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ACTIVIDADES SOBRE EL REALISMO LITERARIO. 4º ESO. Unidad 3. Prof. Jesús Huerta.

1.- Fíjate en el siguiente cuadro titulado El vagón de


tercera clase. Señala los elementos del Realismo que
observes en él.

2.-Colocale un nuevo título.

3.- Completa el siguiente cuadro.

Romanticismo Realismo y Naturalismo.

Fechas
Visión del
mundo

Punto de vista del


narrador
Fundamentos
filosóficos

Recursos
estilísticos.
Tipos de novelas

Autores y obras

4.- Lee atentamente este texto la novela Pepita Jiménez de Juan Valera y localiza cual es la profesión del
narrador.
Mi padre no está más adelantado ni ha salido mejor librado, según dicen, que los demás pretendientes; pero Pepita,
para cumplir el refrán de que no quita lo cortés a lo valiente, se esmera en mostrarle la amistad más franca,
afectuosa y desinteresada. Se deshace con él en obsequios y atenciones; y, siempre que mi padre trata de hablarle
de amor, le pone a raya echándole un sermón dulcísimo, trayéndole a la memoria sus pasadas culpas y tratando de
desengañarle del mundo y de sus pompas vanas.
Confieso a Vd. que empiezo a tener curiosidad de conocer a esta mujer; tanto oigo hablar de ella. No creo que mi
curiosidad carezca de fundamento, tenga nada de vano ni de pecaminoso; yo mismo siento lo que dice Pepita; yo
mismo deseo que mi padre, en su edad provecta, venga a mejor vida, olvide y no renueve las
agitaciones y pasiones de su mocedad, y llegue a una vejez tranquila, dichosa y honrada.
Sólo difiero del sentir de Pepita en una cosa; en creer que mi padre, mejor que quedándose
soltero, conseguiría esto casándose con una mujer digna, buena y que le quisiese. Por esto
mismo deseo conocer a Pepita y ver si ella puede ser esta mujer, pesándome ya algo, y tal
vez entre en esto cierto orgullo de familia, que si es malo quisiera desechar, los desdenes,
aunque melifluos y afectuosos, de la mencionada joven viuda.

Si tuviera yo otra condición, preferiría que mi padre se quedase soltero. Hijo único
entonces, heredaría todas sus riquezas, y, como si dijéramos, nada menos que el
cacicato de este lugar; pero Vd. sabe bien lo firme de mi resolución.
Aunque indigno y humilde, me siento llamado al sacerdocio, y los bienes de la tierra
hacen poca mella en mi ánimo. Si hay algo en mí del ardor de la juventud y de la
vehemencia de las pasiones propias de dicha edad, todo habrá de emplearse en dar
pábulo a una caridad activa y fecunda. Hasta los muchos libros que Vd. me ha dado a
leer y mi conocimiento de la historia de las antiguas civilizaciones de los pueblos del Asia unen en mí la
curiosidad científica al deseo de propagar la fe, y me convidan y excitan a irme de misionero al remoto Oriente. Yo
creo que, no bien salga de este lugar, donde Vd. mismo me envía a pasar algún tiempo con mi padre, y no bien me
vea elevado a la dignidad del sacerdocio, y aunque ignorante y pecador como soy, me sienta revestido por don
sobrenatural y gratuito, merced a la soberana bondad del Altísimo, de la facultad de perdonar los pecados y de la
misión de enseñar a las gentes, y reciba el perpetuo y milagroso favor de traer a mis manos impuras al mismo Dios
humanado, dejaré a España y me iré a tierras distantes a predicar el Evangelio. [...]

4.1- Resume este texto. ¿Podrías decir a qué género narrativo pertenece?
4.2- Fíjate en los personajes y descríbelos brevemente.
4.3- En este fragmento el autor nos da a entender algo que no se dice pero que se presiente que tiene que ver
con la relación que existe y que existirá posteriormente entre los personajes. ¿De qué se trata? ¿Cómo lo
hace el autor? Localiza el recurso que utiliza sobre el texto

5.- La obra E l s o m b r e r o d e t r e s p ic o s de Pedro Antonio de Alarcon no


