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Fundamentos de la nulidad parcial

Desde antiguo, y casi de manera inconsciente, la doctrina se ha cuestionado qué


es lo que justifica que un negocio que está viciado de nulidad pueda subsistir en
aquella parte que no es objeto del vicio, siendo que, aparentemente, un acto es o
válido o nulo, pero no las dos cosas a la vez, ya que los vicios de nulidad debieran
extenderse sobre todo el cuerpo del negocio.

La respuesta, al menos desde el punto de vista teórico-conceptual, se encuentra


en el principio de conservación de los actos jurídicos, según el cual el
ordenamiento legal debe asegurar al máximo la mantención del acto, para que las
partes obtengan el beneficio perseguido con su otorgamiento, en lo que se conoce
como la aplicación de la máxima utile per vnutile non uitiatur La aplicación de este
principio viene a romper

Definitivamente la tensión entre validez plena o nulidad plena, haciendo aparecer


una especie de término medio o tertium genus, que en el caso implica que el
negocio solamente será ineficaz en lo estrictamente necesario, subsistiendo su
validez en el resto.

Este principio, que es recurrido también para justificar la posibilidad de ratificar o


convalidar los actos que adolecen de nulidad relativa, y para construir el fenómeno
de la conversión de los actos nulos, sirve para cimentar las bases de la nulidad
parcial. Resulta claro que los objetivos que han tenido en vista las partes al
momento de contratar, deben ser resguardados por la ley, de un modo tal, que si
resulta imposible satisfacerlos en su totalidad, porque un vicio de nulidad de ciertas
cláusulas lo impide, se resguarden, protejan y conserven todos aquellos beneficios
que sí pueden lograrse, por no estar afectos a vicio alguno.

"Captar el significado de la nulidad parcial en el marco de las ineficacias negóciales


exige tener presente que mientras la nulidad total persigue excluir o privar de
efectos a aquellos actos, contratos o negocios jurídicos que según el ordenamiento
no merecen la consideración de tales, la nulidad parcial busca, en cambio, resolver
un problema distinto: la compatibilidad, en un mismo acto o negocio, de una parte
ineficaz, que como tal no produce efectos, y de otra eficaz, que producirá los
efectos negóciales correspondientes. La nulidad total pretende solucionar el
problema de la eliminación o no consideración en el mundo jurídico del acto o
negocio nulo. La nulidad parcial trata de dar satisfacción al problema inverso: la
conservación del acto o negocio afectado por la nulidad de parte de su contenido"

Sin perjuicio de lo anterior, puede argumentarse en favor de la nulidad parcial a


través de dos vías diferentes, pero que convergen en el mismo punto.

Puede traerse a colación el principio general de la autonomía de la voluntad, que


aun cuando deteriorado con los años con el surgimiento de nuevos fenómenos
jurídicos, sigue siendo uno de los principios inspiradores del Código Civil. Según
aquél, los sujetos pueden suscribir todo acuerdo, sin otra limitación que la de no
atentar contra la ley, el orden público y las buenas costumbres; por lo que es
perentorio concluir que si las partes, en ejercicio de su autonomía de la voluntad,
han celebrado un negocio, y éste se ve alcanzado sólo en una de sus partes por
la nulidad, no puede justificarse la invalidez total de dicho acto. En efecto, si el
principio que preside el ordenamiento jurídico en general, y el de los contratos en
particular, es el de la autonomía de los individuos en la celebración de cuantos
negocios estimen pertinentes, y en las condiciones que ellos determinen, no
parece razonable aceptar que los defectos de una de las partes que conforman
estos acuerdos puedan provocar, siempre, la ineficacia de todo el conjunto de
estipulaciones o disposiciones.

Por otro lado, deben mencionarse las normas de hermenéutica contractual que
imponen al juez la obligación de descubrir la verdadera voluntad de los
contratantes. Dispone el artículo 1562 CC., que "el sentido en que una cláusula
pueda producir algún efecto, deberá preferirse a aquel en que no sea capaz de
producir efecto alguno". Esto, llevado al plano del contrato, induce a concluir que
aquél debe interpretarse de tal manera, que le permita producir algún efecto,
aislando desde luego aquellas cláusulas que adolezcan de nulidad. De otro modo,
se llegaría fenómeno de la conversión de los actos nulos, sirve para cimentar las
bases de la nulidad parcial. Resulta claro que los objetivos que han tenido en vista
las partes al momento de contratar, deben ser resguarda-

