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La experiencia de inmigración y la
constitución del self en niños y niñas
inmigrantes.
Recientemente, Chile ha sido uno de los destinos más concurridos para la inmigración
latinoamericana, por lo que, hoy en día comparte en su población una multiculturalidad que
integra diferentes países, de los cuales, los principales en la proporción total de
nacionalidades inmigrantes en el país son: Perú (25,2%), Colombia (14,1%) y Venezuela
(11,1%), a estos les siguen países como Bolivia, Argentina y Haití (CENSO, 2017). Aunque
algunas de estas nacionalidades comprenden dentro de una mayor o menor escala en la lista
de inmigrantes en Chile, en la actualidad todos ellos son parte del país, por lo que recibir y
acoger la nueva población migratoria es un desafío cultural, institucional y político que debe
comprenderse desde la inclusión y la integración de las personas como parte de la sociedad
(OBIMID, 2016).
La migración internacional corresponde a un fenómeno que, durante siglos, ha
impactado a gran parte de la población mundial y que en los últimos años se ha hecho
presente en la demografía Latinoamericana. El fenómeno migratorio es complejo, puesto que
está relacionado con diversos factores, principalmente económicos, políticos y sociales, que
afectan de manera directa el desarrollo de la vida de los individuos y sus familias.
Pueden existir muchas razones por las que los individuos migran, en la mayoría de
los casos por una necesidad, más que por una opción, ya sea por crisis políticas que pueden
estar afectando la economía del país, mejores condiciones de trabajo y salario o mejor calidad
en la educación y salud. Sin embargo, todas estas causas tienen algo en común, y es la
búsqueda de una mejor calidad de vida para el desarrollo del individuo y la familia que lo
acompaña. Ante esto, muchos gobiernos tienen como propósito integrar la migración a los
planes nacionales de desarrollo y las estrategias para la reducción de la pobreza. No obstante,
la realidad es que estos gobiernos muestran una escasa capacidad para hacer frente a los
síntomas de la crisis sobre la inmigración (Segundo Foro Iberoamericano sobre migración y
desarrollo, 2010).
Dentro de la experiencia migratoria se pueden ver alteradas las condiciones,
emociones y comportamientos de los inmigrantes, influyendo directamente en su estado de
salud, sentimientos de satisfacción y bienestar. Entre estas dificultades podemos encontrar
la separación familiar y cultural, la disminución de la calidad de vida, las dificultades del
lenguaje y la comunicación. Es así, como el inmigrante no solo vive un proceso de migración
e integración externo, sino que también vive un proceso de migración interna, una
experiencia migratoria personal, de un carácter tanto adaptativo como emocional. Los retos
que el sujeto debe enfrentar al llegar a un país nuevo requieren que el individuo pueda
moldearse a favor de la cultura, ya que se va a enfrentar a un nuevo contexto donde sus
habilidades, defensas y dificultades van a jugar a favor o en contra de factores físicos y
psicológicos que influyen en la experiencia interna y emocional que desata la inmigración
(Ferrer & otros, 2014). Cuando esta experiencia se vive de manera angustiante o
desagradable, se podrían generar problemas como el estrés postraumático, ansiedad o
depresión a raíz del duelo migratorio. En este escenario “la familia, y en particular sus
miembros más débiles —las mujeres y los niños— viven usualmente con la migración una
situación de alta vulnerabilidad; es decir, un aumento de los riesgos y la posibilidad de que
sus derechos se vean dañados o su integridad afectada.” (CEPAL, 2003, p.5)
Esta vulnerabilidad se desarrolla en contextos de inestabilidad económica, privación
de acceso a la educación y necesidades básicas, todo esto sumado a la incertidumbre sobre el
estado de sus familiares y la pérdida de coherencia del ambiente y la unidad familiar, estrés
y soporte materno. Los riesgos mencionados con anterioridad ponen en evidencia la alta
probabilidad de vulnerar los derechos de las personas en el proceso migratorio y en particular
la de los de los niños y niñas. Entre ellos se podrían ver afectados los derechos relacionados
con: la identidad y la familia; la protección contra el abuso y la discriminación; la educación;
