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INDICE

1. INDICE

1.1. DEDICATORIA

1.2. RESUMEN

2. PLANTEMIANTO DEL PROBLEMA

3. JUSTIFICACION

4. OBJETIVOS

4.1. GENERAL

4.2. OBJETIVOS ESPECIFICOS

5. INTRODUCCION

6. ANTECEDENTES

7. MARCO TEORICO

8. REFERENCIAS
1.1. DEDICATORIA

Este trabajo está hecho y pensado en ellos y para ellos en busca de la felicidad de nuestros
niños y niñas que son participes de nuestro diario vivir y que dejan huella memorable en la
vida de nosotros, Es así como le damos un valor agregado a todos aquellos que han sido parte
del desplazamiento forzado en Colombia.

INTRODUCCION

Durante los últimos años, Colombia ha enfrentado un conflicto armado entre grupos ilegales

y al margen de la ley como las F.A.R.C (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y

el E.L.N (Ejército de Liberación Nacional), los cuales en busca de expandir su imperio y

aumentar su poder han generado un desplazamiento forzado e intimidante de los campesinos

a la ciudad, pues el conflicto armado por lo general, siempre se ha focalizado en las zonas

rurales y no en las urbanas. Estos grupos armados, exigen a las personas a dejar sus tierras,

sus familias sus vidas y los obligan a iniciar una nueva vida en la ciudad, sin preocuparles a

qué se pueden enfrentar allí; a estas personas se les llama desplazados. Según González &

Moreno (2012, Pág. 124), los desplazados son personas que deben salir de su residencia por

efecto de un conflicto armado sin traspasar una frontera estatal, es decir, se desplazan a otro

lugar dentro del mismo Estado Colombiano, que por lo general siempre ha de ser la capital o

alguna ciudad intermedia. Por otra parte, (Kerr, 2010, Pág. 3), define que aquellas personas

que han sufrido el desplazamiento forzado y los cuales, en su gran mayoría se encuentran en

las áreas rurales, usualmente son obligados a dejar sus hogares y sus pertenencias, así como

las tierras que les han dado el sustento, obligándolos a lidiar con otra guerra que se vive en
la urbe, pues llegan sin recursos y se exponen a los peligros inminentes de las ciudades, ya

que el Estado no contempla ningún plan de contingencia para esta problemática que se ha

vivido desde algunos años atrás.

Sin embargo, en las personas en situación de desplazamiento, se puede llevar a cabo un

proceso de re-victimización o reaparición de daños, puesto que éstas aparte de tener que tratar

de sobrevivir, se enfrentan a otra situación un tanto más desagradable y es el rechazo de las

personas que habitan la ciudad donde ellos llegan a encontrar refugio o por lo menos donde

encuentran un lugar para salvar sus vidas, pero las personas de la urbe se sienten amenazadas

por ellos, puesto que, por una parte, ellos temen perder sus beneficios como ciudadanos y

por otra se genera un ideal de inseguridad con las personas que inmigraron del campo,

creyendo que los subversivos tomaran represalias contra ellos y los buscarán también allí,

afectando su tranquilidad y bienestar. De igual manera, (Segura, 2002, Párrafo 3) define el

miedo de las personas como una amenaza de los campesinos contra ellos invadiendo los

espacios públicos, aumentando el índice de desempleo, la inseguridad personal, colectiva y

la reducción de cupos escolares para sus hijos por dar prioridad a las personas en condición

de desplazamiento.

Los desplazados son obligados a salir de su territorio y a emigrar a un contexto que es

completamente desconocido para ellos, lo que los lleva a enfrentarse a un escenario nuevo

que les genera un sentimiento de amenaza, peligro y desesperanza, contrario a lo que piensan

las personas de la zona urbana que solo llegan a dañar su ambiente de tranquilidad y bienestar.

Éstos dejan de sentirse parte de una comunidad debido al rechazo lo que, además, genera

pérdida de la identidad y, en algunos casos, ruptura de la estructura familiar. Bien lo expresa

(Alarcón & Rodríguez, 2010, p. 28), “El desplazamiento forzado por la violencia es la peor
situación a la que se puede enfrentar cualquier familia, tanto en el área rural, urbana o

marginal”.

