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Diego Viñanzaca
El 4 de julio del presente año en el periódico El Tiempo resalta la noticia sobre Antoni
Monguilod, enfermo terminal de párkinson, quien mediante una carta solicita a las autoridades
de España que se reconozca la muerte digna como un derecho fundamental del ser humano.
Requiere la legalización de la eutanasia en su país, pues señala, no estar de acuerdo con el
suicidio asistido, en virtud de evitar problemas legales a su familia como el caso de María José
Carrasco, quien padecía esclerosis múltiple desde hacía 30 años y fue ayudada a morir por su
marido, el que fue detenido por el delito de cooperación al suicidio. Con estos antecedentes el
presente ensayo trata un tema de interés público ¿la eutanasia debería ser un derecho? Por este
motivo en la actualidad existe una gran controversia mundial por el debate abierto si debería
ser considerado como tal.
En el presente ensayo se argumentará sobre por qué se debe despenalizar la eutanasia. Se partirá
desde la etimología de la palabra y el significado que ha adquirido hasta la actualidad. También
se mostrará cómo fue vista la eutanasia a lo largo de la historia occidental, desde la civilización
griega posteriormente la Romana hasta avanzar a la Edad Media, seguido del Renacimiento,
hasta la época actual. Se harán algunas aclaraciones respecto al término debido a que en la
actualidad han surgido confusiones con el significado que se le atribuye. De la misma manera,
se analizarán los diferentes tipos de eutanasia que existen hoy en día, en los países que se ha
legalizado esta práctica y en qué circunstancias se la lleva a cabo, debido a que los
requerimientos necesarios difieren en cada uno de estos. Más adelante se enfatizará en la
voluntad del solicitante y como esta práctica otorga dignidad a la especie humana.
Contexto histórico
La eutanasia es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente terminal con o sin su
conocimiento, en determinado caso que el paciente se encuentre consiente o inconsciente, con
la intención de evitarle dolor y sufrimiento. El término se deriva del griego “eu” que significa:
bueno, dulce o feliz y de thanatos, dios griego de la muerte no violenta. Entonces el término
hace alusión a un deceso feliz o bueno. Cicerón describe a la eutanasia como “una muerte
digna, honesta y gloriosa”. (Creagh, 2012). En los territorios del imperio romano este
procedimiento fue ampliamente practicado, se consideraba una muerte honrosa, pues se tenía
la concepción de que el enfermo terminal que lo hacía tenía motivos suficientes para cometer
tal acto, tales como la impaciencia del dolor o la enfermedad. Al respecto, Séneca (4 a.C-52
d.C) expresó: “Es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento”
(Berengueras, 2007), de igual manera, Epitecto (50 – 130 d.C) predicaba la muerte como una
afirmación de la libre voluntad. En la Edad Media, la religión cristiana consideraba el suicidio
como un pecado, a razón de que se concebía que Dios otorga la vida y los sufrimientos, por lo
tanto, tenían que soportarse. Además, quien intentará suicidarse seria inmediatamente
excomulgado y no podrá ser sepultado bajo las tradiciones cristianas.
Durante el renacimiento, el escritor inglés Francis Bacon otorga un significado más cercano a
nuestro tiempo sobre la eutanasia. Afirma que “La labor del médico no es solo restaurar la
salud, sino también mitigar los dolores causados por la enfermedad y que por humanidad se
debe buscar la manera en que el desahuciado deje de vivir de la manera más fácil y silenciosa”
(Bont, 2007). Bacon enfatiza en la voluntad del enfermo. En la actualidad el diccionario de la
Real Academia Española, en su versión de 2018, la define como “Intervención deliberada para
poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura” y añade que médicamente está
palabra se usa para definir una “Muerte sin sufrimiento físico” (DRAE, 2018). La religión
cristiana en la actualidad le ha otorgado un significado parecido, la definición proporcionada
por la Conferencia Episcopal Española en el comité para la defensa de la vida, define la
eutanasia como “la actuación cuyo objeto es causar la muerte a un ser humano para evitarle
sufrimientos, bien a petición de este, bien por considerar que su vida carece de la calidad
mínima para que merezca el calificativo de digna” (Miret, 2003).
