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LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y LA PARTICIPACIÓN

CIUDADANA

Prácticas innovadoras en participación política y ciudadana∗

Ponencia Congreso ACCPOL


Línea 1 Mesa 9
Autores (Juan Cristóbal Restrepo, Alejandra Monteoliva, Patricia Muñoz)
Bogotá, septiembre 2008

Con el propósito de profundizar en la investigación en relación con la participación


política el Instituto Republicano Internacional (IRI) y la Pontificia Universidad
Javeriana (PUJ) se propusieron indagar sobre prácticas innovadoras en participación
política a través de una convocatoria que buscaba el reconocimiento de 25 prácticas
innovadoras en el campo de la participación política y ciudadana. Esto para ahondar en
un campo en el cual se vienen haciendo esfuerzos por generar procesos locales de
participación que incidan en las decisiones del sistema político en sus diferentes niveles
y que fortalezcan la democracia participativa. Ha sido este un esfuerzo por confrontar
los discursos institucionales, la normatividad existente y las prácticas calificadas como
democráticas que producen desarrollo local, gobernabilidad y que permiten
aproximarnos a la cultura política que se ha consolidado desde 1991 al vincular en la
Constitución Política la participación (política, ciudadana, social y comunitaria) y la
democracia (participativa) con el desarrollo y con la paz1.

El presente texto se dividirá en tres partes. En la primera, se realizará una aproximación


conceptual a la temática de la participación política y de la participación ciudadana y
sus vínculos con la democracia, el desarrollo y la paz. En la segunda, se presentará el
Proyecto Construyendo Democracia; y, la tercera, en la cual se enunciarán las


  Patricia  Muñoz  Yi,  Alejandra  Monteoliva,  Juan  Cristóbal  de  J.  Restrepo,  docentes 
Pontificia  Universidad  Javeriana,  miembros  del  Grupo  de  Investigación  en  Participación 
Política y ciudadana.  
1 El 4 de julio de 1991 se promulgó, como producto del trabajo de la Asamblea Nacional 

Constituyente,  una  nueva  Constitución  Política  para  Colombia.  Fue  la  respuesta  que  se 
gestó  para  buscar  salidas  institucionales  a  la  crisis  política  –legitimidad  institucional  y 
descomposición  social‐  vivida  en  el  país  durante  las  últimas  décadas  del  siglo  pasado. 
Como  lo  sostiene  John  Dugas  en  su  texto  “La  Constitución  Política  de  1991:  ¿un  pacto 
político  viable?”,  fueron  cinco  los  elementos  básicos  del  pacto  político  que  se  produjo: 
búsqueda  de  la  paz,  profundización  de  la  democracia,  ampliación  de  los  derechos, 
moralización  de  la  administración  pública  y  modernización  del  Estado.  Confluyeron,  estas 
cinco  áreas,  en  el  conjunto  de  valores,  principios  y  normas  constitucionales  que  se 
consagraron  y  que  se  propusieron  para  responder  a  un  sistema  político  restringido, 
excluyente  y  en  muchos  casos  inoperante  o  ineficiente,  y  a  una  sociedad  cada  vez  más 
compleja y fragmentada. Dugas, John, (Comp.)La Constitución de 1991: ¿Un pacto político 
viable?, Universidad de los Andes. Departamento de Ciencia Política, Bogotá, 1993, pág. 24. 
1
principales lecciones aprendidas después de una experiencia académica que se viene
desarrollando desde mediados de 2007.

1. DEMOCRACIA SOCIAL: ENTRE LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y


CIUDADANA.

1.1 La participación política y la participación ciudadana: conceptualización.

Se tiende a confundir la participación política y la participación ciudadana con la


democracia participativa y los mecanismos que se consagran para hacerla “efectiva”. En
Colombia ante un grave déficit de las instituciones democráticas el discurso
democratizador se ha enfocado a “fortalecer” las formas institucionales de participación.
Esto es claro cuando se habla del paso de una democracia representativa a una
democracia participativa. El posible reduccionismo implica llevar este complejo tema al
estudio de los mecanismos enumerados constitucionalmente (como reglas de acción
institucional). En el artículo 103 de la Constitución Política se señala que son
mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía: el voto, el
plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa
y la revocatoria del mandato2. De igual forma, se señala la obligación constitucional del
estado de contribuir, respetando su autonomía, a la organización, promoción y
capacitación de las asociaciones profesionales, cívicas, sindicales, comunitarias,
juveniles, benéficas o de utilidad común no gubernamentales. Analizar si lo formulado
en la carta constitucional se reduce el problema de la participación política y la
participación ciudadana, es la cuestión que se afronta para dilucidar la tensión que se
produce al interior del Sistema Político y los ciudadanos cuando deciden “participar” y
la misma busca ser “efectiva” 3.

Para desarrollar esta cuestión es importante resaltar, como lo hace Mauricio García
Villegas en un documento sobre la participación democrática y los partidos políticos, la
importancia de la participación para democratizar una sociedad específica que “en el
mejor de los casos sólo está democratizada en lo político”4. Este catedrático
universitario proyecta la vocación de la participación como “mecanismo ascendente
desde ámbitos circunscritos (…) para democratizar” 5. Es la referencia que hace, citando

2 Cfr. Preámbulo, Artículos 1, 2, 3, 40, 95, 103, Constitución Política de Colombia. 
3 Como lo sostuvo el exconstituyente Gustavo Zafra Roldán en un análisis académico sobre 

el  Estado  Social  de  Derecho,  “no  debe  tenerse  miedo  a  los  ajustes  aun  de  índole 
constitucional,  siempre  y  cuando  ellos  no  contradigan  un  proceso  de  democracia 
ciudadana que se ha venido presentando en muchos municipios y departamentos ajenos a 
los mecanismos de mera participación partidista”. Zafra Roldán Gustavo, Estado Social de 
Derecho  En:  Jurisdicción  Constitucional  de  Colombia:  la  Corte  Constitucional  1992­2000, 
Realidades y Perspectivas, Corte Constitucional, Consejo Superior de la Judicatura, Escuela 
Judicial “Rodrigo Lara Bonilla”, Fundación Konrad Adenauer, Bogotá D.C., 2001, Pág. 244. 
4  García  Villegas,  Mauricio,  la  participación  democrática  y  los  partidos  políticos, 

Constitución  Política  comentada  por  la  Comisión  Colombiana  de  Juristas,  Bogotá  D.C., 
1997, Pág. 23. 
5 García Villegas, Mauricio, op cit, Pág. 23. 
2
a Norberto Bobbio, a la democratización de una sociedad que puede relacionarse con lo
que Nuria Cunill denomina la socialización de la política6 o Sartori democratización o
masificación de la política7. Todo lo cual ha implicado la redefinición del papel de la
administración pública y su relación con las sociedades, el afianzamiento del garantismo
como fundamento de la participación política y la participación ciudadana, la inclusión
de novedosos esquemas de interacción entre ciudadanos y Estado que superan los
mecanismos tradicionales de participación política y la concertación para dar viabilidad
y eficiencia a la acción gubernamental8.

De esta manera, es necesario profundizar en el concepto participación desde lo que


comúnmente es entendido, es decir, desde su acepción común que implica tomar parte
en algo, intervenir, ayudar o apoyar. Lo anterior para determinar lo que implica la
expansión de la política como actividad social, como lazo vinculante en las
comunidades particulares lo cual puede trascender los fenómenos de esta actividad en
Colombia lo cuales se han movido desde la represión institucional hasta su exaltación
discursiva.

1.2 Democracia y participación: expansión de la política.

Participar es equivalente a la realización de una acción que se efectúa con otro o con
otros para algo determinado y concreto. De ahí que se planteen diferentes niveles y
modalidades de lo que involucra esta acción. Como lo plantea Nuria Cunill es necesario
distinguir la participación política, la participación ciudadana, la participación social y
la participación comunitaria9. Clarificar este asunto nos lleva a plantear como hipótesis
que en las disímiles clases de la participación se logran niveles de crecientes de
desarrollo y, por ende, de paz. Esta tesis, la cual es debatible, nos lleva a reconocer que
bajo el fortalecimiento de la ciudadanía y de la democracia, se generan niveles de
incidencia de los individuos u organizaciones –enarbolando intereses globales o
particulares- en la denominada esfera pública y con relación a las decisiones
gubernamentales en el ámbito de las políticas públicas.

Una de las múltiples definiciones de Participación Política nos permite limitar el


concepto, socializar su alcance y caracterizar las prácticas políticas y ciudadanas.
Concepto que se relaciona con la clasificación realizada por Nuria Cunill y el cual se
enfoca a la incidencia de la movilización en las decisiones gubernamentales.

Herbert McClosky define la Participación Política como “aquellas actividades


voluntarias mediante las cuales los miembros de una sociedad participan en la
selección de sus gobernantes y, directa o indirectamente, en la elaboración de la

6 Cunill, Nuria, Participación ciudadana: dilemas y perspectivas para la democratización de 

los  Estados  latinoamericanos,  Centro  Latinoamericano  de  Administración  para  el 


Desarrollo, Caracas, CLAD, 1991, pág. 39 y ss. 
7  Sartori,  Giovanni,  Elementos  de  teoría  política,  Alianza  Universidad  Textos,  Alianza 

Editorial, Madrid, 1992, pág. 216. 
8 Cunill, Nuria, op cit, Págs. 39. 
9 Cunill, Nuria, op cit, Págs. 44‐45. 
3
política gubernamental”10. Es la manera de profundizar en las prácticas políticas a
través de las cuales se incentiva a los ciudadanos a realizar actos intencionalmente
orientados a determinar quiénes asumen el papel de gobernantes así como también los
actos orientados a ejercer influencia en las decisiones de estos gobernantes en el campo
de generación de las políticas públicas. Papel que resalta el efecto de la movilización
para llevar a la agenda pública y a las acciones gubernamentales a las autoridades
locales, regionales o nacionales.

1.3 Democracia y participación: incidencia en la acción gubernamental.

La efectividad de la democracia participativa conlleva la acción de los individuos o las


organizaciones en los rumbos de acción gubernamental en un determinado territorio y
en contextos sociales e históricos específicos11. Como lo señala acertadamente André-
Noël Roth Deubel “la acción gubernamental se desarrolla para y a través de actores
sociales”12. Es con ellos que se configuran los elementos que de acuerdo al autor
permiten la identificación de una política pública: “implicación del gobierno,
percepción de problemas, definición de objetivos y proceso”13.

Es en ese contexto donde tiene relevancia la participación política y la participación


ciudadana. Es en ese entorno –marcado por la manera como un asunto global o
particular llega a la agenda política, como se formulan las soluciones y se implementan
las decisiones tomadas- que se hace importante el modo como se forjan redes de
participación al interior de las diferentes comunidades en la vida cotidiana. No nos
quedamos en el contexto de una autoorganización o autogestión que deja por fuera al
Estado y sus acciones sino que recuperamos los diferentes medios como se entretejen
los lazos comunicantes entre la sociedad civil y el Estado para encontrar soluciones a
los disímiles y múltiples problemas o necesidades que se perciben.

10 Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, dirigida por David Sills, Volumen 7, 

Aguilar, 1975, p. 625 – 629. 
11 Bajo una perspectiva democrático‐participativa, recogiendo lo planteado por el profesor 

Rafael  del  Águila  la  participación  es  un  valor  clave  de  la  democracia  cuyos  efectos 
positivos  pueden  resumirse  en  tres:  Primero,  la  participación  crea  hábitos  interactivos  y 
esferas  de  deliberación  pública  que  resultan  claves  para  la  consecución  de  individuos 
autónomos.  Segundo,  la  participación  hace  que  la  gente  se  haga  cargo,  democrática  y 
colectivamente,  de  decisiones  y  actividades  sobre  las  cuales  es  importante  ejercer  un 
control  dirigido  al  logro  del  autogobierno  y  al  establecimiento  de  estabilidad  y 
gobernabilidad. Tercero, la participación tiende, igualmente, a crear una sociedad civil con 
fuertes  y  arraigados  lazos  comunitarios  creadores  de  identidad  colectiva,  esto  es, 
generadores  de  una  forma  de  vida  específica  construida  alrededor  de  categorías  como 
bien común y pluralidad. La Participación Política como generadora de educación cívica y 
gobernabilidad, Revista Iberoamericana de Educación No. 12, Educación y Gobernabilidad 
Democrática, OEI. 
12 Roth Deubel, André‐Noël, Políticas Públicas: formulación, implementación y evaluación, 

Ediciones Aurora, Bogotá D.C., 2002, Pág. 27. 
13 Roth Deubel, André‐Noël, op cit, Pág. 27. 
4
Del mismo modo, se pueden esbozar los elementos constitutivos de la participación
política y la participación ciudadana. El primero, como lo afirma Cunill, referido a la
intervención que se realiza en el curso de una acción gubernamental. Se recupera, como
lo observamos, el trabajo para incidir en las decisiones de política pública. Ese es el
objetivo forjado o, mejor, la meta de las acciones de los actores sociales que
intervienen. El segundo, como lo señala la autora citada, manifestado en la expresión de
diferentes intereses sociales. Aquí enmarcamos nosotros las demandas que tienen
carácter global o los de carácter particular para una distinción que hasta el momento no
hemos ahondado. La participación política se circunscribe, en el ámbito de la sociedad,
a presentar al estado lo que corresponde a todos o incumbe a todos como colectivo. Se
puede relacionar con los mecanismos de representación política que quedan
circunscritos al denominado “interés general” o las funciones que le corresponden a los
diferentes órganos del estado determinadas en las disposiciones constitucionales o
legales. La participación ciudadana, por el contrario, es demarcada por la presentación a
las autoridades de intereses sociales específicos ligados generalmente a un ámbito
territorial específico o a un sector determinado14.

1.4 Democracia y participación: expansión de la política e incidencia en la acción


gubernamental para el desarrollo.

El concepto de desarrollo ha recibido diversas trasformaciones en el curso del siglo


pasado. De una visión de carácter económico se proyectó en diferentes dimensiones y se
deslindó de aquellos que le son conceptos cercanos como el de riqueza, progreso,
crecimiento o industrialización. De visiones centradas fundamentalmente en los índices
de crecimiento de la economía se generaron perspectivas de lectura que incluyeron
elementos entre los cuales se destacó el político ligado a los procesos de socialización y
al afianzamiento de la cultura política. Por eso no solo se comenzó a discutir el
problema del desarrollo económico sino su relación con el político, los niveles en que
estos se daban territorialmente y las respuestas desde el Estado en sus ámbitos de
competencia.

Es por esto que, como lo determina el profesor Gustavo Zárate Cortés en su artículo
Globalización y Enfoques de Desarrollo Regional15, el debate sobre lo regional y el
desarrollo contemporáneo ha cobrado vital importancia. Dos grandes enfoques de
análisis se han desarrollado: los que reconocen como primordial lo global (modelos de
desarrollo exógenos o modelos desde arriba) y los que han privilegiado lo local y que
destacan las dimensiones que de el se derivan (modelos de desarrollo endógeno o desde
abajo). En estos últimos, por sus postulados teóricos, se destacan los elementos que dan

14 Como lo señala Cunill en su obra bajo esta distinción es importante  también lo que se 

refiere  a  diferentes  niveles  de  participación:  la  macro‐participación  (intereses  generales, 


dimensión  nacional),  participación  intermedia  (políticas  públicas  de  alcance  sectorial  o 
regional),  la  participación  base  o  micro‐participación  (destinos  cotidianos,  grupos 
pequeños). Cunill, Nuria, op cit, Págs. 57‐58. 
15 Zárate Cortés, Gustavo, Globalización y Enfoques de Desarrollo Regional, publicado en la 

Revista  Administración  y  Desarrollo,  Nº  37,  Escuela  Superior  de  Administración  Pública, 
ESAP, Bogotá D.C., 2002. Páginas 1‐19. 
5
relevancia a las dimensiones económica, sociocultural y política y que refuerzan la
presencia de los múltiples actores locales y de sistemas y relaciones de producción cada
vez más flexibles. En este punto, la participación política y la participación ciudadana
son clave. Conceptos como el de gobernabilidad –más allá del de buen gobierno- se
tornan en claves para pensar la manera de vincular las manifestaciones de movilización
y las decisiones concretas de las autoridades a través de las herramientas legales
establecidas. Modelo que surge de la base (abajo – lo local) hacia la superficie (arribe –
lo regional o lo nacional).

2. CONSTRUYENDO DEMOCRACIA: PRÁCTICAS INNOVADORAS


EN PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y CIUDADANA

Mediante el Proyecto denominado “CONSTRUYENDO DEMOCRACIA” el Instituto


Republicano Internacional (IRI) y la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ) se
propusieron contribuir al proceso de consolidación de la democracia y la ciudadanía en
Colombia mediante la identificación y el reconocimiento de prácticas innovadoras en
participación política y ciudadana16. Para ello:

• Se identificaron a nivel local, regional o nacional 25 prácticas innovadoras en


participación política que generaron la creación de capital social mediante
comportamientos políticos, estrategias de acción y de comunicación política que
son replicables en diferentes contextos, sirven de modelo para consolidar el
desarrollo democrático, la formación ciudadana y política en Colombia.

• Se documentaron las prácticas innovadoras en participación política que en los


diferentes niveles se presentaron destacando la forma de su desarrollo y el
impacto en la comunidad en que se implementa.

Se determinaron para la búsqueda e indagación de la información una amplia gama de


sectores. El primero conformado por Corporaciones Públicas de elección popular17; el
segundo, por Partidos y Movimientos Políticos18; el tercero, por Organizaciones
Sociedad Civil19; el cuarto, por Organizaciones Sector Productivo, Educativo y Medios

16 El proyecto se inició en junio del 2007 a cargo de Patricia Muñoz Yi, como investigadora 

principal  y  con  la  participación  de  Alejandra  Monteoliva  y  Juan  Cristóbal  de  J.  Restrepo 
como co‐investigadores. Por parte del Instituto Republicano Internacional se contó con la 
presencia de Aura Liliana López.  
17  Congreso  de  la  República  (Senadores  y  Representantes  a  la  Cámara),  Asambleas 

Departamentales  (Diputados),  Concejos  Distritales  (Concejales  distritales),  Concejos 


Municipales (Concejales), Juntas Administradoras locales (Ediles). 
18  Miembros,  afiliados,  organizaciones  pertenecientes  a  los  Partidos  y  Movimientos 

Políticos. 
19  ONG,  organizaciones  de  base,  asociaciones  comunales,  grupos  étnicos,  iglesias, 

sindicatos,  Organizaciones  de  defensa  de  los  Derechos  Humanos,  organizaciones  de 
información, estudio y discusión, movimientos cívicos, sectores juveniles y/o de mujeres, 
etc. 
6
de Comunicación Social20; y, el quinto, por Rama Ejecutiva elegidos por votación
popular21. De igual forma, se evaluaron las prácticas que se iniciaron entre el 2003 y el
2008 y que, a la fecha de la presentación, hubieren concluido o fueran consideradas, por
parte del postulante, en un alto grado de avance en su implementación. Se les convocó
por diferentes medios para su presentación. Las fechas establecidas fueron
comprendidas entre septiembre de 2007 y mayo de 2008.

El trabajo implicó determinar qué se considera una práctica innovadora en participación


política y ciudadana teniendo en cuenta la influencia de las mismas en la actividad
gubernamental. Para ello se conceptualizó como un proceso innovador desarrollado en
un contexto y momento dado, caracterizado por una serie de métodos particulares
utilizados por los actores (implicados en el proceso) a fin de superar situaciones
negativas o problémicas que generaron resultados valiosos, efectivos y sostenibles al
promover la movilización, la inclusión, la transparencia y el capital social en la
ciudadanía, tienen posibilidades de ser replicados en otros contextos a partir de la
divulgación de las lecciones aprendidas en cada caso y la identificación de las
capacidades desarrolladas en las respectivas prácticas.

Se determinaron como criterios para definir, analizar y evaluar una práctica innovadora
en el ámbito de la participación política los siguientes:

• La cobertura: Ámbito de aplicación de la práctica en relación con los


destinatarios, los beneficiarios y el territorio.
• La sostenibilidad: Posibilidad de la práctica de mantenerse por sí misma,
perdurar en el tiempo y garantizar continuidad. La autosuficiencia de la práctica
se predica en relación con el elemento administrativo, financiero y técnico.
• El impacto: Cambios tangibles e intangibles que se presentan como
consecuencia de la implementación de la práctica. Los cambios se pueden
observar en diferentes grados o niveles en relación con los destinatarios, los
beneficiarios y la organización.
• La innovación: Práctica en la cual se proyecta un modo de resolver situaciones
problemáticas de forma singular, particular y creativa.
• La generación de participación política: Práctica que promueve la construcción
ciudadana, el valor de lo público, la movilización social, el fortalecimiento de la
democracia, la apuesta por la inclusión de nuevos mecanismos de participación,
el desarrollo de instituciones clave y la preocupación por la moralización
pública.
• La replicabilidad: Posibilidad de la práctica de ser aplicada en distintos
contextos respetando, en su marcha, sus particularidades, rasgos y diferencias.

20  Gremios,  empresas,  asociaciones  empresariales,  universidades,  fundaciones 


universitarias, corporaciones universitarias, colegios, prensa escrita, etc. 
21 Presidencia de la República, Vicepresidencia de la República, Gobernadores y Alcaldes. 
7
Lo anterior teniendo en cuenta que los resultados esperados de la práctica son la
generación de capital social22; de aprendizajes23; y, de capacidades24.

Una vez recibidas las 102 prácticas remitidas se evaluaron por un Comité de Expertos
los cuales fueron responsables de la lectura, análisis y calificación de las postulaciones.
Una vez tenido este insumo se remitieron al equipo de investigadores los cuales
seleccionaron con base en los resultados y los conocimientos de la experiencia las 25
prácticas innovadoras en participación política y ciudadana. Las experiencias que
resultaron seleccionadas fueron las siguientes:

1. “Participación política de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas”.


Presentada por: Polo de Rosa, Nodo Bogotá.
Sector: Partidos y movimientos políticos.
Ubicación: Bogotá D.C.

2. “Voto vital: piensa tu voto, piensa tu vida” (2007) y “Voto vital: súmate y actúa”
(2008).
Presentada por: Visionarios por Colombia.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Todo el país.

3. “SUYUSAMA: construcción participativa de Nariño como región hermosa y


sostenible”.
Presentada por: Fundación SUYUSAMA.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Nariño.

4. “Programa Barrancabermeja, ciudad región de paz”.


Presentada por: Pastoral Social de Barrancabermeja.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Santander.

5. “Plan de vida de los pueblos Tikuna, Kokama y Yagua de la Asociación Zonal


del Consejo de Autoridades Indígenas de Tradición Autóctono AZCAITA –
Leticia, Amazonas”.

22  Creadora  de  relaciones  a  través  de  las  cuales  se  vuelven  disponibles  recursos  como  la 

información,  la  confianza,  la  solidaridad,  la  cooperación,  la  reciprocidad.  Se  destaca  el 
papel  de  las  redes  sociales,  las  identidades  colectivas  y  los  incentivos  sociales  de 
cooperación. 
23 Generadora de conocimientos que permiten aprender de los procesos desarrollados en 

la implementación de la práctica.  
24  Productora  de  aptitudes  y  actitudes  en  las  personas  y  en  la  organización  a  partir  del 

desarrollo  de  la  práctica  (voluntad  política,  deseo  de  cooperación,  toma  individual  y 
colectiva de decisiones, trabajo en equipo, solidaridad, agilidad para concertar / gestionar, 
calidad  en  la  administración  de  todo  tipo  de  recursos,  consensos,  actitud  de  “no 
dependencia”  de  las  personas  que  conforman  una  organización,  acceso  a  espacios 
políticos, autosostenimiento de las organizaciones, actitud preactiva). 
8
Presentada por: Asociación AZCAITA.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Amazonas.

6. “Investigación para la incidencia política en derechos humanos de gays,


lesbianas, bisexuales y transgeneristas en Colombia”.
Presentada por: Colombia Diversa.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Bogotá D.C.

7. “Empoderamiento social, político y económico de mujeres chocoanas”.


Presentada por: Red Departamental de Mujeres Chocoanas.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Chocó.

8. “Escuela de derecho propio Los Pastos”.


Presentada por: Escuela de Derecho Propio.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Nariño.

9. “Asociación Nacional de Recicladores”.


Presentada por: Asociación Nacional de Recicladotes.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Bogotá D.C.

10. “Incidencia política, comunitaria y ciudadana con equidad entre los géneros en
el Distrito de Cartagena de Indias”.
Presentada por: Red de Empoderamiento.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Bolívar.

11. “Escuela Política de Mujeres Pazíficas”.


Presentada por: Escuela de Mujeres Pazíficas.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Cauca y Valle del Cauca.

12. “Historia de ENRAIZAR: una experiencia de las organizaciones de población


desplazada por la violencia en el municipio de San Pablo, sur de Bolívar”.
Presentada por: Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, PDP / Convenio
ACNUR-PDPMM, Subregión Sur de Bolívar.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Bolívar.

13. “Asamblea Municipal Constituyente del Municipio de Tarso en el suroeste


antioqueño”.
Presentada por: CEPACT.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
9
Ubicación: Antioquia.

14. “Red de mujeres y organizaciones del Meta”.


Presentada por: El Meta con Mirada de Mujer.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Meta.

15. “Mesa Autónoma de Juventud, proyecto método lógicamente joven”.


Presentada por: Mesa Autónoma de Jóvenes.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Cundinamarca.

16. “Plan de vida Wayúu”.


Presentada por: Autoridad Mayor Indígena Wayúu.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: La Guajira.

17. “Gobierna pueblo y emprenderás el cambio. Experiencia de gobierno local por


la Asociación Campesina de Inzá – Tierradentro, ACIT”.
Presentada por: Asociación Campesina de Inzá – Tierradentro, ACIT.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Cauca.

18. “Corporación OCASA”.


Presentada por: Corporación OCASA.
Sector: Organizaciones de la sociedad civil.
Ubicación: Bogotá D.C.

19. “Congreso Visible”.


Presentada por: Congreso Visible – Universidad de los Andes.
Sector: Organizaciones del sector productivo, educativo y medios de comunicación.
Ubicación: Bogotá D.C.

20. “Proyecto Concejo Cómo Vamos”.


Presentada por: Concejo Cómo Vamos.
Sector: Organizaciones del sector productivo, educativo y medios de comunicación.
Ubicación: Bogotá D.C.

21. “Asociación Colectivo de Medios Alternativos de Jóvenes del Distrito de


Aguablanca – MEJODA”.
Presentada por: Producción Audiovisual MEJODA.
Sector: Organizaciones del sector productivo, educativo y medios de comunicación.
Ubicación: Valle del Cauca.

22. “Fortalecimiento de la gestión ambiental municipal en el departamento de


Risaralda”.
Presentada por: Corporación Autónoma Regional de Risaralda – CADER.
10
Sector: Rama ejecutiva, elegidos por votación popular – Gobierno.
Ubicación: Risaralda.

23. “Niños y niñas administrando Sopó”.


Presentada por: Subsecretaría de Gobierno y Participación Comunitaria.
Sector: Rama ejecutiva, elegidos por votación popular – Gobierno.
Ubicación: Cundinamarca.

24. “Red de participación ciudadana de la Gobernación de Antioquia”.


Presentada por: Centro Administrativo Departamental.
Sector: Rama ejecutiva, elegidos por votación popular – Gobierno.
Ubicación: Antioquia.

25. “Obras con participación ciudadana – OPC”.


Presentada por: IDPAC.
Sector: Rama ejecutiva, elegidos por votación popular – Gobierno.
Ubicación: Bogotá D.C.

3. DESARROLLO Y GOBERNABILIDAD LOCAL: LAS LECCIONES


APRENDIDAS Y LOS RETOS ORGANIZACIONALES.

En esta tercera parte anotaremos algunas de las lecciones aprendidas. Para este evento
resaltaremos aquellas relacionadas con la relación participación y desarrollo, teniendo
en cuenta que la misma sigue siendo el motor que promueve estrategias y acciones en
las organizaciones sociales que buscan de alguna manera un cambio en las condiciones
de vida, en el crecimiento y en definitiva, en el bienestar. No puede pretenderse
entonces, que la idea e ideal del desarrollo constituyan una discusión acabada pues
seguirán generando amplios debates y diferencias en la medida en que se asuma -por
una parte- que el desarrollo es un concepto histórico, pues no tiene una definición única
y por tanto requiere que sea entendido como una categoría de futuro y -por otra- que la
experiencia misma de desarrollo implica no sólo algo “deseable” sino también
“legítimo” 25.

De esa manera y sin pretender ahondar aquí en el tratamiento del concepto, el desarrollo
podría ser asumido como un proceso integral, multidimensional, holístico y complejo
que busca ampliar las oportunidades para las personas, los grupos sociales y las
comunidades organizadas en el territorio, en mediana y pequeña escala, movilizando
toda la gama de capacidades y recursos a favor del bien común en términos sociales,
políticos y económicos26.

25  DUBOIS,  Alfonso  (2003).  Un  concepto  de  Desarrollo  para  el  Siglo  XXI.  En  Aportes  a  la 

Cooperación Internacional en Colombia. p 223‐224 Sinergia. Bogotá. 
26  STHOR,  Walter  (1996).  Descentralización  y  Desarrollo  Local.  Documento  del  Proyecto 

Red  de  Ángeles  de  Desarrollo  Local.  Equipo  docente,  Universidad  Academia  de 
Humanismo, Santiago de Chile. 
11
Por ello, el rol de trascendencia que cumplen o deben cumplir las organizaciones
sociales en este proceso es buscar mejorar permanentemente las condiciones, la
dinámica y el alcance de la participación como un elemento fundamental para transitar
el camino del desarrollo y la construcción de gobernabilidad. Y es en este punto donde
gobernabilidad y desarrollo se tocan, se acercan y se complementan, pues, más allá de
las diferentes concepciones y la complejidad que el término contiene, la gobernabilidad
no puede ser reducida solamente al mejoramiento del gobierno sino que puede ser
entendida como la capacidad social de trazar y lograr objetivos, de establecer relaciones
entre los diferentes grupos, organizaciones, regiones y entre los mismos ciudadanos
para lograr tales objetivos, de allí que, una sociedad civil que no se encuentre bien
organizada generará gobernabilidad defectuosa y por tanto, la falta de organización y
liderazgo no permitirá ni la cohesión de los grupos ni la interacción con el gobierno .

En este sentido, se considera valioso sintetizar algunas consideraciones generales en


torno a las lecciones aprendidas y los posibles retos que competen a las organizaciones
y que pueden ser útiles para el fortalecimiento de la participación de los actores
sociales:

1. En términos generales, el gerenciamiento de programas y proyectos es la razón


de ser de las organizaciones sociales, sin embargo se evidencia una fuerte
tendencia a amarrar la capacidad organizacional de las mismas solo a la
existencia de recursos, que, independientemente de su origen (cooperación
internacional, cofianciación nacional, etc.) no producen y no generan acciones
sostenibles a más largo plazo, provocando muchas veces dependencia, escasa
corresponsabilidad y dificultad para que las comunidades se vuelvan
autogestoras de su propio desarrollo.

2. Es común observar, por otra parte, que las diferentes concepciones de desarrollo
muchas veces determinan el fracaso o el éxito, el impacto y la sostenibilidad de
las acciones emprendidas. Si bien es cierto, como se ha mencionado, que la
homogeneidad en las concepciones de desarrollo no es posible, sí resulta
necesaria la reciprocidad, la complementariedad y el encuentro de voluntades en
torno a objetivos comunes.

3. Por ello, resulta fundamental que los actores directa e indirectamente


involucrados sean conscientes de la responsabilidad compartida, de la
interdependencia y de la necesidad de construcción colectiva de los fines
perseguidos. De allí, la clara necesidad de diagnósticos profundos sobre las
demandas y necesidades reales de las comunidades pues sin ellos, se generan
acciones improvisadas, no viables, de leve impacto y baja sostenibilidad.

BIBLIOGRAFÍA
12
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• Cunill, Nuria (1991), Participación ciudadana: dilemas y perspectivas para la
democratización de los Estados latinoamericanos, Centro Latinoamericano de
Administración para el Desarrollo, Caracas, CLAD.
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• John Dugas (1993), La Constitución de 1991: ¿Un pacto político viable?,
Universidad de los Andes. Departamento de Ciencia Política, Bogotá,.
• Molina Blandón, Yalina (2007). La Gobernabilidad en las Américas. En
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• Roth Deubel, André-Noël (2002), Políticas Públicas: formulación,
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• Sthor, Walter (1996). Descentralización y Desarrollo Local. Documento del
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Planeación participativa en Bogotá. Fundación Corona, Bogotá D.C., 2006.
• Velásquez Fabio, González Esperanza. ¿Qué ha pasado con la participación
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• Zafra Roldán Gustavo (2001), Estado Social de Derecho En: Jurisdicción
Constitucional de Colombia: la Corte Constitucional 1992-2000, Realidades y
Perspectivas, Corte Constitucional, Consejo Superior de la Judicatura, Escuela
Judicial “Rodrigo Lara Bonilla”, Fundación Konrad Adenauer, Bogotá D.C.
• Zárate Cortés, Gustavo (2002), Globalización y Enfoques de Desarrollo
Regional, publicado en la Revista Administración y Desarrollo, Nº 37, Escuela
Superior de Administración Pública, ESAP, Bogotá D.C.

Ponencia Congreso ACCPOL


Línea 1 Mesa 9
Autores (Juan Cristóbal Restrepo, Alejandra Monteoliva, Patricia Muñoz)
Bogotá, septiembre 2008

13
DEBERES CONSTITUCIONALES

Por

Juan Pablo Sarmiento Erazo

Iniciemos este texto una definición que nos resulta muy útil para lograr la
concreción de lo que significa un deber constitucional. Para esto, tomemos
prestada la definición de la Corte Constitucional en su jurisprudencia, que
entiende los deberes como:

(…) Conductas o comportamientos de carácter público, exigibles por la ley


a la persona o al ciudadano que imponen prestaciones físicas o
económicas y que afectan, en consecuencia, la esfera de sus libertad
personal (…)” (Corte Constitucional, sentencia T-125 de 1994, M. P. Eduardo
Cifuentes Muñoz).

Muchos acusan a la Constitución Política colombiana de 1991 de ser muy


abundante en derechos y escaza en la imposición de deberes. Esta acusación
resulta carente de fundamento si damos una breve mirada al texto
constitucional. En efecto, la Constitución de 1991 amplió los deberes frente a la
Constitución de 1886 que rigió por más de 100 años.

Los deberes, en tanto que “obligaciones” no deben entenderse únicamente


desde un imperativo ético. En realidad, tienen fuerza jurídica. Los deberes están
consagrados de manera explícita en los artículos 4, 95 y 97… y el polémico
inciso final del Art.49, Constitución Política de Colombia. Aquí mencionaremos
cada uno de estos deberes y explicaremos algunas de sus más destacadas
connotaciones.

Principal deber constitucional: Respetar la Constitucional

El artículo 4 de la Constitución establece que ésta es norma de normas. En todo


caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, se
aplicarán las disposiciones constitucionales. Consagra así mismo que es deber
de los nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las
leyes, y respetar y obedecer a las autoridades. Esta norma consagra el deber de
obediencia al Estado y al Derecho. Debemos tener en cuenta que el deber de
acatar la Constitución deriva de su supremacía y de su calidad de cuerpo
normativo fundante del orden jurídico y político.

Este deber no debe entenderse como prohibición de protestar contra lo injusto.


El derecho de resistencia de los pueblos a la injusticia o al gobierno ilegítimo,
entra en tensión con este deber.
El Artículo 95 de la Constitución señala que la calidad de colombiano enaltece a
todos los miembros de la comunidad nacional. Todos están en el deber de
engrandecerla y dignificarla. El ejercicio de los derechos y libertades
reconocidos en esta Constitución implica responsabilidades. Toda persona está
obligada a cumplir la Constitución y las leyes. Se trata de un deber que es
común a todas las Constituciones de los países democráticos. Aunque
aparezcan como deberes “morales” con la patria, reiteran el deber de
obediencia al orden constituido por el Estado al que se pertenece.

El artículo mencionado establece también el deber de respetar los derechos


ajenos y no abusar de los propios y el de obrar conforme al principio de
solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones
que pongan en peligro la vida o la salud de las personas.

Los otros deberes…

Veamos ahora el tercero de los deberes que nos aparece enlistado en el citado
artículo 95 de la Constitución colombiana. “Respetar y apoyar a las autoridades
democráticas legítimamente constituidas para mantener la independencia y la
integridad nacionales”. Este deber se refiere a la soberanía nacional como
asunto de “todas y de todos”. En la práctica establece una prohibición de
secesión o de separación del territorio nacional de alguna porción del territorio
nacional.

Continuando con los deberes constitucionales que nos indican el artículo 95 de


la Constitución tenemos el cuarto de ellos: Defender y difundir los derechos
humanos como fundamento de la convivencia pacífica. Este deber nos recuerda
que los particulares también estamos obligados a proteger los derechos
humanos. Además, que los derechos humanos no son únicamente un asunto
jurídico o político, sino también cultural. De este modo, algunos derechos
humanos son vulnerados por falta de conocimiento sobre ellos. También a
través de la difusión y promoción de su defensa, se logra la sensibilización de la
población sobre la exigencia de proteger estos derechos. En suma, el deber
constitucional nos deja claro que los derechos no son un asunto de “abogados”
o líderes de ONG.

El deber de ejercer la “democracia”

El deber de Participar en la vida política, cívica y comunitaria del país consiste


en la necesidad de hacer pleno uso ciudadano de los derechos políticos. Vivir en
una comunidad obliga. Es un deber que exige de nuestra parte el ejercicio de
una ciudadanía activa. La gran mayoría de la población nacional solo se
moviliza en época de elecciones. Los recientes resultados de las consultas
internas de los partidos políticos demuestran la apatía ciudadana en esas
contiendas. Si bien es cierto esas jornadas electorales no definen cargos como el
de Presidente de la República, sí resultan vitales para democratizar los partidos.
Se trata de superar las prácticas de muchas organizaciones políticas de escoger
a sus dignatarios con base en grupos cerrados de dirigentes. También es
necesario participar en organizaciones políticas y trabajar en proyectos de
beneficio mutuo. Superar ese individualismo significa una transformación en
las prácticas diarias.

El deber de mantener la paz y colaborar con la Adminstración

El deber de propender al logro y mantenimiento de la paz ha sido entendido


como una muy buena declaración de intenciones sin contenido concreto. Sin
embargo, hace un llamado a la civilidad y a la solución pacífica de los
conflictos.

