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Obras expuestas:
Salón Champagne:
Alegoría sobre la Muerte de la Pintura
Alegoría sobre la Resurrección de la Pintura
Pentecostés
La Última Cena
Ascensión
Expulsión de los Mercaderes del Templo de Jerusalén
Vidas Ejemplares
Homenaje al Cuadrado Negro
Interior con Pantera Rosa y Serón
Interior con Cerditos y Mondrian
Salón Lavanda:
La Pesada Carga (Carry that weight)
Convivencia Sagrada
I Can't Get No Revolution (And I try)
Fermento Bolchevique
Sungutrule!
Nacimiento de Eva Perón
Manicomio Modelo Eva Perón
Ave Eva
P3RÓN
No soy Bob Marley!!!
La Magia de Disney
Fotos exposición
Textos Catálogo:
Aurelio
Darío Homs
Xil Buffone
Hernán Molina
Agradecimientos
Texto Aurelio:
Hola, soy Aurelio García, tal vez me recuerden de exposiciones como Arte Rata con Xil
Buffone y César Baracca en 1989 o de Beato Panfleto con Darío Homs en 2001, última
vez que mostré en Rosario. Ahora les propongo otra aventura artística plena de formas y
sentidos: Fantasía de Colores II (Elogio del Ojo) y esta vez lo haré junto con Hernán
Molina que además de ser mi amigo desde que éramos bebés, es un pintor cuyo pincel
posee el secreto de la realidad virtual.
Lo que podrán ver en el macro es una selección de pinturas hechas entre 2001 y 2007 en
Rosario, en España y en Bariloche y curada por María Soledad Otegui. Las obras giran
sobre tres temas en cuestión: Arte, religión y política, combinadas o en estado puro. Un
paseo a bordo de un yate surrealista lleno de personalidades entre las que se cuentan mis
ídolos universales, mis héroes culturales y líderes carismáticos varios a quienes rindo
osado tributo. Todo expresado en un primoroso estilo de tono barroco que se alimenta con
un cóctel compuesto por la cultura pop, las vanguardias del siglo XX, y el modernismo.
El montaje de Hernán tendrá un carácter pictórico, de ahí la figura del co artista. El
verano pasado mientras mirábamos las estrellas del cielo que rige el Lago Gutiérrez se
nos ocurrió la idea de recrear el espacio de las salas del museo y convertirlas en un lugar
de ensueño. Transfiguración del cubo blanco en gabinete de maravillas en el que la planta
3 será el Salón Lavanda y la planta 4 el Salón Champagne.
Están todos invitados a atravesar los umbrales de la Fantasía de Colores, estímulo
estético, ensueño ideológico y encuentro espiritual del siglo XXI.
homs
Fondo de ojos
Hay discursos totalitarios como la pintura, los misales religiosos, la iconografía rusa y el
peronismo... confluyendo con la historia del arte y sus malentendidos.
Todo cae en el no lugar de la pintura;
adentro o afuera del bastidor, adentro o afuera del museo o del supermercado.
Hay cuadros difíciles y luego cuadros difíciles que muestran cuadros fáciles que citan a
los íconos-fetiche del arte abstracto del siglo XX. En la serie “Cuadros Fáciles” están
Malevich, Piet y Serón vistos por seres rosas.
La idea tiene que ver con el cuadro dentro del cuadro y que a su vez está dentro de una
sala. El cuadro dentro del cuadro y la sala dentro de la sala; y el espectador dentro de la
sala como un cerdito más... y la pantera tan rosa bombón asoma en alguna de las capas
Las paradojas, las equivalencias irritantes, las palabras y las cosas dulces.
Hay discursos totalitarios como los del cubo blanco, como los de la no-pintura, como los
del museo.
Definitivamente, un Mondrian sobre un empapelado victoriano tiene una potencia que no
tiene sobre una pared blanca.
Hernán Molina (y sus discípulos) decoraron las paredes, en términos contemporáneos
recrearon una atmósfera de museo de principios de siglo XX.
La transformación está dada únicamente por el recurso de la pintura.
No siempre las salas fueron cubos blancos.
No siempre los museos excluyen al oficio.
Siempre sólo coca cola.
