responsabilidad, se observa con frecuencia que los
papeles de pastor y de maestro parecen tener mucho en común en el Nuevo Testamento. De
hecho, cuando Pablo menciona estos dos dones de Dios a la Iglesia en Efesios 4:11, la forma
en que aparece en griego la frase “pastores y maestros” (poiménas kái didaskálus) podría estar
señalando a uno solo que cumple con ambas funciones; un “pastor-maestro”. Aunque la
función de “maestro” es mencionada en otros lugares separada de la de “pastor” (Santiago
3:1), con lo que se indica que quizá no siempre se deban considerar como papeles sinónimos,
todo pastor genuino tomará seriamente la obligación de instruir al rebaño de Dios. Los
pastores del rebaño de Dios deben guiarlo con su ejemplo, sin olvidar nunca que están
cumpliendo las funciones de ayudantes de pastor junto a Aquél que es el verdadero Pastor y
Supervisor de sus almas (1 Pedro 2:25). El dio el ejemplo de lo que es un líder-siervo (Marcos
9:42–44; Lucas 22:27).

LOS MAESTROS.

Los maestros son dones de Cristo a la Iglesia. Aparecen en orden histórico en la fundación y
consolidación de la Iglesia, y no en una especie de rangos de autoridad (1 Corintios 12:28).
Ellos constituyen un don dado por el Espíritu Santo (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:28; Efesios
4:1-12), permitiéndole a un creyente comunicar eficazmente las verdades de la Biblia a los
demás. En muchos casos, pero no siempre, se usa en el contexto de la iglesia local. El don de
la enseñanza implica el análisis y la proclamación de la Palabra de Dios, explicando el
significado, el contexto y la aplicación a la vida del oyente. El que tiene el don de ser maestro
es aquel que tiene la habilidad única para instruir y comunicar claramente el conocimiento,
concretamente las doctrinas de la fe y las verdades de la Biblia. Por su instrucción hace que
otras personas aprendan. El propósito de la enseñanza del maestro es llevar a la iglesia a la
unidad, el crecimiento, la madurez y la capacitación para el servicio. Esa misma enseñanza
debe tener la habilidad de cambiar la vida de las personas con la enseñanza de la doctrina. El
apóstol Pablo es mencionado en el Nuevo Testamento como poseedor de este don ministerial
o capacitador (1 Timoteo 2:7).
La función carismática del maestro es un don sobrenatural del Espíritu Santo, no una mera
habilitad o talento humano. Una persona sin este don puede entender la Biblia mientras la
escucha o la lee, pero no la puede explicar como lo hace una persona que tiene el don. Aunque
el ser humano puede, mediante el estudio y la preparación secular, desarrollarse ciertas
habilidades y destrezas en la enseñanza, el don espiritual del maestro no es algo que se pueda
aprender o adquirir. En Efesios 11, los maestros están ligados con los pastores. Esto pareciera
implicar que el pastor también es un maestro. Esto se debe a que un pastor es uno que cuida
de su gente, de la misma manera que un pastor de ovejas cuida su rebaño. Así como un pastor
alimenta a su rebaño, el pastor tiene también la responsabilidad de enseñar a su pueblo el
alimento espiritual de la Palabra de Dios. De esta forma, la Iglesia es edificada a través del uso
de este don, mientras las personas escuchan la Palabra de Dios, su significado y cómo aplicarla
a sus propias vidas. Dios ha levantado a muchos con este don para levantar a la gente en su
fe y permitirles crecer en toda sabiduría y conocimiento (2 Pedro 3:18).

Hay varios contextos en los cuales este don puede ser utilizado hoy en día: En clases de
escuela dominical, institutos bíblicos, colegios y universidades cristianas, seminarios y
estudios bíblicos en la iglesia o en las casas, etc. El que tiene este don ministerial puede, al
igual que Jesús, enseñar, explicar y exponer con autoridad el sentido del texto bíblico (Mateo
7:29; Marcos 1:22; Lucas 4:36).

CONCLUSIÓN.

El Señor ha dado dones ministeriales y llama a hombres y mujeres para que los desempeñen,
con la finalidad de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”, edificando de esta
manera Su propio cuerpo que es la Iglesia. Los dones ministeriales enumerados por Pablo
son: Apóstol, Profeta, Evangelista, Pastor y Maestro. Un hombre puede ser constituido por el
Señor para desempeñar más de un don ministerial al mismo tiempo. Aunque pareciera que
guardan un orden jerárquico, todos los cinco ministerios tienen el mismo valor ante el Señor,
ninguno puede considerarse mayor que el otro; pero en su función cada uno es diferente:

 Los apóstoles son testigos de Cristo a las naciones, fundan nuevas congregaciones,
predican la Palabra de Dios, acompañándola con poderosas señales sobrenaturales y
milagros, y confirman a la Iglesia en la fe (Hechos 16:4-5). Este don ministerial
corresponde actualmente con el llamado del misionero.
 El profeta es un portavoz o vocero de Dios que denuncia el pecado y nos comunica algo
particular proveniente de Dios. Sus palabras deben estar en perfecta concordancia con la
Biblia para que el mensaje tenga la debida autoridad divina. El profeta al declarar una
palabra debe cumplir tres aspectos fundamentales para ser de Dios, ellos son: “edificar,
exhortar y consolar” a los receptores (1 Corintios 14:3).
 El evangelista tiene la función de predicar las buenas nuevas de salvación al mundo
perdido; aquéllos llamados por el Señor para desempeñar este ministerio tienen una
gracia divina especial para ganar almas para Cristo, Dios les capacita para llevar un
mensaje que toque corazones, redarguya las conciencias y ofrezca las respuestas que el
hombre necesita.
 El pastor brinda consejo, corrección, aliento y consolación. Vela por las ovejas que Dios
ha puesto a su cargo y es responsable por cada una de ellas, por ello la Biblia aconseja al
cristiano someterse a la autoridad del pastor (Hebreos 13:7,17).
 Los maestros se encargan específicamente de escudriñar y profundizar el estudio de la
Palabra de Dios para ofrecer entendimiento al resto de los miembros de la iglesia; así
como el velar por la sana doctrina dentro del Cuerpo de Cristo. El maestro tiene la
capacidad divina de explicar lo que la Biblia dice, interpretar lo que significa y aplicarlo a
los corazones de los santos en la Iglesia.

En su funcionalidad en la edificación para el crecimiento de la Iglesia, los dones ministeriales


se mueven espiritualmente en la misma dirección de la voluntad de Dios. Efesios 4:15-16 dice:
“Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien
concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la
actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.
Dentro del crecimiento integral del Cuerpo de Cristo en la dirección que el Señor como cabeza
imparte, debemos actuar, de manera unánime, bien concertada, ayudándonos unos a otros
conforme al don o dones que cada uno ha recibido de Dios; así es como la Iglesia va
edificándose y creciendo. Cuando los ministerios trabajan en unanimidad de espíritu y los
dones se complementan entre sí, hay bendición y crecimiento en la iglesia.
42. Los Dones de Servicio.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. El
apóstol Pablo enseñó: “Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido
dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; si el de servicio, en servir; o el
que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el
que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría.” (Romanos 12:6-8; LBLA)

La palabra griega que se traduce como “don” en este pasaje es charisma, la misma que
encontramos en 1 Corintios 12 para describir los dones carismáticos (dones de palabra y de
poder) y en Efesios 4:11 al hablar de los dones ministeriales o funciones carismáticas. Esta
nueva categoría de dones es conocida como dones de servicio o motivacionales. Es a esta
categoría de dones a la cual se refería Pedro cuando dijo que deberíamos emplear los dones
para el beneficio de otras personas: “Según cada uno ha recibido un don especial, úselo
sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de
Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la
fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien
pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Pedro 3:10-11, LBLA).

En muchos sentidos estos dones se manifiestan espontáneamente por lo que somos; en otras
palabras, “lo que es genuino en nosotros”, y que parte de lo natural. Sin embargo, estos dones,
que podrían parecernos totalmente naturales, deben ser santificados por la obra
regeneradora del Espíritu Santo en nuestras vidas. La razón de esos dones es el servir a los
demás. Romanos 12:6-8 menciona 7 dones de este tipo: Profecía (Profeteia), servicio
(Diakonía), enseñanza (Didaskalia), exhortación (Paraklesis), compartir o Dar (Metadídomi),
presidir (Proistemi) y misericordia (Eléeo)

Dios ha creado estos dones a fin de que sean utilizados para el beneficio de los demás y para
su gloria. Por lo tanto, es importante tener un entendimiento claro de lo que son y de cómo
funcionan.
I.- DON DE PERCEPCIÓN (PROFETEIA).

No es en sí el ministerio profético de Efesios 4: 11, por lo que el término “don de percepción”


resulta más adecuado; aunque es posible que el que tenga ese don tenga también el
ministerio profético, entendiendo que tal ministerio de profeta básicamente significa el ser
usado por Dios para declarar la verdad a los creyentes. En este sentido, profetizar es decir de
parte de Dios, lo que Dios quiere decir a los suyos. Este don se trata más bien de interpretar
la realidad desde la perspectiva de Dios, y así señalar las exigencias de Dios para llevar a otros
por la senda del arrepentimiento y del amor. Esta percepción de la realidad y su experiencia
con Dios lleva a los poseedores de este don a convertirse en intercesores por el pueblo
delante de Dios.

Ezequiel nos muestra claramente lo que se espera de alguien con este don de percepción o
“profecía” en su contexto de servicio: “Como zorras en los desiertos fueron tus profetas, oh
Israel. No habéis subido a las brechas, ni habéis edificado un muro alrededor de la casa de
Israel, para que resista firme en la batalla en el día de Jehová” (Ezequiel 13:4 -5).

Las zorras del desierto son animales oportunistas, al vivir en un medio hostil se las ingenian
para conseguir alimentos a cualquier precio. Ezequiel compara a los falsos profetas con
animales predadores, egoístas, que buscan llenar su propio vientre a cualquier costa. Y lo que
les reclama es que “no han subido a las brechas ni edificado un muro alrededor del pueblo”.
Estos falsos profetas están tan ocupados en ellos mismos, en dar mensajes populares, en decir
lo que la gente quiere escuchar para obtener ventajas de ello, que no hicieron lo que el profeta
debe hacer: Ponerse en la brecha.

“Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de
mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé.” (Ezequiel 22:30).

Todo profeta debe ser intercesor. Cuando Dios le da la palabra a Moisés de que destruiría el
pueblo por su pecado él le suplica, se pone en medio y logra que Dios perdone, recibió una
palabra profética pero no fue corriendo a darla al pueblo, sino que primero trató de disuadir
a Dios (Éxodo 32:30-32; Números 14:13-15, Deuteronomio 9:13-14). Lo mismo podemos decir
de Abraham cuando se le revela el juicio sobre Sodoma (Génesis 18:16-33) o David cuando el
Señor le dice que habrá un castigo por causa del censo que hizo (2Samuel 24, 1 Crónicas 21.1-
27). El denominador común es que recibieron una palabra de Dios e intercedieron. A sus
intercesores, esas personas con un don de percepción espiritual de origen divino, Dios puede
mostrarles ciertas cosas que para otros están ocultas y llevarlos a interceder por tales
situaciones (Amós 3:7). El motor de la intercesión de los que mencionamos anteriormente fue
la misericordia y el amor, esencia y clave de todo don de servicio. Cuando están presentes en
abundancia nos llevan a interceder fervientemente, con la convicción que Dios puede
intervenir y cambiar esa situación para bien.
Pablo dijo: “Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que
están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro, para que sean consolados
sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a
fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.” (Colosenses 2:1-2). La consolación, la
unidad, el pleno entendimiento y el conocimiento no son cosas que se puedan lograr en lo
natural, no importa cuán fuerte se trabaje en ello, es una obra interna. Pablo peleaba en
oración contra lo que se oponía a que los colosenses alcanzaran estas cosas. Se había puesto
entre los hermanos y el enemigo y no hacía una oración a la ligera. Sino que luchaba y su
confrontación con las tinieblas era grande. Lo más llamativo aún es que no los conocía en
persona (“nunca han visto mi rostro”) ¡Cuánto amor y espíritu de servicio se necesita para
luchar en oración por alguien a quien ni conocemos! ¿Quién de los intercesores no ha sido
despertado en mitad de la noche, inquietado por el Espíritu, para orar por cierto misionero,
pastor, líder o hermano de l congregación?

Pero la profecía, entendida en el contexto de Romanos 12:6-8 como un don de servicio implica
no solo el área intercesora, sino que también, como lo señala explícitamente Pablo, es un don
de edificación a través de la Palabra, exhortación y consejería bíblica, así como también
impartir consuelo a los demás: “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación,
exhortación y consolación… el que profetiza edifica a la iglesia.” (1 Corintios 14:3-4). Es
declarar la verdad de Dios en el momento oportuno a la persona que lo necesita. Y es ahí
donde la percepción espiritual se vuelve esencial. Por eso a este don se le llama también
“profecía” en Romanos 12:6, mostrándonos 3 facetas de este don: como carisma del Espíritu
(1 Corintios 12), como ministerio (Efesios 4:11) y como don de servicio (Romanos 12:6).

II.- DON DE SERVICIO (DIAKONÍA).

El segundo de lo siete dones mencionados en Romanos 12:6-8 es el don que llamamos el don
de servicio. La palabra griega es Diakonía, que expresa la idea de hacer cosas prácticas para
servir a otros. Quien tiene el don de servicio se goza al ayudar, colaborar y seguir
instrucciones, siendo de gran utilidad de muchas maneras. La persona que tiene el don de
servir tiene la habilidad para descubrir las necesidades personales de los demás. Pasa por alto
las incomodidades personales con el fin de satisfacer las necesidades de otros y bendecir con
su servicio al cuerpo de Cristo. Es un don que pasa muchas veces desapercibido por muchos,
pero es de gran estima a los ojos del Señor. Aunque en la escala de valores del hombre, el
servicio está en lo más bajo; en la escala de cómo Dios valora las cosas, el servicio es lo más
alto en la dignidad de los dones. Lucas 22:24-27 nos dice: “Hubo también entre ellos una
disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se
enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas
no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el
que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se
sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.”
El ejemplo de Cristo le da sustento y fuerza al insigne don de servir. Podemos decir que
despreciar el don de servicio; es despreciar el mismo ministerio de Cristo, y aún, a él mismo:
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el dual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó
a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz.” (Filipenses 2:5-8). En Juan 13:4-9 nuestro Señor mismo nos dio el ejemplo: “Se
levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en
un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que
estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?
Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás
después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no
tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos
y la cabeza.”

Todos debemos servir. Sin embargo, hay personas que de parte de Dios tienen una facilidad
y unción especial para hacerlo de forma más espontánea y genuina en la práctica. Pablo anima
de una manera especial al que tiene ese don a que lo ponga en práctica. El Nuevo Testamento
registra varios ejemplos de personas llenas del Espíritu Santo que poseían el don de servir:
Marta (Juan 11:1-40), Febe (Romanos 16:1-2), Esteban (Hechos 6:1-15, 7:1-60), Felipe (Juan
1:43-45, 6:5-7, 12:21-22, 14:8, Hechos 6:5, 8:5-40, 21:8-9), Onésimo (Filemón, Colosenses. 4:9),
la suegra de Pedro (Mateo. 8:14-15), Dorcas (Hechos 9:36-42), etc.

El don de servir implica darlo todo por el Reino, no sólo dando de nuestros bienes, sino de
nosotros mismos. 2 Corintios 12:15 nos lo explica claramente: “Y yo con el mayor placer
gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque
amándoos más, sea amado menos.” Además de obrar por el bien de los santos, aquellos con
el don espiritual de servir, han recibido la capacidad única para identificar a aquellos que están
luchando con dudas, temores y otras batallas espirituales. Se dirigen hacia aquellos en
necesidad espiritual con una palabra amable, una actitud comprensiva y compasiva, y la
singular habilidad para hablar la verdad bíblica de una manera amorosa y que produzca
convicción. Sus palabras son como “manzana de oro con figuras de plata” (Proverbios 25:11)
para los espiritualmente débiles y cansados. Estos cristianos serviciales pueden calmar la
ansiedad en los corazones oprimidos, con alegría y con confianza, hablando palabras de
verdad y de gozo.

III.- DON DE ENSEÑANZA (DIDASKALIA).

El don espiritual de la enseñanza es uno de los dones del Espíritu Santo (Romanos 12:7). Es
un don dado por el Espíritu Santo, permitiéndole a un creyente comunicar eficazmente las
verdades de la Biblia a los demás. El don de la enseñanza implica el análisis y la proclamación
de la Palabra de Dios, explicando el significado, el contexto y la aplicación a la vida del oyente.
El que tiene el don de la enseñanza, es aquel que tiene la habilidad única para instruir y
comunicar claramente el conocimiento, concretamente las doctrinas de la fe y las verdades
de la Biblia.

Es el don de aquel que enseña (ho didáskon). No es en sí un maestro conforme a Efesios 4:


11, (ho didáskalos), necesariamente, aunque podría serlo también. La enseñanza es la
habilidad de buscar e investigar la verdad para presentarla a los demás. El que enseña, revela
o da a conocer la verdad, explicándola. Aquí estamos hablando de la enseñanza de la palabra
de Dios, es decir, la teología. La motivación del que enseña es hacer aprender a los demás la
verdad, y para ello se esfuerza en desenterrar hechos escondidos, y acumular conocimientos,
buscando la mejor manera de darlos a conocer. Como cristiano, siempre será conforme a la
verdad revelada por Dios en la Escritura.

“El que enseña” (Ho didáskalos) como cristiano, es el que está motivado a hacer comprender
a los demás la verdad revelada de Dios. El don de enseñar implica la capacidad especial de
comunicar la Palabra de Dios de manera sistemática y con precisión. Lo tiene el maestro, aquel
que disfruta de investigar y comunicar la verdad. La iglesia sufre cuando no hay precisión en
la enseñanza. Por eso, Dios concede este don a su iglesia a menudo. Hechos 18:24-28 nos
habla de Apolos, un hombre que poseía este don de Dios: “Llegó entonces a Éfeso un judío
llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había
sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba
diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y
comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le
tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a
Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él
allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia
refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.”

El don de enseñar mencionado en Romanos 12:7 se diferencia del don ministerial mencionado
en Efesios 4:11 en algunos aspectos:

 El don de maestro mencionado en Efesios 4:11 tiene más que ver con el don ministerial
de pastor que con el don de enseñar en sí. Conforme a la estructura de la oración en
griego en Efesios 4:11, pastores y maestros están estrechamente enlazados. Parece que
los pastores están incluidos en la categoría de los maestros. De hecho, lo más correcto
sería traducirlo pastores-maestros y no “pastores y maestros” como si fueran dones
separados. De modo que, en Efesios 4:11, Pablo parece indicar que pastorear y enseñar
se refiere al mismo don, es decir, que todos los pastores son a la vez maestros. Pero al
mismo tiempo, los pastores son más que maestros porque ellos enseñan, gobiernan,
protegen y prácticamente cuidan el rebaño. Por el hecho de que la función de los pastores
es apacentar la grey de Dios según 1 Pedro 5:1-4, los creyentes con el don de pastor
pueden ser aún más efectivos que aquellos que sólo tienen el don de enseñar. Son el tipo
de ancianos sobre los cuales habla Pablo en 1 Timoteo 5:17, quienes son dignos de doble
honor.

 Los maestros mencionados en Romanos 12:7, en cambio, son instructores que pueden
funcionar localmente, o de forma itinerante. Pueden o no ser pastores, ya que un hombre
puede ser maestro sin necesariamente tener el corazón de pastor ni el llamado a tal
ministerio. Igualmente podemos decir que un pastor puede ser capaz de enseñar la
Palabra, sin tener el don de enseñanza. Teólogos, maestros de institutos bíblicos,
seminarios teológicos y universidades cristianas; líderes y maestros de escuela dominical,
los padres en relación con sus hijos, aquellos que trabajan en áreas como guarderías,
iglesias infantiles, ministerios infanto-juveniles, etc., pueden experimentar el don de
enseñar mencionado en Romanos 12:7 sin necesariamente tener el llamado pastoral que
implica el “pastores-maestros” de Efesios 4:11.

IV- DON DE EXHORTAR Y ANIMAR (PARAKLÉSIS).

El don de la exhortación se encuentra en la lista de dones que menciona Pablo en Romanos


12:7-8. La palabra que se traduce como “exhortación” o “consuelo” es la palabra griega
paraklésis, relacionada con la palabra paracleto. Paraklésis básicamente significa “un llamado
al lado de alguien”. Paraklésis lleva la idea de traer a alguien muy de cerca a fin de “exhortar”,
“instar”, “alentar”, “dar gozo”, y “consolar” a la persona. Todas estas acciones constituyen el
don de exhortación. Por ejemplo, Pablo a menudo exhortó e instó a sus lectores a que
actuaran sobre algo que escribió. Un buen ejemplo está en Romanos 12:1-2, donde Pablo
insta a los romanos a presentar sus cuerpos a Dios como un sacrificio vivo. Haciendo esto,
ellos conocerían y comprenderían la voluntad de Dios. Curiosamente, cuando Jesús
conversaba con sus discípulos en la noche de su arresto, se refirió al Espíritu Santo como el
“Ayudador” o “Consolador” (Juan 14:16, 26; 15:26), razón por la cual se habla del Espíritu Santo
como el “Paracleto”, que es aquel que viene a nuestro lado para exhortarnos y alentarnos.
Una persona con el don espiritual de la exhortación puede usar su don tanto en público como
en privado. La exhortación es útil en la consejería, el discipulado, el mentoreo y la predicación.
El cuerpo de Cristo es edificado en la fe como resultado del ministerio de aquellos que tienen
el don de la exhortación.

El don de la exhortación o consolación se diferencia del don de la enseñanza en cuanto a que


la exhortación se centra en la aplicación práctica de la Biblia, mientras que una persona con
el don de la enseñanza se enfoca en el significado y el contenido de la Biblia. Él o ella se
pueden relacionar con los demás, en grupo o individualmente, con comprensión, compasión
y orientación positiva. La enseñanza dice, “Este es el camino que debes seguir”; la exhortación
dice, “Yo te ayudaré a ir por ese camino”. Una persona con el don de exhortación puede
ayudar a otra persona a pasar del pesimismo al optimismo. Probablemente, el mejor ejemplo
bíblico de alguien con el don de la exhortación o consolación es Bernabé. Su verdadero
nombre era José, pero los apóstoles lo llamaron “Bernabé”, que significa “hijo de consolación”
(Hechos 4:36). Vemos a Bernabé en Hechos 9:27 viniendo junto al recién convertido Pablo
para presentarlo a una iglesia cautelosa. En Hechos 13:43, Bernabé alienta a los creyentes a
que perseveren en la gracia de Dios. En Hechos 15:36-41, Bernabé elige a Juan que tenía por
sobrenombre Marcos, como compañero de ministerio, a pesar de que había desertado en un
viaje misionero anterior. En otras palabras, Bernabé le dio una segunda oportunidad a Marcos.
A través de todo el ministerio de Bernabé, él evidenció el don de la consolación o exhortación,
llamando a otros a su lado para ayudarlos, consolarlos, y para animarlos a ser más efectivos
para Cristo.

Quien posee el don de exhortar disfruta de animar y motivar a las personas para que vivan
una vida cristiana victoriosa. El profeta, el maestro y el que exhorta (o anima) dependen de
diferentes variables para comunicar su mensaje: El profeta depende de su interacción con el
Espíritu de Dios y la Palabra; el maestro depende de su buen conocimiento y dominio del
asunto que expone; el que exhorta depende de una necesidad que surge y que él o ella puede
aprovechar para animar e inspirar a las personas.

V- DON DE DAR O COMPARTIR (METADÍDOMI).

Uno de los dones de servicio mencionados por el apóstol Pablo es el don de dar (Romanos
12:8). La palabra dar proviene del griego Metadídomi, y su significado es dar, compartir,
ofrecer o impartir. La persona que tiene el don de dar, lo hará con sencillez; ningún motivo
oculto tendrá cuando ejercite ese don. No dará para aquietar su conciencia, ni dará para
obtener algo en retribución. Quien posee este don disfruta de dar tiempo, talento, energía y
recursos para beneficiar a otras personas y para el avance del evangelio.

Administrar todos los bienes, todo su tiempo, todo su talento, movido por el amor, siendo
consciente de que todo pertenece a Dios y debe ser usado para su gloria y para felicidad del
prójimo, esta es la conciencia que mueve al que tiene el don de dar; esta es la conciencia de
la mayordomía total que debe motivar, alegrar, enriquecer espiritualmente y dominar la vida
de un creyente que tiene este don. Una de sus motivaciones más importante para dar son las
almas perdidas y el cumplimiento de la Gran Comisión.

El don de dar es una habilidad dada por Dios que implica dar de sus bienes y de sí mismo
para el progreso de la obra de Dios, con tal cuidado y gozo que son fortalecidos los que
reciben. Dios ha dado grandes posesiones a algunos hombres porque puede confiar en ellos
para usar lo que tienen para el servicio divino. Estos creyentes son mayordomos especiales.
Es el don de aquellos creyentes que, liberalmente, buscan financiar algún ministerio, aunque
el costo para ellos sea considerable. Les da genuino gozo ver a Dios obrar a través de sus
dádivas. Este don se manifestó de forma extraordinaria cuando hubo pobreza en los tiempos
apostólicos. Dueños de propiedades vendían sus tierras o casas y luego donaban el dinero
para aliviar las necesidades de otros. Bernabé era no solamente la personificación del don de
exhortar y animar, sino que también poseía el don de dar. Se le señala con una mención
especial como uno que vendió terreno y trajo el dinero a los apóstoles (Hechos 4:34-37). Los
hombres y mujeres que poseen este don dan liberalmente de sus ganancias luego de suplir
sus propias necesidades y dan mucho más allá que un diezmo. Lo han consagrado todo al
Señor.

Aquel creyente que tiene el don de dar ha consagrado al Reino de Dios sus recursos, sea
tiempo, sean finanzas, o sean habilidades. Quien tiene el don de dar reparte los recursos con
buena disposición. Esta persona nunca da a regañadientes, porque Dios le ha concedido el
especial gozo de compartir para beneficio del Cuerpo (2 Corintios 9:7-8; 9:12-13). Sólo un don
de la gracia divina puede romper nuestra tendencia natural al egoísmo y al acaparamiento de
bienes materiales para nuestra satisfacción personal.

VI- DON DE ADMINISTRAR, LIDERAR, PRESIDIR O DIRIGIR (PROISTEMI).

El don espiritual de liderazgo en la iglesia local aparece en dos pasajes, Romanos 12:8 y 1
Corintios 12:28. La palabra griega traducida para “regir” o “gobernar” en estos versículos es
Proistemi y significa estar delante, estar sobre, dirigir, mantener, practicar, presidir. Este
vocablo griego designa a uno que se establece sobre los demás o quien preside, gobierna o
quien atiende un asunto con diligencia y cuidado. En 1 Tesalonicenses 5:12 la palabra es usada
en relación a los ministros en general: ” Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que
trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor”. Aquí la palabra se traduce “presidir”.

En Romanos 12:8, la palabra traducida para “preside”, indica cuidado y diligencia con
referencia a la iglesia local. El que preside está para atender con constante dedicación su
trabajo, que consiste en velar por el rebaño y estar dispuesto a sacrificar su comodidad
personal para cuidar ovejas necesitadas. Hay varias características que identifican a aquellos
con el don espiritual de liderazgo. En primer lugar, ellos reconocen que su posición es por el
nombramiento del Señor y están bajo la dirección de Él. Entienden que nos son gobernantes
absolutos, sino que ellos mismos están sometidos a Aquel que está sobre todos, el Señor
Jesús, quien es la cabeza de la iglesia. Reconociendo su lugar en la jerarquía de la
administración del cuerpo de Cristo, impide que el talentoso líder caiga en el orgullo o a una
especie de derecho. El verdadero líder cristiano reconoce que él no es sino un esclavo de
Cristo y un siervo de aquellos que dirige. El apóstol Pablo reconoció esta posición, refiriéndose
a sí mismo como un “siervo de Cristo Jesús” (Romanos 1:1). Al igual que Pablo, el creyente
dotado con este don reconoce que Dios lo ha llamado a su cargo; él no se ha llamado a sí
mismo (1 Corintios 1:1). Siguiendo el ejemplo de Jesús, el líder también vive para servir a
aquellos a quienes él dirige, y no para ser servido o señorear sobre ellos (Mateo 20:25-28).

Santiago, el medio hermano del Señor Jesús, tenía el don de liderazgo ya que dirigió la iglesia
en Jerusalén. Él también se refirió a sí mismo como “un siervo de Dios y del Señor Jesucristo”
(Santiago 1:1). Santiago mostró otra cualidad del liderazgo espiritual, la habilidad para influir
a otros a pensar acertada, bíblica, y piadosamente en todos los asuntos. En el concilio de
Jerusalén, Santiago trató con el controvertido asunto de cómo relacionarse con los gentiles
que se acercaban por la fe a Jesús el Mesías. “Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió
diciendo: Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a
los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre” (Hechos 15:13-14). Con esa
declaración de apertura, Santiago llevó a los delegados a pensar clara y bíblicamente,
permitiéndoles llegar a una correcta decisión sobre este asunto (Hechos 15:22-29).

Como pastores del pueblo de Dios, los líderes talentosos gobiernan con diligencia y poseen
la habilidad de discernir verdaderas necesidades espirituales de las necesidades “sentidas”.
Ellos llevan a otros a la madurez en la fe. El líder cristiano lleva a otros a crecer en su capacidad
de discernir por sí mismos aquello que viene de Dios, frente a lo que es cultural o temporal.
Siguiendo el ejemplo de Pablo, las palabras del líder de la iglesia no son “sabias y
convincentes” desde el punto de vista de la sabiduría humana, sino que están llenas con el
poder del Espíritu Santo, dirigiendo y animando a otros a descansar su fe en ese mismo poder
(1 Corintios 2:4-6). El objetivo de un líder con el don es proteger y guiar a aquellos que dirige
“hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un
varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). El don
espiritual de liderazgo es dado por Dios a los hombres y mujeres, quienes a su vez ayudarán
a que la iglesia crezca y florezca más allá de la generación actual. Dios no ha dado el don de
liderazgo para que el hombre sea exaltado, sino para que Él sea glorificado cuando los
creyentes usan los dones que Dios da para hacer Su voluntad.

Los que poseen el don de presidir usan sus palabras de manera adecuada para que el sentir
de Dios prevalezca por encima del sentir general o del sentir de los propios líderes de la
iglesia. Este don de Dios le concede al creyente la capacidad especial de establecer la dirección
y unir a las personas para el cumplimiento de la obra de Dios (2 Samuel 20:15-22). Los líderes
o los que presiden hacen posible que el cuerpo de Cristo se mueva hacia ideales comunes, y
se ocupan de edificar un pueblo de Dios que complazca al Espíritu del Señor. El líder ayuda a
las personas a moverse para cumplir metas que Dios tiene para ellas (Jueces 4). Quien tiene
este don disfruta de organizar, dirigir o liderar. El don de presidir, dirigir o administrar también
dotará al líder cristiano de la capacidad de saber ubicar a los creyentes en actividades acordes
con los dones espirituales de esos creyentes (2 Timoteo 2:2). Conocerá a su gente y los
estimulará a usar sus dones para la consecución de una meta común. Los que tienen el don
de presidir o gobernar, no son los que gritan órdenes para que otros las cumplan sino los que
por medio de su ejemplo de servicio incentivan al resto a servir con fervor.

VII- DON DE COMPASIÓN O MISERICORDIA (ELEÉO).

En la enseñanza de Jesús del Sermón del Monte, una de las bienaventuranzas es


“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7). El
don espiritual de la misericordia es lo que expresamos cuando somos dirigidos por Dios para
ser compasivos en nuestras actitudes, palabras y acciones. Es más que sentir compasión hacia
alguien; es el amor reflejado. La misericordia desea responder a las necesidades inmediatas
de los demás y aliviar el sufrimiento, la soledad y la tristeza. La misericordia trata crisis físicas,
emocionales, financieras o espirituales, por medio de un servicio generoso y abnegado. La
misericordia es la defensora de los humildes, pobres, explotados y olvidados, y a menudo
actúa a favor de ellos.

Un buen ejemplo de la misericordia se encuentra en Mateo 20:29-34: “Al salir ellos de Jericó,
le seguía una gran multitud. Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando
oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ¡ten misericordia de
nosotros! Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo:
¡Señor, Hijo de David, ¡ten misericordia de nosotros! Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les
dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron”.
Nótese que los ciegos no asociaron la misericordia con un sentimiento sino con una acción.
Su problema físico era que no podían ver, así que, para ellos, el acto de la misericordia fue la
intervención de Cristo para restaurar su vista. La misericordia es más que un sentimiento;
siempre va seguida por una acción.

Este don tiene una aplicación práctica de servicio activo, así como la responsabilidad de
hacerlo con alegría (Romanos 12:8). El creyente que posee este don se preocupa por los
necesitados y les muestra compasión y amor. El Nuevo Testamento menciona a personas que
poseían este maravilloso don de compasión y ayuda al necesitado. Nuestro Señor Jesús (Lucas
7:11-14; 9:10-17) y Dorcas (Hechos 9:36-39) son ejemplos de este don. Es indispensable en el
cumplimiento de nuestra misión como iglesia, ya que los ministerios de compasión y
misericordia son una parte inseparable de la Gran Comisión (Lucas 10:25-37; Santiago 1:27,
2:6, 2:15-16; Hechos 13:3; Gálatas 2:9-10; Job 29:12). La iglesia moderna urge de más creyentes
dotados con este don.
CONCLUSIÓN.

Debemos discernir los diferentes dones que hay en el Cuerpo de Cristo y trabajar juntos,
dependiendo los unos de los otros. En este contexto podemos ver la importancia de utilizar
nuestros dones de servicio para la gloria de Dios. Estos dones, cuya existencia hemos ignorado
en gran parte, tienen mucho que ofrecer al Cuerpo de Cristo y pueden ser de gran bendición
para la sociedad y el mundo en general.
43. Continuidad de los Dones Espirituales a
través de la Historia de la Iglesia.
Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado

Una de las objeciones actuales más comunes a la manifestación de los dones espirituales
(carismata) tales como el hablar en otras lenguas y el profetizar (entre otros) es la idea de que
desaparecieron cuando los apóstoles murieron. Según esta teoría, nadie debe esperar recibir
dones espectaculares de parte del Espíritu puesto que pertenecen exclusivamente al pasado.
Esta perspectiva está perdiendo credibilidad en nuestros días. Sin embargo, todavía es común
oír en algunos círculos la pregunta: “Si los dones espirituales de 1 Corintios 12:7-10 son válidos
para los cristianos más allá de la muerte de los apóstoles, ¿por qué estuvieron ausentes de la
historia de la iglesia hasta su supuesta reaparición en el siglo veinte con el movimiento
pentecostal?” Eso no necesariamente es cierto. Como cualquier historiador eclesiástico
reconocerá, apenas conocemos una pequeña fracción de lo que sucedió en la historia de la
iglesia. Es terriblemente presuntuoso concluir que los dones del Espíritu estuvieron ausentes
en las vidas de las personas de las cuales no sabemos prácticamente nada. En otras palabras,
¡la ausencia de evidencia no es necesariamente la evidencia de ausencia! Simplemente no
sabemos lo que estaba sucediendo en los miles y miles de iglesias y reuniones de cristianos
en los pasados siglos. Ninguno de los oponentes del continuismo puede decir con confianza
que los innumerables miles de cristianos en toda la tierra habitada, a través de la historia,
jamás oraron en lenguas en sus devociones privadas. La ausencia de una referencia explícita
a ciertos carismas es, por lo tanto, una base débil sobre la cual argumentar para su retiro
permanente de la vida de la iglesia.

¿ES LÓGICO CREER QUE CESARON LOS DONES ESPIRITUALES DESPUÉS DE LA MUERTE
DE LOS APÓSTOLES?

Si es cierto que los dones espirituales llegaron a ser esporádicos con el paso del tiempo,
puede haber una explicación distinta a la teoría de que estaban restringidos al primer siglo.
Debemos recordar que antes de la Reforma protestante en el siglo XVI, el cristiano promedio
no tenía acceso a la Biblia en su propio idioma. La ignorancia bíblica era rampante. Ese no es
el tipo de ambiente en el que las personas estarían conscientes de los dones espirituales (su
nombre, naturaleza, función y la responsabilidad del creyente de perseguirlos) y, por lo tanto,
difícilmente el tipo de ambiente en el que esperaríamos que buscaran y oraran por ellos. Si
los dones eran escasos y esto nuevamente es altamente discutible, se debió tanto a la
ignorancia y al letargo espiritual que genera la ignorancia bíblica. Especialmente importante
en este sentido es la concentración de la autoridad espiritual y el ministerio en el oficio de
obispo y sacerdote en la Iglesia emergente de Roma. A principios del siglo 4 a.d. (mucho
antes, según algunos), ya existía un movimiento para limitar la oportunidad de hablar, servir
y ministrar en la vida de la iglesia al clero ordenado. Los laicos fueron silenciados y marginados
y quedaron casi totalmente dependientes de la contribución del sacerdote local o del obispo
monárquico. Aunque Cipriano (obispo de Cartago, 248-258 d.C.), habló y escribió a menudo
sobre el don de profecía y la recepción de visiones del Espíritu (Las Epístolas de Cipriano, vii.3-
6, ANF, 5: 286-87; vii.7, ANF, 5: 287; lxviii.9-10, ANF, 5: 375; iv.4, ANF, 5: 290), también fue
responsable de la desaparición gradual de tales carismas de la vida de la iglesia. Él, entre otros,
insistió en que solo al obispo y al sacerdote de la iglesia se les debería permitir ejercer estos
dones reveladores. De modo que el carisma de la profecía fue capturado por el episcopado
monárquico, utilizado en su defensa, y dejado morir con una muerte inadvertida cuando la
verdadera estabilidad del episcopado lo convirtió en una herramienta superflua (La
Decadencia de la Profecía Extática en el Iglesia Primitiva, Estudios teológicos 36 [junio de
1976]: 252).

Aún si admitiéramos que ciertos dones espirituales eran menos frecuentes que otros en
ciertas épocas de la iglesia, su ausencia bien podría deberse a la incredulidad, la apostasía y
otros pecados que sirven solo para apagar y entristecer al Espíritu Santo. Si Israel experimentó
la pérdida de poder debido a la rebelión repetida, si Jesús mismo no pudo hacer muchos
milagros en ciertos lugares debido a la incredulidad de la gente (Marcos 6:5-6), no deberíamos
sorprendernos ante la poca frecuencia de lo milagroso en los períodos de la historia de la
iglesia marcados por la ignorancia teológica y la inmoralidad personal y clerical.

Por otro lado, si queremos ser coherentes con los estándares de la fe protestante, debemos
reconocer que la ausencia de dones espirituales en la historia de la iglesia, posterior a la
muerte de los apóstoles, es insuficiente para probar que éstos ya no están vigentes en nuestra
época. Por ejemplo, todos los protestantes (así seamos continuistas o cesacionistas) creemos
que el Espíritu Santo es el maestro de la iglesia. Todos creemos que el Nuevo Testamento
describe su ministerio de iluminar nuestros corazones e iluminar nuestras mentes para
comprender las verdades de las Escrituras (1 Juan 2: 20,27; 2 Timoteo 2: 7; etc.). Sin embargo,
dentro de la primera generación después de la muerte de los apóstoles, la doctrina de la
justificación por la fe se vio comprometida. La salvación por la fe y las obras pronto se
convirtió en una doctrina secundaria y no fue defendida por la iglesia (con algunas
excepciones notables) hasta que dicha posición bíblica fue defendida valientemente por
Martín Lutero en el siglo XVI. Mi pregunta, entonces, es esta: si Dios deseaba que el Espíritu
Santo continuara enseñando e iluminando a los cristianos sobre verdades bíblicas vitales más
allá de la muerte de los apóstoles, ¿Por qué la iglesia languideció ignorando esta verdad
fundamental por más de 1,300 años? ¿Por qué los cristianos sufrieron por la ausencia de esas
bendiciones experienciales que esta verdad vital podría haber traído a su vida de iglesia? Sin
duda, la respuesta será que nada de esto prueba que el Espíritu Santo cesó su ministerio de
enseñanza e iluminación. Nada de esto prueba que Dios dejó de querer que su gente
entendiera tales principios doctrinales vitales. Por consiguiente, la relativa poca frecuencia o
ausencia de ciertos dones espirituales durante el mismo período de la historia de la iglesia no
prueba que Dios se opusiera a su uso o que haya negado su validez por el resto de la era
presente. Tanto la ignorancia teológica de ciertas verdades bíblicas como la pérdida de las
bendiciones experienciales proporcionadas por los dones espirituales pueden, y deben, ser
atribuidas a factores distintos a la sugerencia de que Dios pretendía tal conocimiento y poder
solo para los creyentes en la iglesia primitiva.

¿QUÉ NOS ENSEÑA LA HISTORIA?

Sin embargo, la evidencia histórica que poseemos defiende la postura continuista. Gracias al
gran resurgimiento de los estudios patrísticos a lo largo del siglo pasado, la teología
contemporánea se ha dado cuenta de la vitalidad y dinamismo que caracterizaron a la Iglesia
recién nacida en las generaciones pos-apostólicas. Teólogos clave tales como Justino Mártir,
Ireneo, Tertuliano, Orígenes, Novaciano y Cirilo de Jerusalén, estaban plenamente
convencidos de que los dones del Espíritu seguían vigentes en sus días.

JUSTINO MÁRTIR (100-165)

En su “Diálogo con Trifón”, Justino aclara que los dones proféticos de los judíos fueron
transferidos a los cristianos. Empieza el capítulo 82 de su libro declarando que: “Los dones
proféticos siguen con nosotros hasta el día de hoy.” Sigue la misma línea de razonamiento en
el capítulo 87 argumentado que el Espíritu continúa impartiendo dones de gracia, “a aquellos
que son dignos porque creen en Él.” El siguiente capítulo, el 88, afirma explícitamente la
presencia de los dones espirituales: “Ahora, es posible ver mujeres y hombres entre nosotros
que poseen dones del Espíritu de Dios.” Justino creía que los carismata todavía existían en sus
días. En su Segunda Apología llega a aseverar que muchos cristianos siguen echando fuera
demonios. “Ahora puedes ver esto por ti mismo. Porque muchos endemoniados hay por todo
el mundo. Incluso los había en tu ciudad. Muchos hermanos cristianos los echaron fuera en
el nombre de Jesucristo, el cual fue crucificado bajo Poncio Pilato. Los libraron y siguen
librándolos, quitando el poder de los diablos. Fueron curados aun cuando otros exorcistas y
las drogas no podían hacer nada” (capítulo 6). ¡El Espíritu no había parado de obrar en el siglo
segundo!

IRENEO (130-202)

El magnum opus de Ireneo, “Contra las herejías”, también da testimonio de la amplia gama
de dones espirituales que operaban en el siglo segundo. Ireneo llega a decir que los carismata
son una clara señal del discipulado del Jesús verdadero (y no el Jesús gnóstico). Escribe:
“Aquellos que son verdaderamente sus discípulos, habiendo recibido gracia de Él, llevan a
cabo milagros en su nombre para promover el bienestar de otros hombres, según el don que
cada uno ha recibido de Él. Porque algunos verdaderamente echan fuera demonios, de modo
que aquellos que han sido limpiados así de espíritus malignos suelen creer en Cristo y se unen
a la Iglesia. Otros son capaces de ver cosas venideras: ven visiones y pronuncian palabras
proféticas. Otros sanan a los enfermos, imponiéndoles las manos, y se sanan. Además, hasta
los muertos han sido resucitados y permanecen entre nosotros por muchos años.” (2:32:4). ¡El
Espíritu, entonces, hace milagros, echa fuera demonios, revela el futuro, sana a los enfermos
e incluso levanta a los muertos! Otro párrafo relevante en cuanto al tema de las lenguas se
halla en el 5:6:1 donde explica que: “Por esta razón declara el apóstol, Hablamos sabiduría
entre los que son perfectos, refiriéndose a aquellos que habían recibido el Espíritu de Dios, y
quienes a través del Espíritu de Dios hablan en todo tipo de lenguas, como él mismo hacía.
De igual manera, nosotros también oímos a muchos hermanos en la Iglesia que poseen dones
proféticos, y que a través del Espíritu hablan en muchas lenguas y traen a la luz las cosas
ocultas de los hombres para el beneficio general. El apóstol llama a los tales “espirituales”,
siendo espirituales por participar del Espíritu, no porque hayan sido librados de su cuerpo de
carne y se hayan convertido en seres puramente espirituales.” Así Ireneo confesó
abiertamente que el Espíritu impartía dones carismáticos a su Iglesia.

TERTULIANO (150-220)

Tertuliano estaban tan cautivado por el dinamismo del Espíritu de Dios que algunos lo han
nombrado el primero teólogo auténticamente ‘pentecostal’ de la Iglesia (aunque se trata de
un anacronismo, es como tachar a Agustín de calvinista). A Tertuliano le encantó el tema del
Espíritu Santo. En el contexto del bautismo, exhorta a los recién convertidos a anhelar los
dones espirituales. “Por consiguiente, amados y benditos, a quienes aguarda la gracia de Dios,
cuando salís de ese baño santo [el bautismo] y por primera vez extendéis vuestras manos
dentro de la casa de tu Madre [la Iglesia] junto con vuestros hermanos, pedid al Padre, pedid
al Señor que os dé la riqueza de su gracia y la distribución de sus dones (1 Corintios 12:4-12).
“Pedid,” dice, “y se os dará.” Habéis pedido, y habéis recibido. Habéis llamado, y se os ha
abierto. Lo único que pido es que mientras estéis pidiendo, que os acordéis de mí, Tertuliano
el pecador.” (Sobre el bautismo, 20). Otro pasaje útil se encuentra en su obra Contra Marción
5:8. En esta sección de su libro, Tertuliano repite lo que Ireneo había hecho, esto es, apelar a
los dones espirituales para demostrar que su Iglesia era de veras la Iglesia de Cristo. Reta al
hereje Marción a producir manifestaciones espirituales parecidas a los dones del Espíritu que
operaban en la Iglesia de Tertuliano. Esos dones, creía Tertuliano, le aseguraban que servía al
único Dios verdadero del Antiguo y del Nuevo Testamento y no al ‘dios’ modificado de
Marción. “Que Marción exhiba, pues, como dones de su ‘dios’, algunos profetas que no hayan
hablado por sentido humano, sino con el Espíritu de Dios, que hayan predicho cosas que han
de ocurrir y hayan puesto de manifiesto los secretos del corazón (1ª Corintios 14:25); que él
produzca un salmo, una visión, una oración (1ª Corintios 14:26) – sólo que sea por el Espíritu,
en un éxtasis, esto es, en un rapto, toda vez que le haya ocurrido una interpretación de
lenguas; que él me muestre también, que cualquier mujer de lengua culta en su comunidad
haya profetizado alguna vez de entre aquellas hermanas especialmente santas que él tiene.
Ahora, todas estas señales (de dones espirituales) se están manifestando de mi lado sin
ninguna dificultad, y concuerdan, también, con las reglas y las dispensaciones y las
instrucciones del Creador. Por lo tanto, tanto Cristo como el Espíritu y el apóstol pertenecen
únicamente a mi Dios. Aquí está mi confesión para todo aquel que quiera conocerla.”
Tertuliano entendió que la abundancia de dones que operaban en su congregación (y la falta
de ellos en la secta de Marción) probó el hecho de que su Iglesia estaba alineada con el Dios
de las Escrituras. Habló mucho del don de profecía. De hecho, dedicó el noveno capítulo de
su obra Tratado sobre el alma a contar las poderosas experiencias proféticas que una hermana
en el Señor había vivido. “Dado que nosotros reconocemos los carismata espirituales, o dones,
hemos recibido el don de la profecía, aunque vivimos después de Juan [el Bautista].”

ORÍGENES (185-254)

Orígenes también era consciente de los carismata. Su obra más conocida, “Sobre los
principios”, es el primer intento de cualquier escritor cristiano en compilar una teología
sistemática amplia. Advierte en contra del mal uso de los dones espirituales. Esto nos lleva a
la conclusión de que los carismata estaban vigentes en su generación. Proclama
solemnemente, “Cuando la palabra de sabiduría o de conocimiento o cualquier otro don haya
sido otorgado al hombre – sea por bautismo o sea por la gracia del Espíritu – y no es
administrado correctamente, a saber, el recipiente lo esconde debajo de tierra o en un
pañuelo, el don del Espíritu, seguramente, será quitado de su alma, y lo que queda, esto es,
la sustancia de su alma, será asignada a su lugar con los incrédulos. Será separada y dividida
del Espíritu, el cual quiere unir el alma del hombre al Señor.” (2:10:7). Si un creyente tiene un
don espiritual, lo tiene que usar diligentemente en el temor del Señor. Dios no imparte sus
dones con ligereza. Cada don conlleva una gran responsabilidad. Orígenes testifica que: “Entre
los cristianos seguimos encontrando huellas del Espíritu, el cual apareció en forma de paloma.
Echan fuera demonios y realizan muchas sanidades y predicen ciertos eventos, conforme a la
voluntad del Logos.” (Contra Celso, 1:46).

NOVACIANO (200-258)

Novaciano el ‘puritano’ (otro anacronismo) estuvo persuadido de que el Espíritu de Dios


concedió plenitud a la Iglesia de Cristo. En el Antiguo Testamento sólo se experimentó la obra
del Espíritu de una manera parcial, pero ahora, los redimidos en Cristo reciben múltiples
bendiciones gracias al ministerio del Espíritu. Su testimonio es el siguiente: “El Espíritu es quien
coloca profetas en la Iglesia, instruye maestros, dirige las lenguas, da poderes y sanidades,
hace obras maravillosas, ofrece discernimiento de espíritus, concede poderes de gobierno,
sugiere consejos, y ordena y arregla cualesquiera otros dones de carismata que haya. Y así
perfecciona y completa en todo a la Iglesia del Señor en todas partes.” (Sobre la Trinidad, 29).
Novaciano, pues, añade su voz a aquéllas de Tertuliano y Orígenes para confirmar la obra
continua de los carismata espirituales en el tercer siglo. ¡La Iglesia era un lugar emocionante
y llena de vitalidad divina gracias a la obra del Espíritu de Dios!

CIRILO DE JERUSALÉN (313-386)

Cirilo de Jerusalén registró varios comentarios sobre la obra del Espíritu en sus “Lecciones
catequéticas” en el siglo cuarto. Prometió a los fieles que: “Si creéis, no solamente recibiréis
la remisión de pecados, sino haréis cosas más allá del poder del hombre. ¡Y qué seáis tenidos
por dignos de recibir el don de profecía también! […] Tu Guardián, el Consolador, te guardará
todos los días de tu vida. Te cuidará como si fueras uno de sus soldados. Cuidará tus entradas
y tus salidas. Te guardará de todos tus enemigos. Y te dará dones de todo tipo, si no lo
contristas por el pecado. […] Estate preparado para recibir gracia, y cuando la hayas recibido,
no la deseches.” (17:37). Alude también en el capítulo anterior al exorcismo, explicando: “Si
eres tenido por digno de la gracia, tu alma será iluminada, recibirás un poder que no tienes,
recibirás armas terribles para los espíritus malos; y si no arrojas tus armas, sino guardas el
Sello sobre tu alma, ningún espíritu malo se te acercará a ti; porque se acobardará; porque
verdaderamente por el Espíritu de Dios son expulsados los malos espíritus.” (17:36) El Espíritu
da varios dones (la profecía incluida) y también echa fuera demonios.

CONCLUSIÓN

Este breve estudio de los siglos segundo, tercero y cuarto nos revela que los mayores
pensadores de la Iglesia pos-apostólica estaban en total acuerdo en que los dones espirituales
seguían vigentes en el cuerpo de Cristo. No existía una convicción de que los dones de algún
modo habían desaparecido cuando los apóstoles murieron. Ese concepto no surgió hasta
finales del siglo cuarto/ principios del siglo quinto por medio de dos teólogos importantes:
Juan Crisóstomo en el Oriente y Agustín de Hipona en el Occidente. La idea que algunos
hermanos tienen en nuestros días de que los dones espirituales cesaron una vez que se
escribió el libro de Apocalipsis es históricamente insostenible e indefendible.
44. Nosotros somos Sus manos.

Por: Fernando E. Alvarado.

En el patio de una pintoresca y pequeña iglesia en un pueblo de Francia, había levantada una
bella estatua de Jesús con sus manos extendidas. Pero un día, durante la Segunda Guerra
Mundial, una bomba cayó demasiado cerca de la estatua haciéndola añicos. Al final de aquella
batalla, los ciudadanos del pueblo hallaron la estatua entre los escombros y decidieron buscar
todas las piezas de la estatua y reconstruirla. Pacientemente reunieron las piezas rotas y la
armaron. Las marcas de la unión de las piezas en el cuerpo añadieron belleza, si bien
encontraron un problema: No pudieron encontrar las manos de la estatua. Algunos sugirieron
contratar a un escultor para que hiciera manos nuevas, pero otros querían dejarla así, como
recordatorio permanente de la tragedia de la guerra. “Un Cristo sin manos no es en ninguna
manera un Cristo”, se lamentaba alguien. “Manos con marcas, si. Pero, ¿cómo puede haber
una estatua del Señor sin manos? Necesitamos una estatua nueva” , decían otros. Pero alguien
tuvo otra idea que prevaleció: La estatua permanecería sin manos; sin embargo, colocaron
una placa dorada en la base de la estatua, que decía, “No tengo otras manos que las suyas.
Ustedes son mis manos”. Sin tan siquiera pretenderlo, los ciudadanos de ese pueblo ilustraron
una preciosa verdad bíblica: Somos las manos del Señor, somos su Cuerpo.

La frase “el cuerpo de Cristo” es una metáfora frecuente del Nuevo Testamento respecto a la
iglesia (Romanos 12:5, 1 Corintios 10:17, 1 Corintios 12:27, Efesios 4:12, Hebreos 13:3).
Después de Su ascensión corporal, Cristo continúa Su obra en el mundo a través de quienes
Él ha redimido; la iglesia ahora demuestra el amor de Dios clara, tangible, y valientemente. De
esta manera, la iglesia funciona como el “cuerpo de Cristo”. Cada uno de nosotros, los
miembros del cuerpo de Cristo, somos la representación física de Cristo en este mundo. La
iglesia es el organismo por el cual Cristo manifiesta Su vida al mundo de hoy. O así debería
ser. Pero, ¿Es así en la práctica? Si en verdad Cristo manifiesta Su vida al mundo de hoy a
través de nosotros su agenda debería ser la nuestra.

La agenda del Señor Jesucristo durante su ministerio estaba saturada de la proclamación de


la Palabra. Es común ver en los evangelios el verbo “salió”, refiriéndose al Señor saliendo de
un lugar privado o de un momento con sus discípulos para poder predicar a las multitudes.
También se le puede ver “saliendo” de una ciudad a otra luego de haber terminado una
enseñanza a muchas personas (Mateo 13:1; Marcos 6:34). La actividad externa o visible del
Señor era compartir el evangelio, además de alimentar a los hambrientos y sanar a enfermos.
Algunos estudiosos han dicho que Jesús recorrió más de 5,000 kilómetros en sus tres años de
ministerio sanando a personas y predicando la Palabra. ¿Qué hay de nosotros? ¿Tenemos la
misma pasión? En varias ocasiones el Señor manifiesta a sus discípulos: “Tengo compasión de
la gente”, o “tengo compasión de las multitudes”, y concluía diciendo: “porque tienen hambre,
porque están enfermos y porque son como ovejas que no tienen pastor” (Marcos 8:2; Mateo
9:36). Jesús sabía que muchas de las personas que le seguían no le amaban, sino que estaban
con Él solo por comida y sanidad (Juan 6:26). Pero Él tuvo compasión de ellos. Incluso obró
milagrosamente ante aquellos que no le pidieron un milagro (Lucas 7:11-17). El Señor
manifestó su amor compasivo a personas a las que nadie quería mostrar compasión. Y
nosotros, la iglesia que afirma ser el Cuerpo de Cristo sobre la Tierra, ¿Actuamos igual? ¿Por
qué a menudo nuestra compasión no es como la de Jesús?

Una de las razones principales por las que no desarrollamos compasión es que no estamos
dispuestos a “ver a las multitudes” que pasan una vida de sufrimiento, incomodidad,
enfermedad, o hambre. Por lo general, ellas viven en lugares incomodos, en comunidades
pobres, en hospitales, en pueblos alejados de la ciudad, o están en lugares donde una
catástrofe ha ocurrido. En tales lugares no hay atractivos turísticos ni algo delicioso o bonito
para comprar. Son lugares para dar sin esperar recibir. En vez de ir a esos lugares, con
frecuencia preferimos la comodidad. Sin embargo, debemos recordar que parte de nuestro
llamado como iglesia, como Cuerpo de Cristo, es velar por los ancianos desamparados, las
viudas, los huérfanos, los que pasan necesidad económica, los que sufren una enfermedad, o
los que han experimentado una catástrofe.

Sigamos el ejemplo de nuestro Señor que “salió”, “fue”, “vió”, “sintió compasión”, y “obró”.
Jesús es nuestro mayor ejemplo de entrega (Filipenses 2:2-8). Él llegó a ir a lugares donde no
fue bien recibido por ser judío, como cuando fue a Samaria porque su corazón compasivo le
llevó a predicar, a pesar del cansancio, a la mujer junto al pozo y después a más samaritanos
(Juan 4). Cuando salgamos a esos lugares llenos de necesidad, estaremos más expuestos a
experimentar una de las cosas más hermosas y avivadoras que un cristiano puede
experimentar: la bendición de poder guiar a alguien, por medio de la enseñanza bíblica, a los
pies del Buen Pastor. ¿Acaso no es esa la razón de ser de la iglesia? Pero para lograrlo no
podemos separar nuestra teología de nuestra práctica. Si todo lo que aprendemos en la
Palabra no nos conduce a mayor compasión por aquellos que sufren, no estamos conociendo
al Dios compasivo que nos rescató. El evangelio debe ser nuestra mayor motivación para la
compasión hacia los demás. ¿O es que para ayudar al necesitado no somos las manos de
Jesús?
45. El filosemitismo evangélico y
sus peligros

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
El filosemitismo es un fenómeno cultural caracterizado por el interés y respeto hacia la cultura
y el pueblo judío, por su significado histórico, el impacto que el judaísmo ha tenido sobre el
mundo occidental a través del cristianismo y durante la diáspora, su estatus de pueblo elegido
por Dios que aparece en la Biblia (Éxodo 6:6-7) o las cualidades atribuidas colectivamente a
los judíos. Así pues, el filosemitismo implica un sentimiento o acción que apoya o protege al
pueblo judío, bajo el fundamento de que los judíos, en virtud de su judaísmo, poseen
cualidades deseables[1] El término filosemitismo proviene del prefijo griego philos (amor) y
de semita (relativo a los «hijos de Sem», esto es, a los judíos). En el ámbito evangélico el
filosemitismo ha cobrado niveles de popularidad sumamente altos, convirtiéndose en la
norma para ser medido como un buen cristiano y considerándose, a veces de forma
supersticiosa, como un requisito indispensable para contar con el favor de Dios. El
filosemitismo halla su razón de ser en pasajes bíblicos como Génesis 12:3-5; Isaías 62:1 y
Salmo 122:6-9.

¿ES INCORRECTO AMAR A ISRAEL?


¡En ninguna manera! Nosotros los gentiles estamos en deuda con la nación judía. Pablo nos
aclara este punto: “En primer lugar, a los judíos se les confiaron las palabras mismas de
Dios.” (Romanos 3:2, NVI). Los escritores del Antiguo y del Nuevo Testamento
(exceptuando a Lucas) fueron judíos. En otras palabras, los judíos son nuestros hermanos
mayores en la fe, pues de ellos, del “pueblo de Israel… son la adopción como hijos, la gloria
divina, los pactos, la ley, el privilegio de adorar a Dios y el de contar con sus promesas. De
ellos son los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios
sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre! Amén.”(Romanos 9:4-5). No sólo la fe
cristiana se fundamenta en la revelación original dada por Dios a Israel, sino que nuestro
Señor Jesucristo, el Dios hecho hombre, el Salvador del mundo, ¡Era judío! ¿Puedes imaginar
una razón mayor para amar a Israel?
Un verdadero cristiano amará a Israel, deseará el bienestar del pueblo judío, pedirá en oración
por la paz de Jerusalén. Un verdadero creyente en Cristo jamás procurará el mal para la nación
judía ni apoyará forma alguna de antisemitismo. Sin embargo, eso no es todo: un verdadero
creyente anhelará y trabajará por la conversión del pueblo judío a Cristo, pues sabe que, ni
siquiera los judíos, podrán salvarse si no reconocen a Jesús como Salvador (Hechos 2:14-42;
4:12; 7:1-60; Juan 3:35; 1 Juan 5:12).
CUANDO LA ADMIRACIÓN SE CONVIERTE EN ENFERMEDAD Y EL AMOR EN OBSESIÓN.
Los cristianos evangélicos debemos ser muy cuidadosos en esta área. Jamás debemos permitir
que nuestro amor por el pueblo hebreo nos lleve a una veneración enfermiza por Israel y todo
lo relacionado con la cultura judía ¡Dicho extremo no es bíblico! Entonces ¿Por qué vemos en
muchas iglesias evangélicas una obsesión fanática por la cultura judía? ¿Por qué algunos
cristianos anhelan convertir sus iglesias en sinagogas adoptando emblemas, rituales,
vestimenta, instrumentos y cualquier otro elemento judío? ¿Por qué muchos cristianos se
obsesionan con las genealogías judías, los apellidos judíos y hasta buscan anhelosamente un
supuesto linaje judío? ¿Por qué muchas iglesias realizan ceremonias de ordenación para sus
ministros usando talits, kipás y rituales similares al judaísmo? Simplemente porque muchos
cristianos no comprenden el actual estatus de Israel ante Dios ni su posición como creyentes
en Cristo. El cristianismo moderno sufre de la misma enfermedad que la iglesia en los tiempos
de Pablo: las tendencias judaizantes.

¿HA PERDIDO LA IGLESIA SU IDENTIDAD EN CRISTO?


La raíz del problema se encuentra en que muchos cristianos evangélicos hemos olvidado
nuestra posición e identidad en Cristo. Por eso muchos están buscando en el judaísmo la
respuesta a su pérdida de identidad. Lo más triste de esto es que, en el proceso, están
convirtiendo iglesias cristianas legítimas en meras imitaciones de una secta judía con sus
sinagogas y rituales ¡Necesitamos recuperar nuestra identidad cristiana, multiétnica y
universal! ¿A qué me refiero con eso? ¿A que debemos rechazar a los judíos? ¡Jamás! He
dejado en claro que un verdadero cristiano debe amar a Israel y orar por su salvación. Lo que
quiero decir es que debemos equilibrar nuestra devoción por Israel y adorar al Dios de Israel,
no a los israelíes, sus logros, símbolos, rituales y cultura. Sobre todo, debemos recordar ciertas
verdades claras de la Palabra.

Para empezar, los cristianos dejaríamos de querer imitar las prácticas judías e incorporarlas
en nuestra liturgia, si tan solo recordamos que la condición especial de Israel como única
nación elegida por Dios cesó con la muerte de Cristo. La iglesia, conformada por personas de
toda tribu, lengua, pueblo y nación, es ahora, tanto o más que el Israel físico, el pueblo elegido
de Dios:

El apóstol Pablo, un hebreo de hebreos (Filipenses 3:5) nos dice en sus epístolas: “Por lo
tanto, recuerden ustedes los gentiles de nacimiento —los que son llamados «incircuncisos»
por aquellos que se llaman «de la circuncisión», la cual se hace en el cuerpo por mano
humana—, recuerden que en ese entonces ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de
la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el
mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban lejos, Dios los ha acercado
mediante la sangre de Cristo. Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno
solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló
la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos
pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo
cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad. Él vino y proclamó paz a
ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por medio de él tenemos acceso
al Padre por un mismo Espíritu. Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino
conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el
fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. En
él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el
Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su
Espíritu.” (Efesios 2:11-22, NVI).

Por tanto, actualmente es la iglesia la que tiene algo que ofrecerle al pueblo judío en cuanto
a fe, no al revés. Es la iglesia, no el Israel moderno, a quien Dios ha denominado “columna y
baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15). ¿Acaso lo hemos olvidado?
En el Antiguo Testamento se dijo de Israel:

“Así que ve y diles a los israelitas: “Yo soy el Señor, y voy a quitarles de encima la opresión de
los egipcios. Voy a librarlos de su esclavitud; voy a liberarlos con gran despliegue de poder y
con grandes actos de justicia. Haré de ustedes mi pueblo; y yo seré su Dios. Así sabrán que
yo soy el Señor su Dios, que los libró de la opresión de los egipcios.” (Éxodo 6:6-7, NVI).
“«Anúnciale esto al pueblo de Jacob; declárale esto al pueblo de Israel: Ustedes son testigos
de lo que hice con Egipto, y de que los he traído hacia mí como sobre alas de águila. Si ahora
ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre
todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de
sacerdotes y una nación santa. Comunícales todo esto a los israelitas»” (Éxodo 19:3-6, NVI).
Mas ahora, en la dispensación de la gracia, es a la iglesia (la cual está formado por gente de
todo origen étnico) a quien Dios dirige estas palabras:

“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios,
para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz
admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no
habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.” (1 Pedro 2:9-11, NVI).
En cuanto a la posición actual de Israel se nos dice:

“Hermanos, quiero que entiendan este misterio para que no se vuelvan presuntuosos. Parte
de Israel se ha endurecido, y así permanecerá hasta que haya entrado la totalidad de los
gentiles. De esta manera todo Israel será salvo, como está escrito:
«El redentor vendrá de Sión y apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos
cuando perdone sus pecados». Con respecto al evangelio, los israelitas son enemigos de Dios
para bien de ustedes; pero, si tomamos en cuenta la elección, son amados de Dios por causa
de los patriarcas, porque las dádivas de Dios son irrevocables, como lo es también su
llamamiento.” (Romanos 11:25-29, NVI).
¿Hemos leído bien? Sí, Dios llama a Israel “endurecidos”, “enemigos de Dios”. Entonces ¿Por
qué la iglesia debería imitar los rituales, prácticas y costumbres de Israel? ¡No tiene sentido!

