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"Año de la lucha contra la corrupción e impunidad"

Nombres: Allen Marshall Sánchez de La Cruz

Profesor: Juan Manuel Espinoza

Colegio: Antonio Raimondi

Curso: Religión Grado: 5ª Sección: A

Tema: “EL FENEMOMENO RELIGIOSO”

Año:

2019
INDICE

INTRUDUCCION………………………………………………………..……………..2
QU ES EL FENOMENO RELIGIOSO………………………………………………..3
EL FENOMENO RELIGIOSOS H SUS VIGENCIAS HASTA LA ACTUALIDAD..3
EL FENOMENO RELIGIOSO Y SU IMPACTO EN LA SOCIEDAD………………4
LA EXPERIECIAN RELIGIOSOS EN GEMERAL………………………………….5
LA EXPERIENCIA RELIGIOSA CRISTIANA……………………………………….6
LA ORACION FUNDAMENTO DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA……………..7
EL SENTIDO DE LA LUZ DE LA FE…………………………………………………8
CONCLUCION…………………………………………………………………………9
BIOGRAFIA…………………………………………………………………………...10
INTRODUCCION:
El fenómeno religioso ha sido y es una de las dimensiones singulares de muchas
personas, a la vez que uno de los elementos fundamentales en la configuración
de los grupos humanos y de las sociedades en el tiempo y en el mundo de hoy.
Aparte de constituir un conjunto de creencias, preceptos y ritos para quienes los
practican, las religiones adquieren una dimensión cultural por su influencia en el
mundo del pensamiento y del arte, por las raíces religiosas de muchos usos
sociales actuales, estructuras y costumbres, así como por su influencia en los
códigos de conducta individual y colectiva derivados de sus respectivas
concepciones del ser humano y del mundo. Esta perspectiva dota al fenómeno
religioso de un papel relevante en el conocimiento de las sociedades a lo largo
del tiempo y de su pervivencia en elementos de la cultura presente. Ahora bien,
en el mundo actual se asiste, más que en otras épocas, a un pluralismo que
afecta también a las creencias. Simultáneamente se contempla una progresiva
secularización de la sociedad. De este modo, la realidad contemporánea incluye
una gran variedad de creencias religiosas y no religiosas y un no menor
pluralismo religioso que muestra, además, cambios en el papel y en la
importancia de las distintas religiones. La materia de Historia y Cultura de las
Religiones, que se cursa con carácter voluntario, concibe el estudio de las
creencias religiosas, y más concretamente de las religiones organizadas, como
un elemento de la civilización. Su estudio trata de acercar al alumnado al
conocimiento de las principales religiones y de sus manifestaciones en relación
con otras realidades sociales y culturales, así como a la comprensión de la
influencia que cada religión ha tenido en el pensamiento, la cultura y la vida social
en las distintas épocas y espacios. Dicha comprensión le permitirá entender el
devenir de la Historia, y la construcción y continua evolución de la cultura en la
que vive y se desarrolla. Este conocimiento de las características fundamentales
de las grandes religiones enmarca la expresión religiosa en su realidad histórica
concreta, con sus proyecciones positivas y negativas, tanto en la configuración
de las sociedades en las que surgen y se desarrollan, como en las relaciones
entre los pueblos. También aborda las claves culturales que configuran las
manifestaciones de la religión y los condicionamientos religiosos que han influido
en los hechos políticos, sociales y culturales de cada civilización. Asimismo,
posibilita el análisis comparado de los contenidos y líneas básicas de las grandes
religiones de hoy y sus vínculos con un orden político basado en los derechos
fundamentales de las personas.
Qué es el fenómeno religioso
Tanto la religión es un sistema de creencias y prácticas en las que el ser humano
cree en busca de una mejor vida adorando la existencia de uno o varios seres
divinos, superiores y sagrados. Dependiendo de las creencias los humanos
tienen percepciones de las situaciones y objetos desde distintos puntos de vista,
lo que hace de cada religión distinta y de cada sujeto distinto por su forma de
pensar.
Más allá de tantas interpretaciones y de tantos estudios, hay clara constancia de
que la religión sigue en pie después de miles y miles de años de historia humana.
Encontramos personas religiosas, que buscan a Dios apasionadamente, en
todas las clases sociales, en todos los rincones del planeta, entre quienes han
realizado estudios universitarios y entre quienes no han entrado nunca en una
escuela.
También es verdad que no pocos seres humanos viven sin ninguna religión, ya
sea porque han aceptado, desde sus reflexiones, la no existencia de Dios; o
porque han optado por un modo de vivir que deje de lado (sin afirmarla o sin
negarla) la hipótesis “Dios”; o porque simplemente han nacido en un hogar y en
un ambiente donde no había la menor huella de Dios.
La historia de las religiones, la antropología y la sociología atestiguan que la
mayoría de las sociedades, culturas y épocas los seres humanos son criaturas
religiosas, es decir que las personas tienen tantas oportunidades de diferentes
creencias, pero eso ya depende de que tan fuerte es la fe de la persona y de la
sociedad, por eso esa gran pregunta que todos se hacen es de que ¿existe Dios?
Para los cristianos y la verdad es que, si existe, pero algunos quieren ver su mera
existencia y o quieren tener pruebas de ello, pero lo que quiere dios es la más
gran pisca de fe para que así puedan ver o incluso dios nos da todas las pistas
y nos deja en la elección a nosotros si queremos seguir eses sendero o no y
¿Por qué? Simplemente porque, él nos creó sin ataduras para poder elegir entre
lo bueno y lo malo, nos hiso libre y saber tomar nuestras propias decisiones ya
que para él todos somos iguales y no le gusta que vivamos bajo custodia o bajo
poderes y no poder saber elegir.

