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Hacer un análisis del mercado de trabajo femenino implica, por un lado, describir las
diferencias entre los hombres y las mujeres, evidentes al revisar las cifras que ofrecen
las estadísticas oficiales y, por otro, establecer qué factores promueven y mantienen una
desigualdad en el contexto laboral, analizando aquellos elementos estructurales que
impiden el avance real hacia la no discriminación por razones de sexo.
Este aspecto supone una limitación importante a la hora de abordar un análisis completo
e integral, en el que se hace necesario establecer el punto de partida del estudio en el
acceso al mercado laboral reglamentado y reconocido, relegado históricamente a la
hegemonía masculina, y donde la no participación de ese espacio suponía el no
reconocimiento de actividad productiva, generando una importante diferencia entre
quién produce y no produce en la sociedad. Así, se construye una división de esferas
organizadas en función de los sexos y sin relación entre ellas: la reproductiva y la
productiva. De esta manera, la economía pone especial atención en el ámbito productivo
(espacio masculino) donde se desarrolla el trabajo remunerado, invisibilizando el
espacio reproductivo y negando la importancia que tiene para el ámbito de la
producción de mercado (Carrasco, 2009).
Más allá de los aspectos productivos y no productivos del ámbito laboral, algunos
autores analizan el trabajo como eje central para la integración social a partir del que se
genera un sentido de existencia y se vehicula tanto la participación social como el
progreso material (Prieto, 2000).
Sería necesario relacionar esta idea con el término de “exclusión social”, concepto que
nace a mediados de los años setenta del siglo XX en el contexto de la cultura francesa
para focalizar una problemática cada vez más acuciante en las nuevas sociedades
tecnológicas (Tezanos, 2001). Surge como necesidad de contar con una idea dentro de
las ciencias sociales con la que designar una situación multifactorial y multidimensional
que va más allá de la pobreza (Hernández, 2008). Se refiere a un proceso social que
conduce a los individuos o grupos sociales a su alejamiento respecto al centro de la
sociedad (Giner et al., 2004), de tal forma, que en la medida en que los individuos y
grupos se alejan de ese centro, de la zona de “integrados”, se establecen en el espacio
social de la exclusión (Laparra y Pérez, 2008).
Así, se trató de subrayar el sesgo de género que tiene esa concepción de trabajo, donde
no hay lugar para la mayor parte de las actividades realizadas por mujeres relacionadas
con las tareas domésticas y de cuidados, trasladando esta realidad a una distribución
asimétrica de poder entre géneros, que conlleva una desigual distribución de recursos,
derechos y deberes.
Las últimas décadas han sido muy importantes debido a la creciente e intensa
incorporación de las mujeres al mercado laboral, acompañado de una modificación de
las tareas históricamente asignadas que tradicionalmente han ejercido (Cebrián y
Moreno, 2008). Pese a este incremento que apunta a una evolución muy positiva, la
división de tareas establecidas para mujeres y hombres ha estado marcada por un
desigual reconocimiento social y un menor prestigio, que se ha visto traducido en mayor
precarización en las condiciones laborales y económicas, en mayor temporalización de
los contratos, en mayores tasas de contratos a tiempo parcial y en la brecha salarial. Es
decir, las diferencias salariales entre mujeres y hombres en el mercado de trabajo. A
estos factores hay que sumarle el fenómeno de la segregación ocupacional. La
horizontal, por un lado, que refleja la desigual distribución en ocupaciones del mismo
nivel, que concentra a las mujeres en determinados sectores y las excluye de sectores
considerados más masculinos. Por otro la segregación vertical, que consiste en la
distribución desigual de mujeres y varones en la jerarquía ocupacional, ocupando
puestos considerados de menor responsabilidad.
A esta situación hay que agregarle la crisis económica y los cambios sociales y
culturales que podrían contribuir a generar un agravamiento de la desigualdad: