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l angosto camino serpentea a través de la densa selva, sólo parece am-
pliarse en los esporádicos claros, abiertos a fuerza de hacha y machete,
para albergar milpas de tierra roja; el camino ora sube, ora desciende por
las pedregosas laderas de los lomeríos bajos. Imperceptiblemente el pai-
saje fue cambiando, del sofocante paraje de arbustos espinosos y mato-
rrales bajos al iniciar la marcha, junto a la carretera, se fue tornando en bosque de den-
2| so follaje poblado por ceibas sagradas, álamos sexagenarios, cedros, ramones, zapotes y
otras especies tan altas como frondosas.
Cinco kilómetros de caminata y ya el calor y la humedad van haciendo mella en la
gente, pero, inopinadamente, sobre la ladera de una loma destacan los burdos perfiles
de antiguos artificios de piedra formando una suerte de barricadas o parapetos, vetus-
tos testigos de una época lejana de inseguridad y temor y que ahora advierten de la pro-
ximidad de nuestro destino. Unos pasos adelante el estrecho camino se abre en amplia
calle, flanqueada por albarradas de piedra patinada que hacia ambos lados se prolon-
gan para delimitar desolados predios y solares. De la calle principal se desprenden otras
más angostas, siempre enmarcadas por las bardas de lajas apiladas. Un enorme tronco
nos obliga a dejar la calle para aventurar por una brecha alterna y penetrar a través de
los solares. Entre el follaje se asoman numerosas plataformas bajas, muros, cimientos
de casas, pozos y pilas de agua. Armando Poot, nuestro guía maya, nos dice con cierto
orgullo y reverencia que ya llegamos, que ya estamos en “Lalcah”, el pueblo fantasma
de la selva, en el corazón de la zona maya de Quintana Roo.
El sitio se localiza a 5 km al sureste de la actual población de Tihosuco, municipio de
Felipe Carrillo Puerto en la porción central de Quintana Roo y cubre una superficie de
casi 1 km2; la traza es en retícula, cuyo centro está ocupado por una espaciosa plaza.
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Lalcah es un muy buen ejemplo de ese poten- o casa de gobierno. Cerca de la construcción se
cial de la región, pues es un espléndido pueblo yergue una enorme cruz de madera agrietada que
que conserva la traza colonial original, sin super- contrasta con el verdor de la hierba que la envuelve.
posiciones o adosamientos posteriores, porque Más adelante se abre el abismo de un enorme ce-
aquí la historia terminó de tajo en el siglo XIX. note de casi 30 m de diámetro y 15 m de tiro, cu-
Al continuar el recorrido avanzamos a través yas oscuras aguas se desvanecen en la amplitud de
de las calles abandonadas, examinamos los res- una caverna. Una albarrada delimita uno de sus
tos de las antiguas viviendas mayas, topamos con costados, como para separarlo de una pequeña ex-
una casa grande de sobria arquitectura colonial: planada en la que destaca un pozo con pretil de pie-
la fachada de gris aspecto por la pátina de los dra, cuyo tiro fue excavado a punta de barreta y pala.
años, lucía dos vanos de acceso, rematados por Junto a éste hay pilas de piedra para agua y gran-
cornisas sencillas y un diseño en forma de estre- des lajas calcáreas talladas para servir de lavadero.
lla por decoración. El cuarto es amplio y destaca El tiempo parece haberse detenido en este
la presencia de hamaqueros de madera todavía insólito lugar; todo está intacto, inmutable; pro-
empotrados en los muros; quizá se trate de la casa voca la sensación de que la gente, los antiguos
del encomendero o tal vez una suerte de alcaldía vecinos pudieran llegar en cualquier momento
para realizar las tareas cotidianas; casi parece No muy lejos del cenote topamos con el bro-
escucharse el sonido de la talla de ropa, el agua cal rectangular de una gran noria; aún se ven
corriendo y las animadas voces femeninas char- algunas vigas transversales sobre la boca, pero la
lando afablemente para aligerar la labor. rueda, el mecanismo para extraer agua, ha desa-
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40 m y una anchura de 14.20 m. Tiene cinco En el muro occidental, al lado norte del acce-
accesos: el principal (que mira hacia el oeste), so principal, destaca una escalinata de mam-
dos en la fachada norte y dos en la sur (en el postería, con planta en forma de “L”, que per-
centro de la fachada y junto al presbiterio). La mitía el ascenso a un tapanco ya desaparecido y
fachada principal es muy sobria; se trata de un que hacía las veces de coro. La escalinata se
gran muro que remata en forma triangular, con levanta sobre un arco de medio punto, intere-
una altura de 11 m, pero totalmente liso, sin sante solución para dejar libre el claro de la ven-
decoración alguna, monotonía sólo rota por los tana. Del coro de madera no queda nada, pero
claros que dejan la puerta de acceso, dos venta- en la pared aún se aprecian los mechinales en
nas laterales y dos vanos del coro. los que se anclaban las vigas que sostenían el
La nave de la iglesia tiene una longitud de entarimado. El único elemento destacable de
33 m y evidentemente estuvo cubierta con techo esta sección es un nicho en el que debió existir
de materiales perecederos, madera y palma ya alguna imagen.
