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MEMORIA

Concurso
redSAN
2007
artículos
ganadores
Las denominaciones empleadas y la forma en
que aparece presentada la información que
contiene esta publicación no implica, de parte
de la Organización de las Naciones Unidas para
la Agricultura y la Alimentación juicio alguno
sobre la condición jurídica de países, territorios,
ciudades o zonas, o de sus autoridades, ni con
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INTRODUCCION

Hoy, el mundo sabe que la pobreza y el hambre son unos de los principales desafíos que se
deben enfrentar. Son desafíos que constituyen el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio,
cuyas metas son reducir a la mitad la proporción de personas en pobreza extrema y que
padecen hambre entre 1990 y 2015. Con esto presente los países de la Región, con el apoyo
de FAO, lanzaron en el 2005 la “Iniciativa América Latina y el Caribe Sin Hambre” (ALCSH),
proyecto que busca un objetivo aun más ambicioso y sin embargo factible: erradicar el
hambre por completo en la Región. Con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo (AECID) se inició a fines de 2006 un Proyecto de apoyo a
la Iniciativa con tres líneas de acción: sensibilización, fortalecimiento de capacidades y
monitoreo y análisis de la seguridad alimentaria y nutricional. Dentro de la tercera línea
de acción se impulsó la creación de la Red de Investigación y Capacitación en Seguridad
Alimentaria y Nutrición (REDSAN), la cual tiene por objetivo promover la investigación y el
intercambio de conocimientos en la Región. Como parte de las actividades de la REDSAN, se
lanzó en el 2007 el “Primer Premio a la Investigación en Seguridad Alimentaria y Nutricional
en América Latina y el Caribe”, a través de una convocatoria dirigida a investigadores y
académicos de cualquier país de la región.

Esta convocatoria buscaba fomentar el análisis profundo de las realidades regionales


respecto a la Seguridad Alimentaria, así como otorgar a los investigadores un estímulo
para analizar y generar datos que nos permitan entender mejor la situación alimenticia que
experimenta América Latina y el Caribe.

Tras la emisión de la convocatoria se recibieron ochenta y cinco propuestas de artículos


científicos, las cuales fueron sometidas a una comisión interna de evaluación conformada
por Oficiales y Consultores de la Oficina Regional de la FAO, quienes seleccionaron las
mejores quince. Se solicitó a los autores seleccionados, entonces, completar sus artículos.
Una vez entregados, fueron revisados por una comisión externa conformada por
académicos e investigadores de la Región, España y Estados Unidos de Norteamérica. La
comisión externa seleccionó los mejores diez textos, dividiéndolos en los primeros cinco
y segundo cinco mejores, con base en su calidad académica, relevancia y originalidad, así
como el aporte al estudio de la Seguridad Alimentaria y Nutrición. Se hizo entrega de la
Medalla del Día Mundial de la Alimentación de la FAO y cinco mil dólares (US$ 5,000) a
cada uno de los cinco mejores trabajos, así como mil dólares (US$ 1,000) para los segundos
cinco mejores trabajos. Los artículos seleccionados tienen enfoques multidisciplinarios
mediante los cuales estudian problemas a lo largo de toda la Región y, en su mayoría,
concluyen con valiosas recomendaciones de política pública para enfrentar la temática
que respectivamente abordan.

La memoria aquí presentada contiene el texto completo de los 10 artículos ganadores, los
cuales se clasifican en tres grupos según sus características. El primer grupo consiste en
aportes, revisiones y análisis metodológico o de enfoque conceptual en puntos relevantes
de la Seguridad Alimentaria, recurriendo a métodos cuantitativos para su validación, con
miras a mejorar su comprensión o medición, apoyando así el proceso de toma de decisiones:
Consideraciones metodológicas para la medición y análisis de la seguridad alimentaria y
nutricional a nivel de ecosistemas agrícolas; Inseguridad Alimentaria como foco de políticas
públicas para el combate a la pobreza, y Evaluation of Household Food Insecurity in Brazil:
validity assessment in diverse sociocultural settings.

En el segundo grupo están aquellos que consisten en evaluaciones de impacto de


programas, políticas públicas, transformaciones económicas: Factores socioeconómicos,
alimentarios y nutricionales asociados a la inseguridad alimentaria en los hogares de
niños que participan en el programa de complementación Alimentaria Alianza MANA-ICBF;
Modos de vida y seguridad alimentaria de los mayas de Campeche; Seguridad Alimentaria
y Nutricional y Seguridad en el Acceso a Semillas: Influencias de la política pública en
Bolivia sobre los pequeños agricultores.

Finalmente, el tercer grupo trata evaluaciones de diversa índole, caracterizadas entre sí por
incorporar la metodología de estudio de casos: Status Nutricional de Populações Ribeirinhas
da Amazônia: um estudo comparativo entre várzea estacional e sazonal; Determinantes
e conseqüências da insegurança alimentar no Amazonas: a influência dos ecosistemas;
El sombrío en los cafetales: un sistema, una estrategia para la seguridad alimentaria, y
finalmente Seguridad Alimentaria y Nutricional y Políticas Públicas: El caso Argentino
2001-2007.

La Oficina Regional de la Organización para la Alimentación y la Agricultura, junto con


la Iniciativa de América Latina y el Caribe, se complace en presentar esta Memoria de los
artículos premiados como una contribución para un entendimiento actualizado, objetivo
y de calidad de la Seguridad Alimentaria y Nutricional, además de ser una herramienta
indispensable para la superación del Hambre en nuestra Región.

Juan Carlos García Cebolla Jorge Ortega


Coordinador Iniciativa América Latina Oficial de Economia en Sistemas Alimentarios
y el Caribe sin Hambre Oficina Regional de FAO
para América Latina y el Caribe

Santiago, Chile, Noviembre de 2008


AGRADECIMIENTOS

La Oficina Regional de la FAO y la Iniciativa América Latina y el Caribe sin Hambre


agradecen a todos los que participaron en este concurso. En primer lugar a los autores
de las 85 propuestas originales presentadas y en particular a los 10 ganadores. A los
evaluadores internos de FAO, Margarita Flores, Walter Belik, Jorge Ortega, José Luis
Vivero, Franz Martin, Alejandra Ortiz, Rodrigo Rivera, Cayetana Santaolaya, Andrés Pascoe
y Pablo Loschi por su contribución a la primera etapa de selección. A los coordinadores,
Jorge Ortega, Oficial de Economía en Sistemas Alimentarios de FAO RLC, y Walter Belik,
coordinador hasta enero de 2008 del proyecto de apoyo a la Iniciativa América Latina y
el Caribe sin Hambre, actualmente profesor de Economía de la Universidad de Campinas,
Brasil. Un especial agradecimiento al trabajo de edición realizado por los consultores
Rodrigo Rivera y Paola Valle, así como el trabajo de diagramación del consultor Pablo I.
Loschi.

Adicionalmente, la FAO expresa su agradecimiento a los evaluadores externos por su


dedicación y valiosa contribución ad honorem en la selección de los artículos: Antonio
César Ortega, Alberto Valdés E., Jorge Guardiola Wanden-Berghe, Carlos Eduardo de
Freitas Vian, Isidro Soloaga, Emma Siliprandi, Vicente González Cano, Maya Takagi, Mayra
Falck, Kirsten Albrechtsen de Appendini, Ana Fonseca, Ivonne Vizcarra Bordi, Mauro del
Grossi, Adrian Rodríguez, Otavio Balsadi, Flávio Botelho, Alejandro Schejtman, Fernando
Larrea, José Baccarin, Newton Gomes, Ignacio Trueba, Rafael Flores, Janet Irene Picado,
Ebenézer Pereira Couto, Lavínia Pessanha, Beatrice Rogers, Felipe Torres, Jennifer Coates,
Martín Sánchez y Yolanda Trápaga.
RESUMEN EJECUTIVO

Esta Memoria contiene el texto completo de los 10 artículos ganadores. A continuación


se presenta un resumen ejecutivo de cada uno de ellos, para facilitar su consulta.

El primer artículo, titulado “Consideraciones Metodológicas para la medición y análisis


de la SAN a nivel de ecosistemas agrícolas”, fue elaborado por miembros de la Facultad
de Agronomía de Montaña San Andrés, de la Universidad de Pinar del Río, y se centra
fundamentalmente en las influencias ambientales como factor determinante de la SAN
y en el componente estabilidad dentro del marco conceptual de la SAN. Además, ofrece
un modelo estadístico-matemático denominado índice de estabilidad para evaluar este
componente. Dicho índice fue construido mediante la recolección de información sobre
las propiedades físicas del suelo en fincas utilizadas en el estudio.

El siguiente texto, desarrollado por un grupo de investigadores del Instituto de Economía


de la Universidad Estadual de Campinas, plantea la necesidad de reorientar la política
social, tomando como guía los niveles de inseguridad alimentaria y está titulado
“Inseguridad alimentaria como foco de políticas públicas para el combate a la pobreza”.
Su objetivo es vincular la probabilidad de inseguridad alimentaria con un análisis de
la composición del ingreso y la estructura productiva, presentando un avance al
descomponer las fuentes del ingreso total del hogar y analizar su influencia diferenciada
sobre la seguridad alimentaria, dando especial énfasis a los grupos más vulnerables. A
partir de los resultados obtenidos se identifican cuales componentes del ingreso total
deberían ser considerados con especial atención para la elaboración de políticas públicas,
disminuyendo así la vulnerabilidad a la inseguridad alimentaria.

Favoreciendo la validación de metodologías de estudio de la SAN, el tercer artículo


presentado, “Evaluación de la Inseguridad Alimentaria de los hogares en Brasil: validación
de metodologías ante la diversidad sociocultural”, (texto completo en ingles), tiene por
objetivo central adaptar y validar la escala USDA de Inseguridad Alimentaria y Hambre
a la realidad Brasileña. Esta adaptación fue planteada por la ausencia de indicadores
válidos para evaluar directamente la inseguridad alimentaria de los hogares. El proceso
consistió en una meticulosa traducción idiomática y de realidad cultural adaptable a
Brasil. Posteriormente, se validó en hogares de diversos niveles de ingresos, en cuatro
contextos regionales diferentes, en áreas tanto urbanas como rurales. El cuestionario
incluyo variables sobre ingreso y consumo alimentario diario, y en las áreas rurales
también se midió la producción agrícola para la venta y consumo familiar. Los resultados
muestran que su validez interna y externa fue alta, concluyendo que se trata de una
escala utilizable para la vigilancia de la inseguridad alimentaria en familias urbanas y
rurales, que además puede contribuir para diagnosticar el impacto de las políticas
sociales brasileñas para enfrentar el hambre.

El cuarto estudio se titula “Factores Socioeconómicos, alimentarios y nutricionales


asociados a la inseguridad alimentaria en los hogares de los niños que participan en el
Programa de Complementación Alimentaria alianza MANA ICBF”, cuyos autores son parte
de la Universidad de Antioquia en Colombia, y llevaron a cabo un estudio transversal
en casi 3,000 hogares utilizando un cuestionario sobre las características del hogar y la
escala venezolana alimentaria para conocer el estado de la Seguridad Alimentaria en el
hogar. Esto, con el objetivo de determinar la asociación de factores socioeconómicos,
alimentarios y nutricionales con la inseguridad alimentaria del hogar, alcanzado
importantes conclusiones sobre los factores que explican con mayor fuerza este problema,
como el gasto alimentario mensual, la escolaridad de la madre, entre otros.

Contribuyendo al análisis de la población indígena se presenta el quinto artículo,


elaborado por miembros del Colegio de la Frontera Sur de México, titulado “Modos de
vida y seguridad alimentaria de los mayas de Campeche”, en el cual se examinan las
repercusiones de las transformaciones económicas en los modos de vida y la seguridad
alimentaria de las comunidades mayas de la Región norte de Campeche. La metodología
para la obtención de información fueron talleres comunitarios participativos, así como
entrevistas y observaciones directas. Los resultados indican que el cambio agrícola y las
reformas estructurales de la economía provocaron la diferenciación de tres estrategias
de vida en las comunidades: la agrícola, la agrícola-asalariada y la asalariada. Además,
los autores analizan la seguridad alimentaria desde distintas dimensiones para cada
grupo ubicado en cada estrategia, presentando conclusiones sobre los niveles y factores
de vulnerabilidad de cada uno. Concluyen sugiriendo una política pública diferenciada
que considere la dotación desigual de recursos comunitarios, la participación social y la
coordinación interinstitucional para mejorar las condiciones de alimentación de estos
grupos domésticos.

Pasando del enfoque nutricional y del medio ambiente hacia la disponibilidad de recursos
productivos, se presenta el artículo: “Seguridad alimentaria y nutricional y la seguridad
en el acceso a semillas. Influencia de la política pública en Bolivia sobre los pequeños
agricultores”. La investigación, dividida en dos partes, analiza por un lado el Sistema
de Provisión de Semillas (SPS) de una comunidad campesina, y por otro contrasta estas
características con la política boliviana sobre semillas, ejecutada por el Programa Nacional
de Semillas (PNS), con el propósito de entender cuál es su influencia en la seguridad
en el acceso a semillas de los campesinos, sobre la cual depende la SAN. Sus hallazgos
muestran importantes y sui generis características sobre el SPS como son las redes de
aprovisionamiento mediante relaciones tradicionales de reciprocidad, la adaptación de
las semillas a sus condiciones productivas, desconfianza de las semillas del sistema formal,
entre otras. Todo lo anterior resulta contrapuesto a la normativa nacional sobre semillas,
por ello sus autores consideran necesario replantear la relación entre el SPS campesino
y el SPS formal, orientándola a aprovechar las complementariedades existentes entre
ambos sistemas.

El siguiente documento se titula “Estado Nutricional de las Poblaciones Ribereñas de


Amazonia: un estudio comparativo entre vega estacional y estuarina”, (texto completo en
portugués). En él, los investigadores comparan el estado nutricional de dos poblaciones
ribereñas en diferentes ecosistemas, con el principal objetivo de evaluar la relación entre
las estrategias de subsistencia, cambios del medio ambiente por estación y el estado
nutricional, así como el consumo alimentario y salud de las poblaciones. Los hallazgos
muestran un elevado cuadro de prevalencia de déficit de estatura, asociado a prevalencias
moderada de bajo peso, edad y estatura. Los autores atribuyen lo anterior más a factores
médicos y epidemiológicos antes que a insuficiente consumo alimentario.

El artículo que le sigue continúa contribuyendo al estudio de la Región del Amazonia,


argumentando su exclusión de las encuestas nacionales. Su título, “Determinantes y
Consecuencias de la inseguridad alimentaria en la Amazonia: la influencia de ecosistemas”
(texto completo en portugués), refleja el esfuerzo de sus autores por contribuir a cerrar
esta brecha de estudio e información sobre la región, y explicar la divergencia entre la
abundancia de recursos utilizables para la alimentación y la precariedad de salud junto
con la realidad económica. Para ello evalúa el estado nutricional de niños (pre-escolares)
según el criterio OMS. Sus resultados muestran déficit de crecimiento en áreas rurales
y precariedad nutricional según el indicador estatura/edad. Para explicar esta paradoja
investigan el clima de la Amazonia, para así conocer su influencia en la cadena productiva
y en el patrón de consumo de sus habitantes, haciendo la distinción entre los ecosistemas
en que cada uno vive; en este punto sus hallazgos muestran la clara heterogeneidad de
la Amazonia y la inherente complejidad de los ecosistemas que deben ser considerados
en la implementación de políticas de seguridad alimentaria para el desarrollo sostenible
de la región.

En un importante esfuerzo por contribuir a estrategias de fortalecimiento a la seguridad


alimentaria, el siguiente artículo, “El sombrío en los cafetales: un sistema, una estrategia
para la seguridad alimentaria”, explica el sombrío como una práctica tradicional en el
cultivo del café que ayuda a ahorrar recursos, demanda menos tecnología e implica
menos riesgos de inversión, que garantiza el cultivos sostenible a largo plazo, con mayor
estabilidad ambiental, económica y social. Sus conclusiones argumentan que el uso del
sombrío proporciona mayor seguridad alimentaria y social en las regiones cafeteras al
proveer simultáneamente alimentos y beneficios económicos adicionales. Además, es un
sistema económicamente más seguro y perdurable, altamente beneficioso al favorecer la
permanencia del cafetal, mejora y protege el recurso suelo, aumenta su ciclo productivo
y proporciona más seguridad ecológica, ya que reduce riesgos ambientales. Finalmente,
mejora el reciclaje de nutrientes y sustituye los fertilizantes orgánicos.

El artículo final, “Seguridad alimentaria y nutricional y políticas públicas. El caso argentino


2001-2007”, considera la crisis económica del año 2003, posterior a la cual se iniciaron
dos ejes de discusión acerca de las estrategias de SAN: la reconversión de programas
hacia modalidades de transferencia de ingreso y la evidencia de que ciertas deficiencias
nutricionales y el sobrepeso eras las principales alteraciones en la SAN, más no el
hambre aguda. El objetivo del trabajo es analizar algunas dimensiones de las políticas
públicas relacionadas con la SAN en el periodo 2001-2007, y el impacto alimentario de un
programa local de transferencia monetaria. En sus conclusiones y recomendaciones, los
autores afirman que dado que el paradigma de la SAN en Argentina oscila entre pobreza,
sobrepeso, algunas carencias nutricionales y la baja calidad nutricional de la dieta,
un programa para la compra de alimentos es una opción superadora de los formatos
tradicionales de los programas alimentarios, además que su implementación podría
acompañarse de un progresivo retiro de las medidas de intervención en el mercado de
alimentos.
i

1 Consideraciones metodológicas para la medición y


análisis de la SAN a nivel de ecosistemas agrícolas.
Nelson Valdés Rodríguez y Duniesky Pérez Costa. | p. 12

2 Inseguridad alimentaria como foco de políticas públicas


para el combate a la pobreza.
Rodrigo Octavio Orair y Juan Ernesto Alonso. | p. 42

3 Evaluation of household insecurity in Brazil: validity


assessment in diverse sociocultural settings.
Ana Maria Segall Corrêa, Rafael Perez-Escamilla, Letícia Marin-Leon,
Lucia Yuyama, Rodrigo Pinheiro de Toledo Vianna, Denise Coitinho,
Maria de Fátima Archanjo Sampaio, Giseli Panigassi, Lúcia Kurdian
Maranha, Muriel Gubert, Marília Mendonça Leão, Lenir Vaz Guimarães,
Sônia MPP Bergamasco, Julieta Aier de Oliveira y Márcia L.Montanari
Corrêa. | p. 80

4 Factores socioeconómicos, alimentarios y nutricionales


asociados a la inseguridad alimentaria en los hogares
de los niños que participan en el Programa de
Complementación Alimentaria alianza MANA ICBF.
Antioquia, Colombia.
Martha Cecilia Álvarez y Daniel Camilo Aguirre. | p. 102
i
índice
5 Modos de vida y seguridad alimentaria de los mayas de
Campeche.
Lucio Alberto Pat Fernández, José Nahed Toral, Manuel
Roberto Parra Vázquez, Dominga Austreberta Nazar
Beutelspacher, Luís García Barrios, Eduardo Bello Baltazar y
Obiemar Balente Herrera Hernández. | p. 128

6 Seguridad alimentaria y nutricional y seguridad en el acceso a


semillas. Influencia de la política pública en Bolivia sobre los
pequeños agricultores.
Javier Cabero. | p. 170

7 Status nutricional das populações ribeirinhas da Amazônia:


um estudo comparativo entre várzea estacional e estuarina.
Cristina Adams, Walter A. Neves, Rui S. S. Murrieta, Andrea D. Siqueira y
Rosely A. Sanches. | p. 194

8 Determinantes e conseqüências da insegurança alimentar no


Amazonas: a influência dos ecossistemas.
F. Alencar, L. Yuyama, M. Varejão y H. Marinho. | p. 240

9 El sombrío en los cafetales: un sistema, una estrategia para la


seguridad alimentaria.
Germán Escobar Berón. | p. 258

10 Seguridad alimentaria y nutricional y políticas públicas. El


caso argentino 2001-2007.
Sergio Britos y Ramiro Costa. | p. 298
Consideraciones metodológicas
1 para la medición y análisis de la SAN
a nivel de ecosistemas agrícolas

Autores:

Dr. Nelson Valdés Rodríguez


(nvaldes@af.upr.edu.cu)
Facultad de Agronomía de
Montaña San Andrés, Universidad
de Pinar del Río. Cuba.

Msc. Dunieski Pérez Costa


(dperez@af.upr.edu.cu)
Facultad de Agronomía de
Montaña San Andrés, Universidad
de Pinar del Río. Cuba.
1

RESUMEN

El presente artículo aborda aspectos metodológicos de la medición y análisis de


la seguridad alimentaria y nutricional (SAN) a nivel de ecosistemas agrícolas. El
enfoque se realiza sobre algunos de los factores y componentes de la SAN. Los
índices propuestos fueron calculados a partir de mediciones realizadas en el
campo.

Tomando en consideración varias fuentes se establece que son tres los factores
que determinan la SAN: precio de los alimentos, capacidad de almacenamiento
e influencias ambientales, así como tres son sus componentes básicos: acceso,
suficiencia, estabilidad. Nuestro interés se centra en el factor influencias ambientales
y en el componente estabilidad que se justifica por los problemas ambientales
asociados al cambio climático, cuyas consecuencias empiezan a notarse en la
región de América Latina y el Caribe.

Dentro de la propuesta metodológica hemos incluido y evaluado propiedades


físicas del suelo como profundidad del horizonte de cultivo y porcentaje de materia
orgánica; elementos de diversidad agrícola y forestal y sus aportes a la calidad
de la alimentación y mitigación de gases de efecto invernadero; y elementos
del comportamiento energético como producción energética/gasto, energético/
producción de proteínas y relación energética.

Los resultados mostrados forman parte de un estudio más amplio, actualmente en


curso, en el marco del proyecto nacional de ciencia y tecnología “Contribución de
los ecosistemas agrícolas a la mitigación del cambio climático y balance energético”,
que se ejecuta en ecosistemas agrícolas de regiones montañosas, en la provincia
de Pinar del Río, Cuba.

Palabras claves: Factores y componentes de la SAN, propiedades físicas de los


suelos, diversidad agrícola y forestal, balance energético.

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ABSTRACT

The present work deals with methodological aspects about food and nutrition
safety measurements and analyses at agricultural ecosystems level. The focus is
placed on some food safety factors and components. The proposed indexes were
calculated on collected fieldwork data.

Bearing in mind a few sources, there are three factors that determine food safety:
food prices, storage capacity and environmental influences, and it is composed of
three basic dimensions: sufficiency, stability and accessibility. Our main interest is on
the environmental influences and the component of stability due to environmental
problems associated with global climate change, whose consequences become
more and more visible in Latin American and the Caribbean.

Within the methodological approach we have included and assessed soil


physical properties such as crop horizon height and organic material percentage;
agricultural and forest diversity element and its contribution to nutrition quality
and greenhouse effect gases mitigation; and elements of energetic behavior
like energy production/energy consumption/protein production and energetic
balance.

The results presented belong to a wider currently undergoing study, that forms
part of the national project of science and technology “Contribution of agricultural
ecosystems to global climate change mitigation and energetic balance,” that is
being implemented in the agricultural ecosystems of the mountain regions in the
province of Pinar del Río, Cuba.

Key words: Food and nutritional safety factors and components, soil physical
properties, agricultural and forest diversity, energetic balance.

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INTRODUCCIÓN

Hoy en día hay más de 800 millones de personas que viven en la pobreza, con serio
peligro de desnutrición crónica, y que no pueden disfrutar de una vida saludable y
activa. Entre ellos, más de 200 millones de niños menores de cinco años se acuestan
todas las noches con hambre, sin disponer de las calorías y proteínas esenciales
que necesitan sus cuerpos (Figueroa, P. D., sin fecha).

Estas personas llevan una vida miserable y se ven privadas del derecho más
fundamental del ser humano: la alimentación. La mayoría de esas personas viven
en los países de bajos ingresos con déficit de alimentos porque no producen lo
suficiente para sustentar a sus gentes, y no tienen recursos para cubrir el déficit
con importaciones (FAO, 1995; FAO, 1997).

Entre los más difíciles problemas confrontados por la humanidad está la escasez
de alimentos y las dietas deficitarias. La producción de alimentos ha crecido en
muchos países, sin embargo, el número de personas hambrientas ha aumentado
debido al rápido crecimiento de la población y la carencia de una distribución
efectiva de los alimentos. A todo esto se suma que la cadena alimentaria es más
vulnerable a la contaminación ambiental. A medida que la población mundial
aumenta, nos persigue cada vez con mayor insistencia la imagen de los pobres y
hambrientos (Santa Jiménez Acosta, 1994).

El objetivo del presente trabajo es hacer un modesto aporte a las consideraciones


metodológicas de la medición del componente estabilidad de la SAN, a partir de
experiencias y resultados obtenidos en campos investigativos relacionados con el
tema. Si bien es cierto que la SAN es una preocupación importante, no se pueden
menospreciar los problemas relativos al cambio climático, que no sólo amenazan
este aspecto de la vida, sino que apuntan directamente a su base: los ecosistemas
agrícolas en cualquier región del planeta.

La propuesta no analiza en su totalidad el fenómeno del cambio climático, donde


aspectos como la pluviometría y la temperatura son de gran importancia, por
considerar que estos aspectos revelan más bien parte de las consecuencias del
cambio climático. En su lugar se han evaluado aspectos que se pueden manejar
dentro de un ecosistema para hacer contribuciones concretas a la regulación
ambiental.

Situación de la SAN a escala mundial

La Cumbre Mundial de la Alimentación, realizada en 1996, oficializó un compromiso


firmado entre 186 países para reducir a la mitad el número de desnutridos en el
mundo para el año 2015. Según informes de la FAO, en su velatorio de 2001 sobre la
Inseguridad Alimentaria en el Mundo, muy poco o prácticamente nada había sido
hecho para alcanzar la meta propuesta. Dos años después de la Cumbre, el número
de subnutridos en el mundo, estimado en cerca de 830 millones, permanecía sin

15
alteraciones. Actualmente el plazo para el cumplimiento de la meta fue extendido
hasta el año 2030. Hoy el hambre sigue siendo el mayor problema social de la
humanidad (FAO, 1997; FAO, 2001).

Se tiene una idea aproximada sobre el número de víctimas de la inseguridad


alimentaria, lo mismo que sobre su localización. Todas las estimaciones coinciden en
que gran parte de las personas con deficiencia alimentaria del mundo en desarrollo,
en particular las más pobres, viven en el sur de Asia, en naciones como la India y
Bangladesh. A continuación se sitúa el este de Asia y el África Subsahariana. La
incidencia de la inseguridad alimentaria es alta en África y en el sur de Asia, bastante
alta en el Oriente Medio y el norte de África, y considerablemente más baja en el
este de Asia y en Latinoamérica y el Caribe. En Latinoamérica viven 55 millones de
personas en condiciones de inseguridad alimentaria. Los países con las cifras más
altas son Nicaragua, Guatemala y Honduras, todos centroamericanos. Haití, en el
Caribe, tiene 4,5 millones de personas subnutridas, el 56 % de su población total.
En Sudamérica los países andinos tienen las cifras más altas. Bolivia y Venezuela
son los países con las situaciones nacionales más graves. El 22 % y 21 % de sus
poblaciones están subnutridas, estos es, 1,7 millones de personas en Bolivia y 4,8
millones en Venezuela (Oenema S, 2001; FAO, 2000).

Definición de seguridad alimentaria

La última definición de seguridad alimentaria adoptada en la Cumbre Mundial


sobre la alimentación de 1996 (FAO, 1996) plantea que, “es una situación que se
da cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a
suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimentarias
y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida sana y activa”.
De esta definición se desprende que el concepto de seguridad alimentaria
es multidimensional. Implica que exista disponibilidad de alimentos básicos,
estabilidad y acceso, y agrega la noción de la utilización biológica de los alimentos.
Lo anterior le da un carácter más integral, y supone que debe existir un adecuado
estado de salud para que se considere que hay una nutrición óptima (Santa Jiménez
Acosta, 2005).

La seguridad alimentaria representa el acceso de todas las personas en todo


momento a los alimentos necesarios para llevar una vida activa y sana (Santa
Jiménez Acosta, 1994). Respecto a los hogares, representa la capacidad de las
familias para obtener, ya sea produciendo o comprando, los alimentos suficientes
para cubrir las necesidades dietéticas de sus miembros. Sólo se consigue cuando
se dispone de suministros de alimentos y material económicamente al alcance de
todos (Eide A, A. Oshaug and W. Eide, 1992; FAO, 1992).

Causas de la inseguridad alimentaria y nutricional

La pobreza es la causa fundamental de la inseguridad alimentaria y nutricional.


Puede deberse al desempleo o a ingresos insuficientes que no permiten adquirir

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los alimentos necesarios en cantidades suficientes. La pobreza existe donde quiera
que haya personas extremadamente desposeídas o gravemente desfavorecidas,
tanto en los países en desarrollo como en los ricos. El problema de muchos hogares
pobres es que la mayor parte o la totalidad de su trabajo y de sus ingresos apenas
alcanzan para cubrir sus necesidades en circunstancias normales. Esos hogares no
tienen capacidad de reserva para hacer frente a las cosechas escasas, la falta de
trabajo o la falta de alimentos complementarios como los productos silvestres de
los bosques.

Otras causas de la inseguridad alimentaria y nutricional son el insuficiente acceso


a tierra cultivable para los agricultores de subsistencia; la insuficiente producción
de alimentos básicos por dificultades con los recursos agrícolas o sus usos; la
inadecuada comercialización y/o distribución de alimentos básicos debido a malas
condiciones físicas o económicas; la falta de un sistema adecuado de subsidios
alimentarios a los grupos vulnerables, a lo que muchas veces se adiciona los de
servicios de salud; y la falta de educación, especialmente de las madres, que dificulta
la confección de dietas equilibradas y en condiciones higiénicas adecuadas, así
como una mejor distribución intrafamiliar de alimentos (FAO, 1995; FAO, 1997).

Por otro lado, el monocultivo, el cual es una práctica de siglos en los ecosistemas
agrícolas de América Latina y el Caribe, donde la preponderancia de un cultivo
afecta de forma significativa el equilibrio de los ecosistemas. El monocultivo
agrícola generalmente responde a políticas nacionales (coyunturas de altos
precios para algunos productos estratégicos, producción de biocombustibles,
etc.), o sectoriales (latifundio y grandes empresas transnacionales) y no a las
necesidades de producción de las propias comunidades. En el orden ecológico,
el monocultivo hace mucho más vulnerable a los ecosistemas agrícolas por las
prácticas de manejo que en ellos se aplican, como el uso intensivo de químicos,
mal manejo de los suelos (poca o nula rotación de cultivos), pérdida de diversidad y
balances energéticos desproporcionados en la dirección de la entrada de insumos.
Desde el punto de vista de la SAN, es más probable que el monocultivo no esté
un función de satisfacer las necesidades nutricionales en calidad y cantidad de las
comunidades.

A nuestro modo de ver, está surgiendo una razón adicional y muy fuerte que afecta
la SAN: la inestabilidad ambiental de los ecosistemas agrícolas, motivado por las
variaciones del clima: el cambio climático. Este fenómeno se relaciona directamente
con la SAN porque erosiona la base que la sustenta. Las sequías intensas, la
degradación acelerada de los suelos, las lluvias o fenómenos tropicales severos, y
las afectaciones ecológicas directas a las regiones productivas de algunos cultivos
provocan que se vaya perdiendo la posibilidad de obtener resultados estables o
quizás incrementos.

En términos de calidad, las especies de plantas que más pueden aportar (las de
mayor porcentaje de proteínas) están sufriendo serias limitaciones productivas
debido a los fenómenos provocados por la inestabilidad ambiental.

17
Componentes de la seguridad alimentaria

Varios autores reconocen para la seguridad alimentaria los siguientes tres


componentes (García C. Crovetto M, 1991):

1. Suficiencia: asegurar suministros suficientes de alimentos.


2. Estabilidad: mantener la estabilidad de los suministros.
3. Acceso: asegurar el acceso a los suministros de alimentos a todos los
consumidores.

Otra definición de sus componentes es la siguiente (Santa Jiménez Acosta, 1995):

1. Disponibilidad de suministros: el suministro suficiente de alimentos a


escala nacional no provoca automáticamente la seguridad alimentaria de
todos los hogares, ya que pueden seguir existiendo familias pobres que no
cuenten con los medios necesarios para producir o con el poder adquisitivo
para adquirir los alimentos que necesitan.
2. Estabilidad: de los suministros y demanda (consumo) de alimentos de un
año a otro y dentro del mismo año.
3. Acceso: material y económico a los suministros que se necesita.

Requisitos de un sistema alimentario para la seguridad alimentaria

Entre los problemas que afectan la disponibilidad de alimentos se distinguen los


relacionados con los sistemas alimentarios, las características que con relación a la
oferta un sistema alimentario debe reunir son (Santa Jiménez Acosta, 1995):

1. Grado de suficiencia de la oferta para satisfacer determinados niveles de


demanda. Se refiere la capacidad para producir, almacenar e importar
alimentos suficientes para atender las necesidades básicas de toda la
población (necesidades de energía y nutrientes).
2. Nivel de autonomía y autodeterminación.
3. Grado de estabilidad o fiabilidad de la oferta interna y de sus
componentes.
4. Sustentabilidad a largo plazo de los actuales patrones de oferta y
demanda.
5. Equidad.

Considerando como ciertos todos los requisitos enumerados, se infiere que los
sistemas tienen que ser monitoreados en varios de sus aspectos, y que además
puedan medirse, para su posible declaración como ecosistema seguro desde el
punto de vista alimentario.

Llama la atención la utilización del concepto “sustentabilidad” en términos sólo


de oferta y la demanda cuando debería incluir la capacidad de respuesta de los
ecosistemas frente a variaciones antrópicas o ambientales.

18
Desde nuestro punto de vista, resulta arriesgado hablar de seguridad alimentaria
sin tomar en consideración la seguridad ambiental, pues la capacidad de un
ecosistema para producir alimentos suficientes y seguros depende cada vez más
de las variaciones del clima, asociadas al cambio climático.

Métodos para medir la seguridad alimentaria

Existen diversas variables e indicadores que permiten seguir la evolución del


nivel de seguridad alimentaria de determinados grupos de población. Dadas
las dimensiones de la inseguridad alimentaria y nutricional (crónica, temporal
o transitoria), es muy difícil medirla con un sólo indicador. Para evaluarla en
sus múltiples matices se necesitan varios indicadores que se agrupan bajo las
categorías de Índices de disponibilidad e Índices de accesibilidad (Santa Jiménez
Acosta, 2005).

La FAO ha creado el Índice global de Seguridad Alimentaria Familiar (IGSAF), que


se considera más abarcador pues engloba a varios de los indicadores disponibles
para vigilar la seguridad alimentaria.

Los elementos analizados sobre la seguridad alimentaria crean la impresión de que


la humanidad continúa percibiendo el fenómeno desde una dimensión macro, es
decir, en un nivel donde muchas veces no se encuentra las verdaderas soluciones
a los problemas.

No se puede hablar sobre seguridad alimentaria si no se cuenta con sistemas


capaces de producirla en calidad y cantidad. Entonces es necesario establecer
parámetros o indicadores a diferentes escalas que permitan analizar y evaluar la
marcha productiva de esos sistemas en relación a su posibilidad de ser realmente
sustentables.

Trabajar en el establecimiento de ecosistemas diversos que garanticen la SAN a


partir de una variada oferta de productos, pero que a su vez se autoconserven y
puedan contribuir a la mitigación de los efectos del cambio climático, debe ser,
a nuestro juicio, la solución más efectiva hacia la cual tienen que avanzar en el
empeño de un futuro mas equitativo.

Los indicadores seleccionados para desarrollar el método contenido en la


propuesta metodológica son sólo seis dentro de los muchos que se pudieran
escoger. Varias razones sirven para argumentarlo. En primer lugar, son indicadores
ampliamente utilizados para medir los aspectos más importantes de tres ejes
temáticos fundamentales: calidad física de los suelos, diversidad agrícola y
forestal, y funcionamiento energético (estos ejes temáticos fueron definidos en
discusiones con especialistas de diferentes ramas de la agronomía durante el
proceso de concepción del proyecto). Son además fáciles de medir, no necesitan
instrumentos sofisticados, ni gran cantidad de recursos, ni una alta especialización
del personal. Puesto que el campo de aplicación serían ecosistemas que por lo

19
general se investigan a nivel de proyectos locales en países en desarrollo (América
Latina), es deseable un método que consiga la mayor efectividad con economía de
recursos y tiempo, y con procedimientos simples y fáciles de implementar.

Como una de las salidas del proyecto se ha previsto la confección de un manual


que sirva de guía en la aplicación de los muestreos y un software para sistematizar
el registro de los datos de campo y su procesamiento, que incluye el cálculo de los
índices propuestos.

MATERIALES Y MÉTODOS

Dentro del proyecto está previsto realizar muestreos sistemáticos durante tres
años en grupos de fincas campesinas en diez provincias del país. En la provincia en
la que se realizaron los muestreos se seleccionaron diez fincas. Durante el presente
año se realizaron los muestreos que constituyen la línea base. Los muestreos se
realizan siguiendo tres ejes temáticos: calidad física de los suelos, diversidad
agrícola y forestal, y funcionamiento energético.

Para los ejes temáticos se definieron indicadores que se miden siguiendo diferentes
procedimientos. Los indicadores se estandarizaron, como resultado de lo cual se
construyeron cuatro índices: Índice físico, Índice de diversidad, Índice de calidad
nutricional e Índice de eficiencia energética. Por último, estos índices se utilizaron
para construir el Índice de estabilidad de la finca en términos del componente
estabilidad y el factor influencias ambientales para la SAN.

Acerca del tamaño de la muestra, se puede argumentar que fueron determinantes


la disponibilidad de tiempo y de recursos humanos para cubrir un grupo numeroso
de indicadores, dentro de los cuales se seleccionaron lo que integran la propuesta,
es una primera aproximación al problema de la medición de la estabilidad de los
ecosistemas. En la medida que se disponga de conjuntos de datos más amplios
(más ecosistemas) y más heterogéneos (diferentes regiones del país), se podrá
realizar la validación del método. En el futuro es posible realizar ajustes en las
herramientas estadísticas utilizadas sin que afecte la esencia de los aspectos a
evaluar.

Calidad física de los suelos

La calidad de los suelos se mide realizando dos calicatas por finca, una en terrenos
de labranza y otra en terrenos de arboledas o cultivos permanentes. Para cada
calicata se mide la longitud de los horizontes, se toman muestras de cada uno
de ellos y se realiza la clasificación de los horizontes por diferentes criterios.
Finalmente, las muestras se envían al laboratorio para su análisis. Los indicadores
de calidad de los suelos seleccionados son:

20
- Profundidad efectiva del suelo (horizonte A), en centímetros. Para medirlo
sólo se necesitan herramientas que ayuden a cavar las calicatas.
- Por ciento de materia orgánica. Aunque se determina en el laboratorio, no se
necesitan medios muy costosos para hacerlo.

La pendiente no se consideró dentro de los indicadores de calidad del suelo, aun


cuando es un factor importante para evaluarla. La profundidad efectiva y porcentaje
de materia orgánica se consideraron suficientes, puesto que los suelos expuestos
a procesos erosivos siempre dejan ver su calidad a través de estos indicadores.
El suelo puede tener mayor o menor pendiente y buenas o malas propiedades
en función de los procedimientos de manejo que se le aplican. Por ejemplo, las
medidas de conservación como barreras vivas y muertas logran atenuar el efecto
de la pendiente.

Diversidad agrícola y forestal

Para medir la diversidad agrícola se realiza encuestas a los campesinos sobre los
cultivos temporales que mantienen. De cada cultivo se anota los datos necesarios
para calcular el Índice de Shannon-Weiner (Del Pino, J. O. Z., R. y Oliet, J.A, 2005), que
es uno de los indicadores de diversidad seleccionados. Los datos para calcularlo se
pueden obtener bien mediante conteos de diversidad en la finca, como a través de
encuestas al productor.

La diversidad forestal se mide haciendo conteos de árboles dispersos y parcelando


los bosques compactos. En ambos casos se recogen los datos de cubicación por
especies (altura del árbol, en metros; y diámetro a 130 centímetros del suelo,
en centímetros). El indicador seleccionado es la cantidad de carbono retenido
por árboles en una hectárea, en toneladas. Para calcular el carbono retenido
es necesario realizar conteos y mediciones de árboles y luego aplicar cualquier
método de cubicación válido, valiéndose de coeficientes mórficos o tablas de
cubicación que estén disponibles.

Funcionamiento energético

El balance energético se mide a partir de datos obtenidos mediante encuestas


que incluyen los detalles sobre los insumos utilizados y sobre las producciones
obtenidas.

Los indicadores seleccionados son:

- Producción energética, en megacalorías por hectárea.


- Gasto energético, en megacalorías por hectárea.
- Producción de proteínas, en kilogramos por hectárea.
- Relación producción energética/gasto energético.

21
Las encuestas al productor incluyen detalles sobre el tipo y cantidad de los insumos y
las producciones. Se utilizan tablas de contenidos energéticos promedios para ambos
(Funes Monzote, F, 1997). Estos contenidos energéticos, en el caso de insumos como
fertilizantes y pesticidas, están relacionados con la cantidad de energía, procedente
principalmente de combustible fósil, que se emplea para producir la unidad.

Sistematización de la información

Para almacenar los datos de campo se diseñó una base de datos que fue normalizada
para comprobar su consistencia lógica, pues debe garantizar el almacenamiento
sistemático de los datos de los sucesivos muestreos durante tres años. Es esencial
que los datos se almacenen observando todos los requisitos de integridad para
garantizar la confiabilidad de los procesamientos estadísticos, cada vez más
abarcadores y complejos, que se realizarán. Se implementó utilizando el sistema
de gestión de base de datos (SGBD), Microsoft Access (versión XP).

Se diseñó también una aplicación informática usando el entorno de desarrollo


Visual Basic for Applications (VBA) de MS Access para gestionar la base de datos,
realizar en forma automatizada los procesamientos de la propuesta metodológica,
y obtener los resultados en hojas de datos Microsoft Excel (versión XP).

Después de concluir la línea base del proyecto, el sistema base de datos/aplicación


tendrá que ser trasformado a una arquitectura cliente-servidor para atender la
concurrencia de los flujos de datos de las demás provincias. Previamente tendrán
que ser definidas las directivas de acceso, protección e intercambio de datos.

Los datos sobre el balance energético se procesaron usando el software Energía


(Sosa Amador, M. y. F. M., F, 2000). Luego los datos primarios y los resultados de
los procesamientos se exportaron a formato MS Access, con lo cual la aplicación los
pudo recuperar e integrar.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

A continuación se analiza la base conceptual de los métodos que se utilizan


para medir la seguridad alimentaria. Se observa que los que se han utilizado
recientemente tienden a medir los efectos de seguridad o inseguridad alimentaria
y nutricional desde las perspectivas de las consecuencias que ésta provoca. Como
se ha apuntado, el componente estabilidad, como uno de los que influye en la
seguridad alimentaria, necesita niveles de apreciación que puedan ser “medidos”,
a lo cual responde el método que contiene la propuesta metodológica.

A través de varios indicadores se introducen aspectos cuantitativos sobre la


contribución que el ecosistema puede hacer a la mitigación del cambio climático,
fundamentalmente mediante el secuestro permanente de carbono y la reducción

22
de emisión de gases, o transformación de gases más dañinos en menos dañinos.
Por ejemplo, es beneficioso cuando para mejorar la eficiencia energética se
combustionan moléculas de metano (CH 4) de los restos de cosechas y residuales
de la cría de animales, para liberar en su lugar moléculas de dióxido de carbono
(CO 2), con un efecto diez veces menor sobre el calentamiento global.

Aproximación metodológica para la obtención de índices de medición de la


seguridad alimentaria y nutricional

Existen varias herramientas para evaluar la SAN. Dado que se trata de un problema
multidimensional, recurren a varios indicadores. Aun así, prevalecen diferentes
criterios sobre qué aspectos son más importantes de tener en cuenta.

Los Índices de disponibilidad evalúan la SAN mediante indicadores de oferta y


demanda, es decir, en términos de cantidades de alimentos disponibles en relación
con las necesidades nutricionales, y de necesidades de importación en relación
con capacidades para importar (Santa Jiménez Acosta, 1994).

Uno de los instrumentos más usados son las hojas de balance que funcionan como
un marco de registro continuo de datos que permite evaluar con objetividad déficit
o excedentes de alimentos (FAO, 1997), siempre y cuando los datos suministrados
sean confiables.

A partir de las hojas se pueden elaborar índices como (FAO, 1995):

- Aporte relativo de determinados productos a la ingesta dietética total.


- Aporte per cápita de proteínas y energía procedente de los alimentos básicos,
en términos absolutos o en porcentaje del aporte total.
- Adecuación del aporte total de energía a las necesidades nutricionales
promedio.

Estos índices permiten hacer estimaciones globales y sirven de alerta sobre crisis
alimentarias y para pronósticos agrícolas.

Se estima que es suficiente cuando el suministro alimentario supera entre un 10


y un 20 % las necesidades reales, pues compensa la distribución desigual y las
pérdidas en la cadena de distribución.

Este índice, a pesar de reflejar correctamente la cantidad de producto que puede


suministrar un ecosistema agrícola, región o país, es susceptible de ser manipulado
si se toma en cuenta solamente el criterio de la cantidad de alimentos y no de su
calidad. Un país o región puede informar a las instituciones internacionales en
relación al cumplimiento de los requerimientos en cuanto a la disponibilidad, pero
habría que analizar en términos de preferencia del producto, historial de consumo
y hasta las posibilidades reales de disponibilidad por zonas geográficas.

23
Los Índices de accesibilidad se utilizan para medir el acceso real a los alimentos
de diferentes grupos poblacionales. Es útil para determinar qué grupos son más o
menos vulnerables y cuales son sus niveles de desnutrición.

En América Latina son bastante utilizados instrumentos relacionados con la llamada


canasta de alimentos o canasta familiar. Algunos indicadores son:

Costo de una canasta básica en relación con el salario mínimo


El costo de la canasta se calcula en base a los precios oficiales de los productos
que la componen, generalmente prefijados oficialmente. El salario mínimo tiene la
mayoría de las veces fuerza de ley (FAO, 1995). Representa el nivel de remuneración
por debajo del cual no se puede descender. Al relacionar costo de la canasta con
el salario mínimo se puede conocer el alcance del salario para cubrir necesidades
básicas. Su determinación periódica permite ver la evolución del nivel de vida.

Valor de los productos básicos y de una canasta en términos de horas de trabajo


equivalentes remuneradas al salario mínimo (FAO, 1996)
Utiliza el tiempo de trabajo como unidad de medida. Establece las horas de trabajo
necesarias para comprar al por mayor los alimentos de la canasta. Su ventaja
principal es que evita los problemas de variabilidad de la moneda para determinar
como bajan y suben los precios de los alimentos.

Porcentaje destinado a los alimentos en relación con el ingreso familiar e identificación


de línea de pobreza y porcentaje de población en ésta situación
Este indicador mide marginalidad social y riesgo nutricional. A las familias se les
considera por debajo del nivel de pobreza si gastan más del 50 % de su salario en
la canasta básica, y como indigentes si su salario no alcanza el costo de la canasta
(FAO, 1997).

Índice de precios al consumidor


Se usa para medir los cambios en el tiempo del nivel general de precios de
productos y servicios. Proporciona una medida objetiva de los cambios a partir de
un nivel base de los precios que el consumidor paga.

Existen otros indicadores como el ya mencionado Índice global de Seguridad


Alimentaria Familiar (IGSAF), creado por la FAO para vigilar la seguridad alimentaria
familiar a nivel global más que a nivel de países. Combina un indicador de
disponibilidad de alimentos per cápita para el consumo humano y la información
sobre distribución de alimentos disponibles para estimar el porcentaje de la
población que no dispone de alimentos suficientes para desarrollar una actividad
normal.

Más recientemente, se ha aplicado para Centroamérica el Programa Especial para


la Seguridad Alimentaria (PESA), con similar propósito (Gallardo, C. y L., D, 2007).

24
El siguiente cuadro resume los factores, componentes, índices y algunos indicadores
que se consideran para los índices.

FACTOR COMPONENTE ÍNDICES INDICADORES

. Aporte relativo a la
ingesta dietética total.
. Aporte per cápita de
proteínas y energía
Capacidad de Índices de
Disponibilidad procedente de
almacenamiento disponibilidad
alimentos básicos.
. Aporte total de energía
a las necesidades
nutricionales promedio.

. Costo de una canasta


básica en relación con el
salario mínimo.
. Valor de los productos
básicos y de una canasta
en término de horas de
Precios de los Índices de
Acceso trabajo.
alimentos accesibilidad
. Porcentaje destinado
a los alimentos en
relación con el ingreso
familiar.
. Índice de precios al
consumidor.

Índice de . Calidad física de los


estabilidad del suelos.
ecosistema . Diversidad agrícola y
Influencias
Estabilidad (propuesta forestal.
ambientales.
metodológica) . Calidad de las
producciones.
. Balance energético.

Fuente: Elaboración propia.

El cuadro muestra la ubicación del índice propuesto dentro de los componentes


y factores de la SAN. Como se puede apreciar, los índices revisados abarcan
los componentes y factores menos relacionados con los ecosistemas y su
funcionamiento, y más relacionados con aspectos sociales y políticos de la SAN.

25
Ninguno de lo que fueron revisados tiene en cuenta el problema del cambio
climático.

Respecto a los indicadores se seleccionaron calidad física de los suelos, diversidad


forestal y agrícola, calidad nutricional de las producciones, y balance energético;
donde cada uno de ellos refleja tanto la capacidad de los ecosistemas para sustentar
la SAN, como para contribuir a la regulación ambiental.

El objetivo de la propuesta no es cuestionar o sustituir los índices y sus indicadores,


sino complementarlos con aquellos que miden la SAN a nivel de ecosistemas
agrícolas, considerando las causas comunes de dos fenómenos cruciales como la
SAN y la regulación del cambio climático.

Aparte de la objetividad de estos índices para evaluar los riesgos y para hacer
pronósticos con relación a la SAN, están orientados a los aspectos macro del
problema. Se ve en ellos la intención de evaluar a nivel de grupos de países, más
que de países o de regiones de éstos, por lo que se puede correr el riesgo de que
incumplan la misión para la que fueron diseñados.

Fundamentación del método propuesto

El aumento de los niveles productivos de los ecosistemas se traduce en incrementos


de la oferta de productos, que puede funcionar como un factor de disminución de
los riesgos de seguridad alimentaria y nutricional por concepto de disminución de
los precios en los productos de la canasta básica, especialmente para las personas
de menores ingresos. La capacidad productiva puede funcionar como palanca
económica (relación oferta-demanda), sin embargo, los problemas de degradación
de los recursos de los ecosistemas, unidos a la presión demográfica, limitan la
efectividad de estos mecanismos.

Al analizar la capacidad productiva de los ecosistemas, es importante considerar


la diversidad y calidad de los alimentos producidos, que garantiza el balance
nutricional en la alimentación. La capacidad productiva se puede afianzar en
la diversidad de los renglones y variedades de cultivo. En la medida en que se
incrementa la diversidad de producciones, los riesgos frente a las variaciones
ambientales y antrópicas se reducen.

La variable comercialización se tiene en cuenta desde la perspectiva de las


restricciones que provocan en los productores, las erogaciones necesarias para hacer
frente a las consecuencias del cambio climático dentro del ecosistema (alteración
de los ciclos de cosecha, anormalidad en el comportamiento de especies animales).
Los aspectos de la comercialización relacionados con los resortes económicos no
están contemplados dentro de la propuesta.

La propuesta metodológica ofrece un método para medir como se desempeña el


ecosistema (a nivel de finca), desde el punto de vista de la componente estabilidad.

26
En el caso que propone el artículo, los datos de los indicadores seleccionados
provienen del grupo de las diez fincas estudiadas, lo cual sujeta fuertemente
los resultados a características específicas de la región donde se ubican
geográficamente. Por ejemplo, los datos nos dicen que los suelos de esta región
están muy degradados. Si los estandarizaran con datos de otras regiones del país o
del mundo, seguramente harían caer sus correspondientes índices de estabilidad.
En cambio sus valores de balance de energía son buenos en comparación con otros
estudios reportados (Funes Monzote, F, 1997).

Lo interesante será cuando se empiecen a recibir datos de las restantes provincias,


de muestreos realizados sistemáticamente a lo largo de dos o tres años. Entonces
habrá oportunidad de estandarizar indicadores con datos que reflejan diferentes
escenarios y recalcular índices. El incremento de la cantidad de datos y variedad
de las regiones de procedencia posibilitará aplicar otros tipos de análisis
estadísticos, de mayor alcance y profundidad. Es previsible que el modelo cambie
en consecuencia.

Al revisar los métodos de medición de la seguridad alimentaria aparecen numerosos


indicadores que se ocupan de medir aspectos de la disponibilidad y el acceso. Esto es
importante porque permite prever riesgos de inseguridad alimentaria y nutricional
y validar las políticas de los gobiernos, entre otras cosas. Sin embargo, es también
muy importante considerar el componente estabilidad, que permite establecer si
un nivel alimentario seguro se puede mantener en el tiempo o qué posibilidades
objetivas existen de alcanzar la seguridad a partir del estado existente. Este estado
ha sido definido en función de elementos físicos del suelo, diversidad agrícola y
forestal, y funcionamiento energético; todo a nivel de sistemas agroecológicos,

Medición de la estabilidad

Índices de estabilidad

Se proponen cuatro índices para medir la estabilidad de los ecosistemas:

1- Índice físico (I F).


2- Índice de diversidad (I D).
3- Índice de calidad nutricional (I N).
4- Índice de eficiencia energética (I E).

Índice físico: refleja la calidad física de los suelos, la cual es la base sobre la cual
descansa la posibilidad de alcanzar la suficiencia alimentaria, independientemente
de que presenten alteraciones químicas debidas a malos manejos.

Para construir este índice se utilizan los indicadores profundidad efectiva y


porcentaje de materia orgánica.

27
a- Profundidad efectiva: está relacionada con la capacidad productiva de los
suelos y, a su vez, su nivel de degradación. Se define como la longitud en
centímetros del horizonte A (Tabla 1).

Tabla 1. Valores de profundidad efectiva para las


fincas estudiadas

PROFUNDIDAD EFECTIVA
FINCA
(cm)
1 26
2 15
3 20
4 18
5 13
6 14
7 21
8 8
9 20
10 14
Fuente: Elaboración propia.

Es frecuente que en los países donde existen serios problemas de seguridad


alimentaria hay a su vez una tendencia a la degradación acelerada de los suelos y
falta de una labor sistemática y abarcadora para revertir el proceso.

b- Porcentaje de materia orgánica: representa la fracción de carbono contenida


y por lo tanto retenida por el suelo. Determina una parte importante de las
propiedades físico-químicas del suelo (Tabla 2).

Tabla 2. Valores de materia orgánica para


las fincas estudiadas

MATERIA ORGÁNICA
FINCA
(%)
1 1,20
2 1,33
3 1,25
4 1,14
5 1,27
6 1,23
7 1,82
8 0,93
9 1,26
10 1,21
Fuente: Elaboración propia.

28
Este indicador es sumamente importante en suelos tropicales, donde la materia
orgánica se descompone más rápidamente por la acción de la humedad y las altas
temperaturas, pero también se puede perder con facilidad porque las condiciones
socioeconómicas dificultan la implementación de políticas de protección. En la
medida en que aumentan los niveles de materia orgánica en los suelos, se hace un
aporte considerable al secuestro de carbono. Cuando debido a los malos manejos
el carbono de los suelos es liberado, se está haciendo una contribución negativa
al ecosistema planetario.

Índice de diversidad: Incluye tanto la parte agrícola como forestal, componentes


efectivos del ecosistema agrícola. Cuantifica la diversidad de especies de cultivos
y de sus variedades dentro del ecosistema.

Para construirlo se utilizan dos indicadores: diversidad agrícola y cantidad de


carbono retenido, en toneladas por hectárea.

a- Diversidad agrícola: expresa una medida de la diversidad biológica del


ecosistema. Se puede aplicar a especies con propósitos de cultivo o no. Se
escogió el Índice de Shannon-Weiner para cuantificar la diversidad agrícola
(Tabla 3). Según este índice un sistema está en equilibrio cuando arroja
valores cercanos a dos.

Tabla 3. Valores de Índice de Shannon-Weiner


para las fincas estudiadas

ÍNDICE DE SHANNON-
FINCA
WEINER
1 1,08
2 1,59
3 1,09
4 0,95
5 0,82
6 1,31
7 1,37
8 0,93
9 1,67
10 0,95
Fuente: Elaboración propia.

Desde el punto de vista puramente de la diversidad, permite valorar la composición


del ecosistema, la redistribución de las especies y las funciones de cada una dentro
del ecosistema. Es una medida de la complejidad del mismo, y por tanto de la
disponibilidad de especies para cumplir con roles productivos que garanticen la
cantidad y la calidad de las producciones.

29
La diversidad agrícola también puede hacer una contribución importante a la
reducción de la emisión de gases de efecto invernadero si se tienen en cuenta
los volúmenes de carbono que permanecen secuestrados durante el tiempo de
cosecha, además de la fracción que queda en el suelo después de la cosecha.

b- Diversidad Forestal: existen diferentes indicadores para medir el carbono


retenido por árboles. Algunos tienen en cuenta la necromasa que se incorpora
al suelo año a año, que supera en volumen al que permanece retenido en
el fuste, las ramas y hojas del árbol. Sin embargo, se ha calculado sólo el
volumen de carbono retenido en el cuerpo de árbol. Por lo tanto, este índice
expresa el volumen promedio de carbono en toneladas, “secuestrado” por
los árboles de una hectárea de terreno (Tabla 4).

Es el volumen de carbono que se puede estimar de una manera más consistente


porque las cantidades depositadas en el suelo se pueden ver afectadas fácilmente
debido a los malos manejos que aceleran los procesos de degradación.

Tabla 4. Valores de Carbono retenido para


las fincas estudiadas

CARBONO RETENIDO
FINCA
(Ton/ha)

1 3,37
2 4,79
3 5,41
4 10,07
5 40,04
6 1,73
7 2,57
8 3,91
9 5,25
10 94,28
Fuente: Elaboración propia.

El carbono secuestrado por la diversidad forestal (donde se incluyen árboles


maderables, frutales o de otro tipo) es un aspecto a tener en cuenta para avanzar
hacia ecosistemas más equilibrados y capaces de resistir las variaciones del clima.
La masa forestal constituye un “cementerio” de carbono, que es retenido por largos
periodos de tiempo.

Dentro de los ecosistemas agrícolas, los árboles ayudan a regular los elementos
del medio como suelos, aguas, poblaciones de insectos y proveen alimentos de
excelente calidad nutritiva para el hombre y los animales, entre otros beneficios.

30
De manera que constituyen un elemento importante para la seguridad alimentaria,
no sólo por la producción de alimentos y otros insumos, sino principalmente por
este papel de regulación que influye en la estabilidad del ecosistema.

Por estas razones, a este indicador se le asigna un peso cuantitativamente similar


al de diversidad agrícola dentro del Índice de diversidad.

Índice de calidad nutricional: cuantifica la calidad nutricional de la producción


de la finca. Se seleccionó como único indicador la producción de proteínas, en
kilogramos por hectárea, del terreno.

a- Producción de proteínas: las proteínas son consideradas como elemento


prioritario en la dieta humana. Este indicador da una medida de la calidad
de las producciones a través de la producción de proteínas de origen animal
y vegetal, en kilogramos por hectárea de tierra (Tabla 5).

Tabla 5. Valores de Producción de proteínas


para las fincas estudiadas

PRODUCCIÓN DE
FINCA PROTEÍNAS
(kg/ha)
1 237,13
2 94,46
3 150,54
4 18,43
5 23,29
6 165,68
7 87,59
8 91,11
9 51,61
10 274,62
Fuente: Elaboración propia.

El concepto productividad del sistema agrícola muchas veces encubre la calidad


de las producciones. Un ecosistema puede ser muy productivo (nótese el caso de
los monocultivos agrícolas), pero si las producciones no están en función de los
balances dietéticos de los productores, difícilmente puede contribuir a la seguridad
alimentaria.

Las proteínas pueden ser de origen animal y vegetal, pero en el último caso se
necesita conocer si la producción de las mismas resulta suficiente por su presencia
en la dieta (entre 60 y 100 gramos diarios por persona), para asegurar la suficiencia
alimentaria.

31
Índice de eficiencia energética. Cuantifica el nivel de eficiencia energética de
la finca. La eficiencia energética es una de las mayores preocupaciones para la
estabilidad de un ecosistema productivo. Se necesita lograr ciertos niveles de
eficiencia para alcanzar la estabilidad productiva y suficiencia alimentaria. Este
índice se define a partir de la relación entre la energía que entra al sistema y la
energía que sale del mismo.

a- Relación energética: Resulta del cociente entre la energía consumida por el


sistema a través de los insumos empleados, y la energía contenida en sus
producciones (Tabla 6). Ambos parámetros se expresan en megacalorías
por hectárea.

Tabla 6. Valores de Producción de proteínas para las fincas estudiadas

PROD. ENERGÉTICA GASTO ENERGÉTICO RELACIÓN


FINCA
(MCal/ha) (MCal/ha) PRODUCCIÓN/GASTO
1 5 885,88 12 818,36 0,45
2 2 948,28 1 660,62 1,78
3 3 208,66 8 864,32 0,36
4 921,83 228,86 4,08
5 853,58 200,30 4,26
6 3 552,99 390,68 9,09
7 2 992,82 1 001,14 2,99
8 3 436,63 1 332,72 2,58
9 2 070,03 756,53 2,74
10 6 150,89 11 919,11 0,52

Es un indicador muy útil, pues al considerar la energía que sale y que entra del
sistema, ofrece una medida de su estabilidad y dependencia de las influencias
externas, y por tanto, su capacidad de responder a las perturbaciones ambientales
y antrópicas.

Estandarización de los indicadores

Al correlacionar los datos de los indicadores seleccionados se obtiene una matriz


escalón con los indicadores ordenados por filas y columnas y los coeficientes de
correlación calculados en sus intercepciones (Tabla 7).

32
Tabla 7. Coeficientes de correlación entre indicadores

PRODUCCIÓN
PROFUNDIDAD MATERIA ÍNDICE DE CARBONO
DE
EFECTIVA ORGÁNICA SHANNON RETENIDO
PROTEÍNAS
Materia
0,4464
orgánica
Índice de
0,2958 0,4339
Shannon
Carbono
- 0,2910 - 0,1021 - 0,4411
retenido
Producción
de 0,2023 - 0,0896 - 0,1260 0, 4251
proteínas
Relación
- 0,3371 0,0107 0,0905 - 0, 2526 - 0,3227
energética

Se aprecia que no hay valores altos de correlación entre los indicadores. Ni siquiera
en el caso de la relación entre la profundidad efectiva del suelo y su contenido
de materia orgánica, el coeficiente de correlación sobrepasa el valor aceptable
de 0,50. No parece haber –al menos para estos conjuntos de datos– fuerte
dependencia. Entonces no sería apropiado aplicar el peso de un indicador a través
de otro (dependencia funcional), sino adicionar los indicadores para que cada uno
aporte su peso individualmente a las expresiones de los índices (incluyendo el
índice general).

Entonces surge el problema de cómo hacerlo, qué tipo de estandarización aplicar


y si incluir o no coeficientes para amplificar o disminuir el peso de cada indicador.
Existen dos problemas: primero, no aparecen referencias de estudios estadísticos
sobre la relación entre factores físicos, de diversidad y de balance energético
al mismo tiempo, asociados a los componentes de seguridad alimentaría, que
ofrezcan criterios de ponderación; segundo: no hay datos suficientes para intentar
realizarlos.

La decisión tomada consiste en: 1.- estandarizar los indicadores en una escala de
tres valores, de cero a dos, que resulta en la definición de seis índices, uno por
indicador; 2.- construir las expresiones para calcular los índices de estabilidad
sumando los índices que resultaron de la estandarización de los indicadores
relacionados; y 3.- construir la expresión del índice general sumando los índices
de estabilidad. Por lo tanto, se asigna el mismo peso estadístico a cada indicador.

El procedimiento empleado para estandarizar los indicadores fue el de dividir


entre tres la diferencia entre el mayor y el menor valor de cada uno (Tabla 8).
Con el valor obtenido se define el rango para discretizar los indicadores. En el

33
caso del indicador relación producción energética/gasto energético, se hicieron
las siguientes consideraciones: para valores entre cero y uno (finca con balance
positivo), se asigna valor igual a dos; entre uno y diez (gasta entre uno y diez veces
las calorías que consume) se asigna valor igual a uno; y para valores del indicador
mayores de diez se asigna valor igual a cero (Tabla 9, Figura 1).

Tabla 8. Rangos definidos para estandarizar los indicadores

(MAX-MIN) VALOR DEL ÍNDICE


MÍNIMO MÁXIMO
3 0 1 2
Profundidad
8,00 26,00 6,00 8 a 14 15 a 20 21 a 26
efectiva
Materia 0,93 a 1,24 a 153 a
0,93 1,82 0,30
orgánica 1,23 1,52 1,82
Índice de 0,82 a 1,11 a 1,40 a
0,82 1,67 0,28
Shannon 1,10 1,39 1,67
Carbono 1,73 a 32,59 a 63,44 a
1,73 94,28 30,85
retenido 32,58 63,43 94.,28
Producción 18,43 a 103,84 a 189,23 a
18,43 274,62 85,39
de Proteínas 103,83 189,22 274,62
Relación
- - - 10 a 100 1 a 10 0a1
energética

Tabla 9. Valores estandarizados de los índices para las fincas estudiadas

Índice físico
Índice de diversidad (ID) Índice de
(IF) Índice de
calidad
eficiencia
Finca Profundidad Materia Diversidad Diversidad nutric.
energ. (IE)
efectiva orgánica agrícola forestal (IN)
(P) (O) (DA) (DF)

1 2 0 0 0 2 0
2 1 1 2 0 0 1
3 1 1 0 0 1 0
4 1 0 0 0 0 1
5 0 1 0 1 0 1
6 0 0 1 0 1 1
7 2 2 1 0 0 1
8 0 0 0 0 0 1
9 1 1 2 0 0 1
10 0 0 0 2 2 0

34
Figura 1. Valores estandarizados de los índices para las fincas estudiadas

Comportamiento de los indicadores estandarizados

5 IE
IN
4
Valores

DF

3 DA
O
2 P

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Fincas

La razón por la cual se escogió este procedimiento, del que se desprende que un
comportamiento promedio no estaría necesariamente cerca del valor medio sino
de la mediana, radica en que, a menos que se cometan serios errores, no debe
haber variaciones espectaculares de un ecosistema al otro para el mismo indicador.
Los errores pueden ser de medición (campo o laboratorio), o de apreciación
(encuestas). Estas consideraciones tendrán que ser reevaluadas cuidadosamente
en fases posteriores del proyecto.

Construcción de las expresiones del índice de estabilidad

El Índice físico se define como:


IF = P + O

Donde:
P: Índice de profundidad efectiva
O: Índice de materia orgánica

El Índice de diversidad se define como:


I D = D A + DF

Donde:
D A: Índice de diversidad agrícola
D F: Índice de diversidad forestal

Por último, el Índice general de estabilidad se define como:


IS = IF + ID + IN + IE

35
Donde:

I F: Índice físico
I D : Índice de diversidad
I N: Índice de calidad nutricional
I E: Índice de eficiencia energética

Valoración del cálculo del Índice de estabilidad del ecosistema

El Índice general de estabilidad toma valores entre 0 y 12, que representa, en calidad
ascendente, cómo es el desempeño de la finca desde el punto de vista del factor
influencias ambientales y del componente estabilidad para la SAN (Tabla 10).

Tabla 10. Valores calculados de los índices construidos, para las fincas estudiadas

Índice de Índice de Índice


Índice de
Índice físico calidad eficiencia general de
Finca diversidad
(IF) nutricional energética estabilidad
(ID)
(IN) (IE) (IS)

1 2 0 2 0 4
2 2 2 0 1 5
3 2 0 1 0 3
4 1 0 0 1 2
5 1 1 0 1 3
6 0 1 1 1 3
7 4 1 0 1 6
8 0 0 0 1 1
9 2 2 0 1 5
10 0 2 2 0 4

De acuerdo a las consideraciones hechas al escoger el procedimiento de


estandarización, se puede decir que un comportamiento alrededor de la mediana
del indicador (valor de índice igual a uno) está cerca del comportamiento promedio.
Entonces un aceptable funcionamiento del ecosistema se encuentra alrededor del
valor seis.

Al analizar los valores del Índice de estabilidad para los diez ecosistemas estudiados,
llaman la atención naturalmente los casos peor y mejor, para confrontarlos con las
observaciones y corroborar sus condiciones de estabilidad desde el punto de vista
de la seguridad alimentaria.

El ecosistema número ocho tiene un valor de estabilidad igual a 1. Al observar


los valores de los muestreos de suelo, estos nos dicen que tiene muy poca

36
profundidad efectiva, poco contenido de materia orgánica, bajos valores de
diversidad agrícola, bajo volumen de secuestro y retención de carbono, y un
valor promedio de producción de proteínas y una eficiencia energética positiva
(aunque no un valor exageradamente alto). Su eficiencia en este caso se basa en la
escasa introducción de energía por concepto de insumos, ya que la mayoría de los
procesos se realizan con recursos propios del ecosistema. El Índice de estabilidad
calculado parece reflejar adecuadamente la poca capacidad del ecosistema para
asegurar producciones estables y diversas, y hacer una contribución importante a
la regulación ambiental (Tabla 9, Figura 1).

En el otro extremo está el ecosistema número siete, cuyo valor asciende a seis,
exactamente en el punto medio de la escala. Cuando se observan los resultados de
los muestreos, se caracteriza por tener una de las mayores profundidades efectivas
del suelo, aceptable porcentaje de materia orgánica, también aceptable diversidad
agrícola (valores muy cercanos al equilibrio), bajos niveles de retención de carbono
(motivado por la poca presencia de árboles), valores medios para la producción de
proteínas, y una eficiencia energética promedio. Por lo tanto, el ecosistema parece
tener una aceptable estabilidad apoyada en la buena calidad de los suelos, que es
la base física sobre la que desarrollan los demás aspectos (Tabla 9, Figura 1).

Del análisis realizado a los dos ecosistemas con valores extremos se desprende
que el factor físico y la diversidad juegan un papel decisivo para la estabilidad del
ecosistema, aunque se debe reconocer que los datos utilizados son escasos. Esto
es coherente con la percepción, expuesta al principio, acerca de la necesidad de
que los ecosistemas basen su sostenimiento en el mantenimiento de la calidad del
suelo y de una adecuada diversidad agrícola y forestal, con cultivos que contribuyan
en la calidad de la dieta y con la deposición de carbono.

Ningún ecosistema está por encima del valor medio (seis), lo cual sugiere que sus
desempeños en función de la estabilidad se pueden mejorar considerablemente,
influyendo fundamentalmente el aspecto físico (medidas de conservación y
mejoramiento del suelo) y la diversidad (incorporación de cultivos y variedades,
siembra de árboles).

Desde el punto de vista de cuantificar la entropía, el índice también puede ser


de utilidad. La entropía de un sistema (en este caso sistemas agrícolas), se define
trivialmente como su grado de desorden. Pero este desorden está relacionado con
la variedad de microestados de sus componentes.

La diversidad agrícola de un ecosistema es mayor cuando se incrementa la variedad


de especies de cultivos y el número de variedades de cada especie. Entonces,
tomando como componentes los cultivos y como microestados las diferentes
especies y variedades, la entropía del sistema aumenta con el incremento de su
diversidad. No es coincidencia que los sistemas más diversos sean más estables y
soporten mejor los ataques de plagas: su entropía es mayor.

37
La eficiencia energética de una finca suele ser mejor cuando sus producciones
están más diversificadas, porque las salidas de unas producciones se convierten
en insumos de otras, con un contenido energético determinado. Los componentes
son las fuentes de energía, y sus microestados los diferentes tipos de fuentes. Los
sistemas más diversificados desde el punto de vista energético suelen ser los más
eficientes en el uso de la energía: su entropía es mayor.

El índice de desempeño asigna un peso estadístico a estos dos factores. Por lo


tanto, ofrece una medida de la entropía del sistema, su capacidad para estabilizarse
en mayor armonía con los sistemas circundantes y adaptarse a sus cambios. Un
sistema más estable aporta a la base de la SAN.

CONCLUSIONES

La propuesta metodológica se basa en el análisis del factor influencias ambientales


y la componente estabilidad dentro del marco conceptual de la SAN. Ofrece un
modelo estadístico-matemático denominado índice de estabilidad para evaluar
este componente.

El Índice de estabilidad se puede aplicar para medir el nivel de desempeño de un


ecosistema agrícola tomando en consideración los aportes a la SAN, así como la
contribución del ecosistema a la regulación ambiental a partir de los indicadores
seleccionados (profundidad efectiva, porcentaje de materia orgánica, diversidad
agrícola y forestal, producción de proteínas y eficiencia energética).

Los datos se obtienen por la realización sistemática de muestreos. Al calcular el


índice para diferentes periodos de tiempo, se puede evaluar la evolución de los
ecosistemas desde sus posibilidades para aportar a la SAN y su contribución a la
mitigación del cambio climático.

Al incorporar nuevos conjuntos de datos de diferentes regiones, e incluso de


diferentes países, los indicadores se modificarán en sus estandarizaciones. Esto
permitiría comparar los ecosistemas en un rango más amplio de manifestación
del estado de sus recursos, con lo cual el análisis de los resultados ganaría en
profundidad y amplitud.

Estos indicadores son sólo algunos dentro de un grupo más numeroso que también
fueron medidos, y que, a juicio de los autores, son suficientes para obtener una
fotografía del estado de los recursos ambientales del ecosistema de forma rápida
y simple.

El trabajo realizado es un intento de crear un método para medir el componente


estabilidad a partir de un conjunto de datos que son insuficientes, pero que debe
crecer con cada nuevo muestreo, y ofrecer otras posibilidades de análisis para
mejorarlo y validarlo.

38
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40
Inseguridad alimentaria como
2 foco de políticas públicas para
el combate a la pobreza

Autores:

Rodrigo Octavio Orair


rodrigo_orair@eco.unicamp.br
Juan Ernesto O. S. Alonso
juan_ernesto@eco.unicamp.br

Instituto de Economía
Universidad Estadual de Campinas, São Paulo, Brasil
2

RESUMEN

Este trabajo muestra evidencias de la necesidad de reorientar la política social


tomando como guía los niveles de inseguridad alimentaria. Su objetivo es vincular
la probabilidad de inseguridad alimentaria con un análisis de la composición del
ingreso y la estructura productiva, presentando un avance al descomponer las
fuentes del ingreso total del hogar y analizar su influencia diferenciada sobre la
seguridad alimentaría. En la primera parte se discuten los alcances y la significancia
de esta innovación para las políticas públicas. En la segunda, se estimó un modelo
lógite para identificar los principales determinantes de la probabilidad que un
hogar presente inseguridad alimentaria utilizando la descomposición de las
fuentes del ingreso propuesta, a partir del Suplemento de Programas Sociales y
Seguridad Alimentaria de la PNAD de 2004. Se clasificó por importancia el efecto
de cada uno de los componentes del ingreso total sobre la probabilidad de
inseguridad alimentaría, con énfasis en las remuneraciones de los diferentes tipos
de ocupaciones del trabajo y los sectores de actividad. A partir de los resultados, se
analizó la evolución de los componentes más influyentes en el período 1995/2006,
según la PNAD. Especialmente, se analiza la evolución de los componentes del
ingreso para los grupos más vulnerables y se presentan los cambios estimados en su
condición de inseguridad alimentaria. Finalmente, a partir de nuestros resultados,
se identifican cuáles componentes del ingreso total deberían ser considerados con
especial atención para la elaboración de las políticas públicas, de manera que se
disminuya la vulnerabilidad de inseguridad alimentaria.

Palabras clave: Inseguridad alimentaría; políticas públicas; transferencias


monetarias; desarrollo.

43
ABSTRACT

This paper shows empirical evidences for the need to retarget social policy taking
as a guide the levels of food insecurity. It aims to relate the probability of food
insecurity with an analysis of income composition and productive structure,
presenting an advance in decomposing the sources of household income and
analysing its differential influence under food insecurity. In the first part, the scope
and significance of this innovation for public policy is discussed. In the second
part a logit model is estimated to identify the main determinants of a household’s
probability for food insecurity using the decomposition proposed with data from
the Supplement of Social Policies and Food Insecurity in PNAD 2004. Each one of
the components effects were classified by importance over the food insecurity
probability, emphasizing the remunerations in jobs occupations and sectors
activities. It also analyses the evolution of the most influential components in
1995/2006 with the PNAD data. There is special emphasis on the evolution of the
income components of the most vulnerable groups and their estimated changes
in food insecurity condition. Finally, it identifies which income components must
be considered as targets for public policies designed to reduce food insecurity
vulnerability.

Key words: Food insecurity; public policies; cash transfers; development.

44
INTRODUCCIÓN

En la última década se observó una gran preocupación en materia de políticas


sociales, principalmente en los países en vías de desarrollo que, motivados por el
objetivo de reducir los niveles de pobreza y desigualdad, han realizado un gran
esfuerzo en el estudio del diseño de programas sociales. Uno de los diseños más
usados en América Latina es el de transferencias monetarias condicionadas (TM)
que vinculan el combate de la pobreza con la formación de capital humano, y de
microcréditos rurales, que intentaban mitigar los efectos derivados de los tratados
de libre comercio y de la implantación de políticas macroeconómicas externas sobre
los agricultores familiares 1 (Davis, 2004). La idea central de esta nueva generación
de programas es focalizar las acciones de asistencia social hacia la población más
pobre, como medio para combatir a la pobreza y a la exclusión social, producto
de una profunda reflexión sobre las políticas sociales que intentó diferenciar los
apoyos universales de aquellos más focalizados.

En un contexto donde los recursos presupuestarios son limitados, con un creciente


control de la política fiscal como parte de una estrategia de política económica
orientada hacía la reducción y control de la inflación, los programas focalizados se
presentaron como la alternativa más indicada para combatir la pobreza. No cabe
duda que estos nuevos programas de TM fueron una innovación en la forma de
implementar la política social, y han sido efectivos en reducir los niveles de pobreza
y mejorar la distribución de ingreso en Brasil (Barros et al, 2007; BM, 2007). No
obstante, el magro desempeño económico, los límites y las dificultades observadas
para garantizar la sustentabilidad de sus resultados, han originado un debate
sobre las concepciones tradicionales de estos programas y abierto una discusión
de cómo deberían adecuarse en los ámbitos político, económico y social.

Una de las líneas de este debate discute que los programas de TM no han generado
los incentivos suficientes para que los individuos superen su situación de pobreza
de manera autónoma, es decir, sin necesidad de recibir un suplemento de ingreso.
Para resolver esta insuficiencia de incentivos, se propone la introducción de un
programa específico que funcione como “puerta de salida” 2, o de una serie de
acciones complementarias que funcionen como articulaciones entre los programas
de TM y los programas de inserción productiva, como una condición necesaria
para que las familias beneficiarias puedan superar la situación de la pobreza de
una manera sustentable (Handa y Davis, 2006; BM, 2007).

1 Entre los programas de estas características más conocidos, se encuentran: Bolsa Familia y Programa Nacional
de Fortalecimento de la Agricultura Familiar (PRONAF), en Brasil; Oportunidades y Programa de Apoyos Directos
al Campo (PROCAMPO), en México; y Chile Solidario, en Chile.
2 Un ejemplo de este tipo de programas se encuentra en Chile: el Programa Puente.

45
Otra línea que se desprende de este debate enfatiza la necesidad de articular
la política social con los objetivos más generales de la política de desarrollo
económico 3, de manera más efectiva y eficiente. De modo que, a través del
estímulo del dinamismo económico y las transformaciones estructurales, se
generen las condiciones adecuadas para introducir a las poblaciones más pobres
de forma más calificada en el sistema económico. Graziano et al (2006) destaca la
necesidad de coordinar las políticas de desarrollo económico con la asistencia más
inmediata de lucha contra el hambre, como una condición mínima para diseñar un
modelo que favorezca la generación de empleos y el crecimiento del país. Por lo
tanto, la construcción de una política integrada de protección social a partir de la
coordinación de los objetivos sociales y de desarrollo económico, debe conformar
un marco de acción que se sustente en un plan de desarrollo nacional.

En este trabajo se sugiere que el concepto de inseguridad alimentaria (IA) es


operativo y permite captar múltiples dimensiones de la pobreza. La hipótesis de
este trabajo es que la IA del individuo no sólo se relaciona a la insuficiencia de
nivel de ingreso, sino también responde a una problemática multidimensional y
estructural. Para testear esta hipótesis se aplicó un modelo lógite para identificar
los principales determinantes de la IA, con los datos de la medida de IA en Brasil.
Con lo cual se desea mostrar que la IA, sin dejar de captar la importancia de la
influencia del nivel de ingreso, depende de una multiplicidad de determinantes y
–en particular– de la naturaleza de la inserción de los individuos en la estructura
productiva y de sus vínculos con el sistema económico.

El hecho de que la medida de IA capta estos aspectos es su principal ventaja sobre


la medida operativa de la pobreza, que sólo es influenciada por la dimensión del
nivel de ingreso. Por esto, se propone que el uso de la IA como guía de combate
a la pobreza será una medida más amplia, y no menos operativa que la medida
operativa de la pobreza por sí sola, abriendo espacios para mejorar el alcance de la
política social con relación a los objetivos que estos programas intentan alcanzar.

Este trabajo está compuesto por cincos secciones. En la próxima sección se discuten
los aspectos conceptuales. Las tres secciones siguientes presentan evidencias, a
partir del caso brasileño, sobre los determinantes de la situación de inseguridad
alimentaria y sus relaciones con los componentes del ingreso y la estructura
productiva. En la última sección se presentan consideraciones finales.

3 Desarrollo económico es entendido según Furtado (1992), como una creciente expansión de los niveles
de ingreso per cápita junto a transformaciones estructurales, en que la asimilación de nuevas técnicas y el
consecuente aumento de la productividad conducen a la mejoría del bienestar de la población con creciente
homogeneización social. Siendo que el concepto de homogeneización “no se refiere a la uniformidad de los
patrones de vida, y sí a que los miembros de una sociedad satisfagan de forma apropiada las necesidades de
alimentación, vestuario, vivienda, acceso a la educación y al ocio, y a un mínimo de bienes culturales” (Furtado,
1992:38). Desde la visión de los economistas estructuralistas cepalinos, de los cuales Furtado es uno de los
principales exponentes, no sólo se abordan las capacidades y habilidades individuales, sino que se enfatizan
los movimientos de la estructura productiva y la generación de las condiciones adecuadas para absorber a la
población en ocupaciones con niveles más elevados de productividad e ingreso.

46
Seguridad alimentaria y pobreza

Las definiciones de los conceptos de seguridad alimentaria y de pobreza pueden


llegar a ser tan amplios y complejos, que en el extremo confunden sobre el verdadero
significado de las palabras 4. La dificultad de establecer definiciones es aún más
problemática cuando se desea conceptos mensurables y operativos. En este sentido,
Salcedo (2005) afirma que: “el concepto de seguridad alimentaria es complejo
(…) se podría percibir como un proceso, multisectorial y multidimensional. Por lo
mismo resulta difícil de operacionalizar y de medir.” Un aspecto interesante de ésta
definición es que al sustituir la palabra pobreza por las de seguridad alimentaria, la
definición aún tendría sentido. Sin estar errada, la afirmación de Salcedo evidencia
la ambigüedad que puede alcanzar la definición de estos conceptos, principalmente
cuando se les intenta operazionalizar para medir el logro de objetivos específicos
de la política social. Por ejemplo, cuando se utiliza la reducción de los niveles
de pobreza o de inseguridad alimentaria como guía de política social, se corre
el riesgo de reducir su significado. Por esto, es importante discutir las relaciones
entre estos conceptos y las limitaciones que existen al usarlos como una medida
de los resultados y objetivos de las políticas sociales.