(Meertens, 2002, p. 2), afirma que en los estudios que se han realizado sobre desplazamiento,

desarraigo y reconstrucción, temas como la ruptura de tejido social y la pérdida o transformación de

identidades han contado con un creciente interés académico y político. Ya que, en efecto, el

desplazamiento constituye, más allá de pérdidas materiales y derechos vulnerados, un conjunto de

interacciones y procesos subjetivos de «negociación» y, a veces, de «negación» de identidades

sociales.

Por otra parte, para los desplazados, este proceso representa un sinnúmero de experiencias

negativas y estados afectivos, además de la recurrente violación de sus derechos

fundamentales, que en la mayoría de los casos ellos desconocen. Sin embargo,(Vanegas et

al., 2011, p. 164) asegura que aún bajo estas difíciles condiciones, es posible tejer resiliencia

para construir un proyecto de vida con la ayuda de los vínculos afectivos, familiares y el

apoyo del Estado y la sociedad.

Así mismo, (Carbonell et al., 2015, p. 68), asegura que la población más vulnerada en este

escenario ha sido la primera infancia, pues son los niños los testigos directos del conflicto y

son los que se encuentran expuestos a las situaciones más violentas. De igual manera,

(Hernández, 2001, Pág. 2) afirma que en Colombia, los niños y niñas son afectados por la

violencia cuando padecen la miseria y la pobreza, soportan el desplazamiento forzado y la

desintegración familiar, presencian hechos violentos contra familiares o vecinos y cuando

son vinculados forzosamente a ser parte de grupos armados y al margen de la ley.

A diferencia del resto de la familia, los niños son más propensos a verse afectados por el

cambio, puesto que no logran entender completamente lo que ocurre a su alrededor, lo que
usualmente genera en ellos sentimientos ambivalentes. Por un lado, es posible que el niño se

entusiasme por el deseo del cambio, pero que al mismo tiempo sienta temor y ansiedad al

enfrentarse a un contexto intimidante para él. (Andrade et al., 2011, Pp. 51), asegura que el

conflicto colombiano afecta el desarrollo general del niño, a razón de la violación de sus derechos, el

estrés socio familiar al que se somete, el trabajo forzado y el reclutamiento ilegal por parte de los

grupos armados, así mismo como las secuelas de estos eventos y las pérdidas simbólicas, materiales

y psicológicas a las que se ven expuestos, derivan posteriormente en problemas de ajuste a los nuevos

escenarios de socialización con el entorno, además de sentimientos de vacío emocional, rabia, temor,

desesperanza, soledad y angustia.

Ahora bien, cuando el niño ingresa a la etapa escolar, no sólo ingresa él sino que también

entran con él sus valores, costumbres, hábitos y cultura. Por este motivo, es tan importante

que en la familia de él haya una estabilidad para que al iniciar su etapa escolar no presente

problemas que puedan conllevar una inestabilidad emocional y afectiva a consecuencia de

un desplazamiento forzado. Como lo afirma (García, 2012, Pág. 5). “Los vínculos entre

familia y escuela permiten el crecimiento de los niños, de las familias y de la escuela en el

postconflicto”

Con el fin de enfocarnos en la población infantil y especialmente en los niños y niñas que

han sido víctimas del conflicto armado surge la siguiente pregunta problema: ¿cuál es el

Nivel de aprendizaje de niños entre 10 y 11 años que han sido víctimas del

desplazamiento forzado a causa del conflicto armado en Manizales, Caldas.


Marco teorico

Esta situación genera en el niño un cambio abrupto en su proceso de aprendizaje, lo que


puede crear incluso esquemas desadaptativos que afecten su desarrollo y vida más adelante.
Los esquemas desadaptativos tempranos (EDT), según Young se crean en la infancia y en
relación con los padres del sujeto, “Los esquemas se originan de necesidades emocionales
que no fueron satisfechas en la infancia, como vínculos seguros con otras personas,
autonomía, competencia, sentimiento de autoridad, libertad de expresarse, límites realistas y
autocontrol” (Ribeiro et al., 2014, p. 16). Lo que es muy probable que ocurra con estos niños,
pues como se mencionó anteriormente los padres o cuidadores de estos también han sufrido
traumas a causa del conflicto lo que no les permite brindar un óptimo cuidado a los niños,
además de generar de forma inconsciente un ambiente poco favorecedor para el desarrollo
de estos. Lo preocupante en estos casos es que los EDT son estables, duraderos, muy
resistentes al cambio y con un alto componente afectivo, entonces cuando el niño crezca con
estos esquemas se le hará más difícil construir o llevar a cabo un proyecto de vida, además
de distintos problemas interpersonales debido a las consecuencias generadas por el
desplazamiento forzado a causa del conflicto armado.