y finalmente, a tener una vida segura y sana (UNICEF, 2014). Se hace evidente entonces,
que la experiencia de migración tendrá un efecto importante en el ciclo de la vida infantil,
debido a que muchas veces los niños y niñas pueden vivir esta experiencia como un trauma,
ya que emigrar significa en gran medida abandonar todo lo que hasta entonces es familiar y
soportar la soledad. “La migración es un cambio de tal magnitud que pone en riesgo la
identidad. La pérdida de objetos es masiva, incluyendo los más valorados y a los cuales están
ligados recuerdos e intensos afectos: personas, lugares, idiomas, costumbres, trabajo, medio
social y cultural” (Jarast, 2002, p.1); es por esta razón que, para los niños con experiencias
de inmigración, aceptar nuevas realidades conlleva un arduo trabajo, donde la adaptación por
parte del migrante implica en algunos casos negar sus raíces étnico-culturales, sus orígenes,
familias, amigos, y a veces los vínculos más frecuentados y necesarios en la infancia, lo que
podría provocar una discontinuidad en el sentido de sí mismo que adquiere el niño a lo largo
de la vida. El resultado de un progreso sano en la etapa infantil y su desarrollo va a lograr en
él un “estado de unidad”, el cual corresponde a la integración del yo y de sí mismo, un sentido
de continuidad y de representación de uno mismo, nos referimos a una realidad psíquica
personal conocida como self (Winnicott, 1960).
A partir de esto, parece relevante y necesario abordar el proceso migratorio desde la
experiencia de inmigración ya que implica una situación de profundo cambio y duelo. Cada
día, la psicología y particularmente el psicoanálisis, pone mayor atención en la salud mental
y las consecuencias que sufre la vida psíquica de los sujetos tras la experiencia migratoria.
El estudio del cambio por el cual pasan los inmigrantes, como acoplarse a culturas nuevas,
adquirir nuevas costumbres, significados y entendimientos sociales, debe contar con el apoyo
de disciplinas como la psicología que permita facilitar el desarrollo de este grupo poblacional,
de manera que esta experiencia tenga una base preventiva ante los conflictos y dificultades
que puedan presentarse en el proceso de adaptación (Ferrer & otros, 2014).
Si bien, se desconoce la cifra exacta de los niños y niñas Latinoamericanos que
emigran, “se estima que una de cada cinco personas sería un niño, niña o un adolescente,
pero en estos números no se incluye a los niños que han sido dejados atrás por padres
migrantes ya sea uno o los dos, o a los niños que nacen de padres migrantes.” (CEPAL, 2010,
p.6). Una consecuencia de lo anterior es que una gran parte de niños, con la ilusión de
reencontrarse con sus familias, emigran solos de sus países con el deseo también de alejarse
de las pocas oportunidades que ofrece su país, las situaciones de violencia y explotación que
pueden estar viviendo, y la baja calidad de vida. A ello se suma el hecho de que los flujos
migratorios están compuestos en muchos casos de padres y madres que buscan la salvación
económica de sus familias en riesgo del deterioro que se da en la continuidad vincular con
los hijos. El soporte emocional para éstos cae entonces del lado de abuelos, tíos, o hermanos
mayores quienes gestionan como pueden la responsabilidad de estas delegaciones en
contextos socioeconómicos de riesgo y donde la ausencia de la figura del padre es
habitualmente una realidad extendida (Arriagada, 2009, p.2). Como fue mencionado
anteriormente, una de las partes más afectadas dentro de este proceso son los niños, quienes
muchas veces viven: duelos sin elaborar, abandono de aspectos culturales y sociales que antes
eran familiares, sentimientos de identidad amenazados, sensación de rechazo por parte de la
sociedad receptora, nostalgia y frustración. De esta manera, es preciso mencionar que el self
es considerada la única base para el descubrimiento y el sentimiento de existir, el cual se
caracteriza por la creatividad, el gesto espontáneo y principalmente el sentimiento de una
existencia auténtica (Winnicott, 1960). Por lo que, el efecto que puede tener la experiencia
de inmigración en etapas tempranas de la vida representa un dilema importante en cuanto a
la continuidad del sí mismo y la constitución del self a lo largo de la etapa infantil. Commented [1]: Ojo con los párrafos muy largos.
