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ANTECEDENTES
Crear
para
el
trabajo
de
grado
no
es
una
decisión
fácil
de
tomar.
Durante
la
carrera
no
fueron
muy
abundantes
las
oportunidades
en
las
que
se
me
exigió
poner
realmente
a
prueba
mis
habilidades
como
compositor,
pues
la
mayoría
de
las
prácticas
en
el
énfasis
de
instrumento
se
enfocan
en
la
interpretación.
Sin
embargo,
aquellas
experiencias,
aunque
escasas,
fueron
especialmente
retadoras
y
determinantes
para
los
proyectos
que
emprendí
más
adelante
en
mi
vida
profesional
por
fuera
de
la
academia
porque
me
permitieron
reconocer
la
enorme
influencia
que
la
música
de
artistas
de
otros
países
ejercen
sobre
mí,
en
comparación
con
la
colombiana,
tanto
la
popular
como
la
tradicional.
Aunque
mi
relación
con
la
música
colombiana
ha
mejorado
con
el
tiempo,
mis
referentes
musicales
más
importantes
siguen
apareciendo
en
otras
latitudes.
Producciones
como
Emily’s
D+
Evolution
de
Esperanza
Spalding
(EEUU),
Choose
your
weapon
de
Hiatus
Kaiyote
(Australia),
Other
Things
y
Handmade
Cities
de
Plini
(Australia),
IV
de
BadBadNotGood
(Canadá)
o
Changes
de
Mutemath
(EEUU)
me
impactaron
profundamente
y
me
permitieron
distinguir
una
serie
de
elementos
técnicos,
interpretativos,
teóricos
y
conceptuales
que
llaman
mi
atención,
que
me
cautivan
y
que
no
necesariamente
provienen
de
la
guitarra
eléctrica;
elementos
que
he
explorado
en
cierta
medida
durante
creaciones
grupales,
pero
que
me
gustaría
estudiar
más
ampliamente
en
un
proceso
creativo
personal,
ya
que
en
estos
espacios
de
creación
colectiva
es
necesario
hacer
concesiones
frecuentes
y
muchas
ideas
son
descartadas.
Aunque
los
referentes
musicales
que
acabo
de
mencionar
son
muy
diferentes
entre
sí,
tienen
un
aspecto
en
común
que
me
resulta
muy
llamativo:
mezclan
elementos
complejos,
académicos,
podría
decirse
(métricas
irregulares,
armonías
no
tonales,
escalas
alteradas
o
exóticas)
con
formatos
y
timbres
muy
comunes
en
la
música
comercial,
en
el
pop,
el
rock
o
la
electrónica
y
en
muchas
ocasiones
es
evidente
que,
aunque
no
son
los
primeros
en
intentarlo,
estos
artistas
están
haciendo
grandes
esfuerzos
por
encontrar
nuevas
maneras
de
establecer
comunicación
entre
maneras
de
hacer
música
desde
dentro
y
fuera
del
entorno
académico.
En
este
punto
considero
importante
recalcar
que
aunque
dichas
producciones
comparten
esta
suerte
de
lineamiento
conceptual,
los
resultados
finales
son
radicalmente
distintos
al
momento
de
la
escucha.
Por
otro
lado,
el
trabajo
que
realicé
como
guitarrista,
autor
y
compositor
en
la
agrupación
bogotana
de
rock
alternativo,
FataMorgana,
durante
cuatro
años,
me
permitió
reinventar
de
manera
constante
mi
papel
como
intérprete
de
la
guitarra
eléctrica
ya
que,
el
haberme
acercado
a
los
escenarios,
a
la
práctica
de
la
música
en
vivo,
a
la
escena
del
pop
y
el
rock
alternativo
de
Bogotá,
me
empujó
a
explorar
géneros
diferentes
para
cumplir
con
las
exigencias
de
cada
tarima
y
cada
público,
forzándome
a
adaptar
el
sonido
de
mi
instrumento
para
suplir
la
carencia
de
otros
que
no
hacían
parte
del
formato,
al
tiempo
que
cumplía
mi
función
como
guitarrista
eléctrico.
De
esta
manera
he
ido
descubriendo
las
posibilidades
tímbricas
que
han
aparecido
con
los
avances
tecnológicos
de
la
industria
de
los
equipos
para
guitarristas
y
los
pedales
de
efectos,
que
hoy
por
hoy
son
parte
fundamental
en
la
búsqueda/construcción
de
un
sonido
auténtico
para
un
guitarrista
eléctrico
moderno,
sea
cual
sea
su
género,
a
la
par
con
el
estudio
de
la
técnica,
la
interpretación
y
el
repertorio.
Los
pedales
y
procesadores
de
efectos
ejercen
una
influencia
tan
grande
en
la
práctica
cotidiana
del
guitarrista,
que
en
el
momento
de
la
creación
o
la
interpretación,
las
variaciones
tímbricas
que
estos
generan
en
la
búsqueda
del
tono
ideal
del
instrumento,
tiene
tanta
importancia
como
los
aspectos
melódico,
armónico
o
rítmico.
Es
decir,
gran
parte
de
lo
que
dota
de
identidad
a
las
canciones
con
guitarra
eléctrica,
es
el
timbre
particular
del
instrumento,
producto
de
una
combinación
única
de
efectos
organizados
en
una
secuencia
específica,
más
allá
de
aquello
que
puede
ser
escrito
en
la
partitura.
Podría
decir
que
en
conjunto,
los
contenidos
desarrollados
durante
mi
paso
por
el
programa
de
Artes
Musicales,
los
aprendizajes
no
académicos
que
me
ha
brindado
mi
trabajo
como
guitarrista
de
una
agrupación
y
las
producciones
musicales
que
me
han
impactado
durante
los
últimos
años,
se
han
convertido
en
pretexto
para
dar
inicio
a
un
proceso
creativo
que
incluye
una
exploración
de
las
posibilidades
sonoras
de
la
guitarra
eléctrica
en
el
contexto
de
un
formato
pequeño
basado
en
el
Power
Trio
(es
decir,
que
no
descarta
la
posibilidad
de
incluir
otros
instrumentos),
donde
pueda
jugar
a
asumir
diferentes
roles
dentro
del
ensamble
haciendo
uso
de
los
efectos,
que
además
pueda
ser
presentado
en
vivo
y
eventualmente
grabado
en
condiciones
profesionales,
que
trascienda
los
límites
académicos
y
que
sea
susceptible
de
convertirse
en
un
proyecto
de
mayor
alcance
para
mi
vida
profesional
como
egresado.
EN
CUANTO
A
LA
POESÍA
Por
otro
lado,
la
poesía
y
la
literatura
siempre
han
sido
elementos
esenciales
de
mi
vida.
Mi
relación
con
las
letras
viene
desde
mi
infancia
y
ha
estado
presente
(aunque
con
algunas
intermitencias)
en
todo
mi
proceso
de
formación
como
artista.
Y
es
que
una
gran
parte
de
las
razones
que
me
impulsan
a
dedicarme
al
arte,
llegaron
a
mí
a
través
de
los
libros
y
los
versos
que
han
pasado
por
mis
manos.
Desde
niño
también
he
creado
mis
propios
versos
y
mis
propias
historias.
Poco
a
poco,
al
ir
madurando
mis
ideas
y
mi
discurso,
he
ido
encontrando
formas
de
poner
en
relación
práctica
y
tangible
mis
experiencias
como
escritor
y
como
músico.
Evidentemente,
el
lugar
que
ha
ocupado
la
poesía
dentro
de
mi
práctica
musical
está
en
las
letras
de
las
canciones
que
escribimos
junto
con
mis
compañeros
en
FataMorgana,
y
este
ejercicio
de
creación
colectiva
fue
una
experiencia
especialmente
significativa
para
mí,
pues
he
descubierto
que
al
sumergir
las
palabras
en
la
música,
sus
significados
y
su
poder
expresivo
se
transforman
y
se
acentúan
de
maneras
insospechadas.
En
otras
palabras,
el
resultado
siempre
es
gratamente
asombroso.
Además,
la
poesía
puede
convertirse
en
un
punto
de
partida
interesante
para
la
composición,
pues
es
posible
establecer
una
relación
entre
ella
y
la
música
desde
lo
rítmico.
La
poesía
tiene
su
propia
musicalidad
intrínseca
y
eso
es
evidente
al
leerla
o
recitarla,
ella
misma
invita
a
las
pausas,
a
la
respiración.
Es
decir,
ya
cuenta
con
un
ritmo,
con
una
idea
de
simetría
y
correspondencia
entre
sus
partes
que
puede
ser
traducida
a
un
lenguaje
musical,
obviamente
sacrificando
algo
de
su
identidad
en
el
proceso
y
convirtiéndose
en
otra
cosa,
en
parte
de
una
canción.
En
mi
trabajo
con
FataMorgana,
la
música
apareció
siempre
antes
que
la
poesía,
escribí
las
letras
para
la
música
y
no
al
contrario
y,
en
un
par
de
canciones,
usé
poemas
que
había
escrito
antes,
acomodándolos
a
las
ideas
musicales
que
surgieron
de
la
creación
colectiva.
Para
este
trabajo
me
tomé
el
trabajo
de
invertir
el
proceso
en
una
de
las
piezas.
En
otras
palabras,
quise
subordinar
lo
estrictamente
musical
al
contenido
rítmico
y
conceptual
de
mi
poesía
y
esto
por
razones
muy
concretas:
quise
que
la
música
fuera
creada
para
acentuar
los
significados
simbólicos
de
las
letras
desde
lo
rítmico,
melódico
y
tímbrico.
Además,
hice
que
la
música
contuviera
cambios
métricos
y
asimetrías
rítmicas
que
corresponden
al
ritmo
natural
de
los
versos.
JUSTIFICACIÓN
La
importancia
a
nivel
personal
de
este
proyecto,
por
un
lado,
está
íntimamente
relacionada
con
mi
trabajo
como
guitarrista
de
FataMorgana,
pues
considero
que
es
a
través
de
él
que
he
comenzado
a
construir
una
identidad
tímbrica
con
mi
instrumento,
a
encontrar
lo
que,
con
frecuencia
entre
guitarristas
llamamos
“el
tono”;
y
por
otro,
tiene
que
ver
con
la
posibilidad
que
me
brinda
para
escribir,
para
estructurar
un
discurso,
codificarlo
en
forma
de
versos
y
enlazarlo
con
lo
musical.
Podría
decir
que
estos
dos
aspectos
son
partes
esenciales
de
mi
forma
de
hacer
arte
y
que
estarán
presentes
permanentemente
en
mi
día
a
día
más
allá
de
la
consecución
del
título
profesional,
pues
tengo
un
interés
especial
en
la
exploración
de
formas
diversas
para
articular
los
conocimientos
técnicos
y
teóricos
de
la
música
con
las
posibilidades
expresivas
y
simbólicas
del
lenguaje,
de
la
rima
y
del
verso
Hasta
el
momento,
mis
creaciones
dentro
del
contexto
académico
han
partido
de
la
aplicación
de
insumos
teóricos,
de
la
armonía
y
el
ritmo,
desde
el
papel
antes
que
del
sonido
mismo,
como
si
la
tímbrica
fuera
un
asunto
secundario,
posterior
o
limitado
por
la
construcción
o
disponibilidad
de
los
instrumentos.
En
este
proyecto
el
proceso
pretende
ser
diferente,
partiendo
desde
el
contenido
emotivo
y
rítmico
de
la
poesía,
ubicándola
en
importancia,
al
nivel
de
aquellos
insumos
teóricos
que
me
ha
ofrecido
la
academia
y
que
he
identificado
dentro
de
las
producciones
musicales
que
serán
referenciadas
como
influencias
para
la
creación.
En
este
proceso
no
solamente
pondré
en
práctica
los
conocimientos
y
las
habilidades
que
he
adquirido
durante
los
últimos
años
en
el
programa
de
Artes
Musicales,
también
aprovecharé
para
desarrollar
un
discurso
alrededor
de
temas
que
me
atraviesan
como
ciudadano,
como
ser
humano
que
piensa
y
que
siente,
como
alguien
que
duda
y
que
decide;
para
darle
sentido
y
profundidad
a
la
poesía
que
será
el
cimiento
de
todo
el
trabajo
creativo.
Y
es
que
más
allá
del
despliegue
técnico
de
unas
habilidades
adquiridas
con
entrenamiento
y
disciplina,
la
labor
de
un
artista
es
comunicar,
interactuar
con
otras
personas
a
través
de
lo
emotivo,
retratar,
recrear
o
inventar
la
realidad
a
través
de
su
obra,
poner
en
movimiento
las
ideas
de
quien
las
ve,
las
escucha
o
las
lee.
Durante
mi
trayectoria
por
el
programa
de
Artes
Musicales
de
la
ASAB,
en
más
de
un
espacio
académico
se
han
estudiado
y
discutido
las
funciones
que
puede
llegar
a
tener
una
obra
de
arte
dentro
del
contexto
en
el
que
se
desarrolla
y
se
expone,
las
repercusiones
que
genera,
los
procesos
que
desencadena
y
el
alcance
de
los
discursos
que
se
construyen
a
su
alrededor.
Es
con
base
en
estos
aprendizajes
que
decido
embarcarme
en
un
trabajo
creativo
como
proyecto
de
grado,
pues
contemplo
la
posibilidad
de
que,
además
de
ayudarme
a
cumplir
con
los
requerimientos
de
grado,
el
producto
final
de
este
proceso
evidencie
mi
deseo
de
crear
y
comunicar,
que
al
fin
de
cuentas
es
la
razón
principal
por
la
que
he
dedicado
mi
vida
a
las
artes.
OBJETIVO
GENERAL
Crear
dos
piezas
musicales
originales
a
partir
de
poemas
(también
originales),
estableciendo
una
relación
entre
el
lenguaje
musical
y
el
poético
a
través
de
sus
características
rítmicas.
OBJETIVOS
ESPECÍFICOS
-‐ Desarrollar
y
escribir
un
discurso
sobre
la
importancia
de
una
creación
artística
dotada
de
propósito
y
sentido.
-‐ Escribir
2
textos
poéticos
que
evidencien
una
correspondencia
con
el
discurso
sobre
el
propósito
y
el
sentido
en
la
creación
artística.
-‐ Crear
dos
piezas
musicales
que
puedan
contener
los
dos
textos
poéticos
y
que
sean
coherentes
con
el
carácter
de
cada
uno
de
ellos,
partiendo
de
los
elementos
rítmicos
que
sugieran
los
versos.
-‐ Editar
las
partituras
de
cada
una
de
las
piezas
creadas.
-‐ Describir
en
palabras
el
sentido,
el
propósito,
el
origen
y
el
significado
de
las
piezas
terminadas,
tanto
desde
lo
musical
como
desde
lo
lírico.
-‐ Grabar
maquetas
de
las
piezas
terminadas.
-‐ Presentar
en
vivo
las
piezas
terminadas
REFERENCIAS
De
las
siguientes
referencias
discográficas
serán
identificados,
extraídos
y
apropiados
algunos
elementos
conceptuales,
estilísticos,
teóricos
y
técnicos,
para
ser
aplicados
posteriormente
en
la
composición
de
las
dos
piezas
originales
de
este
proyecto.
Es
importante
resaltar
que
no
todas
serán
utilizadas
en
todas
las
composiciones,
sino
que
serán
distribuidas
entre
ellas
a
partir
de
criterios
como
el
gusto
estético
personal,
el
nivel
de
coherencia
conceptual
y
el
nivel
de
dificultad
que
representa
el
combinarlas
durante
la
interpretación,
partiendo
de
la
premisa
de
que
las
piezas
deben
poder
interpretarse
en
vivo
reproduciendo
todos
sus
elementos.