Es aquí donde se debe resaltar la importancia del proceso de crianza de los niños, y más de
esta población tan vulnerable, pues como se sabe este proceso conlleva una gran
responsabilidad, e interacción de los padres con sus hijos, mediante acciones que promuevan
el desarrollo físico, cognitivo, social y cultural de los niños; pues la familia es esa red de
apoyo y la primera fuerza para construir el proyecto de vida en los niños y más importante
son el motor para que la población infantil después de sufrir el desplazamiento vuelva a creer
en que tienen un futuro. Esto se sustenta desde Vanegas et al., (2011, P. 178), cuando toma
a “la familia como un punto de equilibrio y apoyo y protección en medio del conflicto
armado”.

Siguiendo este orden de ideas la última categoría principal que soporta el marco teórico de
esta investigación es el proyecto de vida el cual se “constituye en un proceso continuo durante
el ciclo vital del ser humano que integra la historia, el presente y futuro, así como las
condiciones contextuales sistémicas que marcan las relaciones y niveles de desarrollo
humano”. (ICBF, 2012, p.3), es decir, todo aquello que tiene que ver con uno mismo, con lo
que es y lo que quiere ser y hacer, pero sobre todo con aquello que se desea para el futuro y
que incluye los esfuerzos y la disposición para su construcción, así como los compromisos y
la constancia para su logro. “La construcción de los proyectos de vida, deben permitir a los
niños, niñas, adolescentes y jóvenes, tomar decisiones libres e informadas, además del
desarrollo de un pensamiento autocrítico, reflexivo y creativo, pensar, sentir y actuar son
dimensiones que están en la base del proyecto”. (ICBF, 2012, p. 3), la realización personal,
la oportunidad de decidir, la posibilidad de descubrir territorios sin una frontera delimitada
por el conflicto, la facultad de habitar el mundo sin obstáculos como la discriminación y la
violencia. Podría decirse que el proyecto de vida es “la capacidad de formularse metas
significativas en diferentes aspectos vitales, basadas en el reconocimiento de las propias
características y fortalezas y de las oportunidades reconocidas en el entorno”.(Alarcón &
Rodríguez, 2010, p. 32), por tanto los niños que han sido víctimas del desplazamiento forzado
presentan un cambio en su proyecto a causa del conflicto armado, pues son obligados a
emigrar de su lugar de origen para llegar a un contexto que es desconocido para ellos, el cual
les dificulta volver a formar un proyecto, debido a las condiciones tan precarias en las que se
encuentran cuando llegan a las ciudades, pues entre muchas consecuencias que dejan en los
niños la exposición al conflicto armado se identifican:

La negación de los derechos a la vida y a la integridad física, al desarrollo de su personalidad,


a la unidad familiar, a la protección y a la salud, entre otros. También, las secuelas
psicológicas y los traumas que dejan la exposición temprana a la violencia, como ansiedad,
depresión, perturbación del sueño, retraso en el desarrollo, dificultades de aprendizaje,
pérdida de sensibilidad frente al dolor y la muerte, pérdida de autoestima y socialización de
la cultura de la violencia”.(Hernández, 2001, p. 6).

Es difícil reponerse ante un hecho tan traumático como lo es dejar todo lo conocido atrás,
todas sus costumbres, sus valores y todo lo que en algún momento fue familiar y protector,
este sentimiento de pérdida que se crea no es fácil superarlo pues, “detrás de cada hombre,
cada mujer y cada niño que ha sido forzado a dejar su hogar hay una historia de pérdida
relacionada con el actual conflicto colombiano (Kerr, 2010, Pp. 4).
Sin embargo, es importante fortalecer en estos niños la resiliencia, y así permitir que
reconstruyan un nuevo proyecto de vida, de acuerdo con las nuevas necesidades y contexto
en el que están, para que crezcan psicológicamente estables y puedan forjar un futuro para
ellos mismos y sus familias, siendo exitosos y productivos en la sociedad.

MARCO TEÓRICO

Dado que la mirada central de esta investigación es cuál es el proyecto de vida de los niños
víctimas del desplazamiento forzado, la vida en el campo, aplicación de la docente, debido a
que estas tres categorías ayudan a comprender el eje focal del proyecto orientando al lector
hacia el propósito de la investigación y dándole una breve síntesis de todo lo que se quiere
tratar dentro de la misma.

