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Las leyendas hablan de un tiempo en que el mal despertará desde las profundidades de la

oscuridad para transformar la tierra en el infierno. Dicen que el Espíritu del Destino
seleccionará a seis Héroes y les otorgará el poder para enfrentar este gran peligro.

La historia que sigue es acerca de esos Héroes, destinados a ser los salvadores del mundo.
Pero el punto más importante de su historia es este: Definitivamente hay seis Héroes elegidos
para salvar el mundo. No cinco, no siete. Sólo seis.

Un chico corría a través de un bosque envuelto en una profunda niebla. Era un joven
espadachín, su largo cabello rojo ondeaba detrás de él. Usaba una armadua de cuero ligero
sobre ropa de cáñamo, con una diadema de hierro atada alrededor de su frente. En su mano
derecha, él agarraba una espada algo pequeña pero robusta. Lo más notable, sin embargo,
eran los cuatro cinturones anchos envueltos alrededor de su cintura. Afirmados a esos
cinturones había unas pocas docenas de bolsas pequeñas.

El chico respiraba irregular. Él estaba herido. Sus ropas toscas estaban rasgadas en varios
lugares, exponiendo agudos cortes en su piel. Su armadura de cuero estaba carbonizada, y
ambos brazos estaban cubiertos de quemaduras. La sangre emanaba desde sus heridas,
tiñendo sus zapatos de rojo brillante. Las heridas de este grado habrían puesto a un hombre
normal de rodillas hace tiempo.

El chico se llamaba Adlet Mayer. Él tenía dieciocho años. Mientras corría, miró nerviosamente
por encima de su hombro. La niebla y las hojas densas obstruían la luz, oscureciendo el
bosque. Podía distinguir débilmente una figura a través de la niebla oscura. Él estaba siendo
seguido. Su perseguidor se acercó más, solo a unos treinta metros detrás. Esto es malo, pensó,
y fue en ese momento cuando una voz hizo eco en el bosque.

“¡Ahí estás!” El grito vino de una chica. Su voz era alta y suave, como el trino de un pajarito.

“¡Ngh!” Justo cuando Adlet la escuchó, una espada brotó a sus pies. Era plateada, de unos tres
metros de largo, brotando desde el suelo vacío, apuntando precisamente hacia el corazón de
Adlet. Él balanceó su espada con un golpe de revés. La decoración de cuarzo encajada en la
empuñadura de su arma apenas lo protegió de ser ensartado. El impacto lo arrojó hacia atrás,
y la espada que lo había atacado se hizo añicos. Mientras rodaba, hundió su espada en el suelo.
Luego, levantando su cuerpo con la fuerza de sus brazos, saltó. Tres espadas más se
levantaron inmediatamente del suelo. Adlet apenas rozó sus puntas.

“¿Lo conseguí?” preguntó su perseguidor.

Adlet aterrizó en el suelo y respondió. “Ni siquiera cerca. Cuando estás intentando acabar con
algo, tienes que estar más tranquila al respecto”, dijo, poniéndose en marcha una vez más.
Corrió hasta que su torturador desapareció en la niebla y ya no pudo verla. “¡Inténtalo más!
¡No vas a atrapar al hombre más fuerte del mundo así!”

“¡Sólo no te rindes!” La chica persistió en su persecución.


Adlet meció su brazo derecho mientras corría. Para ser honesto, no había esquivado por
completo ese último ataque. La sangre fluía de una herida en la parte superior de su brazo. Esa
fanfarronada había sido lo más que podía manejar, un engaño para ocultar su herida.

Mientras Adlet disparaba, miró por detrás de su mano derecha. Una extraña cresta estaba
tatuada sobre ella. Aproximadamente del tamaño de la palma de un bebé, la cresta era un
círculo de filigrana con una flor de seis pétalos en el centro. La cresta brillaba débilmente, un
pálido tono carmesí. Al verla, Adlet murmuró: “No me matarán. Un Héroe de las Seis Flores no
va a morir en un lugar como este”.

La cresta en la mano derecha de Adlet era comúnmente conocida como la Cresta de las Seis
Flores. Era una prueba de que él era uno de los Héroes elegidos para salvar el mundo.

Las leyendas hablan de una temible criatura que duerme en el extremo más occidental del
continente. Se dice que tiene una forma y un poder repulsivos mucho más allá de la
comprensión humana. Su único propósito es matar. Cuando esta criatura despierta—en
compañía de decenas de miles de sirvientes conocidos como Kyomas—invadirá el mundo y lo
transformará en un infierno. Esta criatura no tiene nombre. Se lo conoce solo como el Majin.*

*(Obviamente en la versión gringa oficial, a los Kyomas los llaman Demonios y al Majin lo
llaman Dios Maligno, que son justamente sus significados traducidos, pero yo los dejaré con
sus nombres originales porque me gustan más.)

Las leyendas hablan de un tiempo cuando el Majin termine su latencia perdurable y se eleve
una vez más. Es entonces cuando el Espíritu del Destino elegirá a seis Héroes. Dicen que una
cresta en forma de flor aparece en los cuerpos de los elegidos. Estos seis son los únicos
capaces de vencer a la mayor amenaza que la humanidad haya conocido.

Y ahora, Adlet Mayer ha sido seleccionado como uno de los Héroes de las Seis Flores. Y así, se
embarcó en un viaje para derrotar al Majin. Se dirigió a la tierra donde alguna vez durmió la
peligrosa criatura para encontrar a los otros Héroes, aquellos marcados de manera similar por
el destino.

Pero…

“¿Todavía no te rindes?”

La voz de su perseguidor se acercó a sus talones. Espadas continuaron molestándolo desde


abajo. Adlet corrió desesperadamente para evadirlas. La pérdida de sangre le nubló los ojos.
Las puntas de sus dedos estaban sucias, y sus pies tropezaron. Pero no podía parar. Si ella lo
atrapaba, lo mataría.

¿Qué estoy haciendo en un lugar como este? Adlet se preguntó. Lo que debería haber estado
haciendo en este momento era atacar la guarida del Majin. Debería haber estado luchando
contra los Kyomas que bloqueaban su camino, junto con los otros elegidos por el destino. Pero
en cambio, esta chica lo estaba persiguiendo, e iba a morir.

“¡Esta vez te atrapé!” La chica disparó ataques en dirección a Adlet en rápida sucesión. El
acero frío rozó su cabello, cortando su armadura.

“¡Ngh!” Él se arrojó al suelo para evitar que la hoja le diera en el pecho y luego se levantó de
nuevo de inmediato, haciendo un sprint*. La siguiente hoja vino directamente desde debajo de
él. La esquivó con un salto de giro hacia un lado. Su objetivo no era preciso, pero sus ataques
eran feroces. De cada pocas docenas, una o dos vendrían directamente hacia él. Con cada
ataque que esquivaba, poco a poco, el margen de error se reducía.

*(Empezar a correr)

“!” Dos espadas llegaron a él desde ambos lados. Una de ellas se clavó en su torso. Cortó sus
costillas, el impacto lo envió a la tierra. La sangre salió a borbotones desde su garganta y boca.
Adlet presionó su lado lesionado, acurrucándose. Él ni siquiera podía aguantar más.

Su perseguidora ya estaba tan cerca que Adlet podía verla claramente. “Finalmente te atrapé”,
dijo. La forma de una chica emergió desde las sombras y la niebla que se veían debajo de los
árboles. Su apariencia era deslumbrante. Ella estaba vestida con una armadura blanca, y la
empuñadura de la espada delgada que sostenía estaba incrustada de joyas. En su cabeza,
llevaba un casco diseñado para parecerse a orejas de conejo. Cabello lustroso, grandes ojos
rojos, labios carnosos, rasgos hermosos y distintivos—sólo viéndola allí parada, él podía
sentir su nobleza y dignidad. Todo en ella era elegante.

Adlet la llamó por su nombre. “Nashetania”. Adlet lo sabía—él sabía que en su pecho llevaba
una Cresta de las Seis Flores, como la de la mano derecha de Adlet. Sabía que ella también era
una de los seis héroes elegidos para vencer al Majin. Y ahora, estaba a punto de ser asesinado
por uno de los suyos, un camarada con el que se suponía debía estar luchando.

“Escucha, Nashetania”.

“¿Escuchar qué?”

“Soy tu aliado”.

Nashetania se rió y luego apuntó con su espada delgada hacia Adlet. Su hoja se extendió para
perforar la oreja de Adlet. “Es demasiado tarde para ese tipo de tonterías”. Nashetania estaba
sonriendo, pero ella lo miró como si fuera una sabandija. “Eres un tonto. Si solo te hubieras
entregado y confesado, podrías haber tenido una muerte más fácil”.

“No voy a confesar nada. No he hecho nada malo”.

“No sirve de nada. No me volverás a engañar”. Nashetania suspiró silenciosamente. “Hiciste un


plan para engañarnos. Nos engañaste a todos e incluso nos lastimaste. Es muy claro que eres
el impostor”.
“No estoy mintiendo. Tú eres la que está siendo engañada. El enemigo te está usando para
tratar de matarme”. Pero ella no estaba escuchando. “No he matado a ninguno de nuestros
aliados. Tampoco estoy planeando atrapar a todos”.

“Te lo dije, ya no me engañarás más”.

“¡No te estoy mintiendo! ¡Escúchame, Nashetania! ¡No soy el séptimo!”

La punta de la espada de Nashetania se cernió sobre el corazón de Adlet. “No. Tú eres el


séptimo”.

Las leyendas hablan de un momento en que el Majin despertará de su sueño profundo. Es


entonces cuando el Espíritu del Destino elegirá a seis Héroes. En los cuerpos de estos seis
Héroes aparecerá una cresta en forma de flor. Solo los Héroes de las Seis Flores son capaces
de derrotar al Majin y proteger el mundo.

Pero...

Cuando llegó el momento, aparecieron siete guerreros con la Cresta de las Seis Flores. Los
siete guerreros tenían crestas genuinas. ¿Por qué estaba allí uno extra? Adlet sabía por qué.
Uno de esos siete era el enemigo—tramando la caída de los verdaderos seis, infiltrándose en
su número para matarlos. Pero entre los siete Héroes que habían aparecido, ¿quién de ellos
era el enemigo? Adlet aún no sabía la respuesta.
Tres meses antes, Adlet Mayer había estado en la Tierra de los Campos Abundantes, Piena,
situada en el centro del continente. Era la nación más grande de todas las métricas—en tierra
firme, población, fuerza militar y también en la prosperidad de sus habitantes.
Independientemente de la categoría, ningún otro país superaba su grandeza. La influencia de
la familia real se hizo eco en todo el continente, y era justo decir que Piena era el poder
preeminente en la tierra, efectivamente reinaba sobre todos.

En ese momento, el anual Torneo Ante el Espíritu se celebraba en la capital real de Piena.
Como el país más grande del mundo estaba organizando este evento, la escala era grandiosa.
Los competidores incluían caballeros de Piena; infantería acorazada, representantes bien
conocidos de todas las naciones cercanas, mercenarios famosos, y por último, Santas
otorgadas con el poder de los Espíritus. Incluso los luchadores no afiliados y habitantes de
ciudades con confianza en sus habilidades participaban. El torneo abría sus puertas a todo
tipo de personas, con un número de competidores superior a mil quinientos.

Sin embargo, el nombre de Adlet Mayer no estaba en la lista del torneo.

"¡Y para las semifinales! ¡En el lado oeste, Batoal Rainhawk, capitán de la guardia real de la
Tierra de los Campos Abundantes, Piena!"

Un viejo caballero canoso emergió del lado occidental del coliseo. La arena se llenó de
aplausos.

"¡Y en el lado este! Representando a los mercenarios del Oso Rojo, Quato Ghine de la Tierra
Verde, Tomaso!"

Un hombre tan gigantesco que podría dejarse pasar como un oso surgió desde el este para
enfrentar al caballero. Los vítores lejos de él no eran menos entusiastas que los del viejo
caballero.

El torneo de un mes de duración finalmente se estaba acercando a su final. Solo quedaban tres
competidores y dos encuentros restantes. Las gradas estaban llenas de una audiencia de más
de diez mil.

El coliseo se encontraba en un templo adyacente al palacio real—de hecho, incluso se podría


decir que esta arena era en sí misma el templo donde se adoraba al Espíritu del Destino. Una
estatua de una mujer santa sosteniendo una sola flor estaba de pie en la pared sur,
observando afectuosamente a los dos guerreros.

"Para ambos combatientes: Sepan que este no es un duelo normal. Lucharán ante el gran rey
de Piena y ante el Espíritu del Destino que salvaguarda la paz de nuestro mundo. Deseamos
una batalla justa y noble, digna de la vista del Espíritu,” les instruyó el alto canciller, de cara al
par.

Pero ninguno de los guerreros le prestó atención. Ellos se miraron el uno al otro con suficiente
intensidad para generar chispas, o al menos eso parecía. A medida que la audiencia miraba,
ellos también fueron atraídos gradualmente en la tensión. El torneo de este año tenía un
significado especial. Había rumores plausibles de que el ganador sería elegido como uno de
los Héroes de las Seis Flores.

"Como saben,” continuó el alto canciller, "el que gane esta batalla luchará contra el ganador
del torneo del año pasado, Su Alteza la Princesa Nashetania. Los cobardes y los sin honor son
indignos de enfrentarla. Así que ustedes dos deben..." El alto canciller de Piena habló por
bastante tiempo. Pocos notaron el evento bastante silencioso e inusual que ocurría mientras
hablaba.

Un chico solitario se acercaba desde la puerta sur del coliseo. Los guardias no intentaron
detenerlo. El séquito personal del alto canciller examinó al chico pero tampoco hicieron un
movimiento. Tampoco el público le prestó mucha atención. Su comportamiento era tan casual
que la gente creía que detenerlo habría estado fuera de lugar.

Un largo cabello rojo se derramaba desde su cabeza. Vestía ropa sencilla—sin armadura, sin
casco—y llevaba una espada de madera colgada desde su espalda. Cuatro cinturones estaban
atados alrededor de su cintura, con varias bolsitas atadas a ellos. El chico se abrió camino
entre los dos guerreros y dijo, sonriendo: "Disculpen, chicos.”

El alto canciller, sorprendido por la repentina intrusión, reprendió a este intruso. "¿¡Quién
eres!? ¡Esto es más que grosero!"

"Mi nombre es Adlet Mayer,” respondió el chico. "Soy el hombre más fuerte del mundo.” Los
dos guerreros que habían estado a punto de comenzar el decisivo encuentro de semifinales
fruncieron el ceño ante este arribista—Adlet Mayer. Pero Adlet no les hizo caso. "Estoy aquí
para avisarles de un cambio en los enfrentamientos. Será Adlet, el hombre más fuerte del
mundo, contra ustedes dos.”

"¿¡Quién crees que eres!? ¿¡Estás loco!?" La cara del alto canciller se estaba poniendo roja.

Pero Adlet lo ignoró. En este punto, la audiencia rompió en murmullos, finalmente notando
que algo andaba mal.

"Vamos, dense prisa y expulsen a este idiota,” dijo el mercenario, irritado porque su lucha
había sido interrumpida. Finalmente, la guardia personal del alto canciller recordó sus
deberes y levantaron sus garrotes.

Adlet sonrió. "¡Yyy comienza el encuentro!" Sus manos se movieron más rápido de lo que el
ojo podía ver. Algo voló desde la punta de sus dedos, lanzándose hacia las caras de los cuatro
guardias. Los soldados se agarraron la cara y comenzaron a gemir de dolor.

"Ustedes realmente son buenos,” dijo Adlet. Él no estaba mirando a la guardia de honor. Sus
ojos estaban en el viejo caballero y el mercenario que estaban a cada lado de él. Ambos
sostuvieron, apretados en sus dedos, las agujas envenenadas que Adlet había arrojado. Las
puntas se habían sumergido en una toxina nerviosa que estimulaba los receptores del dolor.
El veneno era leve, pero causaría una agonía pura durante unos treinta minutos.

El mercenario y el viejo caballero desenvainaron sus espadas al mismo tiempo. Al parecer,


finalmente se habían dado cuenta de que el intruso no era un idiota. El mercenario balanceó
su arma hacia Adlet sin contenerse. Aunque su arma era simplemente una espada de práctica,
el golpe ciertamente significaría la muerte instantánea si se conectara.

"¡Je!" Adlet se rió, esquivando el ataque. Sin esperar ni un segundo, el viejo caballero lo atacó
desde atrás. Pero Adlet metió la mano en las bolsas en su cinturón con una velocidad
deslumbrante. Él sacó una botellita con su mano derecha y se giró para lanzarla.

El viejo caballero gruñó, golpeando la botella con la parte plana de su espada. La pequeña
botella solo contenía agua, pero fue una distracción suficiente para darle una oportunidad a
Adlet. El viejo caballero y el mercenario se pusieron a la defensiva, tomando cierta distancia
entre ellos y Adlet mientras ocupaban posiciones en su frente y retaguardia. Si esta fuera una
lucha normal, la situación habría significado una derrota inevitable. Pero Adlet había
encontrado una forma segura de ganar.

Él sacó una pequeña bola de papel de una de sus bolsas y la arrojó al suelo. Al instante, hubo
una explosión a sus pies. El humo envolvió a Adlet, ocultándolo.

"¿¡Qué kyomas!?"

"¿¡Qué truco es este!?"

El viejo caballero y el mercenario expresaron su asombro simultáneamente.

Por supuesto, ninguno de los dos sería detenido por un simple truco. Adlet se movió rápido.
Excepcionalmente así. Dentro de la nube de humo, extrajo otra herramienta de una de sus
bolsas. Mientras sus dos oponentes todavía estaban desconcertados por el humo, él preparó el
terreno para su victoria. Primero, Adlet saltó sobre el viejo caballero, sacando la espada de
madera de su espalda cuando golpeó.

"¡No es suficiente!" el caballero gritó.

En el momento en que el viejo guerrero bloqueó su ataque, Adlet lanzó la espada de madera.
Usó ambas manos para contener los brazos del viejo, movió su rostro cerca, y luego chasqueó
los dientes.

Tal vez el viejo caballero no había visto el pegajoso pedernal en los dientes de Adlet ni el
chorro de alcohol de alta pureza que brotó desde su boca.

"¡Gah!" el viejo caballero gritó cuando las llamas estallaron en su rostro.

Todavía agarrando uno de los brazos del anciano, Adlet le dio la espalda a su adversario, y
luego lo arrojó sobre su hombro. La espalda del caballero cayó al suelo y no pudo moverse
más. Adlet se giró de inmediato, pero no para enfrentar a su oponente restante. Su ataque ya
estaba hecho.

Lentamente, la bruma de la bomba de humo se aclaró. El mercenario estaba agachado en la


nube, sosteniendo sus piernas mientras gritaba de angustia.

"Lo siento. Esas agujas de veneno duelen, ¿no? Hubiera preferido derrotarte con diferentes
métodos si hubiera podido.” Adlet frunció el ceño mientras sonreía audazmente.
Algo parecido a grandes chinchetas estaban esparcidas en el lugar donde Adlet había estado
parado unos momentos antes. No eran realmente notables a menos que las estuvieras
buscando; estaban pintadas de un gris pálido, del mismo color que el suelo del coliseo. Las
puntas de las chinchetas estaban recubiertas con la misma toxina nerviosa que infligía un
dolor espantoso. El mercenario había atravesado el humo con la intención de atrapar a Adlet
desde atrás, solo para pisar esas púas. Si hubiera usado calzas de hierro o calzado de cuero
resistente, el ataque podría haber sido fácilmente desviado. Sin embargo, parecía que el
mercenario valoraba el trabajo de pies rápido en particular, ya que usaba zapatos de tela
ligeros y ágiles. Cuando Adlet había evaluado por primera vez a sus oponentes, había prestado
especial atención a sus pies.

"¿Qué te parece? ¡Yo gano!" Adlet gritó.

La audiencia estaba estupefacta. Sólo escuchando su anunciamiento aparentemente no fue


suficiente para hacerles creer que un intruso sin nombre pudo entrar y derrotar a los dos
principales contendientes en el torneo en menos de diez segundos.

"¿¡Qu-qué están haciendo todos ustedes!? ¡Vengan aquí, ahora! ¡Rodéenlo! ¡Rodéenlo y
captúrenlo!" El alto canciller, asustado, les gritó a los soldados que rodeaban la arena. Los
soldados no necesitaron más empujones—quitaron las fundas de sus lanzas, avanzando hacia
el centro del coliseo.

Justo antes de su ataque, Adlet se giró hacia la estatua sagrada que vigilaba la batalla y gritó:
"¡Mi nombre es Adlet Mayer! ¡Soy el hombre más fuerte del mundo! ¿Me oyes, Espíritu del
Destino? ¡Si no me eliges como uno de los Héroes de las Seis Flores, te arrepentirás!"

Los guardias cargaron contra Adlet. En este punto, la audiencia finalmente pareció darse
cuenta de lo que estaba pasando. "¡Guardia Real! ¡Saquen sus espadas! ¡Atrapen al chico!" La
audiencia en los asientos de los espectadores fueron a la arena también. El caballero y el
mercenario caídos se levantaron y se enfrentaron a Adlet una vez más. Esta arena para
batallas sagradas, donde los guerreros demostraban su fuerza ante el Espíritu, ahora fue el
anfitrión de una lucha caótica.

Y así, desde ese día en adelante, el nombre de Adlet Mayer resonó en todo el país... como el
Malvado Tramposo Adlet, el Cobarde Guerrero Adlet, el peor candidato a Héroe de toda la
historia.

Hace mil años, apareció un monstruo en el continente. Poco se sabía sobre la criatura, como de
dónde venía, por qué nació, qué sentía, qué quería, o incluso si tenía voluntad o sensibilidad
en primer lugar. Nadie sabía si estaba vivo. La bestia simplemente apareció de repente, sin
previo aviso.

Algunos testimonios permanecieron de los pocos que se habían encontrado con la criatura y
sobrevivieron. El monstruo tenía una docena de metros de longitud. Dijeron que no tenía una
forma estática, sino que se parecía a un barro movedizo con vida. Era el único de su tipo que
había aparecido en el mundo. Su cuerpo emitía toxinas; un ácido que derretía todo lo que
tocaba rezumaba desde los tentáculos de la bestia. Entonces comenzó a atacar a los humanos.
No los comía ni jugaba con ellos: simplemente los mataba por matar. Dividió su propio cuerpo,
creando monstruos para servirle como sus secuaces, y mató aún más. Esta sucia pestilencia no
dio ningún nombre, porque no había necesidad de darle uno. No había otra criatura que
incluso pudiera ocupar la misma categoría. A este monstruo simplemente se le llamó el Majin.

En ese momento, el continente estaba gobernado por el gran Imperio Eterno de Rohanae. El
imperio dominaba todo el mundo, pero incluso después de soportar la fuerza de todo su
ejército, no pudo derrotar al Majin. La nación fue devastada, su línea real se extinguió, y sus
ciudades y aldeas fueron arrasadas hasta los cimientos.

Justo cuando la gente se desesperó, aceptando que su destino era ser destruidos, una Santa
vino a ellos. Con una sola flor como su única arma, la Santa se opuso al Majin. Ella era la única
en el mundo que podía enfrentarlo.

Fue una larga, larga batalla. Finalmente, la Santa persiguió al Majin hasta el extremo más
occidental del continente y lo derrotó. Cuando ella regresó, la Santa dijo: El Majin no está
muerto. Un día, despertará de su letargo en el oeste y transformará el mundo en un
infierno. Y entonces ella profetizó: cuando vuelva a despertar, seis Héroes aparecerán
para heredar mi poder, y estarán destinados a someter al Majin una vez más. Ella
describió cómo la cresta de una flor de seis pétalos aparecería en los cuerpos de los guerreros
elegidos. Y es por eso que fueron llamados los Héroes de las Seis Flores.

Dos veces el Majin se levantó de su letargo, y dos veces, seis Héroes aparecieron—tal como se
había predicho—y lo sellaron una vez más.

Para ser elegido como uno de los Héroes de las Seis Flores, había una condición: Un Héroe
tenía que demostrar su poder en uno de los templos del Espíritu del Destino que la Santa de la
Flor Única había construido. Había treinta de estos templos en todo el continente. Fácilmente
más de diez mil candidatos vendrían de todas partes de la tierra para demostrar su fuerza en
estos templos. Cuando el Majin despertara, los mejores seis recibirían la Cresta de las Seis
Flores. Ser elegido como uno de los Héroes de las Seis Flores era el mayor honor para un
guerrero. Todos soñaban con ser elegidos como uno de los Héroes, y Adlet no era una
excepción.

Se rumoreaba que la resurrección del Majin estaba cerca. En los últimos años, se han
observado varios presagios. Podría suceder tan tarde como a fin de año o tan pronto como al
día siguiente.

.”..... Lamento mis acciones. Acepto que he actuado mal.” Eran tres días después del encuentro
de semifinales del torneo, y Adlet fue encarcelado en una cárcel para los criminales más
atroces. El alto canciller estaba parado al otro lado de los barrotes, con una expresión amarga
en el rostro.

Adlet resultó gravemente herido. Su cabeza, hombros y ambas piernas estaban envueltos en
vendas y su brazo derecho colgaba en una tela. Incluso Adlet no podría haber salido indemne
cuando estaba tan superado en número. Se sentó en la cama fría, se enfrentó al alto canciller
frente a su celda y habló. "Para que lo sepas, quería ingresar al torneo legítimamente. Pero
existían ciertas reglas y cosas, y simplemente no me dejaron entrar a la arena,” refunfuñó. El
Torneo Ante el Espíritu tenía reglas. Las armas permitidas eran limitadas, las tácticas
permitidas estaban restringidas, y el juego sucio o los intentos de atrapar al oponente por
sorpresa estaban prohibidos. Si hubiera seguido las reglas, Adlet habría sido inútil. "Como
sabes, soy el hombre más fuerte del mundo, pero esas reglas me atascaron un poco mi estilo.
Así que no tuve más remedio que ignorarlas e invitarme a entrar.

"¿Cuál es tu objetivo?" Exigió el alto canciller.

"Duh. Ser elegido como uno de los Héroes de las Seis Flores.”

"¿Un Héroe? ¿Tú? ¿Un sinvergüenza como tú, elegido como uno de los honorables Héroes de
las Seis Flores?"

"Oh, seré elegido. Por supuesto que lo seré. Porque soy el hombre más fuerte del mundo.”
Adlet sonrió, y el alto canciller golpeó las barras de hierro. A este tipo viejo le falta
autocontrol, pensó Adlet.

"¡No sientes remordimiento alguno!" acusó el anciano.

"Sí, sí lo siento. Realmente lo siento He herido a mucha gente, como a los soldados en tu
guardia personal y la guardia real.”

"¿Y cómo te sientes acerca de haber hecho un desastre en este torneo sagrado?"

"¿Que importa eso?"

El alto canciller emitió un sonido incomprensible y desenvainó su espada. Sus guardaespaldas


lo contuvieron desesperadamente mientras intentaba abrir la cerradura de la celda de Adlet.
"¡Escucha, tú! ¡Te quedarás aquí para siempre! ¡Te dirigirás a la soga! ¡Absolutamente!" Con
sus soldados escoltándolo, el alto canciller salió de la cárcel.

Adlet se tumbó en la cama y se encogió de hombros como diciendo, Qué lío.

Él recordó su enfrentamiento con el viejo caballero y el mercenario tres días antes. Ambos
habían sido terriblemente fuertes. Si Adlet hubiera hecho incluso un movimiento incorrecto,
lo más probable es que hubiera perdido. Pero aún se las arreglaría para lograr una victoria. No
había sido una lucha llamativa, pero aun así, él había ganado. Eso fue prueba suficiente de que
él era el hombre más fuerte del mundo.

"Ahora que lo pienso, esa fue la única decepción,” murmuró Adlet mientras rodaba en su
cama. Estaba pensando en la princesa Nashetania—Nashetania Rouie Piena Augustra, la
princesa heredera de la Tierra de los Campos Abundantes, Piena. Ella era de linaje noble, la
primera en la línea para heredar la corona, y también la guerrera más fuerte de Piena. Había
oído que era una Santa, ejercía el poder que había recibido del Espíritu de las Espadas, y era
capaz de conjurar espadas aéreas a voluntad. Nashetania había sido la vencedora del torneo
sagrado el año anterior. El ganador del encuentro que Adlet había interrumpido habría
competido con ella en la ronda final. Adlet había querido luchar contra Nashetania. Incluso si
no podía luchar contra ella, al menos quería ver su cara. Había pensado que al derrotar a los
dos hombres, con un poco de suerte, ella podría haberse aparecido. Pero al final, ella no se
presentó. Bueno, realmente no importa de todos modos, él pensó, bostezando.

"Oh, te encontré.” En ese momento, una voz se dirigió a él desde el otro lado de los barrotes.
La persona que estaba allí parecía fuera de lugar en la sombría prisión.

"¿Quién eres tú?" preguntó Adlet.

La sirvienta era hermosa y rubia con una sonrisa maravillosa y relajante. Llevaba el uniforme
negro de una sirvienta, pero no le sentaba bien. Hubiera sido más adecuado para una chica
más clara. "Eres Adlet, ¿verdad? Perdón, ¿pero podrías venir aquí?" Su visitante le hizo señas
para que se acercara.

Confundido, Adlet se levantó, moviéndose hacia los barrotes. Cuando se acercó a ella, un dulce
olor a manzanas flotó hacia él. Era un olor agradable y encantador que nunca antes había
olido.

"Por favor, dame la mano.” De repente, la chica pasó su mano a través del espacio entre los
barrotes.

"¿Eh?"

"Me disculpo por la repentina intrusión. Hace tres días hiciste ese espectáculo en esa lucha.
Me dejó una gran impresión. Me has hecho una fan.”

..”. ¿Eh qué?" El aroma de la chica había derretido todos los circuitos en su cerebro, y esa fue
toda la respuesta que pudo reunir.

"Por favor toma mi mano. Vamos.”

Adlet hizo lo que le dijeron y tomó ligeramente la mano que extendió. Era tan suave que se
maravilló que tal flexibilidad pudiera existir.

Ligeramente presionando su mano en la suya, la chica dijo: "Estás realmente ansioso, ¿verdad,
Adlet? ¿Es esta quizás la primera vez que sostienes la mano de una chica?" Se tapó la boca y le
dirigió una sonrisa malévola.

Adlet entró en pánico y soltó su mano. "¿De qué estás hablando? Estoy totalmente tranquilo.
He sostenido las manos de chicas muchas veces.”

Su invitada soltó una risita. "Te estas sonrojando."

Cuando ella se rió, se sintió como si el aroma de manzana que emanaba se hiciera aún más
fuerte. Adlet miró hacia otro lado, cubriendo sus mejillas sonrojadas.

"Eres un gran luchador, ¿pero no puedes con las chicas?" Ella bromeó.

"Vamos. Adlet Mayer es el hombre más fuerte del mundo. No hay nada que el hombre más
fuerte del mundo no pueda manejar.
"Me alegro de haber venido aquí. Realmente eres interesante. Ella se rió. "Quiero saber más
sobre ti. ¿Podemos hablar?"

Adlet asintió. La chica con olor a manzana le dio una sonrisa traviesa. De repente, Adlet se dio
cuenta de que todavía no había preguntado su nombre.

Adlet Mayer cumpliría dieciocho ese año. Venía de un país pequeño y remoto del oeste, la
Tierra de los Lagos Blancos, Warlow. Cuando tenía diez años, las circunstancias lo habían
obligado a abandonar el pueblo que llamaba su hogar. No tenía amantes ni amigos. Sus padres
habían fallecido cuando él era joven. Durante mucho tiempo, se había recluido en las
montañas con su maestro, pasando sus días entrenando para vencer al Majin. Había refinado
su juego de espadas, afinado su cuerpo, y había aprendido a hacer y utilizar todo tipo de
artilugios secretos. Practicó una forma única de combate que combinaba el manejo de la
espada con el empleo de varias herramientas. No estaba afiliado a ninguna organización y no
siguió a ningún líder. Era un guerrero autónomo, sus únicas metas eran luchar contra el Majin
y la mejora continua de sus habilidades. Ese era el pasado de Adlet.

Aquellos que viven por la espada normalmente estarían afiliados a una orden de caballeros o
una banda de mercenarios, ya que pelear con esos grupos podría ganar dinero y prestigio.
Pero Adlet no tenía ningún interés en alguna de esas cosas—todo lo que le importaba era
luchar y derrotar al Majin. Había muy pocos guerreros completamente desconectados como
él, incluso en todo el continente.

Después de completar su largo entrenamiento, Adlet había bajado de la montaña y había


intentado entrar en el torneo marcial en Piena para asegurarse de que era el hombre más
fuerte del mundo, él le dijo a ella.

La chica que olía a manzanas escuchó la historia de Adlet con entusiasmo. Aunque no sabía
exactamente lo que ella encontraba tan fascinante. "Así que es por eso que vine a mostrarle al
Espíritu del Destino que soy el hombre más fuerte del mundo. Lo siento, no es muy
interesante,” él dijo, terminando.

La chica con aroma a fruta aplaudió a modo de respuesta. Adlet se sintió avergonzado al
principio, pero gradualmente, se había acostumbrado a hablar con ella. Además, fue genial
tener a una linda chica escuchándolo.

"No, fue interesante,” ella insistió. "Realmente me alegro de haber hecho el esfuerzo de venir
aquí para conocerte. Ahora siento como si hubiera escuchado la frase 'el hombre más fuerte
del mundo' lo suficiente para toda mi vida.”

"¿Oh?" Adlet tenía la costumbre de describirse como ‘el hombre más fuerte del mundo’. Cada
vez que hablaba de sí mismo, siempre agregaba esa línea. "Bueno, es un hecho innegable que
soy el hombre más fuerte del mundo, así que seré proactivo a la hora de decirlo en voz alta.”

"¿Pero realmente puedes decir que eres el más fuerte tan fácilmente? Todavía no has vencido
a Nashetania, ¿o sí?" la chica preguntó con un margen de desafío.
Pero Adlet no le prestó atención. "Escuché que es bastante fuerte, pero yo soy más fuerte.”

"Hay muchas otras personas fuertes por ahí.”

"Por supuesto. Pero estoy convencido de que no hay nadie más fuerte que yo.”

"¿Qué bases tienes para esa convicción?"

"Sé que soy el hombre más fuerte del mundo. Eso es todo.”

"¿Eso es todo?" ella presionó.

"Lo sé. El Espíritu del Destino lo sabe también. Ahora todo lo que tengo que hacer es
mostrárselo al Majin y a todos los demás en el mundo.”

"Realmente tienes una increíble confianza en ti mismo.”

"No es confianza. Es un hecho inconfundible.”

La chica sonrió, no muy segura de cómo responder.

Bueno, no me sorprende que esté confundida, pensó Adlet. Esta era la primera vez que
conocía al hombre más fuerte del mundo, después de todo. "Por cierto, ¿puedo preguntarte
algo?"

"Por supuesto. ¿Qué es?" ella respondió.

"Me gustaría salir de aquí. ¿Tienes alguna buena idea?"

"¿Quieres escapar? ¿Por qué?"

Qué chica tan imperturbable, pensó Adlet. Él había estado esperando una reacción
ligeramente diferente de ella. Adlet le contó cómo el alto canciller de Piena había estado
lamentándose para matarlo. La pena de prisión era inevitable, pero la pena de muerte
plantearía un problema.

La niña se llevó la mano a la mandíbula y reflexionó. "Creo que estarás bien. El alto canciller
está enojado, pero dudo que pueda matarte ya que no hubo bajas serias.”

"Oh, bueno, eso está bien.” Adlet se sintió aliviado. Escapar de la prisión en su condición
habría sido un poco duro. "¿Qué pasó con el torneo después de que me sacaron? ¿Fue
cancelado?"

"No. Es como si tu incidente nunca hubiera sucedido. Ayer tuvieron una revancha, y el
mercenario Quato ganó las semifinales por un estrecho margen. Nashetania anotó una victoria
abrumadora en el encuentro final." Adlet tenía la sensación de que acababa de decir el nombre
de la princesa sin usar su título, pero que probablemente era su imaginación.

"Eso es sorprendente,” él dijo. "Entonces ganó el mercenario, ¿eh? Sin embargo, el viejo era un
poco mejor.”
"Parece que lastimaste el hombro de Batoal con ese lanzamiento.”

"Traté de contenerme, pero supongo que no fue suficiente. Me siento un poco mal por eso.”

Después de eso, la conversación de Adlet y de la chica se volvió hacia cosas más triviales, como
que ver la magnificencia de la capital de Piena lo había dejado atemorizado y sus problemas
por lo caro que era todo allí. La chica era amistosa y fácil de hablar, y se absorbió en la
conversación.

"¡Oh!" Una expresión seria de repente surgió en su visitante, como si su memoria acabara de
volver. "Lo olvidé. Vine a contarte algo. Este no es el momento para conversar así.”

"¿Qué es esto? Parece que no es nada bueno.”

La chica contuvo la respiración, hablando en un susurro. "¿Conoces al Asesino de Héroes?"

"¿De qué estás hablando?"

"¿Has oído hablar del caballero de la Tierra de la Fruta Dorada, Matra Wichita?"

"Sí, sé el nombre.” Había muchos rumores acerca de quién sería elegido para ser uno de los
Héroes de las Seis Flores, y ese nombre había aparecido muchas veces. Dijeron que era un
joven caballero prodigioso y el mejor arquero en el mundo.

"¿Y conoces a Houdelka de la Tierra de la Arena Plateada? ¿Y a Athlay, la Santo de Hielo?"

Adlet asintió. Ambas eran nombres de guerreras famosas. "¿Pasó algo?"

"Fueron asesinadas. Y no sabemos quién lo hizo.”

"¿Kyomas?"

"Probablemente."

Las criaturas conocidas como kyomas, secuaces del Majin, se prepararon para el
resurgimiento de su señor al secretamente atacar a los Héroes de las Seis Flores. Se infiltraron
en el continente, llevando a cabo todo tipo de tramas—y ahora se dieron cuenta de que uno de
ellos estaba dando vueltas eliminando a cualquiera que pudiera ser elegido como un Héroe.

"No son del tipo de personas a las que un kyoma podría matar tan fácilmente,” reflexionó
Adlet. "¿Cómo diablos iban a—?"

"No lo sé."

"Qué fastidio."

"Adlet, creo que sería mejor que te quedes aquí,” ella dijo. "Será peligroso no importa a dónde
vayas, pero aquí estarás fuertemente protegido.”
"Eso es verdad. Entonces me quedaré hasta que todo esté bien.”

Mientras miraba por la ventana sin descanso, parecía que la chica había terminado de dar su
advertencia. "Lo siento. Si no voy ahora, se enojarán conmigo. Bueno, se enojarán de todos
modos, pero será aún peor si me quedo más tiempo.”

"No me importa, sigue.”

La sirvienta sacudió la cabeza y estaba a punto de irse cuando Adlet la detuvo. "Si conoces a la
princesa, dile..." Hizo una pausa. "Seguramente será elegida como una de los Héroes de las Seis
Flores. Dile que estoy deseando que llegue el día en que luchemos juntos.”

..”. ¿Eh?" La chica tenía la boca abierta. Y luego, por alguna razón, soltó una risita.

"¿Qué?"

"No, lo siento. Se lo diré. Si tengo la oportunidad de verla.” Ella caminó hacia la puerta,
volteándose por un momento para sacar la lengua. "Adlet, eres bastante tonto, ¿verdad?"

Adlet quería preguntar de qué estaba hablando la chica, pero ya se había ido. Se preguntó qué
podría haber pasado, pero al no tener ni idea, decidió olvidarlo. Se acostó en la cama y miró
hacia el techo, pensando en el asesino que estaba detrás de los Héroes.

"Un Asesino de Héroes, ¿eh? Una vez que me elijan, creo que terminaré luchando contra quien
sea que sea.” La expresión alegre y despreocupada desapareció de su rostro. Ahora, una ira
silenciosa acechaba en sus ojos.

Tal como su visita había predicho por la sentencia de Adlet, se decidieron por un
encarcelamiento indefinido. Bueno, eso es todo, pensó, sin molestarse en obedecer. Solo en su
celda, el guerrero esperó a que sus heridas sanasen.

Unos días más tarde, Adlet descubrió un regalo en su celda—una espada lo suficientemente
pequeña como para esconderla en su cama. Pensó que esto significaba que, llegado el
momento, debería usarla para protegerse. No sabía si la chica lo había arreglado o si tenía otro
fan.

Pasó un mes, luego dos. Continuó entrenando en su celda para no perder la forma. Este
Asesino de Héroes del que había oído hablar no apareció.

Después de tres meses, sus heridas fueron completamente curadas. Justo cuando Adlet estaba
empezando a considerar la posibilidad de escapar, sucedió algo extraño. Una noche, el feroz
latido de su corazón lo despertó. Todo su cuerpo estaba caliente, y su pecho bullía de una
emoción indescriptible. La sensación pasó después de unos diez segundos, y luego apareció
una cresta ligeramente brillante en la mano derecha de Adlet. El Majin había despertado, y
Adlet había sido elegido para ser uno de los Héroes de las Seis Flores.
"Eh," murmuró Adlet, mirando la cresta. "Eso fue sorprendentemente simple." Había
imaginado que todo su cuerpo estaría envuelto en luz o que el Espíritu del Destino aparecería
y le ordenaría derrotar al Majin o algo así. Sintiéndose un poco decepcionado, Adlet se miró la
mano. Después de un momento, se dio cuenta de que este no era el momento. "¡Hey! ¡Alguien
venga aquí!" Adlet golpeó las barras de hierro de su celda mientras llamaba a los guardias.
Una vez que supieran que había sido seleccionado como uno de los Héroes de las Seis Flores,
no podrían mantenerlo encerrado. Pero si los guardias no venían, no iba a llegar a ninguna
parte. "¿No hay nadie allí? ¡Fui elegido como uno de los Héroes de las Seis Flores!"

El interior de su celda estaba extrañamente silencioso. No pudo detectar la presencia de


guardias en absoluto. Oh, bueno, pensó, supongo que voy a escapar, y fue entonces cuando
una súbita conmoción sonó desde el pie de la escalera.

"¿Por qué ha venido a un lugar como este? ¿¡Para qué está aquí!?"

“¡Batoal! ¡Estoy con prisa! ¡Por favor, no te metas en mi camino!”

Ambas voces eran familiares. Una de ellas pertenecía a la chica que olía a manzanas. Adlet
pensó que el otro era el viejo caballero con el que había luchado en el coliseo. También podía
oír el golpeteo de muchos pasos que venían desde detrás de los dos.

"¡Adlet! ¿Fuiste elegido?" gritó la chica, corriendo hacia la celda de Adlet. Ella no llevaba el
uniforme de sirvienta de antes. Estaba vestida con una magnífica armadura blanca, una
espada delgada ceñida a su cintura. En su cabeza, llevaba un casco con forma de orejas de
conejo. Adlet había oído en alguna parte que el uso de cascos con formas de animales era una
tradición de la familia real de Piena.

En el momento en que la vio, Adlet entendió quién era en realidad y qué tonto había sido. La
mayoría de la gente se habría dado cuenta, pensó con una sonrisa irónica.

De pie ante la celda, la chica dijo: "Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos
vimos. Permíteme volver a presentarme. Soy Nashetania Rouie Piena Augustra, la princesa
heredera de Piena y la actual Santa de las Espadas.”

La chica con aroma a manzana—Nashetania—levantó su peto y le mostró la Cresta de las Seis


Flores cerca de su clavícula. "Ahora he sido seleccionada como uno de los Héroes de las Seis
Flores. Estoy muy contenta de conocerte."

"Soy Adlet Mayer, el hombre más fuerte del mundo. Encantado de conocerte también." Adlet le
mostró la cresta en su mano derecha.

"¡Princesa! ¿¡Qué está haciendo!? ¡No tiene tiempo para hablar con alguien como él!" El viejo
caballero corrió hacia ellos dos, pero luego Adlet le mostró también la Cresta de las Seis Flores
en su mano derecha. Los ojos del caballero se agrandaron, y él guardó silencio.

"Debemos irnos ahora. Nuestro tiempo es limitado. Nashetania abrió la puerta de la celda de
Adlet y él salió. Ignorando los gritos del viejo caballero mientras intentaba detenerlos, la
pareja se echó a correr.

"¿Nos conseguiste caballos?,” Preguntó Adlet.


"¡Están por aquí!"

Los dos saltaron por una ventana y aterrizaron en la hierba. Ahí. Una mujer que parecía ser la
sirvienta de Nashetania estaba incómodamente guiando dos caballos hacia ellos.

"Estás toda preparada, ¿eh?" Adlet observó.

"Sí,” respondió Nashetania. "¡Vamos a partir!"

Juntos, se sentaron a horcajadas sobre sus caballos y se pusieron en camino al galope. El viejo
caballero y los soldados gritaron tras ellos, clamando por una ceremonia de despedida, una
audiencia con el rey y otros asuntos triviales. Mirando el perfil de Nashetania mientras
cabalgaba a su lado, Adlet sonrió. Parecía que se iba a llevar bien con esta chica.
Aparentemente, ella estaba pensando lo mismo cuando se giró hacia él y sonrió.

Hace mil años, una mujer conocida como la Santa de la Flor Única, derrotó al Majin y lo selló
en el extremo más occidental del continente, una tierra llamada la Península de Balca.
Actualmente, el área estaba bajo el territorio de la Tierra de las Montañas de Hierro,
Gwenvaella. La península tenía forma de frasco, con el extremo angosto unido al continente. El
plan era que los Héroes de las Seis Flores se reunieran en la base de esa península. Cada
guerrero que demostró su poder ante el Espíritu del Destino en un templo seguramente lo
sabía. No importa de qué parte del mundo se llamara a cada uno de los seis Héroes, si
esperaban en ese lugar, inevitablemente se encontrarían con los demás.

Después de que el Majin se despertara, la criatura tardaría un tiempo en recuperar su fuerza


completa. Antes de que los poderes del Majin se repusieran, los seis Héroes tendrían que
llegar al extremo de la península de Balca para sellar a la bestia de una manera una vez más.
Al Majin le tomaría al menos treinta días desde el momento de su despertar alcanzar su
máxima fuerza. Aunque eso parecía tiempo más que suficiente, en realidad no lo era. Más de
diez mil kyomas acechaban en esa península por los Héroes de las Seis Flores. Solo seis
guerreros entrarían en ese reino. Iba a ser una batalla larga y difícil. Durante los últimos dos
conflictos, más de la mitad de los seis Héroes sacrificaron sus vidas. Pero aquellos que temían
a la muerte no serían elegidos para empezar.

La Península de Balca rara vez era llamada por su nombre formal. Esta franja expansiva de
tierra, ansiosamente esperando la resurrección del Majin, resonaba con el llanto de los
kyomas. Por eso el lugar se llamaba Tierra de los Lamentos.

Después de dejar la capital real de Piena, los dos Héroes primero se detuvieron por la guarida
de Adlet. Allí, el ansioso guerrero se equipó a sí mismo. Metió una variedad de herramientas
secretas en las bolsas de su cintura y metió explosivos, venenos y armas ocultables en la gran
caja de hierro que llevaba en la espalda. Esta gran variedad de instrumentos sería invaluable
para derrotar al Majin. Sin ellos, Adlet no habría podido declararse el hombre más fuerte del
mundo. La caja de hierro era robusta y pesada. Una persona normal se quedaría sin aliento
solo llevándola sobre su espalda. Pero para Adlet, no era una gran carga.

Después de eso, los compañeros galoparon durante todo un día fuera de la Tierra de los
Campos Abundantes, Piena. Ahora estaban en la Tierra de la Fruta Dorada, Fandaen.

"No nos perseguirán más, ¿o sí?"

"Estoy seguro de que ya se rindieron, Nashetania." Mirando por encima de sus hombros, por
supuesto estaban haciendo referencia a la multitud del palacio real en Piena que había estado
persiguiendo a Nashetania. "¿Aunque no crees que eso fue un poco de frío de tu parte? Son tus
vasallos, ¿verdad?"

"Lo son, pero lidiar con ellos todavía es problemático.”

Adlet deliberadamente no se dirigía a su compañera como una princesa. Su intención era


tratarla como un camarada en igualdad de condiciones, y Nashetania parecía estar de acuerdo
con eso.

Mientras avanzaban por el camino, los dos aminoraron la marcha un poco para darles un
respiro a sus cansados caballos. Los huertos los rodeaban hasta donde alcanzaba la vista. La
Tierra de la Fruta Dorada, tal como lo indica su nombre, era un país que producía deliciosas
frutas.

"Es muy bonito,” comentó Nashetania. Esta es la primera vez que veo tantos árboles frutales
cultivados.”

"¿De verdad?" dijo Adlet.

Parecía divertirse mientras contemplaba el paisaje. Adlet pensó que los árboles no eran nada
especial, pero supuso que debía haber sido algo inusual para ella. Un carro de caballos lleno
de limones pasó junto a ellos, dirigiéndose en la dirección opuesta.

"Perdónenme,” dijo Nashetania. "¿Puedo tomar una?"

¿Qué estás haciendo? Adlet se preguntó.

Sin siquiera esperar que el cochero respondiera, Nashetania agarró un limón. Ella lo aplastó
en su mano y bebió el jugo con deleite. "¡Eso estuvo delicioso!" Se limpió la boca y arrojó los
restos exprimidos del limón en el carro. Parecía que esta princesa era un poco extraña—
aunque esto no era nuevo para Adlet. "Es tan pacífico aquí, ¿verdad?" ella comentó, lamiendo
el jugo de su mano. "Pensé que el despertar del Majin sería mucho más grave.”

"Así es como es. La última vez que el Majin despertó, y la vez anterior, el mundo estaba en paz.
Solo ves disturbios una vez que estás cerca de la Tierra de los Lamentos,” dijo Adlet. "Solo
dejará de ser pacífico si perdemos.”

"De hecho. Demos lo mejor.”


A continuación, había un carro lleno de zanahorias que venía en el camino directo hacia ellos.
Nashetania saltó de su caballo otra vez y tomó una sin preguntar. No hay forma de que se la
coma cruda, pensó Adlet, pero de hecho lo hizo. Nashetania convocó una delgada espada
desde la nada. La espada se movió demasiado rápido para que el ojo la atrapara, pelando
limpiamente la zanahoria en solo unos momentos.

"¿Es ese el poder del Espíritu de las Espadas?" preguntó Adlet.

"Así es. Fantástico, ¿verdad? Ya que soy una santa.” Nashetania hinchó su pecho mientras
masticaba la zanahoria. "Y puedo hacer esto también,” dijo levantando su dedo índice. Una
espada brotó desde el suelo, una de más de cinco metros de largo. Era delgada y
espantosamente aguda. Si atravesara a humanos o kyomas, su víctima sería acabada. "E
incluso esto.” Ella dirigió su dedo índice hacia Adlet, convocando espadas de unos treinta
centímetros de largo alrededor del dedo. Uno tras otro, dispararon contra la cara de Adlet.

"¿¡Qué estás haciendo!? ¡Idiota!"

"Esto es bastante fácil de esquivar, ¿no?" Nashetania se rió a carcajadas mientras continuaba
bombardeándolo con proyectiles.

Aunque los esquivó fácilmente, estaba asombrado por el poder de la Santa de las Espadas.

Santa es un término general para guerreros que controlan poderes sobrenaturales. Hay
menos de ochenta de ellas en el mundo, y todas eran, sin excepción, mujeres. Dijeron que
dentro del cuerpo de cada Santa residía un Espíritu que gobernaba la providencia de todas las
cosas. Al tomar prestadas las habilidades del Espíritu interno, una Santa podría ejercer
poderes más allá de la capacidad humana. Entre los muchos Espíritus, el que habitaba el
cuerpo de Nashetania era el Espíritu de las Espadas. Cada Espíritu tenía una sola Santa, Nadie
más aparte de Nashetania podía utilizar el poder del Espíritu de las Espadas. Si ella muriera o
renunciara a su poder, alguien más sería elegido como la Santa de las Espadas. Además de
Nashetania y su poder de las espadas, también estaban la Santa del Fuego, la Santa del Hielo,
la Santa de las Montañas, y otras con una variedad de poderes. Algunas de estas personas
estaban destinadas a ser elegidas como Héroes de las Seis Flores. La Santa de la Flor Única, la
que había derrotado al Majin en el pasado, había recibido al Espíritu del Destino.

"¡Deja de hacer eso!" Adlet agarró uno de los proyectiles y lo lanzó de regreso a Nashetania.
Golpeó su casco y cayó al suelo.

"Lo siento. Me dejé llevar.”

"En serio."

"¿Estás enojado?"

"Estoy enojado. Absolutamente furioso,” dijo, y Nashetania repentinamente se deprimió. Con


una mirada triste en su rostro, mordió su zanahoria cruda. No estoy tan enojado, pensó Adlet,
ahora lamentando lo que había dicho.

"Me disculpo." Sonando deprimida y completamente diferente de antes, Nashetania dijo: "Soy
un poco extraña. Siempre estoy haciendo que mi padre y las sirvientas se enojen conmigo.”
"Hey, no estoy tan enojado.”

"Tal vez solo sea una molestia, no importa a donde vaya.”

Ella es un poco difícil de categorizar, pensó Adlet. Se había vestido con un uniforme de
sirvienta y lo había visitado en la cárcel, engañándolo en el camino, pero enseguida se molestó
solo porque estaba un poco enfadado con ella. Fue incómodo ¿Cómo debería lidiar con esto?
Agarrando las riendas de su caballo, Adlet miró hacia abajo. Todavía incapaz de encontrar
algo que decir, cabalgó junto con ella en silencio. Soy el hombre más fuerte del mundo,
entonces ¿por qué me preocupo por algo tan trivial? Adlet se preguntó, y estaba a punto de
decirle algo a Nashetania cuando notó que ella lo miraba por el rabillo del ojo.

"¿Pensabas seriamente que estaba deprimida?" ella preguntó.

..”. Hey."

Nashetania puso una mano en su boca y una sonrisa burlona apareció en su rostro. Él lo había
olvidado... ella realmente amaba las travesuras.

"¡Ah, ja, ja, ja, ja! Realmente eres divertido, Adlet.”

"Maldición. Mi preocupación fue desperdiciada en ti."

"No me enojaría por algo así. Relax."

Adlet miró hacia otro lado y dio una palmada en la espalda de su caballo, galopando para dejar
atrás a Nashetania.

"¡Por favor, no te enojes!" ella suplicó. "Simplemente me dejé llevar.”

"No bromeo."