dos por la ley, de un modo tal, que si resulta imposible satisfacerlos en su totalidad,
porque un vicio de nulidad de ciertas cláusulas lo impide, se resguarden, protejan
y conserven todos aquellos beneficios que sí pueden lograrse, por no estar afectos
a vicio alguno.
Estos dos argumentos, por cierto bastante subsidiarios ante el principio de la
conservación de los actos jurídicos, demuestran que el propósito de la leyes dotar
a la voluntad de los sujetos de eficacia jurídica, por lo que, desde este punto de
vista, deben arbitrarse los medios necesarios para que subsista y logre todos sus
objetivos o al menos parte de ellos.

LA NULIDAD PARCIAL

La nulidad de un acto jurídico puede ser, pues, total o parcial. La primera abarca
la integridad del acto, su totalidad, mientras que la segunda, afecta una o más
disposiciones del acto, dejando subsistentes otras, y puede también estar referida
a uno o varios actos relacionados entre sí, pero no a todos, tratándose de un acto
compuesto.

La doctrina es unánime en apoyar la nulidad parcial sustentada en el principio de


conservación del acto o negocio jurídico. Stolfi dice que es notable la diferencia
práctica entre las dos hipótesis: el acto totalmente nulo carece de eficacia; el
parcialmente nulo puede tenerla dentro de los límites señalados ex lege o ex
voluntate.

Para León Barandiarán

La nulidad parcial se presenta cuando dentro de un mismo acto su contenido es


vario y heterogéneo resintiéndose de nulidad solo en lo que respecta una fracción
de su contenido y que las circunstancias por las que la nulidad parcial puede
presentarse son varias.

Según Coviello:

El principio que regula la nulidad parcial y en ello conviene la doctrina- es la


máxima utile per inutile non vitiatur, según la cual la parte de la disposición, o la
disposición o el negocio jurídico viciados de nulidad no producen efectos jurídicos,
pero si los produce la parte de los mismos que subsiste.

El Código Civil legisla sobre la nulidad parcial

Artículo 224:

"La nulidad de una o más de las disposiciones de un acto jurídico no


perjudica a las otras, siempre que sean separables.

La nulidad de disposiciones singulares no importa la nulidad del acto


cuando estas sean sustituidas por normas imperativas. La nulidad de la
obligación principal conlleva la de las obligaciones accesorias, pero la
nulidad de estas no origina la de la obligación principal"
La norma fue tomada del Proyecto de la Comisión Reformadora y registra como
antecedente a la del artículo 1127 del Código Civil de 1936 en lo que se refiere al
primer y tercer acápites.

Como puede apreciarse, el acotado artículo 224 da contenido a tres re-glas que
gobiernan la nulidad parcial:

1) La de la nulidad de las disposiciones separables.

2) La de la nulidad de las disposiciones singulares.

3) La de la nulidad de las disposiciones accesorias.

A estas reglas puede sumarse la de la nulidad del acto plurilateral, que hemos
considerado anteriormente y la de la nulidad del documento, que consideraremos
después.

La nulidad de las disposiciones separables

El primer acápite del artículo 224 del Código Civil, como hemos visto, legisla
sobre la nulidad de las disposiciones separables, las cuales, por ser tales, no
perjudican a las demás, subsistiendo el acto. La norma, por registrar como
antecedente a la del artículo 1127 del Código Civil de 1936, tiene como fuente, la
del artículo 1039 del Código Civil argentino.

En relación a la norma de la obra de Vélez Sarsfield, Arauz Castex y Llambías,


comentándola, señalaron que para que pueda funcionar la nulidad parcial se
requiere que el contenido del acto sea susceptible de división, sin que se destruya
la esencia del conjunto. Zannoni estima que el criterio de admisión de esta nulidad
parcial radica en la posibilidad de separar una o más cláusulas de otras, respecto
a un negocio unitario y que la idea del artículo 1039 (Del Código argentino) exige
establecer la unidad interna del negocio, pues solo así cabe el análisis de la
divisibilidad o separabilidad de sus cláusulas;

En relación al artículo 1127 del Código Civil de 1936, León Barandiarán


sustentó su interpretación en la consideración de que el Código nacional no
mencionó para nada la intención de los celebrantes y que de ello resultaría, por
ende, que la separabilidad o inseparabilidad de las cláusulas o disposiciones
estarían referidas a un dato estrictamente objetivo. Pero, afirmó el maestro, que
esa no podía ser la interpretación, pues la vinculación indivisible o no de las
cláusulas tiene que hacerse de acuerdo con la voluntad convencional.