Si bien Dios no ha desechado a Israel para siempre, su condición exclusiva como pueblo de
Dios ya no está vigente: judíos y gentiles tienen libre acceso por igual a la presencia de Dios.
Un día Israel volverá a su Dios y reconocerá a Jesucristo como su Mesías. Mientras tanto, la
iglesia goza plenamente de los privilegios, derechos y responsabilidades inherentes de ser
considerados el pueblo elegido, tal como lo hizo el Israel de antaño. La etnicidad (la afiliación
al Israel natural) dejó de ser, de una vez para siempre, requisito para ser considerado pueblo
de Dios. Hoy, judíos y gentiles creyentes en Jesucristo, somos un solo pueblo, sus elegidos:

“Esos somos nosotros, a quienes Dios llamó no solo de entre los judíos, sino también de entre
los gentiles. Así lo dice Dios en el libro de Oseas: «Llamaré “mi pueblo” a los que no son mi
pueblo; y llamaré “mi amada” a la que no es mi amada», «Y sucederá que en el mismo lugar
donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”, serán llamados “hijos del Dios viviente”». Isaías,
por su parte, proclama respecto de Israel: «Aunque los israelitas sean tan numerosos como la
arena del mar, solo el remanente será salvo…” (Romanos 9:24-28, NVI).

Lo que ahora cuenta es estar en Cristo, no ser judío: “Todos ustedes son hijos de Dios
mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han
revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos
ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y, si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia
de Abraham y herederos según la promesa.” (Gálatas 3:26-29, NVI).

Bajo el nuevo pacto de gracia el “Israel de Dios”, no es el Israel racial, sino más bien el Israel
espiritual (Romanos 2:28-29; Romanos 4:13-16; Romanos 9:6-8). Este “Israel espiritual”,
por supuesto, incluye a todas las razas. El “Israel de Dios” significa la iglesia de Dios, la cual
consiste en todos aquellos y sólo aquellos, de toda nación, tribu y lengua, que caminan por
esta norma. Si esto es así ¿Qué sentido tiene venerar de forma insana y antibíblica a los judíos
étnicos y su cultura? Mas aún ¿Por qué hacer de la cultura y símbolos judíos parte de la liturgia
cristiana?

IMITANTO LO QUE DIOS YA DECLARÓ INACEPTABLE COMO ADORACIÓN.


Considerando lo anteriormente dicho nos preguntamos: ¿Qué sentido tiene para el cristiano
imitar la fe y prácticas de aquellos cuyo sistema de adoración fue rechazado por Dios bajo el
nuevo pacto? ¡Ninguno! ¡Es totalmente inútil! Sin embargo, muchas iglesias evangélicas
modernas insisten en observar el sábado, utilizar candelabros de siete brazos, estrellas de
David, banderas de Israel en sus púlpitos, letras hebreas en su decoración, shofares, mantos
de oración, kipás y hasta danza hebrea en sus cultos. ¡Otros incluso llegan al extremo de
celebrar festividades judías como la Pascua, la fiesta de los Tabernáculos y muchas otras
tradiciones judías! Todo esto en contradicción con la palabra de Dios revelada en el Nuevo
Testamento.

Este intento por judaizar el cristianismo fue duramente atacado por el apóstol Pablo en sus
epístolas:

“¡Gálatas torpes! ¿Quién los ha hechizado a ustedes, ante quienes Jesucristo crucificado ha
sido presentado tan claramente? Solo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu
por las obras que demanda la ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje? ¿Tan torpes
son?… Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo maldición… Cristo
nos rescató de la maldición de la ley.” (Gálatas 3:1-14, NVI).

“Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la ley han roto con Cristo; han
caído de la gracia… Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién los estorbó para que dejaran de
obedecer a la verdad? Tal instigación no puede venir de Dios, que es quien los ha
llamado.” (Gálatas 5:4-7, NVI).

Pablo advirtió contra aquellos que pretendieran judaizar la fe cristiana:

“Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los
requisitos de la ley… anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a
los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en
su desfile triunfal. Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con
respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de
las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo. No dejen que les prive de esta
realidad ninguno de esos que se ufanan en fingir humildad y adoración de ángeles. Los tales
hacen alarde de lo que no han visto; y, envanecidos por su razonamiento humano, no se
mantienen firmemente unidos a la Cabeza. Por la acción de esta, todo el cuerpo, sostenido y
ajustado mediante las articulaciones y ligamentos, va creciendo como Dios quiere. Si con
Cristo ustedes ya han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si todavía
pertenecieran al mundo, se someten a preceptos tales como: «No tomes en tus manos, no
pruebes, no toques»? Estos preceptos, basados en reglas y enseñanzas humanas, se refieren
a cosas que van a desaparecer con el uso.” (Colosenses 2:13-22, NVI).

En su lucha contra los judaizantes, Pablo utilizó palabras duras de reprensión y repudio hacia
aquellos que querían convertir la fe cristiana en una extensión del judaísmo:

“Cuídense de esos perros, cuídense de esos que hacen el mal, cuídense de esos que mutilan
el cuerpo. Porque la circuncisión somos nosotros, los que por medio del Espíritu de Dios
adoramos, nos enorgullecemos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en esfuerzos
humanos. Yo mismo tengo motivos para tal confianza. Si cualquier otro cree tener motivos
para confiar en esfuerzos humanos, yo más: circuncidado al octavo día, del pueblo de Israel,
de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa; en cuanto a la interpretación de la ley, fariseo;
en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que la ley exige, intachable.
Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa
de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a
Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a
Cristo y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la
que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la
fe.” (Filipenses 3:2-9, NVI)

Pablo incluso confrontó personalmente a Pedro para evitar cualquier tendencia judaizante en
la iglesia:

“Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía, le eché en cara su comportamiento condenable.
Antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, Pedro solía comer con los gentiles. Pero,
cuando aquellos llegaron, comenzó a retraerse y a separarse de los gentiles por temor a los
partidarios de la circuncisión. Entonces los demás judíos se unieron a Pedro en su hipocresía,
y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por esa conducta hipócrita. Cuando vi que no
actuaban rectamente, como corresponde a la integridad del evangelio, le dije a Pedro delante
de todos: «Si tú, que eres judío, vives como si no lo fueras, ¿por qué obligas a los gentiles a
practicar el judaísmo? Nosotros somos judíos de nacimiento y no “pecadores paganos”. Sin
embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley, sino por la
fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser
justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por estas nadie será
justificado.” (Gálatas 2:11-16, NVI).

Que la voluntad de Dios es que la iglesia cristiana evite cualquier tendencia hacia lo judío
queda claro en la resolución del concilio de Jerusalén registrado en el libro de Hechos:

“Entonces los apóstoles y los ancianos, de común acuerdo con toda la iglesia, decidieron
escoger a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Escogieron a Judas,
llamado Barsabás, y a Silas, que tenían buena reputación entre los hermanos. Con ellos
mandaron la siguiente carta: Los apóstoles y los ancianos, a nuestros hermanos gentiles en
Antioquía, Siria y Cilicia: Saludos. Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin
nuestra autorización, los han inquietado a ustedes, alarmándoles con lo que les han dicho. Así
que de común acuerdo hemos decidido escoger a algunos hombres y enviarlos a ustedes con
nuestros queridos hermanos Pablo y Bernabé, quienes han arriesgado su vida por el nombre
de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, les enviamos a Judas y a Silas para que les confirmen
personalmente lo que les escribimos. Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no
imponerles a ustedes ninguna carga aparte de los siguientes requisitos: abstenerse de lo
sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad
sexual. Bien harán ustedes si evitan estas cosas. Con nuestros mejores deseos. Una vez
despedidos, ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la congregación y entregaron la
carta. Los creyentes la leyeron y se alegraron por su mensaje alentador.” (Hechos 15:22-31,
NVI).

CONCLUSIÓN.
¿Por qué los apóstoles tomaron serias medidas para evitar la judaización de la iglesia? Porque
entendían que la ley y sus requisitos habían pasado. Además, ellos jamás pretendieron que
los gentiles se convirtieran en judíos y adoptaran su cultura. Ellos sabían muy bien que, aún
antes de la venida de Cristo y la instauración del pacto de gracia, Dios había expresado la
ineficacia del sistema de adoración judío:

“«¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? —dice el Señor—. Harto estoy de holocaustos
de carneros y de la grasa de animales engordados; la sangre de toros, corderos y cabras no
me complace. ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿Quién les mandó traer animales para
que pisotearan mis atrios? No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una
abominación. Luna nueva, día de reposo, asambleas convocadas; ¡no soporto que con su
adoración me ofendan! Yo aborrezco sus lunas nuevas y festividades; se me han vuelto una
carga que estoy cansado de soportar.” (Isaías 1:11-14, NVI).
En el Nuevo Testamento, la ineficacia y caducidad del viejo pacto no solo es insinuada, sino
explicada con claridad:

“El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso
que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su
rostro, la cual ya se estaba extinguiendo. Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía
más glorioso el ministerio del Espíritu? Si es glorioso el ministerio que trae condenación,
¡cuánto más glorioso será el ministerio que trae la justicia! En efecto, lo que fue glorioso ya
no lo es, si se le compara con esta excelsa gloria. Y, si vino con gloria lo que ya se estaba
extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece! Así que, como tenemos tal
esperanza, actuamos con plena confianza. No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo
sobre el rostro para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba extinguiendo.
Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el
mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque solo se quita en
Cristo. Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. Pero, cada
vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado.” (2 Corintios 3:7-16, NVI).

“La ley es solo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas
realidades. Por eso nunca puede, mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año
tras año, hacer perfectos a los que adoran. De otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse
sacrificios? Pues los que rinden culto, purificados de una vez por todas, ya no se habrían
sentido culpables de pecado. Pero esos sacrificios son un recordatorio anual de los pecados,
ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por
eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: «A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su
lugar, me preparaste un cuerpo; no te agradaron ni holocaustos ni sacrificios por el pecado.
Por eso dije: “Aquí me tienes —como el libro dice de mí—. He venido, oh, Dios, a hacer tu
voluntad”». Primero dijo: «Sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones no te complacen
ni fueron de tu agrado» (a pesar de que la ley exigía que se ofrecieran). Luego añadió: «Aquí
me tienes: He venido a hacer tu voluntad». Así quitó lo primero para establecer lo segundo. Y
en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo,
ofrecido una vez y para siempre. Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo
repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero este
sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la
derecha de Dios, en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. Porque
con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.”(Hebreos
10:1-14, NVI).

El nuevo pacto es perfecto ¿Por qué deberíamos volver a lo imperfecto? Si Dios nos llamó de
toda tribu, lengua, pueblo y nación ¿Por qué querer volvernos más judíos que los mismos
judíos? ¿Qué ganamos al adoptar sus prácticas, rituales y símbolos? ¿Qué le falta al Evangelio
de gracia para estar completo? ¿Añadiduras tomadas del judaísmo? ¡No lo creo! ¿Un amor
idolátrico por Israel? ¡Tampoco! El Evangelio es perfecto tal cual es. No mezclemos vino nuevo
en odres viejos:

“Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se
arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres
nuevos.” (Marcos 2:22, NVI)

Amar a Israel es bueno, pero debemos tener mucho cuidado con los extremos. El equilibrio
bíblico y la sana doctrina deben imponerse ante cualquier moda religiosa o tendencia del
evangelicalismo de hoy, tan propenso a acoger en su seno herejías y modas sin sustento
bíblico.

REFERENCIAS.
[1] Alain Edelstein, An Unacknowledged Harmony, Philosemitism and the Survival of European
Jewry, Greenwood Press, London, 1982 (en inglés)., pp. 11 y 13 .
46. ¿Es bíblico el sionismo cristiano?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
El sionismo es considerado por muchos como un sistema político basado en la exclusividad
étnica judía, dándoles derechos políticos preferenciales en el actual Estado de Israel. El
sionismo actual promueve el retorno del pueblo judío a su tierra natal y la reanudación de la
soberanía judía en la Tierra de Israel, persiguiendo objetivos tanto tangibles como espirituales.
El término “sionismo” fue acuñado en 1890 por Nathan Birnbaum y fue ampliamente
promovido en el seno de la comunidad judía mundial.

Sin embargo, no todos los judíos apoyaron el sionismo, principalmente por razones religiosas.
Esto de debió a que, en su mayoría, los fundadores del sionismo no eran creyentes en el
judaísmo. Algunos hasta eran ferozmente antirreligiosos y consideraban a los rabinos como
representantes de una forma de retraso mental. Los judíos más conservadores eran anti-
sionistas, pues creían que Palestina no debía convertirse en territorio judío sino hasta la
llegada del Mesías. Sólo él tenía derecho a restaurar a Israel a su gloria pasada e instaurar un
Reino universal con capital en Jerusalén. De hecho, gran parte de las más severas críticas
contra el movimiento sionista político procedió de los judíos anti-sionistas, siendo el más
notable Alfred M. Lilienthal.[1]

Durante largo tiempo, los ortodoxos religiosos fueron hostiles hacia el sionismo. Todavía hoy,
corrientes religiosas como los Neturei Karta[2] o los Satmer[3] condenan el sionismo como
hereje, ya que el sionismo laico sostiene la idea de que el Mesías es el Estado de Israel. Pero
el sionismo no iba a darse por vencido. A partir de 1967 la corriente nacionalista-religiosa
retoma las teorías del rabino Kook, incorporándolas al sionismo. Esta corriente representa hoy
cerca de un cuarto de la sociedad israelí. En los sectores más extremos del sionismo religioso,
incluso se ha construido la idea de que las persecuciones nazis cumplían la profecía de Isaías
53, y que los judíos sufrieron por los pecados del mundo. Ahora, luego de cumplidas las
profecías referentes al sufrimiento del pueblo judío, corresponde a este cumplir las profecías
sobre su destino glorioso y de convertirse en una luz para las naciones.[4]

Aunque en sus orígenes fue un movimiento exclusivamente judío, el sionismo logró impactar
la teología cristiana, dando vida a lo que se conoce popularmente como “Sionismo Cristiano”.

¿QUÉ ES EL SIONISMO CRISTIANO?


La verdadera teología del Sionismo Cristiano, también conocido como Sionismo Bíblico,
apoya el derecho del pueblo judío de retornar a su tierra original, basándose en las Escrituras.
El fundamento bíblico para el sionismo cristiano se encuentra en el pacto de Dios con
Abraham. Fue en este pacto que Dios escogió a Abraham para dar origen a una nación a
través de la cual Él redimiría al mundo, y para ello les legó una tierra en la cual existir como
nación escogida. Si el sionismo es la creencia en el derecho del pueblo judío a retornar a su
patria, entonces un sionista cristiano debería ser definido simplemente como un cristiano que
apoya el derecho del pueblo judío de regresar a su tierra natal y ejercer soberanía sobre la
Tierra de Israel.[5]

El Sionismo Cristiano difiere de la Teología de la Sustitución o del Reemplazo,[6] la cual


enseña que la relación especial que Israel tenía con su Dios en términos de su destino y su
hogar nacionales (su tierra) se ha perdido por su rechazo a Jesús como Mesías, y que por lo
tanto la iglesia se ha convertido en el nuevo Israel. Enseña que, de esta manera, la iglesia ha
heredado todas las bendiciones que se le prometieron a Israel, pero que los juicios y
maldiciones, convenientemente se quedan con el pueblo judío.[7] En vez de ello, el Sionismo
Cristiano enseña basado en las Escrituras que el Pacto de Dios con Abraham aún es válido el
día de hoy. Aún hay un destino nacional que se cumplirá en el pueblo judío, y su hogar natal
es su posesión eterna en cumplimiento de los planes y propósitos de Dios para Israel. Para
los sionistas cristianos, el Nuevo Testamento no solo afirma el pacto Abrahámico, sino que
confirma la misión histórica de Israel y que los dones y el llamado de Israel son irrevocables.
Por tanto, el Sionismo Cristiano no se basa en profecías ni en eventos de los últimos tiempos.
La mayoría de los cristianos sionistas estaría de acuerdo, sin embargo, en que el resurgimiento
de Israel en la escena mundial, en cumplimiento de las promesas de Dios para ella, indican
que otros eventos predichos por la Biblia sucederán a continuación.[8]

Cuatro temas generalmente están presentes en la mayoría de los pensamientos sionistas


cristianos:[9]

1. El fin de la historia. La fundación del estado-nación actual de Israel en 1948 marcó el


principio del fin de la era humana.
2. El plan de Dios. El caos en el Medio Oriente que rodea a Israel es parte del plan de
desarrollo de Dios. Habrá una gran guerra final que culminará con la segunda venida de
Cristo.
3. Las promesas de Dios. El pacto de Dios con Israel es eterno e incondicional. Por lo tanto,
las promesas de tierra dadas a Abraham en Génesis nunca se anularán, y la iglesia no ha
reemplazado a Israel.
4. Bendiciendo a Israel. La iglesia está obligada a interpretar Génesis 12:3 de una manera
específica con respecto al estado-nación actual de Israel: “Bendeciré a quienes te
bendigan y maldeciré a quienes te maldigan.” No apoyar el dominio político del estado
de Israel hoy incurrirá el juicio divino.

Algunos cristianos sionistas han desarrollado un enfoque diferente en sus pensamientos. En


lugar de nombrar el cumplimiento de la profecía bíblica como la base de su lealtad a Israel,
creen que la lealtad a Israel es simplemente un deber moral de los cristianos debido al
antisemitismo histórico y actual y al lugar único que se otorga a los judíos en las
escrituras.[10] Algunos también creen que la lealtad a Israel ayudará a expiar los horrores del
Holocausto, en el que murieron 6 millones de judíos y un número indeterminado de otros
fueron brutalmente maltratados y perdieron sus medios de vida y sus posesiones.[11] De
hecho, es apropiado y necesario que reconozcamos estos horrores, que honremos y
recordemos a quienes sufrieron esta catástrofe, y que los responsables devuelvan o paguen
por los hogares y bienes judíos que fueron incautados durante la era nazi. Al mismo tiempo,
es una lógica falsa concluir, como hacen algunos cristianos sionistas, que apoderarse y
colonizar (a través de los asentamientos) la tierra de las familias palestinas; destruyendo sus
hogares, negocios y escuelas; e imponer una ocupación militar que niegue los derechos
fundamentales es una forma efectiva de honrar a las víctimas del Holocausto.

El sionismo cristiano tiene numerosos críticos y ha despertado mucha controversia. Muchos


teólogos se preguntan si el sionismo cristiano reduce la importancia del nuevo pacto de
Cristo. Muchos eruditos del Antiguo Testamento están preocupados por los cristianos
sionistas que ignoran las demandas éticas de los profetas en relación con el trato a los
palestinos. Muchos estudiosos del Nuevo Testamento sostienen que las promesas de tierras
del Antiguo Testamento se han reinterpretado. La promesa del evangelio no es tribal o local,
sino universal y global. E incluso los judíos deben entrar en esta nueva realidad mesiánica.
Además, estos eruditos rechazan la idea de que el Israel moderno es el Israel de los tiempos
bíblicos, o que el pueblo judío tiene derecho exclusivo a la tierra. Ellos creen que Jerusalén
debe ser compartida por todas las personas (La interpretación de Romanos 9–11 es central
en estos debates).

Los éticos, tanto judíos como cristianos, también han criticado la tendencia del sionismo
cristiano a ver un propósito divino en la polémica y agresiva política del gobierno israelí. Esto,
argumentan, ha llevado el excepcionalismo político de Israel y ha silenciado la capacidad de
la iglesia para promover la justicia y la pacificación en el Medio Oriente (El excepcionalismo
es la creencia de que un grupo en particular posee, de manera inherente e inalienable, ciertos
privilegios y un estatus especial que no están disponibles para ningún otro grupo).

En la cosmovisión cristiana sionista, los palestinos son considerados como residentes


extranjeros en el estado de Israel de hoy. Muchos cristianos sionistas incluso se resisten a
reconocer a los palestinos como un pueblo distinto. Afirman incorrectamente que los
palestinos se mudaron al estado de Israel desde las naciones árabes circundantes después de
que Israel prosperó. Algunas de estas ideas provienen del miedo y un odio profundo al islam,
ya que la mayoría de los palestinos son musulmanes. Sin embargo, muchos palestinos son
cristianos, un hecho que muchos cristianos sionistas ignoran, a pesar de que los árabes
cristianos han adorado a Cristo desde los primeros días de la iglesia (Hechos 2:11).
Sin lugar a duda, el sionismo cristiano seguirá siendo un tema muy debatido en las iglesias
evangélicas, no solo por sus interpretaciones particulares de la Biblia sino también por las
circunstancias de nuestra era política moderna.

ORÍGENES DEL SIONISMO CRISTIANO.[12]


En las décadas de 1820 y 1830, un grupo de clérigos de las islas británicas, entre ellos Edward
Irving, Lewis Way, Joseph Wolff, y Henry Drummond, celebraron en la localidad de Albury una
serie de conferencias bíblicas. Dichas conferencias promovieron la idea de que los judíos
deberían mudarse a Palestina. Otras organizaciones durante este tiempo, como la Sociedad
de Judíos de Londres y el Fondo de Exploración de Palestina, compartieron ese objetivo.
Décadas más tarde, el escritor judío austriaco Theodor Herzl difundió ideas sionistas con su
libro de 1896 Der Judenstaat y en el Primer Congreso Sionista en Suiza en 1897.

En esa época, Palestina estaba gobernada por los turcos otomanos, y era un destino popular
para los europeos y los estadounidenses. Debido a que muchas personas de naciones
cristianas estaban visitando la Palestina otomana, el interés cristiano en ella creció. En la
década de 1880, muchos de estos viajeros eran predicadores influyentes. Uno de ellos fue el
reverendo DeWitt Talmage, pastor del Tabernáculo de Brooklyn en Nueva York. A su regreso
de una peregrinación a Palestina, publicó sus Veinticinco Sermones de Tierra Santa. Este
libro pintó una imagen romántica de un renacimiento judío en la Tierra Santa y retrató “los
dedos de la providencia” señalando el crecimiento de la vida judía allí. En 1891, George Adam
Smith escribió su popular libro La Geografía Histórica de Tierra Santa, en el que retrató una
tierra bíblica vacía en espera de la llegada del judaísmo.

Los líderes cristianos en Gran Bretaña animaron al gobierno británico a apoyar la migración
judía a Palestina. Estos líderes incluyeron a John Nelson Darby, Charles Simeon, y Charles
Spurgeon. Darby enseñó que el hecho de que Dios le diera la tierra a Abraham significaba
que Palestina (antiguo territorio ocupado por Judea, Samaria y Galilea) pertenecía al pueblo
judío. Por encima de todo, proclamó que la creación del Israel de hoy traería el Fin de los
Tiempos.

Darby hizo ocho viajes misioneros a los Estados Unidos, pero la mayoría de los
estadounidenses lo ignoraron. Sin embargo, cuando los principales evangelistas
estadounidenses, como Dwight Moody, Billy Sunday, y Harry Ironside, vieron cómo sus ideas
influyeron en el público, los puntos de vista de Darby cobraron nuevo ímpetu. En 1881, por
ejemplo, Horatio y Anna Spafford y 16 amigos abrieron una colonia estadounidense en la
Ciudad Vieja de Jerusalén para observar, como ellos decían, que “la profecía se está
cumpliendo”.

En Gran Bretaña, políticos como Lord Shaftesbury, Lord Palmerston, David Lloyd George, y
Lord Balfour vieron el valor de un estado judío en Palestina. El movimiento sionista cristiano
también creció, en gran parte debido a líderes cristianos británicos como William Hechler. El
sionismo finalmente ganó reconocimiento internacional a través de la Declaración Balfour,
que en 1917 (durante la Primera Guerra Mundial) garantizó una patria judía en Palestina.
William Blackstone, un evangelista de Chicago y alumno de Dwight Moody, publicó Jesus Is
Coming en 1878. Dicho libro convenció a muchos estadounidenses de la idea de Darby de
que Dios le dio a los judíos la tierra de Palestina. En 1890, Blackstone visitó asentamientos
judíos en Tierra Santa y organizó conferencias en Chicago para trasladar judíos a Palestina.
También presionó al entonces presidente Harrison para crear un estado judío en Palestina.
Debido a su asociación con judíos sionistas, la Conferencia Sionista de Filadelfia en 1918 lo
llamó “padre del sionismo.” En 1956, Israel nombró un bosque en su honor.

En la primera mitad de la década de 1900, los maestros sionistas cristianos organizaron


conferencias para promover las ideas sionistas cristianas. Después de varios eventos
mundiales devastadores—la Primera Guerra Mundial, la epidemia de gripe española de 1918,
la Gran Depresión, y la Segunda Guerra Mundial—algunos evangélicos quisieron ver un plan
divino de redención para la miseria humana.

En 1948, cuando se fundó el moderno estado-nación de Israel, muchos cristianos sionistas se


convencieron de que la creación del Estado de Israel estaba divinamente ordenada, y el
movimiento sionista cristiano creció significativamente. Cuando se levantó la bandera israelí
el 14 de mayo, estaban eufóricos. Se sentían seguros de que la pieza clave ahora estaba en
su lugar para cumplir aún más sus interpretaciones de la profecía. La veloz victoria militar de
Israel en 1967, aclamada por muchos como un milagro divino, provocó aún más celo, ya que
Israel había conquistado toda la Tierra Santa.

Cristianos sionistas como John Walvoord y Charles Ryrie vieron la historia moderna a través
de este lente bíblico para una nueva generación. En 1970, Hal Lindsey publicó el muy
popular The Late Great Planet Earth, que describía los eventos políticos en el Israel de hoy
como predichos bíblicamente. Más recientemente, Tim LaHaye y Jerry Jenkins han vendido
más de 50 millones de copias de sus populares libros Left Behind/Dejados Atrás sobre los
últimos tiempos y el papel de Israel en estos, los últimos días.

Muchos defensores del sionismo cristiano han abandonado la idea de los primeros sionistas
cristianos de que la historia humana está dividida en distintas épocas por decreto divino
(dispensacionalismo). Pero han conservado la idea sionista cristiana del Fin de los Tiempos, y
consideran la lealtad al Estado de Israel como una cuestión de fidelidad bíblica. John Hagee,
un portavoz ampliamente reconocido con su organización Christians United for
Israel/Cristianos Unidospor Israel (CUFI), presiona agresivamente al Congreso de Estados
Unidos para moldear la política exterior estadounidense en el Medio Oriente.

Aunque el sionismo cristiano cuenta con reductos de poder en otros lugares —en Holanda y
Escandinavia, por ejemplo, así como entre muchos sionistas de los países del Tercer Mundo—
, su centro real lo constituye sin duda Estados Unidos, a donde fue llevado desde Inglaterra a
mediados del siglo XIX.

¿ES EL SIONISMO JUDÍO Y CRISTIANO APOYADO POR LA BIBLIA?


En el libro de Génesis, Dios hace promesas a Abraham (el padre del judaísmo). Él promete
ricas bendiciones sobre Abraham y sus descendientes (Génesis 12: 1–3) y hace un pacto con
Abraham, prometiendo que sus descendientes heredarán la tierra de Israel (Gen 15:18). La
promesa se repite en Gen 17: 7–9 y Gen 26: 2–4. A Abraham se le dicen tres cosas: Él tendrá
muchos descendientes, ellos poseerán un territorio particular (la Tierra Santa de hoy), y serán
una bendición para todas las naciones. En Génesis 17:7, esta promesa se llama un “pacto
eterno.” Todo esto sucedió hace más de 4,000 años.

Hoy, el sionismo (tanto judío como cristiano) argumenta que los judíos heredan esta promesa.
Por lo tanto, afirman, el estado moderno de Israel (que se identifica a sí mismo como un
estado judío) puede hacer una afirmación divina de que toda la Tierra Santa pertenece a Israel.
Este no es un argumento político o histórico. Es un argumento teológico que dice así: “Dios
les dio la Tierra Santa a los judíos en la Biblia, y eso debería resolver los debates políticos
modernos. Aquellos que creen en la Biblia deben apoyar nuestros reclamos”.

Esta actitud no es nueva. En los días de Jesús, muchos judíos recomendaron a sus vecinos ser
políticamente activos para ayudar al antiguo Israel. Lo describieron como un deber divino.
Para tal fin, algunos colaboraron con los romanos (los fariseos, los herodianos), mientras que
otros utilizaron la violencia cruda (los zelotes). Pero en cada caso, el objetivo era el mismo.
Apoyar a Israel era considerado un deber religioso.

Como cristianos, aunque reconocemos que Dios le otorgó a Israel el dominio sobre la Tierra
de Canaán (hoy denominada Palestina) y que consideramos justo, correcto y bíblico pedir por
la paz de Jerusalén (Salmos 122:6-9), también reconocemos que esto no significa apoyar
incondicionalmente todas las decisiones políticas, incluso aquellas notoriamente injustas, del
Estado de Israel. Y esto por varias razones:

 El Estado de Israel actual no es el Reino de Dios sobre la tierra al cual los cristianos le
debemos lealtad absoluta. Ningún gobierno humano lo es (Juan 18:36). El Reino político
de Dios es una realidad futura, aún no presente (Daniel 2:44). Puesto que los cristianos
somos ante todo ciudadanos del Reino de los cielos (Filipenses 3:20-21), no podemos
jurar lealtad absoluta y ciega a ningún gobierno humano el cual, en algún momento,
tomará decisiones contrarias a la voluntad de Dios (Hechos 5:29-31), pues debemos
reconocer que el mundo entero y sus gobernantes están, en mayor o menor grado, bajo
el poder del maligno (Lucas 4:5-6; Juan 12:31: 1 Juan 5:19; 2 Corintios 4:4).
 Aunque las promesas particulares de Dios para la nación hebrea aún siguen vigentes y
esperan su final cumplimiento en la era milenial, en ésta, la dispensación de la gracia, los
judíos no gozan de ningún privilegio especial sobre los gentiles a la vista de Dios. Todos
hemos sido hechos un solo pueblo (Efesios 2:14). Tanto judíos como palestinos, o
cualquier otro grupo étnico o nación sobre la tierra, somos seres caídos y necesitados de
gracia, perdón y salvación, pues todos hemos pecado por igual y estamos destituidos de
la gloria de Dios. Ninguno de nosotros puede ser declarado justo o bueno en términos
divinos (Romanos 3). Desde esta perspectiva, los judíos necesitan de Jesús tanto como
nosotros pues “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos” (Hechos 4:12). Pablo amó a su gente y oró por ellos. “Hermanos, ciertamente
el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les
doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando
la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia
de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos
10:1-4). Pablo los amó y seriamente quiso que fueran salvos. Nosotros deberíamos tener
la misma actitud amante, pero no idólatra hacia Israel. Jesús nos dijo que vayamos al
mundo y prediquemos el evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Ellos, como un
pueblo, ciertamente caen en esta amplia categoría. Los cristianos deberían buscar darles
el evangelio a los judíos tanto como a cualquier otro pueblo, pero no considerarles
superior a cualquier otro grupo étnico o creyendo ciegamente que el Estado de Israel es
perfecto y carente de errores en sus decisiones. No debemos olvidar que la nación de
Israel actual está formada por seres humanos caídos como nosotros y no son superiores
a ningún otro pueblo sobre la tierra (Gálatas 3:28; Romanos 2:17-29). Es más, Pablo afirmó
que los judíos “en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en
cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.” (Romanos 11:28) y que “ha
acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los
gentiles” (Romanos 11:25), por lo tanto, la posición actual de Israel no es tan diferente de
cualquier otra nación sobre la tierra en esta dispensación.

 Jesús mismo no estaría de acuerdo con todos los postulados del sionismo judío y
cristiano. No solo Jesús encontraría peculiar al sionismo moderno, sino que en su día
rechazó lo más cercano a este: el movimiento de los zelotes. Hay dos referencias bíblicas
al calificativo “zelote”. La primera está en Lucas 6:15 y la segunda en Hechos 1:13, aunque
también lo hallamos como “cananista” (Mateo 10:4; Marcos 3:18). En la primera referencia,
Lucas está narrando el episodio en que Jesús escogió a sus doce discípulos cercanos,
entre ellos a “Simón, al que llamaban el Zelote”. En la segunda, se nombra al mismo
discípulo en la historia del aposento alto. La palabra viene del griego zelotai que
significa “celoso”. Para Flavio Josefo, el gran historiador judío, el uso del nombre zelote
describe a una secta o partido judío formado antes del año 66 a. C, en el periodo
intertestamentario. En este periodo surgieron muchos grupos religiosos y políticos
movidos por el deseo de generar oposición contra el dominio extranjero. Entre los más
recientes estaban los zelotes, quienes se sentían herederos de los macabeos (un
movimiento judío de liberación que luchó contra el poder seléucida sobre Palestina). Los
zelotes eran un grupo ultranacionalista que usaba la fuerza y la violencia para mover sus
ideales. Buscaban terminar con el dominio romano en Palestina a fin de lograr la
independencia política. Lucharon durante varias décadas hasta (según algunos
historiadores) más o menos el 70 d. C., año de la caída de Jerusalén. Según otros
historiadores, los zelotes fueron seguidores de Judas de Galilea, quien fundó en el año 6
d. C. lo que Josefo llama la “cuarta filosofía” de los judíos.[13] Esta filosofía insistía en
repudiar a cualquier rey excepto Dios, y algunos libros modernos representan a este
grupo como teniendo fuertes esperanzas mesiánicas. Si bien sus ideales religiosos se
parecían a los de los fariseos, los zelotes tomaron el camino de la violencia a través de
eventos guerrilleros contra los invasores.

Así pues, el movimiento de los zelotes correspondería al de un mesianismo político


tendiente a instaurar un reino judío en un Israel libre de gentiles e idólatras.[14] Para los
zelotes, Dios era, en definitiva, el único y verdadero soberano de Israel, cualquier invasión
era entendida como un atentado contra Dios mismo, para ellos Dios deseaba el heroísmo
de su pueblo para hacer llegar su Reino y expulsar a los romanos y a sus colaboradores.
Los zelotes esperaban un Mesías con las características de un poderoso Rey – Militar
salido de entre sus jefes, e incluso algunos de ellos llegaron a ser proclamados mesías,
como fue el caso de un tal Simón bar Kojba, el hijo de la estrella, reconocido mesías por
el rabino Aquiba en el año 132 d.C. Fue el líder judío que dirigió en el año 132 la que es
conocida como Rebelión de Bar Kojba contra el Imperio romano, estableciendo un estado
judío independiente que dirigió durante tres años como príncipe, hasta ser derrotado por
los romanos en el año 135 d.C. Reprimida la rebelión, Bar Kojba resultó muerto en el
asalto final a la fortaleza de Betar.

En este sentido, el sionismo judío moderno no es muy diferente del movimiento zelote
ya que, al igual que aquel, es un movimiento político-religioso que promueve a cualquier
costo los objetivos del estado moderno de Israel. El sionismo cristiano comparte estos
mismos puntos de vista políticos, pero incluye ideas teológicas, ya que usa la Biblia para
decir que la fidelidad a Dios debe expresarse a través de la fidelidad al moderno Estado
de Israel, algo que la Biblia nunca dice. Lo que sí dice la Biblia es que ante Dios no hay
favoritismos por cuestión de nacionalidad o cualquier otra causa (Hechos 10:34; Romanos
2:11; Gálatas 2:6; Efesios 6:9); que la violencia y el odio jamás será solución a los conflictos
humanos (Mateo 5:9; 5:38-48; Romanos 12:20; Proverbios 25:21-22); que el pueblo de
Dios está llamado a ser ejemplo en el trato a personas de otras nacionalidades o grupos
étnicos (Deuteronomio 10:19; Levítico 19:34; 25:35; Deuteronomio 14:29; 26:11, etc.) y
que intentar llevar a cabo la voluntad de Dios por medios políticos o militares raras veces
termina bien y no se ajusta necesariamente a su voluntad (Mateo 26:52; Juan 6:15; 18:36).

CONCLUSIÓN.
¿Cuál debe ser entonces nuestra postura hacia el sionismo, sea este judío o cristiano? Una de
equilibrio y moderación. Debemos rechazar todo extremo peligroso: tanto el antisemitismo
propuesto por los enemigos de Israel, como la veneración enfermiza de algunos creyentes
evangélicos por todo lo judío. Somos llamados a amar a Israel y orar por ellos, no a venerarlos
ni volvernos ciegos a la realidad.

En círculos evangélicos predomina actualmente una opinión acrítica hacia Israel, a quien a
menudo se idealiza. Influye que las librerías cristianas están llenas de publicaciones sobre
Israel, especialmente sobre temas que van desde la rica historia de la nación hebrea hasta las
profecías bíblicas relacionadas con los tiempos finales y el papel de Israel en las mismas. Pero
rara vez se lee o escucha acerca de Israel como nación hostil hacia los seguidores de Cristo
que viven allí, o de la discriminación que experimentan a veces los ciudadanos palestinos a
manos de autoridades israelíes.

Aunque creemos que Israel está en el corazón de nuestra fe cristiana, y admitimos que el país
tiene un papel importante en los acontecimientos futuros, reconocemos que, sobre todo,
nuestra principal misión como seguidores de Cristo hoy, es ser testigos de Cristo a todas las
naciones, no tomar partido a favor de una por encima de las demás. Nuestra devoción
excesiva y acrítica hacia Israel puede llegar a entorpecer, más que a beneficiar, nuestra misión
como iglesia.

REFENCIAS:
[1] Alfred M. Lilienthal, The Zionist Connection (New York: Dodd, Mead, & Co., 1978).
[2] Neturei Karta (en arameo, Guardianes de la Ciudad) es un grupo minoritario de judíos
ultraortodoxos que rechazan cualquier forma de sionismo y se oponen activamente al Estado
de Israel.
[3] Satmer (o Jasidim de Satmer) es un movimiento que adhiere al judaísmo jasídico originario
del pueblo de Szatmárnémeti (ahora llamado Satu Mare, Rumania), ubicado en su momento
en el Reino de Hungría
[4] Culla, Joan B. (2005). La tierra más disputada: el sionismo, Israel y el conflicto de Palestina.
Alianza Editorial. ISBN 84-206-4728-4.
[5] Regina Sharif, Non-Jewish Zionism, Its Roots in Western History, Zed, 1983, p. 10
[6] La teología de reemplazo es la idea de que los cristianos han reemplazado a los judíos
como el pueblo elegido de Dios. Los seguidores de la teología de reemplazo creen que ya
que los judíos rechazaron y crucificaron a Jesús y se negaron a seguirlo, Dios los rechazó e
hizo un nuevo pacto con la iglesia. Este pacto cancela el pacto especial de Dios con el pueblo
judío. La teología del reemplazo surgió en parte debido al conflicto entre las sinagogas y las
iglesias cristianas en los primeros siglos. Este conflicto aparece en Juan 9, donde el hombre
nacido ciego es expulsado de la sinagoga porque dijo que Jesús lo sanó. Más tarde, cuando
la iglesia se convirtió en la principal fuerza religiosa en el Imperio Romano, la hostilidad contra
el judaísmo influyó a algunos teólogos eclesiásticos en condenar e incluso demonizar al
pueblo judío. Así comenzó la propagación del antisemitismo en gran parte de la Europa
cristiana.
[7] R. Kendall Soulen, The God of Israel and Christian Theology, Minneapolis: Fortress, 1996.
[8] J. Pentecost, D (1984). Eventos del Porvenir: Eventos de escatologia biblica. Editorial Vida
[9] Boyer, Paul S., When Time Shall Be No More: Prophecy Belief in Modern American Culture,
Cambridge, MA: Harvard University Press, 1992.
[10] Wesley Haddon Brown , Christian Perspectives on the Israeli-Palestinian Conflict, p. 131.
[11] Peter F. Penner, Western Restorationism and Christian Zionism: Germany as a Case Study,
2008, p. 11.
[12] Ronald Sanders, The High Walls of Jerusalem: A History of the Balfour Declaration and
the Birth of the British Mandate for Palestine (New York: Holt, Rinehart, & Winston, 1984).
[13] Kirsopp, L. (1917), Simon Zelotes, The Harvard Theological Review, Volume 10.
[14] Brandon, S.G.F. The Fall of Jerusalem and the Christian Church. Londres, 1957.
47. Judaizantes en el pentecostalismo
de hoy.

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Los cristianos evangélicos, y sobre todo los pentecostales, amamos al pueblo judío y oramos
por la paz de Jerusalén y la salvación de la nación de Israel. Sin embargo, Israel no es ni debería
ser nuestro ídolo. Es un error suponer que todas las decisiones políticas del actual Estado de
Israel sean correctas. Eso es cegarnos a la realidad de que los judíos también son seres
humanos caídos, que cometen errores y están muertos espiritualmente en tanto no
reconozcan a Jesús como su Salvador. En algunas iglesias, sin embargo, se oye a pastores y
laicos afirmar que todos los judíos serán salvos por el simple hecho de ser judíos y pertenecer
al linaje escogido. No adoro ni venero de forma enfermiza o fanática a la nación de Israel. Yo
adoro al Dios de Israel y he depositado mi fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, el Mesías judío.
Tampoco sueño con ser judío ni busco en las genealogías cualquier herencia sefardí basada
en mi apellido (como se ha puesto de moda en muchos círculos evangélicos latinoamericanos
que desearían ser más judíos que los fariseos), no me interesa tener vínculos de sangre con
Israel o practicar costumbres judías como es el sueño de muchos. Bendigo a Israel y lo amo,
punto. Me siento orgulloso de ser un gentil pues, al igual que los apóstoles Pedro y
Pablo “…Comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se
agrada del que le teme y hace justicia…” (Hechos 10:34-35; Romanos 2:11; Gálatas 2:6;
Efesios 6:9).

¡CUIDADO! PELIGRO A LA VISTA…


Lamentablemente una tendencia judaizante y de veneración hacia Israel, sus costumbres y
símbolos, se ha infiltrado en muchas iglesias, principalmente neo pentecostales e insanas
doctrinal y litúrgicamente. Está comprobado que en ciertas congregaciones auto definidas
como ‘iglesia cristiana evangélica’, o que confiesan serlo, pero se identifican con nombres
alusivos al Antiguo Testamento, se ocupan más de Israel y de la cultura judía que del Señor
Jesucristo y Su Evangelio. Pero, ¿Por qué lo hacen? Causa sorpresa que, al entrar a muchas
congregaciones evangélicas, lo primero que ves son textos mencionando a Israel, escritos
hebraicos y símbolos religiosos judíos. ¿Qué relación existe entre los decorados de muchas
iglesias y el culto y la liturgia cristiana? Por si eso no fuera suficiente, en muchas iglesias
evangélicas sobresalen más los niños del ‘ballet cristiano’ ataviados como judíos y danzando
al son de la típica música israelí que la presencia misma del Espíritu Santo o la búsqueda
sincera de Dios. El espectáculo resulta a la vez tanto atractivo como conmovedor. Niños y
jóvenes, principalmente señoritas, pasan mucho tiempo ensayando para brindar a la
congregación un tremendo espectáculo al mejor estilo judío. En tales congregaciones
abundan los mensajes basados en el Antiguo Testamento sobre el ofrendar a Dios y su
complacencia con nuestros diezmos y ofrendas. Es decir, con dinero. No faltan los llamados a
‘pactar con Dios’ y se menciona con frecuencia el pacto de Dios con Abraham con el que ese
varón fue grandemente enriquecido con todo tipo de bienes. Cada vez que alguien se levanta
para recibir el sobre del ‘pacto’, la congregación prorrumpe en aplausos y el oficiante alaba
la humildad y valentía del ‘siervo’ o ‘sierva’ que ‘pacta’ con Dios. Al finalizar tales
demostraciones se amonesta a los remisos, reiterándoles que Dios castiga con pobreza
material al que le roba.

Muchos de los líderes de tales congregaciones creen sinceramente lo que predican. Otros, a
los que por razones obvios prefiero llamar “apostolobos”, se aprovechan descaradamente de
esa pobre gente que no tiene argumentos necesarios para enfrentar a esos líderes; gente
sencilla que obedece mansamente por temor a perder su salvación; que carecen de enseñanza
bíblica sólida para ver la diferencia entre Evangelio y el error. Tales aberraciones han mal
parido la denominada Teología de la Prosperidad, combinando de forma irracional y absurda
pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento. Esto está produciendo congregaciones híbridas,
fenómenos anormales que ni son iglesia ni sinagoga. Y yo me pregunto: ¿Por qué se está
regresando al Antiguo Testamento en tantas iglesias cristianas? ¿Qué pasó con el Mensaje de
la Gracia que se predicaba desde el púlpito? ¿Dónde quedaron las enseñanzas de Jesús y los
apóstoles sobre no volver atrás? ¿Qué es lo que predicamos hoy? Con el ánimo de contribuir
a despejar dudas y confusiones causadas involuntaria o voluntariamente, analicemos qué nos
dice la Palabra de Dios sobre esta moda abrazada por muchos cristianos que se vuelcan a las
tradiciones judías y a teologías defectuosas (o debería decir herejías).

MANIFESTACIONES DE LA HEREJÍA JUDAIZANTE EN LAS IGLESIAS MODERNAS.


Pero la tentación de judaizar, de pervertir el Evangelio adoptando interpretaciones judías que
no proceden de la Biblia sino de tradiciones humanas, no es nueva. Ciertamente, hoy
podemos hallar manifestaciones de semejante conducta en aquellos cristianos que se
empeñan en colocarse una kipá argumentando su origen judío, cuando lo cierto es que la
costumbre era desconocida en la época de Jesús y sólo tiene unos siglos; en los que leen la
Biblia desde una perspectiva talmúdica y no neotestamentaria, en los que insisten en usar
sólo nombres hebreos para referirse a Jesús o demás personajes bíblicos, o en los que abogan
por libros que pervierten el texto del Nuevo Testamento como es el caso del llamado Código
Real, una versión del Nuevo Testamento que se presenta como traducción realizada de los
manuscritos hebreos y arameos más antiguos a la luz del pensamiento hebraico del primer
siglo. La obra tiene la pretensión de poner al alcance de los lectores el texto verdadero del
Nuevo Testamento, pero en realidad es una verdadera estafa científica, intelectual y espiritual
que sirve de cobertura para algunas de las herejías más destructivas. La inclusión de lenguaje
y terminología hebrea, el uso de talits o mantos de oración, los cánticos en hebreo, la danza
hebrea, el uso del shofar, la estrella de David, la menorah (candelero de 7 brazos), banderas
de Israel adornando permanentemente los templos cristianos, etc., son otros ejemplos claros
de la introducción de estas modas heréticas en muchas iglesias evangélicas. Sin embargo, esa
moda (herejía más bien) no es nueva. La tendencia a judaizar la fe cristiana proviene de
tiempos bíblicos cuando los judaizantes pretendieron introducir en la congregación cristiana
rituales y costumbres judías como la circuncisión, las regulaciones dietéticas, la observancia
de días sagradas y muchos otros elementos. El judío Pablo ya tuvo que enfrentarse con ella
en el siglo I en pleno proceso de expansión del cristianismo. El apóstol Pablo defendió a la
naciente iglesia gentil de ese peligro espiritual a través de su carta a los gálatas.

Lamentablemente, el problema de la Iglesia de Galacia ha resurgido en estos postreros días


con un sin número de “creyentes” que sutilmente están introduciendo la doctrina de que el
pueblo de Dios ha perdido sus “raíces hebreas”; y que es necesario retornar a esas raíces. Esta
invasión, no procede en su mayoría de judíos convertidos al cristianismo; sino más bien, de
gentiles cristianos que se ponen a estudiar esas raíces hebreas y las quieren traer a las Iglesias.
Pablo usa un fuerte calificativo para los tales: “insensatos” (Gálatas 3:1). Estas iglesias
judaizadas piensan que son más espirituales por cantar en hebreo o arameo, usar vestimentas
judías, hacer sonar los shofares o incluir danza hebrea en sus servicios. Otros llegan incluso a
abstenerte de ciertos alimentos y guardar el día de reposo judío. Con ello pretenden volver a
las “raíces hebreas” del cristianismo y “liberarse” de la mentalidad “grecorromana” y gentil
que, según ellos, tanto mal le hace a la iglesia. Pareciera que no han leído estas
palabras: “…Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta,
luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es
de Cristo…” (Colosenses 2:16-17).

Nuestro Señor Jesucristo se opone firmemente a dichas tendencias judaizantes. En Apocalipsis


3:9 Jesús aseguró a los gentiles que le seguían según las decisiones del Concilio de Jerusalén
(el cual se opuso a los planes de judaizar la iglesia), que ellos hacían lo correcto y que serían
final y públicamente aprobados por Él: “…He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los
que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren
a tus pies, y reconozcan que yo te he amado…” (Apocalipsis 3:9).
¿Por qué no vale la pena convertir la iglesia en una imitación de la cultura judía? En primer
lugar porque DIOS NO NOS HA LLAMADO A SER JUDÍOS NI ESPERA QUE LA IGLESIA LO
SEA (Gálatas 2:11-19; 3:28-29). Dios desea la formación de iglesias autóctonas en cada tribu,
lengua, pueblo y nación que lo alaben según su propia cultura (Apocalipsis 7:9). En la
dispensación de la Gracia, ser judío o no serlo es irrelevante para la salvación (Isaías 42:6;
49:6; Oseas 2:23, Hechos 13:47; Romanos 9:23-33).

Tras la glorificación de Jesucristo, llegó el Espíritu Santo tal como Él había prometido y
empoderó a los que creyeron convirtiéndolos en testigos de Su Persona y Obra Redentora; y
lo sigue haciendo aun hoy (Hechos 1-3). Los discípulos, que poco antes se preocupaban por
la manifestación terrenal del Reino prometido a David (Hechos 1:6-9 3), fueron sacudidos en
su condición humana viviendo el derramamiento pentecostal y siendo partícipes del evento
más trascendental después de que la cruz del Gólgota y el sepulcro de José de Arimatea
quedaran vacíos. Los apóstoles y con ellos los más de tres mil nuevos creyentes fueron
testigos del nacimiento de la nación prometida a Abraham y que Jesús anunció a Pedro que
habría de edificar: Su iglesia (Mateo 16:16-18 4). En ese solo día de Pentecostés se
cumplieron la profecía de Isaías y la promesa de Jesús (Isaías 66:8). Los primeros meses de
la comunidad de fe fueron causa de admiración entre los judíos. Pero, poco más tarde, el celo
de los líderes judíos pudo más y originó la cruel persecución a los primeros cristianos. Es lo
que se lee en los primeros diez capítulos del libro de los Hechos. A partir del capítulo 11,
después que el Evangelio fuera predicado en Jerusalén, Judea y Samaria se nos revela el
carácter inclusivo de la iglesia. A diferencia del judaísmo que los excluye el Evangelio de
Jesucristo incluye a los gentiles. Este hecho glorioso de la misericordia de Dios fue
acompañado, sin embargo, por el esfuerzo ininterrumpido de parte de los judíos para
introducir conceptos propios de su religión en la doctrina cristiana. Por un lado, no cabían en
su asombro de que el Espíritu Santo pudiese operar en los que ellos consideraban impuros;
por el otro, se conjuraron para hacerlos volver a la religión ancestral, o eliminarlos
definitivamente como hicieron con los primeros mártires cristianos. Por eso el apóstol Pablo,
judío de pedigrí si los hubo y habrá, se ocupó en explicar con todo denuedo a los nuevos
creyentes; les enseñó que todas las cosas pertenecientes a la ley judía y su liturgia eran la
sombra de Cristo y que, con la llegada del Hijo de Dios a la tierra, aquellas y las tradiciones
judías ya eran cosas del pasado (Hebreos 8:5; 9:23,24; 10:1; Colosenses 2:8, 17,18, 20; 2
Corintios 5:17; Gálatas 4:3,9). ¿Por qué muchos evangélicos hoy en día quieren revivir lo
que ya está muerto y ha sido anulado bajo el nuevo Pacto? Si eres judío y esa es tu cultura, lo
entiendo y lo acepto. Hazlo. Pero si eres gentil y solo quieres judaizar imitando lo judío, no
solo es medio ridículo lo que haces, sino que quizá debas tener cuidado, no sea que
introduzcas fuego extraño en la adoración a nuestro Dios. El Dios verdadero no es un dios
tribal judío, sino el Dios de toda la tierra y de todas las naciones (Salmo 24:1).
48. ¿Danza profética? ¿Tabernáculo caído
de David?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Las modas de adoración absurdas y las innovaciones teológicas sin fundamente bíblico
inundan el evangelicalismo moderno, principalmente dentro del denominado
neopentecostalismo. Esto no debe sorprendernos, pues fue profetizado hace siglos por el
apóstol Pablo: “El Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos abandonarán
la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas. Tales enseñanzas provienen
de embusteros hipócritas, que tienen la conciencia encallecida” (1 Timoteo 4:1-2, NVI). Tan
importante consideraba Pablo evitar tales desviaciones de la fe que repitió dicha advertencia
en su segunda carta a Timoteo: “En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir en su
reino y que juzgará a los vivos y a los muertos, te doy este solemne encargo: Predica la Palabra;
persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia,
sin dejar de enseñar. Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino
que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías
que quieren oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos.” (2 Timoteo 4:1-3,
NVI). Dentro de dichas modas extrañas, “inspiraciones engañosas” o “novelerías”, la danza
profética sobresale por la ridiculez de sus afirmaciones.

¿QUÉ MODA EXTRAÑA ES ESTA?


La mal llamada “danza profética” suele definirse en el neopentecostalismo como un tipo
de “danza de carácter espiritual e inspiración divina”. Sin embargo, este tipo de
manifestaciones no es exclusiva del cristianismo, sino que ha estado presente en diversas
culturas, religiones y etnias con el fin de entrar en comunicación con una entidad superior (ya
sea algún dios o espíritu) con el fin de recibir respuesta favorable (lluvia y buena cosecha, por
ejemplo), pidiendo intervención de lo sobrenatural en la vida humana.

A pesar de sus orígenes fuera de la tradición judeocristiana, la Danza Profética es considerada


por sus practicantes como un don especial de inspiración divina, la cual sólo es posible con
verdadera adoración e intimidad con Dios, el Ser Supremo. Se considera que no muchos
poseen este “don” y que, para poder ejercerla, el alma del danzante debe ser regenerada a fin
de que su danza pueda traer profecía, curación, liberación y restauración sobre la
congregación. Así pues, la Danza Profética sólo podrá ser ministrada por profetas verdaderos
(personas que anuncian los designios divinos) que tengan esta conciencia y don.[1]
En el complejo y herético mundo del neopentecostalismo, la danza profética es considerada
parte de las llamadas “danzas ministeriales”, por lo que se considera que el autor es el Espíritu
Santo. Las denominadas Danzas Ministeriales comprenden, entre otras cosas:

1. La Danza Maestral (maestros en danza): El “levita”, como un maestro, enseña a la Iglesia


a través del baile o el teatro.
2. La Danza Apostólica (apóstoles en danza): Se produce cuando la danza o la expresión
artística genera influencia y actúa directamente sobre la semilla del Reino de Dios en la
Tierra. Este tipo de danza se considera una guerra espiritual, una confrontación entre la
luz y la oscuridad con efectos concretos, percibidos como curaciones y la liberación
espiritual, las conversiones en masa, el resultado de la llegada del Reino de Dios al pueblo,
ciudad o país.
3. La Danza Profética (profetas en danza): Hacen la guerra espiritual y profetizan por la
adoración profética la unión del Novio con su Iglesia. Expresa de manera espontánea lo
que Dios quiere enseñar, aquello que Él quiere demostrarle a las personas o a la iglesia
local.
4. La Danza Evangelística (evangelistas en danza): Es aquella que hace la sensibilización
sobre el Hijo de Dios, trata de ganar el corazón de personas a través de su danza,
mostrando la necesidad de recibir Cristo y seguirlo. Es el ministerio con mayor frecuencia
en las iglesias.
5. La Danza Pastoral (pastores en danza): Es el “ministerio” de danza más común en las
iglesias. Incluso muchas iglesias que no se identifican como neopentecostales suelen
incluir en sus programas este tipo de “ministerios”. Sus practicantes consideran que a
través de este tipo de danza los adoradores reciben alimentación, son nutridos e
inspirados en su fe y adoración. Se considera que este tipo de danza aporta liderazgo y
transformación en la vida cristiana a través de la Palabra manifiesta y expresada en la
danza.

En el enredado mundo neopentecostal los diversos tipos de Danzas


Ministeriales son “ministradas” por los “levitas y adoradores del Señor Dios
Todopoderoso” con la intención producir la salvación, curación o el bautismo en el Espíritu
Santo, como si los milagros y manifestaciones espirituales de origen divino pudiesen ser
manipuladas por el ser humano con sus fórmulas y ritos. Aunque los devotos de estas extrañas
prácticas consideran que el bailarín (erróneamente llamado “danzor” o “danzora”) no necesita
una formación específica en el baile, recientemente se han creado academias o escuelas de
danza ministerial. Este culto a través del baile ha recibido varios nombres: baile apostólico,
danza davídica, adoración íntima, generación profética, ministración por adoradores y Levitas
(danza, música y canto) y Gaditas (en intersección y la guerra espiritual), etc. Muchos nombres
que describen la misma realidad: ¡Herejía!

¿LA RESTAURACIÓN DEL TABERNÁCULO CAÍDO DE DAVID?


La Danza Ministerial es considerada parte de la “Restauración del Tabernáculo Caído de
David” enseñada por los grupos neopentecostales. Tal expresión alude a una corriente
teológica sobre la adoración que enseña que es necesario lograr la restauración del canto y
las danzas judías del tipo que se cree fueron realizados por David en su culto a Jehová en el
tabernáculo de su día. Se trataría de una restauración de alabanza pura profetizada en las
Escrituras que a la vez indicaría los tiempos finales. Dichos grupos suelen citar Isaías 16:5,
Amós 9:11-12 y Hechos 15:16-17 (los únicos tres pasajes de la Biblia que usan dicha expresión)
para sustentar su posición doctrinal:
“Y se dispondrá el trono en misericordia; y sobre él se sentará firmemente, en el tabernáculo
de David, quien juzgue y busque el juicio, y apresure la justicia.” (Isaías 16:5).

“En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré
sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los cuales es
invocado mi nombre posean el resto de Edom, y a todas las naciones, dice Jehová que hace
esto.” (Amós 9:11-12).

“Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus
ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los
gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre” (Hechos 15:16-17).

Pero ¿En verdad pueden sustentarse en esos versículos las afirmaciones de los grupos
neopentecostales? ¿Qué enseñan dichos versículos realmente? Y más aún, ¿Qué otras
implicaciones tiene dicha enseñanza para la iglesia hoy? ¿Cuáles son los postulados que
sostiene dicha enseñanza?

Basándonos en la fuente primaria más completa que hay sobre esta corriente, el libro The
Tabernacle of David (“El Tabernáculo de David”), escrito en 1976 por Kevin Conner, el padre
de esta corriente teológica, se puede resumir la enseñanza de la siguiente manera:

 Así como el tabernáculo de Moisés fue un tipo, una figura profética, que apuntaba hacia
Cristo y su obra expiatoria, David, en su oportunidad, levantó un tabernáculo especial que
sólo contenía al arca del pacto, en señal del culto cristiano futuro, libre de sacrificios de
sangre. Separado del viejo tabernáculo de Moisés, este tabernáculo fue un tipo de la
Iglesia Neotestamentaria. Conner afirma: ““El Tabernáculo de Moisés fue dado como una
sombra, un tipo, un padrón de las realidades eternas, espirituales y celestiales (Hebreos
8:5; 9:23,24). Esto seguramente es aplicable también al Tabernáculo de David”.[2]
 David desarrolló nuevas formas de adoración en el segundo tabernáculo, como una
profecía de la adoración de la era cristiana. Entraba confiadamente a este tabernáculo
para contemplar el arca, sin temor del juicio divino, consciente de la gracia venidera.
 En el Tabernáculo de David, los sacerdotes entraron a un “nuevo orden” en lo relativo a
la adoración. En contraste con el Tabernáculo de Moisés y los sacerdotes en el Monte
Gabaón, estos sacerdotes en el Tabernáculo en Sión no ofrecían sacrificios de animales.
Ofrecían sacrificios de alabanza, gozo y gratitud. Aquí el ministerio de los cantantes y los
músicos estaba en plena operación. Ofrecían “sacrificios espirituales” en el Monte Sión
en el Tabernáculo de David.
 Los sacerdotes en el Tabernáculo de David podían simplemente y confiadamente entrar
en el lugar santísimo. Tenían acceso ante el arca del Señor. No existía ningún velo entre
ellos y el arca, como había existido durante siglos en el Tabernáculo de Moisés. Tenían
confianza para entrar “más allá del velo” porque ese velo pertenecía al Tabernáculo de
Moisés, no al Tabernáculo de David.[3]
 Lamentablemente, este nuevo culto fue abandonado al construirse el Templo de Salomón
y durante las sucesivas generaciones de reyes judíos idólatras.
 El profeta Amós reconoció estas verdades y anunció que en los postreros días se re-
establecería el culto que David había iniciado en su tabernáculo (Amós 9:11).
 En el Concilio de Jerusalén, Santiago, hermano del Señor, reconoció que con la conversión
de los gentiles Dios también estaba restaurando el culto davídico a la Iglesia.
 La Iglesia post-apostólica también abandonó el culto davídico, es decir, cayó en apostasía.
 Desde los fines del siglo XX Dios está finalmente restaurando el culto davídico a la Iglesia,
en señal de ser estos los tiempos finales.
 La iglesia de la actualidad debe aprender todo lo posible sobre la adoración como se
hacía en el Tabernáculo de David para entrar así en la verdadera adoración “en espíritu y
en verdad.” Las iglesias cristianas deben adoptar formas de alabanza judías para así
ministrar más perfectamente en el “Tabernáculo de David”. Esto incluiría la danza hebrea.

Aunque superficialmente dichas afirmaciones pueden parecer bíblicas y doctrinalmente


correctas, las enseñanzas de moda sobre “el Tabernáculo de David”, como una profecía de la
restauración de la adoración pura, son producto de una hermenéutica alegórica que mal
interpreta las sagradas Escrituras, y que contradicen la verdad de la adoración bajo el nuevo
pacto. Analicemos brevemente las contradicciones y errores de esta corriente doctrinal
heterodoxa.

DEFICIENCIAS EN LA HERMENÉUTICA NEOPENTECOSTAL.


Para empezar, aunque es cierto que David levantó una tienda para el arca en Jerusalén e
instaló a Asaf y a sus hermanos para ministrar ahí empleando música y alabanzas (1 Crónicas
15:16), no son acertadas todas las atribuciones que la enseñanza sobre “el Tabernáculo de
David”, atribuye a estos hechos. Exagera las dimensiones y funciones del “Tabernáculo”, las
innovaciones en el culto, y la comprensión de David de cuestiones futuras:

1. Dimensiones y funciones del “tabernáculo de David” exagerados: La enseñanza “el


Tabernáculo de David” visualiza a esta tienda como un lugar grande, espacioso, capaz de
contener muchas personas a la vez quienes cantaban y danzaban alrededor del arca del
pacto. Todo esto sería en figura profética del acceso de los creyentes cristianos a la
presencia de Dios que se describe en Hebreos 10:19-22. Pero esto no calza bien con la
realidad bíblica. Interesantemente, la versión Reina Valera nunca llama a esa tienda donde
se guardaba el arca un “tabernáculo” sino usa la expresión “tienda” (2 Samuel 6:17; 1
Crónicas 15:1; 16:1). Al resto del viejo tabernáculo de Moisés, incluyendo el altar de
holocaustos, que estuvo guardado en Gabaón, la versión Reina Valera sí llama
fielmente “el tabernáculo de Jehová.” En el texto hebreo se emplea el mismo vocablo para
ambas tiendas, Esta es una palabra hebrea que significa “morada, hogar, tabernáculo, o
tienda” muy común, que ocurre 340 veces en el Antiguo Testamento. No se limita a
tiendas de uso religioso (Salmos 19:4; Habacuc 3:7; Malaquías 2:12; Isaías 38:12 entre
otras).[4] La traducción de Reina Valera traduce bien a Ohel como “tabernáculo” o
“tienda” según el contexto. Nada hay en el texto bíblico que sugiere que la tienda
levantada por David en Jerusalén era de proporciones suficientes para contener un grupo
de personas que tocaba instrumentos y danzaba, más bien queda evidente que se trata
de un recurso de almacenamiento provisorio hasta que se levantara un Templo digno de
ser el centro de la adoración nacional. La verdad es que el arreglo que David había hecho
para guardar el arca en Jerusalén no le satisfacía, y no lo consideraba gran cosa. Se
quejaba ante Dios diciendo: “He aquí yo habito en casa de cedro, y el arca del pacto de
Jehová debajo de cortinas.” (1 Crónicas 17:1). La doctrina neopentecostal sobre “el
Tabernáculo de David” exagera el propósito de la tienda del arca del pacto en Jerusalén,
cambiando su función de un lugar de almacenamiento provisorio a una proyección
tipológica de la adoración cristiana, asunto que no tiene ninguna confirmación apostólica
en el Nuevo Testamento.

