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Ciudad de México, 23 de octubre de 2019.

Versión estenográfica de la Sesión Solemne del Senado de la


República, para entregar la Medalla de Honor Belisario
Domínguez 2019, a la activista defensora de los derechos
humanos, Rosario Ibarra de Piedra, en la Antigua sede de
Xicoténcatl.

SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: Con fundamento en


lo dispuesto en el artículo 100 de la Ley Orgánica del Congreso
General; y el artículo 9º del Reglamento de la Medalla de Honor
Belisario Domínguez, damos inicio a la Sesión Solemne convocada
para hacer la entrega de galardón y del diploma correspondiente al
año 2019.

Se les solicita ponerse de pie, a efecto de rendir los honores de


ordenanza al ciudadano Presidente de la República.

(ENTONACIÓN DEL HIMNO NACIONAL)

SENADORA VERÓNICA DELGADILLO GARCÍA: Muchas gracias.


Sírvanse tomar asiento.

SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: Damos la


bienvenida al ciudadano Presidente de la República, licenciado
Andrés Manuel López Obrador.

Al ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,


el ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea.

A la presidenta de la Cámara de Diputados, la diputada Laura


Angélica Rojas Hernández.

A la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, doctora Claudia


Sheinbaum Pardo.

A las ciudadanas Rosario Piedra Ibarra y Claudia Piedra Ibarra, en


representación de nuestra galardonada, la señora Rosario Ibarra de
Piedra.
Asimismo, damos la más cordial bienvenida al gobernador del estado
de Chiapas, Rutilio Cruz Escandón Cadenas.

Al secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval


González.

Al secretario de la Marina, almirante José Rafael Ojeda Durán.

Al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, doctor Alfonso


Durazo Montaño.

Al consejero jurídico, licenciado Julio Scherer Ibarra.

A los señores subsecretarios de Gobernación, Ricardo Peralta y


Alejandro Encinas Rodríguez.

Y al diputado Mario Delgado Carrillo, presidente de la Junta de


Coordinación Política de la Cámara de Diputados.

Agradecemos también la presencia de las señoras diputadas y los


señores diputados federales. De las distinguidas distinguidos
miembros del Gabinete legal y ampliado del Poder Ejecutivo Federal.
De los representantes de los Poderes del estado de Chiapas y del
presidente municipal de Comitán.

Agradecemos la asistencia de las distinguidas personalidades que


con anterioridad, recibieron la Medalla de Honor Belisario
Domínguez.

Todas y todos honran con su presencia esta Sesión Solemne y al


Senado de la República.

Solicito ahora, a la Secretaría, proceda a pasar lista de honor.

SENADORA VERÓNICA DELGADILLO GARCÍA: Se solicita


ponerse de pie.

¡Senador Belisario Domínguez!

SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: ¡Murió por la patria,


en defensa de la libertad!
SENADORA VERÓNICA DELGADILLO GARCÍA: Sírvanse tomar
asiento.

SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: Solicito a la


senadora Verónica Delgadillo García, secretaria de la Mesa Directiva,
dé lectura a la histórica proclama del doctor y senador Belisario
Domínguez, correspondiente a la XXVII Legislatura del Senado de la
República.

SENADORA VERÓNICA DELGADILLO GARCÍA: Daré lectura al


texto del discurso del senador Belisario Domínguez.

“Señor Presidente del Senado:

Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la patria, me


veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar
a usted, se sirva dar principio a esta sesión tomando conocimiento
de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores
senadores.

Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por
el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo
conocerá el pueblo, y urge que el Senado lo conozca antes que
nadie.

Señores senadores:

Todos vosotros habéis leído con profundo interés, el informe


presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión,
el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo
mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de
falsedades que encierra ese documento.

¿A quién pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No


señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan
en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no
pueden ser engañados sobre el particular.

Se pretende engañar a la nación mexicana, a esta patria que,


confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras
manos sus más caros intereses.

¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional?


Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle
la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.

La verdad es ésta:

Durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se


hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación
actual de la República es infinitamente peor que antes.

