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julio de 1980 sufragio universal, al consentirse el voto a los analfabetos. Asimismo, fijó el
mandato presidencial en cinco años, fortaleció el poder presidencial, continuó con el
sistema bicameral y estableció la «segunda vuelta electoral» (balotaje). De la misma
manera, fueron los comicios con el número más alto de candidaturas, siendo quince los
partidos inscritos.3
Tras la alta votación obtenida por el Partido Aprista en las elecciones de la Asamblea
Constituyente, los pronósticos tendían a situarlo como virtual ganador en las elecciones
generales de 1980. Sin embargo, el fallecimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre en 1979
trajo consigo cambios internos en el partido. Se produjo así una inevitable lucha entre una
facción conservadora del aprismo, representada por Andrés Townsend, Luis Alberto
Sánchez y Ramiro Prialé; y otra facción más cercana a la socialdemocracia, representada
por Armando Villanueva del Campo y Alan García Pérez.3 Tras disputas internas,
Villanueva y García Pérez tomaron la batuta del partido.
Los partidos de izquierda, los cuales también recibieron gran aceptación de la sociedad
civil en los comicios de 1978 (aunque de manera segmentada), intentaron crear un frente
con miras a obtener un porcentaje importante. La Alianza Revolucionaria de Izquierda
(ARI) fue un proyecto que pretendía agrupar a distintos partidos de izquierda, pero debido
a problemas ideológicos, nunca llegó a ser un proyecto sólido.
El Partido Aprista dividido y la izquierda ideológicamente fragmentada crearon un
escenario propicio para la candidatura de Fernando Belaúnde Terry y Acción Popular,
planificada desde 1978. Fernando Belaúnde ganó las elecciones con un 45 % de los votos,
seguido por Armando Villanueva del Campo y el PAP con un 27 % de votos válidos. En
tercer lugar se situó Luis Bedoya Reyes, candidato del Partido Popular Cristiano con un
9 % de los votos válidos, seguido de Hugo Blanco Galdós, líder el Partido Revolucionario
de los Trabajadores con un 3 % de los resultados. Tras una alianza con el PPC, Acción
Popular también obtuvo mayorías en ambas cámaras, creando así un escenario de
gobernabilidad entre el Ejecutivo y Legislativo, lo que no había tenido en su primer
gobierno en 1963.
Aprobación Presidencial[editar]
Por otro lado, el restablecimiento de la democracia fue bienvenida con los brazos abiertos
con el 82.20 % de participación ciudadana, número alto debido a que ocurrió algo
particular en estas elecciones: se permitió el voto universal, el cual significó la finalización
y celebración de distintos años de lucha por los derechos políticos y sociales.
Sin embargo, los resultados luego de las elecciones contradijeron lo dicho en el párrafo
anterior. Como dice Cotler, estas elecciones, como la mayoría, fueron muy poco
democráticas a pesar de la imposición del sistema. Lo que sucedió fue que partidos de
izquierda que no tenían oportunidades de ganar trasladaron su voto a Belaunde Terry
(Acción Popular) quien ganó debido a que era visto como “el mal menor” en comparación
con otras agrupaciones políticas, como el APRA, partido que tenía casi asegurado el
triunfo.8
En ese sentido, se predecía que el respaldo y la popularidad de cualquier presidente electo
no iban a ser altos, en cualquiera de los casos. Pero, contra todo pronóstico, el apoyo
presidencial fue plural y amplio al principio. No obstante, a lo largo de su mandato se fue
reduciendo debido a las medidas que el gobierno tomó respecto a los graves problemas
que surgieron, como el terrorismo, la crisis económica y los desastres que dejó
el Fenómeno El Niño, el cual fue uno de los más fuertes que el Perú haya sufrido.9
En específico, la encuestadora Pulso Perú muestra que casi a finales del primer año de su
gobierno (abril de 1981), Belaunde tuvo el 48 % de aprobación, mientras que su
desaprobación fue de 35 %. Tuvo un pequeño tropiezo en su popularidad, la cual, octubre
del mismo año, bajó a 47 %. Por otro lado la desaprobación también bajó 4 puntos
porcentuales, pero la razón de esto fue que el número de personas encuestadas no sabían
que responder aumentó.
Para inicios de 1982, la caída de la popularidad de Belaunde bajó drásticamente hasta
30 %. Análogamente, su impopularidad subió en gran medida: 45 %, como si los
resultados se hubieran invertido respecto al año anterior. Sin embargo, en octubre del
mismo año, la aprobación se recuperó y subió hasta los 33 %, pero la desaprobación no
sufrió ningún cambio.
En 1983, la reputación del presidente se vio afectada negativamente otra vez, y de manera
significativa. Para el mes de junio, único mes del año en el que se realizó la encuesta, la
desaprobación se incrementó hasta el 62 % y la aprobación decreció hasta 22 %, dejando
mucho que desear del presidente y su reacción frente a los graves problemas que
aparecían. Por otro lado, las encuestadoras DATUM e IPSOS también recopilaron datos
que confirman esta decaída importante de la popularidad presidencial de Belaunde,
específicamente, a causa de El Niño. Según estas, desde julio de 1982 hasta julio de
1983, la aprobación bajó de 31 % hasta 21 %; el margen de diferencia de la data que
brindan DATUM, IPSOS y Pulso Perú es mínimo, por lo que es posible decir que coinciden
con la caída, y consecuentemente, se afirma como una de las causas principales tal
fenómeno ambiental. A este último problema se le suman los otros dos ya mencionado, la
guerra interna que se estaba expandiendo por toda la sierra sur hasta tal momento, y la
crisis económica, causante del imparable descontento de la gente.
Siguiendo con los datos de Pulso Perú, para finales de 1984, la popularidad del presidente
mostró cierta mejoría, bajando su desaprobación hasta 54 % y subiendo la conformidad de
la gente con él hasta 25 %. Sin embargo, la tendencia de recuperación no duró mucho ya
que iniciando su último año de mandato, la impopularidad ascendió estrepitosamente a
70 % mientras que su apoyo cayó hasta 18 %, teniendo un pequeño remonte a finales del
año, llegando a 23 % y la reprobación a 63 %.
Cabe resaltar un factor importante por el cual la popularidad presidencial de Fernando
Belaunde no bajó mucho más de lo esperado, pese a las dificultades que tuvo que
afrontar. Este factor fue la prensa y su influencia en la gente. De acuerdo a Henry Pease,
había un vasto número de diarios que apoyaban al segundo gobierno belaundista, entre
ellos estaban El Comercio, La Prensa, Expreso y Correo, mientras que los otros eran
periódicos menos influyentes; de hecho, las opiniones de los diarios eran tan parciales
hacia el gobierno, que los mismos grupos derechistas tenían que leer a El Diario, de la
extrema izquierda, para que al menos estuvieran al tanto de alguna oposición.10El artículo
de Ricardo Blume en El Comercio publicado en abril de 1985 es un claro ejemplo del
apoyo de este diario hacia el régimen. En tal texto Blume expresa con palabras eufóricas
su experiencia de votar por Belaunde y su apoyo al gobierno en las etapas más duras por
las que pasó. En una parte de la pieza dice lo siguiente:
Creo que tenemos a un presidente de lujo. Un presidente que ya quisieran muchos países
civilizados. Un hombre positivo y honesto, dedicado por entero al país, sin una sola frivolidad, sin
que se le conozca una sola falta. (Y estoy hablando de un país sumido en la inmoralidad).
Aspecto económico[editar]
La crisis económica que sumergió al Perú en la década de 1980 no fue un caso aislado
dentro de la región latinoamericana: fue un fenómeno socioeconómico territorialmente
extenso que se caracterizó por la agudización de la deuda internacional y el estancamiento
económico. Popularmente llamada década perdida, fue el periodo económico más
traumático a lo largo de la historia sudamericana según José Antonio Ocampo, ex director
de la Comisión Económica para América Latina en el 2014 (CEPAL). La aparición de
políticas de ajuste ante el endeudamiento internacional, heredado de la década anterior
por una fuerte intervención del estado en la economía, abrió paso a diferentes impactos a
nivel social, económico y político en cada Estado.
Entre 1982 y 1983, como para llover sobre mojado, ocurrió el Fenómeno del Niño, que
golpeó fuertemente a la costa norte de Perú, ocasionando graves daños en la
infraestructura vial y en la agricultura. Los estragos del Niño afectaron al PBI que
disminuyó en −6 %. La inflación subió en un 135 % al año. A partir de 1983, la caída de los
precios de los metales desencadenó una preocupante crisis económica, que se evidenció
con las dificultades para el pago de la deuda externa, un fuerte aumento de la inflación y la
devaluación del sol.
El segundo gobierno belaundista, apoyado en el legislativo por el Partido Popular
Cristiano, apostó por tomar medidas orientadas a restablecer el orden económico y la
estabilidad política. Enfrentado a la crisis de la producción agraria, la debilidad de la
burocracia pública, el surgimiento de Sendero Luminoso/MRTA y al fenómeno del Niño
(1983), encaró un obstáculo mayor que determinó la necesidad de ajustes económicos
importantes en el país: la agobiante deuda externa heredada del decenio anterior.