Uno de los problemas de la amplitud en la definición de seguridad alimentaria


y de pobreza es la confusión entre las causas y sus manifestaciones. Como bien
apunta Belik (2006), la manifestación más crítica de la insuficiencia de ingreso
es el hambre 5. No obstante, el hambre no significa insuficiencia de ingreso. En
el mismo sentido Kageyama y Hoffmann (2006), citando Amartya Sen (1983),
apuntan que la pobreza posee “una inevitable esencia absoluta” de tal forma que,
“uno de sus elementos obvios son el hambre y la inanición”, evidenciando que
existe una relación en el sentido absoluto de la pobreza. De la misma forma, existe
una confusión entre hambre y seguridad alimentaria. Una diferencia importante,
apuntada por Salcedo (2005), es que el primero es esencialmente una situación
ex–post, que representa la consecuencia de la falta de alimentos en el pasado, en
cambio el segundo es ex–ante, y considera todas las dimensiones necesarias para
evitar llegar a enfrentar las manifestaciones del hambre.

En el contexto de las diferencias conceptuales, es importante observar que una


persona con insuficiencia de ingreso no necesariamente estará en situación de
inseguridad alimentaria, como tampoco una persona en inseguridad alimentaria
sufrirá necesariamente una insuficiencia de ingreso. Aunque una puede estar
relacionada con la otra, e incluso presentar alguna relación causal, sus causas y
manifestaciones también dependerán de un conjunto de condiciones de desarrollo
4 Un ejemplo sobre este punto pude ser la definición de pobreza citada en la página del Banco Mundial
(disponible enhttp://www1.worldbank.org/prem/poverty/spanish/mission/index.htm, visitada en el día 16 de
septiembre de 2007): “la pobreza es hambre. La pobreza es falta de techo bajo el cual resguardarse. La pobreza es
estar enfermo y no poder ser atendido por un médico. La pobreza es no poder ir a la escuela y no saber leer. La pobreza
es no tener trabajo, tener miedo al futuro y vivir día a día. La pobreza es perder a un hijo debido a enfermedades
relacionadas con el agua impura. La pobreza es impotencia, falta de representación y libertad.”
5 El hambre debe ser entendida como una situación en que el individuo no consigue satisfacer sus necesidades
mínimas de ingesta de alimentos por un periodo mayor al que debería existir entre las refecciones diarias,
produciendo manifestaciones físicas. Según se expresa en “Hambre y Cohesión Social” (2007), las manifestaciones
de esa situación son la subnutrición y desnutrición.

47
–o subdesarrollo– económico en las que éstas interactúan, siendo un aspecto
crucial que debe ser tomado en consideración.

Existe una amplia literatura que trata de las causas y las consecuencias
del subdesarrollo económico, desde diferentes vertientes teóricas como la
estructuralista, de la CEPAL, o la Nueva Economía Institucional, originada a partir
de los trabajos de Ronald Coase, Douglas North y Oliver Williamson. Castro (1956)
fue uno de los pioneros en evidenciar una relación general entre el subdesarrollo
y el hambre. Por un lado, desde una perspectiva estructuralista, se entiende
que la insuficiencia de habilitaciones (principalmente de ingreso) para que los
individuos accedan a los alimentos, así como la deficiencia en la producción de
alimentos son consecuencias directas de una estructura subdesarrollada con
bajos niveles de ingreso y productividad, evidenciando la interacción que existe
entre el subdesarrollo, la pobreza y la inseguridad alimentaria. Por otro lado,
las transformaciones estructurales del proceso de desarrollo, en la medida que
incrementan el producto y la productividad de la economía doméstica, tornan al
sistema económico apto para promover oportunidades de empleos más calificados
y mejoras en el nivel de ingreso y en los medios de acceso a los alimentos para
la mayoría de la población. Siendo así, la superación del subdesarrollo habilita a
los individuos para satisfacer sus necesidades básicas, y por lo tanto, se combate
conjuntamente a la pobreza y a la inseguridad alimentaria.

De esta forma, la amplitud de las definiciones y el entendimiento de sus


interrelaciones también dependerán de las condiciones específicas de desarrollo
económico. Por ejemplo, la situación de inseguridad alimentaria de gran parte de
la población en algunos países de África se observa tanto en la dificultad de acceso
a los alimentos, dada la falta de medios de habilitación de los individuos, como en
la disponibilidad de estos, debido a la precariedad de las estructuras productivas
existentes. En la mayoría de los países de América Latina es importante destacar
que, aun cuando no existen problemas de producción agrícola (FAO, 2004), y
dado que se observan modelos agro exportadores que lideran sus mercados, la
insuficiencia de ingresos de gran parte de la población –generada por la mala
distribución del ingreso– y, en algunos casos, la regresión a la producción de
materias primas, transforman el problema del acceso a los alimentos en un punto
central de seguridad alimentaria y combate a la pobreza.

En síntesis, se entiende que los conceptos de seguridad alimentaria y de pobreza


pueden estar relacionados, dadas determinadas condiciones de desarrollo
económico, sin tener el mismo significado. Para dejar estas relaciones conceptuales
más explícitas, se presentan las definiciones de cada uno de ellos, y sobre las cuales
este trabajo se sustenta.

Existe una extensa literatura sobre pobreza y una amplitud de sus definiciones 6. En
este trabajo nos centramos en las definiciones de Amartya Sen para pobreza y la
referencia operativa más comúnmente utilizada como guía para la política social.

6 Para una discusión de los diferentes conceptos de la pobreza ver Sen (1983) y Kageyama y Hoffmann (2006).

48
En su estudio sobre hambrunas, Sen (1981) aborda la pobreza según los medios
de habilitación a que los individuos tienen derecho (entitlements). En un segundo
abordaje, Sen (1983) introduce la idea de que la pobreza está relacionada con la
capacidad (capabilities) de los individuos de usar los bienes para satisfacer sus
necesidades básicas. Con estas, se entiende que la pobreza es: la falta de medios,
o habilitación, para acceder a bienes, impidiendo que los individuos satisfagan sus
necesidades básicas a través del uso de sus capacidades.

Sin embargo, el concepto de pobreza más utilizado como referencia para el diseño
de políticas sociales es definido por el Banco Mundial (2002) como: “la posesión
insuficiente de recursos o capacidades para satisfacer sus necesidades actuales”.
Lo que, “se basa en una comparación de la renta, el consumo, la educación u otros
atributos del individuo con un umbral predefinido, por debajo del cual las personas
son consideradas pobres en dicho atributo”. El umbral monetario de referencia
normalmente usado para países de ingreso medio (como son la mayoría en América
Latina) es de 2 USD por día. Según ésta, todo hogar cuyo ingreso per capita quede
bajo este umbral será considerado pobre. Generalmente esta definición es utilizada,
oficialmente o no, para orientar las acciones de la política social en la mayoría de
los países de América Latina (CEPAL, 2006).

Esta última definición es lo que se entiende como referencia operativa de la


pobreza, y corresponde al número (o proporción) de pobres. Dada su simplicidad y
difusión mundial, se ha transformado en la más utilizada, aun cuando se reconocen
sus limitaciones y la reducción en el significado de la pobreza a su concepto
operacional 7. A partir de ella se pueden construir instrumentos de medición y
analizar los cambios en la pobreza. Lo que es de gran utilidad para los diseñadores
de políticas sociales, porque permite crear objetivos políticos en función de éstos,
y así evaluar el uso de los recursos públicos.

La definición del concepto de seguridad alimentaria también presenta una variada


literatura de referencia, cuando no tan extensa como sucede con la pobreza. En
gran medida las definiciones han variado en función de las crisis económicas
que afectaron los mercados internacionales a lo largo del tiempo, evidenciando
problemas estructurales en los países subdesarrollados. En los setenta, en repuesta
a los aumentos en los precios de los alimentos asociados a la crisis del petróleo, la
reducción de los stocks de granos y el uso político de los stocks existentes (Davis et
al., 2001; FAO, 2003; FAO, 2006), se “centró el debate de la definición de seguridad
alimentaria en torno a la disponibilidad de los alimentos, en los países y en el
mundo” (Salcedo, 2005: 1).

En la década siguiente, en medio de las crisis financieras y de acuerdos de comercio


internacional (Salcedo, 2005), se llegó a complementar la definición de seguridad
alimentaria con la dimensión de acceso. Destacada contribución tuvieron el estudio
de las hambrunas de Sen (1983) y el estudio de asistencia en políticas, Pobreza y

7 Por ejemplo, en un estudio mas reciente del Banco Mundial, Perry et al. (2006) presenta el carácter
multidimensional de la pobreza y las limitaciones de reducir su análisis a la insuficiencia de ingreso.

49
Hambre, del Banco Mundial (1986). En el primero se presenta, de forma brillante,
que la causa principal de las hambrunas en África y Asia está más relacionada con
los factores que influencian las habilitaciones (entitlements) de los individuos para
acceder a los alimentos, que con la producción y disponibilidad de estos. En el
segundo, se advierte sobre los problemas de acceso a los alimentos en situaciones
de emergencia, como catástrofes naturales o crisis económicas, y las consecuencias
de estas sobre economías subdesarrolladas 8.

En los noventa, se argumenta que la disponibilidad y acceso a los alimentos


son condiciones necesarias, pero no suficientes, para garantizar la seguridad
alimentaria. Se discute que las dimensiones de buen uso y aprovechamiento de
los alimentos y de estabilidad, tanto en el acceso como en la disponibilidad de
alimentos, son las condiciones faltantes para definir seguridad alimentaria. Este
debate se concluye en la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996, donde los
representantes de los países miembros de FAO definieron seguridad alimentaria
como: “una situación que existe cuando todas las personas, en todo momento, tienen
acceso físico, social y económico a alimentos en cantidad suficiente, segura y nutritiva
que permita satisfacer sus necesidades dietéticas y sus preferencias por alimentos
para una vida activa y saludable” (FAO, 2003) 9.

Graziano et al. (2006) muestra, a través de la Figura 1, que el concepto de seguridad


alimentaria considera una variedad de situaciones en las cuales un individuo
se puede encontrar, permitiendo un análisis conjunto de éstas. La situación de
inseguridad alimentaria (SIA) puede ocurrir por la falta de disponibilidad, acceso,
utilización o suministro estable de alimentos que permitan una alimentación
adecuada y nutritiva. Así, las causas de la situación de inseguridad alimentaria
pueden relacionarse con las manifestaciones y causas del hambre y la pobreza
extrema. Otra ventaja de la representación en la Figura 1 es que explicita estas
relaciones y las diferencias de significados. Como, por ejemplo, un individuo en
situación de inseguridad alimentaria podrá enfrentar pobreza extrema y manifestar
desnutrición y hambre, y sin embargo un individuo desnutrido en situación
de inseguridad alimentaria no necesariamente enfrentara pobreza extrema y
manifestar hambre 10. De aquí que uno de los aspectos más relevantes de la figura
es que la situación de inseguridad alimentaria no se restringe a la insuficiencia de
ingreso, y por lo tanto es un concepto más amplio que la referencia operativa de
la pobreza. No obstante, la amplitud del concepto no requiere negar la idea de
8 Una contribución importante de Banco Mundial (1986), fue la definición de los conceptos de
seguridad alimentaria crónica y transitoria. La primera es descrita como una situación estructural
que se caracteriza por bajos niveles de ingreso, desempleo, baja productividad en la producción
de alimentos y condiciones, en general, que perpetúan la situación de pobreza. La segunda, está
relacionada con eventos inesperados que desestabilizan la oferta y la demanda de alimentos,
impidiendo el acceso de los individuos a los alimentos.
9 La definición presentada considera leves modificaciones publicadas en “El Estado de la Inseguridad
Alimentaria” de 2001, y que no altera en nada la definición original.
10 Un buen ejemplo es dado por Graziano et al (2006:187), donde explican que: “(…) el aumento
de la renta en las familias más carentes no produce, necesaria y automáticamente, una disminución
significativa de la desnutrición de sus miembros más frágiles. Otros factores, como condiciones
sanitarias de la vivienda, acceso al agua potable y sistema de alcantarillado, acceso a servicios de salud,
conocimiento de normas de higiene y de manipulación de los alimentos y los hábitos alimentares son
igualmente importantes.”

50
que los bajos niveles de ingreso son, sin duda, una de las principales causas de la
situación de inseguridad alimentaria 11.

Dada la amplitud del concepto de IA, es posible medirlo de diferentes formas y por
distintas aproximaciones. Salcedo (2005) presenta algunas de las aproximaciones
propuestas en la literatura para medirlo, considerando tanto medidas sobre la
insuficiencia de ingreso y aspectos nutricionales, como medidas antropométricas.
El indicador más usado para medir el estado de la inseguridad alimentaria en el
mundo es la prevalencia de la subnutrición (FAO 2003 apud Salcedo, 2005). Este
indicador es elaborado por FAO en base en las encuestas de hogares, las hojas de
balance de alimentos y la estructura demográfica de los países.

Figura 1: Representación conceptual de Inseguridad Alimentaria

INSEGURIDAD ALIMENTARIA

Fuente: Adecuación a partir de Graziano et al. 2006

En Brasil, la Pesquisa Nacional por Muestras de Hogares (PNAD) de 2004 incluyó un


Suplemento de Seguridad Alimentaria, con una medida de inseguridad alimentaria
basada en la Escala Brasileña de Inseguridad Alimentaria, elaborada por el Instituto
Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), a partir de un sistema de puntuación
para las respuestas de 15 preguntas 12. Las preguntas se refieren a aspectos de la

11 Es importante observar que en una economía mercantil como la brasileña, el acceso a los alimentos depende
fundamentalmente que las personas dispongan de ingresos para comprar alimentos.
12 La Escala Brasileña de Inseguridad Alimentaria fue adaptada por el IBGE a partir de la escala de Inseguridad

51
SIA (falta de alimentos, percepción con la posible falta de alimentos, necesidad
de reducción de la cantidad o calidad de los alimentos en los hogares, etc.) y con
base en el puntaje atribuido a las respuestas cada hogar es clasificado en cuatro
situaciones: Seguridad Alimentaria, Inseguridad Alimentaria Leve, Inseguridad
Alimentaria Moderada y Inseguridad Alimentaria Grave. Es importante observar
que en todas las preguntas aparece explícitamente que el problema constatado se
debe a la “falta de dinero para comprar comida” (IBGE, 2006:21-26 apud Hoffmann,
2007). Las próximas secciones se basan en la medida de inseguridad alimentaria
de la PNAD en Brasil, con el objetivo de investigar algunos de sus principales
determinantes.

Inseguridad alimentaria, pobreza y transferencias monetarias

Esta sección tiene como objetivo explorar las relaciones entre la situación de
inseguridad alimentaria (SIA), situación de pobreza (SP) y las transferencias
monetarias (TM) de programas sociales en Brasil. Utilizamos los datos de la medida
de inseguridad alimentaria presentada por la PNAD en Brasil para el año de 2004. En
el Cuadro 1 se muestra una clasificación de la población por rangos de ingreso per
capita y SIA, que sugiere una fuerte relación entre menor nivel de ingreso y mayor
proporción de moradores y hogares en SIA 13. Se observa que la mayor parte de la
población en SIA está situada en rangos de menores remuneraciones, mostrando
gran contraste entre el estrato más pobre, que representa un 26,1 % del total de
moradores y 48,9 % de los moradores en SIA, y el estrato más rico que representa
un 31,7 % del total de moradores y 8,9 % de los moradores en SIA.

Alimentaria y Hambre, desarrollada por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Para una discusión
más pormenorizada de la metodología utilizada ver IBGE (2006).
13 El ingreso per capita es el agregado de las remuneraciones del hogar dividido por el número total de
personas, excluyendo las personas cuya condición en el hogar es pensionista, empleada domestica o pariente
de la empleada domestica. A lo largo de todo este trabajo trataremos el nivel del ingreso como el ingreso per
capita del hogar en reales de abril-mayo de 2006, utilizando como deflactor el INPC corregido.

52
Cuadro 1: Situación de inseguridad alimentaria por rangos de ingreso per capita en
Brasil - 2004

Moradores en Hogares particulares Hogares particulares


Situación de
inseguridad R$ 120 R$ 240 Más R$ 120 R$ Más
Até R$ Até R$
alimentaria a R$ a R$ de R$ Total a R$ 240 a de R$ Total
120 120
240 360 360 240 R$ 360 360

Números Absolutos (1.000)

Seguridad
11.604 24.064 20.715 49.875 106.257 2.677 6.224 6.674 17.297 32.871
alimentaria
Inseguridad
34.560 21.801 8.058 6.261 70.679 7.260 5.512 2.703 2.210 17.685
alimentaria

Leve 11.196 11.097 5.084 4.510 31.887 2.404 2.718 1.532 1.476 8.130

Moderada 13.715 7.822 2.222 1.364 25.122 2.889 2.008 816 542 6.255

Grave 9.649 2.882 752 387 13.670 1.967 786 355 192 3.300

Total 46.163 45.865 28.773 56.136 176.937 9.937 11.735 9.377 19.507 50.556

Números Relativos (%)


Seguridad
10,9 22,6 19,5 46,9 100,0 8,1 18,9 20,3 52,6 100,0
alimentaria
Inseguridad
48,9 30,8 11,4 8,9 100,0 41,1 31,2 15,3 12,5 100,0
alimentaria

Leve 35,1 34,8 15,9 14,1 100,0 29,6 33,4 18,8 18,2 100,0

Moderada 54,6 31,1 8,8 5,4 100,0 46,2 32,1 13,0 8,7 100,0

Grave 70,6 21,1 5,5 2,8 100,0 59,6 23,8 10,8 5,8 100,0

Total 26,1 25,9 16,3 31,7 100,0 19,7 23,2 18,5 38,6 100,0

Fuente: Elaboración propia con los datos de la PNAD.

El Cuadro 2 relaciona SIA, SP y TM de los programas sociales. La población con


ingreso per capita inferior a R $ 120, que es el valor de referencia utilizado
actualmente por el Gobierno Federal en sus programas de TM, fue clasificada en
“situación de pobreza” (SP). Los hogares también fueron clasificados de acuerdo
con la participación en programas de TM, incluyendo una categoría adicional
denominada “situación de pobreza sin transferencias”, que son aquellos que están
en SP cuando se excluyen sus beneficios de las TM de los programas sociales 14.
Llama la atención el gran alcance de los programas sociales de TM en Brasil que ya
en el año de 2004, cubrían cerca de 24,9 millones de los 47,6 millones de moradores
en SP, esto significa que más de la mitad de la población en SP es beneficiada por
estos programas 15.

14 Las TM de los programas sociales comprenden los programas de Bolsa Familia (que a su vez está compuesto
por los programas de Auxilio de Gas, Agente Joven, Beca Alimentación, Beca Escuela y Tarjeta de Alimentación),
Beneficio de Prestación Continuada, Programa de Erradicación del Trabajo Infantil, y otros programas federales y
programas de los gobiernos de estado y municipales. Para el cálculo del valor de los beneficios de TM se utilizó
las remuneraciones del ítem intereses, dividendos u otros rendimientos de la PNAD para la población más pobre
que recibe TM, una aproximación al valor recibido por las TM. Aproximación utilizada en secciones siguientes.
15 Hoy este número es aún mayor. Según datos del Gobierno Federal, los programas de TM alcanzaron 11
millones de familias en 2006 (Brasil, 2007).

53
Cuadro 2: Situación de inseguridad alimentaria, pobreza y transferencias monetarias
de programas sociales en Brasil - 2004
Moradores en hogares particulares Hogares particulares

No Situación de No Situación de
Situación de pobreza Situación de pobreza
Pobreza Pobreza
Situación de
seguridad
alimentaria Total Total
No No No No
Recibe Sin Recibe Recibe Sin Recibe
recibe recibe recibe recibe
transf. transf. transf. transf. transf. transf.
transf. transf. transf. transf.

Números Absolutos (1.000)

Seguridad
6.774 4.590 864 86.715 6.549 105.493 1.696 935 228 28.283 1.540 32.683
alimentaria
Inseguridad
15.706 18.097 1.577 27.507 6.576 69.463 3.751 3.373 374 8.455 1.485 17.437
alimentaria

Leve 5.316 5.586 646 16.385 3.395 31.327 1.275 1.078 149 4.755 760 8.017

Moderada 6.157 7.294 639 8.331 2.307 24.728 1.454 1.387 154 2.656 523 6.173

Grave 4.234 5.217 292 2.791 874 13.408 1.022 908 71 1.044 202 3.248

Total 22.480 22.687 2.441 114.222 13.125 174.956 5.447 4.308 602 36.738 3.025 50.121

Números Relativos (%)

Seguridad
6,4 4,4 0,8 82,2 6,2 100,0 5,2 2,9 0,7 86,5 4,7 100,0
alimentaria
Inseguridad
22,6 26,1 2,3 39,6 9,5 100,0 21,5 19,3 2,1 48,5 8,5 100,0
alimentaria

Leve 17,0 17,8 2,1 52,3 10,8 100,0 15,9 13,4 1,9 59,3 9,5 100,0

Moderada 24,9 29,5 2,6 33,7 9,3 100,0 23,6 22,5 2,5 43,0 8,5 100,0

Grave 31,6 38,9 2,2 20,8 6,5 100,0 31,5 28,0 2,2 32,2 6,2 100,0

Total 12,8 13,0 1,4 65,3 7,5 100,0 10,9 8,6 1,2 73,3 6,0 100,0

Fuente: Elaboración propia con los datos de la PNAD.

No obstante, los datos sugieren limitaciones sobre la utilización de las TM como


forma de reducir la incidencia de la SIA. En la Figura 2 se muestra la interrelación
que existe entre la población en SIA, SP y que no recibe TM de programas sociales
(NTM). Una de las limitaciones es que parte considerable de la población en SIA
no está en SP, quedando al margen de la acción de las políticas focalizadas de
TM – áreas A y B. La segunda es que gran parte de las personas en SP, que son
beneficiarias de TM, continúan presentando SIA – área C. Esto implica que si se
realizan acciones para ampliar la cobertura de las TM con el objetivo de reducir
la incidencia de la SIA de la población en SP - áreas D y E -, a lo sumo se alcanzará
15,7 millones de personas o casi un cuarto del total de la población en SIA - área
E. Aun más, si tomamos como base la alta incidencia de SIA en la población en SP
que es beneficiaria de los programas de TM, a priori no hay razón para creer que la
expansión de los beneficios modifique considerablemente la SIA de la población
entrante.

54
Figura 2: Población en SIA que potencialmente puede ser alcanzada por una ampliación
de la cobertura de TM

Población que potencialmente puede ser


alcanzada por una ampliación de cober-
NTM tura de TM (22,5 millones de personas)

Población en SIA que


no está en SP
(34,0 millones de
personas)

SP SIA

Población en SIA que potencialmente Población en SP beneficiaria de TM que


puede ser alcanzada por una ampliación está en SIA (19,7 millones de personas)
de cobertura de TM
(15,7 millones de personas)

Por esto, la adopción de una estrategia que permita superar esta limitación no es
trivial, enfrentando a los diseñadores y gestores de política con un gran desafío. Por
un lado, los datos muestran una fuerte relación entre SIA y bajos niveles de ingreso.
Por otro lado, los datos también sugieren la existencia de límites a la posibilidad de
ampliar la cobertura de las TM como medio para reducir la incidencia de la SIA. Una
posible interpretación de estos resultados es que, admitiendo el papel esencial del
nivel de ingreso monetario, el valor de los beneficios de los programas sociales
es insuficiente para resolver el problema. Otra interpretación, que es enfatizada
en este artículo, es que la SIA depende no sólo del nivel de ingreso, sino también
de su composición e interacción con una multiplicidad de factores, respondiendo
a una problemática estructural y multidimensional. Desde esta perspectiva, la
composición del ingreso refleja la naturaleza de la inserción de los individuos
en la estructura productiva y de sus vínculos con en el sistema económico. Para
evaluar esta hipótesis recurriremos a métodos econométricos más avanzados que
permitan analizar la influencia simultánea de los diversos factores sobre la SIA.

55
Modelo Lógite para los Determinantes de la Inseguridad Alimentaria

En esta sección se interpretan los resultados del modelo lógite de regresión aplicado
para estimar la probabilidad de un domicilio de presentar inseguridad alimentaria
(PIA), a partir de la PNAD de 2004. La principal ventaja de este método es que
permite considerar los efectos simultáneos de los diversos factores sobre la PIA,
captando el efecto particular de cada uno después de controlar por las influencias
de los otros factores considerados. El modelo de regresión utilizado incluye
variables como el nivel y la composición del ingreso del hogar y otras variables
que buscan captar efectos específicos relacionados a la localización, necesidades
básicas insatisfechas, género, raza, escolaridad, desempleo, número de crianzas
y frecuencia escolar. Hoffmann (2006) y Hoffmann y Kageyama (2007) aplicaron
la misma metodología a un conjunto de variables semejantes para estimar los
determinantes de la PIA.

Una contribución inédita de este trabajo está en la descomposición de las


fuentes de ingreso del hogar y en la evaluación de su influencia en la SIA 16. Para
ejemplificar, consideremos una situación hipotética de dos familias con el mismo
nivel de ingreso per capita. La primera familia sólo cuenta con los beneficios de
los programas sociales como fuente de ingreso. La segunda familia está formada
por productores agrícolas con remuneraciones que provienen de la venta de su
producción. Es posible que, con un mismo nivel de ingreso, la SIA de estas familias
sea distinta en función de su inserción en el sistema económico.

Con el objetivo de captar estos efectos diferenciados, el ingreso total de los


domicilios fue dividido en cinco componentes: jubilaciones, TM de programas
sociales, trabajo principal, trabajos secundarios y otras remuneraciones. Se tuvo
una atención especial con las remuneraciones del trabajo principal, la fuente
de ingreso más importante de los hogares, que a su vez fueron subdivididas en
subcomponentes de acuerdo con su ocupación y sector de actividad económica.
El Cuadro 3 presenta, de manera sintética, algunos de los resultados de las
regresiones que incluyeron los componentes del ingreso total como variables
explicativas 17 .

Los valores de los parámetros son estimaciones de los efectos particulares de cada
uno de los factores considerados sobre la PIA. Ordenados de manera creciente,
podemos evaluar si cada uno de estos factores está asociado a una menor o mayor
PIA, después de haberlo comparado con los demás. En este estudio se abordan los
resultados más generales de la estimación y se enfatiza el análisis de los efectos
16 Hoffmann (2006) estimó un modelo de regresión para los determinantes de SIA en que incluyó, separadamente,
una variable relacionada al nivel del ingreso y variables binarias relacionadas a la posición en la ocupación y
a los sectores de actividad. La diferencia en el abordaje utilizada en este artículo es que atribuye los valores
de las remuneraciones de acuerdo con la ocupación y el sector de actividad, lo que posibilita un análisis de la
composición del ingreso.
17 El cuadro 3 muestra los valores de los parámetros de los tres modelos de regresión estimados para la muestra
reducida. El anexo presenta la descripción de los modelos de regresión y de las variables utilizadas. Se optó por
utilizar la muestra reducida - compuesta de los hogares con ingreso inferior a R$ 360 - que es más homogénea
y representativa de la población en SIA. No obstante, los principales resultados obtenidos en todas regresiones
son semejantes y pueden ser generalizados.

56
estimados de la composición del ingreso en la SIA. Un análisis más detallado sobre
los temas específicos demanda estudios ulteriores.

Un resultado importante obtenido en el modelo de regresión es el efecto negativo


del nivel de ingreso sobre la PIA, aún después de controlar por la influencia de los
demás factores considerados, lo que refuerza la evidencia de una relación entre
la SIA y los bajos niveles de ingreso discutida en la sección anterior. Con todo,
los resultados muestran la influencia de una multiplicidad de factores sobre la
PIA, que no se restringen al nivel de ingreso, incluyendo también la composición
de este ingreso y otros factores de carácter multidimensional como aquellos
regionales, condiciones de habitación y de acceso a los servicios básicos, género,
discriminación racial, escolaridad y acceso a empleo, entre otros.

Con relación a los componentes del trabajo principal, las ocupaciones que están
relacionadas con una mayor PIA son principalmente las urbanas informales, servicios
domésticos y temporeros agrícolas. Para facilitar la exposición, nos referiremos
a ellos “componentes más inseguros del trabajo principal”. A los componentes
que están relacionados a una menor PIA los denominaremos “componentes más
seguros del trabajo principal”, los cuales son: remuneraciones de empleadores,
empleados urbanos formales, empleados permanentes agrícolas y trabajador en
la administración pública 18. Las evidencias encontradas son bastante coherentes y
pueden ser interpretadas en función de la seguridad atribuida a las remuneraciones
en estas ocupaciones, por lo menos en tres aspectos fundamentales:

1.- un empleado que dispone de los medios de producción (sea por propiedad
directa o a través de acceso a crédito) para emplear su trabajo estará más seguro
de que un trabajador al cual este acceso está limitado o bloqueado;

2.-un trabajador permanente, que espera recibir un ingreso continuo y estable,


estará más seguro de que un trabajador con un ingreso inestable y no continuo,
como en el caso del temporero agrícola;

3.- trabajadores formalizados se sienten más seguros que los trabajadores


informales, no protegidos por una legislación laboral, como en el caso de las
ocupaciones urbanas.

18 De manera más explícita, la agrupación denominada “componentes más inseguros” es formada por 5
componentes del trabajo principal mal clasificados en el cuadro 3 (sin cartera en los servicios y en la industria,
trabajador domestico, cuenta propia en la industria y empleado temporero agrícola) y el componente “cuenta
propia en los servicios”. Los “componentes más seguros” son los mejores clasificados (empleador agrícola y no
agrícola, empleado permanente agrícola, trabajador en la administración publica y empleado con cartera en
los servicios y en la industria), excluyendo los “cuenta propia agrícola y en los servicios”. El componente “cuenta
propia agrícola” será tratado como una categoría especifica, en el ámbito del medio rural. Se opto por incluir a
los “cuenta propia en los servicios” entre los “componentes más inseguros” en función de sus características más
próximas a esta agrupación y, también, basándose en otros resultados de regresiones para la PIA grave en que
aparece como un componente mal clasificado.

57
Cuadro 3: Síntesis de los resultados de los modelos de regresión para los
determinantes de la probabilidad de inseguridad alimentaria. *
Indica parámetro no significativo al nivel de 10%.

Parámetro estimadoa
Factores Variables Interpretación del resultado
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3

Sudeste -0,0395 -0,0199 -0,0454 Considerando dos hogares con el mismo


nivel de ingreso per capita y las demás
Grande región de
Centro-Oeste 0,0380 0,0276 0,0079 características semejantes, la PIA es mayor en
localización del
los hogares de las regiones más pobres. La PI
hogarb Norte 0,2159 0,2005 0,1733 crece en la siguiente secuencia: Sudeste, Sur,
Nordeste 0,3198 0,2928 0,3178 Centro Oeste, Norte y Nordeste.

Rural -0,5672 -0,6202 -0,5488 La PIA es mayor en los hogares de la zona


metropolitana con relación a la urbana no
metropolitana. Un hogar en la zona rural
Zona de localización
con el mismo nivel de ingreso y los demás
del hogarb
Metropolitana 0,2755 0,2698 0,2712 factores semejantes, posiblemente debido a
la mayor facilidad de acceso a los alimentos,
presenta una PIA menor que en la urbana.

Sin Luz 0,0052 -0,0094 0,0277


Indica que la existencia de necesidades
Sin Alcantarillado 0,1166 0,1187 0,1191 básicas insatisfechas en el hogar aumenta la
PIA. El efecto de la presencia de luz eléctrica
Sin Agua 0,3084 0,3293 0,3553 es ambiguo y poco influyente en la PIA. Los
Necesidades básicas
aspectos asociados a las condiciones de
insatisfechas del Tejado No-
0,3105 0,2944 0,3232 habitación (tejado y pared de materiales
hogarb durable
no durables y nivel de hacinamiento de
Nivel de los moradores en el hogar), acceso a agua
0,3843 0,4192 0,4794
hacinamiento canalizada y alcantarillado son los más
influyentes.
Pared No-durable 0,4928 0,4842 0,5187

Mujer 0,3050 0,3151 0,3345


Indica la existencia de efectos específicos
Color 0,2920 0,3004 0,2834
Características relacionados a género, discriminación racial y
de género, raza Escolaridad escolaridad. La PIA es mayor mientras menor
y escolaridad de 0,1979 0,2137 0,1982 sea el nivel de escolaridad. Cuando el jefe
Intermediaria
la persona de del hogar es de sexo femenino y de color o
referencia del hogarb Escolaridad raza negra, parda o indígena se observa una
0,2777 0,2968 0,3030
Básica mayor PIA.
Sin instrucción 0,4455 0,4855 0,4850

Escuela 0,0273 0,0226 0,0326 Un mayor número de niños o de


adolescentes en el hogar aumenta la
Frecuencia de PIA. El efecto desfavorable es mayor para
asistencia a la hogares con niños o adolescentes en edad
escuela de los niños escolar que están fuera de la escuela. Una
No-escuela 0,1411 0,1499 0,1562
o adolescentes explicación de esta diferencia, entre otras
posibles, es que los niños que frecuentan la
escuela tienen acceso a la merienda escolar.

La existencia de personas desocupadas


Desocupados 0,1777 0,1857 0,1907 en el hogar aumenta la PIA. Un hogar con
mayor número de personas ocupadas sin
remuneraciones, comparando hogares con
Características
el mismo ingreso y con los demás factores
de los moradores
semejantes, tiene una menor PIA. Este
económicamente
efecto puede estar captando la presencia
activos sin Sin
-0,0427 -0,1008 -0,0254 de personas en la producción para el
remuneraciones remuneraciones autoconsumo en la agricultura familiar, una
situación específica en donde el acceso a los
alimentos no depende del acceso a ingresos
monetarios.

Muestra que, aún cuando se controlan


Nivel de ingreso del las influencias de los demás factores, el
ln (rdpc) -1,2041 -1,1666 na
hogar aumento del ingreso está relacionado a una
menor PIA.

58
Empleador
-1,2110 -1,1254 -0,0141
agrícola

Empleador no-
-0,7820 -0,7742 -0,0106
agrícola

Empleado
permanente -0,6021 -0,5678 -0,0109 Sugiere una relación entre seguridad de las
agrícola fuentes de ingreso del trabajo y seguridad
alimentaria. Algunos de los componentes
Cuenta propia
-0,4724 na -0,0105 del trabajo principal relacionados a una
agrícola
menor PIA son las remuneraciones del
Cuenta propia empleador agrícola y no-agrícola, empleado
-0,3677 na -0,0088
servicios permanente agrícola, trabajador en la
Empleador c/ administración pública y empleado con
Componentes del -0,2715 -0,2869 -0,0083 cartera en los servicios y en la industria. Los
cartera servicios
trabajo principal Empleado c/ hogares en que las fuentes de ingreso son
-0,2546 -0,2668 -0,0083 provenientes de estas ocupaciones tienen
cartera industria
una menor PIA, en comparación a aquellos
Trabajador en la
-0,1854 -0,1989 -0,0077 con el mismo nivel de ingreso y con los
admin. Pública
demás factores semejantes, cuyas fuentes
Trabajador
0,0009* na -0,0069 de ingreso provienen de empleo sin cartera
doméstico
en los servicios y la industria, trabajador
Empleado s/ domestico, cuenta propia en la industria y
0,1395 na -0,0064
cartera servicios empleado temporero agrícola.
Cuenta propia
0,2782 na -0,0057
industria
Empleado
temporero 0,3498 na -0,0055
agrícola
Empleado s/
0,3638 na -0,0055
cartera industria

Jubilaciones na -0,0849 -0,0077

Transferencias
na 0,4677 -0,0049 Dados los demás factores, un hogar con
Monetarias
mayor grado de dependencia con relación a
sus remuneraciones de jubilaciones presenta
menor PIA de aquel que tiene una mayor
dependencia de las TM de los programas
sociales o de trabajos secundarios,
Demás componentes posiblemente en función de la mayor
del ingreso seguridad atribuida al primero de estos
Trabajos rendimientos. El componente de los trabajos
na 0,5325 -0,0041 secundarios es el peor clasificado, pudiendo
secundarios
estar referido a una forma de complementar
el presupuesto familiar y una fuente insegura
de ingreso que refleja la insuficiencia de las
demás fuentes.

Nota: a) Parámetros estimados para la muestra reducida que considera hogares con ingreso per capita
inferior a R$ 360. b) Las variables grande región, zona de localización, género, raza, escolaridad y
necesidades básicas insatisfechas son binarias cuyas categorías de referencia son, respectivamente:
Sur, urbana no-metropolitana, hombre, blanco o amarillo, escolaridad secundaria o superior y hogar
sin necesidades básicas insatisfechas.

Un resultado interesante es que la remuneración del trabajador por cuenta propia


agrícola aparece entre los componentes del trabajo principal mejor clasificados
en el Cuadro 3. Esta evidencia debe ser considerada junto a otros resultados
que sugieren que hogares en las zonas rurales y con mayor número de personas
dedicadas a la producción para autoconsumo están relacionados a una menor
PIA, después de controlados por los demás factores, inclusive el nivel de ingreso.
En esta situación específica, los resultados indican evidencias del “medio rural”
como generador de seguridad. Estudios en este sentido han sido realizados por

59
FAO a través del proyecto Rols of Agriculture (2004), en particular sobre al rol de la
agricultura como amortiguador en tiempos de crisis y los impactos del crecimiento
de la agricultura sobre la reducción de la pobreza.

Por fin, un hogar que depende más de los componentes del ingreso no relacionados
al trabajo principal, como las jubilaciones y las TM de los programas sociales, va
a presentar una mayor PIA que un hogar con el mismo nivel de ingreso y que
depende más de los componentes más seguros del trabajo principal. Se sugiere
que, cuando las personas económicamente activas de un hogar logran insertarse
en la estructura productiva de manera más calificada, dependiendo principalmente
de su trabajo como fuente de ingreso y acceso a los alimentos con vínculos más
seguros, estará en mejor situación que aquella donde la inserción se da de forma
precaria, a través de un trabajo inseguro, o cuando dependen de un agente externo
para recibir su ingreso, como es el caso de las TM de los programas sociales.

Los resultados dan soporte empírico a la necesidad de analizar los efectos


diferenciados de las fuentes de ingreso de los hogares sobre la SIA. Según nuestra
interpretación, la composición del ingreso refleja la naturaleza de la inserción
de los individuos en la estructura productiva y de sus vínculos con el sistema
económico. En una localidad en que la mayoría de las personas económicamente
activas se insertan en el sistema económico de forma precaria, a través de sub-
ocupaciones, o que no logren encontrar trabajo, habrá un mayor grado de
dependencia de las remuneraciones de trabajos más precarios o de transferencias
de agentes externos como el gobierno. Esto será diferente de la situación en que
las personas son adsorbidas por la estructura productiva de manera más calificada,
permitiéndoles valerse de vínculos más seguros con las fuentes de ingreso y acceso
a los alimentos. Cuando consideramos dos hogares con un mismo nivel de ingreso
y con las demás características semejantes, los resultados obtenidos indican que la
PIA es menor en la última situación, debido a la inserción cualitativamente distinta
de los individuos en el sistema económico.

Así, se entiende que la composición del ingreso puede reflejar un componente


estructural que relaciona la SIA con la forma de inserción de los individuos en el
sistema económico, caracterizado no sólo por la insuficiencia del nivel ingreso,
sino también por la precariedad y inseguridad de las fuentes de ingreso de los
individuos, principalmente el trabajo, que se traducen en inseguridad alimentaria.
El hecho de que la medida de SIA pueda estar captando este componente estructural
es una de sus principales ventajas en relación a la medida operativa de la pobreza,
que sólo considera el nivel de ingreso. En síntesis, los resultados empíricos indican
que la SIA es influenciada por el nivel de ingreso, la composición del ingreso y su
interacción con una multiplicidad de factores, respondiendo a una problemática
estructural y multidimensional.

Es importante resaltar que las afirmaciones anteriores no quieren decir que los
beneficios sociales pagos a las familias no estén contribuyendo a la mejora en la

60
SIA, como en el caso de las TM de los programas sociales 19. El hecho de que las
personas más pobres pasaran a recibir estos beneficios no implica necesariamente
que su forma de inserción en el sistema económico se haya tornado más precaria.
Por el contrario, se espera que el crecimiento en el nivel de ingreso causado
por los beneficios sociales tenga una influencia negativa en la PIA, desde que
no ocurra una caída de los otros componentes del ingreso y demás factores,
especialmente de los componentes más seguros del trabajo. En principio, no hay
razones para creer que la expansión de los programas de TM venga acompañada
de la reducción de los componentes más seguros del trabajo de las personas más
pobres. Tampoco hay razones para que, necesariamente, se genere la expansión
de estos componentes más seguros. Sin duda esta es una cuestión crucial a la cual
volveremos en la próxima sección, después de hacer un análisis de la evolución
de la composición del ingreso de la población más vulnerable en Brasil durante
1995/2006, particularmente en el período más reciente caracterizado por una
expresiva expansión de las TM de programas sociales.

Evolución de los componentes en el período 1995/2006 y estimaciones de la


inseguridad alimentaria para la población más vulnerable

En esta sección se muestran los componentes del ingreso promedio y las


estimaciones de la incidencia de inseguridad alimentaria (IIA) para la población
más vulnerable en Brasil durante el periodo 1995/2006, siguiendo la clasificación
de los componentes utilizada en la sección anterior 20. Según muestra el Gráfico 1,
el nivel de ingreso promedio de la población más vulnerable cambió muy poco
en la primera mitad del periodo. Además, hubo una evolución desfavorable de
su composición con aumento del peso de los componentes más inseguros del
trabajo principal y reducción de los componentes más seguros 21. Ya en la segunda
mitad del período, el crecimiento del ingreso de la población más vulnerable fue
principalmente en respuesta a la expansión de las TM de los programas sociales,
que aceleró su crecimiento desde 2003.

19 Además, se debe observar que las TM tuvieran importantes efectos sobre la reducción de los niveles de
pobreza y la desigualdad en los últimos años en Brasil, como muestran varios de los trabajos de la coetánea de
Barros et al (2007).
20 Denominamos población más vulnerable al total de los moradores de los hogares con ingreso per capita
inferior a R$ 180, que incluye la población en SP con ingresos inferiores a R$ 120 y gran parte de la población que
salió de la pobreza después de recibir las TM de los programas sociales.
21 Los componentes más seguros cayeron en el periodo 1995/1999, comportamiento que se revertió desde
entonces y debe ser relacionado a tendencias de la estructura ocupacional brasileña. Entre las principales,
podemos destacar la caída continua de la importancia del empleo permanente agrícola y el progresivo
aumento del empleo con cartera en el sector de servicios, reflejando un movimiento estructural de largo
plazo, de avance del sector de servicios y perdida de la importancia de la agricultura. El empleo con cartera
en la industria es el principal responsable por la oscilación ocurrida. El periodo 1995/1999 es caracterizado
por una desindustrialización, cuando la industria brasileña fue sometida a un choque competitivo provocado
por las reformas de libre mercado y la apreciación cambiaria, con caída del empleo formal, aumento de la
informalidad y del desempleo. Después de la depreciación cambiaria de 1999 y la mejora de las condiciones
internacionales hubo una reversión de esta tendencia y alguna recuperación del empleo industrial. Sobre el
tema de desindustrialización ver Carneiro (2007), entre otros.

61
Gráfico 1: Componentes del ingreso promedio de la población más vulnerable en Brasil
– 1995/2006

120,00

100,00

80,00

60,00

40,00

20,00

0,00
1995 1996 1998 1999 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Más seguros del trabajo principal Cuenta propia agrícola


Más inseguros del trabalho principal Jubilaciones
Transferencias monetarias de politicas sociales Actividad mal definida o no declarada del trabajo principal
Otras remuneraciones Trabajos secundarios

Nota: Los componentes más seguros son: empleador agrícola y no agrícola, trabajador en la
administración pública, empleado permanente en la agricultura, empleado con cartera en
la industria y en los servicios. Los componentes más inseguros son: empleado temporero en
la agricultura, trabajador domestico, cuenta propia y empleado sin cartera en la industria,
cuenta propia y empleado sin cartera en los servicios. Se considera el ingreso promedio per
capita de los hogares con declaración positiva de ingreso e inferior a R$ 180,00, en reales
de abril-mayo de 2006 deflactados por el INPC corregido.

Para cuantificar los posibles efectos de los cambios en el nivel de ingreso y de la


desfavorable evolución en su composición, debido al aumento de la importancia de
los componentes asociados a una mayor PIA –sean los componentes más inseguros
en 1995/1999 o las TM de los programas sociales en 2001/2006 22–, se realizó un
ejercicio de descomposición de la contribución de los factores en la dinámica de la
IIA para la población más vulnerable 23. Este ejercicio se basó en el comportamiento de
la IIA en 1995/2006, presentado en el Gráfico 2, que muestra una clara inestabilidad
de sus valores durante el periodo inicial y una caída desde 2003. Los resultados
pueden ser visualizados en el Cuadro 4, que descompone el cambio en la IIA de
acuerdo con la contribución de los factores: 1.- nivel de ingreso; 2.- composición del
ingreso; y 3.- demás factores no relacionados directamente al ingreso, considerados
conjuntamente (aspectos regionales, condiciones de habitación y de acceso a los
servicios básicos, género, discriminación racial, escolaridad, etc.).

22 En el año 2000 no se realizó la PNAD.


23 Denominamos de estimación de la incidencia de inseguridad alimentaria (IIA) a la PIA de un hogar con las
mismas condiciones promedias del estrato más vulnerable de la población, obtenida a partir de las estimaciones
de los parámetros del modelo de regresión que están presentados en el anexo. Vale recordar que no existe una
serie completa de la medida de SIA en el periodo 1995/2006 y que las estimaciones de la IIA son aproximaciones
a partir de la información disponible, lo que presenta alguna evidencia de su dinámica. Comparando con los
datos de la PNAD de 2004, que es el único año para el cual tenemos información, la proporción de personas en
SIA en el estrato más vulnerable de la población es 64,7 %, inferior a la IIA de 67,2 %.

62
Gráfico 2: Estimación de la incidencia de inseguridad alimentaria (%) en la población
más vulnerable en Brasil - 1995/2006

68,5 112,00

110,00
68,0
108,00
67,5
106,00

67,0 104,00
(%) R$
66,5 102,00

100,00
66,0
98,00
65,5
96,00

65,0 94,00
1995 1996 1998 1999 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Estimación de la incidencia de Inseguridad alimentaria Ingreso per capita promedio del hogar

Nota: Los valores de la estimación de la IIA están presentados en el cuadro 9 del anexo.

Cuadro 4: Contribución de los factores en los cambios de la


estimación de la incidencia de inseguridad alimentaria (%) en la
población más vulnerable en Brasil

Contribución de los factores 1995/2001 2001/2006

Factores relacionados directamente al ingreso

Nivel de ingreso - 0,22 % - 2,42 %

Composición del ingreso 0,41 % 1,26 %

Sub-total 0,19 % - 1,16 %

Otros factores no relacionados directamente al ingreso - 0,49 % - 0,54 %

Cambio total en la IIA - 0,31% - 1,70 %

El ejercicio sugiere que el cambio desfavorable en la composición del ingreso


contribuyó al aumento de la IIA durante todo el periodo 1995/2006. Incluso, este
efecto superó el efecto favorable del nivel de ingreso en 1995/2001, de manera que
los factores relacionados directamente al ingreso contribuyeron para un aumento
en la IIA. A su vez, en el período 2001/2006, los factores relacionados directamente

63
al ingreso contribuyeron para la caída de la IIA, principalmente debido al efecto
de las TM de los programas sociales sobre el crecimiento del nivel de ingreso de
la población más vulnerable. Otra influencia importante es la contribución de los
factores no relacionados directamente al ingreso para la reducción de la IIA en
todo el periodo 1995/2006, que incluyen una multiplicidad de factores como las
mejoras en las condiciones de vivienda, acceso a servicios básicos y escolaridad,
entre otros ya presentados.

Es importante observar que el ejercicio sugiere también que la expansión de las


TM de los programas sociales ha contribuido de manera decisiva para la reducción
de la IIA en la población más vulnerable en el periodo más reciente en Brasil. No
obstante, los efectos sobre la IIA fueron limitados por la evolución desfavorable
en la composición del ingreso, ya que no hubo crecimiento importante de los
componentes más seguros del trabajo principal y los hogares han pasado a depender
más de los beneficios de los programas sociales. Según nuestros resultados, los
componentes más seguros del trabajo principal –que son principalmente aquellos
relacionados a las ocupaciones de los empleadores agrícolas y no agrícolas,
empleados urbanos formales y empleados permanentes agrícolas– deben ser
considerados con especial atención para la elaboración de las políticas públicas
que tengan como foco la reducción de los niveles de IA.

Un punto esencial es que el logro de acciones en este sentido involucra cambiar la


naturaleza de la inserción de gran parte de la población más vulnerable en el sistema
económico. Se puede relacionar los altos niveles de SIA de esta población con una
situación estructural, caracterizada por bajos niveles de ingreso, subocupación,
desempleo y exclusión social. Por lo tanto, para influir de manera sustentable en
la SIA, no es suficiente que las políticas sociales aumenten el nivel de ingreso de
la población más vulnerable. Se tiene que promover una modificación de esta
situación estructural, por ejemplo creando las condiciones para que gran parte
de la población económicamente activa que hoy se encuentra desempleada o
en ocupaciones inseguras –que son principalmente los trabajadores urbanos
informales y temporeros agrícolas con fuentes de ingreso inestable, no continúas,
desproveídas de protección laboral o de acceso a los medios de producción– logre
encontrar una ocupación con vínculos más seguros y mayores remuneraciones,
cambiando cualitativamente su inserción en el sistema económico.
En resumen, los resultados del modelo de regresión y el análisis de la
evolución de los componentes del ingreso de la población más vulnerable para el
periodo de 1995 a 2006 indica que, sí el objetivo de la política pública es disminuir
de manera sustentable y considerable la vulnerabilidad de inseguridad alimentaria,
es fundamental que los beneficios de los programas sociales (como las TM) sean
integrados con acciones complementarias y coordinadas con las políticas de
desarrollo económico de manera que favorezca la inserción de los beneficiarios al
sistema económico con relaciones más seguras de empleo, ingreso y acceso a los
alimentos.

64
CONSIDERACIONES FINALES

La distinción entre los conceptos de inseguridad alimentaria y de pobreza es


fundamental para la elaboración de programas que tengan como objetivo el combate
a la pobreza y la inseguridad alimentaria. Como también es fundamental entender
las relaciones observadas entre estos conceptos y las condiciones estructurales de
la economía. Este trabajo argumenta que el concepto de inseguridad alimentaria
es operativo y permite captar múltiples dimensiones de la pobreza.

A partir de los datos del suplemento de Seguridad Alimentaria de la PNAD de


2004, se analizaron los determinantes de la SIA. De ésta, se desprende que la
SIA no sólo está vinculada a la insuficiencia del nivel de ingreso, sino también
a la composición del ingreso y su interacción con una multiplicidad de factores,
respondiendo a una problemática estructural y multidimensional. En particular,
se sugiere que la SIA está captando un componente estructural que se relaciona
con la naturaleza de la inserción de los individuos en la estructura productiva y de
sus vínculos con el sistema económico. Por esto, se propone el uso de la SIA como
guía de la política social, pues es una medida más amplia y no menos operativa
que la medida operativa de la pobreza, que sólo es influenciada por la dimensión
del nivel de ingreso.

Los resultados también evidencian la necesidad de complementar los programas


sociales de TM con acciones que tornen la mejoría observada en los niveles de
ingreso de la población más vulnerable en resultados más considerables y
sustentables sobre la inseguridad alimentaria; es decir, para poder perpetuar la
eficacia con que han actuado los programas de TM para combatir la pobreza. Se
concluye que se requiere no sólo transferencias monetarias y acciones orientadas
hacia el desarrollo de las capacidades de las familias, sino también la promoción
del dinamismo económico y de las transformaciones estructurales que favorezcan
el crecimiento del país y la generación de oportunidades de empleos con
vínculos más seguros de ingreso y acceso a los alimentos para la población más
vulnerable, por ejemplo favoreciendo los mecanismos de inserción en actividades
urbanas formales, la protección por la legislación laboral, acceso a los medios de
producción y fortalecimiento de la agricultura familiar. De ahí la importancia en la
construcción de una política integrada a partir de la coordinación de los objetivos
de las políticas sociales y de las políticas económicas, conformando un marco de
acción que se sustente en un plan de desarrollo nacional.

Finalmente, es importante destacar que iniciativas como el Suplemento


de Programas Sociales y Seguridad Alimentaria de la PNAD de 2004 sean
implementadas con mayor frecuencia para poder hacer un análisis de la dinámica
de la SIA. Generalizando esta iniciativa en las diferentes unidades estadísticas
nacionales de la región, como una forma de viabilizar el acompañamiento de SIA
como guía de la política social, e incluso de hacer un esfuerzo para converger en
las definiciones nacionales y construir una estrategia regional que permita mejorar
la SIA en América Latina.

65
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67
68
ANEXO

Modelo Lógite de Regresión

Para analizar los determinantes de la SIA, se utilizó un Modelo Lógite de regresión


en que la variable explicada es la probabilidad de un hogar de presentar SIA (leve,
Y
moderada o grave). Según el modelo utilizado, el lógite i es una función linear
de las variables explicativas:
k
Yi = a + ∑ b j X ji
j =1

y la probabilidad del hogar i presentar SIA es:

1
Pi =
1 + exp(−Yi )

Son considerados tres regresiones con modelos lógite. El Modelo 1 incluye como
variables explicativas el nivel de ingreso y las participaciones de los componentes
del trabajo principal en el total de ingreso. El Modelo 2 incluye el nivel de ingreso,
las participaciones de algunos de los componentes del trabajo principal y las
participaciones de los demás componentes del ingreso no relacionados al trabajo
principal en el total del ingreso. Las regresiones fueron estimadas separadamente
para no incurrir en el problema de colinearidad casi perfecta. También para evitar
el problema de error de especificación fue estimado el Modelo 3 con los niveles
absolutos de todos los componentes del ingreso. Todos los modelos incluyen
variables de control no relacionadas directamente al ingreso y que están descritas
en el Cuadro 5.

Las regresiones fueron estimadas para dos muestras de la población. La muestra


completa considera las personas de los domicilios particulares con declaración
positiva de ingreso y que disponen de todas informaciones relevantes, y la
muestra reducida considera solamente aquellos con ingreso per capita inferior a R
$360, representando 48,8 millones y 29,5 millones de domicilios en Brasil en 2004,
respectivamente. Los hogares sin ingreso no fueron considerados, ya que uno de
los objetivos centrales de este trabajo es analizar el efecto de la composición del
ingreso sobre la SIA. Además, fueron eliminadas de las muestras los domicilios de
la zona rural de la antigua región Norte 24 y las remuneraciones fueron convertidas
en R $ de abril-mayo de 2006 por el INPC corregido, con la intención de tomar los
datos comparables. En los Cuadros 6 a 8 son presentados los resultados de los
modelos estimados.

24 Hasta 2003 la PNAD no colectaba datos de la antigua región Norte.

69
Cuadro 5: Descripción de las variables utilizadas en el modelo de regresión.

Variable binaria para la situación de Asume valor 1 para hogares en situación de inseguridad
IA
inseguridad alimentaría del hogar alimentaria (leve, moderada o grave) y 0 caso contrario.

Norte Asume valor 1 para hogares en la región Norte y 0 caso contrario.

Asume valor 1 para hogares en la región Nordeste y 0 caso


Nordeste
Variables binarias para la grande región de contrario.
localización del hogar. La región Sur es la
categoria de referencia. Asume valor 1 para hogares en la región Sudeste y 0 caso
Sudeste
contrario.

Asume valor 1 para hogares en la región Centro-Oeste y 0 caso


Centro-Oeste
contrario.

Asume valor 1 para hogares en la zona Metropolitana y 0 caso


Metropolitana
contrario.
Variables binarias para a zona de localización
del hogar. La zona Urbana no-metropolitana es
la categoria de referencia.
Rural Asume valor 1 para hogares en la zona Rural y 0 caso contrario.

Asume valor 1 para hogar con material de las paredes externas


Pared no-durable no-durable (tapa no revestida, madera aprovechada, paja o otro
material no durable) y 0 caso contrario.

Asume valor 1 para hogar con material del tejado no-durable


Tejado no-durable (zinc, madera aprovechada o otro material no-durable) y 0 caso
Variables binarias para las necesidades básicas contrario.
insatisfechas del hogar. La categoria de
Nivel de Asume valor 1 para hogar con 2 o más moradores por cómodo y
referencia es hogar sin necesidades básicas
hacinamiento 0 caso contrario.
insatisfechas (con material durable de la
pared y del tejado, menos de dos moradores
por cómodo, acceso a agua canalizada, Sin Agua Asume valor 1 para hogar sin agua canalizada y 0 caso contrario.
alcantarillado y luz eléctrica).

Asume valor 1 para hogar sin alcantarillado (desagüe del baño o


Sin Alcantarillado
sanitario por rede colectora o fosa séptica) y 0 caso contrario.

Asume valor 1 para hogar sin electricidad (luz eléctrica de red,


Sin Luz
generador o solar) y 0 caso contrario.

Asume valor 1 para persona del sexo femenino y 0 caso


Mujer
contrario.

Asume valor 1 para persona de color o raza negro, parda o


Variables binarias para características de la Color
indígena y 0 caso contrario.
persona de referencia del hogar relacionada a
género, color o raza y nivel de escolaridad. Las
Asume valor 1 para persona sin instrucción o menos de 1 año de
categorías de referencias son hombre, blanco Sin instrucción
escolaridad y 0 caso contrario.
o amarillo y nivel de escolaridad secundario
o superior (más de 10 años de escolaridad),
Asume valor 1 para persona con 1 a 4 años de escolaridad y 0
respectivamente. Escolaridad Básica
caso contrario.

Escolaridad Asume valor 1 para persona con 7 a 10 años de escolaridad y 0


Intermediaria caso contrario.

Número de crianzas o adolescentes en edad escolar (6 a 14 años)


No-escuela
Variables continúas sobre frecuencia à que no frecuentan escuela o el jardín infantil.
la escuela de las crianzas o adolescentes
moradores en el hogar. Número de crianzas o adolescentes (hasta 14 anos) que
Eescuela
frecuentan escuela o el jardín infantil.

Desocupados Número de moradores del hogar que están desocupados.


Variables continuas para a los moradores
económicamente activos sin remuneraciones
en el hogar. Número de moradores que son ocupados sin remuneraciones
Sin remuneración
(no remunerados, en consumo propio o construcción propia).

Logaritmo del ingreso per capita del hogar en R$ de abril-mayo


Variable continúa para el nivel de ingreso ln (rdpc)
de 2006, deflactado por el INPC corregido.

70
Remuneraciones del trabajo principal de empleadores en
Empleador no-agrícola
actividades no-agrícolas.
Variables continúas con las
remuneraciones del trabajo
principal de los empleadores.
Remuneraciones del trabajo principal de empleadores en
Empleador agrícola
actividades agrícolas.

Empleado permanente Remuneraciones del trabajo principal de empleados permanentes


agrícola en actividades agrícolas.

Variables continúas con las


remuneraciones del trabajo Empleado temporero Remuneraciones del trabajo principal de empleados temporarios
principal de los trabajadores en la agrícola en actividades agrícolas.
agricultura.

Remuneraciones del trabajo principal de trabajadores por cuenta


Cuenta propia agrícola
propia en actividades agrícolas.

Empleado c/ cartera Remuneraciones del trabajo principal de empleados con cartera en


industria actividades en la industria.

Variables continúas con las


remuneraciones del trabajo Empleado s/ cartera Remuneraciones del trabajo principal de empleados sin cartera en
principal de los trabajadores en la industria actividades en la industria.
industria.

Remuneraciones del trabajo principal de trabajadores por cuenta


Cuenta propia industria
propia en actividades en la industria.

Trabajador en la Remuneraciones del trabajo principal de trabajadores en la


administración pública administración pública (inclusive defensa y seguridad social).

Remuneraciones del trabajo principal de trabajadores en los


Trabajador doméstico
servicios domésticos.

Variables continúas con las Remuneraciones del trabajo principal de empleados con cartera
remuneraciones del trabajo Empleado c/ cartera servicios en actividades de servicios (exclusive administración pública e
principal de los trabajadores en los servicios domésticos).
servicios.
Remuneraciones del trabajo principal de empleados sin cartera
Empleado s/ cartera servicios en actividades de servicios (exclusive administración pública e
servicios domésticos)

Remuneraciones del trabajo principal de trabajadores por cuenta


Cuenta propia servicios propia en actividades de servicios (exclusive administración
pública e servicios domésticos).

Variable continua con las


remuneraciones del trabajo Actividad mal definida o no
Remuneraciones de actividades mal definidas o no declaradas.
principal de actividades mal declarada
definidas o no declaradas

Jubilaciones Remuneraciones de jubilaciones y pensiones.

Transf.. monetarias de Remuneraciones de transferencias monetarias de políticas sociales.


Variables continúas con los demás políticas sociales a

componentes del ingreso en el


hogar (exclusive remuneraciones Trabajos secundarios Remuneraciones de trabajos secundarios.
del trabajo principal).

Remuneraciones de abono permanencia, alquileres y donativos


Otras remuneraciones
recibidos de no morador.

Nota: a) Corresponde a las remuneraciones del ítem intereses, dividendos o otros rendimientos de la
población más pobre que recibe TM, considerada una aproximación al valor recibido por las TM de
políticas sociales.

71
Cuadro 6: Modelo 1 para la probabilidad del hogar estar en situación de inseguridad
alimentaría

Muestra completa Muestra reducida (ingreso per capita inferior a R$ 360,00)

Desv.
Parámetro Desv. Intervalo de 90% Parámetro Intervalo de 90%
Variable P>|z| estándar P>|z|
estimado estándar de conf. estimado de conf.
estimada

Norte 0.2106 0.0018 - 0.2076 0.2137 0.2159 0.0021 - 0.2125 0.2194

Nordeste 0.3219 0.0013 - 0.3198 0.3240 0.3198 0.0015 - 0.3174 0.3223

Sudeste -0.0204 0.0011 - -0.0223 -0.0186 -0.0395 0.0014 - -0.0417 -0.0373

Centro-Oeste 0.0534 0.0017 - 0.0506 0.0562 0.0380 0.0019 - 0.0348 0.0412

Metropolitana 0.2971 0.0009 - 0.2956 0.2985 0.2755 0.0010 - 0.2739 0.2772

Rural -0.5257 0.0014 - -0.5280 -0.5234 -0.5672 0.0015 - -0.5696 -0.5647

Pared no-
0.4809 0.0025 - 0.4768 0.4851 0.4928 0.0026 - 0.4885 0.4971
durable

Tejado no-
0.3415 0.0029 - 0.3366 0.3463 0.3105 0.0032 - 0.3052 0.3158
durable

Nivel de
0.3660 0.0038 - 0.3598 0.3722 0.3843 0.0038 - 0.3780 0.3906
hacinamiento

Sin Agua 0.3141 0.0015 - 0.3117 0.3165 0.3084 0.0015 - 0.3059 0.3109

Sin
0.0987 0.0009 - 0.0972 0.1003 0.1166 0.0010 - 0.1149 0.1183
Alcantarillado

Sin Luz 0.0224 0.0025 - 0.0184 0.0264 0.0052 0.0025 0.039 0.0011 0.0093

Mujer 0.3257 0.0009 - 0.3243 0.3272 0.3050 0.0010 - 0.3034 0.3066

Color 0.2976 0.0008 - 0.2963 0.2989 0.2920 0.0009 - 0.2906 0.2934

Sin instrucción 0.4463 0.0013 - 0.4442 0.4484 0.4455 0.0015 - 0.4431 0.4479

Escolaridad
0.2416 0.0011 - 0.2398 0.2434 0.2777 0.0013 - 0.2756 0.2799
Básica

Escolaridad
0.1872 0.0011 - 0.1854 0.1890 0.1979 0.0013 - 0.1957 0.2001
Intermediaria

No-escuela 0.1504 0.0022 - 0.1467 0.1540 0.1411 0.0022 - 0.1374 0.1448

Escuela 0.0166 0.0004 - 0.0159 0.0173 0.0273 0.0004 - 0.0266 0.0280

Desocupados 0.1886 0.0008 - 0.1872 0.1899 0.1777 0.0009 - 0.1762 0.1791

Sin
-0.0586 0.0007 - -0.0598 -0.0575 -0.0427 0.0008 - -0.0439 -0.0415
remuneración

lnrdpc -1.2247 0.0006 - -1.2257 -1.2237 -1.2041 0.0009 - -1.2056 -1.2026

72
Empleador
-0.7866 0.0037 - -0.7927 -0.7805 -0.7820 0.0052 - -0.7905 -0.7735
no-agrícola

Empleador
-1.2002 0.0087 - -1.2145 -1.1860 -1.2110 0.0100 - -1.2276 -1.1945
agrícola

Empleado
permanente -0.5502 0.0025 - -0.5544 -0.5461 -0.6021 0.0026 - -0.6064 -0.5978
agrícola

Empleado
temporero 0.4030 0.0029 - 0.3982 0.4079 0.3498 0.0030 - 0.3448 0.3548
agrícola

Cuenta propia
-0.3801 0.0026 - -0.3844 -0.3758 -0.4724 0.0028 - -0.4769 -0.4679
agrícola

Empleado
c/ cartera -0.2350 0.0017 - -0.2378 -0.2323 -0.2546 0.0019 - -0.2577 -0.2515
industria
Empleado
s/ cartera 0.4132 0.0024 - 0.4092 0.4173 0.3638 0.0027 - 0.3595 0.3682
industria

Cuenta propia
0.3735 0.0022 - 0.3699 0.3771 0.2782 0.0025 - 0.2741 0.2822
industria

Empleado
c/ cartera -0.2136 0.0014 - -0.2160 -0.2113 -0.2715 0.0017 - -0.2743 -0.2687
servicios

Empleado
s/ cartera 0.2169 0.0020 - 0.2135 0.2202 0.1395 0.0023 - 0.1358 0.1433
servicios

Cuenta propia
-0.2168 0.0018 - -0.2198 -0.2139 -0.3677 0.0021 - -0.3712 -0.3643
servicios

Trabajador
en la admin. -0.1215 0.0024 - -0.1254 -0.1175 -0.1854 0.0030 - -0.1902 -0.1805
Pública

Trabajador
0.0425 0.0022 - 0.0388 0.0462 0.0009 0.0024 0.696 -0.0030 0.0049
doméstico

(Constante) 5.4816 0.0041 - 5.4749 5.4884 5.4247 0.0053 - 5.4159 5.4334

N. de
48807503 29532916
observaciones

LR chi 1.57E+07 6166422

Pseudos R2 0.2502 0.1506

73
Cuadro 7: Modelo 2 para la probabilidad del hogar estar en situación de inseguridad
alimentaría

Muestra completa Muestra reducida (ingreso per capita inferior a R$ 360,00)

Desv.
Parámetro Desv. Intervalo de 90% Parámetro Intervalo de 90%
Variable P>|z| estándar P>|z|
estimado estándar de conf. estimado de conf.
estimada

Norte 0.1979 0.0018 - 0.1948 0.2009 0.2005 0.0021 - 0.1971 0.2040

Nordeste 0.2943 0.0013 - 0.2922 0.2964 0.2928 0.0015 - 0.2904 0.2952

Sudeste -0.0048 0.0011 - -0.0029 -0.0199 0.0013 - -0.0221

Centro-Oeste 0.0465 0.0017 - 0.0437 0.0492 0.0276 0.0019 - 0.0245 0.0308

Metropolitana 0.2955 0.0009 - 0.2941 0.2969 0.2698 0.0010 - 0.2681 0.2715

Rural -0.5847 0.0013 - -0.5825 -0.6202 0.0014 - -0.6226

Pared no-
0.4763 0.0025 - 0.4722 0.4804 0.4842 0.0026 - 0.4798 0.4885
durable

Tejado no-
0.3275 0.0029 - 0.3227 0.3324 0.2944 0.0032 - 0.2891 0.2997
durable

Nivel de
0.3982 0.0038 - 0.3920 0.4044 0.4192 0.0038 - 0.4129 0.4254
hacinamiento

Sin Agua 0.3282 0.0014 - 0.3258 0.3306 0.3293 0.0015 - 0.3268 0.3318

Sin
0.0980 0.0009 - 0.0964 0.0995 0.1187 0.0010 - 0.1170 0.1204
Alcantarillado

Sin Luz 0.0062 0.0025 0.012 0.0021 0.0102 -0.0094 0.0025 - -0.0135

Mujer 0.3315 0.0008 - 0.3301 0.3329 0.3151 0.0010 - 0.3135 0.3167

Color 0.3066 0.0008 - 0.3054 0.3079 0.3004 0.0009 - 0.2990 0.3018

Sin instrucción 0.4874 0.0013 - 0.4853 0.4895 0.4855 0.0015 - 0.4831 0.4879

Escolaridad
0.2649 0.0011 - 0.2632 0.2667 0.2968 0.0013 - 0.2946 0.2989
Básica

Escolaridad
0.2073 0.0011 - 0.2056 0.2091 0.2137 0.0013 - 0.2116 0.2159
Intermediaria

No-escuela 0.1538 0.0022 - 0.1501 0.1574 0.1499 0.0022 - 0.1462 0.1536

Escuela 0.0081 0.0004 - 0.0074 0.0088 0.0226 0.0004 - 0.0219 0.0233

Desocupados 0.1918 0.0008 - 0.1904 0.1931 0.1857 0.0009 - 0.1842 0.1872

Sin
-0.1164 0.0007 - -0.1153 -0.1008 0.0007 - -0.1020
remuneración

74
lnrdpc -1.2161 0.0006 - -1.2151 -1.1666 0.0009 - -1.1681

Empleador no-
-0.8534 0.0037 - -0.8473 -0.7742 0.0051 - -0.7826
agrícola

Empleador
-1.2085 0.0086 - -1.1943 -1.1254 0.0100 - -1.1417
agrícola

Empleado
permanente -0.5896 0.0024 - -0.5856 -0.5678 0.0025 - -0.5718
agrícola

Empleado c/
-0.3136 0.0015 - -0.3111 -0.2668 0.0017 - -0.2696
cartera industria

Empleado c/
-0.2978 0.0013 - -0.2956 -0.2869 0.0015 - -0.2894
cartera servicios

Trabajador en la
-0.2047 0.0023 - -0.2008 -0.1989 0.0029 - -0.2036
admin. Pública

Jubilaciones -0.1478 0.0013 - -0.1458 -0.0849 0.0014 - -0.0872

Transf.
monetarias de 0.4388 0.0032 - 0.4335 0.4441 0.4677 0.0033 - 0.4622 0.4732
políticas sociales

Trabajos
0.5487 0.0052 - 0.5402 0.5572 0.5325 0.0065 - 0.5218 0.5432
secundarios

(Constante) 5.4980 0.0040 - 5.4915 5.5045 5.2227 0.0052 - 5.2142 5.2313

N. de
48807503 29532916
observaciones

LR chi 6058311

Pseudos R2 0.2487 0.148

75
Cuadro 8: Modelo 3 para la probabilidad del hogar estar en situación de inseguridad
alimentaría

Muestra completa Muestra reducida (ingreso per capita inferior a R$ 360,00)

Parámetro Desv. Intervalo de 90% Parámetro Desv. Intervalo de 90%


Variable P>|z| P>|z|
estimado estándar de conf. estimado estándar de conf.

Norte 0.2011 0.001796 - 0.1981 0.2040 0.1733 0.002103 - 0.1698 0.1768

Nordeste 0.4416 0.001239 - 0.4396 0.4436 0.3178 0.001466 - 0.3154 0.3202

Sudeste 0.0061 0.001116 - 0.0043 0.0080 -0.0454 0.001359 - -0.0477 -0.0432

Centro-Oeste 0.0236 0.001644 - 0.0209 0.0263 0.0079 0.001952 - 0.0047 0.0112

Metropolitana 0.2834 0.000845 - 0.2820 0.2848 0.2712 0.001027 - 0.2695 0.2729

Rural -0.4639 0.001307 - -0.4661 -0.4618 -0.5488 0.001447 - -0.5511 -0.5464

Pared no-
0.5587 0.002390 - 0.5548 0.5627 0.5187 0.002586 - 0.5145 0.5230
durable

Tejado no-
0.3761 0.002825 - 0.3714 0.3807 0.3232 0.003194 - 0.3180 0.3285
durable

Nivel de
0.6132 0.003606 - 0.6072 0.6191 0.4794 0.003728 - 0.4733 0.4855
hacinamiento

Sin Agua 0.4502 0.001377 - 0.4480 0.4525 0.3553 0.001496 - 0.3529 0.3578

Sin
0.1648 0.000903 - 0.1633 0.1663 0.1191 0.001026 - 0.1174 0.1208
Alcantarillado

Sin Luz 0.0577 0.002309 - 0.0539 0.0615 0.0277 0.002445 - 0.0237 0.0318

Mujer 0.3581 0.000827 - 0.3567 0.3594 0.3345 0.000992 - 0.3329 0.3362

Color 0.3081 0.000751 - 0.3069 0.3093 0.2834 0.000876 - 0.2819 0.2848

Sin instrucción 0.5391 0.001239 - 0.5371 0.5412 0.4850 0.001493 - 0.4826 0.4875

Escolaridad
0.3426 0.001066 - 0.3409 0.3444 0.3030 0.001315 - 0.3009 0.3052
Básica

Escolaridad
0.2432 0.001077 - 0.2414 0.2449 0.1982 0.001334 - 0.1960 0.2004
Intermediaria

No-escuela 0.3398 0.002102 - 0.3364 0.3433 0.1562 0.002163 - 0.1527 0.1598

Escuela 0.1294 0.000384 - 0.1288 0.1301 0.0326 0.000436 - 0.0319 0.0333

Desocupados 0.2958 0.000782 - 0.2945 0.2971 0.1907 0.000879 - 0.1893 0.1922

Sin
-0.0123 0.000662 - -0.0134 -0.0112 -0.0254 0.000717 - -0.0266 -0.0242
remuneración

Empleador no-
-0.0013 0.000027 - -0.0014 -0.0013 -0.0033 0.000055 - -0.0034 -0.0032
agrícola

Empleador
-0.0041 0.000007 - -0.0041 -0.0041 -0.0106 0.000024 - -0.0106 -0.0106
agrícola
Empleado
permanente -0.0058 0.000027 - -0.0059 -0.0058 -0.0141 0.000062 - -0.0142 -0.0140
agrícola
Empleado
temporero -0.0061 0.000013 - -0.0061 -0.0061 -0.0109 0.000017 - -0.0110 -0.0109
agrícola
Cuenta propia
-0.0017 0.000014 - -0.0018 -0.0017 -0.0055 0.000018 - -0.0055 -0.0054
agrícola

76
Empleado
c/ cartera -0.0043 0.000011 - -0.0043 -0.0043 -0.0105 0.000019 - -0.0105 -0.0105
industria
Empleado
s/ cartera -0.0041 0.000005 - -0.0041 -0.0041 -0.0083 0.000009 - -0.0083 -0.0083
industria
Cuenta propia
-0.0023 0.000008 - -0.0023 -0.0022 -0.0055 0.000014 - -0.0056 -0.0055
industria

Empleado c/
-0.0022 0.000006 - -0.0022 -0.0022 -0.0057 0.000012 - -0.0058 -0.0057
cartera servicios

Empleado s/
-0.0036 0.000004 - -0.0036 -0.0036 -0.0083 0.000008 - -0.0083 -0.0083
cartera servicios

Cuenta propia
-0.0025 0.000006 - -0.0025 -0.0025 -0.0064 0.000012 - -0.0064 -0.0064
servicios
Trabajador
en la admin. -0.0031 0.000004 - -0.0031 -0.0031 -0.0088 0.000011 - -0.0089 -0.0088
Pública
Trabajador
-0.0031 0.000006 - -0.0031 -0.0031 -0.0077 0.000014 - -0.0077 -0.0077
doméstico
Actividad mal
definida o no -0.0031 0.000009 - -0.0031 -0.0031 -0.0069 0.000013 - -0.0069 -0.0069
declarada

Jubilaciones -0.0036 0.000003 - -0.0036 -0.0036 -0.0077 0.000007 - -0.0077 -0.0077

Transf.
monetarias
-0.0013 0.000011 - -0.0013 -0.0012 -0.0049 0.000019 - -0.0049 -0.0048
de políticas
sociales
Trabajos
-0.0011 0.000010 - -0.0012 -0.0011 -0.0041 0.000033 - -0.0042 -0.0040
secundarios

Otros
-0.0029 0.000009 - -0.0029 -0.0029 -0.0073 0.000020 - -0.0074 -0.0073
remuneraciones

(Constante) -0.5222 0.001617 - -0.5249 -0.5196 0.5762 0.002174 - 0.5726 0.5797

N. de
48807503 29532916
observaciones

LR chi 1,419E+07 6014140

Pseudo R2 0.226 0.1469

77
Cuadro 9. Estimación de la incidencia de inseguridad alimentaría y valores promedios
de las variables en los hogares más vulnerables en Brasil a

Estadística 1995 1996 1998 1999 2001 2002 2003 2004 2005 2006

N. de hogares
12.548 12.607 13.449 14.340 14.855 15.273 15.890 15.337 14.678 13.277
(1.000)

(%) en el total
33,5 33,3 33,6 34,1 33,2 33,1 33,3 31,4 29,1 25,6
de hogares

Estimación de
la Incidencia 0,683 0,681 0,670 0,673 0,680 0,670 0,680 0,672 0,665 0,663
de IAb

IA - - - - - - - 0,647 - -

Norte 0,050 0,053 0,056 0,058 0,066 0,070 0,070 0,067 0,070 0,072

Nordeste 0,456 0,457 0,454 0,451 0,448 0,447 0,443 0,457 0,465 0,481

Sudeste 0,298 0,291 0,296 0,295 0,304 0,308 0,315 0,310 0,298 0,286

Centro-Oeste 0,070 0,071 0,068 0,071 0,069 0,066 0,068 0,064 0,066 0,064

Metropolitana 0,172 0,171 0,175 0,190 0,206 0,210 0,225 0,226 0,221 0,219

Rural 0,357 0,344 0,344 0,331 0,267 0,263 0,250 0,248 0,256 0,264

Pared no-
0,105 0,101 0,094 0,084 0,070 0,063 0,054 0,057 0,052 0,056
durable

Tejado no-
0,061 0,059 0,056 0,052 0,036 0,033 0,032 0,028 0,027 0,029
durable

Nivel de
0,067 0,060 0,052 0,045 0,046 0,040 0,037 0,034 0,035 0,034
hacinamiento

Sin Agua 0,408 0,348 0,334 0,313 0,279 0,253 0,232 0,223 0,217 0,208

Sin
0,671 0,617 0,620 0,606 0,561 0,544 0,519 0,513 0,513 0,511
Alcantarillado

Sin Luz 0,184 0,154 0,131 0,116 0,089 0,076 0,066 0,058 0,054 0,048

Mujer 0,185 0,200 0,210 0,213 0,226 0,235 0,244 0,252 0,259 0,277

Color 0,610 0,602 0,611 0,612 0,621 0,617 0,634 0,635 0,656 0,665

Sin instrucción 0,381 0,374 0,347 0,336 0,316 0,297 0,276 0,274 0,258 0,253

Escolaridad
0,414 0,402 0,405 0,399 0,390 0,386 0,375 0,367 0,374 0,363
Básica

Escolaridad
0,163 0,177 0,192 0,202 0,218 0,229 0,245 0,244 0,246 0,253
Intermediaria

No-escuela 0,210 0,185 0,115 0,089 0,071 0,062 0,056 0,055 0,048 0,047

Encola 1,170 1,138 1,161 1,162 1,165 1,162 1,167 1,189 1,201 1,242

Desocupados 0,156 0,172 0,222 0,244 0,234 0,240 0,262 0,252 0,272 0,258

Sin
0,506 0,435 0,425 0,437 0,346 0,352 0,332 0,322 0,353 0,336
remuneraciones

lnrdpc 4,481 4,472 4,519 4,496 4,490 4,520 4,483 4,531 4,556 4,584

Empleador no-
0,45 0,48 0,54 0,62 0,60 0,67 0,59 0,52 0,58 0,59
agrícola (%)

Empleador
0,56 0,43 0,40 0,42 0,36 0,25 0,30 0,29 0,26 0,27
agrícola (%)

Empleado
permanente 8,83 8,64 7,15 7,39 6,27 6,13 5,60 5,31 5,40 5,19
agrícola (%)

Empleado
temporero 5,41 5,32 4,74 4,74 4,80 4,81 4,97 4,95 4,95 4,70
agrícola (%)

78
Cuenta propia
13,77 12,93 11,19 11,64 9,12 8,98 8,40 7,90 7,57 7,37
agrícola (%)

Empleado c/
cartera industria 7,85 7,69 7,40 6,87 7,83 7,39 7,13 7,24 7,28 6,80
(%)

Empleado s/
cartera industria 4,78 5,14 6,08 5,79 5,63 5,37 4,93 4,97 4,80 4,88
(%)

Cuenta propia
4,06 4,03 4,68 4,78 4,64 5,57 5,77 5,27 5,75 5,20
industria (%)

Empleado c/
cartera servicios 9,04 9,42 9,18 8,89 9,53 10,10 11,03 10,63 10,74 10,48
(%)

Empleado s/
cartera servicios 5,11 5,70 5,60 5,70 6,40 6,68 6,71 7,05 6,51 6,65
(%)

Cuenta propia
8,94 8,27 8,68 8,85 8,98 8,12 8,27 8,07 8,01 7,28
servicios (%)

Trab. en la
admin. pública 3,07 2,86 2,93 2,70 2,90 2,49 2,58 2,43 2,53 2,28
(%)

Trabajador
6,64 6,90 6,98 7,22 7,87 7,46 7,60 7,43 7,48 7,23
doméstico (%)

Actividad mal
definida o no 0,63 0,55 0,75 0,87 0,65 0,33 0,40 0,39 0,36 0,38
declarada (%)

Jubilaciones (%) 15,90 17,67 16,74 16,95 16,74 16,82 15,94 14,64 14,34 13,33

Transf.
monetarias
0,58 0,39 0,97 0,93 2,99 4,06 4,93 8,79 8,65 12,91
de políticas
sociales (%)

Trabajos
2,01 1,43 2,82 2,10 1,36 1,46 1,44 1,31 1,51 1,26
secundarios (%)

Otros
remuneraciones 2,37 2,16 3,17 3,54 3,32 3,33 3,41 2,80 3,29 3,19
(%)

Ingreso
domiciliar per 100,97 100,35 104,36 101,97 102,27 104,65 101,87 105,77 107,83 111,00
capita

Nota: a) Considera los hogares particulares que disponen de todas informaciones relevantes, con
declaración positiva de ingreso e inferior a R$ 180, en valores de abril-mayo de 2006 pelo INPC
corregido. También son desconsiderados hogares de la zona rural en la antigua Región Norte en los
anos 2004/2006. b) La estimación de la IIA fue obtenida utilizando los valores de los parámetros del
Modelo 2 de regresión estimado para la muestra reducida y los valores promedios de las variables
correspondientes, que están presentados arriba.