La Revolución se ha extendido en casi todos los estados. Muchas


naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer
su gobierno, por ilegal. Nuestra moneda encuéntrase depreciada en
el extranjero. Nuestro crédito en agonía.

La prensa de la República amordazada y cobardemente vendida al


gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad. Nuestros campos
abandonados. Muchos pueblos arrasados y, por último, el hambre y
la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente
en toda la superficie de nuestra infortunada patria.

¿A qué se debe tan triste situación?

Primero, y antes de todo, a que el pueblo mexicano no puede


resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano
Huerta, al soldado que se apoderó del gobierno por medio de la
traición y cuyo primer acto al asumir la Presidencia, fue asesinar
cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por
el voto popular.

Habiendo sido el primero de éstos, quien colmó de ascensos,


honores y distinciones a don Victoriano Huerta y habiendo sido él,
igualmente, a quien don Victoriano Huerta juró públicamente lealtad
y fidelidad inquebrantables.

Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que Victoriano


Huerta se ha propuesto emplear para conseguir la pacificación. Estos
medios ya sabéis cuáles han sido: únicamente muerte y exterminio
para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su
gobierno.
‘La paz se hará, cueste lo que cueste’, ha dicho don Victoriano
Huerta; ¿habéis profundizado, señores senadores, lo que significan
esas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta?

Estas palabras significan que don Victoriano Huerta está dispuesto a


derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el
territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión
de nuestra patria; con tal de que él no abandone la Presidencia ni
derrame una sola gota de su propia sangre.

En su loco afán de conservar la Presidencia, don Victoriano Huerta


está cometiendo otra infamia. Está provocando con el pueblo de
Estados Unidos de América un conflicto internacional en el que, si
llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a
encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las
amenazas de don Victoriano Huerta. Todos, todos menos don
Victoriano Huerta, ni don Aureliano Blanquet, porque esos
desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el
pueblo y el Ejército los repudiarían, llegado su momento.

Esa es, en resumen, la triste realidad. Para los espíritus débiles


parece que nuestra ruina es inevitable, porque don Victoriano Huerta
se ha adueñado tanto del poder, que para asegurar el triunfo de su
candidatura a la Presidencia de la República, en la parodia de
elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no ha vacilado
en violar la soberanía de la mayor parte de los estados, quitando a
los gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores
militares, que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de
farsas ridículas y criminales.

Sin embargo, señores, un esfuerzo supremo puede salvarlo todo.


Cumpla con su deber la representación nacional y la patria está
salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa
que nunca.

La representación nacional debe deponer de la Presidencia de la


República a don Victoriano Huerta, por ser él contra quien protestan
con mucha razón, todos nuestros hermanos alzados en armas, y de
consiguiente por ser él quien menos puede llevar a efecto la
pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.
Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa porque don
Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin
vacilación, sin escrúpulo, a todo aquel que le sirve de obstáculo.

¡No importa, señores! La patria os exige que cumpláis con vuestro


deber, aun con el peligro y aun con la seguridad de perder la
existencia.

Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República


os habéis equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un
hombre que os ofreció pacificar a la nación en sólo dos meses y le
habéis nombrado Presidente de la República. Hoy que veis
claramente que este hombre es un impostor, inepto y malvado, que
lleva a la patria con toda velocidad hacia la ruina; ¿dejaréis por temor
a la muerte que continúe en el poder?

Penetrad en vosotros mismos, señores, y resolved esta pregunta:


¿Qué se diría de la tripulación de un gran navío, que en la más
violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un
carnicero que sin ningún conocimiento náutico, navegara por primera
vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y
asesinado al capitán del barco?

Vuestro deber es imprescindible, señores, y la patria espera de


vosotros que sabréis cumplirlo.

Cumpliendo ese primer deber, será fácil para la representación


nacional cumplir los otros que de él se derivan, solicitándose
enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda
hostilidad y nombren sus delegados para que, de común acuerdo,
elijan al presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y
cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad.

El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del


Congreso Nacional Mexicano, y la patria espera que la honraréis ante
el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a
un traidor y asesino.

Firma.
Doctor Belisario Domínguez, senador por el estado de Chiapas.

