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En cambio, sí el poder real está en manos de unos pocos nobles,

los jefes de las familias terratenientes más importantes, entonces,


tenemos una «oligarquía» (unos pocos gobernantes). Así, aunque
Grecia entró en el período de las invasiones dorias como un
pequeño número de monarquías bastante grandes, emergíó de él
como un gran número de pequeñas oligarquías. Aun aquellas
ciudades-Estado que conservaron sus reyes (como Esparta, por
ejemplo), limitaron su poder drásticamente y, en realidad, estaban
gobernadas por una oligarquía.
La mayoría de las personas que no forman parte de la oligarquía
tienden a pensar que los pocos gobernantes actúan
principalmente para mantenerse en el poder, aunque esto
suponga ignorar las necesidades y los deseos de la gente común.
Por esta razón, para nosotros, el térmíno «oligarquía» suena mal.
Pero los oligarcas, naturalmente, estaban satisfechos de la
situación. Pensaban que la razón de que el poder estuviera en sus
manos residía en que ellos eran los hombres más capaces, los
mejores. Por ello, se consideraban a sí mismos «aristócratas»
(«los mejores en el poder») y a su gobierno como una
«aristocracia».
Homero escribió La Ilíada para un público de oligarcas. No se
sabe prácticamente nada de Homero; las cosas que se dijeron
luego de él eran tradiciones inventadas mucho después de su
época. Por ejemplo, según una tradición, era ciego. Una cantidad
de ciudades diferentes pretendían haber sido el lugar de su
nacimiento, pero son mayoría las personas que lo ubican en la isla
egea de Quío. Las suposiciones sobre la época en que vivió
varían en no menos de cinco siglos, pero la mejor conjetura es la
que lo ubica alrededor del 850 a. C. (En realidad, no hay prueba
alguna de que Homero haya existido; pero, por otro lado, alguien
escribió La Ilíada y La Odisea.)
La llíada refleja los prejuicios del 850 a. C. Los héroes son todos
nobles. Son reyes, desde luego, pero del tipo de reyes que surgió
en los siglos posteriores a la invasión doria, y no realmente reyes
micénicos. Es decir, eran «padres del pueblo» que vivían
sencillamente, araban sus tierras, consultaban a los nobles antes
de tomar decisiones y evidentemente eran «uno de los
muchachos».
Por otra parte, el pueblo común no aparece con claridad. En La
llíada sólo hay una breve escena en la que habla un hombre
común. Es Tersites, que eleva su voz para objetar la política de
Agamenón. Lo que dice tiene sentido común, pero Homero lo
describe como un hombre deforme y grosero, y hace que el noble
Odiseo lo derribe altivamente (de un golpe) ante las risas del
ejército. Sin duda, el público olígárquico también reía.
En La Odisea, poema posterior y más bondadoso, aparece
Eumeo, un esclavo y humilde porquero que, sin embargo, es uno
de los personajes más dignos y encantadores del poema. Y los
pretendientes de Penélope (la esposa de Odiseo), unos
repugnantes villanos, son todos nobles.
El partido de la gente común fue tomado por la otra gran figura
literaria de esa época, Hesíodo, quien vivió alrededor del 750 a. C.
Sus padres emigraron de Eolia, en Asia Menor, a Beocia, por lo
que Hesíodo era beocio de nacimiento. Era un campesino que
trabajaba duramente, y su principal obra literaria se titula Los
trabajos y los días. En ella, enseña la buena administración de
una granja, y la más importante moraleja del libro es el valor y la
dignidad del trabajo.
Otra obra importante también atribuida a Hesíodo es la Teogonía.
Esta palabra significa «el nacimiento de los dioses» y es un
intento de organizar los mitos que circulaban entre los griegos por
ese entonces. Los relatos de Hesíodo sobre Zeus y los otros
dioses (junto con los cuentos menos sistemáticos sobre los dioses
que se encuentran en Homero) fueron la base de la religión oficial
de los griegos de épocas posteriores.
Los lazos de unión
El desarrollo de la polis y las constantes guerras que había entre
las ciudades-Estado griegas no hicieron que los griegos olvidasen
su origen común. Hubo siempre algunos factores que los mantuvo
unidos aun en medio de las más enconadas guerras.
Por una parte, todos hablaban griego, de modo que siempre se
sentían helenos, en contraposición con los bárbaros que no
hablaban griego. Por otra, conservaron el recuerdo de la guerra
de Troya, cuando los griegos formaron un solo ejército; y allí
estaban los magníficos poemas de Homero para recordárselo.
Además, tenían un conjunto común de dioses. Los detalles de las
festividades religiosas variaban de una polis a otra, pero todas
reconocían a Zeus como dios principal, y también rendían
homenaje a los otros dioses.
