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La barraca del tío Barret que en realidad nunca fue del tío Barret
Contexto
La barraca es una novela de drama rural del movimiento del naturalismo; este
movimiento artístico consiste en representar fielmente a la realidad en su forma más objetiva
y sin intentar omitir ni modificar los aspectos más vulgares o hasta repugnantes que esta
realidad puede tener.
La voz narrativa está en tercera persona y es omniciente, focalizándo en cada capítulo
un personaje diferente (que en algunos capítulos es más notable, como en el primero, y en
otros más sutíl, como en el octavo).
La obra fue escrita por primera vez durante la estadía forzada de Blasco Ibáñez en
una taberna a las afueras de Valencia donde debía refugiarse y para matar tiempo escribió su
novelita titulada Venganza moruna. Tiempo después, al volver a esa taberna ya en libertad, el
tabernero dio a Blasco Ibáñez su libro nuevamente, y Blasco decidió ensancharlo
considerablemente antes de llamarlo La barraca y finalmente publicarlo en 1898.
Recursos frecuentes
Uno de los recursos más frecuentes en La barraca es el uso del diálogo en el estilo
indirecto libre. Dado que la obra realista se sitúa en Valencia, todos los diálogos directos
deben estar en valenciano (con pequeñas excepciones) y solamente pueden no estarlo si se
encuentran en este formato.
Además, la novela consta de varios usos de paralelismos (entiéndase por ejemplo las
historias de tragedias familiares que se ven en las historias de Barret y de Batiste),
descripciones naturalistas (entiéndase por ejemplo las descripciones del albaet), elementos
oníricos (entiéndase el sueño de Roseta viendo a un perro con cara de Tonet), elementos
siniestros, comicidad y presagios (entiéndase creu-me fill meu, te portaran desgràcia).
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● Pepeta: La hembra más trabajadora de la huerta. Es la esposa de Pimentó, y una
bestia del trabajo. Tiene piel pálida, blancuzca y flácida; producto de la anemia por la
cual es minada esta pobre labradora. Su condición anémica hace más trágica su
situación de trabajadora, y su imposibilidad de ser madre más real su pena en el
capítulo VIII. Ella está decididamente del lado de la huerta, como se demuestra en el
primer capítulo, pero aún así es la mayor aliada a la familia durante la tregua tácita,
demostrando también que es capaz de ambas cosas.
● Toni “Pimentó”: El apuesto valentón que tan caro le costaba mantener. Este es un
holgazán y enemigo del trabajo que es conocido en todo el contorno por ser el guapo
de la vega. Hace diez años contuvo a Barret y robó su escopeta, ganando el
resentimieno de este quien lo llama un Lladre y más tarde se convierte en el principal
enemigo y rival de Batiste.
● Rosario “Elisa”: Rosario es una de las hijas de Barret que, tras la tragedia familiar,
debió encontrar trabajo como pudo. Al principio trabajó en la fábrica, pero jamás
conseguía suficiente allí, así que finalmente optó por la prostitución en el barrio de
Pescadores de Valencia.
● Don Salvador: El amo de las tierras que trabaja Barret. Es un vejete avaro, cruel y
judío1. Es una personificación de la codicia y la crueldad, y representa a la oligarquía
opresora de la época.
● Tío Barret: Barret era un muy buen labrador; sobrio, responsable, cumplidor y manso
además. Su debilidad estaba, sin embargo, en que le agarraban brotes momentáneos
de deseos revolucionarios, cuando se preguntaba ¿por qué, si su familia había labrado
esas tierras por mas de cien años, no les pertenecían?
● Tío Tomba: El viejo, loco y ciego pastor que había sido hace mucho tiempo un
soldado en una guerra contra Francia y que desde entonces pasa sus días contando
sus historias de proeza a quien se disponga a oír. Es uno de los personajes neutrales
e indiferentes al conflicto de los Borrull contra la huerta. Paralelismos con Tiresias.
● Batiste Borrull: El jefe de familia de los Borrull y enemigo popular de los huertanos.
Su presencia representa un enorme insulto hacia el recuerdo de Barret. Por años
antes de venir a la huerta, escapó a duras penas y con mucho esfuerzo el hambre y la
desgracia, como la que le portaran. Paralelismos con Barret.
