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CUADERNILLO DE TRABAJO DE
HISTORIA
2019
Unidad II
PROFESOR: DELGADO, MARIANO
NIVEL: SEGUNDO
1) El imperialismo
El perííodo comprendido entre 1870 y 1914 se caracterizoí por el desarrollo de nuevas
relaciones entre las potencias industriales y las demaí s regiones del mundo, que se conocen
con el nombre de imperialismo. Este concepto se refiere a una relacioí n desigual entre
paííses "avanzados" o industriales (europeos y los Estados Unidos) y paííses "atrasados" o
subdesarrollados (productores de materias primas y alimentos), localizados en distintas
partes del globo.
Imperialismo formal e informal
El concepto de imperialismo se utiliza para explicar la relacioí n establecida entre paííses
que controlan o dominan a otros. Comenzoí a utilizarse a fines del siglo xix para referirse
a dos formas diferentes de dominacioí n. Para diferenciarlas, se habla de imperialismo
formal o colonial e imperialismo informal o neocolonial.
El imperialismo formal o colonial se refiere a la dominacioí n políítica directa de un paíís
sobre otro, es decir que se trata de una relacioí n entre metroí poli y colonia. La potencia
dominante establece gobernadores propios para dirigir el paíís dominado, por lo que las
relaciones econoí micas dependen de las decisiones que toma el paíís central. De este modo,
una colonia britaí nica, por ejemplo, el Canadaí en el siglo xix, podíía comerciar con otros
paííses pero solo bajo el permiso
y la supervisioí n britaí nica.
El concepto de imperialismo informal o neocolonial, en cambio, se refiere a la influencia
y el predominio que una potencia ejerce sobre un paíís de manera econoí mica, social y
cultural. Se habla de imperialismo informal, por ejemplo, cuando los intereses de una
potencia dominan la economíía de otro paíís, ya sea porque sus empresas controlan las
actividades maí s significativas (por ejemplo, son duenñ as de los principales yacimientos
petrolííferos en un territorio cuya economíía se basa en la produccioí n petrolera) o bien
porque esa potencia es la principal compradora de los bienes que exporta el paíís
dominado. En estos casos, el paíís dominado es polííticamente independiente, pero sus
decisiones econoí micas estaí n fuertemente condicionadas por los intereses de la potencia
dominante.
Los imperios del siglo xix
A partir de mediados del siglo xix, imperios como el britaí nico y el franceí s, por ejemplo,
fueron muy distintos de los que Espanñ a y Portugal habíían establecido en los siglos xvi y
xvii. Mientras que los territorios controlados por las coronas espanñ ola y portuguesa eran
colonias, de las cuales las metroí polis buscaban sobre todo extraer recursos (como los
metales preciosos del Alto Peruí y de Meí xico, por ejemplo), los imperios del siglo xix
establecieron principalmente relaciones comerciales de tipo capitalista con los paííses
dominados, tanto con las colonias de su imperio formal (por ejemplo, la India, en el caso
britaí nico) como con otros paííses, polííticamente independientes (como fue el caso de los
paííses latinoamericanos).
Los bienes que circulaban entre las potencias y sus colonias eran comprados y vendidos
libremente. Sin embargo, era un comercio desigual porque las potencias exportaban
bienes industriales (de consumo y maquinarias), servicios y capitales financieros,
mientras que las colonias y los paííses dominados vendíían bienes primarios (metales
preciosos, alimentos, materias primas, combustibles), de un valor relativo mucho menor.
La conquista de mercados
La "Larga depresioí n" del perííodo 1873-1896 impulsoí y terminoí por consolidar el
imperialismo, tanto formal como informal, hacia fines del siglo xix. Para salir de la crisis,
las potencias industriales europeas se lanzaron a la conquista de nuevos mercados, a la vez
que buscaron asegurar mercados exteriores con los que ya teníían relacioí n. A ellas pronto
se sumaron los Estados Unidos y el Japoí n, y todas compitieron entre síí de manera cada vez
maí s agresiva.
La competencia entre las potencias industriales llevoí a que, por primera vez en la historia
de la humanidad, la economíía adquiriera caracteríísticas mundiales, ya que todas las
regiones habitadas del planeta podíían convertirse en mercados donde colocar su
produccioí n y, al mismo tiempo, en territorios de donde extraer las materias primas
utilizadas o invertir, con mayores ganancias, sus capitales.
La conquista de mercados generoí conflictos entre las potencias industriales, puesto que
cada una de ellas buscoí aumentar su influencia en la mayor cantidad de regiones posibles.
Este proceso pronto llevoí a un reparto del mundo, en el que todos los paííses estuvieron en
relacioí n con una o varias potencias industriales.
Entre 1914 y 1918, casi toda Europa y algunos paíísesde otros continentes mantuvieron
una guerra que implicoí la movilizacioí n de 70 millones de combatientes.
