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Primera parte

El movimiento de la higiene mental y los orígenes de la Liga


Argentina de Higiene Mental
Hugo Klappenbach(1)

Introducción

El 6 de diciembre de 1929, en la Sociedad de Neurología y Psiquiatría, una de las


filiales de la Asociación Médica Argentina, se constituía la Liga Argentina de
Higiene Mental, bajo la presidencia de Gonzalo Bosch. No era el primer intento
de organizar una institución similar en nuestro medio, ni la primera vez que se
discutía la mejor organización institucional para nuclear a los interesados en la
problemática. Por lo pronto, puede considerarse que la constitución de la propia
Sociedad de Neurología y Psiquiatría, había significado un primer acercamiento a
la cuestión. La Sociedad de Neurología y Psiquiatría había surgido en 1921 como
la novena Sección de la Asociación Médica Argentina, bajo la presidencia de
José Antonio Estévez, la vicepresidencia de José T. Borda y con Adolfo Sierra
como secretario (Sociedad de Neurología y Psiquiatría, 1921). Y cada uno de
ellos, a su manera, jugaría un rol importante en la organización del movimiento
de la higiene mental en el país, como más adelante analizaremos.
En dicha Sociedad, la eventual constitución de un comité o liga centrada en la
higiene mental se había discutido en dos oportunidades. Es de destacar que
ambas discusiones se habían producido luego de dos viajes de reconocidas
personalidades del campo neuropsiquiátrico argentino a dos de los países que
aparecían a la vanguardia en la cuestión de la higiene mental: Francia y Estados
Unidos. En tal sentido, puede ser oportuno referirse, mínimamente, al desarrollo
de la higiene mental en ambos países. En realidad Francia, recién había
organizado la Liga Francesa para la Higiene Mental a instancias de Toulouse y
de Genil-Perrin, en 1920. Y si, por una parte, el movimiento de la higiene mental
presentaba algunos rasgos casi contrapuestos con el alienismo –por ejemplo en lo
relacionado con la legislación sobre alienados– por otra, no sólo mostraba la
organización ejemplar del Hospital Henri Roussel en dependencias del asilo de
Sainte Anne de París, con su servicio de puertas abiertas (Belbey, 1927; Thenon,
1937), sino que mantenía intacto el prestigio del mítico gesto liberador de
cadenas de Pinel, el cual sería permanentemente evocado por los teóricos del
higienismo.

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La Liga Argentina de Higiene Mental y la Sociedad de Neurología y
Psiquiatría

Lo que interesa para nuestro análisis, de todos modos, es que los viajes que
destacados alienistas argentinos habían realizado a Francia y Estados Unidos, les
permitieron conocer de primera mano las características más salientes del
movimiento. De tal manera, el primer intento de constituir una organización
destinada exclusivamente a la higiene mental dentro de la Sociedad de
Neurología y Psiquiatría, tuvo lugar tan sólo un año después de constituida tal
Sociedad, en 1922, cuando después de un viaje del Dr. Arturo Mó a París, se creó
una comisión para estudiar la participación de una representación argentina en el
Comité Organizador del Comité Internacional de Higiene Mental. El segundo
intento del que exista registro, tuvo lugar en 1924, luego de un viaje de Gonzalo
Bosch a los Estados Unidos, durante el cual había tomado contacto con Clifford
Beers, quien propusiera lo siguiente:

"Sería conveniente que la Liga Internacional de Higiene Mental se


estableciera en la República Argentina en el próximo año, así a los
que se interesan en psiquiatría, neurología, psicología e higiene
mental, les convendría poder participar oficialmente en el
Congreso Internacional de Higiene Mental y tomar parte también
más tarde, la Argentina, en una de las organizaciones afiliadas,
representativas del Comité Internacional o Liga de Higiene
Mental (Bosch, 1924, p. 76).