desaparecidos; de igual manera, el suelo está Pero el elemento más interesante de esta
cubierto con hierba y tierra, pero es posible que iglesia es el presbiterio, construcción típica yu-
una excavación dejaría expuesto un piso de lajas. cateca del siglo XVI que se proyecta como exten-
sión de la nave hacia el este. Tiene planta rec- que se encuentran numerosos cuencos de cala-
tangular, de 7 m de longitud, 7 de ancho y 9 de bazo, utilizados para dejar ofrendas. Flanquean-
altura; a diferencia de la nave, está techado con do el arco del presbiterio hay sendos nichos re-
bóveda de mampostería apoyada sobre rollizos. metidos en el muro, en donde parece que hubo
Sobre el pretil superior, en la fachada norte, se retablos y altares.
levanta una espadaña con dos campaniles de los El presbiterio de Lalcah es notable por la pre-
que se conservan las vigas de las campanas. Al sencia de un magnífico retablo mural que cubre
parecer el presbiterio funcionó como capilla prácticamente todo el muro oriental. El diseño
con ramada durante el siglo XVI, y posterior- consiste en la estructura de un retablo de dos cuer-
mente se construyó la nave, quizá en el siglo pos, con seis columnas clásicas de orden dórico en
XVII o en el XVIII. cada uno y rematado por pináculos. Los colores uti-
Un gran arco toral marca la división entre el lizados son rojo para el delineado y blanco para los
presbiterio y la nave, además de que el piso es elementos arquitectónicos, los que se recortan
de mampostería y está en un nivel más alto res- sobre un fondo pintado con el famoso color azul
pecto al de aquélla. Recargado contra el muro maya. Llama la atención el sombreado de las
oriental se yergue un altar rectangular sobre el columnas que produce un efecto tridimensional.
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aunque muy deteriorado, que parece una repre-
sentación del Espíritu Santo.
Este retablo quizá sea el ejemplo mejor pre-
servado de este género de arte sacro en Yucatán
y por ende se constituye como un patrimonio
invaluable que debería ser rescatado y prote-
gido.
El acceso sur del presbiterio comunica con
un cuarto cuadrado, ya sin techo, que debió fun-
cionar como sacristía y que tiene un segundo
acceso hacia el costado sur de la iglesia. De la
fachada posterior (este) de la iglesia parte una
amplia escalinata que desciende hasta alcanzar
una calle.
Lalcah fue una fundación aparentemente del
siglo XVI, que se desarrolló a lo largo del periodo
colonial y que se abandonó a causa de la Guerra
de Castas hacia 1860. Si bien la mayoría de los
pueblos de la zona fueron repoblados entre 1928 Figura 18. El retablo mural de la iglesia de Lalcah.
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y 1929, este lugar permaneció oculto, en el olvi-
do, protegido sólo por el bosque tropical. Fue un
vecino de Tihosuco quien buscando caza descu-
brió el “pueblo fantasma” y le dio el nombre,
pues decía que estaba totalmente cubierto por
ortigas.
Al momento del contacto español esta región
formaba parte de la provincia de Cochuah, que
limitaba al norte con la de Cupul, al oeste con la
de Mani y al sur con la de Uaymil. El límite orien-
tal es confuso, pues no hay referencias de pobla-
dos entre Tulum y la Bahía de la Ascensión, ni
entre ésta y la provincia en cuestión.
