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“Elegía al canon”, de Harold Bloom

1.
Para Bloom, el canon es la elección de libros por parte de nuestro sistema de enseñanza,
aunque no sin ciertos matices.

2.
El concepto de responsabilidad moral del crítico, según el texto de Bloom, alude al
grado de compromiso social y político que, en nuestros tiempos, exigen ciertos sectores
de la crítica literaria relacionados con los nuevos estudios culturales. Dicho sectores,
imponen o quieren imponer unos determinados parámetros sociales, políticos y
culturales a los que el crítico literario debería atenerse. Para Bloom, el crítico o la crítica
literaria no debe ser influido por ninguno de estos sectores, pues para él, la literatura ha
de juzgarse por su valor estético, y dejar a un lado todos los demás factores, que según
la denominada por él mismo “escuela del resentimiento”, influyen en la elección de una
obra canónica.

3.
No conviene matar al Buey porque es políticamente incorrecto, en tanto que el
Buey, parece haberse erigido como defensor supremo de los derechos del hombre, pero
eso si, fuera de la lucha real e inmiscuido en la utopía del arte.
Florecerá una estética subterránea porque todas estas escuelas del resentimiento crearán
sus propios gustos o prototipos literarios que serán, en mi opinión, los verdaderamente
sujetos a cuestiones extraliterarias.

4.
El concepto de arte en Harold Bloom es fundamentalmente estético.
La autoricidad es Aristófanes, y parece encubrir, con éste, algún tipo de ironía que no
logro comprender. (Aristófanes era comediógrafo).

5.
Según Bloom, la crítica cultural es una especia de movimiento encargado de
“enmendar” las injusticias sociales que se produjeron, se producen, y muy a nuestro
pesar, se seguirán produciendo en este planeta. Pero con un enfoque literario. Es decir,
tratan de desmitificar a los grandes autores canónicos, tan llenos de innumerables
virtudes, con una serie de argumentos, no carentes de algún grado de razón, en los que
se sostiene que tales autores están en las cúspide del mundo literario debido a unas
circunstancias históricas que favorecieron y encumbraron su labor, mientras que
obstacularizaron la de determinadas clases sociales, etc. Mientras que la crítica literaria
es una actividad elitista que requiere una serie de conocimientos que están por encima
de cualquier movimiento social o político porque, y una vez más vuelo a repetirlo, para
Bloom el arte literario es puramente estético.

6.
Porque se necesitan lectores y escritores “muy individuales” que no estén politizados en
ningún aspecto.

7.
La crítica literaria ha desertado de la estética por un supuesto sentimiento de culpa,
sentimiento que ha sido inculcado por la famosa “escuela del resentimiento”, y que a
muchos críticos en particular, les ha hecho sentirse “culpables” por realzar los valores
de determinados autores que, según “los resentidos”, deben su fama a una sociedad
patriarcal, al racismo, o al clasismo. Factores estos que, quizá, estén demasiado alejados
del arte literario en sí mismo. También influye el hecho de que estos mismo críticos,
que antes apostaban por la estética, ahora se sienta, o les hayan hecho sentir, una especie
de reaccionarios totalmente carentes de compromiso social y político, por la simple
razón de separar el arte de las injusticias sociales.

8.
La relación que existe entre literatura e inmortalidad, según Bloom, se remite a la
antigüedad Clásica, y tiene que ver con el hecho de que el autor, en su visión literaria,
busque, por encima de todo, la inmortalidad. Es decir, que antes que ningún matiz
político o social, lo que pretende la propia obra literaria es alcanzar un puesto en ese
espacio tan reñido de la inmortalidad, o en otras palabras: entrar en el canon.
Este concepto de “inmortalidad”, como el propio Bloom afirma, se encuentra en
Petrarca, en Shakespeare e incluso en Homero.
9.
Su concepto de historia literaria reside en lo que podríamos llamar, de algún modo,
“intertextualidad”, es decir, en lo que hay de los grandes escritores en los actuales. O
sea, en valores estrictamente literarios, sujetos, por otra parte, a los cambios de gusto
artístico o de género que se han ido sucediendo a través de la historia. Para Bloom, no
se discrimina tal o cual obra por las condiciones sociales de su autor, como afirma la
“escuela del resentimiento”, sino por el gusto literario imperante en la época. Así,
muchas obras de gran valor, aunque no supremo, quedan marginadas simplemente por
que no se adecuaban a las características predominantes de su época.

10. Bloom expone que los verdaderamente politizados son los que atacan el canon,
pues, obedecen a determinadas ideologías.

11.
El valor de Shakespeare en el canon de Bloom es absoluto. Para él, Shakespeare
significa el valor estético por antonomasia, un valor estético que se escapa de cualquier
matiz político o social.

12.
Porque, siguiendo su idea determinada del arte, explica que éste (poesía), como la
crítica, no aporta nada a la sociedad, y quizá, parecen estar robando de los bienes
públicos sin dar nada a cambio. Muy al contrario de lo que sus “colegas” franceses
quieren demostrar.