Este conflicto, que hoy se conoce como Primera Guerra Mundial, y que se llamoí la "Gran
Guerra" no fue producto de una sola causa sino de muí ltiples factores entrelazados de tal
forma que el desencadenamiento de las hostilidades, como podemos verlo ahora, fue una
consecuencia loí gica del cada vez maí s complicado panorama internacional de aquel
momento.
¿Cuaí les fueron las causas de fondo? El creciente poderíío alemaí n, que provocaba el recelo
de Francia y del Reino Unido; las tensiones provocadas por el reparto de AÁ frica en la
Conferencia de Berlíín (1884-1885); las aspiraciones nacionalistas de diversos pueblos de
la zona de los Balcanes y de Europa central.
Todas estas tensiones, y la desconfianza que traíían aparejada, provocaron un rearme
masivo por parte de las distintas potencias europeas tensando, auí n maí s, el clima políítico
reinante.
En este contexto, en 1890, tras la muerte del emperador alemaí n Guillermo I, ascendioí al
trono Guillermo II.
El nuevo mandatario destituyoí al canciller Otto von Bismarck e inicioí una transformacioí n
en la políítica exterior alemana. El sistema de alianzas que habíía impulsado el canciller, fue
dejado de lado: el emperador deseaba llevar a Alemania a la supremacíía mundial y, para
ello, puso marcha una políítica exterior maí s agresiva y expansioí n que se llamoí Weltpolitik.
Esta provocoí una serie de cambios en el escenario europeo y en sus aí reas de influencia
Si bien, durante el siglo xix, la hegemoníía britaí nica el terreno econoí mico habíía sido
indiscutida, a fines de siglo empezoí a dudarse de esta supremacíía: a nivel comercial,
industrial y financiero, Alemania estaba superando al Reino Unido. Pero, ademaí s, los
alemanes tambieí n desafiaron la hegemoníía britaí nica en el poderíío naval: construyeron
buques de guerra.
Para los ingleses, esto era una provocacioí n y fabricaron un nuevo tipo de acorazado.
Alemania, por su parte, dobloí la apuesta: la carrera armamentista estaba en marcha
4) El mundo en guerra
Los paííses que iniciaron la Primera Guerra Mundial pensaron que el conflicto seríía corto y
localizado. Pero la guerra que comenzoí en agosto de 1914 se caracterizoí por su larga
duracioí n (cuatro anñ os) y por la amplitud de los territorios implicados. Durante aquellos
largos anñ os, aparecieron nuevas taí cticas y teí cnicas beí licas que hicieron auí n maí s cruento el
conflicto.
Bloques y fases
La Gran Guerra enfrentoí a los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungríía) con la
Triple Entente (Francia, Rusia y el Reino Unido). En el momento del estallido, la situacioí n
de los dos bloques, respecto de las fuerzas militares, mostraba una clara superioridad
numeí rica a favor de la Triple Entente.
Sin embargo, esta diferencia numeí rica no implicaba una superioridad beí lica, ya que la
posicioí n estrateí gica de Alemania y Austria-Hungríía -ubicadas en el centro de Europa-
favorecíía el movimiento de sus tropas, mientras que la Entente y sus aliados estuvieron
fragmentados en dos frentes sin comunicacioí n terrestre posible. En cuanto a los
armamentos, los dos bloques mostraban cierto equilibrio.
En lo que se refiere a las fuerzas navales, los paííses de la Entente, y sobre todo el Reino
Unido, fueron dominantes, lo cual llevoí a los alemanes a la guerra submarina, como uí nica
forma de contrarrestar la superioridad naval inglesa y francesa, esta uí ltima en el
Mediterraí neo.
Los dos bloques buscaron, a lo largo de la guerra, nuevos aliados, y esto produjo la
mundializacioí n del conflicto: los Imperios centrales recibieron el apoyo de Turquíía,
Bulgaria y Japoí n, en tanto que la Triple Entente recibioí el de Italia -que abandonoí la Triple
Alianza-, Rumania, Grecia, Portugal y los Estados Unidos.
Tambieí n intervinieron otros Estados de Ameí rica (como Brasil) y Asia aunque con una
menor participacioí n.
Asimismo, no hay que olvidar que muchos de los paííses beligerantes implicaron en la
guerra a sus respectivas colonias; fue la primera vez que una guerra afectoí a un territorio
tan amplio y ello influyoí decisivamente en la prolongacioí n del conflicto. En cuanto a
nuestro paíís, se mantuvo neutral.
Ademaí s de la cantidad de paííses que participaron en la contienda, la Primera Guerra
Mundial tambieí n tuvo como caracteríística lo extenso del conflicto. A lo largo de los cuatro
largos anñ os de duracioí n, la Guerra atravesoí por diferentes etapas, cada una de las cuales
tuvo sus propias caracteríísticas.
