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Niñas en la cárcel

La Casa Correccional de Mujeres como


instituto de socorro infantil

Donna J. Guy*

En 1910, el historiador legista argentino Roberto Levillier publicó


un extenso ensayo sobre la criminalidad en Buenos Aires. Cuando abor-
dó el tema de la criminalidad femenina, observó que las niñas y las jó-
venes eran alojadas en la cárcel de mujeres, pero él centró su atención
en las delincuentes adultas. Sostenía que los criminalistas habían igno-
rado a estas mujeres y que la delincuencia femenina no había desperta-
do el menor interés en Buenos Aires. Los especialistas consideraban que
el porcentaje de mujeres delincuentes era estadísticamente insignifican-
tes, que las causas no eran impo1tantes. ni de larga duración y, en conse-
cuencia, no estudiaron la evolución, la prevención ni el índice de reinci-
dencia. Además, las religiosas que dirigían la cárcel de mujeres de
Buenos Aires manejaban las instalaciones sin tener en cuenta principios
científicos: la institución funcionaba como una escuela-taller y carecía
de orientación. ' Levillier se pregtmtaba por el destino de estas mujeres
y hacía varias sugerencias para reformar las cárceles.
Au.n cuando en la cárcel de mujeres había más niñas que adultas, Le-
villier y muchos de sus contemporáneos ignoraron este drama infantil.
Sin embargo, sus críticas sobre el funcionamiento de la cárcel estaban
directamente relacionadas con la presencia de esas jóvenes. La cárcel de Cuando carecían de familia queJe
mujeres no podia funcionar siguiendo principios científicos porque és- ocupara de ellas, las nilias eran
recluidas. Pobreza, abusos y abandono
son las marcas de origen de muchas de
*Esta investigación fue patrocinada por la Fundación Nacional de Humanidades, laJ internadas.
Universidad de Arizona, el Profesorado de Investigaciones de Ciencias Sociales Niñas del Patronato de la Infancia,
y del Comportamiento y una beca del SBSRI (Social and Behavioral Sciences 1923. Archivo General de la Nación,
Re.search Institute) de la Universidad de Arizona de Investigaciones de Venmo. Departamento Fotografía.

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4 ENC IERROS Y SUJECIONES

tos contaban con pocas nonnas sobre el encarcelamiento de mujeres me-


nores de edad.
Una detención, dice Michel Foucault, puede ser una simple privación
de la 1ibettad, pero el encarcelamiento que lleva a cabo esta función siem-
pre involucra un proyecto técnico 2 El proyecto técnico estudiado por
Foucault se refería a detenidos varones y a cárceles de hombres, pero no
toda la población carcelaria de la Argentina entre 1890 y 1940 estaba acu-
sada de crímenes, y había muchas niñas, algunas de tan sólo cinco años,
en ella. ¿Cuál era el propósito de privar a estas menores de su libertad?

Pol(ticas de reflabilitación Rehabilitación o redención eran ideales sociales y religiosos que


asumían diferentes significados según se refirieran a hombres o a muje-
res, a adultos o a niños. Sin embargo, los funcionarios públicos aplica-
ban a todos el mismo tratamiento inicial: el encarcelamiento. No todas
las niñas que habitaban las prisiones eran consideradas delincuentes, pe-
ro aun así la policía abogaba por su encarcelamiento. Como el jefe de
Policía de Buenos Aires hacía notar en su informe anual de 1913-1914:
Danzas de la elite y religiosas de
dil'ersas órdenes f ueron las encargadas "La vagancia, la mendicidad, la pederastia, los menores abandonados,
de alojar y educar a niñas y niños son plagas sociales que mis antecesores han hecho conocer en oportunas
abandonados. comunicaciones [... ] y sin que todavía se manifieste la profilaxis de sa-
Anuario de la Soc iedad de narniento social que requiere el adelanto de esta Capital tan evidenciado
Beneficenc ia donde se muestran las
en las demás actividades de su desarrollo y movimiento general. La le-
instalac iones de los distintos as ilos y
hospitales de la instituc ión, 1910.
gislación sobre tutela oficial de los menores ha sido ya iniciada y corre-
Archivo General de la Nac ión, lativamente con las medidas adoptadas por el Superior Gobierno respec-
Departamento Fotografía. to de la habilitación y ampliación de locales para albergarlos, permite
esperar que ese problema de Jos menores [... ] encuentre en breve la so-
lución que se pretende". 3 Sin embargo, al año siguiente habían sido de-
tenidas 574 niñas, en su mayoría por huir de su hogar o de su trabajo.
Entre ellas había 73 empleadas domésticas. 4
El problema no se resolvía simplemente agrandando las cárceles. En
el caso de los adultos varones, la rehabilitación suponía reformar sus há-
bitos laborales, para inducirlos a trabajar en lugar de cometer crímenes.
Las mujeres adultas, en cambio, debían volver bajo la custodia de pa-
triarcas masculinos. Para las menores, la rehabiJitación implicaba edu-
carlas por varios años y así mantenerlas fuera de las calles, con lo cual
no tenían que trabajar. Entonces, o bien las cárceles se transformaban en
instituciones educativas o bien las niñas eran transferidas a instalaciones
de ese tipo. Pero los funcionarios no adoptaron ninguna de estas políti-

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cas hasta la década de 1930. Los conceptos traclicionales de refonna y
lA PIEDAD DI VI NA rehabilitación tenían poco sentido para la mayoría de las menores encar-
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celadas.

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NI ÑAS EN LA CÁR CEL 5

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En Buenos Aires, las niñas eran generalmente enviadas a pris ión por- En una ciudad en constante
que no tenían familia que pudiera ocuparse de ellas. A la deriva por las tran.iformación y crecimiento, como era
calles de una ciudad en crecimiento, niños y niñas eran considerados pe- la Buenos Aires de entonces. los niños
y niñas a la deri••a en las calle.< eran
ligrosos si permanecían en lugares públicos. Muchos no tenían hogares considerados p eligrosos.
a los cuales pudieran regresar. No todos los padres podían alimentar, Huérfanos y huérfanas en el Patronato
alojar, educar y vestir a sus hijos biológicos; otros habían muerto o ha- de la Infanc ia. Arch ivo General d e la
bían abandonado a sus hijos. Algunas niñas eran encarceladas por ejer- Nación, Departamento Fotografía.
cer la prostitución o cometer una amplia gama de delitos que iban des-
de el infanticidio hasta hllltos, pero la gran mayoría eran chicos de la
calle: sin hogar, huérfanos o fugitivos de sus padres o de empleadores
que Jos explotaban. En una sociedad que definía claramente Jos derechos
de patria potestad para Jos padres o madres solteras, no existían medios
legales de adoptar niños y había pocos establecimientos para mayores de
seis años; las cárceles de mujeres -ya fuera en Buenos Aires o en las ciu-
dades del interior- se usaban como refugios temporarios para las niñas
cuyos padres no podían ocuparse de ellas.
Este proceso, sin embargo, demandaba más que un mero Jugar de de-
pósito. Los bebés abandonados y los chicos de la cal.le no tenían la pro-
tección de sus familias. Como no se conocían sus verdaderos orígenes, se
presumía que pertenecían a las clases bajas y se Jos destinada a las tareas
más serviles. Cuando estos niños eran capturados en redadas, se Jos en-
viaba ante los Defensores de Menores, hombres de la alta sociedad en-
cargados por el municipio del cuidado de Jos niños desampamdos. Y era
entonces cuando su desprotección social se confirmaba, pues se los ubi-
caba en hogares de familias extrañas a ellos, o en la cárcel de mujeres -o
en la penitenciaría, si eran varones-. En resumen, su entrada en la cárcel
confirmaba la desaprobación que su presencia en Jos espacios públicos

