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LOS EMPRESARIOS Y EL MERCOSUR

Los empresarios protagonistas de la economía, creyeron, releyeron infinidad de veces e interpretaron los sentimientos de los
legisladores que en 1991 aprobaron el texto de ese tratado, y 25 años después se los nota sino decepcionados y algo frustrados en sus
ambiciones y expectativas.
Esa situación se genera por algunas circunstancias confluyentes, a saber:
 La lenta y cansina posición de los países miembros que no han logrado superar la diferencia de sus objetivos. Aún se notan
aspiraciones no satisfechas de los países con economías más pequeñas y las políticas ocasionalmente restrictivas de las mayores. A ello se
agrega una suerte de cambios de ejes direccionales, que repliega lo comercial y se vuelcan frontalmente hacia objetivos de orden social que
casi monopolizan las discusiones, sin lograr un equilibrio adecuado entre ambos conceptos.
 En este escenario, no sería ajena la incorporación de Venezuela, el último asociado (¿país miembro?) que, por ejemplo, mantiene su
proyecto de instalar una zona complementaria de comercio geográficamente interna a cuatro bloques -Mercosur, ALBA, Petrocaribe y
Caricom- que no se llega a comprender en su magnitud excepto en el claro desvío de otros desarrollos regionales.
 Los procedimientos para arribar a los imprescindibles consensos deben revisarse y actualizarse. Existe un exceso de la retórica unida a
la presuntamente reducida efectividad de lo acordado (¿cuántas resoluciones y decisiones han sido internalizadas por cada país?). Un
presidente de uno de los países expresó, con un dejo de nostalgia, en la última cumbre de Asunción: "El Mercosur es lo que nosotros
queremos que sea", como asumiendo su responsabilidad por las críticas recibidas por parte de especialistas y operadores.
 La aparentemente difusa visión negociadora que ha producido que el bloque haya quedado relativamente relegado de los
movimientos negociadores de última generación, estilo siglo XXI, a lo que se le agrega que algunos acuerdos logrados no han generado el
nivel mínimo comercial pretendido.
 El regreso a lo "reservado", hecho que para los que hemos pasado décadas transitando por los pasillos o esperado horas en el "cuarto
de al lado", representa un regreso que no suma en este siglo, en que la información transita tan rápidamente y por tantos canales que es
casi imposible seguirla. Por ejemplo: ¿Cuáles son las 80 medidas que afectan al comercio intrarregional anunciadas en la última cumbre de
Asunción y por qué no se publican?
 El Foro Consultivo Económico y Social es el único órgano oficial representante de la sociedad civil organizada, a pesar de lo cual las
autoridades del bloque siguen sin actuar de acuerdo a tal título. Es así que se sigue administrando financieramente a través de las entidades
del sector privado que lo componen, y emite recomendaciones de manera naturalmente proactiva pues las consultas desde niveles
superiores son inexistentes.
 La evidente decepción empresaria debería generar al mismo tiempo una severa autocrítica hacia su actitud, que le ha impedido
ejercer la creatividad y proactividad necesaria, para encontrar entre los mecanismos del bloque propuestas concretas y/o salidas para su
desarrollo comercial. Por ejemplo: proyectos de una real y efectiva integración productiva sectorial, o la forma de interrelacionar los
regímenes de origen con los establecidos en otros acuerdos de países miembros o asociados con terceras partes, como los que tiene Chile
con los países asiáticos.
Somos muchos los que seguimos creyendo y apoyando al Mercosur. Pero entendemos que debería abandonar ese angosto sendero que
está transitando, con sólo un 16% de comercio intrarregional. Y algunos miembros simultáneamente deberían decidir desvíos de su
comercio con países de extrazona, para volcarlo al comercio intrarregional de productos con suficiente capacidad de abastecimiento y nivel
competitivo.
Como expresó el Alto Representante del Mercosur, Florisvaldo Fier, en 2017 toda América del Sur se convertiría en un zona de libre
comercio en virtud de la conclusión de los períodos de transición de algunos acuerdos del Mercosur con Perú y Colombia, con la enorme
característica de ser una región bioceánica, escenario en el cual el Mercosur debe prepararse a desempeñar uno de los roles fundamentales
en la evolución del comercio sudamericano (interior y exterior).
A ello se le debe agregar que otro de los desafíos que afronta el bloque es la posible concreción de una serie de acuerdos comerciales,
entre los que se destaca, debido a las características de su mercado, el que se negocia desde hace más de 15 años con la Unión Europea (en
el que no participa Venezuela, situación aún de algo compleja interpretación dada su próxima presidencia pro tempore).
Vuelta atrás
Para mejorar o regenerar el entusiasmo y aliento empresarial, el bloque debería retomar el camino inicial brindando claras señales de
su inclinación hacia los movimientos de este siglo, con la dimensión que se le adjudica en el exterior (se lo sigue considerando la quinta
economía del mundo), meta que quizás pueda resultar complicado alcanzar, teniendo en cuenta que a partir de julio próximo Venezuela
asume la presidencia, junto con la de Unasur, hecho que un analista venezolano ya define como que: "El presidente (Nicolás) Maduro,
generará estabilidad, concordia y equilibrio a las relaciones internacionales entre nuestros países; eso es la agenda política de América
latina, defender la democracia y la convivencia entre nuestros países".