La guerra de movimientos
Al comenzar la guerra, el j efe del Estado Mayor Alemaí n -Alfred von Schlieffen- teníía como
objetivo tratar de evitar la guerra en dos frentes simultaí neos (occidental y oriental). Por
esta razoí n, propuso un plan –el Plan Schlieffen-, que consistíía en invadir a las neutrales
Beí lgica y Luxemburgo para atacar a Francia por el norte, donde las fronteras de este paíís
estaban maí s desprotegidas.
Asíí, lograríían un raí pido triunfo en el frente occidental y, una vez derrotado dicho frente,
Alemania podríía centrar todos sus esfuerzos en el este.
De acuerdo con este plan, los alemanes entraron raí pidamente en el territorio franceí s, pero
los aliados lograron detenerlos, a pocos kiloí metros de Paríís. Esta batalla supuso el fracaso
del plan alemaí n de vencer al enemigo en una guerra de corto tiempo.
¿Queí pasaba, mientras tanto, en el frente oriental?
Rusia, a finales de agosto de 1914, lanzoí una raí pida ofensiva y tomoí por sorpresa a los
ejeí rcitos alemanes.
Si bien la contraofensiva alemana logroí frenar el avance ruso, la victoria austroalemana no
fue definitiva, por lo que tambieí n en este frente se demostroí que la guerra se prolongaríía
maí s de lo esperado.
La guerra de posiciones
Tras el fracaso de la guerra de movimientos, parecíía haberse llegado a un empate taí ctico.
Por lo tanto, el nuevo objetivo fue defender las posiciones logradas en los dos frentes; los
ejeí rcitos se inmovilizaron y se atrincheraron a lo largo de cientos de kiloí metros:
comenzaba, en el frente occidental, la guerra de trincheras o guerra de posiciones.
En esta fase, ninguno de los grupos beligerantes lograba avances y las luchas se redujeron
a tratar de ocasionar peí rdidas al enemigo hasta agotar su capacidad de resistencia.
Desde el Canal de La Mancha, hasta la frontera suiza, el terreno estaba atravesado por 650
kiloí metros de trincheras, pozos de dos a tres metros de profundidad. Los combatientes se
hallaban praí cticamente inmovilizados en ellas, rodeados de los cadaí veres de muchos de
sus companñ eros y armados con ametralladoras, que disparaban ante cualquier amenaza de
avance por parte del enemigo. En cuanto a las trincheras, estaban rodeadas de alambres de
puí as y expuestas a los gases venenosos o a los bombardeos aeí reos, asíí como al mal tiempo,
que no era un mal menor. Una simple lluvia, que inundaba la trinchera de barro, o el fríío
(las temperaturas llegaban a los -20 ° C ) , dificultaba auí n maí s la vida en aquellos pozos
provocando maí s muertes a las causadas por las ofensivas enemigas. Las ratas, los piojos y
la mala alimentacioí n eran moneda corriente, y por todo esto las enfermedades se
propagaban raí pidamente, causando nuevas peí rdidas.
La economía de guerra y el rol de las mujeres
Entre 1914y 1918, no solo los combatientes que se encontraban en el frente sufríían
penurias sino que tambieí n la poblacioí n civil se vio afectada; de hecho, se consideroí a la
Primera Guerra Mundial como una "guerra total", es decir, los Estados involucrados se
vieron obligados a comprometer todos sus recursos.
¿Coí mo afectoí esto a los habitantes de los distintos paííses comprometidos en la Guerra?
Para mantener a los casi 70 millones de hombres movilizados, se impuso una verdadera
economía de guerra.
Esto significoí que los Estados intervinieron en la economíía, orientando la produccioí n
hacia aquellos bienes imprescindibles para el desarrollo de la guerra (armas y municiones,
alimentos y vestimentas para los soldados, entre otros bienes) y, al mismo tiempo,
limitando el consumo entre los civiles mediante el racionamiento.
La escasez de alimentos y otros bienes se agravaba por la partida de los hombres al frente
de batalla, que dejaba sin trabajadores a las industrias y a los campos.
¿A quieí nes recurrieron, entonces, los gobiernos? En algunos casos, los habitantes de las
colonias proporcionaron mano de obra, pero el hecho fundamental, que marcaríía un punto
de inflexioí n, fue la incorporacioí n de las mujeres al mercado de trabajo.
Si hasta aquel momento el lugar privilegiado de la mujer habíía sido el hogar, con el
estallido de la guerra, los distintos paííses contendientes debieron apelar a ella si queríían
mantener el nivel de produccioí n necesario para continuar en combate. Asíí, trabajos que se
consideraban masculinos comenzaron a ser realizados por mujeres: condujeron camiones,
ensamblaron armas y empaquetaron balas, bombas y proyectiles, manejaron autobuses,
fueron policíías y oficinistas... Ademaí s, muchas mujeres viajaron hacia las zonas en guerra
como enfermeras.
La propaganda de guerra
A medida que pasaban los meses, la guerra se iba haciendo maí s impopular, tanto entre los
soldados, como entre la poblacioí n civil. Los Estados vieron la necesidad de manipular la
opinioí n puí blica con el fin de mantener el entusiasmo. Por esta razoí n, la Primera
Guerra Mundial marcoí un hito fundamental en el uso de la propaganda de guerra: nunca
antes esta –y las campanñ as de informacioí n- fueron dirigidas de tal modo por los Estados.
