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MI AYUDA VIENE DE DIOS

A veces Dios nos lleva a situaciones extremas para que nos acerquemos más a Él y lo conozcamos
mejor. Son problemas para los cuales no hay persona que nos pueda ayudar y no encontramos
ninguna salida.

Salmo 121:1 A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda?

Estas circunstancias nos demuestran lo inútil que es poner nuestra confianza en nuestras fuerzas o
habilidades. De nada sirven tampoco nuestras posesiones, sean muchas o pocas, o nuestros títulos
o logros alcanzados. También nos demuestran que no podemos poner nuestras esperanzas en
hombres que tienen las mismas debilidades y limitaciones que nosotros. La solución sólo puede
venir de Dios.

Salmo 121:2 Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra.

Dios nos ayuda porque nos ama. No hay nadie que nos pueda amar como Dios lo hace. Aún envió a
su Hijo Jesús a morir en una cruz por nuestras maldades. Además, nos ayuda porque Él tiene el
poder para solucionar cualquier problema. No hay nada difícil para Dios. Es por esto que en esas
situaciones debemos poner nuestra confianza en el Señor.

Salmo 40:1-4

Puse mi esperanza en el Señor, y él se inclinó para escuchar mis gritos;

Me salvó de la fosa mortal, me libró de hundirme en el pantano.

Afirmó mis pies sobre una roca; dio firmeza a mis pisadas.

Hizo brotar de mis labios un nuevo canto, un canto de alabanza a nuestro Dios.

Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y pusieron su confianza en el Señor.


¡Feliz el hombre que confía en el Señor y no busca a los insolentes ni a los que adoran a dioses
falsos!

Tal vez cuando este problema extremo se presente nuestras mentes se llenen de incertidumbres.
Pero si esperamos en Dios, Él traerá la solución y conoceremos más de su amor, poder, bondad y
misericordia. Él usará para ello personas, circunstancias u otros medios; pero sabrás que fue Dios
quien dio la salida. Esta fue la experiencia de Job luego de pasar una serie de desgracias en su vida
que le ayudaron a conocer mejor a su Señor.

Job 42:5-6

De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos.

Por tanto, me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza.

Aprendamos a poner nuestra esperanza en Dios en medio de nuestras dificultades. Si no conoces a


Cristo como tu Salvador, entonces debes recibir primero el perdón de Dios al confesar tus pecados
y al pedirle que te salve mediante el sacrificio de Cristo en la cruz. Este es el primer favor que
recibirás de Él: la salvación. Si ya eres un hijo de Dios, síguele de todo corazón y encontrarás un
gran tesoro: la comunión con Dios.

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