El endeudamiento externo fue tan voluminoso que en 1978 llegó a representar más del 60 % de las
exportaciones (…). Esta situación se agravó en los años que siguieron. En la medida en que los
préstamos se volvieron más costosos y los plazos cada vez más perentorios, esas colocaciones, en
lugar de apoyar a la estructura productiva, reforzaron los patrones tradicionales de dependencia y
subordinación al mercado. Una muestra del extremo a que se llegó es el presupuesto de la
República para 1983, que destinó alrededor del 40 % para cumplir con las deudas contraídas, y la
balanza de comercio, que asignó más del 50 % de las exportaciones al mismo fin.17
Gabinete Ulloa[editar]
El segundo gobierno belaundista inicia con Manuel Ulloa Elías como ministro de Economía
y Presidente del Consejo de Ministros. Ante la crisis económica descrita, Ulloa aplicó una
tímida reducción del gasto fiscal. Se reanudaron las negociaciones con el Fondo Monetario
Internacional tras las grandes sumas que acumulaba la deuda externa nacional. En 1983,
el FMI exigió por primera vez al gobierno que aplique las cláusulas del Consenso de
Washington, algo que no haría efectivo hasta el gobierno de Fujimori, mientras que en
países como México ya se estaban aplicando.
Gabinete Schwalb[editar]
Tras resultados negativos del programa económico guiado por el ministro de Economía
(crecimiento lento del Producto Bruto Interno y estancamiento de diversos sectores de la
economía – incluyendo el exportador–), Ulloa renunció en 1982. Así Fernando Schwalb
López-Aldana asumió como premier, cambió a la mayoría de miembros del gabinete
original y designó a Carlos Rodríguez-Pastor Mendoza como nuevo ministro de Economía.
Se intentó estabilizar la economía a través de políticas de ajuste, sin dejar de lado las
obras públicas. En 1983, el Fenómeno del Niño golpeó gravemente la economía nacional.
«El gabinete de Fernando Schwalb no logró detener la decadencia económica ni la
creciente sensación de descontento debido a las acciones armadas de Sendero».18
Gabinete Mariátegui[editar]
Con una inflación que superaba el 100 %, un endeudamiento nacional externo trazando los
diez mil millones de dólares y Sendero Luminoso ganando territorios a través el país,
Belaúnde decidió designar a Sandro Mariátegui Chiappe, hijo de José Carlos Mariátegui, a
la Presidencia del Consejo de Ministros.
En su informe al Congreso de 1984, Mariátegui se quejó de los plazos cortos y los
intereses altos de la deuda externa, así como exigía mayor justicia en los precios de los
productos de exportación y mejor recepción de los mismos, criticando las medidas
proteccionistas dictadas en Europa y Estados Unidos.
Gabinete Pércovich[editar]
Luis Pércovich Roca fue el último primer ministro de Belaúnde Terry, designado en octubre
de 1984, nueve meses antes de la las elecciones de 1985. El nuevo jefe de gabinete solo
intentó pasar las riendas del poder, pues la economía marcaba desde ya una tendencia
negativa futura, irremediable a esas alturas del gobierno.18 De esta forma, el Perú queda
estancado en una crisis económica cada vez más aguda; no obstante, Belaúnde lograría
terminar los cinco años correspondientes.
Se asumía que la elevada inflación era causada por el excesivo gasto público y privado. Por ello, se
quería reducir para volver a crecer de manera sana, haciendo caja para pagar la deuda externa. Sin
embargo, se generó una profunda recesión con inflación elevada y el tramo final del segundo
gobierno Belaundista fue vivido como una pesadilla.19
Aspecto social[editar]
Como ya señalamos, el elevado endeudamiento externo afectó la precariedad del sistema
y desde 1982 el crecimiento económico descendió en gran magnitud. Como consecuencia
se presentó un enorme número de desempleados, debilitamiento de la sociedad civil, crisis
de los partidos políticos y la informalización de las clases populares.
Políticas barriales[editar]
El accionar terrorista de Sendero Luminoso, iniciado en Ayacucho y que luego se extendió
a gran parte del territorio nacional, incluido Lima, tuvo un gran impacto en los social. Para
Matos Mar (2012), la guerra armada entre Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas,
«alteraron profundamente el ritmo de las migraciones de la sierra a la costa, sometieron a
una profunda crisis a las comunidades campesinas y a la población rural de la sierra.
Despertaron y alteraron la vida de los grupos amazónicos».
Las barriadas no tomaron partido por el segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry,
pero sufrieron un fuerte impacto por la crisis de vivienda que los obligaba a invadir sin
diferenciar si los terrenos eran de propiedad pública, privada o en litigio lo que generó
represiones.
Las elecciones municipales en noviembre de 1980 se dieron en un contexto de intensas
movilizaciones y marchas por la ciudad limeña. Comenzó, desde agosto, con el
surgimiento de la barriada Villa Violeta en Comas y 30 de agosto en Villa Maria del Triunfo,
mientras se celebraba la primera Convención de Barriadas en Chaclacayo. Las barriadas
del Cono Sur y la Federación Distrital de El Agustino protestaban frente a la Empresa de
Saneamiento de Lima, demandando agua potable (Matos: 2012). El primero de noviembre,
días antes de las elecciones municipales, los pobladores del Cono Este, especialmente los
de Canto Grande y Huáscar, realizaron una marcha masiva hacia el Parlamento con la
finalidad de exigir agua potable, alcantarillado y luz eléctrica. Para enero de 1981,
surgieron cuatro barriadas en San Juan de Lurigancho, a la vez ocurría un paro nacional y
una marcha masiva de las barriadas del Cono Este a Palacio de Gobierno.
El gobierno nacional y el Congreso presenta una política de “asentamientos humanos”, en
el cual la tarea de resolver los problemas estaba en manos de los alcaldes y sus
municipios. «El gobierno aprobó el Decreto Legislativo 51, Ley de Municipalidades,
mediante el cual se crea la Dirección Ejecutiva de Asentamientos Humanos Marginales,
con la finalidad de prestar asistencia a los pobladores, y la Ley de Municipalidades 23853,
que dispone formalizar la propiedad de los terrenos a quienes acrediten su posesión hasta
antes de 1980». (Matos: 2012) Las municipalidades, sin embargo, se dedicaron a «titular
sin generar saneamiento de la propiedad y menos aún registro» (Matos: 2012); es decir,
dichos documentos servían para la entrega, pero carecían de valor. Mientras tanto, crecían
considerablemente las invasiones en terrenos urbanos, llegando a 34 nuevas barriadas.
En las elecciones municipales siguientes ganó Alfonso Barrantes, líder de Izquierda Unida,
además de 20 alcaldes del partido en los distritos más populosos de Lima. Para Matos
Mar, ello significaba un giro nuevo a la evolución del proceso del surgimiento de las
barriadas. El proyecto de Vaso de Leche y la formación de Cocinas Populares fueron los
proyectos que promovieron un mayor protagonismo del Estado en las barriadas populares.
Entre 1984 y 1985, se creó la Comisión de Asentamientos Humanos en un intento de
canalizar el desborde urbano. Sin embargo, las invasiones continuaban intensamente,
ocupaban áreas periféricas y resquicios de las barriadas existentes, así como también
terrenos cercados de propiedad privada destinada a actividades industriales. La
municipalidad de Lima reconoció 203 asentamientos humanos entre 1980 y 1985.
Por su parte, el gobierno central se encontraba en crisis debido al pago de la deuda
externa, que incapacitan su accionar en la política social. Su único programa fue
Cooperación Popular, creado durante el gobierno de las Fuerzas Armadas y destinado con
la finalidad de construir obras locales para dar oportunidad laboral y mano de obra.
También se creó el Banco de Materiales, que prestaba dinero para materiales de
construcción pagaderos en cuotas mínimas.
Terrorismo[editar]
La aparición de Sendero Luminoso[editar]
En 1980 empezaron las actividades armadas del Partido Comunista del Perú-Sendero
Luminoso. Para comprender los orígenes del mismo es necesario explicar las diferentes
divisiones que sufrieron las agrupaciones comunistas peruanas durante ese periodo.
En 1964, el Partido Comunista se dividió en Partido Comunista del Perú-Patria Roja (PCP-
PR) y Partido Comunista del Perú- Bandera Roja (PCP-BR) ambos de ideología maoísta.
La diferencia se debía fundamentalmente a que el PCP-Patria Roja entró a la legalidad y el
PCP-Bandera Roja aprobó el uso de la violencia para fines políticos. En 1970, el PCP-BR
sufrió otra escisión debido a diferencias entre Saturnino Paredes y Abimael Guzmán.
Paredes estaba «preocupado en la construcción de gremios campesinos» y Guzmán
consideraba de mayor importancia «la reafirmación de una ideología y la definición de una
línea política general».20 Este acontecimiento, generó el surgimiento del Partido Comunista
del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL), encabezado por Guzmán.