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6 ENCIERROS Y SUJECIONES

suscitaba en la sociedad. Del mismo modo, salir de la cárcel significaba


ubicarlos en un hogar ajeno, en el que ingresaban como trabajadores, no
como niños bajo custodia. En ese nuevo hogar no tenían padres, sólo em-
pleadores. No tenían parientes y no recibían herencia alguna.
Al parecer, el proyecto técnico subyacente al encarcelamiento de las
niñas menesterosas consistfa en crear Wl rito de pasaje que les asignaba
una nueva identidad, la cual estigmatizaba Jos orígenes y confirmaba Jos
limitados derechos de las niñas dentro de sus familias adoptivas. Hubo
algunos proyectos tendientes a rehabilitar! as, pero sólo mancharon la re-
putación de las niñas inocentes al asociarlas con el mundo del crimen y
el deshonor.
Los niños y las niñas de la caJJe alteraban el sentido de orden social
de Buenos Aires. Existfan en un estado liminar, protegidos dentro del
hogar y acusados de crímenes en los Jugares públicos. Frecuentemente,
esto se convertía en una profecía que se autocumplfa. Era evidente que
sus padres, si Jos tenían, Jos habían abandonado moral y materialmente.
Los niños eran más temidos que las niñas, porque se los tomaba corno
potenciales criminales o anarquistas. Se presuponía que las niñas serian
prostitutas.
Algunos observadores de la época decían que esos niños eran zonas
tenebrosas en medio del paisaje urbano. Para los políticos, Jos niños va-
gabundos eran delincuentes juveniles y había que encarcelar! os. En agos-
to de 1892, el presidente Carlos Pellegrini sostuvo que Jos pillos calleje-
ros, especialmente Jos varones, eran criminales en potencia, y sugirió que
se construyera una cárcel dedicada sólo a jóvenes delincuentes masculi-
nos. Hacía notar que Jos edificios existentes estaban supe1poblados de
adultos y niños, y dado "el nómero creciente de niños culpables de pe-
queños delitos enviados allí a diario por los Defensores de Meno1es y los
jueces", serían siempre insuficientes.
Lo que el Presidente no decía es que muchos de estos niños habían si-
do anestados porque no tenian hogar. 5 Los diputados auto rizaron fondos
especiales para constmir un edificio especial para niños delincuentes: el
refonnatorio de Marcos Paz, que se inauguró en 1903, pero vacilaban en
proveer instalaciones similares para niñas s in hogar o delincuentes. Tam-
poco desafiaron la autoridad de las órdenes de religiosas a cargo de las
cárceles de mujeres.

La Casa Correccional Las monjas deseaban rehabilitar a las niñas delincuentes por medio
de Mujeres de la educación y las labores domésticas. Esto requería separar a las ni-
ñas de las delincuentes adultas y mantenerlas f uera de las calles en un
marco instin1cional donde pudieran ser educadas. Como no estaban en

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NIÑAS EN LA CÁRCEL 7

condiciones de brindarles esto, las monjas se limitaron a proveerlas de El estigma de la pobreza marcaba
una educación elemental y organizarles talleres. Pero tanto las niñas co- de manera perenne a 1os nilios y
niñas abandonados.
mo las adultas permanecían pris ioneras por lapsos breves, por Jo cual to-
El "día de los niñ os pobres" en los
da esperanza de rehabilitación era ilusoria. En sus informes anuales, las jardines del Palacio Miró, 1909.
monjas sostenían la necesidad de transformar las cárceles en otro tipo de Archivo General de la Nación,
instituciones, donde niñas y adultas fueran alojadas en instalaciones se- Departamento Fotografía.
paradas y pudieran quedarse durante períodos largos.
Como Jo señala Lila Caimari,6 la historia de los primeros años de la
Casa Correccional de Buenos Aires o Asilo Correccional de Mujeres es
difícil de reconstruir. Desde 1873 hasta 1888, las religiosas habían diri-
gido el As ilo del Buen Pastor, una cárcel controlada por la Sociedad de
Beneficencia -fonnada por señoras de la alta sociedad, que, subsidiadas
por el Estado, se encargaban de proveer hospitales, colegios y varios asi-
los para mujeres y niños- y la Casa de Ejercicios, un convento dedica-
do a la rehabilitación de mujeres delincuentes. Las niñas eran enviadas
al Buen Pastor si se las consideraba incorregibles: en caso contrario,
iban a la Casa de Ejercicios.?
En algún momento durante la década de 1870, el Asilo del Buen Pas-
tor se mudó a la vieja penitenciaría. Este edificio era un monasterio
construido originalmente por Jos jesuitas en 1735: después los betlemi-