Habrá que esperar los resultados de esta curiosa y casi inédita situación bipresidencial, y mientras tanto, se debería recordar que para
el Mercosur lo mejor es más Mercosur. Pero actualizado al siglo XXI.

ASPECTOS POSITIVOS Y LOS DILEMAS DEL MERCOSUR Por Jorge José Torres
Director del Idela - Universidad Nacional de Tucumán
Es un buen momento para analizar los resultados positivos alcanzados por el Mercosur y también los dilemas que hoy se plantean.
De los resultados positivos, es inevitable rescatar dos. El primero de ellos es su efecto sobre el comercio, al revertir una tendencia
declinante del comercio regional de los años 80, desarrollándose una base de comercio intrarregional completamente novedosa. El volumen
total del comercio Mercosur pasó de U$S 70.000 millones de 1991 a U$S 172.000 millones de 2003.
El otro resultado positivo es el fortalecimiento de la inserción internacional de la región, mejorando su autonomía y capacidad de
decisión. Es el resultado más tangible y el que más proyección le asegura al grupo regional. Hoy Mercosur negocia acuerdos con la Unión
Europea y el NAFTA a través del ALCA; están vigentes y con resultados positivos los acuerdos con Chile. Se incorporaron como nuevos
estados asociados Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia; y se negocia con México, India y Sudáfrica. Además, Argentina y Brasil negocian en
la OMC dentro del entendimiento del Grupo de los 20.
También hay dilemas pendientes. El de mayor importancia es cómo fortalecer la estructura institucional. Se debe trabajar en la
profundización de los mecanismos para alcanzar el Mercado Común, en particular cómo hacer efectiva la Unión Aduanera, la armonización
de las políticas macroeconómicas y la legislación, y el mejoramiento del mecanismo de solución de controversias, más allá del avance
logrado en el Protocolo de Olivos.
Otros dilemas centrales son cómo alcanzar una mayor participación en el comercio mundial, cómo mantener un flujo de inversiones
directas de capital adecuado a las necesidades del desarrollo regional y cómo superar los desequilibrios regionales intramercosur. El dilema
central es cómo generar mayor fortaleza en el eje político-regional, que consolide las dimensiones de una alianza estratégica.
PARADOJAS, MEJORAS Y FRICCIONES EN EL MERCOSUR Por Andés Musacchio
Director del CEIL - Universidad Nacional de Buenos Aires
El Mercosur procuraba insertar a las economías de la región en el plano internacional, estimulando la especialización productiva en
torno a las ventajas comparativas, utilizando a la región como trampolín para exportar al mundo y con una vasta apertura a las
importaciones. Los resultados no fueron los previstos. Las exportaciones no se expandieron como se esperaba y la especialización no
produjo un crecimiento acelerado. Sí aumentó fue la desocupación, la miseria y la deuda externa.
Sin embargo, el avance del Mercosur fue paradójico. El comercio intrarregional creció notablemente. La diversificación y el mayor valor
agregado le dieron al comercio zonal un perfil mejor que con el resto del mundo.
La faceta positiva se agotó en cuanto los modelos de crecimiento basados en la apertura y la reevaluación cambiaria se desmoronaron.
La crisis arrastró a un comercio regional que depende de la demanda interna. Así, aparecieron las fricciones diplomáticas y las denuncias
recíprocas de invasión de mercados.
Las tensiones no indican que haya entrado en crisis, si que los modelos de desarrollo que sirvieron de base fracasaron. El Mercosur sólo
puede replantearse si tenemos claridad en el rumbo a fijar a nuestras sociedades.
Para repensar el mercado común hay que partir de los problemas económico-sociales de los países de la región.
La distribución regresiva del ingreso, el desempleo y la marginación, la fuga del excedente generado internamente, la reducción de la
base productiva, la falta de un proceso de creación tecnológica, el deterioro de la infraestructura y de la educación son problemas
insoslayables. Como no es sólo un problema comercial, se requiere pensar políticas activas comunes de desarrollo, formas de
financiamiento conjuntas, programas sociales y regionales especiales, y replantear nuestro lugar en el mundo para convertirnos en
protagonistas y no en meros androides de los centros de poder.
POR AHORA LA UNION ADUANERA ES SOLO UN PROYECTO Por Gabriel Scrimini
Master en Economía y Finanzas. Tucumano radicado en Brasil. Socio director de Eurovest Investment Bank
No nos asombremos si el tiempo pasa y continuamos observando desde la platea las peleas como perro y gato entre los dos mayores
países de América del Sur, en torno al comercio bilateral. Los actores cambian, fueron De la Rúa, Cavallo y Fernando Cardoso y ahora son
Kirchner y Lula, más la esencia es la misma.
