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NARCOTRAFICO Y EL VRAEM

La región del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) se


encuentra en situación de emergencia desde 1999, es decir hace 19 años.
Desde entonces, observamos una situación de guerra de baja intensidad
cuya perennidad está asociada a varios factores, que dependen en gran
medida de la situación geográfica agreste y de acceso difícil de esta región
que cubre cuatro departamentos y 69 distritos. La superficie es estimada
a 5’826,388 hectáreas, es decir 5% del territorio nacional (Mendoza y
Leyva 2017: 55). La población empadronada es de 444, 553 personas que
viven en su gran mayoría (88%) en la pobreza; 58% son pobres
extremos, 30% son pobres, y solo 12% no son pobres (MIDIS, Andina del
24 de setiembre de 2018).

La perennidad de lo que el presidente Martín Vizcarra ha llamado “la


guerra en el VRAEM” (Ministerio de Defensa, 21 de setiembre de 2018),
se explica por tres factores principales. En primer lugar, se trata de una
situación de subversión asociada al narcotráfico que se instaló durante el
conflicto armado interno, o guerra interna (Informe final de la Comisión
de la verdad y la reconciliación [CVR], 2003, Hatun Willakuy 2004: 328).
Esta situación persiste gracias a la distancia geográfica y al aislamiento
de la zona, que favoriza las actividades criminales en la ausencia casi total
del Estado. Una situación muy similar se observa también en Colombia,
donde siguen existiendo remanentes subversivos y disidentes del acuerdo
de paz entre las FARC (Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia) y
el Estado (noviembre de 2016). El gobierno colombiano estima que
habrían 1,200 disidentes (sobre un total de 7,000 miembros de las FARC,
y los llamados Grupos armados organizados residuales (GAOR), y son
combatidos por las fuerzas del orden (Wikipedia, Acuerdos de paz). En el
Norte de África existe también una situación similar desde 2008 en las
zonas de instalación de la organización terrorista Al-Qaeda en el Magreb
Islámico (AQMI); los subversivos islamistas de esta gran región del
desierto del Sahara (Argelia, Mali, Mauritania), despliegan sus acciones
terroristas en alianza con los grupos de traficantes de droga y de armas y
aprovechan de la debilidad o de la ausencia del control de los Estados para
perennizarse.

El segundo factor concierne la incompetencia del Estado peruano para


pacificar totalmente el VRAEM, que se explica por la conjunción de varios
elementos: debilidad de organización de las Fuerzas Armadas y corrupción
patente después de la caída del régimen del ex dictador Alberto Fujimori;
carencia de políticas que asocien la lucha anti subversiva, la lucha contra
el tráfico de drogas y los programas de desarrollo de poblaciones rurales.
Recién con el gobierno actual se están aportando algunas mejoras que
han tardado demasiado tiempo en llegar a poblaciones totalmente
abandonadas a su suerte desde siempre.

El tercer factor que dificulta o frena una resolución efectiva de la


subversión y el tráfico de drogas es la falta de conceptos de derecho penal
que ayuden a comprender y a disolver la situación política y social de
insurrección. Un marco conceptual y legal coherente permitiría explicar a
la población peruana no solo lo que sucede realmente en el VRAEM, sino
también contar con marcos legales para defender a las víctimas y
sancionar a los responsables de los crímenes terroristas y de tráfico ilícito
de droga.

En este texto, propongo una síntesis del origen de la violencia política en


esta región olvidada del país, y luego presento las características de la
organización subversiva del VRAEM, lo cual nos permitirá comprender los
problemas conceptuales y de terminología que están asociados a esta
organización.

Finalmente, veremos las respuestas del Estado, destacando los avances


actuales.