Emily’s
D+
Evolution
–
Esperanza
Spalding
En
el
año
2016,
la
galardonada
bajista,
cantante
y
compositora
estadounidense
Esperanza
Spalding,
lanza
el
quinto
álbum
de
su
carrera,
poniendo
una
enorme
distancia
con
sus
producciones
anteriores
en
términos
de
concepto
y
estilo.
Luego
de
consolidar
su
carrera
principalmente
en
la
órbita
del
jazz,
compartiendo
escenario
con
algunos
de
los
representantes
más
importantes
de
la
historia
reciente
de
dicho
género,
y
manejando
una
estética
mayormente
acústica
en
la
que
pueden
incluso
encontrarse
ritmos
(y
a
veces
instrumentos)
de
países
como
Brasil
y
Cuba,
lanza
Emily’s
D+
Evolution,
una
producción
arriesgada
y,
en
cierto
modo,
agresiva
en
comparación
con
sus
trabajos
previos.
En
este
álbum
abundan
las
armonías
disonantes
y
los
cambios
súbitos
de
métrica,
destacan
las
letras
cargadas
de
doble
sentido
y
juegos
de
palabras,
con
un
carácter
(podría
decirse)
muy
poético
y
teatral,
muy
rico
en
recursos
expresivos
melódicos
y
rítmicos,
apoyados
permanentemente
por
la
respuesta
contrapuntística
de
dos
coristas.
También
llama
la
atención
el
resto
del
formato,
compuesto
por
batería,
bajo
eléctrico
fretless
(sin
trastes),
una
guitarra
eléctrica
cargada
de
efectos
a
través
de
pedales
(atípico
en
ella),
con
una
tímbrica
mucho
más
fácil
de
equiparar
a
la
del
rock
experimental
que
a
la
del
jazz.
IV
–
BADBADNOTGOOD
En
esta
producción
de
la
agrupación
canadiense
lanzada
el
8
de
julio
de
2016,
confluyen
ingeniosamente
elementos
de
géneros
como
el
hip
hop,
el
soul,
algunos
subgéneros
de
la
música
electrónica
y
el
jazz,
generando
una
atmósfera
envolvente
que
se
mantiene
de
principio
a
fin.
En
cada
uno
de
sus
tracks
se
evidencia
la
integración
de
sonidos
electrónicos
y
acústicos:
son
fácilmente
reconocibles
los
sintetizadores
y
percusiones
electrónicas
que
complementan
el
despliegue
de
virtuosismo
técnico
del
saxofón
y
la
batería
acústica,
soportados
por
líneas
de
bajo
estables
y
con
pocas
variaciones.
Destaco
de
esta
producción
la
sencillez
en
el
tratamiento
de
las
armonías,
que
logra,
con
el
uso
de
pocos
recursos
muy
bien
escogidos,
un
efecto
contundente
e
impactante
a
la
escucha,
y
que
no
produce
agotamiento
gracias
a
la
relativamente
corta
duración
de
los
tracks.
Changes
–
Mutemath
En
esta
producción
del
año
2016,
la
banda
norteamericana
transformó
de
manera
importante
su
estética
sonora
al
hacer
mucho
más
presentes
los
sonidos
electrónicos
con
respecto
a
sus
tres
primeros
discos.
Conservan,
sin
embargo,
la
esencia
pop-‐rock
que
los
ha
caracterizado
por
alrededor
de
diez
años,
las
melodías
vocales
pegadizas
y
las
letras
sugestivas,
las
formas
convencionales
basadas
en
estrofas
y
coros,
además
de
que
todo
el
disco
está
en
compás
de
4/4.
Aparecen,
sin
embargo,
elementos
como
el
bass
drop
(sección
que
usualmente
reemplaza
al
coro
y
que
se
caracteriza
por
acentuar
los
bajos
y
las
percusiones;
es
comúnmente
precedido
por
una
subida
progresiva
de
intensidad
o
build
up),
tan
propio
del
EDM
(electronic
dance
music).
De
las
referencias
escogidas
para
este
proyecto,
esta
es
la
más
comercial,
la
que
busca
llegar
a
un
público
más
amplio
y
heterogéneo.
Su
lugar
en
este
trabajo
es
importante
porque
mi
intención
como
compositor
es
acortar
la
brecha
que
separa
a
la
música
más
experimental
y
académica
de
la
comercial,
a
través
de
la
puesta
en
diálogo
de
sus
lenguajes.
Other
things/Handmade
cities
-‐
Plini
Other
things
(2013)
y
Handmade
Cities
(2016)
son
dos
producciones
musicales
clasificadas
en
lo
que
hoy
se
conoce
como
New
Metal,
producidas
y
grabadas
en
su
totalidad
por
el
guitarrista
australiano
Plini
Roessler-‐Holgate
en
las
que,
además
de
demostrar
un
excepcional
dominio
de
la
guitarra
eléctrica,
evidencia
(a
mi
parecer)
un
exquisito
gusto
musical
en
todos
los
sentidos:
en
cuanto
a
lo
guitarrístico,
se
puede
apreciar
la
profundidad
de
la
exploración
tímbrica
a
la
que
somete
su
instrumento
a
través
de
los
procesadores
de
efectos,
el
uso
de
delays,
filtros,
reverberaciones
y
ganancias
de
distintas
cualidades,
cuidadosamente
seleccionadas
para
cada
composición;
la
aplicación
de
técnicas
interpretativas
también
es
amplia
y
diversa
en
cada
una
de
sus
piezas,
y
no
escatima
en
gastos
a
la
hora
de
demostrar
virtuosismo
y
rigor
en
su
dominio.
Más
allá
de
lo
que
concierne
específicamente
a
la
guitarra
eléctrica,
su
música
cuenta
con
elementos
teóricos
armónicos,
melódicos
y
rítmicos
muy
complejos
aplicados
coherentemente:
métricas
irregulares
superpuestas
entre
los
instrumentos,
progresiones
armónicas
aparentemente
estables
pero
ingeniosas
y
con
disonancias
sutiles
y
funcionales,
melodías
principales
líricas
y
discursivas,
solos
complejos
inevitablemente
sorprendentes
y
una
instrumentación
que
aprovecha
muy
bien
las
diferencias
tímbricas
entre
los
instrumentos.
Uno
de
los
aspectos
a
los
que
le
prestaré
más
atención
durante
la
composición
es
a
la
articulación
coherente,
efectiva
y
orgánica
entre
estos
elementos
dentro
del
discurso
musical,
pues
por
su
complejidad
requieren
un
tratamiento
cuidadoso.
Choose
your
weapon
–
Hiatus
Kaiyote
Choose
Your
Weapon
es
el
segundo
trabajo
discográfico
de
la
agrupación
australiana
Hiatus
Kaiyote,
publicado
en
año
2015.
De
las
producciones
mencionadas
en
este
texto,
esta
es
la
que
mayor
influencia
ha
ejercido
sobre
mí
como
músico
y
compositor.
Cada
pieza
de
esta
producción
es
un
laboratorio
sonoro
en
sí
mismo,
que
se
enlaza
con
la
siguiente
de
manera
sutil
y
efectiva,
dándole
una
identidad
global
a
todo
el
álbum.
En
mi
experiencia,
escucharlo
ha
sido
todo
un
viaje
sensorial,
en
el
que
las
expresivas
melodías
de
la
cantante
principal
(permanentemente
acompañada
de
segundas
y
terceras
voces)
se
deslizan
sobre
una
instrumentación
tímbricamente
atípica
y
experimental,
cargada
de
samples
y
sintetizadores
que
complementan
a
los
teclados
electrónicos,
el
bajo,
la
guitarra
eléctrica
y
la
batería
(que
a
su
vez
incluye
percusiones
menores
y
otros
objetos
que
hacen
las
veces
de
instrumentos),
enriquecida
por
armonías
en
las
que,
a
pesar
de
la
abundancia
de
estructuras
constantes
y
tensiones
extrañas,
logran
una
estética
comprensible
para
cualquier
público,
cercana
al
soul,
el
R&B
y
al
jazz.
Aunque
la
guitarra
eléctrica
cumple
un
papel
relativamente
pequeño
en
este
ensamble,
me
parece
interesante
buscar
a
través
de
los
pedales
de
efectos
con
los
que
cuento,
algunas
de
las
texturas
que
logran.
Otro
de
los
aspectos
que
destacan
es
la
relación
que
existe
entre
las
letras
de
las
canciones
y
sus
estructuras
rítmicas
(con
frecuencia
irregulares),
en
las
que
están
muy
presentes
los
rubatos
y
los
desplazamientos
métricos.
METODOLOGÍA
La
realización
de
este
trabajo
tiene
dos
momentos.
En
el
primero
tiene
lugar
la
composición
de
las
piezas
y
en
el
segundo,
la
descripción
de
las
mismas
en
sus
dimensiones
lírica
y
musical.
El
proceso
de
composición
no
tiene
un
orden
metodológico
estrictamente
definido
de
principio
a
fin,
sin
embargo,
he
definido
unos
lineamientos
para
orientarlo:
el
principio
y
el
centro
será
la
poesía.
Una
vez
terminada
una
primera
versión
de
la
poesía,
buscaré
una
correspondencia
rítmica
con
una
métrica
y
un
tempo
determinados,
de
tal
manera
que
las
palabras
se
acomoden
a
la
nueva
simetría
de
los
compases
mientras
conservan
su
acentuación
silábica
original.
A
partir
de
allí,
las
decisiones
con
respecto
a
la
textura,
la
armonía,
la
melodía
y
demás,
tendrán
partes
iguales
en
intuición,
gusto
y
exploración
de
insumos
teóricos
adquiridos
en
la
formación
académica,
buscando,
por
ejemplo,
alternativas
a
la
tonalidad,
recurriendo
a
paralelismos
y
préstamos
modales,
experimentando
con
métricas
irregulares,
cambios
de
compás,
entre
otros;
teniendo
siempre
presente
que
la
coherencia
en
la
elección
de
una
cosa
u
otra
debe
estar
ligada
a
lo
que
dice
la
poesía,
a
su
contenido
simbólico,
a
su
significado
y
propósito
discursivo.
La
descripción
de
las
piezas
de
forma
escrita
se
llevará
a
cabo
a
través
de
la
denominada
epojé
o
reducción
fenomenológica,
propuesta
por
el
filósofo
alemán
Edmund
Husserl,
que
permite,
primero,
entender
dichas
piezas
como
fenómenos
que
tienen
lugar
dentro
del
extenso
mundo
de
la
vida,
y
segundo,
establecer
unos
límites
concretos
para
la
observación
y
la
descripción,
de
manera
que
sea
posible
retratar
verbalmente
lo
que
sucede
internamente
en
la
música
y
relacionar
todas
sus
características
con
aquellas
experiencias
que
la
han
nutrido
o
le
han
dado
origen
como
manifestación
de
un
impulso
y
un
trabajo
creativos.
Permiten,
además,
proyectar
dichos
fenómenos
hacia
el
futuro
y
concebir
propósitos
y
sentidos
profundos
para
el
ejercicio
creativo.
Por
esa
razón,
antes
de
ir
directamente
a
las
piezas,
habrá
un
capítulo
dedicado
justamente
a
la
importancia
de
buscar
el
propósito
y
el
sentido
en
el
ejercicio
de
la
creación
artística.
1
BÚSQUEDA
DE
SENTIDO
Y
PROPÓSITO
El
momento
histórico
que
atraviesa
el
mundo
actualmente,
y
Colombia
en
particular,
supone
un
problema
moral
y
ético
para
los
artistas
en
el
momento
de
enfrentarse
al
ejercicio
de
la
creación.
Es
un
problema
moral,
entendido
como
todo
aquello
relativo
al
espíritu
subjetivo,
al
sentir
interior,
a
las
ideas
y
sentimientos,
(Ferrater,
Mora,
1964)
en
tanto
nos
llama
a
la
reflexión
y
a
asumir
una
postura
ante
lo
que
ocurre,
a
emitir
unos
juicios
sobre
la
realidad
y
a
otorgarle
un
valor
a
los
acontecimientos
desde
lo
que
consideramos
bueno,
justo
o
correcto;
y
ético
porque
nos
obliga
a
buscar
una
coherencia
entre
lo
que
pensamos/sentimos/juzgamos
y
el
contenido
de
nuestra
producción
creativa;
porque
nos
obliga
a
dotar
a
nuestras
creaciones
de
propósitos
y
significados
que
vayan
más
allá
de
nuestro
ego
o
nuestros
deseos,
a
través
de
los
cuales
sea
posible
provocar
transformaciones
profundas
en
la
vida
de
las
personas,
generar
conciencia,
informar,
llamar
a
la
acción.
Si
bien
es
cierto
el
arte
es
el
producto
de
una
agitación
interior,
de
una
necesidad
personal
de
expresar,
de
expulsar
hacia
el
mundo
físico
el
contenido
emotivo
de
nuestros
pensamientos,
también
lo
es
que
el
producto
de
esa
expulsión
tiene
el
poder
de
impactar
a
otros
y
de
moldear
en
ellos
nuevos
pensamientos
y
sentires.
Ante
esta
posibilidad
de
transformar
de
manera
significativa
la
vida
de
otros,
mantenerse
en
la
superficialidad
en
el
momento
de
crear
es
un
acto
reprochable
desde
un
punto
de
vista
ético
pues
se
está
renunciando
al
verdadero
poder
de
los
símbolos,
que
son
nuestro
principal
insumo
como
artistas,
aún
cuando
el
mensaje
emitido
en
la
obra
llegue
transformado
a
su
posible
receptor.
No
todos
los
artistas,
sin
embargo,
atienden
el
llamado
ético
de
hablar
de
la
realidad
del
mundo
y
esto,
a
mi
parecer,
tiene
dos
explicaciones.
La
primera
radica
en
las
tendencias
comerciales
de
la
industria
de
la
música
imperante
en
la
actualidad,
una
industria
cuyo
principal
propósito
es
de
carácter
monetario
y
que
demuestra
poco
interés
en
las
motivaciones
internas
del
artista
y
en
la
posibilidad
de
construir
símbolos
profundos
y
poderosos
capaces
de
transformar
la
realidad
social,
política,
emocional
y
cultural
de
las
personas;
y
la
segunda,
que
hay
artistas
a
quienes
la
realidad
del
mundo
no
les
produce
la
menor
agitación
interior,
no
les
produce
curiosidad
ni
ninguna
otra
emoción
significativa
digna
de
ser
representada
en
una
obra
musical
y
se
limitan
a
escribir
historias
cientos
de
veces
repetidas
desde
los
mismos
lugares
comunes.
Decía
Kandinsky
(1996),
hace
más
de
cien
años,
que
existe
un
principio
de
necesidad
interior
que
impulsa
a
los
artistas
a
la
producción
de
sus
mejores
trabajos,
que
el
acto
de
crear
debe
ser
el
producto
de
una
agitación
o
turbación
interna
que
lo
impulse
a
ponerse
en
acción,
sea
cual
sea
su
origen,
y
que
toda
obra
que
surja
sin
esta
condición
primera
carecerá
de
sustancia
espiritual,
por
más
estilizada,
por
más
impecable
que
sea
desde
el
punto
de
vista
de
la
teoría,
la
técnica
o
el
éxito
comercial.
Aunque
la
apreciación
de
Kandinsky
se
refería
directamente
al
arte
de
la
pintura,
es
fácil
tender
puentes
y
encontrar
analogías
con
las
artes
musicales
a
este
respecto:
en
la
música
comercial
abundan
los
ejemplos
de
producciones
impecables
desde
lo
técnico,
que
alcanzan
un
alto
nivel
de
circulación
y
que
producen
importantes
ganancias
tanto
para
los
artistas
como
para
los
empresarios
que
están
detrás
de
ellos,
pero
cuya
trascendencia,
más
allá
de
los
números
y
los
premios,
se
ve
limitada
por
lo
repetitivo
de
su
contenido
(determinado
muchas
veces
por
el
mercado)
y
por
la
brevedad
con
la
que,
como
producto,
la
música
pasa
de
moda
y
es
reemplazada
por
la
siguiente
tendencia.