Ultimamente asistimos a polémicas por las medidas de salvaguarda que la Argentina adoptó en su comercio con Brasil. Nuestro país, en
teoría, estaría quebrando las reglas del Mercosur. Algunos van más lejos y dicen que “el Mercosur se acabó” o que “es la hora de acabar con
esta unión aduanera”.
En ese cuadro de crisis, tan sólo el Poder Ejecutivo brasileño es el único que no cedió a las presiones y no adoptó una política más dura
con la Argentina. El problema, desde el punto de vista argentino, está en el saldo comercial creciente a favor de Brasil, que este año deberá
alcanzar a los U$S 2.000 millones.
Frente a este hecho, la Argentina pide el retorno de las salvaguardas. Los empresarios brasileños protestan indignados, insistiendo en
que las reglas no pueden ser cambiadas. Que tenemos una Unión Aduanera y que debemos ser fieles a ese modelo de integración regional.
Faltan socios similares
De hecho, si el Mercosur fuese una unión de varios países grandes o medianamente fuertes -caso Unión Europea-, la preocupación
argentina con Brasil no tendría sentido porque podría recuperar su superávit al comerciar con otro socio que ofrezca las mismas ventajas de
tarifas y de aranceles, pero tanto Uruguay como Paraguay no tienen tal poderío, porque representan un 10% del bloque. Así las cosas, el
déficit torna poco interesante al acuerdo para el país deficitario.
Un proceso de integración económica precisa tener en cuenta las asimetrías estructurales de sus países socios. Precisamente, este es el
argumento que Brasil usa en las negociaciones comerciales con los países desarrollados (Unión Europea).
Es comprensible que la Argentina de una importancia mayor que Brasil a los problemas del Mercosur. Las exportaciones argentinas para
Brasil representaron algo más del 16% de su comercio en 2003, mientras las exportaciones brasileñas para la Argentina fueron sólo del 6%.
Un desequilibrio de esa naturaleza puede ser entendido como un problema de tasa de cambio real de competitividad relativa. Como no
conseguimos coordinar nuestras políticas fiscales y monetarias, la solución provisoria sería, probablemente, un aumento lineal general de
tarifas y subsidios hasta que el equilibrio de competitividad sea restablecido. Ese aumento o disminución de tarifas haría el papel de ajuste
exógeno de la tasa de cambio real o paridad de poder de compra.
¿Eso significaría acabar con la Unión Aduanera?
No. No es posible acabar con algo que no existe en la práctica. No es un inconveniente eliminar un acuerdo teórico que aproxima a dos
países en su relaciones comerciales, en este proyecto llamado Mercosur.
Los dilemas del Mercosur por Susana Elena Dalle Mura (*)
El 26 de marzo de 1991 se suscribió entre la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay el Tratado de Asunción, fundador del Mercado Común
del Sur (Mercosur). En el año 2012, recién sumamos un nuevo miembro: la República Bolivariana de Venezuela (actualmente suspendida) y
en el año 2015 solicitó su ingreso la República de Bolivia (en proceso de adhesión), totalizando a futuro seis miembros plenos. También
existen Estados asociados. En la actualidad son: Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Guyana y Surinam, y como observadores, entre otros:
México y Nueva Zelanda.
El pasado inmediato del tratado citado se debe a dos presidentes sudamericanos que comenzaron la integración argentino-brasileña
(1985). En la década del 90, ese acuerdo es reconfigurado, intentando dar una señal de paz y democracia en aras de evitar los conflictos
regionales del pasado. El Mercosur nació de la matriz del modelo neoliberal e inspirado en el Consenso de Washington (1989), con escasa
participación de sus pueblos. Esa situación continuó hasta la aparición de una resistencia a esa matriz neoliberal. En ese momento, el
Mercosur comenzó a transformarse con el “No al Alca” (Alianza de Libre Comercio de las Américas: una zona de libre comercio propuesta
por los Estados Unidos desde Alaska a Tierra del Fuego); en la realidad, era poner límites al Consenso de Washington. Esa epopeya del “No al
Alca” fue un sí a la integración y un sí a la unión de los pueblos sudamericanos, antecedente fecundo de la actual Unasur, integración
política de toda la América del Sur.
Marchas y contramarchas
Hoy, el Mercosur está inmerso en las marchas y contramarchas típicas de todo proceso de integración. Por ejemplo, el Acuerdo Unión
Europea-Mercosur fue planteado desde el año 1999 para reencauzar las negociaciones entre los dos bloques y tuvo hasta ahora numerosos
obstáculos, pero aparentemente, se podría concretar este año. Tampoco se descarta que la UE, se lance también hacia una “alianza
estratégica” con la Argentina, como ya tiene con otros países como México y Brasil. Esto no requiere una gran negociación y los beneficios
podrían ser amplios: mayor intercambio comercial y una profundización de los acuerdos de cooperación bilaterales. La Argentina, Brasil y
Paraguay, el año pasado, expresaron su oposición a la asunción de la presidencia pro témpore del Mercosur por parte de Venezuela, en un
contexto de tensión en el bloque, en el momento en que el Mercosur se preparaba para profundizar las negociaciones con la Unión
Europea. Algunos analistas creen que la integración del Mercosur con la Alianza del Pacífico podría debilitarlo. Sin embargo, la Argentina
está impulsando una serie de medidas para trabajar con ese bloque regional que conforman: Chile, Perú, Colombia y México.