El fenómeno religioso y su vigencia hasta la actualidad


Sin embrago, muchos sostienen que vivimos en una crisis religiosa muy
profunda. Y esta situación nos dice que religión ya no ocupa el centro de la vida
ni de los valores a transmitir; que las instituciones religiosas, sus símbolos y sus
personas, ya no gozan del reconocimiento y prestigio de otros tiempos; que lo
religiosos ya no aparece como inevitable para explicar los misterios de la vida;
que, frente a lo absoluta de los principios y normas religiosas y morales, se
impone lo relativo de una libertad subjetiva. Si la modernidad, según palabras de
MAX WEBWER, trajo un proceso de “desreligiosizacion” y “desencantamiento”,
no puede decirse que la postmodernidad este trayendo un verdadero proceso de
“religiosizacion”.
El fenómeno religioso y su impacto en la sociedad
La religión ha evolucionado al ritmo de los tiempos cambiantes; hoy viste los
ropajes de la modernidad y la posmodernidad, no se encuentra al margen de las
conquistas tecnológicas y científicas, navega por los espacios siderales,
incursiona en el cine, en la televisión, pasea por Internet, se manifiesta a través
de múltiples mensajes en multimedia, se multiculturaliza y globaliza
respondiendo así a los nuevos retos del presente milenio. La religión sea
cristiana, judaica, musulmana o hindú, anclada en su tradición asume, no
obstante, el compromiso de responder con voz potente y renovada a las
expectativas y aspiraciones de adeptos, opositores, teístas, ateos, o agnósticos,
simpatizantes y enemigos. Sus combates son constantes al enfrentar
cuestionamientos, críticas severas y despiadadas, ataques furibundos, elogios,
vejámenes, fanatismos desaforados, fundamentalismos descontextualizados,
situaciones absurdas que la colocan contra el paredón. Se debate entre la
política y la filosofía cuando se trata de considerar los grandes problemas
humanos, pero sin perder su esencia doctrinal ni sus principios fundamentales.
Pero ¿qué es la religión? Según la definición más conocida consiste en un
conjunto de creencias y prácticas relativas a lo que un grupo humano, o un
individuo, considera como sagrado: la Divinidad. También se considera una
fuerza o virtud que impulsa a dar a Dios el culto debido. (Salvat, 2000). La religión
le ha brindado al hombre la oportunidad de conectarse con lo Otro, lo
trascendente, aquello que supera la finitud, lo contingente, lo dado, b, y le acerca
a la eternidad. Al menos por la religión, al ser humano se le abren esas puertas
del misterio infinito y del contacto con la divinidad; es lo único que le hace abrigar
la esperanza de ser inmortal. Toda religión es un camino hacia la divinidad; hay
tantos caminos como religiones, cualquiera de ellos permite el acercamiento a
un ser superior y la relación con él. En el amanecer de las civilizaciones, el dios
era diosa en varios grupos culturales ; la religión se justifica por la presencia de
un dios, de un Él o Ella, dios andrógino o bisexual ; en este sentido, si nos
remitimos al pretérito prehistórico encontramos que la figura de un ser creador
es prácticamente, si no absolutamente, universal en las mitologías del mundo, y
al igual que la imagen de los padres está asociada en la infancia no sólo con el
poder de hacer todas las cosas, sino también con la autoridad del mando, así
también en el pensamiento religioso el creador del universo es normalmente el
promulgador y controlador de sus leyes.
La experiencia religiosa en general
El ser humano es un ser que tiene experiencia del mundo puesto que vive en él
y como tal se relaciona con el entorno. Es decir, la experiencia muestra la
capacidad que tiene la persona de experimentar, en definitiva, de vivir. Sin
embargo, el tipo de experiencia puede ser diferente en función de su objeto
propio.
Las experiencias que están vinculadas con la divinidad reciben el nombre de
experiencia religiosa en la que el sujeto establece una relación con una realidad