Nota: Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso para que
apoye a la representación nacional, y no pudiendo disponer de
ninguna imprenta, recomiendo a todo el que lo lea, saque cinco o más
copias, insertando también esta nota, y las distribuya a sus amigos y
conocidos de la capital y de los estados.

¡Ojalá hubiera un impresor honrado y sin miedo!”.

Es cuánto, Presidenta.

SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: Se concede ahora


el uso de la palabra a la senadora Ifigenia Martínez Hernández, a
nombre de la Cámara de Senadores.

SENADORA IFIGENIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ: Buenos días a


todos. Gracias.

Muchas gracias a todos. Buenos días.

Señor licenciado Andrés Manuel López Obrador, Presidente


Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Señor ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, presidente de la


Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Señora Mónica Fernández Balboa, presidenta de la Honorable


Cámara de Senadores.

Diputada Laura Angélica Rojas Hernández, presidenta de la


Honorable Cámara de Diputados.

Compañeras senadoras. Compañeros senadores.

Familiares de la compañera Rosario Ibarra de Piedra.

Señoras y señores. Amigas y amigos todos:

Hoy, en un acto de justicia plena, rendimos homenaje a una mexicana


que por fuerza de sus convicciones, por su firmeza ciudadana y su
valentía, está plenamente identificada con las virtudes que
distinguieron al senador Belisario Domínguez; quien ofrendó su vida
en defensa de sus ideales.

La Medalla que lleva el nombre de aquel chiapaneco ejemplar, se le


otorga a una ciudadana lastimada por la violencia, una madre a la
cual le fue arrebatado un hijo, sin siquiera tener la certeza de su
destino. Una digna mexicana que, en su andar de los últimos 40 años,
ha fundido el pesar personal con el dolor de la patria.

Rosario Ibarra de Piedra, mujer símbolo, ha hecho de la ausencia de


su hijo Jesús, una bandera permanente en favor del derecho, la
justicia y la disidencia democrática; una condena cabal de los abusos
del poder y una defensa ilimitada de la vida.

Al honrar a la coahuilense, honramos también al mexicano que da


nombre a esta condecoración, el mismo que con gallarda lucidez,
levantó la voz para condenar la legalidad; y que armado únicamente
con la palabra y la razón, combatió la usurpación y abogó por el
renacimiento del orden constitucional.

Desde el 25 de abril de 1913, cuando se pedía al Senado aprobación


para el desembarco de tropas estadounidenses en Veracruz, lo que
sería el prólogo de una invasión en toda forma; se levantó la palabra
valiente y digna del senador Belisario Domínguez Palencia, quien se
dirigió a sus colegas.

“Señores senadores, yo votaré en contra de la autorización que se


nos pide, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó
al Presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez; porque es un
gobierno ilegítimo y porque es un gobierno que ha restaurado la era
nefanda de la defección y el cuartelazo”.

Quien así hablaba, era el hombre que al regresar de sus estudios en


la Universidad de la Sorbona, en París, pudo haber llevado la cómoda
vida que entonces se prometía a un profesionista, sobre todo un
médico querido por la población de su natal Comitán, Chiapas, a la
que atendía con eficiencia y sensibilidad.

Pero aquel médico, también se preocupaba por los padecimientos de


la patria y entendía que en este caso, la cura implicaba su
participación abierta en la política. De ahí su militancia en el Partido
Liberal y la fundación de “El Bate”, periódico en el que dio cauce a su
rebeldía ante los abusos de Porfirio Díaz y del entonces gobernador
chiapaneco, Rafael Pimentel.

Aquel impreso se convirtió en estandarte de la consciencia opositora


y desde sus páginas se llamaba a la población a denunciar los
abusos del poder, y el rechazo al déspota ejercicio de Victoriano
Huerta.

Maderista de la primera hora, Domínguez Palencia fundó el Club


Democrático, y a fines de 1909, fue elegido presidente municipal de
Comitán.

En 1912, en la fórmula que encabezaba Leopoldo Gout, fue elegido


senador suplente y, en marzo de 1913, pasó a ocupar el escaño,
debido a la muerte de su amigo y compañero.

Para entonces, ya se había producido el golpe de Estado del


usurpador Victoriano Huerta, quien habría ordenado el asesinato del
Presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino
Suárez.