El taller del Maestro Hernán Molina y sus discípulos del Palacio México de Buenos Aires
ha tomado el encargo de Aurelio García para decorar las paredes de las plantas 3 y 4 del
macro (Museo de Arte Contemporáneo de Rosario).
El Salón Lavanda (sala cívica) obedece a un diseño de Aurelio García, definido como
"optimismo de estado", cuyo patrón de empapelado fue recreado en base a un dibujo de
Darío Homs.
El taller del Palacio México está integrado por artistas de oficio que vienen ejerciendo su
vocación de manera práctica y cotidiana. Cada uno lleva adelante su producción en
respuesta a su poética. Paralelamente el grupo trabaja satisfaciendo necesidades de
terceros.
Se trata de un trabajo decorativo.
Los Artistas del Palacio México que participan en esta oportunidad son:
María E Andreu
Elizabeth Ferreyra
Paola Giudice
María Iturralde
Verónica Livy
Marcela Palacios
Lázaro Petrucci
Ricardo Ponzio
Alcira Stork
Agradecimientos.
Fantasía de Colores II ha sido posible gracias al aporte de muchísimas personas que con
desinterés y don de gentes han contribuido a resolver cuestiones de todo tipo, algunas
verdaderamente extrañas.
A Víctor García (Vico) que hizo posible el transporte de los telones desde Buenos Aires.
A María Gabriela Morales y Julio García de Rosario Traducciones y Servicios. A Lola
García o María Dolores Bravo que nos da lugar de paz y reposo. A Cristina Otamendi y
Jorge Otegui, como es costumbre, por la logística posibilitante que esta vez incluyó taller
muletto en Neuquén ante la debacle climática y energética acaecida en Bariloche en los
días previos a la inauguración de la muestra. A Ivonne Stoisa por albergar las pinturas en
su magnífico taller y por prestar una de ellas para esta exposición. A Carlos y Angelita
Siegrist por el préstamo de cuatro pinturas de su colección. A Pablo Montini por diversas
gestiones y por creer en mi arte. A Lucre Gilardoni y a Raúl D'Amelio por enmarcar las
únicas obras enmarcadas de la muestra. A Norberto Puzzolo por su arte y su oficio. A los
Ni Novedistas Franco Vico, María Luque y Luís Rodríguez por la difusión y el cariño. A
Xil Buffone por su magnífico texto capaz de entrar en el escaso espacio disponible. A
Darío Homs por su texto encantador, por su paciencia y por su grandeza como ser
humano. A César Baracca que está en todas partes. A Ana Lía Gabrieloni por su
dominio de la gramática. A los integrantes del Taller de Palacio México que se partieron
el lomo pintando telones por amor al arte. A Ariana Jiménez y a Poupèe de la
Bardalped.
Quiero mencionar especialmente a mis vecinos y amigos de la Avenida Siempreviva
del Lago Gutiérrez quienes han dado todo de sí en la cotidianeidad del bosque y en las
situaciones límite cuando el clima se tornó peligroso:
A Carlos Guibourg que me regaló unos magníficos tiralíneas heredados de un
antepasado con los que he hecho mi última producción. A Julio Marcolla por sus panes y
sus peces, por sus sabios consejos de la tierra, y por ponerle las cadenas a la renoleta. A
María Ofelia Muñoz y a Gaby Reibel por empujarnos sobre la nieve hacia la libertad y
por cuidar de nuestra casa y de nuestros perros. A Roxi Slemp my Fairie Goodmother por
la foto del ojo y por la electricidad salvadora.
A Sol por estar siempre aquí, allá y en todas partes y a Julia Angelita por ser como es,
tan bonita.
Como un álbum doble conceptual: así es la excelente y excéntrica muestra individual que el pintor rosarino Aurelio García expone
hasta el 5 de agosto en las salas 3 y 4 del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Bv. Oroño y el río). Titulada "Fantasía de colores
II" y subtitulada Elogio del ojo, la muestra contó en la producción general con Gabriela Giacomini, en la curaduría con la esposa del
artista, María Soledad Otegui, y en el original montaje con el "co-artista" Hernán Molina.
