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Lizzy Eugenia Palencia Hernández


Meclap 2015/2016
Materia: Cuestiones de ética
Prof. Sonia Arribas
Julio 2016

NARRACIÓN DE LA EXPERIENCIA EN UN CONTEXTO DE VIOLENCIA

LOS OJOS DE LÍA

En el presente trabajo analizo desde qué perspectiva Yuri Herrera y Patricio Betteo narran el
fenómeno de la muerte en un contexto de violencia, a través del cuento Los ojos de Lía. El
análisis es a partir de los planteamientos de Walter Benjamin entorno al narrador como
artesano de experiencias, la presencia del aura en la imagen, la experiencia de los niños con los
cuentos y el espíritu de los jóvenes.

Ubico el análisis en el método micro-lógico de Benjamin que plantea acercarnos a la idea a
partir de uno de sus elemento, de manera que a partir de la experiencia de los niños, y de los
creadores del cuento, podemos acercarnos más detalladamente a lo que hemos nombrado
violencia social en México. Desde esta perspectiva el cuento posibilita un acercamiento al
fenómeno de la muerte traspasando los discursos oficiales sobre la violencia.

El cuento narra la historia de Lía, una niña que está entrando en la adolescencia y comienza a
percibir que algo extraño y espantoso sucede en la ciudad. Lía observa un muerto tirado en la
calle y otro en las noticias de la televisión, por un lado está triste y espantada pero también
está molesta de que sus padres le respondan que no pasa nada cuando ella les pregunta qué
está sucediendo. Lía observa, llora, no se queda callada, y finalmente logra que la escuchen,
pero sobretodo logra ser activa ante el mundo que se está desmoronando.

NARRADORES Y ARTESANOS

Para poder acercarnos al cuento en el nivel de la narración sobre la experiencia de la muerte es
necesario preguntarnos sobre la postura de los narradores: el autor y el ilustrador. El proceso
inicial en la construcción del cuento fue la escritura de la historia, y posteriormente fue
ilustrada, sin que hubiese ningún tipo de intercambio previo entre el escritor y el ilustrador.
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Yuri Herrera (México 1970) estudió ciencias políticas y literatura, y ha escrito tres novelas
cortas donde aborda la temática de la violencia desde la perspectiva de personajes marginados
inmersos en un contexto de violencia pero activos para protegerse, detenerla o disminuirla.
Las tres novelas están construidas en un lenguaje alegórico que las relaciona con obras de
otras temporalidades y territorios, lo cual posibilita acercarnos a la violencia contemporánea
enlazándola con la violencia inmersa en la historia de la humanidad. Yuri Herrera plantea que
para realizar su obra busca la palabra justa en el sentido de reflejar las vivencias del sujeto
ante el mundo
no hablo de la palabra justa como una palabra que ya esté existiendo pegada a cada objeto,
situación, emoción o sujeto, sino más bien la palabra justa que de algún modo refleje lo que te
está sucediendo frente al mundo sensible. Es un acto creativo, no un mero hallazgo azaroso y,
cuando decimos la palabra justa, no sólo nos referimos a una sola palabra, sustantivo o adjetivo
sino a la manera en que reconstruimos el mundo desde nuestra sensibilidad, nuestros
fantasmas, nuestros anhelos y desde nuestros miedos1

En el cuento Los ojos de Lía también incorpora el recurso de la alegoría, y al no nombrar un
lugar específico lo propone como una historia que puede hacer sentido a niños y adolescentes
de otros contextos, que también tengan experiencias difíciles en el encuentro con la muerte. Así
mismo está presente la palabra como reflejo de lo que le sucede al personaje, Lía, frente al
mundo que observa, y también como una posible re-construcción del mundo a partir de su
sensibilidad y sus miedos. Herrera obtuvo la materia prima para la construcción del cuento
observando y escuchando las pláticas de sus sobrinas, a quienes posteriormente les dio a leer
la historia para corroborar que fuera efectivamente lo que ellas veían, platicaban y escuchaban
sobre el tema. Herrera también incorpora sus propias experiencias, no solo porque la violencia
es un tema que trabaja desde las ciencias políticas y que retoma en sus tres novelas, sino
también rememorando sus propias sensaciones durante la infancia y la adolescencia
Yo no recuerdo haber vuelto a mirar las pelusas en el aire de la misma manera que cuando era
chico, y tiene que ver un poco con la posición en la cual estás mirando, pero también tiene que
ver con que tus sentidos son más nuevos, con que estás descubriendo otras cosas, otro mundo.2

Respecto al lenguaje utilizado en el cuento insiste en la importancia de no ser
"condescendientes" con los niños y los adolescentes pues ellos ya tienen información del
entorno y es preciso que se les hable claro.