79
Evaluation of household insecurity
3 in Brazil: validity assessment in
diverse sociocultural settings.

AUTORES:

Ana Maria Segall Corrêa1


segall@fcm.unicamp.br
Rafael Perez-Escamilla2
Letícia Marin-Leon1
Lucia Yuyama3
Rodrigo Pinheiro de Toledo Vianna4
Denise Coitinho5
Maria de Fátima Archanjo Sampaio1
Giseli Panigassi1
Lúcia Kurdian Maranha1
Muriel Gubert5
Marília Mendonça Leão5
Lenir Vaz Guimarães6
Sônia MPP Bergamasco
Julieta Aier de Oliveira
Márcia L.Montanari Corrêa6

1 Departamento de Medicina Preventiva e Social, Faculdade de Ciências Médicas,


Universidade Estadual de Campinas, SP Brazil.
2 Department of Nutrition and Latino Health Disparities NIH EXPORT Center
(P20MD001765), University of Connecticut, EE.UU.
3 Instituto Nacional de Pesquisa da Amazônia INPA MCT, Brasil.
4 Centro de Ciências da Saúde; Departamento de Nutrição, Universidade Federal
de Paraíba, Brasil.
5 Observatório de Políticas de Segurança Alimentar e Nutrição, Universidade
Nacional de Brasília, Brasil.
6 Instituto de Saúde Coletiva, Universidade Federal do Mato Grosso, Brasil.
3

ABSTRACT

The aim of this study was to adapt and validate the food insecurity and hunger
scale of the USDA, to the Brazilian reality.

Methods: after translation to Portuguese content and face validity was carried out
in urban and rural population in 5 different states, considering the need to represent
several socioeconomic and cultural realities. Content validity was developed with
5 panels of experts and 11 focus groups with community members. A quantitative
validation was carried out with an intentional sample of 717 urban households
from various income strata: middle, low middle, poor and very poor. Rural sample
was formed by 1150 families of rural permanent workers, temporary workers,
traditional farmers, farmers of settlements of the agrarian reform, river bank farmers
and farmers from remnants of “quilombos”. The questionnaire included income and
daily food intake variables. In rural areas we also measured agricultural production
for sale and family consumption.

Results: internal validity in urban and rural population was high; Cronbach’s Alpha
ranged from 0,87 to 0,95. External validity was also high, the scale item response
curves were parallel across the 4 income strata. FI severity level was associated
in a dose-response manner with income strata and the probability of daily intake
of foods such as meat, dairy products, vegetables and fruits. Conclusion: the
contribution of this study is a validated scale for the surveillance of food insecurity
in urban and rural families, yielding a robust instrument for diagnosing the impact
of the Brazilian social policies that aim to control hunger.

Key words: Food security, validation, hunger.

81
RESUMO

O acesso à alimentos em quantidade e qualidades adequados de forma permanente


e sustentável constitui um dos direitos básicos das pessoas. O objetivo deste
estudo foi validar e adequar a escala de insegurança alimentar e fome do USDA
para a realidade sócio-cultural brasileira.

Métodos: após tradução procedeu-se à validação qualitativa e quantitativa com


a população urbana e rural em cinco estados, buscando representar as diferenças
socioeconômicas e culturais brasileiras. A primeira com o uso de cinco painéis
de especialistas e onze grupos focais nas comunidades e a segunda por meio
de inquéritos populacionais com amostras intencionais. Na área urbana 717
famílias integraram a amostra compondo estratos de renda media, media baixa,
baixa e muito baixa. A amostra rural incluiu 1150 famílias de trabalhadores rurais
permanentes, temporários, agricultores tradicionais, de assentamentos de reforma
agrária, agricultores ribeirinhos e remanescentes de quilombos. O instrumento
incluiu renda e consumo diário de alimentos e na área rural variáveis de produção
agrícola para comercialização e para auto-consumo.

Resultados: a validade interna da escala de IA, medida pela estatística Alfa


de Cronbach foi alta (0,87 - 0,95), tanto em população urbana como rural, foi
corroborada pela observação de paralelismo entre as curvas de resposta positiva
segundo estrato de renda. A validade externa, comportamento preditivo da escala,
foi demonstrado pela relação dose-resposta entre níveis de insegurança e estratos
de renda e a probabilidade de consumo diário de carne, verduras, derivados do leite
e frutas (exceto na área rural do Amazonas).Conclusão: a validação disponibilizou
escala de medida da insegurança alimentar aplicável a famílias residentes em áreas
urbanas e rurais do país, constituindo um instrumento robusto para diagnóstico
dessa condição e acompanhamento das políticas de combate à fome no Brasil.

Palavras-chave: Insegurança alimentar, validação, fome, consumo de alimentos,


Fome Zero.

82
INTRODUCTION

Since the 1950’s, Brazil has proposed public policies to solve the country’s nutritional
problems. By 1988, the recognition of access to food as a human right facilitated the
launching of food assistance, income transfer, and agricultural incentive programs
in the 90’s (Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada - IPEA, Secretaria de Estado
dos Direitos Humanos –SEDH e Ministério das Relações Exteriores– MRE, 2002).
During that decade, the public policies and government programs targeted mainly
the maternal-infant population to improve their nutritional status. This focus shifted
in 2003 with the implementation of the Fome Zero program (Cero Hunger, hunger
eradication program) (Instituto Cidadania, 2001). The main goal of this program is
to guarantee the Brazilian population’s access to a diet of sufficient quantity and
quality through socially acceptable means and without compromising the access
to other basic human needs. This program concentrates both in structural changes
in cities and rural areas as well as in improving the coordination and integration of
food assistance and income transfer programs.

One major gap in the new Brazilian food insecurity and hunger abatement policies
is the lack of valid indicators to directly assess household food insecurity. Instead,
Brazil has traditionally used homelessness and poverty rates as an indirect estimate
of the number of individuals likely to be suffering from food insecurity and hunger.
Thus, these indicators are usually used to establish program entry criteria (Lavinas
L Manão, D, Garcia, EH, Bittar M, Bezerra RA, 2000). Likewise, health policy has
traditionally been guided by anthropometric indicators without directly assessing
food insecurity and hunger.

Indirect food insecurity indicators are important for long term monitoring purposes,
or –as is the case with anthropometry– to identify serious malnutrition problems.
However, by themselves they are not enough to directly assess the impact of public
policies seeking to improve household food security in the short or medium term
(Perez-Escamilla, R, Segall-Correa AM, Kurdian Maranha L, Sampaio M de F, Marin-
Leon L, Panigassi G, 2004). The direct assessment of food security is now possible
thanks to the development of the US Department of Agriculture household food
security scale in the early 90’s. This scale was derived in large part from extensive
qualitative studies conducted by researchers at the University of Cornell (Radimer
,KL; Olson, CM; Greene, JC; Campbell, CC; Habicht, J-P, 1992) and from the Community
Childhood Identification Project (Wehler C. A.; Scott R. I.; Anderson J. J, 2004). The
USDA scale has now been applied by the US Census Bureau since 1995 (Radimer
KL, 2002) and it has also been used in several developed and developing countries
(Radimer KL, 2002) (Studdert; L.J.; Frongillo, E.A.; Valois, P. 2001). In contrast with
the indirect methods, this scale allows classification of households into the
following four mutually exclusive categories: a) food secure (FS), b) mildly food
insecure (MFI), when the household is not experiencing hunger yet, but has already
developed coping strategies that affect the quality of the diet; c) moderately food
insecure (MOFI), when adult family members start to experience food quantity
restriction, and; d) severely food insecure (SFI), where both adults and children

83
experience hunger (Blumberg, SJ.; Bialostosky, K; Hamilton, L.; Briefel, R.; Ronnete
R. 1999).

The objective of this study is to assess the validity of the Brazilian Food Insecurity
Scale (EBIA), derived from adapting the USDA FI scale to the Brazilian context in
different regions of the country. This interdisciplinary and multi-institutional project
was a collaborative effort between the University of Campinas (lead institution),
the University of Connecticut in the United States, the Federal University of Paraíba,
the University of Brasília, The Amazon’s National Research Institute in Manaus, and
the Federal University of Mato Grosso. The validation process was accompanied
by three national conferences organized and coordinated by the Pan-American
Health Organization’s Brazilian office (Segall Corrêa AM, Pérez-Escamilla R, Archanjo
Sampaio MF, Marín-León L, Panigassi G, Kurdian Maranha L, 2004).

METHODS

We selected five sites to represent four different regional contexts in Brazil. As


a result the validation of the EBIA took place in the state of São Paulo, Brasília
(Federal District), Goiás, Paraíba, Amazonas, and Mato Grosso. The validation
process was based on both qualitative and quantitative methods. Qualitative
approaches included expert panels and focus groups with community members.
Quantitative psychometric assessments were based on applying the EBIA as well
as socio-economic and food intake modules to samples in urban and rural areas
in each of the selected regions. Convenience sampling was used to reflect the
different socio-economic levels in each of the locations studied.

The first step was to translate the 18 items of the USDA scale (Bickel G., Nord M;
Price, C; Hamilton, W; Cook, J. 2000) to Portuguese. The translated module was then
discussed item by item at an expert panel meeting that took place in Campinas in
2003 to evaluate its political and cultural appropriateness to Brazilian population
(face validity), besides the discussion of its item-by-item adequacy (content or
criterion validity) (MacDowell, Ian & Newell, Claire, 1996) .

The panel members included policy makers from Campinas and Brasília, academic
experts, and a community health worker. During this meeting, several of the
preliminary EBIA questions were edited to reflect the social and cultural diversity of
the Brazilian context. At this meeting the logistic and scientific issues surrounding
the validation process were also discussed. The second step was to replicate this
exercise in urban areas in São Paulo, Paraíba, Amazonas, and Brasília.

The EBIA derived from the expert panel meetings contained 15 items (Table 1),
each of which was followed by four response options to discuss the frequency of
occurrence. This version of the scale was sequentially tested, starting in Campinas,
in focus groups conducted with target community members in all 4 urban

84
regions in order to approach content and face validity (MacDowell, Ian & Newell,
Claire, 1996). Each focus group included 6 to 12 participants, 1 moderator and
a maximum of 3 note takers/observers. Before discussing the EBIA scale item by
item, the understanding of the following key food security concepts was discussed:
a) healthy diet, b) balanced diet, c) healthy and varied diet, d) food security, e)
enough money, and f ) hunger.

The quantitative validation was first conducted sequentially with convenience


samples in urban households in Campinas (n = 125/108 with children under 18),
Joao Pessoa (n = 198/166), Manaus (n = 194/174), and Brasília (n = 200/157). In
each city the purpose sampling was designed to ensure the inclusion of extremely
poor (lees than 1 MW ), poor, low middle class and middle class by choosing
neighborhoods that had these particular social characteristics, picked out by the
local health workers. This was later translated to different wage ranges.

The qualitative and quantitative phases in urban areas were completed between
May and August 2003. Once the data collection process was completed in urban
areas, the methodology was then replicated as much as possible in agricultural
areas in the states of São Paulo, Paraíba, Amazonas, Goiás, and Mato Grosso. The
rural expert panel meeting also took place in Campinas. The meeting occurred
in October 2003 and was attended by university academics and representatives
from rural research institutes and technical assistance organizations. This group
found the EBIA validated in urban areas acceptable and made recommendations
regarding validation indicators relevant to rural areas.

Seven focus groups were then conducted in the five regions. The focus groups
included the participation of traditional farmers, representatives from agrarian
reform settlements, rural wageworkers and residents from “quilombos” (communities
formed by descendants of former slaves). The key food insecurity concepts
discussed in the urban focus groups were also discussed in these groups. The EBIA
questionnaire was discussed item by item in addition to validating questions that
were specific to rural areas such as agricultural production, family crops, cash crops
and agricultural techniques.

The quantitative validation in rural areas was also done with convenience samples (n
= 1 150 households) that included a cross section of the agricultural labor; permanent
rural agricultural workers, temporal rural agricultural workers, traditional farmers,
agrarian reform settlements, farmers displaced by the construction of reservoirs,
communities living on river banks and farmers living in “quilombos”. In the state of
São Paulo, the convenience rural sample was selected from municipalities close to
the city of Campinas (n = 259/161 with children under 18 years of age). This sample
included agrarian reform settlements in Sumaré and Mogi Mirim, temporal rural
workers from Santo Antonio de Posse and traditional farmers from Espirito Santo
do Pinhal. “Quilombo” households in the municipality of Eldorado (rural area), in
the south of the state were also included. In the state of Paraíba, 196 traditional
farming households were included, 157 of which had children under 18 years of

85
age. All households were selected from Pedras de Fogo, a municipality close to Joao
Pessoa. In the State of Mato Grosso, a total of 245 families, 158 with children under
18 years of age. The sample included: “quilombos” in the municipality of Nossa
Senhora do Livramento, traditional river bank agriculturalists from Santo Antonio
de Leverger and squatter settlements in Chapada dos Guimaraes. The rural sample
from the state of Amazonas was drawn from river bank agricultural communities
in the municipalities of Iranduba and Manacapuru, close to Manaus (n = 209/131
with children under 18 years). The rural sample from Goiás came from Hidrolândia,
located 200 km away from Brasília (n = 196/ 144 with children under 18 years).

The questionnaire used in both rural and urban areas included the 15 item EBIA as
well as household income and food consumption modules (brief food frequency
questionnaires). In rural areas, we also included agricultural production variables,
proportion of production used for home consumption, and land ownership status.
In Campinas, the monthly household income data was collected using pre-coded
income ranges expressed as multiples of the minimum wage. In the rest of the
states, the monthly household income data was obtained in absolute terms (in
reais per month) and subsequently recoded into minimum wage multiples. The
monthly minimum wage in April 2003 was R $ 240, corresponding to $ 77 USD.

The food intake pattern of the respondent was measured using an abbreviated
food frequency questionnaire. From this data, variables were created to reflect if
the respondent consumed at least once per day the following foods/food groups:
a) bread and cereals, b) roots or tubers, c) milk, d) other dairy products, e) sugar, f )
eggs, g) fruits, h) vegetables, i) beans, j) meat, chicken, fish, k) sausages and other
processed meats, l) candies, and m) soft drinks.

Based on a recommendation from the diverse specialist panels and subsequent


approval by community members, the interviewers read a statement to each
respondent indicating that the information collected would not be used to provide
economic or food assistance to their households. From a methodological point of
view, this approach was important to minimize response biases. Just one person
from the household was interviewed. Interviewers were instructed to interview
the person in charge of choosing which food should be bought, cooked and
distributed among household members. This person was usually a woman– mainly
the housewife. The percentage of women among interviewees varied depending
on the site from 65 to 92 % (Table 3).

In both, rural and urban areas the interviews were conducted by nutrition, nursing,
and food agricultural students. All the students were trained and supervised by the
field coordinator at each site, which in turn was trained by the Campina’s steering
committee team that led this study.

86
Statistical analyses

The quantitative validation was based on the following 4 criteria (Studdert; L.J.;
Frongillo, E.A.; Valois, P, 2001): a) Cronbach alpha of at least 0,85; b) parallelism
among item response curves across income levels; c) dose response relationship
between income strata and the degree of severity of food insecurity; d) dose
response relationship between the likelihood of daily consumption of healthy foods/
food groups (fruits, vegetables, animal protein, dairy) and the degree of severity of
food insecurity. SPSS for Windows was used for all quantitative statistical analyses.
The same syntax program was to generate the following results, in a consistent
format across sites: a) descriptive sample statistics; b) distribution of additive food
insecurity score; c) cross tabulations between: EBIA items and income strata, food
insecurity levels and income strata, and between food insecurity levels and food
intake.

A food insecurity score was computed for each household by adding up the
number of positive responses to the 15 scale items (Bickel, G.; Nord, M; Price, C;
Hamilton, W; Cook, J, 2000). The following algorithm was used to translate the
raw score into mutually exclusive food secure/insecure categories: a) food secure
(score = 0), b) mildly food insecure (score = 1-5 in households with children, 1-3 in
households without children), c) moderately food insecure (6-10 / 4-6), d) severely
food insecure (11-15 / 7-8).

RESULTS

Qualitative results

The understanding of the key food security/insecurity concepts and terms was
very consistent across focus groups in both rural and urban areas. In all focus
groups, the themes related to difficulties accessing food and the recollection
of this experience evoked intensive emotional responses reflecting the psycho-
emotional dimension of food insecurity and hunger (Radimer, KL; Olson CM;
Greene JC; Campbell CC; Habicht J-P; 1992). Table 2 presents selected statements
from focus group participants representing the general feeling in the communities
about the experience of food insecurity/hunger; this is presented in greater detail
in Sampaio et al (Sampaio,M.F.A., Kepple, A.W, Segall-Correa, A.M., Oliveira, J.T.A.,
Panigassi, G., Maranha, L.K., Marin-Leon, L, Bergamasco, S.P.P.,
Perez-Escamilla, R, 2006).

The 5 expert panels as well as the 11 focus groups confirmed that the Portuguese
version of the USDA household food security questionnaire was deemed
appropriated to be validated. Major adaptations were made after the first focus
group in Campinas. Subsequent focus groups participants recommended very few
additional changes. Thus the EBIA tested was very similar in the different regions

87
allowing for the comparison of results in the quantitative phase. The following
were the main changes made to the original USDA version: a) items were included
as questions rather than statements; b) reference period was 3 months instead of
12 months; c) the term “children/adolescents under 18 years” was used instead of
referring to them simply as “children”; d) the term “healthy and varied diet” was
used instead of “balanced meals”, e) probe for frequency of occurrence for each
item and not only 3 of the scale items; f ) with the exception of the item referring
to the respondent loosing weight, the frequency response options were: “almost
every day”, “several days”, “in just 1 or 2 days”, and “don’t know”. If the weight loss
item was responded affirmatively the follow-up question response options were: “a
little”, “some”, “a lot”, “don’t know”. In addition, the rural focus groups participants
recommended adding the term “because of lack of money or food production”
instead of simply stating “because of lack of money”.

Quantitative results

The purposive sampling scheme worked well in urban areas, as in all regions,
and we had a good representation of four different socio-economic strata. In the
five rural areas, however, only 2 or 3 strata were represented because of the very
limited income available to the households. In the rural samples from Paraíba and
Mato Grosso the majority of households had a monthly income equivalent to two
minimum wages or less (Table 3). The great majority of respondents were women
responsible for preparing the meals in the household, this percentage varied
depending on the site from 65 to 92 % (Table 3).

The EBIA had a strong internal consistency in all four urban and five rural sets, as
Cronbach’s alpha ranged from 0,87 to 0,95. The scale also had strong predictive
validity as the item response curves were parallel across income strata with the
lower income groups being more likely to respond affirmatively to each of the
items compared to their wealthier counterparts (Figure 1). Likewise, there was a
strong inverse “dose response” relationship between the household food insecurity
severity level and income bracket (Figure 2). It is interesting to note that severe food
insecurity was absent in households with incomes corresponding to 5 minimum
wages or more.

The EBIA also had a strong predictive validity with regard to food intake. The
probability of daily consumption of animal protein (except for rural Amazon) was
inversely related in a dose response pattern with the level of food insecurity (Figure
3), (p < 0,000 in all sites except rural Amazon). Similar findings were observed
regarding fruit (Figure 4) (p ≤ 0,001 in all sites except rural Amazon), dairy products
and vegetable consumption. Eggs, cereals, beans, candies and soft drinks were not
universally associated to FI in these regions.

88
DISCUSSION

This study met the two key goals of this project seeking to adapt the USDA Food
Insecurity Module to the Brazilian context. First, we were able to test the content
and face validity of EBIA using a qualitative methodology. Second, we were able
to test the construct and overall psychometric validity of the scale based on
quantitative analyses.

Harrison et al.( Harrison GG, Stormer A, Herman DR, Winham DM, 2003) developed
a Spanish version of the USDA scale that they subsequently tested with Hispanics
living in Los Angeles. These qualitative findings were very consistent with the
results found in Brazil. Both USA Hispanics and Brazilians preferred a questionnaire
with a much simpler grammatical structure. Likewise, both groups, as it was also
found in Java (Studdert; L.J.; Frongillo, E.A.; Valois, P, 2001) and Hawaii (Derrickson
JP, Fisher AG, Anderson JE, 2000; Derrickson JP, Sakai M, Anderson JE, 2001), did
not approve using the term “balanced meals” as it was quite unclear to them what
this meant. Indeed, for the Brazilian sample, the term “healthy and varied diet” was
much more clear.

The excellent psychometric behavior of the EBIA is not surprising as the scale
was adapted to ensure its high content and face validity, the two being essential
to come up with valid scales that measure what they are intended to measure
(MacDowell, Ian & Newell, Claire, 1996; Frongillo EA, Rauschenbach BS, Olson CM,
Kendall A, Colmenares AG, 1997). In spite of the fact that the EBIA was built upon
an already existing module, it received inputs from over 100 specialists attending
diverse multidisciplinary forums designed to elicit feedback. Thus, the content
validity of EBIA was strong. The face validity of the instrument rests upon the
extensive feedback received from the numerous low-income community members
participating in the focus groups conducted in rural and urban areas in diverse
country regions. The content validity is particularly strong, as the vast majority of
the focus group participants had experience food insecurity, including episodic
hunger bouts.

Because of the strong emphasis on qualitative methods for adapting the USDA
scale to the EBIA, it is not surprising that the psychometric behavior of the EBIA
was excellent and fully consistent across regions. Indeed, the item response curves
as a function of income level were as expected in all settings where they were
tested. Likewise, the food insecurity level was associated with income level and
daily food intake in the same direction in all sites. Thus, the external validity of the
scale fully justified our recommendation to the government of Brazil to adopt the
EBIA as the national household food insecurity measurement instrument.

The strong psychometric validity of the adapted USDA food insecurity module in
Brazil is consistent with findings from other settings including Canada (Chen J,
2001), Senegal (Pérez-Escamilla R, S. Randolph, I. Hathie, I. Gaye, 2004), Indonesia
(Studdert; L.J.; Frongillo, E.A.; Valois, P, 2001), Venezuela (Albert, P.L.; Sanjur, D, 2000),

89
and Hawaii (Derrickson JP, Fisher AG, Anderson JE. 2000). This total consistency
across diverse cultures strongly supports the international external validity of
the adapted USDA scales. Coates et al (Coates J, Frongillo EA, Rogers BL, Webb P,
Wilde PE, Houser R, 2006) reviewing 22 studies measuring food insecurity using
scales, pointed out cross culture similarities in the experience of food insecurity.
These authors show that the food insecurity experience has common domains
(insufficient food quantity, inadequate food quality, uncertainty and worry about
food), and sub-domains (concerns over food safety and meal pattern disruption
because of its potential physical and psychological health consequences) ((Coates
J, Frongillo EA, Rogers BL, Webb P, Wilde PE, Houser R, 2006).

However, it is important to note that, as far as we know, there is no data on how


the scale behaves among indigenous communities. The measurement of food
insecurity in traditional societies is a challenge that needs to be faced urgently.

Besides this validation project, the EBIA has been applied and its validity confirmed
in two representative surveys, one conducted in Campinas (Panigassi G, 2005)
with a sample of 847 households, and a second one conducted in Brasília (Leão
M, 2005) with 1 000 households with children under 6 years of age. These two
cities have similar socio-economic indicators and also had similar prevalence of
the different levels of food insecurity. Likewise, the psychometric behavior and
predictive validity of the EBIA in both cities was similar and in total consistency
with the validation study.

The lack of association of food insecurity level with animal protein and fruit
consumption in the Amazon is not an inconsistency related to the EBIA. Rather the
most likely explanation is that the survey was conducted in the dry season when
there is substantial access to fish and fruits.
Food insecure households had a more monotonous food intake pattern, at least in
relationship to food groups consumed daily. This supports findings from previous
studies indicating that food insecure households cope with this problem by
consuming low-cost high caloric density foods of little nutritional value (Basiotis
PP., Lino M, 2002; Drewnowski A, Specter SE, 2004). We hypothesize that this may
explain why a recent survey in Brazil found that low income is associated with
overweight and obesity (IBGE, 2002/2003).

These favorable results led the Brazilian Government to accept our recommendation
to collect national food insecurity data using the EBIA. The recently published
results of the 2004 National Household Survey (PNAD 2004) (IBGE, 2006) reinforce
the consistency and applicability of the EBIA and present the profile of food security
and insecurity for Brazil, urban and rural areas, the five regions and all states. This
survey has estimates for 5,8 million households and it was observed that 65,2 %
present food security and 6,5 % severe food insecurity. This means that 7,7 % of
the Brazilian population, or nearly 14 million people experienced hunger in some
moment of the 3 months previous to the inquiry. Among other characteristics that
testify social inequities in Brazil, PNAD 2004 presents higher proportions of severe

90
food insecurity in rural households (9 %), in those with children younger than five
and in afro descendant households (11,5 %).

CONCLUSION

As originally planned, the EBIA validation was based on applying both qualitative
and quantitative methods. This process was replicated in 5 different regions in
Brazil and included rural and urban households yielding very consistent results
across regions and areas of residence. Thus, we have recommended for the EBIA to
be adopted as the food insecurity measurement scale in Brazil. EBIA can be used in
national household surveys as well and in food expenditure, health and nutrition
representative surveys. In fact, based on a request from the Minister of Social
Development and Hunger Abatement, the EBIA was included in the 2004 National
Household Survey (PNAD) allowing Brazil, for the first time, to have nationally
representative household food insecurity data, which will support policy makers
to make evidence based decisions to improve the food security of the Brazilian
population.

Acknowledgements As a multi-site project, it was made possible thanks to funds


from the Ministry of Health, Ministry of Social Development, Pan-American Health
Organization and FAPESP (Research Foundation form the State of São Paulo) that
covered the costs of meetings, transport, field work and grant for visiting professor
and others.

91
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94
ANNEX

Table 1. Food insecurity questionnaire items. English back-translation from Portuguese 1

ITEM DURING THE LAST 3 MONTHS….


Were you worried that you would run out of food before being able to buy, receive, or
1
produce more food?
Did you run out of food before having money to buy more (or before you were able to
2
produce more)?
3 Did you run out of money (or food production) to have a healthy and varied diet?
Did your children/teenagers (< 18 y) have to consume just a few foods because you ran
4
out of money?
Were you unable to offer your children/adolescents a healthy and varied diet because
52
you didn’t have enough money (or food production)?
Did any of the children/adolescents not eat enough because there wasn’t enough money
62
to buy food (or there wasn’t enough food production)?
Did you or any adult in your household ever reduce the size of meals or skip meals because
7
there wasn’t enough money to buy food (or food production)?
Did you ever eat less than what you thought you should because there wasn’t enough
8
money to buy food (or food production)?
Did you ever feel hungry but didn’t eat because there wasn’t enough money to buy food
9
(or to produce food)?
Did you lose weight because you didn’t have enough money to buy food (or food
10
production)?

Did you or any other adult in your household ever go without eating for a whole day or
11 just had one meal in a whole day because there wasn’t enough money to buy food (or
food production)?

Did you ever reduce the size of meals of your children/ adolescents because there wasn’t
122
enough money to buy food (or food production)?
Did your children/adolescents ever have to skip a meal because there wasn’t enough
132
money to buy food (or food production)?
Were your children/adolescents ever hungry but you just couldn’t buy more food (or food
142
production)?
Did your children/adolescents remain without food for a whole day because there wasn’t
152
enough money to buy food (or there wasn’t enough food production)?

1
For all items, except item # 10, an affirmative response was followed by asking ‘How often did this happen?’
Response options were: (a) almost every day, (b) in just a few days, (c) in only 1 or 2 days, (d) doesn’t know or
refuses to answer. An affirmative response for item 10 was followed by asking ‘How much weight did you lose?’
Response options were: (a) little, (b) some, (c) a lot, (d) doesn’t know or refuses to answer

Items only asked in households with members 18 years old or younger.


2

95
Table 2 Selected representative statements from focus groups participants.

Healthy and varied diet:


“Healthy and varied Diet is when [food] is not missing, when we have a little bit of everything”; “A
good quality diet”; “Food should be different in different days”; “…a little bit of everything, nothing
that can cause harm”; “To have rice, beans, meat, flour, vegetables and fruits”; “…we know that
[food] quality is more important than quantity, but we don’t have the means”.

Enough food:
“There is no [food] missing, it’s enough for everybody, each [person] has what it needs”; “We don’t
have enough food all the time. When we don’t have enough we complete [our diet] with flour”;
“[Food] lasts until the end of the month”; “What is basic for the whole month”; “What is basic is less
than what is enough”.

Food security:
“He who experiences hunger is not food secure”; “Not having money; experience scarcity”; “ I believe
that each citizen should have enough to live, I have friends who state I work the whole day, the whole
week, and I don’t make enough even to eat!”; “ Well, I find that [food security] is everything out here,
the right to have [food]”.

Anxiety/worries:
“…I don’t have assurances that I will have money to buy [food] toward the end of the month. Will my
job provide me with that opportunity? There are many people that don’t have security. For example,
I have enough [money] for this month, but what about the next month? Security for me means to be
sure [that I will have enough]. For example, those who have land to work have security,…the land
provides food,…not having land to plant means not being stable”; “I worry all day, even if I have
something [to eat] at home I think, my God will I run out of it? I worry all day, I wake up worrying”.

Family strategies:
“…this is what families do, they eat less, usually the parents eat less to give enough to the children and
try to keep some stocks, families come up with ideas, for example, we substitute mandioca with rice,
or other [food(s)] available at the time. These are family strategies…”

Hunger
“Hunger is the need for bread, water”; “when we need help is a sign that the situation is worst”;
“hunger is “empty pan”, an empty refrigerator, not even eggs to fill the stomach”; “having nothing,
absolutely nothing to eat”; “I find hunger to be the saddest thing…”; “…it’s very hard… when your
son says, mother, I’m hungry and you reply that you don’t have [food], and you don’t have a way
to get it, that’s the most painful thing in the world”; “[hunger] is the worst form of violence”; “…I’ve
already experienced it, I know how sad it is”.

96
Table 3. Demographic and social characteristics of families by region

Mato
São Paulo Brasília/Goiás João Pessoa Amazonas Grosso
do Sul
Characteristic\Place
U
R (N=160) U (N=161) R (N=141) U (N=145) R (N=158) U (N=170) R (N=132) R (N=162)
(N=95)

% % % % % % % % %

<1 12,6 9,9 27,5 10,2 31,2 41,0 18,6 37,8 32,7

1<2 41,4 54,9 33,1 65,6 43,5 54,2 52,6 43,3 60,5
Family Income
in MW/month
3-4 31,0 19,0 20,6 16,4 13,8 3,5 14,7 12,6 6,8

>4 14,9 16,2 18,8 7,8 11,6 1,4 14,1 6,3 0

Female interviewee 86,3 69,4 90,1 86,5 91,7 82,3 87,6 68,9 73,5

97
Figure 1 – Food insecurity item response curves across monthly household income strata in minimum wage.
Brazil 2003.
Amazonas
% Yes Urban % Yes Rural
100 100
90 90
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10
0 0
Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15 Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15
Questionnaire item number Questionnaire item number

Paraíba
% Yes Urban % Yes Rural
100 100
90 90
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10
0 0
Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15 Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15
Questionnaire item number Questionnaire item number

São Paulo
% Yes Urban % Yes Rural
100 100
90 90
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10
0 0
Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15 Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15
Questionnaire item number Questionnaire item number

Brasília & Goiás


% Yes Urban % Yes Rural
100 100
90 90
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10
0 0
Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15 Q1 Q2 Q3 Q4 Q5 Q6 Q7 Q8 Q9 Q10 Q11 Q12 Q13 Q14 Q15
Questionnaire item number Questionnaire item number

- - - <1 MW ------ 1 -2 MW ▬▬▬ 3-4MW ▬.▬.▬ >4 MW

98
99
100
101
Factores socioeconómicos, alimentarios y
nutricionales asociados a la inseguridad alimentaria

4 en los hogares de los niños que participan en el


Programa de Complementación Alimentaria alianza
MANA ICBF | Antioquia, Colombia

Autores:

Msc Martha Cecilia Álvarez Uribe


mcau@pijaos.udea.edu.co
Profesora Escuela de Nutrición y Dietética
Grupo de Investigación en Alimentación y
Nutrición Humana
Universidad de Antioquia, Colombia

Msc Daniel Camilo Aguirre Acevedo


Grupo de Investigación Neurociencias
Universidad de Antioquia, Colombia
4
RESUMEN

Objetivo
Determinar la asociación de factores socioeconómicos, alimentarios y nutricionales
con la inseguridad alimentaria en el hogar.
Metodología
Estudio transversal. Muestra: representativa y aleatoria (n° = 2 754 hogares).
Métodos
Hemoglobina en HemoCue por método Azida-Metahemoglobina, ferritina por
quimioluminiscencia natural, ingesta dietética por recordatorio de 24 horas, estado
nutricional por normas OMS 2006 y seguridad alimentaria en el hogar con una
escala cualitativa. Se calculó el OR crudo y ajustado por ingresos y sus IC 95 % para
analizar la asociación de factores socioeconómicos, alimentarios y nutricionales
con la inseguridad alimentaria en el hogar.
Resultados
Factores que explican con mayor fuerza la inseguridad alimentaria en el hogar
son: el gasto alimentario mensual menor a $ 140 USD (OR = 2,58; IC 95 %: 1,8 -
3,7), madres sin ningún nivel de escolaridad (OR = 2,46; IC 95 %: 1,5 - 4,1), hogares
encabezados por mujeres (OR = 2,11; IC 95 %: 1,4 - 3,2), ingreso del hogar menor a
un salario mínimo (OR = 1,68; IC 95 %: 1,1 - 2,5), empleo no estable de la madre (OR
= 1,8; IC 95 %: 1,0 - 3,2), el hacinamiento crítico en la vivienda (OR = 1,70; IC 95 %:
1,3 - 2,2), la baja ingesta de energía del niño (OR = 1,58; IC 95 %: 1,2 - 2,1), la falta
de conexión intradomiciliaria de agua (OR = 1,50; IC 95 %: 1,1 - 2,0), el empleo no
estable del padre (OR = 1,49; IC 95 %: 1,2 - 1,9) y la edad de la madre mayor a 28
años (OR= 1,29; IC 95 %: 1,0 - 1,6).
Conclusión
Los factores asociados con la inseguridad alimentaria en los hogares son de tipo
estructural, intermedios y proximales al fenómeno estudiado, por consiguiente
requiere que la Gobernación de Antioquia trace acciones integrales con la
participación de todos los sectores de desarrollo tendientes a resolver el problema
actual y a reducir o controlar los factores asociados.

Palabras clave: Inseguridad alimentaria en el hogar, hambre, programas


alimentarios, Antioquia, Colombia.

103
ABSTRACT

Objective
To determine the association of socioeconomic and food intake variables with
household food security.

Methods
Study: cross-sectional. Sample: representative and random (n = 2 754 households).
Hemoglobin in HemoCue by Azida-Metahemoglobina, ferritin by natural
chemoluminescence, dietary intake by 24-hour recall, nutritional status by 2006
WHO guidelines and household food security with a qualitative scale. The crude
Odds Ratios were calculated and adjusted by income and their 95 % Confidence
Interval (CI) multivariate analysis was run.

Results
Factors that account for household food security more strongly are: monthly food
purchases below $ 140 USD (OR = 2,58; 95 % CI: 1,8 - 3,7), mothers without any
schooling (OR = 2,46; 95 % CI: 1,5 - 4,1), female head of households (OR = 2,11; 95
% CI: 1,4 - 3,2), household income below minimum wage (OR = 1,68; 95 % CI: 1,1 -
2,5), unstable employment of the mother (OR = 1,8; 95 % CI: 1,0 - 3,2), overcrowding
in the house (OR = 1,70; 95 % CI: 1,3 - 2,2), low energy intake of children (OR = 1,58;
95 % CI: 1,2 - 2,1), no indoor plumbing (OR = 1,50; 95 % CI: 1,1 - 2,0), unstable
employment of the father (OR = 1,49; 95 % CI:1,2 - 1,9) and mothers over 28 years
of age (OR = 1,29; 95 % CI: 1,0 - 1,6)

Conclusion
The factors associated with household food security are structural, intermediate
and proximal to the studied phenomenon, as such it is required that the
Government of Antioquia outline comprehensive actions with participation from
all the developmental sectors in order to resolve the current problem and reduce
or control the associated factors.

Key words: Household food insecurity, hunger, nutritional programs, Antioquia,


Colombia.

104
INTRODUCCIÓN

La Gobernación de Antioquia en el período de gobierno 2001 a 2003, en el marco


del Plan de Desarrollo de Antioquia Nueva, formuló el Plan de Mejoramiento
Alimentario y Nutricional –MANA–, con el objetivo de solucionar las principales
causas de la inseguridad alimentaria y nutricional, en especial en los grupos
más vulnerables. En el año 2003, la Asamblea del Departamento de Antioquia,
mediante la Ordenanza Nº 17 del 24 de noviembre de 2003, adopta a MANA como
política pública de seguridad alimentaria y nutricional para los menores de 14
años y sus familias (Gobernación de Antioquia, 2003). En este mismo año esta
Corporación, mediante la Ordenanza Nº 27 del 16 de diciembre de 2003, define las
políticas públicas para el desarrollo integral, sostenible y equitativo de la niñez en
el departamento de Antioquia, y en ellas reconoce al Plan MANA como la política
pública en materia de seguridad alimentaria (Gobernación de Antioquia. 2003).

MANA esta integrado por seis ejes, entre ellos el desarrollo de alternativas
comunitarias de complementación alimentaria. Éste eje tiene por objetivo mejorar
o mantener el estado nutricional de los menores de seis años del departamento de
Antioquia, mediante acciones de complementación alimentaria, de capacitación
en estilos de vida saludables y de promoción de una alimentación adecuada
(Gobernación de Antioquia, 2001). El Programa de Complementación Alimentaria,
en la búsqueda de la equidad en la niñez antioqueña, está dirigido a los niños
clasificados en los niveles socioeconómicos 1 y 2 de Sisbén, que corresponden
a los estratos más bajos de pobreza en Colombia, y que no pertenezcan a otros
programas de esta misma naturaleza y se hallan en edades comprendidas entre
los 6 y los 60 meses. Se ofrece a partir del año 2003 en alianza con el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).

La importancia de la seguridad alimentaria y nutricional en los hogares ha sido


abordada por diferentes organismos internacionales y nacionales. En los eventos
en donde se ha promulgado la seguridad alimentaria como un derecho de la
población y como un deber de los gobiernos, los países que han participado
(entre ellos Colombia), se han comprometido a garantizarla. Según la FAO, por
“seguridad alimentaria se entiende que los alimentos estén disponibles en todo
momento, que todas las personas tengan acceso a ellos, que esos alimentos sean
nutricionalmente adecuados en lo que respecta a su cantidad, calidad y variedad,
y que sean culturalmente aceptables para la población” (FAO, 1996).

El espacio natural donde se concretan las condiciones para la seguridad alimentaria


y nutricional es el hogar, entendiéndose como el grupo de personas que
comparten una vivienda y que en forma habitual consumen la misma alimentación.
Al interior del hogar es necesario reconocer la situación diferencial para los
distintos miembros del hogar en razón a la edad, el sexo, los patrones culturales
o inherentes a los roles económicos y de autoridad que se ejercen en su interior
(Álvarez MC, 2001). Por lo menos cinco aspectos están relacionados entre el grado
de seguridad alimentaria y nutricional en los hogares y su bienestar nutricional: la

105
disponibilidad de alimentos en el mercado local, la capacidad de los hogares para
adquirir los alimentos, la cultura alimentaria, las condiciones sanitarias, el estado
nutricional y de salud de los individuos y los conocimientos sobre alimentación
y nutrición. La inseguridad alimentaria y nutricional tiene implicaciones físicas,
psicológicas y sociofamiliares. Las implicaciones físicas se resumen en el hambre,
la desnutrición que incluye el hambre oculta referida a las carencias subclínicas de
micronutrientes, y la enfermedad como consecuencia de la afectación del sistema
inmunológico por dichas carencias. En el plano psicológico, se incluyen problemas
de autoestima debido a la sensación de exclusión al acceso de bienes y servicios
alimentarios, a la disminución de la capacidad productiva y el rendimiento escolar
de los niños, con aumento de la deserción y del ausentismo. En lo sociofamiliar,
se pueden mencionar la modificación de los patrones alimentarios del hogar, los
trastornos en la dinámica familiar, la inducción de procesos migratorios, la adopción
de estrategias que lesionan el patrimonio de las familias para la adquisición de
alimentos y la utilización de estrategias socialmente no aceptables para adquirir
alimentos (Pelletier D, Olson C, Frongillo E, 2003; Frongillo A, Nanama S, 2004).

El hambre es la manifestación extrema de la pobreza y de la privación humana,


representa no sólo una vergüenza mundial sino la más grande violación de uno de
los derechos humanos: el derecho a una alimentación adecuada, es decir suficiente,
balanceada y variada. La Declaración Universal sobre la Erradicación del Hambre
y la Malnutrición proclama: “Todos los hombres, mujeres y niños tienen derecho
inalienable a no padecer hambre y malnutrición a fin de poder desarrollarse
plenamente y conservar sus capacidades físicas y mentales” (Naciones Unidas, 1974).
La pobreza y el hambre acarrean costos económicos y sociales considerables para
las personas, las familias y las sociedades que los padecen, porque comprometen
la productividad de las personas, inciden en el desarrollo de las naciones y en el
uso inadecuado de los recursos naturales (FAO, 2003), perjudican la salud mental y
física, producen disminución de la productividad y de los ingresos. Quienes padecen
hambre crónica, no tienen la posibilidad de ascender en la escala socioeconómica
para salir de la pobreza, y son incapaces de trabajar a pleno potencial.

Los problemas sociales que con mayor fuerza afligen a la población latinoamericana,
y por ende a la colombiana y antioqueña, y entre estos últimos a los hogares de
los niños que participan en el Programa de Complementación Alimentaria Alianza
MANA ICBF son: la pobreza, las carencias en salud pública, el desempleo, el bajo
nivel educativo, los bajos salarios y la inestabilidad del empleo (Lusting N, Arias
O, Rigolini J, 2002). Problemas que son expresiones de marginalidad y que inciden
en las capacidades básicas para el adecuado funcionamiento de las personas,
deterioran la calidad de vida y reducen la esperanza de vida con respecto a la
población que vive bajo condiciones normales (Kliksberg B, 2000). Rose, utilizando
la regresión logística multivariada en la cual controló la etnia, la educación, la
región y la composición familiar, encontró que las familias pobres tienen un riesgo
de presentar insuficiencia alimentaria 3,5 veces mayor que aquellos que tenían
ingresos por encima de la línea de pobreza (Rose D, 1999).
En los países andinos de América Latina, el problema del hambre y la inseguridad

106
alimentaria no se distribuye de manera homogénea en la población: las personas
más vulnerables viven en el área rural o en zonas periféricas a las cabeceras
municipales, tienen poco acceso a los servicios de agua potable y saneamiento,
presentan bajo nivel educativo y son herederos de condiciones socioeconómicas
desfavorables. Este escenario social no permite romper el círculo perverso
“familia pobre-educación incompleta-desocupación-pobreza” (Kliksberg B, 2000),
que interactúa con otro círculo perverso “falta de agua potable-ausencia de
instalaciones sanitarias y electricidad-mala salud y dificultades laborales” (Kliksberg
B, 2000; Banco Mundial, 2006). Dicho escenario se confirma en los hogares que
participaron en esta investigación, y evidencia una vez más la necesidad de que en
Antioquia se implementen acciones tendientes a romper el circulo perverso de la
pobreza, para dotar a los hogares de las capacidades básicas necesarias para que
logren integrarse de manera efectiva a la sociedad antioqueña, y de esta manera
obtengan la libertad para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de sus
integrantes (Sen A, 2000; Pelletier D, Olson C, Frongillo E, 2003).

El año 2005 en Colombia, el 59,2 % de los hogares se encontraban en inseguridad


alimentaria, entre ellos el 23,1 % con inseguridad leve, el 13 % con inseguridad
moderada y el 5,3 % con inseguridad severa. El 58,2 % de hogares rurales y el 26 %
de los urbanos se encontraban en inseguridad alimentaria. Los hogares clasificados
en el nivel 1 de pobreza, presentaron mayor prevalencia (59,4 %), con respecto a
quienes se situaron en los niveles 3 o mayor de pobreza (27,2 %) (ICBF, 2005).

Breve contexto sociodemográfico del Departamento de Antioquia, Colombia y


de los hogares de los niños que participan en el Programa de Complementación
Alimentaria.

El Departamento de Antioquia está ubicado en la región central del país, su capital


es la ciudad de Medellín; está compuesto por nueve subregiones y 126 municipios.
Sus habitantes representan el 13,2 % de la población colombiana, de los cuales el
24,0 % vive en la zona rural. La población bajo la línea de pobreza (83,9 %), excede
en 20,6 % el promedio nacional. La mayor debilidad social de Antioquia es la alta
desigualdad entre los centros urbanos y las zonas rurales; para los primeros la
cobertura de agua potable, el alcantarillado y la recolección de desechos sólidos es
seis veces mayor que en las viviendas rurales (Gobernación de Antioquia, 2001).

En el año 2006, el Programa de Complementación Alimentaria atendía 200 000


niños pertenecientes al estrato socioeconómico más bajo. Sus hogares en promedio
estaban conformados por 5,7 ± 2,4 personas. El 30,4 % de las madres y el 32,4 %
de los padres tenían nivel de escolaridad primaria incompleta. En el 76,9 % de
los hogares el ingreso per cápita al día era menor a un USD. El 18,7 % de los
hogares depositaban las excretas a campo abierto, el 9,3 % de los niños vivían en
chozas o tugurios, y el 20,3 % de los menores habitaban casas ubicadas en zonas
de alto riesgo. El 16,3 % de los hogares utilizaban agua de río o quebrada para
preparar los alimentos y el 44,4 % cocinaba con leña. El 54,4 % de los hogares
disponían de predios, entre ellos el 76,6 % producían alimentos prácticamente

107
para el autoconsumo (Álvarez MC, López A, Monsalve J, Giraldo N, Zapata O, Vélez
O, et al, 2006).

OBJETIVOS

En los hogares de los niños que participan en el Programa de Complementación


Alimentaria Alianza MANA ICBF:

• determinar la prevalencia de inseguridad alimentaria en el hogar;


• determinar la asociación de factores socioeconómicos, alimentarios y
nutricionales con la inseguridad alimentaria en el hogar.

MATERIALES Y MÉTODOS

Población: la población estuvo constituida por 200 000 niños que participaban
en el Programa de Complementación Alimentaria (PCA), pertenecientes a hogares
clasificados en los dos estratos socioeconómicos más bajos de Colombia, que
vivían en las nueve subregiones y los 125 municipios de Antioquia.

Muestra: en el año 2006, se realizó la investigación “Contexto sociodemográfico,


estado nutricional y de salud e ingesta dietética de los niños que participan del
programa de Complementación Alimentaria alianza MANA ICBF” (Álvarez MC,
López A, Monsalve J, Giraldo N, Zapata O, Vélez O, et al, 2006). La muestra para
este estudio se diseñó para estimar la prevalencia de anemia (asumiendo una
prevalencia esperada del 23 %, un error del 5 % y un nivel de confiabilidad del 95
%), donde para cada región el tamaño de muestra fue en promedio de 307 niños
y sus hogares, y para el total en Antioquia de 2 759 niños (Álvarez MC, López A,
Monsalve J, Giraldo N, Zapata O, Vélez O, et al, 2006).

Para determinar la asociación entre factores socioeconómicos, alimentarios y


nutricionales con la inseguridad alimentaria en el hogar, el tamaño de muestra
óptimo necesario fue de 712 participantes, considerando un poder del 80 %, una
confianza del 95 % y un OR estimado mínimo de 2, para una relación de no expuestos-
expuestos de 3 : 1. Sin embargo, se optó por utilizar la información completa de
los 2 759 participantes con el fin de aumentar la precisión en los resultados: estos
niños fueron seleccionados mediante un muestreo probabilístico polietápico, con
el fin de garantizar representatividad a nivel departamental y por subregiones.
La unidad primaria de muestreo (UMP) fue el municipio, la unidad secundaria de
muestreo (USM) fue el niño. En la primer etapa se seleccionaran los municipios de
cada subregión mediante un muestreo aleatorio simple (MAS). En aquellas regiones
con menos de 10 municipios se eligieron aleatoriamente tres; en regiones con 10
a 18 municipio, cuatro, y en aquellos con 19 o más municipios se eligieron seis.

108
En la segunda etapa, se conformó el marco muestral de niños beneficiarios del
PCA en los municipios seleccionados, y de este marco se seleccionaran los niños
participantes mediante MAS (Álvarez MC, López A, Monsalve J, Giraldo N, Zapata
O, Vélez O, et al, 2006).

Características demográficas: se aplicó un cuestionario donde el jefe del hogar o


padre del niño informó sobre las características del hogar, tales como: los ingresos
totales del hogar expresado en salarios mínimos mensuales legales vigentes
(SMMLV ) que a la fecha de recolección de la información equivalía a 200 USD;
gasto alimentario; edad; nivel educativo y ocupación del padre y de la madre;
sexo del jefe del hogar ( jefatura femenina del hogar); índice de hacinamiento; y
disponibilidad de agua intradomiciliaria.

Seguridad alimentaria en el hogar: se aplicó la escala venezolana de seguridad


alimentaria (Lorenzana PA, Mercado C, 2002), validada en Antioquia, con coeficiente
de confiabilidad de alfa de Cronbach superior a 0,90 (Álvarez MC, Estrada A,
Montoya E, Melgar-Quiñonez H, 2006). Esta escala considera la premisa de que por
falta de dinero para comprar alimentos en el último mes sucedió o no la situación
que contempla cada uno de los ítems establecidos. La escala esta compuesta por 12
ítems, cada uno de ellos representan diferentes grados de severidad, cuyo patrón
de respuesta se observa de dos formas: 1) los ítems más severos son contestados de
manera afirmativa con menor frecuencia que los ítems menos severos; 2) un hogar
que afirma un ítem de mediana severidad es propenso a contestar de manera
positiva todos los ítems que son menos severos y de manera similar un hogar que
niega ítems de mediana severidad es propenso a negar los ítems más severos
( Wehler C, Scott R, Anderson J, 1992; Lorenzana PA, Mercado C, 2002; Frongillo A,
Nanama S, 2004; Álvarez MC, Estrada A, Montoya E, Melgar-Quiñonez H, 2006).

Cada ítem tiene la opción de respuesta Sí y No, en caso de que la respuesta sea
afirmativa se indaga sobre la frecuencia de ocurrencia y de acuerdo a ello se asigna
un puntaje: siempre, tres puntos, algunas veces, 2 puntos, rara vez, un punto. La
sumatoria de estos puntos constituyen el puntaje total de la escala, la cual se utiliza
para ubicar el hogar en un continuo que oscila entre 0 y 36 puntos posibles. Así:
seguro (0), en inseguridad alimentaria leve (1 a 17), en inseguridad moderada (18
a 26), y en inseguridad alimentaria severa (> 27) (ICBF, 2005) ( (Tabla 1).

109
Tabla 1: Escala de seguridad alimentaria en el hogar

PREGUNTAS

SI...……………….. 1 SI...…………………. 1

2. ¿En el último mes alguna


NO………………….. 2 NO………………….. 2
1. ¿En el último mes faltó FIN persona adulta del hogar
dinero en el hogar para Siempre ……..……. 3 comió menos de lo que Siempre ……..……. 3
comprar alimentos? deseaba por falta de dinero
Algunas veces…… 2 Algunas veces…… 2
para comprar alimentos?
Rara vez……. ……. 1 Rara vez……. …….. 1

SI...…………………. 1 SI...…………………. 1
3. En el último mes en el hogar NO…………………… 2 NO…………………... 2
se disminuyó el número de Siempre ……..……. 3 4. ¿En el último mes algún Siempre ……..……. 3
comidas usuales, como dejar Algunas adulto dejó de desayunar,
de desayunar, 2 de almorzar o de comer por Algunas veces……. 2
veces………………..
almorzar o comer por falta falta de dinero para comprar
de dinero para comprar alimentos?
alimentos. Rara vez……. …….. 1 Rara vez……. …….. 1

SI...………………….. 1 SI...…………………. 1
NO…………………… 2 NO………………….. 2
5. ¿En el último mes algún
Siempre ……..…….. 3 6. ¿En el último mes algún Siempre ……..…….. 3
adulto comió menos en la
adulto se quejó de hambre
comida principal porque Algunas veces…… 2 Algunas veces……. 2
por falta de alimentos en el
la comida no alcanzó para
hogar?
todos?
Rara vez……. …….. 1 Rara vez……. …….. 1

SI...…………………… 1 SI...…………………. 1
¿En este hogar habitan
personas menores de 18
7. ¿En el último mes algún NO…………………… 2 NO…………………… 2
años?
adulto se acostó con hambre
porque no alcanzó el dinero Siempre ……..……… 3 Si en el hogar viven niños o niñas menores de 18 años,
para la comida?
Algunas veces……. 2 por favor contestar las preguntas que se presentan a
Rara vez……. ……… 1 continuación.

SI...…………………… 1 SI...…………………. 1
NO…………………… 2 9. ¿En el último mes algún NO………………….. 2
8. ¿En el último mes se
Siempre ……..……… 3 niño dejó de desayunar, de Siempre ……..…….. 3
compraron menos alimentos
almorzar o de comer por de
indispensables para los niños Algunas veces……. 2 Algunas veces…… 2
falta de dinero para comprar
porque el dinero no alcanzó?
alimentos?
Rara vez……. ……… 1 Rara vez……. …….. 1

SI...…………………… 1 SI...…………………. 1
10. ¿En el último mes algún NO…………………… 2 NO…………………... 2
11. ¿En el último mes algún
niño Siempre ……..……… 3 Siempre ……..…….. 3
niño se quejó de hambre
comió menos en la comida
Algunas veces……. 2 por falta de alimentos en el Algunas veces…… 2
principal porque la comida no
hogar?
alcanzó para todos?
Rara vez……. ……… 1 Rara vez……. …….. 1

SI...…………………… 1
NO……………………. 2
12. ¿En el último mes algún
niño Siempre ……..……… 3
se acostó con hambre porque Algunas veces…….. 2
no alcanzó dinero para la
comida?
Rara vez……. ……… 1

Fuente: Álvarez MC, Estrada A, Montoya E, Melgar-Quiñonez H.

110
Hemoglobina (Hb): la concentración de hemoglobina se determinó en el fotómetro
portátil de operación manual HemoCue por el método Azida-Metahemoglobina,
utilizando los calibradores y controles correspondientes. Este método ha sido
validado contra el método de referencia –cianometahemoglobina–, con resultados
de alta precisión y exactitud (Burgere S, Pierre-Louis J, 2003). Los puntos de corte
utilizados para clasificar anemia fueron: para niños de 1 a 4 años hemoglobina <
11,0 mg/dL, y para los niños de 5 años y más hemoglobina < 11,5 g/dL (WHO, 2001).
Los valores de hemoglobina se corrigieron por la altura de cada municipio.

Ferritina: la concentración de ferritina plasmática se determinó por


quimioluminiscencia natural, que es el método de referencia en el cual el ester de
acridimio reacciona por cambio de PH ácido-base, con una sensibilidad de 10 a
–14 ng/mL. El punto de corte utilizado para clasificar deficiencia de ferritina fue <
12 µg/L (Icbf, 2005). Para la determinación del riesgo, desde el punto de vista de
salud pública, se estimaron valores entre 12 µg/L y 24 µg/L (ICBF, 2005).

Cuantificación de la proteína C reactiva (PCR) en suero: se determinó por


turbidimetría evaluando la aglutinación de partículas de látex recubiertas con
anticuerpos anti-proteína C reactiva humana, siendo la aglutinación proporcional
a la concentración de la PCR. Se utilizó como punto de corte para la normalidad
1,2 mg/dL (ICBF, 2005).

Coprológico: el método empleado para el análisis de la materia fecal fue coprológico


único, directo y por concentración con fórmol-éter (Ridley DS, Hawgood BC, 1956;
Vinayak VK, Tandon BN, Prakash O, 1967). Se determinó la forma y la cantidad
de parásitos contenidos en dos extendidos de materia fecal, uno con solución
salina y otro con lugol, además se evaluó el color y elementos microscópicos
presentes en la materia fecal. El método comenzó con el extendido de la muestra
y terminó con la lectura e informe de los parásitos encontrados, mediante el uso
del microscopio. Un bacteriólogo revisó la presencia de restos alimentarios, moco,
sangre y almidones.

Ingesta dietética: para evaluar la ingesta de alimentos y el aporte de energía y


nutrientes de la alimentación de los niños se utilizó el método de recordatorio de
24 horas, el cual se aplicó una sola vez al 100 % de los niños de la muestra. Con el
fin de ajustar la variabilidad intra e interindividual se hizo un segundo recordatorio
al 10 % de los niños que respondieron el primero. Se utilizó el formato probado
y validado en la Encuesta Nacional de Nutrición 2005 y el personal encargado de
tomar la información fue previamente capacitado y estandarizado (ICBF, 2005).
La captura de los datos primarios se hizo en el software “Evaluación de la ingesta
dietética de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia”. Los
datos se procesaron en el programa PC-SIDE versión 1.0 de la Universidad de Iowa
para hacer los ajustes estadísticos necesarios para el análisis de ingesta dietética
(Nusser S, Carriquiry A, Dodd K, Fuller W, 1996).

111
Evaluación del estado nutricional por antropometría: las mediciones fueron
realizadas por estudiantes del último año de la carrera de Nutrición y Dietética
de la Universidad de Antioquia, previa capacitación y estandarización. En los
niños de 6 a 23 meses, el peso se obtuvo por el método indirecto con una báscula
electrónica portátil marca Tannita con capacidad de 150 kg y una sensibilidad
de 100 g. Para medir la longitud se utilizó un infantómetro portátil de aluminio
ajustable en cuatro puntos, con una capacidad de 1 m y una sensibilidad de 0,1
cm. En los niños de 2 a 5 años y 11 meses, el peso se tomó en la misma báscula y la
estatura se midió en centímetros utilizando un estadiómetro portátil de escuadra,
con una sensibilidad de 0,1 cm y una capacidad de 2 m. Ambas mediciones fueron
tomadas dos veces y en caso de que alguno de los dos valores se encontrara fuera
de los límites de tolerancia establecidos, 0,1 kg para el peso y 0,5 cm para la talla
y la longitud, se efectuaba una tercera medición. Se construyeron los indicadores
talla para la edad, peso para la talla y peso para la edad y se expresaron en términos
de puntuaciones z, utilizando los puntos de referencia establecidos por la NCHS
(Restrepo MT, 2000).

Análisis estadístico: Se calculó la prevalencia (expresada en porcentaje) de


inseguridad alimentaria con su respectivo intervalo de confianza (IC) del 95 %,
utilizando como numerador el total de hogares con resultado en la escala de leve
+ moderado + severo, y como denominador el total de hogares estudiados (n° =
2754), se calculó la prevalencia específica por cada factor estudiado.

Se analizó la asociación entre los factores estudiados y la presencia de inseguridad


alimentaria en el hogar mediante la prueba Chi cuadrado de independencia. Se
calculó la razón de disparidad, OR (del inglés odds ratio) cruda y ajustada por
ingresos del hogar, mediante modelos de regresión logística binaria. Se estimó
un modelo de regresión logística multivariada para determinar los principales
factores asociados a la inseguridad alimentaria, seleccionando previamente en el
análisis bivariado las variables que según el criterio de Hosmer-Lemeshow tuvieran
un valor p < 0,25. El modelo final fue estimado mediante el método de selección
por pasos sucesivos utilizando el criterio de máxima verosimilitud; la bondad de
ajuste del modelo se realizó con la prueba de Hosmer-Lemeshow (prueba Chi
cuadrado que contrasta la hipótesis nula de que los datos observados son iguales
a los datos esperados encontrados por el modelo logístico). Se utilizó como nivel
de significación para el control del error tipo I α = 0,05, se calcularon los OR crudos
y ajustados por ingresos en el hogar con sus respectivos intervalos de confianza
del 95 %. Todos los procedimientos estadísticos fueron realizados con el programa
estadístico SPSS versión 14.0 ®.

Consideraciones éticas: esta investigación fue aprobada por el Comité de


ética del Área de Salud de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. La
persona responsable del menor firmó el consentimiento informado, el cual incluyó
los principios éticos para las investigaciones médicas en seres humanos de la
Declaración de Helsinki.

112
RESULTADOS
Prevalencia de inseguridad alimentaria y factores asociados en los hogares de
los niños que asisten al Programa de Complementación Alimentaria alianza
MANA ICBF

La prevalencia de inseguridad alimentaria en los hogares fue de 51,7 % (IC 95 %:


49,8 -53,5). En los hogares urbanos fue menor (48,0 %; IC 95 %: 45,2 - 50,7) que en
los rurales (54,9 %; IC 95 %: 52,3 - 57,4), estas diferencias fueron estadísticamente
significativas (Chi 2 = 13,09; p = 0,000). La mayor prevalencia se encontró en
inseguridad leve (30,6 %), seguida de la moderada (15,3 %) y la severa (5,8 %)
(Tabla 2, Gráfica 1).

Gráfica 1. Seguridad alimentaria en los hogares de los niños que


participan en el Programa de Complementación Alimentaria

100,0

90,0

80,0

70,0

60,0 5 4 ,9
Porcentaje

5 2 ,0 5 1 ,7
4 8 ,3 4 8 ,0
50,0 4 5 ,1

40,0 3 4 ,4
3 0 ,6
30,0 2 6 ,2

20,0 1 5 ,0 1 5 ,5 1 5 ,3

10,0 6 ,8
5 ,0 5 ,8

0,0
Seguro Leve Moderado Severo Total
Inseguridad
Grado de seguridad alimentaria

Urbana Rural Total

alianza MANA ICBF

Fuente: Elaboración de los autores. Se utilizaron las bases de datos de la investigación realizada
por Álvarez MC, López A, Monsalve J, Giraldo N, Zapata O, Vélez O, et al.

Los hogares que percibieron menos de un salario mínimo mensual legal (SMMLV ) en
Colombia, y aquellos que tuvieron un gasto alimentario mensual menor a 140 USD
reportaron una prevalencia de inseguridad alimentaria 1,9 veces a la reportada
por los que percibieron uno o más salarios mínimos y por quienes tuvieron un
gasto alimentario mayor; estas diferencias fueron estadísticamente significativas

113
(Chi 2 = 64,55; p= 0,000) y (Chi 2 = 78,53; p = 0,000) respectivamente. Lo que puede
significar que las posibilidades de tener inseguridad alimentaria frente a no
tenerla, sí se tienen ingresos y un gasto alimentario bajo, es de casi tres veces (OR
= 2,91, OR = 2,97 respectivamente) frente a si se tienen ingresos y gastos mayores
(Tabla 2). Los hogares cuyas madres tenían más de 28 años reportaron mayor
prevalencia de inseguridad alimentaria que aquellos cuya madre tenía una edad
menor (Chi 2 = 34,97; p = 0,000). Los hogares con jefatura femenina presentaron
mayor prevalencia de inseguridad alimentaria que los encabezados por hombres
(Chi 2 = 35,98; p = 0,000) (Tabla 2).

La prevalencia de inseguridad alimentaria en los hogares cuyas madres y padres


no tenían ningún grado de escolaridad, fue mayor con respecto a los hogares
cuyos progenitores habían alcanzado la secundaria o nivel superior (Chi 2 = 37,29;
p = 0,000; Chi 2 = 20,05; p = 0,000, respectivamente) (Tabla 2).

Los hogares cuya madre no tenía un empleo estable, presentaron mayor prevalencia
de inseguridad alimentaria con respectos a quienes tenían un empleo permanente o
eran amas de casa (Chi 2 = 21,38; p = 0,000), con un riesgo que fue dos veces (OR = 2,06)
frente a los hogares cuyas madres tenían un empleo estable (Tabla 2). Los hogares en
los cuales el padre se ocupaba en las labores del hogar reportaron mayor prevalencia
de inseguridad alimentaria con respectos a quienes tenían un empleo permanente o
no estable (Chi 2 = 44,24; p = 0,000), en este caso el riesgo de inseguridad alimentaria
de un hogar donde el padre no tiene un empleo estable es 2,25 veces el riesgo frente
a los hogares cuyos padres tienen un empleo estable (Tabla 2).

La prevalencia de inseguridad alimentaria fue mayor en los hogares con


hacinamiento crítico (hogares que disponían para cuatro personas de un cuarto
para dormir), con respecto a los hacinados (hogares que disponían para tres
personas de un cuarto para dormir), y no hacinados (Chi 2 = 85,98; p = 0,000) y el
riesgo a estar en inseguridad alimentaria fue dos veces (OR = 2,27) y casi doces
veces (OR = 1,75) frente a los hogares anteriormente descritos (Tabla 2). Una
situación similar se presentó en los hogares que habitan viviendas sin conexión
de agua. En ellos se halló mayor prevalencia de inseguridad alimentaria, y estas
diferencias fueron estadísticamente significativas (Chi 2 = 53,53; p = 0,000) y el
riesgo a estar en inseguridad alimentaria fue dos veces (OR = 2,07) frente a los
hogares cuyas viviendas poseen este servicio (Tabla 2). En los hogares que tenían
niños parasitados, se encontró mayor prevalencia de inseguridad alimentaria con
respecto a los hogares donde no se diagnosticó parasitismo en sus niños (Chi 2 =
13,29; p = 0,000); el riesgo de estar en inseguridad alimentaria en los hogares con
niños parasitados fue casi 1,5 veces (OR = 1,43), frente a los hogares cuyas niños
no están parasitados (Tabla 2).

Los hogares cuyos niños tuvieron una adecuación de ingesta de energía < 90%
presentaron mayor prevalencia de inseguridad alimentaria, con respecto a los
hogares cuyos niños reportaron mayor adecuación, (Chi 2 = 65,29; p = 0,000) y el
riesgo a estar en inseguridad alimentaria fue doble (OR = 2,11), frente a los hogares

114
cuyas niños tuvieron una adecuación de ingesta de energía > 90 % (Tabla 2).
No se encontró asociación con la adecuación de la ingesta de proteínas (Chi 2 =
5,01; p = 0,082), aunque los hogares cuyos niños reportaron una adecuación 90
% y 110 % presentaron mayor prevalencia de inseguridad alimentaria. Tampoco
se encontró asociación entre la presencia de anemia, retraso en el crecimiento y
obesidad con inseguridad alimentaria (p > 0,05) (Tabla 2).

El tiempo de permanencia en el programa no estuvo asociado a la prevalencia


de inseguridad alimentaria ya que ésta fue similar entre los hogares cuyos niños
llevaban menos de 6 meses en el programa, entre 6 a 12, o más de 12 meses (p >
0,05) (Tabla 2).

Tabla 2. Prevalencia de inseguridad alimentaria y factores asociados con la


inseguridad alimentaria en los hogares de los niños que participan en el programa de
Complementación Alimentaria alianza MANA ICBF, Antioquia, 2006
Seguridad
Chi IC 95 % OR
Factor gl valor P OR IC 95 % OR
N % N % square ajustado

Zona residencia 13,09 1 0,000


Rural 667 45,1 811 54,9 1,32 (1,14 - 1,53) 1,22 (1,05 - 1,42)
Urbana 664 52,0 612 48,0 1 - 1 -
Ingresos Hogar
64,55 1 0,000
SMMLV
<1 1132 45,8 1342 54,2 2,91 (2,22 - 3,82)
1 o más 199 71,1 81 28,9 1 -
Gasto alimentario
78,53 1 0,000
USD
< 140 1038 45,1 1264 54,9 2,97 (2,32 - 3,81) 2,39 (1,84 - 3,1)
≥ 140 239 70,9 98 29,1 1 - 1 -
Edad madre 34,97 1 0,000
Superior a la
530 42,2 725 57,8 1,58 (1,36 - 1,84) 1,54 (1,32 - 1,80)
mediana
Menor o igual a la
775 53,6 670 46,4 1 - 1 -
mediana
Mediana: 28
Nivel educativo
37,29 2 0,000
madre
Ninguno 53 31,9 113 68,1 2,55 (1,80 - 3,61) 2,25 (1,59 - 3,20)
Primaria 676 45,9 798 54,1 1,41 (1,20 - 1,65) 1,31 (1,11 - 1,54)
Secundaria o
577 54,4 483 45,6 1 - 1 -
superior
Ocupación madre 21,38 2 0,000
Ama de casa 1052 49,6 1068 50,4 1,31 (0,95 - 1,82) 1,14 (0,81 - 1,59)
Empleo no estable 160 38,6 255 61,4 2,06 (1,42 - 3,00) 1,83 (1,25 - 2,68)
Empleo permanente 88 56,4 68 43,6 1 - 1 -
Jefatura femenina
35,98 1 0,000
hogar
Sí 188 36,4 328 63,6 1,82 (1,49 - 2,21) 1,81 (1,48 - 2,20)

115
Seguridad
Chi IC 95 % OR
Factor gl valor P OR IC 95 % OR
N % N % square ajustado

No 1143 51,1 1095 48,9 1 - 1 -


Edad padre 20,60 1 0,000
Superior a la
506 44,9 622 55,1 1,46 (1,24 - 1,73) 1,43 (1,21 - 1,69)
mediana
Menor o igual a la
632 54,3 531 45,7 1 - 1 -
mediana
Mediana: 33
Nivel educativo
20,05 2 0,000
padre
Ninguno 111 38,3 179 61,7 1,89 (1,43 - 2,51) 1,71 (1,29 - 2,28)
Primaria 671 50,2 665 49,8 1,16 (0,96 - 1,40) 1,09 (0,90 - 1,32)
Secundaria o
354 54 302 46 1 - 1 -
superior
Ocupación padre 44,24 2 0,000
Labores de hogar 5 41,7 7 58,3 2,25 (0,71 - 7,18) 2,35 (0,72 - 7,62)
Empleo no estable 769 45,7 914 54,3 1,91 (1,58 - 2,32) 1,85 (1,52 - 2,25)
Empleo permanente 357 61,7 222 38,3 1 - 1 -
Hacinamiento 85,98 2 0,000
Hacinamiento 334 45,1 406 54,9 1,75 (1,45 - 2,12) 1,71 (1,41 - 2,07)
Hacinamiento crítico 369 38,8 581 61,2 2,27 (1,90 - 2,71) 2,17 (1,81 - 2,60)
No hacinado 628 59 436 41 1 - 1 -
Agua
53,53 1 0,000
intradomiciliaria
No 184 34,3 353 65,7 2,07 (1,70 - 2,52) 1,97 (1,61 - 2,40)
Sí 1147 51,9 1065 48,1 1 - 1 -
Niño parasitado 13,29 1 0,000
Sí 645 44,8 794 55,2 1,43 (1,18 - 1,73) 1,32 (1,09 - 1,61)
No 320 53,7 276 46,3 1 - 1 -
Adecuación ingesta
65,29 2 0,000
energía niño
< 90 % 292 38,7 463 61,3 2,11 (1,75 - 2,55) 2,03 (1,68 - 2,45)
90 – 110 % 401 45,5 481 54,5 1,60 (1,34 - 1,91) 1,57 (1,31 - 1,87)
110 o más 637 57,1 479 42,9 1 - 1 -
Adecuación ingesta
5,01 2 0,082
proteína niño
(0,06 - (0,05 -
< 90 % 1 50 1 50 0,94 0,85
15,03) 13,56)
(0,94 - (1,13 -
90 – 110 % 1 11,1 8 88,9 7,51 9,37
60,15) 77,41)
110 o más 1328 48,4 1414 51,6 1 - 1
Hemoglobina niño 1,05 1 0,305
Con anemia 79 44,6 98 55,4 1,17 (0,86 - 1,59) 1,13 (0,83 - 1,54)
Sin anemia 1250 48,6 1321 51,4 1 - 1 -
Sobrepeso niño
2,34 1 0,126
(peso/talla)
Sí 159 52,5 144 47,5 0,83 (0,65 - 1,05) 0,87 (0,68 - 1,10)
No 1172 47,8 1279 52,2 1 - 1 -
Retraso crecimiento
0,42 1 0,519
niño
Retraso 144 46,6 165 53,4 1,08 (0,85 - 1,37) 1,10 (0,87 - 1,40)

116
Seguridad
Chi IC 95 % OR
Factor gl valor P OR IC 95 % OR
N % N % square ajustado

No retraso 1187 48,5 1258 51,5 1 - 1 -

Tiempo en el
programa niño 1,65 2 0,439
(meses)

<6 224 45,7 266 54,3 1,14 (0,93 - 1,39) 1,18 (0,96 - 1,44)
6 a 12 175 48,6 185 51,4 1,01 (0,81 - 1,27) 1,04 (0,83 - 1,31)
> 12 932 48,9 972 51,1 1 - 1 -

SMMLV: Salario mínimo mensual vigente en Colombia. * Significancia estadística valor de p < 0,05

Fuente: Elaboración de los autores. Se utilizaron las bases de datos de la investigación realizada por Álvarez
MC, López A, Monsalve J, Giraldo N, Zapata O, Vélez O, et al.

Modelo de los factores socioeconómicos, alimentarios y nutricionales


asociados a la inseguridad alimentaría en el hogar
En el estudio de los factores asociados con inseguridad alimentaria, el modelo
estimado por medio de regresión logística multivariada, con el método de
selección por pasos sucesivos sugiere que, de las variables analizadas, las que
mejor explican la inseguridad alimentaria en el hogar son, en su orden: el gasto
alimentario mensual menor a 140 USD (OR = 2,58; IC 95 %: 1,8 - 3,7), madres sin
ningún nivel de escolaridad (OR = 2,46; IC 95 %: 1,5 - 4,1), hogares encabezados
por mujeres (OR = 2,11; IC 95 %: 1,4 - 3,2), ingresos del hogar menor a un salario
mínimo (OR = 1,68; IC 95 %: 1,1 - 2,5), empleo no estable de la madre (OR = 1,8;
IC 95 %: 1,0 - 3,2), el hacinamiento crítico en la vivienda (OR = 1,70; IC 95 %: 1,3
- 2,2), la baja ingesta de energía del niño (OR = 1,58; IC 95 %: 1,2 - 2,1), la falta de
conexión intradomiciliaria de agua (OR = 1,50; IC 95 %: 1,1 - 2,0), el empleo no
estable del padre (OR = 1,49; IC 95 %: 1,2 - 1,9) y la edad de la madre mayor a 28
años (OR = 1,29 IC 95%; 1,0 - 1,6) (Tabla 3).

117
Tabla 3. Modelo para los principales factores asociados para inseguridad alimentaria en
los hogares de los niños que participan el Programa de Complementación Alimentaria
alianza MANA-ICBF, Antioquia, 2006

VARIABLE Bi E.T. Wald gl Valor p. OR IC 95 % OR


Ingresos Hogar SMMLV 6,39 1 0,011
<1 0,52 0,21 1,68 (1,1 - 2,5)
1 o más 1 -
Gasto Alimentario USD 26,14 1 0,000
< 140 0,95 0,19 2,58 (1,8 - 3,7)
≥ 140 1 -
Edad de la madre 5,33 1 0,021
mayor a 28 0,26 0,11 1,29 (1,0 - 1,6)
28 o menos 1 -
Nivel educativo madre 12,98 2 0,002
Ninguno 0,90 0,26 11,91 1 0,001 2,46 (1,5 - 4,1)
Primaria 0,01 0,12 0,02 1 0,902 1,01 (0,8 - 1,3)
Secundaria o superior 1 -
Ocupación de la madre 7,45 2 0,024
Empleo no estable 0,59 0,30 3,84 1 0,050 1,8 (1,0 - 3,2)
Ama de casa 0,42 0,19 4,64 1 0,031 1,5 (1,0 - 2,2)
Empleo permanente 1 -
Ocupación del padre 9,87 2 0,007
Empleo no estable 0,40 0,13 9,82 1 0,002 1,49 (1,2 - 1,9)
Ama de casa 0,17 0,65 0,07 1 0,793 1,18 (0,3 - 4,2)
Empleo permanente 1 -
Jefatura femenina del hogar 13,09 1 0,000
Sí 0,75 0,21 2,11 (1,4 - 3,2)
No 1 -
Hacinamiento 29,48 2 0,000
Hacinado 0,53 0,14 15,14 1 0,000 1,70 (1,3 - 2,2)
Hacinamiento crítico 0,69 0,13 27,11 1 0,000 1,99 (1,5 - 2,6)
Sin hacinamiento 1 -
Agua intradomiciliaria 8,34 1 0,004
No 0,40 0,14 1,50 (1,1 - 2,0)
Sí 1
Ingesta energía niño 13,46 2 0,001
< 90 % 0,46 0,14 11,53 1 0,001 1,58 (1,2 - 2,1)
90 – 110 % 0,36 0,13 7,76 1 0,005 1,43 (1,1 - 1,8)
110 o más 1 -

SMMLV: Salario mínimo mensual vigente en Colombia 200 USD.


* Significancia estadística valor de p < 0,05
ET: error típico, gl: grados de libertad
Prueba de bondad de ajuste del modelo Hosmer-Lemeshow (Chi-cuadrado = 5,33; 8gl; p = 0,721)

Fuente: Elaboración de los autores. Se utilizo las bases de datos de la investigación realizada por Álvarez MC,
López A, Monsalve J, Giraldo N, Zapata O, Vélez O, et al.

118
DISCUSIÓN

Los hogares de los niños que participan en el Programa de Complementación


Alimentaria presentan mayor prevalencia de inseguridad alimentaria (51,7 %)
que la reportada para los hogares de Colombia por la ENSIN-2005 (40,8 %), quien
aplicó la misma escala de inseguridad alimentaria (ICBF, 2005). Las diferencias
pueden deberse a que la encuesta nacional incluye hogares de todos los niveles
socioeconómicos del país.

Al comparar los resultados de este estudio con los encontrados en otros países,
la prevalencia fue inferior a la reportada en: Caracas, en un 64,0 % (Lorenzana
PA, Mercado C, 2002), San Pablo, 61,2 % (Perez-Escamilla R, Segall-Correa AM,
Kurdian Maranha L, Sampaio MF, Marin-Leon L, Panigassi G, 2004) , Bolivia, 70,4
% y Burkina, 73,0 % (Frongillo A, Nanama S, 2004). En la zona rural se hallaron
prevalencias mayores que las reportadas en hogares de Campiñas, Brasil (40,5 %)
(Perez-Escamilla R, Segall-Correa AM, Kurdian Maranha L, Sampaio MF, Marin-Leon
L, Panigassi G, 2004) y Ghana (43,8 %) (Frongillo A, Nanama S, 2004), y superior a la
reportada para los hogares de Estados Unidos desde 1998 hasta el año 2002 (Nord
M, Andrews M, Carlson S, 2003).

La prevalencia de inseguridad alimentaria moderada en hogares urbanos (15,5


%) y rurales (15,5 %) fue inferior a la reportada en Bolivia (43,5 %) y Burkinas
(51,5 %) (Frongillo A, Nanama S, 2004), y mayor a la reportada para Caracas (6,0
%) (Lorenzana PA, Mercado C, 2002) y Estados Unidos en el año 2002, (3,5 %)
(Nord M, Andrews M, Carlson S, 2003), también fue inferior a la reportada para el
departamento de Antioquia (18,0 %) (Álvarez MC, Benjumea MV, Roldán P, Maya M,
Martínez M, Montoya E, 2005). La prevalencia de inseguridad alimentaría severa
en hogares urbanos (6,8 %) y rurales (5,0 %) fue mayor a la encontrada en el Perfil
Alimentario y Nutricional de Antioquia, 3,8 % (Álvarez MC, Benjumea MV, Roldán
P, Maya M, Martínez M, Montoya E, 2005) , e inferiores a la de San Pablo (Perez-
Escamilla R, Segall-Correa AM, Kurdian Maranha L, Sampaio MF, Marin-Leon L,
Panigassi G, 2004) .

A pesar que los hogares de los niños que participan en el Programa de


Complementación Alimentaria proceden de los estratos socioeconómicos más
bajos de Antioquia, los hogares que viven en la zona rural se encuentran en mayor
proporción de inseguridad alimentaria que los urbanos. Lo que indica que el hambre
profundiza sus raíces en un entramado de brechas que lo perpetúan (CEPAL, FAO,
PMA, 2007). Lo más trascendental de esta situación es la sensación de exclusión
social que socava el sentimiento de pertenencia a la sociedad. De no revertirse
será muy difícil lograr la cohesión social que requiere Antioquia y Colombia, para
resolver profundos problemas ahincados allí (CEPAL, FAO, PMA, 2007).

En Antioquia, la inequidad en el área rural se evidencia en la cobertura de agua


potable, el alcantarillado y la recolección de desechos sólidos; estos servicios
tienen una cobertura seis veces mayor en la zona urbana y el 26,7 % de la
población rural no cuenta con energía eléctrica. En cambio, en el área urbana

119
sólo el 1,0 % no cuenta con este servicio (Gobernación de Antioquia, 2004). La
investigación realizada por Álvarez et al, en los hogares de los niños que participan
en el Programa de Complementación Alimentaria, reporta grandes diferencias
socioeconómicas según el lugar de residencia; entre ellas cabe destacar que el
29,0 % de las viviendas rurales no disponen de conexión intradomiciliaria de agua,
el 60,0 % no cuentan con alcantarillado, en comparación con el 9,0 % y el 13 %
de las viviendas urbanas que no disponen de estos servicios. En el 27,0 % de las
viviendas rurales el piso es de tierra y en las urbanas el 13,6 %; en el 25,1 % de
los hogares rurales la deposición de excreta se hace a campo abierto, en contraste
al 11,2 % reportado por los hogares urbanos (Álvarez MC, López A, Monsalve J,
Giraldo N, Zapata O, Vélez O, et al, 2006). La Comisión Económica para América
Latina y el Caribe reporta una situación similar para la población de los países
andinos de América, en donde las personas más vulnerables viven en el área rural o
en zonas periféricas a las cabeceras municipales, tienen poco acceso a los servicios
de agua potable y saneamiento, presentan bajo nivel educativo y son herederos de
condiciones socioeconómicas desfavorables (CEPAL, 2005).

Esta investigación revela que entre hogares pobres, los más pobres presentan mayor
prevalencia de inseguridad alimentaria. La prevalencia desciende a medida que se
incrementa el ingreso de los hogares ningún hogar que perciben tres o más salarios
mínimos mensuales presenta inseguridad alimentaria severa. Hallazgo similar
fue reportado para hogares coreanos, en los cuales la baja capacidad de acceso
económico a los alimentos se asoció con la inseguridad alimentaria en el hogar (Oh
SY, Hong MJ, 2003). En el modelo logístico de factores asociados a la inseguridad
alimentaria en el hogar reportado en esta investigación, el gasto alimentario
presentó la mayor fuerza de asociación ajustado por los demás factores (OR = 2,58).
En los hogares más pobres, a pesar de que el gasto alimentario representa más del
80,0 % de sus ingresos, no logran acceder a la cantidad y calidad de los alimentos
necesarios para garantizar la seguridad alimentaria de sus integrantes (Figueroa
D, 2005) . Por tal razón, la política de seguridad alimentaria de Antioquia debe
establecer estrategias que estabilicen los precios de los alimentos que componen
la canasta básica y velar porque los impuestos que pagan los colombianos en
el momento de la compra de bienes y servicios no incluya alimentos esenciales
de la canasta básica de alimentos, porque esto contribuye a disminuir el poder
adquisitivo de la población más pobre y agudiza el problema de inseguridad
alimentaria en el hogar (Sen A, 2000).

