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Introducción
Desde antaño la jurisprudencia se ciñó ante la falta de normativa que lo regulara a intentar
develar qué sujetos pueden ser designados administradores de una sucesión. Este punto no es de
menor relevancia ya que el sujeto que resulte a cargo de la administración tendrá facultades
decisorias sobre la marcha normal de los negocios de la sucesión.
El actual ordenamiento civil prevé normas y legitimados para ser administradores de forma que
vino a esclarecer la falta de normas del anterior ordenamiento civil.
Específicamente las normas actuales disponen que en primer término deba determinarse la
administración entre los copartícipes de la masa indivisa, con preferencia sobre el cónyuge
supérstite en caso de existir.
Si bien nada dice el ordenamiento, esta preferencia nace exclusivamente en razón de los
derechos gananciales que pueden verse actualizados para el cónyuge supérstite ante el
fallecimiento del otro contrayente, por lo que en los supuestos de no tener derechos gananciales
(sino propios o como un hijo más) correspondería un pie de igualdad entre los copartícipes.
Terceros
En tal supuesto, la ley permite que los copartícipes, de común acuerdo, designen a un tercero
para administrar la sucesión.
En tales casos, pueden hacerlo como extraños/terceros o bien en tanto copartícipes (por ejemplo,
cuando la respectiva persona jurídica resulte cesionaria de los derechos y acciones hereditarios
de alguno de los copartícipes o todos).