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8 ENCIERROS Y SUJECIONES

tas tomaron a su cargo el edificio hasta que en 1822 fue expropiado y


convertido en el Hospicio de Locos. Después del gobierno de Rosas, se
usó como cuartel para los soldados y en 1860 se convirtió en cárcel de
hombres. 8
Cuando la Casa Correccional de Mujeres comenzó a funcionar con
las religiosas de la orden del Buen Pastor -alrededor de 1890-, lama-
yoría de las niñas bajo su cuidado habían sido enviadas a los Defenso-
res de Menores. Oficialmente, sus edades iban de los cinco a los veinte
años, pero hay evidencias de que varios bebés acompañaron a sus ma-
dres (además, los investigadores ponían en duda los datos estadísticos
sobre las edades). Las niñas petmanecfan allí solamente hasta que se las
ubicara en hogares adoptivos y, de acuerdo con el Código Civil argenti-
no, los niños recibían tm salario acorde con su edad y obligaciones la-
borales.9
La Cárcel de Mujeres de Buenos Aires se inauguró oficialmente en
1892. Durante los primeros años, los arreglos elementales de pintura y
remodelación hicieron habitable el edificio. Más tarde, se lo amplió. Pa-
ra 1906, cuando se llevó a cabo el primer censo nacional carcelario, el
edificio tenía capacidad para cien adultos y ciento cincuenta menores: se
dictaban clases de primer y segundo grado de la escuela primaria para
mujeres analfabetas y niños, y había talleres de lavado y costura. 10 Des-
pués, en la cárcel se dictaron clases hasta cuarto grado.
La cantidad de niñas que pasaban por la Casa Correccional variaba
enormemente. En 1889, por ejemplo, hubo 466 detenciones y la mayor
parte de las internadas salió ese mismo año. En 1892, 694 estuvieron de-
tenidas allí, y en 1893 hubo 317. La gr<m mayoría eran enviadas por ór-
denes judiciales o por uno de los tres defensores. Esta tendencia conti-
nuó, ya que la cantidad de menores se elevó a 1138 en 1911 y tuvo su
pico máximo en 1917, con 1874 admisiones. De ahí en más, hasta me-
diados de la década de 1920, la cantidad decreció, aunque sólo en 1922
fue inferior a 1400. En cambio, las prisioneras adultas raramente exce-
dían las 400 hasta la década de 1930, y la tendencia era que se mantu-
viera una población media de entre 200 y 300. 11
A los defenso res, al igual que a la policía, no les atraía la idea de en-
viar niñas de corta edad a la Casa Correccional de Mujeres. El 7 de ma-
yo de 1901 , el defensor José M. Terrero pidió al Ministro de Justicia que
intercediera ante el Ministro de Relaciones Exteriores para obligar a la
Sociedad de Beneficencia a aceptar niños desamparados de seis a ocho
años. La Sociedad, sin embargo, raramente accedía a cumplir los pedi-
dos estructurales de los defensores, porque esas señoras manejaban sus
instituciones de acuerdo con sus propias reglas. Además, otro grupo de
Buenos Aires, el Patronato de la Infancia, no podía ayudar porque sólo

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NiÑAS EN LA CÁR CEL 9

contaba con escuelas diurnas. Los defensores tenían pocas alternativas


de solución frente al problema. 12
La población de Buenos Aires creció mucho durante este período. A
medida que la ciudad crecía, muchas familias pobres se encontraron con
que no sabían cómo enfrentar las presiones de la vida urbana, a pesar de-
que Buenos Aires ofrecía nuevas oportunidades. Para muchos niños, es-
to s ignificó ser abandonados, no tener hogar y caer en la tentación de
participar en actividades delictivas.
En 1895, la Madre Superiora de la Casa Correccional de Mujeres es-
cribió al presidente Uribum ofreciendo alojar un mayor nómero de ni-
¿Más que un mero lugar de depósito?
ñas de la calle. Sostenía que muchas necesitaban un hogar; pedía penni- Los bebés abandonados y los chicos de
so para admitirlas simplemente porque eran pobres y para brindarles la calle no tenían la protección de sus
educación. 13 Los tres Defensores de Menores opinaron que esta petición f amilias. Como no se conocían sus
i.nf1ingiría el derecho de los padres a la patria potestad y además afec- verdadero.<orfgene.<. se presum ía que
pertenecían a las clases bajas y .<e los
taría Jos poderes que ellos mismos ejercían. 14 Por esta razón Jos Defen-
destinada a las tareas más sen •iles.
sores quedaron a cargo de Jos niños de la cal.le. Dormitorio de un as ilo de l Patronato.
Como los Defensores de Menores carecían de refugios donde alojar- Archivo General de .la Nación,
las, la mayor pmte de las niñas tenninaban en la Casa Correccional. Los DepaJtamento Fotografía.

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1Ü ENCIERROS Y SUJECIONES

bebés abandonados podían ser enviados a la Casa de Expósitos de la So-


ciedad de Beneficencia. A veces, niñas de menos de seis años eran acep-
tadas por la Sociedad en su Asilo de Huérfanas, pero siempre había es-
casez de vacantes. El resto de los niños que recibían debían ser enviados
a trabajar, eran devueltos a sus familias o bien languidecían transitoria-
mente en las cárceles. 15
Los Defensores de Menores tenían una tarea inmensa por realizar.
En 1898 estuvieron a cargo de 1878 niños y niñas, cuyo número, en ade-
lante, disminuyó. 16 lnicialmente, pudieron restituir a casi todos a sus fa-
milias biológicas, pero hacia 1888, cuando se cerró el Asilo del Buen
Pastor, la situación se agravó, y los Defensores fueron enviando cada vez
más niños y niñas a las cárceles.
Sin embargo, algunos mostraban mayor habilidad que otros para
mantener a los niños fuera de la cárcel. En 1897, por ejemplo, el defen-
sor Pedro de Elizalde llegó a ubicar 342 niños y niñas con sus familias
-biológicas o no-, mientras que envió sólo 3 1 niñas a la Casa Correc-
cional, y tres a la Casa de Ejercicios. 17 Era un éxito en un sentido y un
peligro en otro: los niños ingresaban en esas casas, pero como sirvien-
tes, lo cual conllevaba el riesgo de que, en lugar de ser protegidos, se los
explotara.
El riesgo al que se exponían las menores empleadas se hizo eviden-
Las niñas debían ser educadas en los te en 1899 cuando el médico de la Casa Correccional de Mujeres, Abra-
valores cristianos, el respeto a las
ham Zeoavilla, presentó su infonne a la Madre Superiora poniéndola al
jera1quías y a la religión.
Asilo de niñas de S an Vicente de Paú!, tanto de la situación existente entre junio y diciembre de 1899. Hacía
en Devoto, 1925. Arch ivo General de hincapié en el hecho de que las dos dolencias más frecuentes fueran las
la Nac ión, Departamento Fotografía. respiratorias y las ginecológicas. Como él decía, las últimas eran más
frecuentes en las niñas mayores y las causas eran el abandono y el tra-
.. tamiento desconsiderado de las personas que las empleaban. Es decir,
sus empleadores abusaban sexualmente de ellas. 18
Para los defensores, el problema era evidente. En 1908, redactaron
una carta conjunta al Ministro de Justicia sosteniendo que la situación
era tan desastrosa que cuando una mujer pedía una niña como emplea-
da doméstica, s iempre se le preguntaba: "¿Tiene usted hijos varones, se-
ñora?". Si la respuesta era afirmativa, no permitían que una niña traba-
jara para esa familia. Ésta era la razón por la cual querían asegurarse de
que las niñas no fueran entregadas directamente a las familias por el juez
o las cárceles. 19
Aun cuando los Defensores evitaran mandar niñas a la cárcel, el edi-
ficio simplemente no tenia capacidad para alojar el número de menores
que alli se enviaban. En ese momento, la superficie destinada a Jos me-
nores podía alojar 110, pero, a veces, las monjas eran obligadas aman-
tener 200 niños en ella. En junio de 1900, la Madre Superiora hizo la su-