1 Consultado el 1 de Julio en: http://revistatn.com/entrevista-a-yuri-herrera/
2 Consultado el 1 de Julio en: http://www.informador.com.mx/cultura/2013/428500/6/la-violencia-desde-los-

ojos-de-lia.htm
Consultado el 1 de Julio en: http://www.avcnoticias.com.mx/imprimir.php?idnota=122243
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Benjamin señala que algunas características preciadas del narrador son tener "sus raíces en el
pueblo", llevar a "la moraleja de la historia" y dar "imagen a la experiencia colectiva a la cual,
aún el más profundo impacto sobre el individuo, la muerte, no provoca sacudida o limitación
alguna" (Benjamin, 1991: 15). Herrera intenta enlazar en el cuento su propia experiencia con
las experiencias de niños y adolescentes de su comunidad, y al mismo tiempo vincularla con la
presencia de la muerte y la violencia en otros contextos. Por otro lado el cuento hace eco de "la
moraleja de la historia" en el sentido del consejo que subraya Benjamin: "una propuesta
referida a la continuación de una historia en curso"(Benjamin, 1991: 3), pues el cuento nos
remite a la historia de la humanidad que se confronta ante la muerte.

LA IMAGEN Y EL AURA

Los dibujos del cuento son obra de Patricio Betteo (México 1978) que ha ilustrado cómics,
revistas y otros cuentos para niños utilizando la técnica del dibujo a lápiz o acuarela, los cuales
después colorea y post-produce en la computadora. Su postura para ilustrar la historia fue
reconocer temas universales en el personaje de Lía, que puede representar a cualquier niña en
cualquier país o época, y que además del encuentro con la violencia está tomando una
conciencia del mundo en esa transición hacia la adolescencia; con el uso del color buscó
representar la transformación de las cosas y del mundo en dicho proceso de transición. Por
otro lado Betteo considera que la temática de la muerte y la violencia es una experiencia
humana más allá de los acontecimientos específicos del país, de manera que puede tener
diferentes perspectivas, y él lo relaciona con el encuentro ante lo siniestro:
El recorrido hacia lo siniestro no es una ruta definitiva, sino una transformación constante del
mundo. El libro toma tonos sombríos, empiezan a aparecer cosas más inquietantes, pero que no
se instalan definitivamente. 3

Los dibujos de Betteo, en constante transformación dentro del cuento, se enlazan con la
palabra transformadora del mundo que propone Herrera, y en conjunto crean una atmósfera
donde, como señala Benjamin en su escrito sobre el Panorama del libro infantil, el niño es
"recibido como un actor", como alguien que se interna en una mascarada. Este espacio
Benjamin lo vincula al efecto ético-sensorial de los colores descrito por Goethe, que apunta que
los colores transparentes superpuestos se asemejan "a un respirar con grandes intervalos", y
los opacos son capaces de "producir variaciones tan amenas y efectos tan naturales" (Benjamin


3 Consultado el 1 de Julio en: http://www.animalpolitico.com/2012/08/los-ojos-reconocen-un-momento/
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1989a: 78). De manera que los planteamientos de Betteo corresponden a una postura ética que
busca impactar en la experiencia del lector, dando fuerza, a partir del color, a la transición de
Lía por un proceso de reconstrucción.

Betteo señala que otro elemento que determinó su ilustración es que "en el momento en que
no existiera la luz la oscuridad no tendría sentido", de manera que incorporó luces y
prácticamente todos los colores del arcoíris para alcanzar el contraste. Benjamin en su Pequeña
historia de la fotografía plantea que la daguerrotipia, en la época de su invención, posibilitó que
emergiera una imagen viva dentro del instante, una imagen que conservaba su trabajo
artesanal y la presencia del aura. Uno de los aspectos con los cuales relaciona Benjamin esta
presencia del aura es con "el continuum absoluto de la más clara luz hasta la sombra más
oscura", o con lo que encuentra en las fotografías de Hill, donde "la luz lucha esforzadamente ...
por salir de lo oscuro" (Benjamin, 1989b :72). En las ilustraciones de Betteo esta lucha
esforzada de la luz por salir de lo oscuro da fuerza a la representación de las transiciones de
Lía en su camino por lo siniestro, así vemos que el momento de mayor oscuridad en el cuento,
cuando a Lía se le está desmoronando el mundo, cobra mayor sentido en contraste con los
momentos en que la luz y los colores alcanzan mayor brillo.

