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GUILLERMO ARRIAGA

“No creo que el cine pueda cambiar la realidad, pero sí


puede suscitar preguntas”
Janina Pérez Arias (Venecia)
El escritor mexicano presenta “No One Left Behind” en la
Mostra de Venecia, fuera de competición.

Guillermo Arriaga, escritor mexicano. / Efe

En medio de un caótico día de la Mostra de Venecia,


Guillermo Arriaga camina a paso ligero por el lobby del
hotel Excelsior de Lido. El escritor mexicano ha hecho
un espacio en lo que él llama “su vida casi monacal”,
que no es más cuando está sumergido en la creación de
una nueva novela, para acercarse a esta cita
cinematográfica con una nueva película bajo el brazo,
No One Left Behind.
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Esta vez Arriaga presenta un cortometraje desarrollado


en un pueblo mexicano cercano a la frontera con EE.
UU., al cual llega un grupo de soldados para rendirle
honores a un compañero de filas. Mostrado fuera de
competición, No One Left Behind marca su regreso a la
dirección después de cuatro años. “No he estado alejado
del cine, he estado allí pero de otra manera”, afirma
quien en su faceta de productor compartió el éxito
de Desde allá, del venezolano Lorenzo Vigas, ganadora
del León de Oro en Venecia en 2015.
El punto de partida de No One Left Behind,
protagonizada por Danny Huston y Jorge A. Jiménez, se
encuentra en el pasado y gracias a la casualidad.
“Cuando estaba buscando las locaciones de Fuego (The
Burning Plain, 2008) visité muchas casas, y en la
mayoría de ellas había altares de hijos muertos en
combate o hijos que fueron deportados y que se
suicidaron en el lado mexicano”, describe. La impresión
que le causaron esas imágenes perduró en su mente
durante un buen tiempo, hasta que llegó el momento de
darles forma para llevarlas al cine.
Cada día figuran en la prensa los resultados de las
políticas de deportación aplicadas por el gobierno
estadounidense a personas de origen mexicano, incluso
a aquellas nacidas allá o con muchos años de residencia
en ese país, conocidas como dreamers. El caso de los
deportados que combatieron en las guerras de Vietnam,
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Irak y el golfo Pérsico representa una de las afiladas


aristas de la pantanosa problemática.
“Quiero mostrar la dimensión humana del conflicto”,
pone en claro sus intenciones. “Además quería
humanizar al ejército estadounidense porque siempre se
los presenta como los malos de la película. Quise
mostrarlos como gente con valores, que pelean por no
dejar a nadie atrás”.
Aunque con este filme Guillermo Arriaga muestra una
posición política, admite que principalmente quiso hacer
“una película humana, que suscite diálogo, no
confrontación, y de ninguna manera mi intención es
ofender”.
Quien formara el binomio de oro con Alejandro
González Iñárritu (Amores perros, 21 gramos, Babel)
hasta que ambos decidieran tomar caminos diferentes,
tanto en su obra literaria como en guiones y películas
suele abordar temas que reflejan los diferentes
conflictos a los que se confronta la sociedad,
diseccionando a la perfección las relaciones humanas.
“No creo que el cine pueda cambiar la realidad. Lo que
sí creo es que puede suscitar preguntas, y estas
preguntas cuando se responden pueden cambiar la
realidad”, afirma categórico. “El cine o el arte por sí
mismos están muy acotados, y lo más que podemos
hacer los creadores es humanizar los problemas, y al
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humanizarlos crear una dinámica que engendra


preguntas”
En cuanto al impacto que espera que tenga No One Left
Behind, cuenta que “está haciendo mucho ruido en
México, como también en los medios latinos en Estados
Unidos. No importa si un filme es corto o largo, lo que
importa es el impacto que pueda tener o los espacios
que pueda crear”.
Con varios proyectos cinematográficos entre manos,
entre ellos un filme basado en su novela Escuadrón
guillotina, y tras el éxito rotundo de su libro El salvaje,
Guillermo Arriaga ahora mismo desea más que nada
volver a su confinamiento para terminar su próxima
novela, lejos del mundanal ruido.

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Lucrecia Martel, en pie de lucha


Janina Pérez Arias
La realizadora argentina preside la 76ª edición del Festival
Internacional de Cine de Venecia. Un debate sobre la
participación de Roman Polanski y la implementación de la
cuota de directoras serviría de antesala a la inauguración
de la también llamada La Mostra.
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Lucrecia Martel es la presidenta del jurado del Festival Internacional de Cine de Venecia, que se celebra
del 28 de agosto al 7 de septiembre. / Ettore Ferrari - EFE

Con el dolor de una mano lesionada, Lucrecia Martel se


sincera. “Preferiría estar en casa” y no en el Lido de
Venecia presidiendo el jurado de la 76ª Mostra
Internazionale d’Arte Cinematografica. No hay que
tomarse a mal tanta honestidad derramada en la
conferencia de prensa con los presidentes de las
diferentes secciones. Es que Lucrecia no lo ha tenido
fácil desde que diera el “sí quiero” a este encargo.
La presencia de Roman Polanski en la competición
oficial, noticia de la que se enteraría mucho después de
aceptar la misión, casi la hace retractarse. Pero Martel,
cuyas películas han marcado un hito en la
cinematografía argentina y por ende latinoamericana
(La ciénaga, La niña santa, Zama), no sería la misma
que conocemos si hubiera renunciado, si hubiese optado
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por no enfrentarse a la polémica que genera y arrastra