En aquellos días, en vez de arrellanarse cómodamente en su escaño,


en espera de que pasara la tormenta, optó por la protesta que lo
condujo al sacrificio.

El 23 de septiembre de 1913, Belisario Domínguez volvió a llamar


asesino al usurpador y seis días después intentó leer un discurso que
había preparado, en el que acusaba al tirano de intentar la
pacificación del país empleando, cito: “Únicamente la muerte y
exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no
simpaticen con su gobierno”, fin de las comillas.

Se le negó la lectura de aquel texto, que era un exhorto para que los
legisladores actuaran con patriotismo y decisión.

La histórica proclama era contundente y lapidaria, pero al verse


impedido de darle lectura en el recinto camaral, encargó la
reproducción del texto a una mujer valerosa que lo imprimió en el
taller donde trabajaba. Ella era María Hernández Arco, una de las
siete mexicanas que han recibido la Medalla Belisario Domínguez.

Distribuido el texto clandestinamente, un ejemplar llegó a manos de


dictador Victoriano Huerta.

Días después, justo antes de la media noche del 7 de octubre de


2013, dos hombres se presentaron en la habitación 16 del Hotel
Jardín, donde don Belisario se encontraba hospedado. Eran los
matones del usurpador, que lo martirizaron y asesinaron cruelmente.
La eliminación física del senador, marcó el principio de la derrota del
tirano. El discurso del chiapaneco heroico, se convirtió entonces en
símbolo de valor cívico y ejemplo para todo mexicano, especialmente
para quienes entienden el ejercicio de la política como un mandato
de servicio, respeto y dignidad en los asuntos públicos.

La Medalla Belisario Domínguez es, pues, reconocimiento y bandera.


Nada más indicado que otorgársela a quienes han hecho de la
honestidad, la verdad y la valentía, una práctica cotidiana, un recurso
irrenunciable para mejorar la convivencia civil.

Rosario Ibarra de Piedra, es un caso paradigmático y por eso fue


elegida paradigmático y por eso fue elegida para recibir esta presea
que antes recibieron grandes personas de la Academia, el
periodismo y la vida pública del país.

En esta ocasión, es motivo de orgullo que sea una mujer y madre


quien reciba la presea Belisario Domínguez.

Se entrega esta distinción republicana a doña Rosario Ibarra de


Piedra, con el voto unánime de la Comisión de la medalla y con la
aprobación del Pleno del Senado de la República.

Aprovecho la ocasión, para exhortar a mis compañeras y


compañeros legisladores, para que en lo sucesivo, al discernir esta
alta distinción, se trabaje de modo de avanzar hacia la equidad de
género y la justicia social.

La compañera Rosario Ibarra de Piedra, es hija de un ingeniero


agrónomo, egresada de la Escuela Hermanos Escobar, de Ciudad
Juárez, Chihuahua, quien militó en la Revolución Mexicana.

El esposo de doña Rosario, Jesús Piedra Rosales, fue integrante del


Partido Comunista Mexicano y presidente de la Sociedad de Alumnos
Socialistas de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

A esta mujer ejemplar, una tragedia irreparable la lanzó a una


búsqueda incansable que comenzó en 1973, cuando su hijo, Jesús
Piedra Ibarra, fue detenido bajo la acusación de pertenecer a un
grupo armado y, al margen de toda disposición legal, sus captores lo
desaparecieron en 1974.
A partir de entonces, Rosario Ibarra inició un largo peregrinar por
todas las instituciones gubernamentales, donde esperaba obtener
información sobre el paradero de su hijo, lo que hasta la fecha es una
deuda moral pendiente del Estado.

En esa búsqueda desesperada, Rosario Ibarra de Piedra convocó a


otras madres que, como ella, sufrían por la desaparición de sus hijos.

En 1977, integraron el Comité pro-Defensa de Presos Perseguidos,


Desaparecidos y Exiliados Políticos, más conocido como Comité
¡Eureka!, que organizó protestas, realizó huelgas de hambre, se
apersonó ante altas figuras políticas y presentó denuncia en México
y en foros internacionales.