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NI ÑAS EN LA C.Á.RCEL 11

gerencia de que las religiosas podían brindar mejores cuidados a las ni-
ñas vagabundas. Alentaba al gobierno nacional a autorizar la construc-
ción de instalaciones separadas para las jóvenes donde éstas pudjeran
quedarse por lo menos tres o cuatro años; podrían, de esta manera, reci-
bir una moderada educación y así ser útiles a famiJias ofreciendo servi-
cios apropiados a su condición, tales como cocineras, mucamas o lavan-
deras.20 Su pedido reconocía las limitaciones de uso de las instalaciones
existentes y al mismo tiempo su lenguaje reafirmaba el proyecto técni-
co del estigma que marcaría a las niñas pobres.
Los puntos de vista de la Madre Superiora eran ocasionalmente apo-
yados por algunos de los defensores. En 1903, un nuevo defensor, B.
Lainez, sugirió una serie de reformas. Entre otras, la transforrnaci.ón de
la Casa Correccional de Mujeres en una escuela de comercio para mu-
jeres adultas, con sectore.s para separar a las niñas delincuentes de las
que sólo se alojaban allí. También pensó en una escuela para madres jó-
venes que formara parte de la escuela de comercio. Pero las ideas de
Lainez no fueron escuchadas y no permaneció mucho tiempo más en el
cargo.21 ,;En clase de labor, las presas dan
En ocasiones, algunos padres pedían al Estado que encarcelara a sus expansión a las múltiples prolijidades
de .w alma" (oración escrita en el
hijas porque ellos ya no podían hacerse cargo de ellas. Por medio de es-
dorso de la foto de ard1il'o ).
te pedido, podían renunciar voluntariamente a sus derechos de patria po-
Asilo Correcc ional de Mujeres. Archivo
testad por un mes. Luisa Gigena de Saldazo quiso hacer esto en 1920. General de la Nac ión, Departamento
Era tan pobre que sólo podía dar como domicilio legal la dirección del Fotografía.
Defensor de Pobres. Decía Luisa que su hija Juana Isabel se aprovecha-
ba del hecho de que su padre estaba en la provincia de Tucumán: había
abandonado a su familia para hacerse prostituta. Luisa estaba tan enfu-
recida que la hizo encerrar por la policía y, como carecía de recursos
propios, peticionó a la corte para que la mantuviera así por el lapso es-
tipulado por la ley. Después de que varios testigos confmnaran la histo-
ria de Luisa, el juez ordenó que Juana fuera encarcelada. 22
Jueces y defensores encarcelaban niñas de muy corta edad junto a
adolescentes. En 1907, por ejemplo, se encerró a 42 niñas menores de
diez años, mientras 320 niñas de entre diez y quince años también se en-
contraban entre rejas. En total, el número de niñas de entre seis y quin-
ce años constituían más del 38 por ciento de los detenidos jóvenes. Ha-
cia 1912, esta proporción había disminuido al 33 por ciento. 23
En general, a los defensores no les gustaba que tantos niños langui-
decieran en las cárceles. Uno de ellos, el doctor Agustín Cabal, sugirió,
en 1910, una nueva política para mantener a las niñas fuera de las calles.
Como muchas de ellas se negaban a permanecer en el hogar de sus em-
pleadores, propuso que la policía tomara las impresiones digitales de to-
das las que estaban a su cuidado. Así, pensaba Cabal, sería más fácil

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12 ENCIERROS Y SUJECIONES

capturarlas, y además funcionaba como un incentivo, ya que, cuando se


hicieran adultas, si en el legajo policial sólo figuraban sus impresiones
digitales, podían ofrecer esto como patente de lwnestidad. 24 Si no, ter-
minarían en la cárcel y luego se reintegrarían a la sociedad con una nue-
va pero cuestionable identidad.
El creciente mímero de niñas menores de edad y la falta de recursos
empeoró las condiciones de vida dentro de la cárcel. Las monjas recla-
maron más de 4000 pesos para proveer los elementos básicos para los
chicos. Su pedido fue otorgado, pero éstos y otros documentos revelan
que los fondos les llegaban ad lwc.25 A veces, niñas con deficiencias
mentales o físicas eran alojadas junto con otras en perfectas condiciones.
En 1911 , el defensor Cabal envió a Gregoria Gntiérrez a la Casa Correc-
cional, por el "crimen" de ser sordomuda. Dos años más tarde, un em-
pleado estatal se enteró y comenzó a hacer investigaciones sobre su ca-
so. Le informaron que la niña había ingresado a los quince años, y que
el médico a cargo había detenninado que era sordomuda y tenía una
edad mental de tres o cuatro. A pesar de que se notificó al Instituto de
Sordomudos, nada se hizo, y la niña continuó en la Casa Correccional.
En este caso, ya había quedado marcada y, por lo tanto, no necesitaba
reingresar en la sociedad para ser identificada. 26
Durante su corta permanencia en la cárcel de mujeres, las niñas de-
bían trabajar. Anualmente, más de mil niñas trabajaban en comercios co-
siendo y como lavanderas. Sus salarios eran magros, en el mejor de los
casos, porque no permanecían largo tiempo en sus trabajos, pero trun-
bién porque debían pagar los materiales que usaban. 27
El estallido de la Primera Guerra Mundial encontró a Buenos Aires
carente de combustibles y de artículos de consumo. Los Defensores de
Menores tuvieron más dificultades para ubicar a .las niñas en hogares de
guarda como empleadas a sueldo; el informe anual de 1914 señalaba
que la crisis en curso afectaba estos proyectos. Las familias achicaban
sus presupuestos: no sólo disminuían la cantidad de trabajadores a su
cargo sino que bajaban los salarios. Aunque las estadísticas no lo corro-
boran, según los defensores, como resultado de esta situación ingresó
un mayor número de niñas en la Casa Correccional. Propusieron redu-
cir los salarios de las niñas bajo su amparo corno incentivo para las fa-
milias adoptivas. Además, sugirieron que se enviara a las niñas más re-
beldes a trabajar en las estancias del interior del país, práctica que se
había llevado a cabo con delincuentes juveniles varones para alejarlos
de la ciudad 28 No hay constancia de que se enviaran niñas a trabajar en
el campo.
Si, en opinión de los defensores, las niñas o jóvenes eran cargas que
debían ser separadas de la sociedad, las religiosas, en crunbio, continua-

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NIÑAS EN LA CÁRCEL 13

ban creyendo que ellas podían rehabilitar, aun a las más difíc iles, por
medio de la educación y el trabajo. En un extracto del infonne anual de
19 19 de la Cárcel de Mujeres, la Madre Superiora manifestaba que las
niñas a su cargo eran dignas de compasión: la mayoría de ellas no podía
aspirar al bienestar que deriva del conocimiento de las artes y las cien-
cias por la simple razón de que carecían de medios, no tenían familia ni
posición social. Inevitablemente tendrían que arreglárselas por sí mis-
mas y así deberán aprender a trabajar como obreras o sirvientas. Las re-
ligiosas querían educarlas para que vivieran vidas honestas y practica-
ran sus deberes cristianos.29 Una vez más, de las palabras de la Madre
Superiora se desprendía su convicción de que las niñas que iban a la cár-
cel tenían pocos contactos sociales que pudieran brindarles otra cosa
que trabajo para los carentes de educación y protección, y una vez más,
no fue escuchada.

