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 El cántico de hoy, entresacado de dos lugares muy

distintos del Apocalipsis, canta el advenimiento del reino de


Dios que, aunque tiene que contar aún con luchas y
dificultades, alcanzará finalmente una victoria completa
sobre las fuerzas del mal.
 La primera y la segunda estrofa son el himno conclusivo de la
descripción del Cordero que, con su muerte y resurrección, fue digno
de abrir el libro sellado: el sentido de la historia y, en concreto, el
porqué del sufrimiento de los mártires y de los justos.

+ Ante este triunfo del Cordero,


los ancianos se postran en signo
de adoración y proclaman el reino
de Cristo, quien, a pesar de su
muerte, ha asumido, finalmente,
por su resurrección, el gran poder
y ha comenzado a reinar.

+ Con este triunfo, ha llegado el tiempo de juzgar a los muertos,


dando el premio a los profetas (santos del antiguo Testamento) y a
los santos (mártires cristianos) y a los que temen su nombre (el
conjunto de los cristianos), y de castigar a los que arruinaron la
tierra (perseguidores de la Iglesia).
 La tercera y cuarta estrofa son la
parte poética de la conocida visión
de la mujer que da a luz a un hijo y
que, perseguida, escapa al desierto.
Es la comunidad cristiana que, a
pesar de la persecución, sale
victoriosa. Los ángeles cantan este
triunfo y a él son asociados los
mártires, que no amaron tanto su
vida que temieran la muerte.
+ El reino de Dios, aunque seguro, contará aún con numerosas
luchas antes de llegar a su triunfo final. No hay, pues, que
descorazonarse, no hay que hacer componendas con estas fuerzas
del mal que revestirán formas bien diversas a través de la historia.
Ello sería renunciar a la esperanza cristiana y no tener presente las
palabras del Señor: «En el mundo tendréis luchas; pero tened valor:
Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Hay un mundo hostil, empeñado en arruinar a los hombres alejándolos de
Dios y enfrentándolos entre ellos mismos. Jesús, el Cordero de Dios, luchó
hasta la sangre contra este mundo. Una multitud innumerable de hombres y
mujeres, de pequeños y grandes, de hermanos, ha seguido su ejemplo a
través de la historia. Jesús y todos ellos, «los suyos», «no amaron tanto su
vida que temieran la muerte».
He aquí por qué está ya establecido, aunque todavía en una cierta
clandestinidad, el Reinado de Dios, y yace derrotado el acusador e
inmisericorde Satán. Dios ha comenzado a reinar, y por ello este himno nos
invita a la alegría y a la acción de gracias.
ORACIÓN

Señor, Dios omnipotente,


gracias te damos porque
has derrotado los poderes
de este mundo tenebroso
y has comenzado a reinar
dando el poder a tu Cristo.
Mantén nuestra
esperanza en la liberación
definitiva, cuando nos
darás el galardón junto
con tus siervos los
profetas, con los santos y
con cuantos, desde todos
los rincones de la tierra,
temen tu nombre. Te lo
pedimos por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.

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