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Los jeroglíficos se usaron durante muchos años, hasta que Egipto fue conquistado primero
por los griegos en el siglo IV antes de Cristo, y después por los romanos. Con el paso del
tiempo, la escritura jeroglífica cayó en el olvido y los mismos egipcios desconocían su
significado. De esta forma, las inscripciones del pasado se convirtieron en misteriosos textos
que nadie sabía descifrar.
En 1799 las tropas de Napoleón se encontraban en Egipto. Por casualidad, un capitán del
ejército francés que estaba dirigiendo la construcción de unas trincheras, encontró una piedra
de basalto negra que tenía inscripciones en varios idiomas. Se encontró cerca de la localidad
de Rosetta, y por eso así se la llamó.
Desde entonces pudieron leerse miles de jeroglíficos del Antiguo Egipto y gracias a ellos
descubrir mucha información acerca de esta fascinante civilización y sobre otras culturas de
la Antigüedad.
La Chinita
Bajar de tu monumento
El Santísimo Sacramento
La tierra maracaibera
Donde a ti se te venera
Chinita de Maracaibo
Yo recuerdo tu llegada
En 1749
Y tu imagen se ocultaba
LA VIRGEN DE CHIQUINQUIRA
Y allí, es venerada
Cada 18 de noviembre
Virgen de Chiquinquirá
A la Santísima Virgen
de los ANDES
Tener mala memoria y no pensar en las consecuencias de tus acciones te puede traer muchos
problemas. Problemas como los que le pasaron a Urashima, un pescador japonés.
Hace muchos y muchos años, vivía Urashima en una isla del Japón. Era el único hijo de un matrimonio de
pescadores muy pobres cuyas únicas pertenencias eran una red, una pequeña barca y una casita cerca de la
playa. Pese a ser tan pobres, los padres de Urashima querían mucho a su hijo, un muchacho sencillo y muy
bueno.
Un día, cuando Urashima volvía de pescar vió como unos niños estaban pegando a una enorme tortuga. En
ese momento Urashima se enfadó muchísimo y fue hacía los críos para reprenderlos y salvar la tortuga. Cuando
acabó de hablar con los niños y estos se fueron cabizbajos, cogió la tortuga y la llevó al mar. Cuando vió que la
tortuga reaccionaba al contacto con el agua y se podía mover y nadar, regreso a casa la mar de conteto.
Al cabo de un tiempo, Urashima se fue a pescar. Todo estaba tranquilo en el mar y Urasima tiraba al agua y
recogía su red con entusiasmo. Una de las veces, al subir la red vio que estaba la tortuga que el había echado
al mar unos días antes. Ésta le dijo: "Urashima, el gran señor de los mares se ha maravillado con la buena
acción que hiciste conmigo, y me ha enviado para que te conduzca a su palacio. Además te quiere dar la mano
de su hija, la hermosa princesa Otohime". Urashima accedió gustoso y juntos se fueron mar adentro, hasta que
llegaron a Riugú, la ciudad del reino del mar. Era maravillosa. Sus casas eran de esmeralda y los tejidos de oro;
el suelo estaba cubierto de perlas y grandes árboles de coral daban sombra en los jardines; sus hojas eran de
nácar y sus frutos de las más bellas pedrería.
Urashima se casó con Otohime, la hija del rey del mar, y pasaron una semana de una felicidad completa. Pero
al cabo de esos días, Urashima pensó que sus padre debían de estar preocupados por él, y decidió subir a la
superficie para decirles que se encontraba bien y que se había casado. Otohime comprendió a su marido, y dio
un pequeña caja de laca atada con un cordón de seda. Cuando se la dio, le dijo que si quería volver a verla no
la abriera.
Cuando Urashima llegó al pueblo, todo había cambiado, ya no reconocía ni las casas ni a las personas. Y
cuando busco la casita de sus padres sólo vio un gran edificio en el que nadie sabía nada de unos ancianos.