Para empezar se entiende el desplazamiento forzado según la Conferencia Episcopal (como


se citó en Vanegas et al., 2011) como “una migración provocada en gran parte por el
enfrentamiento, la acción, la interacción o la simple presencia de uno o más actores armados
en las llamadas zonas de violencia”, (p. 164), es decir, es la movilización forzada de las
personas de su sitio de origen a causa de la guerra entre dos o más grupos armados, hacia
otro lugar, que por lo general es desconocido para ellos. En Colombia, según datos de la
Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, son más de 2.412.834 personas
desplazadas por la violencia, convirtiendo a Colombia en el segundo país con más
desplazados del mundo.

Ahora bien haciendo un recorrido histórico por este fenómeno según Kerr, (2010, P. 3) se
encuentra que desde la década de los años 50 más de 2 millones de personas huyeron de sus
hogares a causa de la violencia, la cual fue en aumento en los años setenta debido a la crisis
política que vivía el país. En los años ochenta con la creación de los paramilitares, el número
de desplazados ha ido aumentando “particularmente desde mediados de los años noventa
cuando los desplazamientos masivos empezaron a afectar al campo colombiano” (Kerr, 2010,
P.3), pues se ha demostrado que antes el fenómeno del desplazamiento era utilizado como
una estrategia política de presión hacia el Estado, pero que poco a poco se ha ido convirtiendo
en una estrategia para ganar recursos, ya que las zonas más afectadas por este fenómeno
resultan ser zonas ricas en recursos naturales.

El desplazamiento forzado es un fenómeno que involucra una serie de eventos que ocurren
uno tras otro un antes, un durante y un después, donde el “antes” se configura como el tiempo
previo a la vivencia del desplazamiento, el “durante “como el tránsito del lugar habitual de
vivienda hacia un nuevo sitio y el “después” como la vida posterior a la llegada a los sitios
de recepción.” (Vanegas et al., 2011, Pp.166).

De acuerdo con esto el Estado ha generado una serie de políticas y estrategias que ayudan a
la población en condición de desplazamiento, la cual se centra en tres pilares

Prevención: busca anticipar los riesgos del desplazamiento; Atención Humanitaria de


Emergencia (AHE): asiste y protege las necesidades de alimentación, aseo personal, atención
en salud, transporte, emergencia y alojamiento transitorio, y de Consolidación y
Estabilización Socioeconómica (CES): busca la recuperación de la capacidad productiva y el
sostenimiento económico y social de los hogares por medio de créditos fáciles, asistencia
técnica, asignación de tierras, planes de empleo y acceso a programas sociales regulares de:
salud, educación, vivienda además de los dirigidos a la niñez, la mujer y las personas de la
tercera edad.” (Alarcón & Rodríguez, 2010, P. 12)

Como la magnitud de este problema es tan grande, esta serie de políticas no han tenido el
mayor éxito, pues el mismo gobierno reconoció que se ha avanzado de manera gradual y no
se ha establecido una política que se acople a las necesidades de esta población específica.
Lo que genera un sin número de falencias en la atención a las víctimas del desplazamiento,
particularmente a los niños, pues “el 26% de los niños menores de 5 años de edad están
desnutridos y el 7% pese a estar diagnosticados, no ha recibido ninguna atención
médica”(Andrade et al., 2011, P.53). Por consiguiente según el diario la Opinión de
Venezuela en 2010 más de 300.000 mil personas son desplazadas al año, lo que muestra un
avance precario en cuanto a políticas y plan de acción realizados por el gobierno.
Debido a que este es un fenómeno que va en aumento, no sólo en el área rural, sino en la
ciudades, ya que se habla de un desplazamiento intraurbano, es decir el desplazamiento
dentro de la misma ciudad, se genera una revictimización hacia las personas desplazadas,
pues “llegar a la ciudad no significa necesariamente que el desplazamiento termine ni que la
persona desplazada ya no esté involucrada en el conflicto” (Kerr, 2010, P.5). Estas familias
suelen ser abandonadas por el Estado, incluso por la misma sociedad, al ignorarlas por
completo y no ser conscientes de que son personas a las cuales les han quitado todo, sus
pertenencias materiales, su identidad social, su comunidad, incluso han perdido familiares a
causa de la guerra “El desplazamiento conlleva un cambio radical en el contexto (la tierra,
el trabajo, la participación social) y en las relaciones con los otros, atravesadas, primero, por
hechos violentos, y luego por la imposición de categorías estigmatizantes” (Meertens, 2002,
P. 2). Esto genera en las familias ciertos sentimientos de desprotección, incomprensión,
inseguridad y podría decirse que ansiedad al no tener una idea clara de cuál va a ser el
siguiente paso en su vida, pues como se sabe la vida en el campo, es muy diferente a la vida
en la ciudad, y como el área urbana es un contexto desconocido estas familias suelen ubicarse
en sectores peligrosos en los cuales se les pueden volver a violar sus derechos. Por tanto,
como lo sustentan (Andrade et al., 2011, P. 53).