Tal invitación, que también incluía un pedido de colaboración económica, sería


rechazada por la mayoría de los miembros de la Sociedad de Neurología y
Psiquiatría, en la sesión del 29 de agosto 1924 y sólo sería respaldada por el
propio Bosch, Arturo Mó y Fernando Gorriti. En efecto, el Dr. Cisternas había
llegado a argumentar que por ser la Sociedad de Neurología y Psiquiatría apenas
una filial de la Asociación Médica Argentina, no podía siquiera discutir el asunto,
ya que carecía de fondos propios. En todo caso, como propondría en una moción
el Dr. Obarrio, finalmente aprobada, sólo se podría llegar a enviar un apoyo
moral al Congreso por realizarse, "sin comprometer en sentido concreto la
adhesión formal de nuestra sociedad" (Bosch, 1924). En verdad, más allá de
dichos argumentos formales, el criterio que se había impuesto había sido
establecido por Arturo Ameghino y Adolfo Sierra. Para el primero, el problema
de la higiene mental en la Argentina no era ni podía ser un asunto común, de
igual sentido o alcance que para los anglo-americanos o franceses (Bosch, 1924).
Coincidente con tal posición, Sierra entendía que tales problemas debían ser

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contemplados y resueltos con criterio y alcance netamente argentinos (Bosch,
1924).

Cuadro 2

Trabajos presentados en la Sociedad de Neurología y Psiquiatría


en 1922 y 1923.

Sesión Autores Título del trabajo presentado

4-5-1922 Rómulo Chiappori Poliomielitis Crónica: recidiva tardía


4-5-1922 G. Bosch & A. Mó Un caso de psicosis sifilítica del
período secundario
49-6-1922 Rómulo Chiappori Compresión medular por meningitis
serosa quística
& Robertson Lavalle
9-6-1922 Juan C. Montanaro Paraplejía cervical polineurítica
9-6-1922 José A. Estévez Poliomielitis crónica
7-9-1922 Juan M. Obarrio Hidrocéfalo interno lateral izquierda
7-9-1922 G. Bosch y A. Mó La representación en la afasia
21-5-1923 Rómulo Chiappori Enfermedad de Wilson
21-5-1923 Rómulo Chiappori Miastenia bulbo espinal
21-5-1923 M. Alurralde Tratamiento de la contractura facial
& César Allende
21-5-1923 A. Ameghino El incremento de la locura en la
Argentina
después de la guerra

Fuente: Revista de la Asociación Médica Argentina, 1922 y 1923.

Tales posiciones, ponían de manifiesto la impronta netamente neurológica con la


cual había surgido mayoritariamente la Sociedad de Neurología y Psiquiatría, que
se iría modificando muy lentamente. Así, los trabajos que se discutieron en la
Sociedad en las sesiones de los dos primeros años, eran de neto corte
neurológico, con la excepción de una célebre ponencia de Arturo Ameghino
(véase cuadro 2).
En ese marco fuertemente neurológico, la creación de la Liga Argentina de
Higiene Mental en diciembre de 1929, fue el resultado de un proceso de
transformaciones en el campo psiquiátrico argentino, que paulatinamente se iría
acercando a posiciones más próximas a la medicina social. Interesa destacar que,
comparado con su par norteamericano, el movimiento de la higiene mental en
nuestro país, aparecía legitimado en un espacio puramente médico, el de una
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filial de la Asociación Médica Argentina, y en tal sentido se encontraba bien lejos
de aquel carácter profano que había caracterizado al movimiento en los Estados
Unidos. Así, Gonzalo Bosch podía definir a la Liga Argentina de Higiene
Mental, en términos de un organismo moderno de sentida necesidad en nuestro
ambiente médico (Bosch, 193la).
Al mismo tiempo, el movimiento de la higiene mental argentino, tampoco
presentaría ese definido rasgo de institución filantrópica que había caracterizado
al norteamericano. En tal sentido, el financiamiento económico intentaría
resolverse por dos vías principales. La primera, tratando de captar recursos
propios, a través de la creación –un año después de constituida la Liga– de una
Comisión Auxiliar de Señoras. Tal Comisión, reproducía el modelo de las damas
de la Sociedad de Beneficencia, que también serviría como inspiración de la
Comisión de Damas Cooperadoras de Asistencia Social en los Hospitales
Municipales. La titular de esta última Comisión, Lucrecia Campos Urquiza de
Travers, definía con nitidez el lugar que ocupaban ese tipo de comisiones en el
sistema de salud, que establecía la asistencia científica del médico, unida al
Servicio Social de las Damas Cooperadoras (Travers, 1940, p. 13). Es decir, se
trataba de reunificar el orden de la ciencia y el de la caridad que habían estado
fusionados en algún momento del proceso histórico. Así por ejemplo, como
señalaba Osvaldo Loudet, dos instituciones como la Academia de Medicina y la
Sociedad de Beneficencia, habían sido ambas hijas gemelas del proyecto
rivadaviano (Loudet, 1975, p. 200). Expresión de tal reunificación, sería la
presencia en tales comisiones de las esposas e hijas de los médicos más
renombrados, y, más ampliamente, esposas e hijas de los hombres más
renombrados de la oligarquía.
Y una segunda manera de resolver la cuestión económica, complementaria con la
anterior, fue la de convertirse en grupo promotor de proyectos a ser ejecutados
por el Estado, a través de la Liga. Un testimonio de ello, lo constituyó la
inauguración el 26 de septiembre de 1931 de los consultorios externos de la Liga,
en dependencias cedidas por el Hospicio de las Mercedes. 0 con mayor
generalidad, las actividades que pondría en funcionamiento dicho hospital, a
partir de la asunción como director del mismo de Gonzalo Bosch, al mismo
tiempo Presidente de la Liga Argentina de Higiene Mental.
Las dos formas de financiamiento coexistían, aun cuando la segunda hubiera sido
la privilegiada. Ello en realidad, no consistía en una peculiaridad del movimiento
de la higiene mental argentino, sino que, por el contrario, constituía una nota
general del cuerpo médico argentino desde las épocas de la Revista Médico
Quirúrgica, fundada en 1864. Dicha publicación comenzaría a ser dirigida en
1878 por Emilio Con¡ y luego contaría con la subdirección de Lucio Meléndez,
quien lideraría la primera conformación de una matriz disciplinar propiamente
psiquiátrica en el país (Stagnaro, 1997). Es decir que los primeros alienistas

