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Para que una conserva dure tras su fabricación, en su producción se habrá tratado por
calor de acuerdo con unos baremos de temperatura y tiempo determinados. Con ello, se consigue
que la población de microorganismos presente en el alimento se reduzca hasta desaparecer,
virtualmente.
El calor es muy eficaz para la destrucción microbiana, pero hay que hacer bien los
cálculos para garantizar la reducción deseada de su población. Hay que conocer el modelo que
sigue la destrucción, y asegurar que los métodos de calentamiento y las características del
alimento y del envase, que condicionan la penetración de calor hacia el producto, permiten que
ninguna parte del producto quede por debajo de los valores requeridos.
Los microorganismos son seres unicelulares, partículas vivas a las cuales el calor mata por
desnaturalización de proteínas y descomposición química de otros componentes. Cuando la
temperatura es constante, la probabilidad de que un microorganismo muera es constante, con lo
cual el número de microorganismos destruidos depende de la población que haya en cada
momento. Lo que se va a mantener es el porcentaje de destrucción en cada intervalo de tiempo.
10000 10000
9000
1 2
Microorganismos vivos por gramo
Esto es necesario por dos razones: primero, porque los datos de destrucción térmica no
siempre los tendremos para la temperatura a la que deseamos tratar. Y, segundo, porque cuando
tratamos alimentos envasados, el calor va penetrando gradualmente y la temperatura no es
constante, por lo que hay que evaluar el efecto de esta temperatura cambiante en la destrucción
térmica.
Estas dos leyes permiten analizar el efecto de una temperatura cambiante. Para ello basta
integrar el efecto de destrucción térmica de cada instante, a lo largo de la curva de penetración, y
se obtiene el tiempo de tratamiento equivalente a la temperatura que hayamos tomado como
referencia. Éste (FT, tiempo F a temperatura T) será nuestro baremo de esterilización.
10 10
9
8 1 2
FT (tiempo de tratamiento, s)
FT (tiempo de tratamiento, s)
7
1
6
5
4
0,1
3
2 z=8ºC
1
0 0,01
100 102 104 106 108 110 112 114 116 118 120 100 102 104 106 108 110 112 114 116 118 120
Temperatura (ºC) Temperatura (ºC)
FIGURA 3. Para comparar dos tratamientos equivalentes (es decir, que produzcan la misma
mortalidad microbiana) a dos temperaturas diferentes, se recorre al modelo experimental del cual
deriva la segunda ley de la termodestrucción. Los gráficos anteriores muestran las relaciones entre
tiempo de tratamiento (FT) y temperatura (T) en escala normal y logarítmica. La base matemática es
parecida a la de la primera ley, como puede observarse.
Las curvas (o rectas) distintas sobre un mismo gráfico corresponderían a grados distintos de
destrucción (distintas n). Así, un tratamiento que produjera mayor destrucción se visualizaría en (2)
como una recta paralela por encima de la mostrada.
El valor de z se obtiene fácilmente, de forma gráfica, de (2), al ser el incremento de T que permite un
tiempo de tratamiento 10 veces (es decir, una unidad logarítmica) menor para una misma destrucción
microbiana.
Para la esterilización estándar de productos no ácidos, que suele hacerse a 120 ºC [correspondiente a
vapor de agua condensando a una presión de 2 bar, y cercano a 250F (=121,1 ºC), que es el valor
empleado por los pioneros en la investigación de la esterilización industrial masiva de alimentos], se
habla de F0. Es frecuente que se pida un tratamiento adecuado para doce reducciones decimales
(n=12) de Clostridium botulinum, para el cual en la mayoría de alimentos no ácidos se toma
DT = 0,3 min, lo cual implica un tratamiento de como mínimo 3,6 minutos a 120 ºC.
Los tratamientos térmicos pueden hacerse con dos objetivos. Si pretendemos eliminar los
microorganismos patógenos y la mayoría de formas vegetativas, o no resistentes, del resto, puede
bastar con un tratamiento a temperaturas relativamente bajas, por debajo de los 100 ºC. Esta
técnica se denomina pasteurización, conmemorando a Louis Pasteur, quien sentó las bases de la
microbiología industrial. Al no asegurar la completa destrucción de los microorganismos
alterantes, los productos pasteurizados deben tener propiedades, como bajo pH o baja actividad
de agua, que los protejan, o deben ser comercializados a temperaturas de refrigeración.
Cuando queremos garantizar una larga conservación, habrá que eliminar todas las células
y también sus formas resistentes, hasta una probabilidad de supervivencia mínima. Para ello se
aplican temperaturas altas, a más de 100 ºC, que requieren intercambiadores de calor o recipientes
de presión. A esta operación se la denomina esterilización térmica.
Es importante que, una vez hemos tratado al alimento, se evite la recontaminación. Ello
nos lleva a dos alternativas principales para este proceso: tratar el producto a granel, o ya
envasado.
Tratando a los alimentos después del envasado se evita este problema, pero la
penetración de calor en el envase es menos eficiente que mediante intercambiadores de calor, y la
homogeneidad del tratamiento es menor.
Los equipos que se emplean son normalmente recipientes a presión. Ello permite recurrir
a agua líquida para temperaturas altas (por ejemplo, a 2 bar absolutos, el agua hierve a 120 ºC), o,
lo que es más habitual, permite que el vapor condense encima de los envases a estas temperaturas.
Puesto que el calor cedido mediante condensación es muy superior al que se cede mediante el
enfriamiento del agua, la transferencia por vapor condensante es mucho más eficiente.
La segunda ley permite comparar el efecto sobre una misma sustancia de dos
combinaciones de tiempos a distintas temperaturas. Puede aplicarse siempre que el
efecto del tratamiento sea el mismo (misma n), lo cual, en particular, permite
aplicarlo siempre entre dos tiempos de reducción decimal a temperaturas distintas,
ya que por definición, en este caso n=1.
Este último principio nos permite hacer cálculos para un caso común en la industria
alimentaria: los calentamientos y enfriamientos graduales de las piezas o envases
que se pasteurizan o esterilizan (Figura 9).
Los alimentos son medios complejos que tienen una población microbiana variada.
Y, dentro de ésta, algunas especies serán más o menos resistentes al tratamiento
térmico, su población será mayor o menor en la materia prima (aunque debemos
emplear materias limpias, ya que los costes de tratamiento serán menores y la
calidad final del producto, mayor, al poder utilizar menores tiempos de tratamiento),
etc.
Cada alimento, en función de su composición, su origen, los materiales con los que
haya estado en contacto durante el proceso, etc, tendrá una población característica
que será la base para elegir el tratamiento. Como criterio general, se elegirá el
microorganismo que cumpla simultáneamente los cuatro requisitos siguientes:
2. Debe ser el más termorresistente entre los que cumplan el resto de requisitos.
1 4
C
9 7
6 A
3
D B
10 8
5 2
Algunos más:
Otros materiales:
• Autoclave horizontal:
https://www.youtube.com/watch?v=8tGvKYshVDg