Como podemos ver, Sendero Luminoso ya existía desde la época del gobierno militar de
los ‘70. Esperaron la ocasión propicia para iniciar lo que llamaban la “lucha armada” o
“guerra popular” y esa fue el retorno a la democracia. Un día antes de las elecciones, en la
localidad ayacuchana de Chuschi, un grupo armado de cinco encapuchados irrumpió en el
local donde se guardaban las ánforas para las elecciones nacionales y quemaron las
ánforas y el libro de registro electoral. El ataque fue considerado por Sendero Luminoso
como el inicio de su guerra popular (17 de mayo de 1980).21
La respuesta del gobierno ante el creciente accionar de Sendero Luminoso fue lenta. Para
algunos voceros del gobierno se trataba solo de abigeos (ladrones de ganado) o de
personas insanas que necesitaban de tratamiento psiquiátrico.22 Por lo demás, en un
contexto de regreso a la democracia tras los doce años de gobierno de las Fuerzas
Armadas, donde las tareas de mayor urgencia era la activación económica y apaciguar el
descontento social, se pensaba que la vía revolucionaria había desaparecido de la política
peruana debido a la participación mayoritaria de la izquierda en los últimos comicios.
La primera acción concreta por parte del gobierno se realizó en febrero de 1981, cuando
se promulgó el decreto legislativo antiterrorista 046, el cual establecía responder
«legalmente a los ataques del PCP-SL y en el cual se tipificaba el delito de terrorismo».3
El 3 de marzo de 1982 los senderistas asaltaron la cárcel de la ciudad de Ayacucho, para
liberar a sus correligionarios presos, acción que fue planeada por el mismo Abimael
Guzmán desde Lima, y en la que murieron dos guardias civiles. Este hecho, que fue muy
resonante, originó la represalia de un grupo de policías, que mataron a cuatro prisioneros
senderistas que se hallaban internados en un hospital público.23
La policía, que debía enfrentar tan inesperada amenaza, evidentemente no estaba
preparada para responsabilidad de tal magnitud. Fue entonces cuando el gobierno decidió
encomendar a las Fuerzas Armadas el restablecimiento y mantenimiento del orden en las
regiones afectadas.24
El 27 de diciembre de 1982, el presidente dio un ultimátum al PCP-SL para que entregara
las armas antes de la intervención de las Fuerzas Armadas. Finalmente, el 29 de
diciembre de 1982 se dio el decreto supremo que declaró en estado de emergencia las
provincias de Huanta, La Mar, Cangallo, Víctor Fajardo y Huamanga en Ayacucho;
Andahuaylas en Apurímac y Angaraes en Huancavelica, asumiendo las Fuerzas Armadas
el control del orden interno.25
Nunca se diseñó una estrategia tendiente a combatir a la subversión, sino simplemente se
declaró el Estado de Emergencia y se envió a las Fuerzas Armadas y las Fuerzas
Policiales a combatir a los alzados en armas. Este hecho agravó mucho el conflicto, pues
los uniformados, en la práctica sin control civil, se entregaron a una brutal campaña
represiva que costó miles de vidas, las que se sumaron a las víctimas, más numerosas, de
Sendero Luminoso. El historiador Héctor López Martínez, que por entonces era
viceministro del Interior, dice al respecto: «Sería absurdo negar que hubo excesos aislados
de parte de las fuerzas del orden, pero en el gobierno del presidente Belaunde no hubo
ninguna directiva que diera luz verde a la llamada “guerra sucia”, es decir, a que se
procediera sin ningún miramiento y sin tomar en cuenta el costo social que, por desgracia,
terminó siendo muy alto.»26
Fue precisamente a partir de 1983, cuando Sendero Luminoso, en respuesta a la represión
militar, intensificó su campaña, imponiendo un terrorífico régimen de violencia extrema en
el sur andino y asesinando indiscriminadamente a miles de campesinos, profesionales,
comerciantes y autoridades locales.
Los hechos más graves sucedidos en este tiempo fueron:
Aspecto internacional[editar]
Integración regional[editar]
En la política exterior, Belaúnde adoptó una posición de liderazgo. Apuntó a la integración
regional como un gran esfuerzo de construcción de infraestructura para beneficio de la
población, la libre circulación de los bienes y servicios entre los países que integraban el
territorio regional.
Puso en debate internacional nuevos temas como la reclamación de un comercio justo;
propuso un mayor equilibrio, más racional y equitativo; planteó la revisión de las bases
fundamentales del sistema financiero internacional para que este pudiera contribuir de
manera más eficaz al desenvolvimiento e integración de los países del Tercer Mundo, tuvo
clara visión acerca de las posibilidades que el Perú tenía para impulsar su desarrollo a
través de un programa de inversiones públicas financiado por los organismos multilaterales
y los organismos como el Banco Mundial, Banco Interamericano del Desarrollo y la
Corporación Andina.
Diplomacia económica[editar]
Ante un escenario de bipolaridad Este-Oeste, Belaúnde consideró importante apoyar las
causas de los países en desarrollo, buscando un nuevo sistema económico. Esta postura
internacional la sostuvo en el marco de las Naciones Unidas. Asimismo, para Belaúnde era
importante unidad entre los países de la región. Debido a este motivo, se sirvió de
mecanismos de consulta y coordinación, para consolidar una opinión territorial entre los
países sudamericanos frente a los dilemas del escenario internacional, en especial sobre
los problemas de la deuda y la ortodoxia fiscal impuesta por organismos financieros
multilaterales.33 La posición de Belaunde al respecto fue clara: lograr de los acreedores
mejores condiciones de pago, sobre la base de fórmulas negociadas y de mutua
conveniencia. Al igual que en otros asuntos de política exterior no propuso ni la ruptura ni
la confrontación, sino soluciones derivadas de un consenso sustentado en la identificación
de intereses comunes entre acreedores y deudores.34
Belaunde representó un liderazgo importante en la dinámica internacional persiguiendo los
intereses de los países del Tercer Mundo, con una posición respetuosa frente a los países
industrializados, y sus organismos: puso nuevos temas en la mesa del debate
internacional: reclamó comercio justo; propuso un mayor equilibrio, más racional y
equitativo, en las relaciones económicas entre países asimétricos; planteó la conveniencia
de revisar las bases fundamentales del sistema financiero internacional para que éste
pudiera contribuir de manera más eficaz al desenvolvimiento e integración de los países
del Tercer Mundo; tuvo clara visión acerca de las posibilidad que el Perú tenía para
impulsar su desarrollo a través de un programa audaz de inversiones públicas
debidamente financiado por los organismos multilaterales del ramo.35 El Perú apoyó en el
ámbito de organismos como el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) los
planteamientos formulados para definir una posición regional sensata y dialogante a fin de
hacer frente al grave problema derivado de la rápida modificación de las condiciones
financieras internacionales, en virtud de las cuales América Latina, receptora de flujos
positivos de capital hasta 1982, se convirtió, a partir de entonces, en exportadora neta de
los mismos.34
El caso Guvarte.- Involucró al ministro de justicia Enrique Elías Laroza (del PPC,
partido aliado del gobierno). Durante el periodo en que estuvo al frente del portafolio
de Justicia (1981-1982), Elías Laroza firmó contratos para la construcción y
equipamiento de centros penales con la compañía española Guvarte, como parte de
un acuerdo de ayuda crediticia entre los gobiernos peruano y español. El elevado
costo que demandaban dichas obras (55 millones de dólares) y sus aparentes
deficiencias, levantaron sospechas. El contralor general Miguel Ángel Cussianovich,
presentó cargos contra Elías y sus cercanos colaboradores por malversación de
fondos públicos. El caso fue abandonado cuando Elías adquirió inmunidad
parlamentaria al ser elegido diputado en 1985. En su defensa, el ex ministro arguyó
una conspiración política en su contra.
El caso Vollmer.- Involucró al primer ministro y ministro de Economía Manuel Ulloa, el
hombre fuerte del régimen belaundista, que era a la vez un empresario con intereses
en varios negocios, como el de las telecomunicaciones (el diario Expreso y el canal 5
de televisión). Ulloa, al parecer, favoreció a un conglomerado empresarial venezolano,
el Grupo Vollmer (del que era accionista y miembro del directorio), en la venta de
Irrigadora Chimbote S.A. Este escándalo ocasionó que en diciembre de 1982 Ulloa
renunciara a su cargo político.
El caso Bancoper.- Involucró al Estado en un intento frustrado de rescatar a
Bancoper, un banco privado que atravesaba serias dificultades por préstamos hechos
a empresas del Grupo Bertello, uno de sus principales accionistas. A favor de dicho
banco, el Estado usó 30 millones de dólares del Banco Central de Reserva y del
Banco de la Nación, procedimiento irregular que generó en el Congreso una acusación
constitucional (1985).
El caso Mantaro-Pachitea.- Involucró a dos ministros del gobierno belaundista que
aceptaron una deuda de 42 millones de dólares (ulteriormente elevada a 73 millones),
generada por las pérdidas en el arriendo y posterior “compra” del Mantaro y Pachitea,
dos naves de carga inservibles. Este caso, al igual que el anterior, no avanzó debido a
la política de “borrón y cuenta nueva” que aplicó el siguiente gobierno aprista de Alan
García.
El caso Villa Coca.- Estalló ya en las postrimerías del gobierno e involucró a
prominentes coroneles y generales, así como a funcionarios públicos (entre ellos un
hombre de confianza del premier y canciller del segundo belaundismo, Luis Pércovich
Roca) con el cártel narcotraficante de Reynaldo Rodríguez López, alias “El padrino”.
