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36 EL VINCULO MADRE-PADRE-HIJO PSICOTICO! Claudine Geissmann Hace ahora casi treinta afios que vengo interesindome por la problematica conteni- da en el titulo de este articulo, y casi treinta afios también que, a diario, trabajo en en dos palabras o expresiones: odio y trabajoso combate. Debo decir que sentfa odio cuando, totalmente identificada con el nifio, le mniraba y, en consecuencia, me sentia victima de unos padres-verdugos que influ‘an inegativamente en su crecimiento psiquico y en el mfo. Estos ataques fantasmati- cos a nuestra capacidad para pensar, muy reales en nuestra contratransferencia, ‘estan en el origen del concepto de “mala” madre que conocié su momento de glo- {do me interesé por la historia del psicoandlisis infantil junto a Pierre Geissmann, tuve que reconocer la deuda que tenfa con Anna Freud por sus palabras, al comien- E20 de su carrera, durante los afios 1920-1925, cuando escribfa que para curar a los nifios afectados psiquicamente habria sido preciso suprimir a los padres. Y en esta scontinuidad hay que entender a Bettelheim en su dificultad y en su negativa ala hora de integrar a los padres en su proyecto terapéutico; proyecto muy notable por otra parte. Hoy, me parece que este concepto de madre mortffera es una enfermedad de juventud ligada a la no-dilucidacién de nuestra contratransterencia, y qué, si bien este momento resulta inevitable para cada uno de nosotros, esta posicién esté hecha > a ser superada. 606 Parte III: Eltrabajo det psicoterapeuta con los padres Trabajoso combate, asi me expresaba hace poco al referirme a lo que puede lI gar a ser el trabajo con el nifto y su familia. Esta expresion no me parece exagerad cuando se trata de dar a entender lo que puede suponer el hacernos cargo de un nig Psicotico y de sus padres. Situaré las dificultades en dos niveles. En primer lug, debemos aceptar nuestro propio sufrimiento, es decir, tomar conciencia de él, y ly, go comprenderlo y elaborarlo en el nivel de nuestra contratransferencia y, con el Teconocer y comprender el significado del suftimiento de los padres y del nifto, a que éste no pueda expresarse, de momento, més que a través de actos. Me viene all mente un nifio que, en una cura, trataba de atacarme fisicamente y atacaba preci samente zonas de mi cuerpo que correspondian a aquellas en las que él mismo habja sentido atacado, a saber: la cabeza y los ojos. Recuerdo también a la Sra. V., que, hace veinticinco aftos (C. y P. Geissmann, 1984) p. 251), nada mas entrar su hija en un Hospital de Dia, nos empezé a bombardear con! cartas. Su hija volvia del Hospital de Dia con las botas sucias, la ropa sucia, la boca sucia, las manos sucias. El equipo de trabajo, a cada carta que recibfamos, tratébamos de repa rar [a situacién en la realidad. Compramos botas para que la nifia se las pusiera s6lo ent el Centro, y ropas para cambiarla cada dfa y luego volver a ponerle las que trafa puestas por la mafiana para que regresara a casa, le lavabamos las manos, la boca... Este “didlo: go” sin palabras duré algunas semanas, hasta el dia en que la madre irrumpié en nues: tros locales, le bajé con un rapido gesto las braguitas a su hija y exclamé triunfalment “Lo ven, sus braguitas por dentro estén sucias!”. A nadie le entraron ganas de reir, pues temfamos realmente que la madre sacara a la nifia de la institucién. {Cémo pensar esos actos que nos irritan y nos agreden, pues nos impiden hace lo que consideramos necesario para el tratamiento del nifio, nos impiden en cierta manera ser un buen terapeuta, una buena madre para él, si no es reconociéndolos como la expresién llevada al acto de un suftimiento agudo, no representable en el nifio o en sus padres y que no puede ser expresado verbalmente? El segundo nivel corresponde a la lucha constante que debemos mantener p: preservar nuestra capacidad para pensar, para no hundirnos en la confusién, e inclu: so en la persecucién, y recuperar nuestro propio crecimiento psiquico que, puesto que est4 dentro de nosotros, permitird como reflejo al nifio y a sus padres encontrat y redescubrir el suyo y, asi, pensar con nosotros sobre la situacién a la que tenem que hacer frente juntos. Recuerdo también, veinticinco afios después, de manera muy clara, la confusién: psiquica en la cual me sumergf al escuchar a los padres de un nifio autista contarme, en el tono de una conversacién corriente, como durante el fin de semana fueron co! su hijo al mar y lo miraban alejarse de ellos hasta que no era: mds que un puntit negro, un puntito negro que evidentemente no sabia nadar. Y con todo, preservar nuestra capacidad para pensar, y con ello para curar, y mitir que los padres vuelvan a encontrar la suya, en ello radica el fundamento de Pero tuvimos que aceptar que todo esto no era tan sencillo. El nifio no era tini- ente victima de la situacién, era ademés actor del drama que habia tenido lugar. obablemente fuera nuestra experiencia con un grupo de asistentes infantiles espe- Gializadas lo que nos obligé a revisar radicalmente nuestra posicin. En el servicio universitario en el que yo trabajaba, la transformacién de la hospitalizacién