La
música
comercial,
sobre
todo
la
más
popular,
se
ve
reducida
bajo
la
presión
de
la
industria
a
estereotipos
relativamente
simples,
a
fórmulas
cuya
eficacia
para
producir
ganancias
está
más
que
comprobada.
La
infinita
complejidad
del
lenguaje
de
nuestro
arte
milenario
se
disuelve
en
la
memoria
de
una
masa
consumidora
irreflexiva,
si
se
quiere,
ante
los
estímulos
estéticos,
que
no
se
pregunta
por
las
razones
de
su
propio
deleite
sensorial,
que
no
demanda
ni
busca
nada
distinto
a
lo
que
se
le
ofrece,
que
se
conforma
con
la
aplicación
de
pequeñas
variaciones
en
la
fórmula
cada
cierto
tiempo
que,
como
un
efecto
placebo,
dan
la
falsa
sensación
de
reinvención.
Esta
situación
no
representa
un
problema
para
quienes
nos
dedicamos
a
pensar
en
la
música
desde
la
academia
por
el
simple
hecho
de
existir
por
fuera
de
nuestros
estándares
intelectuales
y
artísticos,
por
circular
y
producir
ganancias
millonarias
para
cierto
grupo
exclusivo
de
personas
(pues
dentro
de
su
estructura
también
se
pueden
encontrar
saberes
valiosos
de
los
que
se
debería
poder
sacar
provecho
desde
cualquier
sitio
que
se
escoja
para
la
creación);
el
problema
se
hace
visible
cuando
nos
detenemos
a
reconocer
la
relación
directamente
proporcional
que
existe
entre
la
profundidad
de
nuestros
pensamientos
y
la
complejidad
del
lenguaje
que
usamos,
incluso
en
un
nivel
cotidiano.
Lo
primero
se
refleja
en
lo
segundo
con
un
nivel
alto
de
fidelidad,
como
sugiere
Wittgenstein
(1986),
por
lo
cual
se
puede
concluir,
no
sólo
que
un
uso
limitado
y
simplificado
del
lenguaje
demuestra
una
pobreza
proporcional
en
los
pensamientos,
sino
que
a
partir
del
contacto
con
ese
lenguaje
limitado
(tanto
en
lo
lingüístico
como
en
lo
musical),
tampoco
es
posible
construir
pensamientos
más
profundos;
ni
hablar
de
la
imposibilidad
de
dotar
de
significado
y
de
simbolismo
a
las
palabras
y
los
sonidos
más
allá
de
lo
obvio.
La
Academia,
por
su
parte,
no
está
exenta
de
consideraciones
similares.
Desde
un
escenario
diferente
al
de
la
industria
musical
y,
en
cierta
medida,
perjudicialmente
distanciado
de
ella,
también
empuja
al
artista
a
crear
desde
lo
externo,
es
decir,
desde
la
teoría
y
la
técnica,
relegando
a
la
intuición
y
a
las
perturbaciones
internas
del
espíritu
a
un
segundo
plano.
Puede
que
este
no
sea
un
propósito
implícito
de
la
formación
académica,
pero
sí
constituye
un
efecto
frecuente
entre
quienes
pasamos
por
ella.
Efecto
que
luego
debe
ser
contrarrestado
en
la
búsqueda
consciente
y
autónoma
de
una
sensibilidad
aletargada,
reducida
en
ocasiones
a
su
mínima
expresión
bajo
el
peso
y
la
complejidad
de
los
contenidos
teóricos
y
técnicos,
de
espacios
de
formación
que
demandan
de
los
estudiantes
el
refinamiento
de
habilidades
en
la
escucha,
la
lectura,
la
interpretación
y
el
análisis,
que
en
algunos
casos
no
deja
suficiente
tiempo
disponible
para
detenerse
en
cuestiones
espirituales
y,
en
otros,
las
desestima
por
completo
y
obliga
a
dejarlas
desatendidas.
La
vocación,
con
suerte,
reaparece
fortalecida
ante
la
inminencia
del
ejercicio
real
de
la
profesión,
de
la
responsabilidad
y
el
deseo
de
crear
y
construir
con
el
arte
para
trascender
un
momento
de
la
historia
en
el
que
la
obra
es
más
producto
que
obra
(y
así
se
le
juzga).
Reaparece
para
recordarnos
aquella
agitación
interna
de
las
emociones
que
es
el
origen
de
todo
nuestro
arte,
esa
urgencia
por
comunicar,
por
decir,
por
narrar.
Nos
enfrentamos
de
nuevo
al
papel
en
blanco
sin
la
premura
del
tiempo
ni
la
mirada
rigurosa
de
la
academia
y
entonces
se
hace
urgente
recuperar
la
intuición
como
posibilidad
de
re-‐significar
la
técnica,
como
ese
sentido
de
la
verdad
subjetiva,
esa
certeza
indemostrable
y
no
empírica
en
cuya
ausencia
la
creación
no
pasa
de
ser
un
juego
de
fórmulas
aprendidas
sin
significado
alguno.
En
palabras
de
Kandinsky,
“Lo
artísticamente
verdadero
sólo
se
alcanza
por
la
intuición,
especialmente
al
iniciarse
un
camino.
Aún
cuando
la
construcción
general
se
puede
lograr
mediante
la
teoría
pura,
el
elemento
que
constituye
la
verdadera
esencia
de
la
creación
nunca
se
crea
ni
se
encuentra
a
través
de
la
teoría;
es
la
intuición
quien
da
vida
a
la
creación.”
(Kandinsky,
1996).
Durante
la
búsqueda
de
ese
impulso
creador
olvidado
he
percibido,
tanto
en
otros
artistas
como
en
mí
mismo,
cierto
adormecimiento
emocional
ante
la
realidad
del
mundo,
ante
la
tragedia,
la
barbarie
y
la
injusticia;
una
especie
de
indiferencia
aprendida
casi
imperceptible
que
convierte
la
atrocidad,
de
antemano
camuflada
en
titulares
reduccionistas
que
aparecen
por
doquier
en
todos
los
medios,
en
un
espectáculo
fugaz
que
a
duras
penas
logra
conmover.
Y
sospecho
que
esa
disminución
de
la
sensibilidad
no
sólo
se
manifiesta
hacia
afuera,
es
decir,
hacia
el
mundo.
También
lo
hace
hacia
adentro,
desconectando
paulatinamente
a
nuestra
conciencia,
nuestro
cerebro
racional,
de
nuestro
sentir
interno,
de
nuestra
intuición.
Entonces
esa
relación
primera,
imprescindible,
que
se
entabla
con
uno
mismo,
se
deteriora
y
se
estanca.
Al
final,
las
consecuencias
de
dicho
adormecimiento
son
desastrosas
para
cualquiera
que
desee
explorar
un
lenguaje
con
fines
creativos
pues
no
solamente
nos
hace
insensibles
ante
lo
terrible,
sino
también
ante
lo
sublime
y
lo
bello,
también
nos
cierra
los
sentidos
ante
aquello
que
tiene
el
poder
de
enaltecer
y
dignificar
nuestra
humanidad.
¿Cómo
se
construye
una
relación
real
con
el
mundo
exterior
si
ésta
primera
con
uno
mismo
ya
está
rota?
¿Cómo
se
conoce
a
sí
mismo
un
artista
que
tiene
dificultades
para
sentir?
¿Cómo
construye
una
relación
con
la
sociedad
en
la
que
habita
y
asume
una
postura
política?
¿Cómo
se
enfrenta
al
amor
cuando
se
descubre
preso
de
su
abrazo
irremediable?
Este
adormecimiento
sensorial
debe
ser
superado
y
contrarrestado
por
el
artista
de
hoy
si
quiere
dotar
a
sus
obras
de
sentido
y
significado,
y
aún
más
importante,
lograr
encontrarlos
para
él
mismo
en
su
vida
cotidiana.
Se
hace
necesario
entonces
trazar
un
camino
que
conduzca
a
esclarecer
el
lugar
desde
el
cual
se
habita
el
momento
presente
y
se
genera
toda
experiencia,
desde
donde
surgen
las
relaciones
con
uno
mismo
y
con
el
mundo
circundante,
para
entenderse
como
sujeto
y
objeto
espacial
y
temporal
simultáneamente.
Para
tal
fin
acudo,
entre
otros
insumos
filosóficos,
a
la
fenomenología
de
Husserl,
cuya
teoría
del
mundo
de
la
vida
se
configura
como
cimiento
para
una
comprensión
amplia
de
todo
lo
que
existe
mientras
ofrece,
al
mismo
tiempo,
una
herramienta
metodológica
para
delimitar
un
terreno
de
estudio,
muy
oportuna
en
el
caso
que
nos
atiende
en
este
documento,
que
es
la
aproximación
racional
a
unas
piezas
musicales
originales
que
cuentan
con
ciertas
características.
Una
herramienta
que
además
tiene
un
alto
grado
de
afinidad
con
la
búsqueda
de
sentido
y
significado
en
el
arte
desde
una
mirada
más
amplia
y
comprensiva.
La
fenomenología
husserliana
sugiere
que
hacemos
parte
de
lo
que
él
denomina
“el
mundo
de
la
vida”,
que
puede
ser
entendido
como
el
universo
extenso
del
cual
todo
hace
parte
y
contiene
todo
lo
que
existe.
Este
mundo
de
la
vida
es
el
insumo
primero
e
incuestionable
de
toda
experiencia
humana
sensible;
allí
se
crean
todas
las
delimitaciones
racionales
que
nos
permiten
construir
sentidos,
significados,
disciplinas
científicas
o
artísticas,
doctrinas,
ideas,
teorías
y
cualquier
otra
manifestación
de
la
consciencia
o
actividad
humana
(dentro
de
las
que
se
encuentran
todas
las
ciencias
y
todas
las
artes).
El
mundo
de
la
vida
es,
en
palabras
del
mismo
Husserl,
“aquello
que
es
anterior
a
todo
lo
que
nosotros
podemos
decir
de
él,
a
toda
posición
de
ser,
a
toda
actividad
práctica
o
teórica”
(Herrera
Restrepo,
2010)
sobre
cuya
existencia
incuestionable
e
inabarcable
se
cimienta
toda
experiencia,
todo
saber
y
todo
sentir.
El
mundo
de
la
vida
no
es,
sin
embargo,
un
simple
contenedor
de
objetos
inconexos,
sino
un
escenario
dinámico
dentro
del
cual
todos
los
objetos
están
conectados
en
una
red
de
relaciones
infinita
que
atraviesa
e
influye
en
el
hombre
en
todo
momento
y
que
es
lo
que
le
permite
experimentar
todo
como
lo
hace,
atado
sin
excepciones
a
un
principio
de
causalidad
universal
y
a
una
espacio-‐temporalidad
incesante.
Esto
quiere
decir
que
toda
experiencia
humana
tiene
su
origen
en
un
pasado
dotado
de
resonancia
en
la
memoria,
en
forma
de
recuerdo
o
de
herencia
histórica-‐cultural;
se
manifiesta
en
el
presente
a
través
de
los
actos
y
abre
las
puertas
a
un
sinnúmero
de
posibilidades
y
expectativas
hacia
el
futuro.
Gracias
a
esta
causalidad
y
espacio-‐temporalidad
es
posible
preguntarse
por
lo
cotidiano,
lo
desconocido,
lo
posible,
generar
hipótesis,
estudiar
la
naturaleza,
construir
conocimiento
e
inventar
desde
las
artes.
En
otras
palabras,
“gracias
a
esas
características
[...]
podemos
construir
mundos
concretos
de
vida
a
partir
de
necesidades
o
intereses
concretos”
(Herrera
Restrepo,
2010).
Para
lograr
una
comprensión
efectiva
y
fructífera
del
mundo
y
de
la
realidad
misma,
debido
a
su
inabarcabilidad
inmanente,
es
necesario
trazar
unos
límites
concretos
y
razonables
a
la
observación
de
los
fenómenos
(entendidos
como
todo
aquello
que
pueda
ser
percibido
por
los
sentidos,
concebido
emocional
o
racionalmente,
sea
un
suceso
o
una
cosa)
dentro
de
los
cuales
sea
posible
sistematizar
las
experiencias,
edificar
conceptos,
teorías
o
ideas
que
luego
adoptarán
la
forma
de
estructuras
más
complejas,
que
pueden
pertenecer
a
disciplinas
científicas
y
artísticas
o
configurar,
por
ejemplo,
sistemas
morales
completos,
instituciones
sociales
como
la
academia
o
la
iglesia,
inclusive
sistemas
políticos
y
naciones.
Husserl,
para
tal
propósito,
recuperó
un
concepto
originado
en
la
escuela
del
escepticismo
griego:
la
epojé
(en
su
definición
más
arcaica,
un
estado
de
suspensión
del
juicio,
de
reposo
mental
en
el
cual
no
se
afirma
ni
se
niega),
que
se
refiere,
en
fenomenología,
a
la
acción
de
“poner
entre
paréntesis”
a
la
realidad
misma
con
el
fin
de
estudiarla
desde
una
mirada
parcial,
sin
que
por
eso
se
niegue
su
naturaleza
inabarcable
(Ferrater,
Mora,
1964).
La
aplicación
de
esta
“puesta
entre
paréntesis”
de
la
realidad
se
conoce
como
reducción
fenomenológica,
y
sirve
para
establecer
los
límites
del
objeto
que
se
va
a
estudiar,
para
definir
el
punto
de
vista
desde
el
cual
se
observará
la
relación
existente
entre
ese
objeto
y
el
mundo,
entre
ese
objeto
y
uno
mismo
como
sujeto,
trazando
las
fronteras
de
la
descripción
que
se
realizará
de
tal
manera
que
la
empresa
sea
realizable
en
términos
de
extensión
y
efectividad.
Este
trabajo
de
creación
e
interpretación
contiene
dos
piezas
musicales
originales
que
representan
para
mí
la
búsqueda
de
sentido
para
la
creación
artística,
que
son
un
intento
de
combinar
una
serie
de
saberes
y
experiencias
de
vida
codificadas
en
dos
lenguajes:
el
poético
y
el
musical.
Sobre
estas
piezas
se
ubicará
el
lente
de
la
fenomenología
husserliana,
suspendiéndolas
y
acentuándolas
con
respecto
a
la
totalidad
del
mundo
de
la
vida,
convirtiéndolas
así
en
fenómenos
abarcables
y
estudiables
a
través
de
la
reducción
fenomenológica
(la
epojé).
En
un
primer
momento,
el
análisis
se
centrará
en
la
parte
poética
de
la
pieza.
Es
decir,
en
la
letra
de
la
canción.
La
poesía
será,
en
los
dos
casos,
el
punto
central
de
la
creación,
el
aspecto
que
contendrá
el
mayor
contenido
simbólico,
pues
es
a
través
de
las
palabras
que
me
es
posible
construir,
como
autor,
una
narrativa
concreta
alrededor
de
un
tema
específico.
El
lenguaje
poético
ha
servido,a
lo
largo
de
mi
vida,
para
codificar
en
pocas
palabras,
a
través
de
la
descripción
de
imágenes
simbólicas,
todos
los
sentires
y
pensamientos
que
surgen
de
mis
experiencias
de
vida,
de
mis
victorias
y
mis
fracasos,
de
mis
amores
y
desamores,
de
los
libros
que
he
leído
y
que
han
cambiado
mi
vida,
de
toda
la
música
que
he
escuchado...