encaja exactamente en el Realismo, sin embargo sí refleja ciertos elementos
como la profundidad en la descripción sicológica de los personajes. Localiza la
descripción en este fragmento y explica con tus palabras cómo era el Molinero y
su relación con su mujer.
El fondo de la felicidad
Adorábanse, sí, locamente el Molinero y la Molinera, y aún se hubiera creído que ella lo quería más a él que él a
ella, no obstante ser él tan feo y ella tan hermosa. Dígolo porque la señá Frasquita solía tener celos y pedirle
cuentas al tío Lucas cuando éste tardaba mucho en regresar de la ciudad o de los pueblos adonde iba por grano,
mientras que el tío Lucas veía hasta con gusto las atenciones de que era objeto la señá Frasquita por parte de los
señores que frecuentaban el molino; se ufanaba y regocijaba de que a todos les agradase tanto como a él, y, aunque
comprendía que en el fondo del corazón se la envidiaban algunos de ellos, la codiciaban como simples mortales y
hubieran dado cualquier cosa porque fuera menos mujer de bien, la dejaba sola días enteros sin el menor cuidado,
y nunca le preguntaba luego qué había hecho ni quién había estado allí durante su ausencia...
No consistía aquello, sin embargo, en que el amor del tío
Lucas fuese menos vivo que el de la señá Frasquita. Consistía
en que él tenía más confianza en la virtud de ella que ella en la
de él; consistía en que él la aventajaba en penetración, y sabía
hasta qué punto era amado y cuánto se respetaba su mujer a sí
misma; y consistía principalmente en que el tío Lucas era todo
un hombre: un hombre como el de Shakespeare, de pocos e
indivisibles sentimientos; incapaz de dudas; que creía o moría;
que amaba o mataba; que no admitía gradación ni tránsito
entre la suprema felicidad y el exterminio de su dicha.
Era, en fin, un Otelo de Murcia, con alpargatas y montera, en
el primer acto de una tragedia posible...
Pero ¿a qué estas notas lúgubres en una tonadilla alegre? ¿A qué estos relámpagos fatídicos en una atmósfera tan
serena? ¿A qué estas actitudes melodramáticas en un cuadro de género? Vais a saberlo inmediatamente.

5.1- ¿A quién se dirige el narrador? Señala la parte del texto donde esto se hace más patente ¿Podrías decir
a qué género narrativo pertenece?
5.2- ¿Qué crees que sucederá a continuación? Realiza una breve redacción
inventando el desarrollo y el final de esta novela.
5.3- Averigua quien fue Shakespeare, y cuéntales a tus compañeros de que
trata la obra de Otelo.

6.- El siguiente texto es de Vicente Blasco Ibáñez. Se trata de uno de los autores que mejore reflejaron el
realismo del XIXen el Estado Español. ¿Podrías decir a partir del texto en que comunidad autónoma nació?
Desde Cullera a Sagunto, en toda la valenciana vega no había pueblo ni poblado donde no fuese conocido. Apenas
su dulzaina sonaba en la plaza, los muchachos corrían desalados, las comadres llamábanse unas a otras con
ademán gozoso y los hombres abandonaban la taberna. -¡Dimoni!... ¡Ya está ahí Dimoni! Y él, con los carrillos
hinchados, la mirada vaga perdida en lo alto y resoplando sin cesar en la picuda dulzaina, acogía la rústica ovación
con la indiferencia de un ídolo. Era popular y compartía la general admiración con aquella dulzaina vieja,
resquebrajada, la eterna compañera de sus correrías, la que, cuando no rodaba en los pajares o bajo las mesas de
las tabernas, aparecía siempre cruzada bajo el sobaco, como si fuera un nuevo miembro creado por la Naturaleza
en un acceso de filarmonía. Las mujeres que se burlaban de aquel insigne perdido habían hecho un
descubrimiento. Dimoni era guapo. Alto, fornido, con la cabeza esférica, la frente elevada, el cabello al rape y la
nariz de curva audaz, tenía en su aspecto reposado y majestuoso algo que recordaba al patricio romano, pero no de
aquellos que en el período de austeridad vivían a la espartana y se robustecían en el campo de Marte, sino de los
otros, de aquellos de la decadencia, que en las orgías imperiales afeaban la hermosura de la raza

