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EL EJERCICIO DE LO QUE LLAMAMOS DEMOCRACIA.

Luego de un sinnúmero de luchas, esfuerzos y sinsabores, del sacrificio de


prohombres que hemos tomado como ejemplo, por cuya huella hemos caminado
haciendo honor a los mismos, hemos ido perfeccionando un sistema democrático
republicano de gobierno del cual nos sentimos orgullosos todos.-

Ese orgullo proviene sobre todo de que nos sentimos partícipes de la misma y
no sólo durante el proceso de la jornada eleccionaria, sino cada día, en nuestro
hogar, en nuestro trabajo y cada una de las actividades que llevamos a cabo en
sociedad. Tiene profundo significado esa sensación, pues llevamos a cabo los
sentimientos de sociedad, participación, igualdad y justicia.-

Y esto evidentemente está expresado en la aplicación diaria de las normas


plasmadas por la ciencia jurídica que nos permite desarrollarnos en el marco de
una sociedad organizada, respetuosa y pacífica.-

Vaya si ello es importante, es ni más ni menos que el asentimiento a las


autoridades que una sociedad se ha dado para que tome decisiones en nombre de
todos y para el bien de todos. Por ello se hace imprescindible que dichas
autoridades compartan, no sólo exteriormente sino íntimamente los mismo
sentimientos de patria, respeto a la dignidad del hombre y a las normas generales
a las cuales todos nos sometemos y que son el límite inconmovible de la veleidad
de los hombres.-

Nos provoca inquietud cuando ante diversas situaciones se nos quiere hacer
mención a un sistema burgués y a un sistema proletario, ello no es más que una
división de grupos de personas, labores y profesiones que han dejado en la
historia secuela de destrucción y dolor. La sociedad ha sabido sin embargo
generar una cultura que ha hurgado siempre en lo profundo del individuo y le ha
permitido entender, en forma lenta pero segura que las expresiones diferentes
tomadas como segmentos enfrentados bloquean todos los caminos del
entendimiento y la felicidad. Por tal causa siempre ha habido hombres inspirados
en sentimientos elevados, de valores compartidos por todos, que encontrando la
magnificencia de la dignidad de la persona humana han guiado o permitido que la
sociedad reflexionara para no ser esclavizada en tontas doctrinas de clases o
dogmas iluminados.-

Hoy las sociedades poseen la capacidad, experiencia y conocimientos


suficientes y necesarios para no permitir situaciones escandalosas, para no
aceptar de sus representantes ni de sus gobiernos banales argumentaciones,
exigir de ellos las soluciones que han prometido y si dichas promesas exceden sus
capacidades reclamarles la responsabilidad de su irresponsabilidad frente a ellas.
Las sociedades van conociendo su poder, van entendiendo su destino, que no
ajeno al de cada uno de sus integrantes y ante el cual el comportamiento
individual y colectivo es de una importancia capital. Nada puede hacerse u
omitirse que no beneficie o dañe a la sociedad que integramos, hemos
comprendido que el “sálvese quien pueda” poco trecho tiene para sobrevivir con la
dignidad y dimensión de lo que somos.

Pero sigue siendo de una excepcional trascendencia nuestra actitud ante las
normas que nos damos y aceptamos voluntariamente cumplir, tanto nosotros
como sociedad e integrantes gobernados, como por parte de nuestros
representantes y gobernantes todos.-

Deben comprender los gobernantes que no pueden ni deben hacer lo que les
plazca, aún pretendiendo justificar que su accionar es más justo que lo que existe
o se aplica. Puede ser cierto ello, pero nunca debemos desconocer la forma
vulnerándola por la pretendida vigencia de la sustancia, como ésta tampoco debe
ser distorsionada por la aplicación de aquella. Ambas deben ir juntas y mientras
ello no ocurra las normas anteriores están vigentes y no pueden ser interpretadas
de manera caprichosa, por la ocurrencia del momento, de los grupos o sectores.
Cuando ello ocurre también estamos abriendo las compuertas de una sucesiva
generación de presiones indebidas, ilegítimas aspiraciones que terminan
socavando los pilares del sistema, del sistema republicano-democrático, tan
sensible a estas situaciones por su permeabilidad, transparencia y participación,
sensibilidad que puede interpretarse como debilidad y ciertamente en algún
sentido así es, pues en la generación momentánea de confusión puede provocar
una circunstancial demora en la toma de decisiones.-

Así es que nada más conveniente y adecuado que atenernos a las normas y
no permitir socavar las mismas so pena de una justicia sin normas que ya
sabemos donde conduce y de la cual todos somos responsables, pero en especial
nuestros representantes, gobierno de turno, que debe estar siempre a la altura de
las circunstancias para evitar dichas debilidades, so pena de dolorosos capítulos
de historia.-

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