En esta investigación se halló que los hogares cuyas madres tienen edad mayor
a 28 años presentan mayor prevalencia de inseguridad alimentaria. Situación
que se exploró mediante el análisis de variables claves que pudieran explicarla,
encontrándose que los hogares con madres de mayor edad presentan menor nivel
educativo: en éstas, el 9,3 % no habían cursado ningún nivel de escolaridad, en
comparación con las madres de menor edad que reportaron 3,4 %. Esto se explica
porque en Antioquia las madres más jóvenes han tenido mejor oportunidad de
acceder a la educación en los últimos años según las políticas departamentales
de cobertura. Además, se encontraron diferencias importantes en la proporción

120
de madres que tenían como escolaridad la secundaria y tecnológico: para las
primeras fue el 28,9 % y para las segundas el 48,2 % (Chi 2 = 123,99; p = 0,000). Los
ingresos en los hogares con madres mayores de 28 años fueron menores, dado
que el 94,4 % de ellos percibieron menos de un SMMLV, en comparación del 86,4
% reportado por los hogares con madres con 28 años o menos (Chi 2 = 10,41; p =
0,0055). Probablemente por las diferencias encontradas en estas dos variables, y
por sus implicaciones en la inseguridad alimentaria, se presenta este hallazgo.

En la inseguridad alimentaria de los hogares de los niños que participan en el


Programa de Complementación Alimentaria de Antioquia, confluyen una serie de
factores relacionados con la mujer: la edad, el nivel educativo, la jefatura del hogar,
la ocupación; situación que una vez más realza a la mujer como factor clave en la
seguridad alimentaria en el hogar. El hecho que los hogares con jefatura femenina
presenten mayor riesgo de estar en inseguridad alimentaria se puede explicar
por razones sociales y económicas, dado que ellas a su vez tienen bajo nivel de
escolaridad y sus empleos son mal remunerados, por consiguiente la inversión en
la alimentación del hogar no es suficiente para lograr su seguridad alimentaria,
aunque investigaciones han demostrado que la mujer tiende a destinar una
mayor proporción de sus ingresos a la adquisición de alimentos que el hombre
(Quisumbing R, Brown L, Feldstein H, Haddad L, Peña C, 1995), y que el ingreso de
la mujer tiene una relación más estrecha con el estado de salud y nutrición de los
niños que el ingreso del hombre. Un estudio realizado en Brasil, muestra que el
efecto de los ingresos generados por la mujer en la supervivencia infantil es 18,2
veces con respecto a los efectos del ingreso de los hombres (Thomas D, 1990).
En Colombia en el año 2000, la tasa de mortalidad infantil cuyas madres que no
tenían ningún grado de escolaridad fue de 42,3 por mil nacidos vivos, y en quienes
habían cursado secundaria fue de 19,6 por mil nacidos vivos (PROFAMILIA, 2005) .

Por las razones expuestas, para los gobernantes de Antioquia la pobreza de la


mujer y su bajo nivel educativo debe ser motivo de preocupación. Pero a su vez,
señala claramente que dotar a las mujeres de las capacidades esenciales para que
puedan acceder a niveles educativos más altos, para que sean más competitivas
en el mercado laboral y puedan obtener empleos de mejor perfil a los reportados
en este estudio, es una vía expedita para reducir la pobreza, el hambre y la
desnutrición.

La educación de las niñas y mujeres se refleja en la crianza de los hijos, en ambientes


más saludables y en mayor habilidad para tomar decisiones acertadas frente a su
cuidado y al cuidado de los suyos. Los hogares cuyos padres (OR = 2,55) y madres
(OR = 1,89) no habían cursado ningún grado de educación presentan mayor
prevalencia de inseguridad alimentaria, frente a aquellos que cursaron hasta la
secundaria o estudios superiores. La educación se considera un patrimonio básico
para combatir el ciclo de la pobreza. Al respecto Amartya Sen plantea que “entre
mayor sea la cobertura de la educación básica, incluso las personas potencialmente
pobres tienen más oportunidad de vencer la miseria” (Sen A, 2000). Sin embargo, la
culminación de la educación secundaria, dotación necesaria para que los hogares

121
salgan de la pobreza, sigue estando fuera de su alcance y lo más grave es que el
nivel educativo de los hijos esta fuertemente correlacionado con la de sus padres,
perpetuándose el circulo vicioso “pobreza-inseguridad alimentaria-hambre-
desnutrición (Perry G, Arias O, López J, Maloney W, Servén L, 2006). El nivel de
escolaridad de los colombianos es bajo, para el año 2003 el promedio de años
cursados era de 7,6, con diferencias importantes en la zona urbana (8,5 años) y
rural (4,9 años) (PROFAMILIA, 2005).

El hacinamiento, como un indicador de la calidad de vida de los niños, presentó


fuerte asociación con la inseguridad alimentaria en el hogar, situación similar a la
encontrada para los hogares colombianos en la ENSIN 2005, donde la prevalencia
de inseguridad alimentaria severa en los hogares con hacinamiento crítico fue 2,1
veces la reportada para los hogares que no presentaron esta condición (ICBF, 2005).
El hacinamiento es un factor de riesgo de enfermedades infecciosas y de la piel,
máxime en los niños de esta investigación que viven con condiciones sanitarias
muy deficientes. En un estudio realizado en niños cubanos, el hacinamiento se
identificó como el quinto factor de riesgo para la enfermedad diarreica aguda (RR
= 5,2) (Hernández F, Rodríguez Z, Herrera F, Trufero N, 2000). Para los hogares que
no disponían de conexión intradomiciliaria de agua en la vivienda, representa un
50% de mayor probabilidad de estar en inseguridad alimentaria, frentes aquellos
que sí disponen de este servicio. El acceso al agua entubada en la vivienda, aunque
no garantice que sea potable, provee agua para el aseo de la vivienda y de las
personas, puede ser usada para cocinar, posterior procesos de higienización casera
y representa el acceso a un recurso vital en la vida. No poseerla es un indicador de
pésimas condiciones de vida y de pobreza (Physicians for Human R, 2006).

La inseguridad alimentaria se vincula con la ingesta energética inferior a la


requerida. En este estudio se encuentra que los hogares cuyos niños tienen una
ingesta energética por debajo del 90 % de sus requerimientos presentan un mayor
prevalencia de inseguridad alimentaria, frente a quienes tienen una ingesta con
un aporte mayor. Esta misma situación se reportó en Corea, donde se encuentra
asociación entre la inseguridad alimentaria del hogar y la ingesta de energía de los
niños (Oh SY, Hong MJ, 2003).

En este estudio no se encontró asociación entre anemia, retraso de crecimiento y


obesidad en los niños con inseguridad alimentaría en el hogar; esto sugiere que
los hogares en primera instancia reducen la cantidad y calidad de alimentos en
el hogar, posteriormente la mujer consume menor cantidad de alimentos, y por
último se deteriora la alimentación de los niños (Radimer K, Olson C, Greene J,
Campbell C, Habicht J, 1992). Este hallazgo es similar al reportado por Oh, quien no
encontró asociación entre inseguridad alimentaria del hogar y el peso, la estatura
y la relación peso para la estatura en niños de 4 a 12 años (Oh SY, Hong MJ, 2003).

El tiempo de permanencia de los niños en el Programa de Complementación


Alimentaria no se asoció con inseguridad alimentaria en el hogar. Esto se puede
explicar porque los alimentos que ofrece este programa son para el consumo

122
exclusivo de un miembro del hogar, por consiguiente no se descarta que los demás
miembros experimenten situaciones que conducen a que el hogar se perciba en
inseguridad alimentaria. El complemento alimentario de MANA representa para
el niño un aporte importante de energía, hierro y proteínas, sin embargo en el
contexto de las necesidades energéticas y nutricionales del hogar, su aporte no
logra impactar la percepción de la seguridad alimentaria. El perfil alimentario
y nutricional de los hogares del departamento de Antioquia reporta que los
programas de ayuda social alimentaria contribuyen en baja proporción a las
necesidades energéticas del hogar (Álvarez MC, Benjumea MV, Roldán P, Maya M,
Martínez M, Montoya E, 2005).

LIMITACIONES DEL ESTUDIO

Las escalas de seguridad alimentaria en el hogar evalúan cuatro dimensiones


percibidas en el hogar: cantidad y calidad de la alimentación, incertidumbre y
medios socialmente no aceptados para la adquisición de alimentos. No evalúa las
causas y las consecuencias, se refiere a la situación de inseguridad alimentaria en
el hogar y no a uno de sus miembros en particular.

AGRADECIMIENTOS

Los investigadores agradecen a la Gobernación de Antioquia, a la Dirección


Seccional de Salud de Antioquia, al Plan de Mejoramiento Alimentario y Nutricional
de Antioquia (MANA) por haber financiado este estudio. Hacen reconocimiento
especial a las madres y a los niños que de manera generosa participaron en la
investigación.

123
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127
Modos de vida y seguridad
5 alimentaria de los mayas
de Campeche

Autores:

Lucio Alberto Pat Fernández


lpat@ecosur.mx
José Nahed Toral
jnahed@ecosur.mx
Manuel Roberto Parra Vázquez
mparra@ecosur.mx
Dominga Austreberta Nazar Beutelspacher
anazar@ecosur.mx
Luís García Barrios
lgarcia@ecosur.mx
Eduardo Bello Baltazar
ebello@ecosur.mx
Obiemar Balente Herrera Hernández
obalente@ecosur.mx

Colegio de la Frontera Sur, Chiapas, México.


5

RESUMEN

Se examinan las repercusiones de las transformaciones económicas en los modos


de vida y la seguridad alimentaria de cuatro comunidades mayas de la región
norte de Campeche, México. El análisis se basó en el enfoque de Modos de Vida
Sostenibles desde la perspectiva de la gente. La información se obtuvo mediante
talleres comunitarios participativos, entrevistas a informantes clave y observaciones
directas. Los resultados indican que el cambio agrícola y las reformas estructurales
de la economía provocaron la diferenciación de tres estrategias de vida en las
comunidades: i) estrategia agrícola en la comunidad de Nohalal; ii) estrategia mixta
(agrícola-asalariada) en Xkakoch y Chunhuas; y iii) estrategia asalariada en Santa
Cruz. En este escenario, la comunidad de Nohalal redujo en 18 % el gasto dedicado
a la compra de alimentos, diversificó y mejoró la calidad de la dieta respecto a las
otras comunidades. Sin embargo, los grupos domésticos de Nohalal se perciben
alimentariamente inseguros, debido a que son vulnerables a las fluctuaciones del
precio internacional del maíz y a la permanencia de los subsidios. Por su parte, la
inseguridad alimentaria en Xkakoch y Chunhuas se debe básicamente a la baja
productividad agrícola, y la de Santa Cruz a los salarios bajos e inestabilidad del
empleo por el entorno macroeconómico adverso. Estas condiciones no permiten
que las comunidades con estrategias mixta y asalariada tengan acceso seguro a
los alimentos mediante la producción y/o compra. Adicionalmente, el crecimiento
de la población, la expansión de la ganadería extensiva y el uso creciente de
agroquímicos, son factores que contribuyen al deterioro de los recursos naturales
y a la inseguridad alimentaria. Para mejorar las condiciones de alimentación de
los grupos domésticos se sugiere una política pública diferenciada que considere
la dotación desigual de los recursos comunitarios, la participación social y a
coordinación inter-institucional.

Palabras clave: grupo doméstico, estrategia de vida, diferenciación socioeconómica,


seguridad alimentaria, agricultura tradicional y mecanizada, política pública.

129
ABSTRACT

Effects of economic transformations in livelihood and food security of four Mayan


communities in the northern region of Campeche, Mexico, are examined. The analysis
was based on the Sustainable Livelihoods methodology from the perspective of the
people. Information was obtained through participatory community workshops,
interviews with key informants, and direct observation. Results indicate that
agricultural change and economic structural reforms have led to the development
of three livelihood strategies in the communities: i) an agricultural strategy in the
community Nohalal; ii) a mixed strategy (agricultural-wage labor) in Xkakoch and
Chunhuas; and iii) wage labor in Santa Cruz. In this context, the community of
Nohalal reduced food spending by 18 %, and diversified and improved the quality of
their diet compared to the other communities. Nevertheless, the Nohalal domestic
groups see themselves as food-insecure, due to the fact that they are vulnerable to
the fluctuations of the international corn price and the existence of local subsidies.
On the other hand, the food-insecurity of Xkakoch and Chunhuas is essentially
due to low agricultural productivity; and that of Santa Cruz to low salaries and
job instability due to the adverse macroeconomic environment. These conditions
do not permit those communities with mixed and wage–labor strategies secure
access to food through production and/or purchase. Additionally, population
growth, expansion of extensive livestock raising, and increasing agrochemical use
are factors contributing to natural resource deterioration and food insecurity. In
order to improve dietary conditions of the domestic groups, public policy which
considers the unequal supply of community resources, social participation, and
inter-institutional coordination is suggested.

Key words: domestic group, livelihood, socioeconomic differentiation, food


security, traditional and mechanized agriculture, public policy.

130
INTRODUCCION

En años recientes, el tema de la seguridad alimentaria ha cobrado importancia


en el discurso y en las políticas internacionales y nacionales sobre el desarrollo.
En México, ha sido una preocupación que se remonta a la primera mitad del siglo
XX. Durante el período 1940-1980, el problema alimentario fue concebido como
una cuestión de aumento en la producción y la productividad agrícola. Por esta
razón, las políticas agrícolas apoyadas por el Estado se orientaron a promover la
introducción del riego, el uso de semillas mejoradas, agroquímicos, maquinaria
y asistencia técnica. A este tipo de políticas se les conoció como el Programa
Modernizador de la Agricultura Mexicana (Mata, 1988).

El cambio agrícola inducido por las políticas y programas en este período condujo
en el país a la polarización socioeconómica a nivel regional (Hewitt, 1978), micro
regional (Dewey, 1981) y comunitario (Cortina et al., 1991), con efectos adversos
en la seguridad alimentaria. Ello se debió a que solo benefició a un pequeño sector
de agricultores comerciales y excluyó a la mayor parte de productores campesinos,
quienes empeoraron sus condiciones de alimentación.

La política neoliberal instrumentada a partir de los años 80, tendientes a disminuir


la intervención del Estado en la economía, reflejada en la apertura comercial, la
eliminación de los subsidios a los insumos y a la producción, la privatización de
diversas instituciones de comercialización y la reforma en la tenencia de la tierra
(Appendini, 2001; Escalante, 2006), continuó beneficiando a un reducido grupo
de productores en áreas de riego dedicados a la agricultura de exportación,
mientras que la inmensa mayoría, dedicados a la producción de granos básicos
en condiciones de temporal, han empeorado sus condiciones de vida (Appendini,
2001; Figueroa 2005b; Escalante, 2006). Datos oficiales estiman que 5,6 millones
de hogares (28 millones de personas) perciben ingresos que son insuficientes para
cubrir conjuntamente sus necesidades básicas de alimentación, salud y educación
(SEDESOL, 2003), de los cuales 3,4 millones de hogares se ubican en comunidades
rurales y son pequeños productores agrícolas.

Las comunidades rurales de Campeche no han sido ajenas al impacto de esas políticas
nacionales, ya que la política agrícola de los 70 provocó la diferenciación de las
comunidades. Así, en el norte del Estado, región conocida como El Camino Real, se
observa una agricultura en tierras de buena calidad basada en la mecanización, uso
de insumos industriales y subsidios agrícolas, la cual coexiste con una agricultura
tradicional de roza-tumba-quema (RTQ) que se realiza en suelos marginales y con
escaso apoyo. La política neoliberal iniciada en los 80 y que alcanzó su cúspide
con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994,
ha contribuido en su conjunto a deteriorar las condiciones de vida de la población
de la región, particularmente de quienes se dedican a la agricultura tradicional. A
consecuencia de ello, varias comunidades están abandonando la agricultura y están
optando por el trabajo asalariado en el sector de los servicios y las maquiladoras,
que se han instalado recientemente en la región.

131
La diversificación de actividades económicas en el sector rural, es un fenómeno
que se ha intensificado y que recientemente se ha estudiado desde el enfoque de
Modos de Vida Sostenibles (MVS), que atiende a las estrategias desplegadas por los
grupos domésticos (GD) y las comunidades frente a las externalidades y el riesgo.
Este enfoque analiza los vínculos entre los capitales (humano, social, natural, físico
y financiero) de las comunidades; las fuentes de vulnerabilidad; las instituciones y
los procesos; la estrategias de vida y los resultados (DFID, 1999).

En este trabajo se analizan las repercusiones de las políticas y los procesos


económicos en los modos de vida y su relación con la seguridad alimentaria
en cuatro comunidades mayas del estado de Campeche: Xkakoch y Chunhuas,
pertenecientes al municipio de Calkini; Nohalal y Santa Cruz al municipio de
Hecelchakán. Se discuten los resultados en el contexto de las políticas económicas
regionales orientadas a la producción agrícola, la generación de empleos y el
combate a la pobreza extrema, tomando como base las actividades productivas
predominantes en cada una de las comunidades. Se proponen lineamientos
generales para la formulación de políticas regionales y locales para lograr la
seguridad alimentaria.

MATERIALES Y METODOS

La región de estudio

El estudio se realizó en la región conocida como el Camino Real, conformada por los
municipios de Hecelchakán, Calkini y Tenabo. El Camino Real se sitúa al noroeste
del estado de Campeche, México (Figura 1), tiene una extensión territorial de
1966 km 2 y representa el 7,35 % de la superficie total del estado (INEGI, 2001). El
clima de la región es Aw 1”(w) (i’) g calido-subhúmedo con lluvias en verano. La
precipitación promedio anual es de 950 mm y la temperatura media de 27,8 oC. El
período de seca se extiende de noviembre a abril, y el de lluvias de mayo a octubre
(SPP, 1981).

Según la clasificación FAO/UNESCO, en la planicie poniente predomina la asociación


de suelos litosoles y redzinas, caracterizados por ser someros y pedregosos. En
estos tipos de suelos se practica predominantemente la agricultura tradicional de
RTQ y la ganadería extensiva. En cambio, en los lomeríos del oriente domina la
asociación de luvisoles y nitosoles, caracterizados por ser suelos profundos, donde
se paractica principalmente la agricultura mecanizada de maíz (INEGI-SPP, 1984;
Duch, 1995).

La región estuvo habitada desde de la Colonia por mayas yucatecos, por ello
no sorprende que el 49,8 % de la población actual mayor de cinco años hable
maya (INEGI, 2002). Con el propósito de captar la diversidad de los modos de vida
se seleccionaron cuatro comunidades representativas de la región: Xkakoch y

132
Chunhuas, pertenecen al municipio de Calkini, se ubican al poniente y son aledañas
a la Reserva de la Biosfera de los Petenes (RBLP); Nohalal se sitúa al oriente y Santa
Cruz en la parte central, ambas pertenecen al municipio de Hecelchakán.

Metodología

La metodología usada para el análisis de los modos de vida y su relación con la


seguridad alimentaria fue el de MVS. Este marco conceptual permite analizar las
relaciones entre los activos (físico, social, financiero, humano y natural) de las
comunidades; las fuentes de vulnerabilidad; las estructuras y los procesos; y los
resultados o comportamientos de los modos de vida.

Figura 1. Ubicación de la región de estudio

El enfoque establece un vínculo conceptual entre lo que sucede dentro del hogar
y el nivel meso y macro, alentando al análisis de cómo la vida de los grupos
domésticos se ve afectada por los procesos institucionales y las políticas (DFID,
1999; Soussan et al., 2000). En nuestro caso, reconociendo la complejidad del
GD de origen mesoamericano (Robichaux, 2002) lo identificamos con base en el
criterio de residencia (Estrada, 2005). Lo definimos como aquel grupo formado por
una familia nuclear o más de una, unidas o no por parentesco pero que comparten

133
la misma residencia. La información se obtuvo mediante talleres comunitarios
participativos en los que se evaluaron, desde la perspectiva de la gente, los
componentes de los MVS. Se realizó un taller comunitario por cada localidad
estudiada usando el método de “Grupos Focales de Discusión” (Martínez, 2006). Los
grupos focales de discusión se integraron por personas interesadas en el estudio
con representación social en la comunidad. En la conformación de los grupos se
propició la participación balanceada de hombres y mujeres de diferentes grupos
de edades, desde jóvenes de 17 años de edad hasta personas mayores de 57 años.
Con estas consideraciones se recuperó la opinión comunitaria de la gente; no
obstante, existen deficiencias inherentes de representatividad y convocatoria, que
si bien no fue posible eliminar, sí pudo reducirse.

Los talleres se diseñaron con base en las dinámicas participativas sugeridas por
Herrera et al., (2005), y se capacitó al personal técnico que las condujo (Tabla 1).

134
Tabla 1. Relación entre los componentes de los modos de vida y las dinámicas del
taller comunitario

Concepto Dinámica Información relevante


Llenado de hoja de -Capacidad de convocatoria y representatividad
Capital social Presentación asistencia -Tamaño y composición de los grupos
Telaraña -Jefatura del hogar
Matriz de morbilidad y
Salud
Capital humano mortalidad
comunitaria -Percepción de la salud comunitaria
Contexto de Hoja de asistencia
-Nivel educativo del jefe de grupo
vulnerabilidad Necesidades de
Educación
cambio

Base local de los


recursos y acceso Delimitar las áreas con diferente productividad y las
a los mismos: normas que regulan el acceso ( la institucionalidad
Recorrido de Transectos a través de
Capital natural comunitaria)
campo la comunidad
Capital físico - Infraestructura comunitaria
Instituciones y -Actividades productivas de la comunidad
procesos

Capital natural
-Tecnología
Capital físico
-Disponibilidad de alimentos
Contexto de
Elaboración de -Estacionalidad de la producción
vulnerabilidad Actividades
calendarios de ciclos -Producción para autoabasto y mercado
Capital humano productivas
de cultivo -Ingresos de la agricultura
Capital social
-Interacción entre actividades productivas y empleo
Capital financiero
extrafinca
Resultados

-Nivel de ingreso por familia tipo/comunidad


-Ingresos generados por las actividades desarrolladas
Tabla de ingresos y -Ingresos por subsidios y remesas
Capital financiero egresos -Empleo y salarios
Capital social -Distribución de los gastos
Estrategias de
Estrategias -¿Cuál es la lógica de estrategia tomada por las
vida
pasadas y actuales familias?
Resultados
Destinos de migración, actividades de los migrantes e
Mapas de destino de
importancia económica de las remesas
migración
-Percepción de prioridades sobre estrategias de vida

Contexto de Historia de la -Principales factores de vulnerabilidad (naturales,


vulnerabilidad comunidad y -Cronología de eventos económicos, sociales y políticos) que influyen el acceso
Cambios de cambios en -Cambios en el uso del a los alimentos.
Capital natural la apropiación suelo -Percepción de las prioridades sobre la organización
Resultados del territorio comunitaria y las actividades económicas

Capital social Diagramas de Venn


-Niveles de colaboración entre diversos actores
Estructuras Diagnóstico
Jerarquización de las -Estructuras comunitarias normativas
C o n t e x t o institucional
institucional demandas de cambio

Reparto de billetes -Valoración de las necesidades de cambio


ficticios -Alternativas para responder al contexto de
Estrategias de
vulnerabilidad y las estructuras
mediano plazo y Priorización Elección de los tres
-Ideas de proyectos para mejorar la seguridad
largo plazo deseos de cambio más
alimentaria, reducir la vulnerabilidad, aumentar los
importantes
ingresos

135
Paralelamente al taller se entrevistó a informantes claves con el propósito de
profundizar en las temáticas abordadas en el taller y en la historia de la comunidad.
Además, se consultaron fuentes secundarias para caracterizar la zona de estudio
en los aspectos socioeconómicos, productivos, institucionales e históricos.

RESULTADOS Y DISCUSION

Diferenciación de los modos de vida en la región

A partir de la primera mitad del siglo XX, en la región del Camino Real prevalecía
el modo de vida campesino, basado en el sistema de policultivo (maíz, fríjol y
calabaza) tradicional de RTQ, conocido como milpa. En este sistema, la producción
de cultivos básicos se complementaba con la producción en pequeña escala
de frutas y hortalizas, la ganadería de monte y el solar, el aprovechamiento de
los recursos forestales, la cacería, la apicultura y la elaboración de productos
artesanales (Pérez, 1945; Hernández et al., 1995; Terán y Rasmussen, 1994). Estas
actividades en conjunto han aportado gran parte de los elementos de la dieta,
la vivienda y el combustible de los GD. El cultivo de maíz, es el componente más
importante de la milpa y aporta el 66 % de las calorías consumida por la población
maya (Warman, 1985).

El desarrollo de la milpa enfrentó dos restricciones. Primero, la dotación de tierras


ejidales entre 1917 y 1930 y las subsecuentes ampliaciones no fueron suficientes
para sustentar la práctica de la agricultura de RTQ, debido a que los municipios
del Camino Real han sido históricamente los más densamente poblados del
Estado. Segundo, la sobreexplotación a que estaban sometidos los terrenos por
la agricultura de RTQ y el anterior cultivo de henequén se reflejaba en la falta de
tierras con suficientes años de descanso. Esta situación obligó a los campesinos a
emigrar temporalmente hacia otras regiones del Estado para seguir practicando la
agricultura de RTQ (Ku, 1990).

El principal destino de los campesinos fue el municipio de Hopelchen, conocido


también como la región de los Chenes. Los campesinos del Camino Real recorrían
entre 40 y 80 kilómetros para establecer pequeñas milpas en los Chenes, así como
en el sureste, en dirección a Pich (municipio de Campeche). A pesar de que poseían
extensos terrenos planos y profundos en las cercanías de sus poblaciones, no los
aprovechaban debido a que los consideran no aptos para practicar el sistema de
RTQ (De la Peña, 1952; Duch, 1995).

La emigración temporal de los campesinos se truncó en los 70, cuando los terrenos
nacionales, ejidales y privados que se cultivaban en los Chenes fueron dedicados a
otras actividades o fueron ocupados por nuevos centros de población, fomentados
por el Programa de Colonización del Estado. Adicionalmente, en este mismo
período empezaron a escasear los montes altos en los Chenes (Ku, 1990). En estas

136
circunstancias, se empezó a involucrar a la población campesina en la práctica de
la agricultura mecanizada, impulsada por el Programa Integral de Desarrollo Rural
(PIDER), durante el período presidencial de Luís Echeverría, 1970-1976 (Schuren,
2002).

La ampliación de la frontera agrícola mediante la apertura de tierras forestales


mecanizables en el Camino Real se inició en 1977. De 1977 a 1986 se
incorporaron 23 mil hectáreas mecanizadas en la región del Camino Real y en los
municipios de Campeche y Hopelchen (Ku, 1990). Estas áreas fueron destinadas
predominantemente a la producción de maíz de temporal mediante el uso de
semillas mejoradas, insumos agrícolas (industrializados) y maquinaria. También se
abrieron pequeñas áreas de riego para los cultivos de tomate, sandia y melón.

La apertura de tierras mecanizables condujo a un proceso de diferenciación


campesina en la región. Las comunidades ubicadas al oriente son las que cuentan
con tierras mecanizadas y las que se incorporaron a un nuevo modo de vida: la
agricultura mecanizada con apoyos gubernamentales. Mientras que las localizadas
al poniente, sin acceso o con acceso limitado a tierras de buena calidad, continuaron
practicando la agricultura tradicional de RTQ con escasos apoyos (Tabla 2).

137
Tabla 2. Superficie mecanizada y de RTQ (ha) en comunidades con menos de 2 500
habitantes

Ubicación Municipio Comunidades Mecanizado RTQ


Chunhuas 118 28
Concepción 0 220
Pucnachen 57 230
Sahcabchén 0 380
Santa Cruz Hacienda 0 210
Santa Cruz Pueblo 0 360
Santa Maria 0 40
Calkiní
San Nicolás 28 58
Tankuche 0 220
Poniente
Xkakoch 100 45
Chunkanan 75 100
Dzotzil 70 0
Hecelchakán
Santa Cruz 100 20
Calkiní Bacabchen 733 0
Blanca Flor 300 0
Cumpich 1,500 70
Dzotchén 215 40
Montebello 700 0
Hecelchakán
Nohalal 1,873 50
Campos Menonitas 2,963 0
Bola 550 0
Oriente
Chilib 312 0
Emiliano Zapata 564 0
Tenabo Kanki 611 52
Tinún 981 0
Total Todas las localidades 11,850 2,123
Fuente: DDR-001. 2006. Superficie mecanizada y de espeque en el Distrito de Desarrollo Rural-001
de Hecelchakán.

Nota 1: La superficie mecanizada para Xkakoch, Chunhuas y Nohalal fue la obtenida en los talleres.
Nota 2: Considerando las comunidades > 2 500 habitantes, la superficie total mecanizada y de RTQ
en la región se estima en 20 mil y 5 mil hectáreas respectivamente.

138
En 1990, se estimó que sólo el 20 % de los GD de la región tenía acceso a tierras
mecanizadas y se dedicaba a la agricultura mecanizada (Ku, 1990). Mientras que
el 80 % restante, sin acceso a tierras mecanizadas, se vio forzado a adoptar un
modo de vida mixto, que combina la agricultura tradicional de RTQ con el trabajo
asalariado en el sector de los servicios y las maquiladoras.

Adicionalmente, el decreto de creación de la RBLP en 1999 impuso una importante


restricción al aprovechamiento del suelo, la flora y la fauna que realizaban las
comunidades orientales aledañas a la reserva. En este sentido, en la zona núcleo
de la reserva se prohíbe el desarrollo de todo tipo de actividades forestales
y agropecuarias. Mientras que en la zona de amortiguamiento se permite el
desarrollo de actividades productivas, siempre y cuando sean compatibles con el
aprovechamiento sustentable de los recursos (CONANP, 2006).

La expansión de las maquiladoras después de la firma del TLCAN ha creado un


auge del empleo rural en regiones como el Golfo de México (De Janvry y Sadoulet,
2000), particularmente en el estado de Campeche. A finales de los 90, el gobierno
estatal impulsó el establecimiento de la industria maquiladora mediante el
Programa de Atracción de Inversiones (PAI). En dicho programa, el gobierno del
estado aportó el 46 % de la inversión y el 54 % restante lo aportó el empresario
privado. Bajo este esquema, durante el período 1997-2003 se establecieron en el
estado 18 maquiladoras de textiles que generaron 7 200 empleos directos (Sexto
Informe de Gobierno, 2003). En este mismo lapso, en la región del Camino Real se
establecieron seis maquiladoras que dieron empleo directo a 1 385 personas.

La maquila ha tenido un importante impacto económico debido a la generación


de empleo, principalmente entre las mujeres y hombres jóvenes de las cabeceras
municipales de Calkini, Hecelchakán y Tenabo, y otras comunidades rurales
aledañas. Pese a su contribución en el empleo y el mayor dinamismo impreso
a los servicios locales, el salario percibido por jornada apenas supera el salario
mínimo de la zona. La industria maquiladora ha originado un nuevo proceso de
diferenciación socioeconómica en la región, ya que un creciente número de GD ha
elegido el modo de vida asalariado como el medio para escapar de la pobreza.

Las reformas estructurales en la tenencia de la tierra de 1992 y la apertura comercial


de 1994 están transformando gradualmente la estructura económica y social de la
región. La reforma al artículo 27 constitucional establece un nuevo marco legal de
propiedad que autoriza a los GD el derecho ejidal de vender, rentar o hipotecar
sus parcelas. Para hacer efectiva esta reforma se creo el Programa de Certificación
de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos (PROCEDE). Este cambio
legislativo provocó el surgimiento del arrendamiento de las tierras mecanizadas
y el consecuente abandono de las actividades agrícolas. La apertura comercial
a través del TLCAN está empobreciendo a los GD minifundistas que no pueden
competir con las importaciones de maíz y el aumento del costo de los insumos.
Ambas políticas están deteriorando las condiciones de subsistencia de los GD de
la región, quienes están optando por la vía asalariada como modo de vida.

139
Para hacer frente al aumento de la pobreza, el gobierno implementó en 1997 el
Programa Progresa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA). El PROGRESA
es un programa focalizado en hogares con pobreza extrema en las regiones
marginadas de México. Entrega bimensualmente transferencias en efectivo a los
hogares rurales pobres, con la condición de que los niños asistan a la escuela y sus
miembros acudan a las consultas de salud pública y participen en los talleres de
salud y nutrición ( Wondon et al., 2003). Al iniciar el período presidencial de Vicente
Fox en el año 2001, el PROGRESA cambió de nombre denominándose Programa
de Desarrollo Humano Oportunidades (Oportunidades), sin embargo, mantiene su
objetivo original.

Factores de vulnerabilidad regional

Entre los principales factores de vulnerabilidad en la región están los relacionados


con el mercado, los salarios, y los desastres naturales. Estos factores afectan
directamente a los recursos y a las capacidades de los GD para acceder a mejores
condiciones de vida; sin embargo, no pueden ser controlados.

El precio internacional del maíz y el costo de los insumos. El maíz es el cultivo


más importante en la región. De las 25 mil hectáreas sembradas anualmente con
cultivos cíclicos, el 98 % corresponde al maíz. Del total de la superficie maicera,
el 81 % se siembra bajo el sistema mecanizado, y el 19 % restante bajo el sistema
tradicional de RTQ.

La liberación comercial ha afectado negativamente las posibilidades de


sobrevivencia de los GD maiceros, quienes no pueden competir con las
importaciones, cuyo precio internacional no refleja el elevado subsidio que
otorga el gobierno de los Estados Unidos a sus productores. En efecto, a partir de
la firma del TLCAN en 1994, el precio del maíz producido en México ha tenido que
ajustarse al precio internacional. Dicha alineación redujo a la mitad el precio del
grano en el período 1994-2000 (Nadal, 2000). Además, el costo de los insumos
se ha incrementado considerablemente, principalmente el de los fertilizantes
(Appendini, 2001).

La reducción del precio del maíz y el aumento del costo de los insumos está
afectando negativamente la rentabilidad del cultivo, principalmente para los
GD del sistema mecanizado que destinan al mercado aproximadamente el 90 %
de la producción. Con base a información de campo, se estimó que la relación
beneficio-costo de la producción de maíz en el sistema mecanizado es de 1.17
($ 970 por ha), es decir, por cada peso invertido en este sistema se obtiene una
ganancia de 17 centavos. Mientras tanto, los GD en el sistema de RTQ, que venden
aproximadamente el 10 % de su producción, el efecto sobre la rentabilidad es
poco significativo. Sin embargo, si la producción de RTQ se valora en términos
monetarios, la relación beneficio-costo es de 0.92 (- $ 350 por ha), lo que significa
que por cada peso invertido se pierden 8 centavos. La producción obtenida bajo el
sistema de RTQ sólo cubre las necesidades de consumo de seis meses, el resto del

140
año recurre a la compra de maíz o de tortillas a precios que muchas veces duplican
o triplican los precios a que venden.

La baja productividad del sistema de RTQ y la baja rentabilidad del cultivo de maíz
en el sistema mecanizado está provocando que los GD dejen de sembrar maíz,
renten sus terrenos y se dediquen a diversas actividades como la albañilería, el
servicio de tricitaxis y la manufactura. En este nuevo escenario, los GD empobrecidos
dejan de producir maíz, grano que constituye el alimento más importante de su
dieta. Esta situación los conduce a la compra de tortilla de maíz a precios cada
vez más elevados. Ello se debe a la estructura oligopólica de la industria de harina
nixtamalizada, que abastece de materia prima a la industria de tortilla nacional. Se
estima que en el período 1994-2000, el precio de la tortilla de maíz se quintuplicó,
y entre 2001 y 2006 se elevó un 70 % (Nadal, 2000; El País, 2007).

El empobrecimiento de los GD a causa de la baja y/o negativa rentabilidad del


cultivo de maíz se refleja en testimonios como el siguiente: “Cada día estamos
más pobres, el precio de venta del maíz no sube pero el precio de fertilizantes y de la
gasolina suben todo el tiempo. Por eso cada vez nos vemos obligados a buscar trabajo
en la ciudad y nuestros hijos ya no quieren ser campesinos.” 1

Para contrarrestar los efectos negativos del TLCAN, el gobierno instrumentó


el Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO), y el Programa Alianza
para el Campo. El PROCAMPO comenzó operar en 1994 y durará un periodo de 15
años. Tiene por objetivo compensar a los productores por la apertura comercial,
particularmente por las distorsiones que ocasionan los subsidios de Estado Unidos
(Aceves, 1998). Los pagos de PROCAMPO son apoyos directos al ingreso y se asignan
por hectárea, sin importar el tonelaje producido. Por su parte, el Programa Alianza,
que inició en 1995, consiste en un conjunto de programas específicos orientados a
mejorar las habilidades de los agricultores y a promover el desarrollo tecnológico
con el objetivo de incrementar la productividad y la competitividad en un contexto
de economía abierta (Bonnis y Patrón, 1997). Estos apoyos han favorecido a los
GD que practican la agricultura mecanizada, ya que son los que mayor superficie
registraron en el PROCAMPO, y quienes se han capitalizado en equipo y maquinaria
agrícola subsidiado por el Programa Alianza para el Campo.

La mayor parte de los GD que practican el sistema de RTQ no cuentan con apoyos
del PROCAMPO, debido a que sólo una minoría de estos se registró en dicho
programa a causa de la falta de información por parte de las agencias de gobierno.
Además, la tecnología subsidiada por el Programa Alianza para el Campo no brinda
apoyos a la producción agrícola de RTQ, por lo que los GD que la practican no
reciben apoyo de este programa.

Los salarios. Los GD sin acceso o con acceso limitado a tierras ejidales en la región
se ven obligados a realizar toda clase de trabajos con tal de sobrevivir. Sin embargo,

1 Feliciano Coyoc Uc, con 49 años de edad, participante del taller comunitario realizado en Xkakoch
el 17 de noviembre del 2006.

141
dado que el nivel de escolaridad es inferior o igual a primaria, la mayoría de los GD
realiza empleos temporales y perciben salarios bajos.

Diversos estudios en México y América Latina han demostrado que la educación


es una forma de incrementar las capacidades de las familias (Attanasio y Székely,
1999). En México, se estima que tener una educación primaria incompleta implica
un ingreso 14 % mayor que no tener escolaridad alguna. La primaria completa
produce un rendimiento de 24 % y la secundaria completa de 34 %. Los mayores
rendimientos se observan para la educación preparatoria y superior, alcanzando
50 % y 78 % en promedio respectivamente (Rojas et al., 2000).

La realidad observada en la región de estudio no corresponde con lo señalado


anteriormente, ya que las mujeres y los hombres jóvenes con carrera técnica o
profesional terminada se encuentran desempleados, o en el mejor de los casos,
trabajan en las maquiladoras con igual salario que los de menor escolaridad. Ello
revela que una mayor escolaridad es una condición necesaria pero no suficiente
para mejorar las condiciones de vida de los GD.

La escasez de trabajo se percibe como una situación que afecta tanto a mujeres y
hombres de bajo y alto grado de escolaridad: “Tengo una hija estudiando en Calkini
que este año termina su carrera de educadora, estoy preocupado pues aunque tenga
una carrera no hay trabajo. En el pueblo hay muchos jóvenes que estudiaron para
maestros pero al no encontrar empleo de su carrera se dedican a la albañilería o
trabajan en la maquiladora.” 2

Para mejorar efectivamente las condiciones de vida de los GD se requiere aumentar


significativamente la tasa de empleo y simultáneamente aumentar el salario real.
Sin embargo, en México de 1997 a 2006 se crearon sólo 2,7 millones de empleos
permanentes de los 10 millones requeridos para cubrir la demanda de trabajo
(Banxico, 2007). Además, el poder adquisitivo del salario no se ha podido recuperar
desde 1970. En 2006 se estimó que el poder de compra del salario fue 69 % menor
que el registrado en 1970 (Aguirre, 2007).

Los desastres naturales. Otro factor de riesgo manifestado por los participantes
en los talleres es la irregularidad de las lluvias durante el ciclo de cultivo de maíz.
La presencia de la canícula (sequía intraestival), cuando las plantas tienen uno o
dos meses de haber emergido, es común en la región. Con base en la experiencia de
los productores, en la región hay generalmente un año bueno, dos regulares y uno
malo. En años con mal temporal, las tierras mecanizadas rinden aproximadamente
2 toneladas de maíz por hectárea, con temporal regular rinden 3 ton/ha y con
temporal muy bueno entre 4 y 5 ton/ha. Los huracanes representan otra amenaza
constante puesto que la región se encuentra en la ruta de estos fenómenos.
Durante un período de 44 años (1960-2004), 50 huracanes han pasado por la región
(CNA, 2004). Sin embargo, los últimos huracanes que afectaron severamente el

2 Rogelio Pech Ayil, con 52 años de edad, participante del taller comunitario realizado en Santa Cruz
el 27 de octubre del 2006.

142
cultivo de maíz han sido Gilberto (1988), Opal y Roxana (1997) e Isidoro (2002).
Adicionalmente, los ataques irregulares de la plaga de la langosta (Schistorcerca
piceifrons), causan entre un 20 % y 50 % de pérdidas en la producción de maíz. Uno
de los ataques más devastadores recordado por los productores ocurrió en 1938,
cuando aproximadamente 80 % de las milpas de la región fueron arrasadas por la
langosta.

Los desastres naturales son eventos que quedan vivos en la memoria de los
pobladores, debido a la destrucción de sus medios de vida y a las dificultades que
sufren para satisfacer sus necesidades de alimentación: “Cuando pasó el huracán
Janet en 1960 arrasó con las milpas, los animales del solar se ahogaron, los techos
de las casas se las llevó el viento y tumbó mucho monte. En ese año nos vimos en la
necesidad de cazar animales y recolectar frutos en el monte para poder sobrevivir. 3”

Los capitales. En esta sección se analizan los modos de vida dominantes de las
comunidades estudiadas: Xkakoch, Chunhuas, Santa Cruz y Nohalal. El examen
inicia con el acervo y el acceso a los capitales, que son los recursos disponibles de
los GD en las comunidades para mejorar sus condiciones de vida.

Capital natural: el principal recurso natural con que cuentan las comunidades
es la tierra; sin embargo, existen diferencias notables en cuanto a su extensión y
calidad. Santa Cruz, Chunhuas y Xkakoch, son las que menor superficie de terrenos
mecanizados poseen. La superficie mecanizada por GD en estas comunidades
oscila entre 1 y 4 hectáreas, en tanto que en Nohalal la superficie mecanizada
promedio es de 18 hectáreas. La disponibilidad de tierras de buena calidad en
Nohalal favoreció la mecanización y la introducción de pequeñas obras de regadío
(Tabla 3).

Tabla 3. Superficie ejidal y mecanizada por comunidad

Comunidad
Variables
Santa Cruz Xkakoch Chunhuas Nohalal

Superficie total del ejido (ha) 1 1,180 2,550 3,800 4,300


Superficie mecanizada (ha)1 100 100 118 1,873
Superficie incluida en la RBLP 0 0 2,780 0
Número de GD1 111 23 50 73
Superficie media ejidal por GD (ha) 10.63 110.8 20.4 58.90
Superficie media mecanizada por GD (ha) 0.92 4.34 2.35 18.00
GD sin tierra 77 1 4 0
GD encabezados por mujeres 9 2 5 3
Número de habitantes en 19802 461 90 257 138
Número de habitantes en 20061 1000 170 332 466
Fuente: 1 Elaboración propia con base en los Talleres Comunitario Participativos. 2 INEGI. Censo
General de Población y Vivienda, 1980 y 2000.

3 Herminio Caamal Cutz, con 76 años de edad, participante del taller comunitario realizado en
Chunhuas el 10 de diciembre del 2006.

143
La tenencia de la tierra en todas las comunidades es ejidal, y los GD tienen acceso
a la tierra por dotaciones y ampliaciones sucesivas otorgadas de 1922 a 1995 por
el Gobierno Federal. El acceso a la tierra está restringido a los ejidatarios hombres.
Las mujeres viudas o dejadas no tienen acceso a la tierra y el GD puede perder sus
derechos ejidales si no tienen un sucesor hombre mayor de edad. Los hijos de los
ejidatarios pueden trabajar las tierras de sus padres, sin embargo, los avecindados,
constituidos por inmigrantes, no tienen acceso a la tierra.

A finales de los 90 se convocó a las comunidades a fijar los límites de las parcelas
individuales para atribuir los derechos de propiedad a través del PROCEDE.
Como resultado del programa, todas las comunidades obtuvieron la titulación de
sus solares; Santa Cruz tituló sus terrenos mecanizados. Sin embargo, las otras
comunidades no decidieron titular sus tierras mecanizadas por lo que continúan
bajo el régimen de propiedad ejidal.

Otro elemento del capital natural es el bosque. La cobertura vegetal se ha


modificado sustancialmente de 1980 a 2006 (Figura 2). En Nohalal y Chunhuas
se observa una tendencia de rápido deterioro de los recursos naturales debido
a las políticas de gobierno y en menor medida al crecimiento de la población.
En Nohalal la política de mecanización agrícola de finales de los 70 provocó el
desmonte del 43 % de los terrenos ejidales, de tal forma que ahora ya no existen
más tierras que sean susceptibles de mecanizarse. Sin embargo, a principios del
2000, la expansión de la ganadería extensiva apoyada por el Programa de Estímulos
a la Productividad Ganadera (PROGAN) provocó el desmonte adicional de más del
25 % de la superficie ejidal. Actualmente queda alrededor del 18 % de la superficie
ejidal con cubierta vegetal, y aparentemente ésta se encuentra a salvo ya que no
tiene potencial agrícola ni ganadero.

Figura 2. Cambios en la cobertura forestal de cuatro comunidades del norte de


Campeche, México. 1980-2006

144
En Chunhuas, la cubierta vegetal se ha reducido sistemáticamente desde 1980
y corre el riesgo de perderse definitivamente. Ello se debe a la alta presión a
que está sometido el recurso para elaborar carbón, practicar la milpa y extraer
de leña. La pérdida de cubierta forestal se ha agravado a partir de 1999 cuando
por decreto se creó la RBLP, que prohibió el aprovechamiento del 65 % de los
terrenos ejidales debido a que se localizan dentro de la zona de amortiguamiento
de la reserva. Para poder aprovechar esas tierras, la comunidad debe sujetarse a
los lineamientos del Programa de Conservación y Manejo de la reserva. En estas
condiciones, la superficie ejidal con agricultura tradicional y mecanizada no es
suficiente para cubrir las necesidades mínimas de los GD de Chunhuas, por lo que
cada vez recurren más al trabajo asalariado.

En Xkakoch, de 1980 a 1990, hubo signos de una rápida pérdida del bosque por el
aumento de la producción de carbón y la milpa. Sin embargo, la introducción de la
agricultura mecanizada a mediados en los 90 redujo la tasa de deforestación, debido
a que muchos GD abandonaron el sistema agrícola de RTQ y adoptaron el sistema
mecanizado. Se prefirió el sistema mecanizado por su mayor productividad y por
los apoyos gubernamentales de PROCAMPO y Alianza para el Campo. A partir de
2000, el recurso forestal empezó a recuperarse debido al cambio agrícola ocurrido
y porque los jóvenes de la comunidad prefieren emplearse en las maquiladoras
que realizar actividades agrícolas.

En Santa Cruz, la insuficiente dotación de tierras respecto al tamaño de su población


obligó a que sus habitantes se dedicaran preponderantemente al trabajo asalariado
desde los años 80. Esto permitió que el recurso forestal se recuperara, pasando de
una cobertura de 60 % al 80 % en el período 1980-2006. Sin embargo, dada su
cercanía con la cabecera municipal de Hecelchakán, dicho recurso se encuentra
amenazado por la expansión del área urbana.

Capital humano. El capital humano se valoró por el nivel de escolaridad y las


condiciones de salud y nutrición comunitarias. En general se observa un bajo nivel
de escolaridad en todas las comunidades. El promedio de escolaridad en Xkakoch
(3,5 años), Santa Cruz (5,3 años) y Chunhuas (5,6 años), es inferior al de educación
primaria concluida. Sólo los habitantes de Nohalal (6,1 años) cuentan en promedio
con nivel escolar de primaria. El bajo nivel de escolaridad de los GD ha permitido
que éstas accedan sólo a empleos de baja remuneración, como albañiles, peones
agrícolas, tricitaxistas y servicio doméstico.

Por otra parte, a juicio de los participantes en los talleres, las enfermedades
respiratorias (gripe, tos, calentura y asma) y gastrointestinales (diarrea, cólico,
amibiasis y gastritis) son las más importantes en todas las comunidades. Ambas
enfermedades se presentan con mayor frecuencia en niños menores de cinco años de
edad, lo cual sugiere un limitado aprovechamiento biológico de los alimentos (Tomé
et al., 1996). Un análisis exploratorio (Pat, 2006) de la información del Programa IMSS-
Oportunidades, revela que la prevalencia de desnutrición infantil en Xkakoch es del
100 %, en Chunhuas del 57,4 %, en Santa Cruz del 31,9 % y en Nohalal del 18,1 %.

145
Capital social. En Xkakoch y Chunhuas no existen organizaciones productivas. La
ausencia de organizaciones productivas la suplen las autoridades ejidales, quienes
se encargan de la gestión de apoyos y del manejo de la infraestructura (instalaciones,
maquinaria y equipo agrícola) 4. Desde el punto de vista de los participantes en el
taller, el éxito de este tipo de organización depende del liderazgo, la movilización
comunitaria y las coyunturas políticas.

La comunidad de Nohalal es la que mayor número de organizaciones tiene y mayor


subsidios recibe. Para captar los apoyos, los productores están afiliados tanto a
organizaciones oficiales como no oficiales. Las organizaciones formales están
representadas en la figura jurídica de la Sociedad de Productores Rurales (SPR).
En la comunidad existen tres SPR: dos agrícolas y una apícola. La SPR agrícola se
formó por la necesidad de comercializar la producción de maíz ante la desaparición
de la Comisión Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO) en 1990. En la
actualidad, por medio de este organismo se gestionan los apoyos y servicios para
la comercialización Agropecuaria y también se captan subsidios para la compra de
semillas y combustibles.

Asimismo, existen cuatro grupos de productores agrícolas y dos grupos ganaderos


unidos por lazos de parentesco y de trabajo conjunto. Estas organizaciones se han
capitalizado con equipo, maquinaria y recursos para el mejoramiento genético del
ganado y el establecimiento de praderas a través del Programa Alianza para el
Campo.

La proliferación de las organizaciones responde a las condiciones de crédito y


subsidios que las instituciones de gobierno determinan para acceder a ellos. En
conjunto, las organizaciones de Nohalal han servido para producir más, vender
mejor y conseguir recursos que no obtendrían de manera individual. Es evidente
que el Gobierno ha decidido una política agrícola de apoyo a la agricultura comercial
dirigida a los productores excedentarios de maíz, y otra política asistencialista de
apoyo la agricultura tradicional (Appendini, 2001).

En las comunidades se advierte una correlación positiva entre el nivel de


organización y el monto de subsidio (Figura 3).

4 Otras tareas dirigidas son las fajinas y la mensura de los terrenos ejidales.

146
Figura 3. Monto promedio del subsidio anual recibido en 2006 por los grupos domésticos
en las comunidades estudiadas

En Santa Cruz, la ausencia de organizaciones productivas se refleja en el bajo


monto de subsidio que perciben los GD. Los subsidios se reducen prácticamente
al programa Oportunidades. La predominancia del empleo asalariado basado
en contratos informales (albañilería, maquiladora, trabajo doméstico), el
autoempleo (tricitaxistas) y su condición temporal, obstaculizan la formación de
organizaciones.

Capital financiero. El capital financiero se evalúa por la proporción del ingreso


total que las comunidades invierten anualmente en sus actividades como insumos
y mejoras de infraestructura productiva (Figura 4).

Figura 4. Ingreso anual invertido en 2006 en las actividades productivas

Existe la tendencia de que a mayor superficie mecanizada total y per cápita por
comunidad, corresponde una mayor reinversión de capital financiero (Figura 4). La
comunidad de Nohalal, que posee la mayor superficie mecanizada total y per cápita,
es la que mayor reinversión registra; esto sin considerar los recursos financieros que
reciben de la banca comercial y los subsidios gubernamentales. Las comunidades
de Xkakoch, Chunhuas y Santa Cruz, con menor dotación de tierras mecanizadas
reinvierten un monto significativamente menor. La reinversión en estas últimas
provienen de recursos propios que generan en actividades no agrícolas, la venta
de animales del solar y los préstamos obtenidos con usureros locales.

147
Capital físico. El capital físico se evaluó por la cantidad de maquinaria y equipo
agrícola, por los servicios básicos de los hogares (agua, electricidad, sanitario) y
por la infraestructura comunitaria (educación, salud y comunicación).

La cantidad de maquinaria existente en cada comunidad depende de la superficie


agrícola que poseen, de la liquidez de los GD y de los apoyos gubernamentales.
Por esta razón no sorprende que Nohalal sea la comunidad mejor posicionada
(Tabla 4). Cuando se comenzaron a cultivar las tierras mecanizadas en la década de
los 80, el Gobierno proporcionó la maquinaria y el equipo agrícola a préstamo o
como donación. De los 90 hasta la fecha actual, el Gobierno subsidia la compra de
maquinaria, el subsidio varia entre el 30 % y el 50 % del precio de equipo.

Tabla 4. Equipo y maquinaria agrícola comunitaria

Maquinaria Santa Cruz Xkakoch Chunhuas Nohalal

Tractores 2 1 0 12

Arados 2 1 0 12

Rastras 3 1 0 13

Combinadas 0 0 0 4

Respecto a los servicios, el 90 % de los GD de todas las comunidades cuentan con


agua entubada, electricidad y letrina. Las comunidades tienen acceso a jardín de
niños y a la educación primaria. Para realizar estudios de secundaria, los jóvenes
de Xkakoch y Chunhuas tienen que desplazarse a la comunidad de Chunkanan,
ubicada a 8 y 10 km respectivamente. Los jóvenes de Santa Cruz acuden a la escuela
secundaria de Hecelchakán, ubicada a 2 km de distancia. Por su parte, Nohalal
cuenta con escuela secundaria.

Los servicios de salud están a cargo del Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS) que da consultas médicas semanales de prevención, planificación familiar y
nutrición, entre otras. Todas las comunidades cuentan con caminos pavimentados
y transporte colectivo que los comunican con las cabeceras municipales y la capital
del estado.

Síntesis y comparación de los capitales

En la Figura 5 se sintetiza el acervo de capitales de las comunidades estudiadas.


La figura fue elaborada con información generada en los talleres por los grupos
focales mediante indicadores cualitativos usando una escala de calificación de 1 a
5 para cada tipo de capital (Anexo 1). La calificación 1 representa el acceso mínimo
al capital y 5 representa el acceso máximo al mismo.

148
Figura 5. Acervo de capitales en cuatro comunidades mayas de Campeche

Las diferencias en los capitales pueden aumentar o reducir la capacidad de las


comunidades para mejorar sus condiciones de vida. En este estudio de caso se
identifica al capital natural, representado por la cantidad y la calidad de la tierra,
como el factor más importante para escapar de la pobreza.

En Nohalal la posesión de 18 hectáreas o más de tierras mecanizadas por cada


GD les ha permitido incrementar los acervos de capital social, financiero y físico.
El capital social se ha incrementado y fortalecido en forma de organizaciones
formales e informales debido a la necesidad de comercializar el maíz producido,
comprar insumos agrícolas y obtener subsidios del gobierno. A su vez, la mayor
escala de la producción les ha permitido obtener ingresos para ahorrar y reinvertir
en infraestructura y maquinaria agrícola, acrecentando así los capitales financiero
y físico. Para reforzar el círculo virtuoso entre los capitales, hace falta acrecentar
el capital humano a través del aumento promedio de los años de escolaridad
secundaria y preparatoria.

En Xkakoch y Chunhuas, con acceso limitado a tierras mecanizadas (1 - 4 ha), los


GD combinan las actividades agropecuarias con el trabajo asalariado para poder
subsistir. En estas localidades, el capital social se restringe a la capacidad de
gestión de sus representantes comunitarios, debido a las formas de control político
basadas en el clientelismo y corporativismo, y al poco incentivo que tienen para
insertarse al mercado agrícola, ya que la mayor parte de su producción se destina
al autoabasto. Además, la baja escolaridad sólo les permite el acceso a empleos
con baja remuneración. En estas condiciones, los escasos recursos obtenidos de
las actividades agropecuarias y del trabajo no agrícola se destinan a satisfacer las
necesidades básicas más que a aumentar los acervos de capital físico y financiero.
Por si fuera poco, el crecimiento de la población y las restricciones de uso del suelo
en la RBLP está acabando con el recurso forestal al intensificar su extracción fuera
de la reserva.

149
En Santa Cruz, donde menos del 20 % de los GD tienen acceso a terrenos mecanizados,
el capital humano es el activo más importante de los GD. Sin embargo, la baja
escolaridad de los integrantes de los GD sólo les ha permitido obtener empleos
de baja remuneración en el sector de los servicios y de las maquiladoras. Santa
Cruz tiene el menor capital social de las cuatro comunidades estudiadas, debido
a la condición temporal del empleo, a las cláusulas desfavorables de contrato y
al autoempleo, que obstaculizan la formación de organizaciones. No obstante,
el capital financiero está aumentado, sobre todo por la incorporación de varios
miembros de los GD al trabajo asalariado, incluyendo a las mujeres. El capital
físico, medido por los servicios públicos, se ha acrecentado debido a la cercanía
con la cabecera municipal. El capital natural se encuentra conservado porque la
mayor parte de la población lo utiliza poco al dedicarse al trabajo asalariado; sin
embargo, está amenazado por el crecimiento urbano de Hecelchakán.

Estrategias de vida

Los GD de las comunidades se dedican simultáneamente a diversas actividades


productivas. Los tipos de actividades desarrolladas dependen básicamente
del acceso a las tierras mecanizadas. En Santa Cruz, donde la gran mayoría de
los GD no tiene acceso a terrenos mecanizados, la principal fuente de ingresos
proviene del trabajo asalariado. En Xkakoch y Chunhuas, con acceso limitado a
tierras mecanizadas, obtienen aproximadamente la mitad de su ingreso de las
actividades agropecuarias y la otra mitad lo obtienen del trabajo asalariado. En
Nohalal, constituida por pequeños productores comerciales, los ingresos provienen
preponderantemente de las actividades agropecuarias.

Con base en las actividades que representan la mayor proporción del ingreso
económico (Rello, 2001; De Janvry y Sadoulet, 2000) de los GD de las comunidades,
se estableció una clasificación de estrategias de vida (Tabla 5).

150
Tabla 5. Estrategias de vida según la estructura del ingreso (%/año) de los grupos
domésticos

Santa Cruz Xkakoch Chunhuas Nohalal


Fuentes de ingreso
Laboral Mixta Mixta Agrícola
-Producción de maíz 4,54 20,16 13,34 52,12
-Venta de carbón - 11,75 15,31 -
-Ganadería 0,31 2,96 8,99
-Apicultura 0,62 1,18 0,17 2,66
-Solar 4,15 2,54 2,96 0,85
-Venta de artesanías - 2,35 5,93 -
Subtotal 9,62 37,98 40,67 64,62
-Albañilería 47,77 7,05 28,10 0,24
-Maquiladora 10,22 31,02 11,85 -
-Servicios* 23,96 - 3,61 1,77
-Remesas - - - 6,07
-Subsidios 8,43 23,95 15,77 27,30
Subtotal 90,38 62,02 59,33 35,38
Total 100 100 100,00 100
Ingreso medio ($/año) 48,143 47,267 40,506 141,718

*Incluye el salario percibido por los trabajadores empleados en los servicios


públicos, tricitaxis, trabajadoras domésticas y comercio.

Estrategia laboral. En Santa Cruz, con estrategia de vida asalariada o laboral,


los ingresos más importantes provienen de la industria de la construcción, de los
servicios y de las maquiladoras. En conjunto, estas actividades representan el 80
% del ingreso percibido por los GD. El 20 % restante proviene de los subsidios
gubernamentales y en menor cuantía de las actividades agropecuarias.

La estrategia adoptada en Santa Cruz se debe a que más del 65 % de los GD no


tienen acceso a tierras ejidales. Adicionalmente, de las 1 180 hectáreas que posee
el ejido, sólo en 100 se puede practicar la agricultura mecanizada en parcelas de 2
o menos hectáreas.

Ante la imposibilidad de acceder a la tierra, los GD se dedican preponderantemente


al trabajo asalariado. Sin embargo, debido a que la mayor parte de los grupos sólo
cuenta con educación primaria inconclusa o completa, se emplean en actividades
de baja remuneración, como peones de albañiles, albañiles, tricitaxistas y en el
servicio doméstico. Estos empleos son temporales y se desarrollan principalmente
en la ciudad de Campeche y la cabecera municipal de Hecelchakán, localizados a
una distancia de 65 y 2 km respectivamente. La dinámica del empleo depende del
crecimiento de la economía local y estatal. Cuando el sector de servicios turísticos
y comerciales crece, el empleo de los peones y albañiles también aumenta. Los
empleos de tricitaxistas y de servicios domésticos se realizan en la cabecera
municipal y los ingresos que generan son muy fluctuantes.

151
Los miembros de los GD con secundaria terminada se emplean principalmente
en la maquiladora de Hecelchakán. La maquila ha generado empleos a jóvenes,
principalmente a mujeres de la cabecera municipal y de comunidades aledañas.
No obstante, este tipo de trabajo es inseguro, puesto que en su corta existencia
las maquiladoras registraron despidos de trabajadores en los años 2001, 2004 y
2006. Estos despidos coinciden con las tasas de crecimiento negativas del sector
textil y prendas de vestir registradas en México en el 2001 (- 8,6 %) y 2006 (- 0,9 %)
(Banxico, 2007).

Los apoyos de Gobierno en Santa Cruz son pequeños con relación a las otras
comunidades estudiadas, y proviene casi exclusivamente del programa asistencial
más importante de México: Oportunidades y los programas emergentes de
empleo temporal. El ingreso total promedio generado por esta estrategia no es
significativamente mayor que el obtenido por las comunidades con estrategia
mixta; sin embargo, es menor que el de la estrategia agrícola.

Estrategia mixta. La pluriactividad es la estrategia de vida predominante de


Xkakoch y Chunhuas. Estos ejidos combinan sus actividades agropecuarias con el
trabajo asalariado porque el acceso limitado a las tierras mecanizadas (1 - 4 ha) no
cubre las necesidades mínimas de subsistencia.

La importancia de las fuentes de ingreso varía sensiblemente en cada localidad.


En Xkakoch, las actividades agropecuarias generan 37,9 % de los ingresos, el
trabajo asalariado 38,0 % y los subsidios el 23,9 %. En Chunhuas, 40,67 % del
ingreso proviene de la agricultura, el 43,59 % del trabajo asalariado y 15,78 % de
los subsidios. Esta divergencia se debe a la extensión de los terrenos ejidales en
posesión para las actividades agropecuarias, el acceso a tierras mecanizadas, los
diferentes trabajos desempeñados, las habilidades en el trabajo y la organización
comunitaria.

En las comunidades coexiste la agricultura tradicional de RTQ con la agricultura


mecanizada. La agricultura mecanizada se introdujo a mediados de los 90, cuando
se les dotó de tierras aptas para practicar este sistema. En dicho período, Xkakoch
recibió 100 hectáreas y Chunhuas 118 hectáreas mecanizables que fueron repartidas
equitativamente entre los ejidatarios. El excedente de producción (75 %) obtenido
en esta modalidad se vende; esta es la mejor opción ya que el grano es susceptible
de infestarse por gorgojos cuando se almacena.

La milpa es una actividad en desaparición puesto que es practicada cada año por un
menor número de ejidatarios. Actualmente los productores calculan que menos del
30 % de los GD de las comunidades estudiadas practica este tipo de agricultura. El
abandono del sistema de RTQ está relacionado con el surgimiento de la agricultura
mecanizada y el aumento del trabajo asalariado en la maquila y la industria de la
construcción. El sistema mecanizado es más preferido que el sistema tradicional,
básicamente por las diferencias en productividad y en los apoyos gubernamentales:
PROCAMPO y Alianza para el Campo. A diferencia de la agricultura mecanizada, la

152
de RTQ destina su producción casi en su totalidad al autoabasto; no obstante, sólo
les asegura aproximadamente seis meses de consumo. El resto del año se compra
maíz para la elaboración de tortillas y pozol, muchas veces al doble del precio al
que ellos han vendido su maíz.

La producción agrícola mecanizada o de RTQ es vulnerable a los desastres naturales,


a la fluctuación del precio internacional de maíz y al aumento en el costo de los
insumos, principalmente el de los fertilizantes.

La elaboración de carbón vegetal es una actividad importante de la estrategia vida


mixta en las comunidades de Xkakoch y Chunhuas. Sin embargo, en Chunhuas,
la dotación media de tierra total por cada GD (20 ha) y su alta intensidad de uso
han provocado la desaparición del recurso. Por su parte, en Xkakoch, con menor
presión sobre la tierra (110 ha), el monte se ha mantenido en 35 % respecto a la
superficie total a partir de la introducción de la agricultura mecanizada a principios
de los 90.

El ingreso generado en las actividades primarias se completa con el trabajo


asalariado. En su mayoría los jóvenes (hijos de los ejidatarios) se emplean en las
maquiladoras y en la albañilería de las cabeceras municipales de Hecelchakán y
Calkini. Una minoría busca empleo en los centros urbanos de la región: Campeche,
Mérida y Cancún. Los jóvenes con interés de emigrar a los Estados Unidos se
encuentran carentes de redes de migración, razón por la cual la emigración a este
destino es prácticamente nula (Schuren, 2002).

El aumento de los GD encabezados por mujeres, y su exclusión del acceso a la


tierra, las obliga a salir de la comunidad en busca de empleo y por lo general es
poco reconocido y valorado. Como consecuencia, éstas descuidan la alimentación
y el cuidado de sus hijos, haciéndolos más vulnerables a padecer inseguridad
alimentaria.

Estrategia agrícola. La estrategia de vida en Nohalal se da mediante la


intensificación de la agricultura. Esta estrategia ha sido favorecida por la elevada
relación entre tierras de buena calidad y GD (18,0 ha). La principal fuente de
empleo son las actividades agropecuarias, que aportan el 61,1 % del ingreso, los
subsidios con el 27,3 % y las remesas con el 6,0 %.

Las actividades agropecuarias más importantes son el cultivo de maíz bajo el


sistema mecanizado y la ganadería bovina extensiva. El sistema mecanizado de
Nohalal ostenta uno de los más altos rendimientos de maíz (3,8 – 4,5 ton/ha) en
la región. La elevada productividad se debe al alto uso de insumos externos y a
la influencia de la tecnología de los menonitas 5, cuyos campos colindan con los
terrenos mecanizados del ejido. A pesar de los elevados rendimientos obtenidos,

5 Los menonitas, más que un grupo étnico bien definido, constituyen una amalgama de rasgos
religiosos, raciales y culturales muy peculiares. El grupo fue fundado por Menno Simons, un reformador
holandés, jefe de los anabaptistas moderados, en el siglo XVI. Llegaron a México procedentes de Canadá
a principios del siglo XX para establecerse en los Estados de Durango, Chihuahua y Zacatecas, México.

153
esta estrategia depende de las fluctuaciones del precio internacional del grano
y de las variaciones climáticas. De acuerdo con las autoridades ejidales de la
comunidad, durante los meses de julio y agosto de 2007, la irregularidad de las
lluvias y el paso del huracán Dean provocaron la pérdida de más del 50 % de la
superficie sembrada de maíz (comunicación personal).

En los últimos tres años, los productores de Nohalal aumentaron en 500 hectáreas
la superficie sembrada de maíz. Esto fue posible por la renta de las tierras
mecanizadas, concedida por los ejidos vecinos de Cumpich y Pomuch.

Entre los efectos negativos del la producción mecanizada están el alto uso de
insumos químicos y su repercusión en el suelo y la salud humana. En Nohalal
el cultivo de una hectárea de maíz requiere de 250 a 350 kg de fertilizantes por
ciclo, de 2 a 3 litros de herbicidas y 1 litro de insecticida. Estos agroquímicos se
aplican generalmente sin protección y sin el manejo adecuado de los envases y los
residuos. Adicionalmente, se desconoce el efecto del uso agroquímicos en el suelo
y en las corrientes de agua subterránea que existen en la región.

La ganadería bovina extensiva es una actividad que complementa el ingreso


de los GD de Nohalal. Esta funciona como una caja de ahorro, útil en épocas en
que se requiere de efectivo para comprar insumos, maquinaria o el tratamiento
de enfermedades graves del algún miembro del GD. La importancia relativa de
la ganadería varía de acuerdo con el número de cabezas que poseen los GD. De
acuerdo con este criterio, se consideran como productores grandes aquellos que
tienen hasta 60 cabezas de ganado, medianos los que tienen hasta 30 cabezas y
pequeños los que tiene 10 cabezas o menos. Las características de este tipo de
ganadería extensiva con baja inversión de capital y empleo de escasa fuerza de
trabajo coinciden con la reportada para Becanchen Yucatán, una comunidad con
estructura productiva similar a Nohalal (Cortina, et. al., 1992).

Otra fuente de ingresos importante son los subsidios, que representan una cuarta
parte del ingreso total de esta estrategia. Estos subsidios provienen tanto de
los programas asistenciales como de los programas sectoriales. Dentro de los
programas sectoriales destacan el PROCAMPO, Alianza para el Campo, Progan y
los subsidios directos a la compra de semilla, fertilizantes y diesel. Por ello, para la
estrategia agrícola son determinantes los subsidios gubernamentales.

Los integrantes de los GD de la estrategia agrícola no emigran hacia los centros


urbanos de la región; no obstante, existe un creciente número de emigrantes a los
Estados Unidos que han empezado a formar redes. La emigración es temporal y los
recursos captados se usan para mejorar la vivienda, comprar maquinaria y equipo
agrícola, o para ahorrar en el banco. El conjunto de actividades de la estrategia
agrícola genera tres veces más ingresos que los que se obtienen con las estrategias
asalariada y mixta.

154
Resultados de los modos de vida

Las estrategias tienen resultados que se pueden evaluar en relación con la


seguridad alimentaria, el ingreso, el bienestar, la vulnerabilidad o el uso de los
recursos naturales. En esta sección se analiza el vínculo entre la estrategia vida y
la seguridad alimentaria.

La seguridad alimentaria se entiende como el proceso por el cual todos los hogares
tienen acceso físico y económico en todo momento, a cantidades suficientes de
alimentos inocuos y nutritivos para llevar una vida activa y sana (FAO, 1996). Los
indicadores usados en esta investigación para evaluar la seguridad alimentaria
fueron: el porcentaje del gasto por concepto de alimentos en relación con el gasto
total que el GD realiza; la diversidad y calidad de los alimentos; y la autopercepción
de la seguridad alimentaria de los GD en las comunidades.

El porcentaje del gasto destinado a la alimentación es un indicador del recurso


económico que los GD disponen para la compran de alimentos. Con relación a este
indicador, se distinguen tres tipos de hogares: a) los que destinan alto porcentaje
del gasto a la compra de alimentos (75 % o más del gasto); los que destinan un
moderado porcentaje del gasto (30 – 75 %); y aquellos que destinan bajo porcentaje
del gasto (menos del 30 %). Con base en esta clasificación, los GD que destinan
menos del 30 % de su gasto en alimentos se definen como alimentariamente
seguros (Figueroa, 2005a).

De acuerdo con este criterio, las comunidades con estrategia mixta (Chunhuas y
Xkakoch) y asalariada (Santa Cruz) son alimentariamente inseguras ya que dedican
más del 50 % de su gasto a la compra de alimentos. Sin embargo, la comunidad con
estrategia agrícola (Nohalal) se encuentra muy cercana de alcanzar la seguridad
alimentaria, debido a que los GD dedican alrededor de un tercio de su gasto (37 %)
a la compra de alimentos (Tabla 6). Lo anterior, pone en evidencia que la posesión
de terrenos mecanizados iguales o mayores a 18 hectáreas aporta suficiente
maíz para autoabasto y el ingreso suficientes para compra de otros alimentos. En
Nohalal, la reducción del gasto en alimentos está asociada con un incremento del
gasto en la construcción de viviendas, la compra de equipos electrodomésticos
y el ahorro. Por el contrario, en las comunidades donde la dotación promedio de
tierras mecanizadas es igual o menor a cuatro hectáreas, o que se dedican al trabajo
asalariado, destinan una gran proporción del gasto a la compra de alimentos. La
alta proporción del gasto dedicado a la compra de alimentos no les permite mejorar
las condiciones de su vivienda y tampoco ahorrar.

155
Tabla 6. Estructura del gasto (%) de los GD en cuatro comunidades rurales del norte
de Campeche, 2006

Gastos Santa Cruz Xkakoch Chunhuas Nohalal


Alimentos 53,72 50,75 60,54 37,10
Vestido y calzado 2,69 3,46 2,52 3,64
Salud y educación 9,49 13,84 12,62 5,09
Insumos a la producción 2,02 19,87 8,17 20,02
Viajes 0,90 2,31 1,77 1,45
Construcción de viviendas 8,95 3,84 1,26 13,73
Fiestas y bebidas 9,85 0,46 7,57 2,48
Ahorro 3,58 1,83 0 4,39
Prestamos 1,79 3,20 2,52 5,90
Luz y agua 5,2 - 3,02 2,98
Electrodomésticos 1,79 0,44 - 3,64
Gasto promedio anual ($) 55,844 43,347 39,640 137,462
Total 100 100 100 100

El gasto por concepto de alimentos está estrechamente relacionado con la


diversidad y la calidad de los alimentos consumidos por los GD. Las comunidades
con estrategias laboral (Santa Cruz) y mixta (Xkakoch y Chunhuas), que dedican
la mayor proporción del ingreso a la compra de alimentos, son las que menor
diversidad de alimentos ingiere, especialmente de productos de origen animal.
En contraste, la comunidad con estrategia agrícola (Nohalal) que dedica alrededor
de un tercio de su ingreso a la compra de alimentos, es la que consume mayor
variedad de alimentos, particularmente de productos de origen animal, frutas y
verduras. Respecto a los productos de origen industrial y los granos y cereales, no
se observaron diferencias importantes (Tabla 7).

Tabla 7. Diversidad de alimentos consumidos

Grupos de alimentos Santa Cruz Xkakoch Chunhuas Nohalal

Granos y cereales 7 7 8 7

Productos de origen animal 4 2 5 7

Productos industrializados 5 7 6 7

Frutas y verduras 6 9 11 13

Total 22 25 31 34

156
Estos hallazgos coinciden con múltiples estudios sintetizados por Figueroa (2005a),
quien reporta que en los hogares con bajos niveles de ingreso la mayor parte de las
calorías proceden de hidratos de carbono amiláceos y tubérculos. Al aumentar el
ingreso económico de los GD, la alimentación se hace más compleja y variada, crece
la ingesta de grasa, particularmente de origen animal, y las calorías procedentes de
los alimentos amiláceos se reducen. Las proteínas de origen vegetal se sustituyen
parcialmente por las de origen animal (Figueroa, 2005a).

Adicionalmente, en los talleres se valoró la percepción de los GD sobre la seguridad


alimentaria. Para este propósito se realizaron 12 preguntas acerca de las alteraciones
en el consumo de alimentos por restricciones en el ingreso o de recursos disponibles
para la alimentación, así como las experiencias de hambre en el hogar durante
los últimos seis meses (Mercado y Lorenzana, 2000). Esta prueba se aplicó sólo
a cinco GD de cada localidad. De acuerdo con este indicador, todos los GD de
las comunidades se consideran alimentariamente inseguros, con excepción de un
grupo, localizado en Santa Cruz. En Xkakoch se tiene la percepción de inseguridad
alimentaria leve, en Santa Cruz es moderada y en Chunhuas es severa (Tabla 8).
Estos resultados tienen correspondencia con los indicadores antes comentados.
No obstante, contradicen los resultados de Nohalal, donde los GD se consideran
con inseguridad severa y leve. Lo anterior se debe a que los GD consideran que la
información recabada podría usarse como argumento para retirarles el apoyo del
Programa Oportunidades.

Tabla 8. Autopercepción de la seguridad alimentaria en cuatro comunidades del norte


de Campeche

Comunidad
Tipo de Seguridad
alimentaria Santa Cruz Xkakoch Chunhuas Nohalal Total

Seguro 1 0 0 0 1
Inseguridad leve 1 5 0 2 8
Inseguridad moderada 3 0 1 0 4
Inseguridad severa 0 0 4 3 7
Total de GD 5 5 5 5 20

Nota: Los valores corresponden al número total de GD con cierto tipo de seguridad
alimentaria

157
De acuerdo con información oficial del Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el nivel de pobreza en México medido por
el ingreso de las familias ha tenido una tendencia decreciente desde 1996. En el
período 1996-2005, la pobreza alimentaria 6 pasó de 37,4 % a 18,2 % de la población
total, la pobreza de capacidades pasó de 46, 9 % a 24,7 % y la pobreza de patrimonio
pasó de 69,0 % a 47,0 % (CONEVAL, 2007a). En el 2005, los niveles de pobreza
en el estado de Campeche fueron ligeramente superior al promedio nacional: la
pobreza alimentaria alcanzó al 20 % de la población, la de capacidades al 27,3 %
y la de patrimonio al 51,4 %. Particularmente para los municipios que conforman
la región de estudio, CONEVAL (2007b) reporta una importante diferenciación del
nivel de pobreza alimentaria, siendo para Calkini de 43,0 %, para Hecelchakán de
27,8 % y para Tenabo de 25,8 %.

Una de las manifestaciones de la tendencia decreciente de la pobreza en México


(CONEVAL, 2007a) ha sido la reducción de la desnutrición infantil. De acuerdo con
los Censos Nacionales de Talla (CNT ), la prevalencia de talla baja en escolares de 6
a 9 años en México se redujo de 17,9 % en 1994 a 13,3 % en 1999, y 8,9 % en 2004
(Chávez y Ávila, 2006). Por su parte, en el estado de Campeche, la prevalencia de
talla baja disminuyó de 29,7 % en 1994 a 20,5 % en 1999, y 11,3 % en 2004 (CNT,
2004). No obstante, una evaluación reciente en nueve comunidades de la región
de estudio, indica que la prevalencia de talla baja fue de 29,88 % (Pat, 2006).
Estos datos indican que en la región la prevalencia de baja talla tiene un rezago
significativo respecto al promedio del estado.

Políticas públicas y fortalecimiento de las capacidades y las instituciones

La descampesinización entendida como el empobrecimiento y la proletarización de


los campesinos 7 es una tendencia creciente en América Latina (Figueroa, 2005b).
Este proceso ocurre cuando el poder de compra del producto de los campesinos
se reduce en cada ciclo, debido a que el aumento de su productividad es inferior
al aumento de la productividad de los agricultores empresariales. En estas
condiciones, cuando los campesinos se vinculan con el mercado, se perfilan al
empobrecimiento y a la descomposición de su modo de vida. Este proceso afecta
primero a los pequeños campesinos (subsistencia), se extiende gradualmente hacia
los medianos (estacionarios) y más tarde afecta a los grandes (excedentarios). La
globalización ha acelerado la descomposición del campesino; en México, a fines
de los 90 se calculó que el número de productores de maíz y fríjol que dejaron de
cultivar con vistas al mercado, fue de 1,4 millones (Figueroa, 2005b).

Frente a esta problemática, el Estado mexicano ha implementado algunas políticas


públicas entre las que destacan PROCAMPO, Alianza para el Campo, PROCEDE y

6 La pobreza alimentaria se refiere a la condición de los hogares cuyos ingresos son insuficientes para garantizar
el consumo mínimo establecido en una canasta alimentaria normativa. La pobreza en capacidades considera a
los hogares cuyos ingresos son insuficientes para cubrir conjuntamente sus necesidades básicas de alimentación,
salud y educación. La pobreza de patrimonio considera a los hogares cuyos ingresos son insuficientes para
satisfacer, en su conjunto, sus necesidades de alimentación, salud, educación, vivienda, vestido y transporte.
7 Los campesinos son pequeños productores que explotan una extensión suficiente para su reproducción,
usando por lo general su propia fuerza de trabajo.

158
Oportunidades. No obstante, su efectividad ha sido muy limitada ya que la pobreza
en el medio rural del país permanece en niveles altos. En 2004, el 28 % de los
habitantes de las zonas rurales se encontraba en niveles de pobreza extrema y el
57 % en una situación de pobreza moderada (Escalante, 2006). Una manifestación
de la pobreza rural son las condiciones precarias de alimentación en la población
indígena localizada en los estados sureños de Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Veracruz,
Yucatán y Campeche. En Campeche, por ejemplo, de acuerdo el Índice de Riesgo
Nutricional (IRN) 8, la situación alimentaria general empeoró en el período de 1990
a 2000, ya que el IRN pasó de moderado a alto (Roldan et al., 2003).

Una de las razones principales de la poca eficacia de las políticas públicas radica
en que no se reconoce la heterogeneidad de los recursos comunitarios y de los
GD, sesgo que ha favorecido a la agricultura comercial a costa de la de autoabasto.
Como el PROCAMPO apoya con un pago directo por hectárea ($ 1,120 por ha),
los GD de Xkakoch y Chunhuas, con agricultura tradicional, recibieron en el año
2006 en promedio $ 3,696; y los de Nohalal, con agricultura comercial, recibieron
$ 20,160. Estas diferencias en los apoyos se deben a la dotación de tierras; en
Xkakoch y Chunhuas el tamaño medio de los predios es de 3,3 hectáreas, en tanto
que en Nohalal es de 18 hectáreas.

En este mismo plano, el Programa de Alianza para el Campo, cuyos apoyos se centran
en la ferti-irrigación, el establecimiento de praderas, el uso de insumos industriales
(semillas y agroquímicos), la compra de equipo, maquinaria, y el financiamiento de
proyectos, tiene una clara orientación hacia la agricultura comercial. Este tipo
de políticas excluye a la mayor parte de los GD minifundistas que combinan la
producción de autoabasto con el trabajo asalariado.

Por su parte, el PROCEDE ha tenido poco impacto para aumentar la productividad


agrícola y promover la inversión a través de la agregación de tierras por compra-
venta y asociación entre productores. Autores como Appendini (2001) indican
que la compra-venta de tierras no se ha extendido ni en número ni en espacio.
La mayoría de las transacciones se han realizado mediante la renta. La tendencia
observada en la región estudiada revela que los GD con parcelas de mayores
dimensiones, dedicadas a la producción comercial, toman tierras en renta,
mientras que los poseedores de parcelas pequeñas dedicadas al autoabasto las
dan en arrendamiento. Asimismo, la asociación entre agricultores es inexistente
en la región.

Este tipo de políticas no ha contribuido a reducir la pobreza puesto que no reconoce


la heterogeneidad de los recursos que poseen los GD en el medio rural. Por esta
razón, es necesario formular políticas que reconozca las diferencias de los modos
de vida de los GD.

8 El índice de riesgo nutricional es un indicador que evalúa la situación nutricional mediante 14 variables
agrupados en tres bloques: a) variables de mortalidad, b) sociales y c) antropométricas.

159
Otras políticas se han enfocado en ampliar las capacidades y las oportunidades de
los pobres, apostando a la erradicación de la pobreza de las generaciones futuras
y condenando a la actual a permanecer en ella, en un escenario de incertidumbre
económica. El Programa Oportunidades ocupa un espacio central en la estrategia
nacional para promover el desarrollo de las capacidades de las personas, para
romper con la transmisión intergeneracional de la pobreza (SEDESOL, 2003). Este
programa opera a través de becas para quienes asisten de tercero de primaria a
tercero de secundaria 9, apoyos a la alimentación familiar y atención a la salud,
y busca que una mayor proporción de niños y jóvenes terminen la educación
secundaria. Se supone que ello redundará en una menor incidencia de la pobreza
en la próxima generación, mediante el aumento del nivel de escolaridad de jóvenes
y niños. Sin embargo, la mayor educación sólo se traducirá en un mayor ingreso
si y sólo si las oportunidades económicas crecen, y si los niveles de educaciones
adquiridos generan rendimientos importantes en el ingreso (Boltvinik, 2000). Los
estudios para México señalan que los mayores rendimientos se observan para la
educación preparatoria y superior (Rojas et al., 2000).