2. Innovación Exagerada: La enseñanza “el Tabernáculo de David”afirma que ahí por


primera vez se usaron instrumentos musicales, cantores, la danza, el levantar manos,
palmoteos, y gritos de júbilo.[5] Dice que ninguna de estas cosas sucedía en el culto a
Jehová en el orden establecido por Moisés. Pero lo cierto es que no se puede afirmar que
antes de David no existieran estas cosas en el rito judío. Al cruzar Israel el Mar Rojo, María
y sus compañeras danzaron, tocaron panderos y cantaron (Éxodo 15:20). Incluso el culto
profano al becerro de oro en el desierto fue acompañado de danzas y cánticos (Éxodo
32:6, 32:18-19).Durante el tiempo de los jueces las mujeres recibían a los soldados
israelitas vencedores con danzas, cánticos y panderos (Jueces 11:34; 1 Samuel 18:6). No
se debe pensar que David solo estableció el ministerio musical en Jerusalén, cerca del
arca. También estableció sacerdotes músicos y cantores en el tabernáculo de Moisés que
estaba guardado en Gabaón (1 Crónicas 16:39-42). Interesantemente, estos, de la línea
de Sadoc, eran de mayor rango que los que ministraban en Jerusalén.[6] Esto nos sugiere
que la mejor música se ejecutaba en el viejo tabernáculo erigido por Moisés, no en la
tienda levantada por David.

3. Comprensión Profética Exagerada: La enseñanza “el tabernáculo de David” atribuye a


David una insólita comprensión profética de las realidades futuras que vendrían después
en Cristo. Pero nada hay que indica que David levantó un segundo “tabernáculo” con la
finalidad de adorar libremente a Dios sin ofrecer sacrificios y ofrendas, y para poder mirar
al arca del pacto cuando quisiera. No hay ninguna mención de que David o sacerdote
alguno haya entrado a la tienda del arca para mirarla. Si David consideraba que ya no era
necesario impedir el acceso al arca mediante un velo, uno no se explica por qué no
enseñó esta nueva libertad a Salomón para que fuese incorporada en el culto en el
Templo de Jerusalén. Salomón en su oportunidad hizo un gran velo que separó al lugar
santísimo del resto del Templo (2 Crónicas 3:14). No se debe pensar que a David ya no
le interesaban los sacrificios y las ofrendas levíticas. Al comprar la era de Ornán el jebuseo,
David edificó un altar y ofreció holocaustos y ofrendas de paz (1 Crónicas 21:26). Aún
en aquella oportunidad David hubiera preferido ir a Gabaón a ofrecer sus sacrificios, pero
temía hacerlo porque había pecado al hacer el censo del pueblo de Israel (1 Crónicas
21:28-30). David continuó ofreciendo sacrificios y ofrendas de animales a Jehová, puesto
que en ese nivel de revelación operaba. No es correcto atribuirle una comprensión
absoluta de lo que vendría con Cristo.

4. La profecía de Amós referente al “tabernáculo de David”: Casi trescientos años más


tarde, el profeta Amós fue enviado por Dios a la nación de Israel para profetizar contra
los graves pecados que allí se cometían. La nación israelita se había dividido en dos
después de la muerte de Salomón, permaneciendo la dinastía davídica en el trono de
Jerusalén, capital de Judá, nación compuesta por las tribus de Judá y Benjamín. Las diez
tribus restantes habían formado la nación de Israel sobre la base del culto a dos becerros
de oro preparados por Jeroboam, el primer rey separatista. En el último capítulo de su
profecía, luego de asegurar que el castigo de Dios vendría pronto sobre la nación israelita,
Amós dice lo siguiente: “En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré
sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado; para que
aquellos sobre los cuales es invocado mi nombre posean el resto de Edom, y a todas las
naciones, dice Jehová que hace esto.” (Amos 9:11-12). Es preciso entender qué quiso
decir Amós con esa expresión en su oráculo, y qué quiso decir más adelante Santiago, al
citar la profecía. Conner, el creador de la doctrina en cuestión, opinaba que Amós estaba
hablando sobre la tienda que David había levantado en Jerusalén para recibir al arca del
pacto, preocupado por la situación de la falta de adoración y la necesidad de su
restauración: “El levantar el Tabernáculo caído de David, cerrar sus portillos y levantar sus
ruinas, y edificarlo como en el tiempo pasado ciertamente significaba una restauración
del orden de la adoración establecido en ese Tabernáculo“.[7]Sin embargo, los problemas
de los tiempos de Amós eran la división del reino entre Israel y Judá, la apostasía de los
reyes Jeroboam y Uzías, y la idolatría del pueblo.

Para Amós la expresión “yo levantaré el tabernáculo de David” no es la esperanza de


volver a danzar y a cantar salmos. Es algo mucho más grande que eso. Es la reunificación
y restauración de Israel bajo un solo gobierno. Es la esperanza mesiánica. Además, la
palabra hebrea empleada por Amós traducida en la Reina-Valera como “tabernáculo” no
es Ohel, la comúnmente usada para describir el Tabernáculo de Moisés, sino Cukkah que
significa tienda, carpa o choza. Esta fue la palabra hebrea usada para describir las sencillas
tiendas usadas en la fiesta de tabernáculos.[8] Cukkah es una tienda o choza humilde,
sencilla, no ostentosa ni gloriosa. La versión popular Dios Habla Hoy y la Nueva Versión
Internacional, ambas emplean la palabra “choza” en vez de “tabernáculo” en Amós
9:11 (“…levantaré la choza caída de David.”). Amós no habla literalmente del Tabernáculo
de reunión donde antes se hacían las ofrendas bajo el sacerdocio levítico, ni de la tienda
de almacenamiento provisorio del arca en tiempos de David, sino metafóricamente de la
dinastía davídica, “la casa de David”, que estaba tan lejos del ideal que Dios deseaba.
Amós extiende la metáfora de una carpa o choza a un edificio en ruinas. “Levantaré sus
ruinas, lo edificaré”. Estas no son expresiones pertinentes a carpas de pieles como las
tiendas o tabernáculos del Antiguo Testamento. Amós tampoco estaba hablando del
Templo de Salomón, porque durante su tiempo éste estaba en pie y no destruido. Ahí
estaba el arca del pacto; y se hacían las ofrendas con regularidad bajo el gobierno de
Uzías. Amós lamentaba la división y pecaminosidad de Israel. Su esperanza estaba en el
Mesías. Esa esperanza llegó a una proyección global para “todas las naciones”.
Si la enseñanza de Conner sobre la Restauración del tabernáculo caído de David” es
simplemente un error de hermenéutica y pura eiségesis alegórica ¿Dónde queda la Danza
Ministerial y los excesos en la adoración promovidas en el neopentecostalismo? ¡En ningún
lado! Pierden toda razón de ser.

LO QUE LA BIBLIA REALMENTE ENSEÑA SOBRE LA DANZA.


Hay varias expresiones bíblicas que se refieren a “danzar” y “bailar”. De hecho, las Sagradas
Escrituras nos informan que los pueblos antiguos manifestaban sus sentimientos por medio
de las danzas. Sin embargo, la práctica de las “Danzas Ministeriales” que se ejerce en muchas
iglesias no tiene el sustento ni la evidencia bíblica adecuada. Mucho menos atribuir tales cosas
al Espíritu Santo y convertir la danza en uno de los “dones ministeriales” tiene apoyo en la
Biblia. Estas danzas nunca ocurrieron en los cultos oficiales al Señor en el Antiguo Testamento,
es decir en relación al santuario o dentro de sus puertas. Tampoco vemos dicha práctica en
las iglesias del Nuevo Testamento ni en las Iglesias Primitivas de los primeros cristianos.
¿Significa esto que debemos excluir por completo la danza de nuestra adoración? No. El uso
de la danza ha sido uno de los distintivos del movimiento pentecostal desde sus inicios, pero
definitivamente no como se practica en círculos los neopentecostales modernos, los cuales
convierten en un show elaborado y artificial lo que en otro tiempo fue una expresión
espontánea de gozo, alegría y júbilo. La Biblia no prohíbe usar la danza en la adoración a Dios;
de hecho, hace mención de dicha práctica como forma de devoción y alabanza aceptable en
el pueblo de Dios. Analicemos las palabras hebreas y griegas para “danza” y observemos la
connotación bíblica que se le da a dicha práctica:

1. Chagg: Se da este caso en 1 Samuel 30:16, donde dicho vocablo se traduce


como “festejar”: “El egipcio los guio hasta los amalecitas, los cuales estaban dispersos por
todo el campo, comiendo, bebiendo y festejando el gran botín que habían conseguido
en el territorio filisteo y en el de Judá.” (NVI). Sobre el significado de Chagg, el Diccionario
Strong nos dice: “propiamente moverse en círculo, i.e. (específicamente) marchar en
procesión sagrada, observar un festival; por implicación estar alegre”. Dicha expresión no
implica ni indirectamente los bailes y danzas ni mucho menos dentro del templo, ni
ligadas al Espíritu Santo.
2. Chîyl o Chuwl: Se usa en Jueces 21:21, donde dice: “y estén atentos. Cuando las
muchachas de Siló salgan a bailar, salgan ustedes de los viñedos y róbese cada uno de
ustedes una de esas muchachas para esposa, y váyase a la tierra de Benjamín” (NVI). La
palabra para “bailar” significa según los diccionarios, danzar en círculos” o “dar vueltas
circulantes”. Luego se da el mismo caso en Jueces 21:23. Es interesante notar que estas
“danzas circulares” ocurrieron afuera del templo.
3. Râqad o Karar: Se emplea en 1 Crónicas 15:29 en relación con David: “Pero cuando el
arca del pacto de Jehová llegó a la ciudad de David, Mical, hija de Saúl, mirando por una
ventana, vio al rey David que saltaba y danzaba; y lo menospreció en su corazón”. Y
también en Job 21:11, Eclesiastés 3:4 e Isaías 13:21. Como podemos notar claramente, la
palabra que casi siempre se traduce por “saltar o saltarán” es la misma que a veces se
traduce por danzar, especialmente en el caso de David. David “saltaba de alegría”. La
danza de David fue un acto de solemne y santo gozo. Para una persona del Cercano
Oriente de entonces, esa era una manera natural de expresarse por extraña que nos
parezca hoy. De ese modo David expresó su alabanza de agradecimiento y así honró y
glorificó el santo nombre de Dios. La danza que David hacía era “saltar” literalmente o
dar vueltas. Fue tanto así que Mical lo despreció. Pero lo más importante de todos es que
tales actos ocurrieron en un momento de intensa alegría al encontrar y traer de nuevo el
Arca del Pacto. No ocurrió dentro del Templo, pero sí fue una expresión de júbilo y
alabanza al Señor.
4. Mâchowl o Machowal: Se deriva de una raíz que significa simplemente voltear. Puede
significar girar alegremente en una vuelta. Se emplea en Salmos 30:11, Salmos 149:3,
Salmos 150:4, Jeremías 31:13 y Lamentaciones 5:15. La danza, mencionada en dichos
versículos, ocurre en diversos contextos. Podemos notar primeramente los lamentos,
especialmente en el caso de Jeremías y Lamentaciones. Esto no tiene nada que ver con la
adoración ni menos con el templo. Los otros casos, pero los más famosos de todos
ocurren con David y sus Salmos. En los Salmos 149:3 y 150:4, el machowal ocurre en el
contexto de una lista de instrumentos que se utilizarán para alabar al Señor. El salmista
invita al pueblo de Dios para alabar al Señor “por sus proezas” (v. 2) en todos los lugares
posibles y con cada instrumento musical disponible y, obviamente, con danzas
espontáneas nacidas de una devoción sincera al Señor.
5. Mechôwlâh: Es la forma femenina de mechôwlâh: Girar alegremente dando vueltas. Se
emplea en Éxodo 15:20, donde se nos dice que María “tomó el tamboril en su mano, y
todas las mujeres salieron detrás de ella con tamboriles y con danza. (esto es, alegres
giros en vueltas). También se emplea en Éxodo 32:19, Jueces 21:21, 1 Samuel 18:6, 1
Samuel 21:11 y 1 Samuel 29:5. La palabra hebrea “mechowlah” que se traduce como
“danza” aparece siete veces. En cinco de los siete casos, la danza es realizada por las
mujeres en la celebración de una victoria militar (1 Samuel 18:6, 21:11, 29:5, Jueces
11:34, Éxodo 15:20). María y las mujeres bailaban para celebrar la victoria sobre el
ejército de Egipto (Éxodo 15:20). La hija de Jefté bailaba para celebrar la victoria de su
padre sobre los amonitas (Jueces 11:34). Las mujeres bailaban para celebrar la masacre
de los filisteos por David (I Samuel 18:6, 21:11, 29:5).En otros dos casos, mechowlah se
utiliza para describir la danza de los israelitas en torno al becerro de oro (Éxodo 32:19) y
la danza de las hijas de Silo en los viñedos (Jueces 21:21). Sin embargo, en ninguno de
estos ejemplos la danza es parte de un servicio de adoración en el Templo.
6. Pâcach: Significa literalmente “danzar como quien está cojeando”: “y (los profetas de
Baal) danzaban, sobre el altar que habían hecho” (1 Reyes 18:26). Es un tipo de danza
ocurrido en un contexto pagano y por lo tanto no tiene alguna connotación para la
adoración a Dios.
7. Orcheomai: Significaba probablemente levantar de los pies; de ahí, saltar con un
movimiento regular. La actuación de la hija de Herodías es el único ejemplo claro de
danza artística, forma esta introducida por las costumbres griegas. Este vocablo se emplea
en Mateo 11:17, Lucas 7:32, Mateo 14:6 y Marcos 6:22. En dos de estos casos la danza fue
hecha por la hija de Herodías, y claramente fue un tipo de baile sensual que era común
en aquella comunidad romana.
8. Choros: Denota en primer lugar un recinto para la danza; de ahí una compañía de
bailarines y de cantantes”. Este vocablo se emplea en la parábola del hijo pródigo y
claramente Jesús no tenía en mente enseñar de alguna manera indirecta los bailes y su
utilización en la iglesia. Simplemente describe la situación y la alegría como lo
demostraron aquellos hombres que vivían en el campo.

Debemos enfatizar que los casos en los que la danza es mencionada en la Biblia son tomados,
en su mayoría, del Antiguo Testamento. No se registra ningún ejemplo de adoración a Dios a
través de la danza en la iglesia primitiva. Incluso si tomamos en cuenta solo el Antiguo
Testamento debe admitirse que la mayoría de los casos de la danza fueron ocasiones de
alegría y saltos y no daban lugar a la euforia y hasta la sensualidad y exhibicionismo que
vemos hoy día en los “ministerios” de danza de muchas iglesias. Por lo tanto es sano concluir
que la permisión de ministerios de danza y otras manifestaciones extrañas que ocurren en
muchas iglesias no se fundamentan en las Escrituras.

¿QUÉ HAY CON LA “DANZA EN EL ESPÍRITU”? ¿ES BÍBLICA?


Ningún pasaje de las Escrituras habla de “danzar en el Espíritu”. Esta frase es nueva. No es
bíblica ni teológica. En diversas culturas, los seres humanos han acostumbrado expresar sus
sentimientos por medio de las danzas, pero la Biblia jamás menciona nada semejante a lo que
hoy algunos llaman “danzar en el Espíritu”.

Es indiscutible que entre las naciones semíticas (judíos, árabes, etc.), la danza era practicada
tanto por hombres como por mujeres. Incluso Jesús hizo mención de ello en el Nuevo
Testamento (Mateo 11:17, Lucas 15:25), aunque sin relación con la adoración a Dios, pues
la música y las danzas solían acompañar las festividades nacionales y seculares judías. Sin
embargo, aunque los escritores del Nuevo Testamento aconsejan a los creyentes alegrarse en
el Señor, no hay ninguna recomendación en el Nuevo Testamento, ni mucho menos un
mandato para la Iglesia en la dispensación de la Gracia, diciendo que se deba “danzar en el
Espíritu”. Pablo, quien a menudo habla de “orar en el Espíritu”, “bendecir en el
Espíritu” y “cantar en el Espíritu”,pero jamás de “danzar en el Espíritu”.

Entonces, si ni Jesús, ni Pablo, ni ninguno de los otros apóstoles habló jamás de la danza en
el Espíritu ¿Por qué en muchas iglesias pentecostales se dan cierto tipo de experiencias
extáticas extrañas, irreverentes, y hasta risibles, que involucran “danza”, contorsiones,
movimientos extraños y cosas semejantes, bajo efecto de una posesión espiritual atribuida al
Espíritu Santo? ¿Es esto obra del Espíritu Santo?

Como pentecostales, no ignoramos las manifestaciones del Espíritu Santo entre los creyentes.
Sin embargo, creo que hemos confundido lo que es una manifestación genuina del Espíritu
Santo con nuestra reacción emocional ante el toque de Dios. Quienes hemos experimentado
el toque del Espíritu Santo en nuestras vidas sabemos que en algunos momentos no es tan
fácil incluso controlarse ante el derramamiento del poder de Dios: quisiéramos llorar, saltar,
gritar, movernos, brincar y si… danzar. Pero esa no es la manifestación de la presencia o llenura
del Espíritu Santo, ni siquiera de su toque. Es más, ciertas danzas, expresiones, estilos de
oración y muchas otras cosas que ocurren en muchos cultos evangélicos no son espontáneos,
sino ensayadas, aprendidas, imitadas y, en el peor de los casos, fingidas por algunos para
aparentar la llenura del Espíritu y lucir piadosos. Son meramente comportamientos
aprendidos, una reacción acorde con lo que se espera que pase. Sin embargo, la Palabra nos
enseña que, por regla general, cuanto más el cristiano está lleno del Espíritu, más autodominio
posee. Porque la manifestación del Espíritu Santo trae al creyente la madurez y la sobriedad
cristiana. El descontrol de nuestros sentimientos, emociones y reacciones físicas no es señal
de estar totalmente controlado por el Espíritu de Dios, sino todo lo contrario:

“Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas.” (1 Corintos 14:32, LBLA).

“Porque a Dios no le gusta el desorden y el alboroto, sino la paz y el orden. Como es


costumbre en nuestras iglesias” (1 Corintios 14:33, TLA).

“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y
autodisciplina.” (2 Timoteo 1:7, NTV).

La danza en el Espíritu no debería ser punto de honor en las iglesias. Ciertamente, hay otras
maneras más decorosas y edificantes para los que nos rodean, de agradecer a Dios por su
amor y bondad, que ciertas prácticas extravagantes que pueden llegar a despertar solamente
la curiosidad carnal. En conclusión, el “danzar en el Espíritu” no es bíblico. No fue una práctica
de la iglesia primitiva, no fue enseñada por Jesús (ejemplo supremo de llenura del Espíritu) ni
por ninguno de los apóstoles. Es simplemente una reacción emocional de algunos que, más
que edificación, trae oprobio y burla sobre la iglesia.

En otros casos, la llamada “danza en el Espíritu” es una expresión de religiosidad popular


propia de iglesias en las cuales el sincretismo predomina por encima de la Palabra. Muchos
investigadores apuntan a la posibilidad de que este fenómeno haya surgido fruto del
sincretismo religioso con cultos de origen animista, donde la posesión y las experiencias
extáticas desordenadas son comunes. Quizá esto no suene agradable para algunos, pero es
la verdad. Una verdad que se tenía que decir: La “danza en el Espíritu” no es bíblica.
CONCLUSIÓN.
¿Está prohibido usar la danza como expresión de júbilo y adoración a Dios? ¡En ninguna
manera! Ya hemos visto que la Biblia sí registra ejemplos en los que la danza fue empleada
en la adoración o alabanza a Dios. Sin embargo, hay algunos principios a tener en cuenta al
considerar la danza como expresión de adoración:

 Eclesiastés 3:4 — hay un momento apropiado para danzar (y por consiguiente un


momento inapropiado para danzar).
 Salmo 149:3; 150:4 — ambos pasajes mencionan que podemos alabar o adorar a Dios
con danza.
 Primera Corintios 6:19-20 — nuestros cuerpos pertenecen a Dios, y son el templo del
Espíritu Santo. Así que todo lo que hacemos debe honrarle a él. Esto incluye la danza.
 Sin embargo, en esto, como en todo, debemos recordar que: “a Dios no le gusta el
desorden y el alboroto, sino la paz y el orden.” (1 Corintios 14:33, TLA).

La danza, como instrumento de adoración y expresión de júbilo no está prohibida. Lo que sí


es prohibido e incorrecto es convertir en un ministerio algo que jamás lo fue o, peor aún,
convertirlo en doctrina y práctica oficial de la iglesia, dándole un carácter místico y herético
que escapa de la intención de los escritores sagrados. Sobre todo, la enseñanza sobre el
Tabernáculo de David y su supuesta restauración en nuestra época carece del más mínimo
fundamento bíblico.

REFERENCIAS:
[1] Tara Gilyard, Prophetic Dance: Communicating Divine Revelation Through Movement,
PublishAmerica (2006).
[2] Kevin Conner, The Tabernacle of David: The Presence of God as Experienced in the
Tabernacle (1976), City Christian Publishing, U.S.A., pp. 3.
[3] Kevin Conner, The Tabernacle of David: The Presence of God as Experienced in the
Tabernacle (1976), City Christian Publishing, U.S.A., pp. 126.
[4] James Strong,Strong’s Exhaustive Concordance, (New Jersey: Madison, 1890) citado en
Conner, pag. 9.
[5] Kevin Conner, The Tabernacle of David: The Presence of God as Experienced in the
Tabernacle (1976), City Christian Publishing, U.S.A., pp. 156.
[6] Donald Guthrie, Nuevo Comentario Bíblico, (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1989),
pág. 291.
[7] Kevin Conner, The Tabernacle of David: The Presence of God as Experienced in the
Tabernacle (1976), City Christian Publishing, U.S.A., pp. 147.
[8] Robert Baker Girdlestone, Sinónimos del Antiguo Testamento (Barcelona: CLIE, 1986), p.
236.
49. Crisis en la adoración y
liturgia pentecostal

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
La liturgia (Del latín tardío liturgĭa, y este del griego λειτουργία, servicio público) se define
como “Orden y forma con que se llevan a cabo las ceremonias de culto en las distintas
religiones.”[1] En el Nuevo Testamento, escrito en el dialecto griego llamado κοινέ (koiné),
esta palabra se utiliza para denotar (1) servicio, asistencia, con la implicación de un servicio
formal y constante (2 Corintios 9:12; Filipenses 2:17, 2:30); (2) un ministerio, una función o
asignación al servicio (Hebreos 8:6); (3) la realización de tareas religiosas, servicio religioso,
cumplimiento de los ritos ceremoniales (Lucas 1:23; Hebreos 9:21).[2]

Aunque muchos relacionan la liturgia con la rutina, la liturgia, entendida como forma de
adoración, es capaz de comunicar el evangelio con aquellas partes del hombre que podemos
definir como sentimientos, emociones, todo el mundo plástico-simbólico de su mente, su
subconsciente. Si la fe se limitara a su elemento teórico, doctrinal y filosófico, la fe sería
meramente un acto racional. El hombre necesita adorar con cada parte de su ser, no solo con
el intelecto. Aunque en la Biblia se nos manda adorar con el entendimiento (1 Corintios
14:15, Salmos 47:7), si las emociones y sentimientos del adorador no participan, tal
adoración (si s ele puede llamar así) no pasa de ser un mero formalismo. El alma queda vacía
y sin fruto. La liturgia, al comunicarse más con el inconsciente, hace algo con nosotros a un
nivel diferente que la razón. Es ahí donde reside su importancia.

LA BELLEZA DE LA LITURGIA PENTECOSTAL CLÁSICA.


A diferencia de otros movimientos, el pentecostalismo ha añadido a su forma litúrgica una
serie de elementos que han hecho marcar una diferencia del resto de cultos. La liturgia
pentecostal no solamente radica en el relato del Pentecostés (Hechos 2) sino que se vale de
otros aportes bíblicos. De esta forma la base bíblica del culto pentecostal puede hallarse en
la teología lucana (Lucas y Hechos), el libro de los Salmos y algunos aportes de las cartas
paulinas (1 Tesalonicenses, 1 Corintios y Hebreos).

Entre algunos de los rasgos de las iglesias pentecostales se enumeran: El gran fervor y la
emotividad en los cultos, espontaneidad y libertad en las oraciones, oraciones privadas, pero
dirigidas al Señor al mismo tiempo, respuesta personal, verbal y corporal a las predicaciones,
amenes, glorias y aleluyas, coros y estribillos acompañados con palmadas y a veces con
movimientos del cuerpo y la práctica de hablar en lenguas. La gran emotividad que se da en
la vida cúltica es atribuida a la presencia del Espíritu Santo en todo momento. Asimismo, es
necesario señalar que en algunos grupos se practica la sanidad corporal, como parte rutinaria
del culto y a veces en grandes campañas públicas. Los cultos pentecostales casi siempre son
evangelísticos con un llamado a las personas no convertidas.[3]

Los estudios que se han realizado acerca de la liturgia pentecostal resaltan la importancia de
la experiencia del derramamiento del Espíritu Santo en el pentecostés. También el papel
importante que juega la música en la liturgia pentecostal. A esta música se le ha incluido
elementos culturales de las regiones. Es característico de esta música incluir instrumentos
musicales de viento y de percusión, instrumentos que emiten sonidos que invitan al receptor
a tomar una actitud activa y no pasiva dentro de la celebración. No en vano las expresiones
musicales pentecostales se consideran uno de los principales ejes en la construcción de la
identidad del movimiento.[4]

Pero el pentecostalismo se distingue de otros movimientos incluso en la música que emplea


en sus servicios de adoración. Desde sus inicios el culto pentecostal ha sido acompañado de
música, pero no la llamada música sacra o del siglo pasado sino que es una música autóctona
y que así mismo se desarrolla con instrumentos propios de cada región. Lo anterior lleva a
expresiones como: cantar, danzar, hablar en lenguas, batir las manos, dar completa libertad
al Espíritu Santo, el cual se manifiesta con dones y milagros.[5]

De este modo, la adoración o liturgia pentecostal se desarrolla alrededor de la oración


espontanea o “en el espíritu” (Efesios 6:18, Apocalipsis 1:10, 4:2, 17:3, 21:10). Así mismo
es común que en los momentos de oración o alabanza, todos oren al mismo tiempo. La
alabanza se describe como una experiencia con Dios en donde se goza, se canta “con el
corazón”, se aplaude, se alaba con las emociones, en algunas ocasiones se danza así como es
posible que se den expresiones de júbilo o expresiones libres. De esta forma se puede decir
que comúnmente la alabanza y la oración se entremezclan en una sola, a lo que se ha
denominado “ministración”, haciéndose experiencias vivas y en ocasiones impredecibles, que
tienen como objetivo conducir hacia una fuerte experiencia de encuentro con Dios.[6]

PERDIENDO EL RUMBO EN LA ADORACIÓN.


Como señal distintiva, los cultos de las Iglesias pentecostales siempre han sido cultos
participativos en los cuales todos los creyentes pueden cantar, predicar, dar testimonio y orar
públicamente. Pero esto está cambiando de forma peligrosa y amenaza con destruir las bases
mismas sobre las cuales se fundamenta nuestra liturgia. Hoy día, en las iglesias carismáticas y
neo carismáticas los cultos son dirigidos por los “especialistas”, las prédicas se parecen más a
conferencias masivas orientadas a subir la “autoestima” de los fieles, se recorta la participación
de la membresía en el púlpito (los cantos especiales, los testimonios o las oraciones), y los
cantos parecen ser una suerte de gimnasia colectiva que los desconecta de la realidad en la
que viven.[7]
En muchas iglesias pentecostales modernas, los cultos se asemejan a conferencias, en las
cuales el tema central se basa en la búsqueda de soluciones prácticas para los problemas de
la vida cotidiana, los pasos para alcanzar la plenitud financiera, la autorrealización, vida
conyugal, etc. Los temas clásicos pentecostales como la santidad, la persona del Espíritu
Santo, la obra de Cristo en la cruz, entre otros, ahora son dejados para la Escuela Dominical.
Esta transformación del culto está haciendo que los dones del Espíritu ya no estén presentes
en las reuniones.

Debe tenerse en cuenta que, en sus inicios, las iglesias pentecostales no tenían ministerios ni
ministros de alabanza, todo el pueblo cantaba, los cultos eran participativos y había
horizontalidad en el canto. La democracia del Espíritu, más que un discurso, era una realidad
visible. Los aleluyas y los gloria a Dios eran espontáneos, señal de una relación fresca y
cotidiana con Dios, expresión visible y genuina de vigor espiritual. En los cultos pentecostales
no había sonidos innecesarios ni estridentes de instrumentos musicales, ni “ungidos”
dirigiendo los cantos, sino un pueblo que adoraba al compás del Espíritu, con cantos y
palabras de alabanza nacidas del corazón, fruto de una experiencia espiritual intensa que daba
cuenta de la presencia de Dios caminando en y con el pueblo de a pie reunido en el culto. El
sacerdocio de todos los creyentes era una realidad cotidiana, una señal de la democracia en
el Espíritu, todos los creyentes eran ministros y tenían acceso directo al Dios de la vida en el
nombre de Jesús y en el poder del Espíritu. ¡Cuánto ha cambiado el contenido, la estructura,
y la naturaleza festiva de nuestros cultos! En un porcentaje creciente de iglesias pentecostales
de todas las denominaciones, ¡el espectáculo ha reemplazado al culto! ¡El exhibicionismo al
encuentro con Dios! ¡Los profesionales del canto al canto libre del pueblo de a pie!

La dinámica pentecostal está cambiando, y no necesariamente para bien. Y es que con un


nuevo estilo de culto neo pentecostal, en donde se pone como prioridad un mensaje
completamente motivacional y en donde se busca además, proyectar una imagen agradable
a los que visitan por primera vez la congregación, las manifestaciones sobrenaturales no
tienen más espacio, pues ellas “asustan” y alejan a los que visitan por primera vez la
congregación pentecostal. En el culto neo pentecostal pareciera que el ser humano pasa a ser
el centro (antropocentrismo), pareciera también que todo es para él (letras de las canciones,
el mensaje de la Palabra, testimonios) y que es realizado con la intención de satisfacer sus
propias necesidades. Es decir, es un culto que busca captar la atención del hombre, ya no de
Dios. Más emocionalismo y dramatismo es buscado y apreciado por los creyentes,
convirtiendo el culto a Dios en un mero espectáculo diseñado para complacer al hombre y
buscar su comodidad más que adorar a Dios.

Hoy, más que manifestaciones del Espíritu, los cultos pentecostales sobresalen por el uso de
la tecnología, las luces, la predicación motivacional y una alabanza contemporánea. Este tipo
de iglesia “modernizada” hace del culto un acto de “recibir de Dios su bendición” y ya no
de “darle a Dios la adoración”.
HEMOS PERDIDO EL RUMBO DE NUESTRA ADORACIÓN.
La adoración está reservada sólo a Dios. Sólo Él es digno de ser adorado (Apocalipsis 19:10).
Los pentecostales sabemos esto de memoria. Sin embargo, pareciera que hemos perdido el
rumbo. En un intento por autocomplacernos y hacer de nuestra adoración un espectáculo
socialmente aceptable o, cuando menos gratificante a los sentidos, hemos terminado
adorándonos a nosotros mismos y a nuestros gustos particulares. Esto se debe a que hemos
olvidado lo que significa adoración.

Hemos llenado nuestros templos con el ruido de los instrumentos, pero los hemos vaciado
de poder de lo alto. Hemos colmado de luces, humo y grupos de danza nuestros servicios
religiosos, pero la presencia de Dios ha abandonado nuestros templos. Hemos sustituido a
los verdaderos adoradores y en su lugar hemos puesto actores profesionales disfrazados de
ministros de alabanza. Peor aún, hemos sustituido las letras edificantes de nuestros himnos
por música frívola y doctrinalmente incorrecta. De nosotros, Dios bien podría decir: “Dos son
los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y
han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” (Jeremías 2:13, NVI).
Quizá debamos preguntarnos nuevamente ¿Qué significa adorar? Adorar proviene del
término adoris del latín formado por el prefijo ad (hacia) más el verbo orare (hablar). Adorar
es pues, en su etimología, hablar hacia Dios o a Dios. Adorar, por lo tanto, no se trata de
nosotros, sino de Dios. No se trata de nuestros gustos personales o de agradarnos a nosotros
mismos, sino a Dios. No se trata de un show elaborado que satisfaga nuestras expectativas y
alegre los sentidos, pues la adoración auténtica no proviene de la carne, sino del Espíritu: “los
verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el
Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en
espíritu y en verdad.” (Juan 4:23-24, NVI).

Adorar a Dios implica hacer las cosas a su manera, no a la nuestra, pues de lo contrario quizá
estemos introduciendo fuego extraño en la adoración a nuestro Dios (Levítico 10:1-11).
Nuestra liturgia debe amoldarse a la palabra de Dios, no a las modas del mundo: “Por tanto,
así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo
precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a
ellos.” (Jeremías 15:19). Haríamos bien en seguir el consejo de Pablo: “No se amolden al
mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán
comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2, NVI).
Amados hermanos pentecostales: “Así dice el Señor: Deténganse en los caminos y
miren; pregunten por los senderos antiguos. Pregunten por el buen camino, y no se aparten
de él. Así hallarán el descanso anhelado.” (Jeremías 6:16).

REFERENCIAS:
[1] Real Academia Española, consultado en línea en: https://dle.rae.es/?id=NSUsi9e
[2] James Swanson, Diccionario Swanson, pp. 3311.
[3] Clement, A. (2003). Los pentecostales y carismáticos. U.S.A.: Editorial Concordia.
[4] López, D. (2006). La fiesta del Espíritu: espiritualidad y celebración pentecostal. Lima:
Ediciones Puma.
[5] Dayton, D. (1996). Raíces Teológica del Pentecostalismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial
Nueva creación.
[6] Schutmaat, A. (1985). Culto cristiano. San José, Costa Rica: Sebila.
[7] López, Darío. Pentecostalismo y Misión Integral. Teología del Espíritu, teología de la vida,
p. 110, Puma, 2008.
50. ¿Es bíblico el sionismo cristiano?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
El sionismo es considerado por muchos como un sistema político basado en la exclusividad
étnica judía, dándoles derechos políticos preferenciales en el actual Estado de Israel. El
sionismo actual promueve el retorno del pueblo judío a su tierra natal y la reanudación de la
soberanía judía en la Tierra de Israel, persiguiendo objetivos tanto tangibles como espirituales.
El término “sionismo” fue acuñado en 1890 por Nathan Birnbaum y fue ampliamente
promovido en el seno de la comunidad judía mundial.

Sin embargo, no todos los judíos apoyaron el sionismo, principalmente por razones religiosas.
Esto de debió a que, en su mayoría, los fundadores del sionismo no eran creyentes en el
judaísmo. Algunos hasta eran ferozmente antirreligiosos y consideraban a los rabinos como
representantes de una forma de retraso mental. Los judíos más conservadores eran anti-
sionistas, pues creían que Palestina no debía convertirse en territorio judío sino hasta la
llegada del Mesías. Sólo él tenía derecho a restaurar a Israel a su gloria pasada e instaurar un
Reino universal con capital en Jerusalén. De hecho, gran parte de las más severas críticas
contra el movimiento sionista político procedió de los judíos anti-sionistas, siendo el más
notable Alfred M. Lilienthal.[1]

Durante largo tiempo, los ortodoxos religiosos fueron hostiles hacia el sionismo. Todavía hoy,
corrientes religiosas como los Neturei Karta[2] o los Satmer[3] condenan el sionismo como
hereje, ya que el sionismo laico sostiene la idea de que el Mesías es el Estado de Israel. Pero
el sionismo no iba a darse por vencido. A partir de 1967 la corriente nacionalista-religiosa
retoma las teorías del rabino Kook, incorporándolas al sionismo. Esta corriente representa hoy
cerca de un cuarto de la sociedad israelí. En los sectores más extremos del sionismo religioso,
incluso se ha construido la idea de que las persecuciones nazis cumplían la profecía de Isaías
53, y que los judíos sufrieron por los pecados del mundo. Ahora, luego de cumplidas las
profecías referentes al sufrimiento del pueblo judío, corresponde a este cumplir las profecías
sobre su destino glorioso y de convertirse en una luz para las naciones.[4]

Aunque en sus orígenes fue un movimiento exclusivamente judío, el sionismo logró impactar
la teología cristiana, dando vida a lo que se conoce popularmente como “Sionismo Cristiano”.

¿QUÉ ES EL SIONISMO CRISTIANO?


La verdadera teología del Sionismo Cristiano, también conocido como Sionismo Bíblico,
apoya el derecho del pueblo judío de retornar a su tierra original, basándose en las Escrituras.
El fundamento bíblico para el sionismo cristiano se encuentra en el pacto de Dios con
Abraham. Fue en este pacto que Dios escogió a Abraham para dar origen a una nación a
través de la cual Él redimiría al mundo, y para ello les legó una tierra en la cual existir como
nación escogida. Si el sionismo es la creencia en el derecho del pueblo judío a retornar a su
patria, entonces un sionista cristiano debería ser definido simplemente como un cristiano que
apoya el derecho del pueblo judío de regresar a su tierra natal y ejercer soberanía sobre la
Tierra de Israel.[5]

El Sionismo Cristiano difiere de la Teología de la Sustitución o del Reemplazo,[6] la cual


enseña que la relación especial que Israel tenía con su Dios en términos de su destino y su
hogar nacionales (su tierra) se ha perdido por su rechazo a Jesús como Mesías, y que por lo
tanto la iglesia se ha convertido en el nuevo Israel. Enseña que, de esta manera, la iglesia ha
heredado todas las bendiciones que se le prometieron a Israel, pero que los juicios y
maldiciones, convenientemente se quedan con el pueblo judío.[7] En vez de ello, el Sionismo
Cristiano enseña basado en las Escrituras que el Pacto de Dios con Abraham aún es válido el
día de hoy. Aún hay un destino nacional que se cumplirá en el pueblo judío, y su hogar natal
es su posesión eterna en cumplimiento de los planes y propósitos de Dios para Israel. Para
los sionistas cristianos, el Nuevo Testamento no solo afirma el pacto Abrahámico, sino que
confirma la misión histórica de Israel y que los dones y el llamado de Israel son irrevocables.
Por tanto, el Sionismo Cristiano no se basa en profecías ni en eventos de los últimos tiempos.
La mayoría de los cristianos sionistas estaría de acuerdo, sin embargo, en que el resurgimiento
de Israel en la escena mundial, en cumplimiento de las promesas de Dios para ella, indican
que otros eventos predichos por la Biblia sucederán a continuación.[8]
Cuatro temas generalmente están presentes en la mayoría de los pensamientos sionistas
cristianos:[9]

1. El fin de la historia. La fundación del estado-nación actual de Israel en 1948 marcó el


principio del fin de la era humana.
2. El plan de Dios. El caos en el Medio Oriente que rodea a Israel es parte del plan de
desarrollo de Dios. Habrá una gran guerra final que culminará con la segunda venida de
Cristo.
3. Las promesas de Dios. El pacto de Dios con Israel es eterno e incondicional. Por lo tanto,
las promesas de tierra dadas a Abraham en Génesis nunca se anularán, y la iglesia no ha
reemplazado a Israel.
4. Bendiciendo a Israel. La iglesia está obligada a interpretar Génesis 12:3 de una manera
específica con respecto al estado-nación actual de Israel: “Bendeciré a quienes te
bendigan y maldeciré a quienes te maldigan.” No apoyar el dominio político del estado
de Israel hoy incurrirá el juicio divino.

Algunos cristianos sionistas han desarrollado un enfoque diferente en sus pensamientos. En


lugar de nombrar el cumplimiento de la profecía bíblica como la base de su lealtad a Israel,
creen que la lealtad a Israel es simplemente un deber moral de los cristianos debido al
antisemitismo histórico y actual y al lugar único que se otorga a los judíos en las
escrituras.[10] Algunos también creen que la lealtad a Israel ayudará a expiar los horrores del
Holocausto, en el que murieron 6 millones de judíos y un número indeterminado de otros
fueron brutalmente maltratados y perdieron sus medios de vida y sus posesiones.[11] De
hecho, es apropiado y necesario que reconozcamos estos horrores, que honremos y
recordemos a quienes sufrieron esta catástrofe, y que los responsables devuelvan o paguen
por los hogares y bienes judíos que fueron incautados durante la era nazi. Al mismo tiempo,
es una lógica falsa concluir, como hacen algunos cristianos sionistas, que apoderarse y
colonizar (a través de los asentamientos) la tierra de las familias palestinas; destruyendo sus
hogares, negocios y escuelas; e imponer una ocupación militar que niegue los derechos
fundamentales es una forma efectiva de honrar a las víctimas del Holocausto.

El sionismo cristiano tiene numerosos críticos y ha despertado mucha controversia. Muchos


teólogos se preguntan si el sionismo cristiano reduce la importancia del nuevo pacto de
Cristo. Muchos eruditos del Antiguo Testamento están preocupados por los cristianos
sionistas que ignoran las demandas éticas de los profetas en relación con el trato a los
palestinos. Muchos estudiosos del Nuevo Testamento sostienen que las promesas de tierras
del Antiguo Testamento se han reinterpretado. La promesa del evangelio no es tribal o local,
sino universal y global. E incluso los judíos deben entrar en esta nueva realidad mesiánica.
Además, estos eruditos rechazan la idea de que el Israel moderno es el Israel de los tiempos
bíblicos, o que el pueblo judío tiene derecho exclusivo a la tierra. Ellos creen que Jerusalén
debe ser compartida por todas las personas (La interpretación de Romanos 9–11 es central
en estos debates).

Los éticos, tanto judíos como cristianos, también han criticado la tendencia del sionismo
cristiano a ver un propósito divino en la polémica y agresiva política del gobierno israelí. Esto,
argumentan, ha llevado el excepcionalismo político de Israel y ha silenciado la capacidad de
la iglesia para promover la justicia y la pacificación en el Medio Oriente (El excepcionalismo
es la creencia de que un grupo en particular posee, de manera inherente e inalienable, ciertos
privilegios y un estatus especial que no están disponibles para ningún otro grupo).

En la cosmovisión cristiana sionista, los palestinos son considerados como residentes


extranjeros en el estado de Israel de hoy. Muchos cristianos sionistas incluso se resisten a
reconocer a los palestinos como un pueblo distinto. Afirman incorrectamente que los
palestinos se mudaron al estado de Israel desde las naciones árabes circundantes después de
que Israel prosperó. Algunas de estas ideas provienen del miedo y un odio profundo al islam,
ya que la mayoría de los palestinos son musulmanes. Sin embargo, muchos palestinos son
cristianos, un hecho que muchos cristianos sionistas ignoran, a pesar de que los árabes
cristianos han adorado a Cristo desde los primeros días de la iglesia (Hechos 2:11).

Sin lugar a duda, el sionismo cristiano seguirá siendo un tema muy debatido en las iglesias
evangélicas, no solo por sus interpretaciones particulares de la Biblia sino también por las
circunstancias de nuestra era política moderna.
ORÍGENES DEL SIONISMO CRISTIANO.[12]
En las décadas de 1820 y 1830, un grupo de clérigos de las islas británicas, entre ellos Edward
Irving, Lewis Way, Joseph Wolff, y Henry Drummond, celebraron en la localidad de Albury una
serie de conferencias bíblicas. Dichas conferencias promovieron la idea de que los judíos
deberían mudarse a Palestina. Otras organizaciones durante este tiempo, como la Sociedad
de Judíos de Londres y el Fondo de Exploración de Palestina, compartieron ese objetivo.
Décadas más tarde, el escritor judío austriaco Theodor Herzl difundió ideas sionistas con su
libro de 1896 Der Judenstaat y en el Primer Congreso Sionista en Suiza en 1897.

En esa época, Palestina estaba gobernada por los turcos otomanos, y era un destino popular
para los europeos y los estadounidenses. Debido a que muchas personas de naciones
cristianas estaban visitando la Palestina otomana, el interés cristiano en ella creció. En la
década de 1880, muchos de estos viajeros eran predicadores influyentes. Uno de ellos fue el
reverendo DeWitt Talmage, pastor del Tabernáculo de Brooklyn en Nueva York. A su regreso
de una peregrinación a Palestina, publicó sus Veinticinco Sermones de Tierra Santa. Este
libro pintó una imagen romántica de un renacimiento judío en la Tierra Santa y retrató “los
dedos de la providencia” señalando el crecimiento de la vida judía allí. En 1891, George Adam
Smith escribió su popular libro La Geografía Histórica de Tierra Santa, en el que retrató una
tierra bíblica vacía en espera de la llegada del judaísmo.

Los líderes cristianos en Gran Bretaña animaron al gobierno británico a apoyar la migración
judía a Palestina. Estos líderes incluyeron a John Nelson Darby, Charles Simeon, y Charles
Spurgeon. Darby enseñó que el hecho de que Dios le diera la tierra a Abraham significaba
que Palestina (antiguo territorio ocupado por Judea, Samaria y Galilea) pertenecía al pueblo
judío. Por encima de todo, proclamó que la creación del Israel de hoy traería el Fin de los
Tiempos.

Darby hizo ocho viajes misioneros a los Estados Unidos, pero la mayoría de los
estadounidenses lo ignoraron. Sin embargo, cuando los principales evangelistas
estadounidenses, como Dwight Moody, Billy Sunday, y Harry Ironside, vieron cómo sus ideas
influyeron en el público, los puntos de vista de Darby cobraron nuevo ímpetu. En 1881, por
ejemplo, Horatio y Anna Spafford y 16 amigos abrieron una colonia estadounidense en la
Ciudad Vieja de Jerusalén para observar, como ellos decían, que “la profecía se está
cumpliendo”.

En Gran Bretaña, políticos como Lord Shaftesbury, Lord Palmerston, David Lloyd George, y
Lord Balfour vieron el valor de un estado judío en Palestina. El movimiento sionista cristiano
también creció, en gran parte debido a líderes cristianos británicos como William Hechler. El
sionismo finalmente ganó reconocimiento internacional a través de la Declaración Balfour,
que en 1917 (durante la Primera Guerra Mundial) garantizó una patria judía en Palestina.
William Blackstone, un evangelista de Chicago y alumno de Dwight Moody, publicó Jesus Is
Coming en 1878. Dicho libro convenció a muchos estadounidenses de la idea de Darby de
que Dios le dio a los judíos la tierra de Palestina. En 1890, Blackstone visitó asentamientos
judíos en Tierra Santa y organizó conferencias en Chicago para trasladar judíos a Palestina.
También presionó al entonces presidente Harrison para crear un estado judío en Palestina.
Debido a su asociación con judíos sionistas, la Conferencia Sionista de Filadelfia en 1918 lo
llamó “padre del sionismo.” En 1956, Israel nombró un bosque en su honor.

En la primera mitad de la década de 1900, los maestros sionistas cristianos organizaron


conferencias para promover las ideas sionistas cristianas. Después de varios eventos
mundiales devastadores—la Primera Guerra Mundial, la epidemia de gripe española de 1918,
la Gran Depresión, y la Segunda Guerra Mundial—algunos evangélicos quisieron ver un plan
divino de redención para la miseria humana.

En 1948, cuando se fundó el moderno estado-nación de Israel, muchos cristianos sionistas se


convencieron de que la creación del Estado de Israel estaba divinamente ordenada, y el
movimiento sionista cristiano creció significativamente. Cuando se levantó la bandera israelí
el 14 de mayo, estaban eufóricos. Se sentían seguros de que la pieza clave ahora estaba en
su lugar para cumplir aún más sus interpretaciones de la profecía. La veloz victoria militar de
Israel en 1967, aclamada por muchos como un milagro divino, provocó aún más celo, ya que
Israel había conquistado toda la Tierra Santa.

Cristianos sionistas como John Walvoord y Charles Ryrie vieron la historia moderna a través
de este lente bíblico para una nueva generación. En 1970, Hal Lindsey publicó el muy
popular The Late Great Planet Earth, que describía los eventos políticos en el Israel de hoy
como predichos bíblicamente. Más recientemente, Tim LaHaye y Jerry Jenkins han vendido
más de 50 millones de copias de sus populares libros Left Behind/Dejados Atrás sobre los
últimos tiempos y el papel de Israel en estos, los últimos días.

Muchos defensores del sionismo cristiano han abandonado la idea de los primeros sionistas
cristianos de que la historia humana está dividida en distintas épocas por decreto divino
(dispensacionalismo). Pero han conservado la idea sionista cristiana del Fin de los Tiempos, y
consideran la lealtad al Estado de Israel como una cuestión de fidelidad bíblica. John Hagee,
un portavoz ampliamente reconocido con su organización Christians United for
Israel/Cristianos Unidospor Israel (CUFI), presiona agresivamente al Congreso de Estados
Unidos para moldear la política exterior estadounidense en el Medio Oriente.

Aunque el sionismo cristiano cuenta con reductos de poder en otros lugares —en Holanda y
Escandinavia, por ejemplo, así como entre muchos sionistas de los países del Tercer Mundo—
, su centro real lo constituye sin duda Estados Unidos, a donde fue llevado desde Inglaterra a
mediados del siglo XIX.
¿ES EL SIONISMO JUDÍO Y CRISTIANO APOYADO POR LA BIBLIA?
En el libro de Génesis, Dios hace promesas a Abraham (el padre del judaísmo). Él promete
ricas bendiciones sobre Abraham y sus descendientes (Génesis 12: 1–3) y hace un pacto con
Abraham, prometiendo que sus descendientes heredarán la tierra de Israel (Gen 15:18). La
promesa se repite en Gen 17: 7–9 y Gen 26: 2–4. A Abraham se le dicen tres cosas: Él tendrá
muchos descendientes, ellos poseerán un territorio particular (la Tierra Santa de hoy), y serán
una bendición para todas las naciones. En Génesis 17:7, esta promesa se llama un “pacto
eterno.” Todo esto sucedió hace más de 4,000 años.

Hoy, el sionismo (tanto judío como cristiano) argumenta que los judíos heredan esta promesa.
Por lo tanto, afirman, el estado moderno de Israel (que se identifica a sí mismo como un
estado judío) puede hacer una afirmación divina de que toda la Tierra Santa pertenece a Israel.
Este no es un argumento político o histórico. Es un argumento teológico que dice así: “Dios
les dio la Tierra Santa a los judíos en la Biblia, y eso debería resolver los debates políticos
modernos. Aquellos que creen en la Biblia deben apoyar nuestros reclamos”.

Esta actitud no es nueva. En los días de Jesús, muchos judíos recomendaron a sus vecinos ser
políticamente activos para ayudar al antiguo Israel. Lo describieron como un deber divino.
Para tal fin, algunos colaboraron con los romanos (los fariseos, los herodianos), mientras que
otros utilizaron la violencia cruda (los zelotes). Pero en cada caso, el objetivo era el mismo.
Apoyar a Israel era considerado un deber religioso.

Como cristianos, aunque reconocemos que Dios le otorgó a Israel el dominio sobre la Tierra
de Canaán (hoy denominada Palestina) y que consideramos justo, correcto y bíblico pedir por
la paz de Jerusalén (Salmos 122:6-9), también reconocemos que esto no significa apoyar
incondicionalmente todas las decisiones políticas, incluso aquellas notoriamente injustas, del
Estado de Israel. Y esto por varias razones:

 El Estado de Israel actual no es el Reino de Dios sobre la tierra al cual los cristianos le
debemos lealtad absoluta. Ningún gobierno humano lo es (Juan 18:36). El Reino político
de Dios es una realidad futura, aún no presente (Daniel 2:44). Puesto que los cristianos
somos ante todo ciudadanos del Reino de los cielos (Filipenses 3:20-21), no podemos
jurar lealtad absoluta y ciega a ningún gobierno humano el cual, en algún momento,
tomará decisiones contrarias a la voluntad de Dios (Hechos 5:29-31), pues debemos
reconocer que el mundo entero y sus gobernantes están, en mayor o menor grado, bajo
el poder del maligno (Lucas 4:5-6; Juan 12:31: 1 Juan 5:19; 2 Corintios 4:4).
 Aunque las promesas particulares de Dios para la nación hebrea aún siguen vigentes y
esperan su final cumplimiento en la era milenial, en ésta, la dispensación de la gracia, los
judíos no gozan de ningún privilegio especial sobre los gentiles a la vista de Dios. Todos
hemos sido hechos un solo pueblo (Efesios 2:14). Tanto judíos como palestinos, o
cualquier otro grupo étnico o nación sobre la tierra, somos seres caídos y necesitados de
gracia, perdón y salvación, pues todos hemos pecado por igual y estamos destituidos de
la gloria de Dios. Ninguno de nosotros puede ser declarado justo o bueno en términos
divinos (Romanos 3). Desde esta perspectiva, los judíos necesitan de Jesús tanto como
nosotros pues “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos” (Hechos 4:12). Pablo amó a su gente y oró por ellos. “Hermanos, ciertamente
el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les
doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando
la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia
de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos
10:1-4). Pablo los amó y seriamente quiso que fueran salvos. Nosotros deberíamos tener
la misma actitud amante, pero no idólatra hacia Israel. Jesús nos dijo que vayamos al
mundo y prediquemos el evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Ellos, como un
pueblo, ciertamente caen en esta amplia categoría. Los cristianos deberían buscar darles
el evangelio a los judíos tanto como a cualquier otro pueblo, pero no considerarles
superior a cualquier otro grupo étnico o creyendo ciegamente que el Estado de Israel es
perfecto y carente de errores en sus decisiones. No debemos olvidar que la nación de
Israel actual está formada por seres humanos caídos como nosotros y no son superiores
a ningún otro pueblo sobre la tierra (Gálatas 3:28; Romanos 2:17-29). Es más, Pablo afirmó
que los judíos “en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en
cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.” (Romanos 11:28) y que “ha
acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los
gentiles” (Romanos 11:25), por lo tanto, la posición actual de Israel no es tan diferente de
cualquier otra nación sobre la tierra en esta dispensación.

 Jesús mismo no estaría de acuerdo con todos los postulados del sionismo judío y
cristiano. No solo Jesús encontraría peculiar al sionismo moderno, sino que en su día
rechazó lo más cercano a este: el movimiento de los zelotes. Hay dos referencias bíblicas
al calificativo “zelote”. La primera está en Lucas 6:15 y la segunda en Hechos 1:13, aunque
también lo hallamos como “cananista” (Mateo 10:4; Marcos 3:18). En la primera referencia,
Lucas está narrando el episodio en que Jesús escogió a sus doce discípulos cercanos,
entre ellos a “Simón, al que llamaban el Zelote”. En la segunda, se nombra al mismo
discípulo en la historia del aposento alto. La palabra viene del griego zelotai que
significa “celoso”. Para Flavio Josefo, el gran historiador judío, el uso del nombre zelote
describe a una secta o partido judío formado antes del año 66 a. C, en el periodo
intertestamentario. En este periodo surgieron muchos grupos religiosos y políticos
movidos por el deseo de generar oposición contra el dominio extranjero. Entre los más
recientes estaban los zelotes, quienes se sentían herederos de los macabeos (un
movimiento judío de liberación que luchó contra el poder seléucida sobre Palestina). Los
zelotes eran un grupo ultranacionalista que usaba la fuerza y la violencia para mover sus
ideales. Buscaban terminar con el dominio romano en Palestina a fin de lograr la
independencia política. Lucharon durante varias décadas hasta (según algunos
historiadores) más o menos el 70 d. C., año de la caída de Jerusalén. Según otros
historiadores, los zelotes fueron seguidores de Judas de Galilea, quien fundó en el año 6
d. C. lo que Josefo llama la “cuarta filosofía” de los judíos.[13] Esta filosofía insistía en
repudiar a cualquier rey excepto Dios, y algunos libros modernos representan a este
grupo como teniendo fuertes esperanzas mesiánicas. Si bien sus ideales religiosos se
parecían a los de los fariseos, los zelotes tomaron el camino de la violencia a través de
eventos guerrilleros contra los invasores. Así pues, el movimiento de los zelotes
correspondería al de un mesianismo político tendiente a instaurar un reino judío en un
Israel libre de gentiles e idólatras.[14] Para los zelotes, Dios era, en definitiva, el único y
verdadero soberano de Israel, cualquier invasión era entendida como un atentado contra
Dios mismo, para ellos Dios deseaba el heroísmo de su pueblo para hacer llegar su Reino
y expulsar a los romanos y a sus colaboradores. Los zelotes esperaban un Mesías con las
características de un poderoso Rey – Militar salido de entre sus jefes, e incluso algunos
de ellos llegaron a ser proclamados mesías, como fue el caso de un tal Simón bar Kojba,
el hijo de la estrella, reconocido mesías por el rabino Aquiba en el año 132 d.C. Fue el
líder judío que dirigió en el año 132 la que es conocida como Rebelión de Bar Kojba
contra el Imperio romano, estableciendo un estado judío independiente que dirigió
durante tres años como príncipe, hasta ser derrotado por los romanos en el año 135 d.C.
Reprimida la rebelión, Bar Kojba resultó muerto en el asalto final a la fortaleza de Betar.
En este sentido, el sionismo judío moderno no es muy diferente del movimiento zelote
ya que, al igual que aquel, es un movimiento político-religioso que promueve a cualquier
costo los objetivos del estado moderno de Israel. El sionismo cristiano comparte estos
mismos puntos de vista políticos, pero incluye ideas teológicas, ya que usa la Biblia para
decir que la fidelidad a Dios debe expresarse a través de la fidelidad al moderno Estado
de Israel, algo que la Biblia nunca dice. Lo que sí dice la Biblia es que ante Dios no hay
favoritismos por cuestión de nacionalidad o cualquier otra causa (Hechos 10:34; Romanos
2:11; Gálatas 2:6; Efesios 6:9); que la violencia y el odio jamás será solución a los conflictos
humanos (Mateo 5:9; 5:38-48; Romanos 12:20; Proverbios 25:21-22); que el pueblo de
Dios está llamado a ser ejemplo en el trato a personas de otras nacionalidades o grupos
étnicos (Deuteronomio 10:19; Levítico 19:34; 25:35; Deuteronomio 14:29; 26:11, etc.) y
que intentar llevar a cabo la voluntad de Dios por medios políticos o militares raras veces
termina bien y no se ajusta necesariamente a su voluntad (Mateo 26:52; Juan 6:15; 18:36).

CONCLUSIÓN.
¿Cuál debe ser entonces nuestra postura hacia el sionismo, sea este judío o cristiano? Una de
equilibrio y moderación. Debemos rechazar todo extremo peligroso: tanto el antisemitismo
propuesto por los enemigos de Israel, como la veneración enfermiza de algunos creyentes
evangélicos por todo lo judío. Somos llamados a amar a Israel y orar por ellos, no a venerarlos
ni volvernos ciegos a la realidad.

En círculos evangélicos predomina actualmente una opinión acrítica hacia Israel, a quien a
menudo se idealiza. Influye que las librerías cristianas están llenas de publicaciones sobre
Israel, especialmente sobre temas que van desde la rica historia de la nación hebrea hasta las
profecías bíblicas relacionadas con los tiempos finales y el papel de Israel en las mismas. Pero
rara vez se lee o escucha acerca de Israel como nación hostil hacia los seguidores de Cristo
que viven allí, o de la discriminación que experimentan a veces los ciudadanos palestinos a
manos de autoridades israelíes.

Aunque creemos que Israel está en el corazón de nuestra fe cristiana, y admitimos que el país
tiene un papel importante en los acontecimientos futuros, reconocemos que, sobre todo,
nuestra principal misión como seguidores de Cristo hoy, es ser testigos de Cristo a todas las
naciones, no tomar partido a favor de una por encima de las demás. Nuestra devoción
excesiva y acrítica hacia Israel puede llegar a entorpecer, más que a beneficiar, nuestra misión
como iglesia.

REFENCIAS:
[1] Alfred M. Lilienthal, The Zionist Connection (New York: Dodd, Mead, & Co., 1978).
[2] Neturei Karta (en arameo, Guardianes de la Ciudad) es un grupo minoritario de judíos
ultraortodoxos que rechazan cualquier forma de sionismo y se oponen activamente al Estado
de Israel.
[3] Satmer (o Jasidim de Satmer) es un movimiento que adhiere al judaísmo jasídico originario
del pueblo de Szatmárnémeti (ahora llamado Satu Mare, Rumania), ubicado en su momento
en el Reino de Hungría
[4] Culla, Joan B. (2005). La tierra más disputada: el sionismo, Israel y el conflicto de Palestina.
Alianza Editorial. ISBN 84-206-4728-4.
[5] Regina Sharif, Non-Jewish Zionism, Its Roots in Western History, Zed, 1983, p. 10
[6] La teología de reemplazo es la idea de que los cristianos han reemplazado a los judíos
como el pueblo elegido de Dios. Los seguidores de la teología de reemplazo creen que ya
que los judíos rechazaron y crucificaron a Jesús y se negaron a seguirlo, Dios los rechazó e
hizo un nuevo pacto con la iglesia. Este pacto cancela el pacto especial de Dios con el pueblo
judío. La teología del reemplazo surgió en parte debido al conflicto entre las sinagogas y las
iglesias cristianas en los primeros siglos. Este conflicto aparece en Juan 9, donde el hombre
nacido ciego es expulsado de la sinagoga porque dijo que Jesús lo sanó. Más tarde, cuando
la iglesia se convirtió en la principal fuerza religiosa en el Imperio Romano, la hostilidad contra
el judaísmo influyó a algunos teólogos eclesiásticos en condenar e incluso demonizar al
pueblo judío. Así comenzó la propagación del antisemitismo en gran parte de la Europa
cristiana.
[7] R. Kendall Soulen, The God of Israel and Christian Theology, Minneapolis: Fortress, 1996.
[8] J. Pentecost, D (1984). Eventos del Porvenir: Eventos de escatologia biblica. Editorial Vida
[9] Boyer, Paul S., When Time Shall Be No More: Prophecy Belief in Modern American Culture, Cambridge, MA:
Harvard University Press, 1992.
[10] Wesley Haddon Brown , Christian Perspectives on the Israeli-Palestinian Conflict, p. 131.
[11] Peter F. Penner, Western Restorationism and Christian Zionism: Germany as a Case Study, 2008, p. 11.
[12] Ronald Sanders, The High Walls of Jerusalem: A History of the Balfour Declaration and the Birth of the British
Mandate for Palestine (New York: Holt, Rinehart, & Winston, 1984).
[13] Kirsopp, L. (1917), Simon Zelotes, The Harvard Theological Review, Volume 10.
[14] Brandon, S.G.F. The Fall of Jerusalem and the Christian Church. Londres, 1957.
51. Las 4 Verdades Cardinales del
Pentecostalismo Clásico.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

El llamado Pentecostalismo Clásico se originó en Estados Unidos a principios del siglo XX, sin
embargo, los bautismos del Espíritu Santo con glosolalia o manifestación de lenguas, tal y
como los describe el libro de los Hechos, capítulos 2, se dieron durante toda la historia de la
Iglesia. No obstante, en la segunda mitad del siglo XIX, comenzó a suceder mucho más a
menudo. Casos en Inglaterra, Carolina del Norte o la India, fueron los antecedentes de la
famosa madrugada del 31 de diciembre de 1900. Chales F. Parham, ministro metodista y un
apasionado del Espíritu Santo y sus manifestaciones, dirigía un sencillo instituto bíblico en
Topeka, Kansas (el famoso Bethel Bible College). En aquel modesto lugar en el que se
enseñaba a cuarenta alumnos se derramó el bautismo del Espíritu Santo sobre una mujer
llamada Agnes Ozman, considerada como el primer creyente pentecostal de la historia. En las
últimas semanas, los estudiantes estaban profundizando en el libro de Hechos y quisieron
experimentar la misma promesa que casi 2000 años antes había tenido los primeros cristianos
y para ello se reunieron en vigilia la última noche del año. El movimiento se extendió como el
fuego en un caluroso medio día de verano. Kansas, Missouri y Texas fueron los primeros en
experimentar el avivamiento pentecostal, pero la iglesia por antonomasia sería la de la calle
Azusa, en un modestísimo barrio de Los Ángeles.

El Avivamiento de la Calle Azusa fue una serie de reuniones de avivamiento pentecostal


dirigidas por el predicador afroamericano William J. Seymour. La primera reunión se realizó el
14 de abril de 1906, en la Iglesia Metodista Episcopal Africana, y las siguientes se sucedieron
hasta alrededor de 1915. En las reuniones se vivían experiencias de éxtasis espiritual
acompañadas por glosolalia (interpretada por sus practicantes como don de lenguas),
servicios de adoración dramáticos, y entremezcla racial. Actualmente, el reavivamiento de la
Calle Azusa se considera por los historiadores cristianos como el principal catalizador para la
propagación del pentecostalismo clásico.