"No lo malinterpretes. Normalmente soy más moderada. Esto es tan agradable que no puedo
evitar divertirme un poco."

"Nos dirigimos a luchar contra el Majin en este momento. ¿Entiendes eso?"

"Lo entiendo. Fue solo por ahora. Me disculpo,” Nashetania inclinó la cabeza, sonriendo, "Esta
es la primera vez para mí, sé que habrá peleas, pero aun así, no puedo evitarlo."

"¿Primera? ¿Primera qué?" él preguntó.

"La primera vez que estoy con alguien como tú.” La expresión de Nashetania cambió. Su
sonrisa cambió de fruncida a algo amable y afectuoso. Ella tenía una cantidad de sonrisas
diferentes. Adlet de repente se sintió tímido.

"Poder hablar de la misma manera, hablar sinceramente sobre lo que pienso y siento—tú eres
la primera persona con la que he podido hacer eso,” ella confió.
Adlet fue más allá de tímido, completamente avergonzado. Miró a Nashetania por el rabillo del
ojo. Tal vez solo se está divirtiendo avergonzándome, él consideró, pero ese no parecía ser
el caso.

"Oh, mira—un carro. Iré a buscar otra zanahoria.” Tal vez se dio cuenta de que se sentía
cohibido, o tal vez no, pero a pesar de eso, Nashetania comenzó a morder otra zanahoria
cruda. Los hombros de Adlet se desplomaron mientras la miraba.

Después de eso, Nashetania continuó actuando como lo deseaba. En poco tiempo, se puso el
sol y llegó la noche. Los dos ataron sus caballos al lado del camino y comenzaron a establecer
el campamento. Adlet se preguntó si Nashetania sería capaz de soportar dormir al aire libre
después de haber sido criada en un palacio, pero dijo que lo había hecho muchas veces, por lo
que no tendría problemas. Una vez que Adlet terminó de colocar su ropa de cama, escaneó el
área, comprobando si había algún punto ciego o una cubierta donde un enemigo pudiera
esconderse. Siempre era mejor estar listo por un ataque sorpresa.

"¿Qué ocurre?" Nashetania le preguntó. Sus párpados estaban caídos, y parecía bastante
soñolienta y despreocupada.

"Hey, antes de irnos a dormir, me gustaría preguntarte algo,” dijo Adlet. "¿Qué pasó con ese
asesino que está detrás de los Héroes?"

"Oh, sí, todavía no te he hablado de eso, ¿verdad?" La expresión de Nashetania se volvió


sombría. Parecía que las noticias no eran buenas. "No te lo dije antes, pero de hecho, hace seis
meses, Goldof se fue en un viaje en busca del Asesino de Héroes.”

"Goldof... es un caballero tuyo, ¿verdad?" Adlet conocía el nombre: Goldof Auora: capitán de
los caballeros Cuernos Negros. Un joven luchador prodigioso y el orgullo del ejército real de
Piena. Era el caballero más fuerte de Piena, rivalizando con Nashetania en fuerza.

"Desgraciadamente, no escuché nada alentador. La última comunicación que tuve de él fue


hace un mes y medio, y lo único que dijo fue que no tenía pistas.”

"El asesino podría haberlo acabado.”

"¡Yo creo que no!" Inusualmente para ella, la voz de Nashetania se levantó. "Goldof es fuerte.
Nunca lo he derrotado.”

"¿Qué hay de ese torneo del año pasado?" preguntó. Nashetania había sido la vencedora del
Torneo Ante el Espíritu el año anterior. Adlet había escuchado que se había enfrentado a
Goldof en la final, y al final de una lucha desesperada, ella lo había derrotado.

"Al final, fue fácil conmigo. Pero no se podía hacer nada... por mi posición. Pero nunca he
estado tan frustrada en mi vida. Por eso le hice prometerme—que le no está permitido morir
hasta que pueda vencerlo en una revancha. Es por eso que Goldof no puede morir. No lo hará.
Nashetania deliberó por un momento. ..”. Eso creo.”
"¿Tienes confianza en él o no?"

"Tengo confianza en él. Pero él es algo demasiado joven. Todavía tiene solo dieciséis años.”

"Eso es joven, realmente. Aunque nosotros tampoco podemos hablar mucho," dijo Adlet. Él
tiene dieciocho años, y había oído que Nashetania tiene la misma edad. Eran bastante jóvenes
para asumir el destino del mundo.

"Pero Goldof es fuerte. Es sólo un poco confiable en ciertos aspectos,” dijo.

"Bueno, espero que sea tan bueno como dices. Así que no tiene pistas. ¿Alguna otra noticia?"

"Sí. La Santa del Sol, Leura, desapareció hace un mes.”

"¿Leura? ¿La Santa del Sol?" Adlet hizo una pausa. Ese era otro nombre familiar. Esa Santa era
una leyenda viviente que se dice ejerce el poder del Espíritu del Sol. Cerca de años atrás,
durante una guerra, ella había mostrado todo su poder. Ella había quemado un castillo
asediado por brillantes rayos de calor desde el cielo. Adlet había oído que había conquistado
más de diez fortalezas por sí sola. Una vez que ella se volvió mayor, había asumido el papel de
la anciana que gobernaba a las Santas, pero ahora debería haberse retirado de ese trabajo
también. "Es famosa, pero es demasiado vieja para pelear, ¿no?"

"Sí, ella tiene más de ochenta años,” respondió Nashetania. "No importa cuán poderosa pueda
ser, no creo que esté en condiciones de unirse al campo de batalla.”

"Aunque eso es extraño. Debería haber otros contra los que el asesino iría en su lugar. Alguien
como yo, o tú, o Goldof. Incluso está la Santa de los Pantanos, Chamo. Hay toneladas de
personas poderosas por ahí.”

"Creo que es extraño, también..." Nashetania frunció el ceño. Sentarse aquí hablando no
cambiaría nada.

"Bueno, lo que sea,” dijo Adlet. "Durmamos un poco... tarde o temprano sabremos acerca de
este Asesino de Héroes.”

"¿Tarde o temprano?"

"Terminaremos luchando contra él. No hay dudas al respecto.”

"¿Crees que el asesino es un kyoma? ¿O podría ser un humano?"

"No lo sé."

Nashetania se acostó en su cama. Adlet cerró los ojos, sosteniendo sus rodillas contra su
pecho. En esa posición, podría descansar su mente y cuerpo sin dejar de estar alerta. La tarde
pasó sin ningún evento, y así lo hicieron el día siguiente y el siguiente. El hecho de que nada
sucediera solo hizo que Adlet se sintiera más incómodo.
Los dos continuaron su viaje apresurado durante diez días. Ellos cambiaron sus caballos por
monturas frescas varias veces, durmiendo menos de tres horas al día a medida que
avanzaban. A un ritmo normal, el viaje habría llevado casi treinta días. Terminaron su largo
viaje cuando finalmente cruzaron la frontera hacia la Tierra de las Montañas de Hierro,
Gwenvaella, más allá de la cual yacía la Tierra de los Lamentos. El camino se retorcía a través
del barranco entre montañas empinadas, y toda el área estaba cubierta de bosques profundos.

Poco a poco, comenzaron a escuchar más y más rumores sobre el Majin. Cuanto más se
acercaban a la Tierra de los Lamentos, más sombrías se volvían las expresiones de las
personas que se encontraban. Una vez que llegaron a la Tierra de las Montañas de Hierro, por
aquí y por allá comenzaron a ver a las familias empacar sus cosas para huir.

"Apresurémonos,” dijo Nashetania. Su emoción había disminuido ahora que se estaban


acercando a su objetivo. Ella pudo haber sido inocente, pero no era estúpida.

"Cuidado, los kyomas probablemente comiencen a atacarnos pronto,” advirtió Adlet.

"¿Cómo lo sabes?"

"El enemigo planea atacar antes de que todos podamos unirnos. Eso es lo que hicieron con la
generación anterior de los Héroes.”

"Seguro que sabes mucho sobre esto.”

"Mi maestro metió en mi cabeza todo lo que hay que saber sobre los kyomas,” explicó. "Los
diferentes tipos, los entornos en que viven, sus debilidades y el comportamiento que puedes
esperar ver de ellos."

"Entonces voy a contar contigo."

Después de eso, Adlet y Nashetania continuaron avanzando por el camino, y Nashetania habló
cada vez menos. Finalmente, ella dejó de hablar por completo.

Incapaz de soportarlo más, Adlet rompió el silencio. "Nashetania.”

Ella no respondió. Nashetania estaba agarrando las riendas de su caballo con una expresión
pensativa en su rostro.

"¡Nashetania!"

"¿¡S-sí!?"

"¿Te sientes ansiosa?" preguntó.

Los nudillos de la Héroe estaban blancos por el agarre de sus riendas. Ella las soltó para frotar
el sudor en sus muslos. Era evidente que había perdido la compostura.
"Cálmate,” dijo. "La batalla ni siquiera ha comenzado.”

"T-tienes razón. Me pregunto por qué estoy tan ansiosa.”

Esto molestó a Adlet. "¿Alguna vez has estado en una batalla real antes? ¿Alguna vez has
experimentado una batalla seria, donde la gente está tratando de matarse entre sí?"

"Yo..." Ella se detuvo.

Adivino que no, pensó Adlet. No se podía hacer nada por eso. Ella podría no ser una princesa
modelo, pero no obstante era una princesa.

"¿Soy realmente tan poderosa, Adlet? ¿Qué pasa si todo este tiempo, todo el mundo ha ido fácil
conmigo?" Nashetania se inquietó, mirando sus palmas mientras goteaban sudor.

"Cálmate. No pienses en eso.”

"Aún no nos hemos topado con ningún kyoma... Tengo que calmarme..." Por la forma en que
Nashetania temblaba, era como si su entusiasmo anterior nunca hubiera existido. O no, tal vez
su alegría hasta ahora había sido un intento de sofocar su ansiedad. Pero Nashetania no era
cobarde. Todos se sentían nerviosos antes de su primera batalla real. Ese siempre era el caso,
independientemente de la fuerza.

"Nashetania,” él dijo. "Sonríe."

"¿Eh?"

"Sonríe. Comienza con eso.”

Nashetania se miró las manos y dijo: "No puedo, Adlet. Mis manos no dejan de temblar. No
puedo sonreír." Mientras hablaba, ella levantó la cabeza para mirar a su compañero. Adlet
presionó su nariz con un dedo mientras le masajeaba ambas mejillas. Hnerk. Nashetania
resopló, luego se cubrió la boca, evitando sus ojos.

"Con que sí puedes reírte. ¿Te has calmado?" Adlet preguntó.

Nashetania observó sus palmas de nuevo y luego tocó su cuello, revisando su pulso. "Me
siento mucho mejor. Gracias.”

Viendo la expresión de Nashetania, Adlet asintió. Ella estaría bien. Mientras que todavía era
inocente e inexperta, era una buena guerrera de corazón. "Eso fue lo primero que mi maestro
me enseñó. A sonreír.”

"Tuviste un buen maestro.”

Adlet se encogió de hombros como diciendo, no sé qué decir sobre eso.

Ahora desde ese punto en adelante, se dirigieron directamente a la entrada de la Tierra de los
Lamentos. Su objetivo principal era unirse con los demás, pero Adlet pensó que primero
habría otras pruebas por delante.
Fue entonces cuando un hombre que llevaba a un niño y una mujer con una pierna herida vino
corriendo hacia ellos desde lo más lejos del camino.

"¿¡Qué ocurre!?" Nashetania desmontó y se acercó al trío.

La mujer se aferró a Nashetania y comenzó a llorar. "¡Intentamos escapar! ¡Tratamos de huir,


antes de... antes de que llegaran los kyomas!"

"¡Por favor, cálmese!" dijo Nashetania.

La mujer comenzó a llorar, incapaz de continuar. Nashetania miró al hombre.

"La gente de nuestro pueblo planeaba escapar a la capital junto con los soldados,” él explicó.
"Pero en el camino, fuimos atacados por kyomas, y nosotros... dejamos atrás... a nuestros
amigos... y nuestro más joven..."

Mientras Nashetania escuchaba la historia del hombre, sus manos comenzaron a temblar
levemente otra vez. Adlet le puso una mano en el hombro y le habló en voz baja. "Mantén la
calma. Con tu poder, no tienes que temerle a nada." Después de tranquilizarla, se apresuró a
su caballo y partió al galope. "¡Nashetania! ¡Sígueme!"

"¡V-voy!"

Cuando Adlet sostuvo las riendas de su caballo, consideró la situación. Esto fue justo como lo
había esperado. Los kyomas tenían el objetivo de eliminar a cada uno de los Héroes
individualmente. Por eso quemaban aldeas y atacaban a personas en esta área—para atraer a
los seis Héroes. La última vez, caer por esa táctica le había costado la vida a uno de los Héroes.
Si la victoria fuera su foco singular, entonces la elección correcta sería ignorar esto y seguir
adelante. Pero en la mente de Adlet, esa "elección correcta" era una mierda. ¿Por qué iban a
luchar contra el Majin? Para proteger a los indefensos.

"¡Allí están!,” Gritó Adlet.

Diez kyomas estaban atacando un grupo de carros. Los monstruos tenían unos diez metros de
largo y tenían forma de sanguijuelas. Un cuerno y algunos tentáculos crecían en sus
segmentos de la cabeza, y en el extremo de cada tentáculo había un globo ocular muy humano.

Mientras que los kyomas eran todos de la misma especie, compartiendo un ancestro común,
variaban infinitamente en su forma. Algunos, como éstos, se parecían a sanguijuelas. Otros
parecían insectos gigantescos, otros parecían pájaros y bestias, y algunos incluso parecían
humanos y podían hablar. Lo único que compartían en común era que todos tenían un cuerno
en alguna parte de sus cabezas. Eso era todo.

Alrededor de una docena de soldados y agricultores con sus familias fueron atacados. Muchos
estaban heridos, y un número ya había sucumbido. Adlet saltó de su caballo y corrió hacia la
horda de kyomas. "¡Voy a ralentizarlos! ¡Acaba con ellos, Nashetania!" Gritó mientras corría
detrás de él. En un instante, Adlet sacó una botella de hierro de una de sus bolsas, se quitó la
gorra y vertió el contenido en su boca.
.”.!" Algunos de los kyomas vieron a Adlet. Levantaron la cabeza y le escupieron líquido.

Adlet lo esquivó con un giro hacia adelante. Cuando recuperó sus pies otra vez, golpeó el
pedernal en sus dientes delanteros. La botella de hierro contenía un alcohol concentrado
especialmente mezclado. Llamas salieron desde su boca en las caras de los kyomas. El calor
era tan bajo que la mayoría podía escapar indemne alejando las llamas, pero estos kyomas se
retorcían de dolor. Era exactamente como lo había adivinado: Esta raza era vulnerable al
calor.

La mayoría de las herramientas secretas de Adlet no eran poderosas en sí mismas

Su verdadero valor reside en su versatilidad, que le permite aprovechar las debilidades de los
kyomas en una variedad de circunstancias.

"¡Sabía que eras bueno!" Exclamó Nashetania mientras empleaba el poder del Espíritu de las
Espadas. Las hojas brotaron del suelo para decapitar rápidamente a tres de las criaturas.

Los siete restantes no les prestaron atención mientras seguían atacando a los granjeros. Adlet
inmediatamente retiró su siguiente herramienta—esta una pequeña flauta. Se la llevó a los
labios y sopló.

.”.?"

Ningún ruido. Pero los kyomas que habían estado atacando a los aldeanos se giraron de
repente hacia Adlet. Esta flauta emitía ondas de sonido especiales que atraían a los kyomas.

Adlet esquivó tranquilamente a los kyomas que cargaban hacia él, y Nashetania no dejó que
esa oportunidad se desperdiciara. Ella apuñaló a otros cinco hasta la muerte, y Adlet acabó a
los dos restantes con su espada. Ahora que todo había terminado, la batalla realmente había
transcurrido muy rápido. Matar a los diez kyomas había tomado menos de un minuto.

"Phew.” Adlet no estaba cansado, pero se había quemado. Aunque esta no era su primera vez,
el verdadero combate todavía lo ponía ansioso. Nashetania estaba jadeando. Adlet le puso una
mano en el hombro y dijo: "Eso fue perfecto. No hubiera sabido que era tu primera pelea."

"Fui capaz de luchar con más calma de lo que había imaginado. Si así es como va a ser, creo
que puedo ser útil.”

"Voy a contar contigo.”

Nashetania sonrió.

Después de eso, los dos ayudaron a tratar las heridas de los agricultores.

Los aldeanos amontonaron los cuerpos de sus compañeros en los carros. Fue difícil ver estas
muertes, especialmente las de los padres que dejaron a los niños solos en el mundo.

"¿Están todos aquí? ¿Hubo alguien que le fue demasiado tarde para irse?" Adlet preguntó
mientras trataba a uno de los aldeanos.
Todos parecían mirar hacia abajo como si lucharan por responder, intercambiando miradas el
uno con el otro.

"¿Qué ocurre?" él sugirió.

"Bueno..." Los aldeanos parecían dudar de hablar.

Adlet rápidamente entendió lo que estaba pasando. "Alguien se quedó atrás, eh.”

"H-había una sola chica viajera en la aldea,” dijo uno de los aldeanos, y Adlet inmediatamente
montó su caballo.

Estaba a punto de golpear el flanco de su caballo cuando Nashetania, pareciendo aterrorizada,


le preguntó: "Adlet, ¿a dónde vas?"

"Dijeron que una chica todavía está allí. Voy a buscarla."

Mientras trataba de golpear a su caballo, Nashetania agarró su muñeca. "Espera, por favor.
¿Planeas ir solo?"

"Sí. Tú maneja las cosas aquí." Él azotó las riendas para indicarle a su montura que se moviera,
pero esta vez, Nashetania agarró su cola. "¿Por qué me detienes?" él demandó.

"Es demasiado tarde, Adlet. No llegarás a tiempo."

“..."

"Solo somos dos. No podemos salvar a todos."

Estaba un poco desconcertado. La actitud de Nashetania le pareció sorprendentemente fría.


"Tienes razón,” dijo.

"Es una pena, pero deberíamos darnos por vencidos con esa chica y seguir adelante.”
Nashetania miró tristemente. Ella probablemente quería ayudar tanto como él, pero estaba en
lo correcto al priorizar la derrota del Majin.

"Derrotar al Majin, salvar a la gente... es difícil manejar ambos,” dijo Adlet.

"Esto también es difícil para mí. Pero ahora, pensemos primero en unirnos a los otros Héroes."
La princesa, después de haber asegurado el acuerdo de su compañero, liberó la cola de su
caballo.

En el instante en que lo hizo, Adlet agitó las riendas. El caballo relinchó y empezó a galopar.
"Lo siento, pero voy. Porque soy el hombre más fuerte del mundo."

"¿¡Qué se supone que significa eso!?" ella gritó detrás de él.

Derrotaré al Majin y también salvaré a la gente. Ser capaz de lograr ambas cosas es lo
que me convierte en el hombre más fuerte del mundo, Adlet se respondió silenciosamente a
sí mismo.
Después de aproximadamente media hora de galopar, la cerca que rodeaba el pueblo apareció
a la vista. Las calles estaban en silencio. Adlet no vio a nadie, ya fuera humano, kyoma o
animal. El pueblo estaba completamente desolado. Tal vez los kyomas aún no habían llegado,
o tal vez ya habían terminado el trabajo y se habían ido, o tal vez era una trampa.

Adlet desmontó, desenvainó su espada y procedió con precaución. Había algo extraño junto a
la entrada del pueblo, el cadáver de un kyoma que se parecía a una serpiente gigante. Era
grande, un espécimen mucho más poderoso que los kyomas que él y Nashetania habían
matado. Adlet se acercó al cadáver para ver mejor. Un poder extraordinario había golpeado su
cabeza. Una investigación más detallada reveló una bola de hierro de unos dos centímetros de
diámetro enterrada en el interior de la herida.

"¿Un tirachinas? No. No podría ser... ¿un arma de fuego?" Adlet inclinó la cabeza.

El arma de fuego era un arma que se había desarrollado unos treinta años antes—una versión
miniaturizada de un cañón. Si bien estos dispositivos se estaban volviendo cada vez más
comunes, en realidad no podían llamarse poderosos. A lo sumo, podrían permitir que una
persona sin armadura derribara un jabalí. Adlet nunca había oído hablar de ningún arma de
fuego capaz de matar a un kyoma.

El Héroe ingresó al pueblo. Los cuerpos de kyomas estaban esparcidos por todas partes. Hasta
el último había sido derribado de un solo golpe al corazón o la cabeza. Fue entonces cuando
Adlet finalmente se dio cuenta de que la mujer que había sido abandonada en el pueblo... no
había sido abandonada en absoluto. Ella se había quedado atrás para luchar contra los kyomas
aquí. Y un guerrero solitario en un viaje en un momento como este, con el Majin recién
despertado de su letargo, podría tener un solo propósito. Adlet buscó a la chica en las casas y
en la plaza central, y finalmente se acercó a la choza de un carbonero cerca de las afueras de la
ciudad.

"Oh." Él descubrió a alguien. Levantando la mano, Adlet estaba a punto de gritar, pero se
detuvo a mitad de camino, su voz se atrapó en algún lugar de su garganta. En el momento en
que vio a la chica, se congeló.

Estaba sola, caminando hacia la choza arruinada. Tendría unos diecisiete o dieciocho años. Su
cabello era blanco, y llevaba una capa con un dobladillo deshilachado. En sus brazos, ella
acunaba a un cachorro, cariñosamente acariciando su cuello mientras caminaba. Adlet se dio
cuenta de que esta era la chica que había derrotado a los kyomas, gracias a que el arma se
asomaba por debajo de un hueco en su capa. Pero a Adlet no le importaba eso. La chica llevaba
un cachorro. La visión mundana dejó a Adlet completamente incapacitado para moverse.

"Ahí estás" dijo ella.

Un perro solitario estaba encadenado a un poste frente a la cabaña. Probablemente era la


madre del que está en los brazos de la chica. Ella bajó al cachorro en su pecho al suelo. Saltó
hacia el otro perro, moviendo la cola y retozando.
La chica sacó un cuchillo debajo de su capa, cortando el collar de la madre y liberándola. "Los
kyomas solo atacan a los humanos. Puedes estar tranquilo y vivir aquí.”

Los dos perros corrieron por las rodillas de la chica y luego huyeron para desaparecer en el
bosque. Adlet permaneció inmóvil mientras observaba la escena.

La chica era llamativa. Su rostro parecía bastante joven. Su ojo derecho estaba cubierto con un
parche, y el izquierdo, de un azul claro, con párpados pesados y fríos. Su capa de cuero
escondía la ropa de cuero debajo que se pegaba fuertemente a su cuerpo. Un paño negro
estaba enrollado alrededor de su cabeza.

Esta chica es poderosa—Adlet podía decir eso con una mirada. Se movía con precisión, su
posición le recordaba a una espada afilada. Le dijo que ella era una guerrera casi perfecta. Solo
acercarse a ella sería suficiente para hacerle sentir como si su corazón se detuviera.

Pero la forma en que había acariciado a ese cachorro lo confundió. Sus manos habían acunado
al perro, consolándolo. Eran manos amables. Era como si ella hubiera estado enseñándole qué
era el afecto. La chica miró en silencio al bosque en el que los dos perros habían desaparecido.
Para Adlet, la luz en sus ojos, su expresión, parecía terriblemente efímera. Parecía una flor a
punto de marchitarse, una estrella a punto de hundirse en cualquier momento. Como algo
frágil. Adlet no lo entendió. Ella se veía fría pero también cálida. Terriblemente fuerte pero a la
vez frágil. Esta primera impresión contradictoria le fue confusa.

"¿Quién está ahí?" La chica se giró hacia Adlet.

Su corazón saltó. Su mente se quedó en blanco, y no tenía idea de qué decir. Podía oír su pulso
latiendo en sus oídos. No era que estuviera sorprendido por su belleza. Él no se emocionó y
probablemente tampoco estaba enamorado. Él simplemente no sabía qué hacer. Todo lo que
pudo manejar fue el pánico. "¿Te gustan los perros?" Adlet finalmente exprimió lo incorrecto
para decir.

Con la boca abierta, la chica miró a Adlet con asombro. "Me gustan los perros. Aunque odio a
la gente."

“... Oh. Aunque a mí me gustan ambos."

"¿Quién eres tú?" Exigió la chica mientras sacaba su arma debajo de su capa, apuntándola a los
ojos de Adlet. No sentía absolutamente ningún peligro. "¿Has venido a matarme también?" En
el dorso de su mano izquierda estaba la Cresta de las Seis Flores. Adlet miró distraídamente la
cara de la chica y su cresta. "¿No te importa si disparo?" ella preguntó.

Esas palabras llevaron a Adlet a sus sentidos. Preso del pánico, levantó ambas manos,
mostrándole que no era hostil. "Espera, no dispares. Soy Adlet Mayer. Soy uno de los Héroes
de las Seis Flores al igual que tú." Cuando le mostró el símbolo en el dorso de la mano a la
chica, ella lo miró con recelo.

"He oído hablar de ti. Eres el guerrero cobarde del torneo marcial de Piena. Dicen que eres un
auténtico cretino."
Adlet estaba nervioso. "E-espera. ¿Quién dijo eso? Soy el hombre más fuerte del mundo. No
soy en absoluto un 'guerrero cobarde'," tartamudeó Adlet, tratando de calmar su corazón
palpitante.

"¿Eres uno de los Héroes de las Seis Flores? No hay forma de que lo creyera,” ella se burló.

No podía sentir bondad ni fragilidad transitoria en la forma en que apuntó con el cañón de su
arma de fuego. La chica que estaba allí era un guerrero frío, cauteloso y de origen natural. Su
actitud inmediatamente dispersó la confusión de Adlet. "Los rumores son incorrectos,” dijo.
"Haré lo que sea necesario para ganar, pero no soy un cobarde.”

“..."

"Soy Adlet, el hombre más fuerte del mundo. Un cobarde no sería capaz de llamarse a sí
mismo el más fuerte del mundo. Así que no apuntes con tu arma hacia mí,” dijo con confianza.

Pero la expresión de la chica solo mostraba disgusto, y no dio ninguna indicación de que
bajaría su arma. "¿Dónde están tus aliados?"

"Nashetania está cerca. La conoces, ¿verdad? Ella es la princesa de Piena y la Santa de las
Espadas."

"Nashetania... ya veo. Entonces ella también fue elegida." Todavía no había hecho ningún
movimiento para bajar su arma—aunque debería haber sabido que Adlet no era su enemigo.
Ella lo miró con ojos hastiados. Por lo menos, no era la forma en que la mayoría de la gente
consideraría un futuro camarada de armas. "Dile a Nashetania y a los otros que vas a
conocer..."

“... ¿Decirles qué?"

"Mi nombre es Fremy Speeddraw. Santa de la Pólvora.”

La Santa de la Pólvora. Adlet no había escuchado el título antes. Se decía que los Espíritus
habitaban en todas las cosas, gobernaban sobre la providencia de toda la existencia. Pero
nunca había oído hablar de un Espíritu o Santa de la Pólvora. Sin embargo, lo que le molestaba
más que eso... ¿Por qué debería haber alguna necesidad de que él les dijera a los demás?

"No te acompañaré,” explicó. "Pelearé contra el Majin por mi cuenta. No interferiré con tu
asunto, así que no te involucres con el mío."

"¿De qué estás hablando?" preguntó Adlet.

"¿Hay algún problema con tu audición? Estoy diciendo que operaré por separado de tu grupo.
No te involucres conmigo en el futuro."

Adlet estaba estupefacto. ¿No que el trabajar juntos era lo que los convertía en los Héroes de
las Seis Flores? ¿Qué podría un esperar lograr un guerrero por sí solo?

"Diles exactamente eso. Puedes gestionar un recado básico, ¿no?" Preguntó Fremy, bajando su
arma, luego girando y corriendo. Ella fue bastante rápida.
"¡Hey, espera!" Por supuesto, las meras palabras no tuvieron ningún efecto. Fremy
desapareció en un abrir y cerrar de ojos. "¡Maldición!" Adlet escaneó el área. Su caballo se
acercaba. Sacó su cuchillo de la vaina que llevaba en el pecho y grabó en la silla del caballo:
Nashetania. Conocí a otro Héroe. La estoy siguiendo. No te preocupes por mí—dirígete a
nuestro objetivo. Luego giró al caballo hacia la entrada del pueblo y lo envió galopando de
vuelta. "¡Espera! ¿¡Adónde fuiste, Fremy!?" gritó, pero no hubo respuesta. Adlet se lanzó
contra los árboles.

Correr en el bosque siempre deja huellas—ramas rotas, huellas en las hojas. Si Adlet las
seguía, perseguir a Fremy no debería ser demasiado difícil. Adlet subió a la montaña y
descendió por el otro lado, corriendo todo el tiempo. En varios puntos, las huellas de Fremy de
repente se cortaban, como si estuviera borrando la evidencia de su paso. Alguien que solía
huir correría de esa manera.

"¿Qué pasa con ella?" Adlet murmuró mientras buscaba en el área con su telescopio. Cuando
detectó la débil forma de movimiento de una persona, corrió en esa dirección.

Consideró renunciar a rastrearla y regresar por donde había venido. Estaba preocupado por
dejar a Nashetania atrás. Pero Adlet siguió persiguiendo a Fremy. Su intuición como guerrero
lo instruyó. Algo susurró profundamente en su corazón, diciéndole que tenía que seguir. No
podía dejarla sola.

Él vio su espalda mientras corría por el bosque. Aparentemente, Adlet estaba ganando
terreno. A este ritmo, él podría alcanzarla. Él la persiguió por una hora más, luego finalmente
se dio la vuelta para interrumpirla. "Sólo detente,” él dijo.

"No puedo creer que me hayas atrapado,” dijo Fremy. Los dos se miraron el uno al otro,
jadeando. Ella sacó su arma y apuntó a Adlet. "Te dije lo que necesitabas saber. No me sigas
más."

"¿Qué dijiste?"

"Si me sigues, voy a disparar."

La cólera a fuego lento brotó desde la boca del estómago de Adlet. ¿Después de decir toda esa
basura sobre él, ahora iba a dispararle? "¡Deja de joderme! Estás siendo estúpida. ¿Qué estás
pensando? ¡No puedes derrotar al Majin por tu cuenta!"

"Estás en el camino. Muévete.”

"Y también hay kyomas. Todos nosotros seis tenemos que trabajar juntos, o estaremos
acabados. ¿Eres demasiado estúpida para entender eso?"

"Puedo luchar sola. Puedo ganar sola. Si quieres una prueba, puedo mostrarte."

"¿Ah, sí? ¿Qué planeas mostrarle a Adlet, el hombre más fuerte del mundo?"
La yema del dedo de Fremy tocó el gatillo. Adlet arrojó la caja de hierro de su espalda y puso
su mano en la empuñadura de su espada. No podía retroceder ahora. Los dos se enfrentaron
por un momento. Ninguno de los dos iniciaría una lucha ahora, ni siquiera Fremy. Era una
prueba de voluntad hasta que uno se hiciera a un lado.

"Por lo menos, dime por qué,” dijo Adlet. "Dile a los Héroes por qué vas sola."

"No puedo."

"¿Por qué no?"

Fremy guardó silencio.

"Di algo," él insistió. Ella no respondió.

"Sólo para que lo sepas, soy un tipo obstinado,” continuó Adlet. "Te seguiré hasta que obtenga
una respuesta. Y luego, una vez que lo haga, te seguiré hasta que me digas que me vaya. El
hombre más fuerte del mundo es el menos propenso a saber cuándo rendirse."

"Eres un personaje. ‘El hombre más fuerte del mundo’—sí, claro,” dijo ella.

"¿Por qué vas sola? ¿Por qué no te encuentras con los otros Héroes? Estarás atrapada aquí
hasta que me digas."

Fremy apretó los dientes. Su dedo tembló en el gatillo. Luego bajó los ojos y susurró: "Si los
encuentro, seguramente me matarán."

Adlet estaba aturdido. Lo que estaba diciendo era increíble, pero hablaba en serio. "Eso es
ridículo. Todos somos Héroes de las Seis Flores. ¿Por qué mataríamos a un importante
aliado?"

"No me considerarán 'un importante aliado'."

"¿Por qué no?"

El ojo visible de Fremy se volvió frío abruptamente—y no se parecía en nada a su mirada


fulminante. Ella tenía el aspecto de alguien listo para disparar. "Si te digo, intentarás matarme
también."

Adlet sopesó la situación. Si él la presionara más, terminarían tratando de matarse entre ellos.

"Puedes escuchar por qué, y luego podemos tratar de acabar el uno con el otro, o no puedes
oír por qué, y podemos hacer lo mismo. Elige uno,” dijo.

“..."

"O no puedes decir nada y retirarte."

Adlet devolvió su espada a su funda y recogió su caja de hierro del suelo.


Fremy bajó su arma, pareciendo aliviada. "Lucharé contra el Majin por mi cuenta. Haz lo que
quieras. Si es posible, me gustaría evitar verte de nuevo. "Fremy escondió su arma bajo su
capa y le dio la espalda.

Adlet agonizó. ¿Estaba bien dejarla ir así? Decidió que no, basado en nada más que instinto, e
hizo un feroz salto hacia la renegada Héroe. En el momento en que ella se giró hacia él, arrojó
una bomba de humo. Al amparo del humo, él le quitó su bolso.

"¿¡Qué estás haciendo!?" ella exigió.

"Me dijiste que hiciera lo que quisiera, así lo hice.”

"Devuélveme mis cosas." Fremy sacó su arma una vez más.

Adlet agarró el bolso que le había arrebatado contra su pecho. Lo más probable es que llevara
balas y herramientas para el mantenimiento del rifle. Parecía que también tenía raciones de
viaje y un mapa.

"¿Es esto una especie de broma? ¿O eres un idiota?" Ella preguntó.

"No soy un idiota, y no estoy jugando. Ya he tomado una decisión. Te voy a seguir."

"¿Qué?"

"Ahora que eso está decidido, sigamos adelante." Adlet miró fríamente a Fremy y comenzó a
caminar.

"¿Quién dijo que podías decidir algo? Devuélveme mi bolso. La expresión de Fremy pasó de la
confusión a la ira. Su dedo se movió hacia el gatillo de su arma.

"Whoa, detente allí,” dijo Adlet. "Si me atacas, me escaparé con todas tus cosas. Entonces tú
estarás en problemas."

"¿Quieres ser disparado?"

"¿O vas a robarlo y luego huir? A esta altura, ya deberías haber descubierto que no puedes
superarme."

"¿En qué diablos estás pensando?,” Exigió Fremy.

Adlet reflexionó por un momento, y luego habló lentamente, advirtiéndole a Fremy, "No sé lo
que pasa contigo, pero parece que estás en algún tipo de problema. Te diriges sola a la Tierra
de los Lamentos, donde el Majin y sus kyomas están esperando, y dices que si te encuentras
con los otros Héroes, te matarán. Creo que la mayoría de la gente lo definiría como un
problema."

"¿Entonces?"
"No soy el tipo de persona que puede abandonar a alguien cuando me necesitan. El hombre
más fuerte del mundo es amable, así que he decidido ayudarte."

"¿Estás jugando conmigo? Si esto es un tipo de broma, puedes dejarlo."

"No tengo quejas. Vámonos." Ignorando a Fremy donde estaba parada con su arma apuntando
hacia él, Adlet comenzó a caminar de nuevo.

"No puedo creerlo. ¿Qué? ¿Qué diablos? ¿Qué pasa contigo?" Fremy parecía estar al final de su
ingenio, pero finalmente, ella lo siguió. Los dos pasearon por el bosque en silencio.

He estado actuando por impulso aquí, tomando las cosas tal como vienen, pensó Adlet. ¿Es
esto realmente una buena idea? Había abandonado a Nashetania, y nunca sabría cuándo
Fremy podría tratar de matarlo seriamente. Él la miró. La expresión en su rostro era más que
confusa—parecía asustada. Bueno, lo que sea. Funcionará de alguna manera. "Hey, Fremy.”
Él se giró hacia ella mientras caminaba detrás de él. "No sé cuál es tu situación, pero ahora
mismo, me tomo en serio tu protección. Eres uno de los únicos cinco aliados que tengo."

"Cállate y camina. Esto es incómodo" escupió Fremy, desviando la mirada.

Mientras tanto, Nashetania estaba luchando con kyomas en el pueblo donde Adlet se había
reunido con Fremy.

"… ¡Hambre... quiero... carne... beber... sangre!"

Su oponente era lo que parecía un lobo gigantesco. El hecho de que pudiera hablar el lenguaje
humano, aunque imperfectamente, era una prueba de que era particularmente poderoso. Un
pequeño chorro de sangre rezumaba desde la mejilla de Nashetania. El kyoma levantó su
pierna delantera, intentando aplastarla. Una espada se disparó desde el suelo, interceptando
su cuerpo. "¡Hambriento... hambriento!" Aunque empalado, el kyoma todavía se retorcía.

Nashetania se limpió la sangre en la mejilla con su espada delgada. Luego alargó la hoja y
metió la punta en la boca del kyoma.

El kyoma se retorció en agonía, vomitando. "No puedo... comer la sangre de una Santa... ¡No
puedo tomar la sangre de una Santa!" Los kyomas comían gente, pero los cuerpos de las
Santas como Nashetania eran un veneno mortal para ellos.

"Esto fue aterrador al principio,” murmuró Nashetania, convocando espadas desde el aire
para cortar a la bestia. "Pero ahora estoy bastante acostumbrada a luchar contra kyomas.” Ella
dividió a su víctima en tres, cuatro partes, y finalmente dejó de moverse.

Una vez que la lucha terminó, Nashetania inspeccionó el área. Estaba mortalmente quieto—no
vio kyomas ni a Adlet. Decepcionada, Nashetania recogió una silla de montar que había caído
al suelo y leyó las palabras talladas en ella.
Nashetania. Conocí a otro Héroes. La estoy siguiendo. No te preocupes por mí y dirígete a
nuestro objetivo.

"¿Que está pasando?" Nashetania ladeó la cabeza. "Si la está siguiendo, ¿significa eso que está
huyendo de él? ¿Por qué huiría? ¿Quién es este otro Héroe?" Ella murmuró para sí misma
mientras revisaba el pueblo una vez más para ver si Adlet había dejado algo más atrás.

Fue entonces cuando un caballo negro galopaba hacia el pueblo con un hombre de gran
cuerpo vestido con una armadura negra.

Cuando ella lo vio, Nashetania gritó: "¡Goldof!"

El hombre—Goldof—desmontó al lado de Nashetania y puso una rodilla en el suelo antes de


quitarse el casco e inclinar la cabeza. "Su Alteza. Me disculpo por mi tardanza. He venido a su
lado."

Goldof Auora. Se decía que era el más fuerte de los caballeros de Piena. Su rostro era
permanentemente serio, y la mayoría nunca adivinaría que era más joven que Nashetania. Su
armadura negra era pesada y duradera, y su casco estaba diseñado para parecerse a los
cuernos rizados de una cabra. Llevaba una gran lanza de hierro en su mano derecha,
conectada a su muñeca por una cadena resistente. Su imponente apariencia sugería que era
un veterano de muchas batallas, pero algo en su expresión mostraba una inmadurez
persistente.

"Así que viniste después de todo. Sabía que serías elegido." Nashetania lo saludó
amablemente.

"Es un honor."

"Estoy agradecida de que el Espíritu del Destino te haya elegido. No tengo nada que temer
contigo a mi lado." Nashetania habló con dignidad, pero había algo incómodo en su tono.
Carecía de la informalidad con la que había conversado con Adlet.

"Le protegeré con mi vida, Su Alteza," se comprometió Goldof. "Es mi intención matar al Majin
y acompañarle de manera segura de regreso al rey."

Esa declaración provocó un poco de fruncimiento de ceño. "Goldof.”

"¿Si, su Alteza?"

"A partir de ahora, somos iguales. Compañeros de armas. No me protegerás simplemente; nos
protegeremos el uno al otro."

"Pero Su Alteza..." protestó. "Es una persona distinguida. No puedo permitir que le pase lo
peor."

“... Ya veo. Lo entiendo. Bien." Nashetania le dio un pequeño asentimiento. "En cualquier caso,
tenemos un problema. Un compañero Héroe que estuvo conmigo hasta hace un tiempo
desapareció en algún lugar." Nashetania le mostró la silla de montar.
Goldof leyó el texto e inclinó la cabeza. "No entiendo."

"Yo tampoco."

"¿Quién era este compañero suyo que lo escribió?" preguntó.

"Adlet Mayer. Lo conoces, ¿verdad?"

Cuando Goldof escuchó ese nombre, su expresión cambió. Él también debe haber escuchado lo
que sucedió durante el torneo sagrado.

"No me mires así,” dijo Nashetania. "Es un hombre confiable.”

"¿A pesar de que le abandonó para ir a quién sabe dónde?" Los ojos de Goldof eran agudos,
como si tuviera cuidado con el ausente Adlet.

"Es por eso que vamos a buscarlo ahora. Me pregunto hacia dónde fue,” reflexionó.

Goldof reexaminó la escritura en la silla de montar. Su expresión decía que no solo estaba
pensando en dónde se había ido Adlet, sino considerando el asunto aún más. "Debe haber
comenzado a dirigirse hacia la Tierra de los Lamentos. Si continuamos, creo que lo
encontraremos."

"Quizás esa es nuestra única opción, pero estoy preocupada. Espero que esté bien,” dijo
Nashetania. Goldof no respondió, simplemente ofreciendo el caballo sobre el que había
llegado. Nashetania se negó, ensillando y montando el caballo que Adlet había estado
montando. Mientras galopaban por la carretera fuera de la ciudad, ella dijo, "Goldof. Adlet es
una buena persona. Es bastante extraño, y estoy seguro de que lo encontrarás extraño al
principio, pero creo que una vez que hablen un poco, pueden ser amigos."

"Sí, su Alteza."

"Es un gran mundo aquí. Creo que fue una buena idea salir en este viaje. Nunca me habría
encontrado con una persona tan curiosa como Adlet si hubiera estado en el palacio.”

"¿Es así?"

"Y también... es muy divertido burlarse de él," agregó Nashetania, sacando la lengua con una
sonrisa.

Pero Goldof parecía tener sentimientos encontrados. Él inclinó su rostro hacia abajo para
ocultar su expresión. "Discúlpeme, Princesa, pero..."

"¿Qué ocurre?"

"Acerca de este Adlet, usted, um..." Comenzó a decir algo y luego titubeó. Todavía mirando
hacia abajo, cayó en un largo silencio.

"¿Qué ocurre? Realmente no sé lo que estás implicando. Tal vez tú también has cambiado
durante el tiempo que hemos estado separados."
"Tal vez eso sea así. Me disculpo. Por favor, olvídese de eso,” dijo.

Nashetania ladeó la cabeza, luego juntó las manos y gritó: "Oh, sí. ¿Qué hay de ese Asesino de
Héroes que has estado persiguiendo? ¿Has encontrado alguna pista?"

Goldof negó con la cabeza mientras cabalgaba. "Me da vergüenza decir que, hasta el momento,
no he podido deshacerme del asesino,” dijo.

"Entonces tienes una pista. ¿Y esta información es confiable?"

"Sí, su Alteza. Obtuve este informe de alguien que creo es confiable y que personalmente luchó
contra el asesino,” dijo.

"Entonces, ¿quién es este asesino?" preguntó Nashetania.

La voz de Goldof se puso tensa. "La Santa de la Pólvora"—una chica de cabello plateado que
empuña un rifle. Su nombre es Fremy."
Adlet y Fremy avanzaron hacia la Tierra de los Lamentos. Caminaron en silencio a lo largo de
un camino de montaña, donde todo lo que crecía era la hierba que surgía escasamente entre
las rocas y los guijarros. Según el mapa, una vez que cruzaran dos montañas más, finalmente
podrían ver su destino. Habían pasado seis horas desde que se conocieron, y el sol estaba alto.

"Está un poco caluroso, ¿eh?" Adlet le comentó a Fremy, quien caminaba delante de él.

Ella no respondió.

"Me pregunto si se supone que deberías estar especialmente caluroso por aquí. ¿Sabes algo al
respecto, Fremy?"

Como era de esperar, no hubo respuesta.

"Nunca he oído hablar de la Santa de la Pólvora. ¿Qué tipo de cosas puedes hacer?"

“..."

"Bueno, ya que eres la Santa de la Pólvora, ¿tienes algún explosivo? Te agradecería si pudieras
compartir algo conmigo.”

“..."

"No sabía que había un arma de fuego que podía matar a los kyomas. ¿Quién la hizo?"

Adlet hizo numerosos intentos de hablar con ella en un esfuerzo por mejorar las relaciones
entre ellos, aunque fuera solo por un poco. Pero cada vez, todo lo que obtenía a cambio era un
silencio como de piedra. Estaba empezando a sentirse molesto. Su impresión inicial de su aire
solitario y efímero había desaparecido por completo. Todo lo que podía ver era una mujer
egoísta, grosera e incomprensible. "Di algo. ¿Por quién demonios me tomas?"

"Un idiota descarado, irreflexivo e inmanejable.”

"Oh, así que respondes esa pregunta, ¿¡eh!?" Adlet perdió todo deseo de hablar con ella.
Decidió caminar en silencio.

Se preguntó qué estaría haciendo Nashetania. Esperaba que ella también se dirigiera hacia la
Tierra de los Lamentos. Si ella lo estaba buscando, llegaría tarde con el resto del grupo. Él
también estaba preocupado por haberla dejado sola.

"Si estás preocupado por Nashetania, ¿por qué no vuelves?" sugirió Fremy, como si ella
hubiera leído su mente.

"Nah, no estoy preocupado por ella. Al menos, no tanto como por ti."

"Hmph,” Fremy resopló amargamente. "No pensé que se elegiría a Nashetania. Entre tú y ella,
los Héroes no parecen tan prometedores esta vez."

"Estás equivocado,” dijo Adlet. "Nashetania es inmadura e inexperta, pero es una buena
guerrera.”
"De seguro que eres arrogante—tú llamándola inmadura e inexperta.”

"Soy el hombre más fuerte del mundo. Desde mi punto de vista, todos los demás no tienen
experiencia."

"Eres ridículo,” ella escupió, y ambos se callaron de nuevo.

Cruzaron una montaña, y una vez que terminaran de escalar la siguiente, la Tierra de los
Lamentos estaría a la vista. Cuando se acercaban a la cumbre, de repente Fremy dijo: "¿Puedo
preguntarte algo?" Adlet se sorprendió al escucharla hablar de la nada. "Tengo una solicitud,”
continuó.

"¿Qué es?"

"Eventualmente, trataremos de matarnos unos a otros. No importa lo que pienses ahora,


sucederá.”

"No, no ocurrirá ,” insistió Adlet.

Pero Fremy negó con la cabeza. "Por favor. Cuando llegue el momento, ve fácil conmigo.
Aunque termines derrotándome, no me acabes.”

"¿Qué tipo de solicitud es esa? Prefiero oírte pidiendo que luchemos juntos.”

"Pensé que estarías dispuesto a escuchar una pequeña petición como esta.”

“..."

"No puedo darme el lujo de morir, No hasta que venza al Majin con mis propias manos.” Eso
fue todo lo que dijo Fremy antes de que dejara de hablar. Adlet tampoco pudo decir nada más
después de eso.

No puedo darme el lujo de morir. Ella había pronunciado esas palabras con determinación.
Pero detrás de ellas, Adlet también había sentido una tristeza indescriptible. Pensó en
Nashetania. Estar con ella lo alegraba—pero estar con Fremy era emocionalmente doloroso,
como si algo le presionara el pecho.

"Esa es la Tierra de los Lamentos,” dijo Adlet.

Los dos llegaron a la cima de la montaña; ante ellos yace un extenso paisaje. Los bosques se
extendían desde el pie de la montaña hasta el mar, y un camino delgado y tortuoso atravesaba
el centro del bosque. Más allá estaba el mar negro. Proyectado en el mar estaba la península
de Balea, también conocida como la Tierra de los Lamentos, el territorio donde acechaban los
kyomas y el Majin.

Adlet señaló la raíz de la península y dijo: "Nos vamos a reunir allá, donde finaliza el
continente y la península."

"Tú estás,” respondió Fremy.


No pudieron ver la expansión completa de la región muy bien desde su posición. La tierra
estaba cubierta de escarpadas colinas salpicadas de bosques y matorrales. Extrañamente, toda
la península estaba manchada de negro.

"Wow, ese color,” dijo Adlet. "Con que ese es el veneno del Majin, ¿eh?"

La Tierra de los Lamentos estaba llena con una toxina única que el Majin emanaba desde su
cuerpo. No tenía ningún efecto sobre algún ser vivo que no fuera humano, pero si un humano
la tocaba, la muerte era segura en aproximadamente un día. Solo había una forma de
neutralizar el veneno: ser elegido como uno de los Héroes de las Seis Flores y recibir la
protección divina del Espíritu del Destino. Mientras el veneno del Majin estuviera presente,
solo los seis Héroes podían acercarse. Si no fuera por eso, no habría necesidad de que los seis
atacaran solos.

"¿Entonces qué vas a hacer?" preguntó Fremy. "No quiero encontrarme con los otros Héroes.”

Adlet señaló el pie de la montaña y dijo: "Tengo un poco de curiosidad acerca de ese fuerte.”
Había un pequeño fuerte allí. Parecía parcialmente destruido, y había humo saliendo de él.

Los dos descendieron la montaña y llegaron al fuerte. Estaba dañado, pero parecía que aún
había personas dentro. Fremy se cubrió la cabeza con la capucha, ocultó la cresta de su mano
izquierda y se mantuvo alerta a su alrededor. Adlet encontró a un soldado sentado en la torre
de los arqueros.

"Si hay Héroes allí, voy a correr,” dijo Fremy.

"Entiendo." Adlet asintió con la cabeza y luego llamó al soldado que estaba de turno.
"¡Disculpe! ¿Hay algún Héroe de las Seis Flores aquí?"

El soldado respondió: "No, vinieron hace dos días, pero ya se pusieron en marcha. ¿Quién
eres?"

Adlet intercambió miradas con Fremy. Parecía estar bien por ahora para entrar. "Adlet Mayer.
Soy uno de los Héroes de las Seis Flores. Esta chica es... bueno, no te preocupes por eso."

Aunque parecía perplejo, el soldado descendió de la atalaya y abrió la puerta. Adlet y Fremy
ingresaron al fuerte, y Adlet le mostró al soldado la cresta que demostraba que era uno de los
seis Héroes.

"Estoy muy feliz de verlo, Sir Héroe,” dijo el soldado. "Hay algo que absolutamente debemos
hacerle saber. ¿Podría venir por aquí?"

"¿Qué es?" preguntó Adlet.

"Es muy importante. El éxito de su próxima batalla depende de eso."


Adlet miró a Fremy. Parecía que ella también tenía la intención de escuchar lo que el soldado
tenía que decir.

"Por favor vengan conmigo,” invitó el soldado.” Oh, todavía tengo que presentarme. Mi
nombre es Loren, soldado de primera clase del ejército de Gwenvaella. Actualmente soy el
oficial al mando en este fuerte."

"¿Oficial al mando? ¿Tú?" Adlet preguntó sin pensar. Desde el punto de vista de un soldado,
Adlet podía decir que era bastante capaz. Pero él era de bajo rango, y su equipo también era
escaso.

"Todos están muertos—el general, los capitanes,” explicó. "Las tropas de rango inferior y yo
somos lo único que quedamos. Pero hay algo que debemos proteger, hasta que caiga el último
hombre."

Adlet y Fremy siguieron al soldado Loren hasta la fortaleza. El olor a muerte colgaba pesado
por dentro. Cadáveres humanos y los cuerpos de algunos demonios cubrían el suelo. El daño
fue más grave de lo que parecía desde fuera.

"Por aquí." El Soldado Loren hizo una seña. En el centro del piso, había una pesada puerta de
hierro, que el soldado abrió para revelar un sótano. Aparentemente, la fortaleza había sido
construida para proteger esto. Él los condujo al sótano. En esta pequeña habitación en el
fondo del terreno, había cinco soldados. Y de pie, en el centro de la habitación, había un altar
de una forma que Adlet nunca había visto antes.

"¿Esto es lo que estabas protegiendo?" Adlet preguntó, señalando el altar.

Pero el soldado Loren negó con la cabeza. "Esta es una réplica de lo que estamos aquí para
proteger. Por favor, echen un vistazo a este mapa.” Un mapa de la Tierra de los Lamentos y sus
alrededores estaba tallado en una mesa frente al altar. "El rey de Gwenvaella estableció un
cierto mecanismo para ayudar a los seis Héroes a prepararse para la resurrección del Majin.
Eso es lo que estamos protegiendo.” El soldado puso su dedo en el lado continental del mapa.
"En este momento, un enjambre de kyomas está avanzando hacia el continente, atacando a los
Héroes de las Seis Flores. Creo que es posible que ya se hayan encontrado alguno. Sin
embargo, en el momento en que descubran que los Héroes han ingresado en la Tierra de los
Lamentos, se darán media vuelta y regresarán. Su objetivo es exterminar a los Héroes de las
Seis Flores. Nada más les importa."

"Ya veo,” dijo Adlet.

"Y así, en el más absoluto secreto, el rey de Gwenvaella ha construido un mecanismo para
cercar la península después de que los Héroes de las Seis Flores hayan entrado en la Tierra de
los Lamentos,” dijo el soldado, señalando la frontera entre la Tierra de los Lamentos y el
continente. "Con la ayuda de tres Santas—Niebla, Ilusión y Sal—el rey ha preparado una
poderosa barrera para evitar que los kyomas dejen o entren en este bosque. Se llama la
Barrera Fantasmal.” Había un gran círculo dibujado en el mapa cerca de la entrada a la Tierra
de los Lamentos, indicando el alcance de la barrera.

Los kyomas eran incapaces de cruzar el mar. La costa de la Tierra de los Lamentos era
increíblemente rocosa, por lo que incluso si alguien intentara zarpar, no tendría lugar para
atracar un bote. Algunos kyomas podían volar, pero eran pocos en número. Cerrar este círculo
limitaría a la mayoría de los kyomas dentro del área.

"Es un plan increíble,” dijo Adlet. "Entonces, ¿cómo es esta barrera?"

"Impide la entrada y la salida,” explicó el Soldado Loren. "Eso es todo lo que se pretende que
haga la barrera. Cuando se activa, toda el área dentro de ella estará envuelta en niebla.
Cualquiera que trate de escapar de la niebla perderá su sentido de la orientación, y antes de
que se dé cuenta de lo que está haciendo, se encontrará de nuevo dentro. Por el contrario,
cualquiera que intente entrar terminará saliendo por donde vinieron."

