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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOJA

ÁREA DE SALUD
MEDICINA HUMANA

DÉCIMO CICLO - PARALELO “A”

ESTUDIANTE:
JHULIANA CAMILA APOLO TORRES

DOCENTE: DR. GERMÁN VÉLEZ

FECHA: 21 de octubre del 2019

TEMA:

CAPÍTULO I: LOS Y LAS ADOLESCENTES


CAPITULO I

Los y las adolescentes


La palabra adolescente viene del latín adolescens, adolescentis y significa ‘que está en período de
crecimiento, que está creciendo’. Frecuentemente se confunde con adolecer cuyo significado es ‘tener o
padecer alguna carencia, dolencia, enfermedad’.

Según la Real Academia Española, adolescencia es la ‘edad que sucede a la niñez y que transcurre desde
la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo’.

Según Dina Krauskopf, es un período crucial del ciclo vital en que los individuos toman una nueva
dirección en su desarrollo, alcanzan su madurez sexual, se apoyan en los recursos psicológicos y sociales
que poseen, asumen para sí las funciones que les permiten elaborar su identidad y plantearse un proyecto
de vida propio.

Según Marcelo Viñar, es un tiempo transformacional de progresos y retrocesos, de logros y fracasos, cuyo
tiempo de comienzo coincide con los primeros cambios puberales, y la fecha de cierre se ha estirado
favorecida por el aumento de la expectativa de vida al nacer, y, en los grupos cultos, por la extensión casi
al infinito de estudios y diplomas de capacitación.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia es la etapa de la vida, comprendida


entre los 10 y los 19 años, en la cual tiene lugar el empuje de crecimiento puberal y el desarrollo de las
características sexuales secundarias, así como la adquisición de nuevas habilidades sociales, cognitivas y
emocionales. Este proceso se caracteriza por rápidos y múltiples cambios en los aspectos físicos,
psicológicos, sociales y espirituales.

Cada adolescente es un ser único, diferente a todos los demás. Y, a su vez, cada uno está influenciado por
las circunstancias del momento histórico y el medio sociocultural en el cual vive, por la geografía del lugar
en el que se halla, la raza y el género al que pertenece, la carga genética con la que nació y por la nutrición
afectiva y alimentaria que recibió.

La adolescencia se inicia con los primeros cambios corporales de la pubertad y finaliza con la adquisición
de la madurez física, emocional, vocacional –laboral– y económica de la adultez, y cuando es posible la
creación de una nueva familia.

En la adolescencia el cuerpo se modifica en tamaño, forma y vigor. Las funciones se tornan más complejas
y se logra la capacidad de reproducción. Los y las adolescentes adquieren un cuerpo nuevo en un corto
lapso, por lo que les cuesta adaptarse e identificarse con él.

Desde lo cognitivo, se desarrolla el pensamiento abstracto con el que logran la posibilidad de proyectarse
hacia el futuro y valorar las consecuencias de sus actos.

Desde lo emocional, cada individuo participa en una experiencia de vida de descubrimiento personal y en
el establecimiento de una identidad.

«La incorporación de principios y valores morales, el respeto a sí mismo, a los demás, a la naturaleza, así
como la adopción de prácticas religiosas, contribuyen al desarrollo espiritual» (C. Serrano).

Desde lo social, la dependencia con la familia de origen disminuye y aumenta la intensidad de las
relaciones con pares y adultos fuera de la familia. El tiempo libre pasado a solas, fantaseando, escuchando
música, soñando, y el compartir con otras largas conversaciones sobre el sexo opuesto y los ideales van
enriqueciendo su mundo interno.

Todos los cambios mencionados tienen lugar en un corto tiempo, por lo cual se dice frecuentemente que
los y las adolescentes transitan un momento de cambio.
Necesitan acomodarse a una situación nueva en el que todas las medidas, que anteriormente servían de
marco, sostén y adaptación, pasan a ser cuestionadas.