También las políticas públicas han ignorado que el combate a la pobreza requiere
de un cambio en las instituciones, entendida ésta como las normas y las reglas
entre los actores sociales (Rello, 2001). La importancia de las instituciones radica
en que constituyen el sistema de incentivos y restricciones que determinan el
comportamiento de las organizaciones (Flores y Rello, 2002).

Se requiere de instituciones que operen bajo nuevas normas y reglas que eliminen
las viejas prácticas (restricciones) del clientelismo y corporativismo bajo las cuales
han funcionado las organizaciones 10, como en los casos de Chunhuas y Xkakoch.
También es necesario eliminar la formación de organizaciones efímeras que sólo
responden a las condiciones de apoyo estatal y federal, como en el caso de Nohalal.
Este tipo de organizaciones han desalentado la democracia, la transparencia,
la acción colectiva y la participación de las mujeres como mecanismos para la
solución de los problemas.

CONSIDERACIONES FINALES

Una estrategia para mejorar las condiciones de vida de los GD en las comunidades
estudiadas es el fortalecimiento de las organizaciones locales y la capacidad de
trabajo de la gente. Sin embargo, las demandas de los participantes en los talleres
realizados en las comunidades de Santa Cruz, Xkakoch y Chunhuas se relacionan
primordialmente con las necesidades básicas, como la extensión de los servicios
de salud y abastecimiento de medicamentos. Esto se debe a que los GD relacionan
las enfermedades con la descapitalización, ya que para cubrir los gastos médicos

9 Actualmente el programa otorga becas a niñas(os) y jóvenes a partir del tercero de primaria hasta el último
grado de educación media superior (preparatoria).
10 Las organizaciones son grupos de personas asociadas mediante reglas internas para alcanzar objetivos
comunes.

160
recurren frecuentemente al empeño de joyas y terrenos o la venta de ganado mayor,
lo que en cierta medida compromete su estrategia de supervivencia. Después se
centran en las actividades que desarrollan, como el aumento en los subsidios, el
empleo temporal y mejores salarios; lo que refleja la diversificación de actividades
de los GD y la pérdida de importancia relativa de la agricultura, principalmente en
la estrategia de vida mixta. De las tres comunidades estudiadas Chunhuas, figura
en cuarta prioridad la demanda por ampliar el nivel de educación secundaria y
preparatoria. En Nohalal la gente identifica como prioridades el aumento a los
subsidios a las actividades agropecuarias, la educación y los servicios de salud
(Tabla 9). No obstante, ninguna de las comunidades planteó la necesidad de hacer
cambios en las organizaciones locales.

Tabla 9. Priorización de los deseos de cambio en cuatro comunidades del norte de


Campeche

Estrategia
Estrategia mixta Estrategia agrícola
laboral

Santa Cruz Xkakoch Chunhuas Nohalal

1. Atención 1. Mayores subsidios


1. Atención médica 1. Atención médica
médica a las actividades
permanente permanente
permanente agropecuarias
Priorización comunitaria

2. Aumento del 2. Disponibilidad de 2. Mejorar las 2. Impartición del nivel


salario mínimo. medicamentos viviendas y calles preparatoria

3.
Disponibilidad 3. Mayor empleo 3. Mayor empleo 3. Atención médica
de temporal temporal permanente
medicamentos
4. Mayores
4. Impartición de 4. Introducción del
4. Mayores subsidios a las
nivel secundaria y sistema de riego en las
subsidios actividades
preparatoria tierras mecanizados
agropecuarias

5. Créditos
5. Creación de
5. Erradicar el 5. Acceso a crédito subsidiados a
infraestructura para el
alcoholismo agrícola las actividades
acopio de maíz
agropecuarias

En México, el Programa Oportunidades constituye la política central de combate


a la pobreza en los rubros de alimentación, salud y educación. Para mejorar las
condiciones de alimentación en los hogares, dicho programa transfiere apoyos
monetarios a las madres, y entrega suplementos alimenticios a niños menores
de cinco años, mujeres embarazadas y en lactancia (SEDESOL, 2003). A pesar de

161
que Oportunidades ha sido evaluado satisfactoriamente por agencias externas
( Wondon et al., 2003), es un programa que no resuelve a fondo los problemas
de alimentación, debido a que no mejora las capacidades de producción ni de
generación de ingresos a corto y mediano plazo de los hogares. Por esta razón,
con la información obtenida en los talleres se identificaron algunos programas e
instituciones para reducir la inseguridad alimentaria en la región, mediante: a) el
aumento de la producción de alimentos, b) el incremento del poder de compra
(ingresos) y c) la mejora del aprovechamiento biológico de los alimentos (Tabla 10).
La implementación de estas acciones debe reconocer los diferentes modos de vida
de las comunidades, la participación social, y la coordinación interinstitucional de
los programas gubernamentales.

Tabla 10. Programas e instituciones identificadas para mejorar la seguridad


alimentaria

Estrategia y Producción de Aumento del ingreso para compra Aprovechamiento


comunidad alimentos de alimentos biológico de alimentos

*Prevención de
*Aumento de la
las enfermedades
producción de maíz
respiratorias y diarreicas.
mediante mejores *Generación de valor agregado
*Mejoramiento de las
prácticas agrícolas mediante la integración de la
prácticas de higiene
y el uso del riego en agricultura con la ganadería.
y conservación de los
pequeña escala. * Formación de economías de escala
alimentos.
*Intensificación de la a través de la compra de insumos
*Programas de
Agrícola: actividad ganadera. agrícolas y la venta de la producción.
educación nutricional
Nohalal *Producción * Venta de los excedentes de la
(valor nutricional
integrada del solar: producción del solar.
de los alimentos
hortalizas, frutales y
y las necesidades
animales domésticos.
nutricionales).

*Prevención de
*Sostenimiento del
*Acceso a la tierra y la educación las enfermedades
sistema RTQ.
media y superior de las mujeres. respiratorias y diarreicas.
*Producción
*Venta de los excedentes de la *Mejoramiento de las
integrada del solar:
Mixta: producción del solar. practicas de higiene
hortalizas, frutales y
Chunhuas y *Diversificación de la producción y conservación de los
animales domésticos.
Xkakoch apícola (polen, cera, abeja reina, etc.) y alimentos.
*Aumento de la
certificación orgánica de la miel *Programas de educación
producción apícola
nutricional.

*Prevención de
*Venta de los excedentes de la las enfermedades
*Producción producción del solar. respiratorias y diarreicas.
integrada del solar: *Acceso a la educación media y *Mejoramiento de las
Laboral:
hortalizas, frutales y superior de las mujeres. prácticas de higiene
animales domésticos. *Programas de capacitación técnica y y conservación de los
Santa Cruz
profesional. alimentos.
*Educación nutricional.

162
En la comunidad con estrategia agrícola (Nohalal) se proponen programas
que permitan aumentar la productividad agrícola, el desarrollo de sistemas
agrosilvopastoriles intensivos de la ganadería, el aumento del valor agregado
de la producción agropecuaria y la formación de economías de escala. En las
localidades con estrategia mixta (Chunhuas y Xkakoch) se sugieren programas
de sostenimiento de la milpa, la producción integrada y venta de excedentes del
solar, el aumento y diversificación de la producción apícola, así como el acceso a
la tierra y la educación de las mujeres. En las comunidades con estrategia laboral
(Santa Cruz) se plantea la producción integrada y la venta de excedentes del solar,
el acceso de las mujeres a la educación y la capacitación laboral. Finalmente, para
todas las comunidades se sugiere el desarrollo de programas de prevención de
enfermedades respiratorias y diarreicas, mejorar las prácticas de manejo higiénico-
sanitario de los alimentos y brindar educación nutricional (Tabla 10).

163
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AGRADECIMIENTOS

Los autores agradecen el apoyo financiero del Fondo Mixto: CONACYT-Gobierno


del Estado de Campeche a la presente investigación (FOMIX-31326). Agradecen
también al Dr. Juan Pat Fernández, al Ing. Pablo Hernández Bahena y a Emmanuel
Valencia Barrera por el respaldo técnico durante la realización del trabajo de
campo. A los revisores designados por la FAO por sus valiosos comentarios.

167
168
ANEXO 1: Tabla 1. Indicadores de modos de vida sostenibles

Sta.
CAPITALES INDICADORES Xkakoch Chunhuas Nohalal
Cruz
1. El financiamiento anual de las actividades agropecuarias y por cuenta propia requiere de la venta de activos o el endeudamiento con prestamistas locales.
2. El financiamiento anual de las actividades agropecuarias y por cuenta propia requiere del endeudamiento con prestamistas locales.
3. Los diversos ingresos económicos de la unidad doméstica le permiten financiar sus actividades productivas, pero no pueden realizar mejoras .
4. Los ingresos de la unidad doméstica le permite financiar sus actividades y hacer pequeñas mejoras en sus actividades productivas.

FINANCIERO
5. La unidad doméstica tiene una solvencia económica que le permite financiar las innovaciones de sus actividades económicas mediante el crédito comercial
1. La cantidad de tierra por unidad doméstica es insuficiente para autosostenerse. La tierra y el agua muestran signos de deterioro. La presencia de malezas y plagas encarecen el cultivo y
generan riesgo de pérdida de cosechas.
2.La cantidad de tierra por unidad doméstica es insuficiente para autosostenerse. La tierra y el agua se encuentra en riesgo de deteriorarse
3. La cantidad de tierra por unidad doméstica es suficiente para autosostenerse. La tierra y el agua no se han deteriorado.

NATURAL
4. La cantidad de tierra por unidad doméstica es suficiente para autosostenerse y produce excedentes. La tierra y agua se encuentran conservadas.
5. La cantidad de tierra por unidad doméstica es suficiente para autosostenerse y existen reservas comunitarias. Se realizan actividades de conservación ambiental.
1. Las estructuras sociales comunitarias son inoperantes. No existen organizaciones de productores.
2. Las estructuras sociales comunitarias son inoperantes; las organizaciones de productores son incipientes y tienen pocos agremiados; no existen relaciones con organizaciones de productores
u ONG regionales o nacionales.

3. Las estructuras sociales comunitarias se mantienen en funcionamiento; las organizaciones de productores están en consolidación y agregan un número significativo de unidades domésticas
(25-50 %). Los representantes comunitarios son consultados, pero no participan en la toma de decisiones. La participación de las mujeres es mínima. Existen relaciones incipientes con
organizaciones externas.

SOCIAL
4. Las estructuras sociales comunitarias funcionan en forma adecuada. Las organizaciones de productores están consolidados y agregan a la mayoría de las unidades domésticas (51-80%). Los
representantes comunitarios participan en la toma de decisiones. La participación de las mujeres es baja. Existen relaciones fuertes con organizaciones externas.

5. Las estructuras sociales comunitarias propician una vigorosa identidad colectiva; las organizaciones de productores son robustas y generan acciones colectivas significativas. Los representantes
comunitarios y las mujeres participan en los órganos de toma de decisiones. Se mantienen relaciones importantes con organizaciones externas.

1. Los miembros de las unidades domésticas presentan problemas de desnutrición, salud, educación y capacitación. Hay ausentismo en el trabajo. Los niños participan fuertemente en la
generación de ingresos. Las mujeres dedican mucho tiempo al acarreo de agua y leña. La productividad de la mano de obra es muy baja.
2. Los miembros de las unidades domésticas presentan problemas leves de salud; baja escolaridad y capacitación. La productividad de la mano de obra es baja.
3. Los miembros de las unidades domésticas tienen salud y educación adecuadas, y han recibido una adecuada capacitación para los diversos trabajos que desempeñan. Las mujeres participan
en actividades económicas vigorosas. La productividad de la mano de obra tiene un nivel medio.
4. Los grupos domésticos tienen salud y educación buenas, y han recibido adecuada capacitación. Las mujeres se han incorporado al mercado laboral en los servicios y la maquiladora. La

HUMANO
productividad de la mano de obra es media. Los niños cuentan con educación elemental y los jóvenes con educación media.

5. Los miembros de las unidades domésticas tienen salud y educación robustas, y tienen una capacitación continua que les permite introducir innovaciones. La productividad de la mano de obra
es alta. Los jóvenes tienen una educación media y superior que les permite ubicarse en empleos no agropecuarios, en áreas semiurbanas y urbanas.

1. Las unidades domésticas sólo cuentan con instrumentos manuales tradicionales para realizar sus actividades productivas. Los costos de transacción son muy altos porque la infraestructura
de caminos y comunicaciones es mala.
2. Las unidades domésticas sólo cuentan con instrumentos manuales tradicionales y herramientas para realizar sus actividades productivas. Los costos de transacción son altos porque tienen
caminos accesibles solo una parte del año y se encuentran lejanos a los centros de población urbanos y cabeceras municipales.
3. Las unidades domésticas cuentan con animales de trabajo y/o pequeñas máquinas/herramientas. La comunidad cuenta con servicios de agua y electricidad, y tienen caminos accesibles todo
el tiempo.

FISICO
4. Las unidades domésticas cuentan con pequeñas maquinaria/herramienta. La comunidad cuenta con servicios de agua y electricidad, caminos rurales y transporte colectivo.

5. Las unidades domésticas cuentan con máquinas y herramientas. En la comunidad existen todos los servicios públicos, caminos rurales o pavimentados transitables todo el año, e infraestructura
productiva adecuada.
Seguridad alimentaria y nutricional
y seguridad en el acceso a semillas.
6 Influencia de la política pública en
Bolivia sobre los pequeños agricultores.

AUTOR:

Javier Cabero
javiercabero@yahoo.com
FUNDAP
6
RESUMEN

En su primera parte, el artículo analiza el Sistema de Provisión de Semillas (SPS)


de Yesera Norte, una comunidad campesina situada en el departamento de Tarija,
en Bolivia, y en una segunda, contrasta éstas características con la política pública
boliviana sobre semillas, ejecutada por el Programa Nacional de Semillas (PNS)
con el propósito de analizar cuál es su influencia sobre la seguridad en el acceso a
semillas (seeds security o SS) de los campesinos, de la cual depende la seguridad
alimentaria y nutricional (SAN).

Encontramos que los campesinos de Yesera Norte: a) producen de manera integrada


casi toda la semilla que usan; b) cuentan con redes de aprovisionamiento basadas
en relaciones tradicionales de reciprocidad, que les permiten comprar semillas del
SPS local, con certificación “del vecino”; c) las semillas que producen o que compran
del SPS campesino están muy bien adaptadas a sus condiciones productivas;
d) desconfían de las semillas del sistema formal que, además de ser más caras,
usualmente no responden a sus condiciones productivas, y cuya certificación les
es poco confiable.

Sin embargo, como todo sistema es dinámico, la tendencia del SPS campesino se
orienta hacia una situación de riesgo. Le afecta el hecho de que la normativa nacional
sobre semillas bloquea de modo directo la producción de variedades locales
(landraces). El Programa Nacional de Semillas sólo considera y usa al SPS campesino
como fuente de genes; además, sin su previo e informado consentimiento.

Por ello consideramos que es necesario replantear los términos de la relación entre el
SPS campesino y el SPS formal, orientándola a aprovechar las complementariedades
existentes entre ambos sistemas; es decir, a compensar las debilidades de un
sistema con las fortalezas del otro, y no a intentar que el SPS formal se constituya
en el único proveedor, como actualmente pretende el PNS, lo que debilitaría la
SAN.

Palabras claves: Semillas, recursos genéticos, Sistema de Provisión de Semillas,


campesinos, landraces, seguridad en el acceso a semillas, Programa Nacional de
Semillas, política publica, certificación, variedades, seguridad alimentaria.

171
ABSTRACT

In it’s first part, the article describes the Seeds Supply System (SPS) of North Yesera,
a small-scale farmers’ community located in Tarija, Bolivia; and in a second part, it
contrasts these characteristics with the Bolivian public policy on seeds, executed
by the National Seed Program (NSP) in order to analyze its pertinence –the way it
influences– farmer’s seeds security access (seeds security or SS).

We found that the farmers of North Yesera count on factors that promote the seeds
security access: a) they produce almost all the seed they use, in an integrated way;
b) they count on supply networks based on traditional relations of reciprocity, that
allow them to buy seeds from the local SPS, with “neighbor’s” certification; c) the
seeds that they produce or buy from the rural SPS are very well adapted to their
productive conditions; d) they distrust seeds that come from the formal system,
that are not only more expensive and not as well adapted to their productive
conditions, but also their certification seems less reliable to them.

Nevertheless, as in all dynamic systems, the SPS of North Yesera has the tendency
to be oriented towards a risk situation. It is affected by the fact that the national
regulations on seeds are formulated in a way that directly blocks the production of
local varieties (landraces). The National Program of Seeds only considers, and uses
the rural SPS as a source of genes; in addition, without its previous and informed
consent.

In regards to the above mentioned, we consider that it is necessary to reformulate


the relationship between the rural SPS and the formal SPS. Such reorientation must
be focused on compensating the weaknesses of one system with the strengths of
the other, and not to make the formal SPS the sole supplier, as the National Seed
Program intends.

Key words: Seeds, genetic resources, Seeds Supply System, small-scale farmers,
landraces, seeds security, National Seed Program, public policy, certification,
varieties, Food Security.

172
INTRODUCCION

La seguridad alimentaria y nutricional (SAN) depende de las semillas, sin las cuales
no hay agricultura. El acceso a las semillas, y la calidad de éstas, depende del
mecanismo denominado Sistema de Provisión de Semillas, o SPS, el cual según
Maredia (1999): “representa el complejo conjunto de instituciones, organizaciones,
e individuos asociados con el desarrollo, multiplicación, almacenamiento,
distribución y mercadeo de semillas, en un país dado”.

Los SPS han evolucionado históricamente partiendo del sistema denominado


tradicional o campesino, en el cual las familias campesinas desempeñan todas las
funciones, incluyendo el desarrollo de semillas, su multiplicación, procesamiento,
venta e intercambio. Con el advenimiento de la Era Industrial se ha conformado
otro, denominado formal, que “reúne a organizaciones especializadas en el
cumplimiento de específicos roles para proveer de semillas a los agricultores”
(Maredia, 1999). A la fecha, ambos sistemas coexisten. En Bolivia y América Latina,
el SPS tradicional proporciona todavía cerca al 70 % de la semilla usada por los
campesinos (Louwaars, 1994; Cromwell, 1996; Lewis, 1997; Cabero, 2004). Por
tanto, en las actuales circunstancias la SAN en Bolivia depende de la fortaleza del
SPS campesino.

Los objetivos de la investigación fueron los siguientes:

i. Caracterizar y analizar la política pública sobre semillas del Estado boliviano


y su influencia sobre el nivel de seguridad del acceso a semillas (seeds security)
de los campesinos parcelarios.
ii. Analizar que factores que condicionan a los campesinos parcelarios para que
usen semillas provenientes del SPS campesino y/o del SPS formal, y cómo es
afectada la seguridad alimentaria y nutricional (SAN).

La investigación fue realizada bajo la modalidad de estudio de caso, cualitativo, ex-


post facto. Elegimos el enfoque cualitativo porque pone interés en los contextos y
los procesos en los cuales tienen lugar las experiencias humanas, como también en
los significados, en cómo la gente piensa, interpreta, y actúa en el mundo (Taylor
et al, 1986).

El estudio estuvo localizado en la comunidad denominada Yesera Norte, en el


departamento de Tarija, situada a 50 km al noroeste de la ciudad de Tarija, en el
extremo sur de Bolivia (21° 10’ S, 64° 26’ O). Limita con las siguientes comunidades:
al sur con la comunidad de Yesera Centro; al norte con San Sebastián; al oeste
con Sella; y al este con Chiguay Polla. En una primera etapa el levantamiento de
la información duró todo el año 2003 y parte del 2004, actividad destinada a la
redacción y presentación de una tesis de Magíster en la Universidad Austral de
Chile. Posteriormente, en el año 2006, se reunió información adicional y se verificó
la consistencia de los datos.

173
MATERIALES Y METODOS

Método

Usamos en la investigación el método denominado Participatory Rural Appraisal


(PRA) que describe a “un creciente conjunto de enfoques y métodos que habilitan
a la gente local a compartir, aumentar y analizar sus conocimientos sobre sus
condiciones de vida, para planear y actuar” (Chambers, 1997, traducción suplida).
Su uso implicó una relación de colaboración entre la comunidad y el investigador.
El PRA es un enfoque intensivo, iterativo, flexible, fenomenológico, en el cual
el diálogo juega un rol central, así como variados tipos de comunicación y
visualización, y la triangulación de datos respecto a las fuentes de información,
sitios, técnicas y métodos.

Estrategia de muestreo

La estrategia usada fue la de muestreo intencional, no-probabilístico. En una primera


etapa, consideramos como Universo al conjunto de comunidades campesinas del
Valle Central del Departamento de Tarija. En base a este universo, elaboramos un
listado amplio de comunidades, que luego reducimos a unas pocas, en base a
criterios como el acceso vehicular, distancia, nivel de emigración, nivel organizativo
y vínculos con líderes locales, seleccionando finalmente a la comunidad Yesera
Norte por su predisposición a participar de modo activo en la investigación.

Las unidad de análisis fueron los SPS familiares, los cuales constituyen el SPS
comunal de Yesera Norte. El total de familias de Yesera Norte consideradas dentro
de la investigación fue de 82 familias. Excluimos a otras familias y habitantes en
este mismo espacio, pero que no pertenecían a la comunidad, como los profesores,
el personal de salud, o a familias campesinas que habían cambiado de actividad
económica convirtiéndose en transportistas, tenderos o albañiles. La información
fue reunida usando una combinación de actividades y procedimientos, entre ellos:
i) talleres donde era invitada toda la comunidad; ii) observación de sus prácticas
en cuanto a las semillas; iii) análisis documental; iv) entrevistas en profundidad
a 20 informantes claves seleccionados de manera aleatoria , tras estratificar a las
familias de Yesera en tres grupos.

RESULTADOS Y DISCUSION

El Sistema de Provisión de Semillas (SPS) de la comunidad Yesera Norte

Origen y composición

Los orígenes del SPS de Yesera Norte se remontan al periodo pre-colonial;


probablemente a épocas cuando se realizaron las primeras domesticaciones

174
de plantas, entre 10 000 a 12 000 años atrás, periodo en el cual anónimos fito-
mejoradores empezaron a domesticar animales y plantas en ciertas regiones del
planeta, conocidas hoy como Centros de Origen o Centros Vavilov 1, en homenaje a
quien los identificó. Estos mejoradores seleccionaron de modo sistemático ciertas
características útiles presentes en algunas especies y variedades silvestres, para
así obtener frutos más dulces o más picantes, de rápido crecimiento, facilidad
de cultivo, mayor rendimiento, etc. De esta forma, tanto plantas como animales
que hoy forman parte de nuestra dieta, cambiaron drásticamente con respecto a
sus parientes silvestres, al punto que hoy no es fácil reconocer a sus antepasados
(Balick y Cox, 1997).

La Colonia añadió algunas especies al SPS de Yesera, por ejemplo, el trigo (Triticum
aestivum), la vid 2 (Vitis vinifera) y otros frutales, prohibiendo el cultivo y consumo
de varias otras, como el caso del amaranto (Amaranthus caudatus L y Amaranthus
hypochondriacus), cuyo cultivo fue penalizado por estar relacionado a rituales
religiosos considerados idólatras, a pesar de su valor nutritivo (Balick, 1997).

Actualmente las familias de ésta comunidad cultivan un promedio de 15 especies


con valor significativo en términos económicos, o de seguridad alimentaria;
estando 3 de ellas amenazadas: el trigo (Triticum aestivum), el haba (Vicia faba),
y el frijol (Phaseolus vulgaris) pues se cultivan cada vez menos. Otras 6 especies
se han dejado de cultivar, perdiéndose todo el material genético del amaranto
(Amaranthus caudatus L y Amaranthus hypochondriacus), quinua (Chenopodium
quinoa), oca (Oxalis tuberosa), papa lisa (Ullucos tuberosus), maní (Arachis spp.), y
batata (Ipomea batatas). Estas especies que indicamos son muy importantes en
términos de SAN, especialmente la quinua y el amaranto, que además de poseer
todos los aminoácidos esenciales, aportan ( junto al frijol) la lisina, complemento
esencial para que una comunidad como Yesera tenga una dieta equilibrada, ya que
usa el maíz (carente de lisina) como base de su dieta.

La perdida de diversidad fitogenética se refleja también en el número de variedades,


encontrándose 10 de ellas amenazadas, habiendo desaparecido 43 (Cabero, 2004).
Esta situación es agravada por la inexistencia de fuentes que les permitan reponer
las variedades perdidas, situación que afecta directamente a la SAN, pues cuanto
más ancha es la base genética, menor es el riesgo de una pérdida total por efecto
de la resistencia horizontal (Friis-Hansen, 1999). De hecho, las mezclas varietales
y de cultivos reducen generalmente la probabilidad de la aparición de plagas y
enfermedades, en contraste con los monocultivos, más vulnerables a ellas (Altieri,
1984; Shiva, 1996; Chambers, 1997). Dicha diversidad es valiosa para la SAN
también a escala global pues según Almekinders (2001 b): “la diversidad genética
mantenida en los SPS locales a través de su uso por los campesinos, representa un
valioso recurso, no sólo relevante para ellos, sino también para la humanidad en
general, pues puede proveer genes y combinaciones de genes, importantes para el
mejoramiento varietal”, lo que repercutirá positivamente sobre la SAN.

1 Al respecto véase http://www.serve.com/ecobooks/vavilov.htm.


2 Que es cultivada usando como espaldera árboles de molle (Schinus molle) y churqui (Acacia caven).

175
Ahora bien, la erosión genética descrita no debe ser vista únicamente como pérdida
de germoplasma, sino también como una pérdida del conocimiento acumulado
durante milenios vinculado a su cultivo, selección y conservación (Friis-Hansen,
1999; Musa, 2000; Crucible II Group, 2001). Por efecto de esta erosión cultural los
jóvenes de Yesera, si intentasen equilibrar su dieta cultivando de nuevo quinua
o amaranto, atravesarían dificultades a no ser que algún anciano los asesore, o
reinventen las técnicas.

Usos de las semillas

Podemos clasificar las semillas que usan los SPS familiares de Yesera Norte en dos
grandes grupos: a) semillas como insumo productivo; b) semillas como medio
de innovación y renovación del germoplasma del SPS familiar. Las fuentes de
provisión que usan son las siguientes: i) familiar y local (su propia cosecha, vecinos y
familiares); ii) Regional (empresas semilleras, comerciantes en semillas del Mercado
Campesino, ONG, Oficina Regional de Semillas; iii) Nacional (empresas, semilleros);
iv) internacional (campesinos emigrantes que retornan trayendo semillas

Semillas como insumo productivo

Los campesinos de Yesera Norte eligen las variedades que usan en base al siguiente
criterio: “que de [produzca], aunque poco, pero que de”. Es decir, prefieren semillas
con rendimientos bajos o medios, pero que brinden mayor seguridad antes que una
alta productividad. Obran de éste modo pues priorizan su seguridad alimentaria
antes que el mercado. Usan por tanto una combinación de variedades locales, que
en su conjunto tienen una producción media estable en cada campaña agrícola,
y no una sola variedad de alta productividad, la cual concentra el riesgo. Esta
diversidad genética actúa como “amortiguador ante el estrés biótico” (Sthapit,
2000), e incrementa la probabilidad de que a lo menos una variedad resista las
enfermedades. Además, las variedades tradicionales, que se desempeñan de modo
consistente en condiciones variables, rinden mejor en estos ambientes que las
variedades modernas, que requieren ambientes óptimos en términos de riego,
fertilidad, estructura de los suelos, etc. (Cleveland, 1997, Altieri, 1999a; Ceccarelli,
2000; Almekinders, 1994, 2000).

La principal compra 3 de semilla-insumo productivo que realizan es la de papa, que


está inserta en un ciclo de compra-producción propia-compra. Para ello compran
semilla de algún proveedor, la siembran, y de la cosecha seleccionan una parte
–consumiendo o vendiendo el resto– para así producir su propia semilla durante
dos o tres años, para luego comprar semilla nuevamente. Este periódico cambio de
semilla de papa es una práctica generalizada, según afirman: “la semilla se cansa,
entonces hay que cambiar con papa de otro lado”. Sin embargo, si es que no se
diesen estos rendimientos decrecientes, los campesinos preferirían ampliamente
producir permanentemente su propia semilla de papa, según nos informan, pues
ahorrarían costos de transporte y transacción.

3 Pues el resto la producen o la renuevan solo ocasionalmente.

176
Las familias de Yesera Norte seleccionan a sus proveedores de semillas usando como
criterio principal la confianza. Al respecto, los informantes afirman: “compramos
semilla sólo de los conocidos. Otros nos pueden engañar”; “busco a un conocido, o
si no, encargo a mis parientes”. Un 66 % compra semilla de alguien a quien conoce
y sólo un 34 % de un proveedor desconocido (Cabero, 2004). Si analizamos los
datos respecto a donde compran, vemos que los datos son consistentes pues un 57
% compra en el Mercado Campesino donde están las “agarradoras”, comerciantes
en semillas que luego describiremos; 41 % en las comunidades, y solo un 2 % en
una institución o comercio formal (Ibid).

Cada familia de Yesera Norte mantiene relaciones con varios proveedores de semilla,
algunos de los cuales habitan en otras comunidades dentro de la misma eco-región.
Otros, en zonas más alejadas como los ubicados en la región de Iscayachi, en la
puna tarijeña, situada a siete horas de viaje desde Yesera Norte. Tales relaciones
con las zonas altas tienen un carácter ancestral, intercambiando productos 4, en
especial maíz. De este modo mantienen relaciones de complementariedad entre
pisos ecológicos.

Las familias de Yesera Norte, antes de viajar a comprar semillas a las comunidades
productoras, intentan adquirirlas en el Mercado Campesino, lugar de expendio
de productos agrícolas al por mayor y menor, situado en la ciudad de Tarija. Allí
acuden a comprar, además de semillas, bienes como coca, azúcar, sal para consumo
humano y vacuno, etc. En el Mercado Campesino, las familias de Yesera Norte,
además de buscar a sus “conocidos”, que vienen de otras comunidades, acuden
también a las “agarradoras”: mujeres que operan como intermediarias, comprando
y vendiendo papa, y a quienes las familias de Yesera Norte usualmente venden los
excedentes de papa que logran producir. Es a ellas que encargan semilla de papa,
describiéndoles la variedad, el tipo buscado y sobre todo el lugar de origen que,
como veremos, juega un rol muy importante.

Las “agarradoras” del Mercado Campesino reciben papa de distintas comunidades,


situadas en diferentes ecosistemas, para lo cual cuentan con una red de proveedores
con los cuales, aparte de la relación mercantil en sí, realizan intercambio de
servicios o favores, cuya compensación es obligatoria, pero no en forma inmediata
ni siempre de equivalencia precisa, a diferencia de las transacciones mercantiles
(Mauss, 1990). Uno de los aspectos más destacados de esta relación es el crédito.
Las agarradoras dan y reciben crédito. A algunos productores les dan un anticipo;
de otros reciben papa en consignación para su venta. La confianza mutua aquí
también opera de modo fundamental, puesto que el crédito es realizado mediante
un acuerdo verbal, sin garantía física alguna. Red graficada seguidamente:

4 Estas relaciones, sin embargo, se están debilitando. La frecuencia de las visitas y el número de visitantes son cada
vez mas reducidos. La progresiva perdida de su cultura esta afectando de modo significativo a estas prácticas.

177
Gráfico 1. Red de reciprocidad para la semilla de papa

En especie

Productores
CRƒ DITO Productor
Agarradoras semilla
SEMILLA
En efectivo
Productores

Fuente: Elaboración propia

Estas relaciones basadas en la reciprocidad 5 como elemento central constituyen un


rasgo típico de las sociedades rurales y de las culturas indígenas andinas (Alberti,
1974; Murra, 1987; Temple, 1989). La institucionalidad de esta red social está
asentada en normas orales y en la confianza mutua, donde “las relaciones sociales
de amistad y parentesco juegan un papel muy importante como elementos claves
en las estrategias de subsistencia” (Marsh, 2002), como es el acceso a las semillas.
Y esto juega un rol vital, hasta en la definición de los precios pues, según afirman
las “agarradoras”, “depende de la amistad para comprar y vender. Si se hace casero
6
y nos ruega, rebajamos el precio o pagamos mejor”.

Las “agarradoras” garantizan el origen de la semilla, certificación que es muy


importante al momento de la compra pues según nos informaron los campesinos,
las semillas (sobre todo de papa y de maíz) de ciertas comunidades se adaptan sólo
a algunas localidades, pero no a todas. Es decir que buscan la viabilidad ecológica,
basada en ecotipos 7 (Berg, 1994), mediante la selección de ensarte (shuttle-variety
selection), definida como “el proceso mediante el cual una variedad es cultivada
en diversos nichos ecológicos, hasta acertar con el que se adapta al genotipo, y
viceversa” (Musa, 2000). Con la certificación de origen lo que buscan es obtener
el ecotipo que cuente con la mayor capacidad de adaptación al medio ambiente
donde se cultivara. Similar observación ha realizado Musa (2001) en África.

Los otros criterios comprobables físicamente, como el tamaño, sanidad (por lo


menos parcialmente) 8 y variedad son verificados al momento de la compra. Esta
certificación del origen de la semilla, hecha dentro del SPS campesino y basada en
la confianza existente entre comprador y proveedor, es la denominada “certificación
de vecino” (Scheidegger et al, 1989; Singh, 1990), basada en la confianza mutua.
5 Se define a la reciprocidad “como el intercambio normativo y continuo de bienes y servicios entre personas
conocidas entre sí, en el que entre una prestación y una devolución, debe transcurrir un cierto tiempo; y el
proceso de negociación entre partes, en lugar de ser un abierto regateo, es mas bien encubierto por formas de
comportamiento ceremonial”. (Burgos, 2002:70)
6 Es decir un buen cliente, en el lenguaje coloquial.
7 Por ecotipo se entiende a las variaciones de una especie dada que ha desarrollado adaptaciones morfológicas
y fisiológicas particulares al ecosistema en que viven.
8 Decimos parcialmente, porque una infección virósica o bacteriológica por lo general no es fácil determinarla
a simple vista.

178
Certificación que para las familias de Yesera Norte goza de mayor valor que la del
sistema formal, deteriorada (entre otros factores) porque según los campesinos
existe un comercio ilegal de las etiquetas que distinguen a la semilla certificada,
y además los procedimientos de supervisión sobre el proceso de producción de
la semilla son poco rigurosos. Es así que una absoluta mayoría de las familias
de Yesera Norte (un 95 %) compra semilla de papa no certificada formalmente.
Entonces la SAN no depende solo del buen pedigrí de las semillas, sino también
de las capacidades de los campesinos y de la confianza, como Vernooy (2007) muy
bien analiza.

Más importante aun es el hecho que las familias de Yesera Norte buscan ante todo
la rusticidad entre otras cualidades agronómicas. Según ellos, antes que cultivar
variedades de alta productividad, como las expendidas por el SPS formal, prefieren
aquellas que “no son de rogar”, es decir las resistentes a situaciones de estrés, que
exijan menos laboreo y que puedan producir en suelos con deficiencias en la
fertilidad y estructura. Asimismo, prefieren las variedades locales (landraces) por sus
peculiares características culinarias, opción identificada por varios investigadores,
como Iriarte (2000) en Bolivia, Zimmerer (1991) en Perú, Howard (2003a, b) en África
y Asia. Este es el caso de Yesera Norte, donde cada variedad de maíz sirve para la
preparación de determinados alimentos y que presentamos en el siguiente cuadro:

VARIEDAD CARACTERÍSTICAS

Seguridad: es más corto su periodo, buena productividad, más fácil de


Morocho chiquillo
cultivar que otras variedades.

Grano grande duro. Usado para motea, como materia prima para harina y
Pisankalla grande
para alimentar animales, pues sacia su hambre rápidamente.

Blanco Práctico para comer como tostado.b


Chaparrito Para consumo y venta como choclo.
Cochabambino Usado para mote.
Kulli De color bordó. Usado para elaborar chichac y api morado.d
Morocho grande Chicha
Garrapatita Usado para consumo como choclo.
Purita Calentado, revienta y produce “palomitas” de maíz.
Fuente: Elaboración propia

a El “mote” es una manera de procesar el maíz. Consiste en hacer hervir los granos de maíz, hasta
lograr su cocción. Hay mote al cual adicionan ceniza para despojar a los granos de su hollejo. El mote
reemplaza al pan, siendo usado como alimento principal y también para acompañar a las comidas,
como guarnición. | b El “tostado” es maíz de ciertas variedades blandas, procesado en seco, sometiendo
los granos enteros a cocción en una olla de barro. Se lo consume como refrigerio, en especial cuando
viajan. | c La “chicha” es una bebida de maíz. Es un magnifico ejemplo de biotecnología campesina.
Para elaborarla mascan harina de maíz, la cual una vez combinada con la saliva, es mezclada con
agua y puesta a fermentar, lo que es facilitado por las enzimas presentes en la saliva. Luego la
hierven durante dos o tres días y la decantan. Obtienen como subproducto el arrope. | d El “api” es
una mazamorra de harina de maíz, la cual es mezclada con agua, fermentada y luego sometida a
cocción.

179
Sucede lo mismo con la papa. Los campesinos cultivan variedades nativas para el
consumo familiar, como la kollareja , waycha, ojosa, y otras variedades (desiree)
para el mercado. Obran así buscando ciertas cualidades organolépticas (mejor
sabor, mejor textura, mejor color), nutritivas y utilitarias, pues cada papa tiene un
uso en ciertos alimentos. Con la desaparición de las variedades nativas la dieta de
la población boliviana va perdiendo calidad y diversidad.

Actualmente, en Yesera la semilla de papa es atacada por el gorgojo de los Andes


(Premnotrypes spp.), la polilla (Phthorimaea spp.), virus y nemátodos. Esto reduce
notablemente la viabilidad de la semilla, llegando a deteriorarse en algunos casos
hasta el 50 % de la semilla de papa almacenada. Pero aun así, éstos campesinos
tercamente insisten en producir su propia semilla, en vez de comprar semilla
certificada por el Programa Nacional de Semillas.

Semillas para la innovación-renovación del germoplasma del SPS familiar

En el caso de Yesera Norte, la principal fuente (aunque no la única) de innovación


y renovación del germoplasma familiar, es el sistema formal. Con este propósito,
en algunos casos compran semilla y en otros la buscan de ONG, sea en carácter de
donación o de crédito en especie. Este es su principal mecanismo de resiliencia,
siendo muy influyente sobre la sostenibilidad del sistema.

Las semillas provenientes del sistema formal suelen ser usadas al principio de
modo experimental: al ser producidas sin participación de los campesinos, sus
características, desempeño, requerimientos y manejo son desconocidos. Primero
verifican el desempeño de la variedad experimentando en pequeña escala. Si la
semilla cumple con las exigencias del sistema productivo familiar, la adoptan,
empezando a producirla localmente, por lo que dejan de comprarla. Al producir
su propia semilla logran que el costo sea menor que si la compraran, haciéndola
más accesible; asimismo, al ser disponible localmente, se ahorran los gastos de
transporte y de transacción.

En el ciclo comentado hay roles diferenciados de género, pues son los hombres
los que se desplazan a comprar la semilla, mientras que cuando la producen, es
la mujer la principal responsable de su obtención, poseyendo conocimientos
especializados al efecto. La selección usualmente está bajo la responsabilidad de
las mujeres, que aprenden de sus madres y de otras mujeres, tanto las técnicas
como los criterios de selección desde temprana edad.

El PNS, con relación a la mujer campesina, pretende: “su incorporación en los


procesos de producción, comercialización y uso de semillas” (PNS, 2003) por cuanto
“la evaluación final del PNS permitió determinar que en los últimos años la mujer ha
empezado a jugar un rol más importante en las decisiones de la unidad económica
familiar” (Ibid). Al respecto debemos señalar que no se puede incorporar a quien ya
está incorporado desde las primeras domesticaciones (Mozans, 1983:343), además
jugando un rol fundamental destacado por varios autores (Tapia, 1998; Iriarte;
1999; Almekinders, 2000; Louwaars, 2000; Vernooy, 2003; Howard, 2003a, y b).

180
Al ser la mayor parte de las semillas usadas por los SPS familiares de Yesera Norte
producida por ellos mismos, la disponibilidad y accesibilidad es alta, excepto cuando
pierden la cosecha, caso en el cual también pierden la semilla. En estos casos,
recurren en una primera instancia a los vecinos, de quienes compran u obtienen
por intercambio la semilla que necesitan, es decir recurren al SPS campesino. De
no obtenerla van ampliando progresivamente su radio de búsqueda. En último
caso, si no tienen éxito desisten de la búsqueda y reemplazan la variedad con otra.
Aquí se presenta una situación que debilita la SAN, pues la nueva variedad exige
un periodo de adaptación y aprendizaje, y no siempre es capaz de reemplazar los
usos de la variedad perdida.

La situación comentada estimula a preguntarnos: ¿por qué los campesinos prefieren


seguir usando semillas del SPS campesino, a pesar de los maravillosos incrementos
que ofrecen las semillas del sistema formal? Según el PNS, se obtendrían incrementos
en los rendimientos de la papa del orden del 200 %,, del 60 % en el trigo y del 33
% en el maíz (PNS, 2002a: 5). Incrementos que sin duda aportarían a una mejor
SAN en Bolivia. En el análisis de la política pública de Bolivia intentaremos dar
respuesta a estas preguntas.

La política pública de Bolivia sobre semillas y su relación con el SPS


campesino

Enfoque de trabajo del PNS y sus logros

El principal operador de la política pública sobre semillas en Bolivia es el


Programa Nacional de Semillas (PNS), que asume como objetivo general la tarea
de “incrementar la productividad agrícola nacional a través de la incorporación de
semilla mejorada de buena calidad (sic) en los procesos de producción, haciendo
accesible la misma (sic), a los pequeños y medianos productores” (PNS, 2002a:3).

En lo que respecta a “hacer accesibles semillas mejoradas,” consideramos que el


PNS ha tenido muy poco éxito con los campesinos, tanto con los de Yesera Norte
como con los que habitan otras regiones del país, según datos del propio PNS,
sintetizados en el gráfico siguiente.

181
Gráfico 2. Uso de semilla certificada y no-certificada formalmente, en Bolivia

Registrada No registrada

100

90

80

70

60

50

40

30

20

10

0
Ajo Arveja Haba Maiz Papa Trigo Frejol Girasol Soya

Fuente: Elaboración propia en base a datos del PNS (2002c:145).

Ahora bien, como se observa la ineficacia del PNS es parcial: sólo con los
campesinos y con los productos mas importantes para la dieta de los bolivianos,
como son la papa y el maíz, y no así con la agroindustria y sus cultivos como
la soya y el girasol, que usan hasta en un 90 % semilla certificada, pero cuya
importancia para la dieta de la población boliviana es reducida, pues tienen
como destino principal la exportación. Esto nos permite afirmar que el PNS no
tiene políticas diferenciadas para la agricultura campesina y para la agricultura
industrial. Su único referente es la agricultura comercial y la protección de las
patentes (léase transnacionales). Podemos también afirmar que la política del PNS
es disfuncional con el SPS campesino y la agricultura campesina. Si el PNS tuviera
como propósito de mejorar la tasa de adopción de semillas mejoradas por parte de
los campesinos –lo que impactaría muy favorablemente en la SAN de Bolivia– se
guiaría por el tipo de semillas que requieren estos agricultores: rústicas, diversas
y con cualidades culinarias locales. Empero, no lo hace, siguiendo un enfoque de
trabajo usado en el auge de la Revolución Verde. Como afirma Almekinders (2001a,
b): “Los programas de mejoramiento (clásicos) principalmente se dirigieron al
mejoramiento de cultivos bajo condiciones favorables [adaptabilidad geográfica],
lo que parcialmente explica el hecho que las variedades mejoradas generalmente
no se adaptan a las preferencias y a los ambientes de los agricultores marginales
(adaptabilidad ambiental o ecológica)”.

182
La estrategia del PNS con respecto al SPS campesino

Como quiera que las semillas del sistema formal no logran atraer a los campesinos,
lo que hace el PNS es declarar ilegal las actividades del SPS campesino promulgando
las Normas Generales y Especificas de Certificación de Semillas, para hacer que el
uso de semilla certificada formalmente sea el único legalmente reconocido. Esto
se evidencia en los siguientes artículos de la mencionada norma:

i. Artículo 441

“Se sanciona con la multa, y en su caso, con el decomiso de la semilla y/o


clausura del establecimiento, por la comisión de los siguientes actos: b)
ofrecer o distribuir como semilla, materiales comunes (granos, tubérculos,
esquejes y otros) que no hayan seguido el proceso de certificación; p)
Comercializar, distribuir, transportar o donar semillas de variedades que
no estén inscritas en el Registro Nacional de Variedades”.

ii. Artículo 431

“El productor, importador y comerciante de semillas o cualquier otro


intermediario que produzca, distribuya, done o expenda semillas, sin tener
legalizada su inscripción en el Registro Nacional de Comercializadores
de Semilla, será sancionado con una multa, pudiendo además sufrir el
decomiso de los lotes de semillas en su poder el cierre y la clausura de su
establecimiento”.

Como puede observarse, el Estado boliviano exige, de modo preciso y taxativo, que
todas las semillas y sus comercializadores estén registrados en el sistema formal. De
este modo pone en situación de ilegalidad a todo el SPS campesino 9. Pero además,
lo que es peor, elimina toda posibilidad de su desarrollo y complementación con
el sistema formal mediante la Resolución Secretarial Nº 08.0.016/94, en su Articulo
1.2, inciso c), donde establece que:

“(...) quienes quieran producir semilla certificada deberán presentar


factura, y/o el o los documentos que acrediten el origen de la semilla
que utilizará, indicando la especie, variedad, categoría y número del lote
de la misma.” (PNS, 2004)

Esta norma, bloquea de hecho toda posibilidad de producción certificada de


semillas de variedades locales (landraces). Ni los campesinos, muchos de ellos
indocumentados, ni nadie pueden presentar tales “facturas o documentos que
acrediten el origen” de semillas que se han usado inmemorialmente, por cuanto no
existen, lo que hace que la exigencia sea muy poco atinada. Algo parecido a exigir
a los indígenas que muestren el registro del autor cuando interpreten su folklore.

9 En Tarija, según el PNS y su Registro de Comercializadores, existirían 16 comercializadores registrados, de los


cuales ninguno tiene su registro actualizado. Por supuesto ningún campesino o “agarradora” está inscrito en el
Registro.

183
Podría argüirse a favor del PNS que las variedades tradicionales no cumplen con
el requisito de homogeneidad exigido internacionalmente para las semillas del
sistema formal. Este criterio de ningún modo sería insalvable, pues el PNS podría,
por ejemplo, reemplazarlo con el de identificabilidad, propio de los SPS locales.
Todo esto sin romper con la institucionalidad de los acuerdos internacionales
suscritos, pues como lo recomienda el IPGRI (1999: 15) para los países como
Bolivia, de economía dual, y además como lo permite la OMC en el artículo 27.3
(b) del TRIPS, el Estado boliviano podría elaborar una legislación sui generis, que
reconozca las variedades locales, creando incentivos y mecanismos para mejorar la
calidad de este tipo de variedades. Tal como hizo la región de Lazio, en Italia, que
desde 1999 tiene una legislación que protege los recursos genéticos de interés
agrícola mediante un registro que no esta basado en los criterios DUS 10, y permite
que los derechos sobre la variedad puedan ser colectivos (Regione Lazio, 1999).
Similar legislación ha sido promulgada en otras cinco regiones. Asimismo la ley
italiana permite el intercambio de variedades locales fuera del sistema nacional
de certificación.

El PNS no desconoce el valor de las variedades tradicionales usadas y producidas


por los campesinos, que alimentan a la mayor parte de la población boliviana. Por
eso incorpora éste tema en su Plan de Desarrollo 2003 al 2006, en un componente
denominado Validación de Variedades, el cual tiene los siguientes objetivos, entre
otros:

i. Recuperar variedades tradicionales y nativas (biodiversidad) buscando


incorporarlas al mercado nacional, lo que significa la realización de actividades
de selección positiva-negativa de materiales que se puedan recolectar en
zonas de influencia del PNS, la búsqueda de homogeneidad y estabilidad y la
descripción, caracterización, registro y búsqueda de productores de semilla
básica y multiplicadores de semilla.
ii. Recuperar, mejorar y registrar las variedades tradicionales y/o nativas
que actualmente están siendo usadas por los agricultores, las cuales tienen
importancia social y económica.

Fuente: PNS, 2003.

Empero propone que: “a través de instituciones especializadas los productores de


semilla puedan contar con semilla básica de sus variedades tradicionales, nativas
o introducidas” (Ibid), pero en ningún momento propone fortalecer la capacidades
de los campesinos para producir éstas semillas. Esta estrategia, junto a la intención
explícita de registrar estas variedades bajo las normas de la UPOV, pero no a
nombre de los obtentores campesinos, convirtiendo las variedades tradicionales
en homogéneas, estables y distintas (características que no están presentes en las
semillas del SPS campesino, pues estas son multi-lineares), nos permite afirmar
que el principal propósito de la política del PNS con las variedades tradicionales
es integrarlas al sistema formal, y de ningún modo fortalecer el SPS campesino y
sus redes de intercambio.
10 “Distinta, Uniforme, Estable”, criterios exigidos por la UPOV para las semillas.

184
La estrategia del PNS se concentra en rescatar del SPS campesino sólo lo que
considera valioso: sus genes, puesto que el PNS no plantea aprovechar ninguna de
las otras fortalezas, ni las complementariedades que el SPS campesino tiene con el
sistema formal, identificadas por el IPGRI (1999) y Almekinders (1994, 2000, 2001).
Que mejor ejemplo de la aplicación de esta estrategia que el arvejón, un ecotipo
de arveja de origen desconocido, de muy buena productividad y características
altamente demandadas por el mercado, como el tamaño de la vaina y del grano.

El arvejón fue identificado en Yesera Norte por ACLO, una ONG que recurre al PNS
para que proceda a la “limpieza” genética y sanitaria de la semilla, organización
que, luego de cumplir con éstas tareas, lo registra 11 como variedad de acceso
público, impulsando su producción y difusión dentro del sistema formal. Siendo
ésta variedad originaria de la comunidad de Yesera, llama la atención que sea el
Instituto Boliviano de Tecnología Agropecuaria (IBTA) quien figura como obtentor
en el Registro Nacional de Variedades (www.semillas.org).

El caso de esta variedad ratifica la observación hecha por Almekinders (2000: 70)
acerca de que: “cuando el sistema formal esta organizado de modo convencional
existe muy poca interacción con el SPS campesino; existiendo sólo dos puntos
de relación intencional: la recolección de germoplasma del SPS campesino, para
colecciones ex situ, y la provisión de semillas mejoradas, siendo éstas de poca
importancia para los campesinos” (traducción suplida).

El PNS, con el registro de la variedad arvejón, no respeta varios acuerdos


internacionales suscritos por el Estado boliviano. Uno de ellos es el Tratado
Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura
en su Artículo 9b, sobre los Derechos del Agricultor, el cual establece “el derecho
a participar equitativamente en la distribución de los beneficios que se deriven de
la utilización de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura”.
Los derechos de los agricultores incluyen: “los derechos a la tierra, a guardar
semillas, intercambiar germoplasma y el derecho a no poner a disposición de otros
su germoplasma y su conocimiento, sin su previo e informado consentimiento”.
La comunidad de Yesera Norte en ningún momento dio su consentimiento para
que la variedad arvejón sea registrada, ni jamás fue consultada al respecto. Ni
siquiera conocen la existencia de estos derechos. Según Vernooy (2003): “el
concepto (derechos del agricultor) va más allá de simplemente compensar a los
agricultores por su papel en la conservación y el mejoramiento de los recursos
genéticos vegetales. Se propone que las comunidades ganen mayor control sobre
sus propios materiales biológicos, el intercambio de conocimientos y tecnología,
la capacitación y el acceso a la tierra y los mercados.” Control que tendría de hecho
un efecto positivo y directo en la SAN pues permitiría mejorar la productividad y la
rentabilidad de la agricultura campesina.

Incumple asimismo la Decisión 486 y la Decisión 391 de la Comunidad Andina de


Naciones (CAN), que exigen “previo e informado consentimiento” para el acceso

11 Bajo el registro AV-101-96.

185
a material genético cultivado por los campesinos y “autorización previa obtenida
mediante la realización de un contrato”. Infringe asimismo la Convención sobre
la Diversidad Biológica (CDB), que en su Artículo 8 hace referencia explícita a las
comunidades indígenas y locales, expresando en la Cláusula (J) que: “los beneficios
derivados de la utilización de esos conocimientos, innovaciones y prácticas se
compartan equitativamente” 12.

La variedad arvejón es una innovación, por tanto los beneficios derivados de su


uso debieran ser compartidos con la comunidad de Yesera Norte, al igual que las
decisiones sobre su uso. Esto no sucede al declarar la variedad de acceso público, que
no es otra cosa que una expropiación. No se toma en cuenta las múltiples veces que
las transnacionales usaron material genético identificado y mejorado por indígenas,
para luego de hacerle algunas modificaciones, patentarlo y entonces reducir su
accesibilidad, pues muy pocos campesinos compran semilla patentada. Como señala
Bengwayan (2003) “moviendo un simple gen, de un punto a otro de una célula, se
produce una variación varietal suficiente para obtener un derecho de propiedad
intelectual. De este modo las corporaciones han logrado enormes beneficios,
especialmente con cultivos provenientes de países no industrializados”. Es la paradoja
de la biodiversidad (Sarandon, 2000), por la cual agricultores pobres conservan in
situ material genético valioso –declarado patrimonio de la humanidad, y por tanto
de libre acceso– para que sea aprovechado gratuitamente por transnacionales
multimillonarias y los países industrializados, pobres en este tipo de genes pero
hábiles en privatizarlo. Este es el mejor modo de quebrar la SAN de un país, impidiendo
que los agricultores dispongan de semillas producidas por ellos mismos.

Estamos de acuerdo con que el artículo 8 ( j) es una disposición programática, no


vinculante. Lo cual, sin embargo, no deja de obligar moralmente a los gobiernos
a actuar para proteger los derechos de los campesinos y los indígenas, como lo
han hecho en Australia, donde la Corte Federal ha determinado la relevancia
del derecho consuetudinario de los aborígenes y sus prácticas en relación a los
derechos de propiedad intelectual (CIPR, 2002: 80).

La estrategia del PNS es equivocada puesto que el SPS campesino, débil en tecnología
de mejoramiento y selección de semillas e introducción de nuevos y exóticos genes,
es en cambio fuerte en su conocimiento de las condiciones productivas locales, en
la capacidad de adaptar tecnologías en sus redes de reciprocidad (muy rico en
variedades), y en formas de usar y mantener una alta diversidad genética. El sistema
formal es precisamente lo inverso. Es fuerte donde el SPS campesino es débil, y
viceversa. Por esta razón es que Almekinders (2000), se refiere con propiedad a la
complementariedad de ambos sistemas, la cual permite convertir las debilidades
y fortalezas de ambos sistemas en oportunidades de acción. Opina asimismo que:
“una mejor integración de ambos sistemas contribuiría a incrementar la resiliencia
del sector semillero en su conjunto”, fortaleciendo de hecho la SAN.

12 Idem

186
Opciones para mejorar la SAN en Bolivia

Si es que la SAN de Bolivia depende fuertemente del SPS campesino y del tipo de
semillas por ellos producidas, es pertinente preguntarse si los campesinos serán
capaces de responder al desafío de producir semillas mejoradas.

Al respecto cabe señalar que la capacidad investigativa de los campesinos es


reconocida por muchos autores (Bunch, 1985; Chambers, 1986, 1997; Rhoades,
1988; Farrington, 1988; Pimbert, 2003) y aplicada a actividades de fitomejoramiento
basadas en “una creativa asociación entre campesinos y científicos” (Ashby, 2001).
Por ejemplo, los Comités de Investigación Agrícola Local (CIAL) 13 impulsados por el
CIAT en todo el continente. Esta capacidad ha llevado a realizar propuestas, como
las de Izquierdo (1995) y Visser (2002), que proponen que los mismos campesinos,
aplicando biotecnología apropiada 14 realicen procesos de fitomejoramiento
mediante cultivos in vitro, reproducción clonal mediante apomixis 15, así como la
producción de inoculantes biológicos y de biocontroladores de enfermedades y
plagas, opción puesta en práctica en varios países, entre ellos Cuba.

Estos enfoques participativos tienen el apoyo de varios acuerdos multilaterales,


entre ellos la CBD y el Plan de Acción Global de Leipzig, que enfatizan que “la
seguridad alimentaria mundial depende, no sólo de los genes almacenados, sino
sobre todo de quienes los usan y mantienen de modo cotidiano” (Crucible II Group,
2001), recomendando que tanto la conservación como el mejoramiento se hagan
in situ, puesto que existe una co-evolución gen/medio ambiente que hace que las
plantas vayan generando resistencias a plagas y enfermedades, lo que no sucede
con el germoplasma almacenado de los bancos de genes, el cual esta congelado.

Entre los nuevos enfoques surgidos se encuentran, por ejemplo, el denominado


Desarrollo Participativo de Tecnología (DPT ), y de modo más específico el
Mejoramiento Fitogenético Participativo (Participatory Plant Breeding), en los
cuales los campesinos asumen un rol protagónico en la identificación del tipo
de innovaciones buscadas, la experimentación de las alternativas y su difusión
(Bunch, 1985; Rhoades, 1988; Farrington, 1988; Scoones y Thompson, 1993; Van
Veldhuisen et alter, 1997).

El sistema de investigación agrícola vertical, de arriba hacia abajo, basado en


instituciones especializadas, como las que propone el PNS, en el cual los agricultores

13 Véase el respecto de Ashby, Jacquelinne et al: La comunidad se organiza para hacer investigación: experiencias
de los comités de investigación agrícola local, CIAL, en América Latina. Cali. Centro Internacional de Agricultura
Tropical. 2001.
14 Una iniciativa como la comentada se esta desarrollando desde 1992 en Asia, posibilitando que campesinos
usen biotecnologías agrícolas enfocadas contra la pobreza, incluyendo cultivo de tejidos para la propagación
de plantas saneadas, la producción y uso de inoculantes como micorrizas, rizobios y pesticidas biológicos. Véase
al respecto de Ferchak, J: Lab to land. Biotechnology for sustainable agriculture in Asia. I ANSAB Workshop, ATI.
Washington, en Izquierdo (1995)
15 La apomixis o apomixia se refiere a un modo de reproducción natural, asexual, en la cual embriones
provenientes de células madres crecen sin haber sido fertilizadas por el polen. La apomixia ofrece un medio
de clonar plantas a través de la semilla, siendo estas idénticas, generación tras generación (Crucible II Group,
2002).

187
son vistos como simples receptores de la investigación y no protagonistas de ella, ha
contribuido a una dependencia cada vez mayor de relativamente pocas variedades
de plantas ( Vernooy, 2003). Al respecto, la FAO estima en la actualidad que de casi
un cuarto de millón de variedades de plantas disponibles para la agricultura, sólo
se están utilizando unas 7 000, o sea menos de 3 %. Al desuso sigue el olvido y
posiblemente la extinción. De este modo, el reemplazo de las variedades locales
por variedades mejoradas o exóticas, (o por ambas) es la causa principal de la
erosión genética en el mundo, lo que debilita de modo directo la SAN.

Al respecto es ilustrativo el caso de Holanda, donde el Instituto Louis Bolk ayuda


a que los agricultores precisen los rasgos genéticos deseables, en términos de
idiotipo de cultivos, que son compartidos con las compañías productoras de
semillas, las que proporcionan, en base a este referencia, variedades para su
ensayo y evaluación entre agricultores y fitomejoradores (Lammerts, 2002). Esto
les ha permitido crear una plataforma de discusión entre agricultores y científicos,
y avanzar de una cadena productiva de semillas a una cadena de valor 16 que se
caracteriza por: i) estar orientada por la demanda y no por la oferta, respondiendo
de modo especifico a las necesidades de los usuarios; ii) la existencia de una visión
común entre los participantes sobre la cadena; iii) el hecho que los participantes
reconocen su interdependencia y están dispuestos a trabajar juntos para definir
objetivos estratégicos, compartir riesgos y hacer funcionar la relación (Lundy,
2003).

16 Para una mayor información ver: Hobbs, J., Cooney, A., Fulton, M. 2000. Value Chains in the Agri-Food Sector:
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193
Status Nutricional das Populações

7 Ribeirinhas da Amazônia: um
estudo comparativo entre várzea
estacional e estuarina

Autores:

Cristina Adams
cadams@usp.br
Laboratório de Ecologia Humana, EACH-USP, Brasil

Walter A. Neves | Rui S. S. Murrieta


waneves@ib.usp.br | murrietabr@yahoo.com.br
Laboratório de Ecologia Humana, EACH-USP, Brasil

Andrea D. Siqueira
asigueir@indiana.edu
Center for Latin-American & Caribbean Studies,
Indiana University, EE.UU.

Rosely A. Sanches
rosely@socioambiental.org
Instituto Socioambiental, Brasil
7
RESUMO

Assim como outros países latino-americanos, o Brasil vem atravessando um rápido


processo de transição nutricional e demográfica nas últimas décadas, influenciado
por intensas mudanças político-econômicas, culturais e ambientais. As tendências
nacionais no que se refere ao estado nutricional da população brasileira mostram
diferenças regionais significativas, inclusive entre áreas urbanas e rurais. A relativa
ausência das populações amazônicas não urbanas nestes estudos nutricionais,
somada às características ambientais peculiares desta região, fazem com que a
avaliação do impacto e da sustentabilidade das políticas públicas de segurança
alimentar e nutricional (SAN) sejam difíceis de realizar na Amazônia.

Neste trabalho apresentamos os resultados de um estudo comparativo realizado


entre populações ribeirinhas assentadas na bacia do rio Amazonas em dois tipos
diferentes de ecossistemas: várzea estacional (Ilha de Ituqui, município de Santarém-
PA) e várzea estuarina (município de Ponta de Pedras, Ilha de Marajó, PA). O principal
objetivo deste estudo foi avaliar a relação entre as estratégias de subsistência, as
mudanças ambientais estacionais, o status nutricional e a saúde dos ribeirinhos.
Para isso foi realizado um levantamento antropométrico e de consumo alimentar.
Os resultados mostraram um quadro de elevada prevalência de déficit de estatura
associado à prevalências moderadas de baixo peso segundo a idade e a estatura.

De maneira geral a população da várzea estacional está em melhor situação


nutricional que a da região estuarina. Embora o consumo alimentar nas unidades
domésticas apresente valores médios relativamente satisfatórios de ingestão
calórica e elevados de proteínas, observou-se uma certa instabilidade no consumo
de energia devido principalmente à variabilidade da produção agrícola na várzea.
Desta forma acreditamos que as diferenças observadas no estado nutricional destas
populações estejam muito mais relacionadas a fatores médicos e epidemiológicos
(condições precárias de saneamento e altas taxas de parasitose intestinal), que ao
consumo alimentar.

Palavras-chave: Segurança alimentar, Amazônia, caboclos, ecologia nutricional,


várzea.

195
ABSTRACT

In the last decades, Brazil and other Latin-American countries have been
undergoing a rapid process of nutritional and demographic transition, influenced
by political, economic, cultural and environmental changes. In Brazil, trends in
nutritional status show regional and urban/rural differences. Nevertheless, these
trends are difficult to evaluate in the Amazon region, since rural populations are
rarely included in national surveys. Here we compare the nutritional status of two
riverine populations living in different ecosystems in the Amazon basin: seasonal
(Ituqui island, Santarém, Pará) and estuarine (Ponta de Pedras, Marajó island, Pará)
floodplains. The main objective was to evaluate the relation among subsistence
strategies, seasonal environmental changes and the nutritional status, food intake
and health of riverine populations. Z-scores for height-for-age, weight-for-age,
weight-for-height and BMI-for-age, were determined and significant nutritional
stress was assumed at z < −2.0. High stunting, moderate wasting and low weight-
for-height prevalences were found. The seasonal varzea population had a better
nutritional status. Results suggest that the main problem in the region might be
poor health assistance and high incidence of worms, rather than insuficient food
intake.

Key words: Food security, Amazon, caboclos, nutritional ecology, floodplains.

196
INTRODUÇÃO

A análise sobre o estado nutricional da população brasileira nas últimas três décadas
mostra um declínio marcante na desnutrição medida através da prevalência do
déficit de estatura. Entre as crianças menores de cinco anos houve uma redução
de 72% neste período, e entre os adultos a queda foi de 49% no meio rural e 52,7%
no meio urbano (Monteiro et al., 2002; Batista Filho e Rissin, 2003).

Apesar da redução relativamente rápida nas taxas de desnutrição infantil, o


problema ainda não foi sanado no país e, além disso, as diferenças regionais e
entre os meios rural e urbano ainda são significativas. O declínio do déficit de
estatura nas áreas urbanas por exemplo, foi muito mais acentuado que no meio
rural brasileiro, aumentando a diferença que já existia entre as duas áreas (de 52%
em 1975, para 145% em 1996). Em têrmos regionais as maiores prevalências do
retardo na estatura em crianças menores de cinco anos (dados de 1996) ocorrem
nas regiões Nordeste (25,2% na área rural) e Norte (16,6% nas áreas urbanas)
(Batista Filho e Rissin, 2003).

Paradoxalmente, neste mesmo período, a freqüência da obesidade na população


brasileira alcançou dimensões epidêmicas (Monteiro et al., 2002; Batista Filho e
Rissin, 2003; Mendonça e Anjos, 2004; Veiga et al., 2004; Ferreira e Magalhães,
2005). Entre 1974/75 e 1995/96 a prevalência agregada de sobrepeso (IMC entre
25,0 e 29,9) e obesidade (IMC > 30,0) aumentou 112% entre as mulheres adultas
do Nordeste e Sudeste do Brasil (Batista Filho e Rissin, 2003). A partir da década
de 1990, a prevalência de obesidade na população adulta passou a aumentar
nos segmentos da população de renda mais baixa (Batista Filho e Rissin, 2003;
Ferreira e Magalhães, 2005), refletindo uma tendência mundial (Popkin, 2001).
Os padrões de obesidade no Brasil também mostram diferenças entre os sexos.
Enquanto a obesidade aumenta proporcionalmente à renda entre os homens,
entre as mulheres ela aumenta em proporção à pobreza (Sichieri et al., 1994;
Monteiro et al., 2002; Sawaya e Roberts, 2003; Ferreira e Magalhães, 2005).
Somado a este cenário, parece existir uma associação entre a obesidade na idade
adulta e a desnutrição na infância de um mesmo indivíduo, principalmente entre
as mulheres (Sawaya e Roberts, 2003; Sawaya, 2006). A tendência de aumento
da obesidade entre os adolescentes é semelhante a da população adulta, mas
entre 1974 e 1989 o salto na prevalência foi ainda mais dramático (100% em
comparação a 80% nos adultos) ( Veiga et al., 2004).

Estas tendências de redução da desnutrição e aumento da obesidade caracterizam


o processo de transição demográfica e nutricional pelo qual o Brasil (Bogin e Keep,
1999; Uauy et al., 2001; Batista Filho e Rissin, 2003; Mendonça e Anjos, 2004) e
outros países latino-americanos vêm atravessando (Bermudez e Tucker, 2003;
Kain et al, 2003). A transição nutricional caracteriza-se por uma rápida alteração
na estrutura da dieta e nos padrões de atividade física da população, relacionada
às mudanças sócio-econômicas e demográficas (Popkin, 2001). No caso do Brasil
estas tendências refletem importantes mudanças sociais e econômicas ocorridas

197
desde a década de 1970, tais como o aumento de renda, a melhoria das condições
de saneamento e acesso a serviços de saúde, o aumento da população urbana e
passagem de uma economia agrícola a outra baseada no setor secundário/terciário
(Uauy et al., 2001; Popkin, 2001, 2003; Monteiro et al., 2002; Batista Filho e Rissin,
2003; Kain et al., 2003; Mendonça e Anjos, 2004).

Por outro lado a distribuição social da renda no país não melhorou nas últimas
décadas, assim como a da terra, colocando-o entre os mais desiguais do mundo
no que se refere à divisão da riqueza produzida (Batista Filho e Rissin, 2003).
Além disso as disparidades regionais em quanto à distribuição da renda ainda
são consideráveis, sendo as regiões Norte e Nordeste as mais desfavorecidas em
relação às outras regiões do país. Este contraste se repete entre áreas rurais e
concentrações urbanas, sendo as primeiras as mais desfavorecidas.

Estes padrões refletem o que alguns autores denominam ˝distribuição espacial da


desnutrição e da obesidade˝ (Batista Filho e Rissin, 2003). Segundo Monteiro (2003:
11), a prevalência do déficit de estatura segundo a idade no Brasil entre crianças
de 0 a 5 anos de idade, por exemplo, é de 10,4%, sendo 7,7% nas áreas urbanas e
18,9% nas áreas rurais. Já em relação à obesidade, na população adulta existe uma
variação regional, encontrando-se prevalências mais altas no Sul e mais baixas no
Nordeste. Além disso, a prevalência da obesidade nos homens é maior nas áreas
urbanas em todas as regiões, enquanto para as mulheres é maior nas áreas rurais,
com exceção das regiões Nordeste e Sudeste (Sichieri et al., 1994).

Uma das características mais intrigantes na ocorrência de desnutrição e obesidade


no Brasil, na América Latina e outros países em desenvolvimento, é a existência
de altas prevalências de déficit de estatura em populações de baixo nível socio-
econômico. Não ocorrem prevalências importantes de déficit ponderal (índice de
peso segundo a altura), ao contrário do padrão observado em outros continentes
( Victora, 1992; Victora et al., 1998;Post et al., 1999).

Um levantamento realizado por Victora (1992: 1107) sobre as medidas da prevalência


média de déficits de estatura por idade, peso por idade e peso por estatura em
crianças latino-americanas (12 a 23 meses), mostra que elas equivalem a 33,8 %,
22,8 % e 2,7 %, respectivamente. No caso do Brasil, os valores obtidos por Victora
et al. (1998: 324) para crianças de 0 a 5 anos de idade foram 21,3 %, 10,7 % e 2,6 %,
respectivamente.

Alguns sugerem que a baixa prevalência de déficit ponderal talvez possa ser
explicada pela menor intensidade de desnutrição associada à condições socio-
econômicas razoáveis, quadro comum à maioria dos países latino-americanos, ou
pelas diferentes proporções e/ou constituição física das crianças latino-americanas
em relação à população de referência americana (NCHS) (Victora, 1992; Post et
al.,1999; Morais et al., 2003). Victora (1992) sugere ainda, que o déficit ponderal e
de estatura podem não ter a mesma etiologia. Embora certamente ambos tenham
causas em comum, como o consumo energético insuficiente e a ocorrência de

198
infecções contínuas, devem haver outras causas envolvidas na determinação
de cada um destes indicadores, incluindo fatores ecológicos (Victora 1992). As
pesquisas nutricionais que adotam abordagens ecológicas, analisando relações
causais e feedbacks entre aspectos ambientais, o uso dos recursos naturais e a
saúde humana, ainda são pouco numerosas (Leonard et al.,1993; Murray e Sánchez-
Choy, 2001; Orr et al., 2001, Silva et al., 2006).

A Ecologia Nutricional das Populações Ribeirinhas da Amazônia

No caso específico das várzeas do rio Amazonas, a compreensão de como as


estratégias de subsistência estão relacionadas e sincronizadas com as mudanças
estacionais decorrentes das inundações periódicas e seus desdobramentos para
o estado nutricional, o consumo alimentar e a saúde dos ribeirinhos 1, ainda
é incipiente (Murray e Sánchez-Choy 2001). Mesmo assim, os poucos estudos
realizados sugerem que o estado nutricional das populações amazônicas pode ser
afetado pela diversidade e acesso diferenciado a micro-ambientes (Neves 1992;
Siqueira 1997; Murrieta et al. 1999), por fatores ambientais como a produtividade
do ecossistema, qualidade da água, disponibilidade de recursos naturais e fatores
sócio-econômicos como o acesso a serviços de saúde e educação, práticas de
higiene e renda. (Murray e Sánchez-Choy, 2001; Orr et al., 2001; Silva et al., 2006;
Piperata, 2007).

Um outro agravante no que se refere à caracterização da alimentação e do estado


nutricional das populações amazônicas, é que a maioria dos levantamentos
nacionais (ENDEF 1974/75, PNSN 1989, PNDS 1995/96, PPV 1997, PNAD/IBGE 2) não
inclui as áreas rurais da região norte do país (Victora et al., 1998; Batista Filho
e Rissin, 2003; Monteiro, 2003). Assim, as tendências que vêm sendo observadas
(incidência moderada do déficit nutricional na infância, coexistindo com taxas
crescentes de sobrepeso) em outras regiões do país e da América Latina devem
ser inferidas quando se trata das populações rurais amazônicas. Esta falta de
conhecimento mais abrangente sobre a saúde e nutrição de populações rurais não-
índias da Amazônia, acentua sua invisibilidade em relação às políticas públicas de
segurança alimentar e nutricional (SAN) (Adams et al., 2006; Silva 2006).

Os estudos técnicos feitos para embasar a criação do projeto Fome Zero (o


mais ambicioso programa governamental de eliminação da fome e garantia da
segurança alimentar 3 já implantado na história do Brasil e de grande repercussão
internacional), por exemplo, basearam-se nos dados da Pesquisa Nacional de

1 Originários da miscigenação de europeus (principalmente portugueses), índios destribalizados e


negros (em menor escala), os Caboclos ou Ribeirinhos desenvolvem uma economia diversificada
baseada na pesca, caça, agricultura de derrubada e queima e agricultura, intensiva, coleta e
comercialização de produtos da floresta (Murrieta et al. 1999).
2 Estudo Nacional de Despesas Familiares (ENDEF), Pesquisa Nacional de Saúde e Nutrição (PNSN),
Pesquisa Nacional de Demografia e Saúde (PNDS), Pesquisa de Padrões de Vida (PPV), Pesquisa Nacional
por Amostra de Domicílios (PNAD, apenas a partir de 2004 passou a incluir as áreas rurais de Rondônia,
Acre, Amazonas, Roraima, Pará e Amapá e alcançou a cobertura completa do Território Nacional).
3 “Ter segurança alimentar significa garantir que todas as famílias tenham condições de se alimentar
dignamente com regularidade, quantidade e qualidade necessárias à manutenção de sua saúde física
e mental” (FAO 2006: 3).

199
Amostragem por Domicílio (PNAD) do IBGE de 1999 e 2001 (Belick 2003; FAO 2006),
excluindo a região Norte rural do diagnóstico da população-alvo 4.

Todavia, a atual invisibilidade destas populações não reflete a importância que a


Amazônia teve no debate travado na antropologia americana sobre a ocupação
humana desta porção das terras baixas da América do Sul (Meggers, 1954, 1958,
1984; Lathrap, 1968; Carneiro, 1970, 1995; Gross, 1975; Ross, 1978; Beckerman,
1979, 1991; Chagnon e Hames, 1980; Milton, 1984; Sponsel, 1986; Hames, 1987;
Vickers, 1988; Viertler, 1988; Neves, 1989; Roosevelt, 1989,1991,1994). Baseados
na noção de que a Amazônia apresenta grandes obstáculos ambientais para o
estabelecimento de grandes contingentes populacionais, alguns antropólogos
e arqueólogos tentaram identificar os fatores por trás da aparente ausência
de sociedades complexas no passado pré-Cabralino 5. Durante algum tempo
prevaleceu neste debate a distinção entre várzea e terra firme, e vários autores
argumentavam que ambas apresentavam oportunidades e limitações distintas à
ocupação humana, sendo que a primeira teria uma capacidade de suporte maior
em relação à segunda (Steward, 1949; Lathrap, 1968; Carneiro, 1970; Meggers, 1987;
Roosevelt, 1989, 1991). Todavia, apesar de ter solos relativamente mais férteis que a
terra firme, a várzea é um ambiente de alto risco que apresenta desvantagens para
sua ocupação, como a impossibilidade de cultivos perenes devido a inundações
anuais que recobrem quase a totalidade dos terrenos durante o seu pico, e ainda,
na região estuarina, as variações diárias da maré (Carneiro, 1995; Denevan, 1996).
Quando a divisão entre várzea e terra firme mostrou-se insuficiente para responder
a questão da relação entre produtividade primária dos ecossistemas amazônicos
e sustentabilidade das populações humanas, Moran (1990) propôs um modelo
baseado na tipologia de bacias, inspirada no estudo seminal de Sioli (1984). De
acordo com Moran (1990), deveríamos esperar um aumento na sustentabilidade
e qualidade de vida das populações humanas assentadas nos ecossistemas
ribeirinhos de acordo com o aumento na produtividade primária, ligada ao tipo de
água dos rios. As bacias de águas brancas características das várzeas do Amazonas
seriam, de acordo com este modelo, as mais produtivas. Todavia, poucos estudos
foram realizados para testar a validade desta hipótese, particularmente no que se
refere à avaliação da qualidade de vida biológica através de estudos nutricionais
(Adams, 2002).

As pesquisas sobre o estado nutricional de grupos populacionais amazônicos


são relativamente raros, muitas vezes antigos, fragmentados e/ou incompletos.
Ademais, o uso destes trabalhos em análises comparativas é bastante limitado,
dado as diferentes metodologias utilizadas (Santos, 1993, Alencar et al., 1999).
Apesar disso, as poucas pesquisas realizadas nas últimas décadas com populações
amazônicas não-indígenas apontam para a existência de um quadro pluricarencial,
caracterizado pela baixa ingestão de zinco, tiamina, riboflavina, cálcio e calorias;
4 Mesmo assim, estimou-se que 27,3% da população brasileira não teria renda suficiente para obter
uma alimentação satisfatória, em 2001, e que 47,3% dos pobres estaria nas áreas rurais, contando
com uma renda média mensal per capita de R$ 39,11 (Belick 2003).
5 Este debate foi retomado recentemente, devido às inúmeras evidências de grandes assentamentos
humanos no passado recente, em vários ecossistemas amazônicos (para uma visão recente ver Mann
2007 e Hornborg 2005).

200
elevada prevalência de déficit de estatura-por-idade; baixa prevalência de déficit de
peso-por-idade e peso-por-estatura; baixo peso ao nascer; prevalência de obesidade
nos adultos em elevação; grande ocorrência de parasitose gastrointestinal e
cáries dentárias; e mudanças nos padrões de dieta e atividade física na última
década (Giugliano e Shrimpton, 1976; Giugliano et al., 1978, 1981, 1984; Araújo e
Shrimpton,1982; Dufour, 1992; Santos, 1993; Eve, 1995; Santos e Coimbra Jr., 1996;
Murrieta et al., 1998, 1999; Alencar et al., 1999; Orr et al., 2001; Morais et al., 2003,
Murrieta e Dufour, 2004; Pucciarelli et al., 2005; Silva 2001, 2006; Piperata, 2007).

Diante deste cenário, apresentamos neste artigo os resultados de um estudo


comparativo entre populações assentadas na bacia do rio Amazonas, em dois
tipos diferentes de ecossistemas: a várzea estacional (Ilha de Ituqui, município de
Santarém-PA) e a várzea estuarina (município de Ponta de Pedras, Ilha de Marajó,
PA). O principal objetivo da investigação foi testar se a qualidade de vida biológica
das populações ribeirinhas amazônicas pode ser influenciada pelas diferenças
ecossitêmicas, e investigar a influência da diversidade ambiental regional sobre
seus sistemas sociais. Este estudo faz parte de um projeto maior, que pretende
investigar se as características ecológicas das bacias amazônicas teriam um caráter
preditivo no que se refere à qualidade de vida das populações que vivem na
Amazônia (Moran 1990).

Como parâmetro para a avaliação da qualidade de vida biológica utilizou-se o estado


nutricional obtido através de estudos antropométricos, complementados com uma
investigação do consumo alimentar. Os dados sobre o consumo alimentar já foram
apresentados em outras publicações (Adams et al. 2006; Murrieta 1998, 2001a,b;
Murrieta e Dufour 2004; Murrieta et al. 1999), e aqui serão apenas referidos.

MATERIAIS E MÉTODOS

Áreas de Estudo

As populações que fazem parte deste estudo estão compostas pelos habitantes
das comunidades ribeirinhas de Paricatuba, Praia Grande e Marajó-açú, na várzea
estuarina (município de Ponta de Pedras, na Ilha de Marajó-PA), e de Aracampina
e São Benedito, na várzea estacional (Ilha do Ituqui, município de Santarém-PA).
Estas populações são chamadas Caboclas ou Ribeirinhas, e tem sua origem na
miscigenação de europeus (principalmente portugueses), índios destribalizados e
negros (em menor escala).

A partir da segunda metade do século XIX uma grande onda migratória proveniente
do Nordeste brasileiro, atraída pela próspera extração de borracha, contribuiu para
constituir o campesinato histórico Amazônico, também conhecido como Caboclos
ou Ribeirinhos. Estudos realizados no estuário do Amazonas indicam cerca de 53%
de ancestralidade européia, 22% indígena e 25% africana no pool genético caboclo
(Salzano 1986), confirmando o processo histórico de sua formação.

201
Os dois ecossistemas estudados estão situados na bacia do rio Amazonas,
classificada como de águas brancas (Moran 1990). A característica ecológica
mais marcante da várzea estacional é a cheia anual do rio Amazonas, que dita os
padrões migratórios da fauna, os ciclos de produção agrícola (Adams et al. 2005,
Futema 2000, Murrieta 2001a; Murrieta e WinklerPrins, 2003), e a disponibilidade
estacional dos recursos florestais e aquáticos (Castro e McGrath, 2005; Castro, 1999;
Futema, 2000; Murrieta, 2001b), assim como a prevalência de vetores de doenças, a
periodicidade das epidemias e a qualidade da água de consumo (Murray e Sánchez-
Choy 2001).

Na região estuarina, apesar da variação estacional no nível do rio, o aspecto mais


relevante é a variação diária das marés. O estuário é uma região ecológicamente
complexa e altamente produtiva em recursos alimentares para a fauna e as
populações humanas, caracterizada em quanto à sua vegetação pela presença
de áreas de manguezais, savanas, matas ciliares, campos inundados e florestas
pluviais adaptadas à inundação (Goulding 1997).

Ilha de Ituqui (Várzea Estacional)

As comunidades da várzea estacional –Aracampina e São Benedito– estão


localizadas na Ilha de Ituqui, na calha principal do rio Amazonas, 30 km à jusante
da cidade de Santarém (PA), no Baixo Amazonas (Figura 1). O clima na região é
o Tropical de Monções (Köppen Amw), apresentando duas estações distintas: o
inverno (dezembro a junho) e o verão ( julho a novembro). A temperatura média é
de 26 oC, sendo as variações diárias (10 oC) maiores que as estacionais. A umidade
média anual é de 80 a 85 % (WinklerPrins, 1999), e a precipitação anual é de 1.973
mm, sendo que na época do plantio (verão) apenas 20 % das chuvas atinge a ilha.