Obras[editar]
«El pueblo lo hizo», era la frase que solía repetir Belaúnde al contemplar las obras realizadas por los
pobladores con la ayuda de su gobierno, mediante el esquema de Cooperación Popular, que
rescataba la antigua práctica de la minka incaica. Huari, Ancash.
Pese a la crisis económica y la violencia terrorista, el gobierno pudo realizar un vasto plan
de obras públicas.
La hipoteca social.- Los fondos provenían de dos fuentes de ahorro: las mutuales y el
Banco Central Hipotecario; y los que provenían del descuento en planilla que se
cargaba a las empresas y los trabajadores en el Sistema del Fondo Nacional de
Vivienda (FONAVI).
El Banco de la Vivienda, que realizó una ágil y eficiente administración de la hipoteca
social y financió las obras de urbanización, y de manera especial, la instalación de
servicios de agua potable, desagüe y electrificación.
El Banco de Materiales, una institución singular creada para otorgar créditos blandos a
las familias populares para la construcción de sus viviendas.
Amparado en esos pilares, el gobierno puso en marcha su Plan de Viviendas en Lima y 36
ciudades, fundamentalmente orientado a mejorar la habitabilidad de los barrios marginales
mediante la instalación de redes y conexiones domiciliarias de agua y desagüe, facilitar el
acceso de los interesados a los préstamos del Banco de Materiales, propiciar la
dignificación de los asentamientos humanos espontáneos mediante la habilitación de lotes
con servicios, poner al alcance de los hogares de ingresos medios viviendas en propiedad
única, a través del Sistema Hipotecario Social.
Se construyeron conjuntos habitacionales en varios lugares del Perú, principalmente en
Lima, donde destacan: las Torres de San Borja, con 2405 viviendas; los Precursores, en
Surco, para 921 familias; Marbella, en Magdalena, para 300 familias; Pachacámac, en el
cono sur, para 4000; Limatambo, en el distrito de San Borja, para 2467; la Ciudad Satélite
de Santa Rosa, en El Callao, para 4000, y Carlos Cueto Fernandini, en el Naranjal (hoy en
el distrito de Los Olivos), para 2142.
La adquisición de viviendas populares construidas por el gobierno se facilitó mediante una
cómoda cuota inicial y una financiación con 20 años de plazo inclusive. Favoreció
principalmente a los empleados públicos y a la clase media, que se beneficiaron con los
préstamos que hacían los bancos de fomento, los bancos privados y las cooperativas de
ahorro.
Esta política benefició a 334.000 familias (1.670.000 personas). De ellas, 50.000 lo fueron
con departamentos o núcleos básicos, y el resto con obras de urbanización.42
No faltó quien criticara las obras de viviendas, como el entonces secretario general del
APRA y diputado Alan García, quien las calificó de obras “faraónicas”, exigiendo al
gobierno que se concentrara más en las necesidades de alimentación y salud del pueblo.
A lo que el ministro Javier Velarde respondió que el Estado no realizaba ningún gasto, ya
que los recursos venían del FONAVI, destinados exclusivamente para tal fin.43 Durante su
campaña a la presidencia de 1985, García insistió en dicha crítica, prometiendo
demagógicamente que su gobierno daría más importancia a la proteína antes que al
ladrillo.
Educación[editar]
El presidente Belaúnde manifestó su esperanza de que su gobierno iniciado en 1980 sería
recordado como el “Quinquenio de la Educación”.44
Se promulgó una nueva Ley de Reforma Educativa, desechándose lo que se había hecho
durante el gobierno militar (1972), retornándose así a la estructura educacional de
Primaria-Secundaria-Superior. Se conservó de la anterior reforma el nivel de Educación
Inicial, como antesala de la primaria. El nivel educativo inicial, especialmente en niños de
cinco años y más, se elevó de 5,1 grados de estudio en promedio en 1981, a seis en
1985.45
En 1980, solo 85 de cada 100 niños de seis a 14 años asistían a la escuela. En 1985, lo
hacían 96. La matrícula subió 4.3 % anual promedio durante el quinquenio. La educación
inicial que en 1980 atendía alrededor de 230 000 niños, en 1985 se duplicó a 550 000. En
el nivel Primaria se alcanzó a cubrir el 94 % de la población en edad escolar. En el nivel
Inicial se duplicaron las matrículas. En cuanto a la educación especial se duplicó en los
años siguientes, subiendo de 7.000 a 15.000 el número de jóvenes y niños en todo el país.
El resultado en la lucha contra el analfabetismo fue también muy importante: logró ser
reducido en un 55 % entre 1980 y 1985. En el campo de la educación superior paso de 50
a 72 establecimientos distribuidos en las diversas ciudades del país.46
Se construyeron en todo el país 23.000 aulas; 11.000 por Cooperación Popular; 6.000 por
el Ministerio y otras tantas por las Cordes. El número de escuelas inauguradas superó lo
que habían hecho anteriores gobiernos.47
Salud[editar]
En 1980, el sector salud estaba al borde del colapso. Los hospitales, centros de salud y
postas sanitarias se encontraban en alarmante deterioro en la cobertura de sus servicios.
El gobierno pudo sin embargo revertir la situación, mediante la racionalización del gasto, el
manejo adecuado y la captación de recursos externos. Los servicios de salud mejoraron y
se modificaron favorablemente los indicadores de salud.48
El número de hospitales aumentó de 330 a 345. Casi todos los hospitales de Lima y de
provincias fueron ampliados y equipados. Es de destacar la fundación del Hospital
Regional de Iquitos y la inauguración de la primera parte de Instituto de Enfermedades
Neoplásicas, con los últimos adelantos científicos. Se construyeron también numerosos
centros de salud y puestos asistenciales.49
En cuanto a los servicios de salud, se emprendieron campañas de medicina preventiva
(acciones preventivo-promocionales), como el control de las enfermedades transmisibles
mediante vacunaciones masivas, especialmente en las áreas rurales y marginales. Así
como el diagnóstico precoz y el tratamiento gratuito de la malaria y tuberculosis
(enfermedades de alta prevalencia en los estratos socioeconómicos más bajos). El plan de
rehidratación oral salvó numerosas vidas infantiles en los barrios populares, mediante la
distribución gratuita de sales de rehidratación oral.50
Entre 1980 y 1985, la expectativa de vida pasó de 57.0 a 59.1 años, la mortalidad general
del 11.3 al 10.6 por mil y la mortalidad infantil del 101.5 al 94.6 por mil.48
Fomento a la investigación[editar]
Se creó el Consejo Nacional de Población, para investigar el crecimiento demográfico, y al
mismo tiempo, elaborar una política nacional que tomara en cuenta los pareceres de los
académicos, la Iglesia y las Fuerzas Armadas.
También se creó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC), creado para
fomentar la investigación con miras a lograr progresos en la ciencia y ponernos a la
vanguardia en adelanto tecnológico.
Autoridades[editar]
Ministros[editar]
28 de julio de 1980 - 9 de
diciembre de 1982
Manuel Ulloa Elías
9 de diciembre de 1982 - 10
Fernando Schwalb López-
Presidencia del Consejo de abril de 1984
Aldana
de Ministros 10 de abril de 1984 - 13 de
Sandro Mariátegui Chiappe
abril de 1984
Luis Pércovich Roca
13 de octubre de 1984 - 28
de julio de 1985
28 de julio de 1980 - 3 de
enero de 1983
Javier Arias Stella
3 de enero de 1983 - 10 de
Fernando Schwalb López-
abril de 1984
Relaciones Exteriores Aldana
10 de abril de 1984 - 13 de
Sandro Mariátegui Chiappe
octubre de 1984
Luis Pércovich Roca
13 de octubre de 1984 - 28
de julio de 1985
28 de julio de 1980 - 3 de
enero de 1983
Nils Ericson Correa
3 de enero de 1983 - 3 de
Agricultura Raúl Ávalos Solís
agosto de 1983
Juan Carlos Hurtado Miller
3 de agosto de 1983 - 28 de
julio de 1985
28 de julio de 1980 - 27 de
Alfonso Grados Bertorini julio de 1983
Trabajo y Promoción Patricio Ricketts Rey de 27 de julio de 1983 - 15 de
Social Castro agosto de 1983
Joaquín Leguía Gálvez 15 de agosto de 1983 - 28 de
julio de 1985
28 de julio de 1980 - 11 de
agosto de 1980
Eduardo Orrego Villacorta
11 de agosto de 1980 - 2 de
Fernando Chávez
Transportes y agosto de 1982
Belaúnde
Comunicaciones 2 de agosto de 1982 - 28 de
Carlos Pestana Zevallos
julio de 1984
Francisco Aramayo Pinazo
28 de julio de 1984 - 28 de
julio de 1985
28 de julio de 1980 - 25 de
Javier Velarde Aspíllaga noviembre de 1984
Vivienda y Construcción
Carlos Pestana Zevallos 25 de noviembre de 1984 -
28 de julio de 1985
28 de julio de 1980 - 3 de
marzo de 1982
Uriel García Cáceres
3 de marzo de 1982 - 25 de
Salud Juan Franco Ponce
marzo de 1985
Carlos Bazán Zender
25 de marzo de 1985 - 28 de
julio de 1985
28 de julio de 1980 - 3 de
Pedro Pablo Kuczynski agosto de 1982
Godard 3 de agosto de 1982 - 29 de
Fernando Montero diciembre de 1983
Energía y Minas
Aramburú 29 de diciembre de 1983 - 19
José Benavides Muñoz de marzo de 1984
Juan Incháustegui Vargas 19 de marzo de 1984 - 28 de
julio de 1985
Ascenso al poder[editar]
Elecciones de 1963[editar]
Artículo principal: Elecciones generales de Perú de 1963
La Junta Militar cumplió con convocar a elecciones para el día 9 de junio de 1963. Como
en 1962, Víctor Raúl Haya de la Torre, Manuel A. Odría y Fernando Belaúnde Terry fueron
los tres principales candidatos, representando al APRA (Partido Aprista Peruano), UNO
(Unión Nacional Odriísta) y AP (Acción Popular), respectivamente.