Su exigencia de respeto a la ley motivó a nuestra compañera Rosario,


a pedir una amnistía para los presos por razones políticas, lo que se
consiguió en 1978, siendo Presidente el licenciado José López
Portillo, año en el que también se localizó a algunos desaparecidos,
pero nada se pudo saber de la mayoría de ellos.

La demanda, la denodada lucha por la justicia, llevó, en 1982, al


Partido Revolucionario de los Trabajadores, a convertir a Rosario en
candidata a la Presidencia de la República, y luego a diputada de ese
Partido.

En 1988, fue nuevamente candidata presidencial y tras declararse


vencedor a Carlos Salinas, Rosario Ibarra se unió a los reclamos de
fraude electoral, junto con los entonces candidatos Cuauhtémoc
Cárdenas y Manuel Clouthier.

En las siguientes elecciones, Rosario Ibarra se identificó con el


ideario político de Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas y el
Partido de la Revolución Democrática, y fue senadora del Partido del
Trabajo del 2006 al 2012, donde insistió en su firme crítica a los
gobiernos neoliberales y su falta de voluntad para hacer justicia en
torno a los crímenes del pasado.

Una y otra vez, Rosario se ha unido a distintas luchas sociales en


diversos lugares del país, como el alzamiento zapatista de 1992, la
exigencia de detener y esclarecer el asesinato de mujeres en Ciudad
Juárez, y las matanzas de personas indígenas en Chiapas y
Guerrero, durante el sexenio presidencial de Ernesto Zedillo.
Ha sido candidata al Premio Nóbel de la Paz en los años de 1986,
87, 89 y 2006.

Se realizó un documental sobre su experiencia de lucha en el ámbito


de los derechos humanos en México, intitulado Rosario.

Asimismo, impulsada por el Comité ¡Eureka!, y el Colectivo Hijos


México, el martes 19 de junio del 2012, abrió las puertas del Museo
Casa de la Memoria Indómita, para reivindicar a las personas
víctimas de desaparición forzada.

Finalmente, en el 2019, se le concedió la Medalla al Mérito Cívico


Eduardo Neri.

La desaparición nunca aclarada de un hijo es un duelo perpetuo, que


no haya salido al camino con una esperanza inextinguible, pero es
también una lucha y exigencia del respeto al derecho social y a la
libertad política.

Dentro de los problemas, las insuficiencias y rezagos con Rosario


Ibarra de Piedra, vivimos y actuamos con la esperanza de mejorar
las condiciones de bienestar social y niveles de vida de todos los
mexicanos.

Al igual que ella, aún veo posible el sueño de un México justo, que, a
pesar de su gran diversidad, propicia los valores y principios de
libertad, justicia, igualdad para todos.

En esa lucha estamos, y sé que, con nuestras autoridades locales y


actuales, lo lograremos.

¡Viva México!

ASISTENTES: ¡Viva!

SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: Les solicito ponerse


de pie para la entrega de la Medalla de Honor Belisario Domínguez y
del diploma correspondiente, a la ciudadana Rosario Piedra Ibarra,
quien la recibe a nombre de la señora Rosario Ibarra de Piedra, y que
la acredita como integrante de la Orden Mexicana de la Medalla
Belisario Domínguez.
(ENTREGA DE MEDALLA Y DIPLOMA)

Sírvanse tomar asiento. Muchas gracias.

Y se concede el uso de la palabra a la ciudadana Claudia Piedra


Ibarra, a nombre de la señora Rosario Ibarra de Piedra, galardonada
con la Medalla de Honor Belisario Domínguez 2019.

CLAUDIA PIEDRA IBARRA: Buenos días.

Señor Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Senadores y senadoras.

Compañeras del Comité Eureka, que aquí se encuentran presentes.

Compañeros, amigos y camaradas.

Señoras y señores:

Por más de cuatro décadas, el Comité Eureka ha transitado azorado


de terror oficial, sintiendo el dolor de saber cautivos y torturados a
nuestros seres queridos. Recibiendo como tremendas bofetadas en
la cara, la palabra hueca, la declaración engañosa o el discurso falso.

El mal Gobierno mexicano, transgrediendo todas las leyes, privó de


su libertad, de su dignidad y de justicia a nuestros familiares, los
desaparecidos políticos.