El Mercosur reúne más de 13 millones de kilómetros cuadrados, 275 millones de habitantes y un PIB equivalente a más de 4 billones de
dólares. En un reciente viaje del presidente argentino a Chile, inició un camino de colaboración en la relación de ambos bloques,
propiciando el libre comercio con una mayor integración y exportaciones de calidad. Recordemos que la Alianza del Pacífico fue creada en el
año 2011, por el impulso del ex presidente peruano Alan García, como un foro regional. Es un bloque conformado por los cuatro países
anteriormente nombrados, con más de 200 millones de habitantes, un tercio del PBI de América Latina; ideado para contrarrestar la
creciente influencia bolivariana del Alba (sigla que significa Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América), impulsada por el ex
presidente venezolano Hugo Chávez Frías.
Barajar y dar de nuevo
En el manifiesto inaugural de la Alianza del Pacífico (Declaración de Lima), sus socios fundadores pretendían avanzar, progresivamente,
hacia la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Los Estados Unidos impulsaron este nuevo foro de reposicionamiento
regional, para contrarrestar el avance chino e impulsar su ambicioso proyecto, el Acuerdo Transpacífico (TPP). Este nuevo escenario político
global genera una nueva oportunidad de negociación y un nuevo impulso histórico para el Mercosur. El año pasado surgió a nivel regional
“la llamada teoría del Cisne Negro”: situaciones inesperadas que despertaron al bloque de su largo letargo en un contexto político y
económico internacional incierto.
El intempestivo desorden mundial debe recomponer y crear nuevas alianzas en el contexto del Mercosur. Si la Argentina y el Brasil no
relanzan y mejoran sus relaciones bilaterales, será difícil fortalecer este bloque. Hay una nueva oportunidad histórica. Si bien ambos están
en situaciones complejas, los dos son rivales, socios y hasta vecinos. A casi veintiséis años de su fundación, el Mercosur tendrá que hacer un
inconmensurable esfuerzo, para relanzarse y lograr una nueva reinserción internacional.
El Mercosur plantea un camino con senderos que se bifurcan. Su dilema hoy consiste en profundizar la integración regional, sin acuerdos
extrarregionales o crear las oportunidades estratégicas para que cada uno de los países miembro, aunque sea parcialmente, asuma un
regionalismo abierto. Eso permitiría a los Estados no encerrarse en el Mercosur y abrirse a nuevos acuerdos. Lo crucial en estas decisiones a
tomar es que configurarán, definitivamente, el proceso de integración para las próximas generaciones.
La República de México, sin dudas, podría convertirse no sólo en una socia fecunda sino también en nuestra llave maestra hacia la
Alianza del Pacífico. El Brasil es el séptimo socio comercial de ese país y la Argentina, el vigésimo primero. Por lo tanto ambos podrían
mejorar potencialmente sus relaciones con México a la par que este país escale en su conflicto con los EE.UU. Al fin de cuentas, los tres
países tienen los tres mayores PBI de América Latina (2016) y son los únicos miembros de esta región que integran el G 20 (las veinte
mayores economías industrializadas y emergentes del orbe). Quizás Donald Trump en su torpeza de querer construir nuevos muros en pleno
siglo XXI, no sólo nos ayude a relanzar el Mercosur, sino también hasta sumar estratégicamente, a su ex socio y vecino.
(*) Escritora. Seleccionada por la Universidad de Bolonia, representación Buenos Aires, para asistir al Módulo Jean Monnet sobre
Relaciones entre la Unión Europea y América Latina (2005).
El Mercosur y nosotros IGNACIO MUNYO Sábado, 07 Octubre 2017
El Mercosur volvió a los titulares. Esta semana el Mercosur y la Unión Europea intercambiaron aspiraciones con el objetivo de poder
firmar el tan esperado TLC antes de fin de año.
La Unión Europea ofrece al Mercosur un aumento del 70% de la cuota para la carne (de 41 mil vigentes actuales a 70 mil toneladas),
aunque menos que las que había ofrecido en 2004 (100 mil toneladas) y bastante menos a las 300 mil buscadas. Y el Mercosur insiste en que
se mejore la oferta. Con todas las idas y vueltas, lo que se está negociando entre el Mercosur y la Unión Europea más que un TLC es un mero
acuerdo de comercio administrado: cuotas a cambio de cuotas. Palabras más palabras menos, así lo definió públicamente nuestro Canciller
hace unos días.