La UNO utilizó el ataque contra el APRA como el eje central de su estrategia. Sin
embargo, esto resultaba poco efectivo tras el pacto entre Odría y el APRA en 1962. Por su
parte, el APRA había escogido internamente a Haya de la Torre como candidato tras haber
superado a Manuel Seoane Corrales, quien era crítico de la alianza que había sostenido
su partido con la oligarquía. Gran parte de la población compartía esta crítica y
consideraba que el golpe de 1962 se había efectuado producto del rechazo a la alianza
entre la UNO y el APRA. En este contexto, el programa de reformismo gradual de
Belaúnde resultó ser más atractivo. Acción Popular (AP) estableció una alianza con la
Democracia Cristiana (DC). Mediante esta, DC se comprometió a no presentar candidato
presidencial para las elecciones a cambio de algunos puestos ministeriales.4 Los
resultados de las elecciones se muestran a continuación:
Fuente: Adaptado por Pease y Romero (2013). Datos obtenidos del Jurado Nacional de Elecciones, Resultados electorales.
INFOgob.
AP-DC 20 50
APRA 18 58
UNO 7 27
Otros 5 5
Total 50 140
Fuente: Elaboración de Pease y Romero (2013) sobre la base de García Belaunde, V.A. (1988).
Toma de Mando[editar]
Aspecto político[editar]
Alianza AP-DC[editar]
Fernando Belaunde Terry, líder de Acción Popular (AP) ganó las elecciones aliado con la
Democracia Cristiana (DC). En el Congreso, los representantes de ambos partidos se
unieron para contrarrestar la Coalición de apristas y odriístas, y adoptaron el nombre de la
ALIANZA. La DC era en realidad un partido pequeño, de reciente fundación, que había
obtenido un magro porcentaje de votos en 1962, pero que tuvo la habilidad de aliarse en
1963 con AP y así se las ingenió para obtener senadurías y diputaciones, que no habría
podido conseguir presentándose de manera individual en las elecciones. También
recibieron algunos puestos ministeriales.6
A Acción Popular, por su reciente conformación, algunos lo consideraban una federación
de independientes, en contraste con la disciplina aprista cuajada en varias décadas de
clandestinidad. También la Democracia Cristiana era de reciente fundación y se
caracterizaba por una doctrina reformista más radical postulada por su líder Héctor
Cornejo Chávez.7
Coalición APRA-UNO[editar]
Los oponentes de Belaunde, Odría y Haya de la Torre, dejando de lado sus diferencias
ideológicas y los agravios mutuos, formaron una coalición para obstaculizar desde el
parlamento la tarea del gobierno. Es conocida como la Coalición APRA-UNO. Esta
coalición ya no resultaba tan sorpresiva considerando que ambos grupos se habían aliado
anteriormente en el Pacto de Monterrico para permitir la convivencia durante el gobierno
de Prado. También se habían aliado para escoger a Odría como Presidente en 1962.
La coalición APRA-UNO se dio en una escenario favorable para estos dos partidos. Por un
lado, ambas bancadas en el Congreso formaban una mayoría incontrastable y, por otro,
tenían el control de ambas cámaras del Parlamento, por lo que pasar una reforma o ley era
imposible sin la aprobación de estos partidos. Es así que, al contrario de la Alianza del
partido de gobierno con el DC, la Coalición se caracterizó por ser premeditada, para servir
de oposición para toda demanda de presupuesto o proyecto de ley que sea propiciado por
el Ejecutivo o los parlamentarios del AP o del DC.
Por otra parte, esta lucha política se vio agravada por problemas económicos creados
tanto por Belaunde como por sus rivales políticos. En este contexto, se embarcó al país en
grandes proyectos de obras públicas sin tener los recursos necesarios para financiarlos.
Ambos bandos compitieron entre sí por gastar más y autorizar más gastos. En más de una
ocasión, el Parlamento impulsó y aprobó proyectos, pero a la vez bloqueó cualquier intento
de reforma tributaria para financiarlos. A medida que empeoraba la situación económica
nacional, la posición de Belaunde se volvía más precaria.8
La oposición de la Coalición[editar]
Fue así como, desde el parlamento, la Coalición APRA-UNO hizo una desenfrenada
oposición que se limitó más que nada a interpelar y censurar ministros, obligando al
cambio de gabinete en varias ocasiones y censurando a 10 ministros en los cinco años
que duró el gobierno.9
Asimismo, la Coalición frenó el impulso reformador del gobierno, por lo que a la
inestabilidad política se sumaría la económica y social. Así, cuando debido a las recientes
crisis sociales en el interior del país, la necesidad de una reforma agraria se hacía
indispensable, se presentó una ley de reforma agraria, impulsada desde las bancadas de
AP y DC, que fue muy discutida en el Congreso y fue duramente criticada por la Coalición
APRA-UNO.9 De esta manera, la Coalición apro-odriísta, se opuso a las reformas del
partido de Gobierno, sobre todo a la reforma agraria y a la presencia de capital extranjero
en la actividad petrolera.
Sin embargo, no siempre hubo un enfrentamiento en cada materia que se discutía en el
Congreso. Este dio una autorización de 60 días para que el Ejecutivo pudiera arreglar la
situación con la International Petroleum Company (IPC), la cual tuvo apoyo aprista. Aun
así, no se puede afirmar que hubo una alianza con el gobierno en este tema, debido a los
costos políticos que suponían para el APRA en miras a la próxima elección. Hubo muchas
posiciones dentro de este partido con respecto a dicho tema, lo que explica que hubiera
una «ambivalencia en la actitud del Apra, que se reflejó en una falta de claridad en los
asuntos públicos del partido respecto el asunto de la IPC».10
Crisis política[editar]
Ruptura AP-DC[editar]
Para 1967, el desgaste de la Alianza se hacía cada vez más evidente. Ciertos sectores de
AP, dentro de los cuales se encontraba el propio Belaunde, empezaban a buscar acuerdos
con la oligarquía y el APRA, siendo la principal materia de discusión, los asuntos
financieros y tributarios, los cuales generaban brechas insalvables, pero a veces los
opositores se veían obligados a flexibilizar, para no ser mal vistos por la opinión pública y
dañar su imagen para las elecciones siguientes.
Esa postura de acercamiento fue rechazada por otros sectores del partido gobiernista,
liderados por el vicepresidente Edgardo Seoane. Por su parte, ya en 1966, la DC sufrió
una ruptura que sacó de la agrupación al sector más conservador liderado por el alcalde
Bedoya Reyes, quien formó el Partido Popular Cristiano (PPC). Este sector conservador
pudo sobrevivir de la mano de sus líderes conservadores; no obstante, los renovadores
siguieron con DC, la cual no demoró en extinguirse a pesar de ser liderados por un
ilustrado y astuto político como Héctor Cornejo.
Estos conflictos internos llevaron a ambos partidos, AP y DC, a caer en contradicciones
que propiciaron la ruptura de la alianza.
Así como habían discrepancias ideológicas entre los dos bloques formados en el
Congreso, dentro de la alianza AP-DC también hubo una ruptura en cuanto se aprobó la
primera ley de reforma agraria en 1964, la ley Nº 15037. Esta establecía que se iban a
expropiar algunas tierras, pero que se iba a indemnizar con bonos; además de la
asistencia técnica y financiera del Estado, se planeaba crear cooperativas.9 Por el
contenido de esta ley fue que el líder del DC, Héctor Cornejo, que era poco flexible en
cuanto a sus ideas, decidió alejarse de la alianza con el AP y empezara a apoyar en
ciertas luchas al bando contrario.14
Los resultados adversos a la Alianza en las elecciones complementarias para una
diputación por Lima y otra por La Libertad (realizadas el 12 de noviembre de 1967, hizo
que la DC se separara de la alianza con AP ese mismo día.15 En esas elecciones, ganaron
los candidatos de la Coalición: Enrique Chirinos Soto (Lima) y Enrique Mendoza (La
Libertad).16
El apoyo de la DC al gobierno se desvaneció definitivamente cuando se empezó a discutir
la posición del gobierno en torno al problema de La Brea y Pariñas y el contrato con
la International Petroleum Company, el cual fue duramente criticado por la opinión pública
pues supuestamente iba contra los intereses del Estado peruano y beneficiaba a dicha
compañía transnacional. La Alianza fue disuelta por completo.9
Ruptura APRA-UNO[editar]
El primer distanciamiento entre las bancadas opositoras aprista y odriísta se dio cuando
AP, tras su ruptura con DC, buscó tender puentes con el APRA para poder aprobar
algunas reformas. Sin embargo, la distancia entre el APRA y UNO se hizo irreversible
cuando el primero empezó a apoyar al gobierno en su negociación con la International
Petroleum Company, en 1967. En adición, algunos ex-militantes del Apra se habían unido
al MIR para luchar en una guerrilla al estilo de la revolución cubana. Esta circunstancia
hizo que el UNO se alejará también, ruptura que se hizo evidente cuando se juntaron el
APRA y el AP para ponerse de acuerdo en la designación de un gabinete ministerial: el
gabinete Hercelles o también, como era popularmente conocido, el «gabinete
conversado», que tenía como premier al médico Oswaldo Hercelles y a Manuel Ulloa como
Ministro de Hacienda.17 Ante esta situación, Odría decidió finalmente poner fin a la
Coalición.