a tiem- po completo en hospitalizacién de dia nos llevé a la creacién de una unidad de asis- fentes infantiles especializadas, que pudimos seleccionar personalmente antes de su fcontratacidn. Y, con todo, algunas de ellas, como ocurre a veces con los sanitarios, loptaron al cabo de algunas semanas un comportamiento de “madre de nifio psi- festico”, cuando nada en su personalidad ~al menos, en lo que pudimos apreciar— las destinaba a ello. El nifio, por el vinculo que éstas anudaban con él, las inducfa a ensar y a comportarse como si slo ellas supieran lo que era bueno para él y pudie- dérselo; compartir el nifio con nosotros acabé result4ndoles imposible, Estas De esta manera, hemos llegado a pensar que, si el padre, en su exclusién de la fada, la madre y el nifio eran victimas, también eran actores del drama que se esta- Bal fin y al cabo. & Asi fue cémo nos fuimos interesando por los mecanismos psicopatolégicos sub- Para entender mejor la hipétesis que paso a desarrollar, debemos volver sobre la fapacidad para ser madre en su forma normal, y después én la forma patolégica que Nos interesa hoy. 60g Parte i El trabajo del psicorerapeuta con los padres mente complejo, pce que, como escribe Héléne Deutsch en en su libra —arpaychologic-des femmes, las dos tareas més importantes como o madre consiste en cimentar de manera armoniosa su unidad con el nifo y en disolverla de la miss ma forma mas tarde. Este trabajo psiquico materno es largo y siempre doloroso corre parejo con las etapas de la evolucién del nifio, desde el estado de bebé al dé adulto. La tragedia de la maternidad, escribe también Héléne Deutsch, consiste en quel la madre, toda madre, ha de superar la dolorosa ruptura de la unidad madre-hijo y3 efectuar la seccién ps{quica del cordén umbilical que la une al él. Este problema afecs taa los miembros de la unién; sin embargo, si bien “e elm jue nace lu . Héléne Deutsch esté; hablando de la relacién normal entre madre ¢ hijo. El conflicto, traducido a la natu: raleza y a la calidad del lazo que une a madre e hijo, se sittia evidentemente en la psi- que materna entre lo que ésta es capaz de comprender y aceptar acerca del deseo dé su hijo y lo que puede captar y comprender acerca del suyo propio. . Pero antes de nada debemos definir iad concepto de ciente, su pasado y su imaginario se enfrentan entre si en la relacién actual de la madre con el nifio que lleva'dentro para enriquecerla o, por el contrario, para com- prometerla. » Enesta regresién formal, temporal, podemos distinguir esencialmente tres Paspectos. #. En primer lugar, en la medida en que la madre del nifio que va a nacer es al mis- ‘mo tiempo el bebé de su propia madre, su situacién personal va ha reavivar en ella | las experiencias propias de los diferentes estadios de su primera nifiez. De este modo, revive las experiencias infantiles de satisfaccién y de frustracién, de amor dvido y de agresividad devoradora, que han constituido las imagenes complementarias de la madre amorosa y del nifio amado y las imagenes contrastadas de la madre privado- a, atacada, amenazante y del nifio destructor, malo, amenazado. Estas imagenes ‘tomadas, rechazadas, vueltas a tomar y remodeladas van a proyectarse en la repre- entacién que la mujer se hace ahora de la madre que es y de la nifta que ha sido. lLigado a la posicién anal de la madre, el feto va a ser vivido como un tesoro 0 como lun veneno intracorporal en el marco de una gestacién intestinal. Aqui de nuevo, la investidura narcisista positiva o negativa del nifio se ve alimentada. Su deseo de pene, fast como la calidad del compromiso que ella ha podido realizar a partir de las dos lecciones sucesivas de objeto de amor materno y paterno, va a pesar, como no podia ser de otra manera, en la relacién fantasmatica de la madre con su hijo, Los elemen- tos de su bisexualidad, que vuelven a expresarse vigorosamente en raz6n de la desa- paricién de la prioridad genital ligada a la regresién, van a reflejarse en las identifi- caciones con el nifio sexuado que va a nacer. 610 Parte 111: El trabajo del psicoterapeuta con los padres Otro aspecto de esta regresién se sittia en el nivel de la economia libidinal de of pareja formada por madre ¢ hijo en constitucién. La vida de esta pareja diddica sy le describirse generalmente desde el punto de vista del nifio antes que desde la opi ca de la madre en su complementariedad y, sin embargo, e! equilibrio afectivo del madre ocupa un lugar fundamental. Durante el embarazo, la economia libidinal la mujer sufre progresivamente una inflexién en el sentido narcisista para centrarg en el feto y en ella misma. Se trata de un periodo que la mujer tiende a qifa Terse un poco més y en el qui lleva dentro y a's cuerpo que lo llev: jento va ai nal y va a suponer, tanto para la madre como para el nifio, una ruptura y un traumal Este trauma serd atenuado en el caso de la n ve el nacimiento s6lo coma una modificacién de su relacién cuerpo ac on.su hijo y siestablece contactoss corporales estrechos con el nifio gracias a la “ilusién” de la que yo ha anterior mente, que permite el maternaie, : Tercer y ultimo aspecto. Esta regresi6n, libidinal en los