El siguiente deber que aparece en la lista del artículo 95 es el de Colaborar para


el buen funcionamiento de la administración de la justicia. El deber enunciado
incluye atender requerimientos de la justicia, como rendir testimonios veraces.
Existen mecanismos judiciales y coercitivos para obligar a las personas a
comparecer ante los estrados judiciales y aportar la información que se tiene
sobre algún hecho. Sin embargo, en materia penal, muchas veces el miedo
conduce a muchas personas a evadir este deber de colaboración En buena
medida, el incumplimiento de este deber justifica que el Estado deba establecer
incentivos a la colaboración eficaz con la justicia, como a través del pago de
recompensas.

Continuamos la revisión de los deberes consagrados en el artículo 95 de la


Constitución, encontramos el de proteger los recursos culturales y naturales del
país y velar por la conservación de un ambiente sano; Este deber pretende por
proteger dos bienes considerados de extremo valor para una sociedad. De un
lado, el patrimonio cultural y de otro el medio ambiente. Ambos son recursos
que no pertenecen a un individuo o a una colectividad determinada. Ni siquiera
pertenecen a una generación, pues otros los han cuidado para que los
disfrutemos y nosotros debemos guardarlos para las generaciones por venir. Se
trata de una responsabilidad cultural y ambiental en cabeza de las personas.

El último de los nuevos deberes consagrados por el artículo 95 constitucional es


el de contribuir al financiamiento de los gastos e inversiones del Estado dentro
de conceptos de justicia y equidad. Pocas veces se reflexiona sobre este deber.
Para muchos, pagar oportunamente los impuestos significa contribuir con
administraciones corruptas que no emplean bien los recursos de que disponen.
Aunque las malas prácticas en la administración pública desincentivan al
contribuyente, no puede ser una excusa para cumplir la obligación. La evasión
y la elusión fiscal son conductas que afectan el interés general, pues mientras
que unos contribuyen con el fisco, otros, teniendo la capacidad para hacerlo, se
benefician de la inversión estatal.

El Deber de la “Salud”

Detengámonos ahora en un polémico deber que para muchos aparece de modo


explícito en el artículo 49 que se refiere al derecho a la salud y a la salud como
un servicio público. El inciso final de este artículo dispone: que (…) Toda
persona tiene el deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su
comunidad.

Aunque parece obvio que debemos cuidar nuestra propia integridad, para
muchos es una obligación ineludible cuyo incumplimiento genera sanciones. Se
debe anotar que la prevención es el eje de la salud en la actualidad. Sin
embargo, es cuestionable que el deber de protegerse a sí mismo lleve restringir
la libertad del individuo. Dicho de otro modo, es polémico que se impongan
restricciones a la libertad personal en nombre del deber de cuidado de cada
uno. Surgen preguntas: ¿Debemos cuidar a otros de que se cuiden a sí mismos,
incluso evitando que se hagan daño?

Muchos invocan este deber como un argumento jurídico para justificar la


prohibición legal del consumo de dosis personal de sustancias estupefacientes.
Hay un importante debate que se puede seguir en la sentencia C-221 de 1994,
Corte Constitucional. Y es un tema que no se ha cerrado, la semana pasada el
Congreso aprobó un debate más del proyecto de reforma constitucional que
intenta volver a penalizar el uso de dosis personal de drogas, que la Corte
despenalizó en la sentencia citada.

A manera de conclusión

Los deberes encuentran plena justificación en la estructura y núcleo axiológico


del Estado Social de Derecho. La transformación de una democracia
representativa a una más amplia, participativa implica el deber de participar.
No es el ciudadano pasivo que espera a que otros tomen decisiones por él.
Impone una nueva actitud y comportamiento político y comunitario.

Los deberes pueden ser vistos como un “ejercicio civilizado de la libertad”. En


la medida en que una sociedad va adquiriendo un mayor grado de madurez
política y supera el individualismo paralizante, logra cohesión social e
inclusión. Ambas, son bases para la paz social con equidad.Un Estado fundado
en la solidaridad, la dignidad y la prevalencia del interés general, implica
“renuncias individuales”.
DEMOCRACIA, DERECHOS POLÍTICOS Y PARTICIPACIÓN
Por
Juan Pablo Sarmiento Erazo
La democracia es una conquista liberal, aunque no podemos equivocarnos al situar a las
revoluciones liberales como las que de inmediato adoptaron la democracia, sí
constituyen su germen. La democracia entró en conflicto con la libertad: la igualdad
política generaba tensiones para derechos liberales como la propiedad. Después de
varias décadas, se consolidó el sufragio universal. Democracia no solamente significa
poder elegir entre candidatos o que podamos ser elegidos. El voto solo es una parte de
esos derechos políticos que son propios de un régimen democrático.
La democracia significa respetar el disenso, es decir a quienes no están de acuerdo con
las tendencias dominantes. Implica respetar las minorías, aunque las mayorías estén en
el poder. Es por lo anterior que el sentido contemporáneo de la democracia es el
pluralismo.

Participación política
La participación política es un concepto central en la Constitución de 1991. La C.P. de
1991 surgió como respuesta a procesos de intervención de la sociedad política,
recordemos que fue precisamente la movilización de 1990 la que impulsó el cambio
constitucional de la carta de 1991. Y así quedó plasmado en el preámbulo de esa
Constitución que dice:
“El pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano (…) promulga la
siguiente CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE COLOMBIA”.
Por ello, podemos aseverar que la participación política aparece expresamente
reconocida en varias de las disposiciones de la Constitución Política de 1991. Desde el
Art. 40 se establece el derecho fundamental de todo ciudadano a participar en la
conformación, ejercicio y control del poder político; otras normas: por ejemplo, sobre
cargos de elección popular (art. 260. O sobre las mayorías electorales (art. 190).
Derecho al voto (art. 258) Y también sobre la organización electoral (art. 264).
En el constitucionalismo moderno la democracia como mecanismo de autogobierno, su
viabilidad se logra solo si os ciudadanos expresan su voluntad política interviniendo en
la conformación del gobierno. La participación política tiene un contenido
constitucional concretado en derechos, principios y órganos y procedimientos, por
medio de los cuales se pretende lograr la plena vigencia de la democracia.
La participación política es, en primer lugar, un derecho que otorga las facultades de:
estar representado en el lugar en el que se toman las decisiones respecto del gobierno,
elegir a esos representantes y controlar el ejercicio de su poder, y de ser elegido como
representante del pueblo. Este último ha madurado a lo largo del proceso de
constitución de los estados modernos y se ha configurado como una de las primeras
conquistas de los pueblos.
Según la Corte Constitucional, este derecho de participación política es la expresión
propia del ser humano que desea tomar parte en el manejo de los asuntos públicos
“como algo derivado de su racionalidad” (Así lo dijo en la sentencia T-003 de 1992).
Como derecho fundamental, la participación política es pues, de aplicación inmediata y
puede ser amparada mediante diversos mecanismos, entre los que se encuentra, de
manera preferente o principal, la acción de tutela. En este sentido, el artículo 40 de la
Constitución señala formas de hacer efectivo este derecho, tales como elegir y ser
elegido, acceder al desempeño de cargos públicos y tener iniciativa en las corporaciones
públicas.
Estas formas de realización del derecho a la participación política constituyen, en sí
mismas, derechos fundamentales, que pueden considerarse también derechos de
participación política.

¿Cuáles son los derechos que se comprometen con la participación política?


Los derechos de participación política tienen una faceta activa, otra pasiva y otra más
prestacional. Mencionemos primero la faceta Activa: estos derechos le confieren al
ciudadano la posibilidad de llevar a cabo acciones con el fin de incidir efectivamente en
todos los procesos de conformación, ejercicio y control del poder político. Aquí se
ubican los derechos a elegir y a ser elegido, a votar, a constituir partidos, movimientos y
agrupaciones políticas, a interponer acciones públicas en defensa de la Constitución y
de la ley, y a formar parte de los cuerpos de vigilancia del ejercicio del poder político.
Como Faceta pasiva debemos entender que la participación política no puede vulnerar
otros derechos fundamentales como la intimidad, el debido proceso, la igualdad, la
libertad de opinión y pensamiento, o que genere restricciones irrazonables a otros
derechos políticos.
Por último, mencionemos la faceta prestacional. Esto quiere decir que sin la acción
positiva del Estado en algunos aspectos, se obstaculizaría o anularía la vigencia de estos
derechos. Los derechos de participación política requieren de infraestructura, órganos y
procedimientos que hagan posible su ejercicio, y que deben ser proveídos por el Estado
a través del presupuesto nacional. es decir, que la democracia tiene sus costos
económicos.

Principios que se desarrollan con la participación política

La participación política es la demostración primera de que un sistema es democrático y


participativo, y su materialización constituye en buena medida la forma en la que el
Estado concibe los principios del pluralismo, la igualdad y la protección de las minorías.
De la misma manera, los principios constitucionales deben irradiar tanto el ejercicio de
los derechos de participación política, como el funcionamiento de los órganos y
procedimientos que permiten su realización.
Para que el principio democrático se desarrolle con las características de universalidad,
expansión, integralidad y participación se requiere la concurrencia de otros principios,
como el pluralismo, la igualdad y la protección de las minorías.
El principio del Pluralismo reconoce la existencia de los más variados intereses y
derechos, que surgen en las sociedades abiertas, en un plano de igualdad. Siguiendo con
otros principios que fundamentan la democracia, hablamos de la igualdad y protección
de las minorías. Consagrados en los incisos segundo y tercero del artículo 13 de la
Constitución, determina la posibilidad de que los grupos minoritarios participen en la
deliberación política sobre asuntos importantes para el país, y de que sus puntos de vista
sean tenidos en la toma de decisiones políticas trascendentales.
Mecanismos de Participación
Los mecanismos de participación ciudadana solo son algunos de los medios para ejercer
los derechos políticos previstos en la Constitución y en las leyes. La Constitución
establece estos mecanismos que aparecen desarrollados en la ley estatutaria de los
mecanismos de participación ciudadana, la ley 134 de 1994. Vamos a referirnos a cada
uno de ellos y a explicar sus notas características.
Los mecanismos son los siguientes: La Iniciativa popular legislativa y normativa, El
referendo, La consulta popular: nacional, departamental, distrital, municipal y local, La
revocatoria del mandato, El plebiscito, y el cabildo abierto
Iniciativa popular
Los ciudadanos pueden presentar proyectos de acto legislativo y de ley ante el Congreso
de la República, de ordenanza ante las Asambleas Departamentales, de acuerdo ante los
Concejos Municipales o Distritales y de resoluciones ante las Juntas Administradoras
Locales. La posibilidad de tener iniciativa legislativa y normativa ante las diversas
corporaciones públicas, tiene la naturaleza de un derecho político fundamental de origen
constitucional, atribuido a todo ciudadano, con miras a que pueda participar en la
conformación, ejercicio y control del poder político. Ciertamente, dentro de los
derechos políticos que consagra la Constitución en el numeral 5 de su artículo 40 está el
de "tener iniciativa en las corporaciones públicas", que se establece además como
mecanismo de participación ciudadana.

Este instrumento ofrece a los ciudadanos en ejercicio, a las organizaciones cívicas,


sindicales, gremiales, indígenas o comunales del orden nacional, departamental, distrital
o municipal o local, la posibilidad de presentar los proyectos de leyes, ordenanzas,
acuerdos o resoluciones que estimen oportunas. Igualmente, la posibilidad de promover
iniciativas de carácter legislativo y normativo o de elevar una solicitud de referendo,
siempre y cuando se cumpla con los requisitos que la ley exija para su ejercicio.

Referendo

Nuestra Constitución distingue dos modalidades de referendo, a saber:

El Referendo derogatorio de una ley previsto en el artículo 170 de la Constitución,


en la siguiente forma:

"Un número de ciudadanos equivalente a la décima parte del censo


electoral, podrá solicitar ante la organización electoral la convocación
de un referendo para la derogatoria de una ley.

La ley quedará derogada si así lo determina la mitad mas uno de los


votantes que concurran al acto de consulta, siempre y cuando participe
en éste una cuarta parte de los ciudadanos que componen el censo
electoral.

No procede el referendo respecto de las leyes aprobatorias de tratados


internacionales, ni de la ley de presupuesto, ni de las referentes a
materias fiscales o tributarias (negrillas fuera de texto)".
Otra modalidad es el referendo derogatorio de una reforma constitucional aprobada
por el Congreso, relacionada con los derechos fundamentales reconocidos en el
Título II, Capítulo 1 de la Constitución, con los procedimientos de participación
popular o con el Congreso, el cual se produce con el voto negativo de la mayoría de
los sufragantes, previa participación a lo menos de la cuarta parte del censo
electoral, y que se contempla en el artículo 377 de la Constitución.

El Referendo aprobatorio, el cual se prevé como mecanismo para convertir una


región en entidad territorial (CP., artículo 307) al igual que para reformar
directamente la Constitución (artículo 374) y para refrendar las reformas
constitucionales que el Congreso aprobare en relación con los derechos
fundamentales y sus garantías (Capítulo I, Titulo II CP.), con los procedimientos de
participación popular o con el Congreso mismo (CP. artículo 377). Dichas normas
establecen: Es importante que distingamos el referendo del plebiscito. En el
referendo se le pide al pueblo que se pronuncie en relación con un texto normativo
ya elaborado que bien puede ser un proyecto de norma jurídica o una norma jurídica
ya en vigor, mientras que en el caso del plebiscito se pide el pronunciamiento sobre
una decisión que no se ha plasmado normativamente en un texto positivo o escrito.

Consulta Popular

De modo general, puede afirmarse que la consulta popular es la posibilidad que tiene
el gobernante de acudir ante el pueblo para conocer y percibir sus expectativas, y
luego tomar una decisión. En otros términos, es la opinión que una determinada
autoridad solicita a la ciudadanía sobre un aspecto específico de interés nacional,
regional o local, que la obliga a traducirla en acciones concretas. Hay ejemplos de
consulta popular obligatoria en la Constitución: para la formación de nuevos
departamentos (artículo 297 CP); para la vinculación de municipios a áreas
metropolitanas o para la conformación de estas (artículo 319 CP.) y para el ingreso
de un municipio a una provincia ya constituida (artículo 321 CP.), previo el
cumplimiento de los requisitos y formalidades que determine la ley orgánica de
ordenamiento territorial (artículo 105 CP.) El derecho de todo ciudadano a participar
en las consultas populares, hace parte del derecho fundamental a la participación en
la conformación, ejercicio y control del poder político, de acuerdo a lo dispuesto en
el numeral segundo del artículo 40 de la Carta Política.

Revocatoria del mandato

La Revocatoria del mandato es uno de los mecanismos de participación ciudadana


de mayor importancia, que además tiene la naturaleza de un derecho fundamental de
origen constitucional atribuido a todo ciudadano con miras a que pueda participar en
la conformación, ejercicio y ante todo, en el control del poder político.

El inciso 4o. del artículo 40 de la Constitución Política consagra este instrumento


como "el derecho de todo ciudadano a revocar el mandato de los elegidos".

Por lo tanto, cuando ese elegido -Gobernador o Alcalde- incumple las obligaciones
propias de su cargo, es responsable políticamente de ello ante la sociedad y sus
electores, lo cual permite que estos puedan solicitar, previo el cumplimiento de una
serie de requisitos constitucionales y legales, la revocatoria del mandato otorgado.
La Corte Constitucional ha dicho que la revocatoria del mandato es la consecuencia
lógica del derecho de participación del ciudadano en el ejercicio del poder, como
quiera que este conserva el derecho político de controlar al elegido durante todo el
tiempo en que el mandatario ejerza el cargo.

El Plebiscito

Plebiscito es el pronunciamiento del pueblo, convocado por el Presidente de la


República, mediante el cual apoya o rechaza una determinada decisión que este
somete a su consideración. El plebiscito se inspira en el principio de la soberanía
popular, que impone por obligación al mandatario, recurrir al depositario básico del
poder -el pueblo- para definir el rumbo, orientaciones o modalidades del Estado. De
ahí que pueda ser definido como la convocatoria directa al pueblo para que, de
manera autónoma, defina su destino. No se trata entonces, de la refrendación de la
política a seguir, ni incluso de la consulta obligatoria sobre la situación de quienes
conforman el gobierno.

Como dijimos, el plebiscito es el pronunciamiento que se le solicita al pueblo acerca


de una decisión fundamental para la vida del Estado y de la sociedad. A diferencia
del referendo, en el cual se le consulta a los ciudadanos acerca de un texto normativo
ya formalizado para que se pronuncien afirmativa o negativamente, en el plebiscito,
se le consulta sobre una decisión no plasmada en un texto normativo para que se
pronuncie favorable o desfavorablemente; es decir, que no se propone un
determinado texto legal a la decisión del pueblo, sino que se somete a su
consideración la decisión como tal.

Cabildo abierto

Finalmente, el Cabildo abierto debe entenderse como la congregación del pueblo


soberano para discutir libremente, acerca de los asuntos que le interesen o afecten.
Se constituye además, en la garantía constitucional de las reuniones políticas de
carácter deliberante. Esta expresión de democracia directa remonta sus orígenes al
Derecho Español del cual se adoptó en Latinoamérica durante la Colonia. Más que
una fórmula desarrollada por el derecho positivo indiano, consistía en una práctica
del fuero popular, mediante la cual se tomaban decisiones "decididas y consentidas
por todos los vecinos en concejo abierto, y aprobado por el gobierno con voto
consultivo de la dicha audiencia."

En la actualidad, este mecanismo de participación se define como una reunión


pública de los concejos distritales, municipales o de las juntas administradoras
locales, en la cual los habitantes pueden participar directamente con el fin de discutir
asuntos de interés para la comunidad. El "interés" a que alude la norma, desde
luego, enfatiza la especial relación que entre el sujeto y el asunto debe existir y que
concita su pertenencia, por razón de la residencia, a la respectiva localidad o
municipio. Su propósito esencial, es ampliar los escenarios de participación de los
ciudadanos y en concreto, que la comunidad política de manera directa y pública,
intervenga y decida acerca de los asuntos propios de la respectiva población.
Derecho que ejerce la comunidad ante sus respectivos representantes de elección
popular -concejales o miembros de las juntas administradoras locales- participando y
discutiendo los asuntos de interés para la colectividad.
SISTEMAS DE GOBIERNO
Por
Juan Pablo Sarmiento Erazo
Cuando nos referimos a sistemas de Gobierno hacemos alusión a la forma de organización
políticas de los Estados, con ellos en este caso queremos referirnos a regímenes
contemporáneos. Los más comunes, es decir que han adoptado la gran mayoría de países
democráticos son el Régimen Presidencial y el Régimen Parlamentario. Otros dos, no muy
generalizados, son el sistema Semipresidencial y el Régimen de Asamblea.
En la práctica, es muy difícil hablar de “modelos puros”, pues cada país adapta los
modelos a sus necesidades políticas concretos y a su desarrollo histórico. Por ejemplo,
aunque tienen grandes similitudes, el sistema presidencial de los Estados Unidos difiere del
colombiano. En el caso del régimen parlamentario hay diferencias entre el sistema inglés y
el sistema alemán. Las características específicas de los regímenes de cada país se
encuentran en la Constitución de cada uno de ellos.

El Régimen Presidencial
El sistema presidencial surge por primera vez en la Constitución de EEUU de 1787. Ellos
diseñan el régimen de ese modo, atendiendo a la necesidad de unificar la federación en un
ejecutivo fuerte. No podía ser un rey, como el inglés, del cual se habían independizado
pocos años atrás. Entonces, debía tener casi que el poder de un monarca pero limitado por
otros poderes como el judicial y el legislativo.
En los sistemas presidenciales, el Presidente es Jefe de Estado y Jefe de Gobierno. Es decir,
representa internacionalmente al Estado, dirige las relaciones internacionales y designa a
sus representantes frente a otros gobiernos. Como jefe de gobierno es la máxima figura del
ejecutivo nacional y suele tener gran capacidad para nombrar a los funcionarios de la rama
ejecutiva en el orden nacional. El Presidente es también es el Comandante en jefe de las
Fuerzas Armadas. Por eso tiene a su cargo el orden público y la defensa externa del país.
En algunos casos el Presidente es elegido popularmente como en el sistema constitucional
colombiano. En EEUU su elección es indirecta pues el pueblo elige a los miembros de un
Colegio Electoral que luego es el encargado de elegir al Presidente. La elección
presidencial es una especie de “uno gana”, todos pierden, pues quien ocupa el segundo
lugar en las elecciones no tiene asegurado ningún cargo en el Estado, a diferencia del
sistema parlamentario, como lo veremos.
Los presidentes pueden ser reelegidos en algunos casos, casi siempre por período adicional,
como es el caso de (EEUU). Sobre el caso colombiano aún no tenemos una definición pues
todo dependerá de la reforma constitucional que se intenta por la vía de un referendo, cuyo
proceso complejo está en trámite. El régimen presidencial fue adoptado por los países
hispanoamericanos. En las Américas, solo Canadá adoptó el modelo parlamentario.
En el régimen presidencial el Congreso o Parlamento no dependen de ninguna manera del
Presidente y viceversa. Por supuesto, los proyectos de ley y propuestas presupuestales
deben ser discutidas y decididas por el Congreso, pero esto no quiere decir que el Gobierno
puede solicitar nuevas elecciones del parlamento, o que el Congreso pueda remover al jefe
de gobierno. El régimen presidencial permite además que el Presidente pueda nombrar su
gabinete o cuerpo de ministros, sin embargo, en EEUU requiere confirmación del Senado.
Por otra parte, el Congreso no puede remover al Gabinete, aunque, en Colombia hay
moción de censura para los llamados “juicios políticos” en contra de ministros que por su
conducta no sean aceptados por el legislativo. De esta manera, en general, el Congreso y
Ejecutivo actúan y desarrollan sus actividades de manera separada.

El Régimen Parlamentario
El Régimen Parlamentario tuvo su origen en Inglaterra en 1689. Aunque el Parlamento
inglés se había gestado por muchos siglos antes. Hay diversas formas de parlamentarismo.
En algunas de ellas el jefe de gobierno se denomina Premier, Primer Ministro o Canciller y
su elección o designación varía dependiendo del diseño institucional. En este régimen, el
Jefe de Estado suele ser el monarca (Inglaterra y España) o un Presidente (Italia)
Algunos modelos son el italiano, el alemán, el inglés, el español o el japonés. Como se
insinuó antes, los detalles del diseño institucional de cada país corresponde analizarlos
según su Constitución. El jefe de gobierno tiene origen parlamentario. Es decir, el
Parlamento decide quién será el Primer Ministro. En otros casos, el jefe de Estado designa
al Primer Ministro, pero con base en las fuerzas políticas presentes en el Parlamento. Lo
más común es que los ciudadanos elijan a los parlamentarios y que luego este designe al
Jefe de Gobierno. Es importante considerar que los ciudadanos, cuando votan, lo hacen
conociendo los partidos y sus líderes, que son los posibles primeros ministros en caso de
que su partido o una coalición de él obtenga la mayoría suficiente para definir el cargo.
El Jefe de Gobierno puede ser elegido indefinidamente pero también puede ser removido
por decisión mayoritaria del parlamento. En algunos países, los miembros del Gabinete de
gobierno son parlamentarios. Otra particularidad de este sistema es que el parlamento tiene
“voto” de censura contra el Gabinete así como el Jefe de Gobierno puede “adelantar las
elecciones” en caso de “pérdida de confianza” en el Parlamento, que amenace la
gobernabilidad. En otras palabras, el legislativo que se oponga claramente a cualquier
iniciativa y pueda llegar a bloquear las políticas gubernamentales puede ser reemplazado
por medio de votación popular.
Con todo, el parlamento puede hacer renunciar al Jefe de Gobierno en cualquier momento
que considere que no está de acuerdo con su política. Si la coalición del primer ministro
que lo respalda en el Parlamento se debilita hasta el punto de ceder la mayoría a la
oposición, la nueva mayoría puede forzar al retiro de un Primer Ministro. Por ejemplo, en el
caso de Italia hay Presidente de la República nombrado por el Parlamento y el Presidente
del Consejo de Ministros es el Jefe del Gobierno. Este Presidente del Consejo de Ministros
lo designa el Presidente de la República pero lo hace con base en las mayorías de los
partidos en el Parlamento.
En este régimen no hay una separación entre los poderes ejecutivo y legislativo. Aunque
pueda parecer inestable debido a la posibilidad de revocatorias o censuras mutuas entre el
Jefe de Gobierno y el Parlamento, también puede resultar útil para garantizar salidas
negociadas a agudas crisis políticas, que el presidencialismo no parece facilitar.

El Régimen Semipresidencial
El régimen semipresidencial tiene a la Francia constitucional contemporánea como su
máximo exponente. Se trata de un sistema cuyo Ejecutivo es dual. Es decir que hay un jefe
de Estado (El Presidente de la República) y un Gabinete presidido por el Jefe de
Gobierno. El Gabinete responde políticamente ante el parlamento, como en el caso del
sistema parlamentario
El jefe de Estado o Presidente, es elegido popularmente, mientras que el Primer Ministro
es elegido por el Parlamento (Asamblea Nacional para el caso de Francia). En el caso
francés, el Presidente tiene diversas competencias, principalmente como Jefe de Estado.
También en Defensa, pues es comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Es clave para
garantizar el funcionamiento de los poderes públicos y la independencia de la
administración de justicia.

Hay un fenómeno que se mantuvo en Francia por varios períodos y es la “cohabitación” es


decir que el Presidente tiene un partido diferente al partido mayoritario en la Asamblea
Nacional y por lo tanto de su primer ministro. Esto obliga a negociaciones que eviten
bloqueos institucionales. En este sistema el Ejecutivo puede anticipar las elecciones
parlamentarias (Disolución), como en el sistema parlamentario.

El Régimen de Asamblea
El régimen de Asamblea es aquel en donde una asamblea o un parlamento, se hace titular
del poder en una nación. Suele delegar funciones en unos representantes para que cumplan
funciones de gobierno. Aunque no propiamente un sistema democrático, el régimen político
de China es, prácticamente el de una Asamblea.
Siguiendo con el ejemplo chino, en coordinación con el Comité Permanente de la
Asamblea Popular Nacional, el Presidente de la República Popular China ejerce como Jefe
de Estado. De acuerdo con las decisiones de la Asamblea o del Comité Permanente, el
presidente promulga las leyes, nombra o destituye a los miembros del Consejo de Estado,
imparte órdenes, realiza actividades estatales en representación de la República, dirige las
relaciones internacionales y la política exterior
América Latina Hoy
Universidad de Salamanca
latinhoy@usal.es
ISSN (Versión impresa): 1130-2887
ESPAÑA

2008
Kathryn Hochstetler
REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO: DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES
EN EL CONO SUR
América Latina Hoy, agosto, número 049
Universidad de Salamanca
Salamanca, España
pp. 51-72

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx
REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO:
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR
Rethinking presidentialism: challenges and presidential falls
in the Southern Cone

Kathryn HOCHSTETLER
University of New Mexico
hochstet@unm.edu

BIBLID [1130-2887 (2008) 49, 51-72]


Fecha de recepción: agosto del 2007
Fecha de aceptación y versión final: marzo del 2008

RESUMEN: Desde 1978, el 40% de los presidentes electos en Sudamérica han sido desafiados
por actores civiles que intentaron forzarlos a dejar sus cargos antes de tiempo. A través del juicio
político (impeachment) y de renuncias, 23% han caído y han sido reemplazados por civiles. Los
presidentes desafiados fueron más proclives a seguir políticas neoliberales, a estar personalmen-
te implicados en escándalos y a carecer de mayoría parlamentaria en relación a sus colegas no
desafiados. Entre los presidentes desafiados, la presencia o ausencia de grandes protestas calleje-
ras demandando que fueran removidos de sus cargos es un factor crucial en la determinación
de sus destinos. Estos desarrollos cuestionan diversos supuestos centrales acerca de los regímenes
presidencialistas: que los mandatos presidenciales son firmemente fijos y que la consecuencia del
conflicto político en el presidencialismo es el quiebre democrático.

Palabras clave: presidencialismo, Sudamérica, caída presidencial, desafíos.

ABSTRACT: Since 1978, forty percent of elected presidents in South America have been
challenged by civilian actors trying to force them to leave office early. Through impeachment and
resignations, twenty three percent have fallen and been replaced by civilians. I find that challenged
presidents were more likely to pursue neoliberal policies, be personally implicated in scandal, and
lack a congressional majority than their unchallenged counterparts. Among challenged presidents,
the presence or absence of large street protests demanding they be removed from office is then
crucial in determining their fates. These developments confound several core assumptions about
presidential regimes: that presidential terms are firmly fixed, that populations cannot withdraw
as well as grant presidential mandates, and that the consequences of political conflict in presi-
dentialism are democratic breakdown.

Key words: presidentialism, South America, presidential fall, challenges.

© Ediciones Universidad de Salamanca América Latina Hoy, 49, 2008, pp. 51-72
KATHRYN HOCHSTETLER
52 REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO:
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

I. INTRODUCCIÓN1

Desde que los países sudamericanos volvieron a tener gobiernos civiles en las déca-
das de 1970 y 1980, el 23% de sus presidentes electos han sido forzados a dejar sus
cargos antes del fin de sus mandatos. Esta tasa impresionante de salidas presidencia-
les tempranas ha recibido poca atención sistemática, aunque debería ser central en los
debates sobre la calidad de la democracia y la posible inestabilidad en los sistemas pre-
sidenciales. Este artículo se concentra en los desafíos: ¿por qué y cómo los sudameri-
canos demandan a sus presidentes que dejen sus cargos antes? Desde 1978, los desafíos
más serios han venido de actores civiles en el Congreso, en las calles, o de ambos a la
vez. Luego de examinar el conjunto completo de presidencias, argumento que los pre-
sidentes desafiados fueron más proclives a estar personalmente implicados en escán-
dalos, a seguir políticas neoliberales y a carecer de mayoría parlamentaria en relación
a sus contrapartes no desafiadas. La presencia o ausencia de protestas callejeras, por
tanto, jugó un papel central para determinar qué presidentes realmente cayeron. La
conclusión plantea las posibles consecuencias de estos patrones regionales para el pre-
sidencialismo como un todo.

II. PRESIDENCIALISMO Y CAÍDAS PRESIDENCIALES

El contraste entre los regímenes presidencial y parlamentario es una de las dico-


tomías fundamentales de la política democrática comparada, con debates perennes acer-
ca de cuál tipo de regimen es más estable o más democrático (Linz y Valenzuela, 1994;
Mainwaring y Shugart, 1997; Przeworski, Álvarez, Cheibub y Limongi, 2000). Este ar-
tículo mira sólo regímenes presidenciales, dado que su dilema central de finalización
temprana del mandato ejecutivo es sólo posible en el presidencialismo. Parte de la defi-
nición clásica de Sartori (1994: 84) de que un régimen es presidencial: «si y sólo si, la
cabeza del Estado i) surge de una elección popular, ii) durante su período preestable-
cido no puede ser despedido por voto parlamentario y iii) encabeza o similarmente diri-
ge los gobiernos que él o ella elige».
Linz (1994: 6) plantea dos rasgos comunes en todos los sistemas presidencialistas:
que un presidente directamente electo disfruta de una legitimidad democrática indivi-
dual y que es seleccionado por un mandato fijo. Estas definiciones conforman la base
consensuada para la mayoría de las siguientes investigaciones sobre presidencialismo y
sus efectos.

1. Este trabajo fue publicado originariamente en Comparative Politics, julio de 2006 y es reim-
preso con el permiso de The City University of New York. Quisiera agradecer las sugerencias de Javier
Auyero, Elisabeth Jay Friedman, Dawn King, Steven Levitsky, Fiona Macaulay, Vicky Murillo, David
Samuels, Kurt Weyland y de los evaluadores externos de América Latina Hoy, Revista de Ciencias Sociales.
Un especial agradecimiento va para Kyle Saunders por su asistencia en el análisis estadístico y su inter-
pretación. Finalmente, los bibliotecarios del Latin American Centre, Oxford University, fueron de mucha
ayuda al permitirme leer cientos de números de Latin American Weekly Report. Traducción del texto
a cargo de Georgina Paolino.

© Ediciones Universidad de Salamanca América Latina Hoy, 49, 2008, pp. 51-72
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REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO: 53
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

En contradicción con estas expectativas, la emergencia regular de actores desafiantes


que demandan que los presidentes dejen sus cargos antes sugiere que las elecciones direc-
tas en Sudamérica no otorgan siempre a los presidentes la legitimidad suficiente para
terminar sus mandatos. Este estudio considera sólo a los presidentes que fueron elec-
tos por voto popular de sus ciudadanos y por tanto que tuvieron, en un momento, evi-
dencia de su legitimidad individual a nivel electoral para encabezar el Estado y el
gobierno. De los cuarenta presidentes cuyos mandatos terminaron a finales de 2003,
dieciséis de ellos (40%) experimentaron desafíos para continuar en su cargo hasta ter-
minar su mandato y nueve (23%) terminaron sus mandatos «fijos» antes (ver Tabla I).

TABLA I. DESTINOS DE LOS PRESIDENTES SUDAMERICANOS POPULARMENTE ELECTOS


(1978-2003)
País Presidente Mandato Minoría Escándalo Neoliberal Resultado
Argentina Alfonsín 1983-1989 Sí No No Renunció
Menem I 1989-1995 Sí No Sí Completó
Menem II 1995-1999 Sí Sí Sí Completó
De la Rúa 1999-2001 Sí No Sí Renunció
Bolivia Paz Estenssoro 1985-1989 Sí No Sí Completó
Paz Zamora 1989-1993 Sí Sí Sí Completó
Sánchez de Lozada 1993-1997 Sí Sí Sí Completó
Sánchez de Lozada 2002-2003 Sí No Sí Renunció
Brasil Collor de Mello 1990-1992 Sí Sí Sí Juicio político; renunció; condenado
Cardoso I 1995-1998 Sí No Sí Desafiado; completó
Cardoso II 1999-2002 Sí No Sí Desafiado; completó
Chile Aylwin 1990-1994 Sí No Sí Completó
Frei 1994-2000 Sí No Sí Completó
Colombia Turbay 1979-1982 No No No Completó
Betancur 1982-1986 Sí No Sí Completó
Barco 1986-1990 Sí No No Completó
Gaviria 1990-1994 No No Sí Completó
Samper 1994-1998 No Sí No Desafiado; completó
Pastrana 1998-2002 Sí Sí Sí Completó
Ecuador Febres Cordero 1984-1988 Sí No Sí Desafiado; completó
Borja 1988-1992 Sí No Sí Desafiado; completó
Durán Ballen 1992-1996 Sí Sí Sí Completó
Bucaram 1996-1997 Sí Sí Sí Designado «incapaz»
Mahuad 1998-2000 Sí Sí Sí Golpe civil/militar; designado «desertor»
Paraguay Rodríguez 1989-1993 No No Sí Completó
Wasmosy 1993-1998 Sí Sí Sí Desafiado; completó
Cubas 1998-1999 No Sí Sí Renunció al encarar juicio político
Perú Belaúnde 1980-1985 No No Sí Completó
García 1985-1990 No Sí No Completó
Fujimori I 1990-1995 Sí No Sí Juicio político; completó
Fujimori II 1995-2000 No No Sí Completó
Fujimori III 2000-2000 Sí Sí Sí Renunció; designado «incapaz»
Uruguay Sanguinetti I 1985-1990 Sí No No Completó
Lacalle 1990-1995 Sí No Sí Completó
Sanguinetti II 1995-2000 Sí No Sí Completó
Venezuela Herrera Campins 1979-1984 Sí No No Completó
Lusinchi 1984-1989 No No No Completó
Pérez 1989-1993 Sí Sí Sí Juicio político; designado «desertor»
Caldera 1994-1999 Sí No Sí Completó
Chávez 1999-2000 Sí No No Completó

Nota: Esta lista no incluye a los presidentes cuyos mandatos terminaron antes por razones de enfermedad o
muerte, ni a los presidentes cuyos mandatos no habían terminado para el año 2003. El texto y las notas en
la sección «Por qué los presidentes son desafiados» explican cómo los casos fueron codificados.
Fuente: Elaboración de la autora.

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54 REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO:
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

Presidentes en Ecuador y Bolivia han caído también desde 2003 y Chávez en Ve-
nezuela ha sobrevivido por poco los desafíos a su gobierno. Dados estos desarrollos,
es obvio que los presidentes sudamericanos no pueden asumir que permanecerán un
mandato dado y fijo en su cargo.
El término «caída presidencial» es usado aquí para identificar todas las veces en
que presidentes electos dejaron sus cargos antes de que sus mandatos concluyeran, ya
sea porque renunciaron o porque fueron expulsados por juicio político o por cualquier
otra manera forzosa de renuncia. Los «desafíos» involucran acciones concretas para con-
vencer a un presidente de que renuncie o para forzarlo a dejar su cargo. Los distintos
desafíos y caídas son considerados juntos bajo la base teórica de que son todas desvia-
ciones iguales respecto del mandato fijo esperado del presidencialismo.
Una observación crucial acerca de estos casos es que todos desembocaron en nue-
vos presidentes civiles. En otras palabras, las caídas presidenciales como se discuten
aquí son cambios «dentro» del régimen, no quiebres del régimen. De manera homo-
génea, vicepresidentes y líderes legislativos tomaron sus mandatos constitucionales
como presidentes luego de caídas presidenciales. Dos desafíos incluyeron protagonistas
militares (Ecuador en 2000 y Venezuela en 2002) pero estos casos también termina-
ron rápidamente en regímenes civiles. La naturaleza civil de las caídas presidenciales
es especialmente notable dado que actores no-civiles amenazaron «ineficientemente»
a presidentes durante este tiempo. La expectativa de Linz de que las Fuerzas Armadas
surgirían como un poder moderador para manejar conflictos entre el Ejecutivo y el
Legislativo queda dramáticamente refutada.
Consecuentemente, mi enfoque está en los desafíos a los presidentes que surgen
de actores civiles, en la Legislatura o en la sociedad civil. Muchos estudios de caídas
presidenciales en Sudamérica se han focalizado en las negociaciones de elite que hicie-
ron caer a los presidentes en un país, tratando a las protestas callejeras como una pre-
sión detrás de las elites (Carey, 2003a; Schamis, 2002; Carey, 2003b)2.
Otros, sin embargo, otorgan un lugar central al papel de la protesta masiva en una
caída presidencial específica (Abente-Brun, 1999; García Calderón, 2001; Lucero, 2001;
Weyland, 1993; Pérez Liñán, 2003)3. Si bien estos artículos proveen información valio-
sa sobre el desarrollo de los eventos hacia la crisis, sostengo que el estudio de las caí-
das presidenciales necesita avanzar en dos caminos para entender el fenómeno general
en Sudamérica y quizás más allá.
Primero, todos estos estudios sufren el error metodológico de seleccionar sobre la
variable dependiente desde el ángulo que busca entender las causas de las caídas pre-
sidenciales. Seleccionan casos porque los presidentes cayeron y carecen de casos corres-
pondientes donde los presidentes permanezcan en sus cargos todo su mandato a pesar
de esfuerzos por hacerlos caer. Este artículo usa una herramienta de los estudios sobre

2. La revisión de J. CAREY (2003b) de una serie de casos recientes también presume que las
relaciones Ejecutivo-Legislativo son centrales.
3. En la conclusión de su estudio comparativo sobre un «nuevo presidencialismo», A. PÉREZ
LIÑÁN reconoce el papel aparente de la protesta popular, aunque no la analiza.