Finalmente, un señor viajo, viendo la desesperación de Urashima empezó a recordar y le explicó que no lo
recordaba muy bien, porque había pasado mucho tiempo atrás, pero que recordaba a su madre explicarle la
desdichada suerte de un par de ancianitos cuyo único hijo salió a pescar y no regresó jamás. Urashima empezó
a comprender: mientras vivió en la ciudad del mar había perdido la noción del tiempo. Lo que le habín parecido
sólo unos cuantos dís habían sido más de cien años.
Se dirigió a la playa, y sin saber que hacer abrió la caja que le había dado su mujer. Al instante un viento frío
salió de la caja y envolvió a Urashima. Éste recordó lo que le había dicho su mujer pero de pronto se sintió muy
cansado, sus cabellos se volvieron blancos y cayó al suelo. Cuando a la mañana siguiente fueron los muchachos
a bañarse, vieron tendido en la arena a un anciano sin vida. Era Urashima que había muerto de viejo.
La tortuga del pescador Urashima y su visita al fondo
del mar
Cuentos
Tener mala memoria y no pensar en las consecuencias de tus acciones te puede traer muchos
problemas. Problemas como los que le pasaron a Urashima, un pescador japonés.
Hace muchos y muchos años, vivía Urashima en una isla del Japón. Era el único hijo de un matrimonio de
pescadores muy pobres cuyas únicas pertenencias eran una red, una pequeña barca y una casita cerca de la
playa. Pese a ser tan pobres, los padres de Urashima querían mucho a su hijo, un muchacho sencillo y muy
bueno.
Un día, cuando Urashima volvía de pescar vió como unos niños estaban pegando a una enorme tortuga. En
ese momento Urashima se enfadó muchísimo y fue hacía los críos para reprenderlos y salvar la tortuga. Cuando
acabó de hablar con los niños y estos se fueron cabizbajos, cogió la tortuga y la llevó al mar. Cuando vió que la
tortuga reaccionaba al contacto con el agua y se podía mover y nadar, regreso a casa la mar de conteto.
Al cabo de un tiempo, Urashima se fue a pescar. Todo estaba tranquilo en el mar y Urasima tiraba al agua y
recogía su red con entusiasmo. Una de las veces, al subir la red vio que estaba la tortuga que el había echado
al mar unos días antes. Ésta le dijo: "Urashima, el gran señor de los mares se ha maravillado con la buena
acción que hiciste conmigo, y me ha enviado para que te conduzca a su palacio. Además te quiere dar la mano
de su hija, la hermosa princesa Otohime". Urashima accedió gustoso y juntos se fueron mar adentro, hasta que
llegaron a Riugú, la ciudad del reino del mar. Era maravillosa. Sus casas eran de esmeralda y los tejidos de oro;
el suelo estaba cubierto de perlas y grandes árboles de coral daban sombra en los jardines; sus hojas eran de
nácar y sus frutos de las más bellas pedrería.
Urashima se casó con Otohime, la hija del rey del mar, y pasaron una semana de una felicidad completa. Pero
al cabo de esos días, Urashima pensó que sus padre debían de estar preocupados por él, y decidió subir a la
superficie para decirles que se encontraba bien y que se había casado. Otohime comprendió a su marido, y dio
un pequeña caja de laca atada con un cordón de seda. Cuando se la dio, le dijo que si quería volver a verla no
la abriera.
Cuando Urashima llegó al pueblo, todo había cambiado, ya no reconocía ni las casas ni a las personas. Y
cuando busco la casita de sus padres sólo vio un gran edificio en el que nadie sabía nada de unos ancianos.
Finalmente, un señor viajo, viendo la desesperación de Urashima empezó a recordar y le explicó que no lo
recordaba muy bien, porque había pasado mucho tiempo atrás, pero que recordaba a su madre explicarle la
desdichada suerte de un par de ancianitos cuyo único hijo salió a pescar y no regresó jamás. Urashima empezó
a comprender: mientras vivió en la ciudad del mar había perdido la noción del tiempo. Lo que le habín parecido
sólo unos cuantos dís habían sido más de cien años.