estadios arcaicos de'la personalidad, y estructural en un nivel preobjetal, narcisista, no es ni patolégica nf patdgena en la medida en que es consentida. asumida y controlada por el yo. Esta regresién es fecunda, pues si bien conlleva una crisis de identidad, puede permitin también una maduracién psicoafectiva de la madre al volver a cuestionar las identi ficaciones tal y como fueron anudadas en el complejo de Edipo y como fueron reex} presadas en la adolescencia. Paso a dar un ejemplo de vivencia de una madre de nifio psicético. He tratadoy con psicoterapia a la Sra. O. durante muchos afios, al igual que a su hijo autista. Laq Sra. O. no escuché las primeras manifestaciones de deseo de autonomia de su hijo;§ ni tampoco las sefiales del mundo externo. No fire capaz.de renunci ilusién que eran sélo uno, y no pudo salir del estado regresivo en el que habfa caido duran?¥ te su embarazo, como vamos a ver en la descripcién que me hizo de su relacién. “Me ocupaba todo el tiempo de él, me divertfa con él, lo llevaba conmigo a todas partes incluso al cuarto de bafio. A Denis le gustaba que le arreglaran, le mimaran, le per® fumaran, le peinaran bien, le acariciaran. Para mf resultaba divertido y para él cons? titufa un placer. Por las mafianas lo metia en mi cama y lo apretaba contra mi, su cuerpo y el mfo desnudos. Le hablaba mucho, y él no necesitaba decir nada, pues yo le comprendia. Sé lo que quiere antes de que me lo pida. No le presté atencién a mil marido hasta el afio de nacer, como si en ese momento descubriera a su padre...” En este discurso materno, intercalado de proyecciones, y que se atrevié a exponerme des- pués de muchos afios de psicoterapia, es facil detectar que fue ella la que no redes- cubrié a su marido hasta el cabo de un afio, y que probablemente entonces é! volvié § aser el objeto de sus deseos. Pero ya era demasiado tarde para el hijo. Es interesante | comprobar cémo la seduccién materna, que, como subrayaron Freud y J. Laplan- che, forma parte, de manera inconsciente, del amor materno, adquiere aqui una"4 ~ Capitulo 36: El vinculo madre-padre-hijo psicotico 611 nsién extrema, invadiendo el yo de la madre y transformando la regresién nor- 2En este ejemplo, vemos claramente como la madre va ijo como a arte de si misma, y va a desear formar con él una diada, reconstituir la diada P: -E] nifio —el que esté en el vientre de la madre, del mismo modo que el que aca- de nacer— no puede dejar de percibir estos elementos de la psique materna, aun- que no pueda comprenderlos ni integrarlos. Si bien, en un primero momento, con sus propias aspiraciones narcisistas. A través del juego de las identificaciones pro- tivas y de las reintroyecciones, serd el bebé que su madre fantasea con haber sido Beon'su propia madre en una diada narcisista que afiora y que pensaba que habia per- dido; identificado con su madre, el bebé se encontrard en una posicién de omnipo- fencia que seria el tinico en poder colmar. Los procesos de identificacién proyectiva son variados, complejos, y también pecfficos para cada parte, pero van a contribuir, en este caso preciso, a la constitu- i6n de dos yo-ideales poderosos, cuya conjuncién estard en la base de la unidad nar- Feisista formada y del proceso de seduccién narcisista mutua. » Esta seduccién narcisista es un componente normal del vinculo entre madre e ijo. Esta en la base de los ajustes, de la extraordinaria empatia que existe durante las primeras semanas de la vida del bebé; va a permitir un objetivo comin. S. Freud, en primero momento, situé el conflicto psiquico entre la libido narcisista y la libi- pydo objetal. Hasta 1920 no situé el conflicto entre la pulsién de vida y la pulsién de OM. Klein sittia el narcisismo en el principio mismo de las relaciones de objeto, por a parte, con una pulsién de vida relacionada con el amor a uno mismo y el amor 612 Pane IL. ELirabayo del psicoterapeuta con los padres ba de realidad que obliga a la confrontacién con el objeto. Como dice H. Segal (com nicacién personal), mientras que la pulsién de vida busca un’ realidad que pued satisfacerla, la pulsion de muerte ataca la realidad de manera compulsiva y pretendg destruirla. Esta estructura narcisista no estd exenta de tensiones, ni es aconflictual. Se uaig de un estado dindmico, y por ello reversible, pues tanto en uno como en otro pai a naire, la pulsién de vida en busca de un objeto lucha para evitar ser encerrada ¢ inm@ vilizada. Sélo en los casos mas graves —psicosis grave, autismo— esta seduccién nag cisista mutua se convierte, a lo largo del tiempo, en un modo de funcionamientg rigido y empobrecedor, y hasta despojador para el yo. La pulsién de vida en uno¥y otro de los partenaires vacila; ya no busca un objeto tras la pérdida del seno para el 10 y la pérdida del nifio, en el momento del nacimiento, para la madre, primeral separacién, que seré seguida de muchas otras (destete...). La seduccién narcisistaa devuelve no sélo el seno, sino también a la madre eternamente presente para el nif, ‘Asi mismo, para la madre, el nifio ya no estf en peligro de ser perdido, como pueda estar cualquier objeto, sino que est fundido para siempre en su fantasma. Esta