Una síntesis del origen de la violencia política en el VRAEM

El VRAEM es la última región del país que estuvo relativamente controlada


por el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL), que había
declarado una “guerra revolucionaria” al Estado y a la sociedad peruana
en mayo de 1980 (Villasante 2016c).
• En estas regiones de acceso difícil la mayoría de la población es
campesina y vive de los cultivos tradicionales según las zonas; en la zona
de selva de Ayacucho, de La Convención (Cusco) y de la provincia de
Satipo, se cultivan los productos tropicales (cacao, café, plátano, arroz,
yuca) y la coca. En las zonas altas andinas de La Mar (Ayacucho),
Huancavelica y en las provincias de Concepción y Huancayo (Junín), se
cultiva el maíz, la papa, la cebada y el olluco. Las comunidades nativas
Ashaninka y Nomatsiguenga (Satipo) y las comunidades campesinas
andinas de Huancavelica y de Ayacucho son las más excluidas de los
servicios del Estado y se encuentran ubicadas en las zonas más inseguras
por la presencia de terroristas y de traficantes de droga, sobre todo en
Tayacaja (Huancavelica) y en Huanta (Ayacucho). Estas poblaciones
rurales son las que están sufriendo directamente la situación de violencia
subversiva y de represión de parte de las Fuerzas Armadas y de Policía.
Precisemos que los pueblos Ashaninka y Nomatsiguenga, junto con los
Asheninka del Gran Pajonal, representan el tercio (106,349 en 2007) de
la población de nativos amazónicos del país (332,975 personas, no
disponemos todavía de los resultados del último censo). Ellos han sufrido
de manera extrema la violencia senderista durante la guerra interna,
sobre todo entre 1985 y 1995; la CVR ha estimado que murieron al menos
6,000 nativos; además, 5,000 fueron secuestrados en los campos
totalitarios del PCP-SL (ríos Ene y Tambo), y 10,000 fueron desplazados
por la fuerza o por voluntad propia (Hatun Willakuy 2004: 126). Después
de estos hechos atroces, los nativos del VRAEM siguen sufriendo de la
violencia larvada y/o abierta, mientras el Estado no les aporta la ayuda
que necesitan para vivir decentemente.
• Como sabemos, Abimael Guzmán, el sanguinario dirigente de la
organización subversiva Sendero Luminoso, fue capturado el 12 de
setiembre de 1992; y en 1993, escribió un “acuerdo de paz” dirigido al
dictador Alberto Fujimori, que nunca fue firmada, aunque Montesinos se
ocupó de hacer creer a Guzmán que ello ocurriría “ulteriormente” (Hatun
Willakuy 2004: 176-191).
La “rendición” de Guzmán, totalmente oportunista y cobarde, produjo un
quiebre en la dirigencia de Sendero Luminoso. La facción dirigida por
Oscar Ramírez Durand, “Feliciano”, en la selva central, se negó a aceptarla
y declaró que la guerra debía “proseguir”. En cambio en la región del
Huallaga, el dirigente Florindo Eleuterio Flores Hala, “Artemio”, optó por
aceptar la propuesta de Guzmán y asumió el mando de la facción
“acuerdista”. “Feliciano” adoptó el apelativo “Sendero Rojo” para marcar
su distancia con el PCP-SL histórico y afirmó su control de los remanentes
senderistas en la selva central con la ayuda de los hermanos Quispe
Palomino. En efecto, luego de haber sido vencidos militarmente en la
región de Ayacucho, los senderistas se refugiaron en la selva de Ayacucho
y en los valles de los ríos Apurímac, Ene y Alto Tambo, donde habían
establecido varios campos totalitarios (desde 1988-89) donde
mantuvieron en cautiverio a miles de nativos Ashaninka, sometidos al
modo de vida sanguinario y surrealista de la “sociedad revolucionaria” que
pretendían crear en el país. Ahí existieron “escuelas populares” para
adoctrinar niños y formarlos militarmente; ahí cientos de niñas y de
mujeres fueron sometidas a la esclavitud sexual (Informe Final de la CVR
2003, Tomo V. 8., Tomo VI, 1.9; Hatun Willakuy 2004: 126-142). En esos
campos, ellas se volvieron también madres de los “pioneritos”, es decir
los niños soldados que la legislación peruana no ha incorporado todavía
en el Código penal. Esta situación perdura en el VRAEM hasta la actualidad
(Villasante 2012, 2016a, 2016b, 2017, en preparación; ver Al-Jazeera, 6
de marzo de 2017).
Las Fuerzas Armadas, con la colaboración de los ronderos nativos y
andinos, lograron “pacificar” la región entre 1991 y 1995. Pero desde
1999, los subversivos se reorganizaron bajo el mando de los hermanos
Quispe Palomino, que restablecieron sus alianzas con los traficantes de
droga.
En efecto, “Feliciano” fue capturado el 14 de julio de 1999 y condenado a
cadena perpetua; en junio de 2006 su pena fue conmutada en 24 años de
prisión, pero el 11 de setiembre de 2018, se lo condenó nuevamente a
cadena perpetua por haber sido juzgado culpable de participar en el
atentado de la calle Tarata de 1992. Por su lado, “Artemio” fue capturado
el 11 de febrero de 2012, y en junio de 2013 fue condenado a cadena
perpetua. Ambas facciones subversivas del PCP-SL habían establecido
relaciones de alianza y protección mutua con los productores y con los
traficantes de cocaína.

