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LA FOTOGRAFÍA PERIODÍSTICA Y LA HISTORIA: CONCURRENCIAS Y DIFERENCIAS

Rebeca Monroy Nasr


Doctora en Historia del Arte, especializada en fotoperiodismo mexicano.
Dirección de Estudios Históricos, INAH

En apariencia la fotografía y la historia parten de dos materiales diferentes para su construcción, sobre todo
porque utilizan lenguajes diversos, y en muchas ocasiones ambos son discursos complementarios. A través de la
letra o de la luz hemos asistido a la visión del otro: el fotógrafo y el historiador tienen en común su necesidad de
transmitir algo de lo que quieren ser testigos a distancia, sin ser parte de ella y refiriendo nueva información. El
historiador se documenta a través de medios diversos como los archivos, la historia oral, lo gráfico, la
hemerografía, los libros de otros. El fotógrafo de prensa, a su vez, evoca situaciones que mediante la lente de su
cámara tengan un sentido ante lo que observa y aprehende el mundo que le rodea. Para ello, se documenta e
implementa su click cuando sabe que la escena tiene de suyo algo de cierto, algo de irónico, de cómico o algo
que mueva y conmueva las conciencias, para que esa imagen tenga un impacto en su espectador. En la manera
en que estructure su discurso estará la fuerza del mismo, por ello es importante que maneje con facilidad sus
medios mecánicos, electrónicos y adiestre fuertemente su ojo cíclope, para captar las escenas en el instante
preciso, ni antes ni después. El historiador y el fotógrafo comparten otras ideas y conceptos, partiendo de sus
respectivos dominios, pero compartiendo en la esencia condiciones, situaciones y puntos nodales casi
imperceptibles.

Para el historiador el tema es esencial, y durante años la historia tradicional se alimentó de evocar las grandes
hazañas, los nombres prestigiados, las escenas y los hitos que parecían mover la historia. En ello sustentaban la
fuerza de su discurso. La historia la escribían los vencedores, pero los vencidos mantenían su propia versión
incrustados en la estructura hegemónica, fuese a partir de la tradición oral o con información subalterna y
paralela 1.Ahora gracias a la hora de los contagios – como señala Antonio Saborit—hemos asistido al derrumbe
de esta tradición y vemos con asombro como cada día, las investigaciones se centran más en descubrir desde el
ámbito de la historia social, los momentos de la vida cotidiana, la historia de los hombres sin nombre, el
desarrollo intrínseco de los pueblos. El sustento de cada una de estos relatos se basa tanto en la historia de la
vida cotidiana, como en la historia cultural de lo social e inclusive la historia de las mentalidades, que aporta
gran riqueza al conocimiento del hombre en estos momentos de reconocimiento e identidad.

Con la imagen en los temas también se consagran los discursos hegemónicos, pero hay elementos que se
sobreponen a la estructura predominante. El caso es claro cuando encontramos que el fotoperiodismo mexicano
sobrevivió al acecho del presidencialismo de Miguel Alemán a través del chayote y el embute,que repartió entre
los periodistas y reporteros gráficos, mientras subrepticiamente seguían produciéndose documentos visuales
alternos 2. Con ello quiero recordar las imágenes que producían Nacho López para la revista Siempre!3 y Héctor
García durante los años cincuenta y sesenta. Es así que esa tradición de innovar la imagen, de trastocarla, de
mostrar la altanería y el sarcasmo que se produjo en los años treinta y cuarenta en el país, resurgió de su letargo
con el movimiento estudiantil de 1968. Ese fue el momento que destapó no sólo las conciencias sociales sino
también aquello que permaneció oculto, latente ante la represión y el disimulo del Estado mexicano. En ese
momento empezaron a emerger las imágenes que revelaban y mostraban la verdadera cara represiva de los
herederos de la revolución enquistados en el poder y su intento por mantener ocultas las manifestaciones de
inconformidad, exaltada pobreza y un gran malestar social.