Estas campanñ as pretendíían exaltar los sentimientos nacionalistas de los ciudadanos y, al
mismo tiempo, buscaban fomentar el odio hacia los enemigos. Ademaí s, se necesitaba que
la poblacioí n civil apoyase las medidas econoí micas del gobierno que, en algunos casos, los
perjudicaba directamente (como el racionamiento), y en otros buscaban el aumento de la
produccioí n industrial. Ambas medidas eran necesarias si se queríía mantener a las tropas
en el frente.
En cuanto a la informacioí n durante el tiempo que duroí la guerra, pasoí por dos etapas:
desde los comienzos, y hasta los primeros meses de 1915, los perioí dicos se enfrentaban a
una fuerte censura: los gobiernos no queríían que la poblacioí n civil se enterase de las
derrotas, por ejemplo, que sufríían en el frente. En lugar de la informacioí n, entonces, los
gobiernos publicaban propagandas. Ya a mediados de 1915, el uso de la propaganda se
sistematizoí y, de manera definitiva, esta suplantoí a la informacioí n. Ademaí s, comenzaba
una campanñ a de parte de los aliados (del Reino Unido, particularmente) para tratar de que
los Estados Unidos ingresaran en la guerra.
Cuando el gobierno norteamericano decidioí intervenir, utilizoí las propagandas para influir
en la opinioí n de la poblacioí n estadounidense, que no era partidaria del ingreso de su paíís
en un conflicto que, consideraban, era ajeno a ellos. Para lograr el convencimiento del
pueblo, se exageraban las atrocidades cometidas por los alemanes (e incluso se
inventaban), buscando la indignacioí n y el cambio de orientacioí n en el punto de vista de la
poblacioí n.
¿Cuaí l era el medio propagandíístico maí s utilizado?
El cartel, sobre todo en los Estados Unidos, y los panfletos.
Sin embargo, estos no eran los uí nicos medios utilizados para desacreditar al enemigo:
tambieí n se usaban el cine y la prensa.
La primera campanñ a hecha por profesionales (ilustradores, periodistas, publicistas y
psicoí logos) fue la del alistamiento en el ejeí rcito de todos los hombres estadounidenses
capacitados. ¡Y en solo un díía se logroí el alistamiento de 13 millones de voluntarios!
¿Queí pasaba con la propaganda de los Imperios centrales? Fue inferior a la de los aliados
y tuvo menos eí xito. Los expertos en el tema afirman que su poca efectividad se debioí a que
fue defensiva, en lugar de ofensiva, es decir, tendioí a defenderse y no a atacar al resto de
los paííses contendientes. Esto cambiaríía durante la Segunda Guerra Mundial.
El viraje de 1917
En 1917 se produjo un fuerte cambio de rumbo en el desarrollo de la guerra debido a dos
hechos: la Revolucioí n Rusa y el ingreso de los Estados Unidos en el conflicto.
La revolucioí n que destronoí al zar y que dio paso a un nuevo gobierno en Rusia, cambioí la
situacioí n del frente oriental: mediante el tratado de Brest-Litovsk de
1918, Rusia abandonaba la guerra y cedíía una gran cantidad de territorios a Alemania.
En cuanto a los Estados Unidos, se mantuvo neutral desde los comienzos de la contienda,
aunque, en la praí ctica, les vendíía suministros a los aliados. Pero esta situacioí n cambioí ante
la indiscriminada guerra submarina de Alemania: los ataques de los submarinos estaban
comenzando a perjudicar a los exportadores estadounidenses y al propio prestigio
nacional. El hundimiento del transatlaí ntico Lusitania por parte de los alemanes en
1915, frente a la costa irlandesa, con 128 norteamericanos entre los casi 1.200 pasajeros,
fue el desencadenante para que los Estados Unidos ingresaran en la guerra. Este paíís
aportoí al bloque aliado maí s de un milloí n de soldados, ademaí s de su potente industria.
Actividad:
Carta de un soldado inglés desde el frente
Cariño mío:
[...] Sé que te llevarás una gran sorpresa cuando te llegue esta carta... ¡Si alguna autoridad la
ve! [...] Quizá te gustará saber cómo está el ánimo de los hombres aquí. Bien, la verdad es que
(y como te dije antes, me fusilarán si alguien de importancia encuentra esta carta) todo el
mundo está totalmente harto y a ninguno le queda nada de lo que se conoce como
patriotismo. A nadie le importa un rábano si Alemania tiene Alsacia, Bélgica o Francia. Lo único
que quieren es acabar con esto de una vez e irse a casa.
Esta es, honestamente, la verdad, y cualquiera que haya estado en los últimos meses te dirá lo
mismo.
De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres
es que los disturbios y las protestas en casa obliguen al gobierno a acabar como sea. Ahora ya
sabes el estado real de la situación.
Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba;
solo me queda el pensar en todos los que estáis allí, a los que amo y que confían en mí para
que contribuya al esfuerzo necesario para vuestra seguridad y libertad. Esto es lo único que me
mantiene y me da fuerzas para soportarlo [...].
Laurie
¿Cuaí l es el sentimiento del soldado que envíía el mensaje? ¿Y el de sus companñ eros
en el frente?
¿Por queí te parece que los soldados pudieron haber perdido todo el patriotismo?
¿Por queí Laurie teme que encuentren la carta que le envíía a su amada?
¿Queí desean el emisor de la carta y sus companñ eros?
5) La Segunda Guerra Mundial
En la manñ ana del 3 de septiembre de 1939, el embajador britaí nico en Berlíín le entregoí un
ultimaí tum al gobierno alemaí n. En eí l le advertíía que el gobierno del
Reino Unido cumpliríía sus obligaciones con Polonia, si el gobierno alemaí n no estaba
dispuesto a retirar i n mediatamente sus tropas del territorio polaco. Pocas horas maí s
tarde, un comunicado del gobierno franceí s se sumoí a esta amenaza senñ alando la grave
responsabilidad del Reich al haber abierto las hostilidades contra
Polonia sin declaracioí n de guerra.
Estas advertencias teníían una causa concreta: dos díías antes, Alemania habíía invadido
Polonia y anexado parte de su territorio al Tercer Reich. N i Francia n i Gran
Bretanñ a, aliadas de Polonia, estaban dispuestas a seguir tolerando la políítica expansionista
de Hitler, que ya habíía logrado quedarse con Austria y con una porcioí n importante de
Checoslovaquia. La negativa alemana a retirar las tropas del suelo polaco motivoí , entonces,
la declaracioí n de guerra de Francia e Inglaterra, a las que se unieron, luego, otras naciones.
Se inicioí asíí la Segunda Guerra Mundial, un largo y sangriento conflicto que provocoí la
muerte de maí s de 60 millones de personas.
Para comprenderla, empezaremos por detenernos en sus causas y en coí mo se fue armando
el mapa de un conflicto que, aunque estalloí en 1939, habíía comenzado mucho antes.
Analizaremos de queí modo los paííses contendientes trazaron sus alianzas y sus estrategias
y coí mo, entre estas, el aniquilamiento del enemigo se transformoí en un horizonte vaí lido.
Ademaí s, veremos queí significados adquirioí el teí rmino enemigo puesto que en esta guerra
no solo se lo utilizoí para denominar a la nacioí n adversaria, sino que tambieí n, en ciertos
paííses, fue usado para definir a los integrantes de los partidos polííticos opositores, los
homosexuales, los gitanos y los judííos. Seguí n la políítica nazi, estos grupos considerados
enemigos debíían ser exterminados. Ante esta políítica de exterminio surgieron voces que
se alzaron contra ella, a traveí s de la organizacioí n de una resistencia que configuroí la otra
cara de la Segunda Guerra.
Las causas de la guerra: La expansión
Los historiadores auí n intentan comprender los motivos que llevaron a que, en un
Occidente que tan solo 20 anñ os antes se habíía propuesto no volver a solucionar sus
diferencias en un campo de batalla, tantas naciones se involucraran en un conflicto tan
extenso -en tiempo y en territorios abarcados- y que cobroí tantas vidas humanas.
Algunos historiadores consideran que las razones de esta guerra deben buscarse en el
expansionismo alemaí n y en las ansias de poder del lííder del Tercer Reich: Adolf Hitler.
Otras explicaciones ponen el acento en los efectos de la situacioí n econoí mica del occidente
capitalista, sobre todo a partir de la crisis de la bolsa de Wall Street en 1929, que afectoí
fuertemente a la Alemania de entreguerras.
Para un cierto nuí mero de estudiosos, el comienzo de la guerra reveloí el fracaso de la
Sociedad de las Naciones como instrumento para lograr la resolucioí n pacíífica de los
desentendimientos entre los paííses.
En realidad, todos estos factores, integrados, ayudan a entender este complejo conflicto
que enfrentoí a dos bandos: los Aliados, encabezados por Francia e Inglaterra, a los que
luego se sumaron los Estados Unidos y la URSS, y el Eje, integrado por Alemania, Italia y
Japoí n.
Al igual que en la Primera Guerra, diferentes paííses y colonias del mundo se fueron
sumando al conflicto configurando, una vez maí s, una guerra que seríía mundial. En este
contexto, nuestro paíís se mantendríía neutral.
En agosto de 1934, la muerte de Paul von Hindenburg, presidente de Alemania en aquel
entonces, suprimioí el uí ltimo obstaí culo para que Hitler concentrara todo el poder en sus
manos. A partir de ese momento, quedaron asentadas las bases del Estado totalitario con
el que aspiraba a convertir otra vez a Alemania en un gran imperio. Una de las medidas
que puso en praí ctica para lograr aquel objetivo fue la expansioí n geograí fica.