espiritual. El éxtasis religioso puede mostrar una experiencia religiosa. Del
mismo modo, la conversión a una religión en concreto también muestra otra
experiencia interior que es íntima e intransferible.
Se trata de una experiencia muy profunda pero también muy compleja puesto
que el ser humano puede sentirse desbordado por una vivencia que tiene
dificultades para expresar con palabras teniendo en cuenta que el lenguaje es
limitado.
La experiencia religiosa es una vivencia íntima de Dios, un acercamiento a la
esencia divina que marca un punto de inflexión en la que vida personal.
No es necesario pensar en un hecho extraordinario para poder hablar de una
experiencia religiosa. Una persona que en su día a día tiene fe en Dios puede
tener una experiencia de la presencia de Dios en su vida. La experiencia religiosa
es una vivencia muy íntima. Puede ocurrir que una persona comparta sus
experiencias con otra que reacciona con cierto escepticismo. Esta experiencia
no es observable de forma externa.
Desde un punto de vista más general también puede recibir el nombre de
experiencia religiosa la actitud del ser humano que busca el valor de la
trascendencia en su vida. Una búsqueda de la espiritualidad que parte de la
capacidad del ser humano para hacerse preguntas vinculadas con la vida, la
muerte y la existencia de un ser superior.
Una búsqueda de lo verdadero que aporta un sentido concreto a la existencia.
Esta búsqueda está muy vinculada con el silencio ya que muchos espacios de
oración y de culto están contextualizados en un ámbito de silencio para marcar
distancia respecto del ruido del mundo. Este hecho se muestra claramente en la
meditación que permite la introspección y la búsqueda de la verdad.
La experiencia religiosa cristiana
Podemos decir que ha habido, en general, un déficit de la experiencia en el
campo de la teología a lo largo de la historia. No obstante, en las últimas décadas
ha surgido un nuevo interés por la experiencia en
los círculos teológicos académicos y en las disciplinas teológicas. Del mismo
modo, tenemos que reconocer que el concepto de experiencia religiosa tiene en
la actualidad una gran influencia en algunos de los nuevos movimientos
religiosos no solo dentro de las iglesias (carismáticos, pentecostales, feministas,
pluralistas, etc.), sino también en los grupos esotéricos, gnósticos o los llamados
new age. Es innegable que la religión guarda un fuerte componente afectivo o
emocional, aunque no siempre en la historia se haya tenido en cuenta. Incluso
algunos han afirmado que la esencia de la religión posee una base emocional.
De algún modo, la teología se ha fijado en la experiencia tratando de recuperar
esa dimensión más existencial y vivencial, para que así no quede reducida a un
mero conocimiento intelectual. En la actualidad hay un uso bastante frecuente
de los términos: experiencia de Dios, experiencia de Cristo, experiencia de fe,
experiencia espiritual, en resumen, experiencia religiosa, no sólo en el aspecto
kerigmático de la fe sino también en los estudios dogmáticos o teológicos. Este
volverse a la experiencia religiosa está motivado, en buena medida, por liberar
la doctrina y la práctica religiosa de la dependencia de las creencias metafísicas.
Aunque creemos que el camino de la experiencia puede tener su sentido
influyente hoy en día, hemos de reconocer ciertas reservas, pues no podemos
olvidar que la religión no se puede reducir a la experiencia religiosa, y en el hecho
religioso hay gran variedad de conceptos, ideas, experiencias, creencias; todo
ello constituye la religión, ya que no se puede reducir únicamente al aspecto más
vivencial o afectivo. En cualquier distinción que queramos hacer, la experiencia
permanece como una categoría epistemológica que enriquece a la humanidad y
que no puede reducirse a la función cognitiva o discursiva. La oración
fundamento de la experiencia religiosa. El sentido de la vida a la luz de la fe.