Deben acortarlos más. Por otra parte, el planteamiento
del problema debe ser reducido a no más de 1 plana y
media.
Pregunta de investigación
Objetivos
Objetivo general:
Objetivos específicos:
- Describir la noción de inmigración y las particularidades de la inmigración en nuestro
país.
El año 2017, se determinó que las personas que residen en un país diferente al de su
lugar de nacimiento representan el 3,4% de la población total, es decir, hoy en día hay
aproximadamente 258 millones de personas migrantes. También, se estima que hay alrededor
de 50 millones de migrantes irregulares y 68.5 millones de personas desplazadas de sus países
de origen a raíz de situaciones tales como, persecución, conflictos, violencia y violación de
los derechos humanos (OIM, 2018). Las principales razones por las cuales las personas eligen
o se ven impulsados a residir en un país diferente al de su territorio natal se debe a una
confluencia de factores, entre ellos se encuentran la esperanza de una vida larga y saludable,
la búsqueda del desarrollo educacional y un nivel de vida digno. Entre los países de América
Latina y el Caribe, Chile ocupa el primer lugar en cuanto al nivel de desarrollo humano con
un valor de IDH de 0,843 (dentro de una escala de medición de 0 a 1) y se ubica en el lugar
44 a nivel mundial. (PNUD, 2018). El país ha tenido un crecimiento económico rápido y que
ha permitido reducir considerablemente los porcentajes de pobreza debido a su marco
macroeconómico, lo cual resulta llamativo para los países vecinos.
A nivel nacional, hasta el año 2002 el porcentaje de población inmigrante en Chile
alcanzaba un 1,3%. Sin embargo, estos porcentajes han aumentado considerablemente, ya
que según el Censo 2017, esta cifra alcanza un 4,35% de la población total, en donde la
población de inmigrantes que llegaron al país entre el 2010 y el 2017 comprenden el 66,7%
de la cantidad total de inmigrantes en Chile. Por otro lado, en los años 90, gran parte de las
personas que viajaban a Chile en busca de una nueva residencia eran argentinos
representando un tercio de la población total inmigrante. Mientras que entre el año 2000 y
2009, esto cambió drásticamente y la mayoría de la población inmigrante pasó a ser
proveniente de Perú, alcanzando casi la mitad del total de inmigrante en Chile (INE, 2017).
Recientemente, Chile ha sido el destino de muchos extranjeros que antes no consideraban a
nuestro país como una opción. Las cifras según la nacionalidad de los inmigrantes
internacionales entre el año 2010 y 2017 evidencian una variabilidad en la distribución de la
población extranjera en el último tiempo, siendo Perú, Colombia, Venezuela, Haití y Bolivia
los países de inmigrantes más representativos en Chile. Lo cual indica que no solo la
población inmigrante ha aumentado, sino que también, se ha incrementado la variedad de
nacionalidades de las personas extranjeras que residen en el país.
Hasta la fecha, el estudio más reciente referente a personas extranjeras residentes en
Chile, realizado en diciembre del 2018, en colaboración de múltiples departamentos de
extranjería y migración, estima que hay 1.251.225 residentes habituales extranjeros en el
país, esto representa el 6,67% de la población total del país. Tomando en cuenta los datos del
Censo 2017 y 2018, existe un aumento de 505.453 personas inmigrantes en Chile, lo cual
equivale a un aumento del 40,39%.