● Roseta “Pastora” Borrull: La mayor de las hijas de Batiste, que trabaja en la fábrica y
es hostigada por las otras mujeres. Pasa sus días pensando en su amado Tonet.
● Tonet: Tonet es el nieto del tío Tomba, quien es ayudante de un carnicero local. Es
muy tímido e introvertido, pero sobrio y responsable. Él también está perdidamente
enamorado de Roseta.
● Don Joaquín: Don Joaquín es un forastero a la huerta venido de la churrería (como
todos los inmigrantes) y quizás por eso representa al segundo personaje
verdaderamente neutral.
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Entiéndase que el antisemitismo en España durante esta época y especialmente entre las clases bajas hacía que se
vieran a los judíos como figuras despreciables capaces de cometer crímenes inconcebibles para un cristiano.
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Trama
Por capítulos:
I, Pepeta
Pepeta estaba haciendo su rutinario camino por Valencia vendiendo ‘la lleeeet’ cuando
en unos de esos barrios pobres donde es mejor no ir la llama una prostituta queriendo
comprarle un poco de leche. Pepeta intenta no dirigirse directamente a esta mujerzuela, pero
pronto descubre que no es en realidad mala; resulta que esta prostituta, que usa el alias Elisa
para no deshonrar su propio nombre, es Rosario, una de las hijas del pobre tío Barret.
Claramente no es que ella es mala, simplemente le pasaron cosas malas: ¿quién no se
acuerda lo que le pasó al pobre tío Barret hace tantos años ya? Todo culpa de ese vejete
avaro y judío de don Salvador.
En su camino de regreso a su barraca, decide pasar a ver lo que fueron alguna vez las
tierras y la barraca de Barret, inspirada por su encuentro con Rosario. Entre eso, nota a una
familia pobre y con aspecto desgraciado acercándose a esas tierras. Su curiosidad la hace
fijarse en esa escena hasta que descubre finalmente que esos desubicados están asentandose
allí ¡como si la tierra les perteneciera! Corre a su barraca desesperada para contarle a su
esposo, Pimentó, quien está tan furioso como ella.
El triste desenlace a la historia del tío Barret ocurrió diez años antes a todo esto, y
comenzó muchísimo antes incluso que eso. Hacía ya más de cien años que los ascendientes
de Barret habían labrado una misma tierra con todos sus esfuerzos. Siempre los patriarcas y
jefes de familia labraban cada día con ayuda, claro, de sus hijos varones y pagaban el
arrendamiento de la tierra a su amo. Habían habido amos tranquilos y amos tacaños, pero
ninguno tan cruel como lo fue don Salvador, el amo de la tierra durante la época de labranza
de Barret. Barret siempre cumplía con todos los pagos en tiempo y forma, y era un modelo a
seguir según su amo, quien veía en él la oportunidad de aplicar toda su crueldad y exigir
pagos cada vez más inalcanzables. Para colmo, Barret amaba mucho a su mujer y siempre le
perdonó esa tontería de seguir dándole hijas mujeres y ningún hijo varón para ayudarlo, pero
con el tiempo y la edad, Barret empezó a necesitar con más urgencia un ayudante,
especialmente dado que sus hijas querían vivir una vida lujosa y no veían el inmenso trabajo
que hacía su padre para lograrlo (y él nunca quiso mostrárles; no vaya a ser cosa de que se
preocuparan por algo).
Barret intentó contratar ayudantes, pero eso nunca resultó. Algunos vagaban por sus
campos y se dormían sin ayudar y a otros los encontró robándole el cultivo. Peor aún cuando
el viejo y confiable rocín de Barret murió después de una vida de servidumbre y Barret tuvo
que ir hasta Valencia a explicarle a su amo que no llegaba a pagarle ahora y que sin ese rocín
no iba a poder trabajar como antes. Por suerte, el generosísimo don Salvador, de quien solo
algunos mentirosos dirán lo peor, estaba dispuesto a tramitarle un pequeño préstamo a su
arrendatario modelo para que se compre un reemplazo. Todo lo que debía hacer era firmar
aquí y allá y después de un tiempo y con unos pequeños intereses de los cuales mejor ni
preocuparse la deuda estará pagada. ¡Y pensar que aún hay quienes lo llaman un avaro!