De la interpretaci6n de León Barandiarán a la norma antecedente nosotros


colegimos que la separabilidad o no de las disposiciones del acto jurídico puede
ser consecuencia de la convención, pero también de la ley cuando por norma
imperativa así se establezca.

Sea que se trate de cláusulas separables o por extensión, de diversos actos


jurídicos que, en su conjunto, forman uno compuesto, la cuestión a dilucidarse es
de si puede tratarse de nulidad absoluta o de nulidad relativa. Para León
Barandiarán la regla abarca tanto a la nulidad absoluta como a la nulidad relativa,
esto es, que podía haber una o más disposiciones nulas o anulables sin que
necesariamente se afectara el acto en su integridad.

La regla del artículo 224 que venimos estudiando se asienta, a nuestro


parecer, en el principio de la conservación del acto y, por eso, se ha cuidado de
no precisar el origen de la separabilidad o no separabilidad de sus disposiciones,
pues uno u otra pueden provenir de la autonomía de la voluntad o de la ley, como
es el caso del tratamiento que al respecto le da el Código Civil a la transacción, la
que según el artículo 1310 es indivisible y si alguna de sus estipulaciones fuese
nula o se anulase, la transacción queda sin efecto salvo pacto en contrario.

Lo fundamental es que el acto comprenda aspectos divisibles o separables,


cuya división o separación no lo afecte en su estructura jurídica y pueda subsistir,
no cayendo totalmente en la nulidad, como también es el caso de la condición
resolutoria impropia que el artículo 171 considera no puesta y sin afectar la validez
del acto jurídico.

La nulidad de las disposiciones singulares


El segundo acápite del artículo 224 legisla sobre la nulidad de las disposiciones
singulares, regla que ha sido introducida con el vigente Código Civil pues no
registra antecedente en el Código de 1936. Se inspira en el segundo apartado del
artículo 1419 del Código italiano.

La aplicación de la regla nos lleva a considerar el contenido del acto jurídico


mediante la correspondiente manifestación de voluntad y en ejercicio de su
autonomía que, como hemos visto, no puede prevalecer ante las normas de orden
público. Por eso, debe concordarse con la causal de nulidad absoluta establecida
por el inciso 8 del artículo 219 pues esta concordancia conduce a la nulidad parcial
cuando la contravención a las normas imperativas es solo de una o más clausulas
singulares del acto, y no del acto en su totalidad, prevaleciendo, como es lógico,
la norma imperativa. Esta fue la interpretación de León Barandiarán a la norma
del Proyecto de la Comisión Reformadora.

Ahora bien, para que la interpretación tenga mayor precisión es menester


determinar lo que viene a ser una disposición singular para así diferenciar esta
regla de la que ya hemos estudiado. Atendiendo a que la sub examine se inspira
en el artículo 1419 del Código Civil italiano no obstante lo cual, de los
comentaristas del Código italiano que venimos consultando; Messineo no da
mayor explicación y Stolfi no hace referencia a ella; Betti ; la presenta como un
caso de conversión ; y Bigliazzi, Breccia, Busnelli y Natoli la presentan,
simplemente, como una regla de nulidad parcial. Consideramos, por ejemplo, que
una disposición singular sería, una cláusula en la que se pacta un interés mayor
que el permitido por la ley, por lo que si este es su sentido, la norma resulta
superflua ya que para resolver la cuestión de la nulidad parcial resulta suficiente la
regla del acápite primero del artículo 224 en su concordancia con el inciso 8 del
artículo 219.

La regla del segundo acápite del artículo 224 es, pues, superflua, pues no es
sino consecuencia de la prevalencia del orden público sobre la autonomía privada
y la aplicación del inciso 8 del artículo 219 que da una sanción diversa a la de la
nulidad del acto, al sancionar una nulidad parcial.

El imperium del orden publico esta patentizado en diversas disposiciones del


Código Civil. Así, cuando permite a las partes determinar libremente el contenido
de los contratos siempre que no sea contrario a norma legal de carácter imperativo
(art. 1354), cuando impone reglas o establece limitaciones al contenido de los
contratos (art. 1355), cuando advierte que las disposiciones de la ley son
supletorias en los contratos salvo que sean imperativas (art. 1356), casos en los
cuales es de aplicación el inciso 8 del artículo 219 y, para la conservación del
contrato, el primer acápite del artículo 224. Por otro lado, el mismo imperio del
orden público no permite que la autonomía de la voluntad modifique en nada el
contenido determinado por la ley en algunos actos jurídicos como el matrimonio y
otros atinentes al derecho familiar, cuya contravención acarrearía la nulidad total y
no parcial.