Por
esta
razón,
esa
dimensión
lírica
se
convierte
en
el
centro
gravitacional
alrededor
del
cual
girarán
todos
los
demás
elementos
de
la
creación,
todas
las
decisiones
técnicas
e
interpretativas,
todos
los
elementos
formales
y
estructurales
que
hagan
parte
de
las
piezas.
La
reducción
fenomenológica
en
este
terreno
está
orientada
a
explicar
el
origen
de
la
poesía
a
través
de
la
descripción
de
aquellas
experiencias
que
son
causa
y
aquellos
pensamientos
que
son
la
consecuencia
de
la
agitación
interna
que
motiva
a
la
creación.
Cada
estrofa
es
la
codificación
de
una
idea
concreta
que
forma
parte
del
mensaje
global
de
la
poesía,
un
fragmento
del
discurso,
un
argumento
dentro
de
la
tesis
(por
decirlo
de
algún
modo)
que
funciona
al
tiempo
como
un
todo
por
sí
mismo
y
que
puede
ser
rastreado,
como
dije
antes,
hasta
su
origen
en
unas
experiencias
y
unos
pensamientos
concretos.
Serán
estos
últimos
el
contenido
efectivo
en
un
primer
momento
del
estudio
fenomenológico.
En
un
segundo
momento,
la
atención
se
centrará
en
la
música
como
tal.
Haré
un
recorrido,
usando
fragmentos
de
las
partituras
como
insumo
gráfico,
a
través
de
los
elementos
rítmicos,
melódicos,
armónicos
y
tímbricos
que
conforman
cada
pieza,
con
el
propósito
de
describir
la
relación
que
existe
entre
estos
y
el
contenido
discursivo
de
la
letra
que,
como
dije
antes,
es
el
centro
gravitacional
de
la
creación.
Procuraré,
además
de
llevar
a
cabo
la
caracterización
de
las
piezas
desde
la
teoría,
construir
una
justificación
para
la
escogencia
de
dichos
elementos
basada
en
el
trasfondo
simbólico
que
he
intentado
imbuir
en
ellos,
pues
pretendo
reforzar,
desde
la
particularidad
de
cada
uno,
aquello
que
trato
de
comunicar
con
cada
canción.
El
objeto
de
la
observación
fenomenológica
en
el
aspecto
teórico
musical
de
las
canciones
será
la
relación
directa
e
ineludible
entre
las
decisiones
técnicas
que
tomé
durante
la
creación
(como
la
escogencia
de
una
métrica,
una
textura
o
un
círculo
armónico
particular)
y
la
narrativa
que
ofrece
la
poesía,
alrededor
de
la
cual
gira
todo.
Este
enfoque,
que
puede
resultar
peculiar
y
poco
común
dentro
de
un
contexto
académico,
es
indispensable
para
construir
la
coherencia
y
unidad
de
este
trabajo
de
grado,
pues
es
el
punto
de
conexión
entre
los
contenidos
teóricos
que
he
recibido
de
la
academia
y
la
espiritualidad
adormecida
que
pretendo
redescubrir
a
través
de
la
creación.
Vale
la
pena
exponer
ciertas
características
esenciales
que
comparten
las
dos
piezas
antes
de
dirigirme
a
aquellas
otras
que
las
distinguen.
Como
dije
antes,
este
trabajo
es
la
chispa
inicial
de
un
proyecto
musical
mucho
más
ambicioso
y
extenso,
por
lo
que
es
natural
que
algunas
decisiones
estén
orientadas
a
construir
una
sensación
de
unidad
que
atraviese
a
todas
las
canciones
para
que
también
ellas,
ya
terminadas,
sean
a
su
vez
parte
de
un
todo
mucho
más
amplio,
complejo
e
intrincado,
como
capítulos
de
una
novela
o
movimientos
de
una
sinfonía
(guardando
las
proporciones,
por
supuesto).
En
primer
lugar,
cada
canción
es
entendida
como
un
fenómeno
particular
en
la
medida
en
que
surge
mucho
antes
de
convertirse
en
tal;
en
un
primer
momento
no
es
más
que
la
interacción
entre
un
cuerpo
(porque
soy
un
cuerpo,
mas
no
estoy
en
un
cuerpo)
y
el
mundo
de
la
vida
del
cual
hace
parte
(que
es
todo
lo
que
existe,
tanto
dentro
como
fuera
de
su
limitada
percepción
humana),
a
través
de
sus
sentidos
y
su
raciocinio.
Daniel
Herrera
concluye
sobre
este
aspecto
que
“El
cuerpo
propio,
aquel
que
percibe
y
que
se
percibe
a
sí
mismo,
no
es
un
simple
objeto
en
el
mundo;
él
es
un
cuerpo
vivo
y
vivido,
él
es
el
punto
cero
a
partir
del
cual
se
organiza
la
espacialidad
y
en
cuanto
tal,
es
la
estructura
fundamental
de
la
experiencia
y
de
la
acción
humana”
(2010).Es
decir,
La
génesis
del
fenómeno
que
llamamos
canción,
en
este
caso,
se
encuentra
en
una
experiencia
o
una
serie
de
experiencias
sensibles
muy
significativas
enlazadas
en
el
tiempo,
de
las
cuales
se
desprende,
en
forma
de
lenguaje
(de
imágenes,
como
en
los
sueños;
de
palabras,
como
en
el
idioma;
de
números
o
fórmulas,
como
en
las
ciencias
exactas)
(Jung,
1984),
una
serie
de
saberes
relacionados
ante
cuya
presencia
el
espíritu
no
puede
sino
agitarse
violentamente.
De
esta
agitación
incontrolable
del
espíritu
nace
el
deseo
de
comunicar,
de
codificar
en
una
nueva
forma
de
lenguaje
cargado
de
símbolos
(que
es
el
artístico)
lo
que
se
ha
sentido,
lo
que
se
ha
pensado,
lo
que
se
ha
hecho.
La
primera
cosa
que
tienen
en
común
las
dos
piezas
de
este
trabajo
es
que,
dentro
de
la
espacio-‐
temporalidad
incesante
mencionada
anteriormente,
todas
tienen
un
origen
en
experiencias
sensibles
significativas
cuya
resonancia
en
la
memoria
perdura
hasta
el
día
de
hoy
con
la
suficiente
intensidad
como
para
merecer
convertirse
en
parte
de
una
pieza
artística
y,
en
esa
dirección,
la
canción
como
tal
no
es
más
que
el
estado
actual
del
fenómeno,
que
ha
trascendido
aquella
silueta
inicial
sinuosa
y
turbulenta
para
adoptar
una
forma
definida,
para
convertirse
en
discurso
articulado,
en
manifestación
de
la
creatividad
humana,
en
obra
de
arte.
Con
el
propósito
de
denotar
una
cohesión
entre
las
piezas
y
lograr
la
sensación
de
que
hacen
parte
de
un
todo
más
amplio
y
más
complejo,
escogí
una
serie
de
elementos
que
serán
comunes
en
todas,
sirviendo
además
para
otros
propósitos
más
allá
de
lo
musical,
el
primero
de
los
cuales
tiene
que
ver
con
la
poesía.
Todas
las
letras
están
escritas
en
primera
persona.
Uno
de
los
objetivos
de
este
trabajo
es
darle
nueva
vida
a
una
sensibilidad
adormecida
por
el
exceso
de
estímulos
y
de
información
al
que
estoy
expuesto
constantemente,
día
tras
día,
por
eso
en
todas
las
canciones
se
exploran
las
características
de
las
diferentes
relaciones
que
establezco
con
el
mundo
de
la
vida,
reconociéndome
simultáneamente
como
sujeto,
consciente
del
mundo
y
de
sí
mismo,
y
como
objeto
contenido
en
una
realidad
mayor,
susceptible
de
ser
observado
y
estudiado.
Mi
papel
como
sujeto
dentro
de
la
creación,
como
ente
consciente
que
percibe
y
describe,
es
implícito,
pues
soy
yo
quien
escribe
y
quien
emite
las
ideas
y
los
símbolos
codificándolos
en
palabras
y
música;
escribir
en
primera
persona
me
permite
incluirme
como
objeto
dentro
de
aquella
descripción
e
interpretación
del
mundo,
ubicándome
como
un
factor
a
conocer
dentro
del
fenómeno
que
es
la
canción.
La
observación
de
mi
relación
con
el
mundo
de
la
vida
debe
permitirme
crear
nuevas
conexiones
emotivas
con
él
y,
por
consiguiente,
despertar
poco
a
poco
aquella
sensibilidad
aletargada
a
través
del
conocimiento
de
sus
causas.
El
segundo
es
la
definición
de
un
formato
específico
común,
conformado
por
guitarra
eléctrica,
bajo
eléctrico,
batería
y
voces.
Esta
decisión
no
es
gratuita
en
ningún
sentido,
a
pesar
de
que
sí
existe
en
mí
una
preferencia
por
la
textura
cruda
y
algo
agresiva
que
produce
esta
combinación
particular
de
instrumentos.
En
primer
lugar,
por
ser
pocos
los
instrumentos
que
conforman
el
formato,
la
voz
principal
tendrá
el
protagonismo
indiscutible
del
ensamble,
garantizando
que
la
poesía,
que
es
el
centro
gravitacional
de
la
creación,
se
ubique
en
lo
más
alto
de
la
jerarquía
tímbrica
de
todas
las
canciones.
En
segundo
lugar,
me
da
la
oportunidad
de
darle
un
papel
importante
a
la
guitarra
eléctrica,
que
es
el
objeto
de
mi
énfasis
en
interpretación,
a
través
de
la
exploración
de
las
posibles
funciones
que
puede
cumplir
dentro
de
cada
pieza
pues,
siendo
guitarrista
eléctrico,
tengo
un
interés
especial
por
la
exploración
de
sus
posibilidades
tímbricas,
rítmicas
y
armónicas
a
través
de
los
pedales
de
efectos.
Y
en
tercer
lugar,
debido
al
tamaño
relativamente
pequeño
del
ensamble,
se
me
facilitan
todas
las
cuestiones
logísticas
al
momento
de
pensar
en
la
sustentación
del
trabajo,
haciendo
más
sencillo
tanto
el
proceso
de
montaje
y
ensayo
de
las
piezas
como
la
presentación
en
vivo
ante
los
jurados
evaluadores.
El
tercer
elemento
común
entre
las
dos
piezas
que
conforman
el
presente
proyecto
es
que
todas
ellas
están
pensadas
para
parecerse,
en
la
forma,
a
la
música
popular
urbana
comercial
que
se
consume
entre
la
juventud
de
hoy
en
géneros
como
el
rock,
el
pop
o
el
EDM.
Esto
es
con
el
propósito
de
definir
un
primer
punto
de
contacto
entre
los
saberes
académicos
(que
nutren
inevitablemente
la
creación
en
este
caso)
y
la
música
comercial,
cuya
estructura
formal
es
relativamente
simple
y
de
fácil
recordación
por
parte
de
quien
la
escuche.
En
todas
las
piezas
habrá
una
introducción
instrumental,
seguida
de
un
verso
cuya
melodía
se
repetirá
(con
ciertas
variaciones
derivadas
de
la
letra)
antes
y
después
de
un
coro
que
pretende
ser
lo
más
llamativo
de
la
canción
y
que
tendrá
el
contenido
rítmico
y
melódico
más
representativo
de
la
misma,
cuya
segunda
aparición,
a
su
vez,
será
precedida
por
un
puente
o
un
solo
de
guitarra.
Esta
decisión
también
está
orientada
a
generar
una
relación
real
entre
el
proceso
creativo
que
desarrollé
y
las
referencias
discográficas
que
están
incluidas
en
el
capítulo
correspondiente
de
la
introducción
de
este
documento,
en
el
que
se
mencionan
producciones
discográficas
que
tienen
características
similares,
como
es
el
caso
del
disco
Emily’s
D+
Evolution
de
Esperanza
Spalding
(con
el
cual
también
existen
similitudes
en
el
formato),
que
es
al
que
más
se
acerca
mi
trabajo.
Por
último,
antes
de
concentrarnos
en
cada
canción
como
un
fenómeno
particular,
vale
la
pena
anotar
que
la
elección
de
los
elementos
formales
y
estructurales
que
harán
parte
de
una
pieza
musical
original,
como
las
que
componen
este
trabajo,
siempre
es
problemático,
pues
cada
pequeña
decisión
va
a
afectar
el
contenido
profundo
de
la
obra
y
a
transformar
sus
significados
en
alguna
medida.
Por
eso
en
este
trabajo
de
grado
se
vuelve
indispensable
encontrar
elementos
que
puedan
convertirse
en
símbolos,
es
decir,
que
puedan
ser
transformados
en
contenedores
sonoros
de
significados
sobre
los
que
sea
posible
establecer
una
correspondencia
discursiva
con
el
mensaje
central
de
cada
canción,
que
está
consignado
en
la
letra
y
que
constituye
el
punto
central
del
ejercicio
creativo.
Estas
correspondencias
rara
vez
son
obvias
y
desde
una
mirada
académica
podrían
ser
consideradas
inocuas
debido
a
la
distancia
que
puede
existir
entre
ellas
y
el
análisis
musical
más
riguroso
desde
lo
técnico,
sin
embargo,
dichos
elementos,
dotan
a
la
pieza
de
un
cimiento
simbólico
crucial
en
la
búsqueda
de
una
espiritualidad
reflejada
en
el
arte,
constituyen
un
entramado
de
argumentos
que
le
dan
profundidad
y
sentido,
que
refuerzan
el
impacto
sensorial
y
emotivo
en
el
momento
de
la
escucha.
2
ANTE
EL
ESPEJO
Ante
el
espejo
es
la
primera
de
las
canciones
originales
que
componen
este
trabajo.
A
través
de
ella
intento
hacer
un
retrato
de
la
relación
que
establezco
conmigo
mismo,
entendiéndome
como
sujeto
y
objeto
de
la
creación
a
un
mismo
tiempo.
Este
tema
trata
de
la
dificultad
que
representa
el
reconocimiento
de
mí
mismo
en
un
plano
metafísico,
buscando
trazar
una
línea
divisoria
entre
lo
que
soy
y
lo
que
no
a
partir
de
un
ejercicio
autorreflexivo,
rastreando
el
origen
de
aquello
que
me
configura
como
la
persona
que
soy
ante
la
mirada
del
otro
y
la
propia,
más
allá
de
mis
características
físicas.
Como
protagonista
de
la
pieza
me
enfrento
a
un
espejo
mental
en
el
que
se
reflejan
todas
mis
convicciones,
mis
afectos,
mis
creencias,
mis
instintos
y
mis
temores.
Dado
el
carácter
abstracto
de
todos
estos
rasgos,
que
trascienden
lo
físico
(aunque
se
manifiesten
también
en
el
cuerpo),
los
contornos
de
ese
yo
que
se
refleja,
son
inevitablemente
imprecisos
y
dinámicos,
aún
cuando
la
silueta
en
su
conjunto
sea
reconocible.
Es
decir,
sé
que
ese
reflejo
es
el
mío.
Es
evidente
porque
soy
yo
quien
se
para
frente
al
espejo,
pero
visto
al
detalle,
lo
que
muestra
el
espejo
es
una
colección
de
dudas,
mas
no
de
certezas.
“Una
sombra
soy
ante
el
espejo,
una
forma
incierta
y
nada
más.
Puedo
ver
la
duda
bailando
en
mi
reflejo,
más
real
que
todo
lo
demás...”
Autodefinirse
es
un
proceso
complejo
y
doloroso
en
el
que
intervienen
fuerzas
tanto
internas
como
externas.