En los últimos meses el Mercosur también estuvo presente en los titulares por otras razones. Primero fueron las nuevas complicaciones
para exportar autopartes, una vez aprobada la Ley Autopartista Nacional en Argentina. Luego vino el caso del bloqueo al ingreso de
productos lácteos a Brasil, afectando a un sector que da empleo a más de 5.000 trabajadores. Nosotros no nos quedamos atrás y subimos la
tasa consular a las importaciones de bienes de consumo del Mercosur para conseguir algún ingreso extra y así cerrar los números fiscales en
la última Rendición de Cuentas. Y todo dentro del marco de un acuerdo comercial en el que se supone que somos parte de una unión
aduanera.
Ya transcurridos más de 25 años de su creación, es difícil ocultar el fracaso del Mercosur. La realidad indica que el comercio
intrarregional no ha crecido. No se ha dado la tan mentada integración de procesos productivos o cadenas de valor amparados en la
protección del mercado regional. Tampoco se han visto avances sustantivos en la interconexión física ni energética.
Sin embargo, sigue sobrevolando en nuestro país la convicción de que no hay alternativa al Mercosur. De que es nuestra región natural,
que los productos que vendemos con mayor valor agregado se colocan en el Mercosur, que nadie nos abriría la puerta si fuéramos a
negociar acuerdos comerciales solos. Todo lo anterior se escucha reiteradamente en el debate sobre el asunto. En lo personal, prefiero
presentar algunos números para tratar de sacarle el velo mitológico e ideológico a las discusiones.
Comencemos por ver el acceso a mercados que nos da el Mercosur. En el peor de los casos, si tuviéramos que pagar el Arancel Externo
Común del Mercosur para ingresar con nuestras exportaciones a Brasil, Argentina y Paraguay el costo anual sería del entorno de US$ 200
millones (0,4% del PBI). Siendo más concreto, por el ingreso de leche, malta, arroz, plásticos, y el resto de los bienes que vendemos a Brasil
tendríamos que pagar US$ 150 millones de aranceles. Por el ingreso de soja, cables, productos de limpieza, papel y otros bienes que
vendemos a Argentina tendríamos que pagar US$ 50 millones. Por el ingreso de tabaco, cigarros, medicamentos, abonos y otros bienes que
vendemos a Paraguay tendríamos que pagar US$ 15 millones.
Hoy el Mercosur es el destino del 23% del total de nuestras exportaciones. La misma proporción del total de nuestras exportaciones
tiene como destino China. Por estar hoy en el Mercosur, y no poder avanzar en un TLC con China, pagamos anualmente por el ingreso de
soja, carne, celulosa y otros productos tarifas totales por US$ 150 millones (0,3% del PBI). Solo con China, casi compensamos lo que nos da
el Mercosur.
Si miramos el resto del mundo, solamente por la carne pagamos tarifas anuales por un monto superior a los US$ 200 millones.
La realidad es que nuevos acuerdos comerciales mejorarían el atractivo para invertir en Uruguay. Tengamos siempre presente que en la
última década la inversión en nuestro país fue el motor del crecimiento, que fue financiado en gran parte con ingresos de capitales del
exterior, que alcanzaron registros jamás vistos. Estas inversiones explican hoy gran parte de las exportaciones del Uruguay que en su
mayoría están sujetas a elevadas tarifas al colocarse fuera del Mercosur. Mientras que las empresas instaladas en Chile tienen acceso libre
de impuestos a países que representan casi el 90% del consumo mundial, las empresas instaladas en el Mercosur tienen acceso a países que
apenas llegan al 10%. A su vez, competidores directos como Nueva Zelanda, que ya tienen firmado un TLC con China, tienen estipulada una
reducción progresiva de tarifas para ingresar en Japón con productos similares a los nuestros, acentuando año tras año nuestra desventaja
competitiva.
Nuevos acuerdos comerciales no solo facilitarían la llegada de inversión extranjera, sino que mejorarían la competitividad de las
empresas ya instaladas para disponer de materia prima y maquinarias a menores costos.
Todo lo anterior es cierto, pero al mismo tiempo tenemos hoy más de 40 mil trabajadores empleados en sectores protegidos por tarifas
a las importaciones. Debería ser una prioridad absoluta atender las necesidades laborales de todas estas personas. Ya mismo,
independientemente de si se avanza o no en la apertura comercial. La realidad indica que la gran mayoría de estas posiciones, tal cual están
hoy concebidas, tienden a desaparecer en el mediano plazo porque con el avance tecnológico ya no va a ser necesaria una persona para
cumplir con esa tarea. Según nuestros números, el riesgo de extinción promedio para estos 40 mil puestos de trabajo es cercano al 90%.
Se podrá seguir dándoles vueltas y mirándolos de reojo, pero los números son contundentes: más del 80% de los países emergentes
que escalaron posiciones relativas en desarrollo humano en los últimos 20 años lo hicieron reduciendo sus tarifas al comercio exterior.