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REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO: 55
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

movimientos sociales, el análisis de eventos de protesta, para corregir este problema


metodológico. El análisis de eventos de protesta usa fuentes de medios para documentar
la ocurrencia de formas no convencionales de acción colectiva, como un primer paso,
para luego evaluar las causas o consecuencias de esa acción (Koopmans y Rucht, 1999).
He usado esta técnica para documentar las dieciséis veces desde 1978 en que la socie-
dad civil o las elites parlamentarias sudamericanas se han movido para demandar la fina-
lización temprana de mandatos presidenciales (ver Tabla II).

TABLA II. DESAFÍOS CIVILES A PRESIDENTES SUDAMERICANOS POPULARMENTE ELECTOS


(1978-2003)

Lugar de la acción
Resultado
Calle Calle y Legislatura Legislatura
Presidente cayó 1989 Argentina 1992 Brasil
1999-2000 Ecuador 1992-93 Venezuela
2001 Argentina 1997 Ecuador
2003 Bolivia 1998-99 Paraguay
2000 Perú
Presidente permaneció 1995 Brasil 1999 Brasil 1987 Ecuador
en su cargo 1991-92 Perú
1992 Ecuador
1994 Paraguay
1995-96 Colombia

Fuente: Elaboración de la autora.

La mayoría de los esfuerzos fallidos son ampliamente olvidados, dado que no tuvie-
ron éxito, pero son tan cruciales para entender las caídas presidenciales como los que
resultaron exitosos. La primera sección empírica comienza con tres razones de los desa-
fíos inductivamente identificadas: las políticas económicas neoliberales del presiden-
te, su involucramiento personal en escándalos y su estatus minoritario. Luego examina
las cuarenta presidencias y encuentra que cada una es un factor de riesgo para los pre-
sidentes que quieren completar sus mandatos, dado que presidentes desafiados y que
cayeron comparten desproporcionadamente estas características comparados con el con-
junto completo de presidentes.
Mi segundo argumento es que la presencia o ausencia de protestas callejeras es
central para los resultados de los desafíos: mientras que tanto elites políticas como la
sociedad civil organizada han intentado remover presidentes tempranamente, todas
las movilizaciones exitosas en pos de caídas presidenciales han incluido actores de la
sociedad civil demandando en las calles que los presidentes se vayan4. Como muestra

4. Uso aquí el término sociedad civil de una manera pobremente descriptiva para indicar que
estos actores son no-estatales. No hago supuestos normativos sobre si son necesariamente civiles o
democráticos.

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KATHRYN HOCHSTETLER
56 REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO:
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

la Tabla II con su cuadrante vacío, los cinco intentos por remover presidentes que tuvie-
ron lugar exclusivamente en la Legislatura fallaron. Estas observaciones sugieren que
la protesta callejera es decisiva al menos en las etapas finales de las caídas presiden-
ciales. Las protestas callejeras de actores de la sociedad civil, con o sin acción legisla-
tiva paralela, parecen ser el poder moderador de los nuevos regímenes civiles. Esto
marca un retroceso en patrones anteriores, cuando las Fuerzas Armadas jugaron este
papel en la región, con estas intervenciones a menudo disparadas por las protestas calle-
jeras masivas. La segunda sección empírica discute cómo la protesta callejera masiva
contribuye a las caídas presidenciales, ya sea directamente o acompañando la acción
legislativa.
El papel central de la protesta masiva en las caídas presidenciales sugiere una nece-
sidad de mayor reflexión sobre el papel de la sociedad civil en el presidencialismo. La
literatura sobre consolidación democrática generalmente ha recurrido demasiado rápi-
do a las instituciones en lugar de las relaciones Estado-sociedad para explicar resul-
tados políticos (Kashar, 1999). Esto ha sido así para los estudios sobre presidencialismo
también, a pesar del hecho de que uno de los rasgos principales de los sistemas pre-
sidencialistas es que el mandato que el presidente recibe de la población es bajo el for-
mato electoral (Stokes, 2001). Las discusiones sobre el presidencialismo han pasado
por alto las maneras en que los ciudadanos evidentemente pueden remover el man-
dato que otorgan; un fenómeno que está volviéndose más común, con la consolida-
ción democrática.
La mayoría de los estudios sobre presidencialismo se han separado del trabajo clá-
sico de Linz (1994) comparando presidencialismo y parlamentarismo. Cuando Linz
ayudó a lanzar el estudio comparativo de estos sistemas, en la década de 1980, tenía
razón al argumentar que las instituciones habían sido subestudiadas y necesitaban ser
cuidadosamente sopesadas. Los siguientes estudios institucionales trajeron muchos
hallazgos. Los factores institucionales de elite son claramente centrales en la política
rutinaria (77% de los presidentes recientes en Sudamérica no cayeron) y numerosos
artículos continúan mapeando interesantes áreas de investigación por este tipo de polí-
tica (Amorim Neto, 2006; Cheibub, 2002; Samuels y Shugart, 2003). En cuanto a la
política no-rutinaria, sin embargo, los análisis institucionales son menos útiles (Weyland,
2002). Los desafíos a los presidentes desde la sociedad civil presentan un dilema para
el análisis institucional de las rutinas, siguiendo lo que Geddes (2003) identifica como
las dos asunciones simplificadoras estándar para entender la política en regímenes
democráticos: «Primero, que los funcionarios quieren permanecer en sus cargos; segun-
do, que la mejor estrategia para hacer eso es dar a la base electoral lo que quiere». La
evidencia de este artículo sugiere que las explicaciones de resultados políticos extraor-
dinarios, como las caídas presidenciales, deben incluir a la sociedad civil como un par-
ticipante activo, especialmente en la resolución de esta contradicción.

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REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO: 57
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

III. ANÁLISIS DE EVENTOS DE PROTESTA QUE DESAFIARON A LOS PRESIDENTES

Los desafíos son identificados aquí a través del análisis de eventos de protesta que
utiliza las fuentes de medios impresos para localizar la ocurrencia de éstos, usando pro-
cedimientos codificados y estandarizados (Koopmans y Rucht, 1999). La información
de los desafíos presentada aquí está basada en los veinticinco años del boletín de noti-
cias Latin American Weekly Report (LAWR). El Weekly Report se presenta como pro-
veedor de un «resumen informativo orientado en el riesgo, oportuno y conciso»5. Esta
misión significa que el LAWR está muy alerta a eventos de protesta así como a activi-
dades inusuales de elite, como procesos de juicio político. El formato semanal impli-
ca que reporta sólo lo más importante de éstos, creando una usual tendencia de datos
orientada a eventos más dramáticos. Dado que el tópico de interés aquí son los esfuer-
zos para destituir presidentes, LAWR atrapa los eventos relevantes.
Una cuestión en los análisis de eventos de protesta es determinar cuáles cuentan
como protesta o, aquí, como desafío. En cuanto a los actores de la sociedad civil, este
estudio se focaliza en las movilizaciones masivas reportadas que pusieron a las mul-
titudes en la calle6. En relación a las acciones parlamentarias, busqué reportes sobre
la programación de procedimientos formales de juicio político u otros esfuerzos con-
cretos para remover presidentes. Para determinar si una protesta o acción parlamen-
taria específica realmente apuntaba a destituir un presidente, simplemente tomé el
reclamo reportado en LAWR que siempre declaraba directamente cuál era la deman-
da: reforma agraria, aumento salarial o (lo que interesa en este estudio) la caída pre-
sidencial. Los observadores de marchas de protesta de miles de personas entenderán
que tales caracterizaciones inevitablemente borran las diferentes razones que los indi-
viduos llevan a las calles, pero generalmente hay una preponderancia de evidencia sobre
qué une a la gente.

IV. POR QUÉ LOS PRESIDENTES SON DESAFIADOS

Esta sección identifica y analiza las características que separan a los presidentes de-
safiados de sus contrapartes regionales. Una evaluación inductiva de los desafíos actua-
les mostraba que tres temas motivaban virtualmente todas las campañas para remover
presidentes antes de tiempo. Para los actores de la sociedad civil, falta de satisfacción
con las políticas económicas era la razón más común para desafiar presidentes. Acu-
saciones de corrupción, cuando se vinculaban con la figura presidencial, eran impor-
tantes en ambos grupos de actores. Legisladores que enfrentan presidentes minoritarios

5. Ver http://www.latinnews.com/lwr_/LWR_2315.asp. Las citas de números específicos siguen


el formato de la publicación: WR-00-03 es el tercer número de Weekly Report en 2000.
6. Esto contrasta con los tipos más institucionalizados de actividad que han emergido en muchos
sectores de movimientos sociales desde la vuelta al gobierno civil. Ver E. FRIEDMAN y K. HOCHSTETLER
(2002).

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DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

también suelen presentar desafíos para dirimir las relaciones entre poderes en la prác-
tica, siguiendo los múltiples cambios formales en las Constituciones durante este pe-
ríodo. Esta sección toma cada una de estas razones para desafiar a un presidente,
describiendo los tipos de desafíos basados en cada uno y examinando la incidencia
de cada factor entre el grupo completo de cuarenta presidentes (ver Tabla I). En la
conclusión a esta sección, presento las perspectivas que se predicen a partir de un
modelo de regresión logística para las variables dependientes, que muestran que la
presencia o ausencia de un escándalo tiene el mayor impacto sobre la probabilidad
tanto de un desafío como de una caída presidencial.

V. POLÍTICAS ECONÓMICAS

La difusión regional de políticas orientadas al mercado durante este período de


tiempo generó intensos conflictos políticos y económicos (Wise y Roett, 2003). Mientras
que algunos celebraron las políticas neoliberales, las protestas en contra llenaron las
calles de las capitales sudamericanas repetidamente. La mayoría de éstas no se con-
virtieron en protestas contra presidentes en el poder. Todas menos dos de las coali-
ciones desafiantes con base en las calles (1998-1999 en Paraguay y Perú en el 2000)
desaprobaban las políticas económicas de los presidentes, sin embargo, con un patrón
característico de meses de protestas antieconómicas, de repente, explotaron en una
insistencia en que los presidentes renunciaran. En consecuencia, siete meses de con-
tinuas protestas contra las políticas económicas de De la Rúa en Argentina se trans-
formaron en llamados para que se fuera, que se produjeron las últimas dos semanas
antes de que renunciara. Diez presidentes que siguieron políticas neoliberales fueron
blancos de desafíos con base en las calles, mientras que sólo uno no neoliberal del gru-
po analizado (Alfonsín, en Argentina, en 1989) enfrentó desafíos en las calles.
En estos desafíos, la escala de la demanda aparece relacionada con los actores in-
volucrados. Los movimientos con base en las calles contra presidentes por temas eco-
nómicos estaban generalmente coordinados por organizaciones de la sociedad civil
existentes. Sindicatos y estudiantes formaron el núcleo de todas estas movilizaciones,
con las principales organizaciones sindicales repetidamente en el frente. Cuando las pro-
testas involucraban sólo sindicatos y estudiantes, se enfocaban en demandas económi-
cas más específicas. Movilizaciones más amplias que, en realidad, insistían en que los
presidentes dejaran sus cargos antes, siempre tuvieron participantes adicionales, inclu-
yendo ciudadanos individuales que fueron motivados a unirse. Las organizaciones adi-
cionales variaron por país, pero otros participantes comunes fueron campesinos,
organizaciones eclesiásticas y grupos vecinales. En Ecuador y Bolivia los grupos indí-
genas han sido jugadores centrales, mientras que en Brasil y Venezuela a veces lo han
sido asociaciones profesionales. Los grupos empresariales también apoyaron todas las
movilizaciones de la sociedad civil incluyendo el esfuerzo por remover a Bucaram en
1997; en Venezuela, desde entonces, sólo han sido parte de desafíos a Chávez.

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DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

Los presidentes desafiados fueron mucho más propensos a seguir políticas econó-
micas neoliberales que políticas de seguridad o populistas (diez contra uno)7. Este resul-
tado desproporcionado está de alguna manera moderado al mirar al grupo completo
de presidentes luego de 1978, dado que muchos más presidentes siguieron esas políti-
cas. De los treinta y un presidentes neoliberales, catorce fueron desafiados (40%) y ocho
cayeron (31%). Esos números son más altos que el 33% de los presidentes orientados
a la seguridad (tres de nueve) que fueron desafiados y que el 11% (uno) que cayó, pero
muchos presidentes sobrevivieron a este factor de riesgo. Para completar el cuadro, ha
habido también protestas contra presidentes en el único país de la región que ha roto
más claramente con el neoliberalismo, Venezuela.

VI. CORRUPCIÓN Y OTROS ESCÁNDALOS

Los Congresos y los actores de la sociedad civil a menudo se unen para desafiar
presidentes cuando hay buena evidencia de corrupción o escándalos que involucren al
presidente mismo. Los Congresos inician numerosas investigaciones en tales casos, usan-
do los recursos y procedimientos de su rama de gobierno. En su mayoría, los legisla-
dores se autolimitaron a procesos legales en sus esfuerzos por remover presidentes por
corrupción y los ciudadanos apoyaron sus esfuerzos.
El proceso formal de juicio político fue el más común, iniciado en nueve de once
desafíos legislativos a presidentes y amenazado en muchas más ocasiones (Baumgartner,
2003; Pérez Liñán, 2003). No obstante, la mayoría de las legislaturas tienen, y even-
tualmente usaron, una variedad de procedimientos de remoción más o menos consti-
tucionales en estos casos. Sólo el juicio político brasileño en 1992, de libro de texto,
realmente pasó por todos los pasos legales del juicio político, desde la investigación
al juicio político por un cuerpo al enjuiciamiento final por otro. En varios casos, los
Congresos eligieron procesos de remoción que no requerían las supermayorías del jui-
cio político, removiendo presidentes por deserción (Venezuela en 1993 y Ecuador en
2000), incapacidad mental (Ecuador en 1997) e incapacidad moral (Perú en 2000). El
uso de estos tipos de procedimientos puede parece bastante alejado del juicio políti-
co, que suele ser considerado un proceso especial de remoción legal no-partidista en
caso de un especial mal ejercicio presidencial. Por el contrario, el juicio político ha
sido siempre «fundamentalmente un proceso político de principio a fin» (Baumgartner,
2003: 5), haciendo las distinciones entre estos tipos de remociones menos centrales.
La traducción al español del término inglés impeachment, juicio político, hace más cla-
ro el doble significado de la palabra. Literalmente, juicio político puede referir tanto
a la instrucción constitucional que un cuerpo político, el Congreso, constituye para

7. Información sobre 1982-1995 de S. STOKES (2001: 14-15). Información sobre otros años de
The Economist. Esta columna, en la Tabla I, está marcada como «Sí» para los presidentes cuya orien-
tación de política en el gobierno era neoliberal; y «No» para orientaciones de política que The Economist
denomina «populista».

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juzgar el caso extraordinario de remoción legal de una figura política o para enjuicia-
mientos que están políticamente motivados.
Ambos significados son relevantes para los desafíos legislativos a los presidentes
en Sudamérica más recientes. El juicio político brasileño a Collor en 1992 es el mejor
ejemplo de un proceso constitucional completo. La remoción de Pérez en Venezuela
ilustra ambos significados: mientras que él fue apropiadamente sometido a juicio polí-
tico y removido de su cargo por su oscuro uso de un fondo de 17 millones de dólares
para fines ilícitos, éste fue simplemente el último de cinco intentos llevados a cabo por
un Congreso hostil para removerlo en un período de dieciocho meses. Adicionalmente,
luego de que Pérez dimitió para esperar su enjuiciamiento, el Congreso lo removió per-
manentemente antes de que comenzara, bajo la cuestionable base de que había aban-
donado su cargo (WR-93-36).
Los ciudadanos a menudo planean manifestaciones en apoyo de estos esfuerzos par-
lamentarios basados en casos de corrupción, siendo la mayor los millones de brasile-
ños que insistieron para que Collor se fuera. Sobre la base de evidencia no sistemática
del Weekly Reports, la evidencia de corrupción personal también parece estar relacio-
nada con bajos niveles de aprobación de la opinión pública, que contribuyeron a las
protestas callejeras. Sólo el 8% de los brasileños consideraban al régimen de Collor como
bueno cuando comenzó su año de declive, mientras que el venezolano Pérez cayó a un
histórico 6% de aprobación8. Mahuad de Ecuador se mantiene en el fondo, con sólo
2% de aprobación cuando era desafiado (WR-00-02). El rápido impacto de la corrup-
ción en la opinión pública puede verse en Perú, donde los índices de aprobación de
Fujimori cayeron de 43% a 16% luego de un vídeo que mostraba claramente la corrup-
ción en su administración, más allá de la gran voluntad del público peruano para acep-
tar sus abusos de poder (WR-00-40).
Evaluar la incidencia general de la corrupción y los escándalos entre los presidentes
de la región es un reto para el analista y para los ciudadanos sudamericanos. Las acu-
saciones son casi constantes y la acción judicial contra un presidente no es ni nece-
saria ni suficiente para probar el mal accionar. La estrategia de investigación usada
aquí, que marca a un presidente como personalmente corrupto cuando los cargos son
suficientemente creíbles para aparecer como la principal noticia de la semana en LAWR,
acerca el nivel doméstico de creencia de que el presidente es corrupto9. Esta creen-
cia, ya sea verdad o no, es la posible base de los desafíos. La ausencia de corrupción
reportada no parece proteger a los presidentes, ocho de veintiséis de los presidentes
desafiados (31%), y sólo tres presidentes presumiblemente no-corruptos cayeron en

8. Sobre Brasil, ver WR-92-01; sobre Venezuela, ver A. ROMERO (1997).


9. Ésta es una estimación muy conservadora sobre el nivel de corrupción, dado que LAWR fre-
cuentemente no reporta corrupción por otras fuentes. Adicionalmente, debe notarse que un presi-
dente es etiquetado como corrupto sólo si el reporte es hecho durante el mandato actual cuando él
podría ser desafiado. En esta columna de la Tabla I, «Sí» significa que el presidente fue personal-
mente implicado en cargos por ofensas que pueden someterse a juicio político, normalmente corrup-
ción financiera.

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realidad10. Contrariamente, mientras que la acción contra presidentes corruptos es a


menudo rápida, la mayor parte de los casos muestra que muchos presidentes sobre-
viven a serias acusaciones de corrupción personal, con seis de catorce (43%) no de-
safiados durante sus mandatos y sólo seis removidos tempranamente de sus cargos.

VII. PRESIDENTES CON MINORÍA

En las legislaturas, los desafíos fueron ampliamente dirigidos a presidentes con mino-
ría: de los presidentes desafiados, catorce tenían minoría y dos, mayoría. Los legisla-
dores de la oposición estaban deseosos de acusar con cargos de corrupción a presidentes
que estaban personalmente implicados, como se discutió. En ausencia de tales repor-
tes, usualmente invocaron algún tipo de reclamo sobre el comportamiento inconstitu-
cional del presidente en relación al Congreso u otras instituciones del gobierno (Ecuador
en 1987 y 1992, Perú en 1991-1992, Paraguay en 1998-1999). Muchos de estos desa-
fíos a presidentes minoritarios estaban, de manera clara, políticamente motivados, sien-
do Ecuador foco de notables ejemplos al respecto. Un intento de juicio político en 1992,
por ejemplo, fue justificado por objeciones del Congreso a un proyecto de ley sobre
reforma monetaria y a la referencia de Borja respecto de los miembros del Congreso
–los llamó «vagos» (WR-92-17)–. Los presidentes de Ecuador fueron también notable-
mente ilimitados en sus negociaciones con el Congreso. Febres Cordero, que enfrentó
un esfuerzo por ser removido en 1987, hizo que lanzaran gas lacrimoso a su Congreso
y llevó tanques al edificio de la Corte para bloquear a varios jueces designados por el
Congreso (Conaghan, Malloy y Abugattas, 1990; Isaacs, 1991).
La sociedad civil fue a menudo indiferente a este tipo de desafío parlamentario,
con un aumento agudo en la aprobación pública luego del autogolpe de Fujimori, en
1992, como el ejemplo más impactante (Crabtree, 2001). El voto disperso del Congreso
para llevarlo a juicio político fue totalmente ignorado. Los paraguayos, en 1999, sí estu-
vieron de acuerdo con que Cubas había sobrepasado los límites del comportamiento
constitucional, especialmente luego del asesinato de su vicepresidente, uniéndose «para
proteger el edificio del Congreso» (Lambert, 2000: 392).
En general, los presidentes cuyos partidos tenían una minoría de las bancas par-
lamentarias fueron más proclives, tanto a ser desafiados por actores civiles, como a
caer11. Esta relación se mantiene incluso considerando el mayor número de presiden-
tes minoritarios en la región. De los treinta y un presidentes minoritarios en este estu-
dio, catorce de ellos (45%) fueron desafiados y ocho de ellos (26%) cayeron. De los

10. Dos fueron Alfonsín y De la Rúa. El otro fue Sánchez de Lozada II en Bolivia por cuya corrup-
ción fue reportado en su primer mandato.
11. Información para los años 1978-1997 de C. KENNEY (2004). Para presidentes posteriores a
1997, la información es de www.observatorioelectoral.org, usando la metodología de C. KENNEY (2004:
333): «Se considera que [una] presidencia ha tenido una mayoría legislativa si el presidente disfruta
del apoyo de una mayoría en cada cámara legislativa a lo largo de su mandato». Debe notarse que ésta
es una definición estricta.

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nueve extraños casos de presidentes mayoritarios, sólo dos de ellos (22%) fueron de-
safiados y sólo uno (11%) cayó. El caído presidente Cubas en Paraguay fue el único
presidente desafiado por los legisladores de su propio partido desde un comienzo, pero
el Partido Colorado es tan dominante allí que la política a menudo pone al partido
contra sí mismo (Lambert, 2000). El otro desafío fue a Samper en Colombia en 1995-
1996, donde el control del Congreso de la mayoría de su partido y, especialmente, el
comité de investigación fueron cruciales para que se mantuviera en su cargo (Dugas,
2001; Kada, 2003). Además, tres ex presidentes que fueron finalmente enjuiciados por
crímenes cometidos durante sus presidencias (García y Fujimori en Perú y Lusinchi
en Venezuela) podrían haber evitado desafíos formales mientras estaban en sus car-
gos dado que tenían mayorías parlamentarias. Estas experiencias sugieren que el desa-
fío y la caída presidencial están relacionados a si los partidos de los presidentes poseen
mayorías legislativas, apoyando argumentos acerca de la problemática e inestable in-
tersección entre sistemas presidencialistas y multipartidistas (Mainwaring, 1993). Sin
embargo, no es el único factor dado que algunos presidentes mayoritarios fueron de-
safiados y muchos presidentes minoritarios no lo fueron. Los únicos dos países que
no sufrieron desafíos a sus presidentes, Uruguay y Chile, tampoco contaban con pre-
sidentes mayoritarios.

VIII. RESUMEN

Políticas económicas neoliberales, corrupción personal y minorías parlamentarias


constituyen factores de riesgo para los presidentes sudamericanos que quieren completar
sus mandatos. La Tabla III resume las probabilidades que se predicen como resultado
de un modelo de regresión logística para las variables dependientes desafío y caída pre-
sidencial, que fueron calculadas usando CLARIFY (Tomz, Wittenberg y King, 2003; King,
Wittenberg y Tomz, 2000). La tabla reporta las primeras diferencias en la probabilidad
que se predice sobre las variables dependientes, que son calculadas modificando las varia-
bles de interés de cero a uno mientras se mantienen las otras variables independientes
en sus valores del modelo.

TABLA III. PROBABILIDADES QUE SE PREDICEN PARA DESAFÍOS Y CAÍDAS

Desafío Caída
Probabilidad que se predice para el caso modal 38,6 16,5
Diferencias en la probabilidad varían:
Neoliberal a no-neoliberal –11,3 –1,0
Sin escándalo a escándalo 24,4 31,9
Minoría a mayoría –15,7 –5,0

Fuente: Simulaciones estimadas utilizando CLARIFY.

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El presidente modal en la región durante estos años fue un presidente minoritario


que siguió políticas económicas neoliberales y que no estuvo personalmente implicado
en un escándalo. Tal presidente enfrentó un 38,6% de probabilidades de ser desafia-
do y un 16,5% de probabilidades de caer. Trece presidentes con mayoría legislativa o
que no siguieron políticas neoliberales podrían contar con una pequeña reducción en
su riesgo de ser desafiados. En el caso de presidentes personalmente implicados en escán-
dalos, por otro lado, la probabilidad de enfrentar un desafío salta a un 63% (38,6 más
24,4). Los escándalos también aumentan mucho la probabilidad de que un presidente
caiga efectivamente antes, ascendiendo ésta a 48,4% (16,5 más 31,9). Las otras varia-
bles independientes varían en la dirección que se predice, pero no tienen un gran impac-
to sobre la probabilidad de que caigan.

IX. DEL DESAFÍO A LA CAÍDA: EL PAPEL DE LA PROTESTA CALLEJERA

Como indica la Tabla II, la presencia de una población movilizada que demanda
en las calles que el presidente se vaya aparece ahora como un determinante crucial de
cuáles desafíos tienen éxito. Legisladores actuando solos no fueron capaces o no tuvie-
ron la voluntad de remover presidentes. Esta sección discute los papeles de la protes-
ta callejera en las caídas presidenciales, como un acompañamiento a la acción legislativa
y, de manera creciente, como un fenómeno en sí mismo.

X. PROTESTAS CALLEJERAS Y DESAFÍOS LEGISLATIVOS

Las protestas masivas jugaron un papel central en los resultados de desafíos par-
lamentarios a presidentes a partir de 1978 en Sudamérica. Como se desarrollaron estos
desafíos, los legisladores parecieron calcular si era más probable que sus poblaciones
los castigaran a ellos por su acción o inacción contra presidentes que en algún punto
tuvieron suficiente apoyo popular para ser elegidos para el mayor cargo público. Las
protestas callejeras a gran escala clamando que los presidentes se fueran persuadieron
a los legisladores a volcarse a la acción contra aquéllos. Más importante, ellos podrían
mover a antiguos apoyos del presidente hacia la oposición. La fuerza conductora del
miedo al castigo de los votantes fue especialmente evidente en el juicio político de Collor
en Brasil, donde las cercanas elecciones subnacionales sellaron su destino. Los miem-
bros del Congreso no sólo votaron para someterlo a juicio político sino aceleraron el
proceso para hacerlo antes de las elecciones (Flynn, 1993).
La acción o la inacción institucional también determina si la sociedad civil se movi-
liza o no. En el mismo caso brasileño, un voto clave de la Corte Suprema requería que
los votos fueran hechos públicos, reduciendo la habilidad de Collor de comprar apo-
yos secretos así como investigaciones parlamentarias descubrieron importante infor-
mación que ayudó a movilizar a los ciudadanos12. Otros actores, como los medios, pueden

12. Sobre la decisión de la Corte Suprema, ver P. FLYNN (1993). Sobre las investigaciones par-
lamentarias, ver M. NOBRE (1992).

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jugar un papel investigador, pero las instituciones retienen el control clave sobre sus
propios procesos internos. En varios casos distintos (Venezuela en 1992-1993, Ecuador
en 1997, Paraguay en 1998-1999 y Perú en 2000) las movilizaciones callejeras también
empujaron a las legislaturas a tomar acciones contra presidentes que claramente habían
violado leyes en la escala de lo que Estados Unidos denomina «altos crímenes y deli-
tos». Estos ejemplos ilustran el surgimiento de un control de cuentas (accountability)
político significativo que puede contener a presidentes sudamericanos históricamente
muy fuertes.
Al mismo tiempo, algunos de los desarrollos en este período se han enfocado en
la debilidad presente en las normas democráticas, el lenguaje constitucional y los sis-
temas judiciales y de investigación. En varios casos donde los desafíos fallaron (Ecuador
en 1997, Perú en 1991-1992 y Paraguay en 1994), la sociedad civil fracasó en unirse al
llamado de remoción de presidentes que habían estado casi ciertamente involucrados
en comportamientos ilegales. Más de cincuenta ONG colombianas conformaron una
comisión civil muy respetada para acompañar los intentos de juicio político a Samper
en 1995-199613 así como líderes empresarios intentaron organizar la oposición, pero todos
fueron incapaces de movilizar a la gente a las calles. En este caso, el partido mayorita-
rio de Samper pudo contener una investigación parlamentaria y la población nunca escu-
chó mucha de la evidencia contra él (Kada, 2003).
La imagen final que emerge de estos desafíos es una de interacción dialéctica entre
los desafíos de legislaturas y poblaciones. Este proceso podría escalar en una acción
colaborativa que se refuerza mutuamente y que con frecuencia fue capaz de sacar del
poder a presidentes, en especial como respuesta a un escándalo. Cuando la acción legis-
lativa no encontró reacción popular, el desafío falló. Contrariamente, cuando la ira popu-
lar hacia los presidentes no encontró apoyo institucional, los desafíos a presidentes con
base en las calles pudieron continuar solos y a menudo lo hicieron exitosamente.

XI. DESAFÍOS A LOS PRESIDENTES DESDE LAS CALLES

Un segundo tipo de desafío a presidentes ha tenido lugar ampliamente en las calles,


aunque puede incluir aliados partidistas en papeles no institucionales. Este tipo de de-
safío muestra poca atención a los procedimientos constitucionales y es establecido a tra-
vés de la mediación directa entre presidentes y ciudadanos. Estos desafíos se originan
en sociedades polarizadas contra el Estado y que resultan en una literatura académica
que está similarmente polarizada. Esta última lo está en parte porque estas protestas
han estado generalmente conducidas por demandas y acusaciones que no siguen de
manera clara los estándares de agravios susceptibles de juicio político: las políticas impo-
pulares e inefectivas no son ilegales. Esta sección examina la naturaleza y las dinámi-
cas de este conjunto de desafíos y considera las evaluaciones divergentes de ellos.

13. COMISIÓN CIUDADANA DE SEGUIMIENTO. Poder, Justicia e Indignidad: El Juicio al Presidente


de la República Ernesto Samper Pizano.

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DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

Los desafíos en las calles a los presidentes proveen algunas de las imágenes más
gráficas en la política sudamericana reciente. Los canales de televisión han mostrado
una cobertura continua de grandes multitudes acampando afuera de palacios presi-
denciales, demandando la renuncia del presidente. Los desafíos de la sociedad civil que
fueron lo suficientemente grandes como para garantizar notoriedad en LAWR tuvieron
al menos miles de participantes y, de hecho, ningún presidente cayó en respuesta a movi-
lizaciones callejeras de menos de 10.000. Incluso movilizaciones bastante grandes falla-
ron en remover presidentes, aunque las protestas fallidas más grandes fueron contra
Chávez en Venezuela y ellas podrían aún ser exitosas14. El requisito más consistente fue
la persistencia. Ninguna explosión de protesta de un día persuadió a un presidente de
renunciar. Por el contrario, los manifestantes necesitaron la convicción y la organiza-
ción para presionar a presidentes por días seguidos, o a veces por intervalos de meses.
Todos los presidentes desafiados tuvieron tiempo para responder ofreciendo concesiones
de política o fortaleciendo sus posiciones.
Numerosos presidentes eligieron defender sus presidencias de lo que ellos consi-
deraron el chantaje de quienes protestan. Luego de negociaciones mínimas, enviaron
a la policía e incluso a las Fuerzas Armadas para limpiar las calles. La preeminencia de
la violencia en ambos lados es un rasgo importante de estos desafíos y aparece como
relacionada a su éxito: negativamente para los presidentes y positivamente para quie-
nes protestan.
La mayoría de los millones de manifestantes en las calles a lo largo de las décadas
marcharon pacíficamente. No obstante, la falta de civilidad ha sido una parte regular
de las movilizaciones de la sociedad civil, la mayoría incluyendo actos violentos. Líderes
de todas clases perdieron el control de la mayoría de las protestas en algún punto. El
proceso de juicio político brasileño es nuevamente una anomalía, dado que fue el úni-
co de los nueve desafíos exitosos a presidentes que no involucró violencia de ningún
tipo. Disturbios, saqueos e incendios intencionales estuvieron presentes en todos los
otros casos. Cortes de caminos (usualmente ilegales pero no inherentemente violentos)
fueron también partes regulares de las movilizaciones de protesta en Argentina, Bolivia
y Ecuador. En varios casos, la violencia fue mucho más lejos, como en el uso de bom-
bas de clavos en Bolivia en 2003 que mataron a varios soldados (WR-03-07; WR-02-15;
WR-02-50). Los golpes de Estado de corta vida en Ecuador en 2000 y en Venezuela en
2002 también fueron obvios picos de inconstitucionalidad, donde algunos actores de
la sociedad civil mostraron una preocupante voluntad para tirar por la borda la civili-
dad en su conjunto y enlistar aliados militares para presionar la salida de presidentes.
La violencia de quienes protestan no existe en el vacío, y la incivilidad fue desper-
tada por la violencia y la represión estatal. Los niveles de violencia de los manifestan-
tes y el número de manifestantes muertos por las fuerzas de seguridad claramente
estuvieron asociados. Hasta ahora, Brasil y Ecuador han tenido desafíos inusualmente

14. En la mayoría de los casos, no hay información confiable sobre el tamaño exacto de las
movilizaciones, con estimados para las venezolanas de 2002-2003 mostrando el rango más amplio:
de decenas de miles a un millón (WR-02-28).

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no-violentos tanto de parte de quienes protestan como de las fuerzas de seguridad.


Durante cinco movilizaciones por caídas presidenciales en los dos países, los manifes-
tantes de las calles fueron violentos sólo en Ecuador en 1997 y ese desafío también invo-
lucró la única muerte de un manifestante.
El papel clave de las fuerzas de seguridad en la determinación de los niveles de vio-
lencia puede verse en el hecho de que el golpe de Estado ecuatoriano en 2000 no tuvo
derramamiento de sangre, en gran parte, porque los soldados en realidad animaron a
los manifestantes a ocupar el edificio del Congreso (Lucero, 2001). En la otra punta,
Argentina y Venezuela han tenido las represiones más consistentemente mortales en este
período, con veinticinco muertos en las movilizaciones argentinas contra De la Rúa y
hasta cuarenta y seis muertes reportadas en el intento de golpe de Estado civil-militar
en Venezuela en 2002 (WR-02-01; WR-02-15). Desafíos callejeros anteriores en 1989
(Argentina) y 1992-1993 (Venezuela) también involucraron numerosos heridos entre
quienes protestaban y en Venezuela dieciséis muertes. Venezuela y Paraguay compar-
ten la distinción poco feliz de ser los dos lugares donde los seguidores y desafiantes de
los presidentes chocaron en la calle, elevando ambos los niveles de violencia. El desa-
fío de la sociedad civil paraguaya a Cubas en 1999, de otra manera, habría sido pro-
bablemente pacífico. El mayor número de muertes reportadas fue en Bolivia en 2003:
cien (WR-03-44). Sólo Chávez en Venezuela ha sobrevivido a un desafío donde las fuer-
zas de seguridad respondieron a quienes protestaban con un significativo uso de la
fuerza y numerosas muertes.
La otra opción de los presidentes es negociar y ofrecer concesiones de política. Tales
negociaciones fueron difíciles dado que la naturaleza amorfa de las protestas callejeras
significó que los presidentes difícilmente encontraron interlocutores que pudieran garan-
tizar la respuesta de sus seguidores a ofertas particulares. Consecuentemente, las nego-
ciaciones a menudo tomaron la forma de ensayo y error y fueron escasamente exitosas.
Cardoso en Brasil tuvo éxito en dar respuestas mínimas a protestas no-violentas con-
tra él, esperando que se disolvieran. La instancia más impactante de «negociación» con
la calle vino luego de la caída de De la Rúa en Argentina, cuando quienes protestaban
tuvieron también la capacidad de rechazar a su primer sucesor real, Rodríguez Saa. En
los meses siguientes, la política económica fue «abiertamente evaluada por los políti-
cos en términos de su potencial para provocar un cacerolazo [protesta pacífica en la
que se chocan cacerolas y sartenes]» (WR-02-02: 14).
Mientras que los presidentes y la sociedad civil juegan estos escenarios, los parti-
dos y las legislaturas juegan una de dos reglas. Muchos partidos tradicionales parecen
haber concluido que su apoyo abierto a las protestas callejeras socavarán los desafíos.
En 2002, políticos paraguayos del Partido Colorado, intentando remover al reempla-
zo de Cubas, orquestaron protestas que fueron planteadas como originadas en orga-
nizaciones de la sociedad civil, terminando éstas exponiendo a quienes protestaban
como fraudes (WR-02-29). Similarmente, miembros del Partido Peronista en Argentina
abiertamente tomaron el crédito por los saqueos de comida a nivel vecinal (Auyero y
Morán, s/a), pero los desafíos a nivel nacional a De la Rúa fueron sólo secretamente
apoyados por el líder peronista que se encontró también bajo ataque de las calles luego

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DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

de reemplazarlo (Peruzzotti, s/a). Sin embargo, las protestas de la sociedad civil con
base en las calles a menudo dependieron crucialmente de la inacción legislativa para
alcanzar el éxito, como también fue el caso de Argentina (Schamis, 2002). En Bolivia,
de la misma manera, Sánchez de Lozada renunció con reticencia sólo después de que
su vicepresidente y luego los partidos en su coalición de gobierno dieron muestras de
que no lo podrían apoyar (WR-03-41).
Los manifestantes callejeros a menudo trabajaron cerca de los nuevos partidos
con los que tenían fuertes lazos. Los prototipos más tempranos de éstos fueron los de-
safíos de 1995 y 1999 a Cardoso en Brasil, que fueron liderados por el Partido de los
Trabajadores (PT) y por el Partido Democrático del Trabajo (PDT). Ambos tienen lazos
con sindicatos, incluso el PT tuvo fuertes relaciones con movimientos sociales. Estas movi-
lizaciones con su fuerte orientación hacia los partidos fueron capaces de movilizar menos
de un décimo de los participantes que las movilizaciones de distintos partidos de 1992,
sin embargo, no fueron exitosas en su objetivo de hacer caer la presidencia. Similarmente,
ahora hay partidos o equivalentes a partidos en Ecuador y Bolivia que están vincula-
dos a indígenas, sindicatos y otras organizaciones de la sociedad civil (Yashar, 1999).
Éstos han sido más exitosos. A pesar de la presencia de partidos políticos e incluso algu-
nos representantes del Congreso, el partido y las lógicas electorales no son dominan-
tes en la mayoría de estas protestas. Ninguno de los desafíos tuvo lugar en el año final
del mandato presidencial. Vale la pena notar también que sólo tres líderes de protesta
(Gutiérrez en Ecuador, Lula en Brasil y Toledo en Perú) se convirtieron en presiden-
tes, y todos lo lograron presentándose en elecciones.
Los niveles de violencia en protestas y el hecho de que sólo los desafíos de las calles
pocas veces se focalizan en comportamientos que pueden someterse a juicio político
son razones potenciales de preocupación sobre las consecuencias de estos desafíos para
la democracia. Por tanto, Laserna (2003: 4-14), al escribir sobre los movimientos de
protesta que removieron a Sánchez de Lozada en Bolivia en 2003, critica a «un movi-
miento populista conservador que articula nostalgias comunitarias y estatistas» y lamen-
ta que la ciudadanía democrática sea vista como todo derechos y ninguna responsabilidad.
Valenzuela (2004) también se preocupa por que las protestas contra presidentes con-
ducen a crisis que amenazan el orden constitucional entero.
La mayoría de los autores, incluyendo Valenzuela, enfatizan la manera en que tales
movimientos de protesta surgen de las frustraciones de lo que ahora son varias déca-
das de democracia problemática e incompleta (Crabtree, 2001; Lucero, 2001; Valen-
zuela, 2004; Wise y Roett, 2003). También escribiendo sobre Bolivia, pero antes de la
caída de Sánchez de Lozada, Whitehead (2003: 14) resume una letanía de preocupa-
ciones que subyacen a muchas interpretaciones de esta nueva ronda de desafíos a los
presidentes:

Detrás del movimiento completo subyace la convicción de que una generación de refor-
mas liberalizadoras había fallado en traer beneficios tangibles a la mayoría de la pobla-
ción; que los partidos políticos de todas las banderas se habían convertido en camarillas
que se autoservían, incapaces de resolver los problemas nacionales; que sólo la acción

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directa en desafío a la autoridad pública podría traer algún cambio de importancia en
la política del gobierno, que todos los procedimientos institucionales eran mecanismos
para retrasar y frustrar demandas públicas; y que cualquiera que se resistiera a seguir
esta lógica perdería frente a aquellos que actuaron primero.