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argentinos participaban de esa identidad del cuerpo médico, fuertemente
tamizada por la función de reformadores del sujeto social, para lo cual su
intervención en el Estado resultaba decisiva. Ese sobreinvestimiento político de
su papel técnico (Vezzetti, 1983, p. 29), atravesaría toda la historia de la
medicina argentina, y se acentuaría en el caso de la higiene mental, favorecido
por la multiplicidad de campos, desde la locura hasta el delito, desde la
educación al trabajo, que requerían la atención del higienista.

El programa de la Liga Argentina de Higiene Mental

Si, entonces, el movimiento de higiene mental en Argentina, difería en las dos


características apuntadas de su similar norteamericano, conservaría, en cambio, la
otra nota saliente: la extendida amplitud de su campo de trabajo. En los Estados
Unidos esa amplitud había surgido luego de un largo proceso, que se había
iniciado en las preocupaciones en torno al internado en instituciones mentales; en
nuestro país, fue un punto de partida originario del movimiento, como lo
evidenciaban las secciones que preveía el Estatuto de la Liga de Higiene mental
aprobado en su Asamblea constitutiva: asistencia de psicópatas (su organización
y vigilancia); inmigración (vigilancia y orientación); patología regional (estudio
de las afecciones regionales y su profilaxis); higiene industrial y profesional;
enfermedades generales (su estudio en relación con las enfermedades mentales);
sífilis, alcoholismo y toxicomanía; psiquiatría infantil y auxología; sociología
(legislación del trabajo: particulares y Estado; medicina legal, estadística);
organización científica del trabajo y psicotécnica; antisociales: vagabundaje y
delincuencia (su clasificación y orientación social); higiene naval; higiene
militar; higiene social e individual de la infancia (estudios relacionados con la
educación e instrucción de la infancia, en las vinculaciones de la escuela con el
hogar); propaganda (divulgación e instrucción psiquiátrica popular); higiene
sexual; patronatos (Liga Argentina de Higiene Mental, 1930, p. 21).
Esa notable extensión del campo propio de la higiene mental, no dejaría afuera
prácticamente ninguna cuestión de interés público, y testimoniaba aquella
vocación reformadora del cuerpo médico argentino, que encontraría en la higiene
mental, uno de sus instrumentos más modernos. Otro de los precursores de la
organización de la higiene mental en el país, Fernando Gorriti, lo expresaba
nítidamente:

"La tarea que tiene que realizar la Higiene Mental es inmensa;


abarca todas las actividades humanas, a todas las edades y sexos,
por cuanto en todos ellas toman parte, en mayor o menor escala,
las funciones psíquicas del individuo, y la forma más adecuada de

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ejercitarlas, en relación con las demás funciones orgánicas, resulta
indiscutiblemente en beneficio de la persona, de la familia,
colectividades, pueblos, y de cada nación en particular; los
principios de la higiene mental no solamente se aplican a los
normales, sino también a los predispuestos, desviados de la norma
en la criminalidad, vagabundaje, toxicomanías y hasta a los
afectados de diferentes clases de psicosis, etc." (Gorriti, 1928, p.
1378).