Definir la Teología Pentecostal (Pentecostalismo Clásico) puede resultar una tarea no tan
simple debido a la diversidad de ideas en el movimiento. Pero, en síntesis, la teología
pentecostal puede definirse como protestante y evangélica, con la adición de la afirmación
de la validez de las manifestaciones de los dones del Espíritu Santo para hoy como en el
primer siglo y el libro de los Hechos (continuismo). Si suspendemos los elementos culturales
que caracterizan a nuestras iglesias pentecostales, y que pueden ser muy variados
dependiendo de la iglesia y su contexto, entonces descubriremos el centro del mensaje. Lo
que motivó a nuestros primeros hermanos y hermanas. Ellos no querían abrir una “nueva”
iglesia. Lo que querían era regresar a la iglesia primitiva. El mismo deseo de Lutero, Calvino,
Wesley, y tantos otros cristianos y movimientos en la historia, como los metodistas, los
pietistas o los puritanos. A su propia manera, quisieron recobrar una herencia para ellos
perdida, enterrada bajo la rigidez de la ortodoxia y bajo una teología liberal ilustrada que la
despreciaba. Esta herencia, la inconmovible certeza de que Dios no solo obró milagros en la
resurrección o el nacimiento virginal, sino que puede seguir haciéndolos en el presente, era
el corazón de la fe de nuestros hermanos. El grito de guerra de la teología pentecostal clásica
fue y continúa siendo: Cristo Salva, sana, bautiza con el Espíritu Santo y viene por segunda
vez.

La declaración anterior es la declaración de fe o credo del pentecostalismo clásico en su forma


más pragmática y sintética. Desde sus inicios, el Movimiento Pentecostal enfatizó las 4 facetas
del evangelio y ministerio de nuestro Señor Jesucristo: Jesucristo como único salvador (Juan
3.16); Jesucristo como gran sanador (1.ª de Pedro 2.24 y Santiago 5.14); Jesucristo como
bautizador con el Espíritu Santo (Lucas 3.16 y Hebreos 2.4) y Jesucristo como rey que viene (1
Tesalonicenses 4.16-17). Estas cuatro verdades se consideran nuestras creencias cardinales
porque son verdades claves en nuestra misión de alcanzar a los perdidos y edificar a los
creyentes y la iglesia tanto hoy como en el futuro.

I.- SALVACIÓN.

La doctrina de la salvación forma el núcleo de nuestra fe cristiana, proclamando la victoria de


Dios sobre el pecado en nuestra vida. Esta verdad resulta en liberación, sanidad y vidas
restauradas. Ya sea un nuevo miembro o un cristiano maduro, cada creyente debe tener una
comprensión clara de la salvación y la gran diferencia que esta verdad marca en nuestra vida
e iglesia. La única esperanza de redención para el hombre es a través de la sangre derramada
de Jesucristo, el Hijo de Dios. La salvación se recibe a través del arrepentimiento para con Dios
y la fe en el Señor Jesucristo. El hombre se convierte en hijo y heredero de Dios según la
esperanza de vida eterna por el lavamiento de la regeneración, la renovación del Espíritu
Santo y la justificación por la gracia a través de la fe (Lucas 24:47, Juan 3:3, Romanos 10:13-
15, Efesios 2:8, Tito 2:11, Tito 3:5-7). La evidencia interna de la salvación es el testimonio
directo del Espíritu (Romanos 8:16). La evidencia externa ante todos los hombres es una vida
de justicia y verdadera santidad (Efesios 4:24, Tito 2:12).

Las personas entran en una relación personal salvadora con Cristo por medio del poder
regenerador del Espíritu Santo, quien las lleva al arrepentimiento y a la fe en Cristo. Con base
en la Palabra de Dios, los pentecostales afirmamos que:
 La salvación se halla al alcance de todas las personas (Lucas 19:10; Juan 3:16; Romanos
10:11–13; Hebreos 2:9; 2 Pedro 3:9; Apocalipsis 22:17).
 La salvación es recibida y asegurada por medio de la fe (Romanos 3:28; Gálatas 2:20–21;
Efesios 2:8; Filipenses 3:9; Hebreos 10:38; 1 Pedro 1:5).
 La salvación es un conflicto constante con la tentación y el pecado (Romanos 1:32; 1
Corintios 3:1–3, 5–8; 5:9–13; Hebreos 3:12–14; 12:1; 1 Juan 1:8; 3:8).
 La salvación del creyente se puede perder o abandonar por su alejamiento voluntario de
Cristo (Juan 17:12; 1 Timoteo 4:1; 5:12, 15; Hebreos 6:4–6, 10:26–27, 38; 2 Pedro 2:20; 1
Juan 5:16)

II.- SANIDAD DIVINA.

Dondequiera que Jesús iba, Él ministró con compasión y sanó a los enfermos. El ejemplo de
Cristo mostró una interconexión con la salvación porque muchos creyeron después de haber
sido sanos. Nuestro Señor todavía sana hoy y es vital que la iglesia predique, enseñe y
practique esta verdad bíblica. Las Escrituras ordenan a los creyentes que oren en fe y confíen
en Dios para el resultado. La sanidad divina es una parte integral del evangelio. La liberación
de la enfermedad ha sido provista en la expiación y es el privilegio de todos los creyentes
(Isaías 53:4-5, Mateo 8:16-17, Santiago 5:14-16).

El hecho de que la sanidad divina viene por la fe se ve confirmado cuando la incredulidad


impidió que fuera recibida en Nazaret (Marcos 6:5,6) y al pie del Monte de la Transfiguración
(Mateo 17:14-20). En Santiago 5:15 hay una promesa de que la oración de fe, hecha por los
ancianos de la iglesia a favor de los enfermos, salvará al enfermo y el Señor lo levantará. La
fe, entonces, recibe la sanidad sencillamente por palabra del Señor. Pero Jesús no dejó
desatendidos a los que tenían poca fe, o que no expresaban fe en absoluto. Para los que están
enfermos a menudo no es fácil expresar la fe, y Jesús hizo varias cosas para ayudarlos. Tocó a
algunos (Marcos 1:41; 8:22), los tomó de la mano (Marcos 1:31; Lucas 14:4), o puso las manos
sobre ellos (Marcos 6:5; 8:25; Lucas 4:40; 13:13). Ayudó a otros de diversas maneras, lo cual
requirió de fe y obediencia por parte de ellos (Marcos 7:33; 8:23). La fe, no obstante, tenía que
ser en el Señor, no en los medios que Él empleó para ayudarlos a expresar su fe.

Asimismo, la sanidad divina se fundamenta en la obra expiatoria de Cristo. La redención,


obrada mediante la expiación de Cristo, provee reconciliación por el pecado y sus
consecuencias. Aun cuando la enfermedad no es resultado directo de un pecado específico,
está en el mundo a causa del pecado. Por lo tanto, está entre las obras del diablo que Jesús
vino a destruir (1 Juan 3:8), y está incluida en la Expiación. La provisión de sanidad para nuestro
cuerpo es parte de la redención que se menciona en Romanos 8:23. Recibimos el perdón de
los pecados ahora mediante la redención de nuestra alma. Recibiremos la redención de
nuestro cuerpo cuando seamos arrebatados para encontrarnos con el Señor, y seamos
transformados a su semejanza (1 Corintios 15:51-54; 2 Corintios 5:1-4; 1 Juan 3:2). La sanidad
divina es un anticipo de esto, y así como todas las bendiciones del evangelio, emana de la
Expiación.

III.- BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO.

La doctrina del Bautismo en el Espíritu Santo es nuestro distintivo como creyentes


pentecostales. Esta verdad explica la pasión y el poder de nuestro testimonio. Jesús prometió
a sus seguidores que recibirían poder de lo alto para que fueran sus testigos. Todos los
creyentes tienen el derecho de recibir y deben buscar fervientemente la promesa del Padre,
el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo. Esta era la
experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo viene una
investidura de poder para la vida y el servicio y la concesión de los dones espirituales y su uso
en el ministerio (Lucas 24:49, Hechos 1:4, Hechos 1:8, 1 Corintios 12:1-31). Esta experiencia es
distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella (Hechos 8:12-17, Hechos 10:44-46,
Hechos 11:14-16, Hechos 15:7-9). Con el bautismo en el Espíritu Santo el creyente recibe
experiencias como: la de ser lleno del Espíritu (Juan 7:37–39, Hechos 4:8), una reverencia más
profunda para Dios (Hechos 2:43, Hebreos 12:28), una consagración más intensa a Dios y
dedicación a su obra (Hechos 2:42) y un amor más activo para Cristo, para su Palabra y para
los perdidos (Marcos 16:20). El bautismo de los creyentes en el Espíritu Santo se evidencia con
la señal física inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu los dirija (Hechos 2:4). El hablar
en lenguas en este caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas, pero es diferente
en propósito y uso (1 Corintios 12:4-10, 1 Corintios 12:28).

Se usan diversos términos bíblicos para referirse a esta experiencia, especialmente en el libro
de los Hechos, que registra el primer descenso del Espíritu sobre los discípulos de Jesús y da
ejemplos similares de encuentros del Espíritu con el pueblo de Dios. Las siguientes
expresiones en Hechos se usan de manera intercambiable para describir la experiencia:

 Bautizado en el Espíritu—1:5; 11:16; véase también Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16;
Juan 1:33. El término “bautismo en el Espíritu” generalmente sirve como un conveniente
sustituto y también se usa en este documento
 El Espíritu viene, o desciende, sobre—1:8; 8:16; 10:44; 11:15:19:6; véase también Lucas
1:35; 3:22
 El Espíritu derramado—2:17,18; 10:45
 El don que mi Padre prometió—1:4
 El don del Espíritu—2:38; 10:45; 11:17
 El don de Dios—8:20; 11:17; 15:8
 Recibir el Espíritu—8:15,17,19; 19:2
 Lleno con el Espíritu—2:4; 9:17; además Lucas 1:15,41,67. Esta expresión, junto con “lleno
del Espíritu”, tiene una aplicación más amplia en los escritos de Lucas. El mandato de
Pablo de “ser llenos con el Espíritu” (Efesios 5:18) no se refiere a la plenitud inicial del
Espíritu; es un mandamiento a continuar llenándose del Espíritu.
Ninguno de estos términos expresa todo lo que envuelve la experiencia. Son metáforas que
expresan la idea de que el receptor es completamente dominado o saturado por el Espíritu,
que ya mora en él (Romanos 8:9,14-16; 1 Corintios 6:19; Gálatas 4:6).

IV.- LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

Todos los cristianos que han fallecido un día se levantarán de sus tumbas y se reunirán con el
Señor en el aire. Los cristianos que no hayan muerto serán arrebatados junto con aquellos
para estar con el Señor. Entonces los cristianos de todas las edades vivirán para siempre con
el Señor. La verdad bíblica del inminente regreso del Señor es “la esperanza bienaventurada”.
(Romanos 8:23; 1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:16-17; Tito 2:13).

Jesús enseñó que Él regresaría a la tierra. Él cuidadosamente advirtió a sus discípulos que
necesitaban estar constantemente preparados para esto (Mateo 24:42-51; 25:1-13; Marcos
13:37; Lucas 12:37). Ellos entendieron que la era actual terminará con su venida (Mateo
24:3). La garantía de su venida era una de las verdades con las que Él consoló a sus seguidores
antes de su muerte (Juan 14:2,3). En el momento de la ascensión de Cristo, dos ángeles
vinieron al grupo de los discípulos que estaban reunidos para repetir la promesa de que Él
regresaría. Ellos declararon que Él vendría de la misma manera que se había ido (Hechos
1:11). Esto claramente significa que su segunda venida será literal, física, y visible.

Las epístolas del Nuevo Testamento se refieren frecuentemente a la segunda venida, y a través
de los pasajes de las Escrituras que tratan de este tema recurre la idea de la
inminencia. Aunque habrá un período de tiempo entre la primera y la segunda venida (Lucas
19:11), todas las enseñanzas acerca del regreso del Señor enfatizan que acontecerá
repentinamente y sin previo aviso; que los creyentes deben estar siempre en un estado de
preparación continua (Filipenses 4:5; Hebreos 10:37; Santiago 5:8,9; Apocalipsis 22:10).

La doctrina de la Segunda Venida de Cristo es más relevante que nunca. Los creyentes
debemos descansar en la certeza del retorno inminente de nuestro Señor y compartir esta
esperanza con quienes no la tienen. La resurrección de los que han muerto en Cristo y su
arrebatamiento junto con los que estén vivos cuando sea la venida del Señor es la esperanza
inminente y bienaventurada de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16-17, Romanos 8:23, Tito 2:13,
1 Corintios 15:51-52).
CONCLUSIÓN:

El Movimiento Pentecostal reconoce 4 aspectos principales de la Obra y la persona de


Jesucristo. Estos 4 aspectos representan las 4 doctrinas cardinales de la fe pentecostal
histórica. El mensaje pentecostal, a veces llamado “evangelio cuadrangular”, no es un
evangelio nuevo o diferente del que ha sido y es predicado alrededor del mundo; ha sido, es
y será el mismo evangelio que fue vivido por Jesucristo y proclamado por la iglesia primitiva
en toda su plenitud:

1. Jesucristo, el Salvador: El Primer y más importante aspecto de la doctrina pentecostal es


que Jesucristo es el único medio de salvación para la persona. La salvación no es por
obras sino por gracia por medio de la fe, nadie se puede salvar a sí mismo (Efesios 2:8).
2. Jesucristo, Bautiza con el Espíritu Santo: La Salvación, el perdón de los pecados no es el
final de todo lo que Jesús puede y quiere hacer por la persona. Una vez convertidos a Él,
la persona puede ser llena del Espíritu Santo y tener la evidencia de ese bautismo a través
de la manifestación de los 9 dones mencionados en 1 Corintios 12 de la Biblia.
3. Jesucristo, el Sanador: En la Cruz del Calvario Jesús llevó nuestros pecados y también
nuestros dolores y enfermedades. Una promesa para nuestros días es que por su llaga
somos curados. Isaías 53 Podemos ser sanados sobrenaturalmente de nuestras
enfermedades físicas por medio del Poder de Dios.
4. Jesucristo, el Rey que Viene: Jesucristo regresará pronto a reinar. La Biblia le llama Rey de
reyes y Señor de señores. Esta es la maravillosa esperanza que tenemos (Apocalipsis 22).
52. La Expiación General en el
Antiguo Testamento

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN
La narrativa bíblica es abrumadora al mostrar que Dios ofrece la salvación a todos (Tito 2:11)
y llama a todos al arrepentimiento (Hechos 17:30), en virtud de su amor por el mundo (Juan
3, 16). La buena noticia de Cristo es para todas las personas (Lucas 2, 10), ya que él vino a
iluminar a todos los hombres para que puedan creer (Juan 1:7,9). Dios es el Padre de
misericordias (2 Corintios 1: 3) y el Señor que es bueno para con todos y cuyas misericordias
están sobre todas sus obras (Salmos 145:9). El calvinismo es simplemente incapaz de dar
sentido al Dios de amor (1 Juan 4:8, 16) que desea que todos sean salvos y vengan al
arrepentimiento para no perecer (1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9). Dios no se deleita en la muerte
de los impíos (Ezequiel 18:23, 33:11). El propósito de Dios al enviar a su Hijo a morir era para
que el mundo pudiera ser salvo a través de él (Juan 3:17; 12:47; 17:21); condicionado solo a
recibir y creer en Cristo (Juan 1:12; 3:16; 3:36; 5:24; 6:35; 6:40; 20:31). Pero esta doctrina no es
exclusiva del Nuevo Testamento. La Expiación Ilimitada, general o universal, es enseñada
también en el Antiguo Testamento.

EL ANTIGUO PACTO SEÑALA HACIA UNA EXPIACIÓN GENERAL, NO LIMITADA.


La naturaleza ilimitada, provisional y condicional de la expiación de Cristo puede vislumbrarse
incluso en los tipos y figuras del Antiguo Testamento. Esto no tiene nada de extraño, ya que
el viejo pacto era sombra y figura de lo que había de venir (Colosenses 2:17). Tres de esos
tipos proféticos, en particular, nos ayudan a desentrañar mejor el alcance y la aplicación de la
propiciación de Cristo.

El Cordero de la Pascua:

Muchas veces se menciona a Jesús como el “Cordero” sacrificial, un cordero que fue
sacrificado por el mundo (Juan 1:29; 1 Corintios 5: 7; 1 Pedro 1:19; Apocalipsis 5:12). Esto es
seguramente en referencia al cordero de la Pascua en Éxodo 12, donde la disposición de la
expiación y la posterior aplicación se llevan a cabo maravillosamente. En esta interacción, Dios
le ordena al pueblo de Israel que mate a un cordero como un sacrificio para evitar su ira.
Curiosamente, la nación de Israel no solo debía matar al cordero del sacrificio (v. 6), sino
también comérselo y aplicar su sangre a los postes de la puerta (v. 7). La sangre aplicada era
una cobertura que guardaba a Israel de la ira de Dios (v. 13) derramada sobre Egipto y sobre
aquellos de Israel que se negaran a cumplir con dicho ritual. El punto crucial es que la simple
muerte del cordero no protegía a Israel: Cada hogar no solo tenía que matar al cordero, sino
también aplicar su sangre, de lo contrario, la ira de Dios se vería afectada por ellos.

Nótese lo bien que esto corresponde con lo que se enseña en el Nuevo Testamento acerca
de Cristo y su obra expiatoria. Él es el Cordero que quita el pecado del mundo (Juan 1:29) y
es una propiciación para todos (1 Juan 2:2); pero esta propiciación es para aquellos que creen
(Romanos 3:22, 25). En sí misma, la sangre de Cristo no salva a nadie, debe ser aplicada a
través de la fe. La expiación es provisional para todos, eficaz sólo para los fieles.

Éxodo 12 es un claro ejemplo del principio de que la Expiación y su aplicación deben


distinguirse. La sangre del cordero pascual muerto se volvió eficaz solo después de que se
aplicó. La muerte del cordero no salvó a nadie: la sangre tuvo que aplicarse.[1] Incluso el
renombrado calvinista A. W. Pink está de acuerdo con esto. En su comentario de Éxodo
escribe: “Un Salvador provisto no es suficiente: debe ser recibido . Debe haber ‘fe’ en Su
sangre ‘(Romanos 3:25), y la fe es algo personal… Debo por la fe tomar la sangre y refugiarme
debajo de ella.” [2]

Pink señala correctamente que la Pascua es “uno de los más sorprendentes… presagios de la
obra de la Cruz de Cristo que se encuentran en cualquier parte del Antiguo Testamento, [y]
es un claro ejemplo del principio de que la Expiación y su aplicación deben ser distinguido.
La sangre del cordero pascual muerto… se volvió eficaz solo después de que se aplicó al poste
de la puerta según las instrucciones… La muerte del cordero no salvó a nadie: la sangre tenía
que aplicarse.”[3]

La Serpiente de Bronce:

En Números 21, el pueblo de Israel se impacientó con Moisés y con Dios, y se manifestó contra
ellos en rebelión. Dios envió serpientes venenosas en medio de ellos como una forma de
juicio por su comportamiento pecaminoso. Los israelitas rebeldes estaban siendo mordidos y
muriendo. Después de que Moisés intercede por el pueblo, Dios responde ordenándole que
ponga una serpiente de bronce en un palo. Dios dijo que todo el que fuere mordido, cuando
mirare la serpiente bronce, viviría (v. 8).

De nuevo, nótese cuidadosamente la provisión hecha aquí por Dios. El medio de sanidad (la
serpiente de bronce) fue dado y puesto a disposición de toda la nación de Israel. Todos habían
sido mordidos por las serpientes venenosas (representando el pecado) y Dios había hecho
una provisión para todos. Aun así, la disposición tenía que ser aplicada por el individuo
mirando a la serpiente de bronce; sólo entonces vivirían. La limitación para Israel no estaba
en la provisión de la serpiente de bronce (fue dada para todo Israel); más bien, la limitación
estaba en la aplicación: solo los que dirigían su mirada hacia ella vivían. Había un remedio
para todo Israel, y serían sanados si solo miraran. Hay un remedio en la muerte de Cristo para
todos, y serán salvos si solo creen.[4]
Este pasaje es referido por el mismo Jesús: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, más tenga vida eterna.” (Juan 3:14-15). Jesús se ofrece a sí mismo como una
provisión universal, condicionada a la creencia. La naturaleza universal se ve en el famoso
pasaje de Juan 3:16, donde el amor de Dios por el mundo lo motiva a enviar a su Hijo para
que el mundo sea salvo por medio de él (Juan 3:17) a través de la fe. Cuando Jesús es elevado
como la serpiente de bronce, atrae a “todos los hombres” a sí mismo (12:32). Provisional para
todos, eficaz para los fieles.

El Sumo Sacerdote

En el Antiguo Testamento, Dios ordenó que los sacerdotes designados llevaran a cabo un
sistema de sacrificios para hacer expiación por los pecados del pueblo. Esto incluyó el llamado
“Día de la Expiación” (Yom Kippur), que permitía al sumo sacerdote entrar al Lugar Santísimo
(Levítico 16). Esto lo hacía el sumo sacerdote para realizar expiación por sí mismo y por la
gente (v. 24) a fin de que el pueblo se limpiara de sus pecados ante el Señor (v. 30). Esto se
hacía anualmente tanto por los sacerdotes como para todas las personas de la asamblea (v.
33). Hebreos 9:7 dice: “pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no
sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo”.

Obsérvese que la expiación era hecha para toda la nación, para todo Israel. Indiscutiblemente,
la disposición del Antiguo Testamento para el pecado y la salvación fue para todo Israel, no
para un grupo elegido y especial entre ellos. La desobediencia y la incredulidad fueron las
únicas barreras que separaron a todos los israelitas de la gracia de Dios.[5] La reconciliación
y las ofrendas por el pecado fueron para “todo Israel” (2 Crónicas 29:24; Esdras 8:25; Malaquías
4: 4). Sin embargo, uno tenía que permanecer como parte integrante de la nación de Israel
para obtener esos beneficios. Y, sin lugar a duda, existían las condiciones para formar parte
de, y permanecer, ‘en Israel’. Por ejemplo, si un hombre no fue circuncidado, sería separado
del pueblo (Génesis 17:14); si alguien comía pan con levadura en ciertos días, sería “cortado
de Israel” (Éxodo 12:15); el mal uso de varios aceites o perfumes resultó en ser separado del
pueblo (30:33, 38); profanar el sábado (31:14); comer ciertas cosas (Levítico 7:20, 21, 25, 27) y
cometer ciertos actos considerados abominables (18:29) provocarían ser excluidos de la
congregación de los hijos de Israel; incluso Dios advierte que una persona de Israel puede ser
separada de su presencia (22: 3). Números 15:30 resume bien este principio: “ Mas la persona
que hiciere algo con soberbia, así el natural como el extranjero, ultraja a Jehová; esa persona
será cortada de en medio de su pueblo.”

Ser “cortado” no solo significaba la exclusión de un individuo de la congregación de Israel (y


la salvación), sino que a veces también la destrucción inmediata. En Levítico 23:29-30, Dios
declara que, si los del pueblo de Israel le son infieles, no solo serán cortados, sino que
perecerán por completo. Dios pondrá Su rostro contra ellos y serán derribados por sus
enemigos (26:17); perecerán entre las naciones (Levítico 26:38; Deuteronomio 8: 19-20). La
nación fue llamada a ser el pueblo elegido de Dios, pero con eso se les ordenó también
observar todas los estatutos y los mandamientos de Dios, de lo contrario serían maldecidos
(11: 26-31) y luego serían destruidos, consumidos y perecerían (28: 20-24). Claramente, ser
descendiente de Abraham no conllevaba ninguna garantía de que una persona permanecería
entre el pueblo del pacto de Dios sin tener en cuenta su fe y su fidelidad al pacto de
Dios.[6] Sin embargo, si el individuo infiel confiesa sus pecados y se humilla a sí mismo ante
Dios, su fidelidad y compasión le permitirán regresar a Israel y los beneficios subsiguientes se
volverán a aplicar (Levítico 26: 40-45).

El punto aquí es claro: mientras que Dios elige incondicionalmente a la nación corporativa de
Israel como su pueblo, la participación en esa nación estaba supeditada a la obediencia.
Ningún individuo fue posicionado incondicionalmente en Israel. Además, debe notarse que
cualquier persona fuera del Israel étnico podría unirse a la comunidad y convertirse en israelita
a través de la circuncisión y la obediencia (Génesis 17:12-13; Éxodo 12:48). Desde el principio,
cualquier gentil podría convertirse en un judío de pleno derecho, profesando fe en el Dios de
Abraham y siendo circuncidado. No existía ninguna barrera racial para evitar que los gentiles
se convirtieran en participantes plenos en las promesas del pacto.[7] De hecho,
aparentemente existía la posibilidad de salvación fuera del Israel étnico si uno estaba
buscando fielmente a Dios (por ejemplo, Melquisedec, Job, Rahab, etc.).

Volviendo al caso del sumo sacerdote y al Día de la Expiación mencionados anteriormente, el


sumo sacerdote hacía expiación por todo Israel, pero los efectos de la misma sólo se aplicaban
a los obedientes, a los fieles. Este sistema del Antiguo Testamento era solo una sombra de las
cosas por venir; un simple vistazo de lo que se encuentra en Jesucristo, que es nuestro Sumo
Sacerdote (Hebreos 3: 1). Él es un “sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”
(5:6; 5:10; 6:20; 7:17; 8:1). Los viejos sacerdotes tenían que ofrecer sacrificios por sus propios
pecados antes de interceder por la nación, y debido a su mortalidad, tenían que ser
reemplazados constantemente. Jesús tiene su sacerdocio eterno e inmutable (7:24) y, por lo
tanto, vive para siempre para interceder por nosotros (7:25). Su muerte fue de una vez por
todas por su propia sangre (7:27), un sacrificio realizado una vez y para siempre (10:12). Cristo
fue tanto el sacerdote como el sacrificio por nuestros pecados, cuando entró en el cielo
delante del Padre. Como los sumos sacerdotes del viejo pacto, que hacían expiación por todo
Israel, también Cristo purificó los pecados y probó la muerte para todos (1: 3; 2: 9). Su
propiciación fue para todo el mundo (2:17; 9:28; 1 Juan 2: 2; Juan 1:29; 1 Timoteo 2: 6). Aquí
se ve cómo Jesús cumple con la sustancia misma de la expiación del Antiguo Pacto, que nunca
podía quitar los pecados. Jesús inicia un nuevo sistema de sacrificios en el Nuevo Pacto
mientras asume el papel de sumo sacerdote, para siempre. Nótese el fascinante paralelo:

 El sumo sacerdote del Antiguo Testamento ofreció expiación por todo Israel. Sin
embargo, para que los beneficios de la expiación sean eficaces, cada individuo debe estar
“en Israel” a través de la obediencia (fe), y permanecer “en Israel” a través de la obediencia
(fe). Era una provisión de expiación para la nación, eficaz para los obedientes (fieles).
 El sumo sacerdote del Nuevo Testamento (Jesús) ofrece expiación para todas las
personas, por el mundo entero. Sin embargo, para que los beneficios de la expiación sean
eficaces, cada individuo debe permanecer “en Cristo” a través de la obediencia (fe), y
permanecer “en Cristo” a través de la obediencia (fe). Es una provisión de expiación para
el mundo, pero eficaz solo para los obedientes (fieles).

CONCLUSIÓN.
Habiendo examinado estos tres ejemplos del Antiguo Testamento, todos los cuales se aplican
de diversas maneras a Cristo, la naturaleza provisional ilimitada de la expiación queda clara,
junto con su aplicación condicional: La expiación es eficaz para todos los hombres
potencialmente, para ningún hombre incondicionalmente, y para el Israel de Dios de manera
eficiente.[8] Cristo es el Cordero que fue inmolado por todos, la provisión fue hecha para
todos y el Sumo Sacerdote que hizo la propiciación la efectuó por todos.

REFERENCIAS:
[1] Laurence Vance, The Other Side of Calvinism, 427.
[2] A.W. Pink, Gleanings in Exodus, 84.
[3] Pink, Gleanings in Exodus, 88.
[4] David Allen, The Extent of the Atonement, 692-693.
[5] Dave Hunt, What Love is This?, 298.
[6] Palmer Robertson, The Israel of God, 36.
[7] Robertson, The Israel of God, 35
[8] Robert Shank, Elect in the Son, 86.
53. Pentecostales y Adventistas: ¿Puede
haber comunión?

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día es una secta surgida dentro del protestantismo
estadounidense cuya característica distintiva es la observancia del sábado como día de
reposo, así como una fuerte convicción de que la segunda venida de Jesucristo es
inminente.[1]Esta secta surgió como una extensión del movimiento millerita en Estados
Unidos a mediados del siglo XIX, y fue establecida formalmente en 1863. Está presente en 213
países y cuenta con más de 18 millones de miembros.[2]

Aunque el adventismo tiene algunas creencias en común con los cristianos (la trinidad, el
matrimonio, el bautismo, la cena del Señor, vida, muerte y resurrección de Cristo, la creación,
etc.), no está en comunión y unidad de fe con el cristianismo bíblico e histórico. Los
adventistas tienen varios énfasis o creencias fundamentales, que permean las predicaciones
en sus púlpitos. La mayoría son creencias exclusivas:

 La observancia del sábado, que para ellos representa la señal o el sello de Dios para su
pueblo.
 La necesidad de obedecer la Ley Mosaica para alcanzar la salvación, con énfasis en los
Diez Mandamientos (Éxodo 20).
 El don de profecía, con énfasis especial en los sueños y visiones de la “profetisa” Elena G.
de White, su fundadora.
 Su afirmación de ser la única Iglesia verdadera (donde exponen un sectarismo de ser los
únicos que tienen la verdad, se creen los únicos salvos, representan el remanente fiel).
 Un sistema de salvación alejado de la fe bíblica (una ecuación de fe más obras).
 La aberrante doctrina del juicio investigador a través del ministerio de Cristo en el
santuario celestial (planteando que Cristo está ahora en el lugar Santísimo, llevando a
cabo el juicio).
 Aspectos extremos de mayordomía cristiana (un marcado énfasis en diezmos y las
ofrendas).
 Énfasis desmedido en temas escatológicos como: la segunda venida de Cristo, el mensaje
del tercer ángel, la bestia (el papa), la gran ramera (el catolicismo y el protestantismo
apóstata), etc.
 Al igual que los Testigos de Jehová, los adventistas sostienen la creencia de que no existe
el infierno (aniquilacionismo) y la mortalidad del alma.
La Iglesia Adventista se caracteriza también por su énfasis en el desarrollo de un estilo de vida
saludable, promoviendo activamente el ejercicio físico, el vegetarianismo y la abstinencia del
alcohol, el tabaco y otras sustancias recreativas. Además, promueven la educación cristiana,
la protección de la libertad religiosa, y los principios éticos conservadores.[3]

ORIGEN DEL MOVIMIENTO ADVENTISTA.


El movimiento adventista debe su existencia a las supuestas revelaciones de Elena Gould
Harmon, su “profetisa” y fundadora. La señora White nació el 26 de Noviembre 1827 en una
pequeña granja cerca del pueblo de Gorham, en Maine. Solo unos pocos años después de su
nacimiento, sus padres Robert y Eunice Harmon abandonaron la agricultura para mudarse a
la ciudad cercana de Portland, donde su padre se convirtió en un fabricante de sombreros.
Expertos en historia del movimiento adventista relatan que:

“Cuando tenía nueve años, ella fue permanentemente desfigurada cuando un compañero de
estudios maliciosamente la golpeó en la cabeza con una roca. La roca la puso en un coma
que duró varias semanas y le obligó a perder mucho tiempo de escuela. Cuando Elena tenía
12 años, ella y su familia asistieron a una reunión del campamento metodista de Buxton en
Maine, y allí tuvo una experiencia religiosa en la que profesó fe en Jesucristo. En 1840 y 1842,
ella y su familia asistieron a reuniones adventistas y se convierten en devotos de William Miller.
Miller se había dedicado al estudio de la profecía bíblica y estaba convencida de que Cristo
regresaría el 22 de octubre 1844. Cuando Cristo no regresó, un evento fallido que se conocería
como La Gran Decepción, la mayoría de la gente abandonó el adventismo. Pero en medio de
la confusión resultante, Elena afirmaba tener visiones recibidas que pronto fueron aceptadas
como revelación dada por Dios.

El pequeño movimiento adventista que quedaba estaba dividido por muchas diferencias y
muchas luchas internas, pero Ellen creía que tenía un don que podría reunir y guiar al
movimiento. Sus sueños y visiones continuaron, y ella rápidamente se convirtió en una líder
entre ellos. En 1846, Elena se casó con un joven predicador adventista llamado James White,
y juntos viajaron extensamente difundiendo la fe adventista a Nueva Inglaterra y más allá. 12
meses más tarde dio a luz a un hijo, uno de los cuatro hijos que daría a luz, pero enseguida
dejó al niño con su familia para continuar viajando, predicando y escribiendo. En 1855, la
familia White se mudó a Battle Creek, en Michigan, lugar que se convirtió en el centro del
Adventismo. Cinco años más tarde, los representantes de cada congregación adventista se
reunieron allí y determinaron que desde ese momento serían conocidos como Adventistas
del Séptimo Día. Poco después se organizó formalmente como una denominación. A lo largo
de este tiempo Elena continuó recibiendo sueños proféticos y visiones —cerca de 2,000
durante su vida— y a través de ellos guio y formó la iglesia. Durante su vida, los Testimonios
para la Iglesia fueron expandidos desde unas meras 16 páginas a nueve volúmenes
completos. En 1863 recibió una visión sobre la salud humana y sus seguidores pronto
adoptaron sus normas de salud como parte de su práctica, entre ellas el rechazo de la carne,
el rechazo al café y el uso de recursos naturales en lugar de la medicación. El movimiento
adventista continuó expandiéndose y los White estaban en gran demanda en todo Estados
Unidos. Viajaron constantemente, dirigiéndose a grandes congregaciones y reuniones de
gente. Después de que James murió en 1881, Elena viajó aún más, pasando dos años en
Inglaterra y casi nueve años en Australia. Pasó la mayor parte de los últimos 15 años de su
vida en Elmshaven, California, y fue consumida en gran parte por la escritura y la organización
de la denominación en crecimiento. Ella murió el 16 de julio de 1915, a la edad de 87. Durante
su vida ella había predicado innumerables veces y había escrito unos 5,000 artículos y 40
libros. En el momento de su muerte, los Adventistas del Séptimo Día en todo el mundo tenían
una membresía de casi 140,000 personas… El Adventismo casi llegó a su fin en los días
siguientes a la Gran Decepción. Pero Elena G. de White le dio nueva vida a este movimiento y
una nueva voz. A través de la constante predicación, la enseñanza y la evangelización, ella y
sus seguidores habían hecho crecer el movimiento a casi 140.000 antes de su muerte en 1915.
Hoy se estima que hay 18 millones de Adventistas del Séptimo Día en el mundo.” [4]

¿PODEMOS TENER COMUNIÓN CON ELLOS?


Las creencias adventistas desvían tanto del cristianismo histórico que algunos cristianos los
consideran una secta. Y esto a pesar de que no todo ha continuado igual dentro del
adventismo desde los días de Elena de White. Como toda secta, los Adventistas del Séptimo
Día han seguido evolucionando y modificando sus creencias. Ciertamente, ellos siguen
considerando a Elena de White como alguien que tuvo un don profético especial dado por
Dios. Ellos también continúan manteniendo el día de reposo y su énfasis en la alimentación
saludable. Aún siguen negando tanto la inmortalidad del alma y la realidad del infierno como
un tormento eterno y consciente. Pero las diferencias no terminan allí. Los sucesores de Elena
G. de White también han desarrollado la distintiva y preocupante doctrina del Juicio
Investigador.

Pero ¿En qué consiste dicha doctrina? La creencia adventista del juicio Investigador se
encuentra inmersa dentro de la Creencia N° 24, El ministerio de Cristo en el Santuario
celestial, que según afirma el Manual de Iglesia, desde 1844 Jesús se encuentra en el Lugar
santísimo del Santuario celestial, llevando a cabo la “obra de un juicio investigador, que forma
parte de la eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo
santuario hebreo en el Día de la Expiación”.[5] El teólogo adventista Clifford Goldstein la
define de la siguiente manera:

“El juicio investigador es un juicio que se lleva a cabo en el cielo antes de la segunda venida
de Cristo (Daniel 7; Apocalipsis 14:6), durante el cual todos los verdaderos seguidores de Dios
serán juzgados favorablemente delante del universo observador (“Hasta que vino el Anciano
de días, y pronunció juicio en favor de los santos del Altísimo”; “Millones de millones asistían
ante él”; “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” [véase Daniel 7:22,10
(NRV); Romanos 8:1]). Durante este juicio la vida de todos los que han profesado servir al Dios
viviente —y por lo tanto sus nombres están escritos en el Libro de la Vida— pasa en revista
delante de Dios (“Y otra vez: el Señor juzgará a su pueblo” [Hebreos 10:30]), quien finalmente
determina si se han vestido o no con el ropaje de su justicia (Mateo 22:1-14). Si están
revestidos con [el ropaje de] su justicia y son verdaderos seguidores de Cristo, entonces sus
nombres son retenidos en los libros del cielo (Daniel 12:1; Apocalipsis 21:27), son borrados
sus pecados (“Para que sean borrados vuestros pecados” [Hechos 3:19]), y se les dará entrada
en la Nueva Jerusalén. Sin embargo, si su profesión no ha sido sino eso, una mera profesión,
desprovista del manto de la justicia de Cristo, entonces sus nombres serán borrados del Libro
durante este juicio (Apocalipsis 3:5), y se les negará la entrada en la Nueva Jerusalén” .[6]

Aunque el énfasis de esta creencia ha evolucionado a través del tiempo, la base es la misma.
El año 1844 es considerado por los adventistas como el año en que Jesús comenzó la segunda
fase y final de su ministerio en el Lugar Santísimo en el Santuario celestial, lo que en el Antiguo
Testamento era simbolizado por el Día de la Expiación descrito en Levítico 16.5 En los años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se veía el tema del juicio investigador como algo
muy severo y, en consecuencia, muchos adventistas no tenían certeza de la salvación. Hoy en
día la enseñanza tiene un sentido que apunta más a la gracia que en los años 1960s y 1970s,
y se suele entender que el juicio es “a favor” del pueblo de Dios. Sin embargo, tal enseñanza
continúa siendo una aberración en materia teológica y una herejía obvia. Para empeorar las
cosas, los adventistas se aferran a ella de forma obstinada, considerándola una verdad
incuestionable de su fe. Jan Paulsen, expresidente de los adventistas, afirmó al respecto:
“El mensaje histórico del santuario basado en las Escrituras y apoyados por los escritos de
Elena White, siguen siendo el fundamento hermenéutico sobre el cual nosotros como iglesia
colocamos todo tema de fe y conducta”.[7]

Esto cierra la puerta a cualquier entendimiento entre los adventistas del séptimo día y los
cristianos protestantes, incluidos los pentecostales.

CONCLUSIÓN.
Hay demasiados problemas dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como para
recomendarla como una iglesia sana. Aunque hay grupos adventistas que están cerca de la
ortodoxia cristiana, hay muchos de ellos que no lo están. Esto se debe a que los adventistas
extraviaron la mirada del evangelio de Cristo, para guiarse y fundamentarse en las visiones y
sueños de la pseudo-profetisa Elena G. de White.

En posteriores artículos analizaremos otros elementos de la fe adventista que son


irreconciliables con nuestra fe pentecostal.

REFERENCIAS:
[1] Martin, Walter (1960). The truth about Seventh-Day Adventism. Grand Rapids, Michigan:
Zondervan Publishing House.
[2] Martin, Walter (2003). Zacharias, Ravi, ed. The Kingdom of the Cults. Bloomington,
Minnesota: Bethany House Publishers.
[3] Seaman, John G. (1998). Who are the Seventh-day Adventists? Hagerstown, Maryland:
Review and Herald Publishing Association.
[4] Tim Challies, The False Teachers: Ellen G. White. https://www.challies.com/articles/the-
false-teachers-ellen-g-white/
[5] Capítulo 3: Creencias fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día. Manual de la
Iglesia (4a. edición). Florida (Buenos Aires): Asociación Casa Editora Sudamericana. 2001. pp.
16-17. ISBN 950-573-834-X. «”24. El ministerio de Cristo en el santuario celestial: “Hay un
santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre. En el
ministro Cristo en favor de nosotros, para poner a disposición de los creyentes los beneficios
de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Cristo llegó a ser nuestro
gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844,
al concluir el periodo profético de los 2.300 días, inició la segunda y última fase de su
ministerio expiatorio. Esta obra es un juicio investigador, que forma parte de la eliminación
definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el Día
de la Expiación… Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara
que los que permanecen leales a Dios recibirán el reino. La conclusión de este ministerio de
Cristo señalará el fin del tiempo de prueba otorgado a los seres humanos antes de su segunda
venida. (Heb. 8:1-5; 4:14-16; 9:11-28; 10:19-22; 1:3; 2:16, 17; Dan. 7:9-27; 8:13, 14; 9:24-27;
Núm. 14:34; Eze. 4:6; Lev. 16; Apoc. 14:6, 7; 20:12; 14:12; 22:12.)”.
[6] Goldstein, Clifford (1994). Desequilibrio fatal (1a edición). Miami: Asociación Publicadora
Interamericana. Pp. 37.
[7] Jan Paulsen, Discurso Panorama Teológico, 29 de Abril al 8 de Mayo 2002.
54. Dialogando con los Adventistas: La
observancia del sábado.

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Los adventistas son una secta de impronta cristiana protestante nacida en Estados Unidos a
mediados del siglo XIX. Se caracterizan sobre todo por la observancia del sábado como día
del Señor. Elena G. White en su libro “Joyas de los Testimonios”, enseña que todos los
adventistas deben guardar el sábado como mandamiento:

“El sábado no debe destinarse a reparar ropas, a cocinar alimentos, a los placeres, o a otra
ocupación mundanal. Antes de que se ponga el sol, debe ponerse a un lado todo trabajo
secular y guardarse fuera de la vista todos los periódicos de ese carácter. Padres, explicad a
vuestros hijos lo que hacéis y os proponéis y dejadlos participar en vuestra preparación para
guardar el sábado según el mandamiento”.[1]

También se basan en el Antiguo Testamento, donde el cuarto de los Diez Mandamientos es


respetar el sábado para dedicarlo al descanso y a Dios. La secta adventista afirma:

“La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce al sábado como señal distintiva de lealtad a
Dios (Éxo. 20:8-11; 31:13-17; Eze. 20:12, 20), cuya observancia es pertinente a todos los seres
humanos en todas las épocas y lugares (Isa. 56:1-7; Mar. 2:27). Cuando Dios “descansó” en el
séptimo día de la semana de la creación, también “santificó” y “bendijo” este día (Gén. 2:2, 3),
separándolo para un uso sagrado y transformándolo en un canal de bendiciones para la
humanidad. Aceptando la invitación para dejar a un lado sus “propios intereses” durante el
sábado (Isa. 58:13), los hijos de Dios observan este día como una importante expresión de la
justificación por fe en Cristo (Heb. 4:4-11)…. La observancia del sábado es enunciada en Isaías
58:13 de la siguiente manera: “Si retraes del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día
santo, y lo llamas ‘delicia’, ‘santo’, ‘glorioso de Jehová’, y lo veneras, no andando en tus propios
caminos ni buscando tu voluntad ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en
Jehová” (Isa. 58:13, 14).”[2]

Los adventistas nunca han renunciado a su compromiso con la fidelidad a la observancia del
sábado, pues lo consideran esencial para la verdadera santificación: “a fin de santificar el
sábado, los hombres mismos deben ser santos” [3] Debido a que los adventistas consideran
que el sábado “es un broche de oro que une a Dios y a su pueblo”,[4] la secta y sus líderes
enseñan que el sábado proporciona un contacto más próximo con Dios.

¿QUÉ IMPLICA PARA LOS ADVENTISTAS LA OBSERVANCIA DEL SÁBADO?


Para observar fielmente el sábado, los adventistas consideran que las actividades seculares
deben ser interrumpidas (Levítico 23:32; Deuteronomio 16:6; Nehemías 13:19) antes de la
puesta de sol del viernes (Nehemías 13:13-22); la casa debe estar limpia y arreglada; las
ropas, lavadas y planchadas; los alimentos, debidamente preparados (Éxodo 16:22-30); y los
miembros de la familia, listos.

Los adventistas consideran que el sábado es un día de comunión especial con Dios, por lo
que debe ser iniciado y terminado con cultos de puesta de sol breves y atractivos, con la
participación de los miembros de la familia. En estas ocasiones, se suele cantar algunos
himnos; leer un pasaje bíblico, seguido por comentarios pertinentes; y expresiones de gratitud
a Dios en oración.[5]

Para los adventistas, los programas y las actividades regulares de la iglesia durante los
sábados deben tener precedencia sobre otros compromisos personales y sociales, aunque
estos sean pertinentes al sábado. Ellos consideran que las invitaciones para dejar a un lado
nuestros “propios caminos” en el sábado (Isaías 58:13) implica que los casamientos y las
fiestas, incluyendo sus debidos preparativos, deben ser realizados fuera de este período
sagrado. Los casamientos y algunas fiestas más suntuosas no deberían ser planificados para
los sábados por la noche, pues sus preparativos involucran expectativas y actividades que no
están de acuerdo con el espíritu de comunión con Dios. Exagerando aún más en su
observancia sabática, los adventistas creen que los medios de comunicación secular, en todas
sus formas, deberían ser dejados a un lado durante las horas del sábado, para que este,
rompiendo la rutina de la vida, pueda ser un día de “delicia” y “santo” (Isaías 58:13). Además,
para los adventistas, muchas actividades deportivas y de recreación, aceptables durante la
semana, no están de acuerdo con la observancia del sábado, pues desvían la mente de los
asuntos espirituales.

Pero el descanso no es necesariamente lo que buscan los adventistas el sábado. Puesto que
la Biblia define al sábado como un día de “reposo consagrado” (Éxodo 31:15), los adventistas
no consideran que el sábado sea un día para recuperar el sueño atrasado de la semana. Los
líderes adventistas han enseñado que ricas bendiciones vendrán sobre sus miembros por
levantarse temprano el sábado, dedicando este día al servicio del Señor.[6] Por la misma
razón, la realización de viajes por asuntos de trabajo o de intereses particulares es inapropiada
para el sábado, salvo ocasiones excepcionales en que se hace necesario viajar el sábado para
atender algún compromiso religioso o situaciones de emergencia. Siempre que sea posible,
los debidos preparativos, incluyendo la compra de pasajes y el abastecimiento de
combustible, deben ser efectuados con la debida anticipación.[7]

Los adventistas consideran que el alimento debe ser provisto con la debida
anticipación (Éxodo 16:4, 5, 22-30), lo que para ellos significa que su compra debe ocurrir
fuera de las horas del sábado, y que la concurrencia a restaurantes comerciales debe ser
evitada en este día. Su obsesión incluye también el área médica, pues consideran que la
compra de medicamentos durante el sábado es aceptable sólo en situaciones de
emergencia (Lucas 14:5), e inapropiada cuando la persona ya los necesitaba, y terminó
postergando su compra para este día.
¿Lo anterior te parece exagerado? Todavía hay más. Los adventistas desacreditan la
realización de actividades seculares en el sábado, que generen lucro o beneficio material.
Involucrados en tales actividades están los programas de planificación y preparación para la
vida profesional, incluyendo la asistencia a clases y la participación en prácticas, simposios,
seminarios y ponencias de índole profesional, concursos públicos y pruebas selectivas. Sus
líderes siempre han enseñado también que los adventistas del séptimo día deberán escoger
y ejercer profesiones que estén de acuerdo con la debida observancia del sábado. Los líderes
adventistas enseñan que, si alguien, “por amor al lucro, [permite] que su socio incrédulo haga
funcionar la empresa comercial en la que él participa, es igualmente culpable con el incrédulo;
y es su deber disolver esta sociedad sin tomar en cuenta lo que pueda perder” [8]

Los adventistas enseñan que la orientación de no hacer obra alguna durante el sábado implica
que los observadores del sábado deben abstenerse de trabajar en ese día, aun en instituciones
seculares de servicios básicos (policías, médicos, bomberos, etc.).

¿Qué hacen entonces los adventistas el sábado? Resulta loable la consagración de los
adventistas a labores de evangelización y actividades misioneras en este día. Ellos afirman
seguir el ejemplo del apóstol Pablo, quien usaba el sábado para persuadir “a judíos y a
griegos” acerca del evangelio (Hechos 18:4, 11; 17:2), demostrando la importancia de
reservarse un tiempo especial, en este día, para actividades misioneras. Los adventistas del
séptimo día son persuadidos continuamente a seguir el ejemplo de Dios al descansar en el
séptimo día de la semana de la creación (Génesis 2:2, 3; Éxodo 20:8-11; 31:13-17; Hebreos
4:4-11), de manera que el sábado sea una señal exterior de la gracia de Dios y un canal de
sus incontables bendiciones.

Aunque tienen muchas cosas dignas de admiración, no podemos estar de acuerdo con el
legalismo enseñado por los adventistas del séptimo día. Los cristianos no estamos obligados
a observar el sábado o un día de descanso semanal. Nosotros vivimos bajo “la ley del Cristo”,
una ley que no obliga a guardar el sábado (Gálatas 6:2; Colosenses 2:16, 17). ¿Cómo lo
sabemos? Primero veamos cuál es el origen de esta costumbre religiosa.

ORIGEN DE LA OBSERVANCIA DEL SÁBADO.


¿Cómo surgió la práctica de observar el sábado como día de reposo? La Biblia nos da la
respuesta. La palabra sábado proviene de un término hebreo que significa “descansar, cesar”.
Esta palabra aparece por primera vez en la Biblia en los mandamientos que se dieron a la
antigua nación de Israel (Éxodo 16:23). Por ejemplo, el cuarto de los Diez Mandamientos decía:
“…Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. Tienes seis días en la semana
para hacer tu trabajo habitual, pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al
Señor tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a
tus hijos e hijas, a tus siervos y siervas, a tus animales y también incluye a los extranjeros que
vivan entre ustedes…” (Éxodo 20:8-10, NTV).

El día semanal de descanso empezaba al ponerse el Sol el viernes y terminaba al ponerse el


Sol el sábado. Ese día nadie podía salir de su ciudad, encender un fuego, recoger leña o llevar
alguna carga (Éxodo 16:29; 35:3; Números 15:32-36; Jeremías 17:21). Si alguien no
guardaba el sábado, se le castigaba con la muerte (Éxodo 31:15). También se consideraban
sábados otros días del calendario judío, el año séptimo y el año quincuagésimo, es decir, el
cincuenta. En estos años sabáticos, no se podía cultivar la tierra y los israelitas quedaban libres
de deudas (Levítico 16:29-31; 23:6, 7, 32; 25:4, 11-14; Deuteronomio 15:1-3).

ARGUMENTOS ADVENTISTAS EN DEFENSA DEL SÁBADO COMO DÍA DE REPOSO.

ARGUMENTO # 1:
El Sábado fue dado en el Edén y su observancia es de carácter universal.

Frecuentemente se dice que “Dios instituyó el sábado como día de reposo en el Edén,” esto
por la conexión entre el séptimo día y la creación en Éxodo 20:11. Con tal afirmación, los
adventistas pretenden comprobar que el sábado precede a la ley y, por consiguiente, es un
mandato universal. Pero eso no es del todo cierto. Aunque Dios descansó en el séptimo
día (Génesis 2:3), bosquejando una futura ley del Sabbath, no hay ningún registro bíblico de
la observancia del sábado como día de reposo antes de que los hijos de Israel dejaran la tierra
de Egipto. Es más, cuando la Biblia declara: “Dios bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque
en ese día descansó de toda su obra creadora” (Génesis 2:3, Nueva Versión Internacional),
debemos tener en claro lo siguiente: Este versículo no contiene una ley para los hombres, más
bien explica lo que Dios hizo en el séptimo día creativo. La Biblia no dice en ningún lugar que
los siervos de Dios observaran el sábado antes del tiempo de Moisés. Lo repito: ¡En ninguna
parte de la Escritura existe ni una pequeña referencia de que la observación del sábado fuese
practicada desde Adán hasta Moisés! La Palabra de Dios es muy clara en que la observancia
del sábado fue una señal especial entre Dios e Israel:

“…Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de
Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os
tomé sobre alas de águilas y os he traído a Mí. Ahora pues, si diereis oído a Mi voz, y
guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía
es toda la tierra…” (Éxodo 19:3-5).
A la nación judía Dios le ordenó:
“…Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por
pacto perpetuo. Señal es para siempre entre Mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo
Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó…” (Éxodo 31:16-17).
En Deuteronomio 5, Moisés reafirma los diez mandamientos a la siguiente generación de
israelitas. Aquí, después del mandamiento de la observancia del día de reposo en los versos
12-14, Moisés da la razón del por qué el sábado fue dado a la nación de Israel:

“…Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con
mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día
de reposo…” (Deuteronomio 5:15).

Nótense las palabras “por lo cual”, que nos indican que no fue la intención de Dios el dar a
Israel el sábado para que recordaran la creación, sino para que recordaran su esclavitud en
Egipto y la liberación del Señor. Las demás naciones nada tenía que ver con esto. Fue un
mandato específico a Israel dado en un contexto determinado. Nunca se pretendió que fuera
de carácter universal. Solo tenían que guardar el sábado las personas que estaban obligadas
a cumplir con todo lo que incluía la ley que Dios le dio a Moisés; es decir, la nación de
Israel (Deuteronomio 5:2, 3; Ezequiel 20:10-12). Dios nunca pidió a los demás que lo
hicieran. Además, gracias al sacrificio de Jesús, ya nadie (ni siquiera el pueblo judío) está
obligado a cumplir la Ley de Moisés, que incluye el mandato de santificar el día de
reposo (Romanos 7:6, 7; 10:4; Gálatas 3:24, 25; Efesios 2:15). En vez de estar bajo la Ley
de Moisés, los cristianos están sujetos a una ley superior, la del amor (Romanos 13:9, 10;
Hebreos 8:13). Nótense también los requerimientos para la observancia del sábado como
día de reposo: La persona que se encontraba bajo la ley del sábado no podía encender fuego
(Éxodo 35:3), trabajar, ni tampoco provocar que alguien más trabajara (Deuteronomio 5:14).
La persona que quebrantara la ley del sábado era condenada a muerte (Éxodo 31:15;
Números 15:32-35). ¿Hacen esto los adventistas hoy en día? Si pretender guardar la ley del
día de reposo, deberían también aplicar sus penalidades; porque de no hacerlo están
quebrantando la ley que pretenden guardar, ya que:

“…Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable
de todos…” (Santiago 2:10, LBLA).

Una revisión de los pasajes del Nuevo Testamento nos muestra cuatro puntos importantes en
relación con el sábado y su aplicación en nuestra dispensación:

(1). Cuando Cristo se apareció en Su forma resucitada, (y el día es mencionado), siempre se


dice que es el primer día de la semana (Mateo 28:1, 9, 10; Marcos 16:9; Lucas 24; 1, 13, 15;
Juan 20:19,26).

(2). La única vez que es mencionado el sábado desde el libro de Hechos hasta Apocalipsis, es
por propósitos evangelísticos hacia los judíos y usualmente el lugar es una sinagoga (Hechos
13 –18). Pablo escribió: “…Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los
que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar
a los que están sujetos a la ley…” (1 Corintios 9:20) Pablo no iba a la sinagoga a tener
compañerismo y edificar a los santos, sino para convencer y salvar a los perdidos.

(3). A partir de que Pablo declaró “…desde ahora me iré a los gentiles.”(Hechos 18:6), jamás
volvió a mencionarse el sábado.

(4). En vez de sugerir adherirse a la observancia del sábado, el recordatorio del Nuevo
Testamento implica lo opuesto (Colosenses 2:16).
Vemos que no hay obligación para el creyente del Nuevo Testamento de guardar el sábado.
Hay una ocasión en que el Sabbath es mencionado después de que Pablo comenzó a
enfocarse en los gentiles:

“…Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva
o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de
Cristo…” (Colosenses 2:16-17)

El Sabbath judío fue abolido en la cruz donde Cristo murió… “anulando el acta de los decretos
que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la
cruz.” (Colosenses 2:14). Esta idea es repetida más de una vez en el Nuevo Testamento:

“…Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté
plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor;
y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace…” (Romanos 14:5-6)

“…Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios ¿Cómo es que os
volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?
Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años…” (Gálatas 4:9-10).

ARGUMENTO # 2:
Antes de recibir la ley de Moisés, los israelitas ya guardaban el sábado.

Moisés dijo a los israelitas: “Jehová nuestro Dios celebró un pacto con nosotros en Horeb”, la
región montañosa donde se encuentra el monte Sinaí. Este pacto incluía la ley del
sábado (Deuteronomio 5:2, 12). Varias situaciones que se presentaron con relación al
sábado demostraron que para los israelitas esa ley era totalmente nueva. Por ejemplo, si los
israelitas hubieran observado la ley del sábado mientras estuvieron en Egipto, ¿por qué les
habría dicho Dios que guardar el sábado les serviría para recordar que fueron liberados de
Egipto? (Deuteronomio 5:15.) ¿Por qué se les tuvo que decir que no podían recoger maná
en el séptimo día? (Éxodo 16:25-30.) Y, en el primer caso que se menciona en la Biblia de
alguien que no cumplió la ley del sábado, ¿por qué no sabía el pueblo qué hacer con esa
persona? (Números 15:32-36).

ARGUMENTO # 3:

La ley del sábado es un pacto perpetuo. Por eso, todavía hay que guardar un día de descanso
semanal.

Algunas traducciones de la Biblia dicen que el sábado es “un pacto perpetuo” (Éxodo 31:16,
Nueva Versión Internacional). Sin embargo, la palabra hebrea que se traduce por perpetuo
también puede significar que “durará hasta tiempo indefinido”, no necesariamente para
siempre. Este es el significado que tiene esta palabra cuando se habla, por ejemplo, del
sacerdocio israelita, al que Dios puso fin hace unos dos mil años (Éxodo 40:15; Hebreos 7:11,
12).

ARGUMENTO # 4:

Puesto que Jesús guardó el sábado, los cristianos también tienen que hacerlo.

Jesús observó la ley del sábado porque, al ser judío de nacimiento, estaba obligado a
obedecer la Ley de Moisés (Gálatas 4:4). Cuando Jesús murió, dicha Ley, que incluía el
mandato de observar el sábado, fue cancelada (Colosenses 2:13, 14).

ARGUMENTO # 5:

El apóstol Pablo continuó guardando el sábado una vez se hizo cristiano.

Pablo entró en sinagogas en sábado, pero no para observar el Sabbat con los judíos (Hechos
13:14; 17:1-3; 18:4). Lo hizo para predicar allí las buenas nuevas, pues según la costumbre
de aquel tiempo, los judíos podían pedir a los visitantes que dirigieran unas palabras a los
que estuvieran presentes (Hechos 13:15, 32). El apóstol Pablo predicaba “todos los días”, no
solo los sábados (Hechos 17:17).

ARGUMENTO # 6:

El Sábado es el Sello de Dios, el Domingo es el Sello del Anticristo.

Los adventistas y otros grupos judaizantes argumentan que el domingo es el sello del
anticristo, mientras que el sello de Dios es el sábado. Ellos afirman que la observancia del
domingo fue un mandato hecho por Constantino en el año 321 d. C. y que él quien “cambió”
el día de reposo del sábado al domingo. Ante tal acusación debemos preguntarnos: ¿En qué
día se reunía la iglesia primitiva para adorar? La Escritura nunca menciona una reunión de
creyentes en sábado para adorar y tener compañerismo. Sin embargo, hay pasajes muy claros
que mencionan el primer día de la semana. Por ejemplo, Hechos 20:7 dice que “…El primer
día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan…” Históricamente el domingo, no
el sábado, era normalmente el día de reunión para los cristianos en la iglesia, y su práctica
data del primer siglo. Según la Biblia fue un domingo por la mañana, “el primer día de la
semana” (Marcos 16:9),cuando Cristo resucitó. Más tarde, ese mismo día, encontramos que
los apóstoles y discípulos estaban reunidos “el mismo día” que había resucitado:

“…Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas
cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús,
y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las
manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor…” (Juan 20:19-20).

En esta reunión estaban los once apóstoles y también otros discípulos, incluyendo los dos
caminantes que volvieron a Jerusalén después de que Jesús resucitado se les apareciera en el
camino a Emaús, también en domingo (Lucas 24:33-36). Ocho días más tarde, es decir, el
domingo siguiente a la primera reunión:

“…Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús,
estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros…” (Juan 20:26).
Al parecer el patrón de reunión de los primeros cristianos siguió siendo el primer día de la
semana. Unos treinta días después vimos que estando en Betania Jesús fue alzado al cielo
ante los ojos de sus discípulos y se nos dice que:

“…Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre
en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén”. (Lucas 24:52-53).

El día de Pentecostés, también conocido como “la fiesta de las semanas” también ocurrió en
domingo. Algunos consideran que este fue el momento cuando en realidad nació la iglesia
del Nuevo Pacto. El día de pentecostés era exactamente cincuenta días después de sábado
siguiente a la fiesta de la pascua. Por lo tanto, siempre caía en domingo. En la Biblia leemos:
“…Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos…” (Hechos 2:1)

En esta reunión, como en todas las anteriores no estaban solamente los apóstoles, sino que
había también con ellos otros discípulos, hombres, mujeres y presumiblemente niños. Me
parece notable que haya sido un domingo el día cuando la iglesia del Nuevo Pacto fue dotada
del poder de Dios. Alrededor del año 51 d.C., ya pasados cerca de 20 años desde que se
estableció la iglesia después de la resurrección de Jesús, el cristianismo estaba extendido por
el mundo conocido por medio de la predicación de los apóstoles. Leemos lo siguiente
en Hechos 20:7:

“…El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba,
habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche…”.
Cuatro años más tarde, en el año 55 d.C., el Apóstol Pablo da las siguientes instrucciones a
los cristianos para que pongan aparte algo de sus ganancias:
“…En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené
en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte
algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces
ofrendas…” (1 Corintios 16:1-2).

Tratemos de entender lo que significan estas palabras de Pablo. Esto es importante porque
aquí el Apóstol esté ‘adoctrinando’ la iglesia. ¿Se trata de una instrucción para que cada
cristiano separe el dinero en su propia casa? Si ese es el caso, ¿Qué importancia tiene que sea
el primer día, el tercero o el quinto día de la semana? A fin de cuentas, cualquier persona, en
la privacidad de su hogar puede poner algo aparte el día de la semana que desee sin que
Pablo tenga que especificar que lo haga “el primer día de la semana”. Además, si cada primer
día de la semana en su reunión semanal, los cristianos ponían algo aparte en sus casas de
todas formas cuando el llegara había que “recoger ofrendas” y eso es lo que él no quería. Por
otra parte, si estas ofrendas eran recogidas en la reunión de la iglesia cada domingo (cada
primer día de la semana) y puestas aparte, entonces no habría necesidad de recoger ofrendas
cuando él llegara; solamente las pondrían en las manos de Pablo. Por lo tanto, pensamos que
cuando el Apóstol ordena a las iglesias en Asia Menor (en Galacia) y en Europa (en Grecia)
que esto se haga “cada primer día de la semana” nos indica que ese era el día cuando los
cristianos se reunían como iglesia para adorar, partir el pan y escuchar la enseñanza o
predicación de la Palabra. Todo lo anteriormente dicho nos muestra que, si bien es cierto
durante los primeros años del cristianismo los judíos cristianos también asistían al templo
para sus actividades religiosas, esa costumbre fue abandonada gradualmente y jamás
impuesta a la iglesia universal. Era un tiempo de transición de la ley al Evangelio. También es
cierto que los apóstoles, como es el caso de Pablo en el libro de Hechos, también visitaban el
templo judío los sábados (el séptimo día) pero era con propósitos misioneros para predicar
el evangelio a los judíos y prosélitos gentiles. Sin embargo, una vez estos se convertían al
cristianismo, se reunían en el culto cristiano los domingos (el primer día de la semana).
Paulatinamente los judíos incrédulos que controlaban las sinagogas no les permitieron seguir
predicando allí y la predicación comenzó a tener lugar en lugares públicos entre los gentiles.

ARGUMENTO # 7:

No existe evidencia histórica de la observancia del domingo en la Iglesia primitiva.

