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Una empresa que trata bien a sus clientes, pero exprime a sus proveedores o
trabajadores, es ciega al entendimiento de que vivimos en mundos sistémicos y que al
final del día todos formamos parte de una misma cadena de valor relacional.
Para lograr una verdadera negociación relacional, donde las partes se sientan
“legitimadas”, tiene que haber de parte del líder, necesariamente una preocupación por la
persona (negociador), más que por lo negociado. Toda negociación depende siempre de la
voluntad de las partes. Cuando los negociadores quieren llegar a un acuerdo, lo harán. Al
contrario, si quieren imponer un acuerdo, nada asegura que lo lograrán.
Por ello, poco importan los argumentos, las posiciones y las verdades en los procesos de
generación de confianza en una negociación, ya que son las conductas de las partes las
que realmente cumplen la función de generar confianza. Cuando un negociador pone en
jaque al otro, se genera una barrera; si por el contrario, ambos se encuentran en un
propósito común, se construye paso a paso el acuerdo.
Sin embargo, más que cobrar un mayor valor u ofrecer menos, se trata de pagar lo justo
para ambos. Pero la justicia es siempre una percepción (en las siguientes clases la
llamaremos “emoción”) que se genera de acuerdo a cómo se sientan las partes en la
relación. La negociación no tiene que ver con lo negociado, sino con los negociadores. Por
eso nuestro modelo se basa en las relaciones. Si el vendedor se centra en la relación, la
negociación pasa a ser una conversación para lograr un acuerdo.
La economía mundial se mueve a través del servicio y éste se entrega a través de las
personas. Por eso, la relación es tan importante. Más que hablar de la calidad de atención,
nos referimos a la calidad de relación. El acto negociador es más que el momento en que
se discute el precio, se constituye a través de todo el proceso, el espacio total de tiempo
en que dos personas están relacionándose.
Está muy claro; es tiempo de dejar atrás el sistema jerárquico piramidal reinante y
reorganizarse bajo la “organización de relaciones”, aquella en la cual el éxito de la
empresa está dado por el tipo de experiencia que vive el cliente en el encuentro con la
persona que entrega el servicio.
c) A partir del punto anterior reflexione como las emociones positivas inciden en la
consecución de los objetivos de una organización
emociones positivas amplían nuestra capacidad de ver el todo y, por lo tanto, construyen
recursos psicológicos de largo plazo, tales como la creatividad, la atención, la flexibilidad y
los repertorios de pensamiento-acción. La construcción de estos recursos nos lleva al
bienestar y a la felicidad, lo que vuelve a incrementar las emociones positivas.
Esto es clave para el desempeño laboral y, en empleados que mantienen relaciones con
clientes, por ejemplo, un factor clave considerado por el cliente. Experimentar reacciones
afectivas positivas (emociones de felicidad y bienestar en el trabajo, y estados de ánimo
positivos y activados, por ejemplo) incide en la formación de una evaluación claramente
positiva hacia la organización, lo que conocemos como estar satisfechos laboralmente.