La oración fundamento de la experiencia religiosa


se centra en la experiencia religiosa como experiencia de encuentro personal
con la trascendencia, para desembocar en la experiencia mística como culmen
de tal encuentro, caracterizado por un conjunto de rasgos fenomenológicamente
específicos. Se destaca, finalmente, la exigencia de cautela a la hora de valorar
psicológicamente la experiencia mística, especialmente, cuando la valoración se
realiza desde claves psicopatológicas. Son muchas las notas que podrían
considerarse constitutivas del ser humano, distintivas del resto de especies
animales. Por “notas constitutivas” vamos a entender aquellos rasgos sin los
cuales el hombre no es hombre, aquellas características que hacen que un ser
humano sea tal y no otra cosa, aquellos atributos que le son intrínsecos y sin los
cuales no podemos entenderlo cabalmente y en su justa y real medida. Así,
resulta clásico afirmar desde Aristóteles, y con continuidad hasta nuestros días,
que el hombre es un ser dotado de racionalidad y de capacidad lingüística y que
es un ser de naturaleza comunitaria, entre otras cosas. Entre ellas, que el ser
humano es un ser constitutivamente religioso. En lo que sigue trataremos de
explicar qué significa esto, en su especificidad, y de justificar tal afirmación.
Afirmaremos en principio que el ser humano es un sistema abierto, en un doble
sentido. Primero, en el sentido que desde su condición estructuralmente
incompleta, contingente, limitada, insuficiente, finita y, por tanto, menesterosa,
se interroga por la totalidad de la existencia. Segundo, en el sentido que debe
buscar más allá de sí mismo, en algo que no es él mismo, en algo que trasciende
su propia humanidad, las respuestas a sus interrogantes fundamentales,
radicales, y en la medida en que no puede ser él mismo el referente de las
mismas, puesto que todo proyecto humano que confíe en las solas fuerzas de la
persona está abocado al fracaso, a la frustración y a la desesperación, en última
instancia. La existencia humana se revela estructuralmente excéntrica. Esta
característica de la apertura, de la estructural excentricidad del ser humano
vendría a relacionarse sustantivamente con la experiencia religiosa, por cuanto
ésta puede ser considerada una “experiencia de apertura”.
El hombre es simplemente un accidente evolutivo. Sus esperanzas de
supervivencia están engarzadas en una ficción de su imaginación como ser
mortal; sus miedos, amores, anhelos y creencias no son más que la reacción de
la yuxtaposición fortuita de ciertos átomos de materia sin vida. Ningún despliegue
de energía y ninguna expresión de confianza pueden transportarlo más allá de
la tumba. Las obras piadosas y el talento inspirador de los mejores hombres
están condenados a perecer en la muerte, en esa larga noche solitaria del olvido
eterno y de la extinción del alma. Una desesperación sin nombre es la única
recompensa que recibe el hombre por vivir y trabajar sin descanso bajo el sol
temporal de la existencia mortal. Cada día de la vida aprieta de manera lenta y
segura el nudo de un destino despiadado que un universo de materia, hostil e
implacable, ha decretado como insulto supremo para todo lo que es hermoso,
noble, elevado y bueno en los deseos humanos.
Pero éste no es el fin ni el destino eterno del hombre; esta visión no es más que
el grito de desesperación lanzado por un alma errante que se ha perdido en las
tinieblas espirituales, y que continúa luchando valientemente en medio de los
sofismas mecanicistas de una filosofía material cegada por la confusión y la
deformación de una erudición compleja. Toda esta condena a las tinieblas y todo
este destino de desesperación se disipan para siempre mediante un valiente
despliegue de fe por parte del hijo de Dios más humilde e inculto que viva en la
Tierra.
Esta fe salvadora nace en el corazón humano cuando la conciencia moral del
hombre se da cuenta de que, en la experiencia mortal, los valores humanos
pueden ser trasladados de lo material a lo espiritual, de lo humano a lo divino,
del tiempo a la eternidad.
El sentido de la vida a la luz de la fe
El trabajo del Ajustador del Pensamiento explica la transformación del sentido
primitivo y evolutivo del deber del hombre en una fe superior y más segura en
las realidades eternas de la revelación. El corazón del hombre ha de tener
hambre de perfección para que le asegure la capacidad de comprender los
caminos de la fe que conducen al logro supremo. Si un hombre elige hacer la
voluntad divina, conocerá el camino de la verdad. Es literalmente cierto que «hay
que conocer las cosas humanas para poder amarlas, pero hay que amar las
cosas divinas para poder conocerlas». Las dudas honradas y las preguntas
sinceras no son un pecado; estas actitudes representan simplemente un retraso
en el viaje progresivo hacia el logro de la perfección. La confianza semejante a
la de un niño le asegura al hombre su entrada en el reino de la ascensión
celestial, pero el progreso depende enteramente del ejercicio vigoroso de la fe