Por otra parte, a diferencia de los datos expuestos del año 2017, la cantidad de
población extranjera de venezolanos sobrepasa a Perú, con un 23% y alcanza el primer lugar
con respecto al total de personas extranjeras residentes en Chile. Con relación al margen de
edades que representa dicha población, el 10,27% tiene entre 0 a 14 años, el 86,95% tiene
entre 15 a 64 años y de 65 años o más representa el 2,78% restante. Esta proporción da
cuenta también de la migración de grupos familiares, ya que los menores que ingresan al país
son miembros de una familia inmigrante (INE, 2018). Actualmente, la gran mayoría de la
población inmigrante reside en la región Metropolitana, Antofagasta, Tarapacá y Valparaíso.
A partir del flujo migratorio vivido en Chile en los últimos años, el Gobierno de Chile
en conjunto con el Ministerio de interior y seguridad pública instala la “Nueva ley de
migración” el año 2018, con el propósito de una migración segura, regulada y ordenada y la
lucha en contra del tráfico de migrantes, debido a consecuencias como la precariedad laboral
y habitacional, el abuso del sistema y el incremento de la trata de personas. El proceso de
regularización migratoria llama a todos aquellos extranjeros que residen actualmente en el
país y que no hayan cumplido con el proceso presencial legal correspondiente al registro y
procesamiento de la solicitud de Visa de residencia en Chile, del cual, de lo contrario, será
expulsado (Gobierno de Chile, 2018). Al respecto se propone que:
“El Estado reconoce a los extranjeros la igualdad ante la ley, la plenitud de sus
derechos laborales y el acceso a la salud y la educación parvularia, básica y media al
igual que a todos los nacionales. Los residentes podrán solicitar la reunificación
familiar, así como enviar remesas a sus familiares. Se promoverán los derechos
humanos del migrante, su no criminalización y el debido proceso.” (Gobierno de
Chile, 2018).
Por otro lado, es necesario generar una distinción entre los conceptos de migración,
emigración, inmigración y desplazados, que constituyen la totalidad del movimiento
migratorio en el mundo. El migrante internacional es definido como “toda persona que
cambia de país de residencia habitual. El país de residencia habitual es aquel en el que vive
la persona, es decir, el país en que la persona tiene una vivienda donde normalmente pasa los
períodos diarios de descanso.” (Naciones Unidas, 1999). De igual forma, "este término se
aplica a las personas y a sus familiares que van a otro país o región con miras a mejorar sus
condiciones sociales y materiales y sus perspectivas y las de sus familias." (OIM, 2018, p.1)
Existen múltiples conceptos asociados al fenómeno migratorio, que dan cuenta de los
movimientos específicos que realizan las personas al cruzar las fronteras, por lo que resulta
necesario precisar de acuerdo con el “Glossary on migration” la distinción entre el concepto
de emigración e inmigración. Aunque ambos giran en torno al concepto de migrante, la
diferencia radica en una cuestión de referencia situacional donde el emigrante pone el foco
en la persona que abandona su hogar de residencia, y el inmigrante desde la perspectiva de
un individuo que ha llegado a un nuevo destino para establecerse en él. Por último, el
concepto de desplazados se refiere a las personas que han sido forzadas a dejar su país de
residencia habitual o de origen debido a persecuciones, conflictos, violencia generalizada,
violación de derechos humanos, entre otras razones (OIM, 2019).