Parafraseando a Laserna (2003), los manifestantes han concluido que son los polí-
ticos quienes piensan que la democracia es todo derechos y ninguna responsabilidad.
Visto de esta manera, las protestas son procesos democráticos, con la sociedad civil bus-
cando tener una voz donde ha sido duramente excluida o, como Lucero (2001) argu-
menta para los movimientos indígenas de Ecuador, simplemente involucrándose en el
proceso histórico de construcción de derechos a través de la lucha política. Si las obser-
vaciones de Whitehead son literalmente verdaderas en todos los países de Sudamérica,
en los primeros años del siglo XXI es una pregunta que va más allá del alcance de este
artículo, pero lo que sí es un hecho innegable es que la mayoría de los países sudame-
ricanos tienen movimientos que comparten estas convicciones y que actúan según ellas.

XII. CONCLUSIÓN: PRESIDENTES, CONGRESOS, SOCIEDAD CIVIL Y PRESIDENCIALISMO

Este artículo ha identificado el fenómeno de la caída presidencial y ha examinado


un grupo de desafíos a los presidentes en Sudamérica entre 1978 y 2003. Empíricamente,
ha concluido que los presidentes desafiados comparten un conjunto de factores de ries-
gos probabilísticos: implicación personal en un escándalo, políticas neoliberales y un
estatus minoritario. Al mismo tiempo, las dinámicas de los desafíos recientes a los pre-
sidentes y sus resultados parecen estar muy vinculadas al complicado y menos estudiado
fenómeno de la protesta callejera. La conclusión presenta brevemente observaciones
sobre cada una de las categorías de actores (presidentes, Congresos y sociedad civil)
como han aparecido en la política sudamericana reciente. Sus patrones de interacción
requieren nueva atención al presidencialismo y a sus posibles diferencias en las distin-
tas regiones del mundo.
En un sistema presidencialista, los presidentes inevitablemente se ubican lejos y
arriba de otros actores políticos dados sus poderes y fuentes de legitimidad especia-
les (Valenzuela, 2004). Desde 1978, la forma exacta de esos poderes ha estado en la
agenda política de los países sudamericanos, que se ha mantenido casi constante. La
gran cantidad de tiempo y energía empleados en estos desafíos a presidentes es otra
muestra de cuán importantes son los presidentes. Al mismo tiempo, desafíos regula-
res a presidentes muestran lo vulnerables que son a la pérdida de su legitimidad espe-
cial. La ciudadanía, evidentemente, no sólo es capaz sino reduce los mandatos de los
presidentes; unos pocos presidentes han sobrevivido a movilizaciones grandes y vio-
lentas en su contra.
El fenómeno de la caída presidencial en Sudamérica sugiere varias observaciones
sobre los Congresos y sus relaciones tanto con los presidentes como con la sociedad
civil. En circunstancias políticas extremas como la remoción de un cargo, los Congresos

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REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO: 69
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

emergen tan fuertes en la práctica de lo que se hubiese esperado, si se lo compara con


lo que es debilidad habitual. Los Congresos tomaron parte de la caída de cinco presi-
dentes, a menudo cortando el camino constitucional en el proceso. Contrariamente, sólo
el presidente peruano Fujimori se las arregló para cerrar el Congreso, a pesar de rumo-
res corrientes de «otro Fujimorazo». La sociedad civil movilizada no se ha puesto en
contra de legisladores de la misma manera en que han presionado a los presidentes para
que se vayan. Sólo hubo dos casos de protestas masivas contra legisladores, las movi-
lizaciones del «que se vayan todos» en Argentina, luego de la caída de De la Rúa y una
furia similar en las calles ecuatorianas en 2000, luego del fallido golpe civil-militar. Puede
que haya diferencias en la naturaleza del mandato dado a los presidentes y a los legis-
ladores, quizás vinculadas a su separación de funciones (Samuels y Shugart, 2003). Una
hipótesis alternativa es que puede que sea demasiado complicado derribar a un grupo
de actores diversos como un Congreso.
Al afirmar una inesperada fortaleza de las legislaturas, este artículo también mues-
tra que los legisladores pueden ejercer su poder contra los presidentes sólo con aliados
en la sociedad civil. Uno de los principales argumentos de este artículo es que los cien-
tistas políticos necesitan prestar nueva atención a las relaciones Estado-sociedad con
el objeto de entender los resultados políticos y la calidad de la democracia. Parece cla-
ro que los políticos y los partidos sudamericanos son cada vez menos capaces de cana-
lizar una parte significativa de las demandas sociales dentro de las instituciones políticas
existentes; una conclusión que es apoyada también por una evidencia bastante diferente
sobre afiliaciones partidarias y elecciones (Roberts y Wibbels, 1999). Ya sea la socie-
dad civil, la sociedad política o ambas quienes son responsables de este quiebre en la
representación, esto debe ser tratado por el bien de la calidad y la estabilidad demo-
crática en la región. Más investigaciones en esta dirección podrían mirar no sólo las pro-
testas callejeras sino también a otra información relacionada con la población en general,
como la opinión pública, cifras de desempleo y la presencia o ausencia sustantiva de
actores en la calle que puedan efectivamente vetar políticas así como desafiar presidentes.
En general, este artículo aporta otro tipo de evidencia que apoya los argumentos
de que, al menos en Sudamérica, el presidencialismo es un sistema político con vulne-
rabilidades especiales. Sin embargo, no son necesariamente como las identificadas a la
fecha. No sólo las legitimidades democráticas duales de los presidentes y las legislatu-
ras los empujan a competir (Linz, 1994; Valenzuela, 2004) sino la capacidad poco anti-
cipada de los ciudadanos para retirarles el mandato a los presidentes implica que éstos
continúan siendo un jugador activo en el desarrollo de las presidencias. Podrían ser un
apoyo crucial para cualquiera de los lados en las luchas continuas entre Ejecutivos y
Legislativos, por lo que merecen mayor estudio. Segundo, el 40% de los presidentes
sudamericanos que fueron desafiados por Congresos o movimientos de protesta y el
23% de los que fueron forzados a renunciar antes, confirman que los mandatos presi-
denciales no son tan rígidos en la práctica como la discusión teórica sugiere. Estas dos
observaciones apoyan el argumento de que los presidencialismos sudamericanos son
proclives a los quiebres.

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70 REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO:
DESAFÍOS Y CAÍDAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

Sin embargo, el tipo de quiebre no es descendiente hacia el autoritarismo que la


mayoría teme. Los desafíos incómodos, violentos e inciertos a los presidentes sud-
americanos luego de 1978 resultaron en nuevos gobiernos civiles. Schamis (2002: 91-
91) le da crédito a la supervivencia de la democracia en Argentina a sus instituciones
cuasiparlamentarias, pero todos estos países donde los presidentes cayeron produje-
ron resultados similares con una variedad de procedimientos. Mientras que los deta-
lles varían, también pasaron «un período de negociación de alto nivel típico de los
sistemas parlamentarios luego de una elección o de que un gobierno colapsó» (Schamis,
2002: 91) y luego resurgieron con un nuevo presidente por algún tipo de mandato, y
luego continuaron. La frase parlamentarista «confianza perdida» ayuda a evocar las
maneras en que el electorado puede retirar su mandato a un presidente en ejercicio.
Por tanto, la flexibilidad institucional, a menudo lamentada, de los países sudameri-
canos podría estar produciendo su propio híbrido de parlamentarismo y presidencia-
lismo en la práctica, así como ha permitido crear una estabilidad inesperada de la
democracia electoral básica en la región, incluso cuando presidentes individuales caen.
Este comportamiento híbrido podría también aparecer en la toma de decisiones de
rutina (Lamounier, 2003).
Este importante fenómeno de los desafíos a los presidentes y de las caídas presi-
denciales no se limita a Sudamérica, como muestran las experiencias del presidente
filipino Estrada, de Bill Clinton en Estados Unidos, entre otros. Un próximo paso obvio
para la investigación es catalogar los desafíos a los presidencialismos fuera de Sud-
américa y sus causas y resultados. Dado que este artículo mira sólo las experiencias
sudamericanas, no puede hacer conclusiones acerca de este fenómeno a escala mun-
dial. Ciertamente, Sudamérica es inusual en la flexibilidad extrema de sus mandatos
presidenciales, en especial en contraste con el clásico caso del presidencialismo de Es-
tados Unidos y sus mandatos altamente rígidos en el tiempo. Cuál es un mejor punto
de partida, si es que hay, para entender el fenómeno general del presidencialismo y las
caídas presidenciales es una pregunta abierta. Si las motivaciones más específicas para
los desafíos se mantienen y si las protestas callejeras son igualmente decisivas en otros
lugares, también lo son, aunque vale la pena notar que el desafío fallido del Congreso
a Clinton también fracasó en movilizar apoyos en la calle. En cualquier caso, el fenó-
meno de la caída presidencial merece investigaciones adicionales y parece ser más
importante para el presidencialismo actual que el total quiebre de régimen.

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Apropiación de la
Constitución por parte
de la ciudadanía: el reto
de la Democracia para la
comprensión de la Justicia.

Santiago José Castro Agudelo


Politólogo e Historiador
Docente Facultad de Ciencias Sociales
Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano
Politólogo e Historiador de la Universidad de los Andes. Candi-
dato a Magister en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana.
Coordinador del área de Constitución e Instrucción Cívica, Facul-
tad de Ciencias Sociales, Politécnico Grancolombiano.
Desde la concepción apocalíptica de
la historia las normas y las leyes de
cualquier tipo son vistas como algo
demasiado abstracto y mezquino
frente a la gran tarea de realizar
el ideal de encarnar la promesa, y
por lo tanto sólo se reclaman y se
valoran cuando ya no se cree en la
misión incondicionada.

Estanislao Zuleta

Introducción
El debate sobre la justicia es una reflexión que no deja de estar pre-
sente en el desarrollo del Estado constitucional de derecho y que hoy
parece adquirir mayor relevancia, si se tienen en cuenta las reformas
constitucionales que de manera continua, y sin mayor crítica por fue­
ra de escenarios especializados en el tema, se vienen llevando a cabo
en Colombia desde la promulgación de la Carta de 1991.

Hay un elemento que muchas veces aparece apenas de manera tan-


gencial, pero que transgrede las fronteras de cualquier posible de-
limitación a partir de los temas mencionados: la apropiación de la
Santiago José Castro Agudelo

Cons­titución Política por parte de la ciudadanía, a partir de su rela­


ción con la democracia. Ello es lo que en últimas permite el tránsito
de la Constitución formal hacia la material1 y, por ende, el ejercicio de
los deberes y derechos ciudadanos, condición primera para la exis­
tencia de un sistema eficiente de administración de justicia, que no
aparezca como algo inalcanzable o, peor aún, sin sentido, para im-
portantes sectores de la población.

Deben primar los derechos y el impulso


decidido a su ejercicio
Consideremos, por ejemplo, la relevancia que por momentos se le
da a la organización del poder público, del Estado, por encima de los
derechos fundamentales, que son a la vez componente esencial de la
Constitución Política de Colombia. Basta con preguntar a los despre-
venidos estudiantes sobre el Estado, la Constitución o los derechos
fundamentales, para obtener las más pintorescas respuestas o un
silencio sepulcral. Frases como “ellos los del Estado”, “los que tienen
el poder”, “un libro (la Constitución) que gobierna el país”, ya no me
sorprenden al iniciar un curso de Constitución Política con estudiantes
de diferentes carreras. A partir de una concepción como esta ¿qué
se puede esperar de la relación ciudadanos-Estado? Una relación im-
propia, es decir, ajena y señaladamente separada, donde el Estado
aparece como una esfera incomprensible para una buena parte de la
población en el país.

Precisamente para enfrentar la marcada ignorancia en la materia, se


establecen programas de Derecho Constitucional, Constitución Políti-
ca, Teoría General del Estado, entre otros; que cuentan además como
asignaturas obligatorias en los diferentes planes de estudio, en con-
cordancia con el artículo 41 de la Constitución, el cual establece que:
“En todas las instituciones de educación, oficiales o privadas, serán
obligatorios el estudio de la Constitución y la instrucción cívica”.

1 Entiéndase como el tránsito hacia la materialización, en la cotidianidad, de aquello que formal-


mente está consignado en la Constitución Política.

290
La encrucijada histórica de la justicia

El problema radica en la apreciación que se haga de los contenidos


de dichas asignaturas y la manera como se aborden los temas a tratar.
Así, por ejemplo, se dice que el Congreso de la República es un ór-
gano legislativo, elegido popularmente mediante el voto libre de la
ciudadanía. Empero, el énfasis se hace inmediatamente después en
las funciones del Congreso: discutir y aprobar las leyes, reformar la
Constitución y ejercer el control político (Younes, 2005: 277).

Es decir, parecen primar las funciones y la forma como están consti-


tuidos los órganos estatales y no su legitimidad, que en este caso se
deriva da la representación política que adquieren a raíz de la elec-
ción por parte de la ciudadanía, sustentada en el sufragio universal.

De igual modo, se enuncian los derechos y deberes, muchas veces


sin generar una reflexión sobre el contenido de los mismos y su po-
sible materialización en la cotidianidad. Se puede caer, en ocasiones,
en privilegiar incluso la exigencia y no el ejercicio de los mismos.
Es decir, retomando la reflexión de Estanislao Zuleta (2007: 13-18),
aceptar la otredad, los derechos del otro, parece más un fatalismo
apocalíptico, pues los derechos se enuncian y se exigen en lo per-
sonal, pero parecen desvanecerse en lo colectivo. En ello puede ju-
gar un papel importante la difusa comprensión de la demo­cracia, su
naturaleza y su función.

Consolidación de la democracia
Parece generalizada la idea según la cual existe una forma de Gobier­
no democrática, siempre que se lleven a cabo elecciones periódicas
para decidir quién gobierna y quién legisla. Hasta aquí parece llegar la
reflexión común y, por ende, al hablar del sistema de administración
de justicia no se entiende una relación cercana y fundamental con
la mane­ra como funciona, o no, la democracia. No obstante, si am-
pliáramos el campo que la comprende, evidenciaríamos la relación
estrecha que tiene que existir. Es decir, en un Estado democrático y
constitucional de derecho, pretender separar una aproximación a la
justicia y cómo se administra desde el Estado, evitando o enunciando

291
Santiago José Castro Agudelo

de manera tangencial el papel que juega la comprensión que se tenga


de la democracia, sería correr un riesgo muy grande de exclusión y de
aislamiento de la justicia, presentada como una esfera incomprensible
para el común de las gentes que conforman la población, elemento
central del Estado moderno.

Así entonces, cabe retomar los planteamientos de Bovero, quién a


su vez continua la línea de Norberto Bobbio, cuando sugiere que la
naturaleza de la democracia debe ser comprendida como la igualdad
de ley y no solo ante la ley. Es decir, debe existir igualdad en materia
de derechos de participación política, “entre todos los destinatarios
de las decisiones colectivas en el derecho-poder de contribuir a la
formación de estas mismas decisiones” (Bovero, 2006).

Afirma también que la función de la democracia es que se tomen


decisiones de manera colectiva y con el menor grado de imposición
posible, logrando así que estas sean

el resultado de un juego político iniciado y controlado


desde abajo por los ciudadanos, es decir, por los
destinatarios de las decisiones colectivas, un juego del
que ninguno de ellos debe quedar directa o indirectamente
excluido (Bovero, 2006).

Para el caso colombiano Malcolm Deas refería, antes de la promul-


gación de la Constitución Política de 1991, retomando lo observado
por Álvaro Gómez Hurtado, que “las instituciones legales de la de-
mocracia colombiana han perdido en cierta forma, su ‘vocación so-
berana” (Deas, 2006: 333). No era claro el papel de la política y de
quienes pretendían orientarla y, por supuesto, menos claro aún el
papel de la democracia, más allá del mero ejercicio electoral. Basta
una observación desprevenida para asumir que ello no ha cambiado
en gran medida, a pesar de los importantes avances que quedaron
consignados en la Carta de 1991.

El mismo Deas sugería que Colombia necesitaba “más derecho y más


orden, en el sentido propio de estas palabras: más garantías y más

292
La encrucijada histórica de la justicia

justicia” (Deas, 2006: 342). Con esta afirmación quiero retomar el


planteamiento del ex presidente Ernesto Samper, con respecto al
enfoque garantista “como parte universal de los derechos huma-
nos” donde deben estar presentes los principios de universalidad,
equidad y calidad. En ese sentido, todos debemos poder acceder al
servicio público de la justicia, se deben atender de manera especial
sectores vulnerables que tienen serias dificultades en su relación con
el Estado y su sistema de administración de justicia, y se tienen que
garantizar unas condiciones adecuadas para quienes hacen parte de
la rama judicial en sus diferentes niveles, especialmente de quienes
están más cerca del común de las gentes.

A esta reflexión del ex presidente


Samper, me gustaría agregar, la La reflexión de Estanislao
comprensión de la democracia. Zuleta, aceptar la otredad,
El enfoque garantista requiere los derechos del otro, parece
con urgencia de la consolidación más un fatalismo apocalíp-
de una nueva comprensión de la tico, pues los de­rechos se
demo­cracia, a partir de su natu- enuncian y se exigen en lo
raleza y función, es decir, de la personal, pero parecen des-
igualdad en materia de partici- vanecerse en lo colectivo.
pación política (igualdad de ley En ello puede jugar un papel
y ante la ley) y la toma de deci- importante la difusa com­
siones de manera colectiva con prensión de la democracia,
el menor grado de imposición su naturaleza y su función.
posible.

En estos temas de acceso, congestión y justicia transicional, es per-


tinente retomar la reflexión en torno a la democracia y el impulso a
la comprensión de los derechos y deberes ciudadanos, buscando su
materialización en la cotidianidad, y entonces se podría establecer
que uno de los elementos centrales a considerar es la relación ciu-
dadano-Estado y, de manera colectiva, sociedad-Estado. Ello implica
una reflexión sobre la democracia, como se anotó, en la medida en
que esta favorece la apropiación de la Constitución Política de manera

293
Santiago José Castro Agudelo

individual y colectiva; fortaleciendo así una base ciudadana a partir del


ciudadano y la ciudadanía en conjunto y no como espacios separados.

El ejercicio de los derechos y deberes, comprendidos no solo a partir


de la esfera particular sino común, y, derivado de ese ejercicio, la
apropiación del sistema de administración de justicia como un servi-
cio público y no privado, es decir, para todos y no para unos pocos;
requiere de un ejercicio permanente de participación, resultado de la
materialización de la democracia, a partir de su naturaleza y función,
brevemente reseñadas en párrafos anteriores.

Así, el común ejercicio anotado facilitaría la relación con el sistema


de administración de justicia en los casos que lo ameriten, sin ins­
trumentalizar la justicia en aras de exigir un derecho. En igual sentido,
la congestión del sistema tendría un alivio si la relación con los derechos
y deberes se materializara no en su exigencia, para lo cual aparecen
los estrados judiciales, sino en su ejercicio común y no particular.

Por otro lado, en el tema tan anunciado recientemente de la justicia


transicional, parece más bien una quimera si no se complementa
con el impulso a programas de instrucción que favorezcan la con-
solidación de la democracia y la apropiación de la Constitución por
parte de la ciudadanía. La idea de una transición, con todo lo que ello
implique, en aras de salir por fin del conflicto, debe superar el debate
sobre la responsabilidad penal y comprender la responsabilidad social
y ciudadana, para así resarcir al conjunto de la sociedad y no solo a
víctimas y victimarios.

A formar ciudadanos
Por último, quisiera retomar algunas reflexiones a partir del progra-
ma de Constitución e Instrucción Cívica que orienta la Facultad de
Ciencias Sociales del Politécnico Grancolombiano, y en el que tengo
el honor de participar activamente como docente de la misma.

En primer lugar, es fundamental superar la idea de “dictar” clase y de


considerar que existen unos contenidos estrictos e inamovibles que
todos los estudiantes deben acoger sin mayor discusión. Cada curso

294
La encrucijada histórica de la justicia

tiene unas dinámicas propias y cada estudiante vive su cotidiani-


dad de una manera particular, a partir de la cual relaciona los temas
trata­dos y ello puede facilitar o no la apropiación de los contenidos.
No se trata de lograr que reproduzcan, repitan, el texto que contiene
la enunciación de los derechos y deberes, sino que logren su com­
prensión y posterior materialización en el ejercicio cotidiano.

En segundo lugar, debe existir, y en eso la facultad ha avanzado de


manera importante, una contextualización adecuada a partir del de-
sarrollo histórico del Estado colombiano, sin caer en la sola enunciación
de algunos elementos relevantes, buscando orientar una perspectiva
de larga duración, como sugiere el historiador francés Fernand Brau-
del. Es decir, la comprensión de la Historia en relación con el presente
y no sencillamente como algo que pasó sin más.

Por último, se debe buscar la manera de que la asignatura de Consti-


tución e Instrucción Cívica sea transversal, no solamente en la me-
dida en que se ofrece para todos los programas, sino por su relación
con la cotidianidad de todos los estudiantes y en la futura cotidiani-
dad de todo profesional. En ello puede ser un aporte interesante la
interdisciplinariedad de los enfoques propuestos, superando el as-
pecto meramente jurídico, y fomentando el ejercicio de la reflexión,
del pensamiento crítico si se quiere, desde diversas perspectivas y
cada vez nuevas aproximaciones.

Referencias
Bovero, Michelangelo. 2006. Nuevas reflexiones sobre democracia y
Constitución. En: Salazar, Pedro. La democracia constitucional. Una
radiografía teórica. México: Fondo de Cultura Económica.

Deas, Malcolm. 2006. Del poder y la gramática y otros ensayos sobre


historia, política y literatura colombianas. Bogotá: Taurus.

Younes, Diego. 2005. Derecho constitucional colombiano. Bogotá:


Academia Colombiana de la Abogacía.

Zuleta, Estanislao. 2007. Elogio de la dificultad y otros ensayos.


Medellín: Hombre Nuevo Editores, Fundación Estanislao Zuleta.

295
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS
Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su
Resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948

Preámbulo
Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la
dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia
humana,

Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado


actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; y que se ha proclamado, como la
aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos,
liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias,

Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin
de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la
opresión,

Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones,

Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los
derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad
de derechos de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a
elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad,

Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la
Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades
fundamentales del hombre, y

Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia
para el pleno cumplimiento de dicho compromiso,

La Asamblea General
Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el que
todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las
instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la
educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter
nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los
pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.

Artículo 1
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de
razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 2
1. Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del
país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente,
como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra
limitación de soberanía.

1
Artículo 3
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Artículo 4
Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están
prohibidas en todas sus formas.

Artículo 5
Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Artículo 6
Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.

Artículo 7
Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos
tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra
toda provocación a tal discriminación.

Artículo 8
Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la
ley.

Artículo 9
Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

Artículo 10
Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia
por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o
para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.

Artículo 11
1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas
las garantías necesarias para su defensa.

2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron
delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la
aplicable en el momento de la comisión del delito.

Artículo 12
Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su
correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la
protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 13
1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un
Estado.

2
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

Artículo 14
1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en
cualquier país.

2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos
comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 15
1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.

2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad.

Artículo 16
1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por
motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales
derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.

2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el
matrimonio.

3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de


la sociedad y del Estado.

Artículo 17
1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.

2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

Artículo 18
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho
incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión
o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la
práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser
molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de
difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 20
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.

2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21
1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de
representantes libremente escogidos.

2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas
de su país.

3
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará
mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e
igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

Artículo 22
Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener,
mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los
recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales,
indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Artículo 23
1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas
y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.

2. Toda personal tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.

3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le
asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será
completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.

4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Artículo 24
Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la
duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25
1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la
salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los
servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo,
enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad.

2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños,
nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.

Artículo 26
1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La
instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será
igual para todos, en función de los méritos respectivos.

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento


del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la
tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá
el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.

3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus
hijos.

Artículo 27
1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar
de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.

4
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le
correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.

Artículo 28
Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los
derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.

Artículo 29
1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar
libre y plenamente su personalidad.

2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente
sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el
respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral,
del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.

3. Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos en oposición a los propósitos
y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30
Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al
Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos
tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración.

5
Los derechos humanos en un contexto intercultural
Miguel Giusti

No debe considerarse una casualidad que los trabajos filosóficos que se han venido
publicando con motivo de la celebración de los 50 años de la Declaración de los
Derechos del Hombre tengan como marco privilegiado de referencias el problema
de la interculturalidad. Algo verdaderamente serio en nuestra concepción de los
derechos humanos debe estar siendo puesto en cuestión por los fenómenos del
multiculturalismo como para motivar semejante coincidencia. Más que casual, la
coincidencia es pues reveladora. Y lo primero que ella nos revela es que el
interculturalismo es un signo de los tiempos, una suerte de nuevo fantasma que
recorre el mundo y que lo recorre en un sentido exactamente inverso al llamado
proceso de globalización, que se caracteriza por ser precisamente un proceso
culturalmente uniformizante. “Las tribus han regresado” (“the tribes have
returned”), como dice Michael Walzer(1). Han regresado en el Este, han regresado
en el mundo árabe y en el mundo asiático, pero han regresado también a su
manera, o han resurgido, en el interior del mundo occidental mismo por la
presencia en él de viejas y de nuevas formas de identidad cultural que reclaman su
derecho a existir con autonomía. El tribalismo y la globalización parecen ser dos
fenómenos contrapuestos que imprimen su sello a la situación en que se encuentra
la cultura mundial a fines del milenio.
Por qué esto es así, es decir: por qué el tribalismo ha adquirido de pronto
legitimidad y ha hecho en cierto modo vulnerable la concepción teórica de los
derechos humanos, es algo sobre lo que volveré más adelante. Por el momento
quisiera sólo recordar que este proceso está estrechamente emparentado con el
cuestionamiento (también el autocuestionamiento) al que ha sido sometida la
propia cultura occidental, y que en fecha reciente ha dado lugar a movimientos
filosóficos como el de la postmodernidad o el comunitarismo. Estamos pues ante las
dos caras de una misma moneda: la obtención de legitimidad de las
reivindicaciones culturalistas es el anverso, o el reverso, de la pérdida de
legitimación de las pretensiones universalistas de la cultura occidental. Se dice por
eso justamente que las tribus están “regresando”, no que están apareciendo;
siempre estuvieron allí, pero fueron en apariencia sojuzgadas por sistemas políticos
universalistas y uniformizantes que minimizaron su relevancia. Su retorno coincide
pues con la crisis de aquellos sistemas. Y que no se crea tampoco que esto es sólo
pertinente respecto de las tribus del Este o del Oriente. También en el interior de la
sociedad capitalista liberal están emergiendo voces tribales que hacen pensar en las
limitaciones de este sistema para procesar adecuadamente las diferencias
culturales.
Por lo que vengo diciendo, tampoco será una casualidad si los trabajos filosóficos a
los que me he referido giran en torno a un mismo universo de problemas. Si todas
ellos se ocupan del cuestionamiento culturalista a la pretensión de universalidad de
los derechos humanos, veremos entonces reaparecer en ellos los mismos tópicos,
seguramente incluso las mismas aporías. Como no tiene mucho sentido pretender
hacer aquí un recuento exhaustivo de las concepciones pertinentes ni de los
debates sobre el tema llevados a cabo en los últimos años, lo más conveniente me
parece entonces proponer una interpretación global del problema, que pueda servir
de base para una discusión posterior. Lo que quisiera es presentar el debate sobre
el cuestionamiento culturalista de los derechos humanos a la manera de una
secuencia argumentativa compuesta de tres pasos, que constituyen a su vez tres
diferentes niveles de discusión del problema. La idea de una secuencia de
argumentos y de niveles me parece esencial, porque creo que es preciso abandonar
las posiciones simplistas o fundamentalistas de ambas partes, y que es preciso
también reconocer las buenas razones que asisten a los críticos de ambas

1
posiciones. Se notará quizás una cierta arbitrariedad o una cierta simplificación en
la selección de los pasos, pero espero que se note también la coherencia en su
concatenación. Y como he dicho que los pasos son tres, los enumero antes de
desarrollarlos, para facilitar así su seguimiento.
(1) En primer lugar, tomaré como punto de partida, y describiré brevemente, el
nivel de confrontación abierta entre culturalistas y universalistas con respecto a la
validez de los derechos humanos. Trataré de mostrar por qué parece haber
inconmensurabilidad entre las posiciones de ambos grupos.
(2) No obstante, como esta confrontación me parece artificial, pasaré, en un
segundo momento, a presentar las razones que asisten a ambas partes para dudar
de la rigidez de la posición contraria. Esta será la parte más larga de mi exposición.
Me interesa sobre todo que prestemos atención a la heterogeneidad de los
argumentos que se emplean, porque creo que es por no hacerlo que se produce la
mayor parte de los malentendidos.
(3) Finalmente, en tercer lugar, sugeriré que debemos evitar recaer en una nueva
forma de fundamentalismo, que consistiría en aferrarnos a una de las posiciones en
disputa, aun a sabiendas de la relatividad de su valor. A cambio, propondré una
solución dialéctica -en el sentido estricto de la palabra- que, reconociendo la validez
de las posiciones contrapuestas, pueda ayudarnos a encontrar un terreno
consensual común en defensa de los derechos humanos.
1. Primer paso: la confrontación abierta
Comienzo pues en primer lugar con la confrontación principista y abierta entre los
culturalistas y los defensores de los derechos humanos. Las críticas culturalistas
han comenzado a hacerse sentir, como ya dije, en fecha reciente, y no sólo,
aunque sí principalmente, en contextos culturales ajenos a Occidente. En esencia,
lo que se cuestiona es la concepción individualista e instrumental subyacente a la
noción de derechos humanos, concepción que es, sí, propia de la cultura occidental,
pero que quiere hacerse pasar por una concepción válida en un sentido universal,
es decir, supuestamente independiente de condicionamientos culturales y
consecuentemente vinculante para todos los seres humanos. No es en sentido
estricto la dimensión moral de la defensa de la vida, ni, menos aún, de la
solidaridad humana, lo que se cuestiona, sino la creencia presupuesta de que tales
valores reposan sobre una noción atomística de la persona y sobre la destrucción
de sus lazos culturales. En la defensa de los derechos humanos se estaría
expresando implícitamente, esta vez incluso con buena conciencia, el atávico
imperialismo cultural de Occidente. Dependiendo de los autores que las formulan,
estas críticas pueden adoptar matices distintos: en algunos casos se dirigen en
contra del secularismo de la concepción occidental, es decir, en contra de la
desvalorización de las cosmovisiones religiosas a la que parece conducir
necesariamente aquella concepción; en otros casos se dirigen más abiertamente en
contra del individualismo presupuesto en los derechos humanos, por medio del cual
se pretende legitimar indirectamente la lógica del mercado y la desintegración de
las comunidades culturales. Aceptar acríticamente la concepción de los derechos
humanos equivaldría, según estos críticos, a aceptar la cosmovisión occidental que
los sostiene y que privilegia el individualismo, la utilización tecnológica de la
naturaleza y el dominio de las leyes del mercado. Posiciones como éstas han podido
escucharse en la Conferencia de Viena de 1993 o en la Declaración de Bangkok
sobre los “valores asiáticos”, del mismo año, y siguen expresándose también en
muchos otros foros nacionales o internacionales.
Manteniéndonos en el nivel de la confrontación abierta y superficial, muchos
defensores de los derechos humanos rebaten estas críticas empleando un
argumento teórico y un argumento práctico. El argumento teórico es que también
la posición de los culturalistas expresa una cosmovisión implícita, que consiste en
absolutizar los parámetros de racionalidad o de moral inherentes a una cultura
específica. Defender semejante cosmovisión en un mundo globalizado equivaldría,

2
se nos dice, a incurrir en una flagrante reducción de la complejidad del problema,
reproduciendo en cierto modo la situación que se produjera en los inicios de la
modernidad europea al momento de la guerra de las religiones. Fue precisamente
para afrontar y dar solución a esa disputa entre cosmovisiones culturales que el
Occidente europeo imaginó la idea de la tolerancia y del respeto de los derechos
individuales. El argumento práctico, de otro lado -un argumento que adquiere cada
vez más fuerza-, es que aquellas críticas a los derechos humanos no serían sino un
débil recurso de legitimación, un encubrimiento ideológico, de las frecuentes
violaciones de estos derechos en los países en los que las críticas se formulan.
Basta echar un vistazo a la situación de los países involucrados: es allí justamente
donde se conculcan los derechos de las mujeres o de los niños, o el derecho a la
libertad de expresión, a la libertad de culto, a la libertad de conciencia. Parece ser
un recurso habitual de los gobernantes de aquellos países el apelar a las
características propias de su cultura para legitimar estas violaciones. El discurso
culturalista hablaría pues, como se dice en castellano, por la herida.
Este primer nivel de confrontación abierta se va haciendo sentir cada vez con más
fuerza en las negociaciones y los debates actuales sobre los derechos humanos. En
ambas posiciones se ejerce una actitud de suspicacia respecto del discurso
ideológico del interlocutor, de modo que el diálogo es prácticamente imposible.
Conviene que dejemos por eso este primer nivel y demos un paso más en nuestra
argumentación, preguntándonos por las razones que pueden asistir a ambas partes
en la crítica que ejercen recíproca y simétricamente.
2. Segundo paso: las razones o las raíces de la confrontación
Quiero insistir en que lo más interesante de este debate es justamente lo que no se
escucha. Y, como lo que menos se escucha suelen ser las razones que asisten a los
culturalistas -digo: las que los asisten, no necesariamente las que ellos mismos
emplean-, comenzaré por exponerlas sucintamente, y trataré de mostrar su fuerza.
También en este caso, podemos distinguir entre razones teóricas y razones
históricas. Desde un punto de vista teórico, habría que admitir, en primer lugar,
que no hay ninguna fundamentación convincente de la validez universal de los
derechos humanos. Las tres estrategias o paradigmas de fundamentación más
usuales son: el iusnaturalismo, el racionalismo metafísico-moral y las teorías
consensuales. El iusnaturalismo, en sus versiones paganas o en sus versiones
religiosas, es una suerte de esencialismo, que hace reposar la validez de los
derechos en una definición de la naturaleza o de la persona humana que equivale
en sentido estricto a una petición de principio. El racionalismo metafísico-moral, por
su parte, necesita de un postulado metafísico normativo, como el de la doctrina
kantiana de los dos mundos, por ejemplo, para garantizar el carácter vinculante del
principio de la igualdad de los seres humanos. Y las teorías consensuales, entre las
cuales habría que incluir a las teorías contractualistas o neocontractualistas, suelen
incurrir en el problema lógico de la llamada “argumentación circular”, pues
atribuyen a los participantes en el discurso -o a las partes en la “posición
originaria”- los derechos o la voluntad de concertar que ellos tendrían en realidad
que producir recién por medio del diálogo argumentativo. Estoy, naturalmente,
simplificando las cosas, pero lo hago sólo con el propósito de mostrar la fragilidad
de los intentos de fundamentación universal. El problema es, precisamente, que si
estos intentos de fundamentación son teóricamente vulnerables, y no cumplen con
lo que prometen, entonces es fácil abrigar la sospecha de que tras ellos se esté
expresando un presupuesto o un prejuicio cultural -un prejuicio occidental- que no
llega a ser tematizado pero que resulta ser un componente fundamental de la
convicción que comparten quienes defienden tan resueltamente su universalidad.
Insistir en una estrategia de fundamentación de este tipo, pese a su fragilidad,
puede ser una forma de imponer, bajo la apariencia de la neutralidad lógica, y con
la apodicticidad de las demostraciones universales, aun inconscientemente, un
modelo de comprensión cultural.

