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La locura como etiqueta

Aproximarse a un tema como la locura parecería una labor extensa o complicada, sin
embargo en este breve texto se trae a luz un aspecto importante entorno de esta: La
asignación del rol “Loco” y la disolución del sujeto que conlleva este. Se pretende analizar
que, desde una aproximación clínica, tomar como “objeto” al loco, es decir no prestar
oído a la subjetividad de este, facilita la disolución de la persona como sujeto, al ocultar
su verdad detrás de la vestidura del “Loco”.

Como punto de partida se propone que las etiquetas de “Loco”, “Enfermo mental” o
incluso “Paciente” despojan a la persona de su identidad. La palabra de los otros, como
las quejas familiares o la reducción medica de su existencia a síntomas y casos, configuran
el accionar del “loco”, su conducta se convierte en una réplica a la palabra del ambiente.
El enfermo mental se disuelve totalmente como sujeto, para convertirse en la enfermedad;
en el conjunto de síntomas señalado por el clínico, en los comportamientos o formas que
tanto aquejan a la familia.

¿A qué se debe esto?, autores desde las disciplinas sociales y humanas argumentan la
importancia del lenguaje en relación con la subjetividad. Contrariamente a lo planteado
desde el saber común el lenguaje no es un vehículo o herramienta de transmisión, el
lenguaje constituye al hombre, este carga de sentido a la experiencia humana, atribuye
significado y símbolo. Sin lenguaje las personas, ya sea cómo individuo o sociedad, no
podrían crear narraciones entorno a sí mismos, es decir, es por medio de relatos que se
funda la identidad. El riesgo de encasillar a una persona dentro de la categoría “Loco”
residiría en limitar su identidad a una historia única: el “loco” como ser irracional, incluso
peligroso, que debe ser alienado de los entornos “normales”.

Es así como, desde la entrada a la psicosis y la intervención médica/clínica se adquiere


un status, un lugar determinado en la sociedad. Comúnmente aislado, “por su bien”, el
loco entra a la institución mental, es vestido como paciente, tratado como paciente, toda
su expresión humana se reduce a ser un enfermo. Se evidencia que, este papel que toma
el loco, es la visión y el modelo social entorno a la locura.

Se propone que, el tomar la identidad como una única historia termina objetivando a la
persona, “Ya no soy Sidone, soy un caso” (El psiquiatra, su “loco” y el psicoanálisis, p.
46), señalaba una de las pacientes de M. Mannoni. Esta visión del otro como un objeto
configura una aproximación profesional errónea, ya que crea un antagonismo entre el
clínico, quien se opone al proceso delirante y el paciente, quien exige respeto (escucha) a
su locura. Entender que el delirio no corresponde a una afectación neuronal, sino a un
intento de cura, a unas narraciones que revelan verdad entorno a la vida psíquica del
delirante. La historia única también imposibilita a la persona en la creación de simbología,
lo que propone una amenaza enorme a la subjetividad, a la capacidad de plantearse como
sujeto, “atado” y constituido dentro de una red simbólica.

Para cerrar el ciclo de argumentación se señala que el papel del psicólogo no es, el de un
agente normalizador o de un guardián de la moral. Con fin de interpretar al otro el
psicólogo debe escuchar las historias de la subjetividad, investigar cómo está organizado
el sujeto. Bajo este orden de ideas, tomar al “paciente” como una persona atravesada por
historias múltiples, y escuchar la verdad del sujeto en estas, se convierte en el pilar
fundamental de la relación terapéutica.

Bibliografía

Texto principal: Mannoni, M, El psiquiatra, su “loco” y el psicoanálisis. Capítulo 2: La


locura como estatus.

Benveniste, Problemas De Lingüística General. Capitulo xv: De la subjetividad en el


lenguaje.

La fábrica de historias, Jerome Bruner, 2003. Capítulo 3: La creación narrativa del yo.

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