Se dirigió a la playa, y sin saber que hacer abrió la caja que le había dado su mujer. Al instante un viento frío
salió de la caja y envolvió a Urashima. Éste recordó lo que le había dicho su mujer pero de pronto se sintió muy
cansado, sus cabellos se volvieron blancos y cayó al suelo. Cuando a la mañana siguiente fueron los muchachos
a bañarse, vieron tendido en la arena a un anciano sin vida. Era Urashima que había muerto de viejo.
El pájaro dziú
Poco a poco se reunieron las demás aves, entonces Chaac les dijo:
—Voy a buscar la semilla del maíz; yo creo que es una de las más
importantes para que haya vida.
—Tengo que salvar la semilla del maíz, todos me van a tener envidia si
la encuentro yo primero.
Así, los dos pájaros iban a salir casi al mismo tiempo, pero el toh vio al
dziú y quiso adelantarse; entonces se atravesó en su camino y lo
empujó para irse él primero. Al dziú no le importó y se fue con calma,
pero muy decidido a lograr su objetivo.
El toh voló tan rápido, que en poco tiempo ya les llevaba mucha ventaja
a sus compañeros. Ya casi llegaba a los campos, pero se sintió muy
cansado y se dijo:
Chaac y las aves supieron reconocer la hazaña del dziú, por lo que se
reunieron para buscar la manera de premiarlo. Y fue precisamente el
toh, avergonzado por su conducta, quien propuso que se le diera al dziú
un derecho especial:
—Ya que el dziú hizo algo por nosotros, ahora debemos hacer algo por
él. Yo propongo que a partir de hoy, pueda poner sus huevos en el nido
de cualquier pájaro y que prometamos cuidarlos como si fueran
nuestros.
Sapo verde
Publicado originalmente en la colección Los cuentos del Chiribitil del Centro Editor de América Latina
(Buenos Aires, 1978). Actualmente agotado. Reproducido en Imaginaria con autorización de la autora.
2 Votos
¿Nunca os habéis preguntado por
qué los búhos duermen de día y salen a cazar de noche? Pues este cuento os explica la razón
de este comportamiento.
Hace mucho, mucho tiempo, había un búho que trabajaba de tintorero. Todos los pájaros
acudían a él para que tiñera sus plumas de los colores más inverosímiles. El búho era tan
bueno en su trabajo, que todos los pájaros estaban encantados con él. Todos excepto el
cuervo, que estaba tan orgulloso de su plumaje
blanco inmaculado que despreciaba su trabajo.
Pero un día, cansado de tanto blancor, el cuervo se
acercó al búho y le dijo:
REPORT THIS AD
REPORT THIS AD
El búho pensó mucho antes de decidir qué color usar y, finalmente, se decidió por el negro.
– Ahora tus plumas son de un color como no se ha visto antes en el cielo – dijo el búho
después de haber terminado su trabajo.
Cuando el cuervo se dio cuenta de que sus plumas eran totalmente negras, como si
estuviera cubierto de hollín de la cabeza a los pies, se enfadó muchísimo. Pero ya no podía
hacer nada, así que se tuvo que resignar. Y a partir de entonces todos los cuervos son
negros.
Pero aunque se resignaron, nunca perdonaron al búho. Cada vez que le ven, se le echan
encima y, si pudieran, acabarían con él. Es por eso que los búhos decidieron dormir de día
y salir a cazar de noche, cuando los cuervos están durmiendo y no corren peligro de ser
atacados.