Características de los subversivos del VRAEM

La ONG “Wuaynakuna” (Comunicado n° 22, 2017) ha tenido acceso a los


archivos de los hermanos Quispe Palomino. Los datos han sido también
publicados por el diario El Comercio (28 de junio de 2018), por lo cual
podemos considerar que los datos son veraces. Citemos los más
importantes:
— Reciben entrenamiento de las FARC de Colombia, que les sirve de
modelo; entre sus ideólogos se encuentran Fidel Castro, el Che Guevara
y Hugo Chávez. Abimael Guzmán es llamado “traidor”.
— Tienen buenos conocimientos de las armas (fusiles AKM y Galil), de las
bombas TNT y de las minas, obtienen esos materiales a través de robos
ulteriores a los enfrentamientos, pero podemos suponer también que las
compran en el mercado negro al que tienen acceso como los
narcotraficantes.
— Se encuentra una cronología de las acciones de violencia (atentados y
asesinatos), según las cual se reivindican 446 muertes entre 1999 y 2017
(323 militares del Ejército, 85 policías y 38 civiles); así como 558 heridos.
Los picos de violencia se alcanzaron en los años siguientes: 1999, 2008,
2009, 2012, 2013, 2015 y 2016. A los cuales podemos agregar este año
2018— La organización del VRAEM utiliza también las redes sociales
(Internet, Facebook, YouTube) para realizar su propaganda y reclutar
jóvenes de la región. De igual modo, se vehiculan sus posiciones sobre la
política nacional [en este momento el referéndum], las Fuerzas Armadas,
la iglesia y los medios de comunicación, entre otros.
— El adoctrinamiento de los futuros “cuadros” comienza desde su infancia:
“los que tienen fusiles tienen un compromiso, caer muertos y no
prisioneros”, es decir que su captura es considerada como una “traición”.
El ex Ministro del Interior Remigio Hernani declaró al diario El Comercio
(28 de junio) que los subversivos del VRAEM “siguen siendo de SL con la
diferencia que viven abiertamente del narcotráfico y han evolucionado con
los llamados “pioneritos” que a sus 16, 17 o 18 años son los que han
comandado los últimos ataques.” Notemos que en realidad “siguen siendo
terroristas”, pero ya no reivindican el apelativo del PCP-SL histórico,
aunque evoquen siempre la ideología marxista-leninista-maoísta.