Es una buena noticia cualquier avance en el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. No es un logro para despreciar porque el 25% de
nuestras exportaciones de carnes tienen como destino la Unión Europea. Aunque si fuéramos conscientes de la relevancia que tiene mejorar
nuestra inserción internacional, lo mejor que se pueda esperar de la Unión Europea es igual una miñanga. El precio por delegar al Mercosur
nuestra política comercial debería ser muchísimo más alto.
MERCOSUR Y COMERCIO RUBENS BARBOSA Domingo, 10 Mayo 2015
Fuente de crecimiento y de empleo, el comercio internacional está en medio de significativos cambios, liderados por los EE.UU y por
China, que procuran ajustar sus políticas externas y comerciales al nuevo orden internacional multipolar.
Fuente de crecimiento y de empleo, el comercio internacional está en medio de significativos cambios, liderados por los EE.UU y por
China, que procuran ajustar sus políticas externas y comerciales al nuevo orden internacional multipolar.
Se observa hoy una proliferación de acuerdos regionales y bilaterales y la multiplicación de medidas restrictivas y proteccionistas, en gran
parte, debido al fracaso de las negociaciones multilaterales de la Ronda de Doha y del debilitamiento de la Organización Mundial del
Comercio (OMC).
Las limitaciones políticas y técnicas de la OMC reflejan las dificultades para responder a los desafíos surgidos con las nuevas formas de
organización de la producción y de servicios y con la creciente integración de los países a las cadenas productivas globales. Para volver a
tener un papel central en el sistema de comercio internacional, la OMC debería pasar por una amplia reforma para ajustarla a los cambios
de los nuevos tiempos. El proceso decisorio de una institución de 161 miembros se ha vuelto mucho más complejos. La cuestión de la
cláusula de la nación mas favorecida, uno de los principales pilares de la OMC y del antiguo GATT, el tratamiento preferencial y diferenciado
y el principio del “single undertaking” en las negociaciones multilaterales (nada está aprobado hasta que todos los acuerdos estén
aprobados) están siendo contestados y probablemente deberán sufrir ajustes para responder a los desafíos emergentes.
En relación a esos cambios, los EE.UU, Europa y Asia están avanzando en entendimientos para la negociación de acuerdos de libre
comercio de grande porte. El Acuerdo Transpacífico, liderado por los EE.UU, concentra el 40% del PIB global, e incluye a Australia, Malasia,
Vietnam, Singapur, Nueva Zelandia, Chile, Perú, Brunei, Canadá, México y tal vez Japón y Corea del Sur. Los EE.UU ya han firmado acuerdos
con Canadá y México (Nafta) y más recientemente con Panamá, Colombia, Perú, Chile y Corea del Sur. La Unión Europea, a pesar de la
pesada burocracia de Bruselas, finalizó un acuerdo de libre comercio con Corea y está negociando con Singapur, Canadá e inició
conversaciones con Japón y con el Mercosur. Bruselas y Washington conversan para avanzar en entendimientos de un mega acuerdo de
comercio e inversiones, llamado Acuerdo de Libre Comercio Transatlántico (Tafta, en inglés). Asia, en una completo giro de posición, se
embarcó en una serie de acuerdos de libre comercio regionales, sobre el liderazgo de China y de Japón, inclusive con países sudamericanos.
La eventual formación de un área de libre comercio entre esas dos regiones englobará tres cuartos del mercado financiero, la mitad del
PIB global y casi un tercio del comercio internacional. Serán sugeridas entre otras reglas, la inclusión de los servicios e inversiones, las
compras gubernamentales, propiedad intelectual y reglas nuevas como los padrones privados (precaución) además de la eliminación de las
tarifas y barreras no arancelarias. Habrá un período de transición en el cual sean excluidas las reducciones arancelarias de “productos
sensibles” y la desregulación de “ciertos sectores” en servicios.
Los países en desarrollo podrán quedar muy afectados por los mencionados mega acuerdos de libre comercio, por la exclusión de los
beneficios y por la obligación de aceptar compromisos de difícil cumplimiento.
En ese contexto de grandes movimientos de transformación en el comercio internacional, el Mercosur está sin estrategia de negociación
comercial.
Si los acuerdos EE.UU-Unión Europa (Tafta) y de los EE.UU con países asiáticos (Trans Pacific Partnership) son concluidos, el Mercosur
quedará alejado de los dos mayores flujos de comercio internacional. La eliminación de las tarifas entre los países miembros de esos dos
bloques afectará aún más la competitividad de los productos del subgrupo regional.
El Mercosur se encuentra en situación de casi absoluto aislacionismo e ignora casi que totalmente esos movimientos tectónicos en las
negociaciones comerciales y en la formulación de nuevas reglas que pasarán a integrar los acuerdos.