DANIEL COLLAZOS
JULIO 15, 2019
Anteriormente, en el Mayab vivía un señor que era querido por todas las
personas del lugar, pues era la única persona capaz de curar varias
enfermedades. De tal forma que cuando alguien caía enfermo, él llegaba hasta la
casa del doliente y, con una piedra verde que siempre llevaba en su bolsillo,
tomaba sus manos y susurraba ciertas palabras curativas. Sólo con esto podía
curar cualquier enfermedad. Pero resulta que una mañana, cuando el señor se
encontraba paseando en medio de la selva, sintió que sus fuerzas le abandonaban. Así
que decidió acostarse en medio de la flora a escuchar el canto de las aves. De repente,
el cielo se tiñó de negro y estalló un aguacero como pocos los ha habido en la tierra. El
señor se puso de pie inmediatamente y echo a correr en busca de refugio. En medio de
la carrera, no se percató de que la piedra se había salido de su bolsillo. De tal manera
que cuando llegó a su casa, donde lo estaba esperando su mujer para que curara a su
hijo, fue incapaz de encontrar su amuleto.
Preocupado por la salud de su hijo y por haber perdido la piedra, creyó que no
sería lo suficientemente rápido para encontrar la piedra por sí mismo antes de
que alguien más la tomara. Entonces reunió a distintos animales y les pidió su
ayuda. Así, recibió la colaboración de la liebre, el venado, el cocay y el zopilote,
quienes conocían mejor todos los caminos y rincones del bosque. Para motivar la
búsqueda, se ofreció a darle un premio a quien lo encontrara. Al escuchar esto, todos
los animales corrieron hacia la selva en busca de la dichosa piedra. Pese a que el cocay
era el que más empeño había puesto en la búsqueda, el primero que la encontró fue el
venado. Sin embargo, al ver que era tan hermosa, decidió tragársela para no
compartirla con nadie. Con la piedra en su vientre, el venado pensó en ser él quien
curara las heridas a cambio de una buena paga. Pero en el momento en el que pensó
esto, sintió un fuerte dolor de estómago y tuvo que vomitar la piedra. Asustado, el
venado salió corriendo, dejando la piedra sobre la hierba.
Una vez estuvo con su señor, el cocay le contó todas las aventuras por las que
tuvo que pasar para encontrar la piedra verde, sin poder explicar qué era la luz
que salió de su cuerpo. Entonces el señor le dijo que era la luz que brotaba
desde su interior por la nobleza de sus actos, pensamientos y sentimientos. Por
eso la primera luz surgió de su cabeza, por su gran y brillante inteligencia. Le dijo,
además, que desde ese momento esa luz la iba a acompañar a donde sea que fuere.
Después de esto, el cocay se despidió del señor y se adentró en la selva para
comentarle a los demás animales el don que había adquirido. Todos le felicitaron por
lo hermosa que se veía con la luz, menos la liebre, quien, envidiosa por haber fallado,
planeó arrebatársela. Así, mientras le mostraba la luz a otro insecto, la liebre saltó
sobre la luciérnaga. El cocay quedó tendido en el suelo mientras la liebre saltaba de un
lado a otro pensando que había huido. El cocay se levantó lentamente y, en venganza,
se posó sobre la cabeza del roedor con su luz. Pensando que se estaba quemando, la
liebre corrió hasta un cenote y se lanzó a sus aguas. La luciérnaga voló alto antes de
sumergirse y, desde ahí, se burló de su rival. Desde entonces, todos los animales, sin
importar su tamaño, respetan a la luciérnaga por su luz, símbolo de su astucia.
El árbol que hablaba
[Cuento - Texto completo.]
Anónimo: África
Había un lobo en la selva. Un día, cuando estaba afuera paseando, encontró a un árbol que
tenía unas hojas que parecían caras de personas. Escuchó atentamente y pudo oír al árbol
hablar.
El lobo se asustó y dijo:
-Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante.
Tan pronto como hubo dicho estas palabras, alguna cosa que no pudo ver lo golpeó y lo dejó
inconsciente. No sabía durante cuánto tiempo había estado allí tendido en el suelo, pero
cuando despertó estaba demasiado asustado para hablar. Se levantó inmediatamente y
empezó a correr.