Cisma en AP[editar]
Con respecto a la implementación de la Reforma Agraria y la solución del problema de la
IPC, dentro del mismo partido gobiernista surgieron dos alas enfrentadas: el ala
izquierdizante o de los termocéfalos (que en griego significa los cabezas calientes), que
propugnaban la realización de reformas radicales; y el ala indefinida o de los carlistas,
cercanos al presidente y que mostraban desinterés en esos asuntos (su apelativo aludía a
que varios de los colaboradores de Belaunde se llamaban Carlos).18
Esta pugna interna llevó al cisma a Acción Popular. El primer vicepresidente Edgardo
Seoane, líder de los termocéfalos, se distanció del partido y pasó a la oposición, exigiendo
al gobierno la anulación del convenio suscrito con la IPC en agosto de 1968, sintonizando
así con el descontento popular. Seoane, que desde 1967 era secretario general de AP,
estaba ya designado como candidato presidencial para las elecciones de 1969, pero su
deseo se frustró con el golpe de Estado de Velasco. Falleció en 1978.19
28 de Miguel
Política desarrollada en el
octubre de Dammert Trabajo
campo laboral.
1966 Muelle
29 de
Carlos Cueto
diciembre Educación Pública Falta de respeto al Senado
Fernandini
de 1966
Administración política[editar]
En el ramo policial se hicieron vastas reformas. Se aprobó el cuadro orgánico de la Policía
de Investigaciones del Perú, y fueron creados, entre otros organismos, el Centro de
Instrucción de la Guardia Republicana, para la formación de oficiales de este cuerpo. Se
inauguró el nuevo Centro de Instrucción de la Guardia Civil y fueron reorganizados los
servicios de correos y la Dirección General de Tránsito.30
Se crearon las siguientes provincias: San Miguel, en Cajamarca; Antonio Raimondi en
Áncash; Satipo en Junín y San Ignacio, en Cajamarca, esta última colindante con la
frontera de Ecuador.31
Aspecto económico[editar]
Las promesas de cambio y el modelo de desarrollo[editar]
Para las elecciones de 1963 Belaunde logró ampliar su base de apoyo al incluir en su
programa la reforma agraria y la protección a la industria. Además de la aprobación del
Ejército, Belaúnde comenzaba así a representar a sectores urbanos, pequeños
agricultores e industriales. Esta propuesta económica de gobierno estaba enmarcada, a
grosso modo, dentro de las corrientes de estudios de desarrollo de esa época (que tienen
mucha vigencia actual). Lo precedió un periodo donde se priorizaba el crecimiento basado
en exportaciones, que había mostrado su incapacidad para crecer rápidamente y ofrecer
respuestas frente a fluctuaciones de la economía mundial y las mayores desigualdades
internas que generaba. El nuevo modelo proponía que la industrialización debía ser el eje
para organizar la estructura productiva que, se suponía, llevaría a un crecimiento más
sostenido y a una mejor distribución de los ingresos. En este modelo se sostiene la
importancia del empresariado nacional para el desarrollo capitalista en los países
subdesarrollados, apoyándolo con medidas proteccionistas, y articulando el mercado rural
con reformas a la estructura social como la reforma agraria. La persistencia de los
problemas de desigualdad y la dependencia en el capital extranjero, puso en el tablero de
debate temas de la propiedad y control económico, cuestiones que serían abordadas por
el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1968-1980). Belaunde representaba
así un momento en que se fomentaba la industria nacional como eje de la economía y
donde se vieron las limitaciones, tanto teóricas como prácticas, de este modelo (ISI:
Industrialización por Sustitución de Importaciones). El gobierno de Belaúnde fracasó en
realizar a cabo las reformas de la propiedad necesarias para establecer una sólida base
para una industrialización sostenida, y vio cómo el desarrollo decrecía en ritmo mientras
que los problemas de desigualdad aumentaban.32 Concretamente, la reforma agraria, la
reforma tributaria y el problema con la International Petroleum Company (IPC) fueron parte
del discurso político-económico de este gobierno que, finalmente, quedaron irresueltas en
perjuicio del régimen y de la economía en su conjunto.
El sector agrícola peruano está dividido en dos partes. Por un lado, la agricultura de la
costa; industrialmente moderna, concentrada en productos de exportación (caña de azúcar
y algodón). De otro lado, la producción serrana de ganadería, autosubsistencia y escaso
desarrollo tecnológico. Aunque con crecimiento modestos y localizados, el sector agrario
entró, durante los años 1950 y 1960, en una crisis crónica que obligó a los campesinos a
migrar a las ciudades, y reforzó un círculo vicioso en el que la población que no cultivaba
sus alimentos crecía fomentando la dependencia alimentaria. Las causas de esta crisis
fueron: la tenencia desigual de la tierra, el crecimiento capitalista con apoyo centrado en
cultivos costeños, escasez de tierra cultivable, fuerte presión demográfica y desfavorables
términos de intercambio interno.33
La tenencia de la tierra fue un problema muy politizado y se tendió a superponerlo ante los
otros problemas. Sin embargo, no se debe subestimar su importancia. Hasta 1969 la mitad
de la superficie agrícola pertenecía a grandes haciendas privadas; habían haciendas
gigantescas, concentradas en unos pocos propietarios, que sin embargo concentraban
más de la mitad de la superficie cultivable.34 Además, al igual que este problema
estructural, hace falta mencionar que el apoyo del gobierno a determinados sectores
desfavoreció al sector agrario de la sierra. El apoyo al crecimiento industrial tuvo como uno
de sus objetivos el abaratamiento de la mano de obra. Para lograrlo, el Estado peruano,
suprimiendo subsidios, abarataba los alimentos. De esta manera, se hacía competir al
agro serrano con importaciones considerablemente más baratas de estados imperialistas
que habían revertido su carácter importador. «El liberalismo criollo piensa que puede
impulsar la modernización del agro a través de abrirlo a la competencia, pero el resultado
es su estancamiento generalizado y el inicio de una crisis que no ha podido ser superada
en adelante».35
La Junta Militar de Gobierno de 1962-1963, introdujo la primera ley de reforma agraria. A
partir de entonces, se hizo más grande la percepción de que la puesta en marcha de una
reforma agraria en todo el país se hacía inevitable.36 Belaúnde afrontó el problema
promulgando una ley para expropiar las haciendas serranas, pero la oposición en el
Congreso impidió su cumplimiento. Sin embargo, durante el período de Belaúnde, los
movimientos campesinos de 1965, por un lado, y la escasa productividad de la agricultura
en la sierra, redujo la resistencia terrateniente y burguesa ante una reforma agraria. Pero
la aplicación de la ley se fue dilatando y la oficina encargada de la misma, la ONRA
(Oficina Nacional de la Reforma Agraria) tuvo problemas presupuestarios. Tan así que,
Kuczynski, nombrado gerente del BCR en 1966, se refirió a la reforma agraria belaundista
de la siguiente manera: «Hasta 1968, la redistribución de la tierra fue ciertamente más una
amenaza que una realidad». La reforma agraria a gran escala solo se daría a partir del
siguiente gobierno de Velasco.37
Reforma tributaria[editar]
Se inició una vasta reforma tributaria, a fin de aplicar al contribuyente una carga racional y
equitativa. Se promulgó un Código Tributario. En reemplazó de la Caja de Depósitos y
Consignaciones se creó el Banco de la Nación, bajo el control directo del Estado, con la
finalidad de facilitar la captación de impuestos de los contribuyentes. Se suprimieron los
estancos de la sal y del tabaco. Se agilizaron las funciones de la Contraloría General de la
República.
Promoción al desarrollo industrial y comercial[editar]
Se incentivó el desarrollo industrial del país, con la instalación de parques industriales en
Arequipa, Cuzco, Tacna y Puno y a la suscripción de contratos para el ensamblaje de
autos, con las firmas Nissan Motors del Perú S.A. y Fiat Perú S.A.
Por decreto de 19 de agosto de 1967 se eliminó todo obstáculo para el intercambio
comercial con los países socialistas. Países
como Hungría, Yugoeslavia y Checoslovaquiaenviaron misiones comerciales al Perú.