Es así como los temas que han trabajado los fotógrafos gráficos desde entonces, se empatan, creo que
tardíamente, con los historiadores. Y me atrevo a asegurar que antes de que se empezara a hacer historia de la
vida cotidiana, los fotógrafos acudieron a tomar esos momentos del día a día, con sus personajes sencillos,
simplones y del diario andar. Esto lo constatamos en acervos como el Casasola de los años veinte y el de
Enrique Díaz de 1920 a 1960, en esos años que contienen imágenes que retratan una época de oro de las revistas
ilustradas en todo su esplendor, hasta el deterioro. Se observan desde los políticos audaces, los
posrevolucionarios repartiendo vida nacionalista hasta las mujeres que se incrustaron en las faenas diarias de la
carpa, del teatro, de las tiendas, en sus trajes multicolores, con sus caritas pintadas como floppersmexicanas y
las chicas topless . También están en su diario andar los huérfanos de la guerra, las trasformaciones de la urbe y
un sinfín de temas que ahora alimentan los estudios históricos de esta nación.

Por otro lado, otra confluencia entre estas especialidades aparece si consideramos ese gusto particular que
comparten tanto los historiadores como los fotorreporteros

– incluyendo a los literatos—, el hecho de que se dedican a contar historias, cada uno desde su propio referente
lingüístico: textual o gráfico. En esos casos, cada uno de estos especialistas procuran mantener un discurso
estructurado que implique un destinatario, un lector o un espectador que logre apoderarse de ese material y
conservarlo como parte de su bagaje cultural y social, para uso y usufructo general. Comenta Guy Lardreau:
“ A las gentes, se piense lo que se piense, les siguen gustando las narraciones, los cuentos, las leyendas; en una
palabra, que les narren historias” 4. En este sentido la fotógrafa Cristina García Rodero plantea en torno a su
quehacer en la fotografía: “ Es una forma de contar historias, descubrir el mundo, tener un lenguaje propio. Es
creación, comunicación y documentación” 5. Algunos fotógrafos e historiadores coinciden en esta intención
inicial del gusto por contar historias, y si bien los modos de hacerlo parecieran diferentes, pues las formas son
disímbolas, también se denota que persiguen el mismo objetivo al comunicar sus hallazgos que provienen de
una parte de la realidad que nos circunda y que es producto del pasado.

En este momento de establecer afinidades, estas dos disciplinas : la fotografía y la historia, comparten el manejo
del tiempo . En ambos casos se fincan a través de él su trabajo cotidiano, desde el aspecto práctico y el ámbito
conceptual. Es importante recordar que el fotógrafo suspende el tiempo de manera analógica o digital para dejar
una huella indeleble en una imagen la mayor parte de las veces irrepetible. Es su aliado porque con cortos
tiempos de exposición, en centésimos o milésimos de segundo puede aprehender ciertos aspectos de la realidad
que ni el ojo es capaz de percibir. Sin embargo, el tiempo también condena al fotógrafo en tanto es un enemigo
a vencer, pues en ese mismo lapso la escena puede desvanecerse de la vista de la lente, para ¡siempre! Es ese
“ momento preciso” que define Henri Cartier-Bresson, el ejemplo claro del síntoma moderno de la fotografía,
que gracias a la instantaneidad logra captar los momentos más efímeros y el cual muchas veces escapa de
nuestra aletargada mirada. Corresponde a los fotógrafos previsualizar el momento y captarlo con audacia y
precisión. Eso hace la diferencia entre unos y otros: entre profesionales y diletantes, entre una excelente imagen
y la otra como mero referente.

En el caso del historiador, él juega con el tiempo, lo esparce, lo restringe, lo utiliza pero también es su límite; si
los vestigios se han perdido en el tiempo y el espacio tendrá que contar sólo con aquellos que estén presentes y
le permitan una reconstrucción más fidedigna de ese momento pasado, lejano o cercano, pero que en sustancia
es su material más preciado para reconstruir el tema en estudio. Por ello, para ambos personajes el tiempo es un
aliado y un verdugo implacable.