Benjamin también caracteriza el aura de aquellas primeras fotografías como una presencia que
conserva su espacio y tiempo "una trama muy particular de espacio y tiempo: irrepetible
aparición de una lejanía, por cerca que ésta pueda estar" (Benjamin, 1989b :75). En el contexto
actual de la violencia en México la proliferación de imágenes de cuerpos asesinados, en las
condiciones más atroces, es parte de la cotidianidad de los medios televisivos, de revistas y
periódicos impresos. Estas imágenes, en el supuesto intento de capturar la realidad de la
violencia, han hecho de la muerte algo excesivamente cercano y la han vaciado de su aura, son
imágenes que surgen de la fotografía puesta al servicio de la publicidad y de los discursos
políticos. En el cuento Los ojos de Lía Betteo ilustra el cuerpo de un hombre muerto, lo cual, a
partir del color, la fantasía y la narración, reanuda esa cierta distancia que posibilita
contemplar la muerte desde otra perspectiva. Así la muerte en el cuento está enmarcada, y
enmarca, la narración de la experiencia de la mirada, el reconocimiento del mundo en la
transición hacia la adolescencia y en el recorrido de lo siniestro como parte del camino de la
construcción, lo cual ante el lector re-vincula la muerte con la leyenda y la desprende de los
noticieros. Me refiero a la leyenda en el sentido que la cita Benjamin, por un lado lo que re-
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vincula a la fotografía a todas las relaciones de la vida, a la historia de la humanidad, y por otro
lado la leyenda como la materia prima de los primeros narradores.

LA GUERRA Y EL ENMUDECIMIENTO

En el cuento Los ojos de Lía encontramos eso que los medios de comunicación no pueden
elaborar, el acercamiento a la muerte como parte del camino para la reconstrucción de la
experiencia de los vivos. Para Benjamin la posibilidad de narrar experiencias está vinculada
con la posibilidad de dar lugar a la muerte como parte de la naturaleza humana. Así señala que
el narrador guarda una fiel relación con la naturaleza en el sentido en que sus narraciones
incorporan la muerte en las historias donde " la muerte va a la cabeza, o bien es el último y
miserable rezagado" (Benjamin, 1991: 12). En el mismo sentido señala que es ante el
moribundo que el saber y la sabiduría adquieren una forma transmisible, por lo tanto
cuestiona el hecho de que en la modernidad los ciudadanos están intocados por la muerte y los
moribundos están rezagados en los hospitales. Este cambio en "el rostro de la muerte", señala
Benjamin, trajo consigo la disminución de la comunicabilidad de la experiencia y el fin del arte
de narrar. En México el actual rostro de la muerte no es únicamente su rezago en los hospitales
sino su presencia constante en los medios de comunicación y en las calles, lo cual
efectivamente genera una imposibilidad de narrar, la experiencia está quedando enmudecida
tal como Benjamin señala respecto a la gente que volvía del campo de batalla, y este silencio se
manifiesta en el cuento.

El cuento inicia presentando la transición de Lía, de la infancia a la adolescencia, a partir de
describir su percepción del espacio y de sus padres "los techos se veían más cercanos.... lo que
veía eran, por primera vez a la altura de sus ojos, las caras, la concentración de su madre...
(Herrera, 2012:7). A partir de esta nueva percepción Lía también reconoce nuevos
acontecimientos, en la escuela ha escuchado "cosas espantosas que decían que pasa en la
ciudad", y a pesar de que sus padres le dicen que no pasa nada ella nota cambios, entre los
cuales se subrayan los silencios: "los silencios entre plática y plática eran distintos a últimas
fechas" (Herrera, 2012:10). Igualmente se hace un apuntalamiento entorno al enmudecimiento
mientras Lía está observando el cuerpo de un hombre muerto tirado en la calle, un hombre que
era familiar de su amigo Romero. Mientras está observando lo que sucedió y está rodeada de
otra gente, la sorprende y la entristece el silencio
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siguió llorando por mucho rato, por muchas cosas: por el señor y por Romero, pero sobre todo
por cómo estaba ahí, tirado avenado como su fuera una lata vacía, y porque ninguno de los que
observaba decía nada. Ése era un silencio distinto a los otros, pensó que callaban solo para no
desperdiciar el aire que necesitaban para huir (Herrera 2012:21)