Gorriti, entonces, destacaba un segundo aspecto de la amplitud del movimiento


de la higiene mental; no sólo amplitud de campos, sino también de sujetos sobre
los cuales recaería la higiene mental. Y un tercer aspecto todavía, amplitud y
variedad de sujetos sociales interesados en la aplicación de la higiene mental;
desde los hombres de ciencia hasta los gobernantes y parlamentarios (Bosch y
Mó, 1929); desde médicos y pedagogos, hasta abogados, legisladores o
sacerdotes (Delgado, 1924). En síntesis, preocupación capital de los estadistas,
psiquiatras y de toda persona verdaderamente interesada en la salud de sus
contemporáneos (Bermann, 1931, p. 837).
Señalemos que si algunas de las operaciones de la higiene mental argentina
estaban dirigidas a la prevención de la tuberculosis (Massa, 1939), o a la
prevención del suicidio (H. Pifiero, 1939), sus intervenciones privilegiadas
encuadraban en el campo de la niñez y la maternidad (Bosch, 193ld); el de la
pedagogía (Barrancos, 1938; Ciampi, 1939; Delgado, 1924); del trabajo (Beltrán,
1929; Bosch y Mó, 1929; Delgado, 1924; Gorriti, 1928); de la criminología, la
eugenesia y, fundamentalmente, la enfermedad mental.
En cualquier caso, el objetivo principal del movimiento, alrededor del cual se
elaboraría un conjunto doctrinario de relativa envergadura y se organizaría todo
el corpus institucional del mismo, era el mejoramiento de las condiciones que
rodeaban al enfermo mental. El discurso del movimiento, como así también sus
instancias institucionales alcanzarían un notable desarrollo entre las dos guerras
mundiales, y se subsumirían a partir de la segunda mitad del siglo, en el
movimiento de la salud mental: El Congreso Internacional de Salud Mental, que
se realizó en Londres entre el 11 y el 21 de agosto de 1948, pudo, en cierto
sentido, ser considerado como sucesor de los dos Congresos Internacionales de
Higiene Mental (Krapf, 1949, p. 69). Y la Federación Mundial de Salud Mental
que se constituyó a partir de aquel Congreso continuó, en cierto modo, la labor
del antiguo Comité Internacional de Higiene Mental (ibídem, p. 74).
Desde el punto de vista teórico, la noción central que dominaba gran parte de las
consideraciones psiquiátricas de la higiene mental, era la de los grados
intermedios en la enfermedad mental. La oposición definitiva entre el hombre
sano y el enfermo, tenía sus consecuencias jurídicas en la ley francesa de 1838,