colorando su nariz con el bermellón del vino y deformado su perfil con la colgante sotabarba de la glotonería.
Dimoni era un borracho. (…) La taberna sentíase halagada por la presencia de un huésped que llevaba tras sí la
concurrencia, e iban entrando los admiradores a bandadas; no habían bastantes manos para llenar porrones,
esparcíase por el ambiente un denso olor de lana burda y sudor de pies, y a la luz del humoso quinqué veíase a la
respetable asamblea, sentados unos en los cuadrados taburetes de algarrobo con asiento de esparto y otros en
cuclillas en el suelo, sosteniéndose con fuertes manos las abultadas mandíbulas, como si éstas fueran a
desprenderse de tanto reír. Todas las miradas estaban fijas en Dimoni y su dulzaina. -¡La abuela! ¡Fes l'agüela! Y
Dimoni sin pestañear, como si no hubiera oído la petición general, comenzaba a imitar con su dulzaina el gangoso
diálogo de dos viejas con tan grotescas inflexiones, con pausas tan
oportunas, que una carcajada brutal e interminable conmovía la
taberna, despertando a las caballerías del inmediato corral, que unían a
la barahúnda sus agudos relinchos. Después le pedían que imitase a la
Borracha, una mala piel que iba de pueblo en pueblo vendiendo
pañuelos y gastándose las ganancias en aguardiente. Y lo mejor del
caso es que casi siempre estaba presente la aludida y era la primera en
reírse de la gracia con que el dulzainero imitaba sus chillidos al
pregonar la venta y las riñas con las compradoras. Pero, cuando se
agotaba el repertorio burlesco, Dimoni, soñoliento por la digestión de
alcohol, lanzábase en su mundo imaginario, y ante su público,
silencioso y embobado, imitaba la charla de los gorriones, el murmullo
de los campos de trigo en los días de viento, el lejano sonar de las
campanas, todo lo que le sorprendía cuando, por las tardes, despertaba en medio del campo sin comprender cómo
le había llevado allí la borrachera pillada en la noche anterior. Aquellas gentes rudas no se sentían ya capaces de
burlarse de Dimoni, de sus soberbias chispas ni de los repelones que hacía sufrir al tamborilero. El arte, algo
grosero, pero ingenuo y genial, de aquel bohemio rústico, causaba honda huella en sus almas vírgenes, y miraban
con asombro al borracho, que, al compás de los arabescos impalpables que trazaba con su dulzaina, parecía
crecerse, siempre con la mirada abstraída, grave vieja, sin abandonar su instrumento más que para coger el porrón
y acariciar su seca lengua con el gluglú del hilillo de vino. Y así estaba siempre. Costaba gran trabajo sacarle una
palabra del cuerpo. De él sabíase únicamente, por el rumor de su popularidad, que era de Benicófar, que allá vivía,
en una casa vieja, que conservaba aún porque nadie le daba dos cuartos por ella, y que se había bebido, en unos
cuantos años dos machos, un carro y media docena de campos que heredó de su madre. ¿Trabajar? No, y mil veces
no. Él había nacido para borracho. Mientras tuviese la dulzaina en las manos no le faltaría pan, y dormía como un
príncipe cuando, terminada una fiesta, y después de soplar y beber toda la noche, caía como un fardo en un rincón
de la taberna o en un pajar del campo, y el pillete tamborilero, tan ebrio como él, se acostaba a sus pies cual un
perrillo obediente.

6.1- Indica los rasgos del Realismo que aparecen en este


texto.
6.2- Localiza en el texto todas las descripciones que
encuentres. ¿Qué tipos de personajes y lugares se
describen? ¿Están idealizados? Razona tu respuesta.
6.3- Según el autor, cómo puede escapar Dimoni de la marginalidad en la que vive. ¿Por qué no cambia de
vida entonces? Razona tu respuesta.
6.4- ¿Qué recurso utiliza el autor para reflejar el habla de los personajes?
6.5- Averigua la relación que existe entre el valenciano y el catalán, y explica brevemente la polémica que
existe al respecto. ¿Crees que esta situación se da en otras lenguas?

7.- Observa la siguiente descripción con la que empieza La Regenta de Leopoldo Alas Clarín. ¿Nos muestra
una ciudad rápida o tranquila? Divide este texto en partes y resúmelas.
La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba
las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no
había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas
y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina
revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el
aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas
migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón,
parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas,
dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de
los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había
pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para
años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.

7.1- Teniendo en cuenta el ejercicio anterior deduce: ¿Para qué se utilizan


las descripciones dentro de la narración?
7.2- Averigua dónde está Vetusta.

8.- Lee esta descripción física del Magistral. ¿Qué sensación te transmite el autor? ¿Cómo lo consigue?
Localiza los fragmentos del texto donde el Clarín nos transmite esas sensaciones.
En efecto, su tez blanca tenía los reflejos del estuco. En los pómulos, un
tanto avanzados, bastante para dar energía y expresión característica al
rostro, sin afearlo, había un ligero encarnado que a veces tiraba al color
del alzacuello y de las medias. No era pintura, ni el color de la salud, ni
pregonero del alcohol; era el rojo que brota en las mejillas al calor de
palabras de amor o de vergüenza que se pronuncian cerca de ellas,
palabras que parecen imanes que atraen el hierro de la sangre. Esta
especie de congestión también la causa el orgasmo de pensamientos del
mismo estilo: En los ojos del Magistral, verdes, con pintas que parecían
polvo de rapé, lo más notable era la suavidad de liquen; pero en
ocasiones, de en medio de aquella crasitud pegajosa salía un resplandor
punzante, que era una sorpresa desagradable, como una aguja en una
almohada de plumas. Aquella mirada la resistían pocos; a unos les daba
miedo, a otros asco; pero cuando algún audaz la sufría, el Magistral la humillaba cubriéndola con el telón carnoso
de unos párpados anchos, gruesos, insignificantes, como es siempre la carne informe. La nariz larga, recta, sin
corrección ni dignidad, también era sobrada de carne hacia el extremo y se inclinaban como árbol bajo el peso de
excesivo fruto. Aquella nariz era la obra muerta en aquel rostro todo expresión, aunque estricto en griego, porque
no era fácil leer y traducir lo que el Magistral sentía y pensaba. Los labios, largos y delgados, finos, pálidos,
parecían obligados a vivir comprimidos por la barba, que tendía a subir, amenazando para la vejez, aún lejana,
entablar relaciones con la punta de la nariz claudicante. Por entonces no daba al rostro este defecto apariencia de
vejez, sino expresión de prudencia de la que toca en cobarde hipocresía y anuncia frío y calculador egoísmo. Podía
asegurarse que aquellos labios guardaban como un tesoro la mejor palabra, la que jamás se pronuncia. […]Vetusta
era su pasión y su presa. Mientras los demás le tenían por sabio teólogo, filósofo y jurisconsulto, él estimaba sobre
todas su ciencia de Vetusta. La conocía palmo a palmo, por dentro y por fuera, por el alma y por el cuerpo, había
escudriñado los rincones de las conciencias y los rincones de las casas. Lo que sentía en presencia de la heroica
ciudad era gula; hacía su anatomía, no como el fisiólogo que sólo quiere estudiar, sino como el gastrónomo que
busca los bocados apetitosos; no aplicaba el escalpelo sino el trinchante.