A ilha é coberta por um mosaico de floresta de várzea e campos naturais altamente


adaptados à inundação estacional, embora sua vegetação natural tenha sido
amplamente alterada ao longo dos últimos séculos. A parte periférica da ilha é
circundada por um anel de terras mais altas – as restingas. O terreno sofre um ligeiro
declive em direção à parte central, onde se forma uma rede de lagos rasos. A zona
de transição entre as restingas florestadas e os lagos permanentes é coberta por
gramíneas. As habitações e as atividades agrícolas estão concentradas nas terras
altas, em restingas. Os limites das propriedades estão alinhados perpendicularmente
ao rio, de maneira que cada unidade doméstica tenha acesso a todos os principais
ambientes da várzea (rio, restinga, pastio, lago) (McGrath et al., 1999, Murrieta,
2000, WinklerPrins, 2001). Uma descrição mais detalhada do ambiente natural do
Ituqui pode ser vista em WinklerPrins (1999) e Futemma (2000).

Durante o inverno a maior parte da ilha fica submersa, por se tratar do período de
chuvas. O nível das águas do rio pode subir mais de 9 metros e cobrir a maior parte
das florestas e campos naturais, o que altera radicalmente a paisagem. A interação
entre a cheia e a estação de chuvas é a maior fonte de instabilidade para o agricultor

202
da várzea que, somada à existência de um período de seca relativamente intenso
no meio do verão, pode fazer com que ele perca, ocasionalmente, boa parte da
produção anual ( Winklerprins, 1999). Mesmo assim, Câmara e McGrath (1995)
estimam que no início da década de 1990, 81% das unidades domésticas da ilha
desenvolviam algum tipo de agricultura.

A maior parte dos moradores da ilha de Ituqui é formada por pequenos proprietários,
que provavelmente residem na área desde o fim do século XIX e começo do XX
(Murrieta, 2000). No início da década de 1990 a população total da ilha era de cerca
de 2.000 habitantes (Câmara e McGrath, 1995), distribuída em 8 comunidades. A
maioria das unidades domésticas da região do Ituqui (76 %) depende dos recursos
da ilha para sua subsistência, embora também mantenham laços econômicos com
outras regiões da várzea e com a terra firme (Câmara e McGrath, 1995). Castro
(1999), Futemma (1995), Murrieta (1998, 2000, 2001), Murrieta e WinklerPrins (2003)
e WinklerPrins (1999) aportam mais detalhes sobre as atividades econômicas e o
histórico de ocupação do Ituqui.

A pesca e a agricultura são as duas atividades econômicas de maior importância


para a renda das famílias do Ituqui. Câmara e McGrath (1995) estimam que a
renda média anual por unidade doméstica é de US$ 950,00 (McGrath et al., 1999).
A importância dessas atividades é refletida na grande importância que o peixe e a
farinha de mandioca desempenham na dieta básica em Ituqui (Murrieta e Dufour,
2004; Adams et al., 2005, 2006). Enquanto a farinha de mandioca corresponde a
cerca de 35,2 % das calorias consumidas nas unidades domésticas de Aracampina
e 31,1 % de São Benedito, posicionando-se como o carboidrato mais importante da
alimentação local, o peixe contribui com 54,3 % e 67,3 % das proteínas ingeridas
nas respectivas comunidades (Tabela 1) (Murrieta, 2000; Adams, 2002). Além de
principal fonte protéica, o peixe também é a segunda fonte mais importante de
energia, contribuindo com 17,5 % em Aracampina e 26,0 % em São Benedito
(Murrieta, 2000; Adams 2002; Murrieta e Dufour, 2004). Frutas e verduras são pouco
consumidas e desempenham um papel secundário e estacional na dieta local,
aportando baixos valores de micronutrientes (Murrieta e Dufour, 2004; Adams et
al., 2005). A Tabela 1 mostra as principais fontes calóricas e protéicas na dieta das
comunidades estudadas.

As duas comunidades escolhidas para a pesquisa, Aracampina e São Benedito,


representam os dois extremos ambientais da Ilha de Ituqui (Murrieta, 2000;
Murrieta e Dufour, 2004). Aracampina se localiza às margens da calha principal do
rio Amazonas, na área mais baixa da ilha, motivo pelo qual é a mais afetada pelas
cheias estacionais e pela correnteza do rio (Castro, 1999). Na segunda metade da
década de 1990, era a comunidade com o maior número de habitantes (550) e
a que ocupava a maior área (Futema, 1995; Castro, 1999). Além de usufruir dos
lagos interiores da ilha, os moradores de Aracampina têm rápido acesso à calha
principal do Amazonas, o que lhes proporciona a oportunidade de participar na
pesca estacional de grandes bagres (verão), o que complementa a renda familiar
(Castro, 1999).

203
Figura 1 - Localização das comunidades de Aracampina e São Benedito na Ilha de Ituqui, Santarém
(PA)

São Benedito se localiza na face oposta da ilha, na várzea do Paraná do Ituqui,


um dos braços do rio Amazonas. Em 1997 havia 164 moradores, em 36 casas.
Esta comunidade está situada próximo a duas lagoas interiores e possui uma das
maiores áreas disponíveis para a agricultura e a pecuária em relação às outras.
Além disso é circundada por um mosaico de micro-ambientes formado por
florestas secundárias de inundação, pântanos, savanas e pastagens (Murrieta,
2000; Murrieta e WinklerPrins, 2003; Murrieta e Dufour, 2004). Devido à localização

204
desta comunidade seus moradores estavam menos envolvidos com a pesca no rio
que os moradores de Aracampina (Murrieta, 2000).

Tabela 1 - Principais fontes calóricas e protéicas (% do consumo total) nas comunidades


das várzeas estacional e estuarina (estações do ano combinadas)

P MA PG A SB A SB
Calóricas
(1990) (1990) (1990) (1995/6) (1995/6) (1997) (1997)
Mandioca 45,8 41,5 33,2 34,0 25,2 35,2 31,1
Peixe - - - 17,5 26,0 11,5 24,6
Açaí 14,0 30,0 18,7 - - - -
Açúcar - - - 11,5 11,5 11,2 10,0
Cereais - - - 8,2 10,5 10,4 5,7
Leite/derivados - - - 7,3 2,7 4,7 1,3
Óleo vegetal - - - 4,2 2,6 3,6 3,1
Outros 40,2 28,5 48,1 17,3 21,5 23,4 24,2

Protéicas
Peixe 13,3 34,3 23,1 54,3 64,1 43,5 67,3
Camarão 12,9 8,9 13,3 - - - -
Porco 16,4 4,4 6,0 - - - -
Boi 5,5 18,8 16,4 - - 3,5 0,6
Caça 17,2 2,6 0,5 - - 13,6 1,0
Frango - 1,7 6,5 - - 4,8 8,9
Cereais - - - 5,4 5,4 4,2 2,1
Leite - - - 11,6 3,1 4,0 1,1
Ovos 1,6 1,4 0,3 - - 0,4 1,5
Outros 33,1 28,0 33,9 28,7 27,4 26,0 17,5
Fonte: Adams, 2002; Murrieta, 2000; Siqueira, 1997.

Ponta de Pedras (Várzea Estuarina)

O município de Ponta de Pedras, onde se localizam as comunidades estuarinas de


Praia Grande, Paricatuba e Marajó-açú, situa-se na região sudeste da Ilha de Marajó
(PA), dentro da micro-região de Arari (Brondízio e Siqueira, 1997; Siqueira, 1997;
Murrieta et al., 1999) (Figura 2). Encontra-se no ecótono entre a floresta densa
(oeste) e os campos naturais (leste), e a maior parte de sua área é coberta pela
floresta de várzea. A área restante é recoberta por floresta de terra firme, floresta
de transição (entre a floresta e o campo), campos, igapós, manguezais, pousios em
diferentes estágios de regeneração e florestas de açaí (Euterpe oleraceae) (Brondízio,
1996; Brondízio e Siqueira, 1997; Siqueira 1997). Está localizado no limite entre a
região de clima Tropical Úmido (Köppen Af ) e Tropical de Monções (Köppen Am)

205
(Lima et al., 2005). Sua temperatura média anual é de 27 oC e a pluviosidade média
é de 3.000 mm/ano. A estação seca (verão) vai de maio até o fim de novembro, e o
inverno de dezembro ao início de maio (Murrieta et al., 1999; Siqueira, 1997).

A distância entre Ponta de Pedras e a capital do estado, Belém, é de 44 km, a três


ou quatro horas de viagem de barco. O acesso a outros lugares da ilha só é possível
de barco ou avião (Siqueira, 1997).

Figura 2 - Localização do município de Ponta de Pedras na Ilha de Marajó (PA)

Ao longo da história do município diferentes atividades econômicas ganharam e


perderam importância, tais como a agricultura, a pesca, a pecuária, a extração de
palmito, madeira e outras atividades agro-florestais. Durante a década de 1990 a
maior parte da renda do município provinha da pecuária extensiva, seguida das
atividades agro-florestais, especialmente a extração de madeira. No Estado a extração
e produção de açaí (suco e palmito), Euterpe oleracea, vem crescendo dramáticamente
nas duas últimas décadas (Brondízio e Siqueira 1997; Siqueira 1997).

206
Nas comunidades de Ponta de Pedras a mandioca é a maior fonte de calorias na
dieta, variando de 33,2 % de contribuição em Praia Grande (que abandonou o
padrão tradicional de subsistência, conforme se verá abaixo) a 45,8 % em Paricatuba
(Tabela 1) (Siqueira, 1997; Adams et al., 2006). Este consumo é relativamente mais
elevado que na várzea estacional, e provavelmente reflete a ausência das cheias
anuais do rio, que reduzem o período agrícola no Ituqui a seis meses por ano. A
segunda maior fonte de calorias é o açaí (Euterpe oleraceae Mart.), espécie que não
se apresenta naturalmente na várzea estacional, que contribui com até 30,0 % das
calorias consumidas na dieta da população de Marajó-açú.

O peixe é a principal fonte protéica no estuário (13,3 % a 34,3 % da dieta, dependendo


da comunidade), mas as fontes secundárias diferem em relação ao Ituqui: camarão
(8,9 % a 12,9 %), carne bovina (5,5 % a 18,8 %) e de porco (4,4 % a 16,4 %) (Tabela
1). Frutas e verduras também são pouco consumidas, desempenhando um papel
secundário na dieta local (Siqueira, 1997; Adams et al., 2006).

As três comunidades investigadas no município de Ponta de Pedras (Praia Grande,


Paricatuba e Marajó-açú) são eqüidistantes da sede homônima do município, e
seus moradores estão em contato freqüente com seu dia-a-dia urbano. Em 1991
a população de Marajó-açú localizava-se ao longo do rio de igual nome e estava,
segundo a pesquisa, formada por 371 indivíduos em 46 unidades domésticas.
Quando as pesquisas foram realizadas, as principais atividades de subsistência
eram o cultivo do açaí, cuja demanda crescia no mercado urbano regional, a
pesca do camarão, e o comércio fluvial (marretagem) com outras áreas da Ilha
de Marajó. A agricultura restringia-se a algumas roças de mandioca. A situação
fundiária era dominada pelo sistema de meia – o proprietário ficava com 50 % da
produção do morador. Ocorriam disputas ocasionais sobre a partilha da produção
ou permanência no terreno que podiam evoluir, transformando-se em conflitos
relativamente sérios (Murrieta et al., 1989, 1999; Brondízio et al., 1994; Murrieta,
1994; Brondízio e Siqueira, 1997).

A população de Paricatuba localiza-se às margens do rio Paricatuba e na terra firme


adjacente. Na época da pesquisa era composta de 144 indivíduos em 19 unidades
domésticas. As principais atividades produtivas eram baseadas na agricultura
de subsistência (principalmente mandioca, arroz, feijão, milho), pesca, caça de
pequenos animais e no cultivo de açaí e outras frutas. A maior parte dos moradores
era proprietária de suas terras. Apesar de possuírem um padrão semelhante ao
de Marajó-Açú (cultivo de açaí, pesca de camarão e marretagem), as unidades
domésticas de Paricatuba pareciam ser mais independentes do mercado local, e
mais integradas entre si. Esta integração caracterizava-se por uma intensa rêde de
troca de alimentos, trabalho de mutirão e acesso a recursos com base em laços de
parentesco (Siqueira et al., 1993; Murrieta, 1994; Murrieta et al., 1999).

A população de Praia Grande situa-se às margens da baía de Marajó, numa área de


terra firme. Em 1991 era composta por 111 indivíduos e 21 unidades domésticas.
Históricamente seu sistema de subsistência era baseado na agricultura de coivara,

207
pesca, caça, e no cultivo e extração de alguns produtos destinados ao mercado
(como a malva, Urena sp. e a borracha Hevea spp). Entretanto, desde o final da
década de 1960, uma cooperativa agrícola estabelecida pela Igreja Católica
começou a mudar o padrão de subsistência local, e o cultivo de mandioca foi em
grande parte abandonado a favor de novos cultivos mecanizados (coco da Bahia,
milho, arroz, feijão) e pecuária. Entretanto, apesar dos esforços da Igreja, dos
moradores e do input externo de recursos em forma de projetos de intervenção,
todas as tentativas de implantar um sistema auto-sustentável falharam. Um dos
efeitos colaterais destas tentativas foi a degradação ambiental da área devido,
provavelmente, ao uso de tecnologias inadequadas e à expansão das pastagens
(Murrieta et al., 1992, 1999; Brondízio et al., 1994; Murrieta, 1994; Brondízio e
Neves,1996; Siqueira,1997).

Antropometria

Os dados antropométricos da várzea estuarina foram coletados por Walter Neves,


Andréa Siqueira e Rui Murrieta no verão (setembro) de 1990. Os procedimentos da
coleta foram baseados em Frisancho (1990), e as variáveis mensuradas foram: altura,
peso, circunferência do braço, pregas do tríceps, subescapular e supra-ilíaca. Em
total foram mensurados 408 indivíduos, sendo 152 crianças (0-9,9 anos de idade),
106 adolescentes (10,0-19,9 anos) e 149 adultos (> 20,0 anos) (ver Tabelas 2 e 3). Os
dados foram coletados em indivíduos entre 0 e 88 anos de idade, e a participação
foi voluntária. As mulheres grávidas foram excluídas da amostra. As medidas foram
coletadas nas escolas locais e nas unidades domésticas.

A altura foi medida com um antropômetro GPM fixo em milímetros, exceto para as
crianças abaixo de três anos de idade, cujas medidas foram tiradas com o auxílio
de um infantômetro em decúbito dorsal sobre uma superfície plana. O peso foi
medido com uma balança portátil com escala de 500 g. Nenhum fator de correção
foi aplicado para a roupa dos indivíduos, já que a maioria usava peças leves quando
foi medida (short, camiseta, vestido de algodão).

A circunferência do braço foi mensurada com uma fita métrica inelástica em


centímetros, e as pregas com um adipômetro da marca Lange, em milímetros
(Neves, 1992; Siqueira, 1997).

Na várzea estacional as medidas antropométricas foram coletadas por Cristina


Adams e Rosely Sanches, no verão (novembro) de 1997. Os procedimentos de
coleta de dados foram baseados em Frisancho (1990) e Weiner e Lourie (1969,
1981), e as variáveis coletadas foram: altura, peso, circunferência do braço e da
perna, e pregas do tríceps, subescapular e supra-ilíaca. Em total foram mensurados
350 indivíduos, sendo 109 crianças (0-9,9 anos de idade), 96 adolescentes (10,0-
19,9 anos) e 144 adultos (> 20,0 anos) (ver Tabelas 2 e 3).

As medidas foram feitas através de visitas às unidades domésticas, com exceção


das crianças, que foram medidas na escola. Todas as pessoas que concordaram em

208
participar da pesquisa foram medidas e a idade variou entre 0 e 88 anos de idade. As
mulheres grávidas foram excluídas da amostra. A estatura foi medida com o mesmo
antropômetro GPM utilizado na várzea estuarina, fixo numa base de madeira, e o
valor foi anotado em milímetros. Crianças com menos de 2 anos de idade tiveram
a estatura medida com o infantômetro, em decúbito dorsal sobre uma superfície
plana, e a medida anotada em centímetros. O peso de todos os indivíduos foi
medido com uma balança digital com escala de 200 g. Nenhum fator de correção
foi aplicado para a roupa dos indivíduos pelo mesmo motivo apresentado no caso
da população da várzea estuarina. As circunferências dos braços e das pernas foram
medidas com o uso de uma fita métrica inelástica, em centímetros. As pregas do
tríceps, subescapular e supra-ilíaca foram tomadas com um adipômetro da marca
Baseline em milímetros. Para cada dimensão antropométrica considerada foram
realizadas três medidas, e a média aritmética anotada (Himes 1989).

Tabela 2 – Número de indivíduos investigados por ecossistema, sexo e faixa etária


(verão)

Faixa etária Idade Várzea Estacional Várzea Estuarina Total

(anos) M F M F
Crianças 0 – 1,9 9 4 13 13 39
2,0 – 3,9 12 13 10 17 52
4,0 – 5,9 17 10 20 13 60
6,0 – 7,9 11 10 15 21 57
8,0 – 9,9 11 12 19 11 53
Adolescentes 10,0 – 19,9 47 49 60 46 202
Adultos ≥ 20,0 64 80 70 79 293
Total 171 179 207 201 758

Para efeito da análise estatística as comunidades foram agrupadas de acordo com


o ecossistema, formando duas populações. Os resultados antropométricos foram
transformados em escores z, padronizando as medidas dos indivíduos de acordo
com as referências internacionais CDC/WHO 1978 e NHANES I e II (Frisancho, 1990;
Kuczmarski et al., 2000), e apresentados segundo o sexo e a faixa etária, de acordo
com as recomendações internacionais (Waterlow et al., 1977; WHO, 1995). As
referências internacionais foram utilizadas apenas com finalidade comparativa e
não supõe, necessariamente, standards a serem atingidos.

O estudo sobre o status nutricional das crianças (0-9,9 anos de idade) nos dois
ecossistemas seguiu as recomendações de WHO (1995), e os índices antropométricos
calculados foram: estatura-por-idade (HAZ), peso-por-idade (WAZ), peso-para-
estatura ( WHZ) índice de massa corporal-para-idade (ZBMI), soma das pregas
cutâneas (ZSSF) e área muscular do braço (ZUMA). Os três primeiros (HAZ, WAZ e

209
WHZ) foram calculados com o software Epi-Info 2000 (versão 3.3.2), tendo como
referência os dados de CDC/WHO 1978. O índice de massa corporal-para-idade
(ZBMI) e os indicadores de reservas de gordura (ZSSF) e proteína (ZUMA) foram
calculados com o uso do software SPSS (versão 10.0), utilizando como referência os
dados de NHANES I e II (Frisancho, 1990; Jelliffe et al., 1989). Para os adolescentes
(10,0-19,9 anos) e adultos (> 20,0 anos), foram calculados os mesmos índices
antropométricos e indicadores das crianças, com base nas referências de NHANES
I e II (Jelliffe et al., 1989; Frisancho 1990), com o software SPSS (versão 10.0).

A estatura-para-idade (HAZ) e o peso-para-idade (WAZ) foram usados como


indicadores de status nutricional crônico e agudo, respectivamente, para todas as
faixas etárias. A área muscular do braço (ZUMA) foi utilizada como uma estimativa
das reservas protéicas, e escores z < -2,0 foram considerados como indicativos
de desnutrição (Frisancho 1990). A soma das pregas cutâneas (ZSSF) foi utilizada
como indicador do estoque de gordura corpórea em adolescentes e adultos
(Frisancho 1990). A existência de déficit estatural foi considerada para indivíduos
com baixa estatura (z-score <-2,0) e o déficit ponderal para aqueles com baixo
peso (z-score <-2) ( WHO 1995). Em relação aos valores do índice de massa
corporal (IMC), foram estabelecidas as seguintes categorias: indivíduos magros
(< 18,5), normais (18,5 – 24,9), com sobrepeso (25,0-29,9) e obesos (> 30,0), de
acordo com WHO (1995).

210
Tabela 3 - Características antropométricas das populações ribeirinhas das várzeas estuarina e estacional no verão, por sexo e faixa
etária
Várzea Estacional Várzea Estuarina
Feminino Masculino Feminino Masculino
Medida Idade (anos) N Média DP N Média DP N Média DP N Média DP
Estatura (cm) 0-1,9 4 71,0 8,6 8 68,2 1,1 13 66,4 9,8 12 70,8 7,6
2,0-3,9 12 86,0 5,2 11 89,8 6,1 14 87,5 6,0 9 87,5 5,2
4,0-5,9 10 98,9 5,7 17 101,1 5,2 11 97,8 6,0 17 98,7 5,8
6,0-7,9 10 114,9 6,3 11 115,1 4,7 21 110,1 6,1 12 111,2 4,3
8,0-9,9 12 126,3 5,4 11 123,8 3,9 11 118,6 6,2 19 119,8 6,1
10,0-19,9 49 147,4 8,2 46 147,4 13,2 45 142,3 10,1 59 146,1 13,8
> 20,0 80 150,3 6,1 64 160,1 5,4 89 149,6 6,1 70 160,3 7,6
Peso (kg) 0-1,9 4 9,0 1,5 9 7,5 2,3 13 7,2 2,6 12 8,3 1,8
2,0-3,9 13 11,2 1,3 11 13,0 1,9 15 11,6 1,8 9 12,0 2,0
4,0-5,9 10 14,6 2,2 17 15,7 1,6 12 14,2 1,4 17 14,7 1,6
6,0-7,9 10 19,5 2,7 11 19,6 3,3 21 18,0 2,7 12 18,6 1,7
8,0-9,9 12 24,1 3,5 11 23,8 1,7 11 21,9 2,8 19 22,5 4,3
10,0-19,9 49 43,3 10,7 46 42,0 13,8 45 40,0 11,9 59 40,0 12,0
> 20,0 80 58,5 10,8 64 63,3 9,5 89 49,1 7,9 70 57,9 9,5
Peso para altura (kg/cm) 0-1,9 4 0,13 0,02 8 0,11 0,02 13 0,11 0,03 12 0,12 0,01
2,0-3,9 12 0,13 0,01 11 0,14 0,01 14 0,13 0,01 9 0,14 0,02
4,0-5,9 10 0,15 0,02 17 0,16 0,01 11 0,14 0,01 17 0,15 0,01
6,0-7,9 10 0,17 0,02 11 0,17 0,02 21 0,16 0,02 12 0,17 0,01
8,0-9,9 12 0,19 0,02 11 0,19 0,01 11 0,18 0,02 19 0,19 0,03
10,0-19,9 49 0,29 0,06 46 0,28 0,07 45 0,28 0,07 59 0,27 0,06
> 20,0 79 0,39 0,07 64 0,40 0,05 89 0,33 0,05 70 0,36 0,05
IMC (kg/m2) 0-1,9 4 17,9 2,1 8 16,4 1,4 13 15,8 2,7 12 16,5 1,4
2,0-3,9 12 15,2 1,1 11 16,0 1,1 14 15,1 0,8 9 15,6 1,4
4,0-5,9 10 14,8 1,0 17 15,3 0,9 11 14,8 0,8 17 15,0 0,9
6,0-7,9 10 14,7 1,1 11 14,7 2,0 21 14,8 1,2 12 15,1 1,0
8,0-9,9 12 15,0 1,2 11 15,5 0,7 11 15,5 1,0 19 15,6 1,8
10,0-19,9 49 19,7 3,4 46 18,8 3,2 45 19,3 3,6 59 18,3 2,7
> 20,0 80 25,9 4,4 64 24,7 3,4 89 22,0 3,5 70 22,4 3,1

211
212
Tabela 3 – Características antropométricas das populações ribeirinhas das várzeas estuarina e estacional no verão, por sexo e faixa etária
– cont.

Várzea Estacional Várzea Estuarina


Feminino Masculino Feminino Masculino
Medida Idade (anos) N Média DP N Média DP N Média DP N Média DP
Circunferência do braço (cm) 0-1,9 2 15,2 1,7 3 15,3 1,7 13 13,8 1,3 12 14,1 1,1
2,0-3,9 13 16,0 0,9 10 15,9 0,8 14 14,7 0,7 8 15,1 1,5
4,0-5,9 10 15,9 1,2 17 16,5 0,7 11 15,2 0,6 17 15,3 0,8
6,0-7,9 10 16,6 1,4 11 17,3 1,1 21 16,0 1,1 12 16,4 1,1
8,0-9,9 12 18,1 1,5 11 18,2 1,2 11 17,3 1,5 19 17,1 1,2
10,0-19,9 49 23,8 3,6 46 23,3 4,2 45 22,6 3,7 58 22,0 3,3
> 20,0 80 30,2 3,5 64 30,3 2,9 89 25,4 2,7 70 27,6 2,8
Soma das pregas (mm) 0-1,9 2 19,9 6,4 3 15,2 1,6 13 17,5 4,4 12 16,2 2,6
2,0-3,9 12 16,6 3,5 10 14,6 2,0 14 14,7 2,7 8 14,2 3,4
4,0-5,9 9 12,3 0,9 17 13,3 3,5 11 13,3 2,2 17 12,8 2,3
6,0-7,9 10 13,8 3,2 11 13,1 4,5 21 13,4 4,0 12 11,7 1,7
8,0-9,9 12 15,0 4,2 11 12,4 4,2 11 13,0 2,5 18 11,6 2,1
10,0-19,9 49 29,0 13,1 46 14,8 5,1 45 24,2 9,7 59 13,4 4,8
> 20,0 80 50,4 17,3 64 23,1 12,7 89 29,6 11,2 70 17,0 7,6
2
Área muscular do braço (cm ) 0-1,9 2 11,0 1,1 3 12,8 2,9 13 9,7 1,8 12 10,6 1,5
2,0-3,9 12 13,2 1,8 10 13,4 1,7 14 11,6 1,4 8 12,7 2,0
4,0-5,9 9 14,3 2,3 17 15,8 1,9 11 13,5 1,3 17 13,5 1,7
6,0-7,9 10 16,1 2,8 11 18,0 1,8 21 14,9 2,1 12 16,6 2,6
8,0-9,9 12 18,9 2,8 11 20,8 1,9 11 17,9 3,3 19 18,3 2,6
10,0-19,9 49 28,5 6,3 46 36,6 14,7 45 28,3 8,1 58 32,0 10,0
> 20,0 80 37,2 7,9 64 58,8 9,9 89 35,6 6,9 70 52,5 9,8
Para avaliar as diferenças existentes entre os escores z médios por ecossistema
foram realizados testes τ entre amostras independentes (SPSS 10.0). O nível de
significância foi estabelecido em 5 % e assumiu-se que as variâncias eram iguais.
Os outliers foram identificados através de gráficos de distribuição e excluídos da
amostra. A precisão das medidas antropométricas foi avaliada através do Erro
Técnico de Medida (ETM) e do Coeficiente de Confiabilidade (CC), seguindo a
recomendação de Frisancho (1990). Nas duas populações investigadas 10 % das
medidas coletadas foram repetidas para realizar os cálculos de ETM e CC. Na
várzea estuarina os dados já haviam sido considerados confiáveis (Neves, 1992).
Na várzea estacional os dados também foram considerados satisfatórios, já que
todos mostraram coeficientes de confiabilidade (CC) acima de 0,9, o que indica
que mais de 90 % da variância deve-se a outros fatores e não ao erro de medida
(Adams, 2002).

RESULTADOS

Crianças (2,0 – 9,9 anos)

A Tabela 4 traz os escores z de estatura-para-idade (HAZ), peso-para-idade


( WAZ), peso-para-estatura ( WHZ), índice de massa corporal-para-idade (IMCZ),
soma das pregas cutâneas (SSFZ) e área muscular do braço (UMAZ), com
os resultados dos testes t entre ecossistemas. De maneira geral as crianças
da região estuarina são mais baixas que na várzea estacional, sendo que as
diferenças são significativas para os meninos entre 4,0 - 7,9 anos de idade (t =
-2,4 ± 1,0, ρ = 0,018), e para as meninas de 8,0 - 9,9 anos (t = -2,0 ± 1,0,
ρ = 0,004). Quando a população total de crianças foi comparada (Tabela
5), ambos sexos apresentaram estatura mais baixa no estuário, e entre
os meninos a diferença se mostrou estatisticamente significativa (t = -
2,0 ± 1,2, ρ = 0,003). A prevalência de baixa estatura-para-idade (HAZ
<-2,0) entre os meninos é bem mais acentuada na várzea estuarina (variando de
33,3 %-65,0 %), exceto para a faixa de 2,0 - 3,9 anos, em que as prevalências são
iguais (Tabela 6). Entre as meninas a prevalência de baixa estatura é maior na várzea
estacional até os 3,9 anos de idade, mas chega a 76,9 % na várzea estuarina entre
4,0 - 5,9 anos de idade. As altas prevalências de baixa estatura são confirmadas
pela alta porcentagem de crianças com IMC abaixo de 16,9 (Tabela 8).

213
214
Tabela 4 - Comparação entre os escores Z médios para estatura-por-idade (HAZ), peso-por-idade (WAZ), peso-para-estatura (WHZ), índice de
massa corpórea (IMCZ), soma das pregas cutâneas (SSFZ) e área muscular do braço (UMAZ) entre ecossistemas, por faixa etária e sexo

HAZ WAZ WHZ

Faixa etária
Sexo N Estacional N Estuarina ρ N Estacional N Estuarina ρ N Estacional N Estuarina ρ
(anos)

0-1,9 M 8 -1,2 ± 0,6 13 -1,2 ± 2,0 0,975 9 -0,7 ± 0,6 13 -1,0 ± 1,6 0,560 8 0,0 ± 0,8 13 -0,3 ± 1,1 0598

F 4 -0,8 ±2,9 13 -0,6 ±0,9 0,905 4 0,0 ±1,8 13 -0,4 ±1,1 0,522 4 0,8 ±1,3 13 -0,1 ±1,3 0,254

2,0-3,9 M 12 -1,4 ±1,0 10 -1,7 ±0,9 0,483 12 -1,1 ±0,7 10 -1,6 ±1,0 0,180 12 -0,2 ± 0,7 10 -0,7 ± 1,0 0,231

F 12 -1,4±1,3 16 -1,4±1,2 0,935 13 -1,5±0,9 17 -1,5±1,0 0,977 12 -0,8±0,7 16 -0,8±0,7 0,999

4,0-5,9 M 17 -1,6 ±0,8 20 -2,4 ±1,0 0,018 17 -1,2 ±0,7 20 -1,8 ±0,7 0,017 17 -0,3 ±0,6 20 -0,5 ±0,6 0,242

F 10 -2,0±1,0 12 -2,3±0,7 0,371 10 -1,5±0,9 13 -1,8±0,5 0,365 10 -0,5±0,8 12 -0,5±0,5 0,850

6,0-7,9 M 11 -1,3 ±0,7 15 -2,1 ±0,8 0,015 11 -1,3 ±1,1 15 -1,6 ±0,5 0,350 11 -0,6 ±1,5 15 -0,3 ±0,6 0,500

F 10 -1,1±1,0 21 -1,7±0,9 0,073 10 -0,9±0,8 21 -1,3±0,9 0,212 10 -0,4±0,8 21 -0,3±0,9 0,961

8,0-9,9 M 11 -1,6 ±0,7 19 -2,1 ±1,0 0,121 11 -1,2 ±0,6 19 -1,5 ±1,0 0,370 11 -0,1 ±0,5 19 -0,1 ±1,0 0,929

F 12 -0,6±0,9 11 -2,0±1,0 0,004 12 -0,8±0,8 11 -1,4±0,7 0,073 11 -0,5±0,7 11 0,1±0,6 0,045

10,0-19,9 M 46 -1,5 ± 1,0 59 -2,2 ± 0,9 0,000 46 -0,9 ± 0,6 59 -1,3 ± 0,5 0,000 - - - - -

F 49 -1,3 ± 1,0 45 -1,8 ± 0,9 0,016 49 -0,6 ± 0,7 45 -0,8 ± 0,7 0,163 - - - - -

20,0-74,9 M 64 -2,2 ± 0,7 70 -2,2 ± 1,1 0,967 64 -1,1 ± 0,7 70 -1,5 ± 0,7 0,002 - - - - -

F 79 -1,9 ± 0,9 89 -2,0 ± 0,9 0,497 79 -0,5 ± 0,7 89 -1,1 ± 0,6 0,000 - - - - -

Crianças: HAZ, WAZ e WHZ calculados no Epi Info 2000 com base em CDC/WHO 1978. Adultos: HAZ e WAZ calculados no SPSS (10.0) com base em NHANES I e II (Frisancho 1990; Kuczmarski
et al. 2000). Diferenças significativas em negrito.
Tabela 4 - Comparação entre os escores Z médios para estatura-por-idade (HAZ), peso-por-idade (WAZ), peso-para-estatura (WHZ), índice
de massa corpórea (IMCZ), soma das pregas cutâneas (SSFZ) e área muscular do braço (UMAZ) entre ecossistemas, por faixa etária e sexo
- Cont.

ZBMI ZSSF ZUMA

Faixa etária
Sexo N Estacional N Estuarina ρ N Estacional N Estuarina ρ N Estacional N Estuarina ρ
(anos)

0-1,9 M 3 -0,4 ± 0,5 5 -0,8 ± 0,5 0,304 3 -0,4 ± 0,4 6 -0,5 ± 0,3 0,623 3 -0,2 ± 1,3 5 -1,1 ± 0,7 0,224

F 2 -0,3 ± 0,1 4 -0,7 ± 0,8 0,518 2 0,7 ± 1,4 4 -0,1 ± 0,7 0,361 2 -0,6 ± 0,5 4 -0,5 ± 0,2 0,766

2,0-3,9 M 11 0,0 ± 0,8 9 -0,5 ± 1,1 0,318 10 -0,2 ± 0,5 8 -0,4 ± 0,8 0,590 10 -0,5 ± 0,5 8 -0,6 ± 0,6 0,701

F 12 -0,5 ± 0,7 14 -0,5 ± 0,6 0,803 12 0,0 ± 0,8 14 -0,5 ± 0,6 0,115 12 -0,2 ± 0,7 14 -0,9 ± 0,6 0,013

4,0-5,9 M 17 -0,2 ± 0,7 17 -0,4 ± 0,6 0,319 17 -0,2 ± 0,8 17 -0,4 ± 0,5 0,592 17 -0,3 ± 0,7 17 -1,0 ± 0,6 0,003

F 10 -0,5 ± 0,7 11 -0,4 ± 0,6 0,920 9 -0,8 ± 0,2 11 -0,6 ± 0,4 0,200 9 -0,6 ± 0,6 11 -0,9 ± 0,4 0,171

6,0-7,9 M 11 -0,7 ± 1,0 12 -0,5 ± 0,5 0,516 11 -0,2 ± 0,7 12 -0,4 ± 0,2 0,353 11 -0,4 ± 0,5 12 -0,7 ± 0,8 0,271

F 10 -0,6 ± 0,6 21 -0,5 ± 0,7 0,878 10 -0,5 ± 0,5 21 -0,6 ± 0,6 0,920 10 -0,7 ± 0,7 21 -0,9 ± 0,5 0,351

8,0-9,9 M 11 -0,5 ± 0,4 19 -0,5 ± 0,7 0,841 11 -0,4 ± 0,5 18 -0,6 ± 0,2 0,524 11 -0,6 ± 0,4 19 -1,0 ± 0,7 0,078

F 12 -0,6 ± 0,4 11 -0,5 ± 0,3 0,310 12 -0,5 ± 0,3 11 -0,7 ± 0,2 0,117 12 -0,6 ± 0,6 11 -0,8 ± 0,6 0,506

10,0-19,9 M 46 -0,3 ± 0,6 59 -0,6 ± 0,6 0,042 46 -0,5 ± 0,4 59 -0,5 ± 0,4 0,231 46 -0,2 ± 0,9 58 -0,9 ± 1,0 0,000

F 49 -0,2 ± 0,7 44 -0,3 ± 0,6 0,563 49 0,0 ± 0,8 45 -0,3 ± 0,6 0,038 49 -0,4 ± 0,7 45 -0,3 ± -0,2 0,621

20,0-74,9 M 64 -0,2 ± 0,8 69 -0,7 ± 0,8 0,000 64 -0,5 ± 1,0 70 -0,9 ± 0,6 0,002 64 0,5 ± 0,9 70 0,0 ± 1,0 0,001

F 79 0,1 ± 0,7 89 -0,6 ± 0,7 0,000 79 0,4 ± 0,9 89 -0,7 ± 0,6 0,000 89 0,2 ± 0,7 79 0,3 ± 0,9 0,386

Crianças e Adultos: ZBMI, ZSSF e ZUMA calculados no SPSS (10.0) com base em NHANES I e II (Frisancho 1990; Kuczmarski et al. 2000). Diferenças significativas em
negrito.

215
Além de mais baixas, as crianças do Marajó são também mais magras, e entre os
meninos esta diferença foi significativa tanto para a população em geral (t = -1,5 ±
1,0, ρ = 0,008), quanto para a faixa etária de 4,0 - 5,9 anos de idade (t = -1,8 ± 0,7,
ρ = 0,017). Esta situação repete-se para as meninas, embora entre 2,0 - 3,9 anos
de idade os pesos-para-idade sejam iguais e não haja diferenças estatisticamente
significativas entre os dois ecossistemas. Estas tendências são ratificadas pelos
dados de prevalência de baixo peso (Tabela 6) entre as crianças, que varia de 20,0
% a 45,0 % entre os meninos do estuário, e de 9,1 a 18,2 % no Ituqui. Entre as
meninas esta variação é de 7,7 % a 29,4 % no estuário, e de 8,3 % a 38,5 % na várzea
estacional. Apesar das diferenças de estatura-para-idade e peso-para-idade entre
as crianças de Ituqui e do Marajó, quando são comparados apenas os valores de
peso-para-estatura (Tabela 4), a única diferença significativa encontrada é entre as
meninas de 8,0 - 9,9 anos de idade, sendo que neste caso o escore z mais baixo é
encontrado na várzea estacional (t = -0,5 ± 0,7, ρ = 0,045).

Os indicadores de gordura corpórea e massa muscular por faixa etária (Tabela


4) mostram que em relação ao primeiro não existe uma tendência definida em
favor de um ou outro ecossistema, para nenhum dos sexos. Por outro lado a massa
muscular dos indivíduos do estuário é menor para ambos sexos em todas as faixas
etárias, à exceção das meninas entre 0 - 1,9 ano de idade, embora a amostra seja
pequena. Ainda assim as diferenças em massa muscular foram estatisticamente
significativas somente em duas situações: nas meninas entre 2,0 - 3,9 anos
e nos meninos entre 4,0 - 5,9 anos, sempre a favor do Ituqui (t = -0,2 ± 0,7,
ρ = 0,013 e t = -0,3 ± 0,7, ρ = 0,003, respectivamente).

Tabela 5 - Escores z médios para estatura-por-idade (HAZ), peso-por-idade (WAZ) e


peso-para-estatura (WHZ) entre ecossistemas para a população total de crianças (0-
9,9, anos)

Índice Sexo N Estacional N Estuarina ρ

HAZ M 59 -1,5 ± 0,8 77 -2,0 ± 1,2 0,003

F 48 -1,2 ± 1,3 73 -1,6 ± 1,1 0,096

WAZ M 60 -1,1 ± 0,7 77 -1,5 ± 0,1 0,010

F 49 -1,1 ± 1,0 75 -1,3 ± 1,0 0,244

WHZ M 59 -0,3 ± 0,9 77 -0,4 ± 0,8 0,583

F 47 -0,4 ± 0,9 73 -0,4 ± 0,9 0,721

Com base em CDC/WHO 1978 (Epi Info 2000). Diferenças significativas em negrito.

216
Adolescentes (10,0 – 19,9 anos de idade)

Os escores z médios dos adolescentes são apresentados na Tabela 4, juntamente


com os resultados dos testes t. De uma forma geral os indicadores nutricionais
mostram uma situação mais crítica na região estuarina, principalmente no que
se refere ao sexo masculino, acompanhando uma tendência que vinha sendo
observada na infância. Foram observadas diferenças significativas de estatura-
para-idade em ambos sexos, sendo que a população estuarina é mais baixa que
a da várzea estacional, tanto para o masculino (t = -2,2 ± 0,9, ρ = 0,000), quanto
para o feminino (t = –1,8 ± 0,9, ρ = 0,016). A prevalência de baixa estatura (HAZ <
-2,0) entre os adolescentes do sexo masculino (Tabela 6) foi de 31,9 % na várzea
estacional e 30,0 % no estuário; para o sexo feminino os valores foram 39,1 % e
16,3 %, respectivamente.

Além das diferenças de estatura-para-idade, os adolescentes do sexo masculino


da várzea estuarina apresentaram WAZ (t = –0,9 ± 0,6 ρ = 0,000), ZBMI (t = -0,6 ±
0,6, ρ = 0,042) e ZUMA (t = -0,9 ± 1,0, ρ = 0,000) significativamente inferiores aos
da população da várzea estacional. As adolescentes do estuário também possuem
estoques de gordura corporal significativamente menores que as da várzea
estacional (t = -0,3 ± 0,6, ρ = 0,038). A prevalência de baixo peso-para-idade na
várzea estuarina foi de 8,3 % entre os adolescentes do sexo masculino e de 4,3 % no
sexo feminino, sendo que na várzea estacional não foram encontrados indivíduos
com baixo peso. Para os demais indicadores nutricionais as prevalências também
foram nulas com exceção do indicador de massa muscular, para o qual os valores
encontrados foram 6,7 % para o sexo masculino no estuário e 2,0 % para o sexo
feminino na várzea estacional.

217
218
Tabela 6 - Prevalências de indivíduos com escore z <-2 para estatura-para-idade (HAZ), peso-para-idade (WAZ), peso-para-estatura (WHZ),
índice de massa corpórea (ZBMI), soma das pregas cutâneas (ZSSF) e área muscular do braço (ZUMA) nas várzeas estacional (S) e estuarina
(E), por faixa etária e sexo

HAZ WAZ WHZ/IMCZ SSFZ UMAZ


S E S E S E S E S E

Faixa etária
Sexo N (%) N (%) N (%) N (%) N (%) N (%) N (%) N (%) N (%) N (%)
(anos)

0-1,9 M 1 (11,1) 4 (33,3) - - 3 (25,0) - 2 (16,7) - - - - - - 1 (8,3)


F 1 (20,0) 1 (7,7) 1 (20,0) 1 (7,7) - 1 (7,7) - - - - - - -
2,0-3,9 M 4 (36,4) 4 (36,4) 1 (9,1) 3 (27,3) - 1 (9,1) - - - - - - -
F 5 (38,5) 6 (35,3) 5 (38,5) 5 (29,4) - - - - - - - - 1 (5,9)
4,0-5,9 M 6 (33,3) 13 (65,0) - - 9 (45,0) - - - - - - - - 2 (10,0)
F 5 (50,0) 10 (76,9) 2 (20,0) 3 (23,1) - - - - - - - - -
6,0-7,9 M 3 (27,3) 8 (53,3) 2 (18,2) 3 (20,0) 1 (9,1) - - - - - - - -
F 2 (20,0) 6 (28,6) - - 5 (23,8) - - - - - - - - -
8,0-9,9 M 2 (18,2) 8 (42,1) 1 (9,1) 5 (26,3) - - - - - - - - 1 (5,3)
F 1 (8,3) 5 (41,7) 1 (8,3) 2 (16,7) 1 (8,3) - - - - - - - -
10,0-19,9 M 15 (31,9) 36 (30,0) - - 5 (8,3) - - - - - - - - - - 4 (6,7)
F 8 (16,3) 18 (39,1) - - 2 (4,3) - - - - - - - - 1 (2,0) - -
20,0-74,9 M 42 (65,6) 37 (52,9) 4 (6,3) 13 (18,6) 1 (1,6) 1 (1,4) - - - - - - 2 (2,9)
F 32 (40,0) 37 (46,8) 1 (1,3) 2 (2,5) - - - - - - - - - - - -

WHZ para as crianças (0-9,9 anos), com base em CDC/WHO 1978. / IMCZ para os adultos (>20,0 anos) com base em NHANES I e II (Frisancho 1990; Kuczmarski et al. 2000).
Adultos (20,0 – 74,9 anos de idade)

A tendência observada entre os adolescentes de altas


prevalências de déficit estatural, médias a altas prevalências de
déficit ponderal e praticamente nenhum indivíduo com ZBMI
<-2,0, é acentuada na população adulta (Tabela 6). A prevalência de déficit
estatural entre os homens é maior na região estacional do que na estuarina (65,5
% em comparação a 52,9 %), mas entre as mulheres a situação se inverte (40,0 %
na várzea estacional e 46,8 % no estuário). Para ambos sexos não há diferenças
significativas da HAZ. Já em relação a WAZ as diferenças são significativas tanto
para os homens (t = -1,5 ± 0,7, ρ = 0,0002), quanto para as mulheres (t = -1,1 ± 0,6,
ρ = 0,000), sendo a população do estuário mais leve. A prevalência de baixo peso-
para-idade é de 18,6 % no estuário e 6,3 % na várzea estacional para os homens, e
de 2,5 % e 1,3 % respectivamente para as mulheres.

A prevalência de baixo IMC (ZBMI <-2,0) é praticamente inexistente para ambos


sexos. Entretanto existem diferenças significativas entre as duas populações, tanto
para homens quanto para mulheres, ambos desfavoráveis para a região estuarina: t
= -0,7 ± 0,8, ρ = 0,000 (homens), e t = -0,6 ± 0,7, ρ = 0,000 (mulheres). Não ocorrem
casos de baixo estoque de gordura (ZSSF <-2,0) e massa muscular (ZUMA <-2,0),
com exceção de ZUMA entre os homens da várzea estuarina (2,9 %). Mesmo assim
existem diferenças significativas de ZSSF entre ecossistemas para ambos sexos,
sendo que a população do estuário apresenta os menores estoques: t = -0,9 ± 0,6,
ρ = 0,002 (homens), e t = -0,7 ± 0,6, ρ = 0,000 (mulheres). O mesmo repete-se com
ZUMA entre os homens, na região estuarina os estoques são significativamente
menores (0,0 ± 1,0, ρ = 0,001).

Comparação dos resultados com outras populações rurais amazônicas

Poucos estudos realizados com populações rurais amazônicas trazem os escores


z dos índices antropométricos investigados, permitindo uma comparação mais
confiável entre populações de diferentes localidades. Duas exceções são Eve
(1995) e Piperata (2007), que serão aqui consideradas, embora ambas tenham
trabalhado em ecossistemas de terra firme. Eve (1995) estudou a população infantil
de treze comunidades caboclas de terra firme localizadas nos municípios de Coari,
Iranduba e Barreirinha (entorno de Manaus, AM), e Piperata (2007) investigou sete
comunidades ribeirinhas de terra firme na região de Caxiuanã (PA), considerado
um ecossistema de águas negras, embora sob a influência das águas brancas do
estuário do Amazonas.

219
Tabela 7 - Distribuição dos indivíduos de acordo com categorias de IMC (WHO, 1995)
nas várzeas estacional e estuarina, por sexo e faixa etária

Várzea Estacional Várzea Estuarina


IMC (kg/m2) M (%) F (%) M (%) F (%) Total (%)
0,0 – 9,9 anos
< 16,00 37 (60,7) 36 (72,0) 54 (69,2) 56 (75,7) 183 (69,6)
16,0-16,99 15 (24,6) 10 (20,0) 16 (20,5) 12 (16,2) 53 (20,2)
17,0-18,49 6 (9,8) - - 7 (9,0) 4 (5,4) 17 (6,5)
18,5-24,99 2 (3,3) 2 (4,0) 1 (1,3) 2 (2,7) 7 (2,7)
25,00-29,99 1 (1,6) 1 (2,0) - - - - 2 (0,8)
>30,0 - - 1 (2,0) - - - - 1 (0,4)
61 (100,0) 50 (100,0) 78 (100,0) 74 (100,0) 263 (100,0)
10,0 – 19,9 anos
< 16,00 10 22,2 5 10,2 12 20,3 11 24,4 38 19,2
16,0-16,99 7 15,6 6 12,2 4 6,8 1 2,2 18 9,1
17,0-18,49 7 15,6 9 18,4 18 30,5 6 13,3 40 20,2
18,5-24,99 19 42,2 26 53,1 24 40,7 25 55,6 94 47,5
25,00-29,99 2 4,4 3 6,1 - - 2 4,4 7 3,5
>30,0 - - - - 1 1,7 - - 1 0,5
45 100,0 49 100,0 59 100,0 45 100,0 198 100,0
≥ 20,0 anos
< 16,00 1 1,6 - - 1 1,4 1 0,3
16,0-16,99 - - - - 1 1,4 2 2,5 4 1,4
17,0-18,49 - - 3 3,9 2 2,9 8 10,1 13 4,5
18,5-24,99 35 56,5 35 45,5 56 80,0 55 69,6 181 62,8
25,00-29,99 22 35,5 19 24,7 8 11,4 12 15,2 61 21,2
>30,0 4 6,5 20 26,0 2 2,9 2 2,5 28 9,7
62 100,0 77 100,0 70 100,0 79 100,0 288 100,0
Com base em NHANES I e II (Frisancho, 1990; Kuczmarski et al., 2000).

As crianças (0-10,0 anos) do sexo masculino (201 indivíduos) investigadas por Eve
(1995) na terra firme apresentaram os escores z médios de -2,2, -1,5 e –0,1 para
HAZ, WAZ e WHZ, respectivamente. Os mesmos índices obtidos para as meninas
(206 indivíduos) foram -2,0, -1,4 e –0,1 (a autora não publicou os desvios padrão).
Considerando todas as crianças investigadas no presente estudo sem distinção de
faixa etária, os valores médios obtidos (Tabela 5) mostram que os valores de HAZ
e WAZ são mais críticos na terra firme (Eve, 1995) e mais satisfatórios na várzea
estacional, sendo que a região estuarina ocupa uma posição intermediária (com
exceção apenas do WAZ para o sexo masculino, em que a situação da terra firme
e do estuário são semelhantes). Todavia, quando WHZ é analisado a situação se
inverte, e a terra firme apresenta os valores mais satisfatórios. As faixas etárias
apresentadas por Piperata (2007) não permitem comparação.

No caso dos adolescentes, apenas HAZ e ZUMA puderam ser comparados. Para o
sexo masculino (12,0 - 17,0 anos) os valores encontrados por Piperata (2007) foram,

220
respectivamente, -2,2 ± 0,9 e –1,0 ± 0,5, e para o feminino (11 - 17 anos) -2,1 ± 0,9 e
-0,3 ± 0,7, respectivamente. Comparados com nossos resultados (Tabela 4), os
adolescentes de Caxiuanã são os mais baixos e os da várzea estacional os mais
altos. A mesma situação se repete para os estoques de massa muscular do sexo
masculino, mas nas adolescentes a situação se inverte.

Já em relação aos adultos (> 18,0 anos), a comparação mostra que os homens
de Caxiuanã (PA) são ligeiramente mais baixos (–2,3 ± 1,0) (Piperata 2007) que a
população das várzeas (-2,2 ± 1,1 estuarina e –2,2 ± 0,7 estacional). As mulheres
seguem a mesma tendência: -2,5 ± 0,8 em Caxiuanã, -2,0 ± 0,9 no estuário e –1,9 ±
0,9 na várzea estacional.

Quando a massa muscular das três populações é comparada (Tabela 4), os homens
de Caxiuanã estão numa situação intermediária (0,2 ± 0,9) em relação às várzeas
estuarina (0,0 ± 1,0) e estacional (0,5 ± 0,9). Em relação às mulheres, é Caxiuanã
que apresenta os valores mais elevados (0,7 ± 0,9) (Piperata, 2007), seguido pelo
estuário (0,3 ± 0,9) e pela várzea estacional (0,2 ± 0,7).

Quando as prevalências de baixo HAZ, WHZ e WAZ (<-2,0) em populações amazônicas


são consideradas, três autores podem ser incluídos na comparação. Alencar et al.
(1999) e Giugliano et al. (1981) trabalharam com populações ribeirinhas do rio
Negro, enquanto Giugliano et al. (1984) trabalhou na várzea do Solimões. Entre as
crianças, as altas prevalências de baixa estatura observadas no presente estudo
são comparáveis às obtidas para outras populações amazônicas não-indígenas
(Tabela 8), que variaram de 25,6 % (Alencar et al., 1999) a 70,0 % (Giugliano et al.,
1984) e são confirmadas pela alta porcentagem de crianças com IMC abaixo de
16,9 (Tabela 7). Esta situação indica que o problema da desnutrição crônica parece
persistir ainda nas áreas rurais da Amazônia, em taxas superiores às áreas urbanas
(Batista Filho e Rissin, 2003), contrariando a tendência nacional de queda (Batista
Filho e Rissin, 2003; Monteiro et al., 2002). As prevalências de baixos valores de
peso-para-idade encontradas neste estudo (Tabela 6) também são comparáveis
às observadas em outras populações amazônicas (Tabela 7), com exceção das
meninas da várzea estacional entre 2,0 - 3,9 anos de idade (38,5 %) e dos meninos
da várzea estuarina entre 4,0 - 5,9 anos de idade (45,0 %).

Em relação aos adolescentes, a prevalência de baixa estatura nas várzeas estuarina


(30,0 % para o sexo masculino e 39,1 % para o feminino) e estacional (31,9 % e 16,3
%, respectivamente) (Tabela 6) é relativamente mais baixa que a encontrada por
Piperata (2007) em Caxiuanã (53,0 % e 50,0 %, respectivamente, para indivíduos entre
0 e 17,9 anos de idade) (Tabela 8). Já a prevalência de baixo peso é maior na várzea
estuarina (8,3 % para o sexo masculino e 4,3 % para o feminino) do que em Caxiuanã
(1,7 % e 2,2 %, respectivamente). Na várzea estacional não foi observada prevalência
de baixo peso nos adolescentes. Entre os adultos, a prevalência de baixa estatura
entre as mulheres de Caxiuanã (70,0 %) foi maior do que na várzea estuarina (46,8 %)
e estacional (40,0 %) (Tabelas 6 e 8). Nos homens foi maior na várzea estacional (65,6
%), seguida por Caxiuanã (60,0) e a região estuarina estuário (52,9 %).

221
Tabela 8 - Prevalências de déficit estatural, ponderal, de peso-para-estatura e IMC-
para-idade em populações rurais da Amazônia

Autor Ambiente Idade Sexo N Prevalência déficit (%)

Estatura Peso Peso IMC


(anos) para para para para
idade idade estatura idade

Alencar et al.
Rio Negro (AM) 0 – 5,0 M/F 43 25,6 - 2,3 -
(1999)

Coari, Iranduba e
Eve (1995) Barreirinha (AM, 0 – 10,0 M 201 57,0 28,0 1,0 -
terra firme)

F 206 51,0 21,0 1,0 -


Giugliano et al. Rio Solimões (AM,
0 – 6,0 M/F 140 59,0 10,8 - -
(1981) várzea)
Mães F 54 5,5
Giugliano et al. Rio Negro (AM,
0 – 6,0 M/F 121 70,0 18,3
(1984) várzea)

Caxiuanã (PA, terra


Piperata (2007) 0 – 17,9 M 145 53,0 1,7 - -
firme, águas pretas)

F 152 50,0 2,2 - -


>18,0 M 85 60,0 - - 11,0
F 89 70,0 - - 10,0

Fonte: Giugliano et al., 1981,1984; Eve 1995; Alencar et al., 1999; Piperata, 2007.

DISCUSSÃO

A análise das prevalências de indivíduos com escore z <-2,0 (Tabela 6) nos dois
ecossistemas aqui analisados, confirma apenas parcialmente o quadro encontrado
por Post et al. (1999), Victora (1992) e Victora et al. (1998) para populações de
baixa renda na América Latina, caracterizado por altas prevalências de déficit
estatural sem a ocorrência expressiva de déficit ponderal. Neste estudo foram
encontradas altas prevalências de déficit estatural (inclusive entre adolescentes
e adultos), associadas a prevalências médias ou altas de déficit ponderal entre as
crianças, principalmente na várzea estuarina. Quando os resultados deste estudo
são comparados àqueles encontrados por Victora (1992) e Victora et al. (1998),
observa-se que as prevalências de déficits estatural e ponderal na população
infantil de ambos ecossistemas são semelhantes às das crianças latino-americanas
( Victora, 1992: 1107), porém mais elevadas que as das brasileiras (Victora et
al.,1998: 324). Em relação à prevalência de baixo peso-para-estatura na várzea
estacional ela não ocorreu, mas as prevalências observadas na várzea estuarina
são consideravelmente mais elevadas que nas crianças brasileiras em geral e nas

222
latino-americanas ( Victora, 1992; Victora et al., 1998).

A mesma tendência foi encontrada em outros estudos realizados com populações


rurais amazônicas (Tabela 8), e parece ocorrer independentemente do tipo de
ambiente (várzea/terra firme, águas brancas/negras), apontando para a existência
de um stress nutricional crônico na região rural da Amazônia ( WHO, 1995; Piperata,
2007). Entre as hipóteses levantadas para explicar a alta prevalência de déficit
estatural em populações rurais amazônicas estão o stress nutricional sofrido na
época do desmame, por volta dos 2 anos de idade (Murrieta et al., 1998; Piperata,
2007) e a existência de fatores ecológicos limitantes que afetam a disponibilidade
calórica e de micronutrientes para o consumo alimentar dessas populações
(Giugliano et al., 1978 a,b, 1979; Shrimpton e Giugliano, 1979; Araújo e Shrimpton,
1982; Adams, 2002; Murrieta e Dufour, 2004; Adams et al,. 2005, 2006).

Os resultados da análise sobre o consumo alimentar nas comunidades das várzeas


estacional e estuarina aqui apresentados evidenciaram a grande dependência dos
ribeirinhos à produção da mandioca e do peixe (Siqueira, 1997; Brondizio e Siqueira,
1997; Murrieta et al., 1998, 1999; Murrieta, 1998, 2000, 2001 a,b; Adams, 2002;
Murrieta e Dufour, 2004; Adams et al., 2005, 2006). Notou-se também uma certa
instabilidade durante o ciclo anual (e entre diferentes anos) no consumo calórico
das populações do Ituqui (Tabela 1 e Figura 3), o que parece estar diretamente
ligado aos problemas e limitações do cultivo da mandioca nas áreas de várzea, vis a
vis o ciclo anual e diário de inundações, as tecnologias tradicionais e a limitação da
mão-de-obra decorrente da organização familiar do trabalho entre os ribeirinhos.
Paradoxalmente, o mesmo não foi detectado quanto à ingestão protéica, cuja
média de consumo foi muito além dos requerimentos mínimos estabelecidos pela
FAO (Siqueira, 1997; Murrieta et al., 1999; Adams, 2002; Murrieta e Dufour, 2004;
Adams et al., 2005, 2006) (Figura 3), o que está relacionado à alta produtividade
pesqueira do rio Amazonas e da área estuarina. Mesmo levando em consideração o
uso de múltiplos microambientes complementares, a captação da energia derivada
dos carboidratos se mantém como o aspecto mais crítico da sobrevivência das
populações ribeirinhas da Amazônia, aspecto extensivamente defendido por
Meggers (1954, 1958), desde suas primeiras pesquisas na região. Fato é que mesmo
nos contextos que permitem um alinhamento efetivo destas populações com os
mercados regionais, e portanto com a geração de renda, os recursos financeiros
daí obtidos são prioritariamente empregados na compra de farinha, ou produtos
alimentares de rico conteúdo calórico (Murrieta e Dufour, 2004).

223
Figura 3 - Consumo médio de calorias e proteínas (%) por unidade doméstica em
relação aos requerimentos mínimos internacionais

400 397
350
300
Proteína
300
244 Caloria
250 217
193 193 190
200
140
150
81 81 63 76 89 64
100

50

0
M ar a j ó - a çú Pa r i c at uba Pr a i a Gr a nde A r a c ampi na A r a c ampi na S. B e ne di t o S. B e ne di t o
(9 1 -2 ) (9 1 -2 ) (9 1 -2 ) (9 5-6 ) (9 7) (9 5-6 ) (9 7)

Fonte: FAO/WHO/UNU, 1985; Franco, 1987; Siqueira, 1997; Murrieta, 2000; Adams,
2002.

Associado ao quadro geral de desnutrição observado nas populações ribeirinhas


na Amazônia, houve uma tendência crescente à obesidade de acordo com a faixa
etária em ambos ecossistemas (Tabela 8). Isto pode indicar que estas comunidades
atravessam um processo de transição nutricional característico dos países do
terceiro mundo: altas prevalências de crianças magras de ambos sexos (IMC <18,5),
que vão sendo substituídas por porcentagens mais elevadas de adolescentes
na faixa da normalidade (IMC = 18,5 - 24,9), e uma população adulta com taxas
relativamente altas de obesos (IMC > 25,0), principalmente na várzea estacional
(41,5 % dos homens e 50,7 % das mulheres). Esta mesma tendência foi observada
por Florêncio et al. (2001 citado em Kain et al. 2003) em bairros pobres de Maceió,
e parece confirmar os encontrados por Ferreira (2006), Martins e Sawaya (2006),
Sawaya (2006) e Sawaya e Roberts (2003). Esses autores mostram que a obesidade
em populações que atravessam uma transição nutricional pode ser uma seqüela
da desnutrição na infância. A desnutrição durante a fase fetal e a infância pode
ainda aumentar a propensão do indivíduo a desenvolver doenças cardiovasculares
e pressão alta no futuro (Huxley et al. 2000).

Um fator que pode ter um papel importante no aumento da obesidade em


populações de baixa renda na América Latina é o aumento do consumo de
alimentos processados de alto conteúdo energético (como óleos vegetais e açúcar
refinado), em detrimento da alimentação tradicional (Mendonça e Anjos, 2004;
Popkin 2003) 6. No Ituqui por exemplo, tanto o açúcar quanto os óleos vegetais

6 Nas comunidades estudadas, boa parte dos itens alimentares não foi produzida localmente, mas
adquirida através de compra no comércio: Aracampina (67,7 %), São Benedito (68,7 %), Paricatuba

224
contribuem consideravelmente como fontes energéticas na alimentação e variam
entre 10,0-11,5 % e 2,6-4,2 %, respectivamente, dependendo da comunidade
investigada e do ano (Murrieta e Dufour, 2004; Adams et al., 2006). O açúcar parece
ter um papel importante como fonte energética confiável durante o inverno no
Ituqui, assim como na manutenção de longas horas de trabalho sob condições
ambientais muitas vezes extenuantes (Murrieta, 2001a; Murrieta, Dufour, 2004;
Adams et al., 2006). Uma outra explicação pode estar ligada às mudanças
estacionais nos níveis de atividade física. Segundo relatos etnográficos (Murrieta,
1998; Murrieta, 2001a, Murrieta e WinklerPrins, 2003), durante o período da cheia
em Ituqui as mulheres se vêm obrigadas a permanecer em suas casas, reduzindo
sua atividade física; enquanto os homens parecem aumentar seu gasto energético
devido às longas horas dedicadas à busca diária de capim flutuante em barcos a
remo, para a alimentação do gado aglomerado nos currais elevados (marombas).
Esse fato poderia ser responsável pela maior prevalência de sobrepeso/obesidade
observada entre as mulheres do Ituqui em comparação com os homens, e destas
com as mulheres do Marajó. Todavia Silva et al. (2006) não encontraram diferenças
estacionais significativas de IMC ou estoque de gordura na população adulta das
comunidades de Aracampina (Ituqui) e Caxiuanã.

Entretanto, quando o consumo alimentar das populações ribeirinhas do Ituqui e


do Marajó é analisado em comparação aos requerimentos mínimos internacionais
(RMI) (Franco, 1987; FAO/WHO/UNU, 1985), percebe-se que o consumo calórico
na várzea estuarina (100,8 % RMI) é maior do que na várzea estacional (72,7 %
RMI), o que teoricamente poderia refletir uma maior produtividade ambiental
(Figura 3) (Siqueira, 1997; Murrieta et al., 1999; Adams, 2002; Adams et al., 2006) 7.
Mas por outro lado o consumo protéico no estuário (236,7 % RMI) é menor que
na várzea estacional (255,9 % RMI) (Siqueira, 1997; Murrieta et al., 1999; Adams,
2002; Adams et al., 2006). Se consideramos que a população da várzea estacional
pode estar compensando a diferença no consumo de calorias através da conversão
metabólica de proteína, e que além disso a diferença de consumo alimentar entre
as duas populações não é tão grande assim, como explicar então as diferenças de
status nutricional no presente estudo?

Uma explicação em base a diferenças de produtividade ligadas ao ambiente (e


refletidas na alimentação) deve ser descartada temporariamente, até que uma análise
mais refinada dos fatores ambientais críticos possa ser feita. Mesmo supondo que
diferentes populações humanas possuem potenciais distintos de crescimento com
base genética, não poderíamos lançar mão desta solução, dadas as semelhanças
históricas e biológicas das populações ribeirinhas amazônicas. O mais provável é
portanto, que as diferenças de status nutricional entre as populações da várzea
estacional e estuarina devam-se a fatores médicos e epidemiológicos, ligados à

(62,0 %), Marajó-açú (77,5 %) e Praia Grande (58,1 %).


7 O consumo recomendado foi calculado com base nos membros permanentes da unidade doméstica,
considerando sexo, idade, status reprodutivo e nível de atividade. Sabe-se, entretanto, que o número de
participantes nas refeições é extremamente variável. Neste sentido, os resultados apresentados devem
ser considerados como medidas relativas da disponibilidade de alimento nas unidades domésticas em
relação ao número fixo de residentes. Assim, não deve ser usado para medir consumo individual ou
como padrão único de status nutricional (Murrieta et al., 1999: 470; Adams et al. 2006: 310).

225
ecologia da parasitose (Murrieta et al., 1998, 1999; Adams, 2002; Murrieta e Dufour,
2004; Silva, 2006) 8 , ou ainda a um gasto energético diferencial dependendo de
suas principais atividades de subsistência.

Assim, embora a base de dados antropométricos sobre populações rurais


amazônicas ainda seja pequena para permitir maiores generalizações e mereça
um esforço maior de pesquisa, nossas investigações indicam que:

1. O reflexo da produtividade ambiental sobre a qualidade de vida biológica


das populações rurais amazônicas ainda não está claro. Por um lado a clássica
dicotomia várzea/terra firme (Steward, 1949; Meggers, 1958) parece ter um
valor explicativo (conforme sugerido pela comparação com os dados de Eve
1995), assim como a tipologia de bacias (Moran, 1990), na comparação do status
nutricional da população investigada por Piperata (2007). Por outro lado, apesar
de que ambas comunidades investigadas estão situadas em bacias de águas
brancas (de alta produtividade), as prevalências de desnutrição são altas, e além
disso as comunidades do estuário apresentam um status nutricional menos
satisfatório;
2. A possibilidade de ocorrência de “fome oculta”, ainda pouco investigada no
Brasil (Victora, 1992; Ferreira, 2006), nestas populações é grande, tendo em
vista que a dieta dos ribeirinhos caracteristicamente exclui verduras e legumes,
e pode ser pobre em frutas e laticínios (normalmente o leite só é consumido
industrializado, em pó, e durante a infância; porém foi observado em Ituqui
o consumo estacional de leite in natura em pouca quantidade), fontes de
micronutrientes que podem afetar seu crescimento e desenvolvimento.

Finalmente, estudos recentes sugerem que o foco da pesquisa e da intervenção na


qualidade nutricional dos ribeirinhos amazônicos deve ser deslocado da produção e da
segurança alimentar, para aspectos mais básicos de saneamento e acompanhamento
médico. Como bem demonstra Silva (2006), as populações caboclas amazônicas
padecem de altíssima freqüência de parasitas intestinais variados (ver também
Giugliano et al., 1984). Mesmo ingerindo-se quantidades satisfatórias de nutrientes,
como parece ser o caso em Marajó e Ituqui, altos níveis de poliparasitismo podem
perfeitamente comprometer o desenvolvimento adequado do organismo humano,
sobretudo nos primeiros anos de vida (Silva, 2001, 2006). Sendo assim, podemos
dizer que os estressores mais impactantes que agem nessas populações são de
caráter epidemiológico e não alimentar. Esses dados –principalmente se confirmados
no futuro entre populações caboclas assentadas em ecossistemas menos benignos
em têrmos de produtividade natural– revelam mais uma idéia equivocada sobre as
dimensões da vida cabocla: a de que essas populações estão sempre padecendo
de deficiências nutricionais severas por escassez de alimento. Tal concepção deverá
ser reavaliada com o fim de estabelecer os programas de intervenção estatais ou
não-governamentais entre essas populações, levando em consideração os fatores
ambientais críticos em cada caso.

8 As condições e o histórico dos serviços de saúde nestas comunidades também precisariam ser
analisadas com mais cuidado.

226
Neste sentido, a situação das comunidades investigadas nas várzeas estacional e
estuarina, no que se refere à área da saúde, continua relativamente inalterada desde
a época das pesquisas, o que pode ser verificado por observações etnográficas
realizadas em 2005 e 2007 por uma das autoras, comprovando informações
levantadas na literatura.

O poder público ainda tem um alcance insuficiente na área da saúde das populações
rurais dos municípios de Santarém e Ponta de Pedras (PA), devido principalmente
às grandes distâncias entre as comunidades e à baixa arrecadação de impostos
(Barroso, 2003). Em Santarém a rede assistencial permanece precária, deixando as
populações rurais praticamente excluídas, favorecendo o êxodo rural e a ocorrência
de problemas como a diarréia, infecções respiratórias, anemias, parasitose,
doenças de pele, infecções bucais e outras doenças imunizáveis. A maioria das
gestantes não realiza exames pré-natais e têm seus filhos em casa. Neste quadro,
as organizações não-governamentais (ONGs) vêm ocupando o espaço deixado
pelo poder público, como no caso do Projeto Saúde e Alegria - PSA, a Fundação
Esperança e a Pastoral da Terra. Algumas, como o PSA, aparentemente com bons
resultados, principalmente no que se refere à queda da mortalidade infantil através
de medidas simples ligadas à qualidade da água de consumo, com o envolvimento
das comunidades (Barroso, 2003). Entretanto, as comunidades investigadas na
várzea estacional estão fora da área de atuação do PSA. Outras organizações, como
a Fundação Esperança e a Pastoral da Terra têm tentado implantar na região de
Ituqui, algumas práticas e tecnologias simples (filtros de água e medicamentos
caseiros), mas ainda não há uma avaliação confiável destas iniciativas.

Por outro lado, os agentes de saúde municipais, que muitas vezes também
trabalham para a Pastoral da Criança, parecem desempenhar um importante papel
no diagnóstico dos problemas de saúde nas comunidades rurais. Cada agente
é responsável por cerca de 25 - 40 familias, mantendo um controle mensal da
incidência de ocorrências básicas de saúde (como diarréias, febre, pressão alta,
diabete), além de informações sobre a origem da água consumida e do número
de animais domésticos. Os agentes também acompanham o crescimento e o peso
das criancas de até 5 anos. Assim, o poder público parece ter alguma atuação
no diagnóstico dos problemas de saúde das populações ribeirinhas, mas pouco
consegue fazer em termos de intervenção, por falta de infra-estrutura.

O município de Ponta de Pedras também conta com uma rede de agentes de saúde
trabalhando nas três comunidades investigadas. Entretanto, a infra-estrutura
de saúde no município é ainda mais precária que em Santarém. Os projetos de
intervenção de organizações não-governamentais neste município têm focado
mais no desenvolvimento comunitário e no meio ambiente (Belick, 2003). O Poema
(Programa Pobreza e Meio Ambiente na Amazônia, ligado ao Núcleo de Meio
Ambiente da Universidade Federal do Pará) atuou no município por vários anos,
aparentemente resultando num aumento da renda da população de Praia Grande
enquanto os projetos estavam em andamento. O programa possuía projetos
voltados à área de saúde (melhoria da água de consumo e construção de fossas

227
sépticas) e alimentação (os “quintais sustentáveis”), mas ainda não foi possível
avaliar seu impacto na segurança alimentar das comunidades. Em Paricatuba e
Marajó-açú, as famílias continuam consumindo água diretamente do rio, sem
nenhuma estrutura sanitária. Todavia, quase todas as famílias nas três comunidades
investigadas estão recebendo a Bolsa Família do governo federal, o que deve ter
impactado positivamente na renda familiar, mas o quanto isso vai se converter em
segurança alimentar, ainda é uma questão a ser investigada.

AGRADECIMENTOS

Às famílias e comunidades de Aracampina, São Benedito, Marajó-açú, Paricatuba e


Praia Grande pela sua disponibilidade em participar das pesquisas e pelo carinho
constante durante todo o nosso trabalho. À Renate Brigite Viertler (FFLCH-USP),
Hilton Pereira da Silva (Museu Nacional, UFRJ) e Eduardo Sonnewend Brondizio
(ACT, Indiana University), na Ilha de Marajó, e Perpétuo Socorro de Sousa, no Ituqui,
pelo auxílio em campo. À Barbara Piperata (Ohio State University) pelas valiosas
sugestões à versão final deste artigo. Às nutricionistas Sílvia Konno, Ana Paula
B Martins e Ana Carolina Feldenheimer (Laboratório de Avaliação Nutricional da
Faculdade de Saúde Pública da USP), pelo auxílio com o Epi-Info. À Scott Hetrick, do
Anthropogical Center for Training and Research on Global Environmental Change
and the Center for the Study of Insitutions, Population and Environmental Change
(Indiana University) pelos mapas de localização das comunidades. A Roy F. Ellen
(University of Kent at Canterbury, UK), S. Strickland (University College London,
UK), Darna Dufour e Terry McCabe (University of Colorado at Boulder, USA) pelos
aportes teóricos e metodológicos às pesquisas de doutorado de Cristina Adams e
Rui Murrieta. À Fapesp (Processos 96/7485-2 e 97/03757-0), à Capes (Processo BEX
0388/99-8) e ao CNPq (Processos 2000337-2 e 301126-04.6), cujos financiamentos
possibilitaram a realização de boa parte dos trabalhos. Ao IPAM pelo apoio logístico
e financeiro dado à pesquisa de Rui Murrieta na Ilha de Ituqui. Ao Museu Paraense
Emílio Goeldi pelo apoio logístico, financeiro e institucional durante a pesquisa
em Marajó.

228
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238
Determinantes e conseqüências da

8 insegurança alimentar no Amazonas:


a influência dos ecossistemas

Autores:

F. H. Alencar
falencar@inpa.gov.br
L. K.O.Yuyama
M. J. C. Varejão
H. A. Marinho

Instituto Nacional de Pesquisas da


Amazônia (INPA), Manaus, Brasil.
8
RESUMO

Na Amazônia se encontra a maior sócio-biodiversidade do planeta. Em têrmos de


segurança alimentar a região conta com uma diversidade em peixes e frutos, o
que deveria representar uma abundante oferta de proteínas, calorias, vitaminas e
minerais, e viabilizar um excelente padrão de saúde, nutrição e qualidade de vida
para seus habitantes. Entretanto a realidade social, econômica e a precariedade da
saúde contrastam com sua riqueza em recursos naturais.

Pesquisas oficiais desenvolvidas no Brasil nas últimas três décadas excluíram a área
rural da região Norte, devido a dificuldades operacionais, como a imensa extensão
territorial da Amazônia e sua baixa densidade demográfica. O presente trabalho
contribuiu para o preenchimento desta lacuna, avaliando o estado nutricional de
pré-escolares (n = 4.030), segundo os critérios da OMS. Evidenciou-se no universo
estudado 16,9 % de déficit de crescimento, acometendo 23,4 % das crianças na área
rural (n = 2.279) e 10,4 % na capital (n = 1.751). No rio Negro registrou-se a maior
precariedade nutricional, com 35,2 % das crianças apresentando inadequação
no indicador Estatura/Idade, seguido dos rios Solimões (23,4 %), Purus (20,9
%), Amazonas (20,5 %) e Madeira (15,6 %). Para o entendimento deste evidente
paradoxo foram investigados os componentes do bioma amazônico: complexidade
de interação química, fragilidade do seu solo, modo de distribuição espacial e
utilização dos nutrientes dentro dos ecossistemas, influência destes constituintes
na cadeia de produção de alimentos e padrão nutricional dos habitantes. Constatou-
se maior precariedade nutricional na área rural, principalmente nas crianças do
rio Negro, enquanto aquelas residentes na várzea ou ecossistemas que recebem
influência dos rios de águas barrentas, mais ricas em nutrientes, tais como:
Amazonas, Solimões, Purus e Madeira, apresentaram melhor padrão nutricional.
Estes resultados evidenciam a heterogeneidade da Amazônia e a complexidade
inerente aos seus ecossistemas, o que deve ser considerado na implantação de
programas de segurança alimentar ou políticas de desenvolvimento sustentável
na região.

Palavras-Chave: Desnutrição; insegurança alimentar; ecossistemas amazônicos;


potencial alimentar/Amazônia- Brasil.

241
ABSTRACT

Amazonia encompasses the largest socio-biodiversity of the earth. In terms of


alimentary safety into the area occurs expressive diversity in fishes and fruits,
which should represent abundant offer of proteins, calories, vitamins, minerals,
and like this to make possible an excellent pattern of health, nutrition and life
quality of life (QOL) for your inhabitants. However the social, economical reality and
precariousness of the health contrast with your abundance of natural resources.
Government researches, developed in Brazil in the last three decades have excluded
the rural area of the North region, under allegation of operational difficulties, as
the immense territorial extension of Amazonian and low demographic density. This
work can contribute to the completion of this gap, evaluating the nutritional state
of pre-school children (n = 4.030), by the criteria of OMS. It took evident of in the
searched universe: 16.9 % of growth deficit, attacking 23.4 % of the children in the
rural area (n = 2.279) and 10.4 % in Manaus, capital of Amazonas state (n = 1.751).
In the black water rivers enrolled the biggest nutritional precariousness, 35.2 %
of the children presenting inadequacy in the indicator Stature/Age, followed by
Solimões (23.4 %), Purus (20.9 %), Amazonas (20.5 %) and Madeira (15.6 %) rivers
For understanding this clear paradox, the components of the Amazon bioma were
investigated: complexity on chemical interactions, soil fragility, spatial distribution
and use of the nutrients inside of the ecosystems, influence of these constituent
ones in the productive chain and the inhabitants’ nutritional pattern. Larger
nutritional precariousness was verified in the rural area, specially as compared
the children between organic-poor and rich waters rivers, while those residents in
the foodplain or ecosystems with influence of the muddy waters rivers, richer in
nutrients, such as: Amazonas, Solimões, Purus and Madeira basin present the best
nutritional standard. These results show clearly the heterogeneity of Amazonia
and the inherent complexity of these ecosystems that might be considered as
of the implantation of alimentary safety programs and politics of sustainable
development in the region.

Key words: Malnutrition; alimentary insecurity; Amazon ecosystems; alimentary


potential /Amazônia – Brazil.

242
INTRODUÇÃO

As pesquisas de abrangência nacional desenvolvidas no Brasil nas últimas três


décadas excluíram, sistematicamente, a área rural da região Norte, devido a
dificuldades operacionais, tais como a imensa extensão territorial da Amazônia e
sua baixa densidade demográfica (FIBGE/ENDEF, 1975; INAN/PNSN, 1990; PNDS/
BEMFAM (1997). Entende-se que estas pesquisas tiveram grande importância para
o delineamento da realidade epidemiológica brasileira, visto que elas representam
o referencial científico de identificação qualitativa e quantitativa das principais
carências nutricionais da população infantil, além de viabilizar o conhecimento
dos principais determinantes da transição nutricional nas últimas décadas. Barreto
et al., (2005) referem que a disponibilidade total de alimentos no Brasil é crescente
nas últimas décadas, alcançando os valores de 2330 e 2960 Kcal/pessoa/dia em
1965 e 1997, respectivamente. Inicialmente a quantidade de alimentos disponível
para cada brasileiro excedia em mais de 10 % os requerimentos médios em energia;
em 1997 passou a 25 %, o que significa que desde 1965 o Brasil já é auto-suficiente
na produção de alimentos. Estas informações corroboram para entender o novo
delineamento do perfil epidemiológico brasileiro, atualmente caracterizado pela
inflexão da curva de desnutrição infantil urbana e pelo aumento concomitante da
obesidade, tanto em crianças como na população adulta (Monteiro, 1999). Somado
à exclusão da região Norte rural do cenário epidemiológico nacional, constata-
se também como fator agravante o vazio de informações científicas a respeito
das condições de saúde, nutrição e sobrevivência das populações integrantes
da região Norte: Roraima, Amapá, Acre, Rondônia, Mato Grosso e Tocantins, a
exceção da registrada para o estado do Pará (Negri & Giovanni, 2001; Ministério da
Saúde, 2003). Especificamente para o Amazonas, a análise evolutiva das pesquisas
desenvolvidas no Estado nas últimas décadas, sugere a persistência de um quadro
de insegurança alimentar evidenciada por elevadas prevalências de desnutrição
infantil, anemia ferropriva, hipovitaminose A, agravado pela alta freqüência de
parasitose gastrointestinal (Giugliano et al., 1981; Shrimpton, 1984; Marinho et al.,
1992; 2000; Alencar et al.,1999; 2000; 2001; 2002).

Para entender a magnitude dos recursos naturais atribuídos à região amazônica,


optou-se pela escala de valores referidos para a Amazônia Legal, com o objetivo
de identificar sua grandiosidade, importância estratégica, bem como a riqueza de
sua biodiversidade distribuída em uma complexa heterogeneidade, e assim gerar
subsídios que possibilitem a discussão sobre os motivos da falta de segurança
alimentar numa região tão abundante em recursos naturais.

A Amazônia Legal é um têrmo de conotação geopolítica estabelecido oficialmente


a partir de 1966, para fins de identificação dos problemas regionais, divisão de
responsabilidades entre os estados integrantes, buscar consenso e imprimir
velocidade nas soluções, com o objetivo de maximizar o desenvolvimento
econômico regional (Ministério da Saúde, 2003). Representa um espaço estratégico
considerando-se sua confluência com a Bolívia, Peru, Colômbia, Venezuela,
Guianas Inglesa, Francesa e o Suriname. Abrange os estados do Amazonas, Amapá,

243
Acre, oeste do Maranhão, norte do Mato Grosso, Rondônia, Roraima e Tocantins
(Beltrão & Beltrão, 1990; Ministério da Saúde, 2003). Tem uma extensão territorial
de aproximadamente cinco milhões de quilômetros quadrados, compreendendo
61% do território Nacional (FIBGE, 2001). O efetivo demográfico registrado na
região em 2000 foi de vinte e um milhões de pessoas, ou seja, 12,4 % da população
nacional, configurando assim a menor densidade populacional do país (4 hab/km 2)
(Ministério da Saúde, 2003).

Considerando a escassez de informações na literatura a respeito da qualidade de


vida do homem na Amazônia, o presente estudo teve como objetivo investigar a
influência de aspectos relacionados à biodiversidade dos ecossistemas amazônicos,
como determinantes da segurança alimentar e nutrição humana na Região.

BIODIVERSIDADE AMAZÔNICA

A Amazônia é detentora da maior sócio-biodiversidade do planeta, representando


o habitat de 200 grupos étnicos, expressando-se em 170 línguas diferenciadas.
Acumula portanto, um valioso e cobiçado patrimônio cultural a respeito do
conhecimento ancestral e atual dos produtos regionais sobre plantas medicinais e
comestíveis, flores, frutos, sementes, cascas de árvores, extração de resinas, seivas,
raízes e agricultura de subsistência (Goodland & Irwin, 1975; Benchimol, 1997).

Seu estoque genético é imensurável em escala global, detém uma das maiores
reservas hídricas do planeta, o que projeta para o Brasil, em um futuro próximo,
um potencial estratégico, além de representar um patrimônio de inestimável valor
tanto econômico como social (Benchimol, 2000; Ministério da Saúde, 2003).