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impulsada por Esquirol, y que también inspiraba la legislación argentina. Según
ella, la internación del alienado en el asilo o manicomio exigía doble certificado
médico, diagnóstico de insanía y demás requisitos legales que de tal declaración
emanan (Sierra, 1930, p. 19). En cambio la noción francesa de pequeños
psicópatas (Barrancos, 1938; Bosch, 1931b y 193ld), de formas ligeras
transitorias (Belbey, 1927), de locura con conciencia (Marie, 1922), disolvían la
necesidad de internación en el asilo y del certificado de insanía.
Desde el momento en que, jurídicamente, el enfermo mental –en sus formas
leves– recuperaba su libertad y sus derechos civiles, posibilitaría su pasaje a un
campo dominado enteramente por la lógica médica, al menos en los aspectos
asistenciales y de profilaxis. El renacimiento de la psiquiatría (Bosch, 1930 y
1931c; Krapf, 1939) volvería a insistir en que el loco había dejado de ser
culpable para convertirse en enfermo. Esto permitía colocar el campo de la
enfermedad mental en el mismo plano que el de otros problemas médicos,
estableciendo una analogía entre el campo de la higiene mental y el de otros
movimientos de la medicina social, como los organizados en torno a la lucha
contra la sífilis, la lepra, el paludismo y, fundamentalmente, la tuberculosis
(Bermann, 1931; Bosch, 1931c; Bosch y Mó, 1929: González, 1941; Gorriti,
1928; Marie. 1922; Williams, 1922).
Y junto a nuevas consideraciones teóricas y jurídicas, el movimiento de la
higiene mental posibilitaría la emergencia de nuevas instancias tecnológicas para
el tratamiento de la enfermedad mental. Las consecuencias que podían derivarse
de la noción de formas leves de la locura eran varias. En primer término, surgió
la necesidad del tratamiento precoz (Bermann, 1931; Bosch, 193,1b, 193ld;
Marie, 1922; Thenon, 1937) como instrumento apto para impedir la mayor
cristalización de un cuadro sintomático. Tratamiento precoz tanto para las formas
inaugurales de la enfermedad mental, como para los grupos evolutivos en riesgo,
niños y adolescentes. Según estadísticas locales, el tratamiento, precoz permitía
disminuir la internación en un 80 6 90% de casos, y, cuando ello no resultara
posible, reducir la internación a sólo seis u ocho semanas (Bosch, 1931c). Y
según datos de Weygantd, el 42% de los enfermos mentales asistidos en el primer
mes de declarada su enfermedad curaban; si eran asistidos a partir del segundo o
tercer mes, el porcentaje de curados se reducía al 32%; y luego del primer año
sólo curaban el 2% (Sierra, 1930, p. 18).
Y correlativamente al tratamiento precoz, aparecería una renovada organización
institucional, que planteaba la superación del asilo. Esta corriente
extramanicomial descansaba sobre el principio de la asistencia abierta y se
desplegaba en diversas figuras: dispensarios, servicios sociales anexos, hospitales
psiquiátricos, hospitalización temporaria en servicios abiertos, consultorios
externos. Tal vez haya constituido lo más característico de la higiene mental y lo
que más renombre le otorgara al movimiento.

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"Los dispensarios están destinados a la asistencia libre de los
psicópatas frustros, de los predispuestos, desequilibrados y
anormales, a los afectados de diversas enfermedades
neuropsiquiátricas, que se presentan espontáneamente o traídos
por sus parientes, así como a la profilaxis de semejantes estados"
(Bermann, 1931, p. 842).

Así concebidos, y modelados en su organización de los dispensarios


antituberculosos, los dispensarios psiquiátricos constituían el punto de entrada al
sistema asistencial y realizaban la selección en tres direcciones: hacia el
tratamiento ambulatorio; hacia la hospitalización en servicios abiertos; hacia la
internación en el asilo. Arquitectónicamente, los dispensarios debían edificarse
con acceso directo a la calle, procurando evitar la entrada al asilo, con todos los
prejuicios que ello implicaba. En 1931, en dependencias del Hospicio de las
Mercedes, la Liga Argentina de Higiene Mental abriría consultorios externos con
estas disposiciones (Liga Argentina de Higiene Mental, 1931, p. 114).
Otra modalidad asistencial de la higiene mental será la de los servicios de
hospitalización libres, para cuando fuera necesaria la internación durante
períodos relativamente pequeños. En esos casos, se propone al enfermo y a su
familia la libre internación que aquél deberá firmar; cuando desee salir puede
hacerlo, pero siempre llega oportunamente el consejo del médico; es así como,
pudiendo salir, los más refractarios muchas veces se quedan (Belbey, 1927, p.
1236). El servicio de hospitalización abierto o de puertas abiertas –open door–
presuponía la noción de enfermedad mental leve, y sólo en estos casos podía ser
utilizado. El asilo, en realidad, tampoco debía desaparecer, ya que el dispensario
y el servicio de puertas abiertas constituían un eslabón de un mecanismo más
amplio... un complemento indispensable de los asilos (Barrancos, 1938, p. 981,
subrayado en el original).
De todas maneras, la organización de las instituciones de internación también
experimentaría importantes modificaciones. Desde cambios terminológicos –se
insistiría en que el nombre manicomio debía reemplazarse por el de hospital o
instituto psiquiátrico– hasta renovación en la disposición arquitectónica, los
hospitales psiquiátricos constituyen los grandes centros de investigación, de
enseñanza y de aplicación terapéutica del porvenir (Bermann, 1931, p. 843). En
ellos, el enfermo mental debía encontrar también un ámbito de libertad, por lo
que se insistiría en la construcción de pabellones relativamente pequeños, que
permitieran mantener aisladas las distintas patologías, y rodeados todos ellos de
amplios y soleados espacios verdes. En cualquier caso, estas sugerencias
aquitectónicas, permitían erigir modelos y contramodelos, según su mayor o
menor cercanía a las mismas. Así, el hacinamiento y abandono que caracterizaba