Los adventistas y otras sectas similares simplemente omiten esta información a sus lectores
presentándoles así información sesgada. Hay suficiente evidencia histórica de la sustitución
del sábado por el domingo dentro de la iglesia primitiva. Por ejemplo:
(1.- La Epístola de Bernabé (96 – 98 d.C.): La Epístola de Bernabé es un tratado cristiano de 22
capítulos, escrito en griego, con algunas características de epístola. Tradicionalmente es
atribuida a Bernabé, que aparece en el libro de Hechos de los Apóstoles como colaborador y
compañero de Pablo. Fue conservada en un códice del Antiguo y Nuevo Testamento (el
Sinaítico) lo que hace constar que fue muy apreciada en la antigüedad cristiana al igual que
escritos como la Didaché o el Pastor de Hermas, llegando a estar en el grupo de los libros que
rondaron el canon de los divinamente inspirados antes que fuera definitivamente fijado. La
datación varía entre los años 96-98 y el 130-134. En esta epístola encontramos una explicación
detallada de la visión cristiana primitiva de como para los cristianos el día del Señor era el
domingo, por ser el día de la resurrección de Cristo:

“…Por último, les dice [El Señor]: «Vuestros novilunios y vuestros sábados no los aguanto»
(Isaías 1,13). Mirad cómo dice: No me son aceptos vuestros sábados de ahora, sino el que yo
he hecho, aquel en que, haciendo descansar todas las cosas, haré el principio de un día octavo,
es decir, el principio de otro mundo. Por eso justamente nosotros celebramos también el día
octavo con regocijo, por ser día en que Jesús resucitó de entre los muertos, y después de
manifestado, subió a los cielos…”[9]

(2.- La Didaché o doctrina de los doce apóstoles (65 – 80 d.C.): Es uno de los más antiguos
escritos cristianos no-canónicos del grupo de los padres apostólicos, considerado anterior a
muchos escritos del Nuevo Testamento. Fue escrito entre el año 65 y 80 de la era cristiana.
Encontramos en él una breve mención a la celebración continua de la Cena del Señor cada
domingo:

“…Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber confesado
vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro. Todo aquel, empero, que tenga
contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se hayan reconciliado,
a fin de que no se profane vuestro sacrificio. Porque este es el sacrificio del que dijo el Señor:
En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey grande,
dice el Señor, y Mi nombre es admirable entre las naciones…” [10]

(3.- Ignacio de Antioquía (107 d.C.): Discípulo de Pedro y Pablo, segundo obispo de Antioquia
y mártir durante el reinado de Trajano aproximadamente en el año 107 d.C. Cuando fue
condenado a muerte se le ordenó trasladarse desde Siria a Roma para ser martirizado. De
camino a Roma escribió siete epístolas dirigidas a las iglesias de Éfeso, Magnesia, Tralia,
Filadelfia, Esmirna, Roma y una carta a San Policarpo. Cuando escribe a los magnesios da
testimonio de cómo los cristianos no guardaban el sábado sino el domingo:

“…Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a la novedad
de esperanza, no guardando ya el sábado, sino viviendo según el domingo, día en que
también amaneció nuestra vida por gracia del Señor y mérito de su muerte, misterio que
algunos niegan, siendo así que por él recibimos la gracia de creer y por él sufrimos, a fin de
ser hallados discípulos de Jesucristo, nuestro solo Maestro, ¿Cómo podemos nosotros vivir
fuera de Aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos que eran ya espíritu, le
esperaban como su Maestro?. Y por eso, el mismo a quien justamente esperaban, venido que
fue, los resucitó de entre los muertos…Absurda cosa es llevar a Jesucristo entre vosotros y
vivir judaicamente. Porque no fue el cristianismo el que creyó en el judaísmo, sino el judaísmo
en el cristianismo, en el que se ha congregado toda lengua que cree en Dios…” [11]

(4.- Justino Mártir (100 – 165 d.C.): Mártir de la fe cristiana hacia el año 165 (decapitado), es
considerado el mayor apologeta del Siglo II. Con Justino quedó también firmemente
atestiguado como para los cristianos era el domingo era el día en que se reunían los cristianos
a celebrar la eucaristía. Uno de estos testimonios se encuentra en su apología primera, carta
dirigida al emperador romano de su tiempo, en defensa de los cristianos que eran
perseguidos:

“…El día que se llama del sol [domingo] se celebra una reunión de todos los que moran en las
ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los
Apóstoles o los escritos de los profetas. Luego, cuando el lector termina, el presidente, de
palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
Seguidamente nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas,
como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace
igualmente subir a Dios sus preces y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama diciendo
“amen”. Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos
consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los
ausentes…”[12]

Otra de sus obras, Diálogo con Trifón, recopila uno de sus debates con uno de los sabios
judíos de la época, y en ella éste le echa en cara que los cristianos no guardaban ni la
circuncisión ni el sábado: “…Ni guardáis las fiestas y sábados ni practicáis la
circuncisión…”[13], y Trifón le aconseja seguido obedecer la ley judía:

“…Si quieres, pues, escuchar mi consejo, pues ya te tengo por amigo mío, en primer lugar
circuncídate, luego observa, como es costumbre nuestra, el sábado, las fiestas y los novilunios
de Dios y cumple en una palabra, cuanto está escrito en la ley, y entonces, tal vez, alcances
misericordia de parte de Dios…” [14]

Justino reconoce que los cristianos no guardan el sábado y explica por qué:

“… ¿Hay alguna cosa más que nos reprochéis, amigos, o sólo se trata de que no vivimos
conforme a vuestra ley, ni circuncidamos nuestra carne, como vuestros antepasados, ni
guardamos los sábados como vosotros?…” [15]
Justino agrega:
“…Necesaria es ya la segunda circuncisión, y vosotros seguís con vuestro orgullo de la carne.
La nueva ley quiere que guardéis el sábado continuamente, y vosotros con pasar un día sin
hacer nada, ya os parece que sois religiosos…” [16]
Y luego recalca:

“…Porque también nosotros observaríamos esa circuncisión carnal y guardaríamos el sábado


y absolutamente todas vuestras fiestas, si no supiéramos la causa por la que os fueron
ordenadas…No los observamos porque esa circuncisión no es necesaria para todos, sino sólo
para vosotros.. Y sin sábado también agradaron a Dios todos los justos anteriormente
nombrados, y después de ellos Abraham y los hijos todos de Abraham hasta Moisés…
También, pues, el sábado os lo ordenó Dios para que tuvierais memoria de El…” [17]

Y remata a su oponente con la siguiente afirmación:

“…Porque si antes de Abraham no había necesidad de circuncisión, ni antes de Moisés del


sábado, de las fiestas ni de los sacrificios, tampoco la hay ahora, después de Jesucristo, Hijo
de Dios, nacido sin pecado de María Virgen del linaje de Abraham…” [18]

No queda pues duda, en base a este antiguo diálogo entre un cristiano y un judío del siglo II,
como ya para ese entonces, los judíos conocían perfectamente que los cristianos no
guardaban el sábado y los cristianos reconocían que no lo hacían.

(5.- Tertuliano (160 – 220 d.C.): Nació aproximadamente en el año 160 y falleció hacia el 220
d.C. Tertuliano no es considerado un padre de la Iglesia, sino un apologeta y escritor
eclesiástico de gran erudición. Menciona expresamente el descanso dominical:

“…Nosotros, sin embargo, (según nos ha enseñado la tradición) en el día de la Resurrección


del Señor debemos tratar no sólo de arrodillarnos, sino que debemos dejar todos los afanes
y preocupaciones, posponiendo incluso nuestros negocios, a menos que queramos dar lugar
al diablo…”[19]

(6.- Cipriano de Cartago (¿200 -? d.C.): Obispo de Cartago nacido hacia el año 200,
probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El
disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado con la pureza
de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246. Poco
después, en 248, fue elegido obispo. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor
retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey. En una carta dirigida
a Fido, menciona el domingo como día del Señor por ser el día en que resucitó Cristo:
“…Como el día octavo, esto es, el inmediato al sábado era el día en que había de resucitar el
Señor, y nos había de dar la vida con la espiritual circuncisión, por eso en la ley antigua se
observó dicho día…” [20]

Los adventistas y las sectas legalistas yerran al afirmar que la historia no da testimonio de la
observancia dominical de los primeros cristianos. Si bien el emperador Constantino decretó
la libertad de culto en el Edicto de Milán en el año 313, ya se consideraba al domingo como
día del Señor más de 250 años antes.

CONCLUSIÓN.
El sábado fue dado a Israel y no a la iglesia. El sábado era parte de la Ley del Antiguo
Testamento y los cristianos son libres de la carga de la Ley (Gálatas 4:1-26; Romanos 6:14). La
observancia del sábado como día de reposo no es requerida a los cristianos. El primer día de
la semana, domingo, el día del Señor (Apocalipsis 1:10), celebra la Nueva Creación, con
Cristo como nuestra Cabeza resucitada. No estamos obligados a seguir el Sabbath Mosaico,
descansando; sino que somos libres de seguir al Cristo resucitado sirviéndole. Y aunque los
adventistas puedan argumentar que los evangélicos veneramos el domingo, lo cierto es que
seguimos el mandato de la Palabra de Dios y hacemos de la observancia del día de reposo
un asunto de conciencia: “…Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los
días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente…” (Romanos 14:5)

Debemos adorar a Dios cada día, no sólo en sábado o domingo. No obstante, es un hecho
histórico que los primeros cristianos consideraban el domingo como “el Día del Señor”. La
frase Día del Señor se utiliza sólo una vez en las Escrituras. Apocalipsis 1:10 dice: “…Yo estaba
en el Espíritu en el Día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta…”. Puesto
que el apóstol Juan no da detalles sobre el significado de “el Día del Señor”, podemos asumir
que su público objetivo, los cristianos del primer siglo, ya estaban familiarizados con la
expresión. La cual empleaban para referirse al domingo. Sin embargo, tampoco podemos caer
en otro error (como el de los mormones que consideran que el domingo es el nuevo día de
reposo y debemos aplicarle normas parecidas a la ley judía).

Algunos suponen que el Día del Señor en el Nuevo Testamento es equivalente al sábado o
día de reposo del Antiguo Testamento. Esto no es cierto. El domingo fue el día en que
Jesucristo resucitó de los muertos, un acto que separó para siempre el cristianismo de
cualquier otra religión (Juan 20:1). Desde ese momento, los creyentes se han reunido el
primer día de la semana para celebrar la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte (Hechos
20:7; 1 Corintios 16:2), pero nunca fue su intención darnos un nuevo sábado semanal que
debiéramos guardar ritualmente. Aunque Dios designó el día de reposo como un día santo,
Jesús demostró que Él era el Señor del día de reposo (Mateo 12:8). El guardar la ley no puede
justificar a nadie; la humanidad pecaminosa puede ser declarada justa sólo a través de
Jesús (Romanos 3:28) y no por guardar un día de descanso semanal. Pablo hace eco de esta
verdad en Colosenses 2:16-17, cuando escribe: “…Por tanto, nadie os juzgue en comida o en
bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de
lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo…”.

El Día del Señor se considera normalmente como el domingo, pero no se trata de un


equivalente directo para el día de reposo judío (sábado), en otras palabras, el domingo no es
el “día de reposo cristiano”. Aunque no estamos bajo la ley, si debemos apartar un día para
descansar y honrar al Señor, quién murió y resucitó por nosotros (Romanos 6:14-15), pero
nunca cayendo en el legalismo, sino guardando el principio bíblico de consagrar un tiempo
específico para nuestros servicios de adoración. Como seguidores de Jesús, nacidos de nuevo,
somos libres para adorarlo cualquier día en que nuestra conciencia lo determine. Romanos
14 da una clara explicación de cómo los cristianos pueden lidiar con esas zonas grises sutiles
del discipulado. Los versículos 5 y 6 dicen: “…Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga
iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace
caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El
que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no
come, y da gracias a Dios…”.

El deseo de preservar la observancia sabática no es exclusivo de los adventistas, también


existen grupos como los bautistas del séptimo día que anhelan volver al pasado. Algunos
judíos mesiánicos desean también continuar considerando al día de reposo (sábado) como
santo, por causa de su herencia judía. Algunos gentiles cristianos se unen a sus hermanos y
hermanas judíos, para guardar el sábado como una forma de honrar a Dios. Adorar a Dios el
sábado es aceptable, y vale la pena mencionar que el día de la semana no es el asunto más
importante, sino la motivación en el corazón detrás de esa elección. Si el legalismo o el
guardar la ley motiva la elección de observar el sábado (día de reposo), entonces esa elección
no se hace con una actitud correcta de corazón (Gálatas 5:4). Cuando nuestros corazones
son puros delante del Señor, somos libres para adorarlo el sábado (el Sabbat) o el domingo
(el Día del Señor), o cualquier otro día. Dios está igualmente complacido. Jesús advirtió en
contra el legalismo cuando citó al profeta Isaías:

“…Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón
está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha
sido enseñado…” (Mateo 15:8-9; Isaías 29:13).

Dios no está interesado en que guardemos los rituales, normas o requisitos. Él quiere
corazones que estén incendiados por el fuego de Su amor y de Su gracia, el sábado (día de
reposo), en el Día del Señor, y todos los días (Hebreos 12:28-29; Salmo 51:15-17).

REFERENCIAS:
[1] White, Ellen G., Joyas de los Testimonios 3:22.
[2] Véase: https://www.adventistas.org/es/institucional/organizacion/declaraciones-y-
documentos-oficiales/observancia-del-sabado/ consultado el 17/02/2019.
[3] El Deseado de todas las gentes, p. 250.
[4] Testimonios para la iglesia, T. 6, p. 354.
[5] Testimonios para la iglesia, T. 6, p. 355-360.
[6] Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 140.
[7] Testimonios para la iglesia, T. 6, pp. 360, 361.
[8] El evangelismo, p. 182.
[9] Carta a Bernabé, XVI, 8.
[10] Didaché, XIV,1-3.
[11] Ignacio de Antioquía, Carta a los Magnesios, IX; X,3.
[12] Justino Mártir, Apología I, 67.
[13] Justino Mártir, Apología I, 10,3, Ibid. p. 318.
[14] Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 8,4, Ibid., p. 315-316.
[15] Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 10,1, Ibid., p. 317.
[16] Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 12,3, Ibid., p. 321.
[17] Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 18,2; 19,2.4, Ibid., p. 331-333.
[18] Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 23,4, Ibid., p. 340.
[19] De orat., XXIII; cf. “Ad nation.”, I, XIII; “apology.”, XVI.
[20] Cipriano de Cartago, Carta LVIII, A Fido sobre el bautismo.
55. Dialogando con los Adventistas: Miguel,
Azazel y el Santuario.

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Los Adventistas se presentan como cristianos evangélicos. Incluso si uno lee su base doctrinal
oficial, encuentra que muchas de ellas son claramente identificables como evangélicas.
Muchos cristianos ortodoxos hasta podrían considerar tolerable el énfasis adventista en la
observancia del sábado, pues incluso grupos evangélicos como los Bautistas del Séptimo
Día[1] lo hacen sin que esto afecte su comunión con otros creyentes evangélicos.

Para muchos otros, el énfasis adventista en una vida saludable y su obsesión por la ley mosaica
(con sus regulaciones dietéticas) y el vegetarianismo, resulta hasta digno de encomio.
Ciertamente, pocos evangélicos concordarían con los adventistas en la doctrina del sueño del
alma y el aniquilacionismo, pero incluso esto podría ser tolerable para las iglesias protestantes
más liberales. Sin embargo, las anteriormente mencionadas no son las únicas doctrinas
adventistas que difieren del cristianismo bíblico. Los adventistas incluyen entre sus creencias
muchas otras doctrinas antibíblicas, algunas de ellas verdaderamente extrañas y hasta
peligrosas.

¿SON CRISTO Y MIGUEL LA MISMA PERSONA?


La Cristología[2] adventista, por ejemplo, difiere en algunos aspectos de la cristología
considerada ortodoxa por la iglesia cristiana a través de los siglos. La teología adventista
afirma:

“Miguel es un nombre utilizado cinco veces en la Biblia para designar a un ser celestial (Dan.
10:13, 21; 12:1; Judas 9; Apoc. 12:7)… Miguel es identificado como “uno de los principales
príncipes” (Dan. 10:13), “vuestro príncipe” (vers. 21), “el gran príncipe” (Dan. 12:1) y “el
arcángel” (Jud. 9). La palabra “arcángel” implica que es el príncipe de los ángeles, lo que podría
sugerir que Miguel no puede ser otro nombre para Jesús, ya que los ángeles son seres
creados… La frase “uno de los principales príncipes” (Dan. 10:13) podría dar la impresión de
que Miguel es uno entre muchos príncipes. Pero, de acuerdo con Apocalipsis 12:7, Miguel es
el líder supremo de los ángeles celestiales, o “el gran príncipe”. Aun cuando ayuda
personalmente a los ángeles en sus tareas designadas (Dan. 10:13), las huestes angélicas
permanecen bajo su mando (Apoc. 12:7). Además, él es “el arcángel”(Jud. 9). Este título es
mencionado en otro lugar de la Biblia: 1 Tesalonicenses 4:16, en el contexto de la Segunda
Venida. Cristo regresará “con voz de arcángel”, sugiriendo así que Miguel es, muy
probablemente, otro nombre para Jesús… Se describe a Miguel como el Príncipe de Israel
(Dan. 10:21), aquél que protege a Israel (Dan. 12:1). Se describe esta protección en términos
militares y se muestra al príncipe como un guerrero. Prácticamente en todos los pasajes en
los que es mencionado existe un conflicto entre el pueblo de Dios y sus enemigos, y se
presenta a Miguel defendiéndolo o luchando por él. La protección también puede tomar la
forma de juicio, en el que Miguel se levanta para defender y liberar al pueblo de Dios (Dan.
12:1). Estas funciones que Cristo desempeña en el Nuevo Testamento confirman la posición
de que Miguel y Cristo son la misma persona, comprometida con el liderazgo de los reinos
celestial y terrenal… En Daniel 8:10 hace referencia a un personaje que realiza el servicio diario
en el Santuario Celestial. Sólo existe otro texto en el Antiguo Testamento que lo menciona.
Josué tuvo un encuentro con un ser que se identificó como “Príncipe (comandante) del
ejército de Jehová”. éste ordenó a Josué que se descalzara, ya que el suelo donde estaba
parado era santo, similar a la aparición de Dios a Moisés. El contexto deja en claro que este
ser era el Señor mismo (Jos. 6:2). Este príncipe es la misma persona llamada en otros textos
como príncipe Miguel y, por lo tanto, podemos identificarlo con el Cristo preencarnado… De
esta manera, aunque la Biblia no identifica claramente a Miguel con Cristo, existe suficiente
material bíblico como para garantizar la posición que señala a ambos como el mismo
personaje. El nombre Miguel subraya la idea de que Cristo es el líder supremo de los ángeles
celestiales y el defensor de su pueblo como guerrero, juez y sacerdote.”[3]

Al afirmar que Jesús y Miguel son la misma persona, los adventistas no hacen sino seguir las
enseñanzas de Ellen G. White, su fundadora. En su comentario sobre Daniel 10:13, la señora
White afirmó:

“Durante tres semanas, Gabriel luchó contra los poderes de las tinieblas, tratando de
contrarrestar las influencias que estaban trabajando en la mente de Ciro; y antes de que la
contienda terminara, Cristo mismo vino en ayuda de Gabriel.“[4]

Ellen G. White, comentando el pasaje de Judas 1:9 hizo también afirmaciones no bíblicas
acerca del cuerpo de Moisés. Según la señora White, Miguel dio vida a Moisés antes de que
su cuerpo viera corrupción. En tales afirmaciones, ella identificó a Miguel como Cristo, el Hijo
de Dios:

“Satanás, el tentador, había reclamado el cuerpo de Moisés a causa de su pecado; pero Cristo
el Salvador le sacó de la tumba.“[5]

“Moisés experimentó la muerte, pero Miguel vino y le dio vida antes de que su cuerpo viera
corrupción. Satanás trató de apoderarse del cuerpo, reclamándolo como suyo; pero Miguel
resucitó a Moisés y le llevó al cielo. Satanás lanzó mordaces denuestos contra Dios,
acusándolo de injusto al permitir que su presa le fuera arrebatada; pero Cristo no reprendió
a su adversario, aunque había sido a causa de su tentación que el siervo de Dios había caído.
Con mansedumbre, lo refirió a su Padre, diciendo: “El Señor te reprenda.“[6]
Los argumentos adventistas podrían parecer sólidos a simple vista, pero son totalmente
erróneos y sin fundamento estable en la Palabra de Dios. Hay varias razones por las cuales
Miguel y Cristo no podrían ser la misma persona. Por ejemplo:

1. De Miguel se dice en Daniel 10:13 que “es uno” de los principales príncipes, lo cual lo
coloca en un grupo con los otros príncipes principales. No se nos dice de cuantos
príncipes consta ese grupo, pero sí que hay otros y que Miguel es apenas “uno” en un
grupo de iguales. Miguel no podría haber sido Cristo, porque a Cristo jamás se lo describe
como uno entre muchos otros iguales a Él. A Cristo se lo describe en Juan 3:16 como
“Hijo unigénito.” La palabra griega equivalente a “unigénito” es “monogenes” único en
su clase. Esto muestra que Miguel no puede ser Cristo.
2. Las tres referencias a Miguel en Daniel son: “uno de los principales príncipes”, “vuestro
príncipe” y “el gran príncipe” (Daniel 10:13, 10:21:12:1). La Biblia nunca se refiere a
Cristo como uno de los principales príncipes, vuestro príncipe, o el gran príncipe. Jesús
es llamado “Príncipe de paz” (Isaías 9:6) y “Príncipe y Salvador”(Hechos 5:31). Se puede
ver que los títulos de Miguel y de Jesús no son los mismos.
3. Miguel, un ángel, hizo la obra de ángeles, como se describe en 2 Pedro 2:11, al no
pronunciar juicio de maldición contra el diablo. Judas no identifica al arcángel Miguel con
Cristo. Pero, ¿qué es un arcángel? Arcángel significa “ángel principal”. Por lo tanto, Miguel
es un ángel principal. Jesús no es un ángel principal, o un ser creado, sino Creador de los
ángeles. Él es Señor de Señores y Rey de Reyes. En Judas 1:9 Miguel le dijo al diablo: “El
Señor te reprenda.” Si Miguel era Cristo, ¿Por qué no dijo Miguel: “Yo te reprendo”? Como
arcángel (ángel principal), un ser creado, Miguel invoca el nombre del Señor, probando
una vez más que él y Cristo no son la misma persona.
4. En el Antiguo Testamento, el término ángel de Jehová a menudo se refiere a Cristo. Sin
embargo, la Biblia nunca se refiere al Señor como el arcángel Miguel. De igual forma, a
Miguel nunca se lo llama “el ángel de Jehová.”
5. El hecho de que 1 Tesalonicenses 4:16 afirme que Jesús viene “con” voz de arcángel no
prueba que Jesús es Miguel. La Biblia enseña que todos los ángeles, incluyendo al
arcángel Miguel, acompañan a Jesús en su segunda venida. Así, la voz de Miguel se oirá,
junto con el llamado de la trompeta de Dios (1 Tesalonicenses 1:7).
6. De acuerdo con Apocalipsis 12:7, Miguel, el ángel principal, dirigía a los ángeles leales en
la batalla contra el diablo y sus ángeles, y salió victorioso. Sin embargo, Juan no identifica
a Miguel con Cristo, probando que ambos no son la misma persona.

LA DOCTRINA DEL SANTUARIO CELESTIAL.


Otra doctrina controvertida dentro de la teología adventista es la enseñanza del santuario
celestial. Dicha doctrina consiste en la creencia de que existe un Santuario en el cielo y que
muchos aspectos del Tabernáculo hebreo, o santuario terrenal, son representativos de las
realidades celestiales. Los adventistas fundamentan dicha enseñanza en Hebreos 8:1-
2 y Éxodo 20:40. [7] En particular, Jesús es señalado como el Sumo Sacerdote quien intercede
por el perdón de los pecados a través del derramamiento de su propia sangre.[8]

El origen histórico de la doctrina está íntimamente ligado al movimiento Millerista que


esperaban el retorno visible de Cristo el 22 de octubre de 1844. Ellos habían interpretado que
la purificación del santuario a la que se refería Daniel 8:14, era la venida de Jesús a la Tierra.
Después del Gran Chasco vivido al no cumplirse estas expectativas, un grupo de unas 50
personas decidieron estudiar más a fondo para saber si había existido algún error en la
interpretación. Hiram Edson afirmó haber tenido una visión, en la que él aseguró haber visto
el cielo abierto, y en él haber visto el santuario celestial y a Jesucristo ministrando como Sumo
sacerdote, pasando del Lugar Santo al Lugar Santísimo. Edson compartió su experiencia con
muchos de los adventistas locales a quienes persuadió con entusiasmo.

Como resultado de esta experiencia, Edson comenzó a estudiar la Biblia con otros dos
creyentes del área de Nueva York, O.R.L. Crosier and Franklin B. Hahn, quienes publicaron los
resultados de su estudio en un folleto titulado Day-Dawn (Amanecer).[9] En este folleto se
estudiaba la parábola de las “Diez vírgenes” de Mateo 25:1-13 e intentaba explicar que el
novio había tardado.[10] Además, introducía el concepto del día de la expiación y lo que los
autores llamaron “una cronología de eventos”.[11] Según la nueva interpretación, la festividad
judía de Yom Kippur, o Día de la Expiación, era un tipo del ministerio sacerdotal de Jesús en
el cielo. En dicha festividad, el lugar santísimo era accedido una vez al año por el Sumo
Sacerdote para presentar la sangre de los animales sacrificados: un toro ofrecido como
expiación por el Sacerdote y una cabra ofrecida en expiación por el pueblo. Según los
adventistas, Cristo entró al Lugar Santísimo del santuario celestial en 1844, cuando pasó del
Lugar Santo al Lugar Santísimo para comenzar la expiación final de la humanidad.[12] La
doctrina oficial de la iglesia adventista al respecto se expresa de la siguiente manera:

“Hay un santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre.


En el ministro Cristo en favor de nosotros, para poner a disposición de los creyentes los
beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Cristo llegó a
ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su
ascensión. En 1844, al concluir el periodo profético de los 2.300 días, inició la segunda y última
fase de su ministerio expiatorio. Esta obra es un juicio investigador, que forma parte de la
eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo santuario hebreo
en el Día de la Expiación… Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en
Jesús. Declara que los que permanecen leales a Dios recibirán el reino. La conclusión de de
este ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de prueba otorgado a los seres humanos
antes de su segunda venida. (Heb. 8:1-5; 4:14-16; 9:11-28; 10:19-22; 1:3; 2:16, 17; Dan. 7:9-27;
8:13, 14; 9:24-27; Núm. 14:34; Eze. 4:6; Lev. 16; Apoc. 14:6, 7; 20:12; 14:12; 22:12.)”.[13]

Según los adventistas, la obra expiatoria de Cristo no alcanzó en la cruz su plenitud y


perfección, pues quedó pendiente el quitar los pecados del santuario celestial:
“Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la condenación de la
ley, no había de anular el pecado; este queda registrado en el Santuario hasta la expiación
final; así en el símbolo, la sangre de la víctima quitaba el pecado del arrepentido, pero
quedaba en el Santuario hasta el día de la expiación… El cielo es el contratipo del templo
terrestre, con su lugar santo y santísimo. Hasta 1844 Cristo ha estado intercediendo en el
“lugar santo” por los pecadores arrepentidos. No obstante, sus pecados permanecían
imborrables en el libro del testimonio”. [14]

“En 1844, al concluir el período profético de los 2.300 días, Cristo entró en el 2º y último
aspecto de su ministerio expiatorio: Un juicio investigador que forma parte de la eliminación
definitiva del pecado”.[15]

Para los adventistas, igual que el sumo sacerdote tenía que acceder una vez al año al lugar
santísimo para perfeccionar los sacrificios rituales, Cristo comenzó en 1844 su obra para
perfeccionar su expiación por el pecado en el santuario celestial. Tal enseñanza se opone
frontalmente a las enseñanzas de la carta a los Hebreos, donde encontramos afirmaciones
categóricas sobre el valor y efecto del sacrificio de Cristo:

“A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día,
primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio
una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo”. (Hebreos 7:27, NVI).

El escritor de la carta a los Hebreos nos dice que Jesús “entró una sola vez y para siempre en
el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia
sangre, logrando así un rescate eterno”. (Hebreos 9:12, NVI).

Cristo no tuvo que esperar hasta 1844 para comenzar a perfeccionar su expiación por el
pecado. La Biblia nos enseña claramente que “Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez
para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con
pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan.”. (Hebreos 9:28, NVI).

La Biblia claramente muestra lo contrario de los que los Adventistas creen. En Hebreos 9:11-
14 dice:

“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio
y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre
de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en
el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y
de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la
purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno
se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para
que sirváis al Dios vivo?”.
Lamentablemente, los adventistas se empeñan en atribuirle a Cristo un ministerio de
expiación desde 1844 en ese misterioso santuario celestial, cuando lo cierto es que la Biblia
enseña que la obra de Cristo fue consumada de una vez y para siempre en la cruz (Juan
19:30). Pero las implicaciones de esta doctrina errónea van aún más allá: si la obra de Cristo
no fue consumada en la cruz, entonces ¿Quién puede estar seguro de su salvación? En su
intento por sostener una herejía, los adventistas dieron vida a otra: La herejía del juicio
investigador.

LA DOCTRINA DEL JUICIO INVESTIGADOR


La doctrina del juicio investigador afirma que el juicio divino de los cristianos profesos ha
estado en progreso desde 1844. Está íntimamente relacionado con la historia de la Iglesia y
fue descrita por Ellen G. White como uno de los pilares del adventismo.[16] La creencia es un
componente esencial para comprender la doctrina más amplia del Santuario celestial.[17] De
acuerdo con la doctrina adventista:

‘‘El juicio investigador pone de manifiesto frente a las inteligencias celestiales quiénes de
entre los muertos duermen en Cristo y por lo tanto se los considerará dignos, en él, de
participar de la primera resurrección. También aclara quiénes están morando en Cristo entre
los que viven, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y por lo tanto estarán
listos en él para ser trasladados a su reino eterno”[18]

Para los primeros adventistas, el juicio investigador estaba íntimamente relacionado con su
entendimiento de la salvación con su fuerte énfasis en el libre albedrío y el desarrollo del
carácter. Ellos creían que el final de juicio investigador (el cierre de la prueba) marcará un
tiempo antes de la segunda venida de Jesús, cuando toda la humanidad habrá hecho su
decisión final a favor o en contra de Dios. Los cristianos que se encuentren vivos en ese tiempo
permanecerán en el estado espiritual en que se encuentren, debido al trabajo de sellamiento
del Espíritu Santo como una evidencia de una relación con Jesús y obediencia a sus
mandamientos. Por lo tanto, se entendía que la “purificación del Santuario celestial” por
Cristo durante el juicio investigador incluía también una “purificación” paralela de sus vidas
en la Tierra. En el libro “El conflicto de los siglos” Ellen G. White afirmó:

“Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial
deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador. Sus vestiduras deberán estar
sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la
gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la lucha con el
mal.”[19]

Dicha afirmación llevó al adventismo a la creación de una soteriología escatológica basada en


obras. Por lo que, al interior de la iglesia, surgió la idea de que el estado de perfecta santidad
sería alcanzado por una generación final antes del retorno de Jesús. Esto llevó al surgimiento
de una corriente de adventistas del séptimo día que se puede describir como
los “perfeccionistas sin pecado” y que hoy se conoce como adventismo histórico. Este
entendimiento perfeccionista fue inicialmente aceptado, pero luego rechazado por la
corriente principal de la iglesia desde 1959 en adelante.
La creencia del juicio investigador, sin embargo, aún sigue siendo sostenida por los
adventistas. Aún hoy, los adventistas creen que la “purificación” del Santuario celestial incluye
un trabajo de juicio como se ilustra en la escena de Daniel 7:9-12 inmediatamente antes de
la segunda venida de Jesús descrita en Daniel 7:13-14. En la teología adventista, el juicio
comenzó en 1844 cuando Cristo entró al Lugar Santísimo del Santuario Celestial. Desde
entonces, un “juicio investigador” está tomando lugar en el cielo, en el que las vidas de los
creyentes profesos son revisadas una a una ante Dios.[20]

Esta doctrina herética se encuentra inmersa dentro de la Creencia N° 24, “El ministerio de
Cristo en el Santuario celestial”, que según afirma el Manual de Iglesia, desde 1844 Jesús se
encuentra en el Lugar santísimo del Santuario celestial, llevando a cabo la “obra de un juicio
investigador, que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la
purificación del antiguo santuario hebreo en el Día de la Expiación”.[21]
El teólogo adventista Clifford Goldstein la define de la siguiente manera:

“El juicio investigador es un juicio que se lleva a cabo en el cielo antes de la segunda venida
de Cristo (Daniel 7; Apocalipsis 14:6), durante el cual todos los verdaderos seguidores de Dios
serán juzgados favorablemente delante del universo observador (“Hasta que vino el Anciano
de días, y pronunció juicio en favor de los santos del Altísimo”; “Millones de millones asistían
ante él”; “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” [véase Daniel 7:22,10
(NRV); Romanos 8:1]). Durante este juicio la vida de todos los que han profesado servir al Dios
viviente —y por lo tanto sus nombres están escritos en el Libro de la Vida— pasa en revista
delante de Dios (“Y otra vez: el Señor juzgará a su pueblo” [Hebreos 10:30]), quien finalmente
determina si se han vestido o no con el ropaje de su justicia (Mateo 22:1-14). Si están
revestidos con [el ropaje de] su justicia y son verdaderos seguidores de Cristo, entonces sus
nombres son retenidos en los libros del cielo (Daniel 12:1; Apocalipsis 21:27), son borrados
sus pecados (“Para que sean borrados vuestros pecados” [Hechos 3:19]), y se les dará entrada
en la Nueva Jerusalén. Sin embargo, si su profesión no ha sido sino eso, una mera profesión,
desprovista del manto de la justicia de Cristo, entonces sus nombres serán borrados del Libro
durante este juicio (Apocalipsis 3:5), y se les negará la entrada en la Nueva Jerusalén”.[22]
Los cristianos bíblicos rechazamos la doctrina adventista del juicio investigador. Para nosotros,
y más importante aún, a la luz de la Biblia, la creencia adventista del juicio investigar presenta
serios problemas teológicos:

1. Primero, afirmar, como hacen los adventistas, que Cristo tiene que discernir los que son
salvos, es negar su omnisciencia preexistente; o sea, negar implícitamente su plena
Divinidad (Juan 2:25, Proverbios 15:11).
2. Segundo, mantener que el pecado ha estado (y sigue estando) presente en las esferas
celestiales, es negar la contundente y taxativa declaración profética de Juan el
Bautista: ‘este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’ (Juan 1:29), y restar
validez a la declaración de Dios mismo: ‘Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de
mí mismo, y no me acordaré de tus pecados’(Isaías 43:25).
3. Tercero, los cristianos podemos estar seguros de nuestra salvación aquí y ahora. Pablo
enseñó esto a los cristianos de su época: “ya habéis sido lavados, ya habéis sido
santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de
nuestro Dios.” (1 Corintios 6:11). Los cristianos del primer siglo no tuvieron que esperar
hasta 1844 para que sus casos fueran examinados y sus vidas declaradas sin culpa. Ellos
ya estaban seguros de su salvación: “AHORA pues, ninguna condenación hay para los que
están en Cristo Jesús…” (Romanos 8:1).
4. Cuarto, Cristo no tuvo que esperar hasta 1844 para completar su obra y terminar con el
pecado de su pueblo. El autor de la carta a las Hebreos nos dice: “Porque no entró Cristo
en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para
presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra
el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.” (Hebreos 9:24-
25). Cuando la carta a los Hebreos fue escrita ¡La obra ya había sido consumada!

Aparte de las visiones del Hiram Edson y Ellen G. White, los adventistas no son capaces de
aportar ninguna base bíblica que sustente sus doctrinas sobre la expiación en curso. Lo más
que se atreven a hacer es una errática peregrinación por la carta a los Hebreos, torciendo un
lenguaje claramente simbólico para darle un valor literal, que permita justificar sus doctrinas
visionarias. Para terminar con sus “alucinaciones” interpretativas, los adventistas completan
su enseñanza sobre la expiación y el juicio investigador con otro detalle aún más aberrante y
herético: Convertir a Satanás en Co-Redentor de la humanidad.

NUESTROS PECADOS ECHADOS SOBRE SATANÁS.


La herejía adventista alcanza niveles hasta blasfemos al convertir a Satanás en otro salvador
aparte de Cristo. Interpretando en Levítico 16:8 a ‘Azazel’[23] como Satanás, los adventistas
deducen y enseñan que en el juicio final Dios cargará sobre Satanás todos los pecados de los
redimidos: ‘La plena responsabilidad por el pecado será colocada ahora sobre Satanás’[24]
Los adventistas creen que, así como en el Día de la Expiación Anual (Levítico 4:1-7, 16:6-
22) un hombre llevaba el animal sobre el cual se habían confesado los pecados ya perdonados
del pueblo, hasta el desierto a Azazel, de igual forma, cuando Cristo haya terminado su obra
en el santuario celestial, un ángel marginará a Satanás en este mundo que quedará como un
desierto una vez el Señor se manifieste por segunda vez. Puesto que Satanás es el
responsable, como también, el originador y tentador del pecado cometido por el
hombre (Juan 8:44; Romanos 6:16; 1 Juan 3:8), y así como Cristo sufrió para perdonar
nuestros pecados, es justo que Satanás deba ser castigado como el instigador del pecado.
Por eso estará aislado en este planeta por mil años.
Ellen G. White, fundadora de la iglesia adventista, afirmó:

“Puesto que Satanás es el originador del pecado, el instigador directo de todos los pecados
que causaron la muerte del Hijo de Dios, la justicia exige que Satanás sufra el castigo final. La
obra de Cristo en favor de la redención del hombre y la purificación del pecado del universo
será concluida quitando el pecado del santuario celestial y colocándolo sobre Satanás, quien
sufrirá el castigo final. Así en el servicio simbólico, el ciclo anual del ministerio se completaba
con la purificación del santuario y la confesión de los pecados sobre la cabeza del macho
cabrío símbolo de Azazel”.[25]

Esta doctrina adventista degrada a la Persona y Obra de Jesucristo, del que la Biblia enseña
claramente que ‘se hizo maldición (pecado) por todos nosotros’ (Gálatas 3:13), porque ‘Dios
cargó en Él el pecado de todos nosotros’ (Isaías 53:6). Fue Cristo, y no Satanás, quien cargó
con nuestros pecados.

Ya sea que lo reconozcan o no, al afirmar que Satanás cargará con nuestros pecados durante
el milenio, los adventistas del séptimo día convierten a Satanás en un elemento clave de la
redención humana, un co-salvador, juntamente con Cristo. Tal afirmación es blasfema y
ridícula. Además, si mis pecados ya fueron borrados por Cristo ¿Cómo pueden ser puestos
sobre Satanás si ya no existen? Indiscutiblemente, la carta a los Hebreos contradice en su
totalidad la doctrina adventista:

“Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos en el
tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de
esta creación), entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre
de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno. La
sangre de machos cabríos y de toros, y las cenizas de una novilla rociadas sobre personas
impuras, las santifican de modo que quedan limpias por fuera. Si esto es así, ¡cuánto más la
sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará
nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios
viviente! Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la
herencia eterna prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de los pecados cometidos
bajo el primer pacto.” (Hebreos 9:11-15, NVI).

“En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del
verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor
nuestro. Ni entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el
Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas
veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha
presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio
de sí mismo. Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y
después venga el juicio, también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los
pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino
para traer salvación a quienes lo esperan.” (Hebreos 9:24-28, NVI).
“Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios,
que nunca pueden quitar los pecados. Pero este sacerdote, después de ofrecer por los
pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios, en espera de que sus
enemigos sean puestos por estrado de sus pies. Porque con un solo sacrificio ha hecho
perfectos para siempre a los que está santificando. También el Espíritu Santo nos da
testimonio de ello. Primero dice: «Este es el pacto que haré con ellos después de aquel tiempo
—dice el Señor—: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente». Después
añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades». Y, cuando estos han sido
perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.” (Hebreos 10:11-18, NVI).

CONCLUSIÓN.
Los adventistas del séptimo día se encuentran atrapados en su sistema legalista y herético.
Nuestro llamado es a alcanzarles con el mensaje liberador del Evangelio de gracia. Para los
que creemos el evangelio de la gracia, que sea esa gracia la que nos caracterice en nuestro
trato hacia aquellos que no tienen este conocimiento. Seamos nosotros, de todos los
hombres, los más llenos de gracia y amor hacia nuestros prójimos. El evangelio es el poder
de Dios para salvación, por lo tanto, debemos presentarlo sin ira y contiendas, con humildad
y prudencia, estableciendo que la salvación es únicamente por gracia, por medio de la fe, y
en Cristo solamente.

Sin embargo, jamás debemos olvidar que, como creyentes, también hemos sido llamados a
estar “siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la
esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia.” (1 Pedro 3:15,
LBLA), así como a “contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue
entregada a los santos.” (Judas 1:9, LBLA).

Cierro esta serie de artículos sobre el adventismo del séptimo día con una advertencia:
Nosotros, los cristianos evangélicos, debemos estar alertas y entender (sobre todo los
creyentes pentecostales que creemos en la vigencia de los dones carismáticos, incluyendo los
dones proféticos) que lo que les ocurrió a los adventistas puede pasarnos también a nosotros
si ponemos las revelaciones dadas por personas que afirman tener “dones proféticos” al
mismo nivel que la Biblia. Debemos tener presente que la biblia está terminada, y nos dice
todo lo que necesitamos saber. La verdad clave es que, si Dios da una visión o profecía, deberá
estar en completo acuerdo con lo que Él ya ha revelado en Su Palabra:

“Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino
sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos
profetas.” (1 Juan 4:1, NVI).
Las visiones y profecías dadas en nuestra época deben ser puestas a prueba, lo cual nos indica
que nunca tendrán una igual o mayor autoridad que la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es
nuestra máxima autoridad en la fe y la práctica cristiana.

REFERENCIAS:
[1] La Iglesia Bautista del Séptimo Día es una iglesia bautista cristiana que guarda el sábado
como el “verdadero día de reposo” instituido por Dios en el principio de la creación. Los
bautistas del séptimo día nacen a principios del siglo XVII en Inglaterra. La Federación Mundial
de los Bautistas del Séptimo Día fue fundada en 1964-1965, y en la actualidad representa a
más de 50.000 bautistas en 17 organizaciones miembros en 22 países.

[2] La cristología es la rama de la teología cristiana que trata de la salvación del hombre en la
persona de Cristo y su encarnación por medio del Espíritu Santo en su doble naturaleza. Busca
explicar la obra salvadora de Cristo mediante la compresión de su Divinidad-Humanidad, en
su ministerio; y también nos presenta a Dios acercándose al hombre y quitando las barreras
que separan a Dios mediante el cumplimiento de las profecías mesiánicas en Cristo Jesús, y
restaurando al hombre a su bendita comunión. Algunos puntos clave de la cristología
incluyen: Su naturaleza humana, su naturaleza divina y la interrelación entre estas dos
naturalezas, cómo interactuarían y se afectarían entre sí. La cristología también abarca
cuestiones concernientes a la naturaleza de Dios como el trinitarismo, el unitarianismo o el
binitarianismo, y sobre lo que Cristo habría logrado para el resto de la humanidad.

[3] Véase el artículo “¿Es Miguel otro nombre para Jesús?”, publicado por el Biblical Research
Institute General Conference of Seventh-day
Adventist: https://www.adventistbiblicalresearch.org/es/materials/theology-jesus-
christ/%C2%BFes-miguel-otro-nombre-para-jes%C3%BAsConsultado el 20-02-2019.
[4] Ellen G. White, Prophets and Kings, p. 572.
[5] Ellen G. White, Desire of Ages, p. 421.
[6] Ellen G. White, Early Writings, p. 164.
[7] White, Ellen G. (2007). El Conflicto de los Siglos (3ª edición). Bs. Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana.
[8] Creencias fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día, Capítulo 3. Manual de la
Iglesia (4a. edición). Florida (Buenos Aires): Asociación Casa Editora Sudamericana. 2001. p.
17.
[9] O. R. L. Crosier (7 de febrero de 1846). «The Law of Moses». Day-Star Extra.
[10] Howard Krug (2002). «October Morn – Adventism’s Day of Insight». Adventist Review.
[11] “Sanctuary” in Seventh-day Adventist encyclopedia (pp. 533-536)
[12] White, Ellen G. (2007). El Conflicto de los Siglos (3ª edición). Bs. Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana.
[13] Creencias fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día, Capítulo 3. Manual de la
Iglesia (4a. edición). Florida (Buenos Aires): Asociación Casa Editora Sudamericana. 2001. p.
17,18.
[14] Ellen G. White, Patriarch and Prophets, p. 371.
[15] 27 Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, Asociación Ministerial de la Asociación
General de los Adventistas del Séptimo Día, Editorial SAFELIZ. pág.360.
[16] White, Ellen G., Counsels to Writers and Editors. pp. 30,31.
[17] Venden, Morris (1982). The Pillars. Pacific Press Publishing Association. pp. 13-15.
[18] 27 Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, Asociación Ministerial de la Asociación
General de los Adventistas del Séptimo Día, Editorial SAFELIZ. pág.360.
[19] White, Ellen G., El Conflicto de los Siglos, 1954, p. 479.
[20] Véase: «Investigative Judgment». En Francis Nichol. Seventh-day Adventist Encyclopedia
(en inglés). Review and Herald Publishing Association.
[21] «Capítulo 3 Creencias fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día». Manual de la
Iglesia (4a. edición). Florida (Buenos Aires): Asociación Casa Editora Sudamericana. 2001. pp.
16-17
[22] Goldstein, Clifford (1994). Desequilibrio fatal (1a edición). Miami: Asociación Publicadora
Interamericana. P.37.
[23] La palabra “Azazel” figura cuatro veces en la Biblia, todas ellas en el registro de las
disposiciones reglamentarias relacionadas con el Día de Expiación anual. (Levítico 16:8, 10,
26.). La etimología de esta palabra es objeto de discusión. Si nos atenemos a la grafía del texto
masorético hebreo, ʽazaʼ·zél parece ser una combinación de las raíces de dos palabras cuyos
significados son “macho cabrío” y “desaparecer”, de ahí: “Macho Cabrío Que Desaparece”.
Según otra derivación etimológica propuesta, basada en la opinión de que hay en la palabra
una transposición de dos consonantes, significa “Fuerza de Dios”. La Vulgata latina traduce el
vocablo hebreo como caper emissarius, es decir, “macho cabrío emisario” mientras que la
expresión griega que aparece en la Septuaginta significa “que se lleva (aparta) los males”. En
el Día de Expiación, el sumo sacerdote tomaba dos machos cabríos (cabritos) de la asamblea
de los hijos de Israel, y después de echar suertes, uno de ellos se designaba “para Jehová” y
el otro, “para Azazel”. Una vez sacrificado un toro a favor del sumo sacerdote y su casa
(seguramente todos los levitas), se sacrificaba el macho cabrío “para Jehová” como ofrenda
por los pecados. Sin embargo, el que se apartaba para Azazel se conservaba con vida “delante
de Jehová para hacer expiación por él, a fin de enviarlo para Azazel al desierto”. (Levítico 16:5,
7-10.) Ya que la vida está en la sangre (Levítico 17:11), la sangre vertida del macho cabrío para
Jehová, sacrificado poco antes como ofrenda por los pecados, le confería facultad expiatoria
al macho cabrío para Azazel. Así, el valor de la sangre o de la vida de aquel se transfería al
macho cabrío vivo para Azazel, de modo que, aunque el sacerdote no lo sacrificaba, el animal
llevaba sobre sí mérito expiatorio, o el valor de la vida que procedía del otro animal. El que se
le presentara delante de Jehová debió indicar que Él aprobaba esta transferencia de facultad
expiatoria. Existía en la Ley un procedimiento semejante, relacionado con la limpieza
ceremonial de un israelita que era curado de lepra o de una casa que quedaba limpia de la
misma enfermedad: se mojaba un pájaro vivo en la sangre de otro al que previamente se
había dado muerte, y entonces se le echaba a volar, lo que representaba que se llevaba
consigo el pecado. (Levítico 14:1-8, 49-53). Los dos machos cabríos debían ser sin tacha, sanos
y lo más parecidos posible. Antes de que se echaran las suertes sobre ellos, ambos tenían la
posibilidad de ser el macho cabrío escogido para Jehová. Después de sacrificar el macho
cabrío para Jehová, el sumo sacerdote ponía las manos sobre la cabeza del otro y confesaba
sobre él los errores de todo el pueblo. Seguidamente, se le enviaba al desierto, conducido por
“un hombre preparado para ello”. (Levítico 16:20-22.) De esa manera, el macho cabrío para
Azazel llevaba sobre sí, en sentido figurado, los pecados del pueblo de todo un año, y
desaparecía con ellos en el desierto. A ambos animales se les consideraba una sola ofrenda
por el pecado. (Levítico 16:5.) Parece que se usaban dos con el objeto de resaltar lo que
conseguía esta provisión para la expiación de los pecados del pueblo: el primero se
sacrificaba, pero el segundo, al llevar consigo a un lugar distante en el desierto los pecados
confesados del pueblo, realzaba de manera especial el perdón que Dios concedía a los que
se arrepentían. A este respecto, el Salmo 103:12 asegura: “Cuanto está lejos el oriente del
occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.”. Tal como explicó el apóstol Pablo, el
que Jesús entregara su vida como expiación por los pecados de la humanidad logró
infinitamente mucho más que lo que se había conseguido con “la sangre de toros y de machos
cabríos”. (Hebreos 10:4, 11, 12.) Por lo tanto, sirvió de víctima expiatoria, cargó con nuestras
dolencias y fue traspasado por nuestra transgresión (Isaías 53:4, 5; Mateo 8:17; 1 Pedro 2:24.)
Él “cargó” con los pecados de todos los que ejercen fe en el valor de su sacrificio y así ha
materializado la provisión de Dios para desterrar por completo el pecado. De estas diversas
maneras, el macho cabrío “para Azazel” representó el sacrificio de Jesucristo.
[24] 27 Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, Asociación Ministerial de la Asociación
General de los Adventistas del Séptimo Día, Editorial SAFELIZ. pág.367.
[25] Ellen G. White, Patriarchs and Prophets, p. 372.
56. Dialogando con los Adventistas: Muerte,
Estado Intermedio y Aniquilacionismo.

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
¿Posee el hombre un alma inmortal? Y si la posee ¿A dónde va el alma del hombre luego de
morir? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Qué le espera al hombre en la eternidad? ¿Existe el
infierno? El hombre ha buscado la respuesta a estas interrogantes por siglos.
Afortunadamente, la Palabra de Dios brinda respuestas claras y certeras a todas estas
interrogantes. El adventismo, sin embargo, se distancia del cristianismo bíblico e histórico en
su interpretación de estos temas.

Ante la pregunta de si el ser humano posee un alma inmortal, los adventistas responden:

“El ser viviente o alma viviente fue el resultado de la unión del polvo de la tierra y el aliento
de vida. En otras palabras, la formula bíblica de la creación del ser humano es: polvo de la
tierra, más aliento de vida, es igual a alma viviente o ser humano… Actualmente, la mayoría
de las personas aceptan o creen que el “alma” es un “espíritu” o una “esencia” que existe en
la naturaleza del ser humano, y que en el momento de la muerte sale del cuerpo y asciende
a la “morada de Dios” o va al “infierno”. Este concepto no es bíblico ni verdadero, sino
filosófico, pagano y falso.”[1]
También añaden:

“Los escritores del Antiguo Testamento sostenían que el ser humano es un ser indivisible. Los
varios términos hebreos generalmente traducidos como carne, alma y espíritu son solamente
formas alternativas para describir, desde diferentes puntos de vista, a la persona humana
como un todo. En armonía con esta perspectiva, las Escrituras utilizan diferentes metáforas
para describir la muerte. Entre ellas, el sueño se destaca como un símbolo adecuado para
reflejar la comprensión bíblica de la condición de los muertos (Job 3:11-13; 14:12; Salmos 13:3;
Jeremías 51:39; Daniel 12:2). La muerte es el completo fin de la vida. La muerte es un estado
de inconsciencia en la cual no hay pensamientos, emociones, trabajo ni comunicación de
ningún tipo (Eclesiastés 9:5, 6, 10; Salmos 115:17; 146:4).”[2]

Puesto que para los adventistas el alma está inconsciente durante el período entre la muerte
y la resurrección, los adventistas niegan la realidad de un estado intermedio entre la muerte
y la resurrección y, por consiguiente, del infierno:
“Jesús utilizó dos términos griegos, hadēs y gehena, para hablar de la muerte y el castigo de
los impíos… Hadēs es equivalente al Hebreo she’ôl, el término más común utilizado en el
Antiguo Testamento para referirse al lugar de los muertos. Estos nombres simplemente
representan la tumba o el lugar al cual todos descienden al morir, sin connotación de castigo
ni recompensa… En los evangelios, la palabra infierno aparece once veces en labios de Jesús.
En realidad, él utilizó el término griego gehena, del nombre hebreo Gê Hinnom, “Valle de
Hinom”. Según el Antiguo Testamento, en este desfiladero al sur de Jerusalén, los reyes Acaz
y Manasés realizaron ritos paganos horrendos, quemando niños en sacrificio a Moloc (2 Crón.
28:3; 33:6). Más tarde, el rey Josías puso fin a esta práctica (2 Rey. 23:10). Debido a los pecados
perpetrados en este valle, Jeremías profetizó que Dios lo convertiría en un “Valle de la
Matanza” (Jer. 7:32, 33; 19:6). Por lo tanto, el valle se convirtió en un símbolo del juicio final y
el castigo de los impenitentes. Jesús utilizó el nombre en sentido figurado, sin explicar ningún
detalle con respecto al tiempo y el lugar del castigo, algo que si encontramos en otros pasajes
de la Biblia. El infierno, sin embargo, no es un lugar de castigo eterno.”[3]
Así pues, para los adventistas el ser humano no sólo no posee un alma inmortal, sino que
tampoco hay estado intermedio entre la muerte y la resurrección (paraíso o infierno). Pero
eso no es todo. Los adventistas tampoco creen en la doctrina cristiana del castigo eterno. En
su lugar, adoptan la postura conocida como aniquilacionismo. La doctrina adventista enseña:

“La nada inconsciente que es la muerte nos separa de Dios y de los que hemos perdido. Solo
Dios posee inmortalidad intrínseca, pero el don gratuito de la salvación es la vida eterna.
Aguardamos con ansias la segunda venida de Cristo, cuando Jesús resucitará a los salvados
de la muerte, para que puedan vivir para siempre… Los primeros mil años después del regreso
de Cristo serán en el cielo un tiempo de reconciliación y renovación. Tendremos la capacidad
de investigar las vidas de los perdidos, explorando cómo sus elecciones los llevaron a la
salvación o destrucción. El planeta estará vacío de seres humanos; solo estarán Satanás y sus
ángeles, exiliados y ya sin nadie que engañar o destruir… Después de mil años, Dios y los
salvados regresarán del cielo a la tierra con la ciudad celestial, la Nueva Jerusalén. Dios
resucitará a los malvados muertos para que puedan ser testigos de la fase final del juicio de
Dios. Cada persona enfrentará el registro de su vida, y todos verán la verdadera justicia y
equidad de Dios. Entonces Dios destruirá para siempre el pecado y los pecadores.”[4]

En la concepción adventista de los eventos futuros, la resurrección de los justos ocurrirá al


principio del Milenio. Los justos serán arrebatados al cielo y los injustos serán destruidos:

“La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran culminación


del evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y de alcance mundial.
Cuando regrese, los justos muertos resucitarán y junto con los justos vivos serán glorificados
y llevados al cielo, pero los impíos morirán.”[5]
La doctrina adventista enseña que solo Satanás y sus demonios habitarán la Tierra durante el
Milenio:
“Mientras los salvados se reconectan con Dios, Satanás y sus seguidores están atrapados en
este planeta. Después de mil años, Dios resucitará a los perdidos para el juicio final, antes de
destruir el pecado y los pecadores… El milenio es el reino de mil años de Cristo con sus santos
en el cielo que se extiende entre la primera y la segunda resurrección. Durante ese tiempo
serán juzgados los impíos; la tierra estará completamente desolada, sin habitantes humanos,
pero sí ocupada por Satanás y sus ángeles. Al terminar ese período Cristo y sus santos, junto
con la Santa Ciudad, descenderán del cielo a la tierra. Los impíos muertos resucitarán
entonces, y junto con Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad; pero el fuego de Dios los
consumirá y purificará la tierra. De ese modo el universo será librado del pecado y de los
pecadores para siempre (Apocalipsis 20; 1 Corintios 6:2-3; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-
5; Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18-19).”[6]

Dicho de otra manera, los adventistas no creen en un castigo eterno para los malvados e
impenitentes, sino en el aniquilacionismo. El aniquilacionismo es una doctrina que enseña que
los incrédulos no experimentarán un sufrimiento eterno en el infierno, sino más bien serán
“extinguidos o aniquilados” después de la muerte. Para muchos (incluidos adventistas,
testigos de Jehová, protestantes liberales y otros), el aniquilacionismo es una creencia
atractiva debido a lo horrible que parece a la mente humana la idea de que la gente pase la
eternidad en el infierno. Sin embargo, lo verdaderamente importante en esto no es cuan
horrible nos parezca la idea, sino más bien si la idea es enseñada en la Biblia.

Aunque hay algunos pasajes que parecen argumentar a favor del aniquilacionismo, un vistazo
más amplio a lo que la biblia dice sobre el destino de los malvados, revela el hecho de que el
castigo en el infierno es eterno. La creencia en el aniquilacionismo refleja un pobre
entendimiento de las consecuencias del pecado, la justicia de Dios, y la naturaleza del infierno.
En esto, como en otros aspectos doctrinales de gran importancia, los cristianos bíblicos no
podemos estar en comunión con los adventistas del séptimo día.

¿EN VERDAD TENEMOS UN ALMA INMORTAL?


La Biblia enseña que la humanidad tiene un cuerpo físico, un alma y un espíritu. La realidad
de nuestro cuerpo físico es incuestionable. Definir el alma y el espíritu es un poco más
complejo. Aunque a veces la Biblia usa los términos alma y espíritu como sinónimos (Mateo
10:28; Lucas 1:46-47; 1 Corintios 5:3; 7:34), otros pasajes bíblicos dan a entender la
separación entre el alma y el espíritu (Romanos 8:16; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos
4:12). Hebreos 4:12 dice:

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y
penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón”.

Este versículo nos dice dos cosas: (1) hay un punto de división entre el alma y el espíritu, y (2)
el punto de división solo Dios lo puede discernir. Con esto en mente, podemos afirmar que el
aspecto inmaterial de la naturaleza humana involucra un alma y un espíritu. Ahora bien, si el
alma y el espíritu están absolutamente unificados y unidos (dicotomía), o estrechamente
relacionadas pero separados (tricotomía), es un asunto en el cual la Biblia guarda silencio.
Nosotros, por lo tanto, debemos hacer lo mismo. Debemos admitir, sin embargo, que la
naturaleza tripartita del hombre refleja de forma asombrosa la naturaleza trinitaria de su
Creador.

Aquellos que creemos que la naturaleza humana es una tricotomía, afirmamos que el cuerpo
físico es lo que nos conecta con el mundo físico que nos rodea, el alma es la esencia de
nuestro ser, y el espíritu es lo que nos conecta con Dios. Esta es la razón por la que se dice
que los inconversos están muertos espiritualmente (Efesios 2:1; Colosenses 2:13), mientras
que se ven muy vivos física y emocionalmente. Aquellos que creen que la naturaleza humana
es una dicotomía, tienen la misma comprensión del cuerpo, pero entienden el espíritu como
la parte del alma que se conecta con Dios. La diferencia entre los cristianos que vemos al
hombre como una tricotomía y aquellos que lo ven como una dicotomía, reside en si el alma
y el espíritu son aspectos diferentes de la naturaleza humana inmaterial, o si el espíritu es
simplemente una parte del alma, siendo el alma toda la parte inmaterial de la naturaleza
humana. El silencio bíblico al respecto nos impide ser dogmáticos, reconociendo que ambas
líneas de interpretación pueden sustentarse sin caer en herejía. De lo que podemos estar
seguros, es que la naturaleza humana se compone de un cuerpo, un alma y un espíritu. Si el
alma y el espíritu son uno, o de alguna manera son distintos, no es un tema que Dios escogió
para dejar muy claro en su palabra. Ya sea que usted crea en una dicotomía o en la tricotomía,
debería ofrecer su cuerpo como sacrificio vivo (Romanos 12:1), agradecerle a Dios por salvar
su alma (1 Pedro 1:9), y adorar a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24). Los
adventistas, sin embargo, no pueden enmarcar sus ideas sobre la naturaleza del alma humana
dentro de ninguna de las dos corrientes consideradas ortodoxas por el cristianismo bíblico e
histórico.

El cristianismo ortodoxo reconoce la doctrina de la inmortalidad del alma humana. De acuerdo


con la Biblia, la verdadera vida o vida espiritual, no cesa cuando nuestros cuerpos físicos
terminan con la muerte. Nuestras almas vivirán para siempre, ya sea en la presencia de Dios
en el cielo si es que somos salvos, o en castigo en el infierno si rechazamos el regalo de Dios
de la salvación. De hecho, la promesa de la Biblia no es que sólo nuestras almas vivirán para
siempre, sino que también nuestros cuerpos serán resucitados. Esta esperanza de resurrección
corpórea está en el corazón mismo de la fe cristiana (1 Corintios 15:12-19). Sin embargo,
mientras que nuestras almas son inmortales, es importante recordar que no somos eternos
como lo es Dios. Dios es el único ser verdaderamente eterno, porque solamente Él no tuvo ni
principio ni tendrá fin. Dios siempre ha existido y siempre continuará existiendo. Todas las
demás criaturas conscientes, ya sean humanas o angélicas, son finitas porque tuvieron un
principio. Nuestras almas son inmortales, porque es cómo Dios las creó, pero ellas sí tuvieron
un principio, habiendo habido un tiempo en el que no existían.
EL ESTADO INTERMEDIO.
Puesto que nuestra alma es inmortal, esta no se pierde en la nada, tampoco duerme en la
inconsciencia o desaparece al momento de morir. La Biblia nos enseña que hay un estado
intermedio entre la muerte y la resurrección. La Biblia enseña claramente que los creyentes
fallecidos están con el Señor (2 Corintios 5:6-8; Filipenses 1:23) pero también enseña que
los injustos experimentan sufrimiento consciente después de la muerte (Lucas 16:19-
31). Una vez más, el adventismo opina de forma diferente:

“La nada inconsciente que es la muerte nos separa del Dios de la vida, pero la derrota de
Cristo sobre la muerte significa que los salvados pueden aguardar la resurrección y la vida
eterna. La paga del pecado es muerte. Pero Dios, el único que es inmortal, otorgará vida
eterna a sus redimidos. Hasta ese día, la muerte constituye un estado de inconsciencia para
todos los que hayan fallecido. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, los justos
resucitados y los justos vivos serán glorificados y todos juntos serán arrebatados para salir al
encuentro de su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los impíos, ocurrirá mil
años después (Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:5-6; Salmos 146:3-4; Juan
11:11-14; Colosenses 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-29;
Apocalipsis 20:1-10).”[7]

Esta peculiar doctrina adventista recibe el nombre de “sueño del alma” y enseña que cuando
una persona muere, su alma “duerme” hasta el momento de la resurrección futura. En esta
condición, la persona no está consciente. Sin embargo, los adventistas no son los únicos en
enseñarla. Los testigos de Jehová y otras sectas menores sostienen esta doctrina, con la
diferencia de que los testigos de Jehová enseñan la aniquilación del alma al momento de la
muerte. Esto significa que después de la muerte, una persona deja de existir. Ellos sostienen,
además, que, en la resurrección futura, el alma, es hecha nuevamente. Básicamente, es volver
a crear la persona. Los adventistas, por otro lado, enseñan que el alma simplemente se
desactiva (se vuelve inerte) y reside en la memoria de Dios.

Los adventistas suelen recurrir al libro de Eclesiastés para defender su postura. Por
ejemplo, Eclesiastés 9:5 afirma: “Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos
nada saben, ni tienen más recompensa, porque hasta su memoria es puesta en el
olvido”. (Eclesiastés 9:5). Y luego nos dice: “Y el polvo vuelva a la tierra, de donde procede, Y
el espíritu retorne a Dios, que lo dio”. (Eclesiastés 12:7). No obstante, aunque podría
concluirse a partir de dichos versículos que los muertos permanecen inconscientes hasta la
resurrección, tampoco debemos ignorar que Eclesiastés debe ser entendido en el contexto de
su propio comentario, el cual afirma al inicio del libro:
“Las palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dice el
Predicador. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el ser humano de
toda su labor con que se afana debajo del sol?”. (Eclesiastés 1:1-3)
El escritor de Eclesiastés nunca pretendió describir en su libro el estado del hombre posterior
a la muerte. Por el contrario, su intención fue presentarnos la insensatez y carencia de
significado en una vida enfocada en el materialismo y la obtención de placer, pues todo el
afán del hombre, su orgullo y vanidad, sus logros y pompa, terminan con la muerte:

“A todo esto me dediqué de lleno, y en todo esto comprobé que los justos y los sabios, y sus
obras, están en las manos de Dios; que el hombre nada sabe del amor ni del odio, aunque los
tenga ante sus ojos. Para todos hay un mismo final: para el justo y el injusto, para el bueno y
el malo, para el puro y el impuro, para el que ofrece sacrificios y para el que no los ofrece;
para el bueno y para el pecador, para el que hace juramentos y para el que no los hace. Hay
un mal en todo lo que se hace en esta vida: que todos tienen un mismo final. Además, el
corazón del hombre rebosa de maldad; la locura está en su corazón toda su vida, y su fin está
entre los muertos. ¿Por quién, pues, decidirse? Entre todos los vivos hay esperanza, pues vale
más perro vivo que león muerto. Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos
no saben nada ni esperan nada, pues su memoria cae en el olvido. Sus amores, odios y
pasiones llegan a su fin, y nunca más vuelven a tener parte en nada de lo que se hace en esta
vida. ¡Anda, come tu pan con alegría! ¡Bebe tu vino con buen ánimo, que Dios ya se ha
agradado de tus obras! Que sean siempre blancos tus vestidos, y que no falte nunca el
perfume en tus cabellos. Goza de la vida con la mujer amada cada día de la vida sin sentido
que Dios te ha dado en este mundo. ¡Cada uno de tus absurdos días! Esto es lo que te ha
tocado de todos tus afanes en este mundo. Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo
empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento
ni sabiduría. Me fijé que en esta vida la carrera no la ganan los más veloces, ni ganan la batalla
los más valientes; que tampoco los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes abundan en
dinero, ni los instruidos gozan de simpatía, sino que a todos les llegan buenos y malos
tiempos. Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la
red maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una
desgracia que de pronto les sobreviene.” (Eclesiastés 9:1-12, NVI).