Dentro de la población que migra hacia los distintos países del mundo, podemos
encontrar un segmento importante, que son los niños y niñas, quienes también experimentan
los procesos de movilidad familiar, asentándose en destinos desconocidos e incorporándose
un nuevo ambiente social. A los cuales se les dificulta el proceso de inserción social, ya que
desconocen aún más el entorno al que se están incorporando, sumado a que en algunos casos
pueden no contar con algunos de los elementos que apoyan y permiten sobrellevar este
proceso de mejor manera. En el contexto escolar, están aún más expuesto dentro de un
espacio social de alteridad, de diferencia y de la no pertenencia social y cultural, lo que se
define dentro de contexto de “infancia migratoria”. Deben desarrollar mecanismos que les
permitan “integrarse”, acomodarse y adecuarse a las normas y valores vigentes, ya que
necesitan ser aceptados por sus pares (Pávez, 2013). Dentro del contexto escolar, los niños y
niñas chilenos son percibidos como “atrevidos y desafiantes” por los pares inmigrantes,
despertando en estos últimos un sentimiento de añoranza y de idealización del país de origen
y como este los hacía sentir, pese a ello, una vez superado el proceso inicial de asentamiento,
los extranjeros requieren de la tranquilidad de ser vistos como iguales, por lo que asumen
prácticas vigentes en los niños y niñas locales que incluso en algunos casos pueden ser
contradictorias a las normas originales.
La migración implica una ruptura en diferentes niveles para el sujeto visitante, donde
el apoyo en el ambiente familiar genera un sostén importante para los distintos miembros,
permitiéndoles acceder de alguna forma una negociación y adaptación mutua. Pese a que la
cualidad de extranjero es una condición otorgada por nativos, es decir, estará determinada
por la cultura del país receptor, ambas partes del fenómeno se ven involucrados
ineludiblemente ya que no se trata de un proceso lineal particular de inmigrantes, sino de uno
mucho más complejo donde ambos actores y sus características particulares se entrecruzan.
Salud mental inmigrante
Con el pasar de los años, la migración se vuelve cada vez más común en
Latinoamérica, por lo que algunos países han comenzado a proponer cambios para mejorar
la protección legal de los infantes que migran. Esta situación no se aleja de la realidad chilena,
ya que en las últimas décadas el fenómeno migratorio ha tomado fuerza y ha dejado de ser
invisible para el país, y a pesar del alto porcentaje de inmigrantes que comprende el país, la
salud mental es un tema decisivo y pertinente al hablar de la adaptación cultural que
compromete la integración de esta población a las distintas regiones de Chile. “Es oportuno
mencionar que, en Chile, no existe a la fecha conocimiento respecto a la salud mental de la
población inmigrante la que es necesaria para la definición de políticas de salud hacia esta
población” (Rojas, 2008, p.5).
El concepto de salud mental se entiende como; “la capacidad de las personas para
interactuar entre sí y con el medio ambiente, de modo de promover el bienestar subjetivo, el
desarrollo y uso óptimo de sus potencialidades psicológicas, cognitivas, afectivas y
relacionales, el logro de sus metas individuales y colectivas, en concordancia con la justicia
y el bien común” (MINSAL, 2017, p.31). Dentro de las obligaciones de una nación se
encuentra el deber de facilitar el cuidado y protección de la salud de todos los ciudadanos, la
salud mental es uno de los elementos fundamentales al relacionarse con la calidad de vida,
las capacidades de trabajo, expectativas y relaciones sociales, de manera que logra contribuir
a la sociedad. Sin embargo, en Chile no existe conocimiento nacional ni regional en cuanto
al estado, estimación o percepción de la salud mental inmigrante. Y es así, como “el Estado
ha fallado en el principio de Igualdad y No discriminación, especialmente en lo relativo al
resguardo de los derechos de personas pertenecientes a diversos grupos al momento de tener
una enfermedad mental:” (MINSAL, 2017, p.47). Es decir, en Chile no hay políticas públicas
exclusivas para la salud mental inmigrante y es responsabilidad de las instituciones
nacionales generar programas de salud mental y cuidado, para prevenir los trastornos
mentales y mejorar la calidad de vida de aquellos que ya los padecen. Sin embargo, la salud
mental de estos está incluida dentro del plan nacional de derechos humanos al ser
considerados parte de la población residente en Chile con respecto a los derechos humanos
de los habitantes internacionales, respetando el derecho y acceso garantizado a la salud, como
beneficios FONASA, AUGE y GES. (Gobierno de Chile, 2018).