Junto a sus discípulos del Taller de Palacio México de Buenos Aires, Hernán Molina transformó la austera sala del piso 3 del MACRO
en un "salón champagne" pintado al estilo art nouveau y la del piso 4 en un "salón lavanda" art déco. En un ingenioso anacronismo que
interviene sus paredes creando provisoriamente la ficción de un "museo dentro del museo", ambas están totalmente enteladas y
profusamente decoradas a la manera de las antiguas salas de exhibición de arte anteriores a la "caja blanca" de la segunda mitad del
siglo veinte. Coronado de emblemas industriales, siluetas de engranajes que simbolizan el progreso, el salón lavanda (o sala cívica)
sigue un diseño de Aurelio García que basó su patrón de empapelado en un dibujo de Darío Homs, quien también escribió uno de los
textos de catálogo; los otros dos son de García y de Xil Buffone.
Para el salón champagne (o sala estético religiosa) los motivos decorativos, provenientes de varios archivos de imágenes que incluían
fachadas de Rosario entre otras fuentes como Klimt, Mucha o el modernismo catalán, fueron desplegándose siguiendo el capricho o la
inspiración de los artistas María E. Andreu, Elizabeth Ferreyra, Paola Giudice, María Iturralde, Verónica Livy, Marcela Palacios, Lázaro
Petrucci, Ricardo Ponzio y Alcira Stork, integrantes del equipo de Molina. La idea se les ocurrió a él y a García "el verano pasado
mientras mirábamos las estrellas del cielo que rige el Lago Gutiérrez", como escribe este último.
Similar lógica revisionista siguen dos de las pinturas de tema estético en la sala champagne, que continúan la ficción de pintura dentro
de la pintura como en un juego de cajas chinas. En "Homenaje al Cuadrado Negro" (el de Kasimir Malevich, por supuesto) y en
"Mondrian y cerditos", estas austeras obras modernas son citadas sobre densos planos decorativos. El Cuadrado Negro es venerado
por unos "niños ejemplares" copiados de un misalito Regina (devocionario español de los años 1950) sobre un fondo de mayólica
andaluza, y todo en vibrantes colores psicodélicos con espeso empaste. Estas pinturas parecen a primera vista ucronías estilísticas,
mestizajes de un eclecticismo inverosímil.
Pero la intención del autor, como cuenta éste a Rosario/12, fue recrear el contexto histórico en el que se habrían visto por primera vez
las obras vanguardistas. "El primer burgués que compró un Mondrian lo colgó sobre un empapelado estampado del 1900, no sobre una
pared blanca lisa. Fue en ese entorno donde la vanguardia realmente innovó y tuvo sentido: fue novedad por defecto, no novedad por
decreto", reflexiona. García honra además la tradición modernista local en "Interior con Pantera Rosa y Serón", donde las "señoras
formas" del maestro rosarino cuelgan sobre un fondo vorticista a lo Wyndham Lewis muy característico de dicho dibujo animado. A
Aurelio García le interesan mucho las maneras en que la cultura de masas se apropia del arte mayor y lo estiliza; según su concepción
netamente pop y posmodernista del arte, esta migración no degrada la forma original. "Algunas obras de Eduardo Serón me hacen
acordar a la Pantera Rosa; digo esto con gran admiración por Serón, aunque a él esta asociación pueda resultarle inapropiada", aclara.
A excepción de 8 obras, las restantes 18 composiciones de las 26 que integran la muestra son simétricas, resaltando así la artificialidad
del arte. La pintura de Aurelio García es una usina de pensamiento donde, con ácido humor, no cesa de ponerse en obra la tesis de
Peter Burger sobre los ritos de culto como origen del arte; en su sentido amplio, este no excluye el kitsch soviético, ni el peronista. Con
ambos se ceba García en la sala cívica. Allí, el chiste de jugar con la ambigüedad de la frase "elevar las masas" le da pie para
componer un envase de polvo de hornear Royal que sería absolutamente Warhol si no fuera porque incluye los retratos de Marx,
Engels y Lenin ("no pinto a Stalin ni a Hitler", declara) junto a una serie de paródicas consignas. Y la santificación de Evita tiene su
tríptico, como también lo tienen en la sala de arriba Jesús y sus apóstoles: estos últimos, en el díptico de la Ascensión y Pentecostés
que se completa con una Ultima Cena donde aparece Jorge de la Vega multiplicado, despliegan una sutil coreografía de music hall a lo
Mel Brooks gracias a la repetición de poses manieristas cargadas de un humor que fue involuntario en el original. De dos Cristos de
Gustave Doré ("copiados textualmente"), uno alude a la ira divina que se descarga contra los mercaderes del templo: yuppies 2D
vestidos como políticos españoles del gobierno de Aznar. La irreverencia ante las vacas sagradas se continúa en el salón lavanda,
donde el Che Guevara lleva puestas las orejas del ratón Mickey ("una obra de 1995 que fue el origen de todas las demás") o amenaza
al espectador con una pistola al grito de "¡No soy Bob Marley!". Y el kitsch religioso tiene su santoral ficticio con biografías inventadas.