"No tenía idea. Esto es genial,” dijo Adlet, y miró a Fremy. Por el miro en su rostro, ella
tampoco lo sabía.

"La barrera no se ha desplegado todavía,” dijo el soldado. "Una vez que hayamos confirmado
que los seis Héroes ingresaron a la Tierra de los Lamentos, la activaremos.”

"¿Cómo harás eso?" preguntó Adlet.

El Soldado Loren señaló un punto a poca distancia de la fortaleza.

"Aquí hay un templo construido con el propósito de activar la barrera. El templo está rodeado
de fortificaciones construidas por la Santa de la Sal que lo protegen de los kyomas, por lo que
no tienes que preocuparte por su destrucción."

Al escuchar la descripción del soldado, Adlet quedó impresionado. Era un plan excelente.

Luego, el soldado Loren indicó un área en el mapa cerca de la Tierra de los Lamentos. "Uno de
los Héroes de las Seis Flores, Lady Mora, la Santa de las Montañas, está esperando aquí. Visitó
esta fortaleza hace dos días. Le contamos acerca de la barrera y discutimos las cosas.”

Uno de los seis Héroes los estaba esperando. Cuando Fremy escuchó eso, su expresión se
tornó algo sombría.

"¿Entonces?"

"El plan es que una vez que los seis Héroes se hayan reunido en ese punto, Lady Mora lanzará
una bengala para señalarnos. Cuando veamos esa bengala, nos dirigiremos al templo y
activaremos la barrera. Si somos atacados por kyomas y somos aniquilados antes de que los
seis Héroes se reúnan, entonces nosotros lanzaremos una bengala en su lugar."

"¿Para qué?"

"En ese caso, enviar a uno de los Héroes al templo para completar nuestra misión. Después de
consultar con Lady Mora, hemos llegado a la conclusión de que ese es el mejor plan."

Adlet guardó silencio. Según lo que describió el Soldado Loren, la persona que activara la
barrera no podría dejarla. En otras palabras, uno de los seis Héroes sería aislado de la
verdadera batalla. Pero Adlet sintió que había valor en activar esta barrera, incluso si eso
significaba perder a uno de los Héroes.
"Dentro del templo, hay un altar como este. Por favor, miren,” instó el Soldado Loren.

Adlet se paró frente a la réplica del altar. Era un asunto simple. Había un pedestal y una sola
espada decorativa. A la izquierda, había una tabla de piedra, y a la derecha, había un libro
escrito en jeroglíficos.

"Activar la barrera es fácil,” dijo el soldado. "Simplemente colocas la espada en el pedestal,


pones tu mano en la tabla de piedra y dices, Niebla, levántate.”

"Entendido,” dijo Adlet. "Lo recordaré. Pero activar la barrera es tu trabajo.”

"Entiendo. Llevaremos a cabo esta misión, incluso si eso significa nuestras vidas.”

Adlet extendió su mano hacia el Soldado Loren. El soldado sonrió y aceptó su apretón de
manos. Los dos se agarraron fuertemente las manos.

Adlet y Fremy abandonaron la fortaleza y se dirigieron hacia la Tierra de los Lamentos.


Tardarían unas tres horas en llegar al punto en el que debían reunirse, y donde Mora, la Santa
de las Montañas, estaba esperando.

"Bueno, estamos en un aprieto,” dijo Adlet. Fremy había estado en silencio desde que escuchó
la discusión en la fortaleza sobre la barrera. "Dijo que Mora está esperando en la entrada de la
Tierra de los Lamentos, y Nashetania bien podría encontrarse con ella en este momento,
también. Parece que será difícil entrar en la Tierra de los Lamentos sin ser notados por ellos."

"No me hables, estoy pensando.”

Adlet se encogió de hombros. "Hey, ¿por qué no nos juntamos con el resto de los Héroes por
ahora? Podemos pensar en lo que vamos a hacer después de eso."

"Si se supone que es una broma, no me estoy riendo. Si nos ruenimos con los otros Héroes,
terminaremos tratando de matarnos unos a otros."

Adlet no creía que las cosas llegaran a eso. Eran un equipo, y solo había seis de ellos. Lo que
sea que haya sucedido en el pasado, se suponía que debían olvidar todo eso por el momento y
trabajar juntos. Adlet planeaba reconocer a todos los Héroes como camaradas, sin importar
qué tan malvados pudieran ser, por el bien de derrotar al Majin.

"Por supuesto, no tengo la intención de caer tan fácilmente," agregó Fremy.

"No te preocupes. Si terminas luchando, te protegeré.” Lo dijo como una broma. Pensó que ella
diría algo así como Deja de jugar conmigo y rechazaría su comentario de todos modos.

Pero Fremy reaccionó un poco inesperadamente. "Adlet, tú..." Tenía la sensación de que esta
era la primera vez que usaba su nombre. "Eres una persona amable, ¿verdad?"
Escuchar eso lo avergonzó. Adlet se sonrojó un poco. Así que finalmente dejó de ser tan
maleducada, pensó, pero luego Fremy le lanzó una mirada que envió un escalofrío que le
recorrió la espalda.

"No me muestres esa amabilidad. Me dan ganas de matarte."

Estaba a punto de preguntarle de qué estaba hablando, pero antes de que las palabras salieran
de su boca, él la apartó. Él había sentido un aura asesina detrás de ellos. Ahora había una
espada blanca sobresaliendo de donde Fremy había estado. Cuando Adlet se giró, vio a
Nashetania en el bosque.

"¡Adlet, aléjate de ella, por favor!" gritó la princesa.

Fremy se puso de pie, desenfundó su arma y disparó con un movimiento suave. Las espadas
brotaron del suelo para bloquear sus balas, y luego un alto caballero con armadura negra
emergió del bosque para cargar contra Fremy. Adlet bloqueó su camino, haciendo a un lado la
lanza del caballero con su espada.

"¡Espera! ¡Detente! ¡No la ataques!" Adlet gritó.

Pero ni Nashetania ni el caballero estaban escuchando. "¡Te dijo que te movieras! ¿Eres
sordo?" gritó el caballero.

"¿¡Qué diablos están haciendo ustedes!?" Adlet gritó de vuelta.

Nashetania presionó a su ataque contra Fremy, quien mantuvo su arma apuntando a


Nashetania mientras esquivaba las espadas a sus pies. Adlet bloqueó al caballero, que
intentaba atacar a Fremy desde atrás.

"¿Por qué estás tan sorprendido? Te dije que si nos encontráramos, acabaríamos tratando de
matarnos unos a otros,” dijo Fremy desdeñosamente.

Adlet lo sabía. Pero también pensó que tendrían un poco más de espacio para la discusión.
"Estás en el camino, Adlet.” El alto caballero giró el mango de su lanza.

¿Por qué él sabe mi nombre? Adlet se preguntó, pero no tuvo tiempo de pensar en ello.
Bloqueó el mango de la lanza con su espada, pero fue derribado con espada y todo. Incluso en
el aire, sin embargo, se las arregló para arrojar algo de arena a los ojos del caballero. Fremy no
dejó que la oportunidad se desperdiciara. Apuntó el cañón de su arma al alto caballero, pero
Adlet usó su espada para golpear una piedra hacia su compañero, golpeando su muñeca.

Los cuatro se movieron en un vertiginoso round. Nashetania y el caballero atacaron a Fremy, y


Fremy respondió sin piedad. Adlet trató desesperadamente de interceder y detener la lucha.

"¡Adlet! ¿Por qué estás tratando de detenernos?" Nashetania gritó, evidentemente impaciente.

Adlet le gritó aún más fuerte. "¡Todos, paren! ¡Ella no es nuestra enemiga! ¡Es una de los
Héroes de las Seis Flores!"

"¿Eh? ¿Qué acabas de decir?" preguntó Nashetania.


Fremy y Nashetania se congelaron. El caballero estaba de pie de forma protectora frente a
Nashetania. Adlet, se puso a sí mismo entre los tres. "Mira su mano izquierda,” dijo. "Ella es
una de los Héroes. Ella no es nuestra enemiga."

Nashetania y el alto caballero miraron a Fremy. Cuando notaron la cresta en su mano


izquierda, jadearon pero no bajaron las armas. "¿Q-qué está pasando aquí, Goldof?"
Nashetania le exigió al alto caballero.

"No lo sé. Todo lo que sé con certeza es que Fremy es nuestra enemiga,” respondió Goldof,
apuntando con la punta de su lanza a Fremy.

"Hey, gran idiota. ¿Eres tú el que se lo metió en la cabeza? ¿De qué demonios se trata esto?"
Adlet acusó.

Goldof solo miró al joven sin contestar las preguntas. "Entonces eres Adlet, ¿eh? ¿Qué estabas
haciendo, yendo a quién sabe dónde y abandonando a la princesa?"

"Responde mi maldita pregunta. Realmente me estás molestando." Adlet y Goldof se miraron


punzantes el uno al otro. Nashetania, de pie detrás de Goldof, intentó pacificarlo.

En un esfuerzo por mediar, Adlet habló especialmente en voz baja y lentamente. "Primero,
escucha. Nashetania, ¿por qué atacas a Fremy? Ella es una de nosotros."

"No, ella no lo es,” insistió Nashetania. "Adlet, aléjate de ella."

"Por favor, responde mi pregunta. No sé lo que está sucediendo en este momento."

"Adlet, puede que no lo creas, pero... ella es la que ha estado matando a potenciales Héroes."

Adlet miró a Fremy. Ella estaba impávida con su arma levantada mientras miraba a la otra
mujer.

"¿Ella es el asesino? ¿De qué estás hablando?" preguntó Adlet.

"Goldof es quien me informó,” dijo Nashetania. "Es confiable.” Goldof asintió con la cabeza.

“... Fremy." Adlet miró a su compañera una vez más. Tiene que ser una mentira, pensó.

Pero Fremy respondió como si hubiera esperado todo esto. "Es verdad."

"¿Q-qué?" tartamudeó Adlet.

"Te lo dije—te dije que si explicaba por qué, acabaríamos tratando de matarnos unos a otros.”
Fremy giró su arma desde Nashetania hacia Adlet.

"No puede ser cierto,” dijo.


"Lo es. Matra Wichita, Houdelka Holly, Athlay Aran. También maté a varios más... a aquellos
que parecían podrían ser elegidos como uno de los seis. Goldof y Nashetania estaban en mi
lista de objetivos potenciales también. Sin embargo, ni siquiera te había considerado a ti."

Adlet recordó lo que Nashetania le había dicho antes. "¿Qué hay de Leura? ¿Mataste a la Santa
del Sol también?"

Fremy parecía vagamente confundida. "¿La Santa del Sol, Leura? No sé nada de eso. Aunque
ella estaba en mi lista."

"Eso no importa,” dijo Nashetania. "Adlet, ella es peligrosa. Ven aquí, por favor."

Pero Adlet no apartó la vista de Fremy. "¿Por qué? ¿Por qué mataste a estos potenciales
Héroes?"

"¿No es obvio?" Fremy preguntó. "Por el bien de la resurrección del Majin. Si tuviera éxito en
matar a todos los guerreros más fuertes, entonces los Héroes elegidos no serían más que
débiles."

Adlet estaba sin palabras.

Con su voz hinchada de ira, Goldof rompió el silencio. "Ahora lo sabes. Esta mujer—Fremy es
nuestra enemiga.” Nashetania y Goldof se separaron en direcciones opuestas, rodeando a
Fremy desde cualquier lado.

Adlet estaba congelado en su lugar. Fremy era un asesino que había matado a potenciales
Héroes mientras era al mismo tiempo un Héroe que llevaba la misma Cresta de las Seis Flores.
Si ambos fueran verdad, ¿en qué identidad debería confiar? Fue entonces cuando lo que
Fremy había dicho se metió en la cabeza de Adlet.

"¡No!" Adlet se levantó, protegiendo a su compañero.

"Adlet, ¿por qué?,” Suplicó Nashetania.

¿Es esta la mejor idea? Adlet se preocupó. Pero Fremy había dicho que no podía permitirse
morir hasta que matara al Majin. Él creía que ella había estado diciendo la verdad.
"Nashetania, Goldof, escuchen,” dijo. "Los Héroes de las Seis Flores no son elegidos puramente
sobre la base de la capacidad de lucha. La voluntad también es parte de ella—su deseo de
derrotar al Majin. Alguien que quiera ponerse del lado del enemigo no podría haber sido
elegido como uno de los Héroes de las Seis Flores, sin importar lo poderosos que fueran."

"Pero ella—" comenzó Nashetania.

"Fremy,” dijo Adlet. "No estás tratando de resucitar al Majin en este momento, ¿correcto?"
Fremy asintió, y continuó. "Tienes una razón ahora—una razón para luchar contra el Majin al
cual estabas tratando de resucitar.”

"Sí,” admitió Fremy.


Adlet se giró hacia Nashetania y extendió sus manos. "¿Lo entiendes, Nashetania? Ella es la
que ha estado matando a los posibles Héroes, pero ahora la situación ha cambiado."

"¿Y tú crees eso?" preguntó Nashetania cautelosamente.

"Confío en ella. Puedo decir que su deseo de vencer al Majin es real. Incluso si alguna vez fue
enemiga de los Héroes, ahora mismo, sé que es nuestra aliada."

"Pero—"

"Si vas a seguir luchando, me voy a poner del lado de Fremy," dijo. Nashetania consideró esto
por un momento, y luego Goldof habló.

"Discúlpeme, pero debo decir esto princesa, ¿Adlet es realmente alguien en quien podemos
confiar?"

"Me has molestado todo este tiempo. ¿Cuál es tu problema?"

"Estoy aquí para proteger a la princesa. Cualquiera que exponga a la princesa al peligro es mi
enemigo.”

"Bien. Ahora mismo, solo pídele a Nashetania que guarde su espada."

"Adlet. No te refieras a la princesa de manera informal.” Goldof estaba claramente enojado,


pero Nashetania lo contuvo.

"Ustedes dos peleando no nos van a llevar a ninguna parte. Entiendo, Adlet. Si vas a ser tan
insistente al respecto, entonces no tengo otra opción. Goldof, haremos lo que él dice por
ahora." Nashetania envainó su espada, y Goldof también bajó su arma a regañadientes. Adlet
dejó escapar un suspiro de alivio. "Pero... por favor cuídate,” agregó. "Eres del tipo que es
fácilmente engañado."

"Está bien," respondió Adlet. "Soy el hombre más fuerte del mundo. Nadie me va a engañar."

"Estoy bastante incómoda con esto," dijo Nashetania.

Adlet miró a Fremy. "También guarda tu arma ahora. Ya no tienes que preocuparte de que te
maten."

"Por el momento." Fremy bajó su arma y luego la enfundó en su cintura.

"Fremy,” dijo Nashetania. "Para que lo sepas, no confío en ti. Confío en Adlet."

"Seguro que eres ingenua por confiar en un chico así," respondió Fremy.

Incluso después de que Nashetania y Fremy habían bajado sus armas, aún había una
atmósfera explosiva entre ellas. Y luego estaba Goldof, sus ojos llenos de animosidad estaban
fijos en Adlet.
Adlet se sintió intensamente ansioso. ¿Serían los Héroes de las Seis Flores realmente capaces
de enfrentar al Majin en la batalla?

Los cuatro decidieron comenzar dirigiéndose juntos al punto donde Mora los esperaba. Como
Fremy había aceptado ir con ellos, Adlet le devolvió el bolso que le había robado. Comenzaron
a caminar por el sendero del bosque. Nashetania y Goldof caminaron juntos, y Adlet estaba un
poco más lejos. Fremy mantuvo una distancia incluso mayor entre ella y los demás. Sus
posiciones indicaban sus afinidades relativas entre sí.

"Hey, Fremy,” llamó Adlet.

"¿Qué?"

"Te salvé el trasero, ¿así que quizás podrías darme las gracias?"

"No hay ninguna razón para que haga eso,” dijo fríamente Fremy. Adlet se encogió de
hombros.

Entonces Nashetania le susurró algo para que no la oyeran. "Adlet.”

"¿Qué ocurre?" preguntó, pero la única respuesta que le dio fue una mirada fría. "Lo siento por
abandonarte,” dijo. "Pero no tuve elección. Es su culpa por huir.” Los ojos de Nashetania se
volvieron aún más fríos cuando ella lo miró. Adlet se encogió.

"Parece que te has acercado mucho a ella en solo un día," comentó.

"¿Que se supone que significa eso?"

Nashetania se llevó una mano a la boca y le sonrió maliciosamente. Lo que lo hizo diferente
esta vez fue el auténtico rencor que acechaba en sus ojos. "Me preguntaba por qué la
defenderías. Pero ahora veo. Con que así es como son las cosas, ¿verdad? Ella es una mujer
bastante hermosa después de todo, realmente tengo envidia."

"Hey…"

"Sí, sí, lo entiendo muy bien. Los hombres son muy aficionados a las mujeres de ese tipo, del
tipo que inspira sus instintos de protección."

"Escucha, Nashetania..."

"Sí, sí, espero que ustedes dos se lleven muy bien. Hmph.” Después de arrojar sarcasmo sobre
Adlet, Nashetania se alejó de él.

“... ¿En serio eres una princesa?" él preguntó.

"A menudo me preguntan eso, pero sí, lo soy,” dijo Nashetania, y luego se giró para otro lado.
¿Qué demonios? Adlet no pudo evitar preguntarse en silencio.

Un silencio pesado se cernió sobre los cuatro. Fremy continuó ignorando por completo al
resto. Goldof estaba mirando a Adlet como si estuviese bastante malhumorado por el hecho de
que el otro hombre hablara con Nashetania. Solo de pensar que la atmósfera sería así todo el
camino hasta que se reunieran con Mora puso una nube sobre la cabeza de Adlet. Y para el
caso, ¿por qué este tipo Goldof le fruncía el ceño? Decidió intentar iniciar una conversación.

"Hey. Con toda esa conmoción, no pude presentarme correctamente, pero es un placer
conocerte. Soy el hombre más fuerte del mundo, Adlet Mayer."

"Okay." Hubo un claro disgusto en el tono de Goldof.

"Escuché que estabas persiguiendo al Asesino de Héroes... a Fremy."

"Así es."

"Entiendo que no estés muy feliz con esto, pero solo aguanta por ahora. Por lo menos, hasta
que sepamos más sobre lo que está pasando," dijo Adlet.

"¿De qué estás hablando?" se burló Goldof. "Todo lo que hago es seguir las órdenes de la
princesa."

Eso es extraño, pensó Adlet. Parece que no está enojado por Fremy. Entonces, ¿por qué me
odia? "Lo siento por lo que hice en el torneo,” dijo Adlet, "herí a tu comandante. He querido
disculparme por eso."

"No es realmente algo por lo que necesites disculparte."

Parece que esa tampoco es la razón. Entonces, ¿por qué? Mientras Adlet reflexionaba,
Goldof le habló—en un susurro, para no dejar que Nashetania escuchara.

*(Porque Nashetania te tiene ganas, date cuenta…)

"Adlet... ¿cómo has alagado a la princesa?" preguntó.

Con esa línea, todo tenía sentido. Adlet miró a Nashetania y luego a Goldof. Bien, entonces.
"¿Qué? ¿Te preocupa que yo sea cercano a la princesa?"

"N—no estoy preocupado por eso..." tartamudeó.

"Relájate, no es lo que piensas. Si te preocupas por cosas tan estúpidas como esas, se va a
burlar de ti."

Goldof se atragantó. "¿De qué estás hablando? No seas estúpido."

Ahora este era un hombre fácil de entender. Goldof aparentemente no le gustó que Adlet fuera
amigo de Nashetania. No se parecía a eso, pero todavía tenía unos dieciséis años y era
simplemente un niño por dentro. "Haz tu mejor esfuerzo y protege a la princesa," dijo Adlet.
"Hablé de muchas cosas con ella mientras viajábamos. Realmente parece confiar en ti. Tú eres
el único que puede protegerla."

"Por supuesto. Solo yo."

Lanzando tales obvios halagos los dientes de Adlet se pusieron de punta, pero el mal humor
de Goldof aparentemente había disminuido un poco. Su previsibilidad le ahorraría problemas
a Adlet. Goldof no se parecía en nada a Fremy y Nashetania.

"No hay enemigos viniendo a nosotros, ¿eh?" Goldof murmuró.

Sí, tiene razón, pensó Adlet. Era muy pacífico. ¿Por qué fueron capaces de continuar esta
conversación tonta incluso cuando se encontraban en la Tierra de los Lamentos, donde
acechaban los kyomas? Adlet estaba encontrando la paz cada vez más siniestra.

Fue entonces cuando Fremy, quien había estado en silencio todo el tiempo, habló. "Esto es
extraño." Cuando los tres se giraron, Fremy estaba mirando hacia atrás, mirando al cielo. "Ha
habido kyomas voladores dando vueltas en el cielo detrás de nosotros desde hace un tiempo."

Adlet sacó un catalejo del bolsillo de su pecho y miró en la dirección que Fremy había
indicado. Ella tenía razón—algunas criaturas parecidas a pájaros estaban dando vueltas en el
aire.

"No hay muchos. No puede ser demasiado," dijo Nashetania.

"¿No es esa dirección...?" Adlet miró la distancia de los kyomas y comparó sus medidas
visuales con su mapa mental. "Esto es malo. Ahí es donde está el templo de la Barrera
Fantasmal."

La tensión hervía a fuego lento entre ellos. Según lo que había dicho el Soldado Loren, la
barrera estaba hecha para que los kyomas no pudieran acercarse, pero aun así, la situación
era motivo de preocupación. Adlet se giró hacia Fremy. "¿Puedes golpearlos desde aquí?"

"Sería difícil. Tenemos que acercarnos más," respondió ella.

"Simplemente dejaron caer algo," murmuró Goldof. Cuando Adlet miró, pareció como si los
kyomas escupieran algo desde sus bocas. Momentos después, se escuchó un estruendoso
rugido y un humo creciente.

"Adlet, ¿qué demonios fue eso?" preguntó Nashetania.

"Bombas. Los kyomas están arrojando bombas sobre el templo,” dijo.

"¿Bombas? ¡Eso es ridículo!"

Adlet estaba sorprendido también. Algunos kyomas poseían inteligencia, pero no podía
imaginar que tuvieran la habilidad o las materias primas necesarias para fabricar explosivos.

Nashetania miró a Fremy y dijo, "Tú eres la Santa de la pólvora, ¿no? No es obra tuya,
¿verdad?"
"No sé nada al respecto," insistió Fremy.

"¡Solo vamos!" dijo Adlet.

Los cuatro corrieron por donde habían venido. Si corrían tan rápido como podían, tardarían
unos quince minutos en llegar allí. Pero después de unos cinco minutos en un sprint, se
encontraron con una línea de kyomas de pie al otro lado del camino, bloqueándoles el paso.
No habían visto señales de ningún kyoma cuando pasaban por el área antes. Estos estaban
claramente allí con el expreso propósito de detenerlos.

Nashetania gritó, "¡Vamos a atravesarlos, Goldof!"

En respuesta, Goldof se agachó y luego corrió hacia uno de los kyomas como una bala gigante.
Empujó su lanza en un movimiento giratorio con todo su peso corporal detrás de él. Su
objetivo era un kyoma que parecía un oso con la cabeza de un insecto. A pesar de que su
enemigo tenía casi diez veces su masa corporal, Goldof arrojó a la criatura hacia atrás. Luego
trató de atravesar la abertura que había creado, pero un kyoma tigre que había estado parado
junto al kyoma oso rugió. Era difícil entender lo que decía, pero la criatura definitivamente
hablaba el lenguaje humano.

"Ellos... vienen. ¡Ro... deen... los!"

La fila de kyomas atacó a su objetivo más cercano, Goldof, todos a la vez.

Él es demasiado impaciente, pensó Adlet. Es como si les estuviera suplicando que lo


abrumaran. Estos kyomas estaban un peldaño por encima de los que habían destruido antes.
Entendían el habla humana y tenían el intelecto necesario para un cierto grado de estrategia.
Eran kyomas maduros, aquellos que habían vivido varios años.

Goldof dispersó a los kyomas que lo atacaban desde cualquier lado. Nashetania defendió su
espalda y terminó con los que cayeron. Adlet y Fremy también estaban rodeados. Adlet arrojó
la caja de hierro de su espalda y los enfrentó. La batalla se volvió caótica. A este ritmo, sería
imposible romper el círculo de enemigos y escapar hacia su objetivo.

"Adlet, por favor dirígete al templo. ¡Nos haremos cargo aquí!" Gritó Nashetania mientras
bloqueaba los ataques de un kyoma lobo.

"Sí, lo tengo," dijo Adlet. "¡Atravesar este tipo de situaciones difíciles es el trabajo para mí!
Hey, Fremy, Goldof—miren esto. ¡Soy el hombre más fuerte del mundo!"

"¡Deja de presumir y ve!" ordenó Nashetania.

Aunque no solo había estado presumiendo—durante su discurso, se le ocurrió una manera de


atravesar la línea. "¡Nashetania, Goldof, Fremy!" él gritó. "¡Ataquen a los kyomas en el lado del
templo tan fuerte como puedan!"

Nashetania y Goldof asintieron. Fremy era inexpresiva, pero parecía estar básicamente de
acuerdo. Goldof envió a un kyoma volando con un golpe de su lanza. Nashetania apuñaló al
que tenía detrás con una de sus espadas, y la bala de Fremy atravesó a otro que había estado
frente a Adlet.

"¡Perfecto!" Adlet corrió por el plano de la espada invocada de Nashetania. Cuando un último
kyoma lo atacó, usó un dardo venenoso para obligarlo a retirarse. Adlet atravesó el círculo y
empujó hacia adelante al templo.

"¡Contamos contigo!,” Exclamó Nashetania.

"¡Estoy en eso!,” Respondió Adlet. Sin que se lo dijeran, Nashetania bloqueó a cualquier
criatura que intentara perseguirlo. Nadie lo estaba persiguiendo. Parecía que su camino
también estaba libre de emboscadas.

Él corrió a toda velocidad durante unos diez minutos. Los sonidos de la batalla se volvieron
distantes, y finalmente, el bosque se abrió para que Adlet pudiera ver el templo. "Esto es
todo," dijo, deteniéndose para ver bien. Los kyomas que habían estado bombardeando ya se
habían ido, pero el olor a pólvora permanecía denso en el aire.

El templo era más pequeño de lo que esperaba—aproximadamente del tamaño de una casa
promedio. Pero sus paredes de piedra eran sorprendentemente robustas. Todo el edificio
estaba rodeado por una veintena de pilares blancos—probablemente la barricada de la Santa
de la Sal para mantener alejados a los kyomas. Fuera del anillo de pilares, podía ver las huellas
dejadas por una gran variedad de kyomas, pero ni una sola dentro del anillo. Aparentemente,
los kyomas no pudieron pasar entre ellos.

Algunas partes de los pilares de sal faltaban debido al bombardeo, y también había marcas de
quemaduras en el templo. El edificio, sin embargo, estaba firmemente intacto. Entonces no
hay daño, ¿eh? Pensó Adlet. Fue entonces cuando vio a una mujer tendida en el suelo junto a
uno de los pilares de sal.

"Hey, ¿¡qué ocurre!?" Adlet corrió hacia ella. La mujer estaba vestida con el atuendo de una
sacerdotisa. Parte de su espalda estaba terriblemente quemada. "¡Espera, trataré tus
heridas!,” dijo, y levantó a la mujer para que se sentara. "¡No te preocupes, no son profundas!"
Buscó a través de las bolsas en su cintura para la medicina.

"Apri... sa...,” dijo la mujer, señalando hacia el templo.

"¡No te preocupes por eso ahora! No te muevas."

"Aprisa... ahora... no lo lograrás... por favor... eso es todo..."

Adlet apretó los dientes. Por mucho que él hubiera querido tratarla, no tenía la medicina.
Debería haber traído mi caja de hierro, pensó. Luego tendría vendajes y gasas medicinales
para quemaduras.

"Estaré bien... soy... una santa, después de todo...," dijo.

"¡No te mueras aquí!,” respondió mientras colocaba suavemente a la mujer en el suelo, luego
pasó a través de los pilares de sal para pararse frente al templo.
Las puertas estaban selladas con una cerradura robusta. Adlet metió su espada en el ojo de la
cerradura y la giró con fuerza, pero la cerradura no se movió. "Maldición, ¡no escuché nada
sobre las puertas cerradas! ¿¡Tienes la llave!?" le gritó a la mujer, pero ella negó con la cabeza.

Adlet sacó algunos explosivos de una bolsa, los adhirió a la cerradura con adhesivo y los
encendió. La cerradura saltó de la puerta con un fuerte golpe, y dos soldados emergieron
desde adentro. Los soldados llevaban una armadura de cuerpo completo con púas que
sobresalían. Ellos cargaron contra Adlet.

"¿¡Qué demonios están haciendo ustedes!?,” él gimió.

Los soldados fueron directamente hacia él, pero no fueron tan rápidos. Adlet ni siquiera tuvo
que usar sus herramientas secretas, solo los golpeó en la cabeza con la empuñadura de su
espada para derribarlos. Pero cuando sus cascos cayeron, él vio que las armaduras estaban
vacías.

"¿Qué diablos?" Adlet estaba a punto de preguntarle a la mujer en traje de sacerdotisa qué
estaba sucediendo cuando estalló en una risa estridente.

"¡Hee-kee-kee-kee-kee-kee-kee!" Postrada en la tierra, se contorsionó y se rió. Su cuerpo se


inclinó débilmente, un solo cuerno creció desde su frente, y se transformó en una criatura que
se asemejaba a un mono delgado y feo. Adlet lo sabía—este era un kyoma en transformación.
El maestro de Adlet le había dicho que, aunque muy pocos kyomas podían disfrazarse como
humanos y animales, sí existían.

"¡Bastardo!,” exclamó Adlet. El kyoma transformador huyó de inmediato. Adlet estaba a punto
de correr tras él, pero se detuvo bruscamente. En este momento, debería darle prioridad a
revisar el templo, se dio cuenta, y se giró hacia el edificio. Eso fue cuando sucedió.

“... ¿Eh?" El terror lo atravesó. El aire a su alrededor de repente se volvió más frío, como si
todo su cuerpo hubiera sido sumergido en agua. La niebla comenzó lentamente a elevarse
desde el suelo—desde sus pies hasta su pecho, desde su pecho hasta su cabeza, y luego, en un
abrir y cerrar de ojos, llenó toda el área.

Adlet recordó lo que había dicho el Soldado Loren. Cuando la barrera sea activada, toda el
área dentro de ella será envuelta en niebla. Su cuerpo comenzó a temblar. Percibió la crisis
antes que su mente. Una vez activada la barrera, ya no puedes entrar. Adlet entró al
templo. Miró el altar ubicado en el área central de la habitación diminuta. Y los que están
dentro tampoco pueden escapar. Esto afecta tanto a humanos como a kyomas por igual.
La barrera se activaba colocando una mano en la tabla de piedra impregnada de poder divino
y empujando la espada decorativa en el pedestal. Eso fue lo que le dijo el Soldado Loren.

Y ahora Adlet vio... que la espada ya estaba en el pedestal.

"No la moví yo," murmuró. "¿¡Quién lo hizo!? ¿¡Quién activó la barrera!?" Adlet gritó,
corriendo fuera del templo para ver el área. Sopló su flauta, la que atraía a los kyomas, e hizo
un barrido con su telescopio.
"¡Adlet!" vino una voz. No pasó mucho tiempo antes de que Nashetania corriera hacia él, su
cara era pálida. Goldof y Fremy llegaron poco después. "¿Qué pasó? ¿Por qué se activó la
barrera?" gritó Nashetania.

Esta fue la primera vez que Adlet había escuchado a Nashetania perder la compostura.
Superado por la sorpresa, Adlet respondió: "No... no fui yo. Alguien activó la barrera y luego
desapareció al instante."

"Eso no puede ser," dijo ella.

"No me lo estoy inventando," insistió. "Desaparecieron. Fue solo un instante, y luego se


fueron."

Los labios de Nashetania temblaban. Los ojos de Goldof estaban muy abiertos. Incluso Fremy
había perdido la capacidad de hablar. No podría ser que... ¿Estaban atrapados aquí?

"¡Vamos a entrar!" sugirió Adlet. Los cuatro entraron corriendo al templo.

Mientras miraba el pedestal empalado con la espada decorativa, la mirada en la cara de


Nashetania dijo que no tenía idea de lo que estaba pasando. Puso su mano sobre la espada,
revisó la tabla de piedra y el pedestal, y luego exprimió, "La barrera se ha activado. No puedo
creer esto. ¿Quién lo hizo?"

"No lo sé. Lo siento, pero no tengo idea de lo que pasó." Adlet negó con la cabeza.

"Bueno, vamos a desactivarla entonces. Perdón," dijo Goldof mientras se acercaba al altar.
Sacó la espada del pedestal—pero no pudieron ver ningún cambio en la niebla que cubría el
área. "¿Eso no va a funcionar? Su Alteza, ¿sabe cómo podríamos anular la barrera?"

"No, tampoco lo sé,” respondió ella. "Debe haber una forma..."

Ahí fue donde Adlet intervino. "Dame eso por un segundo."

"¿Sabes algo sobre esto?" preguntó Nashetania.

"La generación anterior de Héroes hizo algo como esto antes."

En aquel entonces, creo que cancelaron la barrera de esta manera. "Adlet pasó la mano por la
hoja de la espada, la sangre goteó y la mojó en el pedestal. "¡Barrera, anúlate! pero aun así, no
pasó nada.

Luego, Nashetania agarró la espada y gritó líneas al azar una tras otra. "¡Anula la barrera!
¡Cancélate! ¡Detente ahora! ¡Detén la niebla! ¡Seré el amo de esta barrera!" Pero aun así, la
barrera no se levantó. Finalmente, se impacientó y comenzó a golpear el pedestal y la tabla de
piedra con la empuñadura de la espada delgada. La espada se astilló y la tabla de piedra se
rompió.
"Cálmate, Nashetania. No tiene sentido golpearlo al azar," dijo fríamente Fremy detrás de
ellos. "El Soldado Loren, que estaba en el fuerte, debería estar por aquí en alguna parte. Como
hubo esa explosión antes, debería estar en movimiento."

"Tienes razón. Lo—lo siento." Nashetania parecía avergonzada.

"Goldof, protege el templo. Tú también Fremy," ordenó Adlet, y él y Nashetania abandonaron


el templo en busca del Soldado Loren.

Debieron de haber explorado durante unos treinta minutos. Adlet y Nashetania regresaron al
templo sin nada que mostrar por sus esfuerzos. ¿El Soldado Loren y sus hombres no habían
venido por aquí? ¿O los kyomas ya los habían matado?

"¿Qué hacemos?" preguntó Adlet. "Mora estpa por delante de nosotros. A este ritmo, ella
terminará sola."

"Y más importante aún, no podemos escapar de aquí," respondió Nashetania.

Los cuatro se miraron el uno al otro mientras trataban de pensar en una manera de salir, pero
a ninguno se le ocurrieron buenas ideas.

"¿Por qué estás tan preocupado?" Entonces fue cuando oyeron una voz que venía del exterior
del templo. Una chica estaba de pie frente a las puertas rotas. Parecía tener unos trece o
catorce años y era bastante extraña, llevaba un vestido con volantes, con estampado de
cuadros y un sombrero de bufón. En una mano, sostenía una cola de zorro verde. Una bolsa y
una botella de agua colgaban diagonalmente sobre su pecho. Parecía una niña que se había ido
de picnic y se había perdido. "Oh, eres ese tipo grande de antes," dijo cuando vio a Goldof.
"¿Encontraste a ese Asesino de Héroes? Y tú, eres la princesa de Piena, ¿no? Así que fuiste
elegida como uno de los seis?" Esta vez ella se estaba dirigiendo a Nashetania. Tal vez
simplemente no entendía la situación—no había absolutamente ninguna ansiedad en su tono.

"¿Quién eres tú?" Adlet preguntó.

La chica sonrió. "Encantada de conocerte, tipo de cinturón extraño. Chamo Rosso, Santa de los
Pantanos. Chamo fue elegida como uno de los Héroes de las Seis Flores.” La chica—Chamo
Rosso—levantó el dobladillo de su falda. La Cresta de las Seis Flores marcaba su delgado
muslo.

"¿La Santa de los Pantanos es una niña?" Adlet murmuró.

Chamo Rosso, la Santa de los Pantanos.

Cualquiera que viviera en el mundo de los guerreros sabría ese nombre.

Adlet había oído que su poder sobrepasaba al de Nashetania. Se decía que no solo era la
persona más poderosa que existe en la actualidad, sino que era la más fuerte de la historia,
aparte de la Santa de la Flor Única. Adlet realmente no sabía exactamente qué tipo de poder
ella ejercía, pero nunca había imaginado que sería tan joven.

"¿Quién eres tú?" Chamo le preguntó a Adlet.

"Yo soy Adlet Mayer, el hombre más fuerte del mundo. Fui elegido como uno de los Héroes de
las Seis Flores, igual que tú."

"¿'El más fuerte del mundo'? ¿No se supone que ese es Chamo?" ella preguntó.

"Sí,” dijo Adlet, "he escuchado que la gente generalmente te llama así, pero en realidad, no lo
eres. Yo soy el más fuerte del mundo."

"¿De qué estás hablando?" Chamo inclinó la cabeza.

La actitud de Adlet fue jocosa cuando dijo: "Tengo que disculparme contigo—te estoy robando
tu título de más fuerte del mundo. Bueno, segunda en el mundo sigue siendo bastante
sorprendente, así que simplemente siéntete satisfecha con eso."

“... Hweh.” Chamo hizo un sonido extraño, se cruzó de brazos y reflexionó. Ella reflexionó por
un momento y luego aplaudió. "Oh, Chamo lo entiende. Este tipo es estúpido, ¿no?"

"Es un poco extraño, pero es confiable. No te preocupes," tranquilizó Nashetania


interrumpiendo desde un costado.

Fue entonces cuando Adlet notó cómo Fremy, que estaba detrás de ellos, estaba actuando.
Aunque había sido inexpresiva todo este tiempo, ahora estaba repentinamente pálida. Sus
labios temblaban muy levemente.

Chamo fijó sus ojos en Fremy y dijo: "Mucho tiempo sin verte, Fremy. ¿Por qué estás aquí?"

Adlet estaba a punto de preguntar, ¿la conoces? Pero Fremy estaba encogida de terror.

"Bueno, Chamo puede tratar contigo más tarde. ¿Qué diablos pasó aquí?" Chamo hizo que la
cola de zorro en su mano se balanceara mientras le daba una extraña sonrisa.

Adlet y Nashetania se turnaron para contarle los detalles de lo que había sucedido hasta este
punto. Chamo no había pasado por la fortaleza del Soldado Loren, pero parecía saber un poco
sobre la barrera fantasmal, aunque dijo que no sabía cómo anularla.

Mientras hablaban, Adlet de vez en cuando miraba a Fremy. Ella no dijo nada mientras estaba
parada en el borde del templo. Chamo tampoco hizo ningún movimiento para acercarse a
Fremy. "Hmm, oh,” dijo Chamo. "Esto es un pequeño problema."

¿Qué pasa con este "es un pequeño problema"? se preguntó Adlet.


"Bueno, lo que sea. Por ahora, Chamo simplemente matará a Fremy,” dijo como si este fuera el
curso de acción obvio. Reflexivamente, Fremy sacó su arma.

"¡Espera!" Adlet inmediatamente se interpuso entre las dos...

Chamo miró a Adlet con perplejidad. "¿Por qué estás metiéndote en el camino?"

"No, ¿qué estás tú pensando?" él demandó. "Te acabo de explicar esto. Fremy es uno de
nosotros."

"Qué cosa tan divertida dices. ¿Sabes que ella es la asesina que ha estado detrás de los Héroes?
Ella también ha activado la barrera." Chamo tocó la cola de zorro en su boca.

Nashetania agarró a Chamo por la muñeca. "Por favor espera, Chamo. Cuando se activó la
barrera, Fremy estaba con nosotros. No podría haber activado la barrera."

"Oh, ¿en serio? De todos modos no importa, sólo déjate llevar," respondió Chamo.

"No lo haré.”

Con los ojos llenos de ira, Chamo miró a Nashetania.

"¿Por qué me estás ordenando? ¿Eres alguien importante? ¿Eres una princesa o algo así...?"

"Sí, de hecho lo soy.”

“... Oh sí, lo eres. ¿Qué hacer, entonces?" Chamo sonrió con ironía y se encogió de hombros.

"Chamo, ¿sucedió algo entre tú y Fremy?" preguntó Adlet.

La que respondió no fue la niña, sino Goldof, quien había estado mirando en silencio. "Chamo
una vez luchó con Fremy."

"¿Qué quieres decir?" preguntó Adlet.

Chamo reemplazó a Goldof. "Fue hace unos seis meses tal vez. Estaba tratando de dispararle a
Chamo. Fue una decisión muy cerrada, pero la mascota de Chamo detuvo a Fremy en el último
minuto. Dijo que era Fremy, la Santa de la Pólvora. Hubo más combate después, pero ella se
escapó. Sabes, fue la primera vez que Chamo falló en acabar con un objetivo después de
decidir matarlo. Fue tan exasperante." Adlet podía sentir la sed de sangre que emanaba desde
su cuerpo. "Todo este tiempo, Chamo ha estado pensando, Fremy necesita morir. Así que
ahora lo hará, ¿verdad?"

Adlet negó con la cabeza. Nashetania tampoco soltó la muñeca de Chamo. Un aire de inquietud
se cernía sobre ellos.

"Chamo, por favor espera," dijo Nashetania. "Primero tenemos que encontrar una manera de
resolver este problema de la barrera."
"Tú y el hombre grande pueden hacer algo al respecto, princesa," dijo Chamo. "Mientras estén
ocupados con eso, Chamo lidiará con Fremy."

"Nashetania tiene razón," dijo Adlet. "Hay cinco personas aquí, así que eso significa que
alguien que se llama Mora, quien llegó antes que nosotros, está sola. Necesitamos encontrar
una manera de disipar la barrera primero, por su bien también."

Mientras Adlet y Nashetania continuaban tratando de convencer a Chamo para que se


detuviera, un comentario vino desde la entrada del templo. "Si estás preocupado por mí, no es
necesario."

Todos los presentes giraron en la dirección de la voz. Una mujer alta estaba allí. Parecía tener
alrededor de treinta años y tenía una expresión seria, con ojos poderosos. Su cabello largo y
negro fluía hacia su espalda, y vestía túnicas azules de sacerdotisa. Los grandes guanteletes de
hierro en ambas manos parecían funcionar como arma y armadura. Al verla allí parada, Adlet
podía decir que era fuerte. Esa era la clase de mujer que era.

"Qué reunión tan esperada, princesa Nashetania, Chamo," dijo la mujer. "Y ese caballero de allí
es Sir Goldof, ¿supongo?" La mujer caminó hacia el centro del templo. "Soy Mora Chester,
Santa de las Montañas. Sirvo como la anciana del Templo de Todos los Cielos. Es bueno verlos
a todos."

Nashetania continuó sosteniendo la muñeca de Chamo, incluso después de la entrada de Mora.


Mora se interpuso entre las dos, obligando a Nashetania a retirarse. "Parece que tienen alguna
disputa," dijo Mora. "Chamo, trata de no actuar demasiado egoístamente."

"Tía Mora, esto no fue culpa de Chamo," protestó Chamo.

"¿Oh? Bueno, puedes decir tu parte más tarde. Por ahora tranquilízate." Mora medió entre las
dos y Chamo renunció de mala gana.

Adlet se sintió aliviado al ver a una persona de aspecto tan confiable llegar a la escena. Esto
significaba que tenían a los seis Héroes ahora.

"Vamos a abordar el tema que nos ocupa. ¿Por qué se activó la barrera?" preguntó Mora.

"Creo que probablemente hemos caído en una trampa establecida por nuestros enemigos,"
respondió Nashetania.

"Lo más probable," Mora estuvo de acuerdo. "Los kyomas tienen una habilidad especial para
usar nuestras propias armas contra nosotros."

"Vamos, no es gran cosa," dijo Adlet. "Una vez que encontremos una forma de anular la
barrera, el problema se resolverá."

"Sí, eso es cierto. Ahora, chico, tú…" Entonces Mora miró alrededor de la zona como si acabara
de notar algo. Ella consideró las caras de cada uno de los otros cinco presentes y dijo: "Por
cierto, parece que tenemos un extraño en nuestro medio. ¿Quién es?"

Todos aparte de Mora parecían confundidos. "Espera, ¿qué quieres decir?" preguntó Adlet.
"¿Qué quieres decir? Tenemos una persona extra," respondió ella.

¿De qué estás hablando? pensó Adlet, cuando otra voz llegó desde la entrada del templo.

"¿Meow? Parece que tenemos suficiente gente aquí. ¿Esto significa que tenemos un set
completo?" Un hombre extraño entró al templo. Sus ojos estaban ocultos por el cabello
despeinado, y parecía un poco sucio. Adlet no podía decir qué edad tenía. Vestía pantalones de
mezclilla en mal estado con una camisa y zapatos de cuero suave. Excepto por el par de
espadas con forma de hacha que le ceñían hasta la cintura, su vestimenta era completamente
común. También había una cola de gato pegada a su trasero—tal vez como una broma. El
hombre miró alrededor del templo con una sonrisa burlona en su rostro. "Meow-hee-hee, hay
muchas señoritas lindas en este grupo de Héroes. Repentinamente, me estoy metiendo en
esto."

"¿Quién eres tú?" Nashetania preguntó.

Mora respondió en lugar del hombre. "Déjenme presentarlo—aunque solo lo conocí ayer. Este
es Hans Humpty, otro Héroe de las Seis Flores."

¿Qué? Adlet estaba aturdido. Ya tenemos a todos los Héroes aquí.

"Parece que tenemos a un extraño siguiéndonos la pista. ¿Quién de los siete aquí no es un
Héroe?" preguntó Mora.

Adlet fue completamente incapaz de responder. Todo lo que entendió fue que esta era una
situación absurdamente loca. Nashetania y Goldof estaban parados allí, aturdidos. Incluso la
inexpresiva Fremy y la imperturbable Chamo fueron tomadas por sorpresa.

"Todos ustedes, muestren sus crestas," dijo Adlet mientras sacaba su mano derecha marcada
con la Cresta de las Seis Flores. Fremy les mostró a todos la parte posterior de su mano
izquierda. Nashetania tiró de su peto para revelar la cresta cerca de su clavícula. Chamo se
subió la falda para mostrar la cresta de su muslo.

"¿Q-qué están haciendo?" Mora sonaba confundida.

"Goldof, ¿y tú?" preguntó Adlet. "No he visto el tuyo.”

Goldof se quitó el pauldron del hombro derecho y se subió la manga. De hecho, en su hombro,
estaba la Cresta de las Seis Flores.

Al ver las cinco crestas expuestas, Mora y Hans se dieron cuenta rápidamente. Ambas caras se
congelaron.

"Mora, Hans, por favor, muéstrennos sus crestas también," dijo Nashetania.

"H-hey, ¿sólo a qué viene ese meow?" Hans se quitó la chaqueta para revelar su torso
completo. La Cresta de las Seis Flores estaba, de hecho, en el lado izquierdo de su pecho, sobre
su corazón.
"Mora, tu cresta," dijo Nashetania.

"Imposible," refutó Mora. "¿Qué es esto? ¿Qué demonios está pasando?"

Todos los ojos se encontraron en Mora. Se desabrochó la túnica de sacerdotisa, les dio la
espalda y se quitó la tela de un hombro. En el centro de su espalda, entre los omóplatos,
estaba lo que era claramente la Cresta de las Seis Flores.

¿Hay... siete?" Murmuró Nashetania en estado de shock.

Desconcertada, Mora gritó: "¡Mira más de cerca! ¡Esto es imposible! ¡No pueden haber siete
Héroes!"

Los siete se miraron la cresta el uno al otro. Hubo múltiples rondas de inspección para ver si
había alguna variación en el tamaño o forma o diferencia en la coloración rosa débilmente
brillante. Pero cada una de las crestas era absolutamente idéntica. Los siete estaban sin
palabras. Ninguno de ellos pudo entender lo que estaba pasando.

"¿Es posible elegir siete Héroes?" Adlet murmuró.

"Chico," replicó Mora, "hace mucho tiempo, la Santa de la Flor Única dividió su poder en seis y
lo dejó para las generaciones futuras. Cada Héroe hereda uno de esos fragmentos de su poder.
Por eso solo puede haber seis Héroes."

"Entonces, en otras palabras, ¿qué?" él preguntó.

"Hay seis Héroes. Cualquier cosa más o menos no estaría dentro del ámbito de la posibilidad,"
respondió ella.

"Pero hay siete aquí mismo.” Esta vez, fue Fremy quien habló.

"Sí, tenemos siete. ¿Cuál es el significado de esto?" preguntó Mora. Pero nadie podría
responder.

Después de una pausa, de repente el templo hizo eco con la risa. "¡Meow-ja-ja-ja!" La fuente
era el hombre extraño que apareció último en el templo, Hans.

"¿Qué es tan gracioso?" preguntó Adlet.

"Escucha. No es tan difícil de entender, meowt. Básicamente, significa que uno de nosotros es
falso. ¿Lo entienden?" declaró Hans sin dudarlo.

"Vamos, ¿por qué habría uno falso aquí?" preguntó Adlet.

"Porque uno de nosotros es el enemigo. ¿Lo entiendes?" Respondió Hans.

Adlet estaba en silencio. Ese no era necesariamente el caso.

"¿Es posible... que el Espíritu del Destino pensara que seis no serían suficientes, y entonces
hizo un extra...?" Nashetania declaró, sin parecer muy confiada.
"Si el Espíritu hiciera eso, ¿no nos lo habrían dicho?" Replicó Hans. "No es que yo sepa si el
Espíritu del Destino puede siquiera hablar." Adlet sabía que la explicación de Hans era la más
racional. "Hay un falso entre nosotros, y no dice quién es," continuó Hans. "Si el falso no es
nuestro enemigo, ¿quién es? Si pueden pensar en alguna otra razón de que sea un extra, soy
todo oídos." Mientras Hans hablaba, miró por encima de cada una de sus caras. Había un
sudor frío en él también.

Todos escudriñaron a todos los demás. Al igual que Adlet y Hans, cada una de sus caras
revelaba confusión y miedo. Había un enemigo entre ellos, pero no podían decir quién era
simplemente mirando.

Podría estallar en carcajadas, revelando al traidor. Haciendo un esfuerzo concertado para


actuar confundido, el impostor se glorió en las reacciones de los seis Héroes.

El plan tuvo éxito. Todo está procediendo perfectamente, tal como se esperaba. El extra había
obtenido una cresta falsa y se había infiltrado en los Héroes de las Seis Flores. Los Héroes
habían sido atraídos a la barrera y luego se habían quedado encerrados dentro. Cada esquema
se ejecutó según el plan. Todo había sido muy fácil, en realidad daba miedo.

Ahora, todo lo que quedaba era esconderse mientras seleccionaba a los seis Héroes, uno por
uno. Eso prometía ser un trabajo muy fácil.

El primer objetivo—Adlet Mayer. Él sería el primero en morir.


Había pasado una hora desde que los siete Héroes se habían reunido por primera vez en el
templo, y Adlet corría por el bosque. Si su mapa mental era preciso, entonces el borde de la
barrera fantasmal estaba cerca.

“¿Entonces qué es esto de la Barrera Fantasmal? Me reiré si podemos sacar algo de todo esto
meow.” Hans, a quien Adlet acababa de conocer, corría junto a él. Adlet miró al otro
sospechosamente. No es que Adlet estuviera en condiciones de hablar, pero Hans parecía un
tipo bastante sospechoso.

Mientras corrían, Adlet marcó los árboles que pasaban. Después de un tiempo, encontraron
árboles delante de ellos con las marcas que acababan de dejar. Sin siquiera darse cuenta, se
habían dado la vuelta.

“La barrera realmente está funcionando,” dijo Adlet.

“Tal como pensamos,” respondió Hans.

Los dos hicieron un intento más para escapar de la niebla, pero los resultados fueron los
mismos. Intentaron trazar una línea a sus pies mientras caminaban o tiraban una cuerda
delante de ellos y luego trazaban su camino, pero aun así no pudieron salir. Sin embargo,
había una cosa que lograron descifrar. Solo perdían el sentido de la orientación cuando
intentaban salir de la barrera. Mientras permanecieran dentro del campo, no se perderían.

“Así que no tenemos más remedio que desactivar la barrera después de todo.” Adlet suspiró.

El grupo había estado de acuerdo con centrarse en lidiar con la barrera por el momento. Ese
problema era más urgente que descubrir cuál de ellos era el impostor. Adlet y Hans estaban
probando los límites de la barrera, mientras que los cinco restantes buscaron en el templo una
manera de acabarla.

“Voy a regresar al templo,” anunció Hans. Adlet asintió y partieron de nuevo. “Hey,” dijo Hans
mientras corrían. “Entonces, ¿eres el hombre que fue e irrumpió en el Torneo Ante el Espíritu
en Piena?”

“Sí. ¿Sabías de eso?”

“Todo el mundo está hablando de eso. Adlet, el guerrero cobarde. ¿Es cierto que tomaste
como rehén a la nieta del viejo Batoal?”

“¿De dónde vino eso?” Adlet no había tomado rehenes. No tenían ninguna razón para llamarlo
‘el guerrero cobarde’ en primer lugar. “Por cierto Hans, nunca escuché tu nombre en primer
lugar. ¿Qué has estado haciendo y dónde?” preguntó. Además de Hans, las siete personas
reunidas aquí eran todas famosas. Nashetania era un personaje conocido por supuesto, y
también Mora, Chamo y Goldof. Fremy también era famosa en cierto modo, como el Asesino
de Héroes. Este tipo Hans era el único total desconocido.

“Bueno, decirlo solo me causaría problemas,” dijo Hans.

“¿Qué quieres decir?”


Hans solo sonrió en respuesta.

Cuando Adlet y Hans regresaron al templo, los otros cinco los esperaban adentro. Nashetania,
Mora y Chamo estaban reunidas alrededor del altar. Un poco más lejos estaban Goldof y
Fremy. Fremy estaba atada por las muñecas. Goldof agarraba sus cadenas mientras la
protegía, observando cada movimiento de ella. Mora llevaba su mochila y su arma. Fremy
estaba completamente a su merced.