En 1919, el Congreso debatió largamente sobre el problema de la La política estatal


delincuencia juvenil. Los defensores de los derechos de Jos niños siem-
pre habían abogado por una reforma al Código Penal que introdujera
una diferenciación entre crímenes de menores y crímenes de adultos y
la creación de tribunales juveniles especiales basados en el modelo es-
tadounidense pionero, elaborado en Chicago en 1899. Ya el diputado
conservador Luis Agote había intentado autorizar al gobierno nacional a
asumir la guarda legal de todos los delincuentes y abandonados menores

El Estado demoró !'arias décadas en


dar una respuesta al problema del
alojamiento y la educación de las
ni1ias abandonadas.
Hora de recreo en el Asilo del 8 uen
..;¡ • Pastor. Archivo General de la Nac ión,
l
Departamento Fotografía.

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14 ENCIERROS Y SUJECIONES

de diecisiete años. Para justificar su propuesta, Agote sostenía que entre


1905 y 1910, de 1312 varones que habían ingresado en las cárceles na-
cionales, 520 eran reincidentes. Más de mil niños trabajaban como ca-
niJiitas y una cantidad aun mayor vivía en la calle, sólo para tenninar
uniéndose a las bandas anarquistas. Agote se oponía a tratar a Jos jóve-
nes como criminales y sugirió que se ubicara a Jos niños de la calle en
una ampliación del refonnatorio-escuela de Marcos Paz, o una filial que
podría habilitarse en la antigua colonia de leprosos de la isla MartÚ1 Gar-
cía. Estimaba que 10.000 niños podrían ser rehabilitados en esos luga-
res.30 Otros proyectos continuaron con sus esfuerzos, como el presenta-
do al Ministro de Justicia e Instrucción Pública en 1916 por Eduardo
Bullrich y el doctor Roberto Gache, que auspiciaba el reemplazo del tra-
bajo por la formación de tribunales especiales y educación obligatoria
para jóvenes abandonados y delincuentes. 31
En junio de l 918, Luis Agote volvió a presentar, s in éxito, su pro-
puesta. Pero en enero del año siguiente, el presidente Hipó lito Y rigoyen
dio prioridad a las reformas de Jos derechos de los niños. El 20 de ese
mes, envió al Congreso un mensaje apoyando la formación de una nue-
va asociación para la protección del menor, el Patronato de Menores.
Ese mismo año se promulgó una versión corregida del proyecto de ley
de Agote, pero no se adjudicaron fondos para financiar la nueva institu-
ción.32 En los debates, no se mencionó ni el drama de los niños pobres
encarcelados sin haber cometido ningún crimen, ni las especiales cir-
cunstancias de las niñas.
En 1921, una nueva reforma del Código Penal cambió las nociones
sobre delincuencia juvenil vigentes desde 1880. La nueva ley disponía
que los niños menores de catorce años estuvieran exentos de castigo,
aunque bajo ciertas condiciones se podía remitir al delincuente a insti-
tuciones hasta que cumpliera Jos dieciocho años. Sin embargo, después
de 1921 , se anularon muchos de e sos casos y los delincuentes no fueron
enviados a la cárcel. Sin embargo, nuevamente estas disposiciones no al-
canzaban a Jos jóvenes que estaban encarcelados por no tener hogar.33
A pesar de que los legisladores encubrían el drama de los que no te-
nían hogar, un artículo de 19 JO trataba específicamente el tema. Ponía
de manifiesto que en toda la provincia de Buenos Aires, incluyendo la
ciudad de Buenos Aires, los defensores municipales se ocupaban de Jos
niños abandonados y sin hogar ubicándolos como sitvientes en casas de
familia y señalaban la dudosa eficiencia del sistema, ya que pocos patro-
nes cumplían con sus responsabilidades a conciencia, con el resultado
de que Jos niños vivían en la miseria y con hambre. Si bien este infonne
estimaba que la protección del Estado era el único medio de salvación
de estos niños y niñas, no explicaba dónde debían ser alojados.34 En

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NIÑAS EN LA CÁRCEL 15

1913 se había creado el Departamento Nacional de Menores Abandona- ¿Por qué esconden sus rostros estas
dos y Encausados, para ubicar a menores, acusados y no acusados, de- jóvenes nnu'eres?
tenidos en refonnatorios o escuelas, pero los varones fueron los ónicos Presas del Asi lo San Miguel para
mujeres contraventoras. Arch ivo
beneficiarios de esos esfuerzos.
General de la Nac ión, Departamento
Fundado en 1918, el Instituto Tutelar de Menores continuó el loable Fotografía.
aunque discriminatorio esfuerzo del Departamento, centrado exclusiva-
mente en niños condenados por crímenes.35 El resuJtado fue que las ni-
ñas continuaron ingresando en la Casa Correccional de Mujeres.
Había varias alternativas para albergar a esos niños. La solución más
costosa era la de construir instalaciones especiales para los niños delin-
cuentes sin hogar, como lo sugerían las monjas del Buen Pastor. Otra,
más económica, era la adopción legal.
En la década de 1920, legistas especializados, junto con la Sociedad
de Beneficencia y el Museo Social Argentino -un grupo de reformistas
de la alta sociedad-, comenzaron a investigar una serie de cuestiones
concernientes a los niños de la calle. Alentados por la organización de
dos congresos, uno nacional y el otro internacional, sobre los derechos
del niño realizados en Buenos Aires en 1913 y 1916, como también por
los encuentros de Montevideo en 1919, Río de Janeiro en 1922 y San-
tiago de Chile en 1924, los defensores de los derechos del niño publica-