El lobo estuvo pensando acerca de lo que le había ocurrido y se dio cuenta de que podía usar
el árbol para su provecho. Se fue paseando de nuevo y se encontró a un antílope. Le contó lo
del árbol que hablaba, pero el antílope no le creyó.
-Ven y lo verás tu mismo -dijo el lobo- pero cuando llegues delante del árbol asegúrate de
decir estas palabras: “Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como
un árbol hablante”. Si no las dices, morirás.
El lobo y el antílope se acercaron hasta el árbol que hablaba. El antílope dijo:
-Has dicho la verdad, lobo, hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro
como un árbol hablante.
Tan pronto como dijo esto alguna cosa lo golpeó y lo dejó inconsciente. El lobo cargó con él
a su espalda y se lo llevó a casa para comérselo. “Este árbol que habla solucionará todos mis
problemas”, pensó el lobo. “Si soy inteligente nunca más volveré a pasar hambre.”
Al día siguiente el lobo estaba paseando como de costumbre. Al cabo de un rato se encontró
con una tortuga. Le contó la misma historia que le había contado al antílope, y la llevó hasta
el lugar. La tortuga se sorprendió cuando vio al árbol hablante.
-No creía que esto fuera posible -dijo- hasta el día de hoy nunca me había encontrado con
algo tan raro como un árbol hablante.
Inmediatamente fue golpeada por algo que no pudo ver y cayó inconsciente. El lobo la
arrastró hasta su casa y la puso en una olla. Pensó en hacer una estupenda sopa.
El lobo estaba orgulloso de sí mismo. Después del antílope y la tortuga cazó un ave, un jabalí,
y un ciervo. Nunca antes había comido mejor. Siempre usaba la misma estrategia. Contaba a
sus presas que debían decir que nunca antes habían visto a un árbol hablar y que si no lo
decían morirían. Todos ellos hicieron lo que el lobo les dijo y todos ellos quedaron
inconscientes. Luego el lobo cargaba con ellos hasta su casa. Era un plan perfecto, él lo creía
simple e infalible, y agradecía a las estrellas el hecho de haber encontrado a ese árbol.
Esperaba comer como un rey durante el resto de su vida.
Un día, que se sentía con algo de hambre, el lobo fue a pasear de nuevo. Esta vez se encontró
con una liebre. El lobo le dijo:
-Hermana liebre, he visto algo que tú no has visto desde el tiempo de tus antepasados.
-Hermano mayor, ¿qué puede ser? -preguntó la liebre.
-He visto un árbol que habla en la selva -dijo el lobo.
Contó la misma historia de siempre a la liebre y se ofreció para llevarla a ver ese árbol
hablante. Fueron juntos hasta el lugar. Cuando se acercaban al árbol el lobo le dijo:
-No olvides lo que te he contado.
-¿Qué me contaste? -preguntó la liebre.
-Lo que debes decir cuando llegues junto al árbol, o si no , morirás -dijo el lobo.
-¡Oh!, sí -dijo la liebre-.
Y empezó a hablar con el árbol.
-¡Oh!, árbol, ¡oh!, árbol -dijo-. Eres un árbol precioso.
.No, esto no -dijo el lobo.
-Perdona -dijo la liebre. Entonces habló de nuevo-. Árbol, ¡oh!, árbol, nunca pensé que
pudieras ser tan maravilloso.
-¡No, no! -dijo el lobo- no un árbol precioso, un árbol hablante. Te dije que tenías que decir
que nunca habías visto antes a un árbol hablante.
Tan pronto como hubo dicho estas palabras, el lobo cayó inconsciente. La liebre se fue
andando y mirando hacia el árbol y el lobo. Luego sonrió:
-Entonces, este era el plan del señor Lobo -dijo-. Se pensaba que este lugar era un comedero
y yo su comida.
La liebre se marchó y contó a todos los animales de la selva el secreto del árbol que hablaba.
El plan del lobo fue descubierto, y el árbol, sin herir a nadie, continuó hablando solo.
FIN
CABALLITO DE MAR