Hay
una
tensión
permanente
entre
el
mundo
y
uno
mismo,
un
flujo
de
energía
e
información
entre
el
interior
y
el
exterior
durante
el
cual
se
moldea
lentamente
la
personalidad
con
todas
sus
aristas.
La
identidad,
entonces,
no
es
algo
que
se
decide
de
manera
totalmente
autónoma.
Llegar
a
la
conclusión
de
que
no
se
es
nunca
exactamente
lo
que
se
quiere
ser
puede
representar
un
peso
nuevo
sobre
los
hombros
y
un
nuevo
dolor
interno
que,
en
el
mejor
de
los
casos,
conducirá
a
un
despertar
de
la
conciencia,
a
un
entendimiento
más
profundo
de
la
relación
entre
el
mundo
y
uno
mismo
y
al
fortalecimiento
de
los
vínculos
que
se
hacen
con
el
entorno,
sabiendo
que
hacemos
parte
el
uno
del
otro.
Sin
embargo,
el
mundo
es
inabarcable
e
infinitamente
más
grande
que
yo.
Ni
mi
intelecto
ni
mi
intuición
ni
mis
sentidos
me
van
a
llevar
a
un
entendimiento
total
del
mundo
(de
la
vida…)
aunque
sea
a
través
de
estos
que
puedo
experimentarlo,
sentirlo,
juzgarlo
y,
en
consecuencia,
imaginarlo
y
proyectarlo
hacia
el
futuro.
Y
es
por
eso
que
ese
mundo
se
presenta
como
una
incógnita
permanente
cuya
respuesta
cambia
a
cada
momento
ante
mis
ojos,
cuya
naturaleza
dinámica
y
violenta
sobrepasa
cualquier
esfuerzo
y
no
hay
más
remedio
que
fascinarse
ante
su
belleza
incomprensible
de
vez
en
cuando,
aún
cuando
a
menudo
uno
mismo
sea
su
prisionero
y
su
víctima.
“Soy
un
prisionero
del
asombro,
mudo
ante
el
misterio
abrumador
de
un
mundo
que
cae
sobre
mis
hombros
con
toda
su
crueldad
y
su
dolor.”
Siempre
he
pensado
que
la
vida,
para
quienes
andan
por
ella
en
exceso
seguros
de
sí
mismos,
puede
convertirse
en
una
sucesión
incesante
de
ilusiones
traicionadas,
luego
en
una
colección
de
convicciones
fosilizadas
y
estáticas
que,
a
su
vez,
con
el
tiempo,
se
convierten
en
miedo
al
cambio,
en
prejuicios
frente
a
quienes
piensan,
sienten
y
hablan
diferente,
en
arrogancia
ante
un
mundo
que
no
se
detiene
ante
nadie
o
en
aquella
falsa
superioridad
moral
que
con
tanta
frecuencia
se
usa
como
pedestal
para
mirar
por
encima
del
hombro
y
señalar
con
el
dedo.
Por
eso
hay
que
dotar
a
la
propia
mente
de
ese
dinamismo
que
caracteriza
al
mundo
circundante
y
que
se
manifiesta
silenciosamente
en
la
vida
cotidiana
a
través
de
sutiles
transformaciones,
para
que
logre
adaptarse
en
alguna
medida
a
ese
ritmo
perpétuo,
a
esa
suerte
de
ciclo
imperfecto
que
es
la
historia
humana,
que
se
calca
a
sí
misma,
época
tras
época,
a
mano
alzada,
con
el
pulso
tembloroso
e
inexacto
sin
descanso
desde
el
más
primitivo
de
sus
orígenes
y
logra
avanzar
gracias
a
ello.
Emerge
en
consecuencia
la
duda
como
un
instrumento
indispensable
para
un
habitar
consciente
de
la
realidad,
como
una
destreza
aprendida
y
refinada
a
través
de
la
práctica
que
puede
ayudar
a
mantener
despiertas
la
lucidez
y
la
atención,
que
obliga
a
la
observación
detallada
del
entorno,
que
estimula
la
creatividad
y
la
curiosidad,
que
sacude
las
pasiones
y
que
invita
a
conocer
y
a
desvelar;
que
conduce
más
fácilmente
a
las
verdades,
aún
cuando
estas
también
caduquen,
en
comparación
con
la
certeza,
que
conduce
con
tanta
frecuencia
al
auto
engaño.
“Todas
las
certezas
se
esfuman,
son
ecos
de
un
sueño
sutil,
su
rastro
se
pierde
en
la
duda
que
nace
y
crece
en
mí.”
Toda
la
atención
está
puesta
sobre
aquel
reflejo
indefinido,
compuesto
por
todas
las
decisiones
tomadas
alguna
vez,
por
todas
las
convicciones
construidas
a
lo
largo
de
la
vida,
por
todas
las
experiencias
acumuladas,
por
todos
los
recuerdos,
todos
los
libros
leídos,
todos
los
amores
y
todos
los
despechos.
Los
ojos
lo
recorren
centímetro
a
centímetro,
reparando
hasta
en
el
más
ínfimo
de
los
detalles,
descubriendo
en
su
superficie
cambiante
todo
tipo
de
imperfecciones.
Bajo
una
mirada
más
rigurosa,
emerge
en
forma
de
grieta
lo
que
no
produce
orgullo,
sino
pena.
Las
contradicciones,
los
auto
engaños,
las
mentiras
que
hemos
dicho,
las
heridas
que
causamos
en
otros,
las
traiciones
que
fraguamos,
los
sueños
a
los
que
renunciamos,
los
amores
que
dejamos
ir
cuando
pudieron
serlo
todo
y
los
que
forzamos
a
quedarse
cuando
ya
no
tenían
nada
que
dar.
Y
entonces
parece
ser
cierto
eso
que
nos
han
dicho
tantas
veces
a
modo
de
excusa
y
consuelo
ante
las
equivocaciones,
que
somos
imperfectos,
que
la
perfección
es
solamente
una
de
las
máscaras
de
la
utopía,
que
nadie
puede
escapar
del
error
para
siempre
y,
de
pronto,
uno
teme
porque
el
error
estará
allí
siempre
acechando.
Sin
embargo,
al
mismo
tiempo,
se
descubre
una
nueva
lucidez
fruto
de
ese
temor.
Saberse
susceptible
a
la
equivocación,
desde
la
más
inocente
hasta
la
catástrofe,
es
razón
suficiente
para
querer
mantenerse
alerta,
para
querer
aprender
más
sobre
el
mundo
y
sobre
uno
mismo,
para
querer
entender
los
dolores
y
las
angustias
de
la
humanidad
y
así
poder
proteger
todo
aquello
que
nos
es
querido.
De
paso
los
horizontes
de
la
conciencia
se
expanden
y
nuevas
perspectivas
se
abren
ante
nosotros,
nuevas
formas
de
ver
el
mundo,
nuevos
ángulos
de
observación
y
nuevos
campos
de
acción
en
todos
los
sentidos.
Cuando
logramos
vernos
a
nosotros
mismos
sin
ocultar
las
grietas
y,
sobre
todo,
sin
avergonzarnos
de
ellas,
aprendemos
a
amar
mejor,
a
cuidar
del
otro,
a
hablar
y
actuar
con
justicia,
a
desear
mejor.
En
otras
palabras,
a
disfrutar.
“Mi
reflejo
tímido
se
agrieta
mientras
un
miedo
surge
en
mi
interior.
Mi
conciencia
al
fin
está
despierta,
Y
es
su
voz
placer
y
temor.”
El
designio,
no
obstante,
eventualmente
me
sobrepasa.
A
pesar
de
los
esfuerzos
constantes
y
el
tiempo
invertido
en
averiguar
qué
soy
y
de
qué
estoy
hecho,
el
cuadro
completo
se
me
escapa.
Decido
que
“lo
que
soy”
es
dinámico
y
se
transforma
constantemente,
descubro
que
tengo
el
control
de
apenas
una
fracción
de
lo
que
me
configura
y
reconozco
el
papel
que
cumple
el
mundo
de
la
vida,
del
cual
hago
parte,
en
la
constitución
de
mis
rasgos,
de
mi
personalidad,
de
mis
miedos,
de
mis
aspiraciones,
convicciones
y
creencias,
en
la
defición
de
mis
propósitos,
en
el
descubrimiento
de
mi
vocación
y
de
mis
pasiones
más
fuertes.
Me
invade
una
especie
de
resignación
ante
la
evidente
limitación
de
mis
herramientas,
tanto
sensoriales
como
racionales,
para
resolver
el
enigma
de
mí
mismo,
pero
no
puedo
detener
el
tiempo
y
quedarme
ahí
estático
ante
el
fracaso.
Tengo
que
seguir
viviendo
con
la
duda
constante
y
en
búsqueda
permanente,
así
que
me
armo
de
nuevo
con
mis
instrumentos
porque
son
los
únicos
que
tengo
y
abandono
el
espejo
temporalmente,
sabiendo
que
tendré
que
enfrentarme
al
sinuoso
reflejo
que
proyecta
nuevamente
para
descubrir
sus
nuevos
resquicios,
contornos
y
relieves.
Ante
el
espejo
soy
un
intento
de
observador
externo
de
mí
mismo
e
intento
descifrar
a
través
del
uso
de
mis
sentidos,
de
mi
intuición
y
de
mi
intelecto
el
producto
de
mis
actos,
de
mis
decisiones
y
de
mi
interacción
con
lugares
y
personas.
El
espejo
me
saca
momentáneamente
de
mí
mismo
para
que
me
sea
posible
establecer
una
relación
con
ese
“yo”
que
veo
ahora
desde
afuera,
con
todo
lo
que
lo
hace
quien
es,
por
más
inabarcable
que
sea
lo
que
el
reflejo
proyecta.
“Sorprendido
y
derrotado
me
entrego
a
los
sentidos,
y
mis
ojos
empañados
me
empujan
al
vacío.
Argumentos
y
emociones
se
enredan
en
mi
mente
mientras
busco
en
el
espejo
lo
que
el
cuerpo
miente.”
La
canción
está
escrita,
en
su
mayoría,
en
compás
de
5/4.
La
decisión
de
escoger
una
métrica
irregular
para
representar
musicalmente
la
intención
de
conocerme
a
mí
mismo,
no
es
gratuita.
Reconocerse,
en
el
sentido
de
examinarse
detenidamente
para
identificar
las
causas
por
las
cuales
se
es
como
se
es,
o
se
decide
lo
que
se
decide,
es
una
tarea
ardua
que
requiere
de
un
ejercicio
sostenido
de
la
atención,
que
demanda
un
esfuerzo
constante.
Es
una
tarea
que,
sin
embargo,
no
se
puede
hacer
permanentemente,
pues
sería
en
exceso
extenuante
y
no
permitiría
interactuar
con
el
mundo.
Podría
forzar
una
analogía
con
los
compases
irregulares:
desde
la
perspectiva
de
un
oyente
desprevenido,
y
más
aún
si
no
es
músico,
identificar
la
asimetría
representa
un
esfuerzo
mucho
mayor
que
reconocer
las
métricas
binarias
o
ternarias.
Para
un
músico
sucede
lo
mismo
durante
la
interpretación
de
su
instrumento;
tocar
en
compases
regulares
se
vuelve
algo
natural
mucho
más
rápidamente,
las
métricas
son,
en
comparación,
fáciles
de
comprender
en
general,
aún
cuando
a
través
de
su
estudio
se
puedan
complejizar
haciendo
uso
de
otras
herramientas.
En
la
introducción,
la
guitarra
eléctrica,
distorsionada
ligeramente,
expone
una
primera
versión
del
riff
principal
(frase
musical
corta,
distinguible,
que
se
repite
a
lo
largo
de
una
canción),
compuesto
por
una
célula
rítmica
sencilla
sobre
un
compás
de
5/4,
que
se
repite
inmediatamente
después,
aunque
incompleta,
sobre
otro
de
4/4.
No
está
escrita
en
9/4
por
causa
de
la
clara
acentuación
que
sugiere
la
célula
rítmica
luego
del
quinto
pulso
del
primer
compás.
El
riff
define
claramente
un
lugar
de
reposo
sobre
el
BMaj7,
jugando
con
algunas
tensiones,
para
luego
desplazarse
en
forma
de
paralelismo
hacia
un
GMaj7,
sobre
el
que
se
repiten
los
dos
compases
del
riff
a
modo
de
reflejo,
como
si
estuvieran
enfrentados
(Ver
fig.
1).
Figura
1.
Introducción
de
guitarra
Luego
de
volver
al
acorde
inicial,
el
círculo
armónico
de
la
introducción
(que
será
el
mismo
del
coro),
lleva
al
BMaj7
a
un
A7(#11)
que,
aunque
no
tiene
una
relación
de
V-‐I
o
de
sustituto
del
5to
con
respecto
al
BMaj7,
logra
crear
un
momento
de
tensión
dentro
de
la
progresión
y
sugiere
un
regreso
al
punto
inicial
para
reiniciar
el
ciclo
(Fig.
1).
Estos
8
compases
de
la
guitarra
eléctrica
se
repiten
mientras
la
voz
principal
y
la
voz
corista
aparecen
por
primera
vez,
apoyando
con
sonidos
largos
la
armonía,
alternando
entre
notas
del
acorde
y
tensiones.
La
introducción
termina
con
una
ligera
variación
de
estos
8
compases;
aparece
el
bajo
eléctrico
apoyando
rítmicamente
la
melodía
de
las
voces
mientras
suenan
los
compases
en
BMaj7
y
GMaj7,
sin
embargo,
en
esta
ocasión,
los
últimos
4
compases
están
sobre
el
acorde
A7(#11)
y
se
mantienen
en
5/4,
extendiendo
el
momento
de
tensión
para
dar
paso
a
una
nueva
sección
de
la
canción
y
consolidando
su
métrica
definitiva.
Hacia
el
final
se
experimenta
un
crescendo
tanto
en
la
voz
como
en
la
guitarra
y
el
bajo
que
culmina
con
la
entrada
del
redoblante
de
la
batería,
que
marca
la
subdivisión,
señalando
la
llegada
inminente
del
primer
verso
(Ver
fig
2).
Figura
2.
Introducción
Pienso
en
una
habitación
pobremente
iluminada,
polvorienta
y
fría.
En
el
fondo,
a
través
de
la
bruma,
puedo
ver
un
destello
líquido
y
una
figura
humana
que
se
hace
más
nítida
conforme
avanzo
hacia
ella.
Suena
en
la
guitarra
solitaria
el
riff
inicial,
al
principio
amorfo,
indefinido.
Las
voces
y
el
bajo
me
muestran
con
más
claridad
sus
contornos
en
una
segunda
y
tercera
escucha,
al
igual
que
la
silueta
que
se
acerca
en
aquella
habitación
oscura.
Cuando
estoy
más
cerca
descubro
que
aquel
destello
líquido
es
producido
por
la
superficie
de
un
gran
espejo
y
que
la
silueta
que
se
acerca
no
es
más
que
mi
propio
reflejo
camuflado
en
la
atmósfera
sombría
de
la
habitación.
Una
vez
frente
al
reflejo
es
evidente
que
aquel
no
es
un
espejo
normal
y
que
aquel
reflejo,
a
pesar
de
ser
mío,
muestra
mucho
más
que
la
piel.
Ante
la
sorpresa
el
pecho
se
infla
y
el
cuerpo
se
tensiona.
Suena
el
redoblante.
Intento
descifrar
lo
que
veo
en
el
espejo,
sin
prisa,
reparando
en
los
detalles,
pero
inevitablemente
agitado
por
la
novedad;
esta
es
la
sensación
que
intento
lograr
con
la
textura
del
verso.
