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UN RELOJ QUE VUELVE SOBRE SÍ MISMO

Alex delargue se pregunta al final de la película, ¿Estoy realmente curado? La imagen


final en la cabeza del protagonista de la Naranja mecánica es la posible respuesta que
muchos no esperarían, o tal vez otros sí.

Las diferentes sociedades han construido desde siempre modelos a seguir en las distintas
esferas humanas, sean religiosas, políticas, educativas, culturales, económicas, que tal
vez permitan, a través de la disciplina, organizar las dinámicas en las que se ven
envueltas las personas que la componen. Pero no todas las personas asimilan los
órdenes que se propugnan en una sociedad, y tal vez es éste “pequeño” detalle el que
permite ver las discordancias que algunos sujetos manifiestan al recibir un modelo de
comportamiento que muchas veces deben obedecer contra natura en la cultura en la que
viven.

Los modelos comportamentales creados para dirigir el orden de una sociedad, constituido
por escalas de valores e ideales que sacian la sed de quienes los organizan, en pro de
principios universales como la justicia, la libertad, el amor, la igualdad, tal vez no encajan
en un sujeto o muchos sujetos al momento de cumplirse debidamente. Ahora bien,
tampoco debemos caer en la insensatez de pensar que cada sujeto debe tener su propia
ley y normas que aplique deliberadamente según su parecer. Mínimamente debe
cumplirse una convivencia básica entre todos, es lo mínimo. Si sabemos que somos
diferentes, cada uno debería hacer valer los principios universales sin afectar las
libertades de los otros. Pero para infortunio de unos y fortuna de muchos, siempre se ha
pretendido meter al ser humano en cajas de cristales que se hacen ver invulnerables.
Está descartado que no es así. La vulnerabilidad de nuestra especie es inherente, está
ahí presente. Un modelo de verdad y de comportamiento no nos convierte en fortaleza, es
más, nos hace ver vulnerables, visibiliza nuestros defectos y pocas veces muestra
nuestras virtudes.

Profundizando un poco más en el tema, se ven más comprometidas en este asunto las
sociedades que han asumido y creado modelos en donde el ser humano se
instrumentaliza. Hablamos en particular de las que se han tecnificado y dependen
estructuralmente de modelos de desarrollo avanzado como el capitalismo y el
neoliberalismo, en donde el ser humano se cosifica a modo de utilidad e instrumento. Si
nos evaluamos y re evaluamos, ninguna verdad hasta ahora dicha nos ha hecho quedar
bien. Ejemplo de ello es el neoliberalismo y el capitalismo, uno ideología y el otro un
modelo económico. Ambas se sustentan entre sí y se complementan. Estos abarcan,
como se dijo anteriormente, educación, cultura, y en general a toda la sociedad;
encuentra por ejemplo en el conductismo una herramienta de control social que se funda
claramente en la educación y en sus instituciones legales y gubernamentales.
Particularmente se enfatiza en el mejoramiento de la conducta en la sociedad civil, para
mantener y establecer un orden basado en la obediencia a ojo cerrado, y si los ojos están
abiertos, se modifica su comportamiento con instrumentos de control social como la
escuela o la participación política.

Este panorama se visualiza claramente en el largometraje de Stanley Kubrick’s La naranja


mecánica o Clockwork orange. Kubrick’s pone varios elementos sobre la mesa que se van
desarrollando sucesivamente, pero que tal vez, como sucede en el teatro, las tragedias ya
han ocurrido con anterioridad. Y lo que va a ocurrir durante el desarrollo de la trama es
una reacción en cadena que desembocará en el mismo punto: La ultra-violencia de Alex.
La dura crítica que se plantea desde el punto de vista psicosocial a las sociedades de
estrecho orden se ve reflejada en la conducta del personaje principal. Como se planteó en
el párrafo de arriba, la estrecha obediencia de modelos comportamentales, pone en duda
la libertad del espíritu humano; entendiéndolo desde un punto de vista sencillo y clásico:
Ser libre pensante*.

Las sociedades se desviven por crear una y otra vez normas que aparentemente las
mejoran, pasaría uno a creer si la cantidad de leyes y valores son proporcionales a la
cantidad de defectos y fallos de los ciudadanos que la habitan. Uno de los errores más
grandes e insensatos que ha cometido la humanidad globalizada de la tecnología y el
desarrollo es creer que los defectos de una sociedad se curan con métodos en contra de
la naturaleza humana*. O creer el despropósito de tratar de acabar con una enfermedad,
curando sus síntomas. ¿Alex Delarge es una enfermedad para la sociedad o un síntoma?
La conducta violenta y despiadada del joven Delarge es tomada como creación innata de
él, y sin nos detenemos un poco, es evidente que no es producto de su espíritu, sino más
bien de una sociedad industrializada, en donde por ejemplo: un interés de un grupo
político pone en riesgo la integridad de los ciudadanos por llevar a cabo una “verdad”,
como tratar de acabar con el crimen a través de un tratamiento clínico de cambio de
conducta. Skinner decía “Ante la presentación de cierto estímulo, se presenta cierta
respuesta”, y evidentemente hubo una respuesta de parte de un sujeto que no fue
comprendido desde su psique (alma), más bien fue juzgado desde un punto de vista
estrictamente objetivo. El exterior de un sujeto no es nada comparable con el torrente que
fluye bajo su espíritu. Y así son las comunidades y sociedades humanas; en la superficie
todo parece estar bien, pero subyace en su fondo, llámese alma, espíritu, gita, todo un
universo compuesto por diferentes personalidades que quieren convivir, no en un espacio,
sino en diferentes espacios simultáneos. Este planteamiento permite re-pensar cómo
están configuradas nuestras sociedades y cómo deberían pensarse después de tantos
caminos recorridos por la humanidad. Alex Delarge al final cumple con el mito del eterno
retorno: vuelve sobre sí. Tal vez ponga en boca de muchos la respuesta que unos desean
y otros no. En la imagen que se forma en la cabeza como una burbuja complaciente,
mientras aprieta la mano de un burócrata, se dice para sí: Soy el mismo.

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