De lo veraz y lo verosímil

Si bien hemos visto algunos de los puntos comunes entre los profesionales de la cámara y los profesionales de
narrar el pasado, en donde ahora los temas confluyen, las formas de narración disímbolas se complementan y el
tiempo es su aliado ineludible, pues sin el tiempo ninguna de estas disciplinas existiría. Hay también otro punto
de convergencia que permite reconocerlas en sus formas de hacerse y es la imperiosa necesidad de lograr que la
historia contada en palabras o en imágenes tenga un sesgo de veracidad, es decir que la verdad se trasmine por
algún lado, la “ verdad” del autor por supuesto, aunque éste pretenda ser muy imparcial, en su obra aparece un
sesgo de lo que él cree o desea creer y hacernos creer. Pero que es la verdad sino un conjunto de hechos,
situaciones y versiones encontradas, a veces contradictorias, a veces complementarias 6. La verdad depende de
quién la dice y cómo la dice…por ello, es difícil acceder a ella sin contar con varias versiones del hecho, hay un
antifaz ante toda faz. Pero el discurso que más suele conmover es aquel que tiene un grado de credibilidad
mayor, aquel que aparenta ser el más veraz, el que tiende a mostrarnos los hechos con fotos o con la narración,
desde una perspectiva más creíble y autentificable.

He ahí que el poder de las fotografías interviene de manera contundente, pues ante su presencia parecería
innegable lo que acontece, como si las palabras pudieran mentir más que las imágenes. Por ello, la intención de
ambos profesionales es parecer lo más auténticos posible, lo más veraces y en ello estriba su éxito o fracaso.
Muchas veces sólo el tiempo hará lo suyo, para desmitificar un acontecimiento o brindar su justificación.

Por otro lado, los fotorreporteros trabajan con las fuentes directas que presenta la realidad tangible, tienen una
tarea inmediata y pocas veces es posible modificar las fotografías , a reserva de seleccionar determinado ángulo
, cierto lente para profundizar la crítica o decidir el encuadre visual 7. Es ahí donde se requiere la precisión de la
ética visual, hasta dónde los fotorreporteros pueden acudir a las estrategias de la computadora y sus programas
para “ remodelar” , “ eliminar” o reconstruir sus fuentes, sus referentes visuales. Pero ¿hasta qué punto es
factible alterar la realidad en pos de lo que se desea comunicar? M e parece que en el caso de los reporteros
gráficos es común el recorte de la imagen o bien el editor en turno hará lo suyo al presentar recortada la escena
o acentuar cierto sentido con el pie de foto. Así, dependiendo de la presentación final de la imagen, de dónde se
colocó en su edición, de la tipografía elegida, el diseño y su diagramación el mensaje logrará en mayor medida
su cometido. Ejemplos de este tipo sobran, los cuales muestran como se trasmuta, altera o corrige una imagen.
Lo importante aquí es anotar que las formas que distorsionan la realidad son múltiples y pueden provenir desde
el dedo que oprime el obturador hasta aquel que forma la publicación final 8.Es muy importante el respeto a la
ética profesional tanto del historiador como del fotógrafo, en su respectivo medio de información, para que
logre su cometido de comunicación.

La necesidad de que las historias parezcan veraces o por lo menos verosímiles es uno de los mayores retos para
los profesionales de la historia o de la cámara. En la labor que realizan ambos profesionales, parece estar
presente el deseo intrínseco de transformar, abundar, trasmitir, expresar y poner en entredicho la existencia y la
versión oficial del “ otro” . Historiador y fotodocumentalista cada uno a su modo, en su tiempo, en el espacio
particular que le corresponde, en sus ámbitos; pero un sustento común que los mueve en estos tiempos de
multidisciplinas conscientes o inconscientes, propone “ su verdad” con la esperanza de que abra espacios de
conocimiento a alguien más. Es importante reconocer que también pueden ser claras o encubiertas las
intenciones del autor al relatar o fotografiar determinado acontecimiento o anécdota. Este intento de veracidad
es uno de los principales móviles de estos creadores de imágenes y de letras. Tanto el historiador como el
fotógrafo lanzan sus discursos esperando una respuesta, una comprensión mínima, un intento de lectura de
otros, y trabajan para aclarar o problematizar el mundo a su alrededor.