La
batería
recurre
ahora
a
figuras
más
cortas
y,
por
ende,
en
mayor
cantidad;
abundan
las
ghost
notes
(en
percusión,
son
notas
tocadas
con
poco
volumen,
con
el
propósito
de
crear
un
efecto
de
semicorcheas
por
debajo
del
ritmo
principal)
y
en
general
existe
un
efecto
de
velocidad
en
lo
rítmico.
El
bajo,
por
su
parte,
recurre
a
la
subdivisión,
describiendo
la
armonía
en
corcheas
y
acentuando
el
primer
y
el
cuarto
pulso
del
compás.
La
persona
que
me
ve
desde
el
cristal
se
parece
a
mí
pero
exhibiendo
nuevas
facciones,
nuevos
colores,
nuevos
gestos.
La
atmósfera
de
esta
sección
es
mucho
menos
tensa
que
la
anterior
en
cuanto
a
lo
armónico,
pero
rítmicamente
conserva
la
asimetría
y
cierta
densidad
en
las
figuras.
De
la
introducción,
que
termina
con
un
A7(#11),
acorde
que
actúa
como
tensión
con
respecto
a
otros
dos
cuya
relación
interna
es
de
paralelismo,
llegamos
a
un
círculo
armónico
basado
en
la
escala
dórica
de
Bb.
Es
aquí
donde
aparece
la
letra
por
primera
vez
y
donde
se
evidencia
el
trabajo
de
medición
y
escogencia
de
las
figuras
rítmicas
para
las
sílabas
de
la
poesía
(ver
fig.3).
El
objetivo
principal
durante
la
composición
de
esta
pieza
siempre
fue
lograr
que
la
poesía
se
acoplara,
con
su
métrica
particular,
con
su
ritmo
propio,
a
la
acentuación
inevitable
de
un
compás
irregular;
la
poesía
sugiere
unas
pausas
y
unos
momentos
álgidos
que
no
se
acomodan
fácilmente
a
la
simetría
de
la
música,
por
eso
el
primer
paso
fue
asignarle
una
figura
a
cada
sílaba
de
tal
manera
que
los
acentos
de
la
música
respetaran
a
los
de
las
palabras.
Figura
3.
Primer
verso
Entre
el
primer
y
el
segundo
verso
hay
una
suerte
de
intermedio,
un
espacio
de
cuatro
compases
en
los
que
la
guitarra
se
pone
al
frente
con
el
propósito
de
dar
un
respiro
a
la
letra
antes
de
continuar.
La
estructura
del
segundo
verso
es
la
misma
que
la
del
primero
y
la
letra
describe,
en
esencia,
la
misma
melodía,
con
pequeñas
variaciones
relativas
a
la
acentuación
de
las
palabras
que
componen
esta
nueva
estrofa
de
la
poesía.
Como
dije
antes,
la
progresión
está
basada
en
el
modo
dórico
de
Bb
y,
al
observar
la
partitura,
es
evidente
que
la
escala
se
respeta
en
la
melodía.
Sin
embargo,
hay
dos
acordes
dentro
del
círculo
que
tienen
una
relación
de
otro
tipo:
es
el
caso
del
Gm11
y
el
C7,
que
aparecen
dos
veces
durante
cada
verso;
la
primera
para
generar
una
tensión
que
invite
a
regresar
al
Bbm7,
aún
cuando
la
resolución
no
sea
directa
y
la
segunda,
para
marcar
el
final
de
la
sección.
En
la
guitarra,
que
es
el
único
instrumento
con
rol
armónico
dentro
de
este
formato,
la
quinta
del
acorde
de
Sol,
que
en
el
modo
de
Bb
dórico
es
semi-‐disminuido,
se
sustituye
por
su
oncena
para
generar
la
sensación
de
una
relación
de
IIm7-‐V7
sustitutos
del
acorde
de
BMaj7
que
dará
inicio
a
la
siguiente
sección
(Ver
fig.3).
Se
acerca
el
momento
de
sacar
conclusiones.
¿Por
qué
estoy
aquí
de
pie
frente
a
este
espejo
que
me
distorsiona?
¿Qué
es
lo
que
debo
entender
de
esta
experiencia
tan
inusual?
Entre
mi
reflejo
y
yo
circulan
miradas
desafiantes.
Se
hace
más
denso
el
silencio
por
un
momento
y
tengo
la
sensación
de
que
algo
va
a
explotar
pronto.
La
canción
regresa
a
su
atmósfera
inicial.
Dos
acordes
juegan
al
espejo,
pero
en
intervalos
más
cortos.
Las
voces
vuelven
también
a
las
notas
largas
y
la
batería,
sin
renunciar
del
todo
a
la
velocidad
de
sus
golpes,
se
concentra
en
sus
tonos
más
graves,
dando
una
sensación
más
terrestre,
como
de
expectativa.
La
guitarra
expone
una
nueva
frase
que
busca
causar
un
doble
contraste
con
lo
que
estuvo
antes
y
lo
que
vendrá
después.
Todos
al
tiempo
reducen
la
dinámica
como
evocando
susurros
(Ver
fig.
4).
Figura
4.
Pre-‐coro
instrumental
En
el
coro
regresa
el
riff
de
guitarra
que
dio
inicio
a
la
canción,
esta
vez
con
un
carácter
mucho
más
fuerte
al
no
ser
tocado
con
los
dedos,
sino
solamente
con
el
pick.
La
batería
adopta
una
estética
más
rockera
y
el
bajo
abandona
por
completo
las
notas
largas
para
describir
una
línea
constante
sobre
la
que
se
construye
la
relación
entre
los
dos
acordes
con
7ª
Mayor
que
representan
la
imagen
del
“yo”
frente
al
espejo.
La
intensidad
de
la
música
en
esta
sección
corresponde
a
la
estrofa
más
importante
de
la
poesía,
aquella
que
habla
sobre
la
fugacidad
de
todas
las
certezas.
Luego
de
un
fill
(pequeña
frase
improvisada
que
llena
un
espacio
vacío
entre
secciones
de
una
canción)
de
batería,
la
forma
de
la
canción
se
repite
exactamente
igual
desde
el
verso
hasta
el
coro
(ver
figura
5).
Figura
5.
Forma
Después
de
escuchar
el
coro
por
segunda
vez,
la
guitarra
y
el
bajo
repiten
los
motivos
del
pre
coro,
esta
vez
para
acompañar
un
pequeño
solo
de
batería
que
irá
creciendo
a
lo
largo
de
8
compases.
En
los
4
últimos
aparecerán
las
voces
evocando
las
líneas
melódicas
que
mostraron
al
inicio,
en
la
introducción.
Justo
después,
sobre
la
armonía
del
coro,
la
guitarra
asume
el
protagonismo
durante
su
respectivo
solo,
también
de
8
compases,
mientras
toda
la
banda,
voces
incluidas,
suena
detrás.
Esta
sección
puede
considerarse
como
un
“puente”
o
“interludio”
instrumental
que
va
a
conectar
al
segundo
y
tercer
coro
jugando
con
las
posibilidades
que
brinda
el
formato
para
dar
protagonismo
a
cada
instrumento
y
construyendo
una
subida
gradual
de
la
intensidad,
primero
con
la
percusión,
luego
con
las
voces
y,
por
último,
con
la
guitarra,
cuyo
solo
se
mueve
entre
la
textura
melódica
y
la
armónica,
marcando
con
arpegios
y
tensiones
unas
escalas
específicas
para
cada
momento
del
círculo
armónico
del
coro
mientras
refuerza
desde
lo
rítmico
la
idea
de
la
asimetría,
buscando
acentuaciones
que
sugieren
métricas
diferentes
a
aquella
en
la
que
se
encuentra
(Ver
fig.
6).
Figura
6.
Solo
de
guitarra
Luego
de
aquella
escalada
gradual
de
intensidades
que
desembocan
en
el
último
coro,
una
caída
vertiginosa
anuncia
el
pronto
final
de
la
pieza.
Aquí
el
espejo
parece
perder
importancia
luego
de
haber
cumplido
su
propósito
esclarecedor.
La
coda
se
presenta
como
un
momento
de
resolución
general
(Ver
fig.
7).
Tal
vez
es
el
momento
de
sacar
conclusiones,
de
rendirme
ante
la
inevitabilidad
del
paso
del
tiempo,
ante
la
duda
constante
y
la
dependencia
irremediable
que
me
ata
a
mis
sentidos,
por
más
imprecisos
y
limitados
que
demuestren
ser.
El
espejo,
por
su
parte,
es
irrompible.
Seguirá
allí
a
la
espera
de
mi
próxima
visita,
listo
para
mostrarme
nuevas
grietas
y
nuevos
relieves,
fruto
de
mi
interacción
con
el
mundo.
Entiendo
de
pronto
que,
a
pesar
de
su
manera
misteriosa
y
ambigua,
el
espejo
es
indispensable
para
descifrarme,
para
entenderme
como
parte
del
mundo,
para
evaluar
el
pasado
en
aras
de
dar
mejores
pasos
y
escoger
mejores
caminos
hacia
el
futuro.
La
armonía
cambia
de
lugar.
Por
primera
vez
la
tensión
del
coro
resuelve
tonalmente
aunque
la
nueva
progresión
tampoco
se
ciña
a
este
parámetro.
Se
quedan
solas
la
guitarra
y
la
voz,
alargando
cada
frase
hasta
caer
definitivamente
en
el
silencio.
Figura
7.
Coda
3
DEL
DISCURSO
A
LA
ACCIÓN
La
segunda
pieza
que
contiene
este
trabajo
de
creación
e
interpretación,
habla
sobre
lo
que
produce
en
mí,
como
artista
y
como
ciudadano,
el
contacto
con
la
realidad
política
y
social
de
mi
país.
Como
dije
anteriormente,
este
proyecto
es
una
exploración
de
las
relaciones
que
puedo
construir
como
sujeto
y
objeto
del
mundo
de
la
vida,
estableciendo
unos
límites
que
permitan
observar
de
cerca
dicha
relación
y
hablar
de
mi
creación,
de
su
origen
y
su
propósito,
desde
la
poesía
que
da
sentido
a
la
música.
En
este
caso,
el
tono
de
los
versos
es,
por
decirlo
de
alguna
manera,
mucho
menos
lírico.
El
objeto
del
texto
ya
no
es
de
carácter
abstracto,
aunque
por
momentos
se
acerque
a
aquella
frontera,
así
que
el
lenguaje
es
más
literal
y
dice
lo
que
quiere
decir
sin
hacer
uso
de
metáforas
y
otras
figuras
por
el
estilo.
La
música
también
responde,
por
su
parte,
al
carácter
concreto
de
los
versos
a
través
de
una
estructura
mucho
más
simple,
de
una
armonía
menos
coloreada,
de
una
tímbrica
más
fuerte
y
un
ritmo
más
pesado.
El
escenario
es
concreto;
no
es
posible
dibujarlo
con
total
precisión,
pero
se
intuye
entre
las
palabras:
soy
yo,
en
mi
calidad
de
ciudadano
y
de
artista,
frente
a
la
coyuntura
de
Colombia
de
cara
al
final
del
conflicto
armado.
Hace
poco
más
de
un
año
que
se
firmaron
los
acuerdos
de
paz
de
La
Habana
con
la
guerrilla
de
las
FARC
y,
a
pesar
de
que
las
cifras
son
elocuentes
con
respecto
a
la
cantidad
de
víctimas
del
conflicto,
de
oficiales
de
la
fuerza
pública
y
del
ejército
que
han
dejado
de
morir
en
combate
o
en
atentados
y
de
la
reactivación
de
las
actividades
culturales
en
regiones
críticas,
el
panorama
cada
vez
se
torna
más
oscuro
para
el
posconflicto.
Es
dolorosamente
evidente,
tanto
por
los
resultados
de
las
últimas
elecciones
(que
le
devolvieron
el
poder
a
los
grandes
terratenientes
y
a
las
figuras
más
hostiles
y
cínicas
de
la
clase
política
nacional),
como
por
las
discusiones
que
inundan
las
redes
sociales
día
a
día
entre
las
personas
comunes
y
corrientes,
que
opinamos
desde
la
comodidad
de
nuestras
casas,
que
una
gran
parte
de
la
población
de
este
país
ve
con
extrema
desconfianza
el
proceso
de
cambio
que
viene
inevitablemente
con
el
final
de
la
guerra.
Abundan
las
voces
que
reclaman
el
regreso
a
las
armas,
las
que
se
burlan
con
sorna
y
desprecio
de
la
reparación
y
de
las
víctimas,
las
que
encasillan
a
diestra
y
siniestra
a
través
de
prejuicios
e
insultos,
desde
todas
las
trincheras
ideológicas
y
hacia
todas
direcciones.
Tras
décadas
de
construir
nuestras
relaciones
con
el
territorio
y
con
las
personas
a
través
de
la
violencia
en
todas
sus
terribles
formas,
nos
resulta
casi
imposible
concebir
otra
manera
de
hacerlo.
Las
heridas
están
aún
abiertas;
los
odios
cultivados
durante
años,
abonados
con
la
sangre
de
hijos
y
padres,
con
la
dignidad
de
hijas
y
madres,
no
logran
todavía
ser
razones
para
evolucionar,
para
querer
reconciliar
y
reconstruir,
más
bien
todo
lo
contrario.
Están
vivos
y
latentes,
dando
forma
a
nuestros
pensamientos,
dibujando
máscaras
de
enemigo
sobre
el
otro,
envenenándonos
de
desconfianza
y
recelo.
Esa
suerte
de
rencor
fermentado
nos
vuelve,
en
cierta
medida,
impermeables
al
dolor
ajeno;
se
nos
hace
fácil
entonces
decir
que
el
otro,
el
que
piensa
distinto
a
mí,
se
merece
sus
miserias;
se
vuelve
sencillo
caer
en
la
resignación
y
decidir
que
nada
va
a
cambiar,
que
no
existe
ninguna
alternativa,
que
la
realidad
es
inamovible,
que
no
hay
nada
que
enseñar
distinto
a
lo
que
aprendimos
de
la
vida
en
constante
enfrentamiento
mientras,
sin
darnos
cuenta,
renunciamos
a
todos
los
caminos
alternos,
a
todos
los
futuros
posibles
en
los
que
tal
vez
se
puedan
construir
vínculos
fuertes
entre
las
personas
desde
la
discrepancia,
en
los
que
las
diferencias
irreconciliables
sirvan
para
construir
en
conjunto
y
no
sean
la
excusa
perfecta
para
dañar
al
otro,
para
querer
someterlo
o
reducirlo.
“Cuesta
mantener
la
esperanza
ante
la
indolencia
de
este
pueblo
fiel
a
su
tradición
de
violencia
y
odio
a
flor
de
piel.
Pudo
más
la
sed
de
venganza,
como
si
no
hubiera
nada
que
aprender.
No
importó,
al
final,
el
futuro
que
pudo
ser.”
Para
una
gran
parte
de
los
hijos
de
esta
nación
perseguida
por
los
fantasmas
de
sus
guerras
sucesivas,
el
sufrimiento
se
ha
convertido
en
elemento
indispensable
en
la
búsqueda
de
sentidos
y
propósitos.
Nada
que
pretenda
tener
valor
para
la
vida,
puede
carecer
de
este
fatídico
ingrediente.
Nos
repetimos
constantemente
que
si
el
amor
no
duele,
no
es
real;
que
la
letra
con
sangre
entra,
que
el
éxito
es
producto
del
sacrificio...
Ante
la
barbarie
y
la
atrocidad
respondemos
con
cinismo
o
apatía,
imitando
a
los
terratenientes
poderosos
dueños
y
señores
del
terruño
que,
sin
asomo
alguno
de
remordimiento,
se
burlan
de
la
muerte
de
los
débiles,
quienes
sin
una
pizca
de
vergüenza
se
estrechan
las
manos
y
se
abrazan
luego
de
lanzarse
improperios
públicamente;
quienes
un
día
se
tildan
de
asesinos,
mentirosos
y
corruptos
y
al
siguiente,
se
cuentan
como
amigos
y
se
cobijan
con
la
misma
bandera:
la
del
amor
al
poder.
