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Al momento de la llegada al Perú, los https://books.openedition.org/ifea/2094?

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españoles ya habían comprobado y
corroborado el funcionamiento de una
ciudad debido a que en cada territorio
que se emplazaron ellos perfeccionaban
los sistemas de funcionamiento de la
ciudad.
En todos los emplazamientos ellos
tomaban en cuenta la cercanía a los
ríos, así como el clima cálido -desértico
y un planteamiento de configuración
radial de las vías teniendo como eje
principal la plaza (el poder). La cual
tenía esta configuración debido a que
los españoles buscaban un diseño
militar. Y gracias a este diseño

La visión de ciudad dentro del antiguo Perú,

Querían convertir la ciudad en un centro o de conversión religiosa y foco de difusión cultural


de esto parte de la cristianización de las masas indígenas sustituyendo la mística reverencia
hacia los cerros o el sol por el fervor ante el crucificado y los santos

SUMILLA

Como visión de ciudad para los españoles era cambiar el sistema tan precario de la
organización de los incas, e implantar su propio sistema de ordenamiento de ciudad. Para esto
tomaron en cuenta toda experiencia previa de todas las ciudades anteriores ya conquistadas.
Y con ello eliminar todo el sistema incaico.

El impacto de la conquista hizo perder la perspectiva a los hombres andinos, aunque


mantuvieron su criterio de interpretar los acontecimientos. La idea de desarrollar la ciudad era
extenderse por donde ya había un determinado desarrollo productivo.

El estado significó sobre todo un importante cambio de nivel en los criterios de organización
económica y política

Europa impuso su modelo historiográfico y tiñeron de colores propios la formación, expansión


y organización del Tahuantinsuyo.
TEMA ORG

Un sentido similar encierra el planteamiento del capítulo fundamental consagrado por Fernando
Marías a la cuestión del urbanismo durante el siglo XVI, valorando especialmente el carácter
pragmático de la Política como verdadera base teórica del concepto urbanístico hispano
desarrollado en el seiscientos [24] . La definición de las funciones necesarias a la ciudad, fue un
marco de referencia fundamental en la reformulación cristiana del tema, a partir del mito de la
Jerusalén Celestial, y la ciudad de la perfección. Estas funciones, descritas en la Política son:
alimentos, armas, recursos, religión y autoridad. Por tanto, para realizar estas funciones,
deberán existir en la ciudad: agricultores, artesanos, guerreros, ciudadanos, sacerdotes, y
regidores. Sin embargo, Aristóteles solo reconoce tres clases sociales o manos: ciudadanos,
artesanos y esclavos. Los primeros, están exentos de cometidos serviles, ya que son
imprescindibles para la vida de la comunidad.

Los aspectos físicos de la ciudad se expresan en su territorio, del que analiza la calidad, tamaño
y configuración. La calidad en relación con la obtención de productos de

subsistencia (alimentos y productos de comercio), el tamaño, que ofrece la posibilidad de que


todos los cometidos encuentren su lugar en ella, y finalmente, una configuración equilibrada en
disposición que garantice su abarcabilidad, y, por tanto, su defensa. Toda la teoría posterior
acerca del emplazamiento ideal de la ciudad y sus consecuencias aparece formulada por primera
vez en la Política, y reformulada posteriormente, especialmente por Vitrubio. Sin embargo, la
ciudad propuesta por Aristóteles, lejos de ser una ciudad ideal, es una ciudad pretendidamente
racional. Así, la idea de las cualidades, está cifrada en la salubridad, la abundancia de aguas, la
favorable posición política, y finalmente, los factores estratégicos. Los procedimientos
necesarios para la creación de una ciudad, elección del lugar, y la distribución del territorio
urbano en dos partes, la correspondiente a la zona de aprovechamiento común, y la destinada
a los particulares, conducen a la precisión de las zonas urbanas, con distinción entre la tierra
situada cerca de la ciudad, y la situada cerca de la frontera:

«Por tanto, será necesario dividir el territorio en dos partes, una común y otra de los
particulares, y dividir de nuevo en otras dos partes cada una de ellas; y de las dos partes de la
tierra común se destinará una al servicio de los dioses y otra a sufragar comidas comunes, de la
de los particulares una parte estará cerca de la frontera y otra cerca de la ciudad, a fin de que,
al repartirse dos lotes a cada uno, todos participen de los dos lugares, en interés de la igualdad,
la justicia y la unanimidad en las guerras con los vecinos.»[