8.1- ¿Por qué crees tú que el magistral tiene ese control de la ciudad de Vetusta? Razona tu respuesta.

9.- Observa el siguiente fragmento de La Regenta y resúmelo.


–Pero, ¿y si él se empeña en que vaya?
–Es muy débil... si insistimos, cederá.
–¿Y si no cede, si se obstina?
–Pero, ¿por qué?
–Porque... es así. No sé quién se lo ha metido por la cabeza, dice que le pongo
en ridículo si no voy... Y nos alude... habla del que tiene la culpa de esto... dice
que él no es amo de su casa, que se la gobiernan desde fuera... Y después, que
la Marquesa está ya algo fría con nosotros por causa de tantos desaires... ¡qué
sé yo!
–Bien, pues si todavía se obstina... entonces... tendremos que ir a ese baile
dichoso. No hay que enfadarle. Al fin es quien es. Y el otro ¿anda con él? ¿Tan
amigotes siempre?
–Ya se sabe que a casa no le lleva...
–¿Y es de etiqueta el baile?
–Creo... que sí...
–¿Hay que ir escotada?
–Ps... no. Aquí la etiqueta es para los hombres. Ellas van como quieren; algunas completamente subidas.
–Nosotros iremos... subidos ¿eh?
–Sí, es claro... ¿Cuándo toca la catedral? ¿Pasado? Pues pasado iré a la capilla con el vestido que he de llevar al
baile.
–¿Cómo puede ser eso?...
–Siendo... son cosas de mujer, señor curioso. El cuerpo se separa de la falda... y como pienso ir obscura... puedo
llevar el cuerpo a confesar... y veremos el cuello al levantar la mantilla. Y quedaremos satisfechos.
–Así lo espero.
Don Fermín quedó satisfecho del vestido, aunque no de que fuéramos al baile. El vestido, según pudo entrever
acercando los ojos a la celosía del confesionario, era bastante subido, no dejaba ver más que un ángulo del pecho
en que apenas cabía la cruz de brillantes, que Ana llevó también a la Iglesia para que se viera cómo hacía el
conjunto.

9.1- ¿Qué personajes aparecen?


9.2- La Regenta representa un personaje guiado en múltiples ocasiones por la doble moral. Justifica y
explica a partir del texto esta afirmación.