3
Una segunda razón teórica que asiste a los culturalistas, estrechamente ligada a la
anterior, es la denuncia de la cultura del individualismo subyacente a la concepción
de los derechos humanos. Éste es uno de los puntos más fuertes, y más conocidos,
de la crítica de los comunitaristas, de manera que no necesito abundar aquí en
detalles. A lo que esta crítica se refiere es a que los derechos humanos no se
venden solos. Vienen acompañados de muchas cosas más. El derecho a la libertad
individual viene con la ley del mercado. El derecho a la libertad de expresión viene
con el derecho a la propiedad privada de los medios de comunicación. El derecho al
trabajo con el derecho a la acumulación de capital. El derecho a la libertad de
conciencia con la ruptura de la solidaridad social. Los derechos humanos son, para
decirlo en palabras de Michael Walzer, un maximalismo moral disfrazado de
minimalismo(2), es decir, son sólo en apariencia un código mínimo de principios
morales, porque a través de ellos se expresa, implícitamente, una cosmovisión
bastante más amplia y bastante más densa de valores de la cultura liberal.
Un tercer argumento de los culturalistas, que es ya no sólo teórico sino también
parcialmente práctico, se refiere a la contradicción en la que incurre la sociedad
democrática moderna cuando sostiene que la legitimidad de las decisiones políticas
reposa sobre el principio (el derecho) de la participación de todos los involucrados,
pero prescinde al mismo tiempo de la opinión de las grandes mayorías de los países
de la periferia respecto de las grandes decisiones políticas, económicas o jurídicas
que regulan en buena cuenta la vida internacional. Es obvio, hoy más que nunca,
que las decisiones tomadas en los centros financieros, o en las grandes potencias, o
en el seno de los nuevos organismos de integración regional, tienen repercusiones
decisivas sobre la vida económica, social o política de muchos pueblos de la tierra.
En sentido estricto, desde el punto de vista de la legitimación democrática del
sistema político internacional, esas decisiones deberían contar con el asentimiento
de los involucrados. Como éste no es, naturalmente, el caso, el sistema político
internacional vive incumpliendo uno de sus principios fundamentales. Esta situación
se complica, sin embargo, mucho más, si se tienen en cuenta las transformaciones
políticas a las que ha conducido el proceso de globalización. Porque uno de los
efectos principales de este proceso es justamente el desplazamiento, o quizás
incluso la desaparición, de las instancias de decisión política a nivel internacional.
La globalización es un proceso principalmente económico que ha ido imponiendo
relaciones sistémicas en el mundo entero, al mismo tiempo que ha ido restándole
atribuciones políticas a los estados nacionales. En este contexto, resulta cada vez
más problemático el principio (o el derecho) de la participación democrática en las
decisiones políticas.
En cuarto lugar, se critica también de la concepción de los derechos humanos su
fuerza corrosiva indirecta con respecto a las tradiciones culturales no occidentales -
lo que Albrecht Wellmer ha llamado el inevitable “carácter transgresor” (“der
transgressive Charakter”) de la democracia moderna(3). Ésta es igualmente una de
las críticas más frecuentes del comunitarismo. Lo que se quiere dar a entender es
que al hacer valer los derechos de un sujeto desarraigado de toda tradición, y
concebido en su mera humanidad neutral, se están indirectamente -y
necesariamente- desvalorizando los contextos culturales a los que pertenecen los
individuos y minando las bases de su legitimación. Los derechos humanos no son
un listado inofensivo de valores amoldables a cualquier situación. Por el contrario,
su aceptación implica un reordenamiento jerárquico de principios o valores,
respecto del cual las culturas tradicionales pierden necesariamente legitimación. El
ideal democrático de los derechos humanos estaría así reactualizando una actitud
de desvalorización cultural que ha sido una constante de la relación de Occidente
con las otras culturas.
En quinto lugar, se hace notar una contradicción muy peculiar ligada a la relación
entre los derechos humanos como derechos y los derechos humanos como leyes (o
como garantías constitucionales). Este es un punto que ha sido especialmente
desarrollado por Jacques Derrida en su libro Force de loi(4). En principio, parecería

4
no haber aquí nada de particular, porque, como se sabe, los derechos humanos son
principios primeramente morales, es decir, principios que tienen una validez
independiente de su inclusión en un corpus jurídico, pero son principios que,
justamente por tener una validez universal, nos impelen a transformarlos en
preceptos jurídicos. Lo que ocurre es que toda normatividad jurídica se realiza en
un marco histórico y cultural específico, en una legislación particular, y se ajusta a
las necesidades coyunturales de ese marco. Los derechos humanos se convierten
en leyes, y las leyes se promulgan, en una situación particular. Esa particularización
es un proceso interpretativo, históricamente situado, y es producto de una acción
de la voluntad (de la voluntad política), de una decisión contingente. Por un acto
de(l) poder, la ley otorga fuerza, vigencia, a una determinada interpretación de los
derechos humanos. Ocurre entonces, por ejemplo, que en una legislación inspirada
en los derechos humanos hay leyes que discriminan a las mujeres, o a los
homosexuales, o a los extranjeros, o, más genéricamente, a los no-ciudadanos, es
decir, a los ciudadanos de otros países (precisamente de otras legislaciones). El
asunto es pues muy interesante por dos razones: no sólo porque nos muestra el
carácter siempre relativo y siempre decisional de toda legislación sobre derechos
fundamentales, sino también porque nos muestra con qué facilidad una legislación
puede transgredir en los hechos los derechos en los que supuestamente se inspira.
Esta reflexión nos permite pasar a las razones de tipo histórico o práctico
esgrimidas por los culturalistas en contra de los derechos humanos. Estas razones
me parecen muy poderosas, aunque quizás no necesariamente conduzcan al fin al
que ahora me refiero. En esencia, lo que se cuestiona es la hipocresía del mundo
occidental rico, que encubre la injusticia de facto del orden económico y el orden
político internacional por medio de un discurso moral que legitima de iure su
posición de dominio. Por el carácter formal que poseen, los derechos humanos son
como los principios del liberalismo: tienen vigencia plena sólo en condiciones
ideales de igualdad y bajo el supuesto de que las reglas de juego sean compartidas
por todos. Por eso justamente los teóricos de los derechos humanos han sostenido
siempre que es preciso, ya que no partir de, al menos llegar a, una situación
utópica de ciudadanía mundial o cosmopolita, en la que todos los seres humanos
puedan ajustarse a un mismo sistema de reglas de acción. Pero ésa es
naturalmente sólo una utopía. En el mundo real, en el que se produce por lo demás
aquella contradicción entre la moralidad y la positividad de los derechos
fundamentales, las condiciones de partida han sido y siguen siendo de desigualdad,
de asimetría. La distribución de los bienes, de la riqueza, de las oportunidades y,
sobre todo, de las decisiones económicas y políticas, es asímismo notoriamente
desigual, y las reglas de juego vigentes no parecen sino perpetuar este orden, o
este desorden, internacional. Cuando, sobre la base de una situación de este tipo,
se oye proclamar con autosuficiencia de parte de los países industrializados la
necesidad de respetar los derechos humanos, uno no puede menos que
preguntarse si no se están aplicando aquí dos varas distintas para medir el
comportamiento democrático. No hacerlo, no predicar con el ejemplo, sobre todo
con respecto al sistema global de reglas a nivel mundial, es precisamente
hipocresía. Esta situación llega a extremos grotescos -aunque, en realidad, no
necesariamente sorpresivos- cuando algunos gobiernos de países industrializados
hacen prevalecer sus intereses comerciales por encima de las consideraciones de
orden moral o político que ellos mismos han establecido, a fin de incrementar sus
ventas en países que ostensiblemente transgreden los derechos humanos.
Esta lista de razones que asisten a los defensores del culturalismo no es
exhaustiva, pero es suficientemente elocuente. Lo es tanto como para sentirse
obligados a prestarle atención, antes que desatender los reclamos que allí se
expresan. Pero hay también naturalmente, como ya dije, razones que asisten a los
defensores de los derechos humanos. Y sobre ellas, al menos sobre algunas de
ellas, que resumen en cierto modo lo esencial de su posición, quisiera referirme a
continuación. La primera de estas razones es de orden teórico y consiste en la

5
capacidad que tiene la concepción de los derechos humanos de asumir y procesar
muchas de las críticas que se esgrimen en su contra. Si se sostiene que esta
concepción no contempla suficientemente la autonomía de otras culturas, o que
desconoce fácticamente los derechos de algún grupo social, no se está en realidad
necesariamente cuestionándola en su esencia, sino, por el contrario, se la está
utilizando en un sentido normativo para exigir que sea realizada de un modo más
consecuente. Jürgen Habermas habla por eso de una dimensión de
“autorreferencialidad” (“Selbstbezüglichkeit”)(5) de los derechos humanos. Y Lutz
Wingert comenta esta tesis diciendo que los derechos humanos tienen un “rasgo
detectivesco” (“einen detektivistischen Zug”)(6), es decir, nos hacen capaces de
identificar los casos en los que no están siendo cabalmente cumplidos, es más, nos
ponen permanentemente al acecho de aquellos casos. Quien denuncia sus
limitaciones o quien formula una crítica en su contra, están en el fondo
reivindicando un derecho y lo están haciendo en nombre de los principios de
autodeterminación que subyacen a esta misma concepción. La autorreferencialidad
parece dotar a los derechos humanos de un aurea de invulnerabilidad conceptual.
Como es natural, la autorreferencialidad puede hacerse valer también frente a las
críticas de los culturalistas. Y puede hacérsela valer en un doble sentido: en primer
lugar, puede intentar recuperarse dicha crítica, como ya se dijo, en beneficio
propio, es decir, en favor de la validez de la propia concepción universalista. Pero
puede igualmente mostrarse al interlocutor culturalista que la validación indirecta
que él efectúa de la concepción que critica, puede servirle también en beneficio de
su propia posición culturalista. Porque para legitimar su posición en el contexto
pluralista de las sociedades modernas, sin incurrir en la confrontación irracional, el
culturalista necesita de una concepción moral y jurídica que trascienda los límites
de su propia tradición, es decir, que ofrezca una alternativa de convivencia con las
otras posiciones que por principio excluye.
Ahora bien, también en un sentido práctico o histórico, el defensor de los derechos
humanos tiene un par de buenos argumentos en su favor. En primer lugar, desde
su posición moral universalista está en condiciones de llamar la atención sobre el
lado negativo de la tesis que el culturalista defiende porque sólo parece ver su lado
positivo. Puede, en otras palabras, llamar la atención sobre el carácter virtualmente
represivo y etnocéntrico de las tradiciones. En su defensa de la autonomía y la
identidad de la propia tradición, el culturalista olvida que esa misma tradición
puede ser fuente de represión de personas o grupos que forman parte de ella, y
olvida asimismo que su posición puede desembocar en una defensa del tribalismo
que no necesariamente redunde en su propio beneficio. No es que esto lo olvide,
sin embargo, en nombre de los principios del universalismo -porque eso,
obviamente, no le importaría mucho-, sino más bien en nombre de la complejidad
de la historia de su propia tradición y en nombre asimismo de la complejidad de las
relaciones que su tradición ya ha entablado históricamente con otras tradiciones y
otros sistemas culturales. En función de estas dos variables, el culturalista debería
adoptar, él también, una actitud más reflexiva con respecto a su propia tradición.
El segundo buen argumento práctico de los defensores de los derechos humanos en
este contexto, mencionado ya brevemente al comienzo, es su denuncia de la
utilización política del culturalismo por parte de muchos gobiernos autoritarios en el
mundo. Parece ser, en efecto, casi una regla del comportamiento político de las
dictaduras, no sólo el que violen los derechos humanos, sino además el que
relativicen las denuncias hechas en su contra aduciendo razones de tipo
culturalista. Es posible denunciar esta forma de instrumentalización, sobre todo
cuando se cuenta con el respaldo de los grupos disidentes u oprimidos
pertenecientes a aquellos mismos países o comunidades culturales. El asunto es
delicado, porque los regímenes autoritarios suelen apelar al derecho de la
autodeterminación y rechazar las denuncias como formas de intervencionismo. Y no
pocas veces encuentran un eco en los países industrializados, ya que éstos, a su
vez -como hemos visto- pueden instrumentalizar sus políticas democráticas en

6
función de sus intereses económicos, y pasar por alto entonces, también con
argumentos de tipo culturalista, el autoritarismo de dichos gobiernos con la
finalidad de asegurar sus políticas comerciales. Pero, es claro al menos que es
posible establecer una diferencia entre el culturalismo como posición conceptual y
su instrumentalización política de coyuntura.
3. Tercer paso: más alla del fundamentalismo o un consenso dialéctico
El listado de argumentos que acabo de presentar no es, por supuesto, exhaustivo,
pero es, sí, suficientemente variado como para que entendamos por qué les
debemos prestar una atención especial. El problema es justamente que, frente a
semejante heterogeneidad, y teniendo en cuenta que las posiciones opuestas
parecen gozar de validez relativa, muchas veces la reacción natural consiste en
restablecer el fundamentalismo. En lugar de aprender de las críticas, nos aferramos
a la posición originaria. Pero, a diferencia del fundamentalismo inicial (de nuestro
primer paso), que era inmediato e ingenuo, éste es más peligroso, porque se ha
endurecido en sus creencias, pese a haber tomado noticia de las advertencias del
interlocutor. Debe quedar claro, en todo caso, que fundamentalista no es sólo la
posición del defensor del culturalismo, sino también aquella de quien defiende la
concepción universal de los derechos humanos sin tomar en cuenta las razones de
peso esgrimidas en su contra.
Tenemos que abandonar el fundamentalismo. Y eso sólo puede hacerse
reconociendo la validez relativa de las posiciones en disputa, es decir, reconociendo
que el punto de partida es una verdadera controversia. Decía por eso que la
solución debe ser dialéctica, en el sentido estricto (o mejor dicho: en el sentido
aristotélico) de la palabra. En su sentido estricto, la dialéctica es un método de
resolución de conflictos. Es decir, es un método que sólo se emplea cuando no hay
acuerdo entre los interlocures, y se emplea justamente para conseguir ese acuerdo.
Pero, para solicitar la intervención de un método semejante, hay que reconocer, en
primer lugar, que la situación inicial es conflictiva, incierta, y que no tiene la
evidencia que conduce al fundamentalismo. Los interlocutores en este debate
deberían poder admitir que hay buenas razones que asisten a ambas partes, y que
esas razones los conciernen tanto en un sentido positivo como en un sentido
negativo. En otras palabras, es preciso admitir que hay aspectos de la propia
posición que están siendo seriamente cuestionados por la posición del interlocutor.
Mientras esto no ocurra -mientras no haga uno sobre sí mismo, como diría Hegel, lo
que el otro hace sobre uno-, la disputa se perpetuará como un diálogo de sordos,
sin otra posibilidad de solución que la que se impone por la fuerza. Mientras los
países ricos no reconozcan que su discurso sobre los derechos humanos es farisaico
porque encubre una grave desigualdad estructural del orden económico
internacional; mientras no admitan que el status quo de las relaciones
internacionales habla en contra del discurso igualitario que presupone su propia
defensa universalista de los derechos de la persona; mientras no reconozcan en su
debida dimensión la autonomía de las culturas a las que por siglos han mantenido
en situación de dominación, habrá pocas posibilidades de que la concepción de los
derechos humanos llegue a ser aceptada como una concepción genuinamente
universal. De otro lado, y análogamente, mientras los defensores del culturalismo
no reconozcan el peligro del encapsulamiento en la propia tradición cultural;
mientras sigan pretendiendo instrumentalizar el discurso culturalista para fines
políticos internos; mientras no sean capaces de ofrecer una alternativa
transculturalista que haga posible la convivencia entre las diferentes culturas
particulares, no habrá tampoco muchas posibilidades de hacer valer con justicia las
reivindicaciones de autonomía cultural.
Admitir la validez relativa de las críticas que se esgrimen en contra de la propia
posición, no significa aún, sin embargo, haber llegado a un acuerdo. Para eso hace
falta un paso más. Un consenso dialéctico sería aquél que resultase del
reconocimiento de un conjunto de reglas comunes, para el cual no fuese necesario

7
renunciar a los principios de la propia cosmovisión cultural. Para reconocer una
serie de derechos humanos comunes, no tendría por qué ser necesario, por
ejemplo, renunciar a la cosmovisión religiosa de una cultura particular, ni, menos
aún, tener que admitir simultáneamente la ruptura de la solidaridad social o la
necesidad de la racionalidad instrumental de la sociedad de mercado. En cierto
modo, las diferentes Declaraciones de los Derechos Humanos, en la medida en que
han sido reconocidas y firmadas por estados particulares, constituyen una forma de
consenso dialéctico como el que estoy mencionando. Pero son aún una forma muy
incipiente, porque su vigencia está siendo puesta constantemente en cuestión por
los fundamentalismos de viejo y de nuevo cuño.

Notas
(1) Walzer, Michael, Thick and Thin: Moral Argument at Home and Abroad, Notre
Dame, Indiana: University of Notre Dame Press, 1994, p. 63 (en castellano:
Moralidad en el ámbito local e internacional, Madrid: Alianza Editorial, 1996, p. 95).
(2) Cf. Walzer, Michael, o.c., artículo “Minimalismo moral”, p. 33ss.
(3) Cf. “Bedingungen einer demokratischen Kultur. Zur Debatte zwischen ‘Liberalen’
und ‘Kommunitaristen’”, en: Wellmer, Albrecht, Endspiele: Die unversöhnliche
Moderne, Frankfurt: Suhrkamp, 1993, p. 54ss.
(4) Derrida, Jacques, Force de loi: le “fondement mystique de l’autorité”, París:
Galilée, 1994.
(5) Cf. Habermas, Jürgen, “Der interkulturelle Diskurs über Menschenrechte”, en:
Frankfurter Rundschau, 4 de febrero de 1997, p. 10.
(6) Cf. Wingert, Lutz, “Türöffner zu geschlossenen Gesellschaften”, en: Frankfurter
Rundschau, 6 de agosto de 1996, p. 10.

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Este artículo fue publicado en el boletín de la O.E.I


Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura
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DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO

Por

Juan Pablo Sarmiento Erazo

Introducción

En esta unidad estudiaremos qué es el Derecho Internacional Humanitario, resaltando


continuamente su importancia, trayendo a la presentación ejemplos con un poder
explicativo adecuado y abriendo más preguntas al estudiante que se interese en este
tema. La exposición podría dividirse en tres partes, la primera tratará sobre las
generalidades del DIH, sus funciones, sus finalidades y su relación con los Derechos
Humanos. Luego, explicaremos en qué escenarios podemos dar aplicación o considerar
que podemos aplicar el DIH y cuáles son sus principales prohibiciones, para así,
finalmente, hablar de qué manera se ha implementado el Derecho Internacional
Humanitario en nuestra legislación penal. Esta charla no tiene como propósito hacer
experto al estudiante en DIH, pero permite darle unas luces conceptuales que le
permita observar nuestra realidad con más responsabilidad y sentido crítico.

¿Qué es el Derecho Internacional Humanitario?

El Derecho Internacional Humanitario es el conjunto de reglas encaminadas a proteger


a las víctimas y bienes afectados por los conflictos armados y restringir los métodos de
violencia. El DIH es en realidad una reglamentación para la guerra. Por ello, los invito
a pensar en todas las ocasiones en las que escuchan en los medios o en opiniones
políticas invitaciones a que se aplique el DIH para alcanzar la paz con los grupos
insurgentes, propuesta que en realidad no es válida pues su objetivo último es
humanizar la guerra, evitar que existan medidas o métodos de guerra que atenten con
la dignidad humana, causen daños injustificados o provoquen más perjuicios en la
población en general que en los objetivos militares.

Se pretende así, que en una guerra, recurso último de las relaciones internacionales, se
intente reducir los efectos de ésta en la población y que el trato de los combatientes sea
digno y proporcionado a inhabilitarlo. En otras palabras, lo que se intenta es
humanizar el conflicto protegiendo a las personas que no participan en las hostilidades
o que han dejado de hacerlo.

¿Cuándo aplico el DIH?

El DIH se aplica tanto a conflictos internacionales como a conflictos internos. Sin


embargo, como veremos más adelante, el concepto de conflicto interno es más
restringido del que esperaríamos. En todo caso, un mismo Estado, cuando las fuerzas
armadas regulares y grupos armados disidentes, o grupos armados entre sí, se aplica
una serie más limitada de normas, en particular las disposiciones del artículo 3 común
a los cuatro Convenios de Ginebra y el Protocolo adicional II.
Muchos recordarán las discusiones que persisten en los años recientes, cuando el
Gobierno del Presidente Uribe sostenía que no existía conflicto interno, y que por el
contrario, estábamos ante una situación de orden público que suponía una amenaza de
terrorismo. Este discurso tiene un efecto directo en la aplicación del DIH en Colombia,
pues en la medida en que éste No cubre las situaciones de tensiones internas ni de
disturbios interiores, como son los actos aislados de violencia, el Gobierno estaba
tratando de distanciar o eximir a las Fuerzas de la aplicación del Derecho Internacional.

Con lo anterior no quiero significar que en nuestro país no tenga aplicación el DIH,
pero sí quiero demostrar que en ocasiones su inaplicación puede ser un instrumento
político poderoso, y sobre todo, que no siempre podemos hablar de una aplicación
automática a cualquier situación de violencia, incluso externa. De igual forma, sería
equivocado sostener que, si lo recuerdan, la muerte de un pescador en la frontera
colombo venezolana es una violación al DIH, porque con claridad, aunque hubo un
acto de agresión contra un no combatiente, no estamos hablando de acto de guerra o de
conflicto internacional.

¿Para qué sirve el DIH?

La finalidad del DIH es atenuar los sufrimientos de las personas y limitar el uso de la
fuerza en las guerras. Por razones humanitarias, dichas reglas limitan el derecho de las
partes en conflicto a utilizar los métodos y medios de hacer la guerra y también
protegen a las personas y bienes afectados por ella. El DIH pretende que los actores
armados de respetan la vida de la población civil, de las personas civiles y los bienes
civiles; Así, se prohíbe el uso de armas que causan daños superfluos o sufrimientos
innecesarios, por ejemplo, las minas antipersonales; o aquellas que causan daños
graves y duraderos al medio ambiente.

De esta manera, el objetivo próximo de atenuar los sufrimientos se garantiza por lo


menos con la prohibición del uso de muchas armas, incluidas las balas explosivas, las
armas químicas y biológicas, las maras nucleares, las armas láser que causan ceguera y
las minas antipersonal. Naturalmente, de la mano con los objetivos del DIH tenemos
unas funciones correlativas, que se pueden enunciar como Generales y Específicas

o Funciones Generales:
 Atenuar los daños que se ocasionan en el ámbito de un
conflicto, sea interno o internacional.
 Proteger a los heridos o náufragos de los conflictos armados.
 Regular los métodos y medios de combate.

Como podemos observar, los métodos y los medios son determinados y reglados por
medio de las prohibiciones señaladas. Aunque su diferenciación es difícil, sobre todo
en casos particulares, los medios y los métodos podrían diferenciarse de la siguiente
manera: por medios entendemos las armas, que no pueden tener efectos extensivos, de
ahí que se prohíban las armas biológicas, químicas o nucleares. Por métodos nos
referimos a la manera de llevar a cabo el combate, cuáles son los objetivos militares y la
diferenciación entre combatientes y no combatientes. Sin embargo, diferenciar algunos
de ellos es bastante difícil, por ejemplo, cuando en un ataque se pretende demoler una
represa de agua, puede que el arma sea un pequeño artefacto explosivo, pero por su
consecuencia, la represa misma se convierte en el arma. En este caso, el Derecho
Internacional tendría por sentado que es el método el desproporcionado porque los
efectos del ataque se dirigen a la población en general, casi con el objetivo de
aniquilarla.

Funciones Específicas:
o Función organizadora: Organizar las relaciones entre los Estados o,
dentro de un mismo Estado, entre las partes en conflicto, cuando
exista situación de conflicto armado.
o Función Preventiva: Establecer límites para impedir infracciones a sus
normas.
o Función protectora: Brinda apoyo a las personas y a sus bienes.

Estas funciones específicas están dirigidas a las relaciones internacionales. Como


podrían observar los más interesados en el tema, el DIH nace luego de la segunda
guerra mundial, cuando las naciones reflexionaron sobre las monstruosidades que
ambos bandos cometieron en la guerra. En este sentido, la comunidad internacional
quiso evitar estos excesos, haciendo del DIH un instrumento, además de normalización
del conflicto, una herramienta diplomática y preventiva.

Principios del Derecho Internacional Humanitario

Los principios del DIH, en esencia, ayudan a interpretar las conductas de las partes en
conflicto. Primero veremos aquellos principios que le son propios al DIH y luego
miraremos aquellos relacionados con los Derechos Humanos:

Principios Fundamentales del DIH


1. De Humanidad: Tanto los civiles como los combatientes están protegidos
por los principios del DIH, normas de humanidad y conciencia pública.
Las respuestas militares serán siempre compatibles con el respeto de la
persona humana.
2. Del Derecho de Ginebra: Las personas fuera de combate y las que
participan en hostilidades serán respetadas, protegidas y tratadas con
humanidad.
3. Del Derecho de la Haya: Las partes en conflicto no tienen libertad para
elegir los medios de guerra.

El DIH también comparte algunos principios con los Derechos Humanos, veamos:

1. Inviolabilidad: El individuo tiene derecho a que se le respeten su vida,


su integridad física y moral, de manera que la vida e integridad
personal del que cae en combate son inviolables; el DIH tiene como gran
postulado, también de Derechos Humanos, que “al enemigo que se
rinde se le perdona la vida”.
2. Prohibición de tortura, esclavitud, libertad y familia: Este principio
supone que nadie puede ser sometido a tortura física o mental ni a
castigos corporales ni tratos inhumanos, crueles o degradantes. Que
nadie puede ser objeto de derecho, es decir, comercializado como un
bien, el imperativo respeto de los derechos familiares y a sus
convicciones y costumbres, la asistencia del herido que requiera su
estado, así como la prohibición de la privación arbitrariamente de su
libertad.
3. No Discriminación: Las Personas deben ser tratadas sin distinción
alguna fundada en la raza, el sexo, la nacionalidad, el idioma, la clase
social, la fortuna o las opiniones filosóficas y religiosas.
4. Seguridad: Los individuos gozan del derecho a la seguridad de su
persona. Así, tenemos que nadie puede ser considerado responsable por
un acto que no haya cometido, y por otro lado, se prohíben las
represalias, los castigos colectivos, la toma de rehenes y las
deportaciones. Es quizá esta última la violación al DIH más común en
casos como el colombiano, donde la represalia a poblaciones que dan
apoyo a grupos guerrilleros reciben amenazas de las fuerzas armadas de
no recibir su apoyo o protección en caso de que el grupo armado se
quiera tomar la población.
5. Normalidad: Las personas protegidas deben poder llevar la vida más
normal que sea posible.
6. Protección: El Estado asume la protección, nacional e internacional, de
las personas que tenga en su poder, sean capturados o población civil.

A la luz de estos principios, es posible considerar el caso de la invasión americana a


Afganistán, donde se utilizaron armas cuya capacidad explosiva era evidente,
clasificadas como las segundas armas más potentes luego de las nucleares, y donde
murieron cerca de 30.000 mujeres y niños. Esta ya era una conducta irregular en la
medida en que el alcance de las armas y el método utilizado (bombardeo
indiscriminado) era excesivo, además de vulnerar claramente los principios de
normalidad y protección ya explicados. Sin embargo, lo que realmente causó el rechazo
de los organismos de DIH, y de Derechos Humanos fue la manera en que los acusados
de terrorismo fueron aislados y privados de la libertad por un tiempo prolongado, sin
contar además con todas las garantías procesales que les fueron negadas.

Principios que rigen propiamente la Guerra

A continuación explicaremos los principios que rigen la guerra. Como lo habíamos


anticipado, el DIH es realmente un derecho de guerra, en el que se limitan los actos de
guerra, es decir, los métodos y los medios los actos bélicos. En este sentido, con los
principios que ahora explicaremos, estaremos fortaleciendo la idea de atenuación de
los sufrimientos de la población en general y de los no combatientes.
1. En primer lugar, tenemos el principio de limitación, que consiste en
que la población civil debe gozar de protección general contra los
peligros procedentes de operaciones militares. El principio de
limitación tiene dos incidencias o maneras de aplicación, primero,
de los lugares en cuanto los ataques se limitarán estrictamente a los
sitios donde se encuentran los objetivos militares. Segundo, de las
condiciones, en el sentido en el que se prohíben todas las armas y
métodos de guerra que causen pérdidas inútiles o sufrimientos
excesivos.
2. El principio de Distinción, en el que las partes en conflicto deben
distinguir en todo momento a los miembros de la población civil de
las personas que son parte activa en las hostilidades y deben dirigir
sus ataques sólo contra los segundos y contra objetivos militares
legítimos.
3. Proporcionalidad: Indica que la fuerza usada debe ser la
estrictamente necesaria para obtener la ventaja sobre el adversario y
debe examinarse previamente la relación existente entre la ventaja
del ataque y los efectos negativos que produzca en las personas y
bienes.
4. Prohibición del uso de la fuerza: Se intenta limitar el uso de la fuerza
por parte de los Estados, de manera que recurran a instrumentos
legales o diplomáticos antes que a la violencia como medio para
resolver conflictos.

Con todo, es posible preguntarse si el DIH restringe la guerra en su totalidad, pero en


realidad, con el objeto de restringir los métodos y los medios, pero no hacer del DIH un
instrumento político y garantizar su efectividad, se admiten varios espacios en los que
es aceptable la guerra, encontrando el principio de prohibición del uso de la guerra
varias excepciones, a saber:

1. Medidas de seguridad colectiva: Son aquellas que responden a un


criterio de legítima defensa colectiva, en lugar de la legítima defensa
individual. Ocurre cuando el ataque es inminente y el Estado no
encuentra ninguna opción diplomática para detener, más que el ataque.
2. Guerra de liberación Nacional: Surge ante la presencia de movimientos
nacionalistas. En este caso la guerra es producto del intento del Estado
por controlar el orden público.
3. Guerra defensiva: Se presenta el ataque contra un Estado por parte de
otro sin la anuencia de la comunidad internacional.

En todos los casos antes mencionados, insisto, no suspendemos el DIH, las reglas de
limitación al uso de la fuerza se mantienen. Lo que ocurre es que se autoriza el uso de
la fuerza y la guerra misma. Tanto en el caso de las guerras defensivas como en las
medidas de seguridad colectiva pueden presentarse los llamados “daños colaterales”
referidos a la exoneración que se le hace al atacante cuando, por virtud de sus
incursiones militares, se generan muertes innecesarias entre la población civil no
combatiente.

¿Cuál es la diferencia del DIH y los Derechos Humanos?

Habiendo definido qué es el DIH y presentado sus principios, debemos ahora aparejar
este conocimiento con lo visto en Derechos Humanos. Recordemos primeramente que
los Derechos Humanos son aquellos inherentes al ser humano, sin los cuales negamos
su esencia. Así, una persona privada injustamente de la libertad, secuestrada o
comercializada como esclava deja de ser en su esencia, un ser humano. Por supuesto,
debemos aceptar que en realidad esto ocurra en Sierra Leona, Irak, Colombia o el
Salvador, pero por ello, tenemos casos de violación a los derechos humanos.

Como lo hemos anticipado, el DIH es aplicable en tiempo de conflicto armado


internacional o conflicto interno. Protege a todas las personas, militares, detenidos,
enfermos, heridos, que estén por fuera del conflicto. Por su parte, Los Derechos
Humanos son aplicables en todo tiempo y lugar, protegen a todas las personas en todo
momento. Esta distinción surge justamente por la esencia y el objeto de cada régimen,
el DIH es el derecho de la guerra o el conflicto humanizado, mientras que los Derechos
Humanos es lo que pertenece al ser humano por ser tal. Claro, es posible que en ciertas
conductas como la esclavitud como acto de genocidio confunda uno u otro. Quizá
algunos conocen el nefasto régimen de Idi Amín Dadá (de la tribu Hutus) en Ruanda,
allí, el dictador Amín ordenó la esclavitud de varias tribus (Tutsi) opositoras y de otras
que no tomaron las armas para defender el régimen, pero lo hizo con el objetivo mismo
de extinguir o aniquilar todas las tribus mencionadas. En el ejemplo mencionado es
posible hablar del genocidio como método contrario al DIH tanto porque no distingue
a los combatientes de los no combatientes, como por ser una conducta explícitamente
prohibida por el DIH, pero al mismo tiempo tenemos una violación a los Derechos
Humanos por negar la calidad misma de ser humano de los ciudadanos esclavizados.

El Derecho Internacional Humanitario nunca puede ser derogado. El artículo 3º de los


convenios de Ginebra se asimila al núcleo duro de los derechos humanos. Por núcleo
duro quiero significar aquello inseparable, en caso de guerra internacional o conflicto
interno que no puede ser suspendido, pues en caso de realizar conductas contrarias al
DIH podríamos negar la existencia misma de los individuos en conflicto y de la
población civil que puede verse comprometida. Los Derechos Humanos, aunque no
pueden ser derogados, es decir, dejados sin vigencia, algunos, sólo aquellos de menor
significancia, pueden ser suspendidos, por ejemplo el derecho de asociación, el de
libertad de expresión. Un ejemplo suspensión de algunos derechos humanos para
hacer efectivo el Derecho Internacional Humanitario podría consistir en la imposición
de medidas de movilización de población civil en zonas de frontera con la nación con
la que se esté en conflicto bélico, justamente, para proteger la vida e integridad de los
que allí habitan. Supongamos que Venezuela entrara en conflicto con Colombia, dada
la cercanía y la exposición a los efectos nocivos del combate, además de las amenazas
de medidas desproporcionadas, ciudades como Cúcuta podrían ser evacuadas ante la
inminencia del ataque, restringiendo el derecho humano a libertad de locomición y
domicilio, pero con el fin último de proteger al ciudadano.

El Derecho Internacional Humanitario obliga a los Estados a penalizar las conductas contrarias
al DIH. Asimismo, existen Tribunales como el Tribunal Penal Internacional de la Haya.
Este es el caso de Thomas Lubanga Dyilo, ciudadano de la República Democrática del
Congo y presunto fundador y dirigente de la Unión de Patriotas Congoleños (Union
des Patriotes Congolais, UPC), que cometió toda clase de crímenes de lesa humanidad
y crímenes de guerra en la República Democrática del Congo de manera generalizada
durante la pasada década, en un conflicto que duró diez años y que cobró más de
cuatro millones de vidas. Así mismo, los Derechos Humanos cuentan con mecanismos
universales de supervisión internacional como el Comité del Pacto de Derechos Civiles
y políticos de la ONU.

El DIH Protege a toda persona, incluidos funcionarios del Estado, contra las infracciones graves
cometidas por los Estados en conflicto. Igualmente, protege a estas personas contra
infracciones cometidas por grupos opositores armados en situación de violencia
interna. Se hace énfasis en el funcionario público precisamente porque éste es uno de
los objetos de agresión y en ocasiones, como observamos en los medios, son señalados
como objetivos militares, siendo el caso de los Concejales o Alcaldes en Colombia,
algunos ubicados en zonas remotas, están expuestos a violencia generalizada y muchas
veces, son asesinados por grupos al margen de la ley. Por el contrario, como su lógica
es distinta y no hablamos ya de la guerra, tenemos que los derechos Humanos
protegen a todos los individuos de posibles abusos cometidos por el Estado. En efecto,
los Derechos Humanos están dirigidos a garantizar y limitar las acciones de los
Estados, por ser éstos los que están en capacidad de vulnerarlos. La manera en que
surgieron estos derechos fue precisamente de manera que es el Estado el que viola
derechos humanos.

Ruanda, un caso para pensar dentro de nuestra generación

Ruanda fue una nación que vivió una violencia étnica precedida tan sólo por la
sucedida en la República Popular del Congo y el Holocausto Nazi. Con casi un millón
de muertos, dos millones de desplazados y doscientos mil desaparecidos, la violencia
del Estado y de los grupos paramilitares fragmentó de tal manera la sociedad de esa
nación que aún hoy es posible ver los efectos de la guerra, como si aún se estuviese
viviendo. Podemos observar de este caso que se trató de un conflicto interno, con la
realización de cualquier cantidad de violaciones a derechos humanos y al DIH,
desplazamientos forzados, prostitución forzada, guerra sin cuartel, torturas,
violaciones, todas las maneras en que la más horrible guerra pueda crear se vieron en
ese país. Lo traigo a manera de ejemplo para que evidenciemos no sólo la barbaridad
humana, sino cómo el DIH cubre todos estos supuestos y evitarían que actos de esa
magnitud se presentaran. Por supuesto, ante una imposibilidad de hacer el DIH
efectivo, ocurren hechos como el expuesto, aquí podemos ver cómo es una guerra sin
DIH.
Diferentes tipos de conflictos, donde aplico el DIH

Habiendo visto los principios del DIH, sus contrastes con los Derechos Humanos, sus
funciones y su finalidad, diferenciemos ahora los eventos en los que el DIH puede ser
aplicado, pensando quizá en nuestra situación interna. Para responder la pregunta
¿Es aplicable el DIH a toda situación violenta interna? debemos diferenciar entre
conflicto armado interno, disturbio interior y tensiones internas:

o Conflicto armado: Es aquel que se desarrolla en el territorio de un


Estado entre sus fuerzas armadas disidentes o grupos armados
organizados que bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan
sobre dicho territorio un control tal que les permita realizar operaciones
militares sostenidas y concertadas.
o Disturbio interior: Son situaciones ajenas al DIH porque suponen
enfrentamientos violentos que a veces presentan carácter de gravedad y
duración, pero que no generan lucha abierta entre grupos armados
organizados y fuerzas del Estado.
o Tensión interna: Situaciones en las que el Estado utiliza la fuerza para
mantener el Orden Público, sin que impliquen un conflicto armado. Se
caracterizan por la existencia de actos aislados y esporádicos que
conducen a arrestos masivos, desapariciones forzadas y suspensión de
garantías individuales. En Este caso la fuerza es preventiva para
mantener el respeto a la Ley y el Orden. En este evento, la protección
jurídica será la de los DDHH.

Habría que preguntarse en Colombia, ante qué tipo de situación nos encontramos. Con
una guerra de intensidad regular, con más de seis millones de desplazados y cincuenta
mil desaparecidos, sería difícil negar la existencia del conflicto armado. En Colombia
existe un conflicto armado interno y por tal razón se aplican las normas humanitarias
consagradas en el artículo 3º común a los cuatro Convenciones de Ginebra de 1949 y
las disposiciones del Protocolo II de 1977, es decir, el DIH y los Derechos Humanos.
Efectivamente, debemos tener en cuenta que existe un enfrentamiento entre fuerzas
armadas estatales y grupos disidentes armados, un mando responsable en el grupo de
los insurrectos, un control de territorio en el grupo de los insurrectos y un conflicto de
cierta intensidad, así sea menos apreciable en la actualidad por la mayor intervención
militar del Estado. Con todo, no podemos olvidar que en nuestro país,
lamentablemente, tenemos casos de violaciones a los Derechos Humanos manifiesta,
tales como los llamados “falsos positivos”, entre otras formas de violencia.

Principales prohibiciones del DIH

Pasemos ahora a explicar las principales prohibiciones del DIH que se estatuyen como
garantías a favor de las personas que no participen en hostilidades:

1. Atentados contra la vida, salud e integridad física de las personas, en


particular el homicidio, mutilaciones o penas corporales.
2. Castigos contra un grupo de la población
3. Toma de Rehenes.
4. Actos de terrorismo.
5. Atentados contra la Dignidad personal, tratos humillantes o
degradantes, violación, prostitución forzada y cualquier forma de
atentado al pudor.
6. Pillaje.
7. Esclavitud y trata de esclavos en todas sus formas.
8. Amenazas de cualquiera de los actos o delitos anteriormente señalados.

Como vemos, éstas se dirigen a las personas que no participan del combate. El
concepto de rehenes y de esclavos puede acercarse a la violencia ejercida contra actores
armados, pero en este caso, cuando tenemos caídos o soldados que se rinden, no
hablamos de rehenes sino de presos, y la privación de su libertad obedece a la
insurgencia o ataque provocado contra las fuerzas o la organización.