Por supuesto, Fremy fue la primera en caer bajo sospecha. Chamo había insistido en que la
mataran de inmediato. Después de discutirlo entre los seis, decidieron que hasta el momento
deberían mantenerla contenida. Encadenada, Fremy miró el altar con aire ausente. Había algo
resignado en su expresión.

“¿Entonces cómo te fue, Mora?” preguntó Hans. Aparentemente, Mora era la más informada
entre ellos cuando se trataba de los jeroglíficos, el lenguaje de las Santas y las barreras que
amplificaban el poder de las Santas.

“Bueno, hemos resuelto las cosas hasta cierto punto. Pero antes de hablar de eso, sugiero que
nos presentemos. Todavía no he emparejado nombres con las caras.”

“Meow, tienes una mal memoria,” reprendió Hans riendo.

“Cuando todos se presenten, dennos una breve historia personal y expliquen cómo llegaron
para llegar aquí,” continuó Mora.

“¿Por qué?” Hans preguntó.

“La información puede ser útil para exponer al impostor... el séptimo,” explicó.

Todos se reunieron alrededor del altar. Goldof empujó los hombros de Fremy, empujándola
hacia el círculo.

“Ahora bien, ¿quién comenzará?” preguntó Mora. En algún momento, ella había asumido el
papel de su líder, y todos los demás lo habían aceptado de forma bastante natural. Ella era una
mujer dotada de compostura y dignidad.

“Yo lo haré. Mi nombre es Adlet Mayer, y soy el hombre más fuerte del mundo.” Adlet
comenzó las presentaciones, dándoles una historia abreviada de sí mismo y hablando de cómo
se había encontrado con Nashetania y luego con Fremy, y luego la secuencia de eventos
previos a su llegada al templo. Por supuesto, repitió muchas veces que era el hombre más
fuerte del mundo.

Una vez que terminó su historia, Mora fue la primera en responder. “Er... Adlet, ¿verdad? Qué
hombre tan extraño fue elegido.” Ella se encogió de hombros.

“¿Eres el hombre más fuerte del mundo? ¡Meow-ja-ja-ja! ¡Qué idiota! ¡Qué completo imbécil!”
Hans se rió estruendosamente.
Adlet lo ignoró. “Fui el más cercano cuando se activó la barrera. ¿Debería hablar de eso
también?”

“No, puedes contarnos sobre eso en detalle más adelante,” dijo Mora. “¿Quién es el siguiente?”
Al lado de Adlet, Nashetania levantó la mano.

“Meow, quiero escuchar algunos detalles de esta conejita,” dijo Hans. “Y preferiblemente
solo...”

“Hans, ¿ese es tu nombre?” Goldof intervino. “Conoce tu lugar. Esta es la princesa heredera de
la familia real de Piena. En circunstancias normales, nunca se te permitiría hablar con alguien
de su categoría.”

“¿Meow? ¿Ella también es una conejita y una princesa? Eso me pone aún más interesado.”

“¿Puedo hablar?” gruñó Nashetania, luciendo molesta.

Su descripción de los eventos que llevaron a su llegada al templo no fue tan diferente a la de
Adlet. Lo que era nuevo para Adlet era que después de que los dos se separaron, ella se había
encontrado inmediatamente con Goldof. Eso fue justo después de que Adlet y Fremy se
marcharan, cuando los dos habían estado en el fuerte hablando con el soldado Loren sobre la
barrera fantasmal.

Luego Goldof contó su historia. Habló de rastrear al Asesino de Héroes y de cómo cuando lo
habían marcado con la Cresta de las Seis Flores, había estado solo en la Tierra de los Ríos
Sagrados. Goldof también contó su reunión con Nashetania. Esa parte que Adlet ya sabía.

El siguiente fue Mora. “Mi nombre es Mora Chester. Soy la Santa de las Montañas y la anciana
actual del Templo de Todos los Cielos.”

“¿El Templo de Todos los Cielos?” Adlet interrumpió. Había oído ese nombre antes, pero no
sabía nada al respecto.

Nashetania le respondió. “El Templo de Todos los Cielos es la organización que nos supervisa
a las Santas.”

“Sí,” dijo Mora. “Aunque no somos muy activos como organización. Simplemente observamos
a las Santas para asegurarnos de que sus poderes no sean utilizados para el mal. En cualquier
caso, he memorizado las caras, los nombres y las habilidades de las setenta y ocho Santas.”

“Cuando personas como Chamo obtienen nuestro poder como Santas, tenemos que ir a ver a
la tía Mora,” dijo Chamo.

“Sin embargo, no sabía nada de Fremy por allí,” comentó Mora. “La Santa de la Pólvora, ¿dices?
No he oído nada de ese tipo. Me arriesgaría a que ella sea una nueva Santa.”

“¿Es posible que haya una nueva Santa?” preguntó Adlet.


“No es algo inaudito, aunque no ha ocurrido en el siglo pasado. Volvamos al tema en nuestras
manos.” Mora continuó: “Fue hace unos diez años que asumí el papel de anciana del Templo
de Todos los Cielos por la anciana anterior, Leura, la Santa del Sol.”

Leura. Adlet había oído ese nombre muchas veces a lo largo de su viaje. Ella controlaba la luz y
el calor del sol y tenía el poder de quemar castillos enteros. Dijeron que, aunque era vieja, sus
poderes sobre el sol no habían menguado. Pero aun así, su cuerpo era frágil y no podía
moverse de su silla. Y luego, aproximadamente un mes antes, ella había desaparecido.

“Creo que he cumplido con mis deberes durante los últimos diez años sin un grave error,”
continuó Mora. “Aunque mantener a Chamo fuera de control ha sido una prueba.”

“Creo que has estado haciendo un trabajo maravilloso,” dijo Nashetania. “Mi padre dijo que
ninguna Santa podría cometer malas acciones mientras tú estuvieras cerca.”

“¿El rey de Piena dijo eso? Un honor.” Mora asintió con satisfacción. “Cuando el Majin
despertó, yo estaba en la Tierra de las Cimas Carmesí. Partí de inmediato hacia la Tierra de los
Lamentos, y hace dos días llegué al lugar donde nos reuniríamos. En el fuerte, el soldado
Loren me habló de la Barrera Fantasmal, y en el mismo día decidí mi curso de acción. Me
oculté y esperé sola hasta ayer, cuando Hans vino deambulando. Poco después, vi explosiones
que ocurrían desde la dirección del templo y me apresuré aquí.”

“¿No sabías nada de la Barrera Fantasmal hasta hace dos días? ¿No es tu trabajo gobernar a las
Santas?” preguntó Adlet.

“Sabía de su existencia, pero no más que eso,” dijo. “Primero aprendí cómo activarla y la
ubicación de este templo hace dos días del soldado Loren. Si hubiera sabido que esto
sucedería, habría tenido una discusión apropiada con Uspa de Niebla y Adrea de Ilusión.”

Los nombres probablemente pertenecían a las Santas que habían creado la barrera. Entonces
Mora conoce a la gente que hizo la barrera. Lo recordaré, pensó Adlet.

“Ahora bien—siguiente, Chamo,” instruyó Mora.

Chamo asintió. “Entonceees, Chamo se convirtió en la Santa de los Pantanos a los siete años, lo
cual fue hace siete años. Chamo es un poco poderosa, por lo que la tía Mora siempre se enoja.
Hace mucho tiempo, en el torneo marcial de la Tierra de las Frutas Doradas, un tipo murió en
la primera ronda y todos los demás competidores salieron de la competencia.”

Adlet también conocía esa historia. Era una anécdota bien conocida que solía describir lo
poderosa que era.

“Así que de todos modos, llegar aquí no fue nada especial, de verdad,” continuó. “Cuando el
Majin se despertó, todo era normal en casa. Mamá y papá ayudaron a empacar. Luego Chamo
consiguió un mapa y se dirigió a la Tierra de los Lamentos. Viajar aquí no llevó mucho tiempo,
pero Chamo se perdió y terminó llegando tarde. Mientras caminaba, matando Kyomas y esas
cosas, Chamo notó que algo estaba pasando y fue al templo y vio a Fremy allí. ¡Fue tan
sorprendente! Y eso es todo.” Chamo terminó su historia.
Goldof agregó algunos detalles suplementarios para Mora y Hans. Les dijo que en el pasado,
Chamo había luchado con Fremy, y que Fremy era el Asesino de Héroes.

“Meow. Entonces ella es el Asesino de Héroes. No puedo creerlo.” Hans sonaba dubitativo.

“Ella misma lo admitió. Es la verdad,” respondió Goldof.

Parecía como si Hans estuviera preocupado con algunos pensamientos sobre el asunto, pero
no los compartía.

“Le pediremos a Fremy que cuente su historia más tarde. Ahora, Hans,” sugirió Mora.

“Muy bien,” comenzó Hans.

Adlet pensó que debería prestar mucha atención. Toda la imagen de Hans—su apariencia, sus
gestos, su actitud despreocupada—lo convertían en el más sospechoso de todos, aunque Adlet
no quería juzgar demasiado rápido.

“Mi nombre es Hans Humpty. Soy de... bueno, no importa meow. Soy un asesino.”

“¿Asesino?” Nashetania ladeó la cabeza.

“Su Alteza, un asesino es alguien que mata por dinero. Alguien cuya ocupación es asesinar
gente.”

La explicación de Goldof sorprendió a Nashetania. Parecía que nunca antes había oído hablar
de asesinos. “¿Un hombre así es uno de los Héroes de las Seis Flores?” Ella exclamó.

“¿Meow? ¿Hay algo malo con un asesino siendo un Héroe?” Hans se burló de la ingenuidad de
Nashetania. “Mi historial laboral no tiene nada que ver con ser elegido como Héroe. Si puedes
vencer al Majin, entonces has elegido para ser un Héroe, asesino o no. ¿No es así?”

“S-sí, pero...”

“Princesa, el mundo no es tan justo como piensas. Mucha gente notable de tu reino viene a con
peticiones meow.”

“¡Eso no puede ser!” Nashetania sonaba escandalizada.

“Bueno, nada de esto trata sobre hablar de asesinos meow. Continuaré mi historia. ¿Meow?”

Adlet asintió. Se sentía mal por Nashetania, pero este negocio de asesinos era un problema
aparte.

“Cuando fui elegido, estaba muy cerca de la Tierra de los Lamentos, continuó Hans. “Primero
tuve una audiencia con el rey de este país y negocié el pago por matar al Majin. El rey es un
tipo muy generoso. Ofreció un gran monto de chunka en efectivo por adelantado. Entonces
escondí el dinero y vine aquí a la Tierra de los Lamentos y fue entonces cuando me encontré
con Mora.”
“¿Negociaste el pago? ¿Antes de pelear?” preguntó Adlet.

“No mato a nadie a menos que me paguen por ello. Ustedes no están haciendo esto gratis,
¿verdad?”

Adlet nunca había considerado cobrar por derrotar al Majin.

“¿Así que no sabías sobre la barrera?” preguntó Goldof.

“¿Meow?” El rey dijo algo sobre el fuerte supongo. Bueno, pensé que esas cosas no tenían nada
que ver conmigo, así que lo ignoré. Escuché por primera vez sobre la barrera por Mora.”

Eso es un poco raro, pensó Adlet. Sería importante saber sobre la barrera, ¿no? No
encontró convincente la explicación de Hans de encontrarse con Mora sin ir al fuerte. Sin
embargo, por el momento decidió guardar sus dudas para sí mismo y escuchar a Hans.

“No tengo nada que decir sobre lo que sucedió después. Vi que hubo una explosión, así que
vine al templo,” terminó.

Entonces Chamo preguntó lo que Adlet se había estado preguntando todo este tiempo. “Hey,
¿por qué hablas así?”

“¡Me-meow! Así que has estado prestando atención,” dijo Hans, acariciando su cabeza con un
puño como un gato. Luego hizo una voltereta aérea y dijo, “Mi estilo de combate se basa en los
gatos. Se me ocurrieron mis técnicas al imitar cómo se mueven. Creo que se podría decir que
los gatos fueron mis maestros meow. Como una señal de respeto, también tengo el hábito de
imitarlos en cómo hablo.”

“Este conjunto de Héroes es un lote extraño,” se quejó Mora.

“En serio.” Adlet asintió.

“Mira quién está hablando, señor más tonto del mundo,” dijo Hans riendo. Ahora que la
historia de Hans había terminado, los ojos se encontraron en su miembro final.

Después de haber sido encadenada por Goldof, Fremy había estado escuchando en silencio
mientras los demás hablaban.

“Entonces... Fremy ¿verdad?” preguntó Mora. “No te saldrás con la molestia de decir que no
quieres hablar. Si te retrasas, entiende que empeorarás tu posición.”

“¿Cómo podría ser peor que esto?” Fremy escupió, y luego ella se calló. El silencio persistió
por un momento, pero finalmente ella comenzó a hablar lentamente. “Soy hija de un Kyoma y
un humano.”

Todos los presentes, aparte de Chamo y Goldof, se quedaron boquiabiertos.

“Goldof, quita el parche de mi ojo y la tela de mi cabeza,” dijo. Goldof obedeció, exponiendo el
ojo derecho de color rosa brillante de Fremy. En el centro de su frente, había una marca
dejada por el cuerno que era una prueba de que ella era un Kyoma. Sin embargo, se había roto
desde su raíz y todo lo que quedaba era una cicatriz.

“Oh, sí, tu cuerno se ha ido. ¿Lo rompiste tú misma?” preguntó Chamo.

Fremy no respondió, sino que relató su historia. “Hace unos veinte años, una banda de
Kyomas abandonó la Tierra de los Lamentos para infiltrarse en el reino humano. Decidieron
crear un peón para oponerse a los Héroes de las Seis Flores en preparación para el
resurgimiento del Majin. Ese fui yo.”

“...”

“Mi padre era humano. Nunca conocí su rostro. Una vez que mi madre concibió, ella lo mató.
Nací de una madre malvada y criada como uno de ellos. Mi madre y los otros Kyomas
secuestraron a un gran número de humanos y los obligaron a construir un nuevo templo para
la adoración del Espíritu de la Pólvora. Ahí fue donde obtuve mi poder como la Santa de la
pólvora.”

“Entonces ...” comentó Mora.

“Estuve a la altura de las expectativas de mi madre y me convertí en un poderoso guerrero,”


continuó Fremy. “Y luego fui a matar humanos poderosos por orden de mi madre. Fue por el
bien del renacimiento del Majin. No sentí remordimiento. Aunque medio humana, me
consideraba un Kyoma de pleno derecho. Creí que el Majin era un gran ser que nos protegería
y guiaría.”

“Entonces, ¿por qué estás aquí? ¿Por qué has decidido vencer al Majin?” preguntó Mora. La
respuesta a esa pregunta era el punto de su historia.

“Incluso si tuviera que decírtelo, dudo que me creerías.”

“Si no hablas, no podemos creer ni descreer.”

Mora y Fremy se miraron la una a la otra, y luego Chamo intervino. “No tiene que decir nada.
Chamo la va a matar de todos modos. Eso es todo, ¿verdad? Sabemos que el impostor es
Fremy.”

“No Chamo. No lo sabemos,” dijo Adlet.

Chamo le dio a Adlet una mirada inocente, pero allí había una ira apagada detrás de sus ojos.
“¿Cuál es tu nombre otra vez? Eres un dolor en el trasero. ¿Tu mamá nunca te dijo que no le
dijeras a Chamo qué hacer?”

“Lo que sea, ¿a quién le importa?” dijo Adlet.

“Deberías. No puedes responderle a Chamo,” espetó ella.

“¡Chamo! ¡Escucha la historia de Fremy ahora!” Mora regañó a la niña, y Chamo obedeció.
Adlet estaba agradecido por la presencia de Mora. Él ni siquiera quería pensar en lo que
sucedería si ella no estuviera cerca.
“Por favor dínos, Fremy. ¿Por qué terminaste oponiéndote al Majin?” preguntó Nashetania.

Pero Fremy acabó dándoles a todos una mirada fría. “Escuchaste a Chamo. Dijo que no tenía
que contarles nada. Tampoco quiero hablar de eso.” Con eso, Fremy cerró su boca por
completo. Incluso cuando Adlet le pidió que hablara, ella no lo miraría a los ojos.

Finalmente, Mora pareció impacientarse y cambió de tema. “Perder el tiempo con las
autointroducciones no tiene sentido. ¿No que lo más importante es saber cómo escapar de
aquí?”

Adlet quería protestar e insistir en que la conversación no había terminado, pero lo dejó
pasar. El plan de Mora era más constructivo.

“Ya he hablado de esto con Goldof y Fremy, pero Chamo, Nashetania y yo hemos investigado la
construcción de esta barrera,” explicó Mora. Adlet y Hans asintieron. Mientras los dos habían
estado revisando los límites de la barrera, Mora y los demás habían descifrado el libro escrito
en jeroglíficos en el altar. “Llegando al punto del asunto: no había métodos para desactivar
esta barrera registrada en el texto. Existe la posibilidad de que exista un método, pero en este
momento, no lo sabemos.”

“Meow, qué desastroso,” Hans murmuró.

“Sin embargo, todavía hay dos formas de hacerlo,” dijo Mora. “Primero, el que activó la
barrera también debería ser capaz de desactivarla. Alternativamente, si el que la activó muere,
la niebla se levantaría.”

“¿Y estás segura de eso?” preguntó Adlet.

“Noventa y nueve por ciento seguro. Teóricamente hablando, una barrera que no puede ser
desactivada incluso por la persona que la inició simplemente no puede existir. Una barrera
que permanezca operativa incluso después de que el activador haya muerto también sería
imposible.”

“Ya veo.” Adlet recordó lo que sucedió cuando la barrera se activó por primera vez. En el
momento en que las puertas se abrieron, los soldados acorazados lo habían atacado, y luego el
Kyoma detrás de él había soltado esa risa estridente. Alguien había activado la barrera
durante ese intervalo y luego huyó. ¿Pero quién en la tierra lo había hecho, y cómo?
Agarrando desesperadamente en busca de pistas o ideas, Adlet lanzó preguntas a Mora. “¿La
persona que activó la barrera sigue aquí dentro?”

“Sí,” respondió ella. “Ya sea humano o Kyoma, todos somos completamente incapaces de
escapar de la niebla. Eso es cierto incluso para el que la activó.”

“¿Sería posible activar la barrera desde afuera del templo?”

“No.”

“¿Puede la barrera ser activada solo por un humano?”


Mora reflexionó por un momento antes de contestar. “Sí. Un Kyoma no debería poder operar
una barrera creada por una Santa.”

“En otras palabras, esto significa que hay un humano aliado con el Majin,” razonó Adlet.

Mora sacudió su cabeza firmemente. “No puedo imaginarme que alguien así pueda existir. Si el
Majin fuera revivido por completo, bien podría indicar la extinción de la raza humana. Ningún
humano haría eso, cualesquiera que sean sus motivos.”

“Hay uno aquí entre nosotros, por lo menos,” dijo Adlet.

“Es por eso que Chamo ha estado diciendo que es Fremy. ¿Por qué ustedes no pueden
entender eso?” Chamo gimió, exasperada.

“No lo sabemos con certeza. Creo que Fremy es uno de nosotros,” dijo Adlet.

“Pero no puedo imaginar a ningún otro ser humano que se alíe con el Majin.” Mora inclinó la
cabeza.

“Ellos existen,” insistió Adlet. “Los Kyomas secuestran a grupos de personas y los amenazan
para que cooperen. No todos pueden rechazarlos bajo la amenaza de la fuerza. No se
equivoquen, hay humanos que seguirán las órdenes de los Kyomas.”

“Entiendo Adlet. Entonces esto significa que no podemos bajar la guardia,” dijo Mora.

Fue entonces cuando Fremy habló. “Sabes...,” comenzó. Todos los presentes la miraron
sorprendidos. “Has explicado mucho hasta ahora. ¿Pero es lo que dices realmente correcto?”

Mora la miró. “No hablo en base a la especulación. Todo esto es ciertamente exacto.”

“Eso no es lo que quiero decir. Lo siento, pero no tienes pruebas de que seas uno de nosotros.”

“...”

“No soy el impostor,” dijo Fremy. “No soy el séptimo. El séptimo es uno de ustedes. Desde mi
punto de vista, tú eres solo otro sospechoso, Mora. Dijo que si matas a la persona que activó la
barrera, la barrera se levantará, y que un Kyoma no puede activar la barrera... pero no tengo
ninguna garantía de que lo que dices sea cierto.”

Mora vaciló. Adlet fue tomado por sorpresa. Los antecedentes de Mora eran tan sólidos que él
no la había sospechado. Pero Fremy tenía razón—no había ninguna garantía de que las
afirmaciones de Mora se mantuvieran firmes.

“Fremy, creo que Mora está diciendo la verdad,” dijo Nashetania.

“Sí, Chamo también lo cree,” estuvo de acuerdo la joven Santa.

“¿Ah? Pero no pueden olvidar que uno de nosotros es el enemigo,” respondió Fremy. “Uno de
nosotros está mintiendo.”
“Eres la más sospechosa entre nosotros en este momento, Fremy,” dijo Nashetania.

“No soy el séptimo. Eso es todo lo que puedo decir en este momento.”

“Entonces, ¿quién crees que es el séptimo?” Goldof preguntó. Fremy no respondió.

Poco a poco, el aterrador hecho de que un impostor se interpusiera entre ellos comenzó a
hundirse. Uno de ellos era un enemigo; uno de ellos estaba mintiendo. Tenían que sospechar
todo, incluso el más mínimo comentario. Por el contrario, si Adlet dijera algo descuidado,
también podría ser sospechoso, tenía que tener cuidadoso para no ser engañado, no ser
sospechoso, y no confundir la verdad con una mentira.

Fue entonces cuando Chamo interrumpió la conversación. “Vamos, esto es demasiado


problema. Solo tenemos que matar a Fremy y terminar de una vez, ¿verdad?”

“¿Eso de nuevo?” Adlet estaba empezando a molestarse seriamente con Chamo, incluso si solo
era una niña.

“Es tal como Chamo sigue repitiendo una y otra vez,” enfatizó, “no hay nadie más que Fremy.
Obviamente, fue ella quien también activó la barrera. ¿Podrías romperte el cuello por
nosotros, ¿gran chico?”

Goldof negó con la cabeza. “Chamo, cuando la barrera se activó, Fremy estaba allí junto a mí y
la princesa. Incluso si ella es el impostor, no podría haber activado la barrera.”

“Oh. Entonces torturémosla para las respuestas. Será un territorio nuevo, pero Chamo se
esforzará,” dijo la niña, y se puso la cola de zorro en los labios.

Escalofríos instantáneamente derribaron la columna vertebral de Adlet. No sabía para qué


usaría esa cola de zorro, pero sabía que sería absolutamente aterrador. “¡Espera! ¡Detente!”
Adlet gritó, poniendo su mano en la espada de su cintura.

“¿T-torturar? ¡No puedes hacer eso! ¡Goldof, detén a Chamo!” Nashetania ordenó.

Goldof parecía vacilante. “Su Alteza, creo que no tenemos otra opción. Es para su protección.
Adlet, escolta a Su Alteza afuera.”

“¡Goldof! ¿Cómo puedes decir eso?” Nashetania sonaba extremadamente angustiada.

Chamo lentamente se acercó a Fremy. Mora también parecía desgarrada por el asunto, pero
no hizo ningún movimiento para detener a la Santa más joven. Nashetania no podía hacer
nada más que entrar en pánico.

En el momento en que Adlet pensó que no tendría más remedio que luchar, una voz
inesperada pidió moderación.

“No te molestes. No creo que Fremy sea el séptimo.” Fue Hans.

Chamo, sorprendida, alejó la cola de zorro de sus labios. “¿De qué estás hablando, chico gato?”
“Solo digo que Fremy es demasiado sospechosa.”

“Esa no es una razón,” dijo Chamo.

“Meow. Entonces lo explicaré correctamente. Si Fremy es el séptimo, ¿por qué está vivo
Adlet?”

“?” Chamo parecía dudosa.

“Si Fremy es nuestra impostora, es extraño para ella no haber matado a Adlet por ahora. Y la
princesa estaba con ellos también... Fremy podría haber matado a los dos al mismo tiempo.
Por lo que hemos escuchado, creo que ella ha tenido cualquier cantidad de oportunidades.”

“Bueno...” Chamo vaciló.

“Nosotros siete reunidos aquí sería la peor situación posible en la que Fremy podría estar,”
continuó Hans. “Una vez que todos los Héroes se junten en un solo lugar, estaría claro que
habría uno falso. Y oyendo su nombre y viendo su rostro, ya sabemos que ella es el Asesino de
Héroes. Esperaría ser torturada y asesinada, ¿sabes?”

“Sí,” acordó Chamo.

“Ella querría evitar que todos nosotros nos reuniéramos, hiciera lo que hiciera falta. Pero ella
simplemente siguió casualmente con ustedes, tal como Adlet quería. Si Fremy fuera el
séptimo, ¿qué sentido tendría eso?”

“Tienes razón,” dijo Mora. “Son demasiadas inconsistencias en su comportamiento para que
ella sea nuestra enemiga.”

“Sí... tal vez tienes razón.” Nashetania estuvo de acuerdo.

Adlet se sintió aliviado de haber recibido tal ayuda inesperada.

“Pero eso no cambia el hecho de que Fremy es la más sospechosa de nosotros,” dijo Mora.

“Bueno, eso es cierto,” coincidió Hans. “Pero si ella estaba planeando engañarnos, creo que
habría hecho algo mejor.”

Chamo miró tristemente su cola de zorro. “Hey, ¿no se le permite a Chamo torturarla?”

“Meow. Todavía no.”

“Esta es la primera vez que mucha gente le ha respondido a Chamo.” Chamo se hundió en el
abatimiento. Por el momento, habían evitado la crisis inmediata.

“Entonces, ¿qué deberíamos hacer ahora?” preguntó Mora, pareciendo cansada ahora que el
alboroto por una posible tortura había acabado. Esta discusión había estado ocurriendo
durante bastante tiempo, pero en gran medida no habían progresado.

De repente, Nashetania se encorvó presionando su frente.


“¡Su Alteza!” Goldof liberó a Fremy y corrió hacia Nashetania. De inmediato, Hans agarró las
cadenas de Fremy.

“Estoy bien... solo me sentí un poco mareada,” dijo Nashetania mientras intentaba pararse.

“Siéntate. No te presiones,” aconsejó Adlet.

“Todo bien.” Todavía presionando su frente, Nashetania se arrodilló. Goldof se acercó a ella,
sosteniéndola. Ella se veía pálida. Ella debía haber estado terriblemente exhausta. No había
mostrado tanta fragilidad antes, ni siquiera la primera vez que se había enfrentado con
Kyomas. Ella era una excelente guerrera. Pero había sido criada sin necesitar nada después de
todo, por lo que estaba mentalmente débil. Uno de sus camaradas era el enemigo, y la
situación era demasiado difícil de soportar.

“Bueno, no se puede hacer nada. Tomaremos un breve descanso,” dijo Mora con los hombros
caídos. Aunque no era momento de tomarse un respiro, cada uno de ellos descansó un poco.

Adlet decidió dejar a Nashetania con Goldof. Cuando se levantó, Mora le hizo señas para que se
acercara. Adlet y Mora se movieron a una esquina del templo. “¿Qué ocurre, Mora?” preguntó.

“Nada terriblemente importante,” dijo. “Simplemente sentí que parecías la persona más fácil
con la que hablar.”

“Por supuesto. Porque soy el hombre más fuerte del mundo.”

“El hecho de que seas la persona más fácil para hablar aquí apunta a un futuro difícil.” Mora
dejó escapar un pequeño suspiro. “¿Por qué estás tan seguro de que Fremy no es el séptimo?”

“No tengo nada para respaldarlo,” admitió. “Es solo que, cuando estábamos juntos, sus
sentimientos me llegaron.”

“Ha pasado medio día como máximo.”

“Sí, pero cuando algo pasa, se logra.”

“Tu racionalidad es bastante vaga.”

“Cuando nos conocimos, decidí confiar en ella,” dijo Adlet. Mora le dio una mirada
profundamente preocupada. “Eres demasiado joven. Hay un peligro en la juventud que no
conoce sospechas.”

“Gracias por el consejo. Pero mi opinión no va a cambiar.”

“Me siento un poco incómoda con esto. Tú y los otros Héroes aquí reunidos son todos muy
jóvenes. Chamo y Goldof aún tienen la edad que la mayoría llamaría niños. Tal vez el Espíritu
del Destino cometió un error de juicio.”
Eso era cierto. Adlet y Nashetania todavía tenían dieciocho años. Fremy y Hans eran de edad
desconocida, pero no parecían ser mucho más viejos o más jóvenes que Adlet. “La fuerza no se
mide solo en años,” dijo Adlet. “Los jóvenes tienen la fuerza de la juventud.”

“Eso espero.”

“Te hará sentir mejor el pensar como yo. Si eres pesimista, harás que las batallas incluso
ganables sean imposibles.”

“Ya veo. Supongo que ser capaz de pensar de esa manera es otro privilegio de la juventud.”
Mora sonrió.

Pero Adlet pensó que Mora aún contaba como muy joven según la mayoría de los estándares.
Dejando a un lado su forma de hablar un poco extraña y pasada de moda, ¿qué edad tenía ella?

“No especules sobre la edad de una mujer, tonto,” ella dijo.

Aguda. Adlet sonrió con ironía.

Entonces Nashetania se levantó. La energía había vuelto a su rostro, y el espíritu de lucha


ardía en sus ojos. “Me he calmado. Me disculpo por ser una carga para todos.”

Los siete, después de haberse dispersado en varias direcciones, ahora se reunieron una vez
más alrededor del altar. Goldof se hizo cargo de la guardia de Hans y miró a Fremy.

“Salgamos,” dijo Mora. “Debemos perseguir a la persona que activó la barrera. Primero,
buscaremos pistas. Adlet, explica la situación cuando se activó la barrera, con todo el detalle
posible,” indicó, y el grupo abandonó el templo.

Cuando Adlet comenzó a caminar, Nashetania lo agarró de la mano. “¿Qué ocurre,


Nashetania?” preguntó.

“Um, por favor no pienses en mí como una persona poco confiable,” dijo. “Estaba un poco
sorprendida.”

“Lo entiendo. No es que seas tímida—es más como que te pusieras a la altura de alguna
travesura.”

Nashetania dio un puñetazo. “Lo haré lo mejor que pueda.”

“¿En travesuras?”

“En levantar la barrera y encontrar al séptimo.”

Los siete salieron del templo. Mientras estaban parados frente a la puerta, Adlet les contó todo
lo que podía recordar. Primero, estaba el Kyoma transformante que había estado tumbado
fuera de los pilares de sal que rodeaban el templo. Se disfrazó de mujer y lo instó a ir al
templo, y luego reveló su verdadera forma y huyó.

“Ese Kyoma debía saber algo. Si podemos atraparlo y lograr que hable...” reflexionó Goldof.
Chamo se rascó la cabeza, parecía avergonzada. “Lo siento. Está muerto. Simplemente pasó
corriendo en dirección a Chamo.”

“¿Por qué tuviste que hacer eso?” Goldof sonaba exasperado.

Mora vino al rescate de Chamo. “Incluso si lo hubiéramos atrapado, habría sido imposible
arrebatarle información. Los Kyomas son criaturas leales. Si se les ordena no hablar, nunca lo
harán, incluso con la amenaza de muerte.”

Adlet continuó. Les contó cómo habían cerrado la puerta y cómo había roto la cerradura con
explosivos.

“Eso es raro. ¿Estaba cerrada? ¿Normalmente no te darían la llave?” Chamo ladeó la cabeza.

Mora sacó la llave del bolsillo de su pecho. “Yo la tengo. Apostaría a que Loren nunca concibió
un escenario como este.”

Adlet continuó. Él contó el par de soldados acorazados que habían atacado después de que
había atacado las puertas. Esta fue la parte más desconcertante. Habían atacado a Adlet, pero
no creía que hubieran sido peones de los Kyomas.

“¿Te refieres a esta armadura? He tenido curiosidad al respecto...” Nashetania recogió la


armadura caída y miró dentro. No había ningún cuerpo dentro—estaba vacía. “La cara interna
de esta armadura está llena de jeroglíficos. Es tan difícil que no puedo leerla,” admitió.

“Estos son centinelas construidos por la Santa de la Sal. Atacan indiscriminadamente a


cualquiera que abre la puerta por medios ilegítimos,” explicó Mora.

“Este lugar estaba bastante protegido, ¿eh?” Adlet comentó.

“El que creó esta barrera, el rey de la Tierra de las Montañas de Hierro, es muy reservado.
Prohibió no solo a los Kyomas, sino que tampoco los humanos entraran en este lugar. Debió
haber sido para evitar que se usara para el mal,” ella respondió.

“Sin embargo, de seguro que fue usada por el mal en este momento,” reiteró Adlet. Aunque se
haya hecho con buenas intenciones, si nunca se hubiera construido esta barrera, no quedarían
atrapados dentro de ella así. Hizo que Adlet quisiera rastrear al responsable. Estaba a punto
de continuar cuando notó algo extraño. Hans estaba mirando dentro de la armadura y luego
examinaba escrupulosamente la puerta rota. Su expresión era seria. Pero antes de que Adlet
pudiera preguntarle qué pasaba, Mora le insistió para que continuara:

“¿Y después de eso?” ella preguntó.

“Sí. Cuando abrí la puerta, la barrera ya estaba activada. Creo que la niebla se generó
inmediatamente después de que se destruyeron las puertas. Cuando entré, la espada ya estaba
en el pedestal.”

“¿Entonces la barrera se activó al momento antes de que abrieras las puertas?” preguntó
Mora.
“Sí, y no había absolutamente ninguna señal de que hubiera nadie adentro. Francamente,
estaba bastante sorprendido,” finalizó Adlet.

Mora se cruzó de brazos y consideró la situación. “No parece que este sea el trabajo de un
humano normal. Sin lugar a dudas, una Santa está involucrada.”

“Una Santa...” repitió Nashetania. “¿Por qué una Santa cooperaría con el Majin?”

“Probablemente fueron amenazadas. Los Kyomas hacen bastante ese tipo de cosas.” Adlet
miró a Mora. “Lo sabes, ¿no? Sabes qué Santas serían capaces de algo como esto.”

“¿Ilusión, quizás?” ella sugirió. “No, imposible. Para ocultar su presencia de ti por completo y
luego escapar... No puedo pensar en ninguna tan fácilmente.”

“Meow, Adlet.” De repente Hans lo llamó en voz alta. “¿Estás seguro de que no recuerdas algo
mal?”

“¿Qué ocurre?” Adlet preguntó. “No lo creo.”

“Ya veo. Te preguntaré una vez más. ¿Estás seguro de que no recuerdas algo mal?”

Adlet estaba confundido.

“Si vas a hacer alguna corrección, hazla ahora,” continuó Hans. “Si intentas hacerlo después,
las cosas no serán fáciles.”

“Bien. ¿Cuál es tu punto?” Demandó Adlet.

“Cuando entraste allí, la espada ya estaba 'en el pedestal'. ¿Estás seguro de eso?

“Sí.”

“Te preguntaré una última vez. ¿Estás absolutamente seguro?”

“Simplemente no te convences. ¡Estoy seguro! ¿Por qué no me crees?”

Entonces Hans calladamente puso una mano en la espada de su cintura. Adlet pensó que
podría sacarla, pero solo apoyó su mano allí. “Soy un asesino. Entrar y salir corriendo es algo
de mi especialidad.”

“Oh, parece que serás bastante útil,” dijo Mora.

“En mi línea de trabajo, no hay nadie a quien tememos más que a la gran Santa de la Sal,”
continuó Hans. “Verás, la Santa de la Sal ha hecho estas puertas misteriosas meow por todas
partes. Ha hecho puertas con cerraduras que no se abren, puertas que no se abrirán una vez, y
puertas que dejan caer barras de hierro una vez que las abres ¿Cuántas veces esas cosas me
dieron problemas? De todos modos, sé bastante sobre sus puertas.”

“... ¿Y?” Adlet exigió de nuevo.


“Esta puerta está bastante bien hecha.” Hans elaboró. “En lugar de ser más resistente, está
hecha para que una vez que la abres, nunca pueda volver a cerrarse.”

“Espera, ¿qué significa eso?”

“Soy el que pregunta, Adlet. Suena gracioso, ¿no? La puerta estaba cerrada cuando tú viniste, y
la barrera se activó en el momento en que rompiste la puerta. Entonces, ¿cómo fue que se
activó la barrera?”

“¿Qué quieres decir?” Adlet estaba confundido. Debería haber varias formas de entrar.

“Escucha Adlet. No hay forma de que alguien pueda entrar al templo antes de que rompas esa
puerta. ¡Nadie podría haberlo hecho!”

“¡Espera! ¡Eso no podría ser!” Adlet entró al templo. El miró por una ventana de ventilación,
pero no había ninguna. Las ventanas que dejaban entrar la luz tenían barrotes de hierro y
estaban cubiertas de espeso cristal. Buscó en las paredes de piedra, pero no había rastro en
ninguna parte de que hubieran sido rotas y reparadas. Atónito, miró alrededor del templo.
Había considerado cómo el culpable podría haber escapado después de activar la barrera—
pero no podía entender cómo habían entrado en primer lugar.

“Adlet, si no comienzas a pensar muy bien, vas a morir,” dijo Hans. “¿Cómo podría la persona
que activó la barrera entrar en un templo impenetrable? ¿Meow?”

“Yo...”

“Una vez que se abra la puerta, no volverá a cerrarse, y esa puerta es la única manera de
entrar. ¿Cómo podría alguien entrar así? Incluso si hubiera un Kyoma con poderes especiales
meow, los Kyomas no pueden acercarse. Sólo se puede entrar en ella con habilidad humana.”

“...”

“Te contaré algo más mientras estoy en ello,” continuó Hans. “Nosotros llamamos a esto una
situación sorta, donde nadie puede entrar o salir, un 'misterio de habitación cerrada' meow.”

Un misterio de habitación cerrada. El término desconocido se revolvió en la cabeza de Adlet.


No podía pensar en una solución única para este enigma. “Tal vez cavaron un agujero,” sugirió.
“Quitaron las losas y cavaron un agujero, y luego activaron la barrera. Y después, cuando volé
la puerta escaparon y lo rellenaron de inmediato.”

“¿Meow? ¿En un instante? ¿Cómo?”

“Puede haber una Santa con poderes que puedan hacer eso. Como la Santa de la Tierra o algo
así.” Adlet buscó cualquier señal de que pudiera haber habido un gran agujero adentro.

Pero entonces Chamo dijo: “Eso no está bien.”

“¿Por qué no?” preguntó Adlet.


“Cuando tú y Hans se fueron al borde de la barrera, la tía Mora dijo que alguien podría estar
escondido por aquí. Entonces Chamo buscó por todo el suelo y el bosque con el poder del
pantano. No había ningún rastro de un agujero. Chamo tiene el poder de encontrar cosas en el
suelo también.”

El poder del pantano y la capacidad de sondear bajo tierra. ¿Qué demonios es ella? Adlet se
preguntó.

“Adlet, también vi a Chamo buscando en la tierra. No podrían haber cavado un agujero,”


testificó Goldof, y Nashetania asintió. Adlet tenía que creerles.

“Hay una cosa más que debo agregar. La Santa de la Tierra no tiene esa habilidad. Incluso con
el poder de Chamo, cavar un agujero y escapar en un solo instante sería imposible,” dijo Mora.

Ahora que todos habían rechazado su sugerencia, Adlet se vio obligado a descartar la
posibilidad de que alguien hubiera hecho un túnel. “Entonces no tiene que ser un agujero.
Podrían haber usado algún tipo de poder de Santa,” dijo, girándose hacia Mora. “Mora, debe
haber alguien. Debe haber una Santa con el poder de abrir la puerta y entrar al templo.”

“Lo siento, pero no es así,” respondió Mora. “El poder de la Santa de la Sal es irrompible. Esta
puerta se puede abrir por la fuerza, pero una vez abierta, sin duda es imposible cerrarla.”

“Eso no puede ser. Si no hay una Santa con el poder, entonces... nadie podría entrar.” Adlet
pensó en eso. “Entonces hay una Santa que aún no conocemos. Una Santa criado por Kyomas,
tal como Fremy.”

“No. Mi madre me dijo que yo era el único hijo de un Kyoma y un humano,” dijo Fremy
desapasionadamente.

Cuando Adlet miró por encima, vio que Hans había desenfundado su espada y Chamo se
estaba poniendo la cola de zorro en los labios.

“Basta, Hans, Chamo. Hablemos un poco más. Es demasiado pronto para emitir un juicio.”
Mora contuvo al par, pero ella también miró a Adlet con recelo.

“¿Eh? Um... No entiendo muy bien a qué te refieres.” Nashetania sonaba confundida. “Todos...
¿de qué están hablando? ¿Goldof? ¿Hans? ¿Mora? ¿Adlet?” Nashetania era la única en la
oscuridad cuando la tensión entre los Héroes se incrementó lentamente.

“Permítame explicarle, princesa,” dijo Goldof. “En este momento, Adlet es sospechoso.”

“Así es. Y estas sospechas son bastante decisivas,” agregó Hans.

“¿Por qué? ¡Eso no es posible! ¡Adlet nunca podría ser!” Nashetania gritó airadamente.
Mientras lo hacía, su voz sonó distante.

“Bueno, ya sabes—nadie pudo entrar al templo antes de que Adlet abriera la puerta. Si él era
el único en entrar, ¿quién encendió la barrera?”

“No fue Adlet. ¡Eso es una mentira!” insistió Nashetania.


Los hombros de Hans temblaron de risa. “Eres un hombre malvado, Adlet. Ya tienes que
trabajar duro para limpiar tu nombre, ¿sabes?”

“Estoy conmocionada. De repente, nuestras posiciones se invirtieron,” dijo Fremy.

Goldof, todavía conteniéndola, también miró a Adlet con cautela.

“No hace mucho tiempo él venía en tu defensa, Fremy. ¿No vas a ofrecer un apoyo similar?”
Mora intentó incitarla a la acción.

“No puedo salvarlo,” respondió Fremy con frialdad. “Tampoco tengo ninguna intención de
hacerlo.”

“... La puerta,” dijo Adlet. “El culpable abrió la puerta y luego entró. Y luego quitó la puerta por
las bisagras, ya que ya no podía cerrarla, hizo una nueva puerta y selló la entrada,
escondiéndose dentro. ¡Cuando llegué aquí, activó la barrera y luego, cuando las puertas se
abrieron, se escabulló sin que yo lo notara! ¡Eso lo haría posible! “

La explicación fue una demora en el mejor de los casos. Cuando Hans lo escuchó, comenzó a
reírse. Fue una risa burlona, como si dijera: ¿Eso es todo lo que tienes? “Esta puerta fue hecha
por la anterior Santa de la Sal,” dijo. “La Santa actual no tiene mucha experiencia. No sería
capaz de hacer una puerta tan buena.”

“¿Y qué? Entonces, la Santa anterior lo hizo.” La voz de Adlet era chillona. Él no pudo ocultar
su agitación.

“La anterior Santa de la Sal murió hace cuatro años. Nadie más que ella habría podido instalar
esa puerta.” Hans rechazó incluso su respuesta más desesperada.

Sin pensarlo, Adlet gritó: “¡Eres el séptimo, Hans!” Esa era la única posibilidad ahora. La
historia sobre la puerta y la Santa era toda una mentira. No podría ser nada más.

“Desafortunadamente, Adlet,” dijo Mora, “todo lo que Hans dice es verdad.”

Adlet no pudo pensar en una respuesta.

Temblando, Nashetania dijo: “No—no es verdad, ¿cierto, Adlet? Esto es... esto es simplemente
absurdo.” Ella era la única que quedaba que creía en su inocencia.

¿Por qué me está pasando esto? Adlet se preguntó. Era una trampa. Él había caído en una
trampa. El séptimo no solo los había aprisionado a todos dentro de la barrera. Este era un plan
para hacer que los Héroes se mataran entre ellos.

“Ahora bien, ¿qué deberíamos hacer?” preguntó Mora. “Para empezar, cada uno, dígannos sus
pensamientos.”

“¿¡Pensamientos sobre qué!?” Adlet gimió, pero Mora no respondió. Ella no tenía que hacerlo.
Ella estaba preguntando si Adlet era el impostor o no... y si debería vivir o morir.
“Por supuesto que creo que Adlet lo hizo. Deberíamos matarlo ahora,” dijo Hans.

“¡Estoy en contra de eso! ¡Matar a Adlet! ¡Eso está absolutamente fuera del asunto!”

Nashetania gritó.

“Hmm, Chamo todavía no está segura acerca de Fremy,” dijo Chamo. “Toda esa explicación
simplemente no me convenció. Bueno, ¿por ahora por qué no tratamos de torturar a Adlet?”
Ella soltó una risita. ¿Hablaba en serio, o se suponía que era una broma?

“Creo que la lógica de Hans es correcta. Pero deberíamos esperar y ver un poco más antes de
matarlo,” dijo Mora.

Luego, cinco pares de ojos se dirigieron hacia Goldof y Fremy, a quienes el primero mantenía
encadenado al segundo. Fremy habló primero. “No tengo ninguna opinión. Todos ustedes
hagan lo que quieran.”

“Fremy.” Adlet apretó los dientes. ¿No podría haberlo ayudado un poco—solo un poco, muy
poco?

“Ya veo. ¿Entonces Goldof?” preguntó Mora.

Goldof cerró los ojos y reflexionó un momento. Su agarre en las restricciones de Fremy
disminuyó.

“Goldof,” dijo Nashetania. “Lo entiendes, ¿no? No hay forma de que Adlet sea nuestro
enemigo.”

Goldof abrió los ojos y dijo en voz baja: “Esto es lo que creo.” Mientras hablaba, sacó la lanza
colgada de su espalda y al instante acortó la distancia entre él y Adlet.

“¡Goldof!” Nashetania gritó.

Adlet saltó a un lado en un intento de escapar. Solo fue un momento demasiado tarde y apenas
esquivó la lanza, mientras que el gran cuerpo de Goldof aún lo tiraba hacia atrás. Él se estrelló
contra la pared del templo. Mientras esto sucedía, Hans estaba sacando su espada,
preparándose para saltar sobre Adlet.

En ese momento, la mente de Adlet estaba en blanco. Entonces, ¿qué fue lo que lo hizo actuar?
¿Fue su instinto guerrero? ¿Un reflejo subconsciente? ¿O fue el destino? La mano de Adlet
simplemente se movió. El objeto que sacó de su bolsa era uno de los mejores entre sus muchas
herramientas secretas. Parecía nada más que un trozo de metal envuelto en papel. Pero
cuando lo apretó, un químico especial entró en contacto con el fragmento del metal raro
dentro del papel, causando una reacción química.

“¡Qu—!”

Una luz intensa estalló, muchas veces más brillante que mirar directamente al sol. Hans y
Goldof eran oponentes poderosos—una bomba de humo probablemente no habría funcionado
en ellos. Pero no podrían responder de inmediato a un nuevo tipo de ataque. Todos se
cubrieron los ojos, encogidos.

En ese momento, el cerebro de Adlet giró furiosamente, buscando una manera de escapar de
esta multitud de seis. ¿El plan al que recurrió era la elección correcta o no? Él no tenía la
opción de detenerse a considerarlo. Adlet corrió hacia Fremy, cuyas muñecas seguían atadas
por cadenas, incluso ahora que Goldof se había alejado de ella.

Adlet haría lo que fuera necesario para ganar, usar todo lo que estuviera disponible para él. Él
nunca podría ser exigente con sus métodos. Adlet se había declarado a sí mismo como el
hombre más fuerte del mundo, y eso era lo que él creía. Que esas “convicciones fueran
correctas o no” era otro asunto—ellos solo respaldaban sus acciones.

Para cuando la visión de los demás se había despejado, Adlet tenía a Fremy colgada sobre su
hombro. Había una aguja bañada en suero para dormir que sobresalía desde su hombro. La
espada de Adlet estaba presionada contra el cuello de Fremy. “Que nadie se mueva. Si se
mueven, la cortaré,” dijo. La punta de su espada cortaba unos milímetros de profundidad en la
piel de su cuello. Los cinco que rodeaban a Adlet se congelaron.

Esta era la única forma.

Adlet solo tenía dos agujas para dormir, y ninguna de sus otras herramientas podría haber
creado una apertura tan segura para él.

“No puede ser... esto es solo...” La espada de Nashetania se le escapó de la mano, y ella cayó al
suelo.

“El secreto ha sido expuesto, ya veo,” dijo Mora.

“M-meow. Realmente no esperaba esto,” jadeó Hans.

Adlet miró a los cinco Héroes que lo rodeaban. El problema inmediato era Hans, quien
bloqueaba la entrada al templo. “Apártate del camino.”

“Decirme que me mueva no me hará moverme. Aunque podría hacerlo si me dices que no lo
haga.”

“Entonces no lo hagas. Quédate allí,” dijo Adlet.

“¿Me pregunto qué debería hacer?” Hans buscaba silenciosamente la oportunidad de separar
la cabeza de Adlet desde sus hombros. Pero el hombre más fuerte del mundo no le daría la
oportunidad.

“Deja que Chamo lo haga,” dijo Chamo crispando su cola de zorro.

Pero Mora la detuvo. “Espera. Tu poder afectaría a Fremy también. No podemos hacer eso.”

“¿Entonces qué hacemos?” Chamo preguntó.


Cada vez más impaciente, Adlet gritó: “¿¡Quién dijo que podían conversar!? ¡Toma una
decisión, Hans! ¿¡Te vas a mover o no!?”

“¡M-meow! Lo entiendo. ¡Me moveré, así que no me grites!” Hans espetó, alejándose un paso
de la puerta.

Adlet inmediatamente detonó su segunda granada de destello. Todos los demás fueron
cegados nuevamente. Pero por supuesto, no sería tan efectivo la segunda vez. Aun cargando a
Fremy, Adlet salió corriendo por la puerta. Fue entonces cuando sintió que algo lo golpeaba
desde atrás. Hans había arrojado su espada, enterrándola en la espalda de Adlet. “¡Ngh!” Esta
vez arrojó una bomba de humo para frenar a Hans y los demás mientras lo perseguían.
Haciendo uso de todas las herramientas secretas de su arsenal, Adlet huyó. Pasó a través de
los pilares de sal y hacia el bosque. Corrió y huyó del sonido de los pasos de sus perseguidores
cerca de su rastro. El dolor en su espalda era intenso, pero no podía sacar la espada. Si lo
hiciera, la sangre brotaría desde la herida, y muy pronto sería incapaz de moverse. Adlet no
tenía más remedio que escapar con la espada todavía en la espalda.

“Maldición...” Había pensado que sería suficiente salir de allí. Pero por supuesto, no era así.
Después de eso, ninguno de ellos creería que era inocente. Pero no habría existido otra forma
de sobrevivir.

¿Cuánto tiempo he estado corriendo? La niebla estaba teñida de un rojo delgado que
finalmente fue suplantada por el crepúsculo. El sol se ponía. De repente, Adlet se dio cuenta de
que ya no podía escuchar los pasos detrás de él. Se detuvo dónde estaba, se sacó a Fremy de
encima y se dejó caer al suelo. Una vez que estaba abajo, no podía dar otro paso. El oxígeno no
estaba llegando a su cerebro, y sus pensamientos no se establecían. Tenía que quitar la espada
y detener el sangrado antes de que Fremy despertara, pincharla con otra aguja para dormir y
prepararse para que sus perseguidores lo alcanzaran. Pero su cuerpo ya no se movería más. Él
colapsó en el suelo. Su conciencia se oscureció.

“ ... Hey.” Los labios de Adlet apenas se movieron. Se llamaba a sí mismo—para tratar de
decirse a sí mismo que si se desmayaba, todo habría terminado. Pero su conciencia se hundía
en la oscuridad como si lo arrastrara hacia abajo. ¿Qué estás haciendo, Adlet Mayer? Eres el
hombre más fuerte del mundo, ¿verdad? No hay forma de que puedas morir aquí,
murmuró en silencio para sí mismo, y alcanzó hacia su espalda. Su mano intentó extraer la
espada y luego cayó inerte.

Luego dejó de moverse.

Hans estaba barriendo el bosque oscuro, buscando a Adlet.

“¡Hans! ¡Hemos buscado lo suficiente por ahora! ¡Se ha puesto el sol!” La voz de Mora se hizo
eco a través de la oscuridad que había envuelto a la Barrera Fantasmal.

Hans se detuvo y respondió: “¿Meow? ¿Cómo puedes estar tan tranquila acerca de esto?”
“Sería peligroso continuar más lejos. No tenemos idea de qué tipo de trucos tiene Adlet bajo la
manga. La oscuridad es su dominio.”

“¿Crees que sería derrotado por un tipo así? Además, va a matar a Fremy.”

“Hans, muéstrame tu cresta. La mía está en mi espalda, así que no puedo verla yo misma,” dijo
Mora.

“¿Por qué?” Hans se subió la camisa para mostrarle la cresta de su pecho.

“Fremy no está muerta. Si aún no ha fallecido, eso significa que Adlet ha juzgado que tiene
valor como rehén.”

“¿Cómo puedes decir eso meow?”

“Mira tu propia cresta.”

Hans miró su pecho. Era tal como había estado antes, débilmente brillante.

“No tuve tiempo de explicarlo antes,” dijo Mora, “pero hay seis pétalos, ¿no es así? Cuando uno
de los seis Héroes cae, uno de esos pétalos desaparece. Esto indica si tus compañeros están
vivos o no.”

“No sabía eso,” comentó Hans.

“Goldof, Chamo y la princesa han regresado al templo. Regresemos también.”

“...” Aunque la expresión de Hans decía que no estaba convencido, siguió a Mora de vuelta.

Cuando regresaron al templo, los otros tres estaban esperando.

“No pudimos,” dijo Chamo. “Lo perdimos de vista por completo. Es súper rápido.”

“Para moverse con tanta velocidad, incluso cuando está apuñalado en la espalda... No
podemos subestimarlo.” Mora suspiró. “Tenemos pocas opciones. Comenzaremos nuestra
búsqueda de nuevo mañana. Oremos para que Fremy permanezca con vida hasta ese
momento,” dijo y se apoyó contra la pared y cerró los ojos. Los otros también, cada uno
descansaba en sus formas preferidas.

Nashetania era la única del grupo que estaba acurrucada sosteniendo su cabeza. “Adlet, ¿por
qué? ¿Por qué harías algo como eso?”

