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INDUSTRIAL DE LA
PRODUCCIÓN
AGROPECUARIA
MINISTERIO
DE EDUCACIÓN
Y CIENCIA
LA TRANSFORMACIÓN INDUSTRIAL
DE LA PRODUCCIÓN AGROPECUARIA
SECRETARÍA GENERAL
DE EDUCACIÓN
MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA
SECRETARÍA GENERAL DE EDUCACIÓN
Instituto Superior de Formación del Profesorado
Edita:
O SECRETARÍA GENERALTÉCNICA
Su luí i rección General de Inlbmiuciún y Publicaciones
N.l.P.O.: 651-04-133-4
I.S.B.N.: S4-:Í69O92S-X
Depósito Legal: M-52.266-2004
LA TRANSFORMACIÓN INDUSTRIAL
DE LA PRODUCCIÓN AGROPECUARIA
1. Introducción. u
ES
I. i. La agricultura como necesidad. E
s.
1.2. La agricultura un sector dinámico. o
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La transformación industrial de la producción agropecuaria
1. INTRODUCCIÓN
Según la última encuesta del 1NE de 1997 sobre las estructuras de las
explotaciones agrarias, había trabajando 3.704.784 personas distribuidas
entre un 75% varones (2.756.207) y un 25% mujeres (948.577). Además el
trabajo eventual equivale a 189.347 personas. La estructura de esta pobla-
ción trabajadora muestra un claro envejecimiento, solo compensado por la
participación de los hijos en el trabajo de la explotación. Esta masa crítica
joven, que supera las 400.000 personas, debe ser la que reciba una adecua-
da preparación y formación en agricultura, de tal forma que se comprome-
tan con la continuidad de la actividad agraria. Es ésta nuestra masa crítica de
cara a la formación, en cualquiera de sus niveles y vertientes, sobre la que
debemos trabajar, aunque debamos por otro iado mantener la cualificación
del resto de trabajadores. Una de las particularidades del sector agrario es el
reducido tamaño de las empresas agrarias, y por ello la dificultad que tienen
ellas de gestionar su propia formación.
el 83% de las 33.207 empresas que había en el año 2000 contabilizadas tie-
nen menos de 10 empleados (MAPA, 2000). Pero es de destacar que el 52
por ciento de las empresas se ubican en municipios con menos de 10.000 ha-
bitantes, y un 37 por ciento en municipios con menos de 5.000 habitantes
(García Sanz. 2003).
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La transformación industria! de (a producción agropecuaria
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Carlos G. Hernández D¡92-Ambrona José Carlos Mico Díaz
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w¿ ¡ranstormaclén industrial de IB producción agropecuaria
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Carlos G. Hernández Díaz-Ambrona. José Carlos Mico Díaz
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que a veces no van incluidas en el programa, y ¡os agricultores o no tienen
capital para su adquisición o simplemente no hay distribuidores cercanos de
esos productos; por lo que cuando esos otros recursos fallan, el programa fra-
casa. Y fracasa no debido a las nuevas semillas sino ¡i cómo se ha realizado
el cambio. Este fracaso constituye además el lastre para futuras iniciativas, el
agricultor que un año fracasa con una técnica no va a arriesgar a fracasar otro
año consecutivo.
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Como recogen los profesores Loomis y Connor (2002) '"La clave del
éxito en la agricultura es poder identificar y ajustar tácticamente los princi-
pales circuitos de control. El proceso de decisión no es tan complejo como
puede parecer a primera vista. Una vez que se ha elegido lo que se va a cut-
,§ tivar, vienen a continuación las decisiones sobre el cultivar, la fecha de siem-
"g bra. la preparación del suelo, la distancia entre plantas y la fertilización". Los
agricultores disponen de un gran número de instrumentos para controlar lo
que ocurre en sus campos. Métodos de laboreo, especies vegetales, época y
densidad de siembra, enmiendas del suelo para mejorar la fertilidad, medidas
;2 para el contra! de malas hierbas y enfermedades, etc. La flexibilidad de las
™ operaciones de manejo es importante para estar prevenidos frente a los cam-
a* bios meteorológicos o del mercado.
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Carlos G. Hernández Dlaz-Ambrona. Joaé Carlos Mico Díaz
mínimo). La razón viene dada por que los recursos adicionales necesarios
para conseguir el máximo rendimiento biológico generalmente producen
menos de lo que cuestan (teoría de los crecimientos decrecientes). Por otro
lado, la mínima utilización de recursos también es ineficaz ya que los siste-
mas de cultivo conllevan unos gastos generales significativos derivados de la
preparación del suelo, la siembra o la plantación, de las infraestructuras o de
otras operaciones. A menos que se realicen otras inversiones, como son el
empleo de fertilizantes o el control de malas hierbas, el rendimiento por uni-
dad de inversión puede llegar a ser muy pequeño. Sin embargo, ambas situa-
ciones pueden llegar a existir y ser viables. El ejemplo lo encontramos en
Holanda. La maximización del rendimiento se da en los invernaderos de to-
mates que utilizan gran cantidad de energía para proporcionar luz y tempera-
turas óptimas al desarrollo. Stanhiil (]'J8I) determinó las necesidades ener-
géticas de un invernadero en Inglaterra en forma de fertilizantes, agua, plan-
las, calefacción, COi, etc., llegando a la conclusión que las necesidades de
los invernaderos con calefacción en esas condiciones ambientales superaban H ;o
en 40 veces a las de los invernaderos sin calefacción de Israel (la calefacción a
suponía el 80% del total de la energía consumida). Por otro lado, la mínima £
inversión en recursos ajenos a la explotación lo encontramos en fincas certi- • "-1
ficadas como de agricultura ecológica. Estas dos dispares formas de produ- s
cir son viables por la existencia de un mercado superior a 100 millones de ha- _ *j
hilantes de alto poder adquisitivo en un radio de acción de unos cientos de Be
kilómetros. En cualquier caso la continuada existencia de una empresa agrá- 2
ria, es decir su sostenibilidad, depende fuertemente de la continuidad de los
beneficios económicos.
Los agricultores deben tener en cuenta la regla básica de que las prác-
ticas que no son económicas no son sostenibles a largo plazo, por la compe-
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2. SEGURIDAD ALIMENTARIA
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