situ: cién le evita tener que hacer un duelo y en particular el duelo, reactualizado, de sil amor por la madre arcaica, duelo que tuvo que hacer en el momento del Edipo, cuant do escogié al padre como segundo objeto de amor. Solamente en este caso, en el de las psicosis graves y de los autismos, la sedueyy cién narcisista mutua aparece claramente “mortifera”. Recordemos, sin embargo, qué ene nN aT aE PaCS ee met también en las personal lidades borderline y neuréticas. Si la colusién es cada vez més fuerte y mds rigida, com tinente y contenido tenderdn a identificarse el uno con el otro. Segiin esta perspec’ tiva, ya no habré espacio psiquico que permita el crecimiento psiquico del nifio y;{a introduccién de un tercero. Serd trabajo del analista, con la interpretacién, el inten tar introducir a un “tercero” y abrir el camino hacia el Edipo. Si, en efecto, el lista, con su parte sana, no se identifica completamente con la proyeccién del nifiay creard un espacio psiquico que el pequefio podrd introyectar y que se convertira’@q su propio espacio psfquico, segtin el modelo descrito por Bion de la transformacidny de los elementos beta en elementos alfa. Su interpretacién penetra en este espacid persiguiendo el tercer objeto por venir. ‘ Para concluir, volveré sobre el trabajo con los nifios y sus familias. La cura de uf nifio psicético constituye un trabajo particularmente dificil, en la medida en que‘ pequefio tratard de poner en marcha esa relacién de seduccién narcisista mutua cof su analista. Este, como cualquier otra persona -estoy pensando en el personal sai tario, en las asistentes infantiles en las instituciones-, se-verd-atrapado en_un_fantas ma en el que él se convierte en el tinico ser en el mundo capaz de comprender yidi salvar a su paciente, en un proyecto grandioso y totalmente ifrealista... Del mism : : modo, el nifio tendralasensacion de séf ia tinic Capitulo 36: El vinculo madre-padre-hijo psicotico 613 ste para dl analista. Identificados el uno con el otro, corren el peligro de encerrarse en ese mundo narcisista. Esto supondria el fin de la cura analitica, continente-analista y contenido-nino concurren en la creacién de esta burbuja fusional. Juntos firman fracaso de esta pseudocura que, sin embargo, puede prolongarse ‘ndefinidamen- para gran satisfaccién de ambos. La instauracién de un preceso-analftico-necesi— e del analista, de tuna parte sana en el psicético con la cual crear la ianza. Ademis, es preciso que éste no sucumba a la fascinacién que supone la seduc- mn Narcisista mutua y conserve dentro de si mismo una parte lo suficientemente sana para poder interpretar. Sus interpretaciones seran tempranas y se interesaran por la calidad de la relacin transferencial. Pretenden romper ese estado de unin narci- sista, de la cual el analista debe hacer el duelo en primer lugar, a fin de que el nifio yepsicético pueda hacerlo a su vez; slo entonces podran construir juntos, en el inte- frior de un espacio psiquico que poco a poco ird abriéndose, los esbozos de una.trian- cio F Quisiera afiadir que, para este trabajo, en las primeras curas, el psicoterapeuta Banalitico o el analista debe-ser supervisado..De no serlo, corte el riesgo de huir espan- itado, o de atascarse en una cura interminable, como acabamos de ver. Después, poco importa la modalidad de cura escogida por el equipo sanitario. Lo que parece esencial es la elaboracién-comiin de un proyecto terapéutico que, en Brodo momento, intervendré como un tercero en la relacién con el-nifio y su familia. igual que el nifio, sus padres serdn atendidos y, en ellos, habra que prestar aten- in a la comprensién del vinculo que mantienen con su hijo y a las modificaciones gue van a vivir, que les resultaran dolorosas, sobre todo si el nifio retoma su creci- fento psiquico. BIBLIOGRAFIA GENERAL DEL TEMA Meutsch, H. (1967): La psychologie des femmes, Paris, PUR ud, A. (1964): Le mioi et les mécanismes de défense. Paris, PUR. [Elo y los mecanismos de defensa, Barcelona, Paidés Ibérica, 1997.) Ereud, S. (1910): Un souvenir d'enfance de Léonard de Vinci, trad. fr., Parfs, Gallimard, 1927. [*Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, en Obras completas, t. 2, Madrid, Biblio- teca Nueva, 1996,] ieissmann, C. (1998): “Lamour maternel ou la capacité & étre mtr, Journal de la psycha- - nalyse de l'enfant, 23. g (1998): “Séduction narcissique mutuelle”. Journal dela pychanalyse de Lnfant, 1999, 25. , por el contrario, dejando de lado toda colusién-narcisista, elreconocimiento por | | 614 Parte Il: El trabajo del psicoterapeuta con los padres Geissmann, C. y Geissmann, P. (1992): Histoire de la psychanalyse de Venfant. Paris, Bayard 4 (Paidos). [Historia del psicoandlisis infantil, Madrid, Sintesis, col. “Nifios, adolescentes, padres”, n° 2, 2002.] 4 — (1984): Lenfant et sa psychose. Paris, Dunod. Nota ¥ Comunicacién realizada en el IV Congreso de la Seccién “Nios y Adolescentes” de la EFPP, Caen, septiembre de 2001. 