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16 ENCIERROS Y SUJECIONES

ron varios artículos y dieron conferencias sobre el tema. Se sugirió la


adopción como solución. Para cuando la adopción se legalizó en la Ar-
gentina, durante la década de 1940, era evidente que los bebés, más que
los jóvenes, serían los beneficiados por esta refonna legal. 36
En 1929, Buenos Aires fue la ciudad anfitriona de la primera confe-
rencia latinoamericana de especialistas en psiquiatría y medicina legal,
dirigida por el doctor Gregario Bermann. En eUa se trató el tema de los
niños delincuentes y abandonados, y los participantes sostuvieron que se
los debía ayudar más que castigar, y que era el Estado el que debía asu-
mir esa responsabilidad. Sin embargo, cuando Bennann analizó la situa-
ción de las niñas abandonadas, todo lo que pudo hacer fue reiterar lo que
ya se conocía: que el único lugar para estas niñas, sobre todo las acusa-
das de algún delito, era la cárcel de mujeres, mientras que los varones
tenían a su disposición más instalaciones estatales.37 Nada podía hacer-
se mientras los funcionarios del gobierno no decidieran construir insta-
laciones para las niñas sin hogar.
En la coalición de partidos políticos que apoyó la elección del gene-
ral Agustfn P. Justo en 1931 , muchos estaban a favor de que el Estado
promoviera la asistencia a los niños. Conscientes del impacto de la De-
presión en Buenos Aires, comprendían cómo afectaba esto a los niños y
lo usaron como justificación para cambiar el enfoque de la política esta-
tal hacia los menores abandonados. En 24 de enero de 1931 , un decreto
autorizó fmalmente la creación del Patronato Nacional de Menores, di-
rigido por especialistas en delincuencia juvenil y autorizado a reorgani-
zar ese aspecto del sistema de justicia. Entre los nombrados en el Patro-
nato había prominentes especialistas en derechos de los menores que,
con el apoyo de Justo, convocaron una impottante conferencia para reu-
nir a las autoridades nacionales y provinciales interesadas en la refonna
de las leyes de minoridad.
En setiembre de 1933 se reunió la Primera Conferencia sobre Me-
nores Abandonados y Delincuentes, que atrajo la atención del público
en general no sólo por el tema, sino también por la presencia del Presi-
dente y su gabinete y la de los jueces de la Cotte Suprema. Fue signifi-
cativa también la presencia femen ina, ya que concurrieron integrantes
de la Sociedad de Beneficencia y las damas de la Sociedad de San Vi-
cente de Paú l.
El 28 de setiembre, durante la tercera sesión, los especialistas co-
menzaron a debatir sobre la rehabilitación de niñas. La diferencia entre
los géneros se hizo evidente cuando se debatió si la orientación vocacio-
nal debía ser diferente para los varones y para las niñas. Algunos soste-
nían que ellas no debían recibir enseñanza profesional sino preparación
para las tareas del /w~ar. Nadie los refutó. 38 Además, la representante

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NIÑAS EN LA CÁR CEL 17

de las damas de la Sociedad de San Vicente de Paú! reiteró el desafío es-


pecial de ayudar a las niñas encarceladas, y ofreció sus servicios, de la
misma manera que lo habían hecho muchos años atrás las monjas del
Buen Pastor, para ocuparse de eUas. Hicieron notar que habían aceptado
niñas recomendadas por Jos tribunales especiales creados en 1919, y se-
ñalaron que las pocas que pudieron aceptar vivían en grupos compues-
tos por treinta niñas donde aprendían las tareas del hogar y el cuidado de
niños, y recibían una educación básica.39 Como por año aún ingresaban
muchas niñas en la Casa Correccional de Mujeres, Buenos Aires nece-
sitaba más que unos pocos hogares modelo para resolver el problema de
las niñas y jóvenes de la calle. Aun así, la unión entre el Patronato de Recién en la década de /930 las
Menores y las instituciones de caridad condujo a la formación de hoga- autoridades comenzaron a reconocer
res para niñas bajo la vigilancia de los penalistas y sociólogos por sobre que el trabajo femenino en los
la de las monjas del Buen Pastor. com ercios y la industria era "digno".
Presas real izand o trabajos de
Hasta que esta transformación se puso en práctica durante la déca-
encuadern ac ión. Asilo San Miguel para
da de 1940, la Casa Correccional de Mujeres continuó sirviendo como mujeres contraventoras, primeros años
auxiliar de los Defensores de Menores. Para 1914, las religiosas habían del siglo XX. Archivo General de la
conseguido, finalmente, instalar a las niñas que les enviaban los defen- Nación, Departamento Fotografía.

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18 ENCIERROS Y SUJECIONES

sores en un ala separada, para alivio de Jos defensores, siempre reacios


a mezclar a Jos niños a su cargo con la población general de las cárce-
les -aunque no hicieron grandes esfuerzos para cambiar la opinión de
la clase estrechamente ligada a sus pupilos-.40 En 1921, las monjas
consideraban que todo funcionaba bien en la cárcel, y que sus cuida-
dos entrenaban a niñas y mujeres en las tareas domésticas básicas. La
experiencia, decían, demuestra que "la indolencia y el lujo son las cau-
sas principales de las caídas tanto de las mujeres delincuentes como de
las niñas mayores de edad [... ] es forzoso por lo tanto formarlas en el
amor al trabajo la mayoría de [... ] ellas sólo cuentan con el trabajo de
sus manos que para aspirar a una vida decorosa. No se alentaba a nin-
guna de ellas a sobrepasar .las limitaciones que su clase y género les
imponían". 41
Sin embargo, para 1932, la situación económica dificultó la ubica-
ción de las niñas como empleadas domésticas, y un nómero mayor de
ellas fueron enviadas a la cárcel de mujeres. Por esta razón, el presiden-
te Justo decretó que el Patronato Nacional de Menores estableciera una
institución para niñas en la Casa Correccional, de manera que pudieran
conseguir trabajo en la industria o el comercio. Con este propósito, se
donó una propiedad del gobierno al Patronato. 42 Cuando ese año laMa-
dre Superiora presentó su informe al Ministro de Justicia, observó que
la cárcel estaba abarrotada con una población diaria de 331 mujeres y ni-
ños que, algunas veces, llegó a 371. Había que reducir la población de
la cárcel si los talleres se expandían en cumplimiento de las leyes nacio-
nales. Las clases que se dictaban poco brindaban a las internadas, por-
que éstas se quedaban durante un lapso corto y, una vez más, la Madre
Superiora reclamaba la construcción de un colegio pupilo separado. 43 Al
año siguiente, se quejaba de que la población adulta de la cárcel había
aumentado aun más, y pedía fondos para incorporar más religiosas. 44 No
se mencionaba a las menores en la cárcel, ni hubo ninguna mención pos-
terior directa, a pesar de que había referencias a las presas madres o de-
tenidas que cuidaban de sus bebés.45 La época de encarcelar a las meno-
res había pasado.
La desaparición de este sistema presagiaba el debilitamiento de la
institución de Jos Defensores de Menores. Reemplazado por el Patrona-
to de Menores y por el sistema de hogares institucionales para las me-
nores sin hogar, había mucho menos necesidad de que estos señores de
la alta sociedad se ocuparan de las menores. Para entonces, ya había un
incipiente Estado Benefactor, que diferenciaba a los delincuentes jóve-
nes de los adultos y no ubicaba menores en hogares de extraños. Estos
niños continuaron portando su estigma social, pero desde un nivel jnfor-
mal (el de sus familias o sus potenciales empleadores) y ya no dentro del

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NIÑAS EN LA CÁRCEL 19

esquema oficial institucional. Las monjas del Buen Pastor habían estado
acertadas al abogar por la necesidad de tratar a estos menores de mane-
ra diferente y de asegurarles educación, pero no tomaron parte alguna en
el proceso de esa transformación.

