Frente Amplio, Partido Nacional, Partido Colorado y Partido Independiente.
(Mayo, 2010)
En primer lugar, frente al documento que nos ocupa, debemos hacer
una valoración política: difícilmente pueda reconocérsele a esta Asamblea un papel asesor y consultivo cabal cuando existe de antemano un acuerdo de carácter político partidario que establece los lineamientos generales para los próximos años. Parece evidente que se confunde una política de estado, como debería ser la educativa, con materia de negociación partidaria, que obviamente excluye a todos los actores que, estando directamente involucrados, no revestimos ese carácter, y por tanto no tenemos voz en ese ámbito. Esta situación no es nueva para nosotros, sino que se inscribe en una tradición que tuvo su punto álgido en el proceso de implementación del Primer Congreso Nacional de Educación Julio Castro, durante el desarrollo del mismo, y el tratamiento posterior dado a sus conclusiones, que va desde la tergiversación al desconocimiento absoluto.
No podemos dejar de hacer constar que la propia denominación que
encabeza las secciones que nos atañen del presente documento, a saber “Educación Media Básica” y “Educación Media Superior”, ya implica un punto de partida con el que discrepamos, pues esta ATD defiende una concepción unitaria de Educación Secundaria, no compartimentada en dos tramos inconexos.
Adentrándonos en lo planteado, nos encontramos con que se
diagnostica la situación de la Educación Media (que sí es vista como unitaria a la hora de reconocer las problemáticas que la atraviesan), y si bien se menciona que esta sufre una “pérdida de sentido” para amplios sectores sociales, no se ahonda en las razones que puedan ocasionarla, que obviamente escapan a lo directamente imputable al sistema educativo formal; lo mismo ocurre en cuanto a la “inequidad en los resultados”. Lo que sí se menciona una vez más expresamente es el lugar del “ausentismo docente” en el diagnóstico del problema, ligado en este discurso más a las causas del mismo que a sus consecuencias. Parece importante dejar constancia de que no se diferencia dentro de Educación Media a Secundaria de la Educación Técnica, por lo que este planteo se hace extensivo a ambas; de este modo se soslaya el debate acerca de la finalidad de la Educación Media y sus contenidos, discusión que debería colectivizarse más que nunca en el marco de los cambios previstos por la Ley de Educación vigente, si realmente se deseara apostar a la participación de los directamente implicados, como proclama el presente documento en varias oportunidades.
De la lectura del documento se desprende una visión del liceo
fundamentalmente como agente socializador, perdiéndose de vista su carácter educativo en sentido más amplio, devaluándose los contenidos y procedimientos en favor de lo actitudinal: tal visión nos parece mezquina, porque desperdicia un potencial que, de capitalizarse, redundaría en el beneficio de cada estudiante y del país, en suma. Por supuesto, también nos parece cuestionable acordar una educación de corte reproductivista que en lugar de dar lugar al surgimiento de una toma de conciencia necesaria para la transformación de la vida individual y social, promueve la aceptación acrítica de un estado de cosas preexistente e inmutable, apelando a la capacidad de adaptación sin tomar en cuenta si lo más positivo para las personas en cuestión es adaptarse. En este sentido, nos parece grave la utilización de la expresión “fracaso escolar” como sinónimo de repetición. Esta manera de ver los procesos olvida al individuo, su realidad, sus tiempos, y soslaya que muchas veces un aparente fracaso es parte necesaria de un éxito más amplio, que conduce al crecimiento personal, meta que debería ser preeminente en cualquier planificación educativa que realmente apunte a mejorar la calidad de los aprendizajes. A este respecto es interesante lo que el documento plantea acerca de la atención a la diversidad, insistiendo en “el establecimiento de un marco curricular flexible”, como forma de contrarrestar la “exclusión”: si bien acordamos con que es necesario atender a la diversidad, realizando un abordaje tan personalizado como sea posible, vemos con preocupación que flexibilizar suele entenderse como devaluar contenidos y bajar la expectativa con respecto a lo que los estudiantes son capaces de producir, limitando sus horizontes. Es una forma más perversa que ninguna de exclusión el dejar de ver al otro en su potencial, minimizando la apuesta que estamos dispuestos a hacer: no podemos dejar de apreciar en nuestra praxis de aula cotidiana que muchas dificultades de aprendizaje son de origen ambiental, reversibles, por lo que el objetivo debe ser justamente la superación de las mismas con la finalidad de que Educación Secundaria se constituya para estas personas en un espacio para ampliar oportunidades de acceso a la formación personal, y no un mero proceso de socialización básico.
Cuando se plantea una “propuesta educativa de carácter integral”,
que “fomente tanto el acceso al saber como al saber hacer”, se deja de lado una cuestión absolutamente de fondo: el saber para qué se hace. La toma de conciencia que la educación secundaria debe propiciar implica considerar el propio proceso educativo en el que se está inserto, sus fines y objetivos, el discernimiento de si esos fines se condicen con los que más desarrollen las potencialidades de cada uno. En este contexto, el propio docente debe encontrar el espacio para la reflexión sobre sus praxis: el documento señala la importancia a este respecto de la investigación, pero no plantea, por ejemplo, cómo se remuneraría, olvidando que el docente promedio trabaja un número excesivo de horas en el aula y fuera de ella. No queda claro tampoco cómo se relaciona esto con la figura del “docente cargo o profesor de centro”, pero haciendo un poco de historia reciente, todos recordamos el perfil planteado al respecto en los noventa, y sus resultados a efectos prácticos, por lo que queda claro que no es la respuesta al problema que se pretende resolver. Sin duda, la contradicción más flagrante es la de insistir en la necesidad de “transferir recursos económicos” como correlato imprescindible de cualquier intento de mejorar la calidad educativa, lo que se choca con la realidad del presupuesto que los mismos firmantes votaron. Para señalar algo muy obvio y puntual, en el documento se maneja la construcción de 58 liceos, pero el presupuesto aprobado desoye las necesidades expuestas por el CODICEN y el CES, acotando los rubros de manera tal que es impensable la construcción e incluso el reciclaje de edificios.