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a los más grandes hospicios del país, el Hospicio de las Mercedes y el Hospital
Nacional de Alienadas, el Asilo Colonia de Oliva (Córdoba) y la Colonia
Domingo Cabred (Bosch, 1930; 1931b; Cabeza, 1928; Esteves y D'Oliveira
Esteves, 1927), podía ser contrapuesto a los modelos institucionales siempre
citados: el Hospital Henri Roussel en dependencias del Asilo Sainte Anne de
París (Belbey, 1927; Thenon, 1937) y, localmente, el Hospital dependiente del
Instituto Psiquiátrico de la Facultad de Medicina de Rosario, inaugurado en 1927
(Bosch, 193ld; Bosch y Mó 1929; Ciampi, 1927, 1929 y 1965).

El Hospital de Rosario, que modernamente había concebido Lanfranco Ciampi,


al mismo tiempo titular de la Sección de psiquiatría infantil y auxología de la
Liga Argentina de Higiene Mental, constaba de nueve pabellones, desde aquéllos
destinados al laboratorio de histopatología, psicología y bioquímica, hasta el
pabellón para observación de los recién llegados, para internación de niños, para
laborterapia, para escuela de niños retardados, entre otros (Ciampi, 1927; Gentile,
1998). Cada edificio, a su vez, debía ser relativamente pequeño y circundado
cada uno de su patio y su jardín (Ciampi, 1927). Esa preocupación por los
espacios verdes y las construcciones aisladas, también alcanzaría al ámbito
privado. Así, por ejemplo, eran elementos que se incluían en la publicidad de los
sanatorios privados, en sendos avisos a toda página en la Revista de la Liga
Argentina de Higiene Mental: el Sanatorio de Flores, dirigido por Gonzalo Bosch
y Arturo Mó, y el Instituto Frenopático de Buenos Aires, que había sido fundado
en 1880 y que por esos años dirigía técnicamente José T. Borda y Antonio
Martínez.

El servicio social, por su parte, dependencia del dispensario, implicaba el


momento de mayor externación de todo el dispositivo tecnológico de la higiene
mental (Belbey, 1927; Bermann, 1931; Bosch, 1931c; Gorriti, 1928 y Marie,
1922). Estaba a cargo de asistentes o visitadores sociales, que intervenían de muy
variadas maneras: tanto detectando pequeños psicópatas y trasladándolos al
dispensario, como informando respecto a las condiciones del medio y la forma de
vida del enfermo; tanto procurando despertar el interés de las familias por los
enfermos como encontrando trabajo adecuado a las capacidades de los
convalecientes o vigilando a los sospechosos (Bermann, 1931; Gorriti, 1928;
Belbey, 1927).

Todo este dispositivo tecnológico, requería también de nuevas figuras


profesionales. Por una parte, se confirmaba el lugar del psiquiatra como figura
rectora de todo el sistema, lo que llevaría a insistir en la necesidad de sancionar
una ley de carrera de médicos manicomiales (Bosch, 1931c) o de médicos
alienistas (Barrancos, 1938, Raitzin, 1936). Al mismo tiempo, las necesidades

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propias del tratamiento precoz, obligaban a la formación del médico general en
los principios de la higiene mental. Por último, la nueva organización
institucional de la enfermedad mental, generaría nuevos auxiliares: la enfermera
psiquiátrica y la visitadora o asistente social. En Francia, en el Hospital "Henri
Roussel", el Dr. Toulouse organizaba hacia 1927 una Escuela de Profilaxis
Mental para la formación de las visitadoras sociales. Similar experiencia se
llevaría a cabo en el Hospicio de las Mercedes, en 1932, a instancias de la Liga
Argentina de Higiene Mental, presidida por Gonzalo Bosch, lo cual constituyó,
en su momento, todo un acontecimiento político-institucional n

1. Profesor Titular de Historia de la Psicología de la Universidad Nacional de


San Luis. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET). Editor de los "Cuadernos Argentinos de Historia de la
Psicología". E-mail: hklappen @unsl.edu.ar

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