10.- Fíjate en el siguiente fragmento. Explica que sucede en


él. ¿Crees que se produce algún cambio en Ana?
Había comenzado aquel paseo años atrás como una especie de
parodia; imitaban las muchachas del pueblo los modales, la voz,
las conversaciones de las señoritas, y los obreros jóvenes se
fingían caballeros, cogidos del brazo y paseando con afectada
jactancia. Poco a poco la broma se convirtió en costumbre y
merced a ella la ciudad solitaria, triste de día, se animaba al
comenzar la noche, con una alegría exaltada, que parecía una
excitación nerviosa de toda la «pobretería», como decían los
tertulios de Vegallana. Era la fuerza de los talleres que salía al
aire libre; los músculos se movían por su cuenta, a su gusto,
libres de la monotonía de la faena rutinaria. Cada cual, además, sin darse cuenta de ello, estaba satisfecho de haber
hecho algo útil, de haber trabajado. Las muchachas reían sin motivo, se pellizcaban, tropezaban unas con otras, se
amontonaban, y al pasar los grupos de obreros crecía la algazara; había golpes en la espalda, carcajadas de malicia,
gritos de mentida indignación, de falso pudor, no por hipocresía, sino como si se tratara de un paso de comedia.
Los remilgos eran fingidos, pero el que se propasaba se exponía a salir con las mejillas ardiendo. Las virtudes que
había allí sabían defenderse a bofetadas. En general, se movía aquella multitud con cierto orden. Se paseaba en
filas de ida y vuelta. Algunos señoritos se mezclaban con los grupos de obreros. A ellas les solía parecer bien un
piropo de un estudiante o de un hortera; pero la indignación fingida era mayor cuando un levita se propasaba y
siempre acompañaba a la protesta del pudor el sarcasmo. Aquellas jóvenes, que no siempre estaban seguras de
cenar al volver a casa, insultaban al transeúnte que las llamaba hermosas, suponiendo que el futraque tenía
carpanta, o sea hambre […] Los grupos se abrían para dejar paso a la Regenta. Los mozalbetes más osados
acercaban a ella el rostro con cierta insolencia, pero la belleza bondadosa de aquella cara de María Santísima les
imponía admiración y respeto […]Alguna otra vez había pasado la Regenta por allí a tales horas, pero en esta
ocasión, con una especie de doble vista, creía ver, sentir allí, en aquel montón de ropa sucia, en el mismo olor
picante de la chusma, en la algazara de aquellas turbas, una forma de placer del amor; del amor que era por lo
visto una necesidad universal. También había cuchicheos secretos, al oído, entre aquel estrépito; rostros lánguidos,
ceños de enamorados celosos, miradas como rayos de
pasión... Entre aquel cinismo aparente de los diálogos, de los
roces bruscos, de los tropezones insolentes, de la brutalidad
jactanciosa, había flores delicadas, verdadero pudor,
ilusiones puras, ensueños amorosos que vivían allí sin
conciencia de los miasmas de la miseria.
Ana participó un momento de aquella voluptuosidad
andrajosa. Pensó en sí misma, en su vida consagrada al
sacrificio, a una prohibición absoluta del placer, y se tuvo
esa lástima profunda del egoísmo excitado ante las propias
desdichas. «Yo soy más pobre que todas estas. Mi criada
tiene a su molinero que le dice al oído palabras que le
encienden el rostro; aquí oigo carcajadas del placer que
causan emociones para mí desconocidas...».

10.1- Si observas atentamente la descripción podrás ver como hay unas sensaciones que están presentes en
el pueblo y que la protagonista envidia. Razona cuál es y señala los fragmentos donde aparece.

10.2- Ya hemos estudiado múltiples descripciones realistas…Ahora te toca a ti. Describe en al menos diez
líneas tus sensaciones al caminar por uno de los pasillos del instituto a la hora de volver a clase desde el
patio. Toma como referencia este último fragmento que hemos leído. No olvides que eres un escritor/a
realista.