A partir de esas informaciones podemos sintetizar los siguientes puntos:


• Es evidente que la organización subversiva del VRAEM ha cambiado sus
formas de funcionamiento heredadas de Sendero Luminoso. Es cierto
también que tratan de acercarse a las poblaciones campesinas, como me
lo han comunicado algunos Ashaninka del río Tambo (Satipo): “ahora
dicen que no nos van a matar, que quieren ayudarnos” (Villasante, en
preparación). Sin embargo, están instrumentalizando a estas poblaciones
(con pagos de dinero) para alcanzar sus propios fines de subversión y de
enriquecimiento ilícito por la vía del narcotráfico. A pesar de los cambios
de apelativos, se trata de una organización subversiva y terrorista con
acceso a armamento y a las redes sociales (la nueva arma de los grupos
subversivos en el mundo) que no debe seguir siendo minimizada.
• La segunda evolución concierne la continuidad en la utilización de los
“pioneritos” que en realidad son niños-soldados, es decir víctimas de los
conflictos según las normas internacionales (Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional, 1998-2002). No obstante, hasta ahora, y por razones
opacas, no se habla de ello en el país, ni entre los especialistas de derecho
humanitario, ni entre los funcionarios del Ministerio de Justicia y la
Defensoría del Pueblo. Esta ignorancia patente debería interrogar a los
jóvenes universitarios de la especialidad de derecho y conducir algunos a
profundizar la rama humanitaria que sigue estando muy rezagada en el
Perú (Villasante 2017).

El proceso de cooptación y/o de rapto de niños empezó en los años 1985-


1995 en los ríos Ene y Tambo, donde se instalaron campos totalitarios
senderistas bajo la dirección del siniestro “Feliciano”, Oscar Ramírez
Durand. Desde ese entonces se raptaban niños y niñas, los primeros para
ser criados como “combatientes” y las segundas para ser esclavas
sexuales de los mandos senderistas [Andinos y Nativos]. Este proceso fue
instituido por Guzmán para disponer siempre de “soldados de la
revolución” criándolos desde niños en la ideología sanguinaria de Sendero
Luminoso, y ha sido bien descrito y documentado en el Informe final de
la CVR (Tomo VI., I. 9. La violación de los derechos colectivos).
Las “escuelas populares” senderistas creadas al interior de los campos
totalitarios han sido reactualizadas hasta hace poco, y seguramente
existen todavía en la selva central. Recordemos que ha habido varios
episodios de liberación de “recuperados” por el Ejército que han sido
descritos en el Protocolo de atención a las personas rescatadas de grupos
terroristas”, firmado por el ex presidente Humala el 28 de julio de 2016:
Operación Albergue en 2012 (11 adultos y 11 niños); la Operación
Esperanza en 2014 (8 adultos y 6 niños), y la Operación Reencuentro en
2015, en el Distrito de Río Tambo, Satipo (54 personas: 34 niños, 15
mujeres y 5 hombres) (Villasante 2016b). El 23 de julio de 2016, se
anunció el rescate de 26 niños y de varios adultos del sector 5 del VRAEM;
la mayoría de niños eran hijos de los terroristas con las mujeres cautivas.
Esto quiere decir que los mandos y una buena parte de los subversivos
que dirigen las acciones terroristas han nacido y crecido en esos campos
totalitarios como niños soldados; sin embargo, hasta ahora no se ha
avanzado nada para introducir esas realidades en el corpus legal del país.
He aportado algunos análisis y recomendaciones sobre este tema entre
los Ashaninka y los Nomatsiguenga de la selva central (Villasante 2012,
2014, 2016a, 2016b, 2016d, 2017).