Y
así
nos
va.
Pronto
aprendemos
a
dar
la
limosna
viendo
por
la
ventana
del
bus,
a
mirar
por
encima
del
hombro
a
quien
se
atreve
a
decirnos
que
erramos
y
a
repetir
discursos
odiosos
y
mezquinos
para
compensar
la
pequeñez
de
nuestros
espíritus
y
dormir
tranquilos
en
las
noches,
convencidos
de
que
lo
hemos
hecho
todo
bien.
Y
allí
estoy
yo.
Hablando
en
plural
y
en
primera
persona,
porque
aunque
no
me
cuento
entre
los
que
reproducen
los
prejuicios,
entre
los
que
odian
sin
remedio,
se
burlan
de
la
muerte
o
miran
por
encima
del
hombro,
no
puedo
negar
que
aquella
historia
sangrienta
también
es
la
mía,
también
hace
parte
de
lo
que
soy
porque
es
un
peso
que
cargo
como
lo
hace
cualquiera
que
haya
nacido
aquí,
con
privilegios
o
sin
ellos
y
que
se
preocupe
por
saber
de
dónde
viene.
Asumo
que
no
hacer
nada
al
respecto,
por
más
ínfima
que
pueda
llegar
a
ser
mi
influencia
sobre
otros,
me
convierte
de
algún
modo
en
un
reproductor
pasivo
de
semejantes
vicios,
en
una
especie
de
cómplice
silencioso
de
la
desesperanza.
Así
que
decido
apropiarme
de
dicha
historia,
me
propongo
conocerla
desde
la
mayor
cantidad
de
ángulos
posibles
para
entenderla
cada
vez
un
poco
más,
esperando
que
arroje
nuevas
luces
sobre
el
futuro
que
se
avecina,
para
inventar
un
sentido
y
un
propósito
mayores
que
mí
mismo
que
sirvan
para
enmarcar
mis
actos
cotidianos
y
cargarlos
de
significados
profundos,
creados
por
mí
a
través
del
ejercicio
de
mi
conciencia
y
no
simplemente
reciclados
de
algún
dogma,
para
no
sentir
que
la
vida
me
atraviesa
inmaculada
y
que
nada
se
transforma
para
mejor
con
mi
paso
por
este
mundo,
para
renunciar
al
sufrimiento
como
camino
y
descubrir
maneras
de
amar,
aprender
y
triunfar
fundadas
en
el
disfrute,
en
el
placer
de
crear
y
decir,
en
la
alegría
de
dar,
de
ofrecer
la
propia
experiencia
para
el
bienestar
de
otros.
Y
que
no
se
me
malinterprete.
No
pretendo
vender
la
idea
de
que
se
puede
prescindir
del
sufrimiento
totalmente,
de
que
existe
alguna
fórmula
mágica
para
no
sufrir
jamás.
De
hecho
considero
al
sufrimiento
como
un
ente
inevitable
de
la
vida,
como
una
fuente
valiosa
de
lecciones
importantes,
porque
no
se
sufre
solamente
como
víctima
de
una
circunstancia.
Más
de
una
vez,
hay
que
reconocerlo,
es
uno
mismo
el
que
causa
sufrimiento
en
otros
y
desde
allí
también
se
aprende
de
la
naturaleza
de
nuestras
pasiones
humanas,
desde
allí
también
es
posible
domesticar
los
egos
y
los
deseos.
“Me
enseñaron
a
la
fuerza
a
callar
ante
el
dolor
con
indiferencia
y
a
despreciar
a
quien
distinto
piensa
actuando
sin
consciencia,
pura
obediencia.
Por
eso
vuelvo
a
leer
la
historia,
evitando
que
se
pierda
para
siempre
la
memoria
entre
días
que
pasan
sin
pena
ni
gloria,
en
busca
de
una
nueva
euforia…”
Ahora
bien,
la
indolencia,
el
sufrimiento
como
sendero
predilecto
para
la
vida
y
el
desconocimiento
de
nuestra
propia
historia
son
apenas
síntomas
de
una
enfermedad
más
grave.
El
miedo.
Según
el
neurocientífico
Beau
Lotto,
el
cerebro
de
los
seres
humanos
ha
evolucionado
para
cumplir
una
tarea
esencial:
combatir
la
incertidumbre
(Lotto,
2017).
Según
él,
todas
las
estructuras
sociales
y
culturales
que
hemos
creado
durante
nuestra
existencia
como
especie
están
diseñadas
para
facilitarle
a
nuestros
cerebros
esta
compleja
y
fascinante
tarea.
La
incertidumbre,
por
su
parte,
es
aquel
espacio
indeterminado
que
está
más
allá
de
los
límites
de
nuestra
percepción,
de
nuestro
entendimiento
y
de
las
asunciones
que
a
través
de
éstos
hemos
ido
acumulando
sobre
lo
que
es
la
realidad.
En
ese
sentido,
lo
que
entendemos
como
realidad
no
es
más
que
el
pequeño
espacio
que
abarca
nuestra
limitada
percepción.
En
otras
palabras,
nunca
vemos
la
realidad
tal
cual
es;
lo
que
entendemos
como
tal
es
solamente
la
información
que
nuestro
cerebro
procesa,
obtenida
a
través
de
la
percepción,
para
eliminar
el
temor
que
produce
enfrentarse
a
la
incertidumbre.
El
miedo
a
la
incertidumbre,
sin
embargo,
no
nos
afecta
en
tanto
individuos
solamente.
La
extrema
rigidez
de
las
ideas
que
circulan
entre
nuestros
compatriotas
más
acérrimos
acerca
del
conflicto,
de
la
paz,
de
lo
que
es
justo
y
lo
que
no,
derivan
de
la
incertidumbre
que
traen
consigo
los
cambios
significativos
en
la
estructura
de
la
sociedad,
a
los
que
reaccionamos
también
en
conjunto,
reafirmando
colectivamente
tanto
nuestros
prejuicios
como
nuestros
miedos,
por
más
irracionales
o
faltos
de
evidencia
que
resulten.
Aquel
infame
dicho
popular
que
dice
“mejor
malo
conocido
que
bueno
por
conocer”,
refiriéndose
a
por
qué
votamos
siempre
por
los
mismos
personajes
nefastos,
es
un
perfecto
ejemplo
del
efecto
que
causa
la
incertidumbre
sobre
un
conjunto
de
personas…
de
millones
de
personas.
Es
algo
así
como
una
manifestación
del
instinto
de
supervivencia
más
primitivo,
que
convierte
todo
lo
incierto
en
amenaza,
en
enemigo.
Dice
Lotto
en
su
libro
Deviance,
The
Science
of
Seeing
Differently:
“The
biological
motivation
of
many
of
our
social
and
cultural
habits
and
reflexes,
including
religion
and
politics,
and
even
hate
and
racism,
is
to
diminish
uncertainty
through
imposed
rules
and
rigid
environments…
or
in
one’s
vain
attempt
to
disconnect
from
a
world
that
lives
only
because
it
is
connected
and
in
movement.
In
doing
so,
these
inherited
reflexes—by
design—prevent
us
from
living
more
creative,
compassionate,
collaborative,
and
courageous
lives.
With
the
making
of
this
kind
of
certainty,
we
lose…
freedom”
(2017).1
1
“La
motivación
biológica
de
muchos
de
nuestros
hábitos
y
reflejos
sociales
y
culturales,
incluyendo
la
religión
y
la
política,
e
incluso
el
odio
y
el
racismo,
es
disminuir
la
incertidumbre
a
través
de
reglas
impuestas
y
ambientes
rígidos…
o
en
un
intento
vano
de
desconectarse
de
un
mundo
que
vive
sólo
porque
está
conectado
y
en
movimiento.
Al
hacerlo,
estos
reflejos
heredados
–
por
diseño
–
nos
previenen
de
vivir
vidas
más
creativas,
compasivas,
colaborativas
y
valientes.
Al
crear
este
tipo
de
certeza,
perdemos…
la
libertad.”
Traducción
propia.
“Un
país
enfermo
de
miedo
nunca
va
a
ser
dueño
de
su
porvenir,
condenado
a
hacer
lo
que
sea
por
sobrevivir.
No
nos
va
a
salvar
ningún
credo.
Nadie
va
a
enseñarnos
cómo
resistir.
Es
nuestra
misión
aprender
a
decidir.”
Los
discursos
de
unión
se
han
vuelto
un
lugar
común
de
los
gobernantes
para
maquillar
la
extrema
polarización
en
la
que
vivimos
hace
tiempo.
Ya
es
normal
que
intenten
agrupar
a
todos
los
matices
del
espectro
ideológico
alrededor
de
símbolos
y
discursos
vacíos
que
no
representan
realmente
a
nadie,
apelando
a
sentimientos
de
patriotismo
forzado
y
eslóganes
simples.
Colombia
es
pasión,
sonaba
en
nuestras
radios
y
televisores
hace
cerca
de
una
década,
mientras
en
nuestras
calles
y
hasta
en
los
productos
de
los
supermercados
aparecía
aquel
corazón
rojo,
inflamado,
con
el
que
pretendían
convertirnos
a
todos
en
influencers
de
una
suerte
de
marca/país;
luego
se
habló
de
la
unidad
nacional,
se
creó
incluso
un
partido
político
que
pudiera
contener
a
todos
los
demás,
contentarlos
a
todos.
Los
años
y
los
escándalos
rebautizarían
aquella
unidad
con
el
nombre
de
“mermelada”.
Hoy
la
situación
no
es
distinta
(porque
no
son
distintos
los
que
gobiernan).
Intentan
convencernos
de
que
la
solución
a
los
dramas
que
viven
las
familias
víctimas
de
la
guerra
de
cara
al
posconflicto
se
resuelven
callando
nuevamente
las
inquietudes
y
celebrando
los
abrazos
hipócritas
entre
ex
presidentes
que
deberían
estar
disfrutando
de
su
jubilación
en
una
libertad
inmerecida
desde
hace
tiempo.
La
bandera
ya
no
les
funciona
para
tal
empresa
porque
el
tricolor,
como
símbolo,
es
casi
exclusivo
del
fútbol.
En
este
momento
no
vale
la
pena
preguntarnos
qué
nos
hace
colombianos
a
todos,
como
tratando
de
encontrar
algún
rasgo
común
que
pueda
limar
mágicamente
las
asperezas
y
consiga
unirnos
a
todos
en
torno
a
una
identidad
compartida,
en
un
abrazo
fraternal
y
cariñoso
por
fin.
Es
momento
de
discutir
y
negociar,
de
armarnos
de
argumentos
y
defenderlos,
siendo
capaces,
al
tiempo,
de
revisarnos
y
ceder
en
lo
que
sea
necesario.
Es
momento
de
cargar
nuestro
arte
de
significado,
de
sentido
y
propósito;
de
redescubrir
la
curiosidad
y
atrevernos,
sí,
a
decir
lo
que
pensamos,
pero
apropiándonos
primero
de
la
historia
y
reconociendo
lo
valioso
en
la
narrativa
del
otro,
en
su
relato
personal.
Es
momento
de
que
los
músicos
pongamos
a
circular
ideas
en
nuestro
arte
y
sacrifiquemos
un
poco,
al
menos
un
poco,
la
complacencia
exagerada
con
la
comodidad
de
nuestro
público,
y
que
entendamos
que
quien
nos
escucha
no
es
solamente
nuestro
cliente
y
que
nuestras
creaciones
no
son
solamente
productos
de
un
mercado,
porque
a
través
de
ellas
tenemos
la
posibilidad
de
construir
identidad
y
transformar,
a
través
de
una
experiencia
sensible
significativa,
la
percepción
de
la
realidad
(con
todas
sus
imprecisiones)
de
otras
personas.
“Adorar
una
triste
bandera
no
limpiará
de
sangre
nuestra
tierra
pues
para
sanar
las
heridas
de
la
guerra
hay
que
borrar
de
la
mente
las
fronteras.
Por
eso
renuncio
a
la
neutralidad
y
me
propongo
transformar
la
realidad
con
mi
arte
que
es
pura
brevedad,
ansiedad,
curiosidad,
complejidad…
Urgencia
y
gravedad.”
Si
la
creatividad
y
el
conocimiento
de
la
historia
pueden
servir
de
algo
en
este
momento,
si
las
nuevas
generaciones
tienen
la
posibilidad
de
asumir
un
propósito
significativo
hoy,
debe
ser
el
de
imaginar,
inventar
y
trabajar
por
nuevos
futuros
posibles.
Ya
no
estamos
frente
al
dilema
de
si
tomar
las
armas
o
no,
ya
sabemos
a
dónde
conduce
ese
sendero.
Por
eso
el
verdadero
desafío
está
en
encontrar
nuevos
lugares
hacia
dónde
enfocar
nuestra
creatividad,
en
aprovechar
la
energía
vital
en
prácticas
que
ayuden
a
reconstruir
los
vínculos
entre
las
personas,
en
moldear
la
realidad
social
y
política
de
nuestro
país
para
que
se
adapte
a
la
necesidad
cada
vez
más
apremiante
de
establecer
vínculos
significativos
y
provechosos
con
el
mundo
entero
a
través
de
la
innovación
en
todos
los
campos
del
conocimiento,
de
trascender
las
fronteras
geográficas
y
crear
puentes
entre
nuestra
cultura
y
todas
las
demás.
Por
eso
es
tan
importante
superar
el
temor
a
los
cambios,
porque
la
creatividad
y
todo
lo
bueno
que
puede
venir
con
ella,
perece
bajo
el
peso
del
miedo,
que
es
un
estado
de
alerta
sensorial
que
reduce
al
cerebro
a
su
función
más
básica,
que
es
sobrevivir
(Lotto,
2017),
impidiéndole
desarrollar
otros
procesos
simultáneamente.
La
incertidumbre
no
puede
seguir
siendo
un
muro
de
piedra
en
el
camino
hacia
el
futuro;
tiene
que
convertirse
en
el
origen
de
una
curiosidad
colectiva
redescubierta
que
nos
permita,
en
conjunto,
como
sociedad,
encontrar
terrenos
fértiles
para
construir
y
crear
y,
desde
allí,
ahora
sí,
encontrar
aquellos
rasgos
compartidos
que
nos
permitan
reconocernos
como
parte
de
la
realidad
del
otro.
“Ya
no
es
tiempo
de
esconder
la
voz
Nada
nuevo
surge
del
temor.
Si
es
verdad
que
todo
puede
ser
mejor
,
ya
es
momento
de
pasar
del
discurso
a
la
acción.”
Como
dije
antes,
la
música
que
acompaña
a
esta
poesía
tiene
un
carácter
mucho
más
fuerte,
más
terrestre.
Su
estética
contiene
elementos
rítmicos
y
melódicos
más
comunes
dentro
de
un
contexto
(podría
decirse)
no
académico
y,
como
canción,
se
acerca
mucho
más
al
rock
(en
un
sentido
comercial)
que
Ante
el
Espejo.
Guitarra,
bajo
y
batería
hacen
su
entrada
simultáneamente
con
un
obligado
rítmico
que
comparten.
Luego
viene
el
riff
de
guitarra
sobre
el
que
se
cimienta
todo
el
contenido
armónico
y
rítmico
de
la
introducción.
Este
riff
está
construido
a
partir
del
modo
frigio
de
F#,
dibujando
contornos
alrededor
del
acorde
de
F#m
y
buscando
maneras
de
incluir
tensiones
propias
del
modo
sin
que
esto
implique
suavizar
la
textura
sólida
de
la
pieza.