robusta y convencida del hombre adulto.
La razón de la ciencia está basada en los hechos observables del tiempo; la fe
de la religión presenta sus razonamientos basándose en el programa espiritual
de la eternidad. Lo que el conocimiento y la razón no pueden hacer por nosotros,
la verdadera sabiduría nos exhorta a que permitamos que la fe lo realice a través
de la perspicacia religiosa y la transformación espiritual.
Debido al aislamiento causado por la rebelión, la revelación de la verdad en
Urantia se ha mezclado demasiado a menudo con las declaraciones de
cosmologías parciales y transitorias. La verdad permanece invariable de
generación en generación, pero las enseñanzas que la acompañan
concernientes al mundo físico varían de día en día y de año en año. La verdad
eterna no debería ser despreciada porque se la encuentre por casualidad en
compañía de ideas obsoletas sobre el mundo material. Cuanta más ciencia
conocéis, menos seguros estáis; cuanta más religión poseéis, más certidumbre
tenéis.
La ciencia apela a la comprensión de la mente; la religión apela a la lealtad y a
la devoción del cuerpo, la mente y el espíritu, e incluso de toda la personalidad.
Dios es tan real y absoluto que no se puede ofrecer, como testimonio de su
realidad, ningún signo material de prueba ni ninguna demostración de supuestos
milagros. Siempre llegaremos a conocerlo porque confiamos en él, y nuestra
creencia en él está totalmente basada en nuestra participación personal en las
manifestaciones divinas de su realidad infinita.
El Ajustador del Pensamiento interior despierta infaliblemente en el alma humana
una auténtica hambre de búsqueda de la perfección, así como una enorme
curiosidad, que sólo se pueden satisfacer adecuadamente mediante la comunión
con Dios, la fuente divina de ese Ajustador. El alma hambrienta del hombre se
niega a satisfacerse con cualquier otra cosa que sea inferior a la comprensión
personal del Dios viviente. Aunque Dios pueda ser mucho más que una
personalidad moral elevada y perfecta, en nuestro concepto hambriento y finito
no puede ser nada menos.
CONCLUCION:
La presencia de la Iglesia Católica ha quedado plenamente incorporada al
escenario político, se aprecia en el ámbito de todos los medios de comunicación,
y se ha convertido en un interlocutor abierto y directo del gobierno. La
confrontación entre el Estado y la Iglesia católica en el nuevo escenario
democrático no desaparecerá; hay desacuerdos de fondo y formas. Las
relaciones Iglesias y Estado en México en lo general, y las respuestas a las
demandas y presiones de la Iglesia católica –en torno a temas controvertidos de
educación, salud pública y medios de comunicación– están determinadas hoy
por un sistema político con nuevas reglas y una correlación de fuerzas
sociopolíticas diferenciadas, con un poder presidencial acotado, un Congreso
fortalecido y pluripartidista y una sociedad civil más participativa y organizada.
En el largo plazo, la Iglesia busca posicionarse mejor en la batalla por impulsar
una cosmovisión y una ética valorativa de inspiración y sentido católico en una
sociedad que se siente amenazada por la modernización la secularización y la
proliferación de competidores no católicos. Frente al agotamiento de la ideología
del nacionalismo revolucionario, una propuesta liberal y católica –con todas sus
contradicciones– intenta construir una base ideológica con referentes simbólicos
tradicionales y modernos. La sociedad es cada vez más consciente de su
pluriculturalidad y su plurireligiosidad, inmersa en un proceso de transición a la
democracia, que posibilita mayores oportunidades a la opinión y a la
participación política. Sociedad que, si bien es heredera de una cultura católica,
no lo es menos también de una cultura liberal y laica, que se ha desarrollado
junto con el proceso de modernización y secularización de la sociedad. Hay que
recordar también el rápido crecimiento, en las dos últimas décadas, de
denominaciones religiosas no católicas en áreas rurales y urbanas. Cuenta este
México laico con un conjunto de organizaciones y una cultura política liberal,
mezclada con elementos del nacionalismo revolucionario, con potencialidad y
capacidad para resistir presiones confesionales. En todos los espacios: el
académico, los medios de comunicación, el gubernamental, los partidos, las
agrupaciones políticas y en numerosas organizaciones sociales, incluidas las
mismas iglesias, hay interesados en la lucha contra fundamentalismos y
radicalismos. La laicidad del Estado mexicano no está hoy en día en peligro, pero
sí el respeto a la laicidad por parte del gobierno.
BIOGRAFIA
 https://www.urantia.org/es/el-libro-de-urantia-edicion-europea/documento-102-los-
fundamentos-de-la-fe-religiosa

 https://es.scribd.com/doc/127952032/El-Fenomeno-Religioso-en-La-Actualidad

 https://journals.openedition.org/revestudsoc/8127

 http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-
885X2013000300016

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