Su visión pesimista se refiere a la vida “debajo del sol”. Nunca pretendió hacer declaraciones
doctrinales acerca de si el alma continúa consciente después de la muerte o no. Afirmar tal
cosa sería traicionar el texto. Además, es un error usar el Antiguo Testamento para interpretar
el Nuevo. Es el Nuevo Testamento el que arroja luz sobre el Antiguo. Ni Salomón, ni ningún
otro autor del Antiguo Testamento, pudo vislumbrar a cabalidad las gloriosas verdades del
Evangelio que ahora nosotros conocemos. La revelación plena sobre el destino final del
hombre nos fue dada a conocer a través de Cristo y su Evangelio:

“Y ahora todo esto él nos lo ha hecho evidente mediante la venida de Cristo Jesús, nuestro
Salvador. Destruyó el poder de la muerte e iluminó el camino a la vida y a la inmortalidad por
medio de la Buena Noticia.” (2 Timoteo 1:10, NTV).
Por lo tanto, podemos decir a ciencia cierta que el concepto del “sueño del alma” enseñado
por los adventistas no es una doctrina bíblica. Cuando la Biblia dice que una persona está
“dormida” en relación a la muerte (Lucas 8:52; 1 Corintios 15:6), no significa literalmente
que “duerme.” El sueño es sólo una manera de describir la muerte, porque un cuerpo muerto
da la apariencia de estar dormido. La Biblia nos dice que en el instante que morimos, somos
llevados al cielo o al infierno, dependiendo de si hemos puesto nuestra fe en Cristo para la
salvación.

Para los creyentes, el estar ausentes del cuerpo es estar presentes con el Señor (2 Corintios
5:6-8; Filipenses 1:23). Para los no creyentes, la muerte significa el castigo eterno en el
infierno (Lucas 16:22-23). Al momento en que morimos, enfrentamos un juicio
parcial (Hebreos 9:27). Sin embargo, hasta que suceda la resurrección, hay un cielo
“Paraíso” (Lucas 23:43; 2 Corintios 12:4), y un infierno “Hades” temporales (Apocalipsis
1:18; 20:13,14). En cierto sentido, el cuerpo de una persona está “dormido” mientras su alma
está en el Paraíso o en el Hades. Este cuerpo es entonces “despertado” y transformado en un
cuerpo eterno que poseerá la persona por la eternidad. Estos cuerpos eternos son los que
poseeremos para toda la eternidad, ya sea que estemos en el cielo o el infierno. Aquellos que
estuvieren en el Paraíso, serán enviados a los nuevos cielos y nueva tierra (Apocalipsis 21:1).
Aquellos que estuvieren en el Hades, serán echados al lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15).
Estos son los destinos finales y eternos para toda la gente, basados enteramente en si esa
persona confió en Jesucristo solamente para la salvación de sus pecados.

Otro pasaje bíblico importante que refuta el sueño del alma se puede encontrar en Lucas
16:19-31. Jesús enseñó que tanto un hombre rico como un hombre pobre llamado Lázaro
murieron. El hombre rico inmediatamente fue al Hades y Lázaro inmediatamente fue llevado
al seno de Abraham. El contexto del pasaje señala que Lázaro estaba consciente al lado de
Abraham.

Otro ejemplo se puede encontrar en la narración del ladrón en la cruz. En Lucas 23:43, Jesús
le prometió a este hombre que hoy estaría con Jesús en el paraíso. ¿De qué otro modo podría
entenderse esta referencia al “hoy” de ser el mismo día en que Jesús estaba hablando con
este hombre?

Apocalipsis 6:9 nos muestra el estado intermedio de las almas: “Vi debajo del altar las almas
de los que habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que habían
dado”. Este pasaje se refiere a las almas de aquellos que murieron durante la Tribulación que
ahora estaban en la presencia del Señor. Todavía no habían recibido sus cuerpos de
resurrección (mencionados más adelante en Apocalipsis), pero estaban activos, conversando
y en la presencia de Dios después de la muerte.

Aún más, en la transfiguración de Jesús vemos a Moisés y Elías vivos. Para ellos, no había nada
como el “sueño del alma”. Mateo 17:1-8nos dice:
“Y después de seis días, Jesús toma consigo a Pedro, a Jacobo y a su hermano Juan, y los lleva
aparte, a un monte muy alto. Y fue transfigurado ante ellos, y su rostro resplandeció como el
sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz. Y he aquí, se les aparecieron Moisés y
Elías hablando con Él. Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: ¡Señor, bueno es quedarnos
aquí! Si quieres, haré aquí tres enramadas: una para ti, una para Moisés, y otra para Elías.
Estando él aun hablando, he aquí una nube de luz los cubrió, y de la nube salió una voz,
diciendo: Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido; a Él oíd. Y los discípulos, al oírlo,
cayeron sobre sus rostros y temieron en gran manera. Pero Jesús se acercó, y tocándolos, dijo:
Levantaos, y no temáis. Y alzando sus ojos, a nadie vieron, sino al mismo Jesús solo”.

Por lo tanto, la doctrina del sueño del alma es incorrecta. El alma continúa su existencia
después de la muerte. El impío enfrentará el juicio de Dios, y los cristianos habitarán en Su
presencia. La visión del sueño del alma, que coloca un período de tiempo prolongado después
de la muerte antes de que un creyente esté presente con el Señor, está claramente en
desacuerdo con las enseñanzas de la Escritura.

EL ANIQUILACIONISMO.
El aniquilacionismo es otro error doctrinal practicado por los adventistas. Según dicha
doctrina, aquellos que no hereden la vida eterna serán “extinguidos o aniquilados” después
de la muerte. La noción de un castigo eterno para los injustos es considerada aberrante para
los adventistas. Ellos afirman que:

“Según las Escrituras, Dios promete vida eterna a los justos. La paga del pecado es muerte, no
una vida eterna en el infierno (Rom. 6:23). Las Escrituras enseñan que los malos serán
“destruidos” (Sal. 37:9, 34); que perecerán (Sal. 37:20; 68:2). No vivirán en un estado de
conciencia para siempre, sino serán quemados (Mal. 4:1; Mat. 13:30, 40; 2 Ped. 3:10). Serán
destruidos (Sal. 145:20; 2 Tes. 1:9; Heb. 2:14), consumidos (Sal. 104:35)… Cuando Cristo habló
del “castigo eterno” (Mat. 25:46) no quiso decir castigo sin fin. Quiso decir que así como la
“vida eterna” [que los justos disfrutarán] continuará a través de los siglos sin fin de la
eternidad; el castigo [que los malos sufrirán] también será eterno: no de duración perpetua
de sufrimiento consciente, sino el castigo que es completo y final. El fin de los que así sufren
es la segunda muerte… Una cosa podemos decir con confianza: El tormento eterno debe ser
descartado. Si los hombres no hubieran tomado la noción griega no bíblica de la
indestructibilidad natural del alma del individuo y luego leído el Nuevo Testamento con ese
concepto ya en sus mentes, habrían extraído de él [el Nuevo Testamento] una nueva creencia,
no en el tormento eterno, sino en la aniquilación. Es al fuego que se lo llama aeonian [eterno],
no a la vida que se lanza a él”. Al ejecutarse el castigo exigido por la ley de Dios, las demandas
de la justicia son satisfechas. Ahora el cielo y la tierra proclaman la justicia del Señor.”[8]

Los adventistas tienen razón en que la palabra griega “aeonian “ o “aionion”, la cual
usualmente se traduce como “eterno”, no significa “eterno” por definición. Específicamente
se refiere a una “edad” o “era”, un período específico de tiempo. Sin embargo, está claro que,
en el Nuevo Testamento, este vocablo griego es usado algunas veces para referirse a una
cantidad eterna de tiempo. Apocalipsis 20:10 habla de Satanás, la bestia, y el falso profeta
que fueron echados al lago de fuego y serán atormentados “día y noche por los siglos de los
siglos”. Es claro que estos tres no son “aniquilados” por ser echados en el lago de fuego. ¿Por
qué sería diferente el destino de los incrédulos? (Apocalipsis 20:14-15) La evidencia más
convincente de la eternidad del infierno está en Mateo 25:46, “E irán éstos (los impíos) al
castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. En este versículo, es usada exactamente la misma
palabra griega para referirse al destino de los impíos y los justos. Si los impíos son solamente
atormentados por una “era”, entonces los justos sólo experimentarán la vida en el Cielo por
una “era”. Si los creyentes estarán en el cielo para siempre, los incrédulos estarán en el infierno
para siempre.

Por otro lado, los adventistas del séptimo día han malentendido el significado del lago de
fuego. Obviamente si un ser humano es echado en un lago de lava hirviente, será consumido
instantáneamente. Sin embargo, el lago de fuego es una realidad tanto física como espiritual.
No es solamente el cuerpo humano el que es echado al lago de fuego; es el cuerpo, el alma
y el espíritu humano. Una naturaleza espiritual no puede ser consumida por un fuego físico.
Los incrédulos serán resucitados con un cuerpo preparado para la eternidad, de la misma
manera que lo es para los creyentes (Apocalipsis 20:13; Hechos 24:15). Estos cuerpos están
preparados para un destino eterno.

Los adventistas y otras sectas aniquilacionistas afirman que sería injusto que Dios castigara a
los incrédulos en el infierno por una eternidad infinita, a causa de un número finito de
pecados. ¿Cómo puede ser justo que Dios castigue a una persona que vivió una vida de
pecado, digamos de 70 años, por toda una eternidad? La respuesta es que nuestros pecados
conllevan una consecuencia eterna, porque son contra un Dios eterno. Cuando el rey David
cometió los pecados de adulterio y asesinato, él dijo a Dios, “Contra ti, contra ti solo he
pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos…” (Salmo 51:4). David había pecado contra
Betsabé y Urías. ¿Cómo pudo clamar David que solo pecó contra Dios? David entendía que
todos los pecados son en última instancia contra Dios. Dios es un Ser eterno e infinito. Como
resultado, todo pecado es objeto de un castigo eterno. No es un asunto del tiempo que
duramos pecando, sino del carácter del Dios contra quien pecamos.

Un aspecto más personal del aniquilacionismo al cual recurren las sectas para defender su
postura herética, es la idea de que no sería posible ser felices en el cielo, sabiendo que algunos
de nuestros seres amados estuvieran sufriendo un tormento eterno en el infierno. Lo cierto
es que cuando lleguemos al cielo, no tendremos nada de qué quejarnos o por qué estar
tristes. Apocalipsis 21:4 nos dice:

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.
Si algunos de nuestros seres queridos no están en el cielo, nosotros, los redimidos, estaremos
plenamente de acuerdo en que ellos no pertenecen ahí, es decir, que ellos están condenados
por su propia resistencia a creer en Jesucristo como su Salvador (Juan 3:16; Juan
14:6). Nuestra atención no debe enfocarse en cómo disfrutaremos del cielo sin todos
nuestros seres queridos ahí, sino más bien en cómo podemos llevar a nuestros seres queridos
a la fe en Cristo, para que ellos puedan estar ahí.

La certeza de un castigo eterno para los malvados es quizá la razón primaria por la que Dios
envió a Jesucristo a pagar el castigo por nuestros pecados. El ser “aniquilados” después de la
muerte no es un destino para aterrorizarse, aunque una eternidad en el infierno
definitivamente sí lo es. La muerte de Jesús fue una muerte infinita, pagando nuestra deuda
infinita, para que no tengamos que pagarla en el infierno por una eternidad (2 Corintios
5:21). Todo lo que tenemos que hacer, es poner nuestra fe en Cristo, y seremos salvos,
perdonados, limpiados, obteniendo la promesa de un hogar eterno en el cielo. Si rechazamos
Su regalo de vida eterna, enfrentaremos las consecuencias eternas de esa decisión.

LA DOCTRINA DEL CASTIGO ETERNO EN LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO.[9]


Cuando los argumentos bíblicos fallan, los adventistas y otras sectas aniquilacionistas
argumentan que la inmortalidad del alma, la existencia del infierno y el castigo eterno nunca
formaron parte de las doctrinas originales del cristianismo, sino que entraron a formar parte
de las enseñanzas de la iglesia directamente del paganismo. Pero ¿Es esto cierto? ¿Apoya la
historia de la iglesia y los escritos de los primeros cristianos los argumentos adventistas? ¡En
ninguna manera!

La Iglesia primitiva y los padres de la Iglesia creían no solo en la doctrina de la inmortalidad


del alma, sino en la condenación eterna de los condenados (A excepción de Orígenes y
algunos de sus seguidores que erraron al pensar que las penas del infierno eran temporales
y de algunos herejes gnósticos que afirmaban que los que no se salvaran serían aniquilados
(curiosamente lo que hoy creen testigos de Jehová y adventistas). La historia de la iglesia y
los registros extrabíblicos se unen a la Biblia para probar que la existencia del infierno y la
realidad eterna del mismo, eran aceptadas por la iglesia primitiva. Por ejemplo:

1. Apocalipsis de Pedro: De los textos apócrifos primitivos es uno de los más importantes,
por su antigüedad (fue escrito entre el año 125 y el 150, o lo que es lo mismo a 25 a 50
años de la muerte del último apóstol), y fue tenido en gran estima por los escritores
eclesiásticos de la antigüedad al punto que Clemente de Alejandría incluso lo considera
como un escrito canónico.[10] Un fragmento griego importante del apocalipsis fue
hallado en Akhmin en 1886-1887 y su contenido describe visiones que incluyen la belleza
del cielo y el horror del infierno y los castigos a los que son sometidos los condenados:
“Y había un gran lago, lleno de cieno ardiente, donde se encontraban algunos hombres
que se habían apartado de la justicia; y los ángeles encargados de atormentarles estaban
encima de ellos.”

2. Ignacio de Antioquía: Ignacio fue Obispo de Antioquia, martirizado en Roma (devorado


por los leones) en tiempos del emperador Trajano (98-117). Se conservan de él las siete
cartas que escribió camino al martirio aproximadamente en el año 107. Ignacio habla de
cómo aquellos que mueran en la impureza irán al fuego inextinguible: “Hermanos míos,
no os engañéis, los adúlteros no heredarán el Reino de Dios. Pues si los que obraron esto
según la carne murieron ¡Cuánto más si corrompe en mala doctrina la fe de Dios por la
que Jesucristo fue crucificado! Éste, por ser impuro, irá al fuego inextinguible, así como
el que lo escucha. Por eso el Señor tomó ungüento sobre su cabeza para inspirar a la
Iglesia incorrupción. No os unjáis con la fétida doctrina del príncipe de este mundo para
que no os lleve cautivos lejos de la vida que ha sido propuesta como recompensa. ¿Por
qué no somos todos prudentes después de haber alcanzado el conocimiento de Dios que
es Jesucristo? ¿Por qué perecemos neciamente al desconocer la gracia que el Señor
verdaderamente ha enviado?”[11]

3. Justino Mártir: Mártir de la fe cristiana hacia el año 165 (decapitado), es considerado el


mayor apologeta del Siglo II. Él afirmó: “Porque entre nosotros, el príncipe de los malos
demonios se llama serpiente y Satanás y diablo o calumniador, como os podéis enterar,
si queréis averiguarlo, por nuestras escrituras; y que él y todo su ejército juntamente con
los hombres que le siguen haya de ser enviado al fuego para ser castigado por eternidad
sin término, cosa es que de antemano fue anunciada por Cristo”[12]

También dijo:

“Y no se nos objete lo que suelen decir los que se tienen por filósofos, que no son más que
ruido y espantajos lo que nosotros afirmamos sobre el castigo que los inicuos han de sufrir
en el fuego eterno”[13]

4. El Martirio de Policarpo: Es una carta de la Iglesia de Esmirna a la comunidad de


Filomenio donde se narra el martirio de Policarpo, discípulo directo del apóstol Juan y
obispo de Esmirna. En dicha epístola se lee: “Fiándose de la gracia de Cristo, despreciaban
los tormentos terrenos, librándose del castigo eterno, por medio de una hora. El fuego
de los crueles verdugos les era indiferente, pues tenían ante sus ojos el escapar del
(fuego) eterno que nunca se apaga, y contemplaban con los ojos de su corazón los bienes
que aguardan a los que sufren pacientemente, los cuales ni el oído oyó, ni el ojo vio, ni
al corazón del hombre subieron, pero el Señor se los mostró a ellos, porque ya no eran
hombres, sino ángeles.”[14]
5. El Discurso a Diogneto: Es un breve tratado apologético dirigido a alguien llamado
Diogneto quien al parecer había preguntado algunas cosas que le llamaban la atención
sobre las creencias y modo de vida de los cristianos. Es de autor desconocido y se estima
fue compuesto a finales del siglo II. En dicho documento se nos dice: “Entonces, estando
en la tierra, contemplarás que Dios ejerce su gobierno en los cielos; entonces comenzarás
a hablar de los misterios de Dios; entonces amarás y admirarás a los que son torturados
por no querer negar a Dios; entonces condenarás el engaño y el error del mundo, cuando
conozcas la vida verdadera del cielo, cuando desprecies lo que aquí parece ser la muerte,
cuando temas la verdadera muerte reservada a los condenados al fuego eterno, castigo
definitivo de quienes sean entregados. Entonces admirarás y considerarás
bienaventurados a quienes soportan el fuego terreno por causa de la justicia, cuando
conozcas aquel fuego…”[15]

6. Atenágoras: Reconocido apologeta cristiano primitivo del siglo II. Afirmó: “Porque si
creyéramos que no hemos de vivir más que la vida presenta, cabría sospechar que
pecáramos sometidos a la servidumbre de la carne y de la sangre, o dominados por el
lucro y el deseo; pero sabiendo como sabemos que dios vigila nuestros pensamientos y
nuestras palabras de noche como de día, y que El es todo luz y mira aun dentro de nuestro
corazón; creemos que, salidos de esta vida, viviremos otra mejor, a condición de que
permanezcamos con Dios y por Dios inquebrantables y superiores a las pasiones, con
alma no carnal, aun en la carne, sino con espíritu celeste; o cayendo con los demás nos
espera vida peor en el fuego (porque Dios no nos creó como rebaños o bestias de carga,
de paso, y sólo para morir y desaparecer); con esta fe, decimos, no es lógico que nos
entregamos voluntariamente al mal y nos arrojemos a nosotros mismos en manos del
gran juez para ser castigados”.[16]

7. Ireneo de Lyon: Fue consagrado obispo de Antioquia entre el año primero de


Vespasiano (70 d.C.) y el décimo de Trajano (107 d.C.). Ireneo escribió: “En el Nuevo
Testamento [1062] creció la fe de los seres humanos en Dios, al recibir al Hijo de Dios
como un bien añadido a fin de que el hombre participara de Dios. De modo semejante
se incrementó la perfección de la conducta humana, pues se nos manda abstenernos no
sólo de las malas obras, sino también de los malos pensamientos (Mt 15,19), de las
palabras ociosas, de las expresiones vanas (Mt 12,36) y de los discursos licenciosos (Ef
5,4): de esta manera se amplió también el castigo de aquellos que no creen en la Palabra
de Dios, que desprecian su venida y se vuelven atrás, pues ya no será temporal sino
eterno. A tales personas el Señor dirá: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno» (Mt
25,41), y serán para siempre condenados. Pero también dirá a otros: «Venid, benditos de
mi Padre, recibid en herencia el reino preparado para vosotros desde siempre» (Mt 25,34),
y éstos recibirán el Reino en el que tendrán un perpetuo progreso. Esto muestra que uno
y el mismo es Dios Padre, y que su Verbo siempre está al lado del género humano, con
diversas Economías, realizando diversas obras, salvando a quienes se han salvado desde
el principio -es decir, a aquellos que aman a Dios y según su capacidad siguen a su
Palabra-, y juzgando a quienes se condenan, o sea a quienes se olvidan de Dios,
blasfeman y transgreden su Palabra.”[17]

8. Tertuliano: Fue un apologeta y escritor eclesiástico. En una de sus obras titulada De


paenitentia (aproximadamente en el año 203 d.C.) afirmó que quienes rechazan esta
penitencia describe la condenación eterna en el infierno, castigo de quienes no quisieron
arrepentirse y confesar sus pecados: “Si rehúsas la penitencia pública, medita en tu
corazón acerca de la gehena que para ti ha de ser extinguida mediante la penitencia.
Imagínate ante todo la gravedad de la pena, a fin de que no vaciles en asumir el remedio.
¿Cómo debemos considerar esta caverna del fuego eterno, cuando a través de algunas
de sus chimeneas se producen tales erupciones de vigorosas llamas, que han hecho
desaparecer las ciudades cercanas o están a la espera de que esto les ocurra cualquier
día? Montes altísimos saltan hechos pedazos a causa del fuego que encierran, y resulta
para nosotros un indicio de la perpetuidad de este fuego el hecho de que, por más que
estas erupciones quebranten y destrocen las montañas, nunca cesa esta actividad. ¿Quién
ante estas conmociones de los montes podrá dejar de considerarlas como un indicio del
amenazante juicio? ¿Quién podrá pensar que tales llamaradas no sean una especie de
armas arrojadizas que provienen de un fuego colosal e indescriptible?[18]

9. Cipriano de Cartago: Nació hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica
y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El disgusto que sentía ante la inmoralidad
de los ambientes paganos, contrastado con la pureza de costumbres de los cristianos, le
indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246. Poco después, en 248, fue elegido
obispo de Cartago. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor retirarse a un
lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey. Él afirmó: “Que gloria para los
fieles habrá entonces, qué castigo para los no creyentes, qué dolor para los infieles no
haber querido creer en otro tiempo en este mundo y no poder volverse ahora atrás y
creer. La gehena siempre en llamas y un fuego devorador abrasará a los que allí vayan, y
no tendrán descanso sus tormentos ni fin en ningún momento. Serán conservadas las
almas con los cuerpos para sufrir con inacabables suplicios. Allí veremos siempre al que
aquí nos miró por un tiempo, y el breve placer que tuvieron los ojos crueles en las
persecuciones será contrapesado por el espectáculo sin fin, según el testimonio de la
Sagrada Escritura, cuando dice> Su gusano no morirá, y su fuego no se extinguirá, y
servirán de espectáculo a todos los hombres. Entonces será baldío el arrepentimiento,
vanos los gemidos y sin eficacia los ruegos. Tarde creen en la pena eterna los que no
quisieron creer en la vida eterna”.[19]

10. Basilio de Cesárea: Nació en una familia profundamente cristiana Su abuelo materno
había sufrido el martirio. Sucedió a Eusebio como Obispo de Cesarea. Él afirmó: “…no está
presente en el infierno quien alabe, ni en el sepulcro quien se acuerde de Dios, porque
tampoco está presente el auxilio del Espírito. ¿Cómo se puede, pues, pensar que el juicio
se efectúa sin el Espíritu Santo, siendo así que la Palabra muestra que él mismo será
también la recompensa de los justos cuando, en vez de las arras, se entregue a la
totalidad, y que será la primera condenación de los pecadores cuando se les despoje de
lo mismo que parecían tener?”[20]

11. Gregorio Nacianceno: Nació en Nacianzo, Capadocia en el año 329, y fallecido en el 389.
Célebre por su elocuencia y por su lucha en su colaboración en la lucha contra el
arrianismo, junto con Basilio y Gregorio de Nicea. Él enseñó: “Conozco el temblor, la
agitación, la inquietud y el quebranto del corazón, la vacilación de las rodillas y otras
penas semejantes con que son castigados los impíos. Voy a decir, en efecto, que los
impíos son entregados a los tribunales de la otra vida por la justicia parsimoniosa de este
mundo, de modo que resulta preferible ser castigados y purificados ahora, que ser
remitidos a los suplicios del más allá, cuando sea ya el tiempo del castigo y no de la
purificación”.[21]

12. Jerónimo: Padre de las ciencias bíblicas y traductor de la Biblia al latín. Presbítero,
hombre de vida ascética, eminente literato. Nació en el año 347 y murió en el 420. Él
afirmó: “Son muchos los que dicen que en el futuro no habrá suplicios por los pecados
ni se les aplicarán castigos que vengan del exterior, sino que la pena consistirá en el
pecado mismo, y en el tener conciencia del delito, no muriendo el gusano en el corazón
y ardiendo el fuego en el alma, de un modo semejante a la fiebre, que no atormenta al
enfermo desde fuera, sino que, apoderándose de los cuerpos, castiga sin emplear ningún
instrumento externo de tortura. Estas persuasiones son lazos fraudulentos, palabras
vacuas y sin valor, que deleitan como flores a los pecadores, pero que les infunden una
confianza que les conduce a los suplicios eternos”[22]

13. Juan Crisóstomo: Nació en Antioquía de Siria en el año 347. Él enseñó: “Aparentemente
no hay aquí más que un solo castigo, que es el ser quemado por el fuego; sin embargo,
si cuidadosamente lo examinamos, veremos que son dos, porque el que es quemado es
juntamente desterrado para siempre del reino de Dios. Y este castigo es más grave que
el primero. Ya sé que muchos sólo temen al fuego del infierno, pero yo no vacilo en
afirmar que la pérdida de la gloria eterna es más amarga que el fuego mismo. Ahora, que
eso no lo podamos expresar con palabras, nada tiene de extraño, pues tampoco sabemos
la naturaleza de los bienes eternos para podernos dar cabal cuenta de la desgracia que
es vernos privados de ellos… Cierto, insufrible es el infierno y el castigo que allí se padece.
Sin embargo, aun cuando me pongas mil infiernos delante, nada me dirás comparable
con la perdida de aquella gloria bienaventurada, con la desgracia de ser aborrecido de
Cristo, de tener que oír de su boca «no te conozco». De que nos acuse de que le vimos
hambriento y no le dimos de comer. Mas valiera que mil rayos nos abrazaran, que no ver
aquel manso rostro que nos rechaza, y que aquellos ojos serenos no pueden soportar
mirarnos”.[23]

14. Agustín de Hipona: Obispo de Hipona. Nació en el 354 y llegó a ser obispo de Hipona
durante treinta y cuatro años. Combatió duramente todas las herejías de la época y murió
el año 430. Agustín afirmó: “Habéis oído, pues, en el Evangelio que hay dos vidas: una
presente, otra futura. La presente la poseemos: en la futura creemos. Nos encontramos
en la presente; a la futura aún no hemos llegado. Mientras vivimos la presente, hagamos
méritos para adquirir la futura, pues aún no hemos muerto. ¿Acaso se lee el Evangelio en
los infiernos? Si de hecho fuera así, en vano le oiría el rico aquel, porque no podría haber
ya penitencia fructuosa. A nosotros se nos lee aquí y aquí lo oímos, donde, mientras
vivimos, podemos ser corregidos para no llegar a aquellos tormentos.”[24] También
afirmó: “Por esto que sucede aquí, pudiera el entendimiento del hombre hacerse una idea
de lo que nos está reservado en lo por venir. Sin embargo, ¡qué gran desproporción! Vive,
no quiere morir; de ahí el amor a la vida inacabable, al querer vivir, al no querer morir
nunca. Con todo eso, los que hayan de ir a las torturadoras penas del infierno han de
querer morir y no podrán”.[25]

CONCLUSIÓN.
En oposición a la doctrina adventista, el cristianismo histórico y bíblico enseña tanto la
existencia de un alma inmortal como la realidad del infierno y la eternidad tanto del gozo de
los justos como del castigo de los impíos. Una vez más, debemos rechazar la doctrina
adventista como infundada y herética.

Y aunque estas herejías deberían ser suficientes para rechazar el adventismo, la lista de errores
aún continúa. En el próximo artículo (y último de esta serie) abordaremos algunas doctrinas
poco conocidas, pero decididamente heréticas, enseñadas por los adventistas del séptimo
día.
REFERENCIAS:
[1] Véase: http://www.elcentinela.com/?p=article&a=44107560324.880 Consultado el 19-02-
2019.
[2] Véase: https://www.adventistas.org/es/escuelasabatica/leccion-12-muerte-y-
resurreccion/ Consultado el 19-02-2019.
[3] Íbid.
[4] Véase: https://www.adventist.org/es/creencias/el-apocalipsis/Consultado el 19-02-2019.
[5] Véase: https://www.adventist.org/es/creencias/el-apocalipsis/la-segunda-venida-de-
cristo/ Consultado el 19-02-2019.
[6] Véase: https://www.adventist.org/es/creencias/el-apocalipsis/el-milenio-y-el-fin-del-
pecado/ Consultado el 19-02-2019.
[7] Véase: https://www.adventist.org/es/creencias/el-apocalipsis/la-muerte-y-la-
resurreccion/ consultado el 19-02-2019.
[8] Véase: https://noticias.adventistas.org/es/noticia/biblia/existe-o-no-que-dice-la-biblia-
sobre-el-infierno/ Consultado el 19-02-2019.
[9] Se recomienda la lectura de los siguientes libros como fuente de consulta: Patrologia I,
Johannes Quasten, BAC 206, Patrologia II, Johannes Quasten, BAC 217, Padres apologetas
griegos, Edición bilingüe completa, Daniel Ruiz Bueno, BAC 116, Obras de San Juan
Crisóstomo, Tomo I y Homilías sobre Mateo, BAC 141.
[10] Eusebio, Historia Eclesiástica 6,14,1.
[11] Ignacio de Antioquía, Carta a los efesios, 16-17: FuP 1, 119-121
[12] Justino Mártir, Apología I, 28; BAC 116, 209-210
[13] Justino Mártir, Apología II, 9; BAC 116, 271
[14] Martirio de Policarpo, 2, 3-4: FuP 1,251
[15] Discurso a Diogneto, 10,7-8: BPa 52, 568
[16] Atenágoras, Legación a favor de los cristianos, 31: BAC 116,701-702
[17] Ireneo, Contra los herejes IV,28,2
[18] Tertuliano, De la penitencia, 12: PL 1,1247
[19] Cipriano, A Demetriano, 24: BAC 241, 292-293
[20] Basilio de Cesárea, El Espíritu Santo, 16,40: BPa 32,175-176
[21] Gregorio Nacianceno, Discursos, 16,7: PG 35,944
[22] Jerónimo, Comentario a la Carta a los efesios, 3,5,6: PL 26, 522
[23] Juan Crisóstomo, Homilías sobre Mateo 23,8 BAC 141, 489-491
[24] Agustín de Hipona, Sermón, 113-A, 3: BAC 441, 829-830
[25] Agustín de Hipona, Sermón 127, 2: BAC 443, 106-107
57. ¿Qué “la letra mata”? ¿En serio?

Por: Fernando E. Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
¿Alguna vez has intentado corregir a un cristiano, pastor o líder religioso con escasa
preparación teológica y que presta más valor a la experiencia subjetiva que a la Palabra escrita
de Dios? ¡De esos abundan hoy en día! ¡Incluso lideran grandes e importantes
congregaciones, y hasta predican en la radio, la Tv y las redes sociales! Quizá, al intentar
explicarles la sana doctrina y pretender orientarles en el uso de una sana exégesis te hayas
encontrado con la siguiente respuesta: “Hermano, estás enfocándote demasiado en el texto.
Recuerda: la letra mata, pero el espíritu vivifica. Nosotros somos cristianos del Espíritu, no de
la letra”. Y es que 2 Corintios 3:6suele malinterpretarse para justificar cualquier extravagancia
o error exegético nacido de interpretaciones subjetivas del texto sagrado. Peor aún, le
atribuimos al Espíritu Santo dichos errores. Esta práctica ha sido común en muchas
congregaciones pentecostales que prestan poco valor al estudio serio de la Biblia. Algunas
iglesias y sus ministros incluso consideran pecado la formación teológica, negándose a sí
mismos y a sus congregaciones la asistencia a seminarios teológicos, institutos bíblicos o
universidades cristianas. Todo esto amparado supuestamente en 2 Corintios 3:6, el cual
dice: “Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra, sino el del
Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.” (2 Corintios 3:6; NVI).

Pero interpretar dicho texto como justificación para rechazar el estudio bíblico y la erudición
teológica es incorrecto. ¿Cuál es el problema con esta interpretación? Tal interpretación es
diabólica, y asume erradamente lo siguiente:
1. Que la “letra” en el pasaje se refiere al estudio de la Biblia. La vivificación del Espíritu Santo
se produce aparte de la Palabra.
2. El Espíritu Santo opera de manera independiente de la Palabra. Es decir, alguien puede
crecer en comunión con Dios y madurez a la semejanza de Cristo Jesús sin la renovación
de su mente a través de las Escrituras.

Muchos pentecostales, en exceso de fanatismo espiritualista, piensan que el Espíritu Santo es


su única autoridad. Por ende, la revelación o las impresiones, supuestamente dadas por él,
están por encima de la Biblia. Es cierto que el Espíritu Santo es libre de obrar según le plazca,
sin embargo, en Su Soberanía ha elegido obrar a través de exposición de las
Escrituras, “agrado a Dios salvar a los creyentes mediante la locura de la predicación” (1
Corintios 1.21) a fin de llevar a pecadores al arrepentimiento a Cristo. Y es que el Espíritu no
obra en contra de la Palabra que él mismo ha inspirado, “Él no puede negarse a sí mismo” (2
Timoteo 2.13). Prohibir a una persona que estudie las Escrituras, usando todo su ser
(emociones, voluntad e intelecto), no abre la puerta al obrar del Espíritu Santo sino a espíritus
demoníacos y engañadores. De esta manera se previene la madurez espiritual en la vida del
creyente.
Por todo lo anterior, muchos quizá se pregunten ¿Qué fue lo que quiso decir Pablo? ¿Acaso
Pablo, el erudito en la Palabra, se oponía a que otros fuesen instruidos como él?

UN ASUNTO SERIO.
Aunque muchas interpretaciones nacidas de la experiencia subjetiva y el desconocimiento
bíblico pueden resultar risibles para un cristiano educado en la Palabra, tomar un pasaje como
2 Corintios 3:6 y darle una interpretación incorrecta es cosa seria. Aunque somos humanos
falibles interpretando la Palabra de Dios infalible, el Señor nos hace responsables por cómo
usamos la Biblia, especialmente si somos maestros de ella. Santiago escribió: “Hermanos míos,
no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más
severidad.” (Santiago 3:1; NVI).

Para personas que enseñan lo que Dios no dice, Dios tiene reservada una condenación más
grande. Cuatro veces en el Nuevo Testamento se habla de personas que recibirán “mayor
condenación” (Mateo 23:14; Marcos 12:40; Lucas 20:47; Santiago 3:1), y todas tienen que ver
con líderes religiosos que abusan de la fe para imponer mandamientos que no provienen de
Dios. Esta es una gran blasfemia, porque intenta usurpar el nombre de Dios. Para personas
así, Dios tiene reservada una condenación más grande.

¿QUÉ QUIERE DECIRNOS PABLO EN 2 CORINTIOS 3:6?


2 Corintios 3:6 es uno de esos versos que ha sido malinterpretado desde los primeros siglos
de la Iglesia cristiana. Por ejemplo, Orígenes, quien murió en el siglo III y es famoso por sus
alegorías de la Biblia, interpretaba “la letra” como el sentido gramático del texto, mientras que
“el espíritu” se refería a la interpretación espiritual. De acuerdo a Orígenes, el sentido
gramático era inferior al espiritual. Él usó este versículo para justificar sus interpretaciones
alegóricas, y después muchos siguieron su ejemplo, malinterpretando incontables versículos
por toda la Biblia.

Hoy en día, este verso se usa para justificar una falta de seriedad al estudiar la Palabra. Si un
creyente dedicado quiere estudiar en el seminario, alguna persona quizá bien intencionada lo
toma aparte para advertirle que “la letra mata, pero el espíritu vivifica”. Otros, al señalar a la
luz de la Palabra las prácticas antibíblicas que quizá existan en su iglesia, a menudo son
reprimidos con el mismo texto. Este verso, sin embargo, no tiene que ver con el sentido
espiritual de un pasaje, ni con el peligro de estudiar teología. Mucho menos debe usarse para
justificar en la iglesia cosas que son contrarias a la Palabra de Dios. Para entender el sentido
del pasaje, debemos estudiar el contexto.

Al estudiar el contexto de 2 Corintios 3:6 descubriremos que había personas en Corinto que
dudaban del apostolado y la autoridad de Pablo. Probablemente algunos falsos maestros
intentaban desviar a la congregación de la autoridad apostólica. Sin embargo, Pablo les
responde: “Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino
que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo” (2
Corintios 2:17).

Pablo continúa explicando que no era necesario mostrar algún tipo de currículum vitae. Ni
siquiera necesitaba alguna carta de recomendación, porque la carta eran los creyentes en
Corinto, una carta “siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita
no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne
del corazón.” (2 Corintios 3:3). Este verso nos da una pista para interpretar 2 Corintios 3:6,
pues vemos el contraste que Pablo hace entre las “tablas de piedra” (una referencia al pacto
de la ley del Antiguo Testamento), y la obra del Espíritu, la cual se hace directamente en el
corazón humano. Indudablemente Pablo está pensando en pasajes como:

“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me
serán por pueblo.” (Jeremías 31:33).

“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.” (Ezequiel 36:26).

El apóstol estaba diciendo que su autoridad apostólica era evidente pues el Espíritu había
transformado sus vidas mediante la predicación del evangelio por parte de Pablo y aquellos
que ministraban junto a él. Esto no era algo que Pablo había logrado por sí mismo, esa
suficiencia tampoco venía de ellos mismos, más bien:

“no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros
mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros
competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el
espíritu vivifica.” (2 Corintios 3:5-6).

Aquí está la clave para entender este versículo: Pablo era ministro del nuevo pacto (del
Espíritu), no del antiguo pacto (de la letra; es decir, de la Ley). Este versículo, entonces, se
refiere a un contraste entre dos pactos: el antiguo y el nuevo. El antiguo pacto, dice Pablo, es
el de la letra, y mata. Por el otro lado, el nuevo pacto, del Espíritu, vivifica. Según Pablo, el
antiguo pacto, escrito en letra, mata por varias razones:

1. Primeramente, era un pacto de muerte (2 Corintios 3:7), sin capacidad de dar vida, sino
todo lo contrario. El pecado que mora en el ser humano se aprovecha del mandamiento
para producir más pecado (Romanos 7:8) y finalmente la muerte (Romanos 7:11). Este
pacto, por sí mismo, no tenía capacidad alguna de producir vida. Era un código
condicional que Dios había hecho con su pueblo, pero que sin embargo quedaría
reemplazado por un nuevo y mejor pacto (Hebreos 7:22, 8:6, 12:24).
2. Segundo, era un pacto “de condenación” (2 Corintios 3:9). Tanto así que la persona bajo
ese pacto estaba bajo maldición (Deuteronomio 27:26; Gálatas 3:10). Ninguna persona
podía cumplir con los requisitos de la ley, y por lo tanto, toda persona bajo ese pacto
sería juzgada y encontrada culpable. El nuevo pacto viene con la promesa y el poder del
Espíritu Santo, con la ley escrita en el corazón; es el pacto de la regeneración, es el pacto
que produce vida.
3.
Por el otro lado, el nuevo pacto, el del Espíritu, “da vida”. Este nuevo pacto inaugurado y
mediado por el Señor Jesucristo (Mateo 26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:20; 1 Corintios
11:25; Hebreos 12:24) era el mismo prometido en el Antiguo Testamento (Ezequiel 36:26;
Hebreos 8:8). A diferencia del antiguo pacto, este nuevo venía con la promesa y el poder del
Espíritu Santo (Jeremías 31:31), con la ley escrita no en tablas sino en el corazón (Jeremías
31; Ezequiel 36). El nuevo pacto es el pacto de la regeneración (Ezequiel 37), es el pacto que
produce vida (Juan 6:63; Romanos 8:6). Así que Pablo, en este texto, enseña la maravillosa
bendición que tenemos aquellos que estamos bajo el pacto de vida por medio de la
regeneración del Espíritu, por la obra de obediencia de Jesucristo al Padre.

LA BIBLIA NOS MANDA ESTUDIARLA.


La Biblia nos manda estudiarla, y nos da muy buenas razones para hacerlo. Leer la Biblia no
“mata” la espiritualidad, por el contrario, le da un sentido correcto. Pero no basta con leerla,
hay que “escudriñarla”, estudiarla de forma sistemática. Es ahí donde el estudio teológico se
vuelve importante para el creyente, principalmente para el creyente pentecostal,
frecuentemente acusado de no darle la importancia debida y poner la experiencia por encima
de la Palabra. A aquellos que creen que estudiar teología y dedicarse al estudio bíblico es
pecado, o que el estudio sistemático de la Biblia es “la letra que mata” les decimos:

1. Debemos estudiar la Biblia y sus enseñanzas por que Jesús lo mandó: “Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las
que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). La Biblia y su estudio no es “letra muerta”, sino
palabra viva: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12).
2. Dios nos manda leer y estudiar la Biblia simplemente porque es su Palabra para
nosotros. 2 Timoteo 3:16 dice que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para
enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”. En otras palabras, no
solo no es pecado estudiarla de forma sistemática, sino que es nuestro deber como
creyentes y, particularmente como ministros. Las Escrituras, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento, son las mismísimas palabras de Dios para nosotros ¿Cómo podrían
ser letra que mata?
3. Se nos manda leer y estudiar la Biblia porque, a diferencia de las experiencias subjetivas
del ser humano o de las supuestas revelaciones que algunos afirman recibir, la Biblia es
totalmente confiable y sin error: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Juan
17:17).
4. Se nos manda leer y estudiar la Biblia porque existe mucha enseñanza falsa. La Biblia nos
da la medida mediante la cual podemos distinguir la verdad del error: “La ley de Jehová
es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al
sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de
Jehová es puro, que alumbra los ojos.” (Salmo 19:7-8). Se nos manda defender la
fe: “Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia
ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro
3:15). Contender por ella: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca
de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que
contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.” (Judas 1:3).
Pero ¿Cómo podríamos defender lo que no conocemos? La Biblia nos guarda del error,
nos dice cómo es Dios. Tener una impresión equivocada de Dios es adorar un “ídolo” o
“dios falso”. Estamos adorando algo que ¡No es Él! Y si adoramos algo diferente al Dios y
al Jesús de la Biblia ¡Estamos condenados!
5. Se nos manda dedicar nuestra vida al estudio de la Palabra porque la Biblia nos equipa
para servirle a Dios (2 Timoteo 3:17; Efesios 6:17; Hebreos 4:12). Nos ayuda a saber
cómo podemos ser salvos de nuestros pecados y sus últimas consecuencias (2 Timoteo
3:15). Al meditar en ella y obedecer sus enseñanzas, nos llevará a una vida victoriosa
(Josué 1:8; Santiago 1:25). La Palabra de Dios nos ayuda a ver el pecado en nuestra vida
y nos ayuda a deshacernos de él (Salmos 119:9,11). Será una guía en la vida,
haciéndonos más sabios (Salmo 32:8; 119:9,11; Proverbios 1:6). La Biblia nos libra de
perder años de nuestra vida en aquello que no dura ni tampoco importa (Mateo 7:24-
27).
6.
La Biblia es un libro que no es sólo para leerse. Es un libro para estudiarse, a fin de poder ser
aplicado. De otra manera, es como tragarse el bocado de comida sin masticarlo y después
escupirlo de nuevo, sin ningún valor nutricional aprovechado. La Biblia es la Palabra de Dios.
Como tal, es tan necesaria como las leyes de la naturaleza. No podemos ignorarla, pero lo
hacemos para nuestro propio mal. No puede ser lo suficientemente enfatizada la importancia
que tiene la Biblia en nuestras vidas. El estudiar la Biblia puede compararse al extraer oro de
una mina. Si hacemos un pequeño esfuerzo y sólo escarbamos superficialmente, sólo
encontraremos un poco de polvo de oro. Pero si nos esforzamos en realmente “excavar en
ella”, la recompensa será de acuerdo a nuestro gran esfuerzo. ¡Vale la pena estudiar teología!
¡Vale la pena consagrarnos al estudio bíblico! Esto jamás sería pecado o “letra muerta”, sino
vida para el alma y, por si fuera poco, un mandato.
CONCLUSIÓN.
Cuando nos enfrentamos a algún texto difícil en las Escrituras, lo mejor que podemos hacer
es mirar el contexto, tanto el inmediato como el más amplio. Es importante tener un panorama
robusto y completo de toda la Palabra, para interpretar la Biblia con la Biblia misma. Así no
caeremos en condenación, sino que seremos, como Pablo, ministros y proclamadores del
nuevo pacto que trae vida.
58. Atrapados entre la santidad y
el legalismo

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
La mayoría de las iglesias latinoamericanas, especialmente las pentecostales, fueron
influenciadas por el movimiento de santidad originado en los Estados Unidos, a fines del siglo
XIX. Este movimiento puso énfasis en la santidad personal como medio para agradar a Dios,
y si bien esta enseñanza es correcta, se hace en desmedro de otra doctrina que otrora fue el
pilar del mensaje evangélico, la mecha que encendió la Reforma del siglo XVI y a la cual el
apóstol Pablo dedicó una parte central en sus cartas: la salvación por gracia. Somos salvos,
no porque hayamos impresionado a Dios con nuestra conducta “santa”, sino por los méritos
de Cristo en la cruz, y a esta salvación por gracia se accede sólo por medio de la fe (Romanos
1:17; Efesios 2:8-9). La santidad es una consecuencia de la obra del Espíritu Santo en el
creyente, no un requisito para que éste obre. Sin embargo, el movimiento de santidad influyó
en el naciente pentecostalismo de principios del siglo XX para que pusiera énfasis en la
santidad en desmedro de la gracia.

Dicho énfasis ha hecho que el evangelio se predique desde una especie de pedestal de
superioridad moral, se espera de un cristiano que está llamado a ser más santo que el resto
de los mortales, pasando por alto que seguimos siendo pecadores. Este énfasis es notorio
cuando en el punto de predicación recitamos el texto de 1 Timoteo 1:15 “Palabra fiel y digna
de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores…” y
omitimos la última parte del versículo: “De los cuales yo soy el primero”. O sea, Pablo seguía
considerándose pecador aún después de su conversión, pero a nosotros parece que nos
avergüenza reconocerlo públicamente.

Este énfasis en la santidad personal en desmedro de la gracia, hace que los pastores
prediquen un “estándar de santidad” que ha convertido al Evangelio en un conjunto de reglas
morales que debemos cumplir para alcanzar la santidad “sin la cual nadie verá a Dios”. Buscar
la santidad no es incorrecto, pero ¿Qué ha pasado con la cruz de Cristo? Pues ha pasado a
ser “una más” de las tantas doctrinas de la Biblia que se dan por sabidas.
A todo eso, sumemos el hecho de que la moralidad o santidad se entienden, no
necesariamente según la Biblia, sino según los usos y costumbres de la época en que nuestros
ancianos conocieron el evangelio, esto es, la primera mitad del siglo XX. Por lo tanto, todos
los cambios sociales y culturales ocurridos después son considerados pecaminosos, inmorales
o mundanos, ya sea que vayan o no en contra de lo que la Biblia enseña. Por el sólo hecho de
ser “novedosos”, son merecedores de la mayor sospecha, para que “el mundo no entre a la
iglesia”. Sin quererlo, en nuestras iglesias la Biblia dejó de ser nuestra norma de fe y conducta,
para ser reemplazada por los usos y costumbres de la sociedad conservadora de mediados
del siglo XX. La Escritura la usamos solamente para justificar nuestras ideas preconcebidas
respecto de lo que culturalmente entendemos como santo o impuro.

¿Cuál es el efecto de esto? Muchos de nuestros amados y valiosos jóvenes, llegados a cierta
edad, deciden salir de sus congregaciones, y no por una rebeldía sin causa: muchas veces ni
siquiera es una rebeldía contra Dios o contra el evangelio, sino contra un sistema religioso,
una estructura eclesiástica que oprime y aísla a quienes no encajan en la subcultura
evangélica.

PONIENDO SAL EN LA HERIDA.


Antes de proseguir quiero aclarar algo: No estoy promoviendo que nos olvidemos de la
santidad para irnos a un libertinaje sin ley, sino que aprendamos a armonizar la santidad y la
gracia; que son complementarias; pues sin la gracia, la santidad es imposible. No debemos
olvidar que la ley de Dios nos fue dada como parte de la gracia, y no como algo contrario a
ella. No debemos abandonar el extremo del legalismo para irnos al extremo opuesto del
antinomianismo.[1] Debemos vivir en el justo equilibrio del evangelio, y recordar que nuestra
única regla de fe y conducta es la Biblia y no el contexto cultural en que la aprendimos.
Lamentablemente, pareciera que muchas congregaciones pentecostales hemos caído en dos
graves errores:

1. Hemos olvidado la doctrina de la salvación por gracia por medio de la fe, para terminar
predicando un mensaje moralista de salvación por la buena conducta.
2. No sabemos distinguir entre el evangelio y el contexto cultural en que nuestros
antecesores en la fe lo aprendieron, lo cual hace que terminemos enseñando los usos y
costumbres de principios o mediados del siglo XX, en vez del evangelio mismo.

Estos dos gravísimos errores nos muestran como un mal entendimiento teológico puede
llevar a una mala práctica que es dañina para la iglesia. Como pastores y líderes eclesiásticos,
llamados a velar por las almas de nuestro rebaño, debemos exponer las deficiencias de un
sistema religioso que no da toda la gloria a Cristo, ni pone a su evangelio en el lugar que se
merece, causando con ello mucho daño a las congregaciones.

¿QUÉ ES EL LEGALISMO?
Hablar del legalismo en la cristiandad no es fácil, pues suele causar crispación entre los
mismos creyentes. Por eso, antes de definir lo que es el legalismo, es necesario aclarar lo que
no es. Para empezar:

1. Procurar crecer en santidad diariamente no es legalismo: La voluntad de Dios es


nuestra santificación (1 Tesalonicenses 4:3), pues la meta del cristiano es ser perfecto
en Cristo (Colosenses 1:8). El apóstol Juan afirma: “Y todo aquel que tiene esta esperanza
en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3:3).
2. Vivir una vida piadosa, que toma seriamente la ley de Dios y la ética cristiana, no es
legalismo. Jesús lo expresó así: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
No obstante, recordemos cómo resumió Jesús toda la ley: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” y «amarás a tu prójimo como
a ti mismo” (Mateo 22:37-40).
3. Limitar mi libertad por amor al hermano no es legalismo. Pablo lo explicó claramente:
“Por consiguiente, ya no nos juzguemos los unos a los otros, sino más bien decidid esto:
no poner obstáculo o piedra de tropiezo al hermano.” (Romanos 14:13).

Entonces ¿Qué es el legalismo? El legalismo es una posición doctrinal que enfatiza un sistema
de reglas y reglamentos, para alcanzar tanto la salvación como el crecimiento espiritual. Los
legalistas creen que es necesaria la estricta adherencia literal a esas reglas y reglamentos.
Doctrinalmente, es una posición esencialmente opuesta a la gracia. Aquellos que sostienen
una postura legalista, pueden fallar aún en ver el propósito real de la ley, especialmente el
propósito de la Ley de Moisés en el Antiguo Testamento, el cual es el ser nuestro “ayo” o
“tutor” para traernos a Cristo (Gálatas 3:24).

Aunque los practicantes de dicha posición doctrinal no puedan verlo, el legalismo es el intento
por parte del hombre de ganar el favor de Dios por medio de la obediencia estricta a una
serie de normas o leyes. Dicho de otra forma, es el intento de ser justificado y
salvado (Romanos 3:20; 9:31-32) o de crecer en santidad por medio de la obediencia a la
ley. Respecto a nuestra disposición, el legalismo es lo opuesto a ser compasivo, y así, aún los
creyentes pueden ser legalistas.

EL LEGALISMO JAMÁS NOS HARÁ SANTOS, EN VEZ DE ESO NOS SEPARA DE CRISTO.
A pesar de las afirmaciones de los creyentes legalistas, seguidores de una falsa santidad anti
bíblica, la Palabra de Dios jamás nos enseña que nuestra santidad, justificación o redención
dependen de la obediencia de la ley. Por el contrario, la Biblia afirma:

“Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley;
más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado.” (Romanos 3:20, NVI)
“Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley
exige.” (Romanos 3:28, NVI)
Si las obras no pueden justificarnos ante Dios, entonces, ¿De qué depende nuestra
justificación, santificación y redención? La Biblia también responde a esta pregunta:

“Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que él fuera la sabiduría misma para
nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del
pecado.” (1 Corintios 1:30, NTV).
Debemos hacernos tres preguntas respecto al texto anterior: ¿Gracias a quién estamos unidos
a Cristo Jesús? Gracias a Dios. No a la ley. ¿Qué nos hace justos, puros y santos ante Dios?
Cristo. No la ley. ¿Qué nos libera del poder del pecado? Cristo. ¡No el cumplimiento de la ley!
No hay nada que podamos hacer para que Dios nos ame más, ni nada que podamos hacer
para que Dios nos ame menos. El amor de Dios es incondicional, esto significa que no
depende de los méritos del hombre. Si hemos sido justificados, si Dios nos considera uno de
sus santos, y si un día disfrutamos de la vida eterna en toda su plenitud, habrá sido únicamente
por los méritos de Jesucristo en favor nuestro, para que, como está escrito: “Si alguien ha de
gloriarse, que se gloríe en el Señor” (1 Corintios 1:31). Si no entendemos esto, entonces no
entendemos el evangelio. Lamentablemente, muchos que se hacen llamar “evangélicos”
desconocen el evangelio.

Esta actitud legalista estaba ya presente en los primeros años de la iglesia. Tanto es así que el
apóstol Pablo escribe su carta a los Gálatas con la intención de refutar las enseñanzas
legalistas dentro de la iglesia. En aquella iglesia, un grupo de “maestros” insistían en que la
salvación y la santidad de los creyentes dependían de la observancia de ciertos ritos y leyes.
Es probable que algunos de estos maestros tuvieran buenas intenciones al enseñar; sin
embargo, para el apóstol esto constituía una gravísima amenaza al verdadero evangelio, pues
violaba las enseñanzas del evangelio de la gracia. El disgusto de Pablo queda más que
evidenciado en su tempestuosa introducción a la carta:

“Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo,
para seguir un evangelio diferente; que en realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos
que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero si aún nosotros, o un ángel
del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema.
Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio contrario
al que recibisteis, sea anatema. Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O
me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los
hombres, no sería siervo de Cristo.” (Gálatas 1:6-10).

Parafraseando al apóstol en un lenguaje más moderno y coloquial, diría:

“¡No puedo creerlo! Vosotros, que fuisteis llamados por la pura gracia de Dios, ahora predicáis
y enseñáis un evangelio lleno de reglas del tipo: “No gustes, no comas, no toques, no te
pongas, no te pintes…”. Los que tal hacen están corrompiendo y malinterpretando el
evangelio, haciendo un evangelio totalmente diferente y falso. Pero si el pastor que tanto
aprecias y tiene tantos años de experiencia o incluso un ángel te predica un evangelio que
pretenden justificarte o hacerte más santo por las obras, considéralo un maldito. ¿Buscas
agradar a tu pastor o a los hombres religiosos? ¿O buscas agradar a Dios? Pues si tu deseo
de agradar a cualquier hombre está por encima de tu deseo de agradar a Dios, entonces, no
eres digno de llamarte servidor de Cristo”.
Pablo, el apóstol que condena las obras como un modo de justificarse o de agradar a Dios es
el mismo que se describe así mismo, antes de su conversión a Cristo, como un observador y
cumplidor irreprensible de la ley (Filipenses 3:6). ¡Él sabía de lo que hablaba!

Tristemente, este tipo de legalismo aún continúa dándose en muchas congregaciones. En un


legítimo y bienintencionado deseo de luchar contra el pecado y procurar la santidad, algunas
congregaciones pueden caer sutilmente en el legalismo. ¡Que Dios nos ayude a disfrutar de
las riquezas de su gracia!

IDENTIFICANDO A UN LEGALISTA.
Pero ¿Cómo puedes identificar a un creyente legalista mi iglesia? O mejor aún ¿Cómo puede
identificar si yo mismo soy un legalista? El creyente legalista posee ciertas características
distintivas, entre ellas:

(1) EL CRISTIANO LEGALISTA ENFATIZA LOS CAMBIOS EXTERNOS, NO LOS INTERNOS.


En su lucha contra el pecado, reducen la vida cristiana a una cuestión de conducta externa.
Por ejemplo, para no caer en lujuria, prohíben a las mujeres usar pantalones o faldas por
encima de la rodilla, maquillarse, pintarse las uñas, etcétera; para no caer en adulterio
prohíben ir a la playa; para evitar la vanidad prohíben llevar aretes, pendientes, anillos o
relojes. La consecuencia es que uno será mejor o peor cristiano en la medida en que acate
con mayor fidelidad todos estos preceptos. Si diezmas, usas faldas por debajo de la rodilla,
no vas a la playa ni usas cualquier tipo de cosmético, entonces, estarás agradando a Dios. Esto
implica que aquellas mujeres –por continuar con el ejemplo– que usan pantalones, se
maquillan y llevan colgantes y anillos están siendo menos santas o directamente rebeldes y
desagradables a Dios.

El problema de enfatizar los cambios externos es que esto no soluciona el verdadero


problema, que es interno; el corazón. A los fariseos que tanto cuidaban la fachada, es decir,
lo externo, Jesús les llamó “Sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran
hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo
23:27). Se nos olvida que incluso las mejores obras a los ojos de los hombres pueden ser las
que procedan del corazón más sucio a los ojos de Dios. Con todo, Jesús nos enseña
constantemente que el cristianismo es asunto del corazón. Nada más empezar su ministerio
terrenal expresó: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo
5:8) ¿Quiénes verán a Dios? ¿Los que guardan preceptos externos? No, sino los limpios de
corazón. En tiempos de Cristo, si los religiosos se jactaban de no haber cometido adulterio y
de cumplir así la ley, Jesús les decía: “El que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón”. Si alguno creía que estaba cumpliendo con Dios asistiendo legalistamente
al “culto” (sinagoga) y cantándole con la boca, Jesucristo les reprochaba: “Este pueblo de
labios me honra, más su corazón está lejos de mí”. Jesús siempre apunta al corazón. En
cambio, el legalista apunta a lo externo. Según Jesús, todos los pecados y malas acciones de
los hombres provienen del interior, no de lo externo: “Porque de dentro, del corazón de los
hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los
hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia,
la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.” (Marcos 7:21-
23). Todo lo que contamina al hombre, toda impureza, todo pecado del tipo que sea, procede
del corazón. Por tanto, si queremos conseguir cambios auténticos en nuestra propia vida o
en la vida de otra persona o congregación, debemos apuntar y trabajar siempre con el
corazón, no con lo externo. Las congregaciones que imponen normas humanas y
prescripciones pesadas a sus feligreses en aras de buscar la santidad, en realidad están
corriendo en la dirección contraria. Quizá sus pretensiones sean de buena fe, pero no
producirán nunca cambios auténticos en el corazón; por tanto, cualquier cambio externo será
solo de apariencia, para agradar a los hombres, pero no para agradar a Dios. Tales personas
están haciendo la puerta estrecha más estrecha de lo que es, atando pesadas cargas en las
espaldas de los demás que ni ellos mismos pueden llevar. Ya advirtió Jesús de los tales: “¡Ay
también de vosotros, intérpretes de la ley!, porque cargáis a los hombres con cargas difíciles
de llevar, y vosotros ni siquiera tocáis las cargas con uno de vuestros dedos” (Lucas 11:46).
Esta es la razón por la que la Escritura nos enseña una y otra vez que los cambios genuinos y
sinceros deben producirse internamente, en el corazón. Y, posteriormente, esta purificación
interna se manifestará hacia lo exterior progresivamente por la obra del Espíritu de Dios. La
Biblia nos enseña cómo Dios trabaja en el hombre: “Entonces les rociaré con agua limpia y
quedaréis limpios; de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos les limpiaré. Además, les
daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el
corazón de piedra y les daré corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi espíritu y haré
que anden en mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente mis ordenanzas.” (Ezequiel
36:26-27) El trabajo de Dios siempre comienza con el corazón, no con lo externo. El texto no
dice: “Cumplan mis estatutos y, entonces, tendrán un nuevo corazón”, como si la obra debiera
hacerse de afuera hacia dentro. Por otra parte, ¿qué o quién hará que andemos en los
estatutos y ordenanzas divinas? El texto dice claramente que esa será una obra divina ejercida
en favor del hombre, resultado natural de un cambio de corazón. La razón por la que este
cambio externo debe ser llevado a cabo por Dios es porque el ser humano está totalmente
incapacitado para arreglar su depravado corazón, aunque se imponga a sí mismo toda una
serie de estrictas ordenanzas. Con razón Jesús condenaba a los legalistas que insistían en lo
externo: “Resulta que ustedes los fariseos -les dijo el Señor-, limpian el vaso y el plato por
fuera, pero por dentro están ustedes llenos de codicia y de maldad.”(Lucas 11:39, NVI).
(2) EL LEGALISTA LUCHA CONTRA EL PECADO POR MEDIO DE PROHIBICIONES DEL
TIPO: “NO TOQUEN ESTO”, “NO COMAN ESO”, “NO PRUEBEN AQUELLO”, “NO
UTILICEN ESTO OTRO”.

El legalismo trata de conseguir el favor de Dios por medio del esfuerzo humano. En cambio,
el cristiano que ha entendido el evangelio lucha contra el pecado no guiado por leyes, sino
por el Espíritu. Sus armas son la Palabra de Dios, la fe, la coraza de justicia, el evangelio de la
paz, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu (Efesios 6:10-17). Pablo advirtió a la
iglesia de Colosas contra el legalismo de su entorno. “Ustedes están unidos a Cristo por medio
de su muerte en la cruz, y ya no están sometidos a los espíritus que gobiernan este mundo.
Entonces, ¿por qué se comportan como si todavía estuvieran bajo su dominio? ¿Por qué
obedecen a quienes les dicen “no toquen esto”, “no coman eso”, “no prueben aquello”? Esas
reglas no son más que enseñanzas humanas, que con el tiempo van perdiendo su
valor.”(Colosenses 2:20-22, NVI).

(3) EL LEGALISTA LUCHA CONTRA EL PECADO CON MOTIVACIONES EQUIVOCADAS.


Mientras el cristiano que ha entendido el evangelio lucha contra el pecado porque ama a Dios
con todo su corazón y no desea desagradarle, no quiere contristar al Espíritu que habita en él
y porque la gracia de Cristo en favor suyo le enseña a renunciar a toda impiedad; el legalista
lucha contra el pecado para salvaguardar su reputación religiosa o su imagen pública, para
tener una conciencia más tranquila consigo mismo, para dar una apariencia de piedad, en
definitiva, para agradar al ojo humano. La Biblia enseña que el legalista se gloría en cumplir
leyes: “El Fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no
soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador
de impuestos” (Lucas 18:1). En cambio, el creyente que entiende el evangelio se gloría en
vivir a Cristo: “para que, como está escrito: “Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el
Señor”” (1 Corintios 1:31).

(4) EL LEGALISTA TIENE UNA VISIÓN EQUIVOCADA DE LA LEY.


El creyente legalista está convencido de que cumplir rigurosamente los mandamientos y
normas le ganarán no solo la aprobación de Dios, sino también todas sus bendiciones. La
obediencia a la ley se convierte así en un fin en sí mismo. En contraste, las Escrituras nos
enseñan que ningún ser humano será justificado por la obediencia a la ley y que el propósito
de la ley es sacar al descubierto nuestro propio pecado e incapacidad para agradar a Dios;
más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado (Romanos 3:20). Pablo
advierte: “Aquellos que tratan de ser justificados por la ley, han roto con Cristo; han caído de
la gracia.” (Gálatas 5:4, NVI). De acuerdo con la Biblia, la ley no fue dada como un fin en sí
mismo, sino como un medio para descubrir algo más importante y fundamental, a saber, la
absoluta impotencia del hombre para agradar a Dios por sí mismo y la necesidad que este
tiene de una transformación interna.

(5) LOS ESFUERZOS DEL LEGALISTA SE CENTRAN EN LUCHAR CONTRA EL PECADO


EXTERNO.
Los esfuerzos de quien entiende el evangelio consisten en revestirse de Cristo. El primero
tiene siempre su mirada en el pecado; el segundo tiene siempre su mirada en Cristo.
Entretanto que el primero trata de encontrar satisfacción evitando el pecado visible, el
segundo buscará su satisfacción escondiéndose en Cristo. Sabe que cuanto más satisfecho
esté en Cristo, menos buscará la satisfacción en el pecado. El apóstol Pablo enseña que los
esfuerzos del cristiano deben concentrarse en revestirse de Cristo y no tanto en el pecado,
que es la consecuencia de no estar revestido de Él: “Más bien, revístanse ustedes del Señor
Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza
pecaminosa.” (Romanos 13:14, NVI).