El séptimo había sido sorprendido por la velocidad, el ingenio y la suerte de Adlet. El escape
parecía imposible, rodeado así. Tal vez había sido un error juzgar a Adlet como un peldaño
por debajo del resto.
Pero eso no representaría demasiado problema. En cualquier caso, Adlet estaba acorralado. El
impostor solo tendría que esperar hasta que Adlet cayera en manos de sus propios aliados. El
séptimo simplemente lo vería luchar en vano por un tiempo. No había necesidad de apresurar
las cosas.

Alrededor del tiempo en que los otros cinco abandonaron la persecución y regresaron al
templo, Adlet estaba tendido en el suelo, inconsciente. En la oscuridad, soñó—tuvo un viejo
sueño nostálgico de su juventud.

Adlet levantó un palo sobre su cabeza con un grito. Estaba tratando de golpear al chico que
estaba frente a él con un pequeño palo de madera envuelto en algodón. Pero el chico esquivó
fácilmente el ataque de su compañero de juegos, golpeando el hombro de Adlet con su propio
palo. Adlet soltó un grito y dejó caer su arma infantil.

“¡Ah, ja, ja! ¡Te pateé el trasero otra vez!” El chico se rió. Se llamaba Rainer y era amigo de
Adlet, tres años mayor que él.

Vivían en un pueblo pequeño y común en lo profundo de las montañas de la Tierra de los


Lagos Blancos, Warlow. Había alrededor de cincuenta personas que se ganaban la vida al
pastorear ovejas, cultivar cereales y cosechar setas de montaña. El nombre de la aldea era
Hasna.

En un rincón de un potrero donde las ovejas pastaban, Adlet y Rainer practicaban la lucha con
espadas. Eran los únicos dos niños en el pueblo. Cada vez que podían tener un momento libre,
movían palos envueltos en algodón el uno al otro. Los rumores de que el Majin pronto sería
revivido se habían extendido hasta esta remota área. Warlow, Tierra de los Lagos Blancos, no
estaba tan lejos de la Tierra de los Lamentos. Los Kyomas de la Tierra de los Lamentos bien
podrían invadir esta tierra adentro. Tales pensamientos incitaron a los chicos a organizar un
cuerpo de defensa de dos.

“Adlet, tienes que mejorar en esto. A este ritmo, olvídate de los Kyomas. Ni siquiera puedes
vencer a mi madre.” Rainer sacó del suelo a su amigo completamente herido.

“Entonces tal vez tu madre debería unirse al cuerpo de defensa,” murmuró Adlet mientras se
frotaba su cuerpo maltratado.

“¿De qué estás hablando? El cuerpo de defensa somos tú y yo,” dijo Rainer.

La verdad era que Adlet no estaba entusiasmado con jugar en cuerpos de defensa. Los Kyomas
no iban a llegar tan lejos de todos modos, y los Héroes de las Seis Flores vencerían al Majin.
Incluso si los Kyomas vinieran, las personas deberían simplemente dar media vuelta y huir.
Eso fue lo que Adlet pensó. Pero Rainer era su único amigo en el mundo, por lo que Adlet no
podía rechazarlo.

“¡Rainer! ¿Dónde estás? ¡Sé que estás jugando con Addy!” una voz llamaba desde muy lejos.
Rainer había estado saltándose su trabajo en los campos, por lo que su madre iba a buscarlo.
El chico sacó la lengua y salió corriendo en la dirección opuesta.
Había sido un día bastante duro para Adlet. No solo había sido arrastrado a jugar al cuerpo de
defensa, sino que además había tenido que apaciguar a la madre lívida de su amigo.

“Oh, bienvenido a casa. Rainer realmente te ganó, ¿no?” Cuando Adlet regresó a su casa de
piedra, fue recibido por el olor a estofado de hongos y una mujer de unos veinticinco años. Su
nombre era Schetra, y ella era la guardiana de Adlet.

“Schetra, dile a Rainer que me de un descanso de todas las peleas de práctica,” dijo Adlet.

“Dile eso por ti mismo. Además, él no está tratando de ser malo.”

“Estoy cansado de eso. No tengo que ser un luchador. Odio pelear,” se quejó Adlet,
depositando un paquete de tela sobre la mesa. Un olor agradable flotaba desde dentro.

“Esos son hongos, ¿no?” preguntó Schetra. “Perfecto. Solo buscaba algunos ingredientes para
agregar sabor.”

Después de que Rainer se escapó, Adlet se había ido al bosque a buscar hongos. Había
adquirido varios especímenes raros ese día. Encontrar deliciosos hongos era el pasatiempo de
Adlet, y era lo mejor para él. Schetra cortó los bocados de la pradera y los puso en el estofado,
produciendo un olor fragante que recordaba a la carne a la brasa.

Tres años antes, Adlet había perdido a sus padres debido a la peste, y Schetra había perdido a
su esposo pastor de la misma manera. Schetra había aceptado a Adlet, y los dos habían estado
viviendo juntos desde entonces. La tutora de Adlet atendía a las ovejas y les cortaba la lana,
mientras que el niño usaba su leche para hacer queso. Ambos les vendían a los otros aldeanos
para mantenerse.

Ese era el recuerdo de Adlet Mayer de tener diez años. Él había estado feliz entonces. Después
de haber perdido a sus padres, Schetra lo abrazó amablemente. Ella le devolvió la sonrisa a la
cara. A Adlet le encantaba el olor a tierra y oveja empapado en el cuerpo de Schetra. Rainer
era un dolor en el trasero, pero era un buen amigo. Adlet estaba cansado de jugar en el cuerpo
de defensa, pero entendía bastante bien que Rainer sentía una fuerte atracción por Adlet y el
resto de la aldea a su manera. Y los otros aldeanos eran buenas personas. Compraban el torpe
queso de Adlet y le decían que era bueno, a pesar de que hubiera sido mejor si Schetra lo
hiciera.

Adlet había sido un niño realmente común entonces. Nunca había considerado que podría
convertirse en uno de los Héroes de las Seis Flores. Él nunca quiso hacerlo, ni una sola vez. En
lo que había sido bueno era en encontrar hongos. Su objetivo para el futuro había sido
aprender a hacer un mejor queso.

El joven Adlet había creído que esos días continuarían para siempre.

Fue un sueño. Un sueño de las cosas pasadas.


“... ¿Por qué has venido aquí?”

El escenario del sueño había cambiado. Había una casa en un bosque, una cueva modificada en
los árboles densamente cubiertos—no muy hogareños. Un anciano estaba sentado con las
piernas cruzadas adentro.

“Atreau Spiker. Escuché que podrías enseñarme a ser un guerrero.” Adlet parecía como
muerto. Su ropa estaba destrozada, y su cuerpo era delgado como un raíl. Sus dos manos
estaban cubiertas de sangre, y sus ojos eran los de un hombre que había muerto con un
resentimiento persistente.

“Sal de esta montaña. Si deseas ser fuerte, únete a los caballeros. Si eres un plebeyo, únete a
una banda de mercenarios.” El viejo—Atreau—se negó con voz tranquila pero resonante.

“Eso no sería suficiente. Eso me fortalecería. Pero no me haría el más fuerte del mundo.”

“¿El más fuerte del mundo?” Atreau frunció el ceño, su largo cabello oscureció su expresión.

“No puedo convertirme en el más fuerte del mundo a través del entrenamiento normal,”
continuó Adlet. “Tengo que caminar por un camino diferente. Me convertiré en el hombre más
fuerte del mundo. Me convertiré en el más fuerte y destruiré a los Kyomas.”

“¿Por qué quieres ser un guerrero?” el viejo preguntó.

“Para recuperar lo que me fue robado,” respondió Adlet. “No puedo recuperarlo a menos que
sea más fuerte que nadie. Más fuerte que todos.”

“Date por vencido,” dijo Atreau friamente. “Lo que se ha ido no se puede recuperar. Renuncia
y vive.”

“¡No puedo!” Adlet gritó. “¡Tengo que recuperarlo! Si no lo hago, ¿¡entonces para qué he
sobrevivido!? ¡Si no puedo vencer al Majin, si no puedo luchar contra los Kyomas, mi vida no
vale la pena vivirla en absoluto!”

Atreau miró a Adlet por un momento, pensando.

“¿Tú piensas que soy estúpido?” preguntó Adlet. “¿Crees que no hay forma de que pueda ser el
más fuerte del mundo, verdad?” Había lágrimas en sus ojos. “No me importa si piensas que soy
estúpido. No me importa si te ríes de mí. Seguiré creyendo que puedo convertirme en el
hombre más fuerte del mundo. Seguiré gritándome que seré el hombre más fuerte del mundo.
¿Cómo podría ser más fuerte si no lo hiciera?”

Atreau miró el cielo contemplativamente. Luego, se levantó lentamente y pateó a Adlet con
fuerza en el estómago. Le dejó sin aliento, el ácido brotó de su estómago vacío. Atreau pateó
los lados de Adlet y su espalda una y otra vez. Pisó la cara del niño y la clavó en el piso de la
caverna. Y luego Atreau dijo: “Sonríe.”
“... ¿Eh? ¿Son... reir?” Aunque intentó responder, las palabras no salieron. Le dolía tanto que
sentía que iba a morir.

“Si quieres ser un guerrero, entonces sonríe.” Atreau pateó la espalda de Adlet. “Cuando la
tristeza inspira el impulso de morir. Cuando la agonía hace que sea necesario tirar todo y huir.
Cuando te hundes en la desesperación y no puedes ver la luz. El que puede sonreír incluso
entonces se volverá fuerte.”

Los labios temblorosos de Adled se retorcieron. Sus mejillas se movieron espasmódicamente,


y aunque su expresión no se parecía mucho a una sonriendo, lo era.

Después de eso, Atreau continuó golpeándolo. Le dio una patada a Adlet en la cara hasta que la
sangre brotó de su nariz. Golpeó el estómago de Adlet hasta que la sangre se mezcló con el
vómito. Pero incluso entonces, Atreau no se detuvo. Sonreír, incluso cuando vomitaba bilis
teñida de rojo, con la nariz goteando sangre, y las lágrimas surgiendo de su rostro. Esa fue la
primera técnica de batalla que Atreau le enseñó a Adlet.

*(En otras palabras la técnica para no desesperarse ni quebrarse mentalmente)

Adlet abrió los ojos. Había sido un sueño vago e incoherente. “Ugh.”

Estaba en el bosque, sorprendido de estar todavía vivo. “...?” Pensó que se había derrumbado
boca abajo, pero ahora estaba acostado boca arriba con la raíz de un árbol como almohada.
Cuando tocó su espalda, la espada que debería haber estado allí no estaba. Su herida había
sido tratada, cosida y envuelta en vendas. ¿Quién lo había tratado? ¿Lo había encontrado
Nashetania?

Entonces escuchó una voz.

“Estas despierto.” Apenas podía ver la forma borrosa de Fremy dentro de la niebla oscura.
“Ellos te perdieron. Si descansas, podrás moverte nuevamente pronto.”

“¿Trataste mi herida?” Adlet preguntó, sentándose.

“Sí.”

“¿Por qué?” Fremy también debería haber creído que Adlet era el séptimo.

También habían tenido un comienzo difícil cuando se conocieron. No podía entender por qué
ella lo salvaría.

“Estoy un noventa y nueve por ciento seguro de que eres el séptimo,” dijo Fremy. “Pero no
completamente. Esto es por el bien de esa probabilidad del uno por ciento.”

“Bueno, tienes razón. Soy un verdadero Héroe. Vine aquí para luchar contra el Majin.”

“¿Oh? no te creo,” dijo Fremy mirando hacia otro lado.


El silencio cayó sobre ellos. El bosque nocturno estaba en silencio. Adlet pensó que los otros
cinco habrían dejado de buscar ahora que estaba oscuro. No había señales de que todavía lo
estuvieran persiguiendo. Entonces, ¿qué debería hacer él en este momento? Tenía que
demostrar su inocencia, no importa qué. ¿Pero cómo? “Esto va a sonar patético,” dijo Adlet,
“pero no tengo idea de cómo entró el impostor en el templo.”

“Por supuesto. Porque tú eres el impostor.”

“¿Fue realmente cierto lo que dijo Hans? ¿Realmente no había forma de abrir esa puerta?”

“No estoy tan informada como él, pero sí sé un poco sobre las puertas creadas por la Santa de
la Sal. No creo que lo que dijo Hans fuera incorrecto,” dijo.

“...”

“Además, Mora derribó tus ideas también. No hay forma de que alguien haya podido entrar a
ese templo.”

Si ese era el caso, entonces Adlet realmente estaba estancado. Si de hecho fuera posible entrar
al templo, eso significaría que Hans, Mora y Fremy estaban mintiendo. Pero solo uno de los
siete era el enemigo. Seis realmente eran Héroes. Sería inconcebible que alguno de los
verdaderos Héroes conspirara con el enemigo por su propia voluntad. Eso significaba que si
múltiples Héroes contaban la misma historia, tenía que ser la verdad.

“El impostor podría ser Mora,” sugirió Adlet. Ella había dicho que no había nadie que podría
haber irrumpido en ese templo cerrado. Pero si su testimonio había sido una mentira,
¿entonces qué? ¿Qué pasaría si ella fuera cómplice de la Santa que entró?”

“Eso puede ser posible,” admitió Fremy. “Pero no puedes evitarlo. Tendrás que capturar a la
persona que irrumpió en el templo y demostrar sus poderes a todos nosotros.”

“Bueno, tal vez haya alguna Santa desconocida, una que ni siquiera ella conoce. Ella no sabía
de ti, por lo que no puedes decir con certeza que no hay ninguna Santa aún desconocida.”

“Eso equivale a lo mismo. No puedes probar qué Santa lo hizo a menos que la atrapes.”

De todos modos, eso solo significaba que tenía que atrapar a la persona que había activado la
barrera. “Déjame resolver esto,” dijo. “Primero, tenemos dos o más enemigos. Uno de estos
dos se encuentra entre los siete Héroes que se han reunido aquí. El otro es el que irrumpió en
el templo y activó la barrera.” Eso era cierto. No era posible que ninguno de ellos, aparte de
Adlet, hubiera activado la barrera. Cuando se activó, Fremy, Nashetania y Goldof habían
estado luchando contra los Kyomas. Mora y Hans habían estado en camino al templo. El único
cuya posición en ese momento era desconocida era Chamo, pero Mora había testificado que
Chamo no podía irrumpir en el templo con sus poderes.

“Hemos estado llamando al que se infiltró en nuestro grupo, al que tiene una cresta, como el
séptimo,” continuó Adlet. “Llamemos al que activó la barrera el octavo. Por supuesto, están
trabajando con los Kyomas. Los Kyomas lanzaron bombas encima para atraer a los Héroes de
las Seis Flores al templo y nos atacaron para separarme del resto. Probablemente fue un plan
cuidadosamente preparado.”

“Eso todavía nos deja con una pregunta,” dijo Fremy. “¿Para qué está aquí el séptimo? Si el
plan era encerrarnos, podría haberlo logrado sin su presencia.

“No seas estúpida,” dijo Adlet. Si el séptimo no estuviera entre nosotros, no sería posible
enmarcarme a mí como el séptimo. El plan no era encerrarnos. El plan era apuntarme y
matarme.”

“No pensé en eso. Porque pensé que eras el séptimo.” Fremy estaba de acuerdo con la
conversación, pero ella no parecía confiar en él en absoluto. Adlet había pensado que podía
persuadir a Fremy para que se pusiera del lado de él, pero parecía que eso sería imposible.

“De todos modos, podemos postergar el encargarnos del séptimo,” él dijo. “Nuestra prioridad
número uno es encontrar al octavo.”

“¿Puedes? Quiero decir por tu cuenta.”

Adlet se vio obligado a guardar silencio. Estaría buscando un enemigo con poderes
desconocidos mientras evitaba a los otros cinco Héroes. Por supuesto, esta persona no solo
estaría caminando por el bosque. Estaría desesperadamente escondido para evitar la captura.
¿Se podría incluso hacer? Le parecía completamente imposible. Pero mientras más
convencido estaba de que era imposible, más grande era la sonrisa en su rostro. Sus labios se
relajaron, y su espíritu fue vigorizado.

“Eres un hombre extraño. ¿De qué estás sonriendo?” preguntó Fremy.

“Estoy sonriendo porque tal como siempre, soy el hombre más fuerte del mundo.” Adlet
apretó un puño. “Estoy en una situación pésima, pero ni siquiera se acerca a romper mi
espíritu.” Para sonreír de desesperación: eso fue lo primero que el maestro de Adlet, Atreau, le
había enseñado. “Espero con ansias mañana. Mañana es el día en que arruinaré el complot de
mi enemigo. Voy a demostrar mi inocencia y el hecho de que soy el hombre más fuerte del
mundo al mismo tiempo. No puedo esperar a que salga el sol.”

Adlet seguía sonriendo. No tenía idea de quién era realmente el octavo. Tampoco parecía
probable que pudiera seguir evadiendo a los otros Héroes. Pero si dejaba de sonreír, todo
habría terminado.

“Estás engañándote.”

“No. Estoy determinado.” Cuando Adlet sonrió, pensó en el octavo: quién podría ser y qué tipo
de poderes podría tener. Buscó en sus recuerdos para ver si quizás había pasado por alto
alguna pista, algo fuera de lo común. Después de haber estado pensando por un tiempo,
Fremy habló de repente.

“¿Por qué querías ser uno de los Héroes de las Seis Flores?”
Por alguna razón, esto era nuevo y sorprendente para él. Fremy había parecido desinteresada
en los otros Héroes todo este tiempo. Esta era la primera vez que había mostrado interés en
otra persona. “¿Por qué me preguntas eso?” preguntó Adlet.

“Porque eres común.”

“...”

“Hans es un genio. Goldof también. Pero tú no lo eres. Solo eres una persona común con
muchas armas extrañas.”

“¿Estás diciendo que soy débil? ¿Yo, el hombre más fuerte del mundo?”

“Eso no es lo que estoy diciendo. Estoy preguntando cómo una persona nada interesante como
tú podría convertirse en un luchador tan poderoso. Eso es lo que quiero saber.”

Adlet no respondió. Hans y Goldof eran genios, y Adlet era común. Él no podía negar eso. No
podía tocar a ninguno de ellos cuando se trataba de puro juego de espadas o artes marciales.
“Es gracias a mi maestro,” dijo Adlet. “Dudo en decir esto, pero estaba un poco loco. Estaba
obsesionado con matar a los Kyomas. Pasaba todo su tiempo solo en las montañas, ideando
nuevas armas y luego encontrando formas de usarlas. No hacía nada más. Ni siquiera
pensarías que era humano.”

“...”

“Él me impuso las habilidades. Entrenaba todos los días hasta que vomitaba y ya no podía
moverme, y cuando eso terminaba, me encerraba en mi escritorio para estudiar. Aprendí
sobre cómo fabricar sus herramientas y venenos, refinar pólvora e incluso la ciencia de
vanguardia.”

“¿Ciencia? ¿Incluso eso?” preguntó Fremy.

“Le estoy agradecido. Me hizo el guerrero que soy. Aprender un estilo de combate normal no
me hubiera convertido en el hombre más fuerte del mundo.”

“Conozco a ese hombre,” dijo, y Adlet la miró. “Atreau Spiker”

Fremy continuó. “Era uno de mis objetivos. Era bastante viejo, por lo que estaba abajo en mi
lista de prioridades.”

“Sí, ese es el hombre,” dijo Adlet.

“Escuché que todos sus discípulos huyeron. No pudieron soportar su severo entrenamiento.”

“Tu información fue incorrecta. Hubo uno que no huyó: yo.”

“¿Cómo pudiste aguantarlo?”

Adlet no respondió.
“Algo pasó, ¿no?” Fremy presionó. “Había una razón por la que querías ser uno de los Héroes
de las Seis Flores.”

Adlet de repente recordó su conversación con Nashetarúa en la prisión. Ella le había


preguntado todo tipo de cosas, pero Adlet no le había contado todo. El tema era pesado para él
y no era algo de lo que podía hablar fácilmente. Algunas cosas eran así. “Cuando era niño, un
Kyoma vino a mi pueblo.” Y sin embargo, ¿por qué se sentía tan natural hablar de su pasado
ahora? “No podía creerlo. Había pensado que los Kyomas eran criaturas de tierras lejanas. Mi
mejor amigo intentó golpearlo con un palo. Estaba llorando cuando lo detuve.”

“¿Cómo era este Kyoma?” preguntó Fremy.

“Tenía la forma de un ser humano. Su cuerpo estaba modelado con escamas de color verde y
piel. En ese momento, parecía que se elevaba al cielo, pero creo que probablemente no era tan
grande. Más o menos del mismo tamaño como Goldof.”

“Tenía tres alas, ¿no? Tres alas tipo cuervo en su espalda.”

Eso era exactamente correcto. “¿Tú lo conoces?” preguntó.

“Continúa tu historia.”

“No nos atacó ni nos comió. Simplemente se nos acercó con una sonrisa y me dio una
palmadita en la cabeza. Fue amable. Increíblemente amable. El Kyoma llamó a los adultos de la
aldea para que se reunieran y nos dijo a los niños que nos durmiéramos. Por supuesto, no
había forma de que pudiera conciliar el sueño. Temblé toda la noche en brazos de mi tutora.”

“¿Y entonces?” incitó Fremy.

“A la mañana siguiente, el Kyoma había desaparecido. Nadie había muerto. Nadie resultó
herido. Me sentí aliviado. Y luego el anciano del pueblo nos dijo que todo el pueblo se movería
a la Tierra de los Lamentos y que a partir de ese momento seríamos gobernados por el Majin.”

“...”

“Todos los adultos en el pueblo dijeron que el mundo humano iba a terminar y no había forma
de que los Héroes de las Seis Flores pudieran ganar. Pero todos creían que si nos uníamos al
Majin de inmediato, nuestras vidas se salvarían. Después de hablar con ese Kyoma por solo
una noche, era como si todos fueran personas completamente diferentes. No sabía qué hacer.
Todo lo que podía hacer era estremecerme en mis pies. Los únicos que se opusieron a este
plan fueron mi tutora y mi mejor amigo. Pero el Kyoma también había dicho una cosa más—
para demostrar nuestra lealtad al Majin, los aldeanos deberían ir a esculpir los corazones de
cualquiera que se opusiera y llevar esos corazones a ello.”

“Parece algo que diría él,” comentó Fremy.

Entonces Fremy sí conocía a la criatura después de todo. “¿Qué era ese Kyoma?” preguntó
Adlet.
“Es uno de los tres comandantes que gobiernan a todos los Kyomas. También fue el que surgió
con la idea de hacer un niño humano / Kyoma y le ordenó a mi madre que me diera a luz.”

“...”

“Continúa,” dijo ella.

“Ni mi tutora ni mi mejor amigo odiaban a los aldeanos por eso sin importar qué. La culpa
recaía en ese Kyoma, no en la gente de la aldea. Mi mejor amigo me dijo que no los odiara. Mi
tutora me dijo que las cosas seguramente volverían a cómo habían estado antes, que un día
podríamos vivir juntos pacíficamente. Recojamos algunos hongos nuevamente. Hagamos el
cuerpo de defensa nuevamente, dijeron.

“¿Que les pasó a ellos?” preguntó Fremy.

“Mi mejor amigo murió defendiéndome. Mi tutora murió para que yo pudiera escapar. Fui el
único que sobrevivió,” dijo Adlet, y su historia terminó ahí. “¿De qué estaba hablando otra vez?
Oh sí, la razón por la que me convertí en guerrero.” Cerró los ojos y mientras imaginaba sus
rostros en su mente, dijo: “Cuando le conté esto a mi maestro, me dijo que fue gracias a mi
tutora y mi amigo que pude fortalecerme tan capaz porque creía en lo que decían, que un día
las cosas de seguro volverían a cómo eran antes y podríamos vivir juntos en paz. Dijo que las
personas no pueden ser fuertes por el bien de la venganza. Se hacen más fuertes cuando
tienen algo en lo que creer.”

“...”

“¿Eso es suficiente para ti?” preguntó Adlet. La historia había terminado más de lo esperado.
Pero la noche era larga. Tenían mucho tiempo para hablar.

“Te envidio,” dijo Fremy.

Adlet dudaba de sus oídos. “¿Que acabas de decir?”

“Dije que te envidio.”

Olvidando el dolor en su espalda, Adlet se levantó. Su mano tomó la espada en su cintura.


“¿Qué dijiste? No podrías haber dicho que me envidias, ¿verdad?”

“Te envidio. Ni siquiera tengo nada en lo que creer.”

“...” La mano de Adlet se alejó de su espada. Se sentó de nuevo.

“Fui abandonada por los más cercanos a mí,” dijo Fremy.

“¿Qué quieres decir?”

“Me refiero al Kyoma que me dio a luz y me crió. El Kyoma que me dio mi arma, me dio mis
poderes como Santa de la Pólvora, me dio felicidad. Me abandonó.”

Adlet no la instó a continuar. Él solo la dejó hablar.


“Como te dije antes, fui criada entre Kyomas,” dijo. “No peones como los que matamos hoy.
Serios Kyomas con inteligencia, valor y lealtad al Majin. Los amaba a todos. Creía que todos
me amaban.”

“...”

“Maté a muchas personas por orden de mi madre. No tenía dudas. Por el contrario, sentía que
tenía que trabajar más, matar aún más. No era un Kyoma por completo, y tenía sangre humana
sucia. Creí que incluso un medio Kyoma podría ser reconocido como un completo Kyoma si
pudiera matar a muchos humanos,” dijo Fremy, y su expresión parecía más joven de lo que
nunca había estado. “Pero también entendí que simplemente matar a los débiles no sería un
servicio para el Majin. Tuve que matar a uno de los seis guerreros más fuertes del mundo,
romper uno de los eslabones de la cadena. Nashetania y Mora estaban muy resguardadas. No
podía acercarme a ellas, así que decidí desafiar a Chamo. Creía que si podía vencer a Chamo,
sería reconocida como un Kyoma con todas las de la ley.”

“Entonces perdiste,” dijo Adlet.

“Lo lamento. Debería haber ido por Nashetania o Mora en lugar de desafiar eso. Todo lo que
pude hacer fue escapar. Y cometí otro error... cuando ella me provocó, le dije mi nombre.”

Adlet no podía imaginar cómo había sido la batalla.

“Apenas sobreviví,” continuó, “y cuando volví... mi madre trató de matarme, al igual que los
otros Kyomas que había considerado familia. Terminaron conmigo. Tal vez debería haber
muerto entonces. Pero logré escapar.” Fremy acarició su frente. Estaba la prueba de que ella
era un Kyoma, la cicatriz que le dejó su cuerno. “Lo que no puedo perdonar no es que hayan
tratado de matarme. Es que pretendieron amarme. Si me hubieran tratado como su
marioneta, entonces la traición no habría dolido. Si siempre hubieran tenido la intención de
traicionarme, entonces deberían haberme criado como un esclavo nacido para luchar contra
los humanos. Mi madre... mi madre... Fremy estaba apretando los puños. “Mi madre fingió
amarme.”

“Venganza, ¿eh?”

“No es suficiente matarla. Tengo que destruir lo que mi madre ha dedicado su vida. No estaré
satisfecha hasta que destruya al Majin. Una vez que lo haga, le diré... lamenta lo que has
hecho. Esto es lo que forjaste.”

Cuando Adlet conoció a Fremy, algo en él se había resistido a la idea de dejarla sola. Ahora
finalmente entendió por qué. Ella era como él. Su dolor era el mismo que el suyo—el dolor de
ser traicionado por las personas en las que confiaba, de perder su lugar en la vida. Dolor que
la hacía arder de odio. La venganza no tiene sentido. La venganza es un error. La venganza
no trae nada. Había muchas personas que decían cosas así, pero no lo entendían. La venganza
no era algo que hacías porque era significativa o correcta o porque podías sacar algo de ella.
Buscabas venganza porque era todo lo que tenías.

“En aquel entonces, estaba contenta,” continuó Fremy, como si hablara consigo misma.
“Tenía a mi madre y mis amigos. Jugamos juntos, y peleamos juntos. Tuve un perro. Me
pregunto qué le ha pasado ahora. ¿Todavía lo están alimentando? ¿O es posible que ya se
hayan deshecho de él?”

“Hey, Fremy,” él dijo.

“¿Qué?”

“Bueno, um... espera ahí.” Adlet sinceramente quería apoyarla. Pensó que ella podría apreciar
un poco de aliento.

Pero lo que obtuvo a cambio fue una mirada aún más fría, una pesada con sospecha. “Adlet—
¿por qué no sospechas de mí?” ella preguntó.

“¿Eh?”

“¿Cómo puedes creer que esa historia es cierta? ¿No puedes imaginar que me la inventé?”

“¿De qué estás hablando, Fremy?”

“Si eres realmente un Héroe, debería ser tu sospechosa número uno. Desde tu punto de vista,
tengo que ser la más sospechosa.”

“Sí, tal vez sea así, pero...” Adlet bajó los hombros.

“Si fueras un verdadero Héroe, lo primero que harías es tratar de buscar pruebas de que soy el
séptimo. Pero no es así. Solo eso es motivo suficiente para sospechar de ti.”

Adlet pensó que su lógica era extraña. Pero desde su perspectiva, no era un argumento
irracional. “Yo...” buscó la respuesta. Varias vinieron a la mente, pero ninguna se ajustaba. Le
costó expresar sus sentimientos con palabras. Recordó cuando conoció a Fremy por primera
vez. Se sintió como hace mucho tiempo, pero en realidad había sido solo esa mañana. Intentó
desesperadamente expresar cómo se había sentido en ese momento. “No quiero creer que
eres mi enemigo.”

“No puedo entender eso,” dijo Fremy. “Si eres un verdadero Héroe o el séptimo.”

“No-no me malinterpretes Fremy. No es como si me gustas o algo así.”

“No estaba hablando de eso. No seas asqueroso,” escupió Fremy. “No puedo entenderlo.”
Simplemente no puedo comprenderte en absoluto,” dijo, y luego se levantó bruscamente.”
Regresaré al templo. Los otros cinco probablemente estarán allí.”

“¿Vas?” preguntó.

“Por supuesto.” El contorno de Fremy desapareció en la oscuridad.

Adlet había pensado que al hablar de sus pasados, habían llegado a entenderse un poco. Pero
tal vez eso también solo había sido una ilusión momentánea. Adlet llamó a la oscuridad, “¿No
quieres venir conmigo?”
Fremy se detuvo y pensó por un momento. “Puede que hayamos hablado mucho, pero en
última instancia, eso no cambia el hecho de que eres el más sospechoso de todos nosotros.”

“Ya veo.”

“Pero estaría dispuesto a escucharte solo una vez.” Desde la oscuridad, Fremy le arrojó algo.
Era un pequeño petardo de pólvora redondeada. “Eso fue hecho con mi poder... el poder del
Espíritu de la Pólvora. Cuando lo golpeas en el suelo, explota. Si lo haces, sabré dónde
sucedió.”

“¿Entonces dices que puedo usar esto para llamarte?” preguntó Adlet.

“No tengas la idea equivocada. No confío en ti. La próxima vez que nos veamos será cuando te
mate.”

“...”

“Usarlo o no depende de ti,” dijo Fremy, y desapareció en la oscuridad.

Adlet miró hacia la noche mientras pensaba. Después de haber hablado con Fremy, estaba
seguro de una cosa: Ella no era en absoluto su enemiga. No era la lógica lo que inspiraba esta
certeza, sino su corazón. Él quería protegerla—del Majin, y también del séptimo. “Te
protegeré Fremy. Y no solo a ti—Protegeré a Nashetania y a los demás. Protegeré a todos.” Él
no obtuvo respuesta.

Adlet yacía abajo y contemplaba el cielo oscuro y cubierto de niebla. Mientras lo hacía, sus
pensamientos volvieron al pasado. Hace cinco años, durante su tiempo de entrenamiento con
Atreau, cada vez más cerca de convertirse en el hombre más fuerte del mundo, Adlet una vez
había regresado a su pueblo natal. Toda el área no había sido más que un campo quemado.
Nada permaneció. Ni los lugares donde había jugado con su amigo ni la casa donde había
vivido con Schetra—nada. Los restos quemados de su pueblo le dijeron que lo que había
desaparecido no regresaría.

Adlet creía que se había vuelto más fuerte no por el bien de la venganza. Él no luchaba por
odio. Se había convertido en un guerrero porque no quería perder todo de nuevo.

Pero a pesar de esos sentimientos, los que él quería proteger no cooperaban.


Mientras tanto, el séptimo estaba pensando en privado que matar a Adlet personalmente no
sería la mejor estrategia. El impostor quería dejarle la tarea a uno de los otros Héroes de las
Seis Flores si fuera posible. Entonces, si las cosas iban bien, podría echarle la culpa al que
hubiera hecho la obra. Incluso si el impostor no fuera capaz de lograrlo, la muerte de Adlet
aún desgarraría una gran brecha en los lazos de confianza entre los Seis Héroes. El séptimo
solo tenía que permanecer vigilante y usar esa trampa de confianza para llevar al grupo a una
irreparable caída.

El séptimo no sabía lo que iba a pasar. Lo importante era ser flexible—observar la situación de
cerca y usar lo que tenía a mano sin apegarse demasiado a una sola idea. Y sobre todo, evitar
las sospechas era crucial. Si el séptimo pudiera manejar eso, la victoria estaba asegurada.

Ahora bien, ¿quién mataría a Adlet...?

Cuando Fremy regresó al templo, Chamo, Nashetania y Hans ya estaban dormidos. Mora y
Goldof estaban de guardia afuera.

“Así que vives. ¿Qué le pasó a Adlet?” preguntó Mora.

“Lo perdí,” dijo Fremy. “Estaba herido, y aunque me hubiera gustado capturarlo, no tenía mi
arma.”

“Ya veo,” respondió Mora. “Deberías dormir. Puedes hablar más sobre eso mañana por la
mañana.”

Cuando Fremy entró al templo, Goldof la llamó. “Lo siento por sospechar de ti,” dijo.

“No importa. Cualquier persona normal lo habría hecho,” respondió ella.

Eventualmente amaneció. Fremy le contó a los otros cinco sobre lo que sucedió después de
que Adlet se la llevó. Y luego les contó sobre ella, y en particular su razón para luchar contra el
Majin.

“Los Kyomas son criaturas tan desalmadas.” Mora frunció el ceño.

“Qué historia tan horrible,” dijo Chamo. “Si es que es verdad.”

“Chamo, ¿todavía sospechas de Fremy? La verdad ya se ha aclarado—Fremy es un miembro


indispensable de nuestro equipo,” Mora la regañó, pero Chamo solo se rió.

“Meow-jee-jee”, Hans se rió entre dientes. “Sin embargo me siento un poco incómodo sobre
esto. ¿Deberíamos realmente pensar que ella es uno de nosotros?”

“Hans, ¿tú también? ¿Cómo puedes decir eso?” dijo Mora perpleja.

“¿Realmente luchaste con Adlet?” Hans le preguntó a Fremy. “Esa espada que le arrojé se
hundió bastante profundo, ¿sabes?”
“Olvidé sus signos vitales,” respondió Fremy. “Tu brazo no es tan bueno como tu boca.”

“En serio, Adlet te tomó un gusto. Cuando todos sospechaban de ti, él te protegía. Cuando
Chamo dijo que iba a torturarte, se enojó y la detuvo. No es de extrañar que te sientas atraída
por él.”

“Eres tan detestable.”

“Meow-jee-jee, el corazón de una mujer es una evasión eterna. Tu boca y tu corazón no están
cantando la misma melodía.”

“Hans, cállate por un momento,” ordenó Mora. Hans hizo una demostración exagerada de su
sorpresa y luego cerró la boca. “Tengo dudas también,” continuó. “¿Qué pensaste de Adlet,
Fremy? ¿Cuál fue tu impresión cuando descubriste que él era el séptimo?”

“Pensé, Ah, lo sabía,” dijo Fremy.

“¿Cómo es eso?” preguntó Mora.

“Estaba tratando de ponerse de mi lado, mostrando esta preocupación forzada en un intento


de ganarse mi confianza. Ahora que sé por qué, todo tiene sentido.”

“Meow-ja-ja, qué aterradora mujer. ¡El amor del pobre Adlet no es correspondido!” Fremy
miró a Hans.

“Deberíamos estar hablando de Adlet. ¿Cómo lo capturaremos?” preguntó Goldof.

Hans miró la caja de hierro en la esquina del templo y dijo: “La mayoría de sus armas están
ahí. No puede luchar sin ellas. Si esperamos aquí, creo que vendrá para conseguirlas.”

“No necesariamente,” respondió Fremy. “Todavía tiene un cierto número de armas ocultas
consigo.”

“No es suficiente para luchar contra todos nosotros,” respondió Hans.

“Eso no significa que podamos ir sin un plan,” dijo Goldof. “Deberíamos hacer nuestro
movimiento. Tenemos solo un tiempo finito. Deberíamos dividirnos y rastrearlo.”

“Goldof tiene razón,” dijo Mora. “Nos dividiremos en grupos de dos. Primero Fremy—vendrás
conmigo a buscar a Adlet.” Fremy asintió. “Princesa, ve con Goldof,” continuó Mora. “No seas
amable con Adlet. Goldof cuida a la princesa.” Goldof asintió. Nashetania lo miró incómoda.
“Chamo y Hans, se quedarán aquí y le tenderán una emboscada. Manténganse tranquilos.”

“¿Meow? Tendré solo la mitad de la motivación si no estoy con una bella dama. ¿No puedo
cambiar de lugar con Goldof?” Todos ignoraron la queja de Hans.

“¿No hay objeciones?” comprobó Mora. “Entonces vamos.”

Fue entonces cuando Chamo dijo: “No. Chamo no quiere esperar.”


“Está bien, entonces Fremy puede quedarse aquí y tú vienes conmigo Chamo,” dijo Mora.

“Caminar por todo el lugar tampoco suena divertido. Chamo irá a jugar en algún lado hasta
que la barrera sea quitada.”

“¿Puedo regañarte un poco Chamo?” Una vena azul apareció en la frente de Mora.

Hans sonrió y dijo: “Está bien. Puedo lidiar con un hombre así por mi cuenta.”

“Qué confiable aliado eres,” dijo Mora. “Bueno, que así sea. Chamo, evita perderte y no te alejes
demasiado.”

Nashetania y Goldof se dirigieron hacia el oeste. Mora y Fremy se dirigían en la dirección


opuesta cuando Hans llamó a uno de sus compañeros. “Hey, Fremy.”

“¿Qué?” ella respondió.

“¿Realmente puedes luchar contra los Kyomas?”

“¿Qué quieres decir?”

“Si tu amada mamá estuviera parada justo frente a ti diciendo, lo siento, perdóname, siempre
me he arrepentido, vivamos juntas de nuevo, ¿podrías matarla?”

“Podría. Porque sabría que estaría mintiendo,” dijo Fremy.

“No, no podrías.”

Fremy le disparó a Hans una mirada furiosa.

“Soy un asesino”, dijo Hans. “He tomado muchos trabajos. Esposos traicionados por sus
esposas. Niños abandonados por sus padres. Todos se acercaron a mí diciéndome, mátalos
por mí. Pero sabes, ninguno de ellos estaba feliz de mírame hacerlo. En el último momento, la
mayoría de ellos decían cosas como, No, no los mates, después de todo.”

“¿Y qué?” Fremy exigió.

“Bueno, supongo que en realidad no importa.”

“Vamos Fremy,” dijo Mora y las dos mujeres se apartaron de Hans y corrieron hacia el bosque.

Después de que Nashetania y Goldof salieron del templo, corrieron por un tiempo hasta que
Nashetania se detuvo de repente. Se giró para mirar detrás de ellos y escaneó el área varias
veces.
“¿Qué ocurre?” Goldof, quien la había estado siguiendo, estaba confundido por su
comportamiento.

“Goldof, sé que esto es repentino, y esto va a sonar extraño, ¿pero confías en mí?” Nashetania
miró a Goldof directamente a los ojos.

“Por supuesto. ¿En quién podría confiar sino fuera usted?” respondió.

Pero su respuesta hizo fruncir el ceño a Nashetania. “No entiendes lo que quiero decir. Lo que
quiero preguntar es, ¿apoyarías mis ideas sin cuestionarlas?”

“Su Alteza, ¿en qué está pensando?”

Nashetania mantuvo sus ojos fijos en los de Goldof. “Adlet no es el séptimo. Y ahora lo
probaré.”

“¡Su Alteza!” Goldof gritó.

“Solo esta vez. Di que lo harás sin quejas. Puedo decirlo—¡Adlet ha caído en una trampa y está
esperando mi ayuda!”

“No puedo consentir. Incluso si es usted Su Alteza. Cualquier cosa menos eso.”

“No digo esto sin un plan en mente,” insistió Nashetania. “Hay algo que me ha estado
molestando. Todavía no tengo pruebas, y puedo estar equivocada. Pero podría ser la pista que
nos lleve a la verdad.”

“¿De quién sospecha?” preguntó Goldof.

Nashetania respondió en voz baja, “Hans.”

Mientras tanto, Adlet también estaba haciendo su movimiento. Corría silenciosamente a


través de las ramas de los árboles para no dejar huellas. Ocasionalmente, se detenía y
escuchaba los sonidos a su alrededor, verificaba que nadie se acercara y luego continuaba. Él
se dirigía hacia el templo. Si pudiera encontrar prueba de que el octavo realmente existía, él
podría despejar las sospechas contra él por el momento. Sería más eficiente que correr por el
bosque y buscar al octavo al azar.

¿Qué están haciendo los otros? Cuando Adlet saltó de un árbol a otro, reflexionó. Lo más
probable es que los seis se hubieran dividido en grupos de dos o tres para buscarlo. Esa sería
la decisión lógica si querían evitar ataques sorpresa de él. Las cosas podrían ponerse feas si
estuvieran en grupos de dos. Eso significaría que uno de ellos estaba solo con el séptimo, el
cual podría matar a su compañero y luego culpar a Adlet. Esa podría ser el próximo plan del
séptimo. Adlet tenía que darse prisa antes de que tácticas tan sucias fueran puestas en acción.

¿Pero sería factible inspeccionar el templo? Habría al menos dos guardianes. Al menos si
Nashetania o Fremy estuvieran entre ellos, habría una manera. Adlet podría hacer que una de
ellas cooperara y que ella se asegurara de que el templo estuviera vacío, o podría negociar con
ellas directamente para entrar al templo. Adlet sabía muy bien que su plan tenía agujeros. Era
fortuito y basado en el azar. Pero en este punto, era todo lo que tenía.

“Okay.” Había llegado al templo sin toparse con ninguno de sus perseguidores. Parecía que la
suerte no lo había abandonado. Trepó a otro árbol, sacó su telescopio y examinó el área. No
había señales de que hubiera alguien alrededor del templo. ¿Estaban esperándolo adentro?
Dio la vuelta a la parte posterior del templo, acercándose con cautela. Saltó al tejado, apoyó la
oreja en la piedra y escuchó todos los sonidos que había dentro. Él no podía escuchar nada. O
el templo estaba realmente vacío, o era una trampa para atraerlo. Y si era una trampa, ¿era
uno de los otros Héroes quien se la había preparado o era el séptimo?

Luego sintió algo que le envió escalofríos por la espina dorsal—podía sentir sed de sangre en
el aire. Su cuerpo reaccionó ante su mente consciente.

“¡Meow meow!” Adlet rodó a un lado justo cuando la espada apuñaló en el techo donde había
estado. El otro hombre se había acercado por detrás sin hacer el menor ruido. “Hola,” dijo
Hans. “Pensé que te presentarías, Adlet.”

“Hans. Así que eres tú.” Adlet lo había olvidado—Hans era un asesino. Las trampas y los
ataques sorpresa eran su campo de experiencia. Probablemente Hans había predicho su
llegada y se había ocultado de antemano en algún lugar del bosque.

Hans sacó su espada del techo, y luego agarrando una hoja con forma de hacha en cada mano,
las giró moviendo solo sus muñecas. Parecía que estaba jugando, pero no reveló ninguna
apertura. Sus movimientos eran extraños. “Pensé que todo lo que podías hacer eran trucos
cobardes. Eres mejor de lo que pensaba.” Parecía que Hans estaba sorprendido de que su
emboscada hubiera fallado.

“Bueno, maldición,” dijo Adlet. “Ahora que me he encontrado contigo, parece que no tengo
más remedio que hacer esto.” Él desenvainó su espada y se enfrentó a Hans. Pero eso fue solo
fanfarroneo. Como la negociación estaba fuera de discusión, Adlet ya estaba considerando su
única opción: huir.

“Ven a mí como si me quisieras matar. Si no lo haces, esto será más rápido.” Hans tenía una
amplia sonrisa en su rostro mientras movía su espada. Era como si disfrutara pelear tanto que
apenas podía controlarlo.

“Tú primero,” dijo Adlet. “Será una experiencia de aprendizaje agradable para ti.”

“Mya-jee. Mee-jee-jee. ¡Hmya-mya-meow!” Hans emitió una risa extraña y saltó sobre él.

Justo lo que quería, pensó Adlet. Bloquearía el primer ataque de Hans y aprovecharía la
oportunidad para lanzarle una bomba de humo a la cara.

Pero un instante antes de que Hans hubiera golpeado, el asesino se puso a cuatro patas y se
detuvo. Adlet no estaba listo para eso. Hans lanzó una patada circular para golpear la bomba
de humo en la mano izquierda de Adlet. “Ese mismo truco no va a seguir funcionando una y
otra vez.” Hans balanceó su espada usando el impulso de su giro. Adlet saltó hacia atrás,
apenas evitándola. Hans giró su cuerpo y se abalanzó una vez más.
Los dos cayeron del techo del templo. Adlet aterrizó, y cuando vio a Hans caer de cabeza,
pensó que esta sería su oportunidad de correr. Pero Hans aterrizó en sus puños, con sus
espadas aún en mano, y suavemente con sólo la fuerza de sus brazos, se lanzó hacia Adlet.
“¡Yah!” Girando por el aire, él golpeó.

Todo lo que Adlet pudo hacer fue bloquear el golpe con la parte plana de su espada. Todo el
peso de Hans detrás del ataque dejó a Adlet fuera de balance. Hans aterrizó en sus manos y
luego, de todas las cosas, corrió boca abajo hacia Adlet. Luego se dio la vuelta para plantar los
pies en el suelo de nuevo, apuntando a la cabeza de Adlet con ambas espadas.

“¡Ngh!” Aunque el cuerpo de Hans no era tan grande, su ataque fue terriblemente pesado. Solo
bloquearlo hizo que los hombros de Adlet gritaran. La corriente de ataques de Hans fue
continua—se dio la vuelta, rodó hacia adelante, giró sobre sí mismo, las cuatro extremidades
trabajaban libremente para acosar a Adlet. Era como si la gravedad ni siquiera existiera.
¿Cómo puede un humano moverse así? Adlet se preguntó. No tenía idea de dónde vendría el
ataque. Aunque parecía que Hans solo estaba jugando con él, su manera de moverse era
completamente eficiente. Siguió a Adlet como un gato jugando con una pelota, evitando que su
presa fuera demasiado lejos.

“¡Tsk!” Adlet arrojó una aguja envenenada desde su manga mientras pateaba a Hans con un
clavo escondido en su zapato. Pero ninguno dio en el blanco. No había forma de que pudieran.
Las armas de Adlet eran todas para atrapar a un oponente fuera de guardia. Pero en este
momento, Adlet era el desequilibrado.

“¡Hnnmya!” Hans gruñó cuando la patada desesperada de Adlet se conectó con su estómago.
Hans dejó caer sus dos espadas. En ese breve momento, Adlet intentó arrojar una bomba de
humo.”

“¡Hnnmya-meow!” Pero cuando las espadas volaron por el aire, Hans las atrapó entre sus
pies. Luego, girando su cuerpo con la fuerza de sus brazos, se lanzó hacia Adlet. De alguna
manera, Adlet logró bloquear el ataque de los pies de Hans con una espada, pero Hans
aprovechó la oportunidad para agarrar las piernas de su oponente y tirar de él al suelo.

“Maldita sea...” Adlet cayó en su cara. Ni siquiera tuvo tiempo de gritar. Hans se puso en pie de
inmediato, presionando un borde de acero contra el cuello de Adlet. Hans lo había derrotado
por completo con poco esfuerzo. Adlet había sido aplastado. Atónito, el chico miró la hoja en
su garganta. Le impidió moverse en absoluto. Si Adlet se crispaba tanto, sería decapitado sin
dudas.

“Meow, lástima para ti Adlet,” dijo Hans sonriendo. “No fue un mal plan. La mayoría de la
gente no habría pensado en convertirse en un Héroe falso. Si no hubiera estado aquí, podrías
haber hecho un mejor trabajo engañando a todos.”

“Hans, yo...”

“¿Vas a decir que no eres el impostor? Eso no va a funcionar.” Hans estaba sonriendo. “Me
quedé impresionado cuando te fuiste y tomaste un rehén. Pensé que tenías más cerebro que
eso.”
Entonces ese había sido un mal movimiento después de todo. En este punto, Adlet estaba
arrepintiéndose. Pero no había tiempo para eso. Tenía que salir de esto.

“¿Entonces por qué no lo escupes?” incitó Hans. “¿Quién está detrás de esto? ¿Por qué
traicionarías a la raza humana y te unirías al Majin? No te haré nada malo si vienes y me lo
dices como es debido.”

“No voy a 'escupir', porque no soy el impostor,” insistió Adlet.

“No necesitas vacilar aquí. Lo entiendo. Ya tienes una pequeña historia de sollozos para
explicar por qué, ¿no es cierto? ¿Necesitas medicina para tu madre enferma? ¿Tu pequeña
chica linda fue tomada como rehén?”

“No tengo familia. No tengo ninguna amante. Lo diré tantas veces como quieras. No soy el
impostor.”

“Bien entonces, no habrá nadie a quien llorar cuando estés muerto.” La espada de Hans le
cortó la piel a Adlet.

Tal como lo hizo, Adlet hizo su movimiento. Todavía no había agotado todas sus armas
secretas. Un hilo único estaba tejido a través de la manga de Adlet. Lo agarró con los dedos y
tiró. Instantáneamente, una de las bolsas en su cintura explotó con un estallido, y un humo
amarillo los envolvió.

“¡Nghmrow!” Con un grito, Hans presionó sus manos contra sus ojos. Esto no era una mera
bomba de humo; era gas lacrimógeno que funcionaba igual de bien contra Kyomas y humanos
por igual.

“¡Mierda! ¡Me hiciste usarlo, maldito idiota! Esto duele mucho—¡agh!” Adlet había recibido el
impacto a quemarropa, por lo que el gas lacrimógeno lo había afectado mucho más. Pero aun
así, había escapado a las garras de Hans. Adlet se apartó de Hans e intentó huir, pero con los
ojos tan punzantes que no podía ver con claridad, corrió de cara a un pilar de sal.

“¡Mya-mya-mya! ¿¡Qué tan obstinado tienes que ser!?”

“¡Tan terco como me toma escapar, duh!”

Cuando ambos Héroes frotaron sus ojos llorosos, lucharon. Adlet había usado su carta de
triunfo y solo le quedaban algunas de sus herramientas secretas. Sabía que no podía vencer a
Hans. Y como mínimo, era muy poco probable que pudiera alejarse de él en una situación
frontal. No podría escapar a menos que atrapara a Hans por sorpresa con algún tipo de plan
inspirado.

Hans apenas podía ver algo, pero sus ataques eran extremadamente feroces. Sus espadas
golpeaban desde los pies de Adlet, desde arriba, desde cada dirección mientras se pegaba a
Adlet como si estuvieran bailando juntos.

“Estúpido genio,” murmuró Adlet.


Hans era inconfundiblemente brillante. Su talento era uno en cien mil, o tal vez uno en un
millón, o tal vez era el único de su tipo en el mundo. ¿Cómo podría él ejercer esa técnica de
lucha de lo contrario?

Adlet no era así. Él era común. Desesperadamente común. Pero Adlet pensó, ¿quién decidió
que un hombre común no podría convertirse en el más fuerte del mundo?

“¡No voy a dejarte escapar meow!” Hans dio un salto hacia adelante en el aire. Adlet no podía
predecir qué tipo de ataque estaba por venir. Él dobló su guardia contra el golpe desde arriba
bloqueando con la espada y la vaina. Hans aterrizó, y con una voltereta, golpeó
simultáneamente con ambas espadas y una patada. Mientras Adlet estaba ocupado
bloqueando las espadas, la patada se estrelló contra su estómago.

“¡Ja! ¡Eso no funcionó en absoluto!” Adlet gritó, incluso cuando sintió que podría vomitar.

El hombre que le había enseñado a Adlet a pelear nunca se contuvo. Fue pasando por el
infierno que Adlet se hizo fuerte. Entrenó su cuerpo, practicó su espada y aprendió todo lo que
había para aprender sobre las herramientas secretas de su maestro. Pero cuanto más se había
entrenado, más agudamente había sentido que había una pared insuperable entre lo mundano
y lo genio.

“¡Por aquí!” Adlet se burló, y en el momento en que Hans saltó, Adlet arrojó su bomba de
humo final al suelo, se sumergió debajo de Hans y corrió.

Todo el entrenamiento de Adlet le había permitido bloquear de algún modo los ataques de
Hans—pero no podía pasar a la ofensiva. Una persona común no podría superar a un prodigio.
Sin embargo, incluso si él no fuera tan poderoso como Hans, aún podría ganar. Podía vencer a
un genio, aunque él mismo carecía de talento innato. Creer eso le había permitido a Adlet
llegar hasta aquí.

La respiración de Adlet era desigual. Su lucha se había prolongado mucho tiempo. Adlet había
usado la mayoría de las herramientas en su cinturón. Hans apenas había sido arañado,
mientras que el cuerpo de Adlet estaba cubierto de heridas. Aun así, Adlet podía ver leves
signos de fatiga en su oponente. Los ataques de Hans se volvían un poco menos agresivos.
Adlet había estado esperando esto—el lapso momentáneo en su asalto. Adlet sacó uno de los
cinturones de donde colgaban sus varias bolsas y lo tiró. Confundido, Hans se detuvo.
Mientras Hans vaciló, Adlet rápidamente arrebató el segundo, el tercero y luego el cuarto,
arrojándolos todos. Los cinturones cayeron al suelo entre los dos guerreros.

“...” Por primera vez, Hans parecía sospechar. No era un hombre tan simple como para pensar
que estaba en ventaja porque Adlet había tirado sus herramientas, “Hey... ¿qué estás
haciendo?”

“Ven a mí,” dijo Adlet. “No necesito más herramientas. Puedo ganarte sin problemas.”

“Esto es algo así como una artimaña.”