37 DE NINOS PSICOTICOS! Anna Sabatini-Scalmati Comenzaré exponiendo la situacién clinica a la que voy a referirme. Durante mis jos de practica, he recibido varias veces distintas llamadas telefénicas de un padre -o de una madre que me pedia una cita para hablarme del problema de su hijo (0 de su hija). Este padre hablaba en términos muy vagos y generalmente exploratorios. Después de llegar a un acuerdo, y durante la entrevista, los padres me exponen las dificultades de su hijo, sus manifestaciones sintomaticas y el suceso 0 los sucesos que llamaron la atencién de sus vecinos, de otros padres, de los profesores, etc. Pasan ¢del “hecho” que los ha llevado a consultar conmigo (el nifio ha arrojado uras bote- las de cerveza desde un sexto piso, en clase ha recortado su propia cartera en mil as, no presta atencién a lo que hace y en consecuencia no sabe nada, no recuerda ue ha estado cenando unas horas antes con su abuela, y as{ sucesivamente) a otros pisodios acaecidos en el pasado. Describen los “hechos” con los ojos de quienes los Conocen desde hace tiempo y no se sorprenden de ellos, y tengo la impresién de que, de momento, lo que yo piense o pueda decir no les interesa, Ya se lo han dicho otras personas con las que han consultado: pueden cambiar las palabras, pero no la esen- la de éstas. © Me parece que lo urgente y significativo para ellos en el momento en que estén Ehablando es exponer los comportamientos de su hijo, contar con palabras la angus- Ftia que éstos les suscitan y volver a hablar del tema entre ellos. Mientras tanto, detecto en el rostro de uno de ellos, 0 en ‘los de ambos, cierta Hpalidez, ligeras convulsiones, l4grimas.contenidas u ocultadas con una ligera incli- Macién de la cabeza. Sucede a veces que uno de los padres es més frio y est4 apa- 616 Parte 111. Fi mabey del psrcoverapeuta con los padres rentemente menos implicado en los hechos en cuestién que el otro. Uno de ellg polariza el rol del padre mas dtono y mas insensible al cual el otro quiere hacer asi mir una responsabilidad, alertar y hasta acusar. De una manera distinta, a veces ung otras veces el otro desahoga la tensién que ambos soportan: la célera, la decepciéy la impotencia, la desesperacién y el miedo, Estados de animo ahogados, conder dos al silencio. 4 Una vez expuestas estas cuestiones, el cuadro se amplia. Me hablan de consult anteriores con tal célebre psiquiatra que les ha aconsejado una cura con psicolépf cos, con tal o cual psicoterapeuta, etc. Las prescripciones de estos profesionales nog han sido aplicadas: las del primero resultaban demasiado draconianas, irreversibles y las del segundo parecian inaplicables en el momento en que fueron hechas, pues presencia de un hermano pequeiio o de algiin otro problema familiar hacian dific les, segtin los padres, el inicio de una terapia. Invito al cényuge més reservado a tomar la palabra, aparto discretamente la mit da cuando sorprendo algiin signo de emocién que pretende ser privado, capto la tensiones que se reflejan en las reacciones emotivas que he descrito. Se crea un clim de confianza, durante la segunda parte de la sesién; cuando tomo la palabra, alg cambia. Mas alla del “hecho” y de los “hechos”, trato de hacer vivir al nifio que se exprey sa “en” o “con” estas acciones. Intento verlo y hacer que ellos también lo vean mag alld de las sombras que los “hechos” proyectan sobre él. Me intereso por su pasadgg Les invito a hablarme sobre él. Consciente de los niveles de sensibilidad que estan en juego, evito hacer pre guntas demasiado rigurosas, que podrian suponer una intrusién. Me informo sobig las etapas del desarrollo del nifio, sobre el parto, el embarazo, el amamantamientg los primeros intercambios sociales del nifio, etc. Las respuestas a mis preguntas stig len presentar la caracteristica de ser precisas, claras, casi matemiticas; se parecen a unos bumeranes que al inicio de ua didlogo. ara volver a atraer la atencin sobre el “hech Mis intentos por dialogar, mi acercamiento al primer hijo tenfa casi cuatro afios, ya era el momento de tener otro”, o bien: “ hemos mudado de casa, ya no tenemos problemas de espacio”. _ Capitulo 37 La retaciéin con los padres de nitios psicéticos 617 como tal, la relacién que se establece entre ellos y yo, y mas profundamen- gla relacin entre ellos y su hijo, para el cual han pedido una consulta. En los sucesivos encuentros, consigo a veces rodear ese muro y no dejarme impre- por la intimidacién que supone, pero no siempre resulta facil. En los casos a ique me refiero, unas respuestas de este tipo no son mas que los primeros signos dificultades que estallaran abiertamente més adelante. estas sesiones, el didlogo no procede de forma paralela a la intervencién que ita a comunicar de manera més profunda, como metalenguaje, en busca de la Finalmente, cuando reflexiono a posteriori sobre la entrevista, me doy cuenta de han sucedido muchas cosas. La pareja ha solicitado una entrevista y la ha respe- io; de una manera o de otra, los padres han entrado en contacto con el peso que: ‘oprimia. La mirada sobre el nifio, aun siendo somera y estando Hlena de lagunas, ha vuelto a inares de lo que, un dia, podra llegar a ser una historia clinica compartida, pY después nos hemos puesto de acuerdo para fijar una fecha para una serie de Se han contado hechos, se han descrito las etapas del desarrollo del nifio a gran- rasgos, pero