(6) EL LEGALISTA USA EL TEXTO BÍBLICO PARA APOYAR SUS IDEAS PERSONALES.
El creyente legalista se va a las Escrituras con una postura tomada que hay que demostrar y
defender a ultranza. Empero, la Biblia enseña que nuestras ideas deben someterse a la Palabra
de Dios, no viceversa. El principal error del legalista es que no enseña las Escrituras
expositivamente, esto es, exponiendo únicamente lo que el texto bíblico dice en su contexto
original y sometiéndose a lo que este enseña para nosotros hoy, sino que añade sus normas
particulares de cómo ese texto debe obedecerse actualmente, según él, sumando su punto
de vista al texto y presentando todas estas normas humanas como divinas o como parte
misma del Evangelio. Algo similar ocurría ya en tiempos de Jesús. Los maestros de la ley, quizá
con buenas intenciones, añadían mandamientos de hombres que pretendían situarse a la
misma altura que los mandamientos expresados directamente por Dios. Nuestro Señor dijo a
los tales: “Así que los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron a Jesús: — ¿Por qué no
siguen tus discípulos la tradición de los ancianos, en vez de comer con manos impuras? Él les
contestó: —Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de ustedes, hipócritas, según está
escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me
adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas». Ustedes han desechado los
mandamientos divinos y se aferran a las tradiciones humanas. Y añadió: — ¡Qué buena
manera tienen ustedes de dejar a un lado los mandamientos de Dios para mantener sus
propias tradiciones!”(Marcos 7:5-9, NVI). Ninguna persona tiene el derecho a crear
restricciones que Dios no ha restringido. Quien hace esto está jugando a ser “dios”.

(7) EL LEGALISTA CONVIERTE LA VIDA CRISTIANA EN TODA UNA SERIE DE REGLAS Y


PRINCIPIOS MORALES.
Reducen la vida cristiana a normas del tipo: “puedes hacer esto”, pero “no puedes hacer
aquello”. Olvidan que la vida cristiana es una relación personal con un Dios que nos ha
adoptado como hijos y que nos permite acercarnos a Él como a un Padre. Como toda relación,
la base es el amor, que nos lleva a honrar y respetar a la otra persona. Por eso toda la ley se
reduce en: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu
mente” (Mateo 22:37). El verdadero amor nos mueve a evitar todo aquello que pudiera
desagradar a Dios. ¡No necesitamos ordenanzas cuando la relación se basa en el amor sincero
y apasionado! Si las normas se hacen necesarias, este es un indicativo de que no hay
verdadero amor.

(8) EL LEGALISTA SIEMPRE VERÁ A LOS QUE NO ESTÉN DE ACUERDO CON SUS
REGLAMENTOS COMO LIBERALES O REBELDES.
Los fariseos acusaron numerosas veces a Jesús y a sus discípulos de quebrantar las tradiciones
y mandamientos (Marcos 7:1-23; 15:1-20). ¡Consideraban a Jesús un revolucionario y
rebelde a la ley de Dios! Según ellos, Cristo incumplió una y otra vez el obligado día de
descanso al sanar al hombre de la mano seca (Lucas 6:6); a la mujer encorvada (Lucas 14:2);
al ciego de nacimiento (Juan 9:1); al paralítico de Betesda (Juan 5:8), y un largo etcétera.
¡Qué paradoja! El creador del universo y dador de las leyes fue condenado por las leyes de
los hombres. Los judíos le respondieron: “Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe
morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.” (Juan 19:7). Resulta curioso que el grupo que
más se enoja con Jesús a lo largo de su ministerio terrenal es el grupo que, al menos
externamente y a ojos de los hombres, más rigurosamente cumplía la ley.

(9) EL LEGALISTA PRONTO SERÁ DOMINADO POR EL ORGULLO Y LA HIPOCRESÍA.


Mantener una apariencia de piedad externa puede servir para encubrir la podredumbre
interna. Insistir en lo externo promueve que las personas finjan una santidad externa que
esconde problemas internos. Sutilmente, la santidad será sinónimo de religiosidad externa o
devoción superficial. Aquellos que se sujeten a las normas establecidas (por absurdas que
sean) serán considerados más santos y fieles que aquellos que no lo hagan. Esto provocará
una competencia por demostrar a los demás quien es el más puro y santo de todos,
produciendo así orgullo en los corazones y menosprecio al mirar a los demás. El fariseo,
puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy
como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano.” (Lucas
18:11).

CONCLUSIÓN.
Debemos tomar muy enserio las duras críticas que el Hijo de Dios hizo a los
legalistas: “Hipócritas”, “sepulcros blanqueados”, “necios”, “serpientes”, “raza de víboras”,
etc. Aquel que dijo de sí mismo que era “manso y humilde de corazón” no titubeó en proferir
tales calificativos contra los legalistas. Indudablemente, el legalismo es un grave pecado, que
atenta directamente contra el Evangelio de la gracia. Si has caído alguna vez en el legalismo,
te ruego en nombre del Señor Jesucristo que te reconcilies con Dios, pues has caído de la
gracia: “Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la ley han roto con Cristo;
han caído de la gracia.” (Gálatas 5:4; NVI). Seguir un evangelio legista no es seguir el
evangelio en absoluto: “Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo
maldición, porque está escrito: «Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está
escrito en el libro de la ley»” (Gálatas 3:10, NVI).

El legalismo crea un falso sentido de santidad y, peor aún, lleva a sus practicantes a la
intolerancia hacia otros creyentes que piensan o viven su vida cristiana de forma diferente.
Fue Tertuliano, el célebre teólogo cristiano nacido en África en el siglo II, quien llevado por
un arrebato de legalismo e intolerancia expresó en cierta ocasión: “Todos los que no piensan
como nosotros están locos”. La actitud de Tertuliano parece describir el sentir y el pensar de
muchos creyentes pentecostales y de otras denominaciones que han caído en el legalismo.
Aunque a Tertuliano se le reconoce por fomentar el desarrollo de la teología sistemática para
la naciente iglesia cristiana y ocupa un puesto destacado en la historia de la misma, tuvo
también sus desaciertos: Dio claras muestras de ser una persona intransigente y legalista. Con
sobrada razón, este que fuera uno de los más grandes apologetas cristianos, fue considerado
de “espíritu legalista y autoritario”.[2] ¡Qué Dios nos guarde de caer en el mismo legalismo y
perder toda compasión, amor y consideración hacia el prójimo!
REFERENCIAS:
[1] El antinomismo, o antinomianismo, es, propiamente, un movimiento cristiano del siglo XVI
considerado herético que defendía que la fe lo llenaba todo y era lo único necesario, y que
como la ley de Moisés era inútil para la salvación, es indiferente que un creyente “persevere
en pecado para que la gracia abunde”.
[2] Christopher Dawson. Los orígenes de Europa (1991), pp. 5-6.
59. Nimrod, Semíramis, Tamuz y
la Navidad.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.
Mientras que la iglesia tradicional ha elaborado una fantasiosa y sobre elaborada versión del
relato navideño, muchos cristianos evangélicos, en su intento por ir en sentido contrario a la
religión tradicional, han abrazado su propia mitología anti navideña. Poco les importa a
muchos evangélicos si lo que dicen se basa en hechos reales o en puros inventos nacidos del
fanatismo religioso. Lo único que parece importarles es atacar una festividad que les parece
ofensiva: La Navidad. En esta complicada mitología evangélica 3 personajes resaltan como
principales: Nimrod (el personaje bíblico), Semíramis (la casi mitológica reina asiria) y Tamuz
(el mitológico dios pagano de la fertilidad).

El mito anti navideño promovido por la iglesia evangélica, y que asocia a Nimrod, Semíramis
y Tamuz, enseña que Nimrod nació precisamente el 25 de diciembre. Dicho hombre se unió
con su madre que se llamaba Semíramis, de esta unión nació un hijo que se llamó Tamuz.
Cuando Nimrod murió, su “madre-esposa” fue quien lo sepultó. Pero Semíramis quiso
mantener el poder en Babilonia y afirmó que Nimrod había ascendido al cielo y se había
convertido en el sol. Desde este momento, el culto al sol se transformaría en el más antiguo
del mundo.

Pero la historia no terminaría ahí. Al paso del tiempo creció un árbol en donde Nimrod había
sido sepultado. Semíramis comenzó a enseñar que su “hijo-esposo”, había encarnado en ese
árbol y cada día de su natalicio visitaba su tumba y llevaba un sinnúmero de dones,
colgándolos en ese árbol. Esta doctrina se propagó por todos los pueblos, siendo uno de ellos
Babel y la tierra de Sinar, que posteriormente se llamó Babilonia. De esta forma vino a existir
el “árbol” del natalicio de Nimrod. Según dicha enseñanza, lo que hoy se hace en el mes de
diciembre es recordar indirectamente el nacimiento de este hombre que fue un malvado y
pecador. Los defensores del mito señalan que, cierto o no, en el solsticio de invierno (que por
cierto es el 21 de diciembre, no el 25), el árbol sagrado era cortado en memoria de la muerte
de Nimrod y decorado, como un rey se adornaría. Así que, el árbol representaría a Nimrod y
decorarlo es un símbolo de adoración al dios pagano.

Pero la trama de esta leyenda no concluye ahí. Una vez en el poder, Semíramis quedaría
embarazada y afirmaría que los rayos del sol habían concebido al hijo que esperaba (una
imitación de la concepción virginal de Cristo), y cuando nació, Semíramis afirmó que su hijo
Tamuz era la reencarnación de su esposo Nimrod. Tamuz habría nacido exactamente en el
solsticio de invierno, el 25 de diciembre en el calendario babilónico. Semíramis y Tamuz serían
adorados como dioses, y con ello se instauraría uno de los cultos más antiguos de la
humanidad, el culto a la madre y al hijo. Con el tiempo, Semíramis sería adorada como “Ishtar”,
diosa de la fertilidad, y proclamada como “la reina del cielo”.

Así pues, según estos teóricos evangélicos de la conspiración, la Navidad es un invento


macabro ideado en el mismo infierno para llevar a muchos hacia la adoración disimulada al
Sol (Nimrod), a Tamuz (según ellos hijo de Nimrod y Semíramis) y a Ishtar (Semíramis), dioses
paganos. Tal forma de pensar cuenta con muchos adeptos entre los evangélicos,
principalmente latinoamericanos, así como en sectas como los testigos de Jehová, los cuales
niegan la encarnación de Cristo, la segunda persona de la Trinidad. También puede observarse
tal enseñanza en algunos grupos cristianos judaizantes, los cuales buscan etiquetar como
pagano todo aquello que no sea judío en su origen.

Es de por sí evidente que toda esta enseñanza, de principio a fin, se basa en suposiciones,
mitos e interpretaciones de mitos antiguos. Nimrod apenas es mencionado en la Biblia,
Semíramis simplemente no aparece en el texto bíblico y el nombre Tamuz es mencionado una
sola vez en los profetas, sin conexión alguna con los otros dos personajes. Esto resulta
contradictorio viniendo del sector evangélico, el cual dice basar únicamente en la Biblia sus
enseñanzas. La biblia, en cambio, nos manda no fundamentar nuestras ideas y doctrinas en
los mitos:

“Llegará el tiempo en que la gente no escuchará más la sólida y sana enseñanza. Seguirán sus
propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír.
Rechazarán la verdad e irán tras los mitos. Pero tú debes mantener la mente clara en toda
situación.” (2 Timoteo 4:3-5, Nueva Traducción Viviente).

“Cuando partí hacia Macedonia, te rogué que te quedaras ahí en Éfeso y que frenaras a esas
personas cuyas enseñanzas son contrarias a la verdad. No dejes que pierdan el tiempo en
debates interminables sobre mitos y linajes espirituales. Esto solo conduce a especulaciones
sin sentido alguno, que no ayudan a que la gente lleve una vida de fe en Dios” (1 Timoteo
1:3-4, Nueva Traducción Viviente).

“Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a
ti mismo para la piedad” (1 Timoteo 4:7, La Biblia de las Américas).
“Repréndelos con severidad para fortalecerlos en la fe. Tienen que dejar de prestar atención
a mitos judíos y a los mandatos de aquellos que se han apartado de la verdad” (Tito 1:13-14,
Nueva Traducción Viviente).

“Porque cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no


seguimos fábulas ingeniosamente inventadas, sino que fuimos testigos oculares de su
majestad” (2 Pedro 1:16, La Biblia de las Américas).

Esto debería ser aleccionador para los creyentes evangélicos que han fundamentado toda una
doctrina anti navideña en puros mitos, leyendas, fábulas y cuentos paganos. Tristemente,
muchos prefieren ignorar las palabras arriba mencionadas. Entender como surgió este modo
de pensar nos ayudará a entender los errores de este.

SEMIRAMIS, EL MITO Y LA REALIDAD.


La famosa obra Las Dos Babilonias: La adoración papal prueba ser la adoración de
Nimrod y su esposa, escrita por Alexander Hislop puede considerarse como el génesis del
mito anti navideño. El libro de Hislop influyó mucho en el pensamiento protestante posterior.
Dicha obra fue publicada como folleto en 1853 y, luego de numerosas revisiones y
ampliaciones, fue publicada como libro en 1858. Aunque es popular en círculos evangélicos
conservadores, dicho libro ha sido calificado por los eruditos como “propaganda de teorías
conspiracionales producto de la mezcla de conocimientos rudimentarios sobre la antiguo
Medio Oriente y una vívida imaginación” (Bill Ellis Raising the Devil, p. 135, University
Press of Kentucky 2000).

Hislop afirma en su libro que la Iglesia católica es en realidad una religión de misterio
babilónica, pagana, y que sólo los protestantes adoran al verdadero Jesús y al verdadero Dios.
Según Hislop, las prácticas religiosas católicas serían en realidad prácticas paganas
incorporadas al cristianismo por el emperador Constantino. Los elementos de la religión
pagana de Roma (incluyendo la adoración de la “madre y el hijo”) habrían sido transferidas al
cristianismo mediante la fusión de personajes cristianos con personajes de la mitología
romana. De esta manera la “diosa-madre” se habría convertido en la “Virgen María” y el “niño-
dios Júpiter” en el “niño-dios Jesús”. Según la teoría de Hislop, el origen de la veneración
católica la Virgen María se remontaría a la antigua babilonia, a una mujer llamada Semíramis,
quien habría originado el culto a la diosa-madre. Dicho culto posteriormente se habría
diseminado por el mundo y por la historia tomando el nombre de Ishtar en Babilonia, Isis en
Egipto, y Venus, Hestia y Juno en Grecia y Roma. Diferentes nombres, pero siempre
desempeñando un lugar principal en los cultos basados en la religión de misterio babilónica.

Respecto a Semíramis, Hislop afirma en su libro que habría sido esposa de Nimrod (fundador
de la antigua Babilonia y su religión). Una mujer extraordinariamente hermosa que dio a luz,
mediante una concepción pseudo-virginal, a un hijo al que llamó Tammuz. Hislop califica este
alumbramiento como un presagio diabólico del nacimiento de Cristo tramado por Satanás.
Según Hislop, cuando Nimrod fue asesinado durante el embarazo de Semíramis esta afirmó
que su hijo Tammuz era en realidad Nimrod reencarnado, originando el culto a la diosa-
madre. Hislop afirma en su libro que, aunque Constantino declaró haberse convertido al
cristianismo, en realidad siguió siendo pagano. Bajo la influencia de Satanás, Constantino
habría cambiado los nombres de los dioses paganos por nombres cristianos, fusionando
ambas creencias con la finalidad de sacar ventajas políticas.

Siendo honestos, debemos decir que Hislop no era un erudito en historia, arqueología o algún
área afín. Hislop era un humilde ministro de la Iglesia Libre de Escocia, que se hizo famoso
por su abierta crítica contra la Iglesia católica. Fue hijo de Stephen Hislop (fallecido en 1837),
de oficio albañil y anciano de la Iglesia Presbiteriana Unida de Escocia. A pesar de su poca
erudición en el tema, su obra influyó grandemente en el pensamiento protestante y
evangélico posterior. Sus ideas fueron copiadas al pie de la letra por otro ministro protestante
llamado Ralph Woodrow, quien popularizó las ideas de Hislop en el evangelicalismo del s. XX.

Ralph Woodrow, un ministro evangélico, conferencista y autor de catorce libros sobre doctrina
bíblica y vida cristiana, en su libro “Babilonia, Misterio Religioso” (muy popular aún hoy en
varios países de Latinoamérica, por ser su obra más difundida), sostuvo también la tesis
propuesta en el siglo XIX por Alexander Hislop, sin embargo, lo que muchos pastores ignoran
es que posteriormente, debido a los errores históricos y de sistema de investigación
cometidos tanto por Hislop como por él mismo, Woodrow se retractó de sus afirmaciones
anteriores en otro libro titulado: The Babylon Connection? (¿La Conexión Babilonia?,
1997). Tristemente, los errores se hicieron doctrina y sus ideas son defendidos hoy en día a
capa y espada por muchos pastores y creyentes latinoamericanos principalmente, debido al
contexto anticatólico del evangelicalismo en América Latina.

¿QUIÉN ERA REALMENTE SEMÍRAMIS?

I.- LA SEMIRAMIS MITOLÓGICA:


Según una de las muchas leyendas, Semíramis fue hija de una diosa siria llamada Derceto, de
rostro de mujer y cuerpo de pez, que la abandonó en el desierto para que pereciese. Unas
palomas la cuidaron y alimentaron y un pastor llamado Simas la recogió. Años después, fue
la fundadora del reino babilónico. Cuando tuvo la edad suficiente se casó con Oannes, oficial
de Nino y gobernador de Siria, a quien siguió en la campaña emprendida por aquel monarca.
Determinó por su valor la toma de Bactres y poco tiempo después se casó con el mismo Nino,
de quien se libró más tarde haciéndole asesinar. Dueña absoluta del imperio asirio, fundó o
reedificó en los pantanos del Éufrates la más bella y célebre ciudad de Oriente y del mundo,
Babilonia, a la que rodeó de muros y de fortificaciones inmensas y adornó con palacios
suntuosos y jardines colgantes que se han colocado entre las maravillas del mundo.
Enseguida, dieron comienzo sus famosas conquistas y las expediciones que parecían una
marcha triunfal a través de Asia. Media, Persia, Armenia y Arabia, países ya subyugados por
Nino pero que habían recobrado su independencia, fueron sometidos de nuevo. Poco tiempo
después incorporó a su reino Egipto, Libia y toda el Asia hasta el Indo, y después de un reinado
glorioso de cuarenta y dos años renunció a la corona en favor de su hijo Ninias, que se lo
disputaba, y desapareció del mundo, siendo transportada al cielo en forma de paloma.

II.- LA SEMIRAMIS HISTORICA:


Es difícil decidir si Semíramis fue leyenda o realidad, pero lo cierto es que la mayoría de los
historiadores especialistas en Asiria y Babilonia conceden a la reina un lugar preponderante
entre los personajes históricos, remontando su reinado al siglo IX a. C. De acuerdo con estas
doctas opiniones, primero habría existido la mujer, que pasaría después a ser divinizada. Sus
hazañas, al menos en parte, son legendarias, pero existió una reina asiria llamada
Shammuramat (Semíramis), esposa de Shamshi-Adad V, y a la muerte de su esposo fue
regente en nombre de su hijo. Sus victoriosas campañas militares, y el hecho poco común de
que fuera una mujer quien gobernara tan vasto imperio, hizo surgir en torno a su nombre el
adorno de mil leyendas. Las excavaciones arqueológicas recientes nos permiten conocer un
poco sobre su historia. Semíramis nació en Ascalón, que era una ciudad situada en la costa
mediterránea en la zona sirio-palestina. Sobre sus padres y su nacimiento existen numerosas
leyendas, que no merecen la pena contar porque todas responden a fábulas. Su nombre
Semíramis viene de un término asirio que significa “paloma”.

En la ciudad asiria de Asur, que había sido capital de Asiria se descubrieron una serie de estelas
que nos aportaran datos muy importantes para conocer la vida de Semíramis. En una de ellas,
dice “Sammuramat, dama del palacio de Samsi-Adad, rey del universo, rey de Asiria, madre
de Adad-nirari, rey del universo, rey de Asiria, nuera de Salmanasar, rey de las cuatro
regiones”. Gracias a esta estela podemos fijar con precisión cronológica la vida de Semíramis.
Fue la esposa del rey asirio Samshi Adad IV que gobernó del 823 al 811 a.C. Semíramis fue la
madre de Adad-nirari que gobernó del 810 al 783 a. C.

Hay otra estela dedicada al rey asirio Adad Nirari III, al Dios ADAD, donde se puede concluir
que durante los cuatro primeros años de su reinado 810-807 a. C Semíramis había actuado
como regente, pues el rey se encontraba en expediciones militares. El que una mujer fuera
regente, es muy importante, pues no había hasta ese momento una mujer que hubiera
detentado el poder, siendo la primera que de una forma documentada posee el poder y que
además lo hace por un espacio de tiempo prolongado. Sin embargo, parece ser, que el papel
de Semíramis en Asiria fue muy escaso a pesar de las abundantes leyendas existentes. En
aquella época histórica en Asiria, el poder real era ejercido por los hombres, pues la reina no
era más que una mujer asociada, por matrimonio o maternidad a los reyes.

A Semíramis se le atribuyó la construcción de la fabulosa ciudad de Babilonia. La realidad nos


indica que no fue así. Si seguimos a Beroso, un sacerdote greco-babilónico del siglo III a.C.,
en su libro “Historia Caldea” criticó a los escritores griegos por creer erróneamente que
Babilonia fue fundada por Semíramis de Asiria, y “por haber cometido el error de escribir que
esas maravillosas obras fueron construidas por ella”. Todos los estudios arqueológicos y
epigráficos actualmente desarrollados nos dicen que la fundación de la última ciudad de
Babilonia fue obra de Nabucodonosor II en el siglo VI a. C., es decir, casi dos siglos después
de la vida de Semíramis.

Los descubrimientos arqueológicos desvirtúan también el mito creado por Hislop de que
Semíramis era esposa de Nimrod, ya que Nimrod vivió (de acuerdo con el registro bíblico)
entre el año 1480 a. C. y el 1450 a. C., mientras que Semíramis, la real e histórica, fue la esposa
del rey asirio Samshi Adad IV que gobernó del 823 al 811 a.C. varios siglos después. Además,
Semíramis tampoco fue la madre de Tamuz. El hijo de Semíramis fue Adad-nirari que gobernó
del 810 al 783 a. C., mucho tiempo después de lo que pretende Hislop en su obra. Nimrod y
Semíramis jamás se conocieron.

EL NIMROD BÍBLICO Y EL MITOLÓGICO.


Nuestro segundo personaje es Nimrod. La mención que en la Biblia se hace de Nimrod es
bastante limitada; sin embargo, sobre un cimiento tan pobre se ha edificado una complicada
mitología evangélica. Como ya se mencionó, Moisés, autor del libro del Génesis, sitúa a
Nimrod entre el año 3480 a. C. y el 3450 a. C. Es descrito como hijo de Cus, nieto de Cam,
bisnieto de Noé; y como “el primer poderoso en la tierra” y un “vigoroso cazador delante de
Jehová” (Génesis 10:8-9). De Nimrod se dice que fue el fundador del primer reino formado
después del Diluvio universal y, por ende, el primer rey que existió. El Génesis señala que
edificó Babel, Erec, Acad y Calne en la región sur de Mesopotamia, y Nínive, Resén, Rehobot
y Cala en el Norte (Génesis 10:10-12). Aunque la Biblia no lo menciona directamente, la
tradición ha considerado a Nimrod como el constructor de la Torre de Babel, pero esto no
puede ser probado por fuentes bíblicas. Dado que la torre fue edificada en su territorio y
durante su reinado, se asume que fue bajo su dirección que la construcción se inició (Génesis
10:10-12), lo cual no dice el texto bíblico. Para peor, las fuentes extrabíblicas señalan lo
contrario, alegando que Nimrod no se encontraba en la región de Sinar cuando la
construcción comenzó. También se menciona en 1 Crónicas 1:10 y en Miqueas 5:6.

De acuerdo con tradiciones hebreas, Nimrod era descendiente de Mizraim por línea materna,
pero su padre fue Cus hijo de Cam, de quien heredó su primera posesión territorial, que
pronto extendió. Su nombre se volvió proverbial como un poderoso cazador en oposición a
YHWH. Josefo escribió:

“…Fue Nimrod quien los incitó a tal afrenta y menosprecio hacia Dios. Él era un nieto de Cam,
el hijo de Noé, un hombre atrevido y de gran fortaleza de manos. Los persuadió de que no le
atribuyeran a Dios, como si fuera por medio de él que habían obtenido felicidad, si no a creer
que fue su propio esfuerzo lo que les alcanzó esa felicidad. Fue cambiando gradualmente su
gobierno en una tiranía, al no hallar otra manera de apartar la gente del temor de Dios, que
induciéndolo a una tonta dependencia de su poder… Ahora la multitud estaba más que lista
para seguir la determinación de Nimrod, y a considerar una muestra de cobardía el someterse
a Dios; y construyeron una torre, sin reparar en dolor, ni siendo en lo más mínimo negligente
con el trabajo: y, a causa de la multitud empleada en ello, creció muy alta, más rápido de lo
que ninguno hubiera esperado; pero su anchura era tal, y estaba tan fuertemente construida,
que a pesar de su gran altura parecía, a la vista, ser menor de lo que realmente era. Fue
construida con ladrillos cocidos, pegados con mezcla hecha con brea, de manera que no
permitiera el paso del agua. Cuando Dios vio que actuaron tontamente, Él no quiso destruirlos
completamente, puesto que no crecieron más sabios por la destrucción de los pecadores
anteriores; pero Él causó un tumulto entre ellos, produciendo en ellos idiomas diversos, y
causando con esa multiplicidad de idiomas, el no poderse entender unos con otros. El lugar
donde construyeron la torre ahora se llama Babilonia, debido a la confusión de esa lengua, la
que entendían fácilmente antes; y para los hebreos por la palabra Babel, confusión…” (Josefo,
Antigüedades Judías).

En cuanto a la muerte de Nimrod, una tradición extrabíblica sugiere que a Nimrod lo mató un
animal salvaje. Otra leyenda afirma que Sem lo mató por hacer que la gente adorara a Baal.
Luego descuartizó el cadáver y repartió sus pedazos para desalentar a otros idólatras. Pero su
mujer recogió los pedazos y los unió, y luego proclamó que había vuelto a vivir, pero que se
había convertido en un dios, muy parecido a la leyenda de Isis y Osiris en la mitología egipcia.
Hay otra mención de Nimrod que está en el libro apócrifo de Jaser 27:7, que atribuye su
muerte a Esaú (nieto de Abraham), quien supuestamente lo decapitó.

Los mitos y leyendas alrededor de Nimrod son muchos. Algunos de ellos lo colocan viviendo
al mismo tiempo que Abraham, en franca contradicción con el texto bíblico, pues la Biblia no
menciona ningún encuentro entre Nimrod y Abraham. Tal cosa es poco probable, pues hay
una diferencia de siete generaciones entre ellos. Abraham nació alrededor del año 2000 a. C.,
mientras que Peleg, de quien menciona la Biblia nació poco después de que Dios confundiera
las lenguas en la Torre de Babel (Génesis 10:25), nació unos 200 años antes que Abraham.
Nimrod era bisnieto de Noé, en tanto que Abraham está separado de Noé por diez
generaciones (Génesis 10:11). Sin embargo, tradiciones judías tardías los ponen
enfrentándose. Estas tradiciones aparecen por primera vez en los escritos de Pseudo-
Philo (Van Der Toorn y Van Der Horst 1990, p. 19), continúa en el Talmud y va a través de
escritos rabínicos de la Edad Media, y aún en nuestros días, rabinos contemporáneos siguen
añadiendo a estas tradiciones. En general, estas versiones presentan a Nimrod como un
hombre opuesto a Dios. Algunas señalan que se autoproclamó un dios y que fue adorado por
sus súbditos. En algunas ocasiones su leyenda se entremezcla con la de Nino, el mítico
fundador de Nínive.

En relación con Abraham, cuentan las leyendas que una señal en los astros anunció a Nimrod
y a sus astrólogos el nacimiento de Abraham, quien pondría fin a la idolatría. Así que Nimrod
ordenó matar a todos los niños recién nacidos. Sin embargo, la madre de Abraham escapó y
dio a luz secretamente. Algunas versiones la sitúan dando a luz en el campo, donde pasta el
ganado, otras, en un establo. Al crecer Abraham se enfrentó a Nimrod y le instó a que
desistiera de su idolatría, por lo que Nemrod mandó que fuera quemado. Algunas versiones
dicen que se recogió madera durante cuatro años para quemar a Abraham en la hoguera más
grande que jamás se hubiera visto. En todas las leyendas Abraham es echado al fuego y sale
caminando. En algunas versiones, Nimrod entonces declara la guerra a Abraham. Nimrod se
presenta mandando un enorme ejército, pero Abraham trae un ejército de insectos que
destruye el de Nimrod. Algunas versiones dicen que un mosquito entró hasta el cerebro de
Nimrod volviéndole loco (lo mismo dice la tradición judía que sucedió con Tito, el emperador
romano que destruyó el Templo de Jerusalén).

En algunas versiones Nimrod se arrepiente y acepta a Dios, ofreciendo cuantiosos sacrificios,


que Dios rechaza. Otras versiones dicen que Nimrod dio a Abraham, como obsequio de
reconciliación, el siervo Eliezer, de quien algunas versiones dicen era el propio hijo de Nimrod.
Sin embargo, en la Biblia se dice que Eleazar era de Damasco, ciudad siria, y no de Asiria ni
de Babilonia, territorios sobre los que gobernó Nimrod. En suma, las leyendas judías sobre
Nimrod son abundantes y contradictorias (algunas imitan situaciones que aparecen en otros
lugares de la Biblia), pero casi siempre citan a Abraham como su principal antagonista. La
misma confrontación se presenta extensivamente en el Qur’an islámico. Pero ya sea que lo
presenten como arrepentido al final o no, Nimrod permanece en la tradición hebrea e islámica
como un personaje malvado emblemático, y un arquetipo de idolatría. En los escritos
rabínicos, incluso los de hoy en día, se hace referencia a él casi invariablemente como “el
malvado Nimrod” (en hebreo, ‫)הרשע נמרוד‬, y para los musulmanes es “Nimrod al-Taghi”
(Nimrod el tirano).

En contraposición a la extensa mitología que sobre él se ha elaborado, la Biblia calla acerca


de Nimrod y se limita a mencionarlo apenas en 3 ocasiones, todas ellas brindando escasa
información sobre él y sus obras. La biblia no menciona nada sobre la esposa de Nimrod ni
se le atribuye ningún hijo. Todo lo que de él se dice fuera de la Biblia son puramente mitos
sin fundamento.

TAMUZ EL DIOS DE LA FERTILIDAD.


Nuestro tercer personaje es Tamuz. Tamuz (‫ ;תַּ ּמּוז‬del acadio du-muzu) es el nombre del dios
de la fertilidad extensamente adorado en Mesopotamia, Siria y Palestina; equivalente a Osiris
en Egipto y Adonis entre los griegos. Su consorte era la diosa Ishtar (Astarté). Su culto
involucraba ritos licenciosos. Se suponía que Tamuz había sido muerto por un jabalí mientras
cuidaba sus rebaños. Su esposa lo rescató del averno. Su muerte representaba el principio del
invierno. La prolongada estación de sequía era interrumpida por las lluvias de la primavera
cuando Tamuz volvió a la vida.
El nombre Tamuz es dado también al décimo mes del calendario hebreo moderno, que
comienza su cómputo a partir del mes de Tishrei con la Creación del mundo, y el cuarto mes
según el ordenamiento de los meses en la Biblia (junio-julio), que comienza por Nisán, en
conmemoración de la salida de los hebreos de la esclavitud en Egipto. El nombre otorgado al
mes de Tamuz en la Biblia es simplemente “el cuarto mes”, siguiendo la numeración ordinal,
al igual que el resto de los meses del año hebreo en la Torá: “A los nueve días del cuarto mes
prevaleció el hambre en la ciudad, hasta que no hubo pan para el pueblo de la tierra” (2 Reyes
25:3). Su nombre actual, Tamuz, tiene sus orígenes en los nombres de los meses de la antigua
Babilonia, provenientes del idioma acadio, y de aquí fueron adoptados por los judíos allí
desterrados entre 586 a. C. y 536 a. C., luego de haber sido llevados al exilio por el rey
Nabucodonosor II.

Tamuz no es recordado en la Biblia como nombre de este mes, sino al nombrar a la deidad
homónima, el dios de la primavera y el florecimiento, que, según la mitología babilónica,
reinaba durante los tres meses de primavera (Nisán, Iyar y Siván) mientras que en Tamuz, al
llegar el verano, Tamuz moría. La única mención de Tamuz en la Biblia aparece en conexión
con la costumbre de mujeres que hacían duelo por él (Ezequiel 8:14).

Tamuz no es una persona real, sino mitológica. Se le considero esposo de Ishtar (Astarté),
quien también era su hermana. Al morir Tamuz, Ishtar descendió a los infiernos para arrancarle
a su hermana, la terrible Ereškigal, el poder sobre la vida y la muerte. Después de darle
instrucciones a su sirviente Papsukal, de ir a rescatarla si no regresaba, descendió a la tierra
de las tinieblas, Irkalla. Comenzó valiente y desafiante, gritando al portero que abriera la
puerta antes de que la echase abajo. Pero en cada una de las siete puertas era despojada de
una de sus prendas, y con ellas se iba despojando de su poder, hasta que llegó desnuda e
indefensa ante Ereškigal, que la mató y colgó su cuerpo en un clavo. Con su muerte, todo el
mundo comenzó a languidecer. Pero el fiel Papsukal llegó hasta los dioses y les pidió que
creasen un ser capaz de entrar en el mundo de los muertos y resucitase a Ishtar con la comida
y el agua de la vida. Así es como Ishtar volvió a la vida. Tamuz también es resucitado, pero
tenía que pagar el precio: durante seis meses al año, Tammuz debe vivir en el mundo de los
muertos. Mientras está allí, Isthar ha de lamentar su pérdida; en primavera, vuelve a salir y
todos se llenan de gozo.

Si, como supone el mito anti navideño, Tamuz es hijo de Semíramis, ¿Por qué entonces los
mitos sobre Tamuz ya existían antes del siglo IX a.C., fecha en que vivió la auténtica
Semíramis? Algo simplemente no encaja en el cuento de Hislop. Debe recodarse que el mito
de Ishtar y Tamuz procede no originalmente de los babilonios, sino de la cultura sumeria o
acadia (Inanna y Dumuzi), la cual floreció muchos siglos antes de la época de Semíramis.
Simplemente no existe relación alguna entre Semíramis, Tamuz y Nimrod, por lo menos
ninguna de carácter histórico.
¿QUÉ DEBEMOS CREER?
Los creyentes deberíamos dejar de lado las teorías de conspiración y enfocarnos en la Biblia
y en la comunión los unos con los otros. No hay razón alguna para depositar nuestra confianza
en mitos antiguos, dándolos por ciertos y asociándolos con eventos actuales. La navidad real,
la celebrada por los verdaderos cristianos, no puede ser relacionada de forma alguna con el
mito creado por Hislop.

Si los paganos adoraban a Tamuz e Ishtar, si veneraban al Sol o si adoraban a los árboles es
su problema. Pero el árbol en particular, el 25 de diciembre como fecha de la celebración o la
Navidad en su totalidad, no tienen porqué ser malos. Si los israelitas fornicaron debajo de los
árboles frondosos y sus mujeres hacían tortas para la Reina del cielo y endechaban a Tamuz
¿Qué tiene que ver eso con nosotros los cristianos del s. XXI? La Navidad es una fiesta cristiana
si los celebrantes son cristianos y hacen de la encarnación de Cristo el centro del festejo. Los
cristianos haríamos bien en dejar de criticarnos unos a otros en este tema. Es Cristo y
reconocerlo a Él en todo como Señor lo que verdaderamente importa:

“Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera
iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da
importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el
Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y
también da gracias a Dios… Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo
menosprecias?” (Romanos 14:5-7, 10).

Colocar o no el árbol, celebrar o no la Navidad, no significa mayor o menor compromiso con


los valores enseñados por Jesús. Hacer una u otra opción debe quedar en la libertad cristiana
para decidir sobre asuntos que permiten pluralidad de posibilidades, ya que elegir una de
esas posibilidades no contraviene normas fundamentales del ser cristiano. Los que han
concluido no hacerlo están en su derecho, lo verdaderamente inquietante es cuando son
misioneros de la anti-Navidad y su decisión la quieren hacer válida para los demás y miden la
fidelidad al Evangelio con lo que se hace o deja de hacer el 25 de diciembre.

Hemos sido llamados a enseñar la verdad, a predicar de Cristo y de este crucificado, no a


difundir mitos paganos y querer asociarlos con alguna festividad del cristianismo. El efecto
logrado por los creyentes anti-Navidad no ha sido el de destruir la Navidad, sino más bien
poner en duda todo el marco histórico y doctrinal del cristianismo. En su intento por destruir
una fiesta, han logrado sembrar duda entre los inconversos, quienes no sólo ven nuestra
división en este tema, sino que también llegan a pensar que el cristianismo como religión se
fundamenta en mitos paganos. Necesitamos ser más inteligentes de lo que hemos sido hasta
ahora. Pero, sobre todo, menos fanáticos.
60. El Árbol de Navidad, los postes de Asera
y los árboles sagrados.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

Quienes se oponen a las celebraciones navideñas y en particular al uso del árbol de navidad
como emblema de esta, señalan a menudo que los árboles siempre tuvieron relación con la
idolatría y el culto a dioses paganos. En defensa de su postura citan a menudo diversos textos,
fuera de contexto, como los siguientes:

“Guárdate que no hagas alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar,
porque no sean por tropezadero en medio de ti: Mas derribaréis sus altares, y quebraréis
sus estatuas, y talaréis sus bosques (plural ʼasche·rím). Porque no te has de inclinar a
dios ajeno; que Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.” (Éxodo 34:13, Reina
Valera Antigua).

“Porque ellos también edificaron para sí lugares altos, pilares sagrados y Aseras en toda
colina alta y bajo todo árbol frondoso.” (1 Reyes 14:23, LBLA).

“Destruiréis completamente todos los lugares donde las naciones que desposeeréis
sirven a sus dioses: sobre los montes altos, sobre las colinas y debajo de todo árbol
frondoso.” (Deuteronomio 12:2, LBLA).

“Y sabréis que yo soy el Señor, cuando sus muertos estén en medio de sus ídolos
alrededor de sus altares, en toda colina elevada, en todas las cumbres de los montes,
bajo todo árbol verde y bajo toda encina frondosa, lugares donde ofrecían aroma
agradable a todos sus ídolos.” (Ezequiel 6:13, LBLA).

“No plantarás para ti Asera de ninguna clase de árbol junto al altar del Señor tu Dios
que harás para ti. Ni levantarás para ti pilar sagrado, lo cual aborrece el Señor tu Dios.”
(Deuteronomio 16:21-22, LBLA).

Con base en los textos anteriores, los cristianos anti-navidad afirman que los árboles son un
símbolo pagano prohibido para su uso en el cristianismo ¿Es esto cierto? No, el árbol no es
un símbolo pagano, es una maravillosa creación de Dios. Si los paganos convierten a los
árboles en ídolos, es su problema. Pero el árbol en sí no tiene porqué ser malo. El árbol nos
recuerda que Dios es el Creador. Usemos la lógica: si los paganos beben agua, ¿Hay que dejar
de beber agua para no contaminarnos? Si los paganos respiran, ¿hay que dejar de respirar?
¿Acaso los israelitas no fornicaron debajo de los árboles frondosos? Sí, eso dice la Biblia. Pero
¿Qué tiene que ver eso con nosotros los cristianos del s. XXI? Si los rebeldes pecaron contra
el Señor debajo de los árboles, esto no quiere decir que los árboles sean malos. Dios no
recrimina a los árboles sino a los pecadores. Al fin y al cabo, si los árboles son tan peligrosos,
¿Por qué no los quemamos todos?

El tema en todos y cada uno de estos pasajes no son los árboles de Navidad, pues Cristo aún
no había venido a la tierra, el cristianismo no existía aún, ni mucho menos existía la práctica
de decorar árboles de Navidad; por lo tanto, quien diga que el escritor sagrado pretende
atacar nuestra costumbre moderna de decorar árboles de Navidad, miente. Es el culto a la
diosa Asera, con su prostitución ritual y prácticas impuras, lo que condena el texto sagrado.

¿QUIÉN ERA ASERA?

Los textos de Ras Shamra identifican a esta diosa como la esposa del dios El, “Creador de las
Criaturas”, y la llaman “señora Asera del Mar” y “Progenitora de los Dioses”, lo que la convierte
en madre de Baal. Sin embargo, las funciones de las tres diosas prominentes del baalismo
(Anat, Asera y Astarot) debieron intercambiarse fácilmente, como se desprende de las fuentes
extrabíblicas, así como del propio registro bíblico. Si bien Astarot figuraba como la esposa de
Baal, es posible que a Asera también se la considerase como tal. La forma griega es Astarté,
considerada la “diosa de los sidonios” (1 Reyes 11:5).

Como diosa de la fertilidad vegetal, su representación era una estaca o tronco de árbol
clavado en el patio de los templos, de los que ya se tienen referencias en el s. XVIII a. C. en la
ciudad de Mari, por lo que la palabra Asera sirve también para designar estas estacas
sagradas. Asera era también la diosa del amor sexual. Se le conoce entre los babilonios como
Ishtar, originalmente llamada Athirat (o Afdirad). Es la gran diosa semítica de la fecundidad.
En la Biblia recibe el nombre de Astarot, pronunciación desfigurada de la original ‘Astart,
mediante la inclusión de las vocales de la palabra hebrea boset (vergüenza) según la
costumbre de los rabinos, para desprestigiar a las divinidades paganas.

En Canaán, el culto a Astarot, muy común entre los cananeos (vecinos de Israel), contaminaría
también a muchos israelitas (Jueces 2:13; 3:7; 1 Samuel 7:3-4). La Biblia suministra detalles
concretos de ese culto: se veneraba a Astarot bajo la denominación de la «Reina de los cielos»
(Jeremías 44:17). Los niños recogían leña por las calles a fin de encender fogatas en su honor;
las mujeres hacían tortas sacramentales con su figura; se quemaba incienso y se hacían
libaciones para que les fuera propicia, pues se creía que de esta forma los asuntos marcharían
mejor.
La adoración de Asera se destacaba por su sensualidad e involucraba la prostitución ritual.
Los sacerdotes y sacerdotisas de Asera también practicaban la adivinación. Era simplemente
lógico que Dios ordenara la destrucción de dicho culto idolátrico.

LA BIBLIA Y LA ADORACIÓN DE ASERA.

Asera fue representada por el tronco de un árbol sin ramas plantado en la tierra (algo
totalmente diferente a nuestro moderno árbol navideño). El tronco generalmente fue tallado
en una representación simbólica de la diosa. Debido a la asociación con árboles tallados, los
lugares del culto de Asera fueron llamados comúnmente “de Asera” y la palabra hebrea
“Asera” puede referirse a la diosa o a un bosquecillo de árboles, de modo que la palabra
hebrea ʼasche·ráh (plural ʼasche·rím) puede referirse tanto a un poste sagrado que representa
a Asera, diosa cananea de la fertilidad (Jueces 6:25, 26) como a la propia diosa Asera. (2 Reyes
13:6) Sin embargo, no siempre es posible determinar si cierto texto en particular se refiere al
objeto idolátrico o a la diosa. Algunas versiones traducen esta palabra como “poste sagrado”,
pero la transliteran o adoptan otra solución cuando parece referirse a la diosa. Otras no
intentan hacer una diferencia, sino tan solo transliteran la palabra hebrea o la traducen
siempre “poste sagrado”. Por otra parte, algunas versiones antiguas la suelen traducir
“bosque” (Scío; Val, 1909), traducción que resulta del todo impropia en textos como 2 Reyes
23:6 y 2 Crónicas 24:18, donde se habla de sacar el “bosque” del templo de Jerusalén y de
servir a los “bosques”.

Los postes sagrados. Al parecer los postes sagrados estaban en posición vertical, y estaban
hechos de madera, o por lo menos tenían partes de ella, pues a los israelitas se les ordenó
que los cortasen y los quemasen. (Éxodo 34:13; Deuteronomio 12:3.) Posiblemente fueron
simples postes sin tallar, y quizás, en algunas ocasiones, incluso árboles, puesto que al pueblo
de Dios se le dijo: “No plantarás ningún árbol para Asera cerca del altar de Jehová tu Dios,
que tú te habrás hecho”. (Deuteronomio 16:21.)

Israel y Judá pasaron por alto el mandato expreso de Dios de no erigir columnas sagradas y
postes sagrados, y los colocaron sobre “toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso”
junto a los altares que usaban para sacrificios. Se ha afirmado que los postes representaban
la feminidad, mientras que las columnas representaban la masculinidad. Estos objetos
idolátricos, probablemente símbolos fálicos (representaciones del órgano copulador
masculino), guardaban relación con orgías sexuales, como lo indica el que ya desde el tiempo
del reinado de Roboam hubiera prostitutos (sodomitas) en el país. (1 Reyes 14:22-24; 2 Reyes
17:10.) Solo en raras ocasiones hubo reyes, como Ezequías (y Josías), que quitaron los lugares
altos e hicieron pedazos las columnas sagradas y cortaron los postes sagrados. (2 Reyes 18:4;
2 Crónicas 34:7).
Ahora bien ¿El problema eran los árboles o lo que los paganos hacían con ellos? La respuesta
es obvia. Incluso Jeremías 10:1-16, el pasaje más usado por los amantes de la eiségesis más
que de la sana interpretación para justificar su oposición a los árboles navideños, tienen que
admitir que dicho pasaje se refiere a cortar árboles, cincelar la madera para hacer un ídolo y
después decorarlo con plata y oro con el propósito de inclinarse ante él y adorarlo (Isaías
44:9-18). No se refiere a que sea malo adornar árboles como elemento decorativo. Los
cristianos no adoramos los árboles de navidad, los consideramos un simple elemento
decorativo de la temporada navideña, o ¿Podría decirse que lo que se hace actualmente con
los árboles de Navidad es lo mismo que lo que los paganos hacían con los postes sagrados
de Asera? ¡Absolutamente no! Entonces ¿Por qué se juzga nuestra conciencia y libertad
cristiana por lo que los paganos hicieron con sus árboles siglos antes que naciera el
cristianismo?

LA ADORACIÓN DE LOS ÁRBOLES ENTRE LOS PAGANOS Y SU ORIGEN.

Es innegable que los árboles han jugado un rol importante en muchas de las mitologías y
religiones, y les han sido dados profundos y sagrados significados durante todas las épocas.
Los seres humanos, observando el crecimiento y muerte de los árboles, la elasticidad de sus
ramas, la sensibilidad y el anual decaimiento y revitalización de su follaje, los ven como
poderosos símbolos de crecimiento, decaimiento y resurrección. Sin embargo, la sacralización
de los árboles es más que un simple invento pagano. Es la expresión universal e intercultural
de las vivencias del Edén, grabadas de forma indeleble en el subconsciente humano y
transmitido a partir de una revelación original.

De todos es conocida la mención de dos “árboles sagrados” en el texto bíblico, los


denominados árboles del paraíso. Los árboles del paraíso son dos árboles que aparecen en el
Antiguo Testamento en la historia del Jardín del Edén. Uno de ellos es conocido como el
“Árbol del conocimiento del bien y del mal” (simplificado como Árbol del Conocimiento; en
hebreo ‫“ ו ָָרע טֹוב הַּ דַּ ַּעת עֵץ‬Etz haDaat tov V’ra”), y el otro es el “Árbol de la vida”. En este sentido,
la veneración de árboles considerados sagrados parece desprenderse de la memoria histórica
común a toda la humanidad y su aspiración a recuperar el paraíso perdido por causa del
pecado: El árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 1-3). En el Nuevo
Testamento, Cristo es presentado como el verdadero árbol de la vida (Isaías 11:1-3,
Apocalipsis 2:7; Juan 15:1-2, 14:6, 6:54).

La revelación primigenia llegó a formar parte de las memorias y relatos que acompañaron los
pueblos que finalmente se esparcieron por la superficie de la tierra (Génesis 11:1-9). Dichas
memorias dieron origen, con el paso del tiempo, a los diversos sistemas de adoración de las
naciones, entre ellos la adoración de árboles. Esto puede observarse a través de diversas
culturas no necesariamente cercanas:
 El roble era venerado como un árbol sagrado tanto por los antiguos griegos como por
los pueblos celtas, y se decía que era resistente a los rayos.
 La higuera era considerada por egipcios y griegos como un árbol no sólo sagrado, sino
también inteligente. Ellos creían que las hojas de las higueras conversaban con un
lenguaje que los hombres primitivos comprendían perfectamente y nosotros hemos
olvidado.
 En la mitología grecorromana, distintos tipos de árboles y otras plantas han sido
consagrados a diferentes divinidades. El haya y la encina estaban consagradas a Júpiter.
El olivo se consagraba a Minerva. El mirto y el loto, a Venus. El laurel, a Apolo.
 Los celtibéricos concedían a los árboles sagrados un estatus de símbolo político al servir
como centro de reunión de la tribu o incluso como frontera entre unas tribus y otras y
hasta no hace demasiado tiempo y especialmente en el norte de España aún se
celebraban las reuniones del concejo en torno al árbol principal de la localidad. También
podían representar el lugar en el que se celebraban las grandes festividades religiosas de
la comunidad, el “nemeton”. Por todo esto, el árbol sagrado de la tribu se convertía en
todo un símbolo que podía ser agraviado por los enemigos con el objetivo de crear daño
moral.
 Yggdrasil es el árbol mítico de los nórdicos, que consideraban el “árbol de la vida”, o
“fresno del universo”. Los sajones tenían también un árbol sagrado, Irminsul.
 Los árboles sagrados mitológicos, como el roble de Thor o el ciprés de Kashmar, e incluso
otras especies consideradas han sido reconocidas como fuentes de inmortalidad, como
el Melocotón en China o el Manzano en la antigua Grecia.
 En nuestra América, la Ceiba era considerado un árbol sagrado por los mayas, que unía
el mundo subterráneo de Xibalba con el mundo de los vivos y situaba una en cada uno
de los cuatro puntos cardinales.

LA BIBLIA NOS LLEVA A CONSIDERAR QUE NO TODO SÍMBOLO USADO POR LAS NACIONES
PAGANAS TIENE EN SÍ MISMO UN SIGNIFICADO MALO O ESTÁ PROHIBIDO PARA EL PUEBLO
DE DIOS. SE NOS MANDA REDIMIR LA CULTURA Y DARLE A LAS COSAS UN SIGNIFICADO
“SANTO”.

La higuera era considerada por egipcios y griegos como un árbol sagrado, pero esto no
impidió que los profetas hebreos, inspirados por Dios, utilizaran la higuera como símbolo de
verdades espirituales o que incluso llegase a ser un símbolo del pueblo hebreo. Los higos y
las higueras aparecen en el antiguo y en el nuevo testamento:

 En el Cantar de los cantares, los brotes de la higuera indican la llegada del verano y el
tiempo del amor (Cantares 2:13).
 En los tiempos bíblicos era muy común que la familia tuviera una higuera en el patio o
en la huerta, por su buena sombra y por la facilidad para cultivarla. Por ser un cultivo tan
común y tan beneficioso, al igual que la vid, para los profetas representa el ideal de la
justicia social y de la paz: que cada familia pueda reunirse y descansar bajo la parra y bajo
la higuera (1 Reyes 5:5, Miqueas 4:4, Zacarías 3:10, Jeremías 24:1-10).
 En Marcos 11:12-25 la higuera seca, símbolo de la falta de fe, es también usada como
símbolo de la ciudad que no ha reconocido el paso de Dios.
 Marcos 13:28-31 relaciona la higuera con los signos de los tiempos (Esta imagen es
pronunciada en medio del discurso escatológico).
 En Lucas 13:6-9 la higuera se usa como símbolo del pueblo de Dios.
 En Juan 1:48-50: Jesús mismo emplea la figura de la higuera.

Puesto que los egipcios y griegos eran pueblos vecinos o que entraron en contacto con Israel,
sería absurdo afirmar que los hebreos desconocían el significado pagano que egipcios y
griegos le daban a la higuera. Pero a ellos, incluido los profetas y Jesús mismo, eso no les
importó. Emplearon sin problemas de conciencia dicho árbol como símbolo de una realidad
diferente. Ellos redimieron para la cultura hebrea un viejo símbolo empleado por los paganos.

Esto mismo puede decirse del olivo, considerado árbol sagrado y venerado por los griegos y
romanos, al estar consagrado a la diosa Minerva (Atenea). Los escritores de la Biblia utilizaron
muchas veces el olivo en sentido figurado. Algunas características de este árbol sirvieron para
ilustrar la misericordia de Dios, la promesa de la resurrección y una vida familiar feliz. Sin duda,
los israelitas apreciaban el olivo por su valioso aceite. Para iluminar las casas, usaban lámparas
con mechas que absorbían aceite de oliva (Levítico 24:2). El aceite era esencial en la cocina.
Además, protegía la piel contra el sol, y los israelitas lo usaban en la elaboración de jabón
para lavar. Los principales productos agrícolas del país eran los cereales, el vino y las aceitunas,
por lo que una mala cosecha de olivas era un desastre para las familias israelitas
(Deuteronomio 7:13; Habacuc 3:17).

Sin embargo, por lo general abundaba el aceite de oliva. Moisés dijo que la Tierra Prometida
era ‘tierra de olivas’, probablemente porque el olivo era el árbol que más se cultivaba en la
zona. Debido a su valor y abundancia, el aceite de oliva fue incluso una buena moneda de
cambio internacional por toda la región mediterránea. Jesucristo mismo hizo referencia a este
árbol y su producto (Lucas 16:5-6). En Salmo 128:3 se compara a los justos y sus descendientes
con plantas de olivo. A los siervos de Dios pueda asemejárseles a olivos. David deseaba ser
como un “olivo frondoso en la casa de Dios” (Salmo 52:8). Igual que las familias israelitas
solían tener olivos alrededor de sus casas, David deseaba estar cerca de Jehová y producir
frutos para Su alabanza (Salmo 52:9). El reino de dos tribus de Judá fue como un olivo
frondoso, bello de fruto y de forma, mientras se mantuvo fiel a Jehová (Jeremías 11:15-16). El
apóstol Pablo no dudó en comparar al pueblo de Dios con el árbol de olivo (Romanos 11:11-
24) ¿Acaso no sabía él que era un símbolo de la diosa pagana Minerva?
CONCLUSIÓN.

La Navidad es una fiesta cristiana si los celebrantes son cristianos y hacen de la encarnación
de Cristo el centro del festejo. Para esto pueden valerse de símbolos diversos que apuntan
hacia la centralidad del Verbo encarnado (y esto incluye el árbol de Navidad). Los cristianos
haríamos bien en dejar de criticarnos unos a otros en este tema. Es Cristo y reconocerlo a Él
en todo como Señor lo que verdaderamente importa:

“Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera
iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da
importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el
Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y
también da gracias a Dios… Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo
menosprecias?” (Romanos 14:5-7, 10).

Colocar o no el árbol de Navidad en tu casa no significa mayor o menor compromiso con los
valores enseñados por Jesús. Hacer una u otra opción debe quedar en la libertad cristiana
para decidir sobre asuntos que permiten pluralidad de posibilidades, ya que elegir una de
esas posibilidades no contraviene normas fundamentales del ser cristiano. Los que han
concluido no hacerlo están en su derecho, lo verdaderamente inquietante es cuando son
misioneros de la anti-Navidad y su decisión la quieren hacer válida para los demás y miden la
fidelidad al Evangelio con lo que se hace o deja de hacer el 25 de diciembre. A paz nos ha
llamado el Señor.
61. ¿Eres un pagano si celebras la Navidad?

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado

La polémica de si los cristianos deben celebrar la Navidad, o no, ha estado en discusión por
siglos. Hay cristianos dedicados y sinceros en ambos lados del dilema, cada uno con múltiples
razones del porque o por qué no se debe celebrar la Navidad en los hogares cristianos. Una
razón contra la celebración de la Navidad es que las tradiciones que rodean esta festividad
tienen su origen en el paganismo. ¿Es esto cierto? La búsqueda de la información sobre este
tema es difícil porque los orígenes de muchas de nuestras tradiciones son tan oscuros que
sus fuentes de información a menudo se contradicen entre ellas. Campanas, velas, muérdago
y otras decoraciones se mencionan en la historia del culto pagano, pero el uso de estas en el
hogar ciertamente no indica retornar al paganismo.

LA RAÍZ DEL PROBLEMA.

Es innegable confesar que antes de la conversión de Constantino al cristianismo en el siglo IV


los romanos pasaban una semana adorando a Saturno de manera inmoral durante el festival
de Saturnalia (que comenzaba el 17 de diciembre). La celebración era seguida por el culto al
“Sol Invicto” para así coincidir (más o menos) con el solsticio de invierno el 25 de diciembre.
Pero cuando al cristianismo se le dio una nueva esfera de influencia en el Imperio Romano
gracias a Constantino, la Iglesia trató de distanciarse de cualquier clase de paganismo. Esta
fue la razón por la cual los cristianos decidieron adorar al Sol de justicia (esto es, Jesucristo)
en lugar de al Sol Invicto (Malaquías 4:2). La celebración de la bondad de Dios al enviar a Jesús
a la tierra marcó a los creyentes como un pueblo santo, quienes se diferenciaron de la
tradición pagana. Por lo tanto, cualquier reclamo contemporáneo que proponga que la
conmemoración de la Iglesia de la encarnación se originó en el paganismo es totalmente
falso. De hecho, la razón por la que la Iglesia decidió adorar a Jesús por su nacimiento el 25
de diciembre era precisamente para alejarse del paganismo. Si los paganos optan por adorar
a sus falsos dioses en el día de Navidad, pueden hacerlo. Pero los cristianos siempre se han
negado a inclinarse ante el sol. Ellos adoran al Dios Uno y Trino el 25 de diciembre para
recordar la obra de la salvación eterna. En resumen, el día de Navidad, como lo celebraban
los cristianos, no tiene nada que ver con el paganismo. Es un día libre de paganismo en el
corazón de los verdaderos hijos de Dios. No hay ninguna base para la objeción histórica a la
celebración de la Navidad.

Mientras que hay definitivamente raíces paganas en algunas tradiciones, hay muchas más
asociadas con el verdadero significado de la Navidad – el nacimiento del Salvador del mundo
en Belén. Campanas que tañen para anunciar las buenas nuevas, velas que se encienden para
recordarnos que Cristo es la Luz del Mundo (Juan 1:4-9), una estrella que se coloca en la punta
del árbol para conmemorar la estrella de Belén y regalos que se intercambian para
recordarnos los obsequios de los reyes magos a Jesús, el más grande regalo de Dios a la
humanidad.

INCONSISTENCIAS ENTRE AQUELLOS QUE ACUSAN A LA NAVIDAD DE SER UNA FIESTA


PAGANA.

Hay una falla más en este argumento. Si de evitar aquello cuyo origen es pagano se trata,
todos los cristianos estarían pecando en mayor o menor grado. Es más, tendrían de abandonar
por completo la sociedad como la conocen. Por ejemplo:

 Deberíamos cambiarle nombre a los días de la semana, ya que evocan la adoración de


dioses paganos. El día que en español llamamos domingo era originalmente llamado
“dies Solis” por los romanos, y aún hoy es nombrado Sunday (día del Sol) en inglés,
recordándonos la dedicación de dicho día al sol. Con la llegada del cristianismo, el
antiguo día del sol fue renombrado a “die Domini”, día del Señor, santificando un día
pagano y dándole un nuevo significado cristiano (justamente lo mismo que se hizo con
la Navidad). No obstante, pocos pensarían en satanizar actualmente el domingo debido
a su origen pagano, ya que se ha convertido en el principal día de adoración de la
cristiandad en general. Lo mismo podemos decir de los otros días: Lunes (Llamado dies
Lunae -día de la Luna- por los romanos, ya que honraba a la diosa Selene); Martes (Dies
Martis, dedicado a Marte, el dios de la Guerra); Miércoles (Dies Mercurii, dedicado a
Mercurio, el dios mensajero. Era muy normal que en este día se anunciaran decisiones y
problemas a la familia); Jueves (Este día era conocido por los romanos como dies Jovis y
representaba al dios Júpiter o Zeus); Viernes (dies Veneris, dedicado a la diosa del amor
Venus); Sábado (Dies Saturni, día en honor al dios Saturno -Cronos para los griegos).

 Algunos meses del año necesitarían ser renombrados:


i.- Enero – IANVARIVS: Toma su nombre del dios bicéfalo Janus. Este era el Dios de las puertas,
portones, principios y finales -razón por la cual se lo ve representado en tantas puertas-. Como
Enero es el mes que abre el año se honró a dicho Dios nombrando al mes que abre el año.

ii.- Febrero – FEBRVUARIVS: Proviene de la palabra en Latín “Februare”, la cual nace de Februo,
que significa “limpiarse”. Este mes fue nombrado de esta manera ya que en Febrero los
romanos realizaban ciertos ritos religiosos, dedicados a Plutón, que tenían una finalidad de
conseguir pureza.
iii.- Marzo – MARTIVS: Marzo era el primer mes del Calendario Romano antiguo y era
nombrado en honor a Marte el dios de la Guerra. Esto era porque en este mes se planeaban
todas las campañas militares que tendrían lugar tras el transcurso del año.

iv.- Abril – APRILIS: Proviene de “aperio”, que significa abrir. Se dio este nombre a dicho mes
ya que en Abril es cuando las plantas comienzan a florecer -ubicándonos en la geografía de
Italia. Sin embargo, un gran número de estudiosos señala que también puede estar tomado
de los griegos que lo dedicaban a la diosa Afrodita.

v.- Mayo – MAIVS: Proviene de la diosa Maia, una de las diosas más ancianas de Roma que
también era la diosa de la primavera. Los sacrificios a Maia, madre, Tierra, se ofrecían el
primero de Mayo.

vi.- Junio – IVNONIVS: Nombrado en honor a la Diosa Juno, Diosa del matrimonio y una de
las más poderosas figuras del Olimpo.

 La celebración de cumpleaños debería ser prohibida: Las varias costumbres que la gente
observa hoy día al celebrar sus cumpleaños se remontan a mucho tiempo atrás en la
historia. Nacen dentro del dominio de la magia, la astrología y la superstición. En la
antigüedad, las costumbres de felicitar, dar regalos y hacer una fiesta con las velas
encendidas que la completan, tenían el propósito de proteger de los demonios al que
celebraba su cumpleaños, y de garantizar su seguridad durante el año entrante. La
costumbre de rodear la tarta o pastel con velas viene de la antigüedad. El círculo de velas
formaba parte de un ritual que protegía al homenajeado de los malos espíritus durante
un año.
 El día de las madres debería ser abolido: esta festividad tiene también un origen pagano.
Los romanos llamaron a esta celebración Hilaria cuando la adquirieron de los griegos. Se
celebraba el 15 de marzo en el templo de Cibeles o templo de Magna Mater, el cual fue
un templo del monte Palatino en Roma dedicado a Cibeles, una diosa frigia, identificada
como la personificación de la fértil tierra, una diosa de las cavernas y las montañas,
murallas y fortalezas, de la naturaleza y los animales (especialmente leones y abejas). En
la mitología griega, era conocida como Rea, la madre de los dioses. Durante tres días se
realizaban ofrendas y dádivas en honor a la diosa madre. Los católicos transformaron
estas celebraciones para honrar a la Virgen María.

Entonces, ¿Eres un pagano si celebras la Navidad, o cualquiera de las fiestas arriba


mencionadas? Sí y no. La respuesta depende de lo que adores durante la temporada festiva.
Si tus deidades son el dinero, la autoindulgencia y el materialismo, entonces puedes
etiquetarte como un pagano de pura cepa. Pero si tu deseo en Navidad es adorar al Dios
Trino y darle gracias a Jesús por venir a la tierra, entonces no hay nada pagano en ti.

EVITEMOS JUZGARNOS ENTRE CRISTIANOS.

La Navidad es una fiesta cristiana si los celebrantes son cristianos y hacen de la encarnación
de Cristo el centro del festejo. Para esto pueden valerse de símbolos diversos que apuntan
hacia la centralidad del Verbo encarnado. Los cristianos haríamos bien en dejar de criticarnos
unos a otros en este tema. Pablo nos enseñó que la observancia o no de días sagrados es
irrelevante en el Evangelio. Es Cristo y reconocerlo a Él en todo como Señor lo que
verdaderamente importa:

“Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera
iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da
importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el
Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y
también da gracias a Dios… Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo
menosprecias?” (Romanos 14:5-7, 10).
62. ¿Importa la fecha exacta del nacimiento
de Cristo?

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado

Los cristianos que prefieren ignorar la Navidad indican el hecho de que la Biblia no
proporciona la fecha del nacimiento de Cristo. Esto es cierto. Cristo no nació el 25 de
diciembre. El 25 de diciembre puede no estar ni siquiera aproximado a la fecha en que nació
Jesús. Es más, hay sobrados motivos para pensar que el nacimiento de nuestro Señor no
ocurrió en esta fecha.

¿CUÁNDO NACIÓ JESÚS REALMENTE?