Las familias desplazadas en su huida suelen ser señaladas, incomprendidas, perseguidas por
los grupos y/o estigmatizados por las comunidades donde se asientan. En estos lugares se
produce una reedición de la violencia a través de la incursión de nuevos actores armados, que
extorsionan, colocan minas y siembran el terror en los escenarios urbanos y rurales.

Además, como se mencionaba anteriormente, la misma sociedad ignora este fenómeno, pues
como la guerra ha sido librada en el área rural, poca gente de la ciudad ha sufrido o vivido
las consecuencias de la misma, lo que ha generado una anestesia social “es decir, la
impotencia percibida (atribuible a razones muy diversas) frente a una situación que se define
como inevitable actúa sobre la conciencia atenuando la rabia y el dolor y adormeciendo la
capacidad de acción”. (Segura, 2002, párrafo.5). Como la guerra no ha llegado a todos los
sectores del país, se ha vuelto costumbre el ver a una persona desplazada pidiendo comida
en la calle, incluso hasta se teme por la seguridad, pensando que ese desplazado, puede robar
o incluso matar por algún beneficio, sin hacer consciente que el ver a una persona pidiendo
en la calle o con un letrero diciendo que es desplazado no es normal, no es algo cotidiano y
no se debe vivir pensando que es algo común en la sociedad colombiana, pues esto es una
situación grave que afecta a todos los ciudadanos y por ende al desarrollo del país.

Uno de los ejes focales de esta investigación es la niñez, específicamente los niños entre los
7 y 11 años, los cuales, basándose en la teoría del desarrollo de Piaget, estarían en la etapa
de las operaciones concretas; esta teoría sustenta que a medida que los niños se desarrollan,
se van adaptando a las diferentes condiciones que les brinda el contexto, para cambiarlas
progresivamente.

Ahora bien en la etapa de las operaciones concretas “el niño puede usar su sistema simbólico
para pensar con lógica, pero este uso se restringe en su mayor parte a problemas concretos
que están dentro de su medio ambiente inmediato”. (Sarafino & Armstrong, 1991, P. 105),
es decir el niño tiene la capacidad de entender lo que sucede a su alrededor, pero sin ir más
allá, en busca de una respuesta más completa para la situación. Puesto que necesitan ver las
cosas de forma concreta para resolver los problemas.

En este orden de ideas se podría decir que los niños prestan más atención a lo que consideran
más importante, “pues los niños desarrollan una estrategia que les permite recabar
información con mayor eficacia” (Sarafino & Armstrong, 1991, P. 198). Por consiguiente
para entender cómo el niño aprende se podría tomar como base la teoría del aprendizaje
social de Bandura, en la cual el niño imita las acciones del otro que tiene a su alrededor y por
ende las aprende sin necesidad de reforzadores externos, es decir, se está propenso a adquirir
la conducta que es parecida a la conducta de un individuo importante para el niño, en este
caso sus padres; ahora bien si se lleva esta teoría al contexto del desplazamiento, se entiende
que toda la familia está atravesando un momento traumático, y si los padres son la principal
fuente de aprendizaje de los niños a nivel de conductas y valores, pues se crea una brecha en
este proceso debido que

A pesar que Unicef (2006) señala la importancia de la familia como entorno protector durante
y luego del conflicto armado, los padres se sienten profundamente afectados y traumatizados
por las vivencias experimentadas, y en esa medida la calidad del cuidado de sus hijos se ve
afectada. El sistema comportamental de cuidado se refiere a proveer al niño cuidados físicos,
y especialmente dar protección en situaciones de riesgo o peligro a través de conductas de
proximidad y contacto. (Citado por Carbonell et al., 2015, p. 68).

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