los niveles emocionales profundos, la mayoria de ellos ajenos ala e la base de relaciones de causa-efecto, someramente establecidas, en las respon- bilidades atribuidas sin razén (todo es culpa de la profesora, de la madre de mi ue he tomado en cuenta tinicamente de forma anénima y global. (o tenfa tendencia a pensar que s6lo el tiempo me permitirfa desenmarafiar este 618 Pane iil: Elirabajo del psicoterapeuta con los padres j es a veces Sond “tivo. ye Sin 7 go Gues : desde hace tiempo las palabras que tratan de darle un sentido a su con atmésfera cambia en cuanto toman asiento y su mirada se cruza con la mia. Les pid noticias sobre el nifio, quiero saber cémo su hijo ha vivido sus primeras sesiones,§ ha tenido recaidas en su comportamiento, en el suefio, etc. Obtengo pocas palabrag como respuesta. El circulo se cierra en torno a mi persona y a lo que voy a decirles Pese a todas las precauciones que exige la situacién, dada mi implicacién y sensibilidad personal, mis palabras hacen dafio; no hacen sino confirmar lo que otr9§ ya habfan dicho. Les presento !as dificultades del nifio, describo su perfil psiquicai pero, dada su corta edad, insisto en que el diagnéstico esta abierto y que las posibig lidades de intervencién son buenas. En ciertos casos, es a partir de este momento cuando consigo captar los sign de lo que llevard a la ruptura del contrato terapéutico, en otros no. En el primer caso} percibo en el rostro de los padres, en particular en el de uno de ellos, muecas de dola contenidas con esfuerzo, como si las paredes de la sala se cerraran sobre ellos p: asfixiarlos. Hasta ese momento era aleatoria, estaba relegada al nivel de los “hechos”, hace afios. Los “tiltimos hechos” ponen fin a ese aplazamiento. En los casos més accesibles, mis palabras son aceptadas en silencio, con inet frfamente, hasta que al fin el proyecto terapéutico es aceptado pasivamente. En ot casos, se me han pasado por alto los signos precursores de lo que més adelante su soportar la situacién y acaban mostrandose dispuestos a hacer lo que sea necesa en favor de su hijo. Cuando se'acerca el final de la sesidn, ocurre a veces que el padre o la madre p nuncia palabras de este tipo: “Uno cree haber hecho lo mejor para los hijos, pero lug Capitulo 37. La relacién con los padres de ninios psicéticos 619 Bp.en cambio...” O bien, otras palabras revelan ciertas relaciones, inéditas hasta ese omento, entre las dificultades del nifto y un determinado periodo. Se trata de ele- a continuar el trabajo que parece haberse iniciado, pero que, si son demasiado arensos © tempranos, pueden asustarles y alejarles del proyecto terapéutico. bios relacionales primarios y una carencia de comunicacién posible por mi parte. > Ciertamente, mi valor como terapeuta est en juego, y con el mio el de los pro- ionales que, durante afios, han estudiado los problemas de la familia trazando un erfil general de ésta. ®'No es por salir del aprieto, sino por medirme con la complejidad de la situacién, Hi Aqui, junto a mi persona, al espacio, a los tiempos y a los limites de la intervenci6n erapéutica, hay un padre y una madre sobre cuyas espaldas pesa de repenie la responsa- idad y la falta. Est4 también, aunque invisible, la presencia de un aparato complejo de » Concretamente, hay tres personas. Y luego, omnipresente, aunque no esté aqui, fst4 el nifio y un entramado de sentimientos preconscientes, de constelaciones psi- (uicas impalpables, pero particularmente activas. 620 Parte II: El trabajo del psicoterapewia con los padres Para desenredar la madeja, partamos de una primera informacién: los padres df los que hablo estén ahi en delegacién de su hijo. Cuando llegan a mi consulta, est padres tratan con gran esfuerzo de superar el derrumbe de lo que, hasta hacia pogj tiempo, eran sus suefios y sus proyectos. Un gran dolor ha trastocado sus vidas, (3 Acuden a verme como padres, pero ese “ser padres” est4 marcado por la incerti dumbre y el fracaso. Su relacién afectiva puede parecer hasta buena, pero lo ques opone a mi, no es precisamente la pareja, no son sus principios basicos, es el padi la madre como tales, cada uno en su soledad, incapaz, impotente, a menudo culp ble el uno a 10s OJOs del otro. La peticién de ayuda de la la que son n portadores no ha partido de una demand procedente de ello ntrospectivo de sus dificultades y de B y de-su hijo, sino de una prescripcién procedent del exterior. No ha partido de ung responsabilidad parental madurada, ni de un acto de valentia, sino de una contesiéy de fracaso; un sentimiento de persecucién viene a sumarse a! ; Lo que de hecho ha ocurrido es que, de improviso, el velo que venia ocultandd desde hace afios los problemas del nifio y que permitfa una lectura cémoda, falsi cada incluso, de la situacién ha sido desagarrado por un “acto” del nifio, o por lo quel parecia al principio un simple retraso en la adquisicién de algunas autonomias, pero} que adquiere con el tiempo (cuando por ejemplo, a los catorce afios, el nifio no con trola siempre sus esfinteres) las caracteristicas de una situacién alarmante. La pareja desfallece bajo un peso del que desconoce el nombre y del cual no siemz