consigo el director polaco.
“Yo no separo al hombre de la obra, lo interesante de las
obras es que transparentan al hombre”, diría al principio
de este encuentro con la prensa, donde por lo general
abundan frases hechas, hasta cierto punto posiciones
condescendientes y lugares comunes. Eso no le va a
Martel, por lo que sus intervenciones desencadenaron
un apasionante debate sobre dos importantes temas,
como son las implicaciones de la participación de
Roman Polanski en la competición oficial y la exigua
presencia de mujeres directoras en un festival
cinematográfico de la talla de La Mostra.
El nombre de Roman Polanski no solamente está ligado
al cine, sino también a una acusación de abuso sexual a
una menor de edad, consumo de drogas y perversión en
1977, razón por la cual desde ese entonces no ha vuelto
a pisar suelo estadounidense. La víctima y su familia
llegaron a un acuerdo con el director, pero en años
posteriores se dieron a conocer otras acusaciones.
Después de su arresto en Zúrich (en 2009) y de la
negativa de Polonia de reabrir el caso para que fuera
extraditado a EE. UU., parecía que caso estaba cerrado,
pero no fue así.
Gracias al movimiento #Metoo muchas víctimas han
encontrado un apoyo para denunciar abusos y
vejaciones, por lo que los delitos cometidos hace veinte,
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treinta o cuarenta años están saliendo a la luz pública.


Este es el caso de Polanski, quien a sus 86 años se
enfrenta otra vez a serias acusaciones.
Aunque Lucrecia Martel no tenía información fundada
sobre esta nueva camada de denuncias, está clara: “Con
certeza no voy a asistir a la gala del señor Polanski,
porque yo represento a muchas mujeres que estamos
luchando en la Argentina por cuestiones como estas, y
no desearía tener que ponerme de pie y aplaudir”.
J’accuse, la nueva cinta del realizador polaco, la cual se
centra en el sonado caso Dreyfus (1894), compite por el
León de Oro en esta edición. Durante años Polanski
tuvo entre manos este proyecto, hasta que pudo
culminar su realización. Entre todas la implicaciones del
caso Dreyfus, es notable que se trate de la (in) justicia,
el rol de los medios de comunicación y las presiones
políticas. Sin dudas la ironía es una dama que hace acto
de presencia cuando menos se la espera, y esta es una de
esas oportunidades.
Además: Catherine Deneuve: "No soy un ícono del
cine"
Lucrecia Martel lanza al aire muchas preguntas en
relación a casos como el de Roman Polanski. “Si una
persona ha cumplido su condena, que esto es quizá lo
que está un poco en cuestión, pero cuya víctima ya se
siente resarcida, ¿qué vamos a hacer nosotros?:
¿ajusticiarlo?, ¿negarle que esté en el festival?, ¿ponerlo
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fuera de competencia para proteger el festival?”, se


cuestiona con su característico tono calmado.
Lo importante para Martel es entablar una discusión
franca. “Todas esas conversaciones son pertinentes, y
son las conversaciones de nuestro tiempo”, apunta, y
aunque estuvo a punto de repensar su decisión de
aceptar este puesto “político”, tal como define la
presidencia del jurado en La Mostra, le parece acertado
que el nuevo filme de Polanski esté en este festival. “Es
un diálogo que nos debemos y qué mejor lugar que este
para ir profundamente en ese camino”.
Cuota femenina, ¿sí o no?
Desde que se dieran a conocer los títulos de la
competición por el León de Oro, se reavivó el debate
sobre la magrísima presencia de directoras. A diferencia
de la edición pasada, con una realizadora en la
competición, este año, entre los 21 títulos (entre ellos la
cinta de Ciro Guerra, Esperando a los bárbaros) figuran
dos féminas: Haifaa Al Mansour, con The Perfect
Candidate, y Shannon Murphy, con Babyteeth, y todo
pese a las iniciativas y protestas en pro de elevar el
número de elegidas en certámenes cinematográficos.
Durante su larga trayectoria en el cine, Lucrecia Martel
ha vivido en carne propia todos los avatares de la
profesión, por lo que su opinión es por demás relevante
en relación con los beneficios de la implementación del
50-50. Y una vez más con la sinceridad por delante dijo
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no sentirse precisamente feliz con la cuota femenina, sin


embargo la considera como la única cura para la
enfermedad.
“No sé de qué otra manera podemos forzar a esta
industria a pensar de otra forma, a considerar las
películas dirigidas por mujeres”, manifestaba; eso sí
“esto no quiere decir, porque sería suponerme a mí y a
muchas personas como estúpidas, que cualquier película
dirigida por una mujer ya está haciendo una gran lectura
sobre la humanidad”.
El perro que se muerde la cola sería en este caso la
cuestión de si el optar por la cuota femenina iría en
detrimento de la calidad de los filmes. Martel se saca un
as de la manga, que en este caso fue más bien un
hachazo en la cabeza de Paolo Baratta (presidente de la
Biennale) y Alberto Barbera (director del Festival
Internacional e Cine de Venecia).
“¿Y si durante dos años hiciéramos el experimento de
tener un 50-50, y ver qué pasa, si es cierto que baja o no
la calidad de las películas o si eso genera un
movimiento distinto en la industria?”, dejó caer la
argentina, “es tan nuevo a lo que nos estamos
enfrentando, tan dura esta transformación, que no me
parece mal que después de 76 años [de festival]
hagamos un experimento”.
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Con el tiempo ya se verá si en La Mostra existe la


disposición de aceptar ese desafío que Lucrecia Martel
puso sobre la mesa, en esta calurosísima tarde del
agosto agonizante en el Lido de Venecia, a escasas
horas de darse por inaugurada la 76ª edición de este
festival.

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