Así, gracias a que la permanencia del texto o de la imagen, que va más allá del material que las ve nacer y que
las ve reproducirse día a día en la prensa o en las editoriales de cortos o largo tirajes (puede ser en los
periódicos, en las revistas, en los libros cuando han sido publicadas). Las imágenes y los textos permanecen a
través de los años y documentan momentos determinados, pues son objetos producto de su propia época, he ahí
su vigencia y vivacidad. La capacidad documental de ambos discursos se vierte a través de las páginas
impresas, del papel fotográfico, de los materiales que dan lugar a la permanencia de lo efímero, con su verdad o
su mentira, pero muchos de ellos llegan hasta nuestros días, donde la tarea del investigador es dar cuenta de
ellos y enriquecer su lectura. Comenta Vilches:

Si una información escrita puede omitir o deformar la verdad de un hecho, la foto aparece como el testimonio
fidedigno y transparente del acontecimiento o del gesto de un personajes público…La aparente mecanicidad de
la fotografía no hace más que reforzar las posibilidades de ficción, simulacro e ilusión realista. Porque la
máquina fotográfica es un objeto privilegiado para producir sentido, para dar significación a las cosas, es
también un instrumento semiótico 9.
Es decir, aparentemente la fotografía tiene una ventaja sobre el que escribe la historia, porque realmente se le
cree, o es más fácil de constatar un hecho, no sólo con el relato o la descripción del suceso. La imagen es
contundente y el espectador se estremece como si estuviese en el mismo lugar, con la misma sensación de
pertenencia. Sí, es cierto es una época eminentemente visual – tomista diría yo--, es probable que sea por ello
que la imagen convence mucho más que las palabras. La facilidad de lectura de las imágenes ha devenido en
creerlas todopoderosas e imbatibles.

Y aunque cada una tiene un espacio particular y desde el uso de diferentes herramientas han desarrollado su
discurso, pero ambas especialidades: la historia y la fotografía comparten el deseo de que se muestre, se refleje,
se evidencie o se convenza a otro de lo que el autor está cierto desde su particular perspectiva ideológica,
cultural y social. Pues es claro que tanto historiadores como fotógrafos participan de un mundo al que no
pueden renunciar al momento de reconstruir una historia o reflejarla en las planas impresas, ahí están patentes
sus anhelos, deseos o convicciones, pues no hay que olvidar que esa gran labor contribuye a poner en claro, en
imágenes o en texto lo que una parte de la población percibe o no día a día. Dentro de ese mismo marco de
verdades y de la manera de abordarlas, nuestra generación ha intentado llegar a ellas de manera desmedida. De
acuerdo con Marcela Guijosa quien comenta: “ Somos de una generación iconoclasta; queríamos encontrar
verdades, luchábamos contra cualquier tipo de mentiras y ocultamientos. Creímos en los principales postulados
del psicoanálisis, el socialismo y el feminismo y adoptamos ese nuevo punto de vista, en donde sólo quien dice
la verdad y se enfrenta a los hechos reales, aunque duelan, encuentra el único camino para curarse, salvarse:
‘ La verdad os hará libres” 10.