“Sí, lo es,”reconoció Adlet fácilmente. Hans era abrumadoramente superior en lo que respecta
a la espada. Sería una locura para él no asumir que era una trampa.
“Meow...” Hans gimió. Parecía perdido en cuanto a cómo continuar. Estaba curioso. Hans había
dominado por completo el combate hasta el momento, y ahora que Adlet había tirado sus
herramientas, tenía una ventaja aún mayor. Pero a pesar de eso, Hans no podía moverse.

La verdad era que, si Hans cargara hacia él sin pensarlo un solo pensamiento, Adlet no podría
hacer nada. Pero Adlet estaba convencido de que Hans no atacaría. Hans era agudo. Y era esa
agudeza lo que lo inmovilizó. Incluso si Hans se daba cuenta de que la trampa era el pretexto
de que había una trampa, no podía atacar.

“¿Qué ocurre, Hans? ¿Tienes miedo?” Adlet se burló.

“Sí, tengo miedo,” dijo Hans. “No puedo engañarte allí.”

“Eres honesto.”

“Mato gente, pero no miento. Mentir no es bueno.”

Adlet pensó en eso. En esta situación, derrotar a Hans no significaría la victoria. La victoria de
Adlet era limpiar su nombre y encontrar al séptimo. Eso era lo que pretendía.

“Meow.” Hans miró a Adlet con cautela—buscando algo en la ropa o la boca del chico. Para ver
si había un arma que podría usar entre los restos esparcidos en el suelo, pero Hans no estaba
prestando atención a la única arma que Adlet todavía llevaba—su espada. Adlet se aprovechó
de eso.

“!”

Adlet agarró la empuñadura de su espada y la giró. Instantáneamente, se escuchó el sonido de


un fuerte resorte, y la hoja de su espada salió disparada en línea recta, atravesando la vaina en
la cintura de Hans.

“¡Meow!” Hans saltó lejos.

Sin una pausa, Adlet gritó: “¡Hans! Lo entiendes, ¿no? ¡Puedes decir que ese fallo fue
deliberado!” Mientras hablaba, arrojó la empuñadura que quedaba en sus manos. Ahora
estaba completamente desarmado.

“¿Por qué fallaste?” preguntó Hans.

“Un hombre de tu calibre también debe entender eso.” Después de tirar la empuñadura, Adlet
se quitó la armadura y la ropa. Le mostró a Hans que estaba completamente desarmado.
“Piénsalo, Hans. Si fuera el séptimo, ¿tendría alguna razón para perder deliberadamente? Ese
tiro fue mi única oportunidad de derrotarte. ¿Por qué dejaría pasar esa oportunidad?”

“... Meow.”

Adlet usaría esta situación desesperada para ganarse a Hans a su lado. Un hombre del calibre
de Hans debería haber entendido que Adlet no era el séptimo. Por favor comprende, Adlet
oró.
“No vas a engañarme”, dijo Hans.

“Si yo fuera el séptimo, definitivamente te habría matado, pero no necesariamente te


engañaría. Es increíblemente improbable que pueda engañarte, pero casi con toda seguridad
te hubiera matado.”

“... Ngh.”

“Soy uno de los Héroes, de verdad,” dijo Adlet. “Es por eso que no pude matarte—eres mi
aliado. Esa es la respuesta. Esa es la razón por la que fallé. ¡Deja que eso te convenza!”

Todavía apretando su espada, Hans agonizó.

Adlet estaba seguro de que su argumento era lógicamente consistente. Estaba seguro de que
podría convencer a Hans. Pero había un gran agujero en su plan. Si Hans era el séptimo,
entonces Adlet estaba completamente indefenso y parado frente al enemigo. Esta era una
apuesta. Adlet no tenía más remedio que apostar a que Hans no era el traidor. Adlet oró. Por
favor, Hans, deja que esto te convenza. Y sé uno de los verdaderos Héroes.

Al final, el cuerpo de Hans se relajó abruptamente. “Okay. Me has convencido. Eres un


verdadero Héroe.” Adlet lo había convencido. De repente, el chico estalló en sudor frío por
todas partes. Había sido una apuesta arriesgada, pero él había ganado.

Sin embargo, lo que Hans dijo a continuación enfrió su columna vertebral. “Es una buena cosa
que fui yo quien se quedó aquí,” reflexionó Hans. “Podrías haber convencido a cualquiera de
los otros.”

“¿Eh?”

“Estuviste cerca. Estuviste muy cerca.” Hans sonrió. Adlet corrió hacia los cinturones que
había tirado, yendo desesperadamente por ellos. “¡Qué mal, yo soy el séptimo!” Hans gritó,
moviéndose en el mismo instante que Adlet lo hizo. En el momento en que Adlet agarró uno
de sus cinturones, Hans cortó la garganta de Adlet en un corte horizontal.

El impacto abrasador corrió por el cuerpo de Adlet. Sintió la sensación de su propia cabeza
volando.

Pero... Adlet estaba vivo, todavía agarrando su cinturón. Cuando tocó su cuello, su cabeza
todavía estaba unida. No se había cortado una sola capa de piel.

Hans estaba detrás de él, sonriendo mientras decía: “La gente puede mentir con sus palabras.
Pueden engañar con sus acciones. No puedes confiar en sus ojos o sus voces o las miradas en
sus rostros. Pero justo antes de que estén cerca de morir, sus expresiones no mienten. La
verdadera naturaleza de un hombre siempre está en el momento antes de morir.” Adlet no
estaba realmente escuchando a Hans. “Si fueras el impostor, habrías mostrado una cara como,
Eso es ridículo. Pero la mirada que mostraste decía, Se acabó. Parece que no eres el
impostor.”

“Pensé que... habías... cortado... mi cabeza...” Adlet apenas logró decir.


“¿Cierto? Porque te corté de una manera que te hizo pensar eso.” Hans sonrió y luego recogió
la armadura y la ropa de Adlet y se la arrojó. “¿Cuánto tiempo vas a quedarte allí como un
idiota?” Ponte la ropa. No estoy interesado en los hombres desnudos.”

Adlet se compuso y se puso de pie. Se puso la ropa y los cinturones y volvió a armar la espada.

“Contaré contigo desde ahora en adelante,” dijo Hans. Ahora que Adlet estaba completamente
equipado, Hans le extendió una mano. Adlet aceptó el apretón de manos. “Para ser honesto,
pensé que era un poco extraño. Debido a que eras el séptimo, no habría ninguna razón para
que trataras de proteger a Fremy.”

“Si pensaste así, deberías haber dicho eso en primer lugar.”

“Meow-jee-jee, lo siento.”

Adlet había dado el primer paso hacia adelante, y era uno grande. Ahora tenía un aliado
confiable—y el que más había sospechado de él—en su lado. Adlet estaba empezando a
sentirse esperanzado.

Fremy y Mora estaban en el lugar donde Adlet había pasado la noche.

“Hay varias huellas de que pasó por aquí, pero... no puedo determinar de qué manera corrió.”
Mora, quien se había estado agachando mientras examinaba el suelo, parecía haberse rendido
mientras se levantaba para irse.

“Las manchas de sangre y las huellas se cortan a la mitad,” comentó Fremy.

“Me veo obligada a considerar a ese sinvergüenza como de primera clase cuando se trata de
huir.”

Fremy miró a su alrededor. “¿Me pregunto si él todavía está cerca?”

“La posibilidad es remota. Dudo que él permanezca aquí para ser encontrado,” dijo Mora.

“Puede que nos haya hecho creer eso a propósito y luego se quedara en el área.”

Mora se cruzó de brazos y reflexionó un momento.

“¿Qué ocurre?” preguntó Fremy.

“No lo sé. ¿Cuál es el objetivo de Adlet?”

“Él solo está corriendo porque no tiene opciones.”

“No. Todavía debe estar tramando algo. Sus planes hasta ahora han sido meticulosos. No
puedo imaginar que esto sea el final.”
“En cualquier caso, solo tenemos que ponernos al día con él. Vamos. No tenemos más remedio
que buscarlo al azar.” Fremy le dio la espalda a Mora y comenzó a caminar.

Pero Mora la llamó. “No hay necesidad de correr. Descansemos un momento. Podemos hacer
nuestro movimiento una vez que hayamos puesto nuestros pensamientos en orden.”

“Bien,” dijo Fremy.

“Primero, me gustaría preguntarte algo. ¿Sabías acerca de esta trampa?”

“No.”

“¿No escuchaste a los Kyomas hablar de esto?” Mora preguntó.

“¿Esto es un interrogatorio?”

Mora puso las manos sobre los hombros de Fremy y dijo, “Espera. No me malinterpretes. No
es de extrañar que seas cautelosa con nosotros debido a lo que ocurrió ayer, pero no dudamos
más de ti.”

“¿Oh? ¿Qué ocurre con Hans? ¿Y Chamo?” Fremy sonaba escéptica. “Permíteme enmendarme.
No dudo más de ti. Creo que tú eres nuestro valioso compañero.”

“Ya veo.” La presión de la mirada de Mora hizo que Fremy bajara la suya unos pocos grados.
“Lo siento, pero no sé nada. Los Kyomas se dividen en sus propias unidades pequeñas, y casi
no hay interacción entre cada unidad.”

“Pensé que eran un lote más unificado,” dijo Mora.

“Los asuntos internos de los Kyomas son complicados. Mucho más complicados de lo que
piensas.”

“Ya veo.”

“¿No tienes ninguna información?” preguntó Fremy. “Tenemos un lado humano con el Majin.
¿No tenías ningún indicio de nada sobre eso?”

“No. Supongo que debo ser ridiculizada por mi incompetencia.” Mora suspiró. “Me llegaron
fragmentos de información. Había escuchado que algunos estaban haciendo tratos con
Kyomas y que los Kyomas habían secuestrado aldeas enteras. Pero juzgué que estos dos
rumores eran falsos, aunque no tenía nada que justificara esa suposición. Tomando mis
deberes más a fondo, podría haber prevenido esta situación.” Mora se llevó una mano a la
frente. Su expresión reveló arrepentimiento.

“No te preocupes por eso. No es tu responsabilidad.”

“¿Oh? Así que eres capaz de ser amable,” dijo Mora sonriendo. Entonces ella acarició la cabeza
de Fremy. “Adlet hizo algo bueno. Él te trajo a nosotros. A pesar de que solo pudo haber sido
parte de su plan, sin embargo fue bueno.”
“No me trates como una niña.”

“Desde mi perspectiva, eres una niña.”

Fremy negó con la cabeza, apartando la mano de Mora.

“No importa que fueras el Asesino de Héroes,” dijo Mora. “Simplemente seguías órdenes.
Cuando un soldado mata en el campo de batalla, no se les acusa de ningún crimen. Aunque
parece que la princesa y Goldof no están convencidos, con el tiempo llegarán a comprender.”

“...”

“Chamo se tranquilizará contigo pronto también. Puede que sea una alborotadora, pero no es
una niña mala. En cuanto a Hans, déjalo en paz. No es necesario que construyas muros a tu
alrededor porque eras el Asesino de Héroes o la hija de un Kyoma.”

Fremy se quedó en silencio por un momento, negándose a mirar a Mora. “No deberíamos estar
perdiendo el tiempo charlando. Busquemos a Adlet,” dijo y se echó a correr.

Mora la siguió. “Sé que hay algunas cosas que te preocupan cuando se trata de Adlet, ya que él
fue el único que intentó ayudarte cuando estabas bajo sospecha.” Fremy no respondió. “Pero
no puedes ir fácil con él,” continuó Mora. “Él es nuestro enemigo—y uno terriblemente
propenso al juego sucio.”

“Relájate. Lo odio desde el fondo de mi corazón,” dijo Fremy.

“Ese es el espíritu. Tan pronto como lo encontremos, mátalo. Asegúrate de matarlo, Fremy.”
Asegúrate de matarlo, Mora enfatizó una y otra vez. Lo repitió tantas veces que su
persistencia comenzó a irritar a la ex Asesino de Héroes.

Nashetania y Goldof estaban cerca del límite de la barrera, al final del camino que conducía a
la Tierra de los Lamentos, donde se suponía que los Héroes de las Seis Flores se habían
reunido. Mora y Hans habían estado esperando allí hasta el día anterior.

“¿Puede oír algo desde la dirección del templo?” preguntó Goldof.

“No, nada,” respondió Nashetania. “Pero no importa. Tenemos que buscar a Adlet.”

Oculto en el ancho matorral al lado del camino había un pozo. Parecía que Mora y Hans se
habían estado escondiendo allí. Con una expresión seria, Nashetania buscó en el pozo, pero
ella era la única que seguía el asunto con tanto fervor. Goldof no hizo nada más que pararse y
fruncir el ceño.

“No es bueno,” dijo Nashetania mientras salía del pozo. “Definitivamente Hans y Mora
estuvieron aquí, pero eso fue todo lo que pude averiguar. Hans debió haber recibido algún
tipo de información de los Kyomas aquí, pero no hay señales de que alguien se haya acercado
a esta área.” Nashetania se rascó la cabeza. “Quiero reunirme con Mora. Aunque me pregunto
si ella escuchará. Ella cree que Adlet es el séptimo. ¿Cómo puedo convencerla?”

“Su Alteza...”

“Estoy enojada conmigo misma. ¡No puedo hacer nada ni pensar en nada, aunque podrían
estar matando a Adlet en este momento!”

“¡Su Alteza, ya basta por favor!” Gritó Goldof, incapaz de soportarlo más.

Nashetania lo fulminó con la mirada. “Pensé que habías dicho que confiabas en mí.”

“¡Adlet es nuestro enemigo! ¡Puede decir lo que quieras, pero eso no cambiará!”

''Eso es suficiente. ¡Si no confías en mí, entonces tendré que ir tras él sola!” dijo Nashetania,
pero inmediatamente se llevó una mano a la boca. “Lo siento Goldof. Eso fue demasiado lejos.”
Su expresión era triste. “No puedo creer esto. Nunca imaginé que tendríamos una pelea de
gritos como esta, nunca.”

Goldof también parecía dolido. En el momento en que Nashetania le dio la espalda, la represa
se rompió. “Su Alteza, ¿por qué Adlet?”

“¿Eh?”

“¿Por qué confía en él y no en mí, quien le ha servido desde mi juventud?”

*(Porque tú eres un simple friendzoneado, entiéndelo.)

“¿Qué quieres decir?” preguntó Nashetania.

“Perdone que lo diga, pero esta es la primera vez que la veo así,” dijo. “Ha estado actuando
como un salvaje, cuando siempre ha estado mucho más tranquila. ¡No es usted misma! ¡Algo
ha cambiado en usted!” Nashetania se quedó estupefacta. “¿¡Qué es él para usted!?” Goldof
exigió. “¿¡Cómo puede estar tan preocupada con este—este proscrito que irrumpió en el
Torneo Ante el Espíritu, este ladrón que vino de quién sabe dónde y a quién ha conocido por
solo un corto viaje de diez días!?”

Nashetania miró a Goldof con su rostro superado por la sorpresa. “No, no es usted misma.”

“Su Alteza, yo—”

“¿De qué estás hablando Goldof? El destino del mundo está en juego con esta batalla, y apenas
ha comenzado. La vida de uno de nuestros aliados está en peligro. ¿Cómo podría actuar
normalmente?”

“Yo— yo—”

“Adlet es nuestro aliado. Es un camarada valioso en nuestra lucha cuando nos unimos contra
el Majin. ¿Qué pensaste que era además de eso?”
“...”

“No eres tú mismo,” dijo Nashetania. “Me disculpo, pero este no es el momento de hacer
concesiones a tus celos.”

*(Justo en el kokoro xd)

“Tiene razón. Debería estar protegiéndole. No he sido yo mismo.” Goldof estaba mirando al
suelo. Estaba tan humillado que temblaba.

“Goldof, noté tus sentimientos hace bastante tiempo. Pero ahora no es el momento. Realmente
no es el momento.”

“Sí, Su Majestad.”

*(Jajaja friendzoneado de por vida xd)

“Olvidemos esta conversación,” dijo.

“Como desee.”

Nashetania dejó escapar un suspiro silencioso. “Así que incluso puedes perder la compostura
a veces. Por supuesto, aún tienes dieciséis años. Aún eres un niño. Había pensado en ti como
alguien en quien podía confiar, así que lo había olvidado.”

“...”

“Aunque supongo que no nos entendemos tan bien como lo había pensado.” Nashetania volvió
a su búsqueda y Goldof se quedó allí, paralizado. Su actitud le dio la impresión de que ahora
había una gran ruptura en su relación de amo-sirviente.

*(Jajajajaja, adoro los finales felices xd)

“Hey, busquemos en todo el templo una vez más,” propuso Hans.

Adlet y Hans entraron juntos en el templo y comprobaron de nuevo para ver si existían
posibles puertas ocultas. Pero no pudieron encontrar nada, ni siquiera un rastro. Mientras
buscaban, Adlet fue un poco cauteloso con Hans. Si no pudieran encontrar nada, tal vez Hans
podría decidir que Adlet era el séptimo después de todo.

Hans se aferró hábilmente al techo, comprobando que nada fuera extraño en eso.
“Hmmmeow. Tiene que haber algo,” dijo. No parecía que Hans estuviera reconsiderando su
juicio. Ni siquiera parecía desconfiar de Adlet.

Eso hizo que Adlet sospechara un poco—tal vez Hans era el séptimo y solo estaba mirando
para ver qué haría Adlet.
“¿Qué estás haciendo?” preguntó Hans. “Tú eres el que está en problemas aquí. Sigue
buscando.”

“T-tienes razón. Lo siento.” Inquieto, Adlet volvió a su tarea de examinar el piso. Era una cosa
aterradora, para que uno de ellos fuera un impostor. Los hacía incapaces de confiar incluso en
aquellos en quienes más deberían confiar. Por el momento, Adlet no podía permitirse dudar
de Hans. No tenía más remedio que apostar a que Hans era realmente uno de los Héroes de las
Seis Flores.

“No, no hay salidas aquí,” dijo Hans cuando soltó su agarre en el techo y aterrizó en el suelo.
Habían investigado todo el piso y todas las paredes, y todo lo que habían aprendido era que no
había salida. “No tengo ni idea,” dijo Hans. “Si no eres el séptimo, eso significa que alguien
debe haber venido aquí antes que tú. Pero no hay manera de entrar. ¿Qué significa esto?”

“Debe haber sido una Santa después de todo,” dijo Adlet. “Ella tenía el poder de crear una
salida, o el poder de pasar a través de las paredes. O incluso un poder que le permitiera cerrar
una puerta una vez que fuera abierta.”

“Pero Mora dijo que no había Santas así. Entonces, ¿eso significa que deberíamos sospechar de
ella?” preguntó Hans.

Mora había afirmado que estaba informada sobre los poderes de cada Santa. También había
dicho que incluso una Santa no habría podido entrar en el templo sin dejar rastro de su paso.
Existía la posibilidad de que ella hubiera estado mintiendo.

“Eso sería prematuro,” dijo Adlet. “Puede que haya una con habilidades que Mora no conozca.
El octavo podría ser una de las Santas que Mora conoce—y que simplemente está
escondiendo otras habilidades.”

“Cierto. Pero entonces... eso significa que esto es un punto muerto.”

“Sí... vaya, casi lo olvido.” Adlet abrió la caja de hierro que se dejó en una esquina del templo.
Huir de los demás y luchar con Hans había agotado todas las herramientas de Adlet. Tenía que
reponerse en preparación para la próxima batalla.

“Seguro que tienes muchas cosas. ¿No hay nada que podamos usar? ¿Cómo un detector de
mentiras?” preguntó Hans mientras miraba dentro de la caja de hierro.

“Todo lo que traje conmigo son herramientas para combatir a los Kyomas. Si hubiera sabido
que esto sucedería, también habría traído otras cosas.” Fue entonces cuando Adlet encontró
una botella de hierro escondida en el fondo de su caja. La sacó y empezó a pensar.

“¿Qué ocurre?” preguntó Hans. “¿Averiguaste quién es el séptimo?”

“No... no exactamente, pero...” Adlet pensó un poco más. Luego sacó el tapón de la pequeña
botella de spray con líquido rojo en el interior, roció un poco sobre el altar.

“¿Qué estás haciendo?”

“Oh, esto no es nada tan importante, pero...”


“¿Qué?” Hans examinó la pequeña botella.

Justo cuando Adlet estaba a punto de explicarse, escucharon un débil sonido desde fuera del
templo. Hans inmediatamente salió corriendo, y Adlet guardó la botella en una de sus bolsas
del cinturón. “¿Ha vuelto alguien?” Adlet asomó la cara por la puerta rota, mirando alrededor
del área.

Hans lo saludó con la mano para indicar que no había problemas. “Es posible que vuelvan
pronto,” dijo.

“Deberíamos apurarnos.”

Los dos buscaron en el exterior del templo cualquier indicio de que hubiera una forma de
entrar. Tal como antes, no encontraron nada, ni rastros de nada antinatural ni huellas. Ni
siquiera tuvieron la leve sensación de que algo estaba fuera de lugar.

“¿Qué vamos a hacer meow?” preguntó Hans. “Las cosas no van a ser tan buenas una vez que
los otros regresen.”

“Podríamos dejar de buscar aquí y buscar al octavo,” sugirió Adlet.

“¿Al azar?” Hans respondió. “Me gustaría encontrar alguna pista al menos.”

Adlet se apoyó en una columna de sal, cerró los ojos y reflexionó. No pudo encontrar ninguna
prueba de que existiera el octavo, por no decir nada de pistas sobre la identidad del
conspirador. Pero el octavo tenía que existir, porque cuando Adlet había entrado en el templo,
la barrera ya se había levantado. Alguien la había activado de antemano. Cuando se activó la
barrera, Fremy, Nashetania y Goldof estaban juntos. Hans y Mora también estaban juntos. Solo
uno de ellos había estado solo.

“¿Tal vez Chamo?” Adlet especuló. Ella había vagado en el templo por su cuenta. Nadie podía
demostrar lo que había estado haciendo o dónde había estado antes de eso.

Pero incluso si ella no tuviera una coartada, eso no cambiaba el hecho de que a Chamo le
habría resultado imposible entrar en el templo. De cualquier manera, Adlet no podría resolver
nada sin encontrar la manera en que alguien podría haber entrado en el templo.

“Por cierto,” dijo Hans, “todos estábamos apurados, así que no tuve la oportunidad de
preguntarte algo...”

“¿Qué?”

“¿Cómo se activa esta barrera? No pasé por el fuerte, así que no lo sé.”

“¿Así que Mora no te lo dijo? La barrera...” comenzó Adlet y luego se detuvo. Las luces
parpadeaban en su cabeza. Lo que Hans había dicho era importante.

“¿Qué ocurre?” preguntó Hans.


Adlet atormentó su cerebro para recordar todo, desde el momento en que entró en el fuerte
hasta el presente, incluyendo cada palabra que cada uno de ellos había intercambiado. Y
estaba convencido de que su destello de visión estaba en el punto. “Chamo.”

“¿Ella es el séptimo?”

“No. Hay algo que quiero preguntarle,” dijo Adlet. “¿Dónde está ella ahora?”

“Chamo debería estar jugando por aquí en algún lugar. Sin embargo, soy un gato demasiado
asustadizo para llamarla.”

“No sería bueno que me vieran aquí, estoy seguro. Ve. Solo pregúntale una cosa.”

“¿Preguntarle qué?”

“Bueno...” Adlet estaba a punto de decirle cuál era la pregunta cuando vio una gran lombriz
justo delante de ellos. Se deslizaba sobre el suelo con una velocidad increíble, dirigiéndose
hacia el bosque. Pasó un momento, y luego una voz gritó desde la dirección en que se había
ido la criatura.

“Chamo está aquí.” La joven santa se acercó a ellos, su cola de zorro se balanceaba en su mano
derecha. “¿No era este tipo el falso, chico gato? ¿Por qué están conversando casualmente?”

Hans entró en pánico y se paró frente a Adlet. “Meow. No lo ataques, Chamo. Descubrí que no
es el enemigo.”

“Eso suena raro. ¿Por qué no?”

“Bueno—”

“Si va a ser una larga historia, no te molestes.” Chamo lo interrumpió.

“A Chamo realmente no le importa de todos modos.”

Hans estaba confundido. Adlet tampoco sabía lo que estaba pensando Chamo. ¿Acaso ella no
quería encontrar al séptimo?

“Estar atrapado aquí apesta,” dijo Chamo. “Es aburrido estar solo, y no hay nada con lo que
jugar. Chamo quiere salir ahora y matar Kyomas.”

“Lo entiendo,” dijo Adlet. “Yo también. Así que hay algo que quiero preguntarte. Esto es muy
importante para que podamos averiguar quién es el séptimo.”

Pero Chamo solo le dio un puchero aburrido. “Chamo está harta de esas cosas sobre quién es
el falso y quién es real o lo que sea.” Ella levantó su cola de zorro y sonrió levemente. Mientras
lo hacía, la piel de gallina se levantó sobre la piel de Adlet. “Probablemente eres tú, Adlet.
Entonces, si no eres tú, Fremy. Luego, si no es ella, el chico gato. Si no es él, entonces
obviamente es la princesa y el tipo grande. La tía Mora no podría ser el séptimo, así que
Chamo no la mataría.”
“¡Espera, Chamo! ¿¡De qué estás hablando!?” Adlet gritó, y mientras lo hacía, sacó
reflexivamente su espada. Hans también arqueó su espalda en una postura iluminada como un
gato.

“Si todos mueren, no habrá enemigo. Chamo por sí sola es suficiente para vencer a un malvado
Majin.” La cola de zorro de Chamo se movió. Se puso la punta en la boca y la empujó hacia la
parte posterior de la garganta. Ella hizo un ruido de arcadas y se atragantó dramáticamente.
Pronto, Chamo estaba vomitando con fuerza, arrojando negro y marrón mezclado con verde
sucio al suelo. La cantidad no era natural—diez veces más que el volumen de su pequeño
cuerpo.

“¡Meo—m-meow!” Hans gritó de miedo.

*(Siempre he encontrado rancia a esta pendeja xd)

El vómito estaba tomando forma en una serpiente gigantesca, una sanguijuela, una rana y un
lagarto—las formas de Kyomas que vivían en el agua.

“Es hora de explicar. Hay un pantano en el estómago de Chamo. Todas las criaturas que
Chamo ha comido viven juntas en armonía en un pantano en el interior,” explicó mientras se
limpiaba la baba con la manga. Los Kyomas se apresuraron hacia Adlet y Hans a la vez.

“¡Corre!” gritó Hans.

“¡Estoy contigo allí!” Adlet estuvo de acuerdo.

Los dos se giraron sin dudarlo un momento. Pero había aún más Kyomas esperándolos en el
bosque. Adlet y Hans corrieron por el otro lado, pasando por los pilares de sal. Pero los
Kyomas que Chamo había escupido ignoraron la barrera, corriendo para atacar a Adlet y Hans.
Había casi cincuenta de las criaturas regurgitadas rodeando el templo.

“¡No tenemos otra opción!” Adlet gritó. Ahora no podían hacer nada más que luchar. Adlet
sacó una bomba de una de sus bolsas y la arrojó a la boca de un Kyoma serpiente. Hans giró en
el aire para cortar la cabeza de un lagarto atacante, pero en unos momentos, los Kyomas
revivieron como si el asalto no hubiera sido nada en absoluto. Los dos hombres cooperaron
para derribar una araña de agua que saltó sobre ellos, pero cuando Adlet y Hans arrancaron
sus ocho patas, volvieron a crecer al instante.

“¿Qué diablos es esto?” gimió Hans. “¿Cómo podemos acabar con monstruos como estos
meow?” Adlet finalmente entendió por qué Fremy estaba tan aterrorizada de Chamo.

Los Kyomas del estómago de Chamo se alinearon en una fila y luego se curvaron en un círculo.
Ahora no había ningún lugar para que el par corriera.

“¡Deja de jugar, Chamo!” gritó Adlet. “¿¡Por qué estás atacando a Hans también!?”

“¿Por qué no?” ella dijo. “No puedes probar que él tampoco es falso.”

“¡Idiota! ¿¡Qué estás pensando!?” Adlet estaba enfurecido.


Pero la expresión de la cara de Chamo le dijo que ni siquiera entendía por qué estaba tan
enojado. “Aquí hay una idea. Chamo te matará, y luego si la barrera desaparece, el chico gato
no tendrá que morir.”

Adlet miró a Hans. Hans sonrió irónicamente y dijo: “No te preocupes. Eso no va a suceder.”
Hans apuntó su espada a Chamo.

“Hans,” dijo Alet. “Si no hay forma de salir de esto, al menos deberías escapar.”

“Al diablo. No empieces a intentar actuar como el mártir heroico.”

Los dos cargaron contra Chamo. Ella sonrió y vomitó aún más Kyomas.

Atrapados en un círculo de Kyomas, Adlet y Hans lucharon. Chamo se colocó entre ellos en el
centro del círculo, con los brazos cruzados.

Chamo era su único objetivo. No tenía sentido tratar de luchar contra sus Kyomas. Pero no
importaba cuántas veces cargaran, un Kyoma tras otro se interponía en su camino. Incluso
bloqueaban los proyectiles de Adlet con sus propios cuerpos.

“¡Atacar por separado no va a funcionar! ¡Tenemos que trabajar juntos!” Gritó Adlet.

“¡Meow! ¡Lo sé! ¡Se te ocurre algo!”

Los dos se separaron y luego se acercaron a ella desde ambos lados. Adlet atrajo su atención
mientras Hans daba vueltas detrás de ella. Ninguno de sus ataques conectó. Cada Kyoma se
movía independientemente. No tenía sentido intentar atrapar a Chamo con la guardia baja.

La pequeña santa rió. “Eso es lo que hacen todos. Tratando de trabajar juntos para atrapar a
Chamo, ¿eh? Nadie ha podido hacer eso.” No había ansiedad en su voz—ella no actuaba como
si estuviera en medio de una pelea.

“¿No puedes pensar en nada, Adlet?” Hans gritó.

El hombre más fuerte del mundo no pudo responder. Un Kyoma sanguijuela había venido
desde atrás para rociarle ácido. Adlet saltó hacia un lado para evadirlo, pero luego un Kyoma
lagarto lo presionó desde arriba. Cortó el estómago del lagarto con su espada y lanzó a la
criatura detrás de él.

Adlet estaba cansado. Todavía no se había recuperado de su batalla con Hans, y


probablemente era lo mismo para Hans también. Cuanto más se alarga, mayor era su
desventaja. “¡Hans! ¡Cúbreme!” Adlet gritó.

Cuando Hans cortó la lengua de un Kyoma rana, respondió: “¡Tengo mis manos ocupadas aquí!
¡No te pongas perezoso meow!”

“¡Mientras me estás protegiendo, puedo pensar!” dijo Adlet.


Hans dio un gran salto para pararse junto a Adlet, y luego, tal como le habían dicho, luchó
contra los atacantes de Adlet. La forma en que se movía parecía frenética e imprudente. No
duraría mucho.

“¿Cuánto tiempo puedes aguantar?” Adlet le pidió que no fuera por encima.

“Sesenta segundos,” respondió Hans.

“Una vez que hayan transcurrido esos sesenta segundos, no pienses en otra cosa—solo ve
donde Chamo. Te apoyaré,” dijo Adlet, y luego fijó sus ojos en su objetivo mientras sus
pensamientos se aceleraban.

Primero, tenía que escoger una herramienta efectiva. Adlet lanzó una variedad de agujas
envenenadas y comprobó sus efectos. La aguja para dormir y la aguja de parálisis no
funcionaron, pero la aguja que causaba dolor fue efectiva. A continuación, sacó la botella de
alcohol desde su bolsa y se vertió un poco en la boca. Él chasqueó el pedernal en sus dientes y
roció a los Kyomas con llamas. Todos los Kyomas controlados por Chamo eran acuáticos, así
que la llama funcionaba después de todo.

“Whoa, eso es sorprendente. Escupir fuego no es algo que la gente normal pueda hacer,” dijo
Chamo con indiferencia.

Eres la última de quien quiero escuchar eso, pensó Adlet. Y luego sacó una herramienta más
de otra bolsa—la que había usado cuando él y Nashetania habían estado protegiendo a los
aldeanos, la flauta que atraía la atención de los Kyomas. Fuego, agujas venenosas y la flauta.
¿Serían suficientes para detener a Chamo? Adlet lo dudaba. Su plan necesitaba una cosa más.

Pero Hans no podía aguantar mucho más tiempo. Tendrían que ir con la corriente desde aquí.
“¡Hans, ve!” Adlet gritó e hizo sonar la flauta. Todos los Kyomas se movieron en respuesta y se
giraron hacia Adlet. Mientras estaban distraídos, Hans acortó la mayor parte de la distancia
entre él y Chamo. Adlet lanzó fuego a los Kyomas que lo atacaron para mantenerlos a raya.
Pero la flauta podría servir como una distracción por solo un momento. Los Kyomas atacaron
a Hans desde ambos lados, pero Hans no hizo ningún movimiento para evadirlos. Confió en
Adlet, y Adlet no traicionó esa confianza. Perforó a los Kyomas con agujas de veneno arrojadas
tan rápidamente que sus manos se vieron borrosas. Los Kyomas chillaron con sus cuerpos
retorciéndose en agonía.

“¡Espero que estés lista para esto, Chamo!” gritó Adlet.

Hans saltó. No había nada entre él y su objetivo. Pero Adlet todavía no creía que esto fuera
suficiente. Fremy había estado tan aterrorizada de Chamo. Tomaría más que un simple ataque
sorpresa.

Chamo sonrió. “Estúpidos,” dijo ella abriendo la boca.

Mientras lo hacía, Adlet gritó: “¡No lo esquives! ¡Bloquéalo!”

Una gran cucaracha de mar salió desde la boca de Chamo. Cargó hacia Hans como una bola de
cañón. Hans cruzó sus espadas para bloquear el ataque de la cucaracha de mar en el aire. La
arrojó lejos fácilmente. Pero ahora Adlet se movió—se dirigió hacia Hans y Chamo y luego
saltó, y le dio una patada en la espalda a Hans con ambos pies. La patada compensó el impulso
hacia atrás de Hans para enviarlo a dar vueltas en el aire como una pelota.

Adlet gritó: “¡Acaba con ella, Hans!”

Hans se elevó hacia Chamo. Chamo parecía que no entendía lo que estaba pasando mientras
miraba al hombre.

“¡Te tengo meow!” Hans gritó mientras giraba en el aire. Golpeó la cabeza de Chamo con el
plano de su espada. Chamo se derrumbó y Hans aterrizó con un tiro.

Con ambos pies en el suelo, Adlet corrió hacia Chamo. Pero no había necesidad de dar el golpe
final—ella estaba inconsciente. Al instante, sus Kyomas perdieron forma. Regresaron a su
estado original de barro, y en solo unos segundos fueron devueltos a la boca de Chamo.

“¡Adlet! ¡Detenla!” Gritó Hans.

Adlet sacó vendas de una de sus bolsas y las metió en la boca de la chica uconsciente. “¡Mgnh!”
Chamo abrió los ojos y trató de escupirlas.

“¡Meow! ¡No la dejes escupir!”

Adlet agarró ambos brazos de Chamo con una mano, y con la otra, metió más vendajes en su
boca. Hans se puso de pie y corrió hacia ellos para ayudar a sujetar a la Chamo retorciéndose.
“¡Deja de luchar!” Hans ordenó.

“¡La voy a atar!” dijo Adlet.

Los dos dejaron sus espadas y lucharon contra Chamo. Adlet sacó otro vendaje y lo ató con
fuerza alrededor de su cabeza como una mordaza. Luego se quitó el cinturón y lo usó para
atarle los brazos detrás de la espalda. Incluso entonces, Chamo continuó luchando por un
tiempo, pero finalmente se calmó.

Una vez que la pelea terminó, Adlet estaba tan agotado que simplemente no dijo nada por un
tiempo. Hans era igual. Estaban cansados, simplemente increíblemente cansados.

“Me duele la espalda,” murmuró Hans.

Los dos yacieron colapsados en el suelo junto a Chamo durante un largo rato.

“Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer?” se preguntaron el uno al otro.

Ambos miraron a Chamo donde ella yacía en el suelo. Ella estaba mirando a Adlet con la
expresión de una niña que no se había levantado para nada bien, había sido regañada por eso
y ahora estaba enfadada como diciendo, No tienes que enfadarte tanto conmigo.
Cuando no está luchando, realmente es solo una niña, pensó Adlet. “No creo que Chamo sea
el séptimo,” dijo.

“Yo tampoco,” asintió Hans.

El séptimo era muy probablemente una persona extremadamente bien preparada y cautelosa.
La forma en que actuaba Chamo, por otro lado, era increíblemente miope y descuidada. Por
supuesto, Adlet no podía decir nada con seguridad.

“Meow. Desde que llegamos a este templo, no hemos hecho nada más que luchar contra
nuestros propios aliados.”

“Tienes razón. Este séptimo es un dolor en el trasero.” Adlet se puso de pie. No había tiempo
que perder. Los otros que estaban buscando a Adlet pronto regresarían al templo.

“Entonces, ¿cuál era tu pregunta para Chamo?” preguntó Hans. “Sin embargo, no creo que ella
pueda responder todo atada.”

“Está bien. Es solo una pregunta de sí o no.” Adlet estaba junto a Chamo. Mientras ella
continuaba mirándolo, él le preguntó, “Solo contesta esta cosa. Puedes negar o asentir con la
cabeza. Por favor.” Chamo no parecía feliz, pero parecía dispuesta a responder. “¿Sabes cómo
activar la barrera fantasmal?” preguntó.

Chamo le dirigió una mirada en blanco. Parecía como si no supiera por qué él incluso le estaba
haciendo esa pregunta. Ella negó con su cabeza.

“¿Sabías cómo activar la barrera antes de encontrarnos en este templo?”

Chamo volvió a negar con la cabeza en silencio.

Aproximadamente quince minutos después de que su batalla con Chamo hubiera terminado,
Adlet corrió a través del bosque brumoso, intentando mantener sus pasos tranquilos. Se
dirigía hacia el este desde el templo. Cuando miró hacia el cielo, vio que era pasado el
mediodía. El sol había comenzado su descenso.

“Ngh.” Con cada salto de rama en rama, su espalda enviaba una sacudida de dolor a través de
su cuerpo. No podía hacer aterrizajes ni quedarse quieto. La herida de la espada del día
anterior todavía dolía. No tenía analgésicos, y sus batallas con Hans y Chamo habían
empeorado la herida. Estaba herido y cansado, y el dolor duplicó su agotamiento.

“Sigue aguantando, Adlet,” se dijo a sí mismo.

Hans, su único compañero, no estaba con él. Hans se había quedado con Chamo en el templo
para vigilarla y asegurarse de que no volvía a descontrolarse—y también para protegerla del
séptimo. La tremendamente poderosa Chamo atada e indefensa en el suelo era la oportunidad
perfecta para el séptimo. Aunque era desalentador no poder luchar junto con Hans, no tenían
otra opción.
Adlet escaneó el área, comprobando que no había nadie cerca, y luego sacó el petardo de una
de sus bolsas. Era el petardo que Fremy le había entregado la noche anterior, el que la
alertaría sobre su posición. Él deliberó por un momento, luego golpeó el petardo contra el
tronco de un árbol, haciéndolo explotar. Después de eso, él
Se escondió en lo alto del árbol y esperó a Fremy.

Adlet tenía una idea—una pista sobre cómo salir de la trampa del séptimo.

Fremy y Mora estaban en el lado norte del bosque, corriendo hacia el templo. Fremy dijo:
“Estoy segura. Ese fue el sonido de Chamo combatiendo.”

Mora respondió: “Pero no podemos escucharlo ahora. O ella lo dejó escapar o la batalla
terminó.”

“Chamo nunca perdería. Además, Hans también está allí.”

“Pero no puedo escuchar ninguna señal. ¿Cuál es el significado de esto?” se preguntaba Mora.

Los grupos que cazaban a Adlet habían decidido que si lo descubrían o cualquier otra cosa
importante, le señalarían a los demás con una fuerte explosión de una de las bombas de
Fremy.

De repente, Fremy se detuvo. Miró alrededor de la zona, pensando.

“¿Qué ocurre?” preguntó Mora.

“Mora, ve al templo. Me dirijo hacia el otro lado.”

“¿De qué estás hablando?”

“Probablemente Adlet peleó contra Chamo y corrió. Si él viene por aquí, tú lucha contra él. Si
fue en la otra dirección, lo atraparé.”

“... Está bien. Cuídate.” Mora parecía estar implicando algo en sus palabras. Sus ojos eran
agudos y atentos mientras se fijaban a Fremy.

Una vez que Mora se perdió de vista, Fremy corrió a través del bosque.

Adlet estaba esperando en su árbol a que apareciera Fremy. No tenía garantía de que ella
estaría de su lado. Por el contrario, ella podría fácilmente llevar a Mora a asesinarlo. Sus
posibilidades eran cincuenta y cincuenta o más escasas. Si hubiera podido contactar a
Nashetania, hubiera preferido confiar en ella. Pero ella tenía a Goldof consigo, y él
probablemente no la abandonaría, sin importar lo que pasara. En este punto, Adlet no tenía
más remedio que contar con Fremy.
Mientras esperaba, recordó su discusión con Hans. Antes de luchar contra Chamo, mientras
aún buscaban en el templo, Adlet había propuesto convocar a Fremy.

La reacción de Hans había sido una mirada preocupada. “Meow, pensé que era un poco
extraño. Así que ella te dejó ir deliberadamente después de todo.”

“¿Lo puedes decir?”

“Solo tuve una sensación, como eso meow. Sin embargo, Fremy no dijo nada.”

Adlet se sintió un tanto incómodo. Eso significaba que cualquiera de los otros podría haber
captado el acuerdo secreto de Fremy y Adlet. “Llamemos a Fremy. Ella podría haber
encontrado algo.”

“Olvídalo. De hecho, nunca la llames, de ninguna manera. Esa mujer es peligrosa.”

“¿Qué te hace decir eso?”

“Bueno, meow ya que no estoy sospechando más de ti, ella es la que más probablemente sea el
séptimo.”

Adlet negó con la cabeza. “Fremy es un verdadero Héroe. Lo sé.”

“Entonces tendré que estar en desacuerdo.”

Los dos se miraron fijamente por un rato. Parecía que ninguno de los dos iba a cambiar de
opinión.

“Dejemos de lado si ella es real o no para más tarde y pensemos en esto meow,” dijo Hans.
“Reconozco que incluso si Fremy es un verdadero Héroe, deberíamos alejarnos de ella.”

“¿Por qué?” preguntó Adlet. “Ella me dejó ir.”

“Sí, por ahora. Creo que te dejó ir para matarte.”

“¿Por qué piensas eso?”

Los ojos de Hans brillaban bruscamente. La actitud frívola que había mostrado hasta ahora
desapareció. Lo que Adlet vio allí ahora era un asesino despiadado e insensible. “Fremy vive
en la oscuridad,” dijo Hans. “Ella no ama a nadie y no confía en nadie. Todo lo que tiene en su
vida son enemigos y personas que seguramente se convertirán en sus enemigos. Ese es el
mundo en el que vive. ¿Sabes?”

“...”

'' Yo vivo en la oscuridad también. Pero donde está ella, la oscuridad es aún más profunda,”
dijo Hans.

“¿Eso es lo que piensas?”


“Sí. Ella es una especie de criatura totalmente diferente—no como tú. Estás pensando en la
confianza, la amistad y los camaradas. No asumas que ustedes solo se entenderán.”

No creía que la advertencia de Hans fuera falsa. Hans le estaba diciendo, a su manera, que
estaba preocupado por Adlet. Pero Adlet no estaba de acuerdo en que sería imposible generar
confianza entre él y Fremy.

“Adlet, Fremy te odia, incluso después de haber intentado defenderla.”

“...”

“No te hagas una idea equivocada. Ella no se está haciendo la difícil para conseguir algo de eso.
Te odia sinceramente con todo su corazón—ahora, ella te odia. Al menos, eso es lo que suena
por cómo estaba hablando esta mañana.” Adlet había pensado que había sido un acto.

“Bueno, olvídate de Fremy,” dijo Hans. “Tenemos que hablar sobre este misterio de la
habitación cerrada.” En esa nota, dejaron caer el tema.

Después de la derrota de Chamo, Adlet le había dicho a Hans que iba a encontrar a Fremy y
abandonó el templo. Hans había enfatizado una y otra vez que Adlet debería tener cuidado.

El chico pensó en Fremy. La noche anterior, los dos habían hablado del pasado del otro. En ese
momento, había sentido que habían hecho una conexión por pequeña que fuera. No podía
imaginar que esa sensación estuviera en su cabeza. No creía que ella confiara en él, pero
tampoco había una buena razón para que ella lo odiara. Él no sabía lo que ella estaba
pensando. Él no podía leer su mente. ¿Fue ignorar la advertencia de Hans la decisión correcta?
Adlet lo sabría pronto.

Vio a Fremy en la niebla. Podía ver su contorno borroso, y parecía que ella lo estaba buscando.
Esperó un poco, solo para comprender la situación. No había rastro de nadie más alrededor.
Se armó de valor y saltó delante de ella.

“Estoy impresionada de que todavía estés vivo.” Eso fue lo primero que le dijo Fremy. Su mano
estaba en su arma, el dedo en el gatillo, pero ella no lo apuntaba.

“Fue agotador,” dijo. “Hubo un montón de veces que pensé que iba a morir. Cuando volví al
templo, Hans estaba allí y...”

“Solo habla de cosas relevantes para la desactivación de la barrera,” dijo Fremy con frialdad.

Adlet se estremeció un poco, pero considerando más a fondo, su actitud no era algo por lo que
preocuparse. Ella siempre había sido así. “Tengo una idea,” dijo. “Quiero tu opinión al respecto
y algo de información.”

“Eso depende de lo que tengas que decir,” respondió ella.


“He descubierto parte de la trampa del séptimo.”

“Estoy escuchando.”

“Primero que nada, lo entendimos todo mal. O más bien, el séptimo nos dio una idea
equivocada. No fue que alguien haya activado la barrera inmediatamente antes de que abriera
la puerta del templo. Cuando abrí la puerta y entré, la barrera no había sido activada todavía.”

“Esa historia no suena muy plausible,” dijo Fremy.

“Solo escucha. Sabemos cómo se activa la barrera. Empujas la espada en el altar y ordenas que
la tabla de piedra para activarla, y eso activa la barrera. ¿Quién nos dio esa información? Fue
el soldado quien estaba en el fuerte, Loren.” Sus ojos se fijaron en Fremy, Adlet continuó.
“¿Pero y si el soldado Loren estaba trabajando con el séptimo? Ni tú ni yo sabíamos que existía
la barrera hasta que el soldado Loren nos lo dijo. Y fue ayer que Nashetania y Goldof se
enteraron por primera vez. Mora lo sabía, pero ella dijo que no sabía cómo activarla, y fue ella
la que se lo contó a Hans. Y justo ahora, consulté con Chamo. Dijo que descubrió cómo
activarla ayer por mí. En otras palabras, ninguno de nosotros sabría si el soldado Loren estaba
mintiendo.”

“... Continúa.”

“Así es como se estableció el plan del séptimo: primero, usarían al soldado Loren para
decirnos una manera falsa de activar la barrera. Luego usarían a los Kyomas para atraernos a
todos dentro de la barrera. Estimaron cuándo. Abrí las puertas del templo y luego usaron
algunos medios para generar niebla en todo el bosque. Eso nos haría pensar que alguien había
activado la barrera y luego huyó de la escena, cuando en realidad la barrera no estaba
realmente activada. Era solo niebla común. Y la espada había estado clavada en el altar desde
el principio.”

“...”

Él continuó. “Entonces el séptimo se acercaría al altar, luciendo totalmente inocente, y


activaría la barrera de verdad. Todos estuvieron probando con el pedestal en un intento por
desactivar la barrera, ¿verdad? El séptimo usó todo eso como cubierta para activarla. Después
de eso, se reveló que no había manera de entrar o salir del templo hasta que abrí la puerta. Así
que una vez que me inmovilizaron, la trampa estaba completa.”

“Hans fue quien te acusó de hacerlo,” dijo Fremy. “Entonces, ¿eso significa que él es el
séptimo?”

“No lo creo. El séptimo probablemente planeó hacer la acusación, pero Hans sabía mucho
sobre las puertas de la Santa, así que dejemos de hablar de él.”

“¿No crees que Hans es el séptimo? ¿Por qué no?”

Adlet complementó un poco su explicación, agregando que él y Hans se habían reconocido


mutuamente que ninguno de ellos era el séptimo y que habían peleado con Chamo después.
“Lo importante es que alguien adivinó cuándo yo entraría en el templo y luego activó la niebla.
Si podemos atrapar a la persona que causó la niebla, entonces puedo probar mi inocencia.”
“Ya veo.” Fremy consideró esto por un tiempo. “Creo que tu idea es genial. Estoy
impresionada.”

Adlet hizo un puño y golpeó su otra palma con él.

Pero luego Fremy dijo: “Pero está mal. Definitivamente está mal.”

“¿Eh?”

“Porque sería imposible. No se podría crear niebla sin activar la barrera.”

“¿No podría la Santa de la Niebla hacer algo así?” preguntó.

“Tienes una idea equivocada acerca de las Santas. Crees que pueden usar el poder de los
Espíritus para hacer cualquier cosa. Eso no es cierto. El poder de las Santas está limitado a
ciertas habilidades.”

“Pero hay una Santa que puede crear niebla, ¿no es así?”

“Sí, la Santa de la Niebla, una de las Santas que creó la barrera. Pero es impensable que ella
haya creado esta niebla.”

“¿Por qué?”

“Primero que todo, cuando la Santa de la Niebla usa su poder, se activa directamente a su
alrededor,” explicó Fremy. “Su radio es de unos cincuenta metros. Y la niebla tardaría en
extenderse por todo el bosque. Creo que le tomaría por lo menos quince minutos,
considerando la escala. Pero ayer, la niebla apareció sobre toda el área de una vez.”

“Espera. Cuando se activó la barrera, ¿la niebla no cubrió el bosque instantáneamente?”


preguntó Adlet.

“Lo hizo. Pero eso fue porque pasaron mucho tiempo construyéndolo. La Santa infundió el
poder del Espíritu de Niebla en todo este bosque durante el transcurso de diez años. Es por
eso que la barrera fue capaz de generarla de inmediato.” Fremy negó con la cabeza. Señaló a
los pies de Adlet y dijo: “Intenta cavar allí.”

Adlet usó su espada para cavar un poco en el suelo y encontró una estaca allí con texto escrito
en jeroglíficos.

“Esa estaca está imbuida del poder de la barrera fantasmal,” dijo. “Hay muchas otras como esa
enterradas en todo el bosque. Ah, y me olvidé de decirte que—puede erigir solo un tipo de
barrera a la vez en cualquier ubicación. Si tuviera que intentar erigir dos o más, una sería
anulada.”

“P-pero...”
“No sería posible crear la niebla sin el poder de una barrera, y no se podrían crear dos
barreras en este bosque para generar esa niebla. En otras palabras, su propuesta es
imposible.”

Adlet se quedó sin habla. Él había pensado que era una solución brillante, pero ella lo había
volcado tan fácilmente. Y él no creía que hubiera otra manera. No había lugar para la
refutación.

“¿Tienes alguna pregunta?” Fremy preguntó sin emoción al adlet herido.

“¡Tontos!” El chillido de Mora hizo eco en todo el templo. Golpeó el suelo con un puño cubierto
de un guante y el suelo a su alrededor se sacudió ligeramente.

“M-meow. No tienes que enfadarte tanto.” Hans rápidamente le explicó a Mora lo que había
sucedido.

Cuando Mora escuchó su historia, su rostro se puso más rojo, y cuando terminó, ella dejó al
descubierto su ira. “Chamo está fuera de lugar. ¡Pero Hans! ¡Pensé que eras un simple tonto,
pero no tan absurdo!”

“Hey meow, eso no es algo agradable de decir,” protestó el asesino.

“¿Por qué permitiste que Adlet escapara? ¡Esa puede haber sido nuestra mejor oportunidad—
no, nuestra única oportunidad!”

Hans parecía estar harto cuando dijo: “Hey, tranquilízate Mora. Pienso que puedo probar que
es inocente.”

“¿De qué estás hablando?” Mora exigió.

“Es un tipo bastante capaz. Vio a través de la estratagema del séptimo.”

“Estoy escuchando. Reza para que mi paciencia se mantenga hasta el final.”

Hans le contó a Mora las deducciones de Adlet. Mora escuchó en silencio, pero una vez que
Hans terminó de hablar, ella dejó escapar un gran suspiro. “No comprendes el poder de las
Santas. Sería imposible crear esa niebla.”

“Es más posible que entrar en el templo.”

“No hay diferencia. Nadie podría haber irrumpido en el templo, y generar tal niebla sería
inviable.” Mora explicó por qué habría sido imposible crear la niebla—para generarla
instantáneamente sería necesario crear una barrera, y que dos barreras no podrían existir
simultáneamente.

“Meow, eres una mujer obstinada. Incluso después de escuchar eso, sigo pensando que podría
hacerse.”
“Chamo, ¿puedes pensar en algo? ¿Una forma en que podrías generar niebla
instantáneamente?” preguntó Mora.

Hans todavía estaba sujetando los brazos de Chamo donde estaba ella. La pequeña Santa negó
con la cabeza.

“Ustedes no lo han entendido bien. Solo pensar un minuto no es suficiente para resolverlo. El
séptimo puso este plan en marcha porque se le ocurrió algo que no esperaríamos.”

“Oh, ya veo. Bien entonces adelante, piensa todo lo que quieras. Buscaré a Adlet.” Mora se
estaba alejando de Hans cuando encontró su cuchillo clavado en el suelo a sus pies.

“Espera. Sé que Adlet no es el séptimo,” dijo.

“¿No te han regañado lo suficiente?” Mora lo fulminó con la mirada.

“Si Adlet es el séptimo, ¿por qué no me mató? ¿Por qué estaba protegiendo a Fremy? ¿Por qué
no mató a Chamo? No puedes explicar eso.”

Como para expresar su completa exasperación, Mora suspiró. “¿No puedes entender por qué?
Permíteme explicarte en términos simples por qué Adlet no te mató.”

“...”

“¿Por qué apareció en nuestro medio en primer lugar?” Mora posó. “Si su objetivo fuera
simplemente encerrarnos, mostrarse en este templo no habría sido necesario. Pudo haber
activado en secreto la barrera y luego concentrarse en evadirnos. Pero creó deliberadamente
una cresta falsa para él y se fusionó entre nosotros. . ¿Con qué final?”

