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Diego Martinez Molina – 20181255039

¿Mi lugar de enunciación?1


Nominar las cosas es siempre un problema de definición, de categoría, de clasificación,
de temporalidad, de contexto, digamos que nominar al ser humano es mucho más complejo,
sobre todo por su imposibilidad de ser nominado, los nombres, los apellidos y los números son
sistemas bio-políticos2, identitarios, resumidos, que de alguna forma nos dejan pensar en que si
bien es incapaz de decirse qué se es –por el hecho de que no somos sino de que estamos siendo-,
podemos ponernos un nombre, una marca lingüística que quizá abrevie aunque sea una imagen
oscura. Pero los nombres son también un acto político, uno en que se está poniendo en lucha
distintas posturas de adiestramientos, de eventualidades estéticas, de acciones religiosas o de
trifulcas del saber.

Muñiz Leal (2013) cita a Walter Mignolo cuando este dice que el Lugar de Enunciación
permite evaluar el discurso, las raíces y el territorio de donde emerge el enunciado, es decir, no
existe un único lugar, positivizado, que oscurece otras formas de aparición del sujeto y
convierten su historia y contexto en un no-lugar y en un no-enunciado.3 La herencia de mi
cultura es evidentemente la herencia de un pasado occidentalizado, que fortaleció mis valores,
forjó mi carácter y construyó mis posturas espirituales, vitales e incluso intelectuales. Mi nombre
es un poco de eso, y hasta la moral con que se me construyó es en un principio una moral de
respeto, igualitarismo, libertad y sinceridad, herencia cristiana de un Occidente que construyó
sus valores desde estas creencias, propagándolas por el mundo desde los sistemas globales del
mercado y por una economía del placer y la experiencia virtual hacia la que adquirí cierto gusto,
porque es innegable que existe la alienación y que en parte soy un cómplice conscientemente
voluntario. La individualidad del sujeto constituye sin duda alguna su desprendimiento por bases
previamente construidas, bases mercantiles y colonizadoras del ser, en términos de Maldonado
Torres, existe una colonialidad que opera a través del saber, a través de los dispositivos
instalados en las estructuras de pensamiento. En palabras de Mignolo citando en Maldonado ‘’los
lenguajes no son cosas que los seres humanos tienen, sino algo que son, la colonialidad del poder
y del saber engendra, pues, la colonialidad del ser’’ (Maldonado Torres, 2016, pág. 130) , hay

1. Usaré distintas fuentes para hablar de mí, porque si algo debe de tenerse en cuenta, es que no basta con el
parámetro de la escritura vista en clase para hablar de nosotros mismos, seré un compendio de reflexiones acá, por la
dificultad de escribir este texto o porque quizá mi apuesta sea otra, distinta a la política de la que tanto se habla en
CCSS, o distinta a la praxis,o distinta a la deconstrucción o distinta a cualquier cosa que tanto nos impide ser. Las
fuentes bibliográficas serán otras, y esa es mi Didáctica No Parametral para hablar sobre mí.
2. Recordemos que para Michel Foucault, que en su obra en general habla sobre la clasificación y la
institucionalización del orden y del poder, menciona la categoría de lo biopolítico como un concepto clasificatorio,
ordenador, que adiestra, irrumpe, invade. La sociedad ordena su natalidad, su población, su territorio, a través de un
arte de las distribuciones, de una invasión infalible de los dispositivos de saber por medio de los del poder,
adueñándose del ser del sujeto con el orden, con el sistema de edades, de educación, de nominación, de sexualidad.
La política opera en la vida, irrumpe con estructuras discontinuas de encasillamiento.
3 ‘’Concretamente, el lugar de enunciación es un espacio epistémico desde el cual se articula el horizonte de
interpretación, nos remite a la base del sistema cultural que se expresa por medio de un sistema individual’’ (Muñiz
Leal, 2013, pág. 17)
profundos problemas a nivel filosófico y vital en estas afirmaciones, y es más, lo hay en el
simple hecho de que se me objetive que soy, es decir, que poseo un ser.

La pregunta por el ser, es una pregunta por lo que soy, no por el lugar de enunciación,
sino por el contenido mismo de ese enunciado, para Martin Heidegger (2016)es la pregunta más
importante de la filosofía, quizá porque allí abunda la verdad y el problema del mundo y de lo
que es el mundo como idea, o como ente, porque el ser es un concepto superior e incapaz de ser
explicado inferiormente, pero el hecho de que el ser sea indescifrable no implica que no presente
sus problemas, sino que implica que la necesidad de concebirlo como ente sea inevitable, el
problema del ser es su explicitez, pues ‘’el ser es un concepto evidente en sí mismo’’ (pág. 15),
es vulgar para Heidegger que creamos que nominando que algo es hayamos ido a la cuestión
misma de su ser, porque las cosas no son como las llamamos sino que son y no las
comprendemos, entendemos las afirmaciones sobre el ser sin necesidad de enunciarlas porque el
lenguaje no habla el lenguaje del ser. Para conquistar el ser, debemos de olvidarnos de él y
concebirlo como ente, ver a través del ente –que también posee su ser porque el ente es- y ver
entre la rendija de lo enunciable, lo nominable, lo mentado. Ahora bien, si retroceder hacia
Heidegger para ver cuál es el problema de lo que se es, es sumamente complejo, es necesario ir a
la cuestión del ser del hombre. Para Heidegger, el ser humano es en tanto ente pero tiene la
característica esencial de que siempre está en profunda transformación por efectos del tiempo o
del ahí, el ser sobrepasa su entidad al pensar, porque adquiere la capacidad de hacer un ente del
mundo y ya que el ente es, el ser-ahí, en el mundo, encontró una nueva pregunta por el ser.

