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LA
SOCIEDAD
ATENIENSE
La evolución social en Atenas
durante la guerra del Peloponeso
CRÍTICA
GRIJALBO MONDADOR!
BARCELONA
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producción agrícola del Ática que se orientaba al mercado no contaba con los
cereales, pero sí se cultivaban en beneficio de la subsistencia autárquica,
como producto secundario, condicionado entre otras cosas por la misma con
figuración del terreno. La agricultura griega de todos los tiempos, especial
mente en Ática, se caracteriza por la existencia de prácticas como La de culti
var los cereales debajo de los olivos.12 Autosuficiencia y producción para el
mercado se compaginan de este modo, con la contrapartida de que, de ma
nera endémica, el Ática sufría escasez de grano. La estructuración política
producida a través de las diferentes vicisitudes históricas, de Solón a Peri
cles, ha creado los lazos que per miten asociar las colectividades rurales a la
estructura institucional vinculada al desarrollo de la ciudad. En tales cir
cunstancias, los campesinos no sólo necesitan acudir en gran cantidad de
ocasiones a los mercados para abastecerse de los productos de que carecen,
sino que ellos mismos deben convertirse en mercaderes para vender los
productos de que sus propiedades resultan excedentes. La aspiración autár
quica del campesino tropieza constantemente con una realidad derivada del
hecho de que la ciudad se ha transformado en el lugar donde se han re uel
to los problemas agrarios de la época arcaica. Donde la acción de los mer
caderes se hace más presente es, como resulta lógico, en la importación de
granos, sometida a la acción de magistrados específicos y a una regulación,
indicativa de cómo se ha integrado de hecho la agricultura en la vida de la
pólis. La importancia institucional dada a la flota no es ajena, por ello, a los
problemas de la agricultura ática. Con todo, el territorio de Ática es sufi
cientemente grande para admitir variedades en las prácticas económicas e
institucionales, hasta tal punto que, si el ágora de la ciudad misma represen
taba el centro de los cambios para muchas zonas agrarias, sin embargo, hay
otros territorios, de difícil acceso a Atenas o al Pireo, o incluso a Sunio, don
de la proximidad de los distritos mineros parece haber favorecido los inter
cambios, aunque no se detectan en ellos actividades mercantiles propias.
A pesar de que puede haber mucha exageración en ello, el Diceópolis de los
Acarnienses, mientras esperaba que se celebrara la sesión de la Asamblea,
añoraba los campos en que se desconocía el verbo «comprar>>. Acamas no
está muy alejada de Atenas, pero tenía fama de considerarse en gran medida
autosuficiente, aunque en ello hubiera una buena parte de ideología.13 Se dan,
sin duda, condiciones suficientes para que, elaboradas, se conviertan en
elementos para la creación de un discurso autocomplaciente. Tal circunstan
cia favorecía la estabilidad de los lugares de asentamiento, que se mantienen
por lo menos hasta comienzos de la guerra del Peloponeso, a pesar de que
la ciudad se transformara en el ámbito político e institucional, e incluso en el
monumental y urbanístico.14 En realidad, al desarrollarse el sistema de ex
plotación esclavista, también los campesinos con explotaciones familiares
tienden a dejar de ser autosuficientes para integrarse en la producción para
el mercado. 15
De datos de la oratoria del siglo rv y de la epigrafía se deduce que, en ge
neral, las unidades de explotación en el Ática no eran nunca excesivamente
EL CA.\·IPESINADO, LA PROPIEDAD Y EL TRABAJO AGR(COLA 14 7
cione� que ese pasado despierta en relación con el presente, o los plantea
mientos que se consideran fundamentales para enfrentarse con las herencias
del pasado. En el Económico, los problemas relacionados con la esclavitud,
con el trato a los esclavos y la actitud del dueño, se interfieren constante