Em têrmos de segurança alimentar a Amazônia é detentora de uma expressiva


diversidade em peixes e frutas, o que deveria representar uma abundante oferta
de proteínas, calorias, vitaminas e minerais, e viabilizar um excelente padrão de
saúde, nutrição e qualidade de vida para seus diferentes grupos populacionais (Clay
et al., 2000; Yuyama et al., 1999; 2001). Entretanto, a realidade social, econômica e
o quadro de precariedade da saúde e da nutrição registrado na Região, contrastam
frontalmente com a sua riqueza em recursos naturais (Mendonça, 2000; Alencar,
2001; Esteves, 2002; Rodrigues et al., 2003; Ministério da Saúde, 2004).

Possivelmente por má utilização deste imenso potencial, decorrente da falta de


uma base científica, tecnológica e ambiental adequada a respeito da fragilidade
do bioma amazônico, de sua complexidade de interação química, do modo
de distribuição espacial e utilização de seus recursos dentro dos diferentes
ecossistemas, o homem amazônico ainda não conseguiu usufruir plenamente das
riquezas que a Região oferece (Goodland & Irwin, 1975; Moura, 1996; Benchimol,
2000; Silva & Melo, 2001).

244
Este histórico descompasso científico e tecnológico justifica na Amazônia a
precariedade dos níveis de saúde: elevada incidência de endemias, doenças
infecciosas, parasitárias (Negri & Giovanni, 2001; Ministério da Saúde, 2004) e
processos carenciais (Yuyama et al., 1996; 1999; 2001; Alencar et al., 1999; 2000; 2001;
2002). Como fator agravante desta situação, constata-se na dieta do amazonense a
ausência de micro e macronutrientes, curiosamente abundantes em sua natureza,
como é o caso de proteínas fartamente encontradas em seu exuberante potencial
pesqueiro (Benchimol, 1997), bem como das vitaminas e minerais presentes nos
alimentos e frutas regionais (Shrimpton & Giugliano, 1979; Yuyama et al., 1995;
1996; 1999; 2001; Dutra et al., 2001). A menor estatura entre os brasileiros da
criança amazonense é referido na literatura nacional como reflexo deste padrão
alimentar (INAN/PNSN, 1990).

ECOSSISTEMAS AMAZÔNICOS X CADEIA DE PRODUÇÃO ALIMENTAR

Segundo Noronha (2003) são vários os tipos de vegetação da Amazônia: floresta


de terra firme, floresta de várzea, floresta pantanosa (igapó), campina e savana.
Em têrmos de desempenho biológico, Beltrão & Beltrão (1990) consideram que
para avaliar o potencial da região em quanto à produção de alimentos, destacam-
se as florestas de terra-firme e várzea. Cada um destes ecossistemas apresenta
características próprias e comportamentos diferenciados no que se refere à
participação de seus constituintes na cadeia de produção alimentar. Segundo
estes autores tal comportamento impõe aos organismos dos referidos segmentos
florestais, a adoção de diferentes estratégias de adaptação ambiental, especialmente
em quanto à fisiologia animal e vegetal, alterando conseqüentemente a resposta
da cadeia alimentar primária, secundária e terciária.

A floresta de terra firme ocupa cerca de 95 % da área Amazônica, compreendendo


as terras altas e não alagáveis, caracterizadas pela baixa fertilidade do seu solo.
A característica mais marcante da região é a sua alta temperatura, pluviosidade
e radiação solar, o que possibilita condições ótimas de proliferação animal,
principalmente dos insetos herbívoros e de outros organismos patogênicos
(Beltrão & Beltrão, 1990). Para se proteger do ataque destes predadores, que em
última instância competiriam com a seiva produzida pelas plantas da floresta de
terra firme, estas adotam um mecanismo de proteção e promovem um desvio
metabólico, seqüestrando a sua produção de seiva que normalmente deveria ser
utilizada para sua função reprodutiva, priorizando a produção de substâncias
tóxicas ou repelentes, tais como taninos, alcalóides e saponinas (Goodland &
Irwin, 1975). Obviamente este comportamento adaptativo implica um maior gasto
da reserva energética do vegetal, imprimindo um maior espaçamento entre as
florações, o que diminui a capacidade de produção de frutos, diminuindo também
a capacidade de oferta de alimentos tanto para o homem como para outros
animais (Beltrão & Beltrão, 1990; Clay et al., 2000). Na seqüência evolutiva do
impedimento à produção de alimentos na floresta de terra firme, ainda é referido

245
que os compostos metabólicos residuais contidos nos restos vegetais (folhas,
troncos, matupás 1, húmus), após sofrer a decomposição orgânica, são submetidos
à digestão hidrolítica. Este estágio é intermediado pela ação mecânica da água de
chuva, que arrasta os detritos vegetais para o solo arenoso, onde são submetidos
ao intemperismo químico propiciando a liberação dos compostos solúveis que,
por lixiviação, alcançam o lençol freático originando a água preta (Goodland &
Irwin, 1975; Beltrão & Beltrão, 1990).

As propriedades físico-químicas desta massa líquida caracterizam-se principalmente


pelo seu elevado índice de acidez, que além de dificultar o processo de
fotossíntese, determina também um maior poder de absorção da radiação solar, o
que confere maior aquecimento ao meio. O sinergismo destas alterações se reflete
imediatamente na produção do fito e zooplancton, tornando improdutivas as
cadeias alimentares primárias e secundárias, restringindo a oferta de alimentos e
justificando assim a maior dificuldade de sobrevivência e precariedade nutricional
na floresta de terra firme (Sioli, 1990; Benchimol, 2000; Clay et al., 2000; Alencar et
al., 2000; 2001; 2002).

A floresta de várzea representa cerca de 3 % do solo amazônico, entretanto se


estende por uma área de aproximadamente 50.000 km 2 (Beltrão & Beltrão, 1990).
Situa-se em solo periodicamente alagado, sendo portanto fertilizado pela deposição
do limo dos rios de água barrenta, ricos em nutrientes, originários de formação
geologicamente recente dos solos andinos (Sioli, 1990 ; Benchimol, 2000). Durante
o período da enchente, com duração média de seis meses, a vegetação de várzea
desenvolve uma estratégia de adaptação ambiental que consiste na emissão de
raízes respiratórias ao longo do caule, para viabilizar uma melhor oxigenação e
evitar o apodrecimento das suas raízes. Este mecanismo adaptativo possibilita
também uma maior dinâmica nutricional, permitindo uma maior captação de
nutrientes durante esse período, aumentando assim a capacidade de produção
da cadeia alimentar primária, comprovada pela exuberância do fitoplâncton
e zooplâncton, com possíveis reflexos na ictiosidade (Goodland & Irwin, 1975;
Beltrão & Beltrão, 1990).

Durante o período de vazante ocorrerá uma sedimentação de nutrientes que


enriquecerá o húmus deixado no solo, permitindo a vegetação de várzea um
novo ciclo reprodutivo. Isto constitui um novo suporte alimentar para os animais
terrestres, maior probabilidade de sucesso na agricultura de subsistência e,
conseqüentemente melhores condições de sobrevivência em decorrência da
maior oferta de alimento. Essas questões podem suportar a hipótese de admitir
que um melhor padrão nutricional para as populações residentes no ecossistema
é representado pela floresta de várzea (Goodland & Irwin, 1975; Beltrão & Beltrão,
1990; Sioli, 1990; Alencar et al., 2000; 2001; 2002).

1 ( Matupás ou Camalote)- Aglomerado de várias espécies de plantas aquáticas

246
ASPECTOS METODOLÓGICOS

A sistemática geração das informações aqui apresentadas foi respaldada na análise


de toda a produção científica do Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia
–INPA– referente à nutrição humana, compreendendo duas situações distintas:
os trabalhos desenvolvidos a mais de duas décadas, apesar de não adotarem
padronização metodológica, foram incluídos apenas para viabilizar o registro do
referencial histórico de precariedade nutricional dos pré-escolares do Amazonas;
os trabalhos desenvolvidos pelo Grupo da Nutrição do INPA na última década,
serviram de referencial para o diagnóstico evolutivo do estado nutricional da
população infantil (áreas urbana e rural), para os quais foi adotado um modelo de
estudo transversal de base populacional para estimar a prevalência da Desnutrição
Energético Protéica em pré-escolares do Amazonas.

Dado o padrão de homogeneidade social, econômico e cultural dominante na


população ribeirinha, para cada calha de rio estudado foram incluídos, quando os
recursos permitiram, os municípios de posicionamento geográfico: proximal, medial
e distal em relação à Manaus. Obedecendo estes critérios o estudo contemplou
um universo de 4.030 pré-escolares, sendo 1.751 oriundos do atendimento em
diferentes Instituições da área urbana de Manaus-AM (Mendonça, 2000; Esteves,
2002; Rodrigues et al., 2003; Rodrigues, 2004; Araújo, et al., 2003; Silva, 2004), e
2.279 residentes nas calhas dos rios Amazonas, Negro, Solimões, Madeira e Purus
(Alencar et al., 1999; 2001; 2002, 2003). Nestes trabalhos foram adotados como
parâmetros de diagnóstico os critérios propostos pela OMS (1986), que considera
como limite discriminatório entre desnutrição/eutrofia, desvios correspondentes
à população de referência inferiores a dois Escores Z, para os indicadores Peso/
Idade (P/I), Estatura/Idade (E/I) e Peso/Estatura (P/E). O ponto de corte expresso
em Escore Z corresponde ao número de unidades de desvios-padrão contidos entre
a medida observada e o respectivo valor esperado para a população de referência.
Para o cálculo das adequações foi utilizado o padrão do National Center for Health
Statistics – (NCHS, 1977). Na análise estatística do comportamento dos indicadores
antropométricos (E/I, P/I e P/E) e estratificação do indicador E/I em relação à faixa
etária, utilizou-se o teste Z para comparação entre duas proporções (Capital X
Interior). Aceitou-se α=0,05 para o nível de significância dos referidos eventos
(Levine et al.; 2000).

Merece ser destacada a representatividade do universo estudado, levando-se em


consideração o vazio demográfico e a extensão territorial da Amazônia. O estudo
mais recente, contemplando todas as macrorregiões brasileiras, foi a PNDS/
BEMFAM (1997), que envolveu um total de 3.815 crianças, sendo a região Norte
urbana representada por apenas 212 crianças.

247
RESULTADOS E DISCUSSÃO

A análise dos estudos desenvolvidos no Amazonas nestas últimas décadas,


evidencia maior precariedade nutricional para a população infantil do rio Negro
(Giugliano et al.,1981; Giugliano et al.,1984; Marinho et al., 1992; Yuyama, 1996;
1999; Alencar et al., 1999; 2000; 2001).

Estudos mais recentes, utilizando os critérios da OMS (1986), evidenciam como


principal manifestação da desnutrição infantil no Amazonas o déficit de crescimento
(16,9 %), registrando-se 23,4 % de crianças com esta forma de desnutrição na área
rural, e 10,0 % na área urbana de Manaus-AM, sendo estatisticamente significativa
esta diferença. Por essa metodologia o ecossistema do rio Negro é caracterizado
como o de maior precariedade nutricional, com 35,2 % das crianças apresentando
inadequação no indicador Estatura/Idade, seguido pelas calhas dos rios Solimões
(24,4 %), Purus (20,9 %), Amazonas (20,5 %) e Madeira (15,6 %); isto significa que
estas crianças estão submetidas a carências nutricionais de longa duração (Alencar
et al., 1999; 2000; 2001; 2002; Mendonça, 2000; Esteves, 2002). Detectou-se em
todos os municípios estudados na área rural, uma relativa propenção das crianças
a sofrer desnutrição no primeiro ano de vida (p<0,05) (Tabelas 1 e 2).

Para avaliar a gravidade da situação nutricional das crianças do Amazonas, há


referência na literatura que em uma população com boas condições de saúde e
nutrição, espera-se encontrar um máximo de 2,3 % de crianças com inadequação
nos indicadores (E/I), (P/E) e (P/I), o que deve ser entendido como o porcentual
de crianças que não conseguem desenvolver todo o seu potencial de crescimento
(PNDS/BEMFAM, 1997).

Na área urbana de Manaus-AM foram registrados porcentuais consideravelmente


inferiores de desnutrição crônica (10,4 %), sendo 10,9 % e 11,5 % para as crianças
atendidas no ambulatório e hospitalizadas no Instituto da Criança do Amazonas –
ICAM (Mendonça, 2000; Esteves, 2002), 9,6 % e 13,0 % para as crianças da zona Norte
com e sem atendimento pelo Programa Médico da Família – PMF, respectivamente
(Rodrigues et al., 2003; Rodrigues, 2004; Araújo et al., 2003). Confirmou-se para o
contexto urbano de Manaus o melhor padrão nutricional para as crianças assistidas
na creche Casa da Criança (6,4 %) (Silva, 2004). Entretanto, constatou-se como
fator agravante para o estado nutricional da população infantil de Manaus, o fato
que a desnutrição crônica acomete com maior intensidade as crianças mais jovens
(p<0,05) (Tabela 2).

A desnutrição aguda denuncia a exposição da criança a carências nutricionais


de curta duração ou sua concomitância com processos infecciosos. Essa forma
de desnutrição foi mais freqüente entre as crianças hospitalizadas no ICAM
(10,5 %) (Esteves, 2002), registrando-se menor intensidade naquelas atendidas
no ambulatório da referida Instituição (5,1 %) (Mendonça, 2000), possivelmente
uma conseqüência da maior exposição às infecções das crianças hospitalizadas
(Tabela 1). Este é um cenário clínico perfeitamente admissível em um ambiente

248
intra-hospitalar, onde se constata um aumento, persistência e/ou agravamento
dos processos carenciais em decorrência da interação com processos infecciosos e
complicações decorrentes.

O acometimento da desnutrição aguda na população infantil da área rural não


foi epidemiologicamente expressivo (3,4 %) (Tabela 1). Neste sentido deve ser
destacado que na área rural do Amazonas, o aleitamento materno é empiricamente
referido como de elevada freqüência; certamente um reflexo cultural da etnia
indígena que é preponderante na Região, assim como da maior permanência da
mãe junto aos filhos recém-nascidos no contexto rural. Esta situação diverge da
realidade diagnosticada em Manaus, onde se verificou que a desnutrição crônica
incide com maior intensidade nas crianças mais jovens (Tabela 2). Uma condição
agravante desta constatação é a necessidade das mulheres do meio urbano de
se ausentar precocemente de casa, logo após o parto, em busca de trabalho para
contribuir na composição da renda familiar.

Estudos da base populacional de abrangência nacional realizados no Brasil nas


últimas três décadas excluíram sistematicamente a região Norte rural (FIBGE/ENDEF-
1975; INAN/PNSN, 1990; PNDS/BEMFAM, 1997). Destas pesquisas, a mais recente
registrou para a região Norte urbana os seguintes porcentuais para as diferentes
formas de desnutrição: P/I (7,7 %), P/E (1,2 %), E/I (16,2 %), respectivamente. Tomando
como referencial de gravidade a inadequação no indicador E/I da referida pesquisa,
percebe-se a magnitude da precariedade nutricional da população infantil da área
rural do Amazonas, e uma situação nutricionalmente mais favorável para a capital
do estado Manaus, assim como em relação ao perfil registrado para as crianças do
Nordeste (17,9 %). Entretanto suscita preocupação quando se confronta o padrão
nutricional das crianças do Amazonas e os porcentuais registrados para as regiões
mais desenvolvidas do país: Sul (5,1 %) e Sudeste (São Paulo) (6,3 %).

O Ministério da Saúde utiliza o Índice de Desenvolvimento Infantil IDI, para avaliar


as condições históricas do desenvolvimento econômico de uma região, que
indiretamente se reflete também no grau de bem-estar e vulnerabilidade que as
crianças estão submetidas na primeira infância (UNICEF, 2001; 2006). A maioria
dos municípios do estado do Amazonas se destaca por apresentar um IDI inferior
a 0,500 abaixo da média nacional (0,670), sendo portanto compatível com o baixo
desenvolvimento infantil. Investigando-se o comportamento deste índice dentro
dos diferentes ecossistemas amazônicos constata-se uma melhor pontuação para
os municípios da calha do Rio Amazonas, destacando-se o município de Itapiranga
que apresenta um IDI igual a 0,556, superior, por exemplo, ao do estado do
Amazonas (0,471).

249
CONCLUSÕES E SUGESTÕES
A análise destas informações permite concluir que as crianças da área rural
amazônica residentes na calha do rio Negro vivem com maior intensidade a forma
mais grave da desnutrição, enquanto as residentes na várzea, ou ecossistemas que
recebem influência dos rios de água barrenta mais ricos em nutrientes, tais como
Amazonas, Solimões, Purus, apresentaram uma situação nutricional mais favorável.
Estes resultados evidenciam além do quadro de precariedade nutricional que
historicamente é vivenciada pela população do Amazonas, a heterogeniedade e
complexidade inerentes aos ecossistemas amazônicos, o que deve ser levado em
consideração na execução de programas no campo da saúde e nutrição, ou na
implantação de políticas de desenvolvimento sustentável para a região.

Acreditamos que a solução para a grave situação de insegurança alimentar


da Amazônia estrutura-se primordialmente na sua própria biodiversidade. O
entendimento e resolução desta complexa equação envolve a utilização de recursos
naturais, obviamente estruturada em critérios de preservação e sustentabilidade,
assim como os princípios da Ciência, Tecnologia e da Inovação tecnológica. A
observação destes determinantes científicos viabilizará a geração da metodologia
analítica adequada à reprodutibilidade de dados, o que possibilitará o domínio,
difusão e expansão do conhecimento pertinente à sistemática de produção,
processamento, controle de qualidade, embalagem, conservação, distribuição e
agregação de valor ao produto regional com possíveis repercussões no campo da
saúde, nutrição, segurança alimentar e economia. Propõe-se portanto, a imediata
expansão e dinamização da execução de projetos de pesquisa básica e aplicada para
o estudo das condições de saúde, nutrição, segurança alimentar, com detalhamento
mais específico da composição dos alimentos regionais: caracterização físico-
química, identificação de seus potenciais energético - protéico - lipídico - vitamínico
– mineral, e impactos de sua utilização na recuperação de processos carenciais. Deve
constar também na pauta da pesquisa a investigação da capacidade antioxidante
dos frutos regionais, sua resposta glicêmica e ocorrência de compostos bioativos,
levando-se em consideração a sua demanda futura como elementos preventivos
das doenças crônicas não transmissíveis [DCNT ], tão prevalentes na atualidade em
decorrência da transição nutricional vivenciada também pela população brasileira.
Finalmente as recentes preocupações em quanto às alterações climáticas globais
e as possíveis conseqüências decorrentes na cadeia de produção alimentar e
composição biológica dos alimentos, merece uma reflexão científica contínua.
A geração destas informações viabilizará a implantação de programas nas áreas
de nutrição, educação, agricultura e marketing, valorizando e tornando mais fácil
e confiável a escolha adequada dos alimentos regionais, o que inevitavelmente
refletirá na qualidade de vida do homem da Amazônia.

250
Esta é uma contribuição do INPA ao desenvolvimento sustentável da Amazônia.

AGRADECIMENTOS

Agradecemos ao INPA pelo o apoio institucional e à FINEP, CNPq e FAPEAM, pela


aprovação e liberação dos recursos financeiros aos diferentes protocolos de
pesquisas submetidos, sem os quais não teria sido possível a realização do presente
diagnóstico.

251
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255
ANEXO

Tabela 1. Ocorrência do déficit nutricionail em pré-escolares dos diferentes ecossistemas


do Amazonas-AM (2007)

Indicador Antropométrico (<-2 EscoreZ)


LOCALIDADES Peso/
ESTUDADAS Estatura/Idade Peso/Idade
(n=4030) Estatura
(%) (%)
(%)
Capital 1751 10,4 9,8 4,9
ICAM-Ambulatório 549 10,9 11,3 5,1
ICAM-Enfermaria 287 11,5 16,3 10,5
Creche Casa da
188 6,4 1,6 0,5
Criança
Periferia Zona Norte 215 13,0 9,7 4,1
Periferia Zona Norte/
512 9,6 9,4 4,5
PMF
Interior 2279 23,4 17,5 3,4
Calha do Rio
650 20,5 19,6 3,4
Amazonas
Calha do Rio Negro 811 35,2 27,4 2,4
Calha do Rio
394 23,4 17,8 5,6
Solimões
Calha do Rio Purus 249 20,9 14,1 4,0

Calha do Rio Madeira 175 15,6 8,6 1,7

p= (teste Z) 0,000 0,000 0,017

256
Tabela 2. Ocorrência da desnutrição crônica (E/I), segundo a faixa etária em pré-
escolares dos diferentes ecossistemas do Amazonas-AM (2007)

Faixa Etária (Em meses)– MEDHAZ (<-2 escore-Z)


Localidades
estudadas 0-12 13-24 25-36 37-48 49-60 Total
(n=4030)
(%) (%) (%) (%) (%) (%)

Capital 1751 24,9 21,5 17,3 24,1 23,8 10,4

ICAM-
549 36,7 21,7 15,0 15,0 11,6 10,9
Ambulatório

ICAM-Enfermaria 287 27,3 21,2 3,0 30,3 18,2 11,5

Creche Casa da
188 - - 33,3 33,3 33,3 6,4
Criança

Periferia Zona
215 10,7 21,5 17,8 17,8 32,1 13,0
Norte

Periferia Zona
512 10,2 14,3 18,4 20,4 36,7 9,6
Norte / PMF

Interior 2279 9,9 24,8 15,3 18,8 31,1 23,2

Calha do Rio
650 7,5 22,5 20,3 21,8 27,8 20,8
Amazonas

Calha do Rio
811 10,2 29,5 12,5 22,7 25,0 35,2
Negro

Calha do Rio
394 11,5 24,8 17,3 21,5 25,2 23,4
Solimões

Calha do Rio
249 9,6 28,8 15,4 9,6 36,5 20,9
Purus

Calha do Rio
175 11,1 18,5 11,1 18,5 40,8 15,6
Madeira

p= (teste Z) 0,000 0,000 0,014 0,087 0,000 0,000

257
El sombrío en los cafetales:
9 un sistema, una estrategia
para la seguridad alimentaria.

AUTOR:

Germán Escobar Berón


Biólogo-Etnobiólogo
gescoberon@gmail.com

Asistente de Investigación CIAT


9

RESUMEN

Los campesinos no pueden sobrevivir exclusivamente del cultivo de café y


deben complementar sus recursos con otras entradas económicas, sea la venta
de productos secundarios, artesanías, del “jornaleo” o subsidios del gobierno. El
sombrío es una práctica tradicional que ahorra recursos, demanda menos tecnología
e implica menos riesgos de inversión. El cafetal con sombrío es relativamente más
seguro y perdurable, por lo tanto garantiza un cultivo sostenible a largo plazo, con
mayor estabilidad ambiental, económica y social.

El sombrío como estrategia proporciona seguridad alimentaria y social en las


regiones cafeteras al proveer simultáneamente alimentos y beneficios económicos
extras. En algunas zonas de Colombia, los productos secundarios del sombrío
juegan un papel determinante en la economía local, ya que se destinan en un
importante porcentaje al autoconsumo, enriqueciendo la dieta alimenticia familiar.
Adicionalmente, su valor comercial puede llegar a superar los ingresos provenientes
de la cosecha cafetera. La presente investigación se propone un acercamiento al
reconocimiento de los valores ambientales y económicos del sombrío desde las
percepciones de los caficultores del Sur de Colombia (Departamentos de Huila y
Cauca) y los niveles de importancia de los factores que inciden en sus decisiones
para el manejo de riesgos ecológicos y las incertidumbres económicas. Este trabajo
introduce un esbozo histórico del sombrío en Colombia y una discusión sobre la
consideración de la definición del sombrío.

El uso del sombrío ilustra la capacidad de adaptación e innovación de los


productores locales versus una caficultura tecnificada y a plena exposición solar,
estando en juego una caficultura tradicional sustentable pero subvalorada en
el tiempo y espacio, donde los productores presentan múltiples estrategias
económicas y ecológicas para disminuir los riesgos e incertidumbres y garantizar
su supervivencia y seguridad alimentaria.

Palabras clave: Seguridad alimentaria, cafetales, sombrío, conocimiento local,


riesgos, incertidumbre.

259
ABSTRACT

Farmers in rural hillside areas are unable to survive exclusively from coffee production
and must supplement their income, selling additional goods like firewood, hand
crafts, working in neighboring farms or from government subsidies. Shade trees
are a traditional practice that saves resources (i.e. uses fewer insecticides), requires
less technology and reduces investment risks. Coffee plantations which include
shade trees are relatively more secure in environmental, economic and social
terms.

The shade tree system as a strategy provides food and social security in coffee
growing regions by simultaneously providing food and economic benefits: i.e.
saves water and provides food for birds which in turn control plagues. In some
regions of Colombia, the products from the shade trees play an important role
in the economy, since, in addition to self-sufficiency, they can even excede the
income generated by the coffee harvests.

This investigation uses a method to identify environmental and economic values of


shade tree practices from the viewpoint of small-scale coffee farmers in the south
of Colombia (Huila and Cauca Departments), and shows the level of importance of
different factors that can support their economic decisions for handling ecological
risks and uncertainties. The present work includes existing local knowledge on
shade trees in Colombia and contributes to define the subject of shade trees.

The use of shade trees illustrates the ability of local producers to adapt and innovate,
as opposed to technical coffee production where there is no shade tree system and
the coffee plants are completely exposed to the elements. By using the sustainable
and traditional coffee production methods, producers apply various economic
and ecological strategies to diminish risks and uncertainties, guaranteeing their
survival and the food security.

Key words: Food security, shade trees, local knowledge, risk, uncertainties.

260
INTRODUCCIÓN

El cultivo de café ha sido uno de los principales ejes de desarrollo económico y


social en Colombia a partir del siglo XIX. Colombia es el tercer productor mundial
de café y el primer productor de café suave arábigo lavado. En Colombia 600 000
productores cultivan café, con unos 627 millones de arbustos de café, asociados
a unos 11 millones de árboles de sombrío y una producción anual estimada de
12 millones de sacos (60 kilos por saco), en un área productiva de 1 000 000
hectáreas.

El uso del sombrío desapareció de muchas zonas cafeteras de Colombia, siendo


desplazado por el monocultivo de café a libre exposición solar, con variedades
resistentes y por una mayor producción tecnificada. En zonas de los Departamentos
de Huila y Cauca predomina el minifundio cafetero, con fincas de entre una a cinco
hectáreas que se caracterizan por preservar los cafetales bajo sombrío.

El cultivo de café es una fuente importante de ingresos y sostén principal de la


economía campesina. Los productores utilizan intensivamente la mano de obra
familiar, que les permite subsidiar parte de los costos del cultivo y mantenerse
porfiadamente en la producción de café, pero necesitan complementar sus ingresos
mediante la venta de bienes o servicios, empleándose en otras actividades o en
casos extremos transformar sus parcelas cafeteras y dedicarse a los cultivos ilícitos
o emigrar como “raspachines” 1 a zonas cocaleras de Colombia.

La caficultura (como cualquier otro cultivo) es una actividad que por su naturaleza
implica el manejo de riesgos e incertidumbres, ya que depende de muchas
variables externas que los productores no pueden controlar. Entre las variables
que constituyen factores de alto riesgo, se encuentran: el clima, las plagas y pestes,
la fertilidad del suelo, los costos de producción y la variación de los precios de
las cosechas en el mercado. Se hace imperativo entonces avanzar en el estudio
y reconocimiento de las percepciones y conocimientos locales sobre el manejo
del riesgo y las incertidumbres que producen alta inseguridad alimentaria en las
comunidades productoras de café.

Cada productor y cada comunidad logra diferentes niveles de control, aversión,


neutralidad o propensión al riesgo, y para ello generan diferentes estrategias
para minimizar sus impactos. La presencia de árboles de sombrío en los cafetales
es una importante estrategia para lograr la seguridad, soberanía y/o autonomía
alimentaria y económica.

Se plantean diferentes efectos positivos y negativos asociados con los diferentes


sistemas de manejo del cultivo de café. Los aspectos negativos del monocultivo de
café de libre exposición solar incluyen la creciente erosión de los suelos, la pérdida
progresiva de biodiversidad, y los altos costos ambientales y económicos por uso

1 Raspachines: término usado para nombrar a las personas que realizan la cosecha de hojas de coca para el
mercado ilegal.

261
de fertilizantes y pesticidas. A diferencia del anterior, el cafetal con sombrío es
reconocido como un sistema de producción sostenible y amigable con el medio
ambiente, que previene la erosión, facilita la recarga de acuíferos, protege los
sistemas hídricos, favorece el reciclaje de nutrientes, estimula el control biológico,
mejora la conservación de la biodiversidad y restablece el hábitat para muchas
especies.

Los sistemas de cafetales con sombrío han sido muy poco documentados, a pesar
de que es en América donde el café con sombrío se siembra por primera vez con
algún criterio y metodología, con productores locales investigando y seleccionando
los árboles de sombrío adecuados para cada región, altura, suelos, relieve, clima
y gusto. Este trabajo pretende valorar de manera más radical los conceptos e
información presentes en los conocimientos locales y facilitar el diálogo con el
conocimiento científico, en la búsqueda de un lenguaje común en torno a las
lógicas de producción campesinas, en especial sobre la valoración ambiental y
económica del sombrío en cafetales.

En el ámbito internacional, uno de los aspectos más importantes reconocidos para


la caficultura colombiana es precisamente el uso del sombrío, sumado al sistema de
beneficio húmedo que favorece un mayor valor agregado como uno de los cafés más
suaves del mundo, con mejores opciones para el ecoetiquetado y la certificación
orgánica 2. Los cafetales con sombrío de especies nativas son altamente valorados
como nichos para la avifauna nativa o migratoria, siendo reconocidos como cafés
amigables con el ambiente y compensados con mejores precios. Muchos de estos
árboles de sombrío son valorados y referenciados por científicos estudiosos de
la biodiversidad, en función de la pérdida de biodiversidad y muy poco por las
lógicas y estrategias de los productores.

Así, en la economía de la pequeña finca cafetera poco se ha estudiado sobre las


diferentes estrategias y mecanismos para minimizar los riesgos e incertidumbres;
en nuestro caso, sobre los bienes y servicios prestados por los árboles de sombrío
de gran importancia para los caficultores y sus familias en la producción de
significativos valores económicos, culturales y biológicos.

“El concepto de economía campesina engloba a aquel sector de la actividad


agropecuaria donde el proceso productivo es desarrollado por unidades de tipo
familiar con el objeto de asegurar, ciclo a ciclo, la reproducción de sus condiciones
de vida y trabajo. Para alcanzar ese objetivo es necesario generar los medios de
sostenimiento de todos los miembros de la familia y un fondo –por encima de dichas
necesidades– destinado a satisfacer la reposición de los medios de producción
empleados en el ciclo productivo y a afrontar las diversas eventualidades que afectan
la existencia del grupo familiar (enfermedades, gastos ceremoniales, etc.). Para
estos productores, las decisiones de qué, cómo y cuánto producir y de qué destino

2 En los sistemas de caficultura tradicional con sombrío, el lograr una producción orgánica ofrece un potencial
alto para ofertar cafés certificados (cafés orgánicos, ecológicos, cafés amigables con el medio ambiente) que
favorecen mayores incentivos o sobreprecios por los servicios ambientales que prestan y/o por producir cafés
de alta calidad.

262
darle al producto obtenido se enmarcan dentro de los destinos descritos, dando
a la economía campesina una racionalidad propia y distinta de la que caracteriza
a la agricultura empresarial” (CEPAL, 1982) La Cumbre Mundial de la Alimentación
(Roma, 1996) define que “(...) Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas
tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y
nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a
los alimentos a fin de llevar una vida sana y activa”.

Estos conceptos plantean diferentes lógicas y necesidades, donde el concepto de


seguridad alimentaria se correlaciona con las múltiples estrategias familiares o de
una comunidad para lograr con menores costos y riesgos sociales, económicos y
ambientales el mayor grado posible de dignidad, oportunidad y calidad de vida. ¿Es
el sombrío una estrategia para minimizar riesgos e incertidumbres? ¿Es el sombrío
una estrategia de los caficultores para garantizar la seguridad alimentaria?

Algunas premisas sirvieron de base para esta investigación: ¿por qué se resisten
estos campesinos a modernizar sus cafetales? ¿Cuál es el impacto económico y
ambiental del sombrío en estos sistemas? ¿Cuáles son los tipos de beneficios que
el sombrío reporta?

El tema central de este informe es documentar y discutir las percepciones y


conocimientos locales sobre el uso de árboles de sombrío en zonas cafetaleras
del sur de Colombia como un sistema complejo para enfrentar los riesgos
e incertidumbres, un sistema que comprende mecanismos, adaptaciones,
conocimientos y experticias locales para minimizar la inseguridad alimentaria. Un
sistema complejo, que en las recurrentes crisis de precios del café, suplementa,
sostiene y ayuda a paliar la crítica situación de pobreza campesina.

Se cuestiona el papel que juegan estas especies arbóreas, su utilidad, su valoración


ambiental y económica dentro del sistema cafetero y se revalora el conocimiento
local sobre el manejo de riesgos en propuestas de desarrollo sustentable. Además,
este trabajo introduce un esbozo histórico del sombrío en Colombia y una nueva
discusión sobre la consideración de la definición del término de sombrío: ¿cuáles
son los requisitos para considerar una especie como sombrío cafetero? ¿Qué tipos
de sombrío se encuentran en los agroecosistemas cafeteros?

El uso de árboles de sombrío es una apuesta a la sustentabilidad del sistema cafetero


y puede ser medido con parámetros cuantitativos en lo biológico, en lo económico
y en lo social, desde metódicas investigaciones científicas hasta las complejas
percepciones y definiciones sustentadas por los productores. Estamos convencidos
que este estudio preliminar podrá abrir una brecha entre esa biodiversidad listada
de nombres científicos e índices de diversidad y la biodiversidad usada, sembrada,
mantenida, seleccionada por productores, estudiosos de su entorno y conocedores
de sus recursos.
Este estudio abre la discusión para no pensar la biodiversidad como una mercancía
más, sino como la posibilidad de una biodiversidad que ofrece múltiples bienes y

263
servicios, particulares y comunitarios; una biodiversidad que forma parte de un
sistema complejo de conocimientos y estrategias para la seguridad alimentaria y
ambiental de los caficultores.

La caficultura en Colombia

Colombia es el primer productor de café suave arábigo lavado, con un área


productiva actual de 1 000 000 hectáreas, con unos 627 millones de arbustos de
café asociados a 11 millones de árboles de sombrío y 600 000 productores de café.
Colombia exporta alrededor de 560 000 toneladas de café al año, lo que representa
el 8 % del valor total de las exportaciones en el país. La actividad cafetera representa
hoy el 2 % del PIB nacional y el 22 % del PIB agrícola (Fonseca, 2002; Roldán et al
2002; FNC, 2007). El área de siembra se encuentra distribuida en 590 municipios de
19 Departamentos. Los cultivos de café se desarrollan en zonas de clima templado,
localizadas entre los 3°C a 12°C de latitud norte, en las laderas de las cordilleras
andinas. Las mejores condiciones para el cultivo se encuentran entre los 1 200 a 1
800 metros de altura sobre el nivel del mar, con temperaturas que oscilan entre los
17°C y los 23 o C, con precipitaciones cercanas a los 2 000 milímetros anuales, bien
distribuidas a lo largo del año (Cenicafé, 2007).

Todo el café cultivado en Colombia corresponde a la especie Coffea arabica Linneo.


Se cultivan variedades de porte alto, tales como la Típica, Borbón, Maragogipe,
Tabi, y variedades de porte bajo como Caturra y Colombia. Aproximadamente el
75 % del área cafetera colombiana se cultiva con las variedades Caturra y Colombia
(Cenicafé, 2007).

Andrés Guhl (2006), plantea que los Andes Colombianos experimentaron dos
periodos de transformaciones en el paisaje asociados con la producción cafetera: su
inicio y expansión como cultivo desde 1850 a 1970, y los procesos de intensificación
de la producción desde 1970 hasta la actualidad. El primer periodo se caracteriza
por una caficultura tradicional con árboles de sombrío, con variedades arábigas
de porte alto y de ciclo reproductivo largo (> 10 años), baja densidad de siembra,
poco uso de agroquímicos y condiciones agroecológicas menos exigentes, pero
con menor rendimiento productivo. El segundo periodo se caracteriza por ser una
caficultura mejorada y por la intensificación de la producción desde los años 70.
Aparecen las variedades mejoradas de café resistentes a libre exposición solar y
a plagas. Variedades Caturra y Colombia de porte bajo, exigentes en el uso de
agroquímicos y de óptimas condiciones agroecológicas, mayor densidad de siembra,
de ciclo reproductivo corto (< 7 años) y mayores rendimientos productivos.

Guhl (2006) plantea que en estos periodos de extensificación e intensificación de


la caficultura, el aumento del área sembrada no fue homogéneo y se restringió
a patrones geográficos. Condiciones agroecológicas ideales favorecieron la
concentración de la producción tecnificada, ocurriendo una evolución muy rápida
del paisaje y caracterizando además la diferenciación de los sistemas de producción
según la tecnificación y la diferenciación de los productores según área sembrada
(pequeño, mediano, grande).

264
La caficultura colombiana presenta un decrecimiento en su área cafetera.
Colombia era el segundo productor mundial de café. Su producción se ha reducido
desde 1996, presentando una tasa decreciente anual de casi 4 %, siendo desplazada
al tercer lugar por Vietnam, desde el año 2000. Esto se expresa en la disminución del
tamaño promedio de las fincas, pero un mayor crecimiento en el número de nuevos
productores que ingresan cada año al cultivo de café. Actualmente, el número de
productores cafeteros llega casi a los 600 000, cuando en 1970 apenas superaba los
300 000, en tanto que el tamaño promedio de los cafetales es actualmente de 1,5
hectáreas, mientras que para 1980 era de 4,6 hectáreas. La pérdida de rentabilidad
del café y el impacto de la crisis sobre la estructura global ha incrementado los
niveles de pobreza y desempleo en las áreas cafeteras especializadas (Fonseca,
2002).

La especialización en café es inversamente proporcional al tamaño de las


fincas. Fincas pequeñas (hasta 1 hectárea),dedican el 77 % de su área al cultivo
de café, mientras que en las fincas mayores a 5 hectáreas, el porcentaje apenas
representa el 20 %. Los pequeños productores utilizan intensivamente la mano de
obra familiar, lo que les permite mitigar parte de la crisis de los precios del cultivo
y mantenerse en el negocio, pero necesitan complementar sus ingresos mediante
la venta de jornales y servicios en otras actividades.

El número de productores es inversamente proporcional al tamaño de


las fincas. El 60 % de los productores tienen cafetales con extensión menor a
1 hectárea, que corresponde al 16,8 % del área cafetera total. Si se agregan los
productores que poseen cafetales con tamaños inferiores o iguales a 5 hectáreas,
los resultados son impactantes: representan el 95 % del total de productores, con
el 62,2 % del área total, y en promedio explotan 1 hectárea de café. Estos cambios
reflejan una profunda reestructuración del sector cafetero del país hacia áreas
menores sembradas. En 1970, el porcentaje de fincas con menos de 1 hectárea en
café era 12,6 % frente al 60,6 % actual, mientras que las explotaciones mayores a
20 hectáreas era 16,5 % frente a un 0,5 % de hoy (Fonseca, 2002).

Según García (2003), la recomposición en la distribución por grupos de tamaño,


asociado a la disminución del área cultivada con café, más el aumento en el número
de productores condujo a una reducción del tamaño de las explotaciones cafeteras
y a una menor participación del café en el área total de los predios. Esto conduce
a afirmar que las fincas más pequeñas son excesivamente dependientes del café
como cultivo dominante, y por lo tanto son más vulnerables a las fluctuaciones en
los precios.

La crisis principal de los caficultores colombianos ha sido el bajo nivel histórico


de los precios internacionales debido a la sobreoferta mundial del grano y a las
periódicas fluctuaciones de los precios, que se agrava con la existencia de grandes
inventarios de café en el mercado, sumado a graves problemas productivos por
efecto de fenómenos climáticos y la aparición de plagas como la roya y la broca del
café. Esto ha causado un empobrecimiento cada vez mayor de las familias cafeteras,

265
y por ende una pérdida de la calidad de vida y una permanente inseguridad
alimentaria, siendo víctimas proclives a los grupos ilegales y la siembra de cultivos
ilícitos.

El Café en el sur de Colombia

En esta región predomina el minifundio campesino, dependiente del cultivo


de café con un permanente incremento y tecnificación del área cafetera. En el
Departamento del Cauca, el aumento en la producción cafetera se fundamenta
en el incremento del área tecnificada, con programas de renovación realizados a
finales de la década del noventa, mediante incentivos otorgados por la Federación
Nacional de Cafeteros. En el año 2002, el área sembrada en café era de 66 456
hectáreas, con el 82 % en café tecnificado y el 18 % en café tradicional. Anualmente,
mostró un crecimiento de l,8 % de café tecnificado y una caída de 1,6 % del área
en café tradicional (ICER-Cauca, 2003). En 2002, el Departamento del Huila tenía
79 067 hectáreas sembradas en café, con el 18,6 % sembrado en café tradicional
y el 81,4 % en café tecnificado. En 2003 aumenta el área total sembrada a 79 192
hectáreas, con una disminución del área en café tradicional a 18,5 % y el aumento
del tecnificado al 81,5% (ICER-Huila, 2002; 2003).

El uso del sombrío en el cultivo del café

Durante la Colonia, la siembra de café se realiza en pequeñas áreas para


autoconsumo. La estabilización de la República y el crecimiento de la demanda
externa –sumado a mejores precios del café desde la década de 1890– favorecieron
su intensificación como cultivo y aparecieron las primeras plantaciones de café en
zonas planas y expuestas al sol.

Debido a recurrentes caídas de los precios y problemas productivos es posible


suponer que los productores de café incorporan el sombrío en los cafetales
como una alternativa sustentable para disminuir los riesgos y la inestabilidad
económica.

El uso del sombrío simula las condiciones naturales umbrófilas originales que
necesita el café para su crecimiento, desarrollo y productividad. Estas prácticas
culturales de uso de sombrío en cafetales originaron tempranamente una dura
polémica entre defensores y detractores del uso del sombrío, imponiéndose desde
sus inicios el sombrío de leguminosas, como las eritrinas (Erithrynas spp) para
climas calientes y los guamos (Inga spp) para climas más frescos (Ospina, F., 1.872;
Ospina, M., 1.880).

Viajeros a finales del Siglo XIX, describieron paisajes cafeteros con árboles de
sombrío. Hettner (1884) plantea que :“parece ser la irradiación solar excesiva la
que hace sufrir al café, motivo por el cual se trata de protegerlo en muchas partes,
primero con la siembra de matas de plátano de crecimiento rápido entre los cafetos,
para luego cambiarlos de preferencia por árboles mimosas, cuyas copas dejan una

266
sombra benigna.” Rivas (1899) describe: “(…) un vasto cafetal, cuyas matas siempre
floridas o cargadas de granos rojos se extiende en una extensión de una legua: la
sombra de los cámbulos y guamos, refrescando la atmósfera e interceptando los
rayos del sol, le dan al paisaje un aspecto fantástico (…)”

Autores actuales afirman que el café como cultivo y las prácticas culturales de
sombrío se originaron en Guatemala y fueron traídas a Colombia por Mariano
Ospina R., reconocido pionero de la caficultura en Colombia ( Villegas, 2005; Guhl,
2006). Sin embargo, en el texto de Mariano Ospina, publicado en 1880, se plantea
que los orígenes del café como cultivo comercial y el uso de árboles de sombrío
en Colombia provienen de cultivadores venezolanos, con prácticas que entraron
por el nororiente de Colombia, de Cúcuta a los Santanderes, seguidamente a
Cundinamarca y desde allí a los otros departamentos. Prácticas que llegaron, se
instalaron y coparon territorios, dependiendo de la demanda del mercado, la
facilidad de transporte, los beneficios institucionales y de productores dispuestos
a copiar y arriesgar en un nuevo cultivo.

Un aspecto poco documentado sobre el auge de la caficultura tiene que ver con el
fracaso de cultivos incentivados por la Corona Española, tales como el cacao, el añil
y la quina. El cacao fue un producto de gran importancia económica en la sociedad
colonial siendo el primer producto agrario de exportación (Tovar, 2.000). Desde
1610 existían cultivos regulares dominados por los españoles hasta la primera
mitad del siglo XVIII, declinando su predominio a principios del siglo XIX. A partir
de 1850 disminuye su cultivo por efecto de plagas y pestes. Así, el cultivo de cacao
se convierte en referente obligado para la implementación de un similar y nuevo
cultivo arbóreo, el del café, a finales del siglo XIX.

En contraste con las hipótesis anteriores sobre el origen del sombrío, planteamos
que todas las prácticas del cultivo de cacao, incluyendo el uso de árboles de
sombrío y el beneficio de la cosecha fueron adaptadas por la naciente agricultura
del café en Colombia. Todas las prácticas culturales desarrolladas en el cultivo de
cacao fueron ensayadas y utilizadas exitosamente en el cultivo del café, con la
diferencia que el cacao crecía en regiones bajas hasta un límite de altura de 1 000
metros sobre el nivel del mar, mientras que el café podría cultivarse hasta los 1 800
metros, extendiéndose rápidamente por todas las laderas de Colombia. Algunas
referencias que se ilustran a continuación ayudan a sustentar esta premisa:
Tovar (2000) cuenta de un viajero inglés, que al pasar por la hacienda de Estanques
en 1820 describe que: “(...) en estas fincas los árboles de cacao se siembran en
hileras, con intervalos de tres o cuatro metros y como es necesario protegerlos
de los rayos directos del sol se siembran, al mismo tiempo, alternadamente, otras
hileras de plátano y de eritrinas que crecen muy rápido y dan magnífica sombra.
La eritrina protege la plantación después del segundo año, y el plátano el primero,
al mismo tiempo que produce sus propios frutos.”

267
Hamilton (1823), un coronel inglés, narra que: “(...) el cacao que se cultiva en esta
finca (El Ancón) se dice que tiene un magnifico sabor y logra precio alto en el
mercado. Los árboles se plantan en triángulos a buena distancia entre sí. El sombrío
es absolutamente necesario para el desarrollo del árbol de cacao; por consiguiente
se planta siempre con otros árboles, especialmente el plátano”. Tulio Ospina (1887)
en su libro “El cultivo del Cacao en Antioquia” explica sobre “ la necesidad de un
sombrío que no ramifiquen a la altura del cacao, sino 2 ó 3 metros sobre sus copos,
a fin de que el aire circule libremente, condición indispensable para la salubridad
de ellos. Deben ser dichos árboles poco quebradizos, de crecimiento rápido, y de
los que no produzcan frutos que atraigan pájaros perjudiciales a las flores y frutos
del cacao, ni hojas grandes que al caer derriben éstos. (…) Poquísimos son los
árboles que reúnen todas las condiciones requeridas para un buen sombrío. En
nuestra opinión los mejores son: saibó ó písamo del Cauca, el búcaro, el chingalé,
el hobo y el aguacate(...)”

Ospina prefiere al písamo por las cualidades que posee como sombrío: crece rápido
y reproduce fácilmente, produce una copa, altura y sombra adecuadas, se desfolia
estacionalmente, permite un baño de sol fecundante y benéfico y abona el cafetal.
Ospina termina diciendo que, “en fin, reúne todas las ventajas apetecibles para un
árbol de sombrío”, características importantes que van a permanecer en el tiempo
y hasta nuestros días como criterios fundamentales para mantener el sombrío en
los cultivos de café.

Esta revisión sobre los inicios del café y el uso del sombrío ilustra la capacidad
de adaptación e innovación de productores locales, para un cultivo introducido
que prontamente se convirtió en uno de gran importancia para las economías de
los países de Centro y Suramérica. Hubo mucha experimentación en cada país, y
hasta los inicios del siglo XX todas estas caficulturas se habían fortalecido con la
experimentación y prácticas locales, transmitiéndose masivamente la información
de una región a otra y de un país a otro. Se plantea que la caficultura nace y se
fortalece sin deberle nada a la ciencia y la tecnología. Por ejemplo, en Colombia, la
temprana introducción de las especies de sombrío en los cafetales fue una práctica
heredada del cultivo de cacao, muy anterior a la creación de las facultades de
agronomía, a la fundación de la Federación Nacional de Cafeteros (1927) y del
Centro Nacional de Investigaciones del café –Cenicafé– en 1938.

Desde las décadas de 1950 y 60, se inicia la conversión de los sistemas agroforestales
cafeteros en monocultivos sin sombrío. Se emplearon nuevas variedades altamente
productivas en un manejo intensivo, tolerantes a la libre exposición solar y
resistentes a la incidencia de la roya y broca del café. El café de libre exposición
solar constituye a finales de la década del setenta el 69 % del café producido en
Colombia y cerca del 40 % del café de Costa Rica (Smithsonian Migratory Bird Center,
1977).

El cafetal con sombrío sigue siendo desplazado por el monocultivo de café a pleno
sol por presión y política de la Federación Nacional de Cafeteros. Pero en regiones

268
periféricas al eje cafetero, y sobre todo en las pequeñas fincas cafeteras, por la
misma racionalidad, lógica y saberes campesinos los cafetales con sombrío se
niegan a desaparecer, como un sistema y una estrategia para minimizar riesgos
ecológicos y económicos y de garantizar su seguridad alimentaria.

Los sistemas productivos de café en Colombia

La caficultura Colombiana evoluciona rápidamente, cambiando las plantaciones


diversificadas y de baja densidad por explotaciones cafeteras intensivas y de
alta densidad. El paquete tecnológico producido y difundido por la Federación
Nacional de Cafeteros de Colombia produce una caficultura altamente productiva
y competitiva a escala mundial.

En Colombia, cerca de 1 millón de hectáreas fueron sembradas con las nuevas


variedades de café, y se estima que la mayoría de las zonas cafeteras fueron
tecnificadas y convertidas en cafetales sin sombrío (Perfecto et al, 1996). Según
la Encuesta Nacional Cafetera –SICA–, para 1997 existían aproximadamente 870
000 hectáreas cultivadas con café, de las cuales el 37 % estaban establecidas bajo
sombrío (Farfán & Mestre, 2004).

Según el Centro Nacional de Investigaciones de Café (2007), en Colombia se pueden


distinguir claramente dos grandes sistemas de producción de café: sistemas de
cultivo de café de libre exposición solar y los sistemas agroforestales con café.

Sistemas de producción de café de libre exposición solar

El cafetal a plena exposición solar desplaza rápidamente a los sistemas tradicionales


de cafetales con sombrío, desde la mitad de la década del setenta en el neotrópico.
Estos se desarrollan bien en suelos con buenas características físicas, de fertilidad
y disposición de agua, con regímenes de lluvia y energía solar bien distribuidos
durante el año. Para este sistema se recomienda altas densidades de siembra
(7 500 a 10 000 plantas por hectárea) y fertilización química intensiva, con una
productividad entre 2 500 – 4 000 kg de café pergamino seco por hectárea
(Perfecto et al, 1996; Rice & Ward, 1996; Smithsonian Migratory Bird Center, 1997;
Albertin, 2002; Schuller, 2005). La Federación Nacional de Cafeteros de Colombia
ha diseñado diversas estrategias, tales como incentivos o subsidios económicos
para la transformación, modernización y tecnificación de cafetales tradicionales a
monocultivos de libre exposición solar.

El monocultivo de café de alto rendimiento sin sombrío necesita de altos subsidios


en fertilizantes y pesticidas, crea mayor dependencia de inversión de capital y de
una mejor experticia técnica, introduciendo mayores problemas de funcionamiento
a largo plazo en lo ambiental y social.

269
Sistemas agroforestales con café (café bajo sombra)

Los sistemas agroforestales con café son formas de uso y manejo de especies de
árboles utilizados como sombrío, transitoria o permanentemente, en asociación
simultánea con los cultivos de café. Estos sistemas utilizan árboles para proporcionar
diferentes niveles de sombra, según la especie, el arreglo espacial y los criterios
y experiencia de cada productor. Se promueven para zonas con condiciones de
clima con períodos secos prolongados y suelo con problemas físicos, de fertilidad
o erosionados, limitantes para el desarrollo del cultivo de café. La densidad de
siembra óptima es de 2 000 a 3 000 plantas por hectárea y la productividad entre
500 y 1 000 kg de café de pergamino seco por hectárea.

Los sistemas productivos de café con sombrío

En Colombia los cafetales con sombrío se niegan a desaparecer. El 70 % de los


cafetales tradicionales y tecnificados tiene algún grado de sombrío (Cardona
& Sadeghian, 2005). Cenicafé (2007) plantea que: ”(...)los sistemas de cultivo
de café bajo sombra, se presentan con caficultores que no poseen los recursos
económicos para sostener adecuadamente sus predios, la mayoría son fincas con
áreas pequeñas en café, con predominio de variedades de porte alto, de mucha
edad, con un manejo mínimo del cultivo y donde la renovación es prácticamente
nula.”

Dicho planteamiento desconoce –de tajo– todas las lógicas y realidades de los
pequeños productores de café. Más que un problema económico para optar por
un cafetal tecnificado y a plena exposición solar, está en juego una caficultura
sustentable, renovada y subvalorada en el tiempo, donde los productores presentan
múltiples estrategias económicas y ecológicas, producto de una racionalidad
propia y distinta a la racionalidad y lógicas capitalistas.

Es posible suponer que debido a los altos riesgos e incertidumbres en la producción


cafetera (inestabilidad de precios y presencia de plagas), los pequeños productores
hayan mantenido, adaptado e innovado el sombrío con leguminosas y musáceas,
y diversificado con árboles frutales y maderables para mantener su seguridad
alimentaria.

Los árboles de sombrío son una diversidad deseada, planificada y sembrada por
productores, de acuerdo a múltiples criterios de selección, como una estrategia
de validación y producción de conocimientos. La persistencia en estas prácticas
tradicionales y la resistencia a otras a opciones de uso de tierra o cultivos
altamente productivos (café a pleno sol) se debe a que son mayores los riesgos
e incertidumbres, tanto ambientales como económicos (inseguridad alimentaria)
desde la lógica y racionalidad campesina, expuesta y sustentada con detallada
sabiduría.

270
Existen diferentes recomendaciones técnicas para la disposición del sombrío en
cafetales, estás dependen de las condiciones climáticas, la variedad de café, el
tipo de suelo y la pendiente del terreno. El uso de sombrío se recomienda en sitios
con limitaciones en las propiedades de los suelos (baja retención de humedad,
periodos de sequía), en zonas demasiado altas o bajas, para evitar exceso de
radiación, temperaturas extremas y vientos fuertes (Cardona, 2005).

Cenicafé (2007) reconoce para Colombia dos tipos de sombrío en los cafetales:

1. Sombrío transitorio: con especies de árboles que proporcionan sombra temporal


durante los dos primeros años de desarrollo del café, aportan sombrío rápido o
recursos alimenticios e ingresos económicos a corto plazo para los productores,
principalmente con especies como plátano y banano (Musáceas).

2. Sombrío permanente: con árboles claves o decisivos para el funcionamiento


del sistema y utilizados como sombrío durante la vida productiva del cafetal. El
sombrío permanente lo componen especies principales clave, generalmente
especies leguminosas perennes, de porte alto y copa extendida, que no compiten
con el cultivo de café, aportan nutrientes, dan protección de las inclemencias
climáticas y proporcionan una mayor vida útil al cafetal y sostenibilidad en el
tiempo. Las especies más utilizadas son diferentes especies de guamos, del género
Inga, familia Mimosaceae y cámbulos-cachimbos, del género Erithryna, de la familia
Fabaceae, entre otras leguminosas.

Muchos productores plantean que estas especies componen el sombrío verdadero,


y al resto de las especies presentes en el cafetal las consideran como sombrío
acompañante, ya que son especies que no cumplen con las principales características
y criterios de un sombrío permanente, compiten por nutrientes y agua, no producen
un sombrío adecuado y además requieren del uso de agroquímicos. Con base en
esta discusión aportada por los productores entrevistados se presenta una nueva
categoría de sombrío:

3. Sombrío accesorio o acompañante: son especies de árboles de porte alto,


asociados al cultivo de café y que parcialmente actúan como sombrío, realizan
funciones ecológicas diferentes a las especies clave y prestan otros bienes y
servicios a los productores. Son especies asociadas a los cafetales por su importancia
económica, facilitan otros productos y complementan la economía del productor
cafetero, minimizando riesgos por dependencia exclusiva del cultivo de café. La
mayoría son especies sembradas deliberadamente y su principal ventaja es ser
especies útiles, que producen beneficios económicos como alimentos, madera,
forrajes y leña. Las especies accesorias más comunes son las diferentes especies
de cítricos (mandarina, limón, naranja), frutales (aguacate, mango, guayabos) y
las distintas especies de maderables (nogal, cedro, eucalipto), entre muchas otras.
Algunas pueden ser especies nativas útiles maderables que nacen espontáneamente
en los campos de café y los productores permiten su desarrollo.

271
Una discusión actual sobre los beneficios del sombrío como diversidad sembrada es
sobre los efectos negativos o positivos sobre la sostenibilidad del sistema cafetero.
La sostenibilidad de los sistemas productivos de café con sombrío, no está en
función de la diversidad (cantidad de especies e individuos asociados al sistema)
ni de su complejidad; sino en función, sobre todo del número de vínculos internos
entre esos elementos (relaciones ecológicas), principalmente con las especies
claves usadas como sombrío, las implicaciones económicas y la minimización de
riesgos por cada productor.

Los productores son conscientes de múltiples factores con respecto al sombrío en


los cafetales: problemas de competencia, de ubicación de los árboles de acuerdo
a nichos específicos (suelos arenosos, arcillosos, húmedos, secos, pendientes,
barrancos), alelopatía, los posibles efectos en la calidad, sabor y aroma de los
granos de café. Incluso plantean sistemas de etnoclasificación para la selección de
especies de sombrío a usar.

La biodiversidad proporciona una abundancia de bienes inestimables y de servicios


a la precaria vida de los cafeteros. Se producen importantes recursos tales como:
productos para la seguridad alimentaria o para la venta; fibras, medicinas, leña
y madera para construcción; servicios ecosistémicos como la regulación del
clima, el control de la erosión, la regulación de plagas y enfermedades, la calidad
y disponibilidad del agua, la formación de suelo, el reciclaje de nutrientes y la
polinización; beneficios inmateriales: en lo espiritual, en patrimonio cultural, en
bienes paisajísticos y estéticos, en recreación y ecoturismo.

Café con sombrío en el sur de Colombia: Un estudio de caso

La presente investigación se realizó con el apoyo de las Asociaciones de Productores


de café de Timaná y Oporapa, en el Departamento de Huila, y El Tambo y Timbío
en el Departamento de Cauca. Para la recolección de la información se realizaron
58 entrevistas a productores escogidos al azar, con el único requisito de conservar
sistemas cafetaleros con sombrío. En cada una de las entrevistas se trabajó una
guía de preguntas estructurada y en todos los casos se obtuvo respuestas abiertas.
Todas las entrevistas se realizaron directamente en las fincas de los agricultores,
durante el año 2006. Las respuestas obtenidas se codificaron y organizaron en una
base de datos.

A los productores de café se les realizaron las siguientes preguntas abiertas:

¿Prefiere su cafetal a libre exposición solar o con árboles de sombrío?


¿Por qué razón tiene árboles de sombrío en su cafetal?
¿Qué beneficios le aportan los árboles de sombrío?
¿Qué pasa si no hay sombrío en su cafetal?
¿Qué implicaciones tiene el sombrío en la producción y calidad del café?
¿Cuáles son las preferencias y criterios en la selección de las especies de sombrío?
¿Qué aspectos negativos encuentran en los árboles de sombrío?

272
Se indagó sobre el tipo de preferencia en el sistema de manejo del cultivo de
café: cafetal a libre exposición solar o con algún tipo de sombrío, continuando con
una pregunta directa sobre las razones fundamentales para mantener el uso del
sombrío en el cafetal, profundizando sobre sus percepciones sobre los beneficios
que aporta el sombrío a la finca cafetera y cuáles serían las posibles desventajas
de no tenerlo.

También se preguntó sobre el impacto o las consecuencias de tener o no tener


sombrío en la productividad y calidad de café. Finalmente, se realizó un inventario
por cada productor de las especies y número de individuos de árboles de sombrío
presente en cada finca, se construyó una matriz de importancia, se anotaron
las descripciones sobre su uso, las características y criterios de preferencia en
la selección de cada especie de sombrío, además de los descriptores para las
características favorables y desfavorables de las especies, según la percepción
de cada productor. Cada productor respondió con base en sus conocimientos y
experiencias acumuladas en el cultivo de café.

Todas las entrevistas fueron realizadas con productores que mantienen diferentes
especies y grados de sombrío en sus cafetales. Los caficultores conservan en
alguna medida la producción tradicional de café bajo sombrío, aunque también
han adoptado nuevas variedades de café. Los datos cuantitativos que se presentan
se obtuvieron a partir del análisis de la información sistematizada.

Importancia de los árboles de sombrío en los cafetales

El 79 % de los productores afirma que mantienen el sombrío por tradición,


aprendido o heredado de la experiencia familiar o local; el 22 % de los productores
afirma que lo tienen por iniciativa propia (9 % de ellos reconocen su conocimiento
tradicional) y sólo el 9 % manifiesta que lo ha introducido por recomendación
de técnicos de la Asociación de Productores para acceder a los beneficios de
certificación.

El Cuadro 1 demuestra que la razón principal argumentada para mantener e


invertir en árboles de sombrío en sus cafetales (el 78 % de las preferencias) es
el reciclaje y aporte de nutrientes, permitiendo el abonamiento del suelo, por la
descomposición de la materia orgánica producida por el follaje, raíces y la fauna
asociada al sombrío. Al mejorar la disponibilidad de nutrientes se mejora la calidad
de los suelos. Conexo con este punto, el 48 % de los productores argumentan que
el sombrío mantiene y mejora la calidad del suelo, garantiza la sostenibilidad del
cultivo a largo plazo y previene el impacto erosivo de las lluvias, la escorrentía o
los vientos en zonas de ladera. Estas cualidades del sombrío son redimensionadas
al constatar que el sombrío reduce hasta en un 50 % el uso de abono y mano
de obra para esta actividad, logrando un ahorro importante y mayor autonomía
económica.

273
Cuadro 1. Razones para mantener árboles de sombrío en los cafetales

CRITERIOS %
Aporta nutrientes 78
Mejora calidad del café 64
Protege y mejora el suelo 48
Estabiliza microclima local 36
Protege inclemencias climáticas 34
Cosechas y productos derivados 34
Controla malezas 28
Mantiene cafetal saludable 21
Aumenta biodiversidad 21
Reduce abono químico 16
Fuente: Elaboración propia.

El 64 % de los entrevistados prefiere y mantiene árboles de sombrío en sus cafetales


porque mejora la calidad del café, tanto en calidad de taza como en factor de
rendimiento y calidad de la almendra, expresada en granos más uniformes, sanos,
grandes y de mejor peso. Según ellos, se producen “pepas más gruesas, grandes
y pesadas”. Los productores expresan una relación directa entre el sombrío y la
calidad del café. Aquí se resalta la importancia que tiene el sombrío en la reducción
de granos de baja calidad como “pasilla”, tales como los granos vanos, defectuosos
o incluso plagados con broca.

El 36 % de los productores valora el sombrío porque estabiliza y regulariza el


microclima zonal. Realzan el efecto del sombrío en crear un microambiente, al
mantener la humedad del suelo, conservar y proteger las fuentes de agua y, por
tanto, generar cafetales más frescos con una producción más regular y estable. El
34 % de productores sostiene que el sombrío protege al café de los impactos del
clima, tales como el “chamusque” por fuerte exposición solar o veranos prolongados,
o el “pringue” causado por heladas y granizadas. Un 34 % de los cafeteros plantean
que las especies de sombrío deben ser árboles multipropósito, que además de
cumplir su principal función como sombrío sean útiles económicamente.

El 28 % de los productores valora el sombrío por la facultad que tiene para regular
o controlar el crecimiento y desarrollo de las malas hierbas, mayormente especies
heliófitas, economizando los costos de deshierbe, reduciendo en un 50 % esta
actividad en el año y, por lo tanto, reduciendo la competencia de las malezas con
el cultivo de café.

Los productores (21 %) afirman que el sombrío ayuda a mantener cafetales más
saludables, al presentar un follaje verde y sano, expresándolo como “cafetales
de calidad, más alentaditos”, aumentan el ciclo productivo del café, logran mayor
sostenibilidad y conservación de los cafetales. No se hace necesario renovar o
“soquear” tan pronto los cafetales, “el sombrío es vida para los cafetales”.
El sombrío es un importante recurso como hábitat para el repoblamiento con
diversidad de plantas y animales (21 %), principalmente aves y macrofauna del

274
suelo. Plantean que el sombrío dificulta la presencia de plagas y pestes (5 %);
produce malezas nobles (3 %) y facilita los procesos de certificación orgánica
(3%).

Impacto de la ausencia del sombrío en los cafetales

Los productores identifican el impacto de no tener árboles de sombrío en el


cafetal. El cuadro 2 muestra como el 62 % de los productores afirman que el cafetal
sufre drásticamente las inclemencias del clima, causando serios problemas de
crecimiento, desarrollo y de productividad. Los cafetales se vuelven “chamizudos,
amarillentos, no se levantan bien y se envejecen rápido”, afirman que son
“cafetales sin presencia” y la vida útil productiva del cafetal se reduce. Un 38 %
de los productores deduce que la ausencia del sombrío “compromete la cosecha
bastante” y se ve perjudicada con la aparición de mayor cantidad de café pasilla,
almendras vanas, “palotiadas” o pasmadas, es decir granos pequeños, no uniformes
y de menor peso. Sostienen que se produce café de baja calidad y “al café le falta
cuerpo” y el factor de rendimiento es deficiente por los granos no uniformes e
irregulares.

Cuadro 2. Impacto de la falta de árboles de sombrío en los cafetales

CRITERIOS %
Cafetal se daña 62
Pérdida de fertilidad 53
Producción disminuye 38
Menor calidad de café 38
Aumento de malezas 24
Problemas ambientales 9
Contaminación con químicos 9
Sin productos derivados 3

Fuente: Elaboración propia.

De gran impacto para el 53 % de los productores con la falta de sombrío es la erosión


y pérdida del recurso suelo. Los suelos se vuelven más frágiles y deficientes en
nutrientes, se lava la capa vegetal, quedan descubiertos y “la tierra se esteriliza”.

El 38 % de los productores argumenta que la producción se merma y para optimizar


su rendimiento “los cafetales se vuelven dependientes de fertilizantes químicos”.
Incluso, a pesar del subsidio con fertilizantes, sostienen que los cafetales se
deterioran y “se envejecen más rápido”, es mayor el riesgo de pérdida de la fertilidad
por efectos de escorrentía por lluvia o por “cristalización” de los fertilizantes por la
exposición solar.

El 24 % de productores plantean que por ausencia de sombrío, la aparición de


malezas tiene un impacto grave, haciéndose cada vez más agresivas y competitivas
con el cultivo del café, y por consiguiente generando un mayor aumento de gastos

275
en el mantenimiento del cafetal, al hacerse necesario dos o tres veces al año la
limpieza o deshierbe de los cafetales.

Con la falta de sombrío en los cafetales y su alta tecnificación, el 9 % de los


productores evidencia y confirma el impacto ecológico de la tala del sombrío:
pérdida de biodiversidad, un clima más irregular, altas temperaturas dentro
del cafetal, agotamiento de las fuentes de agua y contaminación por el uso de
agroquímicos, entre muchos otros.

Implicaciones del sombrío en la productividad y calidad

El 52 % de los cafeteros son consistentes al afirmar que el uso de sombrío en el


cafetal tiene un impacto directo en la calidad de taza y factor de rendimiento, con
granos sanos y de excelencia. Es importante subrayar que el 41 % de los productores
plantea como efecto negativo del sombrío una disminución o pérdida de hasta un
30 % en la productividad del cafetal, comparado con la producción normal del
cafetal subsidiado con agroquímicos. Otros afirman que con un sombrío regulado
y bien manejado, se pueden minimizar estas perdidas.

Cuadro 3. Implicaciones del sombrío en la producción y calidad del café

CRITERIOS %
Con sombrío: aumenta la calidad del café 52

Con sombrío: disminuye la producción 41

Sin sombrío: aumenta producción, pero con fertilizantes 14

Sin sombrío: disminuye la calidad del café 12

Fuente: Elaboración propia.

Una implicación económica importante y significativa es la disminución de los altos


costos de producción, al reducir la aplicación de fertilizantes químicos y de las
deshierbas a sólo una vez durante el año. Los productores confirman que un cafetal
a libre exposición depende de mayores incentivos químicos para la producción (14
%) y la almendra pierde calidad (12 %), siendo común que se produzca más café
pasilla y de menor calidad, comparado con el cafetal con sombrío. Los productores
(5 %) detallan la importancia de mantener un sombrío bien regulado con un
porcentaje adecuado de sombra. Anualmente se realizan podas de mantenimiento
previo, para favorecer la floración, además de evitar la “caída de la floración por
tanta sombra”.

Preferencias y criterios en la selección del Sombrío Cafetero

Un alto porcentaje de caficultores (76 %) tiene como criterio principal para elegir
árboles de sombrío a especies multipropósito, que además de cumplir con el papel
principal de proteger y mejorar los cafetale tienen la ventaja de producir alguna

276
cosecha para la seguridad alimentaria y eventualmente para la venta.

El 55 % de los productores priorizan especies que aportan y reciclan rápidamente


nutrientes, materia orgánica y fijan nitrógeno, como las leguminosas. También es
importante (45 %) que los árboles de sombrío “dejen entrar el sol durante la floración”,
es decir que sean especies caducifolias (se desfolien estacional y temporalmente),
principalmente en los momentos previos a la floración. Además, es una importante
forma de aportar materia orgánica y nutrientes al cafetal. Igualmente facilita una
floración sana y productiva al favorecer el clima y la luminosidad adecuada para la
floración y fecundación.

Cuadro 4. Criterios de preferencia en la selección de árboles de sombrío

CRITERIOS %
Especies productivas 76
Aporten nutrientes 55
Buen crecimiento 50
Desfolien estacionalmente 45
Copa extendida 41
Raíces profundas 36
Buen follaje 19
Larga vida útil 16
No compita con el café 16
Hojas de fácil descomposición 16
Fácil de mantener y reproducir 7
No resequen la tierra 7
Favorezcan la biodiversidad 7
Sean árboles bonitos 7
De hojas pequeñas 7
Fuente: Elaboración propia.

Prefieren árboles de hojas pequeñas y suaves (7 %), de rápida descomposición


(16 %) y que formen una rica capa vegetal. Les interesa que pasada la floración
los árboles de sombrío “se vistan rapidito”, con abundante follaje, para crear una
“buena sombra” (19 %) y crear el microclima adecuado para el llenado y maduración
de las cerezas y protección del cafetal en su conjunto. Criterios de porte alto (50 %),
crecimiento rápido y recto, además de una copa que se abra y extienda en lo alto
(41 %), son indicadores de interés. Una raíz profunda (36 %) es importante como
sostén de los árboles de sombrío, para que les de firmeza y resistan los procesos
erosivos y no sean derribados por los vientos. Los prefieren con raíces que amarren
el suelo, lo sostengan y prevengan la erosión.

277
El 16 % de los cafeteros seleccionan especies perennes, “aguantadoras” y que
“duren bastante” dentro del cafetal. Árboles que “no sean resabiados para prender”,
adaptados a la zona y no necesiten abonos (7 %), no resequen la tierra y mantengan
la humedad (7 %). Valoran especies que favorezcan la biodiversidad como nicho o
alimento (“nido para los pajaritos”) y “que sean árboles bonitos”, de amplia floración
que embellezcan las fincas cafeteras.

Se enumeran otras características, aunque con bajos porcentajes, pero las cuales
resultan interesantes para tener en cuenta en procesos de selección de especies
agroforestales o de sombrío. Por ejemplo, especies finas, “de madera buena”,
que produzcan semillas viables para resiembra o sean fáciles de conseguir o
reproducir, ojalá adaptados a siembra directa en el campo, sin necesidad de
construir semilleros; sean especies melíferas; que no hospeden plagas ni pestes,
que controlen las malezas y no se desgajen fácilmente.

Características desfavorables en árboles de sombrío

El Cuadro 5 presenta las características desfavorables planteadas por los


caficultores.

Una característica no deseada en el sombrío es la presencia de hormigas. Especies


como el yarumo (Cecropia spp) y los guamos (Inga spp) presentan relaciones de
asociación o mutualismo con especies de hormigas que causan molestias por
picaduras a los recolectores de café o ser especies dispersoras de plagas de insectos
chupadores, algunas veces plagas potenciales de café y de los cítricos.

El 22 % de los cafeteros rechazan aquellas especies que compiten por agua, causan
resequedad y según su percepción “esterilizan” el suelo. En este grupo se ubican
especies maderables como: pino, nogal, cedro, urapán y el eucalipto con raíces
competitivas por agua, las que acusan de “robar el agua”. Otro aspecto negativo
es el necrozamiento o desprendimiento de ramas (19 %) del sombrío, dañando
árboles de café. Según los productores son especies que se “desgajan” porque
tienen “ramas vidriosas”. Otros productores no gustan de especies que “ramean”
mucho, porque obliga a invertir y realizar mayores costos de mantenimiento o
podas anuales.

278
Cuadro 5. Características desfavorables en árboles de sombrío

CRITERIOS %
Presencia de hormigas 29
Resecan el suelo 22
Necrosamiento de ramas 19
Raíces agresivas 17
Presencia de plagas 14
Se derriben “solos” 10
Presencia de espinas 7
Compitan por nutrientes 7
Hojas demoran descomponerse 3
Fuente: Elaboración propia.

Las raíces agresivas y/o superficiales las definen como altamente competitivas y
perjudiciales para el cafetal (17 %). Los productores sostienen que especies como el
guayabo, arrayán, cucharo, pomorroso y los cítricos, presentan raíces superficiales
muy competitivas. Los cítricos tienen raíces que tienden superficialmente a “tejer
mucho”, “entiezan” la tierra y dificultan el desarrollo y crecimiento de las matas
de café. Los encuestados expresan que los árboles de sombrío no deben ser
susceptibles a ataques de plagas ni pestes (14 %), mucho menos ser hospederos de
plagas del café. El 10 % de productores no quieren árboles de sombrío vulnerables
al derribo por viento o que se “desenraícen” fácilmente y caigan afectando los
cafetales. Igualmente especies de sombrío que presenten espinas en sus tallos no
son toleradas. La recolección de café se realiza en zonas de ladera con pendientes
pronunciadas y puede ocurrir “espinamiento” y laceraciones al tratar de prevenir las
caídas. Igualmente se dañan los plásticos y capas protectoras de lluvia, al quedar
engarzados en las espinas de los árboles. Especies de este grupo son el chachafruto
(Erythrina edulis, Fabaceae), limón (Citrus limon, Rutaceae) y chontaduro (Bactris
gassipaes, Arecaceae).

Otra característica negativa planteada por el 7 % de los productores es la competencia


por nutrientes de algunas especies, como los cítricos, aguacate y otros frutales.
Productores afirman que estos “jalan y se comen” los nutrientes, quitándoselos al
cafetal. Especies de hojas gruesas, que no se descomponen rápido y demoran en
reciclar los nutrientes no cuentan con el aprecio de los productores.

Los criterios de preferencia o rechazo de especies de sombrío en cualquier zona


son decisión de cada productor, un descriptor puede ser importante para uno y
para otros no, las interacciones entre estos factores influye en el comportamiento
para la aceptación o rechazo de especies, siempre y cuando la selección incremente
los seguridad económica o en su defecto minimicen al máximo los riesgos
ambientales.

279
Árboles de sombrío presentes en el área de estudio

Cuadro 6. Árboles de sombrío presentes en las fincas

NOMBRE LOCAL NOMBRE CIENTÍFICO FAMILIA % INDIVIDUOS


Guamos Inga spp Mimosaceae 85 3561
Cítricos Citrus spp Rutaceae 71 647
Plátano / banano Musa spp Musaceae 69 10760
Cachimbo / cámbulo Erythrina spp Fabaceae 68 1360
Aguacate Persea americana Lauraceae 49 483
Nogal cafetero Cordia alliodora Boraginaceae 34 328
Nacedero Trichanthera gigantea Acanthaceae 32 1328
Mango Mangifera indica Anacardiaceae 22 114
Guayabos Psidium guajaba Myrtaceae 20 326
Yarumo Cecropia peltata Cecropiaceae 19 150
Cedro Cedrela angustifolia Meliaceae 15 139
Cucharo Myrsine guianensis Myrsinaceae 15 95
Higuerilla Ricinus communis Euphorbiaceae 15 347
Eucalipto Eucalyptus grandis Myrtaceae 12 359
Tambor Ochroma pyramidale Bombacaceae 10 17

Fuente: Elaboración propia.

Se destaca que el sombrío permanente varia de una zona a otra y entre las fincas,
por las diferentes condiciones edafoclimáticas y de adaptación del sombrío,
sumado a la valoración y percepción de cada productor. Los guamos (Inga spp)
son el género clave para las cuatro zonas, siendo la especie Inga edulis la de mayor
aceptación y siembra en las zonas de Cauca, mientras que para Huila el género
clave pertenece a las Erythrina spp, siendo mayor interés el cachimbo, Erythrina
poeppigiana ( Ver cuadro 6).

Especies de sombrío con importancia económica

Las especies de importancia económica para los productores cafeteros, sea por su
aporte a la seguridad alimentaria o por producir excedentes para venta en mercados
locales son: plátano (47 %), cítricos (34 %), aguacate (24 %), nogal cafetero (17 %),
banano (14 %), guamo (12 %), eucalipto (10 %), cedro (5 %); cachimbo, mango,
pino, nacedero con el 3 %; bodoquero, guadua, guanábano, guayabo, chontaduro
y chachafruto , todos con el 2 %.

Muchos de los productos “secundarios” cosechados en las fincas cafeteras no


tienen un mercado asegurado, son mal pagos y crean un permanente descontento
entre los productores, que los priorizan sólo para el autoconsumo y llevan muy
pocos excedentes al mercado local, por los altos costos del transporte y los bajos
precios para los productos. Muchos de los productores no venden excedentes del

280
sombrío, pero consideran de importancia económica todas las especies de sombrío
por los servicios ecológicos, ambientales y de seguridad alimentaria que prestan.
Un caficultor resume la importancia al afirmar: “yo no vendo nada, pero todas (las
especies) son económicas por los beneficios que me prestan”.

Algunas localidades han logrado posicionar favorablemente productos del sombrío, por
la calidad de los mismos y cercanía a importantes centros urbanos. Por ejemplo, los
productores del Municipio Timaná tienen asegurado la venta de mandarina (zona de Alto
Naranjal) y la venta de banano (zona de Cosanza), donde han logrado que compradores
(intermediarios) lleguen a negociar directamente estos productos en cada finca.

Especies de sombrío por localidad

En Oporapa (Huila) se destacan el cachimbo (83 %), el guamo (56 %) y el plátano


(50 %). En Timaná (Huila) sobresalen el cachimbo, el guamo, los cítricos presentes
en todas las fincas, mandarina (75 %), cedro y bananos (63 %), nacedero y cúcuta
(50 %). Para el Tambo (Cauca) son de interés: plátano y aguacate con el 71 %, el
guamo común (63 %) y los cítricos (58 %). En Timbio (Cauca), las elegidas son:
guamo común (75 %) y los plátanos (63 %).

Especies de sombrío permanente (especies clave)

La mayoría de los productores tienen como base del sombrío permanente las
leguminosas, con promedio de dos especies diferentes por finca. El 85 % de
las fincas presenta alguna especie de Inga y alta abundancia de ejemplares (61
árboles promedio por finca). Se encontraron 19 especies de leguminosas, así:
Caesalpiniaceae (2), Fabaceae (6) y Mimosaceae (11). Como sombrío permanente
17 especies (2 como abono verde). El guamo o guabo de la especie Inga edulis, es el
sombrío con mejor aceptación y mayor presencia en cafetales (69 %), seguido del
grupo de las Eritrinas (68 %), con Erythrina poeppigiana –cachimbo o cachingo–,
con presencia en el 55 % de las fincas encuestadas.

Especies de sombrío transitorio

Es tradición que lotes de café inicien y se mantengan durante 3 a 4 años como


sombra transitoria con plátano y/o bananos (Musáceas), con presencia en el 69 %
de las fincas y un número alto de ejemplares (186 matas promedio por finca). En
algunas fincas se está incorporando la higuerilla (Ricinus communis) y el papayo
(Carica papaya) como sombrío transitorio.

Sombrío acompañante o árboles asociados al café

Se destacan las especies frutales como los cítricos (71 %), aguacate (49 %), mango
(22 %) y guayabos (20 %). En especies maderables priorizan el nogal cafetero (34 %),
cedro y eucalipto (15 %), y especies nativas: yarumo (19 %), cucharo (15 %) y tambor
(10 %). Se destaca el nacedero (32 %), especie de conservación y forrajera.

281
Principales usos de las especies de sombrío por localidad

El total de especies de sombrío presentes en las cuatro localidades son: 17


leguminosas como sombrío permanente, y como sombrío transitorio o asociado
un grupo de especies maderables (32) y alimenticias (31) donde se destacan las
musáceas y frutales, con alto número de individuos por zona. El Tambo es la
localidad más biodiversa, conserva el 63 % del total de especies relacionadas
y mayor número de individuos, presenta un alto número de especies de sombrío
permanente (11 spp – 55 % del total), alimenticias (22 spp – 71 %) y maderables
(11 spp – 53 %).

DISCUSIONES Y REFLEXIONES

Como se resalta en la descripción anterior la indagación realizada entre los


caficultores del sur de Colombia tiene como propósito reconocer la percepción
local campesina sobre la valoración ambiental y económica del uso del sombrío
en cafetales. En el diálogo sostenido se recuperan experticias y conocimientos
locales de productores y hace evidente información valiosa que ha sido ignorada o
desapercibida por profesionales y técnicos cafeteros. Cada pregunta tiene su propio
énfasis y rápidamente cuestiona el porque de la persistencia y mantenimiento del
sombrío. Se obtuvo mayor fuerza y énfasis al indagar en torno a cuáles serían las
desventajas o aspectos negativos de no tener sombrío en un cafetal (Cuadro 7).
Así, se puede sugerir que los caficultores tienen una visión integral del sistema
de sombrío, reconociendo en éste el impacto positivo de su presencia y el efecto
negativo de su ausencia. Algunos aspectos importantes de este enfoque integral
se discuten a continuación:

Cuadro 7. Principales impactos del sombrío o su ausencia en cafetales según los productores

CON SOMBRÍO % % SIN SOMBRÍO


Protege y mejora el suelo 78 53 Suelos frágiles y pobres
Café de calidad 64 38 Calidad menor de café
Regula microclima 36 -
Productos e ingresos económicos 34 3 Inseguridad alimentaria y económica
Protección del clima 34 -
Controla malezas 28 24 Competencia por malezas
Cafetales sostenibles, 21 62 Cafetales insostenibles
Biodiversidad aumenta 21 9 Problemas ambientales
Disminuye producción - 38 Producción depende de químicos
Fuente: Elaboración propia.