Vernos en las imágenes y escuchar nuestro pasado nos explica qué somos y cómo hemos sido. Tal vez en ello se
ha puesto tanto empeño, para no repetir más allá ciertos patrones o reiterar aquellos que nos forjan en unidad e
identidad. Tener las imágenes y los textos nos ayudan a desvanecer las incertidumbres y a abrazar las
certidumbres. Estoy convencida como Marcela Guijosa que: “ En última instancia, lo importante será escribir [o
hacer fotos – digo yo--] con honestidad, generosidad y compasión, con verdad. Ten por seguro que si escribes
así, los posibles lectores [espectadores], cercanos y lejanos aprenderán, reflexionarán, se conmoverán
contigo” . 11.

Es aquí el momento de convergencias, de enlazar discursos, hacerlos correr en paralelo. Es momento de utilizar
la imagen más allá de ser una mera ilustración, como parte de una misma y compleja realidad, esto es lo que
permite abrevar a una reconstrucción histórica y estética más completa de estas formas de concurrencias y
diferencias en nuestros modos de ser, de nuestras formas de decir esas verdades sin tapujos, sin mentiras, sin
engaños. Procurando encontrar en las líneas de la intertextualidad o la textualidad de cada una de las
disciplinas a la letra o en la foto… con la posibilidad de ser veraces y verdaderamente honestos en nuestra obra
diaria, en nuestro día a día.

Referencias

1 La escuela francesa ha recuperado desde hace años la historia de la vida cotidiana, lo que permite conocer una
parte de esa historia que no fue considerada en su tiempo y forma, pero que ahora es parte sustancial de los
estudios de este género en el mundo occidental. Vid. Ariés, Philippe, et al, Historia de la vida privada . Madrid,
Taurus, 1989, V vols.

2 El tema se trata ampliamente en Monroy Nasr, Rebeca, Historias para ver. Enrique Díaz fotorreportero ,
México, Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM, Dirección de Estudios Históricos-Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 2003, 335 pp . Vid. también Monroy Nasr, Rebeca, El sabor de la imagen: tres
reflexiones, México, UAM-Xochimilco, 2004, 99 pp.

3 Vid. Mraz, John, Nacho López y el fotoperiodismo gráfico , México, CONACULTA, INAH,
4 Lardreau, Guy, “ Prefacio” en Georges Duby. Diálogo sobre la historia. Conversaciones con Guy Lardreau ,
Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 11.

5 Acosta, Anasella “ Ser fiel a sí misma” , en Cuartoscuro , núm. 75, dic. 2005-enero 2006, p. 37.

6 No voy a discutir el concepto de “ verdad” absoluta, algo que los filósofos griegos gustaron de ejercer con
gran talento, sólo discurriré bajo la óptica posmoderna de que no hay una sola verdad, sino que hay tantas como
versiones y alternancias puedan haber.

7 Para este artículo sólo se ha tomado en cuenta la fotografía documental y la de prensa con la idea de poder
acotar el análisis, dado que los otros géneros fotográficos abarcan otras posturas estéticas y éticas que presentan
quienes se han dedicado a la fotografía construida o armada ; también de aquellos que juegan con la foto digital
y ,ogran evocar situaciones inexistentes, para ello. Vid., Castellanos, Alejandro, “ ¿Hacia la posfotografía?” ,
en Múltiples matices de la imagen : arte, historia y percepción visual, Rebeca Monroy Nasr coord., México,
Yehuetaltolli, A.C., 2003, pp. 335-342. (Col. Ahuehuete, no.7).

8 Son pocas las ocasiones en que encontramos testimonios de los fotógrafos respecto a su obra, sus intenciones,
sus posibilidades, los intereses que los movían a trabajar de determinada manera. Los diarios de Edward Weston
ilustran mucho sobre sus experimentaciones técnico-formales. Nacho López nos legó un material documental
muy importante con sus textos publicados en los años ochenta en unomásuno . Pero son excepciones a la regla.

9 Vilches, Lorenzo, Manual de periodismo, Grijalbo, México, 1985, pp. 19

10 Guijosa, Marcela, Escribir nuestra vida , Buenos Aires, Paidós, 1999, pp. 230-232.

11 Idem.

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