mente con los relacionados con el mando m i l i tar y con la dirección política:s
Jenofonte, como kaloskagathós, preocupado por la misión de los caballeros
en la sociedad y en la guerra, se plantea e l problema económico a partir de
l a guerra del �eloponeso, como diálogo socrático, porque en la guerra del
Peloponeso se puso de relieve el papel de la caballería en la sociedad demo
crátic<. y en la guerra imperialista, en la que se incardina el mundo social
en mcvimiento hac i a la consolidación del trabajo esclavo. Ahora bien, esa
consolidación tiene como contrapartida una liberación del demos que llega a
c onvertirse en peligro para la disciplina militar. Desde su perspectiva, Jeno
fonte se plantea por igual la sumisión del esclavo y del soldado, los dos eJe
mentm básicos para la constitución del sistema de propiedad ejemplarizado
por él. El Jenofonte del Económico (XIV,9) acepta que debe tratar a los
esclavos como libres cuando se entera de que son justos, del mismo modo
q ue pretende tratar a los libres como esclavos en el proyecto militar de su
época, que se desdobla igualmente en un proyecto económico, cuando, en
su pro?i a época, tras la derrota en la guerra, tras el fracaso del imperialismo,
pretende conservar los mismos sistemas de explotación. Sin i mperio, la es
clavitud tiene que b uscar nuevas formas de suministro y para e l lo es nece
sario que el demos ateniense no sea tan libre. Este es el lado del problema en
q u e el propietario esclavista se encuentra en relación positiva con el campe
s i nado, en una forma de solidaridad que tiene en común un contrincante
representado por el demos subhoplítico.
En la época imperial, l a esclavitud permite la concordia49 entre el campo
y la ciudad, pero la guerra rompe en varios frentes la concordia misma y uno
de ellos fue precisamente el de la esclavitud, que se convierte así en una fuer
za con dinámica pol i valente, sostén de la sociedad democrátic a y factor de
s u des:ntegración, sobre todo a través de las relaciones con el campesinado.
La comparación con Roma puede resultar ilustrativa, no por la similitud,
exister.te sólo en tanto en cuanto la liberación del pueblo urbano sin tierras
dependía del desarrollo de la esclavitud. Inversamente, en Roma, el campe
sino soldado quedó virtualmente e l i minado con el desarrollo del sistema
esclavista a gran escala. Esa misma gran escala hizo posible una superviven
c i a mayor de la masa urbana, convertida en c lientela de las grandes familias
políticas. 50 La consolidación del imperialismo no tuvo punto de comparación .
El ateniense, en relación con el romano, queda reducido a una escala muy
pequef.a. La masa urbana romana favoreció el desarroll o de clientelas, riva
l idade5 gentilicias y, finalmente, del imperio mismo. En Atenas se conservó
el cam?esinado libre. Ni la esclavitud ni el imperialismo alcanzaron la escala
romana. Sin embargo, la presencia de ambos factores pone en duda la exis
tencia idílica de una sociedad campesina en que se conj uga independencia y
participación política. El conflicto procede del enfrentamiento a varias ban-
EL CArviJ'ESDIADO, LA PROPIEDAD Y EL TRABAJO AGRíCOLA 155
das, con el ciudadano pobre, con el esclavo, con el rico propietario tenden
cialmente esclavista. Sus posibilidades de alianzas resultan así ambiguas y
la consecuenci a viene a ser la representada por la actitud del campesino en l a
guerra del Peloponeso, combatiente hoplítico orgulloso de su papel comuni
tario, defensor de la c iudad, que necesita al esclavo, pero queda a veces re
ducido a un papel subalterno en relación con la flota, con los thetes. Aliado
al caballero, encuentra en éste en ocasiones al representante de la nueva
explotación que usa al esclavo en grado mayor y que, en consecuencia,
orienta la estrategi a general hacia acciones militares que superan los límites
de las aspiraciones de los hoplitas e incluso se hacen peligrosas para éstos.