Política agropecuaria[editar]
Se realizó un vasto plan para el desarrollo agrícola en el país, con la ayuda del
Servicio de Investigación y Promoción Agraria (SIPA), la Oficina Nacional de Reforma
Agraria (ONRA) y la Oficina Sectorial de Planificación Agraria (OSPA). Para el efectivo
cumplimiento de este plan, se trazaron programas especiales para la costa, la sierra y
la selva.
Se encargó a la Oficina Sectorial de Planificación Agraria y al Sistema Nacional de
Planificación el estudio de la realidad agraria del país.
Se amplió considerablemente el área de tierras destinadas al cultivo de productos de
pan llevar. En los campos experimentales se obtuvo nuevas variedades de papa,
arroz, frijol y trigo. Todo ello se logró con la ayuda técnica y crediticia de la ONU, la
Fundación Rockefeller y la Universidad de Carolina del Norte.
Para regularizar la distribución de productos alimenticios fue creada la
Superintendencia de Alimentos.
Se impulsó la política de arborización, intensificándose la plantación de eucaliptos y
coníferas, tanto con fines industriales, como para contener la erosión del suelo.
Por Ley N.º 14502 se creó la Corporación Nacional de Fertilizantes (CONAFER),
entidad que reemplazó a la antigua Compañía Administradora del Guano.
Se incrementó el sembrío de frutales en las áreas de la sierra, destinadas al sembrío
de productos tradicionales.
Para incentivar el cultivo del café y contribuir a su efectiva comercialización fue creado
el Instituto Peruano del Café.
En el rubro de la ganadería, el Banco de Fomento Agropecuario otorgó créditos para la
mejora de los planteles ganaderos de los departamentos de Tacna, Moquegua y Piura.
Se pudo así importar ganado de raza Charolaise, Holstein y Brown Swiss.
Para proteger a la vicuña, se estableció la reserva de Pampa Galeras.
Esfuerzos para el desarrollo. Crisis[editar]
A decir de Kuczynski, el presidente Belaunde mostraba su profundo amor por el Perú al
resumir sus logros en monólogos que poco tenían que ver con el desarrollo económico en
su conjunto. El aterrizaje de un avión a un pueblo inhóspito en la Amazonía, la llegada del
primer barco de la Corporación Peruana de Vapores a España, fueron parte de su discurso
político durante su gobierno, como si estos dieran algún indicio del desarrollo económico
del país.39
Veamos algunas características generales del crecimiento económico. Durante los
primeros tres años de gobierno, se experimentó un crecimiento económico más alto que el
promedio latinoamericano –en términos de PBI per cápita–. Estos primeros años de
gobierno fueron una extensión del modelo de desarrollo por exportaciones. Estas pasaron,
de 540 millones de dólares en 1963, a casi 800 millones en 1967. El carácter de la
expansión, sin embargo, no estuvo inducido por el aumento en los volúmenes de
producción, sino por una circunstancia fuera del control del gobierno: el alza de los precios
internacionales del cobre y la harina de pescado.40
Las inversiones totales se mantuvieron relativamente estables ya que, por un lado, la
inversión privada se redujo considerablemente entre 1962 y 1964 debido a la retórica
reformista del presidente, mientras que la inversión pública contrarrestó este efecto
mediante un programa masivo de obras públicas. En estas acciones, se mostraba el
interés de incrementar el accionar del Estado en la economía.5
La producción estuvo claramente diferenciada: mientras que el sector agrícola se mantenía
claramente estancado, el sector manufacturero orientado al mercado urbano siguió
creciendo gracias a las medidas proteccionistas del gobierno.41
Indicadores de Crecimiento Económico: Perú y América Latina, 1961-1966
(cambios porcentuales anuales, promedio 1961-1966)
1960-1965 1965-1968
Fuente: Recuperado por Parodi, Carlos (2000), sobre la base de Schydlowsky, Daniel y Juan Julio Wicht, Anatomía de un
fracaso económico, Perú 1968-1978, Lima: Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, 1982, p.20.
Los sectores primarios que generaban divisas, como la pesca, agricultura y minería, tenían
un desarrollo mucho más lento que los sectores demandantes de divisas, como los
sectores manufactureros. De este modo, la diferencia se tuvo que atender mediante
endeudamiento externo, el cual se quintuplicó entre 1963 y 1968. Además, el gobierno no
percibió que era insostenible aumentar el gasto público sin realizar una reforma tributaria,
es más, las modificaciones tributarias terminaron beneficiando a los sectores
exportadores.35 Así, el régimen de Belaúnde terminó con un grave déficit fiscal, una
creciente inflación, y con el creciente descontento por las inevitables medidas
deflacionarias de 1967. El apoyo de Estados Unidos se redujo por la incapacidad del
gobierno para solucionar los problemas socioeconómicos internos y la inclinación
nacionalista con respecto a la IPC. Mientras tanto, sectores nacionalistas criticaban la
incapacidad del gobierno para solucionar el problema de la IPC, y por el mayor control de
las multinacionales sobre el sector manufacturero.
«No obstante los intentos extremos para restablecer la confianza, encargando el Ministerio
de Economía primero a un militar (Morales Bermúdez, llamado a ser Presidente siete años
más tarde), y después a un hombre de negocios (Ulloa) como símbolos de rectitud
económica, en 1968 el régimen había perdido toda credibilidad.»43
Aspecto social[editar]
Políticas Sociales[editar]
Cooperación Popular[editar]
«El pueblo lo hizo», era la frase que solía repetir Belaúnde al contemplar las obras realizadas por los
pobladores con la ayuda de su gobierno. Huari, Ancash.
De sus viajes realizados antes de asumir la presidencia, Belaúnde pudo recoger también
datos sobre toda una gama de conocimientos y formas de interacción social ancestrales,
practicadas en los pueblos que visitó. Rescatando la ancestral tradición del trabajo
comunitario de los pueblos andinos, pudo organizar las labores de gobierno con los
pueblos beneficiarios de la ayuda estatal. De allí que a partir de agosto de 1963 se
consolidó una oficina nacional llamada Cooperación Popular, cuyos trabajos realizados en
su mayor parte por pobladores guiados por oficiales del gobierno, los finalizaban acuñando
la frase: «El pueblo lo hizo», a modo de inculcar en el imaginario social, lo exitoso que
podría ser el trabajo comunal debidamente organizado.
Esta política de desarrollo de las comunidades, buscaba pasar de un sistema vertical
impuesto desde el gobierno central, a un enfoque desde las propias comunidades que
otorgará mayor importancia a los intereses de los beneficiarios de la política social. Así, se
destinaron 10 millones de dólares para esta iniciativa.5
No obstante, los proyectos Cooperación Popular no llegaron a desplegarse con una
magnitud significativa debido a la gran oposición de la coalición APRA-UNO desde el
legislativo, que calificó de político al programa social de Belaúnde. El Congreso terminaría
por obstruir Cooperación Popular, transformándolo en un departamento dentro del
Ministerio de Desarrollo y Obras Públicas y no en un programa interministerial como era el
objetivo inicial de Belaúnde.5
La Reforma Agraria[editar]
Véase también: Reforma agraria peruana
Belaunde trató de combatir la profunda desigualdad estructural mediante la Ley N.º 15037
de Reforma Agraria del 21 de mayo de 1964. Esta reforma afectaba principalmente a los
latifundios abandonados, deficientemente cultivados o feudalizados en los departamentos
de Pasco, Junín, Puno y los valles de Lares y La Convención, en el departamento del
Cuzco, zonas que se habían visto convulsionadas por las movilizaciones campesinas. No
afectaba a las tierras que tenían un rendimiento eficiente.
El asunto presentaba particularidades regionales. Mientras que en la costa solo existía el
problema de la redistribución de la tierra fértil cerca a los ríos, en la sierra solo un 5% de la
tierra se encontraba en condición de ser arada. Además, no solo existía la necesidad de la
redistribución, sino también un problema de capacidad técnica para que los nuevos
propietarios puedan explotarla. El enfoque del problema fue únicamente distributivo por lo
que los intentos de reforma terminarían siendo perjudiciales.5
En los años 1960 tuvo lugar el surgimiento de organizaciones de agricultores,
especialmente en valle de la Convención, donde un número reducido de propietarios
poseían las tierras cultivables. Así, tuvo lugar un conflicto entre los campesinos, liderados
por Hugo Blanco Galdós y las grandes familias propietarias locales.
Finalmente, en medio de ese escenario de conflictividad, al finalizar el cuarto año del
gobierno belaundista, este había adjudicado 195,347 hectáreas de tierras, beneficiando a
30.000 campesinos. Se trataba de una reforma hecha racionalmente, indemnizando a los
propietarios afectados y sin confiscaciones violentas. Cosa contraria a lo que haría el
siguiente gobierno dictatorial de Velasco.
Política educacional[editar]
El país gozó de una importante inversión en educación, a la que se destinó la
proporción más alta del presupuesto, algo que no había ocurrido en la historia del país,
hasta entonces.
Se dio la Ley de la gratuidad de la enseñanza en todos los niveles, desde Inicial hasta
Superior.
Se desarrolló un vasto plan educativo en función de los ideales humanista, cristiano,
democrático y nacionalista.