En este silencio también se subraya que cuando Lía cuenta a sus padres la experiencia de haber
visto a un muerto en la calle ellos escuchan pero en seguida cambian de tema, y Lía percibe que
sus caras y sus ojos le dicen "Ya verás que no vuelve a pasar y todo sigue igual" (Herrera,
2012:27). Ante este enmudecimiento Lía intenta acomodar de nuevo su mundo recortando las
imágenes de su entorno, primero el lugar donde estaba el muerto para ya no verlo, ya no
recordarlo, pero también tuvo que recortar las imágenes de la gente que lo veía y guardaba
silencio, de los compañeros de la escuela que contaban historias que eran como "una lluvia de
clavos torcidos" (Herrera, 2012: 30), historias espantosas. Es importante subrayar que en este
momento de la narración, a pesar de que no se hace explícito, los recortes de Lía son una
imitación de los silencios de los adultos ante la muerte, ella intenta seguir el mismo
procedimiento que la autoridad del mundo adulto le impone, omitir la muerte.

Sin embargo a pesar de que Lía recorta y recorta no logra acomodar su mundo y por el
contrario lo está volviendo un lugar inhabitable. En este pasaje vemos una imagen permeada
de grises donde Lía recorre las calles de ese mundo echándose a perder, donde lo siniestro que
señala Betteo se hace cada vez más presente.
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LA INFORMACIÓN SUPLE LA NARRACIÓN



Otra reacción ante las muertes, además del silencio de los adultos, es el intento de atraparlas
en el contexto de la información de los medios de comunicación, esa información que busca
una pronta verificabilidad; al presentar la noticia y la imagen de un muerto en la televisión lo
que se plantea el locutor es la necesidad de verificar las razones del homicidio, por lo tanto
señala: ¡Quién sabe en qué se habrá metido! (Herrera, 2012: 39) y en seguida se anuncia el
nuevo teléfono que ha salido al mercado, más rápido y más ligero. Así el silencio impuesto por
los adultos, la información supliendo a la narración, la rapidez de la modernidad y la presencia
del mercado, en su conjunto anulan la posibilidad de que emerja la experiencia.



Este es el único momento de la ilustración donde predomina el color negro, que enmarca las
imágenes de la televisión, y si bien es uno de los momentos más oscuros del cuento es también
el momento en que Lía alza la voz y se plantea una pregunta relacionada con la historia del
hombre muerto: "¿Y LA GENTE QUE LO QUIERE?". En esta ocasión aunque los adultos intentan
tranquilizarla y le aconsejan dejar de ver la televisión ella señala: "No es que no quiera ver, es
que estoy fijándome en lo que veo ... ¿Por qué me dicen que no está ahí lo que sí está ahí?... ¿Por
qué dejamos de mirar tanto?" (Herrera, 2012:43) De esa oscuridad en la que se hunden los
medios de comunicación, con el sentimiento de miedo y enojo que tiene Lía, emerge la posible
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re-construcción de su mundo.

LA EXPERIENCIA DE LOS JÓVENES



Así el papel de Lía entrando a la adolescencia y cuestionando el silenciamiento de los adultos,
nos remite a la importancia que da Benjamin al espíritu joven, al que tiene esperanzas,
consuelo y sentido en la vida. Este espíritu joven, señala, debe enfrentarse a la "experiencia"
que se atribuye el adulto y que imponiendo su autoridad resta importancia a la vida del joven
como un simple espacio idílico que entrará en la vida formal hasta la adultez. Lía, ante el
silencio de los adultos, hace emerger su espíritu y da lugar a su propia experiencia, comienza a
re-construir de nuevo el espacio que había cortado con la mirada, y lo hace con el esfuerzo que
esto implica; vemos en la historia y en las imágenes a Lía esforzándose por re-construir su
espacio.