Aurelio García nació en 1964. En los años 90 formó parte del grupo Rozarte y de los orígenes del arte digital en Rosario. En agosto de
2001 emigró a Valencia (España) de donde regresó al cabo de cuatro años, radicándose en Lago Gutiérrez, cerca de Bariloche. A
diferencia de otros plásticos que abandonaron la pintura por las nuevas tecnologías gráficas, García emplea a estas últimas como
borradores: compone las obras en la computadora y después las copia fielmente en acrílico sobre lienzo, con gran cuidado técnico y
control. Su obra renueva el arte pictórica mediante un flujo de imágenes y tipografías provenientes de medios "fríos" como la televisión,
Internet o el diseño publicitario y comercial. Mediante su pintura post conceptualista, erudita y sensorial a la vez, García reinventa
paródicamente la tradición del arte religioso para deleite de espectadores bien informados acerca de lo culto y lo popular. En su
militancia a favor de la pintura hasta se permite la exquisitez de integrar imágenes fotográficas mediante tramas, que reproduce con
puntos del pincel, para mantener sin intrusión de collage ni estampa la homogeneidad del medio elegido. En dos "alegorías" de la sala
champagne, García ironiza sobre la muerte y resurrección de la pintura. Los íconos citados son esta vez el ready made más
escandaloso de Marcel Duchamp y el fotograma más famoso de El perro andaluz de Salvador Dalí: la divinización del ojo asesinado
denuncia un arte que renegó de la mirada, pero un Velázquez con todos los colores del arco iris en su peluca renace triunfante desde
adentro del célebre mingitorio dadaísta.
En “Fantasía de Colores II. Elogio del ojo” es poco probable que se repita la célebre historia de Zeuxis y Parrasio, dos pintores que con
su soberbia destreza en el trazo lograban engañar al ojo de los hombres y las bestias. La muestra ocupa dos pisos del Museo de Arte
Contemporáneo de Rosario y en ninguno de ellos nadie podría confundir nada. Se trata sólo de cuadros y telas que le transfieren un
poco de liviandad a la pesadez propia que destilan los silos, a fin de cuentas eso es lo que este edificio en primera instancia fue.
Los resplandecientes racimos con sus tentadores frutos, las ondulaciones poéticas, las ensoñaciones de aves canoras en el jardín de
las paredes del Salón Champagne jamás despertarían el instinto de pájaro alguno. En la sala de abajo, en el Salón Lavanda, las trazas
constantes de un modelo patrón que en la variación transcurre más que en la estabilidad no siembran ni un pálido atisbo de duda.
Llegando por ascensor a la planta tres un cuadro cinético de un coche en plena marcha recibe al potencial espectador. Pared que
sostiene y cuadro sostenido, todo celebración al artificio. Al deleite del pintar por placer, y dado que la ocasión así lo amerita, detenerse
un rato a contemplar cómo el gen del buen ver con elegancia se filtra por el todo.
En uno de los textos del catálogo que acompaña al evento Xil Buffone menciona a esa época en que los museos no dejaban afuera al
oficio.
Antes que nada se debe aclarar que “Fantasía de Colores” es la feliz conjunción de dos virtuosos del oficio. Y la eficacia de sus
muñecas puede verse en Loxon, óleo y acrílico. Pero eso sí, siempre y por sobre todo se apreciará el arte de ambos a través del
pincel.