Con el tiempo, Barret se vio más y más incapacitado de pagarle a don Salvador, quien
exigía cada vez con más calentura que le pagara el monto. En Navidad, solo pagó una
partecita, y en San Juan ni siquiera eso. Barret intentó explicar que su mujer estaba muy
enferma y necesitaba plata para la medicina, pero don Salvador ni se inmutó. Pero como es
tan bueno este señor y se preocupa de verdad por el pobre labrador, ya le cuenta que no
puede seguir trabajando así día y noche sin descanso y sin ayuda. Por eso, la solución es
simple; Barret simplemente será desalojado, para que encuentre una mejor vida en algún otro
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lugar, y mientras tanto que no se preocupe por sus tierras que quedarán en las buenas
manos de otro arrendatario que encontró don Salvador. Lo único que debe hacer por ahora
es pagar su deuda (que ya cuenta con miles de reales) y preparar sus cosas para irse. Barret
rogó en numerosas ocaciones, yendo hasta la casa del judío tantas veces que al final este
último optó por ni siquiera abrirle la puerta.
Hasta allí llegó Barret. Si el vejete avaro ese iba a ignorarlo, él le devolvería el favor.
Barret continuó trabajando su tierra sin pagar a nadie y sin salir de allí. Fue convocado por el
Juzgado, pero incluso así decidió no presentarse, hasta que al fin le llegó un mensaje
diciendo que vendría la Guardia Civil a allanar su barraca si no se iba. El envalentonado
labrador permaneció allí, y cuando llegaron los de la Guardia, él salió con su escopeta a
buscarlos. Afortunadamente, Pimentó se econtraba allí y logró contener al labrador y hasta
quitarle la escopeta mientras los guardias esos saqueaban su barraca. Cuando se fueron
finalmente, Barret sufrió un ataque de furia; ¡si ellos querían llevarle todo, él no les permitiría!
Quemó la techumbre de su barraca y con la hoz que le dejaron atacó a las tierras que fueron
su herencia y su condena. Por seis meses, durmió donde pudiera; en los caminos o en las
barracas cercanas, hasta que un día, devastado, entró a la taberna de Copa. El labrador,
siempre sobrio y responsable, aceptó como no siempre hacía un vaso de aguardiente que se
le fue ofrecido, y todos los pensamientos revolucionaros que alguna vez tuvo explotaron a la
vez. Marchó hasta las afueras de Valencia, donde estaban los preciados naranjos de don
Salvador que él tanto amaba y visitaba siempre. Allí lo econtró, y en su furia y su borrachera,
asesinó al vejete con la hoz que la Guardia no se había llevado.
Todos los huertanos se pusieron de su lado. Por seis meses, el estadía de Barret en la
cárcel de Valencia donde aguardaba hasta su juicio, sus vecinos lo visitaban y le
demostraban apoyo. El Juzgado lo decretó culpable y con pena de muerte, pero todos los
vecinos de la huerta se presentaron a declarar a favor de Barret en protesta a la condena, y
finalmente llegó un indulto desde la capital. Así, a Barret se le perdonó la vida, pero lo
enviaron a pudrirse en Ceuta, donde murió solo unos años después. Su mujer murió en el
hospital de esa ínfame enfermedad que tenía y sus cuatro hijas debieron hacerse la suya
desde entonces. Pero los huertanos nunca olvidaron a Barret ni a las injusticias que sufrió
gracias a ese avaro amo de tierra, y en retaliación siempre procuraron preservar incultas y
destruidas las tierras de Barret, para que sus hijos jamás obtengan ningún ingreso ni
beneficio de allí; con cada persona quien intentó asentarse allí, toda la vega se les puso en
contra y hasta se los amenazó con la escopeta de Barret (ahora en manos de Pimentó) hasta
que se fueron. Esas tierras permanecieron como un talismán de la victoria de los pobres
contra los oligarcas opresores que eran los amos de la tierra. De ahí le indignación de Pepeta
cuando vio a esos desubicados queriendo entrar en las tierras de Barret.