13.
La fuerza estética es un concepto que yo, como lector, había intuido mucho antes de leer
a Bloom, y en mi ignorancia, creía haber encontrado la oscura nebulosa de la
“literariedad”. Ahora, después de comprender a esta polémica pero solemne
personalidad de la crítica literaria, he sido capaz de digerir todo aquello que un día tuve
la imprudencia o la certeza de llamar literariedad. Es evidente, que esa “fuerza estética”
solo se encuentra en algunos escogidísimos autores, los cuales, y en palabras del propio
Bloom, tienen el dominio del lenguaje metafórico, originalidad, poder cognitivo,
sabiduría y exuberancia en la dicción. Pero quizá estas premisas sean, en parte,
subjetivas, y producto de una visión individual. Aunque, si es cierto, que los grandes
autores canónicos llegan a crear un visión estética general de su obra.

14.
Bloom también está en contra de los que defienden el canon basándose, al igual que los
que lo critican, en cuestiones de ámbito social y político. Para Bloom, la literatura esta
fuera de cualquier ámbito docente, por decirlo de algún modo. Y de la misma manera
que no está creada para redimir las injusticias de este mundo, tampoco está al servicio
de la ética o la moral occidentales. Pues como ejemplifica, muy acertadamente, los
grandes escritores no son, precisamente, un compendio de valores morales.

15.
Según Bloom, otra de las características que poseen las obras canónicas, y en concreto
su queridísimo Shakespeare, es que, por encima de todo, nos explican a nosotros
mismo.

16.
La imaginación creativa puede entenderse como todos los factores que intervienen en la
creación de una obra literaria, y que según Bloom, están muy influenciados por la
competencia entre artístas, competencia que no está al servicio de ninguna institución,
sino solo y exclusivamente, al de los interese propios del autor.

17.
Bloom ataca a la crítica marxista y al concepto de “capital cultural”, pues, en su visión
de la literatura, como ya hemos explicado antes, no intervienen aspectos políticos. En
otras palabras, que los cánones literarios no están al servicio de los poderes económicos,
sociales y culturales, porque si este hecho fuera cierto, Estados Unidos sería el eje de la
cultura mundial, cosa que, gracias a la Providencia, todavía no ha sucedido.
En este aspecto no estoy muy de acuerdo con la tesis de Bloom, aunque la comprendo y
acepto. Porque sí es cierto, que Norteamérica tiene ciertas armas para promover sus
cuestionables valores que están dentro de lo que hoy consideramos como arte, y que,
cada vez más, marcan las pautas del mundo general de la cultura.
18.
Bloom parece remar en contra de todas las escuelas teóricas del siglo XX (o de casi
todas). Su concepto de valor estético se centra, principalmente, en el “hecho literario”
en si, y elude todos los demás factores que, según las diferentes escuelas europeas,
intervienen en el valor literario de una obra. El concepto de Bloom es duro, y, quizá,
radical, pero es innegable que tiene una gran parte de razón. Por ello, no podemos
pensar que sea un reaccionario, como tampoco podemos pensar que los demás sean
super-progresistas, porque la exclusión está presente tanto en la corriente de Bloom
como en las demás. Pero la diferencia radica en que, mientras que el primero se basa en
cuestiones puramente artísticas, los otros se basan, al noventa por ciento, en cuestiones
de índole política o social, y de este modo, su progresismo se convierte en una especie
de “discriminacionismo”, por el mero hecho, de enjuiciar o poner en duda determinadas
obras magnánimas, obras y autores que nacieron en una época en la que predominaban
las mismas injusticias sociales que hoy, solo que menos encubiertas.

19.
En mi discreta opinión, creo que los estudios culturales representan un “todo vale”, y
que esa “excesiva abertura”, hace que dejemos de pensar, pues, si no es el valor estético
lo que impera a la hora de componer un canon, “todo” sería legítimo o estaría en su
pleno derecho de entrar a formar parte del acervo de la canonicidad, cosa que es muy
cuestionable, y desde muchos sentidos, un caos cultural, en el que no se valoría el
trabajo o la calidad, sino que se intentaría apagar los fuegos de las injusticias sociales
que, a mi parecer, son ocupaciones de otros ámbitos de la “función pública”.

20.
El pensamiento de Bloom es muy cuestionable, además, desde distintos puntos de vista
se podría ver como radical. Su visión de la literatura es muy fija, pero también es clara,
por mucho que le pese a ciertos sectores. Desde mi punto de vista, los argumentos que
expone a favor del canon son muy respetables, es más, los comparto, pero creo que el
tono que utiliza para mostrarlos es el tono de la “verdad absoluta”, un tono que
desprestigia, quizá, su buena argumentación. Por otra parte, no puedo negar que la
reivindicación de los estudios culturales sea positiva, y además de buena fe, pero, a mi
parecer, son el mismo lobo con distinto traje. Es decir, que mientras que Bloom solo
acepta la fuerza estética como único requisito para entrar en el canon, la famosa
“escuela del resentimiento” no acepta a los autores canónicos por el mero hecho de
serlo, aunque intente justificar su discriminación basándose en la lucha de clases; lucha
esta, que como bien afirma Bloom, parece irónica cuando se promulga en el ámbito
norteamericano, símbolo del clasismo más ortodoxo.
Por último, añadiría que, nuestro queridísimo Bloom, se afana muchísimo más en
defender su canon que en proponerlo como modelo o guía para los lectores más
especializados. Pero, ¿Qué puede hacer este hombre que se siente tan atacado, tachado
de machista, reaccionario y burgués? Es normal su reacción, pero quizá este cegado,
como cegados están sus “enemigos”, pues, en nuestros días, y muy tristemente, el único
canon que prevalece para las masas lectoras es el canon de la publicidad, el canon de lo
comercial, el canon de la venta y el entretenimiento.

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