En este sentido también cito a Montaigne en su texto sobre la Experiencia, que señala, al igual
que Benjamin, que la experiencia implica el propio esfuerzo, traspasar las propias fronteras,
donde el sujeto se atormenta y da vueltas pero es lo que le da vida.
Ninguno que sea generoso se detiene en cuanto emplea su propio esfuerzo; pretende siempre ir
más allá, transponiendo sus fuerzas; posee vuelos que exceden, que sobrepujan los efectos:
cuando no adelanta, ni se atormenta ni da en tierra, o no choca ni da vueltas, no es vivo sino a
medias; sus perseguimientos carecen de término y de forma; su alimento se llama admiración,
erradumbre, ambigüedad4


Por otro lado Montaigne subraya que siempre hay circunstancias que no pueden ser
capturadas por el juicio impuesto por la ley, y si pensamos la ley como una imposición, no


4 Consultado el 1 de Julio en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/ensayos-de-montaigne--

0/html/fefb17e2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_88.html#I_138_
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únicamente en el orden jurídico, efectivamente la ley del mercado y las ley de los adultos, que
se quieren imponer, son traspasados por el personaje de Lía. Tiene el cuento así un eco de los
cuentos de hadas que, subraya Benjamin, enseñan a los niños a traspasar los límites del mito, a
oponerse con astucia e insolencia. El mito actual de la violencia es que los homicidios son
consecuencia de las malas acciones de los ciudadanos, que el muerto se lo merecía porque algo
habría hecho, que la gente debe encerrarse en sus casas y que se requiere mayor seguridad
militar.



Pero Lía no solo reconstruye su espacio sino que también vuelve a pegar la imagen del pariente
de Romero un esfuerzo que además se subraya como doloroso, pero que coloca a Lía en el
lugar de la narradora que re-construye la historia del hombre muerto y así elabora su propia
experiencia
era doloroso verlo pero no quiso dejar de hacerlo, sabía que mirar para otro lado no era lo
mismo que borrarlo.... Lo evocó y de tanto hacerlo sintió que podía dejar de verlo como una lata
vacía, que en las arrugas al borde de los ojos le veía tristeza y también historias, una vida vivida,
una seña de que él era mucho más que una vida terminada de golpe (Herrera, 2012: 49)

De manera que la mirada de Lía no solo voltea a reconstruir el mundo de los vivos sino que
requiere reconstruir la vida del familiar de su amigo Romero, reconocerla como una vida
vivida; Lía señala a sus padres que si bien hay lugares peligrosos y personas peligrosas "Los
lugares pueden cambiar si uno los escombra" (Herrera, 2012: 50). Si bien el final del cuento
puede adquirir un tono idealista cuando Lía se acerca a su amigo Romero y en ese
acercamiento le escombra un pedazo de mundo, es un final que propone una continuación
acorde a la historia del momento en México, donde los discursos oficiales, de los medios de
comunicación y del gobierno, han alimentado la desconfianza entre la gente, señalando
culpables y gente peligrosa, y lo que se plantea al final del cuento es la solidaridad con alguien
que ha perdido un familiar y que el cuento representa en una situación de soledad.
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CONCLUSIONES

El análisis del cuento acercándonos a los planteamientos de Herrera y Betteo sobre su
construcción, y a los planteamientos de Benjamin sobre la experiencia y la narración, nos lleva
a poner atención al aspecto fundamental de la narración, contener la muerte como una "vida
vivida" para que pueda emerger de ahí la experiencia de los vivos. De esta manera el cuento
traspasa los discursos y las imágenes cotidianas sobre la violencia, no habla de sus causas y
efectos sino que subraya la importancia de que niños y adolescentes puedan narrar su
experiencia de frente a la muerte que observan. Herrera y Betteo construyen la imagen de una
niña que deja de imitar los recortes de la televisión y a los adultos, y con un esfuerzo que fue
doloroso logra "escombrar el espacio", así frente a la llama consumida de la vida del pariente
de Romero emerge la luz de la vida de Lía.

Bibliografía:

Agamben, G. (2007) Infancia e historia, ensayo sobre la destrucción de la experiencia. Adriana
Hidalgo Editora 2007

Benjamin W., (1991) El narrador. Madrid: Taurus.

---------------- (1989 a) Escritos. La literatura infantil, los niños y los jóvenes. Buenos Aires: Nueva
visión
Benjamin W. (1989 b) "Pequeña historia de la fotografía", en Discursos interrumpidos I.
Buenos Aires: Taurus
Herrera, Betteo (2012) Los ojos de Lía. México: Sexto piso

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