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mises.org.es/2018/10/democracia-o-monarquia/
October 3, 2018
Hans-Hermann Hoppe: Lo primero que hay que decir es que los estados, ya sean
monárquicos o republicanos, no son empresas. No producen nada que se venda en el
mercado ni reciben pagos por los bienes que producen, pero viven de los impuestos que hay
que pagarles. Así que ni defiendo la monarquía ni defiendo las democracias, sino que, si hay
que elegir entre dos males, el estado monárquico y el estado democrático, las monarquías
tienen ciertas ventajas. La razón es que los reyes eran percibidos generalmente por la gente
como lo que son, es decir, personas privilegiadas que podían gravar a sus súbditos y, como
todos sabían que “no puedo ser rey”, había resistencia contra los intentos por parte de los
jueces de aumentar impuestos para una mayor explotación de sus súbditos.
Bajo la democracia, aparece la ilusión de que todos nos gobernamos a nosotros mismos,
aunque, por supuesto, debería estar perfectamente claro que también bajo una democracia
existen gobernantes y personas gobernadas, pero, debido al hecho de que todos pueden
potencialmente convertirse en empleado público, aparece la ilusión de que “nos gobernamos
a nosotros mismos” y esto lleva luego a la reducción de la resistencia que existía en
comparación con los reyes en lo que se refiere a aumentar el ingreso fiscal.
Lew Rockwell: Una de las cosas que señalaba en su libro, Democracy: God that failed, y que
más me ha impresionado, era la diferencia entre guerras libradas por monarcas y por
democracias, que hay una razón por la que las guerras monárquicas tendían a ser lo que
Mises describía como “soldados en guerra”, mientras que las guerras democráticas incluían
matanzas en masa de civiles a una escala, por supuesto, nunca vista antes en la historia
humana.
Hans-Hermann Hoppe: Y eso empieza teniendo que ver con el hecho de que los monarcas
consideraban a los países como su propiedad y la razón para ir a la guerra eran normalmente
disputas sobre propiedades. ¿Soy yo el dueño de este castillo o es otro? ¿Soy yo el dueño de
esta provincia o es otro? El objetivo estaba siempre limitado, mientras que las guerras
democráticas tienden a ser guerras ideológicas. Se quiere liberar a un país, se les quiere
convertir a una ideología distinta y es difícil determinar cuándo se ha alcanzado realmente
este objetivo. La única manera segura de determinarlo es matar a toda la población del país
que se ha tratado de invadir u ocupar, mientras que una monarquía, por supuesto, nunca
tendrá este interés: después de todo, el rey quiere añadir cierta provincia, cierto pueblo, cierto
castillo a su propiedad privada y quiere causar el menor daño posible. Así que, para los
monarcas, era fácil iniciar una guerra, pero también era siempre muy fácil determinar cuándo
se había alcanzado el objetivo y la guerra había acabado. Nunca había un motivo ideológico
por el que los distintos reyes iban a la guerra entre sí, mientras que, bajo las democracias, en
guerras civiles o religiosas, es una lucha de civilizaciones, una lucha de sistema de valores, y
eso hace casi imposible que nunca se llegue a un final en las guerras y, además, los reyes
tenían que ser considerados como tales por la gente. Los reyes tenían que apoyarse, en gran
medida, en voluntarios que pelearan en sus guerras, mientras que bajo las democracias todo
el país y todos los recursos de todo el país que puedan dedicarse a la guerra van a la guerra y
normalmente, como la democracia también viene el servicio militar. En EEUU hoy en día no
tenemos un servicio militar, pero la situación normal de las democracias es, por supuesto,
tener servicio militar, la gente puede ser reclutada para una guerra y ser enviada
forzosamente a ella con el argumento de que “ahora que eres parte de la guerra, bajo la
democracia, que tienes una participación en el estado, debes asimismo luchar en las guerras
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del estado”, mientras que bajo la monarquía la gente no participaba en el estado, eso se
consideraba un asunto del rey, la gente era algo completamente ajeno al estado y debido a
eso, su implicación en la guerra era muy limitada.
Lew Rockwell: El difunto Erik von Kuehnelt-Leddihn, a quien ambos tuvimos el honor de
conocer, solía señalar que una de las cosas que le gustaba del gobierno monárquico era que
había mucho menos nacionalismo, que es una características del siglo XX y el siglo XXI y que
nadie pensaba que hubiera algo malo en que, por ejemplo, un noble alemán fuera empleado
por la zarina de Rusia, ni personas luchando en diversos bandos fueran consideradas
“traidoras”. Por supuesto, con el auge de la democracia, también llegó el auge de esta filosofía
beligerante y desafortunada del nacionalismo.
Hans-Hermann Hoppe: La alta aristocracia es, por decirlo así, el grupo de personas más
internacionales. Casi todas las personas de la alta nobleza están casadas entre sí,
emparentadas con nobles de otros países. El káiser alemán estaba emparentado con los
gobernantes británicos y los rusos, Kuehnelt-Leddihn incluso señalaba que todas las casas
gobernantes en Europa estaban también emparentadas de alguna manera indirecta con
Mahoma, a través de los países islámicos y debido a estas peleas familiares, por decirlo así, el
sentimiento nacionalista era algo imposible que apareciera entre ellos, porque ellos mismos
eran las clase más internacional de personas existentes, así que los sentimientos
nacionalistas eran completamente extraños e inusuales para una clase como esa.
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