Análisis en la actualidad
El debate gira entorno a diferentes perspectivas: religiosas, médicas y jurídicas. En lo que
respecta a la religión cristiana los argumentos en contra de su legalización siempre suponen
actos de fe, es decir creer en la existencia de Dios, el mismo que otorga la vida, razón por la
cual no se la debe disponer libremente. Varios teólogos afirman que el sufrimiento es otorgado
por Dios, por lo que debe ser soportado y afirman que el mérito de nuestras acciones está en el
sufrimiento. No obstante, existen notables excepciones como lo fue el Papa Pio XII quien
abogaba la eutanasia pasiva y en su discurso en 1957 manifestó que “Es licito la utilización de
un paliativo que produzca dos efectos: el alivio de los dolores y la reducción del tiempo de
vida.” (Miret, 2003) El Papa también rechaza el alargamiento de la vida mediante tratamientos
y medicamentos que no disminuyan la enfermedad a menos que sea deseo del paciente o de la
familia, según el caso lo amerite, es decir si el enfermo terminal esta consciente o inconsciente.
Desde el punto de vista médico, existen argumentos a favor o en contra, pero está discusión
gira en torno a la ética que comprometen al médico y a la sociedad a aliviar el sufrimiento y el
dolor, particularmente en pacientes terminales, en el momento en que toman la decisión
consciente de finalizar sus vidas. Goic afirma que los profesionales están sujetos al principio
moral de no-maleficencia, esto debido al juramento hipocrático que lleva vigente más de 2
milenios, “no aplicar ni sugerir un medicamento letal” (Goic, 2005). Sin embargo, si se
argumenta con el principio de beneficencia, también es deber del médico evitar el sufrimiento
del enfermo desahuciado, por ejemplo, a través de la eutanasia. Entre otras razones para evitar
el encarnizamiento terapéutico, es decir prolongar la vida del paciente con tratamientos que no
lo pueden curar, sino que prolongan su vida de manera penosa y que no se la puede considerar
como digna.
En lo que respecta a la perspectiva jurídica, en la constitución de varios países la eutanasia en
cualquier de sus formas está penalizada bajo el delito de homicidio y el medico que realiza está
práctica es sometido a procedimientos legales. Inversamente en algunos países la eutanasia
activa y el suicidio asistido no están penalizados, o se han adaptado constituciones para
asegurar los derechos del paciente. Laura Bojko (2018) brinda un claro ejemplo, España donde
la eutanasia no es legal, pero en 2010 se aprobó la ley de derechos y garantías de la dignidad
de la persona en el proceso de la muerte. Dicha ley asegura la autonomía del paciente y el
respeto del testamento vital. Esta ley regula la limitación del esfuerzo terapéutico, permite a
los pacientes tomar decisiones y a rechazar un tratamiento que prolongue su vida de manera
artificial, da derecho a los pacientes a la administración de sedación paliativa,
acompañamiento, entre otros. En cualquier caso, la ley debe respetar los derechos del enfermo:
a no sufrir inútilmente; a su libertad de conciencia; a ser informado sobre su enfermedad y a
decidir las intervenciones médicas propuestas; a mantener un diálogo confiado con el médico,
los familiares y los amigos; a recibir la atención espiritual solicitada y a aceptar bajo libre
voluntad la eutanasia.
Tipos de eutanasia.
Activa o Directa: la lleva a cabo el médico, al aplicar sedantes en dosis letales que interrumpan
de manera definitiva la vida del enfermo terminal.
Pasiva o Indirecta: es la omisión de tratamientos necesarios o el retirar los instrumentos que
mantienen con vida al paciente.