Métodos prohibidos expresamente por el DIH

En el trascurso de esta clase hemos podido observar constantemente la restricción al


uso de medios y métodos inapropiados de combate, así como la falta de protección a
las personas y bienes afectados por el conflicto. Sin embargo, los tratados
internacionales han hecho explícitas algunas prohibiciones particulares, que han sido
llamadas garantías, veamos:

1. Cometer crímenes de genocidio, lesa humanidad, guerra y agresión.


2. Atacar indiscriminadamente objetivos militares y a civiles, o bienes de
carácter civil y militares. V gr. Bombardeo indiscriminado.
3. Uso indiscriminado de armas prohibidas por el DIH.
4. Crueldad y tortura.
5. Atentar contra heridos, enfermos y náufragos.
6. Deportar o realizar traslados forzosos masivos o individuales.

Recordemos aquí el ejemplo de la invasión de Afganistán, donde enunciamos que el


uso de misiles y la estrategia misma de bombardeo previo pudo resultar violatorio del
DIH. No obstante, es una práctica muy común cuando se combaten a fuerzas
insurgentes o en la llamada guerra de guerrillas, donde la Fuerza Aérea bombardea
primero el campo o la zona donde se encuentran los insurgentes, y luego da entrada a
la artillería. En todo caso, estas prohibiciones se fundan en el principio de distinción,
donde los no combatientes deben ser respetados integralmente.

Armas prohibidas por el DIH

Hemos enunciado previamente aquellas armas que se encuentran prohibidas por el


DIH. Veamos ahora en qué consiste cada una de ellas, cuáles son sus efectos y
enunciemos por qué no pueden ser utilizadas:
1. Bacteriológicas: Utilización de insectos o animales vivos o muertos o sus
productos, nocivos o tóxicos, con el propósito de infringir en seres
humanos o animales daños irreversibles.
2. Blancas: Armas cortantes, se prohíben porque con ellas se puede dar
muerte o herir a traición, provocando de esta manera males superfluos o
sufrimientos innecesarios.
3. De fuego: Están prohibidas aquellas armas que al tirar proyectiles
utilizan la fuerza de expansión de los gases producidos por la
combustión de sustancias deflagrantes.
4. Incendiarias: Aquellas usadas para causar conflagraciones a través del
fuego, calor y las llamas.
5. Químicas: Armas que poseen propiedades asfixiantes, tóxicas,
paralizantes, reguladoras del crecimiento, irritantes, antilubricantes y
catalíticas.
6. Trampa: Destinadas a herir o matar cuyo descubrimiento es difícil. Por
ejemplo: las minas antipersonales.
7. Nucleares

Como vemos, el DIH restringe incluso aquellas cuyos efectos pueden ser impredecibles
o incontrolables. Pensemos así en los efectos que tuvo en la producción agrícola de
Nueva Zelanda y Francia la explosión de la planta nuclear de Chernóbil – Unión
Soviética. Pensemos así qué pasaría con una bomba nuclear de gran potencia, ¿hasta
dónde podríamos afectar a no combatientes? Igualmente, las armas químicas,
nucleares, bacteriológicas pueden extenderse de manera incalculable. Las demás armas
son limitadas esencialmente para evitar sufrimientos innecesarios tanto a los
combatientes como a aquellos que presenten su rendición.

Bueno, y quiénes son esas personas excluidas del conflicto y bienes protegidos?

Aunque hemos hablado de manera general sobre quiénes deben ser protegidos en el
combate, veamos puntualmente qué se ha entendido internacionalmente como no
combatiente. El DIH excluye a toda persona que no pertenece a las fuerzas armadas ni
toma las armas al acercarse al enemigo. Es decir, los no combatientes. Además incluye
a los Heridos, náufragos, Niños, Mujeres, Personal Sanitario civil, Ancianos, Inválidos,
Periodistas y enfermos. El nivel de protección se extiende a quienes se han rendido y
han sido inhabilitados por las heridas de guerra o porque han decidido retirarse del
conflicto. Es así como, en nuestro país, lamentablemente ejemplo por excelencia, la
guerrilla de las FARC o del ELN han incurrido en violaciones al DIH cuando han
atacado a personal de la Cruz Roja. Igualmente podríamos recordar el secuestro en la
década de los 90 de Diana Turbay por parte del M-19.

Es importante resaltar la prohibición absoluta de atentar contra la vida y dignidad de


los enfermos, heridos y náufragos. Tampoco pueden ser sometidos a torturas,
experimentos biológicos, dejarlos sin el debido cuidado médico o exponerlos a
infecciones o enfermedades contagiosas. Por ello, es común observar que los soldados
del ejército nacional son elogiados por guerrilleros heridos, como si éstos los hubieran
rescatado del conflicto. En realidad, el soldado que auxilia al guerrillero herido está
cumpliendo simplemente con el DIH; inclusive, el médico de la tropa o el personal
médico debe procurar salvarle la vida y evitar cualquier perjuicio adicional.

El DIH ha entendido por Heridos y enfermos aquellas personas, civiles o militares que,
debido al traumatismo, enfermedad, incapacidad de orden físico o mental u otro
trastorno, se vean en la necesidad de obtener asistencia o cuidados médicos y se
abstengan de todo acto de hostilidad. Como se observa, el individuo que habiendo
participado de las hostilidades se rinda debe ser respetado en su integridad y vida.

Debemos aclarar también que se entiende por Náufragos, pues éstas son personas,
civiles o militares que, en el mar o en otras aguas, se encuentran en situación de
peligro, como consecuencia de un infortunio que las afecte o que afecte la nave o
aeronave que las transportaba y siempre que se abstengan de todo acto de hostilidad.

Son excluidos también del conflicto armado, todo personal civil que no tiene injerencia en
el conflicto, los Miembros de tripulación de aviones militares, Los corresponsales de guerra,
Los suministradores de víveres y mercancías, el Personal encargado de bienestar de militares, el
Personal religioso encargado exclusivamente a su ministerio. Tanto el personal religioso
como los corresponsales de guerra tuvieron un papel tristemente protagónico en el
conflicto Yugoslavo, cuando en la disolución los Serbios y los Croatas se libraron
combates armados muy intensos, que no distinguieron sujetos. Sin embargo, en estos
casos es difícil hablar de una responsabilidad internacional de los Estados partícipes,
en la medida en que la mayoría de actores hacían parte de las guerrillas
fundamentalistas y separatistas del área de conflicto.

Y la Cruz Roja, ¿Por qué es tan importante?

El DIH establece que se le debe estricto respeto y no pueden ser señalados como
objetivos militares La Cruz Roja, Media Luna Roja, León y sol Rojos, con su signo
distintivo rojo en fondo blanco, y al de otras sociedades nacionales de socorro
debidamente reconocidas y autorizadas por una de las partes en conflicto. Quizá sólo
estamos familiarizados con la Cruz Roja, pero la Media Luna Roja y el León y el sol
Rojos juegan el mismo papel el oriente medio y en África. En todo caso, basta con que
uno de los bandos en conflicto reconozca como sociedad de socorro a una sociedad
nacional, para considerarla protegida por el DIH, siempre que sus objetivos sean
estrictamente humanitarios.

Y todos debemos respetar el DIH?

Hemos establecido hasta el momento quiénes están protegidos por el DIH, cuáles son
las conductas que se consideran más graves para el DIH, y cuáles son sus principales
prohibiciones. Veamos ahora quiénes están obligados a respetar el DIH. En primer
lugar, como ya lo habíamos insinuado antes, los Estados son los primeros obligados a
respetar el DIH, más aún, cuando en su configuración siempre existe fuerza armada o
de policía. Por ello, también están vinculados los mandos militares y las autoridades
nacionales.
En todo caso, como recordarán, en la medida en que se aceptan que existan conflictos
internos y de liberación nacional, se obliga al estricto cumplimiento del DIH de las
autoridades que ocupan territorios y a los grupos armados al margen de la ley, ya sean
de un conflicto internacional o de uno interno. No obstante, debido a la obligación que
existe internacionalmente de penalizar las conductas contrarias al DIH, en Colombia
cualquier persona está obligada a respetar el DIH y su violación tiene por consecuencia
la imposición de sanciones penales muy severas.

Delitos relacionados con el DIH

Mencionaré sólo los delitos más importantes, consagrados internacionalmente. En


primer lugar, quizá la más importante es el delito del genocidio, que es entendida
como aquella conducta que, con el propósito de destruir total o parcialmente un grupo
nacional, étnico, racial, religioso o político por razón de su pertenencia al mismo,
ocasiona la muerte de sus miembros. Este delito supone tres cosas, que se tenga el
propósito de destruir un grupo étnico, racial, religioso, etc., segundo, que se ocasione la
muerte, intencional, de una persona que sea integrante de ese grupo, por su
pertenencia al mismo, no necesita que efectivamente se extermine al grupo, la muerte
puede ser simplemente de uno de sus miembros. Debemos darnos cuenta y evitar
confundir el genocidio con los crímenes de odio, este último como el que se comete
contra homosexuales, indigentes, entre otros, por cuanto no se han considerado grupos
nacionales, sino minorías vulnerables, que por supuesto, tienen su protección legal y
penal, pero que no están incluidas entre los grupos que protege el DIH.

Igualmente, se sanciona con cárcel la apología al genocidio, que consiste en la acción de


quien, por cualquier medio, difunde ideas o doctrinas que propician o justifican las
conductas constitutivas de genocidio, o pretenden la rehabilitación de regímenes o
instituciones que amparen prácticas generadoras de las mismas. Así, está prohibido en
nuestro país que cualquier individuo proponga la institucionalización de regímenes
totalitarios como el nazi o japonés de la primera mitad del siglo XX, enunciando
además la necesidad de realizar una “limpieza étnica, racial y cultural” por medio del
exterminio de ciertos grupos nacionales.

Se prohíbe, al igual que en el DIH general, cualquier acto contra persona protegida, es
decir no combatiente o combatiente que haya declinado sus armas. Esto incluye la
muerte, las lesiones, la tortura o la violación. Por supuesto, se tratan de acciones
graves, la simple injuria u ofensa verbal lanzada contra una persona protegida no
convierte viola el DIH, aunque tenga sus consecuencias legales propias.

La prostitución forzada supone que, mediante el uso de la fuerza y con ocasión y en


desarrollo del conflicto armado, obligue a persona protegida a prestar servicios
sexuales. Como sabemos, el ámbito de aplicación del término “persona protegida” es
bastante amplia e incluye a todos los no combatientes. No obstante, debemos tener en
cuenta que es el uso de la fuerza el que determina si los servicios sexuales han sido
forzados y en consecuencia, si se comete el delito.

Como recordaremos también, el Código Penal Colombiano es coherente con la


prohibición internacional de utilizar medios o métodos de guerra prohibidos o
destinados a causar sufrimientos o pérdidas innecesarios o males superfluos.

La Perfidia, que consiste en simular la condición de persona protegida o utilice


indebidamente signos de protección como la Cruz Roja o la Media Luna Roja, la
bandera de la ONU o de otros organismos Intergubernamentales, la bandera blanca de
rendición, banderas o uniformes de países neutrales u otros signos de protección, con
el propósito de dañar o atacar al adversario. Algunos estarán pensando en la manera
en que se rescató a Ingrid Betancourt y otros 11 secuestrados. Sin embargo, en este
caso, no estamos propiamente ante este delito en la medida en que, si bien se usaron
signos de las personas protegidas o de la Cruz Roja, no se estaba en desarrollo del
conflicto armado, y además, porque sus fines eran humanitarios y no intentaban dañar
al adversario. Podría objetarse el sentido de señalar que la liberación de los
secuestrados más emblemáticos de la guerrilla causa un daño al oponente, pero en
realidad, esta norma se refiere a daños físicos, ataques armados o cualquier otra
agresión bélica, no política.

Los actos de Barbarie se refieren a actos de no dar cuartel, atacar a persona fuera de
combate, de abandonar a heridos o enfermos, o realice actos dirigidos a no dejar
sobrevivientes o a rematar a los heridos y enfermos u otro tipo de actos de barbarie
prohibidos en tratados internacionales. Los límites de la guerra impiden que se utilicen
cualquier tipo de medios o que se tenga por objetivo último el exterminio del
adversario, por malo que éste sea.

La toma de rehenes se refiere a la actuación de quien, con ocasión y en desarrollo de


conflicto armado, priva a una persona cualquiera de su libertad condicionando ésta o
su seguridad a la satisfacción de exigencias formuladas a la otra parte, o la utilice como
defensa. Muchos están pensando en los secuestrados de la guerrilla y de los
paramilitares, y no se equivocan, las más de las veces, éstos son utilizados para evitar
bombardeos, ataques contundentes o efectividad en las capturas militares.

El Constreñimiento al apoyo bélico se refiere a la imposición por la fuerza sobre


persona protegida de servir de cualquier forma en las fuerzas armadas de la parte que
obliga. El constreñimiento puede consistir en cualquier método que así lo procure. En
este caso, valga aclarar, el que comete el delito es el que constriñe, no el que es
obligado. Aquí podemos pensar con seguridad en el reclutamiento forzado de
menores.

Finalmente, se encuentra la obstaculización de tareas sanitarias y humanitarias es la


conducta de quien, con ocasión y en desarrollo de conflicto armado, obstaculiza o
impide al personal médico, sanitario o de socorro o a la población civil, la realización
de las tareas sanitarias y humanitarias de acuerdo con las normas del DIH. No
podemos considerar que la obstaculización es de cualquier tipo, pues ésta debe ser
efectiva y sobre agentes neutrales, que no puedan revelar la posición de quien está
siendo auxiliado ni datos relativos o que otorguen ventaja sobre el adversario.

En Colombia también está prohibida la destrucción y apropiación de bienes protegidos


por el DIH. Éstos son prácticamente todos los que no tiene relación con el conflicto,
como los bienes culturales y las iglesias o templos de cualquier culto, los
indispensables para la supervivencia de la población civil, los elementos que integran
el medio ambiente natural, y los más importantes, las obras e instalaciones que
contienen fuerzas peligrosas, como por ejemplo represas, embalses, centrales eléctricas
o plantas de carbón o nucleares.

Estos son los delitos más sobresalientes. Existen otros que no vale la pena repasar en la
medida en que extenderían muchísimo nuestra exposición y no se trata de hacer de
ustedes unos expertos en DIH.
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EN DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO
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¿Qué es el derecho
internacional humanitario?

¿Qué es el derecho internacional Desde entonces, los Estados han • la Convención de 1980 sobre
humanitario? aceptado un conjunto de normas Ciertas Armas Convencionales y
basado en la amarga experiencia de sus cinco Protocolos;
El derecho internacional humanitario la guerra moderna, que mantiene un
(DIH) es un conjunto de normas que, cuidadoso equilibrio entre las • la Convención de 1993 sobre
por razones humanitarias, trata de preocupaciones de carácter Armas Químicas;
limitar los efectos de los conflictos humanitario y las exigencias militares
armados. Protege a las personas que de los Estados. • el Tratado de Ottawa de 1997
no participan o que ya no participan sobre las Minas Antipersonal;
en los combates y limita los medios y En la misma medida en que ha
métodos de hacer la guerra. El DIH crecido la comunidad internacional, • el Protocolo facultativo de la
suele llamarse también "derecho de la ha aumentado el número de Estados Convención sobre los Derechos
guerra" y "derecho de los conflictos que ha contribuido al desarrollo del del Niño relativo a la participación
armados". DIH. Actualmente, éste puede de niños en los conflictos
considerarse como un derecho armados.
El DIH es parte del derecho verdaderamente universal.
internacional, que regula las Ahora se aceptan muchas
relaciones entre los Estados. Está disposiciones del DIH como derecho
integrado por acuerdos firmados entre ¿Dónde se encuentra el derecho consuetudinario, es decir, como
Estados –denominados tratados o internacional humanitario? normas generales aplicables a todos
convenios–, por el derecho los Estados.
consuetudinario internacional que se El DIH se encuentra esencialmente
compone a su vez de la práctica de contenido en los cuatro Convenios
los Estados que éstos reconocen de Ginebra de 1949, en los que son ¿Cuándo se aplica el derecho
como obligatoria, así como por parte casi todos los Estados. Estos internacional humanitario?
principios generales del derecho. Convenios se completaron con otros
dos tratados: los Protocolos El DIH sólo se aplica en caso de
El DIH se aplica en situaciones de adicionales de 1977 relativos a la conflicto armado. No cubre las
conflicto armado. No determina si un protección de las victimas de los situaciónes de tensiones internas ni
Estado tiene o no tiene derecho a conflictos armados. de disturbios interiores, como son los
recurrir a la fuerza. Esta cuestión está actos aislados de violencia. Sólo es
regulada por una importante parte – Hay asimismo otros textos que aplicable cuando se ha
pero distinta– del DIH, que figura en prohíben el uso de ciertas armas y desencadenado un conflicto y se
la Carta de las Naciones Unidas. tácticas militares o que protegen a aplica por igual a todas las partes, sin
ciertas categorías de personas o de tener en cuenta quien lo inició.
bienes. Son principalmente:
¿De donde proviene el derecho El DIH distingue entre conflicto
internacional humanitario? • la Convención de la Haya de armado internacional y conflicto
1954 para la protección de los armado sin carácter internacional. En
El origen del DIH se remonta a las bienes culturales en caso de los conflictos armados
normas dictadas por las antiguas conflicto armado y sus dos internacionales se enfrentan, como
civilizaciones y religiones. La guerra Protocolos; mínimo, dos Estados. En ellos se
siempre ha estado sujeta a ciertas deben observar muchas normas,
leyes y costumbres. • la Convención de 1972 sobre incluidas las que figuran en los
Armas Bacteriológicas; Convenios de Ginebra y en el
La codificación del DIH a nivel Protocolo adicional I.
universal comenzó en el siglo XIX.
En los conflictos armados sin En particular, está prohibido matar o más, personas civiles. Sin embargo,
carácter internacional se enfrentan, herir a un adversario que haya ha habido importantes casos en los
en el territorio de un mismo Estado, depuesto las armas o que esté fuera que el DIH ha permitido cambiar las
las fuerzas armadas regulares y de combate. Los heridos y los cosas, ya sea protegiendo a los
grupos armados disidentes, o grupos enfermos serán recogidos y asistidos civiles, los prisioneros de guerra, los
armados entre si. En ellos se aplica por la parte beligerante en cuyo poder enfermos y los heridos, ya sea
una serie más limitada de normas, en estén. Se respetarán el personal y el limitando el empleo de armas
particular las disposiciones del material médico, los hospitales y las inhumanas.
artículo 3 común a los cuatro ambulancias.
Convenios de Ginebra y el Protocolo Dado que el DIH se aplica en
adicional II. Normas específicas regulan asimismo períodos de violencia extrema,
las condiciones de detención de los respetarlo planteará siempre grandes
Es importante hacer la distinción prisioneros de guerra y el trato debido dificultades. No obstante, es más
entre derecho internacional a los civiles que se hallan bajo la importante que nunca velar por su
humanitario y derecho de los autoridad de la parte adversa, lo que aplicación efectiva.
derechos humanos. Aunque algunas incluye, en particular, su
de sus normas son similares, estas mantenimiento, atención médica y el
dos ramas del derecho internacional derecho a corresponder con sus ¿Cómo aplicar el derecho
se han desarrollado por separado y familiares. internacional humanitario?
figuran en tratados diferentes. En
particular, el derecho de los derechos El DIH prevé, asimismo, algunos Se han de tomar medidas para
humanos, a diferencia del DIH, es signos distintivos que se pueden garantizar el respeto del DIH. Los
aplicable en tiempo de paz y muchas emplear para identificar a las Estados tienen la obligación de dar a
de sus disposiciones pueden ser personas, los bienes y los lugares conocer las normas de ese derecho a
suspendidas durante un conflicto protegidos. Se trata principalmente de las respectivas fuerzas armadas y al
armado. los emblemas de la cruz roja y de la público en general. Deben prevenir y,
media luna roja, así como los signos si procede, castigar todas las
distintivos específicos de los bienes violaciones del derecho internacional
¿Qué cubre el derecho culturales y de la protección civil. humanitario.
internacional humanitario?
Para ello, deben, en particular,
El DIH cubre dos ámbitos: ¿A qué restricciones están promulgar leyes para castigar las
sometidos los medios y métodos violaciones más graves de los
• La protección de las personas de hacer la guerra? Convenios de Ginebra y de los
que no participan o que ya no Protocolos adicionales, denominadas
participan en las hostilidades. El DIH prohíbe, entre otras cosas, los crímenes de guerra. Asimismo, habría
medios y los métodos militares que: que aprobar una ley que garantice la
• Una serie de restricciones de los protección de de los emblemas de la
medios de guerra, especialmente • no distinguen entre las personas cruz roja y de media luna roja.
las armas, y de los métodos de que participan en los combates y
guerra, como son ciertas tácticas las personas que no toman parte Se han tomado asimismo medidas a
militares. en los combates, a fin de nivel internacional. Se han creado dos
respetar la vida de la población tribunales para castigar los crímenes
civil, de las personas civiles y los cometidos en los conflictos de ex
¿En qué consiste la "protección"? bienes civiles; Yougoslavia y de Ruanda. Una corte
penal internacional ha sido creada por
El DIH protege a las personas que no • causan daños superfluos o el Estatuto de Roma aprobado en
toman parte en las hostilidades, como sufrimientos innecesarios; 1998.
son los civiles y el personal médico y
religioso. Protege asimismo a las • causan daños graves y Todos podemos hacer una importante
personas que ya no participan en los duraderos al medio ambiente. contribución a la aplicación del
combates, por ejemplo, los derecho internacional humanitario, ya
combatientes heridos o enfermos, los El DIH ha prohibido, pues, el uso de sea por intermedio de los gobiernos y
náufragos y los prisioneros de guerra. muchas armas, incluidas las balas de las organizaciones, ya sea
explosivas, las armas químicas y individualmente.
Esas personas tienen derecho a que biológicas, las armas láser que
se respete su vida y su integridad causan ceguera y las minas
física y moral, y se benefician de antipersonal.
garantías judiciales. Serán, en todas
las circunstancias, protegidas y
tratadas con humanidad, sin ¿Es realmente efectivo el DIH?
distinción alguna de índole
desfavorable. Desafortunadamente, abundan los 07/2004
ejemplos de violaciones del DIH. Las
víctimas de la guerra son, cada vez
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Derecho internacional humanitario y


derecho internacional de los derechos humanos
Analogías y diferencias

La finalidad tanto del derecho internacional humanitario (DIH) como del derecho internacional de los derechos humanos (DIDH) es
proteger la vida, la salud y la dignidad de las personas, pero desde puntos de vista diferentes. Así pues, no ha de sorprender que, a pesar
de una formulación muy diferente, la esencia de algunas de normas sea similar, o incluso idéntica. Por ejemplo, los dos derechos
protegen la vida humana, prohíben la tortura u otros tratos crueles, estipulan los derechos fundamentales de las personas contra las
cuales se abre un proceso penal, prohíben la discriminación, disponen acerca de la protección de las mujeres y los niños, reglamentan
aspectos del derecho a los alimentos y a la salud. Sin embargo, el DIH contiene disposiciones sobre muchas cuestiones que están por
fuera del ámbito del DIDH, como la conducción de las hostilidades, los estatutos de combatiente y de prisionero de guerra y la protección
del emblema de la cruz roja y de la media luna roja. Del mismo modo, el DIDH dispone acerca de aspectos de la vida en tiempo de paz
que no están reglamentados por el DIH, como la libertad de prensa, el derecho a reunirse, a votar y a declararse en huelga.

¿Qué es el derecho internacional Culturales (1966), las Convenciones situación excepcional -un conflicto
humanitario? relativas al Genocidio (1948), la armado- no están permitidas las
Discriminación Racial (1965), la excepciones a la aplicación de sus
El DIH es un conjunto de normas Discriminación contra la Mujer (1979), la disposiciones.
internacionales, convencionales o Tortura (1984) y los Derechos del Niño
consuetudinarias, destinadas a resolver (1989). Los principales instrumentos En principio, el DIDH se aplica en todo
los problemas causados directamente regionales son el Convenio Europeo tiempo: en tiempo de paz y en tiempo de
por conflictos armados internacionales o para la Protección de los Derechos conflicto armado. Sin embargo, de
no internacionales. Protege a las Humanos y de las Libertades conformidad con algunos tratados de
personas y los bienes afectados, o que Fundamentales (1950), la Declaración DIDH, los Gobiernos pueden derogar
pueden resultar afectados, por un Americana de Derechos y Deberes del algunas normas en situaciones de
conflicto armado, y limita el derecho de Hombre (1948), la Convención emergencia pública que pongan en
las partes en conflicto a elegir los Americana sobre Derechos Humanos peligro la vida de la nación, a condición
métodos y medios de hacer la guerra. (1969) y la Carta Africana sobre de que las derogaciones sean
Derechos Humanos y de los Pueblos proporcionadas a la crisis y su aplicación
Los principales tratados de DIH no sea indiscriminada o infrinja alguna
aplicables en caso de conflicto armado (1981).
otra norma del derecho internacional,
internacional son los cuatro Convenios A pesar de que el DIH y el DIDH han incluido el DIH.
de Ginebra de 1949 y su Protocolo tenido un desarrollo independiente desde
adicional I de 1977. Las principales el punto de vista histórico, en tratados Hay normas que no permiten derogación
disposiciones convencionales aplicables recientes se han incluido disposiciones alguna, como las relativas al derecho a la
en caso de conflicto armado no de ambos derechos; por ejemplo, en la vida, y las que prohíben la tortura o
internacional son el artículo 3 común a Convención sobre los Derechos del Niño, tratos o penas crueles, inhumanos o
los Convenios de Ginebra y las en su Protocolo Facultativo relativo a la degradantes, la esclavitud y la
disposiciones del Protocolo adicional II. participación de los niños en los servidumbre y la retroactividad de las
conflictos armados y en el Estatuto de leyes penales.
....y ¿qué es el derecho internacional Roma de la Corte Penal Internacional.
de los derechos humanos? ¿Quién debe aplicar las disposiciones
¿Cuándo se aplican estos derechos? de estos derechos?
El DIDH es un conjunto de normas
internacionales, convencionales o El DIH es aplicable en tiempo de El DIH debe ser aplicado por todas las
consuetudinarias, en que se estipula el conflicto armado, internacional o no partes en un conflicto armado: en los
comportamiento y los beneficios que las internacional. Las guerras en que conflictos internacionales, debe ser
personas o grupos de personas pueden intervienen dos o varios Estados y las acatado por los Estados implicados y, en
esperar o exigir de los Gobiernos. Los guerras de liberación son conflictos los conflictos internos, por los grupos que
derechos humanos son derechos internacionales, que haya habido una combatan contra el Estado o que
inherentes a todas las personas por su declaración de guerra o no, y aunque combatan entre ellos.
condición de seres humanos. Muchos una de las partes no haya reconocido el
principios y directrices de índole no En el DIDH se imponen obligaciones a
estado de guerra. los Gobiernos en sus relaciones con los
convencional (derecho indicativo)
integran también el conjunto de normas Los conflictos armados no individuos. Muchos opinan que los
internacionales de derechos humanos. internacionales son aquellos en que agentes no estatales -especialmente los
fuerzas gubernamentales combaten que ejercen funciones de índole
Las principales fuentes convencionales contra insurgentes armados o en que gubernamental- también tendrían que
del DIDH son los Pactos Internacionales grupos rebeldes combaten entre ellos. respetar las normas de derechos
de Derechos Civiles y Políticos (1966) y Dado que el DIH impone normas a una humanos, pero nada se ha decidido al
de Derechos Económicos, Sociales y respecto.

Comité Internacional de la Cruz Roja


¿Tienen también obligaciones las El DIDH, cuya aplicación está prevista, puede ofrecer sus servicios o emprender
personas naturales? principalmente, para el tiempo de paz, acciones que considere necesarias para
protege a todas las personas. la fiel aplicación del DIH.
El DIH impone obligaciones a las
personas naturales y estipula que ¿Cuál es el sistema de aplicación ... El sistema de supervisión del DIDH
pueden ser consideradas penalmente ...en el plano nacional? consiste en órganos establecidos sea por
responsables por "infracciones graves" la Carta de las Naciones Unidas sea por
de los Convenios de Ginebra y del El deber de aplicar el DIH y el DIDH los principales tratados de DIDH. El
Protocolo I, y por otras violaciones incumbe, en primer lugar, a los Estados. principal órgano basado en la Carta de
graves de las normas y costumbres de la las Naciones Unidas es la Comisión de
guerra (crímenes de guerra). Se estipula Los Estados tienen el deber de tomar las Naciones Unidas sobre Derechos
la jurisdicción universal con respecto a medidas legales y prácticas, tanto en Humanos y la Subcomisión sobre la
las personas sospechosas de haber tiempo de paz como en situaciones de Promoción y Protección de los Derechos
cometido dichos actos. Con la conflicto armado, para garantizar el cabal Humanos. La Comisión también ha
aprobación del Estatuto de la Corte cumplimiento del DIH. Esas medidas establecido "procedimientos especiales"
Penal Internacional, las personas incluyen: durante los últimos veinte años, es decir,
también deben responder por crímenes  traducción de los tratados de DIH; la designación de relatores especiales,
de guerra cometidos en conflictos  prevención y castigo de los por temas o por países, y grupos de
armados no internacionales. trabajo que, dentro del ámbito de sus
crímenes de guerra, mediante la
competencias, deben supervisar
De conformidad con los tratados de aprobación de legislación penal;
determinadas situaciones de derechos
DIDH, las personas naturales no tienen  protección de los emblemas de la
humanos y presentar informes al
deberes específicos, pero sí pueden ser cruz roja y de la media luna roja;
respecto.
declaradas responsables penalmente por  aplicación de las garantías
violaciones que puedan constituir fundamentales y judiciales; En los seis principales tratados de DIDH
crímenes internacionales, como el  difusión del DIH; también se estipula la constitución de
genocidio, los crímenes de lesa  formación de personal en DIH y comités de expertos independientes para
humanidad y la tortura, los cuales están designación de asesores jurídicos supervisar su aplicación.
sujetos también a la jurisdicción ante las fuerzas armadas.
universal. La Oficina del Alto Comisionado para los
Los tratados de DIDH contienen también Derechos Humanos tiene una
Los Tribunales Penales Internacionales disposiciones que obligan a los Estados responsabilidad fundamental con
para ex Yugoslavia y Ruanda, así como a aplicar sus normas de forma inmediata respecto a la protección y la promoción
la Corte Penal Internacional tienen o progresiva. Deben tomar diversas de los derechos humanos. La finalidad
jurisdicción con respecto a violaciones medidas legislativas, administrativas, de esta oficina es reforzar la efectividad
tanto del DIH como del DIDH. judiciales y de otra índole para dar efecto de los mecanismos de derechos
a los derechos estipulados en los humanos de las Naciones Unidas,
¿Quién se beneficia de la protección? tratados; por ejemplo, leyes penales en coordinar las actividades de promoción y
que se estipule la ilegalidad de los actos protección de los derechos humanos en
El DIH protege a las personas que no todo el sistema de las Naciones Unidas,
participan, o que han dejado de prohibidos por los tratados de DIDH y su
correspondiente sanción, o en que se fomentar la capacidad nacional, zonal y
participar, en las hostilidades. Los mundial para promover y proteger los
Convenios de Ginebra, aplicables en disponga sobre la posibilidad de
interponer un recurso efectivo ante los derechos humanos y difundir los
caso de conflicto armado internacional, instrumentos y documentos informativos
protegen a los heridos y los enfermos de tribunales nacionales por violaciones de
derechos específicos. de derechos humanos.
las fuerzas armadas en campaña
(Convenio I), a los heridos, los enfermos ...en el plano zonal?
y los náufragos de las fuerzas armadas ...en el plano internacional?
en el mar (Convenio II), a los prisioneros La responsabilidad de aplicar el DIH en Los tribunales y comités de derechos
de guerra (Convenio III) y a las personas el plano internacional recae en todos los humanos constituidos en virtud de
civiles (Convenio IV). Los desplazados Estados, de conformidad con la tratados zonales de derechos humanos
internos, las mujeres, los niños, los obligación estipulada en el artículo 1 en Europa, América y África son un
refugiados, los apátridas, los periodistas, común a los Convenios de Ginebra de distintivo del DIDH, y no hay equivalente
entre otros, forman parte de la categoria respetar y hacer respetar los Convenios en el DIH. Sin embargo, los mecanismos
de persona civil (Convenio IV y Protocolo en todas las circunstancias. El sistema de derechos humanos zonales se
I). de supervisión también incluye el ocupan cada vez más de las violaciones
mecanismo de la Potencia Protectora, la del DIH.
Del mismo modo, las normas aplicables
en caso de conflicto armado no investigación y la Comisión Internacional La Corte Europea de Derechos Humanos
internacional (Protocolo II y artículo 3 de Encuesta estipulada en el artículo 90 es la institución central del sistema
común a los Convenios de Ginebra) se del Protocolo I. Los Estados Partes en el europeo de protección de los derechos
refieren al trato debido a las personas Protocolo I también se comprometen a humanos, instituida de conformidad con
que no participan, o que han dejado de cooperar con las Naciones Unidas en la Convención Europea de 1950. Los
participar, en las hostilidades. situaciones de violaciones graves del principales órganos de supervisión
Protocolo I o de los Convenios de zonales en América son la Comisión
Las normas del DIH relativas a la Ginebra. Interamericana de Derechos Humanos y
conducción de las hostilidades protegen la Corte Interamericana de Derechos
también a las personas civiles. Por El CICR es un componente esencial del
sistema a causa del cometido que le Humanos. La Comisión Africana de
ejemplo, las partes en conflicto deben, Derechos Humanos y de los Pueblos es
en todo tiempo, distinguir entre confieren los Convenios de Ginebra y
sus dos Protocolos y los Estatutos del el órgano de supervisión instituido por la
combatientes y no combatientes y entre Carta Africana de 1981. En ningún
objetivos militares y no militares. Ni la Movimiento Internacional de la Cruz Roja
y de la Media Luna Roja. Proporciona tratado africano se estipula la
población civil en general ni las personas constitución de una corte de derechos
civiles en particular pueden ser objeto de ayuda y protección a las víctimas de la
guerra, alienta a los Estados a cumplir humanos.
ataques y está prohibido atacar objetivos
militares si puede causar daños las obligaciones dimanantes del DIH y
promueve y desarrolla este derecho. Por 01/2003
desproporcionados a las personas o los
bienes civiles. su derecho de iniciativa, el CICR también

Comité Internacional de la Cruz Roja


Cuál es la definición de "conflicto armado"
según el derecho internacional humanitario?

Comité Internacional de la Cruz Roja


Documento de opinión, marzo de 2008

Los Estados Partes en los Convenios de Ginebra de 1949 confiaron al Comité


Internacional de la Cruz Roja (CICR), mediante los Estatutos del Movimiento Internacional
de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, "trabajar por la comprensión y la difusión del
derecho internacional humanitario aplicable en los conflictos armados y preparar el eventual
desarrollo del mismo"1. Por esta razón, el CICR aprovecha esta oportunidad para presentar
la actual opinión jurídica sobre la definición de "conflicto armado internacional" y de "conflicto
armado no internacional", según el derecho internacional humanitario (DIH), rama del
derecho internacional que rige los conflictos armados.

El DIH hace una distinción entre dos tipos de conflictos armados, a saber:
• conflictos armados internacionales, en que se enfrentan dos o más Estados, y
• conflictos armados no internacionales, entre fuerzas gubernamentales y grupos
armados no gubernamentales, o entre esos grupos únicamente. El derecho de los
tratados de DIH también hace una distinción entre conflictos armados no
internacionales en el sentido del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de
1949 y conflictos armados no internacionales según la definición contenida en el
artículo 1 del Protocolo adicional II.

Desde el punto de vista jurídico, no existe ningún otro tipo de conflicto armado. Sin embargo,
es importante poner de relieve que una situación puede evolucionar de un tipo de conflicto
armado a otro, según los hechos que ocurran en un momento dado.

I. Conflicto armado internacional

1) Tratados de DIH

De conformidad con el artículo 2 común a los Convenios de Ginebra de 1949:

"Aparte de las disposiciones que deben entrar en vigor ya en tiempo de paz, el presente
Convenio se aplicará en caso de guerra declarada o de cualquier otro conflicto armado que
surja entre dos o varias Altas Partes Contratantes, aunque una de ellas no haya reconocido
el estado de guerra.
El Convenio se aplicará también en todos los casos de ocupación total o parcial del territorio
de una Alta Parte Contratante, aunque tal ocupación no encuentre resistencia militar".

Según esta disposición, un conflicto armado internacional (CAI) es aquel en que se


enfrentan “Altas Partes Contratantes”, en el sentido de Estados. Un CAI ocurre cuando uno
o más Estados recurren a la fuerza armada contra otro Estado, sin tener en cuenta las
razones o la intensidad del enfrentamiento. Las normas pertinentes del DIH pueden ser
aplicables incluso si no hay hostilidades abiertas. Además, no hace falta que se haga
oficialmente una declaración de guerra o un reconocimiento de la situación. La existencia de
un CAI y, por consiguiente, la posibilidad de aplicar el DIH a esa situación, depende de lo

1
Estatutos del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, art. 5.2.g.

Dictamen del CICR, marzo de 2008 1


que efectivamente ocurre sobre el terreno. Se basa en las condiciones de hecho. Por
ejemplo, puede haber un CAI, aunque uno de los beligerantes no reconozca al Gobierno de
la Parte adversaria2. En los Comentarios de los Convenios de Ginebra de 1949, se confirma
que “cualquier diferencia que surja entre dos Estados y que conduzca a la intervención de
las fuerzas armadas es un conflicto armado en el sentido del artículo 2, incluso si una de las
Partes niega la existencia de un estado de guerra. No influye en nada la duración del
conflicto ni la mortandad que tenga lugar"3.

Aparte de los conflictos armados regulares entre Estados, el Protocolo adicional I amplía la
definición de CAI para incluir los conflictos armados en que los pueblos luchan contra la
dominación colonial y la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas, en el ejercicio
del derecho de los pueblos a la libre determinación (guerras de liberación nacional)4.

2) Jurisprudencia

El Tribunal Penal Internacional para ex Yugoslavia (TPIY) propuso una definición general de
conflicto armado internacional. En el caso de Tadic, el Tribunal afirmó que "existe conflicto
armado cuando se recurre a la fuerza armada entre Estados" 5 . Desde entonces, esta
definición ha sido adoptaba por otros organismos internacionales.

3) Doctrina

La doctrina ofrece útiles comentarios en relación con la definición de conflicto armado


internacional.

