Sunteți pe pagina 1din 1

Aún ahora, luego de tantos años, ese recuerdo sigue siendo extraordinariamente

vívido y molesto. Tengo muchos recuerdos desagradables, pero…¿por qué no


interrumpir aquí estas memorias? Me parece que fue un error comenzarlas. Sin
embargo, por lo menos me he sentido avergonzado durante todo el tiempo en que las
escribí, de modo que no son literatura sino un castigo y una expiación.

Lo recuerdo, la cara taciturna y aindiada y singularmenteremota, detrás del cigarrillo.


Recuerdo (creo) sus manos afiladas de trenzador. Recuerdo cerca de esas manos un
mate, con las armas de la Banda Oriental; recuerdo en la ventana de la casa una
estera amarilla, con un vago paisaje lacustre. Recuerdo claramente su voz; la voz
pausada, resentida y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianos de ahora.

El día en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria callejera,


me di cuenta de que la repulsiva alimaña era lo más atroz que podía depararme el
destino.

Usted sabe por qué vine a su casa, a su quieto salón solicitado de mediodía. Todo
parece tan natural, como siempre que no se sabe la verdad. Usted se ha ido a París,
yo me quedé con el departamento de la calle Suipacha, elaboramos un simple y
satisfactorio plan de mutua convivencia hasta que septiembre la traiga de nuevo a
Buenos Aires.

S-ar putea să vă placă și