282
El sombrío protege y mejora el suelo

La característica o criterio principal entre los productores entrevistados en Cauca y


Huila (un 78 %) considerado como el mayor beneficio que proviene del sombrío es
el mejoramiento y protección del recurso suelo en los cafetales. El sombrío aporta
materia orgánica y recicla nutrientes, fija nitrógeno y crea una capa de “mulch” que
favorece la presencia de macrofauna benéfica del suelo, mantiene la humedad del
mismo y facilita los procesos de descomposición y disponibilidad de nutrientes
para el cultivo de café. Además, tiene un importante efecto económico al reducir
la inversión de recursos y minimizar el uso de agroquímicos y mano de obra en la
fertilización del cafetal.

Si no existiera el sombrío los suelos serían más frágiles y deficientes en nutrientes,


no tendría una capa vegetal, estarían descubiertos y el impacto negativo del clima
sería más fuerte, tanto para el cafetal como para la biodiversidad asociada. Los
productores afirman tener beneficios directos del sombrío en la conservación y
sostenibilidad del suelo, al proteger y evitar la erosión.

Investigaciones científicas confirman que el uso del sombrío reduce la erosión


y pérdida del suelo por lluvia y escorrentía, conservando la capa productiva,
aumentando la captura de carbono y de agua y su almacenamiento dentro del
sistema (Beer et al, 1998; Cardona & Sadeghian, 2005). El sombrío contribuye a
mantener la fertilidad del suelo, aporta materia orgánica y recicla nutrientes por la
mineralización de la capa vegetal. El sombrío de guamo suple los requerimientos
nutricionales, principalmente nitrógeno, calcio, magnesio y elementos menores
como zinc. El aporte de nitrógeno es muy cercano a los requerimientos de
fertilización para este elemento. El sombrío aumenta la cantidad de nutrientes
que ingresan al cafetal por lavado foliar, principalmente potasio, con valores de
120 kg/ha/año en cafetales bajo guamo, frente a 70 kg/ha/año en cafetales a pleno
sol (Beer, 1987; Beer, 1998; Jaramillo, 2003; Cardona & Sadeghian, 2005).

La descomposición de las hojas forma el humus, que incrementa la materia orgánica


estable y mejora las características del suelo, con mayor humedad y porosidad
total y menores valores de compactación, densidad aparente y temperatura,
que favorecen el desarrollo de café. Los suelos de cafetales a libre exposición
solar presentan mayor temperatura, mayor densidad aparente y resistencia a la
penetración, lo que indica que estos suelos son más compactados (Beer, 1995;
Cardona & Sadeghian, 2005).

Mejor calidad de taza y mejor factor de rendimiento

La segunda razón en importancia para que los productores persistan, mantengan y


protejan los árboles de sombrío es su convencimiento y experiencia con respecto a
la relación directa entre el sombrío y la calidad del café. El 64 % de los productores
sustenta que el sombrío tiene gran impacto sobre la calidad del café, expresado
en una mejor calidad de taza y una mejor calidad de almendra (cerezas mas sanas,

283
homogéneas, grandes, pesadas y menor producción de “pasilla”), que se fundamenta
en un mejor factor de rendimiento y por lo tanto en mejores bonificaciones. Los
productores reconocen que no tener sombrío en el cafetal implica una producción
de baja calidad, con mayor porcentaje de “pasilla”, granos vanos, defectuosos y
afectados por la broca, que finalmente se expresa en baja calidad en taza y menor
factor de rendimiento. Investigaciones en Costa Rica certifican un mayor peso
final en cerezas de tres sistemas de sombrío comparadas con cerezas de un cultivo
testigo a pleno sol (Angrand et al, 2004).

Protección de las inclemencias climáticas

El 34 % de los productores valora el papel que juega el sombrío en la protección del


cafetal y el recurso suelo de las cambiantes condiciones climáticas, desde fuertes
exposiciones solares y veranos intensos hasta recurrentes heladas y granizadas.
El sombrío protege los cafetales de fuertes impactos debido a las heladas y de los
veranos intensos, que tienen graves consecuencias sobre las plantas, la floración,
el llenado de cerezas y finalmente en la cantidad y calidad del café. Sin sombrío el
cultivo del café se vuelve más vulnerable a los impactos del clima.

El sombrío de los cafetales modifica positivamente el microambiente del cultivo y


estabiliza la temperatura. El sombrío reduce la temperatura ambiental y la del suelo,
minimiza la evaporación superficial e incrementa la humedad relativa del ambiente
y protege de a los cafetales de la deshidratación. Bajo el sombrío la temperatura
es regulada, la temperatura nocturna del cafetal es más alta y en el día es menor;
es decir con el sombrío se reduce la diferencia entre las dos temperaturas lo que
favorece una producción estable y contribuye a una larga vida útil de la plantación
de café (Beer, 1995; Beer et al, 1998; Staver et al, 2001; Cardona & Sadeghian, 2005;
Farfán y Mestre, 2005).

Al comparar la distribución anual entre las cosechas de cultivo de café bajo sombrío
y de cultivo a libre exposición solar, se observó que en cafetales con sombrío las
dos cosechas se distribuyen entre un 60 % la principal y 40 % la de traviesa, y en
la de libre exposición la distribución es más marcada: entre 76 % y 24 % en el
año, lo que permite deducir que el sombrío afecta los patrones de distribución de
la cosecha al alterar y estabilizar el microambiente del cultivo (Farfán y Mestre,
2004).

Disminución de la producción

La disminución en la producción de los cafetales es un importante impacto negativo


del sombrío y la razón principal por la que diferentes instituciones –buscando
mejorar la competitividad (rentabilidad)– han promovido las nuevas variedades y
sistemas tecnificados de cultivo a libre exposición solar. Aunque los productores
reconocen que en lotes con sombrío se presenta una producción menor estimada
entre el 30 % y 40 % comparada con lotes de libre exposición, señalan dos aspectos
importantes que inciden en su decisión de mantener el sombrío: el cultivo a pleno

284
sol requiere de fertilización obligada con agroquímicos, y en el cafetal con sombrío
los productores han aprendido técnicas de manejo mediante podas y regulación
del sombrío para disminuir su efecto negativo sobre la producción.

Investigaciones realizadas confirman que una sombra mal regulada puede resultar en
una competencia excesiva entre el sombrío y el cafetal por nutrientes, agua y radiación
fotosintética activa, y puede disminuir la producción de manera significativa. Existe
una relación lineal negativa entre la distancia de siembra del sombrío y la producción
de café; es decir, al disminuir el nivel de sombra aumenta la producción de café. Debe
regularse el sombrío mediante podas que minimicen la interceptación de la radiación
y permitan aumentar la producción de café (Beer, 1995; Beer et al. 1998; Somarriba,
1999; Farfán & Mestre, 2004, Cardona & Sadeghian, 2005).

Cafetales sanos

Los productores (21 %) confirman que el sombrío ayuda a mantener más saludable
el cafetal, mantiene un follaje verde y de calidad, aumenta el ciclo productivo del
café y logra mayor sostenibilidad y conservación de los cafetales. El 62 % de los
productores reconocen el impacto negativo de no tener árboles de sombrío en su
cafetal, al explicar que los cafetales sufren las inclemencias del clima, causando
serios problemas productivos y de crecimiento. Los productores reconocen un
aumento de hasta un 30 % en la productividad de los cafetales al sol, pero sopesan
esta ganancia cuando prefieren el cafetal con sombrío, ya que compensan las
pérdidas con mayor vida útil del cultivo. Renovar tempranamente un lote de café
es costoso y riesgoso para la frágil economía de los pequeños productores.

Control de malezas

Una ventaja del sombrío, avalada por productores, es la facultad para regular o
controlar el crecimiento y desarrollo de las malezas. Con el sombrío, se reducen
entre dos y tres “limpias” al año, o hasta un 50 % esta actividad, con lo que se
economizan los altos costos del control de malezas. Los productores son
conscientes del impacto del cafetal a pleno sol con la aparición de malezas, cada
vez más agresivas y competitivas, y por consiguiente de mayores gastos en el
mantenimiento del cafetal.

El sombrío reduce la presencia de malezas (Cardona & Sadeghian, 2005). Se han


realizado investigaciones que concluyen que el cultivo de café es extremadamente
sensible a la interferencia de las malezas. La pérdida debida al manejo inapropiado
e inoportuno de las malezas es mayor que aquellas causadas por las plagas y las
enfermedades. Se reportan pérdidas en rendimiento del café en países como Kenya,
Brasil y Etiopía del 50, 60 y 65 %, respectivamente. En Colombia causan una baja
del rendimiento hasta del 66,5 % debido al manejo inadecuado y a las deshierbas
inoportunas. El control de malezas constituye una de las labores más costosas de
manejo del cultivo del café, entre 30 y 40 % de los costos de producción (Salazar
& Hincapié, 2005).

285
Cosecha y productos derivados del sombrío

Los caficultores de Huila y Cauca, que aún conservan el sombrío en sus cafetales,
fundamentan su importancia en la capacidad del sombrío para desarrollar funciones
ecológicas necesarias para el crecimiento, desarrollo y sustentabilidad del sistema
cafetero, además de generar diversos bienes y servicios. El valor económico del
sombrío está definitivamente conectado a sus funciones ecológicas (reciclaje de
nutrientes y control de las malezas) y ambientales (protección del clima), que le
dan estabilidad a la economía campesina y garantizan una cierta autonomía y
seguridad alimentaria.

En la percepción de los productores, la cosecha de productos y derivados de los


árboles de sombrío no son las más importantes (14 %) para mantener el sombrío,
pero consideran como un beneficio de importancia económica la producción (34
%) de alimentos, frutas, madera, leña, sea para autoconsumo o venta en mercados
locales, explicado en términos de seguridad alimentaria y de entradas económicas
extras, tal como es expresado por algunos caficultores: “para comprar el arrocito,
la sal, el aceite y demás!”

Los sistemas con altos niveles de biodiversidad también proveen mejores servicios
ecológicos, aumentando las funciones locales tales como el control de plagas
y la polinización, a menudo con altos rendimientos económicos (Klein, et al,
2003; Perfecto et al, 2004; Ricketts, 2004), además de los beneficios económicos
(seguridad alimentaria) por medio 0de la variada diversidad de productos obtenidos
(Somarriba et al, 2004).

Biodiversidad

La biodiversidad de artrópodos y aves en los cafetales con sombrío puede promover


funciones como el control de plagas. Al disminuir la sombra de árboles se reduce
la complejidad estructural del cultivo, cambia el microclima y disminuyen los
nichos ecológicos para aves, mamíferos, artrópodos, anfibios y otros (Gallina et al,
1996; Moguel y Toledo, 1999; Ambrecht y Perfecto, 2001). Poco se conoce acerca
del mantenimiento a largo plazo de la biodiversidad en estos agrosistemas o de
la habilidad de las especies para reproducirse en cafetales con sombrío, pero
investigaciones confirman que los factores importantes para el mantenimiento
de la biodiversidad, incluyen una alta diversidad de plantas, variedad de
microclimas y microhábitats y las especies necesarias para la reproducción o
alimento para mantener una alta diversidad de especies en los cafetales (Perfecto
& Vandermeer,1996; Ambrecht et al., 2004).

La composición y estructura de las fincas con sombrío y monocultivo a pleno sol


presenta una diferenciada diversidad asociada de artrópodos. En la medida que su
composición es más compleja, la diversidad asociada es mayor y estos dos sistemas
de cultivo de café son diferentes en cuanto a la composición de la artropofauna.
Para el caso de hormigas, según un estudio en Colombia por Gallego (2005) de

286
54 especies encontradas, 48 lo fueron en cafetal con sombrío y 18 en cafetal
monocultivo de libre exposición solar.

Seguridad económica y alimentaria

Para el municipio de Timaná, encontramos que los productos secundarios del


sombrío juegan un papel determinante en la economía de la zona. Estos han
logrado posicionar sus cosechas de banano, mandarina y naranja por la calidad de
los mismos y su cercanía al centro urbano. Su ganancia con estos productos puede
equipararse con las de café.

El ingreso promedio por productos secundarios del sombrío vendidos en Timaná


es de $3 109 000, el más alto encontrado. Siguen en su orden de importancia, las
ventas de productos del sombrío en Timbío con casi $600 000, Tambo con $331
000 y Oporapa con el menor ingreso promedio $ 238 000.

Los productores de Tambo (71 %) y Timbío (88 %) venden productos derivados del
sombrío y suplementan sus entradas económicas con otros sistemas, destacándose
el cultivo de la morera y la producción de artesanías, la producción de caña y la
ganadería.

Los productores del Municipio de Oporapa presentan el más alto porcentaje de


productos de sombrío utilizados sólo para autoconsumo. Un 50 % obtiene otras
entradas por otros sistemas. Los árboles de sombrío toman valor económico para
los productores porque dejan de invertir recursos en: compra de fertilizantes
químicos y pago de mano de obra para ésta actividad; control de malezas: gastos
en mano de obra y compra de herramientas necesarias; mejorar y sostener el
suelo: no necesitan controlar procesos erosivos; soquear y/o renovar el cafetal más
prematuramente.

Por otro lado, los productores manifiestan que obtienen ventajas comparativas al
producir café de mejor calidad en taza (premios y bonificaciones); producir café
pergamino con buen factor de rendimiento y cosechar menos “pasilla”; proteger
las fuentes de agua, recarga de acuíferos y mantener las condiciones de humedad
adecuadas; lograr la soberanía alimentaria con productos derivados del sombrío;
mantener cafetales saludables y con una mayor vida útil del cafetal; proteger los
cafetales de las variaciones climáticas y como una forma responsable, ecológica
y ambientalista de prepararse para los drásticos cambios climáticos (efecto
invernadero, Calentamiento Global, y la progresiva perdida de biodiversidad).

Manejo del riesgo o cómo evitar la inseguridad alimentaria

En términos etnobiológicos, se puede afirmar que toda comunidad nombra,


clasifica, experimenta y sobre todo construye estrategias y conocimientos para
minimizar riesgos ambientales e incertidumbres económicas. El concepto de
riesgo tiene un sentido más complejo. El riesgo es definido como una pérdida

287
debida a un evento perjudicial, producto de la casualidad y la vulnerabilidad (FAO,
2003). La vulnerabilidad remite a la percepción real de estar expuesto a alguna
dificultad, debilidad o preocupación por algo. En el lenguaje cotidiano se asocia
con el peligro y la incertidumbre.

En esta investigación el manejo del riesgo hace referencia a las medidas que toman
todos los pequeños productores para reducir al máximo la inseguridad alimentaria,
y hace énfasis en las lógicas y estrategias que diseñan los pequeños agricultores
para garantizar su supervivencia y calidad de vida. Cada comunidad campesina
construye una racionalidad propia y distinta. Localmente existen conocimientos y
experticias eficaces de producción agrícola bajo variadas restricciones biológicas
y socioeconómicas. Aquí hemos presentado la sistematización de experiencias y
conocimientos de comunidades cafeteras locales, que es posible “universalizar”
cuando se identifican patrones en las distintas estrategias y adaptaciones que
se expresan en cada comunidad para evitar los riesgos e incertidumbres de todo
tipo.

Una característica universal que incluyen los sistemas de producción campesina


es la capacidad para enfrentar riesgos. Un principio de la producción campesina
es que todas las lógicas, estrategias y prácticas agrícolas se centran en evitar
riesgos (Lipton, 1968). Principio que se repite para cualquier zona y de tipo de
cultivo, dispersos por toda la geografía mundial. Se hace necesario comprender las
diferentes adaptaciones, conocimientos y experticias para evitar los riesgos y demás
estrategias generadas a través de generaciones de productores, en las diferentes
culturas y países. Lógicas y estrategias que son múltiples, variadas y dispersas,
pero todas tienden al manejo del riesgo y a garantizar la seguridad alimentaria con
base en profundos conocimientos ecológicos locales. Así, podemos concluir que
el sombrío es un sistema para el manejo del riesgo ambiental y la incertidumbre
económica.

Los caficultores han desarrollado un portafolio de estrategias y opciones para


mantener bajos o tolerables los niveles de riesgo. Estos realizan actividades
de menor riesgo, aparentemente con menor retorno, con la experimentación y
adaptación de múltiples estrategias heterogéneas para el manejo y cobertura del
riesgo frente a las limitaciones de subsistencia. Así, toda estrategia de seguridad
alimentaria debe garantizar una mínima generación de alimentos más allá de la
simple supervivencia.

Para el caso de pequeños productores de café en cualquier país, su vulnerabilidad


a resultados adversos es extrema y se ven obligados a evitar riesgos, incluso de la
ganancia potencial que podría derivarse de asumir estos riesgos. Esta manera de
internalizar el riesgo y la incertidumbre podría explicar la persistencia campesina
en los sistemas tradicionales de café con sombrío, los cuales logran niveles
sostenidos de producción, aunque comparativamente menores a los sistemas
tecnificados, pero sin mayor uso de externalidades. Esta lógica de evitar riesgos
también está presente en la resistencia a cultivar café a pleno sol, que está sujeto a

288
la misma volatilidad de precios, sumado a los altos costos de producción, pero más
vulnerable al impredecible cambio climático. Estamos seguros que las relaciones
del flujo de energía en el sistema tradicional de café con sombrío son más eficientes
que en el sistema moderno de monocultivo de café a pleno sol.

Igualmente, las comunidades campesinas construyen diversas estrategias de


compensación (estrategias auxiliares) frente a las posibles pérdidas en el cultivo,
entre las que se encuentran: el intercambio de mano de obra, las “mingas
“comunitarias; mayor diversidad de cultivos; diferentes negocios familiares, venta
de otros productos (animales o artesanías); venta de mano de obra: jornaleo;
remesas de parientes emigrantes o la participación en actividades ilícitas o ilegales
(Cerda, 2000).

Los sistemas y conocimientos tradicionales se caracterizan por su complejidad,


ya que las lógicas de producción campesina son más holísticas, sustentadas en
estrategias y métodos de control de riesgos basados en profundos conocimientos
ecológicos, que hoy en día vienen siendo reemplazados por los diferentes tipos
de manejo de riesgos en la sociedad capitalista, como los seguros agrícolas, o por
una agricultura de mayores externalidades (riego, fertilizantes, maquinaria, etc.) y
la venta en mercados a futuro.

En los sistemas agrícolas de minifundio, que predominan en la caficultura


colombiana, reducir el riesgo de perder la cosecha es tan importante como
aumentar el potencial nutricional y las ganancias económicas. Son prácticas
que se centran en evitar riesgos, que pueden parecer no ser tan efectivas
económicamente, pero que han sido preferidas por los caficultores y conservadas
frente a alternativas aparentemente más rentables. Los caficultores que persisten
en los sistemas tradicionales de cafetales con sombrío consideran más importante
reducir los riesgos que aumentar al máximo la productividad. En consecuencia,
para los caficultores que conservan el sombrío, la probabilidad de no tener nada
para comer ha sido más vital y determinante que tener algo para vender.

La modernización agrícola ha socavado y minado los conocimientos ancestrales;


se perdió la soberanía alimentaria al cambiar alimentos sanos y saludables por
alimentos importados, y se perdió la autonomía alimentaria al aumentar la
dependencia de la producción agrícola en fuentes externas (químicos, semillas,
herramientas, mercados). Muchas propuestas y tecnologías para la seguridad-
soberanía alimentaria han fracasado porque desconocen o ignoran las lógicas,
estrategias y gustos de los productores y consumidores. Lo que se afirma en esta
investigación es que la seguridad alimentaria no puede basarse únicamente en la
formulación de políticas públicas, ni tampoco en el hecho de disponer de alimentos
suficientes: es imprescindible el conocimiento de los sistemas y estrategias
desarrolladas por los productores para garantizar su seguridad alimentaria y
calidad de vida. En ultima instancia lo que está en juego es la cultura de grupos
poblacionales que durante generaciones han configurado sistemas de producción
en sus territorios, validadas en un saber práctico.

289
En este caso, resaltando un sistema y una estrategia contra la inseguridad
alimentaria que va más allá de cualquier programa de distribución y asistencia
alimentaria. El cultivo tradicional del café con sombrío es un importante sistema
con múltiples estrategias para la seguridad alimentaria –un sistema disperso por
toda la geografía de América– con múltiples prácticas y experiencias acumuladas,
que está siendo transformado sin que aún haya sido estudiado y comprendido en
la lógica que le ha permitido permanecer.

Hasta ahora ninguna propuesta tecnológica ha sido significativamente capaz de


aumentar los rendimientos sin arriesgar el futuro de los campesinos (mayores
riesgos agronómicos y ambientales, y mayores riesgos sociales y económicos). Lo
que demuestra esta investigación es que las lógicas y estrategias campesinas son
importantes de conocer y con base en ellas se deben diseñar las políticas públicas
para garantizar la seguridad, soberanía y autonomía alimentaria. Entender las
lógicas de los sistemas productivos tradicionales, hacerlos más productivos y
mejorar la distribución de los ingresos, permitirán mejorar la nutrición y el bienestar
de las comunidades rurales, además de proteger a los campesinos del desalojo
de sus tierras y su explotación como mano de obra barata, o su participación en
actividades ilícitas o en grupos armados.

El tener cafetales bajo sombrío no es la panacea para los pequeños propietarios, pero
ofrece opciones potenciales para disminuir la dependencia de insumos externos,
el endeudamiento, minimizar el riesgo económico, la vulnerabilidad nutricional
y proteger la base necesaria para la soberanía alimentaria y la sustentabilidad
agrícola.

Este trabajo ayuda a identificar y visibilizar los factores que influyen en la adopción
de determinadas estrategias por parte de los productores para garantizar su
supervivencia y mejorar su calidad de vida. Los pequeños productores cafeteros
emplean una gran variedad de mecanismos para mitigar los efectos adversos a su
bienestar. El cafetal con sombrío representa una estrategia que puede asegurar
distintos alimentos, dietas y fuentes de ingresos, producción estable, riesgo
mínimo, producción intensiva con recursos limitados y retorno máximo, con niveles
inferiores de tecnología.

CONCLUSIONES

El sombrío en los cafetales es un sistema de prácticas y técnicas tradicionales


validadas localmente, con lógicas y conocimientos que han persistido durante
generaciones, presentando un alto nivel de adaptación. Para Colombia, la temprana
introducción de especies de sombrío en cafetales fue una práctica heredada
y copiada del cultivo de cacao. El uso del sombrío como sistema y estrategia
ilustra la capacidad de adaptación e innovación de productores locales para un
cultivo introducido que se convirtió de gran importancia para las economías
latinoamericanas.

290
El sombrío como sistema es una diversidad deseada, seleccionada y planificada, de
acuerdo a múltiples criterios de selección, e introducidos dentro del sistema cafetero
por cada caficultor. La transformación obligada, subsidiada o condicionada a cafetales
tecnificados y a plena exposición solar, más que un problema económico, es todo lo
contrario; lo que está en juego es un sistema de lógicas y conocimientos para prevenir
la inseguridad alimentaria, una caficultura tradicional sustentable, renovada pero
subvalorada en el tiempo, donde los productores construyeron múltiples estrategias
ecológicas y económicas para disminuir riesgos e incertidumbres económicas.

El sombrío juega un papel importante en las estrategias de supervivencia de los


pequeños productores de café, al evitar que estos dependan menos de inversiones
a riesgo, y por lo tanto del “endeude” (préstamos) para poder realizar las prácticas
necesarias en el cultivo de café, principalmente de fertilización y deshierbas.
El sombrío reduce los costos de producción y el uso de agroquímicos y provee
ingresos adicionales.

El sombrío como sistema es económicamente más seguro y perdurable, por lo


tanto garantiza un cultivo sostenible a largo plazo, en lo ambiental, económico y
en lo social.

El sombrío como estrategia proporciona seguridad alimentaria y social en las zonas


cafeteras. Algunos productores plantean como fundamento que las especies de
sombrío deben ser árboles multipropósito, que cumplan su función ecológica como
sombrío y entreguen otros servicios como la producción de alimentos, madera y
medicinas, entre otros.

El sombrío como sistema es altamente beneficioso al favorecer la permanencia


del cafetal, mejorar y proteger el recurso suelo, aumentar el ciclo productivo, dar
mayor vida útil al cultivo, mejorar la calidad de taza y el factor de rendimiento.

El sombrío como estrategia económica garantiza ingresos monetarios importantes,


pero estos se producen de manera diferenciada según el tipo de sombrío, la
localidad, la cercanía a los centros urbanos, el costo de transporte y la calidad del
producto. Con los sistemas de bonificaciones y sobreprecios por la certificación de
cafés amigables, sociales y/o de calidad, se pueden recuperar mayores beneficios
con la inversión en el sombrío.

El sombrío como sistema aumenta la seguridad económica, ya que es una práctica


tradicional que ahorra trabajo y recursos. El sombrío reporta mejores utilidades
por unidad de mano de obra y más cuando se requiere mayor productividad de
mano de obra familiar, único recurso de familias cafeteras con restricción para
contratar mano de obra.

El sombrío como estrategia proporciona más seguridad ecológica (reduce riesgos


ambientales), protege de las sequías y heladas, mejora el reciclaje de nutrientes,
controla la aparición de malezas y sustituye los fertilizantes orgánicos.

291
El sombrío como estrategia ecológica no reemplaza las selvas naturales, pero
puede ser homologado por los servicios que presta. Algunos tipos de sombrío
cafetero pueden garantizar la seguridad alimentaria de los productores y soportar
una mayor diversidad de especies de fauna y flora.

El sombrío como sistema tienen menos exigencias tecnológicas, es más fácil su


manejo, requiere menos mano de obra externa, menos subsidios económicos,
evita que los productores dependan de inversiones económicas y por lo tanto de
créditos para el cultivo de café. Los productores plantean que el sombrío es una
práctica que minimiza todo tipo de riesgos e incertidumbres.

La Cumbre Mundial de la Alimentación (Roma, 1996) en un objetivo del Compromiso


Primero plantea que se deben: “garantizar unas condiciones económicas estables
y aplicar unas estrategias de desarrollo que estimulen en la mayor medida posible
las iniciativas privadas y públicas, individuales y colectivas, para un desarrollo
económico y social sostenible y equitativo.” Los caficultores, a través del tiempo,
han construido distintos sistemas y estrategias productivas para la satisfacción
social, compatible con la producción de bienes y servicios, de conocimientos y
cultura, de conservación de la biodiversidad y los ecosistemas, en la construcción
de una estrategia de integración y convivencia digna y mutuamente provechosa
para todos.

Sistemas y estrategias socialmente justas y deseables. Sistemas y estrategias


culturalmente aceptables y respetuosas, en armonía con la naturaleza y adaptadas
al medio ambiente. Sistemas y estrategias que podrían ser económicamente
viables y sustentables, si las visiones desarrollistas, la prepotencia científica y el
capitalismo barbárico y de usura no las destruyen. Creemos que todavía otro futuro
es posible.

AGRADECIMIENTOS

El autor agradece a las Comunidades Cafeteras Organizadas de Oporapa y Timaná


en Huila, Timbio y El Tambo en Cauca, Colombia y al Dr. Thomas Oberthür quien
apoyó la realización del presente trabajo, no siendo un proyecto de investigación
del CIAT. Las ideas expresadas en el presente texto no comprometen al CIAT y sólo
son responsabilidad de su autor.

292
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296
Seguridad alimentaria y
10 nutricional y políticas públicas.
El caso argentino 2001-2007.

AUTORES:

Lic. Sergio Britos


sbritos@nutrinfo.com.ar
Escuela de Nutrición
Facultad de Medicina
Universidad de Buenos Aires, Argentina

Lic. Ramiro Costa


rcosta@bc.org.ar
Bolsa de Cereales, Argentina
10

RESUMEN

Argentina padeció en 2001 y 2002 la peor crisis económica de su historia, reflejada en la


extensión de la pobreza (más del 50 % de la población), el aumento sostenido en el precio
de los alimentos básicos y en manifestaciones de inseguridad alimentaria y hambre en
vastos sectores de la sociedad.

En el contexto de experiencias locales poco institucionalizadas (comedores comunitarios


y redes solidarias de suministro de alimentos), superado el peor momento de la crisis en
2003 se iniciaron dos ejes de discusión acerca de las estrategias de seguridad alimentaria
y nutricional (SAN): la reconversión de programas hacia modalidades de transferencia de
ingreso –condicionadas o no–, y la evidencia de que ciertas deficiencias nutricionales y el
sobrepeso eran las principales alteraciones en la SAN, no el hambre aguda. Esto fue más tarde
comprobado por los resultados de la primera Encuesta Nacional de Nutrición (2005). Por otra
parte, la devaluación de la moneda argentina en el año 2002 implicó un profundo cambio
en la política económica y en las condiciones de la SAN. Los efectos de aquellos cambios
generaron tensiones tanto en la oferta como en la demanda de alimentos afectando la
estructura de consumo de los sectores pobres.

En este escenario, las autoridades adoptaron políticas de regulación de precios y oferta


de alimentos que incidieron en la SAN. Entre las principales medidas se encuentran la
instauración de derechos de exportación, la vigencia de restricciones cuantitativas a la
exportación y la intervención de ciertos mercados, en los cuales se acordaron precios
máximos de comercialización. Dichas medidas generaron relevantes efectos redistributivos,
provocando, a su vez, una pérdida económica neta para el país. Resultado que el Gobierno
justificó en la necesidad de contener los precios de la canasta básica alimentaria.

El trabajo de investigación demuestra que dicho objetivo no fue alcanzado, al tiempo que
ocasionó una fuerte intervención en los mercados agroindustriales afectando la eficiencia
del sistema económico en su conjunto. Sin embargo, se señala que la eliminación de las
restricciones impuestas es un objetivo de política posible, con resultados positivos en el
incremento del empleo y en la reducción de la pobreza y la indigencia.

El trabajo también hace una breve revisión de las estrategias de SAN en Argentina en
el período 2001-2007, en el contexto epidemiológico de deficiencias nutricionales y de
sobrepeso, y evalúa resultados alentadores acerca del impacto alimentario de un programa
de transferencias monetarias (tarjeta magnética para comprar alimentos) llevado a cabo
entre 2003 y 2006, y los efectos potenciales en la SAN de su ampliación a escala nacional
en reemplazo de algunas políticas regulatorias del mercado de alimentos.

Palabras claves: Seguridad alimentaria y nutricional, programas alimentarios, patrones


alimentarios, retenciones a las exportaciones, canasta básica de alimentos.

299
ABSTRACT

Argentina suffered between 2001 and 2002 the worst economic crisis of its history. This
was reflected by a peak in the poverty index (50 % of the population bellow the poverty
line), the sustained increase of basic food prices, and hunger related problems in many
sectors of the population.

In the context of poor institutionalized local experiences, like popular food kitchens and
charity food distribution network, in 2003, when the economic recovery started, two main
issues were discussed about food and nutritional security (FNS) strategies: the change
of traditional food programs into monetary transfer schemes –conditioned or not– to
the poorest sectors of the population and the evidence that nutritional deficiencies and
overweight -and not hunger- where the main food insecurity problems. In 2005 the first
National Food and Nutrition Survey corroborated these issues.

On the other hand, the devaluation of the local currency in 2002 produced a great change
in the economic policy and in FNS conditions. As a result of such changes the distortions
in food supply and demand affected the consumption structure of the poor.

In this scenario, the national authorities are regulating the food market. This policy is
influencing food and nutritional security (FNS).

Many policies have been implemented, such as export taxes, export quotas and intervention
of specific markets where the Government established limit purchase prices in order to
maintain the consumer price index (CPI) fixed.

As a result of these policies, Argentine economy reached a sub-optimal scenario with


negative redistributive effects.

This paper proves how these policies failed to maintain CPI fixed and illustrates the result
of government intervention in the agro industrial market, which has damaged the whole
economic system’s efficiency.

On the other hand, this paper reflects that if these policies were not taking place, a better
scenario would be reached, with results such as an improvement in employment and a
decrease not only in poverty but also in indigence.

The article makes a brief revision of FNS strategies in Argentina between 2001-2007,
focused on nutritional deficiencies and overweight problems. Its also presents the results
and positive food impact of a local program of monetary transfers (magnetic food purchase
transfer card) being implemented between 2003 and 2006 and the potential improvements
in FNS conditions if such program is implemented nation-wide replacing some of the food
market regulations.

Key words: Food and nutrition security, food programs, food patterns, export tax, basic
food basket

300
INTRODUCCIÓN

Perspectiva de la alimentación y manifestaciones de inseguridad alimentaría


y nutricional

Argentina es un país cuya disponibilidad alimentaria registrada según Hojas de


Balance (FAO) siempre ha variado entre algo más de 2 850 kcal y un poco menos de
3 100 kcal por habitante. Presenta una situación de holgado autoabastecimiento
y un patrón alimentario similar al de algunos países desarrollados, con elevados
porcentajes de calorías y proteínas de origen animal debido al alto consumo de
carnes, en especial vacuna, y de lácteos.

Sin embargo, y a pesar de indicadores alimentarios alentadores, la historia de los


últimos 20 años –con la excepción de los últimos dos–, ha estado marcada por el
paradigma de la desnutrición, en particular en la infancia.

Dicha realidad promedio esconde datos de interés. Por ejemplo, en los sectores
pobres la alimentación es monótona, y si bien el consumo aparente de energía
a nivel de hogares –medido a través de encuestas de gasto y en términos de la
unidad adulto equivalente– es superior al requerimiento, la ingesta (aparente)
de calcio y vitamina C y de hierro en el caso de hogares con niños pequeños, es
inferior a las recomendaciones de FAO o de IOM (2001).

Algunos estudios con indicadores dietéticos o bioquímicos corroboran el escenario


de carencias nutricionales –hierro en niños menores de 2 años y mujeres en edad
fértil–, vitamina C, calcio y en menor medida vitamina A, pero en todos los casos
con adecuación suficiente de energía.

Dicha monotonía alimentaria se traduce en dietas de densidad de nutrientes


inferior a la recomendable que, sin embargo, no se corresponde con prevalencias
de baja ingesta de nutrientes en la misma magnitud, sino más bien con un exceso
en la ingesta de energía. Se consume mucha comida –muchas calorías– pero
proveniente de alimentos de baja concentración de nutrientes.

Lo anterior tuvo su reflejo en la primera Encuesta Nacional de Nutrición en


Argentina realizada en 2004-2005 (ENNyS) sobre una población de niños menores
de 6 años. Una síntesis de los resultados relevantes se observan en el Cuadro 1.

301
Cuadro 1: Prevalencias de situaciones d anormalidad a nivel nacional en las
dimensiones antropométrica, alimentaria y bioquímica (en porcentajes)

Ingesta insuficiente de
Antropometría Déficit bioquímico
nutrientes

2a5
6 meses a 5 años < 2 años < 2 años 2 a 5 años
años

Desnutrición
1,2
aguda
Acortamiento 8,2
Obesidad 9,8
Hierro 20 3 34 9
Calcio 28 45
Vitamina A 12 27 14
Zinc 24 4
Vitamina C 57 40
Vitamina B1 8 2
Vitamina B2 6 1,5
Niacina 23 5,5
Vitamina D (sólo 23 (déficit +
Patagonia) insuficiencia)

Fuente: Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS), 2006, Ministerio de Salud .

Del cuadro se desprende que la obesidad y el retraso crónico de crecimiento


resultaron las principales manifestaciones de malnutrición. Cuando al diagnóstico
de obesidad se suma el de sobrepeso, la cifra supera la tercera parte de la población
de niños menores de 6 años y alcanza prácticamente al 50 % de las mujeres adultas,
según el mismo estudio.

El exceso en la ingesta de energía (datos de la ENNyS y otros estudios en niños


mayores de 6 años) es claramente un evento más frecuente que el déficit, mientras
que algunas carencias –hierro en niños pequeños– y calcio, vitamina C y A se
verifican de manera transversal en los distintos sectores sociales, aunque con
prevalencias superiores en los niños de hogares pobres.

La síntesis de todos estos antecedentes, que reúnen información de indicadores


macroalimentarios (hojas de balance) y de encuestas de hogares y mediciones
directas en individuos reflejan una situación de seguridad alimentaria y nutricional
caracterizada por la doble ocurrencia de situaciones de exceso y carencias en
algunos pocos nutrientes. Parece claro que las políticas públicas sobre seguridad
alimentaria y nutricional requieren respuestas diferentes a la de un escenario de
hambre y desnutrición aguda.

El análisis del patrón alimentario complementa la visión del problema, en tanto


pone el foco en los grupos de alimentos y productos que se consumen en mayor o
menor proporcionalidad respecto de una dieta o patrón estándar.

302
El Gráfico 1 ilustra la medida en que cada grupo de alimentos excede o es
insuficiente respecto del estándar representado por la línea horizontal. La medida
de comparación es el porcentaje de las kcal totales de cada grupo de alimentos en
relación al porcentaje en una dieta saludable de acuerdo con las pautas de las Guías
Alimentarias de Argentina y las Guías Dietéticas Americanas –2005– ajustadas a
alimentos y porciones locales.

Los datos corresponden al patrón alimentario infantil y el de mujeres (proporción


de kcal por grupo de alimentos), y son una medida aproximada de la dieta hogareña
promedio.

Gráfico 1: kilo/calorías en exceso déficit de cada grupo de alimentos en relación con


un patrón alimentario estándar

Niños
Mujeres

Cereales y Hortalizas Frutas Lácteos Carnes Aceite como Prod.


legumbres aderezo Concentrados
en azúcares y
grasas

Fuente: Elaboración propia en base a resultados de la Encuesta Nacional de Nutrición.

Los resultados reflejan un patrón alimentario caracterizado por excedente de


carnes y productos concentrados en azúcares y grasas y déficit en hortalizas, frutas
y aceites vegetales (como aderezo). Los lácteos se consumen en forma decreciente
conforme avanza la edad. Y si bien el promedio de hogares tiene un consumo de
cereales (como proporción de calorías sobre el total) más bajo que el propuesto por
las Guías Alimentarias, en hogares pobres resulta más elevado que el estándar.

El patrón alimentario descrito es consistente con el escenario de excedente en


energía y ciertos déficits de nutrientes hallado a través de las mismas encuestas.
También la visión del patrón alimentario apoya la idea de políticas públicas
diferentes a las que requieren otras manifestaciones de inseguridad alimentaria.

Análisis de la situación económica

Los datos de la situación de seguridad alimentaria y nutricional tienen directa


relación con la situación económica del país, en particular con el desarrollo de
las distintas variables socioeconómicas que afectan el ingreso real de las familias,

303
generando incentivos diferenciales para el consumo de los distintos grupos de
alimentos.

Desde una perspectiva económica, el tercer milenio recibió a la Argentina en


vísperas de su peor crisis. Tras tres años de recesión económica, la crisis dio fin al
régimen monetario que marcó las reglas de juego durante 10 años.

La crisis económica fue acompañada por un profundo deterioro institucional


que entre otras situaciones permitió que se sucedieran cinco presidentes en sólo
diez días, el default de la deuda externa, el “corralito”, el “corralón” (restricción
a la extracción de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas
de ahorro) y el descrédito generalizado de las instituciones políticas, entre otras
situaciones de alto impacto social y económico.

A partir de ese momento, y luego de un proceso masivo de quiebra de contratos,


el PIB descendió un 10 %, acumulando una caída de 18 % desde el anterior pico
de 1998 (Gráfico 2). Mientras tanto se produjo un ajuste violento de las variables
nominales. El tipo de cambio nominal llegó a cuadruplicarse en los tres primeros
trimestres del 2002, y la inflación minorista llegó a superar el 50 % en pocos
meses.

Gráfico 2: Evolución del PIB

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Instituto Nacional de Estadísticas


y Censos (INDEC).

Tras 18 trimestres consecutivos de caída, en el primer trimestre de 2003 el PIB


resultó ligeramente mayor al inmediato anterior y la inflación marcó en enero,
por primera vez desde el fin de la convertibilidad, un valor inferior al de la última
medición. Por su parte, el tipo de cambio nominal que se había mantenido en el
orden de $ 3,50 entre mayo y septiembre de 2002, comenzó a dar señales de una
tendencia decreciente, alcanzando un escenario de $ 3,00 por USD dólar.

304
El comercio exterior también comenzó a generar resultados auspiciosos. Por un
lado el marcado descenso de las importaciones producto de la caída de la actividad
económica, y por el otro el repunte de las exportaciones permitieron alcanzar un
balance comercial con resultado fuertemente positivo (Gráfico 3).

Gráfico 3: Evolución de la Balanza Comercial

Empujado por un incipiente proceso de sustitución de importaciones, un suave


pero constante crecimiento de las exportaciones y un exceso de capacidad instalada
inutilizada y mano de obra desempleada, comenzó el período de recuperación de
la economía, que continúa hasta la actualidad.

En el plano de los indicadores sociales, y luego de haber llegado a una situación


sin precedentes para la historia argentina, comenzó también un proceso de
recuperación. La desocupación, desde su máximo de 22 % de la Población
Económicamente Activa (PEA), descendió sensiblemente hasta llegar en la
actualidad a valores inferiores a los dos dígitos, condición que no se registraba
desde 1993.

Por su parte, la pobreza 1 que llegó en su peor momento a afectar al 50 % de la


población argentina, 20 puntos de los cuales surgieron con la crisis y colapso de
2001 y 2002, cambió su tendencia y comenzó a descender hasta ubicarse en la
mitad de aquel valor a inicios de 2007. La indigencia, o sea aquellas personas que

1 El cálculo de los hogares y personas bajo la Línea de Pobreza (LP) se elabora en base a datos de la Encuesta
Permanente de Hogares (EPH-INDEC). A partir de los ingresos de los hogares se establece si éstos tienen capacidad
de satisfacer –por medio de la compra de bienes y servicios– un conjunto de necesidades alimentarias y no
alimentarias consideradas esenciales. El procedimiento parte de utilizar una Canasta Básica de Alimentos (CBA)
y ampliarla con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etc.)
con el fin de obtener el valor de la Canasta Básica Total (CBT). Para calcular la incidencia de la pobreza se analiza
la proporción de hogares cuyo ingreso no supera el valor de la CBT; para el caso de la indigencia, la proporción
cuyo ingreso no superan la CBA.

305
no logran percibir un ingreso equivalente al costo de la canasta básica alimentaria,
descendió desde su máximo de 20 % a algo menos de 10 % de la población total
en la actualidad.

Gráfico 4: Evolución de indicadores sociales (% de la población) 2

Fuente: INDEC

A medida que la economía comenzó a transitar por este ciclo económico positivo
con mejoría de los indicadores sociales (baja del desempleo, pobreza e indigencia),
lentamente comenzó a registrarse un incremento de los precios (tanto minoristas
como mayoristas). Este nuevo contexto de inflación creciente comenzó a deteriorar
las mejoras sociales registradas ya que provocaba el incremento de la canasta
básica de alimentos.

Como se señala en los gráficos siguientes, el incremento de precios del rubro


alimentos y bebidas superó a la suba de precios registrada en los restantes
rubros.

Gráfico 5: Inflación minorista, alimentos y no alimentos

Fuente: INDEC

2 A partir del 2003, el INDEC realizó un proceso de reformulación integral de la Encuesta Permanente de Hogares
(EPH) con el objetivo de reelaborar las metodologías conceptuales y operativas de la medición.
La tradicional encuesta puntual, difundida dos veces al año (mayo y octubre), fue suplantada por una encuesta
continua de carácter trimestral. El relevamiento se efectúa en los principales 28 aglomerados urbanos del país,
presentándose información con carácter trimestral por regiones y por aglomerados con población con 500 mil
habitantes o superior y semestral en la que se agregan los aglomerados con menos de 500 mil habitantes.

306
De este modo, los alimentos y bebidas, que representan el 31 % del consumo
promedio 3 de las familias, muestran un aumento de los precios sensiblemente
superior al de los otros bienes y servicios considerados. La relación entre ambas
categorías llegó a un pico de 2 a 1 en diciembre de 2002 y se mantuvo mayor a la
unidad para casi todo el periodo bajo análisis.

Pero nuevamente el agrupamiento de los alimentos en un único índice impide ver la


compleja dinámica de la relación de precios relativos entre los distintos productos.
El efecto sustitución que se origina cuando cambian los precios relativos entre
alimentos puede tener su reflejo en un empeoramiento del patrón alimentario de
los hogares asi, como sucedió en los últimos años, los precios de algunos alimentos
de mejor calidad nutricional aumentan más que el resto. Como ya se comentó en
el Gráfico 1, los alimentos más deficitarios en el patrón alimentario de los hogares
pobres son los de mayor densidad (calidad) nutricional.

El siguiente gráfico resume la evolución de 8 grupos de alimentos (que cubren,


en su conjunto, el 50 % de la ponderación de alimentos y bebidas), respecto al
promedio de alimentos.

Gráfico 6: Índice de precios de rubros seleccionados de alimentos y evolución del Índice


de Precios de Alimentos (Base 2001 = 100)

Fuente: Elaboración propia en base a datos de INDEC

3 Según ponderaciones del Índice de Precios del Consumidor (IPC)

307
En primer lugar, puede destacarse el comportamiento de la carne vacuna, los
quesos y –hacia el final de la serie–, pescados y mariscos, con aumentos de precios
superiores a la media. La leche y la carne de ave, en segundo lugar, mostraban
mayores aumentos desde el 2001, convergiendo finalmente hacia el promedio.
Frutas y verduras muestran la amplia volatilidad asociada generalmente a este
tipo de alimentos, con un precio promedio que oscila alrededor de la media. Por
último, los precios de los alimentos derivados de los cereales, como productos de
panadería, farináceos o harinas, de alto consumo en hogares pobres, muestran una
evolución claramente inferior al resto de los alimentos.

Como síntesis, la evolución de los precios de algunos alimentos de mejor densidad


(calidad) de nutrientes ha superado el crecimiento promedio del conjunto de
alimentos. Tanto es así que a valores del último trimestre de 2006, el costo de una
canasta básica alimentaria ajustada según criterios de dieta saludable superó en
40 % el de la canasta básica de alimentos oficial con que se mide la pobreza.

Perspectiva de los Programas explícitos de Seguridad Alimentaria y


Nutricional

En los 24 años transcurridos desde el retorno democrático en Argentina las políticas


públicas de seguridad alimentaria y nutricional se enfocaron en la resolución del
problema del acceso a la comida. Cierto punto de inflexión ocurrió a partir de
2002, momento en que luego de varios estudios sobre prevalencia de anemia por
deficiencia de hierro el Ministerio de Salud impulsó una legislación (Ley 25459) que
establece la fortificación de la leche distribuida a través de Programas Alimentarios
Nacionales. La fortificación de la leche del Programa Materno-Infantil significó un
quiebre de las políticas con foco en la desnutrición aguda y por primera vez un
programa alimentario migró desde la distribución genérica de alimentos o comida
a una modalidad de intervención nutricional.

308
Los programas alimentarios que se sucedieron desde 1983 –y que aún hoy constituyen
parte principal de la matriz de asistencia social-alimentaria– siguieron dos formatos
típicos: distribución de alimentos para consumo en el hogar (cajas o bolsas de productos)
y diversas modalidades de comedores comunitarios, infantiles o escolares.

Cada uno de estos programas fue identificado con diferentes nombres en cada
gestión de gobierno (PAN, PRANI, PEA, UNIDOS, ASOMA, etc.) pero sin verificar
cambios sustanciales en su desenvolvimiento.

Operativamente, el Gobierno Federal transfiere fondos presupuestarios a las


provincias y delega en éstas la gestión de adquisición y logística de entrega de
alimentos, o bien la gestión de los comedores de diferentes tipos. Cada provincia,
dependiendo de sus posibilidades presupuestarias, complementa o no el aporte
federal. En la práctica, con excepción de algunas pocas provincias (Buenos Aires,
Mendoza, Córdoba, Neuquén) en la mayoría de las jurisdicciones la política
alimentaria es fuertemente dependiente de los fondos federales. Sin embargo,
independientemente de esta situación los mecanismos de supervisión y control y
la evaluación de resultados han sido históricamente débiles.

Otro inconveniente de los programas es que los beneficiarios son hogares o familias
pobres que no suelen ser identificados por normas estrictas de selección sino más
bien por atributos de territorialidad y criterios laxos o discrecionales de admisión.

En Argentina también existen programas iniciados o sostenidos por organizaciones


sociales u organismos no gubernamentales que, si bien no forman parte explícita de
las políticas públicas, han constituido una parte sustancial de la matriz de asistencia
social alimentaria, especialmente en los picos de las sucesivas crisis socioeconómicas
de Argentina. Estos programas generalmente se expresan a través de comedores
comunitarios que suelen iniciarse de manera espontánea y en algún momento
empiezan a recibir subsidios del Estado que cubren parcialmente sus gastos de
adquisición de alimentos.

A manera de síntesis, las políticas públicas explícitas en seguridad alimentaria y


nutricional vigentes entre 1983 y 2001 pueden representarse como la suma de tres
grandes componentes: los programas de distribución de cajas o bolsas de alimentos
a familias, los comedores comunitarios (gran parte de ellos pertenecientes a
organizaciones barriales o comunitarias) y los comedores escolares. Un cuarto
programa –de menor envergadura presupuestaria pero de mejor diseño nutricional–
es el materno-infantil. Los tres primeros son políticas dependientes de la autoridad
social (Ministerio Nacional y Provinciales de Desarrollo Social) y el último del
Ministerio de Salud.

Luego de la crisis de 2001, y en especial luego de la devaluación de enero de 2002, las


políticas alimentarias clásicas se mostraron insuficientes para contener el deterioro
de las condiciones de seguridad alimentaria y nutricional, en particular el acceso a
alimentos de calidad.

309
El Gobierno interino de aquel entonces multiplicó los fondos presupuestarios
destinados a la matriz de asistencia social-alimentaria a través de un programa
con nuevo nombre pero similar formato y contenidos: el Programa de Emergencia
Alimentaria”(PEA).

Sin embargo la innovación más importante fue la implementación –a partir de abril


de 2002– del plan Jefas y Jefes de Hogar, un programa de transferencia condicionada
de ingresos a familias pobres con jefe desocupado, seleccionadas sobre la base
de una declaración jurada. El programa consiste en la distribución mensual de
un subsidio económico de $ 150 en efectivo, y el jefe de hogar, cuya situación
de desocupación era el requisito de admisión al plan, debía comprometer cuatro
horas diarias a una contraprestación laboral en su municipio de residencia.

El plan no exigía ninguna contraprestación en términos de control de salud de los


niños o asistencia a la escuela, como otros programas similares en la región. Más
aún, el plan fue objeto de numerosas críticas a lo largo de su existencia (todavía
vigente) por la laxitud con que las autoridades administraron la contraprestación
laboral.
En mayo de 2003, y luego de meses de discusión –bajo el paradigma de la crisis, el
hambre y la desnutrición– se sanciona la Ley 25724, que crea el Programa Nacional
de Seguridad Alimentaria (PNSA), también conocido por su nombre Hambre más
urgente.

El PNSA es el último exponente de políticas públicas alimentarias que propone la


articulación de los diferentes programas nacionales existentes: PEA (distribución
de alimentos), FOPAR (asistencia a comedores comunitarios), comedores
escolares, ProHuerta (huertas familiares y escolares) y Programa Materno-
Infantil. Para ello promueve la confección de una base única de beneficiarios de
Programas Alimentarios, un modelo de transferencia más ordenado de fondos a
las provincias (que contemple tanto los fondos para los programas regulares como
otros destinados a proyectos específicos propuestos por cada jurisdicción) y el
fortalecimiento de las instancias de capacitación, asistencia técnica y supervisión
por parte del Gobierno Federal.

Transcurridos cuatro años desde su implementación, aún no se ha realizado


ninguna evaluación de resultados del PNSA y los cambios más sustanciales que
se verificaron en la matriz de asistencia social-alimentaria están dados por una
percepción –no sustentada por ninguna evaluación– de mayor articulación y
seguimiento de los programas alimentarios provinciales, un mayor protagonismo
de la autoridad central, vinculado con un menor grado de autonomía presupuestaria
en las jurisdicciones y la irrupción de un nuevo formato de programa alimentario:
las transferencias –mayormente no condicionadas– de ingreso monetario a las
familias beneficiarias bajo la forma de tickets o tarjetas electrónicas para la compra
de alimentos.

310
Esta modalidad, inexistente antes de 2003, hoy representa una fracción marginal
pero creciente del presupuesto destinado por el Gobierno Federal en el marco del
PNSA.

OBJETIVO

El objetivo del trabajo es el análisis de algunas dimensiones de las políticas públicas


relacionadas con la seguridad alimentaria y nutricional en el periodo 2001-2007 en
Argentina; el impacto alimentario de un programa local de transferencia monetaria
llevado a cabo entre 2003 y 2006, y el análisis de beneficios potenciales de su
ampliación como reemplazo de otros formatos de programas y de medidas de
intervención en el mercado de alimentos en vigencia en Argentina en los últimos
años. Esta propuesta está alineada con la tendencia hacia formatos de transferencia
monetaria insinuada por el PNSA.

ASPECTOS METODOLOGICOS

Análisis de programas alimentarios

El análisis de los programas alimentarios tradicionales se focalizó en una de las dos


modalidades más extendidas desde 1983: la distribución de cajas de alimentos.
Para esto se utilizaron los resultados de una evaluación de programas realizada en
1998 (en las provincias de Catamarca, Chubut y Jujuy) y se actualizó información
sobre la base de entrevistas a técnicos y profesionales de opinión calificada en las
mismas y en otras provincias, a fin de cuantificar la composición típica de cajas de
alimentos y su frecuencia efectiva de recepción. Se comparó la composición de las
cajas con el patrón de deficiencias nutricionales de hogares pobres y los excedentes
o déficits del patrón alimentario, que se describen en el siguiente punto.

En segundo lugar, se analizó el impacto alimentario de un programa local de


transferencia monetaria a través de una encuesta a hogares beneficiarios en el
municipio de Campana (provincia de Buenos Aires) quienes recibieron regularmente
una tarjeta electrónica para comprar alimentos durante tres años (2003-2006). El
monto mensual de la tarjeta era de $ 30 (equivalente a USD 10) por familia, de valor
similar al costo implícito para los hogares de comprar los alimentos que componen
una caja típica. Las familias podían utilizar la tarjeta sólo para comprar alimentos
–con excepción de bebidas alcohólicas– y productos básicos de limpieza. En 121
familias (25 % del total de beneficiarios) se indagó (por medio de un formulario
aplicado por un nutricionista) la recepción de diferentes programas alimentarios
y la frecuencia de compra de alimentos. Ambos registros se volcaron a una
planilla de cálculo a la que se agregaron los alimentos adquiridos con la tarjeta
alimentaria, de acuerdo con los registros electrónicos del (único) supermercado en
el que las familias utilizaban el dispositivo de compra. Los consumos alimentarios
por recepción de alimentos de programas fueron comparados con el patrón de

311
deficiencias nutricionales y los excedentes o déficits del patrón alimentario, según
se describe a continuación.

Patrón de deficiencias de la dieta y excedentes o déficits del patrón alimentario

Para definir el patrón de deficiencias nutricionales se analizaron los consumos


aparentes (compras) de hogares de los primeros tres deciles de ingresos (los
más pobres) registrados por la Encuesta Nacional de Gasto de Hogares del
periodo 1996/97 (última encuesta con datos procesados sobre cantidades físicas
de alimentos comprados por los hogares). Los consumos alimentarios fueron
traducidos a valores de energía y nutrientes, y como indicador de deficiencias de
la calidad de la dieta se consideró la razón entre la densidad de nutrientes (relación
nutriente/calorías) observada (en la encuesta) y la densidad estándar (misma
relación tomando como base las recomendaciones de nutrientes de FAO y IOM
2001). La unidad de referencia fue el hogar expresado como adulto equivalente.

Los resultados de estos cálculos indican que los hogares pobres presentan exceso
en el consumo calórico con relación al requerimiento y en términos de densidad de
nutrientes su dieta es de baja calidad (razón entre densidad nutricional observada/
estándar inferior a la unidad) en calcio y vitamina C y en menor medida en vitamina
A y hierro.

Los excedentes o déficits del patrón alimentario de hogares pobres se calcularon


sobre la base de la misma referencia anterior (Encuesta de Hogares) y la muestra de
121 familias del estudio en Campana. Se contrastó el patrón alimentario observado
(definido como el origen de las kilo/calorías –como porcentaje del total– aportadas
por cada grupo de alimentos: cereales y legumbres, pan, hortalizas, frutas, lácteos,
carnes, aceites vegetales, grasas y azúcares) con el patrón estándar propuesto en
las Guías Alimentarias de Argentina.

Los resultados indican que los hogares pobres tienen un patrón alimentario
caracterizado por excedentes de cereales, pan y productos concentrados en
azúcares y grasas y déficit en hortalizas, frutas, lácteos y aceites vegetales (como
aderezo). Estos datos son similares al análisis de los resultados de la Encuesta
Nacional de Nutrición (Gráfico 1).

Ambos resultados (deficiencias de la dieta y excedentes y déficits del patrón


alimentario) son consistentes con una dieta con exceso de aporte energético y
de baja calidad por monotonía en su composición, con exceso de alimentos
concentrados en hidratos de carbono complejos (cereales, pan), azúcares simples
y grasas de origen animal y déficit en algunos nutrientes (calcio, vitamina C y A) a
causa del bajo consumo de hortalizas, frutas y lácteos.

A su vez, este escenario es consistente con la mayor prevalencia de sobrepeso y


obesidad en relación con la desnutrición en población infantil, general y pobre.

312
RESULTADOS

Análisis de la modalidad distribución de cajas de alimentos

La revisión de composición de cajas de alimentos y su traducción a valores de


energía y nutrientes se presenta en el Cuadro 2 bajo tres escenarios de valor
nutricional: el que las autoridades declaran teóricamente sobre la base de una
entrega mensual, y el que se observa cuando se considera la frecuencia efectiva de
reparto de cajas observada en las provincias.

La diferencia radica en demoras en las transferencias de fondos del Gobierno Federal,


muchas veces generadas en las propias provincias por defectos administrativos
en las rendiciones de cuentas de transferencias previas. Una vez ejecutada la
transferencia, los alimentos se adquieren por licitación o concursos de precios,
procedimientos administrativos complejos que raramente se completan en un mes.
Una vez realizada la adquisición, los alimentos deben ser embalados y distribuidos
a lugares a veces muy distantes de los depósitos, todo lo cual se traduce en que las
cajas son recibidas por los beneficiarios cada 45 ó 60 días.

De esta manera, el valor nutricional mensual declarado por las autoridades


centrales se diluye en no más de 7 u 8 entregas anuales.

Cuadro 2: Aporte de cajas de alimentos comparado con las recomendaciones diarias


de ingesta de hogares en condiciones de pobreza y según diferentes frecuencias de
recepción (% de la recomendación)

Aporte según pautas programáticas de composición de


cajas de alimentos Aporte efectivo
según encuesta
Aporte con Aporte con (121 familias)
Aporte teórico (12
8 entregas 7 entregas
entregas anuales)
anuales anuales
Kilo/calorías 18 12 10 9,5
Proteínas 14 7 8 8
Calcio 10 6,5 5,5 4
Hierro 8 5,5 5 5
Vitamina A 5 3,5 3 5
Vitamina C 2 1,5 1 1,5
Fuente: Elaboración propia.

Del cuadro se desprende cierta lógica –consistente con sus posibilidades logísticas–
de los programas basados en distribución de cajas por focalizarse en el acceso a
la comida por sobre mejorar cualitativamente la dieta de sus beneficiarios. Este
comentario se funda en que la cobertura calórica es mayor que la de nutrientes
deficitarios en la población pobre.

313
En relación con la calidad o densidad nutricional del conjunto de alimentos
que componen las cajas distribuidas, la misma es insuficiente (razón densidad
observada/estándar menor a uno) respecto a los cuatro nutrientes deficitarios
(calcio, hierro y vitaminas A y C).

La composición de las cajas de alimentos es bastante homogénea, a base de


cereales (harina de trigo, fideos, arroz), legumbres (soja o lentejas), azúcar, aceite
y –con mucha variación– leche en polvo. La comparación de esta composición
con los excedentes y déficits del patrón alimentario indica un bajo grado de
complementariedad en tanto se agregan alimentos similares a los excedentes y
muy poco de los deficitarios (excepto cuando la caja contiene leche).

Impacto alimentario de un programa local de transferencia monetaria

El impacto del programa (experiencia piloto) de transferencia monetaria por medio


de una tarjeta electrónica de compra de alimentos se realizó en dos momentos. En
2003 se limitó al análisis de los tickets electrónicos (registro de compras) de las
familias beneficiarias (400) durante un período de 12 meses ( julio 2002 - junio
2003). Más tarde, en 2004, se realizó la encuesta a 121 familias mencionada más
arriba, con información detallada de su frecuencia de compra y de recepción
gratuita de alimentos (un 25 % de la muestra de familias también recibía cajas de
alimentos) a los que se agregó una vez más el registro de los tickets electrónicos,
correspondientes a los meses desde abril a julio de 2004.

Los resultados se observan en el Cuadro 3 y se expresan como porcentaje de la


recomendación de ingesta diaria de energía y nutrientes proveniente de diferentes
fuentes de aprovisionamiento.

Cuadro 3: Aporte de diferentes fuentes de aprovisionamiento de alimentos a las


recomendaciones diarias de ingesta de hogares beneficiarios de un Programa de
Tarjeta para compra de alimentos (% de la recomendación)

Compra familiar
Tarjeta Alimentaria Caja de Alimentos
(excluido Tarjeta)
Kilo/calorías 57 9 9,5
Proteínas 91 11 8
Hierro 95 12 5
Calcio 13 5 4
Vitamina C 50 7 1,5
Vitamina A 28 25 5

Fuente: Elaboración propia.

A los datos del Cuadro 3 debe agregarse el hecho que, dada la regularidad de la
modalidad Tarjeta Magnética Alimentaria (cada primer día hábil del mes las mismas
se recargaban con el monto de $ 30 pesos) en comparación con la frecuencia –entre
45 y 60 días– con que las familias beneficiarias recibían la modalidad caja (por

314
parte del municipio de Campana), los aportes (porcentaje de energía y nutrientes)
de aquella fueron mayores que la modalidad cajas en la alimentación global de las
familias. Y el aporte comparativo fue mayor en nutrientes que en energía.

La composición de las compras de alimentos por medio de la tarjeta alimentaria


es más diversificada que la composición de las cajas. A diferencia de estas, y por
obvias cuestiones logísticas, el patrón de compras a través de tarjetas permitió
la inclusión de carnes (11 % de las calorías), otros lácteos además de leche (3 %),
hortalizas y frutas (3 %), y una mayor diversificación de cereales (más compras de
arroz y fideos de mejor calidad).

Es posible que parte de la diferencia en el perfil de compras pueda atribuirse a que


las familias recibían otros alimentos por parte de otros programas. Sin embargo, la
recepción de otros beneficios alimentarios diferentes de la tarjeta alimentaria fue
muy irregular en el período analizado.

Análisis de las medidas de intervención en los mercados

Argentina produce, consume y exporta alimentos. Como los alimentos son un


importante componente de la estructura de gastos de los hogares, el aumento
de sus precios repercute negativamente sobre los ingresos de las familias. Allí
radica el interés de todo gobierno por mantener bajo el precio de los alimentos. Lo
anterior implica que al evaluar las bondades de los altos precios de los commodities
agropecuarios no debe dejarse de lado el estudio del impacto en el salario real
de la población, en la pobreza y en la indigencia. Existe por lo tanto un claro
conflicto entre los distintos actores en la cadena de valor de los alimentos ya que,
por ejemplo, cotizaciones altas permiten el incremento en la oferta por su efecto
positivo en la inversión y la incorporación de nuevas tecnologías pero, a la vez,
impactan negativamente al menos en un primer análisis, sobre los consumidores
finales.

El anterior ciclo conflictivo llevó en muchos casos a un intento por parte de los
gobiernos de disminuir los precios de los commodities vía impuestos. En el caso
argentino reciente se han aplicado, por ejemplo, tanto derechos de exportación
(conocidos como retenciones), así como también restricciones cuantitativas (cierre
de registro de exportaciones, cuotas, etc.).

La historia económica argentina da cuenta de largos períodos donde se han llevado


a cabo políticas proteccionistas y de discriminación al sector agropecuario. Sin
embargo, a partir de 1991 la economía viró hacia un tipo de cambio bajo y único, la
virtual desaparición de las barreras no arancelarias sobre las importaciones (licencias
previas), y la disminución del arancel promedio de importación. Luego, tras la crisis
de 2001/02, el país volvió a implementar medidas de corte proteccionista y todos los
bienes de exportación quedaron gravados con derechos. Fue así como a partir del
año 2002, la alícuota promedio teórica quedó en un 5,3 % mientras que la alícuota
promedio ponderada fue del 11,4 %. Esta diferencia entre la teórica y la ponderada

315
refleja que la estructura de los Derechos de Exportación actúa con mayor intensidad
sobre los bienes que representan un mayor porcentaje sobre el total exportado. Es así
como mientras la gran mayoría de los bienes exportados pagan un 5 % en concepto
de dicho impuesto, los vinculados a la agroindustria tributan, en promedio, más del
doble, llegando al máximo de 35 % para los granos de soja.

Sin embargo, este tipo de medidas afecta la rentabilidad de la producción


agropecuaria por lo que termina afectando la oferta futura. Pero lo anterior es
una visión estática donde la mejora en los precios internacionales sólo mejoraría
la rentabilidad agropecuaria en un contexto en que los consumidores se verían
perjudicados por el alza de los alimentos, aumentando así los índices de pobreza e
indigencia. Por el contrario, con un esquema impositivo que modere dicho impacto,
el Estado lograría un fuerte incremento de sus ingresos vía los nuevos impuestos al
tiempo que permitiendo cierta rentabilidad agropecuaria actuaría frenando el alza
en los precios y mejorando los índices sociales.

En una visión dinámica de la economía, de equilibrio general, se debe considerar


que los instrumentos fiscales mencionados tienen efectos negativos sobre la
inversión, la producción y las exportaciones. De ese modo afectará los ingresos de
los asalariados vinculados de manera directa e indirecta con el sector agropecuario
afectando sus ingresos reales y, del mismo modo, se afectará también los niveles
de pobreza e indigencia. Un trabajo reciente (Nogués, Porto, 2007), ha demostrado
que la eliminación de las distorsiones comentadas no sólo mejoraría la ecuación
económica de las explotaciones agropecuarias sino que también permitiría
disminuir la incidencia de la pobreza. Como conclusión, el trabajo mencionado
afirma que los efectos generadores de mayores ingresos no son instantáneos por
lo que resulta necesaria la implementación de algún subsidio complementario
como los vales alimentarios para alcanzar el fin de mejorar los indicadores sociales
sin desincentivar la producción ni modificar dramáticamente los precios relativos
respecto de los vigentes a nivel mundial.

El caso de la carne vacuna

La carne vacuna es uno de los alimentos más expuesto en los últimos años a políticas
públicas que afectan la demanda, la oferta y el precio. En Argentina, este producto
es el bien unitario de mayor ponderación en el Índice de Precios al Consumidor
(costo de vida), por lo que también lo es en la Canasta Básica Total (pobreza) y en
la Canasta Básica Alimentaria (indigencia).

Su alta ponderación en los índices de precios se debe a que es el principal alimento


de la población en su conjunto. Argentina ostenta el récord de consumo per cápita
con cifras muy por encima de los países de altos ingresos. De este modo, cualquier
variación de precios que afecte a este tipo de carne tendrá directa incidencia
en el ingreso disponible de la población y, con ello, en los índices de pobreza e
indigencia. Asimismo, luego de la producción de frutas y verduras, la producción
de carnes es la segunda cadena agroindustrial en generación de empleo, por lo

316
que de acuerdo a la etapa del ciclo económico que esté recorriendo dicha cadena
dependen los ingresos de un importante número de familias. De acuerdo a los datos
del Censo Agropecuario del año 2002 (INDEC), los establecimientos agropecuarios
(EAP) con un rodeo de hasta 200 cabezas, representaron el 62 % del empleo del
sector, a pesar de que solamente tenían el 16 % del rodeo nacional. Dicha cifra
sugiere que los establecimientos de menor tamaño son más intensivos en empleo
que los de mayor escala. A su vez, del mismo censo surge que los EAP ganaderos
de menor tamaño se ubican geográficamente en aquellas regiones más pobres del
país (noreste y noroeste). Por ello es dable suponer que, si se lograra un desarrollo
del sector ganadero en estas regiones, permitiendo percibir las mejoras que brinda
el mercado externo, muy probablemente se generarían mayores ingresos (por
mejores precios del ganado y menores costos por mayor inversión en tecnología),
que ayudarían a reducir la incidencia de la pobreza de esta población.

El potencial ganadero argentino ha sido estudiado por numerosos especialistas y


en todos los casos se han hallado evidencias de la existencia de altas probabilidades
de que la cadena vacuna verifique importantes tasas de crecimiento.

Sin embargo, al momento de analizar las principales limitantes a este proceso de


avance se puede destacar la inestabilidad macroeconómica argentina, las cuestiones
relacionadas con el ambiente institucional (leyes, decretos y resoluciones que
se van modificando de manera constante y sin un enfoque estratégico; marco
jurídico débil; evasión impositiva del ganado destinado al mercado interno; fuerte
fiscalización del destinado al mercado externo, etc.) la descoordinación de la
cadena y el bajo nivel de adopción de tecnología de punta, entre otros.

Lo anterior ha provocado que la agricultura haya avanzado a un vigoroso ritmo


mientras que la ganadería vacuna se mantuvo relativamente estancada (Gráfico 7).
Vale destacar que el período de un ciclo ganadero completo implica cerca de tres
años mientras que un ciclo agrícola implica poco más de medio año. De lo anterior
se deduce que la decisión de producir carne es de mediano plazo, con toda la
incertidumbre política y económica que ello conlleva en Argentina.

317
Gráfico 7: Producción de carne vacuna y granos

Producción de carne vacuna y granos


260

240
Carne Vacuna
220 Granos

200
Índice 1990 = 100

180

160

140

120

100

80
1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y
Alimentación (SAGPyA). En granos se procedió a sumar la producción de trigo, maíz, soja y girasol,
los cuales son los principales cultivos pampeanos.

A partir de la Resolución 2001/02 del Ministerio de Economía, se gravó con el 10 %


en concepto de derechos de exportación a la carne vacuna. A los pocos meses de
publicarse y ponerse en vigencia dicha resolución, el gobierno argentino reglamentó
sucesivas reformas que incrementaron la alícuota del impuesto para determinados
bienes recayendo nuevamente el mayor peso en el sector agroindustrial, tras las
cuales la alícuota que grava la exportación de carne vacuna terminó en 15 %.

Paralelamente a los derechos de exportación, la carne vacuna también registró


otro tipo de intervenciones: restricciones cuantitativas sobre las exportaciones y
precios sugeridos (acordados) para la comercialización en el mercado interno.

En marzo de 2006 las exportaciones de carne vacuna fueron suspendidas por un


lapso de 180 días (siendo exceptuados los cortes de la cuota Hilton). Sin embargo,
ante la protesta del sector productor ganadero, dicha prohibición fue reemplazada
en mayo del mismo año por una cuota de exportación equivalente al 40 % respecto
del volumen exportado en el año anterior. Estas medidas actuaron rompiendo
contratos existentes entre los exportadores de carnes y los compradores extranjeros,
situación que en no pocos casos levantó protestas en los países compradores que
llegaron incluso al ámbito oficial.

Como ni los Derechos de Exportación ni los cupos a la exportación lograron su


objetivo de disminuir el ritmo de suba de los precios de la carne al consumidor
argentino, el Gobierno, aplicó un control de precios sobre el Mercado de Liniers,
referencia histórica de precios para todos los productores ganaderos del país.
También se utilizaba esta referencia para fijar las condiciones de arrendamiento de
las tierras en zonas ganaderas dando cuenta de la importancia del mercado. Con el
control de precios implementado no sólo se afectó el lugar físico de concentración

318
más importante del país, el cual fijaba el precio de manera transparente para
todos los actores del mercado, sino que además se afectó negativamente a toda la
producción que se quedó sin su precio de referencia. También fueron perjudicados
otros eslabones de la cadena de comercialización como por ejemplo la de los
consignatarios de hacienda.

Claramente, la disociación del precio interno respecto del internacional así como
el cupo de exportación y la intervención en el Mercado de Liniers actuaron
perjudicando a los productores ganaderos sin lograr disminuir los precios al
consumidor como se esperaba. De hecho, la diferencia entre precios del consumidor
y los precios pagados a los productores se ha ido incrementando en los últimos
meses, indicador de la ineficiencia del conjunto de medidas. Por otro lado, el otro
efecto que ha ocasionado esta política es la de inducir a la liquidación de vientres
(restringe el crecimiento del stock ganadero), por lo que se afecta la producción
futura de carne profundizando el problema actual en lugar de promover una
solución sustentable de mediano y largo plazo.

Gráfico 8: Relación de precios de carne vacuna. consumidor/productor

Relación precio consumidor/precio cobrado ganadero


4,2

4,0

3,8

3,6

3,4

3,2

3,0
May-04

May-05

May-06
Mar-04

Mar-05

Mar-06
Ene-04

Jul-04

Sep-04

Nov-04

Ene-05

Jul-05

Sep-05

Nov-05

Ene-06

Jul-06

Sep-06

Nov-06

Fuente: elaboración propia en base a INDEC

DISCUSION Y RECOMENDACIONES

A diferencia de otros países de la región, Argentina atraviesa una etapa avanzada


de transición nutricional, caracterizada por una disminución de las manifestaciones
agudas de desnutrición, niveles moderados o bajos de carencia de nutrientes. y
una tendencia creciente al sobrepeso y obesidad, ya instalados en la infancia.

Desde una perspectiva socioeconómica, en los años recientes así como en el


momento actual, un porcentaje elevado (25 %) de la población se encuentra bajo
la línea de pobreza y tiene dificultad para acceder económicamente a alimentos,
en especial de buena calidad (densidad) nutricional.

319
Diferentes estudios nutricionales han hallado en hogares pobres una situación de
seguridad alimentaria y nutricional caracterizada por cierto exceso en la ingesta
global de alimentos, pero sobre la base de un patrón alimentario monótono. Ambas
condiciones son consistentes con el diagnóstico nutricional de preeminencia de
sobrepeso.

La crisis económica de 2001/02 impactó en el conjunto de la sociedad. Sus efectos


sobre las condiciones de seguridad alimentaria y nutricional estuvieron mediados
por el abrupto crecimiento de la pobreza e indigencia y por el crecimiento superior
al promedio que a partir de ese momento se verificó en los precios de alimentos.

La respuesta del Gobierno se dio en dos planos, uno social-alimentario y el otro


económico. En un primer momento se reforzaron los presupuestos destinados a
la asistencia alimentaria y se implementó el Plan Jefas y Jefes de Hogar como una
medida directa de transferencia de ingreso a los pobres. En este plano también se
incluye la sanción de la Ley 25724 (creación del PNSA).

Desde la política económica se implementaron una sucesión de medidas de


intervención directa del Estado en la comercialización de alimentos bajo la intención
de reducir el ritmo de la inflación, especialmente en alimentos. A continuación se
presenta una lista que no pretende ser completa sino que detalla los aspectos
más relevantes del accionar oficial. Si bien no hay un estricto orden cronológico,
resulta interesante remarcar que las medidas se han ido implementando a medida
que las anteriores iban mostrando sus limitaciones.

1) Instauración de Derechos de Exportación a commodities y alimentos. Como la


alícuota definida en sus inicios no dio el resultado esperado se decidió elevar la
alícuota del impuesto.

2) Restricciones cuantitativas (cupos y prohibiciones) de exportación en


determinados alimentos.

3) Acuerdos de precios con productores, integrantes de la cadena de


comercialización e incluso con exportadores. Virtual intervención de los
mercados concentradores de carnes y verduras y frutas

4) Manipulación de los registros estadísticos, afectando seriamente la credibilidad


del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y, con ello, la utilidad de
los indicadores socioeconómicos que se calculan en el organismo.

El listado pone en evidencia las fallas incurridas para lograr frenar el ritmo de avance
de la inflación llegando al punto en el cual se decide modificar la metodología de
cálculo de los distintos indicadores socioeconómicos (sin anunciarlo oficialmente
y sin generar una serie de empalme). Justamente por ello es que toda la estadística
tratada en este trabajo de investigación –del mismo modo que otros trabajos–
presenta como dato final diciembre de 2006, fecha a partir de la cual los datos

320
del INDEC han dejado de ser confiables para el análisis de la información de
Argentina.

Desde el punto de vista de las políticas explícitas de seguridad alimentaria y


nutricional la evidencia presentada en este trabajo ha puesto el acento en tres
cuestiones de importancia. En primer término, el planteo de que las mismas
deben diseñarse desde un diagnóstico de prevalencia de sobrepeso, exceso
de calorías, algunas carencias de nutrientes y monotonía alimentaria, en un
contexto socioeconómico en que un 25 % de población tiene problemas de
acceso no a la comida en términos globales sino en especial a ciertos alimentos
de buena calidad nutricional.

En segundo lugar, la insuficiencia y dirección sesgada de los programas alimentarios


más tradicionales. Este trabajo ha considerado como caso particular la distribución
de cajas de alimentos, cuyo desenvolvimiento se ha visto exacerba el exceso calórico
y la monotonía alimentaria, se orienta a un problema –hambre y desnutrición
aguda– prácticamente inexistente en términos estadísticos poblacionales y a la vez
genera y depende de un complejo entramado logístico y burocrático que facilita
filtraciones y falta de transparencia.

En este punto es importante señalar que existen otras cuestiones que no son
objeto de este trabajo pero cuya mención no puede eludirse. Los programas
alimentarios tradicionales –cajas de alimentos o comedores comunitarios–, en
especial cuando se mantienen durante períodos prolongados, afectan de manera
significativa valores como la comensalidad, la capacidad resolutiva de los hogares
para procurarse sus propios alimentos, a la vez que genera una cultura clientelar y
de dependencia en los beneficiarios.

La tercera cuestión a la que nos referimos fue la evaluación de una experiencia


local basada en transferencias monetarias para comprar alimentos por medio de
una tarjeta magnética. La evaluación del programa resultó auspiciosa. Las familias
utilizaron la tarjeta para comprar mayoritariamente alimentos (90 % del gasto) y, aún
considerando el bajo monto mensual ($30 pesos), la diversidad de productos y la
regularidad de recepción del beneficio determinaron un mejor impacto alimentario
que el del esquema de cajas de alimentos, y de un perfil nutricional algo más
consistente con los defectos del patrón alimentario habitual de los hogares.

Más allá de estos resultados, el uso de tarjetas como medio de recepción de beneficios
alimentarios significó un salto cualitativo en términos de la mayor responsabilidad
de los beneficiarios, la procuración de sus alimentos y la menor relación clientelar
que se establece con los administradores de programas asistenciales. El sistema
es más simple desde el punto de vista de sus requerimientos logísticos, hace uso
de tecnologías ya existentes (sistemas electrónicos de validación de tarjetas), de
canales de comercialización reconocidos por la población y tiene un valor agregado
en términos de capacidad de evaluación de resultados, tal como lo demuestra la
misma evaluación que se presenta en este trabajo.

321
Hay creciente literatura en relación con el uso y ventajas de sistemas electrónicos
aplicados a programas sociales. En general estos sistemas permiten focalizar los
subsidios alimentarios en la población pobre y bajo condiciones de inseguridad
alimentaria, sin restar incentivos a las cadenas de valor alimentarias, como si
sucede en muchos casos de subsidios generalizados.

El Food Stamp Program (FSP) en Estados Unidos es una referencia obligada en este
tipo de sistemas. Se trata del programa más importante del Acta de Alimentos y
Agricultura (Food and Agriculture Act). En el año 2005, sus beneficiarios alcanzaron
a 25,7 millones de personas con un presupuesto de USD $ 28 600 millones. Su
funcionamiento es similar al programa local evaluado en este trabajo.

Un estudio de Jolliffe para el USDA (Jollife et al, sin fecha), evaluó el efecto de
sumarle el crédito cargado en la tarjeta electrónica al ingreso de las familias en
el período 1988-2000, para de ese modo calcular el impacto sobre la pobreza. Los
resultados señalaron que el FSP registró un mayor impacto en los indicadores de
pobreza de los niños en relación al conjunto de la población. Dicha conclusión se
puede deber a la forma en que está diseñado el programa y la distinta incidencia
que logra en los diferentes grupos etarios. Otro punto de interés del FSP es su
bajo nivel de filtración (no-pobres beneficiarios del programa), se calcula que sólo
entre el 10 % y el 30 % de los recursos destinados al programa terminan en manos
de sectores no pobres.

De este modo, se puede inferir que los subsidios focalizados del tipo de la tarjeta
alimentaria que evaluamos en este trabajo tienen una respuesta positiva en aquella
población a la cual se los destina, y el nivel de filtración se mantiene en niveles
bajos a pesar de que la cobertura medida en cantidad de personas beneficiaria sea
muy amplia y el monto de dinero involucrado sea relevante.

Un aspecto adicional que hemos analizado es la distorsión causada por las


diferentes medidas de intervención del Estado en las cadenas de comercialización
de algunos alimentos y su baja eficacia para contener los precios de alimentos
claves en la dieta de los pobres.

Los Derechos de Exportación generan efectos redistributivos y una pérdida


económica neta para el país que los impone. Los agentes del mercado más afectados
por estas políticas son los directamente empleados por el sector que produce el
bien sobre el cual se impone el impuesto, mientras que los consumidores netos del
mismo son los beneficiados.

Las cuotas de exportación también generan una pérdida económica neta que es
incluso mayor que la ocasionada por un impuesto que restringe las exportaciones
en cantidades similares.

De acuerdo a los resultados de un reciente informe (Nogués, Porto, 2007), una


eliminación de los Derechos de Exportación aumentaría el costo de la Canasta

322
Básica de Alimentos (CBA) en un mínimo de 9,6 %, mientras que el máximo
impacto sobre el costo de la asociado con la eliminación de dicho impuesto y las
restricciones cuantitativas es de 14,5 %.

Por otro lado, la eliminación de los Derechos de Exportación y de las restricciones


cuantitativas aumenta los precios que perciben los productores de bienes de la
cadena agroindustrial. Los ingresos de los trabajadores (salarios) aumentarán
dependiendo del valor de la elasticidad salarios-precios a los productores. Se
supone, como es usual en modelos de equilibrio general, que esos aumentos de
salarios se trasladarán luego a toda la economía.

El efecto ingreso compensa el efecto precio de eliminación de los Derechos de


Exportación y de los cupos. Por ello, el efecto de la eliminación de los Derechos de
Exportación y las restricciones cuantitativas al comercio exterior sobre la pobreza
y la indigencia resulta del impacto negativo del incremento del costo de la canasta
alimentaria y del impacto positivo del aumento del ingreso.

Estos dos efectos, en la mayoría de los casos, tienden a compensarse a largo plazo,
siendo incluso el efecto ingreso algo mayor. No obstante resulta relevante la
temporalidad del proceso, ya que es posible plantear la hipótesis de efecto casi
instantáneo del incremento de precios de la CBA, mientras que el efecto sobre los
ingresos seguramente estará distribuido en el tiempo. Motivo por lo cual surge
la necesidad de implementar algún mecanismo de subsidio compensatorio, como
por ejemplo la tarjeta alimentaria.

Como síntesis final este trabajo ha pretendido plantear que dado el paradigma
(pobreza, sobrepeso, algunas carencias nutricionales y baja calidad nutricional
de la dieta) que domina el escenario de la seguridad alimentaria y nutricional en
Argentina, un programa a base de tarjetas electrónicas para comprar alimentos es
una opción superadora de los formatos tradicionales de programas alimentarios, con
un mejor impacto alimentario potencial en los pobres. Además, su implementación
podría acompañarse de un progresivo retiro de las medidas de intervención en
el mercado de alimentos que, del mismo modo que los programas alimentarios
tradicionales, no parece haber sido una medida eficaz ni para la contención de
precios ni para el mejoramiento de las condiciones de Seguridad Alimentaria y
Nutricional de los pobres.

323
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