11.- Lee este fragmento de Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdos y realiza un pequeño dibujo
que represente los movimientos de las dos armadas.
Desde que salimos de Cádiz -dijo Malespina-,
Churruca tenía el presentimiento de este gran desastre. Él había
opinado contra la salida, porque conocía la inferioridad de
nuestras fuerzas, y además confiaba poco en la inteligencia del
jefe Villeneuve. Todos sus pronósticos han salido ciertos;
todos, hasta el de su muerte, pues es indudable que la presentía,
seguro como estaba de no alcanzar la victoria. El 19 dijo a su
cuñado Apodaca: «Antes que rendir mi navío, lo he de volar o
echar a pique. Este es el deber de los que sirven al Rey y a la
patria». El mismo día escribió a un amigo suyo, diciéndole: «Si
llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he
muerto».
Ya se conocía en la grave tristeza de su semblante que
preveía un desastroso resultado. Yo creo que esta certeza y la imposibilidad material de evitarlo, sintiéndose con
fuerzas para ello, perturbaron profundamente su alma, capaz de las grandes acciones, así como de los grandes
pensamientos.
Churruca era hombre religioso, porque era un hombre superior. El 21, a las once de la mañana, mandó
subir toda la tropa y marinería; hizo que se pusieran de rodillas, y dijo al capellán con solemne acento: «Cumpla
usted, padre, con su ministerio, y absuelva a esos valientes que ignoran lo que les espera en el combate. Concluida
la ceremonia religiosa, les mandó poner en pie, y hablando en tono persuasivo y firme, exclamó: «¡Hijos míos: en
nombre de Dios, prometo la bienaventuranza al que muera cumpliendo con sus deberes! Si alguno faltase a ellos,
le haré fusilar inmediatamente, y si escapase a mis miradas o a las de los valientes oficiales que tengo el honor de
mandar, sus remordimientos le seguirán mientras arrastre el resto de sus días miserable y desgraciado.
Esta arenga, tan elocuente como sencilla, que hermanaba el cumplimiento del deber militar con la idea
religiosa, causó entusiasmo en toda la dotación del Nepomuceno. ¡Qué lástima de valor! Todo se perdió como un
tesoro que cae al fondo del mar. Avistados los ingleses, Churruca vio con el mayor desagrado las primeras
maniobras dispuestas por Villeneuve, y cuando éste hizo señales de que la escuadra virase en redondo, lo cual,
como todos saben, desconcertó el orden de batalla, manifestó a su segundo que ya consideraba perdida la acción
con tan torpe estrategia. Desde luego comprendió el aventurado plan de Nelson, que consistía en cortar nuestra
línea por el centro y retaguardia, envolviendo la escuadra combinada y batiendo parcialmente sus buques, en tal
disposición, que éstos no pudieran prestarse auxilio.
El Nepomuceno vino a quedar al extremo de la línea. Rompiose el fuego entre el Santa Ana y Royal
Sovereign, y sucesivamente todos los navíos fueron entrando en el combate. Cinco navíos ingleses de la división
de Collingwood se dirigieron contra el San Juan; pero dos de ellos siguieron adelante, y Churruca no tuvo que
hacer frente más que a fuerzas triples.
Nos sostuvimos enérgicamente contra tan superiores enemigos
hasta las dos de la tarde, sufriendo mucho; pero devolviendo doble
estrago a nuestros contrarios. El grande espíritu de nuestro heroico jefe
parecía haberse comunicado a soldados y marineros, y las maniobras, así
como los disparos, se hacían con una prontitud pasmosa. La gente de leva
se había educado en el heroísmo, sin más que dos horas de aprendizaje, y
nuestro navío, por su defensa gloriosa, no sólo era el terror, sino el
asombro de los ingleses.
Estos necesitaron nuevos refuerzos: necesitaron seis contra uno.
Volvieron los dos navíos que nos habían atacado primero, y el
Dreadnoutgh se puso al costado del San Juan, para batirnos a medio tiro
de pistola. Figúrense ustedes el fuego de estos seis colosos, vomitando
balas y metralla sobre un buque de 74 cañones. Parecía que nuestro navío se agrandaba, creciendo en tamaño,
conforme crecía el arrojo de sus defensores. Las proporciones gigantescas que tomaban las almas, parecía que las
tomaban también los cuerpos; y al ver cómo infundíamos pavor a fuerzas seis veces superiores, nos creíamos algo
más que hombres.
Entre tanto, Churruca, que era nuestro pensamiento, dirigía la acción con serenidad asombrosa.
Comprendiendo que la destreza había de suplir a la fuerza, economizaba los tiros, y lo fiaba todo a la buena
puntería, consiguiendo así que cada bala hiciera un estrago positivo en los enemigos. A todo atendía, todo lo
disponía, y la metralla y las balas corrían sobre su cabeza, sin que ni una sola vez se inmutara. Aquel hombre,
débil y enfermizo, cuyo hermoso y triste semblante no parecía nacido para arrostrar escenas tan espantosas, nos
infundía a todos misterioso ardor, sólo con el rayo de su mirada.
Pero Dios no quiso que saliera vivo de la terrible porfía. Viendo que no era posible hostilizar a un navío
que por la proa molestaba al San Juan impunemente, fue él mismo a apuntar el cañón, y logró desarbolar al
contrario. Volvía al alcázar de popa, cuando una bala de cañón le alcanzó en la pierna derecha, con tal acierto, que
casi se la desprendió del modo más doloroso por la parte alta del muslo. Corrimos a sostenerlo, y el héroe cayó en
mis brazos. ¡Qué terrible momento! Aún me parece que siento bajo mi mano el violento palpitar de un corazón,
que hasta en aquel instante terrible no latía sino por la patria. Su decaimiento físico fue rapidísimo: le vi
esforzándose por erguir la cabeza, que se le inclinaba sobre el pecho, le vi tratando de reanimar con una sonrisa su
semblante, cubierto ya de mortal palidez, mientras con voz apenas alterada, exclamó: Esto no es nada. Siga el
fuego.
Su espíritu se rebelaba contra la muerte, disimulando el fuerte dolor de un cuerpo mutilado, cuyas
postreras palpitaciones se extinguían de segundo en segundo. Tratamos de bajarle a la cámara; pero no fue posible
arrancarle del alcázar. Al fin, cediendo a nuestros ruegos, comprendió que era preciso abandonar el mando. Llamó
a Moyna, su segundo, y le dijeron que había muerto; llamó al comandante de la primera batería, y éste, aunque
gravemente herido, subió al alcázar y tomó posesión del mando.
11.1- ¿Cuál fue el error de Villeneuve?
11.2- ¿Quién dirige la armada inglesa? ¿Cuál es su plan?
11.3- ¿Crees que es una narración realista? Explica y localiza los fragmentos que defiendan tu tesis.
11.4- Busca información sobre la batalla de Trafalgar y cuéntales a tus compañeros cómo terminó la
refriega.
11.5- Visita las siguientes direcciones de internet donde encontrarás un simulación muy interesante sobre la
batalla explicada en el texto:
http://www.youtube.com/watch?v=lN8dvWQbb8s.

