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Desigualdades en China
Una de las razones para analizar las condiciones del bienestar de la población en la República
Popular China (China) es que junto con la expansión económica se ha registrado una
ampliación de la desigualdad económica y social, que es reconocida por el gobierno y por
organizaciones internacionales: “crecimiento cercano al 10%, cerca de 500 millones de
personas aliviadas de pobreza” y “relativamente alta desigualdad económica y social”, son
algunos de los términos en que se refieren los problemas.
En los últimos cuarenta años la población china se ha desplazado a las zonas urbanas y
costeras del país tanto por la expansión económica como por la flexibilización del hukou.1
Por ejemplo actualmente en la municipalidad de Beijing un tercio de los cerca de 20 millones
de habitantes no están registrados como residentes locales, en tanto que en Shanghai las cifras
son 6 millones de habitantes no registrados como residentes locales de los 19 millones del
total (Xiaodong, 2011: 24). En las ciudades de destino los migrantes tienen acceso limitado
a los servicios públicos y de protección social, por lo cual acuden a servicios prestados por
particulares que generalmente están fuera de las regulaciones locales.
La creciente desigualdad china se describe como el efecto colateral del milagro económico
del país y como una amenaza potencial a su estabilidad y prosperidad. Centrándose en varios
enfoques alternativos de la relación existente ante el crecimiento el PIB y la pobreza/bienestar
este artículo sostiene que el fracaso en el acceso a beneficios sociales entre los trabajadores
urbanos y la creciente desigualdad en las ciudades Chinas son dos aspectos centrales en el
rediseño radical de la sociedad lavado a cabo en la china de Mao y que es esencial tener en
cuenta la complejidad de la situación para percibir nuevas dimensiones de privilegio y
vulnerabilidad. Después de la aparición de una nueva serie cada vez mayor de conflictos y
protestas relacionados con el empleo los expertos debaten los riesgos que el malestar social
podría tener y a menudo apelan a la cultura China como un elemento muy necesario de
esbozar escenarios fiables. Pero para captar el proyecto de modernización en china en toda
su complejidad es necesario evitar las lecturas esencialistas de la cultura y adoptar un enfoque
crítico en el estudio de la sociedad.
En efecto, la función principal que ha cumplido ese mecanismo distributivo que vincula las
condiciones de vida en el campo al nivel de los salarios industriales ha sido la de asegurar un
montante de beneficios suficientemente alto para sostener el intenso proceso de acumulación
puesto en marcha. No en vano, como consecuencia de la presión ejercida por este mecanismo,
los salarios han estado creciendo a ritmos inferiores a los que ha incrementado la
productividad de los trabajadores chinos. Esto ha provocado que su participación en el
reparto de la renta nacional no haya dejado de caer desde prácticamente el inicio de la reforma
hasta llegar a apenas un 45% del PIB, un nivel aún más bajo que la ya reducida cifra en que
se encuentra en otras economías de análogo nivel de renta per cápita
Por otro lado, la contención de los salarios lograda se encuentra no sólo detrás del alto ritmo
de acumulación de capital, sino también de la alta competitividad internacional de las
exportaciones chinas. Aunque en una magnitud menor a la que habitualmente se argumenta,
estas también han sido clave para el crecimiento, ya que han compensado la marcada
disminución de importancia del consumo de las familias provocada por la misma pérdida de
participación de los trabajadores en la renta nacional
De los beneficios a la desigualdad
Gracias a este patrón puesto en marcha, China ha podido convertirse en la segunda economía
del mundo. Sin embargo, dado que sólo ha podido lograrlo a costa de estancar las condiciones
de vida en el ámbito rural y limitar los salarios urbanos, finalmente el crecimiento económico
ha quedado vinculado estructuralmente a la desigualdad social.
De manera general, en cualquier economía una menor participación de los salarios genera
una menor proporción de los ingresos de los hogares de rentas medias y bajas en la
distribución de la renta disponible. Al mismo tiempo, una mayor participación de los
beneficios provoca una mayor proporción de los ingresos de los hogares más ricos. Así, en
China la obtención por parte de su nueva clase capitalista de una porción de los excedentes
apropiados tanto por las empresas estatales, como por las privadas, ha derivado en un
incremento del porcentaje que sobre el total representa la renta del 10% más rico de la
población
Referencias
https://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/revista_papeles/115/desigualdades_en_Chi
na_R.%20MOLERO.pdf
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43458/1/RVE124_Amarante.pdf
http://www.clmeconomia.jccm.es/pdfclm/ohara_10.pdf
http://vonhumboldt.org/paper/La%20desigualdad%20xavier%20sala.pdf
https://www.jstor.org/stable/25746490?seq=1#metadata_info_tab_contents
HOKOU: En virtud de este sistema –que comenzó a implantarse en 1958, durante la época
maoísta y antes de la entrada en el poder del partido comunista– cada ciudadano (u hogar) es
clasificado de acuerdo con su lugar de origen –determinado por nacimiento– y se le asigna
un hukou urbano o rural. En la práctica, el hukou opera como un pasaporte interno o permiso
de residencia al que se ligan tanto el lugar de residencia como la provisión de servicios sociales.
De este modo, los hogares chinos únicamente tienen acceso a los beneficios sociales (derechos
laborales, educación, atención médica, pensiones o seguridad social) en su lugar de origen y
en relación con su régimen de hukou, lo que permite al Gobierno ejercer un control centralizado
de la migración interna y del acceso y distribución del gasto público.