Según D. Schindler, "es posible dar por sentado que hay un conflicto armado en el sentido
del artículo 2 común a los Convenios de Ginebra cuando partes de las fuerzas armadas de
dos Estados se enfrentan entre ellas. […] Cualquier tipo de utilización de las armas entre
dos Estados hace que los Convenios surtan efecto"6.

H.-P. Gasser explica que “todo uso de la fuerza armada por parte de un Estado contra el
territorio de otro, da lugar a la aplicabilidad de los Convenios de Ginebra entre los dos
Estados. […] Tampoco tiene importancia si la parte atacada opone resistencia o no […] En
cuanto las fuerzas armadas de un Estado tienen en su poder a heridos o a miembros de la
fuerzas armadas que se han rendido o a personas civiles de otro Estado, en cuanto detienen

2
"Para la validez del derecho internacional humanitario, no tiene importancia si los Estados
y los Gobiernos concernidos por el conflicto se reconocen unos a otros como Estados": Joint
Services Regulations (ZDv) 15/2, en: D. Fleck, The Handbook of Humanitarian Law in Armed
Conflicts, Oxford University Press, Oxford, 1995, p. 45.
3
J. Pictet, Commentary on the Geneva Convention for the Amelioration of the Condition of
the Wounded and Sick in Armed Forces in the Field, CICR, Ginebra, 1952, p. 32.
4
Protocolo adicional I, art. 1.4: "los conflictos armados en que los pueblos luchan contra la
dominación colonial y la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas, en el ejercicio
del derecho de los pueblos a la libre determinación, consagrado en la Carta de las Naciones
Unidas y en la Declaración sobre los principios de derecho internacional referentes a las
relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de
las Naciones Unidas".
5
TPIY, The Prosecutor v. Dusko Tadic, Decision on the Defence Motion for Interlocutory
Appeal on Jurisdiction, IT-94-1-A, 2 de octubre de1995, párr. 70.
6
D. Schindler, The different Types of Armed Conflicts According to the Geneva Conventions
and Protocols, RCADI, Vol. 163, 1979-II, p. 131.

Dictamen del CICR, marzo de 2008 2


a prisioneros o controlan de hecho una parte del territorio de un Estado adversario, deben
respetar el Convenio pertinente"7.

Según el "German Joint Services Regulations" (ZDv) 15/2, "existe un conflicto armado
internacional si una parte utiliza la fuerza de las armas contra otra parte. […] No es
suficiente el uso de la fuerza militar por parte de personas o por grupos de personas"8.

Por último, según E. David, "todo enfrentamiento armado entre fuerzas de los Estados
Partes en los CG de 1949 (y eventualmente en el P I de 1977) incumbe a estos instrumentos,
cualquiera que sea la amplitud del enfrentamiento: una escaramuza o un incidente de
frontera entre las fuerzas armadas de las Partes es suficiente para que se apliquen los
Convenios (y el Protocolo I, si los Estados están obligados por él) a esta situación"9.

II. Conflicto armado no internacional

1) Tratados de DIH

Es necesario examinar dos fuentes jurídicas importantes para determinar lo que es un CANI
según el DIH: a) el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949; b) el artículo 1 del
Protocolo adicional II:

a) Conflicto armado no internacional (CANI) en el sentido del artículo 3 común

El artículo 3 común se aplica a un "conflicto armado que no sea de índole internacional y


que surja en el territorio de una de las Altas Partes Contratantes". Puede ser un conflicto
armado en que participen uno o más grupos armados no gubernamentales. Según la
situación, puede haber hostilidades entre las fuerzas armadas gubernamentales y grupos
armados no gubernamentales o entre esos grupos únicamente. Dado que los cuatro
Convenios de Ginebra han sido ratificados universalmente, el requisito de que el conflicto
armado ocurra "en el territorio de una de las Altas Partes Contratantes" ha perdido su
importancia en la práctica. De hecho, cualquier conflicto armado entre fuerzas armadas
gubernamentales y grupos armados o entre estos grupos sólo puede tener lugar en el
territorio de una de las Partes en el Convenio.

Para hacer una distinción entre un conflicto armado en el sentido del artículo 3 común y
formas menos graves de violencia, como las tensiones y los disturbios interiores, los motines
o los actos de bandidaje, la situación debe alcanzar cierto umbral de enfrentamiento. Por lo
general, se ha aceptado que el umbral más bajo que figura en el artículo 1.2 del P II, que
excluye los disturbios y las tensiones interiores de la definición de CANI, también se aplica al
artículo 3 común. Al respecto, se utilizan generalmente dos criterios:10

• Por una parte, las hostilidades deben alcanzar un nivel mínimo de intensidad. Puede
ser el caso, por ejemplo, cuando las hostilidades son de índole colectiva o cuando el

7
H. P. Gasser, International Humanitarian Law: an Introduction, en: Humanity for All: the
International Red Cross and Red Crescent Movement, H. Haug (ed.), Paul Haupt Publishers,
Berna, 1993, pp. 510-511.
8
D. Fleck, The Handbook of Humanitarian Law in Armed Conflicts, Oxford University Press,
Oxford, 1995, p. 40.
9
E. David, Principes de droit des conflits armés, ULB, Bruselas, 2002, p. 109.
10
TPIY, The Prosecutor v. Dusko Tadic, Judgment, IT-94-1-T, 7 May 1997, para. 561-568; v.
también TPIY, The Prosecutor v. Fatmir Limaj, Judgment, IT-03-66-T, 30 de noviembre de
2005, párr. 84.

Dictamen del CICR, marzo de 2008 3


Gobierno tiene que recurrir a la fuerza militar contra los insurrectos, en lugar de
recurrir únicamente a las fuerzas de policía11.
• Por otra, los grupos no gubernamentales que participan en el conflicto deben ser
considerados "partes en el conflicto", en el sentido de que disponen de fuerzas
armadas organizadas. Esto significa, por ejemplo, que estas fuerzas tienen que estar
sometidas a una cierta estructura de mando y tener la capacidad de mantener
operaciones militares12.

b) Conflictos armados no internacionales en el sentido del artículo 1 del Protocolo


adicional II

Una definición más restringida de CANI fue adoptada para los fines específicos del
Protocolo adicional II. Este instrumento se aplica a los conflictos armados "que se
desarrollen en el territorio de una Alta Parte Contratante entre sus fuerzas armadas y
fuerzas armadas disidentes o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un
mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control tal que les permita
realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar el presente Protocolo"13.

Esta definición es más restringida que la noción de CANI según el artículo 3 común en dos
aspectos. Por una parte, introduce la exigencia de control territorial, disponiendo que las
partes no gubernamentales deben ejercer un control territorial "que les permita realizar
operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar el presente Protocolo". Por otra, el
Protocolo adicional II se aplica expresamente sólo a los conflictos armados entre fuerzas
armadas estatales y fuerzas armadas disidentes u otros grupos armados organizados.
Contrariamente al artículo 3 común, el Protocolo no se aplica a los conflictos armados que
ocurren sólo entre grupos armados no estatales.

En este contexto, hay que recordar que el Protocolo adicional II "desarrolla y completa" el
artículo 3 común "sin modificar sus actuales condiciones de aplicación"14. Esto significa que
ha de tenerse en cuenta esta definición restringida sólo en relación con la aplicación del
Protocolo II, y no con el derecho de los CANI en general. El Estatuto de la Corte Penal
Internacional, en su artículo 8.2.f), confirma la existencia de una definición de conflicto
armado no internacional que no reúne los criterios del Protocolo II15.

2) Jurisprudencia

La jurisprudencia ha aportado importantes elementos para una definición de conflicto


armado, en especial por lo que atañe a los conflictos armados no internacionales en el
sentido del artículo 3 común, que no están expresamente definidos en los Convenios
concernidos.

Las sentencias y las decisiones del TPIY también echan luz sobre la definición de un CANI.
Como se señaló más arriba, el TPIY determinó la existencia de un CANI "cuando quiera que

11
Para un análisis detallado de estos criterios, v. TPIY, The Prosecutor v. Fatmir Limaj,
Judgment, IT-03-66-T, 30 de noviembre de 2005, párrs. 135-170.
12
V. D. Schindler, The Different Types of Armed Conflicts According to the Geneva
Conventions and Protocols, RCADI, Vol. 163, 1979-II, p. 147. Para un análisis detallado de
estos criterios, v. TPIY, The Prosecutor v. Fatmir Limaj, Judgment, IT-03-66-T, 30 de
noviembre de 2005, párrs. 94-134.
13
Protocolo adicional II, art. 1.1.
14
Protocolo adicional II, art. 1.1.
15
Estatuto de la CPI, art. 8.2.f: "se aplica a los conflictos armados que tienen lugar en el
territorio de un Estado cuando existe un conflicto armado prolongado entre las autoridades
gubernamentales y grupos armados organizados o entre tales grupos".

Dictamen del CICR, marzo de 2008 4


haya […] una violencia armada prolongada entre autoridades gubernamentales y grupos
armados organizados o entre esos grupos en el territorio de un Estado".16 EL TPIY, por
consiguiente, confirmó que la definición de CANI en el sentido del artículo 3 común
comprende situaciones en que "[se enfrentan] varias facciones sin intervención de las
fuerzas armadas gubernamentales"17. Desde ese primer fallo, en todos las sentencias del
TPIY se ha partido de esta definición.

3) Doctrina

Varios autores reconocidos también han comentado con mucha claridad lo que debería
considerarse un conflicto armado no internacional (CANI). Sus comentarios son de interés,
sobre todo, en el caso de los conflictos que no llenan todos los criterios estrictos que
contiene el Protocolo adicional II y proporcionan útiles elementos para hacer que se apliquen
las garantías enumeradas en el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949.

Según H. P. Gasser, está generalmente aceptado que "los conflictos armados no


internacionales son enfrentamientos armados que tienen lugar en el territorio de un Estado
entre el Gobierno, por una parte, y grupos armados insurrectos, por otra. […] Otro caso es el
derrumbe de toda autoridad gubernamental en un país, que tenga como consecuencia el
hecho de que varios grupos se enfrenten entre ellos por el poder"18.

D. Schindler propone también una definición detallada: "Deben conducirse las hostilidades
por la fuerza de las armas y presentar una intensidad tal que, por lo general, el Gobierno
tenga que emplear a las fuerzas armadas contra los insurrectos en lugar de recurrir
únicamente a las fuerzas de policía. Por otra parte, por lo que respecta a los insurrectos, las
hostilidades han de tener un carácter colectivo, [i.e.] no tienen que ser realizadas por grupos
individuales. Además, los insurrectos deben tener un mínimo de organización. Sus fuerzas
armadas deben estar bajo un mando responsable y poder llenar ciertos requisitos mínimos
desde el punto de vista humanitario".19

Según M. Sassoli,20 "el artículo 3 común se refiere a los conflictos 'que tienen lugar en el
territorio de una de las Altas Partes Contratantes', mientras que el artículo 1 del Protocolo II
se refiere a los que 'tienen lugar en el territorio de una Alta Parte Contratante'. Según la
finalidad y el objeto del DIH, esto debe entenderse como una simple reiteración de que los
tratados se aplican sólo a los Estados Partes en ellos. Si ese texto significara que los
conflictos en que se oponen Estados y grupos armados organizados y se extienden en el
territorio de varios Estados no son 'conflictos armados no internacionales', habría un vacío
en la protección, lo que no podría explicarse por la preocupación de los Estados por su
soberanía. Una consecuencia de esta preocupación es que el derecho relativo a los
conflictos armados no internacionales es más rudimentario. Sin embargo, la preocupación

16
TPIY, The Prosecutor v. Dusko Tadic, Decision on the Defence Motion for Interlocutory
Appeal on Jurisdiction, IT-94-1-A, 2 de octubre de 1995, párr. 70.
17
S. Junod, en Sandoz, Swinarski y Zimmermann, Comentario del Protocolo del 8 de junio
de 1977 adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la
protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional (Protocolo II)
y del artículo 3 de estos Convenios (CICR, Plaza & Janés Editores Bogotá, 1998), párr. 4461.
18
H. P. Gasser, International Humanitarian Law: an Introduction, in: Humanity for All: the
International Red Cross and Red Crescent Movement, H. Haug (ed.), Paul Haupt Publishers,
Berna, 1993, p. 555.
19
D. Schindler, The Different Types of Armed Conflicts According to the Geneva
Conventions and Protocols, RCADI, Vol. 163, 1979-II, p. 147.
20
Sassoli M., "Transnational Armed Groups and International Humanitarian Law", Program
on Humanitarian Policy and Conflict Research, Harvard University, Occasional Paper Series,
Winter 2006, Number 6, p. 8 y 9.

Dictamen del CICR, marzo de 2008 5


por la soberanía estatal no puede ser suficiente para explicar por qué las víctimas de
conflictos que se extienden en el territorio de varios Estados deberían beneficiarse de una
menor protección que las personas afectadas por conflictos armados que se limitan al
territorio de un único Estado.
Además, los artículos 1 y 7 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda
amplían la jurisdicción de este tribunal que ha que aplicar, entre otros, el derecho de los
conflictos armados no internacionales, a los países vecinos. Esto confirma que incluso un
conflicto que sale de las fronteras sigue siendo un conflicto armado no internacional. En
conclusión, 'los conflictos internos se diferencian de los conflictos armados internacionales
por las partes que participan en ellos y no por el ámbito territorial del conflicto'21".

III. Conclusión

Sobre la base de este análisis, el CICR propone las siguientes definiciones, que reflejan la
firme opinión jurídica que predomina actualmente:

1. Existe un conflicto armado internacional cuando se recurre a la fuerza armada


entre dos o más Estados.
2. Los conflictos armados no internacionales son enfrentamientos armados
prolongados que ocurren entre fuerzas armadas gubernamentales y las fuerzas de
uno o más grupos armados, o entre estos grupos, que surgen en el territorio de un
Estado [Parte en los Convenios de Ginebra]. El enfrentamiento armado debe
alcanzar un nivel mínimo de intensidad y las partes que participan en el conflicto
deben poseer una organización mínima.

21
Liesbeth Zegveld, Accountability of Armed Opposition Groups in International Law,
Cambridge: Cambridge University Press, 2002, p. 136.

Dictamen del CICR, marzo de 2008 6


EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN COLOMBIA

Por

Juan Pablo Sarmiento Erazo

En este escrito expondré cómo funciona la supremacía de la Constitución, por


qué hablamos de una norma superior respecto a las demás, cuál es su
importancia y, dentro de la estructura del Estado, qué órganos son responsables
de su cumplimiento. El tipo de constitución determina tanto su proceso de
reforma como su potencialidad de permanecer en el tiempo y ser desarrollada
por el Congreso de la República y los demás órganos del Estado. La explicación
tradicional distingue entre rígida y flexible. La primera exige procedimientos
complejos y solemnes para reformar la Carta Fundamental, tales como
Asamblea constituyente, referendo o plebiscito.

En todo caso, en las sesiones de estructura del Estado tenemos claro que el
Congreso tiene una función constituyente. En efecto, esto obedece a que las
constituciones deben adaptarse continuamente a situaciones o circunstancias
que se van presentando en la realidad del país. Así, para que el Congreso pueda
modificar nuestra Constitución se exige una mayor votación, aprobación en dos
períodos de sesiones, de acuerdo al artículo 375 de la Constitución, que
finalmente es llamado acto legislativo.

Por el contrario, la Constitución es flexible cuando puede ser modificada por


una ley ordinaria, o sin mayores formalidades. La Constitución consuetudinaria
no siempre hace parte de una flexible, puede haber constituciones escritas que
explícitamente que se reforman por un procedimiento ordinario y simple. El
caso que normalmente se cita es la Constitución de Inglaterra, que no excluye
documentos escritos como la Carta Magna de 1215, la Petición de Derechos de
1629 y la Ley de Derechos de 1688. Todas ellas son fundamentales para el
desenvolvimiento de las tareas del Estado y las garantías ciudadanas.

¿Por qué es importante la supremacía Constitucional?

En primer lugar, podemos afirmar que se garantizan los derechos


fundamentales en la medida en que la rigidez de la Constitución, como lo
vimos inmediatamente, obedece y hace imposible que por ley ordinaria se
modifiquen o se dejen sin vigencia normas que contengan derechos
fundamentales. Inclusive, en este punto, debemos resaltar que la Constitución
colombiana impone al referendo como único medio mediante el cual se puede
reformar la constitución en todo lo que se refiere a las reformas constitucionales
aprobadas por el Congreso, cuando se refieran a los derechos fundamentales y
a sus garantías, así como a los procedimientos de participación popular.

En otras palabras, nuestra constitución es tan rígida en este punto, para


garantizar nuestros derechos constitucionales por supuesto, que obliga a que
cualquier modificación de éstos se lleve a cabo por medio de referendo,
mecanismo de participación democrática que es mucho más exigente que otros,
tal como lo vimos en la unidad atinente a este tema.

Hablamos de que existe una garantía a los derechos sociales, económicos y


culturales con la rigidez y el sistema de control constitucional en cuanto, es
claro, cuando éstos se encuentran regulados o enunciados en la Constitución, el
Congreso y los demás órganos políticos están obligados a desarrollarlos
cabalmente. Por lo señalado, tanto las normas discriminatorias, las que
contienen omisiones, los que privilegian a ciertos sectores o grupos
poblacionales, se ven obligados, por el órgano competente, sea la Corte
Constitucional o el Consejo de Estado, a desarrollarlos.

En tercer lugar, hablamos de estabilidad institucional en la medida en que las


instituciones, que hacen parte de la parte orgánica de la Constitución, tales
como el Banco de la República, las ramas del poder público, las funciones de los
magistrados de las Cortes, los Departamentos, los Municipios, el Congreso, la
Presidencia, entre otras, están determinadas, tanto en su composición, como en
varias de sus funciones primordiales. De esta manera, lo que llamamos el
“diseño institucional del Estado colombiano” permanece en la Carta
Fundamental, de forma que cualquier modificación requiere de la reforma
constitucional, que como ya mencionamos, es rígida y exige mayorías
especiales.

Algunos recordarán o conocerán que la Constitución de 1991 en Colombia fue


un pacto de paz. Se le llamó así porque en la década de 1980, luego del auge del
narcotráfico, los atentados terroristas y el fortalecimiento de los grupos
subversivos con ocasión a los recursos captados por el negocio ilícito de las
drogas, obligaron a que algunos grupos violentos y el gobierno realizaran
diálogos de paz. En esta década, el grupo más sobresaliente era el M-19, el EPL,
el ELN y las FARC. Empero, el diálogo se centró en los dos primeros. Fruto de
ese diálogo se decidió convocar a una asamblea constituyente para que se
desarrollara y se extendiera una Constitución que reuniera a todos los grupos
armados, los grupos sociales, los políticos y las universidades, y así procurar
una transformación social para garantizar así la paz. No obstante, su objetivo no
se logró, pero en buena medida, sí ha logrado transformaciones que impactan
nuestras vidas, aún sin que lo sepamos, tal como la acción de tutela, la
protección a los derechos fundamentales y la restricción a la declaración de los
estados de sitio.

De nuevo, quiero ser enfático en que el legislador desarrolla, pero no modifica


la Constitución. Como veremos a continuación, lo que podríamos llamar nivel
jerárquico, posiciona a la Constitución no sólo como una norma superior a las
demás, sino como un programa que obliga a todas las ramas del poder a
desarrollar lo que la Constitución contiene.
Finalmente, podemos decir que la Constitución controla la influencia y los
movimientos políticos del Congreso. Como ocurre en todas las democracias, los
grupos de poder, algunos grupos económicos, y en lamentables casos, algunos
ilícitos, logran financiar campañas y posicionar a algunos congresistas para que
desarrollen leyes o políticas ajenas al bienestar general. Sin embargo, esto logra
controlarse en la medida en que existen normas y políticas claras que deben
ampliar su alcance y darle movimiento a los derechos inmersos en la
Constitución, las cuales no fueron restringidas por esos alcances políticos de las
mayorías parlamentarias.

Supuesto fundamental de la supremacía constitucional

Podemos observar ahora la relación jerárquica de las normas que existen en el


ordenamiento jurídico colombiano. Existen miles de normas que se agrupan o
se ubican en alguno de los niveles que observamos, pero que directa o
indirectamente son dependientes de la Constitución. Veamos un ejemplo para
explicar esto. El Presidente de la República, por disposición de una ley marco,
es decir, un tipo especial de ley que da lineamientos generales sobre ciertos
temas, delega en el Ministerio de Comercio Exterior, los aranceles relativos a los
automóviles que ingresan de Venezuela. Si observamos, la ley autoriza al
Gobierno a intervenir en las relaciones comerciales internacionales, y a su vez,
es autorizada por la Constitución misma que impone su superioridad sobre las
demás normas.

Corte
Constitucional Constitución Política

Congreso-Leyes

Consejo de
Estado Gobierno - Decretos

Gobierno - Reglamentos

Con lo expuesto quiero sostener que la supremacía de la Constitución implica


su superioridad, lo que supone que frente a ella, las demás normas deben
someterse o perder valor jurídico. En otras palabras, la Constitución es origen
de toda la actividad del Estado, de manera que cualquier manifestación
normativa o de reglamentación, está supeditada a ella. Su superioridad la deja
en el “primer plano dentro de la jerarquía de normas”, como lo explica Jaime
Vidal Perdomo, de forma que todo el ordenamiento jurídico emana de ella.

En este sentido, podemos hablar de una “constitucionalidad descendiente”


cuando los mandatos de la Constitución se van concretando, la supremacía se
sigue concretando en la medida en que va descendiendo lo que podríamos
llamar “escala normativa”. Con esto tenemos entonces una aplicación directa de
Constitución en cuanto sus valores están inmersos en las demás normas y éstas
no pueden ser contrarias a la norma que le da validez y fundamento.

Como podemos observar, en la pirámide encontramos a la Corte Constitucional


y a Consejo de Estado por fuera de esta configuración. Y es claro en cuanto
éstos son órganos judiciales, tal como lo observamos en la exposición de
órganos del Estado, y en segundo lugar, porque se trate de órganos encargados
de desarrollar el control a la constitucionalidad de las normas. En otras
palabras, tanto la Corte como el Consejo se encargan de quitarle validez a las
leyes, decretos y reglamentos que sean contradictorios con el contenido de la
Constitución.

Distintas manifestaciones del control constitucional en Colombia

Veamos ahora el control constitucional y sus distintas manifestaciones.


Aseveramos que se trata de la aplicación inmediata de la Constitución debido a
que el carácter vinculante de ésta, distinto a la ilusión de una Constitución
como un simple programa o enunciación de principios, nos permite a todos
exigir los derechos que contiene y hacerla operar conjuntamente. En este
sentido, podemos enunciar en primer lugar la Acción de tutela, que permite que
cualquier ciudadano, en condiciones de vulnerabilidad, es decir, sin posibilidad
de defenderse de ninguna manera y ante la improbabilidad de poder iniciar
otra acción judicial, pueda lograr que el juez imponga al que está violando el
derecho fundamental, una medida para detener su conducta. Los remito al
módulo de acciones judiciales para mirar todas sus particularidades, y
profundizar este tema.

La segunda acción o más bien, excepción, se refiere a la obligación que tienen


todos los jueces del país de abstenerse de aplicar una norma que resulte
contraria a la Constitución. En otras palabras, evitar que se cause un perjuicio a
la persona a la que afectaría esa decisión, norma o ley. Esto no quiere decir que
ese juez le quite eficacia jurídica a la norma, pero en efecto, evita que en ese caso
concreto se le de aplicación. Esto quiere decir que sólo en ese caso concreto se
puede causar un perjuicio preciso y constitucionalmente inaceptable. La ley o
decreto no queda afectada en su valor, pero no se aplica en el caso debatido por
cuanto el juez encuentra que ésta riñe con la Constitución.

La tercera y cuarta son las más famosas expresiones de las acciones que sí le
quitan validez a las normas que sean contrarias a la Constitución. Su única
diferencia es el órgano que lo conoce y las normas sobre las cuales recaen. La
acción de nulidad por inconstitucionalidad se refiere al control ejercido por el
Consejo de Estado sobre los decretos ordinarios y los reglamentos emitidos por
los distintos niveles de la rama ejecutiva, es decir, la presidencia, los
ministerios, las superintendencias, etc. Por su parte, la acción pública de
inconstitucionalidad es decidida por la Corte Constitucional y se refiere a todas
las leyes emitidas por el Congreso de la República y los Decretos
extraordinarios, estos últimos son aquellos emitidos por el Presidente de la
República en casos en los que se declara un estado de excepción, como por
ejemplo, guerra exterior, y algunos que el Congreso delega en el Presidente, que
en realidad son muy escasos.

Estas últimas suelen ser objeto de controversias, como veremos en la siguiente


diapositiva, porque el legislador es un órgano de representación popular,
mientras que la Corte es un órgano judicial, y en segundo lugar, porque en
algunas ocasiones se toman decisiones que pueden alterar la disponibilidad
presupuestal del gobierno para cubrir ciertos gastos de funcionamiento o de
ampliación de cobertura, tal como es el caso de la inconstitucionalidad de
algunas normas del presupuesto que no cubran a todas las personas que la
Corte Constitucional considere que deben incluir.

¿Por qué existe tanto rechazo de algunos políticos y otras ramas del poder
público a la Corte Constitucional?

Esta pregunta puede ser respondida desde varios puntos de vista. Debemos
decir que en todo caso el Control de constitucionalidad en todos los países es
controvertido. Algunos consideran, en lo que se propone como problemas de
representatividad, que la única fuente de derecho es la Ley y el Legislador es el
creador de cualquier disposición legislativa. Sin embargo, el Control de
Constitucionalidad puede traer algunos resultados que no son deseados por el
ejecutivo o el legislativa y que no son aceptados por algunos políticos, como por
ejemplo, la declaratoria de inconstitucionalidad de una ley que disponía
algunos beneficios tributarios a determinados gremios o que beneficiaba
fiscalmente (relativo a impuestos o rentas) al Gobierno.

Hemos oído con frecuencia expresiones como “la Corte Constitucional está
legislando”. Sin embargo, la expresión no es muy acertada, pues no concibe
adecuadamente la función de todo Tribunal Constitucional. En palabras de
Aragón Reyes, la Corte se encarga de un control jurídico ejercido por un órgano
que no es limitador, sino verificador de limitaciones preestablecidas, órgano
que no manda sino que frena, que se encuentra ajeno a la relación de
subordinación respecto de los órganos controlados.

En otras palabras, la Corte Constitucional no es en sí mismo quien ordena o


quien establece un límite al legislador o al ejecutivo. Simplemente verifica que
la Constitución, que sí trae unos límites y unos procedimientos a seguir, sea
cumplida a cabalidad.

Lo anterior, también enmarcado dentro de la misión del Tribunal de garantizar


la observancia de la Constitución por parte de los demás órganos estatales, pero
bajo los límites expresados en la propia Constitución, razón por la cual los
Jueces constitucionales no pueden transgredir el principio de separación de
poderes y por ende suplantar al legislador positivo.
ACCIONES CONSTITUCIONALES
Por
Juan Pablo Sarmiento Erazo

En el presente escrito explicaremos la manera en que funcionan las acciones que


todos nosotros podemos iniciar para poder contrarrestar arbitrariedades o
abusos de terceros, que pueden comprometer nuestros derechos fundamentales,
los derechos colectivos como el medio ambiente, la moralidad administrativa o
los derechos del consumidor, aquellas que intentan indemnizar a un grupo
determinado de personas, o aquellas abstenciones que cometan autoridades
públicas. En este orden de ideas, iniciaremos con la acción de tutela, para luego
explicar la acción popular y de grupo y finalmente, la acción de cumplimiento.
La idea no es profundizar en todos los aspectos, incluso procesales de las
acciones presentadas, sino hacer una presentación de para qué sirven esas
acciones, qué derechos protegen y qué requisitos tienen.

La Acción de Tutela

Iniciaremos ahora con la acción de tutela. Esta acción fue instaurada sólo a
partir de la Constitución de 1991 y tiene como finalidad primordial, proteger los
derechos fundamentales de los individuos. Éstos han sido definidos por la
Constitución y se encuentran establecidos del 11 al 41 de la Carta. Esto no
quiere decir que se trate sólo de esos derechos, algunos, que en ciertos casos
pueden verse comprometidos, tales como el derecho a pensión o salud, según el
caso concreto, podrían afectar los derechos fundamentales como la vida,
integridad personal o dignidad humana, luego, con el objeto de garantizar
dichos derechos, se ha establecido que en esos casos existe una “conexidad” con
los derechos fundamentales, haciendo que esta acción sea la adecuada para
proteger tales derechos.

En este sentido, cuando tenemos por ejemplo, a una persona que está sufriendo
de cáncer pulmonar y la EPS con la que tiene un contrato de servicios de salud
le niega el tratamiento apropiado, aunque en primera instancia tengamos la
violación del derecho a la salud, ésta compromete, por conexidad, el derecho a
al vida, de manera que la acción de tutela sería el medio idóneo para evitar que
ese incumplimiento contractual tenga mayores consecuencias.

La acción de tutela, como lo recordarán de las sesiones correspondientes a la


Supremacía de la Constitución, es una expresión de la eficacia directa de la
Constitución, lo que quiere decir, recordemos, que los derechos fundamentales
se aplican y garantizan directamente, por encima de cualquier otra
circunstancia que le reste efectividad. De esta manera, cada vez que cualquier
juez de la República, llámese Juez civil municipal o Corte Suprema de Justicia,
deciden acciones de tutela, se convierten, por la acción que están decidiendo, en
jueces constitucionales. Por consiguiente, la acción de tutela tiene como fin la
protección inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales, cuando
éstos resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública, particulares encargados de la prestación de un servicio
público o cuya conducta afecte grave y directamente el interés colectivo, o
respecto de quienes el solicitante se halle en estado de subordinación o
indefensión.

Como vemos, la acción de tutela protege derechos fundamentales (artículos 11 a


41 de la Constitución, y otros derechos que afecten conjuntamente los derechos
fundamentales consagrados en esos artículos), que son vulnerados por
autoridad pública, por ejemplo, cuando el Seguro Social retarda el
reconocimiento del derecho a pensionarse a una persona de 70 años de edad, y
cuya supervivencia está amenazada por este retraso injustificado, tiene derecho
a iniciar la acción de tutela para que se le resuelva su solicitud con prontitud.
No propiamente para que se reconozca el derecho a pensionarse, sino para
evitar que existan demoras injustificadas que alteren su derecho y subsistencia.

Pero la acción de tutela también procede contra particulares encargados de la


prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente
el interés colectivo. Imaginemos que la empresa de Acueducto cierra, de forma
injustificada, el suministro de agua potable a la casa de alguna persona,
causando deterioro en las condiciones de vida de la persona, e incluso,
amenazando su vida.

Cuando la Constitución se refiere al solicitante que se halle en estado de


subordinación o indefensión, hace referencia, por ejemplo, a trabajadores
respecto a su empleador o a Empresas Promotoras de Salud (EPS). Supongamos
que un trabajador deja de recibir su salario por un período de 6 meses, y esto
está afectando gravemente su sostenimiento y sus condiciones de vida, pese a
que existen medios judiciales para reclamar su salario, por ejemplo, un proceso
laboral ordinario, la demora del proceso generaría mayores perjuicios al
trabajador. Podríamos imaginar también un enfermo de SIDA o alguna
enfermedad grave, al que la EPS le niega los medicamentos que procurarían su
curación o estabilización, aún cuando el enfermo tiene otros medios judiciales,
como sería el proceso civil ejecutivo por incumplimiento de contrato, ese
proceso tomaría mucho tiempo y pondría en riesgo la vida del afiliado.

¿Qué quiere decir el choque de trenes?

La expresión choque de trenes ha sido acuñada por los medios de comunicación


para señalar o explicar los eventos en los que algunos órganos del Estado
controvierten o no aceptan la intervención de otro. Aunque recientemente se ha
utilizado para cualquier clase de debate, como la parapolítica o investigaciones
de corrupción, muchas veces hacen referencia a discusiones que se dan con
ocasión a acciones de tutela. Como acabamos de ver, cada vez que cualquier
juez de la República, llámese Juez penal municipal o Consejo de Estado,
deciden acciones de tutela, se convierten, por la acción que están conociendo, en
jueces constitucionales. Y como la Corte Constitucional revisa las decisiones
judiciales relacionadas con la acción de tutela de los derechos constitucionales,
es frecuente que las Altas Cortes, es decir, Consejo de Estado, Corte Suprema de
Justicia y Consejo Superior de la Judicatura, se alteren y manifiesten su
inconformidad por la decisión que tome la Corte Constitucional respecto a su
decisión.

En otras palabras, debido a que la Corte Constitucional revisa, y en


consecuencia, puede revocar sentencias de tutela dictadas por el Consejo de
Estado, Corte Suprema de Justicia y Consejo Superior de la Judicatura, es
frecuente que la mencionada decisión moleste a los magistrados del
correspondiente Tribunal.

La otra razón por la que “chocan los trenes” es porque, en ocasiones, las
decisiones judiciales de cada una de las jurisdicciones, ya no de tutela, sino de
procesos propios de cada especialidad, pueden contener violaciones al debido
proceso, el cual es un derecho fundamental. Entonces, siendo un derecho
fundamental, cualquier juez de la república y la Corte Constitucional, por vía
de acción de tutela que se instaura para proteger el derecho fundamental al
debido proceso, revocan sentencias definitivas de las altas Cortes. Incluso, dada
la organización de la rama judicial, el juez penal municipal podría revocar,
mediante tutela, una sentencia de casación expedida por la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Laboral, cuando se haya presentado alguna falta al
debido proceso, o como se conoce en estos casos, por haber incurrido en una
“vía de Hecho”.

Esta segunda razón es la que frecuentemente hace colisionar al Consejo de


Estado, Corte Suprema de Justicia, Consejo Superior de la Judicatura con la
Corte Constitucional.

Acciones Populares

Lo primero que debemos decir de las acciones populares es que tienen por
objeto la protección de derechos colectivos. Se trata de evitar los daños
ocasionados a bienes colectivos o difusos como el goce a un ambiente sano, la
conservación del patrimonio, tanto cultural como económico del Estado o la
Nación, el espacio público y evitar perturbaciones en éste, o para evitar actos de
corrupción, contratos abiertamente fraudulentos o con objeto ilícito.

Se dice que es preventiva en la medida en que intentan evitar o remediar


actuaciones tanto de entidades públicas como de individuos que afecten
gravemente los intereses colectivos mencionados. Por ejemplo, cuando una
empresa inicia su actividad económica en contra de todas las reglamentaciones
ambientales y causa daños atmosféricos y en los suelos aledaños a los lugares
de su establecimiento es posible interponer una acción de tutela para detener
sus consecuencias y su actividad dañosa, o potencialmente dañosa.
Debido a que se tratan de derechos difusos o colectivos, todos nosotros tenemos
el derecho de protegerlos, y en consecuencia, cualquiera puede iniciar este tipo
de acciones. Inclusive, debido a la importancia de los derechos que están en
juego, el legislador previó en la ley 472 de 1998 una recompensa para quienes
inician este tipo de acciones y logran que efectivamente se controle y se evite el
perjuicio causado.

De igual forma, la acción popular puede plantear esta acción en contra de los
individuos que pueden alterar o comprometer los mencionados derechos
colectivos. No importa que sea una entidad pública o un particular, lo
importante es que su actuación comprometa efectivamente el derecho colectivo
que se demanda por medio de la acción popular.

Acciones de Grupo

Entraremos ahora a explicar las acciones de grupo. Estas acciones se refieren a


una acción constitucional que busca, esencialmente, que varios individuos,
afectados por una misma causa, puedan reunirse en un solo proceso para exigir
la reparación a los daños ocasionados.

No se limita a derechos fundamentales o a derechos colectivos como ocurre en


la acción de tutela y la acción popular correspondientemente. Se dirige en
realidad a la restauración, por medio de una indemnización, a bienes
patrimoniales. Puede que eventualmente se hayan comprometido derechos
fundamentales de los individuos, pero que finalmente se concretaron en un
daño. Pensemos en el siguiente ejemplo: varios individuos no han recibido,
injustificadamente, su servicio de salud por parte de una EPS en particular, y
todos ellos mueren con ocasión a dicha omisión. Es claro que existía un derecho
fundamental como lo era el de protección al derecho a la salud y a la vida,
también un derecho colectivo de salubridad, si se quiere, pero en la medida en
que no existe posibilidad alguna de evitar el perjuicio en la medida en que
todos los usuarios han perdido la vida, no queda más que indemnizar a las
familias por los daños ocasionados con la muerte de las personas a las que se les
negó injustificadamente el servicio.

La Acción de Cumplimiento

La acción de cumplimiento es una acción constitucional que pretende que una


autoridad pública o un particular obligado por la ley, den cumplimiento a las
normas, reglamentos o actos administrativos a los que están obligados a
obedecer. Como veremos más adelante, se excluyen aquellos que signifiquen
una adición presupuestal o un gasto al erario, pero resulta útil para todos los
demás supuestos.

Esta acción tiene varios requisitos. En primer lugar, debe instaurarse contra una
entidad pública o particular que está concretamente obligada a cumplir esa
norma. Esta acción admite una especie de triangulación para poder obligar a un
particular a cumplir la norma, así, podemos iniciar una acción de cumplimiento
en contra de la CAR de Cundinamarca para que obligue a una empresa privada
productora de plásticos en la sabana de Bogotá a cumplir con las reglas
ambientales que dirigen su actividad económica. En este caso, la entidad
demandada será la que finalmente obligue al individuo, pero no podríamos
iniciar directamente contra el particular.

Esta acción puede ser iniciada por cualquier persona. Eso quiere decir que la
inaplicación de la norma que pretendo hacer cumplir no tiene que afectarme a
mí directamente, inclusive, podría instaurar contra una entidad pública que se
encuentre por fuera de mi domicilio.

Ahora veamos los supuestos en los cuales no es posible dar inicio a la acción de
cumplimiento. En primer lugar, cuando existe otro medio judicial expreso, es
decir, cuando la ley ofrece otra alternativa. Así, por ejemplo, cuando se
incumple alguna norma del presupuesto, que consagra, antes de la acción, el
incremento del precio de un contrato con el Estado. Claramente, el gasto ya está
presupuestado, por lo que la acción no está adicionando nada nuevo, y por otro
lado se está incumpliendo la norma, pero existe una acción judicial específica
para exigir esto, como podría ser un proceso ejecutivo.

En segundo lugar, tampoco puede iniciarse una acción de cumplimiento


cuando se comprometa un derecho fundamental con el incumplimiento. Para
ello, como vimos al inicio de esta exposición, se encuentra la acción de tutela,
que está definida de manera directa para defender y hacer efectivos los
derechos fundamentales.

En tercer lugar, no se puede iniciar la acción de cumplimiento para aquellas


normas que establezcan gastos. Esto quiere decir que por medio de una acción
de cumplimiento no puedo tratar de agregar al presupuesto de la entidad
alguna partida o establecer un gasto adicional. Sin embargo, cuando el
presupuesto ya tiene el gasto establecido, sí es posible iniciar la acción de
cumplimiento, porque ya no se compromete un nuevo gasto, sino que se hace
efectivo el que ya estaba consagrado.