http://www.youtube.com/watch?v=3fcKfyER5jo&feature=fvw
11.6- Compara el texto de Pérez Galdós con el fragmento de Cabo Trafalgar (2004), de Arturo Pérez
Reverte:

12.- Tras leer el siguiente texto, explica con tus palabras de qué trata.
Al amparo de la esquina, como ladrón o asesino que acecha el descuidado paso del caminante, Villaamil alargaba
el pescuezo para vigilar sin que le vieran. Propiamente, su cuerpo estaba en la plazuela de las Comendadoras y su
cabeza en la calle de Quiñones; su flácido cuello, dotado de prodigiosa elasticidad, se doblaba sobre el ángulo
mismo. «Allá sale el ínclito Ponce, de estampía. De seguro han ido a casa de Pantoja, al café, a todos los sitios que
acostumbro frecuentar... Ese que llega echando los bofes me parece que es Federico Ruiz. De fijo viene de la
prevención o del juzgado de guardia... Habrá salido a averiguar...
¡Pobrecitos, qué trabajo se toman! Y cuánto gozo yo viéndoles
tan afanados, y considerando a las Miaus tan aturdiditas...
Fastidiarse; y usted, doña Pura de los infiernos, trague ahora la
cicuta; que durante treinta años la he estado tragando yo sin
quejarme... ¡Ah!, alguien sale y viene hacia acá... Me parece que
es Ponce otra vez. Agazapémonos en este portal... Sí, él es...
(viendo al crítico atravesar la plazuela de las Comendadoras). ¿A
dónde irá? Quizá a casa de Cabrera. Trabajo te mando... ¿Habrá
bobo igual? No, no me encontraréis; no me atraparéis, no me
privaréis de esta santa libertad que ahora gozo, ¡bendito sea!, ni
aunque revolváis al mundo entero me daréis caza, estúpidos.
¿Qué se pretende? (amenazando con el puño a un ser invisible) ¿que vuelva yo al poder de Pura y Milagros, para
que me amarguen la vida con aquel continuo pedir de dinero, con su desgobierno y su majadería y su presunción?
No; ya estoy hasta aquí; se colmó el vaso... Si sigo con ellas me entra un día la locura, y con este revólver... con
este revólver (cogiendo el mango del arma dentro del bolsillo y empuñándolo con fuerza) las despacho a todas...
Más vale que me despache yo, emancipándome y yéndome con Dios... ¡Ah! Pura, Purita, se acabó el suplicio.
Hinca tus garras en otra víctima. Ahí tienes a Ponce con dinero fresco; cébate en él... ahí me las den todas...
¡Cuánto me voy a reír...! Porque esta doña Pura es atroz, querido Ponce, y como se encuentre con barro a mano, se
armó la fiesta, y mesa y ropa y todo ha de ser de lo más fino, sin considerar que mañana faltará la condenada
libreta... ¡Ay, Dios mío!, el último de los artesanos, el triste mendigo de las calles me han causado envidia en esta
temporada; así como ahora, desahogado y libre, no me cambio por el Rey, no, no me cambio; lo digo con toda el
alma.
12.1- ¿Cómo se encuentra Villaamil nerviosos o en calma? Localiza los
elementos lingüísticos que utiliza el autor para expresar el estado de
ánimo del personaje.
12.2- Villaamil representa los valores propios de la burguesía atrapada
en una vieja doble moral. Crees que eso sigue ocurriendo en la
actualidad. Razona tu respuesta.

13.- Lee atentamente este cuento de Emilia Pardo Bazán.