Por necesidades de fe, de bolsillo, o de ambas o ninguna a la vez, Aurelio García y Hernán Molina pintaron iglesias, edificios adorados
por los dos.
García es básicamente pintor de caballete, lo que no le impide ser docente de grabado, compaginador de delicadísimos libros y
diseñador gráfico.
Molina, discípulo de Tiépolo y El Giotto y del ámbar líquido de Claude de Lorraine, es básicamente pintor que con su trazo ha llenado
las más variadas superficies. Desde diminutas acuarelas plenas de lirios encendidos hasta enormes paños para escenografías harto
complicadas, hacedor de trompe l”oeils, decorador de bóvedas fúnebres en el cementerio de la Recoleta. Todos los telones que cubren
las paredes de la muestra han sido pintados en su Escuela del Taller Palacio México de Buenos Aires a partir de un concepto
preestablecido. Profesor y alumnos, en el aleatorio orden que implica la coordinación de horarios para ocho personas, improvisaban
dándole al todo un dejo de diferencia donde debería imperar la rectitud y la simetría. Así se hicieron estos voluptuosos lienzos para los
cuadros narrativos colgados adelante.
Cuadros en los que el símbolo cero es cuestionado con elegancia al arrullo de orlas preciosistas. La música de fondo, mezcla de
melodía de calesita con el Pet Sounds de los Beach Boys, mana de las tramas ópticas e imperceptiblemente uno se involucra con la
parodia. Doré, Mondrian y Serón. Historia sin tiempo sobre la tinta de los afiches. Pintura propagandística que anhela levar a la masa.
Una comedia de enredos permanentes con una puesta adecuada al dislate. En diversos recintos del palacio, ambientados por los
artistas de la corte con un poco de horror vacui algo decó, se desarrolla la trama. El copyright de la Disney sobre la cara del Che es
atacado a balazos por el Che sostenido sobre sus dos piernas. Lenin acosa a la Pantera Rosa. La monarquía cae, o se muda de reino,
y los mingitorios, mascotas reales adoradas por las artes del último siglo, son ahora meros segundones en el reparto de papeles
estelares. Velásquez, un hombre que emerge desde el centro de la nada con su divina cabellera a colores, es el nuevo rector. Un
cuadrado negro, reverenciado por dos niños calcados del Misalito Regina español de los años 50, no da la pauta de nada.
Una sutileza cromática barrocamente simple o lacónicamente complicada reverbera siempre por cada rincón. En el aura del héroe, en
la trama del traje del pintor pop convidado a la última cena. Donde se mire hay guardas refractarias de una realidad otra en la que
deberíamos transcurrir más tiempo.
Un delicado placer al alcance de nuestros maltratados ojos. Una gran muestra.
“Hola, soy Aurelio García –escribe Aurelio García en la presentación del catálogo de la muestra Fantasía de
Colores II (Elogio del ojo), en el Macro–, tal vez me recuerden de exposiciones como Arte Rata con Xil
Buffone y César Baracca en 1989 o de Beato Panfleto con Darío Homs en 2001”. Y en el párrafo siguiente García
agrega: “Ahora les propongo otra aventura artística plena de formas y sentidos”. Hay dos cosas notables y casi
inéditas por estos tiempos en esa última línea. Una, que lo artístico aparezca emparentado con la aventura; dos,
que esa aventura aparezca emparentada con el sentido. Cuestiones que el arte contemporáneo acaso desterró
de su horizonte cuando contrajo matrimonio con ciertos conceptos y con la copa de champagne, según asegura
Nicolas Bourriaud en su Estética relacional.
Expuesta desde el 5 de julio pasado y hasta el próximo 5 de agosto en el Museo de Arte Contemporáneo de
Rosario (Macro, Oroño y el río), en el tercero y cuarto piso, Fantasía de colores II es también una obra
compartida con Hernán Molina, que realizó junto con sus discípulos del taller que dirige en el Palacio México de
Buenos Aires las telas que recubren las paredes de las salas donde se exponen las obras de García. Es que, según
García, esa suerte de empapelado sobre el que se montaron sus cuadros saluda los empapelados sobre los que
se colgaban las obras de los vanguardistas del novecientos europeo.