SUSTITUCION POR NORMAS IMPERATIVAS

El segundo párrafo del artículo 224 dispone que la nulidad de disposiciones


singulares: estipulaciones, cláusulas, acuerdos no importará la nulidad del acto,
cuando sean reemplazados por normas imperativas.

Ejemplos de preceptos sustituidos los hay varios:

 Precios o tarifas máximas legalmente establecidas, a los que deben


acomodarse los contractualmente pactados, que serán nulos
 Estipulaciones sobre plazos de arrendamientos
 plazo máximo de los contratos de opción, con reducción al legal
 plazo máximo del pacto de retroventa, también en la retroventa el exceso
en la devolución del precio, etc.
En estas hipótesis, que explican el párrafo que analizamos, la estipulación
introducida en el negocio no deja de ser nula, pero su vicio no impregna, por
taxativa disposición legal, el resto del precepto de intereses. Sobre la cláusula nula
prima un interés de ley que limita la autonomía de la voluntad. Pero el espíritu que
inspira este artículo 224, segundo párrafo, va más allá y prescinde de la
importancia que la estipulación nula pueda tener, según las partes, en el contexto
negocial.

En otras palabras, a los agentes no les estaría dado tener por nulo todo el negocio
por la supresión de una cláusula y modificación de la misma por mandato legal.
Tal es la primera conclusión a que se llega con la lectura de este párrafo del
artículo.

Doctrinariamente creemos que pueden existir fundadas razones para excluir estos
supuestos de la teoría de la nulidad o que, a lo mínimo justificaban un artículo
separado. Nos parece fuera de duda que la nulidad descansa en una interpretación
de la intención de las partes, operación que no rige cuando se aplica el segundo
párrafo del artículo 224.
En un caso, la voluntad de las partes es decisiva; en el otro ni siquiera se la toma
en consideración. La disposición 224 que estamos analizando debe aplicarse con
el mismo espíritu que inspira el artículo 1355 del Código, que circunscribe la
imposición de reglas o limitación de contenido a «consideraciones de interés
social, público o ético». En otras palabras que la entrada obligatoria de la norma
de sustitución en el reglamento negocial, sólo puede producirse cuando así resulte
por las referidas consideraciones, o por el texto de la disposición legal, que ordene
expresamente la inserción de un nuevo contenido por vía de integración sustitutiva
o correctiva.
(Ha de señalarse, no obstante su misma justificación, que los artículos 224 y 1355
contemplan hipótesis diferentes, aunque se complementen. El primero regula la
sustitución por nulidad en un negocio ya celebrado; el segundo impone en un
contrato por celebrar. Por tanto, el posible conocimiento por las partes de las
circunstancias juega un rol diferente, que puede influir en una voluntad negocial
errada).

Creemos, en definitiva, que el artículo 224 que ahora estudiamos ha de ser


aplicado con diligencia y cuidado sumo, ya que si bien el Juez debe aplicar la ley,
no puede sin más sustituir obligatoriamente la voluntad de las partes y mantener
firme la vigencia del negocio a menos que la propia ley expresamente lo ordene.

Veamos tres diferentes hipótesis:

a) Responde a un cierto interés económico-social o público evitar los intereses


usurarios directos o indirectos (artículo 1664). Se explica así que la cláusula
excesiva se anule y continúe vigente el negocio, previa reducción del interés
al máximo permitido. Otro tanto puede decirse de la estipulación que, en el
pacto de retroventa, obliga a la devolución de un precio superior al de la
venta

Se considera, en estos supuestos, que hay una ilegítima ganancia de una


de las partes y que la ley debe evitar, sin perjudicar el interés del mutuatario
o el retrovendedor. Por ello, el convenio se debe sustituir, aunque el interés
del mutuante o del vendedor hubiera sido no celebrar el contrato en defecto
de uno de estos pactos.