La alternativa al trabajo esclavo, que podía estar representada por el
trabajo libre asalariado del misthós, ofrece en la época aquí incluida un vo
lumen verdaderamente poco importante.�1 Siempre hubo misthotoí, identifi
cados en los textos más arcaicos con los thetes, individuos no integrados que,
de manera inestable, buscaban alquilarse para los trabaj os más bajos, peores
que los esclavos. 52 En Atenas, los thetes se han integrado en la ciudadanía ac
tiva, de manera no siempre clara, pues es frecuente el reflejo ideológico que
los equipara a los esclavos. Las medidas solonianas y las reformas de época
de Pericles, que iban en paralelo con el uso de la flota, transformaron a los
thetes en colaboradores plenos de la c iudadanía. Sin embargo, la guerra mis
ma representó, también en este terreno, un factor de efectos múltiples. La
conservación de la libertad de los thetes exigía la constante actividad naval,
justificadora del misthós y creadora de las condiciones necesarias para la re
caudación del phóros que proveía el dinero. Pero la guerra llevó a la derrota
y a la reacción que se opondría a esa libertad. El demos tendía, a partir de
ahí, a entrar en el mercado del trabajo servil . El trabaj o del libre era equi
parado ideológicamente al del esclavo. Si había trabaj o libre, éste no repre
sentaba el modo dominante de establecer las relaciones laborales. Al con
trario, es el trabajo servil el que marca la denominación, tanto que el estatuto
jurídico tiende a vaciarse de contenido. La consecuencia es que llega a con
s iderarse esclavo quien realiza el trabaj o propio de los esclavos. En la teoría,
Aristóteles señala las posturas. No debe, desde su punto de vista, disfrutar de
los derechos del libre quien realiza el trabaj o propio de l os esclavos.53 En otro
plano, más real y me11os teórico, algunos discursos de oradores áticos del
siglo IV muestran que, para el pobre, era posible ser considerado esclavo
al tener que realizar ciertas funciones.54 Tales coyunturas parecen el efecto de
la guerra. Antes, no sólo el libre pobre podía permanece r como l ibre, defen
diendo su estatuto a través de l as instituciones democráticas, sino que el rico
podía obtener esclavos para el trabaj o de la tierra sin oprimir al libre que n o
fuera poseedor d e tierras. Pero, p o r otra parte, l a situación también le permi
tía a ese mismo rico cultivar su tierra y obtener ganancias sin ejercer presión
sobre los otros campesinos. Con la guerra comienzan a alterarse las relacio
nes de concordia. El pequeño campesino, con mayores dificultades para ob
tener mano de obra esclava, aumentadas por los problemas específicos de l a
guerra, corre el riesgo de caer en l a pobreza, circunstanci a de l a que se que-
156 LA SOCJEDAD ATENTENSE
de los auténticos triunfadores internos, los ric os y los caballeros, que con
sol idaron su explotación agrícola de c arácter esclavista, con o sin sistema
político oligárquico.
Es difícil hallar datos demasiado precisos y números exactos,58 pero toda
la documentación dej a claro que la lectura de los textos clásicos sólo es com
pre nsible si se sabe que la realidad subyacente es una realidad esclavista
en constante movimiento dinámico, histórico, exactamente lo contrario de la
rígida situación estática y jurídicamente delimitada que es neces ari o hallar
desde el punto de vista de algunos para admitir lo que resulta evidente. La
esclavitud en la agric ultura también se v i o afectada por las vicisitudes de
la guerra, d e modo que se reflej a tanto en propietarios ricos y pob res como
en no propietarios .
314 LA SOCIEDAD ATENIENSE
100. J. S. Morri son y J. F. Coats, Athenian Trireme, cit. supra (n. 19. cap. 1), p. 115.
101. Véase O. Langa. «Uomini e navi della flona ateniese nella seconda meta del v seco-
lo», Museum Patavillum , 1, 1983, pp. 221-249.
102. D. Kagan , Fall, cit. supra (n. 63), p. 339.
103. La traducción de A. Guzmán, «han minado la valía de nuestra escuadra», se aproxi-
ma bastante al significado que aquí pretendemos ver en la frase.
104. C. Ferone, «SuBe bataglie navali tra ateniesi e siracusani oel porto grande di Siracu-
sa)), Miscellonea Greca e Romana, 12, 1987, pp. 27-44, especialmente, p. 41.
105. W. R. Connor, «Early Greek Land Warfare as Symbolic Expression», P&P. 119,
1988, pp. 15 ss.
106. [bid., pp. 25 ss.
