Sunteți pe pagina 1din 3

Mi sueño hecho pesadilla.

No se puede explicar la emoción que siente una persona cuándo va a realizar uno de sus
sueños más anhelados, la felicidad es indescriptible e inigualable y así me siento yo.
Después de 19 años de soñar con conocer uno de los paraísos más extraordinarios que
tiene la tierra con su misterio, peligro, hermosura y sobre todo paz, me encuentro a tan
solo 7 horas de embarcarme en esta aventura con un grupo de personas que, para mí, en
su mayoría son desconocidos, pero espero poder disfrutar al máximo de su compañía en
este tan anhelado viaje.

El día 25 de septiembre de 2019 a las 5:30 am empezaría esta osadía, un destino que
para todos era desconocido, lleno de misterios, peligros, sin las comodidades que se tiene
normalmente cuando se viaja, pero todos, sin excepción alguna, estábamos llenos de
emoción e intriga por saber a qué nos íbamos a enfrentar. Me fui a dormir, llena de
emoción por la aventura que me esperaba.

Después de un largo día de viaje, sin dormir y cansados de haber estado 12 horas en un
bus, llegamos a la ciudad de Bogotá- Colombia, pero esto apenas empezaba, nos
esperaban unas largas horas de espera en el aeropuerto, pero cada segundo valía la
pena, porque sabíamos las maravillas que viviríamos tras todas estas horas de espera. El
día de llegada sería el 26 de septiembre, llegando a nuestro destino a las 4:00 am, la
hermosa Leticia, nos recibiría con un caluroso abrazo y como bienvenida un hermoso
sapo saltando en nuestros pies y una mosca de un tamaño que jamás creeríamos posible,
diciéndonos: Bienvenidos a la selva. Así es, por fin estábamos en el Amazonas, el pulmón
del mundo. La emoción aumentaba cada vez más, desde este momento empezamos a
vivir como amazónicos, llegamos a una “maloca”, un Kiosco muy grande dónde
encontramos gran cantidad de hamacas y más de cien personas descansando en ellas,
debido a que el traslado hacia el hotel se debía hacer navegando a través del río
Amazonas y esta actividad solo se puede realizar cuando hay luz solar, para evitar
accidentes. Descansamos en este sitio, hasta que fue hora desplazarnos al hotel. No
saben lo maravilloso que fue saber que estaba navegando en el tan nombrado río
Amazonas, ¡la felicidad no cabía en mi cuerpo!, el recorrido hasta el hotel duró
aproximadamente 40 minutos y al llegar me llevé una gran sorpresa, imagínense ver un
hotel con todas las comodidades, muy lindo, hecho en madera, en especie de malocas,
toda una maravilla, en medio de la selva, pero lo más delicioso fue poder llegar a
desayunar y ¡encontrar por fin una cama para descansar después de más de 24 horas!.
Me encontraba explorando el hotel, y vi un sendero, era algo muy hermoso, ver ese
camino hecho de madera a través de la selva, era un paisaje espectacular, a lo lejos mis
amigos y yo, vimos a unos pequeños monos saltando en los árboles, decidimos
acercarnos a este lugar para poder observarlos mejor, nos adentramos cada vez más y
más en este sendero, cada vez veíamos animales más raros, esto nos tenía fascinados y
a la vez asustados, ya que nos habían advertido la posibilidad que existía de que alguno
de ellos ingresara a nuestras habitaciones, era algo lógico, era un hotel en medio de la
selva, nosotros estamos invadiendo su espacio. Al llegar al final del sendero, a lo lejos,
unos de mis compañeros observó un niño de aproximadamente 10 años, nos estaba
observando fijamente, nos llenamos de mucha curiosidad, un pequeño a tan poca edad
qué hace solo en ese lugar, algo misterioso aparte del peligro que corría al encontrarse
allí, a lo mejor era hijo de algún huésped y se encontraba perdido, tomamos la decisión de
acercarnos a él para ayudarlo.

El niño empezó a huir de nosotros, notábamos miedo en su rostro, lo seguimos porque


nuestra mayor preocupación era ayudarlo y sin darnos cuenta nos adentramos más de lo
debido en la selva, perdimos de vista a aquel pequeño. Sin saber qué hacer, caminamos
por horas y horas, sin un rumbo, perdidos en la inmesidad de la selva. Cuando ya
teníamos nuestro último aliento y se estaba anocheciendo, vimos a lo lejos una especie
de aldea, una luz de esperanza en medio de toda esta tragedia, corrimos con la última
gota de aliento que nos quedaba para llegar allí. Nos encontramos con un grupo de
personas, en su mayoría piel morena, ojos grandes, pelo liso, todos nos miraban
desconcertados, sin saber por qué nos encontrábamos allí, no era algo normal. Tratamos
de explicarles que estábamos perdidos pero todo esfuerzo fue en vano, no hablaban
nuestra lengua. A pesar de todo nos recibieron con amabilidad, nos dieron agua, comida y
un sitio para poder descansar.

Todo iba bien, pero en medio de la noche, cuando mis compañeros y yo nos
encontrábamos durmiendo, escuchamos ruidos muy fuertes y unos minutos más tarde
ingresaron todos estos indígenas de la aldea, haciendo ruidos extraños, nos cogieron a
cada uno y nos ataron, llenos de miedo empezamos a llorar. De repente todo quedó en
silencio y vimos ingresar a uno de ellos, vestido de una forma muy extraña, nos habló, en
castellano, por fin alguien que nos entendía. Aunque lo que nos dijo no fue una buena
noticia, seríamos el sacrificio que harían a sus dioses, en ese momento, el desespero que
entró en mí fue tan grande que saqué fuerzas de dónde no tenía, me logré soltar y salí
corriendo de ese lugar, tratando de dejar todo atrás, perseguida por más de 20 indígenas,
mi corazón latía al mil y fue en ese momento que desperté, sudando con la respiración
agitada y un gran miedo indescriptible. Todo había sido un sueño y en mi celular estaba
sonando la alarma que me avisaba que ahora si, empezaba mi aventura.

S-ar putea să vă placă și