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Chile en conjunto con el Ministerio
de Salud realizado el año 2008, sobre el “Diagnóstico y factibilidad global para la
implementación de políticas globales de salud mental para inmigrante de la zona norte de la
región metropolitana”, se rescató información respecto al estado de salud mental de los
inmigrantes en cuanto a patologías y sintomatología de población infanto-juvenil y adultos.
Respecto a los resultados del análisis, se identificó que cerca del 90% de los adultos
calificaron su salud mental como buena o regular, siendo un porcentaje muy bajo, donde sólo
el 0,7% determinó tener una “muy mala salud”, lo cual no representa un porcentaje
significativo de acuerdo con el análisis llevado a cabo por los investigadores. De las personas
que declaran tener una mala salud mental el 76,9% menciona que consultaron a un
especialista o pidieron ayuda, donde solo el 3,6% de estos presenta Trastorno por Estrés
Postraumático (TEPT), que corresponde a la patología más común entre la población adulta
inmigrante. Mientras que, con respecto a la población infantil, los resultados son mucho más
alarmantes; un 32,4% de los escolares percibe tener un problema emocional o de
comportamiento del cual necesita ayuda, sin embargo, de acuerdo con el relato de los
apoderados este asciende a un 36,1%, siendo cerca de la mitad de la población infanto-juvenil
escolares entre 6 a 10 años quienes más perciben estos problemas. Lo cual representa una
diferencia estadísticamente significativa. Dentro de los trastornos más comunes en esta
muestra se encuentran: Trastornos del ánimo, Trastornos de ansiedad y maltrato físico y
emocional, ya sea en sus países de origen o en Chile (Rojas, 2008). Como hallazgos es
importante destacar que la prevalencia de trastornos mentales de la población infanto-juvenil
que corresponde a un 29,3%, la cual es muy superior a la población adulta.
Los escolares participantes del estudio dieron testimonio de que la discriminación era
un problema que les provocaba angustia, estrés y dolor emocional, y que esta era proveniente
de sus pares chilenos calificados como principales agresores. Es por esto, que la entrada a los
primeros días de clases sería considerada una etapa difícil y dura, y como agravante de esto,
la dificultad para afrontar la trayectoria migratoria de sus padres y el proceso de reunificación
familiar que lo acompaña. Por otro lado, dentro de las problemáticas de la salud mental en
los inmigrantes en general, se contempla una barrera que tiene que ver con la desinformación
sobre sus propios derechos y de los funcionarios de salud. Todo esto acompañado también
de problemas en el financiamiento de algunas atenciones y el no cumplimiento de metas
programáticas.
A propósito del fenómeno social migratorio, cada día, la psicología y particularmente
el psicoanálisis, pone mayor atención en la salud mental y las consecuencias que sufre la vida
psíquica de los sujetos tras la experiencia migratoria. Como fue mencionado anteriormente,
una de las partes más afectadas dentro de este proceso son los niños, quienes muchas veces
viven: duelos sin elaborar, abandono de aspectos culturales y sociales que les eran familiares,
sentimientos de identidad amenazados, sensación de rechazo por parte de la sociedad
receptora, nostalgia, frustración, entre otros. Al respecto, es preciso mencionar que la
experiencia migratoria es vivida de diferentes maneras dependiendo de varios factores que
pueden estar involucrados, tales como: momento evolutivo por el cual transita el niño, calidad
de los primeros vínculos con las figuras de apego, si hubo o no separación de los padres con
sus hijos, que tan largo fueron estos períodos de alejamiento, despedidas cuidadas y
elaboradas, y la posibilidad de establecer lazos de apego con otras figuras de cuidado
(Arriagada, 2009).