Suicidio asistido: el enfermo terminal decide acabar con su vida de manera voluntaria,
administrándose sedantes o medicamentos en dosis letales, las mismas que han sido prescritas
por un médico que conoce la situación del solicitante.
Se diferencia la eutanasia del suicidio asistido debido a que el primero es llevado a cabo
directamente por un médico, mientras que la segunda es por mano propia del enfermo, quien
ha recibido asesoría previa. José García (2016) brinda un claro ejemplo, el colombiano José
Gonzales de 79 años de edad, enfermo terminal de cáncer, quien solicito este procedimiento en
uso de sus facultades mentales y reclamaba el derecho de morir con dignidad. La ley fue
aprobada en abril del 2015 y José Gonzales falleció en junio del mismo año, de esta manera
fue la primera persona en practicarse la eutanasia legalmente en Colombia. En lo que respecta
al suicidio asistido Javier Sádaba (2015) declara que el país en el que se lleva más a menudo
esta práctica es Suiza, país que permite el suicidio asistido. En esta nación existen grupos de
voluntarios que administran, a pacientes que soliciten este tratamiento, las drogas
correspondientes prescritas por profesionales de la salud. Este procedimiento tiene una
aceptación del ochenta por ciento de la población de este país.
Conclusiones
Con el paso de los siglos, ocurrió un cambio de sentido que llevó la palabra Eutanasia a
significar el acto de dar muerte a alguien para liberarlo de intensos sufrimientos causados por
alguna enfermedad. Eutanasia se convirtió así en sinónimo de homicidio piadoso o compasivo
y como consecuencia se encuentra en el centro de discusiones, aprobaciones, rechazo y choques
emocionales que aún no se resuelven. La medicina avanza a pasos agigantados, todos los días
se descubren nuevos fármacos para tratar enfermedades, no obstante, en el caso de un enfermo
terminal estos medicamentos no le sirven de nada, muchos sirven para aliviar el dolor y no
atacan la enfermedad. De la misma manera los tratamientos que se ofrecen a los pacientes
alargan su vida y prolongan el dolor de manera innecesaria. La eutanasia ofrece la posibilidad
de morir en paz, para dejar de padecer, no solo el enfermo terminal sino también la familia del
mismo.
Para finalizar, quiero enfatizar en lo que se dijo anteriormente, el ser humano tiene derecho a
vivir con dignidad, entonces merece tener el mismo derecho en el momento de su muerte. Así
mismo, la mayoría de seres humanos no le temen a la muerte, pues es algo natural, sin embargo,
a lo que se teme es a la forma de hacerlo, razón por la cual se debería considerar un derecho
fundamental, elegir el momento de nuestra muerte, si se padece una enfermedad en etapa
terminal causante de sufrimiento físico, intensos dolores, o sufrimiento psicológico, en muchos
casos sentimientos de culpa al ocasionar problemas a ala familia. Considero importante la
escritura de un testamento vital, documento que expresa nuestra voluntad, cuando por alguna
condición médica no podamos expresarnos o no estemos en el uso de nuestras facultades
mentales, en cuanto se refiere a tratamientos médicos a recibir o el destino de nuestro cuerpo y
órganos después de nuestra muerte. Para finalizar, la eutanasia es un tema de interés público y
debe ser debatido abiertamente, alejado de dogmas e intereses políticos, para que los derechos
de todos sean respetados al igual que nuestra voluntad.
Bibliografía
Ana María Collado Madurga, MSc. Aimeé Piñón Gámez, Dr. Rogelio Odales Ibarra, Lic. Leanne Acosta
Quintana, Lic. Silvia Serra Larín. (2011). Eutanasia y valor absoluto de la vida. Revista Cubana
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Maribel Bont, Katherine Dorta, Julio Ceballos, Anna Randazzo, Eliexer Urdaneta-Carruyo. (2007).
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