Llegada la adolescencia, es habitual la aparición de rebeldías y desafíos. Los y las adolescentes precisan
confrontar con los adultos que los rodean a fin de crecer y desarrollarse autónomamente. A pesar de que
cuestionan el orden preestablecido, circunstancia frente a la cual los padres no suelen estar preparados,
los límites son esenciales. La cordialidad en el diálogo y la claridad en la puesta de límites actúan de
contención para lograr desprenderse.

El desprendimiento de los padres exige la búsqueda de nuevos modelos. El grupo de pares adquiere
relevancia. El ensayo de roles, la vestimenta, el lenguaje y los gestos en común con el grupo, son
necesarios para afianzarse.

Las instituciones en donde pasan mucho tiempo, escuela, club, iglesia y aún la misma calle, dejan su
impronta favoreciendo o deteriorando el desarrollo individual. Las oportunidades de participación e
inserción social contribuyen al desarrollo del sentido de la vida.

La escuela debería colaborar en el desarrollo de la autoestima y de la autonomía. La reflexión sobre


desarrollo humano, relaciones interpersonales, organización social, valores religiosos, oportunidades para
el futuro, orientación vocacional, ecología, sexualidad y adicciones contribuirían a construir una filosofía
de vida.

El ingreso paulatino del adolescente al mundo adulto se va facilitando cuanto más amplios son los
intereses, cuanto más oportunidades ha tenido en el desarrollo de sus capacidades emocionales,
cognitivas, sociales y espirituales, y si existen en su contexto posibilidades concretas de inserción social, a
través del estudio o del trabajo.

Los y las adolescentes que alcanzan su pleno desarrollo van sumando habilidades que favorecen un nuevo
posicionamiento frente al mundo y una mayor autonomía. Afirman la identidad sexual y la capacidad de
intimar. Adquieren la capacidad de diálogo, de negociación y de defensa de los valores personales.
Alcanzan logros intelectuales, vocacionales y laborales que les permiten construir un proyecto de futuro.

La adolescencia en la sociedad actual

1. Adolescencia, familia y contexto


En la Edad Moderna, cuando el empleo era más estable, había más movilidad social, y los máximos valores
eran la familia y el trabajo, las familias eran más homogéneas, verticales y rígidas.

Hoy en día, las expectativas familiares para con los hijos e hijas varían según el lugar donde está insertado
ese/a adolescente en particular, su clase social y su cultura.

Así, las familias difieren según:

 El nivel cultural, referido a la red de significaciones o formas de entender la realidad que le sirve
para organizar y actuar en su vida diaria,
 El nivel educativo, en relación con el manejo de los conocimientos y con sus reglas de conducta,
 El nivel económico
 Su funcionamiento: grado de cohesión, adaptabilidad.

Las diferentes expectativas familiares y sociales generan diversidad de posibilidades, dan un sentido
distinto del vivir a cada uno de sus descendientes y, a veces, favorecen un sentimiento de angustia e
incertidumbre.

Los nuevos roles del hombre y de la mujer en el mundo globalizado han provocado una nueva
comprensión del matrimonio, del trabajo de la mujer y de los recursos alternativos del cuidado del niño.
El tamaño de la familia, en nuestra sociedad en general, se ha reducido significativamente.
El divorcio y el nuevo matrimonio son nuevas alternativas que enfrentan los hijos. El empleo de la madre
obliga, en algunos estratos sociales, a que los niños sean cuidados por extraños, en otros, por familiares
adultos, y, en otros, por los hermanos. El rol del padre se ha ido desdibujando, su autoridad es cuestionada
por la mujer y por sus descendientes, y la situación se agrava al perder su trabajo y su rol de proveedor.

Los cambios fundamentales en la familia en el mundo globalizado son la disociación entre la conyugalidad
y la filiación. En la familia tradicional, estos dos vínculos eran indisolubles.

Las configuraciones familiares existentes son múltiples, entre ellas se encuentran aquellas conformadas
por los padres e hijos, y otras que se constituyen en hogares monoparentales. Las mujeres solas con hijos
tienen mayor dificultad en su crianza, pero las que padecen una mayor sobrecarga física y psicológica son
las que, además, se encuentran en situación de pobreza (Tuñón I.).