pre es consciente. El padre y la madre soportan ademés otro peso, el de las esperas; los deseos, los proyectos, los legados transmitidos por su familia a través de generas ciones; ante si tienen las reacciones suscitadas por los comportamientos “extrava-% (ene del nifio, que han superado el Ambito doméstico y despertado la atencién de} los centros de atencién sanitaria nacional, del colegio o del médico de familia. Estdn atrapados entre dos fuegos, puestos directa y personalmente en causa pots la revelaci6n del drama familiar; estan més desconcertados y se sienten mds fragiles) i que nunca; el equilibrio entre el ver y el no ver, que hasta entonces habia manteni-¥ do la angustia a distancia, ha desaparecido. Las paredes domésticas han dejado 14 su secreto se escapara; éstas ya no les protegen. Laatencién especializada dada a su hijo cuestiona esferas y diferentes momentos de su vida que ellos crefan y querfan olvidados: resucitan persecuciones, miedos\l penas que pretendian superadas m4gicamente gracias a la llegada del nifio. of La angustia, que habfan mantenido a distancia con gran esfuerzo durante afios, les acecha. A partir de ahora, algunos aspectos y actitudes desapercibidas hasta un tiempo muy reciente se cargan de significacién; un hilo invisible une los sucesos del | presente con los del pasado. Un fuerte sentimiento de culpabilidad emerge de los: recuerdos de los primeros signos de malestar, de las prirneras dificultades y de los pri= meros retrasos en el proceso de desarrollo, a los cuales no prestaron atencién en su ~ Capitulo 37; La relacién con los padres de nits psicoricos. 621 pomento. El pasado vuelve a hacer aparicin. Con un rechazo depresivo, se dan enta de que el nifto ha sido el primer testigo -y el mas expuesto~ de los momen- tos dificiles y dolorosos de su vida. A partir de ahora, la pareja que se halla ante no- btros sabe que algo no va bien en su hijo, pero no sabe qué hacer por él. ; Viendo c6mo se aproximan las dificultades del nifto, cada padre o madre se enfren- ante todo, a si mismo, a su propia vivencia fantasmatica, a idas y venidas conti- hase imperceptibles de identificaciones proyectivas e introyectivas; los padres vuel- Ren a apropiarse de las imagenes negativas de su vivencia o, a la inversa, de las imagenes de los roles idealizados que, silenciosamente, le han pedido a su hijo que interpre- En este tipo de entrevista, siempre me sorprende la gran ansiedad que invade a ec. su u vivencia de objetos anacliticos marcados por dl fracaso, asi i como la can- elitiempo limitados de la sesién de consulta. Mi experiencia clinica y mis capacidades técnicas se enfrentan a una tarea dificil fy.delicada. Asimilo los datos en su complejidad y en su anonimato, mé aferro al de- Sarrollo que me parece més préximo a la conciencia de los padres. Desvio mi aten- fcidn de la falta para centrarla en la reparacién, en la corta edad del paciente y en lo Byque sus padres pueden hacer por él. Le concedo la palabra a niveles de sentimien- Wios que éstos apenas han entrevisto. Diferencio sus personas de la de su hijo. Trato [de dar un sentido, de restituir un valor y una significacién emocional a unos momen- fos de sus vidas particularmente criticos, asumo las dificultades parentales pasadas y [presentes. Necesitarfa tiempo para liberar las proyecciones en las cuales uno interpreta el papel del otro. Normalmente el nifio, al que de partida se le ha asignado un papel visto o una demanda de preisin pueden desencadenar una marcha atrds, una tacién. La identidad de los padres que se encuentran ante nosotros, desorien por los hechos, percibe cada acercamiento como una intrusién, una indiscr indebida. Estos padres se sienten descubiertos, bruscamente puestos en contact su afectividad més intima y con sus fantasias. taa una pregunta implicita, si no apoyamos suficientemente una esfera parti mente perseguidora y sensible, podemos llegar a encontrarnos con una bolsa de dep de la sesién, no nos damos cuenta de esto, si el psicoanalista no percibe el impaste el cual se encuentra, si ignora que cierta timidez por su parte ha podido atent inmediatamente, la escena cambia con rdpidez. Ante el fracaso: algunas consideraciones No sabrfa decir exactamente cual fue el fallo que hizo la cura impracticable, ni si vo relacionado con la técnica 0 conmigo mismo. lado del retraimiento de la relacién terapéutica, en los casos que he vivido. Y, p concluir, quisiera centrar mi atencién sobre estos factores. Ha sucedido a veces que los padres han tenido conocimiento de lo que el 1 Capitulo 37: La relaciin con los padres de nits psicoticos 623 Fatado comportamientos violentos, como era costumbre en él. Por esta razén, que por los graves problemas de aprendizaje, estos padres se habian dirigido a tc a sesi6n, el nifio habia arrojado pequeitos objetos de plistico o de vidrio la ventana y, bajo la violencia del impacto, se habfa roto un cristal. Una vez fel nifio habia Ilevado a su padre al lugar de los hechos para mostrarle el efec- feisu gesto. En otro caso, un nifio, cuyo padre era psicético, dibuja durante una nia un hombre cuya silueta ocupa todo el espacio de la hoja. El pequefio me fa roca” (y el padre se apellidaba Roca’). Creo que este atroz juego de espejo ha cho que emerjan aspectos demasiado dolorosos de la personalidad paterna. ;C6mo aun nifio a una terapia, si luego es el nifio el que lleva a ella al padre? En ambos casos, los comportamientos de confirmacién, de necesidad de terapia, bertura al didlogo terapéutico habfan franqueado los muros de mi consulta. Y esta en lugar de reforzar y de dar valor a la motivacién de los padres, la ha debilitado. En_una tercera situacién, habia un padre particularmente duefio de si mismo, Fepentino retraimiento? Verse uno mismo reflejado en el propio hijo (jeste padre era lista!) es quedarse ciego. 