“Meow, bueno—”

“Para sembrar confusión. Él levanta dudas para incitar al conflicto. ¿Qué pasa si Adlet es un
verdadero Héroe? ¿Y si el séptimo es alguien más? Su trampa es una que ataca nuestros
corazones. ¿¡Cómo puedes fallar en entender eso!?” Hans no pudo responder. Chamo con la
boca aún amordazada sonrió. “Y en este momento, su plan está teniendo éxito,” dijo Mora. “Te
ha engañado por completo, y parece que la princesa también cree que Adlet no es el impostor.
Dos de nuestros seis ya han caído en sus trucos.”

'' Pero Adlet—”

“¿Por qué intentó proteger a Fremy? Para atraerla a su lado. ¿Por qué no te mató? Para
engañarte. ¿Crees que no podría ser el séptimo porque no te mató? Por el contrario, él más
aún te salvaría. ¿Tienes algo que decir a eso?”

“¡Pero vi su cara!” Hans protestó.

“¿Crees en un hombre que es incapaz de engañar en el momento de su muerte? ¡Eso no es


nada más que tu ideal de mascota!” Hans vaciló. Con voz decidida, Mora dijo en voz baja: “Ya
no podemos ser exigentes con nuestros métodos.”
Adlet le hizo a Fremy pregunta tras pregunta, tratando de concebir cualquier medio posible
por el cual la barrera podría haberse activado o si tal vez una Santa podría haberlo hecho.
Adlet no sabía mucho sobre el poder de las Santas. Para saber más, no tenía más remedio que
interrogar a Fremy.

Pero Fremy no era muy receptiva, simplemente repetía una y otra vez que hubiera sido
imposible. “¿Por qué no te rindes?” sugirió ella con tono de piedra, cortando su serie de
preguntas. “Se acabó. Es probable que tus suposiciones estén equivocadas, y te hayas quedado
sin lugares donde esconderte. Incluso si fueras un verdadero Héroe, no hay forma de
sobrevivir ahora.”

Adlet vaciló. Tal vez sería imposible convencer a Fremy de cooperar con él después de todo.
Tal vez no importara cuánto hablara con ella, no iba a funcionar. Tal vez sería mejor acudir a
otra persona para pedir ayuda. “No puedo. No puedo rendirme. Si muero, el séptimo irá por ti
después. Te echarán la culpa y te matarán, igual que a mí.”

Fremy bajó su mirada pensando. También tenía que ser muy consciente de lo precaria que era
su situación. Habían estado hablando durante mucho tiempo, y Mora podría haber estado
dirigiéndose hacia ellos. Permanecer juntos por más tiempo podría resultar peligroso. Justo
cuando Adlet pensaba en las cosas, Fremy dijo: “¿Vas a buscar a Nashetania ahora?” Había una
expresión de disgusto en su rostro. Ella había dado en el punto. Ahora que Fremy había
terminado con él, Nashetania era la única con la que podía contar. “Confías en Hans, luego en
mí, y luego en Nashetania,” dijo. “El hombre más fuerte del mundo, ¿verdad?”

“Estoy acostumbrado a que se rían de mí.”

“¿No tienes orgullo?”

“Lo tengo,” dijo Adlet sonriendo. El efecto fue poderoso. “El hombre más fuerte del mundo no
es el que se ve fuerte. El que parece ser el tonto más grande es el más fuerte de todos. Seguiré
luchando mientras sea capaz de hacerlo.”

“...”

“No te preocupes. Solo déjamelo a mí. Mientras esté vivo, no deberían sospechar de ti. Confía
en mí, Fremy,” dijo Adlet. Se apartó de ella y comenzó a caminar hacia el bosque.

“Espera,” dijo ella. Sorprendido, Adlet se dio la vuelta.

“¿Confiar en ti?” repitió Fremy. No puedo hacer eso. No te entiendo.”

“...”

“¿Cómo puedes seguir sonriendo? ¿Cómo no está roto tu espíritu? ¿Por qué estás tratando de
protegerme? No puedo entender una sola cosa que está pasando por tu mente.”
“Fremy...”

“Sé que la situación es peligrosa. Pero quédate aquí un poco más. Quiero conocerte mejor,”
admitió en voz baja. “Tal vez pueda confiar en ti.”

Mientras tanto, Nashetania y Goldof todavía estaban en el borde occidental de la barrera. Unos
pocos papeles de envoltura de las raciones de viaje estaban esparcidos por el suelo cercano.
Nashetania los recogió, inspeccionó ambos lados y los tiró. Goldof buscó en el área también,
mirando un árbol tras otro, investigándolos en busca de rastros de algo inusual. Parecía que al
perder su compostura y deshonrarse a sí mismo, había creado una ruptura en su dinámica con
su maestra. El aire entre ellos era pesado.

“Vamos a rendirnos,” dijo Nashetania. “Deberíamos encontrar a Adlet y protegerlo.” Ella


comenzó a alejarse. Los dos estaban lejos del templo—demasiado lejos para escuchar a Adlet
y Hans peleando o a los dos hombres luchando contra Chamo después de eso.

“Princesa, todavía no me lo ha dicho,” dijo Goldof. “¿Por qué sospecha de Hans?”

Nashetania se giró hacia él y se detuvo. “Supongo que yo tampoco he sido clara, ¿verdad? No
te he dicho la parte más importante.”

“Vamos a correr mientras hablamos.”

Los dos corrieron uno al lado del otro. “Hay una cosa que me molesta,” dijo Nashetania. “Pero
es posible que haya escuchado mal las cosas. Si fue un malentendido de mi parte, puedes
burlarte de mí.”

“No lo haré. Pero por favor dígame.” Goldof asintió, animándola a continuar.

“¿Recuerdas cuando nos presentamos por primera vez, Hans dijo: '¿Meow? ¿Ella también es
una conejita y una princesa?' “

“Por supuesto.”

“Pero eso es extraño,” dijo Nashetania. “Cuando Hans y Mora entraron al templo, Hans me
llamó princesa solo una vez.”

“¿Está segura?”

“No puedes recordar. Pero eso es comprensible. No estábamos hablando de nada importante
en ese momento.” Goldof inclinó la cabeza. Parecía que él no podía recordar tampoco.

“Al principio, se sentía un poco raro,” dijo. “Poco tiempo después me di cuenta de lo extraño
que era. Y mientras más pensaba en eso, más me empezaba a molestar.”

“Entonces eso significa...”


“Siempre supo que era una princesa, pero luego fingió no saberlo. ¿Por qué es eso?”

Mientras corrían, Goldof consideró la situación. “Cuando Hans y Mora entraron en el templo,
permanecí a su lado todo el tiempo. Es posible observar que eso lo llevó a concluir que era una
princesa.”

“Eso es verdad. Pero hubo una cosa más. Fue cuando Hans detuvo a Fremy de ser torturada.”

“¿Qué fue extraño en eso?”

“Había algo. Algo no estaba bien.” Nashetania se golpeó la cara con las palmas. “¿Por qué no
puedo poner mi dedo en eso? ¡Estoy tan cerca, solo un poco más cerca, y siento que puedo
resolverlo! ¿¡Vas a seguir siendo completamente inútil todo este tiempo, Nashetania!?”

“De todos modos apurémonos,” dijo Goldof. “No tendré más dudas de mi parte. Confiaré en su
juicio.”

“Gracias. Goldof, ¿echarías un vistazo y verías si Adlet sigue vivo?” Nashetania abrió la coraza
de su armadura y le mostró la cresta cerca de su clavícula.

“No se preocupe,” dijo. “Nadie ha muerto todavía. Adlet y el resto están vivos.”

“Ya veo. Entonces Adlet está haciendo su mejor esfuerzo. Yo tampoco fallaré.” Los dos
continuaron corriendo hacia el templo.

Tal vez pueda confiar en ti. Cuando Adlet escuchó a Fremy decir eso, la esperanza floreció
dentro de él. Hans ya estaba de su lado, y Nashetania probablemente confiaba en él. Si él
también pudiera hacer que Fremy se pusiera del lado de él, no tendría que huir más. En cierto
modo, ese era su motivo oculto.

Pero luego Fremy aplastó ese sentimiento de esperanza cuando ella apuntó el cañón de su
arma hacia él. “Siempre he sido escéptica, ¿por qué sigues protegiéndome? ¿Por qué no has
sospechado de mí ni siquiera una vez?”

“¿Por qué me apuntas con tu arma?” él preguntó.

“Si intentas esquivar la pregunta, dispararé.”

El comportamiento de Fremy lo confundió. Su pregunta abrupta, su impaciente deseo de


respuestas. Fremy había dicho que no entendía a Adlet, pero él tampoco la entendía a ella.
Adlet reflexionó. Decidió ser sincero, abandonar cualquier plan calculado para ponerla de su
lado o convencerla de que le creyera. “Fue solo un sentimiento. Sentí que no eras mi enemigo.
Quería protegerte. No tengo ninguna razón para darte.”

“¿No me escuchaste? No evites la pregunta,” le ordenó ella.


“Fremy...” Mirando por el cañón, Adlet buscó en su corazón. De hecho, él había estado tratando
de protegerla. Un observador neutral vería la distancia a la que había ido como algo
antinatural, y Fremy también. ¿Por qué? Adlet se preguntó a sí mismo. Mientras ella lo
observaba, su arma apuntaba a su corazón, él buscó la razón.

“Respóndeme,” ella exigió.

Adlet comenzó a hablar en voz baja. “Hace mucho tiempo, traté de convertirme en un arma.
Intenté librarme de mi corazón humano. Traté de convertirme en una criatura que existía
puramente con el propósito de matar a los Kyomas que me lo robaron todo.” Fremy no
preguntó de qué estaba hablando. Ella guardó silencio y escuchó.

“Porque tal como dijiste y como dijo mi maestro, soy normal. Pensé que esa era la única forma
en que podía convertirme en el hombre más fuerte del mundo. Pero no funcionó.”

“¿Qué no funcionó?”

“No puedes abandonar tu corazón solo porque quieres. No importa cuántas veces pensé en
abandonarlo, descubrí que todavía estaba allí.”

“Te equivocas Adlet,” dijo Fremy con frialdad. “Me deshice de mi corazón, no de mi corazón
humano, sino de mi corazón Kyoma. Lo hice para vengarme de mi madre y vengarme del
Majin. Ahora estoy viva porque me libré de eso.”

“No Fremy,” dijo. “No puedes abandonar tu corazón. Incluso el deseo de hacerlo viene desde
tu mismo corazón.” (Jaque mate)

Ella lo miró. Él no podía decir lo que ella estaba pensando.

“¿Quieres dejarlo todo de lado para volverte más fuerte?” preguntó Adlet. “No puedes. No
puedes dejar de amar a alguien, no importa lo que hagas.”

“...”

“Me preocupo por ti,” dijo. “Siempre he tenido—bueno, creo que es solo desde ayer. Pero
siempre me he preocupado por ti.”

Los ojos de Fremy se abrieron de par en par, y ella miró a Adlet. “¿Eso es lo que estabas
pensando? ¿Eso es lo que estabas pensando cuando estabas conmigo?”

“Aunque me acabo de dar cuenta de cómo me siento. Pero me he sentido así desde que nos
conocimos.”

“¿Y por eso trataste de protegerme?”

“Me preocupé por eso cuando nos reunimos con Nashetania y Goldof y supimos que eras el
Asesino de Héroes. Pero cuando vi a Nashetania y Goldof sospechar de ti, pensé, No puedo
dejar que esto suceda. Si incluso tus compañeros Héroes no confiaran en ti, entonces yo
tendría que confiar en ti en su lugar. Sentí que si nadie más en el mundo te protegería,
entonces yo sería quien lo haría.”
“¿Y después de eso?” le preguntó.

“Sentí lo mismo cuando descubrimos que había un impostor entre nosotros,” dijo Adlet. “Ni
siquiera consideré sospechar de ti. Supongo que obviamente te resulta antinatural. Pero no
pude evitarlo. Me enamoré de ti.”

“¿Qué es lo que encuentras tan atractivo de mí?”

“No lo sé. Pero cuando te veo sufrir, también me duele. Puede que sea el hombre más fuerte
del mundo, pero no puedo manejar eso.”

“Y es por eso que decidiste protegerme,” ella dijo. Adlet podía ver una leve vacilación en la fría
expresión de Fremy. A veces, parecía una muñeca con un rifle, pero él estaba convencido de
que ella no era un monstruo sin corazón. Ella tenía un corazón. Y si eso era cierto, eso
significaba que sus corazones podían conectarse. Él creía que podían.

“Lo siento, pero no puedes protegerme,” dijo Fremy. “Voy a morir de cualquier manera, una
vez que derrote al Majin.”

“¿¡Por qué!?”

“¿Dónde debería vivir una vez que el Majin haya sido derrotado? No puedo volver con los
Kyomas. No hay lugar para mí en el mundo humano. No tendré más remedio que morir. Morir
y llevarme al Majin es mi ideal.”

“No puedes hacer eso”. Adlet negó con la cabeza. “La venganza podría ser todo para ti ahora
mismo. Pero eso es solo temporal. Una vez que tu venganza esté completa, debes comenzar de
nuevo.”

“No puedo volver a empezar. Los humanos nunca me aceptarán. Nunca aceptarán a la hija de
un Kyoma o al Asesino de Héroes.”

“No te preocupes,” dijo Adlet. “Voy a pensar en algo.”

“¿De qué estás hablando?”

“Es un gran mundo allá afuera. Encontraré un lugar que te acepte.”

“No seas estúpido, dijo Fremy.” No hay manera de que puedas.”

“Tú eres la única que es estúpida. ¿Quién crees que soy? Soy Adlet, el hombre más fuerte del
mundo. ¿Me estás diciendo que no puedo encontrar un lugar miserable al que puedas llamar
hogar?” Adlet entendió que lo que estaba diciendo era estúpido. Lejos de derrotar al Majin, sus
aliados estaban a punto de ser exterminados. Pero primero tenía que creer. Si no crees que
puedes hacerlo, nunca llegarás a ninguna parte, pensó Adlet. “¿Crees que estoy jugando
contigo? ¿Crees que soy una idiota?”

No lo pienso. Puedes apostar en ello... y eso es todo. Así es como me siento.”


Fremy miró hacia abajo, aparentemente pensando durante mucho tiempo. Adlet recordó lo
que Hans le había dicho. Fremy vive en la oscuridad. Ella no ama a nadie, y no confía en
nadie. Todo lo que tiene en su vida son enemigos y personas que se convertirán en sus
enemigos. Ese es el mundo en el que vive.

Eso no es cierto, pensó Adlet. Ella no es así.

Ella es una especie de criatura totalmente diferente—no como tú. Tú piensas en la


confianza, amistad y camaradería. No asumas que solo se van a entender el uno con el
otro.

Hans. Confío en ti, pero estás equivocado sobre esto. Ella y yo podemos entendernos.

Pasó el tiempo y Adlet esperó pacientemente.

“Te entiendo ahora,” dijo Fremy. Y luego Adlet vio claramente su intención de matar en los
ojos bajos de Fremy.

“!” Se oyó un disparo. Adlet se agachó, apenas esquivando la bala.

“Entiendo que eres mi enemigo,” dijo Fremy. Sus ojos estaban llenos de oscuridad
interminable y profunda.

Mora corrió hacia Hans. Todavía estaba conteniendo a Chamo, dejándolo incapaz de evitar su
carga. Mora arrebató a Chamo y luego retiró las restricciones de las manos y la boca de la niña.
Ahora libre, Chamo dejó escapar un profundo suspiro cuando Mora le entregó su cola de
zorro.

“¿¡Qué estás haciendo!? ¿Tienes alguna idea de lo peligrosa que es esa chica?” Hans gritó.

“Escucha Chamo,” dijo Mora. “Mantén un ojo en él. No dejes que se vaya de este templo.”

“Claro. Déjaselo a Chamo.” La pequeña santa sonrió.

Mora la agarró por el hombro con brusquedad. “Y me refiero a observarlo. No te estoy


diciendo que lo ataques—solo muévete si él se mueve. Si haces un trabajo adecuado, no me
enfadaré más contigo.”

“Oh... así que estás enojada después de todo.” Un sudor frío rezumaba por la frente de Chamo.

“Si vuelves a descontrolarte, la próxima vez obtendrás algo más que una paliza,” amenazó
Mora.

“Está bien...” respondió Chamo con las manos sobre su trasero.

“Chamo, ¿Mora es tan fuerte que puede asustarte incluso a ti?” Hans estaba sorprendido.
Chamo respondió: “Chamo es mucho más poderosa que ella, pero... La tía Mora da miedo.”

Mora suspiró profundamente. Aunque no había hecho nada, un pesado sonido hizo eco en su
cuerpo. “Espíritu de las Montañas, dame fuerza,” murmuró y luego abrió la boca de par en par
y gritó. El sonido era como una explosión. “¡PRINCESA! ¡GOLDOF! ¡FREMY!” Fue más que un
grito. Su voz se hizo eco muchas veces, sonando en todo el bosque.

“¿¡Qué diablos!?” gritó Hans.

“¡Es su poder, eco de las montañas!” explicó Chamo. “La tía Mora es la Santa de las Montañas.
¡Puede hacer muchas cosas!” Hans y Chamo se cubrían las orejas y apenas podían oírse hablar.

“¡HANS HA SIDO DERROTADO! ¡SOBREVIVIÓ, PERO ESTÁ EN CONDICIONES CRÍTICAS! ¡EL


CULPABLE FUE ADLET! ¡ES EL SÉPTIMO!”

Hans se sorprendió.

“¡MÁTENLO DIRECTAMENTE! ¡NO VACILEN!” Con eso, el eco de Mora se desvaneció.

“¿¡Qué demonios estás pensando!?” Hans se enfureció.

Mora lo agarró por el cuello. “Ahora la princesa se armará de valor. No sé qué piensa Fremy,
pero dudo mucho que ella permita que Adlet escape. Ahora él no tiene recursos.”

“Tú bruja, eres—” Hans estaba a punto de decir algo cuando un Kyoma serpiente envolvió su
brazo.

Chamo escupió unos cuantos Kyomas más para sujetarlo rápido. “Tía Mora, ¿realmente
necesitamos matarlo a medias?”

“No seas tonta. Solo necesitas contenerlo.” Mora se ajustó el cuello y salió corriendo del
templo.

“¡Espera! ¡Espera, maldita sea!” Hans trató de seguirla, pero no pudo deshacerse de los
Kyomas. “¡Espera! ¿Eres el séptimo?”

Mora no se giró hacia los gritos de Hans. Ella simplemente corrió directamente hacia la
ubicación de Fremy.

El eco de la montaña de Mora había llegado a cada parte del bosque. Mientras Fremy cargaba
su arma, dijo fríamente: “Ya veo, entonces.”

Adlet se estremeció de rabia mientras se deslizaba por aquí y por allá, manteniendo su cuerpo
bajo al suelo. “¿¡Qué demonios estás haciendo, Mora!?” Miró su mano. No faltaba ninguno de
los pétalos de la cresta de flor, pero ¿Hans iba a estar bien? Adlet estaba preocupado de que
tal vez algo realmente le había pasado y que iba a morir. Para empeorar las cosas, esto
significaba que Adlet podría haber perdido a su último aliado. Adlet rezó en silencio, Por
favor Nashetania. Por favor, date cuenta de que fue una mentira.

Fremy manifestó una masa de pólvora aproximadamente del tamaño de una manzana en su
palma. La arrojó al aire y la hizo explotar. Adlet pensó que estaba alertando a Mora, Goldof y
Nashetania sobre su posición. Si se demoraba, estaría rodeado, pero si se dirigía al templo, se
encontraría con Mora. ¿Qué iba a hacer? ¿A dónde demonios podría correr?

“Su Alteza, ¿escuchó lo que dijo Mora?”

Nashetania estaba inmóvil, aturdida. Parecía que la voz de Goldof no había llegado a sus oídos.
Entonces, escucharon el sonido de una explosión.

“Eso debe haber sido Fremy,” dijo Goldof. “Apostaría a que nos está diciendo la posición de
Adlet. Vamos.”

“...” Nashetania solo miró en dirección al templo cubierto de niebla. “Lo siento, Hans. No
hiciste nada malo.”

“Su Alteza...”

“¿Qué he estado haciendo aquí?”

“Vamos.” Goldof tomó la mano de Nashetania y tiró.

Pero ella solo se tambaleó y no hizo ningún movimiento para seguirla. Sus ojos seguían fijos
en un punto en el espacio como si estuviera perdida en sus pensamientos. “Espera un
momento,” dijo ella.

“¿Qué ocurre? ¿Qué tiene en mente?” A pesar de la impaciencia de Goldof, fue decididamente
leal mientras esperaba a Nashetania.

Tal vez pasó un minuto, y entonces ella de repente rompió su silencio.

“¡Ah-ja!” Nashetania se echó a reír, sorprendiendo a Goldof. “¡Ah-ja! ¡Ah-ja-ja, ah-ja-ja-ja!”

“Su Alteza, por favor cálmese. ¿Qué ocurre?”

Nashetania continuó riéndose por un tiempo. Cuando su risa se calmó, repentinamente se


calmó y dijo: “Realmente no he sido yo misma hoy. Han pasado demasiadas cosas y ya no sé
nada más. Pero me he calmado. Finalmente soy capaz de pensar con claridad, Goldof.”

“Bueno... siempre y cuando se sientas estable...” respondió.

“Ahora entiendo. Esto es todo.” Nashetania lo miró. “Esta es la primera vez que lo
experimento. Así es como se siente la verdadera ira.”
“Su Alteza...”

“No es que nunca me haya irritado antes,” dijo. “Pero nunca me he enfadado en serio. Ahora,
por primera vez, sé exactamente lo que significa estar verdaderamente furiosa.” Nashetania
sonrió y luego salió corriendo. La persona que llevaba esa sonrisa era diferente de quien había
sido antes. “Finalmente comprendo... Con que así es como es. ¿Cómo expreso estos
sentimientos?”

“Su Alteza...”

“Adlet... confié en ti... confié en ti.” La mano de Nashetania temblaba mientras agarraba su
espada. “¡Esto es encantador, no es así Goldof! ¡No han sido más que nuevas experiencias
desde que comencé este viaje! ¡Y seguiré encontrando tantas cosas nuevas desde ahora en
adelante también!” Nashetania corrió en línea recta, sin girarse para mirar a Goldof. “¡Lo
quiero saber! ¿Cómo se sentirá cuando ceda a la ira y corte a mi enemigo en pedazos?”

Goldof se quedó sin habla mientras observaba a Nashetania correr hacia delante.

Fremy estaba tratando de matar a Adlet. Chamo había refrenado a Hans, y Mora, Nashetania y
Goldof corrían hacia la posición de Adlet. Mientras todo esto estaba transcurriendo, el séptimo
estaba pensando, no puedo decir que esto vaya bien.

Inicialmente, el séptimo había esperado que eliminar a Adlet sería un asunto simple. Adlet
tomó como rehén a Fremy como una sorpresa, y la idea de que el chico sería capaz de evadir a
los demás durante un día completo después de eso ni siquiera había sido una consideración.
Adlet no había sido más que sorpresas. Su título auto-designado de “el hombre más fuerte del
mundo” ya no sonaba completamente falso.

Pero eso no fue más que un pequeño error en los cálculos del séptimo. Siempre había sido una
cuestión de tiempo antes de que Adlet estuviera muerto. Incluso si se mantuviera lejos uno o
dos días más, todavía no cambiaría nada.

¿Qué hacer después de matar a Adlet? Por supuesto, Fremy sería la próxima. Eso debería ser
lo suficientemente simple. Sus aliados la matarían por su propia voluntad. Las cosas se
pondrían un poco más difíciles después de eso. El mejor curso de acción por lejos sería que el
impostor eliminara a cualquier individuo con dudas persistentes. Si parecía que las opiniones
estaban divididas, instigar a una confrontación en la que dos se mataran entre sí tenía más
sentido. Improvisar cosas sin protección en lugar de aferrarse a un plan en particular era el
curso más seguro.

Aunque las posibilidades eran bajas, existía la posibilidad de que el impostor pudiera
convertirse en sospechoso. Si eso sucediera; entonces la huida era una opción. Sin embargo,
dos de los seis Héroes deberían haber sido asesinados en ese momento, y eso debería ser lo
suficientemente bueno en esta batalla.

Pero si Adlet lograra detener toda su lucha y los instara a resolver todo hablando, ¿entonces
qué? Eso solo cambiaría el orden de la matanza. El impostor manipularía la conversación y
mataría a Fremy y podría acabar con Adlet después de eso. Si bien esa situación podría traer
ciertas dificultades, probablemente no sería un gran problema.

Un estratega famoso dijo una vez que el resultado de cualquier batalla ya se había decidido en
un 90 por ciento antes de que comenzara. El séptimo reflexionó sobre la verdad inherente de
esa declaración. Cuando Adlet puso un pie en el templo, cuando el séptimo había puesto en
movimiento la trampa que había generado la niebla, todo mientras evitaba al mismo tiempo la
vista de todo el grupo—allí es cuando todo fue decidido.

El séptimo tenía una sola preocupación. Una vez que Adlet y Fremy murieran, cuando todos
los demás se dieran cuenta de que ninguno de los dos había sido el séptimo, ¡Qué expresiones
usarían los Héroes de las Seis Flores! ¿Podría finalmente contener su risa? Había sido una
lucha desesperada por contener su risa hasta ahora.

“¡Fremy! ¡Vuelve al templo! ¡Si vas allí, sabrás que Mora está mintiendo!” Adlet gritó mientras
huía por el bosque.

Fremy no respondió. Ella sólo siguió su búsqueda, su arma apuntaba a él. No era tan fácil para
ella atacarlo—su arma era tal que, una vez que disparara un tiro, tenía que cargar otra bala
para disparar de nuevo. No le era posible disparar continuamente. “¿Y qué?” preguntó ella,
apuntando a Adlet. “Mora puede estar mintiendo, pero eso no cambiará el hecho de que eres
el impostor.”

“¿Por qué crees eso? Yo—” En el momento en que Adlet intentó darse la vuelta y
contradecirla, se vio obligado a tirarse al suelo. La bala de Fremy pasó sobre su cabeza. El
viento caliente y agudo le chamuscó la piel. Si tomara un solo golpe, su cuerpo sería hecho
pedazos.

“Fallé,” dijo Fremy, y luego cargó otra bala. Con un arma de fuego normal, habría tenido que
meter la pólvora en el cañón y luego meterla con un palo. Pero Fremy mantuvo su mano en el
agarre mientras cargaba la bola de hierro. Adlet no tenía idea de cómo estaba construido ese
rifle. “¡Mora! ¿¡Aún no estás aquí!? ¡Adlet está aquí!” Llamó Fremy.

¿Qué tan cerca estaba Mora? Adlet estaba corriendo al azar sin tener idea de hacia dónde
debía ir. Él era naturalmente más rápido que Fremy. Si tuviera que poner algo de distancia
entre ellos, podría salir de su línea de visión.

Pero en el momento en que ella desapareció detrás de él en la niebla, él la escuchó gritar, “¡No
te dejaré escapar!”

Esta vez, ella lanzó una bomba. Adlet saltó sobre una rama de árbol. La explosión aplastó los
árboles circundantes, y una segunda y tercera bombas se lanzaron hacia él desde más allá del
humo. Tiró cuchillos para interceptarlas. El viento de la explosión y las chispas asaron su
cuerpo.

Huir no estaba funcionando tampoco. Ella tenía mucho más poder de fuego que él, como una
nave de guerra con un cañón luchando contra un solo bote de remos. Una vez más, Adlet se vio
obligado a reflexionar sobre el hecho de que era impotente. Todo lo que tenía y que podía
llamarse un arma era su pequeña espada, agujas venenosas, cuchillos arrojadizos, bombas de
humo y algunos explosivos insignificantes que no podían compararse con el arsenal de Fremy.

Pero aun así, Adlet creía que era el hombre más fuerte del mundo.

Fremy lanzó bombas al azar, sin prestar atención al daño. Adlet estaba destinado a no poder
interceptar una de ellas con el tiempo. Se apartó de la rama del árbol y voló por el aire,
acurrucándose en un pasillo mientras se preparaba para el impacto.

“Oh, ¿le di? No será suficiente para mí,” dijo Fremy. “Nunca estoy satisfecha hasta que puedo
ver claramente con mis propios ojos que mi enemigo no es más que un trozo de carne.”

Si caía en la búsqueda de Fremy, todo habría terminado. Antes de que pudiera lanzar otra
bomba, Adlet lanzó una de sus agujas que causaba un dolor intenso.

“¡Urghk!” Golpeó. Él tuvo suerte.

Con Fremy congelada en su lugar, Adlet podría escapar. Pero en cambio, optó por quedarse. Si
intentaba correr mientras aún estaba sin aliento, su sangre no alcanzaría su cerebro, y no
sobreviviría a esto a menos que usara su cabeza. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Debería intentar
descubrir cómo se había generado la niebla? ¿Debería tratar de ayudar a Hans? La respuesta
no fue ninguna.

Era Fremy. No había manera de que Adlet pudiera ganar a menos que él pudiera ganarse su
confianza. Él no huiría. Él se enfrentaría a ella—se enfrentaría a su desconfiado corazón. “¿Qué
te hace pensar que soy el impostor?” el llamó.

El humo se estaba despejando. Adlet podía ver a Fremy delante de él ahora. Ella tiró de la
aguja venenosa que sobresalía desde su hombro derecho y la tiró. “No me hables con esa boca
sucia tuya.” Ella sonaba furiosa.

¿Pero por qué fue eso? Él no había hecho nada para enfurecerla. Al mismo tiempo, Adlet había
pensado en esto como su oportunidad de entenderla. Si pudiera descubrir por qué ella estaba
tan lívida, podría encontrar una manera de cambiar de opinión. “¡Responde a mi pregunta,
Fremy!” Él levantó su voz intencionalmente; intentar pacificarla tendría el efecto contrario.

“Porque puedo ver quién eres realmente. Puedo ver que en realidad eres solo un cobarde
estafador.”

“Te dije que me contestaras,” él dijo.

“Porque puedo ver los motivos sucios detrás de las cosas que dices, tus claras intenciones de
juntar lo que crees que quiero escuchar en un intento de engañarme.”

“¡Estaba siendo sincero! ¡No ves nada!”

Fremy fulminó con la mirada a Adlet cuando ella creó una bomba gigantesca. Ella claramente
tenía la intención de volarlo a él y todo a su alrededor sin dejar nada. Adlet reprimió la
necesidad de correr, manteniéndose firme en su lugar.
“Los mentirosos siempre dicen lo mismo,” dijo Fremy. “Confío en ti. Te protegeré. Estoy
pensando en ti.” Fue entonces cuando Adlet vio las lágrimas en sus ojos. “Nadie me volverá a
engañar,” continuó. “Nadie me va a proteger. Ni siquiera voy a considerar una idea tan
conveniente. Lucharé sola, viviré sola, y moriré sola.”

“Fremy...”

“¡Ahora lo sé! ¡Lo sentí agudamente en mi cuerpo, en mi piel! ¡Sé que si confiar en alguien solo
resultará en traición, es mejor no confiar en nadie!” gritó ella lanzando la bomba.

Mientras Adlet la veía venir hacia él, pensó en el pasado de Fremy, en el momento en que
había sido traicionada por aquellos a quienes amaba. No era que no pudiera confiar en la
gente—sino que simplemente había tomado la firme decisión de no hacerlo para evitar la
posibilidad de una futura traición. Pero desde otro ángulo, eso significaba que una parte de
ella quería confiar en alguien.

Adlet saltó hacia atrás y lanzó una bomba a sus pies. Este no era humo o gas lacrimógeno: era
letal. Una retirada hacia atrás por sí sola no sería suficiente para evadir sus explosivos. La
única forma en que podía evitarlo era echarse hacia atrás a lomos de una explosión propia.
Apenas sobrevivió, ganándose quemaduras en todo el cuerpo a cambio de no ser pulverizado.

Entonces Adlet escuchó una voz detrás de él. “¡Fremy! ¿Ya está muerto?”

“¡Mora!” Adlet y Fremy gritaron simultáneamente.

Mora cargó hacia Adlet con una violenta velocidad. “¡No uses tus bombas! ¡Apóyame con tu
arma! ¡Lo acabaré!”

Fremy arrojó a un lado la bomba que acababa de manifestar y levantó su arma. Mora se acercó
a Adlet, concentrándose en sus puños enguantados en su intento de acabarlo.

Adlet se puso de pie, se apartó de Fremy y cargó directamente hacia Mora. Justo antes de que
su puño se conectara, se agachó, y al hacerlo Fremy disparó. Estaba completamente indefenso
por un momento. No había manera de que pudiera bloquear el tiro de Fremy.

“!” Pero Adlet sobrevivió. La bala hizo un ruido agudo cuando fue repelida. Adlet no había sido
el que la interceptó. Había sido Mora.

“Mora, ¿por qué la bloqueaste?” preguntó Fremy.

“Cálmate,” dijo Mora. “Míralo.”

Adlet estaba sobre sus manos y rodillas ante Mora. Había tirado su espada y había extendido
ambas manos, con las palmas hacia arriba. Era una pose de sumisión. Fremy bajó su arma.

Con una expresión absolutamente de desprecio, Mora dijo: “Así que finalmente te has rendido.
Pero es demasiado tarde. No pienses que puedes sobrevivir.”

“Después de todo, también hemos perdido a uno,” dijo Fremy.


“Pero antes de morir, nos contarás todo,” dijo Mora. “Confiésanos tu plan y quién está detrás
de él.”

Adlet levantó la cabeza y preguntó: “¿Hans está bien?” Había una sola cosa de la que tenía
miedo—que tal vez Mora y Chamo realmente habían dejado malherido a Hans juntas.

La expresión de Mora cambió muy levemente. Por su incomodidad, Adlet pudo decir que Hans
estaba a salvo. “¿De qué estás hablando?” ella dijo. “Tú eres el que le hizo daño.”

“No hay problema mientras esté bien.” Adlet no alteró su pose sumisa. El puño de Mora estaba
por encima de su cabeza. Desde esa posición, ella solo necesitaba balancearlo hacia abajo para
aplastarle el cráneo.

“Entonces habla. Cuéntanos la razón por la que te aliaste con el Majin y cómo obtuviste tu
cresta de falsificación.”

“Desafortunadamente, no puedo decirte eso. Solo puedo decir una cosa.”

“Entonces muere,” dijo Mora.

En el momento en que levantó el puño, Adlet gritó: “¡Ahora, voy a demostrar que Fremy es un
verdadero Héroe!” Sorprendida, la mano de Mora se detuvo. Y luego miró a Fremy.

Adlet no podía ver detrás de su espalda, por lo que no sabía qué tipo de expresión tenía Fremy
en su rostro. “¿Vas a escuchar?” preguntó. “Por supuesto, incluso si dices que no, todavía voy a
hablar.”

Mora no respondió. En cambio, Fremy preguntó: “¿De qué se trata esto?”

Así que lo escucharás, pensó Adlet y continuó. “Asumiré una cosa—el que activó la barrera
fue uno de los siete que llevamos la Cresta de las Seis Flores. No tenemos motivos para decir
que alguien más entró al templo. No tengo tiempo, así que dejaré fuera la base para eso.”

“Tú eres el impostor. Eso es prueba suficiente,” dijo Mora. Podía escuchar clara agitación en
sus palabras. Adlet la ignoró deliberadamente.

“Esa no es razón para sacar tus armas. Tranquilízate, cállate y observa,” dijo Adlet mientras
comenzaba a hurgar en una bolsa en su cinturón con la mano izquierda. Sacó una pequeña
botella de hierro y la puso delante de él. “Esta es una sustancia especial que mi maestro creó.
Es valiosa. Úsala con cuidado.”

“¿Tu maestro? No querrás decir...” Mora vaciló. ¿Sabía ella de Atreau? Adlet no tuvo tiempo de
preguntar.

“Este químico se usa para descubrir rastros de Kyomas. Cambia de color en reacción a una
sustancia única secretada por los cuerpos de los Kyomas.”

“...?” Mora parecía sospechosa.


Sin girarse, Adlet dijo, “Fremy. Dame una de tus balas. Lánzala a mi lado.”

Una bala de hierro se acercó a él. Fremy quería escuchar lo que tenía que decir. Parecía que
tenía dudas, aunque pequeñas, de que Adlet fuera el impostor.

Con el rostro todavía en el suelo, Adlet abrió el tapón de la pequeña botella con una mano.
Goteó algo del líquido sobre la bala. La bala se volvió roja, y después de unos treinta segundos,
volvió a la normalidad. “¿Crees que esto es un truco?” preguntó. “Si lo haces, entonces debes
inspeccionar esto con cuidado. Podrás decir que esta sustancia, sin lugar a dudas te mostrará
dónde ha estado un Kyoma.”

“¿Qué estás pensando, monstruo?” Mora gimió.

“Rocié algo de esta sustancia sobre el altar que se usa para activar la barrera, y el altar no
cambió de color,” dijo. “Hans también lo vio. Y esta droga reacciona a Fremy.”

“Adlet...” Fremy comenzó a decir algo y se detuvo.

“Fremy no tocó el altar ninguna una vez,” terminó Adlet. “Esto es una prueba de que ella es
realmente un Héroe; una prueba de que no activó la barrera.” Ahora había demostrado sin
lugar a dudas que Fremy no era el impostor. Independientemente de los trucos que el séptimo
tenía bajo la manga, encuadrar a Fremy debería resultar imposible. Incluso si lo intentaran,
Hans la protegería. Había una posibilidad de que Adlet pudiera haber escapado de Mora, pero
él había elegido proteger a Fremy en su lugar. Probablemente moriría como resultado. Pero
no se arrepintió, porque había hecho todo lo posible para hacer lo correcto.

“Mora, si eres el séptimo,” dijo, “toma eso. Arruiné tu plan, tu plan para enmarcar a Fremy
como la impostora y hacer que la maten.”

“Fremy, no te dejes engañar. No dejes que te dé ideas extrañas,” dijo Mora.

“Fremy, después de que muera, encuentra al séptimo,” dijo Adlet. “Hans es un hombre en el
que puedes confiar. Trabaja con él.”

“No te dejes engañar Fremy. Ahora lo entiendes, ¿verdad? Él ha estado intentando atraparte
todo este tiempo, bañándote con palabras dulces para ganar tu confianza. Esto es
simplemente una pieza más de su plan,” Mora previno. Fremy no respondió.

“Adlet.” Mora apretó su puño y preparó un ataque. “Tú eres todo un tipo. Incluso pensé, por un
momento, que podrías ser genuino.”

“No me mates,” dijo. “Lo lamentarás si eres un verdadero Héroe.”

“Esto es exactamente el por qué... el por qué eres tan temible. ¡Si no logro matarte ahora, el
resto confiará en ti!”

Adlet cerró los ojos. No podía esquivar el ataque de Mora. Ahora ya no podía hacer nada más.
Su puño se balanceó hacia abajo, silbando como para cortar el aire. Pero justo en ese
momento, otro sonido cortó la niebla—un ring metálico de tono alto.
“¡Idiota!” Mora gritó.

Adlet abrió los ojos y miró detrás de él. El rifle de Fremy estaba levantado, saliendo humo
blanco del cañón. La bala había golpeado el guante de Mora.

“Adlet, te he odiado desde el momento en que nos conocimos.” Su expresión era de piedra,
pero desde uno de sus ojos cayó una sola lágrima. “Me odiaba a mí misma por sentir que podía
confiar en ti.”

“¡Detente, Fremy! ¡No te dejes engañar!” Gritó Mora.

“Todavía te odio,” continuó Fremy. “Cuanto más te hablo, más te odio. Terminé creyendo todo
lo que dices, aunque juré que nunca volvería a confiar en nadie.”

“¡Fremy!” Mora balanceó su puño hacia abajo una vez más, pero Adlet rodó para evitar el
ataque. “¡Suficiente!” dijo Mora. “¡Entonces me veo obligada a matar a Adlet!”

Adlet levantó su espada y se puso de pie. Ahora que la situación se había revertido, Mora atacó
a Adlet de manera aún más cruel. Fremy le lanzó una pequeña bomba a Mora y gritó: “¡Corre,
Adlet!”

Cuando Adlet huyó, él pensó, Finalmente. Finalmente, Fremy y yo hemos llegado a


entendernos. Pero todavía estaba lejos de la victoria. Tenía que mostrarles a todos cómo el
impostor podría haber creado la niebla.

*(Fremy best waifu forever!!!)


“¡No te escaparás!” Mora corrió ignorando las minibombas que volaban hacia ella. Mientras
bajaba el puño, Adlet esquivó, y su guante se hundió en la tierra como un meteorito, dejando un
cráter. Mora no era un oponente para ser subestimado. “¡Hmph!” Ella agarró una raíz y tiró,
tirando de un árbol entero. En un movimiento suave, ella hizo girar su nuevo y enorme mazo en
Adlet.

“¡Cuidado!” Fremy gritó y su bala rompió el tronco del árbol.

Mora ignoró a Fremy, enfocándose exclusivamente en Adlet. Sus ataques fueron implacables, y
cada golpe era lo suficientemente poderoso como para matarlo instantáneamente. Fremy se
interpuso entre los dos y le dijo a Adlet: “La contendré. Tú corre.”

“No, corre. Mora es peligrosa,” dijo. Había una alta probabilidad de que Mora fuera el séptimo.
Sería peligroso permitir que ella y Fremy lucharan solas.

“¡Estás en mi camino Fremy!” gritó Mora.

Fremy interceptó su carga. Adlet detuvo a Mora y trató de encontrar una manera para que él y
Fremy se escaparan juntos, pero fue entonces cuando sintió que un aura sedienta de sangre se
acercaba a su lado.

“¡Fremy, muévete!” Ordenó una voz femenina. Fremy saltó a un lado. Adlet también se alejó.
Innumerables cuchillas blancas se levantaron desde el suelo donde los dos habían estado de pie.

“Llegas tarde princesa,” murmuró Mora.

En el bosque, Nashetania estaba de pie con su delgada espada levantada, con una sonrisa en su
rostro. Cuando Adlet vio esa mirada, pensó, Ella sonríe mucho... pero ahora hay algo diferente en
ella.

“Entiendes, ¿verdad, Adlet?” Dijo Fremy. Apuntó su arma a Mora y una bomba a Nashetania. Adlet
entendió lo que estaba tratando de decir—que en este momento Nashetania no era su aliada.

Por alguna razón, después de esquivar ese ataque, Nashetania no se movió. Se quedó allí inmóvil,
con su sonrisa pegada. Adlet notó a Goldof detrás de ella. Estaba mirando a Adlet, esperando su
oportunidad de atacar.

“Fue divertido Adlet—esos diez días que viajamos juntos,” comenzó Nashetania. Era como si ella
hubiera olvidado que estaban en un campo de batalla. “Solía pensar que sabía mucho, pero en
realidad no sabía nada en absoluto, ¿verdad? No sabía lo divertido que sería emprender un viaje
sin mi cochero ni mi doncella. No sabía el miedo de mi primera batalla real. No sabía cuánta
confianza me haría sentir tener a alguien a mi lado para animarme,” continuó. Esta era la tranquila
Nashetania que no había visto en mucho tiempo. Desde que descubrió que había un séptimo, no
había estado más que confundida, asustada y preocupada. Pero ahora, su expresión era brillante y
clara. “Estoy agradecida por eso. Gracias.” Un escalofrío recorrió la espalda de Adlet.

“Así que ahora que he expresado mi gratitud, te mataré, ¿de acuerdo?”


“Corre,” susurró Fremy. “Una vez que tengas la oportunidad, corre lo más rápido que puedas.
Nashetania no está actuando de manera normal en este momento.” Ella también le tenía miedo a
Nashetania. “Escucha Nashetania,” dijo Fremy, “Hans está a salvo y Adlet no es nuestro enemigo.
Mora está mintiendo.”

“Ella no dice la verdad princesa,” respondió Mora. “Adlet es nuestro enemigo. Hans ha sido
gravemente herido. Fremy está simplemente bajo su hechizo.” Ella sonaba incómoda.

“Cálmate Nashetania,” dijo Fremy. “Todavía no sabemos quién es el séptimo—pero no es Adlet.”

“No te dejes engañar. Adlet es un mentiroso inteligente,” insistió Mora.

Tanto Fremy como Mora intentaron balancearla. Adlet no dijo nada, solo miraba a Nashetania. Él
no quería pelear. Estaba herido y agotado. La herida que había recibido de Hans había empezado a
dolerle de nuevo. Las quemaduras que había sufrido durante su batalla con Fremy dolían. Él no
tenía la energía para luchar contra Nashetania.

“Estás escuchando esto, ¿verdad Goldof?” preguntó Nashetania. “No los ataques por el
momento.” Su reacción fue, en cierto modo, la menos deseable. “Ten cuidado. No podemos saber
lo que podría hacer Fremy.” Nashetania había ignorado cada palabra.

Mora se rió y Fremy dejó de intentar convencer a Nashetania. Adlet se preparó para luchar de
nuevo. Pensó que Nashetania podría ir con otro ataque repentino. Pero ella solo lo miró
sonriendo. Mora parecía confundida por la falta de acción de Nashetania.

“Adlet, ¿qué hacemos?” preguntó Fremy.

No pudo responder. Si pudieran encontrarse con Hans y Nashetania descubriera que él estaba
bien, ella lo reconsideraría. ¿Pero Hans estaba realmente bien? ¿Y si Mora era el séptimo, o
Chamo? ¿Y si el séptimo les había preparado otra trampa?

“¿No puedes pensar en nada?” Fremy presionó.

“Vamos al templo,” dijo Adlet. “Si Hans está bien, podremos reagruparnos allí.”

“Pero si no está bien...”

“No podemos darnos el lujo de pensar en eso.”

Había otra opción—probar su inocencia de inmediato allí mismo. Si pudiera revelar el plan
completo del séptimo, entonces esta lucha terminaría. Pero Adlet todavía no podía deducir de
dónde había salido la niebla. Piensa, se dijo Adlet. Sólo falta una última cosa por averiguar. Si
pudiera demostrar cómo se había hecho—o incluso si no podía probarlo, pero pudiera argumentar
algo suficientemente convincente—podrían evitar una pelea.

“También estoy tratando de pensar... pero no tengo ninguna idea,” dijo Fremy frustrada. Él no
podía culparla. Tampoco podía pensar en nada.
“Adlet, estoy esperando,” dijo Nashetania de repente. Su tono alegre era absolutamente
disonante considerando la situación.

“¿Para qué?” preguntó Adlet.

“Tu confesión y arrepentimiento,” dijo ella mientras apuntaba la punta de su espada hacia él. “Sé
que cuando atrapas a alguien que ha hecho algo malo, antes de morir, se confiesan y se
arrepienten, ¿verdad? Creo que eso es lo que dijo la jefa de sirvientas.”

Sonando exasperada, Mora la reprendió. “Princesa, eres un tanto ignorante en los caminos del
mundo. No todos los criminales confiesan y se arrepienten.”

“¿Es eso cierto?” Nashetania parecía desconcertada. Ella inclinó la cabeza y reflexionó sobre la
situación. “Entonces puedo matarlo, ¿verdad?” Al instante, las espadas aparecieron alrededor de
Adlet.

“!” El joven guerrero no logró esquivar el ataque por completo, y su hombro fue cortado. La hoja
había sido tan afilada que ni siquiera había sentido algún dolor. En un momento ella había estado
esperando pacientemente, y al siguiente había ido directo a matarlo sin dudar. Él no podía leerla.
No podía imaginar lo que ella podría lanzarle.

“¡Ahí viene!” Fremy le disparó a Goldof, quien estaba cargando contra ella con su lanza levantada.
La bala golpeó la armadura de Goldof, enviándolo a volar. Pero una vez que aterrizó,
inmediatamente comenzó otra carga.

“¿Qué es esa armadura?” Fremy se sorprendió. La armadura de Goldof era especial, pero el propio
Goldof lo era aún más. El arma de Fremy debería haberlo lastimado a pesar de la armadura.

Goldof preparó su lanza, y Adlet y Fremy saltaron a ambos lados. Mora aprovechó el momento
para agarrar a Fremy, y la espada de Nashetania apuñaló hacia el corazón de Adlet.

“¡Nashetania! ¡Mantendré a Fremy bajo control! ¡Tú y Goldof maten a Adlet!” gritó Mora.

Pero Fremy no lo permitiría, dispersando pequeñas bombas debajo de su capa. La explosión obligó
a Mora a retroceder, y el humo empañó el campo de visión de Goldof.

“¿Por qué te estás metiendo en nuestro camino?” Goldof le preguntó a Fremy, aunque optó por
no seguir presionando y se enfocó en solo apuntar a Adlet.

Pero Fremy instantáneamente recargó y disparó a los pies del caballero. La bala no perforó su
armadura, pero Goldof perdió el equilibrio y cayó al suelo. “¡Voy a mantener a estos dos atrás!
¡Corre, Adlet!—Gritó ella.

Adlet vaciló. Acababa de declarar que protegería a Fremy, ¿y ahora iba a dejarla y huir solo? Pero
estaba agotado y le quedaban pocas armas. Había pocas posibilidades de que aún pudiera ganar
una lucha, incluso si era un uno contra uno. “¡Te mantendré a salvo, Fremy! ¡Soy el hombre más
fuerte del mundo!” Adlet gritó mientras se escapaba.
Fremy sonrió tan débilmente, como para decir, ¿Otra vez?

Adlet corrió por el bosque nebuloso. Su objetivo era el templo y Hans.

“¡No te escaparás!” Nashetania le pisaba los talones. Ella desató ataques contra él, uno tras otro,
desde la tierra y desde los troncos de los árboles.

Adlet se dirigía hacia el templo. En este momento, Nashetania creía que Adlet había dejado a Hans
en la puerta de la muerte. Si pudiera corregir ese malentendido, debería poder terminar la lucha.
Lanzó una bomba de humo detrás de él para obstruir el campo de visión de Nashetania y lanzó
agujas de dolor para frenarla. Usaría cada una de sus pocas herramientas restantes. Solo tenía que
llegar al templo de alguna manera. Una vez que encontraran a Hans, esta batalla con Nashetania
terminaría.

“¡Goldof! ¡Mora! ¿¡Qué están haciendo!?” Nashetania gritó por encima de su hombro. Pero ella no
recibió respuesta. Justo como Fremy había prometido, ella estaba manteniendo a los otros dos
bajo control. Ahora Adlet sabía que podía escapar.

El sol ya había comenzado a ponerse. Habían estado atrapados en el bosque durante casi un día
entero, y había sido una larga batalla. Todos los demás Héroes habían perseguido a Adlet mientras
él llevaba a Fremy sobre su hombro. Había luchado contra Hans y se había peleado con Chamo, y
después de eso, Fremy casi lo había matado. Cada vez, Adlet había sido herido, su cuerpo estaba
llegando a su límite. Pero este encuentro sería el último. Si pudiera escapar esta vez, sería capaz
de descansar por un tiempo. Se reuniría con Hans y haría que Nashetania dejara de atacarlo, y
luego los tres podrían ayudar a Fremy.

Adlet todavía no sabía quién era el séptimo, y tampoco sabía cómo se había creado la niebla. Pero
Hans y Fremy estaban de su lado. Él podría hacer que todos dejaran de pelear y que hablaran en
su lugar.

Después de la cadena de bombas de humo, Nashetania perdió completamente de vista a Adlet. En


este punto, había usado casi todas las herramientas de sus bolsas. Pero eso no sería un problema.
El templo estaba cerca. Adlet gritó, “¡Hans!”

Sin respuesta. No podía ver señales de nadie cerca del templo.

“¡Hans! ¿Estás ahí? ¡Si lo estás, sal!” ¿Podría estar dentro? se preguntó Adlet, y llamó a Hans una y
otra vez. Pero aun así, nada. “¿A dónde fuiste? ¡Hans! ¡Chamo! ¿¡A dónde fuiste!?” Adlet miró la
cresta de su mano derecha. Los seis pétalos aún estaban en la flor, por lo que los seis miembros,
incluidos Hans y Chamo, todavía estaban vivos. ¿Pero a dónde se fueron? ¿Habrían caído en una
de las trampas del séptimo? ¿O Chamo había dejado a Hans al borde de la muerte?

“¿A quién buscas? Tú eres el que atacó a Hans.” El contorno de Nashetania se balanceó cuando
apareció desde el bosque.
“¿Por qué? ¿A dónde fueron?” Adlet murmuró. O... ¿podría ser? ¿Qué Hans era el séptimo? ¿Hans
había estado esperando pacientemente a que Nashetania hiciera su trabajo sucio?

Nashetania atacó. Adlet saltó y corrió por el techo del templo, escapando hacia el lado opuesto.
No había tiempo para reequiparse.

“¡Espera, tú!” ella ordenó.

Adlet tenía que escapar. ¿Pero a dónde debería correr? ¿Cómo podía escapar? No tenía más
herramientas.

A medida que la oscuridad caía gradualmente, Adlet corría desesperadamente por el bosque. Pero
sus heridas eran graves, su agotamiento era extremo y ya se estaba quedando sin energía.

“¡Ahí estás!” Nashetania fue atacándolo sin piedad. ¿Cuánto tiempo podría seguir evadiendo sus
ataques? Sabía que no duraría mucho más.

“¿¡Aún vas a correr!?” ella lo llamó.

Adlet ya había renunciado a encontrar a Hans. Solo quedaba una opción: resolver el misterio del
séptimo, revelarle la verdad a Nashetania y demostrar que no era el impostor. Esa era la única
manera. Pero Adlet no pudo resolver el problema de la niebla. No podría convencer a Nashetania
a menos que pudiera explicar el misterio y probar lo que había sucedido.

Adlet pensó. ¿Cómo podrían haber creado niebla? Niebla. Niebla. Niebla. Niebla. Niebla. Cuando
lo dio vuelta en su mente, sus movimientos se aflojaron. Una de las espadas de Nashetania
perforó su costado. Adlet se arrugó contra el tronco de un árbol.

“Finalmente te he atrapado.” Nashetania se desvaneció lentamente a la vista.

Cuando Adlet vio su rostro, recordó el día en que habían partido juntos en su viaje. Se había
sorprendido cuando la había visto por primera vez. Nunca se había imaginado que una princesa
fingiría ser una sirvienta para venir a verlo. En ese entonces, había imaginado que había hecho un
buen amigo. Había sentido que si estaban juntos, no debía temer al Majin. ¿Por qué está
sucediendo esto? él se preguntó. Alguien que se suponía estaba de su lado lo estaba atacando, y
estaba a punto de acabar con su vida.