107. S. SaYd y M. Trédé, «Art de la guerre el expérience chez Thucydide», C&M, 36,
1985, pp. 65-85, especialmente pp. 78 ss. J. de Romilly, «Les prévisions non vérifiées dans
l'oeuvre de Thucydide», REG, 103, 1990, pp. 370-382; véanse pp. 37 1 ss.
108. Sobre la paga militar, véase en general, W. K. Pritchett, Greek State, 1, cil. supra
(n. 40), pp. 7 ss.
109. R. K. Sinclair, Democracy alld Participarian in Athells, Cambridge University Press,
1988, p. 30, destaca el servicio de los metecos como hoplitas y como remeros, los dos polos de
la participación social en la guerra.
110. D . Whitehead , The Ideology oJ Alhenian Metic, PCPhS (supl. vol. IV) , 1977, p. 86.
111. El contenido de este capítulo coincide en líneas generales con el del artículo «La ter-
minología de los contingentes militares atenienses durante la guerra del Peloponeso. Entre las ne-
cesidades rrúlitares y la evolución social e ideOlógica», publicado en Lexis, 11, 1993, pp. 73-108.
l. Véanse los datos en M. Moggi, I sinecismi ;nterstatali greci. Inrroduziane, edizione criti-
ca, rraduzione, conunento e indici. l. Dalle origine al 338 a.c., Marlin, Pisa, 1976, pp. 1 sS.,44 ss.
2. Datos arqueológicos recogidos por D. Whitehead, The Demes of Arrica, 508l7-ca.250
B.c. A Political and Social Study, Princeton University Press, 1986, pp. 5 ss. Véase A. Snod-
grass, «The Rural Landscape and its Political Significance», Opus, 6-8, 1987-1989, pp. 60 ss.
3. R. Osbome, Demos: rhe Discovery of Cfassical Atlika, Cambridge University Press,
1985, pp. 37 ss. Cf., pp. 15 ss.
4. D. Whitehead, Demes, cit. supra (n. 2), p. 222.
5. M. Moggi, Sineeismi, cit. supra (n. 1), pp. 1 ss.
6. R. Osbome, Demos, cit. supra (n. 3), pp. 42 ss.
7. P. J. Rhodes, Commentary, cit. supra (cap. 3, n. 4), ad loco
8. R. Osbome, Demos, cit. supra (n. 3), p. 16; P. J. Rhodes, Commentary, cit. supra (n. 4,
cap. 3), p. 297.
9. M. I. Finley, «The Fifth Century Athenian Empire: A Balance Sheet» en P. D. A. Gam-
sey y C. R. Whittaker, eds., Imperialism in the Ancien! Warld, Cambridge University Press,
1978, pp. 108-109.
10. E. M. Wood, Peasant-Citizen and Slave. The FOllndatiolls of Athenian Democracy, Verso,
Londres, 1988, pp. 108 ss., y «Agricultural Slavery in Classical Athens», AJAH, 8, 1983, pp. 1-47.
11. A. Baccarin, «Ol ivicultura in Atica ffa VII e VI seco a.e. Trasformazione e crisi»,
DArch, 8, 1990, p. 32.
12. R. Osbome, Classical Landscape in Ihe Figures. The Ancie1l1 Greek City and its
Coufltryside, George Philip, Hampshire. 1987, p. 41.
13. [bid., p. 108.
14. [bid., p. 130.
15. M. H. Jameson, «Agricullural Labor in Ancient Greece», Agriculture in Anciellf Gree
ce. Proceedings oJ Ihe 5eventh Imemational Symposium at the Swedis/¡ Institute al Athells,
16-17 May 1990, ed. by B. Wells, P. Astroms, Estocolmo, 1992, p. 146.
NOTAS (PP. 141-150) 315
16. R. Osbome, Demos, cit. supra (n. 3), pp. 47·63. Véase la crítica de M. K. Langdon,
«On the Fann in ClassicaJ AUicCl», ej. 86. 1991 , pp. 209-213, Y más recientemente A. Burford,
Land and Labor in ¡he Greek World, The Johns Hopkins University Press, Baltimore-Londres,
1993, p. 70.
17. D. Lewis. ed., lnscripriones Graecae, /, 3. ed. fase. /. Inscriptiones Atticae Eudidis
Q