En cuanto a la distribución de sus elementos, Aristóteles valora la cualidad formal de la


distribución regular según el método de Hipodamo de Mileto, pero, al mismo tiempo considera
el interés del trazado irregular con vistas a la defensa de la población. Por ello, propone
combinar los dos sistemas de distribución. Y, finalmente, señala la necesidad de ubicar en el
centro el templo y su plaza, de la que quedarán excluidas las actividades del comercio y las
diversiones, por ser incompatibles con el recogimiento necesario al espacio religioso.
Los solares del pueblo, que han de disponerse de manera reconocible, dan lugar a la conocida
disposición de la cuadra o lote superficial que configura la manzana urbana, pudiendo constituir
una propiedad individual, o ser compartida por dos, tres, o cuatro avecindados. La ocupación de
la manzana da lugar a la disposición de la fachada urbana y el corral o claustro que ordena las
dependencias. Con el tiempo, se consideró la dimensión de 100 varas como medida para la
manzana, 10 metros (unos 20 pasos de agrimensor) para el ancho de las calles, que debían
orientarse tomando como referencia los ángulos de la plaza, por lo que serían trazadas a medios
rumbos con respecto a los ejes del cuaternario. Forma rectangular para la plaza principal de la
población, y posición desplazada de la iglesia con respecto al centro de la plaza, en la que se
distribuirán otros edificios significativos, tales como la sede del Cabildo, de la Aduana, etc. El
ejido, generalmente bordeaba el camino de ronda de la población, que era utilizado por los
ganados que no entraban en la villa. Se utilizó tradicionalmente en la villa hispana como reserva
de suelo en la periferia urbana, para diversas actividades comunales, instalación de las eras, y
para permitir el paso de ganados sin perjuicio de otras actividades. Por el contrario, las dehesas,
terrenos vallados de uso comunal, eran reservadas para el pasto de los ganados, entre los que
se encontraban los pertenecientes al común, con destino a las tierras de labor también
comunales, los destinados a la carnicería, y aquellos que debían poseer los avecindados.
Finalmente, los terrenos de Propios contaban con una reserva de suelo próxima a la villa para
diversos usos agrarios, que generalmente eran explotados a censo, y con diversas fórmulas de
pago, que incluian el pago en especies de la cosecha del año. Sin embargo, estos tres tipos de
suelo comunal, generalmente se situaban organizando un anillo concéntrico que establecía
garantías para la defensa y el futuro crecimiento de la villa. Desde su límite, se configuraba el
territorio agrario de dimensiones mayores, que se medía en suertes. De ello derivó una
zonificación gradualmente creciente y concéntrica, que ha configurado la imagen característica
de la ciudad americana, según la agregación progresiva de superficies. El sistema formal
resultante de este procedimiento es una sucesión concéntrica de figuras cuadrangulares, que
derivan de un sistema de reparto concebido a partir de unidades de superficie de formas
cuadradas. Este método permitía conocer de antemano la distribución de toda la ciudad prevista
y las proporciones del reparto, evitando los engorrosos conflictos provocados con anterioridad
por los sistemas de medidas lineales, que daban lugar a diferencias apreciables en los repartos
de tierras. Al mismo tiempo, suministraba un procedimiento de representación elemental de la
ciudad previamente a los repartos, que servía de referencia en cualquier litigio, y proporcionaba
una información oficial suficiente a la Corona acerca de las ciudades, sus características y sus
pobladores. De este modo se procedía de manera inversa al período anterior, en el que se
proyectaban pequeños núcleos y se repartían tierras conforme a impulsos, sin una estimación
previa del número de habitantes de la ciudad, y sin una planificación de las actividades a
desarrollar. Por otra parte, los procedimientos de distribución de superficies de tierras y solares,
eran difíciles de ajustar a unas medidas coordinadas, que constituyeran un sistema unitario. En
la mayoría de las fundaciones se observa una cierta diversidad de patrones de medida locales,
y la adaptación de medidas conocidas en Castilla. Sin embargo, corrientemente se emplearon
patrones diversos para las distintas clases de suelo a repartir, por lo que no constituían sistemas
unitario, y resultaba difícil verificar las proporciones del reparto. El procedimiento creado a partir
de 1530 representaba la posibilidad de cuantificar lotes de superficie oficiales antes del reparto,
y asignarlas de manera programada según los derechos de los diversos tipos de pobladores. En
realidad se trataba originalmente de un procedimiento de localización topográfica de distintas
superficies de terreno para realizar representaciones gráficas, y para mediciones de los terrenos
representados en la realidad.

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