Se crearon nuevas universidades y escuelas normales, tanto estatales como
particulares.
En coordinación con el Ministerio de Salud se ejecutó el Plan Integral de Alimentación
Escolar, que abarcó un suministro diario de más de tres millones de desayunos diarios
a los niños de educación especial y primaria, especialmente en áreas marginales,
rurales, zonas de frontera y de emergencia.
Fueron creados los colegios regionales de nivel intermedio en Chimbote, Tacna,
Huancavelica, Chachapoyas, Moyobamba y Cuzco; las unidades escolares para
mujeres Juana Cervantes de Bolognesi en Arequipa, General Prado en el Callao,
Mercedes Indacochea en Lima (Barranco), el Colegio Militar Mariscal Cáceres en
Huancayo y los liceos navales Almirante Guisse en Lima y Teniente Clavero en
Iquitos.
La matrícula escolar se duplicó, pasando de 1.843.799 a 3.117.500 alumnos, con una
tasa de crecimiento de 9.19%, muy superior a la tasa demográfica. En los cinco años
de gobierno se construyeron 14.000 aulas, la mitad de ellas por Cooperación Popular.
Con los auspicios de la UNICEF y la UNESCO se cumplió un plan de operaciones
para el programa de formación y mejoramiento del personal docente primario y se dio
un nuevo Reglamento para este sector.
Los servicios magisteriales fueron mejorados notablemente. A iniciativa del Ejecutivo
se promulgó la Ley N.º 15215 del Estatuto y Escalafón Magisterial, que aseguró
condiciones de trabajo especiales para los maestros. Por decreto supremo N.º 78 de
10 de diciembre de 1965 fue creada la Derrama Magisterial, destinada a ayudar
económicamente al maestro y al trabajador del sector educativo en casos de
fallecimiento, invalidez, jubilación o retiro voluntario del servicio. El proyecto de la
Derrama Magisterial fue obra del diputado acciopopulista Luis Bocchio Rejas.
En lo que compete a la enseñanza técnica se crearon nuevos planteles y se estimuló
el desarrollo de la educación industrial de mujeres. Se dictaron cursos masivos de
capacitación y adiestramiento para maestros y se puso en funcionamiento un nuevo
currículum para la formación de los mismos.
Se hizo una intensa labor de alfabetización del adulto y del selvícola.
Con el propósito de descentralizar la administración educativa, fueron creadas las
direcciones regionales, a las que se dotó de un reglamento. Se delegó a dichas
direcciones las funciones de administración presupuestal, administración de personal y
de supervisión técnica pedagógica, reservándose el Ministerio de Educación las tareas
de normativa y planeamiento
En el campo del fomento de la cultura mencionaremos la iniciación de la preparación
de la Geografía General del Perú, del Atlas Histórico-Geográfico y de paisajes
peruanos; la creación de las Casas de la Cultura del Callao, Cajamarca, Cuzco,
Huánuco e Ica, de los museos regionales de Puno, Moquegua, Ica, Chincha y Cuzco y
los de sitio de Chanchán, Huarihuilca y Julio C. Tello.
Fomento y obras públicas[editar]
Vista de la carretera de Pedro Ruiz a Chachapoyas.
Fue gracias a Cooperación Popular y a los empréstitos hechos por instituciones crediticias
extranjeras y del país, que Belaúnde pudo proyectar y realizar obras de gran aliento y de
infraestructura, que se materializaron en la construcción de carreteras, sistemas de
irrigación, electrificación, vivienda, etc.
Aspecto internacional[editar]
El gobierno dinamizó sus relaciones con diversos países a fin de lograr una mayor
vinculación política, económica y cultural. Siguiendo esta línea, trabó conferencias
comerciales bilaterales con los gobiernos de Finlandia, Japón, Portugal y suscribió
convenios de asistencia técnica con Israel y organismos internacionales tales como la
OEA, el BID y la CEPAL y se logró acuerdos con Bolivia, Colombia y Ecuador para la
construcción de la carretera marginal bolivariana de la Selva.
El Perú participó en diversas reuniones internacionales, como la reunión de cancilleres
en Punta del Este (Uruguay) en abril de 1967, que elaboró la declaración de los Jefes de
Estado americanos que se reunieron en aquel lugar entre el 12 y el 14 de abril (entre ellos
el mismo Belaúnde), por el que se acordó la decisión de lograr el orden social, libre, justo y
democrático para los pueblos libres del continente y la integración económica de los
mismos.
El Perú recibió la visita oficial de los presidentes Eduardo Frei Montalva de Chile, Charles
de Gaulle de Francia, Giuseppe Saragat de Italia y René Barrientos de Bolivia, y la
del Arzobispo Makarios de Chipre. Igualmente la del Príncipe Akihito del Japón y del
Príncipe Alberto de Lieja de Bélgica.
Defensa nacional[editar]
Mirage III E, del Ejército del Aire Francés. Unidades de ese tipo fueron adquiridos por el gobierno de
Belaunde
En 1963 los militares habían apoyado a Belaúnde en las elecciones especialmente por su
programa reformista en temas agrarios, que a los ojos de las fuerzas armadas era
necesario para garantizar la seguridad interna del país. Sin embargo, conforme los
proyectos reformistas de Belaúnde eran frenados por la coalición APRA-UNO desde el
Congreso, las Fuerzas Armadas empezaron a impacientarse. Además, el APRA parecía
ser el partido con más probabilidades de salir vencedor en las elecciones próximas de
1969. Frente a la enorme posibilidad de la llegada al poder de Haya de la Torre en 1969,
los rumores de un golpe militar para evitarlo empezaron a hacerse cada vez más fuertes.
Las viejas rencillas entre el APRA y los militares se intensificaban una vez más, no
obstante, esta vez no sería por el proyecto reformista de Haya de la Torre. Por el contrario,
los militares no veían con buenos ojos la alianza del APRA con la oligarquía, y la
obstrucción a las reformas de Belaúnde. Ahora el APRA y el ejército se encontraban en
posiciones ideológicas inversas con respecto a las que tenían en el pasado. Sin embargo,
estas posiciones eran, al igual que en el pasado, contrarias.63
El 3 de octubre de 1968, a casi diez meses de terminar su gobierno, Belaúnde fue
derrocado por un grupo de militares de tendencia socialista, liderados por el general Juan
Velasco Alvarado, en ese momento presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas del Perú.
La madrugada del 3 de octubre de 1968, al aproximarse las tres, llegaron tanques del
ejército a la Plaza de Armas de Lima; desde Palacio de Gobierno, Fernando Belaúnde
llamó a los ministros Roberto Dianderas, de guerra; Jorge Luna Ferreccio, de Marina
y José Gagliardi Schiaffino, de aeronáutica y les pidió que se tomaran las medidas más
drásticas. El ejército rompió las puertas de entrada e ingresó a Palacio de Gobierno; luego
un grupo de militares al mando del comandante Enrique Gallegos llegó a las habitaciones
y condujeron a Belaúnde hacia una camioneta que lo llevó al cuartel División Blindada.
Otros tanques tomaron el local del Congreso, la prefectura, los locales de Acción Popular y
del APRA, Radio Nacional, el Ministerio del Interior y las estaciones de Televisión.
A las 5 a.m. los ministros de estado logran reunirse en el Palacio de la Cancillería; faltaban
el ministro de Guerra Dianderas y de Marina. Se acordó que el 2° vice-presidente Mario
Polar asumiera la presidencia y se planteó destituir a todos los oficiales golpistas. A la 6
a.m. gran cantidad de oficiales de la Policía de Investigaciones rodearon el Palacio de la
Cancillería y después irrumpieron violentamente en él. Los ministros salieron del local
cantando el Himno Nacional. Mientras tanto, en el aeropuerto estaba listo para partir un
avión APSA que los militares rebeldes habían preparado para huir en él en caso de que el
golpe fracasara, o deportar en él al presidente Belaúnde si triunfaban.
A las 8 a.m. llegó el presidente Belaúnde custodiado por 3 oficiales y 20 investigadores,
quienes lo obligaron a subir al avión. El depuesto mandatario fue conducido al Aeropuerto
Internacional de Ezeiza, Argentina.
Juan Velasco Alvarado se proclamó como presidente del Gobierno Revolucionario de las
Fuerzas Armadas. Acusó al gobierno de coludirse con los intereses del capital
internacional y de no haber tenido la voluntad de realizar las reformas sociales que se
consideraban necesarias.
Acontecimientos[editar]
El 24 de mayo de 1964 se produjo la tragedia del Estadio Nacional donde perecieron
unas 300 personas.
El 17 de octubre de 1966 ocurrió un terremoto que asoló Lima, Callao y la franja
costera del norte hasta Supe, y cuyo epicentro estuvo frente a Huacho. Produjo
también un tsunami. Su saldo fue de 220 muertos y 1.800 heridos.
El 14 de diciembre de 1966 falleció en Nueva York el distinguido intelectual y
diplomático Víctor Andrés Belaúnde (tío de Fernando), que llegó a presidir la
Asamblea General de la Naciones Unidas.
El 15 de agosto de 1967 falleció en París el ex presidente Manuel Prado Ugarteche,
que gobernó el Perú en dos periodos: 1939-1945 y 1956-1962.
Autoridades