b) No vemos, en cambio, ni interés social, ni ético o ni de otra especie que


prevalezca sobre el privado, en el caso del plazo máximo de la opción y que
torne obligatoria la promesa con reducción de plazo. Tal vez podría
explicarse, desde un punto de vista económico, la nulidad de la opción con
un largo plazo, pero no se explica cuál es la consideración social, pública o
ética para el sostenimiento del contrato. Dicho de otro modo, si bien pueden
existir intereses superiores para prohibir un negocio o ciertas estipulaciones
-lo que no cuestionamos-, para aplicar el artículo 224, segundo párrafo,
deben existir también intereses superiores para obligar a la celebración y
mantenimiento del acuerdo modificado. Este interés general para mantener
el convenio no lo captamos en el caso de la opción, por citar sólo un
ejemplo.

c) Situación diversa es la que ofrece el artículo 1688 sobre el plazo del


arrendamiento. Específicamente se ha querido proteger a una de las partes,
el arrendador. De aquí se deriva que el arrendatario no pueda solicitar la
nulidad de la locación por reducción del plazo, pero entendemos que al
arrendador sí podría interesar la nulidad si probara que, dadas ciertas
circunstancias, sólo le interesaba alquilar por largo plazo, superior al legal.
Si tal fuera, y el contrato versara sobre un local dedicado al comercio, a falta
de leyes de excepción para estos locales, no vemos cuál sería el interés
social, público o ético que habría. que proteger en el arrendatario o el
arrendador para la vigencia del contrato con plazo impuesto y no querido
por el propietario que objetivamente sólo quería ese plazo y no otro. En todo
caso, es evidente que el arrendador no podría invocar error de la norma, ya
que este tipo de error de Derecho no es aceptable.

La nulidad de la disposición accesoria

El tercer acápite del artículo 224 legisla sobre la nulidad de la obligación


accesoria, que nosotros consideramos más propio tratar como nulidad disposición
accesoria, puesto que en la disposición, entendida como clausula pues ese es su
sentido, se puede dar cabida a la obligación. La regla ti: antecedente del artículo
1127 del Código Civil de 1936 y no es sino la ad de la máxima romana accesorium
sequitursuum principale.

Pero creemos que no solo con la aplicación de la máxima romana la más puede
ser interpretada a cabalidad. Es necesario establecer cuando la obligación -
disposición y tambi6n acto- es principal y cuando accesoria. Para ello hay que
determinar la relación de dependencia y en ello participa, incuestionablemente, la
voluntad de las partes, pero también la naturaleza de la obligación -disposición y
también acto-. Las partes pueden convenir que una obligación o un acto queden
supeditados a otro, que por ello le sea principal. Hay también obligaciones que por
su naturaleza son accesorias, como pagar intereses, y también actos que por su
naturaleza son accesorios, los constitutivos de garantías.

La determinación de lo principal y de lo accesorio es lo fundamental pero la


cabal interpretación de la regla, la que se inspira también en el principio de
conservación del acto jurídico.

La nulidad de la disposición accesoria puede ser absoluta o relativa, pero en


cualquiera de los casos la nulidad es parcial pues no alcanza al acto, disposición
u obligación principal.

CONCLUSIONES

1.- La nulidad parcial es el principio; solo por excepción el contrato es nulo


completamente (artículo 224, primer párrafo)

2.- Las disposiciones son separables, salvo que otra cosa se deduzca de la
naturaleza del negocio, de la intención de las partes y de las circunstancias
concurrentes (artículos 223 y 224)

3.- La nulidad de las obligaciones accesorias puede llevar consigo la de la principal


o principales, de conformidad con las reglas anteriores.

4.- Para determinar la inserción automática de cláusulas modificatorias del


contenido negocial por mandato legal, y que además el contrato subsista, debe
prevalecer un expreso interés ético, social o público sobre el privado. A falta de
dicho interés que obligue a las partes a negociar así y no de otra manera,
sostenemos que las partes pueden instar la nulidad total si la vigencia global del
negocio es contraria a sus intenciones.

La ley puede prohibir que un contrato tenga eficacia con cierto contenido pero no
puede imponer en el negocio un contenido legal, por cierto y permitido a todos,
pero no querido en el caso concreto, salvo que existan, legalmente y taxativamente
calificados como tal, unos intereses superiores dignos de protección que obliguen
a mantener el contrato. No debe confundirse el acto con el documento que sirve
para probarlo. Puede subsistir el acto aunque el documento se declare nulo.
DIFERENCIA ENTRE ACTO JURÍDICO Y DOCUMENTO

Art. 225 (C.C. 1984)

No debe confundirse el acto con el documento que sirve para probarlo.