5. Este aspecto, el ataque contra la vida psiquica y sus representaciones, habfa emer- del padre no hacfa facil el hecho de “iirar” y de “mirarse” en su propio hijo. Con ifio, lo que estaba expuesto al riesgo, era el equilibrio del padre. La esquizofte- adel nifio, el “paciente resignado”, suponia un lastre para todo el orden familiar. ando, por teléfono, el padre anulé la cita, el tono de su voz dejé entrever un sen- fimiento de profundo dolor pero, al mismo tiempo, de firmeza draconiana; se tra- faba de él o del cordero del sacrificio, el nifio. 624 Parte in: Elitabajo del psicoterapewia con tos padres En otros cs, un enorme sentimiento de culpabilidad pesaba sobre los padi o-al menos sobre uno de ello, como sila vida del niio hubiera estado ligada ay acto de arrogancia, a una presuncién de infalibilidad, a una subestima de los ries, tal que no podian ver orra cosa en las dficultades del nifio que no fuera su pro fracaso como personas y como padres. El nifio, en todo y para todo su “portavozi no habia conseguido interpretar el rol que habia sido predispuesto para él. Yo sf podia saber si se trataba de un aspecto esencialmente fantasmético, de una enorrg proyeecién narcisista por su parte, o si habfa en la familia un antecedente que habii hecho preciso actuar con mas prudencia. Ciertamente, la toma de conciencia de realidad era catastrofica. En estos casos, como sabemos, el nifio como persona esté ausente, eclipsado pg la hipdtesis que su padre (o su madre) ha planteado para él. Al llevar al nifio a tera pia, estas parejas demandan de hecho una cura para lo que es su propia sombra. Esid hace que resulte arduo, y hasta imposible, hacerse cargo del nifio. Una vez desvela do el imperativo que le habia sido asignado, cl resentimiento de los padres por el fra caso de su investidura, por el nifio que les ha traicionado, es particularmente fueri@l }, tarde o temprano, la terapia acaba siendo interrumpida. Pese a sus diferencias, los casos que he evocado brevemente muestran que el asped to doloroso, deprimido, nonnalmente oculto de la personalidad de los padres, as como un sentimiento de vergiienza que les desorientaba y los enredaba, jugaba u papel muy importante. Asumir estos aspectos habfa hecho posible la terapia del nifol pero las parejas de las que hablo no estaban preparadas para esta ayuda. Por otra parte, hay que tomar acta del hecho de que el momento de alarma mismo que los habfa movilizado— no siempre es el mejor para afrontar el problems} de manera introspectiva. En efecto, a diferencia de los problemas de cardcter fisicol las dificultades mentales tienden a apagar las energfas y las esperanzas de los padre Las enfermedades del cuezpo ponen en circulacién el dolor, pero reactivan el desafig contra la muerte y el instinto de conservacién, mientras que las segundas dan pasd a la angustia, ala falta, a la vergiienza y a la depresi6n. Hoy, revisando estas sesiones con padres, reflexionando sobre el desdnimo qué expresaban en el primer encuentro y sobre su retraimiento més 0 menos marcado del segundo, dirfa que su comportamiento hago mio un criterio propio del desarrolldjd infantil—ha oscilado entre un comportamiento de “biisqueda” y otro de “evitacién’s (Crea que hay que hacer remontar la gran disonancia entre el padre o Ja madre los signos sintomaticos de los que éste o ésta es mensajero y victima, entre el dolo# agudo por el comportamiento del nifio y la asuncién de su terapia, a la complejidad| y ala confictualidad de los elementos presentes en el campo relacional. ‘Aunque sea en niveles preconscientes, estos padres sienten que para ayudar nifio, deberian esclarecer primero su mundo interior, desenmarafiar la confusa masa Capitulo 37: La relacién con los padres de ninos psicéticos 625 que les une a su hijo. Pero el hecho de reapropiarse de estas proyecciones significa trar en contacto con los sufrimientos ligados a su vivencia infantil, a los objetos Pienso que, en el corto espacio de las sesiones de consulta con estos padres ~a encia de los que no vienen ni vendran nunca a vernos-, es preciso ayudarles a ayudados a dejar sitio a un tercer factor: el azar, lo social, los encuentros que con- Bforman el marco de todos nosotros y que facilitan 0 no nuestras capacidades y nues- NOTAS F Comunicacén presentada en el 1V Congreso de la Seccién “Nios y Adolescentes’ de la EFPP, Caen, septiembre de 2001. |e modificado el apellido para mantener la asonancia entre los dos términos.

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