La historia de las niñas en la cárcel muestra las distintas maneras en Conclusiones


que la criminalidad real o potencial de mujeres y niñas se percibía en
Buenos Aires. Si eran visibles dentro del paisaje urbano, se las consi-
deraba criminales en potencia, y particularmente peligrosas si trabaja-
ban en lugares públicos. A diferencia de los hombres, su lugar de rege-
neración era el hogar, no el lugar de trabajo. Recién con el decreto
presidencial de 1932 los funcionarios señalaron que era apropiado y ho-
nesto para las mujeres trabajar en el comercio y la industria. Significa-
tivamente, este mensaje coincidió con el enorme crecimiento de la in-
dustria textil en la Argentina en la década de 1920, la cual requirió a
gran número de mujeres. De hecho, durante ese período las mujeres se
colocaban en la industria con mayor facilidad que sus pares masculinos,
y aun cuando algunos intelectuales, como el economista Alejandro E.
Bunge, se preocupaban por la capacidad reproductora de las obreras y
de las mujeres argentinas, en general, los funcionarios del gobierno to-
davía admitían la demanda de trabajadoras industriales. 46 Las jóvenes
La "otra cara" de la reclusión forzosa.
pobres, educadas y solteras podían servir a la nación tanto en el traba- Puerta de ce lda en el Asilo del Buen
jo como en el hogar. Pastor. Arch ivo General de la Nación ,
El drama de los huérfanos y el de los niños de la calle continuó ob- Departamento Fotografía.
sesionando a los funcionarios públicos. El trágico terremoto de San Juan
en 1944 renovó los pedidos para que se promulgaran leyes de adopción.
También reunió a Juan y a Eva Perón. Para cuando ellos se casaron, ella
ya había comenzado su búsqueda de un poder extraoficial actuando co-
mo agente entre los niños pobres y el Estado. La renovada importancia
de grupos como la Sociedad de Beneficencia y las damas de San Vicen-
te de Paúl, a cargo de las instituciones para los niños pobres, presagió un
gran choque entre clase social y poder político, entre la alta sociedad y
Evita. En ese momento, ya la imagen de los niños pobres se había trans-
formado en un peón polftico en una lucha de clases que condujo a elimi-
nar estigmas sociales relacionados con clase, estatus de los padres y ni-
vel de legitimidad.
Lamentablemente, estos esfuerzos políticos no terminaron con la
presencia de niños de la calle en las ciudades argentinas. Su visibilidad
aumentó o disminuyó según los altibajos de las condiciones económicas
y sociales. El desmantelamiento del peronismo durante la década de
1950 eliminó muchas instituciones para niños pobres mantenidas por el

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20 ENCIERROS Y SUJECIONES

Estado, sin remplazadas con otras alternativas, y surgieron algunas or-


ganizaciones privadas para llenar el vacío. La historia de las técnicas
carcelarias para resolver este problema, entre 1880 y 1940, constituye
un importante segmento de una más extensa historia de los niños de la
calle en la Argentina.

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NIÑAS EN LA C.Á.RCEL 21

Notas
Alberto Martínez, Censo general de la población, edificación, comercio e industrias
de la ciudad de Buenos Aires, Compañía Sudamer icana de Billetes de Banco, Bue-
nos Aires, 1910, vol. 111, págs. 418-9.(Voll'er a la obra)

2 Foucault, Michel, Discipline and Punish; The Birth of the Prison, trad. AJan S heri-
drul, Vintage Books, Nueva York, 1979, pág. 257. (Voll·er a la obra)

3 Pol icía de Buen os Aires, Memoria, 1913-14. págs. l3-4.(Voll·er a la obra)

4 Ibídem, 1915-16, pág.l8.(Vol1·er a la obra)

5 Repúbl ica Argent ina, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 1° de agosto de


1892, pág. 524. La presencia de huérfanos entre estos n iños se reconoció en una se-
sión posterior, el 16 de setiembre, a pesar de que no hubo sugerenc ias que mejora-
ran la situación. Ibídem, pág. 918.(Vo!l·er a la obra)

6 Lila M. Caimari, " Wh ose Crim inals are These? Church, State, and Patronatos and
the Rehabil itation of Fem ale Convicts (Buenos Aires, 1890-1 940)", The Americas
54:2 (octubre 1997): 185-208.(Voll-er a la obra)

7 República Argent ina, Ministerio de Justicia e Instrucc ión Pública, Me.morias, Infor-
me de los Defensores de Menores, 1886, 1:65.(Voll·er a la obra)

8 Martínez, Censo general .... ob. cit., ibídem. (\lol1•er a la obra)

9 Es evidente que los niños no tenían obl igación de trabajar. República Argentina, Mi-
nisterio de Justic ia e Instrucc ión Púb lica, Memorias, 1903 T. De acuerdo con e l in-
forme anual del Defensor de la Zona Sud, las embarazadas men ores de edad eran
enviadas con frecuencia a la Casa Correcc ional. Después de haber dado a lu z, vol-
vían con s us bebés a la cárcel. Sin embargo, no hay menc ión de que en la Cárcel de
Mujeres se hayan alojado bebés. En e l informe anual de 1909, el defensor Carlos
M irru1d a Naón dec )araba que había 24 niños y 31 niñas a su cuidad o en la Casa Co-
rreccional. (\loll•er a la obra)

10 Repúbl ica Argentina, Ministerio de Justic ia e Instrucción Pública, Resultados gene-


rales del Primer Censo Carcelario de la República Argentina, Talleres Gráficos de
la Penitenciaría Nac ional , Buenos Aires, 1909, págs. 94-5.(\lol,·er a la obra)

11 Munic ipalidad de Buenos Aires, Anuario estadístico de la Ciudad de Buenos Aires,


1897, págs. 265 y 509: 1903, pág. 275: 1915-1923, pág. 250.(Volwr a la obra)

12 Archivo General de la Nación [AG N], Fondo Ministerio de Justic ia e Instrucción


Públ ica [Fondo MJelP), MJeiP, División Expedientes Generales, letra D, legajo 106,
Carta del defensor José M. Terrero, 7 de mayo de 190 1. El Pa tronato de la Infanc ia
fue cre ado por el intendente Boll ini en 1892. Con frecuencia rec ibía fondos de los
recursos púb licos, pero se autoconsideraba una in stitución privada d irigida por se-
ñores de la a lta soc iedad.(Voll•er a la obra)

13 AG N, Fondo MJeiP, letra C, Div isión Exped ientes Generales, legajo 38, 1895, expdte.
308, foja 1, 2 1 de mayo de 1895, Madre Superiora a l presidente J. E. Uriburu.(Vo/1-er
a la obra)

14 Ibídem, foja 2, respuesta de los defensores a través de l Depru·tru11ento de Justic ia, 4


de febrero de l896.(Voll-er a la obra)

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22 ENCIERROS Y SUJE CIONES

15 Había otros orfanatos de caridad en Buenos Aires, pero con frecuencia cobrab an
por las c lases en sus co legios y además estaban, en su mayor parte, dest inados a los
vnrones.(\lol••er a la obra)

16 Repúbl ic a Argentina, Min isterio de Just icia e Instrucción Pública, Memoria, In for-
mes de los Defensores de Menores, 1886, 1:69,72: 1889, 1: 13 1, 136; 1899, págs.
120, J4J. (Vollw a la obra )