La violencia alcanzó a nuestras familias completas, arrasó con


poblados enteros, donde se detuvo a todos los hombres y mujeres
viejos, a los que la casualidad los llevó a portar el mismo apellido de
los insurrectos que eran buscados y perseguidos.

Atestó los caminos de solados y retenes, donde también se hicieron


cientos de detenciones injustas de gente inocente.

Llenó de presos políticos las cárceles de todo el país. En las


ciudades, las hordas de la dirección general de seguridad y la brigada
blanca, allanaban los domicilios, saqueando y golpeando a sus
moradores y deteniendo cualquiera.

Las cámaras de tortura de los campos militares, las bases navales y


aéreas, y en todos los centros clandestinos de detención, se tiñeron
de sangre y retumbaban con los alaridos de dolor de las víctimas.

Mi adorado esposo, firme soporte de mi vida, fue torturado viviendo


en carne propia lo que le esperaba a todo aquel que era detenido.

Los poderosos del sistema, los empresarios cómplices, sostén de


estos malos gobiernos, prestaban sus ranchos para que nuestros
desaparecidos también ahí fueran llevados a martirizar.

Esta es la única y controvertible verdad.

Compañeras nuestras, como Conchita García y Corral, Elodia García


de Gámiz, Alicia Hernández de Vargas, Delia Duarte y Alicia
Gutiérrez; antes de unirse a nuestro Comité para seguir buscando a
sus hijos desaparecidos, tuvieron que pasar por el martirio de recoger
los cuerpos destrozados por la tortura o la metralla de otros de sus
hijos.

Doña Guillermina Moreno, tan pequeña y tan valiente, se unió a


nosotros después del asesinato de su hijo, y permaneció a nuestro
lado buscando a los hijos de otras, hasta el día en que como las
demás, la debilidad y el agotamiento físico o la enfermedad, ya no las
dejaron continuar.

Estos señores del poder, quisieron borrar todo rastro de sublevación


o rebeldía, pero no pudieron. Siempre queda algo, siempre hay
alguien que prosigue por la brecha para seguir abriendo los caminos.

Nosotros entonces, supimos que no podíamos buscar a los nuestros


sin pelear también sus batallas. Teníamos los mismos motivos y las
mismas justas razones para hacerlo.

No tomamos las armas que defienden o hieren los cuerpos, pero


usamos en su lugar, todo lo que pudimos y tuvimos a nuestro alcance
para arremeter contra las consciencias, para sacudirlas, para
indignarlas, para marcarlas con la impronta de la rebelión contra la
injusticia.
Ellas, y todos los queridos y añorados compañeros que murieron
esperando saber de los suyos, y a la justicia que nunca llegó, están
en mis recuerdos, gritando junto a mí por nuestros hijos y familiares,
increpando y señalando a quienes se los llevaron, tomaron la
Catedral o San Hipólito, o la Secretaría de Gobernación o los recintos
Legislativos; en las huelgas de hambre o haciendo plantones en las
puertas de los campos militares y en los pasos fronterizos.

Marchando con los movimientos estudiantiles, campesinos o


indígenas; volanteando afuera de las fábricas; visitando los salones
de clases en las universidades; crucificándonos en El Zócalo o con el
rostro cubierto encadenándonos en El Ángel de la Independencia.

Visitando las cárceles en todo el país, boteando para poder tener


recursos para los volantes y los carteles y los costosos desplegados.
Incitando por todos los medios posibles, a las organizaciones
políticas, campesinas o sindicales, para que incluyeran entre sus
demandas principales la presentación con vida de los desaparecidos
políticos; y llamándolos también a la unidad para defendernos todos,
con un frente nacional contra la represión.

Acudiendo a las instancias internacionales defensoras de los


derechos humanos, para hacerles ver que aquí en México no sólo
éramos las víctimas de un gobierno represor; sino que también
éramos las víctimas de la simulación que provocaba la incredulidad
y la desconfianza para nuestras denuncias.