Los diferentes procesos de crianza y de sociabilización impactan en el desarrollo infantil y del adolescente.
De la familia, depende la elección de la escuela primaria, y tanto hogar como escuela influirán en la
elección de las redes sociales y virtuales en la adolescencia. No es lo mismo, cursar los años escolares sin
estímulo ni interés por parte de los padres, que hacerlo bajo la mirada afectuosa de la familia y en
interacción con pares en la misma escuela y en otras actividades recreativas, deportivas o artísticas.

I. Tuñón refiere que los adolescentes de 13 a 17 años se hallan en situación de déficit en el proceso de
sociabilización si registran al menos dos de las siguientes situaciones: adolescentes que no tienen hábito
de lectura; adolescentes que no acceden a Internet; adolescentes que no realizan actividad deportiva y
cultural extraescolar; adolescentes que desertan o que se encuentran rezagados en la escuela.

Hay familias, que por su estilo de vida, promueven una maternidad temprana, mientras que otras esperan
que sus hijos e hijas terminen los estudios, se instalen en sus trabajos y, recién después, que planeen la
conformación de una familia.

Entre los y las adolescentes, según Di Segni Obiols, «hay quienes se sienten identificados con sus
familiares, otros, son extranjeros en su propia casa». Crecen en un mundo mucho más complicado que el
de sus abuelos, un mundo en el que las oportunidades de contacto, constancia y permanencia resultan
poco frecuentes.

2. Adolescencia, sexualidad y género


Los cambios corporales, influenciados entre otros factores por las hormonas, y los mandatos sociales y
culturales inciden en la construcción de la identidad de varones y de mujeres. La sexualidad en la
adolescencia se potencia a partir de las nuevas sensaciones corporales y, al decir de Francoise Dolto, se
produce una mutación, por la cual dejan de ser las figuras parentales el centro de la existencia y adquieren
relevancia los pares, los ídolos del mundo cultural y otros adultos. Se ve así facilitada la salida exogámica
y, cuando «la angustia de los padres no le produce ningún efecto inhibidor», la sexualidad adolescente
puede alcanzar su madurez adulta.

La sexualidad es más que el funcionamiento genital, tiene que ver con estilos de vida, roles sexuales y
formas de relacionarse con el entorno. Incluye intercambio afectivo, comunicación, preocupación por las
necesidades del otro, crecimiento mutuo a través de la relación. La capacidad de intimar, de
comprometerse amorosamente con el otro y de armar un proyecto en común se adquiere en la
adolescencia tardía.

El concepto de género está relacionado con el imaginario colectivo que asigna distintos roles y funciones
a mujeres y a varones: qué se asocia a lo femenino y qué, a lo masculino. Se acostumbraba asignar a lo
masculino calificativos de fuerza, ser dinámico, trabajador, proveedor, tener una vida pública
independiente y competente, agresividad en los encuentros sexuales y contención de emociones. Lo
femenino se asociaba a delicadeza, vida hogareña, a lo nutricio y a la educación, con énfasis en las
relaciones interpersonales; la experiencia de vida de las mujeres se inscribía más en lo privado. Su rol era
atender, cuidar, reasegurar, curar. Era valorada la virginidad en las mujeres y la virilidad en los hombres.
Con el advenimiento de la revolución industrial, los avances del psicoanálisis, el cambio social de la mujer
y la aparición de los anticonceptivos, las pautas sociales y los valores se modificaron. La procreación dejó
de ser el fin principal de la sexualidad, y adquirieron preeminencia la búsqueda del placer, el amor y la
comunicación afectiva. La concepción de género se fue modificando, y los roles pasaron a ser
complementarios.

BIBLIOGRAFIA:

 Pasqualini D., Llorens A. Salud y Bienestar de Adolescentes y Jóvenes: Una mirada integral. Cap.
1 Los y las adolescentes, pág. (27 – 30). Buenos Aires. 2010. ISBH 978-950-710-123-6

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