Particularidades de la niñez
La muestra definida para este estudio abarca la etapa de la niñez experimentada entre
los 8 y 11 años, debido a la particularidad de este tiempo en el desarrollo, donde los cambios
corporales, habilidades motoras, desarrollo sexual y hormonal se viven de manera notoria y
rápida. Y sobre todo porque durante esta etapa, llamada niñez intermedia, el crecimiento
cognoscitivo toma un rol fundamental en el desarrollo de la capacidad de control y
comprensión emocional sobre sí mismos, los niños se vuelven más conscientes de los
sentimientos e intenciones propias y del resto, y desarrollan emociones más elaboradas como
la empatía, la vergüenza y la autoestima debido a la inclusión al mundo social. Desde una
mirada biomédica, se describe a la niñez media como la etapa que se vive entre los 6 y 11
años. “Los cambios corporales entre estas edades son drásticos los niños crecen entre cinco
y siete centímetros y medio y casi duplican su peso” (McDowell, Fryar, Odgen y Flegal,
2008). Debido a lo anterior, durante este período hay un aumento en la alimentación, una
reducción en las horas de sueño, una nueva adquisición de habilidades motoras reflejada en
deportes y actividad física, un aumento en la relación e interacción con sus pares y una notoria
diferenciación de género debido a los cambios hormonales. (Papalia, 2012).
A nivel de desarrollo cognitivo comienzan a haber diferencias del pensamiento y
razonamiento moral respecto a las etapas anteriores. A los 7 años los niños y niñas se integran
a la etapa de operaciones concretas donde pueden resolver problemas concretos a través del
razonamiento e integrar múltiples perspectivas de una situación en particular; "En la etapa
de las operaciones concretas los niños tienen una mejor comprensión que los niños
preoperacionales de los conceptos espaciales, la causalidad, la categorización, los
razonamientos inductivo y deductivo, la conservación y el número." (Papalia, 2012, p.292).
El pensamiento lógico y flexible dependerá tanto del desarrollo neurológico como de la
experiencia de adaptación al ambiente. Además, propondrá 3 etapas del desarrollo moral
nombrando a la primera etapa preoperacional (2 a 7 años), en donde los niños y niñas
obedecen estrictamente a la autoridad, categorizando las cosas únicamente entre lo bueno y
lo malo. La segunda etapa consistirá en las operaciones concretas (7 a 10 años) pudiendo
considerar varios puntos de vista de alguna situación por ende sus juicios morales serán más
flexibles. Por último, llegará la etapa del desarrollo moral (11 a 12 años) cuando hay un
razonamiento formal de las cosas permitiendo obtener la empatía con la finalidad de
igualdad. (Piaget, 1932).
En cuanto a lo psicosocial, los niños y niñas en este periodo de sus vidas van tomando
conciencia de sus sentimientos y de los demás, pueden regular mejor sus emociones gracias
a sentimiento de vergüenza, orgullo y culpa, que, si bien son considerados generalmente
como negativos, ayudan a regular las conductas impulsivas características de la primera
infancia. Según Harter (1993), las emociones influyen en la noción que tienen de sí mismo y
podrán entender de mejor manera las emociones contradictorias.
Es importante tener en consideración que el contexto social y cultural tendrán una
importante relación en el desarrollo de la niñez. Para Vygotsky (1987), el conocimiento no
se construirá de manera individual, sino que será construido entre varios, postulando que, si
bien el desarrollo de la niñez trae consigo ciertas funciones elementales como la percepción,
la memoria, la atención y el lenguaje, estas llegaran a su maduración a través de la interacción
con otros individuos.
El primer contacto que tienen los niños con otros individuos es con sus padres o
cuidadores, lo que será de gran relevancia para autores como Winnicott, Klein, Malher y
Bowlby, quienes desde distintas aristas postulan que las relaciones vinculares madre-hijo
serán la base para el desarrollo emocional, afectivo de la niñez y su futura personalidad en la
adultez. Si bien en la niñez media, los niños y niñas comienzan a ser cada vez más
independientes y pasan más tiempo con sus amigos o en actividades extraescolares, la familia
sigue teniendo un papel fundamental en el desarrollo sobre todo cuando de castigos y reglas
se trata.
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