“Escucha Nashetania,” dijo.

“¿Escuchar qué?”

“Soy tu aliado.”

Nashetania se rió y le apuntó con su espada. Su hoja se extendió para perforar la oreja de Adlet.
“Es demasiado tarde para ese tipo de tonterías.” Nashetania estaba sonriendo pero lo consideraba
como si fuera un parásito.
No sabía que ella fuera capaz de hacer una expresión como esa, pensó Adlet. Cuando se
conocieron por primera vez, parecía tan feliz y alegre. Pero también era una guerrera digna de ser
elegida como Héroe—por supuesto que tendría colmillos.

“Eres un tonto”, dijo ella. “Si solo te hubieras rendido y confesado, podrías haber tenido una
muerte más fácil.”

“No voy a confesar nada. No he hecho nada malo,” dijo Adlet. Él sabía que ella no iba a escuchar.

Ella no había sido así cuando se conocieron. Ella había sido burbujeante y divertida. Masticando
zanahorias crudas y medio en broma lanzándole espadas. ¿De qué habían hablado entonces? Oh,
sobre el Asesino de Héroes. No podría haber imaginado que el mismo asesino se convertiría en
uno de sus aliados.

El Asesino de Héroes. Cuando Adlet recordó esa palabra, algo le molestó. Pero el destello de visión
no tomó forma y en su lugar desapareció instantáneamente.

“No sirve de nada” dijo Nashetania. “No me engañarás de nuevo. Tuviste un plan para
engañarnos. Nos engañaste a todos e incluso nos hiciste daño. Es bastante claro que eres el
impostor.”

“No estoy mintiendo. Tú eres la que está siendo engañada. El enemigo te está utilizando para
intentar matarme.” Pero ella no estaba escuchando. “No he matado a ninguno de nuestros
aliados,” él insistió. “Tampoco estoy planeando atrapar a todos.”

Lentamente, ella apuntó su espada al corazón de Adlet.

¿Puedo bloquearla? Adlet se preguntó. Si tenía suerte, probablemente podría sobrevivir. Pero los
brazos de Adlet estaban pesados. Si él bloqueara este ataque, ¿entonces qué? Sería el siguiente
ataque el que lo mataría entonces, o el siguiente. El dolor y el agotamiento le robaron su fuerza de
voluntad.

Tengo frío, pensó. ¿Me pregunto por qué tengo tanto frío? Ayer cuando viajaba con Fremy hacía
mucho calor.

“Te lo dije, ya no me engañarás,” dijo Nashetania. La punta de su espada estaba al nivel de su


corazón. Adlet no estaba escuchando. Estaba pensando en lo frío que estaba. “Tú eres el séptimo,”
dijo ella. La hoja se extendió.

Al instante, los brazos de Adlet se movieron. Los cruzó ambos frente a su cuerpo, empujándolos
entre él y la espada que se aproximaba. Escuchó el sonido de su carne separándose. Sus huesos
habían bloqueado la hoja. Su brazo izquierdo estaba roto, y el derecho apenas había detenido el
ataque. “... ¿Frío?” él murmuró.

“No te molestes,” dijo Nashetania perforándolo más profundamente.


Pero Adlet retrocedió. Él empujó su espada hacia atrás y hacia un lado. Nashetania perdió el
equilibrio, tambaleándose. Con su brazo izquierdo todavía empalado, Adlet se puso de pie y
rompió la espada. Nashetania parecía desconcertada por su repentina resistencia.

“¡Lo siento!” él gritó. Pateó la cara de Nashetania con la suela de su bota. Soltó su espada,
presionando sus manos donde el golpe había aterrizado. Dio un segundo golpe en su cara,
golpeando su mandíbula con su talón, y luego se dio la vuelta y se alejó de ella. La vida había
vuelto a sus ojos. ¿Por qué nunca me di cuenta? él se preguntó.

La respuesta había estado justo delante de él. Había estado tan cerca que se sentía patético por no
haberlo reconocido. La barrera fantasmal estaba fría.

“¡Ngh! ¡No te dejaré escapar!” Ella le gritó.

Adlet usó su boca para extraer la hoja atrapada en su brazo. Nashetania lo perseguía, pero Adlet la
ignoró y avanzó. Las espadas lo atacaron desde la tierra y el aire, pero él simplemente siguió
adelante, rezando para que no lo golpearan. No podía probar su inocencia aquí. Si quería hacer
eso, tenía que correr.

“¡Princesa! ¿Estás a salvo?” A lo lejos, Adlet escuchó la voz de Goldof. Podía ver débilmente las
siluetas de Goldof y Mora dentro de la niebla. También pudo ver que Fremy estaba colgada del
hombro de Mora. Ella estaba luchando, tratando de liberarse de las restricciones de Mora.

Adlet se alegró de ver que Fremy estaba a salvo. Ella había luchado bien y había logrado sobrevivir.
Ahora todo lo que Adlet tenía que hacer era resolver el misterio del séptimo.

“¡No te preocupes por mí! ¡Sigue a Adlet!” Nashetania volvió a gritar.

Goldof comenzó su ataque. Cortó árboles mientras se lanzaba con su lanza. Adlet hizo a un lado el
empuje con su espada. Aunque había evitado el ataque, el enorme cuerpo de Goldof lanzó a Adlet
hacia atrás. Adlet estaba agradecido por eso. Goldof lo había impulsado en la dirección en la que
se había estado dirigiendo de todos modos. En este punto, el correr era doloroso.

“¡Corre!” Fremy gritó desde donde yacía colgada de la espalda de Mora. Retorció su cuerpo,
aflojando sus ataduras solo un poco para que pudiera girarse hacia Goldof y Nashetania para
lanzar una bomba. Los ralentizó un poco.

Adlet corrió y corrió. Finalmente, Goldof lo alcanzó y lo obligó a tirarse al suelo. “Esto es lo más
lejos que vas a ir, Adlet,” dijo.

Adlet había colapsado a unos diez minutos del templo. Los cuerpos de unas pocas docenas de
Kyomas yacían en el área. El día anterior, cuando Adlet, Nashetania, Goldof y Fremy habían visto a
los Kyomas bombardear el templo, los cuatro se encontraron y lucharon contra los Kyomas en su
camino hacia el edificio. Adlet había roto sus líneas y siguió adelante mientras Nashetania acababa
con los Kyomas. Aquí era donde esa batalla había transcurrido.

“Lo siento, Goldof. No pude acabar con él.” Nashetania corrió hacia ellos.
“¿De qué está hablando, Su Alteza? Hizo un buen trabajo persiguiéndolo.” Goldof agarró a Adlet
aún más fuerte, y al joven guerrero no le quedaban fuerzas para resistir.

“Lo hiciste bien, Goldof. Mátalo,” dijo Mora cuando los alcanzó, aún sosteniendo a Fremy.

“¡No! ¡Para! ¡Por favor, Adlet! ¡Aléjate!” En el hombro de Mora, Fremy luchó.

“Su Alteza, Lady Mora, en lugar de matarlo debemos extraer información. Si lo matamos, no
sabremos quién es el cerebro detrás de esto,” sugirió Goldof.

“No funcionará Goldof,” dijo Mora. “No hablará. Es un hombre terriblemente terco.”

“Así es. Deberíamos matarlo de inmediato,” acordó Nashetania.

“¡Vamos! ¡Déjame ir, Mora!” Fremy luchó tan fuerte como pudo, pero no pudo liberarse.

Parecía que Adlet estaba acorralado... pero él estaba sonriendo. ¿Por qué?

Porque vio la silueta acercándose a Mora por detrás.

“... ¿Eh?” En el momento en que Nashetania vio esa forma, la espada se deslizó de su mano.

“Te demoraste demasiado. ¿¡Dónde demonios estabas!?” Adlet reprendió a Hans, quien
finalmente había decidido presentarse, y a Chamo, quien lo seguía.

“Lo siento. Te estaba buscando.” Hans se rascó torpemente la cabeza. Sonaba como si supiera que
no debería haber abandonado el templo. Bueno, no tenía sentido culparlo. Había sido una llamada
cerrada, pero lo habían hecho a tiempo.

“... ¿Eh? ¿Eh?” Nashetania quedó momentáneamente aturdida. Goldof también se quedó sin
habla. Nashetania olvidó su espada en el suelo y corrió hacia Adlet. “No puede ser... no puede
ser... entonces...” Lágrimas cayeron de sus ojos.

Adlet sonrió irónicamente y dijo: “Nashetania, realmente eres fuerte. Esa lucha fue algo dura.
Algo.”

“¿Qué? Cómo puede esto...” Nashetania se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar.

Goldof miró a Mora, quien aún llevaba a Fremy. “Lady Mora. Explíquese.” Estaba agarrando su
lanza.

Fingiendo compostura, Mora dijo: “Me disculpo. Eso fue una mentira. Pero de no haberlo hecho,
no hubiéramos podido cazar a Adlet.”

“Mora, tú...” Nashetania la miró con los ojos llenos de rabia. “¿¡Por qué nos mentiste!?”

“Adlet es el impostor,” respondió ella. “Ese hecho no ha cambiado. ¡Todos los medios eran
aceptables si ganábamos la victoria!”
“¡Estás equivocada! ¡Mentiste! ¡Nos engañaste!” Con lágrimas en los ojos, Nashetania intentó
agarrar a Mora. Goldof se alejó de Adlet y se interpuso entre los dos mientras Fremy escapaba de
las manos de Mora y corría hacia Adlet.

Apoyándose en el hombro de Fremy, Adlet se puso de pie lentamente. “Hey,” dijo usando a Fremy
como una muleta y tambaleándose hacia adelante. Hablaba en voz baja, pero los demás prestaron
mucha atención. “¿Qué crees que hace a alguien el más fuerte del mundo?” Se apoyó contra el
tronco de un árbol y se sentó en el suelo. Fremy sacó una aguja e hilo desde debajo de su capa y
comenzó a coser sus heridas. “Necesitas poder, técnica, conocimiento, corazón y suerte. Todas
esas cosas,” dijo mientras miraba a los demás y sonreía. “La respuesta es simple. Soy el hombre
más fuerte del mundo. ¿Podría alguien más haber llegado tan lejos?”

“¿De-de qué estás hablando?” Mora sonaba confundida y asustada.

“Ya es hora, ¿no? Es hora de que derrote al séptimo,” dijo.

Mora parecía aturdida. Nashetania y Goldof parecían haber sido golpeados por un rayo. Chamo se
mostró ligeramente sorprendida. Los ojos de Fremy se llenaron de expectación mientras
observaba a Adlet, y Hans solo sonrió. “Les daré las respuestas. Voy a exponer el plan completo
del séptimo.”

Entonces Adlet reveló sus deducciones. Primero les contó lo que les había dicho a Hans y Fremy—
que las instrucciones del soldado Loren para activar la barrera habían sido mentiras y que el
séptimo había activado la barrera después de que Adlet abriera la puerta. Falló más de unas
cuantas veces durante la explicación—Fremy lo estaba tratando sin ningún analgésico.

Los únicos que escucharon atentamente fueron Nashetania y Goldof. Mora y Chamo
aparentemente ya habían escuchado su teoría hasta este punto. Lo más probable es que les había
dicho Hans. Cuando Adlet terminó la primera mitad de la explicación, dejó escapar un suspiro de
dolor.

“Hey, puedes hacer esto después de que hayan terminado de coserte. O puedo asumir el control,”
dijo Hans.

“Por favor. ¿Estás tratando de robarme mi atención aquí?” Adlet dijo, con una sonrisa casual en su
rostro.

“Mora. ¿Estarás bien si él continúa?” preguntó Fremy.

Un sudor frío salpicaba la frente y el cuello de Mora. “¿De-de qué estás hablando?”

“Si eres el séptimo, creo que es hora de que te rindas.”


“No digas esas tonterías.” Mora se giró hacia Adlet. “Adlet, tus deducciones no se sostienen. No
hay manera de que alguien pueda generar niebla. Se necesitaría una barrera poderosa para
generarla---”

Mora continuó, y Adlet levantó una mano para interrumpirla. Él ya sabía lo que ella iba a decir.
“Hay. Hay una sola Santa en el mundo que podría haber generado esa niebla.”

“¡Eso es absurdo!” Mora gimió.

Mientras la observaba, Adlet dejó escapar un gran suspiro. Le había puesto una imagen dura a
Hans, pero solo hablar era difícil. “Mora, dijiste antes que no entiendo el poder de las Santas. Pero
déjame decirte esto—ustedes, las Santas, no entienden la ciencia. Sus poderes superan los
poderes de la ciencia, así que tal vez no piensen mucho eso, pero la ciencia es algo asombroso.“

“¿Ciencia?” Mora inclinó la cabeza. Parecía que ni siquiera entendía el significado de la palabra.

“¿Sabes qué es realmente la niebla?” dijo Adlet. “El vapor de agua se condensa y se convierte en
partículas finas suspendidas en el aire—eso es niebla. Es el mismo principio que hace que tu
respiración sea visible en invierno y que las nubes floten en el cielo.” Según explicó, recordó a su
maestro Atreau Spiker.

Adlet había aprendido la ciencia de vanguardia desde Atreau para forjar sus herramientas—los
principios de lo que hacía arder el fuego, los principios de los efectos del veneno e incluso las leyes
que regían el comportamiento de los gases y líquidos. Si Adlet no hubiera aprendido esas cosas,
probablemente no habría descubierto la respuesta. Aunque en ese momento pensaba, ¿de qué
sirve aprender toda esta basura?

“Cuanto más caliente es la temperatura del aire, más vapor de agua puede contener,” continuó.
“Si la temperatura del aire se enfría repentinamente, el vapor del agua se convierte de nuevo en
líquido, convirtiéndose en pequeñas partículas que flotan en el aire. ¿Entiendes eso?”

“No,” dijo Chamo.

Adlet sonrió irónicamente. “De todos modos, cuando el aire está húmedo, si el clima se vuelve frío
de repente y obtienes niebla. Eso es todo lo que necesitas entender.”

“Entendido.” Chamo asintió sorprendentemente obediente.

“La humedad en este bosque siempre es bastante alta,” explicó Adlet. “Está justo al lado del mar,
por lo que el viento del mar lleva la humedad hacia aquí. Si puedes bajar repentinamente la
temperatura del aire dentro del bosque, puedes crear niebla instantáneamente.”

“Espera,” dijo Mora.

Ella sólo sigue interrumpiendo una y otra vez, pensó Adlet.

“¿Entonces cómo bajarías la temperatura tan rápido?” ella preguntó. “Eso también sería imposible
sin una gran barrera creada por la Santa de Hielo o la Santa de la Nieve.”
“Eres una mujer de cabeza dura Mora,” dijo. “No bajaron la temperatura. La subieron.”

Mora se quedó en silencio por un momento. Y luego levantó la cabeza como si se hubiera dado
cuenta de algo.

“Realmente fue un plan magnífico,” dijo Adlet. “La escala de la idea fue extraordinaria. Pensar que
controlarían la naturaleza misma para atraparme.”

“La Santa del Sol... Leura,” murmuró Fremy.

Exactamente, pensó Adlet.

Inmediatamente después de partir en su viaje, había oído rumores del Asesino de Héroes.
Famosos guerreros habían sido asesinados uno tras otro: Matra, el maestro arquero; Houdelka, el
espadachín; Athlay, la Santa de Hielo; y Leura, la santa del sol. Cuando Adlet escuchó por primera
vez esa historia, uno de ellos se sintió fuera de lugar: Leura, la Santa del Sol. A pesar de que había
ejercido un poder increíble como Santa, era tan vieja que no habría sido capaz de luchar. Se había
preguntado por qué el asesino la habría atacado. Y luego Adlet había conocido a Fremy. Cuando
descubrió que ella era el asesino, le preguntó: ¿Mataste a Leura, la Santa del Sol, también?

Fremy había contestado, no sé nada sobre eso. Por supuesto que no lo sabía. Habían pasado seis
meses antes que los compañeros Kyomas de Fremy la habían traicionado. Ella no había matado a
ningún potencial Héroe después de eso. Leura había desaparecido hace poco más de un mes antes
de que todo esto comenzara. Fremy no había participado en el asesinato de la Santa del Sol.

Entonces, ¿quién lo había hecho?

“Déjame preguntarte una cosa, Mora,” dijo Adlet. “¿Le hubiera sido posible a Leura, la Santa del
Sol, elevar la temperatura de toda esta área? Apuesto a que podría. Como todos sabemos, ella es
famosa por ser lo suficientemente poderosa como para asar un castillo completo, si se presiona al
límite.”

“Se-sería... posible,” respondió Mora.

“¿Ella aún podría hacer eso incluso a su edad?”

“La parte inferior del cuerpo de Leura se ha consumido y no puede moverse de su silla,” dijo
Fremy en lugar de la vacilante Mora. “Pero su poder sobre el Espíritu del Sol no se ha visto
afectado por su deterioro físico.”

Adlet asintió y luego entró en el punto crucial de sus deducciones. “Permítanme explicarles el plan
del séptimo. Primero, el séptimo y sus aliados secuestraron a Leura, la Santa del Sol, y la obligaron
a cooperar. Probablemente tomaron a su familia como rehén o algo parecido. Leura elevó la
temperatura de toda el área, tal como ella había sido instruida. Lo más probable es que en el
transcurso de casi un mes.” Adlet miró por encima de las caras de todos los presentes. “Todos
deberían recordar que cuando llegamos aquí, pensaron que era inusualmente caluroso, ¿verdad?
Ese era el poder de Leura.” Todos los presentes recordaron los eventos del día anterior y
asintieron.

“Siguiente, los aliados del impostor atacaron el fuerte y mataron a todos los soldados en él, y uno
de ellos fingió ser un soldado allí. O tal vez algunos de los soldados en el fuerte eran aliados del
séptimo para empezar; a saber cuál. Luego el falso les contó a los Héroes de las Seis Flores sobre la
barrera fantasmal y les dio instrucciones falsas.”

“¿Y si uno de nosotros supiera cómo se activaba realmente la barrera?” preguntó Mora.

“Entonces el plan habría fracasado,” dijo Adlet. “Pero las posibilidades de ello eran bajas, porque
el rey que la construyó es reservado y solo le dijo a un número limitado de personas que incluso
existía la barrera.”

“¿Y entonces?” preguntó Mora.

“El séptimo usó a estos Kyomas para atraernos al templo, y cuando abrí la puerta del templo,
enviaron una señal. A esa señal, un enemigo cercano y aliado del séptimo mató a Leura.” El que
envió la señal fue el Kyoma transformante que había estado cerca del templo. Adlet pensó que la
risa extraña había significado que era hora de matar a Leura. “Una vez que Leura estuvo muerta,
su poder del sol terminó. La temperatura bajó repentinamente y apareció la niebla. Nos
engañaron por completo creyendo que la barrera se había activado.” En ese momento, Adlet
había sentido un escalofrío que le recorría la espalda. Pero eso no había sido su mente jugando
truco—la temperatura del aire realmente había estado bajando. En ese momento, ni siquiera
había considerado que el cambio de temperatura había sido parte de la trampa del enemigo.

“Después de eso, el séptimo se acercó al altar con indiferencia, “continuó Adlet,” utilizando
nuestra confusión como cobertura para activar la barrera de verdad en ese momento. El resto no
requiere explicación. Todo lo que quedaba era esperar pacientemente hasta que me volviera
sospechoso y todos decidieran que yo era el séptimo.”

“¡Espera! ¿Qué prueba tienes?” exigió Mora. “¡Todo esto no es más que una suposición!”

“Todavía no he terminado,” dijo Adlet. Fremy había acabado de tratarlo. Intentó ponerse de pie,
pero Hans lo detuvo.

“Déjame esta parte a mi meow,” dijo Hans. “Solo necesitas hacer la explicación.” Adlet se agachó
con el tronco del árbol a su espalda. Uno por uno, Hans buscó en los cuerpos de los Kyomas
dispersos por el área.

Adlet continuó. “Ahora bien, el problema final: ¿dónde escondió el séptimo el cuerpo de Leura?
Ella no pudo haber sido asesinada lejos del templo porque tenía que estar lo suficientemente
cerca para que el asesino escuchara el chillido del Kyoma que era su señal. El Séptimo tampoco
podría estar merodeando con el cuerpo de Leura. Existía la posibilidad de que se encontrara con
Mora o Hans o Chamo. Podrían enterrarla, pero aun así podría descubrirse de esa manera—
porque tenemos a Chamo.” El poder de Chamo era la capacidad de controlar a los Kyomas que
vivían en su estómago. Si ella hubiera enviado a las lombrices de tierra y los lagartos Kyoma para
investigar el terreno, podría haber encontrado un cuerpo.
“Este bosque es grande, pero no hay muchos lugares donde pudieran esconder ese cuerpo. Sólo
uno, de hecho,” dijo.

“Meow, lo encontré,” dijo Hans mientras señalaba a uno de los Kyomas. Parecía un cocodrilo y
tenía unos cinco metros de longitud. No podrías decirlo a menos que miraras de cerca, pero su
estómago estaba un poco hinchado.

“Córtalo, Hans.” Adlet tragó. Este era el momento de la verdad: La única pieza de evidencia que
podía probar la inocencia de Adlet estaba allí. ¿Fueron sus deducciones correctas? Una vez que
este Kyoma se abriera, lo sabrían. “El único lugar donde podían ocultar el cuerpo era dentro de un
Kyoma.”

Hans sacó su espada y cortó el estómago del cocodrilo. El cuerpo de una anciana se extendió,
empapado en el ácido del estómago del Kyoma.

“Compruébalo, Mora. Esta abuela es definitivamente Leura, la Santa del Sol, ¿verdad?” dijo Hans.

Mora se acercó tímidamente al cuerpo y luego se hundió en el suelo. “Es lady Leura. Esta mujer es
lady Leura.”

Adlet dejó escapar un suspiro de alivio. Hans se hizo cargo de él. “Meow, entonces, ¿alguien aquí
todavía piensa que Adlet es falso? Si lo piensan, me gustaría que expliquen por qué tenemos a
esta abuela muerta aquí.”

Adlet no creía que alguien todavía tuviera dudas. Pero Mora se levantó y dijo: “¡Esto también es
una trampa! ¡Adlet preparó este cuerpo de antemano para convencernos de que él es uno de
nosotros!” Ella continuó insistiendo en que Adlet era el impostor... pero ya nadie escuchaba su
opinión.

“Si ese fuera el caso, Adlet habría divulgado sus deducciones hace mucho tiempo,” dijo Fremy.
“¿Cuántas veces crees que casi muere para llegar a este punto?”

“Yo... yo...” Mora miró hacia abajo y siguió pensando en otra forma en que podría refutar a Adlet.
Ella era la única que todavía dudaba de su autenticidad. La situación se había invertido. Ahora
Adlet fue el que arrinconó al séptimo en una esquina. En ese momento, Mora gimió y admitió:
“Me equivoqué. Adlet no es el impostor.”

Todavía luchando contra el dolor, Adlet suspiró. La fuerza abandonó su cuerpo, y su espalda se
deslizó por el tronco del árbol. Pensó en hacer un puño, pero simplemente no tenía ganas de
hacerlo. “Es como lo he estado diciendo todo el tiempo. No soy el séptimo.”

Su victoria había sido sobre hielo fino. Adlet no había estado completamente seguro de que era
allí donde se había escondido el cuerpo de Leura. El impostor podría haber decidido ser menos
inteligente y simplemente enterrarlo, o podrían haberla matado fuera de la barrera. Esa última
parte había sido pura suerte.
Pero aun así, había ganado. Había expuesto la trama del séptimo. ¿Qué hay sobre eso? pensó
Adlet. ¿Quién más podría llegar tan lejos?

“Oye, ¿entonces quién mató a la abuela?” preguntó Chamo.

“Probablemente ese cocodrilo Kyoma. La mató y se la comió, y luego murió aquí,” dijo Adlet.

“Espera. Más importante, ¿cuál de nosotros es el séptimo?” dijo Mora. El resto de ellos le
respondieron con silencio.

Adlet todavía no sabía la identidad de su infiltrado. Había expuesto la totalidad del plan en sí
mismo, pero no había logrado obtener ninguna evidencia de quién era realmente responsable—
aunque sentía que no había nada que discutir en este momento.

“Mora, ¿entiendes tu posición en este momento?” preguntó Nashetania. Sus palabras


mantuvieron una ira tranquila. Cogió la espada que había dejado caer y apuntó a su compañera
Santa. “Fremy, por favor quédate cerca de Adlet. Goldof, no dejes que Mora se escape.”

Retrocediendo, Mora protestó. “Espera princesa. No soy yo. ¿Qué pruebas tienes?”

“Tienes razón, no hay pruebas,” respondió ella. “¿Pero quién más podría ser? ¿No puedes intentar
sugerir que el impostor es Fremy?”

Probablemente debería detenerla, pensó Adlet. No había evidencia. ¿Pero quién más podría ser
además de Mora? Adlet estaba convencido de que Fremy no era el impostor, y tampoco
Nashetania. Hans había cooperado con él para revelar el complot, y Adlet nunca había sospechado
de Chamo. Y Goldof? No parecía probable que un hombre tan leal fuera un traidor. Tiene que ser
Mora, pensó.

Pero mientras lo hacía, Chamo dijo: “No es la tía.” Todos los ojos estaban atraídos hacia ella.
“Chamo tiene esto,” dijo subiendo su camisa para mostrar su estómago. Había una tabla de piedra
metida debajo de su cinturón. Adlet no tenía idea de lo que era. “Después de que la tía se fue,
Chamo golpeó el piso del templo y excavó debajo. Había una gran caja debajo con una espada y
una tabla de piedra adentro.”

Hans se hizo cargo de Chamo y explicó. “La persona que hizo esta barrera estaba muy bien
preparada. Hicieron un altar de repuesto para activarla y lo enterraron profundamente. Tuvimos
un tiempo realmente difícil excavando. ¿No entraste al templo, Adlet? Hay un gran agujero en el
suelo, ¿no?“ Adlet se encogió de hombros. Nashetania lo había estado persiguiendo, y no había
sido el momento de explorar.

“Tee-jee. Chamo es quien la encontró,” se jactó la joven Santa.

“Bueno, fui yo quien tuvo la idea de que podría haber algo bajo tierra,” dijo Hans.

“Pero Chamo lo encontró.”

“Pero yo lo pensé. Meow.”


“Pueden discutir sobre quién obtiene el crédito más tarde. ¿Qué está escrito en la tabla de
piedra?” preguntó Adlet.

Hans y Chamo sonrieron al unísono. “Había dos,” explicó Hans. “Una era la misma que la que
estaba en el altar, y la otra tiene escrito esto. No está en jeroglíficos. Es algo que hasta yo puedo
leer.” Todos los presentes dirigieron su atención a Hans—razón por la cual nadie notó que la
expresión de uno de ellos había cambiado.

“ 'Para activar la barrera una vez más, después de haber retirado la espada decorativa y la tabla de
piedra rota, se debe repetir el procedimiento de activación. En otras palabras, sujetar la espada,
gotear sangre sobre ella y luego romper la tabla de piedra mientras se recitan las palabras
prescritas,' “ leyó Hans.

“¿Eh?” Goldof emitió un sonido. Lo hacía sonar tonto y no era el tipo de ruido que uno podría
imaginar venir de él.

Adlet dudaba de sus oídos. Entonces, dudó de su memoria. Por último, dudó de la autenticidad de
la tabla de piedra.

Él recordó. Recordó lo que había sucedido después de que los cuatro pusieran un pie en el templo,
antes de que Chamo entrara.

“¿Hmm? Entonces, ¿quién rompió la tabla de piedra? No conozco esa parte,” dijo Hans.

“Cuando Chamo entró, la tabla de piedra ya estaba destrozada,” dijo Chamo. “Entonces, ¿quién la
rompió?”

Adlet buscó en su memoria.

“La barrera ha sido activada. No puedo creer esto. ¿Quién lo hizo?”

“No lo sé. Lo siento, pero no tengo idea de lo que pasó,” había dicho Adlet, sacudiendo la cabeza.

“Bueno, vamos a desactivarla entonces. Perdón.” Goldof había sido el primero en tocarla. Había
sacado la espada decorativa en un intento por desactivar la barrera.

“Dame eso por un segundo. La generación anterior de los Héroes hizo algo como esto antes. En
ese entonces, creo que cancelaron la barrera de esta manera.” El siguiente en tocarla había sido
Adlet. Volvió a colocar la espada, le echó una gota de sangre y trató de desactivar la barrera. Y
luego, después de eso...

“¡Anula la barrera! ¡Cancélate! ¡Detente ahora! ¡Detén la niebla! ¡Seré el amo de esta barrera!”
Nashetania había agarrado la espada. Ella había gritado un montón de diferentes encantamientos
y finalmente se impacientó, usando la espada para partir la tabla de piedra en el altar. Eso fue
definitivamente cuando la tabla de piedra se había roto.

“¿No es eso agradable, tía Mora? Estabas a punto de morir,” dijo Chamo.
“No puedo asimilar esto,” dijo Mora. “¿Qué significa esto?” Chamo le sonrió. Incapaz de seguir el
ritmo de la situación, Mora no pudo hacer nada más que confusión.

“Adlet, viste ¿no? ¿Quién es el que rompió la tabla de piedra?” Preguntó Hans, pero Adlet no pudo
responder.” Hey. ¿Lo sabes Fremy?” Se giró hacia Fremy.

Fremy respondió sin dudarlo. “Fue Nashetania.”

Nashetania retrocedió con su expresión asustada. Ella se quedó sin habla. Ella negó con la cabeza
muy ligeramente, afirmando desesperadamente su inocencia. “Así que la tabla de piedra,
entonces... P-pero no estaba tratando de activar la barrera—”

“¿La princesa, meow? Eso es sorprendente. Pensé que había sido Goldof.” Hans sacó su espada y
Chamo se llevó la cola de zorro a la boca. Goldof se paró frente a Nashetania, manteniéndolos a
los dos bajo control.

Tiene que ser algún tipo de trampa—o si no, entonces algún tipo de error. No hay forma de que
ella pueda ser la culpable, pensó Adlet, y mientras lo hacía buscó en sus recuerdos el tiempo que
había pasado con Nashetania. Ella no había hecho nada sospechoso. Ni cuando pretendía ser una
sirvienta para visitar su celda de prisión. Ni cuando había sido elegido como un Héroe o cuando
habían emprendido su viaje juntos. Ni cuando habían salvado a los aldeanos de los Kyomas. Ni
cuando se habían separado y se habían vuelto a encontrar más tarde. Ni cuando ella y Goldof
habían atacado a Fremy, considerándola un enemigo. O incluso cuando se habían acercado al
templo cuando estaba siendo bombardeado.

“... Ah”. Un pequeño grito resbaló desde la garganta de Adlet. En el camino al templo, los cuatro
habían sido asaltados por Kyomas. Durante la pelea, Nashetania había dicho, Adlet. Por favor
dirígete al templo. ¡Nos encargaremos desde aquí!

¿Por qué no se había dado cuenta? Había un requisito previo importante para que este plan
funcionara, y ese era que uno de los seis Héroes tenía que llegar primero al templo. Adlet se había
adelantado porque Nashetania le dijo que lo hiciera, y luego cuando llegó al templo, había caído
en la trampa del séptimo.

“Es una cosa tras otra, ¿no? No te preocupes. Te protegeré.” Todo el cuerpo de Goldof emitió un
aura que hablaba de violencia apenas contenida. Él protegió a Nashetania detrás de él.

“¿La princesa? No puede ser...” Mora no pudo actuar, completamente perdida.

Hans y Chamo se acercaron lentamente a Nashetania. Fremy sacó su rifle y se quedó preparada.
Nashetania sacó su espada y miró suplicante a Adlet. “Adlet, di algo, por favor. No soy el
séptimo.”

No, ella no es el impostor, es lo que Adlet trató de decir, pero lo que salió de su boca fue algo más.
“No puede ser. ¿Es verdad, Nashetania?”
“Adlet...” Cuando Nashetania escuchó eso, de repente su expresión cambió. Pasó de asustada y
triste a vacía y apática. Y entonces ella sonrió. Era una exhibición digna y alegre, como la que ella
tenía en su cara cuando se conocieron. “Lo admito,” dijo ella.

“¿Eh?” Adlet estaba aturdido.

Nashetania enfundó su espada; levantó ambas manos y dijo: “¿No entiendes eso? Lo admito.
Significa que me rindo.”

Ninguno pudo hablar. Ninguno pudo moverse. Todos se sorprendieron por la expresión del rostro
de Nashetania y sus comentarios indiferentes. No podían hacer nada más que mirar fijamente.

“Su Alteza... ¿de qué está hablando?” preguntó Goldof.

“Tal como dije Goldof, soy el séptimo.” Nashetania le dio una palmadita en el hombro mientras se
encontraba congelada en su lugar. Era como si ella estuviera diciendo, Buen trabajo, ahora
puedes irte a casa. “Lo siento,” dijo ella, caminando alrededor de él para pararse en el centro de la
multitud. “Tal vez podría haber aguantado un poco más. Pero si Adlet no me cree, estoy segura de
que no habría podido convencer al resto de ustedes, no importa lo que dijera.” Luego ella miró al
grupo y dijo: ”Me equivoqué con esto. Sabía que había un conjunto de herramientas rituales de
respaldo, pero no que el método para activar la barrera estaba escrito en ellas. Debería haber
estado más preparada. Pero pensar que no derrotaría a ninguno de ustedes... Pensé que, en el
peor de los casos, podría reducir sus números en dos. “Nashetania estaba tranquila. No era tímida,
no se disculpaba ni estaba confundida. “Creo que la razón por la que fallé fue que simplemente no
fui lo suficientemente proactiva. Tenía tantas opciones abiertas para mí—podría haberme
acercado a Adlet y haberlo pillado desprevenido, o simplemente podría haber matado a Goldof.
Cualquier número de opciones estaban disponibles para mí, pero dejé pasar todas esas
oportunidades. Hasta la mitad, todo iba muy bien.”

Adlet escuchó lo que estaba diciendo, pero sus palabras no estaban llegando a su cerebro.

“Hans,” continuó, “pensaba que lo más probable era que tú fueras el más molesto de mis
enemigos. Pensé en varias formas de culparte y matarte, pero... todo llegó a nada. Qué decepción.
Bueno, tenía razón al predecir que serías el más fuerte de todos. Si no hubieras estado aquí, no
habría perdido.” Sonriendo, Nashetania barrió su mirada sobre la multitud. “¿Qué ocurre? Todos
se han callado.”

Cuando Adlet vio esa sonrisa, pensó que tal vez Nashetania no era el enemigo después de todo. La
forma en que estaba tan al frente sobre eso hacía difícil dudar de ella. Incluso comenzó a pensar
que quizás había sido correcto que ella lo hubiera atrapado en su trampa.

“Qu...” dijo Mora, “¿por qué pensaste en matarnos...? No, realmente tenías la intención de
matarnos, así que... estás aliada con el Majin con la intención de destruir el mundo...” Mora estaba
tan sorprendida que no podía hablar correctamente.
Nashetania frunció el ceño ligeramente. “Quizás todo esto fue innecesario. Tal vez debería
haberles revelado todo y haberles pedido su cooperación. Sin embargo, no tiene sentido ahora.”

Entonces Goldof se arrodilló a los pies de Nashetania. “¡Alteza! ¡Por favor dígame! ¿¡Qué
demonios está tratando de hacer!? ¡La seguiré!”

Nashetania lo miró y sonrió irónicamente. “La verdad es, Goldof, pensé que podrías convertirte en
mi aliado. Si no hubieses dicho nada, mantuvieras tu silencio y lo hicieras tal como te ordené, te
habría dicho lo que realmente estaba pasando. Pero tú...” Ella se detuvo y se colocó la mano en la
boca. Con una mala mirada en su cara, ella se rió. “No tenía idea de que dijeras algo así.” ¿Había
pasado algo con Goldof? Pero eso no importaba.

*(Prácticamente escupió sobre el pobre tipo xd)

“Sin embargo, Chamo quiere saber princesa. ¿Por qué quieres matarnos?” Preguntó la pequeña
Santa.

“Oh sí, sobre eso.” Nashetania se llevó la mano al corazón y dijo sinceramente: “Realmente deseo
la paz. Quiero crear un mundo en el que el Majin, los Kyomas y los humanos puedan vivir juntos
sin conflictos. Ese era mi objetivo al poner en práctica este plan.”

Adlet no pudo decir una palabra. Él ni siquiera entendió lo que ella quería decir.

“No tengo mala voluntad hacia ninguno de ustedes,” continuó. “Pero debo revivir al Majin. Con
ese fin, me vi obligada a eliminar a los Héroes de las Seis Flores, sin importar qué.”

“No... no entiendo lo que quieres decir. ¿De qué estás hablando, princesa?” Mora sonaba
completamente confundida.

Nashetania la ignoró y continuó. “Tengo una solicitud para todos ustedes. ¿Podrían retirarse por
favor? Trataré con el Majin una vez que haya revivido. No permitiré que destruya el mundo
humano, porque amo tanto a los humanos como a los Kyomas.”

“Princesa, por favor. Explícalo de una manera que podamos entender,” dijo Mora.

“Déjame ponerlo simplemente,” dijo Nashetania. “Mi objetivo es reemplazar los corazones de los
Kyomas para obligarlos a reconciliarse con los humanos.”

Eso no tiene ningún sentido, pensó Adlet. Lo que ella dice es absurdo. Pero aun así, escuchó. Tal
vez acabó siendo tragado por la atmósfera del momento, o tal vez era su carisma.

“A-así que... nos reconciliamos, ¿y luego está la paz mundial?” dijo Hans. Incluso él estaba
abrumado.

“Sí, así es,” respondió Nashetania. “Aunque no diré que no hay peligro. Habrá algunos sacrificios.
Pero en realidad solo unos pocos.”

“¿Cuántos?” preguntó Fremy.


“Estimo que no serán más de aproximadamente quinientas mil vidas humanas.” Nashetania
sacudió la figura como si fuera una simple cuestión de curso. Su voz estaba llena de confianza.

No lo entiendo, pensó Adlet. Él no podía entender nada de eso, ni lo que ella estaba tratando de
hacer, ni lo que estaba pensando. Lo que vio allí era un monstruo con una forma encantadora.
“Hans. Fremy. Mora. Chamo,” dijo. Se dirigió hacia sus aliados aturdidos. “¡Mátenla!”

Despertado por las palabras de Adlet, Hans sacó su espada y se lanzó hacia adelante. Chamo se
puso la cola de zorro en la boca y vomitó Kyomas. Mora apretó los puños y lanzó un puñetazo a
Nashetania. El primer ataque en conectar fue el puño de Mora. Ella golpeó la cabeza de
Nashetania de un golpe. Pero...

“Así que tratar de explicárselo fue inútil después de todo.” Nashetania se quedó allí, con la cabeza
hundida como si no fuera nada. Su cuerpo se arrugó. Armadura, ropa y todo, se transformó en
algo parecido a un barro. “Qué decepción.” La voz no provenía del barro que había sido
Nashetania, sino del bosque que los rodeaba. “Adiós, Goldof. Es una pena que no hayamos podido
ir juntos.”

“¿Qué fue eso...?” Goldof se desvaneció.

“Una técnica Kyoma. Y la de un Kyoma de alto nivel también,” dijo Adlet.

“Y Fremy,” continuó Nashetania. “Siento que quizás tú y yo podríamos entendernos.”

“¡Meow! ¡Ella todavía debería estar cerca!” dijo Hans.

“Vamos a vernos otra vez en algún momento,” terminó la voz.

Hans corrió en la dirección de donde había estado emanando, persiguiendo a Nashetania junto a
los Kyomas de Chamo.

“¡Fremy! ¡Cuida de Adlet!” Mora dijo, corriendo hacia el bosque. Goldof, quien había sido
congelado momentáneamente, también se fue. Solo Adlet y Fremy se quedaron atrás, solos.

“De ninguna manera... ¿Nashetania? No puedo creerlo,” gimió Adlet. En el momento en que la
identidad del séptimo salió a la luz y pudo relajarse, el dolor lo había atacado.

Fremy movió a Adlet desde su posición contra el árbol y lo tumbó en el suelo. “No hables, Adlet.
Te has presionado demasiado.”

“Presionarme demasiado... es mi técnica especial.” Adlet sonrió.

La cara de Fremy se cernía justo encima de la suya. “Has perdido demasiada sangre. Espera. Esto
no es mucho, pero tengo un poco de tónico.”

“Te has vuelto mucho mejor... deberías haber sido así desde el principio.”
“Te dije que no hablaras,” ordenó Fremy, tomando dentro de su capa.

Mientras Adlet la observaba, pensó en cuando se conocieron. Cuando la había visto por primera
vez, la había encontrado hermosa y quería protegerla. No había habido lógica en esos deseos.
Incluso ahora que sabía que ella era la hija de un Kyoma, sabía que ella era el Asesino de Héroes,
esos sentimientos no habían cambiado. “Hey Fremy. ¿Te gusto?” preguntó.

La mano que había estado buscando debajo de su capa se detuvo. Fremy miró a Adlet y dijo: “Te
odio.” Ella apartó los ojos mientras hablaba. Pero ella no parecía molesta.

“¿Por qué?” preguntó.

“Cuando estoy contigo, quiero vivir.”

Cuando Adlet escuchó eso, sonrió. No te dejaré morir, intentó decir. Pero las palabras no salieron,
y su boca no se movió bien.

“¡Adlet!” Su visión se estrechó de repente. Fremy estaba abofeteando sus mejillas. Ella parecía
estar gritando algo, pero él no podía escuchar.

“No... te pre... yo...”

No te preocupes, solo estoy cerrando un poco mis ojos, intentó decir, pero sus labios ya no se
movían.

Algo suave le tocó los labios. Un líquido estimulante se vertió en su boca, en su garganta y en su
estómago. Y entonces la conciencia de Adlet cayó en la oscuridad.
Cuando Adlet abrió los ojos, fue dolorosamente brillante. La luz del sol de la mañana brillaba en
sus mejillas. La niebla se había despejado.

"..." Adlet miró a su alrededor. Estaba dentro del templo, y la luz del sol entraba por la puerta rota.

"Así que has despertado." Una voz vino desde la dirección opuesta a la luz del sol. Cuando giró la
cabeza, allí estaba Mora. "Lo siento. No soy Fremy," dijo ella.

¿Sarcasmo? Vamos, pensó Adlet. Pero probablemente él hubiera estado más feliz de ver a Fremy
a su lado.

Adlet miró su cuerpo. Lo que parecía ser una cataplasma verde oscura estaba envuelto sobre él.
Sin embargo, no recordaba que Fremy usara algo así cuando ella lo había tratado.

"Esas son hierbas medicinales impregnadas de la esencia de la montaña," dijo Mora. "Con heridas
de ese tipo, deberías recuperarte en dos días."

"¿De verdad?" Adlet se maravilló.

"El poder de la montaña es el poder de curación. Cree en mis habilidades."

Adlet se compuso. Le dolía bastante, pero podía moverse. El día anterior, se había preparado para
la perspectiva muy real de que nunca sería capaz de luchar otra vez. El poder de las Santas es
increíble, pensó.

"Adlet, me disculpo." De repente, Mora puso sus manos en el suelo e inclinó la cabeza. "No me di
cuenta de que realmente eras un Héroe. En verdad, el error más grande de mi vida. Mi insensatez
te causó tanto daño..."

"Lo que está hecho está hecho. Ve a pedirle disculpas a todos los demás en cambio." Adlet hizo
que Mora levantara la cabeza.

Luego, cerca de los pies de Adlet, Hans dijo: "Ella ya lo ha hecho. Se inclinó y todo."

"Oh... entonces eso es lo suficientemente bueno." Adlet se recostó en la puerta. Parecía que Mora
y Hans eran los únicos dentro del templo. ¿Dónde estaban los otros? ¿Y dónde estaba Nashetania?

"Dejamos que Nashetania escapara. Lo siento," dijo Hans.

"¿Están todos bien?" preguntó Adlet.

"Por supuesto. Chamo, Fremy y Goldof están afuera," confirmó Mora. Adlet dejó escapar un
suspiro de alivio. Mientras todos estuvieran bien. Habían superado esa temible trama sin perder
un solo miembro. Esa era suficiente recompensa.

"Adlet, me estremezco al considerar lo que podría haber sucedido si no hubieras estado con
nosotros," dijo Mora. "Nashetania nos habría engañado a todos. ¿Cuántos de nosotros habríamos
caído?"
"Siéntete libre de seguir confiando en mí todo lo que quieras," alentó Adlet.

"Normalmente, me gustaría reírme de tales comentarios y decir: ¿Oh, no que eres el hombre más
fuerte del mundo? Pero eres diferente. Realmente hiciste tanto por nosotros."

"Hey, hey, meow," dijo Hans. "¿No me vas a mostrar ningún gracias?"

"Oh, sí. Lo hiciste bien también."

"¡Meow! ¿Por qué no estoy recibiendo el mismo nivel de apreciación aquí?" Hans protestó.
"También hice mucho. Fui el primero que descubrió que Adlet no lo había hecho. Incluso
golpeamos a Chamo juntos. Y fui yo quien convenció a Chamo de todo y la hizo buscar debajo del
templo."

"En—entiendo," dijo Mora. "También hiciste mucho por nosotros, gracias. Tienes mi gratitud."

"Eso es," dijo Hans.

Mientras Adlet observaba su intercambio, pensó, Hans realmente hizo mucho por nosotros. Adlet
estaba vivo porque Hans había visto la verdad. Hans también había sido el que finalmente detuvo
a Nashetania. "Hans, habías descubierto el plan de Nashetania, ¿verdad?"

"Sí, pero solo la mitad," admitió Hans. "No me di cuenta de dónde había estado escondiendo el
cuerpo." Él no parecía estar mintiendo. Adlet estaba encantado de que Hans no fuera su enemigo.

"Hans, realmente eres un chico increíble. Nunca conocí a nadie más con quien pudiera contar
como tú," dijo.

"¿Hmm?" Hans de repente comenzó a actuar gracioso. Se sonrojó, miró a su alrededor y se rascó
la cabeza.

"También contaré contigo a partir de ahora," terminó Adlet.

"H-hey. Es vergonzoso cuando lo dices así."

"¿Qué pasa con este hombre?" murmuró Mora. Adlet en realidad tampoco lo sabía. Entonces
Chamo entró en el templo.

"¿Cómo está Goldof, Chamo?" preguntó Mora.

"No tiene remedio. No hablará, no importa lo que le digas," dijo Chamo encogiéndose de
hombros.

Adlet sintió simpatía por él. Goldof había sido cruelmente traicionado por la misma princesa a la
que había sido tan leal. ¿Sería capaz de manejarlo a su corta edad?

"Solo dejémoslo atrás," dijo Chamo. "Él no va a ser útil así."


"No, debe recuperarse incluso si debemos obligarlo. La batalla ni siquiera ha comenzado," dijo
Mora.

La alegría de Adlet se disipó. Ella tenía razón. Su objetivo era destruir al Majin, y ni siquiera habían
puesto un pie en la Tierra de los Lamentos. Adlet se impulsó y se levantó.

"¿Eh? ¿Puedes pararte, Adlet?" Preguntó Chamo.

"Voy a tomar un poco de aire," dijo. Le dolió un poco, pero pudo arreglárselas caminando. Dejó a
los tres atrás y salió. Tomando el sol a la luz de la mañana, atravesó los pilares de sal. Notó a
Goldof allí, se acurrucaba y se apoyaba en uno de los pilares.

Adlet pensó que debería dejarlo solo, así que se distanció del hombre más joven.

No pasó mucho tiempo antes de que Adlet encontrara a la persona que estaba buscando. Estaba
un poco alejada del templo, en el bosque. "Estás despierto," dijo Fremy en breve. Su actitud había
cambiado completamente de cómo había sido el día anterior. Su expresión era fría.

"Sí." Él estaba a su lado. Ahora bien, ¿de qué hablamos? Cuando la miró, nada le vino a la mente.

"Es una pena. Esa Nashetania era el séptimo, quiero decir," dijo.

"¿Que se supone que significa eso?"

"Eso es lo que tienes en mente, ¿verdad?”

"¿Por qué tuviste que ponerlo de esa manera?" Adlet puso mala cara. No era que él hubiera
considerado especial a Nashetania. Simplemente sentí que me llevaba bastante bien con ella.
Bueno, supongo que es una lástima.

"Lo siento, ¿pero podrías no hablar conmigo?" Fremy miró hacia otro lado. Su actitud lo
confundió. Ella había luchado tan duro para protegerlo el día anterior. ¿Dónde había ido eso?

"Realmente no sé..." dijo, "... cómo debería hablar contigo. No sé cómo mirarme a mí misma."

"..."

"Así que me gustaría un poco de tiempo."

Adlet suspiró. "Bien. Entonces me gustaría preguntar dos cosas." Fremy asintió. "Vienes con
nosotros, ¿verdad?" preguntó. "¿Has reconsiderado lo que dijiste sobre querer luchar sola?"

"Sí. He renunciado a eso. Incluso si insistiera en irme, de todos modos no me escucharías."

Ella simplemente no puede ser honesta consigo misma, pensó Adlet. "Y es verdad... que cuando
estás conmigo, ¿quieres vivir?" Fremy se sonrojó y miró hacia abajo, luego le dirigió a Adlet una
mirada rencorosa. Ella asintió muy ligeramente.
"Vamos a hacerlo," dijo Adlet. "Vamos a vencer al Majin. Y todos saldremos vivos."

Fremy asintió y luego se dio la vuelta, como si dijera, ¿Hemos terminado aquí? Fue entonces
cuando sucedió.

"...?" Adlet vio algo, algo que parecía una persona que se acercaba al templo desde la dirección del
fuerte.

"¿Qué ocurre, Adlet?" Fremy preguntó. Entonces ella rápidamente se dio cuenta también.

La que se acercaba era una chica, su pequeño cuerpo estaba encerrado en una armadura de hierro
mientras trotaba hacia ellos. Mora y los demás notaron el sonido y salieron del templo. Goldof
levantó la cabeza y la miró.

"¡Um, perdónenme!" La chica inclinó la cabeza profundamente. Llevaba gafas diminutas y parecía
de tipo tranquila. Tenía una expresión tímida, como la de una pequeña ardilla. La gruesa armadura
que llevaba chocaba completamente con la impresión que daba.

"Rolonia, ¿eres tú?" preguntó Adlet.

La chica levantó la cabeza. Cuando reconoció a Adlet, ella sonrió. "¡Addy! ¡No te he visto en mucho
tiempo! ¡Así que fuiste elegido después de todo!"

"S-sí, supongo... ha pasado un tiempo, pero, eh..." Adlet tartamudeó. La chica le ofreció un
apretón de manos. Confundido, Adlet lo aceptó.

Detrás de él, Fremy murmuró, "¿Quién es ella?"

Adlet le soltó la mano, nervioso, y la chica notó las miradas que todos le estaban dando. Luego ella
inclinó la cabeza. "¡Lo siento mucho! ¡No me he presentado!" La chica—Rolonia—volvió a inclinar
la cabeza varias veces. "Soy Rolonia Manchetta, la Santa de la Sangre Derramada. ¡Lo siento
mucho por llegar tan tarde!"

Mora la llamó, haciéndola levantar la cabeza. "Rolonia, ¿por qué estás aquí?"

"¡Lady Mora, realmente lamento haber llegado tan tarde!" ella dijo. "Pero cuando traté de
encontrarme con todos ustedes, apareció la niebla, y no pude acercarme a la zona."

"Eso no fue lo que quise decir..." dijo Mora.

"¡Um... sé que no soy lo suficientemente poderosa para ser uno de los Héroes, pero haré lo mejor
que pueda!" Rolonia añadió. Adlet sintió como si le hubieran quitado el aliento. Un escalofrío le
recorrió la espalda. Mentalmente, fue asombroso.

"¿Podrías mostrarnos pruebas?" pidió Mora.


"S-sí—aquí está. La prueba de que soy uno de los Héroes de las Seis Flores." Con eso, Rolonia se
quitó la coraza para mostrarles la cresta cerca de su clavícula. Era igual a la que tenía Adlet—igual
a la que tenían los demás: una verdadera Cresta de las Seis Flores. "Um, lo siento, pero esto me ha
estado molestando por un tiempo..." Rolonia miró al grupo que temblaba y preguntó: "¿Por qué
hay seis de ustedes?"

Ninguno de ellos pudo responder.

Adlet lo entendió—su lucha con Nashetania no había sido más que una escaramuza preliminar. La
verdadera batalla apenas había comenzado.
A todos los que leyeron mi serie anterior, Tatakau Shisho (Fighting Librarians): hace mucho
tiempo que no nos vemos. Y para aquellos que no, es un placer conocerlos. Soy Ishio
Yamagata. ¿Les ha gustado Rokka: Braves of the Six Flowers? Espero que se queden conmigo
durante muchos años.

Ha pasado tanto tiempo desde que terminó mi última serie. Le he causado dolores y
problemas a mucha gente. Haré mi mejor esfuerzo para asegurar que eso no vuelva a suceder.
Me sentí perdido por mucho tiempo, pero últimamente he llegado a sentir que si estoy
perdido o no, solo tengo que escribir. ¿He hecho algún progreso? ¿O es un paso atrás?

Supongo que informaré sobre mi estado actual de cosas. Soy del tipo que está bien cuando
hace calor, pero es terrible lidiar con el frío, así que en verano siempre me ha preocupado la
enfermedad del aire acondicionado. Pero este año, he estado manteniendo el aire
acondicionado bajo debido a la escasez de energía, por lo que he estado más saludable que en
años anteriores. Pero aun así, dejé el ventilador demasiado tiempo y pillé un resfrío de verano.
Estuve fuera por tres días. El mismo día que me recuperé, me di una ducha fría y el frío volvió,
desperdiciando otro día. ¿Nunca podré manejar mi mala salud? Esto en realidad me está
causando legítima preocupación.

Planeo contribuir con una parte de las ganancias de este libro al Comité de Descontaminación
de Fukushima, un grupo de ciudadanos que trabaja para eliminar el material radiactivo de
Fukushima. No será mucho, pero espero que pueda ser de alguna ayuda en la recuperación,
por pequeña que sea.

Finalmente, los agradecimientos. A Miyagi-san, quien ilustró este libro para mí: Muchas
gracias. A mi editor administrativo, T-shi: Me disculpo por todos los problemas que le causé
esta vez también. Y a todos en el departamento de edición: Muchas gracias por su ayuda con
todo.

Y a todos mis lectores: espero verles de nuevo.

Saludos,

lSHIO YAMAGATA

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