Problemas conceptuales y de terminología

Desde el final de la guerra interna y la publicación del Informe Final de la


Comisión de la verdad y la reconciliación (el 28 de agosto de 2003),
seguida de su versión abreviada (Hatun Willakuy, Gran relato, 2004 y
2008), se han utilizado varios términos para designar la continuación de
la violencia política [porque lo que está en juego es el poder y su
legitimidad] en la región del VRAEM.
En efecto, se habla de “conflicto armado”, de “terrorismo”, de narco-
terrorismo”, de “pacificación”, de “remanentes terroristas”, de “últimos
remanentes de Sendero Luminoso”. De manera general, los gobiernos y
los medios periodísticos consideran que los grupos armados están
continuando los planes sediciosos del PCP-SL histórico, dirigido por el
sanguinario Abimael Guzmán.
Los miembros de los grupos armados se presentan como “revolucionarios”
y/o “rebeldes al sistema”.
En cambio los agentes civiles y militares del Estado los designan como
“terroristas”, “narco-terroristas”, “senderistas” y “delincuentes
terroristas”. La pluralidad de los términos utilizados dejar ver la opacidad
que caracteriza tanto el movimiento armado como sus miembros.
En modo paralelo, hemos observado la emergencia de grupos políticos
que reivindican la herencia ideológica de Guzmán, que exigen la amnistía
(o sea la impunidad) para éste y otros presos senderistas, y pretenden
que sean reconocidos como “prisioneros políticos”. Aunque no tienen lazos
directos con los subversivos armados del VRAEM que rechazan la ideología
de Guzmán, están en un contexto similar de subversión de extrema
izquierda al orden republicano y democrático del Perú. Además,
aprovechan de la ignorancia de los jóvenes (universitarios o no) sobre la
guerra interna y la ideología sanguinaria de Guzmán para cooptarlos (por
las redes sociales) en su movimiento sedicioso.

Reflexiones finales

• Es indispensable aceptar que el país vive todavía una situación de


terrorismo en el VRAEM, el cual, como escribe Yuval Noah Harari (2018:
177-188) representa “una estrategia militar” que trata de cambiar la
situación política propagando el terror y cometiendo atentados y daños
materiales. Esta estrategia es siempre utilizada por grupos armados muy
débiles que aunque solo pueden causar daños menores a sus “enemigos”,
esperan que el miedo y la confusión que provocan con sus atentados
lleven a las fuerzas del orden a emplear la fuerza militar masiva, causando
daños y muertes sobre todo a civiles desarmados. Eso les permite
denunciar la “violencia del Estado” y profundizar el desorden social, tal y
como hicieron durante casi 20 años las huestes del PCP-SL histórico.
• En ese marco, parece urgente que el estado peruano lleve más lejos las
labores de coordinación entre los cuerpos de las fuerzas del orden; que
aporte mejores medios materiales a la Policía para optimar su acción; y
que continúe las acciones de inteligencia para destruir las redes terroristas
y de traficantes de droga. De modo paralelo, es urgente que se instauren
los servicios del Estado en las regiones aisladas donde la mayoría de
poblaciones nativas y andinas siguen viviendo en una miseria triste y
lamentable.
• Se debe también homogenizar el uso de los términos conceptuales sobre
la violencia política en el VRAEM — que el presidente Vizcarra califica de
situación de “guerra” — con un correlato legal claramente definido en el
marco de nuestro sistema de justicia, y que la termología pertinente sea
difundida por los medios de prensa nacionales. Quizá sea una evidencia
que más allá de los nombres diversos que pueden darse las organizaciones
armadas en el país, se trata de una situación de subversión al Estado de
derecho. Por lo tanto, los miembros de esas agrupaciones son
“subversivos”; además al cometer actos de terrorismo son también
“terroristas”; en asociación con los carteles de narcotraficantes sobre los
cuales existe una legislación abundante.
• La represión de los subversivos armados y de aquellos que hacen la
apología de terrorismo en las redes sociales y por la radio debería ser
mejor organizada. Las Fuerzas Armadas tendrían que impedir la emisión
de mensajes terroristas que incitan a la subversión y a la violencia, tal y
como se hace en otros lugares del mundo que afrontan problemas
similares (Europa, Oriente Medio, Norte de África).