En los últimos diez años firmó tres acuerdos de libre comercio con Israel, Egipto y la Autoridad Palestina, además del acuerdo de
preferencia arancelaria con India y Sudáfrica. La negociación del grupo con la Unión Europea se torna crucial para poder estar sintonizado
con esas transformaciones globales. Las negociaciones con la Comisión Europea llegarán a un impasse, en que cada uno de los lados espera
el movimiento inicial del otro.
Dada la importancia de ese acuerdo, el Mercosur debería aprovechar el encuentro Celac-Unión Europea, en el mes de junio, para
proponer el inicio de las negociaciones con el cambio de oferta de productos.
REFLEXIONES SOBRE EL MERCOSUR ABRIL 14, 2003 CARLOS A PETRELLA

El Mercosur hace ya muchos años nació junto con una promesa prácticamente generalizada de prosperidad casi mágica para
Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Una promesa que cuatro gobiernos se empeñaban en declarar como un ideal de referencia
para actuar conjuntamente de cara al futuro. Sin embargo, la realidad construida hasta el presente no ha mostrado evidencias
tangibles de que esas promesas dieran paso a resultados que mejoraran la calidad de vida de los brasileños, los argentinos, los
paraguayos o los uruguayos.
No es extraño entonces que el optimismo inicial haya dado paso a la crítica y en ciertos casos, notoriamente a la decepción.
No son pocos los que hablan de una nueva frustración y lo están haciendo últimamente con mucha fuerza. Ya hay actualmente
agentes en cargos relevantes que están buscando otros caminos alternativos y que, como vemos en la prensa, lo proclaman
públicamente. No faltan tampoco sesudos análisis especializados de las razones políticas y económicas por las cuales el ideal de
referencia, con el que cuatro naciones se embanderaron hace unos cuantos años, no ha podido cristalizar.
Los analistas muestren con precisión que se mantienen entre los cuatro socios, diferentes enfoques políticos y económicos
para tratar la crisis global, las repercusioens regionales y los problemas nacionales, generado grandes divergencias en los procesos
de integración. Hoy podemos encontrar estudios muy buenos de los desequilibrios macroeconómicos de cada uno de los países del
grupo y claros ejemplos de cómo han provocado enormes distorsiones en los procesos de intercambio comercial. En particular a los
uruguayos no es necesario que les expliquen todo ésto, lo sienten a través del impacto en la vida diaria y sobre todo, en sus
respectivos bolsillos.
Curiosamente el problema de la integración, con toda su complejidad, resulta mas sencillo de entender para la gente común,
sin necesidad de que los que se dedican profesionalmente a analizar estas intrincadas situaciones, deban abrirnos los ojos. La
cuestión esencial es que el Mercosur no está funcionando porque no ha tenido quien se hiciera cargo de ayudarle a crecer, por
encima de los intereses particulares de sus propios integrantes. Los brasileños han demostrado que quieren más a los brasileños
que al Mercosur. Los argentinos han demostrado que quieren más a los argentinos que al Mercosur. Y los paraguayos y uruguayos,
también.
Esos “cariños” nacionales, que por supuesto no deben perderse, no deberían ser los únicos protagonistas de la integración
devenida, hoy por hoy en desintegración. Son imprescindibles nuevos cariños que partan de la idea de que, juntos los países son
algo más que cada uno por su lado. Cariños que muestren que la región tiene lazos políticos, culturales y económicos reales que
deben ser profundizados. Las solidaridades estratégicas que son imprescindibles, más que los intereses comerciales tácticos,
constituyen la piedra angular para reforzar una unión que sea primero, un proyecto político y a partir de allí, un proyecto comercial.
Actualmente no se necesitan mas analistas políticos o económicos para explicar las razones por las cuales los problemas que
complican la existencia de la entidad regional, parecen ser más grandes que las soluciones. No hay cambios estructurales sin
liderazgos claros. Los hombres que conducen políticamente estos procesos deben ponerse por encima de los problemas y mirar el
horizonte sin detener el paso. No se precisa ser clarividente para comprender el destino que le espera a un ideal, por más
importante que sea, si ni sus propios padres fundadores están dispuestos a defender la propuesta con acciones, más allá del mundo
de las tibias declaraciones.
La persistencia de propósitos, precisamente cuando el camino a seguir es en subida, es un don muy preciado del que hay que
hacer buen uso, para ponerle la proa a las dificultades y lograr superarlas. No se puede cuestionar, especialmente desde la cúpula,
algo tan importante como el Mercosur y pensar que es una crítica a algo que no les pertenece a todos por igual. Es difícil de creer
un “yo no fui” de presidentes, ministros, senadores y cualesquiera otros referentes que se puedan imaginar. Muchos no lo creen y
otros tantos no lo admiten. Los pueblos de los países del Mercosur, que los llevaron con sus votos a dónde están, se merecen otra
cosa.
Las empresas de la región y especialmente las de los países más pequeños del Mercosur – me refiero a Uruguay y Paraguay –
pusieron enormes esfuerzos para prepararse para desarrollar sus actividades comerciales en el nuevo contexto. Las reconversiones
también requirieron mucho dinero, que sería desperdiciado sin no se puede acceder a los mercados de la región, sin barreras o
trabas del tipo que sean. Muchos ciudadanos de los cuatro países creyeron a sus líderes cuando pidieron comprensión y respaldo a
la gente y dieron ese apoyo, aún a sabiendas de los riesgos que podía traer consigo.