III, Batiste
Durante años, los Borrull han escapado a duras penas de la miseria y la hambruna.
Batiste, el jefe de familia, había sido el mozo de un molino cuando se casó con Teresa y fue
tan laborioso que la vida le brindó como recompensa un hijo nuevo cada año para cuidar y
alimentar. Así, tuvo que abandonar el molino y conseguir cuanto trabajo pudo para mantener
nutrida a su familia. Trabajó de carretero, y su mala suerte hacía que se le enfermen los
caballos y se le voltéen los carros siempre a él y a nadie más, y finalmente se vio obligado a
intentar otra cosa. Consiguió tierras en Sagunto; tierras rojizas y sedientas donde peleó
constantemente contra la sequía. Por cuatro años consecutivos las cosechas fueron malas e
incapaces de cumplir con el propósito de mantener a la familia alimentada. Batiste ya no
sabía qué hacer cuando encontró a los amabilísimos hijos de don Salvador que muy
caritativamente le ofrecieron trabajar unas tierras que poseían desde hacía mucho y que ya
no producían como antes, y que desde hacía dos años que no tenían porque no les
encontraban ningún arrendatario.
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Pese a que ahora todos sus vecinos lo odian por las razones ya nombradas, Batiste
decide quedarse en las tierras estas que eran de Barret, y si a los demás no les gusta, que se
jodan. Tiene dos encuentros importantes: uno con el tío Tomba, quién le dice que “fill meu, te
portaran desgràcia” y otro con Pimentó, quien amablemente le sugiere que se raje. Aún así,
Batiste se queda.
IV, Batiste
Ya ha pasado un tiempito desde que los Borrull se han asentado en la barraca y han
comenzado el laborioso proceso de reconstrucción y recuperación, pero ahora Batiste debe
presentarse en el Tribunal de Aguas por una denuncia que le presentó Pimentó. Se cuenta
una historia de Batiste donde comete tres crímes: Pimentó claramente le dice a Batiste que
podía usar el riego (dado que el agua en Valencia es un recurso limitado) a las dos de la
mañana, pero el vago dormilón de Batiste osó usarlo a las cinco para no madrugar. Allí, abrió
la compuerta del riego sin autorización (primer delito), robándole agua así a quienes les
correspondía en ese horario (segundo delito) y desobedeciendo una orden del atandador
(tercer delito).
El triple delincuente se vuelve rojo de la furia e intenta explicar que la rata sucia de
Pimentó está mintiendo y que le había dicho claramente que su horario de riego era a las
cinco. A falta de testigos, los siete jueces del Tribunal favorecen a Pimentó y penaliza a
Batiste con una multa de cuatro sous, una pena de dos lliures (un montón de plata) y una
prohibición de usar el riego por quince días. Esa noche Batiste no pudo dormir tranquilo; no
solo no tenía esa plata sino que sabía que quince días sin tomar agua iba a matar a su trigo,
no podría alimentar a su familia y tendría que mudarse. Por eso, con la escopeta en mano,
caminó solo esa noche hasta la compuerta del riego y vigilando que no hubiera nadie, regó
su trigo.
V, Roseta
Roseta, la hija mayor de Batiste, aporta un pequeño ingreso trabajando en una fábrica
de Valencia, como muchas de las otras hijas y esposas de los huertanos. Su problema es que
como su familia es tan odiada por los huertanos y los amigos y conocidos de los huertanos
(básicamente por toda la clase baja de la ciudad y sus alrededores), ella sufre maltratos,
expulsión social y represión feróz. Trabaja todo el día y hasta el atardecer, cuando debe
volver sola hasta su barraca. El problema es que en el camino está la taberna de Copa, y el
atardecer es un horario muy común para los parroquianos de Copa, quienes no solo la odian
sino que la odian estando ebrios. Por eso, ella siempre debe esperar largo rato escondida
frente a la taberna hasta que esté suficientemente libre como para seguir su camino tranquila
sin miedo a que la secuestren o la violen o lo que sea. Forma parte de su rutina, y esto hace
que muchas veces llegue muy tarde a su barraca.