Puede subsistir el acto aunque el documento se declare nulo.

El precepto no concierne al caso en que el documento sea exigido como forma


esencial ni como forma testificativa del acto, sino al caso en que aquél ha sido
utilizado como medio de prueba común del último.

Efectivamente, si se tratase de una formalidad ad solemnitatem, la nulidad del


documento significaría la del acto, por aplicación de la regla forma dat esse reí.
Y si se tratase de una formalidad ad probationem, el acto no podría devenir
exigible, salvo que por otros medios se pudiera considerar como constatado. "La
nulidad del instrumento escribe Bevilaqua no acarrea la del acto sino cuando aquél
fuera solemnidad substancial. En los otros casos, como el acto puede probarse
por otro medio, inutilizado el instrumento, recurre el interesado a los medios que
la ley le ofrece". Y en la otra parte agrega el mismo Bevilaqua:

"La nulidad del instrumento no induce a suponer la nulidad del acto, cuando el
mismo instrumento no es la sustancia de él. Del instrumento debe constar que fue
observada la forma que la ley exige para el acto. El instrumento público, aunque
nulo, puede valer como privado, si el acto pudo ser realizado mediante esta forma,
o como principio de prueba por escrito para los efectos del derecho. El instrumento
público o privado, nulo por la falta de alguna solemnidad que la ley exige para
constituir acto especial, valdrá como título de deuda".

En palabras de Fernando Vidal Ramírez:


La nulidad del documento es un caso especial “No debe confundirse el acto con
el documento que sirve para probarlo. Puede subsistir el acto aunque el
documento se declare nulo“. La norma fue tomada del Proyecto de la Comisión
Reformadora y registra como antecedente la norma del artículo 1131 del Código
Civil de 1936.

Art. 1131 (C.C. 1936).- No debe confundirse el acto con el documento escrito
que sirve para probarlo. Puede subsistir el acto aunque el documento se
declare nulo por cualquier defecto.

La nulidad del documento sin afectar la validez del acto es solo posible cuando el
documento, ha sido utilizado mediante una formalidad ad probationem, en la que
el acto y el documento no son consustanciales y no forman una sola entidad
jurídica, siendo por lo tanto separables. Esta nulidad constituye también un caso
de nulidad parcial.

Valen, respecto de este numeral los comentarios hechos sobre las formalidades,
y la nulidad del negocio por defecto de ellas. La razón del artículo es explicable, y
hace bien en decir que el negocio puede subsistir, ya que también pueden ser
diferentes las hipótesis:

a) Que el negocio, sin necesidad legal, haya sido reflejado en un documento.


En estos negocios que se formalizan documentando la declaraci6n de
voluntad, el documento contiene ladeclaraci6n pero no es ladeclaraci6n. El
documento, a lo sumo, es la forma de transmitir la declaración, o de
reproducirla.

b) Por expresa disposición legal otros negocios requieren que la declaración


quede documentada. Tal es el caso de la fianza, respecto de la cual se
considera que no la hay hasta que no se escriba. La declaraci6n de afianzar
no tiene. virtualidad mientras no se documente.

Empero, y esto es lo significativo, para probar la fianza no hay que


acreditar el documento en concreto, sino que en su día fue documentada.
De conformidad con esto, aunque se haya extraviado el documento, si
constara copia auténtica del mismo o por otros medios se verificara la
fianza y sus alcances, el negocio es válido, porque en su día fue
documentado.
Con diferencias de matiz, otro tanto puede decirse de los negocios que
deben escriturarse. Pueden declararse nulos el testimonio o la copia, pero
el negocio será válido si fue escriturado.

c) Diferente, en cambio, es el tratamiento de los títulos valores. La nulidad del


título perjudica la relación negocial, porque no sólo no hay modo de
acreditarla, sino tampoco de hacerla valer con ciertos derechos. Desde
luego, este no impide hacer uso de la eventual relación causal.
BIBLIOGRAFIA

EL NEGOCIO JURIDICO ACTUALIZADO Lohmann Luca de Tena Juan Guillermo


2da. Edición 1994.Lima-Perú Copyright © Editora Jurídica "Grijley"
ACTO JURIDICO León Barandiarán, José.3ra edición enero 1999.lima-perú
gaceta jurídica editores. S.R.L.
EL ACTO JURIDÍCO Vidal Ramírez, Fernando.6ta edición mayo 2005.lima-
perú.Gaceta Jurídica S.A.

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