En sus comienzos, las aspiraciones de Hitler contaron con la tolerancia de la Sociedad de
las Naciones.
En efecto, Francia e Inglaterra asumieron una políítica de apaciguamiento, que consistíía en
otorgarle a Hitler lo que reclamaba y firmar con eí l nuevos pactos para mantener la paz.
Estos paííses estaban maí s preocupados por detener el avance del comunismo que el de los
alemanes, suponiendo que los nazis eran menos peligrosos y maí s faí ciles de controlar. El
retiro de Alemania de la Sociedad de las Naciones en octubre de
1933 no fue considerado como una senñ al de alerta, y pasaron varios anñ os hasta que
Francia y Gran Bretanñ a comprendieron, finalmente, lo equivocados que estaban con
respecto al Führer.
En 1936, la políítica expansionista en busca del "espacio vital" se cobroí su primera vííctima:
la regioí n de Renania fue ocupada sorpresivamente por fuerzas militares alemanas. Luego,
le tocoí el turno a
Austria, a la que Alemania ya habíía intentado incorporar en 1934, sin eí xito. El 13 marzo de
1938, Hitler invadioí el territorio austrííaco proclamando el Anchluss (o unioí n políítica de
Austria y Alemania).
En los Sudetes, Alemania animoí al lííder de la minoríía germana a provocar un
levantamiento popular para reclamar la autonomíía. Mientras tanto, eí l exigíía su anexioí n al
Reich. Ante esto, Francia y Gran Bretanñ a convocaron a una conferencia de la Sociedad de
las Naciones que se realizoí el 29 de septiembre de 1938.
La políítica del apaciguamiento volvioí a privilegiarse: Francia y Gran Bretanñ a acordaron
ceder los Sudetes a Alemania.
Las anexiones logradas, sin embargo, no calmaron al Führer. El 15 de marzo de 1939, las
tropas alemanas ocuparon Checoslovaquia, donde establecieron el Protectorado de
Bohemia y Moravia, con influencia alemana.
Actividades:
Definíí los siguientes teí rminos o expresiones:
a) Políítica de apaciguamiento.
b) Pacto Antikomintern.
c) Eje Roma-Berlíín.
¿Diríías que tuvo eí xito la políítica de apaciguamiento que llevaron adelante Francia y
Gran Bretanñ a?
Actividad:
a) ¿Queí se acordoí en el pacto Molotov-Von Ribbentropp?
b) ¿Por queí te parece que dos enemigos como la Alemania nazi y la URSS hicieron un pacto
de estas caracteríísticas?
ACTIVIDADES
¿A queí se llamoí la "Francia de Vichy"? ¿Cuaí les eran sus caracteríísticas?
¿A queí se refiere el texto cuando menciona las frustraciones del pueblo alemaí n que
fueron utilizadas por Hitler para convencer a la sociedad de la necesidad de apoyar
su políítica?
El ingreso de Italia
Hasta junio de 1940, Mussolini se mantuvo expectante ante la guerra. Sin embargo, al
observar el avance de Hitler, que parecíía imparable, el 10 de junio de ese anñ o decidioí
declararle la guerra a Francia y a Gran Bretanñ a. Con el ingreso de los italianos, el conflicto
beí lico se extendioí al Mediterraí neo oriental, al AÁ frica colonial y a los Balcanes.
Las primeras acciones beí licas del Duce se desarrollaron en el norte africano, pero solo
pudo asegurar su control de la zona con la ayuda de las tropas alemanas: el Afrika Korps,
como se llamoí al cuerpo alemaí n que combatíía en territorio africano. Menos exitosa fue su
incursioí n en el Mediterraí neo, donde los griegos ofrecieron una fuerte resistencia. Al
observar las dificultades del ejeí rcito italiano, y por temor a que fueran incapaces de
controlar los Balcanes, Hitler envioí tropas a la zona. En su campanñ a hacia la conquista de
Grecia, Alemania incorporoí al Eje a Hungríía, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia. Finalmente,
el 22 de abril de 1941, Grecia cayoí en manos de los nazis.
El cambio de rumbo de la guerra
En 1941, dos hechos marcaron un cambio en el rumbo del conflicto beí lico. El primero fue
el ataque alemán a la URSS, y el segundo, el ingreso de los Estados Unidos.
En la primavera de aquel anñ o, el Führer habíía llegado a una conclusioí n: debíía jugarse a
"todo o nada" en una confrontacioí n con la URSS, uno de sus mayores enemigos ideoloí gicos.
Alentado por la prontitud con la que su ejeí rcito habíía conquistado Francia, decidioí invadir
la URSS, rompiendo el tratado de no agresioí n firmado en 1939. Hitler creíía que esta nacioí n
caeríía raí pidamente y asíí lo hizo saber a sus generales.