Por suerte para Roseta, una de esas veces encontró a Tonet, un nieto del tío Tomba,
mirándola por el camino, y ella le pidió si podía ayudarla en su camino. Así comenzó una
nueva rutina para Roseta, quien no podía ni día ni noche dejar de pensar en su caritativo
ayudante Tonet y de a poco se enamora de él. Por desgracia para ella, en una de sus vueltas
Batiste la encuentra de la mano con Tonet y le prohíbe terminantemente esa relación. Roseta
se pasa esta orden por el culo. En un viaje a la fuente de la Reina, se encuentra reunidas a
muchas mujeres de la huerta quienes empiezan a llamarle ‘Pastora’ y a joderla. Al principio
Roseta las ignora, hasta que ellas empiezan a decir de Batiste que era un ladrón y que todo el
mundo sabía que se habían escapado de su pueblo cuando la gente se enteró. Esto enfurece
a Roseta quien se mete en una pelea contra todas estas mujeres y como resultado termina
gravemente herida. Cuando vuelve a su barraca, ensangrentada, y es vista por su padre, este
les prohíbe a sus hijos y su mujer salir de la barraca.
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enemigo era su marido, Pimentó, ella sí era una buena mujer. Y la buena mujer lloró lado a
lado con Teresa y con Roseta, abrazándolas de forma pura y sincera por un largo rato.
La muchedumbre seguía creciendo; hasta don Joaquín salió de su barraca. Y así, con
toda esa gente, Pepeta tomó la iniciativa de liderar las preparaciones que necesitaba el albaet
para ser enterrado. Dió ordenes a todos los presentes y bajo su instrucción, los preparativos
se llevaron a cabo con éxito, y todos juntos marcharon a despedir al jovencito en su último
lugar de descanso.
IX, Batiste
La conmoción popular que causó la muerte del hijo de Batiste creó una tregua tácita
entre los Borrull y los huertanos. Llegó San Juan y los cultivos de trigo trajeron suficiente
riqueza como para comprar nuevos muebles y ropas para toda la familia. Con el pasar del
tiempo, había muchos que se olvidaban del albaet y volvían a recordar la desubicadez de los
Borrull asentándose en la tierra de Barret, pero ya nadie los jodía como antes. Batiste incluso
escuchó sobre una apuesta entre Pimentó y los hermanos Terrerola que se llevaba a cabo
todos los años por San Juan en la taberna de Copa; los tres bebían aguardiente y jugaban a
las cartas, y perdía quien no pudiese toler más bebida. El segundo día de corrido de esta
apuesta, Batiste decidió ir a fijarse en la taberna a ver cómo iba.
Muchos lo miraron mal al entrar, pero Batiste los ignoró. Él solo venía a ver la apuesta.
Pimentó incluso lo saludó al entrar, pero nada más. Uno de los Terrerola estaba claramente
perdiendo, pero los otros dos valentones continuaban. Así hacían hasta que un amigo de
Pimentó le aconsejó que fuera más lento, que este año no tenía tanta plata como años
anteriores. Era cierto, y Pimentó contó la historia: todos los años en Navidad y en San Juan,
iba a visitar a su ama de tierra, doña Manuela de Pajares, y cada vez se rehusaba a pagarle y
le mostraba una navaja amenazadoramente. Este año, sin embargo, inspirada (según
Pimentó) por los hijos de don Salvador finalmente recuperando su ingreso, doña Manuela no
aceptó excusas ni amenazas y exigió que se le pagara. Pimentó se enfureció nuevamente
contando la historia, y amenazó a Batiste si no se iba. Este último le arrojó una banqueta en la
cara al otro, y salió devuelta a su barraca. Toda esperanza de poder vivir tranquilo allí se
fueron.