Santoral estatal
La Sala Cívica, o lavanda, por su color, está en el tercer piso, decorada en estilo art déco por Molina y su grupo.
Los cuadros de García en ese salón tienen un contenido más político, no en el sentido más habitual, sino en un
sentido estético. Hay algo así como una política del arte que se juega tanto en la obra como en el discurso de
Aurelio García. Esa sala, además de jugar a ser una muestra dentro del austero espacio de muestras del museo,
tiene un tono “oficial”, de “edificio público” e irradia “ese optimismo del estado”, el que habla es García.
Los cuadros juegan también a ser estampitas, hay en ellos un mestizaje que evoca a las figuritas religiosas del
catolicismo provinciano, a los retratos de la gloria peronista, al icono ruso y a la exaltación stalinista. Algo de la
monumentalidad se juega y se tambalea en esas pinturas, que fueron producidas entre el 2001 y este año.´
Paisajes monumentales
Rosario, donde nació y se formó García; San Nicolás, donde transcurrió su adolescencia; Valencia, España,
donde vivió hasta hace poco más de un año (siguiendo las huellas de la suerte de escuela fundada por el Equipo
Crónica), y Bariloche, donde reside, son también lugares visitados por ese aura de monumentalidad de la que
sus pinturas son una radiación. El Monumento a la Bandera, “la Alcoholera” nicoleña –cita el artista–, esa
gigantesca planta industrial que durante décadas enrostró al Paraná con sus ventanas rotas y ciegas, la ex
Somisa con su mitología de aristocracia obrera y su chimenea coronada de fuego. Cuanto más lejos se va García,
más se acerca, en su obra, a ese paisaje con el que traficó su infancia: un paisaje cuyos mojones son las
promesas de una historia hecha estampita, como sus cuadros. El sueño industrial del norte bonaerense, el
sueño libertario del sur santafesino refulgen y tropiezan en el rostro de Evita que flamea sobre el “Manicomio
Modelo Eva Perón”, en el Chevy Serie 2 que vuelve eternamente de Uruguayana engalanado con los colores
patrios y las cajas de televisores color en “La pesada carga (Carry that Weight)”.
Santos domésticos
Este optimismo estatal de la sala lavanda es el primer capítulo de una “novela” que cierra en la sala
“champagne”, en el cuarto piso, decorada en estilo art noveau, con los diseños deliberadamente anacrónicos
con que estaban decoradas las casas de los padres de los funcionarios que aún sostienen el sueño patrio en la
sala anterior, según un relato con el que no sólo bromean los artistas Molina y García, sino que puede leerse en
la pared que da al río, donde están montados los cuadros de las “Vidas ejemplares”, prohombres de estampita
retratados al estilo en que los salesianos enseñaban a Domingo Savio o a Laura Vicuña, pero cuya hagiografía
recoge los valores últimos de la modernidad capitalista. El mismo García realizó una “Breve reseña biográfica de
los seis estudiantes graduados con medalla de honor en el Instituto Modelo de Educación Provechosa.
Horizontes del Mañana. Promoción 2015”. Seres nacidos a mediados de los 90 cuyos nombres son una polaroid
del imaginario cambalachesco en el que fueron educados: monseñor Kevin Quevedo (cualidades personales:
afectuoso, espiritual, vocación de servicio), profesor Brian Iñiguez (audaz, disciplinado, gran orador), el doctor
Alan Ayala (rectitud, frugalidad, amor a la verdad), el licenciado Elvis Rebollo (ganador, responsable,
emprendedor), y así. Si el sueño oficial cabe en estampitas, las cualidades de los prohombres del mañana caben
también en el rintintín de un slogan mediático.
La obra de García, y en particular de esta exposición montada con Hernán Molina, recoge con humor y con un
meticuloso trabajo en acrílico y tela una acabada muestra del oficio de los artistas y del tema de “la argentinidad
perdida” (García dixit), concepto que permanece suspendido en el limbo colorido de las estampitas con las que
Aurelio García parece divertirse –en el sentido de desviarse– una vez más y parafrasea gráficamente aquella frase
de Goya sobre la razón y los monstruos: el sueño del Estado produce…muestras.