La
letra
de
la
canción
se
refiere
a
un
territorio
específico,
a
un
pueblo,
a
una
nación.
Habla
de
una
realidad
que,
guardando
las
proporciones,
todos
vivimos
a
diario.
Todos
lidiamos
con
la
desesperanza,
todos
lidiamos
con
el
miedo
a
la
violencia,
con
la
desconfianza
hacia
el
otro.
Por
eso
la
música
de
este
tema
debía
ser
pensada,
desde
un
principio,
para
generar
cierta
recordación
entre
personas
comunes
y
corrientes.
Uno
de
los
objetivos
de
este
trabajo
es
tender
puentes
entre
los
saberes
técnicos
más
complejos
que
adquirí
en
la
academia
y
la
experiencia
que
he
adquirido
fuera
de
ella,
trabajando
con
música
comercial,
así
que
el
reto
principal
fue
decidir
en
cuáles
aspectos
de
la
canción
incluir
elementos
de
uno
y
otro
mundo
para
que,
en
el
momento
de
la
escucha,
fuera
más
digerible
para
no
músicos
al
tiempo
que
presentara
cosas
interesantes
para
quienes
sí
lo
son.
Descubrí,
tomando
en
cuenta
apreciaciones
que
recibí
sobre
Ante
el
Espejo,
que
se
dificulta
un
poco
su
escucha
por
causa
de
la
asimetría
presente
en
lo
métrico
y
lo
melódico.
En
este
caso
quise
causar
un
efecto
diferente.
Que
fuera
más
fácil
prestar
atención
al
discurso
y
que
lo
sonoro
no
significara,
como
en
la
pieza
anterior,
un
esfuerzo
extra
en
la
escucha.
Por
eso
Del
Discurso
a
la
Acción,
además
de
mantenerse
todo
el
tiempo
en
compás
de
4/4,
tiene,
en
los
versos,
una
melodía
vocal
basada
en
la
escala
pentatónica,
con
uno
que
otro
permiso
(Ver
Figura
8).
Figura
8.
Verso
Luego
de
cada
verso,
que
es
cantado,
hay
una
sección
dedicada
al
rap.
Quise
jugar
con
la
textura
del
tema
intercambiando
los
papeles
de
la
guitarra
y
la
voz
en
esta
sección.
Aquí,
la
voz
renuncia
por
completo
a
la
melodía
y
se
convierte
en
rima
y
ritmo,
acentuando
el
protagonismo
de
la
poesía
en
un
momento
en
que
el
peso
de
la
base
creada
por
el
bajo
y
la
batería
disminuye,
mientras
que
la
guitarra,
por
su
parte,
renuncia
al
riff
para
explorar
nuevas
relaciones
armónicas
con
el
bajo
(que
no
varía
su
línea),
a
través
de
una
línea
melódico-‐armónica
cargada
de
colores.
Esta
es
tal
vez
la
parte
que
mejor
refleja,
desde
lo
musical,
la
intención
expresiva
de
la
pieza.
Las
palabras
se
amontonan
una
tras
otra,
cargadas
de
indignación
y
urgencia,
como
en
una
especie
de
discusión
acalorada
en
la
que
se
respira
poco
mientras
se
dice
mucho;
se
deslizan,
no
obstante,
sobre
una
realidad
líquida,
impredecible
y
cambiante,
representada
por
la
guitarra.
El
bajo
es
el
tiempo,
presenciando
inmutable
desde
su
propia
dimensión
las
idas
y
venidas
de
la
humanidad,
indiferente
ante
el
devenir
de
hombres
y
mujeres
(Ver
Figura
9).
Figura
9.
Rap
Justo
después
viene
una
especie
de
suspensión,
un
breve
momento
de
expectativa,
de
tensión
instrumental
que
dará
paso
al
coro,
que
es
más
un
drop,
una
caída.
A
diferencia
del
coro
de
la
primera
pieza,
que
aumenta
en
intensidad,
en
este
caso
funciona
como
un
respiro,
un
descanso
en
el
discurso
antes
de
retomar
el
ímpetu
inicial.
La
textura
aquí
vuelve
a
cambiar.
La
armonía
propuesta
por
la
guitarra
está
construida
con
acordes
cuya
relación
no
está
basada
en
un
modo
específico.
Si
pensara
en
funciones,
ubicaría
el
reposo
en
Em
(ver
fig.
10),
por
lo
que
podría
decir
que
los
acordes
que
rodean
este
reposo
provienen
de
dos
modos
diferentes:
D#m7(b5)
y
B7(#5),
de
la
escala
de
E
menor
melódica;
F#m
del
modo
dórico
y
CMaj7(#11)
de
la
escala
menor
natural.
La
melodía
de
la
voz
se
mueve
entre
pocas
notas
que
comparten
todas
las
escalas
de
las
que
provienen
los
acordes.
Figura
10.
Coro
Después
de
esta
sección
y
la
pequeña
repetición
de
la
introducción
que
le
sigue,
la
forma
del
tema
se
repite
exactamente
igual,
terminando
en
el
segundo
coro.
CONCLUSIONES
1. Las
dos
piezas
que
contiene
este
trabajo
de
grado
constituyen
el
cimiento
de
un
proyecto
de
creación
que
pretende
crecer
en
extensión
y
profundidad
en
un
futuro
cercano,
un
proyecto
cuyo
fin
es
convertirse
en
una
producción
musical
en
toda
regla,
en
una
obra
completa
que
exponga,
a
través
del
lenguaje
sonoro
y
poético,
una
narrativa
alrededor
de
las
relaciones
posibles
que
puedo
entablar
como
sujeto
(y
objeto,
inevitablemente,
según
Husserl)
con
la
realidad
que
me
rodea,
en
dos
niveles
diferentes:
conmigo
mismo
y
con
la
realidad
política
de
mi
territorio
(Eventualmente
atenderá
otras
dimensiones,
como
el
amor).
Este
trabajo
es
una
manera
de
responder
a
aquel
llamado
por
recuperar
la
sensibilidad
perdida,
un
intento
de
documentar
el
redescubrimiento
de
aquellas
agitaciones
internas
que
son
el
origen
de
toda
creación
artística,
a
través
de
un
ejercicio
de
autoconciencia,
de
autoexploración
y
construcción
a
través
de
la
recuperación
de
experiencias
de
vida
convertidas
en
versos
y
música.
2. Es
necesario
reconocer
a
las
emociones
como
constructoras
de
sentido
profundo
a
la
altura
de
la
lógica
y
la
razón;
también
la
importancia
del
lenguaje
(poético)
como
el
medio
y
el
contenedor
abstracto
de
estos
sentidos
profundos
que
surgen
de
la
experiencia.
La
academia
prescinde
o
tiende
a
prescindir
de
la
experiencia
emocional
como
origen
de
sentido
para
la
creación
y
para
la
vida.
Este
trabajo
nace
del
deseo
de
recuperar
el
poder
de
las
emociones,
de
la
turbación
del
alma
producto
de
la
relación
con
el
mundo
(que
incluye
al
“yo
mismo”),
para
justificar,
explicar
y
complementar
la
creación
artística
dentro
del
contexto
académico.
3. Suele
ser
claro
el
lugar
emocional
desde
el
que
se
escribe
una
poesía,
también
las
circunstancias,
las
dudas
y
las
certezas
que
circulan
a
través
de
los
versos,
pero
siempre
resulta
sorprendente
la
complejidad
que
estos
y
aquellos
adquieren
cuando
uno
se
propone
expresarlos
por
escrito
también.
Al
principio,
el
ejercicio
de
convertir
cada
estrofa
en
un
párrafo
descriptivo
se
me
hizo
tedioso
e
inocuo;
siempre
he
defendido
(y
aún
lo
hago)
la
idea
de
que
la
obra
de
arte
debería
poder
hablar
por
sí
misma
y
que
el
papel
de
su
autor
no
debe
ser
el
de
explicarla,
pero
como
ejercicio
académico
y
de
autorreconocimiento,
ha
resultado
ser
muy
interesante
y
emocionante.
Convertir
veinte
palabras,
meticulosamente
escogidas,
en
doscientas,
obliga
a
escarbar
en
todos
sus
significados
posibles,
a
extenderse
en
todas
sus
implicaciones
simbólicas
y
resulta
grato
descubrir
cosas
nuevas
e
insospechadas
de
las
propias
creaciones,
aún
cuando
uno
cree
que
ya
están
acabadas.
4. Las
diferencias
tímbricas
que
proporcionan
los
pedales
de
efectos
marcan
una
diferencia
sustancial
entre
las
secciones
de
las
canciones.
Sin
embargo,
estos
cambios
no
tienen
lugar
en
la
grafía
musical,
por
lo
menos
dentro
de
lo
que
pude
conocer
en
mi
paso
por
la
academia.
Hay
información
en
las
maquetas
grabadas
de
los
temas
que
no
llega
nunca
a
la
partitura
aunque
su
importancia
en
lo
sonoro
sea
capital,
como
las
figuras
rítmicas
de
los
delays,
la
duración
de
las
reverberaciones
y
la
intensidad
de
las
distorsiones;
sin
mencionar
efectos
más
complicados
de
describir,
como
las
denominadas
modulaciones
(Chorus,
flanger,
phaser,etc).
Como
compositor
y
como
intérprete,
este
es
uno
de
los
factores
que
encuentro
más
valioso
dentro
de
la
música
pues,
por
un
lado,
añade
una
puerta
más
para
la
creatividad,
para
la
exploración,
tanto
en
la
urgencia
del
momento
de
la
interpretación
como
en
la
paciencia
de
la
composición;
y
por
otro,
es
una
evidencia
más
de
que
la
música
en
su
totalidad
no
cabe
en
el
papel.
5. Los
símbolos
son
la
materia
prima
con
la
que
se
hace
cualquier
trabajo
artístico.
Cada
imagen,
cada
palabra
o
cada
sonido,
va
más
allá
de
sí
mismo
para
evocar
una
idea,
una
experiencia
anterior,
una
emoción,
un
propósito
o
todo
al
mismo
tiempo.
La
complejidad
de
los
símbolos
está
en
manos
del
artista.
Me
atrevería
a
decir
que,
más
allá
de
los
géneros,
estilos
o
técnicas,
la
complejidad
de
los
símbolos
puede
ser
un
punto
de
partida
para
explicar
la
distinción
entre
la
música
que
es
muy
comercial
y
la
que
no,
la
que
genera
miles
de
millones
de
reproducciones
en
streaming
(por
poner
un
ejemplo)
y
la
que
genera
apenas
cientos
o
miles,
siendo
esta
última
la
que
contiene
símbolos
más
complejos.
6. Pensarnos
como
sujetos
y
objetos
del
mundo
de
la
vida
le
da
un
nuevo
trasfondo
al
hecho
de
ser
artistas.
Nos
ubica
dentro
de
un
escenario
dinámico
en
el
que
nuestro
trabajo
entrega
y
recibe
simultánea
y
constantemente
del
entorno
y
de
las
personas
que
lo
habitan.
Nos
invita
a
asumir
nuestra
obra
como
el
resultado
de
una
infinidad
de
circunstancias
que
se
cruzan
y
superponen.
Entender
esto
puede
protegernos
de
caer
en
los
purismos
y
las
estructuras
demasiado
estrechas
al
momento
de
crear,
haciendo
el
proceso
más
orgánico
y
genuino.
7. La
fenomenología
ofrece
una
herramienta
muy
efectiva
para
acercarse
a
los
aspectos
de
la
música
que
se
le
pueden
escapan
al
análisis
musical
más
académico
o
tradicional.
Entender
las
piezas
musicales
como
fenómenos
obliga
a
preguntarse
sobre
todas
las
relaciones
posibles
que
éstas
puedan
tener
con
el
mundo
de
la
vida,
sobre
las
motivaciones
emocionales
y
espirituales
de
su
autor,
sobre
su
impacto
en
un
grupo
social
a
corto
y
largo
plazo,
sobre
las
expresiones
artísticas
que
le
dan
origen
desde
el
pasado
y
a
las
que
le
da
origen
posteriormente…
La
reducción
fenomenológica
define
los
límites
de
la
observación
en
cualquier
sitio
y
eso
permite
descubrir
nuevas
maneras
de
acercarse
a
la
música.
8. Es
posible
acercarse
racionalmente
a
la
música
desde
casi
cualquier
lugar.
Este
texto
es
fruto
de
un
esfuerzo
por
hacer
eso
posible,
por
buscar
puntos
de
unión
entre
la
creación
de
una
pieza
musical
y
el
entorno
amplio
que
circunda
dicho
proceso.
Por
esa
razón,
los
textos
referenciados
en
la
bibliografía
de
este
trabajo,
a
pesar
de
provenir
de
experiencias
y
disciplinas
muy
diferentes,
resultan
siendo
útiles
para
entender
la
música
como
fenómeno
al
ofrecer
puntos
de
vista
diversos
y
complementarios
desde
donde
aproximarse,
sin
referirse
a
ella
directamente.
Kandinsky
habla
sobre
lo
espiritual
en
el
arte;
Jung,
sobre
los
sueños
y
la
importancia
de
los
símbolos
en
la
búsqueda
de
sentido
para
la
vida;
Wittgenstein
habla
de
la
relación
entre
los
pensamientos
y
el
lenguaje;
Daniel
Herrera,
hablando
del
legado
Husserl,
nos
ubica
como
sujetos
y
objetos
dentro
del
mundo
de
la
vida;
Beau
Lotto,
desde
la
neurociencia,
habla
sobre
la
creatividad
y
cómo
es
afectada
por
el
miedo
y
la
incertidumbre.
BIBLIOGRAFÍA
Ferrater,
Mora.
(1964).
Diccionario
Filosófico
.
Buenos
Aires:
Sudamericana
.
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Paidós.
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1986
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Herrera
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(2010).
Husserl
y
el
mundo
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Franciscanum,
LII(153),
27.
Jung,
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(1984).
El
hombre
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sus
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Barcelona:
Ceralt.
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B.
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Deviate.
The
science
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seeing
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Hachette
Books.
Barrera
Correa,
M.
S.
(2018).
Ante
el
Espejo.
Bogotá,
Colombia.
AUDIOGRAFÍA
Spalding,
Esperanza.
2016.
Emily’s
D+
Evolution.
Beverly
Hills,
EEUU:
Concord
Records
Kaiyote,
Hiatus.
2015.
Choose
your
weapon.
Australia/EEUU:
Flying
Buddah/Sony
Masterworks
Plini,
Sydney.
2013.
Other
Things.
Sydney,
Australia:
Plini
Plini,
Sydney.
2016.
Handmade
Cities.
Sydney,
Australia:
Plini
BadBadNotGood.
2016.
IV.
Canadá:
Studio
69
Mutemath.
2016.
Changes.
New
Orleans,
EEUU:
Wojtek
Records
TABLA
DE
FIGURAS
Figura
1.
Introducción
de
guitarra
...............................................................................................................
23
Figura
2.
Introducción
.................................................................................................................................
25
Figura
3.
Primer
verso
.................................................................................................................................
26
Figura
4.
Pre-‐coro
instrumental
..................................................................................................................
27
Figura
5.
Forma
...........................................................................................................................................
27
Figura
6.
Solo
de
guitarra
............................................................................................................................
28
Figura
7.
Coda
..............................................................................................................................................
29
Figura
8.
Verso
.............................................................................................................................................
36
Figura
9.
Rap
................................................................................................................................................
38
Figura
10.
Coro
............................................................................................................................................
38
ANEXOS
1. CD
de
audio:
Track
1:
Ane
el
espejo
Track
2:
Del
discruso
a
la
acción