X, Batiste
Nuevamente Batiste debe aplicar severas medidas de seguridad; nadie volvería a salir
de la barraca, ni siquiera para ir a la escuela o a la fábrica, excepto él si tenía que ir a
Valencia, y siempre con la escopeta en mano, claro. Él único con quien hablaba ahora era el
tío Tomba, quien siempre le decía que ‘fas mal, fill meu; te portaran desgràcia’. Así vivieron los
Borrull por un tiempo, hasta que en una vuelta de Valencia, Batiste, intentando calmarse a sí
mismo para no sentir el miedo que trae la inseguridad, piensa en que buena oportunidad
sería esa para matar a Pimentó si tan solo estubiera allí. Y eso estaba pensando cuando sintió
dos balazos desgarradores en el hombro. Se dio vuelta y él también disparó. No lo vio, pero
lo supo; era Pimentó, y ahora él lo había matado.
Cuando volvió a su barraca, su familia desesperada salió a recibirlo (escucharon los
balazos) y a ayudarlo con la herida. Veían por los caminos cercanos como los huertanos se
amontonaban en la barraca de Pimentó, pero nadie decía nada, solo miraban con odio hacia
la barraca que para ellos todavía era de Barret. Esa noche, el fantasma cálido de Pimentó
atormentó a Batiste, quien despertó con calor… ¡su barraca se estaba incendiando! Salieron
todos, y Batistet desesperado llamó a gritos a los vecinos, pero todos le clavaron. La huerta
era sorda para ellos. Todo el esfuerzo puesto en reconstruir esa barraca y llenarla de las
riquezas que les trajo el trigo - esas riquezas que eran un insulto para los vecinos y que ahora
ardían - en vano. Nuevamente y como ya estaban acostumbrados por su vida pasada, los
Borrull debieron montar camino, con el hambre a los talones esa misma mañana.
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Temas
● Lucha de clases
El tema principal por el que se desatan todos los demás conflictos de la novela es la
lucha de clases, representada mayormente en los dos primeros capítulos por el tío Barret y
don Salvador, en donde se ve muy claramente que en esta luche “con gente así siempre
pierde el pobre”. Tras el asesinato de don Salvador, el Juzgado favorece inicialmente a don
Salvador, y solo acepta el indulto para preservar “el buen nombre del distrito” y no por un
espíritu humanitario. Eventualmente, las tierras que por tanto tiempo fueron la condena de
Barret se convierten en ese talismán de los pobres, haciendo irónico el hecho de que los más
perjudicados por ese talismán sean una familia tan pobre como las demás.
● La propiedad de la tierra
También basado en este tema de la luche de clases, se presenta un nuevo conflicto;
el de la propiedad de la tierra. Los Barret por más de cien años labraron de forma exhaustiva
las tierras se preguntan: ¿no deberían ser de ellos ya? Se contrasta el estilo de vida de los
arrendadores y los arrendatarios, claramente demostrando superioridad de vida para los
amos de tierra y así sugiriendo que para vivir mejor, se debe dar la propiedad de esas tierras
a sus labradores.
● La barbarie
En esta novela se manifiesta la barbarie en tres formas principales: el primitivismo, la
violencia y la ignorancia e incultura. El primitivismo se muestra principalmente por el sistema
de justicia social sobre justicia legal y por algunas costumbres (entiéndase: la apuesta de
Pimentó y los Terrerola) de los huertanos. La violencia está presenta durante toda la novela
como algo constante (ej: las amenazas a los nuevos arrendatarios, el duelo armado de Batiste
y Pimentó). La ignorancia e incultura también es constante y se ve principalmente en los
prejuicios de los huertanos (los de Pepeta con Rosario, la huerta con los Borrull) y es además
referenciada en múltiples ocaciones por don Joaquín.
● Justicia legal versus justicia social
Los huertanos ven con desconfianza y escepticismo a la justicia legal, representada
por el Juzgado y la Guardia Civil. Se establece desde el principio que esta justicia es corrupta
e hipócrita; siempre favorecen a los arrendadores y no a los arrendatarios y si indultaron a
Barret fue solo para conservar “el buen nombre del distrito”. El Tribunal de Aguas es
manipulado por la huerta para ir en contra de los Borrull, y la Guardia Civil engañada para
endeudar a Batiste. Esta huerta solo conoce la justicia social y popular que ellos mismos
impulsan al decretar que las tierras de Barret permanecerán incultas y que por ende los
Borrull deben marcharse.
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