La Biblia nos proporciona evidencia segura de que Jesús no nació en diciembre, época de
invierno en Palestina. En primer lugar, el censo decretado por el emperador romano César
Augusto, quien mandó que se empadronara a todos. Todo el mundo tuvo que inscribirse en
su propia ciudad, lo cual implicó para José y María hacer un viaje de una semana o más (Lucas
2:1-3). Independientemente de la época del año, a la gente no debió agradarle tener que
cumplir con dicho decreto, que quizá tenía el objetivo de fijar impuestos y reclutar hombres
para el servicio militar. Pero es poco probable que Augusto hubiera querido agravar la
situación obligando a sus súbditos a hacer un largo y difícil viaje en pleno invierno.

Los rebaños de ovejas y los pastores proporcionan otra evidencia de que Jesús no nació en
diciembre. La costumbre pastoril en época de primavera y verano en la antigua Palestina era
la de hacer pastar a los rebaños en corrales de campo con pasturas en las noches de
temperatura templada o suave. En esos días no guardaban a sus ovejas en el establo que
usaban en otoño, invierno y días inclementes La Biblia dice que los pastores vivían a campo
raso y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños (Lucas 2:8). Los rebaños se
quedaban al aire libre desde la semana antes de Pascua a finales de marzo y no volvían hasta
mediados de noviembre. Pasaban el invierno resguardados en las majadas, y ese detalle basta
para probar que la fecha tradicional de Nochebuena en invierno tiene pocas probabilidades
de ser exacta, puesto que el Evangelio nos dice que los pastores estaban en los campos.
Porque estaban afuera, cuidando el rebaño de los lobos, los pastores vieron a los ángeles
cantando la buena noticia de que un Salvador había nacido en la ciudad de David. Por lo
tanto, puede inferirse que el nacimiento de Cristo sólo podría haber ocurrido entre el 21 de
marzo, fecha en que inicia la primavera en el hemisferio norte, y el 21 de septiembre, que es
cuando comienza el otoño en esa región. Incluso podríamos suponer que Jesús nació tan lejos
como en octubre del año 4 a.C.. ¿Cómo lo sabemos? Se puede calcular la temporada en que
nació Jesús haciendo una cuenta regresiva a partir de su muerte, que tuvo lugar en la
primavera, en la fecha de la Pascua el 14 de nisán, aproximadamente el 6 ó 7 de abril según
nuestro calendario (Juan 19:14-16). Jesús tenía unos 30 años cuando comenzó su ministerio,
el cual se supone duró tres años y medio. Eso significa que nació a principios de otoño, quizá
en octubre (Lucas 3:23).

ALGO MÁS QUE UN DÍA EXACTO…

Llevemos esto un poco más lejos. Cristo no solo no nació el 25 de diciembre, sino que
tampoco nació en el año en que se nos ha dicho que nació. Se calcula que Jesús nació algo
antes de la muerte de Herodes el Grande, en el año 4 antes de la Era Cristiana. Una fecha
entre el 6 y el 4 antes de la Era Cristiana concordaría con esa información histórica, como
asume el relato de Mateo del nacimiento, y con lo relatado por Lucas (Lucas 3:23) de que
Jesús tenía unos 30 años en el decimoquinto año del emperador Tiberio, estimado el año 27
o 28 de la Era Cristiana. Así pues, Cristo habría nacido en la segunda mitad de septiembre o a
principios de octubre del año 4 a.C. y muerto entre el 6 y el 7 de abril del año 30 d.C.

Esto nos lleva a concluir lo siguiente: Rechazar la Navidad por no concordar con la fecha
exacta es de por sí ridículo, ya que aún nuestro propio calendario y la numeración misma de
nuestros años es incorrecta. Habría que modificar completamente nuestro sistema de contar
los años, nuestro calendario en su totalidad. Puesto que la Biblia no nos da una fecha exacta,
es obvio que para Dios no es tan importante cuándo ocurrió, sino el suceso en sí: La
Encarnación de Cristo. Cristo no nació el 25 de diciembre ¿Y qué? Lo importante es que nació
y se convirtió en nuestro Salvador. Lo importante es recordar, celebrar y honrar su nacimiento.
Si el 25 de diciembre se eligió como la fecha para hacerlo ¿Cuál es el problema?

Con nuestro propio cumpleaños ocurre algo semejante: Celebramos el día en que nuestra
madre nos dio a luz como el día en que nuestra vida inició, y a partir de ahí decimos que
tenemos X, Y ó Z años de vida, pero eso no es cierto. Nuestra vida inició meses antes, al
momento de la concepción. ¿Quién recuerda celebrar eso? ¿Nos molesta acaso cuando en
nuestro cumpleaños se celebra una fecha que no es del todo correcta como el inicio de
nuestra vida? ¡Para nada! Entonces, ¿Por qué exagerar el tema de la fecha exacta del
nacimiento de Cristo?

¿POR QUÉ ENTONCES DICIEMBRE?

A pesar del dato anterior, todavía queda una interrogante: ¿Por qué, entonces, la Navidad se
celebra en diciembre? la historia secular y las tradiciones de la época nos dan la respuesta. La
información de una fiesta próxima a la Navidad es la del 18 de diciembre, cuando se celebraba
el solsticio de invierno. Dicha festividad recibía el nombre de “Sol Invictus”, un culto al sol
proveniente de la antigua Babilonia. Es bien sabido que el típico sincretismo del Imperio
Romano los llevaba a incorporar rituales de las culturas propias de los países que dominaban.
Ese día era propicio para sus orgías, en las que el sentido común y la razón eran adormecidos.
También es sabido que al emperador romano se lo llamaba “Sol” y que así se le veneraba.
Más adelante, por decreto imperial se obligó a los ciudadanos a adoptar la fe de los cristianos,
a quienes antes el emperador perseguía y masacraba por millares. Posteriormente, se hizo
coincidir la festividad del “Sol Invictus” con el día (cierto, pero no conocido) del nacimiento
del Hijo de Dios; pero moviendo la festividad una semana adelante, el 25 de diciembre. Así
pues, la Navidad comenzó a celebrarse el 25 de diciembre a partir del siglo IV. Tal cambio
pretendía resaltar la prevalencia de Cristo sobre el sol: Cristo es el verdadero sol invicto
(Malaquías 4:2) Los cristianos del siglo cuarto pretendían con ello cristianizar a los paganos y
resaltar la victoria de Cristo sobre los distintos dioses de las naciones. Sólo Cristo merecía ser
adorado. Y sólo su nacimiento recordada. El culto a Mitra, Tammuz o cualquier otro dios
pagano debía ser exterminado. Asignarle a la Navidad la fecha del 25 de diciembre para su
celebración fue el instrumento para lograr dicho objetivo.

LA NAVIDAD YA SE CELEBRABA ANTES.

A pesar de la adopción, en el siglo IV, del 25 de diciembre como fecha oficial para recordar el
nacimiento de Cristo, cabe destacar que dicha festividad ya era celebrada antes del siglo IV
aunque en otra fecha diferente (el 6 de enero) por las iglesias cristianas orientales de
Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Constantinopla, Armenia y otras regiones, las cuales
denominaban a esta fecha ‘Hagia Phota’ o ‘La Santa Luz’, es decir, la Navidad.

Es innegable que el día exacto del nacimiento de nuestro Señor no ha quedado taxativamente
registrado en la Biblia; tampoco en la historia secular. Simplemente la Biblia no nos dice
cuando nació Cristo. Algunos ven en ello la prueba de que Dios no desea que celebremos Su
nacimiento, mientras que otros ven en esta omisión de la Biblia una tácita aprobación.

Lo cierto es que la omisión bíblica de la fecha exacta del nacimiento de Jesús no es motivo
suficiente para “satanizar” la Navidad. Lo importante, en realidad, no es conocer la fecha
exacta del nacimiento de Cristo. Tampoco es importante lo que los romanos, griegos o
babilonios hacían milenios atrás en la misma fecha. Lo que importa es anunciar y celebrar que
Dios se hizo Hombre para salvar al mundo. Importa anunciar y celebrar que Dios envió a su
Hijo al mundo, para que todo aquél que en Él crea tenga vida eterna.

Pablo nos enseñó que las fechas exactas y la observancia o no de días sagrados es irrelevante
en el Evangelio. Es Cristo y reconocerlo a Él en todo como Señor lo que verdaderamente
importa:
“Por tanto, que nadie los critique a ustedes por lo que comen o beben, o por cuestiones tales
como días de fiesta, lunas nuevas o sábados. Todo esto no es más que la sombra de lo que
ha de venir, pero la verdadera realidad es Cristo. No dejen que los condenen esos que se
hacen pasar por muy humildes…” (Colosenses 2:16-18, DHH).

“Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera
iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da
importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el
Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y
también da gracias a Dios… Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo
menosprecias?” (Romanos 14:5-7, 10).
63. El árbol de navidad: ¿Es pecado?

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

Muchos hermanos bien intencionados, pero equivocados, sostienen que la Biblia prohíbe
traer árboles a nuestros hogares para decorarlos. Esto es totalmente falso. El pasaje más citado
es el de Jeremías 10:1-16, pero este pasaje se refiere a cortar árboles, cincelar la madera para
hacer un ídolo y después decorarlo con plata y oro con el propósito de inclinarse ante él y
adorarlo (Isaías 44:9-18). El pasaje en Jeremías no puede tomarse fuera de contexto y aplicarse
como legítimo argumento contra los árboles de Navidad. Simplemente no es correcto torcer
la Escritura de esa manera para justificar nuestra preferencia. Si te llamas creyente no puedes
mentir, hacer una mala exégesis del texto o simplemente distorsionar lo que dice la Biblia
para atacar un punto de vista al cual te opones.

Cuando el argumento bíblico fracasa, muchos recurren al argumento etnocentrista o


judaizante para atacar la navidad y la colocación de árboles navideños. Y es que muchos
religiosos del Evangelio descartan la costumbre de colocar el árbol de Navidad, y con ello la
Navidad misma, por no haber sido nunca parte de las tradiciones o religión judías de las cuales
se derivó el cristianismo. Tal razonamiento concluye que, si no fue una costumbre de los
pueblos de la Biblia, no es digna de ser considerada o cristianizada. Suelen enfatizar que la
adoración de árboles es parte del paganismo, no de la religión bíblica. Pero ¿Es esto cierto?
¡Para nada! El concepto de pagano no puede ser aplicado a todos aquellos elementos que no
surgieron dentro de la cultura judía. Solo es aplicable con propiedad a aquellas
manifestaciones culturales, cuya esencia riñe con lo que Dios establece en su Palabra. Paganas
son prácticas que en esencia y principio se oponen a los que Dios establece: La idolatría, los
sacrificios humanos, la promiscuidad sexual, la hechicería y otros asuntos semejantes
constituyen prácticas paganas, pero todas las culturas poseen elementos redimibles que
pueden utilizarse para honra y gloria de Dios. La Biblia nos da ejemplos de esto: Debe
recordarse que los pueblos paganos ofrecían sacrificios de animales, presentaban
holocaustos, tenían sacerdotes, construían templos, altares y presentaban ofrendas a sus
dioses mucho antes que el judaísmo fuese establecido como tal. ¿Se convirtió en pagana la
religión judía por incorporar en su adoración esos elementos usados de forma generalizada
por otras naciones, religiones y culturas? Por supuesto que no. Y lo mismo puede decirse del
cristianismo. La incorporación de un elemento ajeno a la cultura de los pueblos originales de
la Biblia no lo convierte en pagano. Sólo enfatiza la universalidad de la fe y su trascendencia
más allá del etnocentrismo judío.
SOMOS LLAMADOS A REDIMIR AL SER HUMANO Y SU CULTURA, NO A PERDER EL
TIEMPO EN DISCUSIONES.

Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes
celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol de fresno
perenne, en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Este árbol simbolizaba al árbol del
Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses) y el
Valhalla (el palacio de Odín); y en las raíces más profundas estaba Helheim (el reino de los
muertos). Posteriormente con la evangelización de esos pueblos, los conversos tomaron la
idea del árbol, para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el
significado. Se dice que Bonifacio (680-754 E.C.), evangelizador de Alemania, tomó un hacha
y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol
consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que, por ser perenne, simbolizó el amor de
Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las
tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo.
Conforme pasó el tiempo, las manzanas y las velas, se transformaron en esferas, luces y otros
adornos.

¿Es suficiente motivo el origen germánico de esta tradición para satanizar el árbol de navidad?
No lo creo. El Señor Jesús no vino a fundar una religión, ni siquiera a confirmar al ya decadente
y extremadamente legalista judaísmo de su época, él vino a trascender fronteras culturales,
económicas, raciales y políticas, pues su mensaje alcanza a todos los hombres. Aunque su
advenimiento se produce en el marco de una cultura, pues vino como hombre, su misión tiene
un carácter escatológico, es decir, su encarnación es la intervención directa de Dios en la
historia, lo que indudablemente deberá tener notoriedad universal de alguna forma.

CRISTIANISMO Y RELIGIONES PAGANAS.

Resulta irónico que el argumento en contra del árbol de navidad, acusándolo de pagano, es
una espada de dos filos que hiere por igual a aquellos que lo usan. Por ejemplo, se suele
atacar la Navidad diciendo que la fecha de su celebración concuerda con la celebración del
natalicio del dios Mitra, Tammuz o cualquier otro dios pagano, y que los árboles de navidad
son la introducción dentro de la iglesia de una vieja costumbre de los pueblos paganos de
origen germánico. Pero si se sigue esta línea de razonamiento se debe rechazar mucho más
que la Navidad y los árboles de Navidad en sí. De hecho, debería descartarse el relato de los
Evangelios en su totalidad. De Mitra, el dios que los legalistas asocian con la Navidad, también
se dice que nació de una virgen en una cueva el 25 de Diciembre, que era un maestro
itinerante como Jesús, que tuvo 12 discípulos, que le prometió inmortalidad a sus seguidores,
que se sacrificó a sí mismo por la paz del mundo, que fue sepultado en una tumba, que
resucitó al tercer día, y que fue considerado el Logos, el Redentor, el Mesías, así como “el
camino, la verdad y la vida”. ¿Te suena conocido? Y ese es solo un caso. Los paralelos se
extienden a muchos otros cultos como el de Baal, Atis, Tammuz y Osiris, por sólo citar
algunos. Si nuestros hermanos que se oponen a la Navidad quieren ser coherentes en su
razonamiento, deberían asumir entonces que el cristianismo en su totalidad no sólo es un
plagio, sino lo que es peor, el herético producto del paganismo. Pero ¿Es realmente así?
Rotundamente no.

Entre el cristianismo y las religiones de misterio existen dos diferencias que las separan
abismalmente. La primera es que las religiones paganas y de misterio están fundamentadas
en mitos que se traspasaban oralmente de una generación a la otra, mientras que el
cristianismo está enraizado en hechos históricos, ocurridos en el tiempo y en el espacio, que
fueron registrados por escrito por los testigos oculares de esos hechos. Lo segundo es que
ninguna religión de misterio posee nada parecido al mensaje del evangelio: Salvación por
gracia, por medio de la fe, por cuanto el Dios encarnado, Jesucristo, tomó en la cruz el lugar
de los pecadores, muriendo la muerte que ellos merecían por haber violado la ley divina. El
mensaje evangélico de la justificación por la fe no solo no encuentra equivalencia alguna en
ninguna religión antigua o moderna, sino que es totalmente contrario a cualquier religión o
culto pagano. Lo mismo ocurre con el uso del árbol de navidad y su significado en nuestra
época.

La costumbre moderna de colocar árboles de navidad no tiene nada que ver con lo que los
paganos hacían con sus árboles hace siglos, como tampoco las leyendas de Mitra y Tammuz
tienen nada que ver con el relato de los Evangelios sobre el nacimiento y vida de Jesús.
Parecido no significa necesariamente igualdad o relación alguna. Los cristianos no adoramos
a los árboles, no los veneramos, no los consideramos una manifestación de la divinidad. Son
simplemente un elemento decorativo que nos recuerda ciertas verdades de la fe cristiana.

Aunque el origen del árbol de Navidad, con su carácter decorativo y festivo, suele ser trazado
por sus opositores a los cultos paganos con el objetivo de desacreditar su uso, quienes esto
hacen no han logrado descubrir que el oro, el incienso y la mirra que llevaron los magos al
pesebre, y que el evangelista Mateo destaca como un homenaje al Dios Encarnado, también
eran de origen “pagano” en su significado y contexto cultural, y que quien esculpió las figuras
que adornaron el templo de Salomón se formó en las artes escultóricas de Tiro, cuyo origen
no era judío, sino pagano (1 Reyes 7:1). La Biblia dice que cuando Cristo se establezca en la
tierra vendrán los reyes de todas las latitudes del planeta para honrar con sus diversas
expresiones culturales al Rey de Reyes y Señor de Señores (Isaías 2:2). El árbol de Navidad no
necesita ser de origen judío, ni ser mencionado en la Biblia para ser considerado como una
expresión cultural válida y legítima de celebración.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD Y SU RELACIÓN CON EL PROTESTANTISMO.

Seamos honestos: Si algún elemento relacionado con las celebraciones navideñas puede
reclamar ser verdaderamente protestante, es el Árbol de navidad. Aunque el primer árbol de
Navidad en la historia moderna fue erigido en una plaza pública en la ciudad de Tallin (Estonia)
en 1441 y Riga (Letonia) en 1510, la tradición del árbol de Navidad dentro del protestantismo
data del Siglo XVI, cuando Martín Lutero decoró con luces por primera vez un árbol dentro
de su hogar. ¿Cómo? ¿Martín Lutero, el gran reformador protestante? Sí, el mismo.

La historia cristiana del árbol de Navidad data del Siglo XVI, cuando Martín Lutero decoró con
luces por primera vez un árbol dentro de su hogar. Se cuenta que, durante una tarde fría de
invierno en un denso bosque Alemán. Martín Lutero no notó que el sol gradualmente se
estaba ocultando y el cielo fue oscureciendo. Sus pensamientos estaban centrados en el
sermón que estaba preparando, pero los aullidos de lobos y otros animales empezaron a
dejarse escuchar. Lutero se sintió atemorizado, e hizo una oración para pedir ser confortado.
Continuó caminando y orando a Dios no encontrarse en el camino con algún animal salvaje.
De pronto vio hacia arriba y observó un precioso y centellante cielo entre los árboles del
bosque. ¿Qué podrá ser?, cuestionó. ¡Estrellas! En medio de esa noche oscura, estaba
contemplando luces del cielo guiándole y confortándole, al igual que aquella estrella que guio
a aquellos sabios la primera Navidad. Lutero descubrió en ello un espléndido tema para un
sermón que luego compartiría. Martín Lutero sonrió ante aquel espléndido cielo, y no tuvo
más temor. Sintiéndose más seguro, buscó alrededor un pequeño árbol que pudiera llevar a
casa. Encontrando uno, lo cortó y llevó a su hogar.

Muy pronto llegó sano y salvo a su casa, y rápidamente preparó aquel pequeño árbol,
esperando darle una sorpresa a su familia. Lutero decoró aquel árbol con candiles que se
encontraban en el candelero que tenía en la mesa de centro, lo decoró con bellotas, castañas
y avellanas de las ramas para recordar los dones que los hombres recibieron de Jesús, reunió
a su familia y les narró la experiencia que había tenido en el bosque. De cómo, en el momento
en que estaba atemorizado, vio las estrellas parpadeando entre los árboles, como si Dios le
estuviese diciendo: ‘No temas, porque yo estoy contigo’”. Esta costumbre se extendió por
Alemania al igual que el Protestantismo y, poco a poco, se le añadieron nuevos elementos
como bolitas, guirnaldas, etc. Irónicamente, la Iglesia Católica (enemiga declarada de la
Reforma) copió esta costumbre protestante con el paso del tiempo, lo cual ha llevado a
muchos evangélicos a pensar que la decoración de árboles de Navidad se originó en el
catolicismo, lo cual es falso. Martín Lutero merece el título de “padre del árbol de Navidad”.
SIMBOLOGÍA CRISTIANA EN EL ÁRBOL DE NAVIDAD.

El árbol de Navidad o árbol navideño es un elemento decorativo, típico de la fiesta de Navidad


y dotado con un gran valor simbólico, pedagógico y didáctico para transmitir verdades de la
fe cristiana. Como muchas otras cosas en nuestras iglesias, es un elemento cultural redimido
por el cristianismo y dotado de un significado diferente al que le daban los pueblos no
cristianos. A los cristianos verdaderos no nos interesa el simbolismo o uso que los paganos
daban a los árboles en la antigüedad. Para nosotros, actualmente, el árbol de Navidad
representa una realidad distinta y muy superior. El árbol de Navidad recuerda al árbol del
Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, y de donde vino el pecado original; y por lo
tanto recuerda que Jesucristo ha venido a ser Mesías prometido para la reconciliación. Pero
también representa al árbol de la Vida o la vida eterna, por ser de tipo perenne. Por otra parte,
el árbol navideño, simboliza la descendencia y brote del Árbol de Isaí que sería Jesús, el
culmen de las profecías (Isaías 11:1-10). La forma triangular del árbol (por ser generalmente
una conífera, con particular incidencia del abeto) representa a la Santísima Trinidad (1 Juan
5:7). Para su decoración se emplea en la actualidad una gran diversidad de objetos y
elementos, con un significado especial fundamentado en los valores bíblicos, no en el
paganismo:

(1.- ESTRELLA: Colocada generalmente en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar
la vida del cristiano, recordando a la estrella de Belén (Mateo 2:9-10).

(2.- ESFERAS: Al parecer en un principio Bonifacio, misionero a los pueblos germánicos,


adornó el árbol con manzanas, representando el fruto del árbol del Edén (Génesis 2:8-9). Hoy
día, se acostumbra a colocar bolas o esferas que simbolizan los dones de Dios a los hombres
(Efesios 4:7-8).

(3.- LAZOS: Representan la unión de las familias y personas queridas alrededor de dones que
se desean dar y recibir (Salmo 133:1-3).

(4.- LUCES: En un principio velas, representan la luz de Cristo (Juan 1:9-13).

Abandonemos de una vez por todas cualquier fanatismo y religiosidad. Reconozcamos lo


bueno y redimible en cualquier cultura. Cristo es Dios de los judíos, pero también lo es de las
demás naciones de la tierra, las cuales pueden adorarle y celebrar su encarnación según su
propia cultura. El arbolito de Navidad es parte de ello. Es un símbolo de la naturaleza y de la
vida que la cultura alemana ha puesto a los pies de Cristo para reconocerle y que todo
Occidente ha asimilado como un icono que celebra su nacimiento.
CRISTO SOBREPASA TODA CULTURA Y MERECE SER ADORADO, RECORDADO Y
CELEBRADO A TRAVÉS DE CUALQUIER EXPRESIÓN CULTURAL LEGÍTIMA DE LAS
NACIONES. ESTO INCLUYE EL ÁRBOL DE NAVIDAD.

El nacimiento de Jesús no fue un hecho común y corriente, como tampoco puede serlo la
Navidad, que no es otra cosa que la celebración de su advenimiento. Aunque Jesús nació en
la más humilde condición, en torno a él se dan hechos que testifican de su universalidad, su
grandeza y deidad. Voces de júbilo y gloria irrumpieron en el cielo, y en la tierra se proclamó
paz y buena voluntad para con los hombres. Al lugar llegaron los Magos de Oriente guiados
por la Estrella para rendir tributo y saludar con beneplácito el nacimiento de Jesús. (Mateo
2:1-12). Los sabios más grandes de la época se inclinaron para honrar al niño. El gesto de
estos magos viene a sugerir que Jesús tiene señorío sobre todo conocimiento, cultura o
religión. Él era el misterio de Dios que había estado oculto por las edades y que fue revelado
como la esperanza de gloria. (Colosenses 1:26-27). El nacimiento de Jesús no fue anunciado
en el templo, no se quemó incienso en los altares ni se celebraron ceremonias oficiales para
la ocasión. Quienes más cerca estuvieron de él fueron los Magos. Ellos no pertenecían ni a la
religión ni a la cultura judía. Hoy diríamos que se trataba de gentes paganas, lo que evidencia
que el Señor es también Señor de los paganos, de lo sagrado y de lo secular. Por desconocer
esta dimensión de Cristo, es que el arbolito de Navidad, elemento decorativo alusivo al
nacimiento de Cristo, está siendo talado por algunos cristianos que buscan lograr su extinción
definitiva bajo el alegato de que es de origen pagano.

Es muy significativo que las fiestas navideñas tengan el colorido que tienen. Que las casas se
pinten con nuevos colores y se decoren con arbolitos y campanas, que las calles se iluminen
con luces multicolores, que se canten villancicos por los campos y ciudades; en fin, que la
fiesta al más Grande sea la más grande. Lo que no se entiende es por qué muchos cristianos
están empeñados en despojar a la Navidad de los símbolos que evocan su contenido. Da la
impresión de que si muchos cristianos pudieran suspender la celebración de estas fiestas lo
harían sin mayor vacilación. Nuestra posición no debería ser la de oponernos a la Navidad,
sino llenarla de sentido, reorientarla y enfatizar en actitud festiva su verdadera sustancia y
razón. Algunos cristianos suspiran por un Cristo fuera de la cultura, un Cristo religioso y
sectario, excluido de todo ruido y algarabía mundana. Parecen desear un Cristo sin fama y sin
fiesta. Por fortuna y para gozo y satisfacción de muchos cristianos, Jesús es el hombre más
conocido de la tierra, el más celebrado y adorado, el más influyente y quizás también el más
detractado y ofendido. Los cristianos estamos llamados a proclamar su obra y propósito, a sustanciar con su amor y
espíritu todas las esferas, no a “defenderlo” de las expresiones culturales que reconocen su grandeza, como es el
caso del hoy anatemizado arbolito de Navidad, un símbolo de la naturaleza y de la vida, que la cultura alemana ha
puesto a los pies de Cristo para reconocerle y que todo Occidente ha asimilado como un icono que celebra su
nacimiento.
64. Los Pentecostales y la Navidad.

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:
Se acerca la Navidad y con ella los mensajes, sermones y publicaciones de cristianos que
sostienen que celebrarla es antibíblico y anticristiano. Año con año leemos y escuchamos
afirmaciones de personas convencidas, y que buscan convencer a otros, acerca de que la
Navidad es una fiesta pagana. Dependiendo de su credo, su origen cultural y sus emociones,
la Navidad será vista de forma positiva o negativa. Los pentecostales no somos ajenos a estas
discusiones. De hecho, estamos en el centro de este interminable e inútil debate sobre la
Navidad.

De todos es bien sabido que algunas iglesias evangélicas, mayormente pentecostales, tienden
a creer que la Navidad es una fiesta pagana o un invento de la Iglesia Católica. Esto ha llevado
a muchas de estas iglesias a dejar de celebrarla o incluso a oponerse de forma agresiva a su
celebración. Sin embargo, la Navidad no es una fiesta pagana, sino el acontecimiento más
importante para la Cristiandad y para la Humanidad entera.

LA NAVIDAD: ANTES Y DESPÚES DE ROMA.


El nacimiento de Cristo era celebrado por las iglesias primitivas orientales, antes que por la
de Roma. No existe evidencia alguna de la fecha de nacimiento de Cristo, pero antes del siglo
IV, el 6 de enero, en Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Constantinopla, Armenia y otras regiones,
las iglesias orientales, celebraban la Epifanía: ‘Hagia Phota’, ‘La Santa Luz’, Dios manifestado
al Mundo, es decir, la Navidad o nacimiento de Cristo, su presentación en el templo y la visita
de los ‘magos’.

La iglesia de Roma comenzó a celebrar el nacimiento de Cristo a principios del siglo IV, mucho
después que las iglesias orientales, estando ya cristianizado el Imperio por Constantino. La
fecha de la Navidad, sin embargo, fue transferida del 6 de enero al 25 de diciembre. El cambio
de fecha obedecía en parte al cambio de calendario: En el año 46 a.C., el Emperador Julio
César cambió el calendario romano por el juliano. Más adelante, en el siglo VI, el calendario
juliano fue cambiado o corregido por el papa Gregorio III. En el calendario juliano, durante el
siglo IV, la Encarnación de Cristo (el día en que Jesús fue concebido en el vientre de María) se
suponía el 7 de abril, por lo que el alumbramiento, 9 meses después, se suponía el 6 de enero.
De ahí la celebración de la Epifanía el 6 de enero por las iglesias orientales. En el calendario
gregoriano, a la encarnación del Señor y la anunciación del ángel a María se le asignó la fecha
del 25 de marzo, quedando el 25 de diciembre como la fecha supuesta del nacimiento de
Cristo y, de esta manera, justificando la celebración del nacimiento del Salvador el 25 de
diciembre, fecha cercana a la festividad dedicada, originalmente, a honrar el nacimiento de
una deidad pagana, el Invencible Dios Sol (Deus Sol Invictus), título religioso aplicado al
menos a tres divinidades distintas durante el imperio romano: El-Gabal (Elagabal o Elagabalus,
una antigua deidad siria, cuyo culto llegó a Roma durante el reinado del emperador
Heliogábalo, a principios del s. III d.C.), Mitra (dios persa del sol) y Helios (la personificación
del sol en la cultura griega). En dicha fiesta se hacían ofrendas al sol y a otras divinidades
paganas que lo representaban.

La Iglesia de Roma conservó la celebración de la Epifanía el 6 de enero, pero solamente como


la visitación y adoración a Jesús, de los ‘magos’. Probablemente, para atraer a los paganos y
así transformar sus fiestas en la celebración cristiana del nacimiento de Cristo, la iglesia de
Roma escogió el solsticio de invierno, época en que, además de la fiesta en honor al sol, había
otros importantes ‘carnavales’ romanos: las Saturnales, en honor a Saturno, dios de la
agricultura, y las Calendas, banquetes en honor a los muertos, incluidas las parcas, tres diosas
que personificaban el destino y que manejaban el hilo de la vida y de la muerte. Estos
festivales eran bacanales y orgías desenfrenadas. Las saturnales se celebraban del 17 al 23 de
diciembre, a la luz de velas y antorchas.

Las iglesias orientales desaprobaron el cambio hecho por la de Roma y la tacharon de idólatra
y pagana, que fue realmente en lo que se transformó esta iglesia, ya que, en vez de cambiar
la mentalidad y costumbres paganas de los romanos y conducirlos a Cristo, llevó la idolatría
y el paganismo a la iglesia, lo cual perdura hasta el día de hoy, al igual que su conocido
sincretismo. La Navidad fue recogiendo símbolos de todas partes del mundo: el árbol, de
Alemania, que se dice reemplaza los robles de Odín (mitología nórdica, vikinga); las guirnaldas
de las saturnales romanas; el muérdago de los druidas; el acebo de los sajones; elementos
que aún perduran en los belenes españoles y en las posadas y pesebres de países hispanos,
además de luces, regalos y adornos de todo tipo, para realzar la celebración.

LA NAVIDAD EN EL MUNDO PROTESTANTE.


La Reforma Protestante trajo consigo una diversidad de opiniones acerca de la Navidad. De
hecho, los tres principales reformadores protestantes (Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan
Calvino) tenían perspectivas diferentes en cuanto a la celebración de la Navidad que siguen
con nosotros hasta el día de hoy.

A Lutero, el más fogoso y carismático de los reformadores, le encantó celebrar la Navidad y


predicó muchas veces sobre el nacimiento de Cristo cuando se acercaba el 25 de diciembre.
Puesto que Lutero se aferró al principio normativo en la adoración, esto es, que se acepta
todo lo que la Escritura no prohíbe, el alemán se sintió enteramente justificado a la hora de
celebrar la encarnación de manera especial una vez al año. Lejos de gastar su tiempo en
discusiones estériles sobre la fecha o el origen de la Navidad, Lutero aprovechó las fechas
especiales para dar a conocer las buenas nuevas del Evangelio. De hecho, en su famoso
sermón ‘Un niño nos es nacido’ (predicado el día 26 de diciembre, 1531) Lutero hizo hincapié
en la perfecta justicia de Cristo, la cual nos salva a través de la sola fe en su Evangelio. Este,
para Lutero, era el verdadero mensaje de la Navidad.

Martín Lutero jugó también un papel importante en la instauración de otra tradición navideña:
El árbol de navidad. Aunque el primer árbol de Navidad en la historia moderna fue erigido en
una plaza pública en la ciudad de Tallin (Estonia) en 1441 y Riga (Letonia) en 1510, la tradición
del árbol de Navidad dentro del protestantismo data del Siglo XVI, cuando Martín Lutero
decoró con luces por primera vez un árbol dentro de su hogar.

Pero no todos los reformadores pensaron como Lutero. Al otro lado del espectro evangélico
estuvo Ulrico Zuinglio. Sin lugar a duda Zuinglio era el más radical de los tres reformadores
magistrales; no obstante, los protestantes más radicales (los anabaptistas) acabaron
apartándose del reformador de Zúrich por dos razones: Zuinglio seguía bautizando a los niños
y no creyó que la Iglesia tuviese que ser independiente del Estado. Zuinglio rechazó todos los
días festivos eclesiásticos en Zúrich (Van Dellen, Idzerd y Monsma, Martin, The Church
Order Commentary; Grand Rapids: Zondervan, 1941, p. 273. Citado en Williams, G.I., ¿Is
Christmas Scriptural?).

Dado que Zuinglio creyó en el principio regulativo de la adoración, a saber, la idea de que las
iglesias deben hacer solamente lo que las Escrituras enseñan y exigen que hagan, se opuso a
cualquier celebración que no fuese explícitamente mencionada en el texto bíblico. Fue esa
misma convicción tocante al principio regulativo la que llevó a los presbiterianos escoceses y
a los puritanos ingleses a rehusar celebrar la Navidad. De hecho, mientras el protestante Oliver
Cromwell sirvió como Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda entre 1653-58, llegó a
prohibir la Navidad a nivel nacional.

Juan Calvino asumió una posición intermedia. Aunque Calvino aceptase el principio regulativo
de Zuinglio y no el principio normativo de Lutero, creía que cada congregación local podía
determinar cómo mejor celebrar (o no celebrar) la Navidad. A pesar de que algunos aseveren
que Calvino se opuso a la Navidad, el reformador escribió dos cartas específicas (enero 1551
y marzo 1555) para aclarar su postura al respecto. En la carta de enero 1551, explica que las
autoridades de Ginebra ya habían abolido la celebración de los días festivos antes de que él
llegara a la ciudad. Y dice en términos explícitos que él mismo –a nivel personal- sí celebró “el
nacimiento de Cristo”. En la segunda carta, Calvino se opone a aquéllos que critican a ciertas
iglesias que deciden conmemorar fechas especiales. Según el francés, estas cuestiones son
“asuntos de indiferencia”. Cada iglesia puede tomar la decisión que sea después de haber
meditado sobre el tema. En otras palabras, una iglesia tiene libertad en Cristo para celebrar la
Navidad o para no celebrarla. Pero no tiene porqué meterse con otras congregaciones que
hacen lo contrario (Selected Works of John Calvin, Tracts and Letters’ (Henry Beveridge
and Jules Bonnet, ed.), Vol. 6, Letters, Part 3, 1554-1558, pp. pp. 162-169).

Estas tres corrientes siguen con el pueblo evangélico hasta el día de hoy. Así que no hay
ninguna postura rotundamente evangélica en cuanto a la Navidad. La postura de Calvino, sin
embargo, parece la más madura, sensata y pastoral y la más afín a las palabras del apóstol
Pablo: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté
plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor;
el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace” (Romanos 14:5-6).

VERDADES Y MITOS SOBRE LA NAVIDAD.


La polémica de si los cristianos deben celebrar la Navidad, o no, ha estado en discusión por
siglos. Hay cristianos dedicados y sinceros en ambos lados del dilema, cada uno con múltiples
razones del porque o por qué no se debe celebrar la Navidad en los hogares cristianos.
Analicemos bíblicamente las razones por las que algunos cristianos no celebran la Navidad.

Razón # 1:
Las tradiciones que rodean esta festividad tienen su origen en el paganismo.
Una razón contra la celebración de la Navidad es que las tradiciones que rodean esta
festividad tienen su origen en el paganismo. La búsqueda de la información sobre este tema
es difícil porque los orígenes de muchas de nuestras tradiciones son tan oscuros que sus
fuentes de información a menudo se contradicen entre ellas. Campanas, velas, muérdago y
otras decoraciones se mencionan en la historia del culto pagano, pero el uso de estas en el
hogar ciertamente no indica retornar al paganismo.
Es innegable confesar que antes de la conversión de Constantino al cristianismo en el siglo IV
los romanos pasaban una semana adorando a Saturno de manera inmoral durante el festival
de Saturnalia (que comenzaba el 17 de diciembre). La celebración era seguida por el culto al
“Sol Invicto” para así coincidir (más o menos) con el solsticio de invierno el 25 de diciembre.
Pero cuando al cristianismo se le dio una nueva esfera de influencia en el Imperio Romano
gracias a Constantino, la Iglesia trató de distanciarse de cualquier clase de paganismo. Esta
fue la razón por la cual los cristianos decidieron adorar al Sol de justicia (esto es, Jesucristo)
en lugar de al Sol Invicto (Malaquías 4:2). La celebración de la bondad de Dios al enviar a Jesús
a la tierra marcó a los creyentes como un pueblo santo, quienes se diferenciaron de la
tradición pagana. Por lo tanto, cualquier reclamo contemporáneo que proponga que la
conmemoración de la Iglesia de la encarnación se originó en el paganismo es totalmente
falso. De hecho, la razón por la que la Iglesia decidió adorar a Jesús por su nacimiento el 25
de diciembre era precisamente para alejarse del paganismo. Si los paganos optan por adorar
a sus falsos dioses en el día de Navidad, pueden hacerlo. Pero los cristianos siempre se han
negado a inclinarse ante el sol. Ellos adoran al Dios Uno y Trino el 25 de diciembre para
recordar la obra de la salvación eterna. En resumen, el día de Navidad, como lo celebraban
los cristianos, no tiene nada que ver con el paganismo. Es un día libre de paganismo en el
corazón de los verdaderos hijos de Dios. No hay ninguna base para la objeción histórica a la
celebración de la Navidad.

Mientras que hay definitivamente raíces paganas en algunas tradiciones, hay muchas más
asociadas con el verdadero significado de la Navidad – el nacimiento del Salvador del mundo
en Belén. Campanas que tañen para anunciar las buenas nuevas, velas que se encienden para
recordarnos que Cristo es la Luz del Mundo (Juan 1:4-9), una estrella que se coloca en la punta
del árbol para conmemorar la estrella de Belén y regalos que se intercambian para
recordarnos los obsequios de los reyes magos a Jesús, el más grande regalo de Dios a la
humanidad.

Hay una falla más en este argumento. Si de evitar aquello cuyo origen es pagano se trata,
todos los cristianos estarían pecando en mayor o menor grado. Es más, tendrían de abandonar
por completo la sociedad como la conocen. Por ejemplo:

 Deberíamos cambiarle nombre a los días de la semana, ya que evocan la adoración de


dioses paganos. El día que en español llamamos domingo era originalmente llamado
“dies Solis” por los romanos, y aún hoy es nombrado Sunday (día del Sol) en inglés,
recordándonos la dedicación de dicho día al sol. Con la llegada del cristianismo, el
antiguo día del sol fue renombrado a “die Domini”, día del Señor, santificando un día
pagano y dándole un nuevo significado cristiano (justamente lo mismo que se hizo con
la Navidad. No obstante, pocos pensarían en satanizar actualmente el domingo debido a
su origen pagano, ya que se ha convertido en el principal día de adoración de la
cristiandad en general. Lo mismo podemos decir de los otros días: Lunes (Llamado dies
Lunae -día de la Luna- por los romanos, ya que honraba a la diosa Selene); Martes (Dies
Martis, dedicado a Marte, el dios de la Guerra); Miércoles (Dies Mercurii, dedicado a
Mercurio, el dios mensajero. Era muy normal que en este día se anunciaran decisiones y
problemas a la familia); Jueves (Este día era conocido por los romanos como dies Jovis y
representaba al dios Júpiter o Zeus); Viernes (dies Veneris, dedicado a la diosa del amor
Venus); Sábado (Dies Saturni, día en honor al dios Saturno -Cronos para los griegos).

 Algunos meses del año necesitarían ser renombrados:

1. Enero – IANVARIVS: Toma su nombre del dios bicéfalo Janus. Este era el Dios de las
puertas, portones, principios y finales -razón por la cual se lo ve representado en tantas
puertas-. Como Enero es el mes que abre el año se honró a dicho Dios nombrando al
mes que abre el año.
2. Febrero – FEBRVUARIVS: Proviene de la palabra en Latín “Februare”, la cual nace de
Februo, que significa “limpiarse”. Este mes fue nombrado de esta manera ya que en
Febrero los romanos realizaban ciertos ritos religiosos, dedicados a Plutón, que tenían
una finalidad de conseguir pureza.
 Marzo – MARTIVS: Marzo era el primer mes del Calendario Romano antiguo y era
nombrado en honor a Marte el dios de la Guerra. Esto era porque en este mes se
planeaban todas las campañas militares que tendrían lugar tras el transcurso del año.
1. Abril – APRILIS: Proviene de “aperio”, que significa abrir. Se dio este nombre a dicho mes
ya que en Abril es cuando las plantas comienzan a florecer -ubicándonos en la geografía
de Italia. Sin embargo, un gran número de estudiosos señala que también puede estar
tomado de los griegos que lo dedicaban a la diosa Afrodita.
2. Mayo – MAIVS: Proviene de la diosa Maia, una de las diosas más ancianas de Roma que
también era la diosa de la primavera. Los sacrificios a Maia, madre, Tierra, se ofrecían el
primero de Mayo.
3. Junio – IVNONIVS: Nombrado en honor a la Diosa Juno, Diosa del matrimonio y una de
las más poderosas figuras del Olimpo.

 La celebración de cumpleaños debería ser prohibida: Las varias costumbres que la gente
observa hoy día al celebrar sus cumpleaños se remontan a mucho tiempo atrás en la
historia. Nacen dentro del dominio de la magia, la astrología y la superstición. En la
antigüedad, las costumbres de felicitar, dar regalos y hacer una fiesta con las velas
encendidas que la completan, tenían el propósito de proteger de los demonios al que
celebraba su cumpleaños, y de garantizar su seguridad durante el año entrante. La
costumbre de rodear la tarta o pastel con velas viene de la antigüedad. El círculo de velas
formaba parte de un ritual que protegía al homenajeado de los malos espíritus durante
un año.

 El día de las madres debería ser abolido: esta festividad tiene también un origen pagano.
Los romanos llamaron a esta celebración Hilaria cuando la adquirieron de los griegos. Se
celebraba el 15 de marzo en el templo de Cibeles o templo de Magna Mater, el cual fue
un templo del monte Palatino en Roma dedicado a Cibeles, una diosa frigia, identificada
como la personificación de la fértil tierra, una diosa de las cavernas y las montañas,
murallas y fortalezas, de la naturaleza y los animales (especialmente leones y abejas). En
la mitología griega, era conocida como Rea, la madre de los dioses. Durante tres días se
realizaban ofrendas y dádivas en honor a la diosa madre. Los católicos transformaron
estas celebraciones para honrar a la Virgen María.

Entonces, ¿Eres un pagano si celebras la Navidad, o cualquiera de las fiestas arriba


mencionadas? Sí y no. La respuesta depende de lo que adores durante la temporada festiva.
Si tus deidades son el dinero, la autoindulgencia y el materialismo, entonces puedes
etiquetarte como un pagano de pura cepa. Pero si tu deseo en Navidad es adorar al Dios
Trino y darle gracias a Jesús por venir a la tierra, entonces no hay nada pagano en ti.

La Navidad es una fiesta cristiana si los celebrantes son cristianos y hacen de la encarnación
de Cristo el centro del festejo. Para esto pueden valerse de símbolos diversos que apuntan
hacia la centralidad del Verbo encarnado.

Razón # 2:
La Biblia prohíbe traer árboles a nuestros hogares para decorarlos.
Otro argumento contra la Navidad, y especialmente en contra del árbol de navidad, es que
la Biblia prohíbe traer árboles a nuestros hogares para decorarlos. ¿Es esto cierto? El pasaje
más citado es el de Jeremías 10:1-16, pero este pasaje se refiere a cortar árboles, cincelar la
madera para hacer un ídolo y después decorarlo con plata y oro con el propósito de inclinarse
ante él y adorarlo (Isaías 44:9-18). El pasaje en Jeremías no puede tomarse fuera de contexto
y aplicarse como legítimo argumento contra los árboles de Navidad. Simplemente no es
correcto torcer la Escritura de esa manera para justificar nuestra preferencia.

Razón # 3:
Los judíos, el pueblo de la Biblia jamás tuvieron la costumbre de adornar árboles. Esa
era una costumbre ajena al judaísmo, la religión madre del cristianismo. Lo no judío
debe ser descartado pues ninguna costumbre de los pueblos gentiles puede ser
incorporada en la adoración al Dios de Israel.
Muchos, más judaizantes que cristianos, descartan la costumbre de colocar el árbol de
Navidad, y con ello la Navidad misma, por no haber sido nunca parte de las tradiciones o
religión judías de las cuales se derivó el cristianismo. Tal razonamiento concluye que, si no fue
una costumbre de los pueblos de la Biblia, no es digna de ser considerada o cristianizada.
Suelen enfatizar que la adoración de árboles es parte del paganismo, no de la religión bíblica.

¿Es esto cierto?

Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes
celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol de fresno
perenne, en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Este árbol simbolizaba al árbol del
Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses) y el
Valhalla (el palacio de Odín); y en las raíces más profundas estaba Helheim (el reino de los
muertos). Posteriormente con la evangelización de esos pueblos, los conversos tomaron la
idea del árbol, para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el
significado. Se dice que Bonifacio (680-754 E.C.), evangelizador de Alemania, tomó un hacha
y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol
consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que, por ser perenne, simbolizó el amor de
Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las
tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo.
Conforme pasó el tiempo, las manzanas y las velas, se transformaron en esferas, luces y otros
adornos.

¿Es suficiente motivo el origen germánico de esta tradición para satanizar el árbol de navidad?
No lo creo. El Señor Jesús no vino a fundar una religión, ni siquiera a confirmar al judaísmo,
él vino a trascender fronteras culturales, económicas, raciales y políticas, pues su mensaje
alcanza a todos los hombres. Aunque su advenimiento se produce en el marco de una cultura,
pues vino como hombre, su misión tiene un carácter escatológico, es decir, su encarnación es
la intervención directa de Dios en la historia, lo que indudablemente deberá tener notoriedad
universal de alguna forma.

El nacimiento de Jesús no fue un hecho común y corriente, como tampoco puede serlo la
Navidad, que no es otra cosa que la celebración de su advenimiento. Aunque Jesús nació en
la más humilde condición, en torno a él se dan hechos que testifican de su universalidad, su
grandeza y deidad. Voces de júbilo y gloria irrumpieron en el cielo, y en la tierra se proclamó
paz y buena voluntad para con los hombres. Al lugar llegaron los Magos de Oriente guiados
por la Estrella para rendir tributo y saludar con beneplácito el nacimiento de Jesús. (Mateo
2:1-12). Los sabios más grandes de la época se inclinaron para honrar al niño. El gesto de
estos magos viene a sugerir que Jesús tiene señorío sobre todo conocimiento, cultura o
religión. Él era el misterio de Dios que había estado oculto por las edades y que fue revelado
como la esperanza de gloria. (Colosenses 1:26-27). El nacimiento de Jesús no fue anunciado
en el templo, no se quemó incienso en los altares ni se celebraron ceremonias oficiales para
la ocasión. Quienes más cerca estuvieron de él fueron los Magos. Ellos no pertenecían ni a la
religión ni a la cultura judía. Hoy diríamos que se trataba de gentes paganas, lo que evidencia
que el Señor es también Señor de los paganos, de lo sagrado y de lo secular. Por desconocer
esta dimensión de Cristo, es que el arbolito de Navidad, elemento decorativo alusivo al
nacimiento de Cristo, está siendo talado por algunos cristianos que buscan lograr su extinción
definitiva bajo el alegato de que es de origen pagano.

El concepto de pagano no puede ser aplicado a todos aquellos elementos que no surgieron
dentro de la cultura judía. Solo es aplicable con propiedad a aquellas manifestaciones
culturales, cuya esencia riñe con lo que Dios establece en su Palabra. Paganas son prácticas
que en esencia y principio se oponen a los que Dios establece: La idolatría, los sacrificios
humanos, la promiscuidad sexual, la hechicería y otros asuntos semejantes constituyen
prácticas paganas, pero todas las culturas poseen elementos redimibles que pueden utilizarse
para honra y gloria de Dios.

Es muy significativo que las fiestas navideñas tengan el colorido que tienen. Que las casas se
pinten con nuevos colores y se decoren con arbolitos y campanas, que las calles se iluminen
con luces multicolores, que se canten villancicos por los campos y ciudades; en fin, que la
fiesta al más Grande sea la más grande. Lo que no se entiende es por qué muchos cristianos
están empeñados en despojar a la Navidad de los símbolos que evocan su contenido. Da la
impresión de que si muchos cristianos pudieran suspender la celebración de estas fiestas lo
harían sin mayor vacilación. Nuestra posición no debería ser la de oponernos a la Navidad,
sino llenarla de sentido, reorientarla y enfatizar en actitud festiva su verdadera sustancia y
razón. Algunos cristianos suspiran por un Cristo fuera de la cultura, un Cristo religioso y
sectario, excluido de todo ruido y algarabía mundana. Parecen desear un Cristo sin fama y sin
fiesta. Por fortuna y para gozo y satisfacción de muchos cristianos, Jesús es el hombre más
conocido de la tierra, el más celebrado y adorado, el más influyente y quizás también el más
detractado y ofendido. Los cristianos estamos llamados a proclamar su obra y propósito, a
sustanciar con su amor y espíritu todas las esferas, no a “defenderlo” de las expresiones
culturales que reconocen su grandeza, como es el caso del hoy anatemizado arbolito de
Navidad, un símbolo de la naturaleza y de la vida, que una cultura ha puesto a los pies de
Cristo para reconocerle y que todo Occidente ha asimilado como un icono que celebra su
nacimiento.

El origen del árbol de Navidad, con su carácter decorativo y festivo, suele ser trazado por sus
opositores a los cultos paganos de Alemania con el objetivo de desacreditar su uso. Quienes
esto hacen no han logrado descubrir que el oro, el incienso y la mirra que llevaron los magos
al pesebre, y que el evangelista Mateo destaca como un homenaje al Dios Encarnado, también
es de origen “pagano” y que quien esculpió las figuras que adornan el templo de Salomón se
formó en las artes escultóricas de Tiro, cuyo origen no era judío (1 Reyes 7:1). La Biblia dice
que cuando Cristo se establezca en la tierra vendrán los reyes de todas las latitudes del planeta
para honrar con sus diversas expresiones culturales al Rey de Reyes y Señor de Señores (Isaías
2:2). El árbol de Navidad no necesita ser de origen judío, ni ser mencionado en la Biblia para
ser considerado como una expresión cultural válida y legítima de celebración.

Razón # 4:
La Biblia no proporciona la fecha del nacimiento de Cristo.
Los cristianos que prefieren ignorar la Navidad indican el hecho de que la Biblia no
proporciona la fecha del nacimiento de Cristo, lo cual es cierto. El 25 de diciembre puede no
estar ni siquiera aproximado a la fecha en que nació Jesús. Es más, hay sobrados motivos para
pensar que el nacimiento de nuestro Señor no ocurrió en esta fecha. No tenemos ninguna
información acerca de que los primeros cristianos celebrasen la Navidad, en los tres primeros
siglos de la iglesia; menos, que el día de nacimiento fuese en el mes de diciembre, cuando es
invierno en esa región.

La costumbre pastoril en época de primavera y verano en la antigua Palestina era la de hacer


pastar a los rebaños en corrales de campo con pasturas en las noches de temperatura
templada o suave. En esos días no guardaban a sus ovejas en el establo que usaban en otoño,
invierno y días inclementes. Porque estaban afuera, cuidando el rebaño de los lobos, los
pastores vieron a los ángeles cantando la buena noticia de que un Salvador había nacido en
la ciudad de David. Por lo tanto, puede inferirse que sólo podría haber ocurrido hasta
alrededor del 21 de septiembre, que es cuando comienza el otoño en esa región.

¿Por qué, entonces, diciembre? La información de una fiesta próxima a la Navidad es el


solsticio de invierno, el cual ocurre entre el 21 y el 22 de diciembre de cada año en el
hemisferio norte. Dicha festividad recibía el nombre de “Sol Invictus”, un culto al sol
proveniente de la antigua Babilonia. Es bien sabido que el típico sincretismo del Imperio
Romano los llevaba a incorporar rituales de las culturas propias de los países que dominaban.
Ese día era propicio para sus orgías, en las que el sentido común y la razón eran adormecidos.
También es sabido que al emperador romano se lo llamaba “Sol” y que así se le veneraba.
Más adelante, por decreto imperial se obligó a los ciudadanos a adoptar la fe de los cristianos,
a quienes antes el emperador perseguía y masacraba por millares. Posteriormente, se hizo
coincidir la festividad del “Sol Invictus” con el día (cierto, pero no conocido) del nacimiento
del Hijo de Dios; pero moviendo la festividad una semana adelante como gesto de buena
voluntad hacia el Papa, quien trasladó a ese día (25 de diciembre) la Epifanía del 6 de enero.
Así pues, la Navidad comenzó a celebrarse el 25 de diciembre a partir del siglo IV. Tal cambio
pretendía resaltar la prevalencia de Cristo sobre el sol: Cristo es el verdadero sol invicto
(Malaquías 4:2).

A pesar de la adopción, en el siglo IV, del 25 de diciembre como fecha oficial para recordar el
nacimiento de Cristo, cabe destacar que dicha festividad ya era celebrada antes del siglo IV
aunque en otra fecha diferente (el 6 de enero) por las iglesias cristianas orientales de
Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Constantinopla, Armenia y otras regiones, las cuales
denominaban a esta fecha ‘Hagia Phota’ o ‘La Santa Luz’, es decir, la Navidad.

Es innegable que el día exacto del nacimiento de nuestro Señor no ha quedado taxativamente
registrado en la Biblia; tampoco en la historia secular. Simplemente la Biblia no nos dice
cuando nació Cristo. Algunos ven en ello la prueba de que Dios no desea que celebremos Su
nacimiento, mientras que otros ven en esta omisión de la Biblia una tácita aprobación.

Lo cierto es que la omisión bíblica de la fecha exacta del nacimiento de Jesús no es motivo
suficiente para “satanizar” la Navidad. Lo importante, en realidad, no es conocer la fecha
exacta del nacimiento de Cristo. Tampoco es importante lo que los romanos, griegos o
babilonios hacían milenios atrás en la misma fecha. Lo que importa es anunciar y celebrar que
Dios se hizo Hombre para salvar al mundo. Importa anunciar y celebrar que Dios envió a su
Hijo al mundo, para que todo aquél que en Él crea tenga vida eterna.

Pablo nos enseñó que las fechas exactas y la observancia o no de días sagrados es irrelevante
en el Evangelio. Es Cristo y reconocerlo a Él en todo como Señor lo que verdaderamente
importa:
“Por tanto, que nadie los critique a ustedes por lo que comen o beben, o por cuestiones tales
como días de fiesta, lunas nuevas o sábados. Todo esto no es más que la sombra de lo que
ha de venir, pero la verdadera realidad es Cristo. No dejen que los condenen esos que se
hacen pasar por muy humildes…” (Colosenses 2:16-18, DHH).

“Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera
iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da
importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el
Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y
también da gracias a Dios… Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo
menosprecias?” (Romanos 14:5-7, 10).

Razón # 5: Puesto que el mundo celebra la Navidad, los cristianos no deberían hacerlo.
Algunos cristianos piensan que, puesto que el mundo celebra la Navidad, los cristianos no
deberían hacerlo. Pero este mismo es el argumento usado por falsas religiones que niegan
totalmente a Cristo, al igual que ciertos cultos como los Testigos de Jehová, quienes niegan
Su deidad.

La lógica misma se impone ante este argumento. No todo lo que haga un inconverso es malo
por el simple hecho de no ser cristiano. Por ejemplo: El hecho de que los paganos usen el
dinero no significa que los cristianos deban dejar de usar el dinero. Y sólo porque los paganos
lean libros, eso no significa que los cristianos deban dejar de leer libros. De la misma manera,
sólo porque algunos falsos adoradores glorificaron a sus dioses (hace siglos ya) en un día que
coincide con nuestra celebración de Navidad, eso no significa que los cristianos deban dejar
de adorar a Jesús en tal fecha. Aquellos cristianos que sí celebran la Navidad tienden a ver en
ello, la oportunidad para proclamar a Cristo como “la razón de la celebración” entre las
naciones y para aquellos cautivos en falsas religiones.

Si aquellos que usan este argumento desean ser consistentes, deberían hacer un cambio
cultural extremo. No sólo abstenerse de celebrar la Navidad, sino también dejar de celebrar
otras festividades o practicar costumbres y hábitos nacidos fuera de la comunidad cristiana.

Además, tampoco podrían hacer cosas tan sencillas como ver Tv, estudiar en la universidad,
usar ropa de marca, salir de paseo, ir a la playa, comer ciertas cosas, etc., ya que el mundo
también lo hace. ¿Hasta qué punto serían capaces de llegar?

Razón # 6: Puesto que la Biblia no nos ordena celebrar la Navidad, los cristianos no
deberían hacerlo, ya que no es bíblico.
Tal premisa es reduccionista y rudimentaria. Primero habría que dilucidar qué comprenden
por bíblico. Porque si a su lógica nos atenemos tampoco Jesús mandó realizar actividades
que estoy seguro los adversarios evangélicos de la Navidad sí realizan: viajar en avión, usar
calcetines, comunicarse por teléfonos celulares, usar las redes sociales para difundir mensajes,
acompañar los cantos con instrumentos que no se describen en el Nuevo Testamento y un
largo etcétera. Considero un desatino afirmar que exclusivamente los seguidores y seguidoras
de Jesús tenemos permitido hacer lo expresamente ordenado por Jesús. El Evangelio no es
un manual en el que estén normadas todas y cada una de las acciones que debemos llevar a
cabo. Lo que sí está claro es el espíritu de amor, servicio y compasión que debiera caracterizar
nuestras conductas cotidianas, que ellas reflejen el Espíritu de Cristo en lugar de andar de
fiscales de conductas de los demás.

Quienes argumentan que no debemos celebrar la Navidad, ya que la Biblia no manda su


celebración ignoran felizmente que, en el evangelio de Juan, vemos a Jesucristo mismo
celebrando una fiesta que no era mandada en las Escrituras. Leemos lo siguiente: “En esos
días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús andaba por el
templo, en el pórtico de Salomón” (Juan 10:22-23). ¿Qué hacía Jesús en el templo?
Celebrando, por supuesto. Se celebraba la fiesta de la dedicación, la cual no estaba autorizada
por las Escrituras Hebreas; era una institución relativamente reciente. Esta fiesta se había este
intuido en el periodo entre los dos testamentos, para marcar la re-dedicación del templo
después de ser profanado por Antíoco Epifanes en el 164 a.C. (New Bible Commentary: 21st
Century Edition (ed. D. A Carson et al.; Downers Grove: InterVarsity Press, 1994), 1047).

La fiesta de la dedicación era celebrada por los judíos ya que era algo digno de celebrarse.
Jesucristo, siendo judío, la celebró. Nosotros no somos judíos, así que no tenemos por qué
celebrar esta fiesta (además, el Nuevo Testamento es claro en el libro de Hebreos que toda
celebración del Templo, con sus rituales y fiestas, se han cumplido por y en Jesucristo). Sin
embargo, encontramos este principio: que la Biblia admite (por el ejemplo de Jesucristo
mismo) el derecho a celebrar algo digno de celebrarse. La pregunta correcta sería: ¿Es la
encarnación y el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo algo digno de ser celebrado?
Definitivamente sí.

Por otro lado, la objeción de que no debemos celebrar la navidad porque la Biblia no lo manda
explícitamente es más teológica que histórica. Preguntémonos; ¿Dios, realmente, nos ordena
adorarle por la encarnación? Sí y no. No hay ningún mandamiento bíblico específico que diga:
“Adorarás al Señor tu Dios por la encarnación”, pero la Biblia sí hace resaltar una y otra vez
que debemos agradecer a Dios por todo (encarnación incluida). Si leemos el relato de la
Navidad registrado en los dos primeros capítulos de Mateo y Lucas, notaremos algo
sorprendente: Mucha gente alaba a Dios por la Encarnación. He aquí una breve lista de las
personas que la Biblia menciona: los sabios de Oriente, María, los pastores, los ángeles,
Elizabeth, Zacarías y el anciano hermano Simeón. Sólo Dios sabe cuánta gente lo alabó por el
nacimiento de Jesús y en ninguna parte de la Biblia dice que Dios les reprendió por hacerlo.
Es algo espiritual alabar a Dios y si la Navidad nos motiva a agradecer a Dios por su
desbordante gracia y bondad, entonces, ¡hagámoslo de todas las maneras posibles! Dios no
puede ser ofendido por tal adoración. Así que no. No es pecado agradecer a Dios por la
encarnación, aunque en ningún lugar se nos ordene. Pablo mismo nos da el ejemplo al
agradecer, celebrar y adorar a Dios por la encarnación de Cristo. 1 Timoteo 3:16 nos dice:

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,


justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo,
recibido arriba en gloria.”

Celebrar o no celebrar la Navidad no significa mayor o menor compromiso con los valores
enseñados por Jesús. Hacer una u otra opción debe quedar en la libertad cristiana para decidir
sobre asuntos que permiten pluralidad de posibilidades, ya que elegir una de esas
posibilidades no contraviene normas fundamentales del ser cristiano. Los que han concluido
no celebrar Navidad están en su derecho, lo verdaderamente inquietante es cuando son
misioneros de la anti-Navidad y su decisión la quieren hacer válida para los demás y miden la
fidelidad al Evangelio con lo que se hace o deja de hacer el 25 de diciembre. Las narraciones
de los Evangelios sobre la natividad de Jesús hablan en sentido festivo, jubiloso, sobre la
promesa que fue cumplida al irrumpir la luz en las tinieblas, al nacer Emmanuel, Dios con
nosotros. Esto debería ser suficiente para nosotros.

CONCLUSIÓN.
En el mundo cristiano de hoy, pequeños grupos de creyentes están lanzando ataques a otros
santos de Dios que optan por celebrar la Navidad. Ellos justifican su agresión afirmando que
la Navidad era originalmente un festival pagano. Por lo tanto, los cristianos deben abstenerse
de cualquier sentimiento pro-Navidad. Otra bala en su pistola es que Dios nunca nos manda
celebrar la encarnación en las Escrituras. Hacerlo es, según ellos, algo no bíblico y fuera de
lugar.

Como hemos visto, no hay realmente una razón bíblica para no celebrar la Navidad. Al mismo
tiempo, no hay tampoco un mandato bíblico para celebrarla. A fin de cuentas, celebrar la
Navidad o no, es una decisión personal. Sin importar la opción que los cristianos elijan en
relación con la Navidad, sus puntos de vista no deben ser usados como un arma para atacar
o denigrar a aquellos con criterios opuestos, tampoco deben ser usados como un galardón
para el orgullo sobre si se debe celebrar esta festividad o no. Como en todo, debemos pedir
sabiduría a Aquel que la otorga liberalmente a todo aquel que la busca (Santiago 1:5) y
aceptarnos unos a otros en gracia y amor cristianos, independientemente de nuestras
opiniones sobre la Navidad.

El apóstol Pablo estaba particularmente preocupado de que ningún miembro de la Iglesia


juzgase a otro por la celebración de días especiales. Quienes se oponen a celebrar la Navidad
tienden a hablar motivados por un celo mal dirigido y así hacen mucho daño al cuerpo de
Cristo. Evitemos destruirnos mutuamente por causa de la Navidad. Pablo enseñó: “Uno hace
diferencia entre día y día (por ejemplo, el día de Navidad); otro juzga iguales todos los días.
Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace
para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace” (Romanos 14:5-6).
También dijo: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta,
luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es
de Cristo” (Colosenses 2:16).

Lo importante, en realidad, no es conocer la fecha exacta del nacimiento de Cristo. Tampoco


es importante lo que los romanos, griegos o babilonias hacían milenios atrás en la misma
fecha. Lo que importa es anunciar y celebrar que Dios se hizo Hombre para salvar al mundo.
Importa anunciar y celebrar que Dios envió a su Hijo al mundo, para que todo aquél que en
Él crea tenga vida eterna. Importa proclamar que nos ha nacido, en la Ciudad de David, un
Salvador, que es Cristo, el Señor. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y
buena voluntad para con los hombres!

BIBLIOGRAFÍA:
 Van Dellen, Idzerd y Monsma, Martin, The Church Order Commentary; Grand Rapids:
Zondervan, 1941, p. 273. Citado en Williams, G.I., ¿Is Christmas Scriptural?
 Selected Works of John Calvin, Tracts and Letters’ (Henry Beveridge and Jules Bonnet,
ed.), Vol. 6, Letters, Part 3, 1554-1558, pp. pp. 162-169.
 A. Carson, The Gospel According to John (PNTC; Grand Rapids: Eerdmans, 1991), 391.
 New Bible Commentary: 21st Century Edition (ed. D. A Carson et al.; Downers Grove:
InterVarsity Press, 1994), 1047.

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