Hay suficiente documentación para afirmar
que durante el periodo anterior a la Conquista,
Cochuah fue una provincia muy importante;
incluso se menciona que los señores de Chichen
Itzá tenían templos en la Bahía de la Ascensión
Figura 20. San Miguel Arcángel. para ofrendar sacrificios cuando salían o volvían
Figura 21. Detalle de la figura inferior derecha del retablo. Figura 22. Detalle del arcángel inferior izquierdo del retablo.
de sus largos viajes comerciales en el golfo de Aparentemente Cochuah es vocablo maya que
Honduras.1 Roys2 sugiere que la familia reinan- deriva del nombre de la familia reinante y, de
te de Cochuah pudo controlar la región de la acuerdo con Antonio Méndez, encomendero
Bahía de la Ascensión, en donde tendrían puntos de Tihosuco y Chikindzonot, significa “[…] nues-
de embarque (quizá Santa Rosa y Tuppak). En tra comida de pan, que el entendimiento de ellos
los Paxbolón también se menciona que la gente es que dicen provincia harta que no se ha visto
de esta provincia tenía puestos comerciales en el en necesidad”.4 Con base en el nombre se podría
río Ulúa, en Honduras.3 interpretar que fue una provincia próspera, en
donde nunca se padeció hambre.
1 Antonio de Ciudad Real, Tratado curioso y docto de las Para Roys,5 la provincia de Cochuah debió
grandezas de la Nueva España, México, UNAM, 1932, p. 329. formar parte de la Liga de Mayapán y mantuvo
2 Ralph L. Roys, The political geography of the Yucatán maya,
buenas relaciones con las provincias de Sotuta y modo que para 1544-1546 el área estaba contro-
Cupul, ya que se unió a ellas para resistir la con- lada por los españoles y se repartió en enco-
quista española y de nuevo durante la gran rebe- miendas para los vecinos de Valladolid, forman-
lión de 1546. do parte de la región conocida como Beneficios
Es posible que la provincia fuera visitada des- Altos.6
de 1511 por un grupo de españoles que desem- Algunos de los más importantes asentamien-
barcó en la costa oriental, pero hubo otras visitas tos de la provincia fueron Tiholop, Tinum, Ek-
en 1518 y 1528, cuando Alonso de Ávila marchó, pedz, Tepich, Chikindzonot, Tihosuco, Ichmul,
sin resistencia, desde la Bahía de la Ascensión Sacalaca, Kanpocolch, Samyol, Tabí, Uaymax,
hasta la región de Calotmul y la zona occidental Celul, Sabán, Tela (o Tilá) y Tituc. En cada una
de Cochuah. Después regresó en 1529, aunque de las poblaciones había un batab o jefe designa-
esta vez fue rechazado y expulsado de la provin-
cia. Finalmente, en 1542 Calotmul fue dominado 6Peter Gerhard, La frontera sureste de la Nueva España,
y, al año siguiente, Pacheco arrasó la región, de México, UNAM, 1991, pp. 62-63.
do por el Halach Uinic o señor. No se sabe con él, como cabecera de doctrina, de a dos y cuatro
certeza cuál era la población que funcionó como y seis leguas los pueblos a él comarcanos”.8 Es
cabecera, pero en las Relaciones de Yucatán, posible que políticamente la provincia estuviera
Antonio Méndez, encomendero de Tihosuco y organizada como un tzucacab, término que se
Chikindzonot, menciona que gobernaba "[…] en utiliza antepuesto al nombre de un linaje, “[…]
tiempo de su gentilidad un cacique llamado en el sentido de un territorio en donde existe un
Nacahum Cochoah, que tenía su asiento y mora- conjunto de caciques pertenecientes a un linaje
da en Tishotzuco […]".7 Sin embargo, Blas y, de ahí, un territorio al que un linaje domi-
González, encomendero de Ichmul y Tikuch, nante daba una cohesión política”.9 Por lo ante-
afirma que “Este pueblo de Ixmul es cabecera de
aquella provincia que se dice Cochua. Acuden a 8 Ibidem, p. 298.
9 Tsubasa Okoshi, “Ecab: una revisión de la geografía polí-
tica de una provincia maya yucateca”, en Memorias del
7Relaciones histórico-geográficas de la gobernación de Yucatán, I Congreso Internacional de Mayistas, México, UNAM, 1994,
op. cit., p. 198. pp. 280-287.
12 Relaciones histórico-geográficas de la gobernación de Yucatán, 15 Paula Menchaca, “Historia y tenencia de la tierra en Tiho-
op. cit., p. 198. suco”, tesis de licenciatura en etnohistoria, México, ENAH,
13 Idem. 1998, p. 184.
14 Ibidem, p. 199. 16 Ibidem.
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