Entonces, el 22 de junio de 1941 se lanzoí la Operación Barbarroja, nombre secreto que
los nazis le dieron a su proyecto de invasioí n del territorio sovieí tico.
El plan consistíía en intentar conquistar la URSS antes de la llegada del invierno, pues
sabíían que la dureza del fríío en ese territorio les dificultaríía las cosas.
La fuerza invasora fue una de las maí s grandes que se conocioí en la Historia: tres millones
de soldados dispuestos en la frontera esperaban la orden de comenzar el ataque.
Organizados en tres lííneas de ataque, los alemanes lograron avanzar con eí xito hasta las
puertas de Moscuí , Leningrado (San Petersburgo) y Stalingrado (hoy Volgogrado).
A su paso, millones de sovieí ticos, fueron asesinados sin contemplaciones. Ya en octubre, la
victoria militar parecíía estar cerca. Sin embargo, el invierno llegaba y los sovieí ticos
seguíían resistiendo. En diciembre, Leningrado y Sebastopol, no habíían caíído, en tanto que
el ataque a Moscuí estaba en un punto muerto. En Stalingrado, ansiada por
Hitler por ser la puerta de ingreso a las reservas petroleras, civiles y soldados del Ejeí rcito
Rojo combatíían contra los nazis en cada rincoí n de la ciudad en ruinas. A fines de enero de
1942, las esperanzas de Hitler de conquistar la URSS se habíían esfumado: sus tropas,
asediadas por el hambre, el fríío y las enfermedades, ya no podíían avanzar.
Pearl Harbour
Mientras rusos y alemanes se encontraban enfrascados en la lucha, Japoí n decidioí atacar
una flota norteamericana para asegurarse una posible expansioí n por el Pacíífico. El 7 de
diciembre de 1941, bombarderos japoneses arremetieron contra la base estadounidense
de Pearl Harbour, en Hawai. Si bien los servicios de inteligencia norteamericana sabíían
que se estaba preparando este ataque, para quienes estaban en la base de Pearl Harbour
resultoí sorpresivo. Se calcula que los Estados Unidos sufrieron, aproximadamente, 3.000
bajas en esa jornada, ademaí s de la peí rdida de buques y armamentos.
Pero esta no fue la uí nica consecuencia del ataque: el bombardeo a la base hawaiana
convencioí a la poblacioí n norteamericana -que hasta ese momento manteníía una postura
aislacionista- de la necesidad de entrar en la guerra. Al díía siguiente, el gobierno
estadounidense le declaroí la guerra a Japoí n. Italia y Alemania, que debíían cumplir los
acuerdos previos, hicieron lo propio contra los Estados Unidos.
7) El fin de la guerra
En mayo de 1945, Alemania se rindioí incondicionalmente a las fuerzas aliadas. En agosto,
lo hizo Japoí n.
Concluíía asíí el conflicto que seis anñ os antes se habíía iniciado con el ataque del Tercer Reich
a Polonia. La Segunda Guerra Mundial, que involucroí , directa o indirectamente a todos los
continentes, causoí mayores danñ os que los provocados por la Primera Guerra. Millones de
personas, tanto militares como civiles, perdieron la vida. La destruccioí n material tambieí n
fue de una enorme magnitud. Ciudades enteras se convirtieron en escombros: sus casas se
desmoronaron, y sus edificios, oficinas puí blicas, plazas y museos resultaron arrasados por
los bombardeos de los aviones del Eje y de los Aliados.
Las economíías, subordinadas al esfuerzo beí lico, quedaron en ruinas. Asíí, para las miles de
personas que se habíían salvado del fuego de los tanques, las ametralladoras
y los bombardeos, conseguir alimentos, ropa o un techo donde guarecerse se volvioí una
verdadera odisea.
Pero, ademaí s, la Segunda Guerra Mundial abrioí la etapa de las denominadas "guerras
imposibles", porque, con el estallido de las bombas atoí micas, lo que se puso en juego fue la
continuidad de la vida en la Tierra.
La amenaza de la destruccioí n total de la humanidad tuvo un impacto decisivo en las
relaciones internacionales una vez terminada la guerra, entre las dos grandes potencias
del bando vencedor: los Estados Unidos y la URSS. Poco a poco, la alianza que entre ellos se
habíía forjado para combatir y derrotar al Eje fue dando lugar a una rivalidad creciente
expresada en la competencia entre dos grandes bloques: el bloque capitalista, integrado
por los paííses occidentales, y liderado por los norteamericanos, y el bloque comunista,
integrado por los paííses orientales y liderado por los sovieí ticos.
La derrota de los fascismos
Seríía faí cil pensar que una vez que Hitler se suicidoí o que Mussolini fue fusilado, los
regíímenes fascistas caeríían estrepitosamente, y el orden y la paz volveríían a instalarse en
Europa. Lo cierto es que alcanzar la paz, reconstruir todo lo que la guerra habíía destruido
y establecer las reglas que le permitieran a cada nacioí n gobernarse, fue una tarea ardua
que implicoí largas negociaciones, acuerdos y tambieí n nuevas disputas.