Pensar es por lo tanto, lo que me constituye como ser y ente, como ser-ahí, como una
cripta innominable y oscura, como algo profundamente distinto e ininteligible, el ser es y no
dejará de ser porque siempre está siendo, es decir, está en constante movimiento, es alguien no
fosilizado, y creo que eso es lo que convoca a mi enunciado y al lugar de donde este proviene;
pues la identidad no es una máscara que nos ponemos para ser con el mundo, sino que es un
proceso que terminará solamente con la muerte, y la muerte misma nos impedirá nombrarnos
como ser estandarizado, quieto, realizado. La pregunta de porqué me llamo como me llamo es
una pregunta que desconoceremos como ser pero a la que nos aproximaremos como ente, no es
muy difícil pensar que me llamo Diego por el golazo de Maradona a los ingleses en el mundial
del 86, y la pregunta de cómo re-existo, es una pregunta quizá muy simple desde esta
perspectiva, y es que re-existo existiendo, porque el ser-ahí que soy y pienso se reinventa
diariamente, al igual que las formas en que me modifico o en que la sociedad me construye.
Quizá la pregunta por el ser me dé la capacidad de huir y perder el rostro frente a aquella
biopolítica que encasilla, que margina a los órdenes, a las cárceles del ser por efectos de la
colonialidad del poder, quizá se es más libre cuando no se entiende a la libertad misma, y en
general cuando no se entiende nada, hay que ser valiente para pensar en el ser del mundo, en la
miseria de la realidad y me admito como un constante cobarde por el hecho mismo de que eso
me permitirá ser más cercano al ser que proyecto ahí, en mi mente, como ente.
Perder el rostro, desaparecer en la liquidez del lenguaje, descolonizar las dimensiones del
lenguaje, del ser y del saber, en palabras de Maldonado, es una estrategia de reinvención y en
términos de Mignolo, es una re-aparición de mi lugar de enunciación que de seguro sí me ha
constituido como ser ahí, pero hay otra cosa que quizá no deje tan oscuro este ejercicio
introspectivo para nada introspectivo, y es la cuestión del otro, Maldonado Torres recoge al
filósofo judío Emmanuel Levinás, cuando este piensa en que la filosofía del ser es una filosofía
del poder porque la ontología es supremamente violenta y Heidegger fue un tipo supremamente
cómplice de los crímenes del nazismo. Levinás planteó que era la ética y la relación cara a cara
la que no ocupó un merecido lugar en la importancia de la filosofía, más la objetivación de la
cuestión del ser que resulta de la filosofía del autor de Ser y Tiempo, es una cuestión opresiva y
totalizadora. Ante esto, sólo quisiera decir, que es sumamente complicado decir quién se es y que
me parece que la indefinición del ser nos deja un largo camino para podernos preguntar sobre la
naturaleza de quien soy, y que precisamente, esa objetivación de la que habla Maldonado o
Levinás, en mi opinión, es falsa, por el mismo hecho de que sólo se es objetivable como ente y el
ente es no por lo que enuncia sino por ser ente en sí mismo. El ente es refutable, el ente es
deliberativo, y Heidegger nos deja en el camino la posibilidad de pensar nuevas formas de
aparición del ser. Y me recojo completamente en que el ser está determinado por su lugar en la
cultura, por formas de aparición del poder –como diría Mignolo- y del contexto, por la violenta e
invasiva influencia de una cultura dominante como la Occidental. También me recojo en aquello
que afirma Levinás de descubrir el rostro del otro como una revelación, y asimismo me recojo en
que el ser nunca es aunque sea, de Heidegger.

No sé quién soy y eso, para mí, está bien, no sé quién seré pero tengo una limitada idea de
quién no quisiera ser o de quién sí, esas son cuestiones más bien metafísicas, pero como diría el
personaje principal de la Rayuela, Horacio Oliveira, del escritor Argentino Julio Córtazar (2015),
el orden es un disimulador del caos, y nadar en los ríos metafísicos muchas veces nos permite
sentirnos un poco muertos, o quizá haga que disimulemos que lo estamos, a Horacio Oliveira lo
salvó el amor que sentía por la Maga, y fue el amor mismo el que lo destruyó, digamos que mi
apuesta de ser, es una apuesta por perderme, por no encontrarme, por sobrevivir aunque algo
sepa, por jamás ser categorizado, es una apuesta en el lienzo en blanco, pálido, que no coloree a
quien soy y que si lo llega a hacer, me ponga una sonrisa en el relieve, y unos ojos cálidos y
amorosos, pero jamás un adorno, jamás un tono, porque si bien, el ser está problematizado por la
colonialidad del poder, prefiero entenderlo como otra cosa distinta de la que dictan estas
horribles Ciencias Sociales, y vivir bajo el engaño de una felicidad impertinente y malhechora,
porque prefiero quedarme ante la magnitud del río que ahogarme en él, y prefiero no saber quién
soy y no saber casi nada que tenga que ver conmigo y mi lugar de enunciación que entenderme,
que fosilizarme, que ponerme como apuesta de museo, porque saber, en este caso, es siempre
perder demasiado.
Bibliografía
Córtazar, J. (2015). Rayuela. Buenos Aires: Porrúa.

Heidegger, M. (2016). Ser y Tiempo. México D.F.: http://www.philosophia.cl.

Maldonado Torres, N. (2016). Sobre la colonialidad del ser: constribuciones al desarrollo de un


concepto. En S. Gómez Castro, El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más
allá del capitalismo global (págs. 127-167). México D.F.: Biblioteca Universitaria CCSS y HH.

Muñiz Leal, L. (2013). El ''lugar de enunciación'': sobre la realidad de la interpretación histórica.


Universidad Autónoma Aguas Calientes, 1-22.

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