17 AGN, Fondo MJeiP, División Expedientes Generales , letra D, legajo 106, 2 de abri l
de 1898, Informe anu al del Defensor de Menores Ped ro de Elizalde.(Vol••er a la
obra)

18 AGN, Fondo MJei P, División Exped ientes Generales, letra C, 1900, legajo 46, Car-
ta de l doc tor Abraham Zenav illa a la Madre S uperiora, 20 de marzo 20 de
1900.(\lol•·er a la obra)

19 AGN, Fond o MJei P, División Expedientes Generales, letra D, 1908, legajo 110,
Carta de los Defensores F ig ueroa, De Elizalde y Cabal, 25 de febrero de
1908.(\lol•·er a la obra)

20 AG N, Fond o MJe!P, D ivisión de Expedientes Generales, letra C, legajo 47, expdte.


314, Carta de la Madre S uperiora, 4 de jun io de 1900. (\lolver a la obra)

21 República Argentin a, Ministerio de Just icia, Culto e Instrucción Pública, Memoria,


1904, to mo 1, págs. 134-5.(\lol•·er a la obra)

22 AGN, División de l Poder Judicial, Fond o de T ribunales Civi les, letra G, 1920, Gi -
gena de Saldazo, sobre rec lusión de su hija menor Juana Isabe l, fojas 1-5, 23 de
agosto de 1920 al l 0 de setiembre de 1920. E l juez ordenó que Juana fuera admiti-
da en el As ilo de l Buen Pastor. (Vol•·er a la obra)

23 Munic ipal idad de Buen os Aires, Anuario Estadístico de la Ciudad de Buenos Aires,
1906; 1907; 191 2.(\lolver a la obra)

24 Repúbl ic a Argentina, Min isterio de Justic ia e Instrucc ión Púb lica, Memoria, 191 1,
pág. l30.(Voll·er a la obra)

25 AGN, Fond o MJe!P, Di•• isión Exped ientes Generales, letra A, 1910, legajo 11 ,
expdte. 46, Asi lo Correc ional de Mujeres, 12 de abri l de J9JO.(Voll•er a la obra)

26 AG N, ibídem, legajo I4, expdte. 194, Respuesta de la Casa Correcc ional de Muje-
res a la ind agac ión de l Subsecretario, 9 de setiembre de 1913. (Volver a la obra)

27 AGN, ibídem, legajo 16, expdte. 40, Asilo Correccional de Mujeres. Cuadros de l
movimiento habid o durante 191 3.(Volver a la obra)

28 República Argentina, Min isterio de Justic ia e Instrucc ión Púb lica, Memoria, 1914,
tomo I, pág. 365. La práctica de enviar niños a trabajar en las est ancias databa de
1906. No hay evidenc ia, sin embargo, de que se env iaran niñas a trabajar allí.(llo!l·er
a la obra)

29 República Argentina, Ministerio de Just icia, Cu lto e Instrucción Pública, Memoria,


1920, pág. 4 13.(\lol••eralaobra )

30 Repúbl ic a Argentina, Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Diario de Se.~io­


nes, 19 JO, tomo I, 8 de agosto de 191 O, págs. 909-10.(\lolver a la obra)

31 Eduardo Bullrich, A.<istencia social de menores, Jesús 1\iféndez, Buenos Aires, 1919,
págs. 300-407.(\lol••er a la obra)

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N IÑAS EN LA C.Á.RCEL 23

32 Repúbl ica Argentin a, Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Diario de Sesio-


nes, 19 18, tomo 1, 3 de j uni o de 1918, pág. 262: 1919, tomo V, 1O de e nero de 19 19,
pág. 21 4.(\loll-er a la obra)

33 Repúbl ica Argent ina, Min istro de Justic ia e Instrucción Pública, La Prewnción de
la Delincuencia ftn-enil en el Campo de la Legi.<lación y el Trabajo Social en la Ar-
gentina. Una Encuesta ordenada por el Dr. Antonio Sagarna, Secretario de Ju.<ticia
e Instrucción Pública en ocasión del Primer Congreso del Nitio de Ginebra, ago.<-
to 24-28, 1925, Cía. Gene ra l de Fósforos, Buen os Aires, 1925, pág. 4.(Vol,·er a la
obra)

34 La Prensa, 10/8/19 10, pág. 12.(Voil-era la obra)

35 Véanse los in formes de estas in stituciones en la Repúbl ica Argentina, Min isterio de
Justic ia, Cu lto e Instrucc ión Púb lica, Memoria, 19 16, 1:35-37,279-82: 1918, 1: 154-
9: 1920, 1:267-75: 1923, 1:299-305: 1926, 1:232-5.(\loll•er a la obra)

36 Guy, Donna J., "Congresos Panamericanos de l Niño 1916-1942; Pan Ame ricanis-
mo, Reforma de Protecc ión Infanti l y Asistenc ia Social en Amé rica Latin a", Jour-
nal of Family History, 23:3 (J ulio 1998):171-1 9 1.(Vo/l'er a la obra)

37 Bermann, Gregorio , " Direcciones para el estud io de menores abandonados y del in-
c ue ntes", Acta.< de la Primera Conferencia Latino-americana de Neurología, Psi-
quiatría y Medicina Legal, 3 vols., Imprenta de la Un iversidad, Bue nos Aires , 1929),
tomo 1!1, págs. 3 17-23: 334-5.(\lo!l·er a la obra)

38 Patronato Naciona l de Menores. Primera Conferencia Nacional sobre Infancia


Abandonada y Delincuente, Imprent a Co lonia Hogar " Ricardo Gutiérrez'', Bue nos
Aires , 1933, págs . 138-9.(Vo/1·er a la obra)

39 Ibídem, págs. 140-2.(\lo/l'er a la obra)

40 Repúbl ica Argentina, Min isterio d e Justicia e Instrucción Públ ica, Memoria, tomo 1,
pág. 365.(Volver a la obra)

41 Ibídem, 1921, Informe de la Madre Superiora, 1: 500-1.(\loll'er a la obra)

42 Decreto del 28 de dic iembre de 1932, ibídem , 1932, 1:333.(\lolver a la obra)

43 In forme de la Mad re S uperiora a l Ministro de Justicia e Instrucción Públ ica Dr. Ma-
nuel M. de Y riondo, 13 de marzo de 1933, ibídem, 1:334-5.(Vol,·cr a la obra)

44 Informe de la Madre S uperiora, 7 de febre ro de 1934, ibídem, 1:464-5. (\loll-er a la


obra)

45 Informe de la Madre Superiora, sin fecha, ib ídem , 1937, 1:530.(\loll·eralaobra)

46 A lejandro E. Bunge, "Nuevas normas sociales", cap. 17 de Una nue1•a Argentina,


Kraft, Buenos Aires, 1940, págs. 410-7.(Vo!l-er a la obra)

Guy, Donna J.. Niñas en la cárcel. La Casa Correccional de Mujeres como instituto de socorro infantil. Argentina: Taurus, 2002. ProQuest ebrary. Web. 8 January 2015.
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