Europa, o gran parte de ella, habíía quedado destruida y asíí lo evidenciaban sus ciudades,
sus economíías y los millones de seres humanos muertos o heridos. Justamente por esto, el
derrumbe de los fascismos implicoí complejas operaciones de reconstruccioí n. Pero en un
mundo que, terminada la guerra, comenzaba a ser dominado por dos grandes
superpotencias -las verdaderas vencedoras de la contienda beí lica, la URSS y los Estados
Unidos-, esa reconstruccioí n formoí parte de acuerdos internacionales, pactos y nuevas
tensiones.
No obstante, para las personas que habíían sobrevivido a la Segunda Guerra, para aquellos
que habíían atravesado la experiencia de los campos de concentracioí n o para los tantos
otros que habíían decidido enrolarse en los movimientos de la resistencia, la derrota de los
fascismos implicoí otras cosas. Se trataba de recuperar sus viviendas, sus familias, sus
trabajos. Pero, tambieí n, obtener el control sobre la vida políítica de sus naciones, de poder
decidir cuaí les seríían las mejores opciones para su reconstruccioí n y su organizacioí n.
Asíí, quienes participaron en los movimientos de resistencia contra los fascismos buscaron
incidir en el destino de la reconstruccioí n de sus paííses. Los miles de combatientes que
integraron las formaciones de partisanos en Italia, maquis en Francia, o del EAM-ELAS en
Grecia, una parte de ellos influidos por la ideologíía socialista y comunista, pensaban que
una vez derrotados los fascismos podríían llevar a cabo una profunda transformacioí n de
sus sociedades. Deseaban no solo acabar con el autoritarismo sino tambieí n con los
grandes monopolios econoí micos y fundar una sociedad maí s igualitaria.
Sin embargo, estos proyectos pronto encontraron su líímite, pues distaban mucho de lo que
las dirigencias de las grandes potencias vencedoras estaban dispuestas a aceptar.
En efecto, en un continente arrasado, donde todo faltaba y en el cual las fuerzas de
ocupacioí n auí n estaban en el lugar, los europeos descubrieron prontamente que sus vidas y
las de sus naciones dependíían, en gran medida, de lo que otros decidieran en la gran mesa
de negociaciones.
El destino de Europa se jugoí , entonces, en distintas conferencias que reunieron a los
principales representantes de las fuerzas aliadas. Como veremos, las Conferencias de Yalta
y Potsdam fueron dos de las maí s decisivas.
De la Conferencia de Yalta a la Conferencia de Potsdam
En febrero de 1945, los tres representantes de las potencias aliadas maí s poderosas,
Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt y Josef Stalin, se reunieron en Yalta, una
ciudad de la URSS.
Durante 7 díías, entre el 4 y el 11, los "Tres Grandes" debatieron de queí manera llevaríían a
cabo las operaciones militares finales contra los paííses del Eje y cuaí les seríían los puntos
fundamentales sobre los que se trazaríía la paz. Los acuerdos a los que llegaron Gran
Bretanñ a, los Estados Unidos y la URSS en la Conferencia de
Yalta, giraron en torno de los siguientes puntos:
• Se impondríía la desmilitarizacioí n de Alemania y la divisioí n de su territorio en cuatro
zonas de ocupacioí n que corresponderíían a la URSS, los Estados
Unidos, Gran Bretanñ a y Francia (paíís que no participoí de la Conferencia por oposicioí n de
Roosevelt, pero que fue incluido en el reparto a pedido de Churchill). Asimismo, Alemania
deberíía pagar fuertes reparaciones financieras y perderíía Prusia oriental y parte de
Pomerania, de modo que su frontera quedaba fijada en la líínea marcada por los rííos
Oder y Neisse.
• Se estableceríía un tribunal internacional que juzgaríía a los principales criminales de
guerra nazis.
• Polonia seríía "desplazada" hacia el oeste, se anexionaríía los territorios que Alemania
perdíía en el oriente y cederíía, a su vez, parte de sus territorios a la Unioí n Sovieí tica, tal
como lo establecíía el pacto de no agresioí n germano-sovieí tico de 1939.
• Se crearíía la Organizacioí n de las Naciones Unidas (ONU), un organismo supranacional
que reemplazaríía a la Sociedad de las Naciones, en el que tendríían un papel clave las
grandes potencias vencedoras.
• Se aproboí la denominada "Declaracioí n sobre la Europa liberada" con el compromiso de
los "Tres Grandes" a colaborar en la reconstruccioí n de Europa.
Por uí ltimo, Roosevelt y Churchill aceptaron reconocer el dominio de la URSS sobre Estonia,
Letonia, Lituania, Ucrania, Bielorrusia y los territorios que habíía perdido en la guerra ruso-
japonesa de 1905. Tanto el Presidente norteamericano como el Primer Ministro britaí nico
creíían que de esa manera lograríían que Stalin colaboraríía con la derrota de Japoí n.