• Finalmente, teniendo en cuenta los últimos enfrentamientos en


Llochegua y la eliminación de cuatro “campamentos” terroristas, reitero
aquí mis propuestas sobre la introducción de las figuras legales de los
“campos totalitarios” instalados por los subversivos en la selva central,
donde se cooptan y se encierran poblaciones civiles, y donde se entrenan
militarmente e ideológicamente a “niños-soldados”. Ello permitiría
reinsertar socialmente las personas “recuperadas” en mejores condiciones
que las actuales, caracterizadas por la improvisación y el desorden. De
otro lado, los responsables del entrenamiento de esos niños, como la
siniestra “camarada Olga”, podrían afrontar la justicia penal y ser
sancionados con todo el peso de la ley. Un país digno no puede seguir
tolerando la ignominia que representa la violencia terrorista ejercida
desde hace décadas contra niña y niños andinos y nativos.
En ese marco, sería conveniente crear un Registro de víctimas de los
campos totalitarios, y un Registro de niños-soldados y de niñas-esclavas
sexuales que fueron raptadas o que nacieron en dichos campos. Esas
víctimas del terrorismo merecen reparaciones materiales y simbólicas de
parte del Estado y de la nación. La situación lamentable de casi medio
millón de nuestros compatriotas que viven en el VRAEM debe ser
reconocida por los universitarios y por toda la población del país.
Fuentes principales

COMISIÓN DE LA VERDAD Y LA RECONCILIACIÓN, 2003


Informe final de la CVR, 2003

Tomo V. 8. Los pueblos indígenas y el caso de los Asháninkas

Tomo VI. 1.3. Ejecuciones arbitrarias por agentes del Estado

Tomo VI. 1.9. La violación de los derechos colectivos

— 1.9.2. Desplazamiento forzado interno y esclavitud sufrida por el


grupo étnico asháninka

— 1.9.2.4.2. Control de los Asháninkas por el PCP-SL

— Hatun Willakuy, Versión abreviada del Informe Final de la CVR, 2004,


Lima, Navarrete.

GOLDHAGEN Daniel, 2009, Worse than War. Genocide, Eliminationism,


and the Ongoing Assault on Humanity, PublicAffairs, New York.
[Traducción francesa 2012, Fayard. Citada en este texto].

HARARI Yubal Noah, 2018, 21 Lessons for the 21st Century [Traducción
francesa 2012, Fayard. Citada en este texto].

MENDOZA Waldo y Janneth LEYVA, 2017, VRAEM, Diagnóstico y


opciones de política, USAID y
CIES, http://files.pucp.edu.pe/departamento/economia/WM-JL-VRAEM-
VFF-abril-20171.pdf

VILLASANTE Mariella,
2012, Violencia de masas del Partido comunista del Perú-Sendero
Luminoso y campos de trabajo forzado entre los Ashaninka de la selva
central, Dossier de Memoria n°9, IDEHPUCP.
VILLASANTE Mariella
2014, La violencia senderista entre los Ashaninka de la selva central.
Seminario del IDEHPUCP, Lima, 30 de abril 2014, Boletín
del IDEHPUCP del 27 de mayo de 2014. [En colaboración con Luzmila
Chiricente]

VILLASANTE Mariella
2016a, Por el reconocimiento de las víctimas de los campos de
internamiento senderistas, Boletín del IDEHPUCP, 10 de febrero de
2016.

VILLASANTE Mariella
2016b, Los “recuperados” de la selva central, víctimas de crímenes de
lesa humanidad”, Boletín del Lugar de memoria de Lima n° 1, abril
2016.

VILLASANTE Mariella
2016c, Violence politique au Pérou, 1980-2000. Sentier Lumineux contre
l’Etat et la société. Essai d’anthropologie politique de la violence, Paris:
L’Harmattan.

VILLASANTE Mariella
2016d, El Protocolo de atención a los “recuperados” del VRAEM y los
crímenes de lesa humanidad aún no reconocidos, Boletín del IDEHPUCP,
Lima, 18 de octubre de 2016.

VILLASANTE Mariella
2017, Los campos de concentración senderistas y los niños soldados en
el Perú: desafíos para el derecho humanitario peruano, Revista Ideele n°
275, 15 de noviembre.

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