Finalmente, por medio de una acción de cumplimiento no puedo intentar que


se me reconozca un perjuicio causado, porque ésta no tiene fines de
indemnización o reparación de daños.

Para pensar…

Veamos un ejemplo para tener claro lo expuesto. Un trabajador del Ministerio


de Protección social ha iniciado una acción de cumplimiento para que se
reajuste su salario con ocasión al Decreto 021 de enero de 2009, en el que se
estipulaba el incremento salarial de todos los funcionarios de la entidad, y el
cual fue adicionado al presupuesto de ese año por parte de la entidad
demandada. Como puede observarse, como juez, podríamos ordenar el
cumplimiento verificando todos los requisitos expuestos. Así, en primer lugar,
tenemos claro que la acción debió iniciarse contra el Ministerio de Protección,
Social, entidad pública obligada a ajustar el salario, de acuerdo con el Decreto
021, que además tenía adicionado en su presupuesto el incremento señalado,
luego, la acción no iba a adicionar ningún gasto, y finalmente, no se
compromete un derecho fundamental, en la medida en que permanece en su
cargo y los gastos que se ordenan no afectan su vida de manera determinante,
ni tiene conexidad con ninguno otro.
ESTRUCTURA DEL ESTADO

Por

Juan Pablo Sarmiento Erazo

En este capítulo estudiaremos lo correspondiente a la organización del Estado, su


estructura política, la independencia de algunas entidades y la manera en que se ha
pensado el Estado colombiano como un sistema de pesos y contrapesos. En este
sentido, se explicará la manera en que se ha instituido el poder público, cómo
funcionan sus distintas ramas, tanto para controlarse mutuamente como para
colaborarse en armonía. En conjunto, estudiaremos con detenimiento las entidades
públicas más sobresalientes, sus diferentes relaciones y funciones. La utilidad de esta
unidad es evidente para el desarrollo de la vida profesional del estudiante, quien en
repetidas ocasiones se enfrentará o compartirá con el Estado contratos, relaciones
administrativas, y en algunos casos, conflictos.

A modo de introducción, podemos presentar las diferentes ramas del poder público,
que se desprenden del común denominador Estado. En primer lugar, hablamos de
ramas porque en nuestra historia institucional, al igual que cualquier democracia
liberal, se ha pretendido dividir el poder público para evitar el abuso del mismo y para
que los órganos especializados desarrollen sus tareas de manera independiente, con
una armonía que permita complementar las tareas de una y otra rama. Hablamos de
ramas del poder público porque en conjunto constituyen el poder del Estado, sus
funciones y sus garantías.

Podemos observar que existe así una rama legislativa, una rama ejecutiva y una
judicial. Éstas hacen parte de la división clásica del poder, que intenta garantizar la
pluralidad, la participación y los límites a los poderes que les son atribuidas. No
obstante, en Colombia se pensó en un sistema un poco más controlado, creando así los
órganos de control, que no dependen de ninguna otra rama, y cuyo control se
despliega sobre todas los demás. Así, está el control fiscal y el disciplinario, que se
aplica sobre todos los funcionarios del poder público.

De igual forma podemos observar los órganos electorales que garantizan la


transparencia del proceso democrático y la participación ciudadana. Éstos no controlan
a las ramas del poder directamente, pero sí hacen efectivo el proceso electoral, se
encargan de expedir documentos de identidad y ajustan constantemente el censo
electoral, fundamental para los procesos de elección popular o los mecanismos de
participación democrática. Finalmente, encontramos lo órganos autónomos o de
naturaleza especial, a saber, el Banco de la República y la Comisión Nacional de
Televisión. Son autónomos y han sido creados directamente por la Constitución y
debido a sus funciones, bastante delicadas para la estabilidad económica y la libertad
de expresión, se dejaron completamente separadas de las demás ramas.
Rama Legislativa

El Congreso de la república está dividido entre el Senado y la Cámara de


Representantes. Entre ellos no existe ninguna jerarquía, pero hay temas que tienen
iniciativa sólo en uno de ellos, como por ejemplo, las exenciones tributarias que inician
su debate en el Senado por iniciativa del Gobierno. Tanto el Senado como la Cámara
tienen diferentes comisiones especializadas en los temas que deben tratar. Algunas de
esas comisiones fueron creadas por la Constitución y otras por la ley 5ª de 1991, pero
en general, su división se destina al manejo del presupuesto, reforma constitucional,
planeación, entre otras. Los remito a las lecturas para recordar su conformación, que no
es tan interesante de presentar. En todo caso, los requisitos para ser senador o
representante varían debido a que en cierta medida, se pensó en una cámara más
capacitada que otra, siendo el Senado aquella que retiene facultades de mayor
trascendencia nacional, pero en la realidad, esto no se observa en ninguna de las dos,
pues su conformación ha sido normalmente similar.

Aunque sea fácil explicarlo, la función del Congreso es esencial para el funcionamiento
del Estado. Ésta consiste esencialmente en la expedición de leyes, en la reforma a la
Constitución y en el control político a la rama ejecutiva, es decir, al Presidente, sus
ministros, los Directores de Departamentos Administrativos y Superintendentes.
Eventualmente se hacen debates sobre alcaldes, gobernadores o miembros del Banco
de la República, pero estos son casos aislados, más políticos que constitucionales. Por
su parte, también tiene la función de juzgar al presidente cuando la comisión de
acusaciones formula alguna imputación. Está en la mente de todos los colombianos el
caso del llamado proceso 8000, donde el Congreso inició un juicio contra el entonces
presidente de la república, Ernesto Samper Pizano, por haber recibido recursos del
narcotráfico para su campaña; aunque finalmente se abstuvo de condenarlo. En todo
caso, éste ha sido el único caso en el que el Congreso ha llegado a acusar a un
presidente. También tiene funciones electorales, en especial, elegir a los magistrados de
la Corte Constitucional de listas enviadas por el Presidente de la República, la Corte
Suprema de Justica y el Consejo de Estado.

Rama Ejecutiva

La Presidencia de la República, la Vicepresidencia de la República, los Consejos


Superiores de la Administración, los Ministerios y Departamentos Administrativos, las
Supertendencias y unidades administrativas especiales sin personería jurídica hacen
parte del nivel central. Todas ellas están ubicadas en Bogotá y tienen competencia para
desarrollar sus actividades, controlar a los particulares y ejercer sus facultades en todo
el territorio nacional. Así, por ejemplo, la fuerza pública, que está a cargo del
Presidente de la República, tiene presencia en todo el país y sigue órdenes directas del
jefe de gobierno. De igual forma, la Superintendencia Financiera, que es del orden
nacional, tuvo la facultad de intervenir a todas las captadoras de dinero, llamadas
“pirámides”, en todo el territorio nacional, desde Barranquilla hasta Pasto.
Descentralización por servicios

En cuanto a la descentralización especializada o por servicios, prevista en el artículo


209 de la Constitución, debemos señalar que ésta depende de la existencia de una
entidad descentralizada territorial. Por ejemplo, la persona jurídica territorial
denominada “municipio” contiene personas jurídicas concebidas para adelantar la
misión municipal, como lo son las empresas públicas municipales, los establecimientos
públicos, las empresas industriales y comerciales y las sociedades de economía mixta,
entre otros. Este hecho encuentra réplica en las personas jurídicas territoriales: Nación,
departamentos, distritos y territorios indígenas.

En este caso, el de la descentralización especializada o por servicios, el Estado


desarrolla la función administrativa que debe estar al servicio de los intereses
generales. Esa función administrativa, según lo dispuesto en el artículo 209 superior,
debe llevarse a cabo respetando los principios de igualdad, moralidad, eficacia,
economía, celeridad, imparcialidad y publicidad.

De esta manera, los Establecimientos Públicos, las Empresas Industriales y Comerciales


del Estado, las Empresas Sociales del Estado, las empresas oficiales de servicios
públicos domiciliarios, los Institutos científicos y tecnológicos, y las Superintendencias
y las entidades administrativas especiales con personería jurídica están dirigidas a
prestar servicios domiciliarios, de salud, de protección, económicos, culturales,
académicos, etc., que pretenden desarrollar derechos constitucionales en el marco del
bien común.

Descentralización territorial

La descentralización territorial se manifiesta por la existencia de departamentos,


distritos, municipios y territorios indígenas (art. 286). Además, la ley puede darles
carácter de entidades territoriales a las regiones y provincias. Es claro que la
distribución territorial del Estado colombiano se fija directamente en la Constitución, lo
que demuestra la importancia del tema. En realidad, se trata de un asunto fundamental
para la permanencia de la Nación. El legislador, mediante leyes, solamente puede
elevar a la categoría de entidades descentralizadas territorialmente a las regiones y a
las provincias. Nuevamente, se dice, es la misma Constitución la que establece qué le
permite al legislador. Su celo es absoluto, no admite modificaciones de la distribución
territorial. Así, si se quisiera, por ejemplo, si una ley crear cantones con personería
jurídica en lugar de localidades para una ciudad como Bogotá, ésta sería
inconstitucional porque la Constitución determinó el nombre de sus entidades
territoriales y los cantones no existen en ella. Tampoco se podría elevar a persona
jurídica las localidades, pues el Constituyente no lo consagró.

Todo lo anterior tiene una explicación más profunda: al concederse mayor autonomía y
recursos a las personas jurídicas territoriales, se pondría en riesgo el esquema de
Estado deseado, en la medida en que esas entidades creadas más allá de la
Constitución Política podrían llegar a tener un poder tan importante hasta el punto de
ser capaces de resquebrajar la unidad nacional. Quizás en un país con una paz
consolidada sea posible, mediante reforma constitucional, permitir la creación de otras
entidades territoriales.

La distribución territorial prevista en la Constitución busca fijar los pesos y contrapesos


necesarios para que el Estado colombiano pueda ser más ágil en lo administrativo,
pero manteniéndose, de todos modos, como república unitaria.

La difícil situación actual del país ya demuestra los peligros de la acentuación de la


descentralización. A título de ejemplo, la autorización de elección popular de
autoridades locales —alcaldes y gobernadores—, ha sido, en algunos casos,
aprovechada por los diversos grupos armados para imponer sus candidatos, lo que ha
debilitado intensamente la democracia colombiana. Esa posibilidad, en un contexto
diferente, en una sociedad en paz y con posibilidades de ofrecer un voto
independiente, constituiría, en verdad, un gran avance democrático.

En el punto expuesto se examinó la diferencia entre la descentralización territorial y la


especializada o por servicios. Básicamente se concluyó que no eran nociones
comparables. Más bien son complementarias. La especializada existe dentro de las
personas jurídicas territoriales, es decir, de las entidades descentralizadas
territorialmente. La territorial corresponde a un elemento político: la organización del
territorio. La especializada corresponde a un elemento funcional: la función
administrativa. La primera es estática, la segunda es dinámica.

Organismos especiales constitucionales

El Banco de la República ejerce una importante competencia respecto a la emisión y


control del dinero circulante. Esto es conocido, de manera más amplia claro, como la
política monetaria. El Banco de la República es la institución que emite y administra la
moneda legal y ejerce la función de banquero de bancos. Además, controla los sistemas
monetario (el dinero), crediticio (las tasas de interés) y cambiario (la tasa de cambio)
del país. Sus principales funciones son: i) actuar como banco del Estado; ii) controlar la
emisión de moneda; iii) recibir consignaciones y otorgar préstamos a los bancos
comerciales y al Gobierno; iv) manejar la política monetaria (control de la inflación) y
financiera del país, y v) efectuar las transferencias de divisas con los demás países del
mundo, entre otras funciones. Debido a que una de sus funciones más sobresalientes es
la de controlar la inflación, es frecuente que al momento en que las centrales obreras y
el gobierno están negociando los incrementos salariales, el Banco Central sea uno de
los “chicos malos”, justamente, para evitar que exista un incremento más allá del
adecuado nivel del ingreso y capacidad de demanda de la población ocupada, y evitar
así una excesiva presión en los precios que provoque un deterioro en la capacidad
adquisitiva de la moneda.

La misma Constitución le dio autonomía al Banco, pero estableció en todo caso que su
Junta Directiva esté conformada por siete miembros con un voto cada uno: el Ministro
de Hacienda y Crédito Público, cinco miembros y el Gerente General del Banco
nombrado por los anteriores. Los cinco miembros y el Gerente General tienen períodos
fijos de cuatro años, prorrogables dos veces, con lo cual pueden permanecer hasta doce
(12) años en el cargo. Dos de los cinco miembros de dedicación exclusiva son
reemplazados por el Presidente de la República cada cuatro años, una vez transcurrida
la mitad del período presidencial. Sin embargo, con la reelección presidencial esto no
ha sido modificado y por ello, el Banco es ahora más cercano al Gobierno,
permitiéndole prácticamente manejar la política monetaria.

Por su parte, la Comisión Nacional de Televisión es la entidad del Estado que en


materia de televisión, planea, dirige y desarrolla las políticas; regula el servicio;
gestiona el uso del espectro electromagnético; garantiza los derechos de televidentes y
usuarios y los fines y principios del servicio, y promueve la competencia y la eficiencia
en el sector

Los entes universitarios autónomos son igualmente entidades públicas y


administrativas. Sin embargo, la ley intentó otorgarles mayor autonomía que cualquier
otra, en especial, separarlos de determinaciones del poder central, del ejecutivo o la
Presidencia de la República. Por esto, no están supeditados al poder ejecutivo y tienen
un poder mayor de autorregulación, inclusive en su régimen de contratación
administrativa. Es un concepto que pretendió enmarcar el diseño de la universidad
oficial en un modelo autónomo acorde con la Constitución.

Rama Judicial

La función de la rama judicial es la de administrar justicia. Esto es, solucionar


conflictos entre individuos, o entre individuos y el Estado, según lo establecido por el
derecho, por medio de una sentencia. Esencialmente, la rama judicial debe intervenir
en disputas que se dan entre los particulares y entre éstos con el Estado, así como
controlar a la rama ejecutiva y a la rama legislativa. Estudiaremos ahora las distintas
autoridades del Estado que conforman la Rama Judicial. De la misma manera,
diferenciaremos la función le corresponde a cada juez.

Justicia Ordinaria

La jurisdicción ordinaria está compuesta por los jueces que están encargados de dirimir
conflictos y decidir controversias que se presentan entre particulares. Supongamos que
un individuo atropella accidentalmente a un peatón y éste decide demandar al
conductor, la jurisdicción que debe conocer y decidir el caso será la ordinaria. De igual
forma, imaginemos que una persona ha incumplido un contrato de arrendamiento o de
compraventa que tenía con otra, la jurisdicción, dado este caso, es la ordinaria, pues la
controversia se ha presentado entre ciudadanos comunes. La jurisdicción ordinaria se
divide jerárquicamente de la siguiente manera: 1. Corte Suprema de Justicia. (CSJ) 2.
Tribunales Superiores de Distrito Judicial. (TSDJ) 3. Juzgados civiles, laborales, penales,
agrarios, de familia, de ejecución de penas, y los demás especializados y promiscuos
que se creen conforme a la ley.
La Corte Suprema de Justicia es el máximo Tribunal de la Jurisdicción Ordinaria, es
decir, es la cabeza de esta jurisdicción y decide en casación, los conflictos suscitados
entre individuos. Lo anterior significa que, la Corte Suprema intenta, según el caso y de
acuerdo a algunos requisitos legales, unificar la manera en que se deciden casos
similares, para que en adelante, casos parecidos, se fallen de forma semejante. Por esto,
sólo en ciertos casos, la Corte puede revocar el fallo de segunda instancia,
normalmente, porque se valoran mal las pruebas, se viola el debido proceso o se aplica
inadecuadamente una norma. Lo mencionado no quiere decir que la Corte decida una
tercera instancia, sino que, dado el caso, revisa la sentencia, luego de que la persona
afectada con la sentencia solicite la revisión mediante una “demanda de casación”. La
Corte Suprema de Justicia se divide en cinco salas, que deciden los procesos judiciales
según la materia de que se traten, integradas así: 1. La Sala Plena, por todos los
Magistrados de la Corporación; 2. La Sala de Gobierno, integrada por el Presidente,
el Vicepresidente y los Presidentes de cada una de las Salas especializadas; 3. La Sala
de Casación Civil y Agraria, integrada por siete Magistrados, 4. La Sala de Casación
Laboral, integrada por siete Magistrados y, 5. La Sala de Casación Penal, integrada por
nueve Magistrados.

Como lo anticipamos, las Salas de Casación Civil y Agraria, Laboral y Penal, actúan
según su especialidad, como Tribunal de casación. Así, por ejemplo, un proceso laboral
que se origine, en primera instancia, de un juez laboral de circuito y en segunda
instancia, del Tribunal Superior de Distrito judicial, será resuelto en casación, por la
Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia. La Corte Suprema de Justicia
mediante las salas especializadas, también soluciona los conflictos de competencia, es
decir, define qué juez puede decidir un caso concreto cuando dos o más jueces
consideren que deben decidir el caso.

La Corte Suprema de Justicia igualmente, juzga al Presidente de la República, a


Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, del Consejo de Estado y de la Corte
Constitucional, del Consejo Superior de la Judicatura, y al Fiscal General de la Nación,
únicamente cuando se trata de delitos cometidos por ellos. Sin embargo, debemos tener
claro que la investigación de los delitos cometidos por estos funcionarios la realiza el
Senado de la República, cuando han sido acusados por la Cámara de Representantes.
En otras palabras, la Corte Suprema de Justicia juzga los delitos de los más altos
funcionarios, decidiendo si en el caso concreto, se cometió un delito. De una forma
muy parecida, investiga y juzga a los miembros del Congreso. Por ello, podemos
entender ahora por qué a los congresistas involucrados en lo que los medios llaman
“parapolítica”, los vemos investigados y juzgados por la Corte.

Justicia Contencioso Administrativa

Los jueces que pertenecen a la jurisdicción contencioso administrativa solucionan


conflictos que se presentan entre el particular y el Estado, debido a hechos o a actos de
la administración. También conoce de controversias que se dan entre particulares
cuando alguno de ellos está investido de autoridad administrativa, por ejemplo,
notarías.
Su función es entonces doble. Por un lado, decide sobre conflictos de responsabilidad
del Estado por hechos de la administración, como por ejemplo, la muerte de un
individuo por exceso de fuerza de un oficial de policía; asimismo, ejerce el control de
legalidad de actos administrativos, es decir, que decretos (por ejemplo, decreto que
dicte el presidente de la república que reglamenta decomisos tributarios) o actos
administrativos particulares (licencia de conducción, salvoconducto de armas de
fuego) estén acorde con las leyes o normas superiores.

La jurisdicción Contencioso Administrativa se distribuye jerárquicamente de la


siguiente manera: 1. Consejo de Estado. 2. Tribunales Administrativos y 3. Juzgados
Administrativos.

El Consejo de Estado es el máximo tribunal de la Jurisdicción de lo Contencioso


Administrativo. A diferencia de la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado sí
decide en apelación, de los procesos decididos por el Tribunal Administrativo. Sobre
este punto volveremos más adelante. El Consejo de Estado se divide en 3 Salas,
integradas así: 1. La Sala Plena, por todos sus miembros; 2. La Sala de lo Contencioso
Administrativo y 3. La Sala de Consulta y Servicio Civil

A la primera Sala mencionada, es decir, a la Sala Plena del Consejo de Estado le


corresponde realizar esencialmente, funciones administrativas. Por su parte, la Sala de
lo Contencioso Administrativo se divide en 5 secciones, cada una de ellas, con
especialización de los temas que conoce. Veamos: 1. Sección 1ª. Decide procesos sobre
pérdida de investidura, controversias en materia ambiental, y otros procesos que no le
corresponden a las otras salas, esto último es lo que se conoce como competencia
residual. 2. Sección 2ª. Soluciona litigios que traten temas laborales, provenientes de
cualquier forma de vinculación de un trabajador con la administración. Decide también
la nulidad de actos administrativos (decretos por ejemplo) expedidos por el Ministerio
de Protección Social relacionado con temas laborales. 3. Sección 3ª. Decide casos que
traten temas de controversias de contratación con el Estado, licencias de minería y
concesión de petróleos. Conoce También de procesos de expropiación agraria, procesos
de nulidad contra laudos arbítrales en los que haya intervenido el Estado; y de la
responsabilidad extracontractual del Estado, por los hechos, acciones u omisiones de la
administración. 4. Sección 4ª. Resuelve procesos relacionados principalmente de temas
tributarios, es decir, impuestos, contribuciones y tasas. Igualmente, decide casos
relacionados con la venta de acciones o cuotas de participación del Estado en sus
sociedades. 5. Sección 5ª. Decide los procesos relacionados con temas electorales y
nombramientos.

Por último, la de Consulta y Servicio Civil tiene como principal tarea, resolver
consultas jurídicas que formula el Gobierno Nacional, sea mediante Ministros o
directores de Departamentos Administrativos.
Justicia Constitucional

La jurisdicción constitucional es ejercida por la Corte Constitucional y el Consejo de


Estado. Ambos ejercen la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, es
decir, que “expulsan” del ordenamiento jurídico, aquellas normas que sean contrarias a
la Constitución. La Corte Constitucional conoce de la Acción Pública de
inconstitucionalidad, la cual puede ser interpuesta por cualquier persona, nacional o
extranjero, hombre o mujer, soltero o casado; que tiene como fin, controvertir la
constitucionalidad de una ley o de un decreto extraordinario o con fuerza de ley, en su
contenido y en su proceso de formación, porque puede llegar a vulnerar normas o
derechos consagrados en la Constitución.

También decide de la constitucionalidad de actos reformatorios de la Constitución,


cualquiera que sea su origen, sólo por vicios de procedimiento en su formación; de la
convocatoria a un referendo o a una Asamblea Constituyente para reformar la
Constitución, sólo por vicios de procedimiento en su formación; sobre la
constitucionalidad de los referendos sobre leyes y de las consultas populares y
plebiscitos del orden nacional. Estos últimos sólo por vicios de procedimiento en su
convocatoria y realización; Y decide la constitucionalidad de los tratados
internacionales y de las leyes que los aprueben por errores en su formación o por su
contenido.

Sin embargo, el Control constitucional no se agota allí. Dado que la Carta Fundamental
o Constitución es de aplicación directa, esto es, de aplicación en cada caso particular,
también ejercen jurisdicción constitucional, para cada caso concreto, los jueces y
tribunales que profieren decisiones de tutela o resuelvan acciones o recursos previstos
para la aplicación de los derechos constitucionales. En todos estos casos, la Corte
Constitucional revisa las decisiones judiciales relacionadas con la acción de tutela de
los derechos constitucionales.

Entonces, cada vez que cualquier juez de la República, llámese Juez civil municipal o
Corte Suprema de Justicia, deciden acciones de tutela, se convierten, por la acción que
están decidiendo, en jueces constitucionales. Pero ¿Qué es la acción de tutela? Es
aquella acción que tiene como fin la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales, cuando éstos resulten vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública, particulares encargados de la
prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el
interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión.

Administración de la Rama Judicial y control disciplinario

El Consejo Superior de la Judicatura es el administrador de la rama judicial, de su


presupuesto y de su organización. Está organizado en sala administrativa y sala
disciplinaria.
La Sala Disciplinaria tiene la función de administrar la rama judicial, motivo por el
cual, debe elaborar el proyecto de presupuesto de la Rama Judicial que debe remitirse
al Gobierno Nacional, entre otras funciones relacionadas con ésta. Por su parte, la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria, tiene una función más judicial que la Sala Administrativa
debido a que decide de los procesos disciplinarios que se adelanten contra los
magistrados, fiscales, jueces y abogados. Así, por ejemplo, un abogado que cobra
honorarios y finalmente no realiza ninguna gestión de aquellas que se le hayan
encomendado, puede ser investigado y sancionado por el Consejo Superior, sin que
por esto, además, no se le pueda solicitar la devolución de lo pagado.

Entonces, el Consejo Superior de la Judicatura es el máximo órgano encargado de la


administración de la rama judicial y ejercer la función disciplinaria en relación con los
funcionarios, empleados judiciales y abogados en ejercicio. Así como las Altas Cortes
que hemos explicado, el Consejo Superior de Judicatura tiene inferiores jerárquicos, los
Consejos Seccionales de Judicatura, los cuales corresponden a divisiones territoriales y
ejercen las mismas facultades administrativas y disciplinarias antes señaladas, pero
limitadas a su espacio territorial.

Jurisdicciones especiales

Los jueces de paz se encargan de solucionar conflictos individuales y comunitarios con


base no en la ley, sino en la equidad y conforme a los criterios de justicia propios de la
comunidad. Los jueces de paz deciden de los conflictos que las personas o la
comunidad, en forma voluntaria y de común acuerdo, ponen en su conocimiento y que
traten de asuntos susceptibles de conciliación, en cuantía no superior a los 100 salarios
mínimos legales mensuales vigentes. No obstante, los jueces de paz no tienen
competencia para conocer de las acciones constitucionales (tutela por ejemplo) y
contencioso-administrativas.

La jurisdicción indígena es aquella organizada por pueblos ancestrales que conforman


minorías étnicas, ejercida por las autoridades de los pueblos indígenas dentro de su
espacio territorial, de conformidad con sus propias normas y procedimientos, siempre
que no sean contrarios a la Constitución y leyes de Colombia. Su razón de ser es la
independencia y la supervivencia que se intentó mantener en los pueblos
precolombinos de nuestra nación. Sin embargo, la independencia no es total. La
Constitución y la Ley imperan incluso sobre estos pueblos, de manera que, por
ejemplo, el juez indígena no puede imponer la pena de muerte a alguno de sus
integrantes porque la Constitución la prohíbe.

La Fiscalía General de la Nación

La Fiscalía es el órgano encargado de la investigación y acusación de personas que


cometan delitos. Es la facultada para realizar la investigación de los crímenes que se
cometen por cualquier persona. La Fiscalía General de la Nación está integrada por el
Fiscal General, el Vicefiscal, los fiscales delegados (encargados de casos concretos), la
Escuela de Estudios e Investigaciones Criminalísticas y Ciencias Forenses, la Dirección
Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación y el Instituto Nacional de Medicina
Legal y Ciencias Forenses , entre otros órganos de dirección internos que no nos
interesa estudiar.

Y ¿cómo inicia la investigación la Fiscalía? La investigación puede surgir de oficio,


mediante denuncia o querella, por petición del Procurador General de la Nación, del
Defensor del Pueblo o por informe de funcionario público. De oficio, quiere decir que
el fiscal, al saber que se pudo cometer un delito y éste sea muy grave, investiga el
crimen y buscar a quienes los hayan cometido; por ejemplo, los atentados terroristas no
requieren la denuncia de persona alguna, se investigan por la Fiscalía directamente.

La Denuncia o querella se presentan por una persona, normalmente es la misma


víctima que acude a la Fiscalía y manifiesten al funcionario de la fiscalía, los hechos
que ocurrieron y señala a quién consideran que puede ser la persona que cometió el
delito. Esta denuncia no debe ser muy ligera ni precipitada, pues existen delitos como
la calumnia o la falsa denuncia, que puede cometer el denunciante si denuncia hechos
falsos o señala intencionalmente, a una persona que no había cometido el delito,
sabiendo que era inocente.

Órganos de Control

Presentaremos en esta oportunidad a los órganos de Control como el conjunto de


aquellas instituciones públicas destinadas a controlar a las demás ramas del poder y
velar por la realización efectiva de los intereses generales de la sociedad. Así,
estudiaremos los elementos esenciales que diferencian a los órganos de control de las
demás entidades encargadas de la gestión pública. En otras palabras, veremos cómo la
Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo, las Personerías
Municipales, la Contraloría General de la República, Las Contralorías Departamentales
y las Contralorías Distritales y Municipales nos garantizan a todos la efectividad de los
derechos fundamentales, la correcta gestión pública, la adecuada ejecución de recursos
públicos y el control a las demás ramas del Estado.

El Ministerio Público

El Ministerio Público es la institución de control encargada de velar por la aplicación


de la ley y por la realización de los intereses generales de todos nosotros. Al Ministerio
Público corresponde la promoción de los derechos humanos, la protección del interés
público y la vigilancia de la conducta de las personas que desempeñan funciones
públicas. El Ministerio Público es ejercido por el Procurador General de la Nación, el
Defensor del Pueblo y por los Personeros Municipales. El Procurador General de la
Nación y el Defensor del Pueblo actúan mediante varios delegados, algunos dedicados
a la investigación de acciones y omisiones de autoridades públicas y otros participan,
como delegados, ante las autoridades judiciales en la cooperación de investigaciones y
participación activa en el proceso que involucren derechos fundamentales o intereses
colectivos.
Sus funciones consisten en la vigilancia del cumplimiento de la Constitución, las leyes,
las decisiones judiciales y los actos administrativos, en todos los niveles de la
administración; la Procuraduría también protege los derechos humanos y asegura su
efectividad, con el auxilio del Defensor del Pueblo, esto supone que el Procurador o el
Defensor, mediante sus delegados, pueden iniciar acciones judiciales dirigidas a
proteger derechos fundamentales o sancionar la violación de los mismos.

La Procuraduría también debe defender los intereses de la sociedad interviniendo


públicamente respecto a temas jurídicos relevantes para la sociedad, o participando en
investigaciones sobre conductas dudosas de algunos funcionarios de la
Administración. También le corresponde defender los intereses colectivos, en especial
el ambiente, colaborando con investigaciones del caso, abriendo investigaciones
disciplinarias en contra de los funcionarios infractores o iniciando acciones judiciales,
como las Acciones Populares para la protección al medio ambiente. Es importante que
tengamos en cuenta que la Procuraduría ejerce poder disciplinario, esto es, la
posibilidad de iniciar investigaciones e imponer sanciones a funcionarios que vulneran
las funciones públicas, el interés general o cometen delitos en el ejercicio de su cargo.
Las sanciones que mencionamos varían desde multas hasta exclusión de funciones
públicas por un término definido por la ley . No obstante, debemos tener claro que el
Procurador no tiene poder disciplinario sobre los abogados y jueces debido a que éste
es efectuado por la Sala disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura.

La Defensoría del Pueblo hace parte del Ministerio Público. Es dirigida por el Defensor
del Pueblo y su función principal es esencialmente, la de velar por la promoción, el
ejercicio y la divulgación de los Derechos Humanos. Lo anterior se ve reflejado en
varias de sus funciones, como por ejemplo, la de orientar e instruir a los todas las
personas y a los colombianos en el exterior, en el ejercicio y defensa de sus derechos
ante las autoridades competentes o entidades de carácter privado; divulgar los
derechos humanos y recomendar las políticas para su enseñanza; invocar el derecho de
Habeas Corpus, esto es, presentar un recurso judicial a favor de una persona que
pueda considerarse injustamente privada de la libertad por una entidad pública.

Al interior de la Defensoría del pueblo encontramos además las Defensorías Públicas,


servicio que se presta en favor de las personas que no tienen la posibilidad económica
o social de proveer por sí mismas, la defensa de sus derechos o para asumir su
representación judicial o extrajudicial. Las Defensorías Públicas tienen como fin,
garantizar el acceso a la justicia o a las decisiones de cualquier autoridad pública.

Las Personerías son entidades que hacen parte del Ministerio Público y están
encargadas de ejercer el control disciplinario en el Municipio o el Distrito Capital,
dependiendo si están ubicados en Bogotá (Distrito) o cualquier otra ciudad
(Municipio). Tiene funciones también de Ministerio Público en el sentido en el que se
encarga de la guarda y promoción de los derechos humanos, la protección del interés
público y la vigilancia de la conducta de quienes desempeñan funciones públicas.
El Personero está encargado de vigilar el cumplimiento de la Constitución y las demás
normas del ordenamiento legal, promoviendo las acciones constitucionales cuando
éstas están siendo vulneradas por alguna entidad pública. También debe defender los
intereses de la sociedad, vigilar el ejercicio eficiente y diligente de las funciones
administrativas municipales, ejercer vigilancia de la conducta oficial de quienes
desempeñan funciones públicas municipales y distritales, y ejercer función
disciplinaria respecto de los servidores públicos municipales y distritales.

La Contraloría General de la República

La Función de control Fiscal se distribuye entre la Contraloría General de la República


y las Contralorías departamentales, distritales y municipales, sin que las últimas
dependan jerárquicamente de la Contraloría General. El control fiscal consiste en la
vigilancia de la gestión fiscal y el control de resultado de la administración. Esto
significa, el control de la administración correcta de los recursos públicos en las
actividades o apropiaciones presupuestales del gobierno. En otras palabras, evita e
investiga casos de corrupción y vigila el manejo de los recursos públicos por parte de la
Administración Pública y los particulares o entidades privadas que manejen bienes de
la Nación. Examinemos cada una de las entidades que realizan el Control Fiscal:

La Contraloría General de la República es una institución de carácter técnico, con


autonomía administrativa y presupuestaria. Su vigilancia se dirige a todas las
entidades del nivel nacional, que tengan autonomía financiera y presupuestal. Esto
quiere decir que el control a la gestión fiscal es ejercida sobre todos los órganos que
integran la rama legislativa, judicial, ejecutiva nacional y Ministerio Público, así como
las otras entidades creadas por la Constitución (por ejemplo, la Comisión Nacional de
Televisión).

Con todo, las funciones del Contralor General no se limitan a realizar la vigilancia de la
gestión pública. Podemos ver el Contralor debe establecer los métodos y la forma de
rendir cuentas que deben seguir los responsables del manejo de fondos o bienes de la
Nación e indicar los criterios de evaluación financiera, operativa y de resultados que
deberán seguirse. Del mismo modo, si la Contraloría encuentra que la conducta del
funcionario supone un delito o una sanción disciplinaria, debe iniciar el proceso, penal
o disciplinario, ante la entidad competente, contra quienes han causado perjuicio a los
intereses patrimoniales del Estado. Estudiemos el siguiente ejemplo que dará más
claridad al lector. Un Funcionario comete el delito de Peculado (tomó recursos
destinados a un contrato para la pavimentación de una carretera). Como vemos, esto
supone una gestión fiscal por cuanto en nuestro caso, el funcionario administraba
recursos públicos. Por ende, la Contraloría inicia el proceso de responsabilidad fiscal
con el objeto de restituir el dinero público faltante. Sin embargo, debido a que el
funcionario cometió un delito, debe acudir a la Fiscalía General de la Nación para que
ésta inicie la investigación y acuse al funcionario ante un Juez penal por el delito
cometido. Igualmente, debe acudir a la Procuraduría General de la Nación para que
inicie la investigación y sancione al funcionario por la falta disciplinaria cometida en
ejercicio de sus funciones.
Con el ejemplo planteado queremos demostrar que un funcionario público puede
cometer, con una sola conducta, varias faltas, y en consecuencia, puede ser sometido a
diversas investigaciones y sanciones. Ninguna de las autoridades se excluye en cuanto,
cada investigación tiene un objeto diferente, el penal, imponer una sanción por el
crimen cometido, el disciplinario, sancionar al funcionario que en ejercicio de sus
obligaciones, faltó a un deber funcional, y el fiscal, con el objetivo de conseguir la
restitución del dinero perdido.

Las Contralorías Departamentales son entidades técnicas dotadas de autonomía


administrativa y presupuestal, organizadas para la vigilancia de la gestión fiscal
limitada al departamento. En efecto, Las atribuciones del contralor departamental se
circunscriben al espacio territorial del Departamento y son las mismas que las del
Contralor General de la República. Las Contralorías Departamentales no son
dependencias territoriales de la Contraloría General de la República, al contrario, son
entidades completamente autónomas financiera y administrativamente, tanto de los
departamentos como de la Contraloría General. Su competencia de Control Fiscal es
compartida con la Contraloría General de la República cuando las dependencias
territoriales de esta última vigilan y controlan las instituciones nacionales que
desarrollen sus funciones en el Departamento. Esto no quiere decir que la contraloría
Departamental y la General controlen conjuntamente a las entidades nacionales con
dependencias ubicadas al interior del departamento; para éstas, la Contraloría General
de la República ejerce control mediante sus dependencias territoriales de manera
excluyente respecto a la Contraloría departamental, quien ejerce sus funciones de
control fiscal respecto a los órganos del Departamento.

La Constitución estableció como regla general, que la vigilancia de la gestión fiscal de


los distritos y los municipios corresponde a la Contraloría Departamental. No obstante,
estableció que la Ley podía dictar normas que permitan a los Concejos Distritales y
Municipales crear y organizar sus propias contralorías. Con base a esto, la Ley 136 de
1994 facultó a los Distritos y Municipios para crear y organizar las contralorías
competentes para la vigilancia y control de su gestión fiscal.

A manera de Conclusión

Habiendo explicado globalmente las diferentes maneras en que se manifiesta la


Administración pública, cómo desarrolla sus funciones y cómo se controla a sí misma,
tratemos de poner en discusión el ejercicio del control fiscal, disciplinario, judicial y de
los jueces y abogados, a la luz de la reelección. Este ejercicio nos permitirá consolidar lo
visto hasta el momento y exponer la manera en que en realidad podemos sostener la
real independencia de las diferentes ramas del poder, cómo se comunican y cómo se
controlan. En primer lugar, recordemos ha hablamos de un control judicial del
Congreso y de la Corte en la medida en que están encargados de juzgar a los altos
funcionarios, definir la legalidad de sus actuaciones y así, controlar los delitos o las
desviaciones que hayan cometido algunos funcionarios de mayor jerarquía.
Por su parte, recordemos que el Ministerio Público ejerce el control disciplinario. Éste
consiste en conductas exclusivas de los funcionarios públicos que desvían su actuación
para beneficio propio o para beneficiarse de la gestión pública. Las faltas disciplinarias
se parecen un poco a los delitos en cuanto sancionan conductas que afectan los bienes
públicos o las funciones administrativas encomendadas al funcionario.

El control del Consejo Superior de la Judicatura controla a los funcionarios de la misma


rama judicial y a los abogados. Aunque sea un control interno, se extiende a todos los
integrantes, de cualquier jurisdicción, contencioso administrativo, ordinaria,
constitucional, para procurar que los funcionarios judiciales actúen con pleno
obedecimiento a la ley.

Finalmente, están el recién visto control fiscal, que se encarga de investigar e imponer
indemnizaciones a los funcionarios que tengan a su cargo ejecutar el presupuesto. Por
ende, obliga al funcionario que por culpa grave o intencionalmente hubiera ocasionado
un perjuicio directo a la administración.

Como podemos observar, es posible que con la reelección se afecte este sistema de
organización, y alguno o todos terminen alineándose con el poder central, pudiendo
generar incluso en el derecho, un instrumento de represión importante. Los invito a
desarrollar la tarea propuesta en el foro para esta semana con base en lo explicado aquí
y en las lecturas.

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