Había santuarios que eran considerados propiedad común de
todo el mundo griego. El más importante de ellos estaba en la
región llamada Fócida, que está al oeste de Beocia. En tiempos
micénicos hubo allí una ciudad llamada Pito, al pie del Monte
Parnaso y a unos diez kilómetros al norte del golfo de Corinto. Allí
había un famoso altar dedicado a la diosa de la tierra, atendido En
cambio, sí el poder real está en manos de unos pocos nobles, los
jefes de las familias terratenientes más importantes, entonces,
tenemos una «oligarquía» (unos pocos gobernantes). Así, aunque
Grecia entró en el período de las invasiones dorias como un
pequeño número de monarquías bastante grandes, emergíó de él
como un gran número de pequeñas oligarquías. Aun aquellas
ciudades-Estado que conservaron sus reyes (como Esparta, por
ejemplo), limitaron su poder drásticamente y, en realidad, estaban
gobernadas por una oligarquía.
La mayoría de las personas que no forman parte de la oligarquía
tienden a pensar que los pocos gobernantes actúan
principalmente para mantenerse en el poder, aunque esto
suponga ignorar las necesidades y los deseos de la gente común.
Por esta razón, para nosotros, el térmíno «oligarquía» suena mal.
Pero los oligarcas, naturalmente, estaban satisfechos de la
situación. Pensaban que la razón de que el poder estuviera en sus
manos residía en que ellos eran los hombres más capaces, los
mejores. Por ello, se consideraban a sí mismos «aristócratas»
(«los mejores en el poder») y a su gobierno como una
«aristocracia».
Homero escribió La Ilíada para un público de oligarcas. No se
sabe prácticamente nada de Homero; las cosas que se dijeron
luego de él eran tradiciones inventadas mucho después de su
época. Por ejemplo, según una tradición, era ciego. Una cantidad
de ciudades diferentes pretendían haber sido el lugar de su
nacimiento, pero son mayoría las personas que lo ubican en la isla
egea de Quío. Las suposiciones sobre la época en que vivió
varían en no menos de cinco siglos, pero la mejor conjetura es la
que lo ubica alrededor del 850 a. C. (En realidad, no hay prueba
alguna de que Homero haya existido; pero, por otro lado, alguien
escribió La Ilíada y La Odisea.)
La llíada refleja los prejuicios del 850 a. C. Los héroes son todos
nobles. Son reyes, desde luego, pero del tipo de reyes que surgió
en los siglos posteriores a la invasión doria, y no realmente reyes
micénicos. Es decir, eran «padres del pueblo» que vivían
sencillamente, araban sus tierras, consultaban a los nobles antes
de tomar decisiones y evidentemente eran «uno de los
muchachos».
Por otra parte, el pueblo común no aparece con claridad. En La
llíada sólo hay una breve escena en la que habla un hombre
común. Es Tersites, que eleva su voz para objetar la política de
Agamenón. Lo que dice tiene sentido común, pero Homero lo
describe como un hombre deforme y grosero, y hace que el noble
Odiseo lo derribe altivamente (de un golpe) ante las risas del
ejército. Sin duda, el público olígárquico también reía.
En La Odisea, poema posterior y más bondadoso, aparece
Eumeo, un esclavo y humilde porquero que, sin embargo, es uno
de los personajes más dignos y encantadores del poema. Y los
pretendientes de Penélope (la esposa de Odiseo), unos
repugnantes villanos, son todos nobles.
El partido de la gente común fue tomado por la otra gran figura
literaria de esa época, Hesíodo, quien vivió alrededor del 750 a. C.
Sus padres emigraron de Eolia, en Asia Menor, a Beocia, por lo
que Hesíodo era beocio de nacimiento. Era un campesino que
trabajaba duramente, y su principal obra literaria se titula Los
trabajos y los días. En ella, enseña la buena administración de
una granja, y la más importante moraleja del libro es el valor y la
dignidad del trabajo.
Otra obra importante también atribuida a Hesíodo es la Teogonía.
Esta palabra significa «el nacimiento de los dioses» y es un
intento de organizar los mitos que circulaban entre los griegos por
ese entonces. Los relatos de Hesíodo sobre Zeus y los otros
dioses (junto con los cuentos menos sistemáticos sobre los dioses
que se encuentran en Homero) fueron la base de la religión oficial
de los griegos de épocas posteriores.
Los lazos de unión
El desarrollo de la polis y las constantes guerras que había entre
las ciudades-Estado griegas no hicieron que los griegos olvidasen
su origen común. Hubo siempre algunos factores que los mantuvo
unidos aun en medio de las más enconadas guerras.
Por una parte, todos hablaban griego, de modo que siempre se
sentían helenos, en contraposición con los bárbaros que no
hablaban griego. Por otra, conservaron el recuerdo de la guerra
de Troya, cuando los griegos formaron un solo ejército; y allí
estaban los magníficos poemas de Homero para recordárselo.
Además, tenían un conjunto común de dioses. Los detalles de las
festividades religiosas variaban de una polis a otra, pero todas
reconocían a Zeus como dios principal, y también rendían
homenaje a los otros dioses.