El pañuelo
Cipriana se había quedado huérfana desde aquella vulgar desgracia que nadie olvida en el
puerto de Areal: una lancha que zozobra, cinco infelices ahogados en menos que se
cuenta... Aunque la gente de mar no tenga asegurada la vida, ni se alabe de morir siempre
en su cama, una cosa es eso y otra que menudeen lances así. La racha dejó sin padres a más
de una docena de chiquillos; pero el caso es que Cipriana tampoco tenía madre. Se
encontró a los doce años sola en el mundo..., en el
reducido y pobre mundo del puerto.
Era temprano para ganarse el pan en la próxima villa de Marineda; tarde para que
nadie la recogiese. ¡Doce años! Ya podía trabajar la mocosa... Y trabajó, en
efecto. Nadie tuvo que mandárselo. Cuando su padre vivía, la labor de Cipriana
estaba reducida a encender el fuego, arrimar el pote a la lumbre, lavar y retorcer
la ropa, ayudar a tender las redes, coser los desgarrones de la camisa del
pescador. Sus manecitas flacas alcanzaban para cumplir la tarea, con diligencia y precoz
esmero, propio de mujer de su casa. Ahora, que no había casa, faltando el que traía a ella
la comida y el dinero para pagar la renta, Cirpriana se dedicó a servir. Por una
taza de caldo, por un puñado de paja de maíz que sirviese de lecho, por unas tejas y, sobre todo, por un poco de
calor de compañía, la chiquilla cuidaba de la lumbre ajena, lindaba las vacas ajenas, tenía en el Colo toda la tarde
un mamón ajeno, cantándole y divirtiéndole, para que esperase sin impaciencia el regreso de la madre.
Cuando Cipriana disponía de un par de horas, se iba a la playa. Mojando con delicia sus curtidos pies en las pozas
que deja al retirarse la marea, recogía mariscada, cangrejos, mejillones, lapas, nurichas, almejones, y vendía su
recolección por una o dos perrillas a las pescantinas que iban a Marineda. En un andrajo envolvía su tesoro y lo
llevaba siempre en el seno. Aquello era para mercar un
pañuelo de la cabeza... ¿qué se habían ustedes figurado? ¿Qué
no tenía Cipriana sus miajas de coquetería?
Sí, señor. Sus doce años se acercaban a trece, y en las pozas,
en aquella agua tan límpida y tan clara, que espejeaba al sol,
Cirpiana se había visto cubierta la cabeza con un trapo sucio...
El pañuelo es la gala de las mocitas en la aldea, su lujo, su
victoria. Lucir un pañuelo majo, de colorines, el día de la
fiesta; un pañuelo de seda azul y naranja... ¿Qué no haría la
chicuela por conseguirlo? Su padre se lo tenía prometido para
el primer lance bueno; ¡y quién sabe si el ansia de regalar a la
hija aquel pedazo de seda charro y vistoso había impulsado al
marinero a echarse a la mar en ocasión de peligro!
Sólo que, para mercar un pañuelo así, se necesita juntar mucha perrilla. Las más veces rehusaban las pescantinas la
cosecha de Cipriana. ¡Valiente cosa! ¿quién cargaba con tales porquerías? Si a lo menos fuesen unos percebitos
bien gordos y recochos, ahora que se acercaba la Cuaresma y los señores de Marineda pedían marisco a todo
tronar. Y señalando a un escollo que solía cubrir el oleaje, decían a Cipriana:
-Si apañas allí una buena cesta, te damos dos reales.
¡Dos reales! Un tesoro. Lo peor es que para ganarlo era menester andar listo. Aquel escollo rara vez y por tiempo
muy breve se veía descubierto. Los enormes percebes que se arracimaban en sus negros flancos disfrutaban de
gran seguridad. En las mareas más bajas, sin embargo, se podía llegar hasta él. Cipriana se armó de resolución;
espió el momento; se arremangó la saya en un rollo a la cintura, y provista de cuchillo y un poje o cesto
ligeramente convexo, echóse a patullar. ¿Qué podría ser? ¿Qué subiese la marea de prisa? Ella correría más... y se
pondría en salvo en la playa. Y descalza, trepando por las desigualdades del escollo, empezó, ayudándose con el
cuchillo, a desprender piñas de percebes. ¡Qué hermosura! Eran como dedos rollizos. Se ensangrentaba Cipriana
las manitas, pero no hacía caso. El poje se colmaba de piñas negras, rematadas por centenares de lívidas uñas...
Entre tanto subía la marea. Cuando venía la ola, casi no quedaba descubierto más que el pico del escollo. Cipriana
sentía en las piernas el frío glacial del agua. Pero seguía desprendiendo percebes: era preciso llenar el cesto a tope,
ganarse los dos reales y el pañuelo de colorines. Una ola furiosa la tumbó, echándola de cara contra la peña. Se
incorporó medio risueña, medio asustada... ¡Caramba, qué marea tan fuerte! Otra ola azotadora la volcó de
costado, y la tercera, la ola grande, una montaña líquida, la sorbió, la arrastró como a una paja, sin defensa, entre
un grito supremo. Hasta tres días después no salió a la playa el cuerpo de la huérfana.

13.1- Señala los rasgos del Realismo español que encuentras en este
cuento.

13.2- Localiza dos momentos del texto donde el narrador se dirige


directamente a los lectores. ¿Qué consigue la autora mediante este
procedimiento?
13.3- En este cuento Emilia Pardo Bazán profundiza en un tema muy
controvertido. Cipriana muere por conseguir un artículo de lujo como
son los percebes para el consumo de la clase media, es decir que los
privilegios de unos pocos se pagan con el sufrimiento de muchos.
¿Crees que esta situación se da en nuestros días?

14. A partir de estos tres mapas, intenta redactar a tu modo la evolución de la batalla de Trafalgar:

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