Ante los problemas que hoy enfrentamos, bien vale la pena repasar que no fueron idealistas exaltados los que pusieron sobre
la mesa el Mercosur, fueron nuestros presidentes, fueron nuestros parlamentarios, fueron nuestros empresarios y un pueblo que
les creyó. A esta altura no es admisible que, ante las dificultades que tenemos para consolidarlo, agentes con similares
responsabilidades, digan otra vez “yo no fui” y descubramos la mayoría sorprendidos, que el Mercosur no tuvo padres
responsables por sus obras hasta consolidarlas; sólo contó con tutores a medio tiempo que a poco de hablar y con el trabajo a
medio hacer, se fueron a sus casas.
Mercosur: ¿el mercado común para el norte? Por: Sergio Martín Carrillo / CELAG

Para tener idea de la dimensión que el Mercosur tiene en la región y en la economía mundial hay que poner sobre la mesa
algunos datos. El Mercosur en conjunto constituye la quinta mayor economía del mundo (FMI, 2014) y viven en él 295 millones de
personas. Su extensión es de 14.869.775 km2 y posee una gran cantidad de recursos naturales, tanto renovables como no
renovables. Es necesario destacar que dentro del territorio del Mercosur se encuentra una de las reservas de agua dulce más
importante del planeta como es el Acuífero Guaraní que comparten Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Además, con la
incorporación de Venezuela en el año 2012 se convirtió en el territorio con unas mayores reservas de petróleo del mundo. Agua y
petróleo, dos de los recursos más codiciados a nivel global por su escasez, su precio, y en consecuencia las posibilidades de
negocio que se abren para el acaparamiento de estos recursos por parte del capital privado.
Para poner éstos y otros recursos en los mercados internacionales se hace necesario darle otra vuelta de tuerca al Mercosur
con la idea de volver a sus orígenes ligados a la apertura comercial y la promoción del capital privado. Como resultado de este
objetivo podemos identificar las siguientes estrategias que quieren desarrollar los países conservadores del Mercosur:
1. Retomar la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea que había quedado frenado durante años. Esto
con el objetivo de profundizar las relaciones comerciales con los mercados europeos de modo que las exportaciones
mercosureñas se abaraten en aquellos mercados. Esto, por supuesto, hará incrementar las utilidades de unos pocos y
profundizará las relaciones de dependencia de los países de la Periferia con respecto a los del Centro, además de inundar los
mercados nacionales de los países parte del Mercosur con productos de fuera del bloque, con las consecuentes consecuencias
negativas para la producción interna del bloque.
2. Acercamiento a la Alianza del Pacífico. Desde el nacimiento de la Alianza del Pacífico en el año 2011, ésta se convirtió en el
principal bloque que disputaba el espacio geoeconómico en la región al Mercosur. Sin embargo, ahora el Mercosur, al menos en lo
referente a Argentina, Brasil y Paraguay, buscan estrechar la asociación con la Alianza del Pacífico y que la misma se base en la
apertura comercial tanto intra-bloques, como extra-bloques.
3. El acercamiento estratégico con la Alianza del Pacífico y sus postulados hacen que en la misma línea haya un acercamiento
hacia el Tratado Transpacífico (TTP) y por tanto también una mayor vinculación comercial y política con los Estados Unidos.
4. Como consecuencia de los puntos 2) y 3), podría estar fraguándose el intento de reconstruir, esta vez por fascículos, el gran
proyecto neoliberal de las Américas, esto es el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas o ALCA. Evidentemente de una forma
mucho más disimulada, pero optando a la conformación de una zona de libre comercio desde el Cabo de Hornos hasta Punta
Barrow.
5. Aislacionismo de Venezuela. El principal escollo para la puesta en marcha de estas estrategias en el seno del Mercosur es
Venezuela, de ahí que las cancillerías de estos países estén trabajando a destajo para ir minando el liderazgo regional que
Venezuela había logrado desde el año 1999.
Sin embargo, las tensiones dentro del Mercosur y la debilidad en la legitimidad de algunos de los Gobiernos que quieren
imponer esta nueva inserción del Mercosur subordinada a los intereses del norte, hacen que aún sea difícil de implementar.
América Latina en general, y el Mercosur en particular, se encuentran en estos momentos en una encrucijada en la que se juegan
profundizar los avances alcanzados durante los últimos 15 años a nivel regional, o volver a una versión 2.0 de un modelo que ya
mostró su fracaso en el ocaso del siglo XX. El Mercosur no será ni mucho menos el único escenario de disputa, pero sí será uno de
los principales en los que las fuerzas restauradoras quieren doblegar al país que comenzó a reescribir la historia de la región en el
siglo XXI.

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