Había santuarios que eran considerados propiedad común de
todo el mundo griego. El más importante de ellos estaba en la
región llamada Fócida, que está al oeste de Beocia. En tiempos
micénicos hubo allí una ciudad llamada Pito, al pie del Monte
Parnaso y a unos diez kilómetros al norte del golfo de Corinto. Allí
había un famoso altar dedicado a la diosa de la tierra, atendido En
cambio, sí el poder real está en manos de unos pocos nobles, los
jefes de las familias terratenientes más importantes, entonces,
tenemos una «oligarquía» (unos pocos gobernantes). Así, aunque
Grecia entró en el período de las invasiones dorias como un
pequeño número de monarquías bastante grandes, emergíó de él
como un gran número de pequeñas oligarquías. Aun aquellas
ciudades-Estado que conservaron sus reyes (como Esparta, por
ejemplo), limitaron su poder drásticamente y, en realidad, estaban
gobernadas por una oligarquía.
La mayoría de las personas que no forman parte de la oligarquía
tienden a pensar que los pocos gobernantes actúan
principalmente para mantenerse en el poder, aunque esto
suponga ignorar las necesidades y los deseos de la gente común.
Por esta razón, para nosotros, el térmíno «oligarquía» suena mal.
Pero los oligarcas, naturalmente, estaban satisfechos de la
situación. Pensaban que la razón de que el poder estuviera en sus
manos residía en que ellos eran los hombres más capaces, los
mejores. Por ello, se consideraban a sí mismos «aristócratas»
(«los mejores en el poder») y a su gobierno como una
«aristocracia».
Homero escribió La Ilíada para un público de oligarcas. No se
sabe prácticamente nada de Homero; las cosas que se dijeron
luego de él eran tradiciones inventadas mucho después de su
época. Por ejemplo, según una tradición, era ciego. Una cantidad
de ciudades diferentes pretendían haber sido el lugar de su
nacimiento, pero son mayoría las personas que lo ubican en la isla
egea de Quío. Las suposiciones sobre la época en que vivió
varían en no menos de cinco siglos, pero la mejor conjetura es la
que lo ubica alrededor del 850 a. C. (En realidad, no hay prueba
alguna de que Homero haya existido; pero, por otro lado, alguien
escribió La Ilíada y La Odisea.)
La llíada refleja los prejuicios del 850 a. C. Los héroes son todos
nobles. Son reyes, desde luego, pero del tipo de reyes que surgió
en los siglos posteriores a la invasión doria, y no realmente reyes
micénicos. Es decir, eran «padres del pueblo» que vivían
sencillamente, araban sus tierras, consultaban a los nobles antes
de tomar decisiones y evidentemente eran «uno de los
muchachos».
Por otra parte, el pueblo común no aparece con claridad. En La
llíada sólo hay una breve escena en la que habla un hombre
común. Es Tersites, que eleva su voz para objetar la política de
Agamenón. Lo que dice tiene sentido común, pero Homero lo
describe como un hombre deforme y grosero, y hace que el noble
Odiseo lo derribe altivamente (de un golpe) ante las risas del
ejército. Sin duda, el público olígárquico también reía.
En La Odisea, poema posterior y más bondadoso, aparece
Eumeo, un esclavo y humilde porquero que, sin embargo, es uno
de los personajes más dignos y encantadores del poema. Y los
pretendientes de Penélope (la esposa de Odiseo), unos
repugnantes villanos, son todos nobles.
El partido de la gente común fue tomado por la otra gran figura
literaria de esa época, Hesíodo, quien vivió alrededor del 750 a. C.
Sus padres emigraron de Eolia, en Asia Menor, a Beocia, por lo
que Hesíodo era beocio de nacimiento. Era un campesino que
trabajaba duramente, y su principal obra literaria se titula Los
trabajos y los días. En ella, enseña la buena administración de
una granja, y la más importante moraleja del libro es el valor y la
dignidad del trabajo.
Otra obra importante también atribuida a Hesíodo es la Teogonía.
Esta palabra significa «el nacimiento de los dioses» y es un
intento de organizar los mitos que circulaban entre los griegos por
ese entonces. Los relatos de Hesíodo sobre Zeus y los otros
dioses (junto con los cuentos menos sistemáticos sobre los dioses
que se encuentran en Homero) fueron la base de la religión oficial
de los griegos de épocas posteriores.
Los lazos de unión
El desarrollo de la polis y las constantes guerras que había entre
las ciudades-Estado griegas no hicieron que los griegos olvidasen
su origen común. Hubo siempre algunos factores que los mantuvo
unidos aun en medio de las más enconadas guerras.
Por una parte, todos hablaban griego, de modo que siempre se
sentían helenos, en contraposición con los bárbaros que no
hablaban griego. Por otra, conservaron el recuerdo de la guerra
de Troya, cuando los griegos formaron un solo ejército; y allí
estaban los magníficos poemas de Homero para recordárselo.
Además, tenían un conjunto común de dioses. Los detalles de las
festividades religiosas variaban de una polis a otra, pero todas
reconocían a Zeus como dios principal, y también rendían
homenaje a los otros dioses.
Había santuarios que eran considerados propiedad común de todo el mundo griego. El más
importante de ellos estaba en la región llamada Fócida, que está al oeste de Beocia. En tiempos
micénicos hubo allí una ciudad llamada Pito, al pie del Monte Parnaso y a unos diez kilómetros al
norte del golfo de Corinto. Allí había un famoso altar dedicado a la diosa de la tierra, atendido

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