O reclamando en más de una docena de veces a la ONU por su


complicidad con los gobiernos en turno, cociendo o pegando las
fotografías en las mantas o poniéndoles cordones para colgarlas de
nuestros pechos, o reunidas y planificando qué más podríamos hacer
para convencer a la población de luchar contra la desaparición
forzada, conviviendo y disfrutando y hasta riendo en esos momentos
tan preciados y tan íntimos, o uniendo nuestra lucha a la lucha de
Latinoamérica, hermanadas por ser víctimas por el mismo crimen;
enfrentando y denunciando lo que en un inicio era sólo sospecha y
después supimos con certeza que la desaparición forzada de los
nuestros no fueron abusos o excesos de la autoridad, sino que era
algo más profundo y terrible que venía del poder, con toda su
perversidad siniestra y que lleva el nombre de terrorismo de Estado.

Todas estas imágenes aparecen vivas en mi memoria y siguen


siendo el basamento indestructible, los pilares fundamentales que
nos sostienen a quienes quedamos, para seguir adelante,
manteniendo siempre nuestra convicción inquebrantable e
intransigente, de no aceptar nada a cambio por nuestros hijos y
familiares.

Ellos, los nuestros, se sublevaron como todo revolucionario con su


espíritu revolucionario, que intenta cambiar las cosas.

Vieron la lucha armada como única respuesta a un régimen


represivo, brutal y autoritario, cerrado al diálogo, emponzoñado de
soberbia y con las manos bañadas de sangre.

Se enfrentaron en una guerra iniciada por el Estado Mexicano que,


con toda su fuerza descomunal acometió contra ellos y contra todo lo
que, desde su obtuso parecer, significara una amenaza para la
estabilidad de su nefasto gobierno.

La impunidad absoluta de este aparato represor y de sus creadores,


ha permitido que hasta nuestros días se siga cometiendo la
desaparición forzada y se continúa arrojando lodo y agravio a
nuestros familiares desaparecidos y a su lucha, que sólo fue la
continuidad de otras luchas emancipadoras y origen de la nuestra, la
del Comité Eureka, que estamos aquí para arrancar de raíz el
agravio, para limpiar ese lodo y para seguir luchando por la vida y su
libertad, como siempre, con todo el espíritu y una voluntad indómita.

Hemos querido ser un frente portador de vida, porque amamos a


nuestros desaparecidos. Nunca hemos estado en disyuntivas en su
búsqueda; nunca hemos pensado en su muerte. Son seres de carne
y hueso y no personajes de novelas, buenas o malas, ni figuras de
otras manifestaciones literarias que habrán de escribirse, ni nombres
en una lista, ni imágenes fotográficas, ni sustento para que falsas
ONGS se hagan de fama o de recursos económicos, y sobre todo,
no son parte de una historia pasada, que es falso que nos haya
marcado a todos por igual.

El puñal clavado tan profundamente por los malos gobiernos, tal vez
sea retirado, pero la herida abierta sólo dejará de sangrar cuando
sepamos dónde están los nuestros, y aún así quedará por siempre
una cicatriz indeleble que nos recordará lo sufrido y que no permitirá
que nuestra conciencia se aquiete mientras haya injusticia.
Ellos, nuestros amados, a los que buscamos afanosamente sin
detener nunca el paso, no fueron bandoleros ni se lanzaron a la
aventura, ni fueron terroristas; fueron hombres y mujeres que, nos
guste o no, estemos de acuerdo o no con ellos o aprobemos o no la
opción seguida en su camino, fueron privados de su libertad,
sustraídos de la sociedad y de sus familias, con toda la violencia que
un Gobierno puede ejercer, y recluidos en cárceles clandestinas,
tanto en instalaciones gubernamentales como fuera de ellas; en
donde, en una total indefensión, quedaron en manos de los más
sanguinarios torturadores, despojándolos no sólo de su libertad sino
también del amparo de la justicia o de las leyes que fueron violadas
con toda flagrancia por quienes estaban obligados a cumplirlas.

La ferocidad de la desaparición forzada, llega y afecta a cada


miembro de la familia.

Ayer mismo, uno de mis nietos me expresó, desde el fondo de su ser,


sus sentimientos acumulados desde su infancia, y que hoy que ya es
adulto puede decirlo sin ambages, lo que provoca que mi dolor sea
más agudo, pues me di cuenta de que su juventud y vida han estado
siempre marcadas por la tristeza y la desolación.

Me dijo:

“Abuela, qué bien que muchas personas estén felices por ese
galardón tan importante que te van a entregar, aunque de sobra sé
que desde que estoy junto a ti, que esto está muy lejos de ser lo que
tú siempre has buscado.

Sé, abuela, que lo único que quieres es saber de tu hijo, al igual que
todas las demás familias quieren saber de los suyos, pero quiero que
sepas que he vivido muy enojado y hoy estoy lleno de rabia e
indignación, porque sé que llevan más de 40 años luchando y
esperando para que las cosas cambiaran y para que un gobierno
justo llegara y buscara junto con ustedes a sus hijos, padres y
hermanos, y que por fin terminaran con esa angustia que tanto las
agobia y que he visto cómo poco a poco ha aniquilado su existencia”.

¿Y qué ha pasado? Más de un año de ese Gobierno, que creyeron


firmemente que sería el añorado y con el cual no habría ningún
obstáculo que salvar o acuerdo que negociar, como en antaño, y no
ha sido así.
La justa ira de mi nieto es el resultado de saber que las familias de
Eureka, hoy seguimos igual que hace tantos años, recibiendo
escarnio y burla de los funcionarios.

La libertad de nuestros hijos y familiares, la justicia, la dignidad del


pueblo y la paz, siempre han sido nuestras metas, claras, diáfanas,
esplendorosas y que no admiten matices o esfuminos.

Esta presea, que lleva el nombre de un gran revolucionario, Don


Belisario Domínguez, y con la cual hoy me honran, trae consigo un
gran parto moral ineludible para mi conciencia, y que me alienta aún
más a continuar luchando para liberar a esa justicia que fue
amordazada y llevada a una cárcel clandestina hace ya tantos años.

Señor Presidente Andrés Manuel López Obrador, querido y


respetado amigo:

No permitas que la violencia y la perversidad de los gobiernos


anteriores siga acechando y actuando desde las tinieblas de la
impunidad y la ignominia, no quiero que mi lucha quede inconclusa.

Es por eso que dejo en tus manos la custodia, tan preciado


reconocimiento, y te pido que me la devuelvas junto con la verdad
sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares,
y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los ha cubierto con
su velo protector.

Mientras la vida me lo permita, seguiré en mi empeño hasta


encontrarlo.

¡Vivos los llevaron, vivos los queremos!: Rosario Ibarra.

SENADORA MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA: La Mesa Directiva,


en nombre del Senado de la República, les solicita que, puestos de
pie, guardemos un minuto de silencio, a fin de honrar la memoria de
los miembros de la Orden Mexicana de la Medalla Belisario
Domínguez, que han fallecido.

(Minuto de silencio)

Gracias. Sírvanse tomar asiento por favor.


A nombre del Senado de la República, expreso nuestro
agradecimiento por su presencia en esta Sesión Solemne, al
licenciado Andrés Manuel López Obrador, Presidente de los Estados
Unidos Mexicanos.

Agradecemos, también, al Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea,


Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Nuestro agradecimiento a la diputada Laura Angélica Rojas


Hernández, Presidenta de la Cámara de Diputados.

A la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, Jefa de Gobierno de la


Ciudad de México.

Al doctor Rutilio Escandón Cadenas, Gobernador del Estado de


Chiapas.

Así como a todas y todos nuestros distinguidos invitados por su


asistencia a esta Sesión Solemne.

Al concluir la Sesión, se solicita a los integrantes del presídium, a la


Vicepresidenta y al Vicepresidente de la Mesa Directiva, así como a
los coordinadores y coordinadoras de los grupos parlamentarios, se
trasladen al Muro de Honor de la Medalla Belisario Domínguez, para
develar el nombre de nuestra galardonada.

Asimismo, para que posteriormente nos traslademos al patio central


para la guardia de honor ante la estatua del senador Belisario
Domínguez.

Se les solicita a todos y a todas, ponerse de